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Poemas de Humberto Akabal

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POEMAS DE HUMBERTO AKABAL

El chucho

Oliendo aquí,
oliendo allá, se
sienta, se
rasca.

Ve una chucha, se
lame el hocico la
sigue y se pierde.

Entra en una casa,


le riegan agua y
sale corriendo.

Es de todos y de ninguna.

Levanta una pata, orina al


pie de un tronco, sobre
una piedra o a medio
camino;

ladra porque le da la gana

y sigue vagando con


la cola parada.

Las flores

Las raíces nos mandan a


contar —por medio de las
flores— cómo es la tierra
por dentro.

Y las flores se marchitan,


se mueren porque acá
afuera la vida es una
mierda.
Libertad

Sanates, zopes, y palomas se


paran sobre catedrales y
palacios tan igual como sobre
piedras, árboles y corrales…

y se cagan sobre ellos con toda la


libertad de quien sabe que dios y

la justicia se llevan en el alma. 

POEMAS DE ERNESTO CARDENAS

Te busco allí

Te busco allí donde la fe desborda


su mágica ternura en el instante
y entre los lirios el perfume borda
la tarde que se marcha agonizante.
Donde los cisnes dan a los cristales
del lago su reflejo y su elegancia
y los astros dibujan divinales
senderos en la piel de la distancia.
Te busco allí en la ardorosa llama
en la sagrada gruta, en el vestigio
te busco allí donde la vieja rama
florece sin saber... como un prodigio.
Allí donde se tocan los caminos
donde el incienso sus perfumes quema
en la líneas de antiguos pergaminos
y en la nostalgia que escribe mi poema.
Te busco allí para lograr unidos
del alma su nivel en la balanza
te busco allí detrás de los latidos
allí... donde no muere la esperanza.

Perdóname señor

Perdóname señor por este intenso


motivo de sentirla en lo apremiante
por olvidar al mundo si la pienso
por evocar su nombre a cada instante.
 
Por duplicar mí empeño en la constancia
insana de un fervor en mis visiones
por abrazar tenaz la exorbitancia
de un hecho que me envuelve en obsesiones.
 
Perdóname señor porque rebaso
lo humano tras lo suyo que codicio
porque no solo bebo, muerdo el vaso
atado a su epidermis como un vicio.
 
Por apartar la paz en la costumbre
normal de una ilusión bien definida
por no seguir la suave mansedumbre
que ajusta la razón a la medida.
 
Al cauce que cincela el pragmatismo
en una identidad y un panorama
al molde que delinea el conformismo
ajeno del delirio y de la llama.
 
Perdóname señor éste delito
de amarla en mi temblores y en mi furia
y en esta conmoción donde me agito
lanzando el corazón a la lujuria.

Me dio el destino

Me dio el destino la razón concreta


para reír feliz por lo que siento
con esta identidad y esta indiscreta
pasión de amar hasta el postrer aliento.
 
Me dio la mente, me indicó la forma
para romper del miedo los cerrojos
para plasmar un verso en esa norma
de atar cada palabra a mis antojos.
 
Jugar con el idioma, con la idea
para plasmar un tema estructurado
para retar la rima en la odisea
de mi afán, de mi empeño y de mi agrado.
 
Me dio su claridad como un abrazo
de luces en mi sueño y mi coraje
y también la emoción por donde trazo
un rumbo al interior de mi paisaje.
 
Donde comparto a solas mi ejercicio
gramatical sin pausas  cuando entablo
conmigo mismo un dialogar propicio
que entiende el corazón cuando le hablo.
 
Cuando las gracias doy por la porfía
que me hizo en cada golpe ser más fuerte
por todo lo que soy,  porque en un día
me dio la bendición de conocerte.

POEMAS DE OTTO RENE CASTILLO

Los amantes

Se habían
encontrado hace poco.
Y hace pronto
se habían separado,
llevándose
cada uno consigo
su nunca o su jamás
su afirmación de olvido,
su golpeador dolor.

Pero el último beso


que volara de sus bocas,
era un planeta azul.
Girando
en torno a su ausencia.
Y ellos
vivían de su luz
igual que de su recuerdo.

Viudo del mundo


Compañeros míos,
yo cumplo mi papel
luchando
con lo mejor que tengo.

Qué lástima que tuviera


vida tan pequeña,
para tragedia tan grande
y para tanto trabajo.

No me apena dejaros.

Con vosotros queda mi esperanza.

Sabéis,
me hubiera gustado
llegar hasta el final
de todos estos ajetreos
con vosotros,
en medio de júbilo
tan alto. Lo imagino
y no quisiera marcharme.

Pero lo sé, oscuramente


me lo dice la sangre
con su tímida voz,
que muy pronto
quedaré viudo de mundo.

La ternura en tus manos


Está naciendo
la ternura en tus manos,
esta tarde,
mi dulce visitante.
Acudes
alegremente
al vuelo golondrino
de tus dedos
que se inician
de entrega.

Sabes.

La ternura se despierta
para siempre,
y tus manos descubren
muy pronto
que les gusta su rostro.

Créeme, es tu minuto más grave.

Quizá concluyen aquí


tus vientos infantiles.
Desde ahora
tienen tus manos
vuelo propio,

¡alto vuelo de ternura!

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