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Agencia de Los Objetos - ANT

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Latour, Bruno

Reensamblar los social: una introducción a la teoría del actor-red


1ª ed. Buenos Aires: Manantial, 2008
(c) Bruno Latour, 2005

Pág. 95-96

Tercera fuente de incertidumbre: los objetos también tienen capacidad


de agencia

Si bien la sociología ha estado marcada desde el comienzo por el descubrimiento de que otras
agencias se apoderan de la acción, ha sido impulsada aún más por el descubrimiento ético,
político y empírico de que existen jerarquías, asimetrías y desigualdades; que el mundo social
es un paisaje con tantas irregularidades como un terreno accidentado y montañoso; que no
hay entusiasmo, libre albedrío o ingenio que pueda eliminar esas asimetrías; que esas
diferencias parecen pesar tanto como las pirámides, lo que dificulta la acción individual y explica
por qué se debe considerar a la sociedad como una entidad sui generis especifica; que
cualquier pensador que niegue esas desigualdades y diferencias es ingenuo o en alguna medida
reaccionario y, finalmente, que ignorar la asimetría social es tan ridículo como sostener que no
existe la gravitación newtoniana. ¿Cómo podríamos mantenernos fieles a esta intuición y
sostener aún, como acabo de hacerlo con las primeras dos fuentes de incertidumbre, que los
grupos están en “constante” ejecución y que las agencias son objeto de un
debate “incesante”? ¿Acaso la elección de esos puntos de partida no ha sido inspirada por una
actitud ingenua que nivela el dominio social, marcadamente desigual, igualando las
condiciones, de modo que todos tienen, aparentemente, las mismas oportunidades de generar
su propia metafísica ? ¿Acaso no es la TAR uno de los síntomas de este espíritu de mercado
que sostiene, contra todas las evidencias, que todos tienen las mismas oportunidades y deja
[1]
librados a su suerte a los perdedores? Exasperada, la gente podría inquirir qué se ha hecho
con el poder y la dominación. Pero es precisamente porque queremos explicar esas asimetrías
que no queremos simplemente repetirlas y aún menos seguir transportándolas son
modificaciones. Una vez más, no queremos confundir la causa y el efecto, el explanandum
Es por eso que resulta tan importante sostener que
con el explanans.
el poder, igual que la sociedad, es el resultado final de un proceso
y no una reserva, un stock o un capital que automáticamente
proveerá una explicación. El poder y Ia dominación tienen que ser producidos,
[2]
inventados, compuestos. Las asimetrías efectivamente existen, pero ¿de dónde vienen y de
qué están hechas?

Pág. 96-97

Para aportar una explicación, los sociólogos de las asociaciones deben tomar la misma decisión
radical que cuando querían nutrirse de la segunda fuente de incertidumbre. Debido a que
querían mantener la intuición original de las ciencias sociales es que tenían que rechazar
enérgicamente la solución imposible que se proponía, a saber, que la sociedad es desigual y
jerárquica, que carga con su peso de modo desproporcionado sobre algunas partes y que tiene
todo el carácter de la inercia. Sostener que la dominación quiebra cuerpos y almas es una cosa,
mientras que concluir que estas jerarquías, asimetrías, inercia, poderes y crueldades están
compuestas de materia social es un razonamiento por completo diferente. El segundo punto
no sólo no tiene continuidad lógica con el primero sino que, como veremos, está en completa
contradicción con él. De la misma manera que el hecho que otras agencias se apoderen de la
acción no significa que sea la sociedad la que esté apoderándose; la flagrante asimetría de
recursos no implica que esa asimetría sea generada por asimetrías sociales, sino que lleva a la
conclusión opuesta: si las desigualdades tienen que ser generadas, esto es prueba de que
otros tipos de actores diferentes de los sociales entran en juego. Tal como lo hizo Marx con la
dialéctica de Hegel, es hora de que pongamos las explicaciones sociales de nuevo en pie.

Pág. 97-98

EL TIPO DE ACTORES QUE OPERAN DEBERÍA INCREMENTARSE

Hasta ahora he insistido mayormente en la diferencia entre el significado de lo “social”


cuando se utiliza la palabra en expresiones como “vínculos sociales” y “social” en el sentido de
asociación, e hice hincapié en que el segundo significado es más cercano a la etimología
original. He sostenido que lo más común en las ciencias sociales es que “social” distingue un
tipo de vínculo: es tomado como el nombre de un dominio específico, una especie de material
como paja, barro, hilo, madera y acero. En principio, se podría entrar a un supermercado
imaginario y señalar un estante lleno de “vínculos sociales”, mientras que en otros pasillos
podría haber conexiones “materiales”, “biológicas”, “psicológicas” y “económicas”. Para la TAR,
tal como lo entendemos ahora, la definición del término es diferente: no designa un dominio de
la realidad o algún artículo en particular, sino más bien es el nombre de un movimiento, un
desplazamiento, una transformación, una traducción, un enrolamiento. Es una asociación entre
entidades que de ninguna manera son reconocibles como sociales en el sentido habitual,
excepto en el breve momento en que son reorganizadas. Para continuar con la metáfora
del supermercado, no llamaríamos “social” a un estante o fila específico, sino a las
múltiples modificaciones en la organización de toda la mercancía –su empaquetado, su
precio, su etiquetado- porque esos mínimos cambios revelan al observador qué nuevas
combinaciones se están explorando y qué caminos se tomarán (lo que más adelante se
definirá como “red”). [3] Así, social, para TAR, es el nombre de un tipo de asociación
momentánea que se caracteriza por la manera en que se reúnen y generan nuevas
formas. [4]

Pág. 98

Una vez que se establece este segundo significado de social, podemos comprender lo
que era tan confuso en los sociólogos de lo social. Estos científicos sociales usan el adjetivo
para designar dos tipos completamente diferentes de fenómenos: uno de ellos es la interacción
localizada, cara a cara, desnuda, no equipada y dinámica, y el otro es un tipo específico de
fuerza que supuestamente explica por qué esas mismas interacciones cara a cara temporarias
podrían volverse trascendentes y duraderas. Si bien es perfectamente razonable designar como
“social” el fenómeno ubicuo de las relaciones cara a cara, este fenómeno no constituye una
base para definir una fuerza “social” que no es más que una tautología, un truco, una invocación
mágica, dado que plantea el interrogante de cómo y a través de qué medios se ha logrado este
aumento de la durabilidad en términos prácticos. Dar el salto del reconocimiento de las
interacciones a la existencia de una fuerza social es, una vez más, una inferencia que no se
sigue de la premisa.

Pág. 98-99

Esta distinción es especialmente crucial dado que lo que podrían llamarse las
capacidades sociales básicas son en realidad difíciles de aislar en las sociedades humanas.
Como veremos en la parte II, cuando critiquemos la noción de “interacciones sociales”, es
mayormente en las sociedades no humanas (hormigas, monos y simios) donde es posible
generar un mundo social comprendido como un enredo de interacciones. En los humanos, las
capacidades sociales básicas, aunque siguen presentes, ofrecen un repertorio siempre presente
pero de todos modos restringido. La mayoría de las asociaciones trascendentes y duraderas son
creadas por algo distinto que no podría ser detectado mientras la noción de fuerza social no
fuera sometida al análisis. Con la TAR se necesita colocar la primera definición dentro de una
esfera muy limitada y deshacerse de la segunda, además de usarla como una especie de
taquigrafía para describir lo que ya ha sido ensambaldo.[5] En síntesis, no es posible decir de
vínculo alguno que sea duradero ni que esté hecho de materia social.

Pág. 99

La principal ventaja de disolver la noción de fuerza social y reemplazarla por


interacciones de corta duración o por nuevas asociaciones es que ahora es posible distinguir en
la noción compuesta de sociedad lo que corresponde a su durabilidad y lo que corresponde a su
sustancia. [6] Sí, puede haber vínculos duraderos, pero esto no cuenta como prueba de que
estén hechos de materia social, más bien lo opuesto. Ahora es posible traer al primer plano los
medios prácticos para conservar los vínculos, el ingenio invertido constantemente en la tarea de
incorporar otras fuentes de vínculos y el costo a pagar por la extensión de cualquier interacción.

Pág. 99-100

Si pensamos las capacidades sociales básicas, es fácil comprender que las conexiones
que éstas son capaces de tejer siempre son demasiados débiles para sostener el tipo de peso
que los teóricos sociales quisieran otorgar a su definición de social. Librada a sus propios
recursos, una relación de poder que no ponga en juego más que capacidades sociales estaría
limitada a interacciones de muy corta vida, transitorias. Pero ¿dónde se ha observado jamás
esta situación? Ni siquiera los grupos de mandriles, aunque son los que están más cerca del
mundo ideal inventado por muchos teóricos sociales, pueden constituir un ejemplo de casos tan
extremos. Como Hobbes y Rousseau comentaron hace mucho, no hay gigante que sea lo
suficientemente fuerte como para que no pueda ser dominado con facilidad por un enano
mientras duerme; no hay coalición que sea lo suficientemente sólida como para que no pueda
ser aplastada por una coalición mayor. Cuando se ejerce el poder en forma duradera, es porque
no está constituido de vínculos sociales; cuando el ejercicio de poder tiene que depender sólo
Por lo tanto, cuando los
de vínculos sociales, no se ejerce por mucho tiempo.
científicos sociales hablan de “vínculos sociales” deberían
referirse siempre a algo que tiene muchas dificultades para
extenderse en el tiempo y el espacio, que no tiene inercia y debe
ser renegociado todo el tiempo. Precisamente por la dificultad de conservar
asimetrías, establecer relaciones de poder de modo duradero, imponer desigualdades es que se
dedica tanto trabajo a convertir los vínculos débiles y de rápida desaparición en otros tipos de
vínculos. Si el mundo social estuviera hecho de interacciones locales, tendría una especie de
aspecto provisional, inestable y caótico, y no este paisaje fuertemente diferenciado que las
referencias al poder y la dominación pretenden explicar.

Pág. 100

Si no se mantiene cuidadosamente la distinción entre las capacidades básicas y los


medios no sociales puestos en juego para expandirlos un poco más, los analistas corren el
riesgo de creer que es la invocación de fuerzas sociales lo que dará una explicación. Los
sociólogos aún sostienen que cuando se refieren a la durabilidad de los vínculos sociales
aportan algo que realmente posee la necesaria durabilidad, solidez e inercia. Sostienen que la
“sociedad” o la “norma social” o las “leyes sociales” o las “estructuras” o los “hábitos sociales” o
la “cultura” o las “reglas”, etc., tienen suficiente “fortaleza” para explicar la manera en que
ejercen su dominio sobre todos nosotros y dar cuenta de la desigualdad del entorno en el que
vivimos y nos esforzamos. Es por cierto una solución conveniente, pero no explica
de dónde viene su fortaleza que refuerza las conexiones débiles creadas por
las capacidades sociales. Y los sociólogos, en un descuido, podrían tomar un camino
equivocado y decir que la durabilidad, lo solidez y la inercia son previstas por la durabilidad, la
solidez y la inercia de la sociedad misma. Podrían ir aún más allá y tomar esta tautología no
como la contradicción más flagrante sino como lo que más debería admirarse de esta fuerza
milagrosa de una sociedad que, como dicen, es sui generis, con lo que quieren significar
que es generada por sí misma.[7]

Pág. 101

Aunque este modo de hablar sea bastante inocuo cuando se toma un tipo de taquigrafía
para describir lo que ya está empaquetado, las consecuencias de tal razonamiento son
desastrosas. Es demasiado fuerte la tentación de actuar como si ahora existiera alguna fuerza
formidable que pudiera dar a todas las asimetrías de corta vida la durabilidad y la expansión que
las capacidades sociales no pueden producir por su propio ímpetu. En este punto las causas y
los efectos se verían invertidos y los medios prácticos para hacer que se sostenga lo social
desaparecerían de la escena. Lo que comenzó como una mera confusión de adjetivos se ha
convertido en un proyecto totalmente diferente: a este mundo base se ha agregado un mundo
que es tan inmanejable como el paraíso de la antigua teología cristiana, salvo que no ofrece
ninguna esperanza de redención.

Pág. 101-102

¿Son los sociólogos de lo social tan tontos como para no poder detectar tal tautología en
su razonamiento? ¿Realmente están atrapados en la creencia mítica de que existe otro mundo
detrás del mundo real? ¿Realmente creen en este extraño caso de una sociedad que nace de sí
misma, por propio esfuerzo?[8] Por supuesto que no, dado que nunca los usan como práctica y
por lo tanto nunca se ven confrontados por la contradicción inherente a la noción de una
“autoproducción” de la sociedad. La razón por la que nunca sacan la conclusión lógica de que su
argumento es contradictorio es que lo usan de un modo algo más laxo. Cuando
invocan
la durabilidad de algunos agregados sociales siempre, voluntaria o
involuntariamente, prestan a los vínculos sociales débiles la
pesada carga que proviene de las masas de otras cosas no
sociales. Siempre son cosas –y ahora quiero usar esta última palabra en sentido
literal- las que en la práctica, prestan su “fortaleza” a la desventurada “sociedad”. Por lo tanto,
efectivamente, lo que los sociólogos quieren significar por el “poder de la sociedad” no es la
sociedad misma –eso sería por cierto mágico- sino algún tipo de síntesis de todas las entidades
ya puestas en movimiento para hacer que las asimetrías sean más duraderas.[9] Este uso de
una taquigrafía no es tautológico, pero es peligrosamente engañoso, dado que no hay manera
empírica de decidir cómo ha sido puesta en movimiento toda esa materia y, lo que es peor, no
hay manera de saber si tal carga sigue activa. La idea de sociedad se ha vuelto, en manos de
los “explicadores sociales” actuales, un gran buque de carga al que no deja abordar a ningún
inspector y que permite a los científicos sociales contrabandear bienes a través de las fronteras
nacionales sin tener que someterse a la inspección pública. ¿La bodega está vacía o llena, está
la carga en buen estado o podrida, es inocua o mortífera, es nueva o está en desuso hace
mucho? Se ha vuelto un acertijo sin respuesta, al estilo de la presencia de armas de destrucción
masiva en el Iraq de Saddam Hussein.

Pág. 102

La solución de la TAR no es involucrarse en polémicas contra los sociólogos de lo social,


sino tan sólo multiplicar las ocasiones para detectar rápidamente la contradicción en la que
Es la única manera de forzar suavemente a los
pueden haber caído.
sociólogos a rastrear una vez más los medios no sociales puestos
en juego cuando invocan el poder de las explicaciones sociales.[10]
Lo que hace la TAR es repetir la siguiente pregunta: dado que todo sociólogo carga cosas en los
vínculos sociales para darles suficiente peso como para justificar su durabilidad y extensión,
¿por qué no hacerlo explícitamente en vez de a escondidas? Su consigna, “seguir a los actores”,
“seguir a los actores al moverse entre cosas que han
se convierte en
agregado a las capacidades sociales de modo de hacer más
duraderas las interacciones en continuo cambio”.

Pág. 102-103

En este punto será más visible el contraste entre la sociología de las asociaciones y la
sociología de lo social. Hasta ahora puedo haber exagerado las diferencias entre los dos
puntos de vista. Al fin de cuentas, muchas escuelas de ciencia social podrían aceptar las
primeras dos incertidumbres como su punto de partida (sobre todo la antropología, que es otro
nombre para la metafísica empírica) y por supuesto la etnometodología. Incluso agregar
controversias no altera radicalmente el tipo de fenómenos que podrían querer estudiar, sólo las
dificultades para enumerarlos. Pero ahora la brecha se va a ver considerablemente ampliada
porque no vamos a limitarnos por adelantado a un solo repertorio pequeño, el que se necesita
para que los actores generen asimetrías sociales. En vez de ello, vamos a aceptar como
auténticos actores entidades que fueron excluidas explícitamente de la existencia colectiva
por más de cien años de explicación social. Los motivos son dobles: primero, porque las
capacidades sociales básicas aportan sólo un diminuto subconjunto de las asociaciones que
componen las sociedades; segundo, porque el suplemento de fuerza que parece residir en la
invocación de un vínculo social es, en el mejor de los casos, una taquigrafía que resulta útil y, en
el peor, nada más que una tautología.
Pág. 103-104

Los mandriles de Shirley Strum

Para comprender el vínculo entre las capacidades sociales básicas y la noción de sociedad, es
necesario dar un rodeo incursionando en el campo de la investigación de los simios y los monos. Al recordar el
primer encuentro de estudios sobre mandriles que organizó en 1978 en un castillo cerca de la ciudad de Nueva
York, Shirley Strum (1987, págs 157-58) escribió:

Aún así, sabía que mi trabajo presentaba una pintura de las sociedades de mandriles que resultaría difícil de
aceptar para otros. Mi descubrimiento impresionante fue que los machos no tenían jerarquía de dominación; que
los mandriles poseen estrategias sociales; que la diplomacia triunfa sobre la fuerza; que las capacidades
sociales y la reciprocidad social tienen precedencia por sobre la agresión. Esto fue el comienzo de la política
sexual, donde machos y hembras intercambian favores. Parecía que los mandriles tenían que trabajar duro para
crear su mundo social, pero la manera en que lo crean lo hacen ver como más “agradables” que la gente. Se
necesitaban mutuamente para sobrevivir al nivel más básico -la protección y la ventaja que vivir un grupo ofrece
al individuo- y también al nivel más soficticado, marcado por estratégias sociales de competencia y defensa.
También parecían “agradables” porque, a difrencia de los humanos, ningún miembro de Pumphouse (el nombre
de la manada) tenía la capacidad de controlar recursos esenciales: cada mandril conseguía su propio alimento,
su agua y su lugar a la sombra, y atendía sus propias necesidades de superviviencia. La agresión podía ser
usada para la coerción, pero la agresión se mantenía bajo control. Acicalarse, estar cerca, mostrar buena
voluntad social y cooperar son los únicos activos disponibles para su intercambio o para utilizar como ventaja
respecto de otro mandril. Y estos estos eran todos aspectos de lo “agradable”: afiliación, no agresión. Los
mandriles son “agradables” entre sí porque tal conducta es tan crítica para su supervivencia como el aire para
respirar y el alimento para comer. Lo que había descubierto era un nuevo cuadro revolucionario de la sociedad
de los mandriles. Revolucionario, de hecho, para cualquier sociedad animal descrita hasta ese momento. Las
implicancias quitan el alimento. Estaba sosteniendo que la agresión no era una influencia tan general o
importante en la evolución como creía y que las estrategias sociales y la reciprocidad social son
extremadamente importantes. Si los mandriles poseían estas cosas, por cierto que los precursores de nuestros
primeros ancestros humanos también deben de haberlas tenido.

Si los sociólogos tuvieran el privilegio de mirar con más cuidado a los mandriles, reparando en su “estructura
social” en constante descomposición, verían el costo increíble que debe pagarse cuando la tarea es mantener,
por ejemplo, el dominio social con nada más que capacidades sociales. Podrían documentar rempíricamente el
precio que hay que pagar por la tautología de los vínculos sociales hechos sólo de vínculos sociales.

Pág. 104-105

Si los sociólogos tuvieran el privilegio de mirar con más cuidado a los mandriles,
reparando en su “estructura social” en constante descomposición, verían el costo increíble que
debe pagarse cuando la tarea de mantener, por ejemplo, el dominio social con nada más que
capacidades sociales. Podrían documentar empíricamente el precio que hay que pagar por la
tautología de los vínculos sociales hechos sólo de vínculos sociales. [11] El poder ejercido a
través de entidades que nunca dejan de estar activas y asociaciones que no se descomponen
es lo que permite al poder durar y expandirse más; y para lograr tal hazaña hay que crear
muchos más materiales de los compactos sociales. Esto no significa que la sociología sea inútil,
sólo que podría ser excelente para estudiar a los mandriles pero no a los humanos.

Pág. 105
HACER QUE LOS OBJETOS SEAN PARTICIPANTES EN EL CURSO DE
ACCIÓN

El contraste entre las dos escuelas no puede ser más dramático. En cuanto se comienza
a tener dudas acerca de la capacidad de los vínculos sociales de expandirse de modo duradero,
se plantea la posibilidad de un rol verosímil para los objetos.[12] En cuanto uno cree que los
agregados sociales pueden apuntalar su existencia con “fuerzas sociales”, entonces los objetos
desaparecen y la fuerza mágica y tautológica de la sociedad basta para sostener todas las
cosas con literalmente ninguna cosa. Es difícil imaginar una inversión más impactante
de la figura y el fondo, un cambio más radical de paradigma. Es por esto por supuesto que la
TAR llamó la atención en primer lugar. [13]

Pág. 105-106

La acción social no sólo es controlada por extraños, también es desplazada y delegada a


distintos tipos de actores que son capaces de transportar la acción a través de otros modos de
acción, otros tipos de fuerzas completamente distintas.[14] Al principio, debería parecer
bastante inocuo reincorporar los objetos al curso normal de acción. Al fin de cuentas, no hay
dudas de que las pavas “cargan” provisiones, los martillos “dan” en el clavo, las barandas
“evitan” que los chicos caigan, los cerrojos “cierran” los cuartos para impedir que ingresen
visitantes indeseados, el jabón “quita” la suciedad, los cronogramas “ordenan” las actividades
curriculares, las etiquetas con los precios “ayudan” a la gente a calcular, etc. ¿Acaso esos
verbos no designan acciones? ¿Cómo podría la introducción de esas
actividades humildes, mundanas y ubicuas decir algo nuevo a cualquier
científico social?

Pág. 106

Y sin embargo, lo hacen. La principal razón por la que los objetos no tenían
posibilidad alguna de cumplir un rol antes no era sólo la definición de lo social usada por
los sociólogos, sino también la definición misma de actores y agencias que se elige con
más asiduidad. Si la acción está limitada a priori a lo que los humanos “con intenciones” y “con
significado” hacen, es difícil ver cómo un martillo, un canasto, un cerrojo, un gato, una alfombra,
un jarro, una lista o una etiqueta pudieran actuar. Podrían existir en el dominio de las relaciones
“materiales” y “casuales”, pero no en el dominio “reflexivo” y “simbólico” de las relaciones
si nos mantenemos en nuestra decisión de partir de
sociales. En cambio,
nuestras controversias sobre actores y agencias, entonces
cualquier cosa que modifica con si incidencia un estado de cosas
es un actor o, si no tiene figuración aún, un actante. Por lo tanto las
preguntas que deben plantearse sobre cualquier agente son simplemente las siguientes: ¿Incide
de algún modo en el curso de la acción de otro agente o no? ¿Hay alguna prueba que permita
que alguien detecte esta incidencia?

Pág. 106-107
La respuesta de sentido común debería ser un “sí” resonante. Si podemos decir sin
inmutarnos que golpear un clavo con un martillo o sin él, hervir agua con una tetera o sin ella,
buscar provisiones con un canasto o sin él, caminar por la calle con ropa o sin ella, cambiar de
canal en la televisión con control remoto o sin él, mantener el control de inventario con una lista
de mercancías o sin ella, llevar una empresa con contabilidad os sin ella, son exactamente
las mismas actividades; que la introducción de estos implementos mundanos
no cambia “nada importante” en la realización de las tareas, entonces
estamos en condiciones de trasmigrar al Lejano Mundo de lo Social y
desaparecer de este mundo inferior. Para los demás miembros de la sociedad
sí tienen incidencia y por lo tanto estos implementos, de acuerdo con nuestra
definición son actores o, más precisamente, participantes en curso de la
acción a la espera de que se les dé figuración.

Pág. 107-108

Por supuesto, no significa que estos participantes “determinan” la acción, que los
canastos “causan” la búsqueda de provisiones o que los martillos “imponen” golpear el clavo. Tal
inversión en la dirección de la influencia simplemente sería una manera de transformar objetos
en causas cuyos efectos serían transportados a través de la acción humana, ahora limitada a
una sucesión de meros intermediarios. Más bien significa que podrían existir muchos matices
metafísicos entre la plena causalidad y la mera inexistencia. Además de “determinar” y servir
como “telón de fondo de la acción humana”, las cosas podrían autorizar, permitir, dar recursos,
alentar, sugerir, influir, bloquear, hacer posible, prohibir, etc.[15] La TAR no es la afirmación
vacía de que son los objetos los que hacen las cosas “en lugar de” los actores humanos: dice
simplemente que ninguna ciencia de lo social puede iniciarse siquiera si no se explora
primero la cuestión de quién y qué practica la acción, aunque signifique permitir que se
incorporen elementos que, a falta de mejor término, podríamos llamar no-humanos. Esta
expresión, como todas las demás elegidas por la TAR, no tiene ningún significado en sí misma.
No designa un dominio de la realidad. No designa pequeños diablejos con sombreros rojos que
actúan a niveles atómicos, sino que sólo se indican que el analista debería estar preparado para
mirar y poder explicar la durabilidad y la extensión de cualquier interacción.[16] El proyecto de
la TAR es simplemente extender la lista y modificar las formas y figuras de los reunidos como
participantes e idear una manera de hacerlos actuar como un todo duradero.

Pág. 108

Para los sociólogos de las asociaciones, lo que es nuevo no es la multiplicidad de


objetos que cualquier curso de acción pone en juego a su paso: nadie negó jamás que existen
por miles; lo que es nuevo es que se destaca de pronto a los objetos no sólo como auténticos
actores, sino también como lo que explica el paisaje plagado de diferencias con el que
comenzamos, los poderes dominantes de la sociedad, las inmensas asimetrías, el ejercicio
aplastante del poder. Ésta es la sorpresa de la que quieren partir los sociólogos de las
asociaciones en vez de considerar, como lo hacen la mayoría de sus colegas, que al menos
nada comparable o que se pueda siquiera relacionar con la acción social humana, y que si bien
a veces pueden “expresar” relaciones de poder, “simbolizar” jerarquías sociales, “reforzar” las
desigualdades sociales, “transportar” poder social, “objetivar” la desigualdad y “reíficar” las
relaciones de género, no pueden estar en el origen de la actividad social.
Pág. 108-109

Durkheim ofrece un buen ejemplo de una definición asimétrica de los actores (1966, pág. 113)
cuando afirma:

Los primero orígenes de todos los procesos sociales de importancia deben buscarse en la
constitución interna del grupo social (itálica en el original de Durkheim).

Es posible ser aún mas preciso. Los elementos que conforman este medio son de dos tipos:
cosas y personas. Además de objetos materiales incorporados a la sociedad, también debe incluirse
los productos de la actividad social previa: leyes, constumbres establecidas, obras literarias y
artísticas, etc. Pero está claro que el impulso que determina las transformaciones sociales no puede
venir de lo material ni de lo inmaterial, porque no poseen el poder de motivación (puissance motrice).
Sin duda hay ocasión de tomarlos en consideración en las explicaciones que se intenta dar. Tienen
cierto peso en la evolución social, cuya velocidad e incluso dirección varían de acuerdo a la
naturaleza de estos elementos; pero no contienen nada de lo requerido para ponerla en marcha. Son
la materia sobre la que actúan las fuerzas sociales de la sociedad, pero por sí mismas no liberan
energía social (acune forcé vive). Como factor activo queda entonces el medio humano mismo.

Pág. 109-110

Esto para mí siempre ha sido una gran sorpresa: ¿Cómo es que, pese a este fenómeno
masivo y ubicuo, la sociología “no tiene objeto”? Más llamativo aun cuando se advierte que esta
disciplina surgió un siglo después de la Revolución Industrial y se ha desarrollado a la par de los
avances técnicos más importantes e intensos que tuvieron lugar desde el neolítico. No sólo eso,
sino: ¿cómo explicar que tantos científicos sociales se enorgullezcan de considerar significado
social en
vez de “meras” relaciones materiales, las “dimensiones simbólicas” en vez de
la “cruda causalidad”? Tal como ocurría en el sexo en el período victoriano, los objetos
no deben mencionarse pero su presencia ha de sentirse en todas partes. Existen, naturalmente,
pero nunca se piensa en ellos, en términos sociales. Como humildes sirvientes viven en los
márgenes de lo social, haciendo la mayor parte del trabajo pero sin que permita mostrarlo. No
parece haber manera, conducto, punto de ingreso para que sean tejidos con la misma lana que
Cuanto más quieren los pensadores
el resto de los vínculos sociales.
radicales llamar la atención sobre los humanos en los márgenes y
en la periferia, tanto menos hablan de objetos. Como si a las cosas se les
hubiera impuesto una maldición, permanecen dormidas como los sirvientes de un castillo
encantado. Pero en cuanto se los libra del estancamiento, comienzan a temblar, estirarse,
murmurar; comienzan a pulular en todas direcciones, sacudiendo a los actores humanos,
despertándolos del sueño dogmático. ¿Sería demasiado infantil decir que la TAR cumple el rol
del beso del Príncipe Encantado que toca tiernamente los labios de la Bella Durmiente? En
cualquier caso, esta escuela llamó la atención antes que nada porque es una sociología
orientada a los objetos para humanos orientados a los objetos y ésa es también la razón por la
que vale la pena escribir una introducción a esta teoría.

Pág. 110
LOS OBJETOS AYUDAN A RASTREAR RELACIONES SOCIALES SÓLO
DE MANERA INTERMITENTE

Es cierto que, a primera vista, la dificultad para registrar el rol de los objetos proviene de
la aparente inconmensurabilidad de sus modos de acción con los vínculos sociales
concebidos de la forma tradicional. Pero los sociólogos de lo social han malentendido la
naturaleza de tal inconmensurabilidad. Han concluido que debido a que son inconmensurables
deben mantenerse separados de los vínculos sociales propiamente dichos, sin advertir que
deberían haber concluido precisamente lo opuesto: porque son inconmensurables se los ha
buscado en primer lugar. Si fueran tan débiles como las capacidades sociales que tienen que
reforzar, si fueran de la misma cualidad material, ¿dónde estaría la ventaja? Éramos mandriles y
hubiésemos seguido siendo mandriles.[17]

Pág. 110-111

Es cierto que modos de acción como la fuerza ejercida por un ladrillo sobre otro ladrillo,
el giro de una rueda en un eje, el equilibrio de una palanca sobre una masa, la reducción de una
fuerza con una polea, el efecto del fuego sobre el fósforo, parecen pertenecer a categorías tan
obviamente diferentes al modo de acción ejercido por una señal de “pare” sobre un ciclista o de
una multitud sobre una mente individual, que resultaría perfectamente razonable poner las
entidades materiales y sociales en dos estantes diferentes. Razonable pero absurdo, una vez
que se advierte que cualquier curso humano de acción podría incorporar en cosa de minutos,
por ejemplo, una orden gritada de poner un ladrillo, la conexión química del cemento con el
agua, la fuerza de una roldana sobre una soga con un movimiento de la mano, el encendido de
un fósforo para dar fuego a un cigarrillo ofrecido por un compañero de trabajo, etc. Aquí la
división al parecer razonable entre lo material y lo social se convierte justamente en lo que
oscurece cualquier investigación respecto de cómo es posible una acción colectiva. Siempre,
por supuesto, que al decir “colectiva” no nos estemos refiriendo a una acción
realizada por fuerzas sociales homogéneas sino, por el contrario, a una acción
que reúne diferentes tipos de fuerzas entretejidas justamente porque son
diferentes.[18] Por eso a partir de aquí la palabra “colectivo” tomará el lugar de “sociedad”. Se
utilizará “sociedad” sólo para el conjunto de entidades ya ensambladas que los sociólogos de los
social creen que están hechas de materia social. Por el otro lado, colectivo designará el proyecto
de ensamblar nuevas entidades que hasta ahora no habían sido reunidas y que por este motivo
aparecen como no compuestas de materia social.

Pág. 111-112

Cualquier curso de acción enhebrará una trayectoria a través de modos de existencia


completamente extraños que han sido reunidos por tal heterogeneidad. La inercia social y la
gravedad física pueden parecer no conectadas, pero ya no es necesario que sea así cuando un
equipo de albañiles está construyendo un muro de ladrillos: se separan nuevamente sólo
después de haber terminado el muro. Pero mientras se está construyendo el muro, no hay duda
de que están conectados. ¿Cómo? La investigación lo determinará. La TAR sostiene que
simplemente no deberíamos creer que está cerrada la cuestión de las relaciones entre actores
heterogéneos, que lo que por lo general se quiere indicar con “social” probablemente tenga que
ver con el reensambaldo de nuevos tipos de actores. La TAR sostiene que si queremos ser un
poco más realistas respecto de los vínculos sociales que los sociólogos “razonables”, entonces
tenemos que aceptar que la continuidad de cualquier curso de acción rara vez consistirá de
conexiones entre humanos (para lo que bastarían, de todos modos, las capacidades sociales
básicas) o conexiones entre objetos, sino que probablemente irá en zigzag de unas a otras.

Pág. 112-113

Para tener una visión correcta de la TAR, es importante advertir que esto no tiene nada
que ver con una “reconciliación” de la famosa dicotomía objeto/sujeto. Distinguir a priori
vínculos “materiales” y “sociales” antes de volver a reunirlos tiene tanto sentido como explicar la
dinámica de una batalla imaginando un grupo de soldados y oficiales completamente desnudos
con una gran montaña de parafernalia –tanques, rifles, papelería, uniformes- y sostener que “por
supuesto que existe alguna relación “dialéctica” entre ambos”.[19] Debería responderse con
fuerza: “¡No!”. No existe relación alguna entre el “mundo material” y el “mundo social”, porque
esta división misma es una compleja invención.[20] Rechazar tal divisoria no es “relacionar” el
montón de soldados desnudos “con” el montón de cosas materiales: es redistribuir todo lo
ensamblado, de arriba abajo y de comienzo a fin. No hay caso empírico donde la existencia de
dos agregados coherentes y homogéneos, por ejemplo tecnología “y” sociedad, pudiera tener
sentido. La TAR no es, de ninguna manera, el establecimiento de una absurda “simetría entre
humanos y no humanos”. Ser simétrico, para nosotros, simplemente significa no imponer a priori
una asimetría espuria entre la acción humana intencional y un mundo material de relaciones
casuales. Hay divisiones que no se debería tratar de eludir, o superar dialécticamente. Más bien
se las debe ignorar y dejarlas libradas a su propio destino, como un castillo que alguna vez fue
magnífico y hoy está en ruinas.[21]

Pág. 113-114

Este interés por el objeto no tiene nada que ver con privilegiar la materia “objetiva” en
oposición al lenguaje, los símbolos, valores o los sentimientos “subjetivos”. Como veremos
cuando absorbamos la siguiente fuente de incertidumbre, la “materia” de la mayoría de los
autoproclamados materialistas no tiene mucho que ver con el tipo de fuerza, causalidad, eficacia
y obstinación que los actantes no humanos poseen en el mundo. Pronto advertiremos que la
“materia” es una interpretación altamente politizada de la causalidad. Para absorber la tercera
fuente de incertidumbre, debemos estar dispuestos a inquirir acerca de la capacidad de ser
agentes de todo tipo de objetos. Pero dado que los objetos tienen roles tan pobres y limitados en
la mayor parte de las ciencias sociales, es muy difícil extender su actividad original a otros tipos
de materiales como documentos, escritos, cuadros, archivos, ganchos para papel, mapas,
dispositivos organizativos, en síntesis, tecnologías intelectuales. [22] En cuanto se devuelve en
alguna medida la libertad de movimiento a los no humanos, la variedad de agentes capaces de
participar en el curso de acción aumenta prodigiosamente y ya no está restringida a los
“productos no comestibles tamaño medio” de los filósofos analíticos. Lo que hace que resulte
difícil comprender la TAR es que ocupa precisamente el espacio que dejan vacío los sociólogos
críticos con las palabras de condena: “cosificación” y “reificación”.

Pág. 114

Pero los sociólogos de lo social no son idiotas. Tienen buenos motivos para dudar antes
de seguir al fluido social dondequiera que los lleve. Lo difícil de comprender al principio es que
una investigación encuadrada en la TAR tenga que abordar tanto la continuidad como la
discontinuidad de los modos de acción. Tenemos que volvernos capaces de seguir la
continuidad fluida de entidades heterogéneas y la completa discontinuidad entre
participantes que, al final, siempre serán inconmensurables. El fluido social no ofrece al analista
una existencia continua y sustancial, sino que más bien hace sólo una aparición provisoria, a la
manera de una lluvia de partículas físicas en el breve instante en que es obligada a existir. Se
empieza por ensamblados que parecen vagamente conocidos y e termina con otros totalmente
extraños. Es cierto que esta oscilación hace particularmente difícil el rastreo de relaciones
sociales cuando se comienza a agregar no humanos a la lista de vínculos sociales bona
fide.

Pág. 114-115

Un pastor y su perro nos recuerdan de modo claro las relaciones sociales, pero cuando
se ve a su rebaño tras una cerca de alambre de púas uno se pregunta dónde están el pastor y
su perro, aunque las ovejas sean retenidas en el campo por el efecto punzante de las púas del
alambre de manera más pertinaz que por el ladrido del perro. No hay duda de que muchas
personas se han convertido en teleadictos sentados pasivamente frente al televisor gracias en
gran medida al control remoto que les permite ir de canal en canal[23] - y sin embargo no hay
semejanza entre las causas de su inmovilidad y la porción de su acción que ha sido llevada a
cabo por una señal infrarroja, aunque no hay duda de que su conducta ha sido permitida
por el comando televisivo.

Pág. 115

¿Es grande o pequeña la diferencia entre un conductor que desacelera cerca de una
escuela porque vio el cartel amarillo que indica “Velocidad máxima 30 km/h” y otro que
desacelera porque quiere proteger la suspensión de su coche, que se de ve amenazada por una
elevación de cemento hecha en la calzada para obligar a desacelerar? Grande, dado que la
obediencia del primero atravesó la moral, los símbolos, las señales, la pintura amarilla, mientras
que el segundo pasó a través de la misma lista a la que se le ha agregado una elevación
cuidadosamente diseñada. Pero es pequeña porque ambos han obedecido algo: el primer
conductor, un altruismo que rara vez se manifiesta: si no hubiese desacelerado, las leyes de la
moral le hubieran roto el corazón; el segundo conductor, un egoísmo ampliamente distribuido: si
no desaceleraba, la elevación de cemento le habría roto la suspensión. ¿Debemos decir que
sólo la primera conexión es social, moral y simbólica, y que la segunda es objetiva y material?
No. Pero si decimos que ambas son sociales, ¿cómo vamos a justificar la diferencia entre
conducta moral y resortes de suspensión? Pueden no ser sociales de punta a punta, pero
ciertamente resultan reunidas o asociadas por el trabajo de los diseñadores de rutas. No
puede uno considerarse un científico social y observar sólo algunos vínculos –los morales,
legales y simbólicos- y detenerse en cuanto hay alguna relación física introducida entre los
otros. Eso haría imposible toda investigación.[24]

Pág. 115-116

¿Cuánto tiempo puede estudiarse una relación social sin que los objetos tomen el
relevo? ¿Un minuto? ¿Una hora? ¿Un microsegundo? ¿Y cuánto tiempo estará visible este
relevo? ¿Un minuto? ¿Una hora? ¿Un microsegundo? Una cosa es segura: si interrumpimos
nuestro trabajo de campo en cada relevo, centrándonos sólo en la lista de conexiones ya
reunidas, el mundo social se volvería inmediatamente opaco, envuelto en esas extrañas brumas
otoñales que dejan a la vista sólo manchones diminutos e impredecibles del paisaje. Y sin
embargo, por otro lado, si los sociólogos también tienen que volverse ingenieros, artesanos,
técnicos, diseñadores, arquitectos, gerentes, promotores, etc., nunca terminarán se seguir a sus
actores a través de esas muchas existencias intermitentes. Por lo tanto, tenemos que tomar en
cuenta a los no humanos sólo en la medida en que se vuelvan conmensurables con los vínculos
sociales y aceptar también, un instante más tarde, su inconmensurabilidad fundamental.[25]
Viajar usando una definición TAR de “social” requiere bastante valentía. No debe sorprendernos
entonces que los sociólogos de lo social se mostraran reacios a aceptar esa dificultad. Que
tuvieran buenos motivos para abstenerse de seguir esas oscilaciones nos significa, sin embargo,
que tuvieran razón. Sólo significa que la sociología requiere de una variedad más amplia de
herramientas.

Pág. 116-117

UNA LISTA DE SITUACIONES EN LAS QUE SE HACE FÁCILMENTE


VISIBLE LA ACTIVIDAD DE UN OBJETO

Al explorar las nuevas asociaciones que componen lo social, los estudiosos de la TAR
han aceptado dos exigencias contradictorias, por un lado, no queremos que el sociólogo se
limite a los vínculos sociales; por el otro lado, no le pedimos al investigador que se convierta en
tecnólogo especializado. Una solución es quedarse con la nueva definición de social como un
fluido visible sólo cuando se están creando nuevas asociaciones. Tal es el “dominio” correcto
de la TAR, aunque no sea una extensión de tierra específica ni un territorio cerrado, sino sólo un
breve destello que puede ocurrir en todas partes como un repentino cambio de fase.

Pág. 117

Por fortuna para los analistas, estas situaciones no son tan raras como se podría pensar.
Para que se dé cuenta de ellos, los objetos tienen que ser incorporados
a relatos. Si no se produce ningún rastro, no ofrecen información alguna
al observador y no tendrán efecto visible sobre otros agentes.
Permanecen en silencio y ya no son actores: no es posible dar cuenta
de ellos. Si bien la situación es la misma: no es posible dar cuenta de
ellos. Si bien la situación es la misma para grupos y agencias –sin
prueba no hay relato ni información-, es claramente más difícil para los
objetos, ya que producir sus efectos mientras permanecen en silencio
es lo que hacen tan bien, como señala Samuel Butler.[26] Una vez
construido, el muro de ladrillos no dice una palabra, aunque el grupo de obreros puede seguir
hablando y pueden proliferar los graffiti en su superficie. Una vez llenados, los cuestionarios
impresos quedan en los archivos desconectados de las intenciones humanas hasta que algún
Los objetos, por la naturaleza misma de sus
historiador los vuelve a la vida.
conexiones con los humanos, pasan rápidamente de ser mediadores a
ser intermediarios, y valen como uno o nada, sin importar lo
complicados que puedan ser internamente. Es por eso que hay que
inventar trucos específicos para hacerlos hablar, es decir, hacerlos
ofrecer descripciones de sí mismos, producir guiones de lo que hacen a
otros, humanos o no humanos.[27]

Pág. 117-118

De nuevo, esta situación no es diferente para los grupos y agencias que analizamos
antes, ya que también hay que hacer hablar a los humanos; y por ello hay que inventar
situaciones muy elaboradas y, a menudo artificiales, para revelar sus acciones y ejecuciones
(desarrollaré más este tema en la quinta incertidumbre). Pero aún así hay una diferencia: una
vez que los humanos vuelven a ser mediadores es difícil detenerlos. Surge una sucesión
indefinida de datos, mientras que los objetos, no importa cuán importantes, eficientes, centrales
o necesarios sean, tienden a retroceder a un segundo plano muy rápido, interrumpiendo el flujo
de datos; y, cuanto mayor sea su importancia, más rápido desaparecen. Esto no significa que
dejen de actuar, sino que su modo de acción ya no está relacionado visiblemente con los
vínculos sociales usuales, dado que dependen de tipos de fuerza escogidas precisamente por
sus diferencias con las sociales, más habituales. Los actos de habla siempre parecen
comparables, compatibles, contiguos y continuos con otros actos de habla; la escritura con la
escritura; la interacción con la interacción; pero los objetos parecen asociables entre sí y con los
vínculos sociales sólo momentáneamente.[28] Esto es bastante normal (pero
complicado de entender) ya que es en virtud de sus capacidades muy heterogéneas como
agentes que se ha dado a los vínculos sociales formas y figuras completamente diferentes.

Pág. 118

Por fortuna es posible multiplicar las ocasiones en que esta visibilidad momentánea se
ve lo suficientemente intensificada como para generar buenas descripciones. Gran parte del
trabajo de campo de los estudiosos de la TAR ha estado dedicado a generar estas ocasiones
por lo que puedo avanzar rápidamente.

Pág. 118-119

La primera solución consiste en estudiar las innovaciones en el taller del


artesano, el departamento de diseño de ingeniero, el laboratorio del científico, los
paneles de pruebas de productos de los especialistas en marketing, el hogar del
usuario, así como las numerosas controversias socio-técnicas. En estos sitios los
objetos viven una vida claramente múltiple y compleja, a través de reuniones, planes, bosquejos,
reglamentos y pruebas. Aquí aparecen plenamente entremezclados con otras agencias sociales
más tradicionales. Es sólo cuando están ubicados en su lugar que desaparecen de la vista. Por
eso el estudio de las innovaciones y controversias ha sido uno de los primeros lugares
privilegiados donde fue posible mantener los objetos como mediadores visibles, distribuidos,
referidos, por más tiempo, antes de que se volvieran intermediarios indivisibles, asociales.

Pág. 119

Segundo, incluso los implementos más rutinarios, tradicionales y silenciosos, dejan de


ser dados por sentados cuando se les aproximan usuarios que se han vuelto ignorantes y torpes
por a distancia: distancia en el tiempo, como en la arqueología; distancia en el espacio,
como en la etnología; distancia en las capacidades, como en el aprendizaje. Si bien esas
asociaciones podrían no ser rastro de una innovación per se, se produce la misma situación
de novedad, al menos para el analistas, por la irrupción en el curso normal de la acción de
implementos extraños, exóticos, arcaicos o misteriosos. En esos encuentros, los objetos se
vuelven mediadores, al menos por un tiempo, antes de desaparecer rápidamente, una vez más
como resultado del conocimiento y la experiencia, el acostumbramiento o el desuso. Cualquiera
que haya tratado de entender un manual de usuario sabrá cuánto tiempo se tarda y lo trabajoso
que es leer lo que se llama irónicamente un “plano de armado”.[29]

Pág. 119-120

El tercer tipo de ocasión es la que ofrecen los accidentes, las fallas y los golpes: de
pronto, intermediarios completamente silenciosos se convierten en mediadores plenos; incluso
objetos que hace un minuto parecían ser totalmente automáticos, autónomos y exentos de
agentes humanos, ahora están compuestos por multitudes de humanos que se mueven con
frenesí, provistos de equipos. Quienes vieron al transbordador Columbia transformado
instantáneamente del instrumento humano más complicado jamás armado a una lluvia de
escombros voladores cayendo sobre Texas comprenderán lo rápido que los objetos dan vuelta
su modo existencia. Por fortuna para la TAR, la reciente proliferación de objetos “peligrosos” ha
multiplicado las ocasiones para escuchar, ver y sentir lo que los objetos pueden estar haciendo
cuando hacen fallar a otros actores.[30] Se están llevando a cabo investigaciones
oficiales en todas partes para revelar la fabulosa extensión que han adquirido
los vínculos sociales en ambientes técnicos. Aquí nuevamente, nunca será la falta de
material lo que detenga los estudios.[31]

Pág. 120

Cuarto, cuando los objetos se retiraran definitivamente a un segundo plano, siempre es


posible –aunque más difícil- sacarlos nuevamente a la luz usando archivos, documentos,
memorias, colecciones de museo, etc., para reproducir artificialmente, a través de los relatos de
los historiadores, el estado de crisis en el que nacieron las máquinas, los dispositivos y los
implementos.[32] Detrás de cada bulbo eléctrico se puede hacer visible a Edison y detrás de
cualquier microchip está la inmensa, anónima Intel. A esta altura, la historia de la tecnología
debería haber revolucionado para siempre las maneras en que se narra la historia social y
cultural.[33] Incluso las herramientas de piedra más humildes y antiguas de la Garganta de
Olduvai en Tanzania han sido convertidas por los paleontólogos en los mediadores que
provocaron la evolución del “hombre moderno”.

Pág. 121

Finalmente, cuando todo lo demás ha fallado, el recurso de la ficción puede llevar –a


través del uso de la historia contrafática, experimentos de pensamiento y “ficción científica”- los
objetos sólidos de hoy a los estados fluidos donde sus relaciones con los humanos pueden tener
sentido. Aquí nuevamente los sociólogos tienen mucho que aprender de los artistas.[34]

No importa qué solución se escoja, el trabajo de campo llevado a cabo por los
estudiosos de la TAR ha demostrado que si no se estudian los objetos no es debido a la falta de
datos sino más bien a la falta de voluntad. Una vez superada la dificultad conceptual del ida y
vuelta entre la conmensurabilidad y la inconmensurabilidad, todos los demás problemas son
cuestiones para la investigación empírica: ya no se trata de cuestiones de cuestiones de
principio. La frontera infranqueable señalada por unas columnas hercúleas que impedía a las
ciencias sociales ir más allá de los confines estrechos de los vínculos sociales a la par de los
que los paleontólogos llaman “humanos anatómicamente modernos”, que se han establecido por
decenas de miles de años más allá de los límites que les dicta la ciencia social.

¿QUIÉN HA ESTADO OLVIDANDO LAS RELACIONES DE PODER?

Ahora por fin podemos señalar lo que molestó tanto a la TAR respecto de las
pretensiones de la sociología de los social de explicar las asimetrías con el fin de ser fiel a la
intuición central de su ciencia; no podía cumplir lo que prometía. La palabra “social” significaba
interacciones cara a cara locales que eran demasiado pasajeras como para explicar las
asimetrías o una apelación mágica a fuerzas tautológicas cuyo costo exacto en cuanto a carga
de objetos nunca estuvo dispuesto a pagar en su totalidad.

Pág. 121-122

Las explicaciones sociales corren el riesgo de ocultar aquello que deberían revelar dado
que demasiado a menudo quedan “sin objeto”.[35] En sus estudios, los sociólogos consideran,
mayormente, un mundo social sin objetos, aunque en su rutina diaria ellos, al igual que todos los
demás, pueden sentirse siempre intrigados por la constante compañía, la continua intimidad, la
contigüidad inveterada, las experiencias apasionadas, el vínculo complicado de los primates con
los objetos durante el último millón de años. Cuando desafiamos el control de calidad de las
tendremos que ser muy escrupulosos al verificar si el
explicaciones de la TAR,
poder y la dominación se explican por la multiplicidad de objetos a los
que se da un rol central y si son transportados por vehículos que
deberían ser visibles empíricamente; y no nos contentaremos con que el poder y la
dominación mismos sean el misterioso contenedor que guarda en su interior lo que hace
mover a los muchos participantes en la acción.

Pág. 122-123

Seguir el camino de los vínculos sociales, incluso cuando atraviesan objetos no sociales,
podría resultar difícil por una razón que nada tiene que ver con la teoría. Para los científicos
sociales había algunos motivos serios detrás de la necesidad de patrullar incesantemente la
frontera que separa el dominio de lo “simbólico” del de lo “natural”, a saber, un buen, es decir, un
mal- razonamiento polémico. Para crearse su propio espacio a comienzos del siglo XIX,
abandonaron las cosas y los objetos en manos de los científicos e ingenieros. La única manera
de reclamar un poco de autonomía era renunciar a los vastos territorios que habían cedido y
limitarse con esfuerzo al territorio cada vez más pequeño que se les había asignado:
“significado” “símbolo”, “intención”, “lenguaje”. Que una bicicleta choque con una piedra, no es
social. Pero que un ciclista pase de largo frente a una señal de “parar”, es social. Si se instala
una nueva central telefónica, esto no es social: pero cuando se debaten los colores de los
aparatos telefónicos, se trata de algo social porque existe, como dicen los diseñadores, “una
dimensión humana” en la elección. Cuando un martillo da en clavo no es social. Pero cuando la
imagen de un martillo está cruzada por una hoz, entonces ingresa al dominio de lo social porque
entra en el “orden simbólico”. Así, todo objeto fue dividido en dos, y los científicos e ingenieros
se llevaron la mayor parte –la eficacia, la causalidad, las conexiones materiales- y les dejaron
las migajas a los especialistas de “lo social” o la dimensión “humana”. Así, cualquier alusión por
parte de los especialistas de la TAR al “poder de los objetos” respecto de las
relaciones sociales era un doloroso recordatorio, para los sociólogos de lo social, del poder que
ejercían los departamentos “más científicos” sobre su independencia –por no decir sobre los
subsidios- y sobre los territorios en los que ya no se les permitía transitar libremente.

Pág. 123

Pero las polémicas entre disciplinas no producen buenos conceptos, sólo barricadas
hechas de escombros que haya a mano. Cuando se divide cualquier estado de cosas en un
componente material al que se agrega como apéndice uno social, hay algo seguro: es una
división artificial impuesta por disputas disciplinarias, no por requisito empírico alguno.
Simplemente quiere decir que la mayor parte de los datos ha desaparecido, que el curso
colectivo de acción no ha sido seguido hasta el final. Ser “tanto materiales como sociales” no es
una manera de existir propia de los objetos: es sólo una manera de dividirlos artificialmente y de
volver completamente misteriosa su agencia particular.

Pág. 123-124

Es justo decir que los científicos sociales no estaban solos en eso de adherir de manera
polémica a una única metafísica entre las muchas disponibles. Sus “queridos colegas” en los
otros departamentos de las ciencias duras también trataban de sostener que todos los objetos
materiales tienen “una sola manera” de actuar que consistía en “determinar casualmente” a
otros objetos materiales para que se movieran. Como veremos en el próximo capítulo, no
otorgaban a lo social otro rol que el de un intermediario que “transporta” fielmente el
peso casual de la materia. Cuando se da el ámbito social un rol tan infame, es grande la
tentación de reaccionar exageradamente y convertir fielmente la agencia de la sociedad. Como
suele suceder con esas polémicas entre disciplinas, la estupidez genera estupidez. Para evitar
la amenaza del “determinismo técnico”, es tentador defender a ultranza el “determinismo social”,
que a su vez se vuelve tan extremo (y convierte la máquina a vapor, por ejemplo, en el “mero
reflejo” del “capitalismo inglés”) que incluso el ingeniero de mente más abierta se convierte en
feroz determinista técnico, golpeando la mesa con exclamaciones viriles acerca del “peso de
los condicionantes materiales”. Estos gestos no tienen más efecto que llevar hasta a un
sociólogo moderado a insistir aún más vehementemente en la importancia de alguna “dimensión
discursiva”.[36]

Pág. 124

Lo que vuelve cuestionable estas disputas es que escoger entre estas posiciones no es
realista. Sería increíble que los millones de participantes en nuestros cursos de acción fueran a
ingresar a los vínculos sociales a través de tres modos de existencia y sólo tres: como
“infraestuctura material” que “determinaría” las relaciones sociales, a la manera de los tipos
marxistas de materialismo; como “espejo” que simplemente “refleje” las distinciones sociales a la
manera de las sociologías críticas de Pierre Bourdieu; o como telón de fondo para el escenario
en el que los actores sociales humanos actúan los roles principales, como en las explicaciones
interaccionistas de Irving Goffman. Ninguna de esas maneras de que los objetos ingresen en lo
colectivo son equivocadas, naturalmente, pero no son sino maneras primitivas de empaquetar
los vínculos que conforman lo colectivo. Ninguna de ellas basta para describir los muchos
enredos de humanos y no humanos.

Pág. 124-125

Hablar de “cultura material” no ayudaría mucho dado que los objetos que en este caso
simplemente estarían relacionados entre sí para formar una capa homogénea, una
configuración que es aún menos probable que la que imagina a los humanos vinculados entre sí
por nada más que vínculos sociales. De todos modos los objetos no están ensamblados para
formar algún otro reino y aún si fuera así no serían fuertes ni débiles, ni se limitarían a “reflejar”
un mero decorado. Su acción es sin duda mucho más variada, su influencia más ubicua, su
efecto mucho más ambiguo, su presencia mucho más distribuida que lo que indican estos
repertorios restringidos. La mejor prueba de esta multiplicidad es provista por un análisis
cuidadoso de los que los objetos hacen realmente en los textos de los escritores aludidos más
arriba: despliegan muchas otras maneras de actuar que las que les reconoce la propia filosofía
de la materia de los autores. Incluso como entidades textuales, los objetos desbordan a sus
hacedores: los intermediarios se convierten en mediadores.[37] Pero para aprender esta
lección, por emepezar, debería abrirse totalmente el campo de investigación lo cual no es
posible si la diferencia entre acción humana y causalidad material se mantiene de manera tan
categórica como Descartes distinguió la mente de la materia (la res extensa de la res
cogitans) como prueba de virtud científica, moral y teológica; incluso él mantuvo abierto el
diminuto conducto de la glándula pineal, que los sociólogos de lo social han eliminado también

Pág. 125-126

Existe, sin embargo, una razón aún más importante para rechazar categóricamente el rol
asignado a los objetos en la sociología de lo social: vacía las referencias a las relaciones de
poder y a las desigualdades sociales de todo significado real. Al dejar de lado los medios
prácticos, es decir los mediadores a través de los cuales se produce la inercia, la durabilidad,
asimetría, la extensión, la dominación, y al fusionar todos estos medios diferentes con el poder
impotente de la inercia social, los sociólogos son los que ocultan las verdaderas causas de las
desigualdades sociales, cuando no son cuidadosos en su uso de las explicaciones sociales. Si
hay un punto en el que confundir causa y efecto tiene consecuencias fundamentales es en este
punto crítico donde es necesario explicar el efecto vertiginoso de la dominación. Por supuesto,
“dominación social” podría ser útil como modo de salir del paso, pero es
apelar a la
demasiado tentador usar el poder en vez de explicarlo, y ese es exactamente el problema
con la mayoría de los “explicadores sociales”: en su búsqueda de explicaciones
poderosas, ¿acaso no es su ambición de poder lo que se advierte? Si, como dice el
dicho, el poder absoluto corrompe por completo, entonces el uso gratuito del concepto de poder
por parte de tantos teóricos críticos los ha corrompido absolutamente, o al menos ha vuelto
redundante su disciplina en impotente su política. Al igual que el “poder dormitivo del opio”
ridiculizado por Molière, el “poder” no sólo adormece a los analistas, lo que no sería tan grave,
sino que también trata de anestesiar a los actores, y eso es un crimen político. Esta ciencia
racionalista, modernista, positivista, alimenta en su vientre el fantasma más arcaico y mágico:
una sociedad autogenerada y auto-explicativa. La sociología, y especialmente la sociología
crítica, demasiado a menudo ha sustituido la madeja estudiada y modificable de los
medios para alcanzar poderes con un mundo de poder por sí mismo invisible, inamovible y
homogéneo.[38] En la sociología las explicaciones poderosas deben ser contra-controladas y
contra-balanceadas.

Pág. 126-127

Por lo tanto, la acusación de olvidar las “relaciones de poder” y las “desigualdades


sociales” debería dirigirse contra los sociólogos de lo social. Si los sociólogos de las
asociaciones esperan hacerse herederos de esta intuición antigua, venerable y plenamente
justificada de las ciencias sociales (a saber, el poder está distribuido de manera desigual), y
también deben explicar cómo fue posible que la dominación lograra semejante nivel de eficacia
y a través de qué medios impensados. Hay bastantes razones para suponer que es la única
manera posible de modificar esa intuición. Para lograrlo, sin embargo, es necesario aceptar una
cuarta incertidumbre, abrir una cuarta lata de gusanos. Y ésta es una verdadera caja de
Pandora.

[1]
En Luc BoItanski y Eve Chiapello (2005 ), The
New Spirit of Capitalism, los autores han hecho explícita esta crítica
de la TAR, come Io hace el filoso ataque en Philip Miiowski y Edward Nik-Khah (2004), “
Marker Made Flesh: Callon,
Performativity, and a Crisis in Science Studies, augmented with Consideration of the FCC
auctions”. Tendremos que esperar hasta la conclusión para abordar nuevamente la cuestión de la relevancia política y
responder a esas críticas.
[2]
“On Power and its Tactics: A view of the Sociology of Science”, y A
Véase John Law (1946a),
Sociology of Monsters. Essay of power. Technology and Domination (1992)
[3] Sobre esta noción de ajuste, véase Frank Cochoy (2002), Une sociologie du packaging ou l´âne de Burdian face au
marché.
[4] El término “fluido” fue introducido en Annemarie Mol y John Law (1994), “Regions, Networks and Fluids: Anaemia and
Social Topology”; véase también Zygmunt Bauman (2000), Liquid Modernity. La palabra “fluido” permite a los analistas
insistir más en la circulación y la naturaleza de lo que es transportado que sí usaran la palabra “red”
[5] Para un planteo inicial de este razonamiento, véase Strum y Latour, “The Meanings of Social”.
[6] En la compleja noción de la naturaleza he logrado distinguir su realidad externa de su unidad: y no van juntas, pese a tanta
filosofía (véase Latour, Politics of Nature). Lo mismo vale para la sociedad: la durabilidad no apunta a su materialidad, sólo a
su movimiento.
[7] Cornelius Castoriadis (1998), en The Imaginary Institution of Society lleva la falacia aún más
lejos, al considerer esta tautología como la base imaginaria de la sociedad. Pero una vez que es
aceptada esta base, no hay manera ya de detectar la coposición social.
[8] El desarrollo y la promoción por propia iniciativa y esfuerzo (boots-trapping) es tomado como
una característica de lo social mismo. Véase Barry Barnes (1983), “Social Life as Bootstrapped
Induction”.
[9] En la parte II descubriremos que esta tautología en la presencia oculta del Cuerpo Político: la
relación paradójica del ciudadano con la República ha contaminado por completo la relación
enteramente diferente del actor y el Sistema. Véase pág. 230.

[10] Es importante en los estudios organizacionales el hecho de que cuando se implica al gran animal tautológicamente, hay
que buscar versiones, documentos y la circulación de formas. Véase Bárbara Czarniawska (1997), A Narrative Approach To
Organization Studies; F. Cooren, The organizing Property of Communications, y James R. Taylor (1993), Rethinking the
Theory of Organizational Communication: How to Read an Organization.
[11] Véase Hans Kummer (1995), In Quest of the Sacred Baboon para la noción clave de “herramientas sociales”
respecto de los mandriles Hamadryas.
[12] La palabra “objeto” será usada para llenar un vacío hasta el siguiente capítulo, dónde será reemplazada por “cuestión de
interés”. No hay manera de acelerar las cosas dado que la TAR se define en este libro con la presentación sucesivamente de
las cinco fuentes de incertidumbre.
[13] No puede entenderse independientemente de las otras dos incertidumbres acerca de los grupos y de la acción. Sin ellas,
la TAR se reduce de inmediato a un razonamiento más bien tonto acerca del carácter de agente casual de los objetos
técnicos, es decir, un claro retorno al determinismo técnico.
[14] Para que tenga sentido la palabra “delegación”, es necesario tener en mente la teoría de la acción TAR, cómo alguien
hace que otro haga cosas. Si no se toma en cuenta tal dislocación, la delegación se vuelve otra relación causal y una
resurrección de un Homo Faber plenamente en control de lo que él –casi siempre es un “él”-hace con las herramientas.
affordance (prestación), introducida en James G. Gibson
[15] Es por esto que la noción de
(1986), The Ecological Approach to Visual Perception, ha resultado tan útil. La
multiplicidad de modos de acción cuando se trata con tecnologías –blandas y duras- es muy
bien abordada por Shchuman, Plans and Situated Actions, C. Goodwin y M. Goodwin
(1996), “Formulating Plans: Seeing as a situated activity”, y Bernard Conein, Nicolas
Dodier y Laurent Thévenot (1993), Les objets dans l´action. De la maison au laboratoire.
[16] Hay un poco de preconcepto antropocéntrico en el uso de la expresión no-humanos. He explicado en otro trabajo en
detalle como el par humano / no-humano debería se sustituido por la dicotomía insuperable sujeto/objeto (véase Latour,
Politics of Nature). No debe buscarse otro significado en esta noción: no especifica ningún dominio ontológico, sino que
simplemente reemplaza otra diferencia conceptual. Para un panorama completo de las relaciones humanas/no humanas,
véase Philippe Descola (2005), La nature des cultures.
[17] Este es el poder de la ya superada pero aún hermosa síntesis ofrecida en André Leroi-Gourhan (1993), Gesture
and Speech. Para una visión más reciente del estado del arte en este campo, véanse Pierte Lemonnier (1993),
Technological Choice. Transformation in Material Cultures since the Neolithic y Bruto Latour y Pierre
Lemonnier (1994), De la préhistoire aux missiles balistiques - l’intelligence sociale des techniques.
[18] Esto es lo estaba en juego en la disputa respecto del rol exacto de los no humanos, conocida como la “controversia
“Epistemological Chicken” y Michel Callon y Bruno Latour
Bath”. Véanse Harry Collins y Steven Yearly (1992),
(1992), “Don`t throw the Baby out with the Bath School! A reply to Collins and Yealrey”, un
pequeño hito para nuestro campo.
[19] Véase Diane Vaughan (1996), The Challeger Launch Decision: Risky Technology, Culture and
Deviance at NASA. “Pero yo creí que con suficiente inmersión en los materiales sobre el caso y consultando expertos
técnicos, podría dominar aceptablemente los detalles técnicos necesarios para abordar las cuestiones sociológicas. Al fin de
cuentas lo que quería explicar era la conducta humana y estaba capacitada para ello” (pág. 40). Esta posición es razonable,
¿pero es la mejor manera de seguir un curso de acción como este?: “Aproximadamente a las 7:00 a.m., el equipo de hielo hizo
si segunda inspección de la plataforma de lanzamiento. Sobre la base de su informe, se postergó el momento del lanzamiento
para permitir una tercera inspección de hielo” (pág. 328). ¿Dónde está la divisoria aquí entre ingeniería y sociología?
[20] Los psicólogos han demostrado que incluso un bebé de dos meses puede diferenciar claramente movimientos
intencionales y no intencionales. Los humanos y los objetos son claramente distintos. Véanse Olivier Houdé (1997),
Rationalité, développement et inhibition: Un nouveau cadre d`analyse, y Dan Sperber, David
Premack y Ann James Premack (1996), Casual Cognition: A Multidisciplinary Debate. Pero una diferencia
no es una divisoria. Los niños pequeños son mucho más razonables que los humanistas: aunque perciben las numerosas
diferencias entre las bolas de billar y las personas, esto no les impide seguir cómo sus acciones se entrelazan en las
mismas historias.
[21] Esta es la razón por la que he abandonado casi por completo la metáfora geométrica del “principio de simetría”, cuando
advertí que los lectores llegaban a la conclusión de que la naturaleza y la sociedad debían “mantenerse unidas” para estudiar
“simétricamente” “objetos” y “sujetos”, “no humanos” y “humanos”. Pero lo que yo tenía en mente no era y, sino ninguno de los
dos: una disolución conjunta de ambos colectores. Lo último que quería era darle nueva vida a la naturaleza y la sociedad a
través de la “simetría”.

[22] Cognición distribuida, conocimiento situado, historia de tecnologías intelectuales, estudios de la ciencia, ciencias
administrativas y contabilidad social han multiplicado cada uno a su manera la variedad de los objetos que intervienen en
hacer que las interacciones duren más tengan mayor alcance. Esta larga tendencia a la materialización de tecnlogías no
The Domestication of the Savage Mind; véase Geoffrey C.
materiales tiene su origen en Jack Goody (1977),
Bowker y Susan Leigh Star (1999), Sorting Thing Out: Classification and its Consequences; Paolo
Quattrone (2004), “Accounting for God. Accounting and Accountability Practices in the Society
of Jesus (Italy, 16th-17th centuries)”, y el trabajo ya clásico de Michel Foucault (1973), The Birth of the
Clinic, An Archaeology of Medical Perception .
[23] Pruébelo usted mismo: arrójelo al cesto y vea el tiempo que pasará yendo y viniendo del sillón al televisor.
[24] Dado que a menudo se acusa a la TAR de ser indiferente a la moral, vale la pena recordar que hay buenas razones
deontológicas para tener al menos tanta libertar de movimiento como los actores que estudiamos. Este principio es tan antiguo
“Struggles and Negotiations to Decide what is
como la noción de traducción. Véase Michel Callon (1981),
Problematic and what is not: The Sociology of Translation”.
[25] Esta idea se opone claramente al programa sin duda asimétrico que propone Weber: “No tener significado no es
idéntico a no tener vida o ser no humano; cada artefacto, como por ejemplo una máquina, puede ser
entendida sólo en términos del significado que su producción y uso han tenido o tendrán para la acción
humana; significado que puede derivar de una relación con propósitos diversos en exceso. Sin
referencia a este significado tal objeto es completamente ininteligible”. Max Weber (1947), The Theory of
Social and Economic Organization (pág.93). Luego sigue una definición de medios y fines que se opone por completo a
la noción de mediadores.
[26] Samuel Butler (1872), Erewhon (https://www.marxists.org/reference/archive/butler-samuel/1872/erewhon/index.htm)
[27] Madeleine Akrich (1992), “The
De-Scription of Technical Objects”; (1993), “A Gazogene in Costa
Rica: An Experiment in Techno-Sociology”; y Madeleine Akrich y Bruno Latour “(1992), “A Summary of
a Convenient Vocabulary for the Semiotics of Human and Non-human Assemblies”.
[28] Ambas impresiones son solo ciertas superficialmente. Un curso de acción humano nunca es homogéneo y nunca hay una
tecnología tan bien organizada que funcione automáticamente. Y sin embargo la diferencia práctica se mantiene para alguien
que lleva adelante una investigación.
[29] Véase Donal A. Norman (1988),The Psychology of Everyday Things; (1993), Things that Make Us
Smart; Madeleine Akrich y Dominique Bouiller (1991), “Le mode d`employ: genèse et usage”; y capítulo 6 en H.
Garfinkel (2002), Ethnomethodology`s Program: Working Out Durkheim`s Aphorism .
[30] La multiplicación de esos objetos “peligrosos” está en el centro de Ulrich Beck (1992), Risk Society. Towards a
New Modernity. Aunque aplica una teoría totalmente diferente, la atención de Beck a las nuevas formas de objetividad
(lo que llama “modernización reflexiva”) mantiene a su innovadora sociología en una conversación muy estrecha
con la TAR, especialmente a través de sus intereses políticos o, más bien, “cosmopolíticos”.
[31] Gracias a la proliferación de accidentes y la extensión de los intereses democráticos, esas fuentes de datos se multiplican.
Véase Michel Callon, Pierre Lascoumes y Yannick Barthe (2001), Agir dans un monde incertain. Essai sur la
démocratie technique; Richard Rogers (2005), Information Politic on the Web; y Vaughan, The
Challenger Launch Decision.
[32] El encuentro con Thomas P. Hughes (1983),Networks of Power. Electrification in Western Sociey,
1880-1930, fue importante porque Hughes se abstuvo de dar una explicación en términos de la determinación social de la
tecnología y había creado la expresión “red sin costuras”. Véase Thomas P. Hughes (1996), “The Seamless
Web: Technology, Science, Etcetera, Etcetera”.
[33] No hay diferencias en ese sentido entre la historia de la tecnología y la TAR salvo cuando se explicita la teoría social, pero
a menudo este empaquetado sociológico tiene tan poca relación con los casos en cuestión que no significa ninguna diferencia
real.
[34] Véase desde Francis Ponge (1972), The Voice of Things hasta los experimentos del pensamiento permitidos por la
ciencia ficción o el trabajo decisivo de Richard Powers como novelista de los estudios de la ciencia, por ejemplo, en Richard
Powers (1995), Galatea 2.2.
[35] Si bien proliferan los objetos en las obras de Simmel, Elias y Marx, la presencia de objetos no basta para cargar lo social.
Es su manera de incorporarse lo que marca la diferencia. De allí la necesidad de agregar la cuarta incertidumbre (véase el
siguiente capítulo) a la que refiere la agencia y más tarde la redefinición de la política (véase la conclusión). Para un conjunto
muy útil de casos relacionados con el efecto de los estudios de tecnología sobre materialismo, véase Donald Mackenzie y
Judy Wajcman (1999) The Social Shapping of Technology.
[36] Véanse ejemplos de este “tira y afloje”, y de las maneras de apaciguarlo en Philippe Descola y Gisli Palsson (1996),
Nature ans Society. Anthropological Perspective. Véanse también Tim Ingold (2000), Perception of the
Environment: Essay in Livelihood, Dwelling and Skill y las primeras discusiones respecto de los
volúmenes de Bijker en Wiebe E. Bijker y John Law (1992), Shaping Technology-Building Society: Studies
in Sociotechnical Change; Wiebe E. Bijker, Thomas P. Hughues y Trevor Pinch (1987), The Social
Construction of Technological System. New Directions in the Sociology and History of
Technology, y Wiebe Bijker (1995), Of Bicycles, Bakelites, and Bulbs. Towards a Theory of
Sociotechnical Change.
[37] Un caso crucial es el del fetichismo en ElCapital, donde el fetiche textual hace mucho más en el texto de Marx que lo
que Marx mismo lo reduce a hacer. Véanse William Pietz (1985), “The Problem of the Fetish, I” y (1993),
“Fetishism and Mterialism: the Limits of Theory in Marx”.
[38] Que esta lección es fácil de olvidar lo muestra de manera clara el destino transatlántico de Michel Foucault. Nadie pue
más preciso en esta disección analítica de los ingredientes diminutos de los cuales está compuesto el poder y nadie fue más
crítico de las explicaciones sociales. Pero en cuanto a Foucault fue traducido se convirtió del inmediato en el que había
“puesto al descubierto” las relaciones de poder que se encuentran detrás de cada actividad inocua: la locura, la historia
natural, el sexo, la administración, etc. Esto demuestra una vez más con qué energía debe combatirse la noción de explicación
social: ni siquiera el genio de Foucault pudo evitar tal inversión.

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