Octavo Mandamiento
Octavo Mandamiento
Octavo Mandamiento
Los Mandamientos
El apóstol Santiago nos dice que «quien no peca con la lengua es varón per-
fecto» (Sant. 3 2); e igualmente: «La lengua es, en verdad, un pequeño miembro,
pero se gloría de grandes cosas. Un poco de fuego, ¡mirad qué gran selva incen-
dia!» (Sant. 3 3). De estas palabras, y de las que luego le siguen, se deduce la
importancia de este octavo mandamiento, y se nos advierten dos cosas: • que el
pecado de la lengua se halla muy extendido, tanto que este pecado es casi el
único en que parecen incurrir todos los hombres; • y que proceden de él males
sin cuento; pues muchas veces, por culpa de una mala lengua, se pierde la ha-
cienda, la honra, la vida y la misma salvación del alma, tanto del que es ofendido
(que no sabiendo sufrir con paciencia las injurias, desea vengarlas furiosamente)
como del que ofende (que atemorizado por una mala vergüenza y estima propia,
no se decide a dar satisfacción a aquel a quien ofendió). Por eso debemos agra-
decer vivamente a Dios que nos libre de las injurias de nuestros prójimos y pro-
teja nuestra fama por medio de esta prohibición de injuriar.
Procediendo en este mandamiento con el mismo orden y método que en los anteriores,
reconocemos en él dos partes: • una que prohíbe levantar falso testimonio; • y otra que
manda que, desterrando toda doblez y fingimiento, ajustemos nuestras palabras y
nuestras obras según la sencilla verdad.
reza se reduzcan al adulterio; del mismo modo, entre las diversas formas de ve-
racidad, la que más afecta al bien común es la que se requiere para que se man-
tenga incólume la justicia en la sociedad.
1º Deberes de los jueces. — Manda este precepto, ante todo, que nadie se arrogue las
atribuciones de los jueces si no tiene las debidas aptitudes, para que no dicte senten-
cia en causa y asunto que no conoce. Y luego, que los juicios se celebren en justicia y
según las leyes, esto es: • que los jueces oigan la causa de los acusados (Act. 16 37); •
que no absuelvan a los culpables, ni condenen a los inocentes (Ex. 23 7); • y que en el
juicio no se dejen llevar de interés alguno, ni de amistad, ni de odio (Deut. 1 16-17).
2º Deberes de los reos. — Deben éstos confesar la verdad cuando son interrogados
legalmente, porque tal confesión es testimonio y expresión de alabanza y de la gloria
de Dios (Jos. 7 19).
3º Deberes de los testigos. — No sólo no deben decir ningún falso testimonio, sino
que también deben decir la verdad, sin poder entonces ocultarla. En efecto, muchas
cosas hay que no podemos ignorar, y tampoco conocer por nosotros mismos; por
donde es necesario contar con testigos fidedignos y veraces. Y aunque a veces sea
lícito ocultar la verdad, no lo es en el juicio. Así, pues, tanto peca el que dice mentira
como el que oculta la verdad.
4º Deberes de los procuradores y abogados. — Deben defender con sus servicios las
causas justas de sus clientes, y aun defender gratuitamente al pobre, pero no pueden
tomar a su cargo causas injustas o pleitos de mala fe, ni prolongarlas por avaricia.
5º Deberes de los demandantes y fiscales. — No deben causar perjuicio a nadie con
acusaciones injustas, o llevados por alguna pasión desordenada.