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Informacion para Hacer El Ensayo de La Paz Mundial

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La 

paz mundial, o paz en la Tierra, es el concepto de un estado ideal de


felicidad, libertad y paz entre todas las personas y naciones en la Tierra. Esta idea de la no
violencia mundial es una motivación para que las personas y las naciones cooperen, ya
sea de manera voluntaria o en virtud de un sistema de gobernanza que impida la guerra.
Diferentes culturas, religiones, filosofías y organizaciones tienen diferentes conceptos
sobre cómo se produciría tal estado.

Jesucristo puede brindarnos paz duradera, incluso durante las dificultades y las
pruebas.

En un mundo de agitación social, política y religiosa, ¿qué necesitas para tener


paz? ¿Buenos amigos? ¿Una familia amorosa? ¿Seguridad y protección? En
ocasiones, pensamos que nuestra vida debe cumplir con requisitos como esos
para que en verdad podamos sentir paz. Sin embargo, la vida jamás será
perfecta y sencilla en todos los aspectos. Entonces, ¿cómo podemos afrontar
las pruebas y sentir paz al mismo tiempo?
El mundo nos dice que solamente puede sentirse paz cuando no hay conflicto
alguno; pero no es verdad. Por medio de Su evangelio, Jesucristo nos
proporciona una paz interior que sobrepasa la paz que ofrece el mundo. Si
confiamos en Él con fe, podemos sentir paz en cualquier circunstancia.

El Salvador enseñó: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el


mundo la da” (Juan 14:27; cursiva agregada). Las siguientes son algunas de
las formas en que la paz del mundo difiere de la paz de Jesucristo.

La paz del mundo


1. La paz debe llegar de forma instantánea; ¡no deberíamos tener que
esperarla!
2. No puedes hallar paz durante las dificultades.
3. La paz es la ausencia de guerra.
4. La paz se alcanza cuando vives tal como quieres vivir.
5. Admitir tus faltas y debilidades no trae paz.
6. La paz se logra al centrarte solamente en tus propias necesidades.
7. La paz se obtiene al procurar la aprobación de los demás.
8. Debemos tratar de alcanzar nuestra propia paz individual.

La paz en Cristo
1. En ocasiones tenemos que aguardar la paz; no obstante, “no te des por
vencido… Confía en Dios y cree en las cosas buenas que están por venir” 1.
2. La paz puede llegar incluso en medio de las pruebas.
3. La paz puede hallarse en cualquier circunstancia.
4. La paz se alcanza al vivir el Evangelio y al obedecer los mandamientos.
5. El arrepentimiento sincero nos da paz. “Lo hermoso de la
palabra arrepentimiento es la promesa de que se puede escapar de los viejos
problemas, y de los viejos hábitos, y de los viejos pesares, y los viejos
pecados. Se halla entre las palabras más esperanzadoras y alentadoras —y sí,
más apacibles— de todo el vocabulario del Evangelio” 2.
6. La paz llega al prestar servicio y al ser un pacificador para los demás.
7. La paz se logra al procurar ser mejores discípulos de Jesucristo.
8. “El tipo de paz que se promete como recompensa a la rectitud… es el
don prometido mediante la misión y el sacrificio expiatorio del Salvador” 3.
Si hacemos de Jesucristo el centro de nuestra vida, en verdad sentiremos que
Él “[habla] paz a nuestras almas” (véase Alma 58: 11). En este mundo,
experimentaremos momentos difíciles, pero tenemos la bendición de saber
que tenemos a Alguien a quien acudir en cualquier circunstancia
problemática. El Salvador dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí
tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al
mundo” (Juan 16:33). La paz es posible hoy y para siempre gracias a la
expiación del Salvador.

BENJAMIN FORCANO
19 MAY 2002 - 16:00 CST

Tan cierto como que no habrá paz mundial sin una ética mundial, lo es que no
la habrá sin diálogo entre las religiones.

La mentalidad moderna es reacia a este planteamiento, simplemente porque


cree que para la solución de los problemas humanos basta el hombre:
antropocentrismo. Las religiones, históricamente hablando, desempeñarían un
papel de enajenación, de desdoblamiento o de abdicación de lo humano.

Hoy, una posición autocrítica nos hace ver que las religiones han sido
ciertamente factor de estancamiento, retroceso y represión del hombre y de los
pueblos, pero también lo han sido de renovación y de referencia esencial para
asegurar el sentido de la vida humana y los valores de la sociedad. Si miramos
a las tres grandes religiones: islam, judaísmo y cristianismo, encontramos en
ellas brotes de fundamentalismo y también un espléndido florecimiento de
corrientes místico-teológicas que cantan al hombre como artífice racional,
creativo, libre y solidario de una nueva humanidad.
En España estas tres grandes religiones fueron capaces de crear en el siglo XV
una convivencia pacífica y creativa, de diálogo y libertades compartidas. Y, en
la actualidad, son poderosos los movimientos que animan una convivencia
ecuménica y planetaria, cohesionadora de lo común.

Por otra parte, científicos y filósofos no dudan en afirmar que es posible,


válida y urgente una ética racional, vinculante a escala mundial, pero que
ponga en guardia contra los desmanes de un cierto imperialismo
tecnocientífico. La auténtica religión no absolutiza la 'diosa razón' o el 'dios
progreso'. Y, al ser desmitologizados, no pueden ser reemplazados por otro
nuevo ídolo: el mercado mundial.

La irreversibilidad del mundo globalizado en que vivimos nos constriñe a un


enfoque de los problemas que sea global y holístico y no sectario y
excluyente.

Y, dentro de ese tratamiento, las religiones tienen que seguir dando


explicación a cuestiones básicas vitales: sentido de la existencia, problema del
mal, dolor, culpa, enfermedad, muerte, más allá, pervivencia, etcétera. Los
ateísmos no parece que hayan sustituido a las religiones en esta tarea de
clarificar esas cuestiones ni en fundamentar la incondicionalidad de los
valores morales.

Las religiones tienen, de cara al futuro, una enorme responsabilidad, porque


ellas pueden unirse en la propuesta del bien y dignidad de la persona como
principio básico y fin decisivo de todo comportamiento, fundado además con
profundidad religiosa. Ellas pueden ofrecer disposiciones, actitudes y
'virtudes' capaces de conducir el comportamiento desde dentro, ofrecer
normas de valor moral incondicionales y dar horizontes de sentido frente al
vacío de este mundo. Pero, sobre todo, su avance debe darse en el campo de la
praxis, con una actuación común, que demuestre su veracidad. Lo importante
no es preguntarse si el que sufre tortura, maltrato o marginación es budista,
cristiano, judío o hindú, o es nacional o extranjero, sino si es ser humano y se
le ayuda y se es solidario con él.

Afirmar que la familia humana tiene una unidad y dignidad común, que es
inviolable la persona y la conciencia, que poder no equivale a derecho, que el
amor y la compasión son superiores al odio y la enemistad, que resulta
obligatorio estar de parte de los pobres y oprimidos y no de los ricos y
opresores, de que vencerá al fin la buena voluntad, son valores que nos unen y
más importantes que todo lo que nos separa.

La historia, es verdad, carga en la cuenta de las religiones demasiadas guerras


y demasiados conflictos, que han demostrado un gran potencial destructivo;
pero también disponen de un inmenso poder constructivo y en el mundo
entero crece la conciencia, la simpatía y la adhesión a la tesis de que no puede
haber paz en el mundo sin paz entre las religiones.

He aquí algunas pautas que podrían hacer surgir esta paz entre las religiones:

1. La autocrítica al interior de cada religión, pues ninguna religión está libre


de culpa y la alterocrítica sólo es responsable cuando va acompañada de una
decidida autocrítica. Reformadores, profetas y sabios han criticado no pocas
veces a sus religiones por apartarse de su esencia originaria y normativa.

2. No todo está permitido, aunque sea propuesto por las religiones. Los fines
religiosos no pueden santificar los medios. Por motivos religiosos no se
pueden legitimar los sacrificios humanos, quemar herejes, hacer culto de la
prostitución, la promiscuidad sexual, ni el imperialismo, ni el racismo, ni el
chauvinismo masculino, ni el odio a nadie bajo un pretendido
fundamentalismo religioso. ¿Se puede poner precio a la cabeza de un hombre
por considerarlo hereje o apóstata?

3. Hay unos derechos y valores humanos que deben ser supuestos y


salvaguardados por las religiones. Esos valores (libertad de fe, libertad de
conciencia, libertad de religión, democracia, igualdad de la mujer, derecho a
la disidencia, etcétera) han sido no pocas veces negados en contra del
humanismo moderno. La dignidad y valores humanos deben encontrar
derecho de ciudadanía en todas las religiones y recibir de ellas vinculación
incondicional.

4. Criterio mínimo coincidente: la dignidad humana con sus consecuentes


valores esenciales. Moralmente bueno es lo que posibilita y permite, a nivel
individual y social, una vida auténticamente humana. Lo verdaderamente
humano se apoya en lo divino.

Lo humano es una exigencia mínima para cada religión y la verdadera religión


es consumación de la verdadera humanidad.

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