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Staff
Moderadora de Traducción
Eli25
Moderadora de Corrección
Jessmddx
Traductoras
Eli25 Proscrastination Princess
Lizzy MicaDeMaddox
Dew Celemg
Jessmddx MisteryGirlReader
kensha Walezuca
Diseño
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Idk.Zab
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Índice
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
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Capítulo 20
Sinopsis
Ser perfecta no es fácil, pero Afrodita está decidida a cumplir con el ideal.
Entonces, cuando Poseidón le pide que investigue unos extraños sucesos en varios
cruceros, ella aprovecha la oportunidad para demostrar su valía. Los semidioses
desaparecen y nadie recuerda haber estado a bordo. Afrodita se encanta en la mejor
habitación del barco, preparada para investigar con estilo. Desafortunadamente, la
habitación pertenece al único hombre inmune a su encanto.
Adonis.
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Capítulo 1
Hace mucho tiempo, había una mujer hecha de piedra. Era hermosa y perfecta y fuerte.
Ciego a su belleza, Pigmalión tomó un cincel y la reformó para ajustarse mejor a sus propios
deseos. Aun así, aunque su carne se suavizó y su forma se alteró, ella se mantuvo fuerte y sin
cambios en su interior.
Frustrado, el hombre apeló a los dioses. —Las mujeres de Chipre son todas
inadecuadas para un hombre de mi posición. Respira vida en esta piedra, y construiré un
gran templo en tu honor.
—La ciudad de Chipre está llena de mujeres hechas de carne y hueso —razonó la diosa
de la sabiduría—. Quizás el problema no está en ellas.
Pigmalión estuvo de acuerdo, y cuando puso la última piedra del templo en su lugar,
Zeus insufló vida en la estatua, ahuecando su interior y quitándole cada rastro de quién una
vez fue para reemplazar su esencia con lo que Pigmalión deseó que ella fuera.
Realmente muerto, sí, pero los hechos nunca importaron en la noche cuando
mis cuidadosamente controlados pensamientos se liberaron para causar estragos en
mi mente dormida. Solo en la oscuridad, sabía lo que nunca admitiría cuando
estaba despierta. Zeus nunca estaría muerto. No para mí.
Hay más de una forma de alcanzar la inmortalidad. No tienes que ser un dios
realmente, o vivir para siempre, no si puedes fastidiar a alguien tanto que no
pueden olvidarte no importa cuánto lo intenten. Cuando vives en los miedos de
alguien, en las pesadillas de alguien, nunca mueres. Realmente no.
Me levanté del suelo, muy consciente de los segundos que pasaban. Al mirar
al espejo, me di cuenta de que no había forma de que pudiera ponerme presentable
a tiempo. Incluso yo necesitaba un descanso de la adoración en el dios de porcelana
para verme presentable.
Perséfone.
—Yo.
Ares. Apretando los dientes, eché mi cabello hacia atrás y abrí la puerta.
Ardientes ojos me saludaron, encendiendo meses de enojo reprimido hacia mí…
¿Qué? ¿Ex? ¿Nuestra breve aventura del verano pasado incluso calificaba como una
relación? Demonios si lo sabía.
Pasé a una página que mostraba a una chica joven que se inclinaba para
agarrar una flor desde el borde del lecho del río, aparentemente inconsciente de la
escarcha que arrastraba hacia arriba por los pétalos. El encabezado proclamaba el
mito de Bóreas y Oricia como el origen del invierno. Pasé la página a otra sección y
mi mirada aterrizó en una ilustración de Eris, la Diosa de la Discordia, sosteniendo
una manzana de oro entre Hera, Atenea, y Artemisa. Fruncí el ceño, leyendo el
título de la sección. —El concurso de belleza divina.
—Poseidón obtuvo una pista sobre los semidioses desaparecidos, por lo que la
arrastró a una reunión para hablar de estrategia. Nada en lo que piensen que podría
ayudarlo. —Él sonrió, entrando a mi pequeña sala de estar, ojos oscuros
revoloteando sobre el escaso mobiliario. Nadie se tomaba en serio a Ares, y eso le
gustaba—. Hades salió el tiempo suficiente para pedirme que te recogiera. —Un
parpadeo de preocupación iluminó sus ojos cuando me miró—. Y puedo sentir que
tienes suficiente poder para caminar en sueños. Así que, ¿por qué me envió?
entendía por qué el dormir tranquila era un problema para mí, así que habíamos
arreglado para reunirnos temprano. Si no pudiera mostrar, ella me arrastraría
Página
físicamente al Dreamscape.
—Créeme, me estoy haciéndome la misma pregunta. —Me recosté en el
respaldo del sofá. Sentada, crucé mis piernas y estudié a Ares.
Su mirada se quedó en mis piernas por una fracción de segundo antes de que
la levantara y se encontrara con mis ojos. —¿Las pesadillas se han vuelto tan
malas?
Ares rodó sus ojos. —Toda esa cosa sobre su reinado nunca se hizo “oficial”.
No para mí. Cuando Zeus me creó, había lanzado una peculiaridad extra,
haciéndome obediente a cualquiera en su linaje que me superara. Solo Perséfone
me supera ahora. Pero rehusarme a romper el voto de lealtad que di a Perséfone le
dio el control de mis poderes, hizo que la obediencia fuera mi elección en lugar de
la suya. Ares podría ver la distinción sin sentido; después de todo, yo era suya para
mandarme de cualquier manera. Pero algunos días, las sutiles distinciones entre las
elecciones de Zeus y las mías eran todo lo que me mantenía cuerda.
Ares cogió el teléfono por reflejo. —No puedes permitir verte débil.
—No creo que lo hagas. —Cruzó la sala de estar, haciendo una pausa para
dejar mi teléfono al brazo de mi sillón—. Estas ligada a Perséfone. A un nivel que
su reclamación de ti puede ayudar, porque nadie va a tocarte a menos que quieran
tratar con ella. Pero si realmente quieren contactarla o enviarle un mensaje,
entonces es una manera buena de hacerlo.
—¿Lo hacías? Porque hiciste una declaración de que tenias que haber hecho.
Elegiste un bando…
—Ya no hay un bando. —La muerte de Zeus podría haberme liberado, pero
las circunstancias de su desaparición crearon un gran vacío de poder y alteraron
completamente la jerarquía de los dioses, quienes durante mucho tiempo se
acostumbraron a escoger bandos y a peleas mezquinas cada vez que se reunían. En
este momento, todo el mundo había caído en una tregua incómoda. Sabía que Ares
esperaba que no durara mucho, pero tenía esperanzas. Este era un nuevo panteón.
No había tantos de nosotros, y nuestros problemas eran un poco más significativos
que los concursos de belleza y los chismes escandalosos.
—En este momento, sí. Pero la paz no durara mucho. Perséfone podría
resbalar o Poseidón podría salirse de los rieles-diabólicos, ya está a mitad de
camino. Pero algo va a suceder y vamos a estar en la garganta de los otros otra vez.
Todos lo sabemos. ¿Por qué crees que todos pasamos los últimos miles de años en
nuestras esquinas separadas, ignorándonos unos a otros?
—¿Para qué a Zeus le fuera más fácil elegir? —Sugerí, estudiando las marcas
de media luna que me quedaban las uñas en las palmas. Zeus había estado matando
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Panteón. Eso fue, hasta que secuestró a la hija de Deméter y al hijo de Poseidón. Ir
tras los hijos de los gobernantes del reino era una ofensa demasiado grande para
ignorar, así que el Panteón se reunió y luchó con Zeus en una amarga batalla,
pesada con la pérdida.
Podía hacer escudos, sanación, Glamour, y todas las cosas estándar también,
pero la mayoría de los dioses que quedaban habían recibido algo extra de sus
padres. Yo solo tenía uno, Zeus. —¿Te refieres al encanto que solía incapacitarte
por completo? —resopló—. Yo diría que es suficiente.
Ares rechino los dientes. —Bien. Pero por ahora, necesitamos una razón
convincente para explicar por qué estamos atrasados, por no mencionar por qué
estamos apareciendo juntos.
—Está bien, así que es medio día en Bangkok. —El rostro de Ares cruzo un
pensamiento—. Si llegamos a un embotellamiento allí, entonces podríamos decir
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—Oh. —Dijo Ares, cogiendo. Bajó su boca a la mía—. Sí, eso funcionaria,
también.
Sus labios ardieron contra los míos, cálidos y ansiosos. Familiar. El beso se
profundizó, luego se multiplico. Diez besos tan cortos como uno, uno tan largo
como veinte, y todo el universo se disolvió en el toque de Ares. Por un segundo
precioso, me sentí como más que una herramienta. Más de lo que la abominación
de Zeus quería para la vida. Para alguien, no algo.
Pero sus besos eran mentiras. Y dolía más que cualquier otra verdad que haya
enfrentado. Recuerdos surgieron en mi mente espontáneamente. El susurro de la
tela, una suave caricia, sus labios contra los míos. Lo que estás buscando, él susurró, no
puedo darte.
—Sí —susurré, con mi voz ronca. ¿Por qué? ¿Dolor? ¿Deseo? Sea lo que sea
este sentimiento, no me gustó. O tal vez me gustó mucho.
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Página
Capítulo 2
Arena presionado contra mi espalda, no tan caliente como los brazos de Ares,
pero cerca. Se apartó de mí con prisa y se puso de pie con una maldición.
—Por el Estigio, Ares, ponte algo de ropa —regaño Artemisa, pero la risa en su voz
socavo su ira—. Pero esto es un misterio resuelto. Me debes dinero, Hefes. Te dije
que no estaba perdido. Solo escondido con un pedazo de… ¡Afrodita!
Ares tendió una mano para ayudarme a levantar, y le dirigí una sonrisa
agradecida. La escena onírica seguía las mismas reglas que los sueños. No se podía
ver más allá de lo que estaba frente a ti. No había periferia, ni vistazos de algo por
el rabillo del ojo, sin conciencia de nada acechando a un lado. Artemisa habría sido
capaz de ver la espalda desnuda de Ares, pero no mucho más. Como la ropa se
puede invocar instantáneamente en sueños, habría algunas suposiciones naturales
hechas sobre mi estado del vestido, antes de entrar en el ensueño, sin mencionar
el por qué llegábamos tarde.
—Ya era hora de que ustedes dos aparecieran. —Una sombra fría cayó sobre
nosotros.
Estiré mi cuello, entrecerrando los ojos contra la luz del sol que resplandecía
alrededor de la silueta con la forma de Poseidón. El cabello corto, puntiagudo,
rubio decolorado completaba su imagen de chico sufista. No parecía mucho mayor
que veinticinco, y nunca lo haría, al menos que utilizara glamour para parecer
mayor. Los dioses no envejecían más allá de su momento cumbre. No físicamente
de todos modos.
—Bueno, mira lo que trajo la marea. —Le mostré a Poseidón mi sonrisa más
bonita y solté la mano de Ares.
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—¿En serio? —protestó Artemisa—. ¿Con Ares? Sé que eres nueva, Afrodita,
pero pensé que eras más inteligente que esto. ¿Nadie te advirtió de él? Atenea, ¿no
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—Solo unos minutos —respondió Hefesto desde su asiento. Miró más allá de
Ares hacia mí—. Es bueno verte, Afrodita.
—DI1. —Perséfone pasó junto a Poseidón y me abrazó con un aroma que olía
a flores silvestres y sol. Sus manos se sentían frías contra mi espalda, y salté,
sorprendida ante el inesperado frio. ¿Desde cuándo la maldita encarnación de la
primavera se siente fría?—. Todos podemos llenar los espacios en blanco. ¿Cómo
estás? Ha pasado tanto tiempo.
—Hace un mes. —La pequeña, mullida rubia parecía demasiado joven para
ser una diosa de cualquier importancia, pero dos años atrás, Perséfone pasó de ser
una diosa neófita a una súper potencia en el Panteón cuando derrotó a Zeus. Como
la heredera tanto de Deméter como de Zeus, esposa de Hades, Señor del
Inframundo, ella gobernó tres de los cuatro reinos con acceso indiscutido al cuarto,
gracias a una improbable amistad con el fallecido hijo de Poseidón. Ninguna
deidad sola había acumulado tanto poder desde la época de los titanes—.
Deberíamos…
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DI: reemplazo de TMI, demasiada información.
Ares se interpuso entre Hefesto y Artemisa, quien inmediatamente golpeó la
parte posterior de su cabeza. —Ella tiene tres años.
¿Dónde estábamos? Miré alrededor por una pista, pero no vi nada que
distinguiera esta playa de cualquier otra. Cumberland Island. Zeus me había
abandonado en esta costa momentos después de mi creación. Pase días aterrorizada
detrás de un escudo hasta que Perséfone me encontró.
Eso tiene la atención de todos, y por una buena razón. Deméter había sido la
que noto el aumento en los informes de personas desaparecidas que coincidían con
la descripción de los semidioses. Y la descripción seria todo lo que podía seguir, ya
que la mayoría de los seres humanos no creen más en los dioses, y mucho menos
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—Solo quería explicar esto una vez. —Poseidón dirigió una mirada hacia
Ares y a mí, pero antes de que cualquiera de nosotros pudiera decir una palabra en
nuestra defensa, su mirada volvió hacia Perséfone como un imán.
El viento murió dando paso a una gentil brisa. —Se van con más pasajeros
que con los que regresan —explicó Poseidón—. Nadie parece darse cuenta, lo cual,
si sabes algo sobre el mantenimiento de los registros humanos, es inusual en sí
mismo.
Esa última parte fue para beneficio de Perséfone, ya que el resto de nosotros
sabía todo sobre la gestión de los registros humanos. Una de las ventajas de ser
creado como una deidad en lugar de haber nacido como Perséfone, estabas
llegando a la existencia con el conocimiento acumulado de los dioses —a menos
que deliberadamente lo retuvieran— sobre la totalidad de la creación. Hubo
excepciones, por supuesto. No éramos omniscientes. A menos que la profecía
estuviera involucrada, el futuro y los acontecimientos actuales estaban fuera de
nuestro alcance. Pero cuando se trataba de basura humana al azar, sabíamos casi
todo.
—¿Crees que la gente estaba encantada para olvidar? —Los ojos oscuros de
Artemisa se estrecharon en concentración mientras estudiaba el folleto.
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Icor: era el mineral presente en la sangre de los dioses. Esta sustancia mítica, de la que se decía a
veces que también estaba presente en la ambrosía que los dioses comían en sus banquetes, era lo que
los hacía inmortales.
—¿Es eso posible en esta escala? —preguntó Perséfone.
—Podría ser capaz de encantar a todo un barco para que olviden que existo,
pero quiero decir, usar suficiente energía para lograr amnesia en masa sería
extenuante, incluso para mí.
Poseidón convocó otro grupo de papeles y los pasó por la mesa—. La pérdida
de memoria con respecto a la existencia de la persona no dura mucho, solo las
circunstancias de su desaparición. Los carteles faltantes suben en cuestión de días.
Atenea me entregó las hojas. Tomé uno y pasé el resto a Perséfone, luego
estudié el papel frente a mí, que mostraba a una semidiosa llamada Otrera.
En otras palabras, necesitaba Perséfone. Pero a juzgar por la forma en que sus
hombros se tensaron, no quería ir.
—Ella dijo que no. —La voz de Hades no dejaba lugar a discusión—.
Siguiente opción.
Perséfone le dedicó una sonrisa de agradecimiento y me sorprendió el
contraste entre los dos. Ella parecía irradiar la misma luz que absorbió. Cuando
estaban juntos, casi dolía mirarlos. Supongo que los opuestos se atraen.
Ares se tragó su risita, parecía castigado. —En realidad, sí. Imagino lo que
Zeus, Deméter o cualquier otro gobernante del reino te hubieran hecho si hubieras
sugerido que se tomaran un tiempo de su regla para la inspección. Quiero decir —
hizo una pausa, dándome una mirada tan significativa al otro lado de la mesa que
me senté derecha—, Zeus solía enviar a Hermes para todo, incluso para secuestrar
sus citas.
Perséfone aclaró su garganta. —Hades, ¿cuántas veces has puesto un pie fuera
de tu reino en los últimos milenios? ¿Tres?
—¿Qué hay de ti, Poseidón? ¿Una vez? ¿Dos veces? —Perséfone arqueó una
ceja hacia Atenea—. ¿Quieres darles una lección sobre gestión del tiempo, también,
o podemos volver a la tarea que nos interesa?
Perséfone había estado bajo presión para redistribuir su poder desde que mató
a Zeus. Atenea sabía muy bien por qué Perséfone no quería visitar el reino de
Poseidón, pero insinuar que Perséfone no era lo suficientemente competente como
para manejar las responsabilidades que venían con sus reinos le dio a Atenea la
influencia que necesitaba para seguir aplicando esa presión.
semidioses?
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—Son debilidades. Nuestros hijos pueden matarnos —argumentó Poseidón—
. Así que si alguien los está recolectando…
—Gracias por la oferta, Afrodita, pero esto está un poco más allá de ti. —
Poseidón ni siquiera me miró. Eso implicaría desviar su mirada de la cara de
Perséfone.
Setenta y dos horas, ¿eh? Ese no era el tiempo suficiente para comprar.
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Capítulo 3
El jefe de conserjes, Miguel, dejó mis maletas en el piso de mármol de la
entrada con una reverencia generalmente reservada para artefactos sagrados. Y
seamos sinceros, todo lo que me pertenece lo era.
—¿Es esta habitación más de tu agrado? —Sus pupilas estaban abiertas bajo la
influencia de mi encanto.
—Aquí hay una cocina con una nevera bien surtida. —Miguel dejó el
equipaje en la puerta y caminó alrededor del bar—. Todo es gratuito, por supuesto.
Si necesita algo más, simplemente marque cinco en su teléfono y contactaras a su
conserje personal. Los chalecos salvavidas… —rodea la barra para abrir una puerta
por la escalera curva— están ubicados en el medio baño —Señaló a un grupo de
gabinetes blancos—. Junto con una caja fuerte, batas de baño y toallas.
Asentí con la cabeza, saliendo al balcón para asumir las sillas de mimbre, el
jacuzzi y la mesa. Mi vista de los edificios que atestaban el túnel del puerto de
Miami pronto daría paso a un océano infinito. Bajé la mirada, encantada por la
forma en que las ondas azul acero ondulaban contra el barco como la seda.
inútiles—. Supongo que aquí está bien. —Gruñí, abriendo el bolsillo delantero para
alcanzar una de las carpetas de color amarillo brillante que había metido dentro.
Dentro, puse fotos de todos los semidioses que habían desaparecido de esta nave el
año pasado. Sosteniendo el archivo a Miguel, pregunté—. ¿Reconoces a alguna de
estas personas?
—Por supuesto. —Esperó, sus ojos oscuros adorando—. ¿De qué otra manera
puedo ayudarte?
Su oscuro cabello cayó sobre sus ojos mientras asentía de nuevo. —Puedo
buscarlos por nombre o número de reserva. ¿Eso sería útil?
—Por supuesto, lo haría. —Ver los registros después de que todos hayan
ingresado sería más eficiente. Después de todo, identificar a los semidioses a
punto de desaparecer era el primer paso en mi plan.
Pensé en la foto que Miguel me tomó antes de abordar el barco. —Mi foto
está vinculada a mi cuenta, ¿verdad? —Si esas imágenes estaban en el sistema, una
simple búsqueda me diría cuántos semidioses había en el barco. Entonces sabría a
quién mirar.
—11:30
—Te veré luego.
Gruñí mientras empujaba mi maleta sobre la cama tamaño King con la fuerza
suficiente para enviar una ondulación de movimiento a lo largo del edredón blanco.
Pero apenas abrí la cosa antes de escuchar voces fuera de mi habitación.
—No, señor. —La voz fuertemente acentuada de Miguel sonaba sin aliento,
como si acabara de correr un maratón—. Esta habitación pertenece a una mujer
joven, yo…
—Abre.La.Puerta.
—Adonis —respiré.
Adonis había estado allí, junto con Ares, Hefesto y Melissa la sacerdotisa de
Perséfone. Pero solo Adonis había sido inmune a mi encanto. Había visto la forma
en que mi cuerpo se movía por sí mismo, obligándome a obedecer las órdenes de
Zeus. Sabía lo que vendría después, pero no tuve poder para detenerlo. Zeus había
planeado usarme para obligar a Ares y Hefesto para jurar sobre todo su poder hasta
que se convirtieran en polvo. Suicidio por devoción. Entonces había planeado
hacerme matar a Adonis y a Melissa por él. No porque fueran una amenaza, sino
porque matarlos me haría daño. Y luego, tal vez, si tuviera mucha, mucha suerte,
Zeus me hubiera dejado morir en lugar de forzarme a vivir como su marioneta.
Las palabras salieron de mí, llenaron mi boca, y se empujaron contra mis labios.
Tragando, las obligué a bajar, pero me rompieron en la garganta. Un gemido ahogado y
estrangulado llenó la habitación, sonando tan extraño, tan desesperado e indefenso que, al
principio, no pensé que era mío. No les haría esto. Zeus los mataría en un instante. ¡No-
podría-parar!
Mis labios se separaron por su propia voluntad, y puse mi mano sobre mi boca. Zeus se
cruzó de brazos, parecía aburrido. No podía resistirme por siempre, y él lo sabía. Cada fibra
en mi ser tiró de mí para obedecer su comando.
Aparté la vista de Zeus, pero descubrí que no podía enfrentar la devoción ciega en los
ojos de Ares y Hefesto. No quedaba nada de ellos. Todo lo que querían hacer era
complacerme. Esto estaba mal. Mi visión se volvió borrosa, y parpadeé para alejar las
lágrimas, mirando a Adonis en cambio. Su valentía y fuerza fueron telegrafiadas en su rígida
postura y la confianza en los ojos que mantuvo pegados a mi rostro.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, fresca y confiada. Solo espera, parecía
decir. Saldremos de esta.
Adonis maldijo, sus ojos dirigidos a la lámpara mientras digería lo que le dije.
—No puedo simplemente irme —dijo finalmente—. Estoy aquí por trabajo. Este es
un gran evento. Tenemos sesiones programadas en cada uno de los puertos y…
convención, tal vez tres o cuatro. —Juró el de nuevo—. Tengo que advertirles.
Tener tres o cuatro semidioses en un barco era muy poco probable que se
descartara como una coincidencia. Probablemente eran todos objetivos. Pero si él
les dijera, si se comportaran de manera diferente por lo que sabían, podría perder la
oportunidad de descubrir quién o qué los estaba tomando. —Déjame manejar eso.
Mientras tanto —lo empujé hacia la puerta—, ¿por qué no encontramos a tu jefe, y
no sé, tal vez lo hechizo a que piense que te quedaste a bordo todo el tiempo?
¿Quieres un aumento? Creo que puedo trabajar en un aumento. Vamos solo a…
De acuerdo, tal vez eso es tan grosero como suena, pero los dioses no tienen
el mismo tabú del incesto que los humanos. No transmitimos material genético,
solo energía.
—¿Tienes hermanas?
Adonis me dio una mirada que me advirtió que el tema estaba cerrado. —
¿Qué piensas hacer aquí? No estás usando el glamour; ¿por qué? Cualquiera que
sepa algo te mirara y verá a la diosa. ¿Es eso parte de tu plan? ¿Te usa el Panteón
como una distracción? ¿Alguien distintivo de poder al azar se lo puede atribuir
mientras Perséfone o uno de los dioses trabaja en el fondo?
ocultar que hay un dios a bordo, incluso con un glamour, porque el poder que se
necesita para mantener un glamour es algo que podemos percibir. Casi nadie ha
oído hablar de mí. Me imagino que es mejor dejar que quien o lo que está detrás de
este aviso para que pueda cancelarme. Déjalos suponer que no soy una de los pocos
dioses que podría soportar el nivel de encanto que se necesita para lograr lo que está
haciendo.
Me froté las sienes, tratando de pensar en la forma más rápida de salir del
barco. Teníamos que ir a la cubierta principal, ¿verdad? —Eso es… un plan
elaborado.
Volví a tirar de la puerta sin ningún resultado. —Podría parecerme a ella, pero
no podría reclamar ser ella. No puedo mentir, ¿recuerdas? ¿Y si alguien me hace
una pregunta que no puedo responder? ¿No crees que en realidad llamaría más la
atención si intentara y fallara en suplantar a un semidiós?
—Pero has perdido el elemento sorpresa —protestó—. Así que quién sea
quien está detrás de esto te verá venir. ¿Qué hay de los semidioses que ya han
desaparecido? Al ser tan obvio, en realidad podrías ponerlos en peligro. Y luego
están los semidioses todavía a bordo. ¿Alguna vez los has considerado?
No había una buena manera de decirle que esta no era una misión de rescate.
Se suponía que debía evitar que los semidioses desaparecieran. Solo observar,
informar y dejar que los gobernantes del reino averiguaran que querían hacer con la
información.
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Como resultado, no tuve que decir nada. Adonis me estudió durante un largo
momento, su boca se abrió mientras entendía lo que yo no diría. —Son
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—Y te preguntas por qué todos te odian. —Sus ojos dorados se fijaron en los
míos, ardiendo de rabia—. Los pocos mortales quienes saben que los dioses existen.
De acuerdo, suficiente. Calmar la basura del océano solo podía ahogar tantos
insultos. —Te das cuenta de que no estás hablando con un colectivo aquí, ¿verdad?
Solo conmigo.
—¿Y qué? —Adonis cruzó los brazos, luego los dejó caer como si se hubiera
dado cuenta que había reflejado mi pose—. ¿Ustedes asumen “no muerto” igual de
bien?
—Zeus dijo que no tocó a los semidioses, pero eso no significa que no fuera
detrás de ellos para hacerlos desaparecer. Y las desapariciones parecieron detenerse
cuando él murió. Si hubiera sabido que todavía estabas en peligro, Adonis, te lo
habría advertido.
—Por supuesto. —Me tiraría a los pozos más calientes del Tártaro antes de
dejar que Adonis fuera herido. Él había confiado en mí. Incluso sabiendo que Zeus
podría haberme matado con una palabra, pondría su fe en mí. Eso significaba más
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para mí de lo que nunca sabría. Agarré sus manos—. Te estoy advirtiendo ahora,
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Aún aturdida, negué con la cabeza. —No te estoy usando como cebo.
—No puedo rastrearte. —Había dioses que podían rastrear firmas de poder en
todo el mundo, pero yo no era uno de ellos—. Pero si insistes en quedarte…
—Lo hago.
—Entonces creo que necesitaré una nueva habitación. —Me volví para buscar
mis maletas, no dispuesta a dejarle ver cuánto me dolieron sus palabras.
¿Qué, esperaba una disculpa? Forcé una sonrisa en mi cara. —De alguna
manera, no creo que tenga problemas para encontrar un lugar para dormir.
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Adonis parecía que quería protestar, pero luego se desplomó. —¿Sabes qué?
—agarró su bolso y se dirigió hacia las escaleras—. No me importa lo que hagas.
Tengo que prepararme para la orientación. Puedes sacar tus cosas de aquí cuando
me vaya.
A Perséfone le importaría.
Sí, bueno, Perséfone era perfecta y tenía el poder de hacer algo sobre los
semidioses desaparecidos. Tenía que lidiar con mis propios asuntos desde que Zeus
murió. Entonces. ¿y si hubiera asumido que dioses más capaces que yo estaban
investigando las desapariciones? No estaba equivocada. Tan pronto como surgió
algo con lo que pude ayudar, había saltado, ¿no? Entonces, ¿por qué sentía que eso
no era suficiente, tan de repente?
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Página
Capítulo 4
Cuando Adonis va hacia la izquierda para orientarse, lo sigo. Así que tal vez
no podía convencerlo de que se fuera, y carecía de la fuerza física para arrastrarlo
fuera del barco. Eso no significaba que no pudiera encantar a unos pocos pasajeros
para que me ayudaran. Tendría cierta satisfacción al verlo arrastrado fuera del
barco.
Justo hasta que tuve que informar a Perséfone y Poseidón que había hecho
una escena con encanto.
Con los hombros caídos, me di cuenta de que no había nada que pudiera
hacer para eliminar a Adonis sin poner en peligro mi misión. Así que bien podría
usarlo. Había buenas posibilidades de que los otros modelos de semidioses tuvieran
esta orientación también. Necesitaba echar un vistazo a los posibles objetivos.
Dejando escapar una risa avergonzada, tropecé con Tantalus. No debería ser
tan dura conmigo misma; Solo he estado caminando durante tres años. Requiere
práctica. —Gracias.
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—¿Estás aquí para la convención? —Tantalus mantuvo sus manos sobre mis
hombros y no se apartó de mí ni se apartó de la puerta.
Página
—Um... De hecho... —Me detuve, me alejé de él y crucé las puertas dobles
hacia el oscuro auditorio. Podría convencerlo de que no le cuente a nadie sobre mi
investigación. Incluso podría convencerlo de que me informe si vio algo
sospechoso. Pero en una habitación como esta, no se sabía cuánto podía soportar
un susurro, por no mencionar quién o qué más vería la firma de poder de mi
encanto. Busqué otra razón para estar aquí, pero me quedé en blanco—. ¿Quería
hacer un crucero?
Tantalus me siguió con una sonrisa y se apoyó contra la pared a mi lado, con
la mano plantada justo al lado de mi cabeza. —Compraría eso, si me encontrara
contigo en cubierta.
—¿Puedo hablarte? —La pregunta de Adonis pudo haber estado dirigida a mí,
pero su mirada nunca abandonó Tantalus.
Dejé que Adonis me escoltara más adentro del auditorio, pero me volví y
agité algunos dedos hacia Tantalus mientras nos alejábamos.
Adonis abrió la boca para protestar, pero levanté una mano para cortarlo. —
No voy a perseguirte, Adonis. Ni en tus sueños más locos. Y si esperas que me
disculpe o que suplique que lo haya entendido, estás tristemente mal informado.
Debido a nuestra historia, te dije por qué estaba aquí y te ofrecí para llevarte a un
lugar seguro. Pero eso fue solo una cortesía.
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Adonis la abrazó, pero el movimiento parecía más por reflejo que por afecto.
—¿Elise? Creí que habías llegado a un acuerdo con...
—Cambié de opinión. —Se encontró con los ojos de Adonis con una mirada
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que me hizo creer que ella estaba hablando de algo más que una elección de
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carrera.
—Eso es... ¿genial? —La sonrisa de Adonis parecía vacilante.
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fluido claro que cumple la función de la sangre en los dioses, obtenido de la ambrosía y el néctar
que estos consumen.
—Por favor, sé de mi agencia —suplicó Narciso cuando llegó—. Destacar en
ésta multitud es un logro.
Por un momento creí que le hablaba a Elise, entonces una hermosa mujer con
grandes e inteligentes ojos cruzó apresurada el auditorio tras Narciso esquivó tablas
y persistentes modelos con gracia de ninfa. "E" sacó una tablet y un bolígrafo listo.
—Em no —los ojos dorados de Elise ardían, llevó las manos a las caderas—.
Narcissus, me disculpo por ser tan poco profesional pero es que justo hablábamos
cuando tú…
Adonis apretó los dientes mirando de Elise a mí. —Esto no es lo que parece y
me encantaría explicarlo. Quizá más tarde. Pero ahora…
—¿Em…? —¿Mi tipo eh? El modelaje no era una carrera fachada poco
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común para un dios que lucha para encontrar culto. Necesitamos que nos rindan
culto no podíamos mentir, lo que hacía difícil seguir actuación o la mayoría de las
otras carreras que te lanzaran al centro de atención. Pero yo tenía encanto. Podía
tener toda la adoración que necesitase simplemente atravesando un salón lleno de
gente.
—Oh vamos. ¿Una linda chica como tú? —Narcissus levantaba las cejas hacia
mí—. Seguro lo tienes, E. haz el papeleo.
—Acérquense más.
Adonis y yo nos movimos hasta quedar lado a lodo. Bajo mis pies, la
alfombra se sentía comprimida y húmeda, como si la delgada tela estuviera
sudando.
Este nos estudio por un momento con los dedos enganchados en el cinturón
de sus caquis. —Compraría lo que sea que ustedes dos estuviesen vendiendo.
39
—Por supuesto
Adonis abrió la boca, luego cerró los labios en una línea delgada asintiendo
—Elise…
Adonis la veía marcharse, con una expresión de alivio y pesar por partes
iguales.
—Claro que no. —Me dio un guiño—. Incluso si lo hicieras dudo que de
alguna manera tengas un contrato adecuado. En tanto tu sola palabra es suficiente
para mí, filmamos anuncios y ninguna compañía va a pagar por fotos sin una
publicación escrita. Si no te puedo vender, no hay razón para sacar tus fotografías.
¿Qué tal si yo firmo los papeles por ti después y soluciono todos esos malditos
detalles?
Lo más probable que no, la información sería inútil. Melissa y yo nos las
Página
arreglamos para perseguir y dar con Adonis el año pasado usando nada más que las
redes sociales, gracias a sus características distintivas, los semidioses no eran
difíciles de rastrear si uno realmente quería encontrarlos. Aún así había
posibilidades de que pudiese recoger algunos detalles importantes para mí
investigación.
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Página
Capítulo 5
Adonis mantuvo una mano en el elevador hasta que ambos estuvimos
adentro. Pero no de manera amable en plan “hey, déjame ayudarte con eso”. La
sostuvo como si es contrapeso pudiese ganarle y aplastarlo en cualquier momento.
Luego de que ambos estuvimos adentro él entró rápido como un rayo y presiono el
botón de nuestro piso, sus hombros se relajaron cuando el ascensor cerró las puertas
sin problemas.
—Está bien, ¿por qué? —dije señalando su brazo, y luego a la puerta del
elevador.
—No, no es... —Adonis trago saliva y sostuvo la puerta del elevador hasta
que ambos salimos de ese contenedor de metal de la muerte—. Ella es como yo.
—¿Lo que sea que soy? Ella es lo mismo. Conocí a sus padres. Ambos son
semidioses.
Página
Sentí como los cabellos en mi nuca se erizaban. Una semidiosa con el linaje
de Adonis podría tener una absurda cantidad de poder, y ella sería completamente
inmune al mío. ¿Podría ser ella la responsable de hechizar a todos en los otros
botes? Nadie sabía a ciencia cierta los planes de Zeus.
—¿Para ti también? —Me reí y me quité los zapatos—. Hay una llave extra en
el mostrador. Puedes tener esa.
—Lo aprecio, pero necesitaré el mío si quiero subir y bajar de este barco
cuando lleguemos a un puerto —me recordó Adonis. Se dirigió a la nevera, abrió la
puerta y miró dentro por un momento, como su el contenido pudiera haber
cambiado mientras no estábamos. Después de un largo minuto, preguntó—:
¿Tienes sed? —Cuando asentí, Adonis agarró dos botellas de agua de nuestra
nevera y me arrojó una.
—¿Eh? —Ni siquiera levantó la cabeza del sofá cuando me miró, dejando una
mejilla presionada contra la tela filiforme.
Me encogí de hombros. —Solo digo. Podrías hacerlo mejor que Elise.
—¿Gracias? —Se inclinó hacia adelante, encorvándose para que sus codos
descansaran sobre sus rodillas—. Sé que no salió muy bien, pero ella no es tan
mala. De hecho… —Negó con la cabeza—. No importa. Después de que descubrí
que… No pude… Ah, no importa. —Se reclinó contra el sofá, mirando al techo—.
Lo que digo no tiene sentido.
Adonis abrió su boca como si fuese a decir algo pero un golpe en la puerta lo
detuvo.
Cuando se levantó del sofá, agité una mano, indicándole que se detuviera. —
Yo iré. —Dudaba que alguien que se molestara en llamar intentara llevar a Adonis
a la tierra de los semidioses, pero, ¿por qué arriesgarse?
Miguel me miró con adoración y me dio un sobre de manila. —Esto iba a ser
entregado a la otra habitación del Sr. Eros. Estaba marcado como urgente, así que
seguí adelante y…
—¿Sr. Eros?
Asentí y agarré mis cosas del piso de arriba, tomando la insinuación de que
estaría durmiendo en el sofá. No es que importara. Los dioses no necesitan dormir.
Podemos hacerlo, por supuesto, como comer, pero no es necesario para sobrevivir.
La tarde pasó a la noche con las nubes rodando con tanta sutileza que no noté
cuán oscura había crecido la habitación hasta que me encontré entrecerrando los
ojos ante el cuaderno. Las olas se volvieron ásperas, haciendo que la nave se
meciera de un lado a otro de una manera que me alegraba de ser inmune a la
cinetosis.
retumba a través del delgado cristal. Luego, sin pensarlo más, abrí la puerta y
Página
—No me voy a caer. —Me reí—. ¿Y a que te refieres con “que estoy
celebrando”? ¿Estás bromeando? —Los relámpagos destellaban sobre el mar—.
¡Esto! —Mi mano extendida hizo un gesto hacia toda la tormenta: el muro de
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espesas subes negras dominando el horizonte, las olas sacudidas por la tormenta,
todo.
Página
—¿Esto? —Adonis parecía no entenderlo.
—¿Mía? —Adonis se echó a reír—. Todo lo que hice fue dejarte inconsciente.
48
Crucé la parte protegida del balcón para agarrar su mano, desesperada por
hacer que entendiera como había cambiado toda mi existencia. Me había dado la
fuerza para resistir a Zeus. Demonios, me había dado un futuro. Cuando Zeus
caminaba en la tierra, sabía que mis días estaban contados. ¿Pero ahora? Podía
hacer cualquier cosa.
—Batallas como esa… —Baje la voz—. Parecen que se reducen a una persona
o a una acción en un gran momento llamativo, pero no es así. Las mayores
victorias vienen en centímetros. Cada acción, cada sacrificio, cada pequeño acto de
desafío se suma. Además —agaché la cabeza, metiendo un mechón de cabello
mojado detrás de mi oreja—, incluso si no quieres tomar el crédito por lo que pasó
con Zeus, estoy viva gracias a ti. —Las gotas de agua se aferraron a mis pestañas
cuando lo miré—. Esta es tu victoria también. Celebra. Te has ganado esto.
Una expresión que pude leer cruzó el rostro de Adonis. —Dioses —susurró.
Acercándose a mí como si estuviera encantado—. Eres tan…
—No puedes lastimarme. —Abriendo los ojos, parpadeé para quitar la lluvia
de ellos—. ¿Escuchaste eso? —Exigí más fuerte, infundiendo determinación en mi
voz. El trueno retumbó, y sonreí para enojarlo mucho más—. ¡Soy libre! —Rayos
destellaron y di un grito, dando vueltas, arrojando el agua de lluvia.
—Ron.
El trueno retumbó y los dos gritamos después tomamos otro trago. Giré
alrededor, agarrando la mano de Adonis y lo llevé conmigo a girar en círculos,
perdiéndonos en la música y en el lluvia.
Una hora más tarde. La tormenta arreció, pero nuestra energía disminuyó.
Adonis arrastró las dos tumbonas lo más cerca posible de la puerta de la suite para
protegerlas de cualquier gota perdida, después arrojó un par de toallas sobre ellas.
—Tal vez después de que cesen los rayos. —Reí. Podía sobrevivir a un rayo,
pero Adonis podría ponerse crujiente.
—Oh, sí. Buen punto. —Se derrumbó sobre la tumbona—. Está bien
entonces, tu turno. Dices “nunca lo he hecho” y…
—Y entonces dices algo que nunca has hecho. —Había conseguido lo esencial
del juego las primeras diez rondas, pero Adonis todavía parecía estupefacto de que
no haber escuchado sobre este juego antes de esta noche, así que seguía repasando
las reglas.
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—Sí. Y si lo he hecho…
Página
—Tienes que tomar una foto. Lo tengo. —Salí del charco de la superficie
estancada y maniobré una toalla debajo de mí antes de posarme en el borde de mi
asiento—. Nunca he… mentido.
Me tragué un trago de ron mientras trataba de pensar en otra cosa que nunca
antes hubiera hecho, pero estaba bastante segura de que sí.
Adonis sonrió. —Vamos, Afrodita, solo has vivido dos años. Esto no debería
ser difícil.
—Tres. —Pero el hombre tenía un punto—. Yo… nunca escuché esta canción
antes de hoy.
Adonis río disimuladamente. —Oh, por favor, señorita, ¿nunca le pegué a una
chica? El conocimiento es munición, sin importar la fuente. —Golpeó mi botella
con la suya—. Bébete todo.
—Está bien, está bien. —Tomé otro trago e hice una mueca—. Mierda, si no
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—No con esto. —Agité el ron en la botella—. Los dioses pueden beber
bebidas divinas, pero las cosas humanas ordinarias no funcionarán.
—Oh, corre del molino, ¿eh? —Negó con la cabeza—. Dioses, hablar contigo
es alucinante. Toda mi vida he sabido que soy un semidiós. Quiero decir, descubrir
que soy uno de los locos experimentos científicos de Zeus. Era una novedad para
mí. Pero mis cosas del día a día están basadas en lo normal. Tú ni siquiera sabes
dónde vives normalmente.
—No, en serio. Nos tiene que gustar… educarte o algo. Todo el mundo vivo
conoce esta canción. ¿Quién sabe qué más te has perdido? Podríamos… —Él se
interrumpió—. ¿Qué estás haciendo?
—Está bien, ya has tenido suficiente. —Me puse de pie, buscando su botella,
Página
pero encontrando solo aire cuando Adonis sostuvo el tequila sobre su cabeza.
El trueno retumbó, sacudiendo el balcón. Adonis y yo volvimos a gritarle
cuando el bote saltó el agua agitada. Bajó la botella por una fracción de segundo
cuando gritó, y le arrebaté el tequila, riéndome de la mirada asustada en su rostro.
—Quítamelo.
—Yo tampoco lo habría hecho, si no fuera por ti. —Tragando fuerte, puse el
tequila en la cubierta y estudié la forma en que la luz de la luna golpeaba su piel y la
lluvia goteaba de los contornos de su rostro, comprometiendo cada característica
del hombre que me había salvado para recordar.
Adonis me miró, sus ojos dorados se oscurecieron con una emoción que no
reconocí. —Nunca te pediré que lo hagas.
con los suyos. Tenía la intención de provocar. Un beso suave y simple antes de
Página
agacharse con un jadeo. Siempre los dejaba con ganas de más y demás.
No estaba preparada para su reacción. Sus brazos me rodearon, tirando de mí
en su contra. Cuando sus cálidos labios presionaron contra los míos, ahuyentaron
toda la lluvia fría que goteaba entre nosotros.
Envolví mis piernas alrededor de él. Mientras mi vestido subía por mis
muslos, mis manos exploraban los caminos que las gotas de lluvia dejaban en su
carne dorada. No había nada flexible en Adonis; él era todo músculo. Sabía a lima
salada y lluvia. Su boca se alejó de la mía y grité en objeción, pero luego sentí su
aliento contra mi piel, besos, luz de pluma, trabajando en mi garganta hasta el
hueco en mi cuello, quemando el frío.
Adonis se sacudió hacia la voz. Me deslicé de él, sobre la barandilla plana del
barco. ¡Mi escudo se había ido! Nada más que aire me separaba de la gota muy
larga en el océano. El bote rebotó, golpeando otra serie de olas agitadas.
—Estoy bien. —Sacudiendo, me mordí el labio y probé agua salada. ¿Por qué
mi escudo fallaría?
—Así se hace, mestizo. —Los ojos de Poseidón eran tan oscuros como el
mar, y la luz de la luna brillaba en las olas dentro de ellos como en burla del
momento en que Adonis y yo compartimos. Se paró frente a la barandilla blanca,
las nubes oscuras crean un telón de fondo dramático para el dios del mar. Las gotas
de lluvia brillaban en su pecho desnudo. Se pasó la mano por el cabello, una oleada
de poder secó las púas rubias de lejía mientras extendía el escudo para evitar que la
lluvia cayera sobre él y deshilachando su apariencia divina.
Adonis giró sobre Poseidón. —¿Qué hiciste? —Puso una mano en mi espalda
—. Afrodita, ¿estás bien?
—Nop. —Un token era un objeto de deidad utilizada para canalizar el poder
desde sus reinos nativos. Zeus no me había otorgado la capacidad de hacer uno.
Me moví para tirar de las mangas de mi vestido hasta mis brazos, luego me
detuve. Actuar nerviosa solo le daría a Poseidón más poder, mientras que si jugaba
bien, podría hacerle perder el equilibrio. En cambio, me peiné con el dedo,
afectando un aire de irritación ocasional. —¿Justo en este momento? ¿No podrías
haber encontrado un mejor momento?
Poseidón me miró con malicia. —Pude haber esperado, pero no pensé que
apreciaras tener una audiencia. Si te gustan ese tipo de cosas, por supuesto. —Su
mano se agitó en un majestuoso gesto de "continua".
parte.
Página
Poseidón inclinó su cabeza hacia Adonis. Se me hizo un nudo en el estómago
cuando vi la expresión en el rostro del dios del mar. El océano se agitó, causando
olas que salpicaban contra el bote con la fuerza suficiente para hacer que el barco se
tambaleara.
Poseidón saludó, mostrando a Adonis una sonrisa salvaje. —Que tengan una
buena noche.
Una luz se encendió en la suite, seguida segundos después por otra luz en la
ventana de arriba. El balcón se iluminó un poco, iluminando el largo piso de
madera y las relucientes barras de plata que me separaban del mar.
—Oh por favor, solo te impedí cometer un gran error. Ese semidiós —
Poseidón hizo un gesto hacia la habitación—, es una víctima profesional. Lo he
estado vigilando desde que Deméter me contó lo que era. ¿Sabes cuánto tiempo
pasa gimiendo acerca de cómo los dioses han jodido a su familia durante
generaciones?
—Oh, no lo sé. —Se rió Poseidón, como si hubiera dicho algo gracioso. Se
dirigió hacia un sillón, tomando los vasos vacíos con diversión—. Haz lo que
quieras con el semidiós; solo espera hasta que no esté borracho. Esto —levantó la
botella de tequila casi vacía—, es casi tan malo como en encanto.
Fue como un interruptor que se activaba. Poseidón me lanzó una sonrisa fría.
—Parece que has olvidado tu lugar en la jerarquía. —Se movió hacia mí—. Estas
en mi reino. Todo y todos en el… —me agarró de los hombros, sus dedos
clavándose en mi carne—… son míos. Te traje aquí por una razón. Así que cuando
pida una actualización de estado, espero que abandones lo que sea que estés
haciendo, o con quien sea estés, y me lo des. ¿Lo captas?
¿Quién diablos se creía que era, un Pirata del Caribe? Abrí mi boca, a punto de
desgarrarlo en uno nuevo por la forma en que sus dedos mordieron mi carne, pero
me detuve cuando note el aroma de ambrosía en su respiración. ¿Estaba borracho?
Un millón de mitos de un Poseidón cabreado se arremolinaban en mi mente, y mi
garganta se secó cuando recordé algunas de las cosas que él había hecho, incluso
cuando estaba lúcido y racional: civilizaciones enterar succionadas bajo las olas,
terremotos devastando pueblos, Medusa. Si él no estaba en control, necesitaba
andar con cuidado.
Tragué duro, dejando caer mi mirada de sus ojos con remolinos oceánicos. —
Lo siento.
Poseidón me dejó ir tan rápido que trompecé con la barandilla. —Bien. —Me
sonrió como si nada fuera de lo común acabara de suceder y se sentó en una de las
reposeras—. Así que, ¿qué has aprendido hasta ahora?
—¿Por qué no los cuatro? —Miró las botellas de licor por un momento como
si considerara el contenido, luego se encogió de hombros y tomó el tequila,
tomando un sorbo prudente—. Esto es asqueroso. —Volteo la bebida, derramando
el alcohol en el piso de teca.
Sentí una oleada de poder tan fuerte que mi cabello se erizó mientras el
líquido en la botella se reponía. El afrutado, demasiado dulce aroma de la ambrosía
llenó el aire. Mi boca cayó abierta. ¿Él había convocado ambrosia? ¿Desde la nada?
Que desperdicio de poder. Tomó un trago del líquido, sus ojos encontrándome
sobre la botella, la mirada expectante. Correcto. Parpadeando, forcé a mi mente a
regresar a la discusión que tenía entre manos. —Uh… Narciso dirige la agencia de
modelaje. Encantar a todos para olvidar que el vino sería difícil, si no imposible, sin
dejar algunos agujeros importantes en su lógica. Además, su asistente lo sigue a
todos lados. Descubriré en que habitación está esta noche, pero sin duda, ella estará
cerca.
Estudié la imagen del barco, tratando de entender las cubiertas y los números
de las habitaciones. —Aquí —dije, señalando—. Además, su asistente podría ser
una ninfa. No podría asegurarlo, pero tenía esa mirada sobre ella.
Negó con su cabeza. —Te han visto con él, así que el daño ya está hecho.
Además, me gusta que estés aquí. —Fácil acceso.
—¿Fotografías?
—No lo he probado, pero sip, lo más probable. Ella será más fuerte que
Adonis, ¿verdad? —Dejé caer la toalla en la cubierta, más caliente ahora que no
estaba empapada.
Poseidón levantó sus cejas. —Si el patrón se mantiene. ¿Podría estar ella
detrás de todo esto?
Poseidón me dio una sonrisa fácil, acercándose a mí. —Mira, eso no fue tan
difícil. Por cierto —sus ojos pasaron sobre mí en un largo vistazo—, este es un buen
aspecto para ti. Sé que estas… frustrada por interrumpir tu diversión. —Me
alcanzó, su mano rozando mi brazo—. Podría ayudar con eso.
predatorio en sus ojos, lo que de alguna manera lo hizo aún más espeluznante.
Página
Parecía… vació.
Mis palabras cautelosas desaparecieron, se acercó hacia mí, y trastabillé en un
esfuerzo por mantener cierta distancia entre nosotros. —¿Por qué? Ni siquiera estás
interesado en mí. —Estúpida, me reprendí a mí misma, alejándome de Poseidón.
Esto no era sobre la atracción. Lo desafié, lo insulté y lo menosprecie. Esto era
sobre el poder.
Por un horrible segundo, pensé que no iba a retroceder, pero sus nombres
tuvieron el efecto deseado. Poseidón dejó caer sus brazos a los costados—. Como
desees. Pasaré mañana con la información que me pides. Consígueme una copia de
los horarios y esos números de habitación, y veremos a dónde van las cosas desde
allí.
Dejé escapar un suspiro que ni siquiera me había dado cuenta de que había
estado conteniendo. —Lo haré.
—Entonces con esta Elise, puede haber dos semidioses inmunes a gran parte
de lo que podemos arrojar sobre ellos —reflexionó Poseidón—. Imagino que
estaban destinados a ser un par emparejado —caminó hacia el borde del balcón.
Cuando llegó a las barras de plata, hizo una pausa, mirando por encima de su
hombro hacia mí—. Creo que hemos permitido que los experimentos de Zeus vivan
lo suficiente, ¿no? Si son inmunes al encanto, no se sabe qué otras rarezas tienen
sobre ellos o qué pueden transmitir. Son demasiado peligrosos.
—Ella no está a cargo de este reino —me recordó Poseidón, mostrando una
sonrisa maliciosa—. Ambos están aquí; eso hace que sea mi decisión.
Hundir el barco sería tan fácil para él. —Podrían ser útiles. —Me apoyé
contra la pared de vidrio y estudié mis uñas, tratando de parecer desinteresada—.
62
Sí, estoy seguro de que has encontrado muchos usos para los mestizos. —dirigió
Página
—No si pueden usarse contra nosotros. Por lo que sabemos, pueden matar
dioses sin importar el linaje.
Sin previo aviso, Poseidón giró y me jaló hacia él, cubriendo mi boca con la
suya en un beso enérgico. La ambrosía en su aliento me revolvió el estómago. Sus
manos vagaron sobre mí, áspero y exigente. Me retorcí contra el asalto, tratando de
alejarme de él, pero no podía liberarme.
No tuve que preguntar qué quería decir. —Adonis, deberías irte —grazné,
sintiéndome con náuseas.
—Si todavía estoy interesado, te buscaré mañana. ¿Si no? —Su mirada se
deslizó hacia Adonis—. Bueno, lo descubrirás. —Sentí un pulso de poder que lo
inundaba.
Pasé junto a él para entrar en la habitación. Calor picó contra mis mejillas
mientras mi piel se ajustaba a la falta de viento húmedo atacando mi calor corporal.
Adonis debe haber apagado el aire acondicionado, porque la habitación ya no
competía por el título de lugar más frío en la tierra.
—Te hice una pregunta. —Adonis cerró la puerta corredera de cristal con un
clic, y luego se movió de panel a panel, jalando las persianas marrón grisáceo por
las ventanas de piso a techo como si la tela de alguna manera pudiera crear una
barrera contra Poseidón. Desafortunadamente, todo lo que hizo fue hacer que la
habitación se sienta más pequeña—. ¿Es hora de pensar en qué? ¿Qué acabas de
aceptar?
—No he aceptado nada, todavía. —Si mis manos dejaran de temblar, podría
bajar la cremallera de este estúpido vestido y cambiarme a algo cálido.
—Crees que yo… —Miré fijamente a Adonis con incredulidad—. ¿Por poder?
¿Crees que ese es mi precio?
Lo miré fijamente durante un minuto sólido, dejando que las palabras que
Página
—¿Qué soy una zorra? —Espeté, toda la ira y el miedo que había sentido en el
balcón hace un momento aferrándose a un objetivo seguro—. ¿Eso es lo que
piensas de mí? ¿Qué simplemente tendré sexo con cualquiera, sin importar lo
mucho que hagan que me dé repelús, siempre y cuando me ofrezcan lo suficiente?
Que estaría dispuesta a…
—Tú eres la que dijo “todavía”. —Adonis levantó sus manos en señal de
rendición—. A pesar del hecho de que estás temblando. Que nada en tu rostro, ni
un ápice de tu lenguaje corporal, indica que querías eso. —Señaló con el dedo el
balcón—. Mucho menos nada más. Está ofreciéndote algo, o está teniendo algo
contra ti. Y estoy diciéndote, sea lo que sea, no vale la pena. Si incluso la mitad de
los mitos que he leído son ciertos, él es problemas. Tenemos que sacarte de aquí.
—Sé que quieres descubrir qué está pasando a los semidioses, pero puedo
ayudarte. —Adonis se sentó a mi lado—. No olvidaré lo que sea que pase. No
puedo ser encantado, y todavía estoy dispuesto a investigar por ti. Ponme un
disfraz, y deja que quien sea que esté detrás de esto piense que dejé el barco
contigo. Puedes encontrarte conmigo cuando volvamos a Florida. Ten informaré
sobre todo lo que vi.
—No. —Esperé hasta que Adonis caminó hacia la cocina, con cuidado de
mantener su espalda hacia mí, antes de quitarme el vestido. Alcanzando la maleta,
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saqué un par de pantalones de yoga y una camisa gris de gran tamaño. ¡Calcetines!
Mis pies se regocijaron cuando deslicé la tela de algodón sobre mis dedos
Página
congelados por el frío. Me peiné con los dedos el cabello, y vagué a la cocina—.
Perdón. —Extiendo el brazo junto a Adonis, agarré una botella de agua.
Asintió, frunció el ceño hacia la cafetera, luego comenzó a juguetear con ella.
—¿Perséfone no puede sacarte por teletransportación?
—No soy de este reino, así que no. —Cuando mi pecho se apretó, me obligué
a respirar. Estarás bien. Me apoyé en uno de los taburetes y descansé los codos
contra el mostrador liso, mirando fijamente a través de la gran extensión de la sala
de estar, y se centró en tomar respiraciones profundas.
La cafetera hizo clic. Detrás de mí, escuché que Adonis saca dos tazas del
armario. —¿Alguien de este reino puede sacarte por teletransportación?
Negué con la cabeza. —Yo tengo que ser de este reino o tener permiso de
Poseidón para teletransportarme. —Me volví para estudiar a Adonis—. ¿A quién
tenías en mente? —Poseidón era, que yo sepa, el único dios del mar que quedaba.
—¿Qué clase de precio? —La curiosidad brilló en los ojos de Adonis, pero no
hambre. Mis hombros se relajaron un poco cuando me di cuenta de que estaba
legítimamente curioso sobre el proceso, no desesperado por probarlo.
—¿Una reunión? —Adonis tomó su teléfono, sus dedos rozando los míos
cuando tomó el dispositivo delgado de vuelta—. ¿Con quién? ¿Y por qué?
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Página
Capítulo 9
—Puedes buscar a los pasajeros por apellido o número de cuenta. —Miguel
movió el cursor sobre la pantalla de la computadora. Hizo clic en una pestaña, y
una larga lista de nombres y número ordenados en columnas llenó la pantalla—. O
puedes buscar por número de habitación.
Los pasajeros caminaban por el suelo de mármol en grupos, cada grupo iba en
una dirección diferente con un sentido de propósito. La música de piano sonaba
por los altavoces, la melodía de Beyond the Sea hacia que mi pie tocara la silla con
ruedas que ocupaba mientras esperaba que Miguel terminara este innecesario
recorrido por el software y entregara la maldita computadora ya.
—Feliz de ayudar. —Sonrió Miguel e hizo como si fuera a irse, luego vaciló.
Narciso.
Página
—Estas personas que buscas y el hombre con el que viajas… —se detuvo
Miguel, como si debatiera qué decir a continuación.
Mis ojos secos por la fatiga mientras pensaba en lo que sabía. Los semidioses
desaparecidos no siempre habían viajado por la ruta de este crucero, pero todos los
barcos pasaron por las mismas coordenadas dentro de las veinticuatro horas de las
últimas transacciones de los semidioses.
Y…
—¿Qué? —Dejé caer mi escudo en sorpresa—. ¿Cómo estás tú…? ¿Por qué?
—Estás soñando, amor. —Sus pupilas se abrieron de par en par con encanto
mientras se ponía detrás del escritorio.
—Para —susurré cuando Ares se arrodilló ante mí, mirándome con esos ojos
enloquecedores y en blanco.
No pude ver a Zeus, pero él estaba allí. Siempre estaba al acecho en algún
lugar de mis sueños, esperando convertirlos en pesadillas. Su aliento agitaba el
cabello de mi cuello. Pero no pude obligarme a mirarlo. No con Ares frente a mí,
mirándome como si hubiera estado ciega y fuera su primera visión del sol.
—¿Cómo estás aquí? —Me alejé de él, la voz ronca—. Tú, eh. —Él miró
hacia abajo—. Me llamaste aquí.
Cierto.
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Me rendí y arrojé sus propias palabras de la otra noche de vuelta a él. —No
puedo permitirme el lujo de ser débil, ¿recuerdas? —Convoqué una cinta de pelo, di
un paso atrás y tiré mi cabello en una cola de caballo suelta.
—Tal vez la tensión de estar en otro reino te afecta. —Ares caminó detrás de
mí para ver la pantalla del ordenador. Letras y símbolos se mezclaban en la
pantalla, pero las imágenes llegaron sin ningún problema—. Se necesita algo de
tiempo para acostumbrarse. Pero aún…
largo.
Página
—¿Está aquí? —Ares enarcó las cejas—. Eso cambia las cosas. No podemos
dejar que Adonis desaparezca. ¿Se lo has dicho a Poseidón?
Una parte de mí quería decírselo, pero no era como si hubiera algo que él
pudiera hacer. Él estaba a un reino de distancia. La única persona que podría hacer
realmente algo acerca de Poseidón era Perséfone. Y no iba a ponerla en su plato.
Ella se volvería loca y los otros dioses “malinterpretarían” cualquiera que fuera su
reacción como una jugada para el reino de Poseidón. —Me encargaré de Poseidón
—le aseguré a Ares. Aunque qué tan bien podía hacer eso quedaba por verse.
—Lo sé. —Cuando miré a Ares sorprendida, una fantasmal sonrisa cruzó su
rostro—. Le hiciste frente a Zeus bajo condiciones mucho peores. No eres ningún
felpudo, Afrodita.
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Página
Capítulo 10
—Afrodita, tú lo hiciste. —Los brazos de Perséfone se envolvieron a mí
alrededor en un fuerte abrazo cuando entré en su paraíso.
—No me quedan.
Perséfone se puso roja brillante. —No, quiero decir que… —Ella tiró del
cuello de su camisa—. Las correas seguían cayendo, y se ponía todo revuelto
mientras dormía, y... —Ella continuó balbuceando, tratando de corregir su error
verbal, pero solo logró ponerse más nerviosa—. ¿Cómo está el crucero? —preguntó,
rindiéndose.
Perséfone entrecerró sus ojos verdes en sus pensamientos. —No creo que eso
sea probable. Zeus te dio tanto encanto, y se guardó lo suficiente para que me
encantara. Incluso con los restos de un Titán que sobrealimenta tus poderes, o
como sea que funcionó, ¿crees que podría haberse ahorrado lo suficiente como para
formar "otro dios"? —Arrancó una flor del suelo, girando el tallo entre el pulgar y el
índice…
Zeus me había creado utilizando los restos del cadáver de Urano para actuar
como mi segundo padre y mejorar mi encanto. No preguntes, en serio, se vuelve
más raro.
Perséfone negó con la cabeza. —No que yo supiese. ¿Alguno de los Titanes
incluso tenía encanto?
—Uno de ellos tuvo que hacerlo. —Los dioses transmitieron sus poderes en
lugar de material genético. Nuevos poderes no se habían manifestado desde el
Caos.
Perséfone vaciló. —Me está costando mucho negociar todo este nuevo poder.
Es demasiado y soy muy nueva. Cada vez que logro manejarlo, las reglas cambian.
Tal vez tengan algún consejo.
Ella suspiró. —Ahora que en realidad tengo todos mis poderes, este es un
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juego completamente diferente. Antes, necesitaba gastar tanta energía como podía
en cada cosa que hacía, solo para sobrevivir otro día. ¿Ahora se supone que debo
Página
conservarla?
—La adoración no es eterna —le recordé—. La conservación es como tú
mamá y los otros sobrevivieron tanto, después de la caída del Olimpo.
—Lo sé, solo se me hace difícil imaginar cómo realizar las mismas cosas con
un toque más ligero. Prácticamente tengo que volver a aprender todo.
Negó con la cabeza. —El único dios en quien confío lo suficiente como para
entregar el reino de Zeus eres tú. Pero has jurado por mí, eso en realidad no alivia
la presión y…
—No es como que el reino de Zeus siga teniendo vida inteligente. ¿A quién
lastimaría?
—Sí pero ahora aún no estoy lista para crear vida —rodó los ojos—. La mía
ya es complicada como está.
—Está bien. —Sonreí y levanté la vista al brillante cielo azul. Luego cuando
no esté tan estresada la ayudaré a arreglar este paisaje de ensueño. El ambiente
musical era agradable. Este lugar era muy tranquilo, muy silencioso, primaveral. Si
ella le agregase brisa, quizá algunas aves gorjeando, hojas susurrando al viento, ese
tipo de cosas; éste paisaje de ensueño estaría mejor—. Con todo el poder que
obtuviste de Zeus, Tritón y de tu mamá, sin mencionar la adoración que recibes de
dioses, humanos y almas tienes mucho tiempo para resolverlo.
—Sí excepto… —dejó caer la flor mutilada hacia su regazo y frotó las manos
sobre su falda blanca—. No puedo lanzar tanto poder sobre las cosas como solía
o… —se detuvo, tragando brusco.
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—¿O qué? —Giré sobre mi estómago, para poder ver a Perséfone sin agarrar
mi cuello, y doblé mis manos bajo mi barbilla, cruzando mis pies en el aire detrás
de mí.
¿Podría ser más vaga? Abrí la boca, lista para exigir saber qué tipo de “cosas”
sucedieron, cuando el paisaje de sueño se estremeció, y sentí una sensación de
atracción. —Supongo que te estás despertando.
—Papel.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —La enfadada voz de Adonis resonó
desde donde se detuvo y miró fijamente a Tántalo.
Me dirigí a la encimera.
Adonis estaba allí antes de que Tántalo llegara a la cocina, relevándole de los
papeles y no tan sutilmente llevándolo de vuelta al pasillo. —Gracias —dijo, dando
un portazo tras Tántalo.
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Capítulo 11
—Sabes que no tienes que hacer los entrenamientos conmigo, ¿verdad? —
Adonis tendió una botella de agua mientras salíamos del gimnasio.
La cogí y tomé un trago largo. Me mantuve con él todo el tiempo, pero solo
apenas. —Nunca he hecho ejercicio antes —jadeé—. Pensé que todo lo que genera
mucho sudor tenía que ser divertido.
—Entonces, supongo que esto significa que la súper velocidad, fuerza y todo
eso es un mito. —Adonis me condujo por el pasillo.
Una sonrisa jugó en los labios de Adonis. —Lo que sea. Hoy superé a un
dios. Solo voy a disfrutar de eso por un momento.
enojadas en mi nombre. Cualquier calor inducido por el alcohol que existió entre
nosotros la noche anterior que había huido bajo la dura luz del día. Pero al menos
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estaba haciendo un esfuerzo por ser civil en lugar de abiertamente hostil. Dos pasos
adelante, un paso atrás.
Tan pronto como entró por la puerta de la sala de conferencias, una mujer
vino hacia mí con un pincel de maquillaje. —Oh, no necesito maquillaje —dije.
Ella sonrió de una manera que parecía decididamente antipática, sus dientes
brillaban contra su piel oscura. —Eres la chica nueva, ¿eh? ¿La que se añadió a las
sesiones después de que toda la ropa y los suministros fueran empacados y cargados
en el barco, completamente arruinado cualquier apariencia de orden que podamos
haber experimentado para el resto de la semana?
Al sonido de mi voz, Elise abrió los ojos. —¿En serio? —dijo ella girándose
hacia Adonis—. Dime que ustedes dos no están aquí para el desodorante.
—Solo digo, que no es su decisión —dijo uno, rociándome el pelo con algo
que olía a cítricos.
La otra levantó la vista de mis uñas. —Podría ser así. ¿Alguna vez has oído a
alguien decir que no a ese hombre?
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—¿Quieres decir, que estoy listo para ponerme de pie y hacerme una foto? —
Estiré el cuello para mantener a Adonis a la vista mientras lo sacaban de allí.
La mujer con el pincel de maquillaje inclinó la cabeza hacia ella y las dos me
siguieron tocando, atiborrándome, empujándome de aquí para allá. Apreté mis
dientes, tragando duro cuando sentimientos familiares se desenrollaron en mi
pecho.
Pero estos eran solo humanos, y yo era una diosa. Ponerme nerviosa era tan
ridículo como correr con miedo de una hormiga vagando en mi manta de picnic. —
Oye, Beth. —Elise le tendió las manos—. Ella es nueva, ¿recuerdas? —Elise se
levantó y se miró en el espejo.
—Afrodita —logré.
—Soy Beth. —La mujer se apuntó con el cepillo hacia ella misma, luego
hacia la mujer del otro lado—. Sarah. Y esa es Elise.
—Hacen un trabajo increíble —dijo Elise con una sonrisa—. Pero… ¿tal vez
puedan tomar un segundo para guiarte a través de lo que están haciendo? —Miró a
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las mujeres, sosteniendo sus miradas hasta que asintieron—. Genial. —Sonrió—.
Es fácil olvidar lo abrumador que es ser nuevo, pero todos hemos estado allí.
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—El tacto es más rápido —explicó Adonis—. Te ponen en las poses que
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quieren, pero algunos modelos no se sienten cómodos con eso, por lo que solo
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—De acuerdo, hagamos algunas pruebas —dijo otra mujer que llevaba un
auricular.
—¿No es esto para una línea de ropa? —recordé haber visto las tiendas de la
marca en el centro comercial cubiertas de fotografías en blanco y negro y haciendo
sonar música a todo volumen—. ¿No deberíamos estar usando algunas?
Adonis luchó por mantener una expresión “seria” mientras me acercaba a él.
Su mano rozó mi costado mientras levantaba mi camisola un poquito, según las
instrucciones. Me quedé sin aliento. Todo lo que podía pensar era en sus labios
quemando la lluvia y el frío de la noche anterior. La voz de la fotógrafa perforó el
zumbido en mis oídos, y seguí sus instrucciones sin pensar, poniendo una mano en
el pecho de Adonis, y mirándolo. Su corazón golpeó contra mi palma mientras
tragaba duro y metía mi cabello detrás de mí oreja. Sus gentiles dedos trazando la
línea de mi mandíbula a mi barbilla, levantando mi rostro hacia él, acercándose
para besarme.
—¿Tiene sentido que ella esté detrás de la cámara? —exigió Adonis tan
pronto como era seguro hablar—. ¿Qué quieres decir con eso?
—¿Qué más se supone debo seguir? La he visto en una multitud, dos veces.
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—Oh, dioses míos. —Adonis levantó las manos con frustración—. ¿Podrías
ser más presumida?
—¿Por qué eso es algo malo? —susurré cuando Jane regresó a su cámara—.
Honestamente, no entiendo cómo alguien logra funcionar en una sociedad con un
código social tan complejo y contradictorio. Afirmas valorar la honestidad, sin
embargo, prosperas con las mentiras. Llamar a una persona sencillamente llana es
de alguna manera un insulto en lugar de una declaración de hecho, mientras
tanto…
—Eso no es…
Adonis puso los ojos en blanco, pero se abstuvo de comentar mientras Jane se
alineaba para las próximas fotos. Cuando Jane me pidió que enroscara mis brazos
alrededor de su cuello, él siseó en mi oído, su aliento agitó mi pelo—: Dices eso
como si estuvieras muy por encima de nosotros. Como si estuvieras más allá de
preocuparte por las miradas, pero nunca te había visto caminar más allá de una
superficie reflectante sin examinarte. He visto esa mirada satisfecha en su rostro
cuando te das cuenta de que es lo primero que todos miran en la habitación. No
pretendas que no lo disfrutaras. No sé por qué estás tan preocupada por
impresionar a la gente que obviamente piensas que está por debajo de ti, pero…
—Realmente tienes una opinión baja de mí, ¿verdad? —dije una vez que se
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habían ido. ¿Por qué eso seguía sorprendiéndome? Él me dijo rotundamente que
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odiaba a los dioses e insinuó que me acostaría con alguien por poder. Su opinión de
mí podría deslizarse más bajo si me bañaba en la sangre de niños todas las noches,
pero no caería muy lejos—. Me veo increíble. Ser dueño de eso, estar orgulloso de
eso, no es un tipo de fallo que necesito superar.
—Lo que dijiste antes —le susurré al oído a Adonis—. ¿Sobre sentirse
programado? No sabes ni la mitad. Y estaré condenada si alguna vez le doy a
alguien ese tipo de poder sobre mí otra vez.
—Hmm. —Jane nos evaluó por un momento—. ¿Uh, niña nueva? Esa
expresión no funciona para mí. Piensa en pensamientos preciosos y mira hacia la
distancia. —Agitó sus manos—. De esa manera.
Una mujer se secó algo frío y pegajoso en los labios, alzando la barbilla para
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—Afrodita… —Adonis se detuvo cuando vio bien mi rostro. Lo que sea que
vio ahí le dio una pausa—. Bien, tomemos un descanso. ¿Pueden darnos un
minuto?
Eso en realidad no era una pregunta. Adonis la miró a los ojos. —Estamos
tomando un minuto. Danos algo de espacio.
Encanto. Él debe estar usando encanto, pero por alguna razón, no pude
sentirlo. De hecho… No pude sentir ningún poder que provenga de él en absoluto.
Pude sentir su línea de base anoche, pero ahora no estaba recibiendo nada.
Percibir una línea de base de potencia era como medir el estado de ánimo de
alguien. Hay todas estas señales visuales cuando alguien está enojado; poner los
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hombros, la mandíbula apretada, los ojos entrecerrados, lo que sea. Pero en vez de
notar individualmente todas las narraciones, el cerebro interpreta una sensación de
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enojo. El cerebro es gracioso así a veces. Pero sentir a alguien usando sus poderes es
tan obvio como escuchar gritar a una persona enojada.
Entonces, ¿por qué no había recogido algo? ¿Y por qué demonios no podría
respirar? ¿Qué estaba mal conmigo? Mi corazón se aceleró y mi cabeza se sintió
ligera. Las sombras en la habitación parecían pesadas, como si estuvieran
presionando a mí alrededor, apretando.
Tragué saliva y asentí. Adonis movió mis brazos a su cintura y luego ahuecó
mi rostro en sus manos. —Mira, tienes esto.
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Página
Capítulo 12
—Por aquí, por favor. —Un hombre vestido con un traje impecable nos
condujo al comedor. Las luces en la enorme sala se reflejaban desde las ventanas
con un resplandor deslumbrante.
—¿En serio estas todavía tratando de seguir adelante con esto? —preguntó
Adonis en voz baja mientras el mesero nos dirigía a la segunda planta en forma de
U.
secundarios físicos, pero nada como eso. —Me estremecí con el recuerdo—. No lo
sé. Lo averiguaré. Pero por ahora, solo hay cuatro sesiones más, ¿verdad? —La
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—Ya, bueno, espero que tengas razón. —Adonis saludó a Narciso cuando
nos acercamos a la mesa—. Es mi carrera si estas equivocada.
Narciso estuvo de pie hasta que estuve sentada. —¿Supongo que has tenido
tiempo para revisar el contrato?
Una vez que nuestros pedidos fueron tomados y nuestros vasos llenados, dejé
que Adonis tomará la delantera. Esta era su carrera, después de todo. Punto por
punto, Adonis trabajo a través de la jerga legal hasta que se sintió satisfecho con el
contrato. Mientras ellos hablaban, estudié el comedor. No había rastros de poder
provenientes de ninguno de los pasajeros. Tampoco había escudos o espejismos, y
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Las cabezas se volvieron hacia los semidioses en ocasiones, pero eso era de
esperar. Los semidioses destacaban. De vez en cuando, sus ataques de risa se
elevarían sobre el estruendo de la conversación. Todos parecían estar bromeando
entre ellos, pero basándose en sus sonrisas, a ninguno de ellos les importaba. Ç
Adonis me miró.
—Tengo algunas preguntas. Nada sobre el contrato, pero sobre todo esto. —
Levanté mis brazos, indicando el crucero—. ¿Te importaría si tomo un poco más de
tu tiempo?
No era Poseidón con un glamur entonces, porque el dios del mar no podía
mentir. ¿Enfermedad del reino, entonces? ¿Esa era la cuestión? El conocimiento
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hizo clic en mi mente, confirmando que de hecho esa era la cuestión. El malestar
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leve se podía esperar durante visitas prolongadas a otros reinos. Ignoré la mirada
burlona de Adonis, empujando más allá del dolor, y pegando una sonrisa en mi
rostro. —Model Madness. —Sacando una libreta de mi bolso y bolígrafo, me forcé
a concentrarme—. ¿Cómo se te ocurrió eso?
—Ciertamente, señor.
—¿Siempre elijes esta línea de crucero? —Mi bolígrafo sobre el papel, listo.
Sacudió la cabeza. —La línea con la que trabajamos depende de quién ofrece
las mejores tarifas. Este año, el mejor precio fue Fantasy Cruises. Casi siempre es
Fansasy o Fascination.
Eso… no fue tan prometedor como esperaba. ¿Qué esperabas? ¿Algún motivo
malicioso y obvio? Bueno, tal vez no sea obvio, pero un indicio de una dirección a
seguir habría sido agradable.
—Esto es… ¿divertido? —La voz de Adonis sonó graciosa mientras salíamos
del comedor después de que Adonis terminara de firmar el contrato. La gente se
agrupaba en grupos alrededor de los ascensores, sus conversaciones disminuían y
fluían con las campanadas de las puertas que se abrían.
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Página
Me reí. —Eso fue tedioso y aburrido como el infierno. ¿Hacia dónde nos
dirigimos ahora?
Adonis se encogió de hombros. —La habitación. —Debo haber parecido
desilusionada, porque él agregó—. Elise y Tántalo dijeron algo antes sobre ir a uno
de los clubes después de la cena, pero no sé si…
—¡Adonis! —Elise nos vio cuando salió del comedor, su rostro se iluminó—.
¿Vienes esta noche? —Vaciló cuando sus ojos se posaron en mí, dolor parpadeando
a través de sus rasgos por un instante antes de enterrarlo—. ¿Traes a tu amiga? —La
frase “si es necesario” no podría haber sido fácil para ella.
Elise empujó a Tántalo lejos de ella con una sonrisa amistosa. Adonis movió
sus manos mientras hablaba, y sentí una punzada en el pecho cuando me di cuenta
de lo relajado que parecía hablar con ellos. Toda su actitud parecía tan diferente de
cuando él me hablaba. Bueno, excepto por la noche anterior, cuando se había
emborrachado.
Una sonrisa jugó en mis labios y arrojé mi pelo sobre mi hombro. Sentarme y
sentir pena por mí misma no era mi M.O. Solo tenía, como enfermedad del reino, o
algo así. Pero ya era suficiente. Es hora de dejar de abatirme y divertirme.
Elise echó un vistazo hacia mí y sus labios se tensaron en una delgada línea.
Cuando se separó de los otros semidioses y se dirigió hacia mí, ordené un Kiss on
the Lips4 y deseé ambrosía.
—Brutal.
Ella se rió. —Lo siento, no podía creer que Narciso te haya lanzado a un
trabajo como ese. Todo el mundo se sintió muy mal después de tu histeria.
—No creo que ninguno de ellos se haya dado cuenta de que cuando Narciso
había dicho que había descubierto un rostro nuevo y fabuloso, quería decir algo
nuevo, no solo nuevo en este engaño. De todos modos, algunas de las otras chicas y
yo queríamos invitarte a desayunar mañana, antes de que nos acoplemos, para
darte un curso acelerado. ¿Estás interesada?
—Eh, seguro. —Parpadeé confundida—. ¿Por qué estás siendo tan amable?
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Bebida con alcohol mezclando los sabores de melocotón, mango y bayas.
—Fui grosera ayer. —Ella agachó la cabeza, jugando con una servilleta—.
Mis problemas con Adonis son con Adonis. No tienes nada que ver con ellos, así
que no hay ninguna razón por la que deba desquitarme contigo. Lo siento.
Tome un sorbo de mi bebida, que sabía delicioso, por cierto. ¿Quién diría que
agregar schnapps5 de melocotón y granadina al mango hecho puré sería tan
sabrosa? Dejé mi vaso y miré a Eslise. —Pensé que la actitud tenía más que ver con
lo que soy en lugar de con quién estoy.
—Oh, ese fue un factor. —Me dedicó una sonrisa de solsayo—. Pero odiar a
alguien directamente por lo que son es una pendiente resbaladiza, ¿no crees? Si voy
a odiarte, será después de que te lo ganes.
Suspiré, girando el tallo de mi vaso de un lado a otro entre mis dedos. —No
soy encantadora con Adonis.
—No haría eso. —Dejé de beber, resistí el impulso de poner los ojos en
blanco.
—No.
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Cualquier tipo de aguardiente especialmente con más de 32º de alcohol y especialmente el
producido en Alemania, Austria, Alsacia, Lorena o Suiza.
—Di las palabras —insistió. Cuando lo hice, ella frunció el ceño—. Entonces,
¿qué demonios está pasando? —Su voz se elevó por la frustración y tomó aliento,
como si se obligara a calmarse—. Lo siento —dijo después de un momento,
revolviendo su dorado cabello con uñas bien cuidadas.
—Yo solo… ¿Por qué estás aquí? ¿Y por qué estás aquí con él?
Esperé hasta que estuve segura de que estaba fuera del rango de audición
antes de volverme de nuevo hacia Elise. —No todos somos monstruos, ¿sabes?
—Sé eso, de hecho, pero él no. —Luces multicolores brillaron en sus ojos,
haciéndola verse cerca de las lágrimas—. Odia a los dioses. Me dejó porque no
quería tener nada que ver con el tablero de juego divino, no quería ser el peón de
algún dios. ¿Y ahora se supone que debo creer que ha olvidado todo eso y se ha
puesto cómodo con uno de los jugadores?
—No es tu…
pasó por allí y esperó un latido antes de continuar—. No estás con él. —Me miró
por un momento, y me di cuenta de que quería confirme eso.
Página
—No así.
Elise dejó escapar un suspiro de alivio, sus ojos se enfocaron en la multitud.
—¿Entonces por qué estás en el barco? Algo peligroso está sucediendo, porque
cuando los de tu clase se involucran, personas mueren.
Vacilé, sin estar segura de qué compartir. Pero en ese momento, Tántalo se
dirigió a nuestra sección de la barra, ahorrándome tomar una decisión.
—Ugh, eres incorregible. —Elise puso los ojos en blanco con disgusto y se
deslizó del taburete.
—Ah, bueno. —Tántalo apoyó los codos detrás de él en la barra—. Esa —me
señaló—, de todas formas me debe un trago, ¿verdad, cariño?
También tenía preguntas para Tántalo, así que pegué una sonrisa en mi
rostro. —Supongo que es lo menos que podría hacer después de tu ayuda anoche.
—Palmeé el asiento a mi lado.
—Sí, buena suerte con eso. —Elise retrocedió—. Me pondré al día contigo
mañana. —Se encontró con mis ojos—. Te daré algunos consejos. Te presentaré
por ahí. Estoy segura de que Adonis hizo todo lo que pudo, pero los hombres
extrañan cosas. No siempre te dicen todo lo que necesitas saber.
Ella tragó saliva con fuerza, su rostro palideció. Pero forzó una sonrisa en su
rostro, movió su cabello, y con una despedida, se volvió para abrirse camino a
través de la multitud. Tenía la sensación de que Adonis tendría un poco que
explicar cuando se pusiera al día con él.
estroboscópicas.
Página
—Lo tienes.
Terminé la bebida y agarré la mano de Tántalo. —¿Baila conmigo?
—¿Puedo interrumpir? —preguntó Poseidón con voz seca. Él, por una vez,
llevaba una camisa. Aunque la impresión de Hawái chillona me hizo desear que no
se hubiera molestado.
Tántalo puso los ojos en blanco y echó un vistazo como si estuviera a punto
de hacer alguna especie de comentario sarcástico, luego palideció cuando vio a
Poseidón. —Eres un…
El dios del mar entrecerró los ojos y las olas dentro de ellos se agitaron con
una intensidad aterradora. —Piérdete, semidiós.
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Capítulo 13
Le fruncí el ceño a Poseidón, permitiendo que mi irritación superara mi
miedo. Si me permitiera pensar en ser arrinconada por él en el balcón la noche
anterior, lo perdería. —Estoy sintiendo un patrón aquí. Es algo patético.
—Lo deseas. —Me acercó, pasando a través del escudo que lo rodeaba—.
Estoy aquí para una actualización del estado. Puedes continuar —resopló él—, lo
que sea que fuera eso cuando me fui.
—¿No sabías que esa es una opción? —bromeé, alejándome de él—. Supongo
que ahora sé porque verte tan completamente vestido es tan raro.
. Trágica.
tienes algo para los semidioses, eh? —Poseidón me atrajo hacia él, moviéndose
contra mí al ritmo de la música—. Pensé que aceptaste investigar esto para ayudar
a protegernos, no para alimentar a tu fetiche mestizo.
Arrugué mi nariz. —Si te doy una actualización del estado, ¿te irás?
Poseidón asintió. —Los conseguí. Fui primero a tu suite. No estabas, así que
rastreé tu glamour. No fue fácil, dado el poco poder que estás usando para… ¿qué?
¿Cambiar el color de tu vestido?
—Dudo que lo que está detrás de esto esté a bordo todavía. No he sentido una
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—Oh, esto es intenso. —Poseidón puso los ojos en blanco, pero no me perdí
el destello de dolor en ellos—. Palabras de sabiduría de la diosa bebé.
—¿Crees que cambiaste? —Las luces filtradas hacen que el dios del mar se vea
como si se moviera en stop motion1—. ¿Por qué? ¿Por qué te rebelaste contra Zeus?
—Me creo para serle leal a él. —Cuando mi espalda golpeó el escudo, apreté
los dientes y luché contra una ola de pánico—. Así que… sí. Yo diría que tengo
algo de experiencia con el cambio.
¿Dónde estaba Poseidón yendo con esto? —¿Por qué no le importaba lo que
yo quería? Porque molestarse con el esfuerzo extra de…
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—¿Qué? ¿Piensas que sería más trabajo asegurarte de no pasar cada momento
despierta en tu vida tratando de encontrar la forma de cómo te hizo? —sonrió él y
sacudió su cabeza como asombrado por mi estupidez—. Él no tenía que molestarse
en darte una personalidad, Afrodita. Eras desechable; él podría haberte hecho un
caparazón vacío. ¿De verdad crees que la personalidad que recibiste fue un
accidente?
—Ya basta.
—¡Basta!
Poseidón me agarró del brazo con tanta fuerza que vi las estrellas. —No eres
más que el juguete de Zeus. No has cambiado, Afrodita. —Me dio una sacudida
brusca y gemí de dolor—. Hiciste exactamente para lo que fuiste diseñada. Él
nunca esperó perder. Y, no te halagues, tampoco has tenido nada que ver con eso.
Perdió porque no vio venir el sacrificio de Deméter.
—¡Eres escoria! —Me puse de pie, acunando mi brazo. Las personas cerca de
mí dejaron de bailar—. Nada más que fango. —Me volví y salí tambaleándome del
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¿Pero no estaba dejando que Zeus me definiera? Dejé que las cosas que había
hecho controlaran mis reacciones. Él empujó a la izquierda, así que me moví a la
derecha. Al final, todo lo que hice me llevó de vuelta a él.
—¡No!
Salté con un grito, retrocediendo hacia la puerta con suficiente fuerza como
para hacerme daño.
Cuando registré a Adonis allí de pie, fui cojeando contra la madera, la mano
en mi pecho, luchando por respirar en mis pulmones.
—No. —Me tropecé con la habitación—. Oh, dioses, tiene razón —admití,
mi voz rompiéndose. Me quité los zapatos, entré en la habitación oscura en piloto
automático y me detuve cuando llegué a la media pared que separaba la cocina del
comedor.
»¿Hizo… ?
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—Zeus podría haberme hecho amarlo. —Lo plano de mis manos apretado
contra la encimera. Me quedé de pie encorvada, con los codos fijos, con el cabello
cayendo en mi rostro mientras miraba la superficie blanca y mate, respirando con
dificultad—. Podría haberme obligado.
—Eso habría sido horrible. —La confusión en la voz de Adonis habría sido
cómica bajo circunstancias diferentes—. Pero no veo qué…
—Podría haber sido feliz. —Un sollozo bajó por mi garganta, pero por
supuesto, no podía llorar—. No lo habría sabido mejor. Sabes lo fácil habría… —
Adonis puso una mano en mi hombro y algo en mí se rompió—. ¡No me toques! —
Me empujé del mostrador mientras giraba para enfrentarme a él.
—¿Realmente crees que eres mejor que él? ¿Que cualquiera de ellos? Toda mi
ira, la confusión y el miedo se centraron en un objetivo seguro. No podía lastimar a
Adonis, y él no podía lastimarme a mí. ¿Y no fue eso lo que vi en él? Dioses, qué
patético—. Eres exactamente igual. Ninguno de ustedes cree que soy real. Eso
puedo sentirlo. Que soy alguien, no una cosa. Pero te equivocas. Soy real, y…
—Pero ni siquiera eres amable. —Tragué con fuerza—. Estuve tan cerca de
ceder ante Zeus. Para rendirme. Pero entonces, tú… creí que creías en mí, que
confiabas en mí.
Hablé entre bocanadas de aliento. —¿Quieres saber qué tiene Poseidón sobre
mí? Lo que pensó que estaría dispuesta a hacer… —Si tan sólo pudiera respirar,
Página
—¡Tú!
—¿Qué?
Me deslicé por la pared hasta llegar al suelo, y puse mis rodillas contra mi
pecho. —Amenazó con matarte, a menos que…
—No. —Adonis tropezó hacia atrás, sus manos yendo a su cabeza, como si
estuviera listo para taparse los oídos si no le gustaba lo que oía—. No. ¡No! No lo
hiciste.
—Por supuesto que no, imbécil. —Iba a desmayarme, o a asfixiarme, o algo así
si no recuperaba el aliento pronto—. Pero lo consideré. ¿Y para qué? No me ves.
Nadie me ve, solo ven la cosa que Zeus hizo. Pero soy más que eso. Tengo que ser
más que eso. —Respiré agudamente uno tras otro, en rápida sucesión, intentando
que mis pulmones se llenaran de aire—. Soy real. Sé que estoy…
—Respira en esto.
—Correcto. Mala idea. Se supone que es papel, ¿no? —Guardó la bolsa y tocó
la pantalla de su teléfono—. Está bien, así que esto dice que necesitas…
—Adonis.
—¿Sí?
Miré hacia él, suplicando con mi voz—. Sólo… necesito que te vayas.
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—Afrodita, no puedo dejarte sola ahora mismo. —Agitó su teléfono—. Creo
que tienes un ataque de pánico, y si te dejo a solas…
—Por favor. —El latido rápido de mi corazón golpeó mi pecho tan fuerte que
sentí que si miraba hacia abajo, podría ver el órgano tratando de liberarse de mi
carne—. ¡Solo… por favor! —Llevé mi cabello hacia atrás, las manos temblando—.
Me curaré. Necesito… sólo necesito…
—¡Déjame sola!
Esperé hasta que subió las escaleras antes de inclinar la cabeza contra la pared
y cerré los ojos. ¿Qué está mal conmigo? Los dioses no tuvieron ataques de pánico, no
así. Me había despertado de pesadillas, enferma y jadeante de miedo, pero en pocos
minutos, mi curación se ponía en marcha y lo peor de todo se detenía, dejándome
perturbada, pero funcional. Esto era diferente.
¿Enfermedad del reino? Me lo pregunté de nuevo. Seguramente esto fue más allá
de la menor incomodidad. Preocúpate por ello más tarde; respira ahora.
Respira hondo, Afrodita, me instruí. En uno, dos. Fuera uno, dos, tres, cuatro. Me
concentré en respirar desde mi abdomen y eventualmente me calmé.
¿Hubo algo que aprendí esta noche peor de lo que ya había pasado?
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Abrí los ojos. Las similitudes entre Poseidón y Zeus me ponen nerviosa. Me
superó en rango, gobernó el reino en el que estaba atrapada por el momento, y fue
intimidante. Pero al final del día, no era nada comparado con su hermano menor.
Poseidón era poderoso, seguro, pero Zeus también había sido poderoso y al final,
había hecho lo imposible.
Me había defendido.
Ahí.
—Lo siento. —No levantó la vista cuando el escudo se re-formó detrás de mí,
haciendo que la música del club se convirtiera en un murmullo silencioso.
considerando lo que había hecho, que de alguna manera me sentí más insultada
que si él no hubiera dicho nada en absoluto—. ¿Por qué, Poseidón? Asaltarme
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—¿No sabes lo que te pasó? —Mi voz se convirtió en un grito—. Déjame darte
una pista. —Cogiendo su vaso de la barra, arrojé el líquido. El vaso de vidrio
parpadeante golpeó el suelo con un golpe satisfactorio—. Eres demasiado poderoso
para esta mierda.
—No puedes llegar a no saber lo que estás haciendo. ¡Ejecutas un reino, por
gritar en voz alta! —Liberándome el brazo, retrocedí, sacudiendo gotitas de licor de
mis zapatos—. Quise decir lo que dije antes. Este es un nuevo panteón. Perséfone...
—No tiene autoridad aquí. —Los ojos de Poseidón brillaron con desafío.
—Todos estamos jugando con nuevas reglas. Eso significa que no puedes
amenazar, coaccionar o agredirme cuando las cosas no salen como lo quieres.
—Yo no. —Negué con la cabeza para enfatizar—. Él. Le diste a Perséfone un
derecho natural a tu reino cuando te negaste a recuperar los poderes de Tritón. —
Un pensamiento me dio una pausa—. Eso fue intencional, ¿no? La estás usando
como una red de seguridad. Sabes que si te equivocas bastante, ella intervendrá y se
asegurará de que tu reino siga siendo seguro. No puedes hacer eso, Poseidón. No
tienes que estar deprimido.
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—Puedo hacer lo que sea que quiera. —Gruñó Poseidón, imponiéndose sobre
mí—. Las únicas personas cuyas opiniones he valorado están muertas. Todos están
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muertos. Amphitrite, Deméter, Tri… —Se aclaró la garganta—. Tritón. —Su voz
se suavizó tanto que casi no entendí sus últimas palabras—. ¿Cómo soy uno de los
últimos en pie?
Puse los ojos en blanco. —Si tuviera pruebas de que en realidad era una
amenaza, actuaría en consecuencia.
—Qué vago.
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—Al menos no estoy tan perdido, no sé lo que estoy diciendo. ¡Dios! Eso es
muy peligroso.
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—Sí, bueno, no voy a escuchar a la última muñeca hinchable de Zeus
diciéndome lo que significa ser un Dios. He renunciado más de lo que nunca...
—No puedes. Y nunca serás capaz de hacerlo. —Las palabras salieron más
burdas de lo que pretendía, pero no por eso menos cierto. La madre de Perséfone y
Poseidón habían sido un objeto durante siglos hasta que rompió las cosas. Él no lo
tomó bien. No sabía todos los detalles, el drama interpersonal entre los dioses no se
había incluido en mi base de conocimiento, pero sabía que era malo. Deméter
abandonó el consejo olímpico y desapareció en su propio reino, negándose a hablar
con Poseidón otra vez, hasta que su hija desapareció y necesitaba su ayuda. Y
ahora Perséfone, el Dios más hermoso del panteón, apenas miraría al Dios del mar
a menos que le exigiera su atención. E incluso entonces, fue con una descarada
desconfianza que Poseidón pareció tomar como un desafío. Verlo intentar probarse
a ella era desconcertante, al menos—. Pero puedes hacer todo lo que esté a tu
alcance para no hundirte más. Un pequeño consuelo, tal vez, pero mejor de lo que
mereces.
Funcionan mejor que un mazo. Las palabras eran mi arma preferida cuando el
encanto no funcionaba. —Entonces tal vez deberías escuchar. —Me senté a su
lado, sosteniendo su mirada—. Y verás que lo digo en serio. Hagamos. Eso. Juntos.
Y si alguna vez me tocas, o si los dioses me ayudan, Poseidón, incluso si me miras
con malas intenciones, inventaré nuevas y emocionantes formas de lastimarte.
Enseñé los dientes en una sonrisa fría. Los ojos de Poseidón se abrieron con
alarma.
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Yo… no fue tan bueno. Cuando me volví para ver qué podría alarmar al
Dios del mar, mi corazón tartamudeó en mi pecho. Imposible. Cuatro pasajeros
separados de la masa retorcida de la multitud, con los ojos muy abiertos, las pupilas
completamente dilatadas. Encantado.
Mis ojos se posaron en las largas y brillantes estacas de plata en sus manos.
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Capítulo 15
Todo lo que se requiere es un rasguño. No podía respirar. Cuatro humanos contra
dos dioses debía ser una batalla insignificante. Poseidón probablemente podía
manejarlos solo. Con los ojos cerrados, en segundos. Pero si Olimpian Steele,
nombrado así por la forma de la espada no el metal, tan solo no dañaba nuestra
piel, estábamos muertos. No, yo estaba muerta, tan pronto como rompieran el
escudo. Poseidón podía teletransportarse.
¿Tal vez para enviar un mensaje? Que estaban armados, peligrosos y podían llegar a
nosotros de cualquier lugar.
Todos podían tener una. Mi mirada barrió el bar atestado. Cada uno de ellos podía
tener una.
mejor que la muerte segura. Ahora mismo, poseía información que él no tenía.
Estos humanos no eran míos. En este momento, la amenaza, mi amenaza en su
mente, estaba frente de él. La próxima vez podría no verlos llegar y eso lo
preocuparía. Pero, ¿lo preocuparía suficiente? Debía intentarlo.
Los pasajeros alzaron sus armas al unísono y atacaron la coraza con una
misteriosa precisión, las luces estroboscopicas transformaban el movimiento fluido
en desigual. ¿Cómo podían vernos si estábamos blindados? De la misma forma que
descubriste dónde estaba, probablemente. Gran espacio vacío en una habitación abarrotada.
O eso o se dieron cuenta de que estabas deambulando por aquí y desapareciendo de la vista.
—Físicamente —no quiero que Poseidón sea capaz de perseguirnos por herir
sus sentimientos.
bar. Nadie parecía alarmado porque cuatro personas estaban cortando el delgado
aire con estacas de plata. O el resto de los pasajeros estaban detrás de otro escudo o
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¿estaban todos encantados? ¿Con qué diablos estábamos lidiando? Y, ¿qué tan ebrio
estaba Poseidón para atribuirme esto a mí?
Él siempre pensó que era yo. El darme cuenta me cayó como agua helada. De
todos los dioses conocidos solo yo tenía el encantamiento suficiente para terminar
con esto. Apuesto a que es por eso que no me quiso investigando en primer lugar. Perséfone
nunca creería en sus sospechas, en lugar de decirlas, encontraría la manera de que
ella lo descubra por sí misma. Con razón no podía acceder a todos mis poderes
aquí. Probablemente los limitaba a propósito.
Poseidón dio una risa tensa. —¿Quieres fidelidad también? Puedes olvidar
eso.
Bien excepto tal vez los cuatro pequeños humanos con sus dagas mágicas.
Ellos aún eran un problema.
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Poseidón dudó, tal vez debatiendo si debía darme lo que yo quisiera o solo
teletransportarse lejos. Ahora mismo la amenaza estaba de pie frente a él. La
próxima vez podría no verlos llegar. —Tres favores. Lo que sea que esté en mi
poder mientras lo que solicites no me dañe, a mi reino o a otro dios, garantizado,
sin condiciones.
Tres favores son dos más de lo que yo esperaba. —trato. Y no cuenta como
favor a no ser que yo diga la frase “Poseidón necesito un favor”.
—¿Qué?
El momento de la verdad. —No son míos —giró hacia mí, Poseidón estaba
boquiabierto, incrédulo. Por un precioso segundo estuvo allí viéndose
conmocionado—. ¿Estás bromeando?
—¿Y dejar a tu semidiós como daño colateral? Mis votos prohíben eso,
gracias a ti.
Vestido Rosa atacó primero, con toda la gracia de un zombi. Saltó hacia
adelante, cortando y haciendo tajos en el aire con la Olimpian Steele incluso antes
de que siquiera esté a un pie de Poseidón. Estaba tratando de perder. Las luces
intermitentes iluminaron una lucha salvaje en sus ojos oscuros. Estaba resistiéndose
al encanto lo mejor que podía, pero ¿qué esperanza podría tener un simple mortal
sobre una fuerza divina de voluntad?
—Habla todo lo que quieras. Tus promesas todavía son vinculantes. —Lancé
un escudo, poder encendiéndose a la vida dentro de mí. Dioses, eso duele.
Apretando los dientes, ignoré el dolor desgarrador y empujé el escudo hacia los
pasajeros encantados justo cuando Greñudo se unió a la refriega, Steele rompiendo
mi escudo en un segundo.
No solo te quedes allí parada. Haz algo. Tomando una respiración profunda,
desconecté la música pulsante y me concentré. Con esfuerzo, elegí varios pasajeros
encantados más, así como un escudo envolviendo todo el bar. —¡Poseidón, rompe
el escudo!
El bar cobró vida cuando los pasajeros se arrojaban entre zombis empuñando
Steele y yo.
—Suenas sorprendida. Pensé que eso era conocimiento público. —Su sonrisa
se desvaneció—. ¡Cuidado!
—Agua.
Grité cuando una mano se cerró alrededor de mi tobillo y me tiró por las
escaleras. Por un segundo, solo pude concentrarme en la estaca a centímetros de mi
rostro. El arma no se movió. Mi mirada subió por el brazo del pasajero cargando el
Steele. Su rostro se retorcía en una mueca de agonía. Con un violento tirón, fue
arrojado lejos de mí, y golpeado contra la pared, propulsado por una fuerza
invisible.
cada vez que Steele se abría paso era evidente en su rostro—. ¡Corre!
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Esta pelea no tenía sentido. Había estado en esta nave rodeada de esta gente
durante el último día y medio. ¿Por qué me había sacado entonces?
Dudé. Nunca logré liberar a Perséfone del encanto de Zeus, por mucho que lo
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—¿En serio? —No era como si pensara que Poseidón disfrutaba de la muerte
y la violencia. Mucho. Pero no esperaba que le importara de una manera u otra si la
gente atacándonos vivía o moría.
Cierto. Los dioses tenían que responder a las causas divinas de la muerte.
Imaginé que eso es de lo que Poseidón se preocuparía ahora mismo. El dios del
mar se volvió hacia la puerta. —Te conseguiré todo el tiempo que pueda. Puede
que quieras agacharte.
Me arrodillé, con las manos yendo sobre mi cabeza mientras una pared de
agua corría sobre mí, azotando alrededor de la cubierta mientras los pasajeros
encantados entraban por la puerta.
Entra, no hay nada que ver aquí. Mi estómago se retorcía mientras dejaba que el
mando cubriese el barco, alimentando la orden con todo el poder que podía
manejar. Ve a tu habitación y quédate ahí hasta mañana.
Podía sentir el encanto que los sostenía, pero algo en la firma de poder parecía
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estar mal. El encanto era como un hilo de poder que se extendía de dios a hombre.
Un hilo. Pero el encanto manteniendo a los humanos como rehenes no era un hilo
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Mi respuesta fue tragada por el rugido del agua. Baldy se abalanzó sobre
Posidón, pero fue derrotado por la corriente. El agua se animaba y giraba alrededor
de Poseidón, suspendida en el aire como los brazos de un pulpo, azotando cada vez
que uno de los pasajeros se acercaba demasiado. Pero él no sería capaz de mantener
la lucha por siempre. Apreté los dientes y me concentré en reunir más poder.
Pero la mujer del vestido rosa luchaba contra el control extranjero. Tal vez no
era la única. Abrí los ojos por un segundo. Los movimientos bruscos de los
pasajeros confirmaron mi teoría. Apretando los dientes contra el dolor desgarrador
que venía con el uso de mis poderes tan cerca de Poseidón, me concentré en un solo
hilo del encanto, ignorando el resto de la cuerda por ahora.
Casi. Empujé hacia las brechas, vertiendo más y más poder en el esfuerzo. El
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Página
Capítulo 17
—¿Los has ahogado? —Observé la pila de cuerpos con horror. Entre el shock
de ver la estrecha cubierta llena de ex pasajeros y el repentino vacío de poder de
dejar caer mi encanto, mis sentidos se pusieron a toda marcha. Las deslumbrantes
luces del barco hacían que el agua sobre la piel de los cadáveres brillara, creando
una discordante ilusión de movimiento contra su quietud antinatural. El agua
goteaba sobre el suelo blanco reluciente. Música alegre tocada sobre la irregular
respiración de Poseidón.
—No. —Me quedé mirando mis rasguños, deseando que sanasen, pero no
pasó nada—. Uh… Tuve que usar mucho encanto para tratar de romper el control.
Tal vez… —Me fui apagando, tratando de hacer mis pensamientos coherentes.
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el plan?
—Había pasajeros encantados que nunca atacaron. —Me sacudí el pelo sobre
mis hombros. Hacía mucho calor allí. ¿Era la única que sentía tanto calor?—. No
podemos saber si estaban armados o no, pero probablemente deberíamos suponer
que lo estaban.
Perséfone frunció el ceño hacia los cuerpos. —Este es un gran barco. Buscar
en él y hablar con todos va a tomar más tiempo del que tenemos.
—Mantén un escudo a nuestro alrededor para que nadie vea esto —ordenó
Poseidón.
Nadie debería estar fuera, gracias a mi encanto anterior. Pero tomé una
respiración honda y arrojé un escudo de todos modos. Mi estómago se retorció, y
mí ya visión nadando fue Technicolor. Creí haber escuchado algo detrás de mí,
pero no podía estar segura por el rugido en mis oídos.
—Está bien, puedes soltarlo. —La voz de Poseidón provenía de algún lugar
detrás de mí, pero seguí vertiendo poder en el escudo. Había un desfase entre las
palabras que escuchaba y mi capacidad para reaccionar ante ellas—. ¿Afrodita?
—¿Qué le hiciste? —La voz de Adonis se llenó de rabia. Sus manos dejaron
mis hombros y sentí que se alejaba de mí—. ¿Qué hiciste? —El chasquido de la tela
y el ruido sordo que siguió me enviaron a luchar por la conciencia.
Poseidón sonaba helado. —Quítame las manos de encima antes de que las
quite yo.
¡No! Intenté abrir los ojos, para levantarme, pero una ola de dolor, tan intenso
que grité, me empujó hacia abajo.
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—¿Pelea?
La voz de Adonis se alzó con frustración. —¿Qué batalla? ¿Qué pasa si ella se
queda sin poder?
las palabras como un mantra, agarrando mis manos con tanta fuerza, que dolieron.
Abriendo mis ojos, miré a la luz. Adonis estaba sentado encorvado sobre mí,
balanceándose en el borde del cojín blanco del sofá, apretando mis manos en las
suyas por todo lo que valía. Una sensación que no pude identificar inundó mi
pecho. Algo seguro, cálido y calmante. Como si estuviera en casa. Como si alguien
como yo pudiera tener una, podría pertenecer a alguna parte. No había sentido eso
en mucho tiempo. —Eso duele —grazné.
Poseidón negó con la cabeza. —No hay necesidad. Pensé que si me alejabas,
algo como esto sucedería.
Hábilmente hecho. Vi a Adonis por el rabillo del ojo. —Es solo... duele
cuando trato de usar mis poderes aquí. —Lo miré, el corazón latía con fuerza
cuando me di cuenta con absoluta certeza de que él no estaba detrás de esto—. Sé
que a veces los dioses pueden cap…
Llevé las rodillas hacia mi pecho, dándole a Adonis un poco más de espacio.
—Eso es lo que pensé al principio, pero luego dejó de importar si estabas cerca o
no.
—¿Cuándo ayer? —Adonis parecía querer preguntar algo más, pero miró a
Poseidón, sus ojos revelaban lo nervioso que se sentía.
Los científicos nunca habían sido capaces de descubrir por qué la función de
Página
—Estamos listos. —La voz de Perséfone estalló por los altavoces—. Suelta el
escudo.
¿Fueron mis poderes cada vez más difíciles de usar cada día hasta que fallaron
por completo? Miré por encima del hombro, tratando de ver los arañazos. Ellos
habían sanado en algún momento. ¿La curación tomaría un poco más de tiempo
todos los días, hasta que deje de ser capaz de sanar a todos juntos?
¿Ya era mortal? No. Lo sabría, ¿no? Seguramente sería capaz de sentir mi
cuerpo muriendo con cada respiración.
—Sabes si ella piensa que estoy en problemas, hará algo estúpido. —Estaba
vinculada a Perséfone. Ella podría darme poderes, así como también llevárselos. El
poder era nuestra fuerza de vida. No iba a ser responsable de que Perséfone
perdiera ninguno de las suyos.
—No. —No entendía la obsesión de Poseidón con Perséfone, pero sabía que
él no le diría nada, tanto si se lo pedía como si no. Especialmente si ella pudiera
salvarme. Cuanto antes muriera, antes estaría fuera de mi alcance.
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Capítulo 18
El golpe suave en la puerta me envío a esconderme en el baño. No podía dejar
que todos me vieran tan débil y temblorosa, mucho menos sudorosa y asquerosa.
Tú has pasado por una batalla, el lado racional de mi cerebro señalo mientras
me estudiaba en el espejo y gemía. Los cortes y hematomas podrían haber sanado,
pero eso no había hecho nada para disimular la sangre encostrada que atravesaba
mi piel o el sudor seco que fijaba mi cabello a mi cara. Incluso mi vestido lucia
sucio.
Miré debajo del mostrador donde había escondido una de mis maletas y
busque algo grueso para usar que no expusiera mucho de piel en caso de que nos
encontremos con mas Steele Olímpicos. Sí, no exponer piel era raramente mi
objetivo al vestirme.
—Está bien —respire, mirándome en el espejo. Satisfecha con lo que vi, abrí
la puerta del baño.
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Musas, Gracias, y cada viviente deidad pura sangre excepto Hefesto llenaba la
suite. ¿Cómo se las arreglo Perséfone para reunir a todos tan rápido? Se apiñaron
alrededor de la mesa de café, escuchando mientras Poseidón ponía a todos al
corriente. Mis ojos se posaron en Ares y trague saliva, recordando la forma en que
me había abrazado la última vez que lo había visto. Si me engañas una vez, pensé con
ironía.
Atraído por el poder de mi mirada, Ares levanto la vista. —¡Hey! —Se separó
del grupo de dioses y se apresuró a los escalones para encontrarse conmigo—.
Escuché que sobreviviste a la batalla. Bien hecho. —La preocupación en sus
oscuros ojos desmintió la broma en su voz—. ¿Lograste salir ilesa?
Ares se rió. —Todavía no cambiaría los tacones por botas de combate, pero
podría ponerme a la idea de la falda de cuero. —Me tocó el codo y me atrajo hacia
el resto de los dioses—. Lamentablemente, si el viejo de la cara de mar es cualquier
indicio, tendremos que hablar de las compras más tarde.
Los ojos grises de Atenea recorrieron sobre Ares en una fría evaluación que
termino con un resoplido de risa.
—Tu estas bien, medio… Er, ¿Adonis? —preguntó Ares, deteniéndose antes
de llamar al semidiós mestizo—. Te ves un poco indispuesto.
Página
Adonis apartó su mirada de mí como si estuviera sorprendido de que hubiera
llegado ahí. —No, ah, estoy bien. Solo tratando de recordar algo. ¿Puedo ver eso?
—Adonis se movió entre Poseidón y la mesa de café para estudiar el mapa, ajeno a
la mirada de Poseidón—. ¿Aquí? ¿Estás seguro de que aquí es donde sucedieron las
desapariciones?
—¿Puedo? —Adonis agarró un lápiz de la mesa sin permiso y trazó una línea
desde Miami, Florida a San Juan, Puerto Rico.
Adonis agregó una línea desde San Juan a Bermuda, luego desde Bermuda de
regreso a Miami. —¿Desde aquí? —señaló el centro inferior del triángulo.
Le di una mirada burlona. —En algún lugar por ahí. Espera. —Giré por el
mostrador de la cocina y revisé la pila gigante de papeles que había acumulado—.
Está bien, entonces estas… —le entregué a Adonis un puñado de páginas—… son
las rutas de todos los barcos en los que los semidioses desaparecieron.
—¿Estas son todas? —Separó las páginas, sus ojos dorados se estrecharon
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—Esos son días en el mar. Estos… —tomé otro mapa de la pila—… este es
donde trace todas las rutas. —Puse el papel sobre el mapa de Poseidón—. Y puse
una “X” en el último punto donde las tarjetas de los semidioses fueron escaneadas,
y otras “X” en el próximo puerto de escala. Probablemente desaparecieron en algún
lugar entre los dos, y absolutamente desaparecieron antes de que el crucero
terminara, porque ellos nunca registraron salida.
—¿Así que cambiaste el color de la línea con ese último registro? —preguntó
Adonis.
—Muy bien hecho. Así que todos se intersectan… aquí. —El rodeo la
pequeña área en el mapa.
—Sí, conocemos las formas. —Adonis se rió—. ¿Pero realmente no sabes qué
es esto? Vamos uno, pensé que sabías todo excepto por el gusto, la buena música y
esas cosas.
—Ella sabe casi todo lo real —interrumpió Poseidón—. Los mitos que rodean
al Triángulo de las Bermudas no son...
Poseidón rodó sus ojos nuevamente. —No hay pirámide en la parte inferior
del triángulo, no hay magia, no hay ciudad perdida. Estadísticamente, no hay más
Página
aviones, naves o personas desaparecidas allí que cualquier otro lugar en los siete
mares, cuando se tiene en cuenta que es una de las rutas más transitadas del
Atlántico.
Asentí. —Creado por un grupo de personas que pueden usar encanto. Más de
los que están en esta habitación ahora, y somos los últimos de la descendencia
divina conocida de Zeus. Pero los Titanes pueden crear más dioses, ¿verdad? Ese
encanto tiene que venir de algún lado.
vida. —Tenía suficiente para ahorrar algo para mí si alguna vez quería
reproducirme, suponiendo que incluso pudiera, pero tenía más encanto que la
Página
mayoría. Los demás necesitaban cada gramo de su encanto para generar suficiente
adoración para sobrevivir—. Ares, ¿alguno de tus hijos tiene encanto?
—Nunca he pasado encanto.
Hades hizo una mueca—. Afrodita, ¿no te preocupaba que Zeus haya creado
más dioses como tú? No parece probable, pero...
—No tienen que ser tan fuertes como tú si tienen números de su lado —dijo
Artemisa.
Grillos.
—Así fue como logró convencer a Cronos de comerse una piedra en lugar de
Zeus —exclamó Perséfone—. Todo ese mito tiene mucho más sentido ahora. Bien,
entonces me dirigiré al Tártaro y…
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—Si bien la especulación tiene algunos usos… —Atenea hizo una pausa,
esperando a que todos los ojos estuvieran sobre ella antes de continuar—. Debemos
usar nuestro tiempo sabiamente. —Sacó un brillante mapa del barco del fondo de la
pila de papeles y plantó la gruesa hoja de papel sobre la mesa—. Necesitamos
buscar cada centímetro de este barco y tenemos que hablar con todos para que
podamos obtener algunas respuestas reales en lugar de conjeturas descabelladas.
Ahora, Afrodita ha hecho un trabajo maravilloso al mantener a todos en sus
habitaciones...
Ella asintió sin perder un segundo. —Pero tenemos que estar absolutamente
seguros de que no perderemos a nadie, y no podemos arriesgarnos a que se oculte
algo en áreas que ya hemos buscado. Así que sugiero que tomemos está cubierta
por cubierta. —Señaló hacia el centro de la cubierta donde un pequeño símbolo
indicaba que había escaleras y ascensores—. Necesitaremos a alguien para
mantener un escudo aquí y en las otras salidas.
una baraja a la vez a una distancia de gritos—. Encantaremos a los pasajeros para
que olviden que siempre estuvimos allí, una vez que terminemos en sus
Página
habitaciones.
—Eso no funcionará con Elise —le dije—. Ella es inmune al encanto. No he
podido confirmar si Narciso y Tántalo son inmunes o no, pero podrían serlo.
Nos decidimos por las preguntas y los seguimientos apropiados, qué hacer si
encontramos algo y una docena de otros aspectos prácticos antes de pasar a la
puerta.
Sacudió la cabeza. —Me sorprende que lo estés. ¿No deberías no estar usando
mucho poder en este momento?
—Perséfone va a hacer todo el trabajo pesado. Lo mejor que puedo hacer para
recargarme es ser vista por la gente.
Hice un ruido que pudo tomar como asentimiento. Para ser sincera, no estaba
tan alterada sobre los pasajeros. Claro que había sido impactante y terrible en el
145
momento, pero la gente moría. Ocurrió. Y la mayoría de las veces, la muerte no era
correcta o justa. No iba a enloquecer por ello. Pero si le decía a Perséfone cómo me
Página
—Me las arreglaré —le aseguré después de que ella encantara a una pareja
para que nos dejen buscar en su habitación. Esta cabaña parecía mucho más
pequeña que la habitación que Adonis y yo compartimos. El baño ocupaba un poco
más de espacio que un cubículo. La cama tamaño queen solo dejaba una pasarela
de espacio a su alrededor, y el resto de los muebles atascaba la entrada. Buscar en la
habitación real tomó menos de diez minutos. Su equipaje, no mucho más. Nada
apareció—. Entonces, ¿supongo que no has tenido oportunidad de conversar con
un Titán sobre tus poderes haciendo que “sucedan cosas” como querías?
—No. —Su voz amarga y la expresión de su rostro me dijeron que este tema
estaba cerrado.
Llamó a una puerta. —Ocupada. Todos los reinos, las cosas de los dioses,
puede ser muy abrumador. Es por eso —y sé que estás enojada con ella por esto—
pero es por eso que estoy tan agradecida por la política de “no se permite
divinidad” de Melissa. —Perséfone me dirigió una mirada de disculpa—. Me dio
un lugar para ir donde todo el planeta no es mi responsabilidad. Cuando la visito,
puedo fingir que todas esas cosas con Zeus nunca sucedieron, y como, holgazanear,
¿sabes? Ver televisión. Comer comida chatarra. Chismear. —Ser normal.
Perséfone negó con la cabeza. —Aceptó que yo era una diosa mucho antes
que yo. Me conoce, Afrodita. Casi mejor que yo. Yo necesitaba ese espacio.
Necesito un lugar donde todo esto… —agito sus brazos—… no se relevante. —
Perséfone guardó silencio mientras buscábamos en la habitación contigua. Esta
contenía cinco camas. Buscar entre el equipaje tomó casi media hora. Cuando
salimos en el pasillo, me dio una mirada pensativa—. Melissa está tomando esta
clase de psicología, y dice que todas asumen diferentes identidades basadas en con
quién están. Hablas sobre cosas de trabajo y actúas profesionalmente y diferente en
el trabajo que en la escuela, o con un grupo de amigos versus extraños, o con tu
pareja. Incluso hablas un idioma diferente. Lo llamó… —Se fue apagando,
luchando por recordar.
—Sí, eso es. —No hubo respuesta, por lo que Perséfone sacó la llave que
habíamos recibido de Miguel.
—Lo sé. —La voz de Perséfone hizo eco en el baño—. Pero creo que la
ilusión me mantiene cuerda. Hablo con Melissa sobre nada. Cosas tontas, cosas sin
importancia. Cosas de humanos. Hablo con Cassandra y Helen sobre el mismo tipo
de cosas, solo que esas son cosas del Inframundo. Y te hablo sobre las cosas de
Zeus, o cosas de diosa que Hades no entendería.
—¿No hablas con nadie más sobre Zeus? ¿Incluso Hades? —Odiaba preguntar
sobre Hades. Perséfone y él habían alcanzado el equilibrio, así que todo lo que ella
sabía, él sabía, y viceversa. Hades podría estar escuchando toda esta conversación a
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—Tal vez deberías tratar de no dormir. —Le guiñé un ojo y llamé a la puerta
de al lado—. Pon a Hades en uso.
—Simplemente no duermo.
Perséfone se rió, y los dos tratamos de ignorar el hecho de que no era tonta.
Estábamos todos tan destrozados y rotos, que ninguna cantidad de terapia podría
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—¿En serio? —Perséfone abrió la puerta del armario—. Melissa pensó que
estabas loca por él.
Fruncí el ceño, arrojando una bolsa de playa y revisando los contenidos. —¿Y
todavía ella salió con él? Lindo.
—Ella se sintió mal por eso. —Perséfone revisó los bolsillos de una chaqueta
larga—. Entonces… ¿ella estaba con algo?
—Es complicado.
Perséfone se detuvo en medio del pasillo y me miró fijamente hasta que mis
defensas se desmoronaron.
—¿Tienes alguna idea de qué hora es? —gruñó la mujer. La niña en sus
brazos comenzó a gemir.
—Bebé jaguar —gimió la niña—. Mi bebé jaguar. Dale… —Se calló bajo la
influencia del encanto de Perséfone.
Página
—Puedes esconder cosas en animales de peluche —le expliqué, dándole al
“jaguar” un apretón cauteloso—. Está limpio. Aquí tienes, nena.
—De todos modos —dije, una vez que Perséfone convenció a la niña para
que volviera a dormir—. No puede lastimarme. No es lo suficientemente fuerte.
Entonces balanceamos. Y cuando todo se vino abajo con Zeus, me salvó. Él
confiaba en mí, creía en mí en un momento que nadie más podía.
—Uhhh. —No podía imaginar otro ser, y menos a Perséfone, “obtener” algo
que apenas entendía de sí misma.
Espera, ¿otra habitación vacía? Hice una pausa para escribir una “V” gigante
en este cuadrado del mapa del barco, tratando de entender porque tantas
habitaciones sin reservar me molestaban. Perséfone encendió las luces, y el
pensamiento se fue.
—No, realmente entiendo lo que dices. —Echó su pelo hacia atrás, su mano
deteniéndose en la parte superior de su cráneo—. Solía enamorarme literalmente de
todos los tipos que siempre fueron amables conmigo y no eran ellos, ¿sabes? —se
sonrojó ella—. Siempre me sentí fuera de lugar, así que me sentiría realmente
agradecida cuando recibiera alguna atención. Pero era demasiado tímida para
actuar en mis sentimientos, gracias a Dios.
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Y yo no lo estaba. Sip. Tengo ese subtexto alto y claro. —¿Crees que soy
insegura y desesperada por afecto? —No estaba segura de cómo tomar eso.
Página
Ella apretó los labios y miró hacia la alfombra. —Creo que estás sola. No
estoy explicando esto bien. —Suspiró ella—. Estoy diciendo que lo entiendo. Sé lo
que es sentirse diferente y solo, y sé lo que es aprovechar ese gesto amable y leer
tanto que todo lo que dice o hace la persona se vuelve más. Y tienes razón, ponerlo
en un pedestal no es justo para él. Pero tampoco es justo para ti, porque terminas
poniendo todo esto en alguien que tal vez no se lo merece.
—Ten cuidado. —Su voz se elevó en cuestión para dejar claro que ella estaba
haciendo una solicitud y no una orden que me vería obligada a seguir—. Los
pedestales con los que puse a los chicos eran bajos, porque todo lo que hicieron fue
actuar bien. Pero todavía dolía cuando decían o hacían algo para que cayera. Tu
situación suena un poco más cargada.
Lo agarré del brazo y lo arrastré hacia la sala de estar, notando que la puerta
del balcón de Tántalo estaba abierta de par en par. —¿Puedes buscar arriba? —le
pregunté a Perséfone—. Lo interrogaré y comenzaré aquí abajo.
Encendí mi encanto; seguramente usar mis poderes una vez no haría un daño
grave. Mi estómago se apretó, pero el dolor se sentía más como un latido sordo que
la variedad habitual de cuchillo a la tripa. —Sí, vamos a buscar en tu habitación, y
vas a responder con sinceridad todo lo que pregunte, luego olvida que alguna vez
estuvimos aquí. Oh, y, por cierto —agregué una vez que Perséfone desapareció por
las escaleras—. De nada.
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—¿Por qué?
Tántalo alzó las cejas. —Si vas a “interrogarme” —enfatizó la frase y me dio
una mirada irónica—, tengo la sensación de que voy a necesitar cafeína. ¿Quieres
un refresco?
—Claro. —Sus ojos se encontraron con los míos, luego se abrieron con
sorpresa. Una sonrisa amplia estalló en su rostro, debilitando mis rodillas.
Página
Sí, está bien. Actuaba arrogante y egocéntrico, pero también se veía muy
caliente. ¿Qué chica no reaccionaría a encontrarse en sus brazos?
Reí. —Bueno, no prometeré nada, pero… —Toqué mis labios con los suyos,
manteniendo el movimiento ligero y provocador—. ¿No crees que valga la pena el
riesgo?
¿Y cómo pudo haberme encantado a mí? Nadie podía encantarme, excepto tal
vez Perséfone. Pero si mis poderes estaban desvaneciéndose, tal vez todas las reglas
estaban cambiando. Necesitaba probar mi inmunidad, pero para hacerlo,
necesitaba a alguien que supiera lo que estaban haciendo.
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Página
Capítulo 21
El resto de la búsqueda pasó en un borrón. No podía concentrarme en la tarea
que tenía entre manos. Ni siquiera cuando buscamos en las tiendas. Era bastante
malo cuando incluso la ropa de diseñador no podía mantener mi atención.
—¿Y ahora qué? —preguntó Ares, cuando Perséfone y yo nos unimos al resto
del grupo acurrucado en la cubierta superior en la parte delantera del barco. Desde
aquí, podríamos ver a cualquiera venir, y el viento constante hacía innecesario un
escudo para bloquear el sonido. El océano todavía se veía negro, pero el horizonte
mostraba signos de que el amanecer se acercaba. Ya habíamos despedido a las
Musas, a las Gracias y a las deidades menores, instruyéndolos para que se pusieran
glamorosos y se mezclaran con los pasajeros, manteniendo los ojos abiertos para
problemas, por lo que nuestro grupo consistía en solo nosotros siete. Artemis,
Perséfone y yo reclamábamos las repisas de las ventanas mientras Ares, Hades,
Poseidón y Atenea permanecían de pie.
—No puedo creer que no hayamos encontrado nada —gruñó Artemisa desde
la repisa junto a la mía. Las tres ventanas estaban ubicadas tan profundamente en la
pared que daba al campo de golf en miniatura que formaban bancos bastante
buenos, a pesar de la inclinación hacia adentro.
—Eso está bien, ¿no? —Perséfone estaba sentada en la repisa del otro lado.
No es que pudiera verla muy bien con Hades, que se apoyó en la pared entre
nosotros—. Significa que no había más armas.
—Tal vez. —Atenea levantó la voz para ser escuchada por el aire que corría a
nuestro alrededor. Se apoyó contra los rieles blancos del barco, una persona entera
lejos de Poseidón y Ares—. Pero en todo este barco, alguien debería haber sabido
algo. Ni siquiera recogimos ninguna firma de poder extraviada. Quien esté detrás
de esto podría haber encontrado una forma de eludir nuestros escudos.
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—De cualquier manera, ellos saben que estamos con ellos. —La mirada de
Página
—¿Ibas por sutil y la enviaste? —Ares negó con la cabeza y me mostró una
sonrisa—. Sin ofender, Afrodita, pero te destacan.
—Encantaste a toda una habitación llena de gente para que nos protegiera,
casi rompimos el encanto que afecta a los pasajeros atacantes, luego encantamos el
valor de pasajeros de un barco para que permanezcan en sus habitaciones mientras
buscamos —dijo Poseidón, sonando impresionado a su pesar—. Creo que es seguro
asumir que ya no estás encubierto. Nadie va a suponer que te puede encantar
olvidar algo.
—Lo que significa que estarán enfocados en ella. Eso no tiene por qué ser
algo malo —dijo Artemisa—. Podría vigilar, ver si alguien la está mirando
demasiado de cerca.
—Esto es más grande que algunos semidioses desaparecidos. Zeus dijo que
algo venía, algo más grande y armado. Yo, por mi parte, no quiero ser tomado por
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—No estoy segura exactamente. —Limpié las gotas de agua salada que
cubrían mi cara de la húmeda brisa del mar—. Si los patrones se mantienen, los
semidioses desaparecerán entre la medianoche y las seis a.m.
Los ojos grises de Atenea se volvieron planos, y su rostro adquirió ese aspecto
pasivo y paciente que solo había visto en su expresión cuando se enojaba
muchísimo al cuestionarse su consejo. —Necesitamos saber más sobre lo que se les
está haciendo a los semidioses, quién está usándolos y de dónde provienen estas
armas.
—Cuanto más lejos estemos de nuestra forma original, se requiere más poder
Página
para mantener un disfraz —expliqué—. La altura es una de esas, porque afecta toda
la estructura esquelética. No sería práctico día a día.
—Oh.
—Yo remplazaré a Tántalo —dijo Ares volviéndonos al tema con una sonrisa
malvada.
—Sí. Hundir el barco. Mantener las armas a salvo de las manos humanas. Si
lo que está detrás de todo esto sobrevive, ahogarlo, entonces habremos aprendido
más sobre la naturaleza de esto. Si no, tú y Hades pueden resolver todo en el
Tártaro.
—No eres reina de este reino —le recordó Poseidón—. Este barco está
programado para alcanzar tu reino en dos días…
—Programé todos nuestros números en los teléfonos, así que todo lo que
tienes que hacer es cargarlo de vez en cuando y dejarlo encendida. No dudes en
enviarme un mensaje de texto con cualquier pregunta. Um… ¿todos saben cómo
enviar mensajes de texto? —le dio un teléfono plateado a Atenea, quien se burló.
—Puede que no seamos tan jóvenes como tú, querida, pero puedo asegurarte
que los teléfonos no están más allá de nuestra comprensión.
Después de aclarar algunos detalles de última hora, todo el mundo estaba listo
para moverse en sus tareas asignadas.
Le di un empujón juguetón.
—Ouch. —Ares se rio—. No es el pago que esperaba. Pero sí, claro. —Esperó
un poco—. ¿Feliz?
—¿En serio? —Ares me dio una sonrisa traviesa y me miró a los ojos—. Sí,
está bien. Quítate la blusa.
¿Qué se suponía que no iba a funcionar? Miré sus manos envueltas alrededor
de las mías en el fondo de mi suéter. —Ares, ¿en serio? —Sacudí mis manos libres y
lo empujé—. ¿Ahí es donde va tu mente?
Dejé de intentar contenerme y me eché a reír tan fuerte que no pude respirar.
Me agarré el estómago, tratando de respirar entre risas. Él se rio por un momento, a
pesar de sí mismo.
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Mi risa ya no era audible, aunque mis hombros temblaban con mis jadeos
histéricos.
A pesar de mí, me incliné hacia él, aferrándome a su chaqueta fría. Una vez
que mi risa se detuvo y se adentró en respiraciones profundas y estremecedoras, se
alejó. —¿Cómo es que puedo seducirte?
Dudé por un segundo. Pero era mucho más de lo que esperaba, y necesitaba
una opinión sobre esto de alguien que no se beneficiaría tanto de mi muerte como
Poseidón. Temblando por el frío viento matutino que mordía mi suéter le informé
de todo lo que había pasado desde que abordé el barco, y la teoría de Poseidón.
Cuando llegué a mi encuentro con Tántalo. Ares apretó su mandíbula, pero no hizo
comentarios. —¿Crees que Poseidón tiene razón acerca de que tenga una fecha de
caducidad? —le pregunté, después de terminar toda la historia.
Entrecerré los ojos pensando en eso. Zeus habría sabido que colocarme en el
reino de Poseidón traería mi existencia a la atención de uno de los dos dioses.
Poseidón, por supuesto, que en ese momento habría utilizado una deidad terrestre
apareciendo en su reino como una excusa para hablar con Deméter, y todos lo
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sabían. Pero Poseidón no era el único que lo habría notado. También Hades lo
habría hecho. Después de todo, tenía acceso a un profeta. De cualquier manera,
Página
todos los caminos conducían a Perséfone, que en ese momento no tenía resistencia
incorporada a mi encanto.
Poseidón, por supuesto, hasta ese momento había usado a una deidad
terrestre apareciendo en su reino como una excusa para hablar con Deméter, y
todos lo sabían. Pero Poseidón no era el único que se había dado cuenta. Hades lo
habría hecho, también. Después de todo, tenía acceso a un profeta. De cualquier
manera, todos los caminos llevaban a Perséfone, que en ese momento no tenía
ninguna resistencia incorporada a mi encanto.
—No te enseñó a controlar tus poderes —me recordó Ares—. Así que eres
débil en el reino del océano, pero en el momento en que tus pies toquen la tierra…
—La isla es demasiado pequeña para estar considera totalmente fuera del
reino de Poseidón. Puede mejorar un poco, pero la verdadera prueba será Nassau.
Mientras tanto… —Se quitó la chaqueta y me la puso alrededor—. Ve si esto
ayuda.
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mucho mas de abrazarnos en nuestro viaje por carretera el año pasado, pero tener
su chaqueta alrededor de mis hombros se sentía realmente bien en un nivel
diferente. Tranquilizador de alguna manera. El interior de la chaqueta retenía el
calor corporal de Ares y olía un poco a canela quemada. Me sentí conectada con la
tierra por primera vez desde que había subido al barco. Casi como si estuviera de
regreso en mi reino. —Este es tu símbolo —me di cuenta.
Los símbolos eran objetos del reino de origen de un dios que podían actuar
como un conducto. En lugar de luchar para obtener poder en un reino extranjero,
un dios podía canalizar sus poderes a través de su símbolo, evitando todos los
asquerosos efectos secundarios que había sentido desde que pisé el territorio de
Poseidón. Desafortunadamente, Zeus había retenido mi habilidad para crear uno.
Lo había intentado.
—Ares, no puedo…
Cuando empecé a deslizar mis brazos fuera de las mangas, Ares tiró de mí
hacia él usando los bordes de la chaqueta, y la cerró, sus dedos nunca se desviaron
de la pequeña pieza de metal. Cuando llegó al hueco de mi cuello, hizo una pausa.
Aparté la mirada de su mano y lo miré a los ojos.
Me incliné hacia él, la tensión se liberó de mis hombros cuando sus brazos me
envolvieron. —Extraño esto —admití, manteniendo mi mirada fija en sus zapatos
—. Nosotros. ¿Podemos regresar?
solo fue una aventura… —moví las manos—. ¿Y qué? Fue una gran aventura. No
necesitabas…
Página
—Fue más. —Miró hacia la cubierta, después regresó la mirada hacia mí, un
fuego ardiendo en sus ojos—. Fuiste más.
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Capítulo 22
Volví a la suite, sintiéndome entumecida por el agotamiento y el dolor. Nunca
me había sentido así de cansada antes, mentalmente, físicamente o
emocionalmente. Dioses, si ser humano se sentía así, tal vez esos breves ciclos de
vida fueran una misericordia. Con esfuerzo, empujé a Ares fuera de mi mente. No
pude reunir la energía para estar enojada con él ya, y la alternativa dolía mucho.
Mejor no pensar en él en absoluto.
Ella me siguió por el umbral, con cuidado de no dejar que la puerta se cerrara,
y levantó las cejas mientras observaba la suite. La pared de ventanas permitía que
los brillantes, rayos del sol de la mañana se vertieran a través de la alfombra. —
Guau. Esto es enorme.
Me encogí de hombros, me dejé caer sobre el sofá blanco y puse mis pies en la
mesa de mimbre, demasiado agotada para preocuparme por mantener las
apariencias. ¿Dónde estaba Adonis? El chirrido de las tuberías encendiéndose y la
ráfaga de agua corriente de la ducha del piso de arriba me respondió antes de que
pudiera expresar la pregunta. Las duchas de Adonis podrían tomar años, así que si
pudiera enviar a Elise en su camino, tal vez podría descansar un poco antes de
dirigirnos a la orilla. —¿Elise?
desayunar. Nos íbamos a reunir todos en casi… —Ella sacó su teléfono y echó un
vistazo a la pantalla—. ¿Treinta minutos? Puedo decirles a las chicas que lo
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rechacen si necesitas más tiempo. Con todo el equipo y todo lo que se necesita
configurar, será un poco antes de que nos necesiten en tierra.
Mierda, me había olvidado del desayuno. —Sí, claro. —Tanto como quería
descansar, no podía dejar pasar la oportunidad de saber más sobre Elise, incluso si
ella iría al Inframundo en unas pocas horas. Además… Me gustaba bastante. Era
amistosa al azar, y sabía que eso no tenía nada que ver con mi encanto—. Solo
dame unos minutos una vez que salga de la ducha. Tengo que cambiarme y al
menos lavarme la cara. —Y escribir un texto a Poseidón para volver a aplicar el
escudo, o arrastrar a Adonis a la cubierta Lido conmigo.
—Por supuesto. —Se movió frente a mí, empujando hacia atrás la mesa de
café para que pudiera posarse en el mimbre de aspecto frágil—. Así que… Tántalo
nos interrumpió antes de que pudieras responderme en el club. Y luego un grupo de
dioses buscaron en las habitaciones de todos anoche y nadie se acuerda. Sé que
ustedes solo están haciendo eso a menos que algo realmente malo esté sucediendo,
entonces…
Ella frunció el ceño, mirando hacia arriba por las escaleras cuando el agua se
cerró. —Sí, vale, tal vez. Pero he pasado toda mi vida sin ver a un dios, y ahora
estoy en un barco lleno de ellos. Eso me pone nerviosa. ¿Debería estarlo?
Hecho, respondió.
Los pasajeros que fueron asesinados anoche aún no se han dado cuenta, les envié un
mensaje de texto. De ninguna manera el barco atracaría, como de costumbre, y
ninguna posibilidad de que cada uno de esos pasajeros viajara solo. Alguien ya
debería haberlo notado, y mi encanto para mantener a todos tranquilos y en sus
habitaciones se habría desvanecido al amanecer. ¿Es eso lo que hacemos, o eso significa
que otra cosa con encanto ya está a bordo haciendo que la gente se olvide?
—… piensa que estamos en peligro! —La voz de Elise se elevó sobre el rocío
del agua que acababa de encender, azotando hacia mí como dagas.
—Aquí vamos —murmuré, agarrando una toalla más corta del estante junto
al inodoro. Cuando envolví la toalla a mí alrededor, casi se cerró—. ¿Qué es esto,
una toalla? —¿Cuál era el sentido de una toalla de este tamaño? ¿Seriamente?—.
Oh, bueno. —Tiré de mi cabello y empecé a arrugarlo.
—Me importa. —La voz de Adonis explotó a través de la suite—. ¿Crees que
fue una decisión fácil? ¿Qué quiero que alguien salga lastimado? Está todo jodido, y
lo siento, ¿está bien? Debería haberte dicho. No debería haber… —respiró hondo
antes de continuar a un volumen más bajo—. Dado lo que está en juego, no sé qué
más podría haber hecho.
—No está mal. —Mi piel todavía parecía enrojecida por la ducha, y mis rizos
húmedos colgaban alrededor de mi rostro. Bromeé un poco con mi cabello,
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tratando de lograr de lo que Melissa se quejó fue de mi “molestamente perfecto,
descuidadamente sexy”. No es tan fácil sin un glamour pero…
—Oh, jódelo —murmuré, abriendo la puerta del baño. Habían tenido más de
un minuto de todos modos—. Necesitamos a alguien que pueda mentir —expliqué,
haciendo caso omiso de su aspecto sorprendido mientras bajaba la escalera. Lo que
sea. Si no querían que me involucrara en la conversación, deberían haber
susurrado—. Entonces si él quiere quedarse… —mis ojos se encontraron con los de
Adonis—. Es bienvenido.
—Adonis.
¡Por el Estigio! ¿Así era como había sido su relación? Elise, Adonis, Elise,
Adonis. Esta conversación sonaba como algo sacado de uno de los animes
excesivamente emocionales que Perséfone veía. Consideré poner mi nombre allí
para variar, cuando Adonis pareció recuperar su vocabulario.
las manos, con los ojos brillantes de lágrimas—. Entonces esa será una buena
oportunidad.
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Página
Capítulo 23
Después de lo que acabó por ser un tenso desayuno, pero informativo con
Elise, Artemisa y Adonis, no podía esperar para salir del barco y explorar la isla
privada de la línea de cruceros. En su lugar, me arrastraron a otra sesión de fotos.
Adonis prometió que duraría solo unas horas antes de que otro lote de modelos
tomara nuestro lugar. Eso fue hace unas horas, así que con algo de suerte, casi
había terminado.
Qué hermosa playa. Si estiraba el cuello, podía ver el mar, cerca de la mitad de
la longitud de un campo visual, el agua brillaba como turmalina líquida. Las voces
del otro lado llamaron mi atención, y miré para ver a uno de los asistentes jugando
con una placa de luz. Otro ruido llamó mi atención y me volví, ganándome un
tirón de una estilista llamada Trish cuando movió mi cabello.
—Lo siento. —Dije, percibiendo que casi saltaba con energía sin contener. El
hecho de que las bebidas energéticas me afectaran no decía nada bueno sobre
ninguna posibilidad de mejorar cuando llegáramos a tierra firme, pero en vez de
concentrarme en lo negativo, decidí aprovechar la novedad de la experiencia. Si las
bebidas energéticas podrían afectarme ahora, ¿podría emborracharme? ¿Qué más
cambios habrían? ¿Podría…?
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—Venden trajes de baño también. —Trish pulverizó mi pelo con algo que olía
a una versión química de un paraíso tropical—. No es que probablemente vaya a
estar en la sesión.
Le lancé una sonrisa sarcástica. —Vale, estamos listos. —Trish se puso de pie,
inspeccionándonos desde cada ángulo, luego hizo una línea recta hacia la cabaña
que la agencia de modelos había alquilado para que tuviéramos un trozo de playa
privada.
Tan pronto como ella se alejó del alcance del oído, Adonis a su tema favorito
del día. —Crees que te estás muriendo. —Su profundo tono bajo me trajo de vuelta
a la realidad con una colisión—. ¿Así que por qué aún estás aquí? Si yo fuera tú,
querría divertirme, ¿sabes? Pasar el tiempo con gente a la que… No sé…
Tenía razón, pero me sentía demasiado cansada para pensar en ello. Mientras
la bebida energética ciertamente me energizó, mi cabeza aún zumbaba, y aunque
los cortes y arañazos hubieran curado la noche pasada, mi cuerpo aún se sentía
rebanado y picado. Una diosa más inteligente probablemente entendería la pista y
se iría. Ser atacada estaba muy por encima de mi salario, especialmente si mi
tiempo realmente era limitado. Pero no, me quedaría cerca. Todo por un semidiós
estúpido. A veces me preguntaba si la programación de Zeus era más profunda de
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lo que pensaba. Más profunda de lo que incluso Poseidón había dejado implícito.
Zeus creó la lealtad en mí. Sumisión también, aunque esto ha sido más difícil de
Página
mantener.
—Cerca de la muerte es prácticamente mi estado desde mi creación. —
Cambié mi peso a mis manos, para que no hubiera mucho contacto piel-a-piel.
Malditas cosas que me distraían, pero de alguna manera no conseguía
importarme—. No puedo simplemente dejarlo todo a causa de alguna teoría.
Poseidón podría estar equivocado.
Los dos nos quedamos en silencio durante una serie de fotos donde nuestros
rostros eran visibles, pero en el segundo en que estábamos lejos de la cámara,
Adonis continuó donde se detuvo. —Te estremeces cada vez que encantas a alguien
o levantas un escudo. No solías hacer eso.
—¿Me observabas muy atentamente, Adonis? —Metí mis dedos de los pies en
la arena caliente. ¿Habían terminado de organizarlo? Miré a la fotógrafa, pero
parecía absorta en una conversación con uno de sus asistentes.
—Tal vez estaba en pánico —espeté, perdiendo la paciencia. ¿Qué quería que
dijera? Todo apestaba, y al paso que mis poderes parecían estar abandonándome,
¿estaría muerta antes del amanecer? ¿De qué serviría vivir en lo obvio? Esto pasaría
o no lo haría.
No le dije que había rechazado exactamente esa oferta anoche. Esta era la
tercera vez en tantos días que Adonis me había pedido que me fuera. Si volvía a
preguntar, podría tener que tomar la solicitud personalmente. —No me estoy
yendo.
—Me importa. —Adonis liberó sus brazos, plantando uno a cada lado de mí
para soportar su peso—. No sé exactamente cuándo sucedió esto o hasta qué punto.
Intenté principalmente ignorarlo. Pero entonces… —Se interrumpió con una
sacudida de su cabeza.
La voz de Elise hizo que Adonis se pusiera de pie en estado de shock. Miré a
mi alrededor, sorprendida de encontrar todo el equipo descompuesto y en realidad
nadie más que Elise prestándonos atención.
—Tú también.
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Página
Capítulo 24
Ya que Elise y Artemisa hicieron el cambio, todo lo que Adonis y yo
podíamis hacer para ayudar era quedarnos fuera del camino y parecer “normales”.
—Creo que llenaron el agua con galletas de tierra. —Las manos de Adonis
estaban llenas de discos de arena, una expresión de placer iluminó su rostro.
—Probablemente. —El agua se veía tan clara que podía ver ondulaciones
reflejadas haciendo un patrón de retazos en la arena en el fondo. Si me enfocaba,
conseguía ver casi una docena de galletas de tierra cerca. La luz del sol golpeaba el
agua cristalina, haciendo que el arcoíris espumosos se reflejara y las ondas suaves
golpearan.
Sonriendo, cogí la galleta de tierra más grande de los dedos de Adonis y salí
corriendo lejos de él.
—¡Eh! —Él salpicó el agua detrás de mí—. Tienes un centenar de otras que
podrías coger. —Adonis tiró un pedazo de galleta de tierra a mi cabeza—. Toma
una para ti.
Limpié la arena de mis piernas y brazos, sin éxito. La playa era hermosa, pero
los gránulos blancos estaban en todas partes, y la sustancia en polvo se agarraba en
mi piel como lo cimientos. Un destello de llamas llamó mi atención hacia la playa.
—¿Qué están haciendo? —Apreté los ojos, tratando de ver mejor. A juzgar
por las risas y burlas cuando alguien bebía un trago, parecían jugar algún tipo de
juego con la bebida.
—Tántalo los encantó para ser honestos, no es que lo persigan. Sin embargo,
no es el mejor juego para jugar si eres un impostor que no puede mentir. —Adonis
miró a Tántalo, apretando los ojos para verlo en la distancia—. Entonces, ¿supongo
que Ares no tomó su lugar todavía?
Podría usar eso. Le envié un mensaje de texto a Ares sobre mi plan, luego
quité la cubierta del traje de baño, doblándola en mi bolso. —Quédate aquí.
—¿Ese no era el objetivo de este juego? —sonrió él, luego volvió su atención a
Adonis—. También puedes unirte, tienes un sitio. Juega una ronda. Pasas, bebes.
Mientes, bebes.
Hizo un gesto para que uno de los tripulantes nos agarrara algunos chupitos.
—Pasa cualquier pregunta que desees excepto la mía. Realmente quiero escuchar
tus respuestas.
Cuando dudé, sus ojos se clavaron en los míos. —Vamos. Va a ser divertido.
Cuanto antes terminara el juego, antes podría obtener a Tántalo solo y Ares
podría hacer el cambio. Me relajé, sentada en el tronco que Tántalo indicó,
uniéndome al círculo de otros siete modelos. El aire resplandecía con el calor de las
llamas azules y verdes que se elevaban desde la madera flotante recubierta de sal y
humo mordía el paladar. El aroma almizclado de la fogata siempre me recordaba
en los fuegos que Ares, Hefesto y yo prendimos perritos calientes durante nuestro
viaje el año pasado. Sin embargo, a diferencia de la mayor parte de ese viaje, ni una
nube nubló el cielo, permitiendo que la nítida luz de la luna se reflejara en la arena
blanca y pura.
—Violet, todavía creo que es tu turno. —Tántalo le indicó que hiciera una
pregunta.
Violet, una modelo de pelo oscuro, se volvió hacia mí. —Vamos a empezar
poco a poco. ¿Alguna vez mataste a alguien?
La risa de Tántalo sonaba un poco forzada. —Muy buena. Adonis, ¿cuál fue
Página
Eso dibujó algunos silbidos y risitas del grupo de modelos. Mire sus rostros
sonrientes y me di cuenta de que Elise no era muy querida. Uh. Tampoco me había
preocupado por ella al principio, pero en realidad parecía bastante agradable.
Amigable, incluso. Tántalo miró a Adonis. —¿Vas a hacer que lo diga?
—Perséfone. —Le conté todos los detalles sobre ella en los que podía pensar,
olvidando las palabras incluso mientras hablaba.
—Sí —dije, coincidiendo con todos los demás. Espera… ¿por qué dije eso?
—Solo nos estamos divirtiendo. —La luz del fuego verde azulado parpadeaba
en las doradas facciones de Tántalo—. Nada inusual pasando, ¿verdad?
cruzar la línea aquí. Mira, no tienes que jugar. Vuelve al barco. Te la devolveré,
eventualmente.
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—¡Oye! —La voz aguda de Tántalo devolvió mi atención hacia él—. Te hice
una pregunta.
—Sabemos que los semidioses desaparecerán esta noche, pero eso es todo lo
que sabemos. —Mis dedos cavaron en la arena, sintiendo los granos en polvo
deslizándose contra la palma de la mano.
—Dime todo lo que han encontrado y todo lo que han planeado hasta ahora.
¿Quién está trabajando contigo, y qué pueden hacer?
—Azul.
Él caminó alrededor del círculo, cada pregunta más inocua que la última.
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Enterré los pies en la arena, frunciendo la frente. ¿Me hizo una pregunta? ¿O me
ignoró? No me importaría ser ignorada en este juego, pero… ¿Me preguntó algo,
¿verdad?
Página
Miré a Adonis en busca de pistas, pero él no encontraba mis ojos.
—Sin ofender, pero de alguna manera dudo que tus padres iniciando una
moda en la esfera de los nombres de bebés. —Ella se rio, dando un empujón a
Tántalo y continuó alrededor del círculo. Cuando llegó a Adonis, preguntó—: ¿Tú
y Tántalo son parientes?
Bueno, en realidad lo eran. Pero imaginé que sería bastante difícil explicar lo
de Zeus.
Ella se sonrojó con el desafío en su voz. —Bueno… Quiero decir, ustedes dos
son Aurums. He oído que esto puede ser genético.
—Mi profesor de historia me dijo que ustedes fueron tomados como dioses en
la mayoría de las sociedades antiguas.
Ella se rio. —No, no. Quiero decir tu número. ¿Con cuántas personas has
dormido?
cuando Tántalo susurró algo en su oído—. Vale. Adonis… —Ella entrelazó los
dedos sobre la rodilla y batió sus pestañas con una mirada tan impresionante que
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—Está ocupado —ofreció Adonis como excusa. Ella siguió su mirada hacia
mí y se encogió de hombros.
—Tú pierdes —respondió con toda la dignidad que logró reunir, y continuó a
la siguiente pregunta.
Fruncí el ceño y miré entre los dos. ¿De qué era esto? Cada pregunta era más
hostil que la anterior. El aire se sentía más denso que el humo y nadie parecía estar
divirtiéndose.
—Oh... eso lo tomo como un sí. No me sorprende. Ella era una gran endecha.
—¡Dije, cállate! —Adonis se puso de pie, la arena volaba por todos lados. Me
levanté, lista para intervenir, luego reconsideré. Tántalo obtuvo lo que Adonis
eligió arrojarle.
—Sí, está bien. —Se volvió hacia Tántalo—. ¿Qué demonios fue eso? ¿Buzz
mata mucho?
Adonis negó con la cabeza. —Me voy de aquí. Afrodita, vamos. —Se volvió
hacia mí, luego se detuvo, respiró hondo y se hundió en la arena—. O bien… —
Levantó un dedo—. Esperaré. ¿Qué hay en ese trago?
—¿La mayor cantidad de piel que has mostrado para una sesión de fotos? —
me preguntó la rubia.
—¿Un top de bikini y jeans? —El rubio se rio—. Aw, eres nuevo. ¿De dónde
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¿Había olvidado el plan? Necesitaba traer a Tántalo solo. Me liberé del agarre
de Adonis, me levanté y seguí a Tántalo a la noche.
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Capítulo 25
¡Vamos, Afrodita! Eres la maldita diosa del encanto. Rompe esto. A pesar de mi
esfuerzo mental, todavía no me liberé cuando Tántalo me llevó a una de las
pequeñas cabañas de playa de tres lados.
¡Vamos ya! Eso era solo encanto. Había superado cosas peores. Mi cabeza
giraba, mi estómago giró cuando mi visión se nubló. Sin embargo, invoqué más y
más poder. Al final, el encanto se disparó y mis habilidades quemaron a la vida
dentro de mí. Apreté los dientes contra el dolor y canalicé tanto encanto a mi
mirada como pude. —Para…
—Ah, ah, ah. —Él cerró la mano sobre mi boca—. Sin luchar de nuevo.
Por supuesto que no estaba bien. Tántalo estaba a punto de ser desgarrado por
la diosa más bajita del mundo, y no había nada que pudiera hacer para impedirlo.
—Por favor, Perséfone. ¡No le hagas daño! —Caí hacia adelante tratando de
impedirlo.
¿Por qué seguía diciendo mi nombre así? Él parecía tan arrepentido que
realmente quería matarlo. —Suéltame —gruñí, mirándolo directamente a los ojos.
Pero, por supuesto, mi encanto no funcionó.
Tántalo. Había tanto poder en el aire que su pelo parecía flotar, como si la
gravedad trabajara de forma diferente a su alrededor. —Puedes hablar ahora. Deja
Página
—Afrodita, mira hacia mí. —Ares hizo una mueca cuando mi puño encontró
su cara con una bofetada satisfactoria—. Esta no eres tú. Puedes romper esto, solo
tienes que recordar el intento. Habla conmigo.
—Hice el escudo alrededor de ella por un motivo —dijo Perséfone por encima
del hombro—. ¿Por qué lo rompiste?
Ares apretó sus dedos y levantó la voz para que Perséfone pudiera oírlo sobre
mis gritos enfurecidos. —Porque nunca debes hacer un escudo sobre ninguna
persona que haya sido encantada así. He visto personas rompiéndose los huesos o
peor, tratando de liberarse.
—Es bueno saberlo. —Perséfone dio a Tántalo una sonrisa tan fría que debió
haber aprendido de Hades—. Sí, tú no estás en posición de negociar aquí. Libera el
encanto o termino con tu capacidad de usarlo.
—¡Déjenlo ir! —Tiré, golpeé y arañé a Ares, sin éxito—. ¡No le hagan daño!
—Dioses, me sentía inútil. ¿De qué valía ser una diosa si no podía mantener ni a
una persona segura?
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—Responde —exigió Tántalo—. O juro por Estigio6 que le diré que caiga
muerta.
Lo que sea. Lo que sea. Lo que sea. La palabra resonó en mi mente. Una promesa
incondicional. Sin límites, sin fecha de caducidad. Me hundí de nuevo en el suelo
como si todo el horror de lo que había hecho me hubiera atravesado. La parte
áspera del suelo en mis rodillas, luego brazos, mientras me deslizaba hacia
adelante, la cabeza en mis manos. —Oh, mis dioses.
—Hey, hey. —Ares corrió hacia delante, agachando la cabeza casi hasta el
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suelo para estar a mi nivel—. Nunca te llamaría por eso. Cuando te pido algo,
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En la mitología griega, Estigia o Styx también Éstige o Estige era una oceánide, hija de Océano y
Tetis o, según Higino, una diosa hija de Érebo (las Tinieblas) y Nix (la noche). Personificaba un río
de Hades (en el inframundo griego): el río Estigia.
reacciona exactamente como lo harías sin tu promesa. ¿Entendido? No pesa nada.
Nunca te haría eso.
—Creo… —Tragué fuerte, los mareos me abrumaron—. Creo que algo está
mal conmigo.
Dolor. Ampollas, agonía al rojo vivo. Mis gritos resonaron en las vigas.
—¡Afrodita! —La voz de Adonis sonó débil sobre mis gritos. Tuve un poco de
consciencia de que entraba corriendo en la cabaña, pero la mayor parte de mi
atención se centró en el torrente de agonía colisionando conmigo.
—Tántalo la drogó con algo —explicó Adonis, siguiendo de cerca los pasos
de Ares.
—Algo subió a bordo. Los otros necesitaban mi ayuda. Les mandé mensaje
media docena de veces para que esperaran. —Ares intentó moverse alrededor de
Adonis, pero Adonis lo bloqueó.
—¿Realmente crees…?
—No sé qué pensar —soltó Ares—. No sé qué es lo que está mal con ella. No
debería estar encantada, o drogada. Y no debería parar de respirar. He visto morir a
dioses, y nunca he visto nada como esto. Tenemos que ayudarla, pero sigues
interponiéndote en mi camino.
Quería decir algo para dejar de discutir, pero las palabras estaban fuera de mi
alcance en este momento. El dolor disminuía, lentamente, pero a su paso, podía
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preocupado o que estoy celoso, o cualquier otra explicación que quieras darme para
apaciguar tu ego divino. —La voz de Adonis goteaba de ira—. Piensa lo que
quieras, no voy a dejarla con ninguno de ustedes.
—Es una de nosotros. —Ares se echó atrás—. Y fue uno de los suyos quien
mezcló drogas, alcohol y encanto…
—Sí, porque los dioses nunca hacen algo así. No es como si toda
mi especie existiera gracias a los dioses engañando, encantando o forzando…
—No, estoy señalando que Tántalo es mitad dios. Lo heredó de alguna parte.
—Zeus usó el control mental para obligarla a hacer lo que quisiera. Hades
estaba dispuesto a sacrificar un planeta para recuperar a su novia, y Poseidón
amenazó con matarme si ella no se acostaba con él. Así que sí, estoy bastante
seguro de que Tántalo se vuelve malvado de tu lado de la familia.
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Capítulo 26
No podía respirar. Las lágrimas hinchaban mi garganta, y la presión de tenerlo encima
de mí, aplastado contra mi pulmón, hizo que fuera imposible respirar.
—Oh cariño —murmuró Zeus—. No llores. Nunca llores. De hecho… —se sentó, y la
presión sobre mi pecho se relajó. Algo oscuro brilló en sus sobrenaturales ojos azules. Una
cruel sonrisa se extendió por su rostro—. No te quedes ahí. Disfrútalo.
Estás bien. Vas a estar bien. Solo tuviste una pesadilla. Zeus está muerto. Yo… yo…
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¡Iba a vomitar!
Página
Corrí hacia el baño, azotando la puerta detrás de mí y arrojé la cerradura. Se
me revolvió el estómago y sentí como si todo lo que había comido el último año
hubiera salpicado al inodoro. Temblando, me recosté.
Tenía que sacarme el recuerdo de Zeus. Me temblaban las manos cuando pasé
junto a la bañera de hidromasaje y hacia la ducha. Encendí la ducha tan caliente
como pude, después entré al compartimento, con bikini y todo. Agarré la esponja,
pasé debajo del agua hirviendo, restregándome la piel.
—Afrodita, respira.
Negué con la cabeza. ¿No podía ver que estaba intentándolo? La calma estaba
a eones de distancia. Estaría tranquila cuando mi mundo tuviera sentido otra vez,
Página
Palmeé mi mano libre sobre su boca. —N… no hagas eso. No me digas como
sentirme. Por favor. No sabes cómo es, perder esa línea entre lo que piensas y
sientes y lo que otra persona te dice que hagas.
Eso, podría hacerlo. Las brillantes baldosas blancas del baño parecían
desvanecerse cuando lo miré a los ojos. Pero él te está encantando, la parte en pánico
de mi mente se oponía, pero el poder de Adonis era demasiado fuerte como para
que le pánico tuviera mucho poder. Además, podía confiar en Adonis. Entre el
encanto que aturdía la mente y sus brazos a mí alrededor, me sentía segura. Esto no
es real. Eventualmente, va a recordar que no puede retenerte, y va a mirar hacia otro lado. Y
entonces, ¿dónde estarás?
conectados. Se podían sentir el uno al otro. Ella nunca debería tener que buscar a
Hades.
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—Toma un respiro, relájate —me recordó Adonis. Cuando cumplí, él
continuó—. Narciso y su asistente desaparecieron antes que Hades y Atenea
pudieran hacer el cambio. Poseidón protegió nuestra habitación y todos están
buscando en el barco. Pero sin Artemisa y Ares para ayudar…
—¿Q… qué les pasó a ellos? —pregunté, el pánico volvió a fluir—. ¿Por qué
no pueden ayudar?
—Perséfone dijo que volvería por la mañana, siempre que terminen. ¿Todavía
estás bien?
Asentí.
—Bien. Eran aproximadamente las diez, la última vez que miré, así que
tenemos una larga espera hasta mañana. ¿Qué tal si te encontramos ropa seca? —
Trató de alejarse de mí, pero me aferré a él.
—Por favor —susurré, sin estar segura de lo que estaba pidiendo. Adonis me
importaba. Podía confiar en él. Necesitaba algo real. Alguien real.
Una vez que se sintió cómodo, me tiró hacia él. Incliné la cabeza contra su
pecho, aliviada por el sonido de sus constantes latidos cardíacos.
bien.
Tragué fuerte mientras el barco se balanceaba hacia adelante y hacia atrás con
una frecuencia nauseabunda y encendí el interruptor un par de veces, pero nada
sucedió. —Las luces se han apagado.
—Es de noche.
Tenía lógica eso. —Tal vez sean solo esas lámparas. —Busqué la manija, y
acabé golpeando mis dedos. No podía adaptarme a este nivel de oscuridad. Incluso
mis ojos no podían trabajar en ausencia total de luz. Intenté abrir la puerta, pero el
peso de Adonis la mantuvo cerrada—. ¿Puedes moverte?
—No lo sé. —Conseguí abrir la puerta y respiré un poco más fácil. No había
mucha luz desde las ventanas, pero la luz que las estrellas proporcionaban era
suficiente luz para transformar la oscuridad en un distorsionado azul oscuro. Los
muebles ganaron contornos. Gran mejora.
Los relámpagos brillaron, iluminando la suite en una luz blanca caliente por
un período de tres destellos. —¿Danza en la lluvia? —bromeó Adonis.
—Quizás más tarde. —Me reí. La lluvia golpeó la ventana con tanta fuerza
que cada gota parecía pesar una tonelada.
Si incluso una fracción de las personas a bordo pensaba como Adonis, habría
pánico en masa. Y Perséfone y los demás estaban allí, vagando alrededor de un
Página
barco oscuro, repleto de personas con miedo, que podrían estar armadas con Metal
Olímpico. Caí en el suelo, toqueteando a ciegas hasta encontrar la chaqueta de
Ares, el vestido, luego me levanté y caminé por la sala hacia las escaleras.
—Si todo bien. Tal vez hay algunas velas o algo en la cocina.
—Oh, qué idea, añade fuego a la ecuación. —Dioses, esperaba que nadie
hubiera traído velas a bordo. La última cosa que necesitaba era estar en un barco,
sin energía, en medio del océano, con fuego. Me tropecé en el último escalón, pero
retomé mi equilibrio y me fui a la puerta.
—¡No! —Golpear las manos contra la barrera no hizo nada para combatir el
peso aplastante de la oscuridad y del océano a mí alrededor. El barco continuó
inclinándose. Si se daba la vuelta, estábamos fastidiados—. Poseidón —jadeé.
Poseidón necesitaba deshacer el escudo. Subí para coger el teléfono de Adonis,
arrebatando el fino dispositivo de su mano.
—¿Qué estás haciendo? —gritó Adonis mientras luchaba para abrir la puerta
del balcón.
—No estamos impotentes, y estoy seguro de que los demás están bien. Solo…
ocupados. Esto puede incluso ser bueno. —No parecía convencido—. Sí… no
podemos salir, pero nadie puede entrar. Desde que el barco no se hunde estaremos
bien.
—Dudo que alguien entre en esta habitación cuando Elise y Tántalo están
siendo blancos fáciles, y un grupo de dioses están vagando a bordo —dijo Adonis—
. Pero aunque vengan, Poseidón lo sabrá, y se teletransportará aquí, y… —Se
detuvo—. No quiero depender de Poseidón.
—No serías capaz de curar del Metal Olímpico, de todos modos. —Adonis se
209
Resoplé. —Bastante. Algo en ese metal resonó con el poder con el que fue
infundido y eso confunde nuestra capacidad de sanar. Es como si hubiéramos sido
golpeados por nosotros mismos, sin importar quién hizo el arma. Solo se propaga
como el veneno. Los detalles específicos sobre cómo Hefesto creó el Steele no
pasaron por las líneas de sangre, por razones obvias. Todo lo que sé es que la forma
en que forjó el poder en el metal evadió toda la inmortalidad. Volvió a tomar el
poder y los destruyó a todos para protegernos. —Me estremecí al recordar la masa
210
—Y esa es la pregunta del millón. —Le sonreí—. Decir que nos sorprendió
cuando Steele apareció de nuevo es una subestimación. Nuestra mejor suposición
es que Zeus descubrió cómo hacerlo.
—No lo sé. Una voluntad de hacer cosas que nunca le ocurrirían a nadie con
una comprensión del bien y el mal. —Me senté en el sofá, acercando las rodillas a
mi pecho y le conté todo acerca de las promesas forzadas—. He lastimado a la
gente, Adonis. He hecho cosas terribles, terribles. Pero antes, siempre podía decir
que estaba bajo el control de Zeus. Lo que le hice a Poseidón era como calibre-Zeus
malo… solo, que la culpa fue mía.
—Al diablo con Poseidón. Si hay justicia en el universo, las cosas malas
nunca dejarán de sucederle a ese imbécil.
—Es curioso, eso suena como algo exactamente opuesto a todo lo que dijiste
211
—Te están usando, Afrodita. Poseidón te trató como a una cosa, algo
desechable, algo que podía usar hasta que lo obligaste a verte de otra manera. Al
igual que Zeus, al igual que los demás. Todos todavía te están usando… ¿Por qué
más enviarían al dios más nuevo con los poderes más limitados para investigar
cuando ni siquiera sabían contra qué estaban tomando medidas?
—Me ofrecí —le recordé—. El encanto es mi tipo de cosas, así que tenía
sentido. En el segundo en que eso fue mayor de lo que podía soportar, el resto de
ellos entraron. Están todos afuera, Adonis. —Hice un gesto hacia la puerta—.
Intentando llegar al fondo de esto mientras estamos blindados y seguros.
Porque no puedo dejarte. Escogí otra verdad en su lugar. —A causa de todas las
cosas terribles que he hecho. No puedo… si no hago algo para equilibrarlo… yo…
—Luché con las palabras—. Quiero ser capaz de mirarme en el espejo y no
sentirme culpable por cada cosa horrible que ya he hecho. Quiero ser capaz de
dormir sin… —Ondeé mi mano en la dirección general de la habitación, aunque
probablemente no pudiera ver el gesto—. Quiero hacer más que sobrevivir, aunque
212
me mate. No debería tener mucha vida Adonis, así que quiero ser capaz de
sentirme bien sobre lo que hago con la mía.
Página
Adonis tocó mi mano, entonces sentí su camino hasta mi hombro para darme
un apretón reconfortante.
—Si algo entra aquí, algo que pueda encantar, necesito que me apagues de
nuevo.
—No te voy a lastimar. —Él agarró mi mano y me miró a los ojos, la luz de
las estrellas brillando en los suyos—. No puedo. No me pidas eso, por favor. Pero
tal vez haya otra manera. El encanto requiere contacto visual, ¿verdad? —Adonis
extendió las manos para indicar la oscuridad—. No tienes que hacerlo eso.
Él sonrió, sus dientes brillando con puntos de luz. —¿La práctica no consigue
encantarte? Podríamos jugar un juego para pasar el tiempo hasta que los demás
vuelvan. Si puedo encantarte, mi punto. Si lo bloqueas, el punto es tuyo. —Se
encogió de hombros—. El primero en llegar a siete puntos gana el juego.
213
el control. Aun así… Necesitaba hacer algo, aunque fuera algo inútil. Mi corazón
todavía golpeaba el pecho por mi aventura en el balcón, y cada vez que una ola
fuerte golpeaba el barco, me congelaba de miedo hasta que estaba segura de que el
barco no se inclinaba de nuevo. Si continuaba solo sentada aquí, me volvería loca.
Y por la forma tensa en la que Adonis sonaba, necesitaba pensar en otra cosa
también. A él no le gustaba estar atrapado en un ascensor. —¿Y yo que gano?
Apreté mis ojos cerrados. —Dos a cero. —Yo miraba, tratando de encontrar a
Adonis, pero no podía ver su silueta. Donde estaba…
Él no me estaba tocando, pero estaba tan cerca, que casi podía sentirlo. Mi
espalda rozó contra la pared. —Arrinconada. Creo que acabas de perder.
—Cinco-uno.
Me senté a horcajadas sobre él, cubriéndole los ojos con las manos. —Seis.
latió en mi pecho. Sus labios sobre los míos se sentían como una promesa que
quería mantener con una intensidad aterradora. Sin romper el beso, le desabotoné
Página
la camisa y le permití que se sentara lo suficiente para que yo la bajara por sus
brazos antes de plantar una mano sobre su pecho desnudo y empujarlo hacia abajo.
En la oscuridad, éramos poco más que sombras, pero nuestras manos
exploraron lo que no podíamos ver. Jadeé cuando sus manos se deslizaron debajo
de mi bikini. —Dioses —gruñí, enterrando mi cabeza en su hombro.
—Afrodita… espera —la voz de Adonis sonó ronca, pero ignoró sus propios
consejos, enredando nuestras piernas mientras sus labios encontraron los míos una
y otra y otra vez. Cada beso se sintió más profundo, más duro y más desesperado.
Su dedo desató hábilmente los nudos sosteniendo mi bikini junto—. Debería…
Puso sus manos en mis caderas y tiró de mí hacia él con un gemido. Vertí
todos mis sentimientos en el beso. Estábamos tan apretados que casi no podía decir
dónde me detenía o comenzaba, pero eso no era lo suficientemente cerca. La tela
dio paso a la carne firme y la respiración pesada. Y esta vez, no hubo
interrupciones.
Capítulo 28
216
punto aún más tarde, dejé a Adonis dormirse. El sueño tenía que ser la peor
debilidad que dimos a los mortales, sus vidas ya eran tan cortas que parecía una
tragedia desperdiciar un tercio de ella dormida.
¿Qué estaba mal conmigo? En la noche, mis síntomas eran una molestia.
Perceptibles, pero no debilitantes. Definitivamente no debilitantes, pensé,
recordándome toda mi diversión con Adonis. No, este nivel de dolor era nuevo. Lo
que fuera que estaba de mal conmigo estaba empeorando.
peso sin fuerzas asociado a los muy enfermos, los borrachos, o los muertos
vivientes. Caí al suelo y me arrastré. Mi piel muy caliente se agrietaba con cada
estiramiento y plegamiento, como si cada capa estuviera curtida, encogida, y luego
estirada sobre mis huesos. Cuero fresco rozó mis dedos y sentí un poco de alivio.
Tiré de la chaqueta hacia mí, sin preocuparme por arrastrarme la pequeña distancia
hasta el sofá.
Los ojos dorados de Adonis se abrieron. —No sientes frío, eres… ¡Dioses! —
Se sentó en la cama, su mano cepillando el pelo de mi frente—. Afrodita, estás
ardiendo.
Ahora me sentía muy caliente, pero no tenía el coraje de decírselo, así que lo
tiré hacia mí y lo besé en su lugar. —Esto está mejor.
Pestañeé hacia las ropas extendidas por el suelo confusa por algunos
momentos, y ordené a mis pesados miembros que cooperasen con mis esfuerzos
para vestirme. Cuando conseguí ponerme un vestido verde, levanté la botella de
agua a mis labios. Vacía. Con un suspiro me tambaleé en mis pies, me puse la
chaqueta de Ares y me arrastré a la cocina. Ahora que el sol estaba alto podía ver
que la suite estaba hecha un lío. Cuando el barco se inclinó la noche pasada todo
cayó. Incluido mi enorme montón de papeles en el mostrador de la cocina. Un
sobre con el nombre y el número de la antigua habitación de Adonis llamó mi
atención debajo de la nevera.
Decenas de cuartos vacíos. Sin equipaje, sin personas. Algo sobre las
habitaciones vacías se quedó en mi cabeza, así que dejé de garabatear una nota en
el sobre pardo debajo del nombre de Adonis.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué todos estos papeles estaban en el suelo?
Encontré la llave de nuestra habitación y me arrodillé para recoger la tarjeta de
plástico. No podía perder la mía porque Adonis había tomado prestada mi reserva.
En el piso de arriba, Perséfone se movía. Podía oír sus pies pisando la alfombra por
encima.
arriba. Mi boca estaba seca como polvo. Cierto, agua. La nevera no parecía más
fría y la luz no se encendió. Sin energía, recordé, moviéndome para sacar la tapa de
Página
No, eso era solo algo que Adonis siempre hizo por mí. Algo agradable y
gentil. Algo bueno, ya que ese plástico estúpido lastimaba mi palma.
—¿Agua? —preguntó Adonis, extendiendo una botella. Una y otra y otra vez.
Siempre ofreciéndome bebidas.
La claridad estalló a través de mi delirio febril antes que el líquido frío aliviara
mi garganta reseca. Me quedé en la encimera mirando la botella de agua con
incredulidad. ¡Oh, dioses! Algo estaba en el agua. Mis poderes no fallaron hasta mi
primera noche en el barco. Después de beber el agua. Cada vez que bebía una
botella, empeoraban. ¿Cuántas botellas había bebido? Mi mente daba vueltas cada
vez que Adonis me pasó una botella de agua, cada vez que asaltaba la nevera. La
botella se sacudió en mi mano temblorosa mientras la estudiaba, buscando algún
rastro de… ¿Qué? ¿Qué podría herir a un dios, pero dejaría a un semidiós ileso?
Oh, Dioses. Mi respiración se aceleró cuando mi febril mente puso las piezas
juntas por milésima vez en minutos. Solo que, esta vez, no podría pasar lo obvio.
No se puede culpar a alguien más. No podría negar la única cosa que empeoraría
toda esta situación. Él sabía. —Tú… ¿me envenenaste? ¿Por qué?
—Afrodita. —Adonis se movió hacia mí, los papeles se arrugaron bajo sus
pies cuando cruzó el umbral hacia la cocina—. Toma una respiración profunda.
—¡No lo hagas! —Me aparté bruscamente de él, pero no tuve que ir muy lejos
para quedar con la espalda contra los armarios blancos—. No me toques. No te
acerques a mí. No te atrevas. —La habitación giró a mí alrededor. Agarrando el
borde de la encimera, luché por mantenerme en pie.
Jason. Archivé el nombre para explorar más tarde. —No sé cómo te perdiste
esto. —Espete entre dientes—, pero no podemos ir a ningún lado. E incluso si
pudiéramos, no iría contigo. ¡Me drogaste! Y-yo podría estar muriendo.
221
—Pueden tener un antídoto o algo así. —La luz del sol se filtraba desde las
ventanas del piso al techo. Los pálidos rayos se filtraron a través de la alfombra
Página
—Oh, Dios, esta ni siquiera era tu habitación, ¿verdad? —Más piezas que me
había negado a ensamblar cayeron en su lugar, mi mente repentinamente más clara
de lo que había estado en toda la noche. No he tenido agua por horas. ¿Tal vez me estoy
curando un poco? Lo más probable es que el shock me devolviera a mis sentidos.
Sería un desastre cuando la adrenalina se disipara. Pero por ahora… El número de
la habitación, las habitaciones vacías, la llave “perdida” de Adonis—. Mentiste
para mantenernos en la misma habitación, y luego fuiste un completo idiota por mi
presencia aquí. Y luego me envenenaste. ¿Por qué?
—Entonces, ¿qué se suponía que debía hacer? —Mi corazón se estrelló contra
mi pecho mientras la adrenalina latía a través de mis venas, volviéndome mareada
y entumecida, pero a la vez híper-aguda.
—No lo sabía. —Adonis extendió sus manos—. Pensé que sin tus poderes, lo
lograrías… que serías humana. Viva, pero en un campo de juego nivelado. No se
suponía que fuera peligroso.
—Tú tienes poderes. ¡No es un campo de juego nivelado si estás cuesta arriba!
Y no puedes simplemente… —Agité mis manos por un segundo, buscando
palabras—. Convertirme en humana. No funciona de esa manera. Y los Dioses sin
222
poderes no son humanos. ¡Son muertos! El poder no es todo lo que nos separa de la
humanidad. Fueron… somos una especie diferente. Estamos cableados de manera
Página
—¡No! —Los ojos de Adonis se abrieron de par en par—. Por supuesto que
no. Te estoy diciendo exactamente lo que están haciendo. Están jugando a ser
Dioses. Y desafortunadamente… —Adonis miró al techo y dejó escapar una
profunda bocanada de aire—. No están mucho mejor que ustedes. Las personas
inocentes salieron lastimados y prometieron que eso no sucedería.
—¿Ustedes? ¿Gente inocente? ¿No mucho mejor? Fui atacada, atacada con
armas mortales, lavado de cerebro, envenenada, me mintieron, engañaron y
traicionaron. ¿No son mucho mejores que nosotros? No somos un colectivo. Tampoco
tú, Adonis. No puedes esconderte detrás de este grupo, quienquiera que sean
“ellos”. Tú me drogaste.
—No hay que amenazar. —El pie de Adonis cruzó la alfombra cuando entró
en la cocina, con las manos en el aire en un gesto de rendición—. Quise contártelo
todo. Comencé a hacerlo mil veces… Ayer por la noche, antes de que nosotros…
En la playa, antes de salir con Tántalo, después de que Poseidón saliera contigo del
club. Lo intenté, Afrodita.
—¿Qué?
—Cuando Tántalo y los demás te vieron con encanto para subir a bordo, se
asustaron, y… —Caminó por la suite, tomando botellas de agua vacías mientras
caminaba. Podía ver la creciente alarma en sus facciones mientras contaba las
botellas—. Sabía que tenían las armas. No quería que las usaran en ti, así que
prometí que no eras una amenaza, y juré mantener un ojo en ti. Estuvieron de
acuerdo en dejarte en paz, siempre y cuando te diera esto para eliminar tus poderes
por un tiempo. No querían que los encantaras, porque no todos son inmunes. —
Adonis empujó las botellas de agua vacías en la basura.
burbujeando dentro de mí. Los semidioses eran una amenaza. Estaban trabajando
juntos, y estaban armados; nos engañaron. Todo porque éramos muy orgullosos
Página
para considerar que podríamos estar tratando con seres inferiores—. Debería haber
dejado que el barco se hundiera.
¿No sería un buen motivo?
Dioses, Poseidón tenía razón sobre Adonis también, él era una víctima
profesional. —¡Podrías habérmelo dicho! —Mi grito enfurecido resonó por la sala.
¿Nosotros? Solo un momento atrás, había dicho ellos. ¿Cuán profundo estaba
en esto?
—Eso fue un accidente. Tú ya habías salido del club y ellos no sabían que ibas
a volver. Después de que me di cuenta de que habías dejado la habitación, traté de
avisarte. Lo intenté, pero no me escuchaste, ellos no intentaban llegar a ti, tú
estabas en el camino. Intentaban llegar a Poseidón.
—Poseidón lo merece.
226
—No te odio.
—Solo porque pensaste que podría ser algo diferente. —Me incliné contra la
mesa para apoyarme—. Algo que puedas tolerar.
—¿La mayoría de los dioses? Los conociste a casi todos ellos, Adonis.
¿Perséfone se veía como una psicótica para ti? ¿O Artemisa? ¿O Ares? ¿O Hefesto?
¿Estás diciendo que ninguno de ellos merece morir como una precaución? —Escupí
la palabra—. Este es un nuevo panteón. Todo es diferente…
—Es tarde para eso. Los dioses nos han fastidiado a nosotros, a nuestras
familias, algunos de nosotros durante generaciones. Toda la familia de Tántalo está
literalmente maldita. Ha pasado por generaciones, debido a algo que sucedió siglos
atrás. No ayuda decirle a los dioses que ha cambiado porque es un frío consuelo
para alguien que ya ha sido herido. Ellos lo mataron.
—¡No!
—¡No!
—Te amo.
No. Adonis sentía lo que sucede cuando dos personas son arrojadas a una
228
—Nunca quise que esto sucediera. —Adonis se movió hacia mí y algo dentro
de mí se rompió. No parecía molesto, y no actuaba afligido. No, yo probablemente
estaba muriendo, y no solo él lo había causado, sino que había observado mientras
mis poderes se deterioraban, enviándome a través de un mundo de dolor. Y no
había dicho nada. Me mintió y me había mentido y traicionado e intentado
cambiarme, todo mientras fingía que se preocupaba por mí, y ¿ahora se atrevía a
decir que me amaba? Gruñendo, agarré la primera cosa que pude del mostrador y le
arrojé una pesada taza de cerámica.
—Afrodita...
Miguel podía llamar a la puerta, lo que significaba que el escudo estaba abajo.
Y eso significaba que algo había pasado con la barrera, o con el dios que la
estableció.
Eso no debería haber sido posible. Los semidioses no podían usar glamour,
pero incluso si pudieran, debería haber dejado una firma de poder. Mi habilidad
para detectar firmas se había desvanecido casi al instante, pero Poseidón me había
rastreado usando mi glamour. Habría notado docenas de glamours de semidioses.
La voz de Poseidón resonó en mi mente. Si son inmunes a mi encanto, quien sabe que
otras singularidades tenían o podían transmitir. Eran demasiado peligrosos.
Cerré los ojos. Él tenía razón. Los dioses me ayuden, Poseidón tenía razón.
—¿Matarán a los otros dioses? ¿Los drogaran?
—¡Afrodita, no salgas!
Oh, como si alguna vez escuchara algo que él dijera otra vez. Escapé por la
puerta.
Capítulo 30
La puerta se cerró detrás mí, empujándome hacia un sobresaltado Miguel. —
Lo siento —jadeé, apoyándome contra la puerta.
230
—¿Disculpa, qué?
Mi cabeza dio vueltas y decidí trabajar en darle sentido más tarde. En este
momento, necesitaba para mantener a Adonis contenido. Cerré los ojos y vertí todo
lo que tenía, que no era mucho, para proteger la habitación. Mi estómago se
retorció. Sangre goteaba de mi nariz y manchas llenaban mi visión, pero el escudo
se sostenía.
Podía ver en la lucha de su rostro que quería preguntar qué había estado
pasando entre Adonis y yo, pero no estaba cien por cien segura de que quisiera
saberlo. —Uh… hubo un mal funcionamiento. El poder debería regresar pronto, y
una vez que lo haga, nos estaremos moviendo de nuevo.
Empujé para abrir la puerta hacia el exterior y tomé una respiración profunda
del aire salubre. Las paredes blancas del barco parecían desvanecerse mientras
miraba hacia el interminable tramo de azul marino. No había olas. Sin viento. El
océano se veía plano como el vidrio, la falta de movimiento tan profundamente mal
que caminé lejos de las barras. —¿Qué? —Levanté la vista y vi algunas nubes
persistentes en el cielo, pero incluso esas permanecían perfectamente quietas. Como
si el mundo aguantara la respiración, congelado en el tiempo. Sabía exactamente
qué coordenadas había alcanzado el bote. Necesitaba encontrar a los demás.
Ahora. Pero el segundo respaldo de Miguel llegó y abrió la puerta de nuestra suite,
Adonis encantaría a Miguel para que le dijera exactamente dónde fui. No podía
quedarme aquí.
la rebanada de costra en mi palma y cavé profundo hasta que sangre roja brillante
brotó de la hendidura. Sostuve mi palma cortada sobre la barandilla y observé
Página
cómo mi sangre goteaba en el océano. El agua parecía muy quieta, vi que cada gota
roja golpeaba el agua a la altura de un barco. Poseidón, enfoqué mis pensamientos.
Es una emergencia.
—¿Afrodita? —La voz de Adonis se filtró desde algún lugar encima de mí.
Me congelé, conteniendo la respiración. Él me conocía, sabía que, dada la opción,
me aventuraría afuera en lugar de permanecer en el barco sofocante. Moviéndome
tan silenciosamente como pude, abrí la puerta y me deslicé en el interior,
tropezando hacia la oscura escalera que conducía a las cubiertas inferiores.
233
Dioses, ¿qué tan mal me veía que esa fue la reacción que estaba recibiendo? —
Lo-lo siento —tartamudeé, alejándome
—Espera —me llamó después de que me salí por el pasillo, pero lo ignoré.
Estaba mucho más allá de la ayuda de los mortales.
234
—¡Ares! —Tiré mis brazos alrededor de él, tan aliviada de encontrarlo a salvo
por un segundo, mi fiebre no importaba—. Oh, Dioses. Estaba tan asustada. No
puedo encontrar a Poseidón, ni a Perséfone, ni a Artemisa, ni a nadie más. ¿Qué
pasó? —Regresé a la longitud de un brazo—. En realidad, no importa, tenemos que
reunirlo a todos ahora.
—Whoa, Whoa. —Se echó hacia atrás, listo para liberarse de mi agarre hasta
que notó a qué punto me aferraba a él para permanecer de pie—. ¿Estás bien?
¿Están aquí? ¿Por qué iban a estar aquí? Me aleje libre de Ares y redondeé la
esquina. —Ares, no tienes idea de qué… —La habitación estaba vacía.
Él había mentido.
—¡No! —Mis dedos se cerraron sobre un trozo del vidrio destrozado. Pinche
a Tántalo en algún lugar en el torso, rebanando mi propia mano como lo hice,
gruñó y aflojó su presión. Empujándome a un lado, llevándolo conmigo cuando me
aleje de la alfombra a la entrada. Agarrando del cabello, golpeé su cabeza contra el
piso de mármol, una y otra vez, hasta que su cuerpo fue blando bajo el mío.
Oh, dioses. Tomé una respiración profunda y abrí los ojos a la habitación
girando alrededor de mí. Mantente consciente, me dije. Era más fácil decirlo que
hacerlo. Estaba en mal estado antes de lanzar un escudo, corrí por toda la nave y
luché contra un semidiós.
Necesitaba advertir a los otros mientras aún podía. Una causa divina la muerte
que se avecina. Agarré un fragmento de vidrio y lo presioné contra la garganta de
Tántalo. Sus ojos se abrieron.
—Detente —ordenó.
236
Dejé caer el vidrio y solté. —Lo siento, lo siento, lo siento. —¿Qué había
estado pensando? ¿Por qué le haría daño?
Página
Se quejo mientras se levantaba sobre sus pies. Me coloque delante de él para
ayudarle mientras él me agarró por el cuello de la chaqueta de Ares y me golpeó en
la pared. —¡Mírame, perra estúpida!
Míralo, era una petición tan simple. Nunca apartaría la vista a menos que me
lo pidiera. ¿Por qué querría hacerlo?
—¡Detente! —La voz de Adonis sonaba ronca por los gritos. Sacó a Tántalo
de mí, y yo me tiré al suelo, mis ojos todavía desesperadamente buscándolo.
—Oh, Dioses, oh, Dioses. —Adonis cepillo mi cabello del rostro, su voz
llegando casi en pánico—. ¿Qué hiciste?
Adonis inclinó mi barbilla hacia arriba, con los dedos sondeando en mi rostro
palpitante. Traté desesperadamente de ver a su alrededor hacia Tántalo. —Dioses,
¿qué le hiciste? Los dioses nos van a matar a todos por esto. Nunca van a parar.
muy, muy quieta. Pero se estaba haciendo difícil aguantar la respiración. Mis
pulmones se sentían como si estuvieran a punto de estallar—. Oye, Donnie,
Página
¿quieres ver algo estupendo? —Esperó hasta tener toda la atención de Adonis, y
luego me miró—. Que caiga muerta.
—¡No! —La cara de Adonis se contorsionó de miedo. Sus dedos molieron
mis hombros, tirando de mí en sus brazos. Entonces todo se volvió negro.
238
Página
Capítulo 31
—¡Vamos! —gritó una voz familiar, sus manos empujaban mi esternón con
suficiente fuerza para dejar un hematoma. Su boca cubrió la mía y él exhaló. Mis
manos se contrajeron en una patética tentativa de agarrar sus hombros y alejarlo.
Había algo en esa voz, algo importante.
¿Elise?
Me las arreglé para abrir ligeramente los ojos abiertos, apretándolos contra la
fuerte luz fluorescente. Los ojos dorados de Elise estaban sobre mí, tan llenos de
preocupación, y abrí la boca para tranquilizarla. Pero abrir la boca trajo un nuevo
mundo de dolor. Oh, dioses, cada parte dolía.
¡Tántalo! Apreté mis ojos cerrados e intenté alejarme, pero solo conseguí
algunos débiles espasmos.
—Tú estabas muerta. —La voz pertenecía a Elise, pero el tono era todo de
Artemisa—. Nunca he visto nada parecido. Casi perdiste todo tu poder, sin pulso, y
no estabas curando. Cada vez que parábamos…
Debí haber hecho un sonido, porque Ares miró hacia arriba y me dio una
sonrisa tranquilizadora. —Parece peor de lo que está. Los semidioses curan
también. Lleva mucho tiempo. Podemos acelerarlo. —Él miró alrededor de la celda
furtivamente—. No está tan mal como estaba. Una vez que salgamos de aquí,
estará tan bien como nuevo.
—Bien, definitivamente fue mucho más cercano y personal con ustedes dos.
—Artemisa me miró, las cejas arqueadas inquisitivamente—. Ustedes deben haber
pasado por un infierno de lucha.
Adonis gimió, y yo salté. Ares siguió mi mirada hacia Adonis y sus ojos se
estrecharon. —¿Afrodita? —Ares inclinó mi barbilla hacia arriba, haciendo una
mueca hacia la sangre y los hematomas en mi cara—. ¿Qué sucedió?
241
—Él… —Luché para formar las palabras para explicar que Adonis me
Página
traicionó. Pero trató de salvarme también. Había dos imágenes conflictivas suyas
en mi mente, una alzando el brazo para abrazarme y otra ofreciendo veneno, y no
conseguía conciliar cuáles eran verdaderas.
Ares dejó caer su glamour, pero no dijo nada. No dijo ni una palabra durante
toda mi historia, a pesar de que su brazo que estaba a mí alrededor se había tensado
en algún momento.
—No están respondiendo a las llamadas casuales, por lo tanto, o los demás
están involucrados —continuó Artemisa—, o estamos fuera del mapa. Creo que la
única manera de llamar a los demás… —Se detuvo delante de Adonis y se
arrodilló—… es utilizando una convocatoria que no puedan ignorar.
—Lo sé —conseguí susurrar. Dioses, moverme era tan malo—. Pero… Mira
lo que hicieron con él. No lo tratan como un aliado. Si está realmente en contra de
ellos, necesitamos saber lo que hacen.
que intentó ayudar al final, Afrodita, lo entiendo. Pero no te habló sobre el veneno
hasta después de haberlo descubierto. No fue a la habitación de Tántalo hasta
Página
después de que estabas bajo su control. Ellos. Pueden. Mentir. —Encontró mis
ojos—. Sé que quieres creer en él, pero no podemos arriesgarnos.
—Déjalo vivir. —No había ninguna emoción en la voz de Ares. Ninguna
emoción.
—Pero…
Artemisa apretó los ojos mientras pensaba sobre todo lo que le dije, dejando
escapar una serie de maldiciones al darse cuenta de que Ares tenía razón. —Vale,
nuevo plan. Intentaré caminar en los sueños, veré si puedo encontrar a alguien. Si
algo aquí cambia…
243
Página
Capítulo 32
Ares doblo su brazo en mi espalda, gimiendo mientras se estiraba. Nos
sentamos en la esquina, en ángulo para poder ver toda la celda y el pasillo afuera. A
unos pocos pies a nuestra derecha, Artemisa dormía, tratando de caminar en
sueños.
Hice una mueca, moviéndome hacia adelante para que Ares pudiera cambiar
de posición, pero él me detuvo, su mano cayó sobre mi hombro. —No tienes que
mantenerte… —Hice una pausa, tratando de encontrar una manera de decir las
palabras correctas sin implicar que no quería que él me tocara—. Quiero decir…
—Oh. —Liberé mis brazos de la chaqueta con un gemido adolorido, pero las
manos de Ares se dispararon para detenerme.
—No. —Una corriente de pánico apenas velada entrelazaba su tono. Ares tiró
de la chaqueta sobre mis brazos—. Por lo que sabemos, es lo único... —Empezó a
alejarse de mí, pero lo detuve.
Cerré mis ojos. Me estaba agradeciendo por compartir su gesto con él. —
Todo esto es mi culpa.
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—Oye. No, no lo es. —Ares se movió frente a mí para que pudiera ver mi
cara—. Voy a hacer todo lo que pueda para sacarnos de esto, ¿de acuerdo?
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—No. —Ares negó con la cabeza—. Eras una herramienta, Afrodita. Tenías
tanta voluntad como un arma cargada en manos de un asesino. Nada de lo que te
hizo fue tu culpa. No te culpo.
—… Y te fuiste.
—No eras tú. —El calor de sus manos ardió a través de la chaqueta—. Lo
prometo, no fuiste tú.
—Lo sé. Fue él. Pero es como dijiste, no puedo... No es algo que pueda
arreglar. Y no se detuvo con su muerte. Yo sigo… la gente sigue usándome para
lastimar a mis amigos. Estás atrapado aquí por mi culpa. Si hubiera descubierto
esto más rápido, si hubiera dejado que Poseidón...
Tocó mi barbilla para evitar que sacudiera la cabeza, con cuidado de evitar el
peor de los hematomas. —Llegaste al fondo de esto, algo que ninguno de los demás
consiguió, a un gran costo personal. Y en cuanto a Zeus… sigues centrándote en lo
que te hizo hacer, no en lo que elegiste. Te volviste hacia él, sabiendo que podría
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matarte con una palabra. Lo resististe, sabiendo que tomaría represalias. —La
garganta de Ares se mueve arriba y abajo cuando tragó saliva—. Eres audaz,
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hermosa y valiente. Y dejarte esa noche fue la cosa más estúpida que jamás haya
hecho. Pero no fue por tu culpa.
—Me fui porque… —Se interrumpió, sus manos se alejaron de mí, y cuando
volvió a hablar, escuché siglos de dolor y equipaje pesado en su voz—. Zeus nos
destruyó, Afrodita. La forma en que nos usó, las cosas que nos hizo hacer. Ellos no
era nuestra culpa. Pero si dejas que te persigan, si no puedes hacer que se detengan,
entonces eventualmente, te cambian. Te convierte en alguien que nunca
reconocerías. Pero eres nuevo. —Se apartó de mí—. Tuviste una oportunidad,
Afrodita. Para sanar. Estabas empezando a recomponerte nuevamente.
—Ares… —Respiré.
—No podría hacerte eso. No podría lastimarte. Porque, cuando te miro, veo
todo lo que él me hizo. Y no puedo empeorar las cosas para ti. Se siente como si...
—Respiró hondo—. Rompo todo lo que toco. No pude, no quería hacerte daño.
Cerré los ojos, recordando todos los mitos que decían lo disgustado que
estaba Zeus con Ares. Recordé todas las visiones horribles que había visto cuando
Ares se presentó por primera vez. Las batallas, el derramamiento de sangre, las
personas que gritan con rostros derretidos. Zeus lo hizo Guerra. Tomó a su chico
más atento y amable y lo convirtió en Guerra. —Dioses —susurré, horrorizada.
Perséfone y yo habíamos estado a merced de Zeus, ¿por qué? ¿Un año? Dos,
¿entre las dos? Ares y los demás habían sufrido en sus manos durante milenios;
Pensé que Zeus había muerto durante siglos. Entonces, de repente, volvió para
aterrorizar a los dioses. Matar a sus hijos a diestra y siniestra y forzarlos a inclinarse
ante él. Había estado tan concentrada en lo que Perséfone y yo habíamos
atravesado, tan concentradas en lo que habíamos sobrevivido, que nunca había
considerado qué pesadilla había sido el regreso de Zeus para los demás. Lo que su
muerte trajo al exterior.
Creo la voz de Perséfone resonó en mi mente, tal vez él no siente que tiene derecho
a estar… molesto, o lo que sea, porque lo que pasé fue peor. Solo que no funciona así.
Dioses, fui tan idiota. Ese idiota egoísta. Me incliné hacia Ares, abrazándolo,
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Capítulo 33
Algún tiempo después, Artemisa abrió los ojos. —Ya los encontré —
anunció—. Nos están buscando. Pero Poseidón cree que debe haber algún escudo,
porque no puede sentirnos.
—¿Qué sucedió? —La voz de Adonis sonó gruesa—. Afrodita… Ella está…
poderes, entonces tuvo una muerte más mundana, y paró su corazón. Suerte para ti
que él no dijera cuánto tiempo debía quedar muerta, y tenía poder suficiente para
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Adonis tosió, un sonido mojado que me dejó pensando si Tántalo causo más
daño de lo que pensaba. Él me miró, esperando encontrar mis ojos. —Qué bien que
estás bien.
—Afrodita dijo que nos contarías todo. Ahora sería un buen momento.
lo deja con más hambre. Y de vez en cuando, todo lo lleva a la locura. Su mente
cura eventualmente. Por un tiempo, por lo menos.
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Conocía esa maldición. Era una de las favoritas de Deméter. —No parece
particularmente hambriento.
—A cambio de su hija.
—¿Hija? —interrumpí.
—Niobe. Ella y Zeus tuvieron catorce hijos. Siete hijos y siete hijas. Y cada
una de esas hijas…
Adonis asintió. —Durante generaciones. Pero entonces, hace dos años, Zeus
decidió que éramos lo suficientemente fuertes para robar nuestros poderes a través
de la fidelidad. Comenzó a asesinarnos. Tántalo, Jason y Narciso se unieron y
comenzaron los CONDENADOS, a fin de encontrar a los descendientes y proteger
a todos los que pudieran encontrar.
—Espera ahí. —Me froté la frente, tratando de recordar todos los nombres—.
Mencionaste a Jason algunas veces. ¿Quién es?
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—Él es…
Al final del pasillo, una puerta golpeó. Artemisa se colocó entre las barras y
yo, Adonis se levantó y se tambaleó más o menos hacia la celda, y Ares me levantó
del suelo y me puso delante de él para que me quedara lejos de las barras.
Caí contra él. —Si les drogaron, no pueden ser inmunes al encanto, ninguno
de ustedes. —Levanté mi cabeza con la intención de mirar a Artemisa y
asegurarme de que oía mi advertencia, pero Ares me detuvo.
—Podemos empezar.
—Tú —le dijo Ares a Tántalo, manteniendo sus ojos fijos en los míos—, eres
el más valiente, o el semidiós más estúpido que he encontrado.
interesantes implicaciones.
—¿Resultado deseado? —intervino Ares antes de que pudiera dar con una
respuesta ingeniosa—. ¿Qué era…?
¿Y cómo lo hicieron sus científicos? Tal vez Zeus no fue la única razón por la
que muchos dioses se habían perdido el año pasado.
—He estado allí, no lo tomó. Jason estará pronto con algunos de nuestros
científicos para llevaros a todos a otra instalación. Mientras tanto, hay una prueba
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más que me gustaría hacer. Verás, les prometí a los científicos un cadáver, y fuiste y
lo trajiste a la vida. Pero no soy exigente.
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Un fuerte chasquido llenó la celda, junto con un destello de luces al rojo vivo
y el olor a azufre. La mirada de Ares se fue hacia la fuente de la conmoción.
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Capítulo 34
—¡Afrodita, corre! —Artemisa me apartó de Ares tan rápido, que perdí el
equilibrio y caí al suelo, aterrizando a la altura de los petardos usados cerca de los
pies de Tántalo. Así que ese era el ruido.
La persona promedio estaría muerta cinco veces ahora, señaló el lado molesto de mi
cerebro. Ignoré mi irritante lógica. Reconocer que no solo estaba jodida, sino que
estaba súper jodida no ayudaría en nada ahora mismo.
Nunca me había sentido tan consciente de la falta de espacio entre las cuatro
paredes. No vi nada para esconderme detrás. Nada para frenar a Ares. Solo un
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pequeño tramo de espacio vacío, iluminado por una luz fluorescente, chillona y
parpadeante.
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7
Reanimación cardiopulmonar.
—Tántalo, ¿por qué estás haciendo esto? —El rostro magullado e hinchado de
Adonis se contorsionó con confusión mientras miraba a Tántalo con intensidad.
Podría haber sido intimidante, si no hubiera sido tan obvio que su agarre mortal en
las barras de su celda era todo lo que lo mantenía en pie.
Hizo una mueca, se fue hacia atrás y fuera de su alcance, pero la orden ya
había sido dada, el hechizo fue tomado. Ares agarró a Artemisa de los hombros y la
movió fuera de su camino con un fuerte empujón. Sus manos temblorosas me
llenaron de esperanza.
—Corre —se las arregló para decir entre dientes apretados antes de lanzarme
al otro lado de la celda. Me estrellé contra la pared opuesta a Ares y me deslicé al
suelo, las estrellas estallaron en mi vista.
Me ignoró. —Eres la deidad más egoísta que he conocido, y eso es algo que
decir. Admítelo, Ares. Crees que eres la única esperanza para salir de esto. No
puedes ser el héroe si estás muerto. Si mueres, no puedes salvarnos.
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de Zeus. No iba a sentarme aquí y permitir que un semidiós psicótico nos matara.
Ares avanzó, empujando a Artemisa fuera del camino con suficiente fuerza
para mandarla girando al suelo. En cuestión de segundos, me acorraló.
No era como Adonis. Los semidioses especiales de Zeus se hacían más fuertes
en cada generación. Tántalo precedió todo el experimento. Él podría haber vivido
lo suficiente para aprender a controlar y perfeccionar su encanto, pero no podía ser
lo suficientemente fuerte para sostenerlo durante mucho tiempo.
—¿Te has oído? —gritó Adonis—. ¡Esto es una locura! ¿Drogar a las
personas, golpearlas, meterlas en jaula, asesinato? Tú no puedes…
—No son personas. —Los ojos de Tántalo ardían con indignación—. Son
dioses. Ellos están equivocados. Su propia existencia, las cosas que hicieron. Todo
en ellos está mal. ¿Cómo puedes quedarte de su lado?
Ares vino a mí, su mano apretada sobre la lanza. Cuando Artemisa se lanzó
hacia él, la golpeó contra la pared con tanta fuerza que supe que se había perdido
completamente contra el encanto.
—Para —imploré—. Ares, por favor. —Me retorcí fuera del camino con un
grito y la lanza golpeó la pared, apuntando en el fondo del metal y perforando allí.
Adonis encontró mis ojos. Haz algo, de alguna manera, parecía decir. Estaba
de pie jadeante mientras se encogía contra las barras, a meros metros de distancia.
Pero podría muy bien haber estado en otro reino por toda la ayuda que era. No vi
ninguna esperanza en su expresión, sin fuerzas. Solo parecía asustado y herido.
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Esperé hasta el último segundo posible, luego salí del camino. La punta de la
lanza cortó el hierro de las barras, creando un corte en el metal. No era una ruta de
fuga prometedora. Pero si podía hacerlo… golpear las barras lo suficiente…
Entonces el dolor de rodar fuera del camino llegó. Tántalo había hecho
demasiado en mí. Cuando me moví, sentí cosas en mi interior que no debían
moverse. Cayendo contra las rejas de la celda, respiré hondo en un intento
desesperado por detener el giro de la sala. No podía moverme más. —Ares, por
favor. Este no eres tú.
Él levantó la lanza. El metal brilló bajo las luces fluorescentes cuando el arma
empujó a través del aire. Cerré los ojos.
Mis ojos se abrieron a tiempo para ver la lanza atravesar a Adonis y alcanzar
mi costado.
Un grito burbujeó dentro de mí, pero no podía abrir los labios para dejar salir
el sonido. Jadeé cuando Ares sacó la lanza. El dolor era tan intenso que podía ver
ráfagas rojas de angustia detrás de mis párpados. Caí en el suelo, pero de alguna
manera, Adonis consiguió mantenerse de pie.
El encanto estalló. Ares giró, tirando la lanza a través de las barras y al pecho
de Tántalo con una precisión aterradora. Tántalo tosió y cayó hacia adelante.
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Página
Capítulo 35
Ares asintió en comprensión, una expresión sombría en su rostro. —Presión.
—Me recordó, presionando la camisa a mi lado y poniéndola sobre ella. Su voz
sonó hueca cuando sus palabras resonaron a través de la celda de metal, y mi
corazón se retorció por él. Por la culpa escrita en su rostro.
Eso no es justo, quería decírselo. Esto no fue tu culpa. Pero sabía mejor que
nadie cuán vacías sonarían esas palabras.
Miró a Adonis una vez más, luego pareció darse cuenta de que no había nada
que pudiera hacer por él. Se unió a Artemisa en los barrotes de la celda, tomó la
lanza, luego se arrojó a los barrotes, deslizando su lanza contra ellos. Artemisa
pateó el Metal Olímpico de la mano de Tántalo y trabajó para mantenerlo abajo
mientras Ares rompía la puerta. El sonido del metal chocando contra el metal llenó
la celda, y mi oportunidad de tranquilizarlo se perdió.
—No tienes que hacer esto —le dije, odiando cómo mi voz sonaba—. ¿Me
escuchas? No puedes hacer esto. —Me había pasado un tercio de mi vida
sintiéndome en deuda con él por haberme salvado, y menos de veinticuatro horas
odiándolo por envenenarme. No había terminado de enfadarme todavía. No pude
agregar culpa a la mezcla. No en este momento. No podría sobrevivir.
—Grita si nos necesitas —Artemis llamó por sobre su hombro, corriendo por
la sala.
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Sangre.
—Eres un Dios —me las arreglé para decir, mi visión se tambaleó cuando me
desplomé sobre él, la consciencia escapó de mi cuerpo una vez más—. Te salvé. —
Ahora estábamos parejos.
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Página
Capítulo 36
No debería ser capaz de ver mi cuerpo flácido contra la pared, o la sangre roja
y brillante contra el suelo plateado. Como regla, las personas inconscientes no
veían mucho, y sé de ello, dada la enorme cantidad de tiempo que he pasado
inconsciente recientemente.
Podía sentir la explicación que él esperaba. La idea de que salvarlo había sido
parte de algún gran gesto romántico, lleno de perdón, amor, confianza, redención,
gratitud y mil otros significados muy cargados para una acción, brillando en el
canto de su mente. Yo podría amarte, su mente parecía sangrar el pensamiento.
Entonces abrí mi mente y por un segundo lo dejé sentir exactamente como era
no tener ninguna opción. Había un mundo de diferencia entre estar conflictivo y ser
forzado.
Se puso de pie, tambaleándose hacia atrás de mí, como si poner una distancia
física entre nosotros de alguna manera disminuyera el impacto.
—¿Ella…? —preguntó.
Más como cuando te vieran, explicó. ¿Muerte súbita? No soy un idiota, Afrodita. Si
mueres, de alguna manera dudo que me quedara muy atrás de ti.
—No tienen nada que atacar —terminó Artemisa, pasando en mi cara una
variedad de compresas con alcohol y gasas.
¿Puedes mirar a cualquier otro lugar? Verles frotar mi sangre es un poco demasiado…
Con mucho gusto. Él miró al techo, su mirada mirando la cámara. Vamos a tener
que hacer algo al respecto.
No lo he visto.
—¿Qué? —La palabra estalló de Adonis, pero no pude decir cuál de nosotros
había hablado.
—No lo harán. Pero Elise es una historia diferente. —Cuando Ares habló, sus
características cambiaron, su pelo oscuro iluminado como oro. En pocos segundos,
se parecía a Adonis, pre-apoteosis—. No puedo quedarme así durante mucho
tiempo. —Él encontró la mirada de Perséfone—. Así que necesitaré tu ayuda.
¿Puedes hacer que se parezca a Elise?
No, pensé, percibiendo adónde iba Ares con eso. Adonis parecía no oírme.
Adonis, no los dejes…
—Pensé que usar los poderes… la herida… —La voz de Perséfone se opuso—
. Yo pensé…
—Me aseguraré que ella reciba ayuda —le prometió Ares a Perséfone—. Y
voy a recoger el máximo de información que pueda con seguridad. Pero tienes que
mantener los glamoures para los dos. ¿Puedes hacer esto?
—Sí. Quiero decir… —Perséfone vaciló—. Con ella, sí. Todavía está ligada a
mí por el vínculo, pero tú… Con la distancia…
—Están viniendo. —La voz de Poseidón resonó por la sala, y podía oír a
Artemisa justo detrás de él—. Necesitamos irnos.
—Va a doler como el infierno, pero estoy segura de que sobreviviré a eso.
Fin
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