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Reporte de Lectura de Althusser Louis

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REPORTE DE LECTURA

DE ALTHUSSER LOUIS
JEFFERSON DANIEL FUENTES ARCOS
¿CÓMO SE EXPRESA EL PENSAMIENTO EMPÍRICO EN LA EDUCACIÓN?

Epicuro nos explica que, antes de la formación del mundo, infinidad de átomos


caían en paralelo en el vacío. Lo que implica que antes del mundo no había nada, y al
mismo tiempo que todos los elementos del mundo existían por toda la eternidad antes de
que hubiese ningún mundo. Lo que implica también que antes de la formación del
mundo no existía ningún Sentido, ni Causa, ni Fin, ni Razón ni sinrazón. La no
anterioridad del Sentido es una tesis fundamental de Epicuro con la que se opone tanto a
Platón como a Aristóteles.
Dejo a los especialistas la cuestión de saber quién introdujo el concepto, que se
encuentra en Lucrecio pero que está ausente en los fragmentos de Epicuro. El hecho de
que se haya introducido permite pensar que el concepto, en tanto que era necesario para
la reflexión, era indispensable en la lógica de las tesis de Epicuro. El clinamen es una
desviación infinitesimal, lo más pequeña posible, que tiene lugar no se sabe dónde ni
cuándo ni cómo, y que hace que un átomo se desvíe de su caída en picado en el vacío
y, rompiendo de manera casi nula el paralelismo en un punto, provoque un encuentro
con el átomo que está al lado y de encuentro en encuentro una carambola y el
nacimiento de un mundo, es decir, del agregado de átomos que provocan en cadena la
primera desviación y el primer encuentro. Que el origen de todo mundo, y con ello de
toda realidad y todo sentido, sea debido a una desviación, que la Desviación y no la
Razón o la Causa sea el origen del mundo, da una idea del atrevimiento de la tesis de
Epicuro.
Para que la desviación dé lugar a un encuentro del que nazca un mundo, hace
falta que dure, que no sea un encuentro breve sino un encuentro duradero que devenga
así la base de toda realidad, de toda necesidad, de todo sentido y de toda razón. Pero el
encuentro también puede no durar y, así, no constituir un mundo. Es más, vemos que el
encuentro no crea nada de la realidad del mundo, sino que confiere a los átomos mismos
la realidad que poseen. Sin la desviación y el encuentro los átomos no serían más que
elementos abstractos, sin consistencia ni existencia.
Hasta el punto de que se puede sostener que la existencia misma de los átomos
no les viene más que de la desviación y el encuentro antes del cual no tenían más que
una existencia ilusoria. Puede decirse que el mundo es el hecho consumado en el
cual, una vez consumado el hecho, se instaura el reino de la Razón, del Sentido, de la
Necesidad y del Fin. Pero la propia consumación del hecho no es más que puro efecto
de la contingencia, ya que depende del encuentro aleatorio de los átomos debido a la
desviación del clinamen. Antes de la consumación del hecho, antes del mundo, no hay
más que la no-consumación del hecho, el no mundo que no es más que la existencia
irreal de los átomos.
Ya no es el enunciado de la Razón y del Origen de las cosas, sino teoría de su
contingencia y reconocimiento del hecho, del hecho de la contingencia, del hecho de la
sumisión de la necesidad a la contingencia y del hecho de las formas que «da forma» a
los efectos del encuentro. XVI, las condiciones para la constitución de un Estado
nacional italiano. Es preciso crear las condiciones de una desviación, y por ende de un
encuentro, para que la unidad italiana tome consistencia. Maquiavelo no cree que
ninguno de los Estados existentes, especialmente los Estados de la Iglesia, los peores de
todos, pueda asumir el papel de la unificación.
En El príncipe los enumera todos, pero es para recusarlos en tantas piezas
decadentes del modo de producción precedente, feudal. Para que este encuentro entre un
hombre y una región tome consistencia es preciso que tenga lugar. Políticamente
consciente de la impotencia de los Estados y de los príncipes existentes, Maquiavelo
guarda silencio acerca de ese príncipe y ese lugar. Maquiavelo tan sólo desea que el
encuentro tenga lugar en esa Italia atomizada, y está manifiestamente obsesionado por
ese César que, salido de la nada, hizo de la Romana un Reino y, una vez tomada
Florencia, habría unificado todo el Norte, si no hubiese enfermado en el momento
decisivo en los pantanos de Rávena, cuando se dirigía hacia Roma para destituir a Julio
II.
Un hombre de nada, salido de nada, y que parte de un lugar inasignable, he aquí
las condiciones de la regeneración según Maquiavelo. De suerte que el Príncipe está
gobernado en su interior por las variaciones de este otro encuentro aleatorio, el del zorro
por un lado, y el del león y el hombre por otro. También él debe ser duradero para que
la figura del Príncipe tome consistencia en el pueblo, donde que tome consistencia
quiere decir que tome forma, que se haga temer institucionalmente como bueno y
finalmente, si es posible, lo sea, pero bajo la condición absoluta de no olvidar jamás
cómo ser malo si es preciso. La historia no es más que la revocación permanente del
hecho consumado por parte de otro hecho indescifrable a consumar, sin que se sepa, ni
de antemano ni nunca, dónde ni cómo se producirá el acontecimiento de su revocación.
Esta fascinación fue comprendida por un hombre menos de cien años después de
la muerte de Maquiavelo. Encontramos en el Tratado político el elogio explícito de
Maquiavelo, en un tratado que, una vez más, parece no ocuparse más que de
política, cuando en realidad se ocupa también de filosofía. Pero para entender esta
filosofía es preciso remontarnos más aún, al ser la estrategia filosófica de Spinoza
radical y de una extrema complejidad. Epicuro también partía de la naturaleza como
aquello fuera de lo cual no existe nada.
Una substancia absoluta, única e infinita, dotada de un número infinito de
atributos infinitos. Evidentemente, esto es una forma de decir que cualquier cosa que
pudiese existir no existe jamás si no es en Dios, ya sea esa cualquier cosa conocida o
desconocida. Pues nosotros sólo conocemos dos atributos, la extensión y el
pensamiento, y además, no conocemos todas las potencias del cuerpo, al igual que del
pensamiento no conocemos la potencia impensada del deseo. Los otros
atributos, infinitos en número e infinitos ellos mismos, están ahí para cubrir todo lo
posible y lo imposible.
Que sean infinitos en número, y que nos sean desconocidos, deja la puerta bien
abierta a su existencia y a sus figuras aleatorias. Que sean paralelos, que todo sea efecto
del paralelismo, hace pensar en la lluvia epicúrea. Los atributos caen en el espacio vacío
de su determinación como gotas de lluvia que no se pueden encontrar más que en este
paralelismo excepcional, este paralelismo sin encuentro, sin unión que es el hombre, en
este paralelismo asignable pero minúsculo del pensamiento y el cuerpo, que todavía no
es más que paralelismo, puesto que en él, como en todas las cosas, el orden y la
conexión de las cosas es el mismo que el orden y la conexión de las ideas. Un
paralelismo sin encuentro, en suma, pero que es ya en sí mismo encuentro debido a la
estructura misma de la relación entre los diferentes elementos de cada atributo.
También es interesante la forma en la cual el pensamiento se constituye en el
hombre. Es relevante que comience a pensar por ideas confusas y de oídas hasta que
estos elementos acaban por tomar forma para pensar por nociones comunes, puesto que
el hombre podría quedarse en el conocimiento de oídas, y la toma de consistencia entre
los pensamientos del primer género y los del segundo no se llevaría a cabo. Y la
experiencia muestra que por regla general no tiene lugar, salvo en la excepción de una
filosofía consciente de no ser nada. Se concederá que no hay en absoluto ninguna ley
que presida el encuentro de la toma de consistencia, pero una vez que el encuentro ha
tomado consistencia, es decir, una vez constituida la figura estable del mundo, del único
que existe, tenemos que vérnoslas con un mundo estable en el cual la sucesión de los
acontecimientos obedece, a su vez, a leyes.
De ahí la enorme tentación, incluso para quien nos concediese las premisas de
este materialismo del encuentro, de refugiarse, una vez que el encuentro ha tomado
consistencia, en el examen de las leyes resultantes de esta toma de formas, en el
fondo, en la repetición indefinida de estas formas.

Referencias
Althusser, Louis. «PARA UN MATERIALISMO ALEATORIO.» En Edición de Pedro
Fernández Liria, de Louis Althusser, 31-71. Madrid: Arena Libros, 2002.

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