Las Bananeras
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Editores:
Mauricio Archila Neira
Leidy Jazmín Torres Cendales
Grupo de Trabajo
Realidad y Ficción
..
ISBN:
Arte de carátula:
Oscar Javier Arcos Orozco - Diseñador Gráfico
Imagen de carátula:
Grupo de Trabajo Realidad y Ficción
Corrección de estilo:
Leidy Jazmín Torres Cendales
Mauricio Archila Neira
Diagramación:
Doris Andrade B.
Impresión:
Digiprint Editores E.U.
Calle 63Bis Nº 70-49 - Tel.: 251 70 60
Contenido
Agradecimientos.......................................................................................... 9
Agradecimientos
E
l Simposio “Bananeras: Huelga y masacre 80 años”, llevado
a cabo en noviembre de 2008, se constituyó en la primera
actividad del Grupo estudiantil Realidad y Ficción, integrado
por los estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad
Nacional: John Alvarado, Jessica Pérez, Edwin Rojas, Zulma Romero,
Leidy Torres y Diego Varila.
10
Agradecimientos
A todos ellos damos las gracias por el apoyo que recibimos para que
fuera posible este libro que el lector tiene entre manos. Finalmente,
queremos agradecer a nuestras familias, quienes con su comprensión y
apoyo alimentan día a día nuestra vida de estudiantes.
11
Introducción
Una puerta a la historia
A
los 80 años de la huelga de los trabajadores en la zona bana-
nera, y de la masacre allí cometida contra los huelguistas,
sus significados y los propios hechos, siguen siendo asunto
de disputa histórica y de valoración político-cultural.
*
Profesor Asociado Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia.
Introducción. Una puerta a la historia
14
Ricardo Sánchez Ángel
15
Introducción. Una puerta a la historia
16
Zona bananera:
campesinos, recursos
y conflictos
Tierra, organización social
y huelga: la zona bananera
del Magdalena, 1890-1928*
Catherine LeGrand **
S
oy estadounidense de nacimiento, aunque he vivido 28 años en
Canadá y tengo doble nacionalidad. Empecé a investigar sobre
la zona bananera del Magdalena hace 20 años porque quería
entender como mi país de origen y Colombia han estado interconecta-
dos históricamente. Sigo con mucho interés y mucha preocupación lo
que pasó en los municipios de Santa Marta, Ciénaga y Aracataca con la
llegada de la gran compañía estadounidense, la United Fruit Company
–UFCO–, a principios del siglo XX. Lugares como estos son los sitios
más acendrados para entender la intersección de lo externo y lo interno,
la economía mundial y la vida local.
*
Ponencia presentada por videoconferencia en el Simposio “Bananeras: Huelga y Masacre
80 años”, Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Universidad Nacional de Colombia, Sede
Bogotá, 12 noviembre 2008, y en el Coloquio Internacional “80 Años del Conflicto de las
Bananeras: Conmemoración de un Hecho de Historia Económica y Social Más Allá del
Realismo Mágico”, Universidad del Magdalena, Santa Marta, 4 diciembre 2008; y en el
Teatro Municipal de Ciénaga, 5 diciembre 2008.
**
Profesora del Departamento de Historia, Universidad McGill, Canadá.
Tierra, organización social y huelga...
Quiero empezar con una breve reseña de cómo era la región un poco
antes de la llegada de la Compañía y cuáles fueron los grupos sociales
que jugaron un papel destacado en la zona bananera, durante las tres
primeras décadas del siglo XX, hasta la huelga.
20
Catherine LeGrand
Entre los documentos que he examinado, los que arrojan más luz
sobre la historia social y económica de la zona bananera son los que
se encuentran en las notarías de Santa Marta, Ciénaga y Aracataca.
Todas las transacciones entre la UFCO y gente local están ubicadas
en la Notaría Primera de Santa Marta. Los informes de la Comi-
sión Especial de Baldíos, que actuó en la zona bananera en los años
veinte, están además en el Archivo General de la Nación, en Bogotá.
Finalmente, los periódicos de la zona se encuentran en la Casa de la
Cultura en Santa Marta y algunos en la Caja Azul en el INFOTEP de
Ciénaga.
21
Tierra, organización social y huelga...
22
Catherine LeGrand
Hay que anotar una diferencia adicional entre Santa Marta y Ciéna-
ga: la UFCO hizo del puerto de Santa Marta su base: allá construyó el
barrio de la ciudad denominado “El Prado”, donde vivían los administra-
dores gringos y británicos de la compañía, y allá estaban los almacenes,
el centro de comunicaciones (con radio y telégrafo) y el hospital de la
UFCO. A Santa Marta llegaban sus barcos.
23
Tierra, organización social y huelga...
24
Catherine LeGrand
25
Tierra, organización social y huelga...
26
Catherine LeGrand
La Huelga de 1928
Entonces, ¿qué precipitó la huelga? Durante los años veinte, las
relaciones entre la UFCO y los productores colombianos se empeoraron.
Un grupo de pequeños y medianos cultivadores de banano de Ciénaga,
liderados por Julio Charris y Juan B. Calderón, pidieron la intervención
del gobierno en Bogotá para ayudarles a independizarse del monopolio
de la UFCO. Pedían la nacionalización del ferrocarril de la UFCO y de
los canales de riego, y que el gobierno de Colombia reclamara los terrenos
baldíos usurpados por la UFCO para que esta tierra sirviera para fundar
una Cooperativa de Productores Colombianos de Banano.
27
Tierra, organización social y huelga...
28
Catherine LeGrand
apoderarse de las ricas regiones del Catatumbo para (…) formar una
república petrolera (…) Esta huelga es el fruto del dolor de miles
de trabajadores explotados y humillados día y noche por la compa-
ñía y sus agentes. Esta es la prueba que hacen los trabajadores en
Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del
país, en su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del
capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas. Vamos
todos a la huelga. El lema de esta cruzada debe ser ‘Por el obrero y
por Colombia’”1.
Lo que en realidad querían los obreros era arreglos “para hacer viable
la ley y enmarcarse dentro de ella”. Buscaban reconocimiento como
ciudadanos, la afirmación de sus derechos sociales (mejores sueldos,
servicio de salud, vivienda, etc.), y civiles (el derecho a la organización
y a la negociación).
1
Cita tomada de mi artículo “El conflicto de las bananeras”, En: Álvaro Tirado Mejía, editor,
Nueva Historia de Colombia, Vol. 3, Bogotá: Editorial Planeta, 1989, p. 203.
29
Tierra, organización social y huelga...
30
Catherine LeGrand
que vemos es que en la huelga de 1928 –la culminación del boom del
banano– los propósitos de los trabajadores proletarios predominaron
y fueron apoyados por los colonos, muchos de los comerciantes de la
zona y algunos productores colombianos. En el periodo de contracción
brusco durante la gran depresión económica de los años treinta, los
movimientos de protesta en la zona bananera tomaron principalmente
formas campesinas, esto es, ocupaciones de propiedades por personas
que se autodenominaban colonos, y que recuperaban las propiedades
privadas de la UFCO como terrenos baldíos.
31
Tierra, organización social y huelga...
BIBLIOGRAFÍA
32
Catherine LeGrand
33
La gota que derramó el vaso:
monopolio del agua y
consecuencias para los cultivadores
independientes en la Zona Bananera
del Magdalena 1901-1928*
Edwin Hernán Rojas Montoya**
Introducción
E
n la Huelga Bananera de 1928 confluyeron un sinnúmero de
factores claves. Algunos, a lo largo del tiempo, han cobrado
mayor protagonismo que otros, generando una concentración
y mayor estudio por parte de los especialistas. Tal es el caso de las incon-
formidades laborales, las malas condiciones de vida de los cultivadores
*
Versión ampliada de la Ponencia presentada en el Simposio “Bananeras: Huelga y masacre
80 años”, Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Universidad Nacional de Colombia, Sede
Bogotá, 12 noviembre 2008, y en el Seminario “Bananeras: Huelga y Masacre 80 años”,
Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Claustro de San Agustín, abril de 2009.
**
Estudiante de Historia. Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogotá.
La gota que derramó el vaso...
36
Edwin Hernán Rojas Montoya
37
La gota que derramó el vaso...
1
Joan Martínez Alier, “Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustenta-
bilidad”, En: Revista Iberoamericana de Economía Ecológica, Vol. 1, pp. 21-30, Barcelo-
na: Universidad de Barcelona, 2004 y “Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración”,
publicado en: http://guajiros.udea.edu.co/fnsp/congresosp/Memorias/martinez.pdf, página
web del Quinto Congreso Internacional de Salud Pública, noviembre 8, 9 y 10 de 2007.
Consultado 07/07/09.
2
Conflictos que nacen de la inconformidad de una de las partes ante la apropiación o
degradación de los recursos ecológicos por otra. Las consecuencias para la primera van
desde la violación a sus derechos ancestrales, hasta la destrucción de su territorio.
3
Término que para esta escuela económica significa: “Efectos negativos o a veces positivos,
no recogidos en los precios del mercado, como “fallos del mercado”.
Joan Martínez Alier, “Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración”, Op. cit., p. 1.
4
Ibid., p. 1.
38
Edwin Hernán Rojas Montoya
la defensa de los ríos, con movimientos contra las grandes represas para
hidroelectricidad e irrigación”5, solo que he preferido no usar la palabra
movimiento ya que esta puede denotar una acción organizada y com-
pleja que no se dio en el caso de los cultivadores bananeros, lo que en
mi concepto incidió en que no fueran atendidas sus demandas.
5
Ibid., p. 23.
6
“El cultivo del banano”, publicado en: www.sica.gov.ec/agronegocios/biblioteca/
Ing%20Rizzo/perfiles_productos/banano.pdf, página web del Servicio de Información
y Censo Agropecuario del Ministerio de Agricultura Ganadería, Acuacultura y Pesca del
Ecuador, selección de publicaciones agropecuarias donadas por el ingeniero Pablo Rizzo
Pastor. Consultado 05/07/09.
39
La gota que derramó el vaso...
7
Judith White, “La United Fruit Company en Colombia: Historia de una ignominia”: Bogotá:
Editorial Presencia, 1978, p. 30.
8
Ibid.
40
Edwin Hernán Rojas Montoya
Las formas de desplazar este líquido hasta los cultivos se hizo por
medio de tres vías: Primero, la construcción de canales y acequias,
9
Eduino Carbonó De La Hoz, y Ceyder Cruz, “Identificación de coberturas promisorias para
cultivo de banano en la zona de Santa Marta, Colombia”, En: Revista Intropica, Santa
Marta: septiembre de 2005, pp. 7-22.
41
La gota que derramó el vaso...
10
Informes que rindió a la honorable Cámara de Representantes la comisión designada para
visitar la zona bananera del Magdalena, Bogotá: Imprenta Nacional, 1935, pp. 17-19.
42
Edwin Hernán Rojas Montoya
11
Catherine LeGrand, “Campesinos y asalariados en la zona bananera de Santa Marta 1900-
1935”, En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. Vol. 11, Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 1983, p. 241.
12
Para más detalles acerca de este litigio ver: Judith White, Op. cit., pp. 62-63.
43
La gota que derramó el vaso...
13
Diario Oficial No. 12.031, Imprenta Nacional, citado en: Rafael Uribe Uribe, El banano.
Conferencia dictada por el doctor don Rafael Uribe Uribe ante la Sociedad de Agricultores
de Colombia, Editorial: San José de Costa Rica, Imprenta de A. Alsina, 1908, p. 103.
14
Diario Oficial No. 13.173, En: Ibid., p. 104.
44
Edwin Hernán Rojas Montoya
15
Archivo General de la Nación, Sección: Industria, Fondo: Ministerio de Fomento, Depar-
tamento de Baldíos, folio 53.
45
La gota que derramó el vaso...
era de suponer que sus quejas tuvieran más eco que la de los pequeños
campesinos y que atendiendo a estas quejas se expidiera el mencionado
decreto.
Uno de los apartes de este Decreto reza: “el gobierno tiene a su cargo
desde ahora la reglamentación del servicio de aguas nacionales de usos
público y su conveniente distribución para fines industriales”. Esto
causaría muchos problemas entre la compañía y el gobierno, llegando la
primera a amenazar con su salida del país. Por su parte, los propietarios
independientes veían en el segundo una esperanza, que terminaría con
el monopolio que los privaba del líquido.
46
Edwin Hernán Rojas Montoya
16
Diario oficial No. 22.203, Decreto 178 de 1933, 31 de enero. Por el cual se reglamentan el
artículo 9º de la Ley 113 de 1928 y otras disposiciones legales, y se establece el servicio
público de las aguas en la zona bananera del departamento del Magdalena, citado en:
Fernando Botero y Álvaro Guzmán Barney, “El enclave agrícola en la Zona Bananera de
Santa Marta”, En: Cuadernos Colombianos No. 11, Tomo III, Medellín: segundo trimestre
de 1977, p. 352.
17
Ibid., p. 353.
47
La gota que derramó el vaso...
Conclusiones
El desarrollo de esta investigación me permitió abordar temas y
personajes que poco o nada han sido mencionados por la historiografía
tradicional colombiana; así como encontrar los numerosos y heterogé-
neos elementos de tipo político y social que pueden confluir en una
historia de carácter ambiental, lo que la convierte en algo muy complejo
y difícil de desenredar. Entre los cruces, convergencias y relaciones de
estos elementos que encontramos en el trabajo, he extraído a manera
de conclusión, seis puntos que pueden ayudar a la comprensión del
tema en general.
18
BRC Investor Services S.A., Reporte de la calificación para la inversión en la empresa de
servicios públicos Aguas del Magdalena S.A., diciembre 15 de 2006, p. 4.
48
Edwin Hernán Rojas Montoya
49
La gota que derramó el vaso...
50
Edwin Hernán Rojas Montoya
BIBLIOGRAFÍA
Uribe Uribe, Rafael, “El banano”, conferencia dictada por el doctor don
Rafael Uribe Uribe ante la Sociedad de Agricultores de Colombia,
Editorial: San José de Costa Rica: Imprenta de A. Alsina, 1908.
51
La gota que derramó el vaso...
Recursos WEB:
Martínez Alier, Joan, Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración,
publicado en: http://guajiros.udea.edu.co/fnsp/congresosp/Memo-
rias/martinez.pdf página web del quinto Congreso Internacional de
Salud Pública, Noviembre 8, 9 y 10 de 2007, Consultado 07/07/09.
52
Relaciones
gubernamentales
y política laboral
Significados de la huelga
de las Bananeras de 1928
Ricardo Sánchez Ángel*
– I –
S
on múltiples los significados políticos de la huelga de los
trabajadores de la United Fruit Company, declarada el 12
de noviembre de 1928 en la zona bananera. En primer lugar,
remite a la masacre del 5 y 6 de diciembre, y a los meses sucesivos –120
días– que duró el ejercicio omnímodo de la autoridad civil y militar del
general Carlos Cortés Vargas, bajo el amparo de la Ley Heroica y el estado
de sitio. Para lo cual se combinó el uso de los artículos 47, 121 y 28 de
la Constitución Nacional, todos de naturaleza liberticida, bajo el poder
del presidencialismo hirsuto. La Constitución de 1886, con su cortejo
de poderes autoritarios, permitió la militarización de la zona bananera,
la prohibición de las organizaciones de los trabajadores y su disolución,
la prisión y el uso de las armas, con el criterio de que el orden público
al que se refería el artículo 121, era asimilable a la guerra.
*
Doctor en Historia. Profesor Asociado, Departamento de Historia, Universidad Nacional
de Colombia.
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
1
Ver el documento del diplomático francés en Colombia sobre el papel de la UFCO, publi-
cado como anexo en: Álvaro Tirado, Colombia en la repartición imperialista, Bogotá:
Hombre Nuevo, 1976, p. 227. Ver igualmente: Judith White, Historia de una ignominia,
La United Fruit en Colombia, Bogotá: Presencia, 1978; Fernando Botero y Álvaro Guzmán
Barney, “El enclave agrícola en la zona bananera de Santa Marta”, Bogotá: en: Cuadernos
Colombianos, No. 11, 1977.
56
Ricardo Sánchez Ángel
2
Carlos Cortés Vargas, Los sucesos de las bananeras, Bogotá: Editorial Desarrollo, 1979,
pp. 27 y 30.
3
Ibid., p. 31.
4
Ibid.
5
Pertinente este aserto de Daniel Bensaid: “El ferrocarril fue el símbolo y el emblema por
excelencia de esta avalancha hacia la técnica y la ganancia. ¡Lanzadas a la conquista
57
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
– II –
del futuro sobre los rieles del progreso, las revoluciones aparecieron entonces como las
locomotoras rugientes de la historia!”. Resistencias, Barcelona: Viejo Topo, 2006, p. 14.
6
Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa, Volumen IV: Retorno a la tierra, Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2002, pp. 142A-143A. Ver especialmente en el canal
A: Primeros vientos de organización, y en el canal B: Socialismo y campesinismo. En el
editorial de El Tiempo del 6 de diciembre de 2008 “80 años de las bananeras”, se enfatiza
que era “…una región predominantemente liberal”.
58
Ricardo Sánchez Ángel
las vías férreas que articulaban las fincas, caseríos y poblaciones donde se
producía la fruta. Se trató de una huelga general, de masas, con órganos
de control territorial y de poder decisorio, con brigadas y guardias de
los trabajadores, armados de sus machetes y azadones. Era el producto
de una larga y sostenida lucha, que comenzó con la huelga de junio de
1910, realizada por los ferroviarios de la Santa Marta Railway y continuó
en Bolívar y Magdalena en 1918, por superar la inestabilidad laboral –de
contratistas– eximiendo de responsabilidad a la “Mamita Yunai”, la mala
alimentación, jornales de miseria a destajo y el sistema de vales para
comprar en el comisariato de la empresa. Los funcionarios de la United
Fruit Company se sumaron al paro de los trabajadores del ferrocarril
el mismo año. Habrá protestas permanentes entre 1920 y 1924, año en
que se realizó otra huelga, un cese más en 1927 y la de 1928. Vendrá,
el 10 de diciembre de 1934, la huelga del “desquite” que durará hasta
el 10 de enero de 1935.
59
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
7
Carlos Cortés Vargas, Op. cit., pp. 44-45 y 58-61.
8
Ricardo Melgar Bao, “Colombia, 1928: La huelga roja del Magdalena”, En: El Movimiento
obrero Latinoamericano, Madrid: Alianza América, 1988, p. 277.
60
Ricardo Sánchez Ángel
Llamo la atención sobre: “El lema de esta cruzada debe ser: ‘Por
el obrero y por Colombia’. Una afortunada reivindicación tanto de la
clase trabajadora como de la nación, lo social con lo antiimperialista.
Un despliegue de la conciencia del movimiento ante el que se enfren-
taban la empresa y el gobierno. Pero si el origen del movimiento era por
reivindicaciones mínimas, legales, ajustadas al derecho y a la justicia,
el despliegue de la huelga de masas evidenció la influencia de las ideas
políticas tanto del anarco-sindicalismo como del sindicalismo rojo, este
último auspiciado por la III Internacional. Radicalidad, guardia obrera,
control de vías férreas y cese del corte, alianza con todos los sectores
sociales incluyendo a los comerciantes. Acción directa de masas con
mítines, concentraciones, propaganda amplia. La primera fase de la
huelga transcurre hasta el 5 de diciembre, cuando se sobrevino la arre-
metida militar (ver anexos 3 y 4).
9
Carlos Cortes Vargas, Op. cit., p. 92.
61
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
10
Ibid., pp. 89-90.
11
Para mayor detalle ver las obras de Carlos Arango, Sobrevivientes de las bananeras,
Bogotá: Colombia Nueva, 1981; CSTC, Bananeras 1928-1978, Bogotá: Colombia Nueva,
1978; Gabriel Fonnegra, Las bananeras, un testimonio vivo, Bogotá: Círculo de Lectores,
1986.
62
Ricardo Sánchez Ángel
– III –
12
Para una visión minimalista de la masacre ver de Eduardo Posada Carbó, “La novela
como historia, Cien años de soledad y las bananeras”, En: Boletín Cultural y Bibliográfico,
Bogotá: Banco de la República, 1998, Vol. 35, No. 48, pp. 3-19. Para una ponderación
crítica, más adecuada, ver de Mauricio Archila, “Masacre de las bananeras, diciembre 6 de
1928”, En: Revista Credencial Historia, Bogotá, septiembre de 1999, No. 117. Del mismo
autor: “Masacre en las bananeras: sangre en la plantación”, En: Revista Semana, Bogotá,
mayo-junio de 2004, No. 1.152, pp. 150-152.
63
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
13
Ver: Entrevista con Raúl Eduardo Mahecha, En: Renán Vega Cantor, Gente muy rebelde,
Vol. 1. Enclaves, transportes y protestas obreras, Bogotá: Pensamiento crítico, 2002, p.
463, Anexo No. 10.
14
Ibid., p. 463.
64
Ricardo Sánchez Ángel
15
Carlos Cortés Vargas, Op. cit., pp. 121-122.
65
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
– IV –
16
Ver: “Bajo la bandera de la CSLA”, Conferencia Sindical Latinoamericana, Montevideo: 1929;
igualmente: Primera Conferencia Comunista Latinoamericana editado por Secretariado
Suramericano de la Internacional Comunista, El movimiento revolucionario latinoamericano,
Buenos Aires: Revista La Correspondencia Suramericana, 1929.
17
Ver: Gonzalo Sánchez, “Los bolcheviques del Líbano”, En: Ensayos de historia social y
política del siglo XX, Bogotá: El Áncora, 1984.
66
Ricardo Sánchez Ángel
18
Ver: Ricardo Sánchez, “Las iras del azúcar, Huelga de 1976 en el ingenio Riopaila”, En:
Revista Historia Crítica, Bogotá: Universidad de los Andes, No. 35, enero-junio de 2008,
pp. 34-57. En la actualidad adelanto una investigación sobre el conflicto huelguístico
ocurrido en la zona azucarera del Valle en 2008.
67
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
19
Elisée Reclus, Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, Bogotá: Presidencia de la Repúbli-
ca, Comisión Preparatoria para el V Centenario del Descubrimiento de América, Instituto
Colombiano de Cultura, 1992.
20
Catherine LeGrand, “Campesinos y asalariados en la zona bananera de Santa Marta (1900-
1935)”, En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, No. 11, 1983, p. 238.
21
Catherine LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, 1850-1950, Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 1988, p. 44.
68
Ricardo Sánchez Ángel
– V –
Las mujeres van a jugar un papel decisivo que hay que resaltar. Por
supuesto que el imaginario de María Cano, quien había visitado parte
de la zona y el litoral Atlántico en ese año de 1928, estaba vivo con la
presencia de sus compañeros de lucha de la Confederación Obrera
Nacional y el PSR.
22
Carlos Payares González, Memoria de una epopeya, 80 años de la huelga y masacre de
las bananeras del Magdalena, Ciénaga: Alcaldía Municipal, 2008, p. 82.
23
Ver: George Reid Andrews, Afro-Latinoamérica 1800-2000, Madrid: Iberoamericana, 2007,
Particularmente el capítulo IV: “Una transfusión de sangre mejor”, Blanqueamiento, 1880-
1930, pp. 195-248, y especialmente pp. 224-234.
69
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
“Con efecto: a eso de las tres de la tarde desfiló delante del balcón
en que me encontraba instalado, una crecida multitud, en filas orga-
nizadas, todos con un machete en mano y precedidos de un pabellón
24
María Tila Uribe, Los años escondidos, Sueños y rebeldías en la década del veinte, Bogotá:
Ántropos, 2007, p. 311.
25
Ver: Carlos Cortés Vargas, Op. cit., pp. 167-169.
70
Ricardo Sánchez Ángel
26
Ibid., p. 120.
27
Ibid., p. 126.
71
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
28
Ver: Ignacio Torres Giraldo, Los Inconformes, Historia de la rebeldía de masas en Colombia,
Tomo II, Bogotá: Margen Izquierdo, 1973, pp. 206-207.
29
Ibid., Tomo IV, p. 64.
30
Ver: Mauricio Archila, “Artesanos y obreros”, En: Historia general de América Latina, Vol.
VII, Los proyectos nacionales latinoamericanos: sus instrumentos y articulación 1870-
72
Ricardo Sánchez Ángel
1930, España: UNESCO - Trotta, 2008. Igualmente, Ricardo Melgar Bao, Op. cit. Para una
valoración crítica de las tesis del sindicalismo revolucionario de la Internacional Sindical
y su principal ideólogo A. Lozovski, ver de John Womack, “La ‘estrategia de huelga’ de la
Internacional Roja, 1923-1930”. En: John Womack, Posición estratégica y fuerza obrera.
Hacia una nueva historia de los movimientos obreros, México: Fondo de Cultura Econó-
mica, 2007, pp. 118-138.
31
Ricardo Melgar Bao, Op. cit., p. 282.
32
Klaus Meschkat y José María Rojas, Liquidando el pasado, La izquierda colombiana en los
archivos de la Unión Soviética, Bogotá: Taurus-FESCOL, 2009, p. 26.
73
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
Más lejano está que sobre las nuevas realidades de las fincas bana-
neras y sus pueblos existieron un conjunto de pueblos indígenas y de
verdaderas culturas que proyectan su presencia. El memorialista García
Márquez lo recuerda así, al referirse a Aracata donde nació:
33
“Resolución del Secretariado Sudamericano de la IC sobre la situación del Partido Socialista
Revolucionario de Colombia y sus tareas inmediatas”, En: Ibid., p. 231.
34
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Bogotá: Norma, 2002, p. 53. Allí mismo, el
escritor descifra el origen de su mítica expresión de Macondo para designar el famoso
74
Ricardo Sánchez Ángel
– VI –
pueblo de la novela Cien años de soledad y otros libros. La cual logró convertirse en metá-
fora obligada, muy común entre extranjeros, para designar nuestros pueblos, y clave en
la explicación de nuestra idiosincrasia. Ante cualquier absurdo o sorpresa, es recurrente
escuchar: ¡¡esto es Macondo!! A propósito de Macondo, recuerda: “…cuando me enteré
en una enciclopedia casual que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce
flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de
cocina. Más tarde descubrí en la Enciclopedia Británica que en Tanganyika existe la etnia
errante de los makondos y pensé que aquel podía ser el origen de la palabra. Pero nunca
lo averigüé ni conocí el árbol, pues muchas veces pregunté por él en la zona bananera y
nadie supo decírmelo. Tal vez no existió nunca”, Ibid., p. 29.
75
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
76
Ricardo Sánchez Ángel
ANEXOS
Anexo 1
Declaraciones al Congreso Obrero Regional
del Departamento del Magdalena, diciembre de 1926
77
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
“Todos sabéis que no hay más que dos clases de lucha, la de los
explotados y la de los explotadores.
78
Ricardo Sánchez Ángel
35
En: Carlos Cortés Vargas, Op. cit., pp. 27-29.
79
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
Anexo 2
Declaración de huelga de laUnión Sindical
de Trabajadores del Magdalena, noviembre 12 de 1928
80
Ricardo Sánchez Ángel
“Constancia:
“El lema de esta cruzada debe ser: ‘Por el obrero y por Colombia’.
81
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
36
En: Carlos Cortés Vargas, Op. cit., pp. 24-26.
82
Ricardo Sánchez Ángel
Anexo 3
Decretos del 5 y 6 de diciembre de 1928
del General Cortés Vargas
Decreto Número 1
EL JEFE CIVIL Y MILITAR DE LA PROVINCIA
DE SANTA MARTA
en uso de sus facultades legales y
CONSIDERANDO
DECRETA
83
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
Decreto Número 4
CONSIDERANDO
37
En: Ibid., p. 88.
84
Ricardo Sánchez Ángel
DECRETA
Publíquese y cúmplase.
Dado en Ciénaga a 6 de diciembre de 1928.
38
En: Ibid., pp. 114-115.
85
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
Anexo 4
Telegrama del Ministerio de Guerra
al General Cortés Vargas
39
En: Ibid., p. 82.
86
Ricardo Sánchez Ángel
Bibliografía
87
Significados de la huelga de las Bananeras de 1928
Payares González, Carlos, “Las moscas del banano, Memoria de una epo-
peya”. En: Memoria de una epopeya, 80 años de la huelga y masacre de
las bananeras del Magdalena, Ciénaga: Alcaldía Municipal, 2008.
88
Ricardo Sánchez Ángel
Uribe, María Tila, Los años escondidos, Sueños y rebeldías en la década del
veinte, Bogotá: Ántropos, 2007.
89
La huelga de las bananeras:
por una evocación constructiva
e iluminadora del presente
Víctor Manuel Moncayo C.*
Consideraciones previas
L
as conmemoraciones son, sin duda, un pretexto para invi-
tarnos a reflexionar sobre acontecimientos pasados. Sin
embargo, casi siempre están amenazadas por la evocación
puramente nostálgica, que las priva de todo sentido desde el punto
de vista de las necesidades y urgencias del presente. Es pues un reto,
intentar superar ese riesgo, como quisiéramos hacerlo al evocar aquella
gesta del movimiento obrero colombiano en los albores de su inserción
en la organización capitalista de la producción.
*
Profesor Emérito de la Universidad Nacional y ex rector de la misma.
La huelga de las bananeras...
1
El Código Civil regulaba el arrendamiento de predios rurales, el arrendamiento de criados
domésticos, los contratos para la confección de obras materiales y el arrendamiento de
servicios inmateriales, y el Código de Comercio se ocupaba del régimen de los empleados
y dependientes de comercio.
92
Víctor Manuel Moncayo C.
93
La huelga de las bananeras...
2
Ver Miguel Urrutia, Historia del Sindicalismo en Colombia, Bogotá: Universidad de Los
Andes, 1969, pp. 90-94.
94
Víctor Manuel Moncayo C.
El contraste entre los dos tipos de conflicto evidencia que tenían una
mayor relevancia los liderados por el sindicalismo obrero. Muchos de
ellos alcanzan a asumir características de formas incipientes de contra-
organización, por fuera de todo esquema impuesto por el Estado. Una
buena ilustración es la huelga de los obreros portuarios de Barranquilla,
que no sólo adquirió giros violentos, sino que desembocó en la organi-
zación de una guardia civil compuesta por jóvenes de todas las clases
que pretendió controlar y asegurar el orden en la ciudad. Otras huelgas
de efectos similares, en cuanto a la imposibilidad de control por parte
del Estado, suceden en Cartagena, Santa Marta y La Dorada. Por eso,
muchos analistas califican a esos movimientos como de “revuelta”, pues
si bien se centraban en reivindicaciones salariales y de condiciones de
trabajo, ante la ausencia de eficaces controles de integración por parte
del Estado, dieron lugar a formas alternas de organización enfrentadas
al sistema político.
95
La huelga de las bananeras...
“el objeto de la presente ley debe ser (…) reducir la extensión de las
huelgas a los límites que naturalmente les señalen el derecho de los
trabajadores interesados (…) toda acción y elementos extraños que
se mezclen a ese fenómeno deben considerarse como punibles”3.
3
Leyes del Congreso de 1919.
96
Víctor Manuel Moncayo C.
4
Leyes del Congreso de 1919.
97
La huelga de las bananeras...
5
Ver el articulado de la Ley 78 de 1919.
98
Víctor Manuel Moncayo C.
99
La huelga de las bananeras...
100
Víctor Manuel Moncayo C.
6
Miguel Urrutia, Op. cit. pp. 127-128.
101
La huelga de las bananeras...
102
Víctor Manuel Moncayo C.
En ese contexto, del cual son brutal ilustración las dos huelgas en
la Tropical, sofocadas por la represión física, ocurre la huelga de 1928
en la United Fruit Company, que representa la más clara demostración
de la potencialidad de la clase obrera para resistir y para hacer entrar en
crisis las instituciones confeccionadas para mantener dentro de límites
estrechos la lucha reivindicativa.
7
La orientación del movimiento se debe principalmente al recién fundado (1926) Partido
Socialista Revolucionario (PSR) y al dirigente Raúl Eduardo Mahecha, quien como líder de
la fracción del Consejo Central Conspirativo de Colombia (CCCC), reestructuró la organi-
zación sindical (con el nuevo nombre de Unión Sindical Trabajadores del Magdalena) y
aglutinó en ella a más de 32.000 afiliados, unidos en su oposición a la “Mamita Yunai”.
Guillermo Alberto Arévalo, “Aventuras y desventuras de un revolucionario colombiano en
los años veintes”, en Lecturas Dominicales del diario El Tiempo, edición del 6 de febrero
de 1977.
103
La huelga de las bananeras...
8
El líder Mahecha logró replegarse hacia Bolívar y en Río Hueco “derrotó una avanzada
del ejército, pero en Sevilla fue enfrentado por más de 1.000 soldados, contra los cuales
sus noventa escopetas y 107 rifles tuvieron que desbandarse”. La matanza iniciada el
6 de diciembre duró hasta el 15 del mismo mes, lapso durante el cual “las tropas del
gobierno arrasaron, saquearon e incendiaron todo lo que hallaron a su paso. Los trenes
de la United cargaban los cadáveres y los echaban al mar”. Ibid.
104
Víctor Manuel Moncayo C.
105
La huelga de las bananeras...
Bibliografía
106
La Iglesia frente al conflicto
obrero en las bananeras*
John Alvarado Castañeda**
Introducción
*
Versión ampliada de la Ponencia presentada en el Simposio “Bananeras huelga y masacre
80 años”, Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Universidad Nacional de Colombia, Sede
Bogotá, 12 noviembre 2008, y en el Seminario “Bananeras: Huelga y Masacre 80 años”.
Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Claustro de San Agustín, abril de 2009.
**
Estudiante de Historia, Universidad Nacional de Colombia.
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
–Señoras y señores –dijo el capitán con una voz baja, lenta, un poco
cansada– tienen cinco minutos para retirarse.
1
Sacerdote católico nicaragüense, el más representativo religioso de la Teología de la
Liberación.
2
Michael De La Rosa, De la derecha a la Izquierda. Iglesia Católica en la Colombia con-
temporánea, Bogotá: Editorial Planeta, 2000, p. 27.
3
Escultor, arquitecto y pacifista argentino, premio Nobel de la paz en 1980 por su com-
prometida defensa de los Derechos Humanos en Iberoamérica y férreo contradictor del
ALCA.
108
John Alvarado Castañeda
Antecedentes
El gobierno colombiano firmó en 1887 un Concordato con la Santa
Sede. Con la firma de este tratado, la iglesia recuperó gran parte de sus
4
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2004, pp.
480-482.
109
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
5
Renán Vega, Gente muy rebelde. Tomo VI. Socialismo, cultura y protesta popular, Bogotá:
Editorial Pensamiento Crítico, 2002, p. 296.
6
Conferencia Episcopal de Colombia, Historia. http://www.cec.org.co/index.
shtml?x=22586.
7
Fernán González, Poderes enfrentados: Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá: Cinep,
1997, pp. 275-276.
110
John Alvarado Castañeda
8
Miguel Zapata Restrepo, La Mitra azul (Miguel Ángel Builes, el hombre, el obispo, el cau-
dillo), Medellín: Ed. Beta, 1963. p. 82.
9
Renán Vega, “Sotanas, candidatos y petrodólares. La caída de la República conservadora
vista por un diplomático francés”, En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 35, No. 48,
1998, p. 30.
10
“Malas Lecturas”, Conferencia de 1927, No. 301, Conferencias episcopales de Colombia,
desde 1908 hasta 1930: conclusiones, normas y acuerdos compilados por orden alfabético,
Bogotá: Impresora de la Compañía de Jesús, 1931, pp. 80-81.
11
Michael De La Rosa, Op. cit. pp. 56-57.
111
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
12
Puede entenderse por vientos de modernismo venidos del liberalismo, las reformas
modernizantes que serían emprendidas por Alfonso López Pumarejo, que suponían una
secularización de la sociedad y el Estado y que por ende, afectaban la situación de la
Iglesia. Fernán González, Op. cit., p. 285. En la Encíclica Pascendi de Pío X, “se caracteriza
el modernismo como un sistema cerrado, unitario, incluso como compendio de las herejías;
creado para aniquilar no sólo la religión Católica, sino toda religión. La peligrosidad de los
modernistas es especialmente grande porque saben esconderse tras un comportamiento
moral severo, siendo sus móviles el orgullo y la arrogancia”. Véase: Historia de de la
Iglesia Católica. Bajo la dirección de Josef Lenzenweger, Peter Stockmeier, Karl Amon y
Rudolf Zinn Hobler, Barcelona, Ed. Herder, 1989, p. 531.
13
Cayo Leónidas Peñuela, Libertad y liberalismo. Artículos publicados en varios periódicos
de Tunja, Bogotá: Imprenta de “La Luz”, 1912, p. 19.
14
El Catolicismo. Bisemanario religioso, Bogotá, 3 de febrero de 1925, Año IV, No. 202,
p. 1.
112
John Alvarado Castañeda
Todo esto estaba fundado en una encíclica que era enarbolada como
un estandarte de guerra por la religión Católica, Quanta Cura y su apén-
dice el Syllabus Errorum, que señalaba los errores contemporáneos. En
el Syllabus se resaltaban las acciones equivocadas que suceden en estos
tiempos (1864). Estas acciones consisten en seguir las falsas doctrinas o
corrientes que estaban dominando en esta época a la humanidad y de
las cuales había que salvarla. Hace un listado de 80 “errores modernos”,
divididos en 10 apartes, donde condena al panteísmo, naturalismo,
racionalismo, indiferentismo, socialismo, comunismo, masonería y al
liberalismo.
113
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
15
“La reclamación anteriormente transcrita fue presentada en la administración de la United
en Ciénaga el día 6 de octubre próximo pasado, suscrita por los representantes de la
Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena y organizaciones obreras de la zona que
suman unos 15.000 afiliados”. El Espectador, Bogotá, 13 de noviembre de 1928, pp. 1
y 12.
16
Conferencia de 1913, Conferencias episcopales de Colombia, desde 1908 hasta 1930:
conclusiones, Op. cit., pp. 1-9.
114
John Alvarado Castañeda
Los hijos de la clase obrera, hoy día corren el peligro de ser engañados
por agitadores y propagandistas de doctrinas que matan por una parte
la esperanza, haciendo creer al pueblo que nada tiene que esperar para
la otra vida, y por otra parte destruyen los fundamentos de la sociedad
y arrastran al pueblo sufrido y trabajador al campo de la revolución,
del odio de clases, del desprecio de la autoridad; de donde se sigue el
caos en que han venido a parar otros pueblos en cuya cabeza puede
escarmentar el nuestro.
17
Conferencias Episcopales, Editorial El Catolicismo, Tomo I, Bogotá, 1956, p. 379. Citado
en Renán Vega, Gente muy rebelde…, Op. cit., p. 300.
18
Ibid., p. 299.
115
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
19
Carlos Lleras Acosta, Frente al comunismo, Bogotá: Imprenta del Ministerio de Guerra,
1928, p. 29, citado en Ibid., p. 300.
20
Fernán González, Op. cit., p. 276.
21
Ibid.
116
John Alvarado Castañeda
4o. Hacer la apología de hechos definidos por las leyes penales como
delitos.
22
Diario Oficial No. 20.934, 2 de noviembre de 1928. Tomado de: Comisión Nacional de
Televisión. Sitio de la Comisión, [en línea], http://www.cntv.org.co/cntv_bop/basedoc/
ley/1928/ley_0069_1928.html [página consultada el 20/04/2009].
117
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
23
Miguel Zapata, Op. cit., p. 83.
24
Ibid., pp. 77-80.
118
John Alvarado Castañeda
25
Renán Vega, Gente muy rebelde: Tomo I. Enclaves, transportes y protestas obreras,
Bogotá: Editorial Pensamiento Crítico, 2002, pp. 336-338.
26
“Deberes de Patronos y Obreros”, conferencia de 1927, 46-58, Conferencias episcopales
de Colombia, desde 1908 hasta 1930: conclusiones…, Op. cit., pp. 25-27
119
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
27
Miguel Zapata, Op. cit., p. 83.
28
Ibid., pp. 124-125.
120
John Alvarado Castañeda
29
El Espectador, Bogotá, 7 de diciembre de 1928, p. 1.
30
Biblioteca Virtual Luís Ángel Arango. “El testimonio del Presbítero”, tomado de: Revista
Credencial Historia, Bogotá, Edición 190, octubre de 2005.
121
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
Conclusiones
La Iglesia Católica colombiana era un estamento hermético y lo sigue
siendo. Con respecto al tema de la huelga y la masacre de las Banane-
ras, el clero no se pronunció mucho. Para las altas jerarquías católicas
no sucedió nada de importancia; era más importante luchar contra un
monstruo que amenazaba todo el orden social establecido por ellos y
procurar mantener el statu quo. Si estudiamos con detenimiento la
historiografía sobre este hecho, no se realiza una amplia mención con
respecto a la Iglesia, más bien se enfocan en testimonios de los prota-
gonistas, de un lado y del otro. En las investigaciones sobre la historia
de la Iglesia colombiana, el tema se toca como la lucha del clero contra
toda ideología de izquierda que influenciaba los conflictos sociales de
la década de los años 20.
31
Ibid.
122
John Alvarado Castañeda
de justicia con los trabajadores, no fue para otros más que un producto
del oportunismo, y el inicio de la carrera por las próximas elecciones por
parte de los opositores de Abadía Méndez, dentro del conservatismo, y
de algunos sectores del liberalismo. Además, la masacre de las Banane-
ras fue uno de los muchos factores que contribuyeron en la caída de la
Hegemonía Conservadora.
123
La Iglesia frente al conflicto obrero en las bananeras
Bibliografía
Biblioteca Virtual Luís Ángel Arango, “El testimonio del Presbítero”, toma-
do de: Revista Credencial Historia, Bogotá, Edición 190, octubre de
2005.
124
John Alvarado Castañeda
125
Movimiento obrero
y huelga bananera
de 1928
Huelgas colombianas en la
década del veinte: el caso de la
zona bananera a finales de 1928*
Diego Armando Varila Cajamarca**
Introducción
L
a Masacre de las Bananeras es, sin duda, el recuerdo más
poderoso que posee el movimiento obrero de sus primeros
años, pues se dio mientras que se encontraba en gestación.
Las huelgas iniciadas contra la Tropical Oil Company, en años anterio-
res, habían demostrado que un movimiento de tal magnitud, no debía
esperar el apoyo del gobierno conservador ni encontrar una actitud
dispuesta a la negociación por parte de las directivas de las empresas
extrajeras. Además era necesario ganar pequeñas luchas reivindicativas
*
Versión ampliada de la Ponencia presentada en el Simposio “Bananeras huelga y masacre
80 años”, Grupo de Trabajo Realidad y Ficción, Universidad Nacional de Colombia, Sede
Bogotá, 12 noviembre 2008, y en el Seminario “Bananeras: Huelga y Masacre 80 años”.
Grupo de Trabajo Realidad y Ficción. Claustro de San Agustín, abril de 2009.
**
Estudiante de Historia, Universidad Nacional de Colombia.
Huelgas colombianas en la década del veinte...
1
Ignacio Torres Giraldo, Los inconformes: Historia de la rebeldía de las masas en Colombia,
Tomo 4. Bogotá: Editorial Margen Izquierdo, 1974, p. 8.
130
Diego Armando Varila Cajamarca
2
Carlos Cortés Vargas, Los sucesos de las Bananeras: historia de los acontecimientos que
se desarrollaron en la Zona Bananera del Departamento del Magdalena, 13 de noviembre
de 1928 al 15 de marzo de 1929, Bogotá: Editorial Desarrollo, 1979. Nota del prologuista
de la edición, p. 34.
131
Huelgas colombianas en la década del veinte...
3
Mauricio Archila, “¿De la revolución social a la conciliación? Algunas hipótesis sobre la
transformación de la clase obrera colombiana (1919-1935)”, En: Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura, No. 12, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1984,
p. 86.
132
Diego Armando Varila Cajamarca
4
Víctor Manuel Moncayo y Fernando Rojas, Luchas obreras y política laboral en Colombia,
Bogotá: La Carreta, 1978, p. 340.
133
Huelgas colombianas en la década del veinte...
5
Para la década de los años veinte el profesor Archila afirma que se encontraban 40 orga-
nizaciones legalmente reconocidas. Ver Mauricio Archila, Op. cit., p. 68.
134
Diego Armando Varila Cajamarca
Sin embargo, para Ignacio Torres Giraldo, otra de las figuras más
notables del PSR, éste es precisamente uno de los motivos por los que
la participación de Mahecha no siempre fue tan afortunada, pues si bien
es cierto que en estas zonas se respiraba verdadero “Mahechismo”, la
falta de información social contemporánea no le permitía crear discursos
coherentes con la situación que se vivía en el país7. El Partido Socialista
usó un lenguaje más coloquial, a diferencia del discurso más teórico y
abstracto que utilizaría tiempo después el Partido Comunista. Esto
permitió la participación espontánea de líderes obreros en el PSR.
6
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, citada en: Mauricio Archila, Op. cit.,
p. 77.
7
Ignacio Torres Giraldo, Op. cit., p. 16.
8
Judith White, Historia de una Ignominia. La United Fruit Company en Colombia, Bogotá:
Editorial Presencia, 1978, p. 75.
135
Huelgas colombianas en la década del veinte...
Otra huelga se dio en 1924, esta vez sobre las condiciones de empleo
y de despido, aunque fracasó debido a que de 2.500 huelguistas, tan
sólo el diez por ciento se negó a trabajar el día siguiente. Esto fue un
lunes y para el martes ya se habían retomado las labores9.
9
Para mayor información de las huelgas precedentes en la zona bananera, ver el libro
citado de Judith White.
10
Mauricio Archila, Op. cit., p. 66.
136
Diego Armando Varila Cajamarca
11
Carlos Cortes Vargas, Op. cit., p. 36.
12
Alberto Castrillón, 120 días bajo el terror militar o la huelga de las bananeras: (exposición
ante el Congreso), Bogotá: Talleres de la Revista Universidad, 1929, p. 32.
13
Ibid.
14
Ignacio Torres Giraldo, Op. cit., p. 106.
137
Huelgas colombianas en la década del veinte...
15
Cortes Vargas cita la orden del paro general, que circulaba por la zona desde la madrugada
del 12 de noviembre, en la que se exponen las razones por las que se tomó esta decisión,
Op. cit. p. 24.
16
Ibid., p. 22.
17
Ibid., p. 30.
138
Diego Armando Varila Cajamarca
18
Citado en Castrillón, Op. cit., p. 35.
19
Cortes Vargas, Op. cit., p. 36.
20
Jorge Eliécer Gaitán, Lágrimas y sangre o la matanza de las bananeras, Cali: Ediciones
de la Tipografía Gutenberg, 1929, p. 71.
139
Huelgas colombianas en la década del veinte...
21
Los tres primeros puntos se encontraban respaldados por la ley: Con respecto al seguro
colectivo obligatorio las Leyes 37 de 1921 y 32 de 1922. Las reparaciones por accidentes
de trabajo, la Ley 57 de 1915. Habitaciones higiénicas, la Ley 46 de 1918 y descanso
dominical remunerado en la Ley 76 de 1926. Estas leyes ofrecían los derechos exigidos
por los trabajadores. Carlos Cortés Vargas, Op. cit., nota del prologuista de la edición,
p. 31.
22
Ibid.
140
Diego Armando Varila Cajamarca
Este pliego tuvo varias discusiones por parte del gobierno, los tra-
bajadores y la compañía, aunque es claro que el Estado estaba más del
lado de la empresa estadounidense que de los trabajadores.
23
Castrillón, Op. cit., p. 59.
24
Carlos Cortés Vargas, Op. cit., p. 56.
25
Ibid., p. 57.
26
Ibid., p. 51.
27
Ibid., p. 57.
141
Huelgas colombianas en la década del veinte...
28
Ibid., pp. 57-58.
29
Archila, Op. cit., p. 59.
30
Cortés Vargas, Op. cit., p. 65.
31
Castrillón, Op. cit., p. 69.
142
Diego Armando Varila Cajamarca
32
Cortés Vargas, Op. cit., p. 70.
33
Ibid., p. 88.
34
Jorge Eliécer Gaitán, Op. cit., p. 113.
143
Huelgas colombianas en la década del veinte...
Conclusiones
A lo largo del trabajo se observó que la huelga de las bananeras no
implementó mayores innovaciones en las demandas ni en la forma de
preparación del cese de actividades. Sin embargo, es necesario tener
en cuenta que esta involucró una cantidad enorme de huelguistas y se
levantó contra una poderosísima empresa multinacional, poseedora de
la más grande Flota Mercante de la época y con poderosos tentáculos
en toda Centroamérica.
144
Diego Armando Varila Cajamarca
35
Carlos Cortés Vargas, Op. cit., Prólogo de la edición de 1979, p. 12.
36
Miguel Urrutia Montoya, Historia del sindicalismo en Colombia: Historia del sindicalismo
en una sociedad con abundancia de mano de obra, Medellín: La Carreta/Universidad de
Los Andes, 1976, p. 124.
145
Huelgas colombianas en la década del veinte...
Bibliografía
146
Primeras representaciones
de la masacre de las bananeras*
Mauricio Archila Neira**
H
oy es común entre los historiadores reconocer que no solo
la memoria sino la misma disciplina histórica son repre-
sentaciones del pasado, aunque lo interpretan de forma
diferente. Ambas atribuyen significados a lo ocurrido: más ligados a
la experiencia subjetiva en el caso de la memoria, o a la comprensión
distanciada del pasado para la Historia. Por ello, ninguna es neutral
en la reconstrucción del pasado. Lo más complicado es que aun los
hechos mismos son leídos por sus protagonistas desde sus intereses,
que traslucen luchas por el poder no solo entre proyectos hegemónicos
*
Versión ampliada de la ponencia presentada en Simposio “Bananeras: huelga y masacre,
80 años”, Bogotá, Universidad Nacional, noviembre 12 a 15 de 2008.
**
Ph. D. en Historia, Profesor Titular. Departamento de Historia. Universidad Nacional de
Colombia.
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
1
Obviamente yo también participo de estas batallas por la memoria y la historia, en con-
creto, contra el conocido artículo de Eduardo Posada Carbó “La novela como historia,
Cien años de soledad y las bananeras”, En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXV, No.
48, 1998, pp. 3-19), pero no argumentaré directamente con él sino con sus referencias
históricas.
148
Mauricio Archila Neira
1. La huelga
2
Publicadas por Klaus Meschkat y José María Rojas, Liquidando el pasado, Bogotá: Fes-
col/Taurus, 2009.
3
Intervenciones en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana editado por
Secretariado Suramericano –SSA– de la Internacional Comunista, El movimiento revo-
lucionario latinoamericano, Buenos Aires: Revista La Correspondencia Suramericana,
1929.
4
Los sucesos de las bananeras, Bogotá: Editorial Desarrollo, 1979, original de 1929.
5
120 días bajo el terror militar, Bogotá: Túpac Amarú, 1974, original 1929.
6
1928, la masacre de las bananeras, Bogotá: Ediciones Comuneros, 1972, original de
1929.
7
Judith White, La United Fruit Co. en Colombia: Historia de una Ignominia, Bogotá: Editorial
Presencia, 1978, p. 73.
8
Aquí aflora una distinción social que luego se pierde en las diversas narrativas, pues no
todos los “huelguistas” eran “obreros” asalariados, algunos eran campesinos, lo que
muestra una diversidad en el campo subalterno que es suprimida en los relatos homo-
genizantes de lado y lado del espectro político. Además no debe olvidarse que también
los comerciantes de la zona colaboraron con los huelguistas, así como algunas autorida-
des locales. Catherine LeGrand (“Living in Macondo: Economy and Culture in a United
Fruit Company Banana Enclave in Colombia”, En: Gilbert Joseph, Catherine LeGrand
y Ricardo Salvatore (editores), Close Encounters of Empire, Durham: Duke University
Press, 1998) ha insistido en la complejidad social, racial e incluso subregional de la zona
bananera.
149
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
9
El Espectador, 19 de noviembre de 1928. Una versión más amplia en White, Op. cit., pp.
124-126.
10
Aunque no es el tema central de esta ponencia, quiero prestarle atención a los números
en las distintas versiones, pues su imprecisión no es creada por la ficción literaria, como
sugiere Posada Carbó (Op. cit.) sino que surgió desde las primeras interpretaciones de
los protagonistas.
11
Tanto así que Ignacio Torres Giraldo el 2 de diciembre de 1928 la catalogó como “un
conflicto simplemente económico y jurídico”, citado en: Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 136.
Años después confesará que tuvo una visión estrecha de la huelga, Ibid., pp. 623-624.
12
Véanse: El Espectador, noviembre 15 de 1928, p. 1; El Tiempo, noviembre 17 de 1928,
noviembre 1 y 19 de 1928, p. 1.
150
Mauricio Archila Neira
13
Véanse para las respectivas cifras New York Times, diciembre 6 de 1928, p. 4 y Mahecha
en S.S.A., Op. cit., p. 117.
14
El Tiempo, noviembre 26 de 1928, p. 7.
15
Citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 197.
16
Citados en Ibid., pp. 403, 530 y 550.
151
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
17
El Espectador, noviembre 15 de 1928, p. 1.
18
El Espectador, noviembre 19 de 1928.
19
El Tiempo, noviembre 19 de 1928, p. 1.
152
Mauricio Archila Neira
20
Ibid.
21
Un desarrollo de este tema en Mauricio Archila, Cultura e identidad obrera, Bogotá: Cinep,
1991.
22
El Tiempo, diciembre 6 de 1928, p. 1.
153
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
23
El Espectador, diciembre 10 de 1928.
24
El Tiempo, diciembre 6 de 1928, p. 1.
25
El Tiempo, diciembre 7 de 1928, p. 12.
26
New York Times, diciembre 6 de 1928, p. 1.
27
New York Times, diciembre 8 de 1928, p. 23.
28
New York Times, diciembre 10 de 1928, p. 6.
154
Mauricio Archila Neira
29
El Tiempo, diciembre 6 de 1928, p. 1.
30
Recopilado por José María Rojas, “La estrategia insurreccional socialista y la estrategia
de contención del conservatismo doctrinario: la década de los años veinte”, copia meca-
nografiada, Cali, Cidse/Banco de la República, 1989.
155
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
31
Documento citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., pp. 107-108. Esta decisión del PSR
fue rechazada por el grupo de comunistas que estaba organizando Alberto Castrillón en
Barranquilla con apoyo del delegado norteamericano de la IC James Nevárez (ver corres-
pondencia de Castrillón con la IC en Ibid., pp. 116-129). Ese mismo grupo se desplazó
a la zona para controlar a Mahecha según versión de Becerra y Piedrahita, citados en:
Ibid., p. 402.
32
Testimonio de Mahecha en S.S.A., Op. cit., pp. 117-119. Además de que parece exagerada
la cifra de hombres “armados” no se desprende que pasaran a la acción, pues como aduce
el mismo Mahecha esperaban la orden “revolucionaria” de Bogotá. En otra narración pre-
via a la citada, aparentemente de comienzos de 1929, el mismo dirigente insiste en que
la huelga se desenvolvía “dentro de la mayor normalidad” a pesar de las provocaciones
de empleados y agentes de la UFC para mostrarla como sabotaje y rebelión, citado en:
Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 146. Los testimonios de los supuestos líderes de la huelga,
pertenecientes al grupo de Castrillón, desmienten otra vez a Mahecha en el asunto de
las armas. Becerra dice que “ni siquiera nos fue fácil conseguir unos revólveres para los
miembros del comité”, y agrega “nunca se pensó en revolución (…) sino simplemente en
una huelga”. Ibid., p. 405.
156
Mauricio Archila Neira
33
Testimonio de Mahecha en S.S.A., Op. cit., pp. 117-119.
34
Informe a la IC del 15 de diciembre de 1928, citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., pp.
139-141. El fracaso de la solidaridad nacional a la que convocaron y el temor de una
represión cruenta llevó a que los dirigentes del CE del PSR buscaran un acercamiento
con el gobierno con la intención de conformar una Comisión que se desplazara a la zona
(Ibid.), cosa que les costó duras recriminaciones de la IC por tener ilusiones de neutralidad
del Estado.
35
Véanse los documentos de este grupo en Meschkat y Rojas, Op. cit., pp. 129 y 183.
157
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
36
Testimonio de Piedrahita en Ibid., p. 551.
37
Así lo narran el mismo Mahecha y su contraparte Nevárez en documentos compilados
en los archivos de la IC. Ibid., pp. 147 y 184. Becerra, por su parte, dice en su posterior
escrito: “viéndose los trabajadores masacrados y burlados en sus justas aspiraciones,
resolvieron destruir todo lo que fuera propiedad de la UFC”. Ibid., p. 408. Agrega que
hubo combates en los que murieron muchos trabajadores entre ellos Erasmo Coronel,
pero también cayó un capitán de la policía de apellido Quinte. Concluye señalando que
“de aquí vino la dispersión general de los trabajadores y el ‘sálvese quien pueda’”. Ibid.,
p. 408. Por su parte Piedrahita dice que luego de la masacre algunos trabajadores se
apoderaron del comisariato de Riofrío. Ibid., p. 556.
158
Mauricio Archila Neira
38
Testimonio en S.S.A., Op. cit., p. 119.
39
Cortes Vargas, Op. cit., p. 83.
40
En su libro, además de confesarse amante de la historia patria y aficionado historiador,
insiste en tener la conciencia tranquila porque cumplió el deber y salvó el honor del ejér-
cito. Concluye pomposamente “espero el fallo de la historia”. Ibid., pp. 111-112 y 187.
41
El Tiempo, diciembre 7 de 1928, p. 12.
159
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
42
Ibid.
43
New York Times, diciembre 7 de 1928, p. 12.
44
National Archives of Washington, 821.5045-21. Las traducciones de los textos en inglés
son de mi autoría.
45
National Archives of Washington, 821.5045-23.
46
National Archives of Washington, 821.5045-24 y 25.
47
National Archives of Washington, 821.5045-26.
160
Mauricio Archila Neira
48
National Archives of Washington, 821.5045-30 y 31.
49
New York Times, diciembre 6 de 1928, p. 2.
50
El Espectador, diciembre 12 de 1928, p. 1. El general agrega en la citada entrevista un
comentario histórico, según sus preferencias: “Vea usted desde cuando viene el fermento
de estos acontecimientos”. Ibid.
51
El Espectador, diciembre 12 de 1928, p. 12.
52
New York Times, diciembre 6 de 1928, p. 4.
53
El Tiempo, diciembre 9 de 1928, p. 4.
161
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
2. La masacre
Los huelguistas por su parte no pensaban que las tropas podían dis-
parar, pero como tituló El Espectador en la mencionada entrevista con
Cortes Vargas: “La primera descarga se hizo sobre una multitud obrera
inerme y pacífica”57. En aras del cumplimiento de la ley se disparó sobre
los huelguistas, como lo recordaba el jefe civil y militar de la zona en la
54
Al respecto véase la entrevista ya citada en El Espectador, diciembre 12 de 1928, p. 1 y
12, y la ampliación en su libro, Op. cit.
55
Testimonio en S.S.A., Op. cit., p. 120.
56
El Espectador, diciembre 12 de 1928, p. 12.
57
Ibid.
162
Mauricio Archila Neira
58
Ibid.
59
Cortés Vargas, Op. cit., p. 88.
60
El Tiempo, diciembre 8 de 1928, p. 4. Como ya hemos dicho Mahecha reconoce que con
posterioridad a la masacre hubo choques violentos, pero los huelguistas estaban mal
armados (S.S.A., Op. cit., p. 120).
61
El Tiempo. diciembre 7 de 1928, p. 12 y Cortés Vargas, Op. cit., p. 91.
163
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
62
El Tiempo, diciembre13 de 1928, p. 1.
63
El Tiempo, diciembre 18 de 1928, p. 1.
64
Jorge Eliécer Gaitán hizo una poderosa denuncia contra el gobierno conservador de gran
sabor antiimperialista, que seguramente influyó en su caída al año siguiente. Baste recordar
su famosa conclusión: “…los obreros (…) eran colombianos y la compañía era americana
y dolorosamente lo sabemos que en este país el gobierno tiene para los colombianos la
metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano” (Gaitán, Op.
cit., p. 115).
65
National Archives of Washington, 821.5045-33.
66
National Archives of Washington, 821.5045-43.
164
Mauricio Archila Neira
67
National Archives of Washington, 821.5045-49.
68
En una entrevista Rengifo decía que en la zona bananera “no hay actualmente sino
mujeres”, indicando que los hombres estarían combatiendo. El Tiempo, diciembre 7 de
1928, p. 12.
69
El Espectador, diciembre 26 de 1928.
70
El PSR desde Bogotá en su informe del 15 de diciembre de 1928 a la IC hablará de que
fueron cerca de 100 los asesinados en Ciénaga la madrugada del 6 de diciembre, pero
los dirigentes del Partido parecen apoyarse en ese momento en la información de prensa
de la capital (citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 141). Un testigo directo, Nevárez en
una carta del 19 de febrero de 1929, dice que los muertos fueron cerca de un centenar,
muchos de ellos mujeres y niños (citado en Ibid., p. 184).
71
Testimonio en S.S.A., Op. cit., p. 121. Las altas cifras del total de muertos en la huelga que
da Mahecha responden a su cálculo sobre los caídos en los días posteriores a la masacre
de Ciénaga, que en varias narraciones fija en 200 (ver, por ejemplo, documento citado
en Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 147).
165
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
Conclusión
La superposición de la cuestión social y la nacional, realizada por
actores hegemónicos y subalternos, sobredimensionó la huelga haciendo
que variara su imagen inicial como conflicto laboral a una cuestión de
72
Castrillón, Op. cit., p. 114. Esa cifra es corroborada por el supuesto dirigente Becerra.
En: Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 407. En cambio Piedrahita habla de 15.000 huelguistas
reunidos en la plaza de Ciénaga a los que se les iban a unir otros 10.000 que estaban
por llegar. En: Ibid., pp. 554-555.
73
La narración de Piedrahita no da cifras de los muertos pero cuenta que las ametralladoras
dispararon por al menos cinco minutos y agrega “ninguno sabía del otro. Solamente veía
caer a los compañeros tumbados por las ametralladoras”. En: Meschkat y Rojas, Op. cit., p.
556.
74
Castrillón, Op. cit., p. 115.
75
Ibid., p. 116.
76
Op. cit., pp. 16-19.
77
Citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 147.
166
Mauricio Archila Neira
78
El Tiempo, diciembre 8 de 1928, p. 1.
79
En esto, como en todo lo relativo a la huelga y masacre, hay disputa de interpretación.
Así lo expresan dos destacados dirigentes del PSR que no estuvieron en la zona. Torres
Giraldo, luego de auto-criticarse de haber desconocido el carácter político de la huelga
en su momento, insiste que ella hacía parte de una huelga general en la Costa Atlántica
que se debería ampliar a toda la nación, pero que su apresurado lanzamiento impidió su
generalización. Citado en Meschkat y Rojas, Op. cit., p. 622. Por su parte Uribe Márquez,
quien supuestamente era el adalid de la línea insurreccional, dice que en las bananeras
“hubo cualquier cosa menos resistencia armada”. En: Ibid., p. 646.
167
Primeras representaciones de la masacre de las bananeras
BibliografÍa
Fuentes citadas
Archivo Ignacio Rengifo, recopilado por Rojas, José María, “La estrate-
gia insurreccional socialista y la estrategia de contención del conserva-
tismo doctrinario: la década de los años veinte”, copia mecanografiada,
Cali: Cidse/Banco de la República, 1989.
Castrillón, Alberto, 120 días bajo el terror militar, Bogotá: Tupac Amarú,
1974, original 1929.
Bibliografía adicional
168
Mauricio Archila Neira
Posada Carbó, Eduardo, “La novela como historia, Cien años de soledad
y las bananeras”, En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXV, No.
48, 1998, pp. 3-19.
169
Masacre de las
bananeras en la
literatura nacional
Recuerdo y escritura.
A propósito de la masacre de las
bananeras en García Márquez
Mario Bernardo Figueroa Muñoz*
¿C
uántos muertos fueron? La pregunta vuelve, retorna,
y el ejercicio en el que hoy nos encontramos participa
de la misma. Fue la que también quedó inscrita de
diversas maneras en 1924, tan sólo cuatro años antes de la masacre de
las bananeras, cuando apareció la primera edición de La vorágine de
José Eustasio Rivera. En el polo opuesto de la geografía colombiana,
que no acababa de trazar claramente sus fronteras, se desarrollaba
otro conflicto, o tal vez, en el fondo el mismo, a pesar de sus múltiples
diferencias. El objeto en cuestión no era allí el banano, sino el caucho,
materia prima fundamental para la pujante industria del automóvil
que revolucionaba al mundo con la producción en serie, la rebaja de
costos y el aumento inusitado de la demanda. El gobierno colombiano
se hacía el ciego y el sordo ante las atrocidades que se cometían en dos
de sus fronteras: la oriental con Venezuela, y la sur con Brasil y Perú.
En la primera, Juan Vicente Gómez, el dictador venezolano, en alianza
con el sanguinario Tomás Funes, lograba “extender la potestad de facto
*
Profesor Asociado. Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura, Universidad Nacional
de Colombia.
Recuerdo y escritura...
del Estado venezolano sobre los amplios territorios que habían quedado
del lado colombiano”1. El caudillismo de este último estaba edificado
sobre la manera criminal como mantenía el control de la explotación del
caucho, el contrabando de indígenas y el asesinato de sus competidores.
Dominaba el alto Orinoco y extensas zonas de los llanos colombianos.
Juan Vicente Gómez, se escudaba en el supuesto talante rebelde de
Funes para hacer pasar sus fechorías como actos por fuera de la órbita
de su gobierno que supuestamente no tenía manera de controlar.
1
Marco Palacios y Frank Safford, Colombia. País fragmentado sociedad dividida. Su historia,
Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2002, p. 514.
2
José Eustasio Rivera, La vorágine, Bogotá: Editorial La Oveja Negra, 1984, p. 248.
3
Carlos Páramo, “El camino hacia La vorágine: Dos antropólogos tempranos y su inciden-
cia en la obra de José Eustasio Rivera”, En: Cuadernos de los seminarios. Ensayos de la
Maestría en Antropología 1, Bogotá: Departamento de Antropología, Universidad Nacional
de Colombia, 2006, p. 35.
174
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
4
Samuel Darío Maldonado, Ensayos, Caracas: Ministerio de Educación, 1970, p. 229. Citado
en Carlos Páramo, Op. cit., p. 42.
175
Recuerdo y escritura...
Recuerdo pantalla
5
Sigmund Freud, “Sobre los recuerdos encubridores” (1899), En: Obras completas, Vol.
III, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1981, p. 313.
176
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
6
Jacques Lacan, El seminario de Jacques Lacan, Libro 4, La relación de objeto 1956-1957,
Barcelona: Ediciones Paidós, 1994, p. 159.
7
Sigmund Freud, “El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen” (1907), En: Obras
completas, Vol. IX, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1981.
177
Recuerdo y escritura...
“Fue allí donde los ilusionistas del derecho demostraron que las
reclamaciones carecían de toda validez, simplemente porque la com-
pañía bananera no tenía, ni había tenido nunca ni tendría jamás
trabajadores a su servicio, sino que los reclutaba ocasionalmente y con
carácter temporal. De modo que se desbarató la patraña del jamón
de Virginia, las píldoras milagrosas y los excusados pascuales, y se
estableció por fallo de tribunal y se proclamó en bandos solemnes la
inexistencia de los trabajadores”9.
El retorno de lo reprimido
8
José Orlando Melo, El Tiempo, Bogotá, octubre 30 de 2008, pp. 1-21.
9
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Bogotá: Editorial Oveja Negra, Biblioteca
de Literatura Colombiana, 2ª ed., 1984, pp. 237-238. De la inexistencia de los trabaja-
dores, proclamada por la compañía bananera y por las autoridades, que consideraban
que la mayoría eran, no trabajadores sino contratistas, así como del hecho de que se les
pagara con vales sólo redimibles en los comisariatos de la compañía, a los precios que
ella fijaba, dejó registro el General Carlos Cortés Vargas, quien justificaba estos hechos
basado en que esto “estaba sometido a la ley de oferta y demanda” y que modificar esta
práctica era oponerse a la libertad de empresa: Carlos Cortés Vargas, Los sucesos de las
bananeras, Bogotá: Editorial Desarrollo, 1979, pp. 51-53.
178
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
10
Ibid., pp. 91-92.
11
“La forma como Cortés Vargas describió tal decisión, despiadadamente, parece indicar, en
efecto, cierta ingenuidad. No tuvo reparo alguno frente al curso de la acción: en la noche
del 5 de diciembre recibió las noticias del decreto que le confería poderes de estado de
sitio; preparó a las tropas para enfrentar la multitud; a la 1:30 de la madrugada, después
del golpe de tambores, uno de sus subalternos les dio cinco minutos a los huelguistas
para que abandonaran la plaza; entonces dio la orden: ‘Fuego’”. Eduardo Posada Carbó,
“La novela como historia: Cien años de soledad y las bananeras”, En: Boletín Cultural y
bibliográfico, Vol. XXXV, No. 48, Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango, 1998, p. 12.
12
André Serge, ¿Qué quiere una mujer?, México: Siglo XXI Editores, 2002, p. 66.
13
Ibid., p. 67.
179
Recuerdo y escritura...
180
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
Sin inscripción
181
Recuerdo y escritura...
esa noche; la rutina del pueblo nunca fue alterada. A esta falta absoluta
de inscripción, de huella mnémica, el psicoanálisis la llama forclusión,
y la distingue de la represión, que siempre implica una representación
que se graba y por lo tanto, algún grado de memoria. En la forclusión,
aquello de lo que se trata es innombrable, inasimilable, imposible de
ser representado, tal como, según lo presenta la novela, ocurrió con los
habitantes de Macondo. Ante la forclusión colectiva, generadora de la
locura del pueblo (pues la forclusión es causa de psicosis) ésta, la locura,
vivida pero negada por el pueblo, quedaba toda del lado de José Arca-
dio Segundo, único dotado de memoria para este hecho, entonces…
supuestamente el loco era él y como tal fue marginado.
182
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
14
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Op. cit., p. 264.
15
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2002, p.
438.
183
Recuerdo y escritura...
El olvido y la escritura
16
Gabriel García Márquez, La hojarasca, Bogotá: Editorial Norma, 2000, p. 145.
184
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
17
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Op. cit., p. 37.
18
Es claro que el problema de la ilegitimidad contiene en últimas el del incesto y que lo que
retorna en estas pestes es también el problema de la trasgresión de la Ley fundamental,
la de la prohibición del incesto y del asesinato. Estas dos están en el origen de la funda-
ción de Macondo y les retornan continuamente, con múltiples y nefastas consecuencias,
hasta el desenlace final. El problema de la explotación del banano está ligado a esa serie
de trasgresiones, a la inoperancia de la ley y a la falta de inscripción.
185
Recuerdo y escritura...
Escrituras censuradas
19
Mario Figueroa, “Carta al Coronel que no tiene quién le escriba. Entre el diario y las
cuentas del otro”, En: Desde el Jardín de Freud, No. 1, Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, 2001.
186
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
Con sus diarios, estos personajes sacan a relucir estas cuentas e ins-
criben las vidas de los sacrificados en estas explotaciones. Se sobreponen
así, con este ejercicio de memoria, a la censura que sobre la escritura
y sobre la adecuada sepultura mantienen los amos. A falta de ritos
funerarios, que brillan por su ausencia en los dramas de estas novelas,
la escritura viene a suplir, fragmentariamente, la negación de las exe-
quias. En ellas ningún cadáver encuentra una buena tumba, cuando lo
hay, pues por regla general son desaparecidos, arrojados al mar como
el banano de sobra, en Cien Años de soledad; ocultos en una mina en
Amirbar; lanzados a la selva desde un avión, en La nieve del Almirante,
o a los ríos, en La vorágine; enterrados en el traspatio de la alcaldía, en
20
La cita de Samuel Darío Maldonado que transcribí al comienzo de este trabajo señala
claramente que esta era la situación que se registraba en las caucherías.
21
En La nieve del Almirante de Álvaro Mutis, se trafican indígenas y madera, en Amirbar, con
oro, pero según dice la novela, el verdadero tesoro lo constituyó una pila de cadáveres,
restos de una masacre apilados en una vieja mina de oro. Álvaro Mutis, Amirbar, Bogotá:
Grupo Editorial Norma, 1990, p. 55.
187
Recuerdo y escritura...
22
Gabriel García Márquez, La mala hora, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1975, p. 195.
23
Gabriel García Márquez, La hojarasca, Op. cit., p. 26.
24
Ibid., p. 31.
25
Gabriel García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba, Bogotá: Editorial Oveja Negra,
1994, p. 27.
188
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
26
“La Colombia de los panfletos”, En: El Espectador.com, 11 de abril de 2009: http://www.
elespectador.com/articulo126449-colombia-de-los-panfletos
27
Es este un magnífico ejemplo del concepto psicoanalítico de “letra”, que a diferencia del
significante, no está del lado de lo simbólico ni de lo que es posible de significación, sino
en el límite con lo real.
28
Gabriel García Márquez, La mala hora, Op. cit., p. 195.
189
Recuerdo y escritura...
190
Mario Bernardo Figueroa Muñoz
BIBLIOGRAFÍA
191
Recuerdo y escritura...
Posada Carbó, Eduardo, “La novela como historia: cien años de soledad
y las bananeras”, Boletín Cultural y bibliográfico, Vol. XXXV, No. 48,
Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango, 1998.
Serge, André, ¿Qué quiere una mujer?, México: Siglo XXI Editores,
2002.
192
La masacre de las bananeras
en la literatura colombiana
Nicolás Pernett*
A
l momento de la aparición de Cien años de soledad, en 1967,
eran minoría los nacionales o extranjeros que tenían una
idea clara sobre la masacre de las bananeras de 1928 o sobre
los pormenores que llevaron al desenlace trágico de la huelga llevada a
cabo por los trabajadores del departamento del Magdalena en noviem-
bre y diciembre de ese año, en protesta por las condiciones de vida y de
trabajo impuestas por la United Fruit Company, empresa que en ese
momento controlaba la producción y exportación frutera de la zona.
En la novela, sin embargo, el episodio de la huelga y la masacre de los
trabajadores bananeros del imaginario pueblo Macondo constituye uno
de los momentos culminantes de la narración, pues en él desembocan
muchas de las tensiones acumuladas a lo largo de la trama y además,
marca el punto en el que el microcosmos de la población empieza a
decaer, después de casi cien años de vaivenes históricos, hasta su com-
pleta extinción de la tierra y de la memoria.
*
Historiador, Universidad Nacional de Colombia.
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
1
Sobre la atribuible veracidad histórica de la novela ver: Lucila Inés Mena, La función de
la Historia en “Cien años de soledad”, Barcelona: Plaza y Janés, 1979.
2
Para una historia de la huelga y masacre bananera ver: Judith White, Historia de una
ignominia, Bogotá: Editorial Presencia, 1978; Roberto Herrera Soto y Rafael Romero
Castañeda, La zona bananera del Magdalena. Historia y léxico, Bogotá: Instituto Caro y
Cuervo, 1979; y Catherine LeGrand, “El conflicto de las bananeras”, En: Nueva Historia
de Colombia, Vol. 3, Bogotá: Planeta, 1989, pp. 183-218.
3
Los registros referidos a la masacre de las bananeras en 1967 se reducían a los poco
difundidos testimonios de algunos de los protagonistas como Raúl Eduardo Mahecha y
Alberto Castrillón; las investigaciones de Jorge Eliécer Gaitán presentadas al Congreso de
la República en 1929 y la versión “oficial” recogida en el libro Sucesos de las bananeras
(Bogotá: Editorial Desarrollo, 1979) escrito por el general Carlos Cortés Vargas, Jefe Civil
y Militar de Santa Marta en el momento de la masacre.
194
Nicolás Pernett
195
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
4
Eduardo Posada Carbó, “La novela como historia. Cien años de soledad y las bananeras”,
En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 35, No. 48, 1998.
5
Ejemplos se pueden encontrar en: Álvaro Tirado Mejía, Introducción a la historia económica
de Colombia, Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1978, p. 308; y Daniel Pécaut,
Orden y violencia. Colombia 1930-1953, Vol. 1, Bogotá: Editorial Norma, 2001, p. 117.
196
Nicolás Pernett
197
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
gación histórica deja al descubierto”6. Por tal motivo es común que las
sociedades construyan imaginarios sobre su pasado sin que éstos estén
basados en preceptos científicos o en las historias “oficiales” que se
emiten sobre la “verdad” de lo sucedido. Estas formas de dar significado
intelectual y afectivo al mundo y a la historia –ya sea que se la llame
“mentalidad”, “ideología” o “visión de mundo”– y que determinan la
pertenencia de los individuos a una colectividad suelen encontrarse en
la tradición oral de las comunidades, entre otros medios de transmisión
propios de la cultura y, en muchos casos, en la narración literaria local,
en la que encuentran una forma propicia de consignación, estas impre-
siones simbólicas, para la preservación y transmisión, que constituyen
la identidad de los pueblos.
“De pronto, mi madre señaló con el dedo. ‘Mira –me dijo– Ahí fue
donde se acabó el mundo’. Yo seguí la dirección de su índice y vi la
6
Eric Hobsbawm, Sobre la historia, Barcelona: Crítica, 1998, p. 270.
198
Nicolás Pernett
estación […] ‘Fue allí, según me precisó mi madre aquel día, donde el
ejército había matado en 1928 un número nunca establecido de jor-
naleros del banano’. Yo conocía el episodio como si lo hubiera vivido,
después de haberlo oído contado y mil veces repetido por mi abuelo
desde que tuve memoria [...] Más tarde hablé con sobrevivientes y
testigos y escarbé en colecciones de prensa y documentos oficiales, y
me di cuenta de que la verdad no estaba en ningún lado”7.
7
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Bogotá: Mondadori, 2002, p. 79.
8
Preferimos los términos “tradición” o “tendencia” más que “corriente” o “escuela” por
considerar que los primeros son más adecuados para nombrar un corpus narrativo gestado
en tan diversas y diferentes circunstancias.
199
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
200
Nicolás Pernett
9
Francisco Gnecco Mozo, “Lenine en las bananeras”, En: Revista Cromos, noviembre 15
de 1928.
201
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
“El formidable montón de gente sencilla que nunca había oído nom-
brar a Lenine, se lanzó amenazante contra el cuartel del ejército [...]
Los soldados colombianos, defendiéndose, descargaron sus fusiles
contra las masas de obreros ensordecidas”10.
10
Ibid.
11
Antonio Prada, “El trapo rojo”, En: Pan, No. 25, noviembre de 1938.
202
Nicolás Pernett
203
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
204
Nicolás Pernett
12
José Francisco Socarrás, “El cielo se guardó el agua”, En: Viento de trópico, Bogotá:
Ediciones Zulia, 1961, p. 121.
13
Catherine LeGrand ha dedicado un estudio al respecto en “Campesinos y asalariados en la
zona bananera del Magdalena”, En: Anuario colombiano de Historia Social y de la Cultura,
No. 11, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1983.
205
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
14
José Francisco Socarrás, Op. cit. pp. 112-113.
206
Nicolás Pernett
207
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
15
Ariel Casrillo Mier, “De Juan José Nieto al premio Nobel: la literatura del Caribe colombiano
en las letras nacionales”, En: Alberto Abello Vives (compilador), El Caribe en la nación
colombiana, Bogotá: Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe Colombiano,
2006, p. 409.
208
Nicolás Pernett
16
Álvaro Cepeda Samudio, La casa grande, Bogotá: El Áncora Editores, 1996, p. 124.
209
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
Otra novela que nos describe la vida de la burguesía local, pero esta
vez con un aire ligero y frívolo, es Zig-zag en las bananeras, de Efraín
Tovar Mozo, de 1964. Esta novela rosa, que narra la historia de amor
entre un militar venido del interior y la hija de un rico bananero en el
improbable escenario de la huelga de 1928, nos muestra el lado más
festivo y palaciego de las familias ricas de la región, acostumbradas a
una vida suntuosa en el extranjero a costa de su completa sumisión a
los designios de la United Fruit Company. Yeín Dávila, la protagonista
de la historia, es la hija de un plantador local que llega a la su tierra
natal proveniente de los Estados Unidos en el preciso momento de la
huelga, y su mirada sobre los obreros que trabajan con su padre refleja la
actitud paternalista de la misma clase alta bananera, que sencillamente
17
Ver: Jacques Gilard, “Zone Bananière de Santa Marta: les planteurs de l´or vert”, En:
Cravelle. Cahiers du Monde Hispanique, No. 85, Toulouse: 2005.
210
Nicolás Pernett
18
Efraín Tovar Mozo, Zig-zag en las bananeras. Bogotá: Offset Editores, 1964, p. 44.
19
Javier Auqué Lara, Los muertos tienen sed, Caracas: Monte Ávila Editores, 1969.
211
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
“Cosa de tres mil personas, sin contar las mujeres ni los niños que
estaban allí por la natural curiosidad que produce en todas partes
una concentración de gente, fueron abaleadas inmisericordemente,
y violentamente despavoridos” (sic)20.
20
Efraín Tovar Mozo, Op. cit., p. 255.
212
Nicolás Pernett
21
Eligio García Márquez, Tras las claves de Melquíades: historia de Cien años de soledad,
Bogotá: Editorial Norma, 2001.
213
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
22
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Edición Conmemorativa Real Academia
Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Madrid: 2007, p. 261.
214
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215
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
23
Ibid., p. 341.
216
Nicolás Pernett
24
Ibid., p. 401.
217
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
Las últimas páginas de Cien años de soledad, así como las de las otras
novelas sobre la zona bananera aquí mencionadas, se dedican a describir
el deterioro irreparable que se va a hacer evidente en la zona después
de la huelga y la masacre de los trabajadores. Un torrencial aguacero
cae sobre Macondo después de la masacre y acaba de destruir lo que
aún permanencia en pie; y en La casa grande, la derrota sentida entre
los habitantes de la región se prolonga hasta las siguientes generaciones
que van a mirar a la huelga como el momento en su pasado donde se
sembraron las semillas del agrietamiento social que se cerniría sobre la
región. A diferencia de los cuentos de la década de los 30 y 50, donde
se describe la continuación, a pesar de la masacre de 1928, del sistema
social y productivo en la zona bananera, asociado a la permanencia de
la United Fruit Co., las novelas posteriores van a conjugar el suceso de
1928 con la salida definitiva de la compañía a mediados de la década de
los 60 para proyectar en un mismo momento la imagen de una región
abandonada y destruida como consecuencia de la huelga y masacre y
la salida definitiva de la compañía.
218
Nicolás Pernett
25
Guillermo Henríquez, Clinton Ramírez y Ramón Illán Bacca, Tres para una mesa, Medellín:
Ediciones La Cifra, 1991; Lola Salcedo Castañeda, Una pasión impresentable, Bogotá:
Editorial Planeta, 1994.
26
Jaques Gilard, Op. cit., pp. 105-114. En este artículo, el crítico francés ahonda en la
predominancia de la crítica a las clases altas locales en las narraciones sobre la zona
bananera de los últimos años.
219
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
“Te he dicho que es seis: seis de diciembre. Y, por favor, deja de pensar
en cosas muertas. Mejor quédate aquí conmigo, y olvida. Tú no tienes
derecho a sentirte culpable, (Un tren de colores pasa en la pared de
enfrente). Esa culpa no te pertenece. ¿Lo viste?
27
Clinton Ramírez, “Extraños en la noche”, En: Tres para una mesa, Op. cit., p. 83.
28
Ramón Illán Bacca, Marihuana para Goering, Bogotá: Lallemand Abramuck Editores
Asociados, 1981.
29
Ramón Illán Bacca, Déborah Kruel, Bogotá: Plaza y Janés, 1990.
30
Ramón Illán Bacca, Maracas en la ópera, Medellín: Fundación Cámara de Comercio de
Medellín, 1996.
220
Nicolás Pernett
221
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
31
Ramón Illán Bacca, Op. cit., p. 85.
222
Nicolás Pernett
223
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
32
Citado en Eligio García Márquez, Op. cit., p. 493.
224
Nicolás Pernett
Bibliografía citada
Auqué Lara, Javier, Los muertos tienen sed, Caracas: Monte Ávila Editores,
1969.
Casrillo Mier, Ariel, “De Juan José Nieto al premio Nobel: la literatura
del caribe colombiano en las letras nacionales”, En: Abello Vives,
Alberto (compilador), El Caribe en la nación colombiana, Bogotá:
Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe Colombiano,
2006.
225
La masacre de las bananeras en la literatura colombiana
Posada Carbó, Eduardo, “La novela como historia. Cien años de soledad
y las bananeras”, En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 35, No.
48, 1998.
Prada, Antonio, “El trapo rojo”, En: Pan, No. 25, Noviembre, 1938.
226
Nicolás Pernett
Bibliografía adicional
Low, Carlos, “La masacre de las bananeras” I, II, III, IV y V, En: Alternativa,
Nos. 187-191, nov.-dic., 1978.
227
Retos en la enseñanza
de la historia social
en Colombia
Retos en la enseñanza de la
historia social en Colombia:
el caso de la Masacre
de las bananeras*
Leidy Jazmín Torres Cendales
Jessica Pérez Pérez
Zulma Romero Leal **
S
in duda alguna, la enseñanza de la historia en Colombia
constituye un reto que involucra historiadores y pedagogos
por igual. La construcción de la memoria histórica en espacios
cotidianos es el escenario de cuestionamientos frente a la influencia
de las ideologías e intereses particulares, sobre los cuales se cimienta la
representación del pasado. El mejor ejemplo de esas áreas lo constituyen
*
Este artículo recoge las reflexiones realizadas en la última sesión del Simposio “Bananeras:
Huelga y Masacre 80 años”. Realizada el 15 de noviembre de 2008 en la Biblioteca Luis
Ángel Arango. Queremos agradecer al Profesor Darío Campos Rodríguez, Director del
Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia; a la profesora Sandra
Polo, Profesora y Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José
de Caldas; y al Profesor Manuel Parada, Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad
Libre de Colombia y antropólogo de la UNAM. Todos ellos asistieron a la sesión final del
Simposio dedicada a la relación entre Historia y Pedagogía; sus importantes aportes
enriquecieron este breve escrito.
**
Estudiantes de Historia, Universidad Nacional de Colombia.
Retos en la enseñanza de la historia social en Colombia...
1
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Bogotá: Editorial Oveja Negra, Biblioteca
de Literatura Colombiana, 1984.
2
Un ejemplo de estas representaciones lo podemos encontrar en el texto escolar. Ciencias
Sociales 5. Historia-Geografía-Cívica, Educación Básica Primaria, Bogotá: Editorial El Cid,
1989, p. 52.
232
Leidy Jazmín Torres Cendales / Jessica Pérez Pérez / Zulma Romero Leal
3
Tomado de la intervención en la sesión del Simposio “Bananeras Huelga y Masacre 80
años”, realizada el 15 de noviembre de 2008 por el Profesor del Departamento de Historia
y director del mismo, Darío Campos Rodríguez.
233
Retos en la enseñanza de la historia social en Colombia...
4
Bastaría mencionar a Mauricio Archila, Víctor Manuel Moncayo, Ricardo Sánchez, Renán
Vega, Luz Ángela Núñez, Daniel Pècaut, Eduardo Posada Carbó, entre otros.
234
Leidy Jazmín Torres Cendales / Jessica Pérez Pérez / Zulma Romero Leal
5
Tomado de la intervención en la sesión del Simposio “Bananeras Huelga y Masacre 80
años”, realizada el 15 de noviembre de 2008 por Sandra Polo, Profesora y Licenciada en
Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
6
Tomado de la intervención en la sesión del Simposio “Bananeras Huelga y Masacre 80
años”, realizada el 15 de noviembre de 2008 por Manuel Parada, Licenciado en Cien-
cias Sociales de la Universidad Libre y antropólogo de la Universidad Autónoma de
México.
235
Retos en la enseñanza de la historia social en Colombia...
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Leidy Jazmín Torres Cendales / Jessica Pérez Pérez / Zulma Romero Leal
BIBLIOGRAFíA
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