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Las Tentaciones

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TENTACIÓN O PRUEBA: TODOS SOMOS TENTADOS Y PROBADOS

I. Definición

La tentación es una solicitud, instigación o estímulo, interior o exterior, para


cometer algún pecado.

INTERIOR. Si proviene de nuestra concupiscencia. “Bienaventurado el varón


que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la
corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es
tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (St. 1:12-14). Es decir de
las tendencias al pecado y al mal que hay en nuestro interior egoísmos, orgullo,
altanería, arrogancia, soberbia, impaciencia, juicios.

12. Bienaventurado. Gr. makários (ver com. Mat. 5:3). Santiago alude a
menudo a las enseñanzas de Jesús (ver p. 516); en este caso quizá el Sermón
del Monte. Aquí parece ampliar el tono enfático de los vers. 2, 9-10. El hombre
que se enfrenta a los problemas de la vida, a veces puede considerarse como
desventurado y tal vez así lo consideren otros; sin embargo, el apóstol quiere
corregir ese concepto con una nueva perspectiva que abarca los resultados de
una fiel paciencia, así como un claro punto de vista de la forma en que
comienzan las pruebas (vers. 14).

Soporta. Gr. hupoméno, "soportar con firmeza" (ver com. vers. 3). Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo
que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Santiago 1: 1-3).

2. Hermanos míos. El apóstol expresa desde el comienzo el espíritu de


hermandad que lo une con sus lectores. Lo cálido del afecto revelaría la
naturaleza constructiva de sus admoniciones acerca de problemas de la vida
diaria. Santiago usa 15 veces esta forma de dirigirse a sus lectores, o sea un
promedio de una vez en cada 7 versículos. Es un esfuerzo evidente para
destacar el vínculo de hermandad que unía su corazón con el de ellos en la
comunión cristiana.

Tened por. "Considerad", "estimad", "pensad". Los cristianos tienen el


privilegio y el deber de considerar con inteligencia las pruebas y las dificultades
que los asaltan en su sendero. Necesitan estudiar y comprender el propósito
que tiene Dios al permitirlas (ver com. Job 42:5; Sal. 38:3; 39:9; Mat.6:13; Rom.
8:28).

Sumo gozo. Es decir, un gozo puro. Las pruebas y las dificultades de la vida
no deben abrumar, desanimar ni chasquear al cristiano maduro, quien lo
soporta todo con fe y esperanza, "como viendo al Invisible" (Heb. 11:27). El
gozo y el valor del cristiano no se basan en las circunstancias externas que con
frecuencia pueden ser sumamente desagradables, sino en la fe en la
providencia soberana de Dios y en una comprensión inteligente de la forma en
que él trata a los seres humanos. Las filosofías humanas, ya sean religiosas o
seculares, quizá preparen a los hombres para enfrentarse filosóficamente a las
dificultades, con un espíritu tranquilo y paciente; pero el cristianismo enseña a
los hombres a estar gozosos en tales circunstancias debido a una comprensión
inteligente de las causas del sufrimiento y mediante su fe en Dios.

Cuando os halléis. El cristiano debe esperar periódicamente "pruebas"; esto


es evidente por la palabra "cuando", o más literalmente "cuando quiera". Esas
situaciones por regla general no son buscadas, ni esperadas, ni tampoco se les
da la bienvenida. Además, las "pruebas" aquí mencionadas por Santiago
indudablemente constituyen obstáculos mayores que fácilmente podrían
abrumar al que o ha "confiado" en Dios (ver com. Isa. 26:3-4).

Diversas. O "varias". Las "pruebas" a las cuales está sujeta la humanidad son
múltiples, particularmente los cristianos.

Pruebas. Gr. Peirasmós, "Prueba", "dificultad", "aflicción", "tentación" (al


pecado, ver com. Mat. 6:13; cf. com. Mat. 4: 1). Peirasmós incluye aflicciones,
como enfermedades, persecuciones, pobreza y calamidades. Las dificultades,
ya sea que hayan sido causadas expresamente por Satanás para tentar a un
hombre a pecar, o sólo para molestarle y acosarlo, son siempre una prueba
para la vida cristiana.

Hasta los más fervientes cristianos con mucha frecuencia no pueden


comprender el ministerio del sufrimiento y de las pruebas en la formación del
carácter. Como resultado no sólo no aprovechan esas vicisitudes como podrían
hacerlo, sino que hacen que su camino sea más duro, y pierden la comunión
con Dios que, de otra manera, podría haber sido suya. No hay ninguna
vicisitud de la vida, no importa cuán amarga o desanimadora sea, que por la
providencia de Dios y la gracia de Cristo no pueda contribuir al crecimiento
cristiano, a acercarnos más a Dios y a enriquecer nuestra comprensión de su
amor para nosotros. Pablo es el ejemplo clásico del NT en cuanto a la forma
en que un cristiano puede convertir toda derrota en una victoria (ver com. 2
Cor. 2:14; 4:8-11; 12:7-10). Un análisis más completo de la actitud cristiana
frente a las pruebas y el sufrimiento, se halla en com. Sal. 38:3.

Sabiendo. El vers. 3 presenta la base para el regocijo que se menciona en el


vers. 2. Santiago recuerda a sus lectores que el gozo personal, en medio de las
aflicciones de la vida, sólo puede ser sentido por los que les hacen frente con
una sana y firme filosofía cristiana.

Prueba. Gn dokímion, como sustantivo, "prueba" o "medio de prueba"; como


adjetivo neutro, "lo aprobado", "lo genuino"; "la calidad probada" (BJ). Esta
palabra se refiere no sólo a la prueba de la fe de un cristiano, sino en forma
más precisa al atributo de la fe que la hace triunfar sobre los problemas de la
vida. En los papiros (ver t. V, pp. 106- 1 08) se usa en relación con el oro para
describir el "oro genuino", es decir, el oro que pasa la prueba porque es
genuino. Por eso la frase "la prueba de vuestra fe" podría referirse a la fe que
está a la altura de la prueba.
Fe. Gr. pístis, "fe", "creencia", "confianza", "fidelidad". Santiago habla de la fe
que se ha enfrentado victoriosamente con los diversos problemas de la vida, o
sea las "diversas pruebas". Cada conflicto con la "prueba" fortalece la fe y la
fidelidad del cristiano victorioso 521 Así como un veterano fogueado en muchas
batallas, que ha aprendido a enfrentarse con confianza a los peligros es más
digno de confianza que un recluta bisoño, de la misma manera el cristiano
victorioso se halla mejor preparado para las futuras pruebas que aquel cuya fe
aún no ha sido probada.

Esta fe es la convicción inmutable de que Jesucristo tiene un plan satisfactorio


para la vida de cada uno y que proporciona la solución para cada prueba. El
hombre de fe cree que ninguna persona ni ninguna circunstancia puede
desvirtuar el plan que Dios tiene para la felicidad de sus hijos.

Paciencia. Gr. hupomone, "firmeza", "perseverancia", "constancia", "paciencia"


(ver com. Rom. 5:3). Este poder para resistir es resultado de la fe que ha sido
probada y ha triunfado. Es muy común que la palabra "paciencia" sugiera a
muchos una simple sumisión pasiva; sin embargo, hupomone destaca el poder
activo y permanente que hace triunfar a los hombres sobre sus "diversas
pruebas" (ver Luc. 8:15; Rom. 2:7; Heb. 10:36; Apoc. 14:12). Esta cualidad
positiva del carácter es necesaria para todos los que hacen frente a difíciles
adversidades, ya sea de naturaleza personal, o las que a menudo hay que
enfrentar cuando se procura hacer progresar la causa de Dios. Por la fe
creemos que Dios está actuando con nosotros, y esta convicción crea una
estable firmeza que es

Tentación. Gr. peirasmós, "prueba" (ver com. vers. 2), lo que implica cualquier
situación que ponga a prueba la fe o el carácter Peirasmós incluye aflicciones,
como enfermedades, pobreza o calamidades, y también la insinuación directa
al pecado. Este versículo pone énfasis en la bendición que acompaña a una
firme resistencia que capacita a una persona para salir ilesa de sus pruebas.

Haya resistido la prueba. El cristiano que es tentado no sólo ha sido probado,


sino que ha salido victorioso de la prueba. El cristiano fiel puede compararse
con el oro de buena ley, que queda después de que la escoria ha sido fundida
(cf. Job 23: 10).

Corona de vida. Es decir, la corona que es vida o que consiste de vida. Ver
com. Apoc. 2: 1 0. La vida eterna será la recompensa de la paciencia fiel en
medio de los problemas actuales de la vida. Este don de vida eterna (Rom.
6:23) es la corona o don supremo de todas las dádivas. Es cierto que la vida
eterna comienza cuando una persona permite que el Espíritu Santo rija su
conducta; pero esta "corona de vida" en realidad será concedida
definitivamente a todos los redimidos al mismo tiempo, cuando Cristo venga
por segunda vez (ver com. Juan 3:16; 11:25; 2 Tim. 4:8; 1 Juan 5:11-12).

Dios. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) 526 la omisión de esta palabra;
sin embargo, es claro por el contexto que Dios es el que ha prometido. Nuestro
Señor promete personalmente la dádiva de la vida eterna a todos los que
prefieren aceptar el plan divino de salvación (ver com. Juan 3:16).
A los que le aman. Claramente se revela al hombre el requisito para la vida
eterna. La fe en Dios (Rom. 3:28; 4:5, 13) y el amor hacia él son dos
características estrechamente relacionadas que forman la base de la sincera
respuesta del hombre al ofrecimiento divino de salvación. No podemos amar a
Dios a menos que estemos dispuestos a confiar plenamente en él y a creer que
la manera de vivir que nos prescribe es la mejor para nosotros.

13. Tentado. Gr. peirázo, "probar", "poner a prueba", que aquí se usa en el mal
sentido de inducir al mal (ver com. vers. 2-3). Santiago aclara que los
sufrimientos, las pruebas y dificultades que enfrenta cada cristiano, nunca se
deben entender como que Dios los permite con el propósito de inducir al
hombre a pecar. Dios permite que le sobrevengan pruebas a los seres
humanos, pero nunca con el propósito de que alguno se rinda ante ellas. El
propósito de Dios es semejante al del refinador que echa el mineral en el crisol
con la esperanza de obtener un metal puro, no con la intención de amontonar
escoria. Sin embargo, Satanás tienta con la intención de causar la derrota y
nunca de fortalecer el carácter de un hombre (ver com. Mat. 4: l). "El
sufrimiento es infligido por Satanás, pero... Dios predomina sobre él con fines
de misericordia" (DTG 436).

No diga. La idea de que los dioses originaban las tentaciones del hombre y los
pecados consiguientes, prevalecía especialmente entre los griegos en los días
de Santiago e indudablemente, hasta cierto grado, también se había difundido
en el pensamiento de los cristianos. Esta clase de acusación fue la que
nuestros primeros padres levantaron contra Dios después de su pecado (Gén.
3:12-13). Adán acusó a Dios de crear a Eva como su esposa, y ésta a su vez,
acusó al Señor de colocar la serpiente en el huerto del Edén. La advertencia de
Santiago es oportuna en todos los tiempos, para que un hombre -indirecta y
quizá inconscientemente- no acuse a su Hacedor de crear las insinuaciones al
pecado con las cuales se enfrenta diariamente.

No puede ser tentado. Gr. apéirastos, "no tentado", "que no puede ser
tentado". Santiago muestra que es inconcebible que Dios tiente a los hombres
a pecar. El no puede ser tentado con el deseo de tentar a los seres humanos
para que hagan lo malo. Dios concede a los hombres libre albedrío, pero no
por esto debe culpárselo por las malas acciones que los seres humanos
puedan cometer por disfrutar de ese privilegio. Santiago absuelve en forma
terminante a Dios de ser el originador de cualquier insinuación para que alguno
peque.

14. Cada uno es tentado. Si Dios no es el origen de la tentación, surge


inevitablemente la pregunta: "¿Quién o cuál es el origen?" El apóstol destaca
que el origen del pecado no está fuera del hombre sino dentro de él.

Concupiscencia. Gr. epithumía, "deseo", "sed", "anhelo" (ver coro. Mar. 4:19).
El origen de toda tentación es la "sed" del hombre por lo que es malo. Cada
persona tiene sus propios anhelos, que surgen de su temperamento y sus
experiencias; pero el hecho de que existan estas malas concupiscencias
internas, no niega la existencia y la actividad de un tentador exterior que busca
aprovecharse de nuestras malas tendencias (cf. Juan 14:30; ver com. Mat.
4:1-3). Satanás y sus huestes maléficas son los verdaderos instigadores de la
tentación (Efe. 6:12; 1 Tes. 3:5). Ellos pueden tentar al hombre a pecar; pero
sus tentaciones no tendrían fuerza alguna si no hubiese dentro del hombre un
deseo de responder a esa atracción. "Ningún hombre puede ser obligado a
pecar. Primeramente debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe
proponerse el acto pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la
razón o la iniquidad triunfar sobre la conciencia" (MJ 65). La naturaleza de la
tentación, así definida, elimina cualquier posibilidad de que sea Dios quien
decreta las tentaciones de los hombres, o de que Satanás sea en realidad el
responsable por las caídas morales del hombre. El hombre cae ante la
tentación debido a un deseo de satisfacer un anhelo particular que es contrario
a la voluntad de Dios.

Es atraído. O "es arrastrado". La propia "concupiscencia" del hombre lo


arrastra o atrae. "El vicio es un monstruo de semblante tan horrible, que sólo
necesita ser visto para ser odiado. Pero si se ve muy a menudo y su rostro se
torna familiar, primero lo toleramos, después nos compadecemos 527 de él,
luego lo abrazamos". -Alejandro Pope, Essay on Mar (Ensayo sobre el
hombre), Epístola II, línea 217.

Seducido. Gr. deleázo, "atraer con carnada o cebo", "inducir". Así como el pez
es atraído a su destrucción por la carnada del anzuelo, así también los
hombres son cebados para caer en el pecado debido a la carnada del engaño y
los halagos del pecado. La fuerza y el poder del pecado no prevalecerían si no
fuera por la astucia y la seducción del pecado. Esto es evidente cuando se
repasa la triste historia de los pecados de hombres y mujeres, comenzando con
Eva y Adán y llegando hasta nuestros días (ver com. Gén., 3:1-6).

EXTERIOR.
Si proviene de las sugestiones del mundo o del demonio. Muchas de las
tentaciones que sufrimos en el transcurso de nuestra vida provienen de las
sugestiones e insinuaciones del demonio y del mundo.

Así, nos dice San Pablo: “Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a
las acechanzas (insidias) del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la
carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los
dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están
en las alturas (aire).” (Ef. 6:11-12). Sin embargo debemos tener claro que el
demonio no tendría ningún poder sobre nosotros si nuestra carne estuviera
bajo el dominio del Espíritu Santo. El oficio propio del demonio es tentar, es
decir, buscar como apartarnos del camino emprendido a toda costa y por todos
los medios, y tendrá mayor eficacia si encuentra en nuestros corazones
debilidades y tendencias al pecado que no hemos sabido poner a muerte por
medio de la mortificación y la purificación de nuestro corazón. El demonio sabe
que sólo puede invitarnos a pecar por medio de la tentación, ya que no nos
puede obligar a hacer algo que no ha sido aprobado por nuestra voluntad. Dios
nos ha dado la libertad para escoger “el bien o el mal.” La decisión final es de
nuestro corazón. Somos enteramente responsables de cómo respondemos
ante las tentaciones y no podemos hacer responsable de nuestras caídas a
nadie más que a nosotros mismos.
Es por esta razón que debemos poner nuestra atención en las tendencias de
nuestra carne, porque éstas, como vimos, son las que utiliza el demonio para
tentarnos. Todo lo que proviene de nuestro propio corazón, de nuestra
inclinación al mal. Así nos lo decía Jesús: “Porque del corazón salen las
intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos
testimonios, injurias. Eso es lo que contamina al hombre” (Mt. 15:19-20). En
nuestro corazón se libra una gran batalla entre la luz y la oscuridad; entre la
gracia y el pecado; entre Dios y el demonio. Es por esto que debemos poner
vigilancia a nuestro corazón y conocer profundamente nuestras inclinaciones al
pecado y nuestras imperfecciones para poder, en el momento preciso, atajar la
tentación cuando se presente y saberla combatir con sabiduría.

K. Rahner y H. Vorgrimler definen la tentación como "la incitación al pecado".


Estos autores explican que la libertad humana necesita, para actuarse, conocer
por experiencia los valores, ya sean reales o aparentes. En la medida en que
esta motivación, necesaria para la actividad de la vida humana, toma forma de
concupiscencia, la motivación al mal moral asume su aspecto característico de
tentación, tal como se verifica tras la caída en el actual orden de cosas. La
concupiscencia persigue, en efecto, su propio bien particular,
independientemente del bien moral universal del hombre, y, por lo tanto, nunca
puede integrarse por completo en la opción fundamental del hombre por el
bien. Esta tentación sigue existiendo en el hombre aun cuando por obediencia
a Dios la rechace; coexiste con esta misma actitud de rechazo y en
consecuencia, oscurece a los ojos del hombre su propia situación. De ello se
deriva que el hombre no puede dar presuntuosamente por descontada su
propia salvación. Al mismo tiempo, el hecho de que persista la tentación no
destruye la libertad y la responsabilidad del hombre (Mt 26: 41). La fe y la
esperanza (Ef 6,16) y el ascetismo activo puede vencer la tentación.

Lo que nos impulsa al pecado es un elemento de la condición humana que


existe antes de nuestra decisión libre. Este elemento puede entenderse como
el contexto histórico en que vivimos (los principados y las dominaciones), o
bien como nuestras personales disposiciones interiores (sarx). Los principados
y las dominaciones, es decir, el conjunto de fuerzas mundanas que cargan el
ambiente con valores opuestos a los revelados en Cristo. El mundo hostil a
Dios es todo lo que en el mundo incita al pecado y lo concretiza en el contexto
humano. Aunque los cristianos no pueden dejar de estar "en el" mundo (Jn
17,11), tampoco pueden ser "del mundo" (Jn 18,36). Sarx es todo lo que en el
hombre opone resistencia al don del Espíritu Santo (1 Cor 5,5; Gál 6,16ss).
EL PROCESO DE LA TENTACIÓN

Debemos entender que la tentación es un proceso, no es una prueba que se


presenta en un momento determinado. Conlleva una serie de pasos, los cuales
se van desarrollando uno tras otro de manera creciente, y a la vez, va sacando
al individuo del plano espiritual donde se encuentra. El tentador después de
tener a la persona en su propio terreno, minado de mentiras, argucias, engaños
y promesas disfrazadas de conocimiento, riquezas y poder siembra dudas en la
mente, el corazón, en el alma y hasta en las fuerzas del hijo y de la hija de Dios
para que desconfíe de Él, se rebele contra los mandamientos, estatutos,
decretos y leyes de su Augustísimo Creador y lo provoca o la provoca a
desobedecer Las Santas Escrituras.

Analicemos la tentación de Eva. Estudiemos las palabras del Génesis sobre la


tentación original, enfaticemos con lujo de detalles el proceso de la tentación
descrito allí, con la idea de conocer y mantenernos alerta sobre como Satanás
puede tentarnos y engañarnos sin que muchas veces notemos que hace
tiempo que nos estaba llevando, guiando y conduciendo desapercibidamente
por nosotros como manadas al matadero a su terreno; el cual sólo él conoce a
la perfección. Él sabe dónde están las minas, las trampas y donde somos más
vulnerables a sus argucias. Sólo Jesús pudo reconocer sus planes,
desenmascarar su negro, pecaminoso, mentiroso y engañoso carácter y
vencerle con el poder de Su Santa Palabra. También nosotros podemos vencer
a Satanás y a sus tentaciones si ponemos en práctica las estrategias divinas de
Jesús en nuestras vidas, las cuales veremos más adelante.

Antes de iniciar a resaltar el proceso de la tentación, veamos algunos detalles


del contexto, que nos ayudarán a entender renglón tras renglón lo que ocurre
en nuestras vidas cuando vamos pasando por el proceso de la tentación. Pues
lo más interesante es que muy pocos notamos cuando vamos siendo
conducidos a la tentación, sólo nos damos cuenta cuando ya estamos siendo
tentados de manera recia y contundente por Satanás. Para que me entiendan
mejor, no nos percatamos del peligro cuando resbalamos por el sendero que va
cuesta abajo cada vez más, porque supuestamente estamos bien; Satanás nos
distrae (Mateo 14: 30) para que quitemos nuestros ojos de Jesús, para que no
despertemos del letargo espiritual en que vivamos con: temores,
enfermedades, dudas, traiciones de los que queremos y amamos; mucho
trabajo, con el estrés, las deudas, los estudios universitarios, la tecnología, la
rutina y un sinfín de distracciones más que harían inmensa nuestra lista. Sólo
nos damos cuenta cuando caemos al abismo profundo, cuando estamos en la
profundidad de la tentación, de nuestra confusión, naufragando en nuestras
tormentas como Pedro en el mar tormentoso y Satanás a carcajadas se burla
de nosotros. Pero es allí, ese el preciso momento para gritar como Pedro
cuando se hundía en el mar, siendo azotado por el fuerte viento y lleno de
miedo: ¡Señor Sálvame! (Mateo 14: 30). Y Jesús, asi como hizo con Pedro,
con sus fuertes brazos, lleno de un amor incalculable e inigualable nos los
extiende, nos sostiene fuertemente y coloca nuestros pies sobre suelo firme.
Luego nos lleva a su barca, a un lugar de paz, calma nuestras tormentas y nos
invita a adorarle de todo corazón por el milagro obrado en nuestras vidas.
(Mateo 14: 22-33)
Paso 1: Dios es nuestro Creador.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra


semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he
dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en
que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la
tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la
tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.
(Génesis 1: 26-30).

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su


nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Tomó, pues, Jehová Dios
al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y
mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que
el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de
la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para
que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales
vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los
cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea
para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y
mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y
de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al
hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi
carne, ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. (Génesis 2: 7,
15-23).

Estos pasajes bíblicos nos indican varias verdades importantes, las cuales
debemos entender para poder realizar una verdadera adoración. Satanás sabe
que desarraigando estas verdades del corazón y de la mente de cada individuo
podrá obtener adoración, aunque sea de manera inconsciente por parte de
cada adorador y de cada adoradora. Las palabras de Jesús son: “El que no es
conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. (Mateo 12:
30). Veamos cuales son estas verdades:

Primera Verdad: Hagamos al hombre.

Sobre esta verdad teológica tan inherente para el ser humano, existen varios
autores que con la sana intención de aclararla y el claro objetivo de dar a
conocer sus opiniones sobre la misma, han escrito y han puesto en circulación
sus indagaciones y conclusiones finales. Comparto contigo, amado lector,
estos sentires para que puedas ver y aprender que aun en la forma diferente de
decir una verdad teológica es posible encontrar grandes y valiosos aportes que
te facilitan responder ciertas cuestiones que reflexionando sobre una sola
opinión sería difícil para la razón humana comprender. Aunque debes siempre
tener presente que las cosas espirituales se disciernen con una mente
espiritual, influenciada por el poder del Espíritu Santo; no con una mente
carnal, influenciada por los placeres de la carne; la cual en cierto punto puede
entorpecer e impedir profundizar sobre la Palabra de Dios y conocer sus
divinos designios para ti y para mí como hijos e hijas de Dios. “Y nosotros no
hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios,
para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos,
no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el
Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no
las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el
espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie”. (1 Corintios 2:
12-15).

Desde el mismo principio, el Registro Sagrado proclama la preeminencia del


hombre por encima de todas las otras criaturas de la tierra. El plural "hagamos"
fue considerado casi unánimemente por los teólogos de la iglesia primitiva
como que indica a las tres personas de la Deidad. La palabra "hagamos"
requiere, por lo menos, la presencia de dos personas que celebran un consejo.
Las declaraciones de que el hombre había de ser hecho a "nuestra" imagen y
fue hecho "a imagen de Dios", llevan a la conclusión de que los que celebraron
consejo deben ser personas de la misma Deidad. Esta verdad, implícita en
varios pasajes del AT, tales como el que hemos tratado aquí y Gén. 3: 22; 11:
7; Dan. 7: 9, 10, 13, 14; etc., está plena y claramente revelada en el NT, donde
se nos dice en términos inconfundibles que Cristo, la segunda persona de la
Deidad -llamada Dios por el Padre mismo (Heb. 1: 8)- estuvo asociada con su
Padre en la obra de la creación. Textos como Juan 1: 1-3, 14; 1 Cor. 8: 6; Col.
1: 16, 17; Heb. 1: 2 no sólo nos enseñan que Dios el Padre creó todas las
cosas por medio de su Hijo sino que toda vida es preservada por Cristo.

Aunque es cierto que esta luz plena de la verdad no brilló sobre estos textos
del Antiguo Testamento, previos a la revelación contenida en el Nuevo
Testamento, y que la comprensión precisa de las diferentes personas de la
Deidad no fue tan fácilmente discernible sólo por los pasajes del AT, la
evidencia inicial de la existencia de Cristo, en el tiempo de la creación, como
colaborador con su Padre, se halla en la primera página de la Biblia. Estos
textos no ofrecen dificultad para los que creen tanto en la inspiración del AT
como del NT, en vista de que una parte explica la otra y que ambas se
ensamblan armoniosamente como las piedras de un bello mosaico. No sólo los
vers. 26 y 27 indudablemente contienen indicios de la actividad de Cristo como
la segunda persona de la Deidad en la obra de la creación, sino que el vers. 2
menciona al Espíritu Santo como colaborando en la misma obra. Por lo tanto,
tenemos fundamento para declarar que la primera evidencia del sublime
misterio de la Deidad se encuentra en la primera página de la Biblia, misterio
que se presenta con luz más clara cuando la pluma de la inspiración de los
diferentes autores de los libros de la Biblia fue movida a revelar más
plenamente esta verdad.

La palabra "hombre" es 'adam en hebreo, la misma palabra empleada para


nombrar al padre de la raza humana (cap. 5: 2). Su significado se ha explicado
de diversas formas. Describe ya sea su color, de 'adam "ser rojo"; o su
apariencia, de una raíz arábiga que significa "brillar", haciendo de Adán "el
brillante"; o su naturaleza como la imagen de Dios de dam, "semejanza"; o -y lo
que es más probable- su origen: "el suelo", de 'adamah, "el del suelo".
Así lo corrobora Josefo en su libro Antigüedades de los Judíos, Tomo 1:
Después del séptimo día Moisés comienza a hablar en términos de
interpretación filosófica y dice acerca de la formación del hombre, que Dios
tomó tierra del suelo, hizo al hombre y le insufló espíritu y alma. A este hombre
lo llamé Adán, que en len-gua hebrea significa roja, porque fué hecho de tierra
roja ma-cerada. Porque ésta es auténtica tierra virgen.

En su libro Comentario de la Biblia, su autor Matthew Henry plantea lo siguiente


sobre la frase hagamos al hombre:
Génesis Capítulo 1: Vv. 26—28. El hombre fue hecho después de todas las
criaturas: esto era tanto un honor como un favor para él. Sin embargo, el
hombre fue hecho el mismo día que las bestias; su cuerpo fue hecho de la
misma tierra que el de ellas; y mientras él está en el cuerpo, habita en la misma
tierra con ellas. ¡No permita Dios que dándole gusto al cuerpo y a sus deseos,
nos hagamos como las bestias que perecen! El hombre fue hecho para ser una
criatura diferente de todas las que habían sido hechas hasta entonces. En él
tenían que unirse la carne y el espíritu, el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos
al hombre”. El hombre, cuando fue hecho, fue creado para glorificar al Padre,
Hijo y Espíritu Santo. En ese gran nombre somos bautizados pues a ese gran
nombre debemos nuestro ser. Es el alma del hombre la que lleva
especialmente la imagen de Dios. —El hombre fue hecho recto, Eclesiastés vii.
29. Su entendimiento veía clara y verdaderamente las cosas divinas; no había
yerros ni equivocaciones en su conocimiento; su voluntad consentía de
inmediato a la voluntad de Dios en todas las cosas. Sus afectos eran normales
y no tenía malos deseos ni pasiones desordenadas. Sus pensamientos eran
fácilmente llevados a temas sublimes y quedaban fijos en ellos. Así de santos,
así de felices, eran nuestros primeros padres cuando tenían la imagen de Dios
en ellos. ¡Pero cuán desfigurada está la imagen de Dios en el hombre! ¡Quiera
el Señor renovarla en nuestra alma por su gracia!

A nuestra imagen.
"El hombre había de llevar la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior,
como en el carácter" (PP 25). Esa imagen se hacía más evidente en términos
de su naturaleza espiritual. Vino a ser un "ser viviente"*, dotado de libre
albedrío, una personalidad autoconsciente.

Esta naturaleza reflejaba la santidad divina de su Hacedor hasta que el pecado


destruyó la semejanza divina. Sólo mediante Cristo, el resplandor de la gloria
de Dios, y la "imagen misma de su sustancia" (Heb. 1: 3), se transforma
nuestra naturaleza otra vez a la imagen de Dios (Col. 3: 10; Efe. 4: 24).
Y señoree.
La relación del hombre con el resto de la creación es la de un gobernante*. Al
transferir a Adán el poder de gobernar sobre "toda la tierra", Dios tenía el plan
de hacer del hombre su representante, o virrey, sobre este planeta. El hecho de
que no se mencione las bestias del campo, ha sido tomado por algunos
comentadores como una indicación de que los animales que ahora son
salvajes no estuvieron sometidos a Adán. Esta opinión es insostenible.
También faltan las plantas en la enumeración de las obras creadas sujetas a
Adán, aunque nadie negará que el hombre ha tenido el derecho de regir la
vegetación hasta el día de hoy y que las plantas deben haber estado incluidas
en la frase "toda la tierra". En realidad, esta frase abarca todas las cosas de
esta tierra no mencionadas por nombre, incluso "las bestias del campo" (Sal. 8:
6-8). Con todo, Dios limitó la supremacía del hombre a esta tierra; no le confió
a Adán el dominio sobre los cuerpos celestes.

Creó Dios al hombre.


El relato de la realización del propósito divino se expresa en una forma de
poesía hebrea, común a todos los libros poéticos del AT, en los cuales el
pensamiento expresado en la primera parte de una estrofa se repite con ligeras
variaciones de palabras, pero no en el significado, en la segunda o aun en la
tercera parte de la estrofa, como es el caso en nuestro versículo: "Creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó".

Moisés, que nos ha dado otros ejemplos de su habilidad poética (Exo. 15; Deut.
32, 33; Sal. 90), fue el primero de todos los escritores inspirados que se refirió
a las admirables obras de Dios con palabras poéticas. Cuando había llegado
en su registro al punto de narrar la creación del hombre, la corona de la obra de
Dios en esta tierra, dejó el estilo narrativo ordinario y empleó poesía.

A su imagen.
Es digno de notarse el uso del singular "su". El plural del vers. 26 revela que la
Deidad posee pluralidad en la unidad, al paso que el vers. 27 hace resaltar que
la pluralidad de Dios no niega su unidad.

Varón y hembra.
Se introduce un nuevo elemento en la información dada en cuanto a la creación
del hombre al mencionar la diferencia de sexo. Las dos palabras "varón" y
"hembra" son traducciones de adjetivos hebreos que indican el sexo de dos
individuos. La bendición de la fertilidad pronunciada sobre los animales (vers.
22) implica que también deben haber sido creados con diferencias sexuales,
pero no se menciona este hecho. Probablemente existía una razón especial
para mencionarlo en relación con la creación del hombre. Esa razón puede
deberse a que únicamente en el hombre la dualidad de sexos culmina en la
institución de un santo matrimonio. Este versículo nos prepara para la
revelación concerniente al plan de Dios para la creación de la familia que se
presenta en el cap. 2.
Y los bendijo Dios.
Las bendiciones de Dios conferidas a los seres vivientes el día anterior fueron
repetidas al fin del sexto día con adiciones especiales apropiadas para el
hombre. Dios "los" bendijo, no "lo" bendijo. Esto indica que la creación de Eva
debe haber ocurrido antes de que terminara el sexto día y que las bendiciones
y responsabilidades que les fueron conferidas fueron compartidas por ambos
de igual manera.

Les dijo.
Existe una diferencia entre los premios a las bendiciones de los vers. 22 y 28
que es digna de notarse. La bendición para los animales fue pronunciada en
forma indirecta 229 -"Dios los bendijo, diciendo"-, al paso que la bendición para
la raza humana se presenta directamente con las palabras "les dijo". Como
seres inteligentes, podían escuchar a Dios y recibir comunicaciones. Este
versículo contiene la primera revelación de Dios al hombre.

Fructificad.
En primer lugar, la bendición del Creador se refería a la propagación y
perpetuación de la especie, bendición que nunca ha sido rescindida por Dios y
que es el origen de los miles de millones de seres humanos que ahora llenan
todos los continentes del mundo. La comisión divina ha sido entendida por
diversos comentadores como que indicara que la reproducción de los seres
humanos no debiera continuar interminablemente, sino que había de cesar
cuando la tierra estuviera llena de seres humanos y de sus súbditos
irracionales.

Sojuzgadla.
Esta revelación también contiene instrucciones en cuanto al deber y destino del
hombre de regir las obras de la creación terráquea, comisión expresada casi
con las mismas palabras como las del consejo divino registrado en el vers. 26.
La única diferencia es la palabra adicional "sojuzgadla", que concede al hombre
el derecho de utilizar para sus necesidades los vastos recursos de la tierra,
mediante labores de agricultura y minería, investigaciones geográficas,
descubrimientos científicos e invenciones mecánicas.

Toda planta.
Luego se hizo provisión para el sustento del recién nombrado monarca y de
sus súbditos. Sabemos por el registro divino que el hombre había de comer
tanto de los productos del campo como de los árboles. En otras palabras,
cereales, frutas oleaginosas y las otras frutas. Los animales habían de comer
"toda planta verde": verduras y pasto.

La redacción de esta orden revela que no era la voluntad de Dios que el


hombre matara animales para alimentarse, o que los animales debieran
devorarse entre sí. Por lo tanto, la violenta y a veces penosa destrucción de
vida hecha por hombres y animales es un resultado de la entrada del pecado
en el mundo. Sólo después del diluvio Dios dio permiso al hombre de comer
carne de animales (cap. 9: 3). Aun las leyendas paganas hablan de una edad
áurea, de inocencia, cuando el hombre se abstenía de matar animales (Ovidio,
Metamorfosis, I. 103-106).
Que ningún animal de especie alguna comía carne al principio se puede inferir
del anuncio profético en Isa. 11: 6-9; 65: 25, del estado de la tierra nueva,
donde la ausencia del pecado y la transformación completa del mundo al
convertirse en el reino de Dios estarán acompañadas por el cese de toda
matanza de las criaturas de Dios.

La clara enseñanza de las Escrituras de que la muerte entró en el mundo por el


pecado muestra palmariamente que el propósito original de Dios era que ni el
hombre ni los animales quitaran la vida para proveerse de alimentos.

Todos los argumentos basados en la premisa de que es necesario matar


animales para frenar su aumento excesivo, son de valor dudoso. Es fútil
especular con lo que habría sucedido en este mundo si los animales y los seres
humanos se hubieran multiplicado sin control, perpetuamente. Ciertamente,
Dios había trazado sus planes para hacer frente a eventualidades cuando se
presentaran. Esos planes no nos han sido revelados porque el pecado entró en
el mundo antes de que surgiera la necesidad de frenar una reproducción
excesiva (vers. 28).

Lo primero que Satanás hace al tentarnos es hacernos creer que no somos


creaturas de Dios. Intenta con sus argucias muy bien elaboradas denigrar la
naturaleza de ser humano hasta llevarlo a un estado psicológico depresivo,
humillante y despectivo. Siembra en la mente humana falsas, engañosas y
destructivas teorías de un origen oscuro, incierto; donde su principal factor es la
causalidad, el azar y por consiguiente, un desarrollo controlado por la propia
creatura, dando lugar de este modo a las dudas y hasta a la rotunda negación
de la certeza y la seguridad de la existencia de un Creador. Esta teoría es
llamada: La evolución. La teoria de la evolucion consiste, segun los cientificos,
en que todas las especies surgieron como resultado de dicha esplosion y que
el ser humano tuvo su origen en el mono, el cual con el paso de tiempo
evoluciono y se convirtio en el ser humano. Pero, Por que los monos hasta hoy
engendran monitos? Una pregunta que me da a entender que tratar de explicar
el origen del mundo sin la palabra de Dios es una idea tonta y carente de
sentido. CONTINUAR El espíritu de profecías nos dice al respecto.

Paso 1: El demonio se acerca y propone un tema de conversación. “¿Así


que Dios les ha dicho que no coman de ninguno de los árboles del jardín?”.

Y la mujer, en vez de descartar a su interlocutor, comienza un diálogo:


“Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, menos del fruto del
árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni
lo toquen siquiera, porque si lo hacen morirán”. Con este diálogo la mujer se
expuso a un tremendo peligro. El alma que sabe lo que Dios ha prohibido no se
entretiene en aquella duda, en aquel pensamiento o en darle rienda suelta a
aquel deseo, actitudes todas que son la introducción al pecado.

Volvamos a Eva: el Demonio, astutísimo como es y, además, inventor de la


mentira, podía hacerla sucumbir, pues es ángel –ángel caído, pero ángel al fin,
con poderes angélicos superiorísimos a las cualidades humanas.

De hecho, sabemos lo que sucedió: ya entablado el diálogo, ya debilitado el


entendimiento de la mujer, el Demonio pasa a hacer una proposición directa al
pecado, una mentira, pintándole un panorama maravilloso: ser como Dios: “Y
dijo la serpiente a la mujer: No morirán. Es que Dios sabe que si comen se les
abrirán los ojos y serán como Dios, conocedores del bien y del mal”.

Puede el Demonio también ofrecer una felicidad oculta detrás del pecado,
insinuando además que nada malo nos sucederá. Que además podemos
arrepentirnos y que Dios es misericordioso. A estas alturas de la tentación,
todavía está el alma en capacidad de detenerse, pues la voluntad aun no ha
consentido. Pero si no corta enseguida, las fuerzas se van debilitando y la
tentación va tomando más fuerza.

Luego viene el momento de la vacilación. “Vio, pues, la mujer que el fruto era
bueno para comerse, hermoso a la vista y apetitoso para alcanzar la sabiduría”.
Sobreponerse aquí es muy difícil, pero no imposible. Sin embargo, el alma ya
está muy debilitada ante el panorama tan atractivo que le ha sido presentado.

“Y tomó el fruto y lo comió y dio también de él a su marido, que también con


ella comió”. Ya el alma sucumbió, dando su consentimiento voluntario al
pecado. Y lo que es peor: hizo caer a otro. Cometió un pecado doble: el suyo y
el de escándalo, haciendo que otro pecara.

Luego viene el momento de la desilusión: ¿dónde está el maravilloso panorama


sugerido por el enemigo? “Se les abrieron los ojos a ambos y, viendo que
estaban desnudos, tomaron unas hojas de higuera y se hicieron unos
cinturones”. El alma se da cuenta que se ha quedado desnuda ante Dios y de
que ha perdido la gracia (Dios ya no habita en ella).

El remordimiento sigue a la desilusión. Y ante este llamado de la conciencia,


puede uno esconderse, rechazando la voz de Dios o puede el alma
arrepentirse y pedir perdón a Dios en el Sacramento de la Confesión.

“Oyeron a Yavé que se paseaba por el jardín al fresco del día y se escondieron
de Yavé Adán y su mujer. Pero Yavé llamó a Adán, diciendo: '¿dónde estás,
Adán?'"

Pensemos en Jesús ante las tentaciones en el desierto. El despachó de


inmediato al demonio. No entró en un diálogo con el enemigo, sino que le
respondió con decisión y convencimiento.
ILUSIONES ATRACTIVAS Y DESEOS ILUSORIOS

En su búsqueda de valores auténticos, el hombre está tentado a creer que todo


su bienestar se funda solamente en sí mismo, en una sola persona o en un
solo objeto. Es la tentación de transferir todas las posibles motivaciones
humanas a un único objeto creado que el hombre debe poseer para ser feliz. El
hombre es tentado de egoísmo, de preocupación exclusiva por su propio
interés y su propio crecimiento, tendiendo a concentrarse totalmente en sí
mismo. Es tentado a rechazar la autotrascendencia y a pensar que sólo en sí
mismo puede encontrar luz y amor. Es tentado por deseos ilusorios, por un
género de vida existente únicamente en la fantasía. que le protege contra la
realidad, tergiversa los acontecimientos cotidianos, amortigua el choque de la
verdad y le mantiene en un mundo ficticio de su invención.

El hombre es tentado a seguir la luz crepuscular de la fantasía y de la ilusión;


una vida falsa, en la que no se siente llamado a responder a los valores
externos a sí mismo, valores que debería respetar, cultivar y fomentar. El
hombre es tentado a esconderse de los demás, presentando una imagen de sí
mismo que no es auténtica. Es tentado a servirse de los demás para
satisfacerse a sí mismo; a manipularlos en nombre de la amistad y del amor,
para subyugarlos a sus propios deseos. El miedo y la inseguridad le tientan a
esconderse de todo lo que podría proyectar luz sobre su necesidad de ayuda:
porque eldesarrollo auténtico de la vida del yo está condicionado por una
cándida apertura a las realidades personales. de los demás y del mundo. La
tentación quisiera alienar definitivamente al hombre de su ser verdadero y real,
del solo y único mundo en que puede gozar de una existencia auténtica. Si el
diablo es "mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44). su programa se cuenta
entre los peores engaños para la vida del "yo".

EL SIGNIFICADO DEL TENTADOR

Satanás. o el diablo, aparece frecuentemente en la Biblia como el responsable


de la tentación, como aquel que se atreve a tentar incluso a Cristo. Aparece
como el príncipe de este mundo (Jn 12,31), representante de todos los falsos
ideales que dominan a la sociedad. Satanás se viste de ángel de luz (2 Cor
11,14) y bajo las falsas apariencias de amigo incita al hombre a oponerse a
Dios. Sus tentaciones van asociadas a la separación de Dios, al dominio del
mundo secular (Mt 4.8ss), al poder de manipulación de las mentes humanas
(Mt 4,3) y a la negación [>Diablo/ exorcismo Il]. Satanás tienta al hombre para
que se niegue a reconocer y aceptar la verdad de su propia realidad particular y
de la realidad general. Este rechazo encaja en el deseo de dominar la realidad
con la idea de destruir la verdad cuando ésta repugna. La ingrata necesidad de
mirar de frente a la verdad negada es la base de la evasión y de la violencia.
Las tentaciones de Satanás tienen el carácter de obligaciones contractuales:
"Nadie puede ser esclavo de dos señores... No podéis servir a Dios y al dinero"
(Mt 6,24). El hecho que aquí se sobreentiende es que todo hombre ha elegido
aliarse con el verdadero Dios o con su adversario; el hecho de que todo
hombre se ha sometido a un poder más alto para obtener lo que considera
mejor en la vida: el hecho de que cada uno está obligado por un contrato que lo
vincula al poder. El hombre reconoce implícitamente la imposibilidad de llevar
una existencia independiente, que al mismo tiempo sea completamente segura
y esté garantizada contra la necesidad.

La idea que nos hacemos de Satanás está condicionada por nuestro modo de
entender la tentación. San Ignacio de Loyola, por ejemplo, indica a Satanás
como "el enemigo del género humano", definición esta que alude a la hostilidad
de la tentación contra el auténtico bienestar del hombre en cuanto individuo y
en cuanto miembro de la sociedad. La exclusión de Satanás del paraíso
terrestre y el hecho de que esté "abandonado a sí mismo" caracterizan a la
tentación como el propósito de alejar al hombre de la comunión con Dios,
induciéndole a buscar una existencia falsamente independiente. Satanás, como
símbolo de una existencia personal absolutamente cerrada en sí misma y
alienada, en conflicto con cualquier otra existencia, refleja el carácter nihilista
de la tentación, que no atribuye valor a nada, sino a la propia obstinación.
También refleja la separación entre Dios y el "propio pequeño dios" personal.

Jacques Lacarriére. en su historia de los monjes del desierto de la cristiandad


antigua, alude al carácter interior de la tentación y cuenta de cierto asceta que,
atento a la llegada de un observador con el presentimiento o la certeza de que
se trataba del diablo, terminaba a veces por descubrir que ese visitador, ya
bastante cercano para ser reconocido, no era otro que él mismo, su propio
desdoblamiento, que venía a su encuentro desde un lejano horizonte.

"AVERSIO A DEO, CONVERSIO AD CREATURAM": AVERSIÓN


RESPECTO DE DIOS, CONVERSIÓN HACIA LA CREATURA.

La tentación se concibe como una seducción a la que es probable que ceda el


hombre. Jesús amonesta a sus discípulos a orar para no caer en tentación. El
motivo de esta invitación es que, a pesar de la buena disposición del espíritu, la
carne sigue siendo débil (Mt 26,41). En este mismo sentido hay que entender la
oración del Señor cuando nos hace pedir al Padre que no nos deje caer en la
tentación (Mt 6,13). Según el pensamiento bíblico del Antiguo Testamento,
implícito en esta petición, Dios puede perfectamente inducir a la tentación,
como hizo con Job y con Abrahán. La oración pide que el cristiano sea liberado
de la seducción del pecado, en el sentido de una liberación asegurada como la
que aparece en la literatura apocalíptica, donde la tentación es una
característica de las tribulaciones escatológicas (Ap 3,10; 2 Pe 2,9) '.

Como incitación al pecado, la tentación implica una aversio a Deo, que ha de


entenderse a la vez como una conversio ad creaturam. Lleva implícito en sí
misma el pecado fundamental de la idolatría, la tendencia a fundamentar la
propia vida en las criaturas, quizá en sí mismo, y a entender la vida y a darle
significado en términos de simples criaturas finitas, excluyendo ese sentido y
ese valor definitivos que se revelan en Jesucristo. La tentación es una
incitación a dar a la criatura una importancia que compete exclusivamente a
Dios; el único resultado de todo esto no puede ser otro que una terrible
distorsión de nuestra existencia. San Pablo, hablando de la perversión de la
vida humana ocasionada por el pecado, culmina su razonamiento señalando
que la idolatría es la fuente de este desorden: "Trocaron la verdad de Dios por
la mentira y adoraron y dieron culto a la criatura en lugar de al creador" (Rom
1,25).

Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, distingue en toda tentación una doble
dimensión: Por un lado está constituido por una inclinación desordenada hacia
una creatura; es, así, “conversio ad creaturam”, conversión hacia la creatura.
Por otro lado implica una separación de Dios, fin último del hombre; es, así,
“aversio a Deo”: aversión respecto de Dios.

Es verdad que es posible considerar abstractamente ambos aspectos por


separado; pero no es posible pensar, a partir de esto, que pueden darse por
separado en la realidad; son las dos caras de una misma realidad: ‘el mismo
pecado es en la realidad aversión y conversión, difiriendo según la relación
hacia los diversos términos’.

La aversión respecto del fin último está implicada en la tendencia desordenada


hacia el fin finito.

El hombre es tentado a idolatrarse a sí mismo y a su poder, y ello le hace caer


en los pecados de soberbia, que, en último término, son quizá los más
destructivos y terribles, porque perturban las relaciones entre hombre y
hombre. El Antiguo Testamento ha sabido ver la trascendencia que adquiere
entre los seres humanos la aspiración a ser dioses (Gén 3,5; 11,6). Pero la
tentación del hombre a idolatrarse a sí mismo y a ser dios de sí mismo se
cuenta entre los abogados defensores de un cristianismo "sin religión", que han
caído ellos mismos bajo la influencia de idéntico tipo de antropolatría. En el
extremo opuesto, la tentación de idolatrar las cosas lleva a pecados de laxismo
y de codicia. Es la tentación típica de la era tecnológica y de la sociedad de
consumo, en las que la multiplicación de los instrumentos de la técnica ha
hecho crecer, a su vez, las necesidades y los deseos. El resultado de ello es la
tentación de medir el valor último de los individuos y de la sociedad por su
capacidad de producir y poseer todos los instrumentos y lo que de ellos se
deriva. La consecuencia deshumanizante y despersonalizadora se advierte en
el hundimiento de las relaciones humanas a todo nivel, basado en la falta de
respeto a los pobres en su calidad de individuos, de clase social y de naciones
del Tercer Mundo. Un resultado diametralmente opuesto a la caridad fraterna,
que comunica al mundo el sentido de Cristo.

La tentación puede también ser sinónimo de un compromiso mal orientado,


como el que se traduce en actos pecaminosos. Mal orientado, porque, en
definitiva, hace al hombre esclavo y extraño a su propio ser, a su prójimo y a
Dios. En la terminología de Paul Tillich, la tentación posee la capacidad de
transformar cualquier cosa no definitiva en un centro de interés definitivo. El
compromiso mal planteado se convierte en el punto focal de un interés
existencial aberrante, que acaba destruyendo el ser de quien es fiel a
semejante compromiso. La adoración del verdadero Dios es liberación de la
fuerza seductora y mortífera de la idolatría, liberación obtenida mediante la
encarnación. muerte y resurrección de Cristo, gracias al cual nos fue dado el
poder de ser hijos del Padre, hermanos del Hijo y posesores del Espíritu del
Padre y del Hijo. Testigo de esta liberación es el cristiano, que llama al Padre
"Abba" y que hace del Padre el centro vital de su ser consciente de Jesús. Así
es como el Padre responde a la petición del Hijo de que nos libre del mal. El se
sitúa en el centro de nuestra conciencia amorosa, liberándonos de las
influencias seductoras y mortíferas de los dioses falsos.

COLAPSO MORAL

La tentación es incitación a la pecaminosidad, a la privación de un amor total,


una dimensión radical de falta de amor. Esta dimensión, como la describe
Bernard Lonergan, puede estar velada por una superficialidad prolongada por
la evasión de los interrogantes últimos. por el apego a cuanto el mundo ofrece
para desafiar nuestra inventiva, debilitar nuestro cuerpo y distraer nuestra
mente. Pero esta evasión no puede durar por siempre, y entonces aparece la
inquietud por la falta de realización personal, por la búsqueda de diversión, por
la carencia de alegría, por la ausencia de paz, y aparece el disgusto, un
disgusto depresivo o un disgusto maníaco, hostil y hasta violento frente al
género humano.

1. Ideas Ilusorias.
La tentación puede entenderse también en términos de colapso, hundimiento y
disolución. Lo que los individuos, la sociedad y la cultura han construido
lentamente con gran fatiga, puede hundirse por el solo hecho de haber cedido
a la tentación de ideas ilusorias. ¿Pueden los valores auténticos, tan
fatigosamente conquistados, sostener el paso exorbitante del placer carnal, de
la riqueza y del poder? Existe la tentación de considerar la religión como un
consuelo ilusorio para las almas más débiles, como una especie de opio que
los ricos proporcionan a los pobres para amansarlos, como una proyección
mítica hacia el cielo de la excelencia del hombre. Al principio no a todas las
religiones se las declara ilusorias, sino solamente a alguna en concreto: así, no
todos los preceptos morales se rechazan como ineficaces e inútiles: no toda
verdad es rechazada, sino sólo algunos tipos de metafísica. a los que se liquida
como simples patrañas. Pero a partir de este mismo momento, la eliminación
de una parte genuina del todo significa que una totalidad anterior ha sido
mutilada, que un cierto equilibrio se ha roto y que todo lo demás se falseará en
el intento de compensar lo que falta'. La creciente disolución inducirá a los
hombres a una mayor división, incomprensión, desconfianza, miedo, hostilidad,
odio, violencia. Impulsará a los hombres al escepticismo intelectual, moral y
religioso; minará la base de la autotrascendencia intelectual, moral y religiosa.

La tentación es una presión a fallar en lo que constituye la esencia de la


espiritualidad cristiana, que, teórica como prácticamente, debe abarcar una
visión del mundo, una celosa custodia de los valores que le son propios y una
serie completa de instrumentos capaces de realizar tales valores. El pecado
fundamental de la idolatría entraña el desfonde de cada uno de estos tres
órdenes de cosas: una criatura domina nuestra visión del mundo, nuestra
escala de valores y el sentido de nuestro servicio. Esta misma criatura se
convierte en centro constante de las actitudes de fondo, de los temas y
modelos de nuestra vida interior: se hace fundamento definitivo de nuestra
experiencia y de nuestro modo de entender y de juzgar las cosas.

2. La Desesperanza.
La tentación del pecado es de manera implícita una tentación a la
desesperanza: a abandonar la esperanza rechazando voluntariamente tanto
nuestra consciente y reconocida dependencia de nuestros semejantes y de
Dios como nuestro deber de buscar la perfección y la salvación en armonía con
ellos. La tentación puede asumir la forma de la indiferencia moral (pereza), que
esquiva el esfuerzo necesario para seguir a Cristo y prefiere su propia visión
del mundo, sus propios valores, a los revelados en Cristo por la gracia de Dios.
Los que pierden la esperanza han cedido a la tentación de vivir exclusivamente
para sí mismos; rechazan arbitrariamente la posibilidad de volver a cifrar su
esperanza en Cristo; se rebelan por tener que depender de alguien para su
realización personal. En definitiva, toda resistencia a la gracia ofrecida es una
forma de desesperanza; es también una forma de idolatría, en la que el hombre
se comporta como pequeño dios de sí mismo, fundando en sí mismo todas sus
esperanzas.

La tentación incita al hombre a poner su esperanza en lo ilusorio: le ofrece una


falsa promesa. El idólatra queda preso en la trama de una promesa que nadie
puede cumplir fuera del verdadero Dios. El verdadero Dios es quien
efectivamente realiza lo que sus rivales sólo saben prometer con palabras.
Todos los dioses dan a los individuos un modelo de verdad, de realidad y de
bondad en que basar las decisiones cotidianas de la vida. Quien se confía a un
modelo falso violenta la realidad y pretende obtener de él lo que éste nunca
podrá darle. El verdadero Dios es fiel a su palabra y capaz de cumplir sus
promesas, porque es el Señor de toda la realidad; en efecto, es un Dios cuyas
promesas trascienden con mucho las del más pródigo de los ídolos. Los
escritores bíblicos exhortan a los hombres a reflexionar sobre las gestas
poderosas (magnalia Dei) con las que Dios mantiene sus promesas. Por el
contrario, la tentación incita al hombre a escoger un camino hacia la felicidad
que se aniquila por sí solo.

EL CAMINO DE LA MUERTE

Jesús utilizó alguna vez las imágenes del "camino" y de la "puerta" para
describir el sendero del hombre hacia la perdición o hacia la salvación. En los
Hechos de los Apóstoles, los cristianos se definen como los seguidores de un
"camino". El antiguo texto cristiano de la Didajé empieza con estas palabras:
"Hay dos caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte, y la diferencia
entre ambos es muy grande" (>Itinerario espiritual III, 1].

Pues bien, al igual que hay muchos tipos de error, mientras que la verdad es
sólo una, así el número de las puertas o caminos posibles abiertos a la
perdición es infinito, mientras que los caminos de la vida se funden todos en
uno: amar a Dios con todo el corazón, con toda elalma, con toda la mente y con
todas las fuerzas, y amar a los demás en Dios. Los caminos de la felicidad
definitiva (paraíso) y de la infelicidad definitiva (infierno) se refieren no sólo al
estado final y eterno de la autoconciencia del hombre, sino también al estado
interior de esta autoconciencia aquí y ahora. El reino de Dios y el reino de
Satanás son realidades presentes, y los diversos caminos que conducen a
ellos se refieren a ciertos modos, respectivamente auténticos o falsos, de
pensar, de desear y de actuar en el mundo. En este sentido, la tentación es
una incitación a una existencia falsa, a todo lo que en el hombre se opone a
Cristo y lleva al rechazo definitivo y duradero de las exigencias propias del
verdadero yo, del yo inteligente, racional, responsable y capaz de amar.

1. La Sensualidad.
La tentación puede entenderse como incitación al camino de la muerte, que
Bernard Tyrrell describe como "puertas del infierno" en su análisis
fenomenológico de la existencia inauténtica. La tentación de la sensualidad
empuja al hombre a la búsqueda del placer y a esquivar el dolor por encima de
todo; a vivir ateniéndose únicamente a lo que le agrade, a la
autocondescendencia y al hedonismo; a vivir dominado por el deseo y por el
miedo, y no por lo que constituye un valor y un significado auténtico.

2. La Posesividad.
La tentación de la codicia, posesividad, ofrece una amplia gama de
articulaciones. Se está dominado por el deseo de poseer objetos materiales, de
tener personalidad, audiencia, seguidores, fama. Todo esto a que el avariento
se aferra hace presa en él y domina como un ídolo su conciencia personal.
Esencialmente carente de confianza en Dios, el codicioso no sabe comprender
que el acto fundamental del hombre consiste en dejar que sea Dios quien lo
realice, en dejar que el reino de Dios venga a él. Al no permitir que le llegue el
reino de Dios, acaba por no poseer nada: "Al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará" (Mc 4,25).

3. El Intelectualismo.
El intelectualismo es la tentación que incita a buscar la propia gloria y la
autorrealización en la posesión del saber. Mediante la posesión del saber, el
intelectualista intenta conquistar el poder sobre los demás, y lo usa como arma
para humillar o rebajar a los otros, elevándose a sí mismo. No considera la
verdad como algo que ha recibido gratuitamente y que, por lo tanto, debe
transmitir gratuitamente, sino más bien como "su" saber, separándose así de
todos los demás hombres.

4. El Egocentrismo.
El egocentrismo es la tentación de transformar en absoluto la propia persona o
la de los demás. Las corrientes actuales de la psicología, de la filosofía y de la
religión, que insisten sobre el hecho de que el hombre y no Dios es el centro y
señor de las cosas, están librando realmente una batalla en favor de la
personolatría, el culto de la persona. La conciencia egocéntrica no llega a
percibir el Fundamento del Ser. La conciencia interpersonal concentra su
atención en la interacción entre el yo y los demás. No es capaz de captar el
trasfondo sin el cual nunca podría aparecer el primer plano. El centro de interés
constituido por la interpersonalidad de los individuos tienta al hombre a ignorar
la verdad de lo que él es verdaderamente. El egocéntrico se toma a sí mismo y
a los demás seres humanos como única fuente de amor, de esperanza y de luz
en el mundo. El egocentrismo tienta al hombre en dirección a un "sistema de
vida", ilusorio, ignorante, obnubilado y enfermo, que puede curarse tan sólo por
la aceptación del Dios trascendente, en el que todas las cosas subsisten y son.

Todas las "puertas del infierno" son otras tantas tentaciones de idolatría. El
hombre sensual hace un ídolo de sus propios sentidos. EI hombre posesivo
transforma en ídolo el tener, mientras que el intelectualista idolatra sus propios
esquemas, sus ideas y sus hipótesis.

5. Monoteísmo Radical.
Todos estos ídolos quedan eliminados por el monoteísmo radical: el
reconocimiento existencial explícito de que sólo Dios es absoluto y de que
todas las cosas creadas se valoran, se juzgan y se aman a la luz del Amor-
Inteligencia en que tienen existencia. El monoteísta radical se da cuenta de que
el amor del prójimo va inseparablemente unido al amor de Dios; pero adora a
Dios únicamente y sabe que sólo mediante el don del Espíritu de amor,
difundido en su propio corazón, puede amar a los demás con fidelidad,
perseverancia, abnegación y compromiso real. Las bienaventuranzas expresan
el espíritu del monoteísmo radical, tal como lo entendió Jesús en su misión
curativa e iluminadora, así como el poder de Dios, que libera al hombre de la
tendencia espiritualmente fatal a hacerse absoluto, de buscar la salvación de la
propia vida, que, como avisó Jesús, terminaría por perderla.

EL YO AUTOCREADOR

La ética cristiana, según Stanley Hauerwas, afronta una tentación que


constituye otra variante de la idolatría: el concebirse a sí mismo como su propio
creador. La definición del hombre como artífice de sí mismo no sólo ha llevado
a la imposibilidad de explicar afirmaciones fundamentales que ocupan el centro
de la vida cristiana, sino que también ha situado a la ética actual en la
incapacidad de hallar un punto de encuentro con las formas modernas que
asume la condición humana. La ética actual ha reproducido la ilusión de poder
y de grandeza de los hombres, porque no ha sido capaz de poner de relieve las
categorías capaces de ofrecerles la justa valoración de su condición de seres
finitos, limitados y pecadores. Por eso no ha satisfecho su cometido moral.

1. La Voluntad Humana Absolutizada.


Al hacer de la voluntad humana la fuente de todo valor, nos alejamos de la
intuición clásica, tanto del cristiano como del filósofo, para la cual la medida
última de la bondad moral y espiritual ha de buscarse fuera de nosotros
mismos. La imagen dominante del hombre artífice confina a Dios en el universo
del "completamente otro", dejando el mundo a merced de cualquier destino que
quiera atribuirle la absoluta libertad del hombre; aunque se afirme que está
presente y se lo defina como el Dios de la historia, su papel se reduce a
confirmar la irreversible marcha de la creatividad humana. En semejante visión
de las cosas, cualquier atracción capaz de dirigir la vida hacia el ser creador y
redentor de Dios resulta incomprensible. La ética y la espiritualidad cristiana se
vuelven pelagianas en este contexto; el fin de la vida cristiana es el recto obrar,
y no la visión de Dios obtenida por la gracia de compartir la mente v el corazón
de Cristo.

2. La Incredulidad. La tentación impele a la incredulidad, al rechazo de la


visión de Dios en el sentido que le da Lonergan, de fe como "ojo del amor", sin
la cual el mundo es demasiado malo para que Dios sea bueno, para que un
Dios bueno pueda existir. La fe es el ojo del amor, la convicción de que todas
las cosas concurren al bien de aquellos que aman a Dios (Rom 8,28); ella
reconoce el significado último de la consumación del hombre. Esta convicción
puede ser minada, sin embargo, en sus raíces por la desatención, por las
distracciones que dominan el centro de la conciencia del hombre. "... Se
ahogan en los cuidados, riquezas y placeres de la vida y no llegan a la
madurez" (Lc 8,14). Los cuidados, las riquezas y los placeres encuentran el
modo de convertirse en fines en sí mismos y pueden transformarse en
ocasiones de que los hombres se miren sólo a sí mismos, antes que a Dios, en
la búsqueda de su realización personal. La tentación saca fuerzas de la
angustia y de la necedad humana.

3. El Autoengaño.
El éxito en la vida espiritual no puede quedar suficientemente asegurado sólo
con un buen comienzo y con un ímpetu vigoroso. Exige vigilancia y cuidados
constantes para no caer víctimas del propio autoengaño en una atmósfera de
ambigüedad y de oscuridad que acabe en el pecado manifiesto. San Ignacio de
Loyola, en sus Ejercicios espirituales, advierte que el espíritu del mal atrae y
tienta a los hombres con objetos de suyo indiferentes, lo que equivale a decir
que de ninguna manera son pecaminosos. El espíritu del mal intenta cercenar
la libertad de los hombres, ofuscándolos con la ilusión de una libertad mayor.
Bajo la apariencia de bien, busca enajenar de Dios el corazón y la mente
humanos. En consecuencia, la vida debe ser controlada para que sea
auténticamente cristiana; una vida en la que el sujeto es consciente de lo que
tiene lugar en el interior de sus pensamientos y de sus deseos.

4. Apetitos Desordenados.
Muchas tentaciones arrancan del desorden de nuestros apetitos naturales: el
impulso instintivo a extender la mano hacia todo lo que es o parece ser bueno
para nuestra naturaleza en términos de comida, bebida, amistad, reputación,
éxito, amor, respeto, afecto, etc. Nuestras necesidades, ya se ha advertido, son
otras tantas oportunidades para el diablo. Cada una de ellas es una expresión
particular de nuestro deseo de crecer o de conservar nuestra vida o, en el caso
del apetito sexual, del deseo de preservar la vida de la especie. En estas
mismas necesidades, todas de por sí portadoras de vida, existe una
ambivalencia que las puede pervertir, convirtiéndolas en instrumentos de
muerte. Sin vigilancia, autodisciplina y autocontrol, nuestras necesidades
fundamentales pueden apartar de Dios nuestra mente y nuestro corazón.

5. La División Del Hombre.


En el hombre hay tendencias espontáneas o insuprimibles, que contrastan con
otras tendencias y con el curso inevitable de la naturaleza. Si el Nuevo
Testamento habla del impulso espontáneo que suscita el Espíritu Santo en los
corazones de los fieles hacia el bien, también habla de los impulsos
espontáneos hacia el mal existentes en el hombre en cuanto "carnal" y
"animal", es decir, en cuanto que no está animado por el Espíritu (Rom 1,24;
13,14; Gál 5,16-17; Ef 2,3; 4,24). La palabra epithymia es, por lo tanto,
ambivalente; pero designa, en general, la inclinación al pecado, opuesta a la
vida del Espíritu. Aquel que todavía no está regenerado se encuentra sometido
al dominio de las "concupiscencias" (1 Tes 5,6; Tit 3.3). El hombre inserto en
Cristo está liberado de este dominio, pero debe luchar continuamente para
mantener su libertad (Rom 6,12; Col 3,5). La tensión entre el impulso al bien y
el impulso al mal sitúa al hombre en un ambiente de prueba, del que solamente
lo libera Cristo (Rom 7).

En el hombre queda siempre un residuo psíquico no polarizado hacia el valor


que la persona ha elegido como norma de su propia vida. La concupiscencia
puede ser o bien un impulso activo hacia un valor que no encaja en el
desarrollo y la maduración auténtica de la persona, o bien lo que se sustrae a
la magnanimidad y a la generosidad, se rebela contra riesgos razonables y se
bloquea en formas infantiles puramente receptivas de la socialidad. La
tentación entraña el rechazo del compromiso personal de desarrollarse y
equivale a una fuerza destructiva. El Vat. II, sabedor de la lucha dramática
entre el bien y el mal que caracteriza a la vida humana, afirma lo siguiente: "El
hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del
mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas" (GS 13).

VIII. Tentación social

El hombre es tentado a cometer los pecados propios del ambiente en que vive.
Los pecados, unidos de alguna forma entre sí, tientan al hombre tanto porque
provocan la imitación como porque suscitan una reacción igualmente
pecaminosa. El impulso a la búsqueda del propio bien individual y terrestre,
excluyendo toda norma superior, constituye sólo un aspecto de la tentación
como fuerza que inclina a los hombres a pecar y les impide construir una
auténtica vida humana. Hablando de la división del hombre, el Vat. II afirma:
"Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Oscurecieron su
estúpido corazón... y prefirieron servir a la criatura, no al Creador" (GS 13).

Pero la tentación no puede considerarse como un hecho puramente individual.


El hombre es un ser social, y por eso, como en toda su vida, también en las
relaciones con Dios cualquier postura que tome queda influida por el
comportamiento, ya pasado, ya presente, de los demás, y a su vez influye en
los hombres para bien o para mal.

La demagogia política en nombre de la grandeza de la patria ha sido muchas


veces una tentación fatal para pueblos enteros. La demagogia política tienta a
un pueblo con las promesas mesiánicas, las cuales habrán de resolver todos
los problemas nacionales de mayor categoría, y acaba llevándolo a la
defraudación y a la exacerbación. El realismo cristiano ha puesto siempre de
relieve que ni siquiera las reformas sociales de mayor éxito son capaces de
eliminar la cruz de la vida de los hombres y de la sociedad. Los falsos
salvadores dicen que poseen la panacea de todos los problemas humanos a
condición de que estemos dispuestos a seguir sus ejemplos, y seducen al
pueblo prometiendo una sociedad utópica con un lenguaje que enmascara su
sed de dominio.

En el estado actual del hombre, ningún orden social es totalmente satisfactorio.


En cualquier caso, tenemos la obligación de trabajar para obtener un orden
mejor que el existente en la actualidad. Los iluminados revolucionarios tientan a
las masas con un idealismo utópico de origen emotivo, que elude la
determinación de las injusticias reales que se sufren. En general, se oponen a
la tarea de ocuparse de injusticias específicas; prefieren partir del presupuesto
de que el orden social está corrompido, explotado y maduro para ser derribado.
Establecida esta premisa, todo lo que el orden social al que se refieren tiene de
bueno no puede ser otra cosa que un mal arteramente camuflado, concebido
para disuadir a los radicales de su intento revolucionario. Toda reforma o
cambio que no sea la revolución es contrarrevolucionario. Empujan a las masas
al odio civil contra todos aquellos que no pertenecen a su movimiento o a su
partido político, creando una especie de demonología, según la cual quienes no
se adhieren a ellos son demonios dignos de toda violencia y castigo, mientras
que ellos son "ángeles" iluminados, sin pecado, "ángeles custodios" del
auténtico bien del pueblo entero.

El racismo crea otra especie de demonología, según la cual se concibe a los


extranjeros como "diablos", como símbolos de una amenaza contra la
integridad y la existencia de la sociedad. La demagogia racista tienta a las
masas a mirar a los extranjeros con suspicacia, como una amenaza contra los
valores del statu quo, y a atribuirles la culpa de lo que no va bien en el país.

El capitalismo desenfrenado de la sociedad consumista tienta a las masas


mediante el bombardeo de la publicidad a que acepten valores falsos,
explotando todo medio a su alcance para promover sus productos. La
publicidad erótica se convierte en seductora para la venta de productos
cualesquiera. La pornografía, la droga y la violencia excesivas del cine se
presentan como diversiones para las masas, implicando una visión ilusoria del
bienestar humano y seduciendo a las masas con falsas promesas mediante los
medios de comunicación social. Engañan, mienten. pretenden que una vida
indisciplinada es una vida "libre", "feliz" y "auténtica". La pornografía, la droga y
la violencia en cualquiera de sus formas venden bien sus productos,
prometiendo una diversión inmediata, pero tarde o temprano hacen a sus
clientes incapaces de disfrutar de la verdadera felicidad humana.

IX. La superación: las tentaciones de Jesús

Todo el desarrollo de la vida cristiana puede describirse como un proceso de


superación de la tentación orientado a posibilitar el cumplimiento de la total
restauración en Cristo (Ef 1,4-10). Esto significa, en otras palabras, una fe que
supera todo lo que corresponde únicamente a lo que los ojos pueden ver y la
razón humana entender; significa esperanza, que supera las tentaciones de
caer en la impaciencia y en el desaliento ante los caminos de Dios; significa
superar con la caridad cualquier tipo de compromiso en el servicio de Dios.

Una comprensión adecuada desde la fe de la tentación de Cristo en el destierro


puede ayudarnos a comprender nuestra tentación. Las narraciones evangélicas
hacen notar que la tentación sufrida por Cristo fue uno de los acontecimientos
particularmente significativos de su vida. Las narraciones evangélicas
pretenden instruir a la comunidad cristiana sobre la reiterada situación humana
de tentación.

La tentación de Jesús no se describe como un acontecimiento aislado, sino que


se enlaza con la descripción del bautismo de Cristo por obra de Juan. Son dos
hechos que forman las fases de un único misterio. La tentación va unida
también con todo lo que sigue en la vida pública de Cristo hasta su conclusión
con la muerte y la resurrección. Lucas hace notar este vínculo con las palabras
que concluyen su descripción de la escena en el desierto: "El diablo se alejó de
él hasta el tiempo oportuno" (4,13).

Satanás tienta a Jesús para hacerle abandonar el tipo de papel mesiánico que
tenía intención de desarrollar como mesías paciente. Satanás invita a Jesús a
buscar otro modo de cumplir su misión. Esta misma tentación se presenta en
formas diversas a lo largo de todo el curso de la vida pública. La familia le
anima a realizar milagros en días de fiesta (Jn 7,1-4). Los escribas y los
fariseos intentan forzar su ministerio para adaptarlo a sus nociones
preconcebidas de salvación de Israel (Jn 7,10ss). Sus discípulos insisten en
que no vaya a Jerusalén para que no le maten (Mt 16,21-23; Lc 9,22). Por
último, su misma humanidad rechaza en Getsemaní el sufrimiento y la muerte
inminentes (Le 22,42ss). En la superación de todas estas tentaciones, Cristo
decide libremente adherirse a su misión en el modo predispuesto por la infinita
sabiduría de su Padre.

Cristo rechaza libremente y con decisión la continua provocación que quiere


hacerle abandonar su misión por un sucedáneo más fácilmente realizable; era
tentado a preferir el juicio de una "sabiduría" creada al juicio de la sabiduría
divina. La respuesta de Cristo a Satanás es parte integrante del proceso de
redención. En el calvario, Jesús eliminó el mal con su obediente aceptación de
la muerte basada en la libre opción de adherirse a la voluntad del Padre. Al
someterse voluntariamente a la muerte, Cristo opuso un rechazo definitivo a la
tentación de hallar otro medio para realizar la salvación del hombre. Su opción
libre establece el modelo de respuesta humana a la existencia de criatura en
oposición a la falsa elección de Adán. Su rechazo de las sugerencias de
Satanás en el desierto forma parte de esa elección continua que constituye la
esencia misma de la actividad redentora de Cristo.

El modo en que Satanás se dirige a Cristo para tentarle representa tanto los
modos equivocados con que Cristo habría podido buscar la salvación de los
hombres como las falsas fuentes de salvación que los hombres mismos van
buscando en el curso de su vida.
1. LA PRIMERA TENTACIÓN - La primera y la segunda tentación (en el orden
de Mateo 4,1-11; cf Lc 4,1-13) comienzan con la expresión "Si tú eres el Hijo de
Dios...". Esto indica que se trata de tentaciones mesiánicas, con las que se
rechazan las ideas mesiánicas que ellas mismas representan. La primera
tentación de transformar las piedras en pan corresponde a la propuesta de un
"evangelio social", dirigido exclusivamente a la mejora de las condiciones
materiales de vida. Esta perspectiva es desechada como inadecuada, porque
la vida que Cristo ha venido a comunicar no puede reducirse al puro y simple
bienestar del cuerpo ni a la vida vegetativa y sensitiva; ello sería olvidar que la
persona vive más propiamente en su pensamiento, en su amor y en su libertad.
La necesidad de proveer al sustento necesario para la vida tienta al hombre a
dejarse absorber excesivamente por el problema de la seguridad material.
Arriesgar o incluso sacrificar la salud física, y hasta la vida, para salvaguardar y
desarrollar el propio nivel verdaderamente personal de vida no es un
comportamiento común, sino que exige amplitud de miras y valor. El temor a
cualquier peligro que pueda amenazar la propia seguridad y prosperidad
corporal tienta al hombre a olvidar los valores personales más auténticos. La
respuesta de Cristo de que el hombre vive también de la palabra que viene de
la boca de Dios afirma el primado de los propios intereses espirituales. La
misma afirmación aparece explícita en el discurso de la montaña: "Buscad
primero el reino y su justicia y todo eso se os dará por añadidura" (Mt 6,33). La
palabra de vida que sale de la boca de Dios es la fuerza creadora que gobierna
próvidamente nuestra vida material hasta en sus mínimos detalles; pero
constituye una fuente de vida todavía más rica cuando, en la revelación, actúa
para alimentar las profundidades personales del vivir humano. El hombre está
tentado a perder la perspectiva justa; la respuesta de Cristo pone de relieve
una falsa jerarquía de Satanás y de los valores humanos.

2. LA SEGUNDA TENTACIÓN - Al superar la segunda tentación, la de lanzarse


desde el pináculo del templo, Jesús rechaza el recurso a lo sensacional como
método para inducir a creer en su misión mesiánica, así como la tentación de
recoger resultados tangibles e inmediatos. Es la tentación de tentar a Dios, de
"forzar la mano" de Dios y poner a prueba al mismo Dios. Esta tentación nos
hace recordar a Job, que pide a Dios que se justifique y dé una explicación de
sus métodos. La impaciencia por la lentitud con que obra la providencia de Dios
tienta al hombre a hacer que pase inadvertida la cruz. Satanás dice a Cristo
que ponga a Dios a prueba para controlar si es fiel a sus promesas. La
respuesta de Cristo deja entender que el amor de predilección que alimenta el
Padre hacia él no actuará ni se manifestará según las exigencias de una mera
lógica humana. Pertenece a la lógica divina el hecho de que el amor del Padre
al Hijo y el del Hijo al Padre encuentre su expresión en la respuesta de la cruz,
menos tangible, menos inmediata, pero, en definitiva, omnicomprensiva. Esta
tentación es el punto de encuentro entre la lógica divina y la lógica de la
"razonabilidad" humana. Para la razonabilidad humana existe, y persiste la
tentación de dar consejos a Dios y de reprenderlo por los métodos que usa. El
hombre prefiere actuar a su modo al realizar el bien, y muchas veces busca la
solución más espectacular. Pero después de haber preferido nuestros juicios,
anteponiéndolos a la sabiduría divina que nos ha sido transmitida en la
revelación, recurrimos a Dios para que ejerza poderes extraordinarios con los
que poner remedio a nuestra necedad. "Lanzarse al peligro sólo para dar a
Dios la ocasión de hacer milagros no es fe, sino presunción".

3. LA TERCERA TENTACIÓN - La tercera tentación es la de adorar a Satanás


para conquistar el dominio del mundo, y esto es, naturalmente, la idolatría:
estimar lo creado más que al Creador. Jesús rechaza la idea de elegir como
objetivo final el poder terreno. El rechazo de este ídolo está presente en todo el
trayecto de su misión de obedecer sólo al Padre. Rechaza idolatrar a cualquier
ser. el propio ser o la humanidad. En esta tentación Jesús revela el verdadero
origen del reino como don del Padre al Hijo. El don es referido a la adoración.
al servicio y a la obediencia'". El "padre de la mentira" pone tanto el don como
el servicio y la adoración en relación consigo mismo en lugar de con Dios. Todo
lo que Cristo hace lo hace porque es voluntad del Padre; en consecuencia,
toda su acción es litúrgica, consagrada y sustraída a lo profano. "Por ellos yo
me consagro, para que también ellos sean santificados en la verdad" (Jn
17,19). La muerte de Jesús en la cruz es coherente con toda su vida y con su
misión de amor y de obediente autodonación al Padre. El reino que Jesús
comunica es el don del Padre y de nadie más; y nadie puede hacer la
experiencia de su realidad "si el Padre que me envió no lo atrae" (Jn 6,44).
Jesús comunica el don del reino del Padre del modo querido por éste: "Yo hago
siempre lo que le agrada a él" (Jn 8,29). La cruz es el modo elegido por el
Padre: "Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12.31-
33). La cruz vence todo servilismo, toda distorsión y toda alienación, de las que
el hombre cae víctima por la idolatría; vence toda oposición al amor del Padre
de una vez para siempre en Cristo y por medio de Cristo. Es la respuesta divina
a la tentación de alcanzar la felicidad última mediante la autoafirmación, la
autoaserción y la búsqueda de sí mismos. Dios Padre es el bien definitivo, y su
reino se funda y se comunica siguiendo su camino.

Las tres tentaciones están estrechamente unidas a la renuncia que el cristiano


debe hacer del mundo en cuanto enemigo de Dios, renuncia que se hace en el
bautismo. Renunciar al mundo quiere decir renunciar a la actitud mental que
considera a este mundo como un sistema cerrado del que se excluye al
Creador; una actitud que destruye las mismas cosas que se aman. El máximo
placer, el máximo éxito, el máximo dominio sobre los demás ha venido a ser el
ideal de la vida, y esto es contrario a Dios. Para renunciar al mundo, el cristiano
debe renunciar a la idolatría, a la adoración de una criatura, tanto si es la
riqueza como el progreso humano, el sexo o el programa del partido, cosas
todas ellas inferiores a la dignidad del hombre, llamado a participar de la vida
misma de Dios.

1. EXIGENCIA DE LA FAMILIARIDAD CON Dios - Una renuncia de tal


envergadura no es fácil para el cristiano. En realidad, es imposible sin la
familiaridad con Dios, que induce a un auténtico sentido de dependencia y de
sumisión a él. Sin ella el cristiano se engañará a sí mismo creyendo que sirve a
Dios, mientras que en la práctica no hará otra cosa que servir al mundo, y será
sordo a las sugerencias del Espíritu Santo. O bien podrá ser tentado a
denunciar la malicia intrínseca del mundo y apartarse de él lo más posible.
Entonces aquellos que adoran al mundo saludarán con alegría su decisión,
porque a la adoración de Dios en quien todo subsiste ellos prefieren las
tinieblas y el culto de sí, de sus deseos y de sus ideas. "Seremos como Dios y
no reconoceremos a otros dioses que a nosotros mismos", es el grito del
mundo. "Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás", es el grito del cristiano.
Pero el suyo será un grito vano e ineficaz si no le da sentido con su propia
dedicación a su trabajo, con su sed de justicia y de verdad dentro de la vida
pública y privada y con su amor a los hombres sus semejantes, partiendo de su
propia familia y demostrando así que la fe en Cristo no es un obstáculo al
progreso de este mundo, sino una condición auténtica para su realización.

Con el bautismo nos hacemos "otros Cristos" y compartimos su esfuerzo, que


duró toda su vida y se vio coronado por la victoria en la cruz, para superar las
tentaciones de Satanás. Con el bautismo, el Espíritu que ha resucitado a Jesús
de entre los muertos vive también en nosotros (Rom 8,11), porque somos
inmersos en la vida de la Trinidad. Nuestro crecimiento en la vida divina se
lleva a cabo solamente en proporción con lo que morimos a nosotros mismos y
nos entregamos completamente a Dios, porque la vida de la Trinidad es vida de
donación. No hay nada de lo que posee el Padre que no sea totalmente del
Hijo y del Espíritu Santo, y nada de lo que tiene el Hijo deja de ser totalmente
del Padre y del Espíritu Santo. Si tenemos que vivir la vida de la Trinidad
ratificando nuestro bautismo, es necesario vencer toda tentación de sustraer
cualquier cosa de nuestra vida al Padre. En el momento de la muerte nos lo
pedirá todo. Cada momento de la vida del cristiano se entiende como una
prueba para el momento de la muerte, cuando libre y obedientemente se ofrece
a Dios. La oferta libre denota en él ausencia de idolatría; el ofrecimiento
obediente es signo de plenitud de amor. Libertad y obediencia son los signos
salvíficos de la cruz y de sus frutos en la vida del cristiano. Son signos de su
fidelidad al don de Dios recibido en el bautismo.

La tentación cubre un período de tiempo mayor que el que habitualmente


llamamos "el momento de la tentación". Todas las experiencias de la vida y
toda la realidad presente en ellas son objeto de juicios según dos escalas de
valores opuestas: los valores contenidos en los misterios de Cristo y los que
están presentes en las "obras y vanidades" de Satanás. En nuestra vida
personal hay un desafío constante a los valores cristianos; un desafío
(tentación) al que respondemos continuamente en una medida más o menos
profunda, condicionándonos así a nosotros mismos por aquellas instancias
específicas en las que esos valores pueden ser más agudamente sometidos a
discusión.

2. PARTICIPACIÓN EN LA AUTODONACIÓN DE CRISTO - Es esencialmente


con esta actitud de respuesta a la tentación como Cristo salvó al género
humano en el momento culminante de la redención en el Calvario. En este
contexto, todo momento y todo acto de nuestra vida se añaden al contenido de
nuestra autodonación en unión con Cristo al Padre; y ese contenido es distinto
para cada uno de nosotros, porque cada uno tiene su propio papel distinto en el
cuerpo de Cristo. Porque nada hay en el mundo que no pertenezca a Cristo, no
existe tampoco ninguna actividad humana irrelevante para el reino de Cristo. La
obra de cada cristiano que pretenda llevar su granito de arena al orden, a la
belleza y al progreso de este mundo es también una aportación al reino de
Cristo. Sin embargo, el cristiano se dedica al mundo poniendo su confianza en
Dios, y no en su propia idea del progreso. Puede parecer que Dios destruye
nuestros esfuerzos y que nos traspasa corno traspasó a Cristo en la cruz; pero
es en nuestra debilidad donde Dios manifiesta su poder (2 Cor 12,9), y sólo
cuando se lo hayamos dado todo a él nos volverá a llevar a la vida. Este es el
misterio de la cruz, gracias al cual el Padre nos atrae hacia sí, liberándonos de
nosotros mismos; gracias al cual el Padre nos da poder para desbaratar toda
tentación que pretenda impedirnos ser hijos suyos, siendo su Hijo el
"primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8,29).

J. Navone

BIBL.—AA. VV., El mal está en nosotros, Fomento de Cultura, Valencia 1959.


—AA. VV., La tentación del superhombre, Ediciones Evangélicas Europeas,
Barcelona 1974.—AA. VV., l.a tentación contra la esperanza, Centro de
Estudios Sociales, Valle de los Caídos (Madrid) 1979.—AA. VV., Realidad del
pecado, Madrid 1962.—Antony, O, Entre dos fuegos, Clie, Tarrasa 1979.—
Bitter, W, El bien y el mal en psicología, Sígueme. Salamanca 1968.—Boff, L, Y
no nos dejes caer en la tentación..., en Padrenuestro, Paulinas, Madrid 1982,
pp. 127-155.—Bonhoeffer, D, Tentación, Aurora, B. Aires 1977.—Ferrier, F, El
mal, piedra de escándalo, Casal i Vall, Andorra 1967.—González Faus, J. 1,
Las tentaciones de Jesús y la tentaeión cristiana, en La teología de cada día,
Sígueme, Salamanca 1977.—Guardini, R, Meditaciones teológicas,
Cristiandad, Madrid 1965, pp. 419-453.—Haag. H, El diablo. Su existencia
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Herder, Barcelona 1981.—Jerphagnon. L, El mal y la existencia, Nova Terra.
Barcelona 1966.—Lucas, J. B. de, Las tentaciones, Nacional, Madrid 1964.—
Villalmonte, A. El pecado original, Sígueme, Salamanca 1978.—Cf bibl. de las
voces Diablo v Padrenuestro.

Todo cristiano ha de recorrer el camino de la santidad para alcanzar la


perfección del amor, pero de manera especial, las personas consagradas están
llamadas a esta perfección, éste es el designio de Dios.

En el desarrollo de su vida espiritual, buscando alcanzar esta perfección, debe


enfrentarse día a día con tres grandes enemigos: el demonio, el mundo y la
carne (concupiscencia). Estos tres actúan en ocasiones separadamente y, en
otras, en conjunto y su único propósito es apartarnos del camino emprendido e
impedirnos alcanzar la plenitud del amor que sólo obtenemos al entrar en plena
comunión con Dios . Por lo general al que mayor temor tenemos es al demonio,
sin embargo, nuestro mayor enemigo lo tenemos en nuestra “propia casa”, es
nuestra carne, que a través de sus debilidades y tendencias al mal, nos hace
ser presa de las tentaciones del demonio. Así como todos estamos llamados a
crecer en la vida de la gracia y en el camino del amor todos los días, así mismo
diariamente estamos expuestos a ser tentados, y no hay nadie que esté
excepto de serlo “... cuídate a ti mismo pues también tu puedes ser tentado”
(Gal 6:1).

DIOS PERMITE LAS TENTACIONES

Muchos son los que tienden a claudicar cuando se ven asediados de


tentaciones, no pocos se desaniman pensando que jamás podrán avanzar en
el camino de la santidad ya que son tentados constantemente. Sin embargo,
Dios permite que seamos tentados porque la tentación, vencida con el poder de
la gracia trae un gran beneficio a nuestras almas y nos hace crecer en santidad
y nos lleva al amor.

La tentación no es pecado en sí misma, y debemos tener esto muy claro en


nuestro corazón. Sólo se convierte en pecado cuando hemos consentido
plenamente con nuestra voluntad a ella. Prueba de que la tentación no es
pecado es que el mismo Jesús permitió que el demonio le tentara, para
enseñarnos a nosotros como vencerle (Mt. 4). San Francisco de Sales dice
que: “Aún en las tentaciones más violentas, no habiendo consentimiento, no
hay pecado; es arte del divino Amante el dejar a veces sufrir y combatir a
aquellos que le tienen amor sin que ellos se den cuenta de tenérselo.”

La tentación se convierte entonces, en un medio eficaz para crecer en gracia y


virtud, para crecer en el amor. Dios, en su infinita sabiduría, la permite pero
como nos dice San Pablo: “ ...Dios no permitirá seáis tentados sobre vuestras
propias fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir
con éxito.” (1 Cor. 10:13). Junto con la tentación Dios nos da las gracias que
necesitamos para poderla resistir si acudimos a Él con todo el corazón.

Mientras vivamos en este mundo experimentaremos tentaciones. Y aún si nos


separamos de todos, el demonio siempre estará cerca buscando hacernos caer
en sus trampas y aún mas, nuestra concupiscencia, que es el germen de todas
nuestras tentaciones, nos acompaña siempre. Nos dice la Imitación de Cristo:
“Mientras en el mundo vivimos, no podemos estar sin tribulaciones y
tentaciones. Ninguno hay tan santo ni tan perfecto, que no tenga algunas veces
tentaciones, y no podemos vivir sin ellas. No hay Orden o Religión tan santa, ni
lugar tan secreto, donde no haya tentaciones y adversidades. No hay hombre
enteramente seguro de tentaciones mientras viviere, porque está en nosotros
mismos la causa de donde vienen, pues que nacemos con la inclinación al
pecado; de ahí que pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra, y
siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra primera
felicidad.” (Imitación de Cristo, Lib. I, cap. XII).

En la medida que mas nos adentramos en nuestra vida de comunión y de


servicio a Dios, experimentamos las tentaciones de manera diferente. En
nuestra “carrera hacia la meta”, vamos avanzando de escalón en escalón y las
tentaciones del principio no son las mismas de las que se pudiesen
experimentar en la mitad del camino. Cada etapa tiene sus luchas y batallas y
hay que responder a cada una adecuadamente.

TENTACIONES DEL CONSAGRADO

El consagrado, de manera particular, ha hecho una elección por Dios y por sus
cosas y un compromiso en el servicio de los demás. Ha entregado su corazón
totalmente a Dios y ha abandonado su antigua manera de vivir para hacerlo
ahora respondiendo al llamado de Dios. Por esta entrega total al servicio de
Dios, experimentamos en nuestras vidas tentaciones que nos tienden a llevar al
desánimo y cansancio.

 La compensación: Gran tentación que puede venir al corazón, sin darnos


cuenta. Para nosotros los seres humanos es muy difícil dejar las cosas
tangibles por el Dios invisible. Nos cuesta experimentar “vacío” de lo humano
para llenarnos sólo de Dios. Y cuando sentimos vacío inmediatamente
queremos “llenarlo” y podemos dejarnos absorber por el trabajo, o por el
ministerio convirtiéndose este en lo más importante....

 El cansancio: pensar que se trabaja en vano; que los esfuerzos no dan fruto;
que es inútil todo lo que hacemos... Nos lleva al desánimo.

 Los juicios: dejándonos seducir por nuestro orgullo y juzgamos a los demás
en todas sus acciones. Podemos pensar que nosotros lo hacemos mejor....

 Vernos como víctimas de los demás: dejándonos llevar de nuestro amor


propio, apartando los ojos de Cristo y poniéndolos en nosotros mismos con
cuidado excesivo....

 Trabajar y descuidar la oración: poniendo el trabajo en el lugar más


importante, descuidando nuestra relación con el Señor quien es la fuente de
nuestro apostolado. De nuestra oración sacamos las fuerzas necesarias para
nuestro ministerio.

 El ser intolerante con los demás: cuando se trabaja con las personas
podemos tomar la posición de intolerancia, no sobrellevando las debilidades de
nuestros hermanos sino, por el contrario, convirtiéndonos nosotros en grandes
pesos para sus corazones.

¿CÓMO PREVENIR LAS TENTACIONES?

Fue el mismo Jesús quien nos dio la “fórmula” para prevenir las tentaciones, en
el momento en el que su Corazón estaba siendo traspasado espiritualmente,
en el momento en el que el demonio “regresó” para tentarle. “Velad y orada
para que no caigáis en tentación” (Mt 26:41)

Vigilancia: Debemos andar con gran cuidado y vigilancia sobre nuestro propio
corazón, sobre sus movimientos y afectos; sobre nuestros pensamientos y
deseos, sobre nuestras palabras y acciones, sobre nuestros sentidos e
imaginación y estar en guardia contra nuestros enemigos exteriores, el mundo
y el demonio. El demonio nunca se cansa de buscar la oportunidad propicia
para hacernos caer en tentación y es por esto que nosotros nunca podemos
dejar de estar en plena vigilancia. Huir de todas las ocasiones que pudiesen
convertirse en ocasiones peligrosas. Tener un dominio de nosotros mismos,
especialmente el sentido de la vista y la imaginación por donde entran todas las
cosas al corazón.

La Oración: es necesario que nos mantengamos en el estado de gracia y sólo


lo podremos hacer teniendo una profunda comunión con el Señor. Sólo el
Señor puede darnos las gracias necesarias para resistir en los momentos de
tentación. Por medio de la oración alcanzamos el discernimiento espiritual
necesario para poder conocer y detectar las insinuaciones y trampas del
demonio y las debilidades de nuestra carne.

**Al percibir la tentación no debemos inquietarnos sino tratar de mantener la


serenidad y tranquilidad de ánimo. Cuando nos agitamos no somos capaces de
ver son claridad y somos presa fácil de la tentación. Hemos de alegrarnos
cuando somos tentados como nos dice el Apóstol: “Considerad como un gran
gozo, hermanos míos el estar rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo
que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento;
pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis
perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.” (St. 1:2-4).

**Desde el principio de la tentación hemos de revestirnos de fortaleza y


resolución , y en ningún momento hemos de “dialogar” con la tentación sino al
contrario hemos de rechazarla con un rotundo “NO”. “Debemos vigilar
especialmente al principio de la tentación, porque entonces es más fácilmente
vencido el enemigo, cuando no le dejamos pasar la puerta del alma, y se le
sale al encuentro fuera del umbral, al instante que llama.” (Imitación, Lib. I cap.
XIII)

**Orar y pedir la asistencia de la Santísima Virgen María, de nuestro Ángel de


la Guarda y de los santos.

**Hacer la señal de la Cruz y usar agua bendita, pronunciar los nombres de


Jesús y de María....

FRUTOS:

“Las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves
y molestas, porque en ellas es uno humillado, purificado y enseñado”
(Imitación, Lib. I cap. XII).

Las tentaciones mantienen nuestro corazón en:

• La humildad, porque no damos cuenta de que frágiles y pequeños somos y


cuánto necesitamos del Señor;
• Vigilancia, nos hace estar prevenidos, alertas a los movimientos de nuestro
corazón.

• Purificación, nos llevan a purificarnos de nuestros pecados.

• Compasión, porque nos permiten tratar benignamente a nuestros hermanos


que también padecen tentaciones.

• Atención a Dios, acudiendo a Él con frecuencia cuando nos vemos asediados


por las tentaciones.

• Sobriedad

• Dominio Propio

Nos hacen crecer en virtud:


Las tentaciones nos prueban en la virtud, ya que la virtud que no es probada no
tendría mérito ninguno. Y cuando somos probados en la virtud esta crece en
nuestro corazón y se enraíza como cuando un árbol es golpeado por el viento y
sus raíces se hacen más profundas y fuertes. San Basilio nos dice: “¿Dónde
descubre su habilidad el piloto sino en la tempestad? ¿Y el atleta su vigor sino
en el estadio? ¿Y el soldado su valentía, sino en el combate? Pues así también
el cristiano ha de probar la fidelidad de su amor para con Dios, y la verdad y
estabilidad de su virtud entre los combates de las tentaciones.”

“¡Feliz el hombre que soporta la prueba, recibirá la corona de la vida que ha


prometido el Señor a los que le aman.” (St. 1:12)

Nos hacen crecer en el amor:

La tentación nos hace demostrar al Señor nuestro amor y fidelidad. El amor se


prueba en el dolor y en el sufrimiento y cuando somos tentados y resistimos la
tentación le mostramos al Señor cuánto le amamos. Él porque nos ama permite
que seamos tentados: “Porque eras agradable a Dios fue necesario que la
tentación te probara.” (Tob. 12:13).

Tanto en las tentaciones graves como en las pequeñas, San Francisco de


Sales nos dice: “Después de haber hecho un acto de la virtud directamente
contraria, si cómodamente se conoce la calidad de la tentación, volver
sencillamente el corazón a Jesucristo crucificado, besando sus sagrados pies,
por medio de un acto de amor. Este es el mejor modo de vencer al enemigo,
tanto en las tentaciones pequeñas como en las grandes; pues como el amor de
Dios contiene en sí todas las virtudes, y aún con más excelencia que ellas
mismas, es también el mejor remedio contra todos los vicios; y acostumbrado
el espíritu a recurrir en todas las tentaciones a este asilo común, no tendrá que
mirar o examinar qué tentaciones padece, sino acudir, apenas se siente
agitado, a este gran remedio, el cual, además de lo dicho, es tan formidable al
espíritu maligno que cuando ve que sus tentaciones nos incitan al amor de Dios
deja de tentarnos.” (Vida Devota, parte 4, cap. IX).
Gal 6:1-10

Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que están


animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú puedes
ser tentado. Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la Ley
de Cristo. Si alguien se imagina ser algo, se engaña, porque en realidad no es
nada. Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá encontrar en sí
mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción. Porque cada uno tiene
que llevar su propia carga. El que recibe la enseñanza de la Palabra, que haga
participar de todos sus bienes al que lo instruye. No se engañen: nadie se burla
de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne,
de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del
Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque la
cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras
estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros
hermanos en la fe.

¿La tentación es pecado?


¿Qué hacer ante las tentaciones?

Es muy importante la diferenciación entre “tentación” y “pecado”. La tentación


no es pecado. La tentación es anterior al pecado. El pecado es el
consentimiento de la tentación. Así que no es lo mismo ser tentado que pecar.
Todo pecado va antecedido de una tentación, pero no toda tentación termina
en pecado.

Una cosa hay que tener bien clara: disponemos de todas las gracias, o sea,
toda la ayuda necesaria de parte de Dios para vencer cada una de las
tentaciones que el Demonio o los demonios nos presenten a lo largo de nuestra
vida. Nadie, en ningún momento de su vida, es tentado por encima de las
fuerzas que Dios dispone para esa tentación.

Esto es una verdad contenida en las Sagradas Escrituras: “Dios que es fiel no
permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas; antes bien, les dará al
mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir” (1 Cor. 10, 13).

Las tentaciones son pruebas que Dios permite para darnos la oportunidad de
aumentar los méritos que vamos acumulando para nuestra salvación eterna. La
lucha contra las tentaciones es como el entrenamiento de los deportistas para
ganar la carrera hacia nuestra meta que es el Cielo (cfr. 2 Tim. 4, 7).

El poder que tiene el Demonio sobre los seres humanos a través de la


tentación es limitado. Con Cristo no tenemos nada que temer. Nada ni nadie
puede hacernos mal, si nosotros mismos no lo deseamos.

Las tentaciones sirven para que los seres humanos tengamos la posibilidad de
optar libremente por Dios o por el Demonio. También sirven para no
ensoberbecernos creyéndonos autosuficientes y sin necesidad de Cristo
Redentor.
¿Qué hacer ante las tentaciones?

En primer lugar tener plena confianza en Dios, tener plena confianza en lo que
nos dice San Pablo: nadie es tentado por encima de las fuerzas que Dios nos
da. Junto con cada prueba, Dios tiene dispuesto gracias especiales suficientes
para vencer. No importa cuán fuerte sea la tentación, no importa la insistencia,
no importa la gravedad. En todas las pruebas está Dios con sus gracias para
vencer con nosotros al Maligno.

Además, decía un antiguo Padre de la Iglesia, tras la venida de Cristo, Satanás


es como un perro atado: puede ladrar y abalanzarse cuanto quiera; pero si no
somos nosotros los que nos acercamos a él, no puede morder.

Otra costumbre muy necesaria para estar preparados para las tentaciones es la
vigilancia y la oración. Bien nos dijo el Señor: “Vigilen y oren para no caer en la
tentación” (Mt. 26, 41). Vigilar consiste en alejarnos de las ocasiones peligrosas
que sabemos nos pueden llevar a pecar.

Ahora bien esta lucha no es contra fuerzas humanas, sino contra fuerzas
sobre-humanas, como bien nos describe San Pablo (Ef. 6, 11-18). Por eso hay
que armarse con armas espirituales: confesión y comunión frecuentes, que son
los medios de gracia que nos brinda el Señor a través de su Iglesia. Pero no
olvidar, por encima de todo, la oración, la cual nos recomienda el Señor
directamente y nos recuerda San Pablo también: “Vivan orando y suplicando.
Oren todo el tiempo” (Ef. 6, 18).

Una de las gracias a pedir en la oración, para estar preparados para este
combate espiritual, es la de poder identificar la tentación antes de que nuestra
alma vacile y caiga.

Poder ubicar de inmediato, por ejemplo, una tentación de orgullo. “¡Qué bien lo
haces! ¡Qué competente eres!”, puede insinuarnos sutilmente el demonio. ¡Tan
sutilmente que parece un pensamiento o una idea propia! Parece muy lógico y
hasta lícito este pensamiento para levantar la “auto-estima”, según esa nefasta
prédica del New Age.

Pero en realidad, el Demonio está buscando engañarnos para que creamos


que somos capaces de hacer las cosas, sin dejarnos dar cuenta que es Dios
quien nos capacita para hacer las cosas bien y a El debemos agradecer y
alabar, pues por nosotros mismos no somos capaces de ¡nada! Si cada
palpitación de nuestro corazón depende el El ¿de qué nos vamos a ufanar? La
verdadera “auto-estima” consiste en sabernos y creernos realmente que nada
somos ante Dios, que dependemos totalmente de El y de que nuestra fortaleza
está en nuestra debilidad, pues en ésta Dios nos fortalece con su Fortaleza. “Mi
mayor fuerza se manifiesta en la debilidad” (2 Cor. 12, 9-b).

Ese pensamiento sutil y tan “aparentemente” lícito o inocuo, sobre la supuesta


competencia y capacidad del ser humano, el alma vigilante lo rechaza
enseguida, sin distraerse a ver lo capaz y competente que ha sido en hacer
bien una determinada labor. De no actuar así y con prontitud, ya ha caído en
una tentación de orgullo y engreimiento.

A veces la tentación no desaparece enseguida de haberla rechazado y el


Demonio ataca con gran insistencia. No hay que desanimarse por esto. Esa
insistencia diabólica pudiera ser una demostración de que el alma no ha
sucumbido ante la tentación. Ante los ataques más fuertes, hay que redoblar la
oración y la vigilancia, evitando angustiarse. Esta lucha, permitida por Dios, es
una especie de calistenia espiritual que más bien fortalece al alma, siempre
que se mantenga luchando contra la tentación. Si rechaza la tentación una y
otra vez, el Demonio terminará por alejarse, aunque no para siempre, pues
buscará otro motivo y otro momento más oportuno para volver a tentar.
(“Habiendo agotado todas las formas de tentación, el Diablo se alejó de El,
para volver en el momento oportuno” (Lc. 4, 13).

Una cosa conveniente es desenmascarar al Demonio. Si se trata de


tentaciones muy fuertes y repetidas, puede ser útil hablar de esto con un buen
guía espiritual. El Demonio, puesto en evidencia, usualmente retrocede.
Adicionalmente, ese acto de humildad de la persona suele ser recompensado
por el Señor con nuevas gracias para fortalecernos ante los ataques del
Demonio.

Y recordar siempre que tenemos todas las gracias necesarias para el combate
espiritual. San Pablo refiere lo siguiente: “Y precisamente para que no me
pusiera orgulloso, después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado
en la carne un aguijón, verdadero delegado de Satanás, para que me
abofeteara. Tres veces rogué al Señor que lo alejara de mí, pero me respondió:
‘Te basta mi gracia’” (2 Cor. 12, 7-9).

Aparte de esta actitud de continua confianza en Dios y de vigilancia en oración,


hay conductas prácticas convenientes de tener en cuenta ante las tentaciones:

Durante la tentación, orar con mucha confianza y resistir con la ayuda que Dios
ha dispuesto.

Después de la tentación: si hemos caído, arrepentirnos y buscar el perdón de


Dios en la Confesión. Y si no hemos caído ¡ojo! referir el triunfo a Dios, no a
nosotros mismos, pues a El debemos el honor, la gloria y el agradecimiento.

¿Cómo luchar contra las tentaciones?

La oración es el principal medio en la lucha contra las tentaciones y la


mejor forma de vigilar. “Vigilen y oren para no caer en tentación” (Mt. 26,
41). “El que ora se salva y el que no ora se condena”, enseñaba San
Alfonso María de Ligorio.
¿Qué hacer ante la tentación? Despachar la tentación de inmediato. ¿Cómo?
También orando, pidiendo al Señor la fuerza para no caer. Nos dice el
Catecismo: “Este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración”
(#2849).

“No nos dejes caer en tentación”, nos enseñó Jesús a orar en el Padre Nuestro.
La oración impide que el demonio tome más fuerza y termina por despacharlo.
Sabemos que tenemos todas las gracias para ganar la batalla. Porque ... “si
Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom. 8, 31).

Y después de la tentación ¿qué? Si hemos vencido, atribuir el triunfo a Quien lo


tiene: Dios, que no nos deja caer en la tentación. Agradecerle y pedirle su
auxilio para futuras tentaciones. Si hemos caído, saber que Dios nos perdona
cuántas veces hayamos pecado y, arrepentidos y con deseo de no pecar más,
volvamos a El a través del Sacramento de la Confesión.

Los tres tipos de tentación.

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque


Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces
la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte” Santiago 1:13-15

Según el diccionario de la Real Academia Española la tentación es: Instigación


o estímulo que induce el deseo de algo, persona, cosa o circunstancia que la
provoca. Solicitación al pecado inducida por el demonio.

Todos en algún momento somos tentados, y las tentaciones son variables y


esto es por la concupiscencia de cada quien.

Los tres tipos de tentación por los cuales el ser humano está expuesto son:
Cuerpo, Alma, Espíritu. Nuestro Señor sufrió estas mismas tres tentaciones
cuando el Espíritu Santo lo llevó al desierto.

La primera tentación fue en el cuerpo: Mateo 4: 3


La segunda tentación fue en el área del alma: Mateo 4: 5-6
La tercera tentación fue en el área del espíritu: Mateo 4: 8-9

Los tres tipos de tentacionLa Biblia nos dice en Hebreos 4: 15: “Nuestro Sumo
Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una
de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo él nunca pecó”. Nueva
Traducción Viviente (NTV)

Al diablo se le resiste con la Palabra de Dios, a la tentación hay que huirle. Ese
fue el caso de José y la esposa de Potifar, ella lo sedujo y el salió huyendo
(Génesis 39).

Cada día que venga la tentación debemos de identificar en cual área estamos
siendo tentados, en el cuerpo, en el alma o en el espíritu.
Dios nos ama tanto que siempre nos da una salida a la tentación: “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” 1 Corintios
10:13

¿Como vencer las tentaciones?

Introducción:
A. Todos somos tentados de muchas maneras cada día. Si vamos a perseverar
hasta alcanzar la corona de vida que cristo nos promete, tendremos que
aprender como vencer las tentaciones.
B. Pero a pesar de las tentaciones, podemos ser “mas que vencedores”
(Rom.8:37).
C. No tenemos que pecar. Por medio de la palabra de Dios podemos aprender
a vencer las tentaciones. El poder de Dios nos ayudara.(Filp.4:13) “Todo lo
puedo en cristo que me fortalece”
Tentaciones: Pruebas.

I. La raíz del problema:


A. Para poder vencer las tentaciones tenemos que entender y buscar la raíz del
problema.
B. La raíz principal que hace difícil la victoria sobre las tentaciones o pruebas,
es: nuestra propia concupiscencia (Deseos)
(Sant.1:12-15)
C. El problema empieza en el corazón. (Marcos.7:21-23)
Por que de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos,
los adulterios, las fornicaciones,los homicidios, los hurtos, las avaricias, las
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
C. Veamos los principales deseos que nos debilitan.
1. (1 Juan.2:15-17)
2. Los deseos de la carne.
3. Los deseos de los ojos.
4. La vanagloria de la vida.
D. El tentador aprovecha estos deseos carnales para llevarnos al pecado y a la
destrucción.
1. (1 Pedro.5:8).

E. Diagrama:

DESEOS -->Atrae-->Seduce-->Pecamos-->Morimos
Satanás aprovecha

II. ¿ Cómo podemos vencer las tentaciones?


A. Para poder vencer las tentaciones hay que:
1. Guardar el Corazón.
a.(Prov.4:23) (Rom.12:1,2) (Fil.4:8) (Rom.8:1,12-14).
2. Ser constante.
a. (Mat.26:41) (1 Ped.5:8,9) (1 Cor.10:12,13).
3. Resistir. “No nos puede obligar a pecar”
a. (Santiago.4:7).
4. Huir.
a. (1 Tim.6:10,11) (2 Tim.2:22) (1 Cor.6:18).
b. Veamos un ejemplo de alguien que huyo. (Gen.39:7-12)
5. Arrepentirse.
a.(1 Juan.1:8-10)
B. Diagrama:

Resistir->Huir->Arrepentirse->No hay remedio

DESEOS— Atrae->Seduce->Pecamos->morimos

Guardar y Velar constantemente.


Satanás aprovecha.

Conclusión:
A. El problema de las tentaciones es grave, y las consecuencias serán mas
graves, si no aprendemos a vencer las tentaciones.
B. No podemos evitar que un pajarito o mal pensamiento pase por nuestras
mentes, pero lo que si podemos evitar que este pajarito haga nido y ponga
huevitos.
C. Podemos vencer las tentaciones por el poder de Dios.
1. (Fil.4:13)
2. (Sant.4:7).

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque


Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces
la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte” Santiago 1:13-15

Según el diccionario de la Real Academia Española la tentación es: Instigación


o estímulo que induce el deseo de algo, persona, cosa o circunstancia que la
provoca. Solicitación al pecado inducida por el demonio.

Todos en algún momento somos tentados, y las tentaciones son variables y


esto es por la concupiscencia de cada quien.

Los tres tipos de tentación por los cuales el ser humano está expuesto son:
Cuerpo, Alma, Espíritu. Nuestro Señor sufrió estas mismas tres tentaciones
cuando el Espíritu Santo lo llevó al desierto.

La primera tentación fue en el cuerpo: Mateo 4: 3


La segunda tentación fue en el área del alma: Mateo 4: 5-6
La tercera tentación fue en el área del espíritu: Mateo 4: 8-9

Los tres tipos de tentación. La Biblia nos dice en Hebreos 4: 15: “Nuestro Sumo
Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una
de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo él nunca pecó”. Nueva
Traducción Viviente (NTV)

Al diablo se le resiste con la Palabra de Dios, a la tentación hay que huirle. Ese
fue el caso de José y la esposa de Potifar, ella lo sedujo y el salió huyendo
(Génesis 39).

Cada día que venga la tentación debemos de identificar en cual área estamos
siendo tentados, en el cuerpo, en el alma o en el espíritu.

Dios nos ama tanto que siempre nos da una salida a la tentación: “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” 1 Corintios
10:13

Formas de la tentación

1. Tentaciones que provienen de gente que se opone a Dios y a Su Palabra

Jesús y sus discípulos muchas veces se enfrentaron cara a cara con este tipo
de tentación y pruebas de pensamiento enfermizo:

Mateo 16:1
“Llegaron los fariseos y los saduceos para tentarlo, y le pidieron que les
mostrara una señal del cielo.”

Mateo 19:3
“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole: —¿Está
permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”
Mateo 22:18
“Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: —¿Por qué me tentáis,
hipócritas?”

Mateo 22:35
“Y uno de ellos, intérprete de la Ley, preguntó para tentarlo, diciendo:”

Marcos 8:11
“Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal
del cielo para tentarlo.”

Marcos 10:2
“Se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarlo, si era lícito al marido
repudiar a su mujer.”

Marcos 12:13-15
“Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo
sorprendieran en alguna palabra. Viniendo ellos, le dijeron: —Maestro,
sabemos que eres hombre veraz y que no te cuidas de nadie, porque no miras
la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios.
¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? Pero él,
percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: —¿Por qué me tentáis? Traedme un
denario para que lo vea.”

Lucas 11:15-16
“Pero algunos de ellos decían: —Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa
fuera los demonios. Otros, para tentarlo, le pedían señal del cielo.”

Juan 8:3-6
“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la Ley nos mandó Moisés
apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Esto decían probándolo, para
tener de qué acusarlo.”
Hechos 20:19
“Sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me
han venido por las asechanzas de los judíos.”

1 Pedro 4:12-13
“Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido,
como si alguna cosa extraña os aconteciera. Al contrario, gozaos por cuanto
sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la
revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.”

Como vemos en esos pasajes, una manera en la que el diablo tienta/prueba a


la gente de Dios, es por medio de otras personas y por medio de la
persecución y la aflicción por la Palabra de Dios. Luego vamos a examinar aquí
cómo manejar este tipo de tentación, pero primero vamos a ver las otras
formas que la tentación puede adquirir.

2. Tentaciones provenientes de los propios deseos.

Los deseos carnales son otra vía por medio de la cual alguien puede ser
tentado:

Santiago 1:13-15
“Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque
Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido. Entonces la pasión,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo
consumado, da a luz la muerte.”

1 Timoteo 6:9
“Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y
perdición.”

En esta categoría la fuente de la tentación son los propios deseos del hombre;
es decir, viejos deseos del hombre que lo han seguido a través del tiempo,
tales como el deseo de ser rico. Observe lo determinante de los pasajes
anteriores: ellos no dicen que cuando usted es atraído por sus propias
pasiones y es seducido, tal vez caiga en tentación. ¡No! Lo que ellos dicen es
que tú definitivamente serás tentado. De igual manera, ellos no dicen que si tú
deseas ser rico, quizás caerás en una trampa. ¡No! ¡Lo que ellos dicen es que
con toda seguridad caerás en una trampa, la misma trampa que lleva a los
hombres a la destrucción y la perdición! Como Pablo también nos dice:

Gálatas 5:17
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la
carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.”

Romanos 8:7
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se
sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden.”

Las tentaciones de esta categoría aquellas en las que nosotros decidimos


entrar, atraídos y seducidos por nuestra carne, el hombre del pasado. ¿El
resultado? De nuevo mantengamos en alto el volumen de las Escrituras:
pecado, destrucción, perdición, muerte. Continuar con los deseos de los
hombres del pasado es un asunto muy serio con las más serias consecuencias.
No nos engañemos a nosotros mismos pensando que quizás porque somos
salvados por gracia, eso significa que somos libres de continuar con los deseos
del hombre del pasado y de alguna manera escapar de sus consecuencias.
Gálatas 6:7-8 nos dice:

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre
siembre, eso también segará, porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida
eterna.”

¿Entonces qué debemos hacer? La Palabra es de nuevo muy clara:

Romanos 13:11-14
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño,
porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando
creímos. La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las
obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y libertinaje, no
en contiendas y envidia. Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no
satisfagáis los deseos de la carne.”
Efesios 4:20-24
“Pero vosotros no habéis aprendido así sobre Cristo, si en verdad lo habéis
oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad.”

2 Corintios 10:4-5
“porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que
se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo.”

Y Proverbios 4:23
“Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida.”

En todos esos pasajes el protagonista principal no es Dios, sino nosotros.


Somos nosotros los llamados a quitarnos al hombre del pasado y ponernos el
nuevo. Somos nosotros los llamados a renovar nuestra mente y somos
nosotros los llamados a proteger nuestro corazón con toda diligencia. Sí, sin la
ayuda de Dios no es mucho lo que podemos hacer. Pero la ayuda de Dios
viene a quienes están dispuestos a seguirlo a Él. No nos engañemos a
nosotros mismos con la idea de que de alguna manera seremos Cristianos
fructíferos, mientras que al mismo tiempo nuestros corazones y mentes siguen
los deseos carnales del hombre del pasado. ¡Esto no es posible! Ciertamente
es blanco y negro. Es uno (Dios) o lo otro (el mundo). ¡Una mezcla de ambas
cosas no funciona!

3. Tentaciones provenientes directamente del diablo

En Mateo 4:1-11 encontramos al diablo hablando directamente con Jesús.


¿Pero cómo lo hizo? La respuesta está en el espíritu, por “revelación”, por así
decirlo. Me gustaría dedicarle algún tiempo a esta categoría, pues, dada la
ignorancia que existe, frecuentemente vemos a individuos atribuyendo a Dios
cualquier cosa que proviene del terreno espiritual. Pero eso no es así. Yo solía
creer que por ser Cristiano, el diablo no puede hablarme. Pero puede –él lo
hizo con Jesús. Si decidimos ignorar esta posibilidad y considerar que todo lo
que viene del mundo espiritual proviene de Dios, entonces estamos abriendo
una puerta al diablo para dirigirnos por el mal camino dándonos información
falsa en la que nosotros creeremos, porque pensamos que –ya que claramente
proviene del campo espiritual— procede de Dios. Empíricamente, he
observado que esto sucede cuando la gente ansía alguna cosa; ansían algo
con tanta fuerza que cuando oran sobre eso escuchan sólo la respuesta que
ellos desean. En otras palabras, no son neutrales, quieren hacer la voluntad de
Dios, cualquiera que ésta pueda ser. Contrariamente, ellos simplemente
quieren una confirmación de lo que tanto desean. Ellos están codiciando algo, y
por tanto, abriendo la puerta al demonio para que les dé falsa información
“espiritual”, que cuando la siguen les conducirá a grandes problemas. Esa es la
razón por la cual usted tiene que juzgar lo que recibe como información
espiritual de acuerdo con La Palabra. ¿Lo que usted supuestamente ha
escuchado del terreno espiritual está alineado con la Palabra de Dios, tanto en
cuanto a su contenido como en la manera en que fluye? Si no es así, entonces
debe rechazarlo sin preguntar. Tristemente, muchos hermanos no comprueban
lo que supuestamente han escuchado del terreno espiritual, para ver si cuadra
con La Palabra. Por ejemplo, he visto gente que dicen ser Cristianos
cometiendo adulterio, divorciándose de sus esposas Cristianas y casándose
con otras (quienes también dicen ser Cristianas) y, como si todo eso fuera
poco, ¡justifican sus acciones diciendo que supuestamente Dios les dijo que lo
hicieran! ¿Podría Dios decirles que hicieran algo así? ¡No! ¿Cómo lo sabemos?
¡Porque un consejo de este tipo es completamente opuesto a la Palabra de
Dios! Lo que verdaderamente sucedió, y la Palabra lo explica clara y
plenamente, es que al no estar vigilantes, fueron atraídos por su propia lujuria y
seducción, abriendo por tanto la puerta al demonio. Si realmente alguien les
dijo que actuaran así, ése no fue Dios, sino el demonio. La Palabra de Dios es
por tanto la medida contra la cual cualquier información que provenga del
terreno espiritual debe ser medida y evaluada. Jesús también hizo esto cuando
usó la Palabra de Dios para combatir a Satanás y sus tentaciones. Todas sus
respuestas comenzaban con “está escrito”.

En lo concerniente a la superioridad de la Palabra de Dios contra cualquier


“revelación”, incluso si ésta proviene de una manera extraordinaria, Pablo fue
muy claro:

Gálatas 1:8
“Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema.”

Incluso si un ángel del cielo –y obviamente ese sería un ángel caído, un ángel
de la oscuridad, como exactamente lo es Satanás— baja y comienza a predicar
un evangelio diferente al que Pablo, por revelación de Jesucristo, recibió y les
predicó, este sería un ángel maldito. Obtener información del terrero espiritual
no es suficiente. Esta información también tiene que proceder de la fuente
correcta del terreno espiritual. De lo contrario, es una tentación y un ataque del
demonio. Y para conocer la procedencia de la información, usted tiene que
evaluarla según la única medida válida: la medida de la Palabra de Dios.

Todas las formas de tentación

Posted 19 febrero 2011 by Coach in Reflexiones Diarias. Tagged: biblia, Bien y


mal, Diablo, Dios, escuchar a Dios, Espíritu, estudio biblico, Evangelio, fe,
Jesús, libertad, Lucas, meditación, oración personal, palabra de Dios,
reflexiones, responsabilidad, Señorío, tentación. 1 Comentario
Lc 4, 1-13

Ante nuestras derrotas en cuanto a la lucha con la tentación, hemos hecho


costumbre de decir que el diablo tiene muchos modos de tentarnos para hacer
que caigamos, sin embargo, eso está muy lejos de la verdad, el Satán es como
los programas actuales de televisión, poco original, rutinario y predecible; la
misma palabra dice, al final de las tentaciones de Jesús: “Una vez agotadas
TODAS las formas de tentación…” Queeé? pero si nada fueron tres… El punto
es que sabe usar muy bien las pocas artimañas que tiene y además cuando ve
que no funcionó ninguna, se retira y busca una mejor oportunidad, pues sabe
que la habrá y él le apuesta, no a que pequemos unas veces, sino a que nos
condenemos al final de nuestra vida.

Diablo significa Calumniador, acusador, echador; viene del término diábolos;


esto significa que todas sus artimañas están basadas en eso Mentiras. Veamos
los tipos de tentación con respecto a Jesús:

1.- El Cuerpo.- Satisfacer las necesidades físicas es correcto y hasta deseable,


está dentro de la voluntad de Dios que honremos nuestro cuerpo, pues es
templo del Espíritu Santo; sin embargo, donde constantemente caemos es en
el modo de satisfacerlo; que Jesús comiera no era problema, la tentación
consistía en que intentara rebasar las leyes naturales, para una beneficio físico.
Esta artimaña sigue siendo muy usada por satanás, sigue buscando que
necesidades físicas totalmente lícitas, las satisfagamos fuera de tiempo o
forma.

2.- La Mente.- Satanás usa el poder de la visión, intentando mediante la vista


de todos los reinos de la tierra, plantar un pensamiento de avaricia de deseos
de poder, el tentador quiso sembrar pensamientos corruptos en Jesús y quiere
seguir sembrándolos en nosotros, el poder no es malo, adorar a algo que no es
Dios es increíblemente malo. Esos pensamientos los conocemos como
pecados capitales, mayormente pensamientos o sofismas desde los cuales
opera para tenernos a sus pies.

3.- El Espíritu.- Finalmente el sucio diablo intenta que Jesús abuse de la fe,
intenta convertir su propia entrega y amor a Dios en motivo de abuso, que lo
único que hace es apartar de Dios; Jesús sale bien librado y no se deja
enredar, pero cuántas personas se encuentran hoy enredadas de un profundo
abuso de su fe, “tirándose al vacío” irresponsablemente asegurando que Dios
los va a salvar; Jesús respondió que eso era tentar a Dios.
No podemos olvidar que aunque el enemigo tiene pocas trampas, sabe
presentarlas muy bien y en el momento más oportuno, ese momento es muy
similar al de Jesús en el desierto, normalmente es cuando nos encontramos:

Muy cansados, Muy hambrientos y Muy solos

Cuidado cuando estemos en esas condiciones, en cualquier caso, solo es


necesario decir no tajantemente y el diablo se retira… pero solo hasta que
encuentre una mejor oportunidad.

¿Cuáles son las 6 tentaciones más comunes que de forma distinta atraen
a hombres y mujeres?

¿Cuáles son las 6 tentaciones más comunes que de forma distinta atraen a
hombres y mujeres?
Las señoritas Lujuria, Ira, Avaricia, Envidia, Pereza, Vanidad y Gula
Un estudio muestra que la pereza, la mentira o las drogas y el alcohol tientan
por igual a hombres y mujeres. Pero hay otras 5 tentaciones que afectan más a
las mujeres, y sólo una que afecta más a los hombres.

El Papa alerta de la «perenne tentación de rechazar a Dios» y da la clave para


combatirla
El Papa advierte a los cristianos contra la tentación de convertirse en «lobos
entre los lobos»
El Papa pide «resistir a la tentación del odio» al conmemorar el atentado del
11-S
En tentación a nuestros clientes, abriremos el domingo
Por mucho que el portavoz del Gobierno socio-comunista de Andalucía
predique estos días la necesidad de alcanzar la "igualdad real y efectiva" entre
hombres y mujeresmediante la implantación de la ideología de género a todos
los niveles, lo cierto es que hombres y mujeres son muy parecidos en algunas
cosas pero bastante distintos en otras. Y eso incluye las tentaciones que
experimentan.

La casa de sondeos norteamericana Barna Group (www.barna.org),


especializada en comportamientos sociales, religiosos y en valores, acaba de
publicar un estudio sobre"Las tentaciones y los pecados favoritos en América",
a partir de más de mil entrevistas telefónicas, tomando nota de las tentaciones
que los entrevistados declaran sentir "a veces" o "a menudo". Aunque Estados
Unidos es una de las sociedad más igualitarias del planeta, hombres y mujeres
difieren en al menos 6 tentaciones.

Hay 5 aspectos que tientan más a las mujeres (o al menos, que las mujeres
declaran más en las encuestas).

-Chismorrear y hablar mal de los demás: Hombres 22%, mujeres 29%.


Diferencia: 7 puntos.

-Preocuparse demasiado y ponerse ansioso: Hombres 50%, mujeres 68%


Diferencia: 18 puntos.

-Envidia: Hombres, 20%, mujeres 28%. Diferencia: 8 puntos.

-Comer demasiado: Hombres 52%, mujeres 58%. Diferencia: 6 puntos.

-Gastar más dinero del que se tiene o se puede permitir: Hombres 32%;
mujeres 39%. Diferencia: 7 puntos.

Y hay sólo un aspecto en el que los hombres son más tentados que las
mujeres: la pornografía

-Ver pornografía o contenidos sexualmente inapropiados on-line: Hombres


28%, mujeres 8%. Diferencia: 20 puntos.

Así, la mayor diferencia entre las tentaciones que asaltan a unos y otras es el
consumo de porno (mucho más frecuente en hombres que en mujeres),
seguido por el "preocuparse demasiado" (que en lenguaje religioso podría
llamarse "perder la paz"), que afecta mucho más a las mujeres. Las otras
diferencias oscilan entre los 6 y 8 puntos, y el margen de error del estudio es
de 4 puntos.

Otras 7 tentaciones que estudia el sondeo dan porcentajes casi idénticos para
hombres y mujeres (indicamos primero el masculino y después el femenino)

-Aplazar indefinidamente las obligaciones desagradables: 60-61%

-Ser perezoso y trabajar menos de lo que se debe: 42-40%

-Perder demasiado tiempo en medios de comunicación: 43-44%

-Expresar ira y perder los modales con alguien por escrito en internet: 10-12%
-Abusar del alcohol o de drogas: 12-11%

-Mentir o trampear: 11-12%

-Actos sexualmente inapropiados con alguien más: 10-8%.

Con un margen de error de 4 puntos, la igualdad "real y efectiva" en estos


pecados ya se da. (No está claro si la ideología de género quiere igualar a la
baja o a la alta a hombres y mujeres en los otros pecados).

Hay que especificar que los encuestados comentan las tentaciones que han
tenido, no si han caído en esas prácticas.

O, visto de otro modo, el 60% de los encuestados serían inmunes a la pereza,


el 92% de las mujeres absolutamente ajenas al porno on-line y un 80% de los
varones impávidos a las ácidas atracciones de la envidia.

Por así decirlo, para cubrir todo el mercado, el demonio necesita diversificar,
porque mucha gente es inmune a muchas tentaciones.

¿Qué es una tentación, cuántas clases hay y cómo vencerlas?

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Hermanos y amigos que el Dios verdadero (Padre, Hijo y Espíritu Santo) les
bendiga a todos en este año nuevo, Mateo 28:19; en esta oportunidad
expondremos el tema: ¿Qué es una tentación, cuántas clases hay y cómo
vencerlas?, esperando les sea de edificación, enseñanza e información.

Bien, comenzamos diciendo que una tentación es el deseo que tenemos por
las cosas prohibidas por la sociedad o por la ley de Dios, también podríamos
decir que son las cosas que nos ofertan que nos atraen, pero sabemos que nos
pueden hacer daño si las tomamos. Santiago 1:12.
Ahora bien, hay muchas clases de tentaciones, como puede ser el dinero mal
habido, el sexo fuera del matrimonio o con personas que ya tienen su cónyuge,
el deseo de vengarnos u ofender a quienes creemos merecerlo, etc.

Mis queridos hermanos y amigos, el Señor Jesucristo hablando a sus


discípulos declaró: "Orad para que no entréis en tentación, porque el espíritu
está dispuesto, pero la carne (el cuerpo) es débil", Mateo 26:41; en esta cita
bíblica el Señor revela que la carne se enciende por codiciar el pecado, sea
cual sea, produciendo las tentaciones en el ser humano.

Por otro lado, las tentaciones pueden también ser deseos perversos contrarios
a lo que Dios establece en su palabra que se produce en nosotros los seres
humanos a través de la codicia del cuerpo carnal, según Santiago 1:12 al 14.

En este mismo orden de enseñanza, todos los seres humanos tenemos


tentaciones, obedezcamos a Dios o no. La diferencia es que unos dan rienda
suelta a sus deseos y viven en enemistad con Dios y otros procuramos agradar
a Dios y nos abtenemos de estos deseos y oramos a Dios por su ayuda.

Hermanos y amgios, nuestra naturaleza carnal tiende a tener áreas


pecaminosas, completamente contraria a la voluntad de Dios, expresada en las
Sagradas Escrituras, quien vive conforme a los deseos de la carne en cuanto al
pecado, no puede agradar a Dios, aunque quiera, según Romanos 8:1 al 13.

Por otra parte, la Ley de Dios (los mandamientos), es Santa y la naturaleza


humana (carne) se complace con violarlos, los pecados de la carne son
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, borracheras, orgías, idolatría, hechicerías, homicidios, herejías,
envidias y satisfacer estos deseos constantemente hasta hacerlos una práctica,
nos impide heredar el Reino de los Cielos de morir sin convertirnos a Cristo y
arrepentirnos de nuestros pecados. Gálatas 5:19 al 21; Hechos 3:19.

Hermanos y amigos, lo importante es que hay como vencer los deseos


pecaminos de la carne y para lograrlo obligatoriamente necesitamos depender
de Dios para que nos ayude a dominarlos y al mismo tiempo pueda quitarlos,
cuando, a través de la oración nos presentamos a Dios con sinceridad y Dios
nos fortalece y vemos que se puede ser fiel a Dios. Es fácil cuando vienen
estos daseos carnales satisfacerlos, pero si hacemos el esfuerzo de solicitar la
ayuda de Dios orando, hay victoria sobre ellos, según Filipenses 4:13; 2da.
Corintios 12:9.

¿Está usted venciendo las tentaciones llámese como se llame o se ha dejando


llevar de la corriente pecaminosa en la que está el mundo? ¿Quiere usted
lograr la salvación eterna de su alma sin vencer los deseos pecaminosos de la
carne? ¿Al final de la vida valdrá la pena haber vivido cayendo en toda clase de
tentaciones aunque nos perdamos en el Infierno?

Hermanos y amigos, muchas personas por dejarse llevar de los deseos


insanos y de las tentaciones han perdido la salud física y moral consumiendo
sustancias dañinas, han perdido la libertad física por tomar lo ajeno, han
perdidos sus bienes materiales mal gastandolo hasta llevar a la pobreza, han
perdido la vida con mujeres ajenas y huyendo con posesiones ajenas, y han
terminado con enfermedades venéreas por el sexo desenfrenado, y lo peor del
caso es perder la salvación del alma de morir así, sin haber dado testimonio de
agradar a su Dios en esta su vida por esta tierra. Juan 8:12; Lucas 15:11 al 24.

Mis queridos lectores, no debemos tentar a Dios, cuando sabiendo que somos
débiles, nos metemos en ambientes donde podemos caer en las tentaciones.
Usted es débil con la bebida, aléjese de los lugares donde se está tomando y
cuando le venga el deseo ore a Dios de rodillas y verá los resultados positivos
y esto aplíquelo también en lo sexual y cualquier área que le impida obedecer a
Dios. Debemos correr del ambiente negativo, como son los programas y
revistas pornográficas, el coro de amigos cuándo están en parranda, las
amiguitas sociales que nos quieran seducir, etc., abandónelos y sustitúyalos
por la lectura bíblica, oiga las emisoras cristianas, congrégese en una iglesia
con los hermanos en Cristo y envuélvase en una nueva vida agradable a Dios y
disminuirán las tentaciones en su vida. Génesis 39:7 al 12.

Hermanos y amigos, nuestra carne siempre pedirá cosas que no convienen,


pero podemos vencerla, no complaciéndola y alejándola del ambiente donde
sus deseos incrementan por lo que vemos, oímos y tocamos, evitemos pensar
en estos deseos malignos y la lectura de la palabra de Dios le ayudará y si no
funciona clame a Dios en oración, según Gálatas 5:16; Colosenses 3:5 y 6; 1ra.
Pedro 2:11 y 12.

Concluyendo, cuando vivimos para el espíritu y usamos la carne sólo en lo que


Dios nos permite (todo lo honesto y recto), entonces, el Espíritu Santo produce
una paz y gozo sobrenatural que nos permite estar alegre interiormente la
mayor parte de nuestro tiempo, porque Dios al agradarse de su vida, le
sustituirá el gozo carnal del pecado por un gozo espiritual producido por
nuestra comunión con él, según Romanos 8:6; Gálatas 5:22 y 23; Juan 7:38.

Así que, usted no tendrá tentanción las 24 horas y si en los momentos que las
tenga, aplica lo que Dios le manda, vivirá una vida satisfactoria, obteniendo los
beneficios espirituales que Dios le dará y por si fuera poco, una vida de
santidad y de mantenerse así, la entrada al Reino de los Cielos, pueda que al
principio le sea difícil adaptarse al cambio, pero en poco tiempo se dará cuenta
que sí se puede con Cristo al frente. De morir cayendo en tentaciones hay
condenación eterna en un lugar de tormento llamado el Infierno por cuando nos
dejamos arrastrar del reino de las tinieblas y su príncipe. Es mejor que nos
ocupemos en vencer las tentaciones por nuestro bienestar material y espiritual
eterno, pero recuerde hay cosas que nos toca hacerlas a usted y a mí votar los
cigarrillos, la botella de alcohol, las revistas pornográficas. Nosotros somos lo
que debemos deshacernos de todo eso y cuando vengan los deseos, ahí es
que debemos orar a Dios para lograr el éxito o alejarnos de las tentaciones. La
gloria es de Dios y alábalo si puede… Mateo 26:41; 1ra. 6:9 y 10, Juan 3:36.

Que el Señor les bendiga y nos ayude…


Nota: De usted sentir el toque del Señor mediante estos mensajes bíblicos y
querer convertirse, le recomiendo tres pasos: 1.- Asistir a una congregación
bíblica, evangélica o Pentecostal, 2.- Lea dos o tres capítulos diarios de la
Biblia y 3.- Hable con Dios el Padre en oración y póngase en sus manos en
todo… Perseveramos en Jesucristo asistiendo a la Asamblea de Dios
Pentecostal central, ubicada en la Av. Duarte, Esq. Eusebio Manzueta, Santo
Domingo, R.D.

Autor: Miguel de J. Ramírez P., Siervo de Jesucristo

¿Qué es una tentación y qué es ser tentado?


26 June 2008 1:48 am / 1 Comment / evangelio

En la mayoría de los casos, la tentación no procede de fuera nuestro, aunque


afuera está aquello a lo que nos empuja la tentación, es de dentro de nosotros
mismos que procede la fuerza que nos impulsa a hacer cosas que no
convienen o a dejar de hacer aquello que conviene que hagamos. Esto aplica
para todo ser humano, mujer, hombre, joven, niño, anciano, de cualquier
religión. Nuestra naturaleza humana nos ubica en esa riesgosa situación.

Podríamos definir la tentación como aquella atracción hacia algo que, si somos
sinceros, realmente “queremos hacer”. Lo más difícil de la tentación es que,
tiende a contar con nuestra complicidad, y es allí donde radica su extraña
fuerza porque pareciera que la tentación trae integrada una convincente
colección de excusas aparentemente irrefutables.

Tentaciones

Tentaciones
Para que podamos considerar algo como una tentación, debe ser algo que nos
atrae fuertemente y que nuestro cuerpo parece desearlo irresistiblemente. De
esto podemos concluir que, lo que es una tentación para mí, no lo es,
necesariamente, para otro cristiano. Por ejemplo, una botella de licor podría
constituirse en el objetivo de una tentación de un cristiano que antes de
conocer a Jesucristo haya tenido problemas con el consumo excesivo de
licores, tanto así que, podría hacerle sudar de deseo y provocarle temblor y por
su mente fluirían atropelladamente las más variadas excusas para impulsarle a
ingerir ese líquido: “no me voy a emborrachar, porque según la Biblia, los
borrachos son los que no entrarán en el Reino de los Cielos”, “Un poco sólo
sirve de alimento ó para matar algunos parásitos porque el alcohol es
medicinal”, Etc. Pero esa misma botella de alcohol que tortura a un ex-bebedor,
no le provoca la más mínima emoción ni atracción a alquien que no tuvo ese
problema con el alcohol, sin embargo, a este último puede que las tentaciones
le lleguen de una forma más violenta que al bebedor y en cuestiones que,
aparentemente sean más comprensibles que la simple atracción a una bebida.
Cada uno considerará más peligrosas sus propias tentaciones porque apelan a
sus debilidades.

La solución o la forma de escapar a cualquier tentación fue entregada por


Jesús. En la fórmula de la oración que enseñó Jesús, se nota que debemos
pedir ayuda para “no caer en tentación”, se trata pués, de una lucha espiritual
que para vencer en ella, es suficiente que pidamos ayuda (la oración es la
solución). Aunque sintamos la misma confusión que maravillosamente
describió el apóstol Pablo, nuestro cuerpo, nuestra propia mente sentirá una
irresistible atracción y cuando estamos casi derrotados, nuestro espíritu clama
desesperado por ayuda porque sabe que no se debe hacer aquello que
aparentemente queremos hacer. Cuando confesamos que necesitamos ayuda,
cuando pedimos a Dios que nos ayude, aunque lo pronunciemos cegados por
el mal deseo que nos absorve, el auxilio llega de forma infalible y lo que
realmente nos impulsa a pedir ese auxilio, aparentemente no deseado, es la
manifestación de nuestro amor por nuestro Salvador, es el deseo que alberga
nuestra alma de no ofender a nuestro Redentor y allí se cumple otra promesa:
“Sabe Dios guardar sin caida a los que le aman”.

La solución a la que, tristemente, muchas veces no recurrimos cuando estamos


en riesgo de caer ante una tentación, está disponible para todos. No se trata de
personas más santas que otras, los cristianos reconocemos que somos
pecadores, que del corazón proceden los malos pensamientos y los malos
deseos, sin embargo, tal como lo enseñó el apóstol Pablo, la solución está en
vivir dando prioridad a lo que el Espíritu de Dios nos dice o nos advierte en
forma oportuna, porque en eso consiste vivir en el espíritu, atendiendo la voz
de Dios en nosotros mismos que nos guía a toda verdad.

Hay tentaciones que “nos encienden” y tentaciones que “nos apagan”.


Tentaciones activas o pasivas, ninguna de ellas pretende beneficiarnos. Las
primeras nos impulsan a hacer algo malo, mientras que las segundas, las que
no parecen existir, “sólo” pretenden que no hagamos lo que tenemos que
hacer. Mientras unas procuran que hagamos lo que no conviene, las otras
provocan que no hagamos lo bueno. Porque el cristiano peca al dejar de hacer
lo bueno, tanto como peca al hacer lo malo: “Y al que sabe hacer lo bueno y no
lo hace, le es contado por pecado”, así lo dice la Biblia.
Estamos expuestos a nuestras debilidades, durante tanto tiempo como vivos
estemos en esta tierra. Sin embargo, nuestra situación no es para que nos
derritamos en lamentos, pues contamos con una sólida referencia que nos
permite estar tranquilos porque se nos garantiza el éxito.

¿Es una tentación o es una excusa?

Para saber cuál debe ser nuestro proceder ante una tentación, primero
debemos reconocer que se trata de una tentación y no de un deseo nuestro.
Por decirlo de otra forma: Resulta fácil sentirse estúpido peleando contra uno
mismo y eso es lo que creen haber entendido aquellos que promueven “la
libertad” de acción sin esa molesta “coacción” que los fanáticos de la Biblia
pretenden ejercer sobre ellos. En realidad, todos quisiéramos darnos “nuestros
gustos” de vez en cuando o muy frecuentemente.

La verdad, aunque podríamos culpar a un ente externo por empujarnos a la


tentación, nunca podremos renunciar a la responsabilidad de haber “atendido”
a esa tentación. Aquellos que, después de haber hecho una barbaridad,
pretenden excusarse diciendo que “un espíritu” les empujó a ello, sólo
pretenden engañar a los demás como se han engañado a sí mismos. El
problema es falta de fe, porque el beneficio de la tentación es inmediato,
mientras que, el beneficio de abstenerse de ella depende de cuán real es para
nosotros la oferta de Dios, quien ofrece premiar a aquellos que resisten lo
malo.

Resumiendo, para no complicar las cosas, cada uno tiene sus propios
principios, pero no deja de estar claro que hay cosas que no convienen y cosas
que esclavizan, a todas ellas, lo que nos empuja se llama TENTACIÓN. Todas
aquellas cosas que convienen porque nos benefician y benefician a los demás,
son las que otro tipo de tentación pretenden evitar que hagamos. Pero si no
queremos que el asunto sea muy difícil de comprender, veamos que la
tentación, muchas veces nos impulsa a hacer aquellas cosas prohibidas por la
ley de los hombres y con eso tenemos un gran trecho recorrido, porque la
norma no se queda únicamente en lo prohibido por los hombres en sus leyes
sino, principalmente, en lo que Dios ha dejado establecido en su palabra
escrita, la Biblia.

No hay excusa ante una tentación, sólo nuestra obligación de decidir si caemos
en ella o no. En realidad queremos caer, esa es nuestra elección natural, sin
embargo, nuestro espíritu clama a Dios por ser rescatado y si pedimos el
auxilio de Dios con nuestra boca, es infalible la intervención divina porque hay
promesa de por medio: No seremos tentados más de lo que podamos soportar.
También, el cristiano, que es aquel que ha decidido seguir a Cristo, debe tener
presente que en Jesucristo, somos más que vencedores, pues la victoria está
con él.

Las tentaciones a Jesús


Para tener una guía de tipos de tentaciones y la forma de vencerlas, Jesucristo
fue sometido a las peores exceptuando un sólo tipo de tentación que suele
hacer caer a muchos que dicen buscar a Dios.

Analizando las tentaciones a las que fue sometido Jesús, debemos notar que,
antes de reaccionar a cada una de ellas, él se apoyó en lo escrito, diciendo:
“Escrito está” como introducción a sus respuestas.

¿Por qué Jesús respondió a las tentaciones diciendo “escrito está”?

Porque, cuando estamos sometidos a alguna presión externa o interna, con


razonamientos que son influenciados por nuestra necesidad o interés en
aquello a lo que nos impulsa la tentación, buscaremos y “aparentemente
encontraremos” la excusa perfecta para satisfacer nuestra necesidad u
obsesión. Por esta razón, Jesús no quiso exponerse a sus razonamientos de
ese momento y considera más conveniente apoyarse en lo que está escrito.

Las tentaciones a Jesús ilustran perfectamente, no sólo la progresión gradual


de la intensidad o atracción de las tentaciones, sino también, la forma de
escapar de ellas.

Las necesidades inmediatas. Cuando Jesús terminó su ayuno en el desierto,


lo más urgente para su cuerpo era el alimento, entonces fue tentado en ese
aspecto. Sin embargo, no porque fuera malo alimentarse, reconociendo la
malévola intervención de aquel que le quería hacer quedar como un
desesperado hambriento que usa cualquier recurso para satisfacer su hambre,
Jesús le demostró que no se trataba de aguantar hambre, sino de reconocer
que el Poder de Dios satisface al hombre en todos los sentidos. Porque Jesús
bien pudo pensar: “Mi Padre sabe que tengo hambre, no hay nada de malo que
convierta esas piedritas en alimento, con eso no le estaré quitando el alimento
a nadie, porque ya hice ayuno, tengo derecho a comer, Etc”, en lugar de ello,
simplemente dijo: “Escrito está, no sólo de pan se alimentará el hombre, sino
de toda palabra que proviene de Dios”.
La vanidad. Luego que Jesús se apoyó en la escritura para responder y
callar al tentador, este creyó que se trataba de una obediencia ciega a la
escritura, como si la escritura fuera el fin, entonces tentó a Jesús empujándole
a saltar del pináculo del templo, diciéndole que si era hijo de Dios que lo hiciera
porque estaba escrito que Dios enviaría a sus ángeles para que lo sustuvieran
en sus manos. Pero Jesús, dándonos una preciosa lección, le respondió que
también estaba escrito: “No tentarás al Señor tu Dios”, para mostrarle que la
escritura no es para cuestionar o exigirle a Dios, sino que es nuestra guía para
agradarle y honrarlo. Porque en esta tentación se apela a la vanidad humana,
podemos ver que si Jesús se hubiese guiado de pensamientos humanos y no
en la escritura, talvez hubiese dicho: Le voy a demostrar que soy hijo de Dios y
se hubiese lanzado desde el pináculo del templo para demostrarle a todos que
Dios estaba con él. Fácil resulta notar que muchas veces podemos caer en ese
tipo de tentaciones cuando queremos hacer un show demostrando cuán
consagrados estamos y por eso vemos algunos que hasta fingen que hablan
en lenguas angelicales y cosas por el estilo. Este tipo de tentación es más
difícil de detectar, por lo que debemos pedir el auxilio de Dios para no caer en
ellas.
La abundancia. El tentador, cuando notó que Jesús no se apoyaba en sus
pensamientos humanos ni que simplemente obedecía la escritura sin tener
claro que el objeto de esta es honrar a Dios, entonces fue más directo y le
ofreció todas las riquezas del mundo, pero, ante este ofrecimiento tan directo y
tan deslumbrante, Jesús nos da una lección especial: No hay nada,
absolutamente nada que se nos pueda ofrecer que valga más que lo que
nuestro buen Dios tiene preparado para los que le aman y adoran. Este tipo de
tentación apela a nuestra ambición desmedida, para muchas personas, parece
que si les hubiesen resaltado con oro todas aquellas promesas de Dios para
hacernos ricos, saltan de una a otra y hasta han creado una especie de
doctrina aparte que suele llamarse: Doctrina de la Prosperidad. Muchos
cuestionan de manera sarcástica, casi tildando de tontos a aquellos cristianos
que, equivocadamente, han creido que para ser cristianos humildes deben ser
pobres, lo que no es cierto, pero más pobres aquellos que llegan a creer que
para demostrar que son buenos cristianos deben ser ricos. No hay un conflicto
entre las riquezas y la fe en Jesucristo, pero el orden debe ser como Dios
manda: Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todo lo demás os
será añadido. Por si esto fuera poco, se nos advierte que a los ricos les resulta
muy difícil entrar en el reino de los cielos, aclarando que no dice que los que
han entrado en el reino de los cielos les resulta difícil hacerse ricos. Por si
usted no está seguro de su salvación, es decir que su fe no ha madurado,
mejor le será procurar esto antes que procurar enriquecerse. Si usted tuviese
que decidir sólo una de las dos: Crecer espiritualmente o hacerse rico, no dude
en elegir la primera. Menos mal que Dios sólo establece un orden: Primero el
reino de Dios y su justicia, luego lo demás, que casi podría ser en paralelo,
como dice el apostol: Deseo que prosperes en todo así como prospera tu alma.
No caiga en la tentación del enemigo, no permita que el mensaje sea
modificado sólo para que sea más atractivo, pues lo principal en la Biblia no es:
“Dios quiere bendecirte” como a todos nos gusta escuchar, el propósito de Dios
es que todos procedamos al arrepentimiento, que todos seamos salvos,
entonces, el mensaje correcto es: “Dios quiere salvarte”.

El tipo de tentanción que no pudo usarse contra Jesús.

Porque se nos dice de Jesús que siendo como Dios no se aferró a ello sino que
tomó forma humana para sufrir como nosotros y así mostrarnos que, siendo
como somos, podemos permitir que el poder de Dios fluya en nosotros para
vencer en las pruebas. A Jesús no se le podía ofrecer el llegar a ser como
Dios, pero esa es, precisamente, la tentación más efectiva en el mundo, “la
oferta de ser o llegar a ser como Dios“, porque, según relata la escritura, el
mismo demonio pretendió tal cosa y “ha de saber” lo atractivo que eso resulta y
ha encontrado creativas formas de disfrazar esa tentación, la tentación más
común en la que han caído aquellos que, si analizan la doctrina de “su religión”,
les ofrece igualarles a Dios, ya sea en la figura del Padre o en la figura del Hijo.

En una de estas formas de disfrazar la tentación de igualarnos a Dios, les


hacen hijos de la que llaman “madre de dios” y así les colocan como hermanos
de Dios, indicando subliminal o descaradamente, según se quiera, que se está
al mismo nivel de Dios que tiene que atender las peticiones u órdenes de la
“madre de dios”. Cabe aclarar que, la por siempre bienaventurada madre de
Jesús o de la forma humana en la que habitó Dios, nada tiene que ver con esa
aberración del cristianismo, pues claramente si indica que Dios “envió” a su
hijo, no dice ni insinúa que para poder salvarnos le fue necesario procrear un
hijo con María, sino que ella, preciosa en su privilegio, maravillosa en su
humildad y que en gloria está como todos los santos de Jesucristo, fue el vaso
escogido por Dios para que su hijo tomase forma humana, no que gracias a
ella halla empezado a existir un dios. No que Jesús no sea Dios, sino que, su
deidad eterna se encarnó en el hijo de María con el Espíritu Santo de Dios.(de
esto hablaremos luego)

En otra conocida religión, no reconocen la deidad de Jesucristo y creen que lo


correcto es dirigirse directo al Padre así como lo hizo Jesús, creyendo que
tienen el mismo nivel que Jesucristo, igualándose entonces al hijo que es uno
con el Padre e ignorando voluntariamente lo que claramente establece la
escritura: Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres:
Jesucrist. Nadie es igual que Dios ni puede ser igual que el mediador que él ha
provisto, Dios mismo.
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Jesucristo, Jesús, pecado, Perdón, Tentación, Tentaciones

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