Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Villavicencio Rios. Libertad Sindical

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 20

Capítulo 1.

Breve reseña histórica

Capítulo 1.
Breve reseña histórica

1.1. Sindicalización y ordenamiento jurídico: prohibición, tolerancia y


reconocimiento como derecho de la libertad sindical

La libertad sindical es uno de los principales ejes del segundo gran paquete de
derechos fundamentales que alcanzan consagración constitucional (razón por la
cual se los ha denominado derechos fundamentales de segunda generación). Tras
el reconocimiento al máximo nivel jurídico de los derechos y libertades civiles y
políticos con que se inauguró el capitalismo liberal, los derechos económicos y
sociales alcanzaron una alta consideración a partir de 1917 en América (Constitución
de Querétaro) y 1919 en Europa (Constitución de Weimar), cuando el liberalismo
dejó paso al Estado Social de Derecho. Desde entonces es uno de los pilares
principales del «nuevo contrato social» que empezó a extenderse en el mundo
desde la primera postguerra mundial, y se generalizó a partir de la segunda
postguerra mundial, a tal punto que se ha considerado por una autorizadísima voz
que «la formación de los sindicatos, es decir, la organización de los trabajadores,
es la contrapartida de la acumulación de capital» (Kahn-Freund 1987: 275).

Su juventud entre los derechos constitucionales nos indica que estamos frente a
una libertad menos clásica y rica en tradición jurídica que aquellas provenientes
de la primera constitucionalización; sin embargo, hay que resaltar que la libertad
sindical «poco a poco ha logrado acomodarse sin complejos de inferioridad ni de
aislamiento» (Ghezzi y Romagnoli 1992: 39). Su origen, dinámica y justificación
histórica reposan en la necesidad de amortiguar las consecuencias de la
contraposición de intereses y de la desigual distribución de poder entre el capital y
el trabajo, implícita en el sistema capitalista, a partir de la actuación y representación
colectiva de los trabajadores. La aplicación de las reglas del mercado a las relaciones
de trabajo evidenció el sometimiento absoluto de los trabajadores a los intereses
de los empresarios, con la secuela de miseria y condiciones de vida infrahumanas
cuyas dimensiones dieron origen a la denominada «cuestión social». Tengamos
siempre presente que nos encontramos frente a «una relación entre un detentador
de poder (sobre personas y cosas) y quien no detenta poder alguno, que se origina
en un acto de sumisión, que en su dinámica produce una situación subordinada,
por más que la sumisión y la subordinación puedan ser disimuladas por esa
indispensable ficción jurídica conocida como contrato de trabajo» (Kahn-Freund
1987: 52). Y ello, bajo las recién inauguradas reglas de libertad de empresa y
trabajo, igualdad formal, autonomía de la voluntad, proscripción de grupos
intermedios, abstencionismo estatal, etc., sólo podía dar paso al predominio
absoluto y sin escrúpulos del «más fuerte».

21
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

Esto generó una inmediata respuesta de los perjudicados, que buscaron coaligarse
y actuar conjuntamente para que alguna parte de sus intereses fuera tomada en
cuenta a la hora de definir el estatuto jurídico que iba a regir su relación de trabajo,
y, por tanto, sus condiciones de vida. La lógica liberal no se compadecía con la
irrupción cada vez más generalizada de estos sujetos colectivos por lo que pasó a
proscribir y penalizar su creación y actuación, dando lugar a la primera etapa de la
evolución jurídica de este instituto: el período de la prohibición. La primera y
arquetípica norma que recoge el espíritu de la época es la ley francesa Le Chapelier,
de 1789, que vedaba y castigaba penalmente cualquier tipo de gremio, corporación
o asociación que intentara representar intereses de grupo, especialmente de
artesanos y de trabajadores por cuenta ajena. Son también muy importantes
históricamente las Combination of Workmen Acts británicas aprobadas en 1799 y
1800, que declaraban la ilegalidad de todas las coaliciones (combinations) de
trabajadores que tuvieran por objetivo regular las condiciones de trabajo. Una
idea clara del fundamento de tales prohibiciones se puede extraer de la Exposición
de Motivos de la Ley Le Chapelier cuando sostiene que «debe, sin duda, permitirse
a los ciudadanos de un mismo oficio o profesión celebrar asambleas, pero no se
les debe permitir que el objetivo de esas asambleas sea la defensa de sus pretendidos
intereses comunes; no existen corporaciones en el Estado, y no hay más interés
que el particular de cada individuo y el general; no puede permitirse a nadie que
inspire a los ciudadanos la creencia de un interés intermedio que separe a los
hombres de la cosa pública por un espíritu de corporación».

Las normas prohibitivas vinieron aparejadas con disposiciones de los respectivos


códigos penales en Francia, Italia y Alemania que sancionaban con penas de prisión
a quienes propugnaban o participaban en este tipo de entes intermedios. Asimismo,
se debe resaltar que en este período la prohibición era general, por lo que alcanzaba
también a las organizaciones empresariales; sin embargo, estas últimas -tanto
por su carácter informal (un «desayuno de negocios» podía ser suficiente) como
por la tolerancia de jueces y demás autoridades tuvieron una existencia y actuación
efectivas desde el comienzo, produciendo lo que la doctrina inglesa ha denominado
el «doble estándar» asociativo en el terreno de las relaciones laborales.

Paulatinamente se fueron evidenciando las limitaciones y disfuncionalidades de tal


legislación por lo que el Estado, por realismo político,1 comienza a dejar atrás al
período de prohibición dando paso a lo que se ha denominado como el período de
tolerancia del fenómeno sindical, iniciado con la aprobación en 1824 de la

1
Ya que sino, en gráficas palabras de De la Cueva (1981: 250), «el Estado se habría transformado
en una gran colonia penitenciaria» al sancionar y excluir a un numeroso colectivo de sus
ciudadanos por el sólo hecho de buscar defender sus intereses económicos y sociales ante la
abstención estatal en tal terreno.

22
Capítulo 1. Breve reseña histórica

Combination Laws Repeal británica, que derogó las antes mencionadas Combination
of Workmen Acts y eliminó las prohibiciones y penalizaciones que atenazaban a la
libertad sindical, dejándola en el plano de las conductas aceptadas aunque no
promovidas, en aplicación del principio de que lo que no está prohibido está
permitido. La segunda mitad del siglo XIX traerá consigo las principales normas
europeas dirigidas a despenalizar el fenómeno sindical (Francia en 1864, Alemania
en 1869, Italia en 1891); abriendo de este modo una etapa de transición que
culminaría en el último período de la evolución jurídica de la libertad sindical: su
reconocimiento como derecho por el ordenamiento jurídico a partir de la Trade
Union Act inglesa de 1871.

El fundamento de esta espectacular evolución jurídica, que -como se ha visto- ya


en 1917 alcanzaba el máximo rango jurídico en la Constitución de Querétaro,
radica en la idoneidad de la actuación organizada de los trabajadores para, en
primer lugar, equilibrar la desigual relación existente entre los asalariados
individualmente considerados y el empresario (función equilibradora); y, por tanto,
en segundo lugar, para encauzar y componer el conflicto de intereses subyacente
a estas relaciones (función pacificadora o compositiva). Con lo que el fenómeno
sindical ha sido un vehículo fundamental para que se tomen en cuenta los intereses
económicos y sociales de los trabajadores, primero en el mundo de las relaciones
laborales y luego, paulatinamente, en los diversos ámbitos en que éstos requieran
de una tutela colectiva, con la traducción en importantes dosis de justicia social
que ello implica (función democratizadora). Pero, además de ello, y en cuarto
lugar, porque la actuación organizada de los trabajadores ha servido para que el
sistema productivo encuentre instrumentos que transformen el conflicto industrial
inmanente en normas sectoriales (aprobadas por los sujetos colectivos) específicas
y adaptadas a las variadísimas circunstancias de las distitas unidades productivas
(función normativa). Finalmente, los hechos han demostrado que la existencia de
una organización sindical fuerte es fundamental para que la aplicación efectiva de
las normas laborales (estatales y pactadas), que de otro modo tienen una tasa de
incumplimiento muy elevada (función de aplicación del Derecho del Trabajo).

De allí que en las sociedades modernas, complejas y plurales, el sindicalismo se


haya convertido en un componente esencial de la democracia, que le da un rostro
más humano y concreto, que canaliza uno de los principales conflictos que
intrínsecamente la circundan y lo convierte en regulaciones específicas y, por tanto,
apropiadas; y cuya vida, no exenta de retos, cambios, crisis y recomposiciones
viene afrontando el nuevo siglo con buena salud, a pesar del fin del modelo fondista,
en el que encontró un ambiente propicio para su desarrollo, y de los consiguientes
retos que el nuevo paradigma productivo, que se asienta en la descentralización
productiva, viene planteándole. En este sentido, hay que concordar con quienes
afirman -de manera concluyente- que hay ciertos derechos como la libertad sindical,

23
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

huelga, seguridad social, que son juzgados básicos quizá porque, a pesar de su
dimensión inmediatamente laboral trascienden el puro ámbito del Derecho del
Trabajo para contribuir a la definición de una forma democrática de organización
social y de distribución del poder en su seno (De la Villa Gil, García Becedas y
García-Perrote Escartín 1991: 64).

Ello se reafirma en las opiniones de los grandes maestros del Derecho del Trabajo
contemporáneo que -como Verdier, Giugni o Lyon-Caen- han sostenido sin paliativos
y respectivamente, que «la libertad sindical es un denominador común de los
regímenes democráticos», que «la efectividad del orden democrático puede ser
medida por la eficacia de la libertad sindical», o que «no hay democracia sin libertad
sindical» (vid. Ermida Uriarte y Villavicencio Ríos 1991: 28). Por ello, también
resulta constatable el hecho de que todos los regímenes autoritarios han desconocido
o restringido al máximo el ejercicio de los derechos colectivos de los trabajadores
enmarcados en la libertad sindical; lo que nos permite afirmar que a menor espacio
para la libertad sindical mayor grado de autoritarismo, o, si se quiere, a mayores
restricciones a la libertad sindical mayor certeza del carácter autoritario del régimen.

Si trasladamos estas coordenadas generales al terreno del Derecho del Trabajo y,


más concretamente, al del Derecho Colectivo del Trabajo, encontraremos que la
importancia del movimiento sindical es mayor aún, puesto que resulta casi un
lugar común reconocer que el surgimiento, desarrollo y consolidación del Derecho
Sindical es paralelo a la historia del movimiento obrero (Giugni 1996: 11); de allí
que los sistemas de relaciones laborales más desarrollados, en donde encuentran
sus mayores y mejores expresiones los institutos de nuestra disciplina, tengan
como sustento movimientos sindicales fuertes y respetados.

En América Latina, el fenómeno del reconocimiento jurídico de la libertad sindical


ha llegado en las últimas décadas a su máxima expresión, puesto que todos los
países que componen esta región,nsin excepción, la han consagrado ya en el
máximo nivel posible: el constitucional.2 Sin embargo, esta altísima consideración
jurídica no nos puede llevar a colegir que correlativamente nos encontramos frente
a una vigencia plena de este derecho en la región, puesto que las leyes y reglamentos
nacionales que regulan su ejercicio concreto, con la honrosa excepción de Uruguay,
lo hacen con marcados tintes restrictivos, poniendo de manifiesto el asfixiante
intervencionismo estatal que caracteriza resaltantemente al modelo latinoamericano
de relaciones laborales (Goldín 1995: 39 y ss.), con sus altas dosis de autoritarismo

2
Sobre el particular, véase Rodríguez-Piñero, Bravo-Ferrer y Villavicencio Ríos (1994).

24
Capítulo 1. Breve reseña histórica

(o sus déficit de democracia, si se quiere).3 El Perú tal vez sea una de las muestras
más claras de este doblez, puesto que, como veremos a lo largo de este trabajo,
desde 1979 la libertad sindical es una de las piedras angulares del modelo
constitucional de relaciones laborales; y, sin embargo, las normas de desarrollo
han reducido su espacio de actuación hasta confines en los que muy difícilmente
pueden reconocerse sus manifestaciones esenciales, llevándonos a gozar del
dudosísimo prestigio de estar considerados en el extremo más intervencionista de
la región (Ermida Uriarte 1987a: 17 y ss.).

Esta generalizada postergación constitucional, que repugna a la dogmática jurídica,


responde en buena parte al modesto papel que desempeñan las normas laborales
en el mundo de las relaciones laborales: la eficacia y aplicación de estas normas,
sobre todo de las que consagran derechoss (y la Constitución es la principal de
ellas) es genéticamente baja (Giugni 1996: 14)4 y depende principalmente de la
correlación de fuerzas que existe entre el Estado, las organizaciones sindicales y
las empresariales; o, más sintéticamente, está referida al poder de las
organizaciones sindicales. Por ello, se ha sostenido con certeza que en todas partes
la eficacia de las normas depende mucho más de los sindicatos de lo que éstos
dependen de la eficacia de aquellas, y que cuando las organizaciones sindicales
son débiles -y su fuerza y debilidad dependen en gran medida de factores no
controlables por el Derecho ni las leyes del Parlamento, por bien intencionadas
que sean y por bien hechas que estén-, tienen escasa influencia para modificar las
relaciones de poder entre trabajadores y empresarios. Incluso los más eficaces
inspectores pueden hacer poco si los trabajadores no se atreven a denunciarles
las infracciones de la legislación que aquéllos tienen la misión de hacer cumplir
(Kahn-Freund 1987: 54-56).5

Si en estas relaciones de poder en el campo laboral no existe un correlato sindical


fuerte frente al Estado y éste tiene una percepción negativa del fenómeno sindical,
como sucede en el Perú, entonces su intervención autoritaria y constreñidora de

3
No en vano, un académico tan señalado como Grandi (1990: 404), ha sostenido que «el
desarrollo de la libertad sindical (y de los derechos sindicales) es un efecto paralelo de los
procesos de madurez de los sistemas de libertad, así como de liberación y democratización de
los ordenamientos autoritarios y totalitarios».
4
Puesto que, como en el caso del Derecho Internacional Público, precisa el autor citado, sólo un
amplio consenso puede garantizarle a la ley una tasa suficientemente elevada de observancia
espontánea; no siendo raro que la falta de tal consenso conduzca a una desaplicación generalizada
de la nueva normativa.
5
La baja efectividad o la inaplicación frecuente de las normas referidas al Derecho Sindical es un
carácter genético de esta disciplina, puesto que son normas que se estructuran sobre un
conflicto permanente de intereses; en el cual, además, el sujeto pasivo mayoritariamente de los
derechos consagrados se encuentra en posición subordinadora del sujeto activo beneficiario.
En este sentido, se puede concordar con Giugni (1996: 14) la afirmación de que sólo un amplio
consenso puede garantizar a la ley una tasa suficientemente de observancia, lo que resulta
difícil cuando la norma jurídica se construye sobre una contraposición de intereses.

25
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

las esferas de actuación sindicales difícilmente encontrará una contención en las


normas constitucionales, como lo demuestra largamente nuestra historia.6 Y a partir
de ello, no puede sino concordarse con Rueda, Sepúlveda y Vega, cuando, en un
importante documento de trabajo de la OIT, constatan que «los cambios a menudo
profundos en las legislaciones laborales latinoamericanas son evaluados
negativamente por el movimiento sindical, que se siente afectado en sus derechos
fundamentales». Mucho más cuando «el efecto de empleo y mejora de la economía
que pretendía acompañar medidas, a veces extremas, para los trabajadores, no
ha podido constatarse y al contrario se percibe un aumento del descontento social
y de la marginación del movimiento sindical que no ceja en sus luchas por una
mejor legislación» (1998: 18).

1.2. Sindicalismo y libertad sindical en el Perú

1.2.1. Surgimiento y consolidación del sindicalismo y la libertad sindical

El proceso general que origina y fundamenta la existencia de los sindicatos, también


se ha presentado en el Perú, con las peculiaridades propias de una implantación
tardía del capitalismo, su carácter periférico y dependiente, su estructura productiva
primario-exportadora, la predominancia de las pequeñas y medianas empresas y
la configuración del sindicalismo como sujeto bajo sospecha, al que el Estado tiene
que someter a requisitos y controles que conducen a su implantación y desarrollo
limitado a las empresas en las que ya no era posible impedirlo.

La guerra con Chile señala el punto de ruptura a partir del cual la reestructuración
económica que se produjo implicó el surgimiento y posterior desarrollo de relaciones
de trabajo propiamente capitalistas.

La implantación de estas relaciones se produjo «con la misma lentitud con que se


inició el desarrollo capitalista, concentrado especialmente en Lima y presente de
manera solo excepcional en algunas capitales de los departamentos de la costa»
(Santistevan y Delgado 1980: 24). Así, a finales del siglo pasado se asiste al
establecimiento de las primeras empresas, al inicio de la penetración de capitales
imperialistas y, paralelamente, al surgimiento de los gremios de artesanos, que en
1886 consiguen centralizarse en la Confederación de Artesanos Unión Universal.

6
No nos olvidemos que desde su origen Derecho del Trabajo latinoamericano fue predominantemente
heterónomo, debido principalmente a su tardía e insuficiente industrialización, la tradición jurídica
romanista y el autoritarismo recurrente de nuestros sistemas políticos, con su correspondiente
obsesión por controlar lo sindical (Ermida Uriarte 1992: 26).

26
Capítulo 1. Breve reseña histórica

Estas organizaciones, de carácter fundamentalmente mutualista, van a jugar un


rol importante en la organización de los trabajadores hasta los primeros años del
siglo pasado, cuando desaparecen, tanto por las limitaciones de su concepción,
como por el incremento de la proletarización de los artesanos, producto del avance
del capitalismo y de la importación de productos manufacturados del exterior.

EI nacimiento del proletariado peruano se produce en las principales ciudades


(textiles, gráficos, panaderos, choferes, portuarios, molineros, galleteros y
ferrocarrileros) y en los sectores extractivo-exportadores (minera, algodón, lana,
azúcar y petróleo), como señala Sulmont (1980: 15-18). Y se va a desarrollar en
condiciones de explotación que nada tienen que envidiar a las que hubo en Europa
en la primera mitad del siglo XIX.

En este contexto nacen las primeras organizaciones sindicales lideradas por la


Federación de Obreros Panaderos Estrella del Perú, que se desafilió del gremio de
los artesanos en 1904, y que luego fueron centralizadas en la Federación Obrera
Regional Peruana en 1913 y en la Federación Obrera Local de Lima en 1918.

El movimiento obrero de esta etapa, conducido por los anarquistas, va a desarrollar


un conjunto de luchas reivindicativas que van a culminar con la conquista de la
jornada de las ocho horas el 15 de enero de 1919; luego de tres días de paro
general impulsado por la Federación Obrera Local de Lima, la Federación de
Artesanos y la Federación de Estudiantes del Perú.7

La conquista de este importantísimo derecho «marca la culminación de un amplio


movimiento de organización y lucha, en el que el proletariado se constituyó como
fuerza social, con conciencia y capacidad de dirección autónoma frente a las demás
clases sociales» (Sulmont 1980: 22). EI fracaso de la lucha pro-abaratamiento de
las subsistencias, iniciada inmediatamente después de la consecución de las ocho
horas marca «el declive de la ideología anarcosindicalista» (Tovar 1985: 33) y
«planteó para el movimiento urbano popular la alternativa aprismo o comunismo»
(Burga y Flores Galindo 1979: 161), que se mantiene hasta nuestros días, aunque
con un marcado predominio de las corrientes clasistas.

La respuesta del Estado peruano ante el movimiento sindical de esta época fue
exclusivamente oficial, represiva e intervencionista. No se reconoce jurídicamente
el derecho a constituir sindicatos sino hasta la Constitución de 1933, donde se lo
engloba en el derecho general de asociación (artículo 27), creándose recién, por

7
Este derecho, exigido formal y constantemente por 105 trabajadores desde 1905, fue
conquistado por primera vez en el Perú, por tal número de obreros del muelle y dársena del
Callao, el 10 de enero de 1913.

27
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

Decreto Supremo del 23 de marzo de 1936 el Registro Sindical (cuya inscripción


en este sigue siendo, hasta ahora, requisito esencial para ejercer los derechos
sindicales). Sin embargo la legislación propiamente sindical data de mucho antes,
puesto que desde 1913 se dictan un conjunto de normas dirigidas a regular tanto
las reclamaciones colectivas como la huelga.

La primera de ellas fue el Decreto Supremo del 24 de enero de 1913 y constituye,


en palabras de Santistevan y Delgado (1980: 39), «el único cuerpo legal que alguna
vez haya establecido una reglamentación coherente sobre huelgas en el Perú».
Esta apreciación es válida, no porque la norma comentada haya significado el
reconocimiento al ejercicio libre y eficaz de este derecho, sino porque «es la única
oportunidad en que se ha hecho referencia a los requisitos de forma y de fondo
para el reconocimiento de la huelga por parte de las autoridades y en que, se han
determinado los pasos y mecanismos para ello» (ídem).

Así, este Decreto Supremo regulaba la representación obrera ante el patrón (tres
delegados elegidos a principios de cada año); establecía un arbitraje obligatorio
para solucionar los reclamos; señalaba las condiciones y los requisitos para la
legalidad de la huelga (decisión mayoritaria de la Asamblea con asistencia de las
3/4 partes del personal, votación secreta, aviso de huelga a la Intendencia Policial,
con el nombre y domicilio de los huelguistas y con 24 horas de anticipación,
renovación del acuerdo de huelga cada cuatro días), regulaba el lock-out (en caso
de conflicto bastaba con que el empleador cursara una comunicación a la policía,
señalando las causas de la clausura y su duración, además de la nómina de
trabajadores que quedarían sin empleo); establecía un conjunto de sanciones y
prohibiciones para los trabajadores (se consideraba delincuentes comunes a aquellos
que individual o colectivamente, con hechos o amenazas, impidan el libre ejercicio
de la industria, el comercio y al trabajo, disposición en el mejor estilo liberal); y
creaba en la Intendencia de Policía una sección encargada de registro estadístico
de huelgas y cierres.

Esta norma y las posteriores, que se dieron bajo la misma concepción, nos ilustran
sobre el tratamiento que se dio desde el Estado al fenómeno sindical, siendo sus
elementos constantes: la proscripción de los sindicatos y su control político posterior
a través del registro; el intervencionismo absoluto en materia de reclamaciones
colectivas con el establecimiento del arbitraje obligatorio directo, sin posibilidad
de trato directo entre las partes; encuadramiento policial y represivo de la huelga;
y proscripción absoluta de sindicación, negociación colectiva y huelga para los
trabajadores estatales. Todo ello dentro de un marco de sucesivos regímenes
autoritarios, caracterizados por una fuerte represión política.

28
Capítulo 1. Breve reseña histórica

Entre 1945 y 1948 el sindicalismo se reactivó considerablemente tanto por el mayor


desarrollo económico producto de la Segunda Guerra Mundial, como de la apertura
democrática que propició el gobierno del Frente Democrático. El número de
organizaciones sindicales registradas se duplicó y «junto con la expansión
cuantitativa del sindicalismo se propició el uso de la fuerza reivindicativa organizada
para conseguir mejoras inmediatas. Se difundió el uso del pliego de reclamos, la
negociación colectiva y la huelga para el logro de las aspiraciones inmediatas de
los trabajadores» (Santistevan y Delgado 1980: 107).

Esta situación se va a revertir en los años de la dictadura del General Odría (1948-
1956) por la fuerte represión al movimiento sindical, que llevó a la proscripción de
sus principales organizaciones, y en los del segundo gobierno de Prado (1956-
1962) por la puesta en práctica de un modelo de «negociación política» que impulsó
el movimiento sindical controlado por el APRA, bajo los principios del «sindicalismo
libre» y que basó su eficacia en la amenaza de extensión del conflicto a un gobierno
temeroso de un golpe militar; el que, por tanto, debía intervenir presionando a los
empresarios para que acepten las demandas mínimas de los trabajadores. Todo
ello dentro de una dispersión absoluta en materia de normatividad sindical.

Será recién en 1961 cuando el Estado decide consolidar la legislación dispersa


sobre sindicalización y emite el 3 de mayo el Decreto Supremo 009, con la finalidad
de reglamentar el Convenio 87 de la OIT, ratificado por el Perú el 9 de diciembre
de 1959, a través de la Resolución Legislativa 13281. Este decreto y su modificatoria,
el Decreto Supremo 021 del 21 de diciembre de 1962, van a ser, hasta ahora, las
principales normas sobre las que se estructura nuestro sindicalismo, debiendo
señalarse que, como se verá posteriormente al analizar su contenido, bajo la
«necesidad de reglamentar» el Convenio 87, lo que verdaderamente se hizo fue
restringirlo y desnaturalizarlo. Así, tenemos que se limita su ámbito subjetivo sólo
a los trabajadores de la actividad privada, se reduce su ámbito objetivo a la empresa,
se impone un registro constitutivo con requisitos de fondo, se establece la unicidad
sindical, se reduce el ámbito de las federaciones a una rama de actividad
determinada y se impone requisitos de número exagerado para la constitución de
federaciones y confederaciones.

Hay que señalar que las empresas estatales o con participación estatal se encuentran
sometidas al régimen laboral de la actividad privada, según lo dispone el artículo
20 del Decreto Legislativo 216, con la excepción de aquellas que a fecha de su
dación (12 de julio de 1981) tuvieron un régimen distinto. El Decreto Supremo
375-82-EFC, que reglamenta esta norma, convierte a la excepción en regla, en el
caso de las empresas de derecho público, disponiendo en su artículo 59, que las

29
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

relaciones colectivas de trabajo en estas empresas «se sujetarán a las normas de


la función pública».

Creemos que esta exclusión general de las empresas públicas atenta contra lo
dispuesto en el Decreto Legislativo comentado y resulta inconveniente, puesto que
establece una mixtura de regímenes, sin causa objetiva, para estas empresas
(que en lo individual siguen sometidas al régimen de la actividad privada),
demostrando un interés de limitarles sus derechos colectivos. Esta exclusión sólo
podría realizarse formalmente por ley, y aun en ese caso tenemos serias dudas
sobre su validez dado que constitucionalmente se distingue, para estos efectos,
entre los trabajadores de la administración estatal y los de las empresas estatales.

En el caso de los trabajadores estatales la situación era mucho más grave aún,
puesto que tenían prohibido expresamente el derecho de sindicación, a pesar de
que la vigencia formal del Convenio 87 había derogado a la Ley 11377 en ese
punto, dada su jerarquía legal y el hecho de que era una norma especial y posterior.
No va ser sino hasta la Constitución de 1979, y gracias a la ola generalizada de
conflictos laborales que protagonizaron los trabajadores del Estado, que este va a
reconocerles expresamente su derecho a la libertad sindical (artículo 61 y
Decimoséptima Disposición General y Transitoria que ratifica el Convenio 151 de
la OIT), debiendo señalarse, como excepción, que al magisterio se le reconoció
este derecho en 1964, a través de la Ley 15215 (artículo 21, incisos g) y l) y
artículo 22).

La constitución de 1979 será uno de los grandes hitos jurídicos en materia de


libertad sindical, puesto que más allá de ser la primera norma suprema que acogía
este derecho específicamente (la precedente lo incluía en el derecho general de
asociación), lo consagrará con la mayor amplitud de nuestra historia.8 Así, en el
artículo 51 se reconocían a los trabajadores los siguientes derechos: i) sindicalización
sin autorización previa; ii) no ser obligado a formar parte de un sindicato ni impedido
de hacerlo; iii) crear organismos de grado superior; iv) constitución, funcionamiento
y administración libre; v) disolución voluntaria o por resolución en última instancia
de la Corte Suprema; vi) garantías para el desarrollo de las funciones que les
corresponden para los dirigentes sindicales de todo nivel. A ello habría que agregarle
el derecho de los trabajadores no dependientes de una relación de trabajo a
organizarse para defender sus derechos (artículo 52), y el reconocimiento de los
derechos de sindicalización y huelga a los servidores públicos, con la excepción de
los funcionarios del Estado con poder de decisión o que desempeñan cargos de

8
Para un análisis detallado de tales disposiciones constitucionales y del régimen legal aplicable
a la libertad sindical hasta 1992, véase Villavicencio (1988).

30
Capítulo 1. Breve reseña histórica

confianza, los miembros de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales y los


magistrados (artículos 61 y 243).

En lo que se refiere a los trabajadores de la administración del Estado, su derecho


de sindicación se encuentra reglamentado en los Decretos Supremos 003-82-PCM
y 026-82-JUS, dictados para desarrollar el Convenio 151 de la OIT. Estos decretos,
que también se analizarán posteriormente, establecen un conjunto de limitaciones
que desnaturalizan este derecho, siendo las principales: la reducción de su ámbito
subjetivo sólo a los trabajadores estables, la limitación de su ámbito objetivo a la
repartición, la imposición de un registro sindical sin garantías, la pluralidad sindical
restringida, la exigencia de un número exagerado de organizaciones para constituir
federaciones y confederaciones, la prohibición de agruparse con trabajadores de
otros sectores y la no reelección de dirigentes.

En los años 90, las relaciones colectivas de trabajo fueron objeto de una regulación
global que fue llevada a cabo por el Poder Ejecutivo, a través del Decreto Ley
25593 (Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo; LCRT, en adelante), que se dictó
en julio de 1992; es decir, tres meses después del golpe de Estado del 5 de abril de
ese año. Esta norma fue reglamentada el mismo año, a través del Decreto Supremo
011-92-TR. Las características generales de esta regulación son las siguientes:

- Es una regulación heterónoma y que no fue negociada con los actores del
sistema de relaciones laborales, que se aprobó cuando el Parlamento estaba
cerrado por el golpe de Estado, sin ninguna discusión ni siquiera consulta a las
organizaciones sindicales y empresariales.

- Es una regulación que se desmarca de la tendencia latinoamericana hacia el


impulso de la autonomía colectiva (Uruguay, Brasil, Venezuela, República
Dominicana y Paraguay), y es, más bien, una de las expresiones más acabadas
del modelo tradicional latinoamericano de regulación de las relaciones colectivas
de trabajo, ratificando sus rasgos autoritario, reglamentarista, controlista y
restrictivo. Y ello, si bien puede achacarse parcialmente al contexto político en
que se aprobaron la LRCT y su reglamento, expresa la visión histórica que han
tenido todos los gobiernos (incluso los nacidos de elecciones libres), respecto
al tratamiento de lo colectivo por nuestro Estado, que llevó a que incluso
después 1980 (ya vigente la Constitución de 1979) siguieran aplicándose
regulaciones infraconstitucionales totalmente discordantes con el
reconocimiento en nuestra norma suprema de las principales expresiones de
la autonomía colectiva. Por lo que, en este campo, la LRCT y su reglamento
han mantenido una relación de continuidad histórica.

31
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

- Es una regulación que por primera vez trató sistemáticamente los tres institutos
que conforman la autonomía colectiva, por lo que resulta más coherente que
la regulación precedente. En tal sentido, la LRCT supera la dispersión normativa
existente sobre el particular, que llevaba a que convivan un Decreto Supremo
de 1913 (del 28 de enero, que regulaba la huelga), otro Decreto Supremo de
1961 (el 011, que regulaba la organización de sindicatos) y un tercer Decreto
Supremo (006-71-TR, que regulaba la negociación colectiva). La coherencia
de la regulación de los tres institutos no sólo trasunta una disciplina más
homogénea, sino que se expresa en la misma visión restrictiva y controlista
que la informa.

- El papel totalizador y prácticamente excluyente de la regulación estatal en el


campo de las relaciones colectivas define un modelo carente de toda autonomía
externa (frente a las reglas estatales); con lo que, en consecuencia, se impide
que sean las propias partes sociales las que puedan ir creando autónomamente
las reglas correspondientes a su estructuración y a sus relaciones, como sucede
en los países con un sistema de relaciones laborales maduro. En los cuales,
con la negociación colectiva como instrumento de gobierno de éste sistema,
se pactan todas las reglas necesarias para la expresión de su poder normativo
y para resolver todos los conflictos de creación, aplicación o interpretación
que surjan a su alrededor. Al respecto, no se debe olvidar la estrechísima
relación inversamente proporcional entre el papel del Estado y los márgenes
de actuación de la autonomía colectiva, que en este caso importan un rol
estatal tan sofocante cuya consecuencia es dejar sin el mínimo espacio vital a
la autonomía colectiva.

- Se reafirma y profundiza un modelo descentralizado de relaciones laborales,


en el que lo sindical gira alrededor de la empresa o el centro de trabajo. Se
favorece abiertamente la sindicación en este ámbito, lo mismo que la
negociación colectiva y la huelga, concentrando la conflictividad laboral en la
sede empresarial. En tal sentido, la Tercera Disposición Transitoria y Final de
la LCRT marcó el fin de las pocas negociaciones colectivas de rama de actividad,
al obligar a ratificar o modificar el nivel sectorial, estableciendo que a falta de
acuerdo al respecto la negociación colectiva debería llevarse a cabo a nivel
empresarial, ratificación que no se produjo, por cierto. Asimismo, el artículo
46 de la misma norma se encargó de impedir cualquier intento futuro de
negociación colectiva a este nivel, al colocar requisitos de representación
mayoritaria de trabajadores y empresas de imposible cumplimiento en un país
donde la micro y pequeña empresa (en la que no cabe el sindicato de empresa)
significa tres cuartas partes del total. Dada la interdependencia de las facultades
que integran la autonomía colectiva, sin lugar a dudas que la imposición en la

32
Capítulo 1. Breve reseña histórica

práctica de la negociación colectiva a nivel de empresa condujo a una


organización y conflictividad también en ese ámbito.

- En lo que hace al funcionamiento del sistema de relaciones colectivas de


trabajo, se sustituyó el modelo histórico de intervención estatal a falta de
acuerdo de partes en la negociación colectiva (que tuvo incluso consagración
constitucional); por el paradigma opuesto, que dejó en manos del juego de
fuerzas la suscripción del convenio respectivo o el empantanamiento ad
aeternum de las negociaciones, justo en el momento de mayor debilidad de
los sindicatos, generando una brutal reducción de la actividad negocial, como
se verá en el siguiente acápite.

- El tratamiento del conflicto obedece a una consideración poco menos que


patológica del mismo, de modo que se le brinda un espacio mínimo de expresión,
configurando una regulación que se adscribe a modelo casi contractual, al
permitirse la huelga fundamentalmente dentro del proceso de negociación
colectiva, con requisitos muy exigentes (mayoría absoluta de los trabajadores
de la empresa o unidad) e ilegalizando todas las modalidades de huelga que
no consistan en una de suspensión total de actividades, con abandono del
centro de trabajo y para fines estrictamente profesionales. Se prevé una
posibilidad de huelga frente a incumplimientos legales o convencionales del
empleador pero solo una vez que se ha obtenido una sentencia judicial firme
al respecto, lo que impide la materialización práctica de la medida de presión.

En fin, se trata de una regulación muy detallada que abarca casi todos los aspectos
del nacimiento, vida y muerte de una organización sindical, que además tiene un
claro sesgo restrictivo que contrasta con la sola comparación de frente a las reglas
aplicables a cualquier asociación, que resultan bastante más laxas que las aplicables
a un sujeto llamado a cumplir un papel constitucional de incuestionable
trascendencia. Y este carácter reglamentarista y limitativo resulta contrario al
mandato constitucional (de las Constituciones de 1979 y 1993) que a la vez que
señalan la necesidad de intervención estatal imponen el signo promocional de esta
intervención. Así tenemos que tan solo tres artículos se dedican a protección y
facilidades libertad sindical, en tanto que 37 se dedican a reglamentar la existencia
y límites en los que debe moverse el sujeto sindical. Ello nos muestra la óptica
invertida del legislador (Sanguineti 1994: 295), que por mandato de la Constitución
debió hacer exactamente lo opuesto: concentrarse en el establecimiento de garantías
y facilidades para el surgimiento y la actuación eficaz del sujeto colectivo, a la par
que ocuparse de instituciones centrales en un modelo de libre sindicación como la
mayor representatividad sindical y empresarial, que no le ha merecido más que
una mención tangencial al legislador.

33
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

La apreciación general que se puede extraer de esta regulación resalta la valoración


negativa que tiene el legislador del fenómeno sindical, que más allá de contrastar
con su reconocimiento constitucional e internacional, nos muestra el carácter
autoritario y excluyente que lo informa, así como la ausencia de un compromiso
real, de una convicción sincera, respecto a la adscripción al modelo de Estado
Social de Derecho previsto en nuestras constituciones; situación que,
desgraciadamente, se mantiene hasta la fecha.

Esta norma fue objeto de 16 observaciones del Comité de Libertad Sindical de la


OIT,9 de las cuales se han levantado la mayoría, quedando pendientes solamente
algunas de las referidas al derecho de huelga. Las recomendaciones de este
relevante órgano, que luego se contrastarán con detalle en el rubro correspondiente,
fueron las siguientes:

i) respecto al alegato relativo al número mínimo de 100 trabajadores para


constituir sindicatos de otra naturaleza (de actividad, de gremio, de oficios
varios) contemplado en el artículo 14, el Comité pide que en consulta con las
organizaciones de trabajadores y de empleadores, se reduzca este número

ii) en cuanto al alegato relativo a la obligación de los sindicatos de emitir los


informes que puedan solicitarles las autoridades de trabajo (artículo 10, inciso
f)), en opinión del Comité, esta posibilidad debería limitarse a casos de
denuncia de los afiliados cuando hubiere violación de la ley o de los estatutos;

iii) respecto al alegato relativo a la cancelación del registro de un sindicato por


la autoridad del trabajo, perdiendo su personería gremial (artículo 20), el
Comité solicita que la legislación sea modificada, de manera que la cancelación
del registro de un sindicato sólo sea posible por vía judicial;

iv) en cuanto al alegato sobre el artículo 11, inciso a), que impide a las
organizaciones sindicales dedicarse a cuestiones de política partidaria, el
Comité solicita que esta prohibición sea claramente limitada a las cuestiones
puramente políticas, que no entran en el campo de aplicación de los principios
de la libertad sindical;

v) respecto al alegato relativo al requisito de no encontrarse en período de


prueba para poder ser miembro de un sindicato (artículo 12, inciso c)), el
Comité solicita que la legislación permita a esta categoría de trabajadores

9
Sobre el particular, véase el Informe 291 del Comité de Libertad Sindical, recaído en los casos
1648 y 1650.

34
Capítulo 1. Breve reseña histórica

constituir, si así lo desearen, las organizaciones que estimen convenientes y


afiliarse a ellas;
vi) en relación con el alegato según el cual los trabajadores no pueden estar
afiliados a otro sindicato para formar parte de un sindicato (artículo 12,
inciso d)), el Comité solicita que la legislación sea modificada de manera que
permita a los trabajadores afiliarse a varios sindicatos;

vii) en cuanto al alegato relativo al artículo 24, que requiere para ser miembro
de la junta directiva ser miembro activo del sindicato (inciso b)), y tener una
antigüedad no menor de un año al servicio de la empresa (inciso c)), el
Comité solicita que la legislación permita a los trabajadores ejercer sin trabas
el derecho de sindicación y de libre elección de sus dirigentes;

viii) respecto al alegato sobre el número de dirigentes amparados por el fuero


sindical (artículo 31 del decreto-ley), si bien en opinión del Comité el número
de representantes amparados por la legislación es razonable, no obstante
se debería poder establecer, a través de la negociación colectiva un número
mayor;

ix) respecto al alegato relativo a la imposición de un límite para los permisos


otorgados a los dirigentes sindicales (artículo 32), en opinión del Comité, el
límite de 30 días por año calendario de permisos contemplado en el artículo
32, no debería limitar el derecho de las organizaciones de trabajadores y de
empleadores de establecer una duración superior a través de convenios
colectivos, si así lo desearen, por lo que sería conveniente que la legislación
contemplara esta posibilidad;

x) en cuanto a los alegatos relativos a las características de la convención


colectiva (artículo 43, inciso c)), y a la representación sindical por rama de
actividad (artículo 46), el Comité solicita que en consulta con los interlocutores
sociales, la legislación sea modificada, para que permita a las organizaciones
de empleadores y trabajadores ejercer sin trabas el derecho de negociación
colectiva;

xi) en lo que concierne al alegato relativo a la obligación de negociar nuevamente


convenios colectivos vigentes (cuarta disposición transitoria, del decreto-
ley), el Comité solicita que se tomen las medidas necesarias para permitir a
las organizaciones de trabajadores negociar libremente las condiciones de
trabajo con los empleadores;

xii) respecto al alegato sobre el arbitraje obligatorio en los servicios públicos


esenciales (artículos 67 y 83), el Comité considera que el inciso j) del artículo

35
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

83 debería suprimirse de dicho artículo, pues a criterio del Comité, por su


vaguedad, podría ser interpretado de tal manera que limite ampliamente el
derecho de huelga;

xiii) en cuanto al alegato sobre el artículo 68, que faculta al poder ejecutivo a
suspender una huelga cuando ésta se prolongue en el tiempo o asuma
características graves por su magnitud, el Comité considera que la legislación
no debería impedir el pleno ejercicio del derecho de huelga, y que en tales
circunstancias debería limitarse a establecer un servicio mínimo en consulta
con los interlocutores sociales;

xiv) respecto a los alegatos relativos al desconocimiento del presente decreto-


ley de las modalidades tales como paralización intempestiva, trabajo a
desgano, a reglamento, etc. (artículos 81 y 84), el Comité considera que
tales limitaciones sólo se justificarían en los casos en que la huelga dejase
de ser pacífica;

xv) en cuanto al alegato relativo a la facultad de la autoridad del trabajo de


establecer, en caso de divergencia, un servicio mínimo, tratándose de huelga
en los servicios públicos esenciales (artículo 82), el Comité considera que la
legislación debería prever que dicha divergencia fuese resuelta por un órgano
independiente;

xvi) respecto a los alegatos sobre los requisitos para la declaración de la


huelga (artículo 73), que exigen que tenga por objeto la defensa de los
derechos e intereses profesionales de los trabajadores (inciso a)), y que
cuente con una decisión de más de la mitad de los trabajadores (inciso b)),
el Comité solicita que se modifique la legislación, a fin de permitir a los
trabajadores ejercer el derecho de huelga conforme a los principios de la
libertad sindical.

1.2.2. La hiperdescentralizada estructura sindical actual

En lo que se refiere al sindicalismo peruano hoy día, la primera información relevante


gira alrededor de la tasa de afiliación, de un lado, y la cobertura negocial de otro,
que están en la actualidad entre el 7% y el 10%, respectivamente; mientras que
en 2008 se han reducido de manera significativa, debiendo señalar que ambas
tasas están referidas a los trabajadores sujetos al régimen laboral de la actividad
privada.10 Con ello, queda claro que en el Perú, tras el proceso de desregulación
legal vivido en los años 90 y tras la caída en picada de la tutela colectiva, la gran

10
No hay estadísticas que incluyan en ambas tasas a los trabajadores públicos, que duplicarían
tales rubros si tomamos en cuenta que el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación
(SUTEP), supera los 100.000 afiliados.

36
Capítulo 1. Breve reseña histórica

mayoría de trabajadores tienen fijadas sus condiciones de trabajo


fundamentalmente vía contrato de trabajo, salvo los mínimos legales supérstites.

En segundo lugar, y respecto del adelgazamiento de la tutela colectiva, el Gráfico


Nº 1 muestra cómo la sindicalización se viene recuperando del estado absolutamente
crítico en que la tuvo la dictadura de Fujimori. Véase que hubo varios años en los
que se tuvo más cancelaciones de registros sindicales que inscripciones, aunque la
tendencia negativa se está revirtiendo. Se está saliendo, por tanto, de la unidad de
cuidados intensivos y dando los primeros pasos con mucho esfuerzo porque, como
ya vimos, el encargado del tratamiento de recuperación está jugando en contra de
ella (no ha levantado cuatro observaciones de la OIT por graves violaciones de la
normativa internacional, viene permitiendo una ola de despidos antisindicales sin
dictar las normas imprescindibles para que el derecho tenga vigencia real, ha
optado por un modelo ultradescentralizado y excluyente, y le declara ilegales todas
sus huelgas, aunque cumplan con los exigentes requisitos establecidos por el
ordenamiento jurídico, para dar algunos ejemplos).

Gráfico 1
Evolución de los registros sindicales a nivel nacional

Fuente: Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, direcciones regionales/zonas de trabajo.


En: MTPE, Anuario Estadístico 2008.

En tercer lugar, para tener una cabal idea de la afectación concreta de la libertad
sindical y la tutela colectiva consecuente, debemos examinar cómo ha venido
evolucionando la negociación colectiva en el Perú, y los datos son verdaderamente
elocuentes, como se puede ver en el Gráfico Nº 2.

37
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

Gráfico 2
Pliegos de reclamos presentados y convenios colectivos
registrados por años 1985 - 2008, nivel nacional

Fuente: Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, direcciones regionales/zonas de trabajo.


En: MTPE, Anuarios Estadísticos varios años.
Elaboración propia.
Nota.- Los datos de 1992 corresponden a Lima Metropolitana y el resto a todo el país.

Al respecto, hay que indicar que la caída observada, digna de la montaña rusa
más reputada, ha llevado a que las organizaciones sindicales, en ejercicio de sus
facultades de actividad, suscriban sólo 419 convenios colectivos en 2008, lo que
significa tan sólo el 17% de los 2.441 suscritos el 1988.

La caída radical, que tiene su punto máximo el año 1992, que fue cuando se aprobó
la LRCT, pero no se puede cuantificar totalmente porque los datos para tal año en
el Gráfico Nº 2 corresponden sólo a Lima Metropolitana. De todos modos, viendo la
relación entre Lima y el resto del país en este rubro, en el mejor de los casos
podría estar alrededor de los 350 convenios.

38
Capítulo 1. Breve reseña histórica

Todo ello deja una imagen clara de la peor década, no sólo para la democracia
política y los derechos fundamentales, sino también para la libertad sindical, como
no podría ser de otra manera, dada la interdependencia entre los derechos civiles,
políticos y laborales.

De otro lado, en el ámbito estructural el tejido sindical peruano está constituido


por la representación no institucionalizada (delegados de personal, que se elijen
en centros de trabajo con menos de 20 trabajadores) y organizaciones
institucionalizadas (sindicatos, federaciones y confederaciones). Los datos alrededor
de la estructura sindical figuran en el Cuadro Nº 1.

Cuadro 1
Registros sindicales
1993 - 2008 nivel nacional

REGISTROS SINDICALES

AÑOS

DELEGADOS SINDICATOS FEDERACIONES CONFEDERACIONES

1993 80 160 3 -
1994 89 100 8 -
1995 46 87 5 -
1996 72 52 1 -
1997 67 47 - -
1998 79 47 - -
1999 68 37 3 -
2000 85 38 3 -
2001 80 89 4 -
2002 91 114 2 -
2003 95 147 1 -
2004 72 86 4 -
2005 121 118 1 -
2006 106 123 10 2
2007 158 196 10 -
2008 219 203 6 1

Fuente: Ministerio de trabajo y Pomoción del Empleo. Direcciones Regionales/zonas


de trabajo.
En: MTPE, Anuario Estadístico 2008.
Elaboración: Oficina de Estadística e Informática/oficina de estadística.

39
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación

Comencemos señalando como premisa que la representación sindical peruana


gira en torno de los delegados y los sindicatos, en tanto que las federaciones y las
confederaciones son organizaciones sindicales complejas, porque agrupan a otras
organizaciones sindicales (sindicatos o federaciones, respectivamente). En la
determinación legal de tipos organizativos existen también los sindicatos de rama,
pero en la práctica los trabajadores no los crean, porque las restricciones legales
en materia negocial a tal nivel hacen que carezcan de atractivo.

En todo caso, en el Cuadro Nº 1 se puede ver con claridad que el peso estructural
recae sobre organizaciones que como máximo tienen un ámbito empresarial, y si
a ello sumamos el crecimiento de los delegados de personal, la conclusión que cae
por su propio peso está referida al excesivo grado de descentralización del
sindicalismo peruano. Más aún, la presencia cada vez mayor de la representación
no institucional a nivel empresarial e infraempresarial viene fortaleciéndose de
manera consistente, por lo que no sólo estamos hablando de un nivel de
descentralización muy agudo sino que en nuestro sistema de relaciones laborales
los delegados de personal comienzan a compartir el rol protagónico con los
sindicatos; lo que no trae consigo buenas noticias para el procesamiento más
racional y eficiente del conflicto laboral ni para la institucionalización de la
representación social.

La imagen completa del tema estructural la podemos tener cuando adicionamos a


la información anterior lo que viene sucediendo no sólo en el campo organizativo
sino en el propiamente negocial. El reparto de convenios colectivos según nivel o
ámbito se expresa en el Gráfico Nº 3.

Los datos vuelven a ser muy elocuentes. En primer lugar, el nivel fundamental de
la estructura negocial peruana ni siquiera es el de empresa, sino que son los
ámbitos infraempresariales; y decimos ello porque tan sólo tienen ámbito
empresarial los 85 convenios de sindicatos únicos y los cinco celebrados por
delegados de obreros y empleados. El resto, con la excepción de los convenios
suscritos por federaciones, de los que hablaremos posteriormente, son acuerdos
de obreros o de empleados, con los sindicatos o delegados correspondientes, por
lo que se trata de convenios de categoría dentro de una empresa. Estadísticamente,
entonces, a nivel empresarial solamente se suscribe el 19% de convenios, en
tanto que el 80% se refiere a un nivel infraempresarial.

El 1% restante lo dan los cuatro convenios suscritos por federaciones de los cuales
sólo uno es de rama (construcción civil), en tanto que los tres restantes corresponden
a negociaciones de empresa que son llevadas a cabo por una federación (en el
sector de telecomunicaciones). Sobre este particular, incluso hubo que librar una

40

También podría gustarte