Walt Disney
Walt Disney
Walt Disney
Walt Disney
Según esta leyenda, su cuerpo aún permanecería así con las constantes
vitales suspendidas, a la espera de un futuro en que pudiese despertar y
nuevos procedimientos quirúrgicos reparasen su salud. Pero la prosaica
realidad es que el cadáver Disney fue incinerado por deseo de sus
familiares. No ha de extrañar, sin embargo, toda esta mezcla de realidad y
fantasía alrededor de quien pasó a la historia de la cultura occidental como
uno de los más prolíficos, contradictorios e influyentes cultivadores de la
imaginación infantil.
En 1906, Elias Disney decidió empezar una nueva vida en una granja cerca
del pequeño pueblo de Marceline, Missouri, donde Walt descubrió la
naturaleza y los animales. También entonces nació su interés por el dibujo,
que compartió con su hermana pequeña, Ruth. Elias Disney hacía trabajar
tan duro a sus hijos en el mantenimiento de la granja que los dos mayores,
Herbert y Raymond, decidieron dejar el hogar para instalarse por su cuenta
otra vez en Chicago.
A Hollywood
En 1929, con su excepcional sexto sentido para los negocios, autorizó que
varias compañías reprodujeran en sus productos la imagen de Mickey
Mouse, al que incorporaron guantes y zapatos blancos para evitar que
manos y pies desaparecieran sobre fondos oscuros. El 13 de enero de 1930
empezó a publicarse una viñeta del popular personaje (con Disney como
guionista e Iwerks como dibujante) en varios periódicos de Estados Unidos,
y ese mismo año se editó un libro de dibujos de Mickey que fue reeditado
en numerosas ocasiones.
Adicto al trabajo, para el que robaba muchas horas de sueño, Disney tuvo
una seria crisis de salud que le obligó, a finales de 1931 y cuando el club de
Mickey Mouse ya tenía un millón de miembros, a tomarse unas largas
vacaciones con su esposa. De vuelta a Hollywood, se apuntó a un club
deportivo donde practicaba boxeo, calistenia, lucha libre y golf. Poco
después descubrió la hípica y, finalmente, el polo, del que fue un fanático
durante el resto de su vida. Una afición que cultivó con tanta pasión como
su fascinación por los trenes y las miniaturas.
Con Mickey Mouse como buque insignia de una compañía en alza, Disney
creyó que no debía dormirse en los laureles ni aburrirse haciendo sólo
películas del famoso ratoncillo, que en 1932 le supuso el primero de los
Oscar que recibiría durante su carrera. Respaldado por un equipo de
excelentes dibujantes e ilustradores, desplegó todo su espíritu creativo en
la primera serie de sus Sinfonías tontas (1932). Realizados en technicolor, los
diversos cortometrajes que componían esta producción significaron en su
época un experimento sobre el uso expresivo del color. En noviembre de
aquel mismo año, el estudio Disney se convirtió en el primero que tuvo su
propia escuela de dibujantes y animadores.
Anticomunista furibundo
El 10 de noviembre de 1940 empezó a colaborar con el FBI, después de
que el entonces director de la agencia federal de investigación, J. Edgar
Hoover, hubiera intentado en varias ocasiones reclutar al productor
cinematográfico como agente para que le facilitase cualquier información o
detalle sobre la presencia de elementos subversivos (comunistas,
sindicalistas o anarquistas) en Hollywood. Sin embargo, los primeros
devaneos políticos de Disney tuvieron un cariz más progresista y se
remontaban a 1938, cuando se adhirió a la Society of Independent Motion
Picture Producers, asociación de productores y cineastas independientes
opuestos al dominio absoluto de los grandes estudios de Hollywood. Desde
aquel grupo, que contaba con figuras como Orson Welles o Charlie Chaplin,
Disney fue derivando hacia un ideario próximo al partido nazi
norteamericano y a un sentimiento fuertemente antimarxista.
En agosto de 1948 hizo un viaje con su hija Sharon para filmar imágenes
en Alaska, y con el material realizó la serie de cortos titulados Aventuras de la
vida real. Su hermano Roy se opuso al proyecto (para entonces estaban ya
tan distanciados que sólo se veían después de pedir cita a sus respectivas
secretarias) y auguró un incierto destino a este tipo de documentales. Se
equivocó, ya que el primero de ellos, titulado La isla de las focas (1948), no
sólo resultó rentable, sino que fue premiado con un Oscar en la categoría
de cortometrajes.
Prácticamente finalizada la década de los cuarenta, Disney recibió una
interesante propuesta de Howard Hughes: un crédito sin intereses de un
millón de dólares a cambio de su ayuda en un terreno (el sector
cinematográfico) que el multimillonario tejano no conocía y en el que quería
invertir. Con aquel dinero, Disney puso en marcha 18 nuevos proyectos,
entre ellos Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas (1951) y Peter
Pan (1953). Tras una costosísima incursión en el cine futurista con 20.000
leguas de viaje submarino (1954), volvió a proyectos más baratos y que
sintonizaran con el orgullo de ser norteamericano.
Para entonces, su compañía ya no era la reina de los dibujos animados. La
Warner Brothers empezaba a hacerle una seria competencia con la estrella
de su serie Looney Tunes, Bugs Bunny. Aquel conejo era el contrapunto del
cándido, apolítico y asexuado Mickey Mouse, que a principios de los años
cincuenta vivió sus momentos más bajos de popularidad, aunque siguió
siendo el personaje preferido de Disney y el emblema de su imperio.
Disneylandia
En 1953, después de ganar un nuevo Oscar al mejor documental con El
desierto viviente, inició conversaciones con la cadena televisiva ABC para ceder
la emisión de sus películas al nuevo invento. A diferencia de otros
productores de Hollywood, que la consideraban una amenaza, Disney creyó
que la televisión era un excelente medio de difundir sus productos. Un año
después inició la realización de filmes específicamente para televisión, la
parte de su producción artística más denostada por los críticos. Críticas que
también le lloverían años después con Mary Poppins (1964), su primer
largometraje con sólo actores reales. Pero a Disney no le importaron,
porque esas películas le daban el dinero que necesitaba para hacer realidad
un proyecto que acariciaba desde hacía tiempo: construir un enorme
parque de atracciones basado en sus personajes.