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Módulo 4. Virtudes Cardinales

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SEMAN

A1
MÓDUL
O1

ETICA
NOMBRE Y
DE MATERIA
DEONTOLOGIA
TEMA A DESARROLLAR

PROFESIONAL

VIRTUDES
CARDINALES
SEMANA
3
VIRTUDES CARDINALES MÓDULO
Noción de la virtud
3

Es un hábito o disposición permanente que nos mueve a obrar el bien y evitar el mal.
Se dice:

a) Hábito o disposición permanente: la virtud no consiste en el acto del bien, sin


en el hábito o disposición permanente de bien;
b) Que nos mueve a obrar el bien y evitar el mal, esta es la característica del
hábito virtuoso: dispone nuestra alma para el bien, haciéndoselo más fácil y suave, y
la aleja del mal.
A la virtud se opone el vicio, que es el hábito o disposición permanente para el mal.

El sujeto de la virtud y del vicio es únicamente el ser racional y libre. En efecto


solamente la criatura racional puede tener conocimiento de las nociones de bien y
de mal, indispensables para formar la noción de virtud y de vicio. Igualmente sólo la
criatura libre puede escoger entre el bien y el mal y llegar a tener mérito demérito.

El hábito entra principalmente en la noción de virtud, y es muy clara la influencia del


hábito en la virtud.

La virtud guarda un término medio entre dos excesos contrarios. Así la firmeza es un
medio entre la debilidad y la terquedad, el valor entre la cobardía y la temeridad, etc.
Esto pasa con todas las virtudes morales, esto es, las que dirigen nuestra conducta.
Los dos extremos en que se mueve la virtud son vicios.

Las virtudes (como los vicios) presuponen ciertas disposiciones innatas, pero son
formadas y robustecidas por la repetición de los actos. Todos nacemos con ciertos
gérmenes de virtudes y de vicios, aunque no en la misma proporción, ni tampoco
hacia los mismos objetos.

La educación buena o mala, los ejemplos y consejos y sobre todo el esfuerzo


personal o la falta de él harán que sean las virtudes o los vicios los que en definitiva
se desarrollen.
A la virtud en sentido de hábito bueno se opone el vicio.
Sin embargo no se puede llegar a ser virtuoso con un solo acto, porque un solo acto
no puede hacerse toda una actitud o disposición (ej. de la misma manera que quien
alguna vez mata a un pájaro no por ello se dice que es un cazador). El hombre va
adquiriendo una estabilidad para la acción, una disposición previa para la obra, que
tiene su fundamento y su manera de desarrollarse en la propia naturaleza y
estructura humanas, convirtiéndose en una capacidad para obrar. Por eso podemos
decir que hablar de virtud, es también hablar de un hábito operativo, una capacidad,
potencia o predisposición estable para obrar.

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En definitiva podemos consignar como definición de virtud: “virtud es un MÓDULO
hábito
operativo bueno”, hábito que por lo tanto perfecciona la obra y al agente que la 3
realiza.

Las virtudes intelectuales son hábitos que perfeccionan al entendimiento en orden a


la verdad (ej. la sabiduría, la ciencia, etc.).

Las virtudes morales son las que propiamente llamamos virtudes, son hábitos que
perfeccionan la voluntad induciéndola al bien. Tienen por objeto los actos o
costumbres humanas. Las virtudes morales se reducen a las cuatro virtudes
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

LAS CUATRO VIRTUDES FUNDAMENTALES (CARDINALES)

PRUDENCIA

La prudencia es un término que se emplea como sinónimo de sensatez, mesura,


cautela o moderación. Se trata de la virtud que lleva a alguien a desenvolverse de
modo justo y adecuado. Expresarse con un lenguaje claro y adecuado forma parte
de la prudencia, sobre todo en la comunicación de hechos trascendentes o malas
noticias.
Por otra parte, la prudencia implica el respeto por los sentimientos y la vida de las
demás personas. Un individuo con conductas imprudentes es probable que no sólo
ponga en riesgo su propia existencia, sino que también represente un peligro para la
vida de otros. Esto ocurre con quienes conducen de manera temeraria, tienen
animales peligrosos en su hogar o festejan disparando al aire, entre muchas otras
acciones y conductas que se oponen a la prudencia.

Ser prudente es ser precavido. Esta virtud toca todos los aspectos de la vida, desde
nuestra propia seguridad y la de las personas que nos rodean, hasta nuestras
relaciones con los otros, e incluso la economía. Por eso es fundamental tenerla
presente como medio de alcanzar la estabilidad.
Se puede citar a Aristóteles en cuanto a la definición de prudencia:

«Resta, pues, que la prudencia es un modo de ser racional, verdadero y práctico,


respecto de lo que es bueno y malo para el hombre» [Ética a Nicómaco, VI, 1140b].

La prudencia, por tanto, se ocupa de los asuntos humanos en todos aquellos


aspectos sobre los que es posible deliberar.

El individuo prudente delibera bien, y eso significa que es capaz de conocer lo que
es mejor para el hombre y, más en concreto, para uno mismo, pues la prudencia,
piensa Aristóteles, se halla referida esencialmente al propio individuo; de tal manera
que quien sabe lo que le conviene y actúa en consecuencia, es prudente. Así, pues,

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«parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo
que es bueno y conveniente para sí mismo […] para vivir bien en general» [Ética a 3
Nicómaco, VI, 1140a].

La práctica, el ejercicio de la virtud resulta indispensable y necesaria para que el


hombre alcance su plenitud como persona humana. Los actos buenos realizados
muchas veces, el obrar humano, va transformando el ser humano hasta darle la
forma más acabada posible, más perfecta posible, la más real. Entonces, sólo
mediante el ejercicio constante de actos de virtud, es posible que el hombre alcance
el bien que naturalmente desea.

La realización del hombre parte del conocimiento de la realidad, y esa es


precisamente la médula de la prudencia.

Para obrar bien, primero es necesario conocer, entendido como acto por el cual se
establece una comunicación con el ser, como una mayor aproximación a la realidad.
La prudencia nos dirige en la recta aplicación de los principios moviéndonos a
examinar las cosas con cuidado y a elegir rectamente lo que debemos obrar.

La prudencia incluye tres actos: a) el examen de la cosa de la cosa, si es buena o


mala, conveniente o nociva, y los medios de obtenerla o evitarla; b) el juicio sobre su
aceptación o rechazo; c) la decisión de obrar.

La prudencia representa el bien más exclusivamente humano, pues si partimos del


hecho incontestable de que el hombre es un ser racional, lo mejor que le podría
suceder a la persona es que su razón se eleve a través del conocimiento de la
realidad y que ese conocimiento sea el que dirija su querer y su obrar.

Toda acción nuestra tiene su fuente en la realidad y su principio en el conocimiento,


no sólo de la situación concreta en el que nos toque actuar, sino también en aquellas
cosas que el hombre conoce pura y simplemente por ser racional.

Como vemos, la prudencia exige el doble conocimiento, el de los principios


universales de la razón, y el de las circunstancias específicas. Sin embargo
interviene otro elemento que es el de la decisión o mandato, que significa que una
vez que hemos visto lo que debe hacerse lo hagamos sin más consideraciones, es
decir, sujetar nuestra obra, a aquello que la razón bien informada por el
conocimiento nos ha dicho que ha de hacerse.
La imprudencia consiste en prescindir o no tener en cuenta el elemento cognoscitivo.

Las demás virtudes, como la justicia, la fortaleza y la templanza, y todas las


restantes virtudes, tienen como causa, como medida y como forma primera a la
prudencia. No se puede ser justo, ni templado ni fuerte, si no se es primero
prudente.

JUSTICIA
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La justicia no es más que reconocer y dar a cada uno lo que legítimamenteMÓDULOle
pertenece como propio. Es una virtud que inclina nuestra voluntad a darle a cada 3
cual lo que le pertenece.

Para completar el concepto de justicia hay que saber lo que él encierra: primero hay
algo que dar a cada quien y eso que hay que dar a cada persona es lo que es suyo.

Luego el acto de justicia exige dos cosas, la primera de ellas es saber qué es lo que
le corresponde a cada quien y la segunda, entregárselo efectivamente porque no es
de nadie más que de aquél a quien le corresponde, y aquí es donde enlaza con la
prudencia.

Por lo tanto, la prudencia exige el conocimiento previo y exacto de la cosa que hay
que dar, es decir, un acto de prudencia. Si justicia es dar a cada uno lo que le
pertenece, es porque algo le pertenece sólo a él y a nadie más, lo cual indica que a
la persona le pertenecen cosas tales como su vida, su capacidad de trabajo, su
felicidad, su pedazo de tierra, sus animales, etc.

En otros términos, que primero existe el derecho y después la justicia. JUSTICIA


proviene del término “JUS” que significa derecho y “STARE” que significa estar. En
nuestro idioma significa “estar en derecho”, o mejor dicho “estar en lo que nos
corresponde”, “estar en lo que nos pertenece”.
La justicia es un acto bueno, porque perfecciona y eleva al hombre, y el tiempo en el
que el hombre vive la injusticia es malo porque destruye o aniquila al hombre y a su
tiempo.
La justicia se divide en legal, distributiva, conmutativa y social.
1. Legal: es la que mueve a los súbditos a obedecer las leyes y a procurar el
bien común de la sociedad.
2. Distributiva: es la que inclina a los gobernantes a distribuir equitativamente los
bienes y las carga sociales. Equitativamente quiere decir, según cierta proporción o
equidad, esto es, según los méritos y capacidad de cada uno.
3. Conmutativa: es la que rige las relaciones entre los particulares, unos con
otros, y tiene por norma una estricta igualdad.
Se dice: a) la que rige las relaciones de los particulares, porque si la justicia legal
rige las relaciones de los súbditos con las autoridades, y la distributiva las de las
autoridades para con los súbditos, la justicia conmutativa rige las relaciones de todos
los hombres, considerándolos como iguales.

b) Tiene por norma una estricta igualdad. En efecto, a) la legal y la distributiva se


rigen por las normas de la equidad, teniendo en cuenta la condición de las personas,
así los ciudadanos deben pagar impuestos de acuerdo con sus haberes. b) en
cambio, la conmutativa se rige por una ley y de estricta igualdad, sin tener en cuenta
la condición de las personas.

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Social: es la que ordena las diversas actividades públicas y particulares para
el bien común distinto del interés particular de los individuos. Mira en especial los 3
bienes materiales que los individuos necesitan para cumplir debidamente los
deberes que tienen para con su familia y la sociedad (ej. seguro de vida y de salud,
salario justo, habitación conveniente, etc.).

FORTALEZA

Esta virtud se explica como la entereza ante las adversidades de la vida,


particularmente aquellas que acontecen al obrar correctamente. Íntimamente
relacionada al dominio de sí mismo, enfocada hacia el interior.

Podemos decir que la fortaleza “es la virtud moral que asegura la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien”. Esta virtud cardinal otorga la capacidad de
vencer el temor a las pruebas, las persecuciones e incluso la propia muerte, por la
defensa de una causa justa y buena.

La fortaleza exige necesariamente la superación de los miedos y ansiedades


propias, por ello su falta es causa del vicio de la cobardía.

La concesión de la fortaleza está condicionada al reconocimiento, por parte del


hombre, de su debilidad. La fortaleza se manifiesta en la vida de muchas maneras:
en la confianza, manifestada, en la franqueza en el hablar, lo que supone una
resuelta osadía y seguridad sin que nadie sea capaz de flanquear su firmeza y
buenas obras. En la paciencia que brinda la perseverancia necesaria para llegar al
final. En el perdón ante la ofensa, que renuncia a la venganza y refrena el
sentimiento de cólera e irritación, guardando calma y paz. En la razón que da el
argumento a las acciones en justa medida con el logro de lo esperado.
Un hombre fuerte es aquel que se atreve a hacer lo correcto y asume las
consecuencias de sus actos. Su accionar es de carácter noble y desinteresado,
orientado al orden o su restablecimiento. Este hombre es consciente de sus
limitaciones y capacidades, actúa siempre, bajo la condición de un riesgo medido
que le garantiza el éxito y el logro de sus objetivos.

La apatía y la pereza, son vicios enemigos de la fortaleza, pues esta es una virtud
que requiere de la capacidad de generar o resistir algún tipo de cambio. El hombre
fuerte, en sentido filosófico, esta apartado de estos particulares vicios, pues ellos se
oponen al cambio que implica la fuerza.

Ante las distintas circunstancias que la vida que se le presentan, el hombre debe
acompañar a la fortaleza con la madurez necesaria, que garantiza su desarrollo y
correcta aplicación, según la circunstancia.

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En el orden moral natural, hay dos virtudes constitutivas del bien, que MÓDULO son la
prudencia y la justicia y dos virtudes conservantes del bien, pues liberan al hombre 3
de todo aquello que puede apartarlo de él, que son la fortaleza y la templanza.

La prudencia y la justicia, tienen como sujeto al que perfeccionan y sus dos


facultades más nobles y humanas, es decir, la razón práctica y la voluntad. Por otro
lado, la templanza y la fortaleza, tienen por sujeto a las pasiones que radican en los
apetitos sensibles. Es mucho más difícil y arduo vencer el temor intenso que
apartarse de un placer sensible, por lo que, de las dos últimas, la fortaleza es
principal, ya que el temor tiende a apartar al hombre del bien y solo aquella es capaz
de mantenerlo en la búsqueda de este.

Se puede apreciar entonces que la función de la fortaleza consiste en no ceder al


temor y moderar la audacia, lo que permitirá, sin dudas, seguir fielmente los dictados
de la recta razón, como el criterio, norma y medida del bien obrar.

Esta virtud tiene sus raíces en el ser de las cosas y en el conocimiento de ellas. La
fortaleza se encarga de mantener el orden.

Es la virtud que fortifica nuestra voluntad en el bien obrar, ya para soportar graves
males, ya para emprender obras difíciles. Sus actos específicos son, pues, dos: a)
soportar, esto es, sobrellevar los males sin acobardarse; b) emprender, esto es,
acometer grandes empresas o grandes luchas.

Entonces la fortaleza implica un conocimiento de la realidad y supone el


reconocimiento de la fragilidad, un acto de prudencia en definitiva.

El fuerte vive rectamente, lo que busca es el obrar en armonía con la estructura


natural que posee. Es decir, cuando cada acción se introduce dentro de la realidad
que le corresponde. Además, la paciencia y la constancia forman parte de la
fortaleza.
En definitiva, la FORTALEZA es una disposición de sí mismo, que está de acuerdo
con la estructura y fin propio de la persona, dentro de la realidad justa y ordenada de
las cosas.
Una disposición de sí mismo para ejecutar todos los actos que conduzcan a la
afirmación o asentamiento de su propia persona, aun cuando esos actos entrañen
riesgo, y sin que esto quiera decir que el fuerte se exponga innecesariamente a
cualquier riesgo.

TEMPLANZA

La templanza es una virtud que se relaciona con la moderación y el equilibrio. Se


trata de una cualidad humana por la cual los instintos son dominados por la voluntad
y los deseos sensoriales son controlados por la razón.

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Se define a la templanza como “una de las virtudes que consiste en moderar MÓDULO
los
apetitos y sujetar a la razón el uso excesivo de los sentidos,” en una clara referencia 3
a la continencia y al dominio propio.

Podría afirmarse que la templanza es una virtud moderadora de los impulsos


negativos o pulsiones pasionales, que somete a la razón el control de ellos.

La templanza es una virtud que nos aconseja medirnos con los placeres y trata de
que nuestra vida tenga un equilibrio entre aquello que nos brinda un tipo de
bienestar superior.

Se puede llegar a esta virtud con el dominio sobre nuestros instintos y deseos. La
templanza es sinónimo de las palabras moderación, sobriedad y continencia.

Tener la virtud de la templanza significa que seremos sobrios, identificando cuáles


son las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestro ser, pero las realmente
necesarias, las que van a darnos bienestar y nos ayudarán a desarrollarnos como
personas (como la salud o la educación).

El ser humano tiene una tendencia natural a abusar del gozo que los bienes otorgan,
también es cierto que tenemos dentro de nosotros una pequeña parte que es
rebelde y se opone al correcto obrar.

Si el ser humano obrara como sus instintos le dictan, nunca podría encontrar su
perfección del ser, no podría alcanzar aquello para lo que está destinado.

Algunos ejemplos de las cosas que debemos evitar en exceso para vivir con
templanza son: las comidas (pues pecaríamos de gula); las bebidas alcohólicas; el
sexo en demasía, ya que estas cosas provocan situaciones en las que las energías
del ser se desordenan y de este modo se convierten en actos destructivos.

Por ejemplo, beber alcohol en exceso puede dañar nuestro hígado, tener
demasiadas parejas sexuales puede desembocar en que contraigamos alguna
enfermedad de transmisión sexual, etcétera.

Los excesos conducen a la destrucción del individuo. Una buena obra de manera
aislada no nos conducirá a la felicidad (conforme el pensamiento de Aristóteles).
La persona que goza de la templanza orientará siempre sus apetitos sensibles hacia
el bien, sabe obrar con discreción y no se permite influirse a sí misma por la pasión
de su corazón.

Por lo tanto, la Templanza es una virtud que nos induce a moderar los placeres e
inclinaciones sensibles dentro del debido límite. Su objeto propio es moderar los
placeres el gusto y del tacto. Por extensión, modera también todos los demás gustos
y operaciones. Es el orden interior del hombre.
El primero y más inmediato efecto de la templanza es la “tranquilidad del espíritu”.

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La templanza tiene un sentido y una finalidad, que es hacer orden en el interior del
hombre. De ese orden y solamente de ese orden brotará luego la tranquilidad del 3
espíritu.
Templanza quiere decir, por consiguiente, realizar el orden en el propio yo.

Cuando el hombre asume una conducta de este tipo significa que está ordenado,
respetado, mesurado por dentro él mismo, y el efecto, como es lógico que suceda
con todo orden, es la serenidad en su ánimo. Cada uno de nosotros sabe que
estamos expuestos y hechos para tomar miles de decisiones durante toda nuestra
vida y sólo en un ambiente de quietud de ánimo podrán tomarse acertadamente
esas decisiones vitales, y es por esta razón que la templanza es una virtud
fundamental.
Lo que distingue a la templanza de las virtudes cardinales es que tiene su
verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante (revierte sobre el mismo
que la ejercita). Actuar con templanza quiere decir que el hombre “enfoca” sobre sí y
sobre su situación interior, que tiene puesta sobre sí mismo la mirada y la voluntad.
Es el hombre mirándose a sí mismo.

Y la falta de templanza es quizás el canal más directo hacia la propia


autodestrucción, se puede decir que el hombre tiene en sí mismo la posibilidad de
hacerse y destruirse.

La templanza ordena al hombre interiormente, exige ser fuerte, ayuda a la justicia y


sólo a través de la prudencia, esto es, viendo la realidad objetiva de las cosas y
actuando conforme a ella, es verdadera virtud.

Las cuatro virtudes cardinales permiten al hombre el giro hacia su propia perfección.
Todas se relacionan entre sí, la prudencia ve la realidad y manda obrar conforme a l
realidad que ha visto para el bien verdadero del hombre, la justicia distribuye y orden
la realidad en su sitio correcto para que ese bien no se vea alterado y para que
ningún poder sea tirano, la fortaleza defiende ese bien del hombre y la templanza lo
mantiene, ordenando al hombre desde dentro.

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