Contenido Semana 6
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SEMANA 6
NOMBRE DE LA ASIGNATURA
Adultez: juventud, adultez intermedia
SEMANA 1
Títuloy de
adultez mayor I
la semana
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SEMANA 6 – PSICOLOGÍA DE LA NIÑEZ Y LA ADULTEZ
APRENDIZAJE ESPERADO
El estudiante será capaz de:
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INTRODUCCIÓN
Hasta mediados del siglo XX, la mayoría de los ocupación, construcción de familia,
investigadores no consideraban que las condiciones de vida, amistades estables,
personas experimentaran cambios relevantes entre otras, por lo que reviste complejidades
una vez que alcanzaban la madurez y se nuevas al proceso vital, siendo entonces
convertían en adultos. Es más, el prolongado importante comprender los cambios y
período adulto no parecía encajar con la idea elementos característicos que acontecen a las
de desarrollo, sino que este tendía a ser ligado personas.
a un concepto de carácter menos positivo,
como lo es el deterioro o el declive. Sin En esta semana se revisará la primera etapa
embargo, gracias a las investigaciones de las de la adultez, correspondiente a la juventud o
últimas décadas se ha descubierto que adultez temprana, en específico, se detallarán
durante la edad adulta tienen lugar tanto las características del desarrollo físico,
pérdidas como ganancias y que, cognitivo y psicosocial en esta etapa.
efectivamente, hay una continuidad del
proceso de desarrollo (Papalia, Duskin y
Martorelli, 2012).
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Aunque las edades biológica, social y psicológica se combinan para producir la madurez, existen
ciertos atributos psicológicos que son elementos centrales, los que pueden variar según la cultura e
idiosincrasia, pero en términos generales incluyen la independencia, autonomía social, capacidad
para tomar decisiones de manera independiente, además de estabilidad emocional e integridad,
entre otros.
De acuerdo con lo anterior se pueden establecer tres criterios centrales para definir el cambio de
etapa desde la adolescencia a la adultez, el cual no necesariamente corresponde a una edad
específica, ya que dependerá de diversos factores (Papalia, et al.):
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Todas las tareas anteriores requieren que los jóvenes o adultos tempranos maduren física y
sexualmente a la vez que desarrollen habilidades cognitivas, psicológicas y emocionales que les
permitan cumplir con las diversas tareas del desarrollo que se les plantean.
Lo anterior se vuelve relevante considerando que en esta etapa las personas configuran elecciones
vitales relevantes y muchas de las dificultades que no fueron superadas en el pasado reaparecen e
inciden en que se logre con éxito la consolidación del proyecto de vida.
Del mismo modo, el cerebro alcanza su máximo desarrollo en tamaño y peso durante la edad de
adultez temprana y posteriormente empieza a disminuir lentamente sus proporciones, así como
también algunas de sus capacidades (Papalia, et al., 2012).
Los sentidos también alcanzan su mayor desarrollo. La agudeza visual es máxima a los 20 años,
decayendo alrededor de los 40 años por propensión a la presbicia. La pérdida gradual de la
capacidad auditiva empieza antes de los 25 años. Por su parte, el gusto, el olfato y la sensibilidad al
dolor y al calor comienzan a disminuir cerca de los 45 años (Rice y Ortiz, 1997).
Por otro lado, hombres y mujeres se encuentran en un punto de máxima fertilidad en esta etapa,
por lo que generalmente se produce el nacimiento de hijos (Papalia, et al., 2012).
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https://www.youtube.com/watch?v=ZNg4xk9ADdA
Dado lo anterior, los motivos más frecuentes de hospitalización son los partos, los accidentes
automovilísticos y enfermedades de los aparatos genitourinarios (Papalia et al., 2012).
No obstante lo anterior, el bienestar físico depende en gran medida de la calidad de vida que cada
persona tenga, más aún en esta etapa, en la que las decisiones que cada quien tome inciden en el
estilo de vivir que se desarrolle. De este manera, existen quienes gustan de hacer ejercicios y tener
una dieta balanceada, complementado con un ritmo de vida tranquilo, así como también quienes
optan por el consumo de drogas, tanto legales como ilegales, el consumo excesivo de comida o
prácticas sexuales sin la debida protección, lo que puede incidir de manera sustancial en que
desarrolle un envejecimiento secundario temprano, que implica un deterioro físico producido por
factores ambientales o conductas de riesgo y no por maduración biológica (Feldman, 2007).
Si bien la alimentación en la adolescencia depende en gran medida de los padres, quienes cuidan
del equilibrio de las comidas, cuando las personas entran a la adultez se alimentan de modo
independiente, así como también su metabolismo comienza a cambiar. Todo ello, sumado a escasa
actividad física produce que uno de los temas más comunes de salud sea el sobrepeso.
En Chile, según la última Encuesta Nacional de Salud, correspondiente al análisis de los datos
correspondientes a 2016 y 2017, un 74,2% de la población presenta obesidad y sobrepeso, lo que
corresponde a una cifra altamente preocupante. Asimismo, se indica que el 3,2% de la población del
país es obesa mórbida, lo que correponde el triple que hace 15 años. Específicamente el grupo entre
30 y 49 años es el que presenta la mayor prevalencia, llegando aun 4,9% de este segmento etario
quienes presentan esta condición, siendo superior en mujeres y en los sectores más vulnerables
(Minsal, 2018).
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Otro tema que resulta significativo en esta etapa corresponde a la fertilidad, más aún en las mujeres,
en quienes la capacidad de reproducción sexual es etariamente más limitada que en los hombres,
aconteciendo desde su primera menarquia hasta la llegada de la menopausia, aún cuando despues
de los 40 años los embarazos suelen requerir de mayor cuidado, pudiendo conllevar riesgos.
Durante la juventud se liberan óvulos de manera sostenida y estable. Por su parte, los hombres
producen espermatozoides continuamente a partir de la pubertad y conservan su fertilidad hasta
muy avanzada la edad adulta, aunque con el paso del tiempo menos de ellos son viables de producir
embarazo (Craig y Baucum, 2009).
http://www.t13.cl/noticia/nacional/chile-se-posiciona-como-el-
segundo-pais-ocde-con-mayor-indice-de-obesidad
No obstante lo anterior, la psicóloga del desarrollo alemana, Gisela Labouvie-Vief planteó que la
naturaleza del pensamiento presenta cambios cualitativos en la adultez temprana, indicando que el
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Algunas capacidades cognitivas alcanzan su más alto desarrollo entre los 20 y 25 años, tal como la
memoria mecánica, la manipulación de matrices y patrones, lo que varía y se refuerza también
según la actividad que los jóvenes realicen, pues mientras algunos ingresan al mundo laboral
tempranamente otros continúan estudios superiores (Craig y Baucum, 2009).
De este modo, el pensamiento postformal o quinto estadio (considerando las cuatro etapas
anteriores planteadas por Piaget) implica entender que la respuesta correcta a un problema puede
requerir pensar reflexivamente, que puede variar de una situación a otra y que además de la lógica,
debe recurrir a la experiencia y a la emoción cuando se enfrenta a situaciones nuevas o ambiguas
que requieren de soluciones diferentes (Papalia et al., 2012).
Un ejemplo de lo anterior ocurre cuando un adulto debe enfrentarse a una situación catastrófica
como un terremoto, en que claramente las personas adultas suelen reaccionar de mejor forma,
poniendo a salvo a las personas mayores, así como también a los niños primero, gracias a que
pueden controlar el temor y cuentan con experiencias similares anteriores.
Por otro lado, John Dewey (1859 - 1952), filósofo, educador y reformador estadounidense de
procesos educativos del siglo XX, planteó la existencia del pensamiento reflexivo, definiéndolo como
la consideración activa, persistente y cuidadosa de la información o de las creencias, en función de
las evidencias que las sustentan y de las conclusiones a las que da lugar. Al pensar de esta forma, se
usan los elementos propios del pensamiento formal, adquirido antes de los 14 años y consolidado
en esa etapa, para reflexionar sobre los hechos y hacer inferencias y conexiones. En base a ello, el
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De este modo, por ejemplo, para un niño puede resultar muy confuso que una persona católica
pueda serlo pero, al mismo tiempo, no creer en la iglesia, ni en los sacerdotes, ni asistir a ritos
vinculados con esta religión. No obstante, para un adulto probablemente será más fácil comprender
que existen personas que pueden desarrollar su fe de otro modo y que la distancia que algunas
personas mantienen con la institución no los lleva a dejar de sentirse parte de una religión y a
mantener sus creencias.
Otro psicólogo alemán, Klaus Riegel (1975 - 1984), propuso la existencia del pensamiento dialéctico,
como una quinta etapa del desarrollo cognitivo. En base a este tipo de pensamiento las personas
examinan y reflexionan, tratan de integrar ideas diversas, e incluso antagónicas, así como también
aspectos ideales y reales, constituyendo una nueva concepción de las cosas, lo que cimienta la
capacidad de vivir en un mundo cambiante y tener una visión propia e independiente (Craig y
Baucum, 2009).
Un ejemplo de este tipo de pensamiento está dado, por ejemplo, por quienes, ante la situación del
sistema actual de pensiones, son capaces de analizar el sistema anterior, correspondiente al antiguo
régimen previsional de reparto que financiaba las pensiones de los jubilados con las cotizaciones de
las personas que imponían activamente (reparto solidario), luego, son capaces de considerar las
ventajas y desventajas del actual sistema de ahorro individual y, en base a todo ello, proponer una
nueva alternativa que permita considerar las nuevas necesidades sociales y económicas y reúna las
ventajas de los sistemas anteriores.
Warner Schaie (1928), psicólogo estadounidense, propone la existencia de siete etapas del
pensamiento, resaltando el uso de las capacidades cognitivas dentro de un contexto social, siendo
distintiva de la etapa adulta la flexibilidad con que las personas emplean el conocimiento y
habilidades cognitivas. Durante las etapas anteriores Schaie plantea que prima la adquisición,
mientras que en la juventud las capacidades intelectuales se utilizan para tomar decisiones y llevar
a cabo su proyecto de vida, por lo que constituye una etapa de realización o de integración práctica
de los conocimientos adquiridos (Craig y Baucum, 2009).
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De este modo, las siete etapas son las siguientes (Papalia, et al., 2012):
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Un ejemplo concreto de este tipo de pensamiento ocurre, por ejemplo, cuando hay paralizaciones
de locomoción colectiva y pueden realizar combinaciones entre distintas formas de transporte para
llegar a tiempo a su trabajo, en lugar de quedarse esperando y no poder cumplir con su jornada
laboral.
El psicólogo estadounidense Robert Sternberg (1948} generó una teoría denominada triárquica de
la inteligencia, planteando que esta estaría conformada por tres componentes: componencial,
experiencial y contextual. El aspecto componencial incluye las habilidades implicadas en el análisis
de los datos para resolver problemas que implican la conducta racional y el uso de los aprendizajes
anteriores. El componente experiencial se refiere a la relación entre la inteligencia, experiencia
previa de las personas y sus habilidades para enfrentar situaciones nuevas. Finalmente, el
componente contextual de la inteligencia implica las habilidades que permiten a las personas
enfrentar las demandas de su ambiente cotidiano y de su entorno respecto a asuntos prácticos
(Feldman, 2007).
El ejemplo anterior refleja en gran medida esos componentes, ya que para poder llegar a tiempo al
trabajo en distintos medios de transporte la persona requiere primero tener información respecto
a lo que ocurre y tener datos certeros sobre cuáles son los medios afectados, así como también las
habilidades para poder analizar esta información. Del mismo modo, puede atender a situaciones
anteriores en que ya haya tenido que enfrentar situaciones similares, lo que le orientará en saber
qué alternativas de las otras que tiene son las más apropiadas. Finalmente, para poder resolver el
problema de manera exitosa, la persona tiene que saber en qué lugar geográfico se encuentra con
precisión y dónde requiere llegar.
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medida a la calidad de las relaciones interpersonales que se establecen en la juventud resulta clave
este tipo de inteligencia, pues es esencial para el establecimiento de relaciones laborales
pertinentes, así como también familiares y sociales en general que se imponen para cumplir en este
período (Papalia, et al., 2012).
Ejemplo de este tipo de inteligencia se puede observar de manera clara en aquellas personas que
ejercen cargos de jefatura y que logran plantear claramente lo que esperan de las personas a su
cargo, haciéndoles ver sus espacios de mejora pero al mismo tiempo entregándoles apoyo y
reconocimiento por sus esfuerzos, lo que permite que las personas se sientan valoradas y
comprometidas, así como también que sepan con claridad aquello que deben mejorar.
Otro ejemplo se puede apreciar en los profesores que hacen clases en contextos vulnerables y que
logran tener un buen manejo de curso, ayudándoles a avanzar en sus aprendizajes, pero al mismo
tiempo reforzándolos emocionalmente
3.3. APRENDIZAJE
Entre los procesos más relevantes de aprendizaje que los jóvenes enfrentan se encuentra la
educación universitaria, lo que les demanda un crecimiento cognitivo mayor, que involucra un
descubrimiento intelectual, además del crecimiento personal que ello conlleva, en especial se
incrementan las habilidades verbales y cuantitativas, además del pensamiento crítico y el
razonamiento moral. Esto se desarrolla en respuesta principalmente al currículum universitario, el
cual ofrece temas y esquemas de pensamiento distintos, así como también a las influencias de los
otros pares que presentan tales como nuevos contextos sociales y perspectivas de la realidad, la
cultura estudiantil y los docentes que proporcionan nuevos modelos (Papalia, et al., 2012).
De este modo, los aprendizajes de los jóvenes están determinados por su ingreso a la universidad,
así como también inciden los elementos previos que le permitirán incorporar nuevos
conocimientos. El adulto joven pasa por un tiempo largo, donde algunos definen una vocación a
través de los estudios y retrasan la vida laboral y otros, en cambio, se incorporan a la fuerza laboral
menos calificada. Estos procesos, los de estudio y los de incorporación al mundo laboral, requieren
de instancias de aprendizaje y de adquisición de elementos que tengan un propósito o sentido para
el individuo.
Actualmente, la mayoría de los jóvenes comienzan a tener sus primeros empleos cerca de los 25 a
30 años, enfrentando aprendizajes propios del mundo laboral, que suele representar nuevos
desafíos y requerimientos de habilidades diversas. Estas experiencias laborales van incrementando
el grado de pensamiento y juicio técnico requerido, así como también las habilidades para resolver
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problemas emergentes de manera autónoma y proactiva, lo que además también dependerá del
tipo de trabajo en que la persona se desempeñe.
De este modo, son diferentes las habilidades que se requieren para la realización de un trabajo más
bien mecánico, como operar una máquina o digitar información que aquella en que se requiere
tomar decisiones técnicas para la construcción de un puente o realizar liderar proceso de enseñanza.
De acuerdo con lo anterior, el crecimiento cognitivo que se genera en esta etapa del desarrollo en
virtud del trabajo tiene efectos no solo en las horas laborales, sino también en las horas libres,
incrementándose el nivel intelectual a partir de la complejidad de las tareas laborales y
manteniéndose como un rasgo permanente (Feldman, 2007).
Lo anterior tiene un correlato a nivel del desarrollo cerebral, ya que en la adultez joven se produce
un incremento de los lóbulos frontales, lo que les permite a las personas enfrentar diversas tareas
al mismo tiempo, además de la planificación y la resolución de problemas (Papalia, et al., 2012).
De acuerdo a la teoría de desarrollo psicosocial de Erik Erikson, la juventud presenta como una de
sus principales tensiones la intimidad frente al aislamiento, etapa que abarcaría desde fines de la
adolescencia hasta los 30 años aproximadamente (Feldman, 2007).
Respecto a la idea de intimidad que se pone en juego en esta etapa, esta tiene relación con el
establecimiento de relaciones cercanas con otros, así como también con la intimidad que supone
las relaciones de pareja y el componente sexual que ello implica, lo que considera no enfocarse en
el propio placer sino también poder establecer vínculos satisfactorios mutuos. En el otro polo se
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encuentra el aislamiento, ya que algunas personas presentan dificultades para establecer este tipo
de relaciones con otros, o bien con compromisos que puedan implicar una entrega física, emocional
y psicológica más profunda, rehuyendo de ellos (Feldman, 2007).
Todas las elecciones y exigencias que se enfrentan en esta etapa van configurando una identidad
compleja que contempla los distintos ámbitos en que las personas se desenvuelven y que
interactúan recíprocamente entre sí, como lo ilustra la siguiente figura (Craig y Baucum, 2009):
El yo como
individuo
El yo como
El yo como
miembro
trabajador
de la familia
Cultura y comunidad
A través del siguiente video se le invita a recordar las etapas del desarrollo
psicosocial planteadas por Erik Erikson.
https://www.youtube.com/watch?v=vlXh2jNB1NQ
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Es importante considerar que los contextos sociales modifican lo que se espera en cada etapa del
desarrollo, más aún en la adultez, ya que por ejemplo hace 50 años lo más usual era que entre los
20 y 25 años las personas estuviesen casadas y viviendo fuera del hogar de sus padres, mientras que
hoy este hito generalmente ocurre más cerca de los 30 y 35 años. En gran medida esto ocurre
porque los intereses han cambiado, aunque también por la prolongación de los estudios superiores
o porque las situaciones económicas impiden la independencia temprana (PNUD e Injuv, 2014).
De todas maneras, el salir de la casa de los padres y formar una familia propia exige una nueva
manera de relacionarse con ellos, por lo que el éxito de esta tarea se da en el logro de una autonomía
que mantiene un buen vínculo con los progenitores, ya que, si bien los jóvenes aún requieren
emocionalmente de la aceptación de los padres, esta no resulta tan determinante para tomar
definiciones propias (Papalia et al., 2012).
Por otro lado, si bien en esta etapa continúan siendo relevantes y marcadas por una necesidad de
pertenencia a algún grupo, las relaciones de amistad suelen ser menos intensas que en etapas
anteriores debido a los cambios propios de este período, en el que la mayoría tiende a tomar
definiciones distintas de las de sus amigos, lo que implica estudios, trabajo, barrio y, con todo ello,
la generación de nuevos vínculos, por lo que las relaciones de la infancia y adolescencia se distancian
(Feldman, 2007).
Al desarrollar una vida familiar propia, las relaciones de amistad están marcadas por los vínculos
con otras familias o con la del cónyuge, con las que se comparten consejos y vivencias sobre la
paternidad. En cuanto a los adultos jóvenes solteros, se establecen vínculos estrechos y cercanos y
dependen de las relaciones de amistad para el logro de la satisfacción afectiva social (Papalia et al.,
2012).
La revisión de las investigaciones muestra que las mujeres tienden a desarrollar relaciones de
amistad de mayor intimidad y más cercanía. Están más dispuestas a compartir sus problemas
personales, emociones y vivencias, incluidas las circunstancias difíciles de la vida de pareja,
matrimonial o familiar, buscando consejo y apoyo. Los hombres, en cambio, tienden a compartir
más información y opiniones que vivencias personales, se centran en compartir actividades y
descripciones sobre ellas, más que en lo que sientan o vivencian (Papalia et al., 2012).
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una respuesta física y emocional a estímulos que suponen una amenaza o un desafío (Feldman,
2007).
En este sentido, si bien el estrés constituye una respuesta normal a eventos activantes, tanto
positivos como negativos, las personas reaccionan de manera diferente a estos, dependiendo del
temperamento, tipo de personalidad, así como también de los recursos emocionales y personales
de los que dispongan. Frente a hechos gatillantes las personas realizan una valoración primaria del
evento, lo que implica evaluar si la situación y sus consecuencias son positivas, negativas o neutras.
Posteriormente realizan una evaluación secundaria, en que ponderan sus habilidades y recursos
para enfrentar el desafío, proceso en que determinan si son capaces de resolver la situación con
éxito o no (Feldman, 2007).
Dada la evaluación anterior, el estrés que se vivencia como negativo se presenta frente a situaciones
que la persona evalúa como inmanejables, lo que conduce a síntomas desagradables (Worchel y
Shebilske, 1998):
o Síntomas emocionales: tales como inseguridad, dudas, rabia, ansiedad, miedo, depresión,
sentimientos de vacío.
o Síntomas cognitivos: confusión, dificultad para concentrarse, incapacidad de conceptuar y
resolver problemas, preocupación.
o Síntomas conductuales: como por ejemplo ausentismo laboral, quiebre de las relaciones,
lucha o dependencia, abuso de alcohol y drogas.
o Síntomas físicos: agotamiento, cambios de apetito y sueño, cefaleas, tensión muscular,
taquicardias, molestias gástricas.
En ocasiones, cuando las personas requieren escapar de situaciones estresantes tiende a consumir
drogas, tanto lícitas como ilícitas, lo que puede dar lugar a abusos. Este abuso en el consumo de
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sustancias implica una conducta de dependencia, o adición, la cual puede ser física y/o psicológica
y que conlleva diversos problemas, tanto para la persona como para su entorno.
El primer grupo de criterios tiene relación con el control deficitario del consumo:
10) La persona desarrolla tolerancia, que corresponde a una reducción del efecto cuando se
consume la dosis habitual, lo que conlleva generalmente al aumento de la dosis consumida
para conseguir los efectos deseados.
11) Síndrome de abstinencia que ocurre cuando disminuyen las concentraciones de sustancia
en la sangre y genera síntomas que la persona vivencia como desagradables.
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muchos adultos jóvenes que, en un ciclo similar al descrito para las drogas en general, puede
conducir a trastornos de difícil solución.
Los que continúan usando drogas no adictivas como un medio para intentar resolver sus problemas
emocionales, se vuelven psicológicamente dependientes de ellas. Las drogas se convierten en un
medio para encontrar seguridad, consuelo o alivio. Cuando los individuos se hacen psicológicamente
dependientes de drogas que son fisiológicamente adictivas, como el alcohol, los barbitúricos y la
heroína, la dependencia se refuerza de forma secundaria por el deseo de evitar el dolor y el malestar
de la abstinencia física (Papalia et al., 2012).
Otro problema de salud mental que puede emerger en esta etapa corresponde a la depresión, en la
cual puede incidir la frustración por no poder lograr lo que anhelan o bien lo que es esperado
socialmente en esta etapa. La depresión corresponde a un período prolongado de tristeza, que no
se condice con ningún evento específico, al que se agregan síntomas como llanto y sentimientos de
minusvalía o desesperanza. Este estado puede pasar a un trastorno depresivo mayor en que se deja
de experimentar placer por actividades de las que anteriormente se disfrutaba, puede perderse o
aumentar de peso, presentar variaciones en el sueño y mostrar pensamientos recurrentes en torno
a la desesperanza (Papalia, et. al, 2012).
Por todo lo anterior, resulta relevante que los jóvenes en esta etapa puedan contar con redes de
apoyo, atención psicológica y psiquiátrica oportuna y oportunidades diversas que le permitan contar
con alternativas de desarrollo que les permitan constituir su proyecto de vida de manera
satisfactoria.
https://www.youtube.com/watch?v=-nJ6SLWef7g
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Para poder desarrollar un proyecto de vida es necesario que las personas se pregunten acerca de
quiénes son y qué cosas les hacen más felices. Se utiliza el término recentramiento para denominar
el proceso que fundamenta el cambio a una identidad adulta y mediante el cual el joven aún es
dependiente de sus padres hasta convertirse en un adulto temprano independiente, lo que ocurre
en tres etapas (Papalia, et al, 2012):
Daniel Levinson, psicólogo estadounidense (1920- 1994), realizó estudios sobre el desarrollo de la
vida adulta y planteó que en diferentes períodos de la vida las personas desarrollan una estructura
vital, que constituye un patrón de conducta estable, en el que se basa su vida y constituye el núcleo
de su personalidad. La estructura vital se constituye en base a las distintas relaciones que se
establecen, así como también el ambiente físico y social en que se desarrollan las personas, sus
decisiones y elementos específicos como la profesión, la familia, amistades, entre otros, por lo que
no existe una manera única de estructurar la vida, sino que cada persona adulta imprime su propia
impronta, para lo cual pasan por un proceso de elección, implantación y de evaluación de sus
posibilidades (Craig y Baucum, 2009).
Según Levinson, para lograr convertirse en un adulto los jóvenes deben realizar cuatro tareas
esenciales: lo primero es definir un sueño, luego, encontrar a un mentor que les impulse,
posteriormente forjar una carrera y finalmente, establecer relaciones íntimas (Craig y Baucum,
2009).
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incorporación al mundo laboral. También hay una gran cantidad de jóvenes que alternan estas
actividades, es decir, estudian y trabajan.
Cualquier sea el camino que eligen los jóvenes, los primeros años de educación superior dan lugar
a una reacción de ajuste al primer año, que es un conjunto de síntomas psicológicos relacionados
con la experiencia de enfrentar un nuevo escenario académico que incluye soledad, ansiedad, e
incluso depresión. Estos síntomas tienden a desaparecer a medida que las personas comienzan a
encontrar vínculos, obtener cierto éxito en su desempeño y logran obtener mayor seguridad
(Feldman, 2007).
Otro dato relevante es que un 49% de los egresados de enseñanza media acceden de manera
inmediata a estudios de educación superior, lo que se obtiene a partir de los datos de los años 2012
a 2016, siendo las mujeres quienes levemente superan a los hombres en dichas cifras (Ministerio de
Educación, 2017).
De acuerdo con Eli Ginzberg (1911- 2002), los individuos, por lo general, pasan por una serie de
etapas al elegir una carrera profesional. La primera etapa corresponde al período de fantasía, el cual
dura hasta los 11 años y donde se hacen elecciones sin considerar las destrezas, habilidades u
oportunidades, sino solo se considera el atractivo que se le presenta por una determinada
ocupación. Posteriormente en el período tentativo, que abarca la adolescencia, es donde las
personas empiezan a tener en consideración aspectos de carácter práctico, tales como los requisitos
de las diversas carreras o trabajos, así como también en sus propias habilidades, valores y metas
personales. En la adultez temprana las personas pasan por el período realista, en el que exploran
diferentes opciones profesionales, consideran sus alternativas y finalmente optan por una de ellas
que calce de manera más adecuada con sus habilidades, opciones e intereses (Feldman, 2007).
Las claves de elección de carrera suelen ser variadas. La necesidad económica, la posibilidad de
acceso, las expectativas de remuneración y empleabilidad son determinantes al momento de que
el adulto joven elija una carrera o un espacio para desarrollar su vocación, por lo mismo, la
información disponible juega un rol central para la toma de decisiones satisfactorias para las
personas.
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COMENTARIO FINAL
Los estudios en el ámbito del desarrollo humano han demostrado que las personas evolucionan
durante toda la vida, desde su concepción hasta el momento de su muerte. El desarrollo es un
proceso de cambio coherente y adaptativo que contempla tanto ganancias como pérdidas, por lo
que en la edad adulta no solo tiene lugar el envejecimiento gradual normal, sino que además se
pueden producir mejorías en ciertos aspectos como, por ejemplo, en la habilidad para resolver
problemas.
La adultez joven tiene, sin duda, una serie de hitos singulares en el desarrollo de la vida, ya que en
esta etapa se consolida un modo personal y autónomo de pensar y de vivir, lo que permite ser
independiente tanto económica como afectivamente de la familia de origen, la elección de una
ocupación y el establecimiento de relaciones interpersonales íntimas.
Dado lo anterior, resulta significativo que los jóvenes o adultos tempranos puedan contar con el
apoyo y atención especializada que requieren, para poder superar las dificultades propias de esta
etapa y con ello, llevar a cabo una vida satisfactoria.
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REFERENCIAS
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Papalia D., Duskin, R. & Martorell, G. (2012). Desarrollo Humano. 12.ª edición. México: McGraw-
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Prentice-Hall.
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