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Derecho Penal - Reporte de Lectura

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DERECHO PENAL

REPORTE DE LECTURA.

“TEORÍA DEL DELITO Y PRAXIS PENAL” (Aportes del normativismo)


Autores:
JORGE BARRERA – Profesor de Derecho Penal – Universidad de Montevideo.
MARIO PEREIRA – Profesor de Derecho Penal y Criminología – Universidad Internacional de Catalunya Barcelona.
Editorial: B de F – Montevideo Buenos Aires – 2012.
OBJETIVO DEL TEXTO SUJETO DE ESTUDIO

El objetivo principal del texto es introducir el normativismo en la discusión doctrinal


como un planteamiento metodológico qué sucede en la línea de evolución de las
ideas jurídico-penales al neokantismo y al finalismo. No se limita a hacer un
recuento general de los rasgos definitorios del normativismo, sino que asume una
orientación bastante definida a favor del planteamiento normativista. A medida de lo
que es posible los autores destacan marcadas diferencias con la propuesta
normativa de una y otra teoría sometiéndose a diversas críticas. Dentro de las
críticas expresamente achacadas el normativismo sistémico se menciona su
vinculación al derecho positivo sin discutir la legitimidad de las normas, así como la
pérdida de toda referencia empírica en la explicación de la función del derecho
penal. En este trabajo se destaca el carácter imprescindible de la seguridad
cognitiva de la vigencia de la norma como condición necesaria para que la pena
pueda cumplir su función.
BREVE RECUENTO DE LAS PRINCIPALES IDEAS

En la primera parte del libro, los autores dejan en claro qué el normativismo que
siguen no conlleva una pérdida de referencia al individuo y, por lo tanto, una posición
incompatible con el garantismo. Luego de hacer una breve exposición sobre la
evolución del pensamiento dogmático y la repercusión de los distintos
planteamientos en la protección del individuo, terminan asumiendo, como el método
dogmático que mejor se ajusta a la defensa del individuo, una visión normativa con
una base valorativa culturalmente determinada y atenta a los datos de la realidad
empírica. El normativismo seguido por los autores se distancia abiertamente el
propuesto por otros autores que parten de una definición sociológica de la persona
con la consiguiente pérdida de su individualidad.

La segunda parte del libro se ocupa de la influencia del normativismo en la teoría


de la norma penal y, por lo tanto, en la estructuración de la teoría del delito. Después
de hacer precisiones puntuales sobre la norma penal primaria y secundaria, los
autores entran en la cuestión de cómo la concepción de la norma penal asumida
repercute en la configuración de la teoría del delito. Con una claridad expositiva
destacable, precisan el papel que la norma de conducta tiene la configuración de la
actividad del delito cómo se va alternando su dimensión imperativa y valorativa. A
la norma primaria se le asigna una función de determinación de los ciudadanos para
disuadirlos de cometer conductas delictivas. La posición tomada por los actores
pone de manifiesto la centralidad que tiene la norma primaria en la sistemática del
delito, lo que supone, por otro lado, asumir ciertos presupuestos lógicamente
necesarios. En concreto se hace necesario partir de la existencia de un diálogo
racional entre la norma y sus destinatarios. Sin embargo, al respecto cabe discutir
los aspectos fundamentales a saber si realmente existe el antes referido diálogo
racional entre norma y destinatario, y si una teoría de la imputación que prescinde
de la norma primaria es per se antigarantista.
En la tercera parte los autores toman posición por un normativismo al que califican
de motivacional. El punto de partida de este planteamiento es que la norma primaria
no se agota en lo descrito del tipo objetivo, sino que abarca las relaciones
intersubjetivas capaces de lesionar el bien jurídico. A determinar si una conducta
concreta entra dentro del abarcado por la norma penal, no pueden dejarse de lado
los principios jurídico-penales, así como la realidad subyacente.
METODOLOGÍA

En este reporte de lectura acerca de la teoría del delito y la praxis penal, se realizará
una reseña de los aportes del normativismo, se profundizará en el concepto y las
diversas ideas que manejan algunos autores para definir los antecedentes del
normativismo haciendo énfasis en el estado previo al neokantismo y el causalismo
naturalista para sí poder entender también el Neokantismo y el Finalismo.
Posteriormente, se desarrollará la relación con la norma penal introduciéndonos así
en los conceptos básicos acerca de la norma primaria y secundaria acompañadas
de la evolución de los conceptos basados en las tesis de diversos autores según
sus teorías del delito y la posición que este tiene como un normativismo motivacional
de acuerdo con nuestra concepción acerca de la norma penal.
RESEÑA O SINTESIS DEL TEXTO

Es bastante usual, al menos en el ámbito latinoamericano, que cuando se hace


referencia normativismo automáticamente se puede funcionalismo sistémico de
Jakobs, así como en un sistema de interpretación y aplicación del derecho penal
que se aleja de las garantías de la seguridad jurídica individual, es decir, de todo
aquello que suele integrarse en lo que ha dado en llamarse en forma genérica
garantismo.

Lo cierto es que, ante semejantes antecedentes, pudiera parecer cuanto menos un


desatino de nuestra parte que nos pronunciamos abiertamente como normativistas
y no por ello menos garantistas. Lejos de pertenecer a una concepción oscura,
idealista y con tintes totalitarios, el normativismo es la única construcción dogmática
que alcanza dos extremos sustanciales para el bienestar de cualquier teoría.

El estado previo al neokantismo. El causalismo naturalista.

El neokantismo nace como una corriente renovadora dentro del causalismo, en


oposición al causalismo naturalista cuyo principal exponente resultó ser von Liszt.
El causalismo, en sus orígenes (cuyo mayor desarrollo se alcanzara con la obra de
Binding), se inspiraba en el marco reflexivo del positivismo científico de la segunda
mitad del siglo XIX, y como tal, se afirmaba en las ciencias naturales (cuyo desarrollo
a través de la aplicación del llamado método científico experimental había sido
vertiginoso).

Su método era, por ende, formalista-inductivo, excluyen- do de su seno todo


elemento deóntico o valorativo, así como cualquier otro dato o elemento ajeno al
Derecho positivo (orden normativo penal), Como señala Silva Sánchez respecto del
método, se trata de deducir de la ley la solución aplicable al caso concreto mediante
la abstracción progresiva de los conceptos más específicos a los más generales
(aquello que los causalistas positivistas denominaban "construcción jurídica"). El
método consistía, pues, en determinar por medio de la inducción los principios
informadores de cada legislación concreta. De allí que se sostenga que el sistema
venga elaborado por medio de un proceso de abstracción: los principios obtenidos
inductivamente servirían tanto para establecer el sentido del ordenamiento jurídico
como un todo, cuanto para solventar las dudas y colmar las lagunas “. De tal punto,
podemos localizar dos premisas básicas respecto de este pensamiento: a) entender
que el objeto de la ciencia jurídica se compone exclusivamente del Derecho positivo,
y b) entender que el único cometido de la dogmática penal consiste en el análisis y
la sistematización por la vía del método inductivo (construcción jurídica).

De tal manera, la realidad empírica se introduce en el análisis de la norma jurídica,


impactando en la teoría del delito en extremos tales como:

• la prevención especial como finalidad de la pena;

• el concepto causal de la acción;

• el concepto naturalístico o empírico del bien jurídico;

• la culpabilidad fundada en el determinismo de la persona.

El neokantismo.

Toda esta serie de problemas dio mérito a la reacción neokantiana de la Escuela de


Baden, cuyo postulado básico era que los conceptos jurídicos son, en esencia,
conceptos valorativos, amén de ser también conceptos científicos.

Así, sostiene Silva Sánchez: "...dicho método ya no es puramente formalista, sino


que, por la inclusión del Derecho entre las ciencias del espíritu, tiene como objetivo
esencial la comprensión del contenido de los fenómenos y las categorías jurídicas,
más allá de su definición formal o explicación causal. Para ello es preciso tomar en
cuenta la dimensión valorativa de lo jurídico. Sin embargo, el neokantismo no hace
de esa dimensión valorativa. 'un objeto' de estudio en sí mismo. Los valores son
objeto de reflexión en la medida en que constituyen la lente de pensar', a través de
la cual el sujeto observa una realidad en sí caótica, sin sentido"1.

1
Silvia Sánchez, Jesús María, Aproximación al Derecho penal contemporáneo, 2° ed., BdeF, Montevideo-
Buenos Aires, 2010, p89.
El finalismo.

Cómo ya se indicara, el finalismo de Welzel parte de la oposición a los neokantianos,


no admitiendo una valoración subjetiva (sujeta al observador/intérprete de turno),
sino (rescatando el pensamiento puro de Kant) que apela a una valoración objetiva
fundada en la ontología de las cosas/elementos. Tal ontologismo se funda, a su vez,
en sujetar la interpretación a las estructuras lógico-objetivas de los elementos a
considerar. Tal como señala Silva Sánchez, el finalismo tuvo la convicción de que
la dogmática no debía ocuparse de lo contingente por razones de espacio y de
tiempo, por lo que no podía ser su objeto esencial el Derecho penal positivo. Mas
tampoco debía considerar como objeto esencial valoraciones de contenido variable
en función de la diversidad de sujetos o de las condiciones culturales. La dogmática,
pues, amén de sistemática, debía tener como objeto lo permanente, lo
supranacional, lo suprapositivo de la materia jurídica2.

El normativismo dentro de las concepciones posfinalistas.

Ahora bien, efectuada la precedente síntesis acerca del advenimiento de la


concepción finalista, tras los postulados del formalismo-positivista, y del
neokantismo, y verificada la relación que se intuye entre aquella posición dogmática
y la concepción garantista del Derecho penal, corresponde que hagamos ahora la
siguiente pregunta: ¿Es forzosamente el finalismo ontologicista de Welzel la única
concepción dogmática compatible con una finalidad garantista (en lo que al sistema
refiere)? Y con mayor precisión: ¿Resulta el finalismo ontologicista de Welzel una
dogmática realmente útil a efectos de constituir un sistema penal realmente
garantista?

Para Claus Roxin, probablemente el autor normativista y funcionalista teleológico


que más trascendiera doctrinaria- mente, la finalidad de la dogmática jurídico penal,

2
Silvia Sánchez, Aproximación… cit., pp. 90 y 91 Teoría del Delito y Praxis Penal.
de proteger bienes jurídicos a través de la prevención de delitos, no puede limitarse
a través de una sujeción (al legislador) a estructuras lógico-objetivas. Por el
contrario, entiende el maestro germano que para obtener un sistema que realmente
conlleve tal limitación al ius puniendi, se requiere dotar al legislador (y al intérprete)
de la suficiente libertad de opción para determinar las penas y/o medidas de
seguridad conforme a parámetros propios de política criminal.

El normativismo y su relación con la norma penal.

Como bien enseña Mir Puig, hay que saber distinguir entre los enunciados legales
y las normas juridico-penales. Estas últimas, como toda norma jurídica, básicamente
consisten en un mensaje prescriptivo, esto es, prescriben una conducta o actuación
determinada'. Tal como señala el referenciado maestro español: "El enunciado legal
es un conjunto de símbolos lingüísticos que conviene diferenciar del mensaje
prescriptivo que transmite, único que constituye la norma jurídica". La diferenciación
que Mir Puig sostiene menester realizar entre enunciado legal penal y norma penal
se funda en dos extremos:

• No todo enunciado legal expresa una norma jurídica completa. Bien por el
contrario, las más de las veces resultará necesario recurrir al análisis e
interpretación conjunta de una serie de enunciados legales a efectos de poder
determinar la norma penal.

• Los enunciados legales generalmente sirven de base común para dos tipos de
normas jurídico-penales. Así, tenemos que en el caso de las sedes lingüísticas
principales, es decir, de los preceptos de la Parte especial de los códigos penales,
o de las leyes penales, nos hallamos ante la base principal para dos tipos de normas
jurídico penales: las normas primarias, que están dirigidas a los habitantes del país,
prohibiéndoles o exigiéndoles determinado comportamiento, y las normas
secundarias, dirigidas a los jueces, obligándolos a imponer la pena correspondiente
a aquella persona que haya observado el comportamiento descrito como delictivo.
Pero vayamos por partes. Primero corresponde determinar el concepto de
"normativismo" en palabras de Jakobs3.

"1. En un mundo meramente cognitivo, como por ejemplo el mundo de las ciencias
naturales, no hay personas; por el contrario, éstas son construcciones del mundo
ordenado normativamente y han de concebirse como deberes y derechos.

"2. El concepto de persona es relativo a los deberes y derechos atribuidos; la


personalidad jurídico-penal activa tiene como presupuesto la capacidad de
culpabilidad.

"3. La valoración de hechos psíquicos depende del correspondiente contexto social;


los hechos deben concebirse como indica- dores de falta (o presencia) de fidelidad
al ordenamiento jurídico.

"4. Los derechos y deberes de las personas pueden representarse como relaciones
negativas (no perturbadoras) o positivas (de auxilio). Para la determinación de la
infracción del deber, la diferenciación entre un hacer o un omitir es más bien
marginal.

"5. Lo que un comportamiento significa depende de la semántica de la sociedad. La


causalidad (hipotética) de conducta per se no significa nada; al contrario, es
necesario que también se produzca la atribución de lo acontecido al ámbito de
cometidos de una determinada persona si se pretende alcanzar el plano de
significado.

"6. Conclusión: el Derecho genera por sí mismo el contexto normativo;


especialmente, éste no queda preconfigurado por la naturaleza. Ésta es la idea de
la normativización. Sin embargo, si se pretende que el Derecho mantenga su

3
Jakobs, Günther, sobre la normativización de la dogmática jurídico-penal, trad. Al castellano al cuidado de
Manuel Cancino Meliá, Madrid, 2003, pp. 43 y 44.
capacidad de conexión en la vida cotidiana, no puede contradecir de manera radical
las constataciones cotidianas consolidadas".

La posición de Silva Sánchez esgrimida en "Aproximación al Derecho Penal


Contemporáneo"

No hay duda alguna de que uno de los aportes más trascendentes que se hayan
realizado a la dogmática jurídico-penal, en los últimos veinte años, ha sido la
fenomenal obra del Prof. Dr. Jesús María Silva Sánchez Aproximación al Derecho
penal contemporáneo. El profesor Silva Sánchez parte de una concepción del
Derecho penal que constituye un verdadero programa: el Derecho penal está
conformado por normas primarias y secundarias que atienden al cumplimiento de
los fines del Derecho penal; fines éstos que se hallan en permanente tensión, por lo
que tal Derecho ha de construirse sobre una base liberal y garantista. Dice el
maestro: "En el centro de tal tensión se encuentra el Derecho penal, cuya meta se
halla en la máxima reducción de la violencia social informal (delitos y reacciones
informales... junto a la máxima realización de las garantías individuales -formales y
materiales (esto es, la máxima reducción de todas las manifestaciones de la
violencia estatal). Precisamente lo que legitima al Derecho penal es que las
sucesivas síntesis, en sus atribuciones de fines, le vayan aproximando a este ideal.
Esta aproximación, lenta y tortuosa, si se quiere, puede a mi juicio considerarse una
realidad a la vista de la evolución del Derecho penal en los últimos doscientos años4.

El orden normativo, pues, se entiende como una parte del orden jurídico, es decir,
que lo integra, pero que no agota el contenido aquél. El orden jurídico contiene,
además del orden normativo, las causales de justificación; de allí que puedan
encontrarse:

• conductas atípicas por no lesionar al orden normativo (por no violar las normas de
valoración);

4
Silvia Sánchez, Normas y acciones en Derecho Penal. Cit., p. 298.
• conductas típicas y por ello antinormativas mas no antijurídicas, y de allí no
antijuridicas (por verificarse la vigencia de una causal de justificación siendo, así,
conforme al orden jurídico);

• conductas típicas (antinormativas) y antijuridicas (por no verificarse a su respecto


una causal de justificación, con- firmándose así la violación a todo el orden jurídico).

Nuestra concepción acerca de la Norma Penal - Su entendimiento como última


garantía de la libertad de autodeterminación de cada persona humana.

La norma penal primaria (y consecuentemente, también la secundaria) no agota su


ámbito en la conducta descripta en el tipo penal objetivo, sino que es mucho más
amplia que tal enunciado: la misma se inscribe dentro del sector del orden jurídico
que reconoce determinada relación de hecho como relación jurídica, elevándola al
rango de bien jurídico; por lo que siempre estará teleológicamente orientada a la
protección o salvaguarda de tales relaciones jurídicas de disponibilidad, que no es
otra cosa más que ámbitos (reconocidos) de libertad o autonomía. Y decimos que
se “inscribe en un sector" de tal Orden Jurídico, ya que refiere sólo a determinados
"fragmentos" del universo de relaciones intersubjetivas que (respecto de tal bien
jurídico) se pueden verificar. De allí que resulte menester (e ineludible) analizar la
regulación de todo el Orden Normativo, para constatar que, en el caso concreto, tal
conducta generadora de una relación intersubjetiva determinada -efectivamente-
sea de las que se inscriben en el "fragmento" correspondiente a la norma jurídico-
penal primaria. Lo que es lo mismo que decir que no se trate de una conducta
fomentada u ordenada por el orden jurídico extra- penal (ya que en tal caso jamás
podría integrar el susodicho "fragmento" penalmente tutelado). En dicho análisis,
acerca de la ubicación, o no, de la conducta concreta en el universo de conductas
contenidas en la norma penal, bajo ningún concepto se han de desatender los
principios del Derecho penal, así como la ontología o realidad subyacente a la
estructura social en la que se desarrolla tal conducta en análisis.
Mackie se funda en la filosofía moral de Hume, a efectos de señalar que las normas
de Derecho, lejos de indicar o responder a "lo que debemos hacer", deben aclarar
y responder "por qué razón o fundamentos debemos hacer tales cosas".
Concretamente, y respecto de las virtudes artificiales (esto es, aquellas virtudes que
no dependen de la estructura biológica de los hombres, sino de la cooperación
social y de su internalización mediante los procesos de socialización), señala que
su configuración ha de pasar por tres etapas:

1) la demostración de que la virtud analizada no posee un sustrato natural, sino que


emerge de las convenciones socia- les humanas;

2) en una segunda etapa, se brinda la explicación de su proceso de formación;

3) y en una tercera etapa, se busca responder a la pregunta de por qué atender a


estas reglas es tenido como virtuoso o moral, y su contrario como moralmente
reprobable.

Ahora bien, respecto a la pregunta de por qué se ha de atender al cumplimiento de


la norma jurídico-penal primaria como algo virtuoso -en términos enteramente
jurídicos (ya no morales), diríamos lícito-; se ha de contestar de la siguiente manera:
porque a través de su observancia se garantizan los valores individuales de la
persona humana, como condición antropológica de una vida virtuosa.

Asi, se ha manifestado al respecto que, orientando su sistema conforme a tal


modelo, Mackie acentúa que el concepto de Derecho representa una conjunción
entre los derechos de la persona y sus pretensiones. De tal manera, si se ha de
reconocer que Juan tiene derecho a realizar X; ello significa que Juan tiene,
primeramente, 'el derecho de libertad de hacer/realizar X, así como,
concomitantemente, la potestad de obligar a otras personas a no impedirle hacer X.

De allí extrae dos conclusiones negativas:

a) el Derecho no resulta formulado a priori de principios generales, sino que emerge


de las relaciones de hecho valoradas como positivas en la vida social;
b) no hay derechos absolutos, sino que siempre habrán de limitarse o extenderse
en su alcance conforme a los principios dogmáticos (legalidad, lesividad u
ofensividad, culpabilidad) e intradogmáticos de dignidad humana y bien común
político.

Si el principio general, que inspira a cada una de las normas que integra el orden
jurídico –normas penales incluidas-, es el de que toda persona tiene, prima facie,
derecho a actuar conforme a su voluntad; su limitación sólo se ha de fundar en la
necesidad de impedir daños a otra persona, o en que ese ejercicio de libertad de
opción objetivamente, esto es, generalmente, interfiere directamente en las
condiciones de libertad de otras personas (titulares de iguales libertades).

De lo anterior surge que:

i) La existencia de una lesión (riesgo o daño) a un bien jurídico penalmente tutelado,


no conlleva forzosamente que estemos ante una infracción a la norma jurídico-
penal. Esto, ya que bien pudo ser dicho resultado efecto de una conducta aceptada
de un derecho o libertad de opción. allí estaremos ante un resultado natural u
ontológico, mas no ante un resultado típico penal, ya que no existirá antijuridicidad.

ii) La existencia de una conducta que se exceda del marco de libertades de opción
-reconocido expresa o implícitamente, por el orden jurídico- no conlleva
forzosamente un desvalor de resultado: para ello debe verificarse causalmente e
imputarse normativamente, respecto de tal conducta, una lesión (riesgo o daño) a
los ámbitos de libertades reconocidos (y por tanto amparados) por el orden jurídico
a terceras personas,

iii) Sólo habrá violación efectiva a la norma primaria penal, en la medida en que se
verifique una conducta que:

1)se inscribe dentro de un tipo penal (principio de legalidad);

2) no se halle exigida, ni fomentada, ni autorizada, injustificada por el ordenamiento


jurídico;
3) y conlleve objetivamente un resultado tipleo de puesta en peligro concreto del
bien jurídico-penalmente tutelado.
EVALUACIÓN PERSONAL DE LA LECTURA

Considero que la finalidad de este texto es señalar los aspectos más relevantes de
las tesis normativistas, explicando cómo éstas no deben de identificarse en forma
plena con el funcionalismo sistémico; cómo es una corriente que hunde sus raíces
en la crítica al positivismo cientificista, hasta llegar a fundamentar las tesis
posfinalistas. Asimismo, se prueba la relación íntima entre el normativismo y la
realidad empírica, a través de diversas teorías y tesis de algunos autores.

Se tratan también las relaciones entre el normativismo y la teoría del delito


construida desde la teoría de las normas. Si bien esta última teoría no siempre ha
sido implementada a efectos de fundamentar el concepto y alcance del delito;
entendemos que su análisis y evolución en lo que a su implementación por la
dogmática respecta resulta menester. Ello ya que sobre la misma es que se ha
construido la posición sustentada por Jesús María Silva Sánchez, siendo la
colaboración normativista más acabada y completa, así como una de las más
seguidas en el ámbito doctrinal continental europeo y latinoamericano según lo
expresado en líneas en este texto. Cabe resaltar el apartado dedicado al análisis de
los conceptos básicos o elementales de la teoría de las normas; así como el
recuento de la evolución de la referenciada teoría (donde se pudieron apreciar
muchas de las cuestiones analizadas en la Primera Parte) para así acabar con un
análisis detallado de la teoría del Dr. Silva Sánchez conforme la postulara en su
reconocida obra Aproximación al Derecho penal contemporáneo, donde desde mi
punto de vista ha sido algo de lo mejor expresado a diferencia de autores anteriores
que a mi parecer, dan demasiada terminología compleja en sus teorías y tesis.

El itinerario argumentativo del normativismo motivacional propuesto por los autores


es bastante claro. Se parte de la metodología normativista de orientación político-
criminal, la que se concreta en la teoría del delito, que, sobre la base de la teoría de
las normas primaria y secundaria, ha desarrollado el Prof. Silva Sánchez. En la
determinación de los contenidos de las categorías del delito, los autores rentabilizan
planteamientos conceptuales no desarrollados precisamente para el Derecho
Penal, pero que abren indudablemente grandes posibilidades de argumentación
teórica. Es, sin duda, una obra que ordena adecuadamente las ideas de la discusión
jurídico-penal e implementa perspectivas teóricas poco exploradas en el Derecho
penal. Todo esto no hace más que hablar del gran nivel que va alcanzando la
doctrina penal y en la que, sin duda, los profesores Barrera y Pereira Garmedia
constituyen dos de sus mejores representantes. Sin duda alguna y como opinión
respecto a la lectura, esta ha sido una de las más complejas y que más me ha
costado poder entender dada su complejidad, sin embargo, lo he tomado como un
reto y claro esta que a medida de lo que me ha sido posible he intentado cuadrar su
contenido para mi entendimiento.
CONCLUSIÓN DE LA LECTURA

La teoría del delito clasifica los elementos comunes a todos los delitos. Desde la
óptica causal del delito, la acción es un hecho voluntario, bien sea de carácter físico
o mecánico, que produce un resultado regulado por la norma penal sin tener en
cuenta la finalidad de la acción cometida. La doctrina causalista fija su atención en
los elementos del desvalor del resultado (lesión del bien jurídico) mientras que la
corriente finalista del delito entiende que cualquier tipo de conducta de la persona
se mueve por una voluntad exterior que no se puede omitir en el momento de valorar
el hecho delictivo.

Esta corriente atiende, principalmente, a los elementos referidos al desvalor del


resultado, es decir, a la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico; en cambio, la
teoría finalista del delito considera que cualquier conducta humana se rige por una
voluntad cuya manifestación exterior no puede dejar de ser tenida en cuenta a la
hora de valorar el hecho delictivo. Este punto de vista presta más atención al
desvalor de la acción, es decir, al reproche sobre el comportamiento del sujeto, sea
este intencionado (dolo) o negligente (culpa).

No ha de resultar extraño que la evolución de la dogmática del Derecho penal hasta


nuestros días (posfinalismo) arroje como resultado que coexisten una diversidad de
posiciones eclécticas (casi tantas como autores hay) que sintetizan distintos
argumentos y posiciones propias del positivismo, del neokantismo y del
ontologicismo finalista. Mas dicho amplio abanico de posturas doctrinales
convergen siempre hacia un punto en común: el empleo de elementos de corte
normativo en la construcción de sus respectivos sistemas, y a los efectos de permitir
orientarlos (los sistemas) hacia determinados fines politico-criminales. Ese empleo
de elementos de corte normativo es lo que da génesis y mérito al normativismo bien
entendido; deviniendo ello en importantes modificaciones sobre nuestra concepción
de la dogmática jurídico-penal. Y resulta realmente trascendente dicho impacto del
normativismo sobre la dogmática, ya que ello conllevó que no pocos autores
sostuvieran (y lo sigan haciendo) la irrelevancia de la dogmática, cuando no,
derechamente, su desaparición.

Sobre las últimas matizaciones y modificaciones de Silva Sánchez a su sistema del


delito fundado sobre la teoría de las normas. En sus adiciones al texto de
Aproximación, el profesor Dr. Silva Sánchez ha mantenido, en lo esencial, la
estructura de la teoría del delito sobre las bases de la teoría de las normas,
constituyéndola sobre dos categorías. Sólo que ahora la antijuridicidad prefiere
denominarla antinormatividad, manteniendo, por otra parte, la designación de la otra
como sancionabilidad. Antes que nada, Silva Sánchez sostiene la improcedencia
del concepto de "injusto personal" como concepto unitario de la antijuridicidad,
entendiendo que el mismo “no puede constituir el concepto común de injusto-
penalmente relevante". Así, entiende que como presupuesto de la imposición de
medidas de seguridad o sanciones penales a las personas jurídicas, ha de presentar
un carácter más despersonalizado que el concepto que la doctrina suele manejar
como injusto personal.

En conclusión, para nosotros la norma primaria penal, aquella que fundamenta la


categoría de la antijuridicidad (sindicando determinadas conductas como injustas),
además de ser esencialmente imperativa, es también una norma de valoración, que
se funda e interpreta desde los principios dogmáticos e intradogmáticos del Derecho
penal de naturaleza completamente normativa; que se concretiza en atención a las
cualidades materiales y sustanciales efectivas de la realidad ontológica subyacente
a las estructuras seleccionadas o "recortadas" por los principios generales, y cuyo
cometido y deontologia pasa por el aseguramiento de las libertades de opción de
cada ser humano, y ello conforme a un marco limitativo fundadlo en el riesgo de
lesión efectiva del principio de iguales libertades (desvalor de acción).

En los últimos años no obstante, se está abriendo paso a la teoría denominada


funcionalista, relegándose el concepto del injusto personal de la corriente finalista,
por la teoría de la imputación objetiva del delito, que traslada la causalidad natural
a una causalidad jurídico penal relevante. Así, se introduce el concepto de riesgo
en la tipicidad del delito, consiguiendo atemperar el amplio elenco de conductas que
pueden ser concebidas a priori como causas, con la regulación normativa de
supuestos en los que no se puede fundamentar la causalidad.

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