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Ii Hora Santa Reparadora

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Misioneros del Sagrado Corazón y Santa María de Guadalupe

II HORA SANTA REPARADORA: "QUE TOME SU CRUZ"


Contextualización.
Introducción:
Junto a la celebración de la eucaristía en la Santa Misa, la exposición del Santísimo para su
contemplación y adoración por los fieles cristianos, es uno de los momentos de máxima
expresión de nuestra fe, en donde nuestro Señor Jesucristo se manifiesta presente y nos
espera pacientemente, para darnos su protección, su consuelo y su amor. Nuestra adoración
ante Jesús Sacramentado manifiesta nuestra fe, más allá de lo que nuestros sentidos
corporales nos muestran.
Nos disponemos para iniciar con nuestra segunda Hora Santa con motivo del Año de la Reparación:

Exposición / Canto.
Oraciones iniciales:
V. En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.
R. El Corazón amoroso de Jesús Sacramentado.
- Jesús amigo, queremos caminar contigo y seguirte a cada momento; aumenta
nuestra fe para ser cada día seamos más fieles a ti.
- Padre Nuestro, Ave María, gloria al Padre.

V. En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.


R. El Corazón amoroso de Jesús Sacramentado.
- Jesús amigo, danos la gracia de mantenernos fieles y felices a ti; danos la gracia
de la esperanza ara no desalentarnos ante tantas necesidades humanas.
- Padre Nuestro, Ave María, gloria al Padre.

V. En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.


R. El Corazón amoroso de Jesús Sacramentado.
- Jesús amigo, tu sabes de nuestras necesidades y angustias; haznos como tú
operarios del amor.
- Padre Nuestro, Ave María, gloria al Padre.

Canto.

Animador: La experiencia de la enfermedad hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad


y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro. Nuestra condición de criaturas se vuelve aún
más nítida y experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios.
Efectivamente, cuando estamos enfermos, la incertidumbre, el temor y a veces la
consternación, se apoderan de la mente y del corazón; nos encontramos en una situación de

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impotencia, porque nuestra salud no depende de nuestras capacidades o de que nos


“angustiemos” (cf. Mt 6,27).
La enfermedad impone una pregunta por el sentido, que en la fe se dirige a Dios; una
pregunta que busca un nuevo significado y una nueva dirección para la existencia, y que a
veces puede ser que no encuentre una respuesta inmediata. Nuestros mismos amigos y
familiares no siempre pueden ayudarnos en esta búsqueda trabajosa.
A este respecto, la figura bíblica de Job es emblemática. Su mujer y sus amigos no son
capaces de acompañarlo en su desventura, es más, lo acusan aumentando en él la soledad
y el desconcierto. Job cae en un estado de abandono e incomprensión. Pero precisamente
por medio de esta extrema fragilidad, rechazando toda hipocresía y eligiendo el camino de la
sinceridad con Dios y con los demás, hace llegar su grito insistente a Dios, que al final
responde, abriéndole un nuevo horizonte. Le confirma que su sufrimiento no es una condena
o un castigo, tampoco es un estado de lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del
corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor, que resuena con
energía: «Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (42,5). (Papa Francisco)
Unámonos en oración para pedir por los enfermos y para caminar de la Mano del Señor que
todo momento nuestra vida sea el reflejo del amor y la misericordia del Padre. Gracias Señor
por dejarnos estar contigo en este momento.

Canto.

Animador: la enfermedad siempre tiene un rostro, incluso más de uno: tiene el rostro de cada
enfermo y enferma, también de quienes se sienten ignorados, excluidos, víctimas de
injusticias sociales que niegan sus derechos fundamentales (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 22).
La pandemia actual ha sacado a la luz numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y
carencias en la atención de las personas enfermas. Los ancianos, los más débiles y
vulnerables no siempre tienen garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de
manera equitativa. Esto depende de las decisiones políticas, del modo de administrar los
recursos y del compromiso de quienes ocupan cargos de responsabilidad. Invertir recursos
en el cuidado y la atención a las personas enfermas es una prioridad vinculada a un principio:
la salud es un bien común primario. Al mismo tiempo, la pandemia ha puesto también de
relieve la entrega y la generosidad de agentes sanitarios, voluntarios, trabajadores y
trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abnegación,
sentido de responsabilidad y amor al prójimo han ayudado, cuidado, consolado y servido a
tantos enfermos y a sus familiares. Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han
decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían
prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana.

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La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre
en la enfermedad. Como cristianos, vivimos la projimidad como expresión del amor de
Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano,
herido por el pecado. Unidos a Él por la acción del Espíritu Santo, estamos llamados a ser
misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos, débiles y
que sufren (cf. Jn 13,34-35). Y vivimos esta cercanía, no sólo de manera personal, sino
también de forma comunitaria: en efecto, el amor fraterno en Cristo genera una comunidad
capaz de sanar, que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo a los más frágiles.
A este respecto, deseo recordar la importancia de la solidaridad fraterna, que se expresa de
modo concreto en el servicio y que puede asumir formas muy diferentes, todas orientadas a
sostener al prójimo. «Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra
sociedad, de nuestro pueblo» (Homilía en La Habana, 20 septiembre 2015). En este
compromiso cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de
omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles. […] El servicio siempre mira el
rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece”
y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve
a ideas, sino que se sirve a personas» (ibíd.).

Canto.

Reflexión bíblica: del Evangelio según San Lucas. 23,23-32.


Insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y arreciaban en sus gritos.
Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, al que
estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo. Cuando le
llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la
cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres,
que se dolían y se lamentaban por él... Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí
a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda, PALABRA DEL SEÑOR.
Reflexiones:
La Eucaristía está íntimamente relacionada con la Cruz. Los hombres somos muy
olvidadizos de los favores que se nos hacen. Y hubiéramos olvidado el mayor de los
beneficios como fue la Redención si el mismo Jesús no nos hubiera dejado un recuerdo
excepcional. Recuerdo que es Él en persona, al quedarse con nosotros en el Sacramento, del
que nos dice: "Hagan esto como memorial mío". Lo mismo que nos encargará San Pablo:
"Cada vez que coman de este pan y beban de este cáliz, anunciarán la muerte del Señor, hasta
que él vuelva" (1 Corintios 11,26). Nosotros no podemos disociar el misterio de la Eucaristía
y el misterio de la Cruz. Por otra parte, la Eucaristía es la gran fuerza con que contamos para
aceptar y llevar cada uno nuestra propia cruz. Esta cruz puede que sea una enfermedad, el
trabajo, la oración pesada a veces, la lucha contra el pecado, la pobreza, un fracaso amoroso,

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u otra contrariedad inevitable en la vida. Pero llevamos generosamente nuestra cruz, unidos
siempre a Cristo. Entonces la cruz de la vida se nos hace ligera, porque primero la llevó Jesús
y aún ahora la sigue llevando en nosotros y con nosotros.
Hablo al Señor.

Oración en silencio.
Canto.

Animador: Tu Cruz, Jesús, es bandera en las manos de los valientes. Enséñame a


aceptar mi cruz, que quiero llevar por ti. No quiero que vaya dirigido a mí el reproche famoso:
"Cristo encuentra muchos amadores de su banquete y son muy pocos los que quieren
seguirlo con la cruz". Dame a mí la generosidad necesaria para seguirte ahora cuando vas
penosamente hacia el Calvario, sabiendo que es también el camino que me lleva a tu Gloria
Tu Cuerpo y tu Sangre, que recibo en la Eucaristía, me darán la fuerza y me prestarán el mayor
auxilio.
Contemplación afectiva.
Señor, a quien veo cargado con la cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que vas delante de todos con tu cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que me invitas a llevar mi cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que nos haces conocer los tesoros de la Cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que, Crucificado, eres nuestra gloria.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que unes inseparablemente Eucaristía y Cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que con la cruz diste al Padre toda la gloria.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que con la cruz nos mereciste la salvación.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que en la cruz nos unes y pacificas a todos.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que en tu cruz recibirás mi último beso.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que cubrirás con tu cruz mis despojos
mortales.
Quiero seguirte fielmente, Jesús. Señor, que me pides gloriarme sólo en la cruz.
Quiero seguirte fielmente, Jesús.
Animador: Señor Jesús, que, cargado con la cruz, eres nuestro Salvador y Redentor.
Tú sabes que muchas veces me cuesta aceptar la cruz, a pesar de que en la cruz mía unida a

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la tuya tengo yo mi salvación. Enséñame, Jesús, a amar la cruz, regalo que me alarga tu mano
bondadosa.
Madre María, que seguiste a Jesús hasta la cruz en el Calvario. Tú eres el modelo de los que
siguen a Jesús adondequiera que Él va. Acompáñame en mi caminar, para que, con tu ayuda,
quiera llevar mi cruz con generosidad, sabiendo que la cruz es el camino de la Gloria.
En mi vida. Autoexamen
El dolor, el vencimiento propio, la contradicción, son ley inevitable de la vida. Hablando
en cristiano, son la cruz nuestra de cada día. De mí depende el sobrellevarlo todo a
regañadientes, aguantando a más no poder, o el llevarlo como una cruz bendita que me une
ahora a los sufrimientos del Señor y después a su gloria. ¿Qué escojo?... Sobre todo, ¿soy
consciente de que esos pequeños o grandes sacrificios de la vida son el aporte que yo puedo
y debo llevar al Altar cuando acudo a la celebración de la Eucaristía? Que no vaya nunca a ella
con las manos vacías, cuando me es tan fácil el llevarlas llenas para gloria de Dios y mucho
mérito mío...

Canto.

PRECES: Mirando la Cruz, necedad para los sabios y escándalo para los ignorantes,
nosotros descubrimos la sabiduría, la fuerza y el amor de Dios. Por eso decimos:
Enséñanos, Dios nuestro, a bendecir la Cruz salvadora.
Haz, Señor Jesús, que no nos dejemos engañar por las apariencias del mundo que
pasa, sino que nos afirmemos fuertemente en la roca donde se levanta tu Cruz. Oremos.
Al amar tu Cruz y nuestra propia cruz que llevamos contigo y por ti, danos la
esperanza firme de que un día saldremos a su encuentro cuando vengas glorioso con ella a
juzgar al mundo. Oremos.
Acepta, Señor Jesús, esta Hora que pasamos contigo, y nos dé fuerza y alegría para
cumplir todos nuestros deberes cristianos. Oremos.
Acoge bondadoso a nuestros hermanos difuntos, y dales la paz y el descanso que les
mereciste con tu Cruz. Oremos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, memorial de la Pasión y Cruz que sufriste por nosotros.
Pensando en ti, ofreciéndonos contigo en el Altar, recibiéndote en la Comunión y
acompañándote en tu Sagrario, sabremos llevar contigo la cruz que amorosamente nos
ofreces. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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Recuerdo y testimonio... El Señor pidió a Santa Margarita María: "En adelante, todas
las semanas, la noche del jueves al viernes, practicarás la Hora Santa, para hacerme
compañía y participar en mi oración del Huerto".
El Padre Charles de Foucauld ha sido una figura grande en la espiritualidad moderna.
Internado voluntariamente en lo más pobre y abandonado del desierto del Sahara, su casa
no pasa de ser un tugurio. Tiene el permiso de guardar consigo el Santísimo Sacramento, y
dispone su pobrecita casa de manera que pueda reservar "con dignidad" la Eucaristía,
colocada sobre el humilde altar al final del estrecho pasillo. Una cortina sencilla separa el
Sagrario de la mesa en que trabaja y el catre en que duerme. Al caer bajo las balas asesinas
el "Marabú blanco" sobre la arena, la Santa Hostia fue encontrada junto al cadáver de su
amigo, como dando Jesucristo a entender que la amistad que los unía a los dos ante el
Sagrario se prolongaba mucho más allá de la muerte... San Pedro Julián Eymard compendia
todos sus amores en sólo estas palabras: "¡Un Sagrario..., y basta! ¡Jesús está allí..., luego
todos a Él!".

LA BENDICIÓN
V. Les diste pan del cielo.
R. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos
nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que
experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R. Amen.
El sacerdote traza con el Sacramento la señal de la cruz sobre el pueblo.

ALABANZAS DE DESAGRAVIO
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.

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Bendita sea su gloriosa Asunción.


Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Fuentes:
- https://losmolinos.archimadrid.es/actividades/exposicion-del
santisimo/#:~:text=Junto%20a%20la%20celebraci%C3%B3n%20de%20la%20e
ucarist%C3%ADa%20en,darnos%20su%20protecci%C3%B3n,%20su%20consue
lo%20y%20su%20amor.
- http://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/papa-
francesco_20201220_giornata-malato.html
- Pedro García, Mi Hora Santa EUCARÍSTICA

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