Accion de Inconstitucionalidad
Accion de Inconstitucionalidad
Accion de Inconstitucionalidad
DE BOLIVIA
APERSONAMIENTO COMO AMIGO DE LA CORTE O AMICUS CURIAE
Otrosíes.-
Dentro de ese marco y con el único propósito de garantizar la protección efectiva de los derechos
humanos y la correcta interpretación de la Constitución, así como de los instrumentos
internacionales de derechos humanos, este amigo de la corte desea contribuir al análisis de la
Acción de Inconstitucionalidad Abstracta que se ha presentado contra los artículos 52.III, 64.d),
65.b), 71.c) y 72.b) de la Ley Nº 026 y, artículos 156, 168,285.II y 288 de la Constitución.
El 18 de septiembre del 2017 se presentó una Acción de Inconstitucionalidad Abstracta, que fue
admitida para su consideración el 29 de septiembre de 2017.
La Acción relata y hace énfasis en que el artículo 23.2 de la Convención Americana de Derechos
Humanos – en adelante CADH- es muy claro al señalar que la ley puede reglamentar los derechos
políticos “exclusivamente” por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción,
capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal, y que entre esas
causales no se menciona el hecho de que una persona esté ocupando, por dos periodos continuos,
el cargo público al que pretende repostularse. El memorial afirma varias veces que las razones o
causales del artículo 23.2 de la CADH son "numerus clausus", es decir, que no admiten otras al
margen de las listadas en esa disposición.
Partiendo de esto, los arts. 52.III, 64 (d), 65 (b), 71 (c) y 72 (b) de la Ley N° 26 , que establecen,
respectivamente, que el presidente, el vicepresidente, los gobernadores, los asambleístas
departamentales, los alcaldes y los concejales municipales sólo pueden ser reelectos de manera
continua una sola vez, serían contrarios al artículo 23.2 de la CADH (según la Acción), norma que
integra el bloque de constitucionalidad y que no contempla la restricción explícita de ocupar un
cargo electivo por dos periodos continuos. En consecuencia, los Arts. 52.III y otros impugnados de
la Ley N° 26, serían inconstitucionales.
Los artículos 168, 156, 285.II y 288 de la Constitución establecen lo mismo que los antes citados de
la Ley N° 26. Como no se puede plantear la "inconstitucionalidad" de disposiciones contenidas en
la misma Constitución, los accionantes piden a vuestro Tribunal que declare inaplicables los
mencionados artículos por ser contrarios a lo que establece el Artículo 23.2 de la CADH, en este
caso, una norma supraconstitucional de aplicación preferente como lo determinan los artículos
256 y 13 IV. de la Constitución.
Sobre esta síntesis, exponemos nuestras consideraciones respecto a varios de los argumentos de
la Acción.
III. LOS RESULTADOS DEL REFERENDUM DEL 21 DE FEBRERO DE 2016 CON EFECTOS DE COSA
JUZGADA SOBRE LA PROBLEMÁTICA PLANTEADA EN LA ACCIÓN
¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado para
que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser
reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?
Es decir, que expresamente se preguntó a los ciudadanos si estaban de acuerdo con que, para los
cargos de Presidente y Vicepresidente del Estado, se posibilite la reelección por dos (2) veces
continuas y con ello se pretendía modificar el artículo 168 de la Constitución Política del Estado
que establece. “El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o
del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez
de manera continua”.
Este es un elemento central en relación a la demanda, que sin embargo la misma pretende
soslayar, omitiendo toda referencia y pretendiendo hacer caer a sus Autoridades en un decisión de
graves consecuencias jurídicas y es que en el caso boliviano, la restricción de reelección es
resultado de la voluntad popular expresada a través del voto, precisamente en ejercicio de su
derecho político reconocido por el art. 23.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en un Referéndum convocado por el Gobierno Nacional; decisión que tiene fuerza
vinculante conforme lo dispone el art. 15 de la Ley Nº 026; por lo que es una decisión o voluntad
popular que no puede ser demandada, cuestionada o anulada porque ningún juez, legislador o
ningún otro órgano de gobierno, tiene potestad para cambiar esa decisión soberana, operando
dicha decisión con efectos de cosa juzgada electoral. La Ley de régimen electoral Ley Nº 26 de 30
de junio del 2010, en el artículo 190 expresa lo siguiente:
Preclusión de procesos.
“Los procesos electorales, referendos y revocatorias de mandato no pueden ser anulados, por
ninguna causa y ante ninguna instancia.”
“Lo primero que la Corte Constitucional ha señalado es que participar en una consulta popular es
el ejercicio del derecho fundamental previsto en el Artículo 40 de la Constitución Política según el
cual “Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder
político. Para hacer efectivo este derecho puede: 2. Tomar parte en elecciones, plebiscitos,
referendos, consultas populares y otras formas de participación democrática.” Esta norma debe
leerse en concordancia con el artículo 103 superior, según el cual la ciudadanía ejerce la soberanía
popular a través del voto, el plebiscito, el referendo, la Consulta Popular, el cabildo abierto, la
iniciativa normativa y la revocatoria del mandato Así, es necesario resaltar es que la participación
en una consulta popular, es ante todo el ejercicio del derecho político fundamental en cabeza de
todos los ciudadanos.
Si a pesar de todo ello, el Tribunal Constitucional Plurinacional, se pronunciara declarando, aun sin
competencia para ello, la inaplicabilidad de las normas impugnadas de la Constitución, esa
decisión no podría tener ningún efecto sobre el actual Presidente y Vicepresidente, dado que, por
mandato de los resultados del Referéndum de 21 de febrero de 2016, o sea, por mandato del
soberano, éstos no pueden ser reelectos. Por tanto, esa decisión de “inaplicabilidad” sólo tendría
efectos sobre el resto de los cargos públicos. Si a pesar de lo expuesto y probado, sus Autoridades
ignorando el referéndum del 21 de febrero, ingresan a conocer el fondo de la demanda en
cuestión, es importante que consideren los siguientes aspectos:
IV. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL NO TIENE COMPETENCIA PARA
DECLARAR LA INAPLICABILIDAD DE NORMAS DE LA CONSTITUCIÓN
Según las normas previstas en el artículo 179.III de la Constitución Política del Estado vigente
desde febrero de 2009, la Justicia Constitucional es ejercida por el Tribunal Constitucional
Plurinacional, el cual, y por previsión del artículo 196 de la misma Constitución, debe velar por la
supremacía de la Constitución, ejercer el control de constitucionalidad y precautelar el respeto y la
vigencia de los derechos y las garantías constitucionales.
De las normas constitucionales mencionadas, se infiere con absoluta claridad que el modelo de
control de constitucionalidad que ha adoptado el Estado Plurinacional de Bolivia es el modelo
europeo o modelo “kelseniano”, con resabios del modelo americano de la revisión judicial,
adecuándolo al nuevo modelo de organización social y política del Estado.
En este sentido, si el Tribunal Constitucional Plurinacional determina que una disposición legal
impugnada, en su origen o contenido material, es contraria a los derechos y garantías
constitucionales, principios fundamentales o valores supremos de la Constitución, deberá anularla
y expulsarla del ordenamiento jurídico del Estado.
Entonces, conforme a las normas previstas por los artículos: 202.1) de la Constitución y 12 y 103
de la Ley N° 027, constituyen normas objeto del control de constitucionalidad por la vía de la
Acción de Inconstitucionalidad Abstracta, las siguientes:
En el hipotético caso de presentarse una contradicción entre el texto literal de las normas de la
misma Constitución, el máximo guardián y último intérprete de la Ley Fundamental del Estado,
debe establecer su coherencia interna realizando la interpretación armonizadora y aplicando el
principio de la concordancia práctica.
Si el Tribunal Constitucional Plurinacional declara inaplicables las normas previstas por los arts.
156, 168, 285.II y 288 de la Constitución con efecto erga omnes, estaría excediendo su
competencia delimitada en el artículo 202.1, ya que, en la realidad, estaría anulando dichas
normas constitucionales, realizando una modificación de la Constitución o una reforma
constitucional; dicho desde otra perspectiva, estaría procediendo a la sustitución de la
Constitución, lo cual no le está permitido al Tribunal Constitucional Plurinacional, que es un órgano
del poder constituido que tiene la misión y función de defender y custodiar la Constitución.
Para poder llevar adelante una reforma de la Constitución, el artículo 411 de la Ley Fundamental
del Estado establece que, si se trata de una reforma total, es decir: “aquella que afecte a sus bases
fundamentales, a los derechos, deberes y garantías, o a la primacía y reforma de la Constitución”
la facultad para llevarla adelante, le corresponde únicamente a la Asamblea Constituyente
originaria y plenipotenciaria con la aprobación del pueblo expresada mediante Referéndum
popular, que es un ejercicio del poder constituyente. Por el contrario, si la reforma es parcial, le
corresponde a los ciudadanos y ciudadanas viabilizarla mediante referéndum aprobatorio, cuando
la reforma es activada por iniciativa ciudadana o, cuando es activada por acto legislativo, mediante
Ley de reforma aprobada por 2/3 de votos. En todo caso, enfatizo lo dispuesto en la última parte
de este artículo cuya clara redacción no deja lugar a dudas: “Cualquier reforma parcial necesitará
referendo constitucional aprobatorio”. (El resaltado y subrayado propio).
Los accionantes pretenden que ese Tribunal declare inaplicables ciertas normas impugnadas de la
Constitución, por considerar que estas son incompatibles con el artículo 23.2) de la CADH. El
sustento de esa pretensión, es que el Tribunal Constitucional Plurinacional debería aplicar la
doctrina formulada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte IDH) del
“control de convencionalidad”, la cual supuestamente le facultaría a dicha acción.
En el caso de la Acción de Inconstitucionalidad Abstracta que nos ocupa, los accionantes piden al
Tribunal Constitucional Plurinacional que realice un control de convencionalidad en abstracto,
solicitando en el petitorio que declare inaplicables las normas de la Constitución objeto de
impugnación con efecto erga omnes. Esto supone que de darse curso a la petición– ¡se anularán
las normas impugnadas y se expulsarán del ordenamiento jurídico! Lo que significa que,
materialmente, se modificará la Constitución. Ello demuestra que están utilizando de manera
incorrecta y errónea el control de convencionalidad, ya que como se ha establecido, lo que en
realidad piden los accionantes es un “control de convencionalidad concentrado” el cual está
reservado únicamente a los Tribunales internacionales como la Corte IDH.
Ahora bien, el Tribunal Constitucional Plurinacional, tampoco puede llevar a cabo un “control de
convencionalidad difuso” para declarar inaplicables algunos artículos de la Constitución a través de
la Acción de Inconstitucionalidad Abstracta, pues el pre-requisito para ello, es que el análisis o
“control” de compatibilidad o incompatibilidad con la CADH, sea realizado por el Juez interno en
un “caso concreto”, situación que no acontece. Más allá de esta imposibilidad, el mismo Tribunal
Interamericano ha resaltado que, la autoridad judicial o administrativa que realice este control de
convencionalidad, debe hacerlo “en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes”.
Esto no significa que los tribunales nacionales no estén obligados a aplicar e interpretar el
contenido de los tratados internacionales, a velar porque los efectos de las disposiciones de los
instrumentos interamericanos no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, ni que no puedan analizar la compatibilidad de las leyes internas con dichos
instrumentos, puesto que a todo ello están obligados desde el momento en que las normas de
origen internacional se incorporan al sistema nacional al que se encuentran vinculados, al orden
jurídico nacional que están llamados a respetar, aplicar e interpretar como órganos
jurisdiccionales. Pero sí, no es permisible que se utilice erróneamente la vía del control de
convencionalidad para neutralizar la voluntad del Constituyente, desconocer la voluntad soberana
del pueblo expresada en la Constitución, a título de que la norma suprema estaría violando un
derecho político cuando ello no es evidente, y al contrario se pretenda concentrar el ejercicio del
poder político del Estado en el Órgano Ejecutivo afectando gravemente la separación de funciones
y los pesos contrapesos, y vulnerando con ello el derecho de votar de millones de bolivianos y
bolivianas que a través del voto manifestaron su voluntad política el 21 de febrero de 2016.
Los accionantes argumentan en su memorial, que las razones para reglamentar los derechos
políticos conforme al Artículo 23.2 de la CADH son numerus clausus12, por tanto, que el derecho
interno boliviano no puede admitir otras razones más allá de las listadas en dicho artículo.
Argumentan, además, que las normas impugnadas, tanto de la Ley Nº 26 como de la Constitución,
serian incompatibles y violarían, los derechos políticos (sufragio pasivo, artículo 23 CADH) de los
que pretendan postular nuevamente, luego de haber ejercido como autoridades por dos periodos
consecutivos; indicando además que violaría el derecho a la igualdad de estas autoridades por no
permitirles acceder a la contienda electoral, al igual que los demás ciudadanos.
VI.1.1. LAS CAUSALES DEL ARTÍCULO 23.2 DE LA CADH NO SON TAXATIVAS O NUMERUS
CLAUSUS
El Juez de la Corte IDH, Profesor Diego García Sayán, realizó una interpretación del término
“exclusivamente” contenido en el artículo 23.2 de la CADH y determinó que esta causal no era
taxativa, sino que, para regular los derechos políticos, había que tener en cuenta variantes tales
como las necesidades históricas, políticas, sociales y culturales de la sociedad, interpretándola con
el resto de la Convención. Así lo estableció en su Voto Concurrente del caso López Mendoza vs
Venezuela al señalar lo siguiente:
“7. La Corte ha efectuado ya, en un caso distinto, una determinación sobre el término
“exclusivamente” y determinó que debía ser interpretado de manera sistemática con el artículo
23.1 y con el resto de los preceptos de la Convención y los principios básicos que la inspiran. En
particular, se estableció que las causales consagradas en dicho artículo no son taxativas, sino que
pueden ser reguladas teniendo en cuenta variantes tales como las necesidades históricas,
políticas, sociales y culturales de la sociedad.(…)
16. A partir de los medios de interpretación referidos en los párrafos anteriores se puede concluir
que el término “exclusivamente” contenido en el artículo 23.2 de la Convención no remite a una
lista taxativa de posibles causales para la restricción o reglamentación de los derechos políticos.”
13 (Resaltado es propio) La Acción de Inconstitucionalidad presentada apoya su argumento sobre
la aparente taxatividad de las cláusulas del artículo 23.2. de la CADH, en la jurisprudencia
interamericana de derechos humanos, sin aclarar que los precedentes más antiguos invocados en
su memorial (v.g. Andrés Aylwin y otros vs. Chile14 o YATAMA vs. Nicaragua15), fueron superados
por los más recientes, también invocados por ellos (v.g. Castañeda Gutman vs. México). En otras
palabras, lo que la Corte IDH dijo en 1999 en Aylwin y otros, o en 2005 en YATAMA, fue modulado
por lo que dijo en 2008 en Castañeda Gutman.
En el caso Andrés Aylwin y otros vs. Chile, según el memorial de la Acción, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos dijo:
“(…) la propia Convención reconoce las limitaciones que el Estado puede establecer
razonablemente al ejercicio de los derechos políticos, mediante la reglamentación exclusivamente
por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o
condena por juez competente en proceso penal. Se trata, en consecuencia, de limitaciones
numerus clausus, por lo que toda otra causa que limite el ejercicio de los derechos de
participación política igualitaria que consagra la Convención resultaría contraria y por lo tanto
violatoria de las obligaciones internacionales del Estado bajo dicho instrumento.16 (El resaltado no
es del original).
“[d]e acuerdo al artículo 23.2 de la Convención se puede reglamentar el ejercicio de los derechos y
oportunidades a las que se refiere el inciso 1 de dicho artículo, exclusivamente por las razones
establecidas en ese inciso”.17 (El resaltado no es del original).
Ahora bien, en el caso Castañeda Gutman, también citado en la Acción de Inconstitucionalidad,
aunque el escrito de los accionantes no consigna los siguientes párrafos, la Corte IDH dijo que:
161. Como se desprende de lo anterior, la Corte estima que no es posible aplicar al sistema
electoral que se establezca en un Estado solamente las limitaciones del párrafo 2 del artículo 23 de
la Convención Americana. Sin embargo, las medidas que los Estados adoptan con el fin de
garantizar el ejercicio de los derechos convencionales no están excluidas de la competencia de la
Corte Interamericana cuando se alega una violación de los derechos humanos previstos en la
Convención (...)” (El resaltado no es del original).
De esa manera, la Corte IDH determina que las causales establecidas en el numeral 2 del artículo
23 de la CADH no pueden ser interpretadas de manera aislada o autónoma, sino que debe
recurrirse a los principios básicos que inspiran el artículo
23.1 de la CADH, así como también los demás preceptos establecidos en la Convención
Americana; es decir, aplicando una interpretación sistemática, método interpretativo empleado
por la Corte IDH en muchos casos.18 Por tanto, las causales de regulación de los derechos políticos
del artículo 23.2 de la CADH no son taxativas o numerus clausus, llegando a esta conclusión
además, porque la misma Corte IDH así lo estimó al establecer que: “no es posible aplicar al
sistema electoral que se establezca en un Estado solamente las limitaciones del párrafo 2 del
artículo 23 de la Convención Americana”.
A entender del Juez de la Corte IDH Profesor Eduardo Ferrer Mac-Gregor, nos encontramos sin
lugar a duda frente a la figura del margen de apreciación nacional, donde a través de este
principio, se permite que el Estado establezca sus propios criterios de actuación respecto a temas
no muy desarrollados aun por el derecho común inherente a los sistemas internacionales de
protección de los derechos humanos.
De acuerdo a este margen de apreciación, la misma Corte IDH en la Sentencia del caso Castañeda
Gutman vs México, ya admitió una regulación a los derechos políticos, la cual no está establecida
en el artículo 23.2 de la CADH, después de realizar el test de condiciones y requisitos para regular y
restringir los derechos en la CADH según su propia jurisprudencia: a) legalidad de la medida
restrictiva; b) finalidad de la medida restrictiva;
23.1.b de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con los artículos 1.1 y 2
de la misma”.
Para sustentar su determinación la Corte IDH realizó un examen de la norma electoral que impone
una limitación al ejercicio del derecho a ser elegido, consistente en que la candidatura a la
Presidencia de la Republica debe ser inscrita por un Partido Político, para verificar si la medida
cumple con las condiciones de valides, como el principio de reserva de Ley, la finalidad que
persigue la medida, y necesidad en una sociedad democrática y proporcionalidad de la medida
restrictiva; a cuyo efecto ha partido de la premisa expresada en el párrafo 174 de la Sentencia, en
el que ha afirmado lo siguiente:
“174. Salvo algunos derechos que no pueden ser restringidos bajo ninguna circunstancia, como el
derecho a no ser objeto de tortura o de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, los
derechos humanos no son absolutos. Como lo ha establecido anteriormente el Tribunal, la
previsión y aplicación de requisitos para ejercitar los derechos políticos no constituyen, per se, una
restricción indebida a los derechos políticos. Sin embargo, la facultad de los Estados de regular o
restringir los derechos no es discrecional, sino que está limitada por el derecho internacional que
exige el cumplimiento de determinadas exigencias que de no ser respetadas transforma la
restricción en ilegítima y contraria a la Convención Americana. Conforme a lo establecido en el
artículo 29.a in fine de dicho tratado ninguna norma de la Convención puede ser interpretada en
sentido de limitar los derechos en mayor medida que la prevista en ella”. (resaltado es propio)
Partiendo de esa premisa, al examinar la finalidad que persigue la medida, la Corte IDH ha
señalado lo siguiente:
Sobre la base del razonamiento glosado, la Corte IDH ha formulado el siguiente argumento
conclusivo:
“183. La Corte considera que el artículo 175 del COFIPE bajo examen tiene por finalidad organizar
el proceso electoral y el acceso de los ciudadanos al ejercicio del poder público en condiciones de
igualdad y de manera eficaz. Dicha finalidad resulta esencial para el ejercicio de los derechos de
votar y a ser votado en elecciones periódicas auténticas, por sufragio universal e igual, y por voto
secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores, de acuerdo con el artículo
23 de la Convención Americana”.
Como se podrá advertir, los fundamentos jurídicos expuestos por la Corte IDH en la Sentencia del
Caso Castañeda Gutman vs México, no sustentan ni validan la hipótesis de los accionantes,
respecto a que supuestamente las limitaciones al ejercicio del derecho político a votar y ser
elegidos pueden ser limitados exclusivamente por las razones establecidas, como númerus
clausus, por el numeral 2 del artículo 23 de la CADH; ya que la limitación que impuso el Estado de
México al ejercicio del derecho a ser elegido, no se encuentra en las razones nombradas por la
referida norma convencional, y la Corte Interamericana ha considerado que esa limitación es
válida y cumple con las condiciones de validez; por lo que ha concluido que no viola el derecho
político.
Por tanto, de una correcta interpretación del artículo 23.2 de la CADH, en concordancia con la
Convención Americana de Derechos Humanos, en general, y del numeral 1 del artículo 23 de la
CADH, en particular, la misma Corte Interamericana ha concluido que las causales de regulación de
los derechos políticos no son taxativas, y deben ser interpretadas de manera sistemática con otras
normas de la CADH en el marco de los preceptos del Derecho Internacional de Derechos Humanos,
así como los principios de la Democracia; y cualquier regulación debe someterse al test
establecido por su Opinión Consultiva N° 5/85 en aplicación del artículo 30 de la CADH para
comprobar su validez.
Una de las razones por las que el Juez de la Corte IDH, Profesor Diego García Sayán, llegó a la
conclusión de que las causales del artículo 23.2 de la CADH no son taxativas, fue porque la Corte
Interamericana en el ya mencionado caso Castañeda Gutman, determinó que la Convención
Americana establecía solamente lineamientos generales sobre los contenidos mínimos de los
derechos políticos; y que los Estados podían regular estos derechos con base en esos parámetros
tomando en cuenta variantes tales como las necesidades históricas, políticas, sociales y culturales
de la sociedad. Así lo dispuso la Corte IDH al establecer lo siguiente:
166. El sistema interamericano [no] impone un sistema electoral determinado ni una modalidad
específica para el ejercicio de los derechos a votar y a ser votado. La Convención Americana
establece lineamientos generales que determinan un contenido mínimo de los derechos políticos y
permite a los Estados que dentro de los parámetros convencionales regulen esos derechos de
acuerdo a sus necesidades históricas, políticas, sociales y culturales, las que pueden variar de una
sociedad a otra, e incluso en una misma sociedad, en distintos momentos históricos.
Por otro lado, la Comisión IDH, en el caso Ríos Montt v. Guatemala,21 tomó en cuenta también
como parámetro de análisis para la regulación del derecho al sufragio pasivo, el contexto
constitucional particular de Guatemala y la decisión democrática expresada mediante voto de los
ciudadanos, a fin de verificar si una inelegibilidad para postulación a la presidencia era
incompatible con la Convención Americana, o si se vulneraba el derecho de los ciudadanos que
desearían elegir como presidente al peticionario. Utilizó el siguiente criterio para hacer dicho
análisis, que consideramos concuerda con una interpretación socio-histórica:
“24. A partir de esta premisa, considera la Comisión que el contexto del derecho constitucional
guatemalteco e internacional en que se ubica esta condición de inelegibilidad es la dimensión
apropiada para el análisis de la aplicabilidad de la Convención en general, y de sus artículos 23 y 32
al caso sub-judice, y de la cual puede surgir el margen de apreciación permitido por el derecho
internacional.(…)
38. Debe también considerar la Comisión la queja del recurrente respecto a la alegada violación al
derecho de los ciudadanos guatemaltecos de elegirlo como Presidente, por la aplicación del
artículo 186.a.Considera la Comisión al respecto que dicha causal de inelegibilidad surge de un
acto de Asamblea Constituyente elegida por votación democrática en la que el pueblo
guatemalteco decidió a través de sus representantes constituyentes que era necesario mantener
dicha causal, ya existente en la historia constitucional guatemalteca (cf. punto 25) y aún más,
hacerla permanente. Estamos pues como ya se analizó ut supra dentro de aquellas condiciones
que posee todo sistema jurídico constitucional para hacer efectivo su funcionamiento, y para
defender la integridad de los derechos de sus ciudadanos.”
Bajo estos criterios, es posible analizar el contexto constitucional y decisión histórico- social de
Bolivia para determinar si los artículos impugnados en la Acción de Inconstitucionalidad en
cuestión, son incompatibles con la Convención Americana.
21 CIDH, caso Ríos Montt v Guatemala, Informe Nº 30/93 Caso 10.804, 12 de octubre de 1993.
Desde el Siglo XIX, entonces, el interés general del país ha sido no dar pie al despotismo ni a la
autocracia, a los que se puede llegar con líderes eternos y regímenes absolutistas, como los
monárquicos.
El año 2009 se adoptó la actual Constitución, incluidos los artículos impugnados. Este nuevo texto
constitucional, si bien introdujo la figura de una única reelección continua para el presidente y
otros cargos, no fue más allá, no dispuso la reelección indefinida. Los artículos impugnados (junto
a los otros 411 artículos constitucionales) fueron aprobados por 2.064.417 de ciudadanos (61.43%
de los votos) en el referéndum constitucional del 25 de enero de 2009. Un año más tarde, el 30 de
junio, como resultado de la expresión soberana representada por la Asamblea Legislativa
Plurinacional (ALP), se adoptó la Ley 26 del Régimen Electoral y sus Arts. 52.III, 64 (d), 65 (b), 71 (c)
y 72 (b), concordantes con los artículos constitucionales 168, 156, 285.II y 288.
Según la Corte IDH, en el argumento sistemático, las normas deben ser interpretadas como parte
de un todo cuyo significado y alcance deben fijarse en función del sistema jurídico al cual
pertenecen. En este sentido, el Tribunal interamericano ha considerado que “al dar interpretación
a un tratado no sólo se toman en cuenta los acuerdos e instrumentos formalmente relacionados
con éste (inciso segundo del artículo 31 de la Convención de Viena), sino también el sistema
dentro del cual se inscribe (inciso tercero del artículo 31)”, esto es, el derecho internacional de los
derechos humanos.
Por último, conviene recordar que en la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, no
hay norma parecida al artículo 23.2 de la Convención Americana.
De ese modo, es posible concluir que, en el marco del Derecho Internacional de Derechos
Humanos que es la rama jurídica en la que se enmarca la Corte IDH y la Convención Americana, si
es posible establecer regulaciones o límites al ejercicio de los derechos políticos, para ello, los
Estados gozan de un margen de apreciación, por lo cual las regulaciones deben ser siempre,
razonables y objetivas, para no ser consideradas como una restricción indebida.
Ahora bien, veíamos líneas arriba, al revisar el caso Castañeda Gutman (párr. 153, 161), que la
interpretación de la Corte IDH con relación a las causales de reglamentación de los derechos
políticos establecidas en el Artículo 23.2 de la CADH, no puede hacerse de manera autónoma, es
decir, solamente en función al contenido de ese apartado (2), sino que debe hacerse en conexión
con el apartado (1) —del Artículo 23— y con otras disposiciones pertinentes del pacto. Es decir,
aplicando una interpretación sistemática al interior de la CADH. Veamos qué establecen esas otras
disposiciones pertinentes de la CADH.
Los arts. 30 y 29 de la CADH son los que dan las pautas generales de interpretación y restricción a
los derechos contemplados en ella. Los accionantes invocan en su escrito el artículo 29, más no el
artículo 30 que, justamente, es el que se refiere a los criterios admitidos que pueden guiar la
eventual regulación de un derecho humano. El artículo 30 de la CADH dispone:
Las restricciones permitidas, de acuerdo con esta Convención, al goce y ejercicio de los derechos y
libertades reconocidas en la misma, no pueden ser aplicadas sino conforme a leyes que se dictaren
por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido establecidas.
En cuanto al primer requisito, no hay discusión, y el memorial de los accionantes no lo objeta, las
regulaciones a los derechos políticos en Bolivia están contenidas en normas internas aptas para
regular y restringir derechos humanos27, que son la Constitución y Ley N° 26. Lo que queda por
dilucidar es si esas disposiciones fueron dictadas por razones de interés general.
La Corte IDH ha interpretado el alcance de las razones de interés general, en el sentido de que las
leyes deben de ser adoptadas en función del bien común, concepto que debe de interpretarse
como elemento integrante del orden público del Estado democrático.28 Las restricciones dictadas
por razones de interés general, tienen que resultar necesarias en una sociedad democrática, tiene
que existir una necesidad social imperiosa, y debe ser proporcional a ese objetivo.29
La regulación del ejercicio de los cargos electivos por un tiempo determinado, con una sola
reelección consecutiva, establecida en las normas impugnadas, obedece, primero, a un criterio de
interés general manifestado desde las primeras Constituciones de la República, hasta la última en
el actual Estado Plurinacional de Bolivia, refrendada el 2009, y revalidado (el interés general), el
año 2016. Ese interés general no puede supeditarse hoy al interés particular de algunas
autoridades, que cumplan con los criterios de estar en el cargo más de dos periodos consecutivos,
que serían las beneficiarias de la acción de inconstitucionalidad si fuera plausible.
Segundo, el criterio del interés general se cumple también, pues el objetivo o finalidad de esta
regulación está orientada a un fin necesario en una sociedad democrática, a saber:
Para entender esto hay que establecer que los altos cargos de la Administración del Estado, si bien
no actúan directamente sobre los actos en que se proyecta la contienda electoral, no obstante, sí
inciden sobre la construcción interna de la voluntad de la persona que elige, en razón a su
condición de órganos de poder, es decir, de instancias públicas con capacidad para conducir o
encaminar en favor propio o de un tercero las expresiones de opinión del cuerpo electoral.
“Si el poder del Estado en un gobierno representativo nace del sufragio activo, nada puede tener
de extraño que se prevea la posibilidad de que aquellos que ocupan las instituciones aspiren a
emplearlas en su favor para evitar así que mediante un ejercicio incorrecto de la voluntad
electoral, resulte alterado ese juicio de cuentas y la nueva encomienda de responsabilidad que en
toda elección se produce”
A tal fin, la limitación al tiempo de ejercicio del cargo electivo, establecido en las normas
impugnadas por la Acción, busca regular el derecho electoral pasivo, garantizando mediante esta
limitación la libre formación de la opinión del cuerpo electoral. Así continúa expresando el
Profesor Eloy García López:
“Se procura evitar, en suma, que desde una hipotética posición de poder público un candidato que
a la vez sea cargo público, haga uso de una serie de sus facultades para destruir la formación libre
de la opinión en las urnas, porque desde esa posición al atacar directamente la libertad política del
elector, se evitará de hecho que sea únicamente su voluntad la que defina el voto, que a fin de
cuentas es el bien que se pretende proteger.
Es sólo la propia continuidad del gobernante la que coarta el ejercicio del sufragio activo al
entender que la posesión reiterada del poder actúa siempre en contra de la libertad de voto”.33
Entonces esta limitación trata de proteger el derecho al sufragio activo y la libre creación de la
voluntad electoral frente a la intromisión o posible coacción procedente del Estado; y así lo pone
de manifiesto el artículo 23 de la CADH al hablar de elecciones libres y la garantía de las mismas,
siendo esta interpretación inspirada en los principios Democráticos de la Convención y el sentido
del artículo 23 CADH.
“En cuanto a la fijación del período constitucional que corresponde al Presidente comporta, de por
sí, una limitación de sus expectativas y del ejercicio efectivo de su poder, ya que, la introducción
del período presidencial en el esquema institucional constituye un mecanismo de control, por
cuanto la demarcación temporal de su mandato le impone al jefe del Estado la obligación de
atenerse al tiempo previamente señalado y de propiciar la sucesión de conformidad con las reglas
establecidas, para evitar la prolongada concentración del poder en su propia persona y procurar
que, conforme a los dictados constitucionales, las instituciones se acomoden a las nuevas
realidades originadas en la renovación periódica de la suprema magistratura y conserven así el
equilibrio inherente a la separación de poderes y al sistema de frenos y contrapesos. El
presidencialismo es un vocablo reservado para designar aquellas modalidades deformadas del
sistema presidencial, cuyo factor determinante de deformación lo constituye la preponderancia
presidencial que logra alterar el equilibrio pretendido mediante la inclusión del principio de
separación de poderes en las constituciones.
Por otro lado, esta Sentencia estableció que un mandato de hasta tres gestiones en el cargo
electivo, o sea doce años (el mandato presidencial en Colombia dura 4 años), supone una ruptura
entre la figura presidencial y los funcionarios de control que el elegiría, mermando así el sistema
de pesos y contrapesos, así como los controles verticales y horizontales:
“Así, la eventual prolongación del mandato presidencial hasta doce años supondría la ruptura del
equilibrio entre la figura del Primer Mandatario investido de relevantes poderes por el sistema de
gobierno presidencial, cuyas atribuciones de nominación resultan reforzadas y cuyo período
coincide con los de los funcionarios de los distintos organismos de control y judiciales que designó
o fueron elegidos de temas por él propuestas, frente al papel que cumplirían estos organismos de
control encargados de asegurar el sistema de frenos y contrapesos respecto del poder
presidencial”.
Precisamente para garantizar el sistema de controles, pesos y contra pesos, como expresión del
Estado democrático constitucional de Derecho, es que el Constituyente ha diseñado un sistema
político en el que los titulares de los órganos encargados de ejercer los controles previstos por la
Constitución sobre los actos, decisiones y resoluciones de los miembros del Órgano Ejecutivo, no
coincidan con el mandato del Presidente; tal es el caso del período de mandato de los magistrados
de los altos Tribunales de Justicia del Estado, del Contralor General del Estado, del Fiscal General
del Estado y del Defensor del Pueblo.
De esta manera, cuando el Presidente del Estado inicia su gestión encuentra designadas a esas
autoridades que ejercerán control sobre sus actos y decisiones; lo que genera de alguna forma un
equilibro en el ejercicio del Poder Político. Esta situación se ve afectada si se permite la reelección
continua por más de una vez, y más aún si es indefinida, ya que el Presidente del Estado, siendo el
Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe del Partido Político, Frente o Alianza gobernante, influirá
decisivamente en la designación de las mencionadas autoridades.
Asimismo, tomando en cuenta que en el sistema presidencialista, el Presidente del Estado, al ser
Jefe del Partido Político o de la Organización Política que gobierna, es quien elabora las nóminas
de candidatos a diputados y senadores, llega a generar una innegable situación de subordinación
del Órgano Legislativo respecto del Presidente del Estado, menoscabando la independencia de
aquél y neutralizando los sistemas de control y fiscalización, concentrando peligrosamente el
Poder en el Órgano Ejecutivo.
Al respecto, cabe citar una jurisprudencia comparada que fue establecida en la Sentencia C-141/10
de la Corte Constitucional de Colombia, pues establece que los límites a los periodos
constitucionales de los cargos electivos, en especial del presidente, tiene como fin evitar la
acumulación de poder y el desbordamiento del ejecutivo:
“En cualquier caso, la apreciación conjunta de las previsiones constitucionales relativas a los
períodos de las más altas autoridades, y al que le corresponde al Presidente, permite sostener que
el fin último de su incorporación a las constituciones es proporcionar un mecanismo que evite la
concentración del poder en unas solas manos y, puesto que en un sistema de carácter presidencial
la mayor tendencia a la acumulación de poderes y al desbordamiento la tiene el ejecutivo,
respecto del Presidente se torna especialmente relevante la regla según la cual “a mayor poder,
menor tiempo para su ejercicio” .
3) Por otro lado, la necesidad en una sociedad democrática del límite al ejercicio del cargo
electivo tiene sustento en la garantía de igualdad de los postulantes a los cargos electivos y el
principio de alternancia política en una sociedad plural.
Cuando el Presidente o una alta autoridad electa es candidato, ciertamente el tiene las ventajas
que se derivan de su condición de mandatario, entre las cuales pueden mencionarse su influencia
en la destinación del gasto público, o su permanente exposición pública como resultado de sus
actos de gestión o del contacto que debe mantener con la ciudadanía y del ejercicio del liderazgo
al que está obligado. En consecuencia, con el fin de garantizar cierto grado de igualdad entre los
candidatos, es que el constituyente ha previsto un mecanismo de limitación al poder que incentive
la alternancia política en la administración del poder. La Sentencia C-141/10 establece lo siguiente
al respecto:
De esta manera, la rotación en el poder implica una serie de factores que aseguran la libertad de
elección de los asociados y, además, un conjunto de garantías que aseguran la igualdad de
condiciones para los demás candidatos, partidos o movimientos políticos. Lo anterior conduce a
que la alternación constituya una forma de hacer efectivos otros derechos relacionados con el
sistema democrático como la libertad de expresión, el libre acceso de los partidos políticos a los
medios de comunicación, la libertad de información, el derecho al voto, el derecho a ser elegido y
el derecho a la oposición política. En definitiva la alternación "entraña dos nociones básicas,
igualdad política y libertad política, los gobiernos son más o menos democráticos, en la medida en
que el poder político o la influencia sobre el poder político se comparte equitativamente.”
De esta manera, el tercer justificativo persigue una finalidad que busca la igualdad de los
candidatos y evita la influencia o ventaja que puedan tener estos, en caso de ser parte de la
Administración Estatal, con el fin de garantizar la alternancia en el poder y la igualdad de los
candidatos. Esto también condice con el artículo 23.1 el cual exige no solo que se garantice el
derecho político, sino que se propicien las oportunidades para ejercer estos derechos.
La interpretación teleológica toma en cuenta la finalidad contenida en los diversos criterios sobre
regulación de derechos políticos. Según el ex Juez de la Corte IDH, Diego García Sayán, en el
artículo 23.2 de la Convención se estipulan posibles causales para la limitación o reglamentación
de los derechos políticos y se busca, claramente, que no quede al arbitrio o voluntad del
gobernante de turno, con el fin de proteger que la oposición política pueda ejercer su posición sin
restricciones indebidas. Ése es el claro sentido de la norma, a decir del Profesor García Sayán.38
Es precisamente desde esta perspectiva que debe interpretarse el artículo 23.2 de la CADH
respecto a los artículos impugnados, pues lo que se busca es una limitación al poder con el fin de
garantizar elecciones libres, el derecho al sufragio activo sin influencias indebidas, la separación de
poderes, sistema de controles, pesos y contrapesos y la alternancia en el poder. De esta manera se
garantizan los derechos políticos de los ciudadanos que ejercen su derecho al sufragio activo, los
derechos de los ciudadanos que acuden como candidatos en ejercicio del sufragio pasivo, y los
principios democráticos esenciales. Por tanto, las normas impugnadas, no son limites a los
derechos políticos per se, sino límites al ejercicio del poder estatal.
23.2 DE LA CADH
El derecho comparado como método de interpretación jurídica debería usarse sólo como pauta
referencial, no como fuente de derecho, a menos que la evidencia que se pretende demostrar esté
validada por una gran mayoría de jurisdicciones que coinciden en un mismo tratamiento. Incluso
así, hay otros factores que debilitan la legitimidad de este medio auxiliar. En el Derecho
Internacional (no en el derecho comparado), la fuente jurídica por excelencia es la costumbre
internacional: la "prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho". El Derecho
Internacional ha sido prudente en conferir la categoría de costumbre internacional no a cualquier
acto de uno o varios Estados, sino, repetimos, a "la práctica seguida por los sujetos internacionales
[los Estados] que es generalmente aceptada por éstos como derecho”.39
La Acción menciona que, en 2003, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa
Rica reintrodujo la reelección no consecutiva del presidente, que había sido vedada en la reforma
constitucional de 1969. Sin embargo, lo que en realidad hizo la Corte Suprema de ese país, fue
volver al sistema constitucional que es análogo al nuestro, ya que la reforma de 1969 que fue
declarada inconstitucional, impedía la reelección de manera definitiva, por tanto, era
desproporcional al fin buscado.
Cabe hacer notar, que en ninguno de esos tres casos se introdujo la reelección indefinida. Hoy
Nicaragua la tiene, pero es producto de la reforma constitucional de 2014. Esto nos lleva a la
consideración de que, además de Nicaragua, sólo otros dos Estados de América Latina reconocen
constitucionalmente la reelección indefinida del presidente: Venezuela, desde 2009 (vía
referéndum), y Ecuador, desde 2015 (vía asamblea legislativa).
De esa manera, los ejemplos centroamericanos utilizados por los accionantes no podrían servir
para que se valide un determinado sistema electoral bajo la apariencia de que se están
protegiendo los derechos humanos (políticos) de una o algunas personas. Los derechos humanos
son neutrales respecto a los modelos electorales (en la medida que éstos respeten los derechos
políticos básicos), como lo ha establecido el Comité de Derechos Humanos: “[a]unque el Pacto no
impone ningún sistema electoral concreto, todo sistema electoral vigente en un Estado Parte debe
ser compatible con los derechos amparados por el artículo 25 y garantizar y dar efecto a la libre
expresión de la voluntad de los electores”.40 Por el contrario, la amplia práctica estatal en la
región sobre la limitación a la reelección indefinida mediante la regulación de los periodos
consecutivos, supone una fuente a tomar en cuenta como “costumbre internacional”, en el marco
de una interpretación evolutiva del derecho internacional de los derechos humanos para el
presente caso
Otra norma de la Convención Americana a ser tomada en cuenta para la interpretación sistemática
del artículo 23.2, es el artículo 29, el cual sí fue mencionado por los accionantes.
a) permitir a alguno de los Estados Partes, grupo o persona, suprimir el goce y ejercicio de los
derechos y libertades reconocidos en la Convención o limitarlos en mayor medida que la prevista
en ella;
b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de
acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en
que sea parte uno de dichos Estados;
c) excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de la
forma democrática representativa de gobierno, y
Según los apartados (a) y (b), ninguna disposición de la CADH (en este caso el Artículo 23.2) puede
ser interpretada en el sentido de limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho reconocido en el
pacto o en las leyes de cualquiera de los Estados parte.
Enfocando la discusión desde la perspectiva de los más de 2 millones de votantes que ganaron el
referéndum de febrero de 2016, la pretensión de los accionantes de interpretar el Artículo 23.2 de
la CADH en favor de la reelección o repostulación indefinida, está dirigida, precisamente, a limitar
los derechos políticos —reconocidos en la CADH y en la legislación boliviana— del 51.3% del
electorado victorioso del referéndum del 21 de febrero del 2016 que, en ejercicio de los derechos
al voto y a la participación política, se manifestó y decidió vía referéndum.
Los órganos del sistema interamericano de derechos humanos reconocen al referéndum como
expresión legítima de los derechos políticos, tal como lo ha expresado la CIDH:
139. La Comisión al analizar los alcances del artículo 23 de la Convención, ha indicado que, para
lograr su plena vigencia, las elecciones, a través de las cuales se expresa la voluntad del pueblo,
deben ser auténticas, universales, periódicas, y realizarse a través de voto secreto u otro método
que preserve la libre expresión de la voluntad del elector41. (El resaltado no es del original).
En cuanto a la legislación nacional, el Artículo 11.II de la Constitución establece que “[l]a
democracia se ejerce de las siguientes formas, que serán desarrolladas por la ley: 1. Directa y
participativa, por medio del referendo”.
Por su parte, la Ley 26, al desarrollar el texto constitucional en este campo, señala que “[e]l
ejercicio de los derechos políticos en el marco de la democracia intercultural y con equivalencia de
condiciones entre mujeres y hombres, comprende: (…) (d) [l]a concurrencia como electoras y
electores en los referendos... mediante sufragio universal” (Artículo 4 - Derechos políticos).
Esa misma ley de desarrollo constitucional, dispone también que “[e]l Referendo es un mecanismo
constitucional de democracia directa y participativa por el cual las ciudadanas y los ciudadanos,
mediante sufragio universal, deciden sobre normas, políticas o asuntos de interés público”
(Artículo 12); que “[l]as decisiones adoptadas mediante Referendo tienen vigencia inmediata y
obligatoria, y son de carácter vinculante. Las autoridades e instancias competentes son
responsables de su oportuna y eficaz aplicación”; y que “[l]as etapas y resultados de los…
referendos… no se revisarán ni se repetirán…” (Artículo 2.k).
En relación con el apartado (c) del Artículo 29, el Artículo 23.2 de la CADH no puede ser
interpretado en el sentido de excluir otros derechos y garantías que se derivan de la forma
democrática representativa de gobierno. Dicho de otro modo en el contexto que nos interesa, la
disposición contenida en el Artículo 23.2 no puede descartar el derecho político contenido en el
Artículo 23.1.a de la CADH: participar directamente en la dirección de los asuntos públicos,
derecho, conforme al cual, el 51.3% de la ciudadanía determinó, a través de un mecanismo
electoral libre, democrático y vinculante, que el Artículo 168 de la Constitución no se modifica.
Por tanto, de una correcta interpretación del artículo 23.2 de la CADH en concordancia con el
artículo 29 de la Convención Americana, el límite al ejercicio del cargo electivo por más de dos
periodos consecutivos, es el resultado de la voluntad popular expresada cumpliendo el orden
jurídico y en ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos bolivianos mediante una decisión
soberana, en consecuencia, ello no puede ser restringido o desconocido por ningún órgano del
Estado bajo una interpretación restrictiva que sí violaría el artículo 23 de la CADH; máxime si los
artículos impugnados no son incompatibles con la CADH
Los accionantes consideran que las normas impugnadas contradicen el derecho a la igualdad y no
discriminación, pues limitarían la participación política de los candidatos quienes, luego de ejercer
por dos veces consecutivas el cargo para el que fueron elegidos, buscarían un tercer mandato
mediante su re postulación (en el caso del Presidente y Vicepresidente un cuarto mandato);
siendo las normas impugnadas un impedimento para tal propósito, dejándolos en supuesta
desventaja frente a los demás candidatos.
En primer, lugar es importante enfatizar que la reelección de las autoridades por más de dos
periodos consecutivos, en especial el presidencial, tiene un componente personal inevitable, pues
comporta la posibilidad de que un ciudadano elegido para ejercer la presidencia pueda postularse
para ejercerla de nuevo. Ese componente personal cobra singular relevancia, pues de “inaplicarse”
las normas constitucionales impugnadas, las únicas personas que se encontrarían en el supuesto
de aspirar a la segunda reelección y al tercer período (en realidad a un cuarto período)42 son el
actual Presidente y Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, dado que, en la historia
reciente del país, sólo ellos han sido elegidos por dos períodos constitucionales y podrían ser
elegidos para otro período.
A pesar que la Acción versa sobre una hipótesis general y abstracta, tiene una finalidad específica
de permitir al actual Presidente y Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia aspirar a un
cuarto43 mandato consecutivo, Adicionalmente, la Acción suscita también otras cuestiones
relacionadas con el principio de igualdad, específicamente en lo que hace relación con la igualdad
en las contiendas electorales, en la medida en que el Presidente candidato goza de una posición
de ventaja respecto a los restantes contendientes, por lo que resulta comprometido el principio de
igualdad y por ende el pluralismo político.
Por otro lado, no toda diferencia constituye discriminación en el marco del Derecho Internacional
de Derechos Humanos. Así lo Establece la Corte IDH en su Opinión Consultiva OC-4/84 de 19 de
enero de 1984:
56. (…) es preciso concluir que no todo tratamiento jurídico diferente es propiamente
discriminatorio, porque no toda distinción de trato puede considerarse ofensiva, por sí misma, de
la dignidad humana. Ya la Corte Europea de Derechos Humanos basándose "en los principios que
pueden deducirse de la práctica jurídica de un gran número de Estados democráticos" definió que
sólo es discriminatoria una distinción cuando "carece de justificación objetiva y razonable".
Existen, en efecto, ciertas desigualdades de hecho que legítimamente pueden traducirse en
desigualdades de tratamiento jurídico, sin que tales situaciones contraríen la justicia. Por el
contrario, pueden ser un vehículo para realizarla o para proteger a quienes aparezcan como
jurídicamente débiles. Mal podría, por ejemplo, verse una discriminación por razón de edad o
condición social en los casos en que la ley limita el ejercicio de la capacidad civil a quienes, por ser
menores o no gozar de salud mental, no están en condiciones de ejercerla sin riesgo de su propio
patrimonio.
De acuerdo a la cita jurisprudencial realizada, se puede concluir que es admisible que, sin vulnerar
el derecho a la igualdad, se pueda realizar un trato diferenciado a personas que se encuentran en
supuestos fácticos análogos (situación que no acontece en el presente) si existe un fin
legítimamente constitucional y legal, pero bajo la condición de exponer una justificación objetiva,
razonable y suficiente, y que los medios empleados sean razonablemente proporcionales al fin
perseguido. Estas acciones han sido conocidas por la doctrina como “acciones o medidas
positivas”, las cuales establecen beneficios a favor de quienes se encuentran en una situación
desfavorable y que se dirigen precisamente a corregir la desigualdad de facto.
En el presente caso, de inaplicarse las normas impugnadas, los ciudadanos que pretenden ser
candidatos se encontrarían en una clara desigualdad frente a quienes detentan el poder y
pretenden postularse a un cuarto mandato consecutivo, pues no se encuentran en igualdad de
condiciones. Por este motivo, el constituyente ha establecido límites al ejercicio del poder para
evitar, precisamente, una desigualdad de los ciudadanos que aspiren a participar políticamente en
el marco del pluralismo que sostiene al Estado. Ahora bien, tomando en cuenta los estándares
citados sobre el derecho a la igualdad,
Para hablar de discriminación y de vulneración al derecho a la igualdad, primero que nada, se debe
verificar si quienes reclaman (o por quienes se reclama) la violación o la contravención, están en la
misma situación o comparten supuestos de hecho sustancialmente iguales al resto de los
ciudadanos respecto a quienes se alega la discriminación. En el caso que nos ocupa, claramente no
están en la misma situación. Tenemos, por un lado, a las autoridades en funciones que ya fueron
votadas y reelegidas para el desempeño de sus cargos en elecciones anteriores, incluso en tres
ocasiones (ejemplo el Presidente o el Vicepresidente) y por otro lado, están los demás ciudadanos
que no están ocupando un cargo electivo. Por lo tanto, una vez más lo decimos, los unos y los
otros no están en la misma situación.
Realizada esta parte inicial del test, ya no es necesario seguir con el resto, pues la primera y básica
condición para indagar una posible discriminación no se cumple. Retomemos las palabras de la
Corte IDH: “[d]e ahí que no pueda afirmarse que exista discriminación en toda diferencia de
tratamiento del Estado frente al individuo, siempre que esa distinción parta de supuestos de
hecho sustancialmente diferentes (…)” Por tanto, las normas impugnadas no constituyen
presupuestos jurídicos que violen el derecho a la igualdad y no discriminación de las autoridades
que, habiendo ejercido el cargo por dos periodos constitucionales consecutivos, pretendan
postularse a un tercer mandato.
PETITORIO
Vuestro Tribunal tiene en sus manos la importante tarea de hacer respetar el Estado de Derecho y
los principios fundamentales de la Democracia, que hoy sustentan al Estado Plurinacional de
Bolivia, así como hacer respetar la decisión del único soberano, el pueblo, el cual ya se pronunció
sobre este tema en ejercicio de sus derechos políticos mediante dos referéndums
constitucionales.
Por todo lo expuesto, al amparo de los artículos 132, 133 y 202.1 de la Constitución, y, 74 al 78 de
la Ley Nº 254, SOLICITO que luego de analizar los argumentos jurídicos esgrimidos en el presente
memorial de Amicus Curiae, PROCEDA A DECLARAR lo siguiente:
OTROSI 3°.- se señala domicilio procesal en la calle urcullo nro 326 zona central de la ciudad de
sucre