Antonio Buero Vallejo
Antonio Buero Vallejo
Antonio Buero Vallejo
Otro rasgo muy relevante es el carácter simbólico de muchas de sus obras. Los espacios o las
taras físicas de muchos de sus personajes (locura, ceguera, daltonismo) trascienden su
significado. Por ejemplo, a través de la tara física de la ceguera (En la ardiente oscuridad),
Buero simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la imperfección, de la carencia de
libertad para comprender el misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el mundo. El
hombre no es libre porque no puede conocer el misterio que le rodea. El tema del misterio
predomina en otras obras, también de corte simbolista: La tejedora de sueños, recreación del
mito de Ulises y Penélope; Irene, o el tesoro, análisis del desdoblamiento de la realidad.
Las características principales de los personajes que aparecen en la mayoría de las obras de
Antonio Buero Vallejo se pueden resumir en las siguientes:
Los activos no tienen escrúpulos y actúan movidos por el egoísmo o por sus bajos instintos, y,
cuando llega el caso, son crueles y violentos sin dudarlo si con ello consiguen sus objetivos. No
son personajes malos; la distinción maniquea entre buenos y malos no tiene cabida en el
teatro de Buero.
Su teatro es un teatro realista, social y crítico, que se enfrenta a los conflictos del ser humano y
de España como país, a su presente y a su pasado. Tiene algunas obras históricas, que le sirven
para reflexionar no solo sobre ese pasado, sino, como metáfora, sobre el presente ( Un
soñador para un pueblo, El sueño de la razón…)
El teatro de Buero suele ser una defensa de la dignidad humana, un teatro humanista en el
que aparecen los grandes temas humanos: la libertad, la esperanza, la opresión, el destino, la
violencia, la traición, la compasión, la amistad… El teatro de Buero es, finalmente, una
búsqueda constante de la verdad, y por esta razón no son raros los finales purificadores, a
modo de catarsis. Buero Vallejo, ante todo, es un trágico, pero para él la tragedia tiene
una doble función: inquietar (plasmando problemas sin imponer soluciones al
espectador) y curar (invitándonos a una superación individual y colectiva).
Otra característica relacionada con los temas de sus obras es que, a veces, tienen una
ambientación histórica -es decir, Buero sitúa la acción dramática en un momento del
pasado: el siglo XVII, el XVIII o el XIX, por ejemplo- pero en realidad de lo que habla
en ellas es de cuestiones problemáticas de su presente. Esta estratagema de proyectarlas
sobre un fondo histórico le sirve para intentar sortear la censura franquista.
Por lo que tiene que ver con los personajes de sus obras, las características que los
definen se pueden resumir en las siguientes:
Presentan con frecuencia algún defecto físico o psíquico (con evidente significado
simbólico: la ceguera, por ejemplo, simboliza las limitaciones humanas; o la locura
pasajera que simboliza la “alienación”).
Podemos dividirlos en personajes activos (no tienen escrúpulos y actúan movidos por
el egoísmo o por sus bajos instintos, y, cuando llega el caso, son crueles y violentos sin
dudarlo si con ello consiguen sus objetivos. No son personajes malos: la distinción
maniquea entre “buenos” y “malos” no tiene cabida en el teatro de Buero) y
contemplativos (el mundo en que viven es demasiado pequeño, se mueven en un
universo cerrado a la esperanza; a pesar de ser conscientes de sus limitaciones, sueñan
un imposible y están abocados al fracaso. Nunca ven materializados sus deseos. Por
todo ello son personajes angustiados).
Desde un punto de vista escénico, el teatro de Buero presenta novedades técnicas, como
ciertos recursos de luminotecnia o de tramoya, para obligar al espectador a “ver” la
realidad desde el punto de vista de determinados personajes e incrementar así su
participación en el drama: son los llamados efectos de inmersión (en este aspecto las
acotaciones tienen una evidente importancia).