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La Promesa de Wyatt (Saga Security Ward Nº 3)

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LA

PROMESA
DE
WYATT




N.Q. Palm




Copyright © N.Q. Palm
Obra Registrada Safe Creative: 1701280465716
Diseño y portada: N.Q. Palm
Primera Edición: Marzo 2017
Correo electrónico: nqpalmescritora@gmail.com
Twitter: @NQPalm
www.facebook.com/NQPalm
Instagram: @NQPalm_autora



La siguiente historia ha salido de la mente de la escritora y es totalmente inventada, cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia. Algunos de los lugares, acontecimientos y personajes
incluidos en ella, no existen y son enteramente ficticios.

Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del titular del Copyright, bajo las sanciones
establecidas en las leyes, la reproducción total y o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento. Así como la utilización de los personajes que intervienen en ella.

Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo
Biografía.



Dime dónde pueda caminar


sin ver tus huellas,
dónde puedo correr sin recordarte
y dónde descansar con mi tristeza.
Dime cuál es el cielo
que no tiene el calor de tu mirada
y cuál es el sol que tiene luz tan sólo
y no la sensación de que me llamas.
Dime cuál es el rincón
en el que no dejaste tu presencia.
Dime cual es el hueco de mi almohada
que no tiene escondidos tus recuerdos.
Dime cuál es la noche
en que no vendrás para velar mis sueños...
Que no puedo vivir porque te extraño
y no puedo morir porque te quiero.

Gustavo A. Castiñeiras


Prólogo

La ex «prometida» de Killian, Laurel Coleman, se había llevado consigo a Will, su hijo y el sobrino
de su compañero. Sabían que la encontrarían aquí y también era una buena oportunidad para cazar a todos
los involucrados en este maldito casino, propiedad de los cabecillas de un grupo terrorista y xenófobo
que estaba sembrando el pánico en todo el país y en especial en algunos barrios de Nueva York. Castor y
su colega Nikolai Albescu estaban a punto de hacer acto de presencia. Agentes del FBI, también andaban
tras ellos camuflados entre la gente.
Cuando aparecieron a lo alto de la escalera de acceso a la sala de juegos, los observó de manera
furtiva. Castor era un hombre alto, delgado, engominado y trajeado de algún diseñador italiano. Llevaba
colgada del brazo a una mujer con el pelo tan rojo como el fuego y exageradamente maquillada. Otra
pareja iba tras ellos, un hombre rubio y alto cogiendo a Laurel Coleman por la cintura, ese debía ser
Nick, como Albescu se hacía llamar en Estados Unidos. El rostro de la chica era de felicidad mientras
miraba a su acompañante. Cuando llegaron abajo, los dos hombres hablaron entre ellos. Él se mantuvo
lejos de la pareja, lejos de la mirada de Laurel.
Wyatt centró su mirada en el hombre y se quedó pasmado. Joder, ¿ese era Patrick Holton? Había sido
un buen amigo cuando los dos eran unos críos en California. El mismo con el que Nayeli, su Nayeli, se
había casado años después. Pero la mujer que estaba ahora a su lado no era ella, Nay tenía el cabello
rubio y unos grandes ojos verdes. Aunque no podía fijar la mirada en ella sin llamar su atención, se fijó
en su pelo rojo, era muy llamativo y tapaba parte de su rostro, un rostro alargado que nada tenía que ver
con su ex novia.
—Mierda, ¿ese es Castor? —Preguntó.
Sus compañeros lo confirmaron al unísono.
—Joder, conozco a ese tío.
Los siseos y maldiciones no tardaron en llegar, si le veía lo reconocería, tenía que alejarse de ellos.
—Teniente, voy a ir hacia el fondo de la sala. Ahora.
—Está bien, no dejes que te vea —contestó Killian, que debía encontrar la manera de llegar a Laurel e
intentar intimidarla para que le diera la localización de Will, y todo eso antes de que Linda, la agente
encubierta de la CIA, diera la orden para que se realizara la redada —. Al resto, cuidado con Laurel,
puede reconoceros.
—Michael dale la espalda, está a punto de pasar por tu lado —avisó Elijah en sus oídos.
Wyatt cogió a Linda por la cintura y bailaron alejándose de los anfitriones.
—Quédate aquí, no te verá, yo debo volver —dijo la mujer dejándolo al amparo de unas plantas
ornamentales.
Se sentía inquieto, aunque intentaba no traer a sus recuerdos la imagen de Nayeli, el hecho de haber
visto a Patrick Holton, alias Castor, le había puesto nervioso, creía que aún estaban juntos, pero
evidentemente no era así.
—Linda tiene que confirmar el objetivo, tenemos poco tiempo antes de los agentes den el paso. Parece
que las damas se dirigen a los aseos —anunció Elijah.
—Perfecto. Voy a por ella.
Killian salió de las sombras y empezó a andar tras ellas.
Laurel Coleman y la mujer del pelo rojo pasaron cerca del teniente en ese mismo instante. Sus cabezas
bajas buscando algo en sus pequeños bolsos.
—La tengo a la vista, Wyatt, no puedo tirar de ella sin que la otra mujer se dé cuenta.
—Hazlo, yo me ocupo de ella —ofreció yendo de camino.
Killian se situó detrás de Laurel y tapando su boca con una mano la arrastró a un rincón, enseguida él
hizo lo mismo con la otra mujer que al contrario de Laurel se retorció e intento asestarle varias patadas,
logró llevarla al pasillo del fondo sin que nadie se percatara de la situación.
La aplastó contra la pared y utilizó su cuerpo para mantenerla inmovilizada, por el rabillo del ojo vio
a Killian haciendo lo mismo, sólo que ellos estaban cara a cara hablando. En cuanto terminasen él
soltaría a la mujer del pelo rojo, si era la mujer de Castor, también la detendrían.
Los dientes de la mujer se clavaron en su dedo, mierda.
—Oye tranquilízate, no te voy a hacer daño, enseguida te suelto —dijo acercándose a su oído —. Pero
vuelve a morderme y me vas a conocer cabreado, ¿estamos?
Se puso rígida e intentó girar la cabeza para mirarle. Solo podía ver su pelo rojo, lo cierto es que era
un color muy artificial, Mia era pelirroja natural y se notaba, ¿Y qué coño hacía pensando en el color del
cabello de las mujeres? ¿Killian le había pegado la gilipollez? Era poco probable, no se distinguían por
ser demasiado cercanos.
La mujer se había quedado muy quieta. Seguía tapando su boca con una mano, mientras que con la otra
atrapaba su pequeña cintura impidiendo que se separara de la pared. De repente la sintió sollozar, estaba
asustada, eso ya lo suponía. No tenía ni idea de quién era él ni lo que iba a hacer con ella.
Iba a decirle algo de nuevo, para tranquilizarla, cuando notó sus lágrimas bajando por su mano.
Lloraba en silencio. Apartó un poco de pelo para poder mirarla a los ojos, hacerle entender que no iba a
hacer nada que pudiera lastimarla.
—Te he dicho que no…—Las palabras se quedaron atascadas en su garganta cuando vio esos enormes
ojos verdes centrados en él. Se congeló en el sitio mientras su mente empezaba a hilar la realidad.
Nayeli.
La pequeña mano de ella subió hasta la suya que seguía en su boca y la apartó lentamente.
—Wyatt…tu voz…—Apenas un susurro y más lágrimas llenaron sus ojos.
—¿Nay? —Su voz sonó ronca, más de lo habitual en él.
Ella solamente asintió. Su rostro estaba bañado en lágrimas mientras una pequeña sonrisa triste
asomaba a sus labios. La tomó por los hombros y la giró, después se agachó a su altura.
—Nena, mierda…
—Lo sé, Wyatt, lo siento —dijo con voz entrecortada.
Cerró los ojos: tenía al amor de su vida ante él. No había vuelto a saber de ella durante doce largos
años, siempre en su mente, siempre en su puta memoria, incapaz de dar un paso hacia el futuro porque
imaginaba ese futuro con Nay, su Nay. Una rabia interna se apoderó de él.
—¿Por qué estás aquí? ¿Sabes a lo que se dedica tu marido? Joder, Nayeli. ¿Tienes puta idea de lo
que soy?
Ella se tapó el rostro ahogando un nuevo sollozo y negó con la cabeza. Puso sus manos a ambos lados
de sus mejillas y la obligó a mantener la mirada en él.
—Esto es una redada y está lleno de agentes federales…
La voz de Michael irrumpió en su oído.
—Nuestra chica acaba de avisar de que están a punto de entrar los federales. —Se giró y miró a
Killian, sujetándola por los hombros. Su teniente no parecía haber captado el mensaje.
—Linda dice que los agentes van a entrar en cualquier momento —dijo apretando su auricular, Killian
asintió levemente. Nay le miró ensanchando sus ojos y después desvió la mirada.
Miró a Nayeli que mantenía su cabeza baja, debía hacer algo, no la iba a entregar, a ella no. Puso una
mano en su mejilla.
—Nena, ya lo has oído, dime que no estás involucrada en esto más allá de lo obvio…
—Es mi marido, da igual si lo estoy o no, me van a arrestar igualmente.
La abrazó, se la llevaría lejos, nadie sabría nunca dónde buscarla. Aunque él fuera el culpable de su
ruptura, nunca había dejado de amarla.
Cuando miró de nuevo hacia Killian lo encontró de pie en medio del pasillo mirándolos. Levantaba
una ceja de forma inquisitiva.
—Necesito unos minutos —pidió enfrentando al hombre.
—¿Unos minutos? ¿Para qué? —preguntó el teniente frunciendo el ceño.
—La conozco, sólo quiero hablar con ella, después me ocuparé yo mismo —mintió.
—Bien, no tienes demasiado tiempo, voy a buscar a Will —advirtió dándose la vuelta.
Se quedó mirando su espalda, siendo consciente de lo que estaba a punto de hacer, esto le podía costar
su puesto, pero algo le decía que debía llevarse a Nayeli, mantenerla segura.
Cogió su mano y tiró de ella, pero Nay no parecía dispuesta a seguirlo.
—Vamos nena, te sacaré de aquí —explicó.
—No, no puedo permitirlo.
—Quiero saber hasta qué punto estás involucrada…
—Wyatt, estás trabajando para el gobierno o algo así, ¿verdad? —él asintió y volvió a tirar de su
mano —. ¡No! Escúchame…
—No, no hay tiempo, debemos irnos ahora.
—No te voy a poner en peligro, si saben que he escapado me buscaran.
—Soy consciente…
—Wyatt no me preocupa la policía, me preocupan los hombres de mi marido, te matarán —rebatió
preocupada.
Se podían ir a la mierda, no la dejaría aquí.
—Deja que me lleven, sé cómo tengo que actuar.
—¡No! —rugió.
Se agachó y cogiéndola por la cintura se la cargó al hombro.
—¡Wyatt! ¡No tienes idea de a lo que te enfrentas! —No pesaba mucho, había perdido peso. La oyó
gritar mientras corría hacia fuera por la puerta de atrás, atravesó la cocina y salió a la calle.
Un par de policías lo miraron y enseguida sacaron sus armas. Desde ahí se oía el barullo en la parte
frontal del casino. Había habido disparos, aunque sólo un par, casi seguro que habían sido los
guardaespaldas de Castor, evidentemente habían demasiados federales como para poder escapar.
—Esperen, voy a meter la mano en mi bolsillo y les voy a mostrar mis credenciales —explicó
dejando a Nay en el suelo —No hables —le susurró.
—Despacio —advirtió uno de los hombres.
Cuando sacó su cartera la lanzó hacía el que había hablado. El hombre leyó y al momento se relajó. Se
la lanzó de vuelta.
—Señor Madsen, conozco a Edgar Ward —dijo nombrando al padre de Slade, y guardando la pistola
¿Y quién no conocía al hombre? —. No sabía que había uno de sus equipos por aquí.
—Sí, estábamos infiltrados en el casino —contestó aparentando normalidad. Notó como Nay se
alejaba de él y aferró su muñeca, no la dejaría escapar o entregarse.
—¿Le ocurre algo señora? —preguntó el otro agente inclinando su cabeza para verla mejor.
—Ha sufrido un desvanecimiento, era mi acompañante esta noche, necesito llevarla al hospital.
El policía la observó preocupado.
—Puedo llamar a una ambulancia…
—Yo me ocupo, pero se lo agradezco. —Se limitó a contestar.
—Bien, espero que se recupere señora.
—Gra...Gracias —El titubeo en su voz era una clara señal de que estaba a un paso de decir la verdad.
—Buenas noches. —Dejaron a los agentes y enfilaron una calle lateral, en ese momento pasaba un
taxi. Levantó la mano y cuando el vehículo paró, se metió en su interior arrastrándola con él.
Capítulo 1

Una vez llegaron a su apartamento, Wyatt metió lo imprescindible en su petate, algún chándal de más y
camisetas para ella. Necesitaba alejarla de la ciudad. La quería para él solo, saber de su vida, si había
formado una familia, pero sobre todo necesitaba saber hasta qué punto estaba implicada en el asunto de
la supremacía aria, grupo que había fundado Castor, su marido.
—Wyatt, esto no es una buena idea…
—Nena, no sabemos si las detenciones se han completado, seguramente eres un pozo de información,
no voy a dejar que nadie intente alcanzarte.
Ante esas palabras calló, pero una pregunta seguía rondando su cabeza, una que en realidad no quería
saber.
—¿Hay alguien más en tu vida a quien debamos proteger?
—No, no tengo hijos, ni amigos y mi familia…ya sabes lo que ocurrió.
Wyatt soltó el aire, se alegraba de que no hubiera tenido ningún hijo con ese soplapollas. La rabia se
apoderó de él, ¿por qué no la había buscado cuándo volvió? No había querido inmiscuirse en su vida
cuando supo que se había casado con Patrick. La había dejado en manos de un lunático y ni siquiera lo
sabía, maldita sea.
—¿Nadie? —preguntó cauto.
—Nunca dejó que nadie se acercara demasiado a nosotros, después supe la razón: demasiados
negocios ilegales y yo atrapada en esa red.
Nayeli era una mujer preciosa, había sido una niña alegre y muy inquieta, siempre con ganas de jugar
tanto con él como con sus hermanos, la diferencia es que entre ellos dos surgió el amor a muy temprana
edad y se volvieron inseparables. Sus hermanos y Patrick se reían de ellos, algo que nunca tuvo
importancia mientras estuvieran juntos.
Ya no tenía aquella mirada dulce, la tristeza inundaba su rostro apenas visible bajo tanto maquillaje y
su cabello ya no lucía aquel rubio dorado que él tanto amaba y acariciaba. También estaba
extremadamente delgada.
Se dirigió a la caja fuerte y sacó varias pistolas, un rifle y cargadores. Se quedó mirando dos granadas
de mano y decidió que podían tener un buen uso.
—Vamos, no hay tiempo que perder.
—Wyatt, no quiero ponerte en el punto de mira, no los conoces, son capaces…
—Sé de lo que son capaces, así que primero desaparecemos, después investigamos y decidimos que
pasos dar, ¿de acuerdo?
—No…
—Nayeli, en este momento tienes una diana pintada en la frente, ¿crees que van a dejar que hables?
—No me van a matar…
—¿Estás segura? En cualquier caso, aunque la idea no sea asesinarte te van a mantener aislada. Tu
marido tiene por delante unos cuantos años entre rejas y después a saber que otras condenas deberá
cumplir. A no ser que quieras esperarle como una buena esposa, por ahora esta es la mejor opción.
—No sabes nada de mí…
—Entonces allí donde vamos tenemos una buena oportunidad para ponernos al día.
No necesitaba un verdadero motivo para llevársela, el grupo extremista no había tenido problemas en
poner artefactos explosivos y matar a un gran número de gente con ellos, ¿Qué les impediría deshacerse
de ella? Sólo Castor podría evitarlo, pero él no iba a confiar en su buen criterio. Sí, Patrick podría
protegerla de sus propios hombres, pero, ¿a cambio de qué? Ni siquiera sabía qué tipo de relación
matrimonial tenían.
La cogió por la muñeca y bajaron a buscar el Porsche. Ella no parecía aún convencida de querer irse,
pero tampoco era reacia a seguirle ahora, quizás sus argumentos funcionaban.
Arrancó el coche y salieron disparados hacia el norte. La cabaña de su amigo en White Plains
serviría. El hombre había sido compañero de equipo en los Delta Force y nunca usaba la casita, pero en
una ocasión le había dado una llave por si quería evadirse. Nunca lo hizo, con las obras de la casa a las
afueras de Nueva York lo de evadirse estaba más que justificado. Esa casa siempre había significado
mucho para él, la remodeló pensando en ella, en las veces que habían hablado de casarse y después ir a
vivir a Nueva York.
A Nay le gustaba mucho Manhattan, ninguno de los dos había estado en la Gran Manzana y siempre
que encontraban alguna revista o veían alguna película rodada en esa ciudad, terminaban prometiéndose
el uno al otro una vida en común allí.
¿Recordaría ella esas cosas? ¿Recordaría las promesas que se hicieron y que nunca se cumplieron?
¿Recordaría la promesa que él le hizo? Se sentía culpable, en buena parte, de su distanciamiento, y estaba
seguro de que ella terminó odiándole. Solo los años posteriores le dieron la suficiente madurez y
perspectiva para ver lo que había perdido, para hacerle entender que la única mujer a la que siempre
amaría ya era inalcanzable.
Llegó un momento en que había dejado de interesarse en tener una relación, las mujeres que había
conocido cuando estaba en el ejército no habían pasado a ser nada más que eso, compañeras. Sólo Mia
había significado mucho más para él, pero ella no le había correspondido y se había retirado como un
buen caballero. No se consideraba un hombre muy activo, sexualmente hablando.
Encontrar a Nayeli era lo último que esperaba. Se le pasó por la cabeza muchas veces intentar
encontrarla, se lo prometió en varias ocasiones a sí mismo, pero nunca lo hizo. Sospechaba que ella tenía
una vida hecha y la imaginaba rodeada de niños, ¿quién cojones era él para meterse en medio?
—¿Adónde vamos? —preguntó ella desde el asiento del acompañante.
Apartó un momento los ojos de la carretera para mirarla.
—¿Por qué llevas el pelo rojo? —preguntó a su vez, fijando los ojos de nuevo en el asfalto y
obviando su pregunta.
La vio tocarse la melena que ahora lucía en un moño despeinado y mirar por la ventanilla al horizonte.
No contestó y el silencio se apoderó de nuevo del ambiente.
Se metió en un callejón y detuvo el coche, se giró en el asiento y la miró.
—¿Qué llevas en ese bolso? —preguntó señalando sus manos con la barbilla.
Nay miró el pequeño bolso en su regazo.
—El teléfono móvil y mi identificación personal.
—Bien. —Cogió la pequeña cosa y la abrió, saco el carnet y se lo metió en el bolsillo interior de su
chaqueta.
—¿Qué haces?
Salió del coche y tiro el bolso en un contenedor cercano.
—¡Wyatt! —gritó confundida.
—No puedes llevar encima nada que dé una pista de dónde estás —dijo volviendo a entrar, y
arrancando de nuevo se incorporó al tráfico.
Tenía un coche con suficiente potencia como para dejar atrás la ciudad de Nueva York, y a todos los
conductores que había a su alrededor, a una buena distancia en pocos minutos, pero no lo hizo, no
necesitaba llamar la atención. En unos días llamaría a alguien de su unidad para hacerle saber que estaba
bien, pero no desvelaría su ubicación. Ellos dos merecían al menos ponerse al día, y eso lo había
decidido él sin preguntar, a su antes novia, qué le parecía. A la mierda, no tenía hijos, su marido entraría
en prisión sin fianza y sus padres habían muerto en aquél incendio.
Los kilómetros pasaban uno tras otro sin que ninguno de los dos abriera la boca, cada uno sumergido
en sus propios pensamientos sin nada más que decir en ese momento. Demasiadas preguntas en el aire,
demasiados interrogantes en su propio cerebro.

Al cabo de una hora estaba entrando por un camino rural, ahora lleno de hierbas altas. Se notaba que
no había sido utilizado en mucho tiempo. La ciudad estaba a unos diez minutos a pie. Deberían comprar
algunos comestibles y algo de ropa para ella. Se lo propondría por la mañana.
—¿Es tuya? —preguntó ella mirando la pequeña casa a la que su amigo llamaba cabaña.
—No, es de un amigo, pero no la usa demasiado —contestó cogiendo las bolsas y el petate del
maletero, las dejó en el pequeño porche de madera y sacó las llaves del bolsillo.
Eran ya las doce de la noche, hacía algo de frío y dejando las bolsas a un lado de la entrada, encendió
las luces y colocó unos cuantos troncos en la chimenea para calentar el lugar.
La estancia era reducida, solo una habitación y un baño, un pequeño salón donde estaba la chimenea y
un sofá delante de ella. La cocina estaba a un lado y tenía una pequeña barra americana con un par de
taburetes. En seguida se caldearía.
Quitó algunas sabanas que tapaban el sofá y la barra de la cocina y se dispuso a enseñarle la
habitación.
—Solo hay una cama, tú puedes dormir aquí, yo lo haré en el sofá. Buscaré las sabanas y alguna
manta.
Abrió un armario empotrado y encontró lo que buscaba.
—Es bonita, un buen lugar para perderse.
—Sí, aunque sólo he estado antes una vez, vinimos cuatro amigos y te puedes imaginar cómo
acabamos durmiendo…
—Sólo hay un sofá y una cama…
—Y una alfombra muy mullida delante de la chimenea. Ese fue mi lugar durante cinco noches.
—Qué incómodo…
—Me negaba a dormir cerca de ellos. Solían ser muy cabrones —dijo recordando cómo bromeaban
borrachos y acababan puteando a alguno, mientras uno dormía plácidamente otro se ponía detrás
haciendo posturas obscenas para al día siguiente mostrar esas fotos con total impunidad, dejando
perplejo al que había sido objeto de las bromas. Él tampoco se libró, así que decidió dormir en la
alfombra, la incomodidad le hacía estar alerta. Las imágenes de la vergüenza aún debían rondar por algún
sitio.
—Ya imagino…—dijo con una media sonrisa.
—Sí, éramos muy creativos en esa época.
Hicieron la cama entre los dos; no era muy grande, pero cabían dos personas. Ella le echaba pequeños
vistazos.
—¿Es un sofá cama?
—Sí, no te preocupes, estaré bien.
Con eso pareció quedar satisfecha. La recordaba risueña, pero ninguna de esas sonrisas había aflorado
en su cara, las echaba de menos, en sus recuerdos ella siempre sonreía.
—He traído algún chándal y camisetas. Si quieres usar la ducha…
—Gracias.
—Pero no tenía ropa interior para ti…
—No hay problema, me las apañaré —dijo zanjando el tema.
—Bien, buscaré algo para cenar —La miró un momento y salió de la habitación.
Abrió la llave del agua general, encendió el pequeño calentador y se dispuso a buscar algunas
conservas abriendo los pequeños armarios de la cocina, sólo había atún y aceitunas, todo un menú.
La vio salir con ropa colgando de su brazo y meterse en el baño. Era una situación extraña. Después
de tantos años no parecían conocerse de nada. Aquella confianza y complicidad de antaño había
desaparecido. Fue consciente de que le temblaban un poco las manos, su famoso temple yéndose al
carajo por esa mujer.
Enchufó la nevera que se hallaba abierta y vacía, sacó agua embotellada de otro armario y dispuso la
barra para tan esplendida cena tardía.

***

Wyatt, su querido y muy amado Wyatt, estaba al otro lado de la puerta, ni en sueños hubiera imaginado
encontrarlo en Nueva York, el gran amor de su vida, aquél que siempre pensó que ya tendría una familia e
hijos. De hecho, no había preguntado, pero lo había dejado todo para protegerla.
Había venido hasta aquí porque no podía simplemente separarse de él, necesitaba tenerlo unas horas
cerca. Lo había echado tanto de menos que, al oír su voz cuando la tenía contra la pared, realmente había
pensado que estaba alucinando. No pudo evitar el llanto desgarrado que había salido de ella.
Su vida había sido una verdadera mierda, siempre mirando su espalda, siempre queriendo escapar de
aquello, pero Patrick nunca se lo había permitido y lo que Wyatt no sabía era que si ella había aguantado
todo este tiempo era por él. Aun recordaba las palabras de su marido.
«No tienes familia, nadie que realmente pueda usar para hacerte daño, pero no creas que soy estúpido.
Hay una persona que realmente te importa y si alguna vez decides traicionarme, es a él a quien buscaré y
a toda su familia».
Nunca se había concedido el placer de tener amigas ni contactar con las que tenía antes de casarse,
todo por proteger a la gente a su alrededor. No tardó mucho en ser consciente de la clase de negocios a
los que se dedicaba su marido. Intentó separarse cuando fue testigo de las atrocidades que hacía Castor
para contentar a un energúmeno que le pagaba una sustancial suma de dinero a cambio.
Patrick no le permitió seguir su propio camino en la vida, le dijo que estaba enamorado de ella y le
imploró que no se fuera, pero cuando se enteró de que había contactado con un abogado, la súplica pasó a
ser amenaza y el amor que alguna vez había sentido por él se desvaneció como el humo. No podía decir
que le odiara en aquel momento, pero odiaba sus actos y se sentía culpable por no poder hacer nada sin
que Wyatt se viera perjudicado.
Salió de la ducha y se lavó la cara con agua y jabón cuando el espejo le dijo que no había insistido lo
suficiente bajo el chorro caliente, no había productos desmaquillantes cerca, y en este momento parecía
un mapache. Tampoco quería asustar a su amigo.
Cuando salió vestida con unos pantalones de chándal negros y una camiseta gris que casi le llegaba a
las rodillas, se le pasó por la cabeza que era lo más anti sexual que se había puesto jamás, y eso que lo
hacía siempre que su marido rondaba cerca. No quería provocarle ni que la mirará con deseo y en los
últimos años había conseguido que él se fijara en otras, incluso había sido testigo de sus juegos sexuales
oyéndolo a través del tabique que separaba ambas habitaciones. No le importaba, ya no.
—Tendrás frío con el pelo mojado —dijo Wyatt nada más verla salir del baño.
—No te preocupes, se está bien aquí —contestó mirando la chimenea.
En lugar de ir hacia la barra se sentó en la alfombra delante del fuego, encogió las piernas y abrazó
sus rodillas descansando la barbilla en ellas.
—¿Tienes hambre? No hay mucha cosa…
—No, quizás más tarde.
Sintió como se sentaba a su lado sin llegar a tocarla. Miró de reojo como él también fijaba la vista en
las llamas, el silencio solo se rompía por el crujido de los troncos al quemarse. Estaba igual, más
maduro y con algunas pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos, pero eso lo hacía más atractivo aún.
Su cuerpo ya no era el de aquel joven de veinte años. Imaginaba que el ejército y tal vez muchas horas de
gimnasio habían esculpido su figura.
Tenía las piernas también dobladas por las rodillas, algo separadas, y los antebrazos apoyados en
ellas. Sus manos formaban un solo puño apretado. Evitó encontrar sus ojos cuando la miró.
—Tu pelo puede que llame la atención en este lugar.
Eso la hizo sonreír sin ganas.
—Deduzco, que aparte de que las razones para tu comentario son obvias, no te gusta demasiado.
Él soltó un bufido y sonrió también.
—¿A ti sí? —preguntó con cautela.
—No, no me gusta, lo aborrezco.
Le vio fruncir el ceño.
—Patrick quería que cambiara a menudo de color, creo que he llevado toda la gama de rojos, negros y
castaños. Pero él lo quería así.
Notó como se envaraba a su lado. ¿Cómo le explicaba que su marido era un enfermo y que la hacía
ponerse el mismo color de pelo que cualquiera que hubiera sido su última amante?
—¿No tenías nada que opinar al respecto?
Volvió a sonreír, una sonrisa que estaba más que acostumbrada a poner en su rostro como una mera
máscara. Tantos años practicando habían conseguido que ni siquiera se viera falsa.
—No mucho.
No sabía qué estaba pasando por la cabeza de Wyatt, pero se quedó callado estudiando el fuego
durante más de diez minutos antes de volver a hablar.
—Me gustaba tu rubio natural, si me permites el apunte.
—Lo sé.
Siempre tocaba su cabello con devoción cuando estaban juntos hacía ya tantos años. Ella tenía el pelo
castaño claro con tantas mechas naturales de color tan dorado que parecía más rubio de lo que en
realidad era. Él seguía teniendo su cabello negro, aunque ahora lo llevaba más corto y con un montón de
puntas disparadas en varias direcciones que le daba un aire canalla a su imagen. Le gustaba. Se había
quitado el traje de tres piezas y ahora llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta negra.
Capítulo 2

Dos semanas después
Nueva York.

—Mierda, tengo que llamar a Slade, por fin sabemos algo de Wyatt —dijo Killian cabreado después
de que Mia le hubiera explicado quién ella pensaba que era esa mujer del pelo rojo para su compañero.
Estaban sentados en la cama. Hacía diez minutos que había llamado Wyatt para decirle que estaba con
la tal Nayeli y que necesitaba tiempo con ella. Pero ella estaba casada con Castor, nadie sabía hasta qué
punto envuelta en sus actividades criminales. Aun así, entendía a su compañero, estaba claro que era un
viejo amor y que Wyatt no había podido entregarla a las autoridades.
—Debe significar mucho para él…
—No es motivo para mentirme diciendo que se encargaría él mismo, joder. Di por sentado que se
había ocupado del asunto. Lo he llamado mil veces. Creí que simplemente estaba de vacaciones y que
pasaba de hablar con nadie. Lo cubrí ante el capitán, le dije que le había dado permiso.
Mia abrió los ojos sorprendida.
—¿En serio?
—Mia, no soy ningún estúpido, sé que estaba incómodo con nosotros dos, así que pensé que se había
marchado por su cuenta.
—Era una posibilidad, sí —dijo bajando la cabeza, le sabía mal por él, pero se alegraba de que
estuviera con esa chica.
—Pero, ¿en qué coño estaba pensando?
—En ocuparse de ella, como te dijo, solo que lo ha hecho a su manera. Tendrás que llamar a Slade sí,
pero no creo que Wyatt tarde mucho en aparecer.
—Te ha dicho unos días, y hace un par de semanas desde las detenciones, eso ya es mucho, pelirroja.
Solo espero que no esté encubriendo a una criminal.
Sí, ella también lo esperaba, aunque primero debían saber si se había emitido una orden de detención
contra ella y si Slade no había respirado aún es que no existía.
—Ian, él puede saber si hay una orden…
—No será necesario —contestó de mala gana mientras alcanzaba su ordenador portátil y lo ponía
sobre la cama —. ¿Dudas de mi capacidad para descubrir algo sobre el asunto?
—No Killian, pero Ian está en su puesto y seguro como el infierno que aburrido.
—Yo soy mejor —dijo guiñándole el ojo.
—No lo pongo en duda, cariño —contestó mordiendo las palabras.
—Mejor, no me obligues a hacértelo entender a base de azotes —susurró en su oído mientras ella
ponía los ojos en blanco.
Mia miraba como sus dedos volaban sobre el teclado totalmente concentrado y con el ceño fruncido.
De repente su semblante se suavizó.
—No hay orden de detención, pero si el fiscal lo requiere la buscarán para interrogarla. No tienen
nada contra ella ahora mismo. —Se rascó la mandíbula y la miró —. Si el juez demanda ver las cámaras
del interior del casino, puede convertirse en una orden de búsqueda y captura inmediata.
—No hay manera de avisar a Wyatt…
—Sí, la hay, sólo hay que saber buscar —dijo sonriendo con suficiencia.
Maldito hacker.
Ella sabía dónde estaba la nueva casa de Wyatt, pero había prometido no decir nada y tampoco se lo
diría a Killian. Tal vez debería hablar con Slade, a solas.
Todos tenían documentación falsa para protegerse. Encontrar a su compañero iba a ser difícil para
todos menos para ellos, aunque estaba claro que nadie debería vincularlo con Nayeli, porque si eso
ocurría, Wyatt tendría un serio problema entre manos.
—¿En qué piensas, nena? —preguntó Killian mientras besaba su cuello. Ella sonrió, si no salían
pronto de la cama acabarían enredados de nuevo entre las sábanas.
—En que deberías dejar de hacer eso…
—¿Esto? —dijo mordiendo suavemente el lóbulo de la oreja. Ella se apartó con la sonrisa aún en sus
labios.
—Te propongo algo —fue decir las palabras y él la miró con interés.
—Si es en esta cama estoy totalmente de acuerdo, y si quieres llamar a alguien más también, que sea
mujer, claro —contestó dando un salto antes de que ella le alcanzase.
—¡Killian! Empieza a cambiar el chip, inténtalo, te sorprenderás de lo que tu cerebro es capaz de
hacer aparte de imaginar orgias.
—¿En serio? —Se carcajeó —No tendrás alguna hermana gemela de la que debería estar informado,
¿verdad?
Se levantó de la cama negando con la cabeza, se acercó a él y se puso de puntillas para besarle.
—Cariño, si hay un trío en esta casa será con el vaquero del que te hablé —susurró contra sus labios.
La cogió por la cintura y la levantó, ella envolvió las piernas en sus caderas, riéndose de la cara de
consternación de Killian.
—Sólo dime dónde encontrarlo, nena.
—¿Quieres que te enseñe a montar? ¿O te compro un Stetson? Estarías muy sexy con sombrero de
Cawboy.
—Quiero estrangularlo con sus propias riendas.
—Qué bruto…
—Será rápido y limpio.
—Ya lo suponía —Movió las caderas aplastando su centro contra él, provocando su reacción.
—Mia...—siseó antes de besarla.
—¿Vamos a la ducha? —preguntó mordiendo su barbilla.
—Va a ser una ducha muy larga —anunció caminando con ella a cuestas hacia el baño.
—Ummm, contaba con eso.

***

—Nathan, ¿dónde está Sue? —Preguntó Slade revolviendo el pelo a su hijo que estaba sentado en el
sofá frunciendo el ceño ante un videojuego.
—¡Papá! Vas a conseguir que pierda —refunfuñó gateando hacia el otro lado del sofá sin apartar la
vista de la pantalla.
—Solo te estaba preguntando por Sue.
—Creo que la he visto en la cocina, estaba tomando esa cosa verde que huele raro.
Slade se echó a reír. Lo cierto es que su mujer se había aficionado al té y la casa siempre olía a
hierbas varias. A él tampoco le gustaban esas porquerías.
—¿Has desayunado?
—Sí.
—Bien, no tardes mucho en arreglar tu habitación, he echado un ojo al pasar por delante —dijo
acercándose a él.
—Vaaale.
Se agachó y beso su frente. Nathan dejó de mirar la pantalla para mirarle directamente a los ojos, unos
grandes ojos verdes exactamente iguales a los suyos.
—Papá, ¿por qué no quieres que tenga una hermana?
Mierda, ¿cómo se había enterado de eso? Un niño podía tergiversar las palabras fácilmente.
—Sí quiero Nathan, es sólo una broma para molestar a Sue —explicó guiñándole un ojo —. Pero
prometo no hacerlo más, si es una niña la voy a querer tanto como a ti.
Mantuvo el semblante estoico, seguía acojonado, se veía abocado a un sufrimiento eterno. Una niña
era demasiado dulce. Demasiado vulnerable. Aunque desde su punto de vista, Nathan también lo era.
Tiempo, necesitaba tiempo.
—Sue y yo estamos buscando nombres. Ella dice que tu nombre es de origen indio americano, así que
ya he propuesto uno para la niña —anunció el niño contento.
—¿Y cuál sería? —La curiosidad le pudo.
—Pocahontas, claro.
¡Joder!
—¿Podemos someterlo a votación? —preguntó intentando no perder la calma.
—Sí, pero ganaremos. Dice tío Killian que es genial.
Maldito cabrón, tendría unas palabras con él justo antes de retorcerle el pescuezo.
—Perfecto, voy a buscar a Sue.
Se levantó y seguía maldiciendo a Killian cuando entró en la cocina y vio a Sue de pie y de espaldas a
él, mirando por la ventana. Se acercó y la abrazó suavemente por detrás plantando sus manos en su
pequeño vientre. Ella estaba sosteniendo una taza de humeante té. Asqueroso.
—Hola pequeña, ¿te encuentras bien?
—Perfectamente, estaba tomando el sol antes de ponerme a trabajar.
El jefe de Sue se había enterado del embarazo y cada vez le daba más libertad para trabajar desde
casa. Ella seguía adelante con el proyecto de Dubái en sus ratos libres. Y esa loca de Eva aparecía por su
casa como si fuera la dueña.
—¿Pocahontas? —preguntó contra su cuello.
Pudo sentir su temblor, se estaba riendo.
—¿No te gusta? —preguntó dulcemente.
—Es realmente fantástico —dijo con mucho sarcasmo.
—Lo es —admitió aun sonriendo mientras se giraba y lo besaba.
—Van a venir Mia y Killian de un momento a otro, me acaban de enviar un mensaje.
Sue, frunció el ceño extrañada. De hecho, no era muy frecuente una visita un sábado por la mañana.
—¿Pasa algo?
—Sospecho que es sobre Wyatt, aún no ha aparecido desde la redada en el casino. Tenía unos días
libres, pero Killian no lograba comunicar con él.
—¿Cuánto hace de eso?
—Unas dos semanas. Esta mañana ha llamado a Mia.
—Entonces es que está bien…
—Eso esperamos.
—Prepararé algo…
—No, tú cuida de Pocahontas, ya me ocupo yo.
Sue se rio con ganas y eso era exactamente lo que le recordaba que ahora tenía una familia. La risa de
Sue era lo que más le gustaba oír por la mañana, sin duda. Esta nueva oportunidad para ser feliz junto a
ellos no dejaba de asombrarle.

***

White Plains.
Nueva York.

No hacía más que vigilarla, habían hablado, discutido y dejado de hablar. Estaba empeñada en volver
a Nueva York y él no lo iba a permitir. En dos semanas no habían avanzado mucho en reencontrarse el
uno al otro. Él preguntaba, ella no respondía y además tampoco parecía interesada en su vida desde que
se separaron. Sin embargo, cuando la abrazó en el casino no pudo dejar de sentir que, a pesar de la
distancia, estaban hechos el uno para el otro. Cuántas veces se arrepintió de haber salido de su vida.
Nayeli se mostraba distante y siempre preocupada por cambiarse de ropa con la puerta cerrada a cal y
canto. No sabía si le guardaba rencor por haberse alistado dejándola en la pequeña población donde
habían nacido, aunque tampoco esperaba encontrarse con la noticia, al volver, de que se había casado
con Patrick, ni más ni menos. No conseguía sacarle información de nada que tuviera relación con Castor
o su gente. Solo la primera noche habían permanecido ante la chimenea hablando como dos amigos, el
resto, ella decía siempre que tenía sueño y desaparecía en la habitación. Dormía con un ojo abierto por
temor a que ella escapara. Siempre mantenía el teléfono móvil cerca y apagado, pero no vio en ella
ninguna intención de apoderarse del aparato.
—Nayeli…— La llamó tocando la puerta con los nudillos.
—Ya voy —contestó ella desde dentro, pero nunca le invitaba a pasar ni le abría hasta que no salía
por propia voluntad.
Se sentó en el sofá a esperarla, habían decidido ir al pueblo de nuevo a comprar comida y él le había
propuesto ir a alguna peluquería para que se cambiara el color del cabello, a lo que ella había accedido.
—Ya podemos irnos —anunció apareciendo con unos vaqueros, una camiseta roja ajustada y un
anorak corto negro, complementaba su vestimenta unas botas altas sin tacón.
No había querido que él se gastara dinero en ella, pero su ropa era enorme para Nay y sentía que no
estaba cómoda, aunque no la oyó quejarse. Cuando la primera noche la vio salir del baño sin maquillaje,
recordó lo bonita que era, recordó las veces que la había ido a buscar a su casa y solo se pintaba los
labios con un poco de brillo que él se encargaba de borrar a base de besos.
—Bien —dijo levantándose.
Cuando llegaron al pueblo, la dejó en la peluquería y fue a comprar a la tienda de comestibles que
había justo enfrente. Desde esa distancia podía verla e incluso actuar en caso de que lo necesitara. Sí,
parecía un hombre obsesionado, pero realmente temía que alguien pudiera dar con ella, nada era
imposible hoy en día y tampoco sabía de qué recursos podían disponer los hombres de Castor.
Compró un teléfono desechable y llamó a Mia, era con la única persona que le apetecía hablar. Le
diría que estaba bien pero no le daría su localización. Mientras hablaba con ella no perdía de vista a
Nay, que llevaba en la cabeza una especie de pasta azul bastante inquietante. Mejor no pensar en qué
podía acabar aquello.
Después de comprar y cargar el coche de cualquier manera, ya que su viejo Porsche 911 no era un
vehículo para poner demasiadas compras, se sentó en un banco que, aunque no estaba delante de la
peluquería, la podía controlar igual. Una hora y media después salía por la puerta tan rubia como él la
conocía, se había cortado y escalado el pelo a media espalda, ahora incluso llevaba flequillo, estaba muy
guapa, a él le gustaba más así.
—Estás preciosa, Nay —dijo en cuanto la tuvo cerca.
Ella lo miró y ladeó un poco la cabeza.
—Ya nadie me llama así —dijo con una media sonrisa.
—Yo sí, espero que no te moleste. —Quizás fue un poco brusco, pero ella era «Nay» para él, y punto.
—No, no lo hace.
—Deberíamos irnos, llevamos demasiado tiempo fuera —observó levantándose.
No pudo evitar pasar una mano por su pelo, antes de entrar en la peluquería le llegaba hasta el trasero
y lo cierto es que esa medida no le gustaba. Ahora sí se parecía más a como lo llevaba antes. Era suave
al tacto. Los recuerdos se agolparon uno tras otro, hasta que ella se retiró y desvió la mirada. Dejó caer
la mano y empezó a caminar hasta el coche, con ella a su lado.
Capítulo 3


—¡Tío Killian! —Tanto Sue como él oyeron el grito de Nathan desde la cocina.
—Ya están aquí —anunció Sue sonriendo.
Salieron al salón y vieron a Nathan subido al cuerpo de Killian como si fuera un mono, y a Mia con
Marie, su hija, de la mano.
—Hola —dijo Mia acercándose a Sue —. Hemos pasado a recoger a Marie.
Se besaron y Sue dio también un beso a la pequeña que no dejaba de mirar a Nathan con ojos curiosos
y serios.
—Son una réplica de vosotros —soltó Killian riéndose.
—Muy gracioso, Phoenix —bufó Slade.
—Os he visto en demasiadas ocasiones a ti y a Mia retaros con la mirada, esto es alucinante —dijo
mirando alternativamente a los dos niños. Dejó a Nathan en el suelo.
—Hola preciosa, ¿cómo está mi sobrina? —Killian besó a Sue y señalo su casi inexistente barriga.
—No empieces…
—Killian…
Tanto Mia como Slade hablaron al mismo tiempo, Sue se reía.
—Ok, el médico me dará la razón.
Slade resopló, no podía llamarle ni tarado ni capullo delante de los niños, pero en algún momento
estarían a solas.
—Vamos a la cocina. Nathan, ¿quieres enseñar a Marie a jugar?
—Sí.
Marie se sentó en el sofá sin dejar de mirar al niño. Ahora parecía que había admiración en su mirada.
Maldita sea, esto al final se iba a convertir en una familia bastante peculiar.
—¿Habéis desayunado? —preguntó Slade al entrar en la cocina.
—Sí.
—No.
Contestaron Mia y Killian al mismo tiempo. Mia miró a su pareja levantando una ceja.
—Tengo hambre, nena.
—¿Sueles desayunar más de una vez al día?
—Sí —dijeron Slade y Sue también a la vez.
—Ah, en las misiones lo debes pasar mal entonces…
—Esto solo me ocurre cuando estoy en casa. La culpa es tuya, me tienes desgastado —soltó
sentándose al lado de Sue mientras le guiñaba un ojo.
—¿Demasiada mujer para ti? —preguntó Slade sin siquiera girarse a mirar, trasteando la cafetera.
—¡Slade! —gritó Sue riéndose. El capitán tan solo sonrió en su dirección.
—Me ha llamado Wyatt —anunció Mia intentando cambiar de tema.
—¿Está bien? —preguntó Sue preocupada.
—Sí…supongo —dijo encogiéndose de hombros —. Está con una mujer.
—¿Y para eso te ha llamado? —inquirió su jefe.
—Ya, yo pensé lo mismo, pero es la mujer de Castor.
Slade dejó lo que estaba haciendo, se giró y la observó detenidamente, una ráfaga de furia en su
mirada era una clara señal de que no le había gustado nada lo que acababa de oír. El deseo de esconderse
bajo la mesa acudió a ella de inmediato.
—Nena, podías haber esperado un poco, mi café estaba en camino —dijo Killian apesadumbrado.
—¿Qué acabas de decir? —exigió Slade pasando de Killian.
Se lo explicó todo y Slade miró a su teniente con el ceño fruncido.
—¿Tú dejaste que se fuera con esa mujer? ¿No dijiste que le habías dado un descanso?
—Joder, ¿cómo iba a saber que estaba con ella? —Se pasó la mano por la nuca, buscando las
palabras en su mente —. Cuando los dejé allí, estaban hablando en el pasillo y rodeados de agentes, no
sé cómo lo hizo para salir sin ser visto. Me pidió tiempo para hablar con ella, me dijo que la conocía,
pero no desveló quién era, aunque de poco hubiera servido, yo no sé su historia… —Paró de hablar para
mirar a Mia levantando una ceja, y después continuó —. También me dijo que él se haría cargo de la
situación. En el informe que dejé sobre tu escritorio hice constar que Wyatt conocía a Castor, pero de la
mujer no dijo nada.
—Lo leí Killian, y deduzco que aún no sabemos de qué conoce al cabecilla.
—No —intervino Mia — y, si no recuerdo mal, me dijo que hacía años que no veía a esa chica,
¿podría ser que no la reconociera?
—Es una posibilidad. ¿El FBI no anda tras ella? No me consta ninguna alerta.
—Lo comprobé antes de venir. Cuando descubran su identidad puede ser requerida. Supongo que si no
lo hace, se interpondrá una orden de detención inmediata —aclaró Killian.
—Yo…vi una foto —dejó caer la ex Marine.
La miraron perplejos, y ella se removió en su asiento enfrente de Sue.
—¿Una foto de la mujer de Castor? ¿Dónde?—interrogó Slade.
—Nena, ¿quiero realmente escuchar esto? —preguntó Killian echándose hacia atrás en la silla y
cruzando los brazos sobre su pecho, desafiándola con la mirada. Él sabía que había estado en su casa, lo
que no sospechaba es que era la casa nueva de Wyatt y que la fotografía de Nayeli estaba allí.
Sabía que su compañero no mencionaría nada de su relación sexual con Wyatt, pero estaba dejando
migas de pan en esa dirección, y las caras de Slade y Sue eran una prueba de ello. Optó por parecer
natural.
—No vas a oír nada que haga sangrar tus oídos —dijo en tono seco mirándolo con el mismo desafío.
—Bien, adelante —dijo su pareja levantando la barbilla, animándola a hablar.
—Slade, quisiera hablar contigo a solas —anunció levantándose.
—¡¿Qué?! —exclamó Killian —. ¿Desde cuándo no puedo oír algo que tiene que ver con una misión?
Te recuerdo que era una operación comandada por mí…
—Esto no tiene nada que ver con la operación en el casino. —Mia miró a Sue —. Es algo personal,
espero que no te moleste.
—Lo entiendo, cielo.
No pudo evitar ver la mirada sorprendida de Killian, ¿qué pensaba? ¿Qué le iba a contar al jefe el
intercambio de fluidos con Wyatt? Desde luego eso pertenecía a su vida personal y a la de Wyatt. No, de
ninguna manera hablaría de eso.
—Acompáñame. —Slade abrió la puerta y la invitó a pasar.
—Voy a tomar mi café.
—Tienes Donuts ahí…
Las voces de Killian y Sue quedaron amortiguadas tras la puerta. Siguió a su jefe por un pasillo y dio
un vistazo a Marie que reía ante la pantalla del televisor, hablando con Nathan como si se conocieran de
toda la vida.
—¡Hola, mamá! —grito la niña en cuanto la vio.
—Hola, cariño, ¿te lo pasas bien? —preguntó parándose un momento.
—¡Sí! Nathan es bueno.
Tanto ella como Slade vieron como el niño se sonrojaba y se echaron a reír.
—Nathan es genial, Marie —contestó dándole la razón.
La pequeña asintió entusiasmada y volvió a poner su atención en la pantalla.
Cuando el capitán abrió la puerta de su despacho pasó por delante de él y esperó a que ocupara su
lugar tras la mesa, pero Slade cerró la puerta y se cruzó de brazos apoyado en la madera.
—¿Va todo bien con Killian? ¿De qué va esta reunión? —preguntó evaluándola desde la distancia.
—Con Killian todo va bien, no te preocupes por eso.
—Me alegro, porque si tengo que darle una patada a ese asno lo haré encantado. Intentar intervenir en
ponerle nombre a mi hija ya lo tiene al borde de perder un miembro —decretó totalmente serio.
—Lo hace para fastidiarte…
—Lo sé, y lo realmente jodido es que lo consigue.
Mia sonrió, algún día Slade perdería la paciencia con su compañero, esperaba que no fuera por esto.
—Sé que sabes que Wyatt tiene una propiedad a las afueras de la ciudad.
Slade se separó de la puerta y fue hacia ella.
—Sí, me enteré cuando quiso poner seguridad en la casa.
—La última vez que nos invitaste a una barbacoa, él quiso pasar antes por la casa para mostrármela.
—¿Crees que puedan estar allí? —preguntó deduciendo a dónde quería ir a parar con la explicación.
—Lo he pensado…sé que lo de la casa solo lo sabemos nosotros dos y no voy a traicionar mi palabra
hablando de ella ante mis, aún, compañeros.
—Hasta que no entres en el programa, sigues perteneciendo a esta unidad, Mia. ¿Cuándo ingresas en
la academia?
—Dentro de tres meses —contestó —. Me gustaría saber si la alarma en casa de Wyatt ha sido
desconectada en algún momento. Creo que, como compañera y amiga, debería informarle de la situación
con esa mujer.
—Dame un minuto. —Slade se sentó en la silla detrás de su escritorio, cogió el teléfono y la invitó a
sentarse enfrente de él con la mano.
—Aylan, necesito que hagas una comprobación —dijo en cuanto el hombre contestó a su llamada. Le
dio una serie de códigos y esperó —. Bien, gracias, llámame si la situación cambia.
Mia no podía oír a Aylan, así que miró a su jefe de forma inquisitiva.
—No ha accedido nadie al lugar, me temo que no está allí. Tú tienes una relación estrecha con él,
¿ninguna idea?
Mia evaluó a su jefe, no parecía decirlo con maldad. Era cierto, hasta ahora habían sido inseparables
y sus compañeros lo habían visto.
—No, en su piso de la ciudad imagino que tampoco está. Llamando con un teléfono desechable ya deja
claro que no quiere ser encontrado.
—Bien, mientras la mujer llegue a tiempo al despacho del fiscal, si este decide buscarla, nadie va a
tener problemas. Pero puede que haya gente cercana a su marido que sí los pueden crear si la están
rastreando. Esa chica debe ser un pozo de información.
—Sí —contestó pensando en el peligro en que podía estar Wyatt.
—Si no hay nada más…
—No jefe, gracias.
Volvieron a la cocina y vieron a Killian muy cerca de Sue con una mano apoyada en su abdomen.
—¿Qué cojones haces? —preguntó de manera seca el jefe.
—Esperando a que Pocahontas me dé la patada antes que a ti, aunque sea por joderte.
—Aún es demasiado pequeña…
—Ya se lo he dicho —admitió Sue.
—¿Pequeña? ¿Has dicho pequeña? —exclamó Killian provocándolo.
—Lo que sea…
—Vamos hombre, estás empezando a pensar en el bebé como una niña, admítelo.
—Como vuelvas a llamar a mi hija…a la niña…al bebé, Pocahontas, te voy a hacer una cara nueva.
¿Lo captas?
Pero incluso antes de terminar la frase ya se estaban riendo de su titubeo a la hora de ponerle sexo al
bebé que crecía dentro de Sue.
—¿Sabes que si algún día se te ocurre sonreír se te va a romper la cara? —Volvió a provocarle su
hombre.
—Sue, nena, no dejes que se acerque a ti, es peligroso.
—Está vacunado —soltó Mia.
—Muy graciosa pelirroja, creo que tú sí necesitas una vacuna…
—Para cariño, tienes la mente sucia ya te lo he dicho esta mañana…
—No quiero oír esta puta conversación, y ¿Sue? —cortó Slade.
Sue no podía parar de reír oyendo el intercambio.
—¿Sí, cariño? —dijo entre carcajadas.
—¿Por qué le das cancha a este capullo? ¿No ves que no es serio?
—Una mujer embarazada debe reír mucho, ¿no sabes eso, carcamal? —informó Killian.
—Perfectamente, para eso me tiene a mí, payaso.
Ahora el que estalló en carcajadas fue Killian, Sue seguía riéndose y a ella se le estaba escapando la
risa también. Lo cierto es que ver a Slade diciendo eso, con la severidad en su voz y el semblante
cabreado, daba para reírse a gusto.
—Está bien, jefe —dijo señalando con el pulgar a Sue —, Si ella me jura que eres un hombre con
sentido del humor, prometo no reírme más.
—Juro que aquí, vuestro capitán, es un hombre muy divertido en la intimidad —declaró Sue con toda
la seriedad de la que fue capaz.
Pero Killian resopló y sonrió con suficiencia.
—Pequeña, lo acabas de empeorar —se lamentó Slade.
—No era mi intención —replicó Sue secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—Bien pasemos al tema que os ha traído aquí y terminemos con esto para que os podáis largar de una
puta vez.
—¡Slade Ward! ¿Cómo me van a creer si hablas así? —exclamó Sue.
—Me importa una mier…—Se pasó una mano por el pelo —. Lo siento nena, enseguida terminamos
para que puedan irse tranquilos allá donde alguien soporte a este tarado.
—Tanto cariño hacia mi persona me abruma, jefe —resopló Phoenix.
—Killian dice que la mujer tenía el pelo rojo, pero en la fotografía que vi, la chica era rubia. Si es la
misma persona podría ser que Wyatt no la reconociese enseguida debido al cambio de look. —Y allí
estaba ella devolviéndolos al tema.
—No debería preocuparnos lo que estén haciendo o en dónde, de momento ella es libre y él también,
pero algo me dice que a una mujer así no se la deja escapar tan fácilmente. Creo que los hombres de su
marido la acabarán buscando. No todos cayeron en la redada.
—Nosotros también lo creemos y ella podría estar involucrada en los negocios, por llamarlos de
alguna manera, de su marido. No sería bueno que arrastrara a Wyatt hacia el centro de esa especie de
secta sin escrúpulos —explicó Killian, ahora centrado.
—Bien, ¿y qué proponéis?
—Esperar un par de días más y si Wyatt no da señales de vida de nuevo, salimos a buscarle.
—Perfecto, tenéis mi apoyo. En dos días contactad conmigo y si no hay nada, nos reuniremos en el
complejo, llamaré…
—¡Hola chicos! —gritó Eva entrando en la cocina e interrumpiendo a Slade. Besó a Mia y después a
Sue y se dirigió a servirse un café con tanta naturalidad como si de su casa se tratase.
—¿Qué coño estás haciendo? —preguntó Slade mirándola fijamente.
—¿Yo? Venir a trabajar con tu mujer, soy su secretaria, ¿recuerdas? —contestó sin amilanarse ni un
poco ante el tono severo que estaba utilizando el capitán.
—Eso no es venir a mi casa, eso es irrumpir en la tranquilidad de mi hogar y dar por cu…
—Eva vamos, estaban hablando de trabajo —intercedió Sue, arrastrándola a ella y su recién servido
café hacia el salón, agarrándola por el codo.
—Vaaale, Mia, nos vemos —dijo Eva girándose en el último momento antes de que la puerta se
cerrara.
Slade se quedó mirando la puerta y negó con la cabeza.
—Esa mujer consigue aterrarme —replicó Killian.
—¿Entonces el martes nos vemos en el complejo? —preguntó Mia a su capitán, ignorando el
comentario.
—A primera hora.
—Perfecto, nosotros nos vamos —dijo Killian poniendo un brazo sobre los hombros de su chica.
Capítulo 4

Estaban comiendo sobre la barra americana de la cocina. Wyatt no era muy hablador, nunca lo había
sido, pero desde que se habían encontrado había notado que aún lo era menos. Reconocía que le había
puesto una barrera invisible para que no intentara acercarse a ella, pero era necesario. Tarde o temprano
la encontrarían, siempre lo hacían y no quería tener ningún vínculo emocional con él, ya no. Romper el
que tenían años atrás le había destrozado el alma. Necesitó la ayuda de un terapeuta para superar la
muerte de sus padres y la hubiera necesitado para superar la separación entre ellos dos, pero no fue así,
eso lo hizo sola, a base de construir un caparazón y de enviarle al fondo de su mente.
—Nay, estás muy pensativa.
La voz de Wyatt le llegó súbitamente y no lo miró hasta pasados unos segundos.
—Aún tengo recuerdos muy reales de mis padres, hoy hace once años que murieron.
—Lo siento, cuando fui a visitar a mi padre en uno de los permisos me enteré de lo sucedido, estaba
devastado.
—Lo sé, ¿sabías que insistió en que me quedara en su casa?
—No.
¿Por qué su progenitor no le había dicho nada? Podría ser que la enfermedad del hombre ya
comenzara a hacer estragos en su memoria.
—Solo fueron un par de noches, hasta que Ángela me obligó a ir a vivir con ella. Se portó muy bien
conmigo.
—Era tu mejor amiga por aquella época, ¿Qué ha sido de ella?
Se mordió el labio pensando en cómo decirle que ya no eran amigas, ni siquiera cercanas. Era una
desgraciada que sabiendo que su hermano era un enfermo, la arrojó a sus brazos, aunque no era una
excusa factible, emocionalmente estaba mal y no vio venir el infierno al que se enfrentaba casándose con
él.
—Vive en California aún, no tengo mucha relación con ella.
—Debo suponer que en este momento es mejor así…
—¿Cómo está tu padre? —preguntó cambiando de tema.
—No reconoce a nadie. Tiene momentos de lucidez, pero nos confunde y nos cambia el nombre a mis
hermanos y a mí. —Su mirada se volvió triste —. Mejor así, se volvería loco si supiera lo de mi
hermano. Hace ya unos años que no sabemos nada de Raoul. Ya sufrió bastante por su causa. —En su voz
había resentimiento, pero en su mirada había tristeza.
Su hermano Raoul, solo un par de años menor que él, había caído en las garras de la droga y las malas
compañías, la familia de Wyatt se había volcado en querer ayudarle, hasta que un día desapareció sin
dejar rastro, quizás ella debería decirle…no, lo había prometido. Se removió inquieta.
—Lo siento, supe de la enfermedad de tu padre unos años después de irme de California, Ángela me
lo dijo.
—Fui hasta tu casa y vi lo que quedó de ella. Sigue igual, ¿vendiste el terreno? —Siendo hija única
dedujo que todo había pasado a ella.
—No, sigo siendo la propietaria, nunca he querido venderlo, es lo único que me queda de ellos,
aunque sea una ruina. Jamás he vuelto a poner los pies allí.
—Te busqué y vi a la hermana de Patrick, pero me dijo que no tenía ni idea de dónde estabas —
murmuró frunciendo el ceño —. Mi padre me explicó lo sucedido y sólo hacía dos meses del incendio, tú
ya estabas con ella…
—No sé por qué lo ocultó, pero sí, ya estaba viviendo en su casa. Seguía trabajando en la panadería,
ni siquiera supe que estabas en la ciudad.
—Si a mí me mintió, es lógico que a ti tampoco te informase de mi regreso, aunque sólo estuve una
semana y no recorrí mucho la ciudad. Después tuve que volver junto a mi equipo.
—¿Y ahora trabajas para el gobierno? —pregunto cauta.
—No exactamente, es una empresa de seguridad, trabajamos por nuestra cuenta, pero el gobierno
puede contratarnos en un momento dado.
—¿Qué va a pasar conmigo? —formuló la temida pregunta con un nudo en la garganta.
—No lo sé. —Wyatt dio la vuelta a la barra y la hizo girar a ella en su taburete, apoyó las manos en el
borde de la barra y quedó encerrada entre sus brazos —. Dímelo tú, ¿hasta qué punto estás involucrada?
No quería hablar de eso, no quería darle información. Le protegería, igual que había hecho hasta
ahora. Envolvió en su mano el collar que siempre llevaba consigo, ese que se compró al poco de casarse,
era un corazón con una esmeralda de un verde oscuro, el color de los ojos de su gran amor, los ojos de
Wyatt. Solamente en una ocasión estuvo unos días sin llevarlo, Patrick se lo había arrancado en un
arrebato y había tenido que llevarlo a arreglar. Él no tenía ni idea de lo que ese colgante significaba para
ella, si hubiera sido así, era muy probable que lo hubiera lanzado al mar. Estaban en su yate cuando se lo
arrancó diciendo: «puedes usar todas las joyas a tu alcance y únicamente usas esta mierda», esas fueron
sus palabras.
—¿Nay? —Sus ojos escudriñaban su rostro, con el ceño fruncido.
—No lo sé. —Tenerle tan cerca hacía que su cerebro quisiera grabar su imagen, sobreponerla a la que
tenía de su juvenil rostro, aquél que aparecía en sus recuerdos cuando menos lo esperaba.
—Entiendo. —¿Por qué le dolía tanto que en su mirada hubiera decepción? Ellos ya no eran nada, no
debería importarle lo que pensara de ella, pero lo hacía.
—Dudo que lo entiendas, él no me explicaba nada, aunque yo sabía lo suficiente, y aun así nunca pude
frenar los avances ni de Patrick ni de sus hombres.
—¿Te amenazaba? —Sus ojos de oscurecían por momentos y ella sabía que eso ocurría cuando se
enfadaba.
El tipo de amenazas que recibía no era que algo que iba a explicarle, no a Wyatt, se enfurecería y
daría un paso en falso, lo que podía llevar a perderle y eso no podía ocurrir, Wyatt era intocable, su
secreto mejor guardado.
—Nay, habla —demandó cerca de sus labios.
—No de la manera que tú piensas, pero no quería que yo supiera nada de sus negocios, decía que no
me faltaba de nada y que mi única responsabilidad era dar una buena imagen a su lado.
Era una verdad a medias.
—¿De ahí tu pelo rojo? —Desvió la mirada, no era algo de lo que estuviera orgullosa, pero una de las
razones por las que consentía llevar el pelo, la ropa o el calzado como él quisiera, era que no podría
vivir de nuevo el castigo que conllevaba no hacerlo.
Wyatt volvía a acariciar su melena en ese momento, pasando los dedos entre los mechones.
—Tenía que llevar el pelo del mismo color que su última amante del momento, era así de retorcido —
dijo de un tirón. Él estaba en prisión, con suerte le caería la pena de muerte y, francamente, le daba igual
si moría en la silla eléctrica o por una inyección letal. Demasiadas muertes a sus espaldas, por no hablar
de la vejación a la que la había sometido a ella, solamente una vez, pero con una bastó.
Wyatt no apartaba la vista de ella, seguía evaluando su cara sin perder detalle.
—Eso es una humillación…
—No Wyatt, no lo es, la humillación era el castigo si no lo hacía —dijo bajando la mirada a sus
propias manos.
—¿Castigo? —preguntó envarado.
—La primera vez que me negué a teñirme el pelo y a vestirme como si fuera una puta —levantó de
nuevo sus ojos. Le miró sabiendo lo que estaba a punto de provocar, conocía al hombre que tenía delante,
que ahora volvía a apoyar las dos manos de nuevo en la barra —, dejó que su jefe de seguridad me
violara mientras él miraba.
—¡¿Que hizo qué?! —Dio un paso atrás, su rostro cambió a un semblante vacío, no podía leerle
cuando siempre lo había hecho. Una máscara inescrutable se había adueñado de su cara.
Wyatt se giró dándole la espalda. Estaba erguido y sus brazos cayendo a los lados, lo puños apretados
y, de repente, dejó caer la cabeza, juraría que le oyó gruñir.
—¡Maldita sea! —gritó mientras veía temblar sus hombros. Estaba furioso.
Bajó del taburete y se acercó cauta, envolvió la mano en uno de sus puños.
—Wyatt…
—Le mataré, Nay —dijo apartando la mano lejos de la suya.
¿Qué? ¿No quería que le tocara? Seguramente sentía asco por ella, se alejó y cuando iba a entrar en la
habitación, otro gruñido la hizo detenerse.
—¿Por qué no me llamaste? Dime, ¿por qué no lo hiciste? —preguntó sin mirar en su dirección, con
tono grave.
«Para protegerte, solo por eso» pensó.
—No hubiera sabido encontrarte…
—Solamente tenías que buscar a mi familia, a mis hermanos, ellos te hubieran dado la información
para encontrarme, tratándose de ti lo hubieran hecho —dijo con voz severa.
—Wyatt, tú ya no estabas en mi vida, te fuiste y…
—Y me he arrepentido siempre, pero ya te habías casado, ni siquiera sabía si tenías hijos…
—No quise tener hijos en cuanto supe en lo que él me había metido, en lo que hacía para llevar el
nivel de vida que llevábamos, ¿Cómo podía traer un hijo al mundo así? Tuve suerte de que a él tampoco
le atrajera mucho la idea, porque estoy segura de que lo hubiera utilizado en mi contra. ¿Y sabes que
hice, Wyatt? Me fui a un médico en uno de nuestros viajes a París y pagué una buena suma de dinero para
que me hiciera una ligadura de trompas irreversible, a sus espaldas. Patrick nunca lo supo, pero después
de la violación decidí hacerlo y no me arrepiento.
—¿Por qué no escapaste?
—¿Qué te hace pensar que no lo hice? —Notó como una lágrima resbalaba por su mejilla.
—¿Qué ocurrió? —preguntó acercándose a ella.
Caminaba despacio concentrado en ella, e intuía que intentando no desatar su furia.
—Que me encontraron…
—¿Hubo castigo también?
Se metió en la habitación, ya le había dicho demasiado, por suerte Wyatt no podía alcanzar a Patrick.
—¡Dímelo! —bramó entrando en la habitación y cerrando la puerta de golpe.
Wyatt nunca perdía la compostura y el saber estar, siempre había sido un caballero incluso siendo un
niño. Y ahora estaba viendo a un extraño ante ella. Un Wyatt al que no reconocía, parecía violento y ella
ya había tenido bastante violencia a su alrededor.
—No me grites, hace un momento no querías ni tocarme, ahora soy yo la que te pide que te alejes,
dame espacio Wyatt. Ya no soy la misma y entiendo que me repudies, pero no consentiré ni tus gritos ni
que me mires asqueado —expuso lo más serena posible, tenía muchos años de experiencia detrás, sabía
cómo calmar a un hombre o al menos intentarlo.
Las manos de Wyatt fueron a ambos lados de su cabeza, dejándola atrapada en sus ojos.
—Nunca pienses que me das asco y mucho menos que te repudio Nay, eres la única mujer a la que he
amado, a la que sigo amando por encima de todo.
Su confesión la dejó perpleja. Seguía queriéndola, pero era él el que había tomado la decisión de irse
y ella creía que la habría olvidado para siempre.
—Debes de tener una familia…
—La tengo, es mi unidad, ellos son como mis hermanos, nada más, Nay. Nunca me casé ni viví en
pareja, nunca encontré a una mujer que me hiciera sentir como tú lo hacías.
—Pero tú…
—Me equivoqué, cariño, me equivoqué. Nunca me perdonaré la manera en que me marché de tu lado.
Sin darle tiempo a contestar buscó sus labios y la besó, sus lenguas se encontraron y se reconocieron,
era Wyatt el que la estaba besando y aunque hubieran pasado mil años, seguiría recordando sus besos.
—Lo siento nena…—dijo contra su boca.
—No lo entendí en aquél momento, me preguntaba a cada segundo que era lo que había hecho mal, que
era lo que te había alejado de mí.
Levantó las manos y acarició su fuerte mandíbula.
—Pero luego empecé a comprender, necesitabas irte, necesitabas vivir, éramos demasiado jóvenes y
no conocíamos mundo…—Paró de hablar, revivir esos días la estaba matando.
Wyatt cerró los ojos y pegó la frente a la suya sin hablar, pero ella era consciente de su sufrimiento.
No le quería reprochar su comportamiento de entonces, pero necesitaba decirle como se había sentido
tras su marcha.
—Pasé muchos meses esperando a que regresaras a mí, no lo hiciste y mi corazón terminó de hundirse.
Pasado ese tiempo aprendí que podía ser fuerte y aceptar tu decisión. En mi mente te dejé volar y me
convencí de que si tú eras feliz, yo también lo sería desde la distancia. Siempre he deseado tu felicidad,
te imaginaba con una mujer a tu lado y la envidiaba por haber llegado a ti, por estar cuidando de ti. Ella
había conseguido lo que yo no había logrado.
Wyatt la abrazó y besó su cabeza, pegada a su pecho podía sentir el latido de su corazón tan acelerado
como el suyo.
—Hubo mujeres, pero estuviste siempre en mi cabeza y ocupando mi corazón, Nayeli.
Estaba solo, quizás eso le dolía más, Wyatt merecía tener a su lado a una mujer tan maravillosa como
él. Una mujer que le completara y unos hijos para amar.
Los brazos de Wyatt deshicieron su abrazo y sus manos fueron resbalando hasta su cintura, lentamente
la levantó y ella rodeó las caderas del hombre con sus piernas.
—Quiero…
—Sé lo que quieres Wyatt, yo también lo deseo.
Volvieron a besarse, un beso que explicaba sin palabras lo mucho que se habían echado de menos.
Wyatt caminó hacia detrás hasta caer sentado en el borde de la cama, llevándola con él, quedó sentada a
horcajadas sobre sus muslos.
—Quiero recuperar el tiempo perdido, volver a sentirte —dijo enmarcando su rostro entre las manos.
No le contestó, recuperar el tiempo perdido era imposible, daba igual que Patrick ya no estuviera con
ella, algo la bloqueaba. No veía un futuro con Wyatt, y tampoco sabía si lo deseaba. Solo sabía que
quería vivir el presente, disfrutar el momento.
—Estamos aquí, ahora —acertó a decir.
Se sacó la camiseta y se deshizo del sujetador, Wyatt hizo lo mismo quedando los dos desnudos de
cintura para arriba. Sus ojos quedaron anclados en los dibujos de su pecho, unos intrincados tatuajes que
parecían seguir un patrón hacia su espalda pasando por encima de sus hombros y hacia los brazos. La
cogió por la cintura y la alzó, sus pechos quedaron a la altura de su rostro, él no desperdició el momento
para besarlos y lamerlos. Una corriente empezó a subir por su espalda, algo que hacía tiempo que no
sentía.
—Wyatt…
—Eres perfecta, Nay.
No, no lo era, pero que él lo pensase le devolvía una buena parte de la autoestima que su marido había
conseguido arrancar de su alma.
Dio la vuelta sobre sí mismo y la dejó de espaldas al colchón, se levantó y después se curvó hacia
delante para desabrochar y arrastrar los vaqueros junto con su ropa interior por sus piernas, quedando
vestida sólo con su collar. No dejó ni un instante su mirada, hasta que rompió el contacto para admirar su
cuerpo.
—Nay, eres tú, nunca olvidaría tu cuerpo, una vez fuiste mía y no lo olvido, nena.
—Desnúdate.
Wyatt aceptó la orden y se quitó los pantalones para dejarse caer sobre ella, apoyando los codos a
cada lado de su cabeza. Nayeli acarició sus hombros. En este preciso instante se encontraba en el único
lugar que había anhelado durante años.
—Tú… estás cambiado…
—El entrenamiento.
—Lo sé, me gusta —contestó dejando de lado el tema de los tatuajes.
La sonrisa que apareció en su boca casi la hizo llorar de emoción, ahora había visto a aquel chico del
que se enamoró, la sonrisa que nunca pudo olvidar.
—Nay, tenemos un problema…—dijo frunciendo la frente.
—No, no lo tenemos. —Ya sabía a qué se refería —. No he tenido relaciones desde hace tiempo y me
tenía que hacer revisiones a menudo, estoy limpia.
—Yo también, en mi trabajo debemos ser cuidadosos con nuestra salud. —La miró pensativo —.
¿Revisiones a menudo?
—Shhh, no hables Wyatt, hazme el amor, solo eso. —No era el momento de explicarle que temía haber
contaído alguna enfermedad de transmisión sexual después de que Tyler la tocara. Por suerte no fue así.
Juntaron sus manos y entrelazaron los dedos mientras se volvían a besar, un beso que demandaba
mucho por parte de los dos, dejando aflorar lo mucho que se habían querido y lo mucho que se habían
echado de menos en todos estos años.
Wyatt se deslizó dentro de ella y una sensación de paz se apoderó de su cuerpo, este era Wyatt, su
siempre amado Wyatt.
—Es como volver a casa, Nay —su voz salió ronca, el deseo en sus ojos.
Estiró el cuello y dejó caer la cabeza hacia atrás casi en el borde de la cama, Wyatt besaba sus
pechos, no se movía en su interior dejando que ella se adaptase a él.
—Nena, envuelve tus piernas en mi cintura —dijo empezando a deslizarse adentro y afuera.
Apretó los dedos alrededor de los suyos y lo miró a los ojos, los dos respiraban agitados, el aire
caliente de su boca impactando sobre la suya, respirándose el uno al otro. No hacían falta las palabras.
El placer iba construyéndose lentamente en su interior y Wyatt aceleró sin dejar de observar sus
reacciones. Cerró los ojos.
—Ábrelos nena, quiero verte, mírame. Somos tú y yo…
—Tú y yo —repitió en un susurro.
La espiral de fuego subió por su columna y se dejó llevar, debía hacer años que no sentía un placer tan
intenso, la respiración de Wyatt se agitó al mismo tiempo que se tensaba, el orgasmo golpeándolo fuerte.
Enterró la cara en su cuello y le oyó decir su nombre varias veces.
—Wyatt…
—Nay, la próxima vez iré más lento, tenía que estar dentro de ti, no podía esperar —dijo mirando sus
ojos de nuevo, la disculpa asomando en sus iris.
¿Cómo podía decirle que no habría una próxima vez? Ella tenía que hacer su camino, tenía la firme
intención de acabar con el imperio de Patrick o Castor, pero el círculo en que se movían era enorme.
Había hecho demasiado daño a gente inocente, personas que por su raza, creencias o tendencias sexuales
habían sido torturadas y separadas de sus familias. No viviría con eso a sus espaldas, el imperio era muy
grande y había muchos enfermos seguidores de Castor que seguirían adelante con el maldito proyecto de
su creador. Nadie imaginaba la grandeza de todo aquello, no eran unos simples homófobos y racistas.
Todos seguían una doctrina y esa era la de purificar Estados Unidos, ¿un presidente negro en la casa
blanca? Eso los había llevado a la locura extrema, una locura que fue parcialmente calmada cuando
varios clubs de diferentes estados habían volado por los aires, matando a prostitutas, homosexuales,
hispanos y gente de color por igual.
Aquél día en el que los vio celebrando sus hazañas algo se rompió dentro de ella. Corrió a su
habitación excusando su ausencia con un fuerte dolor de estómago y en cuanto entró en el baño vomitó y
lloró por la vida de aquellas personas inocentes. Estaba atrapada en un mundo paralelo donde la muerte
se había convertido en algo natural. Ese día se juró a sí misma que haría caer al creador, nunca
conseguiría intoxicarla con su retorcida mente.
—¿Nay?
Se había quedado rígida bajo su cuerpo, Wyatt la miraba confundido.
—¿Qué es lo que está mal? Háblame.
—Me encontrarán, siempre lo hacen…y me llevarán con ellos de nuevo. Las órdenes de Patrick
habrán sido claras.
—Por encima de mi cadáver. Estamos apartados, no lo van a lograr. Cuando el juez tire de la cuerda
caerán todos.
Él no sabía a lo que se enfrentaban, eran una maldita secta, una grande y muy bien organizada. Con al
menos un pez gordo tras ellos. Aunque tenía la sospecha de podían haber más, no estaba segura. Ella sola
no podría hacerlo, pero involucrar a Wyatt la destrozaba.
—Nena, ¿te violaban cada vez como castigo?
La preocupación en su voz la obligó a mirarle fijamente.
—No, eso sólo ocurrió una vez y, según Patrick, fue un castigo ejemplar. Cuando escapé y me
encontraron me encerraron en una habitación durante dos semanas, solo me traían una comida al día y
agua.
Wyatt besó sus labios y se levantó, su mirada enfurecida y la mandíbula apretada eran una buena señal
de que se estaba conteniendo. Ella también se incorporó quedando sentada en el borde de la cama.
—Puto enfermo, le había visto maltratar animales cuando éramos pequeños, incluso mi hermano mayor
le dio una paliza por matar al gato de la señora Jones, creí que era una travesura infantil, una muy salvaje.
Cuando le vi en el casino no podía creer que Patrick Holton y Castor eran la misma persona.
—No sé cómo empezó todo, él no me decía nada, sólo que ganábamos dinero con los hoteles y
casinos, ya sabes que su familia estaba bien posicionada.
Observó como se ponía los vaqueros de nuevo y se sentaba a su lado, enterró la cabeza entre sus
manos.
—Todo este tiempo pensé que eras feliz a su lado, Patrick no era mal tipo, éramos amigos, maldita
sea. —Levantó la mirada y sus ojos se encontraron de nuevo —. Has vivido un puto infierno, Nayeli. Y
ahora sólo tengo ganas de acabar con él.
No le daba vergüenza estar desnuda delante de él, pero se levantó y empezó a vestirse ante su atenta
mirada. Sus ojos oscurecidos por la rabia.
—Encontró placer en humillarme teniendo sexo en casa con otras, pero para mí fue una liberación, no
me importaba lo que hiciera con ellas mientras no se acercara a mí. Pero quería conservar su imagen ante
sus hombres y el resto del mundo, así que yo estaba obligada a ir de su brazo a los actos públicos, que
venían a ser una demostración de poder ante sus súbditos.
Esperaba, con esa explicación, calmarle un poco y, además, era cierto. Por alguna extraña razón
Patrick no la quería fuera de su vida.
—¿No te tocaba?
—No, hace años que dormíamos en habitaciones separadas. Lo consintió siempre y cuando yo no
tuviera ninguna relación con nadie. —Se encogió de hombros —. No me importó.
—¿Nunca pudiste escapar y acudir a las autoridades?
Resopló, Wyatt no tenía la información necesaria para entender la magnitud de su situación.
—No sabes la gente que está involucrada en esto Wyatt, me hubieran escoltado ellos mismos de vuelta
a casa, con el consiguiente castigo y sus amenazas…
Logró detenerse a tiempo, él se sentiría culpable si le decía la verdad. Se levantó y cogió sus manos
mirándola fijamente.
—¿Qué amenazas?
Un helicóptero pasó bajo por encima de la cabaña y se miraron frunciendo el ceño. Los helicópteros
no solían volar de noche, y la última vez que miró por la ventana, el día ya se estaba oscureciendo.
—Puede ser de algún canal de noticias —dijo para distraerle, pero ahora ya era consciente de que la
habían encontrado, lo lograban cada vez que ella se alejaba, ahora no iba a ser diferente. El alma se le
cayó a los pies, era poco el tiempo que habían compartido y lo había desaprovechado por no querer
someterse a un interrogatorio, ahora había hablado demasiado.
Los esperaría, pero no aquí. Habían dado con ella, sí, pero no dejaría que se acercasen a él.
Wyatt seguía pensativo, estaba segura de que su maniobra de distracción no había surtido efecto.
—Tengo que hacer una llamada —dijo besando su frente.
—Está bien. Voy a darme una ducha rápida. —Y a pensar en cómo podía evitar que Wyatt resultara
herido o muerto si lo encontraban con ella.
—Cuando termines cenaremos —comentó volviendo a besarla ahora en los labios.
¿Por qué no podía ser todo más fácil? O al menos no tan complicado. Su marido estaba en la cárcel y
Wyatt, el amor de su vida, había aparecido de nuevo. No tenían ninguna oportunidad, ellos no podrían
estar nunca juntos. La vida y las decisiones los habían llevado por distintos caminos, era difícil ahora una
vida en común.
Él le acababa de poner en bandeja la manera de salir, solo esperaba que no estuviera la puerta cerrada
con llave y la llevara encima, pero no era su prisionera, en ningún momento dudó de ella, ¿o sí? Las
ventanas tenían barrotes y él dormía cerca de la puerta, ¿era una manera muy sutil de vigilarla? No había
insistido en dormir con ella, la pregunta era: ¿para darle privacidad? ¿O para poder controlarla mejor?
No había pensado en eso.
Capítulo 5

—Ningún helicóptero tiene permiso para sobrevolar esa zona según los informes que tengo delante —
dijo Ian por teléfono. El hombre se infiltraba en cualquier página que creyera conveniente visitar como si
de su casa se tratase. Killian hacía lo mismo y entre los dos conseguían todo lo que les hacía falta en una
investigación previa a una misión —, pero tío, ¿qué haces en White Plains? —preguntó su compañero.
—Es personal, bueno era…
—Imagino que ella no lleva ningún teléfono encima…
—No, lancé su bolso a un contenedor en Manhattan.
Le explicó a grandes rasgos los últimos acontecimientos.
—Joder, vas a tener problemas serios, lo sabes, ¿no?
—Soy consciente, ¿puedes investigar si hay algo contra ella?
—Sí claro, pero creo que tarde o temprano el fiscal mandará buscarla o el juez directamente.
Oyó como se abría la puerta del baño y observó como Nay envuelta en una toalla entraba en la
habitación.
—Ian, ya sé qué no te puedo pedir esto, pero esta conversación ¿podría quedar entre nosotros?
—No hay problema si la cosa no pasa de ahí, si no es así deberé informar…
—Lo sé tío, todo está tranquilo aquí, excepto por el helicóptero —dijo bajando la voz, pero Nay había
cerrado la puerta.
—Y eso es un problema. Tu móvil no está operativo…
—Ahora lo conecto.
—Perfecto, te enviare la información en cuanto sepa algo.
—Gracias —dijo antes de colgar, sin dar oportunidad a Ian de despedirse.
La confesión de Nayeli le había puesto de rodillas, ese pedazo de cabrón había consentido que la
violasen, y la humillación que ella había tenido que soportar era inhumana. Había partes de su vida que
no lograba encajar, sobre todo la parte de su boda, ¿se sentía sola y por eso se había unido a él? ¿Estaba
realmente enamorada? ¿Por qué Ángela, la hermana de Patrick, le había ocultado dónde estaba ella
cuando visitó su ciudad? Sospechaba que Ángela tenía algo que ver con su repentina boda, ¿buscaba
cubrir a su hermano? Sin embargo, Nayeli dijo que ella se había portado como una verdadera amiga.
«Tanto que acabaste casándote con su hermano» pensó. Mierda, la habían engañado y abusado de ella.
¿Qué finalidad tenía eso? ¿Cuál era el punto?
Estaban comiendo un sándwich frente a la chimenea y ella no dejaba de observarle. En su cabeza
parecían rondar mil cosas.
—Háblame de esa especie de secta que montó Patrick.
Tenía que saber más sobre ellos, si realmente la vida de Nay estaba en peligro, la información sería
bienvenida, el FBI podría ser capaz de llegar al fondo del asunto y esto solo parecía la punta del iceberg.
—A Patrick lo pusieron al frente y, aunque llevaba la organización con mano dura y todos obedecían,
él solo era el rostro que se mostraba…
—¿Hay alguien detrás de todo ese tinglado?
—Sí, no sé quién es, pero sé que hay alguien de arriba que era el que realmente movía los hilos, el
que tenía el poder. Tampoco sé si era uno o varios.
—Lo averiguaremos…
—Lo averiguaré —rectificó ella.
—No Nay, tú ya estás fuera, deja que hagamos nuestro trabajo.
—Puedo volver y hacer que piensen que he estado escondida en alguna parte…
—¿Volver? No vas a volver —No dejaría que ella se pusiera en peligro, no otra vez.
—Wyatt puedo ser de gran ayuda, tendríais a alguien dentro…
—No vamos a cogerlos a costa de tu seguridad —expuso tajante.
—Está bien…
La observo durante largos minutos, ¿no iba a discutir? «Está bien» ¿Es todo lo que iba a decir?
—Nay…

***

—Yo… ¿podría contratar tus servicios? ¿O los de la empresa para la que trabajas?
Wyatt la miró incrédulo, sus preciosos ojos clavados en los de ella también verdes, aunque más
claros.
—Es Security Ward y espero que no pienses que somos mercenarios —soltó con una media sonrisa.
Bajó la cabeza y se miró las manos. De refilón podía ver el cuerpo que tenía delante, era un hombre
alto y musculoso, no el cuerpo de aquél joven del que se había enamorado, ahora era un hombre grande,
uno a tener en cuenta. Exudaba poder y sensualidad.
—Nay, mírame —pidió Wyatt cogiendo su barbilla con suavidad —¿Para qué necesitarías tú nuestros
servicios?
—Quisiera evitar algo —admitió en voz baja, mirándole a los ojos.
—¿Y eso sería?
Se retorció las manos, no era ninguna incauta, durante muchos años había visto cómo su marido y los
hombres que trabajaban para él hacían atrocidades, una tras otra, y ella nunca había podido hacer nada al
respecto. Ya era hora de que hiciera algo bueno para variar, aparte de escuchar a escondidas los planes
de su marido. Después se entregaría a las autoridades. Testificaría contra su marido.
—Tengo información sobre un posible atentado.
Wyatt se envaró y una vena palpitó en su cuello.
—Cuándo…
—No estoy muy segura, pero sé el lugar.
—¿Aquí? ¿En nuestro país?
—Sí.

***

Mierda.
Tenía que ponerse manos a la obra. Ella por fin había hablado y debería contactar con Slade.
—¿Es inminente? —preguntó temeroso de oír la respuesta. Solamente esperaba que ella no hubiera
tardado demasiados días en dar la voz de alarma.
—Creo que no, el día antes de la llegada al casino oí a Patrick hablar en su despacho con un hombre,
es el que le consigue todo el armamento, y este le aseguró que el mes que viene lo tendría.
—Eso es dentro de quince días. Aunque seguimos sin saber cuándo piensan hacerlo. ¿Dónde pretenden
atentar?
—En una sinagoga de Manhattan, la más popular. La que está en el lado este.
Joder, a la que iban regularmente los padres de Michael. Su familia era judía y asistían
periódicamente a las asambleas y cultos que allí se celebraban. Michael iba alguna vez, aunque, debido a
su trabajo, no tanto como su madre quisiera.
—Se acerca la festividad del Sucot y los hombres de mi marido dijeron que en esa asamblea asistirían
muchos fieles para organizar esa fiesta, suelen determinar el lugar donde montarán sus cabañas o sucás.
—Eso estará lleno de niños…
—Hasta donde yo sé nunca habían atentado contra familias, siempre eran locales nocturnos o
individuos escogidos al azar.
—Debo informar…
—Hazlo, aquí hay mucho que desmadejar aún Wyatt.
Se acercó a ella y rodeó sus hombros con el brazo.
—Nos ayudas mucho con la información, Nay. Si logramos cogerlos libraremos al mundo de unos
cuantos energúmenos.
Ella apoyó la cabeza en su hombro y suspiró.
—¿Cómo te fue en el ejército?
—Entré en los Delta Force, me gustó y me quedé unos cuantos años, pero un accidente me retiró antes
de tiempo.
—¿Qué paso? —preguntó girando el rostro preocupado.
—Una bomba estalló cerca y volé por los aires. Al caer, me rompí la pierna por varios sitios, la
mayoría de la metralla impactó en mi pecho y extremidades superiores. La recuperación fue lenta y perdí
la forma física. Cuando puede volver a entrenar ya no estuve a tiempo para volver a entrar, así que me
preparé físicamente y me presenté a las pruebas de Security Ward.
Nayeli abrió los ojos como platos.
—Oh, Wyatt, no sabía nada, tu pecho está lleno de tatuajes…
—Sí, pero no los hice para cubrir las cicatrices —dijo desviando su mirada.
—Hay muchos…
—Doce exactamente, son doce entrelazados.
—¿Tienen algún significado? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sí. —Sin más explicaciones.
Guardó silencio, si le decía lo que esos dibujos tribales eran para él, seguramente lo tomaría por un
patético tarado. Se rascó la cabeza y se levantó.
—Wyatt…
—Ducha —dijo señalando el baño, no podía confiar en que ella no intentara escapar, había visto su
mirada, la mirada de una persona ansiosa por desaparecer.

***
«Abrupto final para una conversación», pensó Nay. Esperó unos minutos y cuando oyó el agua correr
se levantó para buscar su abrigo y fue hacia la puerta, se tenía que ir, ellos tenían que andar cerca.
Estaban rodeados de árboles y la cabaña no sería fácil de localizar desde el aire, si también tenía en
cuenta el hecho de que despertarían sospechas si se acercaban más de una vez con el helicóptero. Estaba
más que convencida de que los hombres de su marido estaban en camino por tierra. Le dolía dejar a
Wyatt, pero las circunstancias no eran las idóneas para ellos, siempre tendría que esconderse de los
hombres que, implacables, acababan encontrándola.
No estaba cerrada con llave, extraño pero cierto. Miró hacia la puerta del baño y se despidió
mentalmente de Wyatt.
Fuera no había iluminación, pero sus ojos se acostumbraron en seguida. La luna iluminaba un poco el
camino, no lo seguiría, Wyatt la alcanzaría demasiado rápido. Debía ir entre los árboles y la maleza. Tres
kilómetros que la separaban del pueblo. Esperaba no caerse por algún barranco.
Subió la cremallera del anorak y al levantar la vista vio una figura apoyada en el primer árbol al
comienzo del camino, tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Wyatt.
Se quedó paralizada. ¿Cómo lo había hecho?
—Si te estás preguntando cómo he podido salir sin que me vieras, debo decir que gracias al loco de
mi amigo y a su perturbada mente, he encontrado la trampilla por la que dice que puede escapar en caso
de asedio enemigo —explicó leyendo su mente.
—¿Si ya sabías que iba a salir por qué no me has detenido antes? —preguntó saliendo de la rigidez de
su cuerpo.
—Solo quería ver si eras capaz de hacerlo. Puedo comprobar que sí.
Él se iba acercando mientras hablaban y pudo ver la decepción en su mirada junto a una ráfaga de
tristeza. Bajó la cabeza, no deseaba ser testigo de la agonía en sus ojos.
—Me gustaría que lo entendieras…
—¿Entender qué? ¿Qué prefieres estar al lado de esos bastardos sin escrúpulos?
Eso la enfureció, dio un paso adelante y lo enfrentó.
—Te dije que no tenías ni idea de a lo que te enfrentabas y sigues igual…
—Joder, dímelo Nay, dime a qué nos exponemos si decidimos ir a por ellos, dame una maldita pista.
Sé qué se mueven en varios negocios…
—Te estoy pidiendo tiempo, déjame investigar…
—No.
Se cruzó de brazos, las piernas algo separadas, parecía dispuesto a imponer su criterio. Ya estaba
harta de la prepotencia de todos los hombres que la habían rodeado en su vida, harta de tener que cumplir
órdenes y más que asqueada de esconder su furia tras una fachada de tranquilidad.
—No me digas lo que tengo que hacer, no te atrevas.
—No vas a ir ahí sola…
—¿Sola? He estado sola desde que mis padres murieron. Ellos se fueron, tú te fuiste, ¿cómo crees que
me sentí? Sola, aun teniendo gente a mí alrededor. No estabas Wyatt, no estabas ahí para mí.
En el momento que soltó las palabras se arrepintió, él no merecía esto. Las desgracias que habían
ocurrido en su vida eran hechos dolorosamente circunstanciales que nada tenían que ver con él. El
incendio, su boda, su vida en general había sido un verdadero desastre, parecía vivir en una espiral de
pesadillas. No podía descargar su frustración en él.
Se sentó en el borde del porche. De sus bocas salía vaho. Hacía frío en estas latitudes, pero ella no lo
sentía ahora, se sentía derrotada y estaba temblando, aunque no por la temperatura.
—Lo siento…—dijo sin mirarle.
—Yo también —contestó con voz ronca.
Se sentó a su lado y pasó un brazo sobre sus hombros atrayéndola hacia él. En ese mismo instante fue
catapultada al pasado, cuando sus brazos la reconfortaban y no había secretos entre ellos. Cuando sus
padres se enfadaban porque había llegado tarde o había tenido un mal día, allí estaba él. Solo tenía que
sumergirse en las profundidades de sus ojos para sentir la paz que de ellos emanaba. Eran pareja sí, pero
también los mejores amigos. Sentía que eso era difícil de recuperar, pero su abrazo tenía exactamente la
misma firmeza de entonces.
Levantó la cabeza y lo volvió a mirar. Indudablemente un escalofrío recorrió su espalda y se quedó sin
aliento. Era todo exactamente igual, esa paz seguía ahí. Imperturbable.
—Nunca he dejado de pensar en ti…—dijo sorprendida de sus propias palabras. Admitir eso era
hacer que él tuviera esperanzas.
De repente algo pasó silbando sobre sus cabezas y Wyatt por instinto y en un rápido movimiento la
lanzó al polvoriento suelo y la cubrió con su cuerpo. A duras penas logró poner las manos delante
mientras otra bala impactaba en la puerta de entrada, el sonido y posterior lluvia de astillas, así lo
confirmaron.
—Bajo la escalera Nay, arrástrate y no hagas ningún ruido.
La empujó al mismo tiempo que sacaba una pistola de la parte baja de su espalda y disparaba
cubriéndolos. Se metió bajo los dos únicos escalones del pequeño porche y le observó aterrorizada. Era
uno solo contra a saber cuántos. No podía permitir que él muriera. No tenía ninguna pistola, ella podía
defenderse también. Seguramente es lo único bueno que había hecho Patrick por ella, obligarla a utilizar
un arma.
Había previsto que la encontrarían, pero no que Wyatt se encontrara en medio cuando lo hicieran.
Capítulo 6

Tenía que sacarla de allí como fuera, ¿cómo coño la habían encontrado? Aunque en estos momentos la
gran preocupación era mantenerla con vida, porque no dudaba que intentarían callarla. Para siempre.
Salió corriendo encorvado hacia el primer árbol. Oyó a Nay llamarle en un susurro, pero no podía
simplemente esconderse.
Todo se había quedado silencioso, agazapado tras el tronco dirigió la mirada a su chica. Casi no la
veía en la oscuridad, esperaba que ellos tampoco. Un leve crujido de ramas a su derecha llamó su
atención. Mierda, los estaban rodeando. Se obligó a no volver a mirarla, no les daría una jodida pista de
dónde estaba ella. Si llevaban cámaras de visión nocturna estaban perdidos.
Un quejido y movimiento de ramas justo detrás del árbol le hicieron apuntar con su arma en esa
dirección, pero la visión era escasa. Súbitamente una sombra salió corriendo directamente hacia Nayeli,
disparó y el hombre cayó como un saco justo frente al porche a unos dos metros de la chica, la sangre
brotaba de su sien empapando la tierra. Pero el silencio volvió a adueñarse de la noche. Esperaba una
lluvia de balas que no llegaba, ¿qué les pasaba a estos tíos?
—Wyatt, no dispares mi culo.
Matt, esa era la voz de Matt. Dirigió su mirada en dirección al sonido y vio emerger de la maleza la
figura grande de su compañero.
—¿Qué cojones haces aquí?
El hombre de color se lo quedó mirando, nunca sonreía, ni siquiera ahora que se suponía que estaba
viviendo una historia con el amigo de Sue, Thomas.
—Estamos todos…
—Eh tío, me alegro de verte, parece que estabas en apuros —dijo Elijah viniendo del lado contrario.
—¿Cómo sabíais… —Ian, él tenía que haber dado el aviso.
—¿Un helicóptero rondando por aquí? Eso es más que sospechoso —dijo Pam que se había plantado
al lado de Elijah.
Slade, Killian, Mia y Michael venían andando por el camino.
—Wyatt —dijo Slade a modo de saludo.
—Jefe —contestó abrumado.
—Eran cinco, y ese de ahí —explicó Killian señalando al idiota muerto en el suelo.
Ahí estaban, ayudándole en el momento más oportuno y sin efectuar ni un solo disparo, comportándose
como unos putos fantasmas. Imaginó que habían sembrado de hombres asfixiados todo el perímetro.
Mia se acercó a él y le abrazó.
—¿Estás bien? —preguntó bajo la atenta mirada de Killian, asintió devolviendo el abrazo.
Mia era su mejor amiga dentro de la unidad y siempre había sido cariñosa con él, lejos de lo que
pudiera pensar ese tarado de su compañero, siempre la había respetado, pero ver el ceño fruncido de
Killian le hizo desistir de seguir abrazándola.
—¡Mirad lo que he encontrado! —Dan llevaba cogida del codo a Nay, aunque ella se soltó dando un
tirón — Nena, ¿quién eres? Chicos, creo que me he enamorado…
Al momento se calló, Killian le estaba haciendo unas señales muy sutiles que consistían en pasar su
dedo índice varias veces por su propio cuello en una trayectoria horizontal. Pam puso los ojos en blanco,
y Mia y Elijah lo miraron con reproche.
—Pero ha sido un enamoramiento efímero, lo juro, ya se me ha pasado —soltó haciéndolos reír, pero
Wyatt tenía una mirada severa posada sobre él y los puños apretados, plantado de espaldas a sus
compañeros. Dan se detuvo y levantó las manos en señal de rendición.
—Puto tarado…—dijo al fin Killian.
Nay parecía sorprendida, mirando a Mia.
—Chicos os presento a Nayeli Grant, mi…una antigua amiga —rectificó sobre la marcha, utilizando
su apellido de soltera —. Nena, ellos son la unidad de la que formo parte. Gracias por venir tíos.
—Un placer, Nayeli. Slade Ward —El capitán fue el primero en estrechar su mano y después siguieron
los otros.
—Eres la mujer de Castor, ¿cierto? —preguntó el jefe.
Nayeli los miró a todos y después asintió. No parecía estar demasiado a gusto.
—Espero una explicación, Wyatt.
—La tendrás. —Sabía que esto llegaría, que tendría que aguantar el sermón por parte de su jefe.

***

El que parecía ser el jefe, era un tipo enorme, y el otro, el tal Killian, también. De hecho, todos eran
bastante grandes, imaginó que para el tipo de empleo que tenían debía ser una especie de requisito. Se
sentía algo intimidada. Su marido habría estado encantado de tenerlos como escoltas personales. Las dos
mujeres eran bastante más normales, eran hasta de facciones delicadas, sobre todo la que le habían
presentado como Mia, la que había abrazado a Wyatt, como si fuera… ¿estaba celosa? A estas alturas eso
era ridículo, intentó no pensar en ello.
—¡Vámos! —Dijo el jefe —No quiero que permanezcáis aquí más tiempo del necesario.
—Jefe, ¿qué hacemos con los muer…tipos estos? —preguntó Michael mirándola de reojo.
—Que se ocupe el FBI. —¿Se lo parecía a ella o en la voz del tal Slade había algo de desprecio? —.
Nos quedaremos unos cuantos por aquí hasta que lleguen. Llama a Ian y que informe.
—En seguida.
—Entraremos un momento a recoger nuestras cosas —dijo Wyatt a su capitán.
—Dos minutos —concedió el hombre.
Sintió que Wyatt la cogía de la muñeca y la llevaba hacia el interior de la cabaña.
—Wyatt, no puedo ir con vosotros, os estoy poniendo en peligro, no quiero involucraros…
—No puedes ir a ninguna parte. Volvamos a Nueva York y después hablamos.
Wyatt parecía haber cambiado el chip a modo de combate, le hablaba de manera cortante.
—Perfecto. —Se dirigió a la habitación a recoger sus pocas pertenencias y cuando salió, él estaba en
la puerta.
Los otros estaban fuera esperando.
—¿Habéis encontrado el helicóptero? —preguntó su amigo.
—No, por eso es mejor que os marchéis, volverán a por estos tipos. Esperamos que los federales los
puedan cazar —contestó Slade.
—¿Están todos muertos? —preguntó mirando la cara del hombre sin vida en el suelo. Le conocía, era
Mike, uno de los hombres de Tyler Cook, el jefe de seguridad de Patrick, un hombre con una
personalidad bipolar al que Tyler tenía que pararle los pies de vez en cuando.
—Lo están. —Y eso fue todo lo que dijo antes de girar sobre sí mismo.
—Debemos irnos ya —dijo Wyatt poniendo la mano en su espalda.
—Negativo. —El hombre llamado Killian habló mirando una especie de pantalla pequeña, todos se
acercaron a su alrededor al comienzo del camino.
—¿Qué ocurre? —inquirió el jefe.
—Recibo otra señal y está aquí.
Tosas las miradas fueron al hombre que estaba en el suelo.
—No, ese no es, esta señal está en movimiento —dijo mirándola directamente.
Nay dio un paso atrás, su sangre drenándose de su rostro, ¿ella emitía una señal?
—No lleva móvil…—dijo Wyatt, pero sus ojos fueron a su collar —.Joder, dijiste que nunca te lo
quitabas, ¿verdad?
Ella envolvió el collar en su puño como siempre hacía para protegerlo, no quería explicarle lo que
significaba para ella, no lo haría.
—Podría ser el jodido collar, sácatelo —le pidió secamente Killian.
El capitán volvió la cabeza hacia su hombre.
—No —contestó aferrándolo más fuerte.
Slade la miró levantando una ceja y los demás la observaban expectantes.
—Lo que el capullo de mi compañero ha querido decir es: ¿te lo puedes sacar para ver de qué tipo de
dispositivo se trata? Después te lo devolverá, Nay. —Los ojos de Wyatt parecían enviar dagas al rostro
de Killian.
—Killian…—aseveró la chica pelirroja.
—Esto…eso quería decir exactamente, lo siento —dijo después de carraspear.
—A veces me gustaría saber de qué cueva has salido, teniente —soltó el jefe provocando las risas de
sus compañeros, aunque podía notar que no estaban del todo relajados, algunos estaban varios pasos
separados del grupo atentos a su alrededor.
No pudo evitar sonreír, el hombre parecía arrepentido.
—Está bien, por favor no lo rompas…
—Iré con cuidado —dijo sacando un pequeño destornillador de uno de los muchos bolsillos de su
uniforme.
El hombre separó, bajo la atenta mirada de los que estaban más cerca, la piedra preciosa de su encaje
de oro blanco y le entregó la pieza verde mientras escudriñaba el interior.
—Aquí está —anunció arrancando del interior una pequeña pieza metálica redonda con dos finos
cables. A Nayeli se le ampliaron los ojos.
—Por eso te encontraban cada vez, nena —dijo Wyatt.
Lo miró consternada. No había notado ningún cambio en el colgante, y mucho menos el peso, pero
mirando esa cosa dedujo que no pesaría más de veinte gramos.
—No me lo puedo creer…
—Parece que necesitaban tenerte controlada —comentó Killian mirando de cerca el dispositivo bajo
la linterna.
—Correcto, déjalo sobre ese tío. Dan vete con Wyatt y la señora. Killian tú también vas. Esperaremos
a que aparezcan los otros tipos o el FBI, lo que sea primero.
¿La señora? Ni en un millón de años desearía volver a ser llamada así. Todos en la mansión la
llamaban por ese maldito apodo, se cansó de decir al personal de servicio y a los hombres de su marido
que ella tenía un nombre, pero todos acababan admitiendo que Patrick lo quería sí y que ellos acataban
órdenes.
—Señor Ward, agradecería que me llamara por mi nombre —soltó sin pensar siquiera que lo estaba
diciendo en voz alta.
—Bien, Nayeli, como quieras —contestó el capitán bastante brusco.
Se lo quedó mirando, era increíblemente guapo, parecía soltar seducción por todos los poros de su
piel y no parecía muy consciente de ello. Esos hermosos ojos verdes la escrutaron disgustados, suponía
que ser la esposa de quien era no le gustaba a ese hombre y que hubiera puesto en peligro a un integrante
de su equipo no ayudaba en la tarea de caerle mínimamente bien.
—Ya empezamos…—resopló Killian chasqueando la lengua, lo que hizo que su mirada se dirigiera a
él y sus ojos se encontraran.
Lo cierto es que también era atractivo, demonios, cada uno de esos hombres parecía sacado de alguna
revista GQ de esas que rondaban en el salón de belleza donde solía acudir. Wyatt no era tan llamativo,
igual de alto y musculoso que ellos, pero no tan guapo. Su rostro era más una máscara. Era guapo de una
manera más ruda, de la única manera que a ella le gustaba. Su Wyatt era simplemente él. Un hombre
atractivo y del que nunca llegó a olvidar su rostro, sus caricias, o la forma en que la miraba cuando
hacían el amor en el pasado.
—No seas capullo, Phoenix. —Slade lo miró con furia —. Haz el favor de salir de aquí.
Killian miró en dirección a la chica pelirroja sin moverse del sitio. El capitán levantó una ceja y su
mirada se tornó glacial.
—Si empiezas con alguna mierda protectora…
—No…yo solo…está bien, vamos —terminó diciendo mientras enfilaba el camino junto al otro
hombre, con ella y Wyatt pegados a sus talones.
Killian, que caminaba delante de ellos, iba soltando maldiciones, lo que hizo que Wyatt sonriera. No
entendía nada, tampoco es que le importara demasiado. Su mente recreó el encuentro entre Wyatt y esa
mujer. Parecían muy unidos. Quizás eran pareja, pero la noche antes se habían acostado. ¿Wyatt era de
esos? Había muchas leyendas urbanas sobre estos hombres, los militares, tipos duros a los que la cosa
del amor les resbalaba, solo querían sexo para aliviarse.
Prefirió centrarse en el presente. El coche Wyatt estaba aparcado a la derecha.
—¿Adónde vamos? —preguntó en un susurro a su acompañante.
—A un lugar seguro. Tendrás que explicar lo de la mezquita…
—Lo haré, pero…
—Nayeli, desde ahora quedas fuera del radar de esos tíos, déjanos hacer nuestro trabajo.
Sencillamente genial. Ahora se había convertido en una muñequita a la que proteger. ¿Qué sabía él de
su vida? Ella sabía defenderse y estaba segura de que a los hombres de su marido no les convenía
deshacerse de ella. Si quisieran la habrían matado hoy mismo. Conocía el modo de actuar de esos tipos,
hoy no habían muerto ninguno de los dos porque no era el propósito de Tyler. Ese idiota que un día la
violó y el muy cabrón lo disfrutó. Esa era otra historia de la que se haría cargo nada más volver a su
casa, porque por mucho que Wyatt intentara retenerla, no lo conseguiría.
Buscaría a Logan, él la ayudaría, o eso esperaba. Era la única persona en la que confiaba dentro de
esa organización.
—Wyatt, síguenos —gritó Killian antes de subir al volante de a un enorme SUV negro, con Dan a su
lado.
—¡Me cago en la puta! ¡Malditos cabrones! —Se giró extrañada al oír maldecir a Wyatt, otra faceta
nueva que desconocía, él nunca maldecía.
—¿Qué pasa tío? —pregunto Dan.
—Hay un puto agujero de bala en mi Porsche, mierda —gruñó dando una patada al neumático
delantero.
Miró a Wyatt y después a Dan, que asomaba medio cuerpo por la ventanilla y la risa ronca de Killian
se oía de fondo.
—Vamos tío, le han dado a la mierda de maletero, eso tiene arreglo —soltó desde el interior
intentando sofocar una carcajada
—Tranquila nena, solo se pone así cuando tiene que ver con su jodido coche, normalmente está
rodeado de paz y amor —explicó Dan.
Las risotadas de los otros no tardaron en oírse también, ella no sabía muy bien cómo actuar.
—¡Qué te follen, Dan! —resopló Wyatt metiéndose en el coche. Ella hizo lo mismo.
—¡Joder, Dios te oiga! —respondió el aludido.
Acababan de vivir un tiroteo, habían varios hombres muertos en mitad de la nada y estaban aún en
peligro de volver a ser descubiertos, ¿No tenían nada más interesante que hacer que bromear? Nay no
entendía nada.
Capítulo 7

—¿En serio? ¿Qué cojones has hecho con el apartamento? —dijo un confundido Brad mirando a su
alrededor.
—Redecorarlo, ¿no te gusta? —preguntó Eva con la voz cargada de ironía.
—Pero si lo decoramos hace escasamente seis meses…
—Sí, pero desde que decidiste traer zorras a casa, he sentido la imperiosa necesidad de limpiar el
lugar.
Brad resopló. Joder, quería a Eva con locura, incluso con ese atisbo de bipolaridad en su carácter,
pero le desquiciaba que le recordara las cosas una y otra vez. Habían decidido darse otra oportunidad y
era malditamente feliz por eso.
—¿Zorras? Que yo sepa solo traje a una —gruñó —, y de todas formas, ¿por qué la llamas zorra? Su
único pecado fue estar conmigo…
—No la defiendas. Una mujer que sabe que un hombre tiene pareja y que no debería meterse en la
relación, para mí solo tiene un nombre y una gran cantidad de sinónimos, ¿quieres que te los recite?
Brad se pellizcó el puente de la nariz. Estaba superado, debía reconocer que iba a purgar su error
durante un tiempo muy largo. La miró y casi se olvidó de respirar. Eva era una pequeña cosa preciosa,
con una figura espectacular, delgada, pero con las curvas justas en su lugar, y unos preciosos ojos negros
que ahora lucían furiosos. Fruncía la frente y desde su escasa altura, lo desafiaba. Le dieron ganas de reír
ante su postura, parecía a punto de saltarle a la yugular. La ofuscada mujer aún no había permitido que le
pusiera la mano encima, o su miembro dentro, para el caso. Era su manera de fustigarlo. Maldita sea,
eran tan bonita cuando se reía como cuando lloraba o se cabreaba, la mayoría de veces, por su culpa.
—No hace falta nena, me lo puedo imaginar, pero quizás debería explicarte de nuevo…
—Que solo fue una mamada, lo sé, no me lo recuerdes —terminó por él.
—Eva, no hablemos de eso, estoy de acuerdo contigo. ¿Quieres salir a cenar?
Era su nueva táctica de persuasión, si no puedes con tu enemigo únete a él. No es que Eva fuera el
enemigo, pero se comportaba como tal. Joder él era abogado, debería saber llevarla a su terreno con solo
unas pocas palabras. Con esta mujer no funcionaban los alegatos.
—¿Es una cita? —preguntó arrogante.
—Lo es, ¿te apetece? —volvió a preguntar esperanzado.
—No.
—¿No? —cuestionó incrédulo.
—Me voy a cenar con Sue y Sarah, esas dos embarazadísimas amigas que tengo y que no hacen más
que deleitarme con sus cambios hormonales.
Lo dijo seria, pero en su voz no podía ocultar el cariño que sentía por ellas. Eva era así, amaba a sus
amigos sin reservas. Era temperamental y tierna de una extraña manera, y eso era una de las cosas que le
habían enamorado de ella. Estaba más que arrepentido de haberle sido infiel y se había disculpado mil
veces. Eva decía que le quería demasiado para no perdonarle, pero necesitaba tiempo. Bueno, se lo
daría, era lo mínimo que podía hacer después de la metedura de pata. No, no era un simple desliz, era una
gran cagada por su parte. Esa mujer, la secretaria del juzgado, ni siquiera le gustaba, pero le había
pillado en un momento delicado, la vio como una vía de escape. Y eso era una mierda de excusa.
—Está bien, aprovecharé para meterme en mi nuevo despacho —dijo con resignación, pero decidido
a darle espacio —. Y me pondré al día con los casos de la semana que viene.
—Perfecto —respondió metiéndose en el baño.
Se preguntó si era necesario cambiar todos los muebles, las alfombras y hasta las putas cortinas para
limpiar, según ella, su hogar. Ni en sus más locos pensamientos trasladaría la pregunta a Eva si no quería
terminar viendo su preciado pene disecado y adornando el salón. Respiró hondo y empezó a atravesar la
estancia hacia su oficina.
De repente, el teléfono móvil de Eva emitió un pitido agudo seguido de otro, estaba sobre la mesa y
era un mensaje de WhatsApp. La pantalla se iluminó, pero solo mostraba el principio del mensaje, «Eva,
me prometiste una noche salvaje…» en seguida buscó al remitente con la mirada y justo antes de que la
pantalla se oscureciera de nuevo vio el nombre, Roger.
¿Pero qué coño? Apretó los puños y siguió camino hacia su despacho, maldita sea, Eva tenía a alguien,
¿por eso no quería acostarse con él? Se paró extremadamente cabreado. Aflojó el nudo de su corbata y se
pasó la mano por el pelo en varias ocasiones, gruñía. Cierto, de su garganta salían gruñidos. Se
consideraba un hombre tranquilo. Lo era, ¿no?
Giró sobre sus talones y fue directo al baño, oyó el sonido del agua justo antes de abrir la puerta, a
través del cristal empañado de la ducha pudo ver la larga melena negra de Eva y su espléndido culo.
Abrió la mampara y se metió bajo el chorro del agua tal como iba.
—¡Brad! —gritó la chica cuando se percató de su presencia.
La miró fijamente mientras el agua empapaba su ropa y goteaba por su barbilla. Eva retrocedió y se
quedó pegada a la pared de azulejos negros.
—¿Quién cojones es Roger? —espetó apoyando las manos en la pared y encerrándola con su cuerpo.
Ella amplió su mirada una fracción de segundo y lo volvió a desafiar. Era increíble, pero se irguió en
su pequeña figura y puso un dedo en su pecho. Alzando la cara para enfrentarlo.
—¿Cómo te atreves a mirar mi móvil? —inquirió apretando el índice en su esternón.
Eso le enfureció aún más.
—No he tocado tu maldito móvil, conozco tus derechos. —Intentó ser suave, pero su voz salió ronca
—¿Le prometiste una noche salvaje?
Eva resopló lanzando gotas del agua que resbalaba por su rostro.
—¿Celoso, Brad? —pregunto con una enorme sonrisa.
Maldita sea. Sí, estaba celoso.
—No precisamente, nena.
—¡Ja! Mentiroso. —La canija de su novia intentó alcanzarle poniéndose de puntillas, lo que casi le
hace reír, pero se contuvo. El pequeño salto hizo que sus pechos rebotaran y no pudo evitar mirar hacia
abajo. Efectivamente, ahí estaban, apuntando directamente a su cuerpo. Un deseo irracional envolvió a su
miembro que se irguió saludando a su bella compañera de juegos. La ropa no le cubría demasiado, estaba
totalmente pegada a su torso y piernas, dejando ver la evidencia.
—Vaya, parece que alguien anda necesitado.
La mirada que Eva le envió aún lo endureció más, ¿estaba poniéndolo a prueba?
—¿A qué estás jugando, Eva? —siseó.
—A nada Brad, y ahora sal de la ducha y déjame terminar —dijo empujando su pecho, él no cedió ni
un centímetro.
Bajó la cabeza y atrapó sus labios, empujó su cuerpo sobre sus pechos y la oyó suspirar contra su
boca, estaba tan necesitada como él. El beso era tan salvaje como ella. La doblegaría, la haría desearlo
con todas su fuerzas. Introdujo una mano entre sus piernas y buscó su centro.
—¿Qué haces? —refunfuñó.
—Si quieres te lo explico, pero la práctica es mucho mejor.
Apartó su mano de un manotazo.
—He dicho que salgas…
—Vamos nena lo deseas tanto como yo.
—No, Brad.
Mujer tozuda.
Volvió a mirarla y enrecerró los ojos.
—¿Estás segura de que vas a cenar con tus amigas? —cuestionó.
—¿Te atreves a dudar de mí? Si te he dicho que voy a cenar con ellas eso es lo que voy a hacer, no
soy como tú —dijo con su voz cargada de impaciencia.
Estaba acercándose para lamer su cuello, intentando convencerla de tener sexo, cuando las palabras
atravesaron su cerebro. Se detuvo al instante y sus ojos volaron hacia su rostro, lo estaba cabreando de
verdad.
—Lo hemos hablado, no estábamos juntos. Solo fue un puto error que no volverá a ocurrir —dijo
entre dientes conteniendo la rabia.
—Un error ocurre en cualquier parte, tú trajiste a una guarra a nuestra cama —espetó indignada.
¿Y por qué verla tan enfurecida le excitaba? Si se atrevía a tocarla de nuevo se llevaría la mejor
patada en los huevos de la historia, y Eva era una gran pateadora de pelotas. Sacudió la cabeza.
—Nena…
—No Brad, eso fue premeditado, querías hacerme daño y lo has conseguido.
—¡Quería olvidarte! —gruñó y al momento fue consciente de sus palabras, mierda.
—¡¿Qué?! ¿Olvidarme? ¿Eso querías? —Sus gritos inundaron el baño perforándole los tímpanos.
—No nena, no es eso lo que quería decir… —titubeó.
Parecía mentira que él usara el lenguaje fluidamente en una sala llena de gente, todos pendientes de
sus argumentos, y delante de su mujer era incapaz de hilar dos frases sin cagarla. Eva lo cortocircuitaba.
—Déjalo Brad, no has sido sincero conmigo, vamos a tener que replantear…
—¿Por qué has querido volver a casa? —inquirió.
—Porque digamos que arreglé un poco las cosas…a mi manera.
Oh Dios, sabía lo que eso significaba, alguien había salido mal parado de todo esto aparte de él
mismo.
—¿Qué has hecho? —dijo entrecerrando los ojos.
—Nada que no pueda ser subsanado…pasado un tiempo —argumentó bajando la mirada, al momento
volvió a mirarlo desafiante —. Y no quiero discutir esto desnuda.
—¿Desde cuándo estar desnuda ante mí te molesta? —Se encorvó un poco hasta ponerse a su altura —
Te lo voy a preguntar otra vez, ¿qué has hecho?
—Nada, déjame salir.
—No hasta que me contestes.
Eva resopló de nuevo. La conocía demasiado bien, era imparable y un mal bicho cuando se lo
proponía. A saber qué cosa ilegal habría hecho.
—Fui a hacerle una visita.
Joder.
—¿A quién? —Tenía que oírlo de sus propios labios.
—A la furcia que te la chup…
Le puso la mano en los labios.
—Ya hemos cruzado ese puente cariño, como tenga que oír una vez más de tu boca lo que esa mujer
me hizo, juro que voy a ahorcarme.
—¿Crees que el hecho de que, según tú, la echaras a los dos minutos de haberte…eso, te libra del
daño que me has hecho? Simplemente tenía que dejarle algunos puntos claros.
Eva lo miró con un brillo extraño en los ojos. No era arrepentimiento, más bien parecía destilar
triunfo en su mirada.
—¿Lo tengo que volver a preguntar?
—Está casada —dijo de modo triunfal.
¿Casada? Y una mierda, no lo estaba, ¿verdad?
—No…
—Sí, Brad.
Ella le dijo que era libre, ¿qué coño había significado eso? Se rascó la cabeza.
—Vamos a ver, Eva. Ella no está casada, me dijo…
—¡Pues te mintió! Y tú caíste en su trampa.
—¿Trampa? ¿De qué cojones estás hablando? —pregunto frunciendo el ceño.
—¿Y sabes quién es su marido?
Negó con la cabeza, aún consternado.
—El señor Benson.
La sangre se drenó de su cara, pudo sentirlo, hasta un ligero mareo le hizo tambalear.
—¿Benson? ¿El mismo…
—Sí, Brad. El mismo Benson que va a presentarse al puesto de fiscal, ese al que aspiras tú también —
dijo seria, pero un escalofrío recorrió su cuerpo —. Tengo frío.
No se movió.
Esto podía ir en su contra, la gente era tan retorcida que accedía a esas artimañas para poder ascender
en su puesto, y él no lo había visto venir. ¿Se habían puesto de acuerdo para joderle? «Claro, idiota», se
dijo internamente.
—¡Brad! —grito Eva abrazándose a sí misma.
Se apartó y se quedó de pie en medio del aseo sin saber muy bien cómo reaccionar, y ¿cómo sabía
todo eso su chica? Se miró las manos y también el charco que estaba dejando en el suelo. La observó,
estaba secándose el cuerpo con una toalla que después enrolló alrededor de su pecho tapando apenas su
trasero.
—Quítate la ropa, Brad.
Como un robot, empezó a quitarse toda la jodida ropa dando tirones secos, aturdido por los locos
pensamientos que acudían a su mente una y otra vez. Si esto se hacía público, su carrera habría terminado
antes de empezar. La opinión pública en un país como Estados Unidos podía hacer mucho daño.
—Toma —dijo ella dándole una toalla.
Se secó como un autómata mientras caminaba hacia el dormitorio y después envolvió la toalla en sus
caderas.
—Sé lo que estás pensando, pero puedo decirte que ella no hará nada en tu contra.
Eso le hizo reaccionar. Eva era peligrosa y era muy capaz de haber amenazado a la mujer, incluso a
Benson, aunque ese hombre no se amedrentaba ante nada. Pero Benson no conocía a Eva, ella… ¿O sí la
conocía?
—Mierda, Eva. —Se sentó en la cama y se pellizcó el puente de la nariz —. Dime que no has hecho
nada de lo que deba hacerme cargo, ya la he jodido bastante…
Se sentó a su lado a un palmo de distancia, a pesar de que sabía que no quería estar cerca de él, lo
miró con compasión en sus oscuros iris.
—Fui a hablar con ella, pregunté a un par de personas y me dijeron en qué despacho trabajaba.
Cuando llegué estaba hablando por teléfono y una becaria me dijo que estaba hablando con su marido,
eso llamó poderosamente mi atención. La nena era una chismosa de cuidado, porque cuando Helena colgó
el teléfono, la chica puso cara de asco y me dijo que no le extrañaba que su marido le diera repelús
siendo quién era.
—¿Y te lo dijo?
—Sí, tuve que poner cara de póker y seguirle el juego, la niña parecía disfrutar de la desgracia de su
jefa. A saber cómo la trata.
—Eva…
—Vale, ya voy. Entré y me presenté. Ella se quedó blanca como la pared. Le dije que sabía qué había
estado contigo y al verla tan consternada vi el filón.
—¿Qué hiciste? —No estaba seguro de querer saberlo, pero algo le decía qué lo que fuera que
hubiera hecho tendría que arreglarlo, maldita Eva.
—Le comenté que tú y yo ya no estábamos juntos y que como no tenía nada que perder iba a dedicarme
a hundirla, a ella y a su marido.
—Joder, ¿la amenazaste? Eso es…
—Déjame terminar, Brad —lo miro frunciendo el ceño —. No soy tan idiota como piensas.
—Está bien.
—Me dijo que no me convenía hablar, porque tanto tú como Benson queríais el puesto. Le contesté
que lo que a ti te pasara a mí no me importaba, pero que ella no era más que una puta y que su marido lo
iba a saber a través de la prensa rosa. Se puso a gritar como una energúmena diciendo que eso podía
hundir su carrera. Después me miró con soberbia y me dijo que no tenía pruebas.
—Eso es cierto…
—Sí, pero ahí es donde entra mi capacidad para improvisar. —Le guiñó el ojo —. Le solté que
teníamos un fetiche, que era grabarnos mientras teníamos sexo para luego ver las imagenes juntos, y le
hice creer que esa noche también estaba grabada. Así que no, no le conviene abrir la boca.
—¿Y todo eso se te ocurrió en ese momento? —¿Para qué preguntaba? Eva era así de rápida en todo.
Una verdadera bomba de relojería.
—Sí, a pesar de estar cabreada contigo decidí salvarte el culo, pero no me malinterpretes, aún estoy
dolida por tu comportamiento.
—Y te he dicho cientos de veces que lo siento —contestó acariciando su labio con el pulgar. Ella no
se retiró como pensaba que lo haría —. Nena, no tenemos ninguna grabación…además sería invasión de
la intimidad…
—Lo sé, pero cuando la acusé de estar de acuerdo con su marido para sacarte del camino a la fiscalía,
me dijo que no, que ella solo te deseaba…y ahí me cabreé.
Ciertamente, todo había sido muy calmado para ser Eva.
—¿La atacaste? —preguntó cauto.
—Solo le arranqué un par de miles de pelos.
—Joder, Eva — exclamó poniéndose en pie.
—Ni joder Eva, ni nada. ¿Crees que me iba a quedar cruzada de brazos? Nadie se tira a mi novio,
aunque mi novio sea un capullo integral.
—Pero si no pasó de…bueno ya sabes.
—Imagínate si llega a pasar —dijo totalmente convencida —. Porque no pasó nada más, ¿No?
Un retortijón recorrió su tripa, no quería ni pensarlo. Ese carácter impulsivo de Eva era algo a tener
en cuenta.
—No, Eva. No estoy por la labor de mentirte. ¿Me vas a decir quién es Roger?
—Aunque no te importa, te diré que es alguien que conocí en Washington.
Se acercó a ella y la miró fijamente a los ojos.
—¿Y qué se supone que vas a hacer con él?
—No te incumbe…
—¿Esto es una especie de venganza? ¿Te vas a acostar con él?
Un brillo malévolo cruzó su mirada.
—Podría ser, aunque también tengo la opción de que solo me haga un cunnilingus.
Abrió los ojos sorprendido, esta mujer lo volvía loco en todos los sentidos.
—¿Qué? ¿No sabes qué decir, Brad?
—Haz lo que te dé la gana, nena —dijo de forma arrogante, ocultando sus verdaderos sentimientos,
pero desde luego se merecía todo el desdén que fluía de Eva.
—De eso no hay duda, cariño —dijo enfatizando el apelativo por el que siempre se dirigía él.
Capítulo 8

—Tío, no te hemos escoltado hasta aquí para que ahora no nos digas a dónde vas.
Killian y Dan habían ido delante de ellos durante el estrecho camino hasta llegar a la carretera
principal, después habían ido detrás de ellos, cubriéndoles las espaldas, pero ni en broma iba a desvelar
la ubicación de su nueva casa, eso era personal.
—Dan, si necesitáis encontrarme decídselo a Slade, él sabe dónde estaremos. En cuanto estéis en el
complejo acudiré a vuestro encuentro —explicó desde la ventanilla del coche.
Había parado en el arcén nada más divisar los rascacielos de Nueva York, no les había seguido nadie,
Nay ya no podía ser localizada, la llevaría a su nueva casa y la mantendría protegida. No podía llevarla
al complejo, Slade no hubiera aceptado que ella supiera la ubicación, así que ya era hora de partir.
Arrancó el coche y vio como sus amigos tomaban la siguiente salida. Conociendo a Killian, estaba
seguro de que volverían con sus compañeros, no dejaba a Mia sola por mucho tiempo. Ahora empezaba a
entender su obsesión, él tampoco pensaba dejar a Nayeli sola.
—Siento lo de tu coche. —Oyó la suave voz de la chica a su lado.
—Y yo siento haberme puesto así por un simple agujero. —Pero lo cierto es que seguía
verdaderamente cabreado.
—Supongo que es normal…
—Le tengo un cariño especial. —Intentó excusarse.
—¿De veras? —dijo en un tono divertido.
Wyatt la miró un instante apartando los ojos de la carretera y los momentos vividos hacía poco más de
una hora volvieron como un cubo de agua fría sobre su mente. Les habían disparado, podía haberla
perdido cuando la acababa de encontrar. Nayeli llevaba demasiado tiempo fuera de su vida, su corazón
había desarrollado una especie de coraza, se protegía a sí mismo de la pena y la rabia que sintió al
descubrir que ella ya no era libre. Apretó el volante recordando aquella sensación. Era un puto tarado,
fue él el que se había ido de su lado, ¿qué esperaba? ¿Qué ella se hubiera sentado en el porche de su
jodida casa quemada a esperarlo?
—Solo estaba bromeando…
Salió de sus pensamientos y se dio cuenta de que no había contestado a su pregunta.
—Lo sé.
De reojo vio como sus manos estaban unidas en un puño en su regazo, no sabía qué clase de vida había
vivido junto a Patrick, pero no parecía demasiado acostumbrada a ser tiroteada. Estaba nerviosa y él ni
siquiera le había preguntado si estaba bien, en todos estos años de soledad parecía haber perdido hasta
los modales.
Puso la mano sobre las suyas, las tenía heladas a pesar de la calefacción del coche.
—¿Estás bien? —pregunto reprochándose su falta de delicadeza y atención hacia ella.
—Sí —contestó sin dejar de mirar por la ventanilla —. Nueva York.
La manera en que pronunció el nombre de la ciudad lo estremeció, la melancolía en su voz era
palpable dentro del habitáculo.
—¿Recuerdas…
—Lo recuerdo, Nay. Aquél montón de revistas que mirábamos en el porche de tu casa, no podría
olvidarlo aunque quisiera, era nuestro sueño.
—Sí…
Mierda, ella estaba llorando, vio una lágrima bajar por su pálida mejilla. No podía apartar demasiado
los ojos de la carretera así que le daba pequeños vistazos y maldecía a su coche por tener cambio manual
y tener que soltarla, aunque volvía a posar su mano sobre las suyas en cuanto podía.
—Nena…
Ella suspiró y pareció recomponerse en un segundo, ¿cómo coño lo había hecho? Aparto las lágrimas
de un manotazo.
—¿Vamos a tu casa? —preguntó como si no hubiera estado llorando hacía escasos segundos.
—Sí, está cerca de la costa.
Notó su mirada clavada en él, sabía lo que estaba pensando, cuando hacían planes siempre decían que
comprarían una casa en la costa, cerca de la Gran Manzana, pero lejos del bullicio de la ciudad. No dijo
nada y ella tampoco, el silencio se instaló entre ellos.

Veinte minutos más tarde aparcaba ante la preciosa casa. Sentía que terminarla tan solo hacía unos
meses parecía una señal para que Nayeli apareciera de nuevo en su vida. Las cosas nunca salían como
uno quería, pero esta vez había sucedido y daba gracias al universo por eso.
—Wyatt, es preciosa.
Nayeli miraba la casa embobada, sus ojos recorrían la fachada y las columnas que flanqueaban el
acceso a la puerta principal.
—Lo has hecho realidad —dijo mirándole y sonriendo, aunque era una sonrisa triste.
—Nunca dejé de querer una casa en Nueva York, tengo un apartamento en el centro también. Allí es
donde vivo.
—¿No vives aquí? —preguntó extrañada.
—No, aún no me había decidido a venir…
—¿Por qué?
«Porque no estabas tú», quiso contestar, pero no tuvo el valor para decirlo en voz alta.
—Mi lugar de trabajo queda un poco lejos. —Era la única excusa factible que se le ocurrió —.
Entremos, te la mostraré.

Nay no hacía más que hacer cumplidos sobre la casa, en sus ojos podía ver que no mentía, la casa le
agradaba de verdad. No sabía cómo enseñarle la planta de arriba, iba a quedar como un patético hombre
enamorado cuando viera el mueble que había restaurado con sus propias manos. Y allí se dirigían en ese
mismo instante.
—La escalera es amplia…
—Sí, la dejé tal como estaba, solo pulí el mármol y arreglé la baranda.
—¿Lo has hecho todo tú? —preguntó ampliando su mirada.
—Sí, pero he tardado un par de años, no tenía prisa.
—Entiendo. —Se paró arriba y se asomó mirando hacia abajo, desde allí se podía ver todo el salón,
la gran chimenea y parte de la cocina —. Es genial.
—Gracias. —Se pasó la mano por la nuca y la miró —. Pocas personas conocen este lugar, creo que
aquí estarás segura. Cuando pase todo, te puedes quedar el tiempo que quieras.
Nayeli bajó la mirada y giró sobre sí misma, no contestó y eso le tenía en ascuas. De todas formas, se
acababan de encontrar, no podía esperar que lo dejara todo atrás para correr a vivir con él. Quizás
necesitaba un poco de mierda romántica después de todo. Conquistarla y tener detalles con ella. Estaba
oxidado, aunque pensándolo bien, nunca había necesitado hacer eso con ninguna mujer.
Un pequeño grito de sorpresa lo sacó de golpe de sus dramáticos pensamientos. Seguía plantado en el
amplio espacio que daba entrada a las distintas habitaciones, la buscó con la mirada y vio la luz de la
estancia donde ella había entrado. Era la primera a la que había accedido, la mujer tenía ojo.
—¿Es? —Tragó saliva — ¿Es lo que pienso qué es?
Él solo atinó a asentir, ella estaba muy pálida y fue a su lado inmediatamente, le pasó un brazo por la
cintura y la atrajo contra su pecho.
—Wyatt, ¿lo has tenido todo este tiempo? —preguntó pasando suavemente la mano por encima del
mueble con cajones.
—Te dije que fui a ver tu casa después de que mi padre me explicara lo que había ocurrido, lo
encontré entre los escombros y lo metí en una Pic Up que tenía en aquél tiempo. Hará unos diez años.
—Esa fotografía es de mi graduación…, me la hiciste tú —comentó cogiendo el marco y mirándose a
sí misma. Su voz se quebró hacia el final de la frase.
—Aquél día eras la chica más bonita del instituto. Aún recuerdo cuando te fui a recoger y me quedé
tan petrificado que, cuando tu padre me dio un manotazo en el hombro, por poco me caigo de bruces.
Eso la hizo sonreír, aunque las lágrimas aún se escapaban de sus ojos.
—Tú también ibas muy elegante.
—Venga ya, si no llenaba el traje —argumentó cogiendo su rostro entre las manos —. Ese día me
robaste el corazón…
—Éramos una bonita pareja.
—¿Le quieres? —Nay lo miró con sorpresa, preguntaba por su marido, y el cambio de tema la había
pillado con la guardia baja.
—Le quería…a mí manera —dijo tras un titubeo —, pero todo terminó el día que consintió que
abusaran de mí. Había estado ciega hasta ese momento.
Wyatt apretó la mandíbula, no lograba entender cómo una persona podía humillar a otra y que esa otra
fuera su esposa. Simplemente no entraba en su cabeza semejante aberración.
—Lamento que tuvieras que pasar por eso, Nay…
—Intento olvidarlo, me juré que no habría un trauma para mí, no soy inmune, sé que esas cosas afectan
gravemente, pero me centré en…
Se quedó callada, dando la impresión de que había dicho más de lo que quería desvelar.
—¿En qué te centraste? —indagó.
—No sé cómo puedo explicarlo sin que me juzgues.
—No lo haré.
Dio un paso atrás y se abrazó a sí misma. Su mirada se desvió al mueble que ella tenía en casa de sus
padres cuando era pequeña y que aún conservaba antes del incendio.
—En vengarme. Quiero vengarme de él, quiero destrozar su vida y todo lo que le rodea, aunque yo
misma sea arrollada en el proceso.
Soltó el aire por la nariz y alargó su mano para acercarla a su pecho de nuevo, hundió el rostro en su
pelo lo que le trajo recuerdos del aroma que recordaba de ella. Entendía demasiado bien ese sentimiento:
cuando sentías que todo alrededor cambiaba y esa impotencia se hundía en tu pecho. Había visto
demasiadas cosas. Había visto morir a un compañero por la misma puta bomba que le había herido a él.
La venganza era una cabrona que se instalaba en su mente cada vez que lo pensaba.
—¿Crees que te puedo juzgar cuando yo quiero hacer lo mismo? ¿Sabes lo que me gustaría matar a ese
cabrón?
—Lo sé. —Habló contra su pecho —. Pero es algo que quiero hacer sola, Wyatt.
—No puedes hacer esto sola…
—Sí puedo, sé cómo funciona su…negocio, lo hundiré. Me da igual que ya esté en prisión. Quiero que
vea como se derrumba todo y que no pueda hacer nada para impedirlo. Tiene muchas empresas fantasma,
tapaderas de negocios ilegales de las que poca gente sabe. Que esté metido en un agujero y hayan
destapado algunos de sus negocios no quiere decir que hayan terminado con su imperio, créeme.
—Si nos hablas de eso, podemos poner al FBI tras esos negocios ilegales.
Levantó la mirada con la clara intención de discutir cuando su teléfono empezó a sonar. Mierda, se
había olvidado completamente de su equipo y de Slade.
—Disculpa —dijo alejándose hacía el pasillo.

***

Tenía que encontrar la manera de contactar con Logan, él no había sido detenido, estaba en Las Vegas
o en Chicago, metido de lleno en su trabajo como Head hunting o cazatalentos. Sus días de lucha libre
habían terminado, pero se dedicaba a buscar a florecientes estrellas, incluso a sacarlas de otros clubes
para que les hicieran ganar dinero con asombrosas apuestas. Seguía vinculado a su anterior trabajo que
era combatir en la arena ante miles de enfebrecidos espectadores. Solo había podido salir de eso
trabajando para Patrick, pero también estaba amenazado por él. Si no se avenía a sus condiciones,
Patrick no dudaría ni un segundo en informar a su familia y a las autoridades, descubriendo así el
asesinato en el que su amigo se había visto involucrado y eso a Logan lo aterraba y desquiciaba a partes
iguales. Nadie cercano a su marido sabía de la relación que ella tenía con Logan. Patrick vivía solo para
ganar dinero y satisfacer sus necesidades sexuales, nunca pensó que, viviendo en California, Logan y ella
podrían tener una relación tan cercana a pesar de la distancia.
—Nay. —Dio un respingo cuando Wyatt apareció por detrás —. Lo siento…
—Estaba distraída.
Miraba por la ventana, aunque la oscuridad no le dejaba ver mucho más allá de la copa de un árbol a
su derecha. Sintió las manos de Wyatt en su cintura.
—Era mi jefe, tengo que acudir al complejo, el lugar donde nos reunimos —aclaró —. Voy a informar
de lo de la mezquita, necesitamos estar preparados por si debemos intervenir, pero en un principio será
cosa de los federales. Van a querer hablar contigo.
Asintió apoyando la nuca en su pecho. Pensando en cuánto la iba a odiar en los próximos días.
—Le he dicho que estabas durmiendo, así que se supone que no sé nada más. Pero deberías
explicarme en algún momento, qué propiedades tiene tu marido, quién crees qué se está ocupando ahora
de todo y lo más importante, de qué negocios se trata, solo sabemos lo de los casinos.
No podía darle más información, en cuanto se fuera huiría, buscaría un teléfono y llamaría a Logan.
Pero necesitó de todo su control para no parecer ansiosa.
—Gracias, la verdad es que estoy cansada —dijo dejando caer una verdad a medias.
—Descansa. —Cogió su la mano y la llevó a la habitación principal. Una gran cama de sábanas
blancas dominaba el espacio —. Ahí está el baño — dijo señalando una puerta dentro de la habitación.
—Creo que me daré una ducha antes de dormir…
—Está bien, solo tardo un par de horas.
—¿Vas muy lejos? —preguntó pareciendo casual. En realidad, quería saber de cuánto tiempo
disponía.
—A unos veinte minutos de aquí —informó acercándose a ella —. ¿Estarás bien?
Su mano acarició sus cabellos lánguidamente como era su costumbre. Eso la relajó viniendo de él.
—No te preocupes…
No pudo seguir hablando, los labios del hombre estaban sobre los suyos, los dientes tirando de su
labio inferior. No pudo evitar separarlos e invitarle a seguir besándola. Sus lenguas se encontraron e
iniciaron una bella danza. Sentía como su cuerpo despertaba, algo que siempre le había pasado con él y
solamente con él.
Cuando Wyatt se separó, los dos tenían la respiración agitada. Se miraron durante unos largos
segundos.
—Juro que si pudiera te lanzaría sobre esa cama ahora mismo.
Eso la hizo sonreír. El deseo era compartido.
—Sé que lo harías, pero te esperan…
—Será mejor que me vaya. Dejaré puesta la alarma y te dejo mi teléfono. Si me necesitas llama a
Slade, está en la memoria. Mañana te conseguiré uno.
—Gracias.
Dejó el teléfono sobre la mesita de noche y sin mirarla salió de la habitación dando largas zancadas.
Se lo había puesto fácil después de todo. Le dolía enormemente lo que iba a hacer, pero necesitaba
hacerlo, quería poner sobre aviso a la única persona que le importaba en el mundo en el que había vivído
hasta ahora y ese era Logan. No dejaría que los federales cayesen sobre él.
Se sentó en el borde de la cama y miró el móvil. Un sonido a lo lejos le advirtió de que Wyatt ya había
salido y la alarma estaba activada. Se asomó a la ventana y vio las luces traseras del agujereado coche
salir hacia la carretera principal. Una sonrisa afloró en su rostro por la reacción de su exnovio en cuanto
vio lo que le habían hecho a su querido Porsche.
Se concentró en llamar a Logan. Tenía su número memorizado por miedo a que Patrick lo descubriera
en la agenda de su móvil. Lo que no le había contado a Wyatt era que en alguna de las pocas ocasiones en
las que había escapado de su marido y de todo lo que le rodeaba, había ido a parar a él y Logan le había
dado cobijo en su casa. Él siempre la había ayudado, pero estaba tan atado a su marido como ella. Las
horas que habían pasado juntos le habían servido de terapia. Su amigo era de esas personas que nunca
perdían la sonrisa, sólo había una cosa con la que el hombre no podía lidiar y era con su familia. Ella
quería ayudarlo con eso, pero él se había negado rotundamente.
Marcó el número y esperó.
—Habla —contestó seco, un montón de ruido de fondo le dijo que estaba asistiendo a una de esas
famosas peleas clandestinas.
—Logan, soy yo.
Capítulo 9

—Hombre, por fin llegó el gran hombre —dijo con todo el sarcasmo Michael, al verlo entrar por la
puerta.
Wyatt le dedicó una mirada iracunda y se dejó caer en el único sillón que quedaba libre, entre Dan y
Matt.
—Bien, ahora que estamos todos. Wyatt, agradeceríamos una explicación por tu parte —exigió Slade.
Se removió en su asiento y recorrió las caras de sus compañeros. Todos parecían cansados, pero por
otro lado eran las tres de la madrugada.
—Como ya sabréis Nayeli Grant es la mujer de Castor, hacía años que no la veía, nosotros…
—Habíais sido pareja, lo sabemos —abrevió Slade.
—Lo hemos notado, sí —dijo Dan canturreando.
—Cállate, Dan —sentenció Pam que estaba sentada a su lado mirándolo con furia.
—No hace falta que nos cuentes los detalles, pero, ¿eres consciente de que podíais haber muerto hoy
en ese pueblo? —continuó el jefe.
—Lo sé, no pensé que podíamos estar en peligro, llamé a Ian…
—Y eso salvó tu lamentable culo —soltó Killian sin mirarle, enfrascado en su móvil.
—Killian…
Mia frunció el ceño a su compañero y luego lo miró con una sonrisa de disculpa en los labios,
animándolo a seguir.
—A ver si podéis cerrar las jodidas bocas —gruñó el capitán —, para tu información el FBI ya está al
tanto del tiroteo de esta noche. Quieren hablar contigo, Wyatt.
—Ya imagino. —Se pasó la mano por la nuca y continuó —. Llamé a Ian y me dijo que no había nada
contra Nayeli…
—Ahora sí —contestó el aludido —. El fiscal ha emitido una orden de búsqueda. Lo siento Wyatt.
Se envaró en su silla y se quedó mirando a Ian. Este asintió en su dirección.
—Mierda.
—Sí, mierda —repitió Slade —, ¿dónde está?
—En mi casa, durmiendo.
Joder, esto ya era difícil sin esa puta orden, porque no era ningún idiota, sabía lo que ella quería hacer
y había confiado en poder hacerla cambiar de idea. Ahora tendría que entregar a su chica y, aunque fuera
solo para interrogarla, ya le estaba pateando las pelotas ese solo pensamiento.
—¿De qué conoces a Castor? —continuó el jefe.
—Su nombre es Patrick Holton, como ya sabréis a estas alturas. —Todos asintieron —. Éramos
amigos de pequeños, vivía cerca de la casa de mis padres. Nayeli y él se casaron poco después de que yo
ingresara en los Delta Force. No había vuelto a saber de ellos y en un principio no la reconocí.
—Eso imaginamos todos —comentó Mia.
—¿Qué es eso de la sinagoga? —preguntó el jefe. Él le había dado un adelanto por telefonó, pero
Slade quería que lo explicara ante sus compañeros, el hombre siempre era así de práctico.
Vio como Michael se echaba hacia delante en su asiento, prestando la máxima atención.
—Me contó que quieren atentar contra la sinagoga del lado este de Manhattan, pero no sabe el día,
aunque cree que no es inmediato. Oyó una conversación entre Castor y un traficante de armas, le dijo que
tendría su mercancía para finales de mes.
—Te voy a hacer una pregunta y no te vuelvas loco —dijo Slade serio —. ¿Esa mujer es de fiar?
Se pellizcó el puente de la nariz, ¿qué podía decir? Para él sí lo era, pero entendía el punto de vista de
su capitán.
—La conozco desde niña…
—También Killian conocía a Laurel Coleman—replicó Elijah.
—Mierda tío, no me toques los cojones —saltó el teniente al momento.
—Solo era un apunte.
Esa loca de Laurel los había puesto contra las cuerdas cuando facilitó información a los rusos y
después a los hombres de Castor. Mia fue secuestrada y casi violada en el proceso, salvó su vida por
muy poco al ser herida por arma blanca cerca del corazón. Esa puta se podía pudrir en la prisión de
mujeres más cercana si por él fuera.
—¿Y bien? ¿Vale la pena el riesgo que has corrido por ella? —Insistió Slade.
—No lo sé. —Le jodía decir esas palabras, pero hacía doce años que no sabía nada de ella. Las
personas cambian. Y él debía proteger a su unidad.
—Bien, voy a informar sobre los planes de atentar contra la sinagoga. Michael habla con tu familia,
hazles entender que esto no va en broma y que no pueden ir durante un tiempo.
—Mañana les llamaré sin falta —contestó el aludido mirando su reloj, era demasiado tarde para
molestar.
—¿Nosotros qué vamos a hacer? —preguntó Matt.
—Nada, no nos incumbe a menos que se requieran nuestros servicios —contestó el capitán.
—Hay otros negocios, pero Nayeli no me ha dicho de que se trata.
—Mañana, a primera hora, tú mismo la llevarás ante el fiscal del distrito, no queremos que te acusen
de obstrucción a la justicia y con él, sí va a tener que hablar. Si no hay nada más que decir, podéis
retiraros a descansar.
Se pusieron en pie y poco a poco todos fueron saliendo de la sala, Mia se acercó y le besó la mejilla.
—Si necesitas algo llámame, Wyatt.
Asintió y vio la cara malhumorada de Killian. El hombre no llevaba demasiado bien la amistad entre
ellos dos, pero para ser sincero, le importaba una mierda.
Solo quedaba el capitán, Ian y Aylan cuando este último susurró una maldición que no entendió, El
hombre era la primera vez que hablaba desde que él había llegado.
—¿Qué? —interrogó Slade.
—La alarma de tu casa está sonando –informó dirigiéndose a él.
Joder, ¿la habían encontrado de nuevo? Estaba sola, malditamente sola y él no podía protegerla, creyó
firmemente que estaría a salvo y aislada del peligro.
—Rápido, pásame un teléfono.
Ian le lanzó un móvil y sus dedos volaron marcando su propio número. Apagado, su puto móvil estaba
apagado.
—Ian, ¿puedes encontrar mi teléfono?
Mientras Ian aporreaba las teclas, Slade lo cogió del hombro.
—Vamos, te llevaré a casa, veamos qué pasa, puede ser que haya abierto una puerta…
—La señal de la alarma es de la puerta principal —informó Aylan.
—Tengo el coche fuera…
—Déjalo aquí, no queremos llamar la atención con un maldito Porsche agujereado.
En eso tenía razón. Ya la había jodido bastante por una noche.
—Ian, llama a Bryan y que te pase con Adrian Tavalas. Ya no me fio de nuestro contacto, ese cabrón
de Bryan siempre oculta algo, que Adrian te facilite la forma de comunicar con él directamente. Creo que
ahora no está infiltrado.
—Sí jefe. Tu teléfono no emite señal alguna —dijo Ian mirándolo a él.
—Llámame en cuanto sepas algo.
Wyatt ya estaba atravesando la puerta de salida del complejo, quería llegar a Nayeli cuanto antes, no
tenía ni idea de por qué se había disparado la alarma, esperaba que fuera un error. Tocó su arma
escondida en la cinturilla del pantalón y volvió a insistir con el teléfono. Nada, seguía apagado.

En tiempo record estaban entrando en su casa con la pistola en la mano y a oscuras. Se quedaron
quietos escuchando cualquier sonido. Nada, la casa parecía una tumba. Slade le hizo una señal y encendió
las luces. A primera vista todo parecía estar en orden. Subió las escaleras de tres en tres y entró en la
habitación principal. La cama seguía igual, nadie había dormido allí.
¿Dónde estaba?
No parecía haber nada fuera de su sitio. Miró el aseo y había un par de toallas apoyadas en la bañera,
había usado la ducha. Mierda, ¿podría ella haber abierto la puerta a alguien y…
—¡Wyatt! —El fuerte tono de Slade interrumpió sus pensamientos —. Baja a ver esto.
Se lanzó escaleras abajo temiéndose lo peor. El timbre de voz del capitán no presagiaba nada bueno.
Llegó a la cocina y vio al hombre apoyado en la isla central. En cuanto lo vio, señaló con el pulgar hacia
su derecha.
—Parece que te han dejado una nota de despedida.
¡¿Qué?!
Se acercó y un papel blanco con un bolígrafo cruzado en medio dejaba ver el escueto mensaje. «Lo
siento. N.»
—¡Joder! —exclamó furioso, cogiendo la hoja y arrugándola en su puño para luego lanzarla a través
de la estancia.
—Algo me dice que te temías algo así —dijo Slade impasible ante su arrebato.
Se llevó las manos a la cabeza aun sosteniendo el arma. Cerró los ojos y se reprendió a sí mismo.
Nunca tenía que haberla dejado, pero pensó que al menos esta noche estaría aquí. Por otro lado, le había
dado la oportunidad perfecta para escapar. ¿Se habría ido andando?
—He comprobado la otra salida —dijo el capitán señalando la puerta del jardín —, está cerrada.
—Había unas llaves de recambio en el cajón —dijo abriéndolo —. No están, ni tampoco unos pocos
billetes que dejé.
—Bien, llegados a este punto ya sabemos que se ha ido voluntariamente, poco más podemos hacer…
Wyatt se envaró y se giró lentamente para encararle.
—Si crees que voy a dejar que ande por ahí sola estas muy equivocado, jefe. —La última palabra la
dijo en un tono muy mordaz.
Slade no reaccionó, solo clavó sus ojos en él.
—Sí pensaras con la cabeza en vez de hacerlo con los huevos habrías caído en la posibilidad de que
haya podido llamar a un taxi.
Joder, tenía razón. Definitivamente no estaba usando el cerebro. Solo podía pensar en lo que esos tíos
harían con ella si sospechaban que había hablado.
—Mi teléfono lo tiene ella. La compañía de taxis no está obligada a dar información si no es con una
orden judicial.
Slade resopló.
—Déjame eso a mí —dijo resuelto —. ¿Tenías alguna compañía de taxis grabada en tu agenda?
—Como todo ser con dos dedos de frente que resida en Nueva York.
Le dijo la empresa de taxis y Slade llamó a Ian.
Diez minutos después colgó.
—Ian dice que tu móvil sigue apagado, está hablando con la compañía. Siento haber tenido que dar la
ubicación de tu casa, sé que querías mantenerlo para ti, pero…
—Ya no importa…
Guardó de nuevo la pistola y apoyó las manos en la encimera dejando caer la cabeza.
—Me siento como un completo idiota.
—Lo eres. —Pero algo en su tono le dejó claro que se estaba riendo —. Bienvenido al club.
En otras circunstancias se habría reído, pero no estaba de humor. Sabía que su jefe se refería a Killian
y a él mismo cuando habían hecho cosas impensables por sus mujeres.
—Tengo que encontrarla…
—Está bien. Pero no lo harás solo.
—No es necesario que os metáis en esto —afirmó rotundo levantando la cabeza para mirarle.
—No, no es necesario, tienes razón en eso, pero no tengo que recordarte que últimamente eso de ir
detrás de algunas damas se ha convertido en una prioridad.
La unidad al completo podría ser acusada de obstrucción a la justicia si no informaban sobre Nayeli.
Aunque en realidad no tenían ni idea de dónde coño se había metido. Slade iba a ser padre otra vez y
Killian estaba empezando una vida en común con Mia. Complicar la vida de sus compañeros no entraba
en sus planes.
—Déjame ir a buscarla y os mantendré informados.
—No Wyatt, necesitas a tu equipo cubriéndote, dentro de cuatro meses tenemos que ir al sur del
Yemen para custodiar un cargamento. He aceptado el trabajo y os necesito a todos, así que primero
solucionamos esto y después estás al cien por cien con tu unidad, ¿estamos?
Mierda, ya estaba saliendo a flote la puta hermandad, ¿tan seguros estaban de que a él le importaba
Nayeli?
—¿Y si resulta ser tan culpable como su marido? Os habré metido en esto…
—Tú sabes que no es así o no estarías tan preocupado. Esa mujer te importa demasiado y eso nos
concierne. Siempre he confiado en tu criterio, eras el capitán de la otra unidad hasta que te metí en mi
equipo. No te puse ahí por casualidad, Wyatt.
Iba a discrepar cuando el teléfono de Slade sonó.
—Dime Ian…
Wyatt arrugó la frente. Él confiaba en Nay, pero ella se había ido, ¿realmente Nayeli quería solucionar
esto como le había dicho? ¿O huía porque era culpable? Si al menos hubieran hablado antes…, pero le
había dado espacio para que confiara en él y no había sido hasta los últimos días que ella había decidido
hablar.
—¡Joder!...— La exclamación del jefe llamó su atención y volvió a fijar su mirada en él —…está
bien, no informes a Killian o va a arrasar con todo… ¿has podido hablar con Tavalas?...bien, espero tu
llamada.
Cuando colgó, algo le dijo que las cosas se estaban complicando. Ya no podía esperar más, tenía que
saber dónde estaba ella.
—Laurel Coleman está en libertad —soltó Slade pellizcándose el puente de la nariz.
—¿La misma Laurel Coleman que intento plantarle un hijo a Killian? ¿La mujer que puso en peligro la
vida de Mia? ¿La hija de puta que casi consigue que nos maten a todos en África? —Conforme hacía las
preguntas su estado de ánimo iba empeorando.
—La misma…
—¿Qué cojones pasa con la justicia en este país?
—No tienen suficientes pruebas contra ella y no la pueden retener más tiempo —explicó soltando el
aire de sus pulmones.
—Killian…
—Killian no será informado…de momento.
El carácter de Killian era fuerte. De la misma manera que bromeaba era capaz de estallar como la
pólvora, el hombre era intenso. Y además culpaba a esa mujer del intento de violación que sufrió Mia.
—Vayamos a ver que hay en la cuarta avenida con Lincoln, a tu pequeña ladrona le ha parecido
interesante bajarse del taxi en ese punto.
¿Qué había en esa dirección? Coforme pasaban los minutos, Wyatt se sentía más y más perdido con
respecto a Nayeli.
Capítulo 10

—¡Matt! —el grito de Thomas por poco le provoca un paro cardiaco. Se incorporó después de dejar
su bolsa en el suelo de la entrada y miró a su pareja frunciendo el ceño.
—Deberías dejar de hacer eso —lo recriminó acercándose a él.
—Lo siento, pensé que estarías fuera más tiempo. —Matt lo miró de arriba abajo. Llevaba unos
pantalones cortos de deporte y una camiseta de tirantes anchos. Su elegante y tonificado cuerpo estaba
expuesto ante él.
—¿Y tú no deberías estar durmiendo? —preguntó poniendo la mano en su nuca, atrayéndolo a su
cuerpo.
—Estaba leyendo cuando te he oído entrar…
Matt no dejo que Thomas terminase la frase, estampo los labios en los de su compañero y lo besó
como si hiciera días que no lo veía.
Thomas había conseguido cambiar muchas cosas en él; le hacía reír a menudo y había aprendido que
la gente que iba conociendo, la mayoría amigos del monitor, se comportaba con total naturalidad en
cuanto Thomas lo presentaba como su pareja. Que alguien fuera capaz de mirarle sin juzgar su condición
sexual y sin prejuicios aún lo tenía desconcertado, quizás era hora de pasar página y olvidar a los
energúmenos que, sin siquiera saber a ciencia cierta nada sobre él, lo habían lanzado a los lobos. Su
juventud había sido difícil y, aunque le costaba reconocerlo, se había alistado en los Marines solo para
demostrar lo macho que era. Nadie en el ejército había sospechado nada. Y el montón de mierda que
invadía su cerebro no empezó a dispersarse hasta que conoció a Thomas y, aun así, el camino fue
complicado. Dejó a su amor para casarse con una mujer, otro error en su existencia y en la de ella. Se
arrepentía. La chica no merecía pasar por eso.
Cuando se presentó a las pruebas de Security Ward, después de ser licenciado por resultar herido en
Kabul, pasaba demasiado tiempo con sus compañeros y no tardaron mucho en darse cuenta de que no
tenía relaciones con mujeres y optó por encerrarse en sí mismo. Slade en seguida puso remedio y con su
habitual cariño le soltó aquello de: «no te apartes de la unidad, somos una hermandad y tú perteneces a
ella. Me importa una mierda con quién se acuesten mis hombres, solamente exijo que se haga bien el
trabajo y se respeten las normas de la empresa», y el tema quedó zanjado.
Ahora reconocía que era él el que empezaba a llevar las riendas de su propia vida, sin sentirse
apartado por mentes retrógradas y demostrando el amor que sentía por Thomas. Lo besaba cuando le
apetecía hacerlo y él siempre lo recibía gustoso. En lo único que no podía ceder era en mostrar su amor
de manera pública aún había gente en este jodido mundo que no aceptaban que el corazón no entiende de
reglas establecidas por una sociedad que, aunque iba mermando, seguía pensando que las parejas del
mismo sexo eran algo así como los hijos del diablo.
—¿Dónde estabas? —preguntó Thomas apartándose de él.
—Sabes que no puedo darte esa información, es por tu seguridad…
—No hablo de tu trabajo —dijo entrecerrando los ojos y acariciando sus anchos y oscuros hombros
—, ¿dónde estabas ahora, mientras me besabas?
Joder, era transparente para Thomas, y lo cierto es que no tenía ganas de hablar de eso. Apoyó la
frente en la del hombre.
—Pensaba en nosotros.
—Ah eso me parece bien, porque yo estaba pensando en arrastrarte hasta nuestra cama.
Sonrió. Thomas no se andaba por las ramas. Si quería sexo lo decía alto y claro y él, como buen
Marine, estaba a sus órdenes.
—Creo que no necesitas convencerme para eso.
Por el pasillo seguían besándose y arrancándose ropa cuando el teléfono de Matt empezó a vibrar en
el bolsillo de los pantalones, ahora desechados en el suelo.
Thomas resopló y él hizo una mueca de disculpa mientras buscaba el aparato.
—Matt —contestó sin apartar la mirada de Thomas.
—Tenemos una situación, tienes media hora para llegar al complejo —apremió Aylan.
—Estoy en camino —dijo justo antes de colgar.
Thomas se sentó en el borde del colchón y sonrió.
—Era demasiado bueno.
—Lamento tener que marcharme —dijo mientras se iba vistiendo de nuevo.
—Lo sé, nos quedan muchas noches por delante, solo ten cuidado…
—Siempre lo tengo, Thomas. —Se acercó a darle un ligero beso y fue a recoger su bolsa que aún
estaba en la entrada.

***

Cinco manzanas. Logan le había dicho que se bajara del taxi a esa distancia y siguiera en dirección
norte hasta un pequeño hostal llamado «El refugio». Muy adecuado, pensó.
Había apagado el móvil de Wyatt. Lo llevaba en el bolsillo junto con los sesenta dólares que había
cogido, no, robado, del cajón. Se lo devolvería algún día, si es que él la quería volver a ver, cosa que
dudaba bastante. Había traicionado su confianza y, después de todo, no habían llegado a experimentar la
cercanía que un día, tiempo atrás, tuvieron. Pero estaba decidida a terminar de una vez con Patrick y ese
energúmeno de Tyler, con la ayuda de Logan.
Mientras caminaba por la solitaria calle no dejaba de mirar a un lado y a otro. Estaba desierta a esas
horas, solo se escondía entre las sombras cuando pasaba algún coche. No llevaba abrigo y estaba muerta
de frío así que cuando tenía vía libre corría en algún tramo.
De pronto, en la lejanía, vio un cartel iluminado de neón al estilo de los años ochenta. Había un par de
hombres en la acera de enfrente, pero aligeró el paso para entrar rápidamente en el hostal. Los tipos
fijaron la atención en ella, pero desvió la mirada. Solo veinte metros más y estaría a salvo. Bajó la
mirada y anduvo lo más deprisa que le permitieron sus piernas.
Diez metros, calculó cuando alguien la agarró del brazo y la hizo girar.
—Hola muñeca, ¿tienes prisa?
Sus ojos volaron al rostro de uno de los tipos a los que acababa de ver.
—Sí, por favor…suélteme.
—Ohhh que educada es la señorita. Mira tío, tenemos a una bella dama a nuestra disposición —dijo
dirigiéndose al otro hombre que cruzaba la calle en ese momento. La habían dejado pasar para luego
seguirla, ¿cómo había sido tan incauta? Apestaba a alcohol y a algo más. Su ropa estaba tan desgastada
como sus zapatillas de deporte que algún día debieron ser blancas. Llevaba el pelo largo tapándole
parcialmente el rostro barbudo.
Tiró de su brazo, pero el hombre la tenía bien atrapada entre sus dedos, podía sentir como se le
clavaban en la carne. Si gritaba, ¿alguien la oiría? Parecía un barrio tranquilo, aunque eran casas bajas y
la mayoría tenían unos buenos barrotes protegiendo puertas y ventanas. Dudaba de que alguien acudiese
en su ayuda, pero, ¿qué sabía ella de Nueva York? Solo había venido de visita y siempre por las zonas
más exclusivas de Manhattan.
—Por favor…—La voz le temblaba y no podía evitar que el pánico la invadiera.
«Respira, respira», se decía mentalmente.
De repente el sonido de un arma cargándose a su espalda los dejó a todos paralizados. El hombre que
avanzaba hacia ellos también se detuvo de golpe.
—Suéltala. —Giró su cabeza para ver a un hombre realmente obeso con una recortada apuntando
hacia ellos.
La iban a pasar de manos, pero estaba en el mismo aprieto. Eso, o era un buen samaritano con mucho
amor a las armas y muy poco por la vida.
—Eh tío, tranquilo, solo estábamos charlando, ¿verdad nena? —mintió el hombre mientras la soltaba.
No se atrevía a moverse, no sabía lo que ese hombre armado era capaz de hacer, ¿la estaba ayudando?
¿O acababa de ganar un regalo para esta noche? Ella no sería el regalo de nadie, eso lo tenía muy claro.
—Chica, ponte detrás de mí.
Dudó, la situación no le dejaba demasiadas alternativas, pero no se fiaba de ninguno.
—He hablado con Logan hace media hora, muévete —explicó sin dejar de mirar a los hombres.
Conocía a Logan. Fijó su mirada en aquel tipo enorme con una nueva esperanza de salir de esto.
—Vamos —insistió —, no tengo toda la noche.
Acudió a su lado y se paró.
—Entra en el hostal —ordenó con su voz grave —. Y vosotros dos largaos de aquí. Ahora.
Los dos hombres volvieron a atravesar la calle sin decir una palabra y desaparecieron en la
oscuridad. Las farolas estaban tan distanciadas que el alumbrado no alcanzaba a cubrir toda la calle.
Entró en el hostal dejando al hombre fuera apuntando aún a la oscuridad. Se llevó una mano al pecho y
se permitió respirar hondo. Le temblaban las piernas.
Un sonido a su espalda la asustó de nuevo, era otra vez él dejando el arma apoyada a un lado de la
puerta metálica y cerrando la misma con llave, después atravesó un grueso tubo y lo dejó anclado a modo
de barrera encerrándolos a los dos. Se dio la vuelta y pasó por delante de ella sin ni siquiera mirarla.
—Graci…
—Sígueme —dijo cortante.
—Sí…
Subieron unas escaleras hasta la primera planta y metió la llave en una de las puertas, la que tenía el
número doce en color dorado colgando peligrosamente a un lado del marco.
—Soy Naye…
—Sé quién eres —volvió a cortarla encendiendo la luz —, entra, mi mujer te traerá algo para comer.
No salgas de esta habitación hasta que Logan venga a por ti, tampoco te acerques a la ventana,
¿entendido?
Solo asintió, estaba un poco harta de no poder terminar ni una frase. Cuando el hombre cerró la puerta,
miró a su alrededor. La estancia parecía limpia y olía a limón. Las sabanas que cubrían el colchón junto
con una manta también estaban impolutas. De todas formas no se iba a quejar, estaba demasiado cansada.
Se quitó las botas y se tumbó. Pero su cuerpo estaba lejos de querer relajarse, demasiadas cosas
habían pasado. Se consideraba una mujer fuerte, había pasado por muchas situaciones como para mostrar
alguna debilidad, pero haber dejado a Wyatt atrás le estaba pasando factura. Una lágrima corrió por su
rostro empapándole el pelo.

***

No había nada ni nadie, la dirección que les había dado Ian era la correcta, pero era una calle desierta
en estos momentos. Si Nayeli andaba por ahí a estas horas solo se buscaría problemas. Echo a andar sin
saber muy bien en qué dirección debía buscar. No había dado ni diez pasos cuando Slade habló.
—Wyatt, no la encontraremos esta noche. Ha podido coger otro taxi. Ian está monitoreando tu teléfono
por si lo pone en marcha en algún momento.
Tenía razón, ella no se quedaría aquí esperando. Podría ser que alguien la hubiera recogido. Vio venir
a dos hombres dándose empujones el uno al otro. Un par de borrachos con suficiente lucidez como para
apartarse de su camino en cuanto fijaron su atención en los grandes hombres.
—Habrán cámaras de seguridad por aquí. Hay algunas tiendas, incluso un supermercado y un banco,
en unas horas Ian podrá acceder a ellas.
Apretó los puños plantado en mitad de la calle. Solo el camión que recogía la basura hacía ruido. Su
corazón y su cabeza se encontraban divididos. La había encontrado y vuelto a perder en tan solo unos
días. No estaba con ánimo para discutir con nadie y menos con el capitán, pero su cabeza ganó la batalla
muy a su pesar. Debían centrarse en las cámaras. Solo esperaba que ella estuviera bien, porque si
pensaba en las diferentes situaciones en las que se podría encontrar, se volvería loco. Todos estos años
había sobrevivido sin él. Prefería apelar a esas elucubraciones mentales.
—Jefe, tengo el presentimiento de que puede estar camino de California —admitió apesadumbrado.
—Sí, Ian también lo ha comentado. Vamos, pongámonos manos a la obra.

Entraron en el complejo casi una hora más tarde. Seguía nervioso, aunque sabía esconderlo bien. Sus
compañeros ya estaban despatarrados en las sillas, hablando y esperándolos. Todas las miradas se
centraron en él y juraría que había confusión en unas y compasión en otras. Resopló. Miró a Slade que
estaba abriendo una lata de cocacola.
—Dame cinco minutos, jefe –pidió.
—Tuyos, ni uno más.
Se encaminó al lavabo más próximo. Necesitaba refrescarse y pensar con claridad.
—¿Por qué, nena? —Era la voz de Dan.
—Tú estabas allí…
—¿Y merezco el castigo divino por eso? No fue voluntario, lo sabes…
—Dan, no funcionaría, los recuerdos…Quiero que te alejes de mí, deja de intentarlo, joder.
—¡Ninguno de los dos elegimos estar allí! ¡Maldita sea, Pam! —Wyatt oyó claramente lo que debía
ser un puñetazo de Dan contra la pared —. No merezco esto, es como si me culparas a mí.
—No, no lo mereces y tampoco fue culpa tuya, nunca lo he pensado. Sufriste tanto como yo, pero aún
puedo ver tu mirada. Todo lo que tus ojos decían yo también lo sentía, solo que ese odio está grabado a
fuego en mi corazón.
—Pam…
Wyatt vio la puerta entreabierta y la espalda de su compañero. Dan, tenía las manos apoyadas en la
pared y por encima de su hombro asomaban los cabellos negros de Pam. Siguió su camino, ya había oído
suficiente sin pretenderlo, así que se metió en el baño y cerró la puerta, no tenía ni idea de lo que estaban
hablando esos dos, pero en cualquier caso parecía algo privado, nada que ver con él.
—Joder —dijo mirando su reflejo en el espejo.
Se mojó el rostro con las manos y se secó. Había confiado en Nayeli, lo había hecho sin pensar
siquiera en las consecuencias, no era ningún niño, ¿por qué pensó que ella le esperaría? Nada volvería a
ser como antes, ahora eran dos adultos, cada uno con sus problemas y sin pretensiones para compartirlos.
Estaba cansado, no había pegado ojo desde la noche anterior. Oyó los pasos de Pam y Dan en el pasillo.
Hora de asistir a la reunión.
—Las cámaras no captan a Nayeli ni al taxista, solo funcionaban dos de ellas —anunció Ian nada más
verlo entrar de nuevo —. El teléfono sigue apagado.
—Mierda —susurró, pasándose la mano por el pelo.
—Atención —demandó Aylan —. Ian está preparando el dron de reconocimiento, las coordenadas que
me ha pasado Tavalas coinciden con una enorme mansión situada en los acantilados cercanos a Santa
Mónica. Esa especie de palacio debe pertenecer a Castor, aunque no figura en ningún registro.
—Perfecto, Wyatt sostiene que la mujer puede haber vuelto a California. —Slade miró a su alrededor
y asintió —. Ahora que estáis todos, os informo de que esto es una misión no oficial. El FBI está detrás
de los hombres de Castor, nosotros no vamos a entrar en eso, tampoco nos lo han pedido, así que nuestro
cometido será sacar a la esposa de ese cabrón antes de que alguien decida que es mejor silenciarla.
Wyatt chasqueó la lengua. Sabía que sus compañeros le ayudarían, a pesar de que no tenían muy claro
a lo que se enfrentaban.
—Ni lo intentes, Wyatt —dijo su capitán cuando él estaba a punto de poner objeciones.
—Jefe, puedo ir yo y convencer a Nayeli de que vuelva conmigo.
—Tavalas dice que son tantos como un pequeño ejército. Hay negocios muy rentables involucrados.
En estos momentos la tensión debe ser extrema, no confían en nadie y aunque vayas como amigo de ella,
te mantendrán tan vigilado que no tendrás ni una sola oportunidad de acercarte a la chica.
—Lo mejor es tratarlo como la recuperación de un civil. Dentro y fuera —expuso Killian.
—Exacto, esa es la idea.
Wyatt miró a sus compañeros, todos asentían con la cabeza y Matt levantó el pulgar. Tal como había
dicho Slade, sus compañeros se involucrarían para ayudarle.
—Que quede claro que esa mujer va a ser entregada a las autoridades, no admito discusión alguna en
este punto —advirtió el jefe mirándole directamente—. Espero que no tengas ningún problema con eso
Wyatt, tengo la firme convicción de que Nayeli es una víctima más, así que no espero cargos contra ella,
pero si no es así, quiero que entiendas que nosotros no ayudamos a criminales.
—Entiendo —contestó sin cambiar la expresión de su rostro. Por dentro estaba realmente cabreado,
ella no era ninguna criminal y le daba igual si lo fuera, era su Nayeli, la ayudaría en todo lo que pudiera
para que no terminara con sus huesos en prisión.
—Bien, aclarado este punto, pasemos a otra cosa. Ian viene con nosotros, es el único, junto a Aylan, al
que no conocen. Puede pasar por un invitado si se diera el caso. —Centró su atención en Aylan —. Te
quedaras aquí, eres el enlace.
—Entendido.
—En cuanto recibamos el aviso de Aylan nos pondremos en marcha. Ahora tenemos unas horas para
descansar, pero nadie puede salir del complejo.
—Sí, jefe —contestaron casi todos a la vez saliendo de la sala.
Wyatt se echó en la cama de la habitación del fondo y miró el techo blanco, estaban acostumbrados a
dormir en cualquier sitio, en su entrenamiento militar les habían adiestrado para inducirse al sueño
profundo, aunque fuera durante diez minutos. Desconectar la mente y relajar el cuerpo era la mejor arma
para mantenerse vivo durante las incursiones en terreno enemigo. Pero en estos momentos era incapaz de
dormir. ¿Dónde estaba Nayeli? ¿Le habría ocurrido algo? Ese sentimiento de impotencia no le era
desconocido. Uno de sus hermanos había desparecido de sus vidas y no habían vuelto a saber de él.
Nunca había comentado nada a Slade, ni pedido su ayuda para localizarle. Algo le decía que Raoul
andaba metido en algo turbio y se negaba a que sus compañeros conocieran esa parte de su familia. Pero
él había incluso contratado a un detective y ninguna investigación había dado sus frutos. Prefería pensar
que su hermano estaba en algún lugar fuera del radar de su familia, a pensar que habría muerto en alguna
cuneta y su cuerpo enterrado como un desconocido cualquiera, con una lápida sin nombre.
Capítulo 11

Al final se había quedado dormida. La mujer del gran hombre que la había metido aquí le trajo un
vaso de leche y unos dulces, se lo agradeció y se bebió la leche dejando a un lado la comida. Unos
golpes en la puerta la trajeron de vuelta al mundo de los vivos. Se levantó y aún adormilada la abrió. Un
punto a favor del gigante, la puerta no estaba cerrada con llave. Parecía tener claro que ella no iría a
ninguna parte.
Logan estaba plantado ante ella, pero con la cabeza girada, parecía vigilar la escalera.
—Hola —saludó.
El hombre la miró y entró tan rápido dentro que tuvo que apartarse a tiempo para dejarle pasar. Él
mismo se giró para cerrar y después la abrazó apretándola contra su pecho.
—Nayeli, por fin sé algo de ti. Creí que te habían detenido o peor…
—No, logré escapar —dijo envolviendo los brazos alrededor de la masculina cintura.
—¿Dónde has estado? ¿Por qué no me llamaste antes? He tenido que seguir con mi vida como si no me
estuviera rompiendo por dentro por no saber de ti, pero ya sabes que no puedo preguntar, solo he pillado
comentarios aquí y allá. Fui al imperio de ese tarado de tu marido con una dudosa excusa sobre trabajo
para ver si conseguía saber de ti. Me dijeron que ya contactarían conmigo y no me dejaron entrar. Han
cerrado filas, imagino que están debatiendo sobre un nuevo líder. Dime que estás bien…
Ella se separó un poco de su cuerpo para mirarle a los ojos, Él siempre se preocupaba por ella y eso
lo podía ver en su mirada, el marrón de sus ojos, normalmente inexpresivos, se llenaban de calidez
cuando estaban juntos.
—Wyatt me ayudó a salir de la redada…
—¿Wyatt? —preguntó tensándose. El acero invadiendo de nuevo su mirada.
—Sí, Logan. —Odiaba llamarle así, pero él no quería que usara su nombre real.
Se sentó en la cama mientras él seguía de pie mirando un punto fijo en el suelo.
—¿Le hablaste de mí? —preguntó de nuevo sin apartar sus ojos de lo que fuera que centrara su
atención.
—Logan, mírame. —Esperó a que él lo hiciera —. Te prometí que nunca le hablaría de ti. De hecho,
no esperaba verlo nunca más, pero aun así, quiero que sepas que no lo hice.
—Te lo agradezco, no estoy preparado para que meta las narices en mis asuntos.
Ella puso los ojos en blanco, maldito ego masculino.
—¿Sabes? Te quiero Logan, pero no te entiendo, él podría…
—¡No! Ya sabes cuál es mi opinión en este asunto, no insistas.
Nayeli soltó el aire de sus pulmones. Era demasiado tozudo, no conseguiría nada discutiendo con él.
—Está bien, ¿qué tienes pensado?
—Llevarte conmigo, por supuesto.
—Voy a ir a la mansión, Logan. Podrías venir conmigo…
—¿Te has vuelto loca? No tenemos ni idea de lo que está pasando. Me consta que aún no hay un líder
decidido y que es Tyler Cook el que está llevando las riendas…
—Eso va a mi favor, Logan. Si aparezco ahora sería muy oportuno, sigo siendo la mujer de Patrick
Holton. Es nuestra oportunidad.
Logan se agachó ante ella y puso las manos en sus rodillas. En sus iris volvía a ver ese cariño que
sentía por ella.
—No nena, ese hijo de puta te violó, no hay nadie por encima de él ahora, ¿qué crees que hará
contigo? No puedo soportar que te hagan daño.
—Si juego bien mis cartas —dijo acariciando su fuerte mandíbula —, puedo… podemos conseguir
que todo se hunda.
—¿A costa de tu vida? Nayeli…
—Escúchame. Tengo el teléfono de Wyatt, solo que haga el intento de ponerlo en marcha me
localizará, aún trabaja en esa empresa de seguridad, tal como me dijiste, aunque tuve que fingir que no
sabía a qué se dedicaba cuando él mismo me lo explicó. —Puso un dedo en sus labios cuando intentó
hablar —. Tienen conexiones con el FBI, podemos hacer que los cojan a todos.
—No voy a poder dejarte en ese lugar y largarme, no puedo dejarte con esos tarados.
—No lo harás, ya se me ocurrirá algo para que puedas quedarte cerca.
—¿Y si no lo consigues? Mierda, Nayeli, ¿cómo sabes que no te pegarán un tiro nada más aparecer
por la puerta? Quiero protegerte, nena.
—Hablaré con Tyler por teléfono, le diré que Patrick me ha dado órdenes y que debo cumplirlas.
—No te creerá…
—Lo hará, si le dejo ver que lo que quiere Patrick es ponerlo al mando, sabes que es algo a lo que no
podrá negarse.
—Está bien, no saben nada de nosotros, podría funcionar.
Se acercó y besó su mejilla.
—Si estás a mi lado me sentiré más segura.
—Te quiero, preciosa.
Ella esbozó una sonrisa.
—Lo sé.
Logan se levantó y paso una mano por su largo cabello. Algo le inquietaba, le conocía demasiado
bien.
—¿Cómo lograste deshacerte de Wyatt? Me dijiste que estabas en una casa a las afueras de Nueva
York, pero no cómo habías llegado hasta allí.
La tristeza la invadió. Volver a ver a Wyatt, incluso haberse acostado con él, había despertado tantos
sentimientos que no sabía muy bien cómo manejarlos.
—Era su casa, Logan. Él me ofreció su casa para que pudiera descansar y yo le pagué escapándome.
—Joder nena. Estabas a salvo, debiste quedarte allí…
—Te dije lo que quería hacer. No puedo dar la ubicación de la mansión en California y esperar a que
los atrapen a todos, además no hubiera podido avisarte. Tenemos que saber cuáles serán los movimientos
para dar el paso definitivo, ese que los meta a todos entre rejas, y para mí no era una opción que tú
estuvieras entre ellos.
—Deja de preocuparte por mí, sé resolver mis problemas.
—Lo sé, no volveremos a discutir eso —dijo levantándose para meterse en el baño —. ¿Tengo tiempo
de darme una ducha?
—Quince minutos. El Jet nos está esperando en el aeródromo. Si nos retrasamos meteremos en
problemas al hombre que me ha permitido usarlo.
—De acuerdo, en seguida salgo.
Si Logan no se dejaba ayudar, poca cosa podía hacer. Suponía que para él era una vergüenza tener que
dar explicaciones de cómo había caído en las redes de Patrick. No se lo había explicado nunca y parecía
que era un tema tabú, pero ella sabía de qué iba el asunto. A pesar de todo, buscaría la manera de
tenderle un cable, lo quisiera él o no.

***

—¡Eres un miserable! —gritó la secretaria entrando en su despacho como un vendaval.
Brad se sobresaltó en su sillón y miró a la rubia que resultaba ser la esposa de Benson. Se recompuso
enseguida.
—Lo siento, no he podido pararla —dijo Any, su secretaria personal, asomando la cabeza por la
puerta entreabierta.
—No te preocupes Any, déjanos solos. —La chica hizo una mueca y salió cerrando la puerta.
—¿Qué se te ofrece, Helena? —pregunto pellizcándose el puente de la nariz.
—¿Por qué le contaste a tu novia lo nuestro? ¿Sabes qué está loca?
Casi le dieron ganas de reír, la mujer parecía haber hecho el gran descubrimiento del siglo. La miró
por primera vez a la cara y no pudo evitar hacer una mueca ante el estrambótico peinado que lucía. Era
una especie de moño alto que estaba rozando su frente.
—Sí, no hace falta que pongas esa cara, tu novia me atacó —confirmó tocándose el horrible moño.
—¿Quieres presentar cargos? —preguntó prefiriendo no imaginar la calva que había debajo de ese
amasijo de cabellos retorcidos.
—No, solo quiero que desaparezca esa grabación. ¡Sois un par de enfermos! —bramó furiosa.
—Está bien, cálmate. Empecemos desde el principio. —Se apoyó en el borde de la mesa y cruzó los
brazos sobre su ancho pecho —. ¿Por qué no me dijiste quién era tu esposo?
—Solo hacía unos días que nos habíamos casado, lo hicimos de manera íntima y poca gente lo sabe.
—¿Y no te importó serle infiel? Joder, solo unos días y ya estabas con otro…
—Las razones que me llevaron a hacerlo a ti no te incumben.
—¿Acostarte conmigo? ¿O casarte con Benson?
—Ninguna de las dos, además, no nos acostamos —respondió moviéndose incómoda.
—No, no lo hicimos, pero siento decirte que así no llegaremos a ninguna parte.
La chica lo miró furiosa.
—No quiero hundir su carrera, ni tampoco la tuya. Me gustaría que esto se quedara como está.
—¿Por qué no te creo? —dijo entrecerrando los ojos.
—¿Qué tengo que hacer para que me creas?
—Firmarás un contrato de confidencialidad.
La observó detenidamente. No tenía ni idea de lo que pasaba por la mente de esa mujer, podía haber
sido un capricho irse con él aquella noche, ¿o había algo oculto en sus planes?
—¿Qué? ¿Por qué?
—Fácil nena, nos tienes a los dos pillados por los huevos, no consentiré que el día que decidas hablar
con la prensa no pagues un alto precio por tus palabras —explicó dando la vuelta a la mesa y sacando un
papel redactado de su cajón —. Léelo, tómate tu tiempo.
Le arrancó el documento de la mano y se sentó. Brad se sentó también detrás de su escritorio. La
verdad es que no entendía ninguna de las acciones de esa chica, pero no podía permitir que se
inmiscuyera en su carrera.
—¿Un millón de dólares? ¿Te has vuelto loco? —preguntó señalándolo con el papel.
Que se lo pidiera a su marido en caso de necesitarlo, no se sabía muy bien por qué, pero ese hombre
manejaba grandes cantidades de dólares en bolsa. Muchas de sus empresas cotizaban altos porcentajes
que le reportaban una buena solvencia.
—No debería preocuparte, si tus intenciones son buenas…
—¿Y si no quiero firmar? ¿Qué harás?
—Ir directamente a hablar con tu marido, tal vez entre los dos encontremos la solución —contestó
imprimiendo seguridad en su voz —. Creo que todo esto te viene grande, Helena.
—Eres una sabandija…
—Estoy totalmente de acuerdo —la cortó —. Ahora te pregunto: ¿Qué va a ser?
—Lo firmaré, pero yo tampoco confío en ti.
—Pues tendrás que hacerlo, no me interesa verme involucrado en esta mierda, y eso debería darte una
pista —explicó mientras le alargaba un bolígrafo.
La chica se lo arrebató de la mano y firmó, después le lanzó el documento que aterrizo delante de sus
narices y encaminó hacia la puerta.
—Por cierto, si tu novia se acerca a mí de nuevo…
—Bonito peinado. —Cortó de manera mordaz.
—Vete a la mierda —contestó dando un portazo al salir.
La puerta se volvió a abrir.
—¿Todo bien? —preguntó Any preocupada.
—Perfecto, voy a salir.

***

—Pequeña, voy a estar fuera unos días. —La voz de Slade denotaba tristeza, aunque estaba segura de
que él no quería que ella se diera cuenta.
—Ya lo imaginaba cariño, cuídate —contestó apretando el teléfono contra su oído.
—¿Cómo te encuentras? Ayer no pude venir a casa…
—Bien Slade, no te preocupes. Las dos estamos bien y Nathan también —No podía verle, pero lo
imaginaba sonriendo.
—Creo que si al final no es una niña me voy a sentir muy decepcionado —dijo muy serio.
—Es una niña y hoy he sentido su primera patadita —anunció contenta.
—¿En serio? Pensé que nunca diría esto, pero necesito ser pateado.
—Cuando vuelvas a casa ella te dará la bienvenida, estoy segura —contestó riendo.
—Sue, tengo que dejarte. Si me necesitas…
—Lo sé, llamo a Aylan y él te localizará. Cariño estaremos bien, céntrate en tu trabajo y vuelve de una
sola pieza. Te quiero, ten cuidado.
—Siempre. Te quiero Sue.
Colgó y se acostó en la cama, se encontraba cansada, aunque no se lo diría a Slade, lo último que
deseaba es que él no estuviera centrado en su trabajo. Estaba de casi cuatro meses y la pequeña Alexia
parecía jugar a beisbol dentro de su vientre.
—Aún no le he dicho tu nombre, ¿crees que le gustará? —preguntó en voz alta acariciándose la
pequeña curvatura de su barriga.
En aquél preciso instante la pequeña se movió pareciendo así contestar a su pregunta. Sonrió, tenía
ganas de ver a Slade con una pequeña revoloteando a su alrededor, volviéndolo loco y haciendo que su
padre babeara mirándola. Nathan estaba más que feliz de tener una medio hermana, quería decorar su
habitación con unicornios rosas. Había tenido que explicarle que Pocahontas no era un nombre que le
gustara especialmente, aunque no le dijo que a su padre le podía dar una apoplejía si seguía insistiendo
en eso.
No tenía ni idea de qué la llevaba a imaginar que llevaba una niña, pero desde que supo que estaba
embarazada ese pensamiento se había instalado con fuerza en su mente y no se desvanecía. Si se
equivocaba y al final era un niño ella sería igual de feliz con la noticia, no le importaría lo más mínimo
estar rodeada de pequeños Slade, seguramente podía soltar una buena cantidad de babas solo con
observarlos juntos. De hecho, ya le ocurría con Nathan, al que amaba como si de su propio hijo se
tratara.
El teléfono la sacó de sus pensamientos haciéndola volver a tocar tierra de golpe. Se incorporó y
descolgó el aparato que estaba encima de la mesita de noche.
—¿Diga?

***

—Bien, atended —dijo Slade entrando en la sala de operaciones.
Todos dejaron de hablar para enderezarse en sus sillas y prestar atención.
—He hablado con Tavalas hace más o menos una hora y nos vamos a tomar esto como una misión de
carácter privado.
Wyatt se removió en su asiento, eso solo podía significar que no tendrían ninguna clase de apoyo
exterior.
—A la espera de los últimos datos enviados por el dron, lo que sabemos hasta ahora es que esa
mansión es una puta fortaleza, fuertemente vigilada y con cámaras exteriores en todo el perímetro.
—Ian localizará los ángulos muertos, Killian tú también te pondrás con él.
—Sí, jefe.
—El FBI…—comenzó a decir el teniente.
—El FBI aún tiene las manos atadas —terminó Slade —. Necesitan mover mucho papeleo y según lo
que descubran, la CIA también entrará en escena, lo que nos lleva al punto de partida, papeleo. Para
Nayeli puede ser demasiado tarde. Eso no quiere decir que Adrian no pueda avisar a los federales si los
necesitamos.
—Jefe, es peligroso…—insistió Wyatt.
—Lo sé, por eso Ian va a entrar como un traficante de armas nuevo en la zona, Tavalas se ocupará de
que tenga buenas referencias. Tenemos que arreglar algunos cabos sueltos para que los hombres de
Castor no sospechen, pero podemos hacerlo.
En ese momento entró Ian y le entregó algunos informes más, el capitán los ojeó y asintió.
—¿Tienes preparado el equipo?
—Sí, jefe —asintió Ian.
—Perfecto, todo el mundo preparado, salimos en diez minutos.
Capítulo 12


El Jet acababa de aterrizar en el pequeño aeropuerto privado cuando una limusina ya corría hacia
ellos por la pista de aterrizaje. Nayeli había hablado con Tyler por teléfono, le había hecho preguntas
incómodas y después le había dicho que la esperaba en la mansión. Se suponía que era ella la que debía
dar las órdenes, pero no sabía hasta qué punto podía tirar de la cuerda sin romperla, así que ya cruzaría
ese puente cuando tocara hacerlo. Su marido estaba incomunicado y eso era una baza a su favor.
Tenía miedo, más bien estaba aterrada, no tenía ni idea de a lo que se enfrentaba, también temía por
Logan, no se suponía que debía estar con ella, pero tenía un plan y cuando se lo contó estuvo de acuerdo
con ella. Solo esperaba que Tyler no sospechara nada.

Una hora después entraban en la mansión, Logan se mantuvo rezagado con los guardaespaldas que
había enviado Tyler, pero podía notar su mirada clavada en la espalda. Cruzó los dedos mentalmente, si
esto no salía bien sería al primero que matarían, después a ella.
—Me gustabas más pelirroja.
Un escalofrío recorrió su espalda ante la voz de Tyler que había salido a recibirlos, algo extraño en
él.
—Hola Tyler…
El hombre se acercó, la cogió por el codo y besó su mejilla. Necesitó de todo su control para no
apartar el rostro de ese hombre que un día la violó por orden de su esposo. Era el jefe de seguridad de la
casa y muy amigo de su marido.
Cuando se enderezó miró por encima de su hombro y reparó en Logan.
—Señor —dijo su amigo a modo de saludo.
—¿Qué haces aquí tan pronto? —preguntó arrugando la frente.
¿Tan pronto? ¿A qué se refería?
—Me temo que es culpa mía —explicó antes de que Logan tuviera oportunidad de hablar.
Tyler la miró levantando una ceja, esperando que ella aclarara el asunto.
—Cuando me escondí en White Plains no tenía teléfono, y aún no sé cómo me localizasteis pero el FBI
estaba también allí.
—Esos cabrones mataron a todos los hombres que envié. —No, habían sido los hombres de Slade
Ward, pero no se lo iba a aclarar, el hombre de repente miró su cuello —. ¿Dónde está tu colgante?
Maldito tarado, no le quedaba otro remedio que fingir indiferencia y completa ignorancia acerca del
dispositivo que ocultaba su precioso collar.
—Lo perdí en mi huida…
—Creíamos que te habían detenido.
—No, como ya te dije por teléfono, he estado escondida en Nueva York, pensé que darían por sentado
que habría salido del estado, pero no quería llamar a nadie de aquí para que no pudieran rastrear la
llamada, así que llamé a Logan a Las vegas, pero finalmente lo localicé en Chicago, era el único número
que recordaba y no estaba relacionado con esta casa —explicó intentando sonar convincente. Llevaba el
móvil de Wyatt atado en el interior del muslo, esperaba que no le diera por cachearla.
—Bien, lo has hecho muy bien, nena. —Era un gilipollas y, ¿ahora la llamaba «nena»?
—Fui a por ella lo antes posible para traerla a casa, utilicé el avión que usa el jefe para transportar el
efectivo…—comentó Logan.
—Sí, tenías que venir igualmente. Vamos a mi despacho y os pondré al día. —Hizo una señal a los
hombres armados a su alrededor para que también fueran con ellos. Estaba claro que Tyler no confiaba
en nadie.
—Siéntate —le ordenó una vez dentro del despacho de su marido, que ahora resultaba que era el de
Tyler.
Tomó asiento y Tyler se sentó detrás de la mesa. No invitó a Logan a sentarse, solo se dedicó a
observarle atento.
—El casino y sus…negocios alternativos, han sido cerrados hasta nueva orden.
Nayeli intentó no moverse, pero eso podía significar que ya no necesitaban a Logan. El pulso se le
aceleró.
—El gran jefe quiere que detengamos todas nuestras actividades dado que hay una investigación en
curso.
«El gran jefe», era la persona que estaba dispuesta a desenmascarar. Si cortaba esa cabeza todos
caerían. Y no le importaba si ella también era arrastrada.
—Entiendo, señor —contestó Logan. Si estaba nervioso no lo demostraba en absoluto.
—Creí que habrías sido informado de eso y de que debías presentarte aquí. Debido a las numerosas
bajas, necesitaré que te quedes, un hombre más nos vendrá bien. Ahora sal, tengo que hablar con la
señora.
Dejó salir el aire lentamente. Un gran alivio recorrió su cuerpo. No miró a Logan en ningún momento,
imaginaba que ya había salido cuando oyó cerrar la puerta. Tyler se levantó de su asiento y se apoyó en
la mesa enfrente de ella.
—Levántate —ordenó de nuevo.
Dudó un momento, pero enseguida hizo lo que le decía, no era bueno cabrearle, se quedó de pie entre
su cuerpo y la pesada silla. Él la cogió por la cintura y la atrajo a su cuerpo.
—Qué… ¿qué haces?
—¿Sabes qué tu marido y yo teníamos un plan alternativo por si esto ocurría? —dijo con arrogancia.
—¿Un plan? —. Se mantuvo tiesa, no podía evitar sentir la repugnancia que se asentaba en su
estómago. Si no la dejaba en paz acabaría vomitándole encima.
—Sí, pero no es lo que piensas. Parece que hay alguien ahí afuera por el que sientes una gran
debilidad.
Puso sus manos sobre el pecho del hombre y se separó un poco. Ese cabrón de Patrick la tenía
controlada incluso desde su celda; Tyler conocía la existencia de Wyatt, maldita sea.
—Tú y yo tenemos algo pendiente, solo que esta vez vas a suplicar mi toque.
—Si Patrick se entera…—¿Suplicar? Si estuviera en su mano ya estaría muerto.
—¿Y cómo crees que va a pasar eso? —dijo acercándose a su cuello, la nariz acariciando su piel.
Se apartó tan rápido que la silla hizo un ruido desagradable al resbalar en el suelo.
—¡No me toques! —bufó cabreada.
El hombre la miró de arriba abajo y sonrió.
—Ahora no hay tiempo de explicaciones. Tu marido te quiere vigilada así que trabajarás para mí.
—¿En qué? —preguntó sin saber muy bien cómo reaccionar.
—Vas a hablar con nuestros contactos y deberás dar ciertas claves para poner en práctica algo de lo
que, estoy seguro, el gran jefe estará orgulloso.
El brillo en su mirada le hizo ver las cosas desde su punto de vista, quería ganarle terreno a Patrick,
quería manejar su imperio. ¿Estaba ella en el lote? Unos golpes en la puerta llamaron la atención del jefe
de seguridad, ella aprovechó para separarse más y se quedó de pie detrás de la silla con las manos
apoyadas en el respaldo, aún temblaba, y tenerlas ocupadas ocultaba la evidencia de su nerviosismo.
—Adelante —invitó Tyler.
—Señor. —Nayeli giró la cabeza reconociendo la voz, era Laurel Coleman y ¿estaba llamando
«señor» a Tyler? ¿La mujer de Nikolai o Nick? El hombre de confianza de su marido y socio que, por
cierto, también había sido detenido, según Wyatt.
—Laurel —atinó a decir en un susurro, ¿qué es lo que quería Tyler de ellas? Eran dos víctimas,
podrían ayudarse mutuamente, una nueva esperanza renació en ella.
—Ah, hola Nayeli, veo que por fin has encontrado el camino de vuelta, me dijeron que habías
desaparecido.
El tono petulante en su voz no presagiaba nada bueno, habían sido amigas durante un tiempo, o ella
estaba tan sola que lo que sea que tenían lo vio como una buena amistad.
—Pude huir del casino de Nueva York, siento que te cogieran.
—¿Pudiste huir? —inquirió levantando una fina ceja.
—Sí, salí por la puerta trasera. —La mirada de la mujer le advirtió de que no se creía una palabra.
Dijo que conocía al tal Killian, podría ser que conociera también a Wyatt.
—Déjala Laurel, ¿has hecho lo que te pedí? —La pregunta de Tyler evitó que la chica siguiera
clavando su mirada en ella.
—Lo digo delante de… ¿esta? —contestó a su vez con otra pregunta señalándola con un dedo.
—Sí, tarde o temprano se va a enterar. Habla.
—Bien, tenemos a los federales alborotados, así que tendrás que cambiar de objetivo.
—Eso hay que estudiarlo —contestó el hombre frunciendo el ceño —. Pero no voy a retrasarlo.
—Cómo desees, en ese caso solo tienes que dar la orden y todo se pondrá en marcha. —Nayeli sabía
que hablaban de la sinagoga, y Laurel parecía estar trabajando para Tyler Cook.
—¿Qué hay del gran jefe?
—Controlado. Nuestra chica se lo ha tomado tan en serio que se ha casado con él, aunque no es de
dominio público.
—Mientras haga su trabajo y lo tenga controlado no me importa, no me fio de ese tío.
—Entiendo —asintió Laurel.
—¿Y lo otro? —Tyler parecía realmente interesado, incluso se inclinó hacia delante esperando la
respuesta.
—Hecho —dijo con una amplia sonrisa, después la miró a ella —. Han encontrado a tu marido muerto
en su celda de alta seguridad. Alguien se nos ha adelantado.
—Buen trabajo, de todas formas —decía el hombre, pero ella aún estaba asimilando la noticia.
El corazón parecía haberse parado bajo su mano, para emprender de nuevo una alocada carrera en su
pecho. Lo habían matado, ¿pero hasta dónde eran capaces de llegar esta gente? ¿Tan ciega había estado?
¿Qué harían con ella después de haberles servido para lo que fuera que le tenían preparado?
Se sentó en la silla y bajó la cabeza. No le salían las lágrimas. Más de una vez había deseado perder
de vista a Patrick. Se sentía triste por aquél niño que jugaba con ella y con Wyatt en su infancia, pero no
podía encontrar usa sola razón para echarle de menos ahora, como marido.
—Laurel, llévatela a su habitación. —El hombre la estaba malinterpretando viéndola así, pero eso le
daba igual.
—¿Tengo pinta de niñera? —inquirió Laurel, furiosa.
Ella se levantó y fue hacia la puerta.
—No hace falta…
—¡Qué la acompañes! —bramó Tyler sobresaltándolas a las dos mientras marcaba un número en su
móvil.
Salieron al pasillo y subió las escaleras lo más deprisa que sus pies la llevaron, entró en su habitación
y sintió los tacones de Laurel detrás de ella. Cerró la puerta con un buen golpe y ella se giró para ver a la
chica apoyada en ella con esa sonrisa socarrona que nunca antes había visto en su rostro.
—¿Vas de mosquita muerta? Las dos sabemos que te has librado de una buena sabandija.
¿Cómo se atrevía a hablarle así? ¿Qué sabía ella de su vida? Cambió su semblante, debía hacerse
valer ante esta tarada.
—En eso tienes razón, Patrick ya nunca volverá a molestarme. ¿Quién ha sido?
Pudo ver el cambio ahora en la cara de Laurel. No esperaba esa confesión por su parte.
—¿Eso te importa? —Chasqueó la lengua —. Creemos que los rusos, estaba condenado.
Se lo imaginaba, aunque eso era lo que ella decía, ¿por qué creerla?
—¿Qué te ha prometido Tyler Cook? —Continuó —. ¿Tienes idea de en lo que te estás metiendo? Te
matará, idiota.
La mujer se envaró y se acercó a ella para darle un empujón en el pecho que la hizo recular unos
pasos.
—A ti no te incumben mis negocios…
Laurel hablaba, pero ella estaba concentrada en reducirla y sacarle a la fuerza la información. Se
agacho y haciendo un barrido con la pierna logró tumbarla dándose un fuerte golpe en el costado. El grito
se debió oír en toda la mansión. Rápidamente se puso sobre ella y envolvió un brazo alrededor de su
cuello, clavándole una rodilla en la espalda obligándola a arquearse en una postura nada cómoda.
—Vuelve a gritar y te parto el cuello —dijo cerca de su oreja. Ella dejó de forcejear, pero se mantuvo
callada con la respiración agitada.
—¿Te lo tengo que preguntar otra vez? ¿En qué consiste tu trabajo para Tyler?
—Iban a atacar una sinagoga…yo debía verificar los puntos exactos… pero ahora puede que cambien
de planes—dijo con voz estrangulada.
—¿Dónde y cuándo? —Esperó, pero al ver que se resistía a responder apretó su agarre haciendo que
un lastimero quejido abandonara los labios de la chica. Intentó mantenerse serena, tal como le aconsejaba
su instructor.
—Manhattan…dentro de diez días —Bien, ahora ya sabía el día exacto.
—¿Estás segura?
—Sí…joder. —En su voz había dolor.
—¿Qué hay de Nick? Ese con el que te ibas a casar y que también está en prisión. Por cierto, ya que
estamos, explícame por qué estás en libertad.
Estaba empezando a cansarse debido a la fuerza que ejercía para inmovilizarla.
—No tenían pruebas…contra mí…Nick… va a ser el siguiente… en morir. —No es que le importara
ese hombre, pero si estaba en prisión no era una molestia.
—¿Por qué tiene que morir?
—Tyler…
—Quiere hacerse cargo de todo sin testigos —terminó por ella.
—S…sí
—Y vuelvo al principio. ¿Eres idiota? ¿Qué te hace pensar que no se va a deshacer de ti en cuanto no
le sirvas para nada? Ah, espera, no me lo digas, sexo.
Ella no contestó confirmando así sus sospechas. Nayeli le apretó la carótida hasta que el oxígeno no
llegó a su cerebro. Cuando Laurel quedó floja entre sus brazos la dejó ir.
Se levantó con rabia; durante diez años no había sido capaz de ver lo enmarañado de la situación,
creía que mataban por odio a esas personas, pero había más, intereses económicos y territoriales, debía
suponer. Si Nick desaparecía del mapa, Tyler también podía controlar su zona de acción.
—Esas son tus malditas clases de yoga, ¿me oyes? —Miró hacia arriba —. Ojalá te pudras allá donde
estés.
Y ahora hablaba con su difunto esposo, si es que en realidad lo habían matado. ¿Se estaba volviendo
loca? Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas.
Había ido a clases de yoga. Su marido insistía en mantenerla ocupada y debió suponer que le gustaba
esa disciplina ya que la inscribió sin preguntar y ella solo lo hizo para mantenerse alejada de él tres
veces a la semana, pero no era una gran pasión la que tenía por esa especialidad. La profesora reparó en
los cardenales que a veces llevaba en las muñecas y habló con ella, aunque nunca preguntó directamente.
La buena mujer la puso en contacto con un amigo suyo que la enseñó a manejarse en la defensa personal
dentro de las mismas instalaciones, era un exsoldado que daba ese tipo de clases a mujeres maltratadas.
Patrick seguía pensando que asistía a clases de yoga, un hombre de su seguridad personal la llevaba y la
traía de nuevo a la mansión, nunca entró en el edificio y no sospechó nada.

***

Demasiadas horas habían viajado en avión y aún tenían que esperar en un apartamento cerca de
Goleta, su ciudad natal, la de Nayeli y también la de Patrick. Wyatt se sentó en el desvencijado sofá y
miró los informes por encima del hombro de Slade. Según las coordenadas facilitadas por Aylan, la gran
mansión de ese idiota se encontraba cerca del lago Cachuma, uno de los enclaves naturales más bonitos
de Santa Bárbara. Debió imaginar que no se escondería muy lejos de su ciudad. Patrick amaba
California, sobre todo su clima, si no había cambiado, le gustaba lucir bronceado en su esquelético
cuerpo.
El sonido del teléfono vía satélite sonó en el cinturón del jefe.
—Habla —soltó tan amable como siempre —…joder.
Todos interrumpieron lo que estaban haciendo para prestar atención.
—¿Cuándo?...esto complica las cosas…bien, mantenme informado.
Colgó el teléfono y resopló apartándose el pelo de la cara.
—Castor ha sido asesinado.
Mierda. Dejó a sus compañeros debatir el asunto mientras en su mente se instalaba la firme convicción
de que eso no podía ser bueno para Nayeli. Se fue hacia la ventana y observó las montañas a lo lejos.
Había un pequeño aeropuerto cerca del lago, aún tenía amigos que podían llevarle, no esperaría a su
unidad. Tenía que sacar a su chica de allí, no entendía que se le había pasado por la cabeza a Nayeli para
intentar que todo lo que manejaba su marido se fuera por el desagüe, era una misión suicida…
—¡Wyatt! —El grito vino de Mia.
Se giró extrañado. Todos le estaban mirando.
—Joder tío, atiende —dijo Killian con desgana.
¿Le habían llamado más de una vez? La mirada severa del capitán le confirmó la sospecha.
—Lo siento —se disculpó sin saber muy bien por qué lo hacía.
—Te entendemos perfectamente, pero tienes que estar al cien por cien o no me vas a servir para nada.
—Está en peligro…
—Lo sabemos, Ian ya está camino de la mansión con Michael y Elijah como guardaespaldas. Nosotros
salimos ya, pero tenemos que ir por tierra, no queremos llamar su atención.
Joder, más tiempo perdido, aunque no lo diría en voz alta. Era cierto que no estaba tan concentrado
como debería, era del todo lógico no aterrizar en las mismas narices de esos tíos, sería una mierda de
entrada triunfal.
—Es una extracción, así que seguiremos el protocolo en cuanto Ian nos pase imágenes del interior y
nos asegure que Nayeli está dentro.
—No jodas que no podemos disparar a ninguno de esos gilipollas.
Slade se pellizcó el puente de la nariz y se giró para mirar a Dan.
—Dan, céntrate, no vamos a hacer ruido a no ser que sea del todo imprescindible. ¿Entendido?
El hombre chasqueó la lengua e hizo el saludo militar. Sus compañeros lo miraron, alguno soltó un
bufido.
—Entramos cogemos a la mujer y salimos, el resto es todo para el FBI.
Todos asintieron, el teléfono de Slade volvió a sonar, Pam puso los ojos en blanco y se dejó caer en el
sofá. Wyatt apretó la mandíbula, estaba empezando a desesperarse.
—Aylan… ¿es ella?...bien, establece conexión.
Le miró esperando adivinar de quien se trataba, Slade dio dos pasos hacia él y le dio el teléfono.
—Te está llamando desde tu propio móvil.
¿Nayeli? Contactaba con él, al fin.
—¿Eres tú?
—Sí, Nayeli, no debiste marcharte de mi casa…
—Han matado a Patrick, lo han asesinado en la prisión —cortó sin dar explicación alguna sobre su
huída.
—Sí, lo sabemos, escucha…
—Lo de la sinagoga será dentro de diez días, pero pueden cambiar los planes. Acaba de llegar un
hombre, he reconocido a los otros que le acompañan. ¿Son tus…—Hablaba deprisa y la notaba nerviosa.
—No des nombres, mantente a salvo.
—No puedo irme. Lo siento.
—Nena…
Pero el teléfono se había quedado mudo, ella había colgado. Era muy ingenua si pensaba que no la
sacarían de ahí. Maldita sea.
—Ha colgado —dijo la voz de Aylan.
El hombre había oído la conversación, pero no le importaba.
—¿Y? —pregunto Slade levantando una ceja.
—Ha reconocido a Michael y a Elijah. Ya están dentro. El atentado será dentro de diez días, no sé
cómo ha conseguido la información, pero ahora no está claro el lugar, algo o alguien les podría hacer
cambiar de planes.
—Aylan, pasa la posible alerta a Tavalas, que no se sepa que viene de nosotros —ordenó el capitán
cogiendo de nuevo el teléfono.
—Tavalas, ¿no debería saberlo? —preguntó Killian cuando el jefe colgó.
—No tiene acceso a esa información, aunque está metido hasta el cuello, nuestro federal aún no ha
sido invitado a la mansión —informó Pam.
Slade asintió, dándole la razón a su chica.
—¿Nuestro federal? —inquirió Dan arrugando la frente —. ¿Cómo es qué sabes tanto de él?
Pam lo observó sin abrir la boca.
—Eh tío, no empieces... —intervino Matt con voz cansada.
—¿No vas a contestar? —Siguió insistiendo Dan e ignorando a Matt.
—Basta Dan, joder. —aseveró el jefe —. Pongámonos en marcha.
Pam miró a su compañero y le guiñó un ojo, Wyatt estaba seguro de que a la mujer le gustaba provocar
su enfado, pero francamente, no era el momento ni el lugar.
Salieron por la parte de atrás del edificio de dos plantas y entraron en los dos SUV que les esperaban
aparcados bajo unos desmadejados toldos.
Él conducía uno, con Pam y Dan detrás y Killian a su lado, conocía el terreno perfectamente y debía
guiarlos. En el otro vehículo iba Slade al volante con Mia de copiloto y Matt y Jacob en los asientos
traseros.
—¿Una hora de camino? —preguntó Pam.
—Una hora —contestó apretando el acelerador en cuanto accedió la carretera principal.
Estaba oscureciendo a un ritmo acelerado, cada vez había más nubes cubriendo el cielo y el aire
crepitaba anunciando tormenta.
Kilómetro tras kilómetro se acercaba más a Nayeli, su única misión era sacarla de ese nido de
serpientes, la quería a salvo, aunque para eso tuviera que atarla a la cama. De hecho, la idea lo estaba
excitando sobremanera. No volvería a dejarla sola, cuando todo esto terminara se sentiría mejor y
entonces podrían hacer planes de futuro. La casa que él mismo había reconstruido sería su nuevo hogar y
sabía cómo hacer que ella lo entendiera de una maldita vez. No tenía familia, no tenía a nadie más que a
él.
Capítulo 13

Un sonido lastimero salió de la boca de Laurel. Nayeli la observaba apoyada en el alfeizar de la
ventana.
—Bienvenida de nuevo —dijo haciendo que su voz sonara divertida.
La mujer giró la cabeza y la miró entrecerrando los ojos.
—Tú…
—Sí, la misma. Creo que deberíamos dejar algunos puntos claros.
Se incorporó en la cama, pero al momento se dejó caer de nuevo.
—¿Qué me has hecho, zorra?
—Vuelve a insultarme y esta vez te parto el brazo. —No estaba muy segura de querer hacerle eso a
una persona.
—Si Tyler se entera…
—Vamos a tratar ese tema. Ni tú le dirás nada de esto a Tyler ni yo le diré que has cantado como un
pajarito.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó tragando saliva.
—En realidad, nada. —No se lo iba a explicar a ella precisamente —. Pero ya que estoy aquí, voy a
arreglar algunos asuntos y tú me vas a ayudar.
—¿Por qué debería ayudarte? —Su voz tenía una cierta arrogancia esta vez. Se sentó en la cama y
puso los pies en el suelo intentando estabilizarse.
—Simple, tú me ayudas y yo evito que te maten.
Negó con la cabeza.
—No me van a…
—¿Matar? —Terminó la frase —Oh sí, sí lo harán, llevo más tiempo que tú entre ellos.
La chica perdió el color de su rostro, ¿tan ingenua era? Se había atrevido a hacer negocios con la
mafia, había vendido información a Nick y a Castor, ¿y no se creía que la quitarían de en medio en
cuanto ese cabrón de Tyler se la hubiera follado un par de veces? Nunca había visto a ese hombre dos
veces con la misma mujer. Se las tiraba y las echaba de su lado, ni en sueños iba a tener a Laurel en la
mansión y la mujer sabía demasiado como para dejarla libre.
—Joder, solo quería una vida mejor para mi hijo, intentaba ganar dinero fácil y rápido, a la mierda.
Ahora el padre de mi hijo tiene la custodia, el hombre con el que me hubiera gustado compartir mi vida
se enamoró de otra y, cuando por fin encuentro a Nick, todo sale mal y está esperando un juicio que
seguramente lo condenará de por vida, si es que llega siquiera con todos los miembros intactos.
—¿Y no has tenido suficiente? ¿Por qué estás aquí?
Se levantó y fue hacia ella, Nayeli se puso en guardia.
—Oye, no me juzgues, tú estabas casada con el mayor hijo de puta del estado.
—No era así cuando me casé con él.
—Existe el divorcio…
—No era una opción para mí.
¿Y por qué le estaba explicando esto?
—He visto llegar a tres hombres —dijo señalando la ventana y cambiando de tema.
—¿Y? —preguntó levantando una ceja.
—Entérate de quienes son.
—¿Cuándo me he convertido en tu espía?
—Desde este momento.
—Si Tyler sospecha algo no me pagará. Tengo claro lo que quiero, sin embargo, no entiendo muy bien
lo que sacas tú de todo esto, ¿tal vez una suculenta herencia?
Nayeli sonrió, una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Eso ya lo tengo y mis razones son mías. En cuanto al dinero no hay problema, yo te pagaré el doble
si me ayudas.
—De acuerdo, tenemos un trato, voy abajo.
—Perfecto.
No confiaba en ella, había jugado a dos bandas y estaba segura de que Tyler se lo cobraría a su
manera. La mujer no tenía ningún problema en ponerse de un lado o del otro, el que mejor la
recompensara económicamente, visto lo visto. Los rusos habían perdido una gran suma de dinero, si
estaban detrás de la muerte de Patrick, Tyler, Laurel e incluso ella misma, serían los siguientes. Nick, el
socio de su esposo y pareja de Laurel, solo tenía que esperar a ver quién se filtraba antes en su celda
para acabar con él, Tyler o los rusos, pero estaba convencida de que ese hombre ya era historia. Era
sabido por todos que algunas organizaciones, por llamarlas de alguna manera, no tenían ningún
impedimento para asesinar incluso en edificios gubernamentales.
Tenía que ver a Logan, advertirle sobre Laurel Coleman. Se metió en la ducha y después de secarse el
pelo con el secador se puso unos vaqueros oscuros, una sudadera gris encima de una camiseta blanca y se
calzó unas botas planas.

Mientras caminaba por el pasillo en dirección a las escaleras la puerta del ahora despacho de Tyler se
abrió y las voces de los hombres llegaron hasta ella, estaba situada en el peor tramo posible, si
continuaba la verían y si volvía a atrás también, así que se pegó a la pared, Tyler estrechaba la mano del
que parecía el jefe de los visitantes, el hombre era realmente atractivo, demasiado para moverse en este
mundillo donde solo habían millonarios llenos de oro y enormes barrigas, y la mayoría sudaban
profusamente. Este era alto y fuerte, incluso a través del traje podía distinguir que era un hombre
musculoso que en esos precisos instantes fijó su profunda mirada azul en ella, fue fugaz, pero la había
visto. Contuvo el aliento esperando que la descubriera ante Tyler, pero no lo hizo. Qué extraño, era como
si ese hombre supiera que si Tyler la viera merodeando estaría metida en un gran problema.
De repente los otros que acompañaban al apuesto hombre también repararon en ella, eran los
compañeros de Wyatt, no recordaba sus nombres, pero como había hecho el que parecía ser el jefe,
apartaron sus ojos de inmediato. Wyatt tenía que andar cerca y si veía a Logan, la cosa podía complicarse
demasiado. Contactaría con Wyatt en cuanto pudiera.
Mientras Laurel intentaba llamar la atención y coqueteaba abiertamente con el invitado, ella esperó a
que Tyler le diese la espalda totalmente y continuó su camino, ahora ya sabía que esos hombres no darían
cuenta de ella.
Bajó las escaleras que había al fondo y que solo utilizaba el servicio y entró en la cocina, varios
empleados la saludaron a su paso y la miraron extrañados por el atuendo; estaban acostumbrados a verla
siempre con los vestidos de diseño que su marido la obligaba a llevar. Decía que tenía que dar una buena
imagen, como si llevar un vestido de coctel nada más levantarse no fuera ya de por sí lo suficientemente
ridículo.
Salió al jardín y oyó voces a su derecha. No reconoció en ninguna de ellas la de Logan, pero un
sonido de pasos la advirtió de que varias personas se dirigían hacia ella. Se ocultó tras unos arbustos
para ver pasar a tres hombres uniformados en dirección a la parte delantera de la casa. Imaginó que Tyler
los quería cerca para hacer saber a sus visitas lo militarizados que estaban. Tal y como había visto actuar
al equipo de Wyatt, estos hombres parecían simples niños jugando con pistolas, no tenían el
entrenamiento necesario para enfrentarse a la unidad de Slade Ward.
Llamó a Wyatt desde el teléfono móvil que él mismo le había dejado.
La conversación no duró ni un minuto. Salió de su escondite y vio unas piernas saliendo de debajo de
un todo terreno. Cuando el cuerpo del hombre salió deslizándose sobre una especie de tablón con ruedas,
reconoció a Logan, parecía estar solo.
Se acercó sigilosa y escrutó dentro del garaje.
—Logan —susurró.
Estaba de espaldas a ella, restregando sus manos en un trapo.
—Nayeli, he notado tu presencia hace unos minutos —dijo sin girarse.
—¿Cómo? Pero si ni siquiera me han visto.
Logan se giró y levantó una ceja.
—Vale, son un pelín inútiles —admitió sonriendo a su amigo.
—Touché.
Nayeli puso los ojos en blanco.
—¿Tienes claro que estás en territorio estadounidense? Porque a veces parece que sigues en tierra
hostil.
—Así me siento…— contestó acercándose a ella y cogiéndola por la muñeca —. Ven, no quiero que
estés tan a la vista, estos tíos saben que Patrick ha muerto…
—No me tocarán…
—No, no lo harán o se exponen a la furia de Tyler —dijo fijando sus ojos en la entrada. Su mirada era
letal —. Pero no siempre puedo estar cerca de ti.
La abrazó como siempre hacía y ella rodeó su cintura, era lo más cercano a una familia que tenía, le
quería mucho.
—¿Sabes? Siempre pensé que ese loco de tu marido te protegería, debiste decirme antes lo que hizo
Cook.
Aunque la violación había ocurrido hacía un tiempo, ella se lo había contado unos escasos dos meses
atrás y Logan entró en una espiral de violencia que la asustó, queriendo matar al jefe de seguridad con
sus propias manos. Le costó convencerle de que acabaría muerto y que ella le necesitaba. Era su único
apoyo dentro de la vida que le había tocado vivir. Le prometió que llegado el momento se encargarían de
Tyler, pero las cosas se habían precipitado desde entonces.
—Quizás ahora no estaríamos aquí abrazados.
Él suspiró y la estrechó más entre sus brazos.
—Eres la única razón por la que estoy aquí, no me iré sin ver a ese tío bajo tierra.
Hablaban en susurros. Nayeli besó su mejilla.
—Lo sé y pronto podremos salir de aquí, solo venía a advertirte sobre la mujer que merodea por la
casa.
Se separaron y ella le explicó todo lo que sabía de Laurel, que no era mucho, incluido el pacto que
habían hecho. Logan se puso en guardia.
—¿Eres consciente de que esa mujer puede delatarte?
—Lo sé, pero también ama su vida.
—De todas formas, no te fíes…
—No lo haré, hay una cosa más.
Lo siguiente que le explicó fue lo que sabía del atentado que querían perpetrar en Nueva York y lo de
los hombres de la unidad de Wyatt. Cuando dos días atrás le dijo que había estado escondida con Wyatt,
no mencionó que se habían acostado y vuelto a encender la llama de aquél amor nunca olvidado, era algo
tan íntimo que se lo guardó para sí misma. Logan estaba enamorado de ella, no quería hacerle daño con
algo así. Él nunca preguntaba por sus sentimientos hacia Wyatt, ni si lo había sacado de su corazón.
—Lo van a hacer, van a venir, los compañeros de Wyatt están preparados para eso…— dijo Logan.
—Lo sé, pero me gustaría poder detenerlos, tiene que haber alguna manera de hacerlo.
—Pero tú has hablado con ellos… —No le mencionaría que acababa de hablar con Wyatt
directamente.
Wyatt y Logan no estaban en muy buenas relaciones, habían pasado cosas entre ellos que ahora mismo
parecían insalvables, pero ella no se metería en medio, eran ellos los que debían resolver sus
diferencias.
—Sí, pero no me han dicho nada, solo que no dijera nombres, imagino que podía comprometer la
incursión o lo que sea que vayan a hacer.
Logan se pasó una mano por el largo pelo que llevaba atado con una cinta a la nuca y soltó el aire.
Cuando combatía con sus adversarios en el ring llevaba la cabeza afeitada y llena de tatuajes, ahora
parecía que después de dejarlo todo atrás buscaba la forma de ocultarlos.
—Todos estos años he intentado poder sacarte de aquí, nunca lo he conseguido y siento como si te
hubiera fallado.
Nayeli cogió su rostro entre las manos y le obligó a bajar la cabeza.
—Logan, sin ti me habría vuelto loca, pero sabes que nos tenía bien cogidos a los dos. Sé lo que
ocurrió en el ring aquella noche…
—¿Lo sabes? —preguntó arrugando la frente.
—No te creí, no me tragué tu historia de que le debías dinero y que por eso debías trabajar para él.
Logan intentó apartarse.
—Te debo parecer un monstruo y un cobarde.
—No, para mí eres muy importante y nada de lo que hicieras en el pasado me haría verte de otra
forma que de la manera en la que te veo. Te quiero Logan y nunca dejaré de hacerlo.
Él agarró sus muñecas y apartó las manos de su rostro.
—¿Cómo...
—¿Cómo lo supe? —Sonrió con tristeza —. Él no sabía que tú y yo manteníamos contacto, ya lo
sabes, es más, creo que Patrick pensaba que yo ni siquiera sabía de tu existencia entre sus empleados.
Creía que con solo evitar decir tu nombre real yo no sabría quién eras en realidad. Una tarde vino un
hombre soltando culebras por la boca sobre ti, le dijo a Patrick que tú no habías consentido que su
estrella del boxeo entrara a formar parte de la plantilla. Patrick le contestó que seguramente era porque
ya sabías lo que podía ocurrir y que tenías un pasado, que no aceptabas a luchadores violentos y que su
hombre ya había matado una vez. Hablaban estando yo presente. Le contó lo qué te había pasado y así
conocí tu historia.
—Lo siento…
—¿Por qué? Yo no te juzgo, Logan —dijo apretando su mano, se sentaron en un banco metálico y ella
apoyó la cabeza en su hombro.
—Nunca podré perdonármelo.
—Te conozco desde hace demasiado como para pensar que eso no fue otra cosa que un accidente.
La miró y acarició sus labios con el pulgar.
—La justicia no lo hubiera visto así. Patrick me dio una salida y me aferré a ella en vez de
entregarme.
—Hiciste lo que en aquel momento hubiéramos hecho muchos, evitar ser juzgado por algo que te
obligaron a hacer.
—Pero lo hice, él acabo muriendo…
—No te fustigues, ese hombre, al igual que tú, sabía en lo que se metía y tengo entendido que en esa
pelea eras tú o él.
—No es justificable…
—¿Es por eso que te alejaste de tu familia?
—No quería que me vieran como a un asesino —dijo con voz triste —. Todos y cada uno de ellos
tienen un comportamiento tan correcto que les habría defraudado.
—Te quieren Logan, tanto como yo.
Él se acercó y besó sus labios, un simple roce, para después levantarse y seguir con lo que estaba
haciendo. Le observó mientras hacía correr la tabla bajo el coche con un ruido de arrastre.
—Vete Nayeli, pueden vernos —dijo desde debajo del automóvil. Su voz haciendo eco.
—Está bien, hasta luego, Logan.

***

—Los están siguiendo, es un Jeep —informó Killian a Slade, mirando a través de los prismáticos.
Wyatt estaba tumbado boca abajo a su lado atisbando por encima de un pequeño montículo de tierra y
rodeados de algunos arbustos que los ocultaban. El SUV estaba justo detrás de ellos en una planicie baja,
fuera de la vista de los hombres que conducían el Jeep último modelo. Dos de ellos iban de pie
agarrados a la barra antivuelco.
—¿De qué van disfrazados esos tíos? —Preguntó Dan a poca distancia de ellos, apartando la mirada
de la estrecha carretera.
Wyatt se encogió de hombros.
—Parecen paramilitares, el que sea que está al mando debe creer que está en las profundidades de la
selva.
Dan se rio entre dientes.
—Pronto pasarán cerca de vuestra posición. —Killian, volvió a informar por radio.
Slade, Mía, Jacob y Matt se habían quedado algo más retrasados en el camino.
La polvareda que levantaban cuando uno de los neumáticos se salía del asfalto, ya debía ser una buena
referencia para el otro equipo.
—Copiado, Elijah, están a unos cien metros por detrás de vosotros —informo Slade una vez pudo
comunicar con los hombres del coche.
—Recibido, jefe. Ian está pasando la información de la casa a vuestros Ipod’s. El paquete está dentro,
confirmado. En cuanto nos deshagamos de estos tipos, os cubriremos.
No podían utilizar la alta tecnología que usaban en las misiones fuera del territorio nacional, para eso
se necesitaban permisos especiales y se suponía que ellos no estaban aquí por los asesinos, sino para
salvar la vida de su mujer, aunque estaba seguro de que Slade se vería obligado a informar a Tavalas.
Nayeli siempre había sido su chica, nunca se perdonaría haberla dejado atrás para hacer realidad su
sueño de ser Delta Force, algo le decía que la ataría a él para siempre mientras estaba fuera del país. No
quería eso, no quería a una esposa esperando a que él volviera, sin vida y sin nadie a su lado, creyó
firmemente que ella le olvidaría y seguiría su camino sin él. Demasiado tarde supo que no fue así, que lo
único que había conseguido era hacer daño a la mujer que más había amado, que le había roto el corazón
y aun así ella seguía amándole. No se merecía a Nayeli, y ella, después de que él la sacara de la redada
en el casino, había vuelto a su vida anterior. Quería venganza por lo que le habían hecho. No la culpaba,
en doce años había tenido tiempo más que suficiente para pasar del amor al odio.
—Solo se quieren asegurar de que estáis abandonando su territorio.
—Perfecto, en breve volverán sobre sus pasos, estad todos preparados —susurró Killian.
El polvo del camino se metía en su garganta. Deseaba correr hacia la casa. En estos momentos su
siempre envidiada serenidad era solamente una máscara. No tenía muy claro si reprender los actos de
Nayeli o besarla hasta que se quedara sin respiración. Era consciente de que Slade la obligaría a
presentarse en los juzgados y contra eso no podía hacer nada, pero estaría a su lado.
Dan preparó el lanza cohetes, todo lo que hiciera explosión parecía poner al hombre de buen humor,
apuntó y dio de lleno al Jeep haciendo saltar por los aires a todos sus ocupantes. Perfecto, camino
despejado.
Capítulo 14

Nayeli se sentó en el borde del colchón sin saber qué decisión tomar. Quizás marcharse era lo mejor,
pero no podía dejar que Tyler se saliera con la suya. Que Laurel se acostara con él no hacía más que
revolver su estómago, era un hombre alto y extrañamente atractivo, pero su mirada era gélida y
despiadada, su sonrisa una mueca de depravación; era un ser sin escrúpulos y con una gran tendencia a
hacer sufrir a sus víctimas. Cometía crímenes principalmente por odio a personas de otras razas y a sus
propios hombres, en su mayoría hombres que habían osado desobedecer alguno de sus decretos. Sabía
que sus relaciones sexuales eran enfermizas. Patrick se lo había explicado antes de que Tyler la tocara,
por eso su marido creyó que no habría peor castigo que entregarla al hombre que trabajaba para él. Aquel
día empezó a odiar a su esposo con toda su alma y él aumentó sus amenazas en cuanto se percató de su
alejamiento. Lo más curioso es que nunca la había amenazado con Logan, solo tenía que decirle que
trabajaba para él y que le haría daño también si no le obedecía, pero nunca lo hizo.
De pronto todos sus sentidos se centraron en la casa, no se oía nada, juraría que hacía un momento
habían llegado voces desde la planta inferior. Salió cautelosa y se asomó apoyándose en el pasamano. No
había nadie. Bajó las escaleras y se acercó al despacho de Tyler. La puerta estaba entreabierta y el lugar
vacío. ¿Dónde estaban? Iba a salir cuando vio la oportunidad. Quizás podía reunir algo de información.
—Iba a buscarte. —La voz de Laurel la sobresaltó, estaba justo detrás de ella susurrando —. Haz lo
que tengas que hacer, pero hazlo rápido. Intentaré entretener a Tyler el mayor tiempo posible.
—Gracias. —No esperaba que la mujer acabara ayudándola, pero no era momento de pararse a pensar
si eso podía ser una artimaña para que Tyler la cazara.
Cerró la puerta con mucho cuidado y se movió rápido detrás del enorme escritorio. Abría los cajones
y revolvía con una mano. Estaba bastante desordenado todo, así que Tyler no notaría la diferencia. No
encontró nada de valor, todo eran notas cortas y números de teléfono, cogió unos cuantos papeles al azar
y los metió dentro de sus bolsillos. Dio una vuelta sobre sí misma estudiando cada rincón.
La caja fuerte estaba dentro de una habitación más pequeña que antiguamente se usaba de archivador.
Patrick nunca le había dado la combinación. El pánico la atenazó, le costaba respirar, si la pillaban en el
despacho siempre podía decir que le estaba esperando, pero dentro del archivador…entrar ahí era como
firmar su sentencia de muerte.
Intentó convencerse de que por muy extraño que fuera, Tyler no estaba cerca. No se pondría a buscar
la combinación dentro. Debía pensar. Conocía a su marido, no podía ser tan difícil. ¿Y si Tyler ya había
cambiado la numeración? Solo hacía horas que sabían que Patrick había muerto. Intentó relajarse, sabía
qué eran seis dígitos, ¿La misma combinación de la caja fuerte en la habitación de su marido? No, pensó
descartando la idea. Ella la sabía, dudaba que hubiera utilizado la misma. Aun así, hizo un intento
poniendo la fecha de su boda, la caja no se abrió. ¿Otra fecha? Pero, ¿cuál?
De repente una idea la sacudió. Sí, podría ser esa, la fecha del día que lo perdió todo.
Avanzó a largas zancadas hasta la puerta y volvió a abrirla. Nada, no aparecía nadie. Tal vez Laurel
no había mentido. Volvió a cerrar y se encaminó hacia la caja fuerte, «un intento y sales», se decía una y
otra vez.
Puso la fecha y la caja se abrió, «maldito seas, Patrick» renegó inútilmente. Esa fecha no era otra que
el día en que murieron sus padres. ¿Por qué tenía que utilizar esa fecha? Él siempre le decía que ese día
ella pasó a ser de su propiedad, que por eso obligó a Ángela a ofrecerle su hogar. Solía recordarle
bastante a menudo que ella era suya y que Wyatt solamente había sido un amor de juventud. Se lo decía
demasiadas veces. Quizás su subconsciente la estaba ayudando ahora, por eso le había venido la fecha a
la cabeza. No es que no pensara en ella a menudo, pero nunca la habría vinculado a la caja fuerte. Las
lágrimas pugnaban por salir, pero las reprimió, no era el momento ni el lugar.
Fajos de billetes amontonados le dieron la bienvenida. Apartó unos cuantos y vio algunas carpetas. No
se paró a mirarlas, las cogió y las dejó a su lado, en la balda de la estantería más cercana, dejó el dinero
de nuevo e intentó colocarlo en la misma posición en la que estaba, eso le daría algo de tiempo. No,
Tyler era un tipo de mente retorcida, con poco sentido común, pero inteligente.
Las manos le temblaban por el pánico que sentía y por el esfuerzo de llevar las carpetas. Las pegó a su
pecho y atisbó fuera del despacho. Todo seguía igual, dejó la puerta algo abierta tal como ella la había
encontrado y subió corriendo las escaleras.
Hizo la misma operación con la otra caja fuerte en la habitación de Patrick y metió todos sus
documentos en una bolsa que dejó debajo de la cama. Ahora era cuestión de esperar. Era la hora de la
cena, esperaba que eso le diera unas horas, Wyatt aparecería y no la dejaría quedarse, pero Logan
también escaparía con ella y en eso sería implacable.
Entró en el baño y se lavó la cara, estaba sudando y eso que estaban en pleno mes de noviembre.
Seguía temblando y se apartó el pelo del rostro. Se percató de las profundas ojeras bajo sus ojos.
El sonido de un coche a demasiada velocidad para circular por el interior del recinto captó su
atención, fue a mirar por la ventana y siguió el recorrido hasta la parte de atrás donde varios hombres
hacían un círculo alrededor de algo. Parecían excitados, saltaban y lanzaban sus puños al aire. Miró más
allá, los hombres que vigilaban el perímetro seguían allí, aunque atentos a lo que estaba pasando delante
de las pequeñas casetas donde dormían los hombres. Tenía un mal presentimiento. Bajó corriendo las
escaleras y salió por la parte delantera de la casa. Todos los hombres que vigilaban también estaban allí,
había tenido suerte de que a ninguno le diera por entrar cuando ella cruzaba el vestíbulo con su carga.

***

—Si me tocas, grito —sentenció Eva sin despeinarse.
—Eva…
—Brad —dijo a modo de amenaza.
—Está bien seremos amigos y residentes en Nueva York —contestó él burlándose.
—He accedido a tener una cita contigo, pero mi condición…
—Era que no podía tocarte —terminó por ella.
—Eso mismo —decretó mientras entraba muy digna al restaurante que ella misma había elegido en la
zona del SoHo.
Un amable camarero los guio hasta una mesa al lado de una ventana con espesas cortinas rojas, era
una especie de taberna moderna, pero los manteles eran a cuadros blancos y rojos y la iluminación era
tenue, la lamparilla en el centro de la mesa alumbraba lo justo para ver el plato.
Oyó la risa profunda de Brad a su espalda. Cuando se sentaron lo miró entrecerrando los ojos.
—Dos cosas —dijo Brad, levantando dos dedos —. O nunca habías venido aquí antes o no has
pensado que este restaurante es de esos que os gustan a las mujeres, ya sabes, esos en los que el hombre
acaba de rodillas poniendo un anillo en el dedo de su futura esposa.
Brad parecía divertido.
—No seas idiota, no quiero ningún anillo y menos viniendo de ti.
—¿No? —preguntó levantando una ceja.
—No me hagas hablar…
—Dijo la que espera devolverme el golpe con un cunnilingus ajeno.
Un ligero carraspeo les hizo levantar la cabeza y mirar al camarero, que tenía una sonrisa burlona en
su rostro, plantado al lado de la mesa. Ni siquiera lo habían oído.
—¿Van a querer vino?
Brad parecía algo avergonzado, pero ella no se avergonzaba nunca ante nadie.
—Vino. El más caro que tenga. Y la próxima vez que vuelva haga algún sonido o directamente
cuélguese un cascabel —dijo bufando.
El hombre se quedó congelado en el sitio. Lo miró en modo desafiante y al pobre no le quedó otro
remedio que dejar la carta del menú a cada uno y darse la vuelta para ir a por el vino.
—Nena…
—¡Qué!
—Esta cita era para reconciliarnos —argumentó sin dar importancia a lo que ella le acababa de soltar
al camarero.
—Y eso estamos haciendo, céntrate.
—Bien, entonces te diré directamente que te quiero, que no quiero vivir sin ti y que cometí un error.
Uno que no volverá a ocurrir.
—Pansotti —contestó levantando la vista del menú.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Pansotti con Farinata, eso es lo que voy a cenar.
Brad se pasó la mano por el pelo y la miró perplejo.
—¿Has oído algo de lo que acabo de decir y que doy fe de que he repetido hasta la saciedad en los
últimos días?
—Sí, lo he oído, pero no quiero escucharte ahora.
—¿No es un buen momento para ti? Está bien, cenemos y después hablamos —dijo intentando
aparentar normalidad, pero ella sabía que estaba bastante cabreado.
—¿Qué tal te ha ido el día? —preguntó de lo más melosa.
—Ahora hemos pasado a ser una pareja sin problemas…
—Sí Brad, de eso se trata de no pensar en lo que nos ha pasado, en tener una cita como una pareja más
y en intentar no pensar en el daño que me has hecho, en el inmenso dolor que me provocó saber que
habías estado con otra. Solo con imaginar la escena me rompo por dentro, ¿Es una razón lo
suficientemente poderosa para ti?
La mirada de Brad cayó sobre ella, sabía que estaba a punto de llorar, pero ella era fuerte, ¿verdad? A
la mierda, si quería llorar lo haría y que se jodiera.
—Eva…—Ella vio como cerraba los ojos intentando recomponerse, después de unos segundos los
abrió y siguió hablando —. He tenido dos juicios esta mañana y después una reunión con un hombre al
que, parecer ser, han timado. Fue al banco por la mañana y su cuenta estaba a cero, tiene pinta de estafa,
es un hombre mayor, aún tengo que estudiar el caso —dijo del tirón.
El camarero se acercó cauteloso y haciendo tintinear las copas de vino sobre su bandeja. Eva no le
miró mientras servía el vino y retiraba las copas de agua. Observó a Brad mientras pedía la cena para los
dos. Tenía los ojos brillantes, él también estaba triste.
—Ya lo he domesticado —dijo señalando con la barbilla al camarero cuando se iba.
Pretendía suavizar el ambiente entre ellos, Brad no merecía ser fustigado una y otra vez, pero ella aún
podía notar como su mente y su corazón intentaban recomponerse. Que fuera una chica por lo general
alegre y le gustara bromear, no la hacía inmune al dolor de la traición.
Brad sonrió y desvió su preciosa mirada hacia el hombre. Eva aprovechó para repasar a su chico. Era
tan guapo que aún recordaba cómo le brincaba el corazón la primera vez que la besó. No podía creer que
un hombre tan serio se hubiera fijado en ella. Aunque debía reconocer que se había soltado un poco y ya
no era el hombre recto que pretendía ser. Casi sonrió al recordar las caras que ponía cuando ella le
provocaba deliberadamente con sus sensuales bailes a la vista de todo el mundo.
—Si aprecia su vida, hará lo que tan amablemente le has pedido —dijo haciendo una mueca.
Su voz sonaba triste, no quería perderle de ninguna manera, debía decirle lo que tenía en la punta de la
lengua.
—Brad…
—Dime, no te he preguntado cómo te ha ido a ti el día…—murmuró desdoblando la servilleta roja y
poniéndola en su regazo. El hombre venía de familia acomodada y habituada a pomposas ceremonias. Las
costumbres eran refinadas y eso se notaba en él.
—Brad, necesito decirte algo —dijo captando toda la su atención —. Lo estoy intentando, te pido
tiempo para digerir el golpe.
Cuando él iba a abrir la boca levantó la mano.
—Sé que en realidad no es tan grave y que muchas mujeres podrían aceptar la situación e incluso
perdonar, pero yo no puedo, simplemente mi mente no logra hacerse a la idea, mucho menos mi corazón.
Reconoció la canción que sonaba de fondo en el restaurante, la voz de John Legend los envolvió con
su Love me now. Era preciosa y los dos se miraron a los ojos sin decir nada dejando que la música
invadiera el espacio.
—Si pudiera volver atrás…—susurró Brad rompiendo el silencio.
—Pero no puedes, debemos asumir esto que nos está pasando, Brad.
Cenaron en silencio, extraño por ella, que le gustaba hablar de cualquier tema, pero su estado de
ánimo había caído en picado al ver el arrepentimiento en los ojos de Brad.
En cuanto acabaron de cenar, fueron a su apartamento, pero él paró delante de su edificio.
—¿Qué haces?
—Sube a casa, Eva.
—Tú, ¿no vienes? —pregunto frunciendo el ceño.
—No, necesito despejarme.
—¿Nuestra cita termina así?
Brad, que había estado mirando al frente, clavó su mirada en ella.
—¿Qué quieres de mí, Eva? Te he pedido perdón demasiadas veces, ya lo sabes, no voy a volver a
hacerlo de nuevo, tú decides. No puedo estar a tu lado sin tocarte, sin desearte.
Un estremecimiento la recorrió entera. Ella también lo echaba de menos, también lo deseaba, pero no
podía estar con él, aún no. Su mente no dejaba de bombardear imágenes de él y la zorra juntos.
—Necesito que me entiendas…
—Baja del coche —insistió mortalmente serio.
No se lo diría otra vez, abrió la puerta y al salir la cerró de un portazo. Brad arrancó haciendo chirriar
las ruedas.
¿Así se terminaba una relación? Un dolor mudo se instaló en su pecho. Llevaban demasiado tiempo
juntos, estaba segura de que no sabría vivir si él. Para ser sincera consigo misma, todo esto se le había
ido de las manos, sus malditos celos y sus paranoias habían empujado a Brad a hacer las cosas sin
pensar, Le dolía, pero debía reconocer que había verdadero arrepentimiento en sus palabras. Como Sue
le diría en este preciso momento, había tensado demasiado la cuerda. No le daría más vueltas, le daría lo
que le pedía, ¿quería despejarse? Pues ella se metería en la bañera. Tal vez necesitaban respirar por
separado.
Ta vez necesitaban volver a construir recuerdos.
Capítulo 15

Wyatt estaba agazapado junto a Jacob contra la pared de la casa donde debía estar Nayeli. Habían
conseguido colarse en el recinto sin que los otros hombres que vigilaban los accesos se dieran ni siquiera
cuenta, ¿de dónde habían salido estos tíos? Estaban fumando y hablando unos con otros sin ninguna
disciplina. Lo de vigilar se lo estaban pasando por el forro. Slade y los otros estaban repartidos
alrededor cubriendo el perímetro y su retirada. El capitán había decidido que entrarían él y Jacob. Lo de
que Doc debía estar Wyatt imaginó que era por si Nayeli estaba herida.
—¿Qué coño están haciendo? —preguntó Jacob, mirando a un grupo de hombres formando un ruedo,
parecía que había un combate de boxeo.
Wyatt miró a Jacob y al grupo que gritaba y saltaba.
—Están distraídos, eso nos favorece —dijo, encogiéndose de hombros.
Estaba deseando coger a Nay y sacarla de este lugar. Miró a los que estaban animando la pelea y los
comparó con un grupo de monos peleando por un plátano. Se estaba acercando a la esquina para entrar
cuando Killian habló en sus oídos.
—La mujer está corriendo hacia esa gente que está reunida.
Joder, eso se lo iba a poner más difícil.
En ese mismo instante Nayeli pasó corriendo a unos diez metros de distancia. No podía llamarla sin
descubrir su posición.
—Mierda —maldijo Jacob a su lado.
—Nos retiramos. —Las palabras de Slade resonaron en sus oídos. No quería escucharlas.
—Podemos intentarlo dentro de unas horas, Wyatt. —esa era Mia, tan dulce como siempre, poniendo
todo su empeño en animarle.
Sabía lo que podía ocurrir si intervenía, pondría a toda su unidad en una muy mala posición.
De repente un grito hizo eco en la distancia, era Nayeli, todo su cuerpo se tensó y buscó la manera de
ayudarla, de llegar hasta ella.
—Voy a rodear las pequeñas casas. Está en peligro, no me iré.
—Está bien, te cubrimos, Jacob acércate por el lado contrario. —El capitán también había oído el
grito, supuso que eso le obligaba a cambiar los planes sobre su retirada. Slade nunca dejaría a una mujer
indefensa a su suerte.
—¡Logan, no! —Lo oyó alto y claro, ¿quién cojones era ese Logan? ¿Y por qué Nay le gritaba?, en
cualquier caso, era hombre muerto si le había hecho algún daño.
También tenía algo pendiente con Tyler Cook, el jefe de seguridad, hombre de confianza o lameculos a
tiempo completo, que trabajaba para Patrick. Ese hombre había tocado a su chica, le daba igual que
estuviera casada en ese momento, Nayeli no lo habría consentido nunca.
Levantó la pistola apoyando la culata en su hombro y corrió la distancia que le separaba de las otras
edificaciones, los arbustos le ofrecían una ligera protección. Se encontró a Jacob de frente al otro lado,
en la esquina de otro de esos barracones.
—Despejado —dijo el jefe por los auriculares, él tenía mejor ángulo de visión.
Levantó tres dedos y los fue bajando uno a uno en una cuenta atrás, los dos corrieron paralelos a la
pared uno a cada lado del callejón que formaban las edificaciones.
Nayeli estaba ahora de espaldas a ellos intentando apartar a los hombres, ¿se había vuelto loca? Era
una maldita pelea, ¿qué pretendía? Un hombre la apartó de un manotazo tirándola al suelo. Ella gritó,
pero el hombre la levantó y la zarandeó apretando su garganta con una sola mano. Su chica estaba de
puntillas sosteniendo su cuerpo a duras penas. Wyatt no pudo seguir con la visión de un idiota intentando
ahogar a Nay.
Sacó el machete de su pantalón y guardó la pistola. Jacob le hizo una negación rotunda con la cabeza
que él ignoró deliberadamente. Todos esos tíos estaban pendientes de los hombres en el centro matándose
el uno al otro. Sería silencioso.
Se puso detrás del hombre y en un solo movimiento le tapó la boca con una mano y con la otra deslizó
la hoja por su garganta, haciendo un corte limpio. Nay le miró al ver que él soltaba su agarre y sus ojos
de abrieron con sorpresa. Dejó caer el cuerpo con cuidado en el suelo y la cogió de la mano. No
esperaba ni mucho menos la reacción de ella, que se soltó de golpe dando un paso atrás, ¿la había
asustado? Acababa de salvar su vida. En su oído sonaron varias de las maldiciones que estaban soltando
sus compañeros.
—Nay, vamos —susurró. Si alguno de esos tipos se fijaba en ellos o en el hombre en el suelo, estarían
muertos los dos. Todos iban malditamente armados mientras disfrutaban del espectáculo.
Por suerte ella parecía haber captado el mensaje de que no debía hablar. Los segundos se hicieron
eternos mientras ella negaba una y otra vez con la cabeza, la paciencia de Wyatt se estaba agotando.
—Wyatt —advirtió Slade en su oído.
Sin darle tiempo a nada la cogió por la cintura y la cargó al hombro. Nay pareció calmarse al notar
que se paraba cerca, la puso sobre sus pies y la cogió del brazo tirando de ella suavemente para
protegerla de la vista.
—Wyatt, no lo entiendes —murmuró mientras su mirada seguía atormentada —. No puedo dejarle
aquí.
—¡Salid de ahí! —ordenó el jefe con impaciencia.
En ese preciso instante las nubes decidieron dejar caer todo el peso que llevaban sobre ellos. Una
cortina de agua les impedía ver más allá de diez metros de distancia. Era algo que no ocurría con
demasiada frecuencia en California en esta época del año, pero Wyatt le dio la bienvenida, atrajo a Nay
hacia su cuerpo y se alegró de que la tormenta le diese algo de cobertura. Los hombres empezaron a
dispersarse y él los arrastró a los dos entre los matorrales detrás de uno de los barracones.
—Wyatt, escúchame por favor —dijo aferrando las sisas de su chaleco Kevlar con fuerza —. No
puedo irme sin…—Su voz titubeó un instante —. Logan.
La miró y barajó la posibilidad de volver a echarla sobre su hombro y salir cagando leches de ahí, el
agua resbalaba por su rostro y el rubio pelo se le pegaba a las mejillas. Ninguna mujer ejercía esa
atracción primitiva en él, pero eran sus verdes ojos atormentados los que le hacían dudar. Ese tal Logan
parecía importante para ella.
Levantó su barbilla con un dedo y atrapó su mirada.
—Nena, nos tenemos que ir ya, a estas alturas deben haber encontrado el cadáver, no nos conviene
permanecer aquí ni un segundo más.
—¡Vamos, hay que moverse! —dijo Jacob apareciendo por detrás de Nayeli.
Ella no apartó la mirada, esperando una respuesta. Wyatt podía ver la determinación en su rostro, ese
Logan debía ser un capullo integral, pero ella estaba decidida a ir a por él.
—Salgamos de aquí, me lo cuentas cuando estemos a salvo.
—Wyatt…
—¡Basta! No dejaré que vuelvas.
Y sin darle tiempo a contestar la cogió de la muñeca y echó a correr arrastrándola con él, Jacob iba
detrás cubriendo la retirada mientras corría de espaldas. Se oían gritos y órdenes a lo lejos, el motor de
vehículos arrancando y Killian y Slade guiándolos a través de los auriculares hacía la salida. No era el
plan previsto, pero no tenían más opción que correr un poco a ciegas.
Salieron atravesando una valla retorcida, obra de Dan.
—No toquéis los bordes, está electrificada —dijo aguantado uno de los extremos con un bloque de
hormigón.
No soltó a Nayeli en ningún momento. Todos estaban empapados cuando se dejaron caer detrás de un
montículo de tierra.
—Señoritas, ¿os estabais tomando el té de las cinco? —preguntó Dan con fastidio.
Wyatt ni siquiera lo miró y continuó caminando. Un rayo hizo un arco en el cielo, la tormenta parecía
estar de acuerdo con su estado de ánimo. Nay le miró.
—Wyatt…
—¡Ahora no! —contestó haciéndola callar.
Cuando se reunieron todos, Slade fue directamente a él.
—Tenía que ser limpio, Wyatt.
—Lo siento. No iba a dejar que ese tío hiciera daño a Nayeli —dijo con pleno convencimiento y sin
relevar ningún sentimiento. Estaba cansado de tener que hablar tanto, ellos lo habían visto, ¿qué esperaba
su jefe que hiciera?
—Vamos a por los coches. Tenemos que alejarnos. —Pero pudo percibir en la voz de Slade que esta
conversación no había terminado. Si tenía que recordarle lo protector que era con Suemy, no lo duraría ni
un instante.
Recorrieron unos doscientos metros andando deprisa y cerca de los árboles, Nay echaba la vista atrás
de vez en cuando. Estaba realmente cabreado, no entendía su actitud. Ese Logan podía ser un amigo o su
amante, ¿podría ser que hubiera buscado consuelo en otro, después de ver el verdadero rostro de su
marido? Se la traía al pairo, ese tío era historia.
Llegaron a los dos vehículos y abrió la puerta trasera del más cercano para ayudarla a entrar.
—Wyatt…
—Ponte el cinturón —ordenó sin dejarla hablar.
—Maldito seas.
Esto último lo oyó antes de que la puerta se cerrara de golpe. Dio la vuelta al vehículo y se puso al
volante, arrancó y enfiló el camino sin cerciorarse de que el otro SUV le seguía. La furia no le dejaba
pensar. Acababan de arriesgar sus vidas por ella y no lograba quitarse de encima la decepción, ver la
tristeza en sus ojos por otro hombre le estaba pasando factura.

***

Nayeli iba rebotando en el asiento sentada al lado de la chica morena que reconoció cuando los
sacaron de White Plains, no recordaba el nombre.
—¿Estás bien? —le preguntó solicita la mujer.
—Sí, gracias —contestó, después miró por la ventanilla. La tormenta no arreciaba, más bien parecía
recrudecerse.
—Soy Pam, ¿me recuerdas?
—Sí, te recuerdo. Lo siento, pero tu nombre no lo recordaba.
—No hay problema. ¿Estás segura de que esos hombres no te han hecho nada?
¿Qué clase de pregunta era esa? El único que le había hecho algo aún seguía con vida y aunque no lo
diría en voz alta, deseaba haberlo matado ella misma.
—Completamente segura —respondió de la manera más amable posible dadas las circunstancias.
Iban muy deprisa, demasiado para su gusto. Los arboles pasaban a toda velocidad y peligrosamente
cerca de la carrocería, confiaba en Wyatt, pero con la lluvia no sería extraño que patinaran y volcaran, o
se comieran, literalmente, un tronco.
—De todas formas, Aquí Doc te puede examinar cuando lleguemos. —Volvió a insistir la chica
señalando con el pulgar al hombre que tenía al lado.
—No te preocupes, estoy bien. —Miró hacia delante y vio la mirada oscura de Wyatt sobre ella a
través del retrovisor, aunque enseguida volvió a prestar atención al camino, estaban a punto de
incorporarse a la estrecha carretera de asfalto. Conducía a toda velocidad, pero parecía seguro de lo que
hacía.
Al cabo de un tiempo que se hizo eterno estaban cruzando la ciudad, el hombre redujo la velocidad y
se incorporó al tráfico de la autovía, no había muchos coches. No sabía qué hora era, pero suponía que
era medianoche.
Aparcaron detrás de un edificio de dos plantas y bajaron de los coches. No dejaba de pensar en
Logan, tal vez debería decirle la verdad a Wyatt, quizás entendería su actitud, incluso estaba segura de
que él mismo se arriesgaría de nuevo para volver a por el hombre que estaba peleando en el centro de
aquél círculo.
—Joder me voy a quitar toda esta ropa mojada, tengo barro hasta en los huevos —soltó Dan nada más
entrar.
—Muy gráfico, cielo —contestó Pam asqueada.
—¿Tenemos cara de que nos importe? —dijo Elijah levantando una ceja.
Algunos se rieron, pero ella no podía apartar la mirada de Wyatt que estaba plantado pellizcándose el
puente de la nariz.
—Nos pedimos el baño —dijo Killian levantando en sus brazos a la chica pelirroja. Ella soltó un
grito por la sorpresa. Eran pareja, ya lo sospechaba después de ver la actitud protectora del hombre, pero
que se fueran a duchar juntos se lo acababa de confirmar.
—Jefe, necesito unos minutos a solas con ella —dijo Wyatt a su superior.
—Entiendo, aclara el asunto y después ilumínanos. —La voz del capitán sonó hosca, aunque podía ver
en su verde mirada el aprecio que le tenía a su hombre. No podía evitar sentirse pequeña en medio de
todos estos tíos, unos que se habían arriesgado por ella.
—Te lo agradezco —contestó Wyatt a su jefe. Se giró y le hizo una señal con la mano para que lo
siguiera.
Caminó detrás de él hasta una habitación que estaba al fondo de un pasillo. Abrió la puerta y espero a
que ella llegara a su altura.
—Entra, por favor.
Cerró la puerta y la bloqueó.
—Quítate esa ropa, creo que hay toallas en el baño —dijo abriendo otra puerta en el interior.
Los dos se desnudaron sin siquiera mirarse el uno al otro. Él estaba furioso y ella no mucho menos
enojada. Envolvió la toalla alrededor de su cuerpo y fue a mirar por la ventana.
—Nayeli, dime por qué toda mi unidad ha ido a buscarte, a sacarte de ese agujero, para que tú te
niegues a salir retrasando nuestra huida y provocando por muy poco que nos dieran caza, porque te juro
que no lo entiendo. Te dije que te ayudaría a hacer que cayeran todos, que tú sola no pod…
—Wyat, no sabes nada de mí, absolutamente nada, ni siquiera me reconoces. No tienes ni idea de lo
que han sido los últimos diez años de mi vida, no me juzgues sin ese conocimiento —contestó
enfrentándole. El hombre solo llevaba una toalla envuelta en sus caderas, sus tatuajes parecían cobrar
vida con el movimiento oscilante de su pecho al moverse para pasarse la mano por el pelo en un gesto
nervioso.
—Pues ayúdame a entenderlo, porque ahí afuera hay hombres que han padecido por nosotros —
aseveró señalando la puerta—. Cuando recibo una orden debo cumplirla Nay, no podíamos volver atrás a
buscar a ese Logan y le debo una explicación a mi capitán por perder unos minutos discutiendo contigo.
Nay se sentó en la cama y soltó el aire lentamente, preparándose para lo que iba a venir.
—¿Es tu amante? —La pregunta la pilló por sorpresa y una furia desmedida invadió su mente.
—No, Wyatt, no lo es, ¿Ese concepto tienes de mí? —preguntó levantándose.
—Tú misma has dicho que ya no te conozco, creí que al volvernos a encontrar…
—Que al volvernos a encontrar todo sería como antes, ¿no? —terminó por él.
—He sido un idiota, ahora soy consciente.
La mirada triste y desilusionada de Wyatt le tocó una parte de su corazón que había estado demasiado
tiempo congelada y no podría evitar hacerle más daño cuando terminaran de hablar. Le iba a destrozar y
no podía hacer nada por él, tarde o temprano se enteraría.
Se puso enfrente de él y cogió su rostro entre sus manos.
—No es mi amante, es solo un buen amigo. Siempre te he recordado, siempre has formado parte de mi
corazón. Siempre serás aquél chico del que me enamoré.
—Nena, te quiero —dijo poniendo las manos en su cintura para acercarla. Sus ojos cambiando de la
furia al deseo en un instante.
La besó como un hombre hambriento, degustándola a conciencia: su lengua buscándola, sus dientes
mordisqueando sus labios mientras la apretaba contra su cuerpo. Su centro se humedeció, solo él la hacía
sentirse así: excitada y necesitada como lo estaba ahora. Patrick nunca había conseguido esa respuesta de
su cuerpo. Había conseguido robarle un pedazo de corazón, pero nunca llegó a enamorarse de él, para
cuando quiso reaccionar y terminar con la farsa de su matrimonio fue demasiado tarde.
Le quitó la toalla y se desprendió de la suya. Sus manos recorrieron desde su cintura a ambos costados
de sus turgentes pechos. Una corriente de calor recorrió su columna. Le deseaba y sabía que después
quizás la odiaría. De manera egoísta quiso vivir el momento, quería que le hiciera el amor, tocarle y
abrazarle por última vez antes de que sus vidas volvieran a separarse, y esta vez sería para siempre, no le
cabía la menor duda. Dentro de su excitación no pudo evitar que una lágrima resbalara por su mejilla. Lo
abrazó alzándose de puntillas para ocultarla. La limpió con el dorso de la mano y besó su tatuado cuello
inspirando su olor, queriéndolo retener en sus pulmones.
El la dejó en la cama boca abajo y empezó a besar su espalda desde la nuca hasta sus caderas, una
espiral de sensaciones recorría su piel dejándola desmadejada y centrada solo en sus labios que eran
suaves caricias que iban de una cadera a otra. Una mano resbaló hacia su centro y masajeó el clítoris
delicadamente, no pudo más que aferrar las sábanas en sus puños. Él introdujo un dedo y apoyó la otra
mano al lado de su cabeza, cuando el dedo fue remplazado por su miembro un jadeo escapó de entre sus
labios. El aliento de Wyatt le quemaba el cuello, sintió todo su cuerpo cubriéndola mientras besaba el
lóbulo de su oreja.
—No hay mejor lugar en el mundo que estar en tu interior, sentir como me envuelves me está matando
—susurro en su oído empezando a moverse.
Esas palabras produjeron un efecto devastador en ella, su orgasmo se estaba construyendo lentamente
mientras su lengua no dejaba de vagar por su piel. El aliento entrecortado de ambos era el único sonido
en la habitación. Wyatt se movió más rápido aumentando el placer de ambos llevándolos hasta la cima en
la que sucumbieron a la vez. Ella dando un pequeño grito, él pronunciando su nombre. La abrazo desde
detrás y se quedaron unos minutos así, poniendo todo su empeño en volver a respirar.
De repente fue consciente de que en el resto de la casa había gente.
—Wyatt, no estamos solos…
—No nena, aunque por mi podrían desvanecerse todos ahora mismo.
Se rio y él se apartó a un lado dejando que ella se pusiese de costado apoyando la cabeza en su pecho.
—La próxima vez estaremos solos y tendremos tiempo de repetir, estoy empezando a cabrearme
conmigo mismo por no dedicarte el tiempo que te mereces.
La tristeza volvió de golpe, debía darle la información sobre Logan, necesitaba saberla para poder
actuar en consecuencia. Se levantó y empezó a vestirse con la ropa aún mojada; era una sensación
desagradable.
—Espera nena, tengo un par de pantalones de chándal que podemos ponernos…
Salió de la cama y sacó un par de pantalones grises y una camiseta negra para ella.
—Los demás ya se habrán duchado, debería ir a ver a mi jefe.
Un sudor frío recorrió su espalda. Carraspeó y se preparó para hablar.
—Wyatt, hay algo que debes saber.
—Imagino que no tuviste tiempo de recoger información, no te preocupes ahora que estás fuera todo
queda en manos de los federales, aunque otras agencias también están interesadas en cogerlos.
—Sí, lo logré, vacié la caja fuerte, la del despacho de Patrick y la del que era nuestro dormitorio años
atrás.
—No lo llevabas cuando saliste…
—Está todo escondido en una bolsa debajo de la cama, en el dormitorio donde que yo dormía. Salí
corriendo cuando fui consciente de que estaban organizando un combate, me lo dijo el guardia de la
puerta, sabía que meterían a Logan en la pelea.
El cuerpo de Wyatt se tensó y fijo sus ojos en ella.
—Es alguien importante para ti… —afirmó, pero pudo notar el tono áspero en su voz.
—Wyatt, sé que esto te va a doler, pero tienes que saberlo.
—¿Saber qué? —demandó arisco.
Capítulo 16

Eva miró el reloj, las seis de la mañana, se había quedado dormida en el sofá. Ni siquiera se había
cambiado de ropa. Se levantó y fue a mirar a la habitación, Brad no estaba, no había vuelto a casa,
perfecto. Se cambió de ropa, poniéndose unos cómodos vaqueros y una camiseta blanca de manga larga.
Era domingo, se prepararía un café y volvería al sofá. En cuanto a Brad, no le llamaría, por ella podía
seguir tomando el aire, pero un deje de preocupación hizo mella en su mente.
En la CNN hablaban de un accidente de tren en la India, con muchos muertos y otros tantos heridos, se
culpaba al mal estado de las vías ferroviarias. Después hablaron de la ciudad de Alepo, donde una
bomba había estallado en un hospital pediátrico con cientos de muertos, casi todos ellos niños. El
corazón se le encogió al instante, la gente moría al otro lado del mundo y nadie parecía hacer nada al
respecto, se sentía impotente ante tanta devastación.
Brad, Brad, Brad… Su cabeza daba vueltas, por mucho que quisiera negarlo no dejaba de pensar en
él. ¿Dónde estaba? ¿Estaría bien?
Sabía que tanto Sue como Sarah estaban solas. Las llamaría y les propondría ir a almorzar juntas. No
podía seguir pendiente de él, si las cosas se tenían que arreglar debían seguir su camino y no ayudaría
nada forzarlas.
—Eva, eres muy bruta. —Le decía dos horas después Sue, que había dejado a Nathan con sus primos
en casa de Lucas, el hermano de Slade.
—¿Me dirás que no se lo merecía? —preguntó ofuscada.
—Claro que se lo merecía y haberle saltado algún diente también —la apoyó Sarah.
Suemy puso los ojos en blanco, eran dos torturadoras en potencia.
—Pero como ya te dije, estás llevando esto al extremo, deberías pasar página y perdonar a Brad. Fue
un patinazo, nada más —continuó Sarah para después meterse en la boca una buena cucharada de risotto.
—Joder con las hormonas, me estáis matando. —Iba a terminar ahorcándose si seguían dándole la
razón a Brad.
Se rieron de ella.
—No ha aparecido en toda la noche, a saber que estará haciendo —agregó cabreada.
—¿Le has llamado? —preguntó Sue preocupada, dejando a un lado del plato la servilleta.
—No, dijo que necesitaba tomar el aire, así que en eso debe estar, aunque a estas alturas ya se le
deben haber congelado las pelotas. Me alegro.
Sarah tuvo un acceso de tos y Sue abrió los ojos con sorpresa.
—¿No se te ha ocurrido que puede haberle pasado algo? —insistió Sue preocupada, la estaba
contagiando.
—Claro que lo he pensado. —Joder, ¿por quién la tomaba?
—Entonces, ¿a qué esperas para llamarlo? —farfulló Sarah con la boca llena, la mujer no paraba de
comer.
—Sarah, cariño, vas a explotar como sigas comiendo así —le dijo Eva suavizando la voz.
—Olvídame, ya hice bastante dieta, no podía subir ni un gramo siendo bailarina —contestó ofuscada
frunciendo el ceño concentrada en mezclar varias salsas en su plato. Eva puso cara de asco.
—Bien, por mí no hay problema, solo era un consejo —dijo levantando las manos en señal de
rendición mientras Sue se reía.
—Al bebé le ha dado por bailar sobre mi vejiga y destrozarme el estómago a patadas, pienso tener
una seria conversación con él en cuanto salga —dijo muy seria —, así que no me fastidies tú también.
—No pretendía…—dejó de hablar cuando Sue le dio una patadita por debajo de la mesa. Carraspeó
—…Está bien, déjalo. Solo que quede claro que cada una se paga lo suyo. Yo no tengo la culpa de que te
hayas convertido en un oso a punto de invernar.
—Creí que hoy invitabas tú —provocó Sarah entrecerrando los ojos.
Eva iba a soltarle una de las suyas cuando su teléfono empezó a sonar.
—Ahí lo tienes —dijo Sue señalando el bolso de Eva con la barbilla.
Eva no pudo evitar soltar una risita y dejar una sonrisa en su rostro hasta que esta se esfumó al mirar
la pantalla.
—¿Diga? —preguntó extrañada al ver una numeración corta.
—Pregunto por la señorita Eva Lane, ¿es usted?
—Sí, sí, soy yo.
—Anoche ingresó un paciente con herida de bala, su nombre Brad Holmes y nos dejó su número como
contacto familiar, su prometida, ¿verdad?
¿Herida de bala? Dios, no por favor, Brad no.
—Sí, ¿ha dicho herida de bala?
Sue y Sarah la miraron alarmadas.
—No se preocupe está fuera de peligro, aunque su acompañante murió.
¿Qué acompañante? Se levantó dirigiéndose a la puerta mientras las chicas la seguían. Sue fue a pagar
la cuenta.
—Dígame, ¿dónde está?
Escuchó atentamente la dirección y paró un taxi que en aquel momento pasaba por allí.
—¡Eva! ¿Qué pasa? —preguntó Sarah preocupada.
—Es Brad —dijo con la puerta ya abierta —, le han herido, dile a Sue que la llamaré y que está fuera
de peligro según me han informado, no quiero que vengáis en vuestro estado.
Cuando se disponía a entrar vio salir a Sue con el rostro descompuesto.
—Oiga señorita…—se quejó el taxista.
Se agacho y lo enfrentó.
—Ponga el taxímetro y espere.
Sue llegó hasta ella.
—¿Es Brad? ¿Está bien?
—Nena, no te alteres, él está bien —contestó acariciándole el pelo sin saber muy bien a cuál de las
dos estaba calmando, si a sí misma o a Sue.
Debía ser fuerte ante ellas. Las dos la miraban con preocupación. No dijo nada del acompañante, no
sabía quién era y eso podía alterarlas más. Cuando Sarah pasó un brazo por la cintura de Sue se sintió
inmensamente agradecida de que la chica estuviera con ella en ese momento.
—Prometo llamar, id a casa, debo ir… —Sue asintió, las besó a las dos y entró en el taxi.
No le pasó desapercibida la lágrima que resbalaba por el rostro de su amiga. Sue quería a Brad y era
consciente de que sufría por ellos, por su rotura y por sus discusiones de pareja y ahora por esto,
maldecía el momento que habían elegido para llamarla desde el hospital.
Le dio la dirección al taxista y le pidió que fuera lo más rápido posible. Se aferraba a las palabras de
la mujer, «está fuera de peligro». ¿Quién le había disparado? Presentarse a fiscal de distrito no debería
ser peligroso, ¿o sí? Y la pregunta que rondaba su cabeza, ¿con quién estaba? La persona que estaba con
él había muerto. Oh Dios, se iba a volver loca si seguía por ese camino.
Bajó del taxi a toda velocidad y preguntó en el mostrador. Le indicaron la habitación y la planta y
corrió hacia los ascensores.
La puerta estaba cerrada. Llamó con los nudillos y entró. Dos oficiales de policía hablaban con él.
—Señora por favor, espere fuera en el pasillo. En seguida terminamos —dijo uno acercándose a ella.
Miró a Brad. Su brazo izquierdo estaba vendado, no parecía tener más vendajes debajo de uno de esos
camisones de hospital que llevaba puesto. Estaba sentado en el borde de la cama con un pie en el suelo y
la otra pierna doblada con la rodilla encima del colchón.
—Es mi prometida, les presento a Eva Lane. No me importa que esté presente, esto ni siquiera es
formal. —el tono de voz de Brad era de disgusto. La acercó por la cintura y le dio un beso en la frente.
—Hola nena.
—Brad, ¿estás bien?
—Es solo un rasguño —dijo señalando el vendaje.
—Esto no llevará más de cinco minutos. Necesitamos algunos detalles ahora que lo tiene fresco aún.
—Está bien, prosigan. —Brad centró su atención en ellos.
—La señora Benson le llamó para quedar y usted fue a buscarla a la dirección que ella le indicó, que
era entre la séptima y…
Eva dejó de escuchar y se envaró. ¿Había quedado otra vez con Helena después de dejarla en casa?
Maldito cabrón. Brad puso una mano en su cintura y la apretó ligeramente.
—¿Qué ocurrió después? —prosiguió el policía.
—Estuvimos hablando dentro del coche, decidiendo a dónde iríamos a tomar algo, cuando un coche
negro se acercó por la derecha y paró justo delante. Después simplemente el que conducía sacó el brazo
por la ventanilla con una pistola en la mano y disparó creo que tres veces seguidas, quise cubrir a
Helena…a la señora Benson. —Se corrigió —. Y fue cuando me hirieron. Pero me di cuenta demasiado
tarde de que una bala la había alcanzado en la cabeza.
—¿Pudo ver el rostro del agresor?
—Iban dos, pero no pude distinguir sus caras.
—¿Se fijó en el coche?
—Era negro o azul oscuro, no había mucha iluminación, era un Ford Taurus, el último modelo.
—¿Había recibido amenazas? ¿Sospecha de alguien?
—No, cuando inspeccionen el coche verán que los disparos iban dirigidos exclusivamente a la
persona que estaba a mi lado.
—¿De qué conocía a la señora Benson?
—Trabajaba en el juzgado, era una de las secretarias.
—Perdone la indiscreción, pero si la señorita Lane es su prometida…
—¿Qué hacía quedando con otra mujer? —terminó Brad —. Anoche discutimos y me fui solo, Helena
me llamó y el resto ya lo saben.
Un momento, ¿ella no debería estar cabreada? Brad volvió a apretar su cintura y eso realmente la
encendió. Incluso los policías debían pensar que era idiota, estaba escuchando el testimonio de Brad y
aguantando sus apretones para que no se enfadara, le iban a dar por culo al muy estúpido.
—Eres un malnacido.
Brad la miró y pudo ver su mirada burlona.
—Nena, ahora no.
—¡¿Qué?!
—Prometo explicártelo todo, pero por favor no te enfades…
Algo no iba bien, le decía que no discutiera con palabras, pero en su mirada veía que lo estaba
deseando, ¿qué le pasaba? ¿La herida lo había dejado gilipollas?
—¿Te vas con una mujer después de dejarme en casa? ¿Y pretendes que no me cabree?
—Señorita…
—Un momento, en seguida termino con esto —contestó dirigiéndose al oficial que parecía tener mayor
rango.
—Nena…
—¿Nena? Por mi te puedes pudrir en este hospital, ¿se puede saber para que me has llamado? Ayer
estabas cenando conmigo y pidiéndome perdón, y ¿después te ibas a follar a otra?
—No Eva, escúchame. —Brad intentó alcanzar su muñeca, pero ella fue más rápida y después de
apartar la mano se abalanzó hacia él y le soltó una bofetada con todas sus fuerzas.
—¡Basta, señorita Lane! —El otro oficial la alejó de Brad.
—¿Me van a detener por esto?
—No, por supuesto, si el señor no presenta cargos…
Dejó de escuchar al hombre, para mirar a su maldito prometido que se estaba masajeando la mejilla.
¿Y por qué Brad seguía mirándola con ese brillo de diversión en los ojos? ¿Qué era esto, una venganza?
—Olvídame Brad, lo nuestro ha terminado aquí y ahora, no me llames ni me busques, para mí has
muerto, eres un maldito tarado.
—Joder, solo intentaba arreglar las cosas, te lo iba a explicar todo.
Se dio la vuelta y se fue. No se lo podía creer, había dicho que no le importaba que estuviera presente
durante el interrogatorio o lo que fuera eso que estaban haciendo esos polis.
Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, la rabia y la impotencia adueñándose de ella. Ahora
mismo hacía la maleta y se largaba de su apartamento, así tendría el lugar libre para llevar a todas las
mujeres que quisiera.
—¡Fóllatelas de tres en tres, si es que puedes, machote! ¡Para mí eres historia! —gritó girando el
recodo del pasillo.
Se encontró con que la gente, en la sala de espera de urgencias, lo habían dejado todo para prestarle
atención. Le daba igual, todo el mundo pensaba que estaba loca, ¿cuántas personas había allí?
¿Cincuenta? ¿Cien? No debería preocuparle que unas cuantas más se unieran a ese pensamiento sobre
ella.
—¡A la mierda! —volvió a gritar fuera de sí mientras cruzaba la sala abarrotada.
—¡Señorita! —La llamó una voz femenina.
—Tranquila, ya me largo —dijo sin girarse y alcanzando la calle.
Prefirió caminar. Sacó el móvil del bolso, se disponía a llamar a Sue, pero en el estado en que estaba
decidió no hacerlo: asustaría a su amiga y le daría otro disgusto, a cambio, le envió un mensaje de
WhatsApp informando de que Brad estaba bien.
—Está más que bien, una amante muerta y su novia a la fuga, jódete Brad —se dijo en voz alta
riéndose como una histérica de su propia frase, pero las lágrimas resbalaban por su rostro y no tenía
intención de pararlas.
Era bueno llorar o eso ponía en el último número que leyó del Cosmolitan.
Capítulo 17

—Logan estuvo todo el tiempo a mi lado, es un buen amigo y me ayudó cuando lo necesite. Él ha sido
un prisionero de Patrick, igual que yo.
—Nay, no vamos a volver a por él —contestó Wyatt dirigiéndose hacia la puerta.
—Sí lo harás, Wyatt, lo harás porque te necesita tanto como yo y sé que me va a matar por esto, pero
es lo único que puedo hacer para ayudarle.
—¿Tan segura estás? —dijo girándose para mirarla, su mirada era fría, no le gustaba lo que le estaba
diciendo y lo entendía.
—Para ti también es importante, Logan es Raoul, tu hermano —dijo susurrando.
Logan se enfurecería con ella por haberle descubierto, pero no le iba a dar la espalda, él no lo había
hecho nunca, siempre que pudo estuvo ahí para ella.
—Repite eso que acabas de decir, nena —la voz de Wyatt bajó un par de octavas y eso la asustó.
—Es Raoul…lo siento.
—¿Raoul? ¿Mi hermano desaparecido desde hace años? ¿El mismo hermano al que he estado
buscando por todo el maldito continente? ¿El mismo al que toda mi familia daba por muerto?
—Sí…
—¿Y todo este tiempo lo has sabido y no me lo has dicho? —Su rostro estaba a solo un centímetro de
su cara.
—Yo…Wyatt, era él el que debía hablar contigo, pero Patrick lo tenía amenazado.
—¡Patrick Holton está muerto! —bramó sin apartarse.
—Él intentaba ayudarme a destruir todo el imperio que había construido mi marido.
—Nena, te has acostado conmigo dos veces, hemos convivido durante dos semanas, ¿piensas qué esa
no era una información importante que darme?
—Lo siento…
—¿Y qué hacíais, acostaros para consolaros mutuamente? ¿O mientras urdíais un plan catastrófico?
Lo miró sorprendida, Wyatt irradiaba violencia contenida, no contra ella, sino por la situación. En sus
ojos había rabia y dolor. Se cernía sobre ella sin llegar a tocarla.
—¡Wyatt! —La voz del capitán Ward inundó la estancia, su tono era una clara advertencia.
—Está todo bien, jefe —contestó sin dejar de mirarla a los ojos, enderezándose en toda su altura.
Dio media vuelta y pasó por al lado de su capitán saliendo de la habitación.
—¿Estás bien? —le preguntó Slade observándola solícito.
—Todo bien, gracias.
—En unos minutos nos iremos, deberías estar preparada.
—No hay problema.
Slade salió también de la estancia, dejándola sola y devastada. Nunca olvidaría el odio que sintió en
esos ojos verdes de Wyatt. Le había destrozado el corazón y el suyo se estaba resquebrajando en miles de
pedazos.

***

Cuando Slade llegó al salón él estaba caminando de un lado a otro como un león enjaulado y en
realidad era así como se sentía. Su hermano estaba atrapado en ese lugar y su mujer en estado de shock
por su reacción desmedida. No estaba preparado para disculparse, que ella le hubiera ocultado esa
información le estaba jodiendo y mucho.
—Me ha sorprendido oírte levantar la voz, esa mujer no merece ese trato…
—Lo sé, jefe, siento que hayas tenido que intervenir, pero estaba controlado.
—No me lo ha parecido.
Le estaba resultando difícil aguantar la pulla de su capitán. Respiró hondo y le explicó lo que Nay
escondía tan celosamente.
Slade sonrió dejándolo perplejo.
—Te has cabreado con ella por ocultar el paradero de tu hermano, ¿acaso no has hecho tú lo mismo
conmigo? Tienes a un hermano desaparecido desde hace años y te dedicas a buscarlo tú solo, sin contar
con nosotros. Wyatt somos una familia, nos ayudamos unos a otros, ¿en qué coño estabas pensando?
Sabes que si hubieras descubierto dónde estaba, habrías tenido que enfrentarte a un ejército de tíos
armados hasta los dientes sin ningún problema para disparar a tu lamentable culo.
Puso una mano sobre su nuca y suspiró.
—Por esa misma razón, jefe. No puedes estar pendiente de todos nuestros problemas personales,
aunque hay una cosa en la que te equivocas, no soy ningún estúpido. Si la cosa hubiera pintado mal habría
hablado contigo, no lo dudes. Mientras tanto llevaba mi propia investigación, por desgracia bastante
desencaminada. Se había evaporado del mapa, mi hermano no existía.
—Está bien, vamos a sacarlo de ahí, pero Ian se lleva a Nayeli a Nueva York, y eso es incuestionable,
tómatelo como una orden, ¿está claro?
Su cuerpo y su mente iban por libre: el primero se envaró y rechazó tajantemente el distanciamiento de
su mujer, pero su cerebro no era tan poético y le decía que eso era lo más racional: Nayeli lejos de la
gente de Castor. También estaba el hecho de que no sabía cómo tratar el tema con ella, no estaba de
humor tampoco.
—Entendido. ¿Estará a salvo?
—No lo dudes, Ian es experto en el trabajo de escolta, ya lo sabes. Él la llevará ante el fiscal.
Odiaba profundamente no estar a su lado en estas circunstancias, pero confiaba en que no hubiera
cargos contra ella.
—Hay algo más, ella escondió información valiosa en su habitación, con eso el FBI puede encontrar
pruebas que consigan deshacerse de todo ese embrollo de sociedades ilegales y asesinos.
—Bien, es parte de nuestro trabajo, pero no podemos seguir sin informar, espero que esos documentos
acaben en nuestro poder, no quiero que los federales acaben mordiendo nuestros traseros por haberla
cagado.
Y dicho esto, como la cosa más natural del mundo, Slade llamó a Ian para darle instrucciones. Poco a
poco todos fueron apareciendo en el salón. Sus miradas fueron muy elocuentes, aunque no estaban a la
vista lo habían oído todo. Se sintió como un bicho raro. Ian le miró, Wyatt sacó unas llaves de su petate y
se las entregó dándoles así cobijo a los dos en Nueva York, después el hombre fue a buscar a Nayeli. Lo
siguió con la mirada, calibrando si ir a despedirse de ella.
Ian se paró en seco y dio paso a la pareja que venía de frente por el pasillo. Todos los ojos se posaron
en ellos, no había duda de que esos dos estaban hechos el uno para el otro. Los dos como cabras.
—¿De qué coño vais disfrazados vosotros dos? —inquirió Slade mirando a Killian y Mia —. ¿No
tenéis ropa de recambio?
Mia llevaba una camiseta verde pistacho y unas mayas con grandes flores de colores, Killian vestía
unos pantalones de cuadros en azul eléctrico y una camisa hawaiana que realmente hacía que todos
quisieran arrancarse los ojos.
—Sí jefe, nos habíamos cambiado, pero hemos tenido un pequeño percance en la ducha, esto —dijo
señalándose a sí mismo —, estaba en uno de los armarios.
Todos menos Wyatt y Slade se rieron entre dientes, Mia se sonrojó. El capitán resopló.
—Sois una diana andante, espero que lo solucionéis.
—Estamos en ello, jefe. —Killian parecía divertido con la situación, Mia no tanto.
Cogió a su chica por la cintura y la atrajo a su cuerpo.
—Vamos nena, lo de que estábamos haciendo ganchillo no habría colado.
—Oh, cállate —dijo la aludida golpeando su pecho con la mano.
Los abuchearon hasta que el capitán puso orden y les explicó la nueva posición en la que se
encontraban. Todos y cada uno de ellos apoyaron la nueva misión y a él, que deseaba con todas sus
fuerzas no verlos metidos en esto, no dudaba de su capacidad, pero los accidentes ocurrían en cualquier
operación.
Sus reflexiones se vieron interrumpidas al ver a Nay pasar por el salón en dirección a la puerta con
Ian pegado a sus talones. El hombre se despidió y ella hizo un asentamiento de cabeza y levantó la mano
diciendo un adiós general.
—Gracias por todo, chicos —dijo antes de salir por la puerta sin tan siquiera dedicarle una mirada.
Observó por la ventana como subían al vehículo y Nay sonreía ante algún comentario de su
compañero: era una sonrisa triste que borró de su rostro cuando sus miradas se encontraron. Ella
enseguida la desvió y el coche arrancó para perderse en la autopista. Ian era el niño bonito de la unidad,
una emoción nueva provocada por los celos aguijoneó sus tripas.
Una pequeña mano se apoyó en su brazo.
—¿Estás bien?
Miró a Mia, la persona más cercana que tenía dentro de la unidad. Creía haberse enamorado de ella,
pero no fue así, ahora que había encontrado a Nay sabía lo que era desear a alguien con locura, querer
dejarlo todo por esa persona especial, necesitarla en todo momento. Eso no le había pasado con su
compañera de equipo.
—Tendré que pulir un poco mis reacciones, pero sí, estoy bien.
Una sonrisa se extendió en el bonito rostro de la pelirroja.
—No he tenido oportunidad de decirte lo guapa que es, hacéis una pareja estupenda y me alegro
mucho por ti.
—Es preciosa e inteligente, y como un idiota la he apartado de mi lado.
—Te hemos oído, pero puedes arreglarlo Wyatt. Ahora lo primero es tu hermano. Ella te quiere, sus
ojos lo dicen a gritos, solo piensa que ella tampoco lo ha pasado bien, intenta comprenderla.
Wyatt asintió avergonzado, nadie les oía, pero sentía que Mia le estaba recriminando su actitud de una
manera velada.
Slade les informó de que debían estar preparados para las diez de la noche, para eso faltaban cinco
horas que muchos aprovecharon para dormir o para llamar por teléfono y luego acostarse. Fue a sentarse
en uno de los sillones y se amodorró. No dormiría, lo sabía, demasiadas cosas en su cabeza. Solo
quedaban en el salón Pam, Dan y Elijah.
—Elijah, déjalo estar, es muy tozudo —susurró Pam desde el sofá de tres plazas.
—Sí, yo soy el tozudo, Pam eres tú la que no quiere decidirse, piénsalo nena —intervino Dan también
en voz baja.
Wyatt no abrió los ojos, no había ningún otro sitio a donde ir, estaban todas las habitaciones ocupadas.
Siempre que salían solían meterse todos en un mismo sitio así no levantaban sospechas, parecían un
grupo de amigos en una despedida de soltero, así que ahora estaba ahí y ellos lo sabían, no tenía ni idea
de lo que estaban hablando y tampoco le interesaba.
—Dan, no lo empeores, cuando volvamos a Nueva York lo podremos hablar tranquilamente. —Esa
era la voz de Elijah.
—No entendéis nada…—Pam sonaba triste.
—Yo sí lo entiendo, pero me gustaría que pudieras superarlo. —El tono de Dan era suave.
—¿Desde cuándo te has convertido en mi psicoanalista?
—¿Algún día me explicareis de qué va todo esto? —pregunto Elijah.
—No. —Pam y Dan contestaron al unísono.
Solo se oían sus voces y el sonido del sofá de cuero cuando se movían.
—Chicos, quiero descansar —dijo la chica apesadumbrada.
—Hazlo, nada te lo impide.
Pam resoplo y Wyatt seguía sin entender nada. No podía evitar escucharlos, casi se le escapa una
sonrisa. Bueno, al menos le habían mantenido distraído unos minutos.
Nadie tenía ni idea de lo que tramaban esos tres a juzgar por los rostros de sus otros compañeros cada
vez que les veían interactuar. Parecían un trio sentimental, pero no lo eran. Pam se encargó en cierta
ocasión de dejarlo claro. Tal vez era lesbiana y no lo quería compartir con ellos, no era nada
descabellado pensar eso, aunque no lo compartiría con ninguno de sus compañeros, cada uno se acostaba
con quien le apetecía y Pam no iba a ser menos. Lo cierto es que nunca se fijaba en ningún hombre, ni en
ninguna mujer. Joder, ¿Y ahora por qué estaba divagando sobre la vida de su compañera?

***

El brutal sonido del equipo estéreo de su apartamento se oía desde la calle, Brad miró hacia arriba y
vio la ventana del dormitorio, que compartía con Eva, abierto. Hacía frío y ya eran las cuatro de la tarde,
la casa se iba a congelar. Pagó el taxi y nada más bajar se encaminó hacia el portal. Mientras subía en el
ascensor iba repasando el plan en su cabeza, Eva tenía que escucharle. «Eres un pobre incauto», se dijo
internamente.
Cuando metió la llave en la cerradura respiró hondo preparándose para lo que se le venía encima. La
voz de Freddie Mercury entró de lleno en sus oídos haciéndolo respingar, ¿qué pretendía Eva? ¿Reventar
todos los cristales de la casa? Dejó la cartera en el sofá y fue a bajar el volumen de la música. Era una
aberración oír Another One Bites the Dust como si fuera un murmullo, pero en estos momentos su mente
tenía otros planes.
—¿Qué haces aquí? Al menos podrías darme un poco de espacio para recoger mis cosas, lárgate y
vuelve más tarde. Dejaré la llave en la entrada.
«Empieza la fiesta» le susurró su abotargada mente. Se dio la vuelta y allí estaba ella, con su negro
cabello alrededor de los estrechos hombros, enmarañado, como si acabara de pasar un tornado sobre su
cabeza, en su rostro dos surcos de lágrimas negras teñían sus mejillas, suponía que debido a la máscara
de pestañas. Tan solo llevaba una camiseta suya que le iba enorme y terminaba a medio muslo, sus
pequeños pies estaban cubiertos por unos gruesos calcetines de lana, y aun así era la cosa más preciosa
que había visto en su vida. Le miraba con el ceño fruncido esperando una respuesta.
No le dio tiempo a abrir la boca ya que tuvo que ponerse a cubierto cuando una de las botas que
llevaba en la mano voló directamente a su cabeza, no le dio por muy poco.
—Después de todo lo que has soltado por esa boca, ¿ahora te has quedado mudo de repente?
—Nena, deja que me explique, joder.
—No hace falta, te morías de ganas de estar con ella y te salió mal, han matado a esa pobre chica ve a
saber porque, ¿en qué estás metido, Brad? —demandó furiosa.
—Cuando te dejé en casa me fui al Ice y tomé una cerveza con Frank. Estábamos hablando cuando ella
me llamó, dijo que quería verme y colgué directamente, si no me crees puedes preguntar a Marissa y a
Frank.
—¿Y qué le pasó al universo para que terminaras con ella en tu coche? —Dio un paso adelante
enfrentándolo —No me lo digas, ¿otra vez te la estaba…
—Para, para, nena —Se pasó una mano por el pelo resoplando —. Mierda, tienes la mente sucia.
—¿Yo? —La otra bota siguió el mismo camino que la primera, se cubrió con el brazo bueno y el tacón
impactó en su codo.
—¡Joder! Deja de lanzarme zapatos. Podemos hablar como personas civilizadas, ¿no crees? —dijo
siseando por el dolor.
—Haberlo pensado antes de cabrearme, Brad. No quiero oír nada más, me largo en cuanto termine de
hacer la maleta. —Y con esa frase giró sobre sí misma haciendo volar su larga melena y volvió a la
habitación.
—¡Eva! —Pero ella no le hizo ningún caso.
La siguió y al entrar en la estancia se quedó atónito ante el desastre, sus trajes estaban sobre la cama
rasgados de arriba abajo, las camisas habían corrido la misma suerte, hasta sus boxes estaban cortados,
las tijeras estaban sobre la mesita de noche.
—¿Te has vuelto loca?
—Era la ropa o tú —dijo con todo el aplomo sin dejar de meter un montón de faldas en la maleta que
había sobre la cama con perchas y todo, se movía a una velocidad alarmante, terminaría descompuesta.
—Me alegro de que hayas elegido la ropa, eso es reemplazable —se acercó a la mesita y cogió las
tijeras para guardarlas en uno de los cajones inferiores —. Vamos a eliminar tentaciones.
—Tranquilo ya se me ha pasado, ahora lo único que quiero es perderte de vista.
Se acercó a ella y la cogió por los hombros cuando estaba de espaldas intentando alcanzar más
perchas colmadas de blusas.
—¡No me toques! —gritó girándose y dándole un manotazo en un brazo. Dio gracias a todos los dioses
del olimpo por intervenir en la elección del brazo que ella acababa de azotar, ese lo tenía bien el otro no
tanto.
—Bien. —Se empezó a quitar la chaqueta y la camisa. Ella ni siquiera lo miraba, continuó con los
pantalones y los boxes.
Una vez se quedó completamente desnudo alcanzó la maleta sobre la cama y la arrastró lanzándola al
suelo.
—¡Qué coño haces! —Los oscuros ojos de Eva le repasaron de arriba abajo y después se lanzó a
recoger la maleta.
—No, nena —dijo cogiéndola de la cintura y lanzándola sobre la cama de cualquier manera, sobre
todos sus trajes echados a perder. Ella chilló por la sorpresa mientras rebotaba.
—¡Brad! —gritó rodando y arrastrándose hacia el otro lado de la cama.
—¡Ven aquí! —Le cogió un tobillo al ver que se escapaba y en ese preciso instante tuvo una hermosa
visión de su magnífico trasero desnudo —¿No llevas ropa interior? —preguntó endureciéndose.
—¿A ti qué te importa? Suéltame.
—No. —La giró cogiéndola de un brazo y se derrumbó sobre ella sujetando sus muñecas contra el
colchón, su brazo herido protestó por el esfuerzo —. Soy muy capaz de utilizar el sexo para que me
escuches.
—Ni lo sueñes.
—¿Me vas a escuchar? O empiezo a hacerte todas las cosas que sé que te gustan y terminarás
suplicando más.
Ya la tenía, ya era suya, en sus ojos pudo ver el deseo por mucho que intentara ocultarlo.
—Primero; no me acosté con ella —continuó —, nunca lo he hecho y te lo he dicho mil veces, no
volveré a disculparme por algo que no hice, ¿está claro, nena?
Ella solo lo observaba con los labios apretados intentando zafarse de su agarre, lo cual estaba
derivando en un roce muy placentero.
—Segundo; toda esa pantomima del hospital tiene una explicación, el problema es que vas a
destiempo, Eva. Esperaba que saltaras a la primera pero no lo hiciste, te quería cabreada y tardaste en
reaccionar a mis provocaciones.
Eso captó su atención, lo miró entrecerrando los ojos.
—Tú, ¿querías cabrearme? ¿No estabas con ella? ¿Mentiste a los detectives? ¿Cómo te hiciste lo del
brazo?
—¡Alto! Vamos por partes. —Empujo su miembro contra su centro y provocó que ella cerrara los
ojos.
—No puedes hacer esto…
—Hacer, ¿qué? —preguntó levantando una ceja inocentemente.
—¡Estábamos hablando!
—¡Ah! Cierto. —Carraspeó mientras ella ponía los ojos en blanco —. Sí, estaba con ella, pero no
para lo que piensas. Volvió a llamarme y me dijo que temía por su vida que había visto algo que no debía
haber visto y que se sentía amenazada.
—¿Y tú la creíste? Podías haber muerto, Brad. ¿Cómo sabes que no era una manera de llegar a ti?
—Joder Eva. ¿Por qué no estudiaste derecho? Me siento como si fuera el acusado en la sala del
tribunal.
—Muy gracioso —dijo con una sonrisa falsa —. Sigue.
Empujó de nuevo su pene contra ella. Un suspiro escapó de sus labios.
—Me refería a que sigas hablando…
—¿Seguro? Lo podríamos dejar para después, me has tenido sin sexo demasiado tiempo.
—¡Brad! —Pero en su grito ya no había tanta resistencia.
—Está bien, me mandó una foto de dos hombres: uno era su marido y el otro no tengo ni idea, pero
hablaban de la muerte de Patrick Holton…, más conocido como Castor y de que los negocios seguían en
pie.
Eva lo miró con cara de póker, no tenía ni la más remota idea de lo que le estaba diciendo.
—¿Recuerdas a Laurel Coleman? ¿La que se llamaba a sí misma, «La prometida de Killian»? —ella
asintió—, el equipo de Slade tuvo que ir a rescatarla después de haber sufrido un secuestro. Resultó que
estaba metida hasta el cuello y además pasaba información en plan espía doble internacional, trabajaba
para Castor y al mismo tiempo para los rusos, todo ellos andaban detrás de un cargamento ilegal de
uranio y son los responsables de los atentados raciales de los que hablan las noticias últimamente.
—Sí, oí que Slade Ward te lo explicaba en la fiesta del bebé de Sue.
—Exacto, Ward me pasa información sobre algunos casos para que esté atento a las decisiones del
tribunal federal, ya que conozco al procurador. Laurel fue detenida en la redada del casino y después
liberada por falta de pruebas. Informé a uno de los hombres de Slade. Ella ha vuelto a desaparecer del
mapa y tengo poderosas razones para creer que los planes del difunto Castor siguen en marcha y a punto
de ser ejecutados con ella en el equipo formado por esos hombres.
—Oh, Dios…
—Cuando Helena Benson me habló de Castor inmediatamente acudí a su encuentro. Me dio unos
papeles con los nombres y lugares que pudo recordar antes de salir corriendo, nombró a Laurel, dijo que
se le ocurrió llamarme porque, según ella, soy el único que puede vencer a su marido, también me dijo
que Benson había intentado matarla. Como has podido comprobar, ha conseguido llevar a cabo su
amenaza.
—Pobre chica —dijo Eva compasiva.
—Sí, intenté empujarla hacia abajo en el coche, pero no llegué a tiempo, por eso me hirieron.
—¿Y yo me tenía que cabrear contigo en el hospital?
—Sí nena, por eso hice que te llamaran, para que conste esa llamada en la investigación. Tú eres una
especie de coartada, los investigadores deben creer que ciertamente yo estaba allí para tener relaciones
sexuales, me iba bien que tú sacaras uno de tus berrinches, así era más creíble que yo estaba buscando
sexo y no información.
—¡Qué te den!
—Vamos Eva, si saben que ella me pasó la documentación y que yo no llamé a la policía en cuanto me
dijo que la habían amenazado me pueden acusar de obstrucción, pero en mi defensa diré que no la creí,
en realidad pensé que quería algo más que hablar de Castor.
—¿Tiene que parecer un crimen pasional? ¿Y dónde te deja eso a ti?
—Chica lista. Tengo que llamar a Slade y decirle lo que ha pasado, él moverá los hilos con el FBI,
imagino que, si conseguimos destapar toda la trama que hay detrás, mi, digamos…, infidelidad hacia ti
quedará en un segundo plano. Solo te pido que no te cabrees, te quiero y no quiero perderte.
Eva no apartaba los ojos de él, parecía estar calibrando si creerle o no. Para su sorpresa fue ella la
que empujó sus caderas debajo de él.
—Hazme el amor y después llamas a Slade.
—A tus órdenes, nena.
Solo tuvo que deslizarse en su canal que estaba tan humedecido que empezaba a tener serias dudas de
que ella hubiera entendido algo de lo que le había explicado, estaba tan excitada como él.
—Brad…—gimió.
—Nena, juro que te amaré toda la vida si me dejas hacerte el amor cada día.
—Qué poético. Juro que cortaré tu preciado juguetito si vuelves a dejar que una zorra cualquiera se
acerque a ti.
Eva era realmente dulce cuando se lo proponía, lástima que eso no ocurría a menudo. Empezó a
moverse en su interior dispuesto a conseguir que ella alcanzara las estrellas.
Capítulo 18

—Habrán reforzado la seguridad —dijo Killian mirando las fotografías del dron.
—De eso no hay duda —convino Dan.
—Podemos hacerlo, la otra unidad llegará en media hora —informó Pam.
—Nosotros dentro, ellos fuera, no puede ser tan difícil —apuntó Mia.
Estaban reunidos en el salón esperando las órdenes de Slade, que había ido con Elijah en dos
vehículos a recoger a los otros. El jefe seguía actuando como uno más en el equipo y se negaba a delegar.
Siempre era el primero en moverse y hacerlo cambiar de idea era una quimera.
De repente el teléfono sonó y Killian contestó en seguida.
—Entendido, Jefe.
Cuando colgó, los miró a todos.
—Debemos estar preparados en diez minutos. Hay nueva información y debemos saberlo antes de ir a
disparar esos culos homófobos.
—Joder, teniente, deberías hacer algo con tu vestuario, no me inspiras ningún respeto —soltó Dan.
—No te puedes llegar a imaginar lo cómodas que son estas camisas, voy a proponerle al jefe que se
convierta en nuestro nuevo uniforme —dijo empezando a desabrocharla mientras se dirigía a una de las
habitaciones.
—Joder, prefiero llevar sotana.
Cuando algunos se rieron Wyatt los miró. Parecía un mero espectador, volver a ver a su hermano se
había convertido en una prioridad, quería abrazarle y al mismo tiempo pedirle explicaciones. No había
dado señales de vida en mucho tiempo, ellos eran muy cercanos no podía creer que todos estos años no
se hubiera dignado a contactar con él. Sin embargo, con Nay habían tenido una relación, según ella, de
amistad. La había ayudado. En parte, agradecía que, Raoul o Logan, como se hacía llamar, la hubiera
protegido de alguna manera.
Slade entró con Elijah tras él, y la otra unidad compuesta por ocho hombres, los mismos que habían
acudido a África para la recuperación de los siete trabajadores de un oleoducto secuestrados por los
rebeldes del país. Sus hombres, los que Wyatt había comandado en un pasado. Se alegraba de verlos.
Cuando se necesitaba apoyo ahí estaban ellos. Eran hombres preparados y muy buenos en su trabajo.
Se saludaron y el capitán dio las últimas disposiciones. La fotografía de Raoul fue de mano en mano,
todos memorizando las facciones de su hermano pequeño.
—Se parece a ti —dijo Mia —. Pronto estará contigo.
—Es más guapo que tú —opinó Michael, provocándole.
—Se lo haré saber —contestó mientras terminaba de revisar sus armas.
Cada vez estaba más ansioso. Esos hombres eran peligrosos y todos sus compañeros iban a
enfrentarse a ellos. La primera vez, cuando fueron rescatar a Nay, no los esperaban, había sido
relativamente fácil, pero ahora era diferente y una pandilla de tíos cabreados sin ningún entrenamiento
específico y armados eran del todo impredecibles.
Ya había oscurecido cuando se pusieron en marcha, Mia no se separaba de él, parecía saber que
necesitaba a alguien con quien sentirse a gusto, y Killian no parecía demasiado molesto con el arreglo.
Agradecía el apoyo de los dos, cada uno a su manera.
—Mantente a salvo Mia, no arriesgues más de lo necesario.
—Tú haz lo mismo, estás más involucrado que cualquiera de nosotros y eso puede hacerte cometer
errores.
—Lo sé, intento aparentar serenidad, no quiero otra charla con el capitán.
Mia se rio, y le apretó la rodilla. Estaba sentada a su lado en uno de los coches.
—Lo extraño es que te haya dejado participar…
—Hubiera ido igualmente, es mi hermano.
—Y Slade Ward no es ningún idiota, créeme, lo sabe y prefiere tenerte controlado, ya le conoces.
Wyatt asintió y se preparó para dejar el vehículo que ya se había detenido detrás de una colina fuera
de la vista de cualquiera que estuviera vigilando los alrededores, les quedaba una caminata de cinco
kilómetros, solo dos hombres permanecerían en los vehículos por si se necesitaba una extracción rápida.
Se dividieron en pequeños grupos y caminaron a través del frondoso bosque en completo silencio.
Cuando llegaron, se desplegaron por todo el perímetro del lugar vallado. Los hombres de la segunda
unidad hicieron su magia y un montón de vigilantes cayeron bajo sus manos. El equipo de Slade entró
cuando estuvo despejado y se pegaron a las paredes de la gran casa. Unos entraban por las ventanas y
otros por puertas traseras. Sabían que todos los que vivían allí estaban durmiendo, pero los que estaban
despiertos se estaban encontrando con fantasmas, de hecho, eran las doce de la noche una hora bastante
adecuada para que los misteriosos hombres con formación militar hicieran sus espectrales apariciones. A
los que encontraban haciendo sus rondas por el interior de la casa los dejaban sin sentido, ataban sus
miembros y tapaban sus bocas.
Wyatt fue con varios de sus compañeros hacia los barracones, en frente de los cuales habían visto la
pelea el día anterior. Estaban vacíos, suponían que debido a su incursión les habrían obligado a
permanecer despiertos vigilando los alrededores.
—Wyatt, ven a la casa principal, tenemos algo —susurró Slade en su oído.
Dio la vuelta y corrió agachado hacia la puerta principal, ahora custodiada por Pam y Matt. Slade y
Killian estaban uno a cada lado de una puerta doble. Le hicieron señales para que escuchase atentamente.
—¿Dónde está?
—¿A ti qué cojones te importa? —contestó la voz grave de un hombre.
—Llevo horas buscándola. —No había duda, era la voz de Raoul.
Asintió hacia el capitán.
—Doc —demandó el jefe en un susurro.
—Lo acabo de encontrar, seguía donde ella lo había dejado.
—Copiado.
Hablaban de la documentación que Nayeli había escondido en su habitación. De repente oyeron un
disparo dentro de lo que parecía ser el despacho. Se le heló la sangre. Slade inició una cuenta atrás
alzando tres dedos, cuándo dio la orden silenciosa entraron y apuntaron al hombre que estaba tras la mesa
encañonando a su, ¿hermano? Ese tío con una melena oscura hasta los hombros no parecía su hermano y
también estaba el hecho de que tenía el rostro hecho un mapa, lleno de verdugones y cortes.
Killian rodó hacia las piernas de Raoul, haciéndolo caer una milésima de segundo antes de que el
hombre volviera a disparar. Estaba claro que no quería que cogieran con vida al tal Logan. Wyatt se
colocó delante de los dos, de Raoul y de Killian.
—¡Suelta el arma! ¡Ahora! —le increpó el jefe apuntando directamente a su cabeza desde un costado.
El hombre dejó la pistola colgando de su dedo índice un momento antes de dejarla caer, mirando
fijamente a su hermano.
—Estás acabado —dijo riéndose de Raoul.
Su hermano salió disparado como una flecha puso un pie sobre la mesa y se abalanzó sobre el hombre.
Slade lo miró sorprendido e intentó detenerle, pero el impulso lo catapulto hacia atrás, Raoul era un hijo
de puta enorme, hacía el doble de él, durante todos estos años había desarrollado una gran musculatura y
en sus ojos no había ninguna emoción, ni siquiera hacia él. Era un completo desconocido ahora.
Puso un antebrazo en el cuello del hombre y lo levantó del suelo como si fuera una pluma, colocó el
otro brazo haciendo palanca de manera que con un rápido movimiento le partiría el cuello.
—Raoul, suéltalo.
—Hombre, hermano, ¿cómo tú por aquí?
Los fríos ojos del hombre que se había criado con él le miraron con indiferencia, el tono de voz era
plano.
—Déjalo ir, no vale la pena —contestó bajando el arma.
Raoul sonrió, la cara del hombre estaba cada vez más pálida, sus ojos desorbitados intentando
forcejear, agarrando el fuerte brazo que le asfixiaba.
—Es algo entre nosotros, ¿verdad? — dijo apretando su agarre —. Ah, espera, quizás debería
refrescarte la memoria.
Los ojos del hombre lucían asustados, ¿quién coño era este tío? Y ¿Por qué su hermano quería acabar
con él? Todo parecía formar parte de una venganza personal.
—Como jefe de seguridad del señor Patrick Holton…, te creías con derecho a hacer lo que te apetecía
cuando te viniera en gana, ¿cierto?
Wyatt se envaró, este era el hijo de puta que había abusado de Nayeli. Levantó de nuevo la pistola, su
hermano estaba mal situado y podía herirle, pero buscaría la oportunidad para disparar al cabrón.
—¡Suéltalo! La justicia se encargará de él, eres un civil, no necesitas esto —le dijo Slade a su
hermano.
—No tengo nada que perder —apretó el cuello de nuevo —No te lo preguntaré más. ¿Dónde está
Nayeli?
—Nayeli está a salvo —su hermano clavó su oscura mirada en él cuando habló.
—¿Sabes lo que le hizo esté malnacido?
—Estoy al tanto, Raoul, casi no puede respirar, déjalo ir…—vio la esperanza en los ojos del
desgraciado y eso le encendió —. No pienses ni por un momento que no voy a disparar a tu jodida
cabeza. —Esta vez se dirigió al hombre.
—Están entrando los federales, jefe.
—Copiado.
—Raoul, es suficiente. —Slade estaba perdiendo la paciencia.
Lo dejó caer al suelo y acto seguido le dio una patada en la cabeza. El hombre quedó en el suelo
inconsciente, o eso esperaba porque lo último que quería era ver a su hermano en prisión.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó un agente entrando con dos de sus hombres detrás. Observó al
hombre y después a Slade.
—¿Con quién estoy hablando? —exigió el jefe.
—Agente especial Swan —se presentó mostrando su placa —. Le he hecho una pregunta.
—Se ha desvanecido —contestó el capitán con total indiferencia
—¿Eso es lo que pondrá en su informe? —preguntó sabiendo que mentía.
—Punto por punto, ¿algún problema? —A Slade no le desafiaba nadie y menos un niño bonito del FBI.
—No, ninguno —se giró para observar a su alrededor —. ¿Alguno de ustedes ha visto algo?
Todos los allí presentes negaron con la cabeza, todos menos Raoul, que observaba la escena
impasible.
—¿Y usted es? —El agente se dirigió a él.
—Vive en la ciudad, se ha ofrecido a mostrarnos el camino hasta aquí —Slade mostraba un aplomo
fuera de lo común.
El agente Swan levantó una ceja y enfrentó a Raoul.
—Necesito sus datos personales…
—Los encontrará en el informe —le cortó el capitán.
—Está bien. Nos ocuparemos de todo, pueden irse. —Los despachó con la mano.
—Salgamos —dijo Slade señalando la puerta con la barbilla.
Los agentes estaban metiendo en furgonetas a todos los que estaban maniatados, ellos pasaron por en
medio y desaparecieron en el bosque. El resto del equipo se les sumó a medio camino.
Wyatt observaba la espalda de su hermano, aún no se habían dirigido una sola palabra desde que
habían salido de la casa.

***

Nayeli salió del avión en un aeropuerto privado de Nueva York, subió al coche que estaba aparcado al
lado de un hangar y miró al hombre que tenía a su lado maniobrando para salir de allí.
—¿Dónde me llevas?
—Wyatt te ha cedido su apartamento en el centro de Manhattan, yo me quedaré contigo hasta que
vuelva. Es muy probable que eso ocurra esta misma madrugada.
Asintió, al fin y al cabo, no tenía a dónde ir, pero le dolía que no la llevara a la casa de las afueras,
supuso que Wyatt no quería verla por allí otra vez, esta vez lo había perdido para siempre. Arreglaría las
cosas, ni siquiera sabía si Patrick la había incluido en algún testamento, pero estaban casados legalmente,
algo debería tener para ir tirando hasta que encontrara un trabajo.
Tardaron más de una hora en llegar, pero al entrar en el apartamento todo le recordó a él, el aroma que
flotaba en el aire era especiado con un toque de su colonia. Recorrió el apartamento. Era sencillo, pero
acogedor. Declinó la cena que le ofrecía Ian y después de darse una ducha, le dio las buenas noches y se
negó a dormir en la gran cama.
—Eh, princesa, ¿Qué crees que estás haciendo? —le preguntó el hombre extrañado de que se estuviera
acomodando en el sofá.
—Aquí estaré bien.
—Mañana deberíamos ir pronto a la oficina del fiscal. Ve a la cama y descansa.
—No pasa nada, puedes usar el dormitorio.
Él se rio.
—Te lo diré de otra manera. Si Wyatt entra y te ve en el sofá y a mí en su cama, me va a patear el culo
hasta Canadá, ¿comprendes? —después señaló el sofá —. Y ahí no cabemos los dos.
Nayeli estudió su rostro. Ian era muy guapo, de una forma muy masculina, tenía un cuerpo de infarto,
aunque eso era algo que compartían todos. Llevaba el pelo revuelto de una manera muy casual y una
cristalina mirada azul. Era el que había visto hablando con Tyler en la mansión junto a sus compañeros.
Sopesó la respuesta, seguramente tenía razón, Wyatt no consentiría el arreglo.
—Está bien, ya me voy a la cama, buenas noches —dijo pasando por su lado.
—Por cierto, no intentes salir, si lo haces me enteraré.
Lo miró entrecerrando los ojos.
—No tengo intención de ir a ninguna parte.
—Perfecto, porque puedo asegurar que te lo habría impedido.
—Ya imagino —bufó metiéndose en la habitación.
No tenía ni idea de si Logan estaría a estas horas con su hermano y los dos furiosos con ella, pondría
la mano en el fuego, cada uno por sus propias razones. Ella había dejado que Wyatt pensara que había
algo entre Logan y ella y no era cierto, estaba segura de que, si ella hubiera dado pie a Logan, hoy en día
tendría algo de lo que arrepentirse, pero no era así. Nunca se habían acostado y nunca habían pasado de
un ligero roce en los labios, eso era cariño, no amor.
Se le hacía cuesta ir a ver al fiscal. Aunque ella no había participado en nada de lo que hacía su
marido y sus hombres, bien untados por un alto cargo, sabía lo que hacían. ¿Cómo explicaba que el miedo
la atenazaba? ¿Que las amenazas contra su persona no le importaban lo más mínimo, pero sí las que
involucraban a Wyatt?
Tenía un nudo en el estómago. La almohada olía a Wyatt, la habitación era enteramente masculina con
colores sobrios y cortinas oscuras, pero con gusto. No dejaba de dar vueltas en la cama, era consciente
de que quería ver a Wyatt entrar por la puerta. Miró el rejoj digital de la mesita, eran las cuatro y diez.

Una respiración le hacía cosquillas en la nariz, supo al instante que no era Wyatt. Abrió los ojos
lentamente y el rostro magullado de Logan estaba frente a ella iluminado por la tenue luz encendida en el
pasillo. Al final se había quedado dormida.
—Hola preciosa —dijo besando suavemente la punta de su nariz. Estaba tumbado a su lado sobre las
mantas.
—Logan… —sacó una mano y la posó en su mejilla —. ¿Qué te han hecho? ¿Fue la pelea de hace dos
días?
—¿Cómo lo sabes? —susurró arrugando la frente.
—Oí los gritos, corrí hacia allí, pero no me dejaron acercarme, un hombre intentó apartarme y de la
nada salió Wyatt y me sacó de allí, no pude avisarte.
—Se volvieron como locos cuando vieron a James muerto, ¿fue mi hermano?
—Sí —dijo cerrando los ojos —. Él solo me defendió.
—Son carroña, Wyatt hizo lo correcto.
—¿Por qué estabas peleando? —preguntó curiosa.
—Tyler Cook monto una timba, habían apuestas, uno de sus hombres había sido campeón de boxeo.
—Maldito imbécil, espero que ganaras.
—¿Tú qué crees? —dijo con una media sonrisa que debido a su labio partido se trasformó en una
mueca.
—¿Dónde está Wyatt? —preguntó cauta.
—Le dije que quería verte y me ha traído, ha llamado al hombre que está en el salón y él me ha
abierto, solo hace media hora que estoy aquí. Él no ha subido, ha dicho que tenía cosas que hacer.
¿Sabes? Creo que mi hermano cree que estamos juntos.
La tristeza en sus palabras la dejaron afectada, Logan la quería mucho, pero no era tonto, tenía claro
que ella no sentía lo mismo. Wyatt no quería verla, supuso, se retiraba para dejar paso a su hermano.
—Lo sé. ¿Habéis hablado?
—No, ninguno de los dos parecíamos dispuestos a aclarar las cosas, no me apetece ser juzgado,
Nayeli.
—¿Estás enfadado conmigo? Yo…solo quería que te sacaran de allí.
—No preciosa, no estoy enfadado. —Con un dedo le dio un golpecito en la nariz —. Se habría
enterado de todas formas. No te encontraba por ningún sitio en esa casa, llegué a pensar que Tyler te
había hecho algo. Me volví loco buscándote y fui a por él con todas las consecuencias. De pronto
aparecieron los hombres de la unidad de Wyatt y me dijeron que estabas bien. El FBI los ha detenido a
todos, pero tú y yo sabemos que esto no se termina aquí. —Respiró hondo y soltó el aire lentamente —.
Estoy dispuesto a entregarme y a contarlo todo, desde las apuestas y combates ilegales, hasta lo de los
casinos y casas clandestinas de prostitución, todo lo que sé, ya me da igual el desenlace que tenga esto.
—No, Logan —discrepó enderezándose en la cama, se sentó y se abrazó las rodillas por encima de
las sábanas. Él se sentó también apoyándose en el cabecero y cruzando las piernas por los tobillos.
—Sí, nena, estoy harto de esconderme y no quiero pasar el resto de mi vida huyendo. Es hora de que
afronte mis actos.
—Fuiste obligado a hacerlo, no puedes ir a la cárcel…
—Eso lo decidirá un juez. —Se pasó la mano por la mandíbula haciendo un sonido áspero al rozar la
creciente barba matinal —. Nena, no pude vengarte, no tuve oportunidad de cargarme a Tyler y créeme
que me hubiera gustado.
—A mí no me hubiera gustado. —Él levantó una ceja —. Me refiero a que no quiero que te
compliques la vida por mí.
—Sabes que haría lo que fuera por ti, ya me sentí bastante impotente…
—Basta, dices que están todos detenidos, con eso me vale. Con suerte, en prisión se convierte en la
putita de todos —dijo con una triste sonrisa.
—Eso es lo mejor que le puede pasar.
Nayeli miró por encima del hombro de Logan y vio la hora, eran las siete.
—Debo ducharme y ponerme algo decente para ir al despacho…
—Iré contigo.
—Me lleva Ian —digo señalando con el pulgar hacia la puerta.
—Lo sé, pero yo también voy. Hablaré con el fiscal.
—Te voy a pedir algo…
—Lo que quieras…
—No comentes lo de la muerte del hombre en el ring.
—Preciosa, eso ocurrió. —Su mano fue a la mejilla de Nay.
—Pero él murió horas más tarde y tú podrías no haberte enterado.
Se quedaron en silencio, solo el sonido del tráfico en la lejanía rompía esa calma que se había
instalado entre ellos. El murmullo de las sábanas al rozar con su piel lo hizo ella al girarse para mirarle.
—Te quiero demasiado, no soportaré que acabes encerrado. Y en este momento he dejado de pensar
en ti como Logan, eres Raoul, mi Raoul y el de tu familia.
Su mano la atrajo por la nuca y sus labios se estamparon en los suyos entreabiertos, sus lenguas se
encontraron y el beso fue brutal. Había una gran necesidad en él, lo podía notar, su beso era necesitado,
demandando su abandono total. Se retiró lentamente, no queriendo ofenderlo mientras cortaba el
encuentro demasiado sensual.
—Logan…Raoul… —titubeó.
—Lo sé nena, sé que siempre ha sido él. Es un cabronazo con suerte. No me lo tengas en cuenta,
preciosa.
Salió de la habitación dejándola sumida en la tristeza. Raoul era encantador, todo lo que su cuerpo
exudaba era poder y una fuerza descomunal, pero no así con ella, con ella era simplemente el chico
amable y generoso hermano de su gran amor. Le hubiera gustado sentir por él algo más que cariño, pero
su corazón se negaba a dejarlo entrar: era enteramente de Wyatt. Siempre lo sería, pasara lo que pasase
entre ellos.
Entró en el cuarto de baño y buscó las toallas, cuando salió de la ducha, unos vaqueros negros con la
etiqueta colgando, un par de botas nuevas, un jersey de lana y un abrigo marrón estaban sobre la cama,
supuso que Ian había ido a buscarlo todo a primera hora de la mañana. Se sorprendió de ver también ropa
interior de su talla. Vaya, este hombre estaba en todo.
Empezó a vestirse mientras oía las voces de los dos hombres en la cocina y el sonido de la cafetera.
Su vida había sido un verdadero desastre, ya era hora de comenzar a tomar las riendas.
Capítulo 19

Slade entraba en casa con la única idea de ver a su mujer y a su hijo, acariciar esa preciosa barriguita
de Sue y meterse bajo el agua de la ducha. Estaba sudado y algo le decía que olía a algún animal muerto,
de hecho, ese capullo de Killian había sido muy elocuente mirándolo de reojo dentro del coche mientras
le traía a casa, como si ese tarado oliera a rosas.
Después de saludar al de seguridad entró en su propiedad, era consciente de que parecía exagerado
tener a unos tíos solo para mantener la casa vigilada, pero le importaba una mierda, se lo podía permitir
y él ya sabía sobradamente lo que era perder a su familia, no volvería a ocurrir.
—¡Papá! —Nathan se lanzó a sus brazos y se abrazó fuertemente a su cuello.
Después de casi dos años, ya no tenía ningún problema en demostrar su afecto, aún quedaban secuelas
como dejar la luz encendida de noche o negarse a comer puré. En el baño diario quería el agua tan
caliente que su piel se volvía alarmantemente roja. Slade quería volver a matar al hijo de puta que había
maltratado a su hijo. En su exmujer prefería no pensar.
—Hola campeón, voy a asearme y vuelvo, díselo a Sue —pidió dejándolo en el suelo y revolviendo
su cabello. No iba a ahuyentar a su mujer nada más llegar.
—Han venido unos niños, Sue dice que tú los rescataste. Están en el salón.
Durante sus años en activo había sacado a muchos menores que habían quedado atrapados en aldeas,
sin agua ni comida debido a diferentes conflictos, pero solamente le venían a la cabeza los niños de
Nicaragua. ¿Podrían ser ellos? Nunca hablaba de eso ni siquiera con Sue, pero era feliz pasando una
parte de su dinero para que esos pobres críos tuviesen una vida normal. Solo su contacto en la embajada
americana conocía su secreto.
—Vamos a ver a esos niños. —Caminó detrás de Nathan que ya corría por delante de él.
Al primero que vio al entrar fue a Pedro, que estaba de pie hablando con Sue, el chico era más alto y
su cuerpo era más el de un hombre, más desarrollado. El recuerdo de un chico desnutrido y ojeroso
acudió a su mente cuando lo encontró metido en una cabaña, en mitad de la nada, junto a sus hermanos
pequeños sucios y también mal alimentados.
Su pecho se expandió dando lugar a un inmenso alivio, no pudo evitar sonreír. Ver a esos chicos con
un poco más de peso y saludables le acababa de alegrar el día.
—¡Slade! Que bien que hayas venido, le estaba diciendo a Pedro que no sabía exactamente cuándo
aparecerías.
—Hola pequeña —le dio un beso y se apartó en seguida guiñándole un ojo.
—Pedro, me alegra verte —saludó estrechando su mano —.Te veo muy bien.
—Gracias, señor.
—Llámame Slade, por favor —pidió apretando su hombro.
Los niños, sentados en el sofá, lo miraban con temor y se juntaron entre ellos como protegiéndose unos
a otros.
—A ver si lo adivino: Julito, María y Manuela —dijo señalándolos.
Julito asintió sorprendido y los tres miraron a Sue buscando apoyo femenino. Maldita sea, su gran
estatura los seguía intimidando. Se agachó a la altura de los críos.
—¿Veis? Como os ha dicho vuestro hermano mayor, Slade se acuerda de vosotros.
—Sí, lo hago —les dio la mano uno por uno y sonrió —. Habéis crecido mucho. Bienvenidos a
Estados Unidos.
Los pequeños sonrieron tímidamente.
—Llamaron desde la embajada para avisar, no quise molestarte con eso…le pedí a Jonas que me
acompañara al aeropuerto a buscarlos.
—No te preocupes Sue, has hecho bien. —Acarició su mejilla y miró a Manuela, la niña de los ojos
violetas. Eran muy parecidos a los de su mujer, era una pequeña Sue con el pelo más oscuro.
Todos iban bien vestidos y aseados. Pedro había hecho un buen trabajo, aunque era demasiado joven
para tanta carga, supuso que el amor que sentía por sus hermanos podía con todo.
—Papá, ¿se van a quedar? —preguntó Nathan con curiosidad y esperanza.
—Vamos Nathan, invita a tus nuevos amigos a comer algo para desayunar —propuso Sue.
Cuando los pequeños se levantaron del sofá, a Slade no le sorprendió ver como María se posicionaba
entre los dos más pequeños y les daba la mano. Esa niña era muy protectora ya lo había comprobado en
Nicaragua. No sabía si Manuela hablaba, pero no quería forzar la situación, primero hablaría con Pedro.
—Gracias Sue, Pedro y yo iremos más tarde.
Cuando salieron cerrando la puerta, Slade invitó a Pedro a sentarse en el sofá, él tomó una silla y se
sentó a horcajadas sobre ella enfrente del chico.
—Y dime, ¿cómo están las cosas por tu país?
—En cuanto al empleo mal, pero cuando terminé los estudios pude trabajar en un taller de coches y
ganaba algún dinero. Me convertí en el tutor legal de mis hermanos. Sé que no querías que lo supiera,
pero sospeché, desde un principio, que tú estabas detrás de toda la ayuda que recibimos.
Slade levantó la comisura de sus labios, pero no dijo ni una palabra.
—Me dijiste que cuando quisiera podía venir…—dijo algo avergonzado.
—Sí, lo recuerdo y sois bienvenidos, Pedro. Sabía que lo harías algún día y me alegro de que ese día
haya llegado.
—No seré una molestia para vosotros, buscaré trabajo y alquilaré un apartamento para que podamos
vivir mis hermanos y yo…, solo te pido ayuda hasta que lo consiga.
—Alto ahí, Pedro. Vas muy rápido.
El chico lo miró sorprendido, supuso que malinterpretando sus palabras.
—Para empezar, aquí no molestáis y os podéis quedar todo el tiempo que lo necesites. En cuanto al
trabajo, tengo algunas ideas en mente.
—¿Podemos quedarnos aquí? Pero tienes un hijo y una mujer, y creo que vas a ser padre de nuevo…
—alegó frunciendo el ceño.
—La casa es grande, no hay ningún problema, hay habitaciones vacías que creo que Sue ya habrá
pedido que las acondicionen para vosotros —expuso sonriendo e intentando dar confianza al chico —, el
embajador me iba informando periódicamente de tus adelantos y sé que te has esforzado en terminar tus
estudios y que tus hermanos han asistido a la escuela. Esa era una de mis principales condiciones para
poder venir a Estados Unidos.
—Eso no lo sabía. Me gustaría trabajar y estudiar algo más…
—Y lo harás, voy a ser sincero Pedro, te tienes que ganar tu lugar en esta casa, más adelante te haré
una proposición, pero de momento os quedáis aquí.
—¿Suemy no se enfadará? He hablado con ella y es muy buena, pero…
—Si hay algo que Sue tiene es bondad, no te preocupes por ella, si te hace sentir mejor hablaré con mi
mujer, pero la conozco, no os dejará marchar —dijo sonriendo. No estaba mintiendo al chico para
calmarlo, ella era así realmente.
—Está bien, no sabes cómo te lo agradezco.
—No tienes que hacerlo —dijo mirándolo con sinceridad —. Y cambiando de tema, ¿cómo le va a
Manuela?
—Empezó a hablar hace un par de meses y solo con nosotros y su médico, pero monosílabos o frases
cortas.
—Eso es perfecto, lo importante es que ha dado el paso.
—Sí, lo cierto es que como mi madre era estadounidense, creo que aquí también hablará en inglés, el
único que no lo habla ni lo entiende es Julito, a pesar de que al pronunciar su nombre te ha sonreído, no
ha entendido nada de lo que has dicho.
Los dos se echaron a reír.
—Mi padre prohibió a mi madre hablar en su idioma natal, pero cuando él no estaba lo hablaba con
nosotros.
—Sabía lo de la nacionalidad de tu madre, me lo dijeron en la embajada. —Solo que no podía
entender qué había visto esa mujer en un hombre como Morales.
—Era muy buena, ¿sabes?
—Supongo que tienes un buen recuerdo de ella, atesóralo. Dicen que una persona nunca muere del
todo mientras esté en la memoria de alguien.
—La echamos de menos. El pequeño ni siquiera la conoció ya que ella murió durante el parto, pero
María y yo la recordamos bien, no tanto Manuela, ella era muy pequeña también.
La tristeza en los ojos del chico era evidente, aunque era el más mayor suponía que el tener que cuidar
de sus hermanos lo había hecho madurar de golpe, y después estaba el maltrato al que fue sometido por
su progenitor, al que la palabra «padre» le venía grande.
—Poco a poco iremos superando los problemas, Pedro, solo se necesita paciencia y voluntad.
—Lo sé…
—Son las seis de la mañana, deberíamos desayunar y acostarnos. Todos hemos tenido que viajar de
noche y supongo que tus hermanos tendrán sueño. Acabas de cumplir los veinte, ¿verdad?
—Sí, señor —Slade hizo una mueca ante la manera de dirigirse a él.
—Soy Slade —volvió a insistir —. Y ahora que lo mencionas, en este país vuelves a ser menor de
edad.
—Sí, ya me lo dijeron, tuve que venir con una carta del consulado.
Slade, no pudo más que reírse del rostro contrariado de Pedro.

Una hora después estaban todos los niños durmiendo, Pedro en una habitación individual justo al lado
de la de Nathan y los tres pequeños en la de enfrente de los chicos, había una cama de matrimonio en la
que dormían los tres pacíficamente.
Salió de la ducha y sin ponerse nada encima se metió en la cama abrazando a Sue por detrás, posando
su mano en la barriga de su mujer, la besó en la nuca.
—Siento no haber estado aquí para recibirlos.
—No te preocupes, cuando anoche le dije a Nathan que venían ya no quería ni dormir, me dijo que
quería venir conmigo al aeropuerto. Como es fin de semana no me pareció mal.
—Nathan está contento de tenerlos aquí, se le nota, no ha parado de hablar durante el desayuno.
—Más bien eufórico, en el aeropuerto no dejaba de preguntar cuándo saldrían por la puerta de su
vuelo.
Acarició con la nariz el cuello de Sue, aspirando su aroma. Era una mujer maravillosa, no podía pedir
nada más, ella aceptaba la vida que le estaba dando a cambio de nada. Él se ausentaba días y días y ella
nunca se quejaba.
—Pequeña, ¿has visto los ojos de Manuela?
—Sí, fue por ella que me llamas pequeña, es una niña preciosa, todos lo son.
—¿No te molesta que se queden durante un tiempo? —preguntó cauto.
—Para nada, además voy a coger unos días de vacaciones, les enseñaré la ciudad y más adelante les
compraré ropa, ¿te parece bien?
—Siempre que os lleve Jonas o algún chico de seguridad…
Necesitaba que ellos se acostumbraran a ser protegidos para su tranquilidad mental.
—Sí, claro.
Dejó resbalar la mano por la curva de su vientre e introdujo los dedos por debajo de la goma de sus
braguitas hasta encontrar su centro. Sue suspiró y le dio más acceso abriendo un poco las piernas.
—Te he echado de menos.
—Y yo a ti —dijo susurrando.
—¿Cómo estás? ¿Podemos…
—Claro que podemos —dijo soportando la tortura a la que estaba sometiendo entre sus pliegues más
íntimos.
Sue se deshizo rápidamente de su ropa interior.
Slade empujó su miembro en su trasero, las ganas de entrar en ella eran irresistibles. Sue tenía un
efecto devastador en él. Separó sus muslos y cogió una pierna levantándola por encima de las suyas
dejándola expuesta. Introdujo dos dedos en su apretado canal y los movió lentamente preparándola.
—Y lo deseo tanto como tú —dijo con la voz llena de pasión. Slade suponía que notar su erección a
su espalda lo estaba descubriendo para ella.
—Quiero estar dentro de ti —murmuró cerca de su oído besando la tierna piel de su nuca.
Ella estaba mojada y excitada… se introdujo lentamente y gruñó provocando una risita de Sue.
—Me encanta…cuando haces eso…
No contestó, estaba centrado en el placer que estaba sintiendo en ese momento, pero atrapó el lóbulo
de la oreja entre sus dientes y dio un pequeño tirón a modo de respuesta. Su mano andaba perdida
ahuecando sus pechos algo más hinchados debido al embarazo y apretando sus pezones entre los dedos.
—Slade…
—¿Quieres más?
—Sí…más rápido, cariño.
Su mano volvió a descender para aguantar su muslo sobre los de él y empujó con más fuerza
empezando a acelerar el ritmo, los gemidos y la respiración entrecortada de su mujer lo ponían a cien, no
iba a aguantar mucho, necesitaba que ella llegara al mismo tiempo que él.
—Tócate pequeña, hazlo.
Ella bajó su mano y se acarició a sí misma. Estaba la luz encendida, pero había bajado la intensidad al
salir del baño, aun así podía verla y era la imagen más erótica que un hombre podría desear ver. Sus
gemidos se aceleraban y él estaba a punto de sucumbir.
—Dámelo, pequeña.
El orgasmo explotó en ella con fuerza, llevándolo a él hasta el mismo abismo, dejándose caer mientras
apretaba su muslo. Escondió su rostro en la curva de su cuello y la mordió suavemente mientras intentaba
coger aire oyendo los jadeos de Sue.
—Te quiero —dijo ella levantando la mano hacia detrás y posándola en su mejilla.
Salió despacio y la ayudó a girarse para ver su bello rostro, quería besarla y cuando sus labios se
encontraron apretó su cuerpo contra el suyo con cuidado. Sonrió mentalmente al notar el vientre hinchado
contra su abdomen. Su hija estaba bien protegida dentro de su madre y él estaba decidido a protegerlas a
las dos, a sus chicas nunca les iba a pasar nada, Nathan y él se encargarían de eso. Mierda, ¿había dicho
hija?
—Te quiero Sue, y quiero a esta familia que estamos formando.
—Lo sé, eres un hombre maravilloso, serás un buen padre para ella también —dijo tocándose la
barriga.
Slade entrecerró los ojos y eso hizo estallar a Sue en una carcajada. Le estaba provocando otra vez,
pero solo con ver su sonrisa podía hacerlo las veces que quisiera.
—Empiezo a asumir que voy a tener a dos bellas damas a mí alrededor.
—En pocos días lo sabremos seguro.
—Espero estar aquí para la visita —dijo arrugando la frente.
—Yo también, pero es tu trabajo, cariño.
—Lo sé y sabes que siempre volveré a vosotros.
Ella lo miró fijamente, su semblante era serio ahora.
—Es que, si no lo haces, iré a buscarte allá donde estés y patearé tu culo de vuelta.
Sonrió de lado imaginándose a su chica en semejante situación.
—Siempre me cuido Sue, quiero que sepas que tengo muchas razones para volver sano y salvo, pero
Nathan y tú sois las principales y ahora va a haber otra —dijo apretando un poco su trasero para atraerla
hacia él.
—Bien, no lo olvides —amenazó con un tono demasiado suave como para parecer severa.
—No lo haré —contestó poniendo un mechón rubio tras su oreja.
Sue lo abrazó y pudo notar en la fuerza de sus brazos que, aunque nunca lo dijera, ella sufría por él. El
miedo a que le pegaran un tiro y despareciera de sus vidas era patente en ese abrazo. Joder, nunca pensó
que podría amar tanto a una mujer y menos después de que su vida fuera un caos, pero Nathan y Sue le
habían devuelto la cordura, volvía a ser una persona centrada y no el hombre que iba a las misiones sin
sentir ni siquiera un poco de temor a morir. Ahora veía la parte más peligrosa de su trabajo, pero no por
eso iba a dejarlo. Había una parte importante de su vida dedicada a ayudar a los demás y eso estaba bien
arraigado en su personalidad.
—Deberíamos dormir un par de horas, necesitas descansar.
—Tú también.
Besó sus labios y acarició su rostro.
Sue se quedó dormida casi al instante y él no tardó mucho más en relajarse y mirando su rostro se dejó
llevar por la bruma somnolienta que empezó a invadir su mente. Justo antes de quedarse dormido sintió
un ligero movimiento en la barriga de Sue que estaba pegada a su vientre. Sonrió, su bebe tenía ganas de
juerga.
Capítulo 20

Era una niña, bien formada y con la nariz respingona de su madre, eso mostraba la imagen en el
monitor de la consulta del médico que llevaba el embarazo de Sue. Perfecto, su mujer había acertado de
pleno y estaba pletórica, él también, pero no dejaba de sentir sudores fríos por todo el cuerpo.
El embarazo iba según lo previsto. Medidas del bebé bien, la madre bien y él hecho una mierda, sabía
que su pequeña estaba bien protegida, aun así no dejaría de sufrir nunca, ¿qué pasaría la primera vez que
su hija quisiera ir al cine con sus amigas? Debería empezar a instruir a un pequeño ejército de escoltas.
Con veinticinco hombres habría bastante. Joder, estaba desvariando.
—Slade —. Sue apretó su mano y salió de sus pensaientos sintiéndose culpable por no haber
reaccionado al ver a su bebé.
—¿Sí? —preguntó cauto.
—Te has quedado fijo mirando la pantalla —dijo con una preciosa sonrisa.
—Sí, es preciosa, tanto como…
—Seguramente se está preguntando como puede haber ocurrido este milagro, los hombres no solemos
ser conscicentes de la maravillosa experiencia de llevar un hijo en el interior.
¿En serio le había interrumpido para soltar semejante idiotez? Lo miró entrecerrando los ojos, era
ovbio que no tenía ni la más remota idea de cómo se sentía llevar a un ser vivo dentro. Por lo que a él
respectaba se debía sentir como si un alien hubiera invadido su cuerpo, algo que no iba a soltar por
respeto a Sue. En cuanto al milagro de cómo había ocurrido, le daban ganas de explicárselo al maldito
doc con pelos y señales, al hombre le gustaba filosofear y él no era ni de lejos tan poético.
—Eso me estaba preguntando precisamente.
Sue lo miró sorprendida y al momento dejó escapar el aire soltando una carcajada, lo conocía
demasiado bien.
—Cómo me gustaría estar en tu mente en este momento —dijo entre risas.
—No, nena, no quieres eso.
Sue seguía riéndose y el médico los miró extrañado mientras retiraba el transductor y lo limpiaba con
un trozo de papel.
Cuando se prepararon para salir de la consulta, el hombre estrechó su mano y les dio cita para la
siguiente visita.
Sue miraba la fotografía de la pequeña que le había entregado su médico, inclinando la cabeza a un
lado y a otro.
—Se parece a ti —le dijo apartando un momento la vista de la carretera.
—¿En serio? No es que se distinga muy bien… —Acercó y alejó la imagen un par de veces.
—Va a ser la niña más bonita del estado. Mírala bien —soltó reprimiendo las ganas de reír.
—Lo intento, pero sigo sin… —Se mordió el labio —. Está bien, no le digas a nadie que soy incapaz
de distinguir nada en una ecografía de mi propia hija.
Slade se echó a reír.
—Nena, nadie sería capaz de ver eso, parece un cuadro de Picasso, pero no te preocupes, quedará
entre nosotros.
Al final terminaron estallando en carcajadas. Conociéndola, no tenía ninguna duda de que se sentía
culpable por no saber ver los rasgos de la pequeña, pero bien pensado, ¿quién cojones era capaz de ver
alguna cosa coherente en esa imagen?
—Te quiero, pequeña. Vas a ser la mejor madre para nuestros chicos —dijo acariciando su mejilla
mientras conducía con una sola mano.
Le quería proponer que los pequeños hermanos de Pedro se quedaran a vivir con ellos, pero eso podía
esperar.
Denis Vides iba a ir a visitarlos para ver el proyecto que Suemy había hecho para Dubái. Ya estaba
terminado y él deseaba que fuera aceptado, después de todo Sue era buena en su campo y merecía el
reconocimiento.

Dos meses después.
La Habana, Cuba.

Maldita sea, Wyatt estaba muerto de calor. Joder, era el mes de febrero y las temperaturas estaban
disparadas y fuera de los valores habituales, habituales para ellos, la gente del país debían estar
acostumbrados.
La misión consistía en velar por el embajador de Estados Unidos, lo habían amenazado de muerte
debido a unas negociaciones entre los dos gobiernos que los manifestantes entendían que iban en contra
de los intereses de los ciudadanos cubanos. El equipo de Slade era, como siempre, el que estaba en la
sombra, ese que nadie sabía que existía.
El embajador y su familia estaban en el edificio de la embajada y Slade daba una noche libre a dos de
sus hombres cada vez que eso pasaba. Aunque hoy libraban cuatro, el recinto estaba fuertemente
protegido y no hacía falta que todos estuvieran en guardia.
Dan estaba deseando salir, estaba en su país natal y deseaba ver lugares y volver a probar la comida
de su tierra, y él, Pam y Elijah no estaban por la labor. Habían acordado que dormirían en la parte de
atrás de la enorme casa y Wyatt habría dormido toda su noche libre si Dan no hubiera insistido en ir a
mostrale El malecón. Se había centrado en él, dejando a Pam y a Elijah viendo la televisión.
—Tío estás en La Habana, ¿tienes idea de lo que eso significa?
—Sí, que todas las mujeres se van a desmayar a tus pies —dijo fulminándolo con la mirada.
—De eso no hay ninguna duda, pero no me refería a mi bien dotado cuerpo.
—Capullo —soltó Pam desde el sofá.
—Vamos tío, hay que relajarse con unos mojitos y…lo que surja —continuó sin hacer caso a Pam.
A él le importaba poco o nada lo que surgiera, no le interesaba. Con la última mujer que había estado
era con Nay y ni de coña iba a suplantarla por ninguna otra. A pesar de que tanto ella como su querido
hermano, desaparecido años atrás, estaban en paradero desconocido. Nay había salido impune después
de haber sido investigada e interrogada. Él no tenía ninguna duda de que ella no había tenido nada que
ver con los supuestos atentados contra algunos bares de ocio a lo largo y ancho del país. Pero, ¿dónde
coño estaba? Después de todo parecía que sí había una relación con Raoul, solo le reprochaba haberse
acostado con él. Eso había sido genial, pero le había puesto la miel en los labios. Había despertado de
nuevo a su, largo tiempo, aletargado cuerpo. El deseo por ella lo consumía, la necesidad de tocar su piel
despertaba sus más bajos instintos.
El primer mes sin ver a Nay se había encerrado en su nueva casa y había bebido hasta caer flojo en el
sofá. Su mente le jugaba malas pasadas, la imaginaba con su hermano, los dos riéndose de él. «Te
quiero», se lo había dicho más de una vez y ella no le había contestado. Debía haberlo adivinado, no que
estuviera con su hermano, pero sí que habría alguien en su vida. Mia había acudido en su ayuda, por
suerte no había llevado a Killian con ella, eso hubiera sido humillante para él, que se sentía como un ser
patético y despreciable lamentándose por una mujer que no lo quería a su lado. Se obligó a seguir sin
ella, pero su recuerdo y lo que habían compartido en la cabaña lo golpeaban una y otra vez.
—Está bien, tú ganas.
Dan iba totalmente arreglado con unos pantalones vaqueros negros y una camisa gris oscuro algo
abierta dejando entrever su musculoso pecho. Se había doblado varias veces las mangas hasta los codos
y engominado su largo pelo oscuro. Todo un gigoló, pensó mofándose.
Él no se había esmerado tanto, llevaba unos vaqueros azules desgastados y una camiseta negra con un
dibujo abstracto que igual representaba a un demonio como a un ángel, era lo gracioso de esa pintura. Se
la estaba poniendo en ese momento cuando Dan lo miró fijamente.
—Wyatt, deberías dejar de tatuarte, ¿te queda algún hueco?
—No quieres saberlo.
—No, ahora que lo mencionas…
Se estaba calzando las botas cuando Dan hizo la pregunta del millón.
—¿Tienen algún significado?
—Muchos —contestó escueto.
—Tal vez no debería preguntar —dijo irónico.
—No, no deberías hacerlo. —Sabía que estaba siendo burdo, pero lo que sus tatuajes significaban
para él era cosa suya, eran sus recordatorios…su promesa. Esa que ahora sabía que no había podido
cumplir.
—Joder, eres la alegría de la fiesta.
—Sí, soy conocido por eso —dijo con sarcasmo —, vamos y, Dan, intenta cerrar la puerta sin
descoyuntarla, joder.
—No tengo la culpa de que en este lugar no recuerden que la madera se pudre.
—Tíos id con cuidado. —Esta vez fue Elijah el que habló desde el sofá, apoltronado al lado de Pam
viendo una vieja película italiana.
Iban paseando cuando vieron un bar de copas, se sentaron en la terraza y Dan pidió dos mojitos, él
hubiera preferido algo más fuerte, pero según su compañero era un pecado ir a Cuba y no probar el coctel
original de la isla. La humedad que lanzaba la proximidad del mar hacía que la ropa se quedara pegada a
su cuerpo. Estaba sudando y no demasiado cómodo, la música sonaba a un volumen alto y algunas parejas
bailaban a su ritmo desenfrenado. En seguida llamaron la atención de algunas mujeres que no tardaron
mucho en acercarse a ellos.
Dan desplegó todos sus encantos y terminó con una mujer de color preciosa, sentada en su regazo.
Cuando su amiga se acercó a él, la miró entrecerrando los ojos.
—¡Cuidado, muerde! —soltó el capullo de su compañero en español, señalándole con la barbilla.
La chica se detuvo en seco y lo miró inquisitiva. Él no hablaba el idioma, pero algo entendía.
—¿Este? ¿Se levantó con el moño virao? —preguntó la mujer ceñuda.
—No, es más bien mal de amores.
—¿Qué coño estás haciendo? —preguntó cabreado. No estaba entendiendo nada.
—La chica necesita una explicación y se la estoy dando…
—¿Una explicación?
—Sí tío, pones una cara que da miedo y seguro, como el infierno, que si se acerca a ti la muerdes.
—¿Eso le has dicho?
—Básicamente.
Iba a decirle lo que pensaba de él cuando la chica que estaba de pie a su lado habló.
—¡Son mercenarios! —gritó dando un paso atrás y mirando las chapas que colgaban de su cuello.
La mujer que estaba sentada sobre Dan saltó de su regazo.
—Oye, nena…—Empezó a decir Dan.
—¿Ha dicho mercenarios? —preguntó dudando de si había entendido bien.
Dan se levantó y le hizo una señal para que hiciera lo mismo.
—Eso ha dicho y esos tipos también lo han oído, creen que venimos a por uno de los suyos, han dado
por hecho que somos soldados y para ellos es sinónimo de mercenarios —explicó señalando a tres
hombres que venían hacia ellos.
—Pero si estábamos tomando una copa, joder.
Wyatt los miró y pudo comprobar que eran como tres moles.
—¿Estadounidenses? —preguntó el que iba delante, por suerte hablaba en su idioma y Wyatt pudo
entenderle.
Ninguno de los dos contestó, pero se pusieron espalda contra espalda protegiéndose el uno al otro.
Wyatt veía venir a más hombres y retirarse a las mujeres.
—Esto pinta mal —susurró Dan.
—No jodas…
—Sí compañero, hoy vamos a soltar adrenalina.
Wyatt iba a mirarlo, era preocupante sentir la sonrisa en el tono de su amigo, pero lo pensó mejor, no
quería perder de vista a ninguno de los que los estaban rodeando.
—Estás enfermo.
—¿Qué me has llamado? —preguntó Dan —. Eso lo dice alguien que tiene las pelotas moradas por
falta de sexo, ¿verdad?
—¿Y eso a qué viene?
—Vamos Wyatt, lo necesitas, esto te vendrá bien. —Se pellizcó el puente de la nariz, Dan estaba bien
jodido.
—¡Eh! ¡Vosotros! ¡Os he hecho una pregunta! —gritó el tipo grande enfrente de Dan.
—Espera, estamos discutiendo —argumentó Dan con toda la parsimonia.
—¿Estás loco? No llevan pistolas, pero veo asomar grandes cuchillos. Deja de hacer el idiota.
—Ok, espera que pregunto si serían tan amables de dejarnos ir. ¿Sabes lo que pretenden hacer esos
tíos con nosotros?
—Me hago una idea.
—Se me acaba la paciencia. —El mismo hombre hizo una señal y sacando sus enormes navajas fueron
a por ellos.
—¿Rock and Roll? —preguntó Dan sonriendo. Era una sonrisa diabólica y en sus ojos había un deseo
ardiente de dar golpes.
—¿Hay otra opción? —contestó encogiéndose de hombros.
Se agachó para esquivar el cuchillo que iba directo a su garganta y golpeo el vientre de su adversario
con el hombro haciendo que cayese hacia atrás, eso le dio tiempo para lanzar una patada contra el pecho
del otro hombre que había decidido ir a por él. Oía a su compañero detrás dando golpes a diestro y
siniestro. Dan lo estaba disfrutando. La gente gritaba a su alrededor.
—Joder, ¿acabas de cortar mi camisa de los domingos? —Definitivamente estaba como una cabra,
pensó al oírle quejarse.
—No te preocupes cariño, te compraré otra. —Esa era la voz de Pam, que acababa de tumbar a un tío
con un barrido de su pierna y le daba un golpe seco en la garganta.
—¿Has venido a rescatarme? —preguntó Dan resollando y empujando al hombre que había caído
sobre él.
—Me ha parecido ver a una dama en apuros y aquí estoy —contestó resuelta.
Pam saltó sobre una mesa y enlazó sus piernas en la garganta de otro de los capullos derribándolo y
rompiendo su nariz de un puñetazo.
—¿Joder, no podrías practicar conmigo esa erótica postura? —dijo Dan al ver que la entrepierna de
ella estaba a la altura de la cara del idiota sangrante en el suelo.
Wyatt intentaba quitarse a un tipo de en medio cuando alguien soltó un puñetazo en la cabeza de su
atacante y se lo quitó de encima. Elijah entró en su campo de visión.
—¿Esta es vuestra idea de salir a conocer la ciudad? —preguntó dando un codazo a uno que venía por
detrás sin tan siquiera mirarlo. Estaba seguro de que alguien iba a acabar barriendo dientes hoy.
—Pregúntaselo a Nig, yo estaba disfrutando de la noche.
La carcajada de Dan resonó en la noche por encima del griterío.
—Y una mierda, ahora es cuando te lo estás pasando realmente bien, admítelo —soltó levantando un
brazo para parar el vuelo de una silla metálica. Su respiración era pesada.
—Terminemos con esto y vámonos antes de que llegue la policía —propuso Elijah.
—¡Cuidado nena! —gritó Dan.
Ya habían tumbado a unos cuantos y el único que quedaba en pie iba a por Pam pensando, de manera
errónea, que era la más débil del grupo.
Pam se giró a tiempo de atrapar la muñeca del hombre que llevaba un cuchillo de grandes dimensiones
en su mano, bajó su brazo haciéndole una llave y consiguió que se golpeara contra una mesa obligándole
a soltar el cuchillo. Levantó la rodilla y Wyatt podría jurar que oyó como los huevos del tipo se rompían,
el hombre aulló y cayó al suelo retorciéndose. Dan, Elijah y él mismo sisearon haciendo muecas de
dolor, compadeciéndose del pobre desgraciado.
Las sirenas de la policía se oían a lo lejos, El malecón estaba lleno de curiosos y eso les daba un
tiempo para desaparecer mientras los coches policiales se abrían paso entre la gente.
—Esas sirenas suenan raras.
—¿Eso te preocupa, Dan? —preguntó Pam arqueando una ceja.
—No especialmente.
—Vosotros no ibais a salir…—comentó Wyatt caminando deprisa.
—Al final hemos decidido hacerlo. Como ves, ha sido poco rato, pero intenso.
Pam era otra adicta a la adrenalina, su unidad se componía de hombres y mujeres bastante peculiares,
por no decir que eran una panda de tarados con un importante desajuste mental, él no se incluía.
Se escabulleron por las callejuelas y se separaron, Dan y Pam por un lado y Elijah y él por el otro.
—Cuando Slade se entere nos va a cortar las pelotas —se lamentó Elijah.
—Bastante probable.

***

—Mi abogado me ha entregado todos los documentos, resulta que soy asquerosamente rica, Patrick lo
había puesto todo a mi nombre, así no podían relacionarle con las propiedades —explicó Nayeli, no
precisamente contenta.
—Deberías tomarlo como una compensación —dijo Raoul, acariciando su mejilla.
—No hay nada que compense estos últimos terribles diez años.
—Lo sé, pero si no lo quieres siempre puedes vender todas las propiedades y empezar una nueva vida
a su costa, seguro que se retuerce en su tumba.
Nayeli se sentó en el sofá del apartamento que Raoul tenía en Chicago. Había huido literalmente de
Nueva York después de que todo se arreglara para ella y los federares al fin creyeran oportuno que podía
viajar. Wyatt no dio señales de vida en todo ese tiempo, la revelación del paradero de su hermano y su
silencio con respecto a Raoul habían dañado la relación, si es que había alguna.
—Tengo que contarte algo, Raoul.
—Algo me dice que te voy a perder definitivamente —dijo sentándose a su lado y mirándola con
tristeza.
Había conseguido trabajo como entrenador en un gimnasio para futuras estrellas del boxeo en Chicago
y estaba contenta por él, pero ella quería cumplir su propio sueño, no se iba a quedar en la ciudad,
aunque él se lo había pedido.
Raoul siempre hablaba de ellos como si fueran pareja y no lo eran. Le había ofrecido ir a Chicago
cuando supo que el hombre que murió en el ring no había muerto por su mano. La autopsia reveló que
murió de un disparo, así que eso dejaba a Raoul libre, ya que habían detenido al culpable en Las Vegas.
Nayeli supo en seguida que eso le quitaba un gran peso de encima a su amigo. Había ido con él para
poder despejarse y pensar sobre su futuro, Raoul era como un hermano para ella y eso no iba a cambiar.
Por suerte él parecía entenderlo.
—No me vas a perder, solo que hace años que sueño con vivir en Nueva York y creo que allí puedo
empezar esa nueva vida de la que hablas.
Raoul se envaró.
—¿Cerca de Wyatt?
—Era un sueño de los dos, es una de tantas promesas que nos hicimos de jóvenes, pero no, Raoul, no
es por él es por mí, Nueva York me encanta. Ya no queda nada entre tu hermano y yo y difícilmente nos
podríamos encontrar en una ciudad tan grande.
—Iré a visitarte a menudo —murmuró con resignación.
—Lo sé, y estaré encantada de que lo hagas. —Puso una mano sobre la suya que estaba apoyada en su
muslo —. ¿Me ayudarás a instalarme? Dijiste que empezabas a trabajar la semana que viene…
—Cuenta conmigo, pero son pocos días…
—No hay problema ya he hablado con un agente inmobiliario, he comprado un ático cerca de Central
Park. Esa va a ser mi manera de vengarme de Patrick, él odiaba esa ciudad. Y también voy a donar una
buena suma a las familias de las personas asesinadas por el grupo, un agente me ayudará a ponerme en
contacto con la asociación que maneja las donaciones.
—Bien, lo que quiero es que tengas la conciencia tranquila, los actos de tu marido no son los tuyos,
tenlo presente.
Ella asintió, aunque se seguía sintiendo culpable.
—Necesitaré de tu ayuda para llevar mis pertenencias.
—No tienes ni que pedirlo —dijo pasando un brazo sobre sus hombros acercándola a su cuerpo y
besando su cabeza —. Tengo un hermano idiota.
—Deberíais hablar, Raoul.
—Y lo haré, pero me refería a su comportamiento hacia ti.
—Le oculté cosas y eso le dolió.
—Lo sé —dijo poniendo un dedo bajo su barbilla para levantar su rostro —. ¿Entonces cuándo nos
vamos?
Hacia muchos gestos que le recordaban a su hermano mayor. El color de sus ojos era de un marrón
oscuro en contraste con los verdes de su hermano, pero había tanta tristeza en ellos que su corazón se
encogió por no poderle dar lo que él quería de ella, pero ya había vivido con una persona que, aunque en
un principio quiso, en los últimos años ya no amaba, no volvería a pasar por eso, no haría daño a Raoul
de ninguna manera.
Capítulo 21

Slade esperaba un ataque inminente contra el embajador y su familia y no era el único. Los Marines
asignados alrededor de la residencia de la familia habían recibido órdenes de disparar al menor indicio
de una ofensiva. La gente de la isla estaba demasiado resentida con su gobierno, las decisiones en contra
de los ciudadanos cubanos en situación irregular que vivían en Miami había exaltado los ánimos y las
palabras poco apropiadas del embajador no habían hecho más que empeorar las cosas.
Mientras los Marines cubrían al embajador de cerca, Wyatt y sus compañeros estaban repartidos por
las azoteas vigilando a través de las miras telescópicas de sus armas, en espera de que el hombre pudiera
salir del país sin ser asesinado.
—Paquete saliendo. Reportad —susurró Slade en sus oídos.
—Todo tranqui…
El disparo se oyó como una explosión dentro de la pequeña plaza rodeada de antiguos edificios.
—¿Dónde coño? —preguntó Killian.
—A tus doce, Wyatt —dijo Dan.
—Nig, repite —pidió.
—Hay un movimiento extraño a tus doce, parece que es en el segundo piso, tienes mejor ángulo que
yo.
—Nig, no ignores tu cuadrante —le advirtió el jefe a Dan.
En ese mismo instante mientras el coche oficial salía a toda velocidad vio un destello, era la mira
telescópica de un rifle, intentaban disparar de nuevo, enmendar el fallo anterior.
Apuntó y aguantó la respiración antes de disparar, apretó el gatillo y el impacto hizo que la persona
tras las cortinas levantara el rifle al caer.
—Eliminado —anunció.
—Podrían haber más, atentos —ordenó el jefe.
Otra ráfaga de disparos sacudió al vehículo en marcha e hirió a varios soldados.
—Joder, no logro localizar a ninguno. —Se lamentó Elijah.
—Intentan disparar a las ruedas, puede ser que estén en las ventanas de los sótanos —agregó Slade.
—¿No se suponía que estaba todo revisado? —preguntó Jacob.
—Eso me aseguraron ayer.
—No podemos disparar tan bajo, hay demasiada gente —indicó Mia.
Wyatt imaginó que todos estaban escudriñando a su alrededor como hacía él.
—Centrémonos en los dos accesos a la plaza, es ahí donde pueden encontrar la manera de parar la
comitiva —ordenó de nuevo Slade.
Lo más indicado hubiera sido sobrevolar la zona con un helicóptero y sacar así a los protegidos, pero
eso era llamar la atención del gobierno cubano y el espacio para aterrizar era demasiado reducido y
peligroso. Las azoteas no estaban preparadas para soportar el peso, ni siquiera la de la propia embajada,
que debía estar preparada para estas emergencias, según estimaron los altos cargos desde el pentágono.
Varios disparos más tarde, el coche logró salir de la plaza y ellos redujeron a varios francotiradores,
abandonaron sus puestos y ayudaron a los soldados que estaban heridos y a la policía local a detener a
los hombres que pudieron localizar en sus escondites, se confiscaron varias armas de fabricación rusa, no
podía ser de otra manera.

El avión privado de la empresa sobrevolaba Florida cuando Slade se sentó a su lado. Hasta ese
momento iba pensando en si había oído a Pam y a Dan en la habitación de al lado en la casa donde
dormían o solamente lo había soñado, pero primero parecían discutir en susurros y después tener sexo
desenfrenado. Y observándolos ahora, sus miradas ni siquiera se cruzaban en ningún momento. Dan
estaba hablando con Michael y Jacob, y Pam mantenía una conversación con Killian y Mia mientras
Elijah dormía cerca. Todo normal, sin novedad en el frente.
—Wyatt, no he querido decirte nada hasta terminar la misión porque ya sabes…os necesito centrados.
Se envaró en su asiento, si el jefe hablaba exclusivamente con él era porque Nayeli estaba involucrada
en la conversación.
—¿Qué ocurre? ¿Nayeli? —Se preguntaba si habían encontrado algo contra ella.
Slade asintió.
—Los papeles que recuperamos de su casa, los que ella dijo que estaban en la caja fuerte de Castor,
parecen tener información importante referente a ella y a su familia.
Wyatt frunció el ceño, ¿para qué querría él esa información?
—He hablado con Ian, Brad tiene también documentación donde un aspirante a fiscal en el estado de
Nueva York tiene algo que ver con la financiación de armas de la que se valió Patrick Holton…, se lo
entregó la mujer del sospechoso antes de que la mataran de un disparo en el propio coche de Brad.
—¿Brad? ¿El abogado? ¿Está bien?
—Sí, salió ileso.
—Joder, ¿los dos casos están conectados?
—Eso nos tememos, pero hay algo más…
Cuando el capitán terminó de explicarle el asunto que tenía que ver con Nayeli, Wyatt podía notar
como su corazón bombeaba a toda prisa y la sangre se drenaba de su rostro.
Miró hacia afuera a través de la ventanilla sin ver nada, solo una neblina roja parecía destellar ante
sus ojos, vagamente fue consciente de las siguientes palabras de Slade, sus manos se agarraban con
fuerza a los reposabrazos del asiento.
Debía buscar a Nayeli.

***

Thomas se incorporó en su silla resoplando.
—¿Hoy viene con todas las criaturas? —preguntó mirando a los niños medio aterrorizado.
Habían quedado en esa cafetería, hacía semanas que no se encontraban todos. Eva ya estaba cuando él
había llegado, y Sarah había avisado en el grupo de WhatsApp de que le era imposible acudir porque
tenía a su madre de visita en casa.
Sue venía caminando de frente acompañada de tres niños, un adolescente y Nathan, la chica llevaba
una sonrisa en sus labios y los controlaba con la mirada mientras cruzaba la zona más despejada del
centro comercial. Un par de escoltas estaban tras ellos a una cierta distancia.
—Yo creo que nos ha llamado para que hagamos de niñeras adicionales —dijo Eva con una mirada
que no distaba mucho de la del monitor.
—Ah no, eso sí que no, los niños me asustan —anunció compungido.
—Pero tú eres monitor, estás acostumbrado a tratar con gente joven…
—Con gente joven, no con niños, y soy Personal Training —corrigió molesto.
Eva lo miró perpleja.
—Cuánto glamour, cielo. —Se mofó provocándole.
—Hola, chicos —saludó Sue llegando a su altura.
—¿Qué pasa? ¿Has decidido que un embarazo humano es demasiado tiempo para esperar un hijo? —
preguntó Eva señalando con su barbilla a su barriga redondeada.
—No seas bruta. Eva, Thomas, os presento a Pedro, María, Julito y Manuela. —Los señaló poniendo
una mano en los hombros de los niños que nombraba.
—Mucho gusto, chicos —dijo Eva canturreando.
—Hola —saludó Thomas, removiéndose en su asiento.
—Lo tienes realmente acojonado —explicó Eva señalando al hombre con el pulgar.
—Modera tu lenguaje, cariño —advirtió Sue, abriendo los ojos.
—Ah eso…bien, Thomas está realmente cagado de miedo.
Sue puso los ojos en blanco.
—¿Y eso? —preguntó a su amigo.
—No hagas caso a esta chiflada, solo estoy sorprendido. —Se levantó para besarla después de haber
mentido, Eva soltó una carcajada.
Thomas estrechó la mano de Pedro y sonrió a los niños.
—Tío Thomas, son mis nuevos amigos, vienen de Nicaragua, es un país que está en la otra parte del
mundo, muy, muy lejos —expuso Nathan totalmente convencido.
Eso provocó la sonrisa de Pedro que despeinó su pelo.
—Eso es mucha distancia —aceptó Thomas.
—Sí, pero han dormido mucho y ahora ya no están cansados.
—Eso es genial. —El monitor lo levantó del suelo y también lo besó.
Los niños miraban el intercambio extasiados, cuando Eva se acercó a María esta la miró embobada.
—Hola María, me ha dicho Sue que vamos a comprar ropa para vosotros.
La niña asintió mirando la ropa de la mujer.
—Me gusta tu ropa —dijo en un inglés un poco precario.
—No hay problema, hoy vas a salir preciosa de aquí. —Tocó la barbilla de Manuela —.Y tú también.
Falta muy poco para Navidad y vais a ser las chicas más bonitas de la ciudad.
Sue escuchó la conversación encogida, Eva podía acabar vistiendo a las niñas como si fueran muñecas
Bratz, tendría que estar atenta.
—Tengo que comprarme ropa interior —susurró Eva cerca del oído de Sue.
—¿Y tiene que ser hoy? No pensaba meter a los niños en La perla… ¿Tan mal estás de bragas? —
preguntó divertida.
—Para que te hagas una idea, hoy no llevo.
Sue la miró sorprendida y repasó su atuendo, llevaba una falda justo por encima de la rodilla.
—Eres un caso, ¿qué le ha pasado a tu ropa interior?
—Digamos que me cabreé tanto con Brad que corté toda su ropa y la que me había regalado a mí, en
definitiva, no hice un buen cálculo y terminé sin bragas, ¿te parece una explicación razonable?
—A mí, sí —dijo Thomas riéndose.
Los niños estaban asomados en un balcón interior mirando las diferentes plantas del centro comercial.
Pedro asía por los hombros a los más pequeños en un gesto protector que a Sue le encantaba.
—¿Cuándo pensarás las cosas detenidamente antes de hacerlas? —inquirió.
—Pues mira por donde, eso sí lo pensé «detenidamente», no sabes lo bien que me quedé después de
destrozar su ropa.
Sue resopló.
—¿Y has tardado tanto en darte cuenta de que andabas mal de ropa interior?
—Estaba agotando las reservas.
Y dicho esto enfilo su camino hacia los ascensores.
—¡Vamos niños, haced una fila detrás de mí! —grito a los chicos que estaban señalando en varias
direcciones, contentos de estar allí.
—Está realmente loca —se lamentó Thomas.
—¿Quién, Eva? Qué va…—contestó con sarcasmo —, vamos antes de que decida que las niñas deben
usar también tanga.
Thomas soltó una carcajada y echó a andar colgándose del brazo de Suemy.
—Podríamos comer aquí, conozco un restaurante estupendo.
—Hecho.
Su teléfono móvil empezó a sonar con la canción Setember de Earth, wind and Fire. Era Slade, eso
solo podía significar que ya estaba en la ciudad. Contestó con una gran sonrisa en sus labios.
Al mismo tiempo el teléfono de Thomas también sonó, seguro que Matt también lo llamaba para
decirle que ya habían aterrizado.

***

Cuando Wyatt se despidió de sus compañeros advirtió que todos se dirigían a sus hogares. Él no, él
iba directamente al complejo, quería repasar y confirmar la información que le había dado Slade. El
Hummer de Slade se paró a su izquierda cuando ya había recorrido media pista de aterrizaje en dirección
a la salida.
Matt iba en el asiento del pasajero y llevaba un brazo colgando fuera del coche.
—Sube, Wyatt —invitó.
—No voy a casa…
—¿Crees que no lo sabemos? —inquirió Slade sin detener el coche, manteniéndolo al ritmo de sus
pasos —. Sube Wyatt, no vamos a casa, Sue y Thomas están en el centro de Manhattan, no nos esperan
aún.
Paró de andar y se subió al asiento de atrás.
—Y también tengo que ponerme al día y hacer un maldito informe —informó el capitán mirándolo por
el retrovisor.
Él solo asintió.
Sabía que Slade también tramitaba los informes desde su casa, así que tenía muy claro que aunque no
lo estaban diciendo, estaban apoyándole. Lo de que sus parejas no estaban en casa era pura fachada,
habrían acudido a su lado igualmente, los conocía demasiado bien.
Y ahora que lo pensaba, Slade había llamado al centro de operaciones y hablado con Ian, no dudaba
de que le había pedido que recopilara toda la información para él. Estaba claro que siempre los tendría
cubriendo su espalda y más en estos momentos en los que las cosas se habían torcido para él y para
Nayeli. Se mantuvo en silencio la hora que tardaron en llegar al complejo.
—Hola tíos, ¿qué tal el vuelo? —preguntó Ian al verlos entrar.
Los otros contestaron, él se sorprendió de ver a Brad sentado al lado de Ian, Aylan hoy libraba, según
dijo Slade durante el trayecto.
Cogieron unas cervezas de la nevera y se repartieron por la sala, en la que, por cierto, ahora también
había un sofá, pero él se sentó a horcajadas en una silla.
—Wyatt, el jefe te ha puesto al día de las nuevas noticias…—afirmó Ian buscando algo encima de su
escritorio.
—Sí, ¿puedo ver el informe?
Ian hizo correr las ruedas de su silla hacia detrás y plantó un dosier con varios documentos encima de
la mesa en la que él estaba apoyado.
—Por supuesto.
Dio un repaso rápido y se convenció de que lo que el capitán le había contado tenía una buena base
para sospechar.
—¿Qué pinta Ángela en todo esto? ¿Es cómplice?
—Sí, de hecho, a estas horas ya está detenida. Lo tienes todo ahí —dijo señalando los papeles que
Wyatt aún no había terminado de leer.
—Tengo que encontrar a Nayeli, ¿Tú podrías…
—Me he adelantado —le cortó buscando una nota que tenía al lado del teclado —, he localizado una
propiedad aquí en Nueva York, la ha adquirido recientemente, aunque tengo que decirte que ahora es
dueña de varias propiedades repartidas por todo el país. Aquí está la dirección, no he podido investigar
más ya que aún no ha pagado ninguna factura de suministros. Y no sé a ciencia cierta si está ocupándola o
ha sido una inversión.
Pero Wyatt sabía que ella quería vivir en Nueva York, tenía que andar cerca.
—¿Cuánto hace que la compró?
—Unos quince días.
Se levantó de la silla.
—Bien, voy a…
—No tan deprisa —dijo el jefe poniendo una mano en su hombro y obligándole a sentarse de nuevo, él
lo miró frunciendo el ceño —. Antes de que te vayas tengo que poneros al corriente de algo, después
hablaré con los demás.
Todos asintieron.
—Brad —dijo mirando al abogado.
—Bien, una documentación cayó en mis manos y después de estudiarla he descubierto que está
vinculada con la organización que manejaba Castor, el FBI sospechaba que había alguien detrás
financiando los atentados, pero no daban con él, la mujer de Benson me la pasó antes de morir. —Suspiró
y se pasó una mano por el pelo, el hombre parecía acongojado por la muerte de esa mujer —. Benson se
presenta para el puesto de fiscal del distrito al mismo tiempo que yo, las elecciones serán en noviembre.
—¿Y qué tiene que ver eso con nosotros? —preguntó Matt.
—Benson está detrás de esa financiación a cambio de obtener los votos necesarios para ganar. No he
pasado la información al FBI, he pensado que vosotros os podríais hacer cargo de esto. Ya sabemos que
las cagadas burocráticas son bien conocidas y que van tratar de recopilar más pruebas antes de ir a por
él. Pero todo esto no lo hago por mí, no es por lo que pensáis, solo con deciros que el nombre de Laurel
aparece en los papeles tenéis más que suficiente para querer el trabajo.
—Esa mujer esquiva a la justicia como le da la gana. —La voz de Ian sonó con fastidio.
—Lo sé, quizás es una buena ocasión para acabar entregándola.
—¿Qué hay del atentado contra la sinagoga? —inquirió Wyatt.
—Los agentes estuvieron vigilando el lugar, de hecho, se estrechó la vigilancia en sinagogas de todo
el país, y no hubo ningún movimiento sospechoso, suponemos que al detener a los de la mansión en
California el plan no siguió adelante o a Nayeli la engañaron —explicó Slade —, pero nadie se fía, saben
que pueden haber otros grupos en la sombra vinculados con Castor que podrían terminar el trabajo por
ellos en algún otro lugar.
—Hay mucha gente implicada, llevará años terminar con esto —se lamentó Matt, al que la muerte de
muchos de sus hermanos de color y grupos de gais le había afectado especialmente.
—La otra mala noticia es que Tyler Cook ha logrado escapar. En el traslado un grupo de paramilitares
asaltaron el furgón. Así que anda libre.
Wyatt se puso de pie de golpe.
—Ese tío estaba obsesionado con Nayeli, debo protegerla.
—Se sospecha que a estas alturas ya habrá abandonado el país, no será tan idiota de ir tras ella, sabrá
que la estamos vigilando.
—Tengo que hablar con ella, ponerla sobre aviso.
—De todas formas, podemos ofrecerle seguridad, ya lo sabes.
—Sí, se lo propondré.
—Bien, ya podéis iros, os avisaré para una nueva reunión.
Despejaron la sala y Matt lo llevó en coche hasta su casa.
Capítulo 22

Nayeli y Raoul llevaban solo un par de días en Nueva York, el ático comenzaba a parecer un hogar,
había colgado cortinas en los grandes ventanales y había comprado ropa de cama y utensilios para la
cocina. Los muebles los dejaron montados y listos los chicos de la tienda de muebles, y salvo el
televisor, que ocupaba un espacio central en el mueble gris claro, todo lo demás estaba vacío. Pero
mientras no encontrara un trabajo como profesora, que era para lo que ella se había sacado una carrera,
podría ir comprando adornos. Tenía en mente un gran reloj para colgar en una de las paredes, eran de
esos que se tenían que montar los números y las agujas por separado. Quedaría muy moderno y se vería
nada más entrar.
Estaba colocando cosas en la cocina cuando alguien tocó el timbre con bastante insistencia.
Raoul, que estaba colgando el espejo que acababan de comprar en el recibidor, acudió al mismo
tiempo que ella, miró por la mirilla y se quedó completamente congelada.
—¿Quién es? —susurró Raoul.
—Wyatt —dijo tan bajito que dudaba que su amigo la hubiera escuchado. ¿Cómo la había encontrado?
No sabía qué hacer, pero el ruido que estaba haciendo Raoul con el taladro ya le habría dado una pista
a Wyatt de que había alguien dentro, era una tontería, pero le dolía que los encontrara juntos, ella no le
había llegado a aclarar si tenía o no una relación con su hermano; en cuanto los viera sacaría sus propias
conclusiones.
—Ve a la cocina, yo abriré —siseó Raoul y ella, aun no sabiendo muy bien por qué, le hizo caso y
entró en la cocina para seguir con lo que estaba haciendo.
Oyó como él abría la puerta y no pudo evitar volver atrás sobre sus pasos. Wyatt estaba mirando
fijamente a su hermano y en cuanto la vio desvió la mirada hacia ella.
—Hola Wyatt, pasa —invitó Raoul haciéndose a un lado.
—Tengo que hablar con Nayeli —dijo sin apartar la vista de ella —, si no te importa.
Raoul se extrañó por sus palabras y lo miró.
—Eso pregúntaselo a ella.
—Pasa, Wyatt. —Logró articular.
Entró y se quitó la cazadora. Viéndolos uno al lado del otro se notaba que eran hermanos: la misma
altura y complexión, lo único que los diferenciaba eran los ojos y el pelo.
—Podemos hablar en la cocina —dijo haciéndole una señal con la mano para que la siguiera.
—Yo me quedo en el salón —anunció Raoul alejándose.
—Siéntate, por favor. —Cuando él lo hizo, ella se apoyó en la encimera —. ¿Quieres tomar algo?
—No, gracias, necesito que te sientes.
—Estoy bien aquí, ¿qué quieres, Wyatt?
No se lo iba a poner fácil, si quería disculparse, que lo hiciera rápido.
—Nay, esto no es sobre nosotros.
Eso la sorprendió. Seguía todo igual: él con su trabajo y su vida, y ella empezando de cero.
—Está bien —dijo sentándose enfrente de él en la mesa de la cocina.
Wyatt apoyó los antebrazos en la mesa y envolvió sus manos en un puño apretado, su mirada perdida
en sus propios dedos.
—¿Qué pasa? —Le veía preocupado y eso la estaba poniendo nerviosa.
—No es fácil decirte esto…
—Simplemente suéltalo, te escucho.
Levantó la mirada y quedó atrapada en esos preciosos lagos verdes.
—¿Viste alguna vez los documentos que Patrick guardaba en su habitación?
Ella frunció el ceño.
—No, pero sé qué eran nuestros pasaportes y los papeles de nuestra boda, ¿por qué? ¿Había algo
más?
Wyatt dejó salir el aire lentamente, como preparándose para hablar.
—Entre esas carpetas había un diario, un diario de Ángela.
—Pues no sé para qué querría Patrick guardar un diario de su hermana…
—Creemos que para chantajearla.
No pudo evitar soltar una carcajada.
—No lo creo, te dije que no tenía relación ya con ella, pero no te dije el por qué —dijo envarándose
en su silla —. Se puso de parte de su hermano, Wyatt, se volvió fría conmigo y sus desprecios eran cada
vez más humillantes.
—Puede que ese comportamiento tenga una explicación —murmuró él.
—¿Sí? ¿Cómo te explicas que una amiga de toda la vida vea que no eres feliz y ni siquiera se moleste
en preguntar? ¿Cómo te explicas que la mujer a la que un día quise como a una hermana me diera la
espalda cuando intenté explicarle mi situación?
—Ella sabía lo que había hecho su hermano, Nay.
—Claro que lo sabía y no hizo nada para hablar con él.
—Lo que Ángela sabía era que Patrick fue el que provocó el incendio en casa de tus padres.
¡¿Qué?! ¿Qué Patrick asesinó a sus padres? Se dio cuenta de que le temblaban las manos cuando Wyatt
posó la suya sobre las de ella.
—¡No!, eso no es cierto, Wyatt —dijo arrastrando la silla hacia detrás y levantándose de golpe. La
cabeza le daba vueltas y un zumbido venía de la nada atacando a sus oídos.
—Nay…—Se levantó y fue hacia ella, pero dio un paso atrás apartándose de sus manos, ¿qué
pretendía diciéndole eso?
—¡No! ¡Él no haría algo así! —balbuceó gritando, aunque su voz se fue apagando. Sí, Patrick era
capaz de algo así.
—Ella lo escribió todo en ese diario…
—¡No es cierto! ¡No lo es!
Pero era Wyatt el que estaba allí diciéndole esas cosas, él no lo haría si eso fuera una mentira,
¿verdad? La miraba con compasión y tristeza. Notaba como las lágrimas bajaban por su rostro y las
apartó de un manotazo.
La puerta se abrió de golpe y Raoul entró como una tromba. En cuanto la miró, apartó a Wyatt y la
abrazó protegiéndola, como había hecho siempre.
—¿Qué cojones te pasa? ¿Vienes aquí después de todo este tiempo y ella acaba llorando? Que te
jodan hermano, lárgate y déjala en paz.
—No es lo que piensas. —Se defendió Wyatt intentando recordar que era con su hermano con el que
estaba hablando, de no ser así, esa puta frase le habría valido un puñetazo con el único propósito de
hacerle acudir al dentista de guardia más cercano.
Ella lo contempló con los ojos anegados y la cabeza apoyada en el pecho de su hermano. Advirtió que
su mirada pasaba de la compasión a la nada, no dejaba que sus ojos mostraran ningún sentimiento. Se
mantenía de pie con los puños apretados a los costados, observando como Raoul la abrazaba.
—Simplemente creí que debías saberlo, lo siento, Nay. Ángela está siendo interrogada en estos
momentos.
—¿De qué estás hablando? Solo conozco a una Ángela. ¿La hermana de Patrick? —preguntó su
hermano.
Se giró para coger su cazadora ignorando completamente a Raoul, pero Nayeli salió del abrazo y le
cogió del brazo sin pensar demasiado en lo que hacía.
—Espera, él también puede oírlo. Los dos conocíais a mi familia.
Él miró su mano, lo que hizo que la apartara de forma rápida y se sentara en una silla. Su mente
regresaba una y otra vez al recuerdo de sus padres, a lo que se había encontrado cuando volvió a casa
después de pasar la tarde con Ángela, desde lejos ya veían las luces de las sirenas y se preguntaban qué
era lo que estaba pasando mientras caminaban de vuelta a su hogar, el hogar de su familia. No quería
revivirlo, había sido demasiado doloroso, los acontecimientos de ese día estaban envueltos en una
neblina haciéndolos lejanos en el tiempo. Era como si hubiera pasado toda una vida.
—Está bien, Nayeli. Estamos aquí. —Raoul estaba a su lado.
Wyatt se sentó enfrente y cubrió una de sus manos con la suya. Después repitió la misma explicación
para Raoul.

***

Era surrealista, ¿qué cojones hacía él allí? Las tripas se le retorcían, Raoul estaba justo en el lugar
que él ansiaba. No la podía abrazar como había hecho él, estrecharla entre sus brazos y reconfortarla
empezaba a ser una necesidad. En los siguientes días alguien la llamaría para darle la noticia, para
decirle que la investigación se volvería a abrir y en algún lugar de su jodida mente había pensado que era
él el que tenía que informar a Nayeli. Ahora empezaba a pensar que tal vez terminaría odiándole.
Ella tenía una mano bajo la suya y con la otra se tapaba la boca mientras un torrente de lágrimas salía
de sus párpados cerrados con fuerza. Miró a su hermano que lo estaba observando, ambos parecían tener
un acuerdo tácito de no interrumpir su llanto Nayeli necesitaba desahogarse, pero oír a su amor llorar de
esa manera tan desgarradora le estaba quebrando por dentro.
Se levantó y bordeando la mesa se agachó para besar su sien. Se tenía que ir antes de que se pusiera
en ridículo a sí mismo exigiendo a Raoul que se largara y los dejara solos. Ya no tenía ningún derecho
sobre ella, ya no le pertenecía.
Cogió su cazadora y sin mirar a su hermano salió de la cocina.
—¿Adónde crees que vas? —La voz de su hermano lo sorprendió cuando iba a abrir la puerta de
salida.
Se giró para ver como cerraba la puerta de la cocina.
—Ella necesita digerirlo. Entiendo que he sido portador de malas noticias, pero tenía que decírselo.
—¿Y lo sueltas y te vas?
Ese reproche no le gustó en absoluto.
—¿Pretendes darme algún consejo? ¿Tú? ¿El que un día atravesó la puerta de la casa de papá para no
volver?
—No estamos hablando de mí…
—No, ni creo que lo vuelva a hacer en un futuro, no tienes ni puta idea de lo que toda tu familia hemos
llegado a pensar, todos te dábamos por muerto, Raoul. ¿En ningún momento se te ocurrió pensar en eso?
—No sabes una mierda de mi vida y te lo explicaré, os lo contaré —rectificó —. Cuando esté
preparado.
Su postura era agresiva, su cuerpo se balanceaba peligrosamente cerca del suyo, su nariz a solo un par
de centímetros de la suya. No iba a pelear con él, aunque su hermano parecía dispuesto a hacerlo.
—No, no lo hagas, lo cierto es que no te ha ido tan mal. Nayeli es una mujer magnífica, solo espero
que sepas cuidar de ella.
En cuanto soltó las palabras se giró, pero su hermano no parecía estar feliz con la idea de que se
marchara, algo que no lograba entender. Notó la mano en su hombro y se volvió, era consciente de que su
mirada no era amable ni mucho menos.
—¿Qué coño estás diciendo? Nayeli es mi amiga desde la infancia…
—Déjale ir.
Nay estaba detrás de Raoul con el rostro desencajado y contemplándolos entre furiosa y
decepcionada.
—Vete Wyatt, no parece que ninguno de los dos te interesemos en absoluto. —Su voz aún estaba
tomada por el llanto —. Agradezco que hayas venido para contarme lo que ocurre, soy fuerte, la vida me
hizo fuerte, así que no te preocupes por nosotros, saldremos adelante.
Y dicho esto se metió en lo debía ser su habitación, al final del pasillo. ¿Qué les pasaba a estos dos?
No podía moverse, algo le decía que fuera a hablar con ella. Dio un paso para esquivar a su hermano,
pero este plantó una mano en su pecho.
—Cuidado, si le haces daño te partiré la cara y me va a importar un carajo que seas quien eres,
¿queda claro?
Apartó la mano de un golpe y se cernió sobre Raoul.
—Que te quede claro a ti esto; que sea la última vez en tu puta vida que me amenazas, porque si a ti no
te importa quién soy, tú me puedes importar menos, ¿Eso lo entiendes, Raoul?
No esperó contestación y fue tras los pasos de Nay. Su cabeza no dejaba de dar vueltas al asunto que
tenían ellos dos, ¿por qué no querían que se fuera? Llamó a la puerta y entró sin esperar a que ella le
diera paso.
—Ya sé qué…—Sus palabras quedaron suspendidas en el aire cuando la vio acurrucada de lado sobre
el colchón mirando hacia la ventana. Sus hombros temblaban.
—Vete Wyatt. —Su voz era tan solo un susurro quebrado.
—Nay, lo he intentado…
Ella se dio la vuelta en la cama y lo encaró apartando las lágrimas con los dedos.
—¿Qué has intentado? ¿Alejarte de mí?
—No…
—Raoul te necesita. No sabes por lo que ha tenido que pasar, yo no soy nada para ti, pero él es tu
hermano, maldita sea.
Se sentó en el borde de la cama y alargó la mano para tocar su mejilla, pero en el último momento la
retiró, su rechazo era evidente.
—Lo significas todo para mí, pero has decidido estar con él…
—¿Qué? —Parecía confundida.
—Ya no somos los mismos Nay, y lo entiendo, pero no me obligues a estar cerca, no podría…
—Escúchame bien porque solo lo diré una vez. Entre tu hermano y yo no hay nada, le quiero, sí, pero
es un amor fraternal, ya te lo dije, me ayudó en el pasado y le prometí que no le descubriría ante ti, hice
esa promesa con la certeza de que no volvería a verte. —Se detuvo un momento y cogió aire. No podía
dejar de mirar sus ojos, de notar que estaba siendo sincera —. Ya ves, la vida puede ser muy perra y el
destino ha decidido que te encuentres conmigo de nuevo, con esa chica a la que enamoraste y después
dejaste atrás y olvidaste. Te quería y nunca fui capaz de sacarte de mi corazón, lo más difícil que he
hecho en mi vida ha sido intentar olvidarte y no lo he conseguido, Wyatt.
—Nayeli…
—Vete, sal ahí fuera y habla con tu hermano, estoy segura de que te ha retenido porque sabe lo que
siento por ti, pero, aunque no lo creáis ninguno de los dos, él te necesita más que yo, necesita expiar sus
pecados, que su hermano mayor le guie, que le diga que lo que le pasó le podía haber ocurrido a
cualquiera. Haz algo bien por una vez en tu vida.
Sus palabras le sorprendieron, no esperaba que le echase en cara su partida, parecía que cuando se lo
explicó en la cabaña ella lo había entendido. Era un ingenuo, hablaría con su hermano, sí, pero después
desaparecería de sus vidas para siempre. Todo lo había hecho mal, todo se había torcido y enderezarlo
era hacer daño a Nay. No podía hacerlo, no de nuevo.
Se levantó y fue a encontrarse con Raoul.

***

—¡Idiota! —Eva se levantó al mismo tiempo que su hermano llegaba a la mesa donde estaba hablando
con Roger.
Adan y Roger, habían llegado esa misma tarde de Washington y su hermano la había llamado nada más
aterrizar. Decidieron verse en el Ice para tomar unas copas y oír buena música, además su hermano era
muy amigo de Frank y Marissa, los dueños del local de moda. Fue durante su estancia en Washington que
su hermano le presentó a su amigo y compañero de trabajo. Le cayó genial en aquél momento, pero por lo
visto tenía la zarpa larga aunque torpe, había intentado plantar una mano en uno de sus pechos, el muy
imbécil, aún tenía pendiente partirle la cara.
—Yo creí…
—¡¿Qué creíste?! ¿Qué podías meterme mano?
—Joder Eva, voy un momento a mear y ya la estás liando —dijo Adan con cansancio.
—Tú —inquirió señalando a su hermano —. ¿Se puede saber qué historia le has contado?
Roger levantó la cabeza.
—No me ha contado nada, fuiste tú, ¿recuerdas?, estabas cabreada con tu novio, el abogado, y me
prometiste una noche salvaje.
Eva lo miró levantando una ceja.
—Tu novio no está en ninguna parte…—continuó como si no fuera algo evidente.
—Eso enana, ¿dónde está Brad? —La voz de Frank llegó por detrás.
Marissa también venía con una cerveza en la mano, era alta y delgada, sus andares y su mirada felina
la hacían ver como una diva, pero ella la conocía bien, era sencilla y una buena amiga. Ella junto a su
marido eran los relaciones públicas de la discoteca. Lo hacían bien, solo con ver la clase de gente que
acudía allí ya se apreciaba que la clase social era alta y exquisita. Para ella no eran más que un montón
de lameculos estirados con cara de estreñimiento perpetuo, pero dejaban pasta y eso era lo que Marissa y
Frank apreciaban al final del día.
—Hola cielo, siento llegar tarde, el pequeño no se dormía, al final se ha rendido en los brazos de mi
madre, no sé qué haría sin ella.
Eva la besó en la mejilla y miró a Frank.
—¡No me llames enana! —masculló entre dientes provocando que una de las comisuras de los labios
del hombre se levantara —. Y a Brad lo he dejado en casa, ¿algún problema con eso?
—No, para nada —dijo Frank levantando las manos en son de paz —. Suena como si hubieras dejado
al perro y no al picapleitos con el que sales, ¿ya le has dejado algo de comida y agua?
—Qué gracioso es tu marido, nena —anunció como si eso le pareciera una novedad.
—Sí, a veces incluso me rio —Marissa levantó su cerveza a modo de brindis dedicado a Frank y se
sentó al lado de Roger.
Algo le decía a Eva que esos dos no estaban para demasiados arrumacos esta noche, tal vez habían
discutido.
—¿Noche de brujas? —preguntó Adan levantando una ceja.
—Eso me temo, vamos a la barra —contestó Frank arrastrando del brazo a su hermano y mirando a su
mujer con descaro.
—¡Qué os den! —soltó Eva, lo que provocó las carcajadas de los dos hombres.
Roger miraba el intercambio desde detrás de sus gafas que le hacían lucir como un escuálido ratón de
biblioteca.
—Así que Eva te hablo de la noche salvaje y, ¿tú creíste que era una noche de sexo con ella?
El hombre no dijo nada, bebió de su copa y la miró algo avergonzado e intimidado por su belleza. Eva
puso los ojos en blanco, Marissa era capaz de hacer babear a un hombre con solo mirarlo.
—Creo que debería ir con ellos…
Marissa le cogió el brazo impidiendo que se levantase.
—En…—La chica consultó su caro reloj de pulsera —…cinco minutos, más o menos, sabrás a lo que
Eva se refería, ¿sabías que no debes sacar nunca conclusiones precipitadas? —Le dio dos ligeras
palmaditas en el rostro sonrojado y se dispuso a disfrutar del espectáculo cruzando sus largas piernas.
Eva se volvió a sentar en el mismo sitio donde había estado antes, y eso era al otro lado del ratón
Roger.
De repente, la música pop dejó paso a la sugerente I Love You, I’ll kill you de Enigma. Toda la pista
se llenó de bailarines semidesnudos que formaban parejas del mismo sexo o del contrario. Sus
movimientos sensuales hipnotizaban al público presente, las pocas piezas de ropa que tapaban sus
esculpidos cuerpos eran de un color metalizado que lanzaba destellos al ser iluminados, las mujeres
retiraron las prendas que cubrían sus pechos totalmente sincronizadas. Roger se removió en su silla y
cuando Eva miró a Marissa sonriendo ella le guiñó un ojo divertida, el hombre no perdía detalle de lo
que ocurría ante sus ojos.
Las cosas se estaban caldeando en la pista de baile, las parejas no dejaban de restregarse unas con
otras sin dejar de bailar con oscilaciones fluidas que incluso se asemejaban al contorsionismo más
extremo. Los cuerpos se doblaban al unísono entre las parejas, Roger no era el único que estaba
pendiente de hasta el más mínimo detalle. Daba la sensación de que la gente a su alrededor había dejado
de respirar, la «Noche salvaje» se hacía una vez al mes y ella aún no había sido testigo de tan formidable
representación.
Observó de nuevo al salido que tenía al lado y parecía a punto de explotar, ni siquiera parpadeaba.
—Respira Roger, recuerda que es una función vital para el cuerpo.
—Sí —dijo boqueando. Era un ser patético, ¿en serio pensaba darle celos a Brad con semejante
espécimen?
Volvió a fijar su atención en el espectáculo, ahora estaban todos desnudos y algunos teniendo sexo en
directo y sin tapujos, exhibiendo sus cuerpos con la más absoluta naturalidad. Practicando sexo oral y
otras actividades muy creativas. Su madre hubiera saltado de la silla si estuviera aquí, y eso que la mujer
practicaba el amor libre de los setenta.
Oír los suspiros y gemidos por encima de la música la estaba afectando. Apretó las piernas una contra
otra y se maldijo mil veces por no tener a Brad cerca, ¿por qué no le había invitado a venir? Ah, sí, para
joderle con la cosa esta de quedar con Roger, si la estuviera viendo se estaría descojonando a su costa
durante un año entero. Maldita sea, si al menos pensara las cosas antes de hacerlas.
Capítulo 23

—Quiero que vengas a mi casa —dijo Wyatt.
—No quiero dejarla sola, hermano— contestó Raoul rápidamente.
Raoul le había explicado todo después de que él insistiera en que le contase que había sido de su vida.
Aún lo estaba intentando, pero sabía que acabaría entendiendo como las cosas se habían torcido para su
hermano y porqué Patrick le había obligado a trabajar para él a cambio de su silencio. También se
acababa de enterar de que su hermano iba a ver a su padre de manera regular, aunque antes se aseguraba
de no coincidir con ninguno de sus hermanos. Había explicado a los médicos y enfermeras que era un hijo
ilegítimo y que el resto de la familia del paciente no debían saber que él acudía a visitarle, y lo más
rocambolesco es que en realidad habían guardado bien el secreto. Se hacía llamar Logan en sus combates
y todos a su alrededor, incluso Nay le llamaban así.
—Podríais venir los dos…
—Wyatt, será mejor que antes arregléis las cosas, ella no va a querer ir si, tal como me has dicho, está
furiosa contigo, acepta mi consejo y deja que pasen un par de días.
Ya iban de camino hacia la puerta cuando su teléfono empezó a sonar, miró la pantalla, era Slade.
—Jefe…
—Ven al complejo, están todos avisados, te espero para ayer.
—Estoy…—Pero el capitán ya había colgado —…en ello —terminó la frase. No se sorprendía, Slade
siempre colgaba en cuanto había dicho lo que fuera que tenía que decir.
—¿Trabajo? —preguntó Raoul.
—Eso parece, ¿cuántos días vas a quedarte?
—Tres más, después volveré a Chicago, voy a empezar con el nuevo trabajo.
—Bien, cuida de ella, llamaré en cuanto pueda.
Se quedaron los dos plantados sin saber muy bien qué hacer, al fin se decidió a darle un abrazo torpe.
—Me alegra que hayas vuelto a mi vida, debiste confiar en mí —le reprochó cuando se separaron.
—Era joven…
—Lo sé.
—Tal vez podrías venir a Chicago de vez en cuando.
—Cuenta con eso. —Abrió la puerta —. Lo siento, debo irme.
Cuando subió a su Porsche ya reparado, apoyó la frente en el volante, ya no volvería a ver a Nay, las
cosas no se solucionarían en dos días, quizás podrían pasar doce años más antes de volver a coincidir
con ella.
Los hombres como él no formaban una familia, el trabajo los absorbía y amenazaba con no dejarles
llevar una vida normal. Slade lo había conseguido y parecía que Killian estaba en camino, incluso Matt,
el hombre más reservado que conocía, tenía a alguien esperándolo cuando volvía a casa, pero eran casos
aislados que no tenían nada que ver con él. En su unidad eran unos cuantos con una vida solitaria a sus
espaldas, no sabía cómo lo llevaban ellos, pero para él cada vez era más difícil volver a casa después de
una misión y encontrarla vacía. El recuerdo de estar entre los brazos de Nay en la cabaña le estaba
complicando la vida. Aun así, ansiaba una familia propia.
Cuando entró en la sala de operaciones se encontró con que todos estaban ya allí.
—Buenas noches, florecilla, ¿terminaste con el maquillaje?
Miró a Killian que sonreía de lado con un brazo colgando de los hombros de Mia que en aquel
momento de estaba dando un codazo en las costillas, los dos estaban sentados sobre una mesa.
—Qué te jodan. —Miró a sus compañeros — Siento el retraso.
—Bien, ya estamos todos, así que voy a pasar al tema que nos ocupa.
Se sentó al lado de Pam, que por una vez no estaba rodeada de Dan y Elijah, algo extraño pero que no
le quitaba el sueño.
—Mía, es tu última misión con nosotros, y después de que os ponga al día quiero que sepas que no
estás obligada a venir.
La chica frunció el ceño y Killian pasó de bromear a fulminar con la mirada a Slade.
—Hemos recibido un chivatazo de Adrian Tavalas. —Pam se removió a su lado, Wyatt sospechaba
que Tavalas había informado de esto también a Pam, en privado. Por lo que había oído, esos dos cada
vez se caían mejor y Dan no podía disimular su mal estar cuando andaban cerca —. Parece que los
hombres de Castor quieren demostrar que siguen siendo fuertes.
—¿Van a hacer algo?
—Sí, saben que se ha reforzado la seguridad en los lugares públicos. Según Tavalas, hay una zona de
ocio en el lado norte de Manhattan, algunos de vosotros ya la conocéis.
Aunque Slade no miró a nadie, todos sabían que se dirigía específicamente a Matt. Tenían que ser
locales de ambiente. Su compañero no era muy nocturno, pero sabían que había acudido alguna vez a
distraerse a esos lugares, que por otro lado tenían una buena reputación y estaban bien custodiados para
evitar problemas de homofobia.
Algunos asintieron, incluso Matt, que no era muy dado a hablar sobre su vida. Thomas le estaba
cambiando y, aunque no lo decía abiertamente, parecía conforme con su nuevo estatus de pareja, Matt no
era consciente de eso, pero todos sabían lo mal que llevaba que pudiera no ser aceptado por su condición
sexual, algo que a él personalmente le importaba una mierda, era su colega y un buen amigo. La confianza
y el compañerismo primaba por encima de todo y Wyatt sabía que el hombre moriría por él en cualquier
conflicto en el que se vieran envueltos.
—Phoenix, ¿hablas tú? ¿O lo hago yo? —preguntó el capitán.
Killian resopló y se levantó alejándose de Mia, pero mirándola de frente desde la distancia, se cruzó
de brazos y pareció prepararse para ser atacado.
—Laurel contactó conmigo anoche…
—¿Qué? —Mia se puso de pie y se mantuvo totalmente rígida mirando a su compañero.
—Dijo que sabía lo próximo que iba a ocurrir, lo cual está contrastado con la información de Tavalas,
así que pienso que por una vez en su puta vida no miente.
—¿Y por qué te llamo a ti? ¿Y por qué me entero ahora?
—Imagino que soy el único contacto que tiene fuera del mundo en que se mueve. Hay que tener
ovarios para hacerlo después de lo que le dije…—Se pasó una mano por la nuca y fijó su mirada en Mia
—. Nena, justo por esto no te lo dije, no me gusta la idea de que te unas al equipo esta vez, solo con
hablar de esa mujer ya te cabreas.
—¡No estoy cabreada! —soltó con un grito, lo que hizo que algunos fruncieran el ceño y otros se
rieran entre dientes
Wyatt la entendía perfectamente. Se la tenía jurada a esa mujer y no era para menos, él mismo la
estrangularía con sus propias manos si tuviese la oportunidad.
—¿Qué hace esa loca en la calle? —preguntó Mia de manera directa a Slade.
—Falta de pruebas.
—¿Tú lo sabías? —acusó a Killian.
—Te juro que no, aquí nuestro capitán creyó oportuno ocultarlo.
—No empieces, tarado, te di mis razones y viendo el espectáculo, eran más que fundadas. Solo que
ahora ella está en el centro de esta mierda de nuevo.
—¿Y por eso crees que voy a querer quedarme fuera de la misión? Ni hablar.
—Mia, te quiero concentrada, sufriste una seria agresión, Laurel estaba involucrada, podrías dejarte
llevar por la pasión y pegarle un tiro, eso sería muy malo para ti, ingresas en la academia en pocos
días…
—Hay una cosa que tanto tú como Killian deberíais aprender de una vez: yo soy dueña de mis actos,
conozco mi trabajo y sé cómo debo hacerlo, así que os agradecería que dejarais de pensar por mí, los
dos.
—Esto está pasando a un terreno personal…
—Sí Slade, estoy de acuerdo, pero no es mi culpa que no podáis evitar meteros en mi vida. Me da
igual que seas mi pareja —dijo señalando a Killian —. Eso no te da derecho a decidir por mí, ¿estamos?
—Estamos, pelirroja, solo quiero lo mejor para ti.
—¡Yo decido lo que es mejor para mí! Métete eso en la cabeza.
—Basta, Mia, estás dentro.
Killian lanzó una mirada de reproche a su jefe, pero no abrió la boca.
—¿Qué quería Laurel? —volvió a insistir Mia.
—Dijo que le iban a pagar una gran suma de dinero, pero que no se sentía segura con esa gente, en
resumen, quiere que los cogamos para que ella no tenga que vivir vigilando su espalda, todo esto
camuflado en su papel de buena samaritana.
—Será cabrona…
—No te preocupes Mia, si tenemos la oportunidad también la cogeremos, esa llamada nos ha
confirmado la información, pero también la ha condenado. Admite que la organización le pagara por su
trabajo y eso la implica directamente.
—Eso espero.
Slade asintió.
—Ese lugar del que hablamos —continuó el capitán —, solo abre sus puertas un día a la semana, por
razones obvias ese día va cambiando y solo los clientes Vip conocen el horario.
—Sí, es para evitar que gente que no acepta esos lugares puedan presentarse en la puerta solo para
insultar a los clientes y a veces atacar. Déjame hacer unas llamadas. —Matt los dejó a todos perplejos,
era su manera de admitir que conocía el modus operandi del club.
—De acuerdo, eso nos adelantará el trabajo, pero si significa un conflicto para ti, Tavalas también
acabará sabiéndolo…
—No hay problema —dijo saliendo fuera de la sala.
—Aunque el trabajo de infiltrado de Tavalas ha llegado a su fin, sigue teniendo buenos contactos, así
que es del todo fiable, él se unirá a nosotros en esta operación, somos el grupo de apoyo ya que el FBI
lleva el caso. —Los murmullos llenos de maldiciones fueron aumentando de volumen, Slade levantó la
mano para hacerlos callar —. Sé que eso os cabrea, pero nos pagan una buena suma por este trabajo,
pensando en positivo, tal vez entre todos terminemos con esa panda de tarados de una maldita vez.
La puerta se abrió y Matt entró de nuevo.
—El martes —anunció escueto.
—Dos días, perfecto, eso nos da tiempo. Ian hay que coordinarse con el FBI.
—Estoy en ello.
—Aylan estás dentro. —Dejó caer el capitán, Aylan solo sonrió —. A casa, el martes a las ocho de la
mañana os quiero a todos aquí, trazaremos el plan.
—Sí, jefe —dijeron al unísono.

Wyatt fue a su nueva casa a echar un vistazo y porque le apetecía estar en el único lugar que había
reconstruido pensando en los dos, la única esperanza que tenía de que podían haber estado juntos aquí, se
había evaporado. Nayeli no le necesitaba, suponía que después de la vida que le había dado Patrick
prefería estar sola. Lo entendía, pero su mente se negaba a aceptarlo.
Puso el equipo de música en el salón y Bruno Mars invadió el espacio. Joder, no necesitaba esa
mierda romántica ahora, apretó el mando a ciegas y The Weekend sustituyó a la balada, la cosa mejoraba.

Se despertó en el sofá, estaba amaneciendo y la poca luz que entraba por el gran ventanal, que
ocupaba una extensa zona en la pared desde el techo hasta el suelo, le daba en pleno rostro. Se desperezó
y se encaminó directamente a la ducha. Hoy tenía el día libre, quizás debería comprar algo de comida y
empaquetar algunas cosas de su viejo apartamento para traerlas aquí. Ya lo había decidido, este era un
lugar tranquilo y era suyo, dejaría de pagar alquileres para pagar una más que enorme hipoteca. Perfecto,
uno más entre millones y millones de personas en el mundo con esa carga.
«Vaya día de mierda», pensó mientras preparaba su petate para el día siguiente. A ver si tenían suerte
y los federales resolvían el caso de una maldita vez. Estaba cansado del tema Patrick/Castor. Ese cabrón
había sido capaz de matar a los padres de Nayeli, unas personas maravillosas, con el único propósito de
atraerla a sus brazos. Hacía poco tiempo que él se había alistado cuando eso pasó, no imaginaba que su
entonces novia lo iba a pasar tan mal. Eran un par de críos enamorados y él un gilipollas por haber
dejado a la única persona que había amado de verdad, el problema es que lo había descubierto
demasiado tarde.
El teléfono móvil vibró encima de la mesita de noche, esperaba que no fuera Slade adelantando
acontecimientos. El nombre de su hermano apareció en la pantalla, se habían intercambiado los números.
—Raoul.
—Hola hermano, ¿estás libre esta noche?
—Se puede decir que sí, aunque tengo que madrugar.
—¿Te apetece tomar algo antes de que vuelva a Chicago?

Se encontraron en La taberna de Julio, Raoul fue en taxi y entró solo en el bar, en su jodida mente lo
imaginaba entrando con Nay, pero no podía esperar que ella apareciera después de lo que le dijo en su
nuevo apartamento.
—Esto está en el culo del mundo —dijo Raoul a modo de saludo, lo que le hizo sonreír.
—Es el punto de reunión de mi unidad, solemos tomarnos unas cervezas después de las misiones,
buena música y buen ambiente.
—No está mal —admitió echando un vistazo a su alrededor.
—¿Una cerveza?
—Sí, gracias.
Estuvieron hablando del nuevo empleo de Raoul, de que había llamado a sus otros hermanos,
contándole las diferentes reacciones a su repentina aparición y le confesó que lo que sentía por Nayeli no
era correspondido por ella.
—Ha tenido una vida dura, Wyatt.
—Lo sé, en una ocasión le pregunté por qué no había escapado, pero me dijo que siempre la
encontraban y amenazaban con hacerle daño, de hecho, ya se lo hicieron.
Apenas podía disimular su ira cuando habló.
—Tuve entre mis manos al imbécil de Tyler Cook, pero tú y tu equipo no me dejasteis terminar el
trabajo.
Wyatt recordó como su hermano había intentado estrangular al idiota cuando lo vio por primera vez.
—Me enteré de quién era en ese preciso instante, pero como pudiste ver, las cosas no salieron como
nos hubiera gustado. Por cierto, anda suelto de nuevo. Sus hombres, los que aún deben de trabajar para
él, le ayudaron a escapar. No creas que no me gustaría incrustar una bala en su cabeza.
Aunque algo le decía que, si Pam se enteraba de la historia, ese animal perdería algo más que los
huevos. La mujer parecía tener una debilidad enfermiza por disparar a las partes nobles de los hombres
que habían abusado de una mujer. Por otro lado, a él le parecía perfecto.
—¿En serio te lo contó? —Preguntó Raoul extrañado.
—Sí, en la cabaña. Temía por su vida.
Su hermano frunció el ceño.
—¿Eso fue lo que te dijo?
Asintió y bebió de su botellín.
—Ella no temía por su vida y estoy seguro de que hubiera matado a Patrick con sus propias manos aun
sabiendo que sus hombres irían a por ella, lo mismo habría hecho con Tyler, el hombre que la violó. No,
Wyatt, ella temía por tu vida y creo que por la mía.
Wyatt lo miró fijamente. ¿Qué estaba diciendo?
—Patrick la había despojado de su familia, ahora lo sabemos —continuó su hermano —, y también
sabía que no había nada que lo vinculara a él a parte de los documentos matrimoniales cuando la relación
empezó a tambalearse, así que se agarró a lo único que a ella le importaba y ese eras tú.
Joder, hijo de puta, ¿la retuvo a su lado haciendo que creyera que le podía alcanzar?
—No me hubieran encontrado —admitió apretando la mandíbula.
No podía entender que Nay hubiera aguantado tanto por protegerles, poniendo su propia vida en
peligro.
—Tú y yo lo sabemos, pero ella no. Se lo dije mil veces, le expliqué que debido a tu trabajo ni
siquiera usabas tu apellido real, pero es muy terca, te ama Wyatt y no podía soportar que él pudiera llegar
a ti. Imagino que también temía por mí, ya que cuando estábamos con Patrick ella se empeñaba en fingir
que no me reconocía, no sé si ese tarado llegó a creérselo alguna vez.
—Llevaba un dispositivo de rastreo en su collar, uno de mis compañeros dio con él, eso solo
demuestra que no confiaba en ella en absoluto.
Raoul abrió los ojos con sorpresa.
—Por eso la encontraban siempre, sin embargo, cuando estuvo a Chicago nunca aparecieron…
—Os debían vigilar de alguna manera, deberías revisar bien tu piso.
—Mierda. —Se pasó una mano por la mandíbula y se quedó pensativo.
—¿Nayeli? ¿Se ha quedado en su apartamento? —Quería saberlo, no era su intención preguntar, pero
al final había caído en la tentación.
—No, la ha llamado una tal Laurel, según me explicó hace unos días, había llegado a un acuerdo con
ella. Le pagará por información.
Wyatt juraría que su corazón se saltó un latido. Se puso de pie, arrastrando hacia atrás el taburete en el
que estaba sentado con el consiguiente ruido de arrastre que llamó la atención de más de uno de los que
estaban en la barra.
—¿Laurel Coleman? No debiste dejarla ir —dijo en un tono bajo entre dientes.
—Dijo que era una amiga y te recuerdo que no soy su niñera…
—Te pedí que cuidaras de ella, Raoul. No tienes ni la más remota idea de lo que esa mujer es capaz
de hacer, es peligrosa.
—No, no sé quién es, me contó algo sobre ella, pero no parecía preocupada…
—Llámala, debes tener su número, ¿no? Llámala Raoul, antes de que sea demasiado tarde.
Para su paz mental su hermano se apresuró a hacer lo que le pedía, su cuerpo temblaba y a duras penas
podía dominarlo.
—Buzón de voz —murmuró su hermano.
La desesperación y la impotencia se estaban adueñando de él. Le pidió el número de teléfono de
Nayeli y empezó a marcar en su propio móvil, los dedos le temblaban apretando las teclas con furia,
intentando contactar con Ian, o con quien fuese que estuviera en la sala de operaciones del complejo.
—Inténtalo de nuevo. —Casi fue una orden lo que salió de su boca cuando miró a su hermano.
Mierda, ¿por qué tardaban tanto en contestar?
—Mira tío, prácticamente vivo aquí, pero deberíais dejarme dormir de vez en cuando. —Ian hablaba
con voz ronca, le había despertado, lo cual le importaba muy poco o nada.
—Ian, soy Wyatt…
—Sé quién demonios eres, ¿qué pasa?
—Necesito que localices un número, es de Nayeli, creo que está en peligro, te lo acabo de enviar, su
teléfono está operativo, pero no contesta.
—Estoy en ello, dame un minuto —El hombre era eficiente hasta medio dormido.
Miró a su hermano y este negó con la cabeza. Esperaba que Ian hiciera su magia antes de que le diera
una apoplejía. A Nay no podía ocurrirle nada, después de haber pasado por las manos de Castor merecía
ser feliz, vivir tranquila y alejada de todos ellos, en eso se incluía a sí mismo, en su vida había mucha
violencia, Nayeli no necesitaba eso a su alrededor. Ella era demasiado valiosa para él. No quería que su
sucio mundo la contaminara. Pero la quería a salvo. Ahora.
—¡Mierda! Wyatt, lo acabo de triangular, está en el mismo cuadrante en el que está ubicado el local
de ambiente.
No, joder, no, esto no podía estar pasando.
—¿En el mismo lugar?
Esa Laurel no hacía más que acumular enemigos y ya fuera Killian, Mia o él mismo, acabarían
metiéndole una bala entre ceja y ceja. Si hacía daño a Nay, acabaría con su vida.
—No te lo puedo concretar, puede que esté cerca.
—Voy para allá.
—No Wyatt, no puedes actuar solo, lo sabes, deja que…
—¡A la mierda, Ian! Se trata de Nayeli.
—¡Wyatt!, atiende, joder. Acabo de perder la señal. El teléfono ha sido desconectado. ¿Dónde cojones
quieres buscar ahora? Es un perímetro extenso. Si alguien te ve merodear por allí, se pondrán sobre aviso
y suspenderán los planes. Piensa compañero, si sospechan y no siguen adelante, Nayeli tampoco les
sirve.
Se apoyó en la barra y resopló pasándose una mano por la cabeza. Intentaba ser racional, pero no
podía. ¿Qué pretendían hacer con Nayeli? Nadie sabía nada de su relación. Volvían a estar como al
principio, querían callarla.
—Bien, acudiré en unas horas al complejo.
—No hagas ninguna tontería, amigo.
—Lo intentaré —dijo justo antes de colgar.
—Vamos, necesito hacer algo —informó a su hermano.
Dejó un billete sobre la barra y saludó con la cabeza a Julio antes de dirigirse al coche con su
hermano pegado a él.
—Lo siento, no tenía idea…
—No sirve de nada lamentarse, iremos a dar una vuelta por la zona, no nos bajaremos del coche y no
llamaremos la atención.
—¿Qué va a hacer tu equipo?
—Se supone que no debería decirte esto, pero un informante nos dio el aviso de que van a atacar un
local de ambiente que hay en la zona donde ahora está Nayeli.
—Joder, se han reorganizado.
—Lo sabemos. La idea es pillarles antes de que hagan nada, muchas vidas están en juego. El
despliegue policial será enorme, agentes infiltrados y nosotros como apoyo externo. Pero me lo estoy
replanteando, quiero entrar, sacar a Nayeli de ahí —dijo entrando en el vehículo.
Su hermano se sentó a su lado.
—No sabemos qué está pasando, a esa Laurel Coleman… ¿de qué la conoces? La vi en la mansión de
Patrick en California.
—Créeme, si Nay está con ella, está metida en un gran problema.
Dio un golpe en el volante y después salió derrapando del parking. Por el camino le explicó en lo que
había estado metida Laurel, los movimientos que hacía para vivir a cuerpo de rey a costa de los demás.
Cuando le contó lo de Killian y el secuestro de Mia, su hermano lo miró perplejo.
—La hija que toda madre desearía tener. Joder, debí insistir en que no fuera —murmuró afijido.
Capítulo 24

—¿Adónde me llevas? —preguntó nerviosa, nunca debió confiar en ella.
—Lo siento, es tu vida o la mía, y como te puedes imaginar, la elección está hecha.
Nayeli miró sus manos atadas y pensó en lo ingenua que había sido al acceder a hablar con ella.
Estaba tumbada en el asiento trasero de un coche de alta gama, sus tobillos estaban igualmente
inmovilizados, de nada le habían servido sus clases de defensa personal cuando Laurel roció su rostro
con un espray, se había despertado ya en esa posición. Todo esto no tenía ningún sentido para ella.
—Bienvenida, princesa. —La voz de la mujer le llegó de inmediato.
—Laurel, podríamos hablarlo —pidió arrastrando las palabras.
—¡¿Hablar de qué?! —dijo mirándola por el retrovisor —. Todos han decidido joderme, estoy hasta
las narices de soportar humillaciones, me quitaron a mi hijo para entregarselo a su padre y tengo que
vivir de mi cuerpo para poder comer, ese Tyler Cook me da asco, pero paga bien. Yo no he nacido para
vivir la vida de cualquier mortal, tengo mis necesidades y eso implica mucha pasta.
Nayeli entrecerró los ojos. Esta tía estaba tarada, y le había tocado a ella soportarla, ¿tenía un hijo?
No le extrañaba nada que el juez le hubiera retirado la custodia.
—Si lo que quieres es dinero, sabes que puedo conseguirlo.
Eso hizo que Laurel echara un vistazo de nuevo al espejo.
—¿De cuánto hablamos?
—¿Cuánto vale mi vida? —La postura la estaba matando, intentó incorporarse, pero se encontró con
una pistola encañonándola.
—No. Te. Muevas —ordenó desde su asiento con un brazo hacia atrás sosteniendo el arma.
—De acuerdo, dime una cifra.
—Veinte millones. —Ni siquiera lo pensó.
¿Y de dónde sacaba ella tanto dinero?
—No sé si…
—¿No lo sabes? Te puedo asegurar que los tienes, Nick me habló de los negocios de tu marido.
Intentó echar balones fuera.
—Sé que ese dinero existe, pero no sé cómo puedo acceder a él. Mi abogado me dijo que congelaron
las cuentas de Patrick. —Hacerse la tonta se le daba bien, los muchos años de experiencia a sus espaldas
le tenían que servir de algo.
—Pues descúbrelo antes de doce horas o estás muerta.
Ella tenía acceso a una cuenta y no había tanto dinero, se sabía todas las cuentas ya que, desde hacía
tiempo, había ido reuniendo dinero en pequeñas cantidades en otra cuenta a su nombre fuera de Estados
Unidos.
—Está bien, puedo hacer una transferencia, ¿tienes acceso a Internet?
—Sí, pero esto hay que dejarlo bien atado ahora, este coche es de alquiler, no hay micros.
Se detuvieron delante de una puerta que empezó a deslizarse hacia arriba, estaban entrando en una
especie de almacén. Cuando Laurel paró el motor se giró en su asiento y volvió a apuntarla con su arma.
—Tengo la sospecha de que de alguna manera nos vigilan, como hagas o digas algo fuera de lugar
disparo, como intentes jugármela, disparo, y como intentes escapar…
—Disparas, me lo ha quedado claro. —Las palabras salieron de su boca sin poder hacer nada por
detenerlas.
—¿Crees que bromeo? —preguntó furiosa.
—No, Laurel, sé que no bromeas —dijo fingiendo arrepentimiento, no quería provocarla más.
—Bien, voy a desatarte los tobillos y saldrás del coche.
Salió sin dejar de apuntar con la pistola, luego la dejó sobre el techo del vehículo y desató sus
tobillos.
—Sal y camina delante de mí.
Se arrastró hacia fuera y logró ponerse en pie por sí sola sin usar el apoyo de las manos atadas,
tampoco es que esperara su ayuda, ella se mantenía a una distancia de dos metros apuntándola.
—Por esas escaleras —ordenó levantando la barbilla hacia la derecha.
Entraron en una oficina destartalada que olía a rancio y a perfume de hombre. Mierda, Tyler estaba en
alguna parte, esa fragancia era inconfundible la reconocería en cualquier sitio. Iba a avisar a la incauta de
Laurel cuando oyeron su voz.
—Bienvenidas bellas damas, se han hecho esperar, pero valdrá la pena.
—¿Qué haces tú aquí? Es pronto… —Laurel parecía sorprendida.
Un hombre le quitó la pistola y la empujo hacia delante quedando parada a su altura.
—¿Desde cuándo tengo que darte alguna explicación?
—Lo siento…
—Bien, ahora que estáis las dos, las cosas saldrán a pedir de boca.
Ellas se miraron un momento, Nayeli siendo consciente de que Laurel estaba confundida.
—¿De qué estás hablando? —preguntó la chica.
—Conoces los planes, ahora tú también formas parte de ellos. Vais a ser dos preciosos cebos, la idea
era deshacerme de ti y utilizar a la hermosa mujer de mi jefe, aunque aún me puedes servir. Pero he
decidido matar dos pájaros de un tiro, así que en unas horas encabezareis el desfile con mis nuevos
diseños, hechos expresamente para vosotras.
Nayeli no tenía ni idea de lo que ese idiota estaba diciendo. Pero la palidez en el rostro de la mujer
que tenía al lado hablaba por sí sola.
—¿Esos estúpidos federales creían que deteniéndome a mí todo había terminado? Me vais a ayudar a
demostrarles lo fuertes que podemos llegar a ser.
Le daba igual lo que el hombre tuviese en mente hacer, ella no entraría en ese juego donde se perdían
vidas inocentes. Nayeli no tenía nada que perder.
Miró al hombre que estaba plantado detrás de ellas.
—Ya sabes lo que tienes que hacer.

***

—No puedes acceder al complejo Raoul, mi jefe no quiere a nadie ajeno al equipo en sus
instalaciones, y no te voy a dejar aquí, no hay nada que ver.
Habían dado unas cuantas vueltas y ningún movimiento extraño había captado su atención. Se decía a
sí mismo que Nayeli estaría bien, pero el miedo a que Cook pudiera abusar de ella de nuevo era palpable
y difícil de soportar.
—Wyatt, tus compañeros no tienen por qué saber nada, conozco a esos hombres los puedo identificar y
ocuparme de Nayeli mientras hacéis vuestro trabajo. Es casi seguro de que estará dentro de esa
discoteca.
—Es peligroso…
—La idea es sacarla de la línea de fuego, como tú mismo has dicho, la van a utilizar. Las cosas están a
vuestro favor, ellos piensan que no estáis al tanto de la situación.
No quería arriesgar también a su hermano, las dos únicas personas que le importaban, aparte de su
unidad, estarían metidas de lleno en el lugar.
—Está bien, pero juro que patearé tu lamentable culo como arriesgues más de la cuenta y cuando te
diga que salgas, sales cagando leches, ¿estamos?

Tres horas después estaban preparados para la acción, Wyatt estaba metido en su mundo sin
importarle lo más mínimo que a sus compañeros les diese por observarle atentamente, después de que Ian
informase sobre la situación de Nayeli. Mia, le cogió una mano y se la apretó en señal de apoyo, Mia era
Mia, una mujer magnifica y una buena amiga, solo se miraron y se entendieron perfectamente.
Adrian Tavalas entró con Michael escoltándolo, estrechó las manos de todos menos la de Pam, a ella
la besó en la mejilla para consternación de Dan, que con solo la mirada de aviso del jefe se tragó algo
que iba a decir. Sus ojos seguían todos los movimientos del agente.
—Bienvenido. — dijo Slade al saludarlo, después se dirigió a todos —. Espero que os acordéis de
Adrian Tavalas, el agente encubierto del FBI que salió herido en el secuestro de Mia, nos ha estado
ayudando y parece ser que los psicólogos de la agencia han decidido que no puede continuar con ese
trabajo. Le pedí su ayuda teniendo en cuenta que conoce a los integrantes del grupo.
Mia fue hacia él y también besó su mejilla.
—Sabemos que has estado detrás de la información que ha recopilado Ian, gracias. Me alegra verte de
nuevo y ya recuperado.
—Hola Mia, estás preciosa, también me alegra verte en tan buena forma. —Miró a Killian —, con
permiso de tu pareja.
—No lo tomes por costumbre —gruñó el aludido.
—Sé más amable, bruto —le recriminó Mia a Killian.
Algunos se rieron y Slade levantó la mano, señal de que estaba a punto de ponerlos a todos firmes. Se
callaron al instante.
—Matt y Wyatt, sois pareja y entráis en media hora. No se han encontrado artefactos explosivos y esa
es la única razón por la que os permito acceder. Wyatt utiliza un perfil bajo, no te quiero en el centro del
huracán, no dejes que nadie advierta que estás buscando algo o a alguien.
—No hay problema.
—El FBI no está informado sobre vosotros y no creo que lo acepte, así que estáis solos. Intentad no
cabrearme.
Wyatt se estaba desesperando, quería entrar, coger a Nayeli y salir, Killian había intentado llamar al
móvil de Laurel, pero estaba apagado. Y la tranquilidad inducida de Mia era bastante preocupante, no
quería ni imaginar el escenario si Laurel se cruzaba con ella antes de ser detenida.
—Tavalas, con Pam y conmigo en la parte frontal.
—De acuerdo.
—Elijah, oeste, hay ventanas bajas.
—Sí, jefe.
—Dan, este, por la misma razón.
Dan miró a Pam y a Tavalas mientras asentía.
—¡Nig! ¿Estás con nosotros? —Le llamó la atención el capitán.
—Sí, jefe. —Wyatt tenía la impresión de que Adrian y Dan iban a tener un problema en un futuro no
muy lejano.
—Bien, Michael y Jacob, en la parte trasera pueden haber tapones humanos saliendo a fumar, así que
vigilad bien.
—Ok —respondieron los dos.
—Aylan y Ian, a la azotea, no queremos a gente arriba, así que bloquead la puerta si es necesario.
Esperemos que esos idiotas no estén por la labor de comprobarlo.
Asintieron.
—Killian y Mia, sois mis ojos dentro y apoyo de Matt y Wyatt. ¿Alguna pregunta? —Nadie abrió la
boca —Perfecto, no actuéis por vuestra cuenta. Es una misión urbana, esto no es la selva ni una ciudad
sin ley, pedid confirmación si tenéis dudas. No quiero problemas burocráticos. Andando.
Wyatt no había hecho mención alguna sobre su hermano, le había dado un arma por si debía
defenderse y eso iba en contra de la política del equipo. Pero confiaba en él para encontrar a Nayeli.
—No hemos recibido ninguna llamada, podría ser que no tuviera nada que ver con todo esto —le
animó Matt camino del lugar.
—Tengo un mal presentimiento —murmuró.
Había gente haciendo cola para entrar, Killian y Mia estaban en la misma cola unos metros por detrás
de ellos. Por un lado, no quería encontrar a Nay dentro, pero por otro si ella no estaba aquí él estaba
perdiendo el tiempo, porque evitar que estas personas salieran heridas lo podían hacer los otros mientras
él se cuidaba de recuperar a su chica, esa que ya no quería nada con él.
—Hola, soy Roy, ¿Y tú eres?
Wyatt se giró a mirar cuando oyó la frase, estaban a punto de entrar, pero vio al hombre que hablaba
dirigiéndose a Killian.
—Soy Phoenix.
—¿Phoenix? ¿Cómo la ciudad? —Dentro de lo surrealista del momento le dieron ganas de reír cuando
Mia puso los ojos en blanco y se apartó un poco de su compañero.
Killian se cruzó de brazos y lo miró fijamente.
—Relaja la postura, Killian, recuerda donde estás —dijo Matt por los auriculares.
Algunos de sus compañeros se rieron en sus oídos. Killian descruzó los brazos y metió las manos
dentro de los bolsillos de su traje negro. El tal Roy era alto, rubio y se podría decir que atractivo, vestía
un caro traje gris oscuro de tres piezas.
—Deberías estrechar su mano, ya sabes, como una persona civilizada. —Matt seguía dándole
instrucciones en el oído, aunque todos podían escuchar su voz claramente. —. Tranquilo no se va a lanzar
a tus brazos.
—Como la ciudad, sí. Un placer, Roy —contestó a regañadientes.
—Me gustaría invitarte a una copa. Si no le importa a tu acompañante —expuso mirando a Mia.
Killian lo miró de arriba abajo como si lo estuviera midiendo para encargar su ataúd, lo que al
hombre le debió parecer todo un repaso de aprobación, ya que sonrió.
—Joder, Phoenix —Se lamentó Matt.
—No hay problema, es mi hermana —dijo cogiendo por la cintura a su chica y apretándola contra él,
la estaba utilizando como escudo, claramente.
Mia resopló.
—No os parecéis en absoluto. —El tío era listo, pensó Wyatt —. Tienes unos ojos preciosos, Phoenix.
El estallido de carcajadas fue inevitable, por poco le revientan los tímpanos. Mia hizo una mueca.
—Gracias, tú…—Killian se pasó la mano por la nuca —. Tú también.
Su equipo se estaba descojonando, se lo estaban pasando en grande a costa de su compañero.
—Cortad —gruñó el capitán.
Todos se callaron de golpe.
Una limusina se paró en la entrada y una majestuosa Laurel salió de ella dejando ver sus perfectas
piernas.
—Laurel Coleman, acaba de aparecer y parece que va a entrar —informó el jefe.
—¡Hija de puta! —gritó Mia, encaminándose derecha hacia ella pisando fuerte y bastante furiosa.
—¡Maldita sea! ¡Mia! ¡Phoenix, joder! —bramó Slade.
—Estoy en ello. —Roy lo miró frunciendo el ceño sin entender a quién le hablaba.
En tres zancadas atrapó a Mia por la cintura levantándola en el aire. La abrazó contra su pecho
mientras ella intentaba zafarse.
—Nena, nena, vas a joder la misión —susurró en su oído desde detrás, aunque todos estaban atentos.
—Esa zorra…
—Créeme le tengo tantas ganas como tú. Pero hoy no podemos fallar, pelirroja.
Por suerte la gente que había en los alrededores cubrieron a Mia y a Killian.
—A vuestros lugares, ya —espetó el jefe.
—Nosotros ya entramos —anunció Matt.

***

Nayeli estaba sudando y no podía quitarse el abrigo que le habían obligado a ponerse. Miró hacia la
puerta y vio entrar a Laurel, estaba tan agobiada como ella. Esa mujer las había metido en la mierda en
que estaban ahora, no tenía ni idea de cómo salir de esto. «No necesito cabos sueltos», la voz de Tyler
aún retumbaba en su cabeza. Iban a morir, las dos, no iban a enterrar de ellas un trozo más grande de un
centímetro. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, después de la vida que había tenido iba a terminar
muriendo, y llevándose consigo a todos los que estaban aquí. Se alegraba de que Logan no estuviera en
este lugar.
Una vez dentro no las estaban vigilando ¿verdad? ¿Y si arrastraba a Laurel con ella al baño? Los
daños se minimizarían, ¿cierto? Se limpió el rostro con la mano.
La volvió a buscar con la mirada y la vio en la barra tomando alcohol y por la forma en que lo tragaba
buscaba emborracharse, maldita idiota. No podían salir fuera una vez habían entrado, serían dianas
andantes, la amenaza había sido clara. No descartaba salir, de esa manera moriría ella sola, tenía que
llevarse a la otra mujer, sino su muerte no serviría de nada.
—Laurel.
La mujer apoyada en la barra la miró soberbia.
—Mira a quién tenemos aquí. Aléjate de mí.
Casi se ríe de la idiotez de sus palabras.
—No, vamos a los aseos, allí…
—No me digas que ahora eres una buena samaritana y quieres salvar a todas estas personas —
contestó escupiendo las palabras.
Se bebió de golpe otro vaso, por su aliento diría que era whisky.
—Esta gente no tiene culpa de nada, joder Laurel.
—¿Cuándo nos queda? —Miró su reloj —. Media hora, para entonces estaré en un coma etílico
importante. Que se jodan todos.
Nayeli no se lo podía creer.
—¿Tiras la toalla? Creí que eras una mujer fuerte. —espetó provocándola.
—¡Joder, que te largues! —Le dio un empujón que la hizo tambalearse hacia atrás, no sabía si la
oscilación brusca de su cuerpo…
Capítulo 25

Wyatt vio un movimiento por el rabillo del ojo y giró la cabeza asiendo el brazo de Matt para
detenerlo. Nayeli acababa de caer sentada sobre su culo, algunas personas la estaban ayudando a
levantarse, pero extrañamente ella no aceptaba su ayuda y se levantaba sola. Sus miradas se cruzaron y
vio las lágrimas surcando sus mejillas, ¿pero qué mierda? Miró a Matt y se disponía a ir hacia ella
cuando su compañero frenó su avance.
—La que está en la barra es Laurel. —Se giró y hablo apretándose el cuello — Jefe, Nayeli está
dentro junto a Laurel Coleman, procedemos a sacarla de aquí.
—Afirmativo. Phoenix ocúpate de Laurel, Mia no interfieras. —La orden sonó alta y clara.
—Tengo que sacarla, algo le pasa, está llorando.
Wyatt no dejaba de mirar a Nay y la mirada de ella le decía algo, había miedo y resignación. Él había
venido a buscarla y se la llevaría, no veía a nadie a su alrededor que pareciera estar apuntándola o
vigilando sus movimientos. Dio un paso, pero los ojos de Nayeli se abrieron desmesuradamente y se
paró.
—Intenta decirte algo.
—Lo sé.
—No quiere que te acerques —apuntó Matt.
Volvió a mirar a su alrededor mientras ella se acercaba a Laurel.
—No veo una amenaza inmediata.
—Yo tampoco.
—Situación —pidió Slade.
—Jefe, Nayeli parece que nos está avisando de algo, pero no podemos saber de qué se trata. —
Informó Matt.
Estaba concentrado en saber qué coño estaba pasando cuando de repente Nay abrió un poco su abrigo.
—¡Mierda!
—¿Eso es?
—Lleva un explosivo pegado a su cuerpo. —Su voz se convirtió en casi un susurro.
¿Hasta dónde pensaban llegar esos animales? Él sospechaba que las garras de la organización de su
marido la alcanzarían, pero no esperaba que fuera de esta manera. Era una crueldad sin límites hacerle
eso a una persona, a su Nayeli. Y a todos los que estaban en ese lugar.
—Tío, aguanta, lo solucionaremos.
—Joder, no me voy a quedar de brazos cruzados.
—Espera, observa a Laurel, también lleva puesto el abrigo.
—Tengo que llegar a ella…
—Jefe, la situación es mala —avisó Matt.
—Dan va a entrar, no las perdáis de vista, no os acerquéis, pueden estar vigilándolas y hacer detonar
las bombas —advirtió el jefe.
Un sudor frío le bajó por la espalda, a duras penas podía resistir el impulso de ir hacia ella, abrazarla
y confortarla. No, Nayeli no podía terminar así. Miró a su compañero.
—Matt, quiero que salgas de aquí.
—No.
—Tío, esto puede terminar mal.
—Lo sé, pero no voy a dejarte, ¿quieres que te suelte lo de la puta hermandad?
—No vayas por ahí, solo quiero que te largues.
—He dicho que no, joder.
Wyatt se giró para echarlo a patadas cuando Matt volvió a hablar.
—Ese de ahí, ¿no es tu hermano?
Raoul estaba abrazando a Nay por detrás sonriendo, pero la sonrisa se le borró en cuanto sus manos
notaron lo que ella llevaba bajo el abrigo, ella le señaló con la barbilla y sus ojos se encontraron con los
de su hermano, una mirada que reflejaba lo jodidos que estaban.
—¿Dónde está Dan? Ya debería haber entrado —. Él era el experto en explosivos.
—En camino –anunció Slade.
Nay intentaba alejar a Raoul, parecían discutir, aunque con la música no podía oírles y Laurel no
dejaba de beber un trago tras otro. El camarero negaba con la cabeza. Le importaba una mierda lo que
hiciera con su vida, pero Nayeli no podía ser arrastrada a esto, de ninguna manera.
La miró y señaló con el dedo hacia arriba haciendo círculos, ella negó con la cabeza, esperaba que lo
hubiera entendido y le dijera que no los estaban vigilando.
—A la mierda. —Se zafó del brazo de Mat y esquivó a la gente hasta llegar a ellos, podía sentir a
Matt gruñir detrás de él siguiéndolo de cerca.
—Wyatt, no, marchaos —dijo Nayeli dando un paso atrás.
—Nena eso no va a ocurrir, dijo atrapando su mano. —Miró a su compañero —. Matt saca de aquí a
Raoul.
—Un momento… —discutió su hermano.
—¡Basta! No puedo pensar, joder. No necesito esto, Matt hazlo.
—Vamos tío.
—Solo una pregunta, Raoul —preguntó dirigiéndose nuevo a su hermano —, ¿hay alguien aquí que
hayas reconocido?
—No, esos deben tener sus traseros a salvo.
—Bien, sal ahora, saldremos detrás de ti.
—Joder. —Matt asió el brazo de Raoul y lo llevó hacia afuera. Sabía que su hermano estaba a un paso
de desobedecer, pero le había prometido que saldría cuando él se lo pidiera.
Dan apareció ante ellos y sonrió a Nayeli. Sabía que su compañero intentaba tranquilizarla.
—Hola preciosa, muéstrame tus encantos.
—Sí…
Abrió su abrigo disimuladamente y Dan observó con ojos inteligentes la carga.
—Deberíamos salir, puedo trabajar mejor sin tantos observadores, como se den cuenta cundirá el
pánico y alguien se puede poner nervioso y hacer detonar esta cosa.
—¡No! —Nay gritó y ellos la miraron pasmados, estaba tan pálida que le dolía no poder sacarla
rápidamente de allí y calmarla —. Ellos están fuera, si salgo dispararán, no os pondré en peligro.
—Jefe…
—Oído, estamos reteniendo a algunos agentes del FBI, nos ponemos en marcha, encontraremos a los
francotiradores. —El capitán estaba haciendo su trabajo fuera.
—Ok, no te pongas nerviosa cariño, lo solucionaremos. —Dan estaba siendo el hombre tranquilo que
él no conseguía ser. Maldita sea, se trataba de Nay, no podía calmarse de ninguna manera.
—¡No me toques, idiota! —Laurel estaba atizando a Killian, sus manos volaban de sus hombros a su
rostro y Phoenix intentaba parar los golpes.
—Nada más lejos de mis intenciones, bruja, ¿quieres parar? Maldita borracha tarada.
Dan lo miró y levantó la barbilla. Killian asintió. Confirmado, Laurel también llevaba un regalo
adosado a su cuerpo, estaba borracha y se tenían que centrar en que no hiciera una estupidez.
—Vamos a los baños. —Ordenó el teniente.
—Phoenix… —Mia, se acercó a su pareja por detrás, pasando de la orden del capitán.
—Nena, quédate fuera, prometo salir y echarte el polvo de tu vida, pero no entres, cúbrete.
Wyatt, Nay y Dan lo miraron desconcertados.
—Me ama, no sabe vivir sin el sexo que le doy, me esperará.
—Idiota —soltó Mia —. Más te vale salir de aquí de una pieza.
—Sí, nena, ahora déjame trabajar.
Cuando entraron en los baños, con Laurel renqueando y haciendo tropezar a Killian, Dan observó con
ojo crítico el artefacto, sacó un destornillador de uno de sus bolsillos y quitó un par de tornillos o quizás
eran tres.
—¿Cómo es de malo? —preguntó el teniente —. Estate quieta, joder. —dijo cogiendo a Laurel por la
cintura.
—Nena, no te muevas ni un milímetro ahora —le pidió Dan, levantó parte de la cubierta y observó
dentro. Resopló y contempló a sus compañeros.
—No jodas, ¿no sabes qué cable cortar? —bromeó Killian.
Dan se rio entre dientes y Wyatt pudo ver la consternación de su chica.
—Muy gracioso, Teniente. —Levantó la mirada hacia Nayeli —. Intenta controlar la respiración,
encanto, sé que es difícil, pero esto ahora está descubierto y es más inestable.

***

Estaban teniendo una conversación surrealista. Estos hombres no amaban sus vidas o simplemente
llevaban la situación lo mejor posible.
—¿Puedo quitarle el abrigo? —inquirió Wyatt.
—Por supuesto —contestó el hombre que estaba estudiando el mecanismo. Estaba agradecida de
poder librarse de la pesada prenda.
—Informad —exigió el capitán.
—Tengo dos noticias, ¿cuál quieres primero?
Wyatt se acercó a ella y le puso un auricular en la oreja, lo primero que oyó fue a un hombre
maldiciendo. Frunció el ceño.
—Está bien jefe, no te cabrees. La mala noticia es que ella lleva una chapa conectada al explosivo así
que lo tengo que desactivar con el artefacto pegado a su cuerpo. Lo han comprado en el mercado negro,
es de algún país del este. No es exacto, puede explotar en veinte minutos o en cinco.
—Creo que era a las once —informó acongojada.
Dan miró su reloj.
—Quince minutos, sacad a la gente.
—Tenemos que asegurarnos de que no hay más hombres apostados esperando, estamos en ello —
murmuró el capitán.
—¿Hay buena noticia? —preguntó Wyatt.
—Sí, no pueden detonarlo a distancia, aunque seguramente os han afirmado eso.
Nay asintió.
—Pero una bala sí podría detonarlo ya que provocaría que las dos chapas entraran en contacto de
manera brusca, es un mecanismo bastante rudimentario, pero se hizo para abaratar los costes y funciona.
—No hay duda de que empiezas con Nayeli y es una orden —dijo Killian serio.
—No me lo digas dos veces.
Dan se puso a trabajar con Nayeli mientras él aguantaba la respiración.
—Wyatt deberías salir.
—Nena, me quedo.
Se miraron y su boca se curvó con tristeza.
—Qué ironía, ¿verdad?
—No pienses en eso, saldremos de aquí juntos.
Wyatt parecía haber leído en su mente lo que pensaba, se habían vuelto a encontrar para terminar así.
De repente la música se detuvo y un sonido continuo invadió sus oídos.
—Está lloviendo, y parece que bastante —comentó Dan como si simplemente estuviera haciendo
punto de cruz, bajó la cabeza para mirar como sus expertos dedos movían una especie de pinza con la
precisión de un cirujano.
Apenas se sostenía en pie, no había dormido en toda la noche y eso unido a los nervios, la hacían
temblar, Wyatt lo había notado también y estaba posicionado a su espalda aferrando sus caderas y uno de
sus hombros, no podía abrazarla para no entorpecer al hombre que tenía delante.
—Apoya la cabeza en mi hombro, Nay.
—Esto está mal…. — susurró.
Nayeli temía por la vida de estos hombres, ellos se estaban arriesgando por ella.
—La que está mal es esta, Dan, deberías darte prisa.
—No hay problema, desconecto a Nayeli y a esa la metemos dentro del contenedor más cercano, los
daños serán mínimos.
Nayeli miró perpleja a Dan.
—Está bromeando —aclaró Wyatt.
Pero Dan levantó la cabeza y la miró muy serio, no podía apartar los ojos de su rostro cuando el
hombre esbozó una gran sonrisa que hizo que ella sonriera también ante ese atractiva y bronceada cara.
—No es una mala idea, es eso o dejarla en manos de Mia. —Killian habló en el oído de Laurel a viva
voz, pero la mujer ni se inmutaba, estaba medio dormida a causa de la ingesta de alcohol.
—Vete ...a ...la …mierda —balbuceó finalmente la aludida.
Dan frunció el ceño.
—No le quitaremos ese derecho a Mia.
Recordaba que Wyatt le había explicado algo, pero en este preciso instante no estaba para pensar en
nada.
—Bien, esto ya está —anunció Dan.
Ella dejó salir el aire y le dio las gracias al hombre.
—Te debo una —le dijo Wyatt.
—Me la cobraré, no lo dudes —contestó guiñándole un ojo.
—Entrando, no disparéis a nuestros culos —anunció Slade.
Todo el equipo sin excepción entró en el baño de mujeres, Raoul iba con ellos y con algunos
federales.
Wyatt gruñó al verlos y la ayudó a sacarse de encima el explosivo deslizando las correas por sus
brazos. Después la giró para abrazarla. Hundió el rostro en su cuello y susurró un «gracias».
—¿Qué haces? —espetó Mia nada más ver a Killian sujetando a Laurel.
—Nena, si la suelto puede hacer algo tan estúpido como explotar.
—Ya…te gustaría…zorr… —soltó Laurel.
Nayeli la miró sorprendida, esta mujer no amaba su vida.
—No me tientes, cierra el pico o juro que te meto de cabeza en el retrete. —Killian la sacudió
levemente.
—Nig, todos hemos oído alto y claro que ya estaba desactivada —inquirió el capitán.
—Hablaba de Nayeli, a esa…solo tienes que darme la orden y saldré, deberíamos dejarla lucir ese
hermoso accesorio hasta que caduque, ya sabes…boomm.
Todos se echaron a reír. Nayeli ya empezaba a conocer esas reacciones.
—Maldito tarado —exclamó Pam.
—No es mala idea —masculló Elijah, a lo que todos asintieron.
Slade los miró furioso.
—¡Todos fuera! ¡Maldita sea! Salvamos vidas, ¿os lo tengo que recordar?
—Ella no lo merece…
—Estoy al tanto, Mia. Deja que la justicia actúe.
—¿Cómo la última vez?
—No voy a discutir eso. Todos fuera. Ahora.
—A esta sacadla también, según mi reloj le quedan cinco minutos, pero podría ser menos, no aseguro
un final feliz.
Nayeli vio una gota de sudor bajar por la sien de Dan, él era consciente de que se les acababa el
tiempo aun así lucía tranquilo. Demasiado tranquilo, ¿ocultaba algo que ellos no sabían?
—No arriesgaré tu vida ni dejaré que lo hagas tú, si sospechas que no lo vas a conseguir a tiempo,
déjalo. —La postura de Slade era clara, a pesar de que contradecía sus anteriores palabras.
Hablaban mientras se apresuraban hacia la salida.
—Creo que puedo hacerlo. —Se pasó la mano por el pelo, miró a todos los hombres y empezó a
caminar hacia la salida —. Aunque prefiero hacerlo fuera.
—En el coche hay un equipo, cúbrete.
—Sí, jefe.
—Vamos, salgamos de aquí, estos tíos están chiflados —dijo uno de los agentes.
—¿En serio te vas a unir a estos? —preguntó Killian, observando como los agentes se retiraban a toda
prisa una vez estuvieron fuera.
—Esa es la idea —contestó Mia frunciendo el ceño hacia los federales.
Llovía copiosamente, tanto, que era difícil distinguir dónde estaba el cordón policial.
—Voy a entregar el paquete a Dan y me reúno contigo –dijo Killian.
—Imbécil —soltó Laurel que empezaba a ser más consciente de su situación a juzgar por su palidez.
—Vuelve a hablar y yo mismo detonaré esa mierda en tu pecho. Camina. —La llevó a trompicones
hasta Nig.
—¿Esta línea es segura ahora mismo?
Todos se habían apartado detrás del perímetro de seguridad, menos Killian que seguía sosteniendo a
Laurel, Slade y Dan.
Capítulo 26

Wyatt seguía abrazando a Nayeli bajo la atenta mirada de Raoul. Miró hacia Dan cuando este formuló
la pregunta. Cogió la mano de Nay e hizo una señal a su hermano para que lo siguiera. Caminaron bajo la
lluvia, estaban empapados.
—Lo es —contestó Ian.
—Pues acercaos todos, tengo algo que decir.
—¿No deberías hacer algo con esta primero? ¿O intentas matarnos a todos? —preguntó Killian
cabreado.
—¿Qué ocurre, Dan? —La voz tranquila de Slade les llegó a todos mientras se acercaban.
Dan estaba en la parte de atrás de un furgón fuera de la vista de los federales. Cuando se reunieron
allí. Dan señaló a Laurel.
—Ella no lleva ningún explosivo, eso es un puto adorno en su pecho, pero por alguna extraña razón
creo que de momento debemos hacer creer que sí.
El capitán lo miró.
—¿Nayeli sí lo llevaba?
—Sí.
—¿Eso significa que puedo irme?
Mia sacó la pequeña pistola que llevaba en su bolso y apuntó directamente a la cabeza de Laurel.
—Eso significa que nos debes muchas explicaciones y que las vas a dar ahora o juro que no me va a
temblar el pulso. ¿Sabías la verdad del explosivo?
Los ojos de Laurel volaron a Mia, después a Killian y por último al capitán.
—Te lo voy a explicar para que lo entiendas, Mia, la mujer de Killian —dijo Slade metiendo el dedo
en llaga —, va a abandonar nuestra unidad, como quiera hacerlo es su elección y si ella elige celebrarlo
esparciendo tus putos sesos por toda la ciudad, el resto la vamos a apoyar y bastante probable que, a
aplaudir, así que solo tienes que usar la cabeza si quieres salir de esta, porque te aseguro que nadie de
los que estamos aquí vamos a declarar ante un juez por tu muerte.
Aunque el ruido de la lluvia sobre el furgón era ensordecedor, las palabras de Slade sonaron alto y
claro, y teniendo en cuenta que hacía un momento estaba proclamando que ellos salvaban vidas, debía
estar bastante cabreado para permitir el movimiento de Mia, que ahora lucía una socarrona sonrisa en su
bello rostro.
—No quiero verme involucrado en esto —dijo Elijah separándose un poco del grupo, algunos de ellos
también lo hicieron para consternación de Laurel, la mirada de terror en sus ojos era muy significativa.
Wyatt miró a Nayeli y le guiñó un ojo para calmarla, ya que se había envarado a su lado y le apretaba la
mano.
—Sí Mia, si lo haces te apoyaré, pero no voy a ser testigo —corroboró Pam, cogiendo el brazo de
Tavalas y alejándolo del escenario, el hombre parecía divertido ante la situación.
—No…no puedes hacerlo —susurró Laurel con el miedo tintando su voz. No apartaba la vista de Mia.
—¿No? Escucha, estoy empapada y tengo frío, en poco tiempo empezaré a temblar, tengo el visto
bueno de mi jefe y pocas ganas de ver tu cara, así que empieza a soltar lo que sabes, o termino con esto y
seguimos investigando, es nuestro trabajo, no nos importa hacerlo.
—Está bien…yo no sabía lo del explosivo, creí que era como el de ella —explicó señalando a Nayeli
—…ellos no me iban a dejar morir aquí —Mia levantó una ceja —, mi trabajo era eliminar a Logan, dijo
señalando a su hermano y después salir antes de que ella explotara. Me prometieron desactivar el mío si
cumplía sus órdenes. Tyler os quiere fuera de su imperio, sabéis demasiado.
—¿Y tú no? —Wyatt no pudo evitar que Raoul se acercara de nuevo a Laurel —. Eres una puta
ignorante si has llegado a pensar que Tyler no se deshará de ti después de esto, no te conozco, pero a
Tyler Cook, sí.
Todos sabían la historia pasada de su hermano, así que nadie se extrañó de que ella le llamase Logan.
—Se acerca alguien —avisó Matt.
—Deben querer saber cómo va la desactivación del explosivo —dedujo Jacob.
—O por qué cojones estamos todos aquí adorando a esta idiota —añadió Killian.
—Bien, aclaremos sus dudas —decidió Slade.
Era un policía que llevaba el gorro oficial tapado con un plástico, caminaba encogido bajo el torrente
de agua con las manos en los bolsillos, la cabeza un poco gacha para que la visera protegiera sus ojos de
la lluvia.
—Buenas noches, señores.
—Agente, no es una buena idea estar cerca…
—Oh sí, lo es. —Con una rapidez que los pilló a todos por sorpresa, extrajo un arma de su bolsillo y
disparó a Raoul. La intención era seguir disparando y apuntó a Laurel, solo que ellos ya habían
acribillado al tipo, Slade fue el primero en reaccionar y alojó una bala con la precisión de un cirujano
entre ceja y ceja del cabrón, después su cuerpo se llenó de plomo. Antes de que su cuerpo hiciera
contacto con el suelo ya estaba muerto.
Wyatt vio caer a su hermano a cámara lenta, sus rodillas se doblaron y su cuerpo cayó hacia delante,
oyó un grito horrorizado de Nay mientras corría los pocos metros que lo separaban de él.
—¡Raoul! —se agachó y giró su cuerpo que se encontraba boca abajo sobre el asfalto mojado, la bala
había impactado en el pecho y Raoul le miraba con ojos contrariados.
—Hay que taponar la herida. —Apenas fue consciente de que Jacob estaba al otro lado de su hermano
examinándolo.
Se arrancó el chaleco Kevlar y la camisa y usó su camiseta interior para ponerla en un montón
arrugado sobre el orificio por donde salía la sangre a borbotones, exactamente intentando detener el flujo
por donde se iba la vida de su hermano. Oyó vagamente a Slade pedir una ambulancia y los lamentos
distantes de Nayeli, aunque podía notar el calor de su cuerpo justo a su lado. Apretaba la prenda ya
empapada de sangre mientras Doc comprobaba sus signos vitales, Raoul intentaba hablar, pero ningún
sonido abandonaba sus labios.
—No hables, enseguida llegará la ayuda. —Quería tranquilizarlo a pesar de que él a duras penas
podía mantenerse sereno, su voz le sonó extraña incluso a él mismo, más ronca, rota. El rostro de su
hermano iba perdiendo el color y cuando miró a Jacob este le devolvió una mirada oscura. Doc sabía la
gravedad del estado de Raoul y sin una sola palabra le transmitía cuál iba a ser el desenlace.
La mirada de Raoul fue a Nayeli y después volvió a él para quedarse fija, los ojos vidriosos y sin
vida de su hermano se quedaron abiertos bajo la lluvia que, como si entendiera de sentimientos, había
agudizado más su torrente.
—Raoul, no…—Se echó hacia delante y levantando el cuerpo hasta dejarlo sentado, lo abrazó con
fuerza, cerró los ojos y apretó a su hermano contra su pecho. Notó como algunas manos apretaban sus
hombros en señal de apoyo.
No supo cuánto tiempo había pasado cuando le arrancaron a Raoul de entre sus brazos para meterlo
dentro de una bolsa negra y cerrar la cremallera sobre su rostro, después lo colocaron sobre una camilla
y lo metieron en una ambulancia. La última imagen nítida fue ver las puertas como se cerraban antes de
que el vehículo arrancara para llevarlo al médico forense.
Se dio la vuelta y echó a andar, nadie lo detuvo y fue consciente de que Nayeli le estaba dejando
espacio cuando la miró y la vio entre los brazos de Mia que intentaba consolarla, siguió caminando bajo
la lluvia y después se paró para mirar hacia el cielo, ¿por qué mierda ese ser superior que todos creían
que habitaba en algún plano por encima de ellos, había decidido llevarse a su hermano?
Estaba desnudo de cintura para arriba, pero no sentía el frío, sus ojos fueron a sus manos y las miró
como si no fueran suyas, estaban llenas de la sangre de Raoul. La lluvia intentaba llevarse los restos y
cerró los puños en un intento inútil por retener lo que le quedaba de su hermano. Mierda, sus rodillas se
doblaron y aterrizando sobre ellas, lloró. Las lágrimas se confundían con la lluvia que goteaba de su
barbilla. Ya había creído perderle una vez, había dedicado muchas horas para buscarlo después de su
desaparición y en su mente le había dado por muerto demasiadas veces, había sentido el dolor de su
pérdida, pero nada se podía comparar al dolor que sentía ahora. La certeza de que él se había ido para
siempre se había instalado en su pecho y eso dolía como un demonio, era algo desgarrador.
Un montón de imágenes de ellos dos jugando en el jardín de su casa, cuando eran tan solo dos
mocosos, desfilaron por su mente, él haciéndolo cabrear cuando se caía de la bicicleta o no pillaba al
vuelo el balón de beisbol que le había lanzado. Incluso podía oír su risa cuando logró mantener el
equilibrio sobre la bicicleta, todos sus hermanos y su padre le aplaudieron entusiasmados. Una risa que
en los últimos tiempos había dejado de oír.
Unos delgados brazos rodearon su cuello y los labios de Nayeli besaron su cabello, seguía de rodillas
cuando la abrazó por la cintura y apoyó la mejilla en su estómago. Ella estaba de pie delante de él y
acariciaba su cabeza dándole consuelo, aunque la sentía temblar.

***

Nayeli observaba a Wyatt pero no se atrevía a acercarse a él, ¿y si la hacía culpable por la muerte de
su hermano? No podía dejar de llorar, Raoul había sido una persona importante en su vida, la había
apoyado y ayudado siempre que pudo. Cuando fue hacia Wyatt se le rompió el corazón, estaba
arrodillado en el suelo y no dejaba de mirar sus propias manos, se agachó para besar su cabeza y él la
envolvió con sus fuertes brazos.
Lloraba en silencio, no sabía que decirle ni cómo aliviar su angustia, solamente la abrazaba. Puso las
manos sobre sus hombros y sintió la frialdad en su piel. Se separó de él ligeramente.
—Wyatt, deberíamos ponernos a cubierto.
Él la miró sin entender.
—Vamos, necesitas ponerte algo encima, hace frío…
—No tengo frío. —Cerró su puño en el suelo y se levantó.
Slade venía hacia ellos con una chaqueta y un paraguas. Le ayudó a ponérsela y le dio un abrazo, poco
a poco todos y cada uno de ellos le abrazaron y le dieron sus condolencias. Wyatt solo asentía sin decir
nada, Mia y Pam lo besaron y acariciaron su rostro. Seguía sintiendo un pinchazo de celos cuando Mia se
acercaba a él, no era el momento ni el lugar para sentirse así, pero no podía evitarlo, se sentía miserable.
Una voz informó de que Laurel había huído aprovechando la situación.
Cuando entraron en el coche que conducía Slade, Wyatt le dijo que los llevara a su nueva casa, ella lo
miró extrañada pero no dijo nada y él no estaba para discutir eso ahora.
Slade los dejó en la casa después de desactivar la alarma y se marchó. Solo un «cuida de él», salió de
sus labios antes de volver al coche.
Nayeli subió las escaleras detrás de él y entraron en el dormitorio.
—Voy a ducharme —dijo Wyatt cogiendo una muda y entrando en el baño.
Le sorprendió ver los armarios llenos de ropa, la última vez que había estado allí la casa estaba vacía
de enseres personales, ¿se había trasladado aquí? Él dijo que vivía en el apartamento en el centro de la
ciudad. Pensó en darse un baño en la otra habitación, pero al final se decidió por la ducha, no quería
molestarle así que cogió un bóxer del cajón, un pantalón de chándal y una camiseta del armario, todo le
iría enorme, pero le daba igual.
Cuando después bajó dispuesta a preparar alguna bebida caliente para entrar en calor se encontró con
él en el salón, estaba encendiendo la chimenea y varios troncos de leña empezaban a arder. Llevaba unos
pantalones negros holgados y una camiseta gris de manga larga que se pegaba a su torso.
—Espero que no te importe que haya cogido prestada tu ropa…
—No me importa —contestó seco sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.
Bien, podía lidiar con eso, ella había tenido un día de mierda, pero lo de Wyatt era peor, estaba en su
derecho de sentirse malhumorado y triste ante la pérdida de su hermano. En ese sentido, lo comprendía
perfectamente, ella había pasado por la muerte de sus padres y sabía lo que era ese dolor que se
establecía en el corazón para oprimir sin piedad. Solo que ella también lo sentía por Raoul, lo quería
como a un hermano y nunca podría olvidarlo, aquél chico amable y de buen caracter siempre formaría
parte de ella, de ellos. La tristeza volvió a apoderarse de ella.
—Voy a preparar café, ¿quieres? —preguntó negándose a mirarlo, no quería que viera las lágrimas en
sus ojos.
—No, voy arriba a hacer una llamada. —Lo contempló mientras subía la escalera, tenía la sensación
de que ella sobraba en este momento, entró en la cocina y vio un teléfono cargándose en la encimera.
Wyatt, ¿estaba usando otro? Sospechaba que simplemente era una excusa, se había ido arriba para
estar solo, no le molestaría.

Estaba sentada en el sofá frente a la chimenea bebiéndose su café cuando oyó un golpe, se quedó
paralizada escuchando, parecía que venía de arriba, otros dos golpes siguieron al primero, dejó la taza
sobre la mesita para subir corriendo la escalera.
Entró en la habitación y se llevó la mano a la boca, Wyatt estaba sentado en el suelo con la espalda
apoyada en la pared justo debajo de la ventana, se tapaba la cara con las manos ensangrentadas, y sus
ojos volaron a la pared a su lado, estaba golpeada y manchada de su sangre también.
—Wyatt… —susurró.
—Vete Nay, no necesitas ver esto. —Su voz era ronca.
Se agachó delante de él y apoyó las manos en sus antebrazos. Estaba temblando y ella quería
abrazarlo, pero se contuvo, no sabía cómo reaccionaría y estaba segura de que no quería su compasión.
—Por favor, no te hagas esto…
—Estaba allí porque yo lo consentí, no era el lugar en el que debía estar, no lo era…
—No te culpes, Raoul no era una persona a la que podías decirle lo que debía hacer.
No contestó, pero sus miradas se encontraron, la suya estaba atormentada y eso le encogió el corazón.
—Me dijo que quería quedarse para sacarte de allí. Te quería, Nay…
—Lo sé, Wyatt, y yo a él y le echaré mucho de menos.
—Ven.
Se sentó a su lado y él pasó un brazo sobre su hombro para atraerla hacia su cuerpo, la abrazó con
fuerza y apoyó la barbilla en su cabeza.
—Tengo que llamar a mi familia, no sé cómo decirles que, después de todo, lo hemos perdido
definitivamente.
—Estaré a tu lado…sí tú me lo permites.
—No tienes porqué…
—Quiero estar, Wyatt.
Se quedaron en silencio, los minutos pasaban y ella hacía verdaderos esfuerzos por no llorar, se
preguntaba cuándo dejaría de sentir lástima de sí misma. Con tan solo veinte años ya había vivido la pena
y el dolor de ver como su familia le era arrebatada de golpe. Su existencia desde entonces había sido un
fracaso tras otro, si las pruebas eran confirmadas, su propio marido había matado a sus padres, ¿por qué?
Él no estaba seguro de que ella lo quisiera alguna vez, se había asegurado de que se apoyaría en Ángela y
en él para tenerla más cerca. ¿Por qué fue tan incauta? No lo vio venir y nunca sospechó nada. Y ahora
era Raoul el que se había ido para siempre.
—Nena, vamos, te vas a quedar helada aquí.
Levantó la cabeza y Wyatt le limpió las lágrimas, que no sabía que estaban ahí, con el pulgar.
—Lo siento, siento haber perdido los estribos.
—Lo comprendo…es difícil.
Se levantaron del suelo y se dio cuenta de que estaba entumecida.
—Ven al baño, te curaré los nudillos.
—No tengo botiquín, pero en mi petate hay pomada.
Después de hacerle una curación un poco rudimentaria le envolvió la mano derecha con una gasa.
Capítulo 27

El funeral se llevó a cabo en California tres días más tarde, todos volaron en dos Jets privados, uno de
la empresa donde trabajaba Wyatt y el otro de un tal Denis Vides, que se lo presentaron como a un
contratista amigo de Suemy, la mujer de Slade Ward. El grupo era bastante grande, y estaba contenta por
Wyatt de que tuviera tanto apoyo y gente que le quería rodeándolo. Él la presentó a todos los que aún no
conocía.
Los tres días que había pasado en su casa, él la había estado evitando, lo entendía, seguramente le
recordaba demasiado a su hermano. Pero hubiera deseado un acercamiento, Wyatt era lo único bueno que
había en su vida ahora y le echaba de menos.
Ya había tomado una decisión, al volver, ella se instalaría en su apartamento y empezaría desde cero.
Había dedicado horas a enviar solicitudes de empleo a colegios privados y guarderías desde el
ordenador portátil de Wyatt, esperaba que alguien le diera la oportunidad. Podía vivir de renta, pero ese
dinero ya no lo quería, viviría de sus propias ganancias.
En la iglesia de su ciudad se le había hecho un nudo en la garganta, recordó el funeral de sus padres,
desde entonces no había vuelto a entrar, aquél día fue consciente de que no le quedaba más familia y de
que Wyatt no estaba a su lado. Creyó firmemente que nunca se lo perdonaría, pero los años y la madurez
le habían hecho ver las circunstancias desde otra perspectiva y había logrado comprender a su exnovio.

Acababan de aterrizar en el aeropuerto, de vuelta a Nueva York, recogió la bolsa que se había llevado
para salir a coger un taxi cuando Wyatt la abordó.
—Nay, ¿adónde vas?
—A mi casa, hace días que no paso por allí, solo cogí algunas mudas y ni siquiera abrí las ventanas…
Vio la decepción en sus ojos.
—Está bien, como quieras.
—Creo que necesitamos nuestro propio espacio, estos días contigo han sido un bálsamo para mí y
espero que para ti también, pero debemos rehacer nuestras vidas.
En ese momento un taxi se paró ante ella y mientras el conductor metía su bolsa en el maletero ella
esperó una respuesta que no llegó. Wyatt solo la miraba.
—Lo siento, debo irme —dijo evitando mostrar el dolor que sentía en ese momento, se puso de
puntillas y besó su mejilla.
Abrió la puerta y entró, unos segundos después el conductor arrancaba y ella vio por la ventanilla
como Wyatt la seguía con la mirada, giró la cabeza y miró al frente, no podía verle allí plantado con la
bolsa colgando de su hombro y los puños apretados, si volvía la mirada era muy probable que hiciera
parar al conductor y saliera corriendo para lanzarse a sus brazos, y eso no parecía ser lo que él deseaba.

Los días pasaban y nadie le ofrecía un empleo, salía cada mañana a correr y después de ducharse y
arreglarse, volvía a salir para pasear por la ciudad. Por fin había conseguido vivir en Nueva York y se
moría por recorrer sus calles, visitó el MoMA y el MET, merendó en el Central Park, subió al Empire
State y fue a la Isla de Ellis. Aún le faltaban mil cosas por ver, pero se lo tomaría con calma.
Las noches eran lo peor, solitarias y tristes por no decir patéticas, pensando en Wyatt, en el asesinato
de sus padres, en la muerte de Raoul y en su propia e insípida existencia, por una u otra causa terminaba
llorando hasta caer dormida.
Hizo el intento de llamar a Wyatt en bastantes ocasiones, pero al final dejaba el teléfono sobre la mesa
o en su bolso desechando la idea. Si él no la había buscado era por algo.
Bajó el último tramo de escaleras antes de salir del portal y salió después de saludar al portero. Se
estaba apretando el lazo de su abrigo cuando unos pies se plantaron ante ella.
—Nayeli. —Su voz era inconfundible.
—Hola, Wyatt —contestó al mismo tiempo que levantaba la cabeza.
Sus ojos se quedaron fijos en su rostro, no tenía buena cara, estaba algo más delgado y demacrado.
—¿Podemos hablar? —preguntó cauteloso.
—Sí, claro, solo iba a comprar algunas cosas para llenar la nevera. Puedo ir más tarde.
Olía bien, su aroma fresco la envolvió y recordó en seguida lo mucho que le gustaba. Él la cogió por
el codo y cruzaron la calle para adentrarse en el Central Park. Anduvieron en silencio entre árboles y al
final Wyatt se sentó y dio unas palmaditas a su lado para que hiciera lo mismo.
—Me encanta estar aquí, vengo cada mañana a correr, aunque aún me da miedo perderme, es enorme
—dijo para romper el silencio.
—Es fácil perderse, siempre tienes que llevar el móvil encima.
—Ya lo hago, pero aun así…
—No conoces el truco. —La interrumpió.
—¿Truco? ¿Qué truco?
—Vaya una neoyorquina… —dijo con una media sonrisa.
—No lo soy, pero estoy en ello —anunció orgullosa.
—Bien, entonces necesitas saber esto. —Se levantó y se acercó a una farola.
Cuando ella se puso a su lado, él le señaló una pequeña placa situada a unos treinta centímetros de la
base.
—¿Ves estos cuatro dígitos? —Ella asintió —. Si alguna vez te desorientas solo tienes que mirarlos,
los dos primeros indican la calle más cercana y los dos últimos, dependiendo de si son pares o impares,
sabrás si estás al este o al oeste del parque.
Ella abrió los ojos con sorpresa.
—¿En serio?
—Completamente.
—Pares, este, e impares, oeste. Creo que lo tengo —dijo riéndose.
—Chica lista.
Sonrió pero al momento su semblante se tornó sombrío.
—Wyatt, ¿Qué sucede? Tienes mala cara. Sé que estás triste aún…
—¿De verdad? Ahora entiendo por qué se esconde mi portera cuando me ve.
—Tú no tienes portera. —Frunció el ceño.
—Me has pillado… —Sonrió, pero era una sonrisa triste que no llegaba a sus ojos.
—Wyatt…
Volvió a sentarse en el banco y fijó su mirada en el lago, se acomodó a su lado y lo miró levantando
una ceja.
—Nena, van a abrir de nuevo la investigación sobre el incendio en el que murieron tus padres. Solo he
venído para confirmarlo. Ángela te alejó de tus padres aquella tarde para que Patrick pudiera cometer el
crimen. Estabas en un momento vulnerable y ellos aprovecharon la ocasión.
Había llorado tanto por ellos que solo con pensar que en realidad podrían haber sido asesinados por
Patrick la enfurecía demasiado, era solo un chico de veintipocos años cuando todo ocurrió, lo de matar
ya le venía de lejos, y ahora ni siquiera podía exigirle una explicación; ¿era necesaria la muerte de sus
progenitores para poder tenerla a ella?
—Nay, ¿me has oído? —preguntó Wyatt mirándola fijamente, devolviéndola a la realidad.
—Sí, no quería creerlo, me decía a mí misma que Patrick no podía haber sido capaz de algo así,
aunque después de tantas muertes a sus espaldas, no debería sorprenderme ahora. Lo que me duele es que
si es el culpable ya no pagará por el delito…
—Ángela, sí, y lo cierto es que ella está tan involucrada como su hermano.
—Era mi amiga, creí que una buena amiga, hasta que decidió que lo que le contaba sobre su hermano
era todo mentira. Nunca me creyó. No logro entender por qué ayudó a su hermano en algo tan horrible.
Quizás la obligó.
—No es eso lo que cuenta en su diario, esas escrituras la condenan, será acusada de complicidad en
un delito de asesinato, tiene que ser juzgada. Patrick ha muerto en una miserable celda, y me alegro, no
merecía otro trato. Por lo que me ha dicho Brad, estaba obsesionado contigo. Tus padres no merecían ese
final y tú tampoco. Te engañó, Nay, y su conciencia no le impidió llegar hasta el final y mantener el
crimen bien guardado mientras eras su esposa.
—Echo tanto de menos a mis padres, a partir de sus muertes todo salió mal…
—Siento no haber estado allí para ti, siento haber sido tan egoísta. A veces pienso que si hubiera
decidido quedarme tal vez nada de esto hubiera ocurrido.
Sentía correr las lágrimas por su rostro, Wyatt no podía saber que algo así podía pasar en su ausencia.
—Nunca dio muestras de tener algún interés en mí, pero cuando te marchaste venía a verme
regularmente, creo que a mi madre no le gustaba y yo nunca sospeché nada…
—Estoy seguro de que Angela le contó sobre mi partida y eso te dejó vulnerable para él, estaba
empeñado en tenerte, Nay. Ese diario ha sido muy reveledor. Si además dices que a tu madre no le
agradaba la idea de verle a tu alrededor… Preferiría no pensar que esa fue la razón por la que atentó
contra ellos.
Extendió una mano y recogió con el pulgar una lágrima.
—Estoy dispuesta a testificar contra ella, deseo que pague también por sus muertes. Tengo que
empezar a vivir Wyatt, a hacerlo de verdad. Quiero que desde allá donde estén me vean comenzar de
nuevo.
—Entiendo que quieras empezar una nueva vida y yo no esté incluido en ella…
—Wyatt, eres tú el que parece huir.
Él bajó la mirada y después miró hacia el lago.
—No sé cómo comportarme a tu lado, siento que cada paso que doy te decepciona.
—No voy a negar que una vez me decepcionaste y mucho, pero es el pasado y es mejor dejarlo como
está.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, decidió que lo mejor era irse, no podía decirle lo mucho
que deseaba tenerlo a su lado, no deseaba oír otra vez las palabras que tanto la habían herido en el
pasado. Se levantó y cuando él hizo lo mismo anduvieron hacia su casa de nuevo.
Al llegar al portal, iba a darle un beso de despedida cuando él capturó sus labios, era un beso dulce,
tentativo. Se apretó contra su pecho y se lo devolvió.
—¿Puedo subir? —preguntó contra sus labios.
No esperaba la pregunta. Quizás su momento, el de los dos, ya había pasado, pero podían volver a
intentarlo, ¿verdad?
—Por supuesto.
El semblante del hombre se relajó. A pesar de tener una personalidad tan fuerte y esa aura de
seguridad, percibía cierta vacilación en él. Lo quería en su cama, ahora. Hacia tanto tiempo que no
deseaba a nadie que estaba tan sorprendida como él cuando le cogió la mano y juntos entraron en el
ascensor.
Volvieron a besarse y en su mente veía a un Wyatt destrozado por el dolor de la pérdida de su
hermano, verlo tan demacrado le había roto el corazón. ¿Qué habría estado haciendo durante todos estos
días? Necesitaba consolarlo de todas las maneras posibles, hacerle ver que estaba ahí y que no iba a irse.
Entraron en el piso y después de cerrar la puerta lo llevó hasta su habitación. Se quitó la ropa
lentamente ante su atenta mirada, ver el deseo en sus ojos la estaba llevando al límite, nunca se sentiría
avergonzada por sus actos ante él, ella era suya desde hacía mucho tiempo, ni siquiera su marido había
conseguido que olvidara a Wyatt.
—Nay…—susurró alargando una mano para cogerla por la cintura y atraerla a su cuerpo.
—Quítate la ropa —dijo besando su cuello y sintiendo como se estremecía bajo sus labios. Deslizó la
cazadora por sus hombros y la dejó caer al suelo mientras él se desabrochaba los pantalones y se quitaba
las botas ayudándose con la punta de los pies. Le ayudó a quitarse la camiseta por la cabeza, y cuando
estuvieron desnudos él tomó el mando alzándola del suelo y poniéndola sobre la cama.
La manera que tenía su cuerpo de despertar a su toque dejaba claro lo mucho que lo necesitaba. Wyatt
siempre había sabido cómo tocarla, aun siendo jóvenes e inexpertos. Nunca podría olvidar todas las
cosas que descubrieron juntos, como llegaron a grabar en sus mentes el cuerpo del otro.
A Patrick nunca le había permitido hacer nada de lo que le había hecho Wyatt, así que los insultos se
sucedían uno tras otro después de comprobar que no es que tuviera vergüenza, sino que simplemente no
quería, le daba igual, el hombre entraba en ella se desahogaba y se iba. Hasta que dejó de tocarla, había
podido vivir con eso sin ningún problema.
Sentir el peso de su cuerpo sobre el suyo la transportaba a otro mundo, uno que nunca quiso olvidar.
Gracias al destino ellos estaban ahora aquí y su cerebro no podía ni siquiera centrarse en otra cosa que
no fuera en las caricias que le prodigaba Wyatt en este momento.
Tiró de un pezón suavemente con los dientes y ella echó la cabeza hacia atrás acunando su cabeza con
ambas manos sin poder evitar gemir, notaba la erección del hombre contra su muslo, era una sensación
deliciosa lo que eso le provocaba, saber que Wyatt se ponía así por ella la excitaba tanto como si ya
estuviera dentro de su cuerpo.
Nayeli tenía la respiración entrecortada, ni siquiera rememorar una y otra vez las caricias de Wyatt
podía hacer que la realidad no fuera mejor, en sus sueños no disfrutaba tanto como lo estaba haciendo
ahora. Besaba su cuerpo, cada rincón, no dejo ningún trozo de piel por recorrer y cuando llegó a su
centro levanto sus muslos y los colocó sobre sus amplios hombros. El acceso a ella era máximo mientras
él jugaba y torturaba su montículo sin piedad. Su lengua recorrió y succionó cada centímetro de su sexo,
la estaba volviendo loca.
El orgasmo no tardó en llegar y, mientras ella se sacudía de placer, él seguía degustándola como si no
tuviera ninguna otra tarea en la vida.
—Wyatt…
No contestó, pero levantó los ojos y adivinó a través de ellos que sonreía. Era tan atractivo que por un
momento pensó que los años le habían dado a su semblante algo más de armonía, madurez y… belleza, si
es que esa era la palabra adecuada para utilizar con un hombre. Estaba segura de que las mujeres giraban
sus cabezas por allá donde se paseara. Una oleada de celos recorrió su cuerpo, Wyatt era suyo y ninguna
otra tenía derecho a tocarlo. Frunció el ceño y sacudió la cabeza, ella nunca había tenido esos
pensamientos, ni siquiera cuando eran jóvenes había sentido que era su posesión.
—¿Va todo bien?
—Sí —contestó sin pensar, la estaba observando y volvía cernirse sobre ella con una sonrisa ladeada
que le decía lo mucho que había disfrutado de ella.
Entrecruzó los dedos con los de ella y entró lentamente en su interior provocando que se arqueara para
darle mejor acceso. No se permitió cerrar los ojos ni apartarlos de los suyos, esos ojos verdes tan
maravillosos de los que estaba enamorada.

***

Wyatt no podía apartar la mirada, sus ojos lo atrapaban casi tanto como sus músculos internos, iba
lento y eso lo estaba matando, apretó los dientes y paró un momento.
—No te detengas —le susurró.
—Si no lo hago, voy a terminar antes de tiempo, produces un efecto en mí que me hace parecer un
adolescente.
Nay sonrió, ¿cómo le decía que esa sonrisa tampoco ayudaba mucho en su labor para conseguir no
correrse? Era preciosa, su chica era la mujer más bonita que se había cruzado en toda su vida. De pronto
ella apoyó los talones en su trasero y lo obligó a hundirse más, no pudo evitar reír, Nayeli era una mujer
necesitada en estos momentos.
—Lo capto…
—Bien, creí que nunca lo harías —la última palabra sonó como un susurro entrecortado.
Aceleró sus embestidas y enterró el rostro en su cuello para besar la tierna piel cerca de su oreja, oía
sus jadeos y eso le llevó a centrarse en darle el placer que se construía entre los dos. Cuando ella
empezó a caer en las profundas olas del éxtasis se dejó llevar. Pocas veces había sentido una satisfacción
tan intensa. Nay conseguía eso y mucho más.
Cuando abrieron los ojos, que ninguno de los pudieron evitar cerrar perdiéndose en los sentidos del
otro, se encontraron y sonrieron. Se apoyó sobre los codos y miró sus labios. No sentía la presión que les
había invadido en la cabaña, esta vez lo habían disfrutado más y esperaba que no fuera la última.
—No sé cómo definirlo… —dijo aún jadeante.
—Siempre fuimos buenos en esto.
Él asintió lentamente, lo recordaba a menudo, ella estaba en sus recuerdos y emergía cuando menos lo
esperaba, pero siempre eran bienvenidos, daba igual lo que estuviese haciendo en ese momento. Los
encuentros clandestinos que protagonizaron cuando nadie sabía nada de su relación habían sido perfectos,
tanto como ella.
—Wyatt, nunca he dejado de quererte —dijo besando sus labios.
Se sorprendió, era la primera vez que lo admitía, él se lo había dicho, pero ella no había contestado.
Algo en su interior se derritió.
—Ni yo a ti, nena —dijo con un nudo en la garganta, ¿sería posible volver a empezar?
Su teléfono sonó dentro del bolsillo de sus pantalones.
—Mierda. —¿Quién cojones se atrevía a joderle el día? No se movió mientras Scorpions los dejaba
sordos.
—¿No piensas contestar?
—No.
—Vamos, puede ser importante —dijo mientras le empujaba el pecho.
Se levantó contrariado y bastante cabreado.
—Wyatt —contestó al ver que era el capitán después de encontrar el impertinente trasto.
—¿Cómo estás? —preguntó sin saludar.
—Bien, siento no haber llamado…
—Killian y Mia estuvieron contigo, me dijeron que estabas estable, ¿sigues así?
Mierda, por un momento pensó que lo habían descubierto.
—Sí…
—Entonces trae tu culo a la sala de reuniones.
—Recibido.
Pero, como siempre, el capitán ya había cortado la comunicación. Esperaba que la reunión no le
impidiera cenar con Nayeli.
—¿Tu jefe?
—Sí, tengo que acudir a una reunión.
—Bien, ya nos veremos.
¿Ya nos veremos? Joder, no iba a dejar de verla, eso ya no era una opción.
—¿Te apetece cenar conmigo? —preguntó antes de pensar en lo que estaba diciendo, tal vez ella se
sentiría acosada.
—Me encantaría. —Soltó el aire de los pulmones, había dicho que sí.
—A las ocho, paso a recogerte, ¿te parece bien?
—Perfecto, estaré lista.
Se vistió y le extrañó que ella también lo hiciera.
—Bajaré contigo, aún tengo que comprar, estos días no he llenado la nevera.
La pregunta estuvo a punto de escapar de sus labios, ¿había estado enferma? ¿O tan hecha polvo como
él? No era el momento, debía irse y preguntar para luego desaparecer no le parecía justo.
Durante la cena le hablaría de Tyler Cook, de que andaba suelto igual que Laurel Coleman y de que,
aunque ella no lo supiera, Slade había insistido en protegerla desde el día que volvió a su apartamento.
Supondría un contratiempo para ella, pero era por su seguridad. Él había sabido donde se encontraba en
cada momento.
Lo que le había cabreado de verdad es que él había tenido que dar esquinazo a otro escolta que
andaba tras sus pasos, no necesitaba a un guardaespaldas y Slade se creía muy astuto. Puede que Nayeli
necesitara protección, pero él sabía defenderse solo.
Bajaron a la calle sin hablar, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Al salir del portal ella
besó su mejilla, suspiró y se encaminó hacia la tienda que estaba en la esquina.

***

La observó hasta verla entrar en el supermercado, el escolta entró tras ella como un cliente más sin
que Nay se percatara.
No esperaba que ella aceptara su invitación. Cuando se había ido de su casa, hacía ya varios días, no
parecía tener ningún interés en volver a verle. Pero le había aceptado en su cama de nuevo, eso debía
significar algo.
No quería fallar de nuevo, cada decisión que tomara con respecto a ella debía ser valorada
pulcramente. Ver las cosas personales de Nay en su casa le había provocado más de un estremecimiento,
nunca había deseado tener potingues de mujeres en su hogar, eso significaba algo más íntimo y no le
gustaba, pero con ella todo era distinto, despertaba en él las ganas de tenerla cerca para siempre, verla
cada mañana y besarla a todas horas. Formar una familia con ella se estaba convirtiendo en algo
realmente acuciante, no podrían tener hijos, lo sabía, pero el mundo estaba lleno de pequeños diablillos
necesitados de un cálido y amoroso hogar.
¿Pero en qué coño estaba pensando? Ni siquiera estaba cerca de conseguir que le aceptara de nuevo y
ya estaba haciendo planes de futuro. Si se enteraban en su unidad se iban a estar descojonando hasta que
la tierra dejara de existir. Era un completo gilipollas.
Tenía que dejar de beber, le enturbiaba la mente y lo idiotizaba, pero no había hecho otra cosa desde
que ella se fuera de su casa. No había contestado al teléfono durante diez días, ni siquiera a Mia, el
timbre de la puerta también recordaba haberlo oído, no abrió hasta que Killian amenazó con derribarla y
llamar a Slade, no quería que toda la unidad se enterase de que estaba hecho una mierda.
Mía le compró algo de comida y Killian lo metió vestido bajo la ducha. Maldito cabrón, había
disfrutado con la situación. Hasta que le dijo que prefería que lo ayudase Mia y el hombre entró en modo
Hulk. Se habría reído si no hubiera estado ocupado en mantener el equilibrio. Después les hizo jurar que
lo mantendrían a salvo del capitán y de Nayeli. Habían cumplido, sus compañeros eran buenos en eso de
guardar secretos y mantener la boca cerrada. Hacía dos días que ya no bebía en la soledad de su casa,
pero estaba completamente convencido de que el alcohol había agujereado su cerebro además de hacerle
papilla el hígado.
Se metió en su coche y arrancó en dirección al complejo de Security Ward. En la radio sonaba One
Republic a un volumen bajo y se refugió en la música para dejar de pensar en idioteces maritales.
Se paró en un semáforo en rojo y fijó su mirada al frente, por el rabillo del ojo vio venir un
todoterreno demasiado rápido a través del retrovisor exterior, lo buscó con la mirada en el retrovisor
interior para cerciorarse de que no se lo había parecido y maldijo. Puso primera y miró el semáforo,
seguía rojo, aun así arrancó decidido a girar hacia la derecha. Fue demasiado tarde, el golpe lo envió
catapultado hacia el centro de la intersección. Los coches que venían por su derecha e izquierda frenaron
en seguida pero no pudieron evitar golpear su Porsche. El sonido de los vehículos chocando entre sí duró
lo pareció ser una eternidad, fue zarandeado de un lado a otro consiguiendo quedar en la dirección
contraria en la que iba.
Sacudió la cabeza e intentó abrir la puerta, determinado a romperle la cara al cabrón que se le había
abalanzado encima, estaba hundida hacia adentro y bloqueada, buscó con la mirada el todoterreno y lo
vio arrancar a toda velocidad, intentó memorizar la matrícula pero todo lo que veía eran números
borrosos, hijo de puta.
—Lo siento señor, no pude esquivarle, ¿está usted bien? —Un hombre de mediana edad le hablaba
desde el exterior.
Asintió y notó que un hilo de sangre le resbalaba por la sien. Joder, se había golpeado contra el cristal
de la ventana y además le escocía el rostro, suponía que por el airback. Intentó abrir de nuevo sin
conseguirlo. El hombre que le hablaba forcejeaba también con la puerta desde su lado. Al fin se abrió
haciendo un horripilante ruido a metal retorcido que le encogió el estómago, ¿qué coño le pasaba a la
gente? Primero habían taladrado su coche a tiros y ahora parecía un maldito montón de chatarra.
—¡Eh tío, estás vivo! —Un chico de unos quince años iba hacia él con un monopatín.
—Eso parece —contestó apoyándose en el coche, ¿cuántas veces había girado? Estaba algo mareado.
—Se ha dado a la fuga, en seguida vendrá una ambulancia —dijo una señora.
Varias personas se congregaban a su alrededor.
—Estoy bien…
—Es para esa chica —señaló el muchacho del monopatín.
Había más heridos, debió suponerlo, miró en dirección a donde el chico le indicaba y vio a más gente
alrededor de un coche familiar. Mierda.
Se acercó al otro vehículo, una mujer joven estaba atrapada dentro del coche que conducía, la gente
intentaba abrir la puerta, pero era un amasijo de hierros retorcidos, de pronto se oyó el llanto de un niño
en la parte de atrás, era por eso que había tanta insistencia en intentar abrir. La chica se giraba para
intentar calmar al que suponía era su hijo, pero aunque estaba inmovilizada parecía mantenerse tranquila,
había que darle crédito.
—Esperen —pidió a dos hombres que luchaban por liberar a la joven.
—No puede salir, no se abre ninguna de las puertas —argumentó uno de ellos.
—Saquemos al niño, ella se podrá relajar y ayudar, de esta manera no hace más que girarse en busca
del pequeño y puede empeorar su estado, no sabemos el alcance de las heridas.
Los hombres lo miraron y asintieron, lo cierto que lo había explicado de una manera un tanto
autoritaria.
—Hola, soy Wyatt, ¿puedes oírme? —dijo agachándose cerca de la ventana.
—No puedo mover las piernas están atrapadas bajo el salpicadero, por favor que alguien ayude a mi
hijo —suplicó a través del cristal.
Lo cierto es que sorprendentemente la mujer no había entrado en pánico, hablaba deprisa pero, dentro
de la situación, hacía gala de una gran serenidad.
—No te preocupes, en seguida te atenderán, voy a intentar sacarlo, ¿de acuerdo? ¿Te duele? ¿Puedes
aguantar un poco más?
—Sí, no te preocupes por mí, solo…
—Bien, estamos en ello…
Dio un vistazo al coche, parecía un acordeón, estaba tan golpeado por delante como por detrás. Por
suerte el pequeño iba bien anclado a su asiento infantil y parecía ileso, aunque con un buen cabreo.
—Que alguien vaya al otro lado e intente llamar la atención del niño, voy a romper esta ventana y no
quiero cristales en su rostro.
Los hombres en seguida dieron la vuelta al coche para entretener al pequeño dando golpecitos en la
ventanilla, se sacó la cazadora de cuero y se la enrolló en el brazo, se aseguró del que el niño no lo
miraba y dio un golpe seco con el codo que le hizo ver las estrellas. La ventana se rompió, limpió los
cristales alrededor del marco con la chaqueta y asomó medio cuerpo dentro del coche.
—¿Cómo se llama? —preguntó a la madre levantando la voz por encima del llanto de la criatura.
—Jared. —En su voz había dolor. Empezaban a oírse sirenas acercándose.
—¿Y tú? —volvió a preguntar.
—Megan…
—Megan, ¿oyes las ambulancias? La ayuda está en camino, sacaré a tu hijo. —La tranquilizó, pero esa
mujer estaba a punto de desmayarse, a través del espejo interior vio su mirada perdida.
De pronto el pequeño dejó de llorar milagrosamente y lo miró frunciendo el ceño, buscó el chupete
que colgaba de su pecho y se lo puso en la boca él mismo sin dejar de observarlo. Tenía el pelo rubio y
unos enormes ojos castaños que no perdían detalle, eso le hizo gracia, parecía estar retándolo a que lo
tocara.
—Hola Jared, soy Wyatt ¿cuántos años tienes?
Una diminuta mano le enseñó dos dedos. Para ser tan pequeño en su rostro había una cierta actitud
beligerante, aunque no dejaba de hipar.
—Voy a llevarte con tu mamá —dijo al mismo tiempo que desabrochaba los anclajes del cinturón de
seguridad de su asiento, el niño le apartaba las manos buscando a su madre con la mirada. Una vez lo
pudo levantar, tiró de él hacia su cuerpo y salió lentamente por la ventana de nuevo, evitando que los
cristales lo rozaran. A pesar de que Jared no parecía estar contento con la idea de alejarse de su madre,
no lloró, lo cual agradeció internamente, no sabría muy bien cómo lidiar con eso.
—¿Está bien? —preguntó una mujer a su lado.
—Parece que sí.
—Dámelo, quizás esté mejor conmigo, llevas la cara ensangrentada. —Ya no lo recordaba, sí, sería
mejor que lo tuviera la mujer. Iba a pasarle al pequeño, pero este se cogió a su cuello con fuerza y soltó
un chillido que lo dejó sordo momentáneamente, hizo una mueca.
—Eh tío, tengo la matrícula, le hice una foto antes de que se marchara. —El muchacho del monopatín
volvía estar cerca enseñándole la imagen de su móvil, memorízó la placa —. Ese crio te ha cogido
cariño.
—Ya veo…—Miró a Jared en sus brazos, parecía feliz de que no lo hubiera dejado ir.
—No tiene pulso. —Un hombre había metido la mano por la misma ventanilla que había roto detrás de
la del conductor y estaba palpando el cuello de Megan.
Una ambulancia se paró cerca y dos paramédicos corrieron hacia ellos guiados por las indicaciones
de la gente que se arremolinaba alrededor de los coches accidentados. Los bomberos también
procedieron a evaluar la situación. El pequeño Jared se arrebujó en sus brazos y escondió la cara bajo su
cuello, Wyatt intuyó que estaba aterrado por el movimiento de los uniformados.
Se alejó un poco dando espacio a los profesionales. Algo brillante llamó su atención debajo del
coche, junto con el aceite, había mucha sangre formando un gran charco, demasiada.
Capítulo 28

—No contesta al móvil —dijo Ian después de intentar conectar con Wyatt por enésima vez.
—Hace más de una hora que hablé con él, ¿dónde cojones se ha metido? Y ya que estamos, ¿dónde
están los otros? Juraría que he visto los coches fuera.
Ian se rascó la cabeza y puso en marcha un monitor. En él se veía a sus hombres y a Mia jugando un
partido de baloncesto en la nueva cancha.
—Bien, al menos están localizados. —Fijó la vista en la pantalla —. No veo a Pam ni a Dan.
—Ni idea, creí que estaban con los otros también.
Slade resopló, esos dos igual se tiraban los trastos a la cabeza que desaparecían juntos.
—Contacta…
No pudo terminar la frase porque su teléfono móvil lo interrumpió.
—Más vale que sea alguno de esos tres…
Miró la pantalla y asintió.
—Pam. Espero qué tengas una buena excusa…
—Hola jefe, veníamos Dan y yo hacia el complejo cuando hemos visto como una grúa remolcaba el
coche de Wyatt.
—¿Lo ha dejado tirado? ¿Dónde está nuestro hombre?
—Ha sido un accidente, el estado del coche es…desastroso. Wyatt no está aquí.
—Mierda, averiguad lo que ha pasado y contactad de nuevo.
—Sí jefe, Dan está en ello.
Colgó y soltó una maldición.
—Ian, busca en los hospitales más cercanos, Wyatt puede haber sido trasladado a alguno.
—¿Un accidente?
—Eso parece…
—Joder —masculló mientras tecleaba.
—Voy a buscar al equipo —anunció el jefe saliendo de la sala.
Cuando entraron todos con cara de saber la noticia, Slade estaba llamando de nuevo a Pam y Mia
acababa de colgar el teléfono.
—Ha estado en casa de Nayeli. Hasta que no sepamos cómo está no le diré nada. Solo he llamado por
si estaban juntos cuando ha ocurrido.
—¿Y qué te ha dicho? —preguntó Elijah.
—He llamado con la excusa de que buscaba a Wyatt para una reunión, pero me ha dicho que había
llamado Slade y que se había marchado, no sabe nada.
El teléfono de Elijah comenzó a sonar.
—Es Pam —anunció mientras le daba a la tecla para contestar.
—¿Se puede saber por qué están todos los teléfonos ocupados?
—El jefe intentaba hablar contigo…
—Está bien, pásamelo.
Elijah, le entregó el móvil al capitán que fruncía el ceño.
—¿Sabes algo de Wyatt?
—Sí, está bien, se ha hecho cargo de un crío que viajaba en uno de los coches, la madre ha muerto en
el hospital y estaba esperando a alguien de los servicios sociales. Jefe, han embestido su coche por
detrás deliberadamente.
—Mierda, en cuanto podais traedlo, no lo perdáis de vista —advirtió colgando ante los rostros
preocupados de su equipo.
—¿Quieres decir que no ha sido un accidente? —preguntó Killian.
—Me temo que no.
—Mierda, ese Cook puede estar detrás.
Cuando Slade tranquilizó a sus hombres sobre el estado de Wyatt, todos respiraron aliviados. Pero
aún tenía que soltar la última bomba.
—Bien, os he llamado porque han salido a la luz nuevas informaciones relacionadas con nuestro
hombre, de hecho, Wyatt era el que más me interesaba que estuviese aquí.
» El FBI ha encontrado datos ocultos, en un disco duro de uno de los ordenadores incautados en la
mansión de California, sobre Wyatt. Conocen su apartamento de Nueva York y conocen a Security Ward,
aunque no nuestra ubicación. Los hombres de Patrick Holton temían que Nayeli pudiera dar información
sobre ellos o sus movimientos, por eso intentaban quitarla de en medio y usar a Laurel como enlace con
los negocios turbios que manejaba Nick el socio de Castor, creemos que es por eso que a Laurel solo la
quisieron asustar, hacerle ver que tenían su vida en sus manos. La conclusión es que van a ir a por Nayeli
y a por Wyatt después de haberse librado de Raoul. Y no hay duda de que cuando consigan lo que quieren
de Laurel Coleman, ella también será historia. Benson, el competidor de Brad para las eleciones, también
está involucrado. Nuestra única preocupación ahora es nuestro chico.
Las maldiciones sonaron por toda la sala.
—Mia y Killian, buscad a Nayeli y llevadla a casa de Wyatt, doy por sentado que si sabes su teléfono,
de alguna manera, también sabes dónde vive la chica, ¿cierto? —Levantó una ceja hasta que Mia asintió
—. Bien, llevadla a la casa que tiene en las afueras, nadie sabe nada de ese lugar.
—Creo que ninguno de nosotros lo sabe tampoco —dijo Jacob mirando a sus compañeros.
—Lo sé y sus razones tendrá, ahí no entro.
—Jefe, ¿no estarían más seguros aquí?
—No traeré a esa chica aquí, aún no sabemos hasta donde llegan los hombres de Cook. Es
responsabilidad mía manteneros a salvo, así que no pondré el complejo en peligro descubriéndolo.
Todos asintieron, pero Slade sabía que querían proteger a su compañero y parecía que fuera de la
seguridad de esas paredes era bastante difícil, pero no se arriesgaría.
—Perfecto, iremos a por ella y, ¿esperamos a Wyatt? —preguntó Killian.
—No, en cuanto hable con él, alguien lo escoltará hasta su residencia. El escolta que le había
asignado lo ha perdido —. Las sonrisas burlonas de los hombres dejaron claro que no se creían una
palabra. Wyatt se había deshecho de él, dejarían al hombre con su orgullo intacto, a veces era difícil ser
escolta de uno de ellos —, y como estoy más que cansado de ese Tyler Cook y de Laurel Coleman —
continuó —, nuestra próxima misión va a consistir en buscarlos y acabar con esto de una vez por todas.
Andando. Y Killian, cuando Mia y Nayeli estén seguras, vuelve. Adrian quiere hablar con nosotros.
—Sí, jefe.
Mia se giró hacia el capitán.
—Puedo hacerlo sola, no necesito escolta.
—Nena… —empezó a decir Killian.
—Phoenix va contigo. Es una orden, Marine.
Fin de la discusión. Slade no se andaba por las ramas, no la dejaría ir sola después de lo que esos
hombres intentaron hacerle en el pasado. Mia resopló y salió hacia el coche con Killian pegado a ella.
—¿Necesitamos a Tavalas? —preguntó Aylan, destensando la mandíbula.
—En principio sí, en un momento hablaré con él. Está teniendo problemas con la información que
posee, sus superiores no van tan rápido como él desearía, y sus advertencias caen en saco roto, así que
estará impaciente por participar.

***

—¿Me tengo que esconder como una puta rata? —preguntó Wyatt cabreado.
—No, te tienes que mantener al margen mientras hacemos el trabajo. A estas alturas ya te habrás hecho
a la idea de que el accidente ha sido un aviso.
Sentenció su capitán.
—No me importa. Os iría bien un hombre más…
—Tenemos a Tavalas aquí presente —dijo señalando al hombre con la barbilla.
—Preferiría tragar vómito —masculló Dan.
Adrian Tavalas lo miró con una sonrisa torcida. El tío tenía huevos para enfrentarse al energúmeno de
Dan, ¿había pensado alguna vez que en su unidad habían muchos chalados? Definitivamente el hombre no
se quedaba atrás, les iba a la zaga en cuanto a comportamientos suicidas.
—Eres un puto neandertal —soltó Pam.
—Basta muchachos —intervino Slade —. Dan, guárdate las opiniones para ti mismo.
Dan no podía ver a Tavalas y Wyatt tenía muy claro que era por el acercamiento del hombre a Pam.
Sin embargo, Elijah fingía ser ajeno a la situación, aunque en su mirada dejaba claro que tampoco tragaba
al hombre del FBI. Teniendo en cuenta que Dan y Elijah siempre estaban discutiendo, el comportamiento
de ambos era de idéntica aversión hacia el hombre.
—Está bien, supongo que no hay nada que pueda hacer para que cambies de idea —volvió a insistir.
—No, ahora vete con tu niñera.
Joder, esto ya era lo último. Ian se levantó sonriendo y después de despedirse salieron en dirección a
su casa.

—Tío, es una casa magnífica —dijo Ian al ver su nuevo hogar.
—Lo es…
—Ya era hora, ¿por qué coño te has retrasado tanto? —Killian salía por la puerta en aquel momento.
—Estoy bien, gracias por preguntar… —contestó con todo el sarcasmo del que fue capaz.
—Eso ya lo sabía. Cuida de nuestras mujeres.
Dicho esto, el teniente se metió en el coche de Ian y cuando este le guiñó un ojo arrancó y salieron de
nuevo a la carretera. Killian era un maldito energúmeno, pero cuando estuvo en casa lamiéndose las
heridas, tanto él como Mia se habían preocupado de no dejarlo caer demasiado en su propia miseria.
Estaba agradecido por eso, aunque el hombre no dejaba de ser un jodido loco.
Entró en su casa y vio a Mia y a Nayeli hablando sentadas en el sofá. Su mujer giró la cabeza y él se
quedó helado al ver la preocupación en su mirada. Se levantó y corrió a sus brazos.
—Wyatt, ¿estás bien? Mia me ha contado lo del accidente… —dijo abrazándose a su cuello de
puntillas.
—Estoy bien, mi coche no tanto —contestó guiñándole un ojo y besando sus labios.
Apretó su cintura y la observó fijamente.
¿Cuantas veces había soñado con un recibimiento así por parte de ella? Era jodidamente feliz solo por
eso.
—Hola compañero, me alegra verte de una pieza. —Mia pasó por su lado y le dio unos golpecitos en
la mejilla. Nayeli frunció el ceño —. Voy a preparar algunas bebidas calientes, ¿queréis?
Wyatt sabía que la Marine les estaba dando espacio. Los dos negaron el ofrecimiento.
—Vamos, tenemos que hablar —dijo cogiendo la mano de Nayeli para arrastrarla escaleras arriba.
Entraron en la habitación y Wyatt la besó. Eso era lo primero que quería de ella, sentirla contra su
cuerpo y explorar su boca, ella le devolvió el beso con la misma pasión.
—Wyatt…
—Sé que has estado protegiéndome durante todos estos años —soltó separándose de sus labios y
acariciando su rubia melena.
—No podía consentir que te hiciera pagar por algo de lo que no tenías culpa…
—Y eso era…
Nayeli se sentó en la cama después de descalzarse y cruzó las piernas como un indio. Él se sentó a su
lado cruzando los tobillos y se apoyó en el cabecero.
—Seguía enamorada de ti —lo miró a los ojos —, y él lo sabía.
—¿Te amenazaba con matarme? —Ella asintió —¿Y aún te cuesta creer que asesinara a sangre fría a
tus padres?
Nayeli pareció valorar sus palabras.
—Es algo que mi mente se niega a asimilar.
—Pues oblígala a hacerlo. Patrick Holton era un puto homicida.
—Lo sé…
La dejó metida en sus pensamientos y durante unos minutos no hablaron.
—¿Sabes? Me hizo mucha ilusión que restauraras la pequeña cómoda que decoraba mi habitación.
—Es lo único que tenía de ti, eso, y una camiseta que me regalaste y que creo que está llena de
polillas a estas alturas.
Ella sonrió, pero al momento se puso seria de nuevo.
—Yo no tengo ningún recuerdo tuyo, así que este collar —explicó balanceándolo entre sus dedos, se
lo había vuelto a poner después de haberlo abandonado en el baño días atrás —, lo vi en Venecia y lo
compré porque me recordaba el color de tus ojos, algo que él nunca supo.
Wyatt se quedó perplejo, ella tampoco lo había dejado ir a pesar de estar casada. Puso la mano en su
nuca y acarició su cuello con el pulgar.
—Recuerdo que te hice una promesa…
—Siempre me protegerías… —dijo con una sonrisa de lado.
—Y no lo hice…
Ella se giró y cogió su rostro entre las manos.
—¿Cómo podrías saber lo que ocurría en mi vida? —dijo con la voz tomada por la tristeza.
—Tal vez Raoul…
—Raoul no podía decirte nada porque yo se lo había pedido, los dos teníamos cosas que guardar. Y a
ambos nos unía lo mismo, el amor que sentíamos por ti. No queríamos ponerte en peligro, quiero que
entiendas que ya no estabas en mi vida, habías salido de ella y yo no podía meterte de nuevo para que te
enfrentases a Patrick, simplemente no podía.
—Y ahora estamos aquí sin poder salir porque corremos peligro, sigo sin protegerte…
—Lo haces ahora, Wyatt. Deja que tus compañeros te ayuden, prefiero que estés aquí conmigo.
Cerró los ojos. Se sentía como un maldito cobarde, pero no podía hacer nada contra los decretos de
Slade.
—Raoul no mató a ese hombre —dijo cambiando de tema. Había estado leyendo el informe de la
fiscalía.
—No, no lo hizo, pero se encargaron de hacerle creer lo contrario.
—Hijos de puta.
Nay cogió sus manos.
—Murió sabiendo que era inocente, Wyatt. Fue un gran luchador, tanto en la vida como en el ring, no
dejó que se le acercara ninguna mujer cuando fue obligado a luchar en esos lugares clandestinos, no
quería darles ningún motivo más para chantajearle. Su última pelea fue a vida o muerte y ganó. Si te hace
sentir mejor, cuidó de mí hasta el último momento.
—Estaba enamorado de ti, Nay.
—Lo sé, pero también sabía lo que yo sentía por ti y lo entendió. Raoul te admiraba y te quería. Ese
respeto que sentía hacia ti le hizo retirarse cuando le dije que no podía estar con él.
—Siempre fue honesto.
—Como su hermano mayor.
Sonrió recordando el carácter afable y comprensivo de Raoul, fue un gran hombre a pesar de las
dificultades por las que había pasado antes de desaparecer.
—Mia, ¿significa algo para ti?
Miró a Nayeli y al momento maldijo la intuición de las mujeres.
—Es una buena compañera y amiga, pareja de Killian, como habrás podido comprobar.
—Sí, aunque creo que esa vena protectora de su chico la saca de quicio.
—Lo más probable es que ese hombre acabe con una patada en el culo como siga por ese camino.
—La manera en que te abrazó cuando salimos de la cabaña…
—Quiero ser sincero contigo, ella y yo estuvimos…juntos.
—¿Juntos? ¿Cómo una pareja?
—No, no, solo fue una vez y fue solo sexo.
Ella se miró las manos y se quedó pensativa. Mierda, quizás había sido demasiado sincero.
—Nena…
—Lo entiendo, Wyatt. No puedo juzgar tus actos cuando tú no has juzgado los míos. Además, no puedo
pedirte fidelidad si no estás conmigo. Es tu vida.
—Quiero que sea nuestra vida, una en común, ¿me darías otra oportunidad?
Ella lo miró, en sus ojos había un brillo especial.
—¿Mantendrás tu promesa? ¿Siempre estarás a mi lado?
—Te lo prometo, nada ni nadie se va a interponer entre nosotros. Te quiero, Nay.
Para su sorpresa Nayeli se sentó encima de sus piernas a horcajadas y se lanzó a besar sus labios.
Recorrió su boca como si no pudiera evitar el deseo que sentía por él.
—Te quiero Wyatt, y estoy segura de que esta vez saldrá bien, tiene que salir bien, cariño —dijo
abrazándole con tanta fuerza que únicamente pudo devolverle el abrazo aferrándola contra su pecho. Su
Nayeli estaba con él de nuevo y no la iba a dejar escapar.
A pesar del hecho de que Mia estaba en el piso de abajo, Nay deslizó hacia abajo la cremallera de sus
pantalones y extrajo su duro miembro sin dejar de mirarle a los ojos. Sonrió divertida y bajó la cabeza
para introducirlo en su boca.
¿Cuánto tiempo hacía que una mujer no hacía eso con él? Dejó de divagar cuando la lengua de Nay
hizo un recorido ascendente muy placentero, y volvió a succionar sin prisa, ¿pretendía torturarlo? Cogió
su pelo en un puño y la guió. Cerró los ojos y se dejó llevar.


***

—¡Qué coño! — gritó Ian mientras esquivaba a un coche que venía de frente nada más tomar la
carretera principal, el coche se desvió de su camino un segundo antes de colisionar contra ellos al mismo
tiempo que él daba un golpe de volante que los lanzó directamente a la cuneta.
—¡Hijo de puta! —gritó Killian a la vez que apoyaba una mano en el salpicadero y apalancaba la otra
en el techo.
Miró al conductor del otro vehículo cuando pasó por su lado y la imagen que vio lo dejó helado. Era
como ver una película a cámara lenta; Laurel iba en la parte trasera del coche y también lo miraba.
—Laurel, joder. Laurel iba en ese coche. Han encontrado a Wyatt y a Nayeli.
Ian le miró sorprendido y palpó las armas en su cintura y pecho.
—Creo que hemos roto el palier, ese ruido no me da buena espina.
—Voy a llamar a Slade. Prepárate para correr de vuelta a la casa. Como esos cabrones toquen a Mia,
juro que arrancaré sus jodidas pieles.
Marcó la numeración rápida e informó a Slade mientras corrían por el camino por donde habían
entrado los dos coches con los que se habían cruzado. Se tragaron el polvo que levantaban los vehículos,
pero eso también los hacía invisibles si miraban por el retrovisor.
—Van directos a la casa, ¿cómo coño sabían dónde encontrarlos?
—Ni idea. En este momento me preocupa más avisar a mi chica.
Killian llamó a Mia al mismo tiempo que Ian hablaba con Wyatt.
Capítulo 29

Wyatt bajó corriendo la escalera y ella salió detrás de él. Tyler la había encontrado según el hombre
que había llamado, era Ian interrumpiendo su momento. En cuanto colgó, sacó armas de una especie de
caja fuerte y se llenó el cuerpo de pistolas y cargadores. Ahora mismo llevaba un rifle en las manos.
—Nena, ¿sabes disparar? —pregunto Wyatt cuando llegaron a la planta baja.
—Sí —dijo alargando la mano para coger la pistola que le tendía.
Comprobó la recámara y se puso un par de cargadores en la cinturilla de los pantalones.
—Wyatt… —Mia fue corriendo hacia ellos con un arma en la mano.
—Lo sé, acabo de hablar con Ian.
—Killian y él vienen hacia aquí, podemos mantenerlos a raya hasta que nos respalden.
—Tenemos que hacerlo. Tú vigila la parte de atrás —la cogió por un brazo mientras hablaba con Mia
y echó a andar hacia la chimenea —. Nayeli y yo estaremos delante.
—De acuerdo, id con cuidado —contestó Mia volviendo a entrar en la cocina.
—Lo mismo te digo, o Killian me va a cortar…
—Sí, me hago una idea —dijo resoplando mientras se alejaba.
Llegaron a los grandes ventanales del salón y Wyatt la empujó hacia un lado pegándola a la pared.
—Nay, los cristales son gruesos, pero aun así los puede atravesar una bala. No te pongas en peligro,
ni te descubras disparando antes de tiempo. Solo defiéndete.
—Sí. —Lo cierto es que estaba aterrada, sabía cómo actuaba Tyler Cook y estaba malditamente
segura de que el hombre encabezaba la caza a la que iban a ser sometidos.
Wyatt apagó las luces, bloqueó la puerta de entrada y comprobó las ventanas.
—¡Ya llegan, Mia! Uno de los coches está dando la vuelta a la casa.
—¡Ya lo veo! Salen cinco —contestó la chica desde la cocina.
—¿Ves cuántos van en el que se ha parado ahora? —preguntó Nayeli desde las sombras.
—Cuatro, espero que nuestros hombres no tarden mucho…
Wyatt no dejaba de mirar hacia el exterior mientras hablaban. Agazapado al otro lado de la ventana,
controlaba los movimientos de los hombres. Era de noche ya y en pocos segundos los perdería de vista.
—Nueve en total, Mia. Se están dispersando por todo el perímetro.
—Recibido.
De pronto sonó el timbre y alguien dio una fuerte patada a la puerta.
—Es de acero, no la pueden derribar —susurró Wyatt al verla mirar hacia el sonido.
Asintió intentando mantener la calma, Tyler estaba acostumbrado a salirse con la suya cuando se
proponía algo. Si se había arriesgado a llegar hasta ellos es que tenía muy claro que podía deshacerse de
ella y de Wyatt.
Le daban ganas de taparse los oídos. El que estaba en la puerta no dejaba de hacer ruido.
—Nay, solo es una maniobra de distracción…
Un estruendo en la planta de arriba cortó la frase. Acababan de romper un cristal en alguna de las
habitaciones. Wyatt movió el sofá dejándolo casi pegado a la pared.
—Métete ahí detrás y dispara al primero que se asome, asegúrate de que no soy yo.
—No, puedo ayudarte.
—Nay, no puedo distraerme, déjame hacer mi trabajo.
Se metió a regañadientes en el hueco entre la pared y el mueble. En la cocina se oyeron un par de
disparos distantes seguidos de, al menos, cinco consecutivos más cercanos, con la consiguiente rotura de
más cristales.
—Dos menos —anunció Mia.
Su voz parecía serena y eso la tranquilizó. Vio a Wyatt recular de nuevo hacía la chimenea apuntando
hacia la parte de arriba de las escaleras y hacia la baranda, que hacía de balcón interior. Se echó hacia
detrás y se pegó a la pared, ella también tenía un buen ángulo por si alguien bajaba.
Unos minutos después una sucesión de disparos la asustaron hasta el punto de tenderse en el suelo, el
sofá era demasiado bajo y no podía ver nada. Alguien entró por el gran ventanal del salón, el sonido de
los cristales al ser pisados la advirtieron de que pasaban cerca del sofá. Aguantó la respiración,
esperaba que Wyatt estuviera bien.
—Tira el arma y no dejaré que sufras demasiado cuando te dispare.
Se arrastró y vio los pies de Wyatt detrás de la pared al lado de la chimenea. Por la voz de Tyler
dedujo que estaba detrás de uno sus hombres, veía dos pares de botas de espaldas a ella.
—Dile a tus hombres que se retiren. —Ese era Wyatt.
—Eso no va a pasar.
Un solo disparo y el hombre que protegía a Tyler cayó de espaldas al lado del sofá, Nayeli pudo ver
su rostro cuando la cabeza quedó a su altura en el suelo. Tenía una bala en el cuello.
—Hijo de puta, en cuanto mis hombres encuentren a tu chica vas a desear no haber hecho eso.
Otro disparo y un cuerpo cayendo por las escaleras la volvieron a sobresaltar. Wyatt había disparado
de nuevo.
—¡Atrás idiotas! Buscad a esa puta. —El grito de Tyler atravesó el aire.
Solo unas linternas alumbraban de vez en cuando, suponía que eran de los hombres que estaban arriba,
pero ella ya se había acostumbrado a la oscuridad.
Por las contestaciones supo que aún eran bastantes.

***

Ese cabrón estaba demasiado cerca de Nay, debía conseguir que se alejara del sofá. Aún se
preguntaba cómo habían encontrado la casa.
—Tyler Cook, ¿cierto?
—Felicidades, sabes el nombre de la persona que va a terminar contigo, algo que debió hacer Castor
hace tiem…
—Permíteme un apunte —le cortó —, debes de ser bastante arrogante para presentarte aquí y muy
estúpido para pensar que saldrás con vida. Te condenaste en el momento que abusaste de Nayeli y
ordenaste matar a mi hermano, así que no voy a perder la oportunidad.
—Esa zorra lo disfrutó tanto como yo, ¿se lo has preguntado? —Ese hombre no tenía ningún respeto
por la vida, ni siquiera por la suya —. En cuanto a tu hermano, no era más que un perdedor.
Ni siquiera supo en que momento su cerebro dio la orden de disparar, pero de pronto Tyler lucía con
una bala alojada en la rodilla. Intentó mantener la calma ante su perdida de control momentanea.
Tyler cayó de rodillas ante él emitiendo un fuerte gruñido y apoyó las manos en el suelo sin dejarse
vencer por su propio peso. Era un bastardo tenaz. Su pistola resbaló un metro por delante de su cuerpo.
—Aunque mi intención era dispararte a los huevos, voy a dejar que lo haga ella. —Le costó
mantenerse sereno ante el insulto hacia su chica, pero dejaría que Nay decidiera.
—¡Qué te jodan!
Oyeron un helicóptero en la lejanía. Sonrió, su equipo estaba a punto de hacer acto de presencia. Dos
hombres bajaron las escaleras disparando hacia él, pero Mia los abatió agazapada tras la isla central en
la cocina. Tyler se lanzó a coger la pistola en el suelo para disparar a su compañera, momento que él
aprovechó para patear su brazo y obligarlo a soltar el arma.
—Hola nena. Eres tan silenciosa que este imbécil ni siquiera sabe que estás ahí.
No había cristales por donde ella pisaba así que Nayeli se había acercado por detrás y estaba
apuntando a la nuca de Tyler.
—Vaya, parece que las cosas se han torcido un poco —dijo Mia desde la cocina.
—Date la vuelta, Tyler —ordenó Nayeli.
Tyler lo miró, ahora estaban cerca y podía distinguir mejor su rostro.
—Hazlo y como intentes alguna maniobra te vuelo los sesos, ¿entendido?
El hombre hizo caso y se dio la vuelta gruñendo de dolor. Quedó sentado en el suelo frente a su chica.
Él no dejó de apuntarle, no tenía muy claro cuánto dominio tenía Nay sobre su arma.
—Repite eso que acabas de decir —inquirió la chica. Sujetaba la pistola y, para darle crédito, no
temblaba.
—¿Qué? ¿Tus gritos no eran de placer? Cuánto lo siento —contestó el idiota con voz forzada y sin
mostrar el más mínimo arrepentimiento, era un puto suicida.
Nayeli apretó los labios y él sabía que estaba a un segundo de disparar cuando un carraspeo llamó la
atención de todos, aunque ninguno buscó su procedencia.
—Nayeli, suelta el arma y apártate. —Esa voz era la de Laurel, seguramente apuntando a Nay desde
fuera de la casa, a través de la ventana rota.
Se envaró dispuesto a acabar con esta mierda de situación.
Una sonrisa de suficiencia adornó el rostro de Cook.
—Mira a quién tenemos aquí —Ian salió de la nada y puso su pistola en la sien de Laurel.
—Vaya, parece que hoy es el día mundial de los tarados —Mia pasó andando por detrás de él y se
plantó ante Laurel.
Solo la miró y ladeando la cabeza levantó la pistola a una gran velocidad y disparó, haciendo que la
mujer cayera de espaldas.
—Joder Mia, eso ha estado muy cerca, si Killian llega a ver…
—Lo he visto, Ian. Nena, ¿estás loca? Podía haberte disparado ella antes, te has plantado ante sus
narices… —Habló el teniente entrando por el ventanal, igual que habían hecho los otros. En su semblante
se reflejaba el cabreo que llevaba.
—¿Podemos discutirlo en casa? —preguntó la aludida con todo el aplomo —. Aquí aún queda un
asunto por resolver.
Por el rabillo del ojo vio a Tyler abalanzarse hacia Nayeli, haciendo el último esfuerzo con su pierna
herida, pero ella fue más rápida y disparó sin vacilar. Todo se precipitó y varias balas pasaron
rozándoles. Se lanzó hacia su chica cubriéndola con su cuerpo y disparó a los idiotas que entraban por la
cocina. Cayeron dos más, ya había perdido la cuenta, algo que nunca le ocurría, pero su mente estaba
demasiado ocupada en mantener a Nay a salvo.
Se oyeron más disparos desde el exterior y Slade entró triunfal también a través del ventanal. Wyatt se
levantó y ayudó a su chica.
—¿Todo bien por aquí? Reportad.
—Bien, jefe —contestó levantándose del suelo.
—Que alguien encienda una puta bombilla, no veo una mierda. —Ese era Dan.
Buscó el interruptor más cercano y solo la luz de la cocina se encendió, imaginó que en el salón no
había quedado una sola lámpara en pie. ¡Joder!, le habían destrozado la casa. Maldijo mentalmente al
hacer un barrido visual. Miró a Nayeli, estaba de una pieza, y eso era lo que importaba después de todo.
Slade miró el cuerpo de Laurel en el suelo y después hizo una mueca.
—No voy a preguntar, solo espero que los informes concuerden con la versión de los hechos que
tengáis pensado exponer.
—Sí, jefe. —contestaron varios.
Algunos ni siquiera se molestaron en ocultar la satisfacción que sentían.
—Ian, Aylan, revisad todo —continuó, ignorando ciertos gestos de complicidad entre ellos.
—Estamos en ello —dijo Ian mientras subían al piso superior.
—¿Necesitáis a Jacob? —preguntó el capitán echándoles una ojeada de arriba abajo.
—No, solo tenemos algunos cortes, nada serio —contestó mirando a Nay. Ella no parecía tener ni un
rasguño y con eso se conformaba.
—Fuera hay cuatro, contando a Laurel —anunció Pam entrando con Tavalas detrás —. Enhorabuena
Mia, le has dejado un bonito agujero en la frente.
—Gracias. Por suerte, Will está con su padre y no tendrá que ver a su madre ejerciendo de putilla
para una pandilla de asesinos.
Todos asintieron. Slade no aprobaba las felicitaciones y todos lo sabían, pero no dijo nada.
—Tío, nadie va a utilizar la puerta de entrada con ese boquete. Me gusta tu casa, cuando quieras
vengo a ayudarte con el martillo, soy un manitas —se ofreció Dan después de mirar a Tavalas con
acritud.
—Gracias Dan. Me temo que aceptaré tu oferta, Nay y yo vamos a vivir aquí —dijo pasando un brazo
sobre los hombros de la chica. Ella lo miró sonriendo, pero Wyatt vio lágrimas en sus ojos.
—Nena, ya ha terminado… ¿Estás bien?
—Nayeli, vamos —Mia cogió su mano y se la llevó escaleras arriba.

***

—¿Cómo cojones han encontrado mi puta casa? —preguntó Wyatt cabreado en cuanto perdió de vista
a las chicas al final de la escalera.
Imaginaba que Nay estaba en una especie de estado de shock. Acababa de matar a un hombre, uno que
lo tenía más que merecido, pero imaginaba que a su chica le había impactado igualmente. Confiaba en
Mia, ella la tranquilizaría, aunque debía ser él quien lo hiciera, pero tener a toda la unidad en su
destrozado salón no le facilitaba la tarea. Ian y Aylan bajaban en ese momento la escalera.
—No era a ti a quien vigilaban, sino a Nayeli. Tener un escolta no impidió que ellos siguieran sus
pasos, creemos a siguieron a Killian y a Mia cuando los vieron llegar para traerla aquí. Entre tanto,
algunos de ellos te siguieron a ti. La intención era desviar tu atención mientras ellos se deshacían de
Nayeli, pero nos adelantamos y no les quedó otra opción que averiguar a dónde la llevábamos.
—¡Joder! Por desviar mi atención, una mujer ha muerto y un niño se ha quedado sin madre.
—Lo sabemos. Pam y Dan se enteraron en el hospital.
Pensó en Jared, el niño que se había aferrado a su cuello como si lo conociera de toda la vida y que
tuvo que entregar a una trabajadora social. Los llantos del pequeño aún resonaban en su mente. Esperaba
que el padre o los abuelos se hicieran cargo de él y le enseñaran a vivir sin su madre. Puta vida.
—¿Tenéis algún lugar donde quedaros? —pregunto Slade preocupado.
—Sí, en el apartamento de Nayeli, ¿debo suponer que ahora ya no hay peligro?
—No, no lo hay. El FBI tiene algunos cabos sueltos, pero no tienen nada que ver con vosotros —
intervino Tavalas.
—¿Benson? ¿El rival de Brad? —preguntó Elijah.
—Ponlos al día, Adrian —ordenó el capitán.
—Aún no lo han encontrado, pero la investigación apunta a que es el que financiaba a estos tarados. Él
ordenó la muerte de su propia esposa, que a su vez hacía de enlace con Tyler Cook, pasándole
información a Laurel Coleman. Por si no tenemos suficiente con el nuevo presidente y sus estrafalarias
ideas, Benson intentaba ganarse a los votantes quitando de en medio a los inmigrantes y gente de color.
Apoyó desde sus comienzos al grupo.
—Ese no es mi presidente —dijo Dan, algo que todos entendieron ya que su familia era cubana.
—Muchos piensan como tú —concedió Matt, perteneciente a un colectivo despreciado por
demasiadas personas afines al nuevo gobierno.
—Bien, no estamos aquí para discutir sobre política. En cuanto llegue la policía podremos irnos. —
Slade cortó la conversación por lo sano.
Epílogo

—¡Me cago en la puta! —gritó Dan soltando el martillo mientras se cogía una mano con la otra y daba
un salto hacia detrás con el ceño fruncido.
—¿Cuántos martillazos van, manitas? —preguntó Wyatt, socarrón.
—No me jodas tío, esto duele como un demonio —exclamó caminando de un lado a otro de la cocina.
Estaban arreglando la salida que daba al jardín, acababan de colocar un marco de madera nuevo.
—Dan, vas a terminar con el suministro de apósitos —soltó Mia que estaba ayudando a Nayeli a
preparar la comida.
Habían invitado a sus compañeros de equipo y Mia en pocos días se incorporaba a la academia del
FBI. Había sido aceptada para las pruebas, así que la celebración también era una despedida de su
unidad.
—¿Te refieres a esto? —Levantó la mano y tenía los dedos, pulgar e índice, envueltos en sendas tiritas
con el rostro de dos personajes de la película Frozen.
—Lo siento tío, no encontré nada más en la farmacia cuando hice la parada de camino —argumentó
Killian manteniendo un semblante serio mientras abría la nevera en busca de una cerveza.
Estallaron en carcajadas cuando Killian le guiñó un ojo en modo seductor.
—Cabrones —masculló metiéndose en el baño.
—No entiendo cómo no se os han salido los ojos en todos estos años con esos cuerpos a la vista —
susurró Nayeli a Mia y a Pam, esta última estaba tomando una cerveza apoyada en la barra.
Killian y Wyatt habían salido al jardín a beber las dos cervezas que sacó el hombre de Mia de la
nevera.
—Se cuidan, nada más que añadir —contestó Pam.
Todos iban con vaqueros desgastados y nada más, esos torsos trabajados dejarían sin bragas a más de
una, pero Pam no parecía inmutarse lo más mínimo.
—Supongo que acabas por verlo de manera natural, pero hemos sido testigos del efecto que causan
allá por donde van.
Nayeli sonrió, aunque Pam miró a Mia seria y salió al jardín sin decir una palabra.
—¿He dicho algo que la haya incomodado?
Mia miró un momento a su compañera.
—No, Pam es así, no le gusta hablar de hombres.
—Ah, entiendo.
—No es lesbiana, si es eso lo que estás pensando.
—Yo…
—No te preocupes, simplemente es algo a lo que te acostumbras, ella no habla de hombres, y Elijah y
Dan parecen no entenderlo, son un trío curioso.
—Vaya, parece interesante.
—Lo es, pero ninguno de los tres suelta prenda, ellos sabrán…
El timbre de la puerta sonó y Wyatt entró para ir a abrir. Al cabo de unos minutos Slade y toda su
prole entraban en la cocina.
—Nayeli, me alegra verte de nuevo saludó Sue.
La conoció en el funeral de Raoul y le había caído bien. Cuando se besaron, Sue procedió a presentar
a los niños, estaban todos. Nathan el hijo de Slade, Pedro, Julito, María y Manuela, los niños protegidos
del matrimonio.
Nayeli abrió los ojos como platos y después miró la barriguita de Sue.
—¿Todos son vuestros? ¿Y viene otro en camino?
—No —contestó Suemy riendo —. Es una larga historia, pero somos una gran familia ahora.
Slade besó a su mujer en los labios y salió al jardín con todos los niños tras él. Hacían una bonita
pareja. Tanto Sue como Slade eran dos bellezones, cada uno a su manera.
—¿Os los quedáis? —preguntó Dan saliendo del lavabo.
—No son mascotas, capullo —le increpó Pam entrando de nuevo en la cocina y dejando el envase de
la cerveza en un cubo para reciclar vidrio.
—Ya te he entendido, Dan —intervino Sue —. De momento están con nosotros y creo que
efectivamente se van a quedar. Slade no me lo ha comentado, pero sé qué lo está deseando.
—Eso es genial —dijo Nayeli.
—Mia, esa hija tuya está babeando detrás de Nathan, se parece a ti cuando me miras —soltó Killian
asomando la cabeza por la puerta.
—Serás… —Una cebolla salió volando para impactar en la cabeza del hombre —. Deja de meterte
con Marie o le enseñaré a patearte las pelotas.
—¡Joder! —exclamo mientras se masajeaba la frente —. Captado, nena.
Killian retrocedió a buscar la cebolla mientras se reían. De pronto alguien carraspeó a sus espaldas.
—La puerta estaba abierta… —se disculpó Adrian Tavalas entrando con lo que parecía una tarta
envuelta, en una mano.
—Pasa, bienvenido —invitó Nayeli.
La semana que habían estado en su apartamento, antes de empezar a arreglar los desperfectos de la
casa, el hombre se había mostrado interesado por su bienestar llamando casi cada día a Wyatt, y habían
decidido invitarle.
Tavalas saludó en general, pero fue a besar la mejilla de Pam que se mantenía más apartada. Nayeli
sabía que era imposible, pero Dan parecía echar humo por las orejas cuando se marchó antes de que
Adrian lo saludara.
Después llegaron Aylan y Sarah, a la que también le presentaron y también estaba embarazadísima,
¿había una epidemia?

Al cabo de una hora estaban todos alrededor de una gran mesa comiendo bistec y ensaladas de todas
clases, traídas por Pam y Mia.
—Tienes buen gusto con la música —dijo Sue.
—Me gusta la música de los ochenta —contestó.
—Vaya Sue, aquí tenemos a otra seguidora de la época —murmuró Mia.
—Nos vamos a llevar bien.
Spandau Ballet sonaba en ese momento con su canción Gold, todo un clásico.
Cuando terminaron de recogerlo todo, la música seguía sonando y Nayeli se maravilló de lo bien que
congeniaban entre ellos. En ese momento Killian bailaba con María. La niña se reía encantada, y Slade
con la pequeña Manuela, que parecía que no hablaba pero sonreía entusiasmada cuando el capitán la
hacía girar.
—¡Nathan! Saca a bailar a Marie —gritó Killian.
Pero el niño bajó la mirada y Nayeli intuyó que estaba muerto de vergüenza.
—Maldito hombre —masculló Mia.
Ella, Mia, Sarah y Sue estaban sentadas en un banco de madera observando la escena y hablando de
las manías de los hombres, básicamente criticándolos con humor. Pam permanecía más apartada sentada
en una silla, no entraba en la conversación, pero hacía algunos chasquidos con la lengua cuando no le
gustaba lo que oía. Era bastante rarita, pensó.
Tavalas, Aylan, Elijah y Michael jugaban a los dardos, la diana estaba clavada en el único árbol que
había en el recinto. Ian y Jacob hablaban sentados en una enorme roca que aún no habían tenido tiempo de
sacar del jardín. Wyatt le había contado que Jacob tenía una esposa y dos hijos, pero que nunca acudían a
estos encuentros, no sabía el por qué.
De pronto la música cambió, y Dan se plantó ante Pam y se puso a bailar al ritmo de Enrique Iglesias.
La mujer se irguió y lo miró entrecerrando los ojos. El hombre cantaba la canción en español.
Solo en tu boca
Yo quiero acabar
Todos esos besos
Que te quiero dar
A mí no me importa
Que duermas con él
Porque sé que sueñas
Con poderme ver
Mujer qué vas a hacer
Decídete «pa'» ver
Si te quedas o te vas
Sino no me busques más.

El hombre se movía a un ritmo bastante sensual, además, no sabía muy bien la razón, se había colgado
el martillo de la cintura del pantalón y llevaba un casco de albañil. Era una imagen surrealista. Los otros
dejaron de jugar y de bailar para mirar la escena que se desarrollaba ante ellos.
—Parece un componente de los Village People —dijo Sue.
Todos asintieron.
—Se nota que tiene sangre latina —añadió Michael.
Dan movía las caderas y se acercaba cada vez más a Pam.
—Joder, esa mujer es de hierro, me está poniendo cachondo hasta a mí —soltó Killian.
Mia le dio un manotazo y los demás lo llamaron tarado y capullo, entre otras lindezas.
Cuando Dan alargó la mano hacia Pam invitándola a bailar, todos esperaban ver el rechazo, pero para
su sorpresa, la mujer se levantó y bailó con él. Dan parecía el hombre más feliz de la tierra sin dejar de
cantar para ella. Se aferraban el uno al otro y se miraban a los ojos. Sus cuerpos se balanceaban al
mismo ritmo y no dejaban de rozarse.
Cuando la canción terminó, Dan acunó la cara de Pam entre sus manos, pero antes de que pudiera ni
siquiera pensar en besarla, la chica las apartó, y cogiendo su chaqueta entró en la cocina y salió de la
casa. Mientras todos miraban a Dan con un poco de compasión, oyeron arrancar la Harley de Pam. La
mujer se había ido cabreada a juzgar por el portazo que dio al salir por la puerta principal.
Dan estaba plantado en medio rascándose la nuca. Los miró y les guiñó un ojo.
—La tengo en el bote, no hay duda.
—Sí, tío —contestó Killian poniendo los ojos en blanco.
A algunos se les escapó la risa, pero Dan no pareció tomárselo mal del todo.
—Sue, envié un mensaje a Brad y otro a Eva para invitarlos a venir, pero ninguno de los dos contesta,
¿alguna idea? —Nay sabía que Wyatt intentaba cambiar de tema para que Dan dejara de ser el centro de
atención.
—Han hecho las paces, imagino que estarán en su burbuja y pasando de todo el mundo.
—Si es por eso, lo entiendo…
—Deja a Eva tranquila, estábamos pasando un buen día hasta que la has nombrado —soltó Slade.
—Captado.
—Slade… —empezó Sue.
—Lo siento, nena. Me saca de mis casillas.
—Y a mí —añadió Killian.
Slade miró hacia los niños como asegurándose de que no le oían y después miró a su hombre, los
pequeños estaban sentados jugando a un juego de mesa en el suelo. Solo Pedro estaba entre los adultos.
—Tú —dijo cogiéndole del cuello.
Nayeli no hacía mucho rato que había pensado que todos se llevaban bien, pero al parecer no era así.
Aunque Killian dejó ver todos sus dientes sonriendo y aceptando que su jefe lo aferrara de esa manera.
—Como vuelvas a sugerir que el nombre de mi hija sea Pocahontas te voy a arrancar la lengua y te la
meteré por el….
Todos estallaron en una carcajada.
—¿En serio? —preguntó Elijah, pero cerró la boca cuando su jefe fijó la mirada en él.
—¡Slade! —exclamó Sue, mirando a los niños de reojo.
—Déjalo, Sue —dijo Mia, cogiendo a la chica de un brazo —. Killian necesita que alguien le
arranque esa lengua de una vez, a ver si así se matiene calladito para variar.
Killian miró a su mujer y le guiñó un ojo.
—Nena, eso no fue lo que dijiste ayer cuando te hacía…
Mia puso los ojos en blanco y Slade resopló.
—¡Cállate, joder! O juro que aprieto hasta que te pongas azul. Deja de alborotar a los niños con ese
nombre, ayer tuve que soportar que repitieran todas tus idioteces durante la maldita cena.
Nadie podía parar de reír.
—Está bien…no volveré a sugerir ese nombre para tu hija —accedió levantando las manos, pero no
podía evitar reírse con todos —. Tienes un pésimo sentido del humor, jefe.
Slade lo soltó.
—Alexia —dijo Sue de pronto.
Todos la observaron, ella mantenía la mirada en su hombre.
—¿Qué? —preguntó Slade.
—¿Te gusta el nombre de Alexia? —preguntó cauta.
—Pequeña, si a ti te gusta a mi también —dijo abrazándola y besando sus labios.
Acabaron aplaudiendo y Nayeli admiró a esos hombres y mujeres que, aunque tenían sus propias
familias, habían formado otra en la que todos y cada uno de ellos tenían algo que aportar. Aunque se
atacaran en broma y se rieran unos de otros, eran admirables y ella quería formar parte de ella. Le llamó
la atención que incluso una pareja como Sue y Slade decidieran el nombre de su hija delante de todos.
Eso decía mucho de la relación que unía estas personas.
Dan se reía y parecía más relajado después del plantón de Pam, aunque solo diez minutos después
también se marchó.
Cuando Wyatt la abrazó por detrás, ella se giró a mirarlo.
—Me gustan.
Wyatt sonrió.
—Tú también a ellos.
Poco a poco se fueron yendo de la fiesta, vio como algunos de los compañeros de Wyatt lo felicitaban
por su relación con ella y se sintió aceptada y feliz del cambio de acontecimientos en su vida. ¿Quién lo
hubiera dicho hacía tan solo seis meses? Lo único que empañaba su felicidad era la muerte de Raoul. Él
también merecía este cambio, estaba segura de que se habría sentido a gusto.
Intentó mostrar una sonrisa alegre y sincera cuando volvió a mirar a Wyatt.

***

—Nay…
—Wyatt…
La levantó y ella envolvió las piernas en su cintura, la besaba con avidez, hambriento de ella, de su
toque. Gemía contra su boca lo que provocaba que se endureciera aún más si eso era posible, ninguna
mujer había conseguido ponerlo así. Los vaqueros le estaban matando y cuando soltó un gruñido de
frustración, Nay cortó el beso y lo miró frunciendo el ceño.
—Nena, si no me desnudas ahora mismo voy a explotar.
Su chica soltó una carcajada y acunó su cara barbuda.
—¿Te he dicho que estás muy guapo con barba?
No se había afeitado desde hacía días y solamente unas horas antes se había dignado a recortarla para
no parecer un indigente. Si a ella le gustaba, seguiría sin afeitarse.
—¿He mencionado que me gustas desnuda? —preguntó a su vez.
—Ya lo estoy…
No pudo seguir hablando cuando se lanzó a morder suavemente uno de sus pezones. Ella apoyó las
manos en sus hombros y le dio mejor acceso. Arqueó su cuerpo cerrando los ojos y se dejó hacer.
Soltó su pecho y la bajó al suelo, su incomodidad empezaba a ser apremiante. Nayeli lo notó y le
ayudó con los pantalones dejándolo tan desnudo como ella. Volvieron a besarse de manera voraz, una de
sus manos de coló entre ellos y agarró su pene iniciando un suave movimiento arriba y abajo.
—Aprieta un poco más, quiero sentirte —la animó mirándola con deseo.
—Estoy desentrenada…
Eso le hizó reír.
—No hay problema, tengo intención de hacer entrenamientos masivos contigo.
—Bien, porque hasta ahora no me he dado cuenta de todo lo que me he perdido…
Acarició su cabello de forma lánguida y besó sus labios.
—Recuperaremos ese tiempo, lo merecemos —susurró contra su boca.
Una tímida sonrisa asomó en su bello rostro y siguió acariciándolo, cada vez con más entusiasmo.
—Pero, por ahora tendrás que parar –dijo con la voz entrecortada apartando su mano.
Se tumbaron en la alfombra ante la chimenea, ahora apagada, ella sobre él. La cogió por la cintura y la
ayudó a posicionarse contra su miembro. Cuando Nayeli hizo el intento de bajar sobre su dureza la frenó.
—Nay, me gustaría pedirte disculpas, nunca debí marcharme de tu lado.
—Disculpas aceptadas. Solo no lo vuelvas a hacer.
Sonrió ante la amenaza y se introdujo en su interior, pero se quedó paralizado al ver una lágrima
resbalar por su mejilla.
—Nena…no llores.
—Aunque cueste creerlo es de alegría, nunca tuve esperanzas de volver a verte y mucho menos de
estar contigo como estoy ahora.
—Haremos que funcione, Nay.
Empezó a moverse y ella le siguió el ritmo, su preciosa cara estaba ruborizada y respiraba con
dificultad. La besó a punto de llegar al orgasmo y se bebió la sal de sus pómulos. Nayeli era la mujer más
fuerte que había conocido y el respeto que sentía por ella aumentaba cuanto más tiempo pasaba a su lado.
Alcanzaron el climax juntos y terminaron abrazados sobre la alfombra sin ninguna intención de
soltarse el uno del otro.
La vida les había dado otra oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Volver a casa después de
haber estado en una misión se iba a convertir en su mejor momento del día.
Terminaron en la cama un par de horas más tarde, Nayeli sentada sobre su regazo y su miembro dentro
de ella, nunca podría encontrar una postura más placentera, sus repiraciones aún agitadas después del
sexo.
—Nena, necesitas descansar.
—Tú también.
—Entonces necesitamos descansar los dos.
La levantó saliendo de ella y la tumbó a su lado, estiró un brazo para que apoyara la cabeza y la
abrazó por la espalda después de cubrirlos con la manta.
—Mia también me contó lo vuestro —susurró.
—No había nada, Nay, ya te lo dije. Aun así, supongo que ha querido ser honesta y empezar vuestra
amistad con buen pie —dijo envarado, esperaba que su chica no apartara a Mia de su lado.
—Solo quiero que sepas que lo comprendo y que es una buena chica. Me cae bien. Parece sincera.
Soltó el aire de los pulmones y hundió la nariz en su pelo, aspirando su aroma natural. Eso era lo que
le gustaba de ella, sabía adaptarse a las diferentes situaciones a las que se había tenido que enfrentar, o al
menos a tolerarlas.
—Tus tatuajes, ¿tienen algún significado?
Sabía que algún día haría la pregunta.
—Nena, tu tienes ese collar que te recuerda a mí. Yo decidí hacerme un tatuaje por cada año que pasé
sin ti.
Ella se dio la vuelta en la cama y lo miró a los ojos.
—¿De verás?
—Sí, cada forma significa lo que siento hacia ti, amor, deseo, deliro, amistad, incertidumbre,
melancolía, desesperanza —explicó señalándose el cuerpo —. Este es que el más me dolió hacerme, y no
hablo de un dolor físico —dijo señalando su propio pecho a la altura del corazón —. Significa libertad,
la que te di al aceptar que estabas con Patrick.
—Wyatt… —susurró aguantando las lágrimas.
—El próximo que me haga significara la promesa que te hice tanto tiempo atrás, la de protegerte y
cuidarte. Significa mucho para mí.
—Sé que lo harás, de la misma manera que yo quiero cuidar de ti.
Besó sus labios y acarició su mejilla.
—Te quiero.
—Te quiero, Wyatt.
Pronto saldría el juicio de nuevo y él quería estar a su lado, quería que Ángela pagara por ayudar a su
hermano, que pagara por infringir tanto dolor a Nayeli.
—Solo una pregunta más…
—Dime.
—Pam y Dan…
Wyatt se rio.
—Es solo curiosidad… —se explicó.
—La misma que tenemos todos —contestó carcajeándose —, en cuanto a esos dos, no tengo ni la más
remota idea de lo que se llevan entre manos.
Terminaron riéndose abrazados.
FIN

LOCAS POR LOS CHICOS DE SLADE



Grupo de Facebook dedicado a intercambiar impresiones y opinar sobre la saga Security Ward. Dejo
aquí los pensamientos de algunas de las integrantes. Muchas gracias a todas y a cada una de vosotras, por
vuestro apoyo y vuestros ánimos, sois geniales.
Olga Albe: "Tú sigue con tu vida en la que todo vale, que yo seguiré con la mía en la que todo
cuenta, ¿aprecias la diferencia?" Frase de Mia en “El anhelo de Killian”.
Pilar Triguero Rullo: La velocidad de mi corazón, en la historia contada, nunca la había sentido.
Deseaba seguir. Seguir.....no dejar de leer.
Ana Monsalve Mondaca: Tus historias nos presentan a personajes fuertes que han tenido un pasado
complicado pero que han sabido resurgir además de encontrar su destino aunque ellos se resistan...
Carmen Cano Marcelino: El valor de la amistad y el amor está por encima de todo.
Vanessa Velarde: Vaivén de emociones que te hacen volar a un mundo lleno de vida, donde la tuya
deja de existir para emprender un viaje y sumergirte en las letras que este mar de hojas te ofrece. El
placer más bello y puro que te hace escapar del mundo cruel y carente de emociones. Un mundo donde
dos historias marcan el cuadro perfecto para aprender a volar y soñar, donde La Determinación de
buscar la felicidad y emprender el camino a una vida buena, en la que puedes renacer y ser feliz;
donde El Anhelo de poder creer en el amor. Lograr que te amen y ser amado es tú única misión en la
vida.
Natividad Hidalgo Blanco: Adictivas, frescas y vibrantes, así son las historias de los chicos de
Slade y por supuesto quiero más, muuuuuuchas más!!! Besos!!!
Eli: Emocionante, divertida, refrescante, amor, pasión...
Paquita León: Leer tus libros es transportarme a la acción en los mismos (ojo: todas las acciones)
con Slade, con Killian, con Sue, con Mia… es sentirme una más en el equipo de Security Ward!!
Soledad Camacho: Lo que más ame al leerlos fue ese amor de familia, esos hermanos de corazón
que están en las buenas y mucho más presente en las malas.
Miriam Morales Moreno: Mis emociones a flor de piel, me enamoras, me encanta el amor y la
intriga que nos haces pasar. Super enamorada de los personajes donde el amor todo lo vale.
Alicia Ruizz: He sentido emoción, el corazón acelerado en las escenas de alto voltaje, ganas de
tortear a Slide o a Killian cuando no se dan cuenta de lo que sienten o sí se dan cuenta, y no quieren
sentirlo por miedo... Y ganas de comérmelos en otros momentos. Y las partes de intriga; mordiéndome
las uñas con ganas de seguir leyendo para saber qué ocurre.
Isabel Sánchez Barrera: Mantenerme despierta… y ellos lo consiguieron con intriga y mucho
amor!!! Tú sabes.
Ana Casas: Lo primero expectación, intriga, a veces frustración por cómo se portaba Slade, pero
luego mucho amor. Y sobre todo la amistad que se tienen que sin ser familia es como si lo fueran. La
familia no es donde se nace sino donde se crece. Esperando el tercero con muchassss ganas.
Etienne: Qué decir de los libros de N. Q. Palm. Leer su primera novela fue una de las mejores cosas
que hice en el año de 2016. La Determinación de Slade, me llego al alma, lo leía con el corazón
apretado por no querer que se acabara. Killian me enamoró, lo he amado y odiado a la vez. Pero mi
amor platónico siempre será Slade.
Rosa María Ramírez: He leído muchos libros, pero estos dos han sido de los mejores porque me han
tenido súper intrigada hasta el final y me han hecho pasar unas horas extraordinarias. A ver cuándo
sale el tercero para volver a deleitarme.
Mary Sánchez Barrera: Encontrar ese sentimiento de amor que siempre pensé que en esta vida no
existía....pero existe.
Reyes Benítez Rueda: Qué es lo que no sentí. Lo sentí todo, me divertí, sufrí, y me enamoré. Gracias
por hacerme pasar un rato maravilloso.
Ester María Aina García: Lo que conseguí al leer tus dos libros es dejar volar mi imaginación y
olvidarme de mis cosas, que aunque siempre lleve una sonrisa tengo mis días negros, y con tus libros
se me olvidaron por completo.
Pilar Sanabria: Un cúmulo de sensaciones que me producen taquicardia. Acción, amor, amistad,
compañerismo, pasión, intriga. Aun cierro los ojos y puedo verlos a todos juntos de comida en casa de
Slade. Me gustan tanto Slade y Killian que aún los llevo conmigo. Gracias por hacerme disfrutar tanto
con un libro.
Pily Villaverde Souto: Con tus libros tengo la sensación de que el amor sigue vibrando en mí.
Claudia de Molina: Somos protagonistas desde las tinieblas, donde sin querer estamos presentes en
cada escena donde los sentimientos los sentimos como nuestros. Y cuando te das cuenta de que sólo
estás leyendo ya está amaneciendo....
Mireia TC: Gracias por hacerme pasar tan buenos momentos leyendo tus novelas. Me encantan y
me encanta todo lo que nos transmites a través de ellas. Espero seguir disfrutando de ellas.
Lídia Alonso: Son el amor y la pasión, los sentimientos que nos hacen día a día luchar para ser una
mejor versión de nosotros mismos. Gracias por los buenos momentos que nos haces pasar.
Gema: Tus libros demuestran que aunque el corazón este herido, el amor siempre permanece en él.
Sally: Romanticismo, sensualidad e intriga.
D. De Gracia: Leer a los chicos de la Saga Security Ward es y fue, algo diferente y maravilloso pero
sobre todo, una lectura que es capaz de dejar cada sentimiento, por parte de los protagonistas, en
nosotras mismas, las lectoras.
Yolanda Díaz Jiménez: Slade me enamoró, Killian me encantó y espero que Wyatt, cuando le toque,
me flipe!!!
Ariadna Alonso: Historias que nacen en un corazón aventurero, creativo, cariñoso y un poco
alocado, así son tus novelas, la mejor versión de esta mezcla que explota a los ojos del lector en
infinitas emociones y sentimientos. NQ Palm, me hace sentir toda una heroína con cada página que
paso leyendo tus tramas. Me meto tanto en la piel de los protagonistas que puedo hasta escucharlos
hablar, incluso prever cómo piensan. Sentirme enamorada como lo está Slade o una completa amante
como lo es Killian, sentir el miedo de Sue y las inseguridades de Mia. Me gustaría agradecerte cada
línea que escribes porque creas un mundo mejor para todos tus lectores y nos haces crecer como
personas. Eres la mejor, sigue así.
Marisa Gallen Guerrero: Sumergirte en la historia y sentirte la protagonista, vivir los sentimientos
como propios, el odio, la amistad, la pena, la alegría, para acabar completamente enamorada........es
como meterte en la piel de una de ellas.
Ana Vanesa Martin García: Quiero pertenecer al equipo Security Ward!!!
Elena Herrero Llorente: NQ Palm, ¿cómo explicar lo que he sentido?... Tanto Slade como Killian
son historias que muestran sentimientos puros y verdaderos. Los valores, la verdadera amistad, la
lealtad, la superación, y como no, amor y pasión...
Mayte Arjona Góngora: Leyendo el final de "El anhelo de Killian" se me ha quemado la cena,
bueno, hoy bocadillo de chorizo para todos y yo a seguir leyendo. Jamás he desconectado con un libro
como lo he hecho con los tuyos. Gracias por hacerme soñar.
Petri Hernández Guardado: Me ha sorprendido gratamente una frase refiriéndose a los peluqueros
(ya que yo tengo una peluquería).
Julia Félix Solís: Historias con un fondo de intriga, romanticismo y muchísimo amor. Sin darte
cuenta terminas de leer el libro y te quedas con ganas de más.
Andrea Elizabeth Kunz: El amor se confunde a veces con la pasión. Y no siempre somos razonables
ante ésta idea...los que amamos la libertad confundimos todo y buscamos excusas.
Laura: Sensualidad, superación, emoción, adicción, intriga.
Almudena Marín Pérez: Me enamoré desde el primer momento de la saga, me enganchó desde la
primera letra. Lo tiene todo, amor, intriga. Sufrí y reí. Cada letra, cada página te ata más al libro, y
eso es difícil de conseguir. Gracias por lograr eso y mucho más, porque me haces olvidar lo que tengo
alrededor metiéndome en la historia y sintiendo todo. Gracias.
Bego de Alcorcon: Alegría, pasión, amor, ternura, emoción…me encantan.

Agradecimientos.

A mi familia y amigos por estar siempre a mi lado, siguiendo mi trayectoria y animándome a dejar ir
mi inquieta imaginació. Os quiero.
A mi Slade particular, al que nunca podré dejar de amar por años que pasen, estás ahí y eso es lo que
hace más fuerte mi corazón y desear seguir escribiendo. Hay mucho de nosotros en esas letras, ya lo
sabes. Te quiero.
Al grupo Locas por los chicos de Slade, me encanta cuando me seguís el rollo, cuando decidis colgar
cosas para animar las mañanas, pero sobre todo cuando me dejais claro que os ha gustado lo que habéis
leído, os haceis querer. Un besazo enorme y un MUCHAS GRACIAS. Sin vosotr@s no lo habría
conseguido.
Biografía.

N.Q. Palm, escritora aficionada, con sus manuscritos guardados en un cajón y ahora decidida a
mostrarse humildemente, es una gran devoradora de libros, le gustan todos los géneros pero en especial,
la literatura romántica adulta, la paranormal y la histórica. Vive en Cataluña junto a su marido e hijas,
cerca del mar y de la montaña. Gran aficionada a la música, y una enamorada de la informática y la
edición gráfica.

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