El Matrimonio Cristiano en Crisis
El Matrimonio Cristiano en Crisis
El Matrimonio Cristiano en Crisis
Entre más viejo me pongo, más veo la falsedad de una creencia tan común entre los cristianos: “Si
me caso con un cristiano no voy a tener problemas y nunca se destruirá mi matrimonio.” Cuántos
de mis amigos pensaban esto hace 20 ó 30 años, y hoy están en crisis matrimonial o ya separados
o divorciados. Aunque vieron algunas señales de problemas se calmaron con “Pero mi cónyuge es
un cristiano”. ¿Qué pasó? Algo tremendo ha sucedido en los últimos 50 años que ha abierto las
puertas al diablo en el hogar cristiano. El resultado es que ahora casi no hay diferencia en la tasa
de divorcios entre cristianos y entre los no cristianos. Me refiero a los que se dicen cristianos y
practican su fe, no a los cristianos culturales que ni creen en Dios, Cristo, la Biblia o la vida eterna.
Una de las tristezas mayores de las personas mayores es que cada vez que se reúnen con viejos
amigos es necesario oír de los matrimonios fracasados entre ellos y los otros amigos mutuos. Pero
parece que no nos duele como antes. Casi lo vemos “natural”.
No puede ser más “natural” dada la falta de espiritualidad y compromiso con Dios que existe en el
hogar promedio. “Natural” significa “el hombre natural”, “la carne humana”, que es el ambiente
abiertamente egoísta que prevalece en muchos hogares. No podemos producir amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza con la vida natural. Es el fruto del
Espíritu Santo producido cuando andamos en o conforme a El y Sus enseñanzas, deseos y
direcciones. Esto sólo puede suceder cuando “el YO” está crucificado con Cristo y el nuevo hombre
espiritual anda como Cristo anduvo aquí sobre la tierra…en su hogar, con su cónyuge, con sus
hijos, con sus vecinos y compañeros.
El divorcio tan prohibido por Cristo es separar algo que Dios ha unido. La palabra usada en el
Antiguo Testamento es “repudio”. ¡Qué fea! Pero así lo ve Dios, amigos. Es repudiar a aquel
cónyuge a quien amábamos locamente y a quien prometimos delante de ministros de la Iglesia, el
Gobierno y otros testigos que íbamos a amar “hasta que la muerte nos separa”. Se cree que es
mejor terminar con algo que es moribundo o que ya se murió, aquel amor del principio. Dios
manda algo mejor: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que
hiciste al principio…” (Apocalipsis 2:5). Es una receta divina para matrimonios en problemas y
peligro.
Recordar aquellos años es muy saludable. Las cosas buenas que vimos en el noviazgo, el
compromiso y los primeros años del matrimonio. Buenas costumbres que nos unían y que
disfrutábamos tanto. Pequeños detalles que sorprendían y daban felicidad. Los buenos tiempos
con Dios, juntos en la devoción a Él. Grandes obras del Señor que experimentamos juntos. La
ayuda mutua y el apoyo en todo. Las reconciliaciones amorosas y el gozo que vino. Cuando se
olvidan estas cosas estamos negando algo real y poderoso que experimentábamos como si nunca
sucedieran. Lo vemos todo negro, negativo, triste, dañino y feo. No fue así. Hay que recordarlo,
dar gracias a Dios por ello y recobrarlo.
Hacer las primeras obras es tomar las decisiones difíciles de volver a buscar hacer feliz a otro en
vez de querer, demandar y buscar nuestra propia felicidad. Amigos, esto es lo que se pierde tan
fácil y rápidamente en un matrimonio. Durante la luna de miel, a veces. Antes era el propósito
hacer feliz a aquella persona que amábamos. Luego algo pasó y empezábamos a quejarnos de las
cosas que no nos hacían felices. Cuando el enfoque cambia del amor que busca el bien de otro al
egoísmo que busca nuestro bien, estamos en problemas. Tal vez la relación aguante un tiempo
pero tarde o temprano esa actitud egoísta destruirá el amor. Amor exigido no es amor. Es sólo una
carga pesada que irrita más cada día. Lo “natural” en ese caso es todo lo contrario de la voluntad y
plan de Dios, es hacer infeliz al otro. Ya que nos hace infelices empezamos a asegurar que el otro
se sienta triste, irritado, mal, ojalá “culpable” también, ¿no? Luego, como no sirve esta situación y
hay problemas, las grietas aparecen y se extienden, y se tambalea la casa que construimos sobre la
arena.
Hacer las primeras cosas, entonces, es volver a amar, a hacer feliz a nuestro cónyuge. Es el secreto
de ser feliz: tener un cónyuge feliz por lo que estamos haciendo. Cada día nos presenta con
muchas oportunidades de hacer feliz al cónyuge. La mayoría de estas acciones no cuesta mucho
dinero, sólo tiempo y esfuerzo, humildad y buena voluntad, perdón y cuentas nuevas. Un regalo
bonito no es mala idea tampoco pero si no va acompañado por sonrisas, toques cariñosos,
palabras dulces y miradas amables, no ayudará, por caro que sea, ningún regalo.
Tengo que añadir otro punto aquí que no está en la receta de Apocalipsis 2:5. La unión verdadera
de un matrimonio es espiritual. Buscando al Señor juntos en la lectura y oración regularmente es
lo que empieza la soldadura de todos los soportes rotos. Claro, es bueno hacer esto con otras
parejas también, pero si no es un ingrediente de nuestra relación de pareja, no vamos a tener
éxito por mucho tiempo.
Tal vez tu matrimonio no está en crisis pero estos pensamientos te pueden animar a buscar una
relación más fuerte con una discusión franca con tu pareja. Escucha y sé sabio para atender las
necesidades rápidamente. Si tu matrimonio tiene problemas, tomen tiempo para repasar estas
sugerencias y buscar ahora mismo la ayuda de Dios. Busca consejos de otro matrimonio. Una
relación mala descuidada es como una infección que va a crecer. No te rindas. ¡Manos a la obra!