Castellano
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Año A-B-C
Referente Teórico-práctico:
Tema generador:
Contenido
Instrucciones: La presente guía pedagógica tiene como finalidad proporcionar referentes teóricos y
prácticos para así avanzar en su proceso de aprendizaje con el compromiso de que cada estudiante
debe complementar la misma. Lee con mucha atención la siguiente información, luego realiza las
actividades propuestas al final. Éxitos. NOTA: ESTA LECTURA ES SOLO REFERENCIA, DEBEN
BUSCAR MAS INFORMACION RELACIONADA CON EL TEMA, A EFECTOS DE LOGRAR
RESPONDER COHERENTEMENTE LAS ACTIVIDADES.
Una oración, en gramática, es una palabra o un conjunto de palabras que expresan un sentido por
sí solas, por lo que se las considera elementos autónomos.
Una oración escrita se caracteriza por comenzar siempre con letra mayúscula y por terminar con
un punto, a menos que cuente con signos de pregunta o de exclamación, que lo reemplaza.
Tipos de oraciones
• Oraciones dubitativas. Expresan alguna duda. Por ejemplo: Quizás vaya a la fiesta. / Me
parece que el que llamó era Juan.
• Oraciones exclamativas. Reflejan la emoción que atraviesa quien la pronuncia. Esta
emoción puede ser enojo, sorpresa, alegría, entre otras. Por ejemplo: ¡No lo puedo creer, me
saqué un diez en el examen final! / ¡Qué susto que me diste, no aparezcas más así!
• Oraciones interrogativas. Pretenden obtener algún tipo de información del
interlocutor. También se las usa a modo de sugerencia o incluso para retar a alguien. Por
ejemplo: ¿No te parece que lo que hiciste no es correcto? / ¿Quieres ir al cine conmigo el
sábado?
• Oraciones desiderativas. Expresan algún anhelo o deseo del emisor. Por ejemplo: Ojalá
que el domingo esté soleado así vamos a la pileta. / Espero que la pasen muy bien en la fiesta.
• Oraciones declarativas. También conocidas como “enunciativas”, expresan alguna
opinión, idea o juicio del emisor o narran algún hecho que sucedió o que está por suceder.
Pueden ser afirmativas o negativas. Por ejemplo: Este mes no llegamos a los objetivos
propuestos. (negativa) El efecto invernadero tiene consecuencias irreversibles en cientos de
especies animales. (afirmativa)
• Oraciones exhortativas. También conocidas como “imperativas”, se usan para ordenar,
suplicar, rogar o pedir. Por ejemplo: Te vas ya a tu habitación. / Por favor, te pido que me
ayudes a hacer la tarea que si no me ponen un cero.
1.- Oraciones personales. En las que existe un sujeto reconocible. Se dividen a su vez en dos:
2.- Oraciones impersonales. En las que no existe un sujeto reconocible. Suelen referirse
a fenómenos climáticos o eventos que no realiza nadie en ellas solo hay un verbo que describe un
hecho o una circunstancia. Por ejemplo: “Hoy va a nevar” o “Hace mucho calor”.
Oraciones Copulativas:
Las oraciones copulativas son aquellas que están formadas por los verbos ser, estar y parecer, asi
como algunas perífrasis verbales formadas por estos verbos. En estas oraciones hay siempre
un atributo que acompaña al verbo. Así, "Sara es japonesa", "Manuel es secretario" o "Luisa es de
Barcelona", la forma verbal es va acompañada de algún atributo (un atributo puede ser un
sintagma nominal, un sintagma adjetival o un sintagma preposicional).
En las oraciones copulativas el predicado no es verbal, sino que es de tipo nominal
Estas oraciones son llamadas copulativas porque sus formas verbales no poseen por sí mismas
un significado pleno y su función es unir el sujeto y el atributo o el predicado. La oración "Gabriela
es mi amiga" es copulativa porque en ella se utiliza el verbo ser, el cual une el sujeto con un
atributo.
Ejemplos:
Ella es mi profesora
Tu hermano parece mayor en esa foto(verbo: parece)( Atributo: mayor en)
Oraciones Predicativas
Las oraciones predicativas son aquellas que cuentan con un verbo predicativo, es decir, todos
los verbos a excepción de los copulativos (estar, ser y parecer). Por ejemplo:
Recojo: verbo.
Yo: sujeto.
El verbo predicativo transmite por sí solo la idea de una acción, que puede ser abstracta o
concreta.
El verbo “escribir” puede ser transitivo o intransitivo, dependiendo del contexto. Otros verbos
son siempre intransitivos (por ejemplo: morir) o siempre transitivos (por ejemplo: decir).
Por otra parte, este tipo de verbos pueden identificarse en una oración de forma activa o
pasiva, como se observa en los siguientes ejemplos:
Transitivas: Son aquellas oraciones predicativas que admiten sujeto léxico y llevan un objeto
directo. Ejemplo.
Verbo: compró.
Además de de objeto directo, las oraciones transitivas pueden llevar otros complementos
como el objeto indirecto, complemento circunstancial o el complemento predicativo. Ejemplo:
Las oraciones transitivas se construyen normalmente con verbos que, por su significado,
necesitan de la presencia del objeto directo, y por ello se denominan verbos transitivos.
Oraciones intransitivas: son oraciones predicativas que admiten sujeto léxico y no llevan
objeto directo. Ejemplo:
Verbo: trabaja.
Los verbos que por su significado no se construyen con objeto directo se llaman verbos
intransitivos y pueden llevar un objeto indirecto, circunstancial, predicativo o un comolemento
proposicional. Ejemplo:
Verbo: llegaron.
La acentuación gráfica de las palabras de más de una sílaba (polisílabas) sigue estas reglas:
a) Las palabras agudas son aquella cuya mayor fuerza de voz la tienen en la última sílaba y llevan
tilde:
Pero si terminan en -s precedida de otra consonante, se escriben sin tilde: robots. Tampoco llevan
tilde las palabras agudas que terminan en -y, pues esta letra se considera consonante a efectos de
acentuación: estoy, virrey.
b) Las palabras llanas o graves son aquellas cuya mayor fuerza de voz recae sobre la penúltima
sílaba y llevan tilde:
También se acentúan cuando terminan en -s precedida de otra consonante: bíceps, cómics, fórceps; y
cuando terminan en -y, pues esta letra se considera consonante a efectos de acentuación: póney,
yóquey.
c) Las palabras esdrújulas y sobresdrújulas:
- Las palabras con hiato formado por una vocal cerrada tónica y una vocal abierta átona (o por una
vocal abierta átona y una cerrada tónica) siempre llevan tilde sobre la vocal cerrada y no dependen,
por tanto, de las reglas generales de acentuación: rehúso, caía.
- Los adverbios en -mente mantienen la acentuación si la tiene el adjetivo del que derivan: casual >
casualmente, hábil > hábilmente.
- Las palabras formadas con pronombres enclíticos deben acentuarse cuando les corresponda, con
independencia de que la misma palabra sin pronombre enclíctico lleve o no la tilde: canta, cántalo.
a)Clasificar las siguientes oraciones según la actitud del hablante. Identifica verbo, sujeto y
predicado. (1 punto c/u)
6. Es muy tarde.
b) Identificar las oraciones impersonales marcando con una (V) si es impersonal y resaltar
el verbo y con una (F) si es falso. (0,5 c/u)
En las siguientes oraciones identifique los complementos del verbo (Directo, indirecto y
circunstancial) (1 punto c/u)
1. Yo compraré dulces.
2. Solía descansar en la playa .
3. Mi abuela llegó esta maña
4. Juan compró una flor.
5. Lo saludé correctamente
6. Isabel preparó una torta.
7. La semana pasada trabajamos mucho
8. Había alguien en la casa .
9. Pedro te trajo un regalo.
10. Ayer fuimos al cine .
11. Los ratones destruyen el cableado.
12. Nos sentamos comodamente en el sofá
13. Luis prestó un libro a mi abuela
14. Comimos demasiado.
15. Tu le enviaste el trabajo a Luisa.
16. Dieron un premio a mis amigos.
17. Enviaré un whatsApp a Génesis .
18. La niña vistió a la muñeca.
19. Luisa vende una casa.
20. El profesor entregó el diploma a los alumnos.
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse
con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente,
y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo
de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló.
Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie.
Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos
o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad
de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed
quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta
desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto
de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta
reseca. La sed lo devoraba.
-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto
alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!
-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero
no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre
la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz
sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió
incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de
palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa
y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del
Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos
dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una
mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El
hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con
grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él
solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que
estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar.
Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el
silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la
corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan
fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque,
negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río
arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina
en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad
única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento
escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le
dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover
la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas
estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna
ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón
mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado
también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura
crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy
alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el
borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto
en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto.
¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
¿Qué sería? Y la respiración…
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza
un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
-Un jueves…
Y cesó de respirar.