Arte y Escritura
Arte y Escritura
Arte y Escritura
RESUMEN
Las palabras tienen cuerpo, color, peso, textura. Para mostrarlo, bastará un
par de ejemplos. Podemos comenzar con un fragmento de El Siglo de las
Luces de Alejo Carpentier:
Ésta última, en concreto, realiza una operación muy extraña sobre el lenguaje:
lo fija, vuelca al mundo estático del espacio de la página la naturaleza
dinámica del habla en el tiempo. Esta fijación, que salva a las palabras del
olvido, es, sin embargo, una forma de muerte: el escrito vive solo cuando
es leído y para la inmensa mayoría de las personas, de más está decirlo,
el mundo es más real que las palabras escritas, las cuales, como denunció
Platón, no responden preguntas ni replican argumentos (Ong, 1987, p. 82).
Existe de hecho una identificación psicológica entre la escritura y la muerte,
la encontramos en la frase del Nuevo Testamento: ¨La letra mata, mas el
Tercera aproximación:
La escritura y las artes
Con toda certeza los primeros artistas modernos de América Latina son los
modernistas, claro está, mas no por el nombre, sino por el agudo carácter
crítico y autoconciente del grupo. Esta bandada de escritores dominaba
con erudición filológica toda la tradición literaria de Occidente y estaba
muy bien informada de lo que ocurría en literatura, pintura, escultura, filo-
sofía y música, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Desde luego,
no desdeñaron el mundo indígena y prehispánico, ni lo que llegaron a saber
de Oriente a través del arte europeo de la época. Todo en sus poemas, en-
sayos, artículos, cuentos y novelas, sensibleros y efectistas en la superficie,
era producto de un diálogo, una reelaboración conciente de la enorme tra-
dición cultural mencionada. Para muestra, baste un poema de Rubén Darío:
A mi modo de ver, las vanguardias, casi 400 años después del Renacimiento,
conformarán la siguiente generación de artistas que asumirá de modo con-
ciente y hasta las últimas consecuencias el carácter reflejo del arte moderno.
Las vanguardias son un gigantesco laboratorio de procedimientos y técnicas.
Las propias obras y la acción creadora son las formas de autoanálisis e in-
vestigación, pero también los textos teóricos son espacio para el análisis: los
manifiestos, a cargo de los poetas la mayor parte de las veces. Los escritos
de Paul Klee, Kandinsky, Moholy Nagy y muchos artistas que pasaron por
el Bauhaus suceden o acompañan el hacer: quizá la tarea de instruir les llevó
a la escritura. Los grandes arquitectos del llamado ¨Movimiento Moderno¨
nunca dejaron de publicar catálogos, artículos, libros y manifiestos, en un
Se me ocurren dos razones válidas por las que alguien puede escribir
acerca de arte, sea el propio artista, un crítico o un académico. La primera
se desprende de lo ya comentado: desde el Renacimiento y la imprenta el
pensamiento crítico racional se vuelca sobre todo tema posible -no solo
sobre la teología- y tal actividad crítica debe escribirse a fin de ser difundida
y universalizada. La escritura obliga al escritor a ordenar el pensamiento y
afinar las ideas, la lectura conduce al análisis: sin la difusión de tales procesos
a través de la imprenta, es difícil imaginar la libertad de pensamiento y el
pensamiento crítico tal como las conocemos y practicamos. La segunda
razón es anterior a ésta, temporal y jerárquicamente. En el libro del Génesis,
Dios da al hombre dos tareas: la primera es cultivar el jardín del Edén;
la segunda, darle nombre a las criaturas (Génesis: 2, 15-20). En el Popol
Vuh, los dioses destruyen los primeros seres creados porque no hablan.
Estos relatos señalan y dicen sin decir que el ser humano se define por
la posibilidad y la necesidad de formular el mundo y el pensamiento en
palabras: nombrar, hablar, representar. Sin palabra no hay humanidad.
1 Este texto fue presentado originalmente como ponencia en el mencionado evento, reali-
zado en la Facultad de Arte de la Universidad de Los Andes del 10 al 14 de mayo de 2010.
2 For the truth is that language is not a scientific thing at all, but wholly an artistic thing, a
thing invented by hunters, and killers, and such artists long before science was dreamed of.
The truth is simply that the tongue is not a reliable instrument, like a theodolite or a camera.
The tongue is most truly an unruly member, as the wise saint has called it, a thing poetic
and dangerous, like music or fire (Chesterton, 1904, pp. 44-45)
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