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Teologia Popular 3

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CURSOS DE TEOLOGIA POPULAR DE GRANADA

DIRIGIDOS POR JOSÉ MARÍA CASTILLO

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 32

¿QUÉ HAGO YO AQUÍ?

Con este tema empezamos el tercer curso de Teología Popular. En los temas de ente curso vamos a hablar del destino de
Jesús. Es decir, vamos a hablar de lo más importante que le pasó a Jesús. Como todo el mundo sabe, a Jesús lo mataron de mala
manera, pero los cristianos creemos firmemente que Jesús resucitó y que desde entonces vino el Espíritu de Dios a los creyentes y
así empezó a existir y a funcionar la Iglesia, que es la comunidad de los que tienen fe en Jesús. Pero ¿por qué pasó todo eso? Y
sobre todo ¿qué significa todo eso? De esto es de lo que vamos a tratar en los temas del tercer curso. Y como en la vida de la
Iglesia son muy importantes los sacramentos, también diremos algo sobre ese asunto.
Para empezar, en este tema hablaremos de la vocación de Jesús. ¿Qué quiere decir eso? Mucha gente hace lo que tiene que
hacer porque no tiene más remedio, por ejemplo los que tienen que ir cada día a trabajar, les guste o no les guste lo que están
haciendo. Pero sabemos que también hay personas que se dedican a una tarea o a un trabajo porque sienten inclinación a eso. En
ese caso se suele decir que fulano tiene vocación para esa tarea o ese trabajo. Así, por ejemplo, se dice que tal persona tiene
vocación de médico; o que tal otra persona tiene una clara vocación política. Pues bien, esto supuesto, sabemos que Jesús se
dedicó a dar la "Buena Noticia" a los hombres y a proclamar el "Reinado de Dios". Y entonces nos preguntamos, ¿consistió en eso
su vocación?, ¿es que Jesús no fue un currante, sino que se dedicó a hacer lo que le gustaba? De esto vamos a hablar en ente tema.

LA VOCACION DE JESUS

MATEO 3,13-17
"Jesús fue de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Juan intentaba persuadir a Jesús para no
bautizarle y les decía: "¿Tú acudes a mi? Pero si soy yo quien necesito que tú me bautices a mí?" Jesús lo contestó: "Déjalo ya,
que así es como nos toca a nosotros cumplir todo lo que Dios quiere." Entonces Juan lo bautizó.
Después de ser bautizado, Jesús salió enseguida del agua. Y en ese momento se abrió el cielo y Jesús vio al Espíritu de
Dios, que bajó como una paloma y se paró encima de él. Y entonces se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo, a quien
yo quiero, mi predilecto."

ACLARACIONES
Sobre este asunto del bautismo que recibió Jesús, en el río Jordán y de manos de Juan Bautista, ya hemos hablado en el
primer curso de Teología Popular, exactamente en el tema 8. Pero aquí conviene que volvamos a hablar del mismo asunto. Y
ahora más despacio. Porque lo que allí pasó fue tan importante, que en realidad marcó a Jesús para siempre y fue lo que determinó
su vida para siempre, hasta la muerte. De alguna manera, se puede decir que esto fue lo más importante que le pasó a Jesús en
toda su vida, antes de la pasión y de la muerte.
Pero, ¿por qué fue esto tan importante?, ¿qué es lo que pasó allí?
Para hacerse una idea de lo que fue aquello, hay que tener en cuenta que Juan el Bautista era un profeta, y más qué un
profeta, el hombre más grande que había pasado por la tierra antes de que Jesús empezara a anunciar la "Buena Noticia" (Mt 11,
10-11). Este hombre vivía de tal manera y decía tales cosas, que la gente acudía en masa y venía de todo el país a donde estaba
Juan (Mt 3, 5-6). Sobre todo, los que acudían allí eran gente de malvivir y personas que llevaban una vida escandalosa, de tal
manera que Juan les pudo decir, con toda razón, que eran como una manada de víboras (Mt 3,7). Allí se juntaban recaudadores de
contribuciones, que le robaban a la gente el dinero (Lc 3, 12-13), y también soldados y policías (seguramente del ejército de los
romanos) que por lo visto pegaban unas palizas descomunales al que se descuidaba (Lc 3,14). Juan no tenía pelos en la lengua y a
cada uno le decía las verdades en su cara. Juan hablaba por lo claro, hasta el punto que en el evangelio de Lucas dice que "el
pueblo estaba en vilo preguntándose si Juan no era el Mesías" (Lc 3,15). O sea, la gente se pensaba que Juan era el que tenía que
venir al mundo para arreglar las cosas. Así llegó a ponerse la situación.
Y en esto, se presentó allí Jesús, como uno de tantos. Nadie sabía quien era (Jn 1, 26), Y se metió en la fila de los
pecadores, entre la gente de mala vida, para recibir él también el bautismo que recibía toda aquella gentuza. ¿Por qué hizo eso
Jesús, si él no era malo ni le hacia daño a nadie? Hay que tener en cuenta que esto fue lo primero que hizo Jesús cuando apareció
en público. Es decir, lo primero que hizo Jesús cuando se decidió a actuar en público fue meterse entre la gente de peor fama que
había entonces: se puso entre los malos, al lado de los pecadores, para recibir el bautismo que perdonaba los pecados, como si él
fuera también un individuo del que se podía decir que pertenecía al atajo de víboras que allí se había reunido. ¿Por qué hizo eso
Jesús?
El primero que no comprendía por qué hacía aquello Jesús fue Juan Bautista. Era una cosa que le parecía tan rara, que por
eso dice el evangelio que no quería bautizar a Jesús. Pero el mismo Jesús le explicó a Juan por qué lo hacía, es decir por qué se
ponía allí, entre aquella gente tan mala, como sí él fuera también un malhechor, uno de tantos. Lo que dijo Jesús entonces es una
cosa tremenda: Así es como nos toca a nosotros cumplir todo lo que Dios quiere. ¿Qué quiso decir Jesús con estas palabras? Pues
nada más y nada menos que lo siguiente: Para cumplir todo lo que Dios quiere, tenemos que hacer lo que hizo Jesús. Y lo que hizo
Jesús fue sencillamente meterse entre el pueblo, como uno de tantos, solidarizarse con el pueblo, identificarme con la gente del
pueblo. Pero no sólo eso, sino algo más importante: por lo que se dice en ente evangelio, Jesús no se solidarizó con la gente buena
y virtuosa del pueblo, sino con la gente de mala fama, con una gente tan mala que de ellos se pudo decir que eran una camada de
víboras.
Por lo tanto, ¿en qué consistió la vocación de Jesús? Consistió en hacer todo lo que Dios quiere. ¿Y qué es lo que Dios
quiere? Que Jesús, y todo el que sigue el camino de Jesús, se ponga al lado del pueblo, que se meta entre el pueblo, que se
solidarice con el pueblo, para correr la misma suerte que corre el pueblo. Pero no solamente eso: Jesús se solidarizó con los malos,
desde el primer momento, hasta el final. Porque, como bien sabemos, a Jesús lo condenaron con dos ladrones y lo mataron
colgándolo entro aquellos dos malhechores, como sí él fuera el malhechor. más importante. Jesús empezó entre el pueblo más
degenerado. Y terminó como el más degenerado del pueblo.
Cuando Jesús se puso así al lado del pueblo y se hizo bautizar. como si fuera un pecador más, ocurrió una cosa muy rara,
pero que es muy importante: dice el evangelio que en ese momento se abrió el cielo y Jesús vio al Espíritu de Dios, que bajó
como una paloma y se paró encima de él. Esto quiere decir que cuando Jesús se puso al lado del pueblo y unió su suerte a la
suerte del pueblo, en ese momento Jesús vio el cielo abierto, es decir vio que eso es lo más grande y lo mejor que se puede hacer
en el mundo. Y además, vio que el Espíritu de Dios se ponía con él, es decir Jesús vio claramente que contaba con la fuerza de
Dios, que es una fuerza que nadie puede detener, pero que al mismo tiempo no es una fuerza violenta, sino tan sencilla como una
paloma.
Pero además pasó otra cosa: se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto". Ya
hemos explicado, en el tema 8, que esas palabras las dijo un profeta de Dios, en los tiempos antiguos; ese profeta se llamaba
Isaías. Bueno, pero lo interesante ahora es saber lo que quieren decir esas palabras. Quieren decir varias cosas: 1) lo primero y lo
más importante, que Jesús es el Hijo de Dios. 2) lo segundo, que lo propio del Hijo de Dios es vivir y morir como el siervo que
sufre y muere por los demás, para que los demás sean felices ahora y siempre (eso es lo que querían decir las palabras del profeta
Isaías). 3) lo tercero, que Jesús sintió que Dios estaba muy cerca de él, se dio cuenta que Dios estaba con él, o sea Jesús tenía una
gran intimidad con Dios su Padre. Esta gran intimidad con Dios es lo que le daba fuerza a Jesús para vivir siempre y estar siempre
al lado de los desgraciados. Jesús estaba de parte del pueblo, porque estaba y se sentía muy cerca de Dios, que es el Padre de todos
los hombres.
En soto consistió la vocación de Jesús. ¿Qué hago yo aquí?, se preguntaba Jesús. La respuesta es muy clara: el que está de
verdad con Dios, tiene que estar de verdad con el pueblo, sobre todo con los que sufren y con los desgraciados. Los que dicen que
están con Dios, pero no están con el pueblo, son unos embusteros.

PREGUNTAS
1. ¿Se puede decir que Jesús fue un trabajador?, ¿por qué?
2. ¿Cómo tiene que ser el destino y la suerte de un cristiano en esta vida, si es que quiere seguir el destino de Jesús?
3. ¿Qué tienes que cambiar tú en tu vida, si es que quieres seguir ese destino?
4. ¿Por qué se puso Jesús de parte de los malos?
5. ¿Qué quiere decir eso?
6. ¿Se arregla el mundo condenando a los "malos" o estando al lado de ellos?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 33

Y NOSOTROS, ¿QUÉ HACEMOS AQUÍ?

En el tema anterior hemos hablado del Bautismo que recibió Jesús. Y por eso, hemos hablado también de la vocación de
Jesús. Hoy vamos a hablar del bautismo que recibimos los cristianos. Y por eso, vamos a hablar también de la vocación de los
cristianos. Esto es muy importante. Porque, como todos sabemos muy bien, en esta vida, cada uno tiene su trabajo, su oficio, su
empleo o su carrera. Es verdad que hay mucha gente en el paro. Y algunos, por falta de salud o porque son unos desgraciados, se
pasan la vida sin hacer nada. Pero lo normal es que cada persona tenga su trabajo o sus quehaceres. Eso es lo que hace todo el
mundo, lo mismo los cristianos que la gente que cree en otras religiones o los que no tienen religión ninguna. Pues bien, teniendo
en cuenta que, en esta vida, cada uno se dedica a lo suyo, la cuestión que aquí vamos a tratar es la siguiente: ¿tenemos los
cristianos, por el hecho de ser cristianos, una vocación que es la misma para todos? Es decir, sea cual sea el trabajo de cada uno,
¿hay algo, además de ese trabajo, que es lo mismo para todos los que decimos que queremos ser cristianos de verdad?

MARCOS 10, 35-45


"Un día se acercaron a Jesús los hijos de un tal Zebedeo, que eran Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, te vamos a pedir
un favor. Jesús les preguntó: ¿qué queréis que haga por vosotros?
Ellos le contestaron: Queremos que cuando tú seas el Jefe del mundo, nos pongas a nosotros dos en los primeros puestos,
uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús les contestó: No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Sois vosotros capaces de pasar el trago que yo voy a pasar o de
recibir el bautismo con que yo soy bautizado?
Ellos le dijeron: Claro que sí, nosotros somos capaces de eso.
Entonces Jesús les dijo: El trago que voy a pasar yo, también lo vais a pasar vosotros; y el bautismo que yo recibo,
también lo vais a recibir vosotros. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda (en los primeros puestos), eso es una cosa
que no me toca a mi el concederla; eso ya esta reservado.
Entonces, los otros diez discípulos se enfadaron contra Santiago y Juan. Y por eso, Jesús los reunió a todos y les dijo:
Vosotros sabéis que los que figuran como Jefes de las naciones, dominan a la gente; y los que tienen puestos de grandeza, oprimen
al pueblo. Eso no tiene que pasar entre vosotros, sino todo lo contrario: el que quiera subir, que se ponga al servicio de los demás;
y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos. Porque yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar
mi vida por la salvación de todos."

ACLARACIONES
Los que han hecho el primer curso de Teología Popular, se acordarán de que en el tema 14 se habló ya de este evangelio.
Pero en aquel tema, se leyó esta historia tal como la cuenta el evangelio de Mateo (20, 29 -34). Para esta reunión hemos escogido
el evangelio de Marcos, porque dice una cosa muy importante, que no está en el evangelio de Mateo: se trata de lo que dice Jesús
sobre su bautismo y sobre el bautismo de los discípulos: ¿Sois vosotros capaces de pasar el trago que yo voy a pasar o de recibir
el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron que sí. Y entonces añadió Jesús: El trago que voy a pasar yo, también vais a
pasarlo vosotros, y el bautismo que yo recibo, también lo vais a recibir vosotros.
Vamos a ver, ¿qué es lo que quiere decir Jesús cuando habla así de su bautismo y del bautismo de los cristianos?
Para comprender lo que quiso decir Jesús con esas palabras, hay que tener en cuenta que él mismo habló, en otra ocasión
también de su propio bautismo. Pero, en esa otra ocasión, dijo una cosa que llama mucho la atención: Fuego he venido a encender
en la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! Pero tengo que ser bautizado y no veo la hora de que eso se cumpla (Lc 12,
49-50). Aquí habla Jesús de su propio bautismo, no como una cosa que ya había pasado, sino como al go que tenía que ocurrir más
adelante. Esto llama la atención y resulta chocante, porque como sabemos, cuando Jesús dijo estas palabras, ya había sido
bautizado por Juan el Bautista. Entonces, ¿en qué quedamos? O sea, ¿de qué bautismo habla Jesús en este caso? Sin duda de nin-
guna clase, Jesús no se refiere aquí al bautismo que él recibió de manos de Juan el Bautista, sino a otro bautismo que iba a recibir.
Ese otro bautismo es (o mejor dicho: fue) la propia muerte de Jesús. Por eso se comprende lo que él les dijo a Santiago y Juan:
¿Sois vosotros capaces de pasar el trago que yo voy a pasar? Y por eso también se comprende lo que el mismo Jesús les dijo,
según el evangelio que hemos leído: Yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar mi vida por la salvación de
todos. Las palabras de Jesús no admiten lugar a duda: "pasar un trago" y "dar la vida" eso es -ni más ni menos- que hablar de su
muerte. O sea, para Jesús, ser bautizado es lo mismo que ser crucificado, es decir sufrir y morir por el pueblo.
Pero esto necesita todavía una explicación: cuando Jesús fue bautizado por Juan en el río Jordán, lo que en realidad hizo
fue meterse entre el pueblo, unirse a los pecadores y ponerse a su lado. Y entonces vio el cielo abierto y oyó la voz de Dios, que le
decía que él iba a ser el siervo doliente y sufrido, que da su vida por los demás. Todo aquello no fue nada más que un anuncio de
lo que le iba a pasar a Jesús, cuando lo mataron, porque fue condenado a muerte por las autoridades religiosas, políticas y
militares de aquel tiempo. Por lo tanto, el bautismo del río Jordán fue el comienzo y el anuncio de lo que en realidad fue la
vocación y el destino de Jesús: una vocación y un destino de servicio a los demás, una vocación y un destino de sufrimiento y de
muerte por los demás. La vida de Jesús fue eso, Y por eso, terminó como tenía que terminar: condenado, colgado y asesinado.
"Para dar su vida por la salvación de todos."
En resumen: el bautismo que recibió Jesús fue su propia muerte, por estar al servicio de todo el mundo, para salvar y
liberar a todos. Este bautismo fue anunciado cuando Jesús se metió en las aguas del río Jordán, delante de Juan el Bautista. Y este
mismo bautismo se realizó de verdad cuando Jesús murió por el pueblo.
El bautismo de los cristianos significa lo mismo que significó el bautismo de Jesús. O sea, el bautismo de los cristianos
quiere decir que cuando una persona se bautiza, esa persona va a seguir en la vida el mismo destino y la misma vocación que
siguió Jesús: servir a los demás y estar junto al pueblo y de parte del pueblo, hasta donde sea necesario, hasta la muerte incluso si
hace falta. Porque ya se ha dicho -y hay que repetirlo muchas veces- que para Jesús ser bautizado es lo mismo que ser crucificado,
o dicho de otra manera: servir a los demás, estar a disposición de todos, y si es necesario hasta sufrir y morir por quien haga falta.
Esta manera de presentar el bautismo y de hablar de bautismo, seguramente le parecerá muy rara a algunas personas,
porque no estamos acostumbrados a oír estas cosas. Pero es importante tener en cuenta que los primeros cristianos pensaban así.
San Pablo, que fue uno de los apóstoles más importantes que hubo en aquellos tiempos, les escribió una carta a los cristianos de
Roma en la que les decía lo siguiente: "¿Es que os habéis olvidado de que todos nosotros, al bautizarnos nos unimos a Jesús el
Mesías, y así nos bautizaron asociándonos a su muerte? Por eso, cuando nos metieron en el agua, que nos asociaba a su muerte,
nos sepultaron con Jesús, para que, así como Cristo resucitó de la muerte por el poder del Padre, así también nosotros empecemos
una vida nueva" (Rom 6, 3-4).
La idea más corriente entre los primeros cristianos era que cuando a uno lo bautizaban, se unía de tal manera con Jesús,
que el cristiano se sentía como el que ha muerto a la vida egoísta y a todo lo malo; y como el que ha resucitado a una vida nueva,
la vida que llevó Jesús en servicio de los demás.
Por eso, el bautismo se hace con agua. Porque el agua hace cuatro cosas: 1º) el agua da vida; cuando llueve, hay vida en el
campo y la cosecha es buena, mientras que cuando hay sequía, el campo está como un desierto. 2º) el agua quita la sed; por eso el
agua es necesaria también para la vida de los animales y de las personas. 3º) el agua lava; no basta el jabón y los detergentes,
porque sin agua no podemos estar limpios. 4º) el agua mata; en los ríos, en los mares, en las piscinas, en las inundaciones y en las
tormentas, todos los años muere mucha gente por causa del agua. Pues bien, estas cuatro cosas pasan en el bautismo. Pero lo más
importante y como la raíz de todo lo demás es lo último, es decir en el bautismo, el cristiano muere a la vida egoísta, o sea a la
vida del que no piensa nada más que en pasarlo bien, aunque eso sea a costa de aprovecharse de los demás y hacer sufrir a otras
personas. Y porque en el bautismo muere el cristiano de esa manera, por eso el bautismo es fuente de vida, es como un manantial
de alegría y de satisfacción, y es el comienzo de una vida limpia y clara y transparente, como el agua limpia que corre por las
montañas. De esta manera, el bautismo nos une a la vida de Jesús, a la muerte de Jesús, y a la resurrección de Jesús.
Todo esto es lo que debería ser el bautismo de los cristianos. Pero todos sabemos que así no suele ser el bautismo, tal
como lo entiende la gente y tal como se hace en muchas parroquias. La mayor parte de la gente no tiene ni idea de lo que es el
bautismo. Unos llevan a sus niños a bautizarlos, porque eso es lo que hace todo el mundo. Otros, porque eso es lo que se ha hecho
toda la vida. Otros, porque dicen que así el niño deja de ser "moro". Otros, porque de esa manera tienen una buena ocasión de
organizar una fiesta en la casa. Otros, porque si al niño le pasa algo, no quieren que se muera como un perro. Otros, porque
quieren que sea cristiano, pero sin darse cuenta de lo que eso quiere decir. O sea, que casi nadie recibe el bautismo como Dios
manda, es decir tal como fue el bautismo de Jesús y de acuerdo con lo que aquello tiene que representar para un cristiano.
Cuando Jesús fue bautizado, seguramente se preguntaría: "¿Qué hago yo aquí?" De eso hemos hablado en el tema anterior.
Hoy nos preguntamos: "Y nosotros* ¿qué hacemos aquí? Es decir, ¿entendemos nuestro bautismo tomo lo entendió Jesús? Cada
uno tiene su trabajo, sus quehaceres y su tarea. Pero, además de eso, ¿qué es lo qué tenemos que hacer de acuerdo con nuestra
vocación de cristianos?

PREGUNTAS
1. Antes de leer este tema, ¿qué idea tenías de lo que es el bautismo? Y, ¿para qué te creías tu que es el bautismo?
2. ¿Qué es lo más importante que has aprendido tú en este tema?
3. Cuando la gente lleva a bautizar a sus niños, ¿suele estar de acuerdo con lo que aquí se ha dicho?
4. Cuando la gente lleva a bautizar a sus niños, ¿suele tener una idea aproximada de lo que es el bautismo cristiano?
5. Si la Iglesia está formada por toda la gente que ha recibido el bautismo, ¿como te parece a ti que debería ser la Iglesia,
de acuerdo con lo que has aprendido en este tema?
6. ¿Crees que la mayor parte de la gente está dispuesta a aceptar y cumplir lo que es y lo que exige el bautismo?
7. ¿Piensas que se debe seguir bautizando a todos los chiquillos de todo el que llega a una sacristía pidiendo que le
bauticen a su niño?
8. ¿Sería mejor bautizar a las personas cuando son chiquillos pequeños o cuando han llegado a ser capaces de darse cuenta
de lo que es el bautismo?
9. ¿Cuál es la conclusión más importante que has sacado de este tema y de esta reunión?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 34

EL DEMONIO A LA OREJA…

El demonio a la oreja
te está diciendo:
¡deja misa y rosario!
¡sigue durmiendo!"

Esto es lo que cantaba la gente, hasta no hace mucho tiempo, por las mañanas temprano, cuando iban al rosario de la
aurora, sobre todo cuando iban los misioneros a los pueblos. Ese canto es un buen ejemplo de lo que mucha gente piensa sobre el
demonio y sus tentaciones. Porque muchos se piensan que las tentaciones más peligrosas son cuando a uno le entra gana de
quedarse acostado y no ir a misa; o cuando a otro le entran ganas de divertirse y pasarlo bien; o las tentaciones de ira o de soberbia
o cosas por el estilo. Y es verdad que todos esas tentaciones pueden ser peligrosas. Pero lo que muchas personas no saben es que
hay otras tentaciones mucho más malas, que son las tentaciones más importantes. Se trata de las tentaciones que sufrió Jesús. Y
que sufren también muchos cristianos, sin darse a lo mejor cuenta de lo que les pasa. De esas tentaciones vamos a hablar hoy.

MATEO 4, 1-11 (Lc 4, 1-13)


"El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba (tentación). Jesús ayunó cuarenta días con
sus noches y al final sintió hambre.
Entonces el demonio se le acercó y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes. Pero
Jesús le contestó: "No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que dice Dios con su boca".
Entonces el diablo se llevó a Jesús a la ciudad santa (la capital, Jerusalén), lo subió a la torre del templo y le dijo: "Si eres
el Hijo de Dios, tírate de cabeza, porque está escrito que Dios les ha dado órdenes a sus ángeles para que cuiden de ti; y además
los ángeles te llevarán en volandas, para que ni siquiera tus pies tropiecen con las piedras". Pero Jesús le respondió: ''También está
escrito que no debes tentar al Señor tu Dios".
Después el diablo se lo llevó a una montaña muy alta y desde allí le enseñó todos los reinos del mundo con toda su
grandeza, y le dijo: "Te daré todo esto para ti si te echas al suelo delante de mí y me reconoces como el amo de todo". Pero
entonces Jesús le dijo al diablo: "Vete, Satanás, porque está escrito que sólo al Señor tu Dios lo debes reconocer como el amo de
todo y nada más que a él le debes prestar servicio".
Entonces el diablo se fue; y se acercaron unos ángeles que se pusieron a servirle".

ACLARACIONES
A primera vista, este evangelio cuenta unas cosas muy raras que no tienen pies ni cabeza. Porque si la tentación del diablo
es una cosa mala, ¿cómo es explica que el Espíritu llevara a Jesús y lo metiera en semejante peligro? Eso no se entiende. Como
tampoco se entiende que Jesús se estuviera sin comer cuarenta días con sus noches y que solamente al final le entrara hambre. Eso
también es una cosa muy rara. Además, ¿cómo se explica eso de que el diablo se llevó a Jesús a la torre del templo? ¿y lo otro que
dice, de que el diablo subió a Jesús a una montaña tan alta que desde allí se veían todos los reinos del mundo? ¿dónde está esa
montaña? Todo eso parece sencillamente imposible.
Efectivamente, ni hay en toda la tierra una montaña desde la que se puedan ver todos los reinos del mundo, ni el demonio
pilló a Jesús por los pelos o por la ropa y se lo subió a la torre del templo, ni tiene sentido eso de que se estuviera cuarenta días sin
comer y que sólo al final le entrará hambre. Todo eso no pasó así, no pudo pasar así. Entonces, ¿qué es lo que pasó? Y por lo
tanto, ¿qué es lo que este evangelio nos quiero enseñar?
Aquí lo menos importante es la manera de contar lo que le pasó a Jesús; lo que interesa de verdad es saber lo que nos
quiere decir este evangelio. Nosotros también contamos cosas que no han pasado de la manera como las contamos, pero que son
una verdad muy grande. Por ejemplo se dice que todos los refranes son verdad. Y así es, en efecto. Pero, a veces, contamos
refranes que no pueden haber pasado tal y como los decimos. Por poner un caso, hay un refrán que dice: "Le dijo la graja al
cuervo, hazte allá que eres negro". Está claro que ni las grajas hablan, ni los cuervos entienden. Pero lo que sí es verdad es que, a
lo mejor, uno que está más calvo que un botijo, le echa en cara a otro que se ha quedado calvo. Ahí pega el refrán de la graja y el
cuervo. Bueno, pues en este evangelio ocurre lo mismo: lo que menos interesa es la manera de contar la historia; lo que interesa es
lo que esa historia nos quiere decir.
¿Y qué es lo que este evangelio nos quiere decir?
Ante todo, hay que tener en cuenta que lo que cuenta este evangelio es lo primero que le pasó a Jesús, enseguida después
de su bautismo. Eso quiere decir que Jesús, antes de empezar a dar la Buena Noticia y a proclamar el Reinado de Dios, pasó por
unas tentaciones terribles. O sea, cuando Jesús quiso empezar a cumplir con su vocación, cuando empezó a poner en práctica su
destino, lo primero que tuyo que soportar y que sufrir fue la tentación del diablo. Esto quiero decir que todo el que se pone en la
vida a hacer lo que hizo Jesús, tiene que contar con que le va a venir la tentación que le vino a Jesús.
Pero, ¿qué tentación fue ésa?
Aquí hay que tener en cuenta, sobre todo, una cosa muy importante: el demonio no le dice a Jesús que se aparte de su
vocación y de su destino. Jesús es el Hijo de Dios, es decir él es el Mesías, o sea el que salva a los hombres, el que saca a los
hombres de la esclavitud y los hace hombres libres. Y eso está indicado expresamente en este evangelio. Porque en él se dice que
Jesús estuvo en un desierto; y que allí estuvo cuarenta días completos. En la Biblia se cuenta que el pueblo escogido por Dios
(Israel) vivía como esclavo en Egipto, en tiempos muy antiguos. Y también se cuenta que Dios liberó a su pueblo de aquella
esclavitud. Para eso se sirvió Dios de un personaje famoso, Moisés, que fue el libertador del pueblo oprimido. Pero eso ocurrió
teniendo que pasar cuarenta años en el desierto. Y sólo después de esos cuarenta años y de aquel desierto, vino la libertad. Lo
mismo le pasó a Jesús: cuarenta días y en un desierto. El destino de Jesús es como el destino de Moisés: sacar a los hombres de la
esclavitud, para que sean hombres libres. Por lo tanto, todo esto nos quiere decir que la tentación de Jesús tiene que ver con su
destino y con su vocación de libertador del pueblo. Pero, ¿de qué manera?
Ya hemos dicho que el demonio no dice a Jesús que se aparte de su destino y de su vocación: ser Hijo de Dios, el Mesías,
el libertador de todos los oprimidos. Lo que le dice es que haga eso de la manera como el diablo quiere que se hagan las cosas en
ente mundo. Por eso, las tentaciones empiezan con la misma proposición: Si eres el Hijo de Dios… O sea, lo que el demonio
quiere, no es que Jesús se aparte de su destino, sino que cumpla ese destino de la manera que al demonio le interesa. Dicho con
otras palabras: lo que el diablo quiere, no es que Jesús se aparte de su fin, sino que cumpla ese fin con los medios que el diablo
quiere imponer en el mundo.
¿Y que medios son esos? Pues sencillamente, los medios más eficaces, humanamente hablando, que se pueden poner en
práctica para conseguir una cosa en esta vida: 1º) tener el poder de convertir hasta las piedras en pan; 2º) caer como llovido del
cielo entre palmas de ángeles; 3º) y por si todo eso fuera poco, tener todo el mundo y todos los reinos de la tierra a los pies, o sea
bajo su dominios Estas tres cosas, en el fondo, son una sola cosa: el poder y la autoridad sin límites. Eso es lo que el demonio
quiere que Jesús tenga: un poder, una autoridad y un dominio al que nada ni nadie se puede resistir. En eso consiste la tentación
del diablo, es decir en eso consiste la idea y el delirio satánico que el demonio quiero imponer en el mundo.
Jesús rechazó las tres tentaciones. Y las rechazó con energía. Porque vio en ellas el peligro más grande que tenemos todos
los mortales: el peligro de creernos que el poder la autoridad y el dominio son cosas buenas que se pueden utilizar para hacer el
bien. Pero la pura verdad es que el poder, la autoridad y el dominio, en vez de hacer libres a los hombres, lo que pasa es que los
hacen esclavos. Por eso, Jesús, en la tercera tentación le respondió al demonio exactamente lo mismo que le respondió otro día a
Pedro, cuando éste quiso que Jesús no fuera a sufrir y morir en Jerusalén: en los dos casos, Jesús dijo: "Apártate de mi, Satanás"
(Mt 4,10 y 16,23). ¿Qué quiso decir Jesús con esas palabras tan terribles? Pues muy sencillo, quiso decir que el ideal satánico es el
ideal del poder, la autoridad y el dominio, mientras que el ideal de Jesús es ir derechamente a la pasión, a la cruz y a la muerte.
Se trata, por lo tanto, de dos caminos opuestos el uno al otro; y que están el uno contra el otro. El camino de Satanás es el
camino del poder y del dominio, mientras que el camino de Jesús es el camino del servicio, la igualdad con todos, el no estar por
encima de nadie, no tolerar que nadie domine a nadie, no soportar que nadie oprima a nadie. En último término, esto quiere decir
que desde arriba no se hace a los hombres libres, sino esclavos. Y quiere decir también que el destino de Jesús es salvar y liberar
desde abajo. Por eso Jesús nunca mandó sobre nadie, nunca se puso por encima de los demás, y por todo eso terminó como tenía
que terminar: colgado de un palo entre dos bandidos, como si él fuera el más malo de todos los malhechores. ¿Por qué?
Sencillamente porque el orden de ente mundo está montado sobre el poder y la dominación, en los asuntos de la política, en los
asuntos del dinero, en todos los asuntos de la sociedad, y hasta en los asuntos de la religión. Jesús no aguantó eso, ni soportó que
este mundo esté organizado de esa manera. Y por eso Jesús fue considerado como el enemigo público número uno.
Vamos a tomar en serio, muy en serio, todo esto. Porque las tentaciones de Jesús siguen atacando a todos los mortales. Y
así estamos "educados". Hasta el punto de que nos parece que ni la sociedad ni la religión pueden funcionar como no sea a base de
que algunos (unos pocos) manden y dominen a los demás. Es verdad que todos los que tienen puestos de mando y de dominio
dicen que ellos cumplen con eso como un "servicio". Pero, en realidad, ¿qué se puede pensar de eso, después de lo que hemos
visto en esta reunión?
Es casi seguro que la vida y el mundo no se pueden organizar de acuerdo con el camino de Jesús. Porque siempre y en
todas partes hay y habrá quienes quieran dominar a los demás ("para hacerles el bien"... ¡qué divertido!). Por eso, los cristianos
tenemos que formar nuestras comunidades, que serán grupos de personas, que por seguir a Jesús, resistan a las tentaciones que
resistió Jesús y, a lo mejor, corren la misma suerte que corrió Jesús. Pero eso vale la pena, si de esa manera hacemos posible que
alguien sea de verdad libre y viva como hijo de Dios.

PREGUNTAS
1.- ¿Qué tentaciones has sentido tú como las más peligrosas Para ti en tu vida hasta ahora?
2.- ¿Qué tentaciones son en realidad las más peligrosas para un cristiano?
3.- ¿Crees que las tentaciones de Jesús se dan también en la Iglesia?
4.- ¿Existen esas tentaciones además en los dirigentes de otras organizaciones (partidos políticos, sindicatos,
organizaciones de empresarios, asociaciones de vecinos... etc.?
5.- Pon algunos ejemplos concretos de la primera tentación, tal como actualmente se presenta.
6.- También algunos ejemplos de la segunda tentación.
7.- Y también de la tercera.
8.- ¿Por qué desde arriba no se hace a los hombres libres?
9.- ¿Como debe organizarse una comunidad cristiana para no caer en las tentaciones que superó Jesús?.

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 35

¿A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DADO


(1ª parte)

Los dirigentes religiosos del pueblo judío decían que ellos eran los representantes de Dios. Y eso quería decir que Dios
estaba con ellos y de parte de ellos, pero estaba en contra de todos los que no pensaban como ellos. Por eso mucha gente se
pensaba que Dios quiere que las cosas sigan como están: unos arriba, mandando y pasándolo bien; otros abajo, hechos unos
desgraciados toda la vida.
Además, según decían los dirigentes religiosos, Dios es un Señor terrible, que castiga a los malos; y a los buenos también
como se descuiden. Pero, ¡cuidado!, que según decían los dirigentes judíos, los malos eran los que no estaban de acuerdo con ellos
y los buenos los que sí estaban de acuerdo con ellos y con lo que allí se cocía. Y por si fuera poco, los dirigentes decían también
que para estar bien con Dios había que cumplir la ley a rajatabla, ir al Templo y portarse como los dirigentes decían que había que
portarse. O sea, el Dios que presentaban los dirigentes era un Dios tremendo, que metía miedo; y además era un Dios al que le
gustaba que las cosas estuvieran organizadas como los dirigentes las habían organizado. Pero, ¿era así el Dios que presentaba
Jesús?

LUCAS 11, 1-5 (Mateo 6, 9-13)


"Una vez estaba Jesús rezando. Cuando terminó de rezar, uno de los discípulos le pidió: Señor, enséñanos a rezar, lo
mismo que Juan Bautista enseño a sus discípulos.
Jesús les dijo: cuando recéis decid así:
Padre que se sepa que tú eres santo, que venga tu reinado, danos cada día el pan del mañana, y perdónanos nuestros
pecados lo mismo que nosotros perdonamos a todo el que nos ha ofendido, y no nos dejes caer en la tentación''.

ACLARACIONES
Rezar es hablar con Dios. Cuando uno habla con otro, se nota enseguida la idea que este individuo tiene del otro con el
que está hablando: si habla con mucho respeto, es que el otro es una persona de respeto; si habla con mucha confianza, es que el
otro es una persona muy cercana. Por eso, cuando una persona reza, se nota enseguida la idea que tiene de Dios y lo que Dios es
para esa persona.
Los Judíos tenían una idea de Dios que asustaba al más tranquilo. Porque los dirigentes le habían metido a la gente en la
cabeza que Dios es un Juez, que castiga a todo el que se descuida. De esa manera, los dirigentes tenían a la gente asustada y
además resignada a vivir en el "orden" de cosas que los mismos dirigentes habían impuesto. Por eso, los sumos sacerdotes (que
pertenecían al partido saduceo) le decían a la gente que en la Biblia sólo eran verdad los cinco primeros libros; y en esos libros,
aunque alguna que otra vez se decía que Dios es Padre (Deut 32,5) en lo que más se ponía el acento es en que Dios es un gran
Señor, que da leyes y prohíbe cosas, que amenaza con castigos a los malos y que merece mucho respeto y mucho temor (Deut
32,6). Así resultaba que el Dios que presentaban los sumos sacerdotes era el gran Juez y defensor de la suerte y de los privilegios
que tenían los que mandaban sobre el pueblo.
Jesús no estaba de acuerdo, ni con los sumos sacerdotes, ni con eL Dios que ellos presentaban. Cuando Jesús hablaba con
Dios, siempre le llamaba Padre. Más aún, por el evangelio de Marcos sabemos que cuando Jesús rezaba, le decía a su Padre del
cielo Abba (Mc 14,36). Esta palabra es muy rara para nosotros, porque no es de nuestra lengua. La palabra Abba era de la lengua
que hablaba Jesús, el arameo. ¿Por qué ha conservado el evangelio esa palabra tal como suena, sin traducirla? Porque era la
primera palabra que los niños chapurreaban, con su lengua de trapo, cuando empezaban a hablar. En un libro de aquel tiempo, que
se llama el Talmud, se dice que cuando a los niños los destetaban, aprendían a decir Imma y Abba, que quiere decir mamá y papá..
Esto es exactamente lo mismo que pasa con los niños de ahora, que cuando empiezan a chapurrear las primeras palabras,
lo primero que dicen es "papá... mamá". Y entonces, el papá y la mamá, que tienen en brazos al crío, se lo comen a besos.
Jesús hablaba así con su Padre del cielo: con la misma seguridad, la misma tranquilidad y la misma confianza que un
chiquillo chico en brazos de su padre. O sea Jesús no se ponía delante de Dios como el que se pone delante de un juez o delante de
un señor, que te manda y te prohíbe, te amenaza y te castiga. La relación de Jesús con su Padre ( Abba) no era una relación de
miedo, sino de cariño, de ternura y de confianza.
Para cualquier judío de aquel tiempo, hablar así con Dios era una cosa que no se podía ni imaginar. Por eso, en aquel
tiempo, a nadie se le pasaba por la cabeza decirle a Dios ¡Abba!. Porque eso habría sido sencillamente una falta de respeto. Pues
bien, para Jesús, el Padre del cielo era tan cercano, tan entrañable y tan íntimo, que lo único que se le ocurría era llamarlo su
Abba. Eso era un atrevimiento, una osadía y una audacia, en aquel tiempo. Y sabemos que Jesús tenía ese atrevimiento, esa osadía
y esa audacia, Porque así era el Dios de Jesús.
Pero hay algo más interesante todavía en todo este asunto. Sabemos que los primeros cristianos, cuando hablaban con
Dios, ellos también le decían Abba. Así lo cuenta san Pablo, que fue uno de los cristianos más famosos de aquel tiempo (Rom
8,15; Gal 4,6). Esto; quiere decir que Dios era también para los cristianos de entonces alguien tan cercano y tan íntimo como el
Padre del cielo era para Jesús. Y por eso, los cristianos tenían el mismo atrevimiento, la misma osadía y la misma audacia que
tenía Jesús cuando hablaba con Dios.
Ahora se comprende lo que Jesús quería enseñar cuando le decía a la gente: "Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis
como niños, no entraréis en el Reino de Dios" (Mt 18,3). Jesús quería decir: tenéis que cambiar vuestra idea de Dios; tenéis que
quitaros de la cabeza esa idea del Dios que mete miedo, el Dios terrible que castiga al que se descuida; tenéis que aprender a decir
Abba, como dicen los niños pequeños. Y así es como empieza el Reinado de Dios. ¿Por que? Pues muy sencillo: porque cuando
una persona no cree ya en el Dios de los dirigentes sino que cree en el Dios que es Padre bueno de todos lo mismo y por igual,
entonces esa persona empieza a ver a todos como hermanos, por que todos son hijos del mismo Padre (Abba). Y entonces se
acaban de raíz las diferencias y las divisiones. Y entonces nadie tiene derecho a decir que él está arriba porque Dios quiere que
haya unos encima de otros. Y así empieza Dios a reinar de verdad, es decir así se impone lo que Dios quiere, no lo que quieren los
que tienen la sartén por el mango.
Creer en Dios de esta manera es acabar con todas las diferencias. Por eso, Jesús les decía a sus discípulos: "No os llaméis
“padre” unos a otros en la tierra, porque vuestro padre es uno solo, el del cielo" (Mt 23,9). El Padre que es bueno de verdad,
quiere a todos sus hijos por igual. Y por eso no tolera que uno de sus hijos se ponga por encima de los otros.
Creer en Dios de esta manera es acabar con el orgullo de los que se creen que son más que los otros. Por eso, Jesús decía
que de todo esto no se enteran los sabios y los entendidos, sino solamente la gente sencilla (Mt 11, 25-27). Los niños dicen Abba,
no porque lo aprendan en los libros, sino porque sienten el cariño de su padre.
Creer en Dios de esta manera es acabar con todos los rencores y con todas las divisiones de unos frente a otros. Por eso,
Jesús decía: "Amad, a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir
el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos y pecadores" (Mt 5, 44-45). Las costumbres de Dios tienen que ser las
costumbres de los hijos de Dios. Y Dios tiene la costumbre de mandar su sol lo mismo para los buenos que para los malos. Lo
cual quiere decir que los cristianos deben tener la costumbre de ser buenos siempre, buenos con todo el mundo, lo mismo con el
que se porta bien que con el que se porta mal.
Creer en Dios de esta manera es acabar con el agobio del dinero y el deseo de tener. Por eso, Jesús decía: "No podéis
servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no andéis agobiados por la vida pensando lo que vais a comer, ni por el cuerpo
pensando con que os vais a vestir… Fijaos en los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan; y sin embargo vuestro Padre del
cielo los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellos?" (Mt 6,24-26). Servir al dinero es poner el dinero por encima de
todo y de todos, que es lo que hace muchísima gente. Servir a Dios es tener muy claro que el dinero no es para tenerlo, ni para
disfrutarlo, sino para compartirlo demás. Y entonces, cuando en un grupo de cristianos (en una comunidad) se empieza a hacer
esto, se acaban los agobios de todos. Porque todos tienen lo que necesitan. Y así es como todos son de verdad hijos del mismo
Padre.
En resumen: creer en Dios de esta manera es ver a Dios, la vida, los demás, el dinero y todo de otra manera muy distinta
de como normalmente lo vemos los mortales.
Jesús empezó a decir estas cosas. Y allí empezó el lío. Porque los dirigentes se dieron cuenta enseguida de que con un
Dios así, ellos no iban a ninguna parte, se les acababa el rollo y la ganga que tenían. El Dios que es Abba de los niños y de la
gente sencilla, no soporta a los mandones, ni a los orgullosos, ni a los que quieren saber más que los demás, y tener más que los
otros.
Cuando los Cristianos aprenden de verdad a decir Abba, se arma el lío.

NOTA: Las preguntas van con la segunda parte al final del tema siguiente.

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 36

A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO


(2ª parte)

Al terminar el tema anterior decíamos que cuando los cristianos aprendemos de verdad a decir Padre (Abba), se arma el
lío. Esto necesita alguna explicación,
En realidad, el primero que se metió en un lío y armó un lío fenomenal fue Jesús. ¿Por qué?
Jesús veía a Dios de manera diferente a como lo vemos el resto de los mortales. Jesús era el Hijo de Dios y por eso veía a
Diosmas cerca que nadie y se daba cuenta como nadie de lo que Dios quiere a toda la gente, sobre todo a la gente que más sufre
en esta vida. Eso tenía una consecuencia: Jesús veía a Dios como Padre de todos los hombres y además sacaba las consecuencias
prácticas de eso. Los demás vemos también a Dios como Padre de todos los hombres, pero de ahí no pasamos, es decir no
sacamos las consecuencias prácticas que de ahí sacaba Jesús. Dicho de otra manera, nuestra creencia en Dios como Padre de todos
los hombres no pasa de ser una idea que tenemos en nuestra cabeza, porque eso no guarda relación con las cosas que luego
hacemos o dejamos de hacer, ni guarda relación con lo que nos gusta o nos desagrada. Por el contrario, Jesús veía a Dios como el
Padre de todos los hombres, y por eso decía que los hombres no pueden seguir viviendo como viven, es decir no pueden seguir
viviendo como enemigos y como extraños, sino que tienen que vivir como hermanos y como iguales, sin que unos tengan más que
otros, ni los unos se aprovechen de los otros. Aquí está el secreto de la cuestión. Y por eso, aquí es donde empieza el lío.
Pero con eso no está dicho todo. Porque Jesús no se limitaba a decir que todos debemos ser buenos y portarnos como
hermanos. Si Jesús se hubiera limitado a decir eso, a Jesús no lo matan, ni allí se arma el lío que en realidad se armó. El problema
está en que Jesús atacó directamente a los que hacen imposible que la gente vivamos como hermanos: atacó a los que quieren
estar por encima de los demás, a los que se empeñan en tener más que los otros. Jesús habló por eso contra los ricos y contra los
jefes de las naciones, contra los sumos sacerdotes y contra los fariseos, que querían siempre ocupar los primeros puestos y ser
bien vistos por todo el mundo. Jesús se plantó y dijo que creer en Dios como Padre de todos los hombres es creer en una forma de
vivir en la que nadie se aproveche de nadie. Pero como los que se aprovechan no estaban dispuestos a eso, entonces se armó el lío,
acusaron a Jesús de las cosas más feas que uno se pueda imaginar, lo condenaron y lo mataron.
Nosotros no creemos en Dios de esa manera. Nosotros sabemos que Dios es el Padre de todos, pero no estamos
convencidos de eso, nosotros le decimos a Dios que es nuestro Padre, pero nos quedamos tan frescos cuando vemos que un
hermano se muere de hambre o es desgraciado. Ni nos importa que haya gente que le chupa la sangre a los demás. Eso es una cosa
que nos resulta desagradable y molesta. Pero de ahí no pasamos. Nuestra fe en Dios es una idea que tenemos en la cabeza, pero en
eso se queda todo.
Ahora se comprende lo que Jesús quiere que le digamos a Dios cuando rezamos la oración del Padre nuestro. En esa
oración, tal como la dijo Jesús, hay dos deseos y tres peticiones.
El primer deseo es: que sepa que tú eres santo. Esto quiere decir lo siguiente: el primer deseo que tiene que tener un
cristiano es el deseo de que la gente tome en serio a Dios. Porque es "santo" lo que merece tanto respeto, que, con eso no se juega.
Tomar a Dios en serio es estar convencido de que Dios es el Padre de todos; y es estar convencido de que aquí se hace lo que Dios
quiere, no lo que a cada uno le da la gana. El deseo más grande que tiene que tener un cristiano es que todo el mundo se entere de
que Dios es santo. Y por tanto, que con Dios no se juega.
El segundo deseo es: que venga tu reinado. Esto quiere decir que un cristiano le saca enseguida las consecuencias a eso de
que Dios es santo. Si Dios merece el respeto que merece, eso quiere decir que Dios es el que manda, o sea aquí se tiene que hacer
lo que le gusta a Dios y no lo que le gusta al que manda, ni lo que les gusta a los que tienen la sartén por el mango. Decirle a Dios
que venga su reinado es decirle a Dios que se acaben los reinados de los que se aprovechan de los demás. Porque ya hemos visto
en el segundo curso de Teología Popular lo que es el Reinado de Dios.
Los deseos que nacen en el corazón de uno que cree en Dios son deseos revolucionarios. Es decir, son deseos de que esto
cambie de verdad y pronto. Y eso es revolucionario. No se trata de los deseos de los revolucionarios de las metralletas y las
pistolas, sino de los deseos verdaderos que tienen los verdaderos hijos de Dios.
Jesús tuvo deseos de revolucionario. Y por eso acabó como suelen acabar los revolucionarios. Lo que pasa es que casi
nadie se da cuenta de que cuando reza el Padre Nuestro, en realidad está diciendo la oración más revolucionaria del mundo. Si los
que mangonean en el mundo se dieran cuenta de esto, seguro que prohibían la oración del Padre Nuestro.
Después de esos dos deseos, le hacemos a Dios tres peticiones. En primer lugar, le pedimos que nos dé cada día el pan de
mañana. No le pedimos que nos toque la lotería, ni que acertemos una quiniela de catorce, ni que todo nos salga bien. Solamente
el pan de mañana, es decir lo necesario para vivir. Porque cuando uno se contenta con lo necesario, entonces es feliz de veras.
Además, sabemos que lo que unos tienen de sobra es lo que les falta a otros. Si todos nos contentamos con el pan de cada día,
entonces habrá pan para todos. Eso es lo primero que le pedimos a Dios los cristianos.
La segunda cosa que le pedimos es que nos perdone nuestros pecados lo mismo que nosotros perdonamos a todo el que
nos ha ofendido. O sea, pedimos que Dios nos trate de la misma manera que nosotros tratamos a los que nos hacen daño, a los que
nos fastidian y a los que nos hacen algo malo. Por lo tanto, si uno se porta mal con los demás, le decimos a Dios que se porte mal
con nosotros. Y si es que uno quiere que Dios le trate bien, así aprende a tratar bien a los otros, aunque sean sus enemigos.
La última cosa que le pedimos a Dios es que no nos deje caer en la tentación. Es decir, que no nos deje hacer nada malo.
Por consiguiente, le pedimos que siempre seamos personas cabales y de buen corazón.
El Padre nuestro es la oración de los que no están conformes con la vida que llevamos ni con el mundo en que vivimos. Y
por eso, es la oración de los revolucionarios no violentos, porque es la oración que revolucionaría al mundo si un buen día se
cumpliera todo lo que en ella pedimos. Si eso pasara un buen día, la gente no desearía amontonar dinero, ni le haría mal a nadie,
ni permitiría que a nadie le falte nada; y además nadie se quedaría con lo que no es suyo, habría trabajo para todos y pan para
todos también; nadie se sentiría solo y todos seríamos libres y dichosos. ¡Qué mundo tan raro! Entonces que brarían las empresas
de publicidad y habría que cerrar las fábricas de armamentos, los policías se quedarían sin trabajo y en los trenes habría clase
única, los funcionarios de prisiones irían al paro y los guardias de circulación tendrían siempre la cara sonriente. Y tantas cosas
más…
Jesús fue el primero que empezó a poner esto en marcha. Pero precisamente por eso, los de arriba se dieron cuenta
enseguida que un sujeto así es un peligro tremendo. Y no pararon hasta quitarlo de en medio. Jesús fue el verdadero
revolucionario porque rezaba más que nadie. Y sobre todo porque rezaba como nadie reza. Y es que el Dios de Jesús es el gran
motor de la revolución más hermosa. Y seguramente también la más temible.

PREGUNTAS
1. ¿Cómo era el Dios de los sumos sacerdotes que ellos presentaban al pueblo?
2. ¿Cómo es el Dios de Jesús?
3. ¿A cuál de esos dos "dioses" se parece más el tuyo, el Dios en quien tu crees? Por lo tanto, ¿tienes que cambiar tu idea
de Dios para hacerla semejante a la de Jesús?
4. ¿Qué consecuencias tiene el creer en Dios como creía Jesús?
5. ¿Por qué no podían aceptar los sumos sacerdotes al Dios de Jesús?
6. ¿Por qué el Dios de Jesús es un Dios revolucionario?
7. ¿Por qué los revolucionarios de ahora creen poco en Dios?
8. ¿Por qué los que creen en Dios no son revolucionarios?
9. ¿Manifiestas en tu vida el Padre nuestro? ¿Cómo lo haces?
TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 37

JESÚS NO FUE CONSERVADOR

La palabra "conservador" se aplica a la persona que es partidaria de mantener la tradición y frenar las reformas. Por esos
el conservador es un individuo que se asusta de todo lo nuevo y, por tanto, no hace más que pensar en lo de antes, en lo antiguo,
en lo que se hacía en otro tiempo. El conservador no quiere que las cosas cambien y lo que desea es que todo siga como siempre.
Porque no cree en lo de ahora y menos aún en lo que vendrá mañana. El conservador tiene su, esperanza puesta en el pasado. Y
por eso es conservador. De ahí que el buen conservador es siempre tradicionalista, o sea le gusta la tradición, que es ni más ni
menos lo que nos han entregado nuestros mayores. Por eso, todo conservador mira con malos ojos a los que no respetan las
tradiciones. Y ésa es la razón por la que las personas mayores se sienten molestas muchas veces con la gente joven. Pues bien,
¿qué pensaba Jesús sobre este asunto?
¿Estaba Jesús con los conservadores o contra ellos?

MARCOS 7, 1-13 (Mateo 15,1-9)


"Un día se acercaron a Jesús los del partido fariseo con algunos letrados que habían venido de Jerusalén, y vieron que
algunos discípulos (de la comunidad de Jesús) comían con las manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. Porque los fariseos,
y los judíos en general, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al
volver de la plaza no comen sin bañarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, como enjugar vasos, jarras y ollas.
Según eso, los fariseos y los letrados le preguntaron a Jesús: ¿Se puede saber por qué comen tus discípulos con manos
impuras y no siguen la tradición de los mayores?
Jesús les contestó: ¡Sois unos hipócritas! qué bien dicho está lo que dijo de vosotros el profeta Isaías:
«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón esto lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos». (Is 29, 13)
No hacéis caso a lo que Dios quiere, por aferraros a la tradición de los hombres.
Y añadió Jesús: ¡Qué bien¡ Echáis a un lado el mandamiento de Dios para plantar vuestra tradición. Porque Moisés dijo:
Tienes que alimentar a tu padre y a tu madre, y el que deje en la miseria a su padre o a su madre, tiene pena de muerte. En cambio,
vosotros decís que si uno le declara a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco como promesa para
el templo", entonces ya no le permitís a ése hacer nada por su padre o por su madre. Y así no hacéis caso de lo que Dios ha
mandado, precisamente por hacer caso de esa tradición que os habéis inventado, ¡Y de éstas hacéis muchas!"

ACLARACIONES
Decididamente, Jesús no está de acuerdo con los conservadores. Y no solamente no está de acuerdo con ellos, sino que
además les dice en su cara que son unos hipócritas y unos farsantes.
¿Por qué tomó Jesús esa postura tan clara y tan fuerte contra unas personas que eran tan religiosas, que tenían tanta fama y
que además seguramente eran buenos, por lo menos muchos de ellos?
El evangelio, que hemos leído hace un momento, dice que los fariseos y los letrados hacen tres cosas: 1. se aferraban a las
tradiciones que les habían enseñado sus mayores; 2. hacían de esas tradiciones unas normas o leyes que todo el mundo tenía que
observar; 3. a todo el que no obedecía aquellas normas lo miraban como persona sospechosa o peligrosa. Ahora bien, al hacer
estas tres cosas, en realidad lo que pasaba es que a los fariseos y a los letrados les interesaba más la religión que las personas,
porque les importaban más las tradiciones que el bien de las personas y se aferraban más a las leyes que a pensar en el bien de los
demás.
Pero la cosa era más grave. Porque como pensaban de esa manera, lógicamente hacían cosas raras y con frecuencia
cometían auténticas barbaridades. Precisamente a una de esas barbaridades se refiere Jesús enseguida. Es lo siguiente: en la ley
religiosa de los judíos estaba dispuesto que los hijos tenían que cuidar de sus padres cuando éstos llegaban a viejos. Por eso, el
que tenía una casa o una tierrecilla o algunos bienes, con eso debía cuidar de sus padres ancianos. Pero los dirigentes de la religión
judía se habían inventado un truco estupendo para engañar a la gente y quedarse ellos con el dinero. El invento consistía en que le
decían a la gente: el que tenga bienes, si los ofrece como promesa para el templo hace lo más grande qué se puede hacer, porque
darle los bienes a Dios es mejor que dárselos a una persona, aunque sea tu padre o tu madre. Pero si uno le ofrece sus bienes a
Dios, ya no puede emplearlos para otra cosa, ni siquiera para alimentar su padre. De donde resultaba que mucha gente hacían
promesas, y por eso iban y ofrecían sus bienes al templo, con lo cual ya se pensaban que no estaban obligados a asistir a sus
padres ancianos. Con lo cual muchos viejos se morían de hambre, mientras que los sacerdotes y religiosos se quedaban con el
dinero de mucha gente.
En este caso, se ve claramente que la tradición humana se ponía por delante de lo que Dios quería. La tradición humana
era eso de ofrecer los, bienes al templo, mientras lo que Dios quería y sigue queriendo es cada uno se porte bien con sus padres,
sobre todo cuando lleguen a viejos. Toda esta historia, en realidad nos viene a enseñar una cosa muy importante: Los
conservadores, que se aferran a las leyes y a las tradiciones, terminan por hacer más caso de las leyes y de las tradiciones que del
amor que deben tener con las personas, aunque se trate de su propio padre o de su propia madre. Lo único que le importa al
conservador es la tradición y la ley, aunque su mismísimo padre se muera de viejo y de hambre.
Ahora se comprende por qué Jesús no estaba de acuerdo con los conservadores. Y por qué les decía en su cara que eran
unos hipócritas y unos farsantes.
Por eso, Jesús les dice a los conservadores que su religión y su culto a Dios no sirve para nada, porque la doctrina que
enseñan son preceptos humanos, o sea no es lo que Dios enseña, sino lo que ellos se inventan.
Los dirigentes religiosos del tiempo de Jesús eran terriblemente conservadores. Y por eso acusaban a los discípulos de
Jesús, que no eran conservadores. Jesús no les enseñó a sus discípulos a respetar las leyes y las tradiciones. Jesús era un hombre
que enseñaba la libertad. La libertad consiste en no atarse a nada ni a nadie, para estar siempre dispuesto para amar y servir al que
lo necesita. Pero la religión de los conservadores no soporta que un individuo se porte así. Por eso los dirigentes judíos se dieron
cuenta de que Jesús era peligroso, porque era un renovador. Cuando Jesús le hablaba a la gente, todo el mundo decía que su
enseñanza era nueva (Mc 1,27). Lo que decía Jesús sonaba como una novedad, algo que no estaba de acuerdo con lo tradicional,
con lo de siempre. Además, Jesús les echó en cara a los dirigentes judíos que se aferraban al pasado, a lo antiguo, mientras que él
representaba lo nuevo, lo que rompe con la tradición (Jn 9,28-29). Los judíos tenían su esperanza puesta en Moisés, es decir en lo
tradicional (Jn 5,45), pero Jesús les tira por tierra su falsa confianza en las tradiciones (Jn 8,33.39-40).
Si ahora aparece un sujeto que les echa en cara a los dirigentes religiosos su apego a las tradiciones y les dice que se
interesan más por las tradiciones y por las leyes que por los hombres y mujeres que sufren en el mundo, ¿qué pasaría?, ¿qué
pasaría si ese sujeto va y les dice a los dirigentes religiosos que son unos hipócritas y que la religión que practican es inútil?
Seguramente a ese sujeto le pasaría lo que le pasó a Jesús.

PREGUNTAS
1. ¿Te dan más miedo las cosas de ahora o las cosas de antes?
2. ¿Te parece mejor la religión de ahora o la religión de antes?
3. ¿Por qué el conservador es conservador?
4. ¿Por qué el conservador no puede ser un hombre verdaderamente libre?
5. ¿Cuál es el engaño más profundo que sufren los conservadores?
6. ¿Se puede decir de verdad que un creyente no puede ser conservador?
7. ¿Qué relación hay entre espíritu renovador y espíritu evangélico?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 38

JESÚS Y LAS MALAS COMPAÑÍAS

"Dime con quién andas y te diré quién eres". Eso es lo que dice la gente de buena educación, la gente de buena conciencia
y de buena familia. Y con eso se quiere indicar, como es lógico, la cantidad de peligros que tiene el que se junta con malas
compañías. Cuando se recomienda tener cuidado con los malos amigos, sin duda se quiere evitar los males que de eso se suelen
seguir. Pero seguramente hay en eso otra cosa que también se debe tener en cuenta: la gente que se considera honrada y de orden
no quiere saber nada de los que tienen mala fama, los atracadores, los borrachos, los vagabundos, los homosexuales, las
prostitutas y otras personas por el estilo. Y por eso, la gente de derechas no quiere tampoco juntarse con los que son de izquierdas,
como hay blancos que no quieren juntarse con los negros, ni los payos con los gitanos, ni los católicos con los protestantes.
Y así podríamos seguir con una lista muy larga de "malas compañías" que suelen evitar los que se consideran "buenos" o
"mejor nacidos". Pero, ¿qué pensaba Jesús sobre este asunto? Y sobre todo, ¿qué hacia Jesús?

MATEO 9, 9-13 (Mc 2, 13-18; Lc 5, 27-32),


"Un días yendo Jesús de camino, vio al pasar a un hombre que se llamaba Mateo, y que estaba sentado en su negocio de
cobrar los impuestos, y le dijo: Sígueme.
El hombre se levantó y se fue con Jesús.
Una vez en casa, estando Jesús a la mesa, acudió un buen grupo de recaudadores de la contribución y un buen número de
pecadores; y se sentaron a la mesa con Jesús y con sus discípulos
Al ver aquello, los fariseos preguntaron a los discípulos de Jesús: ¿Se puede saber por qué come vuestro maestro con
recaudadores y pecadores?
Jesús lo oyó y dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos, A ver si aprendéis lo que quiere decir aquello de
"quiero corazón y no sacrificios". Porque yo no he venido a invitar a mi mesa a los buenos, sino a los pecadores".
ACLARACIONES
Cuando Jesús andaba por el mundo, la gente de aquél país estaba muy dividida y enfrentada, unos contra otros. Por una
parte, estaban los que se consideraban a sí mismos como los "buenos", o sea los que se creían que ellos eran las personas de
orden, la gente honrada, de buena educación y de buena familia y, sobre todo, la gente religiosa y piadosa a carta cabal. Así
pensaban los sacerdotes, los empleados del templo, los letrados y sobre todo los fariseos, que eran los más convencidos de que
ellos eran de verdad los "buenos". Por otra parte, estaban los que eran tenidos como los "malos", la gentuza que vivía mal y se
portaba de mala manera: los recaudadores de las contribuciones, a los que llamaban publicanos, los descreídos o pecadores
conocidos, los revolucionarios (les decían los zelotas), los de la región de Samaría, que eran herejes, las mujeres de mala vida y
las casadas que cometían adulterio, además de los ladrones y otras gentes por el estilo, entre los que había que contar a todos los
que no eran de la misma religión que los judíos.
La división entre los que se pensaban que eran los buenos y los malos era tan grande que los "buenos" ni siquiera les
dirigían la palabra a los otros, ni consentían juntarse con ellos y mucho menos comer en la misma mesa. Porque los "buenos"
estaban convencidos de que los malos contagiaban su maldad, de forma que si uno se juntaba con un pecador o simplemente por
el solo hecho de que la ropa del pecador le rozaba a uno, ya sólo por eso se estaba como sucio y contagiado de maldad. Además,
los malos no podían ir al templo a rezar con los demás; y los que se juntaban con los malos tampoco podían ni siquiera rezar con
los fieles y piadosos.
Estando así las cosas, si uno allí se juntaba con malas compañías, enseguida era señalado con el dedo; y la gente de buena
sociedad y de buena educación le hacía cruz y raya, o sea que quien hacía eso se caía con todo el equipo, se jugaba su fama y
arruinaba su carrera, porque quien cometía esa imprudencia era rechazado como los descreídos y los malos en general. Por lo
tanto, juntarse con gente de mala fama era allí un asunto muy delicado y el que hacía eso se metía en un buen lío.
Pues bien, ¿y qué hizo Jesús? Ya lo hemos leído en el evangelio de Mateo, hace un momento. Jesús llamó al tal Mateo,
que era un recaudador de impuestos, para que se fuera con él, en su grupo de amigos y discípulos. Es decir, Jesús admitió en su
comunidad a este individuo de mala fama. Y además lo llevó a casa y lo sentó a su mesa. Y por si fuera poco, dejó que en la casa
entraran muchos amigos del tal Mateo, y que se pusieran a comer allí todos revueltos. Y eso que los amigos de Mateo debían ser
de tan mala fama como él.
Pero no hay que pensar que esto ocurrió solamente una vez. Los evangelios cuentan que Jesús tenía la costumbre de andar
con malas compañías, gente de mal vivir que se le pegaba, iba a su casas comían juntos, o sea un escándalo. Y la gente comentaba
que era amigo de recaudadores y descreídos (Lc 7, 34; 15, 1; 19, 2-8; Mt 11, 19). En una ocasión, Jesús dejó que una mujer de
muy mala fama entrara en la casa donde él estaba comiendo y le dejó que le lavara los pies y le tocara, lo que dio motivo a que la
gente seria murmurase (Lc 7, 37.39). Otra vez, se puso a hablar a solas y en el campo con una mujer que había dado mucho que
hablar (Jn 4, 7-29), lo que extrañó a los mismos discípulos (Jn 4, 27), porque hablar a solas y en el campo con una mujer y más si
era de mala vida, era una cosa que nunca se atrevían a hacer los judíos. Y en otra ocasión Jesús perdonó, contra lo que estaba
mandado, a una casada que habían sorprendido con otro hombre que no era su marido (Jn 8, 3 -4). Además, Jesús cometió la
imprudencia de admitir en su grupo a gente que pertenecía al partido de los zelotas, que eran los revolucionarios de entonces,
como a un tal Simón, que era tan zelota que le pusieron ese nombre de apodo (Lc 15; Act 1, 13), además de Judas que era de los
sicarios, los que con cuchillos, navajas y machetes se dedicaban, ya entonces, a practicar el terrorismo. Y sabemos que también se
trataba Jesús con los samaritanos, que eran los herejes de la religión judía: una vez se quedó viviendo con esa gente varios días (Jn
4, 40) y además resulta que al mismo Jesús le decían "samaritano" para meterse con él (Jn 8, 48), que hasta llegó a poner a un
samaritano como modelo y ejemplo que se debía imitar, porque aunque era hereje, tenía buen corazón (Lc 10, 33). Lo mismo que
otra vez puso como modelo a un recaudador (Lc 18, 10-13). Y para terminar de complicar las cosas, Jesús se atrevió a decir que
los publicanos y las mujeres de mala vida entran en el Reino de Dios antes que los judíos piadosos y observantes (Mt 21, 31).
Pero, bueno, ¿qué quiere decir todo esto? Por supuesto, al portarse de esa manera, Jesús no quería decir que está bien eso
de ser un pecador, un ladrón, un bandido o una mujer de mala vida. Jesús dice que el médico lo necesitan los enfermos y que ha
venido a llamar a los pecadores para que cambien de vida.
Al portarse de esa manera, Jesús nos quería decir varias cosas:
1).- Que lo más importante es tener buen corazón; por eso, repite las palabras que dijo antiguamente un profeta en nombre
de Dios: quiero corazón y no sacrificios (Os 6, 6).
2).- Que tener buen corazón es más importante que los ritos y ceremonias de la religión, de tal manera que si la religión
divide a los hombres y los echa a pelear, entonces esa religión es una mentira y no le agrada a Dios.
3).- Que Jesús no quiere saber nada de los que se consideran a sí mismos como personas santas y buenas.
4).- Que Jesús quiere estar cerca de los que se ven hechos una miseria, pecadores, malos, despreciados y miserables.
5).- Que los cristianos no debemos nunca alejarnos de los demás porque los otros tengan ideas o formas de portarse que no
cuadran con nuestras costumbres.
6).- Que un cristiano no tiene por qué avergonzarse de tener amigos entre la gente peor vista en la sociedad.
Por último, aquí es muy importante caer en la cuenta de que esta manera de portarse le costó muy cara a Jesús. Porque lo
tomaron por un comilón y un borracho, un amigo de publicanos, pecadores y gente de mala vida (Mt 11, 19). Lo tomaron además
por un hereje, al llamarlo "samaritano" (Jn 8, 48) y con frecuencia dio que hablar por esas cosas (Lc 15, 1-2). O sea, por hacer
todo eso Jesús se jugó su fama, su prestigio y el respeto que se le debía. De esa manera, Jesús se situó entre la gente sospechosa de
su país y de su tiempo, Y además cometió imprudencias que precipitaron las cosas, hasta que, como veremos más adelante, lo
metieron en la cárcel y lo ejecutaron. Pero es que para Jesús era más importante solidarizarse con los desgraciados y miserables,
aunque se trata de gentes que son desgracias y miserables por su propia culpa, porque son unos degenerados y unos viciosos.
Porque Jesús estaba convencido de que a los hombres se les ayuda solamente a partir de la solidaridad y no con ataques y
condenas.

PREGUNTAS
1. ¿Qué relación hay entre las amistades de Jesús y la muerte de Jesús?
2. ¿Cómo influyó en la predicación de Jesús la gente con la que él se relacionaba?
3. ¿Qué hay de bueno y qué hay de malo en las malas compañías?
4. ¿Cómo se les hace un mayor bien a los malos: condenándolos o juntándose con ellos?
5. ¿Con qué criterio dividimos a la gente en buenos y malos?
6. ¿Qué piensas sobre la tolerancia y la transigencia?
7. Indica algunos ejemplos de cosas que se hacen entre nosotros y que no están de acuerdo con lo que hacía Jesús.

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 39

JESÚS PASA AL ATAQUE

Ya hemos visto que Jesús fue acusado de muchas cosas: de ser un agitador, un desobediente a las leyes religiosas, un
comilón y un bebedor, de andar con malas compañías y de escandalizar a la gente. Todo eso y mucho más, como veremos en los
próximos temas, se decía de él. Por otra parte, los que acusaban a Jesús eran los dirigentes, es decir la gente importante:
sacerdotes, senadores, letrados, los que mandaban en la política y en la religión. Por el contrario, el pueblo sencillo y la gente en
general estaba de parte de Jesús. Y la prueba está en que los de arriba no se atrevieron a matar a Jesús antes de lo que lo mataron,
precisamente por miedo a formar un alboroto entre el pueblo (Mt 21, 46; Mc 12, 12; Lc 20, 19; 22, 2). Y así, poco a poco, cada día
las cosas se fueron poniendo cada vez más feas. Porque el hecho es que Jesús, por su parte, no se estuvo callado. Y pasó al ataque
de manera tan violenta qué resulta impresionante leer sus palabras.

MATEO 23, 23-33


"Un día, Jesús se dirigió a los letrados y a los fariseos y les dijo: "¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que
pagáis la contribución por la hierbabuena, el anís y el comino, pero descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, el buen corazón y
la lealtad! Esto había que practicarlo, y aquello... no dejarlo. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello¡
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro estáis llenos de
robos y desenfreno¡ ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, que así quedará limpia también por fuera.
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena
apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muerto y de carne podrida. Lo mismo os pasa a vosotros: por fuera parecéis
honrados, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y de crímenes,
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que edificáis grandes sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos y
altares de los santos, diciendo: "si nosotros hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos
en el asesinato de los profetas". Al decir eso, estáis hablando contra vosotros mismos, pues así estáis diciendo que sois hijos de los
que asesinaron a los profetas. ¡Venga ya! ¡A ver si llegáis al colmo de lo que llegaron vuestros padres¡ ¡Culebras, raza de víboras!
¿Como vais a escapar del fuego de infierno? ".

ACLARACIONES
Para hacerse una idea de cómo debieron ponerse las cosas cuando Jesús echó este discurso, hay que tener en cuenta las
circunstancias que se dieron cuando Jesús habló de esta manera.
1º) El sitio: Jesús dijo todo eso en Jerusalén, es decir en la capital, donde estaban las autoridades principales, los
dirigentes religiosos, los militares de rango más alto. O sea, Jesús se enfrenta ya con el poder central. Aunque no es la primera vez
que Jesús tiene enfrentamientos con los dirigentes; ya los había tenido con las autoridades de la provincia de Galilea (Mc 2, 1 -12;
13-17; 2, 23-28; 3, 1-6; 8, 11-12). Pero entonces se trataba de problemas y conflictos con dirigentes provinciales. Ahora, en
cambio, el enfrentamiento es con los poderes supremos y centrales. Jesús llega a la capital, a denunciar el sistema en su propio
terreno, justamente donde había más poder y más fuerza. Y por eso también, donde había más peligro y donde era más arriesgado
hablar por lo claro.
2º) El día: Jesús dijo todo eso al día siguiente (Mt 21,18) de haber entrado en el templo de la capital, con un látigo en la
mano, echando a la gente, volcando las mesas y diciendo que aquello era una cueva de bandidos (Mt 21, 12 -13). Es decir, Jesús se
puso a ofender públicamente a las autoridades centrales precisamente a renglón seguido de haber organizado el escándalo del
templo en la capital y cuando las cosas estaban tan feas que si no le habían echado ya mano para matarlo, es porque la gente
estaba de parte de él (Mt 211 46). Por otra parte, la situación llegó a ponerse de tal manera que a los pocos días metieron a Jesús
en la cárcel, lo sometieron a tortura y lo mataron. Por lo tanto, se puede decir que cuando Jesús habló de esta manera, en realidad
se estaba jugando la vida.
3º) Las personas: Jesús ataca durísimamente a letrados y fariseos. Los letrados eran hombres de estudios, que se pasaban
la vida leyendo y analizando los libros sagrados de la religión judía; ellos eran los intelectuales y teólogos de aquel tiempo en el
país donde vivió Jesús. Los fariseos eran los hombres más religiosos de entonces, los más piadosos y los más cumplidores de las
leyes sagradas de aquella religión. Por consiguiente, Jesús ataca directamente a la gente que aparecía ante todo el mundo como la
más religiosa de su tiempo, la más observante y la más entendida en las cosas de Dios. Por otra parte, atacar a este tipo de
personas era una cosa muy peligrosa. Primero, porque esta gente tenía mucho prestigio y mucha influencia. Segundo, porque
atacar a la gente más religiosa era como atacar a la religión misma. Pero eso muy peligroso, ya que la religión era lo más delicado
que se podía atacar entre los judíos.
4º) Lo que dijo: Jesús empieza su discurso diciéndole a la gente que los letrados y fariseos no se portan como deben; por
lo tanto, que nadie haga lo que ellos hacen (Mt 23, 3). A renglón seguido, Jesús describe lo que les gusta a los dirigentes: ponerse
unos ropajes especiales, estar siempre los primeros, que todo el mundo los salude y les haga reverencias, que la gente les llame
"señores" (Mt 23, 5-7). Y enseguida prohíbe que alguien se ponga sobre los demás (Mt 23, 5-7), Pero lo más fuerte viene a
continuación. Porque después de eso, Jesús dijo en público que los dirigentes eran unos hipócritas; y dijo eso siete veces (Mt 23,
13.15 23.25.27.28.29), cosa que ya les había dicho en otras ocasiones (Mt 6, 2.5.16; 7, 5; 15, 7; 22, 18; Mc 7, 6; 12, 12; 15; Lc 6,
42; 12, 1.56; 13, 15; 20, 20). Además, Jesús les dijo que estaban ciegos (Mt 23, 16.17.19.24), necios o idiotas (Mt 23, 17), que no
cumplían con la justicia, ni tenían buen corazón, ni lealtad (Mt 23, 27), que estaban llenos de podredumbre y eran como sepulcros
o sea que eran depositarios de la muerte y la destrucción (Mt 23, 27), que eran unos criminales (Mt 23, 28) y como unas culebras
o como un nido de víboras, o sea que estaban llenos de malicia y veneno (Mt 23, 33),
¿Qué podía esperar Jesús después de decir tales cosas, de tales personas, en aquel sitio y en aquel momento? Cuando
asesinaron al arzobispo Romero, en la ciudad de San Salvador, todo el mundo se quedó impresionado. Porque un obispo que dice
las cosas que dijo Romero no puede esperar nada más que una bala que se le meta en el corazón. Bueno, pues el obispo Romero
no dijo ni la mitad de las cosas que dijo Jesús. Porque muy poco antes de este discurso, Jesús les había dicho a los sumos
sacerdotes y a los fariseos (o sea, a los supremos dirigentes) que eran unos asesinos y unos malvados (Mt 21, 45-46; ver Mt 21, 3-
941); y dijo también que los recaudadores y las fulanas, es decir la gente de mala vida, estaban más cerca de Dios que aquellos
dirigentes (Mt 21, 31-32). El obispo Romero no se ha atrevido a decir tales cosas, Y si a este obispo lo han matado, con más razón
tenían que matar a Jesús.
Pero, vamos a ver, ¿qué quiere decir todo esto? Por lo pronto, esto quiere decir que Jesús no estaba de acuerdo con la
política de los que dicen que hay que estar a bien con todo el mundo. Jesús no pretendió jamás estar a bien con todos. Por el
contrario, Jesús definió de manera muy clara: se puso de parte de unos y en contra de otros. Por lo tanto, Jesús no está de acuerdo
con los dirigentes religiosos que dicen que ellos tienen que estar con todo el mundo. Y tampoco está de acuerdo Jesús con los
cristianos que no dicen lo que deben decir porque no quieren que haya líos o enfrentamientos.
Pero hay algo más importante: Jesús no se enfrentó de esta manera con la gente sencilla, sino con los dirigentes, con los
que tenían el poder y la influencia. Y Jesús hizo eso aunque sabia muy bien que de esa manera es jugaba la vida. Por lo tanto,
Jesús no está de acuerdo con los que dicen que no se deben tener conflictos y problemas con las autoridades, no sea que nos
quiten lo que tenemos o que no nos dejen hacer lo que hacemos o que no nos ayuden con dinero o favores. Jesús no pensaba de
esa manera. Y eso que sabía que al hablar de tal manera, lo más seguro es que lo perseguirían a él y que así se seguiría mucho
daño para su comunidad y para la causa que defendía, Por lo tanto, Jesús no está de acuerdo con la política de los clérigos y los
dirigentes cuando dicen que hay que estar a bien con las autoridades y con la gente de influencia, para que nos ayuden y nos
saquen de apuros. Esa manera de pensar está en contra de lo que hacia Jesús,
Todo esto quiere decir, además, que Jesús no fue muy prudente. Porque según nuestra manera de hablar, una persona es
imprudente cuando se mete en líos, cuando habla de tal manera que se enfrenta con los demás, sobre todo si los que se ponen
enfrente son los que mandan o los que tienen influencias. Por lo tanto, Jesús no está de acuerdo con la falsa prudencia que muchas
veces practicamos los cristianos.
Y sobre todo, esta manera de proceder y de hablar de Jesús nos quiere decir que cuando está por medio la defensa de los
que sufren, no nos podemos callar. Y no nos podemos callar hasta el punto de que, si es necesario, hay que ser violentos como lo
fue Jesús. Es verdad que Jesús no le pegó a nadie (ni siquiera cuando lo del templo se dice que Jesús pegara a las personas), pero
lo que dijo es violentísimo, como acabamos de ver. ¿Y por qué dijo Jesús todo eso? Porque los dirigentes querían estar por encima
de los demás, porque no practicaban la justicia ni tenían buen corazón, porque echaban cargas pesadas sobre la gente (Mt 23, 4),
porque eran agentes de muerte y de asesinatos. Por lo tanto, cuando esas cosas están de por medio, una persona que cree en Jesús
no se puede callar, aunque le cueste la vida y aunque su manera de hablar sea una ruina.
Por último, la consecuencia que se sigue de todo esto es que los cristianos que quieren hacer lo que hizo Jesús,
seguramente tendrán que decir cosas muy desagradables de los que mandan y de la gente de influencia, de los que practican la
religión hipócritamente y de los que quieren aparecer como personas respetables. Porque ahora, como en tiempos de Jesús, es
frecuente que este tipo de personas estén llenas de maldad y de crímenes. Pero entonces, lo que pasa es que los cristianos se tienen
que tragar que van a ser perseguidos y mal vistos. Los cristianos se tienen que tragar que van a ser pocos y que van a tener poca
influencia. Los cristianos se tienen que tragar que van a pintar muy poco en la sociedad. Pero no importa: pasaron los letrados y
fariseos, pasaron los dirigentes de aquel tiempo y los que asesinaron a Jesús, pero la causa de Jesús sigue adelante en la historia.
En eso está nuestra alegría y nuestra esperanza.

PREGUNTAS
1. ¿Has tenido enfrentamientos con alguien por causa del Evangelio? ¿Los ha tenido vuestro grupo?
2. ¿Hablas con la misma libertad ante la gente importante y ante las personas que no tienen influencias?
3. ¿Qué crees que te falta para comportarte como se comportó Jesús?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 40

¿POR QUÉ LO MATARON?


(1ª parte)

Seguramente alguna vez nos hemos preguntado: ¿por qué mataron a Jesús? Y seguramente también nos hemos dicho lo
que tantas veces se ha dicho: lo mataron porque él fue bueno y porque los otros eran malos; lo mataron porque él era Dios y
porque los otros eran los enemigos de Dios; lo mataron porque él era santo y porque los otros eran pecadores. Eso, poco más o
menos, es lo que se dice en muchos sermones. Porque así estaba escrito y así lo quiso Dios. Pero, en realidad, ¿pasaron así las
cosas?, ¿fue por todo eso por lo que asesinaron a Jesús de Nazaret?, ¿se puedo decir sinceramente, seriamente, que Dios quería la
muerte de su Hijo?, ¿se puede asegurar, por consiguiente, que el mejor de los padres deseaba ver correr la sangre del mejor de los
hijos?, ¿y se puede afirmar, además, que los malos son tan malos que les gusta matar a los buenos por el sólo hecho de ser
buenos?, ¿es que se pueden decir estas cosas y encima nos quedamos tan tranquilos?, ¿sabemos nosotros, de verdad por qué lo
mataron?

MATEO 16, 21-23


"Un día empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores,
sumos sacerdotes y letrados, qué lo tenían que matar y que a los tres días iba a resucitar.
Entonces Pedro se llevó a Jesús aparte y se puso a decirle, con enfado: ¡Que Dios te libre de eso, Señor! ¡Eso no te pasará
a ti!
Pero Jesús se revolvió y le dijo a Pedro: ¡Ya te estás quitando dé mi vista! ¡Satanás! Eres un peligro para mi, porque tu
idea no es la de Dios, sino la que se le ocurre a cualquier hombre".

ACLARACIONES
Lo que cuenta este evangelio ocurrió bastante tiempo antes de que mataran a Jesús. Por lo tanto, Jesús sabía que lo iban a
matar. Y sabia además quién lo iba a matar. Y dónde lo iban; a matar. Y él sabía todo eso mucho antes de que pasara. Además,
Jesús habló de este asunto más de una vez: por lo menos, se sabe que habló de ello otras veces, dos (Mc 9, 30 -32; 10, 32-34). O
sea, parece bastante claro que Jesús veía lo que se lo venía encima y sabía perfectamente que su vida tenia que terminar de mala
manera.
Pero, ¿por qué sabia él todo eso antes de que ocurriera? Muchas veces se ha dicho que Jesús lo sabía todo, porque era el
Hijo de Dios; y por eso no nos debe extrañar que el tuviera una idea muy clara de lo que le iba a ocurrir. Y es verdad que Jesús era
el Hijo de Dios. Pero nunca debemos olvidar que él era un hombre como los demás hombres, que además reconoció que había
cosas que él no las sabía ( Mt 24, 36). Por la sencilla razón de que un hombre, que es como los demás, no sabe todas las cosas. Por
eso, no vale decir que Jesús sabía todo lo que le iba a pasar porque él era el Hijo de Dios.
Entonces, ¿cómo es que lo sabía? Por una razón que se comprende enseguida: Jesús vivió de tal modo, se portó de tal
forma y habló de tal manera, que en realidad terminó, como tenía que terminar. Jesús no era tonto. Y se daba cuenta perfectamente
de lo que estaba pasando a su alrededor. Y por tanto, él se convenció enseguida de que su vida tenía que terminar de forma
violenta. Porque, tal como fueron ocurriendo las cosas, aquello no podía tener otro fin.
Efectivamente, a Jesús lo acusaron públicamente de una serie de cosas, que en aquel tiempo eran muy graves en el pueblo
judío, por la sencilla razón de que eran delitos que estaban castigados por la ley con la pena de muerte. Así, cuando a Jesús le
echaron en cara que expulsaba a los demonios con la ayuda de Belcebú, el jefe de los demonios (Mt 12, 24), en realidad lo que
estaban diciendo de él es que practicaba la magia, cosa que estaba castigada con la muerte; y lo mismo cuando decían de él que
decía blasfemias contra Dios (Mc 2, 7), que era un profeta falso (Mc 14, 65), que era un hijo rebelde (Mt 11, 19, ver Deut 21,
20-21), en todos esos casos se trataba igualmente de delitos que se castigaban con la muerte. Además, los evangelios cuentan que
Jesús curaba a los enfermos precisamente los sábados, que era el día que eso estaba prohibido, de tal manera que quien hacía en
sábado lo que estaba prohibido, merecía la pena de muerte. Esta pena no se aplicaba la primera vez que uno cometía ese delito; en
ese primer caso, las autoridades le avisaban públicamente al delincuente; y si a pesar del aviso, volvía a hacer lo que estaba
prohibido, entonces ya lo condenaban a muerte. Y eso es lo que le pasó a Jesús. Cuando sus discípulos cometieron el primer delito
contra el sábado, las autoridades lo avisaron seriamente (Mc 2, 24); y en cuanto Jesús violó la ley por segunda vez, se decretó su
muerte (Mc 3, 6). Y aunque no se atrevieron a matarlo ya en aquel momento, la verdad es que ya lo tenían sentenciado. Pero lo
más grave del asunto es que Jesús, aunque sabía el peligro en que se metía, siguió quebrantando la ley del sábado (Lc 13, 10 -17;
14, 1-6; Jn 5, 10; 9, 13-14)l hasta el punto de que la gente acudía a ser curada por Jesús precisamente los sábados (Lc 13, 14), lo
que indica que él curaba a los enfermos precisamente el día en que eso estaba prohibido.
Al hacer estas cosas, Jesús se daba cuenta perfectamente de que perdía el derecho a la vida y de que, por lo tanto, lo
podían matar en cualquier momento. En todos esos casos, la ley judía ordenaba que se matara al delincuente apedreándolo, hasta
que le saltaban los sesos contra una tapia. Cuando a uno lo acusaban de falso profeta, la sentencia de muerte se ejecutaba
estrangulándolo. Y es importante saber que los judíos apedreaban y mataban a los que quebrantaban las leyes, sin necesidad de
acudir a las autoridades militares (a los romanos), como nos consta por la muerte de san Esteban (Act 7, 54-60). En el caso de
Jesús, acudieron al gobernador romano (Pilatos), porque querían que su muerte fuera más dura, más humillante y más dolorosa: la
muerte colgado de una cruz.
Pero hay algo en todo este asunto que resulta más impresionante. Además de todo lo que ya hemos dicho, Jesús se atrevió
a hacer otra cosa más, que fue la más grave de todas: entrar en el templo con un látigo, tirando por tierra el negocio que allí tenían
los sumos sacerdotes y diciendo que aquello se había convertido en una cueva de bandidos. Los cuatro evangelios cuentan este
episodio (Mt 21, 12-17; Mc 11, 15-17; Lc 19, 45-46; Jn 2, 13-22). Y sabemos además que aquello debió resultar tan grave que,
desde aquel momento, los dirigentes vieron que tenían que matarlo (Mc 11, 18; Lc 19, 47-48). De esta manera, Jesús llegó a
colmar la medida de sus delitos contra la ley y contra la religión de su pueblo y de su tiempo, hasta el punto de que, sin duda
alguna, éste fue el delito más grave que cometió Jesús. Y prueba de ello es que en el juicio que le hicieron, no lo acusaron de las
otras cosas, sino solamente de su ataque contra el templo (Mt 26, 61; Mc 14, 58). Además, cuando Jesús estaba en las agonías de
la muerte, los que todavía tenían ganas de ofenderlo le echaban en cara precisamente lo que había dicho contra el templo (Mt 27,
40; Mc 15, 29-30). Por lo tanto, se puede decir que cuando Jesús se decidió a hacer lo del templo se jugó la vida de una manera
definitiva. Y el hecho es que a los pocos días lo metieron en la cárcel, lo sometieron a tortura y lo asesinaron.
Por consiguiente, la muerte de Jesús no sucedió porque sí, porque así estaba determinado por Dios o porque ese era su
sino. La muerte de Jesús fue el desenlace final de una vida que, según las leyes de aquel tiempo, mereció el juicio, la condena y la
ejecución. Y aunque es verdad que el mismo Jesús dijo que, según las Sagradas Escrituras, el Mesías tenía que sufrir todo aquello
(Lc 24, 26), lo cierto es que él no tuvo más remedio que sufrir y morir de aquella manera, porque se portó de forma que así tenía
que acabar.
Pero, por qué hizo Jesús todo eso? Y por lo tanto, ¿por qué lo mataron? Sin duda alguna, Jesús se dio cuenta de que no
basta con hacer el bien y predicar el bien, sino que además hay que atacar las raíces del mal. Por eso, Jesús no se limitó a decir
cosas que en realidad eran delitos muy graves contra las leyes establecidas en la sociedad de su tiempo. ¿Y por qué quebrantó
aquellas leyes hasta el punto de jugarse la vida y perder el derecho a la vida? Porque Jesús comprendió que la raíz más profunda
de los males es la dominación de unos hombres sobre otros hombres, sobre todo la dominación legal, es decir la dominación
admitida por las leyes, sobre todo cuando se trata de leyes religiosas. Está claro que cuando uno domina a otro y se aprovecha de
otro quebrantando lo que manda la ley, a ese dominador o explotador lo pueden denunciar y a lo mejor lo meten en la cárcel. Pero
cuando el dominador o explotador está amparado por la ley, entonces es poco menos que imposible que la dominación se acabe. Y
si además se trata de una ley religiosa, entonces parece que hasta Dios está de parte de los que dominan y en contra de los que se
quieren quitar de encima la dominación. Pero resulta que eso es precisamente lo que pasaba en tiempos de Jesús: los dirigentes
judíos imponían a la gente unas obligaciones tremendas (Mt 23, 4), mientras que ellos vivían como les daba la gana: eran personas
importantes, que ocupaban siempre los primeros puestos, tenían bienes y riquezas en abundancia y se lo pasaban de perlas; la
gente, sin embargo, tenía que soportar aquellas cargas y el que protestaba era condenado y si se descuidaba era también apedreado
hasta morir. Ahora bien, eso es lo que Jesús no podía soportar. Por eso, no se limitó a predicar el bien, sino que además dijo con su
ejemplo que aquellas leyes y aquella religión eran una gran mentira, que no había que hacer caso de todo aquello, porque lo
importante y lo que Dios quiere es que los hombres vivan como hermanos, que se respeten unos a otros y que se amen de verdad
los unos a los otros.
¿Por qué lo mataron? Está claro que por ser bueno, no se mata a nadie; por predicar el bien, no se mata a nadie. A Jesús no
lo mataron porque fue bueno o porque predicó el bien. A Jesús lo mataron porque puso al descubierto las raíces del mal, lo
mataron porque puso al descubierto que la raíz más honda del mal es una religión que no sirve para que la gente viva en el amor y
la fraternidad, sino que sirve para someter a la gente, para situar a unos sobre otros, para que unos tengan lo que quieren y para
que los otros se sometan a los que mandan.
Está claro que cuando una religión funciona de esa manera y sirve para eso, esa religión es el enemigo número uno de la
humanidad. Y por eso, sin duda, Jesús se enfrentó con semejante religión, hasta jugarse su seguridad, su prestigio y su propia vida.
Pero como todo esto necesita más explicaciones y aclaraciones, seguiremos hablando de este mismo asunto en el tema siguiente.

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 41

¿POR QUÉ LO MATARON?


(2ª parte)
Se suele decir que a Jesús lo condenaron a muerte cuando lo llevaron a los tribunales, inmediatamente antes de la pasión.
Y, efectivamente, entonces es cuando lo condenaron de una manera oficial y pública. Pero la verdad es que Jesús estaba
sentenciado a morir des de mucho antes. Casi desde el principio, o sea casi desde que se dedicó a anunciar la Buena Noticia a la
gente. Eso es lo que dice el evangelio de Marcos, apenas Jesús cometió la segunda falta grave contra la ley religiosa del sábado:
los fariseos y los del partido del rey Herodes se pusieron a hacer planes, para ver cómo lo podían matar (Mc 3, 6). Y algo más
tarde, cuenta el evangelio de Lucas que el mismo Herodes buscaba a Jesús para matarlo (Lc 13, 31)- Por lo tanto, es seguro que
Jesús estaba condenado a morir violentamente desde mucho antes de la pasión.
Por otra parte, ya hemos visto en los temas anteriores que a medida que iban pasando los días, las semanas y los meses, las
cosas se iban poniendo cada vez más feas: Aumentaban los problemas y el ambiente se iba poniendo cada vez más difícil. Un día
Jesús preguntó claramente a los dirigentes: "¿por qué queréis matarme?" (Jn 7, 19). Y aunque ellos le dijeron que estaba loco y
que no querían matarlo (Jn 7, 20), el hecho es que algo después por poco lo meten en la cárcel (Jn 7, 44) y en otro momento faltó
casi nada para que lo mataran apedreándole (Jn 8, 59), cosa que se volvió a repetir poco después (Jn 10, 31), de manera que a
duras penas pudo escapar con vida (Jn 10, 39). Por consiguiente, está claro que la vida de Jesús se veía cada día más amenazada,
en mayor peligro. Y si no lo mataron antes, es porque el pueblo estaba con él y los dirigentes no querían provocar un
levantamiento popular (Mc 11, 18; 12, 12; 14, 2).
Esto ya nos da una idea de por qué lo mataron. Se ve claramente que los intereses de los dirigentes no eran los intereses
del pueblo. Porque los evangelios dicen que los dirigentes tenían miedo del pueblo (Mc 11, 18; 12, 12; 14, 2; Lc 20, 19; 22, 2).
Por otra parte, está claro que el pueblo estaba de parte de Jesús, mientras que los dirigentes estaban en contra de Jesús. Además,
en el juicio, los dirigentes acusaron a Jesús de que era un agitador que alborotaba al pueblo (Lc 23, 2.14). Por lo tanto, aquí ya
tenemos un hecho que está bastante claro: Jesús estaba de parte del pueblo y en contra de los dirigentes; Jesús defendió siempre a
los pobres, a la gente sencilla, a los publicanos o recaudadores, a los samaritanos (que eran herejes) a las mujeres de mala vida.
Por el contrario, Jesús ataco durísimamente a los dirigentes y tuvo con ellos frecuentes enfrentamientos. Por consiguiente, la
muerte de Jesús fue el resultado de un enfrentamiento: entre los intereses de los dirigentes, por una parte, y los intereses del
pueblo, por otra parte. Y allí pasó lo que pasa siempre: el pez grande se come al pez chico, es decir, los dirigentes asesinaron a
Jesús y de esa manera hicieron callar la voz del pueblo.
Pero con eso no se ha dicho todo lo que hay que decir sobre la muerte de Jesús. Porque lo más importante que hay en todo
este asunto es que los dirigentes que mataron a Jesús eran los dirigentes religiosos: sumos sacerdotes, letrados, fariseos y
senadores, todos ellos estrechamente relacionados con el templo y muchos de ellos viviendo a costa del templo. De donde se sigue
una consecuencia muy importante: la religión del templo, con sus leyes y ceremonias, no estaba al servicio del pueblo, sino al
servicio de los dirigentes. Y por eso, los dirigentes defendían al templo, a las leyes religiosas, a las ceremonias y observancias,
porque de esa manera defendían sus propios intereses; es decir, así ellos defendían su autoridad, sus privilegios, sus ganancias y el
prestigio que tenían. Por el contrario, cuando Jesús ataca a las leyes y observancias religiosas, en realidad lo que hace es defender
a la gente, por ejemplo cuando dijo que los dirigentes habían convertido el templo en una cueva de bandidos (Mt 21, 13) o en un
mercado, sitio donde se hace negocio (Jn 2, 16); o cuando dijo que lo importante para estar bien con Dios no es el ceremonial
religioso, sino lo que a cada uno le sale del corazón (Mc 7, 21-23); o también cuando dijo que Dios prefiere la misericordia y el
buen corazón antes que los sacrificios o ceremoniales religiosos (Mt 9, 13; 12, 7); y también cuando explicó por qué no hacía caso
de la ley religiosa, porque para Jesús lo importante no era ese tipo de ley, sino el bien del hombre (Mc 2, 27 -28), sobre todo
cuando se trata del hombre que sufre (Mc 3, 4) o del que está encadenado y esclavizado (Lc 13, 15-16).
Por todo esto, se comprende una cosa que es de muchísima importancia: la religión es, a veces, utilizada para defender los
intereses de los que mandan y el provecho de los dirigentes; y por lo tanto, es utilizada también para dominar más fácilmente al
pueblo, para tener al pueblo sometido y resignado. Los que mandan, los que viven bien instalados y los que tienen la sartén por el
mango, saben muy bien que la religión puede ser utilizada para su propio provecho, por que la religión le dice al pueblo que debe
vivir resignado, que debe tener paciencia y que debe saber sufrir, que cada uno debe contentarse con su suerte y que hemos venido
a este mundo para sufrir, porque el premio de nuestra paciencia y de nuestra resignación lo veremos en la otra vida. Los dirigentes
religiosos del pueblo judío se sabían todo esto muy bien. Y por eso tenían miedo de que la causa de Jesús siguiera adelante. De ahí
que, cuando Jesús resucitó a su amigo Lázaro y demostró de esa manera que Dios estaba con él, los dirigentes se reunieron y
tomaron la resolución firme de matarlo. Porque decían: "Ese hombre realiza muchas señales; si dejamos que siga, todos van a
creer en él y vendrán los romanos y nos destruirán el templo y la nación" (Jn 11, 48). Al decir eso, los dirigentes estaban
afirmando que si todo el mundo se iba con Jesús y se ponían de su parte, se ponía en peligro el templo y los intereses de ellos. El
éxito de Jesús era el fracaso de ellos. Porque Jesús le abría los ojos al pueblo y le decía a la gente que los dirigentes eran unos
orgullosos, que sólo buscaban su propio provecho (Mt 23, 5-7) y que se comían los bienes de los pobres con el cuento de que
rezaban mucho (Mc 12, 40). Es más, Jesús llegó a decirle a la gente que los sumos sacerdotes y los fariseos seas eran unos
asesinos y unos malvados (Mt 21, 33-46) y que Dios les iba a quitar sus privilegios y se los iba a dar al pueblo (Mt 21, 43). O sea,
Jesús fue durísimo con los dirigentes y les dijo en su cara lo que nadie les había dicho; y además se lo dijo en público y de la
manera más clara que se pueden decir las cosas.
Pues bien, estando así las cosas, se comprende perfectamente por qué mataron a Jesús. Lo mataron porque puso al
descubierto el gran engaño que era aquella religión; y porque lo dijo con toda claridad a los que eran los responsables y los
mandamases de aquel tinglado. Por eso cuando los dirigentes oyeron que les llamaba asesinos, enseguida quisieron echarle mano
para acabar con él (Mt 21, 45-46; Mc 12, 12) en aquel mismo momento (Lc 20, 19). Y por eso también, el gobernador militar,
Poncio Pilato, se dio cuenta enseguida de que en realidad los sacerdotes y los demás dirigentes querían matar a Jesús porque le
tenían envidia (Mt 27, 18; Mc 15, 10). Es decir, Pilato se dio cuenta de que las acusaciones que presentaban contra Jesús eran
falsas (Lc 23, 14-16) y que el verdadero motivo por el que lo querían matar estaba en el orgullo y en el egoísmo de los dirigentes
religiosos.
A la vista de estos hechos, se comprende el verdadero significado que tuvo el juicio que los dirigentes organizaron para
condenar a Jesús. En ese juicio, el sumo sacerdote le preguntó a Jesús si él era el Hijo de Dios (Mt 26, 63). A lo que Jesús
respondió diciendo que sí y que él tenía su trono junto a Dios y que lo verían venir sobre las nubes del cielo con poder y con
fuerza (Mt 26, 64). Eso era lo que estaban esperando los dirigentes. Al oír lo que dijo Jesús, todos gritaron que aquello era una
blasfemia espantosa y que merecía la pena de muerte (Mt 26, 65-66). En aquel momento lo condenaron a morir. Pero en realidad,
¿qué es lo que allí estaba pasando? Lo primero y lo más importante que allí estaba pasando es que Jesús, al afirmar que él era el
Hijo de Dios, estaba diciendo que Dios estaba con él y que Dios le daba la razón a él. Por lo tanto, Jesús les estaba diciendo a los
dirigentes en su propia cara que Dios les quitaba la razón a ellos, es decir que ellos eran unos verdaderos asesinos y unos ladrones,
que es lo que Jesús había dicho de ellos. Por otra parte, lo que allí estaba pasando también es que los dirigentes condenaban a
muerte a Jesús porque pensaban que era un blasfemo, es decir un enemigo de Dios, pero la pura verdad es que lo condenaban
porque lo veían como un enemigo de ellos. Jesús no estaba contra Dios, sino contra ellos y contra la religión que ellos hablan
organizado, porque aquella religión era el medio que ellos tenían para dominar al pueblo y para vivir bien a costa del pueblo.
En resumen: Jesús murió por causa de la religión. Pero murió por causa de la religión en un sentido concreto: porque
estaba en contra de la religión que sirve para que unos cuantos vivan mejor que los demás; porque no toleraba la religión que se
utiliza para que los dirigentes dominen al pueblo y se aprovechen del pueblo. Lo cual quiere decir que Je sús murió porque se puso
de parte del pueblo y en contra de los que dominan al pueblo con el cuento de la religión, es decir con el cuento de que ellos son
los representantes de Dios y los que tienen la autoridad de Dios. En eso está el fondo del problema que se le presentó a Jesús y el
fondo del problema que para nosotros es la muerte del mismo Jesús.
Lo demás que cuentan los evangelios sobre esa muerte es de menos importancia. Porque es cierto que a Jesús le hicieron
también un juicio militar y en él lo condenaron por una causa política: porque él dijo que era el rey de los judíos y así quedó
escrito en el letrero que los soldados pusieron encima de la Cruz (Mt 27, 37-38; Jn 19, 19); en ese letrero se explicaba por qué
ajusticiaban al que estaba colgado. Por lo tanto, si nos fijamos en lo que decía la sentencia, a Jesús lo mataron por una causa
política. Pero es importante tener en cuenta que el gobernador militar confesó que no veía motivo para matar a Jesús (Lc 23,
13-16) y además declaró que era inocente (Lc 23, 4). Por otra parte, Jesús explicó ante el gobernador que su reinado no era como
los reinados de este mundo (Jn 18, 39; 19, 4.6). En realidad, el gobernador militar dio la sentencia de muerte porque los dirigentes
religiosos lo amenazaron con denunciarlo al Emperador (Jn 19, 12).
De todo lo que se ha dicho, se siguen las siguientes conclusiones: 1) a Jesús lo mató la religión, según la afirmación que
hicieron los dirigentes: "Nosotros tenemos una ley y, según esa ley, debe morir" (Jn 19, 7), es decir la ley religiosa fue la que
asesinó a Jesús. 2) la religión que asesino a Jesús es la religión que se utiliza para dominar al pueblo y para que los dirigentes
religiosos vivan como les da la gana. 3) la religión que mató a Jesús es la religión que se pone de acuerdo con los gobernantes y
con los políticos, para acabar, entre todos, con los que defienden los intereses de la gente sencilla, los intereses de los pobres y de
los oprimidos. 4) por eso, se puede decir además que a Jesús lo mató también la política, porque a la política no le interesa, con
mucha frecuencia, defender los intereses de los pobres, sino sus propios intereses; y por eso, a la política no le interesa nada que
un hombre como Jesús se ponga a decirle a la gente las cosas que decía Jesús. Por eso, la política se puso de acuerdo con la
religión para acabar con Jesús.

PREGUNTAS
1. ¿Cuál es, a tu manera de ver, la enseñanza más importante que tiene para los cristianos la muerte de Jesús?
2. C. Marx y los marxistas han dicho muchas veces que la religión es el opio del pueblo: ¿en qué tienen razón y en qué no
la tienen?
3. Cuando tu criticas a la religión, ¿qué es lo que en realidad criticas?
4. ¿Crece que el comportamiento de Jesús vale también para nosotros hoy?
5. ¿Cómo debe expresar un cristiano su amor a la Iglesia?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 42

EL PAN DE LOS POBRES

Antes de hablar de la muerte de Jesús, vamos a hablar sobre la misa. Y eso por dos razones: primero, porque cada misa es
el "recuerdo" que nos dejó Jesús de su cruz y de su muerte; segundo, porque el mismo Jesús, muy poco antes de morir, celebró la
primera misa que ha habido en el mundo. Además, muchos cristianos no se dan cuenta de lo que es la misa. Y por eso, o no van
casi nunca a la iglesia; o si van, no se enteran de lo que allí pasa. ¡Es una lástima! porque eso indica hasta qué punto muchos
cristianos no tienen ni idea de lo que es la fe en Jesús el Mesías.
1 COR 11, 23-29
"Os he transmitido lo mismo que yo recibí y que venía del Señor: que el Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo,
cogió un pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced lo mismo en recuerdo mío. Y
después de cenar, hizo igual con una copa de vino, diciendo: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced vosotros
lo mismo en recuerdo mío. Y además, cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa, anunciáis pública y solemnemente la
muerte del Señor, hasta que él vuelva. Por consiguiente, el que come del pan o bebe de la copa del Señor, sin darles su verdadero
valor, tendrá que responder del cuerpo y de la sangre del Señor.
Así que cada uno se examine a sí mismo, antes de comer del pan y beber de la copa, porque el que come y bebe sin dar su
valor al cuerpo (del Señor), se come y se bebe su propia sentencia".

ACLARACIONES
Para comprender lo que hizo Jesús en aquella ocasión, cuando se despedía de su comunidad poco antes de que lo metieran
en la cárcel, hay que tener en cuenta lo siguiente. Las personas nos relacionamos unos con otros, y nos comunicamos, los unos
con los otros, por medio de palabras: cuando dos personas hablan, se relacionan y se comunican entre sí. Pero las palabras no son
la única forma de comunicarnos que tenemos las personas. También nos comunicamos por medio de gestos, por ejemplo
moviendo la cabeza o las manos: el que se encoge de hombros o el que hace un corte de mangas, se comunican de una manera
bastante clara Esos gestos equivalen a las palabras. A esos gestos se les suele llamar "signos"; o también se les puede llamar
"señales".
Pero hay todavía otra manera de comunicarse: una madre se comunica con su hijo recién nacido cogiéndolo en brazos,
acariciándolo, besándolo; y prueba de que se comunica con el hijo es que el niño, en cuanto siente el calor de la madre, se queda
tranquilo y deja de llorar. El niño no entiende los gestos que hace la madre, pero siente que así está más a gusto. Por eso, a esos
gestos ya no se les llama "signos" o "señales", sino "símbolos". Lo cual quiere decir que un signo es la expresión o la
comunicación de una idea, mientras que un "símbolo" es la expresión o la comunicación de una experiencia. E1 niño no piensa,
no tiene ideas, pero si siente y experimenta. Por eso, con el niño pequeñito no nos podemos comunicar por medio de "signos",
sino solamente por medio de "símbolos".
Los "símbolos" sirven para comunicarse también las personas mayores entre si. Por ejemplo, una mirada, que se le escapa
a uno sin darse cuenta, es un gesto que expresa a veces mucho más que un discurso. Porque las experiencias mas fuertes que uno
siente en la vida no se pueden comunicar de verdad por medio de las palabras y explicaciones, sino solamente por medio de
"símbolos". Por eso, cuando dos personas se quieren, basta una mirada para comunicárselo entre si.
La vida está llena de "símbolos". Cuando uno está contento, se le nota en la cara. Por eso, el gesto de su cara es el
"símbolo" que expresa la experiencia que vive o que siente. Cuando alguien encuentra a un amigo, le da la mano o quizá lo
abraza. El apretón de manos o el abrazo son los símbolos que expresan el afecto y la amistad. El novio y la novia se besan y se
acarician. Los besos y las caricias son los "símbolos" que expresan el cariño. Y así podríamos seguir poniendo ejemplos de los mil
"símbolos" que tenemos las personas para expresar y comunicar nuestras experiencias.
Uno de los "símbolos" más frecuentes que hay en la vida es el hecho de comer juntos: cuando las personas se sientan a la
misma mesa y comparten la misma comida, expresan de esa manera la cercanía de unos a otros, el afecto, la amistad y la acogida.
Porque la comida es lo que mantiene la vida. Por eso, el hecho de compartir la misma comida es el símbolo que expresa, al menos
de alguna manera, que se comparte la misma vida. Y lo mismo pasa con la bebida: el vino alegra la vida; y por eso, beber en la
misma copa expresa que se comparte la misma alegría.
Pues bien, eso es lo que hizo Jesús con su comunidad de discípulos. Y lo hizo muy bien. Porque los evangelios hablan con
frecuencia de las comidas de Jesús con su comunidad. Y precisamente a propósito de las comidas, el evangelio de Lucas recuerda
lo que el mismo Jesús les decía a los suyos: "Cuando des una comida invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú
entonces porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos" (Lc 14, 13 -14; ver también Lc 14, 21 y par). Estas
palabras de Jesús son muy importantes, por una razón que se comprende enseguida: en aquel tiempo mas que ahora, el hecho de
comer juntos expresaba la intimidad y la solidaridad más fuerte. Por eso, cuando Jesús les dice a los cristianos que si dan una
comida, inviten a los pobres y a los desgraciados, en realidad lo que les dice es que tienen que intimar, estar muy cerca y hacerse
solidarios con esa clase de personas. Y eso quiere decir que la experiencia más fuerte de los cristianos tiene que ser la cercanía y
la solidaridad con los pobres.
Por otra parte, sabemos que Jesús celebró la cena de despedida precisamente durante las fiestas de la Pascua de los judíos.
En esas fiestas los judíos celebraban en sus casas una cena, a la que le llamaban "el pan de los pobres". De esa manera, Jesús
quería indicar que cuando los cristianos celebramos la "cena del Señor" (eso es la misa), realizamos el "símbolo" del amor y la
solidaridad con los trabajadores y con los que no tienen trabajo, con los que no ganan para comer y con todos los desgraciados.
Pero Jesús no se limitó a comer en la misma mesa con los suyos, sino que hizo algo más. Jesús partió un pan, que
enseguida se repartió entre todos (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24) y a continuación repartió la misma copa, que
pasó de boca en boca desde el primero hasta el último (Mt 26, 27; Mc 14, 23; Lc 22, 20; 1Cor 11, 25). Este detalle es importante.
Tan importante que, entre los cristianos primitivos, a la misa se le llamaba "partir el pan" (Act 2, 46; 20, 7.11; 27, 35; 1Cor 10, 16;
11, 24; ver también Lc 24, 30; Mt 14, 19; 15, 36; Mc 8, 6. 19).
Y es que, para aquellos primeros cristianos, eso de compartir el mismo pan no era una cosa secundaria. Porque eso era el
"símbolo" con el que ellos expresaban que la vida que llevó Jesús y la vida que ellos llevaban eran vidas muy unidas, como unidos
están los granos de trigo en el mismo pan.
Pero la cosa no para ahí. Porque los evangelios cuentan que cuando Jesús repartió el pan, él mismo pronunció estas
palabras: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo" (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24). Y cuando les pasó la copa dijo
también algo parecido: "bebed todos, que ésta es mi sangre" (Mt 26, 28; Mc 14, 24). Esas palabras de Jesús quieren decir que el
pan que se parte y se reparte no es un pan cualquiera, un pan como los demás, sino que es la persona misma de Jesús, que se hace
presente de verdad y se une así a todos y cada uno en la comunidad. Y entonces se cumple lo que el mismo Jesús había dicho:
"Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él; (Jn 6, 56). Lo cual quiere decir que la misa es el símbolo que
expresa que cada cristiano une su vida, no sólo a la vida de los pobres, sino también a la vida del mismo Jesús.
Y no sólo a la vida, sino sobre todo a la muerte de Jesús por los demás. Porque así lo dicen las palabras del mismo Jesús:
"Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros" (Lc 22, 19; 1Cor 11, 24). Y algo parecido dijo al pasarles la copa: "Esta es mi
sangre..., que se derrama por vosotros, (Mt 26, 28; Mc 14, 24). Con eso quiere decir Jesús que los cristianos, al celebrar la misa,
se unen a la muerte que él sufrió, porque se unen a su persona que se entregó por todos y a su sangre que se derramó cuando lo
torturaron y lo asesinaron. Por lo tanto, la misa es el acto y el momento de una entrega: allí y en ese momento, los cristianos que
celebran la misa como Jesús quiere, se entregan a vivir y sufrir (si es preciso) por los demás.
Por eso, Jesús celebró su única misa unas horas antes de que lo metieran en la cárcel, poco antes de que lo sometieran a
tortura y de que lo ejecutaran. Y por eso también, Jesús terminó diciendo: "Haced esto en recuerdo mío" (Lc 22, 19; 1Cor 11, 24).
Es decir, los cristianos celebramos la misa para acordarnos de la vida y de la muerte de Jesús, para que ese recuerdo nos empuje a
vivir como él vivió y si es preciso a morir como él murió. Así se entiende lo que el apóstol Pablo les dice a los cristianos de la
comunidad de Corinto: "cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa, anunciáis pública y solemnemente la muerte del
Señor" (1Cor 11, 26). O sea, anunciar hoy la muerte del Señor es celebrar la misa de tal manera que la gente, al ver a los cristianos
quererse y ayudarse de esa manera, se convenza de que la muerte de Jesús es la cosa más importante que ha pasado en mundo.
Pero, ¿cómo se puede hacer eso? Celebrar la ''cena del Señor" como Jesús quiere no es decir una misa muy hermosa, con
velas y monaguillos, con muchas músicas y muchos cantos. Los primeros cristianos entendían las cosas de manera muy distinta de
como ahora se organizan las funciones de iglesia. Cuando aquellos cristianos celebraban la "cena del Señor", daban lo que cada
uno podía dar para ayudar a los necesitados (Act 2, 42; 4, 32-35), y eso se tomaba tan en serio que cuando en una comunidad
había divisiones y diferencias, sobre todo cuando en una comunidad lo pasaban bien los ricos y los pobres pasaban necesidades,
rápidamente se les decía a los cristianos que de esa manera es imposible celebrar la "cena del Señor" (1Cor 11, 20-21). O sea, que
si se dice una misa muy solemne y muy hermosa, pero de tal manera que allí la gente ni se quiere ni se ayuda, eso no es celebrar la
"cena del Señor".
En resumen: la misa es el símbolo que tenemos los cristianos, para expresar ante la gente que la vida y la muerte de Jesús
son nuestro camino y nuestro destino, porque queremos llevar la misma vida que él llevó y, si es preciso, estamos dispuestos a
terminar como él terminó. Por eso, la misa es el símbolo que expresa la experiencia más fuerte que tenemos los cristianos: la
experiencia del amor y la fraternidad con los demás, sobre todo con los pobres de la tierra.

PREGUNTAS
1. A partir de la experiencia de tu vida cuenta un ejemplo en el que aparezca qué es un signo y qué es un símbolo.
2. ¿Estás dispuesto a convertir tu comida en un símbolo cristiano? ¿A qué te compromete eso?
3. ¿De qué es símbolo la última cena del Señor?
4. ¿Por qué seguimos los cristianos celebrando la misa?
5. ¿A qué te comprometes si celebras la misa como Jesús quiere?
6. ¿Qué pasos tienes que dar en tu vida para celebrar la misa como Jesús quiere?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 43

LA CRUZ DE JESÚS

La cruz es la cosa más importante y más sagrada que tenernos los cristianos. Porque en ella murió Jesús. Y porque en ella
Jesús realizó la salvación y la liberación de los hombres. Por eso, la cruz está en todos los altares y en todos los templos, en los
sitios más sagrados y en los momentos más solemnes. La cruz es señal de victoria y signo de confianza. En las torres de las
catedrales y de las iglesias, en las coronas de los reyes, en las montañas y en los caminos, en los escudos y en los estandartes, en
los cementerios y en los edificios públicos, la cruz es siempre lo más santo, lo más respetuoso y lo más importante que tenemos
los cristianos. Pero, en realidad, ¿sabemos a ciencia cierta lo que significa la cruz?, ¿nos hemos parado a pensar seriamente en este
asunto?, ¿nos hemos dado cuenta de lo que nos viene a decir la imagen de Jesús crucificado?

MARCOS 15, 25-39


"Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero estaba escrita la causa de su condena: EL REY DE LOS JUDIOS.
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y el otro a la izquierda.
Los que pasaban lo injuriaban, y decían meneando la cabeza: ¡Anda! Tu que destruías el templo y lo levantabas en tres
días: baja de la cruz y sálvate. Y también los sumos sacerdotes, en compañía de los letrados, bromeaban entre ellos diciendo: Ha
salvado a otros y él ahora no se puede salvar. ¡El Salvador, el Rey de nuestro pueblo! ¡Que se baje ahora de la cruz, para que lo
veamos y nos creamos lo que ha dicho! Y también los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía, en toda aquella tierra se hizo como de noche y se puso oscuro hasta media tarde. A media tarde,
Jesús gritó muy fuerte: ¡Eloí Eloí lemá sabaktani! , que quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
Algunos de los que estaban allí, al oír aquello dijeron: Mira, está llamando al profeta Elías. Y entonces uno echó a correr
y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó en una caña y se la alargó para beber diciendo: Dejadlo, a ver si viene Elías a
descolgarlo.
Pero Jesús, lanzando un grito fuerte, expiró. En aquel momento, la cortina del templo se rajó en dos, de arriba abajo. El
capitán de los romanos, que estaba frente a él, al ver que había expirado dando aquel grito, dijo: "Verdaderamente este hombre era
hijo de Dios".

ACLARACIONES
Por lo que dice este evangelio, Jesús murió como un agitador político, como un rebelde religioso y como un malhechor
abandonado por Dios.
1) El agitador político: El letrero que pusieron en la cruz indicaba el motivo por el que fue condenado a muerte. Se
trataba de un motivo político: EL REY DE LOS JUDIOS. Según la denuncia que habían presentado los dirigentes religiosos ante
el gobernador romano, Jesús era un agitador que promovía la sublevación del pueblo contra los romanos, que de cía a la gente que
no pagaran los impuestos y que se declaraba contra la autoridad política (Lc 23, 2.5; Jn 19, 12). Estas acusaciones eran falsas.
Porque Jesús no se metió en política y por eso no quiso que el pueblo lo nombrara el jefe o el cabecilla de la sublevación (Jn 6,
14-15). Pero lo que allí pasó es que Jesús vio claramente que el pueblo no podía seguir viviendo como en realidad vivía. Por eso,
Jesús dijo que en la vida tienen que ser preferidos los pobres y los que se ven despreciados, los que viven como esclavos y la
gente sencilla. Pero resulta que los dirigentes y los mandones no estaban de acuerdo con nada de eso. Y entonces denunciaron a
Jesús como si fuera un agitador político y no pararon hasta que lo vieron colgado.
2) El rebelde religioso: Cuando Jesús estaba en la cruz, algunos se reían de él recordando lo que había dicho sobre el
templo. Pero lo recordaban mal y además con mala intención. Porque él no había dicho que iba a destruir el templo, sino que si
ellos lo destruían, el propio Jesús lo levantaría en tres días (Jn 2, 19). Y al decir eso, se refería a su propia persona (Jn 2, 21-22),
con lo cual estaba diciendo que el verdadero templo de los cristianos es el mismo Jesús. Porque el culto religioso que Dios quiere,
no es el que se practica en un sitio o en un templo determinado, sino el que se celebra con espíritu y verdad (Jn 4, 21 -24). Pero
entonces, lo que allí pasó es que los dirigentes religiosos se dedicaron a decir que Jesús estaba en contra De la religión (Jn 11, 48)
y lo acusaron de blasfemar contra Dios (Mc 2, 7; Mt 9, 3; 26, 65; Mc 14, 64) , de que era un hijo rebelde (Mt 11, 19; véase Deut
21, 20s) y de que era un profeta falso (Mc 14, 65) o sea un embustero que engañaba a la gente. Y por eso decidieron acabar con él.
3) El abandonado de Dios: Jesús murió gritando. Y por cierto, gritando unas palabras terribles: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por
qué me has abandonado? Jesús murió asustado, desconcertado, abrumado por un sentimiento espantoso: él se veía fracasado; y
además de eso, él veía también su obra, la causa que él había defendido, tirada por los suelos. Todo se había venido abajo. Los
dirigentes políticos y los dirigentes religiosos habían triunfado sobre él, sobre su comunidad y sobre todo lo que él había dicho y
había defendido. Y lo peor del caso es que todo aquello aparecía en aquel momento como abandonado incluso por Dios mismo. El
hundimiento era total. Teniendo en cuenta que todo esto resulta más impresionante si recordamos que Jesús habló siempre con
Dios como un niño con su padre, lleno de confianza , de seguridad (Mt 6, 9; 11, 25s; Mc 14, 56; Lc 10, 21; 11,2; 23, 34.46; Jn 11,
41; 12, 27s; 17, 1.5.11.21.24s). Pero aquí, exactamente al acabar su vida, se siente abandonado por quien era todo para él y el
defensor de su causa.
Por lo tanto, Jesús murió ajusticiado por las autoridades políticas, condenado por los dirigentes religiosos y, para colmo,
abandonado por el mismo Dios. Pero en realidad, ¿que quiere decir todo eso?.
Todo eso nos viene a decir que los cristianos debemos ver la cruz de Jesús de una manera muy distinta de como la solemos
ver, es decir debemos considerar la cruz y debemos pensar en la cruz de otra manera. ¿Por qué?
El común de los mortales suele ver la cruz como un objeto sagrado. Por eso, la cruz es la cosa más santa y que merece el
mayor respeto del mundo. Además, al ser una cosa tan sagrada y de tantísimo respeto, la cruz sugiere también la idea de fuerza y
de poder: ante la cruz se inclina la gente, se juntan las manos, se doblan las rodillas De donde resulta que la cruz es como un
símbolo que indica, entre otras cosas, la idea de orden y también la idea de dignidad. Sin duda por eso, la cruz está en los sitios
más ordenados, tales como las iglesias, los altares, los monumentos; y también está en los sitios más dignos, por ejemplo en los
tronos y en los escudos, en las condecoraciones y en los títulos.
Es verdad que muchos cristianos sienten fe y devoción cuando ven la cruz. Por eso hay personas que llevan una cruz en el
cuello o que ponen un crucifijo en su casa. Y por eso también, el Señor crucificado es un motivo de aliento, de resignación o de
esperanza cuando se nos viene encima un contratiempo, una enfermedad o un peligro. Pero, por otra parte, la cruz suele estar casi
siempre unida a sentimientos de respeto, sumisión, orden, dignidad y a veces incluso de poder y de fuerza. Por ejemplo, a los que
triunfan en la vida, les imponen una cruz, y también a los que mandan y a los que dominan ("la gran cruz del mérito civil", la del
"mérito agrícola", de san fulano o la de la reina zutana, etc.).
La consecuencia de todo esto es que la cruz ha perdido, para mucha gente, su verdadero significado ¿Por qué? Pues muy
sencillo: la cruz de Jesús no fue un símbolo de dignidad, de poder y de triunfo, sino exactamente al revés, un símbolo de
humillación, de debilidad y de fracaso. La crucifixión era la pena de muerte que se les daba a los esclavos que se escapaban de sus
amos y a los revolucionarios que atentaban contra el imperio romano; y era, por eso, "la más vergonzosa de todas las penas",
como se decía entonces. En consecuencia, la cruz no era un objeto sagrado, sino todo lo contrario: un objeto de maldición y de
condena. Por eso, Jesús no murió en el templo, sino en la calle; ni murió en una ceremonia sagrada, sino en el acto más repug -
nante, porque aquello fue lisa y llanamente la ejecución de una condena a muerte. Y, por cierto, la muerte que se les daba a los que
se sublevaban contra el poder político y a los que atentaban contra el orden establecido.
De donde se sigue que los cristianos debemos ver la cruz como el símbolo de los que no están de acuerdo con los
atropellos y las injusticias que cometen los poderes de este mundo, como el símbolo de los que no se conforman con que la vida
esté tan mal organizada y a base de que unos vivan bien mientras otros se mueren de necesidad y de vergüenza, como el símbolo
de los que no quieren que la religión sea utilizada como opio del pueblo o como un procedimiento para dominar a la gente.
Y entonces, cuando la cruz se ve de esa manera, o sea cuando la cruz se ve como lo que en realidad fue para Jesús, vuelve
a ocurrir lo que ocurrió entonces: la cortina templo se parte de arriba abajo. ¿Qué quiere decir eso? En el sitio más santo y más
sagrado del templo de Jerusalén había una cortina enorme; y los judíos se pensaban que detrás de aquella cortina se ocultaba Dios
(Heb 9, 1-10). Pero al morir Jesús en la cruz, la cortina aquella se partió en dos y así Dios dejó de estar oculto. O sea, cuando
Jesús murió de aquella manera, Dios se dio a conocer y se manifestó abiertamente. Lo cual quiere decir que cuando un cristiano
hace lo que hizo Jesús y se porta como él se portó, Dios deja de estar oculto y se hace cercano a la gente. Porque entonces pasa lo
que le pasó al capitán de los romanos: "Verdaderamente este hombre era hijo de Dios".

PREGUNTAS
1. Hasta ahora ¿qué significaba la cruz para ti; por ejemplo, en qué momentos re acuerdas de la cruz o la usas?
2. ¿Qué nuevo sentido has descubierto tu de la cruz, después de haber estudiado este tema?
3. ¿Crees que la iglesia utiliza correctamente la cruz?
4. ¿Qué compromiso has tomado ahora para tu vida a partir de este nuevo significado de la cruz?
5. ¿Qué nuevo puesto tiene la cruz en la vida y en el compromiso de vuestro grupo?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 44

JESÚS ESTÁ VIVO

La gente suele decir, y con razón, que en ente mundo todo tiene remedio menos la muerte. Porque de sobra sabemos que
quien estira la pata, ya no vuelve. Así es nuestra suerte y nuestro destino. Por eso, el paso de los años, las enfermedades y la vejez
son cosas que nos resultan profundamente desagradables y que nos entristecen, hasta el punto de que ni siquiera queremos pensar
en eso. Y es que, a fin de cuentas, lo único que sabe con seguridad todo hijo de vecino es que, antes o después, lo espera la
muerte. Y ante eso no hay escapatoria que valga. Pero, ¿y Jesús? ¿Se puede decir también de él que se murió y con la muerte se
acabó todo para él? ¿Se puede decir, por consiguiente, que a Jesús le pasó lo que nos pasa a todos los mortales cuando nos llega la
última hora? Por lo tanto, ¿está vivo o está muerto? Y si es que de Jesús se puede decir que está vivo, ¿qué tiene que ver eso con
nuestra propia muerte? ¿significa eso algo importante para nosotros los que creemos en él?

LUCAS 24, 1-7


"El primer día de la semana (o sea el domingo), de madrugada, fueron (unas mujeres de la comunidad) a la sepultura
(donde había enterrado a Jesús) llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron la losa del sepulcro levantada, entraron
y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Ellas no sabían que pensar de aquello, cuando se les presentaron dos hombres con
unos vestidos brillantes. Ellas estaban muy asustadas y miraban al suelo. Y entonces los hombres les dijeron: ¿Por qué buscáis
entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Acordaos de lo que él mismo os dijo, cuando estabais todavía en
Galilea: Este Hombre tiene que ser entregado a manos de gente mala y lo van a matar en la cruz, pero a los tres días va a
resucitar."

ACLARACIONES
Lo más importante que se dice en este evangelio es que Jesús, el mismo que había sido torturado y ejecutado hasta morir
en la cruz, no está ya entre los muertos, sino que por el contrario esté vivo, porque ha resucitado.
Esta afirmación asombrosa, según la cual el mismo hombre que había muerto está vivo, no se dice sólo una vez en los
evangelios, pues sabemos que la comunidad de discípulos vio a Jesús, resucitado y vivo, repetidas veces; y sabemos también que
hablaron y comieron juntos, porque Jesús tenía interés en demostrar que él no era un fantasma o una visión, sino el mismo hombre
que había vivido con la comunidad durante más de dos años (Mt 28, 9-10; Lc 24, 13-15. 36-50; Jn 20, 11-18; 19-23; 24-49; Jn 21,
1-23; Mt 28, 16-20; 1Cor 15, 5-8).
Pero lo más importante, en todo ente asunto, no es ya solamente el hecho en sí, es decir el hecho de que Jesús está vivo,
sino sobre todo la significación que ese hecho tiene para nosotros los cristianos. Ahora bien, para comprender lo que eso nos
quiere decir a nosotros, hay que tener en cuenta, ante todo, que una cosa es revivir y otra cosa es resucitar.
Jesús no revivió, sino que resucitó. Revivir es volver a la vida que se tenía antes de la muerte: por lo tanto, el que revive
vuelve a ser un hombre mortal, porque vuelve a estar en este mundo como uno de tantos. Por el contrario, resucitar es vencer
definitivamente la muerte y, por consiguiente, escapar ya para siempre a la muerte. Jesús resucitó. Y eso significó que triunfó
completamente sobre el mal y sobre toda posible amenaza contra la vida definitiva que él posee desde entonces.
Por lo tanto, cuando los cristianos decimos que Jesús resucitó, en realidad lo que estamos diciendo es que Jesús triunfó
definitivamente, completamente, sobre todo lo malo y peligroso que hay en esta vida. Y eso quiere decir que Dios le dio la razón a
Jesús y que, por consiguiente, se la quitó a todos los que no estaban de acuerdo con Jesús. Por eso, cuando los cristianos hablamos
de la resurrección de Jesús, en realidad no hablamos solamente del triunfo de Jesús, sino además también del triunfo de la causa
de Jesús: lo que Jesús predicó con sus palabras y con su ejemplo, eso es lo que Dios quiere, con eso es con lo que Dios está de
acuerdo; y por eso, Dios está en desacuerdo con todo el que no se ajusta a lo que Jesús dijo y a lo que Jesús hizo.
Por todo esto se comprendo una cosa que les pasaba a los primeros cristianos y que es muy importante: cuando ellos
predicaban la resurrección y le decían a la gente que Jesús está vivo, las autoridades y los dirigentes se ponían muy nerviosos,
perseguían a los cristianos, los metían en la cárcel y querían matarlos (Act 4, 1-3; 5, 30-33.40-41; 7, 54-60). Eso quiero decir que
en aquel tiempo era peligroso hablar de la resurrección de Jesús, y el que hablaba de eso se metía en un lío. Ahora, sin embargo,
no pasa eso. Y así resulta que si uno dice que Jesús ha resucitado, eso no es ningún problema, ni por eso meten ahora en la cárcel a
los sacerdotes o a los cristianos. ¿Por qué? Sencillamente porque en tiempo de los primeros cristianos se predicaba la resurrección
de Jesús de una manera provocativa; por ejemplo un día san Pedro dijo lo siguiente: "Habéis rechazado al santo, al justo, y habéis
pedido la libertad para un asesino; habéis matado al autor de la vida, pero Dios lo resucitó, y nosotros somos testigos" (Act 3,
14-15). O sea, san Pedro dijo en aquella ocasión que Dios le había dado la razón a Jesús y se le había quitado a todos los que no
están de acuerdo con Jesús. Si ahora un obispo o un cura se pone a decir lo mismo que decía san Pedro, ¡menudo lío se arma!,
porque entonces habría que decir que Dios está en contra de los que matan la vida, y en contra de los que no están dispuestos a
que el evangelio sea lo que se impone en la vida. Por otra parte, todo esto quiere decir que cuando se predica la resurrección de
Jesús y eso no trae complicaciones o persecuciones, hay que preguntarse si lo que se predica es la resurrección o es otra cosa.
Pero cuando los cristianos decimos que Jesús está vivo, en realidad decimos otra cosa más importante: si Jesús ha
triunfado sobre la muerte, también nosotros los cristianos tenemos resuelto el problema de la muerte. Porque el destino de Jesús es
también nuestro destino. Y por eso si Jesús ha vencido a la muerte, nosotros también la hemos vencido. Y eso quiere decir que la
muerte ya no nos debe dar miedo, porque es simplemente un paso, cuestión de un instante, y enseguida tenemos la vida que no se
acaba. Por eso, el apóstol Pablo ha dicho lo siguiente: "Se de Cristo se predica que resucitó de la muerte, ¿cómo decís algunos que
los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, entonces lo que
predicamos no tiene sentido ni vuestra tampoco (1Cor 15, 12-14).
Un día le dijo Jesús a la gente: "Quien haga caso de mi mensaje no sabrá nunca lo que es morir" (Jn 8, 51). O sea ,que el
que cree en Jesús y le hace caso, es decir el que vive de acuerdo con lo que enseñó Jesús, no se muere ni se entera de lo que es la
muerte. Así, tal como suena.
Pero, ¿cómo?, ¿es eso cierto? Sí, efectivamente, así ese. En realidad eso que llamamos la muerte, para un creyente es un
paso: el paso de esta vida que se acaba a la vida sin fin, sin límites. Y entonces, lo que se mete en la caja y se pudre en el cemente-
rio es el último despojo o el último desperdicio de nuestra persona; eso ya no es la persona muerta, por que la persona está viva,
como decimos que Jesús está vivo.
Por eso los cristianos tenemos esperanza. Y por eso sabemos que esta vida no es un disparate ni un absurdo. Porque
tenemos la seguridad de que no estamos condenados al fracaso.
En resumen, lo más importante que sabemos y creemos los cristianos es que Jesús está vivo, y eso es, a la vez, una
amenaza y un triunfo. Es una amenaza porque decir que Jesús está vivo es ponerse de parte de Jesús, a favor de todo lo que
defendió Jesús y en contra de todo lo que atacó y rechazó Jesús; pero eso es un asunto peligroso. Y es un triunfo, porque si Jesús
está vivo, nuestra vida tiene futuro y la muerte ya no nos asusta.
Lo malo, en todo este asunto es cuando uno sólo piensa en el triunfo y no quiere saber nada de la amenaza. Eso es lo que
hacen muchos cristianos. Y por eso para ellos la resurrección no les trae problemas. Pero entonces ¿se puede decir que quienes se
portan así, creen de verdad en la resurrección? Esta es la pregunta más importante que se nos plantea a todos los cristianos.
Que cada grupo se haga esta vez las preguntas oportunas.

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 45

EL ABOGADO DE LOS CRISTIANOS


Cuando Jesús se despedía de su comunidad, precisamente en la cena de despedida, les dijo a los del grupo: "Os conviene
que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambios si me voy, os lo enviaré" (Jn 16, 7). Por lo tanto,
Jesús antes de marcharse, prometió que iba a mandar un abogado, para que hiciera con los cristianos lo que hacen los buenos
abogados: defender, aconsejar, orientar, indicar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Este abogado es el Espíritu Santo. Por
eso, en este tema vamos a ver lo que pasó cuando vino el Espíritu Santo. Y también vamos a pensar en el papel que desempeña el
Espíritu en la vida de los cristianos y en la marcha de la comunidad.

HECHOS DE LOS APOSTOLES 2, 1-12


"Al llegar el día de Pentecostés estaban todos los discípulos reunidos en un mismo sitio. De repente, resonó un ruido del
cielo, como si fuera un viento muy fuerte, que se oyó en toda la casa donde estaban. Y vieron aparecer unas lenguas como de
fuego que se repartían y se paraban encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo; y empezaron a hablar en diferentes
lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Había entonces en Jerusalén judíos piadosos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y
quedaron desconcertados, porque cada uno oía a los discípulos hablar en su propio idioma.
Y todos, desorientados y admirados, preguntaban: ¿No son de Galilea todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es
que cada uno los oye hablar en su lengua de nacimiento?… No acertando a explicarse aquello, se preguntaban impresionados:
¿Qué quiero decir esto?"

ACLARACIONES
El Espíritu Santo vino sobre la primera comunidad cristiana el día de Pentecostés. Ese día celebraban los judíos una fiesta
importante, la fiesta de los agricultores, que agradecían a Dios los frutos de la cosecha. Pero en tiempo de Jesús, esa fiesta tenía,
además, otro significado: decían los sacerdotes y los fariseos que Dios le había entregado a Moisés la Ley sagrada, en el monte
Sinaí, cincuenta días después del paso del Mar Rojo. Y resulta que la fiesta de Pentecostés se celebraba precisamente a cincuenta
días de la Pascua. Y por eso se llamaba Pentecostés, porque esa palabra quiere decir cincuenta. Por lo tanto, en ese día los judíos
celebraban la fiesta de la ley sagrada. Pues bien, Dios mandó su Espíritu sobre los cristianos el día mismo de la Ley. Y eso quiere
decir lo siguiente: la religión de los judíos nació con la Ley; la vida de la comunidad cristiana nació con el Espíritu. Y por eso, lo
que distinguía a los judíos era el sometimiento a las normas y preceptos de la Ley; por el contrario, lo que debe distinguir a los
cristianos es la fidelidad al Espíritu. Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice que el Espíritu nos ha liberado de la Ley (Rom 8, 2).
Para los cristianos, la única ley es el amor, "porque el que ama a otro tiene cumplida la ley" (Rom 13, 8; Gal 5, 14).
Por otra parte, cuando vino el Espíritu Santo sobre la comunidad ocurrió una cosa muy extraña: todos los discípulos se
pusieron a hablar, pero de tal manera que todo el mundo los entendía, cada uno en su propia lengua, y eso que allí había muchos
extranjeros que habían venido a la fiesta. O sea, lo primero que hizo el Espíritu, en cuanto vino sobre la comunidad, fue conseguir
que los cristianos se entendieran con todo el mundo. ¿Qué quiere decir eso? Cuenta la Biblia que, en tiempos anti quísimos, los
hombres llegaron a ser tan orgullosos y malvados que quisieron construir una torre que subiera hasta el cielo, para hacerse así muy
famosos (Gen 11,4). Pero Dios no lo permitió. Y entonces confundió las lenguas de aquellos hombres, del tal manera que cada
uno empezó a hablar un idioma distinto y ya no hubo forma de que cada se entendiera con su prójimo (Gen 11, 7). Por eso, la torre
aquella se llamó Babel, por la confusión que allí se organizó (Gen 11, 9), puesto que allí nadie se entendía con los demás.
Todo esto quiere decir que el orgullo y la maldad de los hombres es lo que hace que la gente no se entienda los unos con
los otros. Y, por el contrario, el Espíritu de Dios, en cuanto viene sobre la comunidad, lo que hace es que los cristianos se
entiendan, los unos con los otros, aunque hablen idiomas diferentes.
De eso se siguen dos consecuencias importantes: 1ª) que el Espíritu de Dios está donde hay gente que se entiende,
personas que se comprenden y se escuchan mientras que, por el contrario, donde la gente no se entiende ni se escucha, es que allí
no está el Espíritu de Dios. 2ª) que la comunidad es el espacio humano, o sea el grupo de personas en donde cada uno comprende
a los demás, mientras que donde eso no pasa es que allí no hay comunidad de fe, porque allí no está el Espíritu del Señor.
Pero que nadie se piense, al leer estas cosas, que al Espíritu Santo le gustan los apaños y las componendas, para conseguir
así disimular las tensiones y los conflictos que trae consigo la vida. Nada de eso. La paz y el amor que trae el Espíritu no es la
ausencia de tensiones, sino que consiste en la práctica de la justicia. Porque no puede haber paz y amor donde se cometen
injusticias y atropellos. Por eso, la tarea de los cristianos no consiste en buscar, a toda costa, la paz y el amor, aunque eso se
consiga a base de consentir injusticias y atropellos. La tarea de los cristianos consiste, ante todo, en buscar la justicia, procurar que
se implante la justicia entre los hombres, para que así sea realmente posible el verdadero amor.
Lo que pasa es que hay gente que no tiene ningún interés en que se hable de la justicia y sólo les gusta hablar de la paz y
del amor. Los que viven bien, los que ganan millones cada año, los que tienen las espaldas bien guardadas, quieren que haya
mucho amor, aunque no haya justicia, aunque muchas criaturas tengan incluso que pasar hambre. A esos les interesa el amor,
porque así seguirán disfrutando de lo que tienen y encima no se verán molestados. Lo cual quiere decir que no los interesa ni el
amor ni la justicia. Y lo malo del asunto es que, por lo general, los que piensan de esa manera son los que tienen la sartén por el
mango, es decir, los que tienen el dinero y el poder en sus manos.
Con esa gente no está de acuerdo el Espíritu Santo. Y por eso, con esa gente no pueden estar de acuerdo los cristianos. Ni
pueden estar de acuerdo, ni se pueden callar ante ese tipo de personas. De donde resulta que los cristianos se van a tener que meter
con frecuencia en líos, por que se van a tener que enfrentar a los que tienen la sartén por el mango. Y es precisamente por eso, por
lo que los cristianos necesitan un buen abogado defensor. En efecto, Jesús prometió mandar a su comunidad un abogado (Jn 14,
16.26; 15, 26; 16, 7; cf. 1Jn 2,1). Pero todos sabemos que el que necesita un abogado defensor es porque se mete en líos,
problemas y complicaciones.
Estos líos y complicaciones son la consecuencia inevitable del enfrentamiento de los cristianos con el "mundo", es decir
con el "orden" presente, que designa a los dirigentes que condenaron a Jesús y a todos los que siguen condenando y atropellando a
los inocentes. Por eso, según explicó el mismo Jesús, el papel del abogado (el Espíritu) de los cristianos es "echar en cara al
mundo que tiene pecado, que (Jesús) lleva razón y que se ha dado sentencia" (Jn 16, 8). En esto consiste la tarea que va a tener el
abogado de los cristianos: primero, echar en cara a todos los que cometen opresiones, injusticias y asesinatos, que eso es un
pecado y que, por tanto, Dios no está con ellos; segundo, demostrar que Jesús tenía razón y, por consiguiente, que la verdad está
en todos los que se ven maltratados por la injusticia y la opresión de los sistemas de este mundo; tercero, que ya se ha dado la
sentencia contra el jefe del "orden este" (Jn 16, 9-11).
Por lo tanto, una comunidad cristiana que vive en paz y en buena armonía con los dirigentes que siguen causando la
injusticia o que la siguen tolerando es una comunidad que se ha apartado de su camino. Y por eso, una comunidad que se acuerda
del Espíritu sólo para rezarle, pero que no siente la necesidad del Espíritu como abogado que la defiende ante los opresores y los
tiranos es una comunidad que anda desorientada y equivocada.
En resumen, desde el día que vino el Espíritu empezó a existir y funcionar la Iglesia. Eso quiere decir que la Iglesia es la
comunidad del Espíritu, o esa el conjunto de hombres y mujeres que tienen fe en Jesús y son dirigidos por el Espíritu de Dios.
Pero, entonces, eso significa que, la Iglesia es: 1º) la comunidad en la que el Espíritu te libera de la ley, porque en ella se vive de
verdad el amor; 2º) la comunidad en la que el Espíritu hace que la gente se entienda y se comprenda, aunque haya lenguajes
diferentes o idiomas distintos; 3º) la comunidad en la que el Espíritu tiene que defender a los cristianos frente a los opresores y los
arrogantes, porque en la comunidad de la Iglesia todos están de parte de los que sufren las consecuencias de la opresión y la
injusticia.

PREGUNTAS
1. En tu experiencia de cristiano, ¿qué es lo que más se nota: la ley religiosa con sus prohibiciones y preceptos o el amor
que da el Espíritu y que lleva a la verdadera libertad?
2. ¿Se puede decir que la Iglesia es la comunidad en donde las personas se comprenden y se escuchan?
3. ¿A qué se parece más nuestra comunidad: a la torre de Babel o a la fiesta del Espíritu?
4. ¿Sientes de verdad la necesidad del Espíritu como fuerza que te tiene que defender ante los opresores de la justicia y de
la libertad?
5. ¿Qué tiene que hacer nuestra comunidad para que se vea la necesidad de echar mano del abogado de los cristianos?

TEOLOGIA POPULAR – CURSO 3

TEMA 46

LA IGLESIA

Hay gente que dice: "Yo creo en Cristo y en su Evangelio, pero no creo en Iglesia". Los que dicen eso se piensan que la
Iglesia es el clero, es decir, los obispos, los curas, los frailes y las monjas. Y por eso hay mucha gente que no está de acuerdo con
la Iglesia, porque son muchos los que no están de acuerdo con los curas y les parece mal casi todo lo que hace o dice el clero. Los
que piensan de esa manera suelen decir que Cristo era pobre, pero que la Iglesia es rica; y dicen también que Cristo era humilde,
pero la Iglesia es orgullosa y le gusta figurar y mandar. De esta manera, muchas personas han llegado a apartarse no sólo de la
Iglesia, sino también de la fe en Jesucristo y de las prácticas religiosas. Además, algunos aseguran que Jesús estaba con los
pobres, mientras que la Iglesia está más bien con los ricos. De donde resulta que a bastante gente se le hace difícil todo esto de la
religión, la fe, la Iglesia y el Cristianismo. Por eso, en este tema vamos a hablar sobre la Iglesia. ¿Qué es la Iglesia? ¿Cómo debe
portarse? ¿Cómo debería funcionar? Y sobre todo, ¿qué postura debemos tener nosotros ante ella?

HECHOS DE LOS APOSTOLES 2, 42-47; 4, 32-35


"(Los bautizados) eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan
y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por las cosas tan maravillosas y por los hechos tan significativos que
realizaban los apóstoles. Los creyentes vivían todos muy unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y
lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno. Todos los días iban al templo en grupo; celebraban el "partir el pan" (la
eucaristía) en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón, siendo bien vistos de todo el pueblo, Y
cada día el Señor iba agregando al grupo a los que se iban salvando…
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo tenían todo en común y nadie consideraba suyo nada
de lo que tenía. Los apóstoles se portaban como verdaderos testigos de la resurrección del Señor Jesús con mucha eficacia. Todos
eran muy bien mirados porque entre ellos ninguno pasaba necesidad, ya que los que tenían tierras o casas las vendían, llevaban el
dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno".
ACLARACIONES
Hemos dicho en el tEma anterior que la Iglesia empezó a existir el día de Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo sobre
la primera comunidad cristiana que ha habido en el mundo. Pues bien, desde aquel día la Iglesia empezó a funcionar. Y la verdad
es que aquello funcionaba de maravilla. Pero, ¿cómo era la Iglesia de entonces?
Tres cosas llaman la atención, según lo que hemos leído en Los Hechos de los Apóstoles: 1) la comunidad de los
cristianos; 2) lo que se hacía en aquella comunidad; 3) el papel de los apóstoles.

1) La Comunidad
La unión que había entre aquellos cristianos llegaba, no sólo a los corazones, sino además a los bolsillos. Y lle gaba a los
bolsillos de tal manera que lo importante para ellos no era sólo la caridad, sino sobre todo la comunidad. Porque, en lo que hemos
leído antes, no se dice que practicaban la caridad unos con otros, sino que eran constantes en la comunidad y que lo tenían todo en
común, de tal forma que ninguno pasaba necesidad, puesto que se repartían los bienes entre todos según lo que a cada uno lo hacía
falta.
Esto quiere decir que la Iglesia de entonces era muy distinta de la de ahora. Porque ahora se habla mucho de la caridad,
pero no se vive la comunidad. Por eso, a los cristianos de ahora se les dice que de ben dar limosnas, pero no se suelen poner en
común los bienes que cada uno tiene. Y así resulta que hay gente que "hace caridad" y "da limosnas", lo cual está bien, pero de tal
manera que el rico sigue siendo rico y el pobre sigue siendo pobre. Y entonces, lo que pasa es que "la caridad" tranquiliza la
conciencia de los ricos y les permite seguir disfrutando de sus bienes, pensando además que son buenos cristianos, mientras que
los pobres se quedan tan pobres como estaban.
De esta manera, la Iglesia de ahora ha perdido la fuerza que tenía entonces. Por una razón que se comprende enseguida: la
gente de todos los tiempos ha tenido -y sigue teniendo- el deseo de vivir en igualdad y en libertad, es decir una sociedad en la que
todo el mundo viva igual y en la que además haya libertad. Pero lo que pasa es que si a la gente se le deja en libertad, el pez
grande se come al pez chico, y entonces ya no hay igualdad; pero si a la gente se le obliga a que todos vivan igual, eso es tiene que
lograr a base de reprimir o hasta suprimir la libertad. O sea, resulta prácticamente imposible lograr el sueño de una sociedad
verdaderamente fraternal, igualitaria y libre. Y así, en los llamados países capitalistas se dice que hay li bertad, pero no hay
igualdad; mientras que en los llamados países socialistas se dice que hay igualdad, pero no hay libertad.
Estando así las cosas, es claro que el sueño de esa sociedad ideal se podría conseguir solamente donde la gente quisiera
vivir en igualdad, no porque se les impone desde fuera y por la fuerza, sino porque les sale de dentro y libremente. Y eso
justamente es lo que hacía la Iglesia de aquellos primeros tiempos: los cristianos se reunían en comunidades, es decir en grupos de
personas, que se ayudaban mutuamente los unos a los otros, según lo que cada uno necesitaba. Y aunque había propiedad privada,
el hecho es que "nadie consideraba como suyo nada de lo que tenía", porque todos lo ponían todo a disposición de los que tenían
necesidad.
La fuerza de la Iglesia se explica por el hecho de las comunidades que había entonces: en cada comunidad, la gente
encontraba acogida, ayuda, solidaridad, comprensión y siempre libertad. Así la Iglesia cambió el mundo antiguo. La pena es que
ahora ya no puede cambiar el rumbo de las cosas y de la 1 vida. Porque en la Iglesia de ahora es muy difícil encontrar este tipo de
comunidades.

2) Lo que se hacía en la Comunidad


El libro de los Hechos de los Apóstoles dice que en la comunidad se hacían cuatro cosas: "eran constantes en escuchar la
enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones".
Lo primero, la enseñanza los apóstoles, es decir la enseñanza de aquellos hombres que habían vivido con Jesús, que
sabían por propia experiencia quién era él y cómo era él, y que además eran testigos personales de su resurrección (Act 1, 21 -22);
aquellos hombres sabían, también por propia experiencia, que Jesús está vivo (Act 1, 3). De esos hombres se trata cuando se habla
de los apóstoles. Por eso, la enseñanza que ellos le daban a la gente era, ni más ni menos, lo que el mismo Jesús había mandado
(Mt 28, 19), es decir la "buena noticia" para toda la humanidad (Mc 16, 15).
Lo segundo, la comunidad de vida, que aparece estrechamente relacionada con la enseñanza de los apóstoles. Lo cual
quiere decir lógicamente que en realidad, lo que los apóstoles le enseñaban a la gente era que tenía que vivir la verdadera
comunidad, según lo que hemos visto antes sobre ese asunto. Aquellos apóstoles y aquellos cristianos estaban convencidos de una
cosa: que vivir la comunidad es lo más importante, lo único verdaderamente necesario, lo que ante todo y sobre todo le interesa a
la Iglesia.
Lo tercero, partir el pan, es decir la celebración de la eucaristía. De este asunto ya hemos hablado en otro tema ("el pan de
los pobres"). Por eso, aquí no vamos a repetir lo que ya se sabe. Sólo hay que añadir tres cosas: 1) que la eucaristía se celebraba
"en las casas", ya que los cristianos no tenían templos, ni consideraban necesario tenerlos, porque para ellos el templo no era un
local o un edificio, sino la comunidad (1Cor 3, 10-14; 8, 1; Rom 15, 20; Ef 2, 19-22). 2) que la eucaristía se celebraba durante una
comida de fraternidad, es decir aquello no era una ceremonia religiosa, sino un gesto humano de solidaridad. 3) que todo aquello
es celebraba con una alegría desbordante y de todo corazón, o sea era algo que la gente sentía de verdad.
Lo cuarto, la oración, porque la comunidad no era como un partido político o como una asociación de asistencia social.
Las personas que vivían en la comunidad, estaban allí porque tenían fe en Jesús, es decir tenían la seguridad de que Jesús es una
persona viviente; y que esa persona es el origen y la razón de ser de la comunidad, no sólo porque nos acordamos de él, sino
además porque hablamos con él y él nos habla a nosotros aquí y ahora. Por eso, en la vida de la comunidad es tan necesaria la
oración.
Una consecuencia clara se sigue de todo lo dicho: en la Iglesia de entonces no había muchas cosas que hay ahora: no había
templos, no había organizaciones, no había las grandes funciones de ahora, ni el montaje que existe en ente momento.
Pero había comunidad: de bienes y de personas, de corazones y de sentimientos; y en la comunidad se celebraba la
eucaristía y se hacia oración; y allí había personas que tenían una gran experiencia de lo que hizo y de lo que dijo Jesús, de tal
manera que eso era lo que distinguía a los cristianos de los que no lo eran. Y así, la igualdad y la libertad eran el aire de familia, el
sello y la marca de la Iglesia.

3) El papel de los apóstoles


En la comunidad, no todos tenían el mismo papel ni desempeñaban la misma tarea. Los apóstoles, como ya se ha dicho,
eran los que tenían una experiencia fuerte y clara de quién era y cómo era Jesús, porqué habían vivido con él (Act 1, 21) y sabían,
también por propia experiencia, que Jesús está vivo (Act 1, 3). Por eso, ellos actuaban, ante la gente, como testigos de la
resurrección (Act 2, 32; 3,15; 4, 33) es decir, persuadían de que Jesús vive y de que Dios le ha dado la razón a él y se la ha quitado
a todos los que estaban y están en contra de lo que hizo y dijo Jesús. Y así se comprende que "todo el mundo estaba impresionado
de las cosas… que realizaban los apóstoles".
Por tanto, en la Iglesia ha habido, desde el primer momento, determinadas personas que han desempeñado una tarea
especial. Esa tarea consiste en recordar el mensaje de Jesús y en dar testimonio de que Jesús no pasó a la historia, sino que vive
hoy. Por consiguiente, no se trata de que en la comunidad hay unos que dominan a los otros, ni que están por encima de los
demás. Se trata de que en cualquier comunidad hay siempre quienes tienen una experiencia más fuerte y más clara del Señor
Jesús, y tienen cualidades para comunicar eso a los demás. Los que tienen esa experiencia y esas cualidades pueden desempeñar
en cada comunidad el papel que desempeñaban los apóstoles desde el primer momento de la Iglesia. Y siempre habrá, en cada
Iglesia (comunidad), quienes hagan eso.
A los primeros apóstoles los designó Jesús directamente (Act 1, 2; Mt 10, 1-4 y par.). Pero cuando éstos empezaron a
faltar, es decir cuando en una comunidad se necesitaba uno que se encargara de la tarea de recordar el mensaje de Jesús, la
comunidad se reunía y elegía al que ellos consideraban más capacitado (Act 1, 15-26; 6, 1-6). Esto se hizo así en la Iglesia durante
muchísimo tiempo.
Entro los apóstoles, algunos estaban casados, como san Pedro (Mt 8, 14; 1Cor 9, 5ss), y otros preferían vivir solteros,
como san Pablo (1Cor 9, 5ss). Algunos se dedicaban sólo a la tarea de recordar el mensaje, y otros, cómo Pablo y Ber nabé,
alternaban esa tarea con el trabajo manual, para ganarse la vida (1Cor 9,4 -18; Act 20, 33-35). Pero lo importante en todos ellos era
vivir de tal manera y hablar de tal forma que la gente, al verlos y al oírlos, o se ponía a creer en Jesús, o se ponía a perseguirlos.

CONCLUSION
La Iglesia de ahora no es como la Iglesia de entonces en muchas cosas. Pero la iglesia de ahora Es la continuación o la
prolongación de la Iglesia de entonces. Y no hay más Iglesia que la que hay. Eso quiere decir que nadie tiene derecho a inventar él
ahora una nueva Iglesia. Y quiere decir también que, en nuestro grupo o en nuestra comunidad, tenemos que hacer todo lo que
esté a nuestro alcance para que esta Iglesia de ahora se parezca cada día más a la Iglesia de entonces. Porque creemos en Jesús,
creemos también en la Iglesia de Jesús. Y amamos a la Iglesia. Lo que pasa en que nuestro amor consiste en querer que la Iglesia
sea cada día más parecida a la comunidad de Jesús.

PREGUNTAS
1. ¿Qué era lo más importante en la Iglesia de los apóstoles y qué te parece lo más importante en la Iglesia de hoy?
2. Di otras cosas en las que te parece que se distinguen la Iglesia de entonces y la de ahora.
3. ¿Qué proyectos tiene vuestro grupo para construir una Iglesia así como Jesús la quiso?
4. ¿Conocéis personas entro vosotros que puedan asumir el papel de los apóstoles en las primeras comunidades? ¿Qué
cualidades de ellos os llaman la atención? ¿Cuáles echáis de menos?
5. Si vuestro grupo se va a transformar en una comunidad cristiana como la de los apóstoles: ¿en qué puntos tenéis que
trabajar, profundizar y mejorar? ¿Os vale la pena este esfuerzo?
Entonces: A D E L A N T E.

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