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Arroyo Tejada Esmeralda Proyecto Pgyf Entrega 1

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TECNOLÓGICO UNIVERSITARIO ARGOS

TECNOLOGÍA SUPERIOR EN CRIMINALÍSTICA

NOMBRE DE LA ASIGNATURA:

PSICOLOGÍA GENERAL Y FORENSE

NOMBRE DEL AUTOR:

ESMERALDA ALEXANDRA ARROYO TEJADA

TEMA DEL TRABAJO:

Análisis de un caso referente a un asesino y las probables causas que lo


llevaron al acto criminal

NOMBRE DEL DOCENTE:

Psic. Bolivar Obando Zambrano

01 de junio del 2021


EL HOMICIDIO DEL VICEPRESIDENTE DE LA EMPRESA MAZDA
INTRODUCCIÓN
Este ensayo tiene como finalidad de forma sucinta, el homicidio de
transcendencia, ya autores intelectuales del homicidio del vicepresidente de la
empresa Mazda. También se evidencia la oportuna intervención de la policía de dicho
país para el esclarecimiento de los hechos punibles.

Los hechos que se describen a continuidad correspondiente al homicidio de un


habitante de nacimiento oriental que ocupaba la obligación de vicegobernante de la
compañía Mazda, multinacional dedicada al ensamble y comercialización de
automotores en Colombia. El caso ocurrió la noche del viernes 24 de enero de 1992,
cuando se comunicó a la central de estación de la Policía Nacional de Colombia
relativo a movimientos sospechosos de un destacamento policial evadida.
Prontamente de varias verificaciones hechas por policías, se logró instituir que ambos
miembros del destacamento se encontraban externamente de su competencia y,
simultáneamente, un poblador oriental era trasladado al Hospital Simón Bolívar, al
norte de Bogotá, con graves heridas producidas por arma de fuego.

DESARROLLO
Semana [CITATION SEM92 \n \t \l 3082 ] nos comenta que. Esa misma noche,
en el retén de la Policía Servitá, eran indagados de cualidad aislada estos policías que
se encontraban externamente de su término de camarilla. De acuerdo con las
conjeturas del señor Brigadier General, Guillermo León Diettes Pérez, que para el
tiempo era el cabecilla de la Policía Metropolitana de Bogotá, se logró instituir un
vínculo entre la escuadra sospechosa con el caso de la víctima. Con el fin de proteger
la indemnidad física del perjudicado, el señor Brigadier General dispuso vigorizar los
servicios de convicción en el hospital e impartió órdenes para frenar cualquier
acortamiento hacia el damnificado.

El caso revistió tal alcance que a la mañana consecuente la extensión en los


medios de noticia fue notoria. Esclarecimiento de los hechos La exploración que el
Conjunto de Policía Judicial e Indagación (Sijín) de la Policía Metropolitana de la
Bogotá -hoy día Seccional de Exploración Criminal- desarrolló logró instituir la serie de
los hechos, así: La noche del 24 de enero de 1992 el perjudicado estuvo cenando con
otro expeditivo de la compañía Mazda en el comedor Hatsuhana, habitual plaza de
reunión de los japoneses, situado al norte de la capital colombiana. Aproximadamente
a las 9:15 salió en el coche Mazda, tono verde, de placas BAY 007, estimado en
dieciséis millones de pesos, y se dirigió hacia las subestructuras de la compañía en el
centro de la metrópoli (franja industrial de la calle 13 con carrera 38), por tanto, al
parecer debía acopiar unas llaves para luego volver a su domicilio en el norte de
Bogotá [ CITATION SEM92 \l 3082 ].

Cuando el japonés recorría la vía 72 con trayecto 7ª fue abordado por los
asaltantes que pretendieron despojarlo de su coche. El habitante oriental opuso
tenacidad, lo cual originó que los delincuentes le propinaran cuatro impactos de plomo
en el vientre y en la extremidad derecha. Dócil a indefensión, los mismos asaltantes lo
trasladaron hacia el Camino Norte, lo abandonaron cerca de la vía 200 con corrida 7ª,
donde una escuadra de vigilancia de la Policía lo localizó y lo trasladó próximo a la
clínica Simón Bolívar. Luego fue trasladado a otro sanatorio, donde falleció la fecha 10
de febrero de 1992.

EL VIERNES 24 DE ENERO SUYOSHI MOKUDA, vicepresidente adjunto de


operaciones de la Mazda, se encontraba en el restaurante Hatsuhana, localizado al
norte de Bogotá, en una comida de negocios. A las 9:30 de la noche el ejecutivo
japonés recordó que había dejado en su oficina las llaves del apartamento. Como era
un poco tarde y tenía que atravesar media ciudad para llegar a su sitio de trabajo,
decidió abandonar la reunión. A las 9:45 p.m. abordó su automóvil, un Mazda 626 LX,
tomó la calle 92 en busca de la carrera séptima y luego se dirigió hacia el sur de la
ciudad.

A las 10:00 p.m. uno de los porteros de las oficinas atendió el llamado de
Mokuda y después de un breve saludo el ejecutivo subió a su oficina. Cinco minutos
más tarde regresó a su vehículo y se dirigió hacia el norte de la ciudad. A esa misma
hora, una patrulla de Policía adscrita a la Estación Sexta, recorría la carrera séptima
hacia el norte. En su interior viajaban dos policías y un civil. A la altura de la calle 53,
el agente Luis Hernando Sánchez Alba, quien iba de conductor, estacionó la patrulla a
un lado de la vía y junto con su compañero montó un retén móvil para realizar un
operativo de requisas a los automovilistas que en ese momento circulaban por esa vía.
El civil que los acompañaba permanecía en el interior de la patrulla [ CITATION Inv19 \l
3082 ].

A las 10:20 p.m. los agentes todavía permanecían en el lugar y a pesar del
escaso tráfico que a esa hora circulaba por la carrera séptima, los uniformados
mantenían montado el retén móvil. Cinco minutos más tarde, Mokuda fue sorprendido
por el retén y ante las señales de pare que le hizo uno de los agentes, detuvo la
marcha de su vehículo. Lo que nunca imaginó el ejecutivo de la Mazda era que una
operación de rutina que a diario se realiza en una ciudad golpeada por la inseguridad,
terminaría en un episodio que 15 días después acabaría con su vida [ CITATION Inv19 \l
3082 ].

Los agentes abordaron a Mokuda, lo hicieron descender del auto y le


solicitaron que presentara sus documentos. Como su español era muy precario, a
pesar de que hacía dos años vivía en Colombia, su comunicación con los agentes de
la Policía fue a punta de señas. Hasta ese momento la requisa se desarrollaba dentro
de la normalidad. Sin embargo, unos segundos después, las cosas cambiaron.
Cuando los agentes revisaban la documentación, el civil que se encontraba en la
patrulla descendió y se dirigió al sitio en que se hallaban reunidos los policías con el
ejecutivo. Ante la presencia del extraño, Mokuda reaccionó y trató de ingresar a su
carro, pero no tuvo tiempo. Los agentes sacaron sus armas de dotación y lo
encañonaron. Luego lo obligaron a abordar el automóvil en la parte de atrás, y el civil,
posteriormente identificado como Roberto Calderón Martínez, ocupó el asiento del
conductor. Lo que ocurrió después todavía no es claro para las autoridades. Hay dos
versiones sobre los hechos [ CITATION Red92 \l 3082 ]

La primera es que los policías y el civil eran unos asaltantes y cuando se


disponían a partir con Mokuda de rehén, éste se les enfrentó para tratar de huir y en el
forcejeo el agente Luis Hernando Sánchez Alba disparó su arma en cuatro
oportunidades contra el ejecutivo japonés, ocasionándole heridas mortales. De
inmediato partieron con su víctima a bordo del vehículo rumbo al norte de la ciudad.
En el Mazda viajaban el uniformado Sánchez Alba y el civil Roberto Calderón, quienes
eran escoltados en la patrulla por el policía Jesús Oswaldo Ruiz Benavides. Tomaron
la carretera al norte y a la altura de la calle 200, a unos metros de la subestación
eléctrica de Torca, descendieron del vehículo, bajaron a Mokuda y lo arrojaron a un
lado de la vía. Luego el civil continuó en el Mazda y los agentes regresaron en la
patrulla en busca de la Estación Sexta, localizada al sur de Bogotá.

Si los hechos ocurrieron así, los investigadores no descartan que los agentes y el civil
tuvieran la misión de secuestrar al ejecutivo de la Mazda. Pero como el plan fracasó,
tuvieron que cambiar de estrategia y antes de ser descubiertos decidieron deshacerse
del herido.

La otra hipótesis que barajan los investigadores es que la intención de los


agentes de la Policía era robar el vehículo de Mokuda y luego asesinarlo en algún
lugar de la ciudad. Por eso no se descarta que una vez que intimidaron a su víctima,
decidieron partir hacia un paraje desolado y cuando se encontraron seguros
detuvieron la marcha del Mazda, bajaron al japonés del carro y antes de emprender la
huida dicidieron matarlo. El resto del plan se mantuvo al pie de la letra. El civil
continuaba en el carro robado y ellos regresarían a su base en la Estación Sexta
donde reportarían patrullaje sin novedad.

CON LAS MANOS EN LA MASA

Pero con lo que no contaron los agentes fue que en su regreso hacia la
Estación Sexta las cosas no salieron como lo habían pensado. A las 11:20 p.m., unos
minutos después de que los agentes habían abandonado a Mokuda en la calle 200
con carrera séptima, una patrulla de la Policía que cumplía un recorrido desde el
municipio de La Caro hasta Usaquén, encontró el cuerpo agonizante del ejecutivo. De
inmediato los policías lo subieron a la patrulla y se dirigieron al hospital Simón Bolívar,
que era el centro hospitalario más cercano al lugar donde se encontraban. Tanto en la
patrulla como en el pabellón de urgencias, Mokuda sólo pronunciaba una palabra:
"Mazda, Mazda", la única palabra que había aprendido desde que llegó a Colombia
hace dos años para ocupar uno de los principales cargos en esta empresa automotriz [
CITATION Red92 \l 3082 ].

Se adaptó con no poca facilidad en un país que le ofreció un modo de vida muy
diferente al suyo y que de paso le dio la oportunidad de cumplir un sueño: jugar golf
una vez por semana en un club de la ciudad. Un deporte que en su país sólo lo
pueden practicar los millonarios, pues su práctica diaria requiere siempre tener 1.500
dólares en el bolsillo. Cuando los médicos del Simón Bolívar lo atendieron,
encontraron en uno de los bolsillos del pantalón los documentos de identificación y de
inmediato se comunicaron con la embajada del Japón.

Mientras Mokuda era intervenido en la sala de cirugía para tratar de salvar su


vida -presentaba cuatro tiros: uno en el abdomen, otro en el tórax, uno más en el
hombro izquierdo y un cuarto en la pierna derecha- los agentes Luis Hernando
Sánchez Alba y Jesús Oswaldo Ruiz se dirigían por la carrera séptima con dirección
sur. En ese momento los agentes que encontraron a Mokuda ya habían informado por
radio a las estaciones de Policía del hecho que había ocurrido en la calle 200 con
carrera séptima. A esa hora, una patrulla de la Estación 40 de Policía hacía su
recorrido de turno cuando uno de los agentes alcanzó a divisar una patrulla, que no
correspondía a esa jurisdicción, y que se dirigía a toda velocidad con dirección sur. El
hecho llamó la atención del agente, quien de inmediato se comunicó por radio a la
central y pidió que se le informara cuál era la misión que cumplía esa patrulla que
correspondía a la Estación Sexta localizada en el sur de la ciudad. El reporte
entregado por la central señaló que ninguna de las estaciones había solicitado apoyo
para realizar un operativo y que la orden era que cada estación atendiera su zona.

Con esta información, el agente decidió interceptar a sus colegas para indagar
el por qué se encontraban en una zona que no era de su jurisdicción. A las 12:05. a.m.
los agentes de la Estación 40 abordaron a los agentes Sánchez Alba y Ruiz Benavides
para que explicaran- cuál era la misión que supuestamente estaban cumpliendo. Sus
explicaciones sólo les sirvieron para llevarlos directamente a uno de los calabozos de
la Dijin. Lo único que atinaron a responder fue que se encontraban en una "diligencia
personal" y que por ese motivo habían abandonado su puesto de vigilancia. Mientras
los agentes trataban de tejer una coartada que los pusiera a salvo de este impasse, en
el hospital Simón Bolívar se llevaba a cabo una reunión extraordinaria de alto nivel
entre tres representantes dela embajada de Japón, 15 ejecutivos de la Mazda y el
director de la Policía Metropolitana, brigadier general Guillermo León Diettes, quien fue
sacado de su cama para que se pusiera al frente de un caso que había sido analizado
por sus subalternos y quienes llegaron a la conslusión de que se trataba de un asunto
muy delicado que requería la presencia de su máximo jefe.

El general Diettes, un viejo zorro de la Policía, trataba de atar cabos para


buscar una explicación de lo que posiblemente había ocurrido con el ejecutivo de la
Mazda. Mientras trataba de armar el rompecabezas le informaron de la detención de
los dos agentes. Su olfato de sabueso le permitió encontrar una salida del callejón en
que se encontraba y ordenó que se realizara un interrogatorio y que se practicaran las
pruebas de guantelete a los dos agentes con el fin de buscar una pista.

Las órdenes del general se cumplieron al pie de la letra. Unas horas después
los resultados estaban sobre su escritorio. La prueba de guantelete que se le hizo al
agente Luis Hernando Sánchez Alba fue positiva y se comprobó que su arma de
dotación había sido disparada recientemente por las partículas de pólvora que se
encontraron en ella. El interrogatorio que rindieron los dos policías presentaba serias
contradicciones y ninguno de ellos pudo explicar por qué se encontrban la noche del
24 de enero en el norte de la ciudad. Sin embargo, no se podía inculpar en forma
directa a los dos agentes del intento de homicido de Mokuda, porque se necesitaban
pruebas más contundentes y que sólo se podían lograr si los médicos lograban extraer
una de las balas del cuerpo de Mokuda para realizar un análisis balístico que
permitiera certificar si esos proyectiles correspondían a los mismos que utilizan los
miembros de la Policía Nacional.

La prueba balística no se pudo realizar pues durante la intervención del


ejecutivo de la Mazda los médicos no lograron extraer ninguna de las cuatro balas.
había que esperar. Sólo existían dos alternativas: la primera era que en una segunda
intervención los médicos lograran su objetivo. La segunda -la más terrible- que
Mokuda muriera y que en la autopsia el médico legista aportara prueba definitiva.
La intervención que hicieron los médicos del Hospital Simón Bolívar a la media
noche del 24 de enero dio una luz de esperanza para salvar la vida de Suyoshi
Mokuda. A pesar de ser un hospital del Estado, que no contaba con el equipo
necesario para la urgencia que se tenía, los cirujanos lograron salir adelante. Sin
embargo, los galenos determinaron que era necesario trasladar al paciente a un centro
hospitalario más moderno y con especialistas más experimentados. Si bien habían
ganado la primera batalla contra la muerte, todavía faltaba mucho camino por recorrer
para lograr el éxito que todos esperaban. El 26 de enero, Mokuda fue trasladado en
una ambulancia a la Fundación Santa Fe de Bpogotá, donde se le practicaron varias
operaciones para salvarle su vida. Pero sus heridas eran aparentemente mortales y
para los médicos sólo un milagro podía salvar su vida.

Mientras tanto, los agentes Luis Hernando Sánchez Alba y Jesús Oswaldo Ruíz
Benavides permanecían detenidos en las dependencias de la Dijin a la espera de que
un grupo de investigadores determinara si tenían vinculación con el atentado al
ejecutivo de la Mazda. Se hizo un detallado seguimiento de sus vidas, de los amigos
que frecuentaban y una investigación de supatrimonio. Esa investigación llevó a los
detectives a una pista determinante: los dos agentes tenían relación con dos personas
que eran requeridas por las autoridades por robo a mano armada y por un crimen que
se cometió por el hurto de un vehículo. A pesar de esas pruebas, todavía faltaba la
más importante: el análisis de balística que permitiera vincularlos directamente al caso
Mokuda.

Infortunadamente el ejecutivo de Mazda murió en la Fundación Santa Fe de


Bogotá el 10 de febrero, a consecuencia de una deficiencia respiratoria. Ese hecho
condujo a que la prueba definitiva saliera a flote. Cuando se pudieron extraer los
proyectiles de su cadáver, se pudo determinar que los responsables de su muerte eran
los policías Sánchez Alba y Ruiz Benavides, que aquella noche del 24 de enero lo
interceptaron en la carrera séptima con calle 53. El asesinato a manos de dos policías
no sólo colocó en la picota públlca a una institución armada, sino que desencadenó
una ola de indignación en Japón que llevó al Gobierno de ese país a expedir una serie
de medidas encaminadas a restringir la visita de inversionistas nipones a Colombia.
Una reglamentación que no es la primera vez que se aplica. En la época del
narcoterrorismo, los extranjeros que visitaban estas tierras eran considerados
aventureros yhéroes sin causa.

El crimen de Suyoshi Mokuda, representa una nueva estrella negra para


Colombia ante los inversionistas del mundo. Hay quienes aseguran que el hecho
espantará, al menos por un tiempo, no sólo a los japoneses sino a los inversionistas
del resto del mundo. Porque este no es el único suceso que tiene como víctimas a
integrantes de colonias foráneas, aunque sea el primero que involucra como
victimarios a miembros de las Fuerzas Armadas.

El homicidio reforzó las recomendaciones de las embajadas extranjeras en el


sentido de que Colombia encierra un alto riesgo. En diciembre pasado, dos ingenieros
japoneses al servicio de la Toshiba fueron secuestrados por integrantes de la
Coordinadora Guerrillera en Antioquia. Y ese hecho ya había creado un clima de
tensión en las relaciones colombo-japonesas.
El de Mokuda es el caso más sonado en la actualidad. Pero no es el más
importante contra un extranjero en la historia reciente del país. Porque todos
recuerdan el secuestro y asesinato del norteamericano Chester Allan Bitterman, del
Instituto Linguístico de verano, ejecutado después de un juicio "popular" realizado por
el M- 19 en 1980. Y los plagios de Donald Cooper, Richard Starr, Kenneth Bishop y
Bruce Olson, que recogen todos los organismos especializados de información sobre
los riesgos de inversión en Colombia, un territorio donde el año pasado ocurrieron
cuatro secuestros diarios.

Una de esas entidades, la Control Risks Information Services Limite, afirma


que, bajo los auspicios de las embajadas y las cámaras de comercio binacionales,
varios grupos de extranjeros combinan sus operaciones de inteligencia y seguridad. Y
dice que en Colombia la colonia japonesa trabaja a través de un subcomité de
seguridad que sostiene reuniones periódicas con el personal de la embajada de ese
país. Muchas firmas japonesas tienden a no emplear jefes de seguridad desconocidos
y rotan la responsabilidad entre los ejecutivos más altos. En cambio, las
norteamericanas tienen un enlace muy cercano con el oficial local de seguridad y con
el agregado legal (del FBI) en la embajada de Estados Unidos.

Las compañías norteamericanas son fuertemente advertidas para que


consideren que la presencia de sus ciudadanos causa muchos inconvenientes ya "que
el antinorteamericanismo latente en muchos sectores de la sociedad colombiana
puede ser una fuerte desventaja en los esfuerzos para establecer buenas relaciones
locales". Un ejemplo trágico de falta de esta regla fue el caso de un ejecutivo
norteamericano que llegó al aeropuerto de Bogotá por primera vez, no logró hacerse
con el empleado local que lo esperaba, y presumiblemente tomó un taxi "falso". Su
cuerpo fue encontrado con heridas de bala en Bogotá, dos días más tarde, y las
circunstancias de su asesinato permanecen en el misterio.

La Cris asegura también que los grupos subversivos acuden a dos clases de
ataques contra los extranjeros: uno de tipo propagandístico, como el cometido contra
la embajada norteamericana en marzo de 1988 en respuesta a acciones de Estados
Unidos en Centroamérica. En esos casos las bajas son mínimas. El segundo tipo
intenta perjudicar las operaciones de un objetivo específico, como la carrobomba del 5
de febrero de 1988 contra la Occidental. Aquí las cifras de víctimas suelen ser
numerosas. Cosas como estas ocurren, sin embargo, hasta en las mejores familias.
Iwao Matsuda, presidente de la Universidad Chukyo de Nagoya, fue asesinado el
pasado miércoles en Boston, Estados Unidos, en el cuarto del Hotel Westin. Un
hombre enmascarado entró en su cuarto y le dio muerte. La reacción de la prensa
japonesa fue inmediata:."Para nosotros ya es claro hasta qué punto es peligroso viajar
a Estados Unidos. Los japoneses lo tomarán como un ejemplo más". El hecho se
produjo en un momento especialmente sensible en las relaciones entre los dos países,
poco después del viaje de Bush a Tokio.

CONCLUSIONES
La indagación comenzó, como precedentemente se dijo, con los interrogatorios
que se hicieron inicialmente a los ambos agentes en la subestructura del Canal Servitá
y prosiguió por fragmento del personal de la Sijín. Seguidamente, se realizaron
pruebas de balística a los ambos revólveres que los agentes portaban, se pudo instituir
que habían sido disparados últimamente y coincidieron con una bala hallada en el
organismo del perjudicado. Supremamente, se cotejaron las huellas dactilares de los
policías y se comprobó que correspondían a los asaltantes. Con soporte en los
interrogatorios y las pruebas técnicas, los agentes no pudieron contradecir su
colaboración en el asesinato y confesaron la asistencia de un individual, que asimismo
fue capturado por las autoridades. Este crimen generó una sucesión de consecuencias
negativas en las relaciones bilaterales colombojaponesas.

Con relación que lleva la metodología señalada por el Código de derecho


Penal, la Policía Nacional convocó, en el mes de abril, en el cual los agentes fueron
hallados culpables de los delitos de homicidio, peculado, sustracción y abandono del
sitio y condenados a treinta años de penitenciaría. El Tribunal determinó que Calderón
es subsidiario del homicidio de Mokuda, así como de la sustracción de sus
pertenencias y del coche Mazda en el que se movilizaba la víctima. Por estos hechos,
el Tribunal condenó a Calderón a 24 años de prisión, así como al pago de 1.000
gramos oro por los perjuicios morales ocasionados con el fallecimiento de Mokuda y
2.000 gramos oro por los perjuicios materiales. En la indagación, desarrollada por el
Tribunal 33 de Conocimiento Criminal, se estableció que este individuo, capturado por
la Policía la madrugada del 25 de enero en el norte de Bogotá, cometió el homicidio en
compañía de los ex agentes Luis Hernando Sánchez Alba y Jesús Orlando Ruiz
Benavides la noche del homicidio.

El Tribunal 37 ordenó conjuntamente compulsar copias de la indagación y las


pruebas allegadas a la causa en el curso de juzgamiento, a la conformidad de delitos
contra la existencia de la Fiscalía Ordinario, para que establezca las identidades de los
demás involucrados en la culpa. La indagación y las pruebas posteriores recogidas por
el Tribunal permitieron establecer que en el homicidio del agente japonés participaron
otras personas que se apoderaron de los bienes hurtados, incluido el coche.
BIBLIOGRAFÍA

Investigación judicial. (5 de septiembre de 2019). Crimijudicial. Obtenido de


https://crimijudicial.blogspot.com/2019/09/la-muerte-lo-sorprendio.html

Redacción el tiempo. (3 de diciembre de 1992). Condenan a 24 años al asesino de


mokuda. El tiempo.

SEMANA . (1992). El crimen del japonés . semana .

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