Módulo 4. Virtudes Cardinales
Módulo 4. Virtudes Cardinales
Módulo 4. Virtudes Cardinales
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MÓDUL
O1
ETICA
NOMBRE Y
DE MATERIA
DEONTOLOGIA
TEMA A DESARROLLAR
PROFESIONAL
VIRTUDES
CARDINALES
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VIRTUDES CARDINALES MÓDULO
Noción de la virtud
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Es un hábito o disposición permanente que nos mueve a obrar el bien y evitar el mal.
Se dice:
La virtud guarda un término medio entre dos excesos contrarios. Así la firmeza es un
medio entre la debilidad y la terquedad, el valor entre la cobardía y la temeridad, etc.
Esto pasa con todas las virtudes morales, esto es, las que dirigen nuestra conducta.
Los dos extremos en que se mueve la virtud son vicios.
Las virtudes (como los vicios) presuponen ciertas disposiciones innatas, pero son
formadas y robustecidas por la repetición de los actos. Todos nacemos con ciertos
gérmenes de virtudes y de vicios, aunque no en la misma proporción, ni tampoco
hacia los mismos objetos.
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En definitiva podemos consignar como definición de virtud: “virtud es un MÓDULO
hábito
operativo bueno”, hábito que por lo tanto perfecciona la obra y al agente que la 3
realiza.
Las virtudes morales son las que propiamente llamamos virtudes, son hábitos que
perfeccionan la voluntad induciéndola al bien. Tienen por objeto los actos o
costumbres humanas. Las virtudes morales se reducen a las cuatro virtudes
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
PRUDENCIA
Ser prudente es ser precavido. Esta virtud toca todos los aspectos de la vida, desde
nuestra propia seguridad y la de las personas que nos rodean, hasta nuestras
relaciones con los otros, e incluso la economía. Por eso es fundamental tenerla
presente como medio de alcanzar la estabilidad.
Se puede citar a Aristóteles en cuanto a la definición de prudencia:
El individuo prudente delibera bien, y eso significa que es capaz de conocer lo que
es mejor para el hombre y, más en concreto, para uno mismo, pues la prudencia,
piensa Aristóteles, se halla referida esencialmente al propio individuo; de tal manera
que quien sabe lo que le conviene y actúa en consecuencia, es prudente. Así, pues,
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«parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo
que es bueno y conveniente para sí mismo […] para vivir bien en general» [Ética a 3
Nicómaco, VI, 1140a].
Para obrar bien, primero es necesario conocer, entendido como acto por el cual se
establece una comunicación con el ser, como una mayor aproximación a la realidad.
La prudencia nos dirige en la recta aplicación de los principios moviéndonos a
examinar las cosas con cuidado y a elegir rectamente lo que debemos obrar.
JUSTICIA
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La justicia no es más que reconocer y dar a cada uno lo que legítimamenteMÓDULOle
pertenece como propio. Es una virtud que inclina nuestra voluntad a darle a cada 3
cual lo que le pertenece.
Para completar el concepto de justicia hay que saber lo que él encierra: primero hay
algo que dar a cada quien y eso que hay que dar a cada persona es lo que es suyo.
Luego el acto de justicia exige dos cosas, la primera de ellas es saber qué es lo que
le corresponde a cada quien y la segunda, entregárselo efectivamente porque no es
de nadie más que de aquél a quien le corresponde, y aquí es donde enlaza con la
prudencia.
Por lo tanto, la prudencia exige el conocimiento previo y exacto de la cosa que hay
que dar, es decir, un acto de prudencia. Si justicia es dar a cada uno lo que le
pertenece, es porque algo le pertenece sólo a él y a nadie más, lo cual indica que a
la persona le pertenecen cosas tales como su vida, su capacidad de trabajo, su
felicidad, su pedazo de tierra, sus animales, etc.
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Social: es la que ordena las diversas actividades públicas y particulares para
el bien común distinto del interés particular de los individuos. Mira en especial los 3
bienes materiales que los individuos necesitan para cumplir debidamente los
deberes que tienen para con su familia y la sociedad (ej. seguro de vida y de salud,
salario justo, habitación conveniente, etc.).
FORTALEZA
Podemos decir que la fortaleza “es la virtud moral que asegura la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien”. Esta virtud cardinal otorga la capacidad de
vencer el temor a las pruebas, las persecuciones e incluso la propia muerte, por la
defensa de una causa justa y buena.
La apatía y la pereza, son vicios enemigos de la fortaleza, pues esta es una virtud
que requiere de la capacidad de generar o resistir algún tipo de cambio. El hombre
fuerte, en sentido filosófico, esta apartado de estos particulares vicios, pues ellos se
oponen al cambio que implica la fuerza.
Ante las distintas circunstancias que la vida que se le presentan, el hombre debe
acompañar a la fortaleza con la madurez necesaria, que garantiza su desarrollo y
correcta aplicación, según la circunstancia.
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En el orden moral natural, hay dos virtudes constitutivas del bien, que MÓDULO son la
prudencia y la justicia y dos virtudes conservantes del bien, pues liberan al hombre 3
de todo aquello que puede apartarlo de él, que son la fortaleza y la templanza.
Esta virtud tiene sus raíces en el ser de las cosas y en el conocimiento de ellas. La
fortaleza se encarga de mantener el orden.
Es la virtud que fortifica nuestra voluntad en el bien obrar, ya para soportar graves
males, ya para emprender obras difíciles. Sus actos específicos son, pues, dos: a)
soportar, esto es, sobrellevar los males sin acobardarse; b) emprender, esto es,
acometer grandes empresas o grandes luchas.
TEMPLANZA
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Se define a la templanza como “una de las virtudes que consiste en moderar MÓDULO
los
apetitos y sujetar a la razón el uso excesivo de los sentidos,” en una clara referencia 3
a la continencia y al dominio propio.
La templanza es una virtud que nos aconseja medirnos con los placeres y trata de
que nuestra vida tenga un equilibrio entre aquello que nos brinda un tipo de
bienestar superior.
Se puede llegar a esta virtud con el dominio sobre nuestros instintos y deseos. La
templanza es sinónimo de las palabras moderación, sobriedad y continencia.
El ser humano tiene una tendencia natural a abusar del gozo que los bienes otorgan,
también es cierto que tenemos dentro de nosotros una pequeña parte que es
rebelde y se opone al correcto obrar.
Si el ser humano obrara como sus instintos le dictan, nunca podría encontrar su
perfección del ser, no podría alcanzar aquello para lo que está destinado.
Algunos ejemplos de las cosas que debemos evitar en exceso para vivir con
templanza son: las comidas (pues pecaríamos de gula); las bebidas alcohólicas; el
sexo en demasía, ya que estas cosas provocan situaciones en las que las energías
del ser se desordenan y de este modo se convierten en actos destructivos.
Por ejemplo, beber alcohol en exceso puede dañar nuestro hígado, tener
demasiadas parejas sexuales puede desembocar en que contraigamos alguna
enfermedad de transmisión sexual, etcétera.
Los excesos conducen a la destrucción del individuo. Una buena obra de manera
aislada no nos conducirá a la felicidad (conforme el pensamiento de Aristóteles).
La persona que goza de la templanza orientará siempre sus apetitos sensibles hacia
el bien, sabe obrar con discreción y no se permite influirse a sí misma por la pasión
de su corazón.
Por lo tanto, la Templanza es una virtud que nos induce a moderar los placeres e
inclinaciones sensibles dentro del debido límite. Su objeto propio es moderar los
placeres el gusto y del tacto. Por extensión, modera también todos los demás gustos
y operaciones. Es el orden interior del hombre.
El primero y más inmediato efecto de la templanza es la “tranquilidad del espíritu”.
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La templanza tiene un sentido y una finalidad, que es hacer orden en el interior del
hombre. De ese orden y solamente de ese orden brotará luego la tranquilidad del 3
espíritu.
Templanza quiere decir, por consiguiente, realizar el orden en el propio yo.
Cuando el hombre asume una conducta de este tipo significa que está ordenado,
respetado, mesurado por dentro él mismo, y el efecto, como es lógico que suceda
con todo orden, es la serenidad en su ánimo. Cada uno de nosotros sabe que
estamos expuestos y hechos para tomar miles de decisiones durante toda nuestra
vida y sólo en un ambiente de quietud de ánimo podrán tomarse acertadamente
esas decisiones vitales, y es por esta razón que la templanza es una virtud
fundamental.
Lo que distingue a la templanza de las virtudes cardinales es que tiene su
verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante (revierte sobre el mismo
que la ejercita). Actuar con templanza quiere decir que el hombre “enfoca” sobre sí y
sobre su situación interior, que tiene puesta sobre sí mismo la mirada y la voluntad.
Es el hombre mirándose a sí mismo.
Las cuatro virtudes cardinales permiten al hombre el giro hacia su propia perfección.
Todas se relacionan entre sí, la prudencia ve la realidad y manda obrar conforme a l
realidad que ha visto para el bien verdadero del hombre, la justicia distribuye y orden
la realidad en su sitio correcto para que ese bien no se vea alterado y para que
ningún poder sea tirano, la fortaleza defiende ese bien del hombre y la templanza lo
mantiene, ordenando al hombre desde dentro.