Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

5 Dion Casio - Historia Romana LXI-LXX

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 204

DIÓN CASIO

Historia Romana

Epítomes de los Libros LXI a LXX

Traducción de Antonio Diego Duarte Sánchez


Prólogo

Esta página contiene la traducción al castellano del texto inglés re


cogido en la web con la obra de Dión Casio, cuyo autor es Bill Thayer
y que está alojada en los servidores de la Universidad de Chicago
(EE.UU.) -http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Cas-
sius_Dio/Home.html-. La edición digitalizada en la URL arriba indica
da procede de la edición bilingüe en papel perteneciente a la Loeb
Classical Library, en 9 volúmenes, con textos en griego y traducción
al inglés de Earnest Cary, editada por Harvard University Press entre
1914 y 1927.

Toda vez que de los libros anteriores (I al LX) existe ya una traduc
ción al español, que es accesible tanto en formato de papel (Edición
de la Editorial Gredos ISBN 9788424927271) como en formato elec
trónico en diversas bibliotecas digitales, hemos decidido afrontar la
traducción de aquellos libros para los que no existe un texto accesi
ble, que conozcamos, en español. La edición española de Gredos,
por cierto, está basada también en la edición bilingüe greco-inglesa
arriba reseñada.

Como textos auxiliares, hemos empleado la traducción italiana so


bre el Epítome de Joannes Xifilinos efectuada por Luigi Bossi, edita
da en Milán (Italia) en 1823 por la Tipografía de Fratelli Sonzogno;
también se ha usado la traducción bilingüe griego-francés efectuada
por R. Gros y publicada en París, en 1845-1867, por Firmin Didot Frè
res que se puede consultar en línea en la siguiente URL Edición bilin
güe griego –francés:
http://remacle.org/bloodwolf/historiens/Dion/table.htm

En los tres casos, francés, inglés e italiano, los traductores seguían


la costumbre traductora de la época, consistente más en una traduc
ción en lenguaje comprensible y con giros adaptados a cada lengua,
que en una traducción literal de los manuscritos griegos. Nuestra
traducción, que no lo es por desgracia desde el original griego sino
desde el inglés, presenta por tanto esa misma característica y, para
no perder capacidad de comprensión para el lector español, hemos
empleado en tales casos los giros y expresiones correspondientes al
español de España. Queremos significar expresamente que, para el
caso de las cantidades monetarias, la traducción francesa da las ci
fras correspondientes al original griego (usualmente en dracmas),
mientras que las traducciones italiana e inglesa hacen una traduc
ción a sestercios que es la que nosotros usamos aunque reseñemos
igualmente las cantidades que dan las otras traducciones.

Se ha conservado la división de la edición electrónica arriba citada;


en ella, no se produce la coincidencia única de un libro por enlace
hasta el correspondiente al Libro LXVII.

También se ha conservado la numeración canónica de capítulos y


líneas según la edición Boissevain, que se ha convertido en el modo
de referencia general para la obra de Dión Casio. Las notas del tra
ductor español se han insertado siempre entre corchetes [], con esti
lo en itálica y un tamaño de 8 puntos. En algunas ocasiones se han
añadido las líneas procedentes de los extractos de Zonaras o Tzetzes,
indicándose a continuación como subdivisiones de la línea (ej.: 7.a -
7.1).

El resultado de la presente traducción, como todas las que figuran


en nuestra página, es de libre distribución, con la única salvedad de
que se haga referencia al autor de la misma. Queda autorizada la li
bre copia, distribución e impresión de esta traducción por cualquier
medio impreso o digital.

El traductor,
Antonio Diego Duarte Sánchez-2014
Murcia (España)
ÍNDICE
Prólogo

Sobre Dión Casio

Epítome del Libro 61

Epítome del Libro 62

Epítome del Libro 63

Epítome del Libro 64

Epítome del Libro 65

Epítome del Libro 66

Epítome del Libro 67

Epítome del Libro 68

Epítome del Libro 69

Epítome del Libro 70


Sobre Dión Casio
La presente información biográfica reproduce la información que
con fecha 1 de mayo de 2014 ofrece la Wikipedia, cuyas referencias
y texto nos parece fiable y ajustado.

Dion Casio Coceyano (155 – después de 235), de nombre completo


Lucius Claudius Cassius Diō Cocceiānus, también conocido como Dio
Cassius o Cassius Dio, fue un historiador y senador romano.

Biografía

Nació en Nicea de Bitinia (la actual Iznik), en Turquía. Pertenecía a


una gran familia senatorial, pues era hijo del influyente patricio Ca
sio Aproniano, cónsul en 191, senador y gobernador de varias pro
vincias, y descendía por parte materna de Dion de Prusa. Su nombre
completo quizá fuera Lucio Casio Dion. El nombre de Cocceianus
quizá fuese añadido en época bizantina, debido a una confusión con
Dion de Prusa.

Fue designado procónsul de varias provincias y ejerció las más al


tas magistraturas: senador bajo Cómodo, pretor bajo Pertinax en
194, cónsul sufecto probablemente hacia 204... De 218 a 228 fue,
sucesivamente, curator (administrador imperial del tesoro) de Pér
gamo y Esmirna, procónsul de África y legado (gobernador) primero
de Dalmacia y luego de Panonia Superior. Cónsul bajo Alejandro Se
vero (229), posteriormente se retiró a Bitinia. Gobernador en Asia
menor. En 235 renunció a la vida pública y se retiró a Nicea para
proseguir allí sus estudios.

Dion vivió una época turbulenta: tanto él como sus compañeros


senatoriales se amedrentaron ante la tiranía de los emperadores y
lamentaron la ascensión al trono de una serie de hombres a los que
consideraban unos simples arribistas y en Pannonia tuvo que enfren
tarse a la indisciplina militar. Todas esas experiencias fueron evoca
das en el relato que hace de su propia época y tuvieron mucho que
ver en la idea que se hizo de los tiempos pretéritos.

Obra

Dion cuenta (lxxii.23) que, tras una breve obra sobre los sueños y
portentos que presagiaron la ascensión al trono imperial de Septi
mio Severo, emprendió la redacción primero de una historia de las
guerras desencadenadas tras la muerte de Cómodo y después la de
la Historia romana (Ρωμαϊκή Ιστορία), obra para cuya composición
empleó diez años en recoger material sobre acontecimientos ante
riores a la muerte de Severo (211) y otros doce en redactarla.

No se conserva ninguna de sus primeras obras ni de los tratados


históricos que le atribuye la Suda (léxico bizantino).

Su obra más importante es la Historia de Roma desde su fundación


hasta la época de los Gordianos (229), abarcando más de 900 años.
Dicha obra consta de 83 libros de los que sólo algunos de ellos se
conservan en su totalidad. Es, junto con Herodiano, el escritor más
importante de los siglos II y III pero su obra siempre se ha visto en
vuelta en la polémica. Muchos lo tildan de «mentiroso». En cierto
modo tienen razón: al ser senador, no veía con buenos ojos la as
censión al poder que tenían los equites, que serían, desempeñando
la función de prefecto del Pretorio, los que en muchas ocasiones lle
garían a tener el auténtico poder en Roma, en contraposición con el
Senado, que queda apartado a un segundo plano, más como algo
representativo que como un poder fáctico.

Por ese motivo, en muchos de sus relatos sobre emperadores, so


bre todo en la dinastía Severa, lleva la contraria a dichos emperado
res. Por ejemplo, en lo referente a la Constitutio Antoniniana, pro
mulgada por Caracalla en torno a 215, arremetió contra el empera
dor por conceder la ciudadanía romana a todos los habitantes del
imperio (a excepción de los esclavos) pero, algunas páginas más
adelante, él mismo apoya la decisión de dar dicha ciudadanía.

La fecha de composición de la Historia romana es polémica, pero,


siguiendo al propio Dion, la más lógica es la de 202. Su ausencia de
Italia le impidió continuar con los sucesos posteriores a la muerte de
Severo y sólo pudo resumir el reinado de Alejandro Severo. Concluyó
la obra con el relato de su propio retiro.

Sobre la Transmisión del Texto

Extracto de la introducción de Domingo Plácido Suárez en la edición


de Editorial Gredos, 2004, de la Historia Romana, por Dión Casio, Li
bros I-XXXV (Fragmentos)

Del conjunto de la Historia Romana, que constaba de ochenta li


bros y posiblemente estaba dividida en décadas por el mismo autor
y ordenada por años, de acuerdo con la tradición analística romana,
con mención de los cónsules epónimos, sólo sobreviven íntegros en
once manuscritos los libros XXXVI-LIV. De los libros LV-LX los manus
critos contienen pasajes importantes muy completos, además de
uno que cubre LXXIX-LXXX; la editio princeps de Stephanus, de 1548,
contiene los libros XXXVI-LX; el resto sólo se conoce gracias a los ex
cerpta, reunidos en varias colecciones, de las cuales las más impor
tantes son los Excerpta Constantiniana, recopilados por Constantino
Porfirogénito (912-959), que contienen tres colecciones: De virtuti
bus et vitiis, de un manuscrito del siglo x, conocidos como Excerpta
Valesiana o Peiresciana; De sententiis, que contiene excerpta de va
lor desigual, de los que los referidos al Imperio se atribuyen desde
Niebuhr, más que a Dión, a Pedro Patricio, historiador del siglo X; las
Embajadas (De legationibus), en los códices de Juan Páez de Castro,
de mediados del siglo XVI. Además, contiene textos de Dión, el Flori
legio de Máximo Confesor; los fragmentos recogidos en los Anécdo
ta Graeca de Bekker y otras citas de lexicógrafos y gramáticos, reuni
das en la Suda o en el Etymologicum Magmmi.

Buena parte de la obra sólo se conoce gracias a los epitomistas,


que se reúnen con los textos originales y los excerpta desde la edición
de Boissevain, dado que en muchos casos es lo único que se conser
va. De éstos, Zonaras es la principal autoridad para los libros I-XXI,
pues utiliza muchas veces las mismas palabras de Dión; para las
épocas posteriores Zonaras usó otros autores para la redacción de
su obra histórica, por lo que deja de ser interesante como fuente
para el texto de Dión. Fue secretario de Alexis I Comneno, pero se
puso a escribir una vez que se hubo retirado a un monasterio del
monte Atos. También resulta en general fiel al lenguaje de Dión el
monje Xifilino, que abrevió los libros XXXVI-LXXX, pero ya estaban
perdidos los libros LXX y LXXI. Xifilino es el epitomista que sigue más
de cerca a Dión. Hizo el resumen para el emperador Miguel VII Du
cas (1071-1078). Constituye la principal fuente para los libros LXI-LX
XX. Hay otros autores de época bizantina que citan a Dión, como
Tzetzes o Eustacio, ambos del siglo XII, cuyas referencias aparecerán
ocasionalmente en la sección fragmentaria.

Desde 1750-52, Fabricius y Reimar publicaron juntos los libros con


servados de Dión con el Epítome de Xifilino. Lo mismo hizo Dindorf
en 1865. Por ello, las nuevas ediciones tendrán que tener en cuenta
las novedades correspondientes a los manuscritos de dicho Epíto
me. Las ediciones incluyen también normalmente el Epítome de Zo
naras.

Bibliografía
Dion Casio. Historia Romana. Obra completa. Madrid: Editorial Gre
dos. ISBN 9788424927271.
Libros I–XXXV (Fragmentos). 2004. ISBN 9788424927288.
Libros XXXVI–XLV. 2004. ISBN 9788424927295.
Libros XLVI-XLIX. 2011. ISBN 9788424919535.
Libros L-LX. 2011. ISBN 9788424920968.

ome.html
http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Cassius_Dio/H

Volver al Índice.
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXI

Volver al Índice

Del Libro LX

29 Al año siguiente, que fue el octingentésimo desde la fundación


de Roma, Claudio se convirtió en cónsul por cuarta vez y Lucio
Vitelio por tercera [47 d.C.]. Claudio expulsó entonces del Senado a
algunos de sus miembros, muchos de los cuales no solo no lo
lamentaron, sino que renunciaron voluntariamente a causa de su
pobreza; así mismo, nombró otros hombres nuevos en su lugar.2 Y
cuando un tal Surdinio Galo, que era elegible para ser nombrado
senador, emigró a Cartago, Claudio lo mandó llamar a toda prisa,
declarando que lo encadenaría con cadenas de oro; así Galo, atado
por su rango, permaneció en casa.3 Aunque Claudio solía castigar
frecuentemente a los libertos de los demás, era muy indulgente con
los suyos propios cuando eran sorprendidos en cualquier mala
acción, como lo demostrará la siguiente anécdota: Una vez, en el
teatro, cuando un actor recitó la conocida línea,

"Apenas se puede soportar a un capataz próspero."


[El verso en inglés "Aprosperous whipstock scarce can be endured," traduce el verso griego "αφόρητός
εστιν ευτυχῶν μαστιγίας" y hace referencia a lo mal que se puede soportar a quien una vez ha
manejado el látigo (un esclavo que hubiera sido capataz de esclavos, por ejemplo) y ahora goza de
prosperidad; la expresión parece pertenecer a una obra del autor griego Menandro. La traducción
italiana de Luigi Bossi, de 1823, reza "soffrir non puossi un pover fatto rico": "no se puede sufrir a un
pobre vuelto en rico". La traducción francesa de R. Gros, de 1855, por su parte, emplea "Insupportable
est le marchand d'étrivières que la fortune a élevé": "Es insoportable el mercader de látigos al que ha
elevado la fortuna". Hemos estado tentados de usar la expresión castellana "no sirvas a quien sirvió...",
pero nos hemos decidido por el que figura debido a que la imagen del capataz, como esclavo que
manda sobre otros esclavos, suele llevar aparejada el uso del látigo, que es el término griego usado en
la frase original -mastigías.- N. del T.]
y como toda la concurrencia se quedara mirando a Polibio, liberto
del emperador; este último le gritó: "Sí, pero el mismo poeta dijo:
'Los que una vez fueran cabreros tienen ahora el poder real.'"

4 Y, sin embargo, Claudio no le castigó. Se informó de que algunas


personas estaban conspirando contra Claudio, pero este no prestó
atención a la mayoría de ellas diciendo: "No se deben tomas las
mismas medidas contra una mosca que contra una bestia salvaje".
Asiático, no obstante, fue llevado a juicio ante él y estuvo a punto de
quedar absuelto. 5 Pues lo negó todo, declarando, "No tengo
conocimiento de nada ni conozco a ninguna de las personas que
están testificando contra mí;" y cuando se pidió al soldado que
declaró haber estado de acuerdo con él que identificara a Asiático,
vino a señalar a un hombre calvo que estaba de pie junto a él -pues
la calvicie era el único signo distintivo de Asiático del que estaba
seguro-, 6 y este estalló en grandes carcajadas, estando Claudio a
punto de liberar a Asiático cuando Vitelio declaró, como un favor
hacia Mesalina, que el prisionero había enviado a buscarle para
escoger la forma de su muerte. Al oír esto, Claudio creyó que
Asiático se había condenado a sí mismo por su conciencia culpable y,
por consiguiente, lo hizo matar.

6.a Entreotros muchos a los que condenó a muerte, sobre la base de


falsas acusaciones presentadas por Mesalina, estuvieron Asiático y
también Magno, su propio yerno. El primero perdió la vida a causa
de sus propiedades y el último por su parentesco y cercanía al
emperador. Nominalmente, sin embargo, se les condenó por otros
delitos.

7.1 En este año hizo su aparición un pequeño islote, desconocido


hasta entonces, cerca de la isla de Tera [la actual Santorini, en las
Cícladas. N. del T.].
7.a Claudio,el rey de los romanos, promulgó una ley por la que
ningún senador podía viajar a más de siete "piedras miliares" de la
Ciudad sin órdenes del rey.

7.2 Debido a que muchos amos no solo rehusaban cuidar a sus


esclavos cuando estaban enfermos, sino que incluso llegaban a
echarlos de sus casas, promulgó una ley por la que aquellos esclavos
que sobrevivieran a tal trato serían libres.

7.b Prohibió, además, que nadie condujera por la Ciudad sentado en


un vehículo.

3 0 En Britania [la Gran Bretaña actual.-N. del T.], quedó cercado


Vespasiano en cierta ocasión por los bárbaros, estando a punto de
resultar destruído; pero su hijo Tito, presa del temor por su padre,
logró con una osadía excepcional romper las líneas de su asedio,
persiguiendo luego y destruyendo al enemigo en fuga. 2 Plaucio, por
su hábil y victoriosa dirección de la guerra en Britania, no solo fue
felicitado por Claudio, sino que obtuvo también una ovación [la
ovatio. u ovación, era una recompensa al general victorioso, solo
inmediatamente inferior al triunfo.N. del T.].

3 Durante los juegos gladiatorios tomaron parte muchas personas,


no solo libertos extranjeros, sino también cautivos britanos. Empleó
más hombres que nunca en esta parte de los juegos y se glorió por
ello.

4 Mientras estaba Cneo Domicio Corbulón al mando en Germania,


concentró sus legiones y acosó, entre otros bárbaros, a los
conocidos como Caucios. Estando en medio del territorio enemigo,
fue convocado por Claudio pues el emperador, apenas supo de su
valor y de la disciplina de su ejército, no le permitió volverse más
poderoso. 5 Corbulón, al ser informado de esto, regresó, exclamando
simplemente: "¡Qué felices aquellos que mandaron nuestros
ejércitos en los tiempos antiguos!" Quería decir con esto que a los
generales de los tiempos antiguos se les había permitido demostrar
su valor sin peligro, mientras que a él mismo se lo habían impedido
los celos del emperador. Aún así, obtuvo los honores del triunfo.

6 Trashaber sido puesto nuevamente al mando del ejército, mantuvo


la misma disciplina y, como las tribus nativas estaban en paz, dedicó
sus hombres a excavar un canal que cruzara entre el Rin y el Mosa,
por un espacio de unas 23 millas [la traducción italiana da la cifra de
170 estadios, lo que nos hace pensar que Dión Casio está usando el
estadio ptolemaico -210 metros- por el que 7 estadios = 1 milla
romana. N. del T.] para impedir que se desbordasen los ríos al refluir
con la pleamar del Océano y que anegasen los campos.

6 a Cuando le nació a Claudio un nieto de su hija Antonia (tras la


muerte de Magno la había dado en matrimonio a Cornelio Fausto
Sila, hermano de Mesalina), tuvo el buen sentido de no permitir que
se aprobase ningún decreto en honor de la ocasión.

6b Mesalina y sus libertos estaban hinchados de vanidad. Había tres


de estos, en particular, que se repartían el poder entre ellos: Calixto,
encargado de las Peticiones; Narciso, jefe de los Secretarios y que
por ello iba armado con una daga; y Palas, que tenía encomendada
la administración de las finanzas.

31 Mesalina, como si para ella no resultara suficiente practicar el


adulterio y la prostitución -pues además de su vergonzoso
comportamiento en general, a veces se prostituía en palacio ella
misma y obligaba a otras mujeres de alto rango a hacer lo mismo-,
concibió entonces el deseo de tener varios maridos al mismo
tiempo, o sea, hombres que llevasen a la vez tal título. 2 Y se habría
casado mediante un contrato legal con todos aquellos que
disfrutaron de sus favores, de no haberse advertido a tiempo e
impedido en su primer intento. Durante un tiempo, de hecho, todos
los libertos imperiales fueron uña y carne con ella, no haciendo nada
sin acordarlo con ella; pero cuando ella acusó falsamente a Polibio y
provocó su muerte, aún cuando estaba manteniendo relaciones
impropias con él, aquellos ya no confiaron más en ella; y así,
habiendo perdido su benevolencia, pereció. 3 Vino esto a ocurrir así:
Hizo ella que Cayo Silio, hijo del Silio ejecutado por Tiberio, fuera
registrado como su marido, celebrando el matrimonio con gran
magnificencia, otorgándole una residencia real a la que había hecho
ya trasladar las más valiosas pertenencias de Claudio; finalmente, le
nombró cónsul. 4 Por entonces, todos aquellos hechos habían
escapado durante algún al conocimiento de Claudio, aunque habían
sido escuchados o presenciados por todos; sin embargo, al fin,
cuando él bajó a Ostia para inspeccionar el suministro de grano ella
quedó atrás, en Roma, con el pretexto de estar enferma; dio ella un
banquete célebre y se libró a la lujuria más desenfrenada. Narciso,
aprovechando que Claudio estaba lejos, le informó a través de sus
concubinas de cuanto estaba teniendo lugar. 5 Y atemorizándolo con
la idea de que Mesalina iba a asesinarlo y poner a Silio en su lugar, le
persuadió para que arrestara y detuviera a cierto número de
personas. Mientras sucedía todo esto, el mismo emperador se
apresuró a regresar a la Ciudad; e inmediatamente tras su llegada
condenó a muerte a Mnéster junto a muchos otros, y hizo dar
muerte a la misma Mesalina una vez ella se hubo retirado a los
jardines de Asiático, quien fue la causa de su ruina en mayor medida
que cualquier otra cosa.

ella, Claudio destruyó también a su propio esclavo por insultar


5a Tras

a uno de los hombres principales.

6 Poco después se casó con su sobrina Agripina, la madre de


Domicio, llamado Nerón, la cual era bellísima y tenía la costumbre
de consultarle constantemente; y pasaba mucho tiempo tratándolo
en privado, pues él era su tío, y comportándose ella con más
familiaridad y confianza de la que convenía a una sobrina.
7 Silano era considerado un hombre de bien y fue honrado por
Claudio al extremo de recibir los honores triunfales cuando aún era
un muchacho, ser desposado con la hija del emperador, Octavia, y
ser nombrado pretor mucho antes de la edad acostumbrada.
Además, se le permitió ofrecer, a expensas de Claudio, los juegos
que le correspondían; y durante estos el emperador le pidió algunos
favores como si él fuese solamente un jefe de una de las facciones,
solicitándoselos en alta voz según veía lo que los otros deseaban
que pidiera.

8 Claudio se había vuelto tan esclavo de sus esposas que, incitado


por ellas, hizo matar a sus yernos.

Una vez muerta así [Mesalina], Claudio se casó con Agripina, su


sobrina. La abuela ayudó diligentemente en que se contrajera este
matrimonio, pues Agripina tenía un hijo, Domicio, que estaba ya
próximo a la edad viril y deseaban criarlo como en sucesor de
Claudio en la la residencia imperial, de modo que no pudiera sufrir
daños a manos de Británico por haber provocado la muerte de su
madre, Mesalina. Cuando ya se había decidido así sobre el
matrimonio, temieron a cuenta de Silano, que había sido honrado
por Claudio por ser hombre virtuoso, deseando asegurarse al mismo
tiempo que Octavia, la hija del emperador, ya prometida a Silano,
fuese desposada con Domicio, el hijo de Agripina. Y así convencieron
a Claudio para que condenara a muerte a Silano, alegando que este
conspiraba contra él. Cuando esto se hubo cumplido, Vitelio
pronunció un discurso en el Senado declarando que el bien del
estado reclamaba que Claudio se casara; y continuó señalando a
Agripina como una mujer apropiada a tal propósito, aconsejándoles
que lo obligaran a este matrimonio. Requeridos de este modo, los
senadores vinieron a Claudio e hicieron como si le obligaran a
casarse. Aprobaron también un decreto permitiendo que los
romanos se casaran con sus sobrinas, que era un tipo de unión
anteriormente prohibida.

32 En cuanto Agripina vino a vivir a palacio se hizo con el control


absoluto sobre Claudio. De hecho, se mostró bastante inteligente
aprovechado la mayor parte de las oportunidades y, en parte
mediante el miedo, en parte mediante favores, se ganó la devoción
de todos aquellos hacia los que él mostraba amistad. Finalmente,
consiguió que su hijo [de Claudio] Británico fuera criado como si
fuese un cualquiera (el otro hijo, que se había casado con la hija de
Sejano, había muerto). 2 Convirtió por entonces a Domicio en yerno
de Claudio, logrando más tarde también que lo adoptara.

Alcanzó estos fines en parte logrando que los libertos convencieran


a Claudio, y en parte consiguiendo que el Senado, la plebe y los
soldados se unieran para aprobar por aclamación sus peticiones en
cada ocasión.

3Agripina estaba preparando a su hijo para el trono y confiaba su


educación a Séneca. Iba amasando indecibles riquezas para él, sin
perder de vista ninguna posible fuente de riquezas, ni siquiera las
más humildes o despreciables; antes bien se asociaba con
cualquiera de la más baja cuna que estuviera acomodado y haciendo
morir a mucos por esa misma razón. 4 Incluso llegó a destruir a
algunas de las más ilustres matronas, víctimas de sus celos; así, hizo
morir a Lolia Paulina por haber sido esposa de Cayo y haber
concebido alguna esperanza de convertirse en la esposa de Claudio.
Como no reconociera la cabeza de la mujer cuando se la llevaron, le
abrió la boca con su propia mano e inspeccionó los dientes, que
presentaban ciertas peculiaridades.

4a Mitrídates, rey de los íberos [de la Iberia situada en el este y sudeste de la actual
República de Georgia, en el Cáucaso.-N. del T.], habiendo sido derrotado en una
guerra contra un ejército romano y desesperando de su vida, rogó
que se le concediera una audiencia para que no se le ejecutara
sumariamente o se le llevara en la procesión triunfal. Cuando se le
concedió su petición, Claudio le recibió en Roma, sentado sobre una
tribuna, y le dirigió palabras amenazantes.

Sin embargo, el rey respondió con valentía, terminando por decir:


"No he sido traído ante tí, he venido yo. Si lo dudas, libérame y trata
de encontrarme".

3 3 2.1 Ella [Agripina] se convirtió rápidamente en una segunda


Mesalina, principalmente cuando obtuvo del Senado el derecho a
usar el carpentum [El carpentum era un carro con un techo
sostenido por cuatro columnas o postes, a veces formando un
conjunto ricamente adornado; se empleaba típicamente, aunque no
solo, para el transporte de las mujeres de alcurnia.-N. del T.] en los
festivales, así como otros honores.

2a Después de eso, Claudio concedió a Agripina el título de Augusta.

2.2 Cuando Claudio hubo adoptado como hijo a Nerón y lo hubo


hecho su yerno, después de haber obligado primero a que otra
familia adoptara a su hija para evitar dar la apariencia de unir en
matrimonio a hermano y hermana, se produjo un poderoso
portento: aquel día el cielo pareció incendiarse.

2b Agripina,además, desterró a Calpurnia, una de las mujeres más


nobles -y, según cierto informe, aún la condenó a muerte- pues
Claudio había admirado y comentado su belleza.

2 cCuando Nerón (para usar aquel de sus nombres que ha


prevalecido) adoptó la toga viril, los poderes divinos agitaron la
tierra durante largo tiempo el mismo día de la ceremonia, llevando
igualmente el terror a todos los corazones durante la noche.
325 Mientras Nerón progresaba, Británico ni recibía honores ni
cuidados. Por el contrario, Agripina cesaba o incluso condenaba a
muerte a aquellos que le mostraban amistad; a Sosibio, a quien se
había confiado su crianza y educación, lo hizo matar con el pretexto
de que estaba conspirando contra Nerón. 6 Tras ello, entregó a
Británico en manos de quienes convenían a su propósito y le hizo
cuanto daño pudo. No le permitía ni estar con su padre ni aparecer
en público, sino que lo mantenía en una especie de aprisionamiento
aunque sin ataduras.

6a Dión,Libro LXI: "Cuando los prefectos Crispino y Lucio Lusio Geta


no cedieron a ella en todo, los depuso de su magistratura".

331 Nadie trató de detener a Agripina en modo alguno; de hecho,


logró más poder que el propio Claudio y lo empleó para recibir en
público a cuantos lo deseaban, cosa que quedó anotada en los
registros.

3a Poseyótodo el poder, pues dominaba a Claudio y se había ganado


el favor de Narciso y Palas (Calixto había muerto, tras haber
ascendido a una posición de gran influencia).

3b Losastrólogos fueron expulsados de toda Italia, castigándose a sus


seguidores.

3 cCarataco [caudillo britano de los catuvelaunos.-N. del T.], un


caudillo bárbaro que resultó capturado, llevado a Roma y
posteriormente perdonado por Claudio, vagando por la Ciudad tras
su liberación, tras contemplar su esplendor y grandeza exclamó: "¡¿Y
vosotros, que poseéis tantos y tales bienes, ambicionáis nuestras
pobres cabañas?!"

3 Claudio concibió el deseo de ofrecer un combate naval en cierto


lago; así, tras haber construido una empalizada de madera a su
alrededor y erigido tribunas, reunió una enorme multitud. Claudio y
Nerón vestían el paludamento [Manto de púrpura bordado de oro
que usaban en campaña los generales romanos. N. del T.]; mientras
tanto, Agripina vestía una bella clámide [capa corta y ligera de
origen griego.-N. del T.] tejida con hilos de oro y el resto de los
espectadores como a su fantasía les placiera. Los que iban a tomar
parte en la batalla naval eran criminales condenados y había
cincuenta buques por cada parte; la una llamada de "rodios" y la
otra de "sicilianos". 4 Al principio formaron todos en conjunto y se
dirigieron a Claudio de esta manera: "Salve, Emperador", los que
vamos a morir te saludamos" [la palabra que usa Dión para
"emperador" es "αυτοκράτορ": autócrator, no "Καισαρ": kaisar.-N.
del T.]. Cuando esto en modo alguno les valió para salvarles y se les
ordenó que libraran el combate naval, simplemente trataron de
navegar a través de las líneas de sus oponentes hiriéndose lo menos
posible. Continuaron así hasta que se les obligó a masacrarse unos a
otros.

5 Cuando se hundieron las obras en el lago Fucino, se culpó


gravemente a Narciso por ello, pues había estado a cargo de la la
administración y se pensaba que, después de haber gastado mucho
menos de lo recibido, provocó a propósito el colapso para que no se
descubriera su malversación.

6 Narciso solía despreciar abiertamente a Claudio. De hecho, se dice


que en cierta ocasión, cuando Claudio estaba celebrando juicio y los
bitinios gritaron protestando grandemente contra Junio Cilón, que
había sido su gobernador, quejándose de que había aceptado
grandes sobornos, no entendiendo el emperador el motivo del
griterío que formaban, se volvió a preguntar a los asistentes qué
decían aquellos; Narciso, en vez de decirle la verdad, le contestó que
estaban expresando su gratitud a Junio. Así, Claudio, creyéndole,
dijo: "Bien, entonces que siga como procurador dos años más".
7 Agripinaaparecía a menudo en público junto al emperador, a veces
cuando estaba tratando asuntos ordinarios o cuando concedía
audiencia a los embajadores, aunque estuviera sentado en una
tribuna separada. Esto resultaba, a decir verdad, un auténtico
espectáculo.

8 En una ocasión, cuando cierto orador, Julio Gálico, se encontraba


defendiendo un caso, Claudio irritado contra él ordenó que fuera
arrojado al Tíber, cerca del cual resultaba estar celebrando juicio.
Este incidente dio ocasión a una buena burla por parte de Domicio
Afer, el más célebre de los abogados de su tiempo: Cuando una
mujer, cuya defensa había sido abandonada por Gálico, llegó a
Domicio en busca de ayuda, este le dijo: "¿Y quiente dice que yo soy
mejor nadador que él?"

9 Más tarde, cuando Claudio cayó enferno, Nerón entró en el Senado


y prometió una carrera de caballos si el emperador se recuperaba.
Pues Agripina no estaba dejando piedra sin volver para hacer a
Nerón popular entre la plebe y que se le considerase como el único
sucesor de la potestad imperial. De ahí que ella eligiera las carreras
de caballos, a las que los romanos eran especialmente aficionados,
como ofrenda de Nerón para la recuperación de Claudio -que ella
rezaba ansiosamente porque no se produjera-. 1 0 Otra vez, tras
instigar una revuelta por la venta de pan, convenció a Claudio para
que hiciera proclamar ante la plebe un edicto, y participara por carta
al Senado, declarando que, sí moría, Nerón ya estaba capacitado
para gestionar los asuntos del Estado. Con este motivo, se convirtió
en persona notable y su nombre estuvo en boca de todos, mientras
que en el caso de Británico muchos ni siquiera sabían si estaba vivo
y el resto le recordaban como un loco y un epiléptico, pues esto era
lo que Agripina decía.

11 Una
vez que Claudio se recuperó, Nerón dirigió la carrera de
caballos en modo magnífico y se casó por entonces con Octavia -lo
que fue otra circunstancia que llevó a que se le considerase llegado
a la edad adulta-.

12 Nada parecía satisfacer a Agripina, aunque todos los privilegios


que había disfrutado Livia se le habían concedido también a ella, así
como otros honores añadidos que se le habían dedicado. Pero,
aunque ejercía el mismo poder que Claudio, deseaba ostentar su
título en solitario; y en cierta ocasión, cuando un gran incendio
estaba destruyendo la Ciudad, le acompañó como si él fuera su
ayudante.

34 Claudio estaba irritado por los actos de Agripina, de los que ya


estaba al tanto, e hizo buscar a su hijo Británico, quien había sido
mantenido a propósito lejos de su vista la mayor parte del tiempo
(pues ella estaba haciendo todo lo que podía para asegurarle el
trono a Nerón, pues él era su propio hijo de su primer marido,
Domicio); y ella mostraba su afecto siempre que se encontraba con
el muchacho. Él [Claudio] no podía soportar su comportamiento,
sino que se disponía a poner a fin a su poder para que su hijo
vistiera la toga viril y declararlo su heredero al trono. 2 Agripina,
sabiendo de ello, se alarmó y se apresuró a evitar todo esto
envenenando a Claudio. Pero tanto debido a la gran cantidad de
vino que él siempre bebía, como a las precauciones que todos los
emperadores adoptaban por norma para protegerse, no se le podía
dañar fácilmente, por lo que mandó a buscar a una famosa
envenenadora, una mujer llamada Lucusta, que hacía poco había
sido condenada por esta misma acusación; y preparando con su
ayuda un veneno de efecto seguro, lo puso en una seta. 3 Después,
ella misma comió de las otras, pero hizo que su marido comiera de
la única que contenía el veneno, pues era la mayor y más atractiva
de ellas. Y de esta manera la víctima de la trama fue sacado del
banquete, aparentemente bastante fuera de sí por el exceso de
bebida, cosa que ya había sucedido anteriormente en muchas
ocasiones; Sin embargo, durante la noche hizo efecto el veneno y
murió sin haber sido capaz de recuperar el habla ni el oído. Esto
sucedió el trece de octubre [del 54 d.C.-N. del T.] y había vivido
sesenta y tres años, dos meses y trece días, siendo emperador
durante trece años, ocho meses y veinte días.

4 Agripina pudo ejecutar esta empresa debido al hecho de que,


previamente, había enviado a Narciso a la Campania, fingiendo que
debía tomar allí las aguas para su gota. De haber estado presente,
ella nunca lo habría logrado, tan grande era la vigilancia que tenía
sobre su amo. Pero tal como pasaron las cosas, sin embargo, su
muerte siguió prontamente a la de Claudio. Había ostentado el
mayor poder que tuviera cualquier hombre de su tiempo, pues
había poseído más de 400 millones de sestercios [mil veces diez mil
dracmas, en la traducción francesa del original griego.-N. del T.] y las
ciudades y los reyes lo honraban. 5 De hecho, incluso entonces,
cuando estaba a punto de ser asesinado, se las arregló para llevar a
cabo una bella acción, pues estando encargado de la
correspondencia de Claudio tuvo en su poder cartas conteniendo
información secreta contra Agripina y otros más; todas las quemó
antes de su muerte.

6Fue asesinado junto a la tumba de Mesalina, por pura casualidad,


aunque pareció que fuese en cumplimiento de su venganza.

35 De este modo encontró Claudio la muerte. Pareció como si este


hecho hubiera sido señalado por el cometa que se estuvo
observando durante mucho tiempo, por la lluvia de sangre, por los
rayos que cayeron sobre los estandartes de los pretorianos, por la
apertura por sí mismas de las puertas del tempo de Júpiter
Vencedor, por un enjambre de abejas en el campamento y por el
hecho de que muriera un titular de cada magistratura. 2 El
emperador recibió el funeral de estado y todos los demás honores
que se habían decretado para Augusto. Agripina y Nerón fingieron el
llanto por aquel al que habían asesinado, y elevaron al cielo a quien
habían sacado en litera del banquete. Sobre esto, Lucio Junio Galión,
el hermano de Séneca, fue el autor de comentario muy ingenioso. 3
El propio Séneca había compuesto una obra a la que había llamado
apokilokuntosin, o sea, "la divinización de una calabaza"; y su
hermano se destacó al decir tanto con tan pocas palabras. 4 Pues
como se acostumbraba a que los verdugos, en las ejecuciones
públicas, arrastrasen mediante largos ganchos los cuerpos de los
ejecutados en prisión hasta el Foro, arrastrándolos desde allí hasta el
río, él señaló que Claudio había sido elevado a los cielos con un
gancho.

Nerón, también, nos ha dejado un dicho digno de recordarse:


declaró que las setas debían estar en la comida de los dioses, pues
por medio de las setas se había convertido Claudio en un dios.

Del Libro LXI

1 1 A la muerte de Claudio, el gobierno, en estricta justicia, le


pertenecía a Británico, que era hijo legítimo de Claudio y en
desarrollo físico estaba adelantado a su edad; pero por ley recayó el
poder en Nerón debido a su adopción. Pero ningún derecho es más
fuerte que el de las armas, 2 pues todo el que posee una fuerza
superior obliga siempre a que parezca que tiene ej mejor derecho de
su parte, diga o haga lo que fuere. Y así Nerón, habiendo primero
suprimido el testamento de Claudio y sucediéndole después como
amo de todo el imperio, hizo matar a Británico y a sus hermanas.
¿Por qué se debería, entonces, lamentar el infortunio de las demás
víctimas?

2 Los siguientes signos indicaron que Nerón sería un día soberano:


En su nacimiento, justo antes del amanecer, lo envolvieron unos
rayos que no procedían de ninguna fuente visible. Y cierto astrólogo,
a partir de este hecho y del movimiento de las estrellas en aquel
momento, así como de la relación entre sí, profetizó
inmediatamente dos cosas sobre él: que gobernaría y que asesinaría
a su madre. 2 Agripina, al oír esto, como puesta fuera de sí gritó:
"¡Que me mate, con tal de que gobierne!", aunque estaba destinada
a arrepentirse después amargamente de aquel voto. Pues algunas
personas llevan su locura a un punto tal que, si esperan alcanzar
algún bien mezclado con algo malo, no se preocupan por los
inconvenientes en su ansia por lo ventajoso; pero cuando llega el
momento de lo malo, se atormentan y habrían preferido incluso no
haber logrado aquellos bienes en tales términos. 3 Y sin embargo,
Domicio, el padre de Nerón, previó con suficiente claridad la futura
depravación y licenciosidad de su hijo; y esto no como resultado de
ningún oráculo, sino por su conocimiento de su propio carácter y el
de Agripina; pues declaró: "Es imposible que surja ningún hombre
bueno de mía y de esta mujer". 4 Pasado el tiempo, el hallazgo de
una piel de serpiente alrededor del cuello de Nerón cuando aún era
un niño, hizo que los adivinos dijeran que recibiría un gran poder de
un hombre viejo, pues se supone que las serpientes se desprenden
de su vejez al deshacerse de su antigua piel.

3 Tenía diecisiete años cuando empezó a gobernar. Fue en primer


lugar al campamento y leyó a los soldados el discurso que Séneca le
había escrito, prometiéndoles todo lo que Claudio les había
concedido. Ante el Senado, también, leyó un discurso similar
-también este escrito por Séneca-, con el resultado de que se votó
que su discurso debía grabarse en una tabla de plata y debería ser
leído cada vez que los nuevos cónsules tomaran posesión de su
magistratura. Los senadores, así pues, se disponían a gozar de un
buen gobierno como si dispusieran de una garantía de ello por
escrito. 2 Al principio, Agripina administró en su nombre todos los
asuntos del imperio; y ella y su hijo salían juntos, a menudo
reclinados en la misma litera, aunque más frecuentemente a ella se
la llevaba en la litera y él caminaba a su lado. También ella recibía a
diversas embajadas y mandaba cartas a puestos, gobernantes y
reyes.

Palas, en su relación con Agripa, resultaba completamente vulgar y


desagradable.

3 Llevaban así las cosas ya un tiempo considerable, lo que provocó el


disgusto de Séneca y Burro, hombres prudentísimos y los más
influyentes de la corte de Nerón (el primero fue su maestro y el
segundo era el prefecto de la Guardia Pretoriana), tomando la
decisión de poner fin a ello. Había llegado una embajada de
armenios y Agripina deseaba subir también a la tribuna desde la que
Nerón estaba hablando con ellos. 4 Los dos hombres, viendo su
llegada, convencieron al joven para que bajara y se encontrase con
su madre antes de que ella pudiera llegar allí, como para recibirla de
manera especial. Después, habiendo llevado esto a cabo, no
volverían a subir a la tribuna, sino que pondrían alguna excusa, para
que la debilidad del imperio no resultara evidente a los extranjeros;
y se encargaron de impedir que, en lo sucesivo, se pusiera en sus
manos ningún otro asunto público.

4 Cuando hubieron logrado esto, tomaron el gobierno por completo


en sus manos y administraron los asuntos de la mejor y más justa
manera que pudieron, con el resultado de que se ganaron la
aprobación de todos. En cuanto a Nerón, no tenía interés alguno por
los asuntos y le alegraba de vivir en la ociosidad; de hecho, fue esta
la razón por la que anteriormente había cedido ante su madre y
ahora se mostraba bien complacido en seguir con sus placeres
mientras se gobernaba tan bien como antes. 2 Sus dos consejeros,
después, tras haber llegado a un común acuerdo, efectuaron
muchos cambios en las regulaciones existentes, aboliendo algunas y
redactando muchas nuevas leyes mientras permitían que Nerón se
abandonase a los placeres, esperando que saciara sus deseos sin
gran daño para el interés público, como si no se dieran cuenta de
que un espíritu joven y abandonado a sí mismo, cuando se cría en la
licenciosidad sin reprensión y con total autoridad, lejos de quedar
saciadas sus pasiones, se corrompe más y más. 3 En todo caso,
mientras al principio Nerón se comportaba con relativa moderación
en las cenas que ofrecía, entregándose ingenuamente al juego, el
vino y las mujeres, después, como nadie le reprendiera por esta
conducta y los asuntos públicos no resultasen perjudicados por ello,
empezó a creer que aquella conducta no era realmente mala y que
podría llevarla aún más allá. 4 Así pues, empezó a dedicarse a todas
aquellas actividades de una forma más abierta e intensa. Y en caso
de que sus consejeros le dijeran cualquier cosa a modo de consejo, o
su madre como advertencia, se mostraba respetuoso mientras
estaban presentes y les prometía reformarse; pero en cuanto se
marchaban volvía a convertirse en esclavo de sus deseos y se rendía
ante quienes le llevaban en la otra dirección, arrastrándole con ellos.
5 A continuación, empezó a despreciar los buenos consejos, pues
siempre le decían sus camaradas: "¿Y tú les vas a sufrir? ¿es que les
temes? ¿Es que no sabes que tú eres César y que eres tú quien tiene
autoridad sobre ellos, no ellos sobre tí?" Y se decidió a no reconocer
a su madre como superior a él en poder ni a Séneca y Burro en
sabiduría.

5 Finalmente, perdió toda vergüenza, y arrojando por los suelos y


pisoteando todos sus preceptos, empezó a seguir los pasos de Cayo
[Calígula.- N. del T.]. Y, una vez hubo concebido el deseo de imitarlo,
lo superó con creces; pues sostenía que una de las obligaciones del
poder imperial consistía en no quedar por detrás de nadie ni
siquiera en los actos más viles. 2 Y como se le aplaudía todo esto por
la multitud y recibía de ella los más halagadores vítores, se dedicó a
ello con ahínco [las traducciones francesa e italiana nos dicen que ",
dejó de guardar su propia dignidad.-N. del T.].

Al principio, se dedicaba a sus vicios en su casa y entre sus


allegados, pero después llegó incluso a abandonarse a ellos
públicamente. Así, llevó gran desgracia entre toda la raza romana y
cometió numerosos ultrajes contra los propios romanos. 3
Innumerables actos de violencia y ultrajes, robos y asesinatos,
fueron cometidos por el propio emperador y por aquellos que en un
momento u otro tuvieran influencia sobre él. Y, como sucede cierta e
inevitablemente a continuación en tales casos, se efectuaron
dispendios excesivos, se confiscaron grandes sumas injustamente y
se tomaron enormes cantidades por la fuerza. Pues Nerón nunca fue
tacaño, como mostrará el siguiente incidente: 4 En cierta ocasión,
ordenó que se entregaran diez millones de sestercios a Doríforo [la
versión italiana señada cien mil sestercios y la francesa diez millones
quinientos mil dracmas.-N. del T.], que estuvo a cargo de las
Peticiones durante su reinado; y cuando Agripina hizo que el dinero
se apilara en un montón, esperando que cuando lo viera todo junto
cambiara de idea, él le preguntó a cuánto ascendía la suma que
tenía ante sí y, tras ser informado, ordenó que se doblara, diciendo:
"No me había dado cuenta de que era tan poco". 5 Se puede ver
claramente, así, que como resultado de sus dispendios pronto agotó
los fondos del tesoro imperial, viéndose pronto él mismo necesitado
de lograr nuevos ingresos. De aquí que se impusieran impuestos
insólitos, requisándose los bienes de quienes poseían propiedades;
algunos de los propietarios perdieron sus posesiones mediante la
violencia, mientras otros perdían también sus vidas. 6 Así, llevó la
ruina sobre otros a los que odiaba porque, aún sin poseer grandes
riquezas, tenían algún mérito especial o eran de nacimiento
distinguido; pues sospechaba que les disgustaba.

6 Tal era, en general, el carácter de Nerón. Entraré ahora en detalles.


Tenía tanto entusiasmo por las carreras de caballo que, de hecho,
atavió a los caballos de carreras famosos que había superado su
mejor edad con los vestidos de calle habituales de los hombres, y los
honró con regalos y dinero para su alimentación. 2 De ahí que los
criadores y aurigas, ensoberbecidos por este entusiasmo suyo,
vinieran a tratar a los pretores y cónsules con gran insolencia;YAulo
Fabricio, durante su pretura, irritado por su negativa a competir en
términos razonables, prescindió de sus servicios, poniendo en lugar
de los caballos a perros entrenados para tirar de los carros. 3 Ante
esto, los vestidos de blanco y rojo entraron de inmediato con sus
carros para correr; pero como los verdes y los azules ni siquiera así
participarían, el propio Nerón, entonces, ofreció los premios para los
caballos y se celebraron los juegos en el circo.

4 Agripina estaba siempre dispuesta a emprender los actos más


osados; por ejemplo, provocó la muerte de Marco Junio Silano,
enviándole un poco del veneno con el que ella había asesinado
traidoramente a su marido.

5Silano era gobernador de Asia, y en modo alguno resultaba inferior


en carácter al resto de su familia. Por este motivo, más que por
ningún otro, dijo ella, le había asesinado, pues no deseaba que le
prefiriesen a Nerón a causa del modo de vida de su hijo. Por otra
parte, traficó con cualquier cosa y sacó dinero de las cosas más
triviales y sórdidas.

6 Leliano, al que se envió a Armenia en lugar de Polión, había estado


anteriormente al mando de los vigilantes nocturnos [praefectus
vigiles.-N. del T.]. Y no resultó mejor que Polión, pues aún
superándolo en rango, lo hacía aún más en la insaciabilidad de su
carácter.

Año 808 desde la fundación de la ciudad -55 d.C.-. Nerón y Lucio


Antistio Veto cónsules.

7 Agripina estaba angustiada porque ya no era la dueña de los


asuntos en palacio, por causa principalmente de Acte [Claudia Acte
o Actea.-N. del T.]. Esta Acte había sido comprada como esclava en
Asia pero, ganándose el afecto de Nerón, había sido adoptado en la
familia de Atalo [rey de Pérgamo.-N. del T.] y era más querida por el
emperador que su esposa Octavia. 2 Agripina, indignada con esta y
otras cosas, intentó primero reñirle, haciendo apalear a algunos de
sus secuaces y deshaciéndose de otros. 3 Pero al ver que nada
lograba, quedó abrumada por la pena y le dijo: "Fui yo quien te hizo
emperador", como si ella pudiera quitarle la soberanía a él
nuevamente. No se dio cuenta de que cualquier poder absoluto que
sea entregado a alguien por un ciudadano privado, deja
inmediatamente de pertenecer al dador y se convierte en un arma
adicional en manos del receptor para hacer la guerra a quien lo
entregó.

4 Nerón entonces asesinó a traición a Británico envenenándole y


después, como la piel se le tornara lívida por culpa del veneno, hizo
untar el cuerpo con yeso. Pero al ser llevado a través del Foro, un
fuerte lluvia que cayó mientras el yeso estaba todavía fresco lo lavó
y lo quitó, de modo que el crimen fue conocido no solo por lo que el
pueblo oyó, sino también por lo que vio.
5 Tras la muerte de Británico, Séneca y Burro dejaron de prestar
atención a los asuntos públicos y se conformaron con poder
manejarlo con moderación, y aún con conservar sus vidas. Por todo
esto, Nerón se dedicó entonces, abiertamente y sin temor al castigo,
a satisfacer todos sus deseos. 6 Su comportamiento empezó a ser
completamente insensato, como se demostró en su inmediato
castigo a cierto caballero, Antonio, culpable de envenenamiento, al
quemar en público sus venenos. Se envaneció mucho por esta
acción así como por acusar a determinadas personas que habían
cometido fraude en materia de testamentos; pero el pueblo, en
general, se divertía al verle castigar en otros sus propios actos.

8 Se entregó a muchos actos licenciosos, tanto en su casa como por


toda la Ciudad, de día y de noche por igual, aunque hizo algún
intento por encubrirlos. Acostumbraba a frecuentara las tabernas y
vagaba por todas partes como un ciudadano particular. En
consecuencia, se produjeron golpes e insultos, extendiéndose el mal
incluso a los teatros, 2 de forma que las gentes relacionadas con la
tramoya y las carreras no hacían caso ni de los soldados ni de los
cónsules, sino que actuaban desordenadamente y hacían que otros
se comportasen igual. Y no solo Nerón no se lo impedía, ni siquiera
de palabra, sino que de hecho los incitaba más; pues él disfrutaba
con su comportamiento y solía ser llevado en secreto dentro de una
litera al teatro donde, oculto de los demás, podía observar lo que
estaba sucediendo. 3 De hecho, prohibió a los soldados que hasta
entonces siempre habían estado presentes en toda reunión pública,
que siguieran asistiendo a ellas. La razón que dio fue que no debían
dedicarse a nada más que sus deberes militares; pero su auténtica
intención era la de dar completa libertad a los que provocaban
desórdenes.

4 Empleó también la misma excusa en el caso de su madre, pues no


permitió que tuviera a su lado a ningún soldado, diciendo que nadie
debía ser custodiado por ellos salvo el emperador. Esto reveló por
fin a todos su odio por ella. 5 Casi todo lo que se decían su madre y
él, o lo que hacían cada día, se sabía fuera de palacio, aunque no
todo llegara al pueblo, y así circulaban diversas conjeturas y se
esparcían varios rumores. Pues, en vista de la depravación y
libidinosidad de ambos, todo lo que pudiera concebiblemente
suceder se divulgaba como si hubiese ocurrido realmente,
creyéndose como cierto cualquier informe que tuviese alguna
credibilidad. 6 Pero entonces, cuando se vio a Agripina sin ser
escoltada por los pretorianos por vez primera, la mayoría procuraba
no encontrársela ni siquiera por accidente; y si resultaba que alguno
se encontraba con ella, se apresuraba a apartarse del camino sin
decir ni una palabra.

9 1 En los juegos que ofreció, hombres a caballo dieron muerte a


toros mientras cabalgaban a su lado, y los caballeros que servían en
la escolta de Nerón derribaron con sus javalinas a cuatrocientos osos
y trescientos leones. En la misma ocasión, treinta miembros del
orden ecuestre lucharon como gladiadores. Tales eran las
diversiones que el emperador aprobaba abiertamente; 2
secretamente, sin embargo, seguía con sus juergas nocturnas por
toda la Ciudad, insultando a las mujeres, ejerciendo la lascivia con
muchachos, desnudando a quienes se encontraba, golpeando,
hiriendo y asesinando. Creía que no se sabía su identidad, pues
empleaba varios disfraces y pelucas en ocasiones distintas; pero se
le podía reconocer tanto por su séquito como por sus actos, pues
nadie más podría haberse atrevido a cometer tantos y tan graves
ultrajes de forma tan temeraria. 3 De hecho, se volvió poco seguro
incluso quedarse en casa, pues Nerón podía irrumpir en talleres y
domicilios. Entonces un cierto Julio Montano, senador, enfurecido
por los ultrajes cometidos contra su esposa, cayó sobre él y le
golpeó muchas veces, por lo que tuvo que permanecer oculto varios
días . 4 Y aún Montano no hubiera sufrido daño por esto, pues Nerón
pensaba que la violencia había ocurrido por accidente y no estaba
dispuesto a encolerizarse, si no le hubiese enviado una nota
suplicando su perdón. Nerón, al leer la carta exclamó: "¡Así que
sabía que estaba golpeando a Nerón!" Entonces, Montano se
suicidó.

5 En el curso de un espectáculo que ofrecía en uno de los teatros


[respetamos el texto griego original, aunque la traducción italiana y
francesa lo corrigen para especificar que, en realidad, se trataba de
un anfiteatro.-N. del T.], llenó repentinamente el sitio con agua del
mar, para que los peces y los monstruos marinos pudieran nadar en
ella, exhibiendo una batalla naval entre hombres que representaban
a persas y atenienses. Tras esto, inmediatamente hizo drenar el
agua, secar la superficie y ofreció de nuevo combates entre fuerzas
terrestres, que lucharon no solo en peleas singulares, sino en grupos
mayores igualados en número.

101 Se produjeron luego competiciones judiciales, y aún de estas se


derivó el exilio o la muerte para muchos.
También entonces se vio Séneca acusado, siendo uno de los cargos
contra él que había intimado con Agripina. No le parecía suficiente,
al parecer, cometer adulterio con Julia, ni haber incrementado su
sabiduría a resultas de su exilio, sino que debía establecer relaciones
inapropiadas con Agripina, a despecho de la clase de mujer que era
y del hijo que ella tenía. 2 Ni fue este el único ejemplo en el que su
conducta se había mostrado tan diametralmente opuesta a las
enseñanzas de su filosofía. Pues, mientras que denunciaba la tiranía,
se convirtió en el maestro de un tirano; mientras arremetía contra
los secuaces de los poderosos, él no se quedó al margen del mismo
palacio; y aunque nada bueno tenía que decir de los aduladores, él
mismo había adulado constantemente a Mesalina y a los libertos de
Claudio, a tal extremo, de hecho, que les mandó un libro con sus
ruegos desde la isla en la que estaba exiliado, un libro que luego
destruyó rojo de vergüenza. 3 Aunque criticaba a los ricos, él mismo
poseía una fortuna de trescientos millones de sestercios [siete
millones quinientos mil dracmas, en la traducción francesa; tres
millones de sestercios, en la italiana.-N. del T.]; y aunque censuraba
el lujo de los demás, poseía quinientos trípodes de madera de cedro
con patas de marfil, todas idénticas, y hacía servir banquetes sobre
ellas. Al contar todas estas cosas, puedo exponer lo que
naturalmente le siguió: el libertinaje en que se abandonaba al
mismo tiempo que contraía el más brillante matrimonio, y los
disfrutes de que gozaba con muchachos adolescentes, 4 una práctica
en la que instruyó a Nerón. Y, sin embargo, al principio había sido de
tan austeras costumbres que había pedido a su pupilo que lo
excusara de besarle o de comer en la misma mesa con él.

5 Para la última petición tenía una excusa bastante buena, a saber,


que deseaba continuar con sus estudios de filosofía con tranquilidad
durante sus ratos libres, sin ser interrumpido por las cenas del joven.
En cuanto al beso, sin embargo, no pudo imaginarme como llegó a
declinarlo; pues la única explicación que se podría pensar para, por
así decir, su rechazo a besar aquellos labios, se demuestra falsa por
los hechos referidos a sus favoritos. 6 Por todo esto, y por su
adulterio, se presentaron algunas denuncias contra él; pero, en
aquel momento, no solo logró salir sin siquiera ser acusado
formalmente, sino que logró además gracia para Palas y Burro. Más
tarde, sin embargo, no tuvo tanto éxito.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXII

Volver al Índice

Del Libro LXI

112 Había un tal Marco Salvio Otón que había llegado a ser tan
íntimo de Nerón, por la similitud de su carácter y su complicidad en
el crimen, que ni siquiera fue castigado por decirle un día: "¡Tan
cierto como que puedes esperar verme un día César!" Y lo que
obtuvo de ello fue la respuesta "Ni siquiera te veré cónsul" Y fue a él
a quien el emperador entregó a Sabina, mujer de familia patricia,
tras separarla de su marido,1 y ambos disfrutaron juntos de ella. 3
Agripina, por lo tanto, temiendo que Nerón pudiera desposar a la
mujer (pues ahora estaba empezando a sentir una loca pasión por
ella), se arriesgó a la más impía de las acciones, como si no fuera lo
bastante evidente para ella que había empleado sus halagos, besos y
miradas impúdicas para enamorar a Claudio con sus artificios, trató
de esclavizar al mismo Nerón de una forma similar. 4Que esto
sucediera realmente entonces o que fuese una invención que
cuadraba a su carácter, no lo puedo asegurar; pero afirmo como un
hecho aceptado por todos que Nerón tenía una meretriz que se
parecía a Agripina , a la que era particularmente aficionado a causa
de ese mismo parecido; y cuando jugaba con la propia muchacha, o
mostraba sus encantos a los demás, decía que había tenido
comercio carnal con su madre.

12 Sabina, al enterarse de esto, persuadió a Nerón para que se


deshiciera de su madre, alegando que estaba conspirando contra él.
También le incitó en el mismo sentido Séneca (según cuentan tantos
otros hombres dignos de confianza), fuera por el deseo de acallar las
denuncias contra su propio nombre, o por su voluntad de llevar a
Nerón a una carrera de impíos homicidios que le abandonarían con
la mayor rapidez a su destrucción tanto por los dioses como por los
hombres. 2 Pero ellos temían cometer tal acto abiertamente y, por
otra parte, no eran capaces de matarla mediante el veneno, pues
ella tomaba grandes precauciones contra aquella posibilidad. Vieron
un día en el teatro una nave que se abrió automáticamente, dejó
salir algunas bestias y después se volvió a unir quedando enseguida
en condiciones de navegar; y de inmediato hicieron que se
construyera otro como aquel. Para cuando se terminó de construir,
las atenciones de Nerón se habían ganado la confianza de Agripina,
pues él mostró su devoción por ella de muchas formas para
asegurarse de que no sospecharía nada y bajaría la guardia. No
obstante, no se atrevió a intentar nada en Roma por temor a que el
crimen fuera de general conocimiento. De ahí que que se marchase
lejos, hasta la Campania, acompañado de su madre y haciendo el
viaje en aquella misma nave, que estaba adornada de la manera
más brillante con la esperanza de inspirarle a ella el deseo de
emplear el barco constantemente.

13 Cuando llegaron a Bauli [la actual Bacoli, cerca de Nápoles.-N. del T.], él ofreció
durante varios días los más costosos festines en los que trataba a su
madre con toda clase de muestras de afecto. Si ella estaba ausente,
él fingía sentirse apenado, y si ella se encontraba presente él le
prodigaba sus caricias. Insistía en preguntarle qué deseaba y le
otorgó muchas cosas, aun sin ella pedirlas. 2 Habiendo llegado las
cosas a este punto, él la abrazó al final de la cena, sobre la
medianoche, y apretándola contra su pecho besó sus ojos y manos,
exclamando: "Que tengas fortaleza y buena salud,2 madre. Por ti
vivo y por ti gobierno". La dejó luego a cargo de Aniceto, un liberto,
aparentemente para llevarla a su casa en el barco que él había
dispuesto. Pero el mar no soportaría la tragedia que se había de
representar sobre él, ni aceptaría la falsa acusación de haber
cometido el acto abominable; y así, aunque el buque se partió y
Agripina cayó al agua, ella no pereció. A pesar de la oscuridad, estar
saturada por las fuertes bebidas y que los marineros empleasen sus
remos con tanta fuerza que mataron a Acerronia Polia, su
compañera de viaje, no obstante logró llegar a salvo a la costa. 4
Cuando ella llegó a su casa, aparentó no darse cuenta de que
aquello era una conjura y lo mantuvo en secreto, pero rápidamente
envió noticia a su hijo de lo sucedido, calificándolo como un
accidente, transmitiéndole la buena noticia (como suponía que
sería) de que estaba a salvo. Al oír esto, Nerón no se contuvo sino
que castigo al mensajero como si hubiera venido a asesinarlo a él,
enviando de inmediato a Aniceto y a los marineros contra su madre, 5
pues no confiaría a los pretorianos el darle muerte. Ella, al verlos,
supo a lo que habían venido y, saltando del lecho, rasgó su vestido,
exponiendo su abdomen y gritó: "¡Golpea aquí, Aniceto, golpea
aquí, pues este llevó a Nerón!".

1 4 Y así Agripina, hija de Germánico, nieta de Agripa y


descendiente de Augusto, fue muerta por el mismo hijo para el que
había conseguido el imperio y por cuyo beneficio ella había
asesinado a su tío y a otros. 2 Nerón, al ser informado de que estaba
muerta, no lo creyó, pues el hecho resultaba tan monstruoso que
quedó anonadado por la incredulidad; y por eso quiso contemplar a
la víctima de su crimen con sus propios ojos. Así, descubrió su
cuerpo, la miró por todas partes e inspeccionó sus heridas;
finalmente, pronunció una frase aún más abominable que el
asesinado. Sus palabras fueron: "No sabía que tenía una madre tan
bella".3 Dio dinero a los pretorianos, evidentemente para inspirarles
la esperanza que se cometieran muchos crímenes como aquel; y
remitió una carta al Senado en la que enumeraba las ofensas de las
que tenía conocimiento que era ella culpable, acusándola además
de haber conspirado contra él y de que al haber sido descubierta se
había suicidado. 4Pero, a despecho de lo que contó al Senado, su
propia conciencia le remordía tanto por la noche que saltaba
repentinamente de su lecho, y durante el día se estremecía de terror
simplemente al escuchar el resonar de las trompetas que emitían
algún toque militar desde la parte en que yacían los huesos de
Agripina.5Iba así cambiando su residencia; y cuando sufría la misma
experiencia en el nuevo lugar, se trasladaba absolutamente
atemorizado a otra parte.

11 1 Y, en efecto, Nerón no oyó una palabra sincera de nadie, ni


veía a nadia excepto a los que aprobaban sus actos, por lo que
pensaba que sus acciones pasadas no habían sido descubiertas, o
aún, quizás, que nada malo había en ellas. Y por todo esto vino a
volverse peor también en otros aspectos. Llegó a creer que
cualquier cosa que pudiera hacer estaba bien, y dio en prestar
atención a aquellos cuyas palabras estaban inspiradas por el miedo
o la adulación, como si fueran completamente sinceros en cuanto
expresaban. Así, aunque durante un tiempo estuvo sujeto a miedos
y trastornos, una vez los que los embajadores hubieran pronunciado
ante él cierto número de discursos agradables, recuperó su valor.

15 El pueblo de Roma, al tener noticia de tales sucesos, se regocijó


con ellos a pesar de no aprobarlos, pensando que por fin era segura
la destrucción de Nerón. En cuanto a los senadores, todos excepto
Publio Trasea Peto fingieron alegrarse con lo que había sucedido y
compartieron ostensiblemente la satisfacción de Nerón al respecto,
votando muchas medidas mediante las que pensaban ganarse su
favor. 3Trasea, como los demás, acudió a la sesión del Senado y
escuchó la carta; pero, al finalizar la lectura, se levantó en seguida
de su asiento y abandonó la cámara sin pronunciar palabra,
considerando que no podía decir lo que deseaba y que no deseaba
decir lo que podía. Y, en realidad, este había sido siempre su modo
de actuar en otras ocasiones. Solía decir, por ejemplo: "Si yo fuera el
único al que Nerón fuese a condenar a muerte, fácilmente podría
perdonar al resto que lo llenan de lisonjas. Pero ya que hasta entre
esos que lo alaban con exceso hay muchos a los que ha estado, o
aún está, dispuesto a destruir, ¿por qué debería uno degradarse a si
mismo sin propósito y perecer después como un esclavo, cuando se
puede cumplir lo debido a la naturaleza como un hombre libre?4 La
posteridad hablará de mí, pero nada dirá de ellos excepto
registrando el hecho de que fueron condenados a morir". Tal era la
clase de hombre que Trasea mostraba ser y siempre decía de sí
mismo: "Nerón me puede matar, pero no me puede hacer ofender".
16 Cuando Nerón entró en Roma tras el asesinato de su madre, el
pueblo le rindió honores públicamente; pero, en privado, en tanto
en cuanto pudieran expresar su opinión con seguridad, hacían
jirones su persona. En cierta ocasión, colgaron durante la noche una
bolsa de piel de una de sus estatus, para dar a entender que él
mismo debía ser arrojado en una [Es esta una referencia al castigo prescrito para los
parricidas: se introducía al condenado en una bolsa de piel junto a un perro, un gallo, una víbora y un

mono, y se les arrojaba al agua para que se ahogaran.-N. Del T.] .2


Otra vez, expusieron en
el Foro a un bebé al que ataron una cinta con las palabras: "No te
recojo, para que no mates a tu madre".

2.a Al la entrada de Nerón en Roma derribaron las estatuas de


Agripina. Pero hubo una que no pudieron trocear lo bastante rápido,
pero lo que le pusieron por encima una vestidura que le daba la
apariencia de estar velada; entonces enseguida se le ocurrió a
alguien añadirle esto: "Yo me avergüenzo y tú no".

2.2 Del mismo modo, en muchos sitios se pudo leer esta inscripción:
"Orestes, Nerón, Alcmeón, todos matricidas". E incluso de pudo
escuchar en boca de mucha gente: "Nerón mató a su madre"; 3 pues
muchos informaron de que ciertas personas habían hablado así, no
tanto para destruirlas como para servir de reproche a Nerón. Por eso
él no admitiría ninguna acusación sobre esto, tanto por que no
deseabaque el rumor lograra así mayor crédito, como porque por
aquel tiempo sintiera desprecio por cuanto dijera el pueblo. 4 No
obstante, en medio de los sacrificios que se ofrecieron en honor de
Agripina, dando cumplimiento a un decreto, el Sol sufrió un eclipse
total y se pudo ver las estrellas. Además, los elefantes que tiraban
del carro de Augusto, cuando entraron en el Circo y llegaban a la
altura de los asientos de los senadores, se detuvieron en aquel lugar
y rehusaron seguir más allá. 5 Y se produjo otro incidente en el que
cualquiera habría reconocido la mano de los dioses; me refiero al
rayo que cayó sobre la cena de Nerón y la quemó completamente,
como si la hubiera aferrado una arpía.

17 Envenenó además a su tía Domicia, a la que también veneraba,


según decía, como a una madre. Ni siquiera esperó unos cuantos
días a que ella muriera de muerte natural por su elevada edad, pues
estaba ansioso por destruirla a ella también.2 Su premura en
cometer esto estaba inspirado por sus declaraciones en Bayas [la
antigua Baia, también cerca de Bacoli y Nápoles.-N. del T.] y en las proximidades de
Rávena, donde hizo erigir rápidamente magníficos gimnasios que
aún florecen allí [estos "gimnasios", llamados "case di delizia" por el traductor italiano, más
pueden ser residencias de lujo y descanso en Bayas, parcialmente visibles aún en la actualidad.-N. del
T.].

Celebró en honor de su madre un magnífico y costoso festivas,


teniendo lugar los eventos durante varios días en cinco o seis teatros
a la vez. Fue en esta ocasión cuando un elefante fue llevado a la
galería más elevada del teatro y caminó hacia abajo desde aquel
punto sobre cuerdas, llevando un jinete. 3 Hubo otra exhibición que
resultó a un tiempo más vergonzosa y más impactante, cuando
hombres y mujeres, no solo del orden ecuestre, sino incluso del
senatorial, aparecieron como intérpretes en la orquesta, en el Circo
y en el anfiteatro, como gentes de la más baja condición. Algunos
de ellos tocaban la flauta y bailaban en pantomimas, o actuaban en
tragedias y comedias, o cantaban acompañados de liras; conducían
caballos, mataban fieras salvajes o luchaban como gladiadores,
algunos voluntariamente y otros contra su voluntad. 4 Así, los
hombres que aquellos días pertenecían a las grandes familias, los
Furios, los Horacios, los Fabios, los Porcios, los Valerios, y todos los
demás cuyos triunfos y templos erigidos podemos contemplar, se les
pudo ver allá abajo ejecutando actos como nunca antes se les había
visto ni siquiera contemplar cómo los hacían otros. 5 Así, podían
señalárselos unos a otros y hacer comentarios; los macedonios
decían: "Ahí está el descendiente de Paulo", los griegos: "Allí está el
de Mumio", los sicilianos: "Mira a Claudio", los epirotas: "Mira a
Apio", los asiáticos nombraban a Lucio, los íberos a Publio, los
cartagineses a Africano, y los romanos los nombraban a todos. Pues
aquellos, aparentemente, eran los ritos iniciáticos mediante los que
Nerón deseó marcar el comienzo de su propia carrera de desgracias.

18 Todos los que tenían algo de sensatez lamentaron el gran


dispendio de dinero. Pues todas las costosas viandas que comían los
hombres, así como el resto de cosas del mayor valor, caballos,
esclavos, carros, plata o togas de diversos colores, fueron entregadas
mediante téseras del modo siguiente: 2 Nerón arrojaba sobre la
multitud pequeñas bolas, cada una adecuadamente escrita, y los
artículos nombrados en las bolas se entregarían a quienes las habían
cogido. Las personas sensatas, como digo, se entristecieron al
pensar que mientras gastaba tanto en deshonrarse, no se abstendría
tampoco de cometer los más terribles crímenes para poder obtener
dinero. Al tener lugar algunos presagios por entonces, los adivinos
declararon que significaban la destrucción para él y le aconsejaron
desviar el daño sobre otros. 3 Por consiguiente, habría hecho dar
muerte inmediatamente a numerosas personas de no haberle dicho
Séneca: "No importa cuántos puedas matar, no podrás matar a tu
sucesor".

Fue por entonces cuando celebró tantos sacrificios por su salud,


según decía, y dedicó el mercado de comestibles llamado el
"Macellum".

19 Posteriormente, instituyó una nueva clase de festival, llamado


las Juvenalia o Juegos de la Juventud. Se celebraron en honor de su
barba, pues fue entonces cuando se afeitó por primera vez; los pelos
fueron colocados en una pequeña esfera de oro y ofrecidos a Júpiter
Capitolino. Para este festival, se obligó a miembros de las familias
más nobles, así como a otros, a ofrecer alguna clase de exhibición. 2
Por ejemplo, Elia Catela, una dama prominente no solo por su
familia y su riqueza, sino también por su avanzada edad (era
octogenaria), bailó en una pantomima. Otros, quienes por culpa de
su avanzada edad o por enfermedad no podían ejecutar nada por sí
mismos, tenían que cantar en los coros. Todos se dedicaron a
practicar lo mejor que podían cualquier talento que poseyeran; y
todas las personas más distinguidas, hombres y mujeres, niñas y
adolescentes, ancianas y ancianos, asistieron a escuelas designadas
para ello. 3 Para el caso de que alguno no pudiera ofrecer ninguna
otra clase de espectáculo, sería asignado a los coros. Y cuando
alguno de ellos, abrumado por la vergüenza, se ponía una máscara
para evitar que lo reconocieran, Nerón ordenaba que se quitasen las
máscaras, como si fuera a petición del pueblo, exponiendo los
intérpretes ante una chusma de la que hacía poco habían sido sus
magistrados. Entonces, más que nunca, no solo aquellos que hacían
de actores, sino también el resto, consideraron afortunados a los
que murieron. Pues muchos de los hombres más notables habían
perecido durante el transcurso de aquel año; algunos, de hecho,
acusados por conspirar contra Nerón, fueron rodeados por soldados
y lapidados hasta morir.
20 Como digno colofón a todas estas actuaciones, el propio Nerón
efectuó su aparición en el teatro, siendo anunciado bajo su propio
nombre por Galión. Así que allí se presentó César sobre el escenario,
ataviado como un tañedor de lira [según nos detalla la traducción italiana, a saber:
"barbado, con el pelo largo y rizado, con una corona de oro y resplandecientes gemas sobre la cabeza,
un abigarrado manto púrpura, una túnica talar de anchas mangas, una clámide sujeta de los hombros
mediante hebillas y la lira apoyada en una banda ricamente adornada; semejando un Apolo Citaredo".
N. del T.]. Este emperador pronunció las siguientes palabras: "Señores,

escúchenme favorablemente", 2 y así cantó Augusto a la lira cierta


pieza llamada "Attis" o "Las Bacantes", mientras muchos soldados
permanecían de pie y todo el pueblo que disponía de asiento
miraba. Sin embargo, según se dice, tenía una voz tan débil y ronca
que provocó inmediatamente que su audiencia llorase de risa. 3 A su
lado estaban Burro y Séneca, como maestros de escena,
apuntándole; agitaban sus brazos y togas y acompañaban todas sus
palabras, incitando a los demás para que hicieran lo mismo. En
efecto, Nerón había dispuesto un cuerpo especial de unos cinco mil
soldados, 4llamados Augustanos; estos empezaban los aplausos y
todos los demás, aunque reacios, eran obligados a aclamarle con
ellos. Trasea fue la única excepción, pues nunca se prestó a adular a
Nerón; todos los demás, sin embargo, y especialmente los hombres
notables, se apresuraron con gran afectación, afligidos como
estaban, a unirse a las aclamaciones de los Augustanos como si
estuviesen encantados. 5 Y se podría haberles oído exclamar:
"¡Glorioso César! ¡Nuestro Apolo, nuestro Augusto, otro Pitias! ¡Por
tí juramos, oh César, que ninguno te supera!". Después de esta
interpretación, hizo servir un festín sobre botes al pueblo asistente,
en el lugar de la batalla naval ofrecida por Augusto; desde allí, a
medianoche, navegó a través de un canal hasta el Tíber.

Año 813 desde la fundación de la ciudad -60 d.C.-. Cónsules: Nerón,


por cuarta vez, y Coso Cornelio Léntulo.
2 1 Tales fueron, entonces, las celebraciones que hizo para
solemnizar la deposición de su barba; y para su preservación y su
continuidad en el poder, instituyó ciertos juegos cuatrienales
[quinquenales, según el original griego y las traducciones francesa e italiana; suponemos un error del
traductor al inglés.-N.delT.] a los que llamó Neronia. En honor de este evento,

hizo también erigir un gimnasio, y al dedicarlo hizo que los


senadores y caballeros ofrecieran una distribución gratuita de
aceite. 2 Obtuvo, sin concurso alguno, la corona al tañedor de lira; a
todos los demás se les descalificó, considerándoles indignos de sus
victorias. Y de inmediato, vistiendo el atuendo de este gremio, entró
en el gimnasio para ser inscrito como vencedor. A partir de aquel
momento, se le enviaron todas las coronas ganadas por los citaristas
en todos los concursos, como si fuera el único artista digno de lograr
la victoria.
Del Libro LXII

Año 814 desde la fundación de la ciudad -61 d.C.-. Cónsules: Publio


Petronio Turpiliano y Lucio Junio Cesonio Peto.

1 Mientras en Roma tenía lugar esta especie de juego de niños, en


Britania sucedió un terrible desastre: Dos ciudades fueron
saqueadas, ochenta mil romanos y aliados perecieron y las islas
quedaron perdidas para Roma. Por otra parte, toda resta ruina llegó
a los romanos por culpa de una mujer, hecho que en sí mismo les
provocó la mayor vergüenza. De hecho, los dioses les dieron
presagios por adelantado de la catástrofe. 2 Y es que durante la
noche se oyeron en la curia risas mezcladas con jerga extranjera y
desde el teatro llantos y lamentos, aunque ningún mortal emitiera
las palabras ni los gemidos; se vieron casas bajo el agua del río
Támesis y el océano entre la isla y la Galia, al llegar la pleamar, se
mostró sanguinolento.

2 Una excusa para la guerra vino dada por la confiscación de las


sumas de dinero que Claudio había entregado a los britanos más
notables; pues estas sumas, según sostenía Deciano Cato, el
procurador de la isla, debían ser devueltas. Este era uno de los
motivos para el levantamiento; el otro era el hecho de que Séneca,
esperando obtener una buena tasa de interés, había prestado a los
isleños cuarenta millones de sestercios [cuatro millones de sestercios en la
traducción italiana y diez millones de dracmas en el original griego y la traducción francesa.-N. del T.],
que estos no deseaban, exigiendo después su devolución de una vez
y adoptando severas medidas para reclamarlos. 2 Pero la persona
que fue jugó el papel decisivo para levantar a los nativos y
convencerlos para que lucharan contra Roma fue Boudica, una
mujer britana de la familia real,
poseedora de un valor y una inteligencia superiores a las que se
podían esperar de una mujer. 3 Esta mujer reunió su ejército, en
número de unos ciento veinte mil, y subió luego a una tribuna que
había hecho erigir sobre tierra húmeda, a la manera romana. Era de
estatura alta, de apariencia aterradora, de la mayor fiereza en su
mirada y con una voz áspera; 4 una gran melena del más rubio
cabello le caía hasta las caderas, portaba sobre su cuello un gran
collar de oro y vestía una túnica de variados colores sobre la que
sujetaba con un broche un grueso manto. Este era su invariable
atuendo; agarró entonces una lanza para hacerse más aterradora a
los presentes y les habló así:

3 "Habéis aprendido mediante la experiencia cuán distinta es la


libertad de la esclavitud. Por eso, aunque algunos entre vosotros
pudieran anteriormente, por ignorancia de ello, haber sido
engañados por las atractivas promesas de los romanos, ahora que
habéis probado lo uno y lo otro, habéis aprendido qué gran error
cometisteis al preferir una tiranía importada a vuestro modo de vida
tradicional, y habéis llegado a daros cuenta cuán mejor es la pobreza
sin amo a la riqueza en la esclavitud. 2 ¿Pues qué penas o que
vergüenzas no hemos sufrido desde que esos hombres aparecieron
en Britania? ¿No nos han robado completamente la mayoría de
nuestras posesiones, y aún del resto no hemos de pagar impuestos?
3 Además de pastorear y cultivar para ellos las restantes de nuestras
propiedades, no les pagamos un tributo anual por nuestros propios
cuerpos? ¡Cuánto mejor haber sido muertos y haber perecido que
seguir con un impuesto sobre nuestras cabezas! ¿Y por qué tengo
también que mencionar la muerte? 4Pues porque ni siguiera morir
está libre de cargas con ellos; no, sabéis qué impuestos pagamos
incluso por nuestra muerte. Entre el resto de la Humanidad, los
muertos quedan libres, hasta quienes son esclavos de otros; solo en
el caso de los romanos permanecen vivos los muertos para su
beneficio. 5 ¿Cómo es eso de que, aunque ninguno de nosotros
tenga dinero alguno (en verdad, ¿cómo podríamos tenerlo o de
dónde podríamos sacarlo?), somos despojados y desnudados cual
hombres muertos? ¿Y por qué debería esperarse que los romanos
mostrasen moderación al pasar el tiempo, cuando se han
comportado así con nosotros desde el principio, mientras que todos
los hombres demuestras consideración hasta por las bestias que
acaban de capturar?

4 "Pero, para decir la verdad, somos nosotros los que nos hemos
hecho responsables de todos estos males al haberles permitido
poner el pie en la isla en vez de haberlos expulsado de inmediato
como hicimos con su famoso Julio César; sí, y entonces no hicimos
trato alguno con ellos mientras aún estaban lejos, sino como hicimos
con Augusto y con Cayo Calígula, cuando incluso convertimos en
algo formidable el intento de navegar hasta aquí.2 Como
consecuencia, aunque habitamos una isla tan grande que aunque
esté rodeada por el mar casi se podría llamar un continente, y
aunque poseemos un auténtico mundo para nosotros y estamos tan
separados por el océano de todo el resto de la Humanidad que
pudiéramos creernos habitando en una tierra distinta o bajo un cielo
diferente, y que algunos del exterior, hasta los más sabios de ellos,
no lleguen a saber con seguridad qué nombre nos damos, no
obstante todo ello, nos hemos visto despreciados y pisoteados bajo
los pies de hombres a los que nada les preocupa excepto lograr
ganancias. 3Sin embargo, hasta en esta última jornada, aunque no lo
hayamos hecho antes, compatriotas, amigos y parientes -pues os
considero a todos como parientes, ya que habitáis una sola isla y
sois llamados por un mismo nombre-, cumplamos, digo, con nuestro
deber mientras aún recordamos qué es la libertad, para que
podamos dejar a nuestros hijos no solo su nombre, sino también su
realidad. Porque, si nos olvidamos por completo del feliz estado en
que nacimos y crecimos, qué harán ellos, criados en cautiverio?

5 "Digo todo esto, no con el propósito de inspiraros odio por las


condiciones actuales - ya sentís ese odio-, ni miedo por el futuro
-odio que ya tenéis-, sino para elogiaros porque ahora, por propia
iniciativa, habéis elegido el modo de actuar preciso y para
agradeceros que estéis tan dispuestos a cooperar conmigo y con los
demás. 2Nada temáis de los romanos, pues no son superiores a
nosotros ni en número ni en valor. Y he aquí la prueba: se protegen
con yelmos, corazas y grebas; y aún se construyen empalizadas,
muros y trincheras para asegurarse de que no sufren daño de alguna
incursión de sus enemigos. Pues su miedo les induce a adoptar esta
clase de combate en vez del que nosotros seguimos al cargar al
frente con resolución.3 Y en efecto, tanto es nuestro valor que
consideramos nuestras tiendas más seguras que sus murallas y a
nuestros escudos como de mayor protección que todas sus
armaduras [suit of mail: cota de malla, en el original inglés; armadura en el original griego y las
traducciones francesa e italiana.-N. del T.]. Por lo tanto, cuando vencemos les
capturamos y cuando nos dominan los eludimos; y si elegimos
retirarnos en algún punto, nos dirigimos a pantanos y montañas tan
inaccesibles que no pueden descubrirnos ni capturarnos. 4Nuestros
enemigos, sin embargo, a nadie pueden perseguir por culpa de su
pesada armadura, y menos huir; y si logran eludirnos, se refugian en
ciertos lugares concretos donde se encierran como en jaulas.5 Pero
no son estos los únicos aspectos en los que son inmensamente
inferiores a nosotros: está también el hecho de que no pueden
soportar como nosotros el hambre, la sed, el frío ni el calor. Precisan
sombra y abrigo, necesitan pan amasado, vino y aceite; y perecen si
les falta alguna de esas cosas; a nosotros, por el contrario, cualquier
hierba o raíz nossirve de pan, el jugo de cualquier planta como
aceite, cualquier agua como vino y cualquier árbol como casa.6 Por
otra parte, esta región nos resulta familiar y es nuestra aliada,
mientras que para ellos es desconocida y hostil. En cuanto a los ríos,
nadamos desnudos en ellos mientras que los romanos no los cruzan
fácilmente ni siquiera en botes. Así pues, marchemos contra ellos
audazmente, confiando en la buena fortuna. Demostrémosles que
son liebres y zorros tratando de gobernar sobre perros y lobos".

6 Cuando hubo terminado de hablar, hizo como una especie de


presagio, sacándose una liebre del seno; y como esta corriera hacia
el que ellos consideraban la dirección de buen augurio, toda la
multitud gritó con placer y Boudica, levantando su mano hacia el
2
cielo, dijo: "Te doy las gracias, Andraste, y te invoco de mujer a
mujer; pues gobierno no sobre egipcios cargadores de pesos como
Nitocris, ni sobre comerciantes asirios como Semiramis (¡pues esto
es lo que hemos aprendido de los romanos!), 3 y menos aún sobre
los propios romanos como hizo primero Mesalina, luego Agripina y
ahora Nerón (quien, aunque nominalmente un hombre, es en
realidad una mujer, como demuestran sus cantos, sus tañidos de lira
y el acicalamiento de su persona). No, aquellos sobre los que
gobierno son britanos, hombres que no sabrán cómo labrar la tierra
o cerrar un negocio, pero que están sobradamente versados en el
arte de la guerra y de tener en común todos los bienes, aún las
esposas y los hijos, para que estos tengan el mismo valor que los
hombres. 4 Así, como reina de tales hombres y mujeres, te suplico y
ruego les concedas la victoria, conserves su vida y la libertad contra
hombres insolentes, injustos, insaciables e impíos -si es que, en
verdad, hemos de llamar hombres a tales gentes que se bañan en
agua caliente, comen alimentos tan elaborados, beben vinos sin
mezclar, se ungen con mirra, duermen sobre colchones suaves con
muchachos como compañeros de cama, muchachos a los que así
corrompen, y son esclavos de un tañedor de lira, y además uno
lamentable. 5 ¡Que no reine más sobre mí ni sobre vosotros,
hombres, esta Neronia, esta Domicia, que la moza cante y señoree
sobre los romanos, pues seguramente desean ser esclavos de una
mujer así tras haberse sometido a ella durante tanto tiempo!. ¡Pero
sobre nosotros, Señora, seas solo tú nuestra guía!".

7 Habiendo terminado de hablar a su pueblo de esta manera,


Boudica condujo su ejército contra los romanos pues resultaba que
estos estaban sin jefe ya que Paulino, su comandante, había partido
en una expedición hacia Mona [la actual Anglesey, al oeste de Gran Bretaña, frente a
Irlanda.-N. del T.], una isla próxima a Britania. Esto le permitió asaltar y
saquear dos ciudades romanas y, como ya he dicho, practicar una
enorme carnicería. Los que cayeron cautivos de los britanos fueron
sometidos a todas las formas conocidas de ultrajes, 2 siendo la peor
y más bestial de las atrocidades perpetradas la siguiente: Colgaban
desnudas a las mujeres más nobles y distinguidas, después les
cortaban sus pechos y se los cosían a la boca, para que pareciera
que las víctimas se los estaban comiendo; posteriormente,
empalaban a las mujeres sobre estacas afiladas que corrían a través
de todo el cuerpo. 3 Todo esto hacían acompañado de sacrificios,
banquetes y comportamientos erráticos, no solo en los demás
lugares sagrados, sino especialmente en la arboleda de Andate. Este
era su nombre para la Victoria, a la que veneraban con la mayor
reverencia.

8 Por entonces, ya Paulino había sometido la isla de Mona y, al


enterarse del desastre en Britania, partió inmediatamente de Mona.
Sin embargo, no deseaba arriesgarse inmediatamente a un conflicto
con los bárbaros, pues temía su número y desesperación, sino que
se inclinaba por posponer la batalla hasta un momento más
conveniente. Pero según crecían la escasez de alimentos y la presión
de los bárbaros, se vio obligado, en contra de lo que pensaba, a
enfrentarlos. 2 Boudica, a la cabeza de un ejército de unos
doscientos treinta mil hombres, iba sobre un carro y dispuso que
formaran los demás. Paulino no pudo extender sus líneas para cubrir
toda la longitud de la de ella, pues, aún si los hubiese dispuesto en
una sola fila de profundidad, no habrían bastado, tan inferiores eran
numéricamente; 3 por otra parte, tampoco se atrevía a presentar
batalla con una única formación compacta, al temer quedar rodeado
y ser masacrado. Por lo tanto, dividió su ejército en tres cuerpos
para combatir en distintos lugares al mismo tiempo, reforzando cada
división de manera que no pudieran ser rotas fácilmente.

9 Mientras ordenaba y formaba a sus hombres, los exhortó


diciéndoles: "¡Vamos, camaradas! ¡Vamos, romanos! ¡Demostrad a
esos malditos desgraciados cuánto les superamos aún en medio de
de la mala fortuna! En verdad que sería vergonzoso que perdieseis
de forma tan poco gloriosa lo que hace tan poco ganasteis con
vuestro valor. Muchas veces, seguramente, tanto vosotros como
vuestros padres, con muchas menos fuerzas con que hoy, habréis
vencido a enemigo mucho más numerosos. 2No temáis, por tanto,
su número ni su espíritu rebelde; pues toda su audacia no se funda
más que en una temeridad inconsciente, sin auxilio de armas o
entrenamiento. Ni los temáis tampoco porque hayan incendiado un
par de ciudades, pues no las capturaron por la fuerza ni tras una
batalla, sino que una fue traicionada y la otra abandonada. Obtened
ahora, por tanto, la adecuada venganza por tales hechos y que
aprendan por propia experiencia la diferencia entre nosotros, a
quienes han agraviado, y ellos".

10 1 Después de dirigir estar palabras a una división, fue a otra y


les dijo: "Ahora es el momento, camaradas, para la resolución; ahora
es el momento de la osadía. Porque si os mostráis hoy como
hombres valerosos, recuperaréis cuanto habéis perdido; si superáis
a esos enemigos nadie se nos opondrá más. Con una batalla así
aseguraréis vuestras actuales posesiones y someteréis las que
queden; 2 por doquier nuestros soldados os emularán, aunque estén
en otras tierras, y los enemigos quedarán atemorizados. Por lo
tanto, puesto que está en vuestra mano gobernar toda la
humanidad sin temor, tanto a las naciones que vuestros padres os
legaron como a las que vosotros habéis conseguido añadir o a las
que de otros privasteis, elegid ser libres, gobernar, vivir ricos y
disfrutar de prosperidad. De lo contrario, evitando el soportar el
esfuerzo, sufrid todo lo contrario de aquello".

111 Tras haber hecho un discurso de este tenor a aquellos


hombres, fue a la tercera división y les dijo: "Habéis escuchado qué
ultrajes han cometido esos hombres detestables contra nosotros,y
todavía más, habéis sido testigos de algunos de ellos.2 Escoged,
entonces, si queréis sufrir el mismo trato que vuestros camaradas y
ser además expulsados completamente de Bretaña, o vengar
mediante su conquista a los que han perecido, dando al al mismo
tiempo al resto de la humanidad un ejemplo, no solo de
benevolente clemencia hacia el obediente, sino también de
inevitable severidad hacia los rebeldes. 3 Por mi parte, espero, sobre
todo, que será nuestra la victoria; primero, porque los dioses son
nuestros aliados, ya que casi siempre se ponen de parte de quien ha
recibido el mal; segundo, por el valor que hemos heredado, pues
somos romanos y hemos triunfado sobre toda la humanidad por
nuestro valor; luego, por nuestra experiencia, pues hemos derrotado
y sometido a estos mismos hombres que están ahora dispuestos
contra nosotros; y finalmente, por nuestro prestigio, pues esos con
los que estamos a punto de enfrentarnos no son enemigos, sino
nuestros esclavos, a los que conquistamos cuando aún eran libres e
independientes. 4Y aún si el resultado fuese contrario a nuestra
esperanza, posibilidad de la que no temo hablar, sería mejor para
nosotros caer combatiendo con bravura que ser capturados y
empalados, viendo nuestras entrañas desparramarse fuera de
nuestros cuerpos, ser ensartados en estacas al rojo o perecer
cocidos en agua hirviendo; en una palabra, a sufrir como si nos
hubiesen arrojado entre bestias impías y sin ley.5 Así pues,
conquistémoslos o muramos en este lugar. Britania será un noble
monumento para nosotros, aún cuando todos los demás romanos
sean expulsados; pues, en todo caso, nuestros cuerpos poseerán por
siempre esta tierra".

12 1 Después de dirigirles estas palabras y otras parecidas, alzó la


señal para la batalla. Luego los ejércitos se aproximaron el uno al
otro; los bárbaros con gran griterío mezclado con amenazantes
cánticos de guerra, mientras los romanos lo hacían en silencio y
orden hasta que llegaron a tiro de jabalina del enemigo. 2 Entonces,
mientras sus enemigos estaban aún avanzando contra ellos al paso,
los romanos se abalanzaron contra ellos a una señal y les cargaron a
toda velocidad; y cuando llegó el choque, quebraron fácilmente las
líneas contrarias; pero, como estaban rodeados por el gran número
del enemigo, tuvieron que combatir en todas partes a la vez. 3 Su
táctica adoptó varias formas: las tropas ligeras intercambiaban
proyectiles con las tropas ligeras; las pesadas se enfrentaban a las
pesadas; la caballería chocaba contra la caballería y a los carros
bárbaros se enfrentaban los arqueros romanos. Los bárbaros se
lanzaron impetuosamente con sus carros contra los romanos,
golpeándolos sin orden ni concierto; pero, como ellos mismos
combatían sin corazas, fueron rechazados por las flechas. Los jinetes
derribaban infantes y los infantes derribaban a jinetes; 4un grupo de
romanos, formando en orden cerrado, avanzó para enfrentarse a los
carros mientras otros eran destrozados por aquellos; una formación
de britanos llegó al cuerpo a cuerpo con los arqueros y los puso en
fuga, mientras que otros se limitaban a esquivar sus disparos de
lejos; y todo esto ocurría no solo en un único lugar, sino en las tres
divisiones a la vez.5 Se enfrentaron durante largo tiempo, animadas
ambas partes por el mismo celo y la misma osadía. Pero, finalmente,
al final del día, prevalecieron los romanos; dieron muerte a muchos,
combatiendo junto a los carros y en el bosque, capturando también
a muchos.6 No obstante, no pocos lograron escapar y se dispusieron
a combatir de nuevo. Entre tanto, sin embargo, Boudica cayó
enferma y murió. Los britanos la lloraron profundamente y le dieron
un costoso entierro; pero, sintiendo ahora que habían sido
finalmente derrotados, se dispersaron hacia sus hogares. Hasta aquí
los asuntos de Bretaña.

Año 815 desde la fundación de la ciudad -62 d.C.-. Cónsules: Publio


Mario Celso y Lucio Asinio Galo.

13 1 En Roma, Nerón primero se divorció de Octavia Augusta, por


complacer a Sabina, su concubina, y luego la hizo morir. E hizo esto a
pesar de la oposición de Burro, quien trataba de impedir que se
divorciara de ella, diciéndole en una ocasión: "Bien, pues entonces
devuélvele su dote", con lo que quería decir la soberanía. 2 En
verdad, la franqueza a la hora de hablar era característica de Burro,
empleándola con tal osadía que cierta vez, por ejemplo, cuando el
emperador le preguntó por segunda vez su opinión sobre asuntos
sobre los que ya se había pronunciado, le contestó sin rodeos:
"Cuando haya hablado una vez sobre algo, no me preguntes de
nuevo".

3 Así pues, Nerón le hizo morir mediante el veneno y nombró a un


tal Sofronio Tigelino, quien había sobrepasado a todos sus
contemporáneos en licenciosidad y sed de sangre, como uno de los
dos hombres que mandaban a los pretorianos.

Tigelino sucedió a Burro, ganándose el favor de Nerón sobre los


demás y destacándose de su colega, Rufo.
Se dice que a él se refería la famosa réplica hecha por Pitias. 4
Cuando todos los demás sirvientes de Octavia, con la excepción de
Pitias, hubieron tomado partido por Sabina en su ataque contra la
emperatriz, despreciando a Octavia porque había caído en desgracia
y adulando a Sabina por la gran influencia que poseía, solo Pitias
rehusó proferir calumnias contra su ama, aunque fue cruelmente
torturada; y finalmente, como Tigelino seguía insistiéndole, ella
escupió en su cara y dijo: "Las partes pudendas de mi ama, oh
Tigelino, están más limpias que tu boca".

14 1 Nerón hizo de la desgracia de sus familiares un motivo de risas


y bromas. Por ejemplo, tras hacer morir a Plauto echó un vistazo a
su cabeza cuando se la llevaron y comentó: "¡No sabía que tenía una
nariz tan grande!", como para dar a entender que lo habría salvado
si hubiera sabido antes de esta particularidad.2 Y aunque
prácticamente pasaba toda su vida en tabernas, prohibió que no se
vendiera en ellas nada excepto legumbres cocidas y sopa de
guisantes. 3 Hizo dar muerte a Palas porque había amasado una
fortuna tan grande que se estimaba en cuatrocientos millones de
sestercios [cuatro millones, según la traducción italiana, y cien millones de dracmas según la
traducción francesa y el original griego.-N. del T.]. Se comportaba a menudo de
manera impertinente; por ejemplo, se negaba a hablar a sus
esclavos y a sus libertos, y en vez de eso les comunicaba todas sus
órdenes y deseos mediante tablillas.

Año 817 desde la fundación de la ciudad -64 d.C.-. Cónsules: Cayo


Lecanio Beso y Marco Licino Craso.

15 Un tal Trasea expresó la opinión de que la pena máxima


1.a

para un senador debería ser el exilio.


1 Atales extremos llegó la conducta de Nerón que, de hecho, llegó
a conducir carros en público. Y en una ocasión, tras ofrecer una
cacería de bestias salvajes, hizo conducir inmediatamente agua
dentro del anfiteatro y ofreció una batalla naval; después, hizo sacar
nuevamente el agua y dispuso un combate de gladiadores. Por
último, inundó nuevamente el lugar y ofreció un costoso banquete
público. 2 Tigelino había sido nombrado director del banquete,
proveyéndose de todo en un modo magnífico. Se dispuso todo del
modo siguiente: En medio del anfiteatro, en el agua, se colocaron
grandes barriles de madera empleados en el almacenaje de vino y
por encima de estos se fijaron tablones, 3 entretanto, alrededor se
erigieron tabernas y burdeles. Así, Nerón, Tigelino y sus invitados
ocuparon el centro, donde se dieron a los manjares entre alfombras
púrpura y blandos cojines, mientras todos los demás disfrutaban en
las tabernas. 4Entraban también en los burdeles y sin obstáculo ni
impedimento mantenían relaciones con las mujeres que allí se
encontraban, entre las que estaban las más bellas y distinguidas de
la Ciudad, tanto esclavas como libres, cortesanas, vírgenes y mujeres
casadas; y no solo las de la plebe, sino de las más nobles familias,
tanto muchachas como mujeres adultas. 5 Todo hombre tenía el
privilegio de disfrutar de cualquiera que deseara, pues a las mujeres
no se les permitía rechazar a nadie. En consecuencia, siendo como
era la multitud una chusma indiscriminada, no solo bebían
ávidamente sino que desfogaban su lascivia tumultuosamente; y así,
podía entonces un esclavo corromper a su dueña en presencia de su
amo, y un gladiador a una muchacha de noble familia ante los ojos
de su padre.6 Provocaban vergüenza los empujones, las peleas y el
alboroto general que se producía, tanto por parte de los que ya
estaban dentro como de quienes estaban alrededor. Muchos
hombres hallaron la muerte en tales encuentros, así como muchas
mujeres, algunas de las cuales sufrieron asfixia y fueron sacadas en
camillas.
7Cuando perecieron muchos de los que se habían reunido en Anzio,
Nerón hizo de ello motivo para celebrar un festival.

16 1 Después de esto, Nerón puso su ánimo en dar cumplimiento a


lo que, sin duda, había sido siempre su deseo, es decir, a provocar el
final de toda la Ciudad y de su Imperio en vida suya. 2 Por ello, y al
igual que otros antes que él, solía llamar afortunado a Príamo por
haber visto destruidos a un tiempo su patria y su trono. Por
consiguiente, mandó hombres en secreto, que fingían estar
borrachos o entretenidos en otra clase de malicias, para que
provocaran fuegos en uno, dos o incluso varios edificios en distintas
partes de la Ciudad, de forma que el pueblo quedara perplejo,
incapaz de localizar el inicio del problema ni de darle fin, siempre
alarmados por muchas extrañas visiones y sonidos. 3 Pues nada
había que ver más que muchos fuegos, como en un campamento, y
nada que oír de lo que decía el pueblo excepto exclamaciones como
"¡esto o aquello se ha incendiado!", "¿Dónde?", "¿Cómo ha
pasado?" "¿Quién lo ha provocado?" "¡Ayuda!" Todos los
ciudadanos, por toda la Ciudad, estaban presos de una
extraordinaria agitación, corriendo unos en una dirección y otros
para otra, como aturdidos. 4Aquí, algunos hombres, ocupados en
ayudar a sus vecinos, se enteraban de que sus casas se habían
quemado; allí, otros, aún antes de que les llegara la noticia de que
sus casas se habían quemado, se decían que sus hogares estaban
destruidos. Los que estaban en el interior de sus casas corrieron
hacia las estrechas calles, pensando que las podrían salvar desde el
exterior; mientras, los que estaban en las calles se precipitaban a las
viviendas con la esperanza de recuperar algo del interior. 5 Hubo
gritos y lamentos sin fin de niños, mujeres, hombres y ancianos,
todos juntos, de manera que nadie podía ver nada ni comprender
qué se decía, por culpa del humo y los gritos; y, por tal motivo, se
pudo ver a algunos sin habla, mudos de estupor.6 Entre tanto,
muchos de los que estaban sacando sus bienes, y muchos de los que
estaban robando las propiedades ajenas, corrían unos hacia otros y
caían sobre sus fardos. No resultaba posible avanzar ni quedarse
donde estaban, las gentes empujaban y eran empujadas, alteraban a
los demás y se molestaban ellas mismas. 7Muchos se asfixiaron,
otros fueron pisoteados; en una palabra, no hubo daño que pudiera
ocurrir a las gentes que les ocurriese. Ni siquiera podían escapar
fácilmente a parte alguna; y si alguno se libraba de un peligro
inmediato, caía luego en otro y perecía.

171 Este estado de cosas no duró un solo día, sino varios días y
noches por igual. Muchas casas quedaron destruidas por falta de
quien ayudara a salvarlas, y muchas otras fueron incendiadas por los
mismos hombres que llegaron para prestar ayuda; pues los
soldados, incluyendo a los vigilantes nocturnos, poniendo su mirada
en el pillaje, en vez de apagar los fuegos iniciaban otros nuevos.2
Mientras tales escenas ocurrían en diversos lugares, un viento
atrapó las llamas y las llevó indiscriminadamente contra todos los
edificios restante. Consiguientemente, nadie se preocupó más por
bienes o casas, sino que los supervivientes, quedándose donde
pensaban que estaban a salvo, contemplaron lo que parecía ser un
cierto número de islas de fuego dispersas, o muchas ciudades
quemándose todas al mismo tiempo. 3No hubo ya más duelo por las
pérdidas personales, sino que lamentaban la calamidad pública,
recordando cómo ya una vez la mayor parte de la Ciudad había
quedado arrasada de aquel modo por los galos.

181 Mientras se encontraba toda la población en este estado de


ánimo, y muchos, enloquecidos por el desastre, saltaban sobre las
mismas llamas, Nerón subió a la terraza del palacio, desde donde se
tenía la mejor vista de la mayor parte del incendio, y vistiendo el
atuendo de citarista cantó "la ruina de Troya", en una versión propia,
aunque a quienes lo contemplaban les pareció que se refería a la de
Roma. 2 El desastre experimentado entonces por la Ciudad no tuvo
paralelo antes ni después, excepto en la invasión de los galos. Toda
la colina Palatina, el teatro de Tauro y casi dos tercios del resto de la
Ciudad resultaron incendiados, pereciendo incontables personas.3
No hubo maldición que el populacho no invocara contra Nerón,
aunque no mencionaban su nombre sino que simplemente
maldecían en términos generales a quienes habían incendiado la
Ciudad. Y, por encima de todo, les desconcertaba el oráculo que en
tiempos de Tiberio había estado en boca de todos. Decía así:

"Habiendo transcurrido tres veces trescientos años,


perecerá Roma por la contienda de su pueblo."

4 Y cuando Nerón, como medio para confortarles, les informó de


que en parte alguna se pudieron hallar aquellos versos, el pueblo los
desechó y procedió a repetir otro oráculo, como si fuera una
auténtica profecía sibilina, que decía:

"El último de los hijos de Eneas, un matricida, gobernará."

Y así se cumplió; fuera tanto porque este verso hubiera sido


verdaderamente pronunciado en alguna profecía divina, como
porque el populacho, impulsado por algún aliento divino, lo hubiera
pronunciado en vista de la situación presente. 5 Pues Nerón, de
hecho, fue el último emperador del linaje de los Julios, linaje que
descendía de Eneas. Empezó entonces a recaudar enormes sumas,
así de ciudadanos privados como de comunidades enteras, a veces
bajo amenazas, tomando como excusa el incendio, y a veces
obteniéndolas de contribuciones voluntarias, según hacían
aparentar. En cuanto a los propios romanos, les privó del reparto
gratuito de grano.
1 9 1 Estando ocupado en esto, recibió noticias de Armenia
acompañadas de una corona de laurel en honor de otra victoria
lograda allí. Pues Corbulón, tras reunir los grupos de soldados que se
habían dispersado y entrenarlos después de un periodo de
abandono, aterrorizó luego a Vologeso, el rey de
Partia, y a Tiridates, príncipe de Armenia, con la sola noticia de su
aproximación. 2 Al igual que los primeros romanos, además de
pertenecer a una brillante familia poseía una gran fortaleza corporal
y era aún más notable por la sagacidad de su inteligencia; poseía
también un gran valor, gran equidad y buena fe hacia todos, tanto
amigos como enemigos. 3 Por estos motivos, Nerón lo había enviado
a la guerra como legado suyo y le había confiado un ejército más
grande que a cualquier otro, confiando tanto en que Corbulón
sometería a los bárbaros como en que no se rebelaría contra él. Y
4
demostró no equivocarse en ninguna de estas suposiciones,
aunque los demás lamentaban precisamente esto en Corbulón, su
fidelidad hacia Nerón, pues ansiaban tenerlo como emperador en
puesto de Nerón y su conducta [la de Corbulón.-N. del T.] al respecto les
parecía su único defecto.

Corbulón, en consecuencia, había capturado Artaxata sin lucha y


había arrasado la ciudad hasta los cimientos.

20 1 Habiendo cumplido esta hazaña, marchó en dirección a


Tigranocerta, perdonando las regiones que se rendían pero
devastando las que le resistían. Tigranocerta se le entregó
voluntariamente. Llevó también a cabo otros brillantes y gloriosos
hechos, coronándolos con la de convencer al formidable Vologeso
para que aceptase términos en consonancia con la dignidad de los
romanos.
2 Vologeso, al saber que Nerón había asignado Armenia a otros y
que Adiabene había sido devastada por Tigranes, se dispuso a
marchar en persona contra Corbulón, en Siria, y envió a Armenia a
Monobazo, rey de Adiabene, y a Moneses el Parto. 3 Estos dos
bloquearon a Tigranes en Tigranocerta; pero, al ver que no lo
dañaban con su asedio sino que, por el contrario, eran rechazados
siempre que trataban de darle fin por las tropas locales y por los
romanos que servían en su ejército, y dado que Corbulón defendía
Siria con extrema diligencia, Vologeso se tragó su orgullo y
abandonó la expedición. 4Envió luego parlamentarios a Corbulón y
logró una tregua, con la condición de que mandaría una nueva
embajada a Nerón, levantaría el asedio y retiraría sus soldados de
Armenia. Nerón no le dio una respuesta rápida ni definitiva, sino que
envió a Lucio Cesenio Peto a Capadocia para prevenir que no se
produjera ninguna sublevación en la región de Armenia.

21 1 Vologeso atacó Tigranocerta e hizo retroceder a Pero, quien


había acudido en su ayuda. Cuando este último huyó, le persiguió,
acabó con la guarnición que Peto había dejado en el Tauro y lo
acorraló en Randea, junto al río Arsanias.2 Se encontraba entonces
en el punto en que nada lograría si se retiraba; pues, desprovisto
como estaba de infantería pesada, no se podía acercar a las murallas
y tenía escasez de provisiones, especialmente al haber llegado a la
cabeza de un gran ejército y sin haber tomado disposiciones para el
suministro de alimentos. Pero Peto temía a sus arqueros, que les
alcanzaban desde su propio campamento, y también a su caballería,
que se presentaba en todas parte; por consiguiente, le envió
propuestas para una tregua, aceptó sus términos y juró que
abandonaría toda Armenia y que Nerón la entregaría a Tirídates. 3El
Parto se sintió bastante satisfecho con este acuerdo, en vista de que
lograría el control del país sin una guerra y los romanos quedarían
en deuda con él por su gran benignidad. 4Y, como sabía además que
Corbulón (al que Peto había mandando llamar repetidamente antes
de rendirse) se hallaba cerca, dejó partir a los romanos sitiados,
habiendo acordado antes con ellos que le construirían un puente
sobre el río Arsanias. En realidad no necesitaba un puente, pues lo
había cruzado a pie, pero deseaba demostrarles que él era superior
a ellos. En cualquier caso, ni siquiera entonces se retiró a través el
puente, sino que cruzó montado sobre un elefante mientras lo
demás lo hacían como antes.

22 1 Apenas se había producido la capitulación cuando Corbulón


alcanzó con increíble velocidad el Eufrates y esperó allí a las fuerzas
que se retiraban. Cuando ambas se encontraron, la gran diferencia
entre las tropas y sus generales habría llamado la atención de
cualquiera: Las primeras marchaban alegres y exultantes, las otras se
mostraban entristecidas y avergonzadas por el pacto que habían
hecho. 2 Vologeso envió a Monases ante Corbulón con la exigencia
de que abandonase el puesto fortificado en Mesopotamia. Así,
ambos mantuvieron una larga conferencia en el mismo puente sobre
el Eufrates tras haber destruido el centro de la estructura. 3
Corbulón acordó abandonar el país si el parto abandonaba Armenia,
cumpliendo ambos estas estipulaciones provisionalmente hasta que
Nerón tuviera conocimiento de los acuerdos tomados y recibiera
una segunda embajada que enviaría Vologeso. La respuesta que les
dio el emperador fue que entregaría Armenia a Tirídates si ese
príncipe iba a Roma. 4Peto fue depuesto de su mando y los soldados
que estaban con él fueron destinados a otros sitios; pero a Corbulón
se le destinó nuevamente a la guerra contra los mismos enemigos.
Nerón trató de acompañar en persona a la expedición, pero cayó
mientras celebraba un sacrifico, por lo que no se aventuró a partir,
sino que se quedó en casa.

231 Corbulón, así pues, estaba disponiéndose, oficialmente, a


preparar la guerra contra Vologeso y envió un centurión para pedirle
que abandonara el país; pero en privado aconsejaba al rey que
enviara a su hermano a Roma, sugerencia que el otro siguió al
parecerle que Corbulón tenía la fuerza superior. 2Por consiguiente,
Corbulón y Tirídates mantuvieron una conferencia en Randea, lugar
satisfactorio para ambos: para el rey, porque sus tropas habían
derrotado allí a los romanos y los habían expulsado tras capitular,
prueba visible del favor que les había concedido; y para Corbulón,
porque esperaba que sus hombres borrasen la mala reputación que
allí les había caído. 3De hecho, los preparativos de la conferencia no
se limitaron a los de unas simples conversaciones, sino que se erigió
una plataforma elevada sobre la que se colocaron imágenes de
Nerón y, en presencia de masas de armenios, partos y romanos,
Tirídates se aproximó y les hizo una reverencia; después, tras
hacerles sacrificios y llamarlas con epítetos laudatorios, se quitó la
diadema de su cabeza y la puso sobre ellas. 4Monobazo y Vologeso
se aproximaron también a Corbulón y le entregaron rehenes. En
honor de este evento, Nerón se saludó como imperator cierto
número de veces y celebró un triunfo contra todo precedente. 5
Corbulón, a continuación, aunque tenía un gran ejército bajo su
mando y disfrutaba de una no pequeña reputación, mediante los
que fácilmente se podía haber proclamado emperador (pues los
hombres detestaban completamente a Nerón, pero le admiraban a
él), ni encabezó rebelión alguna ni fue acusado de hacerlo.6 En
verdad, se condujo entonces con más prudencia que nunca. Por
ejemplo, voluntariamente envió a yerno Anio a Roma, que servía
como legado suyo; hizo esto con el propósito evidente de escoltar
hasta allí a Tirídates, pero en realidad lo hizo para ponerlo en manos
de Nerón como rehén [a su yerno.-N. del T.]. El emperador estaba
tan firmemente convencido de que su general no se rebelaría, que
Corbulón logró que su yerno fuese nombrado legado suyo, aún
antes de haber sido pretor.

Año 818 desde la fundación de la ciudad -65 d.C.-. Cónsules: Aulo


Licinio Nerva Siliano y Marco Julio Vestino Ático.
2 4 1 Sin embargo, Séneca y Rufo, el prefecto, y algunos otros
hombres prominentes planearon un complot contra Nerón; ya no
podían soportar su comportamiento infame, su licenciosidad ni su
crueldad. Deseaban, pues, sacudirse aquellos males y, al mismo
tiempo, librar a Nerón de ellos (como abiertamente confesaron al
mismo Nerón dos miembros de la guardia pretoriana: Sulpicio
Aspro, un centurión, y Subrio Flavio, un tribuno militar). 2 Aspro, al
preguntarle el emperador por la razón de su intento, le contestó:
"No te podía ayudar de otra manera". Y la respuesta de Flavio fue:
"Te he amado y odiado por sobre todos los hombres. Te he amado,
esperando que demostraras ser un buen emperador; te he odiado,
por estas y otras cosas que has hecho. No puedo ser el esclavo de un
auriga ni de un citarista". Se descubrió la conjura, los participantes
fueron castigados y muchos otros a continuación. 3 Pues cualquier
culpa que se pudiera achacar a cualquiera, fuera una excesiva
efusión de alegría, fuesen unas palabras o unos gestos, se empleaba
para acusar y era creída; y a ninguna de aquellas acusaciones, ni
siquiera si eran imaginarias, se dejaba de dar credibilidad en vista de
los hechos perpetrados por Nerón. 4 A consecuencia de esto, se
distinguieron algunos malos amigos y esclavos de algunos hombres;
pues, aunque las personas se muestran naturalmente precavidas
contra extraños y enemigos, a causa de la desconfianza, se ven
obligados a exponer sus pensamientos ante sus allegados, quieran o
no.

25 1 No sería pequeña tarea el hablar de todos los que murieron,


mas el destino de Séneca exige algunas palabras. Era su deseo que la
vida de su esposa, Paulina, terminase al mismo tiempo que la suya,
pues decía que él le había enseñado a ella tanto a despreciar la
muerte como a desear dejar el mundo en su compañía. De modo
que abrió las venas de ellas y también las suyas. 2 Pero, como le
costaba morir, los soldados aceleraron su muerte y ella todavía
estaba viva cuando él murió, salvándose así. No se dio fin, sin
embargo, hasta que hubo revisado el libro que estaba escribiendo y
hubo depositado sus otros libros con algunos amigos, temiendo que,
de otra manera, caerían en manos de Nerón y serían destruidos. 3
Así murió Séneca, no obstante que hubiera él abandonado la
compañía del emperador excusándose en la enfermedad y le
hubiera hecho cesión de todas sus propiedades, , ostensiblemente
para ayudarle a pagar los edificios que estaba construyendo. Sus
hermanos, también, perecieron tras él.

26 1 Como Trasea y Sorano, quienes se contaban entre los más


notables por su linaje, riqueza y toda clase de virtudes, quienes
encontraron la muerte no porque se les acusara de conspiración,
sino porque eran quienes eran. Contra Sorano prestó falso
testimonio Publio Egnacio Celer, un filósofo. 2El acusado tenía dos
allegados, Casio Asclepiodoto de Nicea y este Egnacio de Berito. Y
entonces Asclepiodoto, lejos de hablar contra Sorano, dio en verdad
testimonio de sus nobles cualidades, siendo exiliado por esto en
aquel momento, aunque luego fue rehabilitado bajo Galba. Publio
recibió dinero y honores en compensación por sus falsas
acusaciones, como otros que habían hecho lo mismo, aunque luego
fue desterrado. 3 Sorano, después, fue ejecutado bajo la acusación
de haber practicado cierta clase de magia a través de su hija, siendo
la base para esta historia el que, cuando Sorano cayó enfermo,
habían ofrecido cierto sacrificio. Trasea fue ejecutado porque dejó
de aparecer regularmente en el Senado, mostrando así que no le
gustaban las medidas aprobadas, y porque nunca quiso escuchar al
emperador cantando y tañendo la lira, ni sacrificar a la divina voz de
Nerón como
hicieran los demás, ni ofrecer espectáculo público alguno; 4 sin
embargo, se observó que en Padua, su lugar natal, había actuado en
una tragedia que se celebraba en cumplimiento de alguna antigua
costumbre, en un festival que tenía lugar cada treinta años. Al hacer
la incisión en su arteria, levanto su mano y exclamó: "¡A tí, oh
Júpiter Libertador, ofrezco esta libación de sangre!"

27 1¿Y por qué debería nadie sorprenderse de que se les hicieran


tales acusaciones, en vista de que un hombre fue juzgado y
ejecutado por vivir cerca del Foro, alquilar algunas tabernas y recibir
en ellas a unos cuantos amigos; y a otro porque tenía una imagen de
Casio, el asesino de César?

2 Junio Torcuato, descendiente de Augusto, sucumbió a una


sorprendente acusación: Había dilapidado su riqueza con
prodigalidad, fuera por su naturaleza o con la deliberada intención
de no ser demasiado rico. Nerón, entonces, declaró que, como
estaba falto de tantas cosas, debía codiciar los bienes ajenos y, por
consiguiente, provocó una acusación ficticia contra él por aspirar al
poder imperial.

3 La conducta de una mujer llamada Epicaris merece también


mención. Estaba dentro de la conspiración y se le habían confiado
todos los detalles sin reserva; y no reveló ninguno de ellos, aunque
se la torturó de todas las maneras que podía imaginar Tigelino. 4¿Y
por qué mencionar las cantidades entregadas a los pretorianos con
ocasión de su conspiración, o los excesivos honores votados a Nerón
y sus amigos? Baste decir que Rufo Musonio, el filósofo, fue
desterrado su relación con tales hechos.

Sabina pereció por entonces debido a un acto de Nerón; fuera


accidental o intencionadamente, le dio una patada mientras estaba
embarazada.

28 1 Los extremos de lujo con los que llegó a satisfacerse esta Sabina
los expondré en los términos más breves. Hizo que se colocaran
calzas doradas en las mulas de su tiro; también hizo que fueran
ordeñadas diariamente quinientas burras recién paridas para que
ella se pudiera bañar en su leche.

Pues ella cuidaba en extremo su belleza y el lustre de su persona, y


fue por esto que, cuando cierto día advirtió en un espejo que su
aspecto no era atractivo, rogó por morir antes de perder la flor de su
juventud. 2 Nerón la echó tanto de menos tras su muerte que, al
enterarse de la existencia de una mujer que se le parecía, mandó al
principio por ella y la mantuvo cerca de él; más tarde, sin embargo,
hizo que castraran a un joven liberto, llamado Esporo, pues también
él se parecía a Sabina, 3 usando de él en muchos modos como si
fuera una esposa. Con el paso del tiempo, aunque ya estaba
"casado" con Pitágoras, un liberto, se "casó" formalmente con
Esporo y asignó al muchacho una una dote según el contrato; tanto
los romanos como otros celebraron públicamente este matrimonio.

3.aMientras Nerón mantenía como esposa a Esporo, el eunuco,


preguntó a uno de sus allegados en Roma, que había realizado
estudios de filosofía, si aprobaba aquel matrimonio, este replicó:
"Haces bien, César, en buscar la compañía de tales esposas. ¡Ojalá tu
padre hubiera ambicionado lo mismo y hubiera vivido con una
consorte similar!" Indicando así que, si aquel hubiera sido el caso,
Nerón no habría nacido y el estado estaría ahora libre de tan
grandes males.

4 Esto, no obstante, sucedió más tarde. Para aquel entonces, como


ya he dicho, muchos fueron condenados a muerte y muchos otros,
habiendo pujado grandes sumas por sus vidas, como Tigelino,
fueron liberados.

29 1 Nerón continuó ejecutando muchos actos ridículos. Así, con


ocasión de cierto festival popular, descendió hasta la orquesta del
teatro donde dio lectura a un poema de su autoría sobre la caída de
Troya; en honor de esta ocasión, como sucedía con todo lo que
hacía, se ofrecieron numerosos
sacrificios.2 Se disponía, también, a escribir una poema épico
narrando todos los logros de los romanos; y aún antes de componer
una sola línea de él, dio en considerar el número adecuado de libros
que abarcaría, consultando entre otros con Anneo Cornuto, famoso
entonces por su erudición. 3 A este hombre estuvo a punto de
condenarlo a muerte y lo desterró a una isla porque, cuando alguien
le instaba [a Nerón.-N. del T.] a escribir cuatrocientos libros, Cornuto
dijo que eran demasiados y que nadie los leería. Y cuando alguno le
objetó que "Sin embargo, Crísipo, a quien tú admiras e imitas,
compuso muchos más", le contesto: "Pero eran útiles para dirigir la
vida de los hombres"4Y por esto fue desterrado Cornuto. A Lucano,
por otra parte, se le prohibió escribir poesía porque recibía grandes
elogios por su obra.

Del Libro LXIII

Año 819 desde la fundación de la ciudad -66 d.C.-. Cónsules: Cayo


Lucio Telesino y Cayo Suetonio Paulino.

1 1En el consulado de Cayo Telesino y Suetonio Paulino, tuvo lugar


un hecho de gran gloria y otro de profunda desgracia. Por una parte,
Nerón compitió entre los citaristas y después que Menécrates, el
maestro de este arte, hubiera celebrado un triunfo para él en el
Circo, hizo él su aparició como auriga. 2 Por la otra, Tirídates se
presentó en Roma llevando con él no solo a sus hijos, sino también a
los de Vologeso, los de Pacoro y los de Monobazo. Todo su trayecto
desde el Eufrates fue como una procesión triunfal.
2 El propio Tirídates estaba en la cima de su reputación a causa de
su edad, belleza, nobleza e inteligencia; le acompañaba todo su
séquito de sirvientes con toda la pompa propia de un rey. Le
seguían en su columna tres mil jinetes partos así como numerosos
romanos. 2 Fueron recibidos por ciudades magníficamente ornadas y
gentes que gritaban grandes y festivas aclamaciones. Se les
proporcionó alimentos gratuitamente, por cuyo suministro se realizó
un cargo diario de ochocientos mil sestercios al tesoro público [dos
millones de dracmas, en la traducción francesa y el texto griego.-N. Del T.] . Y así fue, sin

cambios, durante los nueve meses que duró su viaje. 3 El príncipe


cubrió toda la distancia hasta los confines de Italia a caballo,
cabalgando su esposa junto a él y llevando un yelmo dorado en lugar
de un velo, para así no contravenir las tradiciones de su patria al
dejar a la vista su rostro. Ya en Italia, fue transportado en un carro
tirado por dos caballos, enviado por Nerón, y se encontró con el
emperador en Nápoles, al que llegó por el camino de Piceno.4
Rehusó, sin embargo, obedecer la orden de dejar a un lado su daga
al aproximarse al emperador, pero la sujetó en su vaina con las uñas.
No obstante, se arrodilló y con los brazos cruzados le llamó amo y le
rindió homenaje.

3 Nerón lo admiró por esta acción y lo entretuvo de varias maneras,


especialmente al ofrecerle una exhibición gladiatoria en Pozzuoli. Se
realizó bajo la dirección de Patrobio, uno de sus libertos, quien se
encargó de que resultara un acto tan magnificente que, por espacio
de todo un día, nadie excepto hombres, mujeres y niños etíopes
ocupó el anfiteatro. 2 Como modo de honrar de manera adecuada a
Patrobio, Tirídates disparó contra las bestias salvajes desde su
asiento elevado y, si tal cosa pudiera creerse, traspasó y dio muerte
a dos toros con una sola flecha.
4 Después de todo esto, Nerón lo llevó a Roma y puso la diadema
sobre su cabeza. Toda la Ciudad había sido decorada con luces y
guirnaldas, viéndose grandes multitudes por doquier y con el Foro,
especialmente, especialmente atestado. 2 El centro estaba ocupado
por civiles, dispuestos de acuerdo a su rango, vestidos de blanco y
llevando ramas de laurel; en todo el resto estaban situados los
soldados, portando brillantes armaduras, con sus armas y
estandartes destellando como el relámpago. Las mismas tejas de
todos los edificios vecinos quedaban totalmente ocultas por los
espectadores que habían trepado a los techos. 3 Todo había sido
dispuesto de aquella manera durante la noche; y al amanecer,
Nerón, vistiendo los ropajes triunfales y acompañado por el Senado
y los pretorianos, entró en el Foro. Ascendió a los Rostra [muro de la
tribuna de oradores del foro de Roma, decorado con los espolones -rostra- mandados arrancar a las
naves enemigas el 338 a.C. por el cónsul Cayo Menio, tras la batalla naval de Anzio.-N. del T.] y

tomó asiento en una silla curul. A continuación, Tirídates y su


cortejo pasaron entre líneas de tropas pesadamente armadas a
ambos lados, ocuparon su lugar cerca de los Rostra y prestaron
homenaje al emperador como habían hecho anteriormente.

5 En ese momento se levantó un gran clamor, que alarmó tanto a


Tirídates que durante algunos momentos quedó sin habla, temiendo
por su vida. Después, una vez ordenado silencio por el heraldo,
recuperó el ánimo y reprimiendo su orgullo se sometió a la ocasión y
su necesidad, cuidándose poco de cuán humildemente hablara, a la
vista del premio que esperaba lograr. 2 Estas fueron sus palabras:
"Amo, desciendo de Arsaces, hermano de los reyes Vologeso y
Pacoro, y esclavo tuyo. Y he venido hasta tí, mi dios, para adorarte
como hago con Mitra. El destino que para mí hilas, mío será; pues tú
eres mi fortuna y mi hado". 3 Nerón le respondió de la siguiente
manera: "Hasta hecho bien viniendo hasta aquí en persona, para
que encontrándote conmigo cara a cara puedas disfrutar de mi
gracia. Pues ni lo que tu padre te dejó, ni lo que tus hermanos te
conservaran ni concedieran, yo te lo concedo. Te declaro Rey de
Armenia, para que tanto tú como ellos podáis comprender que
tengo el poder para despojar de reinos y para concederlos". 4 Al
término de estas palabras, le ordenó subir por una pasarela
construida frente a los Rostra expresamente para aquella ocasión y,
cuando Tirídates tomó asiento a sus pies, colocó la diadema sobre
su cabeza. También en aquel momento se elevaron gritos de toda
clase.

6 Mediante un decreto especial, se celebraron también unos juegos


escénicos. Y se decoró, dorándolo, no solo el escenario, sino todo el
interior del teatro, decorándose con oro todos los bienes que se
habían colocado dentro; de manera que el pueblo dio a aquel día el
epíteto de "dorado" 2 Los entoldados que se extendieron para
proteger las cabezas del sol eran de color púrpura, y en el centro de
ellos se hallaba una figura recamada de Nerón conduciendo un
carro, con estrellas doradas destellando a su alrededor.

3
Así pues, tal fue la ocasión; por supuesto, disfrutaron de un
suntuoso banquete. Tras todo ello, Nerón cantó a la lira, condujo
también un carro revestido del uniforme de los Verdes y llevando un
casco de auriga. 4 Esto hizo que Tirídates se enfadara con él y que
empezara a alabar a Corbulón, en quien hallaba solo la siguiente
falta: que soportara el servir a un amo como aquel. En verdad, no
trató de ocultar aquel sentimiento al mismo Nerón, pues le dijo un
día: "¡Oh Amo, tienes un excelente esclavo en Corbulón!". 5 Mas este
comentario no fue entendido. En los restantes asuntos, halagaba al
emperador y se congraciaba con toda habilidad, con el resultado de
que recibió toda clase de regalos, que se dice alcanzaron un valor de
doscientos millones de sestercios [dos millones de sestercios en la traducción italiana;
cincuenta millones de dracmas en la traducción francesa y el original griego.-N. del T.],
obteniendo permiso para reconstruir Artaxata. 6 Y aún más, se
llevó con él de Roma a muchos artesanos, proporcionándole Nerón
algunos y convenciendo a otros mediante ofertas de grandes
salarios. Corbulón, sin embargo, no dejó que todos ellos cruzaran a
Armenia, sino solo aquellos que le habían sido entregados por
Nerón. Esto provocó en Tirídates tanto que le admirase a él como
que despreciara al emperador más que nunca.

7 El rey no regresó por donde había venido, a través de Iliria y el


norte del mar Jonio, sino que, en vez de eso, navegó desde Brindisi a
Dirraquio. También visitó las ciudades de Asia, lo que sirvió para que
aumentase su admiración por la fortaleza y belleza del imperio
romano.

1
contempló un día una exhibición de pancracio en la que
a Tirídates,
uno de los contendientes, tras caer al suelo, estaba siendo atacado
por su oponente. Cuando el rey vio esto exclamó: "El combate no es
justo. No es justo que se ataque a un hombre que ha caído". 2
Tirídates reconstruyó Artaxata y la llamó Neronia. Vologeso, sin
embargo, aunque convocado varias veces, rehusaba presentarse
ante Nerón y, finalmente, cuando llegó la última de las invitación, se
sintió molestó con él y le envió una carta con la siguiente
contestación: "Te es mucho más fácil a tí que a mí el atravesar tan
gran superficie de agua. Así pues, si vienes a Asia, podremos
disponer dónde nos podremos encontrar el uno con el otro". Tal fue
el mensaje que finalmente escribió el parto.

8 Nerón, aunque enojado, no navegó contra él, ni tampoco contra


los etíopes o contra las Puertas Caspias [sitas cerca de Derbent, ciudad del sur de la
república de Daguestán (Rusia), cerca de la frontera con Azerbaiyán.-N. del T.], como había

previsto. 2 Sí envió, de hecho y entre otras cosas, espías a ambos


lugares, pero viendo que el sometimiento de aquellas regiones
requerían tiempo y fatigas, esperó que se sometieran por propia
voluntad. Cruzó sin embargo a Grecia, mas no como Flaminio o
Mumio, o como Agripa y Augusto, sus antepasados, hicieron, sino
con el propósito de conducir carros, tañer la lira, competir con los
heraldos y actuar en tragedias. Roma, al parecer, no era bastante
para él, ni el teatro de Pompeyo, ni el Circo Máximo, sino que
ansiaba además una campaña en el extranjero para convertirse,
según decía, en el vencedor de la Gran Gira [en el original griego "vencedor de
los "periodos"; este término se aplicaba a un atleta que había vencido en los juegos Pitios, Ístmicos,

3 Llevó consigo un gran séquito, no solo de


Nemeos y Olímpicos.-N. del T.].
Augustanos [véase LXI (LXII).20.4.-N. del T.], sino también de otras personas
que habrían bastado, si se hubiera tratado de una hueste hostil, para
someter tanto a los partos como a todas las demás naciones. Pero
eran de la clase de soldados que uno esperaba que fuesen los de
Nerón, y las armas que portaban eran liras y plectras, máscaras y
borceguíes. 4 Las victorias que ganó Nerón fueron las que
correspondían a tal clase de ejército, superando a Terpno, Diodorio y
Pammeno, en vez de a Filipo, Perseo o Antíoco. 5 Es probable que su
propósito al hacer competir a este Pammeno, a despecho de su
edad (pues su juventud transcurrió durante el reinado de Cayo
[Calígula.-N. del T.], fuera el de poder vencerle y dar rienda suelta a su
disgusto mutilando las estatuas que se le habían erigido.

9 Si solo hubiera hecho esto, habría sido objeto de ridículo. Sin


embargo, ¿cómo podría alguien siquiera escuchar, no ya soportar,
que un romano, un senador, un patricio, un sumo sacerdote, un
César, un emperador, un Augusto, fuera citado en los carteles entre
los concursantes, entrenando su voz, ensayando diversas canciones,
llevando el pelo largo sobre su cabeza mientras su barbilla se
presentaba bien afeitada, 2 echándose su toga sobre el hombro en
las carreras, paseando con uno o dos sirvientes, mirando de reojo a
sus oponentes y lanzándoles constantemente pullas hirientes,
atemorizando a los directores de los juegos y a los flageladores,
repartiendo dinero entre ellos en secreto para evitar ser azotado
cuando cometía un error? Y todo esto hizo, pese a que venciendo en
los concursos de citaristas, tragedias y heraldos, asegurase su
derrota en el de los Césares. 3 ¿Qué proscripción más severa que
esta pudiera haber, en la que no era Sila quien escribía los nombres
de los demás, sino Nerón el que escribía el suyo propio? ¿Que
extraña victoria era aquella en la que recibía la corona de olivo, de
laurel, perejil o pino, y perdía la corona cívica?4 ¿Y por qué se
lamentaría uno solo de tales hechos, en vista de que se elevaba
sobre borceguíes de altas plataformas solo para caerse del trono, y
que al ponerse la máscara se despojaba de la majestad imperial y
quedaba encadenado como un esclavo fugitivo, llevado como un
ciego, interpretando el personaje de una mujer embarazada, de una
parturienta, de unloco o un caminante, siendo sus papeles favoritos
los de Edipo, Tieste, Hércules, Alcmeón y Orestes? 5 Las máscaras
que llevaba se hacían a veces para asemejarse a los papeles que
interpretaba y otras para parecerse a él; sin embargo, las máscaras
de mujer se modelaban todas con los rasgos de Sabina para que así
ella aún pudiera formar parte del espectáculo.6 Todas las
situaciones que normalmente fingían los actores en sus actuaciones,
palabras o actos, él las soportaba, excepto que se empleaban
cadenas de oro para atarlo, pues, aparentemente, no era demasiado
apropiado para un emperador romano el ser encadenado con
grilletes de hierro.

1 0 Todo este comportamiento, no obstante, era presenciado,


soportado y aprobado, no solo por el pueblo en general, sino
también por los soldados. Le aclamaban como "vencedor Pítico",
"vendedor Olímpico", "vencedor en la Gran Gira", "vencedor
Universal", además del resto de expresiones habituales; y, por
supuesto, unían a tales nombres los títulos correspondientes a su
magistratura imperial, de manera que cada uno de ellos tenía
"César" o "Augusto" como coletilla.
1.a Concibió aversión por cierto hombre porque, mientras estaba él
hablando, aquel frunció el ceño y no fue excesivamente pródigo en
sus alabanzas; y así, le hizo expulsar y no le dejaba estar en su
presencia. Siguió rehusando el concederle audiencia y, cuando el
hombre preguntaba: "¿Dónde iré, pues?", Febo, el liberto de Nerón,
le contestó: "¡Al diantre!"

2 Nadie osaba compadecerse de aquel infeliz, ni odiarlo. Uno de los


soldados, al verlo encadenado e indignado por aquel acto, corrió y lo
liberó. Otro, respondiendo a la pregunta de "¿Qué está haciendo el
emperador?", replicó: "Pariendo", pues Nerón estaba en ese
momento interpretando el papel de Cánace [debía estar interpretando las
Heróidas, de Ovidio. Cánace era hija de Eolo y Anárete, y amante de Poseidón. Tuvo un hijo con su

hermano Macareo, desconocedores ambos de que el incesto estaba prohibido.-N. del T.].
3
Ninguno de ellos se comportaba, en modo alguno, de una forma
digna de un romano. En vez de eso, debido al mucho dinero que les
repartía, ofrecían oraciones para que él pudiera ofrecer muchas de
tales interpretaciones, de manera que ellos pudieran recibir aún
más.

1 1 Ahora bien, si fuera esto todo lo que hizo, la cosa, aún


constituyendo una fuente de vergüenza y ridículo, habría resultado
inofensiva. Sin embargo, tal y como transcurrieron, devastó toda
Grecia como si hubiera dirigido una guerra, no obstante haberle
concedido la libertad al país; dio muerte a gran número de hombres,
mujeres y niños. 2 Al principio, ordenaba a los hijos y libertos de
aquellos a quienes ejecutaba que le dejasen la mitad de sus
propiedades tras su muerte, permitiendo a las víctimas que hicieran
testamentos para que no pareciera que los estaba matando por su
dinero. Invariablemente, tomaba todo lo que se le había legado, o al
menos la mayor parte, y en caso de que alguno le dejara a él o a
Tigelino menos de lo que esperaban, su testamento quedaba sin
validez. 3 Luego, arrebataba todas sus propiedades a quienes eran
ejecutados y desterraba a todos sus hijos a la vez mediante un
simple edicto. Y no se contentaba con esto, sino que destruía
además a no pocos de los que vivían en el exilio. En cuanto a las
posesiones que confiscaba a las personas mientras aún vivían y a las
ofrendas votivas que robaba de los propios templos en Roma, nadie
podría jamás enumerarlas todas. 4 En verdad, los mensajeros iban y
venían a toda velocidad, no llevando más mensaje que "¡Da muerte
a tal hombre!" o "Tal y Cual están muertos"; pues no se daba curso a
mensajes particulares, sino únicamente a los comunicados del
príncipe. Nerón, al parecer, había hecho salir a muchas personas
notables de Grecia, fingiendo que precisaba alguna ayuda de ellos,
pero en realidad para hacerlos perecer.

12 En cuanto a la gente en Roma e Italia, los había puesto a mercer


de un tal Helio, un liberto imperial. A este hombre se le había dado
una autoridad total, de forma que podía confiscar, desterrar o
condenar a muerte a ciudadanos, caballeros y senadores por igual,
incluso antes de notificarlo a Nerón.

2 Así, el imperio romano quedó por entonces esclavo de dos


emperadores a la vez, Nerón y Helio; y no puedo decir cuál de ellos
era el peor. En la mayoría de los aspectos se comportaban
exactamente igual, y el único punto de diferencia era que el
descendiente de Augusto emulaba a los citaristas y actores, mientras
que el liberto de Claudio emulaba a los Césares. 3 Por lo que
respecta a Tigelino, lo considero un simple apéndice de Nerón, pues
estaba continuamente junto a él; Sin embargo, Policleto y Calvia
Crispinilla, saqueaban, devastaban y secuestraban cuanto era
posible. El primero se asoció con Helio en Roma, y la última con la
"Sabina", como se conocía a Esporo. 4A Calvia se le había confiado
la guarda y custodia del muchacho, aunque era una mujer de alto
rango; y por ella fueron todos expoliados de sus propiedades.

13 Por entonces, Nerón llamaba "Sabina" a Esporo; no solo porque,


debido a su parecido con ella, le hubieran convertido en eunuco,
sino porque el muchacho, como la señora, se había casado
solemnemente con él en Grecia, entregando Tigelino a la novia
como ordenaba la ley. Todos los griegos hicieron celebraron una
fiesta en honor de su matrimonio, pronunciando todos los buenos
deseos habituales, incluso hasta el extremo de rezar porque les
nacieran hijos legítimos. 2Tras aquello, Nerón tuvo dos compañeros
de cama a la vez, Pitágoras para hacer el papel de esposo suyo y
Esporo el de esposa. El último, además de otras formas de ser
llamado, era nombrado como "señora", "reina" y "matrona". ¿Y por
qué debiera nadie extrañarse, en vista de que Nerón podía atar a
estacas a muchachos y muchachas desnudas, y después, poniéndose
por encima la piel de una bestia salvaje, los atacaba y satisfacía su
brutal lujuria bajo la apariencia de estar devorando trozos de sus
cuerpos?3Tales eran las depravaciones de Nerón: Cuando recibía a
los senadores llevaba una túnica corta floreada y cuello de tela de
muselina; en asuntos de vestuario, además, siempre transgredía lo
acostumbrado, llegando hasta el extremo de llevar en público
túnicas sin ceñir. Se dice que los miembros del orden ecuestre
emplearon en su reinado, por vez primera, sillas de montar en su
revista anual.

14 Durante los Juegos Olímpicos, cayó del carro que guiaba y


estuvo muy cerca de morir aplastado; sin embargo, fue coronado
como vencedor. En reconocimiento por su favor, entregó a los
heladónicas [los jueces de los Juegos Olímpicos, encargados de guardar y hacer cumplir sus
normas y tradiciones.-N. del T.], el millón de sestercios [cien mil sestercios en la traducción italiana y
doscientos cincuenta mil dracmas en la francesa.-N. del T.] que posteriormente Galba
les exigiría que devolvieran. 2 Este mismo emperador entregó
cuatrocientos mil sestercios [cien mil dracmas en la traducción
francesa.-N. del T.] a la Pitia por pronunciar ciertos oráculos que le
favorecían; este dinero fue recuperado por Galba. Por otra parte,
arrebató a Apolo el territorio de Cirra [cerca de la actual Magula, en la Fócide.-N.
del T.], fuera por vejar al dios por hacer alguna predicción que le

desagradase, o simplemente porque estaba loco, y lo entregó a los


soldados. Abolió también el oráculo, tras asesinar a algunas
personas y arrojarlas en la abertura desde la que salía el aliento
sagrado. 3
Concursó igualmente en todas las ciudades que celebraban
cualquier certamen, siempre empleando a Cluvio Rufo, un consular,
como heraldo cuando se precisaban los servicios de un heraldo.
Atenas y Esparta fueron dos excepciones, siendo las únicas ciudades
que no visitó en absoluto. Evitó esta última ciudad debido a las leyes
de Licurgo , que se interponían con sus designios; y la última debido
a la historia de las Furias.

4 La proclamación siempre rezaba: "Nerón César vence en este


concurso y corona al pueblo romano y al mundo sobre el cual
impera". Así, aunque poseyendo un mundo, de acuerdo con su
propia declaración, seguía tañendo la cítara, pronunciaba proclamas
y actuaba en tragedias.

1 5 Su odio por el Senado era tan grande que le complacía


especialmente que Vatinio estuviera siempre diciéndole: "Te odio,
César, porque perteneces al orden senatorial" (empleo sus propias
palabras). 2 Los senadores y todos los demás estaban sometidos
constantemente al más estrecho escrutinio de sus entradas, sus
salidas, sus actitudes, sus gestos y sus aclamaciones. Los hombres
que acompañaban siempre a Nerón, lo escuchaban atentamente y
lo alababan, fueron elogiados y honrados; a los demás se les
deshonraba y castigaba. 3 Algunos, por tanto, siendo incapaces de
quedarse hasta el final de sus interpretaciones (pues a menudo los
espectadores debía permanecer desde la mañana temprano hasta la
tarde), fingían desmayarse y se les sacaba de los teatros como si
estuvieran muertos.

1 6 Como un logro secundario relacionado con su viaje a Grecia,


concibió el deseo de excavar un canal a través del istmo del
Peloponeso, dando comienzo efectivamente a las obras. Los
trabajadores se aprestaron a ello de mala gana, sin embargo, cuando
a las primeras veces que se excavaba en la tierra surgió sangre de
ella, escuchándose gemidos y rugidos y apareciéndose muchos
fantasmas.2 El propio Nerón, acto seguido, tomó una azada y,
tirando un poco de tierra, obligó a los demás a imitarlo. Para esta
obra, mandó también a una gran multitud de hombre de otras
naciones.

1 7 Para este y otros propósitos necesitaba grandes sumas de


dinero; y como era a un tiempo promotor de grandes empresas y
donante de grandes regalos, temiendo a la vez un ataque por parte
de las personas de más influencia mientras se hallaba así
comprometido, hizo que se terminara con muchos hombres
excelentes. 2 De la mayor parte de ellos omitiré dar cuenta,
considerando que el cúmulo de acusaciones bajo el que eran
llevados ante él eran la excelencia, la riqueza o el linaje; y todos
ellos, o se daban muerte o eran muertos por otros. Haré mención,
no obstante, de Corbulón y de los dos Sulpicio Escribonio, Rufo y
Próculo. 3 Los dos últimos eran hermanos de más o menos la misma
edad que nunca hacían nada por separado, sino que seguían unidos
en propósito y en propiedades como lo estaban en familia; durante
mucho tiempo administraron las dos Germanias juntos, y llegaron
ahora a Grecia convocados por Nerón, quien parecía quererlos para
alguna cosa. 4Acusaciones de las que abundaban en aquella época
fueron lanzadas contra ellos, aunque jamás pudieron lograr una
audiencia ni una vista de Nerón; y como esto provocara el que
fueran despreciados por todos, empezaron a desear la muerte y a
darse fin abriéndose las venas.5 Y hago mención de Corbulón
porque el emperador, tras hacerle convocar de la manera más cortés
y llamarle, invariablemente y entre otros epítetos, "padre" y
"benefactor", luego, cuando este general desembarcó en Céncreas
[uno de los dos antiguos puertos de Corinto, siendo Lecaón el otro.-N. del T.], ordenó que se le

diera muerte antes de que hubiera llegado a su presencia. Explican


esto algunos diciendo que Nerón estaba a punto de aparecer vestido
de citarista y no soportaba la idea de ser visto por Corbulón mientra
vestía la larga túnica sin ceñir.6 El condenado, en cuando entendió la
orden, tomó una espada y atravesándose con fuerza exclamó: "¡Soy
digno!" [en el sentido de "me lo merezco".-N. del T.]. Luego, en verdad, quedó por
vez primera convencido de que se había equivocado tanto al salvar
al citarista como al haberse llegado a él desarmado.

18 Esto era lo que ocurría en Grecia. ¿Merece la pena contar que


Nerón ordenó que se diera muerte a París, el bailarín pantomimo,
porque el emperador había deseado aprender danza de él pero no
había sido capaz? ¿O que desterró a Cecina Tusco, el gobernador de
Egipto, por bañarse en el baño que había sido construido
especialmente para la proyectada visita del emperador a Alejandría?

2 En Roma, durante este mismo periodo, Helio perpetró muchos


actos terribles. Entre otros, condenó a muerte a uno de los hombres
más notables, Sulpicio Camerino, junto a su hijo; la acusación contra
ellos fue que no querían ceder su título de Píticos, heredado de
algunos de sus antepasados, sino que mostraban irreverencia hacia
las victorias píticas de Nerón usando ese mismo título. 3 Y cuando
los augustanos propusieron erigir una estatua del emperador que
pesara mil libras [327 kilogramos.-N. del T.], todo el orden ecuestre fue
obligado a contribuir a los gastos. En cuanto a los actos del Senado,
sería gran trabajo describirlos todos en detalle, pues se aprobaron
tantos sacrificios y días de acción de gracias que no cabían en todo
el año.

19 Helio estuvo enviado muchos mensajes durante algún tiempo a


Nerón, urgiéndole a volver tan pronto como pudiera, pero al ver que
no les prestaba atención viajó él mismo a Grecia en siete días y lo
atemorizó al informarle de que había tomado cuerpo una gran
conspiración contra él en Roma. Este informe provocó que Nerón
embarcara hacia Italia de inmediato. 2 Hubo, en verdad, alguna
esperanza de que pereciera durante una tormenta y muchos se
regocijaron, aunque en vano, pues llegó salvo a tierra; y, para
determinados hombres, el mismo hecho de que hubieran rezado y
esperado que pereciera proporcionó el motivo para su destrucción.

20 Cuando entró en Roma, se derribó un sector de la muralla y


una se rompió una parte de las puertas, y que algunos afirmaban
que estas ceremonias eran costumbre al regresar los vencedores
coronados de los juegos. 2 Entraron en primer lugar hombres
llevando puestas las coronas que había ganado y, tras ellos, otros
con paneles de madera insertos en lanzas, sobre los que estaban
inscritos los nombre de los juegos, la clase de certamen y una
declaración de que Nerón César era el primero
de todos los romanos en haberlo ganado. 3 A continuación llegó el
propio vencedor sobre un carro triunfal, aquel con el que Augusto
celebró anteriormente sus muchas victorias; iba revestido por una
vestidura de púrpura cubierta con lentejuelas de oro, coronado con
una guirnalda de olivo y llevando en su mano el laurel pitio. A su
lado cabalgaba Diodoro, el citarista. 4 Tras pasar de esta guisa a
través del Circo y el Foro, acompañado por los soldados, por los
caballeros y el Senado, ascendió al Capitolio y se dirigió desde allí a
palacio. Toda la Ciudad estaba decorada con guirnaldas, iluminada
con luces y perfumada de incienso; 5 y toda la población, con los
propios senadores destacándose, gritando a coro: "¡Salve, vencedor
Olímpico!" "¡Salve, vencedor Pítico!" "¡Augusto, Augusto, Salve a
Nerón, nuestro Apolo!" "¡El único vencedor de la Gran Gira! ¡El único
desde el comienzo de los tiempos! ¡Augusto! ¡Augusto! ¡Oh, voz
divina, benditos sean los que te han escuchado!"6 Podría, a buen
seguro, haber empleado circunloquios, pero ¿por qué no poner sus
propias palabras?. Las expresiones que emplearon no serán una
deshonra para mi historia, por el contrario, la distinguirá el hecho de
que no he ocultado ninguna de ellas.
21 Cuando hubo dado fin a tales ceremonias, anunció una serie de
carreras de caballos y, llevando al Circo aquellas coronas, así como
todas las demás que había logrado en las carreras de carros, las
colocó alrededor del obelisco egipcio. Su número ascendía a mil
ochocientas ocho. Una vez hecho esto apareció vestido de auriga. 2
Entonces, un tal Larcio, un lidio, se le acercó ofreciéndole un millón
de sestercios [diez mil, en la traducción italiana y ciento cincuenta
mil dracmas en la francesa.-N. del T.] si tañía la cítara para ellos.
Nerón, sin embargo, no tomó el dinero, desdeñando el hacer nada
por una paga (aunque Tigelino había obtenido aquella cantidad de
Larcio como el precio por no condenarlo a muerte), aunque no
obstante apareció en el Teatro y no solo tañó la cítara, sino que
actuó en una tragedia. (En cuanto a los concursos ecuestres, nuestra
dejó de tomar parte en ellos) A veces se dejaba ganar
voluntariamente, para hacer más creíble el que venciera, en
realidad, la mayor parte de las veces.

3 Dión, Libro LXII: "Einfligió incontables daños a muchas ciudades".


Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXIII

Volver al Índice

22 1.1 Así era la vida llevada por Nerón y así fue el modo en que
gobernó. Relataré a continuación cómo fue depuesto y expulsado de
su trono.

1.a Mientras Nerón estaba aún en Grecia, los judíos entraron en


rebelión abierta y envió a Vespasiano contra ellos. También los
habitantes de Britania y la Galia, oprimidos por los tributos, iban
sintiéndose más molestos y enardecidos que nunca.

1.2 Había un galo llamado Cayo Julio Víndex, aquitano, descendiente


de la estirpe real y, por el valor de su padre, senador romano. Era de
cuerpo poderoso y de sagazinteligencia, hábil en la guerra y lleno de
osadía para cualquier gran empresa; poseía también una apasionada
ansia de libertad y gran ambición. Este fue el hombre que se puso al
frente de los galos.

2 Este Víndex reunió a los galos, que habían sufrido mucho, y aún lo
hacían, las numerosas aportaciones forzosas de dinero a manos de
Nerón. Subiendo a una tribuna hizo un largo y detallado discurso
contra Nerón, diciéndoles que debían rebelarse contra el emperador
y unirse al orador para atacarle, 3 "porque, -como dijo- había
saqueado a todo el mundo romano, porque había destruido a la flor
de Senado, porque había cometido estupro con su madre y la había
asesinado, y porque ya no mantenía siquiera la apariencia del
imperio. 4 Muchos asesinatos, robos y ultrajes, cierto es, han sido
perpetrados a menudo por otros; pero en cuanto a los otros actos
cometidos por Nerón, ¿cómo podrían hallarse palabras para
describirlos? Yo los he contemplado, amigos y aliados míos,
creedme; yo he visto a ese hombre (si es un hombre el que se ha
casado con Esporo y ha sido entregado en matrimonio a Pitágoras),
dentro del teatro, o sea, en la orquesta, a veces sosteniendo la lira y
vestido con la túnica suelta y borceguíes, y a veces coturnos [calzado con
suela de madera o corcho, que llegaba hasta la pantorrilla y era empleado por los actores en la

representación de tragedias.-N. del T.]


y máscara. 5 A menudo le he escuchado
cantar, hacer de heraldo y actuar en tragedias. Lo he visto
encadenado, arrastrado como un descreído, embarazado y también
cargado de hijos; en suma, imitando todas las situaciones de la
mitología en todo cuanto decía o escuchaba, en cuanto sufría o
hacía. ¡¿Y aún se nombrará a alguien asícomo César, Emperador y
Augusto?!¡Nunca! ¡Que nadie abuse de esos títulos sagrados!.6 Los
llevaron Augusto y Claudio, pero a este le son más apropiados los de
Tiestes, Edipo, Alcmeón u Orestes, pues estos son los personajes que
representa sobre el escenario y esos son los títulos que adopta en
lugar de los otros. Por consiguiente, levantaos ahora por fin contra
él; socorreos vosotros y socorred a los romanos, ¡liberad a todo el
mundo!"

23 1 Estas palabras, salidas de los labios de Víndex,


encontraron la aprobación general. Víndex no actuaba para lograr la
magistratura imperial para él, sino que escogió a Servio Sulpicio
Galba para tal posición; este hombre se distinguió por su probidad y
su habilidad en asuntos de guerra, era gobernador en Hispania [de la
Hispania Citerior Tarraconensis, para ser exactos.-N. del T.] y mandaba fuerzas militares
de no pequeño tamaño. Fue proclamado emperador por los
soldados.

2 Se dice que, al fijar Nerón un precio de diez millones de sestercios


[cien mil sestercios en la traducción italiana y dos millones quinientos mil dracmas en la francesa y el
por la cabeza de Víndex, este al enterarse comentó:
original griego.-N. del T.]
"A quien mate a Nerón y me traiga su cabeza, yo le daré la mía a
cambio". Tal clase de hombre era Víndex.

24 1 Rufo, el gobernador de Germania, se dispuso a hacer la


guerra a Víndex; mas, al llegar a Besanzón [la Besançon francesa y antigua
Vesontio romana.-N. del T.], procedió a asediar la ciudad pretextando que
esta no lo había recibido. 2 Sin embargo, Víndex llegó en ayuda de la
ciudad contra él y acampó no muy lejos, enviándose mensajes el
uno al otro y, finalmente, celebrando ellos mismos una conferencia
en la que nadie más estuvo presente y llegando a un acuerdo mutuo
contra Nerón, como se conjeturó. 3 Después de esto, Víndex dispuso
su ejército ostensiblemente para que ocupase la ciudad; los
soldados de Rufo, siendo alertados de su aproximación y pensando
que aquella fuerza marchaba directa contra ellos, salieron a su vez
por propia iniciativa y cayendo sobre ellos mientras tenían la guardia
baja y estaban en desorden, mataron a gran número de ellos.

4.1Víndex, al ver esto, quedó tan abrumado por el dolor que se dio
muerte a sí mismo.
4.a Como la rebelión continuase, Víndex se dio muerte a sí mismo,
pues sentía gran dolor debido al peligro de sus soldados y fue
humillado por el Destino al no haber sido capaz de alcanzar su
objetivo en una empresa de tanta magnitud como era el
derrocamiento de Nerón y la liberación de los romanos. Esta es la
verdad del asunto; sin embargo, tras ello muchos infligieron heridas
a su cuerpo, dando así la falsa impresión de que ellos mismos lo
habían matado.

25 Rufo lloró grandemente su muerte, pero rehusó aceptar el


1
cargo de emperador aunque sus soldados le instaban a ello y
fácilmente podría él haberlo alcanzado. Pues era un hombre
enérgico y tenía un ejército grande y fiel, cuyos soldados derribaron
y destrozaron las imágenes de Nerón, llamando a Rufo con los
títulos de César y Augusto. 2Como él no les atendiera, uno de los
soldados se apresuró a escribir aquellas palabras en uno de sus
estandartes. Él, sin embargo, eliminó las palabras y tras superar una
serie de problemas logró imponer el orden entre sus hombres y los
convenció para que sometieran la cuestión al Senado y al pueblo. 3
Es difícil decir si hizo esto simplemente porque no considerase
correcto que fuesen los soldados quienes concedieran el poder
supremo a nadie, pues declaró que esto era prerrogativa del Senado
y del pueblo, o si fue porque poseyera tal magnanimidad y no
sintiera ninguna ambición por la magistratura imperial que quisiera
asegurarse de que los demás estuviesen dispuestos a hacer
cualquier cosa por ella.

26 1 Nerón fue informado del levantamiento de Víndex cuando


estaba contemplando una competición gimnástica en Nápoles, justo
después del almuerzo; sin embargo, lejos de afligirse por ello, saltó
de su asiento y mostró su apoyo a cierto atleta. Tampoco se
apresuró a regresar a Roma, limitándose simplemente en vez de ello
a enviar una carta al Senado en la que pedía que le excusasen por no
ir, alegando una enfermedad de garganta y dando a entender que le
gustaría, aún en aquella crisis, cantar para ellos. 2 Siguió prestando
el mismo cuidado y atención a su voz, a sus canciones y al tañido de
su cítara, no solo en aquella circunstancia sino también más tarde.
Debido a esto [a la enfermedad.-N. del T.], no podía pronunciar una palabra
en voz alta, y si en algún momento se hubiera visto obligado, por las
circunstancias en que entonces se vio, a gritar algo, alguien
rápidamente le habría recordado que tenía que cantar
acompañándose de la cítara y le habría así refrenado y controlado.
3 En general, Nerón aún se comportaba según su costumbre y se
complacía con las noticias que le llegaban, pues tenía la esperanza
de vencer a Víndex en cualquier caso y pensaba que tendría
entonces una buena base para nuevas recaudaciones de dinero y
asesinatos. Seguía abandonado a la indolencia y, a la terminación
del templo de Sabina, lo dedicó brillantemente haciéndolo decorar
con muchos regalos, habiendo hecho antes inscribir sobre él la
declaración de que había sido dedicado por las matronas a Sabina
Venus. 4 Pues en este caso lo que dijo era la verdad, pues la
construcción se había hecho con dinero que, en su mayor parte,
había sido expoliado a las mujeres; también también seguía con sus
muchas pequeñas bromas, de las que solo mencionaré una y omitiré
el resto. Cierta noche, convocó de repente a toda prisa a los más
notables senadores y caballeros, como si fuera a comunicarles algo
referente a la situación política, y entonces, les dijo (cito sus
palabras exactas): "He descubierto un modo mediante el cual el
hydraulis [órgano de agua.-N. del T.] producirá unos tonos mucho más
musicales y potentes".

5 A tales cosas se dedicaba, aún en crisis como aquella. Y poco le


preocupó que ambos conjuntos de puertas, los del mausoleo de
Augusto y los de su propia cámara, se abrieran por sí mismas a la vez
la misma noche, o que en territorio de Alba lloviera tanta sangre que
fluyeron ríos de ella sobre la tierra, o que el mar se retirase a gran
distancia de la costa egipcia y cubriese una gran parte de Licia
[región del sudoeste de la actual Turquía, en las actuales regiones de
Antalya y Mugla.-N. del T.].

271 Pero cuando se enteró de que Galba había sido proclamado


emperador por los soldados y de la deserción de Rufo, cayó en gran
temor y no solo tomó disposiciones en Roma, sino que mandó a
Rubrio Galo y algunos otros contra los rebeldes.
1.aAl escuchar que Petronio [Publio Petronio Turpiliano, cónsul en el 61.-N. del T.], al
que había enviado contra los rebeldes con una gran parte del
ejército, había abrazado también la causa de Galba, Nerón
abandonó toda esperanza en las armas.

2 Abandonado ahora por todos, empezó a pergeñar planes para dar


muerte a los senadores, incendiar la ciudad y navegar hacia
Alejandría, dejando caer esta pista sobre su futuro: "Aunque se nos
quite nuestro imperio, aún este pequeño talento nos mantendrá allí".
A tal punto de locura, en verdad, había llegado como para creer que
podría vivir siquiera durante un instante como ciudadano privado y,
especialmente, como citarista.

2.bEstaba a punto de llevar a cabo tales medidas cuando el Senado


le retiró la guardia que lo escoltaba y entonces, poniéndose en
campaña, lo declaró enemigo y eligió a Galba en su lugar.

3 Pero cuando se apercibió de que su escolta le había abandonado


(pues ocurrió que estaba durmiendo en cierto jardín), se dio a la
fuga. A continuación, vistió unas ropas viles, montó sobre un caballo
no mejor que su atuendo y, con la cabeza cubierta, cabalgó mientras
aún era de noche hacia una finca de Faón, un liberto imperial, en
compañía del propio Faón, Epafrodito y Esporo.

28 1 Estando él de camino ocurrió un terremoto tan terrible que se


pudiera haber pensado que toda la tierra se abría y que lo asaltarían
los espíritus de todos aquellos a los que asesinó. Siendo reconocido,
dicen, a pesar de su disfraz, y saludado como emperador por alguno
que lo conocía, se apartó del camino y se ocultó en un lugar lleno de
cañas. 2 Allí esperó hasta que se hizo de día, echado sobre el suelo
para no correr el menor riesgo de ser visto. De cualquiera que
pasaba sospechaba que venía por él; temblaba a cada voz que oía,
pensando que era la de alguno que lo buscaba; si un perro ladraba
en alguna parte o trinaba un pájaro, o si una rama o arbusto era
agitada por el viento, se ponía extremadamente nervioso. 3 Todos
aquellos ruidos no le dejaron descansar y no se atrevía a dirigir una
palabra a ninguno de los que estaban con él por temor a que alguno
más pudiera escuchar; pero se lamentaba para él y lloraba su
destino considerando, entre otras cosas, cuánto se había envanecido
antes por su gran séquito y cómo se hallaba ahora reducido a la
clandestinidad en compañía de tres libertos. 4 Tal era el drama que
el destino le había dispuesto, de manera que ya nunca más podría
interpretar el papel de otros matricidas y mendigos, sino que
finalmente haría el suyo propio, arrepintiéndose ahora de sus
pasados actos ultrajantes, como si pudiera deshacer alguno de ellos.
5 Esta fue la tragedia que interpretó entonces Nerón, repitiendo
constantemente este verso que le venía a la memoria:

"Tanto la esposa como el padre me dan muerte cruel".

Después de mucho tiempo, como no pareciera que nadie lo


estuviese buscando, entró en una cueva donde su hambre le llevó a
comer pan como si no lo hubiera probado nunca y su sed a beber
agua como si no hubiese bebido antes. Esto le proporcionó tanta
calma que dijo: "¡Así que esta es mi afamada bebida refrescante!".
[Se trata de la llamada "decocta"; según Plinio (H.N. XXXI.40) era agua que había sido primeramente
hervida y luego enfriada mediante su colocación en un recipiente de cristal que se ponía dentro de
nieve.-N. del T.]

29 1 Mientras él se encontraba en esta difícil situación, el pueblo


romano ofrecía sacrificios y se volvía loco de alegría. Algunos incluso
se ponían gorros de libertos, significando que ahora se habían
convertido en hombres libres. Y votaron a Galba las prerrogativas
correspondientes a la magistratura imperial.

Sobre todo, iniciaron la búsqueda de Nerón en todas direcciones y


ignorándose durante algún tiempo su paradero. Cuando finalmente
supieron dónde estaba, enviaron algunos jinetes contra él. 2 Él,
entonces, al darse cuenta de que andaban cerca, ordenó a sus
compañeros que le dieran muerte. Al rehusar ellos, profirió un
gemido y dijo: "Yo, solo, no tengo ya un amigo ni un enemigo". Para
entonces ya estaban próximos los jinetes, así que se dio muerte él
mismo pronunciando estas famosas palabras: "¡Por Júpiter, qué
artista muere conmigo!" Como se prolongase su agonía, Epafrodito
le asestó el golpe de gracia.

3 Había vivido treinta años y nueve meses, de los cuales había


gobernado durante trece años y ocho meses. Él fue el último de los
descendiente de Eneas y Augusto, como quedó claramente
demostrado por el hecho de que los laureles plantados por Livia y la
raza de pollos blancos perecieron poco antes de su muerte.

4 No hubo nadie que dejase de albergar la esperanza de apoderarse


del imperio en un momento de tan grande confusión.

5 Rufo llegó hasta Galba y no pudo obtener de él ningún favor de


importancia, a menos que se considere como tal el que se
permitiera vivir a un hombre al que con frecuencia se había
saludado como emperador. Entre toda la humanidad, sin embargo,
logró en verdad mayor renombre, antes que por haber aceptado el
imperio, por haberlo rehusado.

6 Galba,ahora que Nerón había sido destruido, que el Senado había


votado para él el poder imperial y que Rufo se le había unido, se
armó de coraje. No adoptó, sin embargo, el nombre de César hasta
que llegaron a él los enviados del Senado. En realidad, hasta aquel
instante ni siquiera se tituló como emperador en ningún
comunicado.

Libro LXIV
Año 821 desde la fundación de la ciudad -68 d.C.-. Cónsules: Tiberio Catio Asconio
Silio Itálico y Publio Galerio Tracalo, hasta abril. Nerón Claudio César Augusto
Germánico, por quinta vez entre abril y junio, sin colega. Cayo Bélico Natalis y
Publio Cornelio Escipión Asiático.

Año 822 desde la fundación de la ciudad - 69 d.C.-. Cónsules: Servio Sulpicio Galba,
por segunda vez, y Tito Vinio.

1 Así fue designado emperador Galba, justo como lo había


predicho Tiberio cuando le dijo él también habría de gustar el
imperio. El suceso también fue anunciado por presagios indudables, 2
pues le pareció que había tenido una visión en la que la Fortuna le
decía que había permanecido durante mucho tiempo frente a su
puerta y nadie la había hecho pasar a su casa; y que, si tardaban
mucho en recibirla, se iría a la de algún otro. Por este mismo tiempo,
también, arribaron frente a las tierras de Hispania barcos llenos de
armas que no iban guiados por mano humana alguna. 3 Una mula
dio a luz joven, lo que había sido considerado como un presagio de
su futuro poder supremo. Y otra más fue que el pelo de un joven
que estaba ofreciendo un sacrificio se volvió blanco de repente, de
donde los adivinos declararon que la soberanía detentada por el
joven sería transferida a la vejez de Galba.

2 Tales, entonces, fueron los signos que de antemano señalaron su


elevación al imperio. En cuanto a Galba, su gobierno fue en la
mayoría de los aspectos moderado y no resultó ofensivo pues
consideraba que no se había apropiado del poder, sino que se le
había concedido (de hecho, constantemente lo declaraba así);
empero, acumulaba el dinero de manera insaciable, pues lo pedía en
cantidad y gastaba muy poco, entregando en ocasiones al pueblo
como regalo sestercios, en vez de denarios [en el original griego y
francés: "...óbolos, en vez de dracmas".-N. del T.]; sus libertos, sin
embargo, cometieron muchos desmanes, cuya responsabilidad se
echó a sus puertas [como si dijéramos "le responsabilizaron a él de
los desmanes de sus libertos".-N. del T.]. Pues, mientras basta a los
ciudadanos privados abstenerse de actuar mal, los que ostentan
posiciones de mando, por otra parte, han de velar porque ningún
otro cometa ninguna injusticia, pues esto provoca que para quien
recibe el daño, no importe quién se lo haga. 3 Por lo tanto, a pesar
de que Galba no era culpable de ninguna clase de violencia, sufrió
de mala reputación o porque permitiera a otros obrar mal o porque
ignoraba lo que estaba sucediendo. Unos tales Nimfidio y Capitón
perdieron sus cabezas por esta debilidad suya. Capitón, por ejemplo,
cuando cierto día un hombre apeló un caso que estaba juzgando,
cambió de sitio a una silla alta y le dijo: "Expón ahora nuestro caso
ante César". Emitió entonces la sentencia y condenó al hombre a
muerte. Por esta conducta castigó Galba al que he mencionado.

3 Al acercarse a la Ciudad, salieron a su encuentro los pretorianos


de Nerón y le pidieron continuar en el mismo puesto de servicio.
Galba aplazó en ese momento su respuesta, aparentemente para
tomar el asunto en consideración; 2 y cuando ellos no quisieron
atender a esto, sino que empezaron a provocar disturbios, envió el
ejército contra ellos con el resultado de que perecieron siete mil de
ellos en el acto y que diezmó a los supervivientes [la "decimatio" o diezmado,
era una medida excepcional que se aplicaba en casos de extrema cobardía o amotinamiento de una
Unidad. Se la solía aislar y se la dividía en grupos de diez hombres, entre los cuales se echaba a suerte
quién debía ser castigado por los nueve restantes, habitualmente mediante lapidación o apaleamiento.
A los supervivientes se les obligaba a dormir fuera del campamento de su legión, cuestión peligrosa en
Esto demuestra que, incluso achacoso por la
tiempo de guerra.-N. del T.].
edad y la enfermedad, su mente seguía vigorosa y no creía que un
emperador debiera someterse a la presión en nada. 3 Otra prueba se
puede encontrar en el hecho de que cuando los pretorianos le
exigieron el dinero que Nimfidio les había prometido, él no se lo
entregó, sino que les contestó: "Estoy acostumbrado a alistar
soldados, no a pagarles". Y cuando el populacho le exigía
insistentemente que Tigelino y otros, que últimamente se habían
mostrado tan insolentes, fuesen condenados a muerte, él no cedió
aunque, probablemente, los hubiera hecho matar si sus enemigos
no le hubieran planteado tal exigencia. 4.1 En los casos, no obstante,
de Helio, Narciso, Patrobio, Lacusta, los hechiceros y el resto de
escoria que había salido a la luz durante los días de Nerón, ordenó
que les condujera encadenados por toda la Ciudad y que después se
les ejecutara.

4.a Así mismo, a los esclavos que habían sido culpables de cualquier
acto o palabra contra sus amos, los entregó a estos para que los
castigaran.

4.b Algunos rehusaron recibir a sus propios esclavos, deseando


librarse de unos esclavos canallas.

4.c Galba exigió la devolución de todos los regalos de dinero o


propiedades que hubiera recibido cualquier persona de Nerón. Aún
más, hizo volver a todos los que fueron exiliados por su predecesor
acusados del delito de traición contra el emperador, trasladando
además al Mausoleo de Augusto los huesos de los miembros de la
familia imperial que habían sido asesinados, colocando nuevamente
sus imágenes.

4 Por estos actos recibió elogios; por otra parte, al portar una larga
espada al costado durante todo el camino, viejo y débil de los
nervios como estaba, provocó muchas burlas.

4 Relataré también cómo encontró su fin. Los soldados en las


Germanias, que habían estado bajo el mando de Rufo, se fueron
exasperando más y más al no poder obtener ningún favor de Galba.
Habiendo fracasado en lograr su objetivo bajo Rufo, miraron de
conseguirlo bajo otro jefe, y en eso sí tuvieron éxito. 2 Pusieron a su
frente a Aulo Vitelino, gobernador de la Germania Inferior, y se
rebelaron. Todo lo que sabían de él era su alta cuna, pues ignoraban
el hecho de que había sido un favorito de Tiberio y que vivía una
vida en consonancia con tan licenciosos inicios; o, tal vez, creyeron
que por esto mismo serviría mejor a sus propósitos. 3 El propio
Vitelio se tenía a sí mismo en tan poca estima que se burlaba de los
astrólogos y usaba sus predicciones contra ellos, diciendo: "En
verdad, nada saben cuando declaran que hasta yo me convertiré en
emperador". Nerón, al tener noticias de ello, también se rió y sintió
tal desprecio por el individuo que no le hizo ningún daño.

5 Galba, al ser informado de la rebelión de Vitelio, adoptó a Lucio


Pisón, un joven de buena familia, prometedor e inteligente, y lo
nombró César. 2 Entonces, Marco Salvio Otón, irritado por no haber
sido él mismo adoptado por Galba, fue nuevamente causa de
innumerables males para los romanos. Y, sin embargo, siempre
había sido honrado por Galba; tanto, de hecho, que el mismo día de
la muerte de este fue el único de los senadores que le ayudaba
mientra estaba sacrificando; y esta circunstancia tuvo mucho que
ver con lo que sucedió. 3 Pues cuando el augur declaró que Galba
sería víctima de una conspiración y, por consiguiente, le instó a que
bajo ningún concepto abandonase el palacio, Otón lo escuchó y
partió apresuradamente, como por otro motivo, siéndole permitida
la entrada en el campamento [de los pretorianos.-N. del T.] por ciertos
soldados que estaban de acuerdo con él. A continuación se ganó
también a los demás,fuese porque estuvieran disgustados con Galba
o porque los comprara mediante promesas. Fue proclamado
emperador por estos e inmediatamente después por el resto.

6 Galba, al enterarse de lo que estaba sucediendo, envió algunos


emisarios al campamento pensando que podría persuadir a los
soldados para que le dieran nuevamente su lealtad. 2 Entretanto, un
soldado, sosteniendo en alto su espada desnuda y cubierta de
sangre, se le aproximó y le dijo: "Ten valor, emperador; he matado a
Otón y ya no te espera más peligro". Galba, creyendo esto, le dijo:
"¿Y quién te ha ordenado hacer eso?" 3 Luego, partió hacia el
Capitolio para ofrecer un sacrificio. Al llegar a la mitad del foro
romano, jinetes y soldados salieron a su encuentro y le dieron
muerte en presencia de muchos senadores y gente común, a
despecho de su edad, su dignidad consular, su condición de Sumo
Pontífice [Pontifex Maximus.-N. del T.], de César y Emperador; y tras ultrajar
su cuerpo de muchas maneras 4 le cortaron la cabeza y la pusieron
en una pica. Así fue cómo Galba fue alcanzado por las jabalinas
arrojadas contra la silla en que lo transportaban, siendo herido al
asomarse y limitándose a decir: "¿Por qué? ¿Qué daño he hecho?"
Sempronio Denso, un centurión, lo defendió cuanto pudo y,
finalmente, al no poder conseguir nada, sucumbió con él. 5.1 Este es
el motivo por el que he registrado su nombre, pues resulta más que
merecedor de ser mencionado. Pisón fue también asesinado, así
como otros muchos, pero no al auxiliar al emperador.

5.a Cuando lo soldados hubieron hecho esto, cortaron las cabezas


de sus víctimas y las llevaron luego a Otón, en el campamento, y
también a la Curia; y los senadores, aunque aterrorizados, fingieron
alegrarse, etc.

5.2 Galba había vivido setenta y dos años y veintitrés días, de los
cuales gobernó nueve meses y trece días. Pisón pereció tras él,
pagando así la culpa por haber sido nombrado César.

7 Este fue el final que sufrió Galba. Pero el castigo no tardó en


llegarle a Otón, como pronto aprendió, pues cuando ofreció su
primer sacrificio los presagios resultaron funestos; así se arrepintió
de lo que se había hecho y exclamó: "¡¿Qué necesidad tenía de
tocar las largas flautas?!", que es una expresión coloquial que se
usa para señalar a los que hacen algo contrario a sus intereses. 2
Más tarde, quedó tan alterado en su sueño por la noche que se cayó
de la cama y asustó a los guardias que dormía junto a su puerta;
cuando se precipitaron al interior, lo encontraron tendido en el
suelo. No obstante, una vez que había tomado posesión de la
magistratura imperial, ya no se podía volver atrás; 3 en ella siguió y
cargó con el castigo, a pesar de los muchos actos de moderación
destinados a conciliarse con el pueblo. No estaba en su naturaleza
comportarse de ese modo, pero al encontrarse con una situación
problemática entre manos a causa de Vitelio, no deseaba
enemistarse con nadie más.

8 El Senado, sin embargo, votó a Otón todos los privilegios


correspondientes al Imperio. Se quejó, es cierto, de que había
obrado bajo coacción, de que había sido trasladado al campamento
contra su voluntad y que, en realidad, había arriesgado allí su vida al
oponerse a los soldados. Hablo también de manera amable y afectó
modestia en su conducta, no dejando de mandar besos a todo el
mundo con los dedos y haciendo muchas promesas. 2.1 Sin
embargo, los hombres no tardaron en darse cuenta de que su
gobierno iba a ser, con seguridad, aún más licencioso y cruel que el
de Nerón. De hecho, inmediatamente añadió el nombre de Nerón al
suyo propio.

2.2 En esta ocasión, empero, trató de congraciarse con el Senado


retirando las condenas contra varios de sus miembros y
concediendo diversos favores a otros; frecuentaba constantemente
los teatros en su esfuerzo por complacer a la multitud, concedió la
ciudadanía a extranjeros y, en general, hizo promesas muy
atrayentes. 3 De todas formas, no logró ganarse la adhesión de
ninguno, excepto de los pocos que eran como él mismo, pues había
diversos hechos, como su restauración de las imágenes de los que
estaban acusados, su vida y sus hábitos, su intimidad con Esporo y el
mantener a su servicio al resto de los favoritos de Nerón, que
alarmaban a todos.

9 Por lo que más le odiaban, sobre todo, era porque había puesto a
la vista que la magistratura imperial estaba a la venta y había dejado
la Ciudad a merced de la audacia de gentes sin escrúpulos; también,
porque tenía al Senado y al pueblo en poca estima, 2 y había
convencido a los soldados de que podían matar y nombrar al César.
Aún más, había llevado a los soldados a un estado tal de osadía e
indisciplina, mediante sus regalos y sus atenciones excesivas, que en
una ocasión se abrieron paso en palacio, todos portando sus armas
como estaban, mientras cierto número de senadores se
encontraban allí, cenando con Otón; finalmente, se precipitaron en
la misma sala del banquete, matando primero a los que trataron de
estorbar su avance. 3 Incluso habrían dado muerte a todos los de la
habitación, si los invitados no hubieran saltado y se hubiesen
ocultado a la sazón. Incluso por estas conductas recibían dinero los
soldados, como si su acto se debiera a su devoción por Otón. Por
aquel tiempo, además, fue capturado un hombre que pretendía ser
Nerón; su nombre era desconocido para Dión [recordemos que estamos
leyendo un resumen de la obra original de Dión Casio.-N. del T.]. Finalmente, fue
castigado.

10 1 Otón, no logrando mediante frecuentes invitaciones persuadir


a Vitelio para compartir la magistratura imperial, se vio finalmente
inmerso en una guerra contra él y enviando fuerzas bajo el mando
de varios comandantes, disposición a la cual se debieron en gran
parte sus reveses. 2 Otón se retiró de la batalla, declarando que no
podía contemplar una batalla entre hombres de la misma nación,
como si él se hubiera convertido en emperador de manera legítima y
no por haber dado muerte al cónsul, César y emperador en la propia
Roma. 3 Cayeron cuarenta mil hombres por cada lado en los
combates que tuvieron lugar cerca de Cremona. Aquí, según dicen,
aparecieron diversos presagios antes de la batalla, siendo el más
notable la contemplación durante varios día de un pájaro de inusual
tamaño, como nunca antes habían visto los hombres.

111 Una vez resultaron derrotadas las fuerzas de Otón, un jinete


le llevó las noticias del desastre. Cuando los presentes se negaron a
dar crédito a su informe -pues resultó que había muchos allí
reunidos-, llamándose algunos renegado y otros enemigos, exclamó:
"¡Ojalá que estas noticias fueran falsas, César!; pues de buena gana
hubiera yo muerto con tal de que tú hubieses vencido. 2 Pero tal y
como ha sucedido, pereceré de todas formas para que nadie pueda
pensar que he huido hasta aquí buscando mi propia seguridad; sin
embargo, en cuanto a ti, considera lo que se ha de hacer, pues el
enemigo estará aquí dentro de no mucho." Y con estas palabras, se
suicidó.

12 1 Este acto hizo que todos lo creyeran y se dispusieron a


reanudar el conflicto. Pues no solo le quedaban aún tropas
numerosas, sino que habían llegado otras en número considerable
desde Panonia [región situada en el oriente de la actual Austria y el occidente de la actual
Hungría.-N. Del T.]; y, lo que es más importante en tales situaciones,
apreciaban a Otón y le eran fieles no solo de palabra, sino también
en sus corazones. Sin embargo, mientras le rogaban que no los
abandonara a ellos ni a sí mismo, esperó a que llegaran otros con
más noticias y luego, tras pronunciar algunas palabras para sí,
arengó a los soldados dirigiéndoles, entre otras, las siguientes
palabras:

13 1 "Basta, es suficiente con lo ya ocurrido. Odio la guerra civil,


aunque yo venza, y amo a todos los romanos aunque no estén de mi
parte. Que sea Vitelio el vencedor, pues ello complace a los dioses; y
que también se salven las vidas de sus soldados, pues ello me
complace. 2 Seguramente sea mejor y más justo que perezca uno a
cambio de muchos, que no muchos por uno, y que yo renuncie por
culpa de un solo hombre antes que empeñar al pueblo romano en la
guerra civil y provocar que perezca multitud tan grande de seres
humanos. Pues, en verdad, prefiero ser un Mucio, un Decio, un
Curcio, un Régulo, antes que un Mario, un Cina o un Sila, por no
mencionar otros nombres. 3 Por lo tanto, no me obliguéis a
convertirme en uno de esos hombres que odio, ni me guardéis
rencorpor tener el privilegio de imitar a aquellos que admiro. Y en
cuanto a vosotros, marchad con el vencedor y prestadle
acatamiento; por mi parte, yo me liberaré para que todos puedan
aprender de ello que escogisteis como emperador a uno que no os
entregaría a vosotros para salvarse él, sino que se entregaría él para
salvaros a vosotros".

14 1 Tales fueron las palabras de Otón. Los soldados, cuando le


escucharon, sintieron tanto admiración como lástima por lo que se
pudiera suceder; y derramaron lágrimas de dolor y pena, llamándole
padre y protestando que les era más querido que sus hijos y padres.
"De ti dependen nuestras vidas -decían- y por ti moriremos" 2 Y así
siguieron la mayor parte del día: Otón pidiéndoles que le dejaran
morir y los soldados rechazando el permitirle llevar a cabo su deseo.
Finalmente, los hizo callar y les dijo: "Por cierto que no puedo
mostrarme inferior a este soldado, al que habéis visto darse muerte
por la única razón de haber llevado noticias de derrota a su
emperador. 3 Seguiré ciertamente sus pasos, para no poder nunca
más ver o escuchar tal cosa de nuevo. Y respecto a vosotros, si en
verdad me amáis, dejadme morir como deseo y no me obliguéis a
vivir contra mi voluntad; volved con el vencedor y congraciaros con
él"

15 1.1-1.a Al término de este discurso, se retiró a su alojamiento y,


tras enviar algunos mensajes a sus amigos íntimos y a Vitelio en su
nombre, quemó todas las cartas que le hubieran escrito expresando
hostilidad hacia Vitelio, no deseando que sirvieran como evidencia
dañosa contra nadie. Después, llamando a todos los presentes uno
por uno, los abrazó y les entregó dinero. Entre tanto, se produjo un
altercado producido por los soldados, de forma que hubo de salir y
tranquilizarlos, y no regresó hasta que los mandó a lugares a salvo,
unos acá y otros allá.

1.2 Así, luego, cuando se restauró completamente la tranquilidad,


tomó una daga y se dio muerte. Los afligidos soldados tomaron su
cuerpo y lo enterraron, dándose muerte algunos sobre su tumba. 2.1
Este fue el final de Otón, tras haber vivido treinta y siete años menos
once días, y habiendo reinado noventa días; 2.a y su muerte arrojó a
la sombra la impiedad e injusticia de su vida.
2.2 Así, tras haber vivido una vida más infame que la de todos los
hombres, murió de la más noble manera; y aunque se había
apoderado del imperio mediante el acto más vil, su partida resultó la
más honorable.
2.b Los soldados inmediatamente provocaron disturbios y muchos
perecieron, unos a manos de otros; más luego llegaron a un acuerdo
y partieron a encontrarse con los vencedores.
3 Tal era la ambición de Valente por el dinero, recaudándolo por
todos los medios tan frecuentemente, que incluso llegó a condenar
a muerte al decurión [al tribuno militar, en las traducciones francesa e italiana.-N. del T.]
que lo escondió y salvó su vida; y todo por mil denarios [dracmas, en las
versiones francesa e italiana.-N. del T.] que se decía le había robado de su
equipaje.
Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXIV

Volver al Índice

Libro LXV

1 Cuando, en Roma, el pueblo se enteró de la suerte de Otón,


naturalmente cambió de inmediato hacia él su lealtad. Y así Otón, al
que antes habían alabado y por cuya victoria habían estado rezando,
fue ahora tachado de enemigo mientras que Vitelio, sobre quien
habían estado invocando maldiciones, fue alabado y proclamado
emperador. 2 Pues lo cierto es que nada hay constante en los
asuntos humanos; ya que los más prósperos y los de más humilde
estado, por igual, toman decisiones cambiantes y reciben alabanzas
o improperios, honor y deshonor, según los cambios de sus fortunas.

2.aLas noticias de la muerte de Otón le llegaron [a Vitelio] mientras


estaba en la Galia. Allí se le unieron su esposa e hijo; y allí colocó al
muchacho sobre un tribunal y le concedió los títulos de Germánico e
imperator [el título de "imperator", que daría luego nuestro "emperador", sufrió una larga
evolución en su significado y modo de concesión en Roma a lo largo de su historia. Una excelente tesis
doctoral a este respecto se puede encontrar en IMPERATORPOPULI ROMANI: UNAAPROXIMACIÓN AL
PODER REPUBLICANO, de la Dra. María Pilar Rivero Gracia, en
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/26/30/_ebook.pdf.-N. del T.], aunque solo tenía
seis años de edad.
3 Vitelio asistió a combates gladiatorios en Lugdunum [la actual Lyon, en
Francia.-N. del T.] y después en Cremona, como si la multitud de hombres
que habían perecido en las batallas y que yacían aún insepultos
donde habían caído no bastaran. Contempló los muertos con sus
propios ojos, pues atravesó todo el terreno sobre el que estaban y
se regodeó con el espectáculo como si aún fuese el momento de su
victoria; y solo después dio la orden de que se les enterrase.

4 Vitelio, al llegar a Roma y disponer los asuntos a su conveniencia,


emitió un edicto prohibiendo a los astrólogos y ordenándoles que
abandonasen toda Italia en un plazo determinado a partir de la
fecha del decreto. Ellos contestaron publicaron publicando por la
noche otra noticia, en la cual le ordenaban abandonar su vida antes
del fin del mismo día en que efectivamente murió. Tan preciso era su
conocimiento anticipado de lo que estaba por venir.

2 Vitelio, abandonado al lujo y al libertinaje, ya no se preocupó


por ningún otro asunto humano ni divino. Siempre había estado
inclinado a frecuentar tabernas y garitos, dándose a bailarines y
aurigas; y acostumbraba a gastar sumas incalculables en tales
propósitos, con el resultado de que tenía muchos acreedores. 2
Ahora, cuando se hallaba en posición de tanta autoridad, sus
excesos no hicieron más que aumentar, despilfarrando el dinero la
mayor parte del día y la noche por igual. Era insaciable al
atiborrarse, vomitando constantemente lo que había comido y
siendo alimentado por el mero paso de los alimentos. Y esta práctica
le permitió soportar aquel libertinaje, pues su convidados caían
enfermos. 3 Pues él siempre invitaba a muchos de los hombres
notables a su mesa y a menudo se entretenía en casa de ellos. Fue a
este respecto que uno de ellos, Vibio Crispo, pronunció una frase
muy ingeniosa: Habiendo estado indispuesto algunos días por
enfermedad y obligado así a ausentarse de la mesa de convites, dijo:
"De no haber caído enfermo, seguramente habría perecido".

3 Todo el periodo de su reinado no fue otra cosa más que una


sucesión de fiestas y orgías continuas. Las más costosas de las
viandas eran traídas hasta desde el Océano, por no decir aún más
allá, sacando lo más precioso del mar y la tierra, extendiéndolos
sobre su mesa con tal esplendor que aún hoy ciertos pasteles y otros
platos famosos reciben, tras su reinado, el nombre de Vitelianos. 2 Y
es que ¿por qué habría uno de entrar en más detalles, cuando todos
admiten que durante su reinado se gastó novecientos millones de
sestercios? [la traducción francesa da dos millones dos mil quinientos dracmas; la italiana refiere
ochocientos millones de sestercios.-N. del T.] Pronto se produjo escasez de todos
los alimentos de lujo, aunque resultaba absolutamente obligado que
a él se le suministraran, sin importar cómo. 3 Por ejemplo, en cierta
ocasión hizo preparar un plato cuyo precio ascendió a un millón de
sestercios [doscientos cincuenta mil dracmas, en la traducción francesa; cien mil sestercios, en la
italiana.-N. del T.], y en él colocó una mezcla de lenguas, sesos e hígados
de ciertos peces y pájaros. Como resultaba imposible hacer un
recipiente tan grande de cerámica, se fabricó de plata,
permaneciendo durante cierto tiempo a modo de ofrenda votiva
hasta que Adriano, finalmente, puso los ojos en él y lo hizo fundir.

4 Aprovechando ahora que he tocado este asunto, añadiré que ni


siquiera la Casa Dorada [la famosa Domvs Avrea.-N. del T.] pudo satisfacer a
Vitelio. Pues aunque él admiraba y alababa el nombre, la vida y las
costumbres de Nerón, aún sentía que le faltaba algo viviendo en
casa tan miserable, escasa y mezquinamente equipada. En cualquier
caso, en cierta ocasión en que cayó enfermo, buscó una casa que
ocupar; pareciéndole todo tan poco que ni siquiera la de Nerón le
satisfacía. 2 Y su esposa, Galeria, se burlaba de la pequeña cantidad
de decoración hallada en las habitaciones imperiales. Esta pareja,
luego, como estuvieran gastando el dinero de otras personas, nunca
se paraban a considerar el precio de nada; mas aquellos que los
invitaban a banquetes se veían en gran embarazo, con excepción de
unos pocos a los que él entregaba algo a cambio. 3 Pero no eran las
mismas personas las que le mantenían todo el día, sino que un
grupo de hombres le proporcionaba el desayuno, otro el almuerzo,
otro la cena y todavía otro más cierto tipo de postres, "consuelos
para la saciedad". Pues todos cuantos podían hacer aquello estaban
ansiosos de mantenerlo, de modo que en el transcurso de pocos
días gastaron cuatro millones de sestercios en cenas [un millón de dracmas,
en la traducción francesa; cuatrocientos mil sestercios, en la italiana.-N. del T.] . Las

celebraciones por su cumpleaños duraron dos días y se dio muerte a


muchas bestias salvajes, así como a hombres.

4 Siendo el carácter de Vitelio como he descrito, los soldados no


mostraron ninguna clase de moderación, produciéndose por
doquier numerosas muestras de su violencia y desorden.

5Vitelio ascendió al Capitolio y abrazó a su madre. Ella tenía un alma


buena y honesta, y cuando escuchó por vez primera que a su hijo se
le había dado el nombre de Germánico, dijo: "el niño que parí era
Vitelio, no Germánico".

5 Vitelio, sin embargo, proporcionó a muchos motivos para la


diversión. No pudieron contener la risa cuando vieron componiendo
un rostro solemne, durante las procesiones religiosas, a un hombre
del que conocían sus excesos; o verle montado en un caballo real,
vestido con un manto púrpura, a él que, como todos bien sabían,
solía vestir el uniforme azul [verde, en la traducción francesa.-N. del T.] y limpiar el
sudor de los caballos de carreras; 2 o cuando vieron ascendiendo al
Capitolio con tan gran multitud de soldados a quien antes nadie
podía siquiera distinguir en el Foro a causa de la multitud de sus
acreedores; o recibiendo la adoración de todos un hombre al que,
poco antes, nadie habría consentido siquiera en saludar con un
beso. 3 En verdad, los que le habían prestado algo cuando partió
para Germania y casi ni le dejaron partir hasta que hubo dado
garantías, ahora, sin embargo, lejos de reírse de él, se escondían y
apenaban. Él los buscó y les dijo que les dejaría sus vidas a cambio
de la deuda que tenía con ellos, exigiéndoles que le devolvieran sus
recibos.

6 Pese a vivir tal clase de vida, no estuvo completamente exento de


actos meritorios. Por ejemplo, conservó la moneda acuñada bajo
Nerón, Galba y Otón, no mostrando ningún disgusto por sus
imágenes; y mantuvo todas las donaciones que habían hecho,
considerándolas válidas y no privando a nadie de su posesión. 2 No
exigió ninguna de las sumas aún debidas por antiguos tributos, ni
confiscó la propiedad de nadie. No condenó a muerte más que a
unos pocos que se habían puesto de parte de Otón, pero se quedó
con sus posesiones ni con las de sus familiares. Entregó a los
familiares de los que habían sido anteriormente ejecutados los
fondos que aún se encontraban depositadas en el tesoro público. 3
Tampoco recusó los testamentos de los que habían luchado contra
él y caído en las batallas. Prohibió, además, que los senadores y
caballeros combatieran como gladiadores o que interpretaran
espectáculo alguno en la orquesta [vale decir en el teatro.-N. del T.]. Se le
elogió portales disposiciones.

7 Frecuentaba los teatros, ganándose de este modo al populacho.


Comía con los hombres más influyentes en libertad y en buenos
términos, logrando así su favor aún en mayor grado. Nunca dejó de
recordar a sus antiguos compañeros y los honró grandemente,
desdeñando el parecer indigno si reconocía a alguno de ellos. En
esto fue distinto a otros, pues muchos que han alcanzado
inesperadamente un gran poder sienten odio por aquellos que son
conocedores de su humilde condición anterior. 2 Vitelio, cuando
Prisco se le opuso en el Senado y lanzó invectivas contra los
soldados, llamó a los tribunos de la plebe como si necesitara de su
auxilio. Pero no perjudicó por sí mismo a Prisco, ni
permitió que los tribunos lo molestasen, limitándose a decir: "No os
sobresaltéis, patres, ni os indignéis, porque dos de nuestro orden
mantengan una pequeña disputa entre sí". En esto pareció actuar
con moderación. 3 El hecho, sin embargo, de que deseara imitar a
Nerón y ofreciera sacrificios a los manes de ese emperador, y que
gastase tan grandes sumas en cenas, aunque provocaba la diversión
de algunos, hacía que las gentes sensatas se afligieran, pues eran
conscientes de que ni todo el dinero del mundo le bastaría.

8 Mientras se comportaba de tal modo, tuvieron lugar presagios


funestos. Se vio un cometa; la Luna, en contra de cualquier
precedente, pareció sufrir dos eclipses, quedando oscurecida el
cuarto y el séptimo día. El pueblo contempló, además, dos soles a la
vez: uno en el oeste, débil y pálido, y otro en el este, brillante y
poderoso. 2 Se vieron sobre el Capitolio numerosas y grandes huellas
de pisadas, presumiblemente de ciertos espíritus que habían
descendido sobre él. Los soldados que habían dormido allí durante
la noche en cuestión, dijeron que el templo de Júpiter se había
abierto por sí mismo con gran estrépito y que algunos de los
guardias habían quedado tan aterrorizados que se desmayaron.

3.1 Al mismo tiempo que esto sucedía, Vespasiano, que estaba


haciendo la guerra contra los judíos, se enteró de la rebelión de
Vitelio y de Otón, y deliberaba qué debía hacer.

3.a Vespasianonunca se había inclinado por la precipitación y dudó


mucho si involucrarse en tan problemáticos asuntos.

3.2 Pero no solo estaba a su favor un fuerte sentimiento popular


-pues su reputación en Britania, su fama derivada de la guerra que
por entonces manejaba, su moderación y su prudencia, todo llevaba
a que los hombres desearan tenerlo a la cabeza-4 sino que también
Muciano le urgía con fuerza para que tomara aquel camino,
esperando que, mientras Vespasiano llevaba el nombre de
emperador, él mismo, a consecuencia de la nobleza del otro, podría
disfrutar de una parte igual de poder. Los soldados, al darse cuenta
de todo esto, rodearon la tienda de Vespasiano y lo proclamaron
emperador.

9 También había tenido sueños y ocurrido portentos con mucha


antelación, anunciándole el imperio; estos se contarán cuando
contemos su vida. 2 Por el momento, envió a Muciano a Italia contra
Vitelio mientras él mismo, tras supervisar los asuntos de Siria y
encargar a otros la dirección de la guerra contra los judíos, se dirigió
a Egipto, donde reunió dinero, del que naturalmente precisaba
mucho, y grano, el cual deseaba enviar en la mayor cantidad posible
a Roma. 3 Los soldados de Moesia [región ubicada, aproximadamente, en la zona
central de la actual Serbia.-N. del T.], al saber de sus disposiciones, no quisieron
esperar a Muciano -pues se habían enterado de que estaba de
camino-, sino que eligieron como su general a Antonio Primo, que
había sido condenado al exilio durante el reinado de Nerón pero fue
perdonado por Galba y mandaba la legión en Panonia [colindante por el
noroeste con Moesia.-N. del T.]. 4 Así se vio este hombre revestido del poder
supremo, aunque no fue elegido ni por el emperador ni por el
Senado. Tanta era la irritación que los soldados sentían hacia Vitelio
y el ansia que sentían por saquear, pues hacían todo aquello sin otro
propósito más que el de saquearItalia, como así ocurrió.

10 Vitelio, cuando tuvo noticia de ello, permaneció donde estaba e


incluso entonces continuó con su vida licenciosa, organizando entre
otras cosas juegos gladiatorios. Durante el transcurso de estos, se
propuso que Esporo fuese llevado al escenario, en el papel de una
doncella que era violada, pero no pudo soportar la vergüenza y se
suicidó antes. La dirección de la guerra fue confiada a Alieno y otros.
2 Alieno llegó a Cremona y ocupó la ciudad; pero viendo que sus
propios soldados estaban sin entrenar a consecuencia de su vida
lujosa en Roma y debilitados por la pérdida de disciplina, mientras
que los otros estaban bien entrenados y bien dispuestos de ánimo,
sintió temor. 3 Luego, cuando le llegaron propuestas de paz de parte
de Primo, convocó a los soldados y, señalando la debilidad de Vitelio
y la fortaleza de Vespasiano, así como el carácter de ambos
hombres, los convenció para cambiar de bando. Así que al punto
quitaron las imágenes de Vitelio de sus estandartes y prestaron
juramento de que deseaban ser mandados por Vespasiano. 4 Pero,
una vez se hubieron dispersado y retirado a sus tiendas, cambiaron
de opinión y, de repente, precipitándose juntos con gran tumulto,
volvieron a saludar a Vitelio como emperador y encadenaron a
Alieno por haberlos traicionado, sin mostrar respeto por su
magistratura consular. Estas cosas, en realidad, son características de
las guerras civiles.

11 La gran confusión que, bajo aquellas circunstancias, se impuso


en el campamento de Vitelio, se incrementó aquella noche por un
eclipse de Luna. No fue tanto el que se oscureciera (aunque incluso
aquel fenómeno provocaba temor a hombres ya nerviosos), como el
hecho de que apareciera del color de la sangre, teñida de negro y
aún de otros colores terroríficos. 2 Ni siquiera por esto, sin embargo,
cambiaron los hombres de opinión o cedieron; pues cuando llegaron
al choque los unos contra los otros combatieron todavía con más
ardor, aún cuando, como ya he dicho, los vitelianos estaban sin jefes
al haber quedado encarcelado Alieno en Cremona.
3 Al día siguiente, cuando Primo trató mediante mensajeros de
convencerles para llegar a un acuerdo, los soldados de Vitelio le
enviaron de vuelta otro urgiéndole a abrazar a su vez la causa de
Vitelio; mas, cuando llegaron al choque con sus soldados,
combatieron aún con más ahínco. 4 La batalla no fue el resultado de
ningún plan predefinido. Unos cuantos jinetes, como suele ocurrir
cuando dos fuerzas están acampadas la una frente a la otra,
atacaron de repente a unos forrajeadores enemigos, llegando luego
refuerzos por ambas partes desde sus respectivos ejércitos, como si
acabasen de darse cuenta de la situación: primero de un lado, luego
del otro; ora de una clase de combatientes, ora de otra y tanto de
infantería como de caballería; desarrollándose el combate con todas
las vicisitudes habituales hasta que todos se hubieron precipitado al
frente. 5 Después llegaron a adoptar una especie de formación
regular, como si se hubiese dado alguna señal, y continuaron la
lucha con cierto orden, aunque sin mandos por haber sido
encarcelado Alieno en Cremona.

1 2 A partir de este momento, el combate entre ellos quedó


igualado y equilibrado, no solo durante el día, sino también durante
la noche. Y es que la llegada de la noche no los separó, tan
absolutamente furiosos y determinados estaban, aunque se
reconocían entre sí y hablaban al retroceder y al avanzar. 2 Pues ni el
hambre, ni la fatiga, ni la oscuridad, ni las heridas, ni las muertes, ni
los restos de los hombres que habían muerto antes sobre aquel
terreno, ni el recuerdo del desastre, ni el número de los que habían
perecido sin ningún propósito mitigaban su fiereza. 3 Tal era la locura
que poseía a ambos bandos por igual y tan ávidos estaban, incitados
por los mismos recuerdos sobre el lugar, que un bando se mostraba
resuelto a vencer en aquella ocasión, y el otro a no ser vencido de
nuevo. De modo que luchaban como si fuesen extranjeros en vez de
compatriotas, y como si ambos bandos por igual estuviesen
obligados a perecer en el acto o ser esclavos en el futuro. 4 Así pues,
como he dicho, ni siquiera cuando llegó la noche cedieron; al revés,
aunque cansados y, por ello mismo, descansando y poniéndose a
conversar entre sí, continuaron no obstante el combate.

1 3 Cada vez que la Luna aparecía (constantemente quedaba


velada por numerosas nubes de todas las formas que pasaban por
delante de ella), uno podía verlos luchando unas veces, otras
detenidos y apoyados en sus lanzas, o incluso sentados. 2 En un
momento gritaban todos los de un lado el nombre de Vespasiano y
los del otro el de Vitelio, desafiándose los unos a los otros,
maldiciendo o alabando a un príncipe o a otro. En otras ocasiones,
algún soldado mantenía una conversación privada con un enemigo:
"Camarada, conciudadano, ¿qué estamos haciendo? ¡Pásate a mi
lado!" "¡No, por cierto, pásate tú al mío!" 3 ¿Mas que podría haber
sido más sorprendente sino que, cuando las mujeres de la ciudad,
durante el transcurso de la noche, llevaron comida y bebida a los
soldados de Vitelio, estos últimos compartieron las vituallas con sus
antagonistas? Uno de ellos pronunciaba el nombre de otro (pues
prácticamente todos sabían los nombres de los demás y se
conocían), y le decía: 4 "Camarada, toma y come de esto; te doy pan
en vez de una espada. Toma y bebe esto; te ofrezco una copa, no un
escudo. Así, tanto si tú me matas como si te mato yo, los dos
dejaremos la vida más cómodamente y la mano que mata no estará
débil y sin nervio, sea tuya la que me hiere o mía la que te hiere a tí.
5 Pues estas son las carnes sacrificiales que Vitelio y Vespasiano nos
entregan mientras aún estamos vivos, para que puedan ofrecernos
en sacrificio a los que ya están muertos desde hace ya tanto
tiempo". Sus conversaciones eran por ese estilo, tras lo que
descansaban un poco, tomaban un bocado y después reanudaban la
batalla. Pronto volvían a detenerse y luego enseguida volvían a
combatir.

14 Así transcurrió toda la noche, hasta que rompió el amanecer. 2


En aquel momento, dos hombres del bando de Vespasiano
efectuaron una acción notable: Su sector estaba siendo gravemente
dañado por una máquina y estos dos, tomando unos escudos de
entre los despojos del bando viteliano, se infiltraron entre las líneas
enemigas y se abrieron paso hasta las máquinas como si
pertenecieran a aquel bando [durante las guerras civiles romanas, y teniendo en cuenta que las
tropas no guardaban una uniformidad en el sentido moderno, el modo más común de distinguirse en medio del fragor
del combate era el color y los motivos pintados en el frontal de los escudos, que identificaban a la Unidad concreta a
la que pertenecía el soldado. De ahí que estos dos legionarios pudieran mezclarse entre sus enemigos al portar los
De este modo, se las arreglaron para cortar las
escudos capturados.-N. del T.].
cuerdas de la máquina, de forma que no se pudiera lanzar ningún
otro proyectil desde ella. 3 A medida que el Sol se elevaba, los
soldados de la tercera legión, llamada Gálica, que invernaba en Siria
y se encontraba ahora por casualidad en el bando de Vespasiano,
rompieron a saludarlo conforme a su costumbre; los soldados de
Vitelio, sospechando que había llegado Muciano, cambiaron su
ánimo y, sufriendo un ataque de pánico al oír el grito, se dieron a la
fuga. De este modo es como las más pequeñas cosas pueden
provocar la mayor alarma en hombres que ya se encuentran
agotados. 4 Se retiraron tras la muralla, desde la que extendieron sus
manos y suplicaron. Como nadie les escuchara, liberaron al cónsul y
le enviaron como intercesor tras haberle revestido con las vestiduras
de su magistratura con las fasces. Obtuvieron de ese modo una
tregua gracias a Alieno, pues su rango y su triste situación no tuvo
dificultad en convencer a Primo para que aceptase sus términos de
capitulación.

15 Sin embargo, cuando las puertas fueron abiertas y se permitió


a todos los soldados salir, de improviso se precipitaron desde todas
las direcciones y comenzaron a saquear e incendiarlo todo. Esta
catástrofe resultó ser una de las mayores de las que hay noticia,
pues la ciudad se distinguía por el tamaño y belleza de sus edificios,
habiéndose acumulado grandes sumas de dinero, pertenecientes no
solo a los ciudadanos, sino también a los extranjeros que lo habían
acumulado allí. 2 La mayor parte del daño fue causado por los
vitelianos, pues ellos conocían exactamente dónde estaban las casas
de los hombres más acaudalados y dónde estaban los pasadizos que
daban a las calles laterales. No mostraron escrúpulos en destruir a
las personas en cuyo nombre habían combatido, sino que los
golpearon y asesinaron como si hubieran sido ellos los que les
habían dañado y a los que ahora habían vencido. Así, contando con
los que habían caído en la batalla, murieron en total cincuenta mil
hombres.

16 Vitelio, al saber de su derrota, se alarmó durante un tiempo.


Los presagios, por una parte, habían contribuido a hacerle sentir
incómodo pues, en cierta ocasión, cuando se hallaba ofreciendo
cierto sacrificio y tras dirigirse a los soldados, una gran cantidad de
buitres se abalanzaron sobre los restos de las ofrendas y casi lo
tiraron de la plataforma. Y, sin embargo, fue la noticia de la derrota
lo que lo preocupó. 2 Envió rápidamente a su hermano a Terracina [la
antigua Tarracina, al sureste de Roma.-N. del T.], una fuerte ciudad, y la ocupó; pero
cuando los generales de Vespasiano se dirigieron contra Roma, se
alarmó y perdió la cabeza. 3 Fue incapaz de sostener actividad alguna
o fijar su mente en ningún asunto, sino que, en su desconcierto, se
veía impulsado de un lado a otro como un barco en una tormenta.
En un momento se inclinaba por aferrarse al imperio y tomaba
cualquier medida referida a la guerra, pero al siguiente estaba
dispuesto a abdicar voluntariamente y tomaba todas las
disposiciones para retirarse a la vida privada. 4 A veces vestía el
manto púrpura militar y ceñía una espada a su cinturón, y otras
vestía ropas de luto. Sus parlamentos públicos en palacio y en el
Foro eran unas veces de un tenor y otras de otro, pues tanto urgía al
pueblo a ofrecer batalla como a concluir la paz. 5 En ocasiones se
mostraba dispuesto a entregarse por el bien común, como decía, y
en otras tomaba a su hijo entre sus brazos, besándolo y abrazándolo
frente al pueblo como para provocar su compasión. Igual despedía a
los pretorianos como enviaba a buscarlos nuevamente, o
abandonaba el palacio para retirarse a la casa de su hermano y
luego volvía. El resultado de este proceder fue que enfrió el
entusiasmo de casi todos; 6 pues cuando le veían correr de acá para
allá con tal frenesí, dejaban de transmitir sus órdenes con su
habitual diligencia y empezaban a pensar en sus propios intereses
tanto como en los de él. Se burlaban de él, especialmente cuando
durante las asambleas ofrecía su espada a los cónsules y a otros
senadores, como si mediante aquel acto se despojara a sí mismo de
la magistratura imperial. Naturalmente, ninguna de las personas
mencionadas osaba tomarla y los presentes se burlaban.

17 En vista de todo esto y añadido al hecho de que Primo ya se


encontraba cerca, los cónsules, Cayo Quinto Ático y Cneo Cecilio
Simplex, junto con Sabino (un familiar de Vespasiano) y otros
hombres notables, consultaron entre sí y marcharon luego a palacio,
acompañados por los soldados que eran de la misma opinión, con el
propósito de convencer u obligar a Vitelio a abdicar del trono. 2 Pero
encontrando a sus guardas germanos y temiéndose lo peor de ello,
huyeron hacia el Capitolio. Llegados allí, enviaron a por Domiciano,
el hijo de Vespasiano, y sus familiares, poniéndose a la defensiva. 3
Al día siguiente, cuando sus adversarios los asaltaron, se las
arreglaron para rechazarlos durante un tiempo; pero cuando se
incendiaron los alrededores del Capitolio, se vieron expulsados por
las llamas. Y de esta forma se abrieron camino los soldados de
Vitelio, mataron a muchos de ellos y, tras saquear todas las ofrendas
votivas, quemaron el gran templo y otros edificios. Arrestaron a
Sabino y a Ático, enviándolos ante Vitelio. 4 Domiciano y el joven
Sabino, sin embargo, habían escapado del Capitolio en la primera
confusión, logrando permanecer ocultos al esconderse en ciertas
casas.

18 Las fuerzas de Vespasiano que eran dirigidas por Quinto Petilio


Cerealis (uno de los más notables senadores y familiar de
Vespasiano por matrimonio) y por Antonio Primo (pues Muciano
aún no se había hecho cargo de ellas), estaban por aquel entonces
próximas y Vitelio cayó en el mayor de los terrores. 2 Los
comandantes que se aproximaban supieron, mediante mensajeros,
todo lo que estaba ocurriendo en la Ciudad e hicieron sus planes en
consecuencia (Estos mensajeros ponían las cartas que se les había
entregado en ataúdes, junto con los cadáveres, o en cestas de fruta,
o en las trampas de caña de los pajareros). Por consiguiente, al ver
ahora las llamas elevándose desde el Capitolio como un faro, se
apresuraron. 3 El primero de los dos que se aproximó a la Ciudad fue
Cerealis, con su Caballería, resultando derrotado en las mismas
puertas, donde él y sus jinetes fueron destrozados al ser un lugar
estrecho. Sin embargo, logró impedir que sus oponentes lo hirieran;
pues Vitelio, esperando poder llegar a un acuerdo con la fuerza de
su victoria, refrenó a sus tropas; habiendo convocado al Senado,
mandó embajadores a Cerealis, elegidos de ese órgano, junto a las
Vírgenes Vestales.

19 Mas cuando nadie les escuchó y además estuvieron muy cerca


de perder sus vidas, los embajadores fueron ante Primo, quien
estaba llegando al fin; lograron de él una audiencia, pero nada más
consiguieron. 2 Pues sus soldados avanzaron con furia contra él [contra
Vitelio.-N. del T.] y superaron fácilmente la guarnición del puente sobre el
Tíber; pues cuando los que lo guardaban formaron sobre el puente y
les disputaron el paso, los jinetes vadearon la corriente y cayeron
sobre ellos desde la retaguardia. Luego de esto, varios grupos de
hombres lanzaron un asalto sobre varios puntos y cometieron todas
las crueldades concebibles. 3 De hecho, se entregaron a todos los
actos de los que acusaban a Vitelio y a sus seguidores, y que
pretendían haber provocado la guerra entre ellos, matando a un
gran número. Muchas de las fuerzas atacantes recibieron una lluvia
de tejas desde los techos o fueron presionados en los pasajes
estrechos por una multitud de sus adversarios, siendo destrozados.
Así, hasta cerca de cincuenta mil personas perecieron durante
aquellos días.
2 0 Por consiguiente, la Ciudad fue sometida a pillaje, con sus
habitantes combatiendo o huyendo, e incluso saqueando y
asesinando para que se les tomase por invasores y preservar así sus
vidas. Luego, Vitelio, atemorizado, se puso una túnica harapienta y
sucia y se escondió en una habitación oscura en la que se guardaban
los perros, tratando de escapar durante la noche hacia Terracina y
unirse allí a su hermano. 2 Pero los soldados lo vieron y lo
encontraron, ya que, naturalmente, no podía dejar de ser
reconocido durante mucho tiempo tras haber sido emperador. Lo
capturaron, cubierto como estaba por la basura y la sangre (pues
había sido mordido por los perros), y quitándole su túnica le ataron
las manos a la espalda y colocaron una soga alrededor de su cuello.
Y de esta manera hicieron bajar al César desde el palacio en el que
tantos lujos había disfrutado; 3 arrastraron al emperador a lo largo
de la Vía Sacra, por donde tan a menudo había paseado orgulloso en
la silla real, y llevaron al Augusto hasta el Foro, donde con frecuencia
se había dirigido al pueblo. Algunos lo abofetearon, otros tiraron de
su barba y todos lo insultaron, profiriendo comentarios
particularmente sobre su intemperancia, pues tenía una prominente
barriga.

2 1 Cuando, avergonzado por este trato, bajaba la mirada, los


soldados le pinchaban con sus puñales bajo la barbilla, para hacer
que levantara la mirada aún contra su voluntad. Un germano que
contemplaba todo esto no pudo soportarlo y compadeciéndose de
él, gritó: "¡Te ayudaré del único modo que puedo!" Y, así, hirió a
Vitelio y luego a sí mismo. 2 Como Vitelio no murió por la herida, fue
arrastrado a prisión, como también lo fueron sus estatuas, mientras
se proferían muchas burlas e insultos sobre ellas. Finalmente,
doliéndose por lo que había sufrido y por cuanto había estado
oyendo, se lamentó: "Y, sin embargo, una vez fui nuestro
emperador". Ante esto, los soldados se enfurecieron y lo llevaron
hasta las Escaleras Gemonias [bajaban desde el monte Palatino hasta el Foro y luego hasta el río
Tíber. Se las apodaba también las "escaleras del luto" y eran conocidas como lugar extremadamente deshonroso de
desde donde lo arrojaron.
ejecución.-N. del T.], Le cortaron después la
cabeza y la llevaron por toda la Ciudad.

22 Posteriormente, su mujer le dio sepultura. Había vivido


cincuenta y cuatro años y ochenta y nueve días, habiendo reinado
durante un año menos diez días. Su hermano había partido de
Terracina para ir en su ayuda, pero al saber de las circunstancias de
su muerte y encontrándose además con los hombres enviados en su
contra, llegó a un acuerdo con ellos a condición de que respetaran
su vida; sin embargo, resultó muerto no mucho después. 2 El hijo de
Vitelio, también, pereció poco después que su padre, a pesar del
hecho de que Vitelio no había condenado a ningún familiar de Otón
ni de Vespasiano. Tras haber tenido lugar todos aquellos hechos,
Muciano llegó por fin y administró las cosas en unión de Domiciano.
Entre otras cosas, presentó Domiciano a los soldados e hizo que les
pronunciara una arenga, aún siendo un muchacho. Y cada uno de
los soldados recibieron cien sestercios [veinticinco dracmas en la traducción francesa.-N.
del T.] .

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXV

Volver al Índice

Libro LXVI
Año 823 desde la fundación de la ciudad - 70 d.C.-. Cónsules: Tito
Flavio Sabino Vespasiano, por segunda vez, y Tito Flavio Sabino
César Vespasiano.

1 Tal fue el transcurso de estos acontecimientos; a continuación,


también el Senado proclamó emperador a Vespasiano [el 21 de diciembre del
70 d.C.-N. del T.], dándose a Tito y a Domiciano el título de César. La
magistratura consular fue asumida por Vespasiano y Tito, mientras
el primero se encontraba en Egipto y el segundo en Palestina. 2 Hacía
ya largo tiempo que Vespasiano había tenido presagios y sueños que
apuntaban a su imperio. Así, encontrándose cenando en su villa del
campo, donde pasaba la mayor parte de su tiempo, se le acercó un
buey, se arrodilló y colocó su cabeza bajo sus pies. En otra ocasión,
también mientras estaba comiendo, un perro arrojó una mano
humana sobre la mesa. 3 Y un magnífico ciprés, que había quedado
arrancado y derribado por la violencia del viento, se levantó
nuevamente al día siguiente por sí mismo y siguió floreciendo. Supo
mediante un sueño que, cuando Nerón César perdiera un diente, él
mismo sería emperador. Esta profecía sobre el diente se hizo
realidad al día siguiente; y el mismo Nerón pensó en cierta ocasión,
durante un sueño, que conducía el carro de Júpiter a la casa de
Vespasiano. Tales portentos precisaban de interpretación, 4 mas no
al decir de un judío llamado Josefo [se trata del historiador judío Flavio Josefo, claro.-N. del
T.]; este, habiendo sido tiempo atrás capturado y encarcelado, se rió y

dijo: "Puedes encarcelarme ahora, pero dentro de un año, cuando


seas emperador, me liberarás".

2 Así, Vespasiano, como algunos otros, había nacido para el


imperio. Mientras aún estaba ausente en Egipto, Muciano
administró todos los detalles del gobierno con ayuda de Domiciano.
Pues Muciano, quien se jactaba de haber puesto el imperio sobre
Vespasiano, envaneciéndose grandemente por sus honores y,
especialmente, porque era llamado hermano por él y tenía
autoridad para disponer cualquier asunto como deseara sin la
dirección expresa del emperador, pudiendo emitir órdenes por
escrito añadiendo simplemente el nombre del otro. 2 Y con este
propósito llevaba un anillo que le había enviado [Vespasiano a él.-N. del T.] para
que pudiera imprimir el sello imperial sobre documentos que
precisaran tal autorización. De hecho, él y Domiciano concedieron
gobernaturas y procuradurías a muchos, nombrando prefecto tras
prefecto, y hasta cónsules. 3 En resumen, actuaban en todo tan
como si fuesen gobernantes absolutos que Vespasiano envió en
cierta ocasión el siguiente mensaje a Domiciano: "Te agradezco, hijo
mío, que me permitas conservar el imperio y que aún no me hayas
destronado".
4 Muciano deseaba ser honrado por todos y por encima de todos,
de manera que se disgustaba no solo cuando algún ciudadano,
cualquiera que fuese, le insultaba, sino también cuando alguno
dejaba de ensalzarlo grandemente. Por tanto, igual que él nunca
podría honrar lo bastante a quienes le ayudaron hasta en los más
pequeños extremos, así su odio se hizo más fiero contra todos los
que no estaban dispuestos a hacer lo mismo.
5 Muciano, por otra parte, se dedicaba a reunir incontables sumas
en el tesoro público con toda prontitud y por todos los medios
posibles, liberando así a Vespasiano de la crítica que tal proceder
conllevaría. Siempre declaraba que el dinero era el nervio del
gobierno; y de acuerdo con esta creencia, no solo urgía
constantemente a Vespasiano para que obtuviera fondos de
cualquier fuente, sino que siguió reuniéndolo él desde los mismos
inicios, proporcionando así grandes sumas para el imperio y
adquiriéndolas también para él al mismo tiempo.

3 En la provincia de Germania tuvieron lugar varios levantamientos


contra los romanos que no merecen más mención por mi parte,
aunque se produjo al menos un incidente que causó alguna
sorpresa. Un cierto Julio Sabino, uno de los notable de los lingones,
reunió por su propio esfuerzo una fuerza independiente y tomó el
nombre de César, reclamando ser descendiente de Julio César. 2
Después de ser derrotado en varios enfrentamientos huyó a una
propiedad rural, en la que descendió a una cámara subterránea,
debajo de un monumento, a la que incendió hasta los cimientos.
Sus perseguidores pensaron que había perecido en las llamas, pero
de hecho él permaneció oculto allí con su esposa durante nueve
años, teniendo con ella dos hijos entre tanto. 3 Los problemas en
Germania quedaron resuelto por Cerealis en el transcurso de
numerosas batallas, durante una de las cuales murió tal multitud de
romanos y bárbaros, que el río que fluía cerca quedó detenido por
los cuerpos de los caídos.
4 Domiciano temió a su padre por cuando había cometido, y aún
más por cuanto había tratado de cometer, pues era muy ambicioso
en sus proyectos. Así, pasaba la mayor parte de su tiempo en los
alrededores del monte Albano y se entregó a la pasión con Domicia,
la hija de Corbulón. La había apartado de su marido, Lucio Lamia
Eliano, y por aquel entonces la tuvo como una de sus amantes,
aunque más tarde se casara con ella.

4 Tito, a quien se le había encargado la guerra contra los judíos,


trató de ganarla mediante ciertas declaraciones y promesas; pero,
como aquellos no cedieran, procedió a librar la guerra contra ellos.
Las primeras batallas que libró resultaron indecisas, pero después
tomó la iniciativa y procedió a asediar Jerusalén. Esta ciudad tenía
tres murallas, incluyendo la que rodeaba el tempo. 2 Los romanos,
por consiguiente, amontonaron túmulos contra la muralla exterior,
construyeron máquinas avanzadas y entablaban combate contra
cuantos efectuaban salidas para combatirles y rechazarles,
manteniendo alejados de la muralla a los defensores mediante sus
hondas y flechas, pues contaban con muchos honderos y arqueros
que habían sido enviados por varios de los reyes bárbaros. 3 Los
judíos, por su parte, recibían también ayuda de muchos de sus
compatriotas de la región circundante, así como de muchos que
profesaban la misma religión, no solo dentro del imperio romano,
sino de más allá del Éufrates; todos estos, además, seguían
lanzando proyectiles y piedras con no poca fuerza, debido a su
posición más elevada, unas veces a mano y otras mediante
máquinas. 4 También efectuaban salidas, tanto nocturnas como
diurnas, siempre que se les ofrecía ocasión, prendiendo fuego a las
máquinas de asedio, matando a muchos de sus asediadores y
socavando los montículos romanos removiendo la tierra mediante
túneles excavados bajo la muralla. En cuanto a los arietes, a veces
arrojaban cuerdas alrededor de ellos y los rompían, a veces tirando
de ellos con ganchos y otras veces desviándolos mediante tablones
atados juntos y reforzados con hierro, que dejaban caer por delante
de la muralla y la defendían así de los golpes de los otros. 5 Pero la
mayoría de dificultades que sufrieron los romanos fue por la escasez
de agua, pues su suministro era de pobre calidad y tenía que traerse
desde mucha distancia. Los judíos encontraron en sus pasajes
subterráneos una fuente de resistencia, pues tenían aquellos túneles
excavados desde el interior de la ciudad y se extendían bajo las
murallas hasta puntos distantes del país; y marchando por ellos
podían atacar a los aguadores romanos y provocar pérdidas a
destacamentos separados. Sin embargo, Tito bloqueó esos
pasadizos.

5 En el curso de estas operaciones, muchos resultaron heridos y


muertos en ambos lados. El propio Tito fue alcanzado en el hombro
izquierdo por una piedra, quedándole siempre débil aquel brazo
como resultado de este incidente. 2 Con el tiempo, sin embargo, lo
romanos escalaron la muralla exterior y después, trasladando su
campamento entre esta y la segunda circunvalación, procedieron a
asaltar esta última. Pero aquí se encontraron con que las
condiciones del combate eran distintas, ya que ahora que los
asediados se habían retirado tras la segunda muralla, su defensa
resultó ser más fácil al haberse acortado el circuito. 3 Tito, por tanto,
hizo una nueva proclama ofreciéndoles inmunidad. Pero incluso
entonces resistieron, y aquellos que eran tomados prisioneros o
desertaban trataban secretamente de destruir el suministro de agua
de los romanos, matando a cualesquiera tropas que pudieran aislar
y separar del resto; a partir de aquí, Tito no recibió a ningún
desertor judío.
4 Entre tanto, también algunos de los romanos, desanimándose
como a menudo sucede durante los asedios prolongados, y
sospechando, además, que la ciudad era verdaderamente
inexpugnable como se solía decir, se pasaron al otro bando. Los
judíos, aunque estaban cortos de alimentos, trataban amablemente
a estos reclutados para poder demostrar que había también
desertores en el otro bando.

6 Aunque se había abierto una brecha en la muralla por medio de


máquinas, no obstante la captura de la plaza no siguió
inmediatamente ni siquiera entonces. Por el contrario, los
defensores mataron a gran número de los que trataron de cruzar por
la apertura, prendiendo además fuego a algunos de los edificios
cercanos, esperando así detener el posterior progreso de los
romanos, aún cuando lograran apoderarse de la muralla. De esta
forma no solo dañaron la muralla, sino que, inintencionadamente, al
mismo tiempo incendiaron el muro que rodeaba el recinto sagrado,
de manera que la entrada al templo quedó entonces abierta a los
romanos.

2 No obstante, a causa de su superstición, los soldados no se


precipitaron inmediatamente; finalmente, obligados por Tito, se
abrieron paso al interior. A continuación, los judíos se defendieron
aún más vigorosamente que antes, como si hubieran descubierto
una especie de extraña buena fortuna al poder combatir cerca del
templo y caer defendiéndolo. El populacho se situó abajo, en el
tribunal, los senadores en los escalones y los sacerdotes en el propio
santuario. 3 Y a pesar de que no eran más que un puñado
combatiendo contra una fuerza muy superior, no fueron vencidos
hasta que una parte del templo fue incendiado. A continuación se
dieron muerte voluntariamente, unos arrojándose contra las
espadas de los romanos, otros matándose entre ellos, algunos
suicidándose y aún otros arrojándose a las llamas. Y a todos
pareció, y especialmente a aquellos últimos, que, lejos de la
destrucción, aquello era la victoria, la salvación y la felicidad para los
que perecieron a lo largo del templo.

7 Pero incluso bajo aquellas condiciones se tomaron muchos


cautivos, entre ellos Bargioras, que fue el único en ser ejecutado en
la celebración triunfal. 2 Así fue destruida Jerusalén, el mismo día de
Saturno que aún hoy es el día que más reverencian los judíos.
Desde entonces acá, se ordenó que los judíos que siguieran
observando sus costumbres ancestrales deberían pagar un tributo
anual de dos denarios a Júpiter Capitolino [dos dracmas, en la traducción francesa y el
original griego.-N. del T.]. A consecuencia de tal éxito, ambos generales
recibieron el título de emperador, pero ninguno el de Judaico,
aunque se votó para ellos todos los demás honores
correspondientes a tan magnífica victoria, incluyendo arcos
triunfales.

8 Después de la entrada de Vespasiano en Alejandría, el Nilo se


desbordó, habiendo crecido en un día un palmo más de lo habitual;
tal suceso, se dijo, solo había tenido lugar una vez antes. El mismo
Vespasiano sanó a dos personas, una con una mano inútil y otra
ciega, que habían venido a él por una visión que tuvieron en sueños;
curó a una de ellas caminando sobre su mano y a la otra escupiendo
sobre sus ojos. 2 Y sin embargo, aunque los Cielos así lo
magnificaban, los alejandrinos, lejos de estar complacidos con su
presencia, lo detestaban tan sinceramente que siempre estaban
burlándose de él y denigrándolo, tanto en privado como en público,
pues habían esperado recibir de él alguna gran recompensa por
haber sido los primeros en haberlo proclamado emperador; pero, en
vez de obtener algo, habían visto como caían sobre ellos tributos
adicionales. 3 Primero, recaudó grandes sumas de ellos por diversos
métodos, no rechazando ninguna fuente, sin importar lo trivial o
reprensible que pudiera ser, sino exigiéndolo de cualquier origen,
tanto sagrado como profano, del que se pudiera obtener dinero.
Reanudó también los tributos que habían caído en desuso,
incrementó muchos de los habituales y aún introdujo otros nuevos. 4
Y posteriormente hizo esto mismo en el resto del territorio
sometido, en Italia y en la misma Roma. De aquí que los
alejandrinos, tanto por estos motivos como también porque había
vendido la mayor parte del palacio, estuviesen disgustados y le
lanzaran tantos improperios, como por ejemplo: "Exígenos seis
óbolos más". Vespasiano, por consiguiente y a pesar de su buen
natural, se enfadó 5 y dio órdenes para que se cobrasen seis óbolos a
cada hombre, considerando seriamente también el castigarlos; pues
si ya las propias palabras eran lo bastante insultante, había algo en
su rima anapéstica quebrada que provocó su ira [verso anapéstico.- En las
métricas griega y latina, pie compuesto de tres sílabas; las dos primeras, breves, y la otra, larga. Al
pronunciar aquella frase en griego: "ἓξ ὀβολοὺς προσαιτεῖς" (pronunciado éx ovoloús prosaiteís), los
alejandrinos añadían un soniquete de burla a su sarcasmo, aprovechando que aquella clase de rima se

A petición de Tito, sin embargo,


usaba habitualmente en versos satíricos.-N. del T.]. 6
los perdonó. Mas ellos no lo dejaron en paz, sino que en una
asamblea multitudinaria profirieron a coro contra Tito estas
palabras: "Nosotros lo perdonamos a él, pues no sabe cómo se
comporta un César" . 7 Así siguieron los alejandrinos en aquellos
momentos, poniéndose insensatamente en peligro con tan
imprudentes y desenfrenadas calumnias, cuyos resultados podían
acabar fatalmente, y abusando de la paciencia del emperador [anota el
traductor italiano que "Todos los antiguos hablan de la procacidad de los antiguos egipcios, y más especialmente de
los alejandrinos; Vopisco los llama ventosos, furibundos, jactanciosos, vanidosos, insultantes, amantes de las
novedades y los rumores públicos, versificadores y epigramistas.".-N. del T. al español].

9 Pero Vespasiano pronto dejó de hacerles caso. Envió una carta a


Roma anulando la privación de los derechos de ciudadanía de los
condenados por Nerón y los gobernantes siguientes por actos de
traición, anulando todas las acusaciones de tal tenor. Esta orden se
aplicó tanto a vivos como a muertos, poniendo también fin a los
procesos basados en tales acusaciones. 2 Desterró de Roma a los
astrólogos, aún cuando él mismo tenía la costumbre de consultar a
los mejores de ellos y, como forma de mostrar su favor hacia Barbilo,
hombre de aquella profesión, había llegado a permitir a los efesios
que celebrasen ciertos juegos sagrados, un privilegio que no
concedió a ninguna otra ciudad. 2.a Pronto restauró el orden en
Egipto, enviando desde allí un gran suministro de grano a Roma.
Dejó a su hijo Tito en Jerusalén para asaltar la plaza, esperando
hasta su captura para poder volver a Roma con él. Pero como
pasaba el tiempo y el asedio continuaba, dejó a Tito en Palestina y
se embarcó en un buque mercante; navegando de esta forma hasta
Licia y siguiendo desde allí, en parte por tierra y en parte por mar,
hasta Brindisi [la antigua Brundisium.-N. del T.].

3 Vespasiano llegó finalmente a Roma, tras encontrarse con


Muciano y otros hombres prominentes en Brindisi y con Domicio en
Benevento. Este último se encontraba incómodo, pues era
consciente tanto de lo que estaba planeando como de lo que ya
había perpetrado, fingiendo a veces padecer locura. 4 En cualquier
caso, pasó la mayor parte de su tiempo en la Villa Albana ejecutando
muchos actos absurdos, como atravesar moscas con un estilo. No
sería merecedor este incidente de pasar a la historia y yo no me
hubiera sentido obligado a registrarlo, de no ser porque demuestra
muy bien su carácter y, particularmente, porque siguió con tal
práctica aún después de haberse convertido en emperador. 5 A la
vista de esta costumbre suya, algunos, para contestar a la pregunta
"¿Dónde está Domiciano?", daban esta ingeniosa respuesta: "Vive
retirado, sin que ni siquiera le acompañe una mosca".

10 Vespasiano entonces procedió a humillar el orgullo de su hijo,


pero saludó a todos los demás, no como emperador sino como
ciudadano particular, pues era consciente de su propia fortuna
pasada.
1.aAl llegar a Roma repartió regalos tanto entre los soldados como
entre el populacho. Reparó también los recintos sagrados y las
obras públicas que habían sufrido desperfectos, reconstruyendo
aquellos que habían quedado en ruinas; al término de las obras no
inscribió sobre ellas su propio nombre, sino los de quienes los
habían contruido originalmente.
2 Empezó inmediatamente a reconstruir el templo sobre el Capitolio.
Fue el primero en portar una carga de tierra, con lo que obviamente
incitó a los demás ciudadanos prominentes a hacer lo mismo, para
que así el resto del pueblo no tuviera excusa para eludir tal servicio

2.a En cuanto a las propiedades de sus opositores caídos en los


diferentes conflictos, las dejó a sus hijos o a otros de sus parientes;
aún más, destruyó las notas que ya llevaban mucho tiempo
depositadas en el tesoro público [se refiere a las notas de deudas tributarias.-N. del T.].
3 Aunque siempre gastaba de la forma más magnánima en cuanto
precisaba el bien común y ofrecía las celebraciones en la escala más
suntuosa, su propio estilo de vida estaba bien lejos de ser costoso y
no gastaba más de lo que era absolutamente necesario. Por esto no
permitió que se vendiera en las tabernas nada cocinado, excepto
hortalizas. Evidenció de ese modo que estaba acumulando dinero
no para su propio disfrute, sino para las necesidades de la plebe. 3a
Vespasiano se reía cada vez que iba a decir, cuando gastaba dinero:
"Esto lo estoy pagando de mi propio bolsillo".
3.b No era de nacimiento noble ni rico.
4 Su rutina diaria era la siguiente: estaba poco en palacio, pasando
la mayor parte de su tiempo en los Jardines de Salustio. Allí recibía a
cualquiera que deseara verle, no solo senadores, sino al pueblo en
general. 5 Conversaba al amanecer con sus amigos íntimos, cuando
aún estaba en el lecho; y otros le saludaban por las calles. Las
puertas de palacio permanecían abiertas todo el día, sin guardias
apostados en ellas. Acudía regularmente a las reuniones del
Senado, a cuyos miembros consultaba sobre todos los asuntos,
impartiendo frecuentemente justicia en el Foro. 6 Cualesquiera
mensajes o comunicados que, por su avanzada edad, no pudiera
participar al Senado por no poder estar presente, hacía que fuesen
leídos, habitualmente, por sus hijos, honrando así a aquel Cuerpo
con este detalle. Invitaba cada día a muchos senadores, y a otros, a
su mesa, cenando él frecuentemente en casa de sus amigos.

11 En resumen, se le consideraba emperador solo en cuanto a su


preocupación por los asuntos públicos, mientras que en el resto de
los aspectos era democrático y vivía en pie de igualdad con sus
súbditos. Por ejemplo, se entrega a las bromas como un hombre del
pueblo y se reía de las que le hacían a él; y cada vez que se
publicaban libelos anónimos, como los que se solían dirigir
regularmente a los emperadores, si contenían referencias
difamatorias contra él, se limitaba a publicar una nota de réplica sin
mostrar el menor resentimiento. 2 Un día, Febo se le acercó para
presentar una disculpa. Parece ser que una vez, durante el reinado
de Nerón, estando Vespasiano en Grecia durante una función de
teatro, frunció el ceño al ver al emperador comportarse de manera
inapropiada y entonces Febo le mandó airadamente que se
marchara. Y cuando Vespasiano pregunto "¿Ir a dónde?", Febo
replicó "Al diantre". Así que cuando Febo se disculpó por aquel
comentario, Vespasiano no le procuró ningún daño y no le dio otra
respuesta más que "¡Al diantre contigo!" . 3 Otra vez, cuando
Vologeso le mandó una carta en la que el saludo rezaba: "Arsaces,
Rey de Reyes, a Flavio Vespasiano, Saludos"; el emperador no le
reprendió, sino que escribió una réplica del mismo estilo y sin añadir
ninguno de sus títulos imperiales.
12 Helvidio Prisco, el yerno de Trasea, había sido educado en la
doctrina de los estoicos e imitaba el hablar franco de Trasea, a veces
intempestivamente. Era pretor por aquel entonces, pero nada hacía
para incrementar el honor del emperador y en vez de ello profería
constantemente palabras insultantes contra él. Por ello, los tribunos
lo arrestaron una vez y lo dejaron a cargo de los lictores; ante aquel
suceso, Vespasiano quedó abrumado por la emoción y partió
llorando del Senado, limitándose a decir: "Mi sucesor será mi hijo o
ninguno".
1.a Una vez hubo sido capturada Jerusalén, Tito regresó a Italia y
tanto él como su padre celebraron un triunfo, conduciendo ambos el
carro. Domiciano, que era cónsul, también participó en la
celebración acompañándoles a caballo. Vespasiano,
posteriormente, estableció en Roma profesores de Latín y Griego, a
quienes se pagaba a costa del erario público.
2 Quedó bien claro que Vespasiano odiaba a Helvidio Prisco, no
tanto por sí mismo o por sus amigos, de los que aquel hombre había
abusado, sino por tratarse de un individuo turbulento que cultivaba
el favor de plebe y estaba siempre denunciando el principado y
exaltando la república. Este comportamiento de Helvidio, por otra
parte, era coherente con su propia opinión, pues unió a varios
hombres en una facción como si fuese la función de la filosofía
insultar a quienes están en el poder, agitar a las multitudes,
subvertir el orden establecido de las cosas y provocar una
revolución. 3 Era el yerno de Trasea y parecía imitar su conducta,
pero estaba muy lejos de hacerlo así; pues, mientras Trasea, aunque
vivió en tiempos de Nerón y descontento con él, no obstante nunca
dijo ni hizo nada que le resultara insultante, excepto simplemente
haber rehusado participar en sus prácticas, Helvidio, por el
contrario, guardando rencor a Vespasiano, no le dejaba tranquilo ni
en privado ni en público. Así, con este comportamiento, estuvo
cortejando a la muerte y llegaría a ser condenado un día por sus
muchos delitos.

Año 824 desde la fundación de la ciudad - 71 d.C.-. Cónsules: Tito


Flavio Sabino Vespasiano, por tercera vez, y Marco Cocceyo Nerva

13 Puesto que ya muchos otros, entre los que también estaba


Demetrio el Cínico, actuando en nombre los los principios estoicos
se aprovechaban del prestigio de la filosofía para enseñar muchas
doctrinas impropias de los tiempos, corrompiendo sutilmente de
esta manera de varios de sus oyentes, Muciano, impulsado más por
la ira que por el amor a la filosofía, arremetió finalmente contra ellos
y convenció a Vespasiano para expulsar a los de aquella secta de la
Ciudad.
1.a Muciano hizo gran número de notables declaraciones contra los
estoicos ante Vespasiano, asegurando, por ejemplo, que estaban
llenos de una vacua jactancia y que se dejaban crecer la barba,
elevaban sus cejas, vestían sus gruesos mantos marrones echados
hacia atrás por encima del hombro y caminaban descalzos,
afirmando a la vez su sabiduría, valor y equidad, dándose grandes
aires, aunque sin leer ni hilar, como dice el refrán. Miraban por
encima a todo el mundo y llamaban grasiento a un hombre de
buena familia, faltos de ingenio a los de bajo nacimiento, licenciosos
a buenas personas y malas personas a gentes simples, avaros a los
ricos y serviles a los pobres.

2 Y Vespasiano expulsó inmediatamente de Roma a todos los


filósofos excepto a Musonio; incluso deportó a islas a Demetrio y
Hostilio. Hostilio, pese a la noticia de su exilio (resultó que estaba
conversando con alguien), no dejó de arremeter con determinación
contra la monarquía aunque, no obstante, enseguida se retiró.
3 Demetrio, por el contrario, no cedió ni siquiera entonces y
Vespasiano ordenó que se le diera el siguiente mensaje: "Estás
haciendo de todo para obligarme a matarte, pero no daré muerte a
un perro que ladra".

14 Fue por aquel entonces cuando murió Cenis, la concubina de


Vespasiano. Hago mención de ella a causa de su extrema fidelidad y
porque estaba dotada con la más excelente de las memorias. He
aquí un ejemplo: Su dueña, Antonia, la madre de Claudio, la empleó
como secretaria para escribir una carta secreta a Tiberio acerca de
Sejano 2 y le ordenó inmediatamente que borrase el mensaje que no
quedara traza alguna de él. Y entonces ella respondió: "Es inútil,
ama, que me des esta orden; pues no solo esto, sino cualquier otra
cosa que me dictes la llevaré siempre conmigo en mi mente y nunca
podrá borrarse".
3 Y no solo me parece haber sido una mujer notable por este
motivo, sino también porque Vespasiano disfrutaba tan en exceso
de ella. Esto le proporcionó la mayor influencia y amasó riquezas
indecibles, al punto que se pensó que él logró hacer dinero a través
de ella, actuando Cenis como intermediaria. Pues ella recibía
grandes sumas de diversas procedencias, a veces vendiendo
gobernaciones, a veces procuradurías, generalatos o sacerdocios, y
hasta en ocasiones decisiones imperiales. 4 Pues aunque Vespasiano
no mató nunca a nadie para hacerse con su dinero, sí que perdonó la
vida a muchos de los que se lo entregaron; y mientras que era Cenis
la que recibía el dinero, muchos sospechaban que era Vespasiano el
que de buena gana le permitía actuar así. Esto se infiere de algunos
de sus otros actos, algunos de los cuales relataré a modo de
ilustración. 5 Cuando ciertas personas votaron erigirle una estatua
por valor de un millón [doscientos cincuenta mil dracmas en la
traducción francesa y el original griego; diez millones de sestercios
en la traducción italiana.-N. del T.], él extendió su mano y les dijo,
señalándose a sí mismo: "Dadme el dinero, pues esta es la base de
la estatua". Y a Tito, cuando este expresó su indignación por la tasa
impuesta a los urinarios públicos -uno de los nuevos impuestos que
se habían establecido-, tomó algunas piezas de oro obtenidas de
esta procedencia y se las mostró: "Hijo, mira si huelen a algo" [la famosa
expresión latina "pecunia non odet", "el dinero no huele", es la otra versión de las palabras de Vespasiano.-N. del T.].

15 En el sexto consulado de Vespasiano y el cuarto de Tito [año 828 aUc


o 75 d.C.-N. del T.] se dedicó el templo de la Paz y se erigió el Coliseo sobre
la Vía Sacra. Se dice que esta estatua tenía cien pies de alto [29 metros,
aprox.-N. del T.] y presentaba la imagen de Nerón, según algunos, o las

facciones de Tito, según otros. 2 Vespasiano ofrecía a menudo


cacerías de bestias salvajes en los anfiteatros, pero no le gustaban
mucho los combates de gladiadores, aunque Tito combatió en cierta
ocasión con armadura pesada contra Alieno, en una lucha simulada
durante unos juegos juveniles que se celebraron en su distrito natal.
3 Cuando los partos, que se habían visto envueltos en una guerra
contra algunos de sus vecinos, solicitaron su ayuda, no fue a
auxiliarles, declarando que era impropio de él interferir en los
asuntos ajenos. Berenice estaba en la cúspide de su poder y, por
consiguiente, vino a Roma junto a su hermano Agripa. 4 A este
último se le concedió el rango de pretor, mientras ella permanecía
en palacio, cohabitando con Tito. Ella esperaba casarse con él y ya
se comportaba en todos los aspectos como si fuese su esposa; pero
cuando él advirtió que a los romanos les disgustaba la situación, la
hizo marchar. 5 Porque, además de todas las habladurías que había,
ciertos sofistas de la escuela cínica se las arreglaron también de
algún modo para deslizarse por entonces en la Ciudad. Y primero
Diógenes, presentándose en el teatro cuando estaba lleno, denunció
a la pareja en un largo e insolente discurso, por el cual fue azotado;
y, tras él, Heras, esperando un castigo no más duro, se lanzó a
proferir múltiples ladridos sin sentido, a la mejor manera cínica, por
lo que fue decapitado.

16 Por este mismo tiempo ocurrieron otros dos incidentes: En


cierta taberna se desbordó tal cantidad de vino de su tonel que se
deslizó hacia la calle; y Sabino, el galo que, como ya dije antes, se
había proclamado a sí mismo César y tras tomar las armas había sido
derrotado y se había ocultado en la tumba, fue descubierto y llevado
a Roma. 2 Con él pereció también su esposa Peponila, que le había
salvado anteriormente la vida. Ella arrojó sus hijos a los pies de
Vespasiano y pronunció en su nombre el más triste de los alegatos:
"A estos pequeños, ¡oh, César!, he parido y criado en la tumba para
que pudiésemos ser más lo que te suplicaban". Sin embargo,
aunque ella logró que tanto él como el resto llorasen, no se mostró
merced alguna para con la familia.

3 Entre tanto, el emperador fue objeto de una conspiración por


parte de Alieno y Marcelo, aunque él los tenía entre sus mejores
amigos y los que colmaba con toda clase de honores. Pero no murió
a sus manos, pues fueron descubiertos. Alieno murió enseguida, en
la propia residencia imperial y mientras se levantaba de comer con
su pretendida víctima. Tito dio esta orden, con el deseo de impedir
cualquier revuelta aquella noche, pues Alieno ya había dispuesto a
muchos de los soldados. 4 Marcelo fue llevado a juicio ante el
Senado y fue condenado, por lo que se cortó su propio cuello con
una navaja. Y así, ni siquiera la bondad puede someter a aquellos
de naturaleza viciosa, como muestra la conjura de estos hombres
contra aquel que les había hecho tanto bien.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXVI

Volver al Índice

Libro LXVI

171 Tras los sucesos recién narrados, Vespasiano cayó enfermo; a


decir verdad, no fue a causa de su acostumbrada gota, sino de una
fiebre, falleciendo en Cotilia [la antigua Aquae Cutiliae.-N. del T.], en
territorio sabino. Algunos, sin embargo, en el intento engañoso de
incriminar a Tito -entre otros el emperador Adriano-, propalaron la
información de que fue envenenado en un banquete. 2 Habían teni
do lugar portentos indicadores de que su fin se aproximaba, tales
como el cometa que fue visible durante mucho tiempo y la apertura
por sí mismo del Mausoleo de Augusto. Cuando sus médicos le re
prendieron por seguir con su vida normal durante su enfermedad y
atender a todos los deberes inherentes a su cargo, contestó: "El em
perador tendría que morir de pie". 3 A los que le decían algo sobre
el cometa, les contestaba: "Es un presagio, pero no para mí, sino
para el rey de Partia; pues él lleva el pelo largo, mientras que yo soy
calvo". Cuando por fin se convenció de que iba a morir, dijo: "Me
estoy convirtiendo en un dios". Había vivido sesenta y nueve años y
ocho meses, y había reinado diez años menos seis días. 4 De aquí
resulta que desde la muerte de Nerón hasta el comienzo del go
bierno de Vespasiano transcurrió un año y veintidós días. Hago esta
precisión para evitar cualquier error por parte de los que calculen el
transcurso del tiempo tomando como referencia los hombres que
ostentaron el principado, 5 ya que no se sucedieron los unos a los
otros legalmente, sino que cada uno de ellos, aún cuando su rival es
taba vivo y todavía gobernando, se consideró a sí mismo emperador
desde el instante en que, por así decir, pusieron la vista sobre el
trono. Por lo tanto, no deben sumarse todos los días de sus varios
reinados como si aquellos periodos se hubiesen seguido los unos a
los otros sucesivamente y en orden, sino, como ya he dicho, contabi
lizando minuciosamente todo el tiempo efectivamente transcurrido.

18 1a A su muerte, Tito le sucedió en el gobierno.

1 Tito, después de convertirse en gobernante, no cometió ningún


asesinato ni se dejó llevar de la pasión amorosa, sino que se mostró
honesto, pese a los complots contra él, y moderado, aunque
Berenice regresó nuevamente a Roma. Esto puede deberse a que
cambiase verdaderamente; de hecho, para los hombres resulta muy
diferente ejercer un gran poder en nombre de otros a ejercer la
autoridad independientemente por sí mismos. 2 En el primer caso,
cuidan poco del buen nombre del gobernante y, en su codicia, hacen
mal uso de la autoridad que se les concede, ejecutando así muchos
actos que hacen a su poder objeto de envidias y calumnias; pero los
auténticos monarcas, sabiendo que todo depende de ellos, cuidan
también de su buena reputación. 3 Fue el tomar conciencia de esto,
sin duda, lo que hizo que Tito dijera a alguien de cuya compañía
había antes sido asiduo: "No es lo mismo pedir un favor a otro que
decidir un asunto por ti mismo, ni es igual pedir algo a otro que
concederlo tú mismo". Además, su satisfactorio balance final puede
que se deba al hecho de que sobrevivió muy poco tiempo a su
ascensión al trono (es decir, poco para un gobernante), pues no tuvo
así oportunidad de obrar mal. 4 Así, vivió tras ello solo dos años, dos
meses y veinte días -además de los treinta y nueve años, cinco
meses y veinticinco días que ya había vivido para entonces-. A este
respecto, en verdad, se le recuerda como habiendo igualado el largo
reinado de Augusto, pues se sostiene que Augusto nunca habría sido
amado de haber vivido menos tiempo, ni Tito de haber vivido más. 5
Ya que Augusto, aunque al principio se mostró más duro a causa de
las guerras y las luchas entre facciones, puedo más tarde, en el
transcurso del tiempo, lograr una brillante reputación por sus actos
bondadosos; Tito, por otra parte, gobernó con suavidad y murió en
el apogeo de su gloria, mientras que si hubiese vivido largo tiempo,
puede que hubiera resultado que debía su fama presente más a la
buena fortuna que al mérito.

19 1Sea como fuere, Tito no condenó a muerte a ningún senador


durante su reinado ni, de hecho, a nadie dio muerte durante su
gobierno. Nunca entendió él mismo en los casos de acusación de
traición, ni permitió a otros juzgarlos; y declaraba: "Resulta
imposible que se me insulte o se abuse de mí en modo alguno.2 Pues
nada hago que merezca censura y no me preocupo de lo que se
afirme falsamente. Pues en cuanto a los emperadores que han
muerto, ya ellos se vengarán en caso de que alguien les haga algún
mal, si en verdad son semidioses y tienen algún poder". 3 Dispuso
también otras varias medidas destinadas a hacer más seguras la vida
de los hombre y librarlos de preocupaciones. Así, promulgó un
edicto confirmando todas las donaciones que se habían concedido a
diversas personas por los anteriores emperadores, evitándoles así el
problema de volver a efectuar las peticiones sobre los mismos
asuntos individualmente. Expulsó también a los delatores de la
Ciudad.
En asuntos de dinero, fue frugal y no realizó gastos innecesarios,
3.a

pero no castigó a nadie por obrar al contrario.

3.b Apareció también durante su reinado el falso Nerón, que era un


asiático llamado Terencio Máximo. Se parecía a Nerón tanto en su
aspecto como en su voz (pues también él cantaba acompañado de la
lira). Logró unos cuantos seguidores en Asia logrando un número
aún mayor según avanzaba hacia el Eufrates, 3.c y finalmente buscó
refugio con Artabano, el gobernante Parto, quien, a causa de su
enojo contra Tito, le recibió y dispuso preparativos para restaurarlo
en Roma.
201 Entretanto, la guerra había vuelto a estallar en Britania y Cneo
Julio Agrícola invadió la totalidad del territorio enemigo. Fue el
primero de los romanos del que sepamos que descubrió el hecho de
que Britania está rodeada por agua. Parece ser que algunos
soldados se rebelaron y, tras asesinar a los centuriones y a un
tribuno militar, se hicieron con unos botes con los que se hicieron a
la mar y navegaron alrededor de la parte occidental del país, según
las olas y el viento acertaban a llevarles; y, sin darse cuenta de ello,
pues se acercaron desde la dirección opuesta, atracaron
nuevamente en los campos desde los que partieron. Entonces,
Agripa envió a otros para que intentaran el viaje alrededor de
Britania y por ellos aprendió, también, que era una isla.

3 Como resultado de aquellos hechos producidos en Bretaña, Tito


recibió el título de imperator por decimoquinta vez. Agrícola, sin
embargo, no solo vivió en desgracia en resto de su vida, sino en
auténtica necesidad, pues las hazañas que logró fueron demasiado
grandes para un simple general. Finalmente, fue asesinado por
Domiciano sin más razón que esta, a pesar de haber recibido los
honores del triunfo de Tito.
21 1En Campania se produjeron notables y horribles sucesos. Un
gran fuego estalló repentinamente a finales del verano, sucediendo
del modo siguiente: El monte Vesubio, que se encuentra frente a
Nápoles, cerca del mar, posee inagotables fuentes de fuego. En
tiempos tuvo la misma altura por todas partes y el fuego se elevaba
desde su centro, pues solo por aquí salía el fuego, mientras que las
zonas exteriores de la montaña seguían indemnes por el fuego. 2 En
consecuencia, como el exterior nunca se quemó, mientras que la
zona central se volvía quebradiza y quedaba reducida a cenizas, los
picos que rodeaban el centro retuvieron su altura hasta este día;
pero toda la sección que estaba bajo el fuego, habiéndose
consumido, se había asentado durante el transcurso del tiempo y
adoptado por tanto una forma cóncava. Así, toda la montaña
recordaba a un anfiteatro -si es que podemos comparar las cosas
grandes con las pequeñas-. 3 Las alturas que lo rodean abundan en
árboles y vides, pero el cráter está todo ocupado por el fuego y
envía hacia arriba humo durante el día y llamas por la noche; de
hecho, da la impresión como si ingentes cantidades de inciensos de
todas clases se estuviesen quemando en él. 4 Esto, ahora, ocurre
todo el tiempo, a veces con mayor y a veces con menor intensidad;
mas a menudo la montaña arroja cenizas, cuando se acumula mucha
materia en el interior, y descarga piedras cuando se produce una
violenta explosión de aire. Ruge también y retumba, pues sus
orificios de ventilación no están todos agrupados juntos, sino que
son estrechos y están ocultos.
221 Así es el Vesubio y tales fenómenos suelen ocurrir cada año.
Pero todas las demás ocasiones en que sucedieron a lo largo del
tiempo, no obstante haber sido notables y parecer inusuales a
quienes en cada ocasión los observasen, habrían parecido sin
embargo triviales en comparación con lo que ahora ocurrió, incluso
si todas las otras se combinasen en una sola. 2 Esto fue lo que
aconteció: Apareció gran número de hombres de un tamaño
superior a cualquier estatura humana -tales criaturas, de hecho, han
sido representadas como los Gigantes-, ora en la montaña, ora en el
territorio circundante y también en las ciudades, vagando por la
tierra día y noche y flotando también por el aire. 3 Tras esto tuvieron
lugar temibles vientos y violentos terremotos, de manera que toda
la llanura alrededor hervía y las cumbres saltaban por los aires.
Hubo frecuentes estrépitos, algunos de ellos subterráneos, que
semejaban truenos, y algunos en la superficie que sonaron como
bramidos; también el mar se unió al rugir y el cielo se hizo hizo eco
del rugido. 4 Luego, repentinamente, se escuchó un portentoso
fragor, como si las montañas se derrumbaran en ruinas; al principio
fueron arrojadas grandes piedras al aire, alzándose a tanta altura
como las mismas cumbres; después llegó una gran cantidad de
fuego y humo sin fin, de manera que toda la atmósfera se oscureció
y el Sol quedó enteramente oculto, como si estuviera eclipsado.
231 De modo que el día se convirtió en noche y la luz en oscuridad.
Algunos pensaron que los Gigantes se rebelaban nuevamente (pues
para aquel momento muchas de sus formas se podían discernir en el
humo y, todavía más, se escuchó un clamor como de trompetas),
mientras que otros creyeron que todo el universo se precipitaba en
el caos o era reducido por el fuego. 2 or lo tanto, huyeron; algunos
desde las casas a las calles, otros desde el exterior hacia las casas,
ahora desde el mar hacia tierra o desde tierra hacia el mar; pues es
su nerviosismo consideraban cualquier lugar en que se encontrasen
menos seguro que los que estuviesen más lejos. 3 Mientras todo
esto tenía lugar, fue expulsada una cantidad tan inconcebible de
cenizas que cubrió tanto el mar como la tierra y llenó todo el aire.
Esto provocó grandes daños de toda clase al azar, a hombres, granjas
y ganado, destruyendo particularmente a todos los peces y pájaros.
Además, enterró dos ciudades enteras, Herculano y Pompeya, a esta
última localidad mientras su pueblo estaba sentado en el teatro. 4
Finalmente, fue tal la cantidad de polvo en total que parte de él
llegó a África, Siria y Egipto, alcanzando también a Roma, llenando el
aire y oscureciendo el Sol. 5 Allí, también, provocó no poco miedo,
que duró varios días, pues el pueblo no sabía ni podía imaginar lo
que había sucedido; creyeron, pues era lo que más fácil les
resultaba, que todo el mundo andaba vuelto de arriba abajo, que el
Sol estaba desapareciendo en la tierra y que la tierra se levantaba
hacia el cielo. En aquel momento aquellas cenizas no causaron
grandes daños a los romanos, aunque más tarde llevaron una
terrible pestilencia sobre ellos.

Año 833 desde la fundación de la ciudad - 80 d.C.-. Cónsules: Tito


César Vespasiano Augusto, por octava vez, y Tito Flavio César
Domiciano, por séptima vez.

24 1 Sin embargo, un segundo fuego, sobre la tierra, se produjo al


año siguiente y se extendió sobre grandes sectores de Roma
mientras Tito estaba ausente en Campania, atendiendo a la
catástrofe que había asolado aquella región. 2 Consumió el templo
de Serapis, el templo de Isis, el Septa [El Saepta Julia fue un edificio de la Antigua
Roma, situado en el Campo de Marte, y que servía de lugar de votación a finales de la República Romana.
Fue planificado por Julio César, pero quien lo concluyó fue Marco Vipsanio Agripa en el 26 a. C. En época
de Augusto, Calígula y Claudio parece ser que se usó para luchas de gladiadores, y posteriormente como
el templo de
mercado. Asimismo fue una de las sedes de los Juegos Seculares.-N. del T.],
Neptuno, los Baños de Agripa, el Panteón, el Diribitorio [Se trataba del
edificio en que se recontaban los votos depositados por el pueblo en las elecciones oficiales. Estaba situado cerca del
el teatro de Balbo, la escena del teatro de
Campo de Marte.-N. del T.],

Pompeyo, los edificios Octavianos junto son sus libros y el templo de


Júpiter Capitolino con sus templos circundantes. De ahí que el
desastre pareciera no ser de origen humano, sino divino, 3 pues
cualquiera podía considerar, dada la lista de edificios que he dado,
cuántos muchos más debieron haber sido destruidos. Tito, por
consiguiente, envió a dos hombres consulares a la Campania para
supervisar la reconstrucción de la región y concedió a sus habitantes
no solo donaciones generales de dinero, sino también las
propiedades de quienes habían perdido sus vidas y no dejaron
herederos. 4 En cuanto a él mismo, nada aceptó de ningún
ciudadano particular, ciudad o rey, aunque muchos le ofrecieron y
prometieron grandes sumas, sino que reconstruyó todas las
regiones dañadas con los fondos que ya tenía a su disposición.

251 La mayor parte de cuanto hizo no se caracterizó por nada digno


de mención, excepto en la dedicatoria del anfiteatro [el anfiteatro Flavio, más
conocido popularmente como el Coliseo.-N. del T.] y de los baños que llevan su nombre,
cuando ofreció maravillosos. Hubo un combate entre grullas y otro
entre cuatro elefantes; se dio muerte a nueve mil animales, tanto
salvajes como domesticados, y las mujeres (aunque ninguna de
alcurnia, sin embargo) tomaron parte en herirlas. 2 En cuanto a los
hombres, varios se batieron en combates singulares y diversos
grupos contendieron juntos tanto con batallas de infantería como
navales, pues Tito llenó repentinamente este mismo anfiteatro con
agua y llevó dentro caballos, toros y otros animales domesticados a
los que se había enseñado a moverse en el líquido elemento como si
estuviesen en tierra. 3 Llevó también personas en buques, que se
enfrentaron allí en combates navales, representando a Corcirenses
[de la actual isla jónica de Corfú.-N. del T.] y Corintios; y otros ofrecieron una
exhibición parecida a la afueras de la Ciudad, en la arboleda de Cayo
y Lucio, un lugar que ya en una ocasión había hecho excavar Augusto
para este mismo propósito. También allí se ofreció el primer día una
exhibición gladiatoria y una caza de bestias salvajes, habiendo sido
cubierta antes la laguna frente a las estatuas con una plataforma de
tablones y soportes de madera a su alrededor. 4 En el segundo día
hubo una carrera de caballos y al tercero una batalla naval entre tres
mil hombres, a la que siguió un combate de infantería. Los
"atenienses" vencieron a los "siracusanos" (esos fueron los nombres
usados por los combatientes), ejecutaron un desembarco sobre el
islote y asaltaron y capturaron una muralla que había sido
construida alrededor del monumento. Aquellos fueron los
espectáculos que se ofrecieron y que siguieron durante cien días; sin
embargo, Tito también proporcionó al pueblo algunas cosas de
utilidad. 5 Arrojaba al anfiteatro, desde lo alto, pequeñas bolas de
madera con diversas inscripciones: unas con algún artículo de
comida, otras de ropa, otras con una vasija de plata o a veces de oro,
también caballos, animales de carga, ganado o esclavos. Quienes se
hacían con una la llevaban a los encargados de la distribución de los
regalos, de quienes recibían el artículo nombrado.

Año 834 desde la fundación de la ciudad - 81 d.C.-. Cónsules: Lucio


Flavio Silva Nonio Basso y Lucio Asinio Polión Verrucuso.

26 1 Tras haber finalizado tales exhibiciones y habiendo llorado tan


amargamente el último día que todo el pueblo lo vio, no hizo nada
más de importancia. Y al día siguiente, en el consulado de Flavio y
Polión, tras la dedicación de los edificios mencionados, murió en el
mismo abrevadero que había sido la escena de la muerte de su
padre. 2 Cuenta el rumor que fue su hermano quien lo quitó de en
medio, pues ya Domiciano había antes conspirado contra él; no
obstante, algunos autores cuenta que murió de muerte natural. La
tradición es esa: que mientras aún respiraba y todavía tenía
posibilidad de recuperarse, Domiciano, para acelerar su final, lo
habría puesto en un baúl lleno de nieve, haciendo creer quizá que la
enfermedad requería de la administración de frío. 3 En cualquier
caso, entró en Roma a caballo mientras Tito aún estaba vivo, fue al
campamento [de la guardia pretoriana.-N. del T.] y allí recibió el
título y la autoridad de emperador, tras dar a los soldados todo
cuanto su hermano les había dado. Tito, al expirar, dijo: "Solo he
cometido un error". No aclaró cuál fue y nadie más supo
identificarlo con certeza. Se han conjeturado unas cosas u otras. 4 El
punto de vista predominante es el de los que dicen que se refería a
haber seducido a la esposa de su hermano, Domicia. Otros -y son
estos a los que yo me inclino a seguir- dicen que lo que quiso señalar
como su error fue el no haber matado a Domiciano cuando le
descubrió conspirando abiertamente contra él, sino haber elegido
por el contrario cumplir su destino a manos de su rival, y haber
entregado así el imperio de los romanos a un hombre como
Domiciano, cuyo carácter quedará en evidencia en la continuación
de mi relato. Tito había gobernado dos años, dos meses y veinte
días, como ya se había indicado.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXVII

Volver al Índice

1 1 Domiciano no solo era impetuoso y rápido para la ira, sino


también traicionero y reservado; y así, como consecuencia de estas
dos características, impulsividad por una parte y astucia por otra,
solía atacar a menudo a la gente con la repentina violencia del rayo
y, en otras ocasiones, los hería como consecuencia de una cuidadosa
intriga. 2 La diosa a la que más reverenciaba era Minerva, por lo
que acostumbraba a celebrar las Panateneas [Fiestas religiosas que se celebraban a
mediados de julio en Atenas, en honor de Atenea, la diosa griega equivalente a la Minerva romana.-N. del T.] a
una escala magnífica; en tales ocasiones ofrecía certámenes de
poetas y oradores casi cada año, así como combates de gladiadores,
en su villa de Alba. Esta finca, situada a los pies del Monte Albano,
de la que recibía su nombre, había dispuesto separadamente a
modo de acrópolis. 3 No había ser humano alguno por quien
sintiera verdadero afecto, excepto por algunas mujeres; sin
embargo, siempre fingía apreciar a la persona a la que en aquel
momento más deseaba dar muerte. Y así, era infiel incluso con
aquellos que le habían mostrado algún favor o le habían ayudado en
los más repugnantes crímenes; cada vez que alguna persona le
proporcionaba grandes cantidades de dinero o proporcionaba falsos
testimonios contra gran número de gentes, se aseguraba de
destruirlos, poniendo especial cuidado en hacerlo en el caso de
esclavos que habían dado información contra sus amos. 4 De tal
manera que esas personas, aunque recibían dinero, honores y
magistraturas en las que eran sus colegas, no vivían con mayor
dignidad ni seguridad que otras. Por el contrario, las mismas
ofensas a las que habían sido incitados por Domiciano solían
convertirse en el pretexto para su destrucción, siendo su objetivo en
que solo ellos parecieran haber sido los autores de las maldades.
Este mismo pensamiento es el que inspiró un edicto en el que
declaraba que cuando un emperador no castigaba a los informantes,
él mismo los creaba.
2 Aunque tal fue su comportamiento para con todos a lo largo de
su reinado, aún se superó más al llevar la desgracia y la ruina sobre
los amigos de su padre y de su hermano. Cierto es que hizo una
proclama confirmando todas las mercedes que hicieron ellos y otros
emperadores; mas resultó ser solo un vano espectáculo. 2 Él los
odiaba porque no le habían concedido todas sus numerosas e
irrazonables exigencias, así como haber ostentado algún honor, pues
consideraba enemigo suyo a cualquiera que hubiese disfrutado de
algún aprecio fuera de lo común de su padre o de su hermano, o
que hubiera sido particularmente influyente. 3 Por consiguiente,
pese a que él mismo sentía una pasión por un eunuco llamado
Earino, al haber mostrado Tito tan gran afición por los eunucos, y
para insultar su memoria, prohibió que en lo sucesivo nadie pudiera
ser castrado en el Imperio Romano. En general, solía decir que
aquellos emperadores que no ejercían con frecuencia el castigo
sobre muchas personas no eran buenos emperadores, solo
afortunados.
4 Este mismo emperador no prestaba oídos a las alabanzas que se
hacían a Tito por no haber condenado a muerte a un solo senador,
ni haberse preocupado porque el senado hubiera tratado
frecuentemente de declarar ilegal que el emperador condenase a
muerte a ninguno de sus componentes. Resultaba para ellos una
gran diferencia, en verdad, que se condenase a muerte a uno de
ellos bajo la exclusiva responsabilidad de él o con el consentimiento
del senado, ¡como si, en verdad, pudieran ofrecer alguna oposición
o rechazar el condenar a alguien! 5 Algunos, sin embargo, alabarían
a Tito, aunque no al alcance de los oídos de Domiciano, pues hacer
aquello habría constituido una ofensa tan grave como denostar al
emperador en su presencia, sino entre ellos mismos; de manera que
él los odiaba porque sabía bien que lo hacían en secreto. Y aún
había algo más que parecía una actuación; 6 pues Domiciano fingía
que él mismo amó a su hermano y lo lloraba, pronunciando su
elogio fúnebre con lágrimas en sus ojos y urgiendo a que se le
inscribiese entre los semidioses, simulando justo lo contrario de lo
que realmente deseaba. 7 De hecho, abolió las carreras de caballos
que se habían celebrado el cumpleaños de Tito. En general, las
gentes no estuvieron más seguras por compartir sus penas ni sus
alegrías; pues en un caso se veían obligados a ofender sus
verdaderos sentimientos y en el otro a mostrar su falta de
sinceridad.

3 Planeó condenar a muerte a su esposa, Domicia, bajo la


acusación de adulterio; pero, habiendo sido disuadido por Urso, se
divorció de ella tras asesinar a Paris, el actor, en medio de la calle
por causa de ella. Y cuando muchas personas hicieron allí ofrendas
con flores y ungüentos, ordenó que también a ellos se les diera
muerte. 2 Después de esto vivió con su propia sobrina (es decir,
Julia), como marido y mujer, poniendo poco esfuerzo en ocultarlo.
Luego, a petición del pueblo, se reconcilió con Domicia pero siguió
pese a todo con su relación con Julia.
3.1Quitó de en medio a muchos de los hombres más notables bajo
los más distintos pretextos, a unos mediante el asesinato y a otros
mediante el destierro.
4.2Hizo también que muchos se trasladasen de Roma a otros lugares
y los destruyó; en no pocos casos, tanto maquinó que terminaron
muriendo por su propia mano de una forma u otra, de forma que
pudieran pensar que habían encontrado la muerte por propio deseo
y no habiendo sido forzados a ello.
3.2No se detuvo siquiera ante las Vírgenes Vestales, sino que las
castigó bajo la acusación de haber mantenido relaciones con
hombres. Se dice incluso que, como resultado del duro y cruel
carácter de su examen y del gran número de personas que fueron
acusadas y castigadas, uno de los pontífices, Helvio Agripa, no pudo
soportarlo y, sufriendo un ataque de pánico, expiró a continuación
en la Curia, donde se encontraba.
4.1Domiciano se enorgullecía también del hecho de que no enterró
viva, como era la costumbre, a las Vestales a las que encontró
culpables de haber mantenido relaciones con hombres, sino que
ordenó que se les diera muerte de alguna otra manera.

5 Tras esto, partió hacia la Galia y saqueó algunas de las tribus, más
allá del Rin, que disfrutaban de derechos por tratados -una
actuación que le llenó de orgullo como si hubiese logrado un gran
triunfo-; y elevó la paga de los soldados, quizás con motivo de esta
victoria, ordenando que se entregaran a cada hombre cuatrocientos
sestercios en lugar de los trescientos que habían estado recibiendo
[cien dracmas en lugar de setenta, en la traducción francesa y en el griego original.-N. del T.]. Más tarde lo
pensó mejor y, en vez de disminuir la cuantía de su paga, redujo el
número de soldados. Ambos cambios produjeron gran daño al
estado, pues hizo que el número de sus defensores fuera demasiado
pequeño y, al propio tiempo, demasiado caros de mantener.
4 A continuación efectuó una campaña en Germania, regresando
sin haber divisado siquiera al enemigo en parte alguna. Mas ¿por
qué debiera seguir y mencionar los honores que se le concedieron
en esta ocasión por tal hazaña, o vez tras vez a los otros
emperadores que no fueron mejores que él?2 Pues se concedieron
exclusivamente para que tales gobernantes no sospecharan, como
habrían hecho de haber sido pocos e insignificantes, que el pueblo
no los consideraban en poco, con su consiguiente enfado. Y aún
poseía Domiciano esta cualidad, peor que todas las demás, la de
querer ser adulado, y le disgustaban igualmente ambas clases de
hombres: los que lo adulaban y los que no; a los primeros porque lo
hacían y a los segundos porque le parecía que lo despreciaban. No
obstante, él fingía complacerse con los honores que le votaba el
Senado. Sin embargo, estuvo a punto de condenar a muerte a Urso
porque no se mostró complacido con los actos de su reinado; más
tarde, a petición de Julia, le nombró cónsul.
3 Sin embargo, envaneciéndose por su propia necedad, fue elegido
cónsul durante diez años consecutivos y censor perpetuo, siendo el
primer y único hombre, tanto ciudadano particular como
emperador, al que se le concedió este último honor; recibió también
el privilegio de emplear veinticuatro lictores y de vestir las vestiduras
triunfales siempre que entrase en la Curia. 4 Cambió el nombre del
mes de octubre por domiciano, pues había nacido en aquel mes.
Creó dos facciones más entre los aurigas, denominando a una
"dorada" y a la otra "púrpura". Acostumbraba a hacer muchos
regalos a los espectadores mediante pequeñas bolas; y en una
ocasión les ofreció un banquete mientras seguían en sus asientos,
proporcionándoles por la noche vino que fluía desde distintos
lugares. 5 Todo esto, naturalmente, proporcionaba places al
populacho, pero se convertía en la ruina de los poderoso; pues,
como él no tenía fondos con los que cumplir con estos gastos,
asesinó a mucho hombres, arrastrando algunos ante el Senado, pero
presentado acusaciones contra otros cuando ni siquiera estaban
presentes en Roma. Llegó incluso tan lejos como para quitar de
medio a algunos mediante la administración insidiosa de veneno.

6 Muchos de los pueblos tributarios de Roma se rebelaron cuando se


les forzaron con exacciones de dinero; entre ellos estuvieron los
nasamones [habitantes de Libia de los que tenemos noticia, no muy extensa, por Heródoto.-N. del T.].
Estos masacraron a todos los recaudadores de tributos y derrotaron
tan completamente a Flaco, el gobernador de Numidia que actuó
contra ellos, que llegaron incluso a saquear su campamento. Mas
habiendo descubierto allí el vino y otras provisiones, se hartaron con
ellas y se durmieron; y Flaco, al saberlo, los atacó y los aniquiló,
matando incluso a los no combatientes. Domiciano se regocijó con
esta victoria y dijo al Senado "He prohibido que existan los
nasamones".
7 Y llegó a insistir en ser considerado como un dios, tomando a
punto de orgullo el ser llamado "amo" y "dios" [dominus et deus, en latín.-N. del T.].
Estos títulos fueron empleados no solo de palabra, sino también en
documentos escritos.
5 1 Cariomero, el rey de los queruscos, había sido expulsado de su
reino por los catos debido a su amistad con los romanos.
Inicialmente, reunió algunos camaradas y tuvo éxito en intento por
regresar; pero luego aquellos hombres desertaron cuando él envió
rehenes a los romanos y se convirtió así en suplicante ante
Domiciano. No logró ningún apoyo militar, pero recibió dinero.
6 Por este tiempo, los romanos se vieron envueltos en una
grandísima guerra contra los dacios, cuyo rey por entonces era
Decébalo. Era este un hombre perspicaz en su comprensión de los
asuntos de la guerra y su dirección; sabía juzgar bien cuándo atacar
y escoger el momento adecuado para la retirada; era experto en
emboscadas y maestro en batallas campales; y sabía no solo cómo
gestionar bien una victoria, sino también como hacerlo ante una
derrota. De todo esto resultó que demostrara ser un digno
antagonista de los romanos durante largo tiempo. 2 Llamo dacios a
aquellas gentes, el nombre empleado por los nativos para referirse a
sí mismos y que también empleaban los romanos, pese a que no
ignoro que algunos autores griegos se refieren a ellos como getas,
sea esta la denominación correcta o no, pues los getas que yo
mismo conozco son unos que viven más allá del monte Hemo, a lo
largo del Danubio. 3 Domiciano, entonces, lanzó una expedición
contra este pueblo, pero no tomó parte activa en la guerra. En vez
de ello, permaneció en una de las ciudades de Mesia, disfrutando de
una vida desenfrenada como era su costumbre. Y es que no solo era
indolente de cuerpo y timorato de ánimo, sino además totalmente
dado a la lascivia y el libertinaje con mujeres y muchachos por igual.
Por lo tanto, envió a otros a dirigir la guerra y, en su mayoría, se llevó
la peor parte en ella.
4 El mismo emperador, habiendo sido derrotado, echaba la culta a
sus generales pues, aunque reclamaba para él todas las victorias,
ninguna de las cuales se debían a él, culpaba sin embargo a los
demás de los reveses, aun cuando habían actuado según las ordenes
que él había impartido. En verdad, odiaba a los que tenían éxito y
vituperaba a los que se veían derrotados.
5 Decébalo, el rey de los dacios, hacía propuestas de paz a
Domiciano; mas Domiciano envió a Fusco contra él con una gran
fuerza. Al enterarse de esto, Decébalo le envió una nueva embajada
por la propuesta insultante de hacer la paz con el emperador a
condición de que cada romano debería optar por pagar dos óbolos
cada año a Decébalo; de otra forma, declaró, haría la guerra e
infligiría grandes males a los romanos.
6 Dión . . . Libro LXVI . . . . Cuando los soldados que habían estado en
campaña bajo el mando de Fusco pidieron a Domiciano que los
dirigiera.
7 1 Domiciano, deseando vengarse de los cuados y los marcomanos
por no haberle ayudado contra los dacios, entró en Panonia con la
intención de hacerles la guerra, haciendo dar muerte al segundo
grupo de embajadores que habían sido enviados por el enemigo
para proponerle términos de paz.
2 Domiciano, habiendo sido derrotado por los marcomanos, se dio a
la fuga y rápidamente envió mensajes a Decébalo, rey de los dacios,
instándole a firmar una tregua, aunque él mismo había rehusado
anteriormente conceder una en respuesta a las frecuentes
peticiones de Decébalo. Y así aceptó Decébalo sus propuestas, pues
había sufrido graves dificultades; sin embargo, no deseaba celebrar
una conferencia en persona con Domiciano, enviando a Diegis con
una comitiva, para entregarle las armas y unos cuantos cautivos que,
según pretendía, eran los únicos que estaban en su poder. 3 Cuando
esto se hubo hecho, Domiciano puso una diadema sobre la cabeza
de Diegis, como si hubiera vencido realmente y pudiera conceder a
quien quisiera el reinado sobre los dacios. A los soldados concedió
honores y dinero; y, como si hubiese logrado una victoria, envió a
Roma, entre otras cosas, embajadores de Decébalo y también una
carta del rey, según decía, aunque se rumoreó que la había
falsificado. 4 Él compareció en el festival que siguió con muchos
despojos apropiados para un triunfo, aunque no procedían de botín
alguno que hubiese capturado; por el contrario, la tregua le había
costado bastante más que sus pérdidas, pues había entregado
grandes sumas de dinero a Decébalo en el acto, así como artesanos
de toda clase, de oficios relacionados tanto con la paz como con la
guerra, prometiendo entregar en el futuro grandes sumas. Los
despojos que mostró procedían, en realidad, de los almacenes
imperiales, a los que siempre trató como botín capturado, pues
había llevado a esclavizar al propio imperio.

8 Y así, se le votaron tantos honores que casi todo el mundo (al


menos todo el que estaba bajo su dominio) se llenó con sus
imágenes y estatuas, hechas tanto de plata como de oro. Ofreció
también un espectáculo muy costoso, respecto al cual nada
reseñaremos digno de mención histórica excepto que compitieron
doncellas en carreras a pie. Después de esto, en el transcurso de lo
que pretendían ser unas celebraciones triunfales, dispuso que
tuvieran lugar numerosas competiciones. 2 En el Circo, por ejemplo,
ofreció combates de infantería contra infantería y luego entre
caballería, así como una batalla naval en un lugar nuevo. En este
último evento perecieron prácticamente todos los combatientes, así
como muchos de los espectadores. 3 Pues, aunque cayó una gran
lluvia y se desató de repente una violenta tormenta, no permitió que
nadie abandonase el espectáculo; y aunque él mismo cambió sus
vestiduras por unas capas de gruesa lana, no permitió que los demás
mudaran su atuendo, de manera que no pocos cayeron enfermos y
murieron. 4 A fin, sin duda, de consolar a pueblo por esto, les
ofreció una cena que duró toda la noche. A menudo ofrecía los
juegos también por la noche, haciendo a veces que se enfrentaran
entre sí enanos y mujeres.
9 En aquella ocasión, como se ha dicho, ofreció banquetes a la
plebe; y en otra ocasión invitó a los más notables de entre los
senadores y caballeros del modo siguiente: Dispuso una sala
completamente negra por todas sus partes, techo, paredes y suelo, y
preparó sofás del mismo color colocados sobre el suelo descubierto;
a continuación, invitó a sus huéspedes solos, por la noche, sin sus
sirvientes. 2 Y dispuso primero junto a cada uno de ellos una losa
con forma de lápida, conteniendo el nombre del invitado así como
una pequeña lámpara, como las que cuelgan en las tumbas.
Entonces llegaron muchachos desnudos, igualmente pintados de
negro; entraron como fantasmas y, tras rodear a los invitados con
una especie de danza terrorífica, ocuparon sus lugares a sus pies. 3
Tras esto, se dispuso frente a los invitados todas aquellas cosas que
habitualmente se ofrecen en los sacrificios a los espíritus que parten
y de la misma manera, todas ellas negras y colocadas en platos del
mismo color. Así pues, todos y cada uno de los invitados temieron y
temblaron, siendo mantenidos en la expectación constante de ver
cortadas sus gargantas al momento siguiente; y tanto más cuanto,
por parte de todos excepto Domiciano, se mantenía un silencio de
muerte, como siya se encontrasen en el reino de los muertos, con el
propio emperador conversando únicamente sobre asuntos relativos
a la muerte y las matanzas. 4 Finalmente los despidió; pero hizo
retirar primero a sus esclavos, que habían quedado en el vestíbulo, e
hizo acompañar a sus invitados por otros esclavos, a los que no
conocían, para que los llevaran en carruajes o literas, llenándoles
mediante esto con el mayor de los miedos. Y apenas había llegado
cada invitado a su casa y empezaba a recuperar el resuello
nuevamente, como se suele decir, cuando le llegaba aviso de la
llegada de un mensajero del Augusto. 5 Mientras esperaban a
continuación perecer ya en aquel momento, una persona entraba la
lápida, que era de plata, y luego otros por turno, llevando diversos
artículos, incluyendo los platos que se les habían ofrecido durante la
cena, que estaban hechos del más caro material; y, al final del todo,
llegaba aquel preciso muchacho que había sido como el espíritu
familiar del invitado, ahora lavado y adornado. Así, habiendo
pasado toda la noche aterrorizados, recibieron los regalos.
6 Tal fue la celebración triunfal; o, como dijera la multitud, así fue el
banquete fúnebre que celebró Domiciano por todos aquellos que
habían muerto en la Dacia y en Roma. Incluso en esta ocasión,
también, dio muerte a algunos de los hombres más notables. Y en el
caso de cierta persona que enterró los cuerpos de una de las
víctimas, le privó de su propiedad porque su víctima había muerto
en una finca suya.
101 Otros sucesos dignos de mención, que tuvieron lugar durante la
Guerra Dacia, fueron los siguientes: Juliano, que fue designado por
el emperador para dirigir la guerra, tomó muchas y excelentes
disposiciones, siendo una su orden para que los soldados
inscribieran su nombre y el de sus centuriones sobre sus escudos, a
fin de que aquellos que ejecutaran alguna acción particularmente
ilustre o indigna, pudieran ser rápidamente reconocidos. 2 Se
enfrentó al enemigo en Tapae [en Transilvania, en la actual
Rumanía.-N. del T.], dando muerte a gran número de ellos. Uno de
estos, Vezinas, el segundo de Decébalo, al ver que no podría salir
con vida, se dejó caer a propósito, como si estuviera muerto; de
esta forma logró escapar y huyó durante la noche. 3 Decébalo,
temiendo que los romanos, ahora que habían vencido, se dirigieran
contra su residencia real, hizo cortar los árboles que había allí y
colocó armaduras sobre los troncos para que los romanos los
tomaran por soldados y, así, se atemorizasen y huyeran; y esto fue lo
que verdaderamente sucedió.
111 Un tal Antonio, que era gobernador de Germania por entonces,
se rebeló contra Domiciano, pero fue aplastado y derrotado por
Lucio Máximo. Ahora bien, Máximo, por lo que se refiere a esta
victoria, no merece ninguna alabanza en particular (pues otros
muchos han logrando victorias inesperadas; y más cuando, por otra
parte, sus tropas contribuyeron a su victoria), 2 mas no encuentro
cómo alabar lo suficiente su acto de quemar todos los papeles que
encontró en los cofres de Antonio, estimando así en poco su propia
seguridad en comparación con la prevención de que se emplearan
para levantar falsas acusaciones contra nadie. Domiciano encontró
entonces, no obstante la ausencia de aquellas pruebas, motivo para
cometer una serie de asesinatos, resultado imposible decir a
cuántos mató.
3 Resultaría imposible descubrir el número total de los que fueron
ejecutados por Domiciano. De hecho, se sentía tan culpable por
aquella conducta suya que, para impedir que sobreviviera algún
recuerdo de aquellos a quienes había condenado a muerte, prohibió
que se inscribieran sus nombres en los registros. Además, ni
siquiera envió comunicación alguna al Senado respecto a quienes
había quitado de en medio, aunque envió sus cabezas, así como la
de Antonio, a Roma e hizo que se expusieran en el Foro.
4 Un joven, Julio Calvastro, que había servido como tribuno militar
como un peldaño en su carrera hacia el Senado, se salvó de la
manera más extraordinaria: Cuando se estaba demostrando que
había celebrado frecuentes encuentros con Antonio, y al no tener
otro medio de liberarse de la acusación de conspiración, declaró que
se había encontrado con él para mantener relaciones amorosas; y en
verdad que su apariencia incitaba a la pasión. Y así fue absuelto.
Relataré otro incidente más de este periodo, el que sigue, y luego lo
dejaré. 5 Luciano Proclo [Procio, en la traducción italiana.-N. del T.], un anciano
senador que pasaba la mayor parte de su tiempo en el campo, se vio
obligado a partir de Roma con Domiciano, sintiéndose obligado a
hacerlo para que no pareciese que lo abandonaba en el peligro y,
así, verse condenado a muerte. Pero cuando llegaron las noticias,
dijo: "Has vencido, emperador, como siempre pedía; devuélveme,
por tanto, a mi finca". Tras esto, le dejó y se retiró a su granja; y
aunque aún vivió largo tiempo, nunca más se le acercó.
6 Durante este periodo, algunas personas hicieron negocio untando
agujas con veneno y pinchando luego con ellas a quien les apetecía.
Muchas personas, así heridas, murieron sin siquiera saber el motivo,
aunque se denunció y castigó a muchos de los asesinos. Esta clase
de cosas sucedieron no solo en Romo, sino prácticamente en todo el
mundo.
121 Se dice que los mismos prodigios se aparecieron tanto a Ulpio
Trajano como a Acilio Glabrio, cuando en aquel tiempo ocuparon el
consulado [año 91 d.C.-N. Del T.]; a Glabrio le anunciaron destrucción, pero
a Trajano la asunción de la magistratura imperial.
De entre los ricos, muchos hombres y mujeres, por igual, fueron
castigados por adulterio; algunas de aquellas mujeres fueron
corrompidas por el propio Domiciano. 2 Muchas personas fueron
multadas o condenadas a muerte por otras acusaciones. Así, una
mujer fue juzgada y condenada a muerte porque se había
desnudado frente a una imagen de Domiciano, y un hombre por
haberse asociado con astrólogos. Entre los muchos que perecieron
por aquel tiempo estuvo Metio Pompusiano, 3 a quien Vespasiano se
había abstenido de dañar tras enterarse de cierto rumor que decía
que algún día reinaría; por el contrario, lo había honrado diciendo:
"Seguramente me recordará y me devolverá el honor a cambio". 4
Pero Domiciano lo había exiliado primero en Córcega y ahora lo hizo
matar, siendo una de las acusaciones en su contra que tenía un
mapa del mundo pintado en las paredes de su dormitorio, y otra
acusación era que había extraído y gustaba de leer los discursos de
los reyes y otros personajes principales que aparecen en los escritos
de Livio [Tito Livio, claro.-N. del T.]. 5 También a Materno, un sofista, mandó dar
muerte porque en un ejercicio de oratoria ponía algo en contra de
los tiranos. El propio emperador solía visitar a los que estaban
esperando para acusar o presentar evidencias de culpabilidad,
ayudándoles a disponer y componer cuanto era preciso decir. A
menudo, también, hablaba a solas con los presos mientras sostenía
sus cadenas con las manos, pues no confiaba a otros el
conocimiento de lo que se fuera a decir y, en cuanto a los acusados,
los temía incluso cuando estaban atados.
5.2En Mesia, los ligios, habiéndose visto envueltos en una guerra con
algunos de los suevos, mandaron embajadores a Domiciano en
busca de ayuda. Y obtuvieron una fuerza que, si no era grande en
número, sí lo era en dignidad, pues se envió a un centenar de
caballeros en su ayuda. Los suevos, indignados por el envío de este
auxilio, unieron a ellos a unos cuantos lazigos [una tribu sármata.-N. del T.] y se
dispusieron a cruzar el Danubio con ellos.
5.3 Masyos, rey de los semnones, y Ganna, una virgen que era
sacerdotisa en Germania, habiendo sucedido a Veleda [quien ejercía como
oráculo de los bructerios, a orillas del Rhin. Ver "Boudicca según Dión Casio", de Juan Manuel Gordillo Martín.
Valencia 2002-Actas del III y IV seminarios de Estudios sobre la mujer en la antigüedad.-N. del T. ], vinieron a
Domiciano y, tras ser honrados por él, regresaron a casa.
13 1 También fue notable su comportamiento como censor. Expulsó
a Cecilio Rufino del Senado porque actuaba en pantomimas, y
devolvió a Claudio Pacato a su amo, aunque era un ex-centurión,
cuando se demostró que era un esclavo. 2 Pero los hechos que
ahora relataré -y que ejecutó como emperador- no se pueden
relatar en términos similares. Me refiero a su asesinato de Aruleno
Rústico por darse a la filosofía y llamar augusto a Trasea [ἱερὸν, sagrado,
en el texto griego original, es el equivalente al avgvstvs latino que, como título imperial, pudo ser
considerado por Domiciano como justificante para la acusación o una excusa válida para su muerte.-N. del
y a su asesinato de Hernio Senecio porque, en su larga carrera, no
T.],

se había presentado a otra magistratura tras su cuestura y porque


había escrito una biografía de Helvidio Prisco. 3 Muchos otros
perecieron también como consecuencia de esta misma acusación de
filosofar, siendo expulsados una vez más todos los filósofos que
quedaban en Roma. Un tal Juventio Celso, sin embargo, que había
tenido un papel director, junto a otros, en una conjura contra
Domiciano, y que había sido acusado por esto, salvó su vida de una
manera notable: 4 Cuando estaba a punto de ser condenado, rogó
que se le dejase hablar en privado con el emperador, postrándose a
continuación ante él y llamándole repetidas veces "amo" y "dios"
(términos que ya otros le habían aplicado), le dijo: "Nada de esta
clase he hecho; pero si se me permite vivir me infiltraré en todo y no
solo te traeré información contra muchas personas, sino que se
aseguraré su condena". Quedó en libertad bajo esta condición, pero
no informó sobre nadie; por el contrario, poniendo diversas excusas
en cada ocasión, vivió hasta la muerte de Domiciano.
1 41 Fue por este tiempo cuando se pavimentó con piedra la
carretera desde Sinuesa [sita en el actual municipio de Mondragone, en Italia.-N. del T.] a
Pozzuoli. Y, el mismo año, Domiciano hizo matar, entre otros
muchos, al cónsul Flavio Clemente, aunque era primo suyo y tenía
como esposa a Flavia Domitila, que también era familia del
emperador. 2 La acusación presentada contra ellos fue de ateísmo; y
bajo esta misma acusación fueron condenados otros muchos que
seguían costumbres de los judíos [se ha visto aquí una referencia a los cristianos, aún no
siempre bien diferenciados, a ojos romanos, de los judíos.-N. del T.]. Algunos de estos fueron
condenados a muerte y al resto se les confiscó sus propiedades. 3
Domitila fue simplemente exiliada a Padateria [ pequeña isla donde también había
estado exiliada Julia, la esposa de Tiberio.-N. del T.]; pero Glabrio, que había sido el colega
de Trajano en el consulado, fue condenado a muerte al acusársele
de los mismos crímenes que a los demás y, en particular, de
combatir como gladiador contra bestias salvajes. De hecho, su
destreza en la arena fue la principal causa de la ira del emperador
contra él; una ira incrementada por los celos, pues, durante el
consulado de Glabrio, Domiciano le había convocado en su finca de
Alba para asistir al juegos llamados Juvenalia, imponiéndole la
obligación de matar a un gran león. Y Glabrio no solo se libró de
todo daño, sino que dio muerte al león con la más precisa de las
punterías.
4 Como consecuencia de su crueldad, el emperador sospechaba de
todo el mundo, no dejando en lo sucesivo de depositar esperanzas
de seguridad en libertos o aún en los prefectos, a los que solía llevar
a juicio a la misma finalización de sus cargos. Primero exilió, y ahora
mató, a Epafrodito, el liberto de Nerón, acusándole de no haber
prestado auxilio a Nerón; pues deseaba, mediante esta venganza
que tomaba por su comportamiento con Nerón, aterrorizar a sus
propios libertos para que ninguno se atreviera a un acto parecido. 5
Y, sin embargo, de nada le sirvió, pues se convirtió en el objetivo de
una conspiración al año siguiente y pereció durante el consulado de
Cayo Valente (que murió al tomar posesión del consulado, en su
nonagésimo año) y de Cayo Antistio [en el 96 d.C.-N. del T.].

15 1 Quienes le atacaron y planearon el acto fueron Partenio, su


chambelán, pese a haber sido tan altamente honrado por el
emperador como para permitirle llevar espada; Segero, que era
también uno de sus chambelanes, junto a Entelo, que estaba a cargo
de las petición, y Esteban, un liberto. 2 La conspiración no era
desconocida para Domicia, la esposa del emperador, ni para el
prefecto Norbano, ni para el colega de este, Petronio Secundo, al
menos esto es lo que dice la tradición. Pues Domicia era siempre
objeto del odio del emperador y, por consiguiente, estaba
aterrorizada y temía por su vida; y los demás ya no lo amaban,
algunos porque se habían presentado denuncias contra ellos y otros
porque esperaban que se presentasen acusaciones. 3 Por mi parte,
también he escuchado lo siguiente: que Domiciano, habiendo
albergado sospechas de aquellas personas, concibió el deseo de
matarlas a todas al mismo tiempo y escribió sus nombres en una
tablilla de dos hojas de madera de tilo, la cual colocó bajo su
almohada, en el lecho sobre el que solía descansar; y uno de los
desnudos muchachos "susurrantes" [un pequeño esclavo desnudo.-N. del T.] lo sacó
mientras el emperador dormía y se lo guardó sin saber lo que
contenía. 4 Resultó entonces que Domicia se hizo con él por
casualidad y, leyendo lo que en él estaba escrito, informó del asunto
a los concernidos. Por ello apresuraron la conjura que ya habían
planeado; pero no se lanzaron a llevarla a cabo hasta que hubieron
decidido quién habría de sucederle en la magistratura imperial.
Discutieron el asunto con varios hombres, 5 y cuando ninguno de
ellos aceptó (pues todos les temían, creyendo que estaban
probando su lealtad), se dirigieron finalmente a Nerva, pues era a la
vez de la más noble cuna y del más amigable carácter, habiendo
estado además en peligro su vida como resultado de haber sido
denunciado por los astrólogos, quienes denunciaron que reinaría. 6
Fue esta última circunstancia la que facilitó que le convencieran para
aceptar el poder imperial. Domiciano, por supuesto, no dejó de
preocuparse por anotar los días y las horas en que habían nacido los
hombres más importantes, destruyendo consecuentemente a no
pocos de ellos por adelantado, que ni siquiera esperaban obtener el
poder; y habría matado a Nerva, de no haber declarado uno de los
astrólogos, que era amigo de este, que moriría en pocos días. Y así,
Domiciano, creyendo que esto sucedería verdaderamente así, no
deseó ser culpable de este asesinato añadido, pues Nerva habría de
morir pronto en cualquier caso.
16 1 Y como ningún evento de tal magnitud sucede de improviso,
tuvieron lugar varios presagios desfavorables en el caso de
Domiciano. Entre otras cosas, él mismo soñó soñó que Rústico se le
acercaba con una espada; y que Minerva, cuya estatua guardaba en
su dormitorio, había arrojado sus armas y, montada sobre un carro
tirado por caballos negros, se precipitaba en el abismo. Pero la
circunstancia más notable fue la siguiente: 2 Largino Próculo,
habiendo anunciado públicamente en la provincia de Germania que
el emperador moriría el día en que realmente murió, había sido
enviado a Roma por el gobernador; y cuando, llevado ante
Domiciano, declaró nuevamente que así habría de ocurrir, fue por
consiguiente condenado a muerte, pero su ejecución fue pospuesta
para que muriese una vez que el emperador hubiera escapado al
peligro. Pero, entretanto, Domiciano fue asesinado y así se salvó la
vida de Próculo y recibió cuatrocientos mil sestercios de Nerva [solo
cuatrocientos en la traducción italiana.-N. del T.]. 3 También algún otro había dicho a

Domiciano, en una ocasión anterior, tanto el momento como la


forma de su muerte; y después, tras ser preguntado qué clase de
muerte tendría él, el profeta, este replicó que sería devorado por
perros. Así pues, se dio la orden de que fuera quemado vivo y se le
dio al fuego; pero justo entonces se produjo un fuerte aguacero, la
pira quedó extinguida y más tarde los perros lo encontraron sobre
ella, con sus manos atadas detrás, y lo despedazaron.
171 Tengo un hecho asombroso más que registrar, lo que haré tras
describir el fin de Domiciano. En cuanto se levantó para dejar el
tribunal y se disponía a hacer su descanso de la tarde según su
costumbre, Partemio quitó la hoja de la espada que siempre tenía
bajo su almohada, para que Domiciano no pudiera hacer uso de ella,
y envió después a Esteban, que era más fuere que los demás. 2
Esteban hirió a Domiciano y, aunque el golpe no fue mortal, el
emperador no obstante cayó al suelo, donde quedó postrado. A
continuación, temiendo que pudiera escapar, Partenio se precipitó
dentro o, como algunos creen, envió a Máximo, un liberto. Así, no
solo murió Domiciano, sino que también pereció Esteban cuando
aquellos que no habían participado en la conspiración se
precipitaron a la vez sobre él.
181 El asunto que he mencionado, diciendo que me sorprende más
que cualquier otro, es este: Un tal Apolonio de Tiana, aquel mismo
día y a la misma hora en que Domiciano estaba siendo asesinado
(como más tarde se determinó con precisión por sucesos que
ocurrieron en ambos lugares) subió a una roca elevada en Éfeso (o
posiblemente en un sitio parecido) y habiendo convocado a la plebe,
le dirigió estas palabras: "¡Bien, Esteban! ¡Bravo, Esteban! ¡Heriste al
miserable sanguinario! Lo has atacado, lo has herido, lo has
matado". 2 Esto es lo que verdaderamente ocurrió, aunque alguno
lo ponga en duda diez mil veces. Domiciano había vivido cuarenta y
cuatro años, diez meses y veintiséis días, y había reinado quince
años y cinco días. Su cuerpo fue robado y fue enterrado por su
niñera Phylis.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXVIII

Volver al Índice

1 1 Después de Domiciano, los romanos nombraron emperador a


Cocceyo Nerva. A causa del odio por Domiciano, sus imágenes,
muchas de las cuales eran de plata y muchas de oro, fueron
fundidas. También fueron derribados los arcos, de los que se había
erigido gran número dedicados a este solo hombre. 2 Nerva también
liberó a todos los que estaban procesados por traición y anuló los
exilios; aún más, condenó a muerte a todos los esclavos y libertos
que habían conspirado contra sus amos, no permitiendo que
ninguna persona de aquellas clases pudieran presentar acusación
alguna contra sus amos; y no se permitió a persona alguna que
acusara a nadie de traición, de impiedad, ni de adoptar el modo de
vida judío. Muchos informantes fueron condenados a muerte, entre
otros Seras, el filósofo. 3 Entonces, cuando se produjo no poca
conmoción por el hecho de que todos estaban acusando a todos, se
dice que Fronto, el cónsul, hizo notar que peor que tener un
emperador bajo el que a nadie se le permitía hacer nada, era tener
uno bajo el que a todos se le permitía todo; y Nerva, al oír esto,
mandó que tal estado de cosas cesara para el futuro. Nerva era
entonces tan mayor, y su salud tan frágil, que su debilidad le
obligaba siempre, por ejemplo, a vomitar su comida [dado lo abundantes de las
cenas servidas en las casas de las clases superiores, más bien deberíamos tomar esa costumbre como un modo de
protegerse de indigestiones molestas y casi imposibles para la edad que tenía Nerva al alcanzar la magistratura
imperial: 65 años, ya avanzada para la época.-N. del T. ].
2 Prohibió además la factura de estatuas de oro o plata en su
honor. A quienes se les había privado de sus propiedades sin motivo
bajo Domiciano, se las devolvió todas cuantas pudieron encontrarse
en el tesoro imperial. A los romanos muy pobres concedió lotes de
tierra por valor de sesenta millones de sestercios [un millón y medio de
dracmas en la traducción francesa del griego original y tierras que rentaban seiscientos sestercios en la
traducción italiana, lo que nos induciría a pensar en unos cien mil beneficiarios de la medida.-N. del T. ]
poniendo a varios senadores a cargo de su compra y distribución. 2
Cuando quedó falto de fondos, vendió muchos vestidos y vasijas de
plata y oro, además de mobiliario, tanto propios como
pertenecientes a la residencia imperial, así como muchas estatuas y
casas; de hecho vendió casi todo lo que no era indispensable. Sin
embargo, no regateó el precio de tales cosas, sino que de aquella
manera benefició a muchas personas. 3 Abolió muchos sacrificios,
muchas carreras de caballos y algunos otros espectáculos, en un
intento por reducir los gastos tanto como fuera posible. Juró ante el
Senado que no mataría a ningún senador, y mantuvo su palabra a
pesar de que hubo una conspiración contra su vida. Aún más, nada
hizo sin el consejo de los hombres más importantes. 4 Entre sus
varias leyes se contaron aquellas que prohibían la castración de
ningún hombre y el matrimonio de hombre alguno con su propia
sobrina. Cuando fue cónsul no dudó en tomar como colega a
Virginio Rufo, aunque este hombre había sido saludado a menudo
como emperador. Tras la muerte de Rufo, se colocó una inscripción
en su tumba en el sentido de que, tras vencer a Vindex, había
reclamado el imperio no para él mismo, sino para su patria.
3 Nerva gobernó tan bien que un día comentó: "Nada he hecho
para impedir ser depuesto del imperio y regresar con seguridad a la
vida privada". 2 Cuando Calpurnio Craso, un descendiente de los
famosos Crasos, conspiró contra él en unión de otros, los sentó junto
a él en un espectáculo (mientras ellos aún ignoraban que habían
sido delatados) y les entregó espadas, aparentemente para que
comprobasen si estaban afiladas, como se solía hacer, pero en
realidad para demostrar que no le preocupaba morir en aquel lugar
y momento.
3 Casperio Eliano, que era el jefe de los pretorianos, como antes lo
había sido Domiciano, incitó a los soldados a que se amotinasen
contra él, tras haberlos instado a que exigieran la ejecución de
ciertas personas. Nerva les resistió tenazmente, hasta el punto de
descubrirles su clavícula y presentarles su garganta; pero nada logró
y los que Eliano deseaba fueron muertos. 4 Nerva, por tanto,
viéndose así despreciado a causa de su avanzada edad, ascendió al
Capitolio y dijo a grandes voces: "Que la prosperidad sea con el
Senado y el Pueblo de Roma, y conmigo mismo. Por la presente,
adopto a Marco Ulpio Nerva Trajano". A continuación, en el
Senado, lo nombró César y le envió en un mensaje escrito de su
puño y letra (pues Trajano era gobernador de Germania): "Que los
dánaos expíen mis lágrimas con tus flechas" [Homero, Ilíada; Canto 1 - 42. El
sacerdote Crises invoca así la ira de Apolo contra los griegos -dánaos- cuando Agamenón le niega el rescate de su
hija, Criseida, y lo amenaza de muerte pese al ingente rescate que le ofrece.-N. del T. ].
4 Así Trajano se convirtió en César y más tarde en emperador,
aunque había parientes vivos de Nerva. Pero Nerva no estimaba a
sus familiares por encima de la seguridad del estado, ni estuvo
menos inclinado a adoptar a Trajano porque este fuese un hispano,
en vez de un italiano o hijo de italiano, 2 ni que antes de aquello
ningún extranjero hubiera ostentado el imperio; pues creía más que
se había de mirar la capacidad de un hombre antes que su patria
natal. Murió poco después de este hecho, habiendo gobernado un
año, cuatro meses y nueve días; antes de esto había vivido durante
sesenta y cinco años, diez meses y diez días.
5 Trajano, antes de convertirse en emperador, había tenido un
suelo de la siguiente naturaleza: Se le apareció un anciano vestido
con túnica y pretexta, con una corona sobre su cabeza, como se
representa al Senado en las pinturas, e impresionó su sello de anillo
sobre él, primero en el lado izquierdo de su cuello y luego en el
derecho. 2 Cuando se convirtió en emperador, envió una carta al
Senado, escrita de su puño y letra, en la que declaraba, entre otras
cosas, que no mataría ni anotaría infamia sobre ningún hombre
digno; y esto lo confirmó mediante juramentos entonces y más
adelante también.
3 Había prestado el juramento de que no derramaría sangre y
cumplió su promesa a pesar de las conjuras que se tramaron contra
él, pues no era de naturaleza inclinada a la doblez, a la astucia ni a la
dureza; por el contrario, amaba, saludaba y honraba a los buenos e
ignoraba a los demás; por otra parte, se había suavizado como
resultado de la edad..
4 Mandó llamar a Eliano y a los pretorianos que se habían
amotinado contra Nerva, fingiendo que les iba a emplear en alguna
cosa, y se deshizo de ellos. Cuando llegó a Roma, hizo mucho para
reformar la administración del estado y favorecer a la buena gente;
prestó una atención inusual a los asuntos públicos, haciendo muchas
concesiones, por ejemplo, a las ciudades de Italia para que
auxiliaran a sus niños, concediendo muchos favores a los buenos
ciudadanos. 5 Cuando Plotina, su esposa, entró por vez primera en
palacio, se volvió para dar frente a la escalera y al pueblo y dijo:
"Esta mujer, que por este lugar entra, por aquí mismo habrá de
partir". Y se condujo durante todo el reinado en modo tal que
nunca nadie tuvo nada que censurarle.

6 Tras pasar algún tiempo en Roma, emprendió una expedición


contra los dacios; y es que consideraba sus pasados actos y se dolía
por la cantidad de dinero que recibían anualmente, observando
además que su poder y orgullo se incrementaban. 2 Decébalo,
sabiendo de su avance, se atemorizó, pues sabía bien que en la
ocasión anterior no era a los romanos a quienes había vencido, sino
a Domiciano, mientras que ahora habría de combatir tanto contra
los romanos como contra Trajano, el emperador.

Trajano gozaba del mayor prestigio por su justicia, su valentía y por


la sencillez de sus costumbres. 3 Gozaba de fortaleza física, estando
en su cuadragésimo segundo año de vida cuando empezó a
gobernar, de manera que en cada empresa que afrontaba rendía
casi tanto como los demás; también sus facultades mentales
estaban en su nivel más alto, de manera que ni tenía la temeridad
de la juventud ni la debilidad de la ancianidad. 4 No mandó que se
matase a nadie, sino que honró y exaltó a todos los hombres buenos
sin excepción, por lo que ni temía ni odiaba a nadie. Prestaba muy
poca atención a las calumnias y no era esclavo de la ira. Se abstuvo
igualmente de tomar el dinero ajeno y de muertes injustas.
7 Gastó grandes sumas de dinero en guerras y grandes cantidades
en trabajos de paz; y mientras realizaba muchas reparaciones de
carreteras, puertos y edificios públicos, que se necesitaban con
urgencia, sin que vertiera la sangre de nadie por estas empresas. 2
Era tan magnánimos y generoso que, tras engrandecer y embellecer
el Circo, que se había derrumbado en algunas partes, se limitó a
poner una inscripción diciendo que lo había reconstruido para el
pueblo romano. 3 Le complacía más ser amado por tales hechos que
recibir honores. Su relación con el pueblo estuvo marcada por su
afabilidad y sus relaciones con el Senado por la dignidad, por lo que
era amado por todos y odiado por nadie, excepto por el enemigo.
Se unía a otros para cazar y en los banquetes, así como en sus
trabajos y bromas. Con frecuencia llevaba a otros tres en su
carruaje o entraba sin temor en las casas de los ciudadanos, a veces
sin escolta. 4 Carecía de educación en sentido estricto a la hora de
hablar [se refiere aquí Dión a la oratoria y la elocuencia de Trajano.-N. del T.], pero conocía su
fundamento y lo aplicaba; y no había cualidad que no poseyera en el
más alto grado. Sé, por supuesto, que era amante de los muchachos
y del vino; pero si alguna vez hubiera cometido o sufrido por ello
algún acto malo o vergonzoso, se le habría censurado; No obstante,
bebía hasta saciarse tanto vino como quería sin que perdiera la
sobriedad y, en su relación con los muchachos, jamás dañó a
ninguno. 5 E incluso disfrutando de la guerra, se contentaba con
lograr la victoria, derrotar al más implacable de los enemigos y
engrandecer a sus compatriotas. Tampoco se dio nunca en él,
durante su reinado, lo que solía ocurrir en aquellas circunstancias, el
orgullo y la arrogancia de los soldados; con tan firme mano les
gobernaba.
8 Por aquellas razones, pues, Decébalo tenía buenos motivos para
temerle. Cuando Trajano, en su campaña contra los dacios, se hubo
aproximado a Tapae, donde los bárbaros estaban acampados, se le
llevó un gran hongo sobre el que, en caracteres latinos, estaba
escrito un mensaje en el sentido de que los burios y otros aliados
aconsejaban a Trajano que diera la vuelta y mantuviera la paz. 2 Pese
a ello, él se enfrentó al enemigo, con muchos heridos de los suyos y
dando muerte a muchos de los enemigos.Y cuando se repartieron
los vendajes, se cuenta que no dudó en usar para ellos incluso su
propia ropa, haciendo tiras de ella. En honor a los soldados muertos
en la batalla, ordenó que se erigiera un altar y que se ofrendaran
ritos fúnebres anualmente.
9 Decébalo había mandado embajadores aún antes de su derrota, y
esta vez no se trataba de hombres de la clase de los que llevaban
largas cabelleras, como anteriormente, sino los más nobles entre los
portadores de pileados [los romanos llamaban "comati" a los dacios libres de la clase inferior,
precisamente porque solían lucir largas cabelleras; los "pileati", pileados, portaban el característico gorro que en
Roma empleaban los libertos y que, curiosamente, constituía el distintivo de la clase aristocrática superior dacia.-N.
Estos arrojaron sus armas y, postrándose en el suelo, rogaron
del T.]. 2

a Trajano que, si fuera posible, se le permitiera al propio Decébalo


entrevistarse y conferenciar con él, prometiendo que haría cuando
se le ordenase; si no fuera posible, que se enviara al menos a
alguien que discutiera sobre los términos con él. Los enviados
fueron Sura y Claudio Liviano, el prefecto; 3 pero nada se alcanzó,
pues Decébalo tampoco se atrevió a entrevistarse con ellos, sino que
también envió embajadores en esta ocasión. Trajano capturó
algunas cumbres fortificadas, hallando en ellas las armas, los
prisioneros, las máquinas de guerra y los estandartes capturados en
tiempos de Fusco. 4 Decébalo, por ello y por el hecho de que
Máximo había por aquel entonces capturado a su hermana además
de una fuerte posición, estaba dispuesto a llegar a un acuerdo sin
condiciones a cualquier exigencia que se le hubiera hecho, no
porque tuviese intención de cumplir el acuerdo, sino para poder
asegurarse un respiro de sus temporales reveses. 5 Así que, de mala
gana, se comprometió a entregar sus armas, máquinas e ingenieros,
devolver a los desertores, demoler las fortalezas, retirarse el
territorio capturado y considerar además enemigas o amigas a las
mismas personas que así fueran consideradas por los romanos, 6 y
no dar tampoco cobijo a ningún desertor ni emplear a ningún
soldado del imperio, ya que había estado adquiriendo la mayor y
mejor parte de sus fuerzas a base de convencer a los hombres para
que fuesen con él desde el territorio romano. Todo esto fue
después que hubiera ido a Trajano, se hubiera arrojado al suelo y
prestado obediencia arrojando sus armas. 7 Mandó también
embajadores al Senado para tratar de todo ello y asegurarse de que
aquel cuerpo ratificaba la paz. Tras concluir este acuerdo, el
emperador abandonó el campamento en Sarmizegetusa y, habiendo
estacionado guarniciones aquí y allá, por todo el territorio restante,
regresó a Italia.
101 Los embajadores de Decébalo, al ser introducidos en el Senado,
entregaron sus armas, juntaron sus manos en la actitud de los
cautivos y pronunciaron ciertas palabras de súplica; obtuvieron así la
paz y se les devolvieron sus armas. 2 Trajano celebró un triunfo y se le
concedió el título de Dácico; celebró en el anfiteatro combates de
gladiadores, de los que disfrutaba, e hizo regresar al teatro a los
intérpretes de pantomimas, estando enamorado de uno de ellos,
Pilades. No dejó sin embargo de prestar menos atención a la
administración civil ni a la administración de justicia, como se
pudiera haber esperado de un hombre de guerra como él; por el
contrario, presidía juicios, bien en el foro de Augusto, bien en el
pórtico de Livia, como se le llamaba, y a menudo en otros lugares
sobre un tribunal.
3 Al informársele de que Decébalo estaba actuando en muchos
aspectos contra lo pactado, reuniendo armas, recibiendo a los que
desertaban, reparando fortalezas, mandando embajadores a sus
vecinos y asolando el territorio de los que anteriormente habían
intervenido en su contra, llegando incluso a anexarse el territorio de
los lazigos (que Trajano luego no les pudo devolver cuando se lo
pidieron), 4 el Senado por todo esto volvió a declararle enemigo y
Trajano, una vez más, volvió a dirigir la guerra contra él en persona,
en vez de confiársela a otros.
1 11 Como muchos dacios estaban cambiando su alianza hacia
Trajano, así como por ciertos otros motivos, Decébalo volvió a pedir
la paz. Pero como no se le pudo persuadir para que entregase ni sus
armas ni a él mismo, procedió abiertamente a reunir tropas y
convocar a las naciones de los alrededores en su ayuda, 2 declarando
que ellos mismos se ponían en peligro si le abandonaban y que les
sería más seguro y fácil combatir a su lado antes que sufriera
cualquier daño, para que conservara su libertad, que si permitían
que los dacios fuesen destruidos y luego subyugados ellos mismos
cuando se quedaran sin aliados.

3 Aunque no mediante la fuerza, sino por el engaño y la traición, casi


logró Decébalo hacer perecer a Trajano. Envió algunos desertores a
Mesia para ver si lograban asesinarlo, pues el emperador era
generalmente accesible y ahora, debido a las exigencias de la guerra,
concedía audiencia absolutamente a todos los que lo desearan. Pero
no lograron llevar a cabo su plan, pues uno de ellos fue arrestado al
sospecharse de él y reveló bajo tortura todo el complot.
12 1 Decébalo, entonces, envió una invitación a Longino, un jefe del
ejército romano [Cneo Pompeyo Longino, amigo personal de Trajano desde la infancia y comandante de la
guarnición de Sarmizegetusa. El traductor italiano dice "duce di una legione romana": legado de una legión romana;
pero el texto griego dice "τινα στρατοπέδου Ῥωμαϊκοῦ", tina stratopedou Romaikou: cierto jefe de campamento
romano o del ejército romano. Así, tanto podría tratarse de un legado, el jefe de una legión, como de un
praefectus castrorum, el jefe de un campamento militar cuya entidad bien podía ser inferior a una legión o el
que ya había
jefe de una guarnición de entidad variable, como era el caso.-N. del T.]

atemorizado al rey durante las guerras, y lo convenció para


encontrarse con él bajo el pretexto de que haría cuanto le pidiera. A
continuación, lo detuvo y lo interrogó en público sobre los planes de
Trajano; y cuando Longino rehusó admitir nada, se lo llevó con él
bajo custodia aunque sin ataduras. 2 Y, enviando un embajador a
Trajano, pidió que se le devolviera su territorio hasta el Danubio y
que se le indemnizara por todo el dinero que había gastado en la
guerra, a cambio de devolverle a Longino. Se le dio una respuesta
ambigua, de tal forma que no hiciera creer a Decébalo que Trajano
consideraba a Longino de mucha importancia, pero tampoco de
poca, 3 con el objetivo, por un lado, de impedir que lo destruyera, y
por el otro de impedirles exigir términos excesivos. Así, Decébalo se
retrasó, considerando aún qué debía hacer. En el ínterin, Longino,
habiéndose hecho de un veneno con ayuda de un liberto, prometió a
Decébalo reconciliarlo con Trajano, esperando así que el rey no
sospechara lo que iba a hacer y que siguiera sin mantener una
vigilancia muy estricta sobre él; además, para permitir que el liberto
se pusiera a salvo, escribió una carta conteniendo una petición en su
nombre y se la dio para que la llevara a Trajano. 4 Después, cuando el
otro se hubo marchado, bebió el veneno por la noche y murió.
Entonces, Decébalo exigió a Trajano que le devolviera al liberto,
prometiéndole a cambio el cuerpo de Longino y diez cautivos.
Mandó de inmediato a un centurión, que había sido capturado junto
a Longino, para que dispusiera el arreglo; 5 y fue gracias a este
centurión que se tuvo conocimiento de toda la historia de Longino.
Sin embargo, Trajano no lo envió de vuelta ni entregó al liberto,
considerando su seguridad más importante para la dignidad del
imperio que el entierro de Longino.
13 1 Trajano construyó sobre el Danubio un puente de piedra por el
que no puedo mostrarle la suficiente admiración. Si magníficas eran
sus otras obras, esta las sobrepasó a todas. Pues tenía veinte pilares
de piedras cuadradas, ciento cincuenta pies de altura sobre su base y
sesenta de anchura [50 metros de alto por 20 de ancho. La estructura tenía 1.135 metros de largo
(el Danubio tiene unos 800 metros de ancho en la zona), y alcanzaba 19 metros de altura sobre el nivel del
río. En cada extremo había una fortificación, por la que había que pasar para poder cruzar el puente. Lo
diseñó y dirigió la construcción el arquitecto Apolodoro de Damasco. Hoy en día solo son visibles los pilares a la
y estos, manteniendo una
entrada del puente por ambas orillas del Danubio-N. del T.], 2

distancia de ciento setenta pies unos de otros [51 metros.-N. del T.], están
unidos por arcos. ¿Cómo, entonces, podría nadie dejar de
asombrarse por el gasto hecho en ellos? ¿o por la forma en la que
cada uno de ellos fue colocado en un río tan profundo, en aguas tan
llenas de socavones y con un fondo tan limoso? Pues era imposible,
desde luego, desviar el cauce por ninguna otra parte. 3 He hablado
de la anchura del río; pero la corriente no mantenía siempre una
anchura uniforme, sino que a veces cubría hasta dos y tres veces más
terreno; pero el punto más estrecho, y el único en aquella región
apropiado para la construcción de un puente, tenía al anchura
mencionada. 4 Sin embargo, el mismo hecho de que el río, en su
descenso, se contrae aquí desde una corriente ancha a un canal de
tal estrechez, tras lo cual vuelve luego a expandirse en un cauce
mayor, lo hace aún más violento y profundo, y esta característica se
debe tener en cuenta al estimar la dificultad para la construcción del
puente. 5 Este trabajo es, pues, una nueva prueba de la grandeza del
ánimo de Trajano, aunque el puente ya no nos es de utilidad, pues
solo quedan en pie los pilares, sin medio de cruzarlo, como si
hubieran sido erigidos con el único propósito de demostrar que nada
hay que el ingenio humano no pueda alcanzar. 6 Trajano construyó el
puerto porque temía que alguna vez, cuando es Danubio estuviera
congelado, la guerra pudiera ser llevada contra los romanos desde el
otro lado, y deseaba facilitar a sus tropas el acceso al otro lado por su
medio. Adriano, por el contrario, temía que facilitara también el
paso a los bárbaros, una vez hubieran sobrepasado a los que
guardaban el puente, hacia Mesia, de forma que eliminó la
superestructura [este capítulo, y la arqueología fluvial así lo ha ido confirmando, nos describe un puente
con pilares de piedra que soportaba una superestructura de madera sobre la que podían circular vehículos y personas y
bajo la que podían navegar embarcaciones fluviales comerciales y militares.-N. del T.].

141 Trajano, habiendo cruzado el Danubio a través del puente,


condujo la guerra más con prudencia y seguridad que con celeridad,
y finalmente, tras un duro esfuerzo, venció a los dacios. En el
transcurso de la campaña, él mismo llevó a cabo muchos actos
valerosos y propios de un buen general, afrontando sus tropas
muchos riesgos y ejecutando grandes proezas en su nombre. 2 Fue
aquí cuando cierto caballero, tras haber sido retirado del combate
gravemente herido, con la esperanza de poder curarlo, viendo que
no se podía recuperar, se precipitó fuera de su tienda (pues su
herida aún no había abatido su ánimo) y, formando nuevamente en
la línea, pereció tras ejecutar grandes actos de valor. 3 Decébalo,
cuando su capital y todo su territorio hubieron sido ocupados, y con
él mismo en riesgo de ser capturado, se suicidó; y su cabeza fue
llevada a Roma. De esta forma, Dacia quedó sujeta a los romanos y
Trajano fundó ciudades allí. 4 También fueron descubiertos los
tesoros de Decébalo, aunque estaban ocultos bajo el río Sargetia,
cuyo cauce atravesaba su palacio. Con la ayuda de algunos cautivos,
Decébalo había desviado el cauce del río, excavado en su cuna y
puesto en el interior de la oquedad una gran cantidad de plata y oro,
así como otros objetos de gran valor que podían soportar cierto
grado de humedad; apiló después piedras sobre todo ello y luego
tierra, devolviendo finalmente el río a su cauce. 5 Hizo también que
los mismos cautivos depositaran sus ropas y otros artículos de
parecida naturaleza en cuevas, tras lo cual los hizo matar para
impedir que ninguno de ellos pusiera nada de aquello al
descubierto. Sin embargo, Bicilis, uno de sus íntimos, que tenía
conocimiento de cuanto se había hecho, fue capturado y
proporcionó información sobre todo ello. Por ese entonces, Palma,
el gobernador de Siria, sometió la parte de Arabia que rodea Petra y
la redujo al dominio de los romanos.
15 1 Al regreso de Trajano a Roma, llegaron a él diversas embajadas
de naciones bárbaras, entre ellas de los indios. Ofreció espectáculos
durante ciento veintitrés días, durante el transcurso de los cuales se
dio muerte a unos once mil animales, tanto salvajes como
domésticos, y combatieron diez mil gladiadores.
2 A los embajadores que llegaron desde los diversos reinos se les
concedió asientos durante los espectáculos en el sector de los
senadores.
3.1Por este mismo tiempo, construyó una vía empedrada a través de
las marismas Pontinas [al sureste de Roma, en el Lacio.-N. del T.], construyendo a su
largo magníficos edificios y puentes. Hizo también que se fundiera
todo el dinero que se encontraba ya muy desgastado.
3.2 Cuando murió Licinio Sura, celebró su funeral a cuenta del
estado y le dedicó una estatua. Este hombre había alcanzado tal
grado de riqueza y tenía tanta ansia de gloria que había hecho
construir un gimnasio para el pueblo romano; 4 tal era la amistad y
confianza que mostró hacia Trajano, y Trajano hacia él, que, aunque
a menudo se le calumniaba -como suele ocurrir naturalmente en los
casos de aquellos que poseen alguna influencia con los
emperadores-, Trajano nunca sintió ninguna sospecha ni odio hacia
él. Por el contrario, cuando aquellos que envidiaban a Sura se
volvían muy insistentes, 5 el emperador marchaba a cenar a su casa
sin haber sido invitado y, habiendo despedido a todos sus escoltas,
llamaba primero al médico de Sura y le hacía ungir sus ojos; y
después llamaba a su barbero para que afeitara su barba (pues los
propios emperadores, así como todos los demás, seguían esta
antigua costumbre; siendo Adriano el primero que estableció la
moda de llevar barba); 6 y tras hacer todo esto, tomaba a
continuación un baño y cenaba. Luego, al día siguiente, contaba a
sus amigos que constantemente solían hacer comentarios
despectivos sobre Sura: "Si Sura hubiera querido matarme, lo habría
hecho ayer".
16 1 Fue hermoso lo que hizo al arriesgarse en el caso de un
hombre que había sido calumniado, pero aún más hermoso fue el
creer que aquel nunca le atacaría.
1.a Así la confianza en su convicción se fortalecía más por su
conocimiento personal de la conducta de Sura, que por las
conjeturas de otros.
1.2De hecho, cuando entregó al hombre que debía ser el prefecto de
los pretorianos la espada que este oficial debía portar a su costado,
blandió la hoja y sosteniéndola en alto le dijo: "Toma esta espada y,
si gobierno bien, úsala por mí; pero de lo contrario, úsala contra mí".

2 Hizo también erigir estatuas de Sosio, Palma y Celso, a los que


tanto estimaba por encima del resto. Sin embargo, a aquellos que
habían conspirado contra él, entre quienes se encontraba Craso, los
llevó ante el Senado para ser castigados.
3 Además, construyó bibliotecas. E hizo erigir en el Foro una enorme
columna [la columna Trajana, por supuesto.-N. del T.], para que le sirviera a él de
tumba y como recuerdo de sus obras en el Foro. Pues toda aquella
parte había sido montuosa y él la había rebajado en una altura igual
a la de la columna, dejando así el Foro nivelado.
171 Hizo después una campaña contra los armenios y los partos,
bajo el pretexto de que el rey armenio había conseguido su
diadema, no de sus manos, sino de las del rey parto, aunque su
auténtico motivo era que deseaba obtener gloria.
2 Cuando Trajano hubo partido contra los partos y llegado a Atenas,
le alcanzó una embajada de Osroes pidiendo la paz y ofreciéndole
regalos. Pues, al tener noticia de su avance, el rey se había
atemorizado, ya que Trajano solía hacer buenas sus amenazas con
sus hechos. Por consiguiente, humilló su orgullo y envió a implorarle
que no le hiciera la guerra, solicitando al mismo tiempo que
Armenia fuese entregada a Partamasiris, que era igualmente hijo de
Pacoro, y que se le mandara la diadema a aquel; 3 pues él había
depuesto a Exadares, según dijo, porque había sostenido una
conducta inadecuada tanto para los romanos como para los partos.
El emperador no aceptó los regalos ni devolvió respuesta alguna, ni
oral ni escrita, excepto la declaración de que la amistad se
demostraba con hechos y no con palabras, y que, por consiguiente,
cuando llegara a Siria haría cuando era debido. Y siendo de este
parecer, atravesó Asia, Licia y las provincias limítrofes hasta Seleucia.
18 1 Al llegar a Antioquía, Abgaro de Osroene le envió regalos y un
mensaje de amistad, aunque no acudió personalmente pues, como
temía tanto a Trajano como a los partos por igual, estaba intentando
mostrarse neutral y, por aquella razón, no vino a entrevistarse con
él.
2 Cuando Trajano hubo invadido el territorio enemigo, los sátrapas y
príncipes de aquella región vinieron a su encuentro con regalos.
Uno de aquellos regalos fue un caballo al que se había enseñado a
hacer una reverencia: se arrodillaba doblando sus patas delanteras y
colocaba su cabeza a los pies del que se encontrase cerca.
3.bCuando hubo capturado todo el país de los armenios y vencido
además a muchos de los reyes, trató a algunos de ellos como
amigos, pues se sometieron voluntariamente, mientras que a los
otros, aunque desobedientes, los sometió sin necesidad de
combatir.
191 Partamasiris se comportó de un modo bastante violento. En su
primera carta, había firmado titulándose "rey"; al no llegarle
contestación, volvió a escribir, omitiendo este título y pidió que se le
enviase a Marco Junio, el gobernador de Capadocia, dando a
entender que deseaba hacer una petición a través de él. 2 Trajano,
por consiguiente, le envió al hijo de Junio, mientras que él mismo se
dirigía hacia Arsamosata [ el traductor inglés respetó el griego original "Ἀρσαμοσάτων", mientras
que el francés y el italiano dan la versión armenia original, Samosata; en todo caso las ruinas de esa ciudad, hoy
de
cubiertas por la construcción de la presa Atatürk, estaban próximas a la actual ciudad turca de Samsat.-N. del T.]
la que se apoderó sin lucha. Llegó después a Satala [La actual Sadak, en la
provincia de Gümüşhane, en Turquía.-N. del T.] y recompensó con regalos a Anquíalo,

rey de los heniocos y los maquelones. En Elegeia [la actualIlijeh.-N. del T.],
en Armenia, recibió a Partamasiris, 3 sentado sobre una tribuna en el
campamento. El príncipe le saludó, se quitó la diadema de la cabeza
y la puso a sus pies; luego permaneció allí, en silencio, esperando
recibirla de vuelta. En ese momento, los soldados lanzaron un
fuerte grito y proclamaron imperator a Trajano, como si se tratase
de alguna victoria. 4 (la denominaron una victoria incruenta y sin
lucha, al ver al rey, un descendiente de Arsaces, un hijo de Pacoro y
sobrino de Osroes, en pie delante de Trajano y sin diadema, como
un cautivo). El grito aterrorizó al príncipe, que pensó que aquello se
había hecho para despreciarle y destruirle; 5 y se dio la vuelta como
si fuese a huir, pero al verse rodeado por todas partes le pidió la
gracia de no verse forzado a hablar delante de la multitud. A
continuación se le introdujo en la tienda de Trajano, donde no
obtuvo ninguna de las cosas que deseaba.
201 Por tanto, se precipitó fuera de la tienda y de allí hasta fuera
del campamento; mas Trajano envió a buscarle y, ascendiendo
nuevamente al tribunal, le ordenó que dijera delante de todos qué
era lo que deseaba. Y esto lo hizo para impedir que alguno,
ignorante de cuanto se había dicho en la conferencia privada, dijera
algo distinto. 2 Al escuchar esta orden, Partamasiris ya no guardó
silencio más tiempo, sino que habló con gran franqueza, declarando
entre otras cosas que él no había sido derrotado o capturado, sino
que había venido voluntariamente en la creencia de que no se le
causaría ningún daño y que se le devolvería el reino, como Tirídates
lo había recibido de Nerón 3 Trajano dio unas respuestas ajustadas a
todas sus palabras, declarando en particular que no entregaría
Armenia a nadie, pues pertenecía a los romanos y habría de tener
un gobernador romano. 4 No obstante, permitiría que Partamasiris
se dirigiera a donde deseara. Y así, mandó salir al príncipe junto con
sus compañeros partos, dándoles una escolta de caballería para
asegurarse de que no se aliarían con nadie y darían comienzo a una
rebelión; ordenó, no obstante, que todos los armenios que habían
venido con el príncipe permanecieran donde estaban, en razón de
que ya eran sus súbditos.
211 Dejando guarniciones en los sitios adecuados, Trajano llegó a
Edesa, donde vió a Abgaro por vez primera. Ya que, aunque Abgaro
había enviado anteriormente legados y regalos al emperador en
numerosas ocasiones, él mismo, primero con una excusa y luego con
otra, no había hecho acto de presencia; y este mismo fue el caso de
Manno, el gobernante de la región vecina de Arabia, y de Esporaces,
el de Antemusia. 2 En esta ocasión, sin embargo, inducidos
parcialmente por los consejos de su hijo Arbandes, muchacho joven
y guapo que gozaba, por ello, del favor de Trajano, y en parte por su
temor a la presencia de este último, se fue a encontrar con él sobre
el camino, presentándole sus excusas y obteniendo el perdón, 3 pues
tuvo un poderoso intercesor en el muchacho. Luego, hízose amigo
de Trajano y le ofreció un banquete; durante la cena hizo que su hijo
interpretara varias danzas bárbaras.
221 Cuando Trajano hubo llegado a Mesopotamia, Manno le envió
un heraldo y Manisaro también despachó legados para pedir la paz,
pues Osroes estaba haciéndole la guerra, y mostrándose dispuesto a
retirarse de las zonas de Armenia y Mesopotamia que había
conquistado. Trajano replicó que no le creería hasta que viniera a él,
como había prometido hacer, y confirmara sus palabras con sus
actos. 2 Sospechaba también de Manno, más aún cuanto que este
rey había enviado una fuerza auxiliar a Mebarsapes, rey de
Adiabene, quien en aquella ocasión lo había perdido todo a menos
de los romanos. Por lo tanto, tampoco en esta ocasión esperó
Trajano que se acercaran, sino que se dirigió en su dirección, hacia
Adiabene. Fue en tales circunstancias como Singara [de ubicación todavía
desconocida, pero probablemente próxima a las montañas de Sinyar, en el noroeste del actual Iraq y próximas a la
frontera con Siria.-N. del T.] y otras plazas fueron ocupadas por Lusio sin lucha.
3 Adenistra era un puesto bien fortificado al que se había enviado a
Sentio, un centurión, como legado ante Mebarsapes. Fue hecho
prisionero allí por este último; pero después, ante la llegada de los
romanos, se puso de acuerdo con algunos de sus compañeros de
prisión y se deshizo con su ayuda de sus ataduras, dio muerte al
comandante de la guarnición y abrió la puertas a sus compatriotas.
231 El Senado votó para él todos los honores habituales en gran
abundancia, otorgándole además el título de Optimus, El Más
Excelente [la expresión solía ser OPTIMVS PRINCEPS, el mejor de los príncipes.-N. del T.]. Él siempre
marchaba a pie con las filas y columnas de su ejército, atendiendo al
orden y disposición de las tropas durante toda la campaña,
dirigiéndoles a veces en una formación y a veces en otra y vadeando
todos los ríos junto a ellos. 2 A veces, incluso, hacía que sus
exploradores dieran informes falsos para que los soldados pudieran
al tiempo realizar maniobras militares y perder el miedo, dispuestos
a cualquier peligro. Tras capturar Nisibis y Batnae, se le concedió el
nombre de Pártico; pero él se enorgullecía mucho más con el título
de Óptimo que con todos los demás, en tanto se refería más a su
carácter y costumbres que a sus hechos de armas.
241 Mientras el emperador se detenía en Antioquía, se produjo un
terrible terremoto; muchas ciudades sufrieron daños, pero
Antioquía fue la más desafortunada de todas. Como Trajano estaba
pasando allí el invierno, había muchos soldados y civiles que se
habían dirigido allí desde todas partes, fuera para tratar asuntos
legales, en embajadas, por negocios o por curiosidad; 2 no hubo
nación ni pueblo que se librase; y así, en Antioquía, todo el mundo
bajo gobierno romano sufrió el desastre. Se habían producido
muchas tormentas y vientos desacostumbrados, pero nadie habría
esperado nunca que de tales males se derivaran de ellos. 3 Llegó en
primer lugar, de repente, un gran estruendo, al que siguió un
tremendo temblor. Toda la tierra se levantó, y con ella se elevaron
los edificios por los aires; algunos fueron desplazados solo para
colapsar y romperse en pedazos, mientras otros fueron agitados de
un lado para otro, como si estuviesen en medio del mar, y volcaron,
extendiéndose los restos sobre una gran superficie, incluso en
campo abierto. 4 El crujido de las maderas que se quebraban, unido
a las tejas y piedras que se rompían, resultó completamente
aterrador; y se levantó una increíble cantidad de polvo, de forma
que resultaba imposible que nadie viese nada, ni pronunciar u oír
una palabra. En cuanto a la gente, incluso muchos de los que
estaban fuera de las casas resultaron heridos, 5 siendo arrebatados y
arrojados violentamente sobre la tierra como si cayeran desde un
acantilado; algunos fueron mutilados y otros murieron. Hasta hubo
algunos casos de árboles arrojados por los aires, incluso con sus
raíces. El número de los que quedaron atrapados en las casas y
perecieron es incalculable, pues una multitud falleció por la misma
fuerza de los escombros que caían y gran número se asfixió en los
derrumbes. 6 Los que yacían con una parte de sus cuerpos
enterrados bajo las piedras o maderas sufrían terriblemente, no
pudiendo ninguno prolongar su vida ni acelerar su muerte.
25 1 No obstante, se llegó a salvar a muchos de ellos, como era de
esperar en tan incontable multitud, pero de estos no todos
escaparon ilesos. Muchos perdieron piernas o brazos, otros
sufrieron fracturas de cráneo y aún otros vomitaban sangre; Pedón,
el cónsul, fue uno de estos, muriendo enseguida [Marco Pedón Vergiliano, cónsul
en 115.-N. del T.].2 En una palabra, no hubo clase alguna de violencia que
no soportasen entonces aquellas gentes. Y como los dioses
continuaran el temblor durante varios días y noches, las gentes se
vieron en una situación desesperada y desamparadas, algunos
aplastados o pereciendo bajo el peso de los edificios que los
aplastaban, 3 y otros muriendo de hambre, si por casualidad
resultaba que quedaban vivos en un lugar despejado donde las vigas
estaban inclinadas y dejaban así un espacio, o en una columnata
abovedada. Cuando se hubo finalmente detenido la plaga, uno que
se aventuró a avanzar sobre las ruinas vio a una mujer aún viva. No
estaba sola, sino que estaba con un niño; ella y su hijo habían
sobrevivido alimentándose con su leche. 4 La arrastraron fuera y la
revivieron, así como al bebé, y luego buscaron por los otros
montones sin ser capaces de encontrar en ellos a nadie que siguiera
con vida, excepto a un niño que estaba mamando del pecho de su
madre, que estaba muerta. Según iban extrayendo los cadáveres,
no podían ya sentir alegría alguna ni siquiera por haber ellos
escapado.
5 Tan enormes fueron las calamidades que abrumaron a Antioquía
en aquel momento. Trajano escapó a través de una ventana de la
habitación en la que se encontraba. Cierto ser, de estatura
sobrehumana, llegó hasta él y lo guió para salir, de forma que
escapó sólo con unas pocas heridas leves; y, como los temblores se
extendieran durante varios días, él vivió fuera de las puertas [de la
ciudad.-N. del T.], en el hipódromo [ el traductor inglés, contra lo que hicieran el francés y el
italiano al usar "Circo", mantiene la traducción literal del original griego "ἱπποδρόμῳ", y así lo hacemos nosotos.
Hasta el propio monte Casio se agitó tanto que sus cumbres
N. del T.]. 6

parecieron inclinarse y desprenderse, e ir a caer sobre la misma


ciudad. Se hundieron, además, otras montañas, y manaron aguas
que antes no lo hacían mientras que desaparecieron muchas
corrientes.
2 6 1 Trajano, al principio de la primavera, penetro en territorio
enemigo. Y puesto que la región próxima al río Tigris estaba
desprovista de madera adecuada para construir barcos, él llevó sus
naves, que había construido en los bosques que rodeaban Nísibis, en
carretas hasta el río; y es que las habían fabricado en forma tal que
se podían llevar en piezas separadas y unirlas nuevamente. 2 Le
resultó muy difícil vadear con pontones el río, frente a los montes
Gordios [donde se encuentra en monte Ararat, en el noreste de Turquía.-N. del T.], pues los
bárbaros habían tomado posiciones en la orilla opuesta y trataron
de impedírselo. Sin embargo, Trajano tenía soldados y naves en gran
abundancia, de manera que se ataron algunas con gran velocidad,
con otras delante de estas llevando a bordo infantería pesada y
arqueros, además de algunas que seguían intentando forzar el paso
como si tratasen de cruzar. 3 Como consecuencia de tales tácticas y
también por su propio desánimo al ver aparecer tantas naves a la
vez, desde una región desprovista de árboles, los bárbaros se
retiraron y los romanos cruzaron y se apoderaron de toda la
Adiabene.
Es este un distrito de Asiria vecino a Nino; Arbela y Gaugamela,
4.1

cerca de los lugares donde Alejandro venció a Darío, están también


en esta región. Adiabene es llamada también Atiria en el idioma de
los bárbaros, debido al cambio de la doble s por la t.
4.2Después de esto, avanzaron hasta la misma Babilonia,
encontrando poca resistencia pues las fuerzas partas habían
quedado destruidas por la guerra civil y estaban combatiéndose.
271a Dión Casio Cocceyano, en escritos importantes para los latinos,
escribió que esta ciudad [Babilonia] tenía un perímetro de
cuatrocientos estadios [unos 71 kilómetros; 1 estadio ático= 177,60 metros.-N. del T.].
(Semíramis ... construyó ... una ciudad) teniendo un perímetro de
cuatrocientos estadios, según Dión Casio Cocceyano.
1Por otra parte, aquí contempló Trajano el lago de asfalto con el que
se construyeron las murallas de Babilonia. Cuando se empleaba en
unión de ladrillos cocidos y pequeñas piedras, este material
proporcionaba más seguridad y los hacía más fuertes que cualquier
piedra o hierro. 2 Contempló también las aberturas por las que
manaba un vapor tan peligroso que producía la muerte a cualquier
animal terrestre o criatura alada que lo inhalase. De hecho, si se
extendiera mucho más hacia arriba o alrededor, el lugar no sería
habitable; sin embargo, los vórtices de vapor giraban en torno a sí
mismos y quedaban estacionarios. 3 Por eso, las criaturas que
volaban lo bastante alto o las que daban un rodeo, estaban a salvo.
Yo vi otra abertura similar en Hierápolis, en Asia, y la comprobé
usando pájaros; yo mismo me agaché también y comprobé el vapor
personalmente. Está encerrado en una especie de cisterna y se ha
construido un teatro sobre ella. Destruye a todos los seres vivos,
excepto a los humanos que han sido castrados. No puedo
comprender la razón de esto, me limito a relatar lo que vi, tal como
lo vi, y lo que escuché tal como lo escuché.
281 Trajano había planeado derivar al Éufrates, mediante un canal,
hasta el Tigris, para poder hacer descender sus naves por esta ruta y
emplearlas para construir un puente. Pero no lo hizo así, al
enterarse de que este río discurre a mayor elevación que el Tigris,
temiendo que las aguas se precipitaran en una riada y convirtieran al
Éufrates en innavegable.2 Empleó entonces máquinas de tiro para
arrastrar las naves por el estrecho espacio que separaba los dos ríos
(toda la corriente del Éufrates desemboca en un pantano y, desde
allí, queda unida en cierta forma al Tigris); cruzó después el Tigris y
entró en Ctesifonte. Cuando hubo tomado posesión de esta plaza,
fue aclamado imperator y dejó establecido su derecho al título de
Pártico. 3 Además del resto de honores que le votó el Senado, se le
concedió el privilegio de celebrar tantos triunfos como deseara.
Tras capturar Ctesifonte, concibió el deseo de bajar navegando
hasta el Mar de Eritrea. Este es parte del Océano, y se le ha
nombrado así por una persona que antiguamente gobernó sus
costas. 4 Redujo fácilmente a la obediencia a Mesene, la isla en
medio del Tigris de la que era rey Atambelo; pero de resultas de una
tormenta, unida a la fuerte corriente del Tigris y a la marea que
llegaba desde el Océano, se vio en grave peligro.
Atambelo, el gobernante de la isla en el Tigris, permaneció leal a
Trajano, aún cuando se le ordenó pagar tributo; y los habitantes de
la Empalizada de Espasino, como era llamada (estaban bajo el
dominio de Atambelo), le recibieron amablemente.
291 Llegó después al propio Océano y, cuando supo de su naturaleza
y hubo visto un barco navegando hasta la India, dijo: "Ciertamente
habría cruzado también hasta la India, de haber sido aún joven".
Pues empezó a pensar en la India y sentía curiosidad por sus
asuntos, llamando afortunado a Alejandro. Sin embargo, declararía
que él había llegado más lejos que Alejandro, y así lo escribió al
Senado, aunque no fue siquiera capaz de conservar el territorio que
había sometido. 2 Por este logro, obtuvo entre otros honores el de
privilegio de celebrar un triunfo sobre cuantas naciones le placiera, a
causa del gran número de pueblos sobre los que constantemente les
escribía, al punto que no eran capaces en ocasiones de conocerlos ni
apenas nombrarlos correctamente. 3 Y así, el pueblo en Roma estaba
disponiéndole un arco triunfal, junto a otros muchos homenajes en
su propio foro, y se preparaba para salir a su encuentro, a su vuelta,
a una distancia desacostumbrada. Pero su destino era no volver más
a Roma ni alcanzar nada comparable a sus éxitos anteriores,
llegando a perder aquellas anteriores conquistas. 4 Pues durante el
tiempo en que estuvo navegando hasta el Océano y regresando de
allí, todos los territorios conquistados cayeron en el desorden y se
rebelaron; las guarniciones situadas entre los diversos pueblos
fueron expulsadas o masacradas.
301 Trajano se enteró de todo esto en Babilonia, donde había ido a
causa de su fama -aunque no vio nada más que montículos, piedras
y ruinas que la justificaran- y por el recuerdo de Alejandro, a cuyo
espíritu ofreció sacrificios en la habitación donde había muerto.
Cuando se enteró de la rebelión, envió a Lusio y Máximo contra los
rebeldes. 2 El último fue derrotado en combate y pereció; Lusio, sin
embargo, además de otras muchas victorias, recuperó Nísibis,
asediando y capturando Edesa, que saqueó e incendió. Seleucia fue
también capturada por los legados Erucio Claro y Julio Alejandro,
siendo incendiada. 3 Trajano, temiendo que también los partos
pudieran dar inicio a una revuelta, deseó darles un rey de entre
ellos. Por consiguiente, al llegar a Ctesifonte reunió en una gran
explanada a todos los romanos y los partos, por igual, que se
encontraban allí en aquel momento; subió luego a una plataforma
elevada y, tras describir con grandilocuente lenguaje cuanto había
alcanzado, nombró rey de los partos a Partamaspates, colocando la
diadema sobre su cabeza.
Del libro LXXV

9 6 Cuando Vologeso, el hijo de Sanatruce, se lanzó contra Severo y


su ejército, y antes de entablar combate pidió y se aseguró un
armisticio, Trajano le envió embajadores y le concedió una parte de
Armenia a cambio de la paz.
3 11 Marchó a continuación hacia Arabia, iniciando operaciones
contra la población de Hatra [ sus ruinas se encuentran a 290 kilómetros al noroeste de Bagdad y
a unos 110 al sudoeste de Mosul, en Iraq.-N. del T.], pues también ellos se habían
rebelado. Esta ciudad no es grande ni próspera, y el territorio que
la rodea es desierto en su mayoría, no disponiendo de agua (salvo
una pequeña cantidad de pobre calidad), madera ni forraje. 2 Estas
mismas desventajas, sin embargo, le confieren protección, haciendo
imposible un asedio mediante grandes multitudes; junto con el dios
Sol, a quien está consagrada, bastan para defenderla; pues ni fue
tomada en esta ocasión por Trajano ni posteriormente por Severo,
aunque ambos demolieron parte de sus murallas. 3 Trajano envió a la
caballería en avanzada contra la muralla, pero fracasó en su intento
y los atacantes fueron rechazados de vuelta a su campamento. De
hecho, el mismo emperador apenas evitó ser herido al pasar
cabalgando, pese al hecho de que había dejado su atuendo imperial
para evitar ser reconocido; pero el enemigo, viendo su majestuosa
cabeza gris y su continente augústeo, sospechó su identidad,
disparándole y matando a un jinete de su escolta. 4 Cada vez que los
romanos lanzaban un asalto, se producían truenos, aparecía el arco
iris y caían sobre ellos en abundancia relámpagos, tormentas de
lluvia, granizo y rayos. Y cada vez que comían, las moscas se posaban
sobre su comida y su bebida, provocando en todas partes malestar.
Así pues, Trajano partió de allí y poco después empezó a fallarle la
salud.
32 1 Entre tanto, los judíos de la región de Cirene pusieron a su
frente a un tal Andreas y estaban matando tanto a romanos como a
griegos. Comían la carne de sus víctimas, se hacían cinturones con
sus entrañas, se ungían con su sangre y llevaban sus pieles por
vestido; aserraban a muchos por la mitad, de arriba abajo; 2 otros
los entregaban a las bestias salvajes, y aún a otros los obligaban a
combatir como gladiadores. En total, perecieron doscientas veinte
mil personas. En Egipto, también, perpetraron similares ultrajes; y
en Chipre, bajo el mando de un tal Artemión. Allí, además,
murieron doscientos cuarenta mil, 3 y por este motivo ningún judío
puede poner el pie en aquella isla, pues incluso si uno de ellos es
arrastrado a sus costas por una tormenta, le se da muerte. Entre
algunos otros de los que sometieron a los judíos se encontraba
Lusio, que fue enviado por Trajano.
4 Lusio Quieto era moro, había estado al mando de soldados
también moros y de una fuerza de caballería; mas, habiendo sido
condenado por mal comportamiento, había sido anteriormente
licenciado con ignominia. Más tarde, sin embargo, al producirse la
guerra Dacia y precisar Trajano de los servicios de los moros, 5 Lusio
vino hasta él por propia voluntad y realizó grandes proezas. Siendo
honrado por ella, ejecutó aún mayores y más numerosas hazañas en
la segunda guerra y, finalmente, llegó tan lejos su valor y su buena
fortuna durante esta guerra, que se le inscribió entre los ex-pretores,
llegó a cónsul y luego a gobernador de Palestina. Estos logros
atrajeron los celos y el odio, y provocaron su destrucción.
331 Trajano se estaba disponiendo para lanzar una nueva expedición
en Mesopotamia; pero como su enfermedad empezara a agravarse,
partió con la intención de navegar hasta Italia, dejando a Publio Elio
Adriano en el ejército en Siria. Y así fue como los romanos
conquistaron, la mayor parte de Mesopotamia y Partia, con todo su
esfuerzo y peligros, todo para nada, 2 pues los partos, en efecto,
expulsaron a Partamaspates y volvieron a gobernarse a sí mismos.
El propio Trajano sospechó que su enfermedad se debía a un veneno
que se le administró; pero algunos dicen que fue por culpa de la
sangre, que desciende cada año a las zonas inferiores del cuerpo, y
que quedó entonces impedida de fluir. 3 Sufrió además un ataque,
por el que una parte de su cuerpo quedó paralizado y todo él sufrió
de hidropesía. Al llegar a Selinunte, en Cilicia, a la que también
llamamos Trajanópolis, expiró de repente tras reinar diecinueve
años, seis meses y quince días.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXIX

Volver al Índice

Año 117 dC

1 1 Adriano no había sido adoptado por Trajano; era solo un


compatriota y lo había tenido por tutor ["de la misma ciudad", en el griego original, en
la traducción francesa y en la italiana.-N. del T.], era pariente próximo suyo y se había

casado con su sobrina; en resumen, estaba próximo a él y compartía


su vida diaria, 2 y se le había destinado a Siria con motivo de la
guerra Parta. Sin embargo, no había recibido ningún honor especial
de Trajano, como haber sido uno de los primeros cónsules
nombrados. Se convirtió en César y emperador debido al hecho de
que, al morir Trajano sin hijos, Atiano, un compatriota [nuevamente, "de la
misma ciudad", en el griego original, en la traducción francesa y en la italiana.-N. del T. ] y tutor suyo,

junto a Plotina, que estaba enamorada de él, le consiguieron el


nombramiento, siendo facilitados sus esfuerzos por su cercanía y su
mando de una gran fuerza militar. 3 Mi padre, Aproniano, que fue
gobernador de Cilicia, se había enterado con total precisión de toda
la historia sobre él [Adriano.-N. del T.] y solía relatar los diversos incidentes,
contando en particular que la muerte de Trajano fue ocultada
durante varios días para que se pudiese anunciar primero la
adopción de Adriano. 4 Esto, además, quedó demostrado por las
cartas de Trajano al Senado, pues no iban firmadas por él, sino por
Plotina, aunque ella nunca antes había hecho algo así.

2 En el momento de ser nombrado emperador, Adriano se


encontraba en Antioquía, la metrópolis de Siria, de la que era
gobernador. Él había soñado antes de aquel día que un fuego
descendía de los cielos, encontrándose el día perfectamente claro y
brillante, y que caía primero sobre el lado izquierdo de su garganta,
atravesaba hacia el lado derecho sin herirle ni atemorizarle. 2 Y él
escribió al Senado solicitando que aquella cámara le confirmase su
imperio y que ni entonces ni después se aprobase ninguna medida
(como tan a menudo solía hacerse) que contuviese ningún honor
especial para él, a menos que él lo solicitara en algún momento.
3 Los huesos de Trajano fueron depositados en su Columna, y los
Juegos Partos, como se les llamaba, siguieron celebrándose durante
cierto número de años; sin embargo, en fechas posteriores, tanto
esta observancia como muchas otras quedaron abolidas.
4 En una determinada carta que escribió Adriano, llena de
sentimientos magnánimos, juró que nada haría contrario a los
intereses del interés público, ni condenaría a muerte a ningún
senador, invocando sobre sí la destrucción si violaba aquellas
promesas en alguna forma.
5 Adriano, aunque gobernó con la mayor suavidad, fue no obstante
severamente criticado por dar muerte a varios hombres
distinguidos, al inicio de su reinado y nuevamente estando próximo
al fin de su vida; por culpa de esto, estuvo a punto de no ser
divinizado. Los que murieron al principio fueron Palma, Celso,
Nigrino y Lusio; los dos primeros al ser acusados de haber
conspirado contra él durante una cacería, y los otros por ciertas
denuncias, aunque en realidad fue porque tenían gran influencia y
disfrutaban de riqueza y fama. 6 No obstante, Adriano sintió tanto
los comentarios que provocaron estas acciones, que publicó una
defensa y declaró bajo juramento que él no había ordenado sus
muertes. Los que perecieron hacia el final de su reinado fuero
Serviano y su nieto Fusco.
6.2 Adriano era un hombre agradable y tenía un cierto encanto.
3 Por lo que respecta a su nacimiento, Adriano era hijo de un
hombre del orden senatorial, un ex-pretor cuyo nombre era Adriano
Afer. Era de naturaleza inclinada a los estudios literarios, tanto en
griego como en latín, y ha dejado una diversidad de escritos en
prosa, así como composiciones en verso. 2 Era de ambición
insaciable, y por ello se dedicó a todos los estudios, hasta a los más
triviales; por ejemplo, esculpía y pintaba, y manifestó que nada
había relativo a la paz o a la guerra, a la vida imperial o a la privada,
de lo que no fuera conocedor. 3 Todo esto, por supuesto, no hacía
daño a nadie; pero su envidia por cuantos sobresalían en cualquier
aspecto era terrible, provocando la caída de muchos y hasta la
muerte de varios. Y es que, en la medida en que deseaba
sobrepasar a todos en todo, llegaba a odiar a los que sobresalían en
cualquier dirección. 4 Fue este sentimiento el que le llevó a tratar de
deshacerse de dos sofistas, Favorino Galo y Dionisio de Mileto, por
diversos métodos, aunque principalmente a base de elevar a sus
antagonistas, desprovistos unos de cualquier mérito y otros con muy
pocos. 5 Se cuenta que Dionisio hizo notar por entonces a Avidio
Heliodoro, quien se encargaba de la correspondencia del
emperador, que "El César puede darte dinero y honor, pero no puede
convertirte en orador" . 6 Y Favorino, que estaba a punto de
presentar un caso ante el emperador, referido a una exención de
impuestos, privilegio que deseaba alcanzar para su patria natal,
sospechó que no tendría éxito y además sería insultado, de forma
que se limitó a entrar en la sala de juicios e hizo esta breve
declaración: "Mi maestro se me apareció esta noche en un sueño y
me ha prohibido servir a mi patria natal".

4 Adriano perdonó entonces a aquellos hombres, aún estando


disgustado con ellos, pues no pudo encontrar ningún pretexto
plausible que emplear para condenarlos a muerte. Al arquitecto
Apolodoro -que había construido las diversas obras de Trajano en
Roma: el foro, el odeón y el gimnasio-, sin embargo, primero lo exilió
y después lo condenó a muerte. 2 La razón aducida fue que había
cometido algún delito menor; pero el auténtico motivo era que en
cierta ocasión, cuando Trajano estaba consultándole sobre algún
punto sobre las construcciones, le había dicho a Adriano, quien le
había interrumpido con alguna observación: "Vete a dibujar tus
calabazas. Tú no entiendes de estos asuntos" (pues resulta que, por
entonces, estaba dedicándose a alguna clase de dibujo) [Apolodoro había
comparado en cierta ocasión la cúpula del Serapeum, una gruta artificial que se encuentra en Villa Adriana, donde

Cuando llegó
aún se conserva y que había diseñada por el mismo Adriano, con una calabaza.-N. del T.].3

a emperador, por tanto, recordó esta pequeñez y no pudo aguantar


la ligereza de expresión de aquel hombre. Le envió el plano del
templo de Venus y Roma, como modo de demostrarle que tan
magna obra podía ser terminada sin su ayuda, y preguntó a
Apolodoro sobre si resultaba satisfactoria la estructura propuesta. 4
En su contestación, el arquitecto dijo, en primer lugar y respecto al
templo, que debía ser construido sobre un terreno elevado y que se
debía excavar la tierra bajo él, de forma tuviese mejores vistas sobre
la Vía Sacra desde su posición más elevada, así como también para
que se pudieran colocar las máquinas en su base, quedando así
juntas y fuera de la vista, pudiendo ser llevadas hasta el Anfiteatro
sin que nadie las notara. En segundo lugar, respecto a las estatuas,
dijo que se habían hecho demasiado altas para la altura de la cella [en
los templos griegos y romanos la cella es una habitación en el centro del edificio, que usualmente contiene
la imagen del culto o estatua.-N. del T.]. 5 ʺPues ahoraʺ, dijo, ʺsi las diosas
desearan levantarse y salir, no podrían hacerloʺ. Al escribir esto a
Adriano de forma tan directa, el emperador se disgustó mucho y
quedó muy afligido por haber caído en un error que no se podía
corregir; no contuvo su ira ni su pesar, e hizo matar a aquel hombre.
6 En verdad, su naturaleza era tal que sentía celos no solo de los
vivos, sino también de los muertos; en todo caso, prohibió a Homero
e introdujo en su lugar a Antímaco [Antímaco de Colofón, ca. 400 a.C., primero de los
poetas-eruditos griegos.-N. del T.], cuyo nombre antes resultaba desconocido para

muchos.
5 Otros rasgos que la gente veía reprensibles en él eran su rigurosa
exactitud, su curiosidad y su entrometimiento. Empero,
compensaba y corregía estos defectos con su cuidadosa supervisión,
su prudencia, su munificencia y su competencia; por otra parte, no
dio comienzo a ninguna guerra y puso fin a las que ya estaban en
marcha; y a nadie privó injustamente de su dinero, mientras que a
otros muchos -comunidades y ciudadanos particulares, senadores y
caballeros- otorgó grandes sumas. 2 En efecto, no esperaba a que se
le hicieran peticiones, sino que actuaba en todos los casos de
acuerdo a las necesidades de cada uno. Sometió a las legiones a la
más estricta disciplina, para que, aunque fuertes, nunca se
insubordinaran ni se comportaran con insolencia; y ayudó a las
ciudades, aliadas y sometidas, con la mayor magnanimidad. 3 Había
visitado muchas de ellas -de hecho, más que cualquier otro
emperador- y las auxilió prácticamente a todas, proporcionándoles
suministro de agua a unas, y a otras puertos, alimentos, obras
públicas, dinero y honores diversos, según las distintas ciudades.

6 Gobernó al pueblo romano más con la dignidad que mediante la


adulación. Una vez, durante un combate de gladiadores, cuando la
multitud le exigió cierta cosa con mucha urgencia, él no solo no se lo
concedió, sino que mandó al heraldo que proclamara la orden de
Domiciano, "Silencio".2 La palabra, sin embargo, no llegó a ser
pronunciada, pues el heraldo levantó su mano, como solían hacer
los heraldos, y con aquel solo gesto hizo callar al pueblo (pues nunca
se silencian las multitudes con las voces de los heraldos), y entonces,
cuando se hubieron acallado, dijo: "Esto es lo que él desea". Y
Adriano no solo no se enfadó con el heraldo, sino que de hecho lo
honró por no proferir la ruda orden. 3 Y es que soportaba aquellas
cosas, y no se disgustaba si recibía ayuda aunque fuese de forma
inesperada o de hombres corrientes. En todo caso, en una ocasión,
cuando una mujer le hizo una petición al pasar él estando de viaje,
le dijo al principio: "No tengo tiempo"; pero después, al gritarle ella:
"¡Entonces, deja de ser emperador!", se dio la vuelta y le concedió
audiencia.

7 Tramitaba con la ayuda del Senado todos los asuntos de gran


importancia y los más urgentes, impartiendo justicia asistido por los
hombres más notables, bien en palacio, bien en el Foro, en el
Panteón o en otros diversos lugares, siempre sentado en una
tribuna, de manera que fuese público cuanto se hacía. Se unía a
veces a los cónsules cuando estaban juzgando casos y les honraba
en las carreras de caballos. 2 Cuando regresaba a su casa, se hacía
llevar en litera para que nadie se molestase en acompañarlo. Los
días que no eran festivos y los nefastos [los días, en la antigua Roma, recibían la
consideración de "fasti", cuando estaban permitidos los negocios públicos y privados; "nefastus publicus", en que solo
se permitían los trabajos más necesarios y "dies comitiale", en los que las asambleas del pueblo podían votar sobre
permanecía en su casa y no admitía a
cuestiones políticas o criminales.-N. del T.],

nadie, incluso si iba solo para saludarlo, a no ser que se tratase de


algún asunto urgente; esto lo hacía para ahorrar al pueblo deberes
molestos. 3 Tanto en Roma como en el exterior, siempre mantenía
consigo a los hombres más nobles, acostumbrando a juntarse con
ellos en banquetes y, por esta razón, a menudo llevaba a otros tres
en su carruaje. Iba de caza siempre que le era posible y desayunaba
sin vino; solía comer para hacer un buen negocio y, a menudo,
cuando estaba en medio de un juicio, participaba en la comida;
después, cenaba en compañía de los hombres más notables y de
mayor dignidad, siendo aquellas comidas ocasión para las más
diversas discusiones. 4 Cuando sus amigos se encontraban muy
enfermos, los visitaba y asistía a sus celebraciones, estando a gusto
en sus propiedades rurales o en las de la ciudad. De ahí que hiciera
poner en el Foro estatuas de muchos cuando morían, y también de
otros muchos estando aún vivos. Ninguno de sus próximos, por otra
parte, mostró insolencia ni admitió dinero para divulgar nada de lo
que Adriano dijera o hiciera, como solían hacer los libertos y otros
sirvientes del entorno de los emperadores.
8 Este que he dado es una especie de prefacio, de naturaleza
1
sumaria, respecto a su carácter. Contaré además con detalle todos
los hechos que precisan ser mencionados.
1. a Los alejandrinos habían tenido revueltas, y nada les hizo
detenerse hasta que recibieron una carta de Adriano
reprendiéndolos. Tan cierto es que la palabra de un emperador
tendrá más fuerza que las armas.
1.2 Al llegar a Roma, canceló las deudas que se debían tanto al
tesoro imperial como al tesoro público de los romanos, fijando un
periodo de quince años [ dieciséis, en el original griego y en las traducciones francesa e italiana.-N.
del T.] de aplicación de esta condonación de las primeras a las últimas.

2 En su cumpleaños, ofreció gratis al pueblo el acostumbrado


espectáculo, matándose muchas bestias salvajes, como por ejemplo
un centenar de leones y un número igual de leonas que cayeron en
esta única ocasión Distribuyó también regalos mediante pequeñas
bolas que arrojaba por doquier, tanto en los teatros como en el
Circo, y separadamente para hombres y mujeres. Y mandó además
que se bañasen por separado. 3 Además de estos sucesos aquel año,
Eufrato, el filósofo, se suicidó, pues Adriano le permitió beber la
cicuta en consideración a su avanzada edad y su enfermedad.

9 Adriano viajó atravesando una provincia tras otra, visitando las


diversas regiones y ciudades e inspeccionando todas las
guarniciones y fortalezas. Trasladó algunas de ellas a
emplazamientos más adecuados, quitó otras y estableció también
algunas otras nuevas. 2 Examinaba e investigaba todo
personalmente, no solo las que resultaban comunes a todos los
campamentos como armas, máquinas, trincheras, rampas y
empalizadas, sino también los asuntos particulares de cada uno, así
de los hombres que servían en filas como de los mismos oficiales
-sus vidas, sus residencias y sus hábitos-; reformó y corrigió en
muchos casos prácticas y hábitos de vida que se habían vuelto
demasiado lujosos. 3 Ejercitaba a los hombres en todo género de
lucha, recompensando a unos y reprobando a otros, y les enseñaba
cuanto se debía hacer. Y para que se beneficiaran con su ejemplo,
llevaba siempre una vida rigurosa y caminaba o cabalgaba en toda
ocasión, no poniendo durante todo ese tiempo un pie ni en carro ni
en carruaje alguno [los carros tenían dos ruedas; los carruajes, generalmente, cuatro.-N. del T.]. 4
Nunca cubrió su cabeza, ni con calor ni con frío; tanto bajo las nieves
de Germania, como bajo el sol abrasador de Egipto, mantuvo
siempre su cabeza descubierta. En fin, tanto con su ejemplo como
con sus órdenes entrenó y disciplinó a todas las fuerzas militares a lo
largo de todo el imperio, de manera que aún hoy día los métodos
entonces introducidos por él siguen siendo el reglamento de
campaña de los soldados. 5 Esto es lo que mejor explica por qué
vivió la mayor parte en paz con las naciones extranjeras; pues como
veían su estado de preparación y ellas mismas no solo estaban libres
de agresiones, sino que recibían además dinero, no hicieron ningún
levantamiento. 6 En verdad, tan excelentemente estaban entrenados
sus soldados, que la caballería de los bátavos, como se les llamaba,
cruzaba nadando el Danubio con sus armas. Viendo todo esto, los
bárbaros permanecían aterrorizados por los romanos y hacían de
Adriano el mediador entre sus diferencias.

101 Construyó además teatros y celebró juegos en las ciudades por


las que viajaba, dispensando no obstante el uso de los adornos
imperiales, pues nunca los usó fuera de Roma. Y sin embargo no
visitó su tierra natal, aunque le otorgó grandes honores y le
concedió varios grandes privilegios. 2 Se cuenta que era un
entusiasta de la caza. De hecho, se rompió la clavícula durante su
práctica y estuvo a punto de de acabar cojo de una pierna; y a una
ciudad que fundó en Misia dio el nombre Adrianotera [Hadrianothera: la caza
de Adriano.-N. del T.]. Empero, no descuidó ninguna de las obligaciones de

su cargo a causa de esta afición. Alguna luz sobre su pasión por la


caza arroja lo que hizo por su corcel Borístenes, que era su caballo
favorito para cazar: Cuando murió el animal, dispuso para él una
tumba, colocó una lápida y una inscripción en ella. 3. 1 No es de
extrañar, entonces, que a la muerte de Plotina, la mujer gracias a la
que había logrado el cargo imperial debido a su amor por él, le diera
honores extraordinarios, vistiendo de negro durante nueve días,
erigiéndole un templo y componiendo algunos himnos en su
memoria.
3. aCuando Plotina murió, Adriano la alabó diciendo: "Aunque ella
mucho me pidiera, nunca nada le rehusara", con lo que llanamente
quería decir que: "Sus peticiones fueron de tal carácter que nunca
me agobiaron ni me dieron motivos para oponerme a ellas".
3.2 Era tan hábil cazando que, en una ocasión, abatió un enorme
jabalí de un solo golpe.

11 1 Al llegar a Grecia, fue admitido en el más alto grado de los


Misterios. Después de esto, atravesó Judea de camino a Egipto y
ofreció sacrificios a Pompeyo, con respecto a quien se dice que
pronunció este verso: "¡Extraña carencia de tumba para quien
tantos templos erigió!" Y restauró su monumento, que había caído
en ruinas. 2 En Egipto, además, reconstruyó una ciudad que desde
entonces llevó el nombre de Antínoo. Antínoo era de Bitinio [Bolu, en la
actual Turquía.-N. del T.], una ciudad de Bitinia a la que también llamamos

Claudiópolis; había sido el favorito del emperador y había muerto


en Egipto, fuese por caer al río, como escribe Adriano, o, como fue
realmente, al ser ofrecido en sacrificio. 3 Pues Adriano, como ya he
mencionado, fue siempre muy curioso y usaba adivinaciones y
encantamientos de toda clase. Por consiguiente, honró a Antínoo,
fuera por amor a él o porque el joven hubiera elegido
voluntariamente morir (siendo necesario que se entregase una vida
por propia voluntad para que se cumpliesen los fines que Adriano
tenía en mente), construyendo una ciudad sobre el lugar donde se
había cumplido su destino y poniéndole su nombre; 4 hizo además
erigir estatuas, o mejor dicho, imágenes sagradas de él,
prácticamente por todo el mundo. Finalmente, declaró que había
visto una estrella que creía ser la de Antínoo y prestó gustosamente
oídos a las falsedades de sus cortesanos, que le dijeron que aquella
estrella nació realmente del espíritu de Antínoo y que había
aparecido entonces por primera vez. A este respecto, después, fue
él objeto de algún ridículo, además de porque a la muerte de su
hermana Paulina no le rindió inmediatamente ningún honor...

121 Fundó en Jerusalén una ciudad sobre el lugar donde había sido
arrasada, llamándola Elia Capitolina, y en el sitio del templo del dios
levantó un nuevo templo a Júpiter. Esto llevó a una guerra de no
poca importancia y larga duración, 2 pues los judíos consideraban
intolerable que razas extranjeras se asentaran en su ciudad y que se
estableciesen allí ritos religiosos forasteros. Lo cierto es solo
permanecieron tranquilos mientras Adriano estuvo cerca, en Egipto
y Siria, excepto en la medida en que fabricaban a propósito armas
de baja calidad para proporcionarlas y que fueran rechazadas por los
romanos, pudiendo entonces ellos emplearlas; sin embargo, en
cuanto se alejó entraron en abierta rebelión. 3 Sin duda, no se
atrevían a enfrentarse en campo abierto con los romanos, sino que
ocupaban las posiciones ventajosas del territorio y las fortificaban
con minas y murallas, para poder disponer de lugares donde
refugiarse siempre que fueran rechazados y poder reunirse bajo
tierra sin ser detectados; perforaban tales pasajes subterráneos
desde arriba y a intervalos para proporcionarles aire y luz.
13 1 Al principio, los romanos no les hicieron caso. Pronto, sin
embargo, toda Judea se había levantado y los por todas partes
provocaban los judíos disturbios, dando muestras de gran hostilidad
hacia los romanos, en ocasiones en secreto y otras en actos
abiertos; 2 muchas naciones extranjeras se les unieron en su afán por
obtener ganancias, y casi podría decirse que toda la tierra se levantó
por aquel motivo. Entonces, finalmente, Adriano envió contra ellos
a sus mejores generales. El primero de estos fue Julio Severo, que
fue enviado desde Britania, donde era gobernador, contra los judíos.
3 Severo no se aventuró a atacar a sus enemigos en ningún lugar en
campo abierto, a la vista de su número y su desesperación; en vez
de ello, los interceptó en pequeños grupos gracias al número de sus
soldados y de sus oficiales subalternos, logrando, a base de
arrinconarlos y privarlos de alimentos, asegurarse su derrota con
comparativamente poco peligro, agotarlos y exterminarlos.

14 1 De hecho, muy pocos de ellos sobrevivieron [en el texto inglés esta primera
frase es la última del capítulo 13. Sin embargo, como tanto en el original griego, como en las traducciones francesa e
italiana es la que inicia este capítulo, hemos decidido conservar la fidelidad al texto griego original, pues no altera en
Cincuenta de sus más importantes fortalezas
absoluto el orden de lectura.-N. del T.]

y novecientas ochenta y cinco de sus más famosas localidades


fueron arrasadas. Murieron quinientos ochenta mil hombres en los
diversos combates y batallas, y el número de los que murieron por el
hambre, la enfermedad y el fuego resultó incalculable. 2 Así, casi la
totalidad de Judea quedó asolada, resultado que había sido
anunciado al pueblo antes de la guerra. Y es que la tumba de
Salomón, a la que los judíos consideraban objeto de veneración, se
derrumbó sobre si misma colapsando, y muchos lobos y hienas se
precipitaron aullando en sus ciudades. 3 Muchos romanos, por otra
parte, murieron en esta guerra. Por lo tanto, Adriano, al escribir al
Senado, no usó aquella frase inicial, que habitualmente empleaban
los emperadores, de "Si vosotros y vuestros hijos estáis bien, bueno
es; yo y las legiones estamos bien" [en latín: sivos liberiqve vestri valetis bene est, ego
qvidem et exercitvs valemus.-N. del T.]

4 Envió a Severo a Bitinia, que no precisaba de fuerzas armadas, sino


de un gobernador y mando que fuese justo, prudente y digno.
Todas estas cualidades las poseía Severo. Y disponía y administraba
tanto sus asuntos particulares como los públicos en modo tal que,
aún hoy día hemos conservado su recuerdo. Al Senado, echadas a
suertes, se le dió Panfilia en lugar de Bitinia.
15 1 Así fue el final de la guerra con los judíos. Una segunda guerra
fue iniciada por los alanos (son masagetas) [el texto griego original dice
claramente Ἀλανῶν, no entendemos por qué los traductores franceses e italianos hablan de "albanos". El italiano,
incluso, da una intrincada explicación a lo que no parece ser más que un error al traducir el original griego. Nosotros
por instigación
mantenemos la traducción inglesa, que es la que concuerda con el original griego.-N. del T.]
de Farasmanes. Esto provocó graves daños al territorio alano y
medio, afectando a Armenia y Capadocia; tras lo cual, como los
alanos fueron persuadidos tanto mediante regalos por Vologeso,
como por el terror a Flavio Arriano, el gobernador de Capadocia, la
guerra se detuvo. 2 Se enviaron embajadores por Vologeso y por los
lazigos; el primero hizo algunas acusaciones contra Farasmanes y los
últimos deseaban confirmar la paz. Adriano los introdujo en el
Senado y esa cámara le autorizó a dar las respuestas oportunas; él,
por consiguiente, las preparó y se las leyó.

16 1 Adriano completó el Olimpeo en Atenas [templo dedicado a


Zeus Olímpico.-N. del T.], en el que también erigió una estatua suya,
y dedicó allí una serpiente que había sido traída desde la India.
Presidió también los Dionisíacos, asumiendo inicialmente el más
elevado cargo de arconte entre los atenienses y, ataviado con la
vestidura local, lo desempeñó brillantemente. 2 Permitió que los
griegos construyeron en su honor el templo que fue llamado el
Panhelénico e instituyó una serie de juegos relacionados con él;
donó a los atenienses grandes sumas de dinero, un subsidio anual
de graso y toda la Cefalonia. Entre las numerosas leyes que
promulgó, hubo una en el sentido de que ningún senador, ni
personalmente ni por intermedio de otro, contratase el cobro de
tributos. 3 Una vez hubo regresado a Roma, la multitud le pidió a
gritos la emancipación de cierto auriga, pero él replicó haciendo
escribir en un cartel: "No es correcto que me pidáis liberar al esclavo
de otro ni que obliguéis a su amo a hacerlo".
171 Empezó por entonces a estar enfermo; ya antes había sufrido
hemorragias nasales, pero en esta ocasión se distinguieron por ser
más copiosas. Por este motivo, desesperó de su vida y nombró a
Lucio Cómodo César de los romanos, aunque este hombre menudo
vomitaba sangre con frecuencia. Serviano y su nieto Fusco, el
primero un nonagenario y el último de dieciocho años de edad,
fueron condenados a muerte bajo la acusación de que habían
desaprobado esta elección. 2 Serviano, antes de ser ejecutado, pidió
fuego y, mientras ofrecía incienso, exclamó: "¡Dioses! ¡Bien sabéis
que no soy culpable de ningún delito! Y en cuanto a Adriano, he
aquí mi único ruego: que desee largamente la muerte y que no la
pueda obtener". Y, verdaderamente, Adriano sufrió mucho tiempo
su enfermedad, rogando frecuentemente poder expirar y deseando
a menudo darse muerte él mismo. 3 Existe incluso una carta suya en
la que da pruebas precisamente de esto: cuán horrible resulta
esperar la muerte y no ser capaz de morir. Este Serviano fue
considerado por el propio Adriano como capacitado incluso para
desempeñar el cargo imperial. Por ejemplo, en cierta ocasión,
durante un banquete, Adriano pidió a sus amigos que le nombrasen
diez hombres competentes para gobernar en solitario; entonces,
tras un momento de pausa, añadió: "solo quiero saber el de nueve,
pues a uno ya lo tengo: Serviano".
18 1 También en aquel tiempo salieron a la luz otros hombres
excelentes, de quienes los más distinguidos fueron Turbón y Similis,
a los que incluso se llegó a honrar con estatuas. Turbón fue un gran
mando militar y llegó a ser prefecto, o jefe de los Pretorianos. No
exhibía afeminamiento [en el original griego, en sentido de debilidad.-N. del T.] ni
insolencia, sino que vivía como un ciudadano particular más; 2 entre
otras cosas, pasaba todo el día cerca de palacio e iba allí a menudo
incluso antes de media noche, cuando algunos otros estaban ya
empezando a dormir. 3 En relación con esto, se cuenta la siguiente
anécdota de Cornelio Frontón, que fue el más notable de los
romanos de la época defendiendo causas ante los tribunales: Una
noche regresaba a su casa muy tarde, después de una cena, y supo
por un hombre a quien había prometido aconsejar que Turbón ya
estaba en el tribunal. Entonces, vestido como iba con ropas propias
de cenar, entró en el tribunal de Turbón y lo saludó, no con el saludo
matutino "Salve", sino con el "Vale" que era el apropiado para la
noche. 4 Nunca se vio a Turbón en su casa durante el día, ni siquiera
cuando estuvo enfermo; y a Adriano, que le aconsejaba que
guardara reposo, le contestaba "El prefecto debe morir en pie" [quiere
decir: "en su puesto".-N. del T.].

191 Similis era de mayor edad y dignidad que Turbón, y según mi


opinión no cedía a nadie en carácter. Esto puede deducirse incluso
de incidentes muy triviales. Por ejemplo, siendo aún centurión y
habiéndole convocado Trajano a su presencia antes que a los
prefectos, le dijo: "Es vergonzoso, César, que estés hablando con un
centurión mientras los prefectos esperan fuera". 2 Por otra parte,
asumió de mala gana el mando de los Pretorianos y, tras asumirlo,
renunció a él. Habiendo logrado con dificultad su licencia, pasó el
resto de su vida, siete años, tranquilamente en el campo, haciendo
colocar sobre su tumba esta inscripción: "Aquí yace Similis, que
existió tantos años y vivió siete".
201 Adriano se fue consumiendo como resultado de la gran
pérdida de sangre, que le llevó a la hidropesía. Y como aconteciera
que a Lucio Cómodo se lo llevara una severa hemorragia, el
emperador convocó en su casa a los más prominentes y respetados
de los senadores, y yaciente en el lecho les habló como sigue: 2 ʺA
mí, amigos míos, no me ha permitido la naturaleza tener un hijo,
pero vosotros lo haréis posible mediante una promulgación legal.
He aquí la diferencia que hay entre ambos métodos: Un hijo
engendrado resulta ser cualquier clase de persona que a los cielos
plazca, mientras que uno adoptado lo es como resultado de su
deliberada selección. 3 Así, por el procedimiento natural a menudo
se entrega a un padre un niño mutilado y necio; mas por el
procedimiento de la elección, se escogerá con seguridad a uno de
cuerpo sano y mente sana. Por tal motivo elegí anteriormente a
Lucio antes que a todos los demás, por ser alguien como nunca
habría esperado que fuese un hijo mío. 4 Pero ya que los cielos nos
han privado de ellos, he encontrado aquí como emperador para
vosotros al hombre que ahora os doy; uno que es noble, suave,
tratable, prudente, ni muy joven como para obrar con imprudencia,
ni demasiado viejo para obrar con negligencia, uno que ha sido
criado de acuerdo con las leyes y que ha ejercido la autoridad de
acuerdo con nuestras tradiciones, de manera que no es ignorante de
ningún asunto concerniente al oficio imperial, pero los puede
manejar con eficacia. 5 Me refiero a nuestro Antonino [Tito Aurelio Fulvio
Boiono Arrio Antonino Pío. En la versión griega original aparece como Aurelio Antonino, igual que en la francesa y la
, aquí
italiana; desconocemos el motivo del traductor inglés para emplear solo Antonino.-N. del T.]

presente. Aunque sé que es el menos inclinado de los hombres a


involucrarse en los asuntos públicos ni a desear ninguna clase de
poder, creo que ni de lejos dejará de tenernos en cuenta a mí o a
vosotros, sino que aceptará el cargo aún contra su voluntad".
21 1 Y así fue como Antonino fue nombrado emperador. Y como él
no tenía descendencia masculina, Adriano le hizo adoptar a
Cómodo, el hijo de Cómodo, y, además de a este, a Marco Annio
Vero [nacido Marco Annio Catilio Severo, era hijo de la mujer del hermano de Adriano y sería más tarde el
emperador Marco Aurelio en unión de Lucio Elio Vero, Lucio Ceionio Cómodo Vero Armeníaco, quien era el hijo de
Lucio Cómodo, el hijo adoptivo de Adriano muerto, como vimos en el capítulo anterior, antes que el propio Adriano.-N.
pues deseaba nombre a los que después habrían de ser
del T.];

emperadores con tanta antelación como fuera posible. Este Marco


Annio, antes llamado Catilio, era nieto de Annio Vero, quien había
sido cónsul tres veces y prefecto de la Ciudad. 2 Y, aunque había
insistido a Antonino para que adoptase a ambos, prefería sin
embargo a Vero a causa de su parentesco, su edad y porque ya daba
muestras de una excepcional fortaleza de carácter. Esto hizo que
Adriano aplicara al joven el nombre de Verísimo, jugando así con el
significado en latín de la palabra [Verus: auténtico, justo, equitativo, decoroso.-N. del T.].
22 1 Mediante ciertos encantamientos y ritos mágicos, Adriano se
vio libre durante cierto tiempo de su hidropesía, pero pronto volvió
a llenarse nuevamente de agua. Así pues, como cada vez se iba
sintiendo peor y podría decirse que moría día a día, empezó a
anhelar la muerte; y a menudo pedía veneno o una espada, pero
nadie quería dárselos. 2 Como nadie le escuchara, aunque prometía
dinero e inmunidad, mandó llamar a Mastor, uno de los bárbaros
lazigos, que había sido capturado y era empleado por Adriano en sus
cacerías debido a su fuerza y osadía; y, en parte amenazándole, en
parte haciéndole promesas, obligó a aquel hombre a que
prometiera matarle. 3 Dibujó una línea de color alrededor de un
punto bajo el pezón, que le había sido indicado por Hermógenes, su
médico, para que le asestase allí una estocada mortal y muriese sin
dolor. Pero ni siquiera este plan tuvo éxito, pues Mastor tuvo miedo
del asunto y retrocedió aterrorizado. El emperador se lamentaba
amargamente de la situación a la que le había llevado su
enfermedad y su impotencia, 4 en la que, aún tan cerca de la muerte
y con el poder para dársela a los demás, era incapaz de obtenerla
para sí mismo. Finalmente, abandonó su cuidadoso régimen de
comidas y, dándose a los alimentos y bebidas no apropiados para su
enfermedad, encontró la muerte, gritando el dicho popular:
"Muchos médicos han matado un rey".
23 1 Había vivido sesenta y dos años, cinco meses y diecinueve
días, y había sido emperador veinte años y once meses. Fue
enterrado cerca del mismo río, próximo al puente Elio [actual puente de
Sant'Angelo.-N. del T.]; pues allí había dispuesto su tumba, pues la de
Augusto estaba llena y ya no se podía depositar allí ningún cuerpo.
2 Adriano era odiado por el pueblo, a despecho de su en general
excelente reinado, por culpa de los asesinatos de cometió al inicio y
al final de su reinado, que habían sido cometidos injusta e
impíamente. Y sin embargo, estuvo lejos de tener una disposición
tan sanguinaria, aún en el caso de algunos que se enfrentaron con
él, considerando suficiente escribir a sus lugares natales la simple
declaración de que no le agradaban. 3 Y si resultaba absolutamente
necesario castigar a cualquier hombre que tuviera hijos, aún
aligeraba la pena impuesta en función del número de hijos. No
obstante, el Senado persistió durante largo tiempo en su rechazo a
concederle los honores habituales, quejándose con rigidez de que
algunos de los que habían cometido excesos durante su reinado
habían recibido honores a cambio, en vez de haber sido castigados.
4 Julio Fabio, no pudiendo soportar el afeminamiento de su hijo,
quiso de arrojarse al río.
Fragmento
Tras la muerte de Adriano se le erigió una gran estatua ecuestre
que le representaba sobre una cuadriga. Era tan grande que el
hombre más voluminoso podría caminar a través del ojo de cada
caballo; sin embargo, debido a la gran altura sobre la base, la
personas que pasaban a nivel del suelo creían que tanto los caballos
como el mismo Adriano eran muy pequeños [pese a la exageración del texto, Dión se
refiere a la escultura que coronaba el Mausoleo de Adriano, hoy Castel Sant'Angelo, en Roma, y que fue sustituida por
un ángel sobre el 590 d.C.-N. del T. ].
Nota del Traductor.
Para cualquier biografía de Adriano, en nuestra opinión, resulta
imprescindible reseñar aquellos versos que compuso este emperador
y que tocan siempre la sensibilidad de quien los lee:
Animula vagula, blandula
hospes comesque corporis,
quae nunc abibisin loca pallidula, rigida, nudula,
nec, ut soles, dabis iocos.

Pequeña alma mía, tierna y flotante,


huésped y compañera de mi cuerpo,
descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos,
donde habrás de renunciar a los juegos de antaño.

Volver al Índice
DIÓN CASIO
HISTORIA ROMANA

Epítome del Libro LXX

Volver al Índice

1 1 Debe advertirse que la historia de Antonino Pío no se encuentra


en las copias de Dión, probablemente debido a que los libros
sufrieran algún accidente, de manera que el relato de su reinado
resulta casi totalmente desconocido; excepción hecha de que,
cuando Lucio Cómodo, a quien Adriano había adoptado, murió antes
que Adriano, Antonino fue adoptado a su vez y se convirtió en
emperador, 2 y que cuando el Senado objetó el conceder honores
divinos a Adriano tras su muerte, basándose en ciertos asesinados
de hombres eminentes, Antonino les dirigió muchas palabras con
llantos y lamentos, y dijo finalmente: "Pues bien, no os gobernaré, si
a vuestros ojos se ha convertido en objeto de odio y enemigo
público. 3 Ya que, en tal caso, por supuesto que tendréis que anular
todos sus actos, uno de los cuales fue mi adopción". Al escuchar
esto el Senado, tanto por respeto al hombre como por cierto temor
de los soldados, concedieron los honores a Adriano.

4 Solo esto, referido a Antonino, se conserva en Dión; y, además, el


hecho de que el Senado le concedió los títulos tanto de Augusto
como de Pío por razones como las siguientes: Cuando, al comienzo
de su reinado, se presentó una acusación contra ciertos hombres,
para algunos de los cuales se demandaba castigo, el no obstante se
negó a castigar a nadie, declarando: "No debo empezar mi reinado
sobre vosotros con tales actos".
Del libro LXIX
15 3 Cuando Farasmenes, el ibero [de la Iberia del Caúcaso, no de Hispania.-N. del T.]
llegó a Roma con su esposa, Antonino aumentó sus dominios, le
permitió ofrecer sacrificio en el Capitolio, erigió una estatua
ecuestre en el templo de Belona y contempló y se ejercitó en las
armas con este caudillo, su hijo y otros iberos notables.

2 Tampoco se nos ha conservado la primera parte de la historia de


Marco Vero, que reinó tras Antonino -me refiero a sus actos en
unión de Lucio, el hijo de Cómodo, a quien Marco hizo su yerno, ni
los logros de Lucio en la guerra contra Vologeso, a la que fue
enviado por su suegro. Tocaré brevemente esos asuntos, por tanto,
reuniendo mi material a partir de otros libros, para regresar luego
continuando con la historia de Dión.
3 De todos es admitido que Antonino fue noble y bueno, ni
opresivo para los cristianos ni severo para ninguno de sus demás
súbditos; al contrario, mostró gran respeto hacia los cristianos y se
adhirió al honor con que Adriano quiso tratarlos. 2 Pues Eusebio
Pánfilo menciona, en su Historia Eclesiástica, una carta de Adriano
en la cual el emperador es visto amenazando con una terrible
venganza a aquellos que en alguna forma dañen o acusen a los
cristianos, y jura por Hércules que a los tales se les castigaría. 3 Se
dice que Antonino fue de mente muy inquisitiva, no dejando nunca
de investigar minuciosamente hasta los más pequeños asuntos; los
burlones, por esto, le llamaban "corta cominos". Cuadrato cuenta
que murió a edad avanzada y que su muerte, cuando le llegó, fue la
más pacífica, como el más dulce de los sueños.
4 Se cuenta también que, en los días de Antonino, tuvo lugar un
terrible terremoto en la región de Bitinia y el Helesponto. Varias
ciudades quedaron gravemente dañadas o cayeron en ruinas, en
particular Cícico [Aydincik, en la actual provincia turca de Balikesir.-N. del T.]; y quedando
derruido el templo que había allí, que era el mayor y más bello de
todos los templos. 2 Sus columnas tenían cuatro codos de grosor y
cincuenta codos de altura, cada una hecha de un solo bloque de
mármol; la decoración interior era más para ser admirada que para
ser alabada. Y en el interior del país, dicen, se abrió por su parte
superior la cima de una montaña y se vertió una gran cantidad de
agua de mar de ella, azotada por el viento, fue llevada a gran
distancia sobre la tierra, en un chorro de agua marina pura y
transparente.

Del libro LXXI


1 1.1 Gran parte de la historia de Antonino ya no existe. Reinó
veinticuatro años.

Volver al Índice

También podría gustarte