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Ven Espiritu Santo Borrador 3

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VES

VEN ESPIRITU SANTO

OTRAS 10 REFLEXIONES

A LOS 30 AÑOS DE RENOVACION DE LA CONFIRMACION…

PADRE MANUEL ANTONIO GARCIA SALCEDO

INDICE

I. VEN, ESPÍRITU SANTO

II. Y LLENA LOS CORAZONES DE TUS FIELES

III. Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.

IV. ENVÍA, SEÑOR, TU ESPÍRITU, Y TODO SERA CREADO

V. Y RENOVARAS LA FAZ DE LA TIERRA.

VI. OH DIOS,QUE ILUMINASTE LOS CORAZONES DE TUS FIELES


CON LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO

VII. CONCÉDENOS QUE, GUIADOS POR EL MISMO ESPÍRITU,


SABOREEMOS LA DULZURA DEL BIEN

VIII. Y GOCEMOS SIEMPRE DE TU DIVINO CONSUELO.

IX. POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR.

X. AMEN.
I. VEN, ESPÍRITU SANTO
Reflexión: No éramos pueblo.. (1 Pe. 1,2-11).

A nuevos cardenales, el Papa Francisco les lleva a la reflexión pascual, espíritu de todo

el ser de la Iglesia:

Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha

hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos. Pero entre el corazón de Jesús y el

corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar.

Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les

precede, camina delante de ellos.

A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son

coherentes con la «dirección» de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del

Padre. Así como —hemos escuchado— los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo

hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel

(cf. v. 37).  No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben,

que entienden mejor que los otros pero no entienden…

También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en esta vía. De

modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos cardenales. Jesús «camina

delante de vosotros» y os pide de seguirlo con decisión en su camino. Os llama a mirar

la  realidad, a no distraeros por otros intereses, por otras perspectivas. Él no os ha

llamado para que os convirtáis en «príncipes» en la Iglesia, para que os «sentéis a su

derecha o a su izquierda». Os llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los

hermanos. Os llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus

consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros camináis delante

del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del

Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo,

para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda

nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos (HOMILÍA DEL SANTO PADRE

FRANCISCO Altar de la Cátedra, Basílica Vaticana Jueves, 23 de noviembre de 2017

CONSISTORIO ORDINARIO PÚBLICO PARA LA CREACIÓN DE 5 NUEVOS

CARDENALES).

Invoquemos al Espíritu Santo. El habita en nosotros y renueva su presencia en todos y

en todo por la celebración de los sacramentos de la fe como trasluce la secuencia VENI

CREATOR SPIRITUS del siglo IX, posible autoría de Rábano Mauro, gran defensor de

la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía:


VEN, ESPÍRITU CREADOR VENI CREATOR SPIRITUS
 
Ven, Espíritu Santo Creador, Veni Creator Spiritus,
A visitar nuestro corazón, Mentes tuorum visita,
repleta con tu gracia viva y celestial, Imple superna gratia,
nuestras almas que Tú creaste por Quae tu creasti, pectora.
amor.
 
Tú que eres llamado Consolador, Qui diceris Paraclitus,
don del Dios altísimo y Señor, Altissimi donum Dei,
vertiente viva, fuego, que es la caridad, Fons vivus, ignis, caritas,
y también espiritual y divina unción. Et spiritalis unctio.
 
En cada sacramento te nos das, Tu septiformis munere,
dedo de la diestra paternal. Digitus Paternae dexterae,
Eres Tú la promesa que el Padre nos Tu rite promissum Patris,
dio, con tu palabra enriqueces nuestro Sermone ditans guttura.
cantar.
 
Nuestros sentidos has de iluminar, Accende lumen sensibus,
Los corazones enamorar, Infunde amorem cordibus,
y nuestro cuerpo, presa de la Infirma nostri corporis,
tentación, Virtute firmans perpeti.
con tu fuerza continua has de afirmar.
 
Lejos al enemigo rechaza, Hostem repellas longius,
Tu paz danos pronto, sin tardar, Pacemque dones protinus;
Y siendo Tú nuestro buen guía y Ductore sic te praevio,
conductor, Vitemus omne noxium.
Evitemos así toda sombra de mal.
 
Concédenos al Padre conocer, Per te sciamus da Patrem
A Jesús, su Hijo comprender, Noscamus atque Filium;
Y a Ti, Espíritu de ambos por amor, Teque utriusque Spiritum
te creamos con ardiente y sólida fe. Credamus omni tempore.
 
Al Padre demos gloria, pues es Dios, Deo Patri sit gloria,
a su Hijo que resucitó, Et Filio, qui a mortuis
y también al Espíritu Consolador Surrexit, ac Paraclito
por todos los siglos de los siglos, honor. In saecula saeculorum.
Amén. Amen.

La historia, ámbito de la manifestación del Espíritu Santo que procede del Padre por el

Hijo incide como El Inspirador de Soluciones a los grandes males de la actualidad

laceran todas las instancias sociales de la diversidad humana.


En la interioridad de cada persona y en la Iglesia toda, El Espíritu Santo, fuente de

vida en el Sacramento de la Confirmación se invita a la promoción social en la

comunidad.

El modo de percepción de la acción del Espíritu Santo va relacionado con la concreción

de soluciones al sin número de dificultades propias de la convivencia humana por la

defensa de los deberes y derechos de cada persona en el ámbito de sus

responsabilidades.

El Espíritu Santo es el agente encargado de potenciar las virtudes, las facultadas y los

mejores valores como motor que genera los hábitos altruistas entre los hombres de todo

credo y cultura en cada continente.

Las raíces judías de la Pneumatología o ciencia del Espíritu Santo constituyen la

reafirmación constante en el tiempo y en el espacio a la homogeneidad universidad

que desecha toda violencia de la experiencia del Dios siempre favor de toda vida.

De las 630 veces que aparece el término Espíritu Santo en las Escrituras Sagradas, solo

7 veces aparece como expresión personal en el Antiguo Testamento.

El florilegio de citas del Nuevo Testamento que aluden a la doctrina eclesial de la

personalidad del Espíritu Santo nos conducirá a la comunión con la tercera persona de la

Santísima Trinidad:

 Efesios 1
 Juan 14.
 Juan 15.
 Juan 20.
 Lucas 4.
 Hech 2.
 Mt. 3.
 Lc 24.
 Gálatas 5.
ORACIÓN BÍBLICA AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo,
haznos verdaderamente espirituales en Ti,    Col 1,9
Sométenos a tu influencia
y habita en nuestras almas,                       1 Cor 2,12
anima nuestros cuerpos,                             1 Cor 15,44
vivifica todas nuestras obras,                     1 Cor 2,13
pronuncia Tú nuestra plegaria,                    Ef 5,19
para que seamos hijos del Padre                  Ef 4,6
y hermanos de Cristo, nuestro Salvador.       Rom 8,29

Orar pausadamente e invitando al silencio al pedir la gracia especial para cultivar una

amistad del alma con el Espíritu de la Iglesia:

Envía Padre los dones del Espíritu Santo

Eterno Padre, en nombre de Jesucristo


y por la intercesión de la Siempre Virgen María,
envía a mi corazón al Espíritu Santo.

Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Sabiduría.


Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Entendimiento.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Consejo.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de fortaleza.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Ciencia.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Piedad.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don del Santo Temor de Dios.

Gloria al Padre………..

II. Y LLENA LOS CORAZONES DE TU FIELES…


 
Reflexión: El Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lc 11, 11-13).
A continuación haremos una introducción a la septiforme acción eucarística del Espíritu

Santo, soporte de la vida práctica o moral sostenida por los dones que se reciben desde

la comunión sacramental.

Son los Padres de la Iglesia los que hablan con frecuencia de la plenitud de Jesucristo,

hijo de David, dador de los dones del Espíritu Santo llamados a lo largo de la historia de

la espiritualidad con diversos nombres: dona, munera, charismata, spiritus, virtutes,

entre otros.

Según Sto. Tomás de Aquino, la sabiduría pagana desconocía los dones del Espíritu

Santo. El Doctor Angélico utiliza el texto de Isaías 11, 1-3 que menciona seis

características del Ungido Rey.

El Aquinate suma a este listado el don de piedad, y llama a estas 7 cualidades del mesías

los dones del Espíritu Santo, a los cuales define como disposiciones permanentes para la

plena colaboración del creyente como hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las

potencias del alma.

El modo divino, sobrehumano en que el Espíritu Santo gobierna nuestros actos

virtuosos se compendia en sietes dones seccionados en dos grupos: los tres primeros para el

intelecto y los cuatro restantes para la voluntad:

1) SABIDURÍA: juzgar según la medida de Dios.  El primero y mayor de los

septiformes dones confiere "Un cierto sabor de Dios" (Cf. Sto Tomás de

Aquino) que lo hace inseparable de la caridad.

2) INTELIGENCIA O ENTENDIMIENTO: comprender la Palabra de Dios y

profundizar las verdades reveladas. Del latín intus legere, que significa "leer

dentro", penetrar, comprender a fondo, como inteligencia sobrenatural que da a

cada uno de los fieles la "unción del sentido de la fe" (sensus fidei) y a la
comunidad representada en sus Pastores como sucesores de los Apóstoles en la

ultima cena (Cfr 1 Jn 2,20.27).

3) CONSEJO: enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia y guía al alma

iluminándola sobre lo que debe hacer, especialmente en opciones importantes

como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que

corresponde, lo que conviene más al alma (cfr San Buenaventura, Collationes de

septem don is Spiritus Sancti, VII, 5).

4) FORTALEZA: da vigor al alma en momentos dramáticos como el martirio y en

habituales condiciones de dificultad por permanecer coherentes; soportar ofensas

y ataques injustos; perseverancia valiente entre incomprensiones y hostilidades

en el camino de la verdad y de la honradez.

5) CIENCIA: valorar correctamente en relación con el Creador para no estimar a

las criaturas con el fin de su propia vida (cfr S. Th., 11-II, q. 9, a. 4).

6) PIEDAD: amor hacia los hermanos en aquellos focos de tensión y de división

como amargura, cólera, impaciencia, con sentimientos de comprensión,

tolerancia, perdón y esperanza. 

7) TEMOR DE DIOS: crecer en la caridad de manera que no se transgreda la ley

de Dios.

La aplicación de esta doctrina es explicada en su visita a Nyamar por el Papa Francisco

cuando refiere al misterio pascual, fuente del Espíritu santo para la humanidad, presente

en torno a la Eucaristía:

Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre

por nosotros, las heridas que nos han curado (cf. 1 Pe 2,4). Que siempre tengamos la

sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación. Sé que


muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles.

Existe la tentación de responder a estas heridas con una sabiduría mundana que, como

la del rey en la primera lectura, está profundamente equivocada. Pensamos que la

curación pueda venir de la ira y de la venganza. Sin embargo, el camino de la

venganza no es el camino de Jesús.

El camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo

condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el

Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos

encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie

puede resistir (cf. Lc 21,15). Está hablando del Espíritu Santo, gracias al cual el amor

de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5). Con el don de su Espíritu,

Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este

mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas.

En la víspera de su pasión, Jesús se entregó a sus apóstoles bajo los signos del pan y

del vino. En el don de la Eucaristía, no sólo reconocemos, con los ojos de la fe, el don

de su cuerpo y de su sangre, sino que también aprendemos cómo encontrar

descanso en sus heridas, y a ser purificados allí de todos nuestros pecados y de

nuestros caminos errados. Queridos hermanos y hermanas, que encontrando refugio en

las heridas de Cristo, podáis saborear el bálsamo saludable de la misericordia del

Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y

recuerdo doloroso. De esta manera, seréis testigos fieles de la reconciliación y la paz,

que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las

comunidades. VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A MYANMAR Y

BANGLADÉS (26 DE NOVIEMBRE - 2 DE DICIEMBRE DE 2017) SANTA MISA


HOMILÍA DEL SANTO PADRE Kyaikkasan Ground (Rangún) Miércoles, 29 de

noviembre de 2017.

ORACION AL ESPÍRITU SANTO PARA LA COMUNION EUCARISTICA.

Ven, Espíritu Creador, visita las almas de los fieles; e inunda con tu gracia los

corazones que Tú creaste.

Espíritu de Sabiduría, que conoces mis pensamientos más secretos, y mis deseos más

íntimos, buenos y malos; ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo

para detestarlo sinceramente.

Intensifica mi vida interior, por el don de Entendimiento.

Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por el don de Consejo.

Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.

Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el  don de Ciencia.

Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida, y acuda a Ti, cual niño

con afecto filial, por el don de Piedad.

Concédeme que Te venere y Te ame cual lo mereces; que ande con cautela en el

sendero del bien, guiado por el don del santo Temor de Dios; que tema el pecado más

que ningún otro mal; que prefiera perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un

día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna

madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno,

sino eterna felicidad. Así sea.

ORACION AL DISTRIBUIDOR DE LOS CARISMAS


 
Espíritu Santo:
Concede a tu Iglesia miembros llenos de tu gracia que con sus luces iluminen al Pueblo
de Dios;
Dale miembros orantes que atraigan sobre la Iglesia las bendiciones de Dios y hagan
frente a los ataques del maligno;
Dale miembros llenos de tu amor, que sirvan desinteresadamente al prójimo;
Dale miembros santos para el progreso de la vida espiritual;
Que como bautizados y confirmados sirvamos a la Iglesia con el don que Tú nos has
dado. Hay diversidad de dones, pero un solo Espíritu. Que Tú seas el vínculo de unidad
en la multiplicidad de los ministerios. Amén.

III. Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR.


Reflexión: Hechos partícipes del Espíritu Santo (Heb. 6, 1-6).

Nos concierne ahora diferenciar los dones santificadores de los carismas utilitarios de

animación comunitaria para la construcción de la Iglesia.

La palabra carisma proviene del griego jarisma que significa felicidad divina.

El mundo helénico de la época apostólica asume las actividades gerenciales en la

sociedad para otorgarles un estatuto inculturado que implicaba al culto de las

divinidades.

La fe cristiana asume estas estructuras atribuyéndolas al Espíritu del Padre y del Hijo

para la Iglesia para clara alusión a las funciones de los miembros del Pueblo de Dios en

el Antiguo Testamento.

Uno de los grandes rasgos de la vida de los santos en la historia de la espiritualidad

cristiana es la constante de utilizar los carismas propios para el bien de todos.

A diferencia de la septiforme donación del Espíritu para santificación, los carismas

funcionales no son necesarios para la salvación porque están supeditados a las

necesidades de la Iglesia y de la sociedad misma.

La caridad es la medida de los carismas, y requieren de las virtudes teologales

permanentes, cultivados como hábitos de los creyentes.

Citando unos cuantos carismas que se emplearon de manera primitiva en la Iglesia del

primer siglo se sitúa a la profecía como anuncio de la voluntad de Dios en consonancia

con la historia de la salvación para fortalecimiento de la comunidad.

El ministerio jerárquico era el responsable de la ordenación de los carismas en el ámbito

de la Iglesia: cómo, quien, dónde, cuándo y por cuánto tiempo se han de emplear para

entablar los lazos comunitarios que se necesitaban.

Pronto la Iglesia vio la no utilidad en aquel momento de la historia antigua de algunas

prácticas extasiaticas como la glosolalia, la interpretación de las mismas, rituales


centrados en la demonología y los oráculos, entre otros tantos más, que desviaban la

atención del servicio a los más necesitados de la comunidad cristiana eucarística,

criterio de discernimiento y el factor de búsqueda de nuevos carismas para el

ordenamiento de la sociedad eclesiástica.

En el Nuevo Testamento, el responsable de la doctrina de los carismas es San Pablo.

Los carismas sencillos y ocultos son los más valorados, necesarios y confiables en la

Iglesia.

En la primera carta de Pedro 4, 10 la valoración de los carismas útiles ha ganado el

espacio de la cultura religiosa extasiatica de la primera hora.

El triunfo de la teología paulina de los carismas en las comunidades eucarísticas de la

península balcánica y el Asia menor que practicaban en el culto la disposición de las

facultades intelectuales, espirituales y comunicativas como servicio a la divinidad y a

los hermanos representó un paso importante en el servicio estable de los ministerios

jerárquicos de los apóstoles, profetas, presbíteros, catequistas y otros.

Entre los carismas que se mencionan a lo largo en el mundo epistolar neotestamentario

están también el celibato y el matrimonio como estado de vida permanente, junto al

paso de la teología de los dones carismáticos (1 Cort. 12, 8-10) a la teología de los

dones jerárquicos (1 Cort. 12, 28-30; Ef. 4, 1-11).

Analicemos la homilía de la mañana del 24 de mayo del 2015 el Papa Francisco en la

misa de la solemnidad de Pentecostés desde la Basílica de San Pedro explica el

significado de la llenura del Espíritu Santo de la persona dedicada a las obras de justicia

y paz:

“«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… recibid el Espíritu Santo»

(Jn 20, 21.22), así dice Jesús. La efusión que se dio en la tarde de la resurrección se

repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones


exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su

Espíritu (cf.  Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera

fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las

mentes y en los corazones de los Apóstoles.

En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos

idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y

empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba María, la Madre

de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su

sonrisa, con su maternidad, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de

Jesús.

La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las

personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a

Dios “Capax Dei”, dicen los Santos Padres. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo

mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena (Jn 16,

13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 22-23). Guía, renueva y fructifica.

En el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando él haya regresado al

Padre, vendrá el Espíritu Santo que los «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). Lo

llama precisamente

«Espíritu de la verdad» y les explica que su acción será la de introducirles cada vez

más en la comprensión de aquello que él, el Mesías, ha dicho y hecho, de modo

particular de su muerte y de su resurrección. A los Apóstoles, incapaces de soportar el

escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura

para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación.


Estos hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar

las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo,

ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo del cual están

llenos, ellos comprenden «toda la verdad», esto es: que la muerte de Jesús no es su

derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección

vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre,

el Señor de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se

convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos.

El Espíritu Santo renueva – guía y renueva - renueva la tierra. El Salmo dice: «Envías

tu espíritu… y repueblas la faz tierra» (Sal103, 30). El relato de los Hechos de los

Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia

significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo

que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a

cada cosa, son uno y el mismo.

Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe: el “jardín” en el cual

vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y

lo custodiemos con respeto (cf. Gn 2, 15). Pero esto es posible solamente si Adán – el

hombre formado con tierra – se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja

reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán.

Entonces sí, renovados por el Espíritu, podemos vivir la libertad de los hijos en

armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer un reflejo de la

gloria del Creador, como afirma otro salmo: «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es

tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2.10). Guía, renueva y da, da fruto.


En la carta a los Gálatas, san Pablo vuelve a mostrar cual es el “fruto” que se

manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (Cf. 5, 22). Por un lado

está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras

del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre

que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos,

resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí

la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad

según el Espíritu» (Ga 5, 16.25).

El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu

Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino

también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo. En el egoísmo

del propio interés, en el legalismo rígido – como la actitud de los doctores de la ley que

Jesús llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado,

en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras

cosas. En cambio, el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la

perseverancia de los discípulos de Cristo.

El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo:

«amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí»

(Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada

uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que

podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz.

Reforzados por el Espíritu Santo – que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a

nosotros y a toda la tierra, y que nos da los frutos – reforzados en el Espíritu y por

estos múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra
el pecado, de luchar, sin concesión alguna, contra la corrupción que, día tras día, se

extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las

obras de la justicia y de la paz”.

IV. ENVIA TU ESPIRITU Y TODO SERA CREADO.

Reflexión: (1 Jn. 5, 1-21)


Un extracto de las palabras del Papa Francisco en la ordenación sacerdotal de uno de los

países de menor población cristiana nos dan las pautas acerca de los sacramentos de la

fe:

Finalmente, al ejercer, en la parte que os corresponde, la función de Cristo, Cabeza y

Pastor, permaneciendo unidos al Obispo y bajo su dirección, esforzaos por reunir a los

fieles en una sola familia, de forma que en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo,

podáis conducirlos al Padre. Tened siempre presente el ejemplo del buen Pastor, que

no vino para que le sirvieran, sino para servir, y para buscar y salvar lo que estaba

perdido

«Cristo resucitado nos invita. Aleluya». Estas palabras del canto en lengua suajili han

acompañado la procesión de entrada, con algunas imágenes de los dos países por los

que estamos rezando especialmente. Los cristianos creemos y sabemos que la paz es

posible porque Cristo ha resucitado. Él nos da el Espíritu Santo, a quien hemos

invocado….

Que el Señor ayude a los humildes y a los pobres del mundo a seguir creyendo y

esperando en que el Reino de Dios está cerca, que está en medio de nosotros, y es

«justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17). Que sostenga a todos los que,

día tras día, se esfuerzan por combatir el mal con el bien, con gestos y palabras de

fraternidad, de respeto, de encuentro, de solidaridad.

Tambien el Papa argentino nos instruye en esta dinámica siempre viva del Espiritu

Santo en la Iglesia y el mundo:

Hoy concluye el tiempo de Pascua, cincuenta días que, desde la Resurrección de Jesús

hasta Pentecostés, están marcados de una manera especial por la presencia del

Espíritu Santo. Él es, en efecto, el Don pascual por excelencia. Es el Espíritu creador,

que crea siempre cosas nuevas. En las lecturas de hoy se nos muestran dos novedades:
en la primera lectura, el Espíritu hace que los discípulos sean un pueblo nuevo; en el

Evangelio, crea en los discípulos  un corazón nuevo.

Un pueblo nuevo. En el día de Pentecostés el Espíritu bajó del cielo en forma de

«lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos.

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 3-

4). La Palabra de Dios describe así la acción del Espíritu, que primero se posa

sobre  cada uno y luego pone a todos en comunicación. A cada uno da un don y a todos

reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y

de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal. En

primer lugar, con imaginación e imprevisibilidad, crea la diversidad; en todas las

épocas en efecto hace que florezcan carismas nuevos y variados. A continuación, el

mismo Espíritu realiza la unidad: junta, reúne, recompone la armonía: «Reduce por sí

mismo a la unidad a quienes son distintos entre sí» (Cirilo de Alejandría, Comentario

al Evangelio de Juan, XI, 11). De tal manera que se dé la unidad verdadera, aquella

según Dios, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia.

Para que se realice esto es bueno que nos ayudemos a evitar  dos

tentaciones frecuentes. La primera es buscar la diversidad sin unidad. Esto ocurre

cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos

endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en

nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre

tienen razón. Son los así llamados «custodios de la verdad». Entonces se escoge la

parte, no el todo, el pertenecer a esto o a aquello antes que a la Iglesia; nos

convertimos en unos «seguidores» partidistas en lugar de hermanos y hermanas en el

mismo Espíritu; cristianos de «derechas o de izquierdas» antes que de Jesús;

guardianes inflexibles del pasado o vanguardistas del futuro antes que hijos humildes y
agradecidos de la Iglesia. Así se produce una diversidad sin unidad. En cambio, la

tentación contraria es la de buscar  la unidad sin diversidad. Sin embargo, de esta

manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y

todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una

homologación donde ya no hay libertad. Pero dice san Pablo, «donde está el Espíritu

del Señor, hay libertad» (2 Co  3,17).

Nuestra oración al Espíritu Santo consiste entonces en pedir la gracia de

aceptar  su  unidad, una mirada que abraza y ama, más allá de las preferencias

personales, a su Iglesia, nuestra Iglesia; de trabajar por la unidad entre todos, de

desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan,

porque ser hombres y mujeres de la Iglesia significa ser hombres y mujeres de

comunión; significa también pedir un corazón que sienta la Iglesia, madre nuestra y

casa nuestra: la casa acogedora y abierta, en la que se comparte la alegría multiforme

del Espíritu Santo.

Y llegamos entonces a la segunda novedad: un corazón nuevo. Jesús Resucitado, en la

primera vez que se aparece a los suyos, dice: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les

perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn  20, 22-23). Jesús no los condena, a

pesar de que lo habían abandonado y negado durante la Pasión, sino que les da el

Espíritu de perdón. El Espíritu es el primer don del Resucitado y se da en primer lugar

para perdonar los pecados. Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que

nos mantiene unidos, el cemento que une los ladrillos de la casa: el perdón. Porque el

perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar

de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le

permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia.


El Espíritu de perdón, que conduce todo a la armonía, nos empuja a rechazar otras

vías: esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra

todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás. El Espíritu en

cambio nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y del perdón

recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo, de la caridad que «ha

de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las

cosas o a dejarlas como están» (Isaac de Stella, Sermón 31). Pidamos la gracia de

que, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos, hagamos que el rostro de nuestra

Madre la Iglesia sea cada vez más hermoso: sólo entonces podremos corregir a los

demás en la caridad.

Pidámoslo al Espíritu Santo, fuego de amor que arde en la Iglesia y en nosotros,

aunque a menudo lo cubrimos con las cenizas de nuestros pecados: «Ven Espíritu de

Dios, Señor que estás en mi corazón y en el corazón de la Iglesia, tú que conduces a la

Iglesia, moldeándola en la diversidad. Para vivir, te necesitamos como el agua:

desciende una vez más sobre nosotros y enséñanos la unidad, renueva nuestros

corazones y enséñanos a amar como tú nos amas, a perdonar como tú nos perdonas.

Amén».

Un nuevo pueblo con un corazón nuevo donde el mismo Espíritu Santo requiere del

respeto a la unidad en el respeto a la diversidad.

La iniciación cristiana de adultos (bautismo, confirmación y eucaristía) implica la

relación con el Espíritu Santo que habita en nuestro interior desde el bautismo. Ya

habita en nosotros por la fe y por los sacramentos de la iglesia. Nunca se retira.

Los cristianos de la primera hora de la Iglesia apostólica se saben animados por el

Maestro interior nos enseña el camino, la verdad y la vida, Jesucristo Eucaristía.


El Espíritu Santo, memoria viviente de la Iglesia hace comprender las palabras del

Señor ante las contradicciones y las injusticias, no con demagogia, sino con

mansedumbre e intención de construir la comunidad siempre.

Al comulgar del cuerpo y la sangre de Jesucristo oramos al Padre y a todos los hombres

sin importar credo, raza o cultura.

La Madre Iglesia a ejemplo de nuestra María, la Virgen Madre, tiene la misión de

enseñarnos a clamar en la liturgia en el nombre de Jesucristo: ¡Ven, Espíritu Santo!.

Meditemos en la HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO en la SANTA MISA EN


LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS en la Plaza de San Pedro, el domingo 4 de
junio de 2017.

Hemos escuchado lo que Jesús Resucitado dice a los discípulos antes de su ascensión:

«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mateo 28, 18). El poder de

Jesús, la fuerza de Dios. Este tema atraviesa las Lecturas de hoy: en la primera Jesús

dice que no corresponde a los discípulos conocer «el tiempo y el momento que ha

fijado el Padre con su autoridad», pero les promete a ellos la «fuerza del Espíritu

Santo» (Hechos de los Apóstoles 1, 7-8); en la segunda san Pablo habla de la

«soberana grandeza de su poder para con nosotros» y de la «eficacia de su fuerza

poderosa» (Efesios 1, 19). Pero, ¿en qué consiste esta fuerza, este poder de Dios?

La oración cristiana no es una forma para estar un poco más en paz con uno mismo o

encontrar alguna armonía interior; nosotros rezamos para llevar todo a Dios, para

encomendarle el mundo: la oración es intercesión. No es tranquilidad, es caridad. Es

pedir, buscar, llamar (cf. Mateo 7, 7). Es involucrarse para interceder, insistiendo

asiduamente con Dios los unos por los otros (cf. Hechos de los Apóstoles 1, 14).

Interceder sin cansarse: es nuestra primera responsabilidad, porque la oración es la

fuerza que hace ir adelante al mundo; es nuestra misión, una misión que al mismo

tiempo supone cansancio y dona paz. Este es nuestro poder: no prevalecer o gritar más
fuerte, según la lógica de este mundo, sino ejercitar la fuerza mansa de la oración, con

la cual se pueden también parar las guerras y obtener la paz. Como Jesús intercede

siempre por nosotros ante el Padre, así nosotros sus discípulos no nos cansemos nunca

de rezar para acercar la tierra y el cielo.

Después de la intercesión emerge, del Evangelio, una segunda palabra-clave que

revela el poder de Jesús: el anuncio. El Señor envía a los suyos a anunciarlo con el

único poder del Espíritu Santo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes»

(Mateo  28, 19). ¡Id! Es un acto de extrema confianza en los suyos: ¡Jesús se fía de

nosotros, cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos! Nos

envía a pesar de nuestras faltas; sabe que no seremos nunca perfectos y que, si

esperamos convertirnos en mejores para evangelizar, no empezaremos nunca.

La vida en Cristo también llamada vida en el Espíritu Santo o caminar en el mismo.

¿Cuáles obstáculos a la gracia o comunión con Dios impiden el acción del Espíritu

Santo en el alma del justo?

El pecado paraliza, mata e impide colaborar en la obra de una nueva creación universal.

La Iglesia desde las riquezas del misterio pascual de Jesucristo ha recurrido al Espíritu

Santo para actualizar el perdón de los pecados.

La dimensión litúrgica focalizada en La Reconciliación y la Eucaristía es fundamental

para la experiencia del Espíritu Santo con gemidos inefables según la manera de los

santos.

La Iglesia, Maestra de oración, fomenta las virtudes teologales y cardinales en la vida de

sus hijos que requieren de la fuerza del sacramento pentecostal de la confirmación para

capacitación, crecimiento y edificación espiritual. Sin este sacramento el ejercicio de la

vocación matrimonial y la vocación ordenada está debilitado.

Cinco son las condiciones a tomar en cuenta en el Sacramento de la Confirmación:


1. La experiencia espiritual renovadora de la confirmación tiene en la celebración

eucarística su primera y última referencia.

2. La oración para la renovación espiritual es la toma de conciencia de la gracia ya

recibida en el sacramento de la confirmación y que se ha de poner al día.

3. El ambiente para dicha práctica es el silencio, la suavidad y el recogimiento interior.

Las manifestaciones estridentes contradicen este principio.

4. Hemos de evitar los peligros del pentecostalismo propensos a reaparecer en toda la

Iglesia.

5. Se requiere no utilizar con frecuencia desmedida la oración de intercesión. Entre sus

varias formas esta la imposición de manos practicada como un sacramental por los

fieles cristianos.

Algunas detalles actuales que hemos de puntualizar para un intercambio dialogado de

experiencias en pequeños grupos y llegar a conclusiones prácticas:

La imposición de manos se utiliza en la Iglesia desde sus orígenes para la

administración de los sacramentos de la fe. Su uso no es un mandato de Jesucristo para

toda la Iglesia. Los sucesores de los apóstoles son los responsables de la imposición de

manos en la administración de los sacramentos.

El Bautismo en el Espíritu es el término que refiere a la práctica en la Renovación en el Espíritu

Santo de la Iglesia de poner al día el Sacramento de la Confirmación o parte de su preparación

para que los bautizados lo reciban. La, expresión que refiere al bautismo en agua y a la

confirmación en fuego en el nombre de Jesucristo, el Señor (Cf. Mt. 3, 11) para

construir la comunión eucarística en el mundo. La Virgen Madre, San José, San Pedro,
San Pablo y San Andrés, y la comunión de los santos preparan y consuman esta

experiencia en la Iglesia.

Los Papas San Juan XXIII, Pablo VI y San Juan Pablo II ruegan por un nuevo, perenne y

universal Pentecostés o centralización equilibrada de la vida en Jesucristo Eucaristía , no

una experiencia sensible de fanatismo religioso autónomo.

La necesidad de un aclarando en relación a la invocación al Espíritu Santo con efectos

colaterales psicosomáticos sensibles se hace urgente. El culto de música estridente, la

exaltación de la personalidad del ministro, el predicador animador de los participantes,

la ovación, las danzas y los efectos tecnológicos no sustituyen la mística de la

experiencia sacramental.

La glosolalia se práctica con un autocontrol total. Inicia en el momento propiciado

voluntariamente al igual que en el momento de concluir. En la psicología de la religión

se le llama a la práctica de estos sonidos guturales no idiomáticos lenguas exultantes,

fenómeno común a diversas religiones en todas las épocas de la historia de las

religiones. No es signo de la recepción del Espiritu Santo y tiene sus regulaciones

dentro del contexto público de una asamblea de oración.

La salud física no es un imperativo de la vida humana. Las sanaciones extraordinarias

entran en el rango de eventos esporádicos.

Los milagros no violentan la cotidianidad laboral y las responsabilidades de cada

persona.

El descanso en el Espíritu no implica un desmayarse súbitamente. No se pierde el

control de las facultades humanas, sino que consiste en una perspectiva de paz interior y

de equilibrio de las dimensiones del propio existir.


El progreso económico no necesariamente es sinónimo de bendición celestial.

Otro elemento que pide crecimiento es la oración de liberación cuyo efectos se tienden a

confundir con reacciones violentas que corresponden a trastornos psíquicos que piden

ayudan psiquiátrica profesional. La práctica del exorcismo corresponde a un sacerdote

experimentado y delegado en el área por la autoridad competente, es decir el obispo

titular.

El uso y abuso de los sacramamentales como el agua bendita, la sal, los oleos sagrados y

otros en estos casos pueden caer en practicas propias de la superstición, la santería y la

manipulación de la situación. El uso del contacto físico en la misma esta fuera de orden.

La pulcritud, la ecuanimidad y el ambiente de recogimiento interior en silencio

muestran la autenticidad de la oración de liberación en la que se deben evitar las

alocuciones internas que diagnostican milagrosamente los resultados.

El marco más adecuado de esta oración es el sacramento de la Reconciliación y la

Penitencia donde se actualiza la gracia bautismal preparada en el catecumenado,

conferida y renovada en las renuncias al pecado, al mal y a los resentimientos que se

realiza en el Sacramento de la Confirmación y cada vez que se celebra la Santa Misa.

Y RENOVARAS LA FAZ DE LA TIERRA.


EL ESPÍRITU SANTO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Clemente Romano
Didaché
Epístola de Bernabé
Ignacio Antioquía
Policarpo de Esmirna
Justino
Atenágoras   
Asterio de Amasea

El Espíritu Santo y las Escrituras:

"La fe en Cristo consolida todas estas cosas. Pues El mismo 


(Cristo), por medio del Espíritu Santo, nos llama de esta manera: 
Venid, hijos, escuchadme, os enseñaré el temor del Señor (Salm 
33,12ss.)" (·Clemente-Romano-san, Carta a los Corintios XX,1).

"Os habéis adentrado en las Sagradas Escrituras, que son 


verdaderas, que son por el Espíritu Santo" (Clemente Romano, 
Carta a los Corintios XLV,1).

El Espíritu derramado sobre la comunidad:

"Así os fue dada a todos una paz profunda y radiante, un deseo 


continuo por las buenas obras; y una efusión plena de Espíritu 
Santo vino sobre todos" (Clemente Romano, Carta a los Corintios 
II,2).

El Espíritu en los apóstoles y ministros:

"Ahora bien, (los apóstoles) habiendo recibido el mandato y 


plenamente ciertos por la resurrección del Señor nuestro Jesucristo 
y reafirmados en la palabra de Dios, salieron llenos de la certeza del 
Espíritu Santo a dar la buena nueva de que el reino de Dios estaba 
por llegar. Y así, pregonando el mensaje en comarcas y ciudades, 
establecieron a los que eran primicias entre ellos, probándolos en el 
espíritu, como obispos y diáconos de los que habrían de creer" 
(Clemente Romano, Carta a los Corintios XLII,2-3).

El Espíritu don de la gracia:

"¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Cristo, un único 


Espíritu de gracia que ha sido derramado sobre nosotros y una 
única llamada en Cristo?" (Clemente Romano, Carta a los Corintios 
XLVI,6).

El juramento por los tres nombres divinos:

"Aceptad nuestro consejo y no tendréis que arrepentiros. Porque 


vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, la fe y la 
esperanza de los elegidos: el que con sentimientos de humildad 
junto a una perseverante moderación, sin echarse atrás, obra las 
sentencias y mandamientos dados por Dios, ése estará colocado y 
será ilustre entre el número de los salvados por Jesucristo, por 
medio del cual a El la gloria por los siglos de los siglos. Amén" 
(Clemente Romano, Carta a los Corintios LVIII,2).

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios (Caps. 


7, 4-8, 3; 8, 5-9, 1; 13, 1-4; 19, 2: Funk 1, 71-73. 77-78. 87):

Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y 


reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, 
pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la 
penitencia para todo el mundo.

Recorramos todos los tiempos, y aprenderemos cómo el Señor, 


de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a 
los que deseaban convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los 
que lo escucharon se salvaron. Jonás anunció a los ninívitas la 
destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, 
pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la 
indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.

De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los 


que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de 
todas las cosas habló también, con juramento, de la penitencia 
diciendo: Por mi vida -oráculo del Señor-, juro que no quiero la 
muerte del malvado, sino que cambie de conducta; y añade aquella 
hermosa sentencia: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los 
hijos de mi pueblo ´Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, 
aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os convertis a 
mi de todo corazón y decis: "Padre", os escucharé como a mi pueblo 
santoª.

Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama tengan parte 
en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.

Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e, 


implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a 
su benevolencia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas 
obras, las contiendas y la envidia, que conduce a la muerte.

Seamos, pues, humildes, hermanos, y, deponiendo toda jactancia, 


ostentación e insensatez, y los arrebatos de la ira, cumplamos lo 
que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio 
de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el 
rico de su riqueza; el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, para 
buscarle a él y practicar el derecho y la justicia; especialmente si 
tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que 
pronunció para enseñarnos la benignidad y la longanimidad.
Dijo, en efecto: Sed misericordiosos, y alcanzaréis misericordia; 
perdonad, y se os perdonará; como vosotros fijáis, así se os hará a 
vosotros; dad, y se os dará; no juzguéis, y no os juzgarán; como 
usaréis la benignidad, así la usarán con vosotros; la medida que 
uséis la usarán con vosotros.

Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen 


firmeza para poder caminar, con toda humildad, en la obediencia a 
sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: En ése pondré 
mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis 
palabras.

Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes 


y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la 
meta de paz que nos fue anunciada desde el principio y fijemos 
nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a 
los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz. 

Clemente Romano escribe la carta a los de Corintio en torno a los 


años 96-98 d.C. Texto y bibliografía: Clemente de Roma, Carta a los 
Corintios, edición bilingüe preparada por J.J. Ayán Calvo, Fuentes 
Patrísticas 4, Edit. Ciudad Nueva, Madrid 1994; Véase J. Pablo 
Martín, El Espíritu Santo en los orígenes del cristianismo, 
Pas-Verlag, Zürich 1971. 

"En cuanto al bautismo, bautizad de esta manera: después de 


haber dicho previamente todas estas cosas, bautizad en el nombre 
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva. Si no tienes 
agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con agua fría, con 
agua caliente. Si no tienes ninguna de las dos, derrama tres veces 
agua en la cabeza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu 
Santo" (_Didaché VII.1; siglo I).

"Como las disposiciones de Dios son grandes y generosas para 


con vosotros, no hay palabras para expresar mi alegría por vuestros 
bienaventurados y gloriosos espíritus. Así, habéis recibido el injerto 
de la gracia del don espiritual. Por ello, me alegro más esperando 
salvarme, pues, en verdad, veo que de la abundante fuente del 
Señor ha sido derramado sobre vosotros el Espíritu" 
(_Epístola-de-Bernabé I.2-3; siglo II)

"Así pues, mira cómo hemos sido plasmados de nuevo, tal como 
dice otro profeta: He aquí -dice el Señor- que les voy a arrancar -se 
refiere a aquellos que el Espíritu del Señor previó- los corazones de 
piedra y se los pondré de carne (Ez 11,19; 36,26). Dice esto porque 
había de manifestarse en carne y habitar entre nosotros" (Epístola 
de Bernabé VI.14; siglo II).

"El Espíritu habla al corazón de Moisés para que haga una figura 
de la cruz y del que había de padecer, porque si no esperan en él 
-dice- serán eternamente atacados" (Epístola de Bernabé XII.2; siglo 
II).

Véase Didaché. Doctrina Apostolorum. Epístola del 


Pseudobernabé, edición bilingüe preparada por Juan José Ayán 
Calvo, Fuentes Patrísiticas 3, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1992. 

"Por tanto, esforzaos en permanecer firmes en las enseñanzas del 


Señor y de los apóstoles para que todo lo que hagáis sea próspero 
(Salm 1,3) en la carne y en el espíritu, en la fe y en el amor, en el 
Hijo, en el Padre y en el Espíritu, en el principio y en el fin, con 
vuestro dignísimo obispo y con la preciosa corona espiritual de 
vuestro presbiterio y de los diáconos según Dios. Someteos al 
obispo y también los unos a los otros, como jesucristo al Padre, 
según la carne, y los apóstoles a Cristo, al Padre y al Espíritu, para 
que la unidad sea carnal y espiritual" (·Ignacio-Antioquía-S, a los 
magnesios XIII,1-2; siglo II).

"A ella (la Iglesia) la saludo en la sangre de Jesucristo que es 


alegría eterna y constante, más aún si están unidos al obispo, a los 
presbíteros que están con él y a los diáconos que fueron 
establecidos por voluntad de Jesucristo, a los cuales, por propio 
deseo, fortaleció en firmeza por su Espíritu Santo" (Ignacio de 
Antioquía, a los filadelfios pref.; siglo II).

"Pues, si algunos me quisieron engañar según la carne, sin 


embargo el Espíritu que viene de Dios no engaña. Pues Él sabe de 
dónde viene y a dónde va (Jn 3,8) y revela lo oculto... A Aquél en el 
que estoy encadenado pongo por testigo de que no lo supe por 
carne humana. El Espíritu me lo anunció diciéndome: 'No hagáis 
nada sin el obispo, guardad vuestra carne como templo de Dios, 
amad la unidad, huid de las divisiones, sed imitadores de Jesucristo 
como también Él lo es de su Padre'" (Ignacio de Antioquía, a los 
filadelfios VII,1-2).

"Saludo a las familias de mis hermanos junto a sus mujeres e 


hijos, así como a las vírgenes llamadas viudas. Me despido en la 
fuerza del Espíritu..." (Ignacio de Antioquía, a los esmirniotas XIII,1; 
siglo II).

"Pues es bueno apartarse de las pasiones de este mundo, porque 


toda pasión lucha contra el Espíritu y ni los fornicadores ni los 
afeminados ni los homosexuales herederán el reino de Dios (1 Cor 
6,9.10); tampoco los que obran desatinadamente" 
(·Policarpo-Esmirna-S, a los filipenses II.3; siglo II).

"Señor, Dios todopoderoso,


Padre de tu amado y bendito siervo Jesucristo,
por el que te hemos conocido,
Dios de los ángeles, de las potencias, de toda creación
y de todo el pueblo de los justos que viven en tu presencia.
Te bendigo porque me has juzgado digno de este día y de esta 
hora,
de tomar parte en el número de los mártires,
en el cáliz de tu Cristo,
para resurrección de la vida eterna en alma y cuerpo, 
en la incorruptibilidad del Espíritu Santo.
Que hoy sea yo recibido con ellos en tu presencia,
en sacrificio generoso y grato,
tal como Tú, el Dios verdadero que no engaña,
lo has preparado de antemano,
lo anunciaste, y lo has cumplido.
Por ello y por encima de todas las cosas te alabo,
te bendigo, te glorifico,
por medio de Jesucristo, Sumo Sacerdote eterno y celeste,
tu amado siervo,
por el cual la gloria sea dada a Tí junto a Él y al Espíritu Santo,
ahora y en los siglos venideros, Amén" (Martirio de Policarpo, XIV, 
1-3; siglo II) 

De la primera Apología de san Justino, mártir, en defensa de los 


cristianos (Cap. 61: PG 6, 419-422):

Vamos a exponer de qué manera, renovados por Cristo nos 


hemos consagrado a Dios.
A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas que 
enseñamos y exponemos y prometen vivir de acuerdo con estas 
enseñanzas, les instruimos para que oren a Dios con ayunos, y 
pidan perdón de sus pecados pasados, mientras nosotros, por 
nuestra parte, oramos y ayunamos también juntamente con ellos.
Luego los conducimos a un lugar donde hay agua, para que sean 
regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros. 
Entonces reciben el baño del bautismo el nombre de Dios, Padre y 
Soberano del universo, y nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu 
Santo.
Pues Cristo dijo: El que no nazca de nuevo, no podrá entrar en el 
reino de los cielos. Ahora bien, es evidente para todos que no es 
posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras 
madres.
También el profeta Isaías nos dice de qué modo puede librarse de 
sus pecados quienes pecaron y quieren convertirse: Lavaos, 
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de 
obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al 
oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces venid 
y litigaremos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como 
púrpura, blanquear como nieve; aunque sean rojos como escarlata, 
quedar n como lana. Si sabéis obedecer, lo sabroso de la tierra 
comeréis; si rehusáis y rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho 
el Señor.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto en nuestra 
primera generación, fuimos engendrados de un modo inconsciente 
por nuestra parte, y por una ley natural y necesaria, por la acción 
del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la 
influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas, 
para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la 
necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente 
elección, y lleguemos a obtener el perdón de nuestros pecados 
pasados, se pronuncia, sobre quienes desean ser regenerados y se 
convierten de sus pecados, mientras están en el agua, el nombre de 
Dios, Padre y Soberano del universo, único nombre que invoca el 
ministro cuando introduce en el agua al que va a ser bautizado. 
Nadie, en efecto, es capaz de poner nombre al Dios inefable, y si 
alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es 
Dios es que está rematadamente loco. 
A este baño lo llamamos «iluminación» para dar a entender que 
los que son iniciados en esta doctrina quedan iluminados.
También se invoca sobre el que ha de ser iluminado el nombre de 
Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y el nombre del 
Espíritu Santo que, por medio de los profetas, anunció de antemano 
todo lo que se refiere a Jesús.
.......................

De la primera Apología de san Justino, mártir, en defensa de los 


cristianos (Laps. 66-67: PG 6, 427-431):

A nadie es lícito participar de la eucaristía si no cree e son verdad 


las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que 
da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como 
Cristo nos enseñó.
Porque no tomamos estos alimentos como si fueran pan común o 
una bebida ordinaria; sino que, así como Cristo, nuestro salvador, 
se hizo carne por la Palabra Dios y tuvo carne y sangre a causa de 
nuestra salvación de la misma manera, hemos aprendido que el 
alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene 
las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra 
sangre y nuestra carne, es precisamente la carne, la sangre de 
aquel mismo Jesús que se encarnó.
Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, 
nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan 
y dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Esto es 
mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, 
dio gracias y dijo: Esto es mi sangre, dándoselo a ellos solos. 
Desde entonces seguimos recordándonos siempre unos a otros 
estas cosas; y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de los 
que no los tienen, y permanecemos unidos. Y siempre que 
presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por 
medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.
El día Llamado del sol se reúnen todos en un lugar, lo mismo los 
que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según 
conviene, se leen los tratados de los apóstoles o los escritos de los 
profetas, según el tiempo lo permita.
Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de 
amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan 
admirables.
Después nos levantamos todos a la vez y recitamos; preces; y a 
continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, 
se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia fervorosamente 
preces y acciones de gracias, y el pueblo responde Amén; tras de lo 
cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la 
acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de 
llevárselo a los ausentes.
Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su 
arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante 
el que preside, que es quien se ocupa de :repartirlo entre los 
Huérfanos, y las viudas, los que por enfermedad u otra causa 
cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se 
hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se 
encarga de todos los necesitados.
Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque este día es el 
primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las 
tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo, 
nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Le crucificaron, en 
efecto, la víspera del día de Saturno, y al día siguiente del de 
Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y 
discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra 
consideración. 

El Espíritu profético
* "Ahí está la obra de Dios, decir las cosas antes que acontezcan 
y mostrarse luego lo acontecido tal como fue predicho" 
(·Justino-san, 1 Apología 12,10; s. II). 

El Espíritu, autor de la profecía 


* "Hubo, pues, de entre los judíos profetas de Dios, por medio de 
los cuales el espíritu profético anunció anticipadamente los 
acontecimientos por venir" (S. Justino, 1 Apología 31,1; s. II). 

Los profetas, instrumentos de la profecía 


* "Porque sabido es que el Espíritu que moraba en los profetas, 
os ungía y establecía los reyes" (S. Justino, Diálogo con Trifón 52,3; 
s. II). 

El Padre Dios y el Espíritu profético 


* "(palabras) por las que entenderéis cómo el Espíritu Santo 
profético llama Señor a Cristo y cómo el Señor, Padre del universo 
le levanta de la tierra" (S. Justino, Diálogo con Trifón 32,3; s. II). 

El Espíritu profético y el Logos revelador 


* "Ahora, que los que profetizan no son inspirados por otro 
ninguno, sino por el Verbo divino, aun vosotros, como supongo, 
convendreéis en ello" (S. Justino, 1 Apología 33,9; s. II). 

* "pues El era y es el Verbo que está en todo, y El fue quien por 


los profetas predijo lo por venir y quien hecho (hombre) de nuestra 
naturaleza, por sí mismo nos enseñó estas cosas" (S. Justino, 2 
Apología 10,8; s. II). 

* "Así, pues, los judíos que piensan haber sido siempre el Padre 
del universo quien habló a Moisés, cuando en realidad le habló el 
Hijo de Dios, que se llama también mensajero y embajador suyo, 
con razón son reprendidos por el Espíritu profético y por el mismo 
Cristo de no haber conocido ni al Padre ni al Hijo" (S. Justino, 1 
Apología 63,14; s. II). 

* "A El y al Hijo que de El vino y nos enseñó todo esto, y al ejército 


de los otros ángeles buenos que le siguen y le son semejantes y al 
Espíritu profético, le damos culto y adoramos, honrándolos con 
razón y verdad, y enseñando generosamente a quien quiera 
saberlo, lo mismo que nosotros hemos aprendido" (S. Justino, 1 
Apología 6,2; s. II). 

* "Cuando el Espíritu profético habla en persona de Cristo, se 


expresa así: Yo extendí mis manos a un pueblo que no cree y que 
contradice, a los que andan por camino no bueno (Is 65,2). Y de 
nuevo: Puse mis espaldas a los azotes...(Is 50,6-8)" (S. Justino, 1 
Apología 38,1-2; s. II). 

El Espíritu y la encarnación de Cristo 


* "(Eva concibió de la serpiente y dio a luz la desobediencia); mas 
la virgen María concibió fe y alegría cuando el ángel Gabriel le dió la 
buena noticia de que el Espíritu del Señor vendría sobre ella y la 
fuerza del Altísimo la sombrearía, por lo cual, lo nacido de ella, 
santo, sería Hijo de Dios; a lo que respondió ella: 'Hágase en mí 
según tu palabra'" (S. Justino, Diálogo con Trifón 100,5; s. II). 

* "(José no debía abandonar a María, su mujer) diciéndole el 


ángel que se le apareció cómo lo que ella llevaba en su seno era 
obra del Espíritu Santo" (S. Justino, Diálogo con Trifón 78,3; s. II). 

* "Y fué así que el mensajero que de parte de Dios le fue enviado 
por aquél tiempo a la misma virgen, le dió la buena noticia 
diciéndole: 'Mira que concebirás en tu vientre, del Espíritu Santo, y 
darás a luz un hijo y se llamará Hijo del Altísimo, y le pondrás por 
nombre, Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados'. Así 
nos lo han enseñado los que consignaron los recuerdos todos 
referentes a nuestro Salvador Jesucristo, y nosotros les hemos 
dado fe, puesto que el Espíritu profético, como ya hemos indicado, 
dijo por el citado Isaías que le engendraría" (S. Justino, 1 Apología 
33,5-6; s. II). 
* "Ahora bien, sabemos que fue Cristo al Jordán, no porque 
tuviera necesidad del bautismo ni de que sobre El viniera el Espíritu 
(Santo) en forma de paloma, como tampoco se dignó nacer y ser 
sacrificado porque lo necesitara, sino por amor del género humano 
que había caído desde Adán en la muerte y en el error de la 
serpiente, cometiendo cada uno el mal por su propia culpa" (S. 
Justino, Diálogo con Trifón 88,4; s. II). 

* "Y entonces fue cuando por causa de los hombres, como antes 
dije, voló sobre El, el Espíritu Santo en forma de paloma, y 
juntamente vino del cielo una voz, la misma que fue dicha por medio 
de David, cuando en persona del mismo Padre dice lo que éste 
había de decir a Cristo: 'Hijo mio, eres tú, yo te he engendrado' " (S. 
Justino, Diálogo con Trifón 88,8; s. II). 

* "... daba a entender que Cristo había de lavar en su sangre a 


los que creyeron en El. Porque vestido de El llamó el Espíritu Santo 
a los que por El han recibido la remisión de sus pecados, y El les 
asiste siempre por su virtud y manifiestamente les asistirá en su 
segunda venida" (S. Justino, Diálogo con Trifón 54,1; s. II). 

* "Porque lo que el Espíritu divino llama por el profeta 'su vestido' 


son los hombres que creen en El, en los que mora la semilla que de 
Dios procede, que es el Verbo" (S. Justino, 1 Apología 32,8; s. II). 

El Espíritu Santo y el bautismo 


* "Luego los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo 
modo de regeneración con que nosotros fuimos también 
regenerados, son regenerados ellos, pues entonces toman en el 
agua el baño en el nombre del Padre y Soberano del Universo y de 
nuestro Salvador Jesucristo y del Espíritu Santo" (S. Justino, 1 
Apología 61,3). 

* "Y el iluminado se lava también en el nombre de Jesucristo, que 


fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, 
que por los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a 
Jesús" (S. Justino, 1 Apología 61,13). 

El Espíritu Santo y la eucaristía 


* "Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente ósculo de 
paz. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece el pan y un 
vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al 
Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el (del) Espíritu 
Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos 
concedido estos dones que de El nos vienen. Y cuando el 
presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo 
el pueblo presente aclama diciendo: ¡amén!" (S. Justino, 1 Apología 
65,2-3; s. II). 
* "Y por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor de 
todas las cosas por medio de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu 
Santo" (S. Justino, 1 Apología 67,2). 

El Espíritu en el hombre
* "Luego, me dijo, es que tiene nuestra inteligencia una fuerza tal 
y tan grande, o comprende más bien por medio de la sensación? O 
es que la inteligencia humana será jamás capaz de ver a Dios, sin 
estar adornada del Espíritu Santo?" (S. Justino, Diálogo con Trifón 
4,1; siglo II).

Véase, Padres Apologistas griegos (s. II), Biblioteca de Autores 


Cristianos, Madrid 1954. 

·Atenágoras, _Súplica-en-favor-crs de los cristianos II,6: 


"Si, pues, Platón no es ateo por entender que el artífice del 
Universo es un solo Dios increado, tampoco lo somos nosotros por 
saber y afirmar al Dios por cuyo Verbo todo ha sido fabricado y por 
cuyo Espíritu es todo mantenido".

Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,7:


"Ahora bien, vosotros mismos, que por vuestra inteligencia y por 
vuestra piedad hacia lo de verdad divino sobrepasáis a todos, 
diríais que es irracional adherirse a opiniones humanas, 
abandonando la fe en el Espíritu de Dios, que ha movido como a 
instrumentos suyos, las bocas de los profetas".

Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,9: 


"Y pienso que vosotros, que sois amiguísimos del saber e 
instruidísimos, no sois ajenos a los escritos de Moisés ni a los de 
Isaías y Jeremías y de los otros profetas, que, saliendo de sus 
propios pensamientos, por moción del Espíritu divino, hablaron lo 
que en ellos se obraba, pues el Espíritu se servía de ellos como un 
flautista que sopla en la flauta".

Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,10: 


"Y a la verdad, el mismo Espíritu Santo, que obra en los que 
hablan proféticamente, decimos que es una emanación de Dios, 
emanando y volviendo, como un rayo de sol. ¿Quién, pues, no se 
sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre 
y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la 
unidad y su distinción en el orden?.

Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,24: 


"Y nosotros, hombres que tenemos la presente vida por de corta 
duración y de mínima estima, que nos dirigimos por el solo deseo de 
conocer a Dios verdadero y al Verbo que de el viene -cuál sea la 
comunicación del Padre con el Hijo, qué cosa sea el Espíritu, cuál 
sea la unión de tan grandes realidades, cuál la distinción de los así 
unidos, del Espíritu, del Hijo y del Padre...".

Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos II,24: 


"...afirmamos a Dios, y al Hijo, Verbo suyo y al Espíritu Santo, 
identificados según el poder, pero distintos según el orden: al 
Padre, al Hijo y al Espíritu, porque el Hijo es inteligencia, verbo y 
sabiduría del Padre, y el Espíritu emanación como luz del fuego". 

De las homilías de san Asterio de Amasea, obispo (Homilía 13: PG 


40, 355-358. 362):

Si queréis emular a Dios, puesto que habéis sido creados a su 


imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, que con 
vuestro mismo nombre estáis proclamando la bondad, imitad la 
caridad de Cristo.

Pensad en los tesoros de su benignidad, pues, habiendo de venir 


como hombre a los hombres, envió previamente a Juan como 
heraldo y ejemplo de penitencia, y, por delante de Juan, envió a 
todos los profetas, para que indujeran a los hombres a convertirse, 
a volver al buen camino y a vivir una vida fecunda.

Luego, se presentó él mismo, y clamaba con su propia voz: venid 


a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. ¿Y 
cómo acogió a los que escucharon su voz? Les concedió un pronto 
perdón de sus pecados, y los liberó en un instante de sus 
ansiedades: la Palabra los hizo santos, el Espíritu los confirmó, el 
hombre viejo quedó sepultado en el agua, el nuevo hombre floreció 
por la gracia. Y qué ocurrió a continuación? El que había sido 
enemigo se convirtió en amigo, el extraño resultó ser hijo, el profano 
vino a ser sagrado y piadoso.

Imitemos el estilo pastoral que empleó el mismo Señor; 


contemplemos los evangelios, y, al ver allí, como en un espejo, 
aquel ejemplo de diligencia y benignidad, tratemos de aprender 
estas virtudes.

Allí encuentro, bosquejada en parábola y en lenguaje metafórico, 


la imagen del pastor de las cien ovejas, que, cuando una de ellas se 
aleja del rebaño y vaga errante, no se queda con las otras que se 
dejaban apacentar tranquilamente, sino que sale en su busca, 
atraviesa valles y bosques, sube a montañas altas y empinadas, y 
va tras ella con gran esfuerzo, de acá para allá por los yermos, 
hasta que encuentra a la extraviada.

Y, cuando la encuentra, no la azota ni la empuja hacia el rebaño 


con vehemencia, sino que la carga sobre sus hombros, la acaricia y 
la lleva con las otras, más contento por haberla encontrado que por 
todas las restantes. Pensemos en lo que se esconde tras el velo de 
esta imagen.

Esta oveja no significa, en rigor, una oveja cualquiera, ni este 


pastor es un pastor como los demás, sino que significan algo más. 
En estos ejemplos se contienen realidades sobrenaturales. Nos dan 
a entender que jamás desesperemos de los hombres ni los demos 
por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, 
ni seamos remisos en ayudarlos, sino que cuando se desvían de la 
rectitud y yerran, tratemos de hacerlos volver al camino nos 
congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre 
de los que siguen viviendo justa y piadosamente.

SAN IRENEO

·Ireneo-san (+202-203), escribe su obra en la segunda mitad del 


s. II.
_Contra-las-herejías I,101: "La Iglesia recibió de los Apóstoles y 
de sus discípulos la fe en un solo Dios, Padre omnipotente, y en un 
solo Jesucristo, el Hijo de Dios, y en el Espíritu Santo, quien por los 
profetas anunció los designios salvíficos, las dos venidas, el 
nacimiento de la Virgen, la pasión, la resurrección de entre los 
muertos, la asunción al cielo en la carne del amado Jesucristo, 
nuestro Señor, y su retorno del cielo en la gloria del Padre, para 
recapitular en sí todas las cosas (Ef 1,10) y resucitar toda carne de 
toda la humanidad Esta es la disposición de nuestra fe, el 
fundamento del edificio y la constitución de la vida: Dios Padre, 
increado, ilimitado e invisible, un solo Dios, creador de todo; éste es 
el primer artículo de nuestra fe; el segundo: el Logos de Dios, el Hijo 
de Dios, nuestro Señor Jesucristo, que se apareció a los profetas y 
se hizo Hombre para destruir la muerte y manifestar la vida, 
realizando la comunión de Dios y del hombre; el tercero: el Espíritu 
Santo, por medio del cual profetizaron los profetas, fueron instruidos 
los padres en la ciencia de Dios y los justos fueron guiados por la 
senda de la justicia, el cual -al final de los tiempos- se fundió de 
nuevo sobre la humanidad -por toda la tierra- renovando al hombre 
para Dios. Por eso nuestra regeneración (bautismal) se realiza 
siguiendo estos tres artículos, otorgándonos la gracia del 
renacimiento de Dios Padre, por virtud de su Hijo, con el Espíritu 
Santo. Pues quienes recibieron y llevan al Espíritu de Dios son 
conducidos al Verbo, es decir, al Hijo, acogiéndolos éste y 
presentándolos al Padre, quien los hace incorruptibles. De ahí que 
sin el Espíritu no es posible ver al Logos de Dios, ni pueden alguien 
sin el Hijo acercarse al Padre; ya que el Hijo es la Sabiduría del 
Padre, y la ciencia del Hijo es dada por el Espíritu Santo. Pero el 
Hijo otorga el Espíritu según agrada al Padre, a modo de ministerio 
carismático, a quienes El quiere y como quiere el Padre... Por eso el 
Espíritu es... designado por el profeta Isaías en siete formas de 
carismas, asumidos por el Hijo de Dios... a raíz de su venida en 
forma de hombre... Así es Dios glorificado por su Hijo eterno y por el 
Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de todos".
S. Ireneo, Contra las herejías III,10,1:
"(Juan el Bautista) convirtiéndolos a su Señor, preparaba al Señor 
un pueblo bien dispuesto, en el Espíritu y en la potencia de Elías"

S. Ireneo, Contra las herejías III,7,2:


"Que Pablo usa frecuentemente las inversiones por la velocidad 
de sus palabras y por el ímpetu del Espíritu que está en él es 
posible descubrirlo en muchos otros pasajes...".

S. Ireneo, Contra las herejías III,9,3:


"A propósito del bautismo, Mateo sigue diciendo: Se abrieron los 
cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y 
descendía sobre él. Y he aquí que una voz del cielo decía: 'Tu eres 
mi Hijo, el amado, en el cual he puesto mi complacencia (Mt 
3,16-17). No es verdad que entonces Cristo descendiese sobre 
Jesús, ni que uno es Cristo y otro es Jesús. Es el Verbo de Dios, el 
Salvador de todos y Señor del cielo y de la tierra, que es Jesús 
-como ya hemos demostrado -, el cual después de haber tomado la 
carne y después de haber sido ungido por el Padre en el Espíritu 
llega a ser Jesucristo. Como dice Isaías: Y brotará un retoño del 
tronco de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre El se 
posará el Espíritu de Dios, Espíritu de sabiduría e inteligencia, 
Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de piedad y 
lo llenará del Espíritu del temor de Dios. No juzgará según la 
apariencia ni condenará según las opiniones sino que hará justicia 
al humilde y condenará a los grandes de la tierra (Is 11,1-4). Y 
también Isaías indicaba su unción y porque fue ungido, dice: El 
Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido para llevar la 
buena nueva a los humildes; me ha enviado a curar a los que 
quebrantados de corazón, a anunciar a los prisioneros la libertad y 
a los ciegos la vista, a proclamar el año de la misericordia del Señor 
y el día de la retribución, a consolar a todos los que lloran (Is 
61,1-2). Así pues, el Verbo de Dios era hombre, nacido de la raíz de 
Jesé e hijo de Abrahám, el Espíritu de Dios reposaba sobre El y era 
ungido para llevar el alegre anuncio a los humildes Por lo tanto, 
sobre El bajó el Espíritu de Dios -el Espíritu de Aquél que por medio 
de los profetas había prometido ungirlo- para que nosotros, 
participando de la abundancia de su unción, fuésemos salvados".

S. Ireneo, Contra las herejías III,11,8:


"Por lo demás, los Evangelios no pueden ser ni más ni menos que 
éstos. Dado que son cuatro las regiones del mundo, en el que 
estamos, y cuatro los vientos difundidos sobre toda la tierra y la 
Iglesia está extendida por todo el orbe, el Evangelio y el Espíritu de 
vida es columna y cimiento de la Iglesia. Es natural que la Iglesia 
tenga cuatro columnas que efunden en todas las partes la 
incorruptibilidad y vivifican a los hombres (cf. Sab 1,7).... El cuarto 
es semejante a un águila que vuela (Apoc 4,7) y significa el don del 
Espíritu que vuela sobre la tierra ... Marcos, por su parte, comienza 
con el Espíritu profético que desde lo alto baja a los hombres, 
diciendo: Comienzo del Evangelio, como está escrito en el profeta 
Isaías (Mc 1,1-2), mostrando la imagen alada del Evangelio y por 
esto ha hecho un anuncio conciso y rápido; porque es el carácter 
profético... hecho hombre por nosotros, envió el don del Espíritu 
celeste sobre toda la tierra, protegiéndonos con sus alas (cf. Salmo 
16,8;60,5).

S. Ireneo, Contra las herejías III,11,9:


"... otros para rechazar el don del Espíritu, difundido en los últimos 
tiempos sobre el género humano (cf. Hechos 2,16-17) según el 
beneplácito del Padre, no aceptan la forma del Evangelio según 
Juan, en el cual el Señor promete enviar el Paráclito (cf. Jn 15,26), 
pero rechazan, al mismo tiempo, el Evangelio y el Espíritu profético. 
Son verdaderamente desdichados los que afirman que hay falsos 
profetas y alejan de la Iglesia el don profético, comportándose como 
aquellos que por los que se acercan a las asambleas hipócritamente 
se abstienen también ellos de la comunión con los hermanos... 
pecando en todo esto contra el Espíritu de Dios caen en el pecado 
irremisible (cf. Mt 12,31-32).

S. Ireneo, Contra las herejías III,12,1:


"El apóstol Pedro, después de la resurrección y ascensión a los 
cielos del Señor, queriendo completar el número de los doce 
apóstoles y poner en el lugar de Judas a otro que fuera elegido por 
Dios, dijo a los que estaban con él: Hermanos, es necesario lo que 
el Espíritu Santo, en la Escritura, ha predicho por boca de David en 
relación a Judas, que guió a los que arrestaron a Jesús -él 
pertenecía a los nuestros- ... (Hechos 1,16-17.20; Salmo 68,26; 
108,8) Y cuando el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos para 
que todos profetizaran y hablaran en lenguas (cf. Hech 2,4), pues 
algunos se reían como si estuviesen borrachos de vino dulce (cf. 
Hech 2,13), Pedro replicó que aquellos no estaban borrachos, pues 
era la hora tercia de la jornada, y se confirmaba cuanto se había 
dicho por el profeta: Acaecerá en los últimos días- -dice el Señor- 
en que yo derramaré mi Espíritu sobre todo viviente y profetizarán 
(cf. Hechos 2, 15-17). Por lo tanto, el Dios que por medio del profeta 
promete enviar su Espíritu sobre el género humano lo ha enviado y 
Pedro proclama que este mismo Dios ha cumplido su promesa". 

A. Ireneo, Contra las herejías III,12,15: 


"... Probablemente ni siquiera le hubiera dado tan fácilmente el 
bautismo si no les hubiese oído porfetizar bajo la acción del Espíritu 
Santo que reposaba sobre ellos. Por esto decía: ¿podrá, acaso, 
alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el 
Espíritu Santo igual que nosotros? (Hechos 10,47), buscando 
persuadir a los que le acompañaban e indicando que si el Espíritu 
Santo no hubiese descendido sobre ellos, siempre habría alguno 
que le habría negado el bautismo. Cuando Santiago y los apóstoles 
que le acompañaban le permitían a los paganos actuar libremente 
nos confíaban al Espíritu Santo..." 

S. Ireneo, Contra las herejias III,17,1:


"En efecto, los Apóstoles... dijeron que sobre El descendió el 
Espíritu en forma de paloma (Mt 3,16), el mismo Espíritu del que 
Isaías dijo: Y se postrará sobre él el Espíritu de Dios, como hemos 
dicho antes; también: El Espíritu del Señor está sobre mí, pues el 
Señor me ha ungido (Is 61,1). Este es el Espíritu del que dijo el 
Señor: No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu del Padre 
hablará en vosotros (Mt 10,20). Y, cuando daba a sus discípulos el 
poder de la regeneración (bautismal), les decía: Id y enseñad a 
todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del 
Espíritu Santo (Mt 28,19). En efecto, mediante los profetas prometió 
efundirlo en los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, a fin de 
que profetizasen (Joel 3,1-3). Precisamente para esto descendió 
también sobre el Hijo de Dios, hecho hijo del hombre. Con él se 
habituaba a habitar en el género humano y a reposar sobre los 
hombres y a habitar en la creatura de Dios; realizaba en ellos la 
voluntad de Dios y los renovaba haciéndolos pasar de la vejez a la 
novedad de Cristo. 

S. Ireneo, Contra las herejías III,17,2:


"Este Espíritu lo pidió David para el género humano diciendo: Y 
con el Espíritu que gobierna sostieneme (Salm o 50,14). De él 
Lucas dice que después de la ascensión del Señor bajó sobre los 
discípulos en Pentecostés con el poder sobre todas las gentes para 
introducirles en la vida y abrirles el Nuevo Testamento. Por eso en 
todas las lenguas, impulsados por un mismo Espíritu, ofrecían 
himnos a Dios mientras que el Espíritu reconducía a la unidad a las 
tribus separadas y ofrecía al Padre las primicias de todas las 
gentes. Por eso también el Señor prometió enviar al Paráclito que 
nos debía conducir a Dios. De igual modo que la harina seca no 
puede llegar a ser, sin agua, una sola masa y un solo pan, así 
también nosotros que somos muchos no podíamos llegar a ser uno 
en Cristo sin el Agua que viene del cielo. Y como la tierra seca no 
fructifica si no recibe el agua así también nosotros que antes 
éramos leño seco no habríamos podido jamás llevar como fruto la 
vida sin la lluvia venida espontáneamente desde lo alto. He hecho 
nuestros cuerpos han recibido mediante el bautismo la unión con la 
incorruptibilidad mientras que nuestras almas la han recibido 
mediante el Espíritu... Bebida que el mismo Señor recibió del Padre 
y él dio a aquellos que participan de él enviando el Espíritu Santo 
sobre toda la tierra". 

S. Ireneo, Contra las herejías III,17,3: 


"Previendo la gracia de este don, Gedeón, el ismaelita que Dios 
escogió para salvar al pueblo de Israel del dominio de los 
extranjeros, cambió su petición (cf. Jueces 6,36-40) profetizando 
que en el vellón de lana sobre el cual anteriormente se había 
posado el rocío -vellón que simboliza al pueblo- había de cubrirse 
con la sequía, es decir, que no había de tener jamás el Espíritu 
Santo de Dios, como dice Isaías: mandaré a las nubes que no 
lluevan sobre ella (Is. 5,6), mientras que sobre la tierra se había de 
posar el rocío, el Espíritu de Dios, que descendió sobre el Señor, 
Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de poder, 
espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de temor de Dios (Is.11,2-3). 
Este Espíritu después lo donó a la Iglesia enviando desde el cielo al 
Paráclito (cf. Jn 15,26) sobre toda la tierra donde -como dice el 
Señor- ha sido precipitado el diablo como un rayo. Por lo tanto ha 
sido necesario el rocío de Dios para no ser quemados y llegar a ser 
estériles para que allí donde encontramos al acusador (cf. Apoc. 
12,10) allí también hallemos al Defensor. Porque el Señor confió al 
Espíritu Santo a su creatura (hombre) que había caído en poder de 
los ladrones; tuvo compasión de él, le vendó las heridas, dándole 
dos denarios reales para que, recibiendo mediante el Espíritu la 
imagen y el sello del Padre y del Hijo, hagamos fructificar los 
denarios a nosotros confiados y lo devolvamos multiplicados al 
Señor (cf. Mt 25,14-30; Lc 19,12-27)" .

Ireneo, Contra las herejías III,17,4:


"Así pues, el Espíritu Santo descendió por la 'economía' de la que 
ha poco hemos hablado; y el Unigénito Hijo de Dios, que es también 
el Verbo del Padre, cuando llegó la plenitud de los tiempos (cf. Gal 
4,4) se encarnó en el hombre en favor del hombre y llevó a plenitud 
toda la 'economía' humana: Jesucristo nuestro Señor, uno solo y el 
mismo, como el mismo Señor testimonia, los apóstoles confiesan y 
los profetas proclaman. Por lo tanto se demuestran como falsas 
todas las doctrinas de cuantos han descubierto Ogdoadas, 
Tetradas y Décadas y han fabulado subdivisiones. Estos, por una 
parte, eliminan al Espíritu y, por otra parte, piensan que uno es el 
Cristo y otro Jesús y enseñan que no ha existido un solo Cristo sino 
muchos".

"El Espíritu Santo anunciaba claramente por medio de David, a 


cuantos lo escuchaban (cf. Salmo 94,8), que algunos habían de 
despreciar a Aquel que nos ha plasmado, el cual es el único Dios"

Ireneo, Contra las herejías III,18,3:


"Entonces perecerá por tu ciencia el hermano flaco por quien 
Cristo murió (1 Cor 8,11), indicándonos que no es verdad que un 
Cristo impasible descendió sobre Jesús, sino que Jesús mismo 
siendo Cristo sufrió por nosotros, se durmió en la muerte y resucitó 
(cf. Salmo 3,6), descendió y volvió a subir (cf Ef 4,10), El, el Hijo de 
Dios convertido en Hijo del hombre, como el mismo nombre indica: 
en efecto, en el nombre de Cristo se entiende a Aquel que unge, 
Aquel que fue ungido y la Unción misma con que fue ungido. El que 
unge es el Padre y el Hijo es ungido, en el Espíritu, que es la 
Unción. Como el Verbo dice por medio de Isaías: El Espíritu de Dios 
está sobre mí, por eso me ha ungido (Is 61,1; Lc 4,18) indicándonos 
al Padre que unge, al Hijo que fue ungida la Unción, que es el 
Espíritu".

Ireneo, Contra las herejías III,21,4:


"Un solo y mismo Espíritu anunció por los profetas cuál sería y 
dónde tendría lugar la venida del Señor (cf. Mt 2,5-6), y (ese 
Espíritu) tradujo bien por medio de los Ancianos lo que había sido 
profetizado, anunciando por medio de los Apóstoles el cumplimiento 
del tiempo de la adopción filial (cf Gal 4,4-5), que el reino de los 
cielos (cf. Mt 3,2) está cercano y que está en medio de los hombres 
(cf. Lc 17,21) que creen en el Enmanuel que nació de la Virgen (cf 
Is 7,14). Ahora bien, ellos testimonian que antes que José habitara 
con María, es decir, mientras ella estaba en estado de virginidad, se 
halló en cinta por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18), y que el ángel 
Gabriel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre tí y la potencia del 
Espíritu te cubrirá con su sombra, por eso el santo que nacerá de ti 
será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35), y que el ángel en sueños dijo a 
José: Esto ha acontecido para que se cumpliese lo que profetizado 
por el profeta Isaías: He aquí que la Virgen concebirá en su seno 
(Mt 1,22-23)... El Espíritu Santo indicó exactamente, con estas 
palabras, su generación -que nace de la Virgen- y su ser -que es 
Dios-, pues esto es lo que significa el nombre de Enmanuel, y que 
es hombre porque dice que comerá mantequilla y miel; lo llama niño, 
pues dice 'antes de que conozca el bien y el mal' -palabras éstas 
que indican un hombre niño" 

Ireneo, Contra las herejías III,24,1:


"...La predicación de la Iglesia es firme en todas partes, 
permanece siempre igual y está sostenida por el testimonio de los 
profetas, de los apóstoles y todos sus discípulos... fundamenta 
nuestra fe. Hemos recibido ésta de la Iglesia y la custodiamos, 
mediante el Espíritu de Dios, como un depósito precioso contenido 
en un vaso de valor, rejuveneciéndose siempre y rejuveneciendo al 
vaso que la contiene. A la Iglesia, en efecto, fue confiado el 'Don de 
Dios' (cf. Jn 4,10), como el soplo a la creatura plasmada (cf Gen 
2,7), a fin de que todos los miembros sean vivificados mediante su 
participación; en ella fue depositada la comunión con Cristo, es 
decir, el Espíritu Santo, arra de incorrupción (cf Ef 1,4; 2 Cor 1,22), 
confirmación de nuestra fe y escala de nuestro ascenso a Dios (cf 
Gen 28,12). En efecto, en la Iglesia puso Dios apóstoles, profetas y 
maestros (1 Cor 12,38), así como la restante operación del Espíritu 
(cf 1 Cor 12,11), no participando de El quienes no van a la Iglesia y 
se privan de la 'vida' por sus falsas doctrinas y acciones perversas. 
Pues, donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde 
está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia. Ahora bien, 
el Espíritu es la Verdad (cf 1 Jn 5,6). De ahí que quienes no 
participan de El, no se nutren de los pechos de la Madre, para 
recibir la vida, ni alcanzan la purisima sangre de brota del cuerpo de 
Cristo sino que excavan cisternas agrietadas (Jer 2,13) cavadas en 
fosas de tierra y beben la fétida agua de un pantano; esos 
abandonan la fe de la Iglesia para no ser desenmascarados y 
rechazan el Espíritu para no ser instruidos".

Ireneo, Contra las herejías IV,2,4:


"No fue fábula lo que nos refirió del pobre y del rico... Había un 
rico que vestía púrpura y lino fino y se deleitaba entre convites 
espléndidos' (cf Lc 16,19). De los tales había también dicho el 
Espíritu por Isaías (5,12): Beben vino al son de cítaras y harpas y 
liras y flautas, pero descuidan las obras de Dios y no consideran las 
obras de sus manos".

Ireneo, Contra las herejías IV,6,7:


"Porque estando el Hijo desde el principio presenta a su plasma, 
revela (siempre) a todos el Padre. En todas las cosas, pues, y a 
través de todas hay un solo Dios Padre y un solo Verbo Hijo y un 
solo Espíritu y una sola salud para todos los que en El creen".

Ireneo, Contra las herejías IV,7,4:


"Pues para todo le asiste su prole y su ornato, a saber, el Hijo y el 
Espíritu, el Verbo y la Sabiduría, a quienes sirven y están sujetos los 
ángeles todos. Son, de consiguiente, vanos los que, por el dicho 
aquel (cf Mt 11,27); Lc 10,22): Ninguno conoce al Padre fuera del 
Hijo, introducen otro (Dios), el Padre Ignoto".

Ireneo, Contra las herejías IV,8,1:


"Son también vanos Marción y los suyos, que desheredan a 
Abrahán, a quien el Espíritu, por medio de muchos y singularmente 
por Pablo, da testimonio de que (cf. Rom 4,3) creyó a Dios y se le 
imputó la justicia".

Ireneo, Contra las herejías IV,14,2:


"Y su voz era como de muchas aguas (Apoc 1,15). Muchas aguas 
son en efecto de verdad el Espíritu, por lo rico y por lo grande que 
es el Padre. Y a través de todos ellos hacía valer el Verbo, fuera de 
toda envidia, a quienes le estaban sujetos; trazando para todas las 
criaturas una ley conveniente y apropiada".

Ireneo, Contra las herejías IV,18,5:


"En cambio, nuestra doctrina de la Eucaristía es consonante; y la 
Eucaristía a su vez ratifica nuestra doctrina. Le ofrendamos en 
efecto lo que Le pertenece enseñando de manera congruente la 
comunión y unidad de la Carne y del Espíritu. Pues así como el pan 
venido de la tierra, en recibiendo la invocación de Dios, ya no es 
pan común, sino Eucaristía y consta de dos cosas, terrena y 
celeste, así también nuestros cuerpos, al participar de la Eucaristía, 
ya no son corruptibles, con la esperanza de la resurrección".

Ireneo, Contra las herejías IV,20,1:


"No nos hicieron por tanto ni nos modelaron los ángeles -pues 
tampoco podían los ángeles hacer la imagen de Dios (cf. Gen 1,26)- 
ni otro alguno fuera del verbo del Señor, ni una potencia muy 
alejada del Padre del universo. Porque Dios no necesitaba de ellos 
para hacer lo que en su interior había predefinido llevar a cabo, 
como si le faltaran manos. En efecto, siempre le asisten el Verbo y 
la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu. Por su medio y en su virtud hizo 
libre y espontáneamente todas las cosas".

Ireneo, Contra las herejías IV,20,3:


"Hemos largamente demostrado que el Verbo, esto es el Hijo, 
estaba siempre con el Padre. (Y) también la Sabiduría, esto es el 
Espíritu, estaba delante de El (= del Padre) antes de toda la 
creación, lo dice por Salomón (cf. Prov 3,19-20)...". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,6:


"Así pues, los hombres contemplarán a Dios para vivir, hechos 
inmortales mediante la visión y llegados hasta Dios. Era, según dije 
anteriormente, lo que daban a conocer en figura los profetas; que 
contemplarían a Dios los hombres que llevan su Espíritu y aguardan 
siempre su advenimiento. Así lo dice también Moisés en el 
Deuteronomio (5,24) Pues algunos de ellos (= de los profetas) veían 
el Espíritu profético y sus acciones entre todos los géneros 
diseminados de carismas. Otros (profetas) en cambio veían el 
advenimiento del Señor y el ministerio -desde el principio- por el que 
llevó a cabo la voluntad del Padre en los cielos y en la tierra De tal 
suerte, por tanto, se manifestaba Dios. Pues por todas estas cosas 
se da a conocer Dios Padre; con la eficacia del Espíritu, la diaconía 
del Hijo, la aprobación del Padre y la consumación del hombre para 
la Salud. A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para 
utilidad". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,8:


"Por consiguiente, ya que el Espíritu de Dios significaba el futuro 
mediante los profetas, conformándonos de antemano y 
disponiéndonos para que seamos dóciles a Dios; pues el hombre, 
mediante el beneplácito del Espíritu Santo, había de contemplar a 
Dios, era del todo necesario que aquellos por quienes se 
enunciaban las cosas futuras contemplaran al Dios que, según ellos 
enseñaban, habían de contemplar los hombres para que además de 
decirse (oralmente) en profecía el Dios y el Hijo de Dios, Hijo y 
Padre, se deje ver de todos los miembros santificados y 
adoctrinados en lo divino, de suerte que el hombre se conforme y 
ejercite de antemano para acomodarse a la gloria que se revelará 
después a quienes aman a Dios (cf. Rom 8,18). En efecto, los 
profetas no sólo vaticinaban de palabra, sino también por vista (de 
ojos) y régimen de vida, y por los actos que operaban según 
sugería el Espíritu" 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,20,10:


"Se manifestaba asimismo el suave y pacífico descanso de su 
reino; pues al vendaval que rompe los montes y al terremoto y al 
fuego siguen los tranquilos y pacíficos tiempos de su reino, en los 
que el Espíritu de Dios, con todo sosiego, vivifica e incrementa al 
hombre".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,21,3:


"...para dar a entender que Cristo constituiría hijos de Dios, de 
libres y de esclavos, según la carne, otorgando de modo parecido a 
todos el don del Espíritu que nos vivifica". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,27,1:


"Según tengo entendido a un presbítero que se lo había oído a 
quienes vieron a los Apóstoles y a sus discípulos. A los Antiguos 
-(según el Presbítero)- les bastaba la reprensión de las Escrituras 
para que lo hicieran sin el consejo del Espíritu. Dios no es 
aceptador de personas, y reprende congruamente lo no hecho 
según su beneplácito. Es el caso de David. Cuando por la justicia 
sufría la persecución (cf Mt 5,10) de Saúl, huía del rey Saúl, no se 
vengaba del enemigo, salmodiaba el advenimiento de Cristo, 
instruía con sabiduría a las gentes, y lo hacía todo según el consejo 
del Espíritu; agradaba a Dios".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,33,10:


"Los profetas, entre las cosas que vaticinaban, vaticinaban 
también esto; cómo aquellos sobre que descansara el Espíritu de 
Dios y obedecieran al Verbo del Padre y le sirvieran en lo posible, 
padecerían persecución y serían lapidados y muertos. Porque en sí 
mismos prefiguraban todo esto los profetas, por el amor de Dios y 
por su Verbo". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,33,14:


"Otros (profetas) dicen que Dios dispondrá para los hombres una 
Alianza NuevaDará a los hombres un corazón nuevo y un Espíritu 
nuevo (cf. Ez 36,26) Anunciaban claramente la libertad de la Nueva 
Alianza, y el Vino nuevo echado en odres nuevos (cf Mt 9,17), la fe 
en Cristo, el camino de la justicia (cf Rom 3,22) aparecido en el 
desierto, y los rios del Espíritu Santo (cf Jn 7,37-39 en la tierra 
árida, para abrevar al linaje elegido de Dios, que adquirió para 
manifestar Sus prodigios, no para blasfemar del Dios que tales 
cosas hizo".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,2:


"Pues Dios plantó la viña del linaje humano mediante la 
plasmación de Adán y la elección de los patriarcas; se la entregó 
empero a colonos mediante la Ley de Moisés; la rodeó con un seto, 
esto es, cercó el campo que habían de cultivar y construyó una 
torre, (esto es) eligió a Jerusalén; y cavó un lagar, (esto es) dispuso 
el receptáculo del Espíritu profético". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,6:


"Más aún, (el Señor) dio a entender que, al margen del 
llamamiento, debemos también nosotros adornarnos con obras de 
justicia para que descanse en nosotros el Espíritu de Dios. Este es 
en efecto el vestido de bodas, a las que alude también el Apóstol (cf 
2 Cor 5,4): No queremos despojarnos (del cuerpo carnal), sino 
sobrevestirnos (del Espíritu de Dios), de suerte que lo mortal sea 
absorbido por la inmortalidad". Mas los que fueron llamados a la 
Cena de Dios, y por su mala conducta no recibieron el Espíritu 
Santo serán arrojados a las tinieblas exteriores... (cf Mt 22,13)".

S. Ireneo, Contra las herejías IV,36,7:


"La parábola de los obreros, enviados en diferentes tiempos a la 
viña (cf Mt 20,1-16), da a entender un solo y mismo Señor... Son 
pues muchos los obreros, según sus épocas, y uno solo el 
paterfamilias que los llama. Porque una sola es la viña, como 
también una sola es la justicia; y uno solo es el intendente, como 
que es uno solo el Espíritu de Dios que todo lo dispone; 
parecidamente hay también un solo salario, pues todos recibieron 
cada cual su denario, (una única y misma moneda, con la misma) 
imagen e inscripción del Rey, (a saber) el conocimiento del Hijo de 
Dios en incorruptela". 

S. Ireneo, Contra las herejías IV,38,1-2:


"El podía venir a nosotros en su inenarrable gloria, mas nosotros 
éramos incapaces de soportar la magnitud de su gloria. Por eso, 
como a mamones, El que era el Pan perfecto del Padre, se nos dio 
como leche, en su venida como hombre: para que alimentados 
como a los pechos de su carne, y habituados con tal lactancia a 
comer y beber el Verbo de Dios, podemos contener en nosotros 
mismos el Espíritu del Padre, Pan de inmortalidad. Y por eso dice 
Pablo a los Corintios (1 Cor 3,2): Os di a beber leche, no manjar, 
porque aún no podíais recibir manjar. A saber, habéis aprendido el 
advenimiento según el hombre del Señor; mas el Espíritu del Padre 
no descansa aún, por vuestra debilidad, en vosotros. Pues donde 
hay envidia y discordia -dice- y disensiones entre vosotros, ¿no es 
porque sois carnales y camináis según el hombre? (1 Cor 3,3). 
Todavía no estaba el Espíritu del Padre con ellos, por la 
imperfección de ellos y flaqueza de conducta. De consiguiente, así 
como el Apóstol podía dar manjar (perfecto) -pues aquellos a 
quienes los Apóstoles imponían las manos recibían el Espíritu Santo 
(cf Hechos 8,17-19), manjar de Vida- mas ellos eran incapaces de 
recibirlo por tener aún débiles y sin ejercicio las facultades relativas 
a Dios". 
S. Ireneo, Contra las herejías V,1,2:
"Vanos son quienes afirman de El que se dejó ver en apariencia; 
ya que estas cosas tuvieron lugar en sustancia verdadera, no en 
fantasía. Y si, no siendo hombre, dejábase ver hombre: ni persistía 
en lo que realmente era, Espíritu de Dios -pues el Espíritu es 
invisible- ni había en El verdad alguna, pues no era aquello que se 
veía".

S. Ireneo, Contra las herejías V,1,3:


"Vanos también los ebionitas, que no admiten en su ánimo por la 
fe la unión de Dios y el hombre, sino que perseveran en la vieja 
levadura de la generación (cf 1 Cor 4,7) y se resisten a entender 
que el Espíritu Santo vino a María y el poder del Altísimo le hizo 
sombra, por lo cual el fruto de la generación es santo, e Hijo del 
Altísimo Dios (cf. Lc 1,35)".

S. Ireneo, Contra las herejías V,6,1-2:


"Dios será glorificado en su plasma, adaptándolo en forma y en 
seguimiento a su servidor (cf. Rom 8,29). Mediante las manos del 
Padre -el Hijo y el Espíritu- hácese en efecto el hombre, no una 
parte del hombre, a semejanza de Dios (cf Gen 1,26). El alma y el 
espíritu pueden ser parte del hombre, de ningún modo el hombre... 
Llama perfectos a quienes han recibido el Espíritu de Dios y hablan 
todas las lenguas en su virtud; como hablaba asimismo él, y según 
también hemos oído de muchos hermanos que en la Iglesia poseen 
carismas proféticos y por el espíritu se expresan en todas las 
lenguas y descubren para común utilidad los secretos del hombre 
(cf 1 Cor 12,7) y declaran los misterios de Dios". El Apóstol los 
denominan también espirituales (cf 1 Cor 2,15; 3,1...). Espirituales 
porque participan en el Espíritu, no porque les falte o les hayan 
sustraído la caro y sean puro escueto espíritu. A sustraerles la 
sustancia de la caro, del plasma, y entender desnudamente el 
espíritu puro, tales individuos ya no serían hombre espiritual, sino 
espíritu de hombre o espíritu de Dios. Uniéndose, en cambio, este 
espíritu, mezclado con la psique, al plasma, da lugar, merced a la 
efusión del Espíritu, al hombre espiritual y perfecto. Tal es el creado 
a imagen y semejanza de Dios (cf. Gen 1,26). Caso, empero, de 
faltarle el espíritu al alma, el sujeto es y en toda verdad animal, y 
abandonado a merced de la carne será imperfecto, como quien 
posee en el plasma la imagen, mas no da cabida mediante el 
Espíritu a la similitud... Por igual motivo apellida también al plasma 
templo de Dios... Sería el colmo de la blasfemia afirmar que el 
templo de Dios, habitáculo del Espíritu del Padre, y los miembros de 
Cristo no participan en la salud, y acaban, al contrario, en la 
perdición".

S. Ireneo, Contra las herejías V,7,1:


"Y de nuevo, a los Romanos (Rom 8,11): Mas si el Espíritu del 
que suscitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros; el que 
suscitó a Cristo de entre los muertos vivificará asimismo vuestros 
cuerpos mortales. ¿Y qué son los cuerpos mortales? ¿Las almas 
acaso? En comparación con los cuerpos mortales, las almas son 
incorpóreas. Pues alentó Dios en el rostro del hombre soplo de vida, 
e hízose el hombre alma viviente (Gen 2,7). Empero el hálito de vida 
es incorpóreo. Tampoco pueden llamarlo mortal, siendo como es 
hálito de vida".

S. Ireneo, Contra las herejías V,8,1:


"Al presente recibimos de su Espíritu una partecilla que nos 
disponga y prepare a la incorrupción, habituándonos poco a poco a 
captar y sostener la vista de Dios. Es lo que llamó asimismo en carta 
a los Efesios el Apóstol arras, a saber una porción del premio a 
nosotros anunciado por Dios (cf. Ef 1,13ss.). Si, pues, tal prenda, 
por habitar en nosotros, nos hace ya espirituales; y si lo mortal es 
absorbido por la inmortalidad (cf 2 Cor 5,4) -Porque vosotros, dice 
(Rom 8,9), no vivís en carne, sino en Espíritu, habitando en 
vosotros como habita el Espíritu de Dios, lo que tiene lugar por 
comunión del Espíritu y no por abandono de la carne, pues los 
destinatarios no vivían sin carne sino que habían asumido el 
Espíritu de Dios en cuya virtud clamamos -Abba, Padre (Rom 8,15); 
si, pues, por tener ahora las arras clamamos, Abba, Padre, ¿qué 
ocurrirá cuando redivivos le veamos cara a cara (cf 1 Cor 13,12)?; 
¿cuando todos los miembros prorrumpan abundosamente en un 
himno de exultación glorificando a quien les resucita de entre los 
muertos y otorga el donde la vida eterna? Si, pues, al abrazar para 
si al hombre, le mueve ya a decir Abba, Padre, ¿qué hará toda la 
gracia del Espíritu, dada a los hombres por Dios? Nos hará 
semejantes a él y llevará a cabo el beneplácito del Padre, como 
quien modela al hombre a imagen y semejanza de Dios (cf Gen 
1,26)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,8,2:


"A quienes poseen las arras del Espíritu y lejos de servir a las 
concupiscencias de la carne, se someten al Espíritu y proceden en 
todo conforme a la razón, justamente los llama el Apóstol 
espirituales (cf 1 Cor 2,15; 3,1), pues habita en ellos el Espíritu de 
Dios (cf. Rom 8,9)... Sólo nuestra sustancia, a saber, la comunión 
de alma y carne, constituye al asumir el Espíritu de Dios el hombre 
espiritual. En cambio, a quienes desechan el consejo del Espíritu y 
sirven a los deleites de la carne y viven un régimen irracional y se 
precipitan sin freno en sus pasiones, destituidos de toda infusión del 
Espíritu divino, y hacen vida de puercos y de canes, justamente los 
denomina el Apóstol carnales (cf 1 Cor 3,3), por no entender cosa 
alguna fuera de las carnales (cf Rom 8,5).

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,1:


"...Mientras el alma, que media entre ellos, cuando sigue al 
Espíritu es elevada por él, y cuando accede a la carne sucumbe a 
las concupiscencias terrenas. De consiguiente, quienes no poseen 
lo que salva y conforma y da unidad, serán y se dirán carne y 
sangre, como quienes no tienen en sí el Espíritu de Dios. Y por eso 
también les denominaba el Señor `muertos'. Dejad a los muertos, 
dijo (Lc 9,60) que den sepultura a sus muertos. No tienen 
efectivamente el Espíritu que vivifica al hombre (cf Jn 6,63)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,2:


"En cambio, quienes temen a Dios y creen en la venida de su Hijo 
y mediante la fe instalan en sus corazones al Espíritu de Dios se 
dirán con justicia hombres limpios (cf. Mt 5,8), espirituales, vivientes 
para Dios (cf Lc 20,38; Mt 22,32; Rom 6,11). Pues tienen el Espíritu 
del Padre que purifica al hombre y le levanta a la vida de Dios. Así 
como la carne es debil, así por testimonio del Señor (Mt 26,41) el 
Espíritu es animoso. Este tiene poder para cumplir lo que 
ardientemente desea. Si alguien, pues, infunde a modo de estímulo 
en flaqueza de la carne lo animoso del Espíritu, necesariamente lo 
fuerte triunfa de lo débil. De resultas, la flaqueza de la carne será 
absorbida por la fortaleza del Espíritu; y el individuo no será carnal, 
sino espiritual, merced a la comunión del Espíritu. Así como dan 
testimonio los mártires y menosprecian la muerte, conforme a la 
prontitud del Espíritu, y no a la flaqueza de la carne. La debilidad de 
la carne, cuando absorbida, manifiesta el poderío del Espíritu. El 
Espíritu, a su vez, cuando absorbe la debilidad, toma en sí posesión 
de la carne. Y de ambas se compone el hombre viviente: viviente 
gracias a la participación del Espíritu, hombre merced a la sustancia 
de la carne". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,3:


"Por tanto, la carne sin Espíritu de Dios es muerta. Al no tener 
vida, tampoco puede heredar el reino de Dios. La sangre destituida 
de Espíritu es irracional, como agua derramada en tierra. De ahí 
aquello (1 Cor 15,48): Cual el de tierra, tales también los de tierra. 
En cambio, donde está el Espíritu del Padre, allí el hombre viviente, 
la sangre racional custodiada para vindicta por Dios (cf Apoc 6,10; 
19,2), la carne poseída en herencia por el Espíritu: olvidada de sí 
propia a fin de asumir la cualidad del Espíritu; hecha conforme con 
el Verbo de Dios. Y por eso dice (1 Cor 15,49): Como hemos llevado 
la imagen del de limo, llevemos también la imagen del celestial. ¿Y 
qué es lo de limo? ¿Y qué lo celestial? El Espíritu. Así como un 
tiempo, viene a decir, vivimos sin el Espíritu celeste en vetustez de 
carne, insumisos a Dios, así ahora, dando acogida al Espíritu, 
caminemos dóciles a Dios en novedad de vida (Rom 6,4). De 
consiguiente, ya que no podemos salvarnos sin Espíritu de Dios, el 
Apóstol, exhortándonos a conservar el Espíritu de Dios mediante la 
fe y la vida casta -no sea que, destituidos de la participación del 
Espíritu Santo, perdamos el reino de los cielos- proclamó que la 
carne y sangre solas no pueden heredar el reino de Dios". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,9,4:


"A decir verdad, la carne no es heredera, sino herencia. Lo dice 
también el Señor (Mt 5,5): Bienaventurados los mansos, porque 
ellos heredarán la tierra. En el reino, viene a decir, la tierra, de que 
procede también la sustancia de la carne, es posesión en herencia. 
Y por eso quiere que el templo sea limpio (cf 1 Cor 3,16ss.); para 
que el Espíritu de Dios se deleite en él, como el esposo con la 
esposa. Igual que la esposa no puede tomar en matrimonio al 
esposo y puede, en cambio, ser tomada por él cuando se presenta 
el esposo a tomarla, así también la carne. Por sí misma, ella sola es 
incapaz de heredar el reino de Dios; puede, sin embargo, ser 
recibida en herencia por el Espíritu, en el reino. El que vive hereda, 
en efecto, los bienes del difunto. Una cosa es heredar y otra ser 
heredado. El que hereda es dueño y preside y dispone de la 
herencia a su voluntad. Mientras, la herencia está sumisa y obedece 
y es dominada por el heredero. ¿Qué es lo que vive? El Espíritu de 
Dios. ¿Y qué son los bienes del difunto? Los miembros del hombre; 
que además se corrompen en la tierra. Estos son heredados por el 
Espíritu, al transferirse al reino de los cielos. Y por eso murió Cristo, 
para que, abierto el testamento de la Buena Nueva y leído a todo el 
mundo, en primer lugar diese libertad a sus siervos, y los 
constituyese después herederos de sus bienes, al heredar, según 
demostramos, el Espíritu: pues hereda el que vive, y es adquirida en 
herencia la carne. No sea que, al perder el Espíritu que nos posee, 
vengamos a perder la vida, como quien nos exhorta a la comunión 
del Espíritu, dijo el Apóstol con toda razón las palabras arriba 
mencionadas: Porque la carne y sangre no pueden heredar el reino 
de Dios (1 Cor 15,50). Igual que si dijera: No os engañéis, pues 
mientras el Verbo de Dios no habitare ni el Espíritu del Padre 
estuviere en vosotros; hiciereis, por el contrario, vida entre 
vanidades y a la ventura como si sólo fuerais carne y sangre, no 
podréis heredar el reino de Dios". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,10,1:


"Esto dijo no fuéramos a desechar, por complacer a la carne, el 
injerto del Espíritu. Mas tú -dice (Rom 11,17.24)- que eras 
acebuche, fuiste injertado en buen olivo y asociado a la grosura del 
olivo. Así como el acebuche, recibido el injerto, si continúa lo que 
antes era, acebuche, es cortado y arrojado al fuego (Mt 7,19); mas 
si retiene el injerto y se muda en buen olivo, hácese olivo fértil, 
dispuesto como para el jardín del rey: así también los hombres, si 
adelantan por la fe hacia lo mejor y acogen el Espíritu de Dios y 
producen sus frutos, serán espirituales, plantas dispuestas como 
parfa el jardín de Dios (cf Ez 31,8; Apoc 2,7). Pero si despiden el 
Espíritu y continúan lo que antes eran, empeñados en ser más 
carne que Espíritu, se les aplica con entera razón lo de: Pues la 
carne y sangre no heredan el reino de Dios (1 Cor 15,50)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,10,2:


"Por otro lado, igual que el acebuche injertado, sin perder la 
sustancia de leño, muda la calidad del fruto y recibe otro nombre -ya 
no se llama acebuche, sino olivo fecundo-: así el hombre injertado 
mediante la fe, que se apropia el Espíritu de Dios, sin perder la 
sustancia de la carne, muda la cualidad del fruto en obras y 
adquiere otro nombre, que responde a su mudanza en mejor -ya no 
se llama carne y sangre, sino hombre espiritual-. Nuevamente, así 
como el acebuche, si no se apropia el injerto, continúa inútil para el 
amo por su cualidad silvestre, y como árbol estéril es cortado y 
arrojado al fuego (Mt 7,19): así también el hombre que no acoge por 
la fe la inserción del Espíritu, permanece lo que antes era, carne y 
sangre, y no puede tener en herencia el reino de Dios. Muy bien, 
por tanto, dice el Apóstol: La carne y la sangre no pueden heredar 
el reino de Dios. Y (Rom 8,8): Los que están en poder de la carne 
no pueden complacer a Dios. No condena la sustancia de la carne, 
sino que reclama la infusión del Espíritu (cf. 1 Cor 15,53; Rom 
8,8-14)". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,11,1-2:


"Añadió, a su vez, los actos espirituales que vivifican al hombre, a 
saber, el injerto del Espíritu, con las siguientes palabras (Gal 
5,22-23): Mas el fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, paciencia, 
bondad, benignidad, fe, mansedumbre, continencia, castidad: frente 
a estas cosas no vale la Ley. En consecuencia, si el que adelanta 
en mejor y obra el fruto del Espíritu se salva de todos modos por la 
comunión del Espíritu: el que permanece en las mencionadas obras 
de la carne, reputado con entera razón carnal por no asumir el 
Espíritu de Dios, no podrá heredar el reino de los cielos. Donde 
manifiesta clarísimamente las cosas por las que se pierde el hombre 
empecinado en vivir según la carne (cf Rom 8,13), y aquellas por 
que, a su vez, se salva. Las que salvan, dice, son el nombre de 
nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu de nuestro Dios".
"Según eso, por haber ahí enumerado las obras de la carne, 
hechas sin Espíritu, que acarrean la muerte, resumió al término de 
la carta, en conformidad con lo que había dicho antes (1 Cor 
15,49-50) Al ser, dice, lavados creyendo en el nombre del Señor y 
recibiendo su Espíritu. Lavados, empero, no de la sustancia del 
cuerpo ni de la imagen del plasma, sino del régimen vetusto de 
vanidad. De consiguiente, en los miembros mismos en que, por 
obrar las cosas de corrupción, nos perdíamos, somos vivificados, 
por obrar las del Espíritu". 
S. Ireneo, Contra las herejías V,12,1-2:
"... La vida prístina fue aventada, como don venido por hálito, no 
por Espíritu. Una cosa es efectivamente el hálito de vida, que hace 
también al hombre dotado de alma; y otra el Espíritu vivificante (cf 1 
Cor 15,45), que lo perfila además espiritual. Y por eso anuncia 
Isaías (42,5): Así dice el Señor que hizo el cielo y lo fijó, que 
consolidó la tierra y cuanto hay en ella, y dio hálito al pueblo que la 
habita y Espíritu a los que la huellan. El hálito, según él, fue 
otorgado en común a todos los pueblos de la tierra; el Espíritu, en 
propiedad, a quienes huellan las codicias terrenas. El mismo Isaías 
torna a decir, volviendo sobre la distinción (57,16): Porque el 
Espíritu saldrá de mí, y yo creé todo hálito. Asigna en propiedad a 
Dios el Espíritu -el cual derramó en los tiempos novísimos (cf 
Hechos 2,17) sobre el linaje humano mediante la adopción de hijos- 
y en común al mundo creado el hálito, manifestándole como 
hechura. Ahora bien, lo hecho es otra cosa del que hace. El hálito 
es, pues, temporal, mientras que el Espíritu es sempiterno. El aliento 
tarda poco en madurar, persevera algún tiempo, y tras esto se va, 
dejando sin hálito aquello que primero contenía. El Espíritu, por el 
contrario, que rodea por dentro y por fuera al hombre, como quien 
siempre dura, jamás le abandona. Mas no es primeramente lo 
espiritual -dice el Apóstol, en lenguaje asequible a nosotros los 
hombres-, sino primero es lo animal, luego lo espiritual (1 Cor 
15,46). Y con razón, pues convenía fuese primero modelado el 
hombre y, plasmado, acogiese el alma, y así luego recibiese la 
comunión del Espíritu. Por esto mismo, el primer Adán fue 
convertido por el Señor en alma viviente; el segundo Adán, en 
Espíritu vivificante (cf 1 Cor 15,45). En consecuencia, así como 
quien se convirtió en alma viviente, al declinar a lo peor, perdió la 
vida, así de nuevo el propio interesado, al erigirse a lo mejor, 
asumiendo el Espíritu vivificante, encontrará la vida". 

S. Ireneo, Contra las herejías V,12,4:


"... Fruto, empero, del Espíritu operante es la salvación de la 
carne... ¿Qué otro fruto visible ofrece el Espíritu invisible, sino llevar 
la carne a madurez y hacerla capaz de incorrupción?".

S. Ireneo, Contra las herejías V,13,3:


"... A fin de que lo mortal sea absorbido por la vida. Y quien nos 
trabaja para eso mismo es Dios, el cual nos otorgó las arras del 
Espíritu (2 Cor 5,4-5).Clarísimamente enseña esto de la carne. Pues 
ni el alma ni el Espíritu es mortal".

S. Ireneo, Contra las herejías V,13,4:


"Y en la misma carta dice cómo abraza el Espíritu a la carne (2 
Cor 3,3): Pues sois epístola de Cristo, redactada por nuestro 
ministerio, escrita no con tinta, sino con Espíritu de Dios vivo; no en 
tablas de piedra, sino en las carnales tablas del corazón... Ya que 
ahora, pues, los corazones de carne se vuelven capaces del 
Espíritu, ¿cómo extrañar que en la resurrección contengan la vida 
otorgada por el Espíritu? Sobre la cual resurrección dice el Apóstol 
en carta a los Filipenses (3,10-11)..." 

S. Ireneo, Contra las herejías V,28,4:


"Y por eso, en todo este tiempo, el hombre modelado al principio 
por las manos de Dios -esto es, el Hijo y el Espíritu- es hecho a 
imagen y semejanza de Dios".

S. Ireneo, Contra las herejías V,34,3:


"Las promesas no se anunciaban únicamente a los profetas y 
patriarcas, sino a las Iglesias congregadas de entre las naciones. El 
Espíritu las llama también islas, por estar situadas en medio del 
tumulto y padecer el temporal de las blasfemias y ser puerto de 
salvación para los que peligran, y refugio de los que apetecen 
internarse y tratan de escapar..." 

S. Ireneo, Contra las herejías V,20,1:


"...En cambio, la senda de los hijos de la Iglesia rodea al mundo 
universo, en posesión de la firme parádosis de los Apóstoles, y nos 
ofrece el espectáculo de una sola misma fe en todos. Todos dan 
acogida al único y mismo Dios Padre y dan fe a la misma economía 
de la Encarnación del Hijo de Dios, y conocen la misma donación del 
Espíritu, y se ejercitan en los mismos preceptos, y custodian la 
misma forma en la ordenación de la Iglesia, y aguardan el mismo 
advenimiento del Señor, y esperan la misma salud de todo el 
hombre, en cuerpo y alma. Es ciertamente verdadera y firme la 
predicación de la Iglesia, cuando en ella se da a conocer por todo el 
mundo una sola y misma vía de salvación".

S. Ireneo, Contra las herejías V,18,2:


"Efectivamente, mientras el Padre lleva por junto el peso de la 
creación y de su Verbo, el Verbo sostenido por el Padre, otorga el 
espíritu a todos los seres, conforme a la voluntad del Padre: a unos, 
por creación, el (Espíritu) de la creación, que es hechura; a otros, 
por adopción, el procedente de Dios, que es linaje. De esta suerte 
se manifiesta (Ef 4,6) un solo Dios Padre que está por encima de 
todos y a través de todos y en todos (nosotros). Por encima de 
todos el Padre, y El es cabeza de Cristo (cf 1 Cor 11,3); a través de 
todos el Verbo, y él es cabeza de la Iglesia (cf Ef 5,23; Col 1,18); y 
en todos nosotros el Espíritu, y él es el agua viva que da el Señor a 
quienes creen rectamente en él (cf Jn 7,39) y le aman y profesan un 
solo Padre, que está por encima de todos y a través de todos y en 
todos nosotros".

Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías 


(Libro 4, 20, 4-5: SC 100, 634-640):
Hay un solo Dios, quien por su palabra y su sabiduría ha hecho y 
puesto en orden todas las cosas. 
Su Palabra, nuestro Señor Jesucristo, en los últimos tiempos se 
hizo hombre entre los hombres para enlazar el fin con el principio, 
es decir, el hombre con Dios. 
Por eso, los profetas, después de haber recibido de esa misma 
Palabra el carisma profético, han anunciado de antemano su venida 
según la carne, mediante la cual se han realizado, como quería el 
beneplácito del Padre, la unión y comunión de Dios y del hombre. 
Desde el comienzo, la Palabra había anunciado que Dios sería 
contemplado por los hombres, que viviría y conversaría con ellos en 
la tierra, que se haría presente a la criatura por él modelada para 
salvarla y ser conocido por ella, y, librándonos de la mano de todos 
los que nos odian, a saber, de todo espíritu de desobediencia, 
hacer que le sirvamos con santidad y justicia todos nuestros días, a 
fin de que, unido al Espíritu de Dios, el hombre viva para gloria del 
Padre. 
Los profetas, pues, anunciaban por anticipado que Dios sería 
visto por los hombres, conforme a lo que dice también el Señor: 
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
Ciertamente, según su grandeza y gloria inenarrable, nadie puede 
ver a Dios y quedar con vida, pues el Padre es incomprensible. 
Sin embargo, según su amor, su bondad hacia los hombres y su 
omnipotencia, el Padre llega hasta a conceder a quienes le aman el 
privilegio de ver a Dios, como profetizaban los profetas, pues lo que 
el hombre no puede, lo puede Dios. 
EL hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si 
quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando 
quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto en otro 
tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo 
gracias a la adopción filial y será visto en el reino de los cielos como 
Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre para recibir al Hijo 
de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le 
da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios. 
Pues, del mismo modo que quienes ven la luz están en la luz y 
perciben su esplendor, así también los que ven a Dios están en 
Dios y perciben su esplendor. Ahora bien, la claridad divina es 
vivificante. Por tanto, los que contemplan a Dios tienen parte en la 
vida divina. 

S. Ireneo, _Demostración de la predicación apóstolica 3.5


" La fe es lo que nos procura todo esto como nos han transmitido 
los presbíteros, discípulos de los apóstoles. En primer lugar la fe 
nos invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el 
bautismo para el perdón de los pecados en el nombre de Dios 
Padre y en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto 
y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios".
"He aquí la demostración (de esta doctrina): que hay un solo 
Dios, Padre, y por esto todos los seres fueron creados por medio 
del Verbo; y Dios es Espíritu, y con el Espíritu lo dispuso todo, 
según dice el profeta: Por la palabra del señor fueron establecidos 
los cielos, y por obra de su Espíritu todas sus potencias (Salmo 
32,6). Ahora bien, ya que el verbo establece, es decir, crea y otorga 
la consistencia a cuanto es, allí donde el Espíritu pone en orden y 
en forma la múltiple variedad de potencias, justa y 
convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y el Espíritu 
Sabiduría de Dios. A este propósito el apóstol Pablo dice: Un solo 
Dios Padre, que está por encima de todo, con todo y en todos 
nosotros (Ef 4,6). Porque sobre todas las cosas está el Padre, pero 
con todo está el Verbo, puesto que por su medio el Padre ha creado 
el universo; y en todos nosotros está el Espíritu que grita'Abbá' 
(Padre) y ha plasmado el hombre a imagen y semejanza de Dios. 
Así pues, el Espíritu muestra al Verbo; a su vez los profetas 
anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva consigo el Espíritu, y 
así es El mismo quien comunica a los profetas el mensaje y eleva al 
hombre hasta el Padre". 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 6:


"He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la 
base de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, 
único Dios, creador del universo. Este es el primer y principal 
artículo de nuestra fe. El segundo es: el Verbo de Dios, Jesucristo 
nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio 
de su profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por 
medio de El ha sido creado el universo. Además al fin de los tiempos 
(cf Dan 11,3) para recapitular todas las cosas se hizo hombre entre 
los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para 
manifestar la vida y restablecer la comunión entre Dios y el hombre. 
Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por cuyo poder los profetas 
han profetizado y los Padres han sido instruidos en lo que concierne 
a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y 
que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre 
la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para Dios". 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 7:


"Por esto el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por 
estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio 
de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu 
de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los 
acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la 
incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver el 
Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque 
el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se 
obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad 
del Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y 
como el Padre quiere" 

S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica 8.9.10:


"Y si el Padre es denominado por el Espíritu Santo, Altísimo, 
Omnipotente y Señor de las potencias, es para que lleguemos a 
conocer a Dios, es decir, el creador del cielo y de la tierra y de todo 
el universo...".
"Por eso es múltiple la presencia interior del Espíritu de Dios, y el 
profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerio, que han 
descansado en el Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida 
humana. En efecto, dice: Sobre él se posará el Espíritu de Dios, 
Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y de 
fortaleza, (Espíritu de ciencia) y de piedad; le conquistará el Espíritu 
del temor de Dios (Is 11,2-3).
"...el Padre viene glorificado por su Verbo, que es su Hijo para 
siempre, y por el Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de 
todos". 

S. Ireneo, Demostración 24.26.30:


"...De esta manera la inicial bendición de Sem llegó a Abrahán y 
de Abrahán pasó a Jacob, gracias a la asignación de la herencia 
hecha por el Espíritu".
"Moisés, en el desierto, recibió de Dios la Ley: el Decálogo, 
grabado en tablas de piedra por el dedo de Dios -el dedo de Dios 
es lo que sale del Padre en el Espíritu Santo-, los preceptos y los 
derechos que transmitió a los hijos de Israel para que los 
guardasen".
"Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios, por medio del Espíritu 
Santo, los profetas que aconsejaban al pueblo y lo convertían al 
Dios Omnipotente de sus padres; como heraldos de la revelación de 
Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, anunciaban que de la estirpe 
de David había de florecer su cuerpo, para que fuese, según la 
carne, hijo de David -que era hijo de Abrahán- en virtud de una 
larga cadenas de generaciones; y, según el Espíritu, Hijo de Dios, 
preexistente con el Padre, engendrado antes de la fundación del 
mundo, y aparecido, como hombre, al mundo entero en los últimos 
tiempos. El es el Verbo de Dios que recapitula en sí todas las cosas, 
las del cielo y las de la tierra (Ef 1,10)". 

S. Ireneo, Demostración 40.41:


"...El que es anunciado por Moisés y por los profetas del Dios 
altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo, que 
conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio 
del Espíritu Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe 
de David y de Abrahán, Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a 
sí mismo como el que había sido predicho por los profetas".
"Juan Bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al 
pueblo a recibir el Verbo de la vida, hizo saber que éste era el Cristo 
sobre quien el Espíritu de Dios había descansado unido con su 
carne. Los discípulos y testigos de todas sus obras buenas, de su 
enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la 
ascensión al cielo después de la resurrección corporal, es decir los 
apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, enviados por El por toda 
la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando a los hombres el 
camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y 
de la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo 
de agua y de Espíritu Santo que habían recibido del Señor" 

S. Ireneo, Demostración 42.47.49:


"En efecto, así deben comportarse los creyentes por el hecho de 
que en ellos habita permanentemente el Espíritu Santo, dotado por 
el Señor en el bautismo y custodiado por aquel que lo recibe si es 
que vive en la verdad y en la santidad, en la justicia y en la 
paciencia. De hecho la resurrección de los creyentes es también 
obra de este Espíritu cuando el cuerpo acoge nuevamente al alma, 
y a una con ella resucita por la fuerza del Espíritu Santo y es 
introducido en el reino de Dios"
"... Esto significa que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es 
decir, de Dios, el trono de un reino eterno y el óleo de la unción más 
que sus compañeros. El óleo de la unción es el Espíritu Santo con el 
que es ungido, y sus compañeros son los profetas, los justos, los 
apóstoles y todos los que participan del reino, es decir, sus 
discípulos".
"Es preciso afirmar que ni David ni otro profeta hablan por propia 
iniciativa, pues no es un hombre quien profiere las profecías, sino el 
Espíritu de Dios, el cual, tomando figura y una forma semejantes a 
las personas interesadas, hablaba en los profetas y discurría ora en 
nombre de Cristo ora en el del Padre". 

S. Ireneo, Demostración 51.53.56:


"... después (también se manifiesta) aún antes de nacer, el que 
había de ser hombre nacido de hombres, el que Dios mismo había 
de plasmar del seno -es decir, que había de nacer del Espíritu de 
Dios- el que es Señor de todos los hombres y Salvador de los que 
creen en El, de los judíos y de todos los hombres".
"... En efecto, ha recibido el nombre de Cristo, porque el Padre 
por su medio y teniendo en cuenta su venida como hombre ha 
ungido y dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por el 
Espíritu de Dios su Padre, como afirma refiriéndose a Sí mismo en 
Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuenta que me ha 
ungido para llevar la buena noticia a los pobres (Is 61,1).
"... A esta categoría pertenecen los que temieron a Dios y han 
muerto en la justicia y han poseído el Espíritu de Dios, como los 
patriarcas, los profetas y los justos". 

S. Ireneo, Demostración 57.59.67:


"El Señor mismo dio el signo de la Virgen, es decir, el Enmanuel, 
nacido de la Virgen y alegra los ánimos de aquellos que lo beben, 
es decir, de aquellos que reciben su Espíritu, alegría aterna".
" Llama flor a su cuerpo, que floreció bajo la acción del Espíritu, 
como antes hemos indicado".
" A veces el Espíritu de Dios narra a los profetas como pasados, 
acontecimientos que han de suceder en el futuro. Esto acontece 
porque en Dios lo que es establecido, determinado y destinado a 
existir ya es considerado como existente y el Espíritu se expresa 
teniendo en cuenta el tiempo en que se realiza la profecía". 

S. Ireneo, Demostración 71.73:


"Dice en otra parte Jeremías: el Espíritu de nuestro rostro es el 
Señor Cristo; cómo fue apresado en sus redes, aquel de quien 
hemos dicho: A su sombre viviremos entre las naciones (Lm 4,20). 
La Escritura dice que Cristo, aun siendo Espíritu de Dios, debía 
hacer hombre sometido al sufrimiento, y revela en cierto modo 
sorpresa y sobresalto ante la Pasión que debía sufrir Aquel a cuya 
sombre hemos dicho que íbamos a vivir. Sombra significa su cuerpo, 
pues así como la sombra viene producida por un cuerpo, así el 
cuerpo de Cristo fue producido por su Espíritu".
" Y dice de nuevo David a propósito de la muerte y de la 
resurrección de Cristo: Yo me acosté y me dormí; me desperté 
porque el Señor me acogió (Salmo 3,6). David no decía esto de sí 
mismo, porque muerto él no resucitó. Sino el Espíritu de Cristo, que 
habló también de El en otros profetas, dice también ahora por medio 
de David: Yo me acosté y dormí; me desperté porque el Señor me 
acogió (Salmo 2,1-2). Llama sueño a la muerte, porque resucitó". 

S. Ireneo, Demostración 89.90:


"... Desierto y yermo era antes la vocación de los gentiles, pues 
el Verbo no había pasado entre ellos, ni les había dado a beber el 
Espíritu Santo. El Verbo (dispuso) el nuevo camino de la piedad y 
de la justicia, e hizo brotar ríos en abundancia, diseminando el 
Espíritu Santo sobre la tierra, según había prometido mediante los 
profetas, que extendería al fin (en los últimos tiempos) el Espíritu 
sobre la faz de la tierra".
" Nuestra vocación, pues, acontece en la novedad del Espíritu y 
no en la letra vieja (cf Rom 7,6), como profetizó Isaías (Hebreos 8,8; 
10,16; Hechos 10,43). 

S. Ireneo, Demostración 97.100:


"Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios que ha recibido del Padre 
dominio sobre nuestra vida y, después de haber recibido la vida, 
hace que descienda sobre nosotros, que estábamos alejados de El, 
cuando se manifestó sobre la tierra y conversó con los hombres 
mezclando y uniendo el Espíritu de Dios Padre con el cuerpo 
plasmado por Dios para que el hombre fuese a imagen y semejanza 
de Dios".
"En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error 
motivó muchas digresiones lejanas de la verdad. Porque o 
desprecian al Padre, o no acogen al Hijo hablando en contra de la 
economía de la encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir, 
desechan la profecía." 
........................

Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías (Libro 5, 2, 
2-3: SC 153, 30-38):

Si la carne no se salva, entonces el Señor no nos ha redimido con 


su sangre, ni el cáliz de la eucaristía es participación de su sangre, 
ni el pan que partimos es participación de su cuerpo. Porque la 
sangre procede de las venas y de la carne y de toda la substancia 
humana, de aquella substancia que asumió el Verbo de Dios en 
toda su realidad y por la que nos pudo redimir con su sangre, como 
dice el Apóstol: Por su sangre hemos recibido la redención, el 
perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros y quiere que la creación nos 
alimente, nos brinda sus criaturas, haciendo salir el sol y dándonos 
la lluvia según le place; y también porque nos quiere miembros 
suyos, aseguró el Señor que el cáliz, que proviene de la creación 
material, es su sangre derramada, con la que enriquece nuestra 
sangre, y que el pan, que también proviene de esta creación, es su 
cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.
Cuando la copa de vino mezclado con agua y el pan preparado 
por el hombre reciben la Palabra de Dios, se convierten en la 
eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo y con ella se sostiene 
y se vigoriza la substancia de nuestra carne,¿ cómo pueden, pues, 
pretender los herejes que la carne es incapaz de recibir el don de 
Dios, que consiste en la vida eterna, si esta carne se nutre con la 
sangre y el cuerpo del Señor y llega a ser parte de este mismo 
cuerpo?
Por ello bien dice el Apóstol en su carta a los Efesios: Somos 
miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne. 
Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero espíritu -pues un 
espíritu no tiene carne y huesos-, sino de un organismo 
auténticamente humano, hecho de carne, nervios y huesos; pues es 
este organismo el que se nutre con la copa, que es la sangre de 
Cristo, y se fortalece con el pan, que es su cuerpo.
Del mismo modo que el esqueje de la vid, depositado en tierra, 
fructifica a su tiempo, y el grano de trigo, que cae en tierra y muere, 
se multiplica pujante por la eficacia del Espíritu de Dios que sostiene 
todas las cosas, y así estas criaturas trabajadas con destreza se 
ponen al servicio del hombre, y después, cuando sobre ellas se 
pronuncia la Palabra de Dios, se convienen en la eucaristía, es 
decir, en el cuerpo y la sangre de Cristo; de la misma forma 
nuestros cuerpos, nutridos con esta eucaristía y depositados en 
tierra, y desintegrados en ella, resucitar a su tiempo, cuando la 
Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida para la gloria de Dios 
Padre. Él es, pues, quien envuelve a los mortales con su 
inmortalidad y otorga gratuitamente la incorrupción a lo corruptible, 
porque la fuerza de Dios se realiza en, la debilidad.

Clemente de Alejandría

·Clemente-Alejandría, _Stromata V 38,5:


" ... La ley y los profetas están subordinados al Señor que es la 
cabeza... Pues hacemos bien cuando decimos que los apóstoles 
son profetas y a la vez justos, ya que uno y el mismo Espíritu Santo 
actúa por medio de todos".

Clemente de Alejandría, Excerpta ex Theodoto 24,2:


"Pero ignoran (los valentinianos) que el Paráclito que actúa 
continuamente en la Iglesia es de la misma sustancia y de la misma 
fuerza que el que actuaba continuamente en el Antiguo 
Testamento".

Clemente de Alejandría, Stromata I 87,5:


"Cuantas veces los filósofos enseñados para su propia 
inteligencia con el espíritu de sabiduría se ocupan no sólo de una 
parte de la filosofía, sino de la filosofía perfecta y dan testimonio de 
la verdad con amor a ella y modestamente... entonces progresan 
hacia el conocimiento...". 

Clemente de Alejandría, Stromata V 154,4:


"Así dice la Escritura que a los artesanos les fue dado de parte 
de Dios el espíritu de sabiduría (cf Ex 28,3), que no es otra cosa 
sino el buen sentido, fuerza del alma para contemplar los entes Se 
extiende no sólo a las artes, sino a la filosofía misma".

Clemente de Alejandría, Stromata VI 153,4:


"La providencia viene de arriba, partiendo de lo principal, como 
desde la cabeza y penetra en todos, 'como el ungüento', dice, 'que 
desciende a la barba de Aarón y a la orla de su vestido', esto es, 
del gran sacerdote 'por quien fueron hechas todas las cosas y sin el 
cual nada fue hecho' (Jn 1,3), no para el adorno del cuerpo, pues la 
filosofía exterior al pueblo (es) como el vestido". 

Clemente de Alejandría, Stromata I 126,2:


"Cristo Nuestro Señor, 'santo de los santos', llegó y cumplió 'la 
visión y el profeta', y su carne fue ungida con el Espíritu de su 
Padre en estas 62 semanas, como dijo el profeta (cf Dan 
9,24-27)".

Clemente de Alejandría, Excerpta ex Theodoto 5,2:


"Juan el Bautista, al oír la voz, no se atemorizó, por cuanto la oyó 
en espíritu, habituado a la tal voz. Mas habiendo oído como simple 
hombre, se espantó".

Clemente de Alejandría, Stromata VI 2,4:


"Nuestra gnosis y el paraíso espiritual es nuestro salvador 
mismo, en el que somos plantados una vez que hemos sido 
trasladados y trasplantados en la tierra buena desde la vida vieja. 
En cambio del lugar de la plantación contribuye a la abundancia de 
la cosecha. El Señor, en quien hemos sido trasplantados, es luz y 
verdadero conocimiento". 

Clemente de Alejandría, Stromata V 120,1-2:


"Puede también tener lugar el injerto mencionado por el apóstol 
(cf Rom 11,17) en el buen olivo, el mismo Cristo, cuando la 
naturaleza silvestre e incrédula es trasplantada en Cristo, es decir, 
la (naturaleza) de los que vienen a la fe; pero es mejor que la fe sea 
injertada en la misma alma de cada uno. Y el Espíritu Santo, de esta 
manera, es como trasplantado, al ser distribuido sin límite según la 
limitación o circunscripción de cada cual".

Clemente de Alejandría, Stromata V 25,4-5:


"...pues el apóstol sabe que es espiritual y lleno de conocimiento 
(gnóstico) el discípulo del Espíritu Santo dado por Dios, que es la 
mente de Cristo".

Clemente de Alejandría, Excerpta ex Theodoto 17,2-4:


"El Espíritu se junta con el espíritu. Pero me parece que esto se 
produce por yuxtaposición, y no por mezcla total. Pues ¿no es 
acaso la fuerza divina la que, penetrando en el alma, la santifica 
según el progreso final? Dios es espíritu, sopla donde quiere (Jn 
4,24; 3,8). La fuerza no penetra según la sustancia sino según la 
fuerza y la energía; el espíritu se une al espíritu como el espíritu al 
alma". 

Clemente de Alejandría, Stromata II 15,3 


Mira, hago cosas nuevas (Is 43,19; cf 2 Cor 5,17; Apoc 21,5), 
dice el Logos, lo que ni el ojo vió ni el oído oyó ni llegó al corazón 
del hombre (1 Cor 2,9); los discípulos del Señor dicen, oyen y 
hacen de modo espiritual con nuevo ojo, nuevo oído y nuevo 
corazón las cosas que pueden ser vistas, oídas y entendidas por 
medio de la fe y la inteligencia".

Clemente de Alejandría, Stromata II 58,1-2


"El que desde el paganismo y su vida anterior ha encontrado 
apoyo en la fe, alcanzó una vez el perdón e los pecados; ha sido 
regenerado no de la sangre ni de la voluntad de la carne (Jn 1,13), 
sino en el Espíritu".

Clemente de Alejandría, Stromata VI 138,1 


"Pues la luz de la verdad es una luz verdadera, sin tinieblas, el 
Espíritu del Señor que se reparte sin dividirse a los santificados por 
la fe, que tiene la función de una lámpara para el pleno 
conocimiento del ser".

Clemente de Alejandría, Stromata VI 155,4:


"Tiene sus características propias y es verdaderamente señor y 
dominador aquel Espíritu Santo que recibe el que ha creído, 
además de todas las otras cosas, después de haber puesto su 
confianza en la fe según la providencia ¿divina?".

Clemente de Alejandría, Stromata II 41,2:


"El amigo es otro yo: por ello llamamos hermanos a los que han 
sido regenerados por el mismo Logos".

Clemente de Alejandría, Stromata II 42,1:


Puesto que el verdadero hombre en nosotros es el espiritual, el 
amor a los hermanos es el amor a los que participan del mismo 
Espíritu".

Clemente de Alejandría, Stromata III 88,1:


"Así quiere (el Padre) que nosotros nos convirtamos y seamos 
de nuevo como niños, después de haber conocido al verdadero 
Padre y haber sido regenerados por el agua, siendo este 
nacimiento distinto del de la creación". 

Clemente de Alejandría, Stromata V 98,4


"Acostumbrándonos lentamente a la voluntad (de Dios) con su 
voluntad y a contemplar al Espíritu Santo con el Espíritu Santo, 
porque el Espíritu Santo penetra las profundidades de Dios (1 Cor 
2, 10.14)". 

Clemente de Alejandría, Stromata VII 93,5


"Pues el que ama a su padre o a su amdre más que a mí, el 
verdadero Padre y maestro de la verdad, el que hace renacer, 
recrea y alimenta el alma elegida, no es digno de mí (Mt 10,37), es 
decir, de ser hijo de Dios y discípulo de Dios y a la vez su amigo y 
pariente".

Clemente de Alejandría, Stromata II 134,2


"Nuestro fin es la semejanza lo más perfecta posible a la 
verdadera Palabra de Dios, y llegar a la perfecta filiación mediante 
la `apokatástasis' del Hijo, alabando siempre al Padre por medio del 
sumo sacerdote que nos ha hecho dignos de llamarnos `hermanos' 
y `coherederos' (cf Hebreos 2,11; Rom 8,17; Gal 4,7)". 

Clemente de Alejandría, Stromata III 8,6:


"... El prójimo no es el judío para el judío, pues es su hermano y 
tiene el mismo espíritu; queda que se llame prójimo al extranjero. 
¿Pues cómo no va a ser prójimo el que tiene comunión en el 
Espíritu? Pues Abrahán no es solo padre de los judíos, sino 
también de los gentiles".

Clemente de Alejandría, Stromata IV 163,2:


"Una morada capaz de recibir el alma, lo más honrado por Dios, y 
es hallado digno del Espíritu Santo según la santificación de alma y 
del cuerpo que es llevada a término por la acción reconciliadora del 
Salvador".

Clemente de Alejandría, Stromata IV 172,2:


"Yo pido al Espíritu de Cristo que me dé alas (para volar) hacia 
mi Jerusalén".

Clemente de Alejandría, Stromata III 103,2:


"La palabra del Señor permanece (Is 40,8), la que ungió el alma 
y la unió al Espíritu".

Clemente de Alejandría, Stromata VII 44,5:


"El (gnóstico) que es suficiente en sí mismo y no necesita de las 
otras cosas, conocedor de la voluntad del todopoderoso... está 
cerca de la fuerza que todo lo domina y habiéndose esforzado por 
ser espiritual, está unido al Espíritu por su amor ilimitado". 

Clemente de Alejandría, Stromata V 103,1:


"Yo no entiendo esto de otro modo sino que se indica a la santa 
Trinidad; pues el tercero es el Espíritu Santo, el segundo es el Hijo 
por quien todo fue hecho (Jn 1,3) según la voluntad del padre".

Clemente de Alejandría, _Pedagogo I,12,5:


"El Espíritu profético nos considera también como niños: Los 
niños -dice-, habiendo cortado ramas de olivo y de palmera, 
salieron al encuentro del Señor gritando: `Hosanna al Hijo de David, 
bendito el que viene en nombre del Señor'. La luz, la gloria y la 
alabanza sean, con nuestras súplicas, para el Señor: esto es lo que 
parece significar, en la lengua griega, el Hosanna".

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,15.4:


"El Espíritu atestigua, por boca de Isaías, que nos llama también 
`corderos': como pastor apacentará a su rebaño, y con sus brazos 
reunirá a sus corderos (Is 40,11). Los corderos significan 
alegóricamente, por su sencillez, la porción más delicada del 
rebaño"

Clemente Alejandrino, Pedagogo I,21.2:


"Así también el Padre de todos acoge complacido a los que en El 
se refugian: los regenera por su Espíritu y los adopta como hijos, se 
complace en su dulzura, los ama singularmente, les ayuda, lucha 
por ellos y les da el nombre de `hijitos'.

Clemente Alejandrino, Pedagogo I,24.1:


"Quiero aportar, en el mismo sentido, otro testimonio de la mayor 
importancia: el Espíritu, profetizando por boca de Isaías, dio al 
mismo Señor el nombre de `niño': He aquí que nos ha nacido un 
niño, un hijo nos ha sido dado, cuyo imperio reposa sobre su 
hombro y se le ha dado el nombre de Angel del Gran Consejo (Is 
9,5)"

Clemente Alejandrino, Pedagogo I,25.3-26.1:


"Y si ya era perfecto, ¿por qué, siendo perfecto, se hizo 
bautizar? Porque debía cumplirse -dicen- la promesa a la 
humanidad. Bien; también yo lo afirmo. ¿Recibió entonces la 
perfección en el mismo momento de ser bautizado por Juan? Sí; es 
evidente. ¿Y no aprendió de él nada más? No. Entonces, ¿fue 
hecho perfecto por el sólo hecho de recibir el bautismo y quedó 
santificado por descender sobre él el Espíritu? Así es. Esto es lo 
que ha ocurrido con nosotros, cuyo modelo fue el Señor: tras ser 
bautizados, hemos sido iluminados; iluminados, hemos sido 
adoptados como hijos; adoptados, somos perfeccionados; hechos 
perfectos, hemos adquirido la inmortalidad..."

Clemente Alejandrino, Pedagogo I,28.1:


"Como los que, sacudidos por el sueño, se despiertan al punto y 
vuelven en sí; o más bien, como los que intentan quitar de sus ojos 
las cataratas, que les impiden recibir la luz exterior de la que se ven 
privados, pero consiguen al fin despojarse de lo que obstruía sus 
ojos, dejando libres la pupila; así también, los bautizados, 
desembarazados de los pecados que oscurecían, a modo de 
sombras, al Espíritu divino, dejamos libre el ojo luminoso del 
espíritu, el único que nos hace capaces de contemplas rlo divino, 
pues el Espíritu Santo desciende desde el cielo y se derrama en 
nosotros".

S. Clemente de Alejandría, Pedagogo I,30.2:


"La catequesis lleva a la fe; y la fe es educada por el Espíritu 
Santo en el momento del santo bautismo. La fe es el único y 
universal medio de salvación de la humanidad; es un don que el 
Dios justo y bueno da a todos por igual...". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,36.3:


"El Apóstol llama `espirituales' a los que ya han abrazado la fe 
por el Espíritu Santo, mientras que a los recién catequizados, que 
aún no han sido purificados, les llama `carnales'. Como es obvio, 
les llama `carnales', porque, como los paganos, aún tienen 
pensamientos carnales".

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,37.1:


"¿cómo pueden tener algunos la pretensión de conocer sin la 
ayuda del Espíritu, sino (sólo) mediante el estudio, lo que jamás 
oído oyó, fuera de aquél que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y 
aún a éste se le ha prescrito el callar?".

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,42.1:


"¡Qué misterio tan admirable!. Uno mismo es el Padre de todos, 
uno el Logos de todos, uno mismo el Espíritu Santo, en todas 
partes; una única Virgen, que se ha convertido en madre y que a mi 
me gusta llamarla Iglesia".

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,43.2:


"...en ese caso, escucha ésta (interpretación): la carne, para 
nosotros, significa simbólicamente el Espíritu Santo, ya que la carne 
ha sido creada por él. Por la sangre se significa alegóricamente al 
Logos, porque, como sangre generosa, el Logos se derrama sobre 
nuestra vida. El Señor, mezcla de ambos, es alimento de los 
párvulos; porque el Señor es Espíritu y Logos".

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,49.2:


"Una vez que ha nacido, el niño sigue alimentándose aún de esa 
sangre, puesto que el flujo de la leche es la substancia de la 
sangre. La leche es fuente de alimento; y señal de que la mujer ha 
dado a luz y se ha convertido en madre; de ahí toma también su 
encanto la ternura maternal. Por eso el Espíritu Santo pone, 
misteriosamente, en boca del Apóstol las palabras del Señor: Os di 
de beber leche (1 Cor 3,2). Si hemos sido regenerados en Cristo, el 
que nos ha regenerado, nos alimenta con su propia leche, es decir, 
el Logos". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,54.3:


"Así como el piloto no siempre se deja llevar por los vientos, sino 
que a veces enfila la proa hacia las borrascas, así (también) el 
Pedagogo no se deja llevar de los vientos que soplan en nuestro 
mundo ni pone al niño frente a ellos, como si fuera un barco, para 
que lo destrocen, sumergiéndose en una vida animal y licenciosa; y 
es solamente entonces cuando, impulsado únicamente por el 
Espíritu de la verdad y bien equipado, sujeta con firmeza el timón 
del niño -sus orejas, quiero decir-, hasta que le hace anclar sano y 
salvo en el puerto celestial. La que los hombres acostumbran a 
llamar educación paterna es transitoria; en cambio, la educación 
divina, permanece para siempre" 

Clemente de Alejandría, Pedagogo I,73,1:


"Podemos, pues, concluir con toda certeza que Dios es uno y el 
mismo; el Espíritu Santo lo afirmó cantando: Cuando veo los cielos, 
obra de tus manos; y, el que ha creado los cielos habita los cielos; 
y, el cielo es su trono (Salm 8,4; 2,4; 10,4)...". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,6.2:


"Que no sea, pues, difamado nuestro bien. Pues no consiste el 
Reino de Dios en la comida y en la bebida -dice el Apóstol-, de 
manera que lo efímero no sea tenido por lo mejor, sino en la 
justicia, la paz, y el gozo en el Espíritu (Rom 14,16-17). Quien coma 
de este alimento poseerá el mejor de los bienes, el reino de Dios; 
con ello se prepara para la santa unión de la caridad, la Iglesia 
celestial" . 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,8.1:


"A éstos el Espíritu Santo, por boca de Isaías, les llama 
miserables y les rehusa tácitamente el nombre de agape para sus 
convites, porque no eran conformes a la razón: Ellos estaban 
alegres, sacrificando bueyes y degollando ovejas, y exclamando: 
comamos y bebamos, que mañana moriremos (Is. 22,13; 1 Cor 
15,32)". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II, 19.4-20.1:


"La sangre del Señor es de dos especies: una, la de su carne, 
con la que nos ha rescatado de la perdición; otra, la de su Espíritu, 
con el que hemos sido ungidos. Beber la sangre de Jesús es 
participar de la incorruptibilidad del Señor. El Espíritu es la fuerza 
del Logos, como la sangre lo es de la carne. Además, 
análogamente a como el vino se mezcla con el agua, se mezcla el 
Espíritu con el hombre; la mezcla orienta hacia la fe, mientras la 
otra, que conduce a la inmortalidad, es el Espíritu. A su vez, la 
mezcla de ambos -de la bebida y del Logos- se llama Eucaristía, 
gracia laudable y hermosa, que santifica el cuerpo y el alma de 
quienes la reciben con fe; mixtura divina por la que la voluntad del 
Padre hace que se mezclen místicamenet el Espíritu y el Logos al 
hombre. Porque verdaderamente el Espíritu inhabita en el alma que 
bajo él subyace, y la carne (se une) al Logos, por la que el Logos 
se hizo carne (Jn 1,14)". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,30.4:


"Desgraciados los ricos que llevan su refinamiento a semejantes 
extremos; a ellos se refiere el Espíritu Santo por boca de Amós: 
Beben vino filtrado y duermen en lechos de marfil (Amos 6,6.4), con 
todo lo que se dice seguidamente para confusión suya".

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,41.4:


"El Espíritu opone a esta clase de fiestas la liturgia digna de 
Dios, cuando canta en el salmo: Alabadlo al son de la trompeta 
(salmo 150,3), porque ciertamente al son de la trompeta resucitará 
a los muertos; alabadle con el arpa (Salmo 150,3), porque la lengua 
es el arpa del Señor; alabadle con la cítara (Salmo 150,3), 
significando con la cítara la boca, que es movida por el espíritu 
como con un plectro; alabadle con el tambor y con el coro (Salmo 
150,4), aludiendo a la Iglesia, que celebra la resurrección de la 
carne". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,44.4-5:


"Pero es el mismo Espíritu el que te explica qué coro es éste que 
canta a Dios: La alabanza a Dios procede de la asamblea de los 
santos. ¡Que se regocijen con su Rey! (Salmo 149,1-2). Y añade: 
Porque el Señor se complace con su pueblo (Salmo 149,4). 
Debemos elegir melodías sencillas, desterrando de nuestra sana 
mente las que son realmente voluptuosas, aquellas que, por 
artificiosos gorjeos, llevan a la corrupción y desvían hacia el camino 
de la molicie y de la bufonería. En cambio, las melodías austeras y 
moderadas son rechazadas por la fatuidad de la embriaguez. 
Dejemos, pues, las armonías cromáticas para los excesos 
impúdicos de los bebedores de vino y para la música de las 
prostitutas coronadas de flores". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,62.1:


"Los Apóstoles que recorrieron toda la tierra predicando el 
Evangelio, son llamados alegóricamente pies del Señor. De éstos 
profetiza el Espíritu Santo por boca del salmista: Adoremos en el 
lugar donde se posaron sus pies (Salmo 131,7), es decir, donde 
han llegado sus pies -los Apóstoles- gracias a los cuales El ha sido 
predicado hasta los confines de la tierra".

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,65.3:


"Es preciso que entre nosotros, los hombres no exhalen el olor 
de los perfumes, sino el de la virtud, y que la mujer exhale el olor de 
Cristo, ungüento de reyes y no olor de polvos y de perfumes; que 
se unja con el perfume inmortal de la moderación y se alegre con el 
ungüento santo del Espíritu. Esta es la clase de ungüento que 
Cristo prepara a los hombres que son sus discípulos, bálsamo de 
buen aroma, el ungüento que El ha preparado con los aromas 
celestes. Esta es la clase de ungüento con que ha sido ungido el 
Señor mismo, como ha sido anunciado por medio de David: Por eso 
Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría más que a tus 
compañeros. Mirra, óleo y casia exhalan tus vestidos (Salmo 
44,8-9)". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,87.4:


"Cuando Jeremías, es decir, el Espíritu Santo por boca suya, 
exclama: Mi casa se ha convertido en una cueva de hiena (Jer 12,9; 
7,11) -dejando traslucir así su horror ante los que se alimentan de 
cadáveres-, expresa con una sabia alegoría su aversión a la 
idolatría: la morada de Dios viviente debe estar limpia de todo 
ídolo".
Clemente de Alejandría, Pedagogo II,100.1:
"Por eso el que fornica ha muerto para Dios, y como cadáver es 
abandonado por el Logos y también por el Espíritu".

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,113.3-4:


"Y si alguno trae a colación el manto del Señor, hay que decir 
que esa túnica estampada, muestra las flores de la sabiduría, las 
variadas e inmarcesibles Escrituras, las palabras del Señor, que 
brillan con los resplandores de la verdad. Con un vestido semejante 
revistió el Espíritu al Señor, cuando dijo, por boca de David, en el 
Salmo: Vestido estás de alabanza y de gloria; revestido de luz, 
como de un manto (Salmo 103,1-2)".

Clemente de Alejandría, Pedagogo II,126.1:


"He aquí lo que profetiza el Espíritu, por boca de Sofonías: Ni su 
plata ni su oro podrán salvarlos en el día de la ira del Señor (Sof 
1,18). Las que siguen las enseñanzas de Cristo no deben 
adornarse con oro, sino con el Logos, por quien solamente el oro 
brilla". 

Clemente de Alejandría, Pedagogo III,3.3:


"El Espíritu atestigua, por boca de Isaías, que el aspecto del 
Señor carecía de belleza: Lo hemos visto, y no había en El parecer 
ni hermosura, sino un aspecto despreciable, y vil ante hombres (Is 
52,2-3). Y ¿quién es mejor que el Señor? No es, por tanto, la 
belleza de la carne, que es una belleza ilusoria, la que El nos ha 
mostrado, sino la verdadera belleza del alma y del cuerpo: la 
bondad del alma y la inmortalidad de la carne".

Clemente de Alejandría, Pedagogo III,64.1:


"...la mejor belleza es la del alma cuando está adornada del 
Espíritu Santo y de los luminosos dones que le infunde: la justicia, la 
prudencia, la fortaleza, la templanza, el amor al bien y el pudor; 
jamás hubo una flor con tan bellos colores".

Clemente de Alejandría, Pedagogo III,87.4:


"Muchos tesoros nos son dispensados por el único Dios: unos, 
por medio de la Ley; y otros nos son revelados por los profetas; 
otros por la boca divina; y otros que acompañan al septenario del 
Espíritu. Pero el Señor, que es uno, es también, por la dispensación 
de los dones, el mismo Pedagogo".

Clemente de Alejandría, Pedagogo III,101.1-3:


"Lo que falta en este panegírico del Logos, es que dirijamos a él 
nuestra plegaria: Sé propicio, oh Pedagogo, a tus pequeños, oh 
Padre, Guía de Israel, Hijo y Padre, ambos uno solo, oh Señor. 
Concede a quienes seguimos tus mandamientos, llevar a su 
perfección la semejanza de la imagen, y experimentar en lo posible 
la bondad de Dios como juez y no su rigor; y concédenos tú mismo 
todo eso: que vivamos en tu paz sobre la tierra, que seamos 
trasladados a tu ciudad; que atravesemos sin naufragar las olas del 
pecado, y que en plena calma seamos llevados junto al Espíritu 
Santo, la inefable Sabiduría; que noche y día, hasta el día perfecto, 
alabemos y demos gracias al solo Padre e Hijo, Hijo y Padre, al Hijo 
Pedagogo y Maestro, junto con el Espíritu Santo. Todo para el Uno, 
en el que son todas las cosas, por el cual todo es uno, por quien es 
la eternidad; del cual todos somos miembros; del cual es la gloria y 
los siglos; todo sea para el Bueno; todo, para el Bello; todo para el 
Sabio; todo, para el Justo. A él la gloria, ahora y por los siglos. 
Amén". 

Clemente de Alejandría, _Eclogas-proféticas, 5,1; 7,1:


"Por medio de Oseas el Espíritu dice: Soy vuestro educador. 
Tocad las trompetas sobre las colinas del Señor... La regeneración 
tiene lugar mediante el 'agua y el Espíritu', como todo nacimiento, 
porque El Espíritu de Dios se cernía sobre el abismo ...Y, dado que 
el Salvador se bautizó sin necesitarlo personalmente, para santificar 
el agua para aquellos que habrían de ser regenerados. De este 
modo somos purificados en el cuerpo y en el alma".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 8,2:


"El agua terrestre limpia al cuerpo mientras que el agua celeste, 
que es inteligible e invisible, significa alegóricamente al Espíritu 
Santo, capaz de purificar las realidades invisibles como".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 13:


"Cada palabra es confirmada por dos o tres testigos (1 Tim 
6,11), por el Padre y por el Hijo y por el Espíritu Santo. En estos 
testigos y ayudas debe cimentarse la observancia de los 
mandamientos".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 19,2:


"...uno se atiene por amor a los mandamientos de Dios. Dice (la 
Escritura): El Espíritu Santo es testigo (Rom 8,16) cuando decimos: 
Abba, Padre (Gal 4,6)".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 29,1:


"Así como existen realidades útiles y necesarias para la salvación 
- el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y también nuestra alma - así 
también la `doctrina gnóstica' que se refiere a aquellas, debe ser a 
un mismo tiempo útil y necesaria".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 32, 2:


"Escrutando, pues, cuidadosamente las Escrituras -como todos 
admiten, se expresan en parábolas- a partir de los términos se 
deben encontrar las ideas. El Espíritu Santo que posee las ideas 
con relación a los seres, las enseña. Pues el Espíritu Santo que ha 
impreso, por así decir, el propio pensamiento en las expresiones, 
con un cuidadoso examen nos concede que entendamos los 
términos, susceptibles de muchos significados, y que el sentido 
oculto bajo muchos velos se manifieste claramente mediante un 
procedimiento que nos lo de a conocer". 

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 5,1; 7,1:


"Por medio de Oseas el Espíritu dice: Soy vuestro educador. 
Tocad las trompetas sobre las colinas del Señor La regeneración 
tiene lugar mediante el `agua y el Espíritu', como todo nacimiento, 
porque El Espíritu de Dios se cernía sobre el abismo Y, dado que el 
Salvador se bautizó sin necesitarlo personalmente, para santificar el 
agua para aquellos que habrían de ser regenerados. De este modo 
somos purificados en el cuerpo y en el alma".

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 29,1:


"Así como existen realidades útiles y necesarias para la salvación 
- el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y también nuestra alma - así 
también la `doctrina gnóstica' que se refiere a aquellas, debe ser a 
un mismo tiempo útil y necesaria" .

Clemente de Alejandría, Eclogas proféticas, 32, 2:


"Escrutando, pues, cuidadosamente las Escrituras -como todos 
admiten, se expresan en parábolas- a partir de los términos se 
deben encontrar las ideas. El Espíritu Santo que posee las ideas 
con relación a los seres, las enseña. Pues el Espíritu Santo que ha 
impreso, por así decir, el propio pensamiento en las expresiones, 
con un cuidadoso examen nos concede que entendamos los 
términos, susceptibles de muchos significados, y que el sentido 
oculto bajo muchos velos se manifieste claramente mediante un 
procedimiento que nos lo de a conocer" . 

Clemente Alejandrino, _Protréptico I,5,3:


"El Verbo divino, que desciende de David y es antes que David, 
habiendo rechazado la lira y la cítara, instrumentos inanimados, y 
habiendo armonizado con el Espíritu Santo a este nuestro cosmos y 
también al pequeño cosmos, al hombresuena a Dios por medio de 
este instrumento de muchas voces y canta con el instrumento que 
es el hombre".

Clemente Alejandrino, Protréptico IX,82,1:


"La boca del Señor, es decir el Espíritu Santo, ha dicho estas 
cosas".

Clemente Alejandrino, Protréptico XI,118,4:


"El piloto será el Verbo y el Espíritu Santo te conducirá hasta las 
puertas del cielo; contemplarás entonces a mi Dios y serás iniciado 
en estos santos misterios y gozarás de aquellas cosas que están 
escondidas en los cielos" .

Clemente Alejandrino, Protréptico XI,112,3:


"El Cristo entero, por así decir, no se divide. No hay bárbaro, ni 
judío, ni griego, ni varón, ni hembra sino un hombre nuevo 
transformado por el Espíritu Santo de Dios" .

Clemente Alejandrino, Protréptico IX,85,3;86,2:


"El Señor, porque ama a los hombres, a todos exhorta al 
conocimiento de la Verdad (1 Tim 2,4) enviando al Paráclito. ¿Cuál 
es, pues, este conocimiento? La piedad. La piedad que tiene la 
capacidad de hacer al hombre, en cuanto es posible, semejante a 
Dios". 

Clemente de Alejandría, _Frag. 39:


"¿Qué es Dios? Dios es, como dice el Señor, espíritu. Espíritu es 
propiamente una esencia incórporea e incircunscrita. Es incórporeo 
lo que no tiene cuerpo (lo que no está lleno en un cuerpo), o lo que 
no existe según la longitud, la latitud y la profundidad. Incircunscrito 
es aquello que no es (no tiene) lugar, que está según todo en todas 
las cosas y todo en cada uno y lo mismo en sí mismo".

Clemente de Alejandría, _Quis-dives-salvetur 21,2:


"A las almas que quieren Dios les infunde su espíritu, pero si se 
alejan de su celo, el Espíritu que viene de Dios que se les ha dado 
se les retira, pues salvar a los que no quieren es propio del que usa 
la violencia, a los que quieren es propio del que usa la gracia". 

Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur 34,1:


"No saben qué gran tesoro llevamos en vasos de barro (cf 2 Cor 
4,7), protegido como por un muro por la fuerza de Dios Padre, la 
sangre de Dios Hijo y el rocío del Espíritu Santo" (Clemente de 
Alejandría, Quis dives salvetur 34,1).

Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur 42,20:


"A é (Dios Padre), por el Hijo Jesucristo, Señor de vivos y de 
muertos (cf Rom 14,9) y por el Espíritu Santo, gloria, honor, poder, 
grandeza eterna ahora y por las generaciones de generaciones y 
por los siglos de los siglos. Amén
  
Hipólito
Eusebio de Cesarea
Proclo de Constantinopla

SAN Hipólito, _Contra-Noeto 11:


"El (el Padre) ha donado la ley y los profetas, y habiéndolos 
entregado, le ha movido, por medio del Espíritu Santo, a hablar, de 
tal modo que habiendo recibido la exhalación de la potencia del 
Padre proclamen la decisión y la voluntad del Padre".

Hipólito, Contra Noeto 12:


"... contemplamos el Verbo encarnado, por su medio pensamos 
en el Padre, creemos al Hijo, adoramos al Espíritu Santo".
Hipólito, Contra Noeto 14:
"Nosotros no podemos alcanzar con el pensamiento al Dios único 
si no es creyendo verdaderamente al Padre, al Hijo y al Espíritu 
Santo. En efecto, los judíos han glorificado al Padre pero no le han 
dado gracias porque no reconocieron al Hijo. Los discípulos han 
reconocido al Hijo pero no en el Espíritu Santo y así lo han negado. 
Conociendo, pues, la economía y la voluntad del Padre, el Logos 
paterno, después de la resurrección, los discípulos han transmitido 
que el Padre no quiere ser glorificado en otro modo distinto del que 
indica cuando se dice: Id, enseñad a todas las naciones, 
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 
(Mt 28,19), mostrando que si se cambia algo no se glorifica 
verdaderamente a Dios, porque es mediante esta triada como es 
glorificado el padre: el Padre de hecho lo ha querido, el Hijo lo ha 
realizado y el Espíritu Santo lo ha manifestado". 

Hipólito, La _Tradición-apostólica 1:
"El Espíritu Santo, de hecho, concede a aquellos que tienen una 
recta fe la gracia perfecta de saber de qué modo deben enseñar y 
salvaguardar la Tradición entera los que están al frente de la 
Iglesia".

Hipólito, La Tradición apostólica 2:


"Estos últimos (los obispos presentes), con el consentimiento de 
todos, impongan las manos sobre el elegido, mientras que los 
sacerdotes deben asistir sin hacer nada. Todos están en silencio 
pero oren en su corazón para el descendimiento del Espíritu 
Santo".

Hipólito, La Tradición apostólica 14:


"No hablaré ciertamente de dos dioses, sino de uno solo: dos 
personas y una tercera economía, la gracia del Espíritu Santo. El 
Padre de hecho es uno solo, pero dos son las personas; porque lo 
es también el Hijo, después está también el tercero, el Espíritu 
Santo. El Padre ordena y el Hijo realiza, el Hijo es mostrado, por su 
medio el Padre es creído. Mediante una armónica economía se une 
en un solo Dios. De hecho hay un solo Dios, porque el Padre 
dispone, el Hijo obedece y el Espíritu Santo da la comprensión: el 
Padre que está por encima de todo, el Hijo por medio de todo, el 
Espíritu Santo en todo". 

Hipólito, La Tradición apostólica 3:


"Concede, Padre que conoces los corazones, ... ofrecerte el 
perfume de suavidad, por medio de Jesucristo tu Hijo, por el que 
tienes la gloria, el poder y el honor, Padre e Hijo con el Espíritu 
Santo, ahora y en los siglos de los siglos. Amén".

Hipólito, La Tradición apostólica 4:


"Te damos gracias, oh Dios, por medio de tu querido Hijo 
Jesucristo, que en estos últimos tiempos nos has enviado como 
salvador, redentor y mensajero de tu voluntad, que es tu verbo 
inseparable, por medio del cual has creado todas las cosas y en el 
que has puesto tu complacencia, que has enviado desde el cielo en 
el seno de la Virgen y ha sido concebido, se ha encarnado y se ha 
manifestado como Hijo tuyo, nacido del Espíritu Santo y de la 
Virgen".

Hipólito, La Tradición apostólica 4:


" ... Te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la ofrenda de 
tu Iglesia, que concedas la unidad a todos los que participan, la 
plenitud del Espíritu Santo y fortifícales en la fe de la verdad, para 
que te alabemos y te glorifiquemos por Jesucristo tu Hijo, por el cual 
Tu, Padre e Hijo con el Espíritu Santo en la santa Iglesia, recibes el 
honor y la gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén".

Hipólito, La Tradición apostólica 6:


" ... En toda bendición dígase: `Gloria a Tí, Padre e Hijo con el 
Espíritu Santo en la santa Iglesia, ahora y siempre por todos los 
siglos de los siglos, Amén'". 

Hipólito, La Tradición Apostólica 7:


"Y ahora haz, oh Señor, que no disminuya en nosotros el espíritu 
de tu gracia y concédenos servirte con simplicidad de ánimo 
alabándote por medio de tu Hijo Jesucristo, por el que recibes 
-Padre e Hijo con el Espíritu Santo en la santa Iglesia- gloria y poder 
ahora y en los siglos de los siglos, Amén".

Hipólito, La Tradición Apostólica 21:


" ... ¿'Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en la 
resurrección de la carne?'. Responda el bautizado: 'Creo'. Y así sea 
bautizado por tercera vez... El obispo impóngales la mano e invoque 
diciendo: 'Señor Dios, que les has hecho dignos de merecer la 
remisión de los pecados mediante el lavado de la regeneración del 
Espíritu Santo, infunde sobre ellos tu gracia, para que te sirvan 
según tu voluntad. A ti la gloria, al Padre, y al Hijo con el Espíritu 
Santo en la santa Iglesia, ahora y por todos los siglos, Amén. 
Después, derramándole sobre la cabeza el aceite santificado e 
imponiéndole la mano, diga: 'Te signo con el aceite santo en el 
Señor Padre omnipotente y en Jesucristo y en el Espíritu Santo. Los 
que reciben (la comunión) beban del cáliz, mientras que el que 
ofrece el cáliz diga: 'Y en el Señor Jesucristo, en el Espíritu Santo y 
en la santa Iglesia'". 

Del Tratado de san Hipólito, presbítero, contra la herejía de 


Noeto 
(Caps. 9-12: PG 10, 815-819) :
Hay un único Dios, hermanos, que sólo puede ser conocido a 
través de las Escrituras santas: Por ello debemos esforzarnos por 
penetrar en todas las cosas que nos anuncian las divinas Escrituras 
y procurar profundizar en lo que nos enseñan. Debemos conocer al 
Padre como él desea ser conocido, debemos glorificar al Hijo como 
el Padre desea que lo glorifiquemos, debemos recibir al Espíritu 
Santo como el Padre desea dárnoslo. En todo debemos proceder 
no según nuestro arbitrio ni según nuestros propios sentimientos ni 
haciendo violencia a tos deseos de Dios, sino según los caminos 
que el mismo Señor nos ha dado a conocer en las santas 
Escrituras.
Cuando sólo existía Dios y nada había aún. que coexistiera con 
él, el Señor quiso crear al mundo. Lo creó por su inteligencia, por 
su voluntad y por su palabra; y el mundo llegó a la existencia tal 
como él lo quiso y cuando él lo quiso. Nos basta, por tanto; saber 
que, al principio, nada coexistía con Dios, nada había fuera de él. 
Pero Dios siendo único, era también múltiple. Porque con él estaba 
su sabiduría, su razón, su poder y su consejo; todo esto estaba en 
él, y él era todas estas cosas: Y, cuando quiso y como quiso, y en el 
tiempo por él mismo predeterminado, manifestó al mundo su 
Palabra, por quien fueron hechas todas las cosas.
Y como Dios contenía en sí mismo a la Palabra, aunque ella fuera 
invisible para el mundo creado, cuando Dios hizo oír su voz, la 
Palabra se hizo entonces visible; así, de la luz que es el Padre salió 
la luz que es el Hijo, y la imagen del Señor fue como reproducida en 
el ser de la creatura; de esta manera el que al principio era sólo 
visible para el Padre empezó a ser visible también para el mundo, 
para que éste, al contemplarlo, pudiera alcanzar la salvación.
EL sentido de todo esto es que, al entrar en el mundo, la Palabra 
quiso aparecer como hijo de Dios; pues, en efecto, todas las cosas 
fueron hechas por el Hijo, pero él es engendrado únicamente por el 
Padre.
Dios dio la ley y los profetas, impulsando a éstos a hablar bajo la 
moción del Espíritu Santo, para que, habiendo recibido la 
inspiración del poder del Padre, anunciaran su consejo y su 
voluntad.
La Palabra, pues, se hizo visible, como dice san Juan. Y repitió en 
síntesis todo lo que dijeron los profetas, demostrando así que es 
realmente la Palabra por quien fueron hechas todas las cosas. 
Dice: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto 
a Dios, y la Palabra era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, 
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. Y más adelante: El 
mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a 
su casa, y los suyos no la recibieron.

Del Sermón en la santa Teofanía, atribuido a san Hipólito, 


presbítero 
(Núms. 2. 6-8.10: PG 10, 854. 858-859. 862) :
Jesús fue a donde Juan y recibió de él el bautismo. Cosa 
realmente admirable. La corriente inextinguible que alegra la ciudad 
de Dios es lavada con un poco de agua. La fuente inalcanzable, 
que hace germinar la vida para todos los hombres y que nunca se 
agota, se sumerge en unas aguas pequeñas y temporales.EL que 
se halla presente en todas partes y jamás se ausenta, el que es 
incomprensible para los ángeles y está lejos de las miradas de los 
hombres, se acercó al bautismo cuando él quiso. Se abrió el cielo, y 
vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi 
predilecto»EL amado produce amor, y la luz inmaterial genera una 
luz inaccesible: «Éste es el que se llamó hijo de José, es mi 
Unigénito según la esencia divina»Este es mi Hijo, el amado: aquel 
que pasó hambre, y dio de comer a innumerables multitudes; que 
trabajaba, y confortaba a los que trabajaban; que no tenía dónde 
reclinar su cabeza, y lo había creado todo con su mano; que 
padeció, y curaba todos los padecimientos; que recibió bofetadas, y 
dio al mundo la libertad; que fue herido en el costado, y curó el 
costado de Adán.Pero prestadme cuidadosamente atención: quiero 
acudir a la fuente de la vida, quiero contemplar esa fuente 
medicinal.El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, 
Palabra inmortal, que vino a los hombres para lavarlos con el agua 
y el Espíritu: y, para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y 
del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con 
una armadura incorruptible.Si, pues, el hombre ha sido hecho 
inmortal, también será dios. Y si se ve hecho dios por la 
regeneración del baño del bautismo, en virtud del agua y del 
Espíritu Santo, resulta también que después de la resurrección de 
entre los muertos será coheredero de Cristo.Por lo cual, grito con 
voz de pregonero: Venid, las tribus todas de las gentes, al bautismo 
de la inmortalidad. Ésta es el agua unida con el Espíritu, con la que 
se riega el paraíso, se fecunda la tierra, las plantas crecen, los 
animales se multiplican; y, en definitiva, el agua por la que el 
hombre regenerado se vivifica, con la que Cristo fue bautizado, 
sobre la que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.Y el 
que desciende con fe a este baño de regeneración renuncia al 
diablo y se entrega a Cristo, reniega del enemigo y confiesa que 
Cristo es Dios, se libra de la esclavitud y se reviste de la adopción, 
y vuelve del bautismo tan espléndido como el sol, fulgurante de 
rayos de justicia; y, lo que es el máximo don, se convierte en hijo de 
Dios y coheredero de Cristo.A él la gloria y el poder, junto con el 
Espíritu Santo, bueno y vivificante, ahora y siempre, y por los siglos 
de los siglos. Amén. 

_Homilía-anónima del s. II:


"Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de 
Cristo, mostrándonos con ello que, si nosotros conservamos intacta 
esta Iglesia por medio de nuestra carne, la recibiremos en el 
Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del Espíritu y 
nadie puede gozar del modelo si ha destruido su imagen. Todo esto 
quiere decir, hermanos, lo siguiente: conservad con respeto vuestra 
carne, para que así tengáis parte en el Espíritu. Y, si afirmamos que 
la carne es la Iglesia y el Espíritu es Cristo, ello significa que quien 
deshonra la carne deshonra la Iglesia, y ese tal no será tampoco 
partícipe de aquel Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda 
del Espíritu Santo esta carne puede, por tanto, llegar a gozar de 
aquella incorruptibilidad y de aquella vida que es tan sublime, que 
nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para 
sus elegidos". 

De los comentarios de Eusebio de Cesarea, obispo, sobre el libro 


de Isaías 
(Cap. 40: PG 24, 366-367) :

Una voz grita en el desierto: Preparad un camino al Señor, 


allanad una calzada para nuestro Dios» El profeta declara 
abiertamente que su vaticinio no ha de realizarse en Jerusalén, sino 
en el desierto; a saber, que se manifestará la gloria del Señor, y la 
salvación de Dios llegará a conocimiento de todos los hombres. 
Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió 
precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento 
salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de 
Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto 
para todos cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el 
Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él, 
mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: 
Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo. 
Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el 
desierto, impracticable e inaccesible desde siempre. Se trataba, en 
efecto, de todas las gentes privadas del conocimiento de Dios, con 
las que no pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los 
profetas. 
Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la 
Palabra de Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para 
que cuando venga nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. 
Preparad un camino al Señor: se trata de la predicación evangélica 
y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios 
llegue a conocimiento de todos los hombres. 
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, 
heraldo de Jerusalén. Estas expresiones de los antiguos profetas 
encajan muy bien y se refieren con oportunidad a los evangelistas: 
ellas anuncian el advenimiento de Dios a los hombres, después de 
haberse hablado de la voz que grita en el desierto. Pues a la 
profecía de Juan Bautista sigue coherentemente la mención de los 
evangelistas. 
¿Cuál es esta Sión sino aquella misma que antes se Ilamaba 
Jerusalén? Y ella misma era aquel monte al que la Escritura se 
refiere cuando dice: El monte Sión donde pusiste tu morada; y el 
Apóstol: Os habéis acercado al monte Sión. ¿Acaso de esta forma 
se estará aludiendo al coro apostólico, escogido de entre el 
primitivo pueblo de la circuncisión? 
Y esta Sión y Jerusalén es la que recibió la salvación de Dios, la 
misma que a su vez se yergue sublime sobre el monte de Dios, es 
decir, sobre su Verbo unigénito: a la cual Dios manda que, una vez 
ascendida la sublime cumbre, anuncie la palabra de salvación. ¿Y 
quién es el que evangeliza sino el coro apostólico? ¿Y qué es 
evangelizar? Predicar a todos los hombres, y en primer lugar a las 
ciudades de Judá, que Cristo ha venido a la tierra. 

De la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, obispo 


(Lib. 10,1-3: PG 20, 842-847):

A Dios todopoderoso y rey del universo, gracias por todas las 


cosas; y también gracias plenas a Jesucristo salvador y redentor de 
nuestras almas, por quien rogamos que se conserve perfectamente 
nuestra paz firme y estable, libre de los peligros exteriores y de 
todas las perturbaciones y adversas disposiciones del espíritu.El 
día sereno y claro, no oscurecido por ninguna nube iluminaba, con 
su luz celeste, las Iglesias de Cristo, difundidas por todo el mundo. 
Incluso aquellos que no participaban en nuestra comunión gozaban, 
si no tan plenamente como nosotros, al menos de algún modo, de 
los bienes que Dios nos había concedido.Para nosotros, los que 
hemos colocado nuestra esperanza en Cristo, una alegría 
indescriptible y un gozo divino iluminaba nuestros rostros, al 
contemplar cómo todos aquellos lugares que habían sido arrasados 
por la impiedad de los tiranos revivían como si resurgieran de una 
larga y mortal devastación. Veíamos los templos levantarse de sus 
ruinas hasta una altura infinita y resplandecer con un culto y un 
esplendor mucho mayor que el de aquellos que habían sido 
destruidos.Además, se nos ofrecía el espectáculo, deseado y 
anhelado, de las fiestas de dedicación en todas las ciudades y de 
consagración.de iglesias recientemente construidas.Para estas 
festividades, concurrían numerosos obispos y peregrinos 
innumerables, venidos de todas partes, incluso de las más lejanas 
regiones; se manifestaban los sentimientos de amistad y caridad de 
unos pueblos con otros. Ya que todos los miembros del cuerpo de 
Cristo se unían en una idéntica armonía.Era el cumplimiento del 
anuncio profético, que, con antelación y de una manera recóndita, 
predecía lo que había de suceder: Los huesos se juntaron hueso 
con hueso, y también de otras muchas palabras proféticas 
oscuramente enigmáticas.La misma fuerza del Espíritu divino 
circulaba por todos los miembros; todos pensaban y sentían lo 
mismo; idéntico ardor en la fe, y única la armonía para gloriftcar a 
Dios.Los obispos celebraban solemnes ceremonias, y los 
sacerdotes ofrecían los puros sacrificios, conforme a los augustos 
ritos de la Iglesia; se cantaban los salmos, se escuchaban las 
palabras que Dios nos ha transmitido, se ejecutaban los divinos y 
arcanos ministerios, y se comunicaban los místicos símbolos de la 
pasión salvadora.Una festiva multitud de gente de toda edad y sexo 
gloriftcaba a Dios, autor de todos los bienes, con oraciones y 
acciones de gracias. 

De los sermones de San Proclo de Constantinopla 


(Sermón 7 en la santa Teofonía, 1-3 : PG 65, 758-759):
Cristo apareció en el mundo, y, al embellecerlo y acabar con su 
desorden, lo transformó en brillante y jubiloso. Hizo suyo el pecado 
del mundo y acabó con el enemigo del mundo. Santificó las fuentes 
de las aguas e iluminó las almas de los hombres. Acumuló milagros 
sobre milagros cada vez mayores.Y así, hoy, tierra y mar se han 
repartido entre sí la gracia del Salvador, y el universo entero se 
halla bañado en alegría; hoy es precisamente el día que añade 
prodigios mayores y más crecidos a los de la precedente 
solemnidad.Pues en la solemnidad anterior, que era la del 
nacimiento del Salvador, se alegraba la tierra, porque sostenía al 
Señor en el pesebre; en la presente festividad, en cambio, que es la 
de las Teofanías, el mar es quien salta y se estremece de júbilo; y 
lo hace porque en medio del Jordán encontró la bendición 
santificadora.En la solemnidad anterior se nos mostraba un niño 
débil, que atestiguaba nuestra propia imperfección; en cambio, en 
la festividad de hoy se nos presenta ya como un hombre perfecto, 
mostrando que procede, como perfecto que es, de quien también lo 
es. En aquel caso, el Rey vestía la púrpura de su cuerpo; en éste, 
la fuente rodea y como recubre al río.Atended, pues, a estos 
nuevos y estupendos prodigios. El Sol de justicia que se purifica en 
el Jordán, el fuego sumergido en el agua, Dios santificado por 
ministerio de un hombre.Hoy la creación entera resuena de himnos: 
Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el que viene en 
todo momento: pues no es ahora la primera vez.Y ¿de quién se 
trata? Dilo con más claridad, por favor, santo David: El Señor es 
Dios: él nos ilumina. Y no es sólo David quien lo dice, sino que el 
apóstol Pablo se asocia también a su testimonio y dice: Ha 
aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los 
hombres, enseñándonos. No «para unos cuantos» sino para todos: 
porque la salvación a través del bautismo se otorga a todos, judíos 
y griegos; el bautismo ofrece a todos un mismo y común 
beneficio.Fijaos, mirad este diluvio sorprendente y nuevo, mayor y 
más prodigioso que el que hubo en tiempos de Noé. Entonces, el 
agua del diluvio acabó con el género humano; en cambio, ahora, el 
agua del bautismo, con la virtud de quien fue bautizado por Juan, 
retorna los muertos a la vida. Entonces, la paloma con la rama de 
olivo figuró 1a fragancia del olor de Cristo, nuestro Señor; ahora, el 
Espíritu Santo, al sobrevenir en forma de paloma, manifiesta la 
misericordia del Señor.
 
ORÍGENES

Peri-Archón, praef. 3: 


"Es necesario saber que los apóstoles, que predicaron la fe de 
Cristo, sobre algunos puntos que retuvieron necesarios expresaron 
clarísimamente su enseñanza a todos los creyentes, también a 
aquellos que estaban menos propensos a la investigación de la 
ciencia divina; mas la demostración racional de sus enunciados los 
dejaron para ser indagados por aquellos que habían sido 
merecedores de los dones sublimes del espíritu y, sobre todo, 
aquellos que habían obtenido del Espíritu Santo el don de la 
palabra, de la sabiduría y de la ciencia...".

Orígenes, Peri Archón, praef. 4: 


"Las verdades, pues, que de modo claro han sido transmitidas 
por la predicación apostólica son las siguientes: en primer lugar, 
que hay un solo Dios, que todo lo ha creado y organizado, que de 
la nada ha hecho existir el universo; Dios desde la primera criatura 
y desde la creación del mundo, Dios de todos los justos: Adán, 
Abel, Set, Enos, Henoc, Noé, Sem, Abrahán, Isaac, Jacob, los doce 
patriarcas, Moisés y los profetas. Y este Dios en los últimos días, tal 
como lo había prometido por medio de sus profetas, ha enviado al 
Señor Jesús Cristo, primero para llamar a Israel y posteriormente 
para llamar también a las naciones paganas después de la 
infidelidad del pueblo de Israel. Este Dios, justo y bueno, Padre de 
Nuestro Señor Jesucristo, ha donado la Ley, los profetas y el 
Evangelio; El es el Dios de los apóstoles, del Antiguo y del Nuevo 
Testamento. En segundo lugar que Jesucristo es el mismo que ha 
venido, nacido del Padre antes que toda creatura. El, que había 
colaborado con el Padre en la creación del universo -por su medio, 
de hecho, han sido hechas todas las cosas (Jn 1,3)-, en los últimos 
tiempos anonadándose se hizo hombre, se encarnó (Filip 2,7) a 
pesar de ser Dios. Asumió un cuerpo semejante a nuestro cuerpo, 
diverso solamente por el hecho de haber nacido de la Virgen y del 
Espíritu Santo. Jesucristo nació y sufrió realmente, no en 
apariencia; muerto realmente con la muerte común a todos; y 
realmente resucitó de entre los muertos; después de la 
resurrección, habiendo convivido con sus discípulos fue elevado al 
cielo.
Finalmente, (los apóstoles) transmitieron que el Espíritu Santo 
está asociado al Padre y al Hijo en honor y dignidad. A propósito del 
Espíritu Santo no se precisó claramente si ha sido engendrado o es 
ingénito; si también El ha de ser considerado Hijo de Dios o no. 
Estas cuestiones han de ser investigadas, en la mediad de nuestras 
fuerzas, a partir de la Sagrada Escritura y se han de investigar con 
cuidadoso análisis. Por otra parte, en la Iglesia se profesa con la 
máxima claridad que el Espíritu Santo ha inspirado a todos los 
santos profetas y a los apóstoles y que no hay un Espíritu en los 
antiguos y otro en los que han sido inspirados con la venida de 
Cristo".

Orígenes, Peri Archón, praef. 8:


"Sobre este punto una sóla es la convicción de toda la Iglesia: 
que toda la ley es espiritual (cf Rom 7,14), pero lo que la ley quiere 
significar espiritualmente no es por todos conocida sino solamente a 
aquellos que en la palabra de sabiduría y ciencia (cf 1 Cor 12,8) les 
ha sido concedida la gracia del Espíritu Santo" (Orígenes, Peri 
Archón praef. ).

Orígenes, Peri Archón I, 3:


"Muchos santos participan del Espíritu Santo, pero el Espíritu 
Santo no puede ser comprendido como cuerpo que cada uno de los 
santos recibe dividido en partes corpóreas. En realidad es potencia 
santificante de la que decimos que participan de ella todos aquellos 
que merecieron ser santificados por su gracia".

Orígenes, Peri Archón, I,13


"No se debe considerar blasfema la expresión: Nadie es bueno a 
no ser Dios Padre (Mc 10,18), ni pensar que con esta afirmación se 
niega la bondad del Hijo y del Espíritu Santo; pues, como antes 
hemos dicho, se debe entender la bondad originaria y absoluta de 
Dios Padre; el Hijo naciendo de El y el Espíritu Santo procediendo 
reproducen, sin duda, en sí la naturaleza de aquella bondad que 
está en la fuente de la que nace el Hijo y procede el Espíritu Santo". 

Orígenes, Peri Archón, I,3,1-7:


"De acuerdo con el plan trazado, trataré ahora brevemente con 
la máxima concisión sobre el Espíritu Santo. Todos los que de algún 
modo admiten la Providencia, afirman la existencia de un Dios no 
engendrado, que creó y dispuso todo, reconociéndolo como padre 
del universo. Que este tenga un Hijo no lo afirmamos solo nosotros 
(sino también algunos filósofos), puesto que sostienen que el 
universo ha sido creado por el Logos de Dios... Pero, con la 
excepción de los versados en la Ley y en los Profetas así como de 
los que creen en Cristo, nadie ha podido siquiera sospechar la 
existencia del Espíritu Santo... Muchos textos de la Escritura nos 
dan a conocer su existencia siendo tal la autoridad y dignidad del 
Espíritu Santo, que el bautismo de salvación no se realiza 
plenamente si no por la autoridad de la Trinidad..., es decir, `en el 
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...'... Y ¿quién no 
admitirá la majestad del Espíritu Santo, si se tiene en cuenta que 
puede esperar perdón el que diga una palabra contra el Hijo del 
hombre, pero el que haya blasfemado contra el Espíritu Santo no 
puede ser perdonado en este tiempo ni en el futuro?... Muchas 
afirmaciones de la Escritura demuestran, que todas las cosas han 
sido creadas por Dios, ...pero hasta el presente no hemos podido 
encontrar en ella una expresión, por la que se diga que el Espíritu 
Santo ha sido hecho o creado, (... opinando yo, por el contrario) 
que 'el Espíritu de Dios', el cual -como está escrito- 'aleteaba sobre 
las aguas' al principio de la creación, no es otro que el Espíritu 
Santo (el cual) 'escruta las profundidades de Dios' y le revela a 
quién quiere, pues 'el espíritu sopla donde quiere' (siendo eterno y, 
por tanto) asociado a la unidad de la Trinidad, es decir, junto con el 
inmutable Dios Padre y su Hijo. (...) Nada de mayor o menor hay 
que afirmar en la Trinidad, pues una sola Fuente de la divinidad 
abraza con su Palabra todo el universo, y con el Espíritu de su boca 
santifica los seres, que son dignos de santificación (... de modo 
que) una y la misma es la actividad de la Trinidad, como claramente 
lo enseña el Apóstol: 'Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu 
es el mismo; hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el 
mismo; hay diversidad de operaciones, pero es el mismo el Dios, 
que obra todo en todos. A cada uno e le concede la revelación del 
Espíritu según cuanto le conviene'. Lo que significa: No hay alguna 
diferencia en la Trinidad, sino que lo designado don del Espíritu es 
transmitido por obra del Hijo y producido por obra del Padre: 'Pero 
todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, 
distribuyéndolas a cada uno según su voluntad...'...". 

Orígenes, Peri Archón, I,3,8:


"Por tanto, gracias a la obra continua del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo, a través de los diversos grados de perfección, nos 
es dado contemplar al fin la vida santa y bienaventurada, ... a la 
que desearemos tanto más cuanto con mayor ardor y capacidad 
nos adhiramos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo... " (Orígenes, 
Peri Archón I,3,8).

Orígenes, Peri Archón, I,4,2:


"Queriendo mostrar los beneficios divinos que nos conceden el 
Hijo y el Espíritu Santo, Trinidad que es fuente de toda la santidad, 
nos hemos permitido esta digresión ...".

Orígenes, Peri Archón, II,11,5:


"(Pablo) sabía que una vez vuelto a Cristo (cf Filip 1,23) habría 
conocido claramente el significado de todo lo que se hace en la 
tierra, es decir, lo que se refiere al hombre, al alma humana y a la 
inteligencia, habría conocido cuál es el espíritu principal, el espíritu 
que actúa, el espíritu vital, cuál la gracia del Espíritu Santo que es 
concedida a los fieles". 

Orígenes, Peri Archón, II,7,1-3:


"...nos queda ahora tratar de nuevo aunque sea brevemente 
también del Espíritu Santo. Por lo tanto, ahora es el momento de 
decir algo, según nuestra capacidad, acerca del Espíritu Santo, al 
que Nuestro Señor y Salvador en el evangelio según Juan llamó 
Paráclito (Jn 14,16ss.). Al igual que el mismo Dios y el mismo Cristo 
así también el Espíritu Santo el que estuvo en los profetas y en los 
apóstoles, es decir, en quienes creyeron en Dios antes de la venida 
de Cristo y en los que llegaron (al conocimiento de) de Dios por 
medio de Cristo... Creemos que de aquél como de éste puede 
participartoda creatura racional. Pero vemos, que la venida del 
Espíritu Santo entre los hombres se manifestó propiamente 
después de la ascensión de Jesús al cielo, más que antes de su 
venida. En efecto, antes el don del Espíritu Santo era concedido 
sólo a los profetas, y a pocos del pueblo, que lo habían merecido. 
Después de la venida del Salvador, sin embargo, se cumplió lo 
profetizado por Joel: 'sucederá en los últimos tiempos, que efundiré 
mi Espíritu sobre toda carne y profetizarán...'... Por don del Espíritu 
Santo sucedió también, entre otras cosas, esta maravilla: Mientras 
antes sólo pocospodían comprender más allá del sentido literal lo 
escrito en Moisés y los Profetas, ahora son innumerables los 
creyentes que, aunque no logren entender el significado espiritual 
en toda su extensión y plenitud, sí están convencidos (de él...) 
siendo esta convicción indudablemente inspirada en todos por la 
potencia del Espíritu Santo, (...) en el cual hay toda clase de dones. 
En efecto, por medio del Espíritu es dada a unos palabra de 
sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros la fe, de modo que en 
cada uno de los que pueden acoger el Espíritu Santo se manifiesta 
y se hace conocer como necesita quien habrá merecido participar 
de El". 

Orígenes, Peri Archón, II,7,4; IV,1,6; 4,,2.5:


... Debemos saber que el Espíritu Santo es Paráclito en cuanto 
enseña verdades demasiado grandes, para ser reveladas con la 
voz (...) o la palabra humana. (...) Y aunque también nuestra 
Salvador es llamado Paráclito en el sentido de Consolador, pues 
consuela a las almas, revelándoles el sentido del conocimiento 
espiritual. En la Iglesia se cree con la máxima claridad, que el 
Espíritu Santo inspiró a todos los santos Profetas y Apóstoles, no 
siendo dado un Espíritu a los antiguos y otro a los inspirados 
después de la venida de Cristo. (En efecto), ha sido transmitido (por 
la predicación apostólica), que las Escrituras fueron compuestas 
por obra del Espíritu de Dios, conteniendo no sólo el significado 
manifiesto sino también otro, que escapa a los demás, (...) pues el 
carácter divino de los Escritos proféticos y el significado espiritual 
de la Ley de Moisés se revelaron con la venida de Cristo (... a cuya) 
venida resplandeció la luz contenida en la Ley de Moisés, cubierta 
como de un velo, y se pudieron conocer los bienes ocultos por la 
sombra de la letra. (... Por lo demás) como participando del Hijo de 
Dios uno viene adoptado por hijo, y participando de la Sabiduría se 
deviene sabio en Dios, así participando del Espíritu Santo se 
deviene santo y espiritual. En efecto, participar del Espíritu Santo es 
lo mismo que participar del Padre y del Hijo, puesto que una e 
incorpórea es la naturaleza de la Trinidad (...).". 

Orígenes, _Contra-Celso II,2:


" ... (Dice) Jesús en el Evangelio de Juan: Todavía tengo muchas 
cosas que deciros, pero no podéis comprenderlas ahora; mas, 
cuando venga el Espíritu de la Verdad, os guiará a la Verdad total, 
pues no hablará de lo suyo, sino que dirá lo que oiga (Jn 16,12-13). 
Se trata de saber, qué cosas fueron las que Jesús tenía que decir a 
sus discípulos, pero que éstos no podían comprender entonces. 
Esta es mi opinión: los apóstoles eran judíos, educados según la 
letra de la Ley de Moisés; Jesús tenía que decirles cuál era la 
verdadera Ley, de qué realidades celestes era 'figura y sombra' el 
culto practicado entre los judíos, y qué bienes futuros contenían en 
sombra las prescripciones sobre comida y bebida, fiestas, 
neomenias y sábados... Pero sabía bien Jesús, que era dificilísimo 
arrancar del alma doctrinas con que se nace y en las que se cría el 
hombre hasta su edad adulta, persuadido, por lo demás, de que, 
siendo divinas, no puede atentarse contra ellas sin cometer una 
impiedad... De ahí que difiera decir esas cosas para... el tiempo 
después de su pasión y resurrección ( ... reservando) al Espíritu 
Santo guiarles 'a la Verdad total', es decir, a la Verdad total de la 
realidad de las figuras o del verdadero culto a Dios...".

Orígenes, Contra Celso I,44:


"... en todo caso, el Espíritu que dictó a Moisés una historia más 
antigua que el historiador, empezando por la creación del mundo 
hasta Abrahán, padre suyo, ese mismo enseñó a los que 
escribieron el Evangelio el milagro acontecido al tiempo del 
bautismo de Jesús. Por lo demás, el que esté adornado del carisma 
que se llama palabra de sabiduría (1 Cor 12,8), podrá explicar por 
qué se abrieron los cielos y por qué el Espíritu Santo se apareció a 
Jesús en figura de paloma, y no de otro animal. El tema presente 
nos pide expliquemos ese punto, pues sólo nos hemos propuesto 
demostrar la incongruencia de Celso al atribuir al judío, con tales 
razones, falta de fe en una cosa más verosímil que las que él mismo 
cree" . 

Orígenes, Contra Celso VII,8:


"... Porque ni los que son ajenos a la fe han hecho jamás nada 
semejante a los profetas, ni se cuenta que, después de la venida de 
Jesús, haya habido nuevos profetas entre los judíos. Y es así que, 
por confesión universal, el Espíritu Santo los ha abandonado, por 
haber cometido una impiedad contra Dios y contra el que fue 
profetizado por sus profetas. Signos, empero, del Espíritu Santo se 
dieron muchos al comenzar Jesús su enseñanza, muchos más 
después de su ascensión, menos más adelante. Sin embargo, aún 
ahora quedan algunos rastros de El en unos pocos, cuyas almas 
están purificadas por el Logos y por una vida conforme al 
mismo...".

Orígenes, Contra Celso VII,51:


"... Y afirmamos también, entre otras cosas, que las palabras: 
Recibid el Espíritu Santo (Jn 22,20) dan a entender una cuantía de 
don diferente de la que se ve por estotras: Seréis bañados en 
Espíritu Santo después de no muchos días (Hechos 1,5)".

Orígenes, Contra Celso VII,4:


"Por eso, nosotros demostraremos por las Sagradas Escrituras 
que los profetas de los judíos, iluminados por el Espíritu Santo en la 
medida que les era provechoso a los mismos que profetizaban, eran 
los primeros en gozar de la venida a sus almas de un ser superior; y 
por el contacto, digámoslo así, con su alma del que se llama 
Espíritu Santo, se hacían más lúcidos de inteligencia y más 
brillantes de alma".

Orígenes, _In-Jer XIII,2:


"...Pero si fuera uno además apóstata, ese tal realiza contra 
Jesús mucho más aún de lo que Jerusalén hizo corporalmente. Por 
este motivo, ¿cuánto más severo pensáis vosotros no será el 
castigo de que se hace merecedor quien pisotea al Hijo de Dios y 
profana la Sangre del Testamento en la cual ha sido santificado e 
insulta al Espíritu de la gracia? (Hb 10,29). Si has pisoteado al Hijo 
de Dios y has insultado al Espíritu de la gracia, ¿quién se 
compdecerá de ti? ¿quién te plañirá? ¿Quién hará un alto en el 
camino para desearte la paz? El alma del pecador ha entregado al 
Hijo de Dios a Aquel que te deseaba la paz. ¿Quién podrá 
convencerle a `pararse de nuevo' en el camino para desearte la 
paz? Sabido, pues, que es imposible que quienes, una vez 
iluminados, después de haber pregustado el don celeste y de haber 
sido hechos partícipes del Espíritu Santo...". 

El dianamismo trinitario de la divinización de los seres racionales 


según Orígenes:
"En efecto, ciertas almas que desde hace mucho tiempo no eran 
fecundas, habiéndose apercibido de la esterilidad de su respectivo 
heguemonicón y de la infecundidad de su mente, concibieron en su 
seno del Espíritu Santo, de resultas de una oración insistente, y han 
dado a luz Palabras saludables, llenas de percepciones de la 
Verdad" (Orígenes, _Tratado-sobre-oración 13,3). Comentario a 
Orígenes: se relaciona la esterilidad del alma con la fecundidad 
conferida por el Espíritu Santo en orden a engendrar Palabras 
saludables.

Orígenes, Tratado sobre la oración 15,4:


"¿Por qué diriges a mí tu oración? Solo se debe orar al Padre, a 
quien también Yo dirijo mi oración! () Ved, pues, cuán excelente es 
el don que habéis recibido de mi Padre en el momento en que 
habéis obtenido el Espíritu de filiación a través dela regeneración 
en mí, para que viniérais a ser 'hijos' de Dios y 'hermanos' míos".

Orígenes, _In-Lc. fragm. 174:


"Opino, pues, que nadie sería capaz de decirle (en verdad) a 
Dios 'Padre', sin estar realmente lleno del Espíritu de filiación, y que 
sólo quien es 'hijo' que glorifica al Padre y ha observado el 
precepto". 

Orígenes, _In-Cor fragm. 47 (JThS 10 (1909) 29ss.)):


"Veamos ya cómo debemos comprender los que escuchamos la 
palabra de Dios aquello de 'Nadie que habla en posesión del 
Espíritu de Dios dice: Maldito sea Jesús. Es posible que para los 
que no son peritos en la materia resulte dudoso de si ciertos 
individuos hablan o no movidos por el Espíritu de Dios, siendo así 
que (en realidad) maldicen a Jesús"

Orígenes, _In-Mat-comm. Series 33:


"También sobre el Espíritu Santo, porque fue el mismo que 
estuvo en los patriarcas y profetas y que luego fue dado a los 
apóstoles" (Orígenes,
Orígenes, 1 Reyes 4,2:
"... Del Espíritu Santo, del que creemos que inspiró la Escritura... 
; el autor de estos discursos creemos que no es un hombre sino el 
Espíritu Santo que inspira a los hombres".

Orígenes, 1 Reyes 7,6.11:


"(Juan Bautista manda preguntar si Jesús es el Cristo)... algunos 
no comprendiendo el sentido de estas palabras dicen: 'Juan, a 
pesar de ser tan grande, no conocía a Cristo, pues el Espíritu Santo 
se había alejado de él'... Sabía grandes cosas de Cristo y por eso 
no quiso aceptar su humillación. Considera que algo semejante le 
aconteció a Juan. Estaba en prisión sabiendo grandes cosas de 
Cristo: había contemplado los cielos abiertos, había visto al Espíritu 
Santo descender del cielo y bajar sobre el Salvador; porque había 
tal gloria dudaba y quizás no podía creer que uno tan glorioso 
debía descender al infierno y al abismo".

Orígenes, 1 Reyes 9,4:


"Si pues quien profetiza edifica la Iglesia y Samuel poseía el don 
de profecía -de hecho no lo había perdido puesto que no había 
pecado porque pierde el don de profecía solamente aquel que 
después de haber profetizado lleva a cabo alguna acción indigna 
del Espíritu Santo, que por esto mismo lo abandana y huye de su 
corazón. Precisamente esto era lo que temía David después del 
pecado, y decía: `No alejes de mí tu santo Espíritu'...".

Orígenes, Hom. IV in Ex., 2:


"Si creemos que estas Escrituras son divinas y escritas por el 
Espíritu Santo, no creo que pensemos algo tan indigno del Espíritu 
divino como para afirmar que, en una obra tan importante, se debe 
al azar esta variación Ciertamente me confieso el menos idóneo y el 
menos capaz para sondear los secretos de la divina Sabiduría en 
semejantes variaciones. Sin embargo, veo que el apóstol Pablo, 
porque habitaba en él el Espíritu Santo, se atrevía a decir con 
confianza: Pero a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio de su 
Espíritu. En efecto, el Espíritu escruta todo, incluso lo más profundo 
de Dios" .

Orígenes, Hom VIII in Ex., 4:


"Así, cuando venimos a la gracia del bautismo, renunciando a los 
otros dioses y señores, confesamos un solo Dios Padre, Hijo y 
Espíritu Santo. Pero, al confesar esto, a no ser que amemos al 
Señor Dios nuestro con todo el corazón y con todo el alma y nos 
adhiramos a El con toda nuestra fuerza, no quedamos convertidos 
en la porción del Señor, sino que quedamos colocados como en 
una especie de frontera, y sufrimos las ofensas de aquellos de los 
que huimos, sin encontrar propicio al Señor en quien nos 
refugiamos, al que no amamos con un corazón total e íntegro...". 
Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, fragmento 
XXXVII.CXXIV:
"(Jn 3,8) Sus palabras adquieren este significado profundo: el 
Espíritu Santo se acerca solamente a aquellos que son virtuosos 
mientras que se aleja de los malvados. El alejamiento y la cercanía 
no hay que entenderlas en un sentido locativo sino en el sentido en 
que estas expresiones se pueden aplicar a lo que es incorpóreo Por 
lo tanto, dado que el Espíritu Santo se mantiene alejado de los 
malvados y llena a los que poseen fe y virtud, por esto con acierto 
se dice: El Espíritu sopla donde quiere (Jn 3,8) Sin embargo, 
aunque si el Espíritu sopla donde quiere, Nicodemo que no lo posee 
en sí mismo (en cuanto no ha creído en Jesús, como se debe), oye 
solamente la voz pero no sabe a donde va ni a donde viene. Quien 
se acerca a las Escrituras del Espíritu sin comprenderlas, oye 
solamente la voz del Espíritu, mientras que quien se empeña en la 
lectura y en el examen de las Escrituras, en cuanto las comprende 
sabe donde comienza y donde termina la vía que el Espíritu recorre 
mediante la enseñanza de las palabras divinas. Porque si uno 
conoce el motivo por el que la enseñanza del Espíritu viene dada a 
los hombres sabe de donde viene; y si ve por qué motivo es 
impartida sabe donde termina". 

Origenes, Comentario al Evangelio de Juan, II,X,77-78:


"Yo retengo que el Espíritu Santo ofrece, por así decir, la materia 
de los dones de gracia concedidos por Dios a aquellos que por él y 
por su participación en él son llamados 'santos'; esta materia de los 
dones de gracia, de la que se ha dicho, es producida por Dios 
Padre, es dispensada por Cristo y llega a ser subsistente en el 
Espíritu Santo. A pensar de esta manera fui llevado por un paso de 
Pablo, allí donde habla de los carismas: 'Hay, pues, variedad de 
dones (del Espíritu), pero un solo Espíritu; hay variedad de 
ministerios, pero un solo Señor; hay variedad de actividad, pero un 
solo Dios que actúa todo en todos' (1 Cor 12,4-6)" ().

Origenes, Comentario al Evangelio de Juan, fragm. XX:


"El Espíritu, que es Santo, habita solamente en las almas limpias 
y puras, pues no soporta estar allí donde hay pecado. De hecho 'el 
Espíritu educador, siendo santo huirá del engaño y permanecerá 
alejado de los razonamientos insensatos' (Sab 1,5). También David, 
caído en pecado, ruega al Señor con estas palabras: 'No me quites 
su santo Espíritu' (Salmo 50,13). Ahora bien, como Jesús es el 
único que no cometió pecado ni su boca conoció el engaño 
-solamente de él se ha dicho: 'Aquel que no conoció pecado' (2 Cor 
5,21)- y es natural que sobre él se pose el Espíritu, una vez 
descendido". 

Origenes, Homilías al Génesis, X,2


"Esta es la enseñanza ofrecida a las almas, y la doctrina 
espiritual que te instruye y te enseña a acudir cada día a los pozos 
de la Escritura, a las aguas del Espíritu Santo, y a recogerlas 
siempre y a llevar a casa un recipiente lleno...".

Orígenes, Homilías al levítico, VI,2


"No puede habitar en tí la gracias del Espíritu Santo si no acoges 
con temblor las palabras divinas".

Orígenes, Homilías al libro de Josué, XVII,1


"Por lo tanto, en la verdad presente, el tipo y la sombra han 
cesado: y existiendo el templo que mediante el Espíritu de Dios y el 
poder del Altísimo que fue construido en el seno de la Virgen, el 
templo construido de piedras fue destruido" . 

De las homilías de Orígenes, presbitero, sobre el libro de Josué 


(Homilía 9,1-2: SC 71, 244-246):
Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados piedras 
vivas, de acuerdo con lo que afirma la Escritura: Vosotros, como 
piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, 
formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios 
espirituales que Dios acepta por Jesucristo.Cuando se trata de 
piedras materiales, sabemos que se tiene cuidado de colocar en los 
cimientos las piedras más sólidas y resistentes con el fin de que 
todo el peso del edificio pueda descansar con seguridad sobre 
ellas. Hay que entender que esto se aplica también a las piedras 
vivas, de las cuales algunas son como cimiento del edificio 
espiritual. ¿Cuáles son estas piedras que se colocan como 
cimiento? Los apóstoles y profetas. Así lo afirma Pablo cuando nos 
dice: Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, 
y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.Para que te prepares 
con mayor interés, tú que me escuchas, a la construcción de este 
edificio, para que seas una de las piedras próximas a los cimientos, 
debes saber que es Cristo mismo el cimiento de este edificio que 
estamos describiendo. Así lo afirma el apóstol Pablo: Nadie puede 
poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. 
¡Bienaventurados, pues, aquellos que construyen edificios 
espirituales sobre cimiento tan noble!Pero en este edificio de la 
Iglesia conviene también que haya un altar. Ahora bien, yo creo que 
son capaces de llegar a serlo todos aquellos que, entre vosotros, 
piedras vivas, están dispuestos a dedicarse a la oración, para 
ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones, y a inmolarle las 
víctimas de sus súplicas; esos son, en efecto, aquellos con los que 
Jesús edifica su altar.Considera, pues, que alabanza se tributa a las 
piedras del altar. La Escritura afirma que se construyó, según está 
escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras sin labrar, 
a las que no había tocado el hierro. ¿Cuáles, piensas tú, que son 
estas piedras sin labrar? Quizás estas piedras sin labrar y sin 
mancha sean los santos apóstoles, quienes, por su unanimidad y su 
concordia, formaron como un único altar. Pues se nos dice, en 
efecto, que todos ellos perseveraban unánimes en la oración, y que 
abriendo sus labios decían: Señor, tú penetras el corazón de todos. 
Ellos, por tanto, que oraban concordes con una misma voz y un 
mismo espíritu, son dignos de formar un único altar sobre el que 
Jesús ofrezca su sacrificio al Padre.Pero nosotros también, por 
nuestra parte, debemos esforzarnos por tener todos un mismo 
pensar y un mismo sentir, no obrando por envidia ni por 
ostentación, sino permaneciendo en el mismo espíritu y en los 
mismos sentimientos, con el fin de que también nosotros podamos 
llegar a ser piedras aptas para la construcción del altar. 

Orígenes, Homilías al libro de los Jueces, VIII,5:


" 'Pero vosotros estáis en el mundo por la palabra que os he 
dado' (Jn 15,3). Y es de este modo que, si le presentamos nuestros 
pies, el Señor Jesús está dispuesto a lavar los pies de nuestra alma 
y a purificarlos con el rocío de la gracia celeste del Espíritu Santo, 
con la fuerza dela palabra de la enseñanza".

Orígenes, Homilías a los Salmos, SalmoXXXVI, V,5:


"Por lo tanto, cuando de la letra que mata, nosotros pasamos al 
Espíritu que da la vida, una vez rechazada la letra no encuentra 
lugar ni siquiera la doctrina impía".

Orígenes, Tratado Pseudojeronimiano, Salmo I, 1:


"El Salterio es como una gran casa que tiene una sola llave para 
la puerta de fuera, y distintas llaves para las distintas estancias de 
dentro. Aún cuando la llave grande de la puerta grande es el 
Espíritu Santo, cada estancia tiene sus propias pequeñas llaves". 

Orígenes, Homilías al levítico, IV, 1.XIII, 3.


"Si el 'Señor' y 'Dios' es Espíritu, lo que dice el Espíritu debemos 
escucharlo espiritualmente Nosotros decimos que en la Ley y en los 
Evangelios hay un único y mismo Espíritu Santo".

Orígenes, Tratado Pseudojeronimiano, Salmo I, 8:


"Un río sale del trono de Dios y es la gracia del Espíritu Santo. Y 
esta gracia del Espíritu Santo se encuentra en las santas 
Escrituras, es decir, en este río de las Escrituras".

Orígenes, Cantar de los Cantares, I,3:


"El Espíritu Santo ha querido que las formas de los misterios en 
las Santas Escrituras estuvieran cubiertas y no abiertas, al aire 
libre".

Orígenes, Cantar de los Cantares, II,9:


"Invocamos a Dios, Padre del Verbo, que nos manifieste los 
secretos de su Verbo y nos aparte nuestra inteligencia de la 
doctrina de la sabiduría humana y la lleve y la eleve a la doctrina 
del Espíritu: para que no digamos lo que oye nuestro oído carnal, 
sino lo que contiene el querer del Espíritu Santo".

Orígenes, Contra Celso, II,2:


"Yo creo que aquellas cosas fueron imagen y que la verdad se la 
había enseñado el Espíritu Santo". 

Orígenes, Comentario a los Romanos, II,4:


"Si bien el Espíritu Santo ha escondido en las Escrituras tales 
verdades por causa de los que desprecian las riquezas de su 
bondad y de su paciencia, sin embargo no las ha escondido 
totalmente. Porque también el tesoro escondido en el campo no lo 
hallan todos para que no sea que, por ser fácil encontrarlo, lo roben 
y se pierda. En cambio es encontrado por los prudentes para que 
puedan volver y vender todo lo que tienen y comprar aquel 
campo...".

Orígenes, Comentario a los Romanos, III,7:


"... Teniendo el testimonio de la ley mosaica y de los profetas, en 
cuyos textos el Espíritu Santo, mediante figuras y símbolos, había 
escrito mucho sobre la justicia de Dios".

Orígenes, Comentario a los Romanos, X,7:


"Pero también cuando se dice: 'el Dios de la consolación' (Rom 
15,5) se quiere decir que Dios está con los que reciben de las 
divinas Escrituras, mediante la interpretación espiritual, la 
consolación del Espíritu". 

Orígenes, Comentario a los Romanos VIII,3,25-26:


"Ciertamente es del Verbo de Dios que el apóstol dice tales 
palabras (Col 2,3). Pero también del Espíritu Santo escribe cosas 
semejantes cuando dice: 'A nosotros Dios ha revelado mediante su 
Espíritu: el Espíritu de hecho escruta todas las cosas, también la 
profundidad de Dios' (1 Cor 2,10). Entonces, como yo pienso, se 
nos quiere dar a entender que en este propiciatorio, es decir, en el 
alma de Jesús, habitan siempre el Verbo de Dios, el Hijo Unigénito, 
y su Espíritu Santo".

Orígenes, Comentario a los Romanos, IX, 6,5-7:


"... Y con esto demuestra que nuestra carne es verdaderamente 
carne de pecado, mientras que la carne de Cristo es semejante a la 
carne de pecado. Esta, de hecho, no fue concebida por semen de 
hombre sino por el Espíritu Santo que descendió sobre María y la 
potencia del Altísimo la cubrió con su sombra para que lo que había 
nacido de ella fuese llamado Hijo del Altísimo. Así también Pablo, 
gracias a la extraordinaria sabiduría divina que a él le fue 
concedido, intuyendo un no sé qué de arcano y de misterioso, llama 
a nuestro cuerpo 'cuerpo de pecado', `cuerpo de muerte', 'cuerpo 
de humillación'. Pero también David, que conocía los secretos 
celestes gracias al mismo Espíritu decía refiriéndose al cuerpo... 
(Salmo 21,16) ... Jeremías también, consciente de un misterio 
semejante en virtud del Espíritu de Dios...".

Orígenes, Comentario a los Romanos, XII,8,3-9


"La expresión 'en una semejanza con la carne del pecado' (Rom 
8,3), hace ver que nosotros sí tenemos una carne de pecado, el 
Hijo de Dios, en cambio, ha tenido una semejanza con la carne de 
pecado, no la carne de pecado. De hecho nosotros, todos los 
hombres, que hemos sido concebidos por un semen de un hombre 
que se unió con una mujer, necesariamente nos servimos de 
aquella frase que pronunció David: 'En los pecados me ha 
concebido mi madre' (Salmo 50,7). Por el contrario, aquella que sin 
contacto alguno de hombre sino sólo por el Espíritu Santo que 
descendió sobre una Virgen y por el poder del Altísimo que la 
cubrió con su sombra (Lc 1,35)...". 

Orígenes, Comentario a los Romanos VIII,6.3-4:


"Ve ahora si podemos pasar los tres días sepultados con Cristo 
cuando adquirimos el pleno conocimiento de la Trinidad: de hecho 
el Padre es luz y en su esplendor, que es el Hijo, contemplamos el 
esplendor, el Espíritu Santo".

Orígenes, Comentario a los Romanos V, 10,14-15:


"Por lo tanto, antes de alcanzar el nivel de tal perfección, invocan 
el nombre del Señor Nuestro Jesucristo como nombre de un 
mediador entre Dios y los hombres después que el Espíritu Santo 
haya estado en su corazón exclamando: 'Abbá, Padre', el Espíritu 
mismo les enseña a invocar también el nombre del Padre...". 

Orígenes, Homilías al Levítico I,1.2; IV,4; VI,6; VII,5; VIII,3.11; 


IX,9:
"... Pero beatos son los ojos (cf. Lc 10,23) que ven al Espíritu 
divino escondido en el interior del velo de la letra; y 
bienaventurados son los que prestan a esta escucha los oídos 
limpios del hombre interior... Si uno se convierte al Señor, se quita 
el velo; de hecho donde está el Espíritu del Señor, allí está la 
libertad (2 Cor 3,16-17). Es, pues, al mismo Señor, es al mismo 
Espíritu Santo a quien debemos rogar para que se digne quitar la 
niebla y la bruma que, condensada por las manchas de nuestros 
pecados oscurece la vista de nuestro corazón, de modo que 
podamos reconocer la inteligencia espiritual y admirable de su Ley, 
según las palabras Ya que en el día de Pentecostés -ofrecido el 
sacrificio de las oraciones- la Iglesia de los apóstoles recibió las 
primicias del Espíritu Santo... Se siembra (o en la carne -Gal 6,8) 
cuando se peca, para recoger la corrupción; o en el Espíritu cuando 
se vive según Dios para recoger la vida eterna Si a nosotros ha 
sido donada la comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu 
Santo debemos estar atentos a no renegar con el pecado esta 
santa y divina comunión... Por lo tanto, nosotros meditando tales 
cosas, trayéndolas a la memoria día y noche, atentos a la oración y 
vigilantes en ella, pedimos al Señor que se digne revelarnos la 
ciencia de las cosas que leemos y que nos muestre como observar 
la ley espiritual no solo en la inteligencia sino también en las 
acciones a fin que merezcamos alcanzar la gracia espiritual, 
iluminados por medio de la Ley del Espíritu Santo, en Cristo Jesús 
nuestro Señor... Quien no tenga espada venda la túnica y compre 
una espada (Lc 22,36). He aquí: también esta es letra del 
Evangelio, pero mata. Si, en cambio, la recibes espiritualmente no 
mata sino que en esa está el Espíritu que vivifica (cf. 2 Cor 3,6)... 
Los santos (no Herodes ni el Faraón) no solo no celebran la fiesta 
natalicia sino que, llenos del Espíritu Santo, repudian este día... el 
don de la gracia del Espíritu Santo es designado mediante la figura 
del óleo, para que no solo aquel que se convierte del pecado pueda 
conseguir la purificación sino que pueda ser lleno del Espíritu 
Santo, con el cual pueda recibir el primer vestido y el anillo, ser 
reconciliado con el Padre y ser restablecido en su lugar de hijo... 
¿Quieres que te muestre como de las palabras del Espíritu Santo 
sale fuego y enciende los corazones de los creyentes? Escucha a 
David que dice en el salmo: 'La palabra del Señor lo ha inflamado'. 
Y en el evangelio está escrito, después de hablar el Señor a Cleofé: 
¿'No ardía nuestro corazón, dice, cuando nos explicaba las 
Escrituras'?.
 

Gregorio Taumaturgo
Atanasio
Tertuliano
Novaciano

·Gregorio-Taumaturgo Discurso XIV:


"Y todo esto lo dice no de otro modo, según yo mismo pienso, 
sino por la comunicación del Espíritu divino, pues la misma facultad 
han menester los que profetizan y los que oyen a los profetas; y 
nadie puede oir a un profeta si el mismo Espíritu que profetizó no le 
hace merced de sus propias palabras...". 

Gregorio Taumaturgo, Discurso de agradecimiento a Orígenes 


179-181:
"Y decía estas cosas no por otra razón, creo yo, que por la 
comunicación del Espíritu divino; pues, de la misma facultad han 
menester tanto los que profetizan, como los que escuchan a los 
profetas; ya que nadie puede oír a un profeta si el Espíritu mismo 
que profetizó no le diera la inteligencia de sus propias palabras. 
También en las Sagradas Escrituras se encuentra esa misma 
sentencia: únicamente el que cierra -se dice- abre, y ningún otro. 
La Palabra divina abre aclarando los enigmas cerrados. Este 
hombre (Orígenes), pues, ha recibido de Dios el mejor regalo y la 
participación más grande del cielo: ser intérprete de las palabras de 
Dios a los hombres; entender las cosas de Dios como si Dios mismo 
hablara, y enseñarlas a los hombres como si los hombres mismos 
las escucharan...".
_________________________________________________

·Atanasio-san, Ep IV ad Serap 9-10:


"Por una parte, Dios Padre lo pervade todo y lo contiene todo; la 
virtud del Hijo, en cambio, se extiende a los seres racionales, entre 
los cuales se encuentran los catecúmenos y los griegos que todavía 
no creen; el Espíritu Santo, en fin, se halla tan solo en aquellos que 
han participado de El por el don del bautismo Si peca, en cambio, 
quien ha sido bautizado, tal transgresión, dice, va dirigida contra el 
Espíritu Santo, ya que ha pecado en su presencia.".
........................

Atanasio-san, _Epist-a-Serapión I,30.32:


"Pues donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde 
está éste, también está su eficacia: Es lo que enseña Pablo: 'La 
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la caridad de Dios y la 
comunicación del Espíritu Santo esté con todos vosotros'. La gracia 
o don dado en la Trinidad, es dada por el Padre, mediante el Hijo 
en el Espíritu Santo. Participando de aquélla, por tanto, tenemos la 
caridad del Padre, la gracia del Hijo y la comunicación del Espíritu 
Santo Es, pues, evidente por el unánime testimonio de las Sagradas 
Escrituras, que el Espíritu Santo no es una creatura, sino el Espíritu 
propio del Logos y del Padre. Así lo enseña la doctrina de los 
santos sobre la Trinidad, siendo ésa la única fe de la Iglesia...".
........................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,22:


"El Espíritu es definido unción y sello. De hecho Juan escribía: 
(cf. 1 Jn 2,27)...; en el profeta Isaías está escrito: (cf Is 61,1); y 
Pablo dice: (cf. Ef 4,30). Las creaturas están selladas en él con un 
sello y ungidas e instruidas en cada cosa. Si el Espíritu es la unción 
y el sello con el cual el Verbo unge y sella todas las cosas...".
.......................

S. Atanasio, _Vida-de-Antonio 22,3:


"Por tanto, son necesarias la oración continua y la ascesis, para 
que aquel que recibe por obra del Espíritu el don del discernimiento 
de espíritus, pueda saber qué maquinan los demonios, cuáles de 
ellos son menos malvados y cuáles más, por qué tipo de actividad 
se interesa cada uno y cómo puede ser rechazado y alejado". 
.......................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,23-24:


"Si nosotros nos hacemos 'partícipes de la divina naturaleza' (2 
Petr 1,4) por comunicación del Espíritu, sería insensato quien 
afirmara que el Espíritu tiene una naturaleza creada y no la 
naturaleza de Dios. Pues es por El por quien son divinizados 
precisamente aquellos en quienes está El. Si El diviniza, no cabe 
duda de que su naturaleza es divina".
........................

 S. Atanasio, _Oratio-ad-Arianos 3,24:


"No es que el Hijo participe del Espíritu para que de esta manera 
poder estar también El en el Padre, ni tampoco se puede decir que 
reciba El al Espíritu, sino que más bien es El quien lo comunica a 
todos; y no es el Espíritu el que une al Verbo con el Padre, sino 
más bien el Espíritu es el que recibe del Hijo... El es el que, como se 
ha dicho, da al Espíritu, y cuanto tiene el Espíritu lo tiene del 
Verbo".
........................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,20:


"Así como el Hijo, el Verbo viviente, es uno, así también la 
actividad vital y el don con que santifica e ilumina debe ser uno, 
perfecto y completo, del cual se dice que procede del Padre, 
porque brilla y es enviado y es dado por el Verbo, quien a su vez es 
del Padre".
........................

S. Atanasio, Epist. a Serapión I,30.32:


"Pues donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde 
está éste, también está su eficacia: Es lo que enseña Pablo: 'La 
gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la caridad de Dios y la 
comunicación del Espíritu Santo esté con todos vosotros'. La gracia 
o don dado en la Trinidad, es dada por el Padre, mediante el Hijo 
en el Espíritu Santo. Participando de aquélla, por tanto, tenemos la 
caridad del Padre, la gracia del Hijo y la comunicación del Espíritu 
Santo... Es, pues, evidente por el unánime testimonio de las 
Sagradas Escrituras, que el Espíritu Santo no es una creatura, sino 
el Espíritu propio del Logos y del Padre. Así lo enseña la doctrina 
de los santos sobre la Trinidad, siendo ésa la única fe de la 
Iglesia...".
........................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,22:


"El Espíritu es definido unción y sello. De hecho Juan escribía: 
(cf. 1 Jn 2,27)...; en el profeta Isaías está escrito: (cf Is 61,1); y 
Pablo dice: (cf. Ef 4,30). Las creaturas están selladas en él con un 
sello y ungidas e instruidas en cada cosa. Si el Espíritu es la unción 
y el sello con el cual el Verbo unge y sella todas las cosas...".
........................

S. Atanasio, Vida de Antonio 22,3:


"Por tanto, son necesarias la oración continua y la ascesis, para 
que aquel que recibe por obra del Espíritu el don del discernimiento 
de espíritus, pueda saber qué maquinan los demonios, cuáles de 
ellos son menos malvados y cuáles más, por qué tipo de actividad 
se interesa cada uno y cómo puede ser rechazado y alejado". 
........................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,23-24:


"Si nosotros nos hacemos 'partícipes de la divina naturaleza' (2 
Petr 1,4) por comunicación del Espíritu, sería insensato quien 
afirmara que el Espíritu tiene una naturaleza creada y no la 
naturaleza de Dios. Pues es por El por quien son divinizados 
precisamente aquellos en quienes está El. Si El diviniza, no cabe 
duda de que su naturaleza es divina".  
........................

S. Atanasio, Oratio ad Arianos 3,24:


"No es que el Hijo participe del Espíritu para que de esta manera 
poder estar también El en el Padre, ni tampoco se puede decir que 
reciba El al Espíritu, sino que más bien es El quien lo comunica a 
todos; y no es el Espíritu el que une al Verbo con el Padre, sino 
más bien el Espíritu es el que recibe del Hijo... El es el que, como se 
ha dicho, da al Espíritu, y cuanto tiene el Espíritu lo tiene del 
Verbo".  
........................

S. Atanasio, Epístola a Serapión I,20:


"Así como el Hijo, el Verbo viviente, es uno, así también la 
actividad vital y el don con que santifica e ilumina debe ser uno, 
perfecto y completo, del cual se dice que procede del Padre, 
porque brilla y es enviado y es dado por el Verbo, quien a su vez es 
del Padre".
_________________________________________________

·Tertuliano, _Apologético 18,2:


"Porque desde el principio envió al mundo a varones dignos, por 
inocencia de justiciainundados de espíritu divino, por el que 
predicaran que Dios es único, el que creó todas las cosas, el que 
formó al hombre del humus...".

Tertuliano, Apologético 20,4:


"De ahí que también es firme entre nosotros la fe en las 
realidades futuras, como ya probadas, como preanunciadas con 
aquellas que se verifican cada día; las mismas voces resuenas, las 
mismas Escrituras anuncian, el mismo Espíritu impulsa...".

Tertuliano, Apologético 21,11.14:


"En este Espíritu está la palabra cuando pronuncia, se hace 
presente la razón cuando dispone y el poder preside cuando 
remata la obra. Afirmamos que este Espíritu ha sido proferido por 
Dios y generado por la acción de ser proferido; por lo mismo, es 
afirmado Hijo de Dios, y Dios por la unidad de substancia; pues 
también Dios es Espíritu... La carne forjada por el Espíritu se nutre, 
se desarrolla, habla, enseña, actúa y es Cristo". 

Tertuliano, Apologético 21,17:


"Con estos prodigios mostraba que El es aquel Hijo predicado en 
otro tiempo por Dios y nacido para la salvación de todos, aquel 
Verbo de Dios primordial, primogénito, acompañado de poder y de 
razón, sustentado por el Espíritu" ().
Tertuliano, Apologético 30,5:
"Estas cosas no puedo pedirlas a otro distinto del que yo sé que 
he de conseguirlas; porque él es el único que las concede y a mí 
me corresponde suplicar; a mí, que soy su siervo, el único que 
cumple sus mandamientos; a mí, que soy asesinado por su ley, que 
le ofrezco el sacrificio mejor y mayor, el sacrificio que él mismo 
mandó: una oración que procede de carne casta, de alma inocente, 
de espíritu santo". 

Tertuliano, _El-bautismo III,2; IV,1.4:


"Mira, querido, ante todo debes respetar la vertustez de las 
aguas porque son una estructura material antigua y después debes 
venerar su prestigio porque, siendo la sede del Espíritu Santo, eran 
entonces preferidas a todos los otros elementos... Santo era, sin 
duda, el Espíritu y se cernía sobre un elemento santo; se podría 
decir que el agua sostenía al Espíritu, y que de este Espíritu... que 
volaba, recibía su santidad... He aquí por qué la naturaleza de las 
aguas viene santificada por el Espíritu Santo y puede, después de 
haber sido fecundada, convertirse en principio de santificación para 
otros... de repente baja del cielo el Espíritu que se posa sobre tales 
aguas santificándolas con su presencia; las aguas naturalmente se 
santifican y se llenan de la potencia y de la capacidad de poder, a 
su vez, santificar a otros".

Tertuliano, El bautismo V,7:


"De este modo el hombre es restaurado por Dios, según la 
semejanza con él; antes existía ya según la imagen de Dios; a decir 
verdad se piensa que la imagen de Dios consista en la figura 
humana mientras que la semejanza con Dios miraría a la eternidad; 
de hecho, ahora, el hombre recibe de nuevo aquel Espíritu de Dios 
que entonces se le había infundido por el soplo divino y que él, 
después, había perdido con el pecado". 

Tertuliano, El bautismo VI,1:


"No sería exacto afirmar que precisamente en el agua recibimos 
el Espíritu Santo, más bien el agua somos purificados por medio del 
ángel y así nos preparamos para recibir el Espíritu Santo. También 
en este caso podemos encontrar una antigua prefiguración; así 
como Juan fue precursor del Señor y le preparó el camino, así el 
ángel que preside el bautismo prepara el camino al Espíritu que 
está para llegar eliminando los pecados. Pero es la fe con el sello 
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que elimina los pecados".

Tertuliano, El bautismo VI,2; VII,1; VIII,1:


"... donde están las tres personas divinas, es decir, el Padre, el 
Hijo y el Espíritu Santo, allí se encuentra la Iglesia que no es otra 
cosa que la asamblea formada al menos por tres personas... He 
aquí porque se nos llama 'christi', es decir, ungidos, y la palabra 
griega `chrisma' quiere decir precisamente unción. También el 
nombre del Señor, es decir, el nombre de Cristo, tiene la misma 
derivación lingüistica; naturalmente en el caso de Cristo se trata de 
una unción espiritual porque el fue ungido con el Espíritu por obra 
de Dios Padre, como se lee en los Hechos: 'Se reunieron en esta 
ciudad contra tu santo Hijo que tu habías ungido' (Hechos 4,27). 
...Después se impone la mano con una petición de bendición para 
invocar e invitar al Espíritu Santo". 

Tertuliano, El bautismo VIII,3.4:


"En aquel momento el Espíritu verdaderamente Santo desciende 
de buen grado del Padre para venir sobre aquellos cuerpos ya 
purificados y bendecidos; reposa sobre las aguas del bautismo 
como si reconociese en ellas su lugar originario, tanto más que 
quiere descender sobre el Señor bajo la forma de paloma -animal 
característico por la simplicidad e inocencia, y que no tiene hiel- 
para revelar cuál es la naturaleza del Espíritu Santo... La paloma, 
que es el Espíritu Santo, vuela hacia la tierra, es decir, hacia 
nuestro cuerpo que está saliendo del agua del bautismo después 
de una vida sumergida en el pecado, y trae consigo la paz de Dios, 
porque ha sido enviada del cielo donde se encuentra la Iglesia, de 
la cual el arca era una prefiguración".

Tertuliano, El bautismo X,4:


"... (Lc 3,2-3) La conversión es obra del hombre, por lo tanto 
también el bautismo de conversión debía necesariamente ser una 
obra del hombre; en caso contrario aquel bautismo si fuese algo 
que venía del cielo, habría conferido bien el Espíritu Santo bien el 
perdón de los pecados. Pero solo Dios puede perdonar los pecados 
y donar el Espíritu (cf Mc 2,7; Lc 5,21)... El mismo Señor afirmó que 
el Espíritu Santo no hubiese bajado si antes él no hubiera subido al 
Padre". 

Tertuliano, _Adversus-Prax. 4,1:


"Yo, que no hago descender sino de la sustancia del Padre al 
Hijo, quien nada hace sin la voluntad del Padre, del que recibió todo 
su poder, ¿cómo puedo en materia de fe destruir la monarquía 
(divina), la cual, confiada por el Padre al Hijo, la custodio en el Hijo? 
Estas palabras se consideren dichas también por lo que respecta a 
la tercera sucesión, puesto que no creo que el Espíritu Santo derive 
de otro sino del Padre a través del Hijo" (Tertuliano, Adv. Prax. 
4,1).

Tertuliano, Adv. Prax. 25,1:


"Después del episodio de Felipe (Jn 14,8-11), el contenido del 
(cuarto) Evangelio prolonga el mismo tipo de discurso, en el que el 
Padre y el Hijo se muestran distintos en su peculiaridad. Cristo 
promete pedir al Padre el Paráclito y enviarlo, una vez subido al 
cielo. Aquél es evidentemente otro distinto...".

Tertuliano, Adv. Prax. 30,5-31,2:


"Por lo demás, Cristo mismo enseña, que 'El tomará de lo mío' 
como yo lo he tomado del Padre. De este modo, el nexo del Padre 
en el Hijo y del Hijo en el Paráclito forma Tres en conexión estrecha. 
¡El Uno ligado con el Otro¡ Estos tres son Uno, no único, como ha 
sido dicho... Antes de venir de nuevo sobre las nubes del cielo, 
como había subido, fundió el don recibido del Padre, es decir, el 
Espíritu Santo: el tercer nombre de la Divinidad y la tercera 
secuencia de la Majestad, Predicador de una única monarquía e 
intérprete de la economía salvífica para quien haya aceptado las 
palabras de la nueva profecía, Guía para llegar a la Verdad total, 
que se encuentra en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, 
según el misterio del cristianismo... Por lo demás, es propio de la fe 
de los judíos el creer en una sola Divinidad, sin añadir a ella el Hijo 
y el Espíritu Santo...". 

Tertuliano, Adv. Prax. 31,1-2:


"El punto fundamental de la fe judía es: creer en un solo Dios 
pero rechazando el añadir el Hijo, y después del Hijo el Espíritu. 
¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros sino es ésta? ¿Cuál es 
el valor del Evangelio, cuál la substancia del Nuevo Testamento que 
conserva inalterada la ley y los profetas hasta Juan, sino el añadido 
de un Padre, Hijo y Espíritu que, Tres por la Fe, constituyen un solo 
Dios? De este modo quiso renovar el misterio de la fe, de tal modo 
que en manera nueva fuese creída su unidad por medio del Hijo y 
del Espíritu Santo, de tal modo que ya fuera claramente conocido 
con sus propios nombres y personas el que aún habiendo sido 
antaño predicado por el Hijo y el Espíritu no era comprendido de 
esa manera".

Tertuliano, Adv. Prax. 2,1-2


"Mas nosotros siempre, y ahora con mayor motivo, como mejor 
amaestrados por el Paráclito, guía de toda la verdad (Jn 16,13), 
creemos que hay un único Dios, más con esta distinción -que 
denominamos 'oikonomía'-: que se reconozca también al Hijo del 
único Dios, Verbo suyo, que procede de él mismo, por cuyo medio 
fueron hechas todas las cosas y sin el cual no ha sido hecho nada 
(Jn 1,1-3). Que éste fue enviado por el Padre a una Virgen y nació 
de ella, hombre y Dios, hijo del hombre e hijo de Dios, y fue llamado 
Jesucristo. Que padeció, murió y fue sepultado Que de allí envió al 
santificador de la fe de todos los que creen en el Padre y el Hijo y el 
Espíritu Santo". Que esta haya sido la regla desde el inicio de la 
buena nueva, también antes que todos los herejes más antiguos, 
por no hablar de Praxeas que es de ayer...  

Tertuliano, Adv. Prax. 12,1-3


"Si todavía te escandaliza el número de la Trinidad, como si no 
estuviera conexa en la unidad simple, te pregunto cómo el que es 
único y singular habla en plural: Hagamos al hombre a imagen y 
semejanza nuestra (Gen 1,26), debiendo haber dicho: Haré al 
hombre a mi imagen y semejanza, en el supuesto de ser único y 
singular. Pero también más adelante dice: He aquí que Adán se ha 
hecho como uno de nosotros (Gen 3,22), con lo que nos engaña o 
bromea, dado que siendo único y solo y singular, habla en plural. 
¿O acaso hablaba a los ángeles, como interpretan los judíos, ya 
que tampoco ellos reconocen al Hijo? ¿O acaso porque él mismo 
era Padre-Hijo-Espíritu, por eso se presentaba como plural y 
hablaba consigo en plural? En absoluto, sino porque estaba junto a 
él el Hijo, la segunda persona, su Verbo, y la tercera (persona), el 
Espíritu en el Verbo, por eso dijo en plural 'hagamos' y 'nuestra' y 
'de nosotros'. ¿Pues con quién estaba haciendo al hombre y a 
quiénes lo hacía semejante? Sin duda que con el Hijo, que había de 
revestir al hombre y con el Espíritu que había de santificar al 
hombre. Hablaba como con ministros y mediadores en razón de la 
unidad de la Trinidad". 

Tertuliano, _Adversus-Marc., V,8,4:


"En este Cristo habría de reposar toda la substancia del Espíritu, 
no como si hubiera de sobrevenirle después a él, que desde 
siempre era espíritu de Dios, incluso antes de su concepción 
carnal".

Tertuliano, Adv. Marc., V 8,4-9:


"Y ahora hablemos de dones espirituales, prometidos también 
ellos por el Cristo del Creador... Había proclamado Isaías: 'Saldrá 
un vástago de la raíz de Jesé, y una flor brotará del vástago y se 
posará sobre él es Espíritu del Señor', enumerando sucesivamente 
los aspectos: 'Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de 
prudencia y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de religión, lo llenará 
el Espíritu del temor de Dios'. En la figura de la flor muestra a 
Cristo, destinado a venir del vástago salido de la raíz de Jesé, es 
decir, de la Virgen de la estirpe de David, hijo de Jesé; Cristo, en 
quien se depositaría toda la substancia del Espíritu de Dios, no 
como si le hubiese sido añadida en un segundo tiempo... sino que, 
desde que floreciese en la carne tomada de la semilla de David, 
debería depositarse en él toda la actividad de la gracia espiritual 
Escucha cómo el apóstol dijo, que vendrían los carismas después 
que Cristo haya sido acogido en el cielo: 'El subió a la altura, (es 
decir, al cielo), hizo cautiva a la cautividad (es decir, a la muerte y a 
la esclavitud humana), dio dones a los hijos de los hombres' (es 
decir, los dones que llamamos carismas). Elegantemente se dice 'a 
los hijos de los hombres' y no 'a los hombres' en general, 
mostrando que somos nosotros los hijos de los hombres, es decir, 
de los verdaderos hombres, los Apóstoles... Por lo demás, con ello 
se cumplió la promesa del Espíritu hecha por medio del profeta 
Joel... Y, sobre todo, si el Creador prometió 'para los últimos días'... 
la gracia de su Espíritu, y Cristo, administrador de las gracias 
espirituales, apareció en 'los últimos días', es claro que esta gracia 
del Espíritu se refiere al Cristo de quien la había anunciado. 
Compara finalmente las clases del Espíritu según el Apóstol con la 
de Isaías..., y verás que aquél concuerda con éste en la división de 
un solo Espíritu y en la interpretación de varios tipos. Puedo, pues, 
afirmar, que quien parangonó la unidad de nuestro cuerpo -en la 
diversidad de sus miembros- a un 'Cuerpo' de diversos carismas, 
muestra que el Señor del cuerpo humano es el mismo que posee el 
Espíritu Santo...". 

Tertuliano, _de-praescr. 22,7-8:


"(El Señor) dijo: 'Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero 
no podéis con ello ahora', añadió: 'Cuando venga el Espíritu de 
Verdad os guiará hasta la Verdad total', mostrando con ello que no 
habían obtenido toda verdad gracias al Espíritu de Verdad, según 
su promesa. Y sobre todo cumplió la promesa, puesto que los 
Hechos de los Apóstoles atestiguan el descenso del Espíritu Santo. 
Quienes no aceptan esta Escritura, tampoco pueden pertenecer al 
Espíritu Santo, pues no son capaces de entender que éste fue 
enviado a los apóstoles. Y ni siquiera pueden sostener de ser la 
Iglesia quienes no pueden mostrar cuándo y en qué cuna se ha 
desarrollado este Cuerpo...".

Tertuliano, de praescr. 8,14-15:


"Dado que al final les encargó que fuesen a enseñar y bautizar a 
los pueblos, habían de recibir enseguida al Espíritu Santo Paráclito 
que había de encaminarlos hacia toda verdad -también esto sirve 
para lo que estamos diciendo. Porque si los mismos apóstoles que 
estaban destinados como doctores para las naciones habían de 
recibir como doctor al Paráclito, con mayor razón las palabras 
'buscad y encontraréis' no podían ir dirigidas a nosotros ya que la 
doctrina nos había de llegar por medio de los apóstoles y a los 
apóstoles por medio del Espíritu Santo'.

Tertuliano, Adv. Marc., III,23,2:


"Porque el Señor de los ejércitos retiró de Judea y de Jerusalén, 
entre otras cosas, al profeta y al sabio arquitecto, a saber, el 
Espíritu Santo que construye la Iglesia, esto es, el templo, la casa y 
la ciudad de Dios". 

Tertuliano, _de-anima 11,4:


"Porque aunque Adán profetizó enseguida aquel magno 
sacramento relativo a Cristo y a su Iglesia: 'Esto es ahora hueso de 
mis huesos y carne de mi carne; por esto el hombre dejará a su 
padre y a su madre y se unirá estrechamente a su mujer y serán 
dos en una sola carne' (Gen 2,23-24; Ef 5,31-32), eso le sucedió 
por la irrupción del Espíritu, sobrevínole un éxtasis, la fuerza del 
Espíritu Santo, fuerza que capacita para profetizar".

Tertuliano, Adv. Marc., IV,28,2:


"El profeta Balaam, según se narra en el libro de los Números, 
hecho venir por el rey Balac para que maldijese a Israel (cf. Num 
22,6), contra quien estaba a punto de entablar combate, quedó 
lleno entonces del Espíritu Santo, y pronunció no la maldición para 
la que había venido, sino la bendición que el Espíritu le sugería en 
aquel instante (cf. Num 23,5-10), tal como ya antes había 
anunciado a los enviados del rey y seguidamente al mismo rey, que 
él solamente profetizaría lo que Dios le pusiese en la boca (cf Num 
22,8.19.35,38)".

Tertuliano, de praescr. 28, 1-4:


"Supongamos que todas las iglesias hayan caído en el error; que 
el mismo Apóstol se haya equivocado al dar testimonio en favor de 
algunas. Resulta, entonces, que el Espíritu Santo no ha tenido 
cuidado de ninguna para conducirla a la verdad, aunque para esto 
había sido enviado por Cristo, para esto había sido pedido al 
Padre, para que fuera doctor de la verdad. No ha cumplido su 
deber el mayordomo de Dios, el vicario de Cristo, sino que ha 
dejado que las iglesias entiendan a veces otra cosa, y crean otra 
cosa que lo que él mismo predicaba por medio de los apóstoles. 
¿Es verosímil realmente que tantas y tan importantes iglesias hayan 
andado por el camino del error para encontrarse finalmente en una 
misma fe? Muchos sucesos independientes no llevan a un resultado 
único. El error doctrinal de las iglesias debiera haber llevado a la 
diversificación. Pero sea lo que fuere, cuando entre muchos se 
aprecia unanimidad, ésta no viene del error, sino de la tradición. 
¿Quién tendrá la audacia de decir que se equivocaron los autores 
de esta tradición". 

Tertuliano, _Adversus-Iudaeos X,19:


"... Y de hecho después de la pasión de Cristo le tocó en suerte 
también la prisión y la dispersión, pronunciada por obra del Espíritu 
Santo".

Tertuliano, Adv. Iudaeos XIII,15-16:


"Sin lugar a dudas no acogiendo a Cristo, fuente del agua de la 
vida, comenzaron a tener cisternas agujereadas, es decir, 
sinagogas para la dispersión de las gentes, en las cuales jamás se 
detiene el Espíritu Santo, como en el pasado se paraba en el 
templo antes de la venida de Cristo que es el verdadero templo de 
Dios. Y que ellos habían sufrido la sed del Espíritu Santo lo 
pronuncia el profeta diciendo: (Is 65,13-15)...". 
........................

Del tratado de Tertuliano, presbítero, sobre la oración (Caps. 


28-29: CCL 1, 273-274):
La oración es el sacrificio espiritual que abrogó los antiguos 
sacrificios. ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? 
-dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa 
de cebones; la sangre de toros, corderos y machos cabríos no me 
agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? Lo que Dios desea, 
nos lo dice el evangelio: Se acerca la hora -dice- en que los que 
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. 
Porque Dios es espíritu, y desea un culto espiritual.
Nosotros somos, pues, verdaderos adoradores y verdaderos 
sacerdotes cuando oramos en espíritu y ofrecemos a Dios nuestra 
oración como una víctima espiritual, propia de Dios y acepta a sus 
ojos.
Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la 
fe, nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, íntegra y pura, 
coronada por el amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios, 
entre salmos e himnos, acompañada del cortejo de nuestras 
buenas obras, seguros de que ella nos alcanzará de Dios todos los 
bienes.
¿Podrá Dios negar algo a la oración hecha en espíritu y verdad, 
cuando es él mismo quien la exige? ¡Cuántos testimonios de su 
eficacia no hemos leído, oído y creído!
Ya la oración del antiguo Testamento liberaba del fuego., de las 
fieras y del hambre, y, sin embargo, no había recibido aún de Cristo 
toda su eficacia.
¡Cuanto más eficazmente actuará, pues, la oración cristiana! No 
coloca un ángel para apagar con agua el fuego, ni cierra las bocas 
de los leones, ni lleva al hambriento la comida de los campesinos, ni 
aleja, con el don de su gracia, ningún sufrimiento; pero enseña la 
paciencia y aumenta la fe de los que sufren, para que comprendan 
lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre.
En el pasado, la oración alejaba las plagas, desvanecía los 
ejércitos de los enemigos, hacía cesar la lluvia. Ahora, la verdadera 
oración aleja la ira de Dios, implora a favor de los enemigos, suplica 
por los perseguidores. ¿Y qué tiene de sorprendente que pueda 
hacer bajar del cielo el agua del bautismo, si pudo también impetrar 
las lenguas de fuego? Solamente la oración vence a Dios; pero 
Cristo la quiso incapaz del mal y todopoderosa para el bien.
La oración sacó a las almas de los muertos del mismo seno de la 
muerte, fortaleció a los débiles, curó a los enfermos, liberó a los 
endemoniados, abrió las mazmorras, soltó las ataduras de los 
inocentes. La oración perdona los delitos, aparta las tentaciones, 
extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a los 
magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde 
a los ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los 
caídos, sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en 
pie.
Los ángeles oran también, oran todas las criaturas, oran los 
ganados y las fieras, que se arrodillan al salir de sus establos y 
cuevas y miran al cielo, pues no hacen vibrar en vano el aire con 
sus voces. Incluso las aves, cuando levantan el vuelo y se elevan 
hasta el cielo, extienden en forma de cruz sus alas, como si fueran 
manos, y hacen algo que parece también oración.
¿Qué más decir en honor de la oración? Incluso oró el mismo 
Señor, a quien corresponde el honor y la fortaleza por los siglos de 
los siglos. 
_________________________________________________

·Novaciano, _La-Trinidad VIII,41.42:


"... introdujo en la tierra de la promesa a los descendientes de 
los patriarcas, instruyó a los profetas con el Espíritu y por medio de 
todos ellos prometió enviar a Cristo, su Hijo, y lo envió cuando 
había prometido darlo. Por medio del cual quiso dársenos a 
conocer y derramó sobre nosotros la abundancia de su 
misericordia, dando a los pobres y a los menesterosos de la riqueza 
de su Espíritu...".

Novaciano, La Trinidad, XXIX, 163-168:


"Mas el desarrollo lógico de nuestra exposición y la autoridad de 
la fe, una vez expuestas ordenadamente las palabras y los escritos 
del Señor, nos exhorta después de todo esto a creer también en el 
Espíritu Santo, antaño prometido a la Iglesia y donado en el 
momento oportuno prefijado. En efecto, el Espíritu fue prometido 
por medio del profeta Joel, pero fue dado por medio de Cristo: 'En 
los últimos días, dice, derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y 
mis siervas' (Joel 2,28). Pero el Señor dice: 'Recibid el Espíritu 
Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados, 
y a los que se los retengáis les serán retenidos' (Jn 20,22-23). A 
este mismo Espíritu Santo Cristo el Señor una veces lo llama 
Paráclito, y otras afirma que es el Espíritu de la verdad. El cual no 
es nuevo en el Evangelio, pero ha sido dado de manera nueva. En 
efecto, este mismo por medio de los profetas acusó al pueblo, y por 
los apóstoles ofreció sus asistencia a los gentiles. Porque aquéllos 
que merecían la acusación, ya que habían despreciado la ley y, por 
el contrario, aquellos que viniendo de la gentilidad creen, merecen 
ser ayudados con el patrocinio del Espíritu, ya que desean 
ardientemente llegar a la ley del Evangelio... Por tanto, un mismo e 
idéntico Espíritu actúa en los profetas y en los apóstoles, salvo que 
en aquéllos eventualmente, y en éstos siempre. Por lo demás, allí 
no con el propósito de estar en ellos siempre, en éstos para morar 
siempre en ellos. Y allí distribuido limitadamente, aquí en una total 
efusión: allí otorgado con parsimonia, aquí concedido con largueza. 
Sin embargo, no se manifestó antes de la resurrección del Señor, 
sino que fue donado por medio de la resurrección de Cristo. En 
efecto, decía: 'Rogaré al Padre y os daré otro abogado para que 
permanezca con vosotros eternamente, el Espíritu de la verdad' (Jn 
14,16-17)...Y dado que el Señor se iba a marchas al cielo, 
oportunamente daba a los discípulos el Paráclito para no dejarlos 
en cierto modo huérfanos, lo que no convenía en absoluto, y para 
no abandonarlos sin protector y, por así decirlo, sin tutor. Este es el 
que fortaleció sus corazones y sus inteligencias; el que aclaró los 
misterios del evangelio; el que iluminó en ellos las realidades 
divinas y robustecidos por él no temieron cadenas ni cárceles por el 
nombre del Señor. Más aún, incluso pisotearon los poderes del 
mundo y sus tormentos, armados y fortalecidos ya por medio de él, 
poseyendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu reparte 
y distribuye como ornato para la Iglesia esposa de Cristo. En efecto, 
éste es el que suscita profetas en la Iglesia, enseña a los maestros, 
confiere el don de lenguas, realiza prodigios y curaciones, opera 
obras maravillosas, da el discernimiento de los espíritus, da el 
poder de gobierno, sugiere los consejos y organiza y distribuye 
cualquier otro don carismático. De este modo hace a la Iglesia del 
Señor perfecta y acabada en todo y por todo. Este es el que en 
forma de paloma, después que Cristo fue bautizado, vino y 
permaneció sobre él, habitando plena y totalmente sólo en Cristo, 
sin merma de cantidad o parte alguna, sino dado y enviado 
concentradamente con toda su superabundancia, de suerte que 
todos los demás puedan obtener de él un cierto disfrute de gracias, 
quedando en Cristo de modo permanente la fuente de todo el 
Espíritu Santo, para que de él fluyeran los ríos de los dones y de 
las obras (maravillosas), mientras el Espíritu Santo habita 
sobreabundantemente en Cristo. De hecho, esto lo decía ya Isaías 
al profetizar...". 

Novaciano, La Trinidad XXIX,169-171; XXX,173:


"Este es el que de las aguas opera un segunda nacimiento, 
siendo como semillas de generación divina y consagrante del 
nacimiento celeste, prenda de la herencia prometida y especie de 
garantía escrita para la salvación eterna. El nos hace templo de 
Dios y nos convierte en morada suya. El interpela en favor nuestro 
los oídos divinos con gemidos indecibles, cumpliendo sus deberes 
de abogado y manifestando la tarea de su defensa, dado como 
inhabitante de nuestros cuerpos y como realizador de la santidad. 
Actuando así en nosotros, conduce nuestros cuerpos hacia la 
eternidad y la resurrección de la inmortalidad, mientras por sí mismo 
los va acostumbrando a mezclarse con la potencia celeste y a 
asociarse con la divina eternidad del Espíritu Santo. En efecto, en él 
y por él se instruye a nuestros cuerpos a progresar hacia la 
inmortalidad, mientras aprenden a moderarse con templanza 
conforme a sus mandamientos. Este es el que expresa deseos 
contra la carne, ya que la carne se resiste contra él. Este es el que 
refrena las concupiscencias insaciables, doma los deseos 
inmoderados, apaga los ardores ilícitos, domina los impulsos 
ardientes, rechaza las embriagueces, reprime la avaricia, evita las 
bacanales, anuda los vínculos de la caridad, estrecha los afectos, 
rechaza las sectas, aclara la regla de la Verdad, refuta los herejes, 
expulsa a los malos y custodia los evangelios... Nadie que se 
encuentre en el ámbito del Espíritu jamás dice: 'Anatema sea 
Jesús', nadie ha negado a Cristo como Hijo de Dios o ha rechazado 
al Dios Creador, nadie pronuncia palabra alguna contra las 
Escrituras, nadie establece principios distintos y sacrílegos, nadie 
prescribe normas diversas. Quien contra él blasfeme, no tendrá 
perdón, no sólo en este siglo, pero ni siquiera en el futuro... Y lo 
que hemos dicho brevemente acerca del Padre y del Hijo y del 
Espíritu Santo, lo hemos expuesto de modo conciso y ha quedado 
desarrollado en una nada amplia disertación".

SAN HILARIO
La-Trinidad II, 31-34:
"Hay que considerar diligentemente de qué manera y por qué 
razón se dijo lo que leemos en el Evangelio: `Porque Dios es 
Espíritu' (Jn 4,24), pues toda afirmación se hace por algún motivo, y 
por ello su sentido se deberá explicar a partir de la razón por la que 
se hace, no sea que porque el Señor haya dado la respuesta: 'Dios 
es Espíritu', se vaya a negar con el nombre del Espíritu Santo la 
posesión y el don del mismo... Para los que van a adorar en el 
Espíritu al Dios Espíritu, el primero tendrá una función, el segundo 
recibirá el honor, porque no es el mismo aquel que ha de ser 
adorado y aquel en el que se adora. Por lo tanto, el que se haya 
dicho: 'Dios es Espíritu', no elimina ni el nombre ni el don del 
Espíritu Santo... Así se ha manifestado claramente la naturaleza del 
don y de aquel a quien se rinde el honor, puesto que Jesús enseñó 
que el Dios Espíritu ha de ser adorado en el Espíritu; mostró así la 
libertad y el conocimiento de los que adoran a Dios y la infinitud del 
que es adorado, ya que el Dios Espíritu es adorado en el Espíritu. 
Semejantes a éstas son también las palabras del Apóstol: 'El Señor 
es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad' (2 
Cor 3,17). Para hacer comprensible el significado de la frase ha 
distinguido entre el que es (Espíritu) y el que es (el Espíritu) de 
aquél, pues no es lo mismo poseer que ser poseído ni significa lo 
mismo 'él' que 'de él'. Así, al decir: 'El Señor es Espíritu', muestra su 
naturaleza infinita; cuando añade: 'Donde está el Espíritu del Señor 
allí está la libertad', indica a aquel que es de Dios. Porque el Señor 
es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. 
No se han dicho estas cosas porque hubiera necesidad, sino para 
que no quedara nada oscuro. Pues el Espíritu Santo es uno solo en 
todas partes, él es el que ha iluminado a todos los patriarcas, 
profetas y todo el coro de la ley; ha inspirado también a Juan en el 
seno de su madre, ha sido dado después a los apóstoles y a los 
demás creyentes para que conozcan la verdad que les ha sido 
concedida. Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del 
Espíritu Santo en nosotros (Jn 16,12-17; 14,16; 16,14)... Estas 
cosas, sacadas de muchos lugares, se han dicho para abrir el 
camino a la comprensión: en ellas se contiene la voluntad del 
donante, y el sentido y las características del don; puesto que 
nuestra debilidad no es capaz de entender ni al Padre ni al Hijo, el 
don del Espíritu, con su función intercesora, ilumina nuestra difícil fe 
en la encarnación de Dios. De lo anterior se sigue que debamos 
escuchar ahora al Apóstol, que explica el poder y la función de este 
don. Pues dice (Rom 8,14; 1 Cor 12,3; 12,4-11)... Tenemos, por 
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué 
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su 
poder". 

S. Hilario, la Trinidad II,35:


"Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta 
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran 
manera, pues el Apóstol, como ya antes hemos mostrado, dice: 
'Pero nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el 
Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que nos ha 
sido dado por Dios' (1 Cor 2,12). Recibimos, por ende, el Espíritu 
para poder conocer. Así como el cuerpo humano sería inútil si le 
faltaran los estímulos en virtud de los cuales funciona..., igualmente, 
la mente humana, si no ha recibido, por medio de la fe, el don del 
Espíritu, tendrá la posibilidad de entender la naturaleza de Dios, 
pero le faltará la luz del conocimiento. El don que está en Cristo, 
siendo uno, está en su totalidad a disposición de todos. Y ya que no 
falta en ninguna parte, se da en la medida en que cada uno lo 
quiere recibir, habita en nosotros en la medida en que cada uno 
quiera merecerlo. Este don estará con nosotros hasta el fin del 
mundo, es el consuelo de nuestra espera; en la acción de sus 
dones es la prenda de la esperanza futura, la luz de nuestras 
mentes, el esplendor de nuestras almas. Este Espíritu Santo ha de 
ser pedido, ha de ser merecido, y después ha de ser conservado 
con el fiel cumplimiento de los divinos preceptos".

·Hilario-san, _Comentario-ev-Mateo, 9,6:


"En la imagen de la mujer (cf. Mat 9,20-22) se concede la 
salvación a los publicanos y pecadores. Esta mujer, saliendo al 
encuentro del Señor que pasaba, confía que con sólo tocar el 
vestido del Señor quedaría curada de su flujo de sangre, a saber: 
que estaba manchada con la suciedad de su cuerpo y deshecha 
por la inmundicia de un vicio oculto se apresura a tocar con fe la 
fimbria del vestido, es decir, (se apresura) a alcanzar en compañía 
de los apóstoles el don del Espíritu Santo que como una orla sale 
del cuerpo de Cristo y enseguida queda sana. De este modo la 
salvación mientras se ofrece a uno se da a otra, cuya fe y 
constancia alabó el Señor, porque lo que estaba preparado para 
Israel, lo arrebató el pueblo de los gentiles".  

S. Hilario, _Tratado-salmos 132:


"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos 
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea 
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace 
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes 
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan 
importante: 'En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían 
lo mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: 
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un 
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de 
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único" . 

S. Hilario, la Trinidad XII,57:


"...que siempre me conserve fiel a lo que confesé en el símbolo 
de mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, el Hijo y el 
Espíritu Santo; es decir, que te adore a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, 
juntamente contigo, y que merezca tu Espíritu Santo, que procede 
de ti por medio de tu unigénito...".

S. Hilario, la Trinidad I,21:


"Después de la exposición de este primer libro, el siguiente 
enseña el misterio de la generación divina, de modo que los que 
han de ser bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo no ignoren la realidad de los nombres y no 
confundan con palabras su recta inteligencia, sino que comprendan 
con claridad a cada uno de ellos como en realidad es y como es 
llamado; y han de conocer con certeza, a partir de lo que se dice, 
que ni su realidad es la de un nombre ni éste deja de expresar lo 
verdadero".

S. Hilario, la Trinidad II,29:


"Acerca del Espíritu Santo, no debemos mantenernos en silencio, 
aunque tampoco es necesario hablar. Pero no podemos callar a 
causa de aquellos que lo ignoran; aunque no sería necesario 
hablar de aquel que ha de ser confesado como procedente del 
Padre y del Hijo. Ciertamente, pienso que no ha de tratarse acerca 
de su existencia, pues existe, ya que es dado, es recibido, es 
poseído. Y el que está unido a la confesión del Padre y del Hijo no 
puede separarse en la confesión del Padre y del Hijo. No tenemos 
un todo perfecto si le falta algo... (Gal 4,6; Ef 4,30; 1 Cor 2,12; Rom 
8,9.11). Luego, puesto que existe, es dado, es poseído y es de 
Dios, cesa la habladuría calumniosa...". 

S. Hilario, la Trinidad II,29:


"... Nada se echará en falta en una perfección tan grande, en la 
cual, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se hallan la inmensidad 
en el terno, la revelación en la imagen, el gozo en el don. Pero por 
los errores de los herejes y blasfemos, nos vemos obligados a 
hacer lo que no es lícito, a escalar lo escarpado, a hablar de lo 
inefable, a atrevernos a lo prohibido. Y aunque hubiera sido más 
conveniente cumplir con la sola fe lo que está ordenado, es decir, 
adorar al Padre, venerar con él al Hijo y tener en abundancia al 
Espíritu Santo, nos vemos obligados a ampliar nuestro humilde 
lenguaje hasta hablar de las cosas que son inexpresables; a causa 
del error ajeno, nos encontramos forzados a exponernos al error, 
de modo que aquello que hubiera tenido que quedar oculto en la 
devoción de nuestros corazones, ahora ha de ser sometido a los 
peligros del lenguaje humano"... Pues no es posible que en el 
Padre no exista la paternidad, ni que le falte al Hijo la filiación, ni 
que no sea propio del Espíritu Santo el ser recibido por nosotros... 
niegan al Padre cuando privan al Hijo de la verdadera filiación, 
desconocen al Espíritu Santo cuando ignoran su posesión por 
nosotros y a aquel de quien proviene" (S. Hilario, La Trinidad II,1-4) 

S. Hilario, la Trinidad VIII,25-26:


"Pero también con la expresión 'Espíritu de Dios' se designa al 
Espíritu Paráclito; y no solamente lo garantizan los profetas, sino 
también los apóstoles, cuando se dice: (Hechos 2,16ss.)... Y se 
enseña que todo esto se cumplió en los apóstoles cuando, después 
de ser enviado el Espíritu Santo, todos hablaron en las lenguas de 
los gentiles... Y si se comprende que, por medio del Espíritu Santo, 
está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser reconocido como 
Espíritu de Cristo...". 

S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 22,1:


"Preparó a los profetas que son algo así como un lagar, en los 
que se vertería por decirlo así la abundancia del Espíritu Santo 
bullendo como el mosto".

S. Hilario, Tratado sobre los salmos 118:


"El profeta habla en virtud del Espíritu de aquél, que una vez que 
haya asumido un cuerpo había de hablar después".

S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 11,1.6:


"Juan detenido en la cárcel, ignora al Señor y tan gran profeta no 
conoce a su Dios (cf Mt 11,2-3). Y sin embargo, como precursor 
había anunciado al que había de venir, como profeta lo había 
reconocido cuando lo tenía delante y como confesor lo había 
venerado cuando estaba ya actuando. ¿Cómo pudo introducirse 
subrepticiamente el error en su tan múltiple y amplio conocimiento? 
Además, el posterior testimonio que de él hizo el Señor (cf Mt 11,9) 
no permite que se juzgue así. Realmente no es posible creer que la 
gloria del Espíritu Santo faltase al que estaba en la cárcel, cuando 
estaba dispuesto a comunicar la luz de su fuerza a los apóstoles 
cuando estuvieran encarcelados... El Señor muestra toda la gloria 
de Juan, al decir que era más que profeta, porque sólo a él le cupo 
en suerte profetizar y ver a Cristo".

S. Hilario, Tratado sobre los salmos 138,21:


"Cuando dice: A dónde iré lejos de tu espíritu (Salmo 138,7) 
indica el tiempo aquel en que él como espíritu y antes de asumir al 
hombre permaneció en el espíritu de la gloria paterna. En efecto, el 
que es espíritu no puede ir a ninguna parte lejos del espíritu".

S. Hilario, La Trinidad IX,3:


"El mismo peligro hay en negar que Cristo sea Dios en cuanto 
que es espíritu, como en negar que sea carne de nuestro cuerpo". 

S. Hilario, Comentario al evangelio de S. Mateo 2,6:


"En él quedan también patente la economía del misterio celeste. 
En efecto, una vez que se hubo bautizado y se abrieron las puertas 
del cielo, el Espíritu Santo es enviado y conocido visiblemente bajo 
el aspecto de una paloma, y de este modo queda bañado por la 
unción del amor paterno. Después una vez que venía del cielo se 
expresa así: 'Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy' (Lc 3,22; 
Salmo 2,7). Por medio de la voz y de la visión queda designado 
como Hijo de Dios y al pueblo infiel y desobediente a los profetas se 
envía de parte de su Señor el testimonio de la visión y de la 
palabra, para que por aquello mismo que se estaba realizando en 
Cristo conociéramos al mismo tiempo que, después del bautismo, el 
Espíritu vuela hacia nosotros desde los cielos y que quedamos 
bañados en la unción de la gloria celeste y que nos convertimos en 
hijos de Dios por la adopción de la voz del Padre, dado que la 
verdad ha prefigurado, por los mismo efectos de los hechos, la 
imagen del misterio así preparado para nosotros". 

Hilario, La Trinidad I,36:


"...pues, una vez hayamos rechazado las blasfemias de las 
enseñanzas corrompidas que también se dan acerca del Espíritu 
Santo, la autoridad apostólica y evangélica conservará entero e 
incontaminado en la confesión de la fe salvadora el misterio de la 
Trinidad que nos regenera. Y ya nadie se atreverá, con una 
doctrina fundada en razonamientos humanos, a contar entre las 
criaturas al Espíritu de Dios que tenemos que recibir como prenda 
de inmortalidad y para llegar a la comunión con la naturaleza divina 
e incorruptible".

Hilario, La Trinidad II,4:


"...Y así deshacen la verdad de este perfecto misterio inventando 
una diversidad de sustancias donde reina una tan grande 
comunión: niegan al Padre cuando privan al Hijo de la verdadera 
filiación, desconocen al Espíritu Santo cuando ignoran su posesión 
por nosotros y a aquel de quien proviene".

Hilario, La Trinidad XII,55-57:


"Me parece poco negar con mi fe y mi palabra que mi Señor y 
Dios, tu unigénito Cristo Jesús, sea una criatura. Tampoco toleraré 
que se aplique este nombre a tu Espíritu Santo, salido de ti y 
enviado por medio de tu Hijo. Grande es la reverencia que tengo 
por tus cosas... Según el Apóstol, tu Espíritu Santo investiga y 
conoce tus profundidades, y como intercesor ante ti a favor mío, te 
dice lo que yo no sería capaz de explicar; ¿y yo voy no sólo a 
definir, sino incluso a ofender con el nombre de criatura la potencia 
de la naturaleza que posee, que procede de ti por medio de tu 
unigénito?... No hay ningún límite para el Espíritu, que habla 
cuando quiere, lo que quiere y donde quiere tampoco diré nada 
acerca de tu Espíritu Santo, sino sólo que es tu Espíritu. No quiero 
una inútil lucha de palabras, sino la confesión constante de una fe 
inamovible... Conserva, te ruego, inmaculado el sentimiento de mi fe 
y dame, hasta el momento de la partida de mi espíritu, estas 
palabras que expresan mi convicción, para que siempre me 
conserve fiel a lo que confesé en el símbolo de mi regeneración, 
cuando fui bautizado en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; es 
decir, que te adore a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, juntamente 
contigo, y que merezca tu Espíritu Santo, que procede de ti por 
medio de tu unigénito" . 

Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:


"...Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en 
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más 
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu 
Santo, Cristo está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser 
reconocido como Espíritu de Cristo... Pues si no quieres admitir que 
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es 
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos 
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto. 
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra 
fe...y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de Cristo 
y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único 
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa 
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor 
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo 
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las 
cosas ".  

Hilario, La Trinidad II,33-35:


"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu 
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que 
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me 
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez: 
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito. 
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi 
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para 
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena. 
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os 
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo 
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares, 
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se 
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características 
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al 
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora, 
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios Tenemos, por 
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué 
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su 
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta 
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran 
manera Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer". 

Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:


"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc 
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos 
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu 
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira 
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por 
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar 
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6), 
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente 
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca Dios omnipotente y 
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro 
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al 
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu 
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del 
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu 
Santo, no haría temido la tortura".

Hilario, Tratado sobre los Salmos 132


"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos 
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea 
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace 
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes 
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan 
importante: `en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo 
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: 
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un 
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de 
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".

Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:


"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya 
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen 
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías El alude a 
la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a 
propósito del Señor: `El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11), 
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de 
esperar la perfección del fuego del juicio Jesucristo tenía una 
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para 
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra 
salvación Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de 
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu 
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la 
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la 
adopción de la voz del Padre En el momento de la pasión, en la 
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran 
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se 
había realizado. 

Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:


"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc 
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos 
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu 
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira 
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por 
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar 
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6), 
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente 
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca Dios omnipotente y 
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro 
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al 
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu 
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del 
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu 
Santo, no haría temido la tortura"

Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:


"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos 
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea 
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace 
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes 
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan 
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo 
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: 
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un 
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de 
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".

Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:


"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya 
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen 
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías El alude a 
la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a 
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11), 
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de 
esperar la perfección del fuego del juicio Jesucristo tenía una 
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para 
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra 
salvación Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de 
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu 
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la 
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la 
adopción de la voz del Padre En el momento de la pasión, en la 
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran 
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se 
había realizado. 

Hilario, Comentario a Mateo XVI,8.9; XVII,3:


"El manda a los discípulos que no diga a nadie que él es Cristo. 
Era necesario que otros fuesen testigos de su Espíritu, es decir la 
Ley y los profetas, mientras que tocaba a los apóstoles ser testigos 
de la resurrección. Y dado que ha sido mostrado la 
bienaventuranza de aquellos que reconocen a Cristo en el Espíritu, 
viene, a su vez, manifestado el peligro de aquellos que niegan su 
humildad y su pasión... Así como es un don reconocer a Cristo 
como Dios en el Espíritu, así también es obra del diablo no 
reconocer a Cristo en el hombre... Ciertamente Dios, en la 
eternidad del Espíritu, no tiene un cuerpo de esta carne, pero Cristo 
por la salvación del hombre se encarnó en un cuerpo que ha 
asumido del hombre... De hecho le había visto débiles al oír su voz: 
ellos habrían sido testigos de hechos espirituales solo cuando 
habían de estar llenos del Espíritu Santo". 

Hilario, Comentario a Mateo XVI,8.9; XVII,3:


"El manda a los discípulos que no diga a nadie que él es Cristo. 
Era necesario que otros fuesen testigos de su Espíritu, es decir la 
Ley y los profetas, mientras que tocaba a los apóstoles ser testigos 
de la resurrección. Y dado que ha sido mostrado la 
bienaventuranza de aquellos que reconocen a Cristo en el Espíritu, 
viene, a su vez, manifestado el peligro de aquellos que niegan su 
humildad y su pasión... Así como es un don reconocer a Cristo 
como Dios en el Espíritu, así también es obra del diablo no 
reconocer a Cristo en el hombre... Ciertamente Dios, en la 
eternidad del Espíritu, no tiene un cuerpo de esta carne, pero Cristo 
por la salvación del hombre se encarnó en un cuerpo que ha 
asumido del hombre... De hecho le había visto débiles al oír su voz: 
ellos habrían sido testigos de hechos espirituales solo cuando 
habían de estar llenos del Espíritu Santo". 

Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:


"... Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en 
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más 
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu 
Santo, Cristo está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser 
reconocido como Espíritu de Cristo... Pues si no quieres admitir que 
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es 
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos 
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto. 
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra 
fe... y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de 
Cristo y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único 
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa 
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor 
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo 
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las 
cosas ".

Hilario, La Trinidad II,33-35:


"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu 
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que 
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me 
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez: 
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito. 
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi 
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para 
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena. 
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os 
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo 
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares, 
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se 
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características 
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al 
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora, 
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios... Tenemos, por 
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué 
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su 
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta 
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran 
manera... Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer...". 

Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:


"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc 
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos 
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu 
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira 
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por 
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar 
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6), 
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente 
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca... Dios omnipotente y 
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro 
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al 
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu 
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del 
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu 
Santo, no haría temido la tortura...".

Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:


"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos 
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea 
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace 
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes 
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan 
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo 
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: 
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un 
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de 
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único"

Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:


"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya 
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen 
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías... El alude 
a la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a 
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11), 
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de 
esperar la perfección del fuego del juicio... Jesucristo tenía una 
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para 
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra 
salvación... Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de 
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu 
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la 
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la 
adopción de la voz del Padre... En el momento de la pasión, en la 
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran 
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se 
había realizado. 

Hilario, Comentario a Mateo IV,17.27; V,15:


"El que calumnia a alguno, lleno del Espíritu Santo,... se 
convierte en culpable delante del sanedrín de los santos y deberá 
expiar con el castigo infligido por los santos jueces el ultraje al 
Espíritu Santo... El nos llama, por una parte, a la herencia de Dios 
y, por otra, a la imitación de aquel que dispensa a los buenos y a 
los malos, mediante la venida de su Cristo, el sol y la lluvia en los 
sacramentos del bautismo y del Espíritu... En lo que sigue el Señor 
nos ha enseñado que solo la blasfemia contra el Espíritu no será 
perdonada, mientras que Dios concede el perdón por todos los 
restantes pecados. Ahora bien, el pecado contra el Espíritu consiste 
en negar a Dios la potencia de la virtud y quitar la substancia de la 
eternidad a Cristo, por medio del cual, porque Dios ha venido en el 
hombre, el hombre a su vez gustará de la condición de Dios ".

Hilario, Comentario a Mateo X,2.24.25


"Evidentemente, el Señor siente compasión por una multitud 
atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene 
esclavizada y enferma con el peso de la Ley, porque todavía no 
tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo... 
Y despojándonos del hombre viejo con sus pecados y su 
incredulidad y renovados en el cuerpo y en el alma por el Espíritu, 
debemos odiar nuestro modo de actuar según la costumbre 
inveterada e innata... Y no es digno de Cristo el que rechazando 
cargar con la porpia cruz, en la cual sufrimos, morimos, somos 
sepultados y resucitamos con él, no sigue al Señor para vivir en 
este misterio de fe mediante la novedad del Espíritu. 

S. Hilario, Comentario a Mateo XXI,4:


"Con la paloma nosotros significamos, con el ejemplo de la 
profecía, al Espíritu Santo, con la silla, la cátedra sacerdotal. El, 
pues, arruina las sillas de aquellos que consideran al Espíritu Santo 
como un don vendible, para los que la función confiada por Dios se 
convierte en un comercio... No hay, con todo, que pensar que los 
judíos de la sinagoga pudiesen comprar o vender el Espíritu 
Santo".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,2:


"Esos quieren que, debido a la debilidad de la carne, la angustia 
se apegue al Espíritu, como si la encarnación hubiese contaminado, 
por la condición de su debilidad, la potencia de esta substancia 
incorruptible, y la eternidad hubiese asumido la naturaleza de la 
fragilidad".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXVII,4:


"El esposo y la esposa representan a nuestro Señor Dios en el 
cuerpo: como el Espíritu es un esposo para la carne, así también la 
carne es una esposa para el Espíritu (cf. Tertuliano, de resurrect., 
63,1)".

S. Hilario, Comentario a Mateo III,3:


"El mismo, de hecho, que era no solo hombre sino también Dios, 
a pesar de abstenerse del alimento del hombre hasta el día de la 
tentación, se alimentaba del Espíritu de Dios. Así muestra que se 
debe esperar encontrar el alimento de la eternidad no en este 
simple pan sino en la palabra de Dios".

S. Hilario, Comentario a Mateo X,14:


"El nos advierte todavía que cuando seamos entregados a sus 
manos no debemos preocuparnos por responder, sino que 
debemos esperar más bien lo que nos sugiere el Espíritu Santo. De 
hecho nuestra fe, atenta a todos los mandamientos de la voluntad 
divina, es instruida para saber responder". 

S. Hilario, Comentario a Mateo XII,10:


"De su profecía ahora recordamos solamente esto: que él es el 
predilecto de Dios, aquel en el que la voluntad del Padre ha 
encontrado su complacencia, aquel sobre el que se posó el Espíritu 
Santo, aquel que anuncia el juicio a los paganos".

S. Hilario, Comentario a Mateo XII,17 :


"El condena la opinión de los fariseos y la perversidad de 
aquellos que piensan como ellos mediante una rigurosisima 
discriminación, prometiendo el perdón de todos los pecados pero 
negando el perdón a la blasfemia contra el Espíritu Santo, Porque, 
si las otras palabras y las otras acciones son perdonadas con 
generosidad, no hay misericordia para aquellos que niegan la 
divinidad de Cristo... ¿Qué cosa, de hecho, es más imperdonable 
que negar a Cristo que es de Dios y privarlo de la substancia del 
Espíritu del Padre, cuando realiza todas las acciones en el Espíritu 
de Dios, cuando él mismo es el reino de los cielos y en él Dios ha 
reconciliado consigo al mundo?".

S. Hilario, Comentario a Mateo II,2:


"Advertidos en sueño, viendo el don del Espíritu Santo en los 
paganos, le transmiten a éstos últimos a Cristo, enviado a Judea 
pero proclamado vida y salvación de los paganos... El va a los 
lugares desiertos de Judea, deshabitados de la presencia de Dios 
no del pueblo, y vacíos de la habitación del Espíritu Santo (cf Rom 
8,8-11; 1 Cor 3,16) no de los hombres, para que el lugar de esta 
predicación expresase el abandono en el cual se encontraban 
aquellos a quienes se le había dirigido la predicación".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXIV,11:


"Pero porque no han querido esto, su casa será dejada desierta 
y vacía, es decir, serán indignos de la habitación del Espíritu Santo. 
Esos, de hecho, son estancia para sí mismo, no para Dios... El 
templo eterno era aquel consagrado para la habitación del Espíritu 
Santo: el hombre, es decir, el digno de llegar a ser, por medio del 
conocimiento del Hijo, la confesión del Padre, la obediencia de los 
mandamientos, una morada para Dios". 

Hilario, Comentario a Mateo IX,7:


"El mismo distribuye sus dones en el Espíritu, pero no se divide 
en partes en sus dones".

S. Hilario, Comentario a Mateo XV,10:


"Los paganos no encuentran la salvación en la Ley y en los 
profetas, pero reciben la vida por medio de la gracia del Espíritu, 
cuyo don es septiforme, como enseña Isaías. Es la fe en el Espíritu 
la que da la salvación a los paganos... Pero aferrados al origen de 
los pecados de sus cuerpos, son llamados al don del Espíritu 
septiforme... El hecho de que sean repletas siete cestos indica la 
sobreabundancia y la multiplicación del Espíritu septiforme que 
desborda de aquello que reparte y se hace siempre más rico y más 
abundante después de habernos saciado".

S. Hilario, Comentario a Mateo XI,1:


"Ni se puede creer que la gloria del Espíritu Santo le haya 
faltado, cuando estaba encarcelado, desde el momento en que el 
Espíritu Santo había proveído la luz de su potencia a los apóstoles 
en prisión".

S. Hilario, Comentario a Mateo, XXII,7:


"El hábito nupcial es la gloria del Espíritu Santo y el candor de la 
vestidura celeste que, revestida en el momento de los 
interrogatorios con una profesión de fe ortodoxa, es conservada 
inmaculada e intacta hasta la reunión del reino de los cielos".

S. Hilario, Comentario a Mateo III,1


"El haber sido conducido al desierto indica la libertad del Espíritu 
Santo que entrega su humanidad al diablo, concediéndole la 
ocasión de tentarlo y de ganárselo, ocasión que el tentador no 
habría tenido si no se le fuera estado concedida".

S. Hilario, Comentario a Mateo IV,1:


"Reunida una gran multitud, él subió a la montaña y comenzó a 
enseñar: es decir, poniéndose a la altura de la majestad paterna 
estableció los preceptos de la vida celeste. De hecho no habría 
transmitido los principios de la eternidad si no estuviese situado en 
la eternidad. Por esto se escribió: 'Abrió la boca y les enseñaba' (Mt 
5,2). Hubiese sido más sencillo decir: comenzó a hablar. Pero como 
había sido colocado en la gloria de la majestad del Padre y 
enseñaba la eternidad, por este motivo la misión desarrollada por 
su boca humana es presentada como el fruto de la obediencia a los 
movimientos del Espíritu que hablaba en él".

S. Hilario, Comentario a Mateo XIV,19:


"Aquellos que estaban presentes esperaban tocar los flecos de 
su vestido para ser curados mediante la fe. Así como los flecos de 
todo el vestido, así también la potencia del Espíritu Santo sale de 
nuestro Señor Jesucristo. Esta, transmitida a los apóstoles, los 
cuales por así decir salen del mismo cuerpo, conceden la salvación 
a todos los que desean tocarle".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,3:


"Por esto en él está la angustia del dolor, el sufrimiento del 
Espíritu unido al del cuerpo, el miedo a la muerte, de modo que 
aquel que ha podido temer la muerte pudiese también morir y aquel 
que ha podido morir, aunque si existirá en el futuro, no fuese 
todavía eterno en el pasado gracias a aquel que lo ha 
engendrado". 

S. Hilario, La Trinidad IX,73:


"Pues el Espíritu Santo, que es Espíritu de Dios, no ha tomado 
nada de las criaturas, como si pudiera parecer que ha recibido de 
ellas porque todas son de Dios. Pero todo lo que es del Padre es 
del Hijo en el sentido de que no hay que pensar que lo que el 
Espíritu recibe del Hijo, no lo recibe también del Padre, dado que 
todo lo que es del Padre ha de considerarse también del Hijo".

S. Hilario, La Trinidad VI,20-21:


"Y todos los restantes que han hablado movidos por el Espíritu 
Santo,... Por todos éstos he sido enseñado en la fe que sostengo, 
por éstos he sido instruido sin remedio. Y perdona, Dios 
omnipotente, que en esto no me pueda enmendar y que con esto 
pueda morir".
 
S. Hilario, La Trinidad II,3:
"Pues no es posible que en el Padre no exista la paternidad, ni 
que le falte al Hijo la filiación, ni que no sea propio del Espíritu 
Santo el ser recibido por nosotros".  

Hilario, La Trinidad VIII,26.32.39:


"...Y como el Espíritu de Cristo habita en nosotros, al habitar en 
nosotros el Espíritu de Cristo, no habita ningún otro Espíritu más 
que el de Dios. Y si se comprende que, por medio del Espíritu 
Santo, Cristo... está en nosotros, este Espíritu de Dios ha de ser 
reconocido como Espíritu de Cristo Pues si no quieres admitir que 
este único Espíritu de su divinidad, por el misterio del nacimiento, es 
el mismo en Dios y en el Señor, muestra qué Espíritu obra y nos 
reparte esta diversidad de dones y en qué Espíritu se realiza esto. 
Pero no podrás mostrar nada distinto de lo que pertenece a nuestra 
fe... y ya que el Espíritu de Dios es el mismo que el Espíritu de 
Cristo y en el ministerio del Señor y en la operación de Dios el único 
Espíritu obra y reparte los dones, no pueden no ser una sola cosa 
aquellos cuyas cosas propias son de uno solo. En el mismo Señor 
Hijo y en el mismo Dios Padre, uno y el mismo Espíritu, repartiendo 
lo dones en el mismo Espíritu Santo, lleva a perfección todas las 
cosas ".

Hilario, La Trinidad II,33-35


"Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu 
Santo en nosotros. Pues dice: Todavía tengo muchas cosas que 
deciros, pero no podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me 
vaya. Si me voy, os enviaré al abogado (Jn 16,12-17). Y otra vez: 
Yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu paráclito. 
El me glorificará (Jn 14,16s+16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi 
Padre, y os enviará otro abogado para que esté con vosotros para 
siempre, el Espíritu de la verdad. El os guiará a la verdad plena. 
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os 
anunciará lo que ha de venir. El me glorificará, porque tomará de lo 
mío (Jn 14,16s.+16,13s.). Estas cosas, sacadas de muchos lugares, 
se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en ellas se 
contiene la voluntad del donante, y el sentido y las características 
del don; puesto que nuestra debilidad no es capaz de entender ni al 
Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora, 
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios... Tenemos, por 
tanto, el origen de este don, tenemos sus efectos. Y no sé qué 
duda puede quedar acerca de él, si está claro su origen, su ser y su 
poder. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con tanta 
generosidad y pidamos el goce de este regalo necesario en gran 
manera... Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer...". 

Hilario, Contra el emperador Constanzo 1.4:


"No nos preocupemos por nosotros mismos (cf. Mt 6,31-34; Lc 
12,11), porque los cabellos de nuestra cabeza están todos ellos 
contados (cf. Mt 10,30). Y sigamos la verdad por medio del Espíritu 
Santo para que por el espíritu del error no creamos en la mentira 
(cf. 2 Tes. 2,11; 1 Tim. 4,1; Sant. 3,14; 1 Jn 4,6). Y muramos por 
Cristo para reinar con Cristo (cf. 2 Tim. 2,11-12). De hecho, callar 
ulteriormente es signo de incredulidad (cf. Rom. 4,20; Ef 2,2; 5,6), 
no prueba de humildad (cf. 2 Tim. 2,25), porque es igualmente 
dañoso callar siempre que no hacerlo nunca... Dios omnipotente y 
creador del universo, pero también Padre del único Señor nuestro 
Jesucristo, si al menos tú te hubieras recordado de mi edad y al 
mismo tiempo cumplir el ministerio de confesar la fe en ti y en tu 
unigénito en el tiempo de Nerón y de Decio¡ Por la misericordia del 
Señor y Dios Hijo tuyo Jesucristo, lleno de fervor en el Espíritu 
Santo, no haría temido la tortura...".

Hilario, Tratado sobre los Salmos 132:


"Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos 
conviven unidos; porque esta convivencia es fruto de la asamblea 
eclesial; se les llama hermanos porque la caridad les hace 
concordes en un solo querer. Leemos que, ya desde los orígenes 
de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan 
importante: 'en el grupo de creyentes todos pensaban y sentían lo 
mismo' (Hechos 4,32). Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: 
todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un 
solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de 
oración, todos miembros de un mismo cuerpo, que es único".

Hilario, Comentario a Mateo I,3; II,4; II,5; II,6; IV,15:


"La explicación de la generación es fácil. De hecho el que haya 
sido concebido por el Espíritu Santo y haya nacido de la Virgen 
María constituyen el cumplimiento de todas las profecías... El alude 
a la hora de nuestra salvación y de nuestro juicio, cuando dice a 
propósito del Señor: 'El os bautizará en Espíritu y fuego' (Mt 3,11), 
porque a aquellos que son bautizados en Espíritu Santo han de 
esperar la perfección del fuego del juicio... Jesucristo tenía una 
naturaleza humana completa, y por lo tanto el cuerpo, asumido para 
servir al Espíritu y ha realizado en si todo el misterio de nuestra 
salvación... Así nosotros acogemos, al mismo tiempo, a partir de 
cuanto se realiza en Cristo, que después del bautismo el Espíritu 
Santo bajó del cielo sobre nosotros, que somos penetrados por la 
unción de la gloria celeste y llegamos a ser hijos de Dios por la 
adopción de la voz del Padre... En el momento de la pasión, en la 
hora misma en que estaba para dejar su Espíritu, seguro del gran 
misterio que estaba en él, bebió del vinagre y afirmó que todo se 
había realizado. 

Hilario, Comentario a Mateo IV,17.27; V,15:


"El que calumnia a alguno, lleno del Espíritu Santo,... se 
convierte en culpable delante del sanedrín de los santos y deberá 
expiar con el castigo infligido por los santos jueces el ultraje al 
Espíritu Santo... El nos llama, por una parte, a la herencia de Dios 
y, por otra, a la imitación de aquel que dispensa a los buenos y a 
los malos, mediante la venida de su Cristo, el sol y la lluvia en los 
sacramentos del bautismo y del Espíritu... En lo que sigue el Señor 
nos ha enseñado que solo la blasfemia contra el Espíritu no será 
perdonada, mientras que Dios concede el perdón por todos los 
restantes pecados. Ahora bien, el pecado contra el Espíritu consiste 
en negar a Dios la potencia de la virtud y quitar la substancia de la 
eternidad a Cristo, por medio del cual, porque Dios ha venido en el 
hombre, el hombre a su vez gustará de la condición de Dios ".

Hilario, Comentario a Mateo X,2.24.25


"Evidentemente, el Señor siente compasión por una multitud 
atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene 
esclavizada y enferma con el peso de la Ley, porque todavía no 
tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo... 
Y despojándonos del hombre viejo con sus pecados y su 
incredulidad y renovados en el cuerpo y en el alma por el Espíritu, 
debemos odiar nuestro modo de actuar según la costumbre 
inveterada e innata... Y no es digno de Cristo el que rechazando 
cargar con la porpia cruz, en la cual sufrimos, morimos, somos 
sepultados y resucitamos con él, no sigue al Señor para vivir en 
este misterio de fe mediante la novedad del Espíritu. 

S. Hilario, Comentario a Mateo XXI,4:


"Con la paloma nosotros significamos, con el ejemplo de la 
profecía, al Espíritu Santo, con la silla, la cátedra sacerdotal. El, 
pues, arruina las sillas de aquellos que consideran al Espíritu Santo 
como un don vendible, para los que la función confiada por Dios se 
convierte en un comercio... No hay, con todo, que pensar que los 
judíos de la sinagoga pudiesen comprar o vender el Espíritu 
Santo".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,2:


"Esos quieren que, debido a la debilidad de la carne, la angustia 
se apegue al Espíritu, como si la encarnación hubiese contaminado, 
por la condición de su debilidad, la potencia de esta substancia 
incorruptible, y la eternidad hubiese asumido la naturaleza de la 
fragilidad".

S. Hilario, Comentario a Mateo XXVII,4:


"El esposo y la esposa representan a nuestro Señor Dios en el 
cuerpo: como el Espíritu es un esposo para la carne, así también la 
carne es una esposa para el Espíritu (cf. Tertuliano, de resurrect., 
63,1)".

S. Hilario, Comentario a Mateo III,3


"El mismo, de hecho, que era no solo hombre sino también Dios, 
a pesar de abstenerse del alimento del hombre hasta el día de la 
tentación, se alimentaba del Espíritu de Dios. Así muestra que se 
debe esperar encontrar el alimento de la eternidad no en este 
simple pan sino en la palabra de Dios".

S. Hilario, Comentario a Mateo X,14


"El nos advierte todavía que cuando seamos entregados a sus 
manos no debemos preocuparnos por responder, sino que 
debemos esperar más bien lo que nos sugiere el Espíritu Santo. De 
hecho nuestra fe, atenta a todos los mandamientos de la voluntad 
divina, es instruida para saber responder". 

S. Hilario, Comentario a Mateo XII,10:


"De su profecía ahora recordamos solamente esto: que él es el 
predilecto de Dios, aquel en el que la voluntad del Padre ha 
encontrado su complacencia, aquel sobre el que se posó el Espíritu 
Santo, aquel que anuncia el juicio a los paganos".  

S. Hilario, Comentario a Mateo XII,17:


"El condena la opinión de los fariseos y la perversidad de 
aquellos que piensan como ellos mediante una rigurosisima 
discriminación, prometiendo el perdón de todos los pecados pero 
negando el perdón a la blasfemia contra el Espíritu Santo, Porque, 
si las otras palabras y las otras acciones son perdonadas con 
generosidad, no hay misericordia para aquellos que niegan la 
divinidad de Cristo... ¿Qué cosa, de hecho, es más imperdonable 
que negar a Cristo que es de Dios y privarlo de la substancia del 
Espíritu del Padre, cuando realiza todas las acciones en el Espíritu 
de Dios, cuando él mismo es el reino de los cielos y en él Dios ha 
reconciliado consigo al mundo?".  

S. Hilario, Comentario a Mateo II,2:


"Advertidos en sueño, viendo el don del Espíritu Santo en los 
paganos, le transmiten a éstos últimos a Cristo, enviado a Judea 
pero proclamado vida y salvación de los paganos... El va a los 
lugares desiertos de Judea, deshabitados de la presencia de Dios 
no del pueblo, y vacíos de la habitación del Espíritu Santo (cf Rom 
8,8-11; 1 Cor 3,16) no de los hombres, para que el lugar de esta 
predicación expresase el abandono en el cual se encontraban 
aquellos a quienes se le había dirigido la predicación".  

S. Hilario, Comentario a Mateo XXIV,11:


"Pero porque no han querido esto, su casa será dejada desierta 
y vacía, es decir, serán indignos de la habitación del Espíritu Santo. 
Esos, de hecho, son estancia para sí mismo, no para Dios... El 
templo eterno era aquel consagrado para la habitación del Espíritu 
Santo: el hombre, es decir, el digno de llegar a ser, por medio del 
conocimiento del Hijo, la confesión del Padre, la obediencia de los 
mandamientos, una morada para Dios".

Hilario, Comentario a Mateo IX,7:


"El mismo distribuye sus dones en el Espíritu, pero no se divide 
en partes en sus dones".  
S. Hilario, Comentario a Mateo XV,10:
"Los paganos no encuentran la salvación en la Ley y en los 
profetas, pero reciben la vida por medio de la gracia del Espíritu, 
cuyo don es septiforme, como enseña Isaías. Es la fe en el Espíritu 
la que da la salvación a los paganos Pero aferrados al origen de los 
pecados de sus cuerpos, son llamados al don del Espíritu 
septiforme El hecho de que sean repletas siete cestos indica la 
sobreabundancia y la multiplicación del Espíritu septiforme que 
desborda de aquello que reparte y se hace siempre más rico y más 
abundante después de habernos saciado".  
S. Hilario, Comentario a Mateo XI,1:
"Ni se puede creer que la gloria del Espíritu Santo le haya 
faltado, cuando estaba encarcelado, desde el momento en que el 
Espíritu Santo había proveído la luz de su potencia a los apóstoles 
en prisión".  

S. Hilario, Comentario a Mateo, XXII,7:


"El hábito nupcial es la gloria del Espíritu Santo y el candor de la 
vestidura celeste que, revestida en el momento de los 
interrogatorios con una profesión de fe ortodoxa, es conservada 
inmaculada e intacta hasta la reunión del reino de los cielos".  

S. Hilario, Comentario a Mateo III,1:


"El haber sido conducido al desierto indica la libertad del Espíritu 
Santo que entrega su humanidad al diablo, concediéndole la 
ocasión de tentarlo y de ganárselo, ocasión que el tentador no 
habría tenido si no se le fuera estado concedida".  

S. Hilario, Comentario a Mateo IV,1:


"Reunida una gran multitud, él subió a la montaña y comenzó a 
enseñar: es decir, poniéndose a la altura de la majestad paterna 
estableció los preceptos de la vida celeste. De hecho no habría 
transmitido los principios de la eternidad si no estuviese situado en 
la eternidad. Por esto se escribió: 'Abrió la boca y les enseñaba' (Mt 
5,2). Hubiese sido más sencillo decir: comenzó a hablar. Pero como 
había sido colocado en la gloria de la majestad del Padre y 
enseñaba la eternidad, por este motivo la misión desarrollada por 
su boca humana es presentada como el fruto de la obediencia a los 
movimientos del Espíritu que hablaba en él".  

S. Hilario, Comentario a Mateo XIV,19:


"Aquellos que estaban presentes esperaban tocar los flecos de 
su vestido para ser curados mediante la fe. Así como los flecos de 
todo el vestido, así también la potencia del Espíritu Santo sale de 
nuestro Señor Jesucristo. Esta, transmitida a los apóstoles, los 
cuales por así decir salen del mismo cuerpo, conceden la salvación 
a todos los que desean tocarle".  

S. Hilario, Comentario a Mateo XXXI,3:


"Por esto en él está la angustia del dolor, el sufrimiento del 
Espíritu unido al del cuerpo, el miedo a la muerte, de modo que 
aquel que ha podido temer la muerte pudiese también morir y aquel 
que ha podido morir, aunque si existirá en el futuro, no fuese 
todavía eterno en el pasado gracias a aquel que lo ha 
engendrado". 

S. Hilario, La Trinidad IX,73:


"Pues el Espíritu Santo, que es Espíritu de Dios, no ha tomado 
nada de las criaturas, como si pudiera parecer que ha recibido de 
ellas porque todas son de Dios. Pero todo lo que es del Padre es 
del Hijo en el sentido de que no hay que pensar que lo que el 
Espíritu recibe del Hijo, no lo recibe también del Padre, dado que 
todo lo que es del Padre ha de considerarse también del Hijo".  

S. Hilario, La Trinidad VI,20-21:


"Y todos los restantes que han hablado movidos por el Espíritu 
Santo,... Por todos éstos he sido enseñado en la fe que sostengo, 
por éstos he sido instruido sin remedio. Y perdona, Dios 
omnipotente, que en esto no me pueda enmendar y que con esto 
pueda morir".  

S. Hilario, La Trinidad II,3:


"Pues no es posible que en el Padre no exista la paternidad, ni 
que le falte al Hijo la filiación, ni que no sea propio del Espíritu 
Santo el ser recibido por nosotros". 

Del tratado de san Hilario, obispo, sobre el salmo ciento veintiséis 

(Núms. 7-10: PL 9, 696-697):

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los 


albañiles. Sois templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en 
vosotros. Éste es, pues, el templo de Dios, lleno de su doctrina y de 
su poder, capaz de contener al Señor en el santuario del corazón. 
Sobre esto ha hablado el profeta en el salmo: Santo es tu templo, 
admirable por su justicia. La santidad, la justicia y la continencia 
humana son un templo para Dios. 
Dios debe, pues, construir su casa. Construida por manos de 
hombres, no se sostendría; apoyada en doctrinas del mundo, no se 
mantendría en pie; protegida por nuestros ineficaces desvelos y 
trabajos, no se vería segura. 
Esta casa debe ser construida y custodiada de manera muy 
diferente: no sobre la tierra ni sobre la movediza y deslizante arena, 
sino sobre sus propios fundamentos, los profetas y los apóstoles. 
Esta casa debe construirse con piedras vivas, debe encontrar su 
trabazón en Cristo, la piedra angular, debe crecer por la unión 
mutua de sus elementos hasta que llegue a ser el varón perfecto y 
consiga la medida de la plenitud del cuerpo de Cristo; debe, en 
efecto, adornarse con la belleza de las gracias espirituales y 
resplandecer con su hermosura. 
Edificada por Dios, es decir, por su palabra, no se derrumbará. 
Esta casa irá creciendo en cada uno de nosotros con diversas 
construcciones, según las diferencias de los fieles, para dar ornato 
y amplitud a la ciudad dichosa. 
El Señor es desde antiguo el atento guardián de esta ciudad: 
cuando protegió a Abrahán peregrino y eligió a Isaac para el 
sacrificio; cuando enriqueció a su siervo Jacob y, en Egipto, 
ennobleció a José, vendido por sus hermanos; cuando fortaleció a 
Moisés contra el Faraón y eligió a Josué como jefe del ejército; 
cuando liberó a David de todos los peligros y concedió a Salomón el 
don de la sabiduría; cuando asistió a los profetas, arrebató a Elías y 
eligió a Eliseo; cuando protegió a Daniel y, en el horno, refrigeró 
con una brisa suave a los niños, juntándose con ellos como uno 
más; cuando, por medio del ángel, anunció a José que la Virgen 
había concebido por la fuerza divina, y confirmó a María; cuando 
envió como precursor a Juan y eligió a los apóstoles, y cuando rogó 
al Padre, diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre a los que 
me has dado; yo guardaba en tu nombre a los que me diste; 
finalmente, cuando él mismo, después de su pasión, nos promete 
que velará siempre sobre nosotros: Yo estoy con vosotros todos los 
días, hasta el fin del mundo. 
Ésta es la protección eterna de aquella bienaventurada y santa 
ciudad, que, compuesta de muchos, pero formando una sola, es en 
cada uno de nosotros la ciudad de Dios. Esta ciudad, por tanto, 
debe ser edificada por Dios para que crezca hasta su completo 
acabamiento. Comenzar una edificación no significa su perfección; 
pero mediante la edificación se va preparando la perfección final.
 
SAN GREGORIO MAGNO
 
Gregorio de Elvira, Tratados II,25.29.30:
"Los cuales, por esto mismo, se comparan en cierto modo a la 
flor de harina, y que primero, como los granos sanos y fuertes, han 
sido separados de la paja de las gentes por el soplo del Espíritu 
Santo y han sido triturados por la muela de la ley, a fin de que, si 
había alguna dureza, fuera ablandada; después, liberados del 
salvado de los pecados, cual ofrenda de la fe de pueblos creyentes, 
pura y cándida como la flor de harina, han sido purificados... Las 
tres medidas de flor de harina, con las que hizo Sara los panes 
cocidos en el rescoldo, dije que representaban a los tres hijos (de 
Noé), de los que ha nacido todo el género humano, del que los 
creyentes en la Trinidad divina, es decir, en el Padre, en el Hijo y en 
el Espíritu Santo, habían de ser bañados en el agua del bautismo 
por ministerio de la Iglesia, de la que era imagen Sara, y habían de 
ser reunidos en el único pan del cuerpo de Cristo... Los panes eran 
ázimos, esto es, sin levadura, como se ha dicho, porque debemos 
mantenernos sin levadura de malicia, sin la agitación de la maldad 
ni de la doctrina perversa; cocidos en el rescoldo, porque 
convertidos por medio de la penitencia al sacramento del bautismo 
y cocidos por el calor del Espíritu Santo, teníamos que ser 
aceptables a Dios, como alimentos agradables".

Gregorio de Elvira, Tratados III,23:


"Esto significaba que algunos de aquel pueblo buscarían 
refrigerio junto a la cruz de Cristo, a la sombre de su poder y que, 
abiertos los ojos de su corazón, verían la fuente de agua viva, esto 
es, a Cristo, de modo que, regada y saciada en ella la sequedad de 
su mente, floreciese en el Espíritu Santo". 

Gregorio de Elvira, Tratados IV,29:


"Por lo demás, entre nosotros, donde la que pare a Cristo es 
virgen y el Espíritu Santo, del que ha sido concebido, es más virgen 
todavía, la madre Iglesia realiza la circuncisión de la virginidad en 
muchos creyentes, mientras que aquella circuncisión fue dada para 
frenar la lujuria y mostrar al mismo tiempo un signo de la culpa, de 
la estirpe y de la figura".

Gregorio de Elvira, Tratados VI,19.59:


"El espíritu profético lo llamó buey, porque El mismo arrastró al 
patíbulo el arado primero de la cruz, y después de arar así los 
duros corazones de los gentiles, los preparó convenientemente 
para la simiente, esto es, el Espíritu Santo... Y, por eso, llama 
dientes del Señor a los apóstoles que enseñaban por medio de la 
lengua de Dios, esto es, del Espíritu Santo... ; y como esta lengua 
es el Espíritu Santo, por ello, los apóstoles, llenos del Espíritu 
Santo, proclamaron con la expresión adecuada los misterios de la 
palabra divina" 

Gregorio de Elvira, Tratados VII,15:


"Por lo demás, los tres meses suman noventa días. Cuarenta 
días pasó el Señor en soledad y fue tentado por el diablo antes de 
su pasión; y cincuenta días después de su resurrección, envió el 
Espíritu Santo a los creyentes. Finalmente, después de este tiempo, 
como dije, enviado el Espíritu Santo, se dio a conocer a todos los 
pueblos el que, para Israel, estaba escondido en la ley y los 
profetas". 

Gregorio de Elvira, Tratados IX,17.18:


"... Los huesos no serán quebrados, porque el poder de Cristo 
es invicto; si algo sobrara, será consumido por el fuego, es decir, si 
el hombre no es capaz de entender algo sobre Cristo, quede ello 
reservado al Espíritu Santo, ya que la Escritura atestigua que el 
Espíritu Santo vino, como fuego, sobre los creyentes... Por lo tanto, 
la cabeza de Cristo es el Padre; las entrañas la misma Palabra 
divina,... finalmente, el Espíritu Santo ha tenido como pies a los 
apóstoles por medio de los cuales corrió, anunciando la verdad".

Gregorio de Elvira, Tratados XI,4:


"Pues uno solo es Dios y también su Verbo, o sea, el Hijo de 
Dios, y uno solo el Espíritu Santo, que obra todo en todos (1 Cor 
12,6) y que habló de manera figurada en la ley y de manera 
manifiesta en los apóstoles...".

Gregorio de Elvira, Tratados XI,27.28:


"Pues así como las manzanas púnicas están externamente 
protegidas por la sólida corteza, que ni se desprende por la 
violencia del viento ni por ninguna otra inclemencia, así también la 
Iglesia, protegida por el poder del Espíritu Santo y suspendida, por 
la solidez de su fe, en la cruz de Cristo, perdura, con firme y estable 
perseverancia frente a todos los torbellinos del mundo, en el árbol 
del que es fruto, es decir, en el leño de la cruz..., así también la 
Iglesia, aunque protegida, como ya dije, por el poder de un único 
Espíritu Santo, contiene, encerrada en sí, una multitud de 
creyentes...". 

Gregorio de Elvira, Tratados XII,10.22:


"Grande es la gracia, grande la fuerza, grande la indulgencia y la 
felicidad que Cristo ha regalado a la Iglesia proveniente de los 
gentiles, hasta tal punto que, renovada con los legítimos preceptos 
y santificada por la gracia del evangelio, llegó a ser casta esposa 
del único Espíritu Santo la que en otro tiempo había sido meretriz 
Pues primero la palabra de la ley entra en el catecúmeno como en 
el albergue del cuerpo, después el misterio del sacramento esconde 
al competente en el secreto del alam como en la pérgola del lino, y 
en tercer lugar al fiel se le lleva a las partes superiores de la casa a 
través de los distintos grados de las virtudes hasta el culmen del 
Espíritu Santo"".

Gregorio del Elvira, Tratados XIV,26


"Este barro, contaminado por los vicios y ensuciado con las 
manchas del pecado de Adán, fue roto como castigo de la 
transgresión, porque no había sido todavía cocido por el fuego del 
Espíritu en el horno de la Iglesia; por eso fue roto y modelado de 
nuevo como arcilla en el agua del bautismo, para que el artesano 
que es el Señor, al que se le llama alfarero, hiciera apta y capaz de 
recibir la gracia celestial al alma sumergida en la piscina bautismal y 
puesta luego en el torno del evangelio, y torneada por los 
reiterados movimientos de las profesiones (de fe), compactada con 
las promesas (bautismales), comprimida por los vínculos de la 
disciplina y encendida por el calor del Espíritu Santo". 

Gregorio de Elvira, Tratados XVI,8.9.10:


"Escuchad el consejo del Espíritu Santo. Pues en casi todas las 
Escrituras se procede de modo que no se mantiene en el relato el 
orden natural de los hechos... Fue, pues, necesario que desde 
entonces el Espíritu Santo velara por el hombre y le hablase por 
medio de las parábolas y figuras... Por esta razón las Escrituras 
fueron redactadas en parábolas, con palabras oscuras y el orden 
trastocado, para que el enemigo lo ignorase... y nadie entendiera el 
pensamiento del Espíritu Santo, sino aquel que poseyese este 
mismo Espíritu que habló en los profetas...".

Gregorio de Elvira, Tratados XX,5.8.11.16.17.18.20.21:


"Así pues, esta lectura que se ha proclamado, muestra el don del 
Espíritu Santo, otorgado a los apóstoles el día de Pentecostés, y 
prometido desde antiguo a los creyentes por el Señor por medio de 
los profetas... Así, pues, dispongamos todos nuestros sentidos y 
toda la capacidad de nuestra alma para recibir este Espíritu Santo, 
porque así dice el Señor en el evangelio: 'El Padre no da el Espíritu 
con medida' (Jn 3,34), sino que lo otorga abundante y 
generosamente. Así como quien quiere sacar agua de un río 
grande e inmenso, sacará tanta, cuanta quepa en el recipiente que 
haya traído, así también el corazón del hombre recibirá tanto 
Espíritu, cuanto pueda recoger y sacar según su disposición y su 
fe. Este Espíritu Santo, que vino en forma de lenguas de fuego y 
llenó los corazones de todos los creyentes con el poder de su 
majestad, no es nuevo en el evangelio, sino que renovado en Cristo 
ha sido dado a todos... este Espíritu, al que unas veces llama 
Paráclito, y otras Espíritu de la verdad, es el mismo que en los 
profetas reprendió al pueblo judío y en los apóstoles dio consuelo a 
los gentiles... Fue, pues, necesario que el Espíritu Santo viniera 
primero a aquel hombre, del que se había vestido el Verbo de Dios, 
y así, por medio de él, como desde la fuente de sus virtudes, se 
desbordase también hasta nosotros, al ser distribuida la gracia del 
mismo Espíritu; porque tanta virtud del Espíritu Paráclito no podía 
habitar en un cuerpo humano, si antes no se hubiese habituado a la 
carne del Hijo de Dios; y así, una vez acostumbrado a venir al Hijo 
de Dios, permaneciera desde entonces en el hombre y se hiciera 
presente en toda carne bautizada en Cristo... Y, por eso, en Cristo 
sobrevino toda la plenitud del Espíritu Santo, porque El es el cuerpo 
íntegro de toda la Iglesia; pero en nosotros, que somos contados 
entre sus miembros, se nos ha distribuido los dones o carismas del 
mismo Espíritu en particular, de modo que, con la pregustación de 
esas gracias, como de la fuente de los dones y de las obras que es 
Cristo, llegasen hasta nosotros las corrientes del mismo Espíritu... 
Nadie, apoyado en este Espíritu, niega que Cristo es verdadero 
Dios y verdadero Hijo unigénito de Dios, nacido del ingénito, nadie 
rechaza a Dios creador, nadie alega ninguna palabra suya contra 
las Escrituras, nadie establece dogmas diferentes y sacrílegos, 
nadie suscribe otras leyes, nadie corrompe la fe, porque quien 
blasfeme contra este Espíritu, 'no alcanzará el perdón ni en este 
mundo ni en el futuro? (Mc 3,29)... Este Espíritu da en los apóstoles 
un testimonio de Cristo, muestra en los mártires una fe animosa en 
la religión, lleva a cabo en las vírgenes la admirable constancia de 
una carne consagrada, guarda incorruptos e incontaminados en los 
demás los derechos de la doctrina del Señor, destruye a los 
herejes, corrige a los perversos, denuncia a los que no son fieles, 
descubre a los hipócritas, reprime a todos los malos, guarda la 
perpetua virginidad de la Iglesia incorrupta e inmaculada. Este es, 
digo, el Espíritu que en este día, el día de Pentecostés, fue enviado 
por Dios a la Iglesia, el que no hace distinción de edad, ni 
separación de sexos, ni acepción de personas, sino que se entrega 
y se da a cada uno según el mérito de su fe, porque no elige la 
edad o la persona, sino el alma, a la que se entrega de buen 
grado... Así pues, para recibir este Espíritu, amadísimos hermanos, 
hemos de preparar nuestra alma y nuestra mente con toda santidad 
y justicia Finalmente, los apóstoles, confirmados por este Espíritu, 
no temieron ni la cárcel ni las cadenas por el nombre de Cristo, 
teniendo en sí los dones que este mismo Espíritu distribuye y 
confiere como ornato a la Iglesia...; en la Iglesia El instruye a los 
profetas, enseña a los maestros, otorga el don de lenguas, concede 
el poder de curación, realiza obras maravillosas, ayuda en el 
gobierno, sugiere buenos consejos y acumula todos los demás 
dones, para que la Iglesia de Dios sea guardada perfecta en todo 
bajo la protección de este Espíritu". 

Gregorio-Magno-SAN, Comentario moral a Job V,50:


"Oír la palabra secreta es percibir con el corazón la voz del 
Espíritu Santo. Pero esta palabra la conoce solamente quien la 
acoge. A esta palabra secreta se refiere la Verdad cuando dice: 'Yo 
pediré al Padre, que os dará otro Consolador para que permanezca 
con vosotros para siempre, el Espíritu de Verdad, que el mundo no 
puede recibir' (Jn 14,16-17). El Paráclito, el otro Consolador, del 
género humano, que en sí mismo es invisible, después de la 
ascensión del Señor enciende el deseo de las cosas invisibles en 
los corazones que llena. Y dado que los corazones mundanos aman 
solamente lo que ven. El mundo no puede recibir el Espíritu porque 
es incapaz de elevarse al amor de las cosas invisibles... La 
inspiración del Espíritu Santo es una palabra secreta que puede ser 
percibida, pero es imposible expresarla mediante el sonido de las 
palabras. Por lo tanto, cuando la inspiración divina sin ruido eleva al 
alma, se oye una palabra secreta, porque la voz del Espíritu 
resuena al oído del corazón silenciosamente. 

S. Gregorio M., Homilías a los Evangelios XXX,1-2:


"Repasemos brevemente la página evangélica para poder 
detenernos más largamente a contemplar el misterio que hoy 
celebramos. Hoy, de hecho, el Espíritu Santo... se posó sobre los 
apóstoles, transformó en su amor sus mentes carnales, y, mientras 
fuera aparecieron lenguas de fuego, dentro los corazones se 
inflamaron. Porque acogiendo a Dios que se manifestaba en el 
fuego, ardieron suavemente de amor... Quien desea a Dios con 
todo el alma posee ya aquello que ama...". 

S. Gregorio M., Homilías a los Evangelios XXX,5:


"El Espíritu Santo apareció como fuego, porque ahuyenta la 
frialdad y la torpeza de los corazones en que penetra y enciende en 
ellos el deseo de la eternidad... Los predicadores tienen lenguas de 
fuego porque anunciando a Dios a quien debe dirigirse nuestro 
amor, inflaman el corazón de los que le escuchan. Permanece sin 
fruto la palabra de quien enseña si no logra suscitar llamas de 
amor... Escuchando la Palabra el ánimo arde, la frialdad del corazón 
desaparece, la mente anhela a Dios libra de las pasiones terrenas". 

S. Gregorio M., Morales XXIII,20:


"Así como Eliu se infla de orgullo como si hablase movido por el 
amor, encendido por el ardor del Espíritu Santo, parangona el 
sentimiento de su espíritu al vino que fermenta de un modo 
incontenible. Y justamente dice que 'rompe los odres nuevos', 
porque no solo la vida vieja, ni siquiera la nueva, logra contener el 
ardor del Espíritu Santo. El vino que fermenta rompe los odres 
nuevos porque la potencia de su ardor supera también los 
corazones espirituales". 

S. Gregorio M., Homilías a los Evangelios XXX,8:


"Sabemos cuán incierto y tímido fue, antes de la bajada del 
Espíritu Santo, este pastor de la Iglesia...A la voz de una mujer, por 
miedo a morir, renegó la Vida. Pensemos también que Pedro negó 
en la tierra mientras que en la cruz el ladrón reconoció a Cristo... 
Pero escuchemos el cambio que se dio en un hombre tan lleno de 
miedo, después de la bajada del Espíritu Santo... He aquí que 
Pedro se alegra cuando es flagelado mientras que anteriormente se 
llenaba de miedo cuando oía las palabras. Lleno de miedo cuando 
la criado lo interrogaba, después de la venida del Espíritu Santo 
derrota la violencia de los poderosos incluso en la persecución. Es 
hermoso contemplar el poder de esta fuerza divina trayendo a la 
memoria algunas grandes figuras de los dos Testamentos. He aquí 
delante de mis ojos a David, Amós, Daniel, Pedro, Pablo, Mateo. El 
Espíritu baja sobre un niño que toca el arca y hace de salmista, 
sobre un pastor para ser un profeta, sobre un niño que vive 
separado y lo hace juez de ancianos, sobre un pescador para 
enviarlo a anunciar a todos la Palabra, sobre un perseguidor para 
convertirlo en doctor de las gentes, sobre un publicano para llegar 
a ser evangelista. ¿Qué grande es el poder del Espíritu¡ Ningún 
obstáculo le impide enseñar la Verdad que quiere anunciar y, 
apenas toca la mente, la ilumina. Transforma el alma humana 
apenas ha tomado posesión, renueva lo que encuentra y regala lo 
que antes uno no poseía". 

Gregorio de Elvira, De fide 8:


"Y veneramos a Dios Espíritu Santo, no ingénito ni engendrado, 
no creado ni hecho, sino del Padre y del Hijo..." (Gregorio de Elvira, 
Libellus fidei 3). "El Espíritu Santo... no es engendrado ni ingénito, 
no ha sido creado ni hecho, sino que procede del Padre, coeterno e 
igual al Padre y al Hijo y obra juntamente con el Padre y el Hijo..." 
(Gregorio de Elvira, Fides catholica 3). "Nos envió el Espíritu Santo 
que es de su propia y misma substancia... como está escrito por la 
boca de Dios: 'Derramaré mi espíritu sobre mis siervos y sobre mis 
siervas' y también: 'El Espíritu procederá de mí' Y el mismo Señor y 
Salvador nuestro dice: 'Recibirá de lo mío': de aquello que es el 
Hijo, porque también el Hijo es de aquello que es el Padre". 

S. Gregorio M., Comentario a 1 Reyes IV, 76-77:


"En la Iglesia hay algunos fuertes por soberbia y arrogancia. 
Hacen cosas grandes; pero cuando los hombres cesan de alabar 
aquello que hacen, dejan de hacer aquellas cosas grandes. Es, 
pues, un valiente quien tiene del Espíritu Santo la fuerza que 
manifiesta en sus obras buenas. Refiriéndose a esta fuerza Ana en 
su cántico profetizó: 'Los débiles son revestidos de fuerza' (1 Sam. 
2,4). Esta fuerza el Señor se la promete a sus discípulos diciendo: 
'Permaneced en la ciudad, hasta que no seáis revestidos con el 
poder de lo alto' (Lc 24,49). Robustecido por esta fuerza caminaba 
aquel de quien se ha escrito: 'Jesús volvió a Galilea con el poder 
del Espíritu' (Lc 4,14)... porque los elegidos, cuando predican las 
verdades más elevadas, demuestran fuerzas ingentes: todo lo que 
mandan de elevado, todo lo que grande realizan, lo hacen con la 
fuerza del Espíritu Santo...". 

S. Gregorio M., Comentario a 1 Reyes I,97:


" 'El arco de los fuertes se ha roto, pero los débiles son 
revestidos de fuerza' (1 Sam 2,4). El término 'vigor' se refiere al 
poder del Espíritu Santo... Justamente la gracia del Espíritu Santo 
se denomina 'vigor' cuando los elegidos, recibiéndola, se hacen 
fuertes contra todas las adversidades de este mundo... El vigor del 
Espíritu venció el temor, superó los terrores, las amenazas y las 
torturas, a los que revistió cuando descendió sobre ellos; les 
adornó con las insignias de una maravillosa audacia para el 
combate espiritual; tanto que en medio de los castigos, a las 
torturas y a los ultrajes no solo no temieron sino que exultaron de 
alegría". 

S. Gregorio M., Comentario a 1 Reyes IV,180:


"Con la venida del Espíritu Santo en cada uno de nosotros ha 
nacido la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza, la 
ciencia, la piedad y el temor del Señor; se propaga en el alma como 
una posteridad duradera, una posteridad que conserva nuestra 
noble estirpe para una vida tanto más larga cuanto nos une al amor 
de la eternidad" (S. Gregorio M., Comentario a Job I,38). "... Pero 
nosotros, que en nosotros mismos nos vemos decaer, cuando nos 
invade el Espíritu somos renovados: nos convertimos de repente en 
aquello que no éramos... Ha sido transformado en un hombre 
diverso: ha comenzado a ser aquello que no podía ser antes que el 
Espíritu lo invistiese... Ha sido convertido en un hombre distinto, 
aquel que, con la venida del mismo Espíritu, recibe la gracia de la 
compunción, que antes de la venida del Espíritu Santo no tenía... 
ha sido transformado en un hombre distinto que ve que es lo que 
no era y que no es lo que había sido. Por lo tanto dijo rectamente a 
Saúl: 'Tú serás transformado en un hombre diverso' (1 Sam 10,6); 
porque los predicadores de la santa Iglesia, cuando reciben la 
gracia de la predicación, no reciben solo la ciencia de la Palabra, 
sino también la fuerza del amor, para poder ayudar a los otros con 
la Palabra a llegar a ser, con el amor de la Palabra, ellos mismos 
cada día mejores. En efecto, el predicador cuando habla se 
transforma en un hombre distinto. Porque cuando el Espíritu habla 
por medio de él, él con la misma admirable caridad seune al mismo 
Espíritu, no se separa de su voluntad ni con la palabra ni con las 
obras. La Sagrada Escritura eleva a un hombre así cuando dice: 
'Quien se une al Señor forma con él un solo espíritu' (1 Cor 6,17)". 
S. Gregorio M., Morales XVIII,60:
"Mediante el don del Espíritu la santa Iglesia comprende lo que 
antes la sinagoga por medio de la letra no era capaz de 
comprender. Por eso Moisés cuando hablaba al pueblo, se tapaba 
la cara, para significar que el pueblo judío conocía los preceptos de 
la ley no estaba ciertamente capacitado para ver la claridad de la 
ley... No es de ningún modo posible penetrar el sentido de la 
palabra de Dios sin su sabiduría. Quien no recibe el Espíritu no 
puede de ningún modo conocer la palabra". 

S. Gregorio M., Morales XI,14-15:


"El agua puede simbolizar la gracia del Espíritu Santo... He aquí 
que la tierra del corazón humano, regada por la gracia, ahora 
soporta voluntariamente los insultas que antes no podía soportar; 
ahora distribuye lo que es suyo, antes se quedaba con lo que era 
de otros; ahora mortifica la carne con la abstinencia, antes, en la 
saciedad de la carne, cedía a las seducciones torpes y mortíferas; 
ahora ama también a los perseguidores, el mismo que antes no era 
capaz de amar ni siquiera a los que le amaban. De este modo 
cuando el don divino viene infundido en el alma del hombre, éste 
empieza a actuar de modo contrario a sus costumbres". 

S. Gregorio M., Morales XXVII,62:


"¿Qué ciencia es, pues, la nuestra si, mientras estamos 
oprimidos por el peso de la condición mortal, está ofuscada por la 
misma nube de su incertidumbre?... Mientras vivamos en este 
mundo, sabemos perfectamente lo que debemos saber solamente 
cuando, progresando en la inteligencia, reconocemos que nada 
conocemos de modo perfecto. Unicamente por don del Espíritu 
Santo es como el corazón humano es perfectamente amaestrado, 
no solo sobre la ciencia sino también sobre la propia ignorancia". 

S. Gregorio M., Diálogos I,1:


"...Es verdad que algunos son de tal modo interiormente 
amaestrados por la enseñanza del Espíritu Santo que también 
cuando falta exteriormente la disciplina del magisterio humano, no 
decrece la guía del maestro interior. Pero su libertad de vida no 
debe tener por modelo a los débiles, pues debe evitar que, si uno 
se cree lleno del Espíritu Santo, no tenga a bien el ser discípulo de 
un hombre y se convierta en maestro de error. El alma que está 
habitada por el Espíritu Santo se reconoce de un modo evidente 
por dos signos característicos: los carismas y la humildad...". 

S. Gregorio M., Morales V,65:


"El Espíritu Santo, de hecho, cuando se da a conocer a nuestra 
debilidad, se manifiesta o bien con el rumor del viento impetuoso o 
con el rumor de la brisa suave. Cuando viene es, al mismo tiempo, 
impetuoso y suave. Suave porque para darse a conocer se adapta 
más de lo que era de esperar a nuestros sentidos. Impetuoso 
porque iluminando con toda la suavidad nuestra ceguera, golpea 
nuestra debilidad. Nos toca suavemente con su luz pero golpea 
potentemente nuestra pobreza". 

De las homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los 


evangelios 
(Libro 2, homilía 36, 11-13: PL 76, 1272-1274):

Quiero exhortaros a que dejéis todas las cosas, pero quiero 


hacerlo sin excederme. Si no podéis abandonar todas las cosas del 
mundo, al menos poseedlas de tal forma que por medio de ellas no 
seáis retenidos en el mundo. Vosotros debéis poseer las cosas 
terrenas, no ser su posesión; bajo el control de vuestra mente 
deben estar las cosas que tenéis, no suceda que vuestro espíritu 
se deje vencer por el amor de las cosas terrenas y, por ello, sea su 
esclavo.
Las cosas terrenas sean para usarlas, las eternas para 
desearlas; mientras peregrinamos por este mundo, utilicemos las 
cosas terrenas, pero deseemos llegar a la posesión de las eternas. 
Miremos de soslayo todo lo que se hace en el mundo; pero que los 
ojos de nuestro espíritu miren de frente hacia lo que poseeremos 
cuando lleguemos:
Extirpemos completamente nuestros vicios, no sólo de nuestras 
acciones, sino también de nuestros pensamientos. Que la 
voluptuosidad de la carne, la vana curiosidad y el fuego de la 
ambición no nos separen del convite eterno; al contrario, hagamos 
las cosas honestas de este mundo como de pasada, de tal forma 
que las cosas terrenas que nos causan placer sirvan a nuestro 
cuerpo, pero sin ser obstáculo para nuestro espíritu.
No nos atrevemos, queridos hermanos, a deciros que dejéis 
todas las cosas. Sin embargo, si queréis, aun reteniendo las cosas 
temporales, podéis dejarlas, si las administráis de tal forma que 
vuestro espíritu tienda hacia las cosas celestiales. Porque usa del 
mundo, pero como si no usase de él, quien toma todas las cosas 
necesarias para el servicio de su vida, y, al mismo tiempo, no 
permite que ellas dominen su mente, de modo que las cosas 
presten su servicio desde fuera y no interrumpan la atención del 
espíritu, que tiende hacia las cosas eternas. Para los que así obran, 
las cosas terrenas no son objeto de deseo, sino instrumento de 
utilidad. Que no haya, por lo tanto, nada que retarde el deseo de 
vuestro espíritu, y que no os veáis enredados en el deleite que las 
cosas terrenas procuran.
Si se ama el bien, que la mente se deleite en los bienes 
superiores, es decir, en los bienes celestiales. Si se teme el mal, 
que se piense en los males eternos, y así, recordando dónde está 
el bien más deseable y el mal más temible, no dejaremos que 
nuestro corazón se apegue a las cosas de aquí abajo.
Para lograr esto, contamos con la ayuda del que es mediador 
entre Dios y los hombres; por su mediación, obtendremos 
rápidamente todo, si estamos inflamados de amor hacia él, que vive 
y reina con el Padre y el Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de 
los siglos. Amén.
 
San Cirilo de Jerusalén
 
Catequesis XVI,1-3:
"Verdaderamente necesitamos de la gracia espiritual para hablar 
del Espíritu Santo, aunque nunca estaremos a la altura de la 
cuestión, pues es imposible. Intentaremos, sin embargo, exponer 
con naturalidad lo que sacamos de ello en la Sagrada Escritura. En 
los Evangelios se habla de un gran temos cuando Cristo dice 
abiertamente: 'Al que diga una palabra contra el Espíritu Santo, no 
se le personará ni en este mundo ni en el otro' (Mt 12,32). Y hay 
que temer seriamente que alguien, al hablar por ignorancia o por 
una mala entendida piedad, se gane la condenación. Cristo, juez de 
vivos y muertos, anunció que un hombre tal no obtendrá el perdón. 
Y si alguien le ofende, ¿qué esperanza le queda?... Hablaremos, 
pues, nosotros del Espíritu Santo sólo lo que está escrito y, si algo 
no está escrito, que la curiosidad no nos ponga nerviosos. Es el 
mismo Espíritu Santo el que habló por las Escrituras: él dijo de sí 
mismo lo que quiso o lo que pudiéramos nosotros entender. Así 
pues, digamos las cosas que fueron dichas por él, pues con lo que 
él no dijo no nos atreveremos. Hay un solo Espíritu Paráclito. Y del 
mismo modo que hay un solo Dios Padre, y no hay un segundo 
Padre, y sólo un Hijo unigénito, que no tiene ningún otro hermano, 
así existe un solo Espíritu Santo, y no existe otro Espíritu Santo que 
sea igual en honor a él". 
........................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,10.14.19.20:


"... (cf. Hech. 4,34-35)... Y no pensaba que quienes pisaban con 
sus pies las riquezas entregadas para alimentar a los pobres nunca 
pondrían un precio al poder del Espíritu Santo. ¿Y qué es lo que 
dijeron a Simón? "Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues has 
pensado que el don de Dios se compra con dinero"... Pues no son 
unas las enseñanzas de Cristo y otras las del Espíritu Santo, sino 
claramente las mismas (Hech 8,20)... Tenemos, por tanto, de parte 
de Dios un auxiliador y protector, gran maestro de la Iglesia y gran 
luchador en favor nuestro. No sintamos temor ante los demonios ni 
ante el diablo, pues es más grande el que lucha por nosotros: 
simplemente abrámosle las puertas, pues "va por todas partes 
buscando a los dignos"... Pero se llama Paráclito porque consuela, 
fortalece con sus exhortaciones y nos ayuda en nuestra debilidad... 
El Espíritu describe al hombre le reino de los cielos, le muestra el 
paraíso de las delicias, y los mártires, presentes a la vista de sus 
jueces pero ya en el paraíso en cuanto a su energía y su poder, 
pueden así despreciar la dureza de lo que ven" (cf. Sab. 6,16) y 
buscando a quién regalar con sus dones"... Pues es imposible 
padecer el martirio por dar testimonio de Cristo si no se sufre con la 
fuerza del Espíritu Santo. 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,22:


"Grande, omnipotente en sus dones y admirable es el Espíritu 
Santo. Piensa cuántos estáis sentados aquí, cuántas almas somos. 
El Espíritu actúa de modo adecuado a cada uno. Ve también el 
pensamiento y la conciencia, y también lo que hablamos y a lo que 
damos vueltas en nuestra mente. Grande es esto que acabo de 
decir y, sin embargo, es todavía poco. Quisiera que consideraras, 
iluminando él tu mente, cuántos son los cristianos de toda esta 
parroquia y cuántos los de toda la provincia de Palestina. ... Mira a 
los obispos de cualesquiera pueblos, a los presbíteros, los 
diáconos, los monjes, las vírgenes y los laicos y observa quién es el 
que los rige, preside y les concede sus dones. Cómo, en todo el 
mundo, a uno le regala el pudor, a aquél la virginidad perpetua, a 
éste el afán de dar limosna, a otro el interés por la pobreza y a otro, 
en fin, la capacidad de poner en fuga a los espíritus enemigos. Y 
así como la luz, con un solo rayo, todo lo ilumina, así también el 
Espíritu ilumina a los que tienen ojos. Por tanto, si alguno se queja 
de que no se le da la gracia, no acuse al Espíritu, sino a su propia 
incredulidad". 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,24:


"El, en los profetas, anunció a Cristo; él actuó en los apóstoles; 
él, hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo. El Padre se 
da al Hijo, y el Hijo comunica de sí mismo al Espíritu Santo... El 
Padre, a través del Hijo y juntamente con el Espíritu, lo da todo. No 
son unos los dones del Padre, otros los del Hijo y otros los del 
Espíritu Santo. Pues una es la salvación, una la potestad y una la 
fe, único es Dios Padre, único es el Hijo y único es el Espíritu Santo 
Paráclito. Y bástenos saber estas cosas. No indagues 
afanosamente la naturaleza o la sustancia... Pues, si es algo que se 
hubiese escrito, lo diríamos. Pero no nos atrevamos con lo que no 
ha sido escrito. Para nuestra salvación nos basta saber que existen 
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". 
........................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,1-3:


"Verdaderamente necesitamos de la gracia espiritual para hablar 
del Espíritu Santo, aunque nunca estaremos a la altura de la 
cuestión, pues es imposible. Intentaremos, sin embargo, exponer 
con naturalidad lo que sacamos de ello en la Sagrada Escritura. En 
los Evangelios se habla de un gran temos cuando Cristo dice 
abiertamente: 'Al que diga una palabra contra el Espíritu Santo, no 
se le personará ni en este mundo ni en el otro' (Mt 12,32). Y hay 
que temer seriamente que alguien, al hablar por ignorancia o por 
una mala entendida piedad, se gane la condenación. Cristo, juez de 
vivos y muertos, anunció que un hombre tal no obtendrá el perdón. 
Y si alguien le ofende, ¿qué esperanza le queda? Hablaremos, 
pues, nosotros del Espíritu Santo sólo lo que está escrito y, si algo 
no está escrito, que la curiosidad no nos ponga nerviosos. Es el 
mismo Espíritu Santo el que habló por las Escrituras: él dijo de sí 
mismo lo que quiso o lo que pudiéramos nosotros entender. Así 
pues, digamos las cosas que fueron dichas por él, pues con lo que 
él no dijo no nos atreveremos. Hay un solo Espíritu Paráclito. Y del 
mismo modo que hay un solo Dios Padre, y no hay un segundo 
Padre, y sólo un Hijo unigénito, que no tiene ningún otro hermano, 
así existe un solo Espíritu Santo, y no existe otro Espíritu Santo que 
sea igual en honor a él".
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,10.14.19.20:


" ... (cf. Hech. 4,34-35) ... Y no pensaba que quienes pisaban 
con sus pies las riquezas entregadas para alimentar a los pobres 
nunca pondrían un precio al poder del Espíritu Santo. ¿Y qué es lo 
que dijeron a Simón? "Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; 
pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero" ... 
Pues no son unas las enseñanzas de Cristo y otras las del Espíritu 
Santo, sino claramente las mismas (Hech 8,20)... Tenemos, por 
tanto, de parte de Dios un auxiliador y protector, gran maestro de la 
Iglesia y gran luchador en favor nuestro. No sintamos temor ante los 
demonios ni ante el diablo, pues es más grande el que lucha por 
nosotros: simplemente abrámosle las puertas, pues "va por todas 
partes buscando a los dignos"... Pero se llama Paráclito porque 
consuela, fortalece con sus exhortaciones y nos ayuda en nuestra 
debilidad... El Espíritu describe al hombre le reino de los cielos, le 
muestra el paraíso de las delicias, y los mártires, presentes a la 
vista de sus jueces pero ya en el paraíso en cuanto a su energía y 
su poder, pueden así despreciar la dureza de lo que ven" (cf. Sab. 
6,16) y buscando a quién regalar con sus dones"... Pues es 
imposible padecer el martirio por dar testimonio de Cristo si no se 
sufre con la fuerza del Espíritu Santo. 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,22:


"Grande, omnipotente en sus dones y admirable es el Espíritu 
Santo. Piensa cuántos estáis sentados aquí, cuántas almas somos. 
El Espíritu actúa de modo adecuado a cada uno. Ve también el 
pensamiento y la conciencia, y también lo que hablamos y a lo que 
damos vueltas en nuestra mente. Grande es esto que acabo de 
decir y, sin embargo, es todavía poco. Quisiera que consideraras, 
iluminando él tu mente, cuántos son los cristianos de toda esta 
parroquia y cuántos los de toda la provincia de Palestina... Mira a 
los obispos de cualesquiera pueblos, a los presbíteros, los 
diáconos, los monjes, las vírgenes y los laicos y observa quién es el 
que los rige, preside y les concede sus dones. Cómo, en todo el 
mundo, a uno le regala el pudor, a aquél la virginidad perpetua, a 
éste el afán de dar limosna, a otro el interés por la pobreza y a otro, 
en fin, la capacidad de poner en fuga a los espíritus enemigos. Y 
así como la luz, con un solo rayo, todo lo ilumina, así también el 
Espíritu ilumina a los que tienen ojos. Por tanto, si alguno se queja 
de que no se le da la gracia, no acuse al Espíritu, sino a su propia 
incredulidad". 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVI,24:


"El, en los profetas, anunció a Cristo; él actuó en los apóstoles; 
él, hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo. El Padre se 
da al Hijo, y el Hijo comunica de sí mismo al Espíritu Santo... El 
Padre, a través del Hijo y juntamente con el Espíritu, lo da todo. No 
son unos los dones del Padre, otros los del Hijo y otros los del 
Espíritu Santo. Pues una es la salvación, una la potestad y una la 
fe, único es Dios Padre, único es el Hijo y único es el Espíritu Santo 
Paráclito. Y bástenos saber estas cosas. No indagues 
afanosamente la naturaleza o la sustancia.. Pues, si es algo que se 
hubiese escrito, lo diríamos. Pero no nos atrevamos con lo que no 
ha sido escrito. Para nuestra salvación nos basta saber que existen 
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". 
.......................

San Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII,2-5:


"Pues no hay otro Paráclito que no sea el Espíritu Santo, pero es 
único e idéntico aunque con diversas denominaciones: vivo y 
subsistente, que habla y actúa. Es santificador de todas las 
criaturas dotadas de razón que Dios ha hecho por medio de Cristo, 
los ángeles y los hombres... Por ello, la Iglesia Católica, que vela 
por tu seguridad, transmitió en la confesión de fe que creyésemos 
"en un único Espíritu Santo Paráclito, que habló por los profetas": 
para que pudieses darte cuenta de que ciertamente las 
denominaciones pueden ser muchas, pero Espíritu Santo sólo hay 
uno. De aquellas muchas denominaciones os hablaremos ahora de 
algunas... Se le llama Espíritu ...Y se le llama Espíritu de Verdad... 
También se le llama Paráclito... También se le denomina Espíritu del 
Padre... Se le llama también Espíritu del Señor... Igualmente se le 
llama Espíritu de Dios y de Cristo... Se le llama asimismo Espíritu del 
Hijo de Dios... Y se le menciona también como Espíritu de Cristo... 
Pues se le llama Espíritu de santificación... También se le llama 
Espíritu de adopción... Igualmente se le llama Espíritu de 
revelación... También se le menciona como Espíritu de la 
Promesa... Se le llama también Espíritu de gracia..." (). 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII, 6:


Este es el Espíritu Santo que vino a Santa María Virgen. Pues 
como se trataba de engendrar a Cristo, el Unigénito, la fuerza del 
Altísimo la cubrió con su sombra y el Espíritu Santo, acercándose 
hasta ella (cf. Lc 1,35), la santificó para esto, para que pudiese 
tener en su interior a aquel por quien todo fue hecho. No tengo 
necesidad de muchas palabras para que entiendas que esta 
gestación estuvo libre de toda mancha y contaminación, pues ya lo 
aprendiste. Gabriel es quien a ella le dijo: soy mensajero y 
pregonero de lo que ha de suceder, pero yo no participo en la 
operación. Pues aunque sea arcángel, soy conocedor de mi orden 
y de mi oficio. Yo te anuncio la alegría, pero no es por gracia mía 
por lo que darás a luz: "El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder 
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer 
será santo y será llamado Hijo de Dios"...". 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII,9:


"Este Espíritu Santo descendió al ser bautizado el Señor (Mt 
3,16)... Se trataba de un descenso por su propia iniciativa. Pues era 
conveniente, como algunos han interpretado, que las primicias y los 
dones del Espíritu Santo, que se otorgan a los bautizados, se 
mostrasen en primer lugar en la humanidad del Salvador, que es 
quien tal gracia confiere. Descendió en forma de paloma -como 
dicen algunos, pura, inocente y sencilla-, cooperando con sus 
oraciones en favor de los nuevos hijos y del perdón de sus 
pecados, mostrando así la imagen y el ejemplo. De este modo se 
había predicho, en forma misteriosa, que el Mesías habría de 
manifestarse de esa manera. Pues en el Cantar de los Cantares se 
exclama acerca del Esposo: 'Sus ojos como palomas junto a arroyos 
de agua' (Cant 5,12)".
.......................

San Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII,13:


"Estaban sentados a la espera de la venida del Espíritu Santo. 
"Al llegar el día de Pentecostés", aquí, en esta ciudad de Jerusalén, 
-en realidad, es algo que nos afecta, pues no hablamos de lo que a 
otros sucedió, sino de los dones que se nos han concedido a 
nosotros- cuando era, digo, Pentecostés, estaban sentados y llegó 
del cielo el Paráclito: custodio y santificador de la Iglesia, rector de 
las almas, guía de los arrojados a las olas y a la tempestad, luz de 
los perdidos, árbitro de los que combaten y corona de los 
vencedores".
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII,34:


"Por todo lo cual y por otras muchas cosas que no se han 
mencionado se recomienda vivamente que los hombres acepten la 
fuerza personal, santificadora y eficazmente activa del Espíritu 
Santo. Pues me faltaría tiempo para hablar, si quisiera continuar, de 
lo que queda por decir acerca del Espíritu Santo en las catorce 
epístolas de San Pablo, en las que él enseñó diversa, íntegra y 
piadosamente. Pero que se nos conceda el don de la fuerza del 
Espíritu Santo mismo para que se nos dispensen las cosas que 
hemos pasado por alto por escasez de tiempo y a vosotros, que 
estáis escuchando, se os conceda un conocimiento más completo 
de lo que falta. Quienes entre vosotros sean estudiosos, aprendan 
estas cosas mediante una más frecuente lectura de la Sagrada 
Escritura, aunque de las presentes catequesis y de lo que 
anteriormente tratamos han sacado una fe más firme "en un solo 
Dios Padre Todopoderoso y en nuestro Señor Jesucristo, su Hijo 
unigénito, y en el Espíritu Santo Paráclito"...". 
.......................

S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII,38:


"Y el mismo Dios de todas las cosas, que habló en el Espíritu 
Santo por los profetas; que lo envió a los apóstoles el día de 
Pentecostés en este lugar donde estamos, que os lo envíe también 
a vosotros y que asimismo por él nos proteja a nosotros, 
otorgándonos su bien a todos. De este modo, en todo tiempo 
produciremos los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, 
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de 
sí, en Cristo Jesús Señor nuestro. Por el cual y con el cual, 
juntamente con el Espíritu Santo, sea gloria al Padre ahora y 
siempre, por los siglos de los siglos, Amén". 
........................

De las Catequesis de Jerusalén (Catequesis 20, Mistagógica 2), 


4-6: PG 33,1079-1082):

Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como 


Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro.
Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre y 
del Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe 
salvadora, se os sumergió por tres veces en el agua y otras tantas 
fuisteis sacados de la misma: con ello significasteis, en imagen y 
símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo.
Pues, así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres 
días y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado con 
vuestra primera emersión el primer día que Cristo estuvo en la 
tierra, y, con vuestra inmersión, la primera noche. Porque, así como 
de noche no vemos nada y, en cambio, de día lo percibimos todo, 
del mismo modo en vuestra inmersión, como si fuera de noche, no 
pudisteis ver nada; en cambio, al emergeros pareció encontraros en 
pleno día; y en un mismo momento os encontrasteis nuevos y 
nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de sepulcro y 
de madre.
Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a 
propósito de otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a 
vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir 
y un tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio 
ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra 
muerte.
¡Oh maravilla nueva e inaudita! No hemos muerto ni hemos sido 
sepultados, ni hemos resucitado después de crucificados en el 
sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas 
realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera.
Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente 
sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido 
dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de 
estas acciones, alcancemos de verdad la salvación.
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que 
recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo 
grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna 
angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus dolores.
No piense nadie, pues, que el bautismo fue dado solamente por 
el perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, 
como en el caso del bautismo de Juan, que confería sólo el perdón 
de los pecados; nuestro bautismo, como bien sabemos, además de 
limpiarnos del pecado y darnos el don del Espíritu es también tipo y 
expresión de la pasión de Cristo. Por eso Pablo decía: ¿Es que no 
sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús 
fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos 
sepultados con él en la muerte. 
........................

De las Catequesis de Jerusalén (Catequesis 21 [Mistagógica 


3],1-3: PG 33,1087-1091):

Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo, habéis sido hechos 


semejantes al Hijo de Dios. Porque Dios nos predestinó para la 
adopción, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Hechos, 
por tanto, partícipes de Cristo, (que significa Ungido), con toda 
razón os llamáis ungidos y Dios mismo dijo de vosotros: No toquéis 
a mis ungidos.
Fuisteis convertidos en Cristo al recibir el signo del Espíritu 
Santo: pues con relación a vosotros todo se realizó en símbolo e 
imagen; en definitiva, sois imagen de Cristo.
Por cierto que él, cuando fue bautizado en el río Jordán comunicó 
a las aguas el fragante perfume de su divinidad y, al salir de ellas, 
el Espíritu Santo descendió subtancialmente sobre él como un igual 
sobre su igual.
Igualmente vosotros, después que subisteis de la piscina, 
recibisteis el crisma, signo de aquel mismo Espíritu Santo con el que 
Cristo fue ungido. De este Espíritu decía el profeta Isaías en una 
profecía relativa a sí mismo pero en cuanto que representaba al 
Señor: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha 
ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren.
Cristo, en efecto, no fue ungido por los hombres, su unción no se 
hizo con óleo o ungüento material, sino que fue el Padre quien lo 
ungió al constituirlo Salvador mundo, y su unción fue el Espíritu 
Santo tal como dice san Pedro: Jesús de Nazaret, ungido por Dios 
con la fuerza del Espíritu Santo, y anuncia también el profeta David: 
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu 
cetro real. Has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el 
Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus 
compañeros.
Cristo fue ungido con el aceite espiritual de júbilo, es decir, con el 
Espíritu Santo, que se llama aceite de júbilo, porque es el autor y la 
fuente de toda alegría espiritual, pero vosotros, al ser ungidos con 
ungüento material, habéis sido hechos partícipes y consortes del 
mismo Cristo.
Por lo demás no se te ocurra pensar que se trata de un simple y 
común ungüento. Pues, de la misma manera que, después de la 
invocación del Espíritu Santo, el pan de la Eucaristía no es ya un 
simple pan, sino el cuerpo de Cristo, así aquel sagrado aceite, 
después de que ha sido invocado el Espíritu en la oración 
consecratoria, no es ya un simple aceite ni un ungüento común, 
sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la 
presencia de la divinidad, aquello que significa. Por eso, este 
ungüento se aplica simbólicamente sobre la frente y los demás 
sentidos, para que mientras se unge el cuerpo con un aceite visible, 
el alma quede santificada por el santo y vivificante Espíritu.

SAN AMBROSIO

El Espíritu Santo I,8; I,18.29:


"Las Escrituras divinas nos prometían para todo el mundo esta 
lluvia que, cuando viniera el Señor y Salvador, regaría el orbe con 
el rocío del Espíritu divino. Es así que ya vino el Señor, vino 
también la lluvia, vino el Señor trayendo consigo las gotas celestes. 
Y por eso nosotros, los que antes estábamos sedientos, apagamos 
ya nuestra sed y con sorbos del corazón bebemos aquel divino 
Espíritu... En efecto, el Espíritu Santo no está sometido al poder o 
autoridad de otro, sino que es dueño de su libertad, y con la 
autoridad de su propia voluntad, según leemos (en la Escritura), 
distribuye todas las cosas 'a cada uno según le parece' (1 Cor 
12,11)... Pues no cree en el Padre, quien no cree en el Hijo, y no 
cree en el Hijo de Dios, quien no cree en el Espíritu. Ni puede 
mantenerse en pie la fe sin la regla de la verdad". 

S. Ambrosio, El Espíritu Santo I,44.74:


"Si mencionas a Cristo, has nombrado no solo a Dios Padre, por 
el cual ha sido ungido el Hijo, sino también al Hijo mismo, que fue 
ungido, y al Espíritu, con el que fue ungido. Pues está escrito: 'A 
este Jesús de Nazaret, al que Dios ungió con el Espíritu Santo' 
(Hech 10,38). Y si nombras al Padre, has indicado igualmente a su 
Hijo y al Espíritu 'de su boca' (Salm 32,6), si es que los unes 
también en tu corazón. Y si nombras al Espíritu, has mencionado no 
sólo a Dios Padre, del cual procede el Espíritu, sino también al 
Hijo... Por tanto, el Espíritu es bueno, pero es bueno no como quien 
adquiere la bondad, sino que es bueno como quien la reparte. Pues 
el Espíritu Santo no recibe de las criaturas, sino que él es recibido, 
como tampoco es santificado, sino que él es el que santifica. En 
efecto, la criatura es santificada, pero el Espíritu Santo santifica, y 
aunque hay comunión de términos, sin embargo hay una diversidad 
de naturalezas". 

S. Ambrosio, El Espíritu Santo I,79; I,102; II,27:


"Hemos, pues, sido sellados por Dios con el Espíritu. En efecto, 
como morimos en Cristo para renacer, así somos también sellados 
con el Espíritu para poder tener el esplendor, su imagen y gracia, lo 
que evidentemente es el sello espiritual. Pero aunque 
aparentemente sellados en el cuerpo, en realidad somos sellados 
en el corazón, para que el Espíritu Santo reproduzca en nosotros 
los rasgos dela 'imagen celeste'... Así pues, el Espíritu Santo es 
óleo de alegría. Y bellamente lo llamó óleo de la alegría para que 
no lo consideraras una criatura. En efecto, la naturaleza del óleo es 
tal que no se mezcla en absoluto con un líquido de otra naturaleza. 
Y la alegría no unge el cuerpo, sino que ilumina lo profundo del 
corazón, como dijo el profeta: 'Diste la alegría a mi corazón'... Por 
tanto, el mundo no tenía la vida eterna, porque no había recibido el 
Espíritu. Pero donde está el Espíritu, allí está la vida eterna. Pues él 
es el Espíritu que opera la vida eterna. Pues como la vida eterna 
consiste en conocer al único y verdadero Dios, así también la vida 
eterna consiste en conocer al Espíritu Santo, al que el mundo no ve 
como tampoco ve al Padre, ni lo conoce como no conoce al Hijo. 
Pero el que no es de este mundo tiene la vida eterna y con él 
permanece para siempre el Espíritu, que es luz de vida eterna" 
(Salm 4,7). 

S. Ambrosio, El Espíritu Santo II,33.38-39:


"Así pues, cuando el Espíritu se movía, la creación no tenía 
gracia alguna. Pero después que también la creación de este 
mundo recibió la actividad del Espíritu, mereció toda esta belleza de 
gracia con la que el mundo resplandeció. Y que sin el Espíritu Santo 
no puede permanecer la gracia del universo, lo declara el profeta 
diciendo: 'Les quitas su Espíritu y expiran y se convierten en el 
polvo que eran. Envías tu Espíritu y serán creados y renovarás la 
faz de la tierra' (Salm 103,20-30). No sólo, pues. Enseñó que sin el 
Espíritu no puede mantenerse en pie la creación, sino también 
(enseñó) que el Espíritu es creador de toda la creación.... Por tanto, 
el parto de la Virgen es obra del Espíritu, el fruto del vientre es obra 
del Espíritu, según lo que está escrito: 'Bendita tú entre las mujeres 
y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1,42). La flor de la raíz es obra 
del Espíritu. Me refiero a aquella flor de la que bien se profetizó: 
'Brotará un retoño de la raíz de Jesé y una flor surgirá de su raíz' (Is 
11,1). La raíz de Jesé son los patriarcas de los judíos, el retoño 
María, la flor de María Cristo que habiendo de esparcir por todo el 
mundo el buen olor de la fe germinó del seno virginal,... la flor aun 
cortada conserva su olor, y machacada lo aumenta y ni arrancada 
lo pierde. Así también el Señor Jesús en aquel patíbulo de la cruz ni 
estando contrito se marchitó, ni arrancado se perdió (su perfume), y 
herido con aquella punción de la lanza refloreció más hermoso con 
el color sagrado de su sangre derramada, sin saber en qué 
consiste el morir y exhalando para los muertos el don de la vida 
eterna. En esta flor de retoño descansó el Espíritu Santo". 

S. Ambrosio, El Espíritu Santo II,65.66.III,107;III,137-138; III,152:


"Así pues, el que nace según el Espíritu, nace según Dios. Más 
nosotros renacemos, cuando nos renovamos en nuestros 
sentimientos interiores y deponemos los antiguos deseos del 
hombre exterior... Así pues, obra del Espíritu Santo es esta más 
maravillosa regeneración y de este hombre nuevo, que es creado a 
imagen de Dios, el Espíritu es el autor... Pero el Espíritu Santo es el 
que nos ha limpiado de aquella suciedad pagana. En efecto, en 
aquellas clases de cuadrúpedos, de fieras y de aves (cf. Hech 
10,12) había una figura de la condición humana, que a manera de 
las fieras parece revestida de una ferocidad brutal, ano ser que el 
Espíritu la amanse con la santificación. Por tanto, es buena la 
gracia que transforma la rabia de fiera en simplicidad espiritual. 
Pero al perdonar los pecados los hombres muestran su ministerio, 
pero no ejercen el derecho de algún poder; e incluso no perdonan 
en el propio nombre, sino en el del Padre y del Hijo y del Espíritu 
Santo. Ellos ruegan, la divinidad dona; pues el servicio pertenece al 
poder de Dios. Que gracias al bautismo también se perdonan los 
pecados, no se duda. Es que en el bautismo se da una actuación 
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo... Por tanto, el Espíritu 
posee lo que posee Cristo, así pues posee lo que posee Dios, 
porque todo lo que tiene el Padre, lo tiene también el Hijo, por lo 
que dijo: 'Todo lo que el Padre posee, es mío' (Jn 16,15)" 

S. Ambrosio, Tratado sobre el evangelio de S. Lucas VII,93.232:


"Pero cuando el Espíritu es llamado 'dedo', se nos quiere hacer 
ver su potencia operativa, puesto que el Espíritu Santo es también 
el autor de las obras divinas igual que el Padre y el Hijo... Pero, sin 
el temor de Dios -que es el principio de la Sabiduría- sin guardar o 
recibir la señal del Espíritu y sin alabar al Señor, nadie puede tomar 
parte en estos misterios celestiales. Y el que tiene el anillo, posee al 
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque es Dios quien ha puesto 
ese signo (cf Jn 6,27), ese Dios de quien es imagen Cristo (2 Cor 
4,4) y que dejó en depósito a nuestros corazones su Espíritu, como 
prenda, para que sepamos que tal es la impronta de ese anillo que 
se nos pone en la mano, con el cual es marcado lo más íntimo de 
nuestros corazones y el ministerio de nuestra acción. Es un hecho 
que estamos marcados, y por eso leemos: 'Vosotros que habéis 
creído -dijo- fuísteis sellados con el sello del Espíritu Santo (Ef. 
1,13)". 

De las cartas de san Ambrosio, obispo 


(Carta 2,1-2. 4-5. 7: PL 16 [edición 1845], 847-881):

Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, 


gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la 
fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este 
mundo. EL mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: ÉI 
la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.Por 
consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca 
apostólica, se mantiene inconmovible entre los escollos del mundo 
y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera firme contra los 
golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero no 
resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este 
mundo la sacudan con gran estruendo, cuenta con el puerto 
segurísimo de la salvación para acoger a los fatigados navegantes. 
Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también por los 
ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los 
ríos su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos 
que beban la bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos 
ríos, cuando rebosan de gracia espiritual, levantan su voz.Hay 
también una corriente viva que, como un torrente, corre por sus 
santos. Hay también el correr del río que alegra al alma tranquila y 
pacífica. Quien quiera que reciba de la plenitud de este río, como 
Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta su voz; y, del mismo modo 
qué los apóstoles difundieron hasta los últimos confines del orbe la 
voz de la predicación evangélica, también el que recibe este río 
comenzará a predicar el Evangelio del Señor Jesús.Recibe también 
tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el 
agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de 
los numerosos lugares en que la derraman esas nubes que son los 
profetas.Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los 
manantiales, puede enviar su rocío como las nubes. Llena el seno 
de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu 
propia casa.Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno 
puede regar a los demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van 
llenas, descargan la lluvia sobre el suelo.Que tus predicaciones 
sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, 
infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive el 
favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo 
conduzcas.Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por la 
que dice Salomón: Armas de la inteligencia son los labios del sabio, 
y, en otro lugar: Que el sentido ate tus labios, es decir: que tu 
expresión sea brillante, que resplandezca tu inteligencia, que tu 
discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas, sino que tu 
palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en 
fin, no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido. 

Del libro de san Ambrosio, obispo, sobre la virginidad 


(Cap. 12, 68. 74-75; 13, 77-78: PL 16 [edición 1845I, 281. 283. 
285-286):

Tú, una mujer del pueblo, una de entre la plebe, una de las 
vírgenes, que, con la claridad de tu mente, iluminas la gracia de tu 
cuerpo (tú que eres la que más propiamente puede ser comparada 
a la Iglesia), recójete en tu habitación y, durante la noche, piensa 
siempre en Cristo y espera su Ilegada en cualquier momento.Así es 
como te deseó Cristo, así es como te eligió. Abre la puerta, y 
entrará, pues no puede fallar en su promesa quien prometió que 
entraría. Échate en brazos de aquel a quien buscas; acércate a él, 
y serás iluminada; no lo dejes marchar, pídele que no se marche 
rápidamente, ruégale que no se vaya. Pues la Palabra de Dios 
pasa; no se la recibe con desgana, no se la retiene con 
indiferencia. Que tu alma viva pendiente de su palabra, sé 
constante en encontrar las huellas de la voz celestial, pues pasa 
velozmente.Y, ¿qué es lo que dice el alma? Lo busco, y no lo 
encuentro; lo Ilamo, y no responde. No pienses que le desagradas 
si se ha marchado tan rápidamente después que tú le llamaste, le 
regaste y le abriste la puerta; pues el permite que seamos puestos 
a prueba con frecuencia. ¿Y qué es lo que responde, en el 
Evangelio, a las turbas cuando le ruegan que no se vaya? También 
a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para 
eso me han enviado. Y, aunque parezca que se ha ido, sal una vez 
más, búscale de nuevo.¿Quién, sino la santa Iglesia, te enseñará la 
manera de retener a Cristo? Incluso ya te lo ha enseñado, si 
entiendes lo que lees: Apenas los pasé, encontré al amor de mi 
alma: lo abrace; y ya no lo soltaré.¿Con qué lazos se puede retener 
a Cristo? No a base de ataduras injustas, ni de sogas anudadas; 
pero sí con los lazos de la caridad, las riendas de la mente y el 
afecto del alma.Si quieres retener a Cristo, búscalo y no temas el 
sufrimiento. A veces se encuentra mejor a Cristo en medio de los 
suplicios corporales y en las propias manos de los 
perseguidores.Apenas los pasé; dice el Cantar. Pues, pasados 
breves instantes, te verás libre de los perseguidores y no estarás 
sometida a los poderes del mundo. Entonces Cristo saldrá a tu 
encuentro y no permitirá que durante un largo tiempo seas 
tentada.La que de esta manera busca a Cristo y lo encuentra 
puede decir: Lo abracé, y ya no lo soltaré; hasta meterlo en la casa 
de mi madre, en la alcoba de la gue me Ilevó en sus entrañas. 
¿Cuál es la casa de tu madre y su alcoba, sino lo más íntimo y 
secreto de tu ser?Guarda esta casa, limpia sus aposentos más 
retirados, para que, estando la casa inmaculada, la casa espiritual 
fundada sobre la piedra angular, se vaya edificando el sacerdocio 
espiritual, y el Espíritu Santo habite en ella.La que así busca a 
Cristo, la que así ruega a Cristo no se verá nunca abandonada por 
él; más aún, será visitada por él con frecuencia, pues está con 
nosotros hasta el fin del mundo. intachable. Toda alma, pues, que 
llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma 
de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios 
Salvador. EL Señor, en efecto, es engrandecido, según puede 
leerse en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No 
porque con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino 
porque él queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la 
imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente 
engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada, 
y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida 
por una mayor participación de la grandeza divina. 

De la Exposición de san Ambrosio, obispo, sobre el evangelio de 


san Lucas (Libro 2,19. 22-23. 26-27: CCL 14, 39-42) :

EL ángel que anunciaba los misterios, para llevar a la fe mediante 


algún ejemplo, anunció a la Virgen María la maternidad de una 
mujer estéril y ya entrada en años, manifestando así que Dios 
puede hacer todo cuanto le place. 
Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no 
por incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca del 
ejemplo indicado por el ángel, sino con el regocijo de su deseo, 
como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el gozo, se 
dirigió a las montañas. 
Llena de Dios de ahora en adelante, ¿cómo no iba a elevarse 
apresuradamente hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es 
extraña a la gracia del Espíritu. Bien pronto se manifiestan los 
beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor; pues 
en el momento mismo en que Isabel oyó el saludo de María, saltó la 
criatura en su vientre, y ella se llenó del Espíritu Santo. 
Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: 
Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en 
experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades 
de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del 
misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la 
mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del 
Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran 
que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, 
con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración 
de sus propios hijos. 
El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero 
no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después 
que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre. Juan salta 
de gozo y María se alegra en su espíritu. En el momento que Juan 
salta de gozo, Isabel se llena del Espíritu, pero, si observas bien, de 
María no se dice que fuera llena del Espíritu, sino que se afirma 
únicamente que se alegró en su espíritu (pues en ella actuaba ya el 
Espíritu de una manera incomprensible); en efecto: Isabel fue Ilena 
del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo fue ya antes 
de concebir, porque de ella se dice: ¡Dichosa tú que has creído! 
Pero dichosos también vosotros, porque habéis oído y creído; 
pues toda alma creyente concibe y engendra la Palabra de Dios y 
reconoce sus obras. 
Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; 
que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. 
Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en 
cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe 
la Palabra de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada de 
los vicios, guarde la castidad con una pureza intachable. 
Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del 
Señor, igual que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se 
ha alegrado en Dios Salvador. 
EL Señor, en efecto, es engrandecido, según puede leerse en 
otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque 
con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino porque él 
queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la imagen de Dios 
y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa 
imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada, y, al 
engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una 
mayor participación de la grandeza divina.
 
SAN BASILIO
 
El Espíritu Santo IX,22-23:
"Hacia él (el Espíritu) se vuelve todo lo que tiene necesidad de 
santificación. Le desean todos los que viven según la virtud, como 
refrescados por su soplo y ayudados en orden a su propio fin 
natural. Capaz de perfeccionar a los demás, a él nada le falta; no 
vive a base de reponerse, sino que suministra la vida; no crece por 
adiciones, sino que es plenitud inmediata, fundado en sí mismo y 
presente en todas partes. Manantial de santificación, luz inteligible, 
abastece por sí mismo a toda facultad racional de algo así como 
cierta claridad para que encuentre la verdad. Inaccesible por 
naturaleza, aunque comprensible por su bondad, todo lo llena con 
su poder, pero solamente participan de él los que son dignos, y no 
con una participación de única medida, sino que reparte su poder 
en proporción de la fe. Simple en la esencia, es vario en sus 
maravillas, presente por entero a cada uno, también está por entero 
en todas partes. Repartido sin mengua de su impasibilidad, se le 
comparte enteramente, a imagen del rayo solar, cuyo favor se 
presenta a quien lo goza como si fuera el único, a la vez que 
alumbra a tierra y mar, y se mezcla con el aire. Así también el 
Espíritu, presente a cada uno de los dispuestos a recibirle, como si 
cada uno fuera el único, proyecta suficientemente sobre todos su 
gracia íntegra: de ella gozan los participantes según la capacidad 
de su misma naturaleza, y no según la posibilidad del Espíritu. La 
familiaridad del Espíritu con el alma no es la proximidad local...sino 
el apartamiento de las pasiones que, sobreviniéndole luego al alma 
por su amor al cuerpo, la privaron de la familiaridad de Dios. 
Purificándose, pues, de la fealdad adquirida por medio del vicio, 
remontándose a la belleza de la naturaleza y devolviendo a esa 
especie de imagen regia su forma primitiva mediante la purificación, 
únicamente así es como se acerca al Paráclito.... Por medio de él 
tenemos la elevación de los corazones, la guía de los débiles y la 
perfección de los proficientes... De ahí el previo conocimiento del 
futuro, la inteligencia de los misterios, la captación de lo oculto, la 
distribución de los carismas, la ciudadanía celestial, la danza con 
los ángeles, la alegría interminable, la permanencia en Dios, la 
asimilación a Dios, y el deseo supremo: hacerse Dios. Tales son, 
pues, nuestras nociones acerca del Espíritu Santo, las que nos han 
enseñado las propias palabras del Espíritu sobre su grandeza, su 
dignidad y sus operaciones, por no presentar más que unas pocas 
entre muchas". 

S. Basilio de Cesarea, El Espíritu Santo XI,27; XII,28:


"Yo testifico a todo hombre que confiesa a Cristo y niega a Dios, 
que Cristo de nada le servirá; y a quien invoca a Dios, pero niega al 
Hijo, que su fe es vana; y a quien rechaza al Espíritu Santo, que su 
fe en el Padre y en el Hijo caerá en el vacío, pues ni tenerla podrá, 
faltando el Espíritu. Efectivamente, no cree en el Hijo quien no cree 
en el Espíritu, ni cree en el Padre quien no creyó en el Hijo, pues 
'no se puede llamar Señor a Jesús, si no es en el Espíritu Santo...' 
(1 Cor 12,3)... el tal, tampoco participa de la verdadera adoración, 
pues no es posible adorar al Hijo si no es en el Espíritu Santo, ni es 
posible invocar al Padre si no es en el Espíritu de la adopción... 
Efectivamente, nombrar a Cristo es confesar el todo, pues es 
mostrar a Dios que unge, al Hijo que es ungido y al Espíritu que es 
la unción...". 

S. Basilio, El Espíritu Santo XV,35.36; XVI,38:


"A esto se debe que el Señor, dispensador de nuestra vida, 
estableciera con nosotros esta alianza del bautismo, que encierra el 
tipo de la muerte y el de la vida: el agua realiza la imagen de la 
muerte, y el Espíritu proporciona las arras de la vida... Por medio 
del Espíritu Santo tenemos: el restablecimiento en el paraíso, la 
subida al reino de los cielos, la vuelta a la adopción filial, la confiada 
libertad de llamar Padre nuestro a Dios, de participar en la gracia 
de Cristo, de ser llamado hijo de la luz, de tener parte en la gloria 
eterna y, en general, de estar en la plenitud de la bendición, en 
esta vida y en la futura, viendo como en un espejo la gracia de los 
bienes que nos reservan las promesas, y de los que esperamos 
ansiosos disfrutar por la fe, como si ya estuviesen presentes... Por 
consiguiente, estás pensando en tres: el Señor que ordena, la 
Palabra que crea, el Espíritu que consolida. Pero ¿qué otra cosa es 
consolidar, sino perfeccionar en la santidad, pues la consolidación 
significa la solidez, la inmutabilidad y la firme fijación en el bien? 
Ahora bien, no hay santificación sin Espíritu". 

S. Basilio, El Espíritu Santo XVI,40; XVIII,47:


"Ahora bien, los que fueron sellados con el Espíritu Santo para el 
día del rescate y guardaron pura y sin mengua la primicia del 
Espíritu que recibieron, éstos son los que escucharán: '¡Bien siervo 
bueno y fiel, has sido fiel sobre poco, yo te pondré sobre mucho!' 
(Mt 25,21). Pero igualmente, los que contristaron al Espíritu Santo 
por la maldad de sus costumbres, o los que no hicieron rentar lo 
recibido, serán despojados de lo que recibieron, por ser traspasada 
la gracia a otros, o incluso, según alguno de los evangelistas, será 
sin más cortado por medio, debiendo entenderse este 'cortado por 
medio' comno separación total del Espíritu... Pero, después que 
mediante una luz iluminadora clavamos los ojos en la belleza de 
Dios invisible, y a través de ella se nos eleva hasta el más que 
hermosos espectáculo del Modelo, allí mismo, inseparablemente, se 
halla el Espíritu del conocimiento, proporcionando en sí mismo la 
fuerza contemplativa a los que gustan de contemplar la verdad, no 
mostrándola desde fuera, sino induciendo a reconocerla en él 
mismo". 

S. Basilio, El Espíritu Santo XVIII,47; XIX,48:


"Por tanto, el camino del conocimiento de Dios va del único 
Espíritu, pero por medio del único Hijo, hasta el único Padre. Y al 
revés, la bondad nativa, la santidad natural y la regia dignidad 
fluyen del Padre, por medio del Hijo, hasta el Espíritu... Se le llama 
'Espíritu' como en: 'Dios es Espíritu' (Lm 4,20)... Es 'Santo', como 
santo es el Padre y santo es el Hijo. Efectivamente, para la 
creatura, la santidad fue introducida de fuera, mientras que, para el 
Espíritu, la santidad es plenitud de naturaleza. Por eso tampoco es 
'santificado' sino 'santificador'. Es 'Bueno', como bueno es el Padre 
y bueno el Hijo, el engendrado del bueno, y tiene por esencia la 
bondad. Es 'Recto' como 'recto es el Señor Dios' (Sal 91,16), 
porque él mismo es verdad y es justicia... Es 'Consolador'... Así los 
nombres que atañen al Padre y al Hijo son comunes al Espíritu 
Santo... Se le llama además 'Espíritu rector (Is 63,14), Espíritu de la 
verdad (Jn 14,17), Espíritu de sabiduría (Is 11,2)... Tales son, pues, 
los nombres grandes sobremanera, mas ciertamente sin 
exageración, sobre la gloria". 

S. Basilio, El Espíritu Santo XIX,49; XXII,53:


"Pero, ¿cuáles son sus operaciones? Por su grandeza, son 
indecibles, y por su multitud, innumerables...Efectivamente, la 
familiaridad con Dios, la imposibilidad de volverse hacia el mal y la 
permanencia en la bienaventuranza les viene del Espíritu a las 
potencias. La venida de Cristo: también el Espíritu la precede. La 
encarnación: de ella es inseparable el Espíritu. Las acciones 
milagrosas, los carismas de curación: se dan por medio del Espíritu 
Santo. El diablo es rechazado, ante la presencia del Espíritu. La 
redención de los pecados se da en la gracia del Espíritu...La 
familiaridad con Dios se da por medio del Espíritu Santo...La 
resurrección de entre los muertos, a la acción del Espíritu se debe... 
La excelencia dela naturaleza del Espíritu se da a conocer no sólo 
porque lleva los mismos nombres que el Padre y el Hijo, y porque 
tiene con ellos comunidad de operaciones, sino también porque es 
igualmente difícil de alcanzar por la contemplación... Por 
consiguiente, el que es incomprensible para el mundo y al que 
solamente los santos pueden contemplar, por la limpieza de sus 
corazones,, ¿cómo habremos de pensarlo? ¿Qué clase de honores 
les corresponden?" . 

S. Basilio, El Espíritu Santo XXIII,54; XXIV,55.56:


"Nosotros, efectivamente, no podemos glorificar al Padre de 
nuestro Señor Jesucristo y a su Hijo unigénito de otra manera que 
exponiendo, según nuestras fuerzas, las maravillas del Espíritu... Ni 
un solo don llega absolutamente a la creación sin el Espíritu Santo, 
cuando ni siquiera una palabra puede uno pronunciar en defensa 
de Cristo, si no es con la cooperación del Espíritu, como en los 
Evangelios nos lo ha enseñado nuestro Señor y Salvador... El 
Espíritu es bueno por naturaleza, como bueno es el Padre y bueno 
el Hijo. La creatura, en cambio, cuando elige el bien, es partícipe de 
la bondad. El Espíritu conoce la profundidad de Dios. La creación, 
en cambio, recibe la manifestación del misterio por medio del 
Espíritu. El Espíritu vivifica con Dios, que hace vivir a todo, y con el 
Hijo, que da la vida...". 

S. Basilio, El Espíritu Santo XXIX,72:


"El gran Ireneo, Clemente de Roma, Dionisio de Roma y Dionisio 
de Alejandría, el cual -extraña el oirlo- en su segunda carta dirigida 
a su tocayo sobre su refutación y defensa, termina su discurso (os 
escribiré las propias palabras de este hombre), diciendo así: 'En 
consecuencia con todo esto, también nosotros, habiendo recibido 
modelo y regla de los presbíteros que nos precedieron, concluímos 
la acción de gracias en comunión con ellos (y aquí terminamos la 
carta para Vos): A Dios Padre, y al Hijo nuestro Señor Jesucristo, 
con el Espíritu Santo, gloria y potencia por los siglos de los siglos. 
Amén'... Pero también Clemente de Roma, aunque de manera 
bastante arcaica, dice: 'Vive Dios, y el Señor Jesucristo, y el Espíritu 
Santo'. En cuanto a Ireneo, cercano como está a los apóstoles, 
escuchemos de qué manera hace mención del Espíritu Santo en su 
tratado Contra las herejías: 'A los desenfrenados -dice- y a los que 
se dejan llevar de sus apetitos, con toda justicia el apóstol los llama 
carnales'. Y en otro lugar también: 'Para evitar que al quedar 
privados del Espíritu divino no logremos el reino de los cielos, el 
Apóstol nos grita que la carne no puede heredar el reino de los 
cielos... Y si para alguno también es digno de crédito, por su gran 
experiencia, el palestino Eusebio, demostramos que él también usa 
las mismas expresiones...dice, pues, animándose a sí mismo a 
hablar: 'Invocando al Dios santo, iluminador de los profetas, o por 
medio de nuestro Salvador Jesucristo, con el Espíritu Santo..." 

S. Basilio, El Espíritu Santo XXX,79:


"Y con esto ya es suficiente. En cuanto a ti, si lo dicho te basta, 
sea esto el final del tratado sobre el tema. Pero si crees que falta 
algo, nada impide que trabajes asídua y activamente en la 
búsqueda, y así añadas algo al conocimiento haciéndote preguntas 
sin ánimo quisquilloso. El Señor, efectivamente, bien por nosotros 
bien por otros, dará cumplimiento a lo que falta, según el 
conocimiento que el Espíritu concede a los que de él son dignos". 

S. Basilio, Prólogos II (el juicio de Dios):


"Por la misericordia y el amor del Dios bueno al hombre, por la 
gracia de nuestro Señor Jesucristo, conforme a la acción del 
Espíritu Santo, fui arrancado del error de la tradición de los 
paganos; desde el inicio y desde mi más tierna edad fui iniciado por 
mis padres cristianos; por ellos, desde la infancia, he conocido las 
Sagradas Escrituras y éstas me han conducido al conocimiento de 
la verdad. Cuando llegué a ser hombre, viajando frecuentemente y 
ocupándome, como es natural, de muchos negocios, en las 
diversas artes y ciencias observaba un gran consenso entre 
aquellos que se ocupan cuidadosamente de cada una de ellas. Por 
el contrario, únicamente en la Iglesia de Dios, por la cual Cristo 
murió, y sobre la cual ha sido abundantemente derramado el 
Espíritu Santo, veía a muchos en desacuerdo a propósito de las 
Santas Escrituras... Y el Espíritu Santo, el que distribuye los 
grandes y admirables carismas, el que realiza todo en todos, nada 
dice de si mismo". 

Del libro de san Basilio Magno, obispo, sobre el Espíritu Santo: 


(Cap. 26, núms. 61. 64: PG 32,179-182.186)
De quien ya no vive de acuerdo con la carne, sino que actúa en 
virtud del Espíritu de Dios, se llama hijo de Dios y se ha vuelto 
conforme a la imagen del Hijo de Dios, se dice que es hombre 
espiritual. Y así como la capacidad de ver es propia de un ojo sano, 
así también la actuación del Espíritu es propia del alma 
purificada.Así mismo, como reside la palabra en el alma, unas veces 
como algo pensado en el corazón, otras veces como algo que se 
profiere con la lengua, así también acontece con el Espíritu Santo, 
cuando atestigua a nuestro espíritu y exclama en nuestros 
corazones: Abbá (Padre), o habla en nuestro lugar, según lo que se 
dijo: No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre 
hablará por vosotros.Ahora bien, así como entendemos el todo 
distribuido en sus partes, así también comprendemos el Espíritu 
según la distribución de sus dones. Ya que todos somos 
efectivamente miembros unos de otros, pero con dones que son 
diversos, de acuerdo con la gracia de Dios que nos ha sido 
concedida.Por ello precisamente, el ojo no puede decir a la mano: 
«No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os 
necesito» Sino que todos los miembros completan a la vez el cuerpo 
de Cristo, en la unidad del Espíritu; y de acuerdo con las 
capacidades recibidas se distribuyen unos a otros los servicios que 
necesitan.Dios fue quien puso en el cuerpo los miembros, cada uno 
de ellos como quiso. Y los miembros sienten la misma solicitud unos 
por otros, en virtud de la comunicación espiritual del mutuo afecto 
que les es propia. Esa es la razón de que cuando un miembro sufre, 
todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le 
felicitan.Del mismo modo, cada uno de nosotros estamos en el 
Espíritu, como las partes en el todo, ya que hemos sido bautizados 
en un solo cuerpo, en nombre y virtud de un mismo Espíritu.Y como 
al Padre se le contempla en el Hijo, al Hijo se le contempla en el 
Espíritu. La adoración, si se lleva a cabo en el Espíritu, presenta la 
actuación de nuestra alma como realizada en plena luz, cosa que 
puede deducirse de las palabras que fueron dichas a la samaritana. 
Pues como ella, llevada a error por la costumbre de su región, 
pensase que la adoración había de hacerse en un lugar, el Señor la 
hizo cambiar de manera de pensar, al decirle que había que adorar 
en Espíritu y verdad; al mismo tiempo, se designaba a sí mismo 
como la verdad.De la misma manera que decimos que la adoración 
tiene que hacerse en el Hijo, ya que es la imagen de Dios Padre, 
decimos que tiene que hacerse también en el Espíritu, puesto que 
el Espíritu expresa en sí mismo la divinidad del Señor.Así pues, de 
modo propio y congruente contemplamos el esplendor de la gloria 
de Dios mediante la iluminación del Espíritu; y su huella nos 
conduce hacia aquel de quien es huella y sello, sin dejar de 
compartir el mismo ser. 
........................

Del libro de san Basilio Magno, obispo, sobre el Espíritu Santo. 


(Cap. 9, núms. 22-23: PG 32,107-110):
¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no 
siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la 
naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de 
verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, 
Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares.
Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de 
santificación; hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una 
vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los 
ayuda en la consecución de su fin propio y natural.
El es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser 
racional como una luz para entender la verdad.
Aunque inaccesible por naturaleza, se deja comprender por su 
bondad; con su acción lo llena todo, pero se comunica solamente a 
los que encuentra dignos, no ciertamente de manera idéntica ni con 
la misma plenitud, sino distribuyendo su energía según la 
proporción de la fe.
Simple en su esencia y variado en sus dones, está íntegro en 
cada uno e íntegro en todas partes. Se reparte sin sufrir división, 
deja que participen en él, pero él permanece íntegro, a semejanza 
del rayo solar cuyos beneficios llegan a quien disfrute de él como si 
fuera único, pero, mezclado con el aire, ilumina la tierra entera y el 
mar.
Así el Espíritu Santo está presente en cada hombre capaz de 
recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos 
gracia abundante y completa; todos disfrutan de él en la medida en 
que lo requiere la naturaleza de la criatura, pero no en la 
proporción con que él podría darse.
Por él los corazones se elevan a lo alto, por su mano son 
conducidos los débiles, por él los que caminan tras la virtud llegan a 
la perfección. Es él quien ilumina a los que se han purificado de sus 
culpas y al comunicarse a ellos los vuelve espirituales.
Como los cuerpos limpios y transparentes se vuelven brillantes 
cuando reciben un rayo de sol y despiden de ellos mismos como 
una nueva luz, del mismo modo las almas portadoras del Espíritu 
Santo se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a 
los demás.
De esta comunión con el Espíritu procede la presciencia de lo 
futuro, la penetración de los misterios, la comprensión de lo oculto, 
la distribución de los dones, la vida sobrenatural, el consorcio con 
los ángeles; de aquí proviene aquel gozo que nunca terminará, de 
aquí la permanencia en la vida divina, de aquí el ser semejantes a 
Dios, de aquí, finalmente, lo más sublime que se puede desear: que 
el hombre llegue a ser como Dios. 
........................

De las homilías de san Basilio Magno, obispo (Homilía 20, sobre 


la humildad, 3: PG 31, 530-531):
No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su 
fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza.
Entonces, ¿en qué puede gloriarse con verdad el hombre? 
¿Dónde halla su grandeza? Quien se gloria -continúa el texto 
sagrado-, que se gloríe de esto: de conocerme y comprender que 
soy el Señor.
En esto consiste la sublimidad del hombre, su gloria y su 
dignidad, en conocer dónde se halla la verdadera grandeza y 
adherirse a ella, en buscar la gloria que procede del Señor de la 
gloria. Dice, en efecto, el Apóstol: El que se gloríe, que se gloríe en 
el Señor, afirmación que se halla en aquel texto: Cristo, que Dios ha 
hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención; y 
así -como dice la Escritura-: ´El que se gloríe, que se gloríe en el 
Señor.
Por tanto, lo que hemos de hacer para gloriarnos de un modo 
perfecto e irreprochable en el Señor es no enorgullecernos de 
nuestra propia justicia, sino reconocer que en verdad carecemos de 
ella y que lo único que nos justifica es la fe en Cristo.
En esto precisamente se gloria Pablo, en despreciar su propia 
justicia y en buscar la que se obtiene por la fe y que procede de 
Dios, para así tener íntima experiencia de Cristo, del poder de su 
resurrección y de la comunión en sus padecimientos, muriendo su 
misma muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de 
entre los muertos.
Así caen por tierra toda altivez y orgullo. El único motivo que te 
queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza 
consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en 
Cristo; de esta vida poseemos ya las primicias, es algo ya incoado 
en nosotros, puesto que vivimos en la gracia y en el don de Dios.
Y es el mismo Dios quien activa en nosotros el querer y la 
actividad para realizar su designio de amor. Y es Dios también el 
que, por su Espíritu, nos revela su sabiduría, la que de antemano 
destinó para nuestra gloria. Dios nos da fuerzas y resistencia en 
nuestros trabajos. He trabajado más que todos -dice Pablo-; 
aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.
Dios saca del peligro más allá de toda esperanza humana. En 
nuestro interior -dice también el Apóstol- dimos por descontada la 
sentencia de muerte; así aprendimos a no confiar en nosotros, sino 
en Dios que resucita a los muertos. El nos salvó y nos salva de 
esas muertes terribles; en él está nuestra esperanza, y nos seguirá 
salvando.

 
SAN AGUSTÍN
 
San Agustín, De la Santísima Trinidad IV,7:
"Cuantos intérpretes católicos de los libros divinos del A. y N. 
Testamento he podido leer, anteriores a mí en la especulación 
sobre la Trinidad, que es Dios, enseñan, al tenor de las Escrituras, 
que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de una misma e idéntica 
substancia, insinúan, en inseparable igualdad, la unicidad divina y, 
en consecuencia, no son tres dioses, sino un solo Dios. Y aunque el 
Padre engendró un Hijo, el Hijo no es el Padre; y aunque el Hijo es 
engendrado por el Padre, el Padre no es el Hijo; y el Espíritu Santo 
no es ni el Padre ni el Hijo, sino el Espíritu del Padre y del Hijo, al 
Padre y al Hijo coigual y perteneciente a la unidad trina... Si, pues, 
los miembros de Cristo son templo del Espíritu Santo, no es criatura 
el Espíritu Santo; porque desde el momento en que nuestros 
cuerpos se transforman en moradas del Espíritu Santo es menester 
que le rindamos el homenaje debido a Dios, y que en griego se 
llama latreía, latría. De ahí que, consecuente dice: 'Glorificad, pues, 
a Dios en vuestro cuerpo' (1 Cor 6,19.15.20)". 
.......................

San Agustín, De la Santísima Trinidad I,18; IV,20,29:


"Nuestro gozo será plenitud al adeliciarnos en el Dios Trinidad, a 
cuya imagen hemos sido creados. Por eso se habla, alguna vez, del 
Espíritu Santo como si bastase para nuestra bienandanza, y basta 
porque es inseparable del Padre y del Hijo; como también es 
suficiente el Padre, pues no puede existir separado del Hijo y del 
Espíritu Santo; como asimismo es suficiente el Hijo, por estar 
inseparablemente unido al Padre y al Espíritu Santo... En efecto, 
jamás antes se había oído a los hombres hablar lenguas extrañas al 
descender sobre ellos el Espíritu Santo, como aconteció cuando era 
menester manifestar su venida por medio de signos sensibles para 
que en todo el orbe pudiera ser conocido, y las naciones, 
escindidas y separadas por mil idiomas, habían de creer todas en 
Cristo mediante la gracia del Espíritu Santo, para que tuviese 
cumplimiento lo que se canta en el Salmo: 'No hay discursos ni 
palabras que no se perciben sus voces; en toda la tierra repercutirá 
su sonido, y hasta los confines del orbe sus palabras' (Salm 
18,4-5)". 
.......................

S. Agustín, De la Santísima Trinidad V,14,15; XV,18,51:


"Así, el Espíritu Santo se dice Espíritu del Padre y del Hijo, que lo 
dieron, y también nuestro, pues lo recibimos. El que da la salud se 
llama salud del Señor, y es también nuestra salud, porque la 
recibimos. El Espíritu es Espíritu de Dios, porque lo otorga, y 
nuestro, porque lo recibimos... Señor y Dios mío, en ti creo, Padre, 
Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: 'Id, bautizad a todas las 
gentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo? Si 
no fueras Trinidad... Fija mi atención en esta regla de fe, te he 
buscado según mis fuerzas y en la medida que tú me hiciste poder, 
y anhelé ver con mi inteligencia lo que creía mi fe, y disputé y me 
afané en demasía. Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme 
para que no sucumba al desaliento y deje de buscarte: ansíe 
siempre tu rostro con ardor. Dame fuerzas para la búsqueda, tú que 
hiciste te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento 
más perfecto. Ante ti está mi firmeza y mi debilidad; sana ésta, 
conserva aquélla. Ante ti está mi ciencia y mi ignorancia; si me 
abres, recibe al que entra; si me cierras, abre al que llama. Haz que 
me acuerde de tí, te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos 
dones hasta mi reforma completa... Señor, Dios uno y Dios Trinidad, 
cuando con tu auxilio queda dicho en estos mis libros conózcanlo 
los tuyos; si algo hay en ellos de mi cosecha, perdóname tú, Señor, 
y perdónenme los tuyos. Así sea". 
.......................

S. Agustín, Epístola 11,2:


"Por tanto, por lo que mira al problema que me he propuesto 
tratar ahora, me asombro sobre todo que te sorprenda el que se 
diga que la Encarnación pertenece no solo al Padre y al Hijo sino 
también al Espíritu Santo. Esta Trinidad de la fe Católica es 
presentada y creída de una manera inseparable...que todo lo que 
por ella se realiza debe considerarse realizada por el Padre, por el 
Hijo y por el Espíritu Santo. Nada hace el Padre que no lo haga 
también el Hijo y el Espíritu Santo, ni nada hace el Espíritu Santo 
que no lo hagan el Padre y el Hijo, y nada hace el Hijo que no lo 
hagan también el Padre y el Espíritu Santo... el designio divino de la 
encarnación que se debe atribuir propiamente al Hijo, de modo que, 
por medio del Hijo derivase el conocimiento del mismo Padre (es 
decir, del único principio del que derivan las cosas) y una cierta 
suavidad y dulzura interior e inefable en el permanecer en este 
conocimiento y en el despreciar todas las cosas mortales: y este es 
el don y la función que se le atribuye propiamente al Espíritu 
Santo". 
.......................

S. Agustín, Epístola 169,2,7; 130,1,2; 130,15,28:


"El sonido de aquella voz, que cesó de existir de inmediato, no se 
identificó con la unidad de la persona del Padre, ni la forma exterior 
de la paloma se identificó con la unidad de la persona del Espíritu 
Santo, porque también ella cesó inmediatamente de existir después 
de haber cumplido su oficio simbólico, como la nube luminosa que 
en el monte rodeó al Salvador con sus tres discípulos, o también, si 
se quiere, como el fuego que simbolizaba al Espíritu 
Santo...después de haber sido glorificado con la resurrección y la 
ascensión, mediante la efusión del Espíritu Santo hizo que muchos 
ricos llegasen a despreciar este mundo y les enriqueció con mucho 
más riqueza por haber puesto fin a la locura de las riquezas... Existe 
en nosotros una, por así decir, docta ignorancia, docta en cuanto 
iluminada por el Espíritu de Dios, que ayuda a nuestra debilidad... 
El Espíritu Santo impele a los santos a suplicar con gemidos 
inenarrables inspirando en ellos el deseo de un bien tan grande, 
pero todavía desconocido, que esperamos por medio de la 
esperanza". 
........................

S. Agustín, Epístola 169,2,5:


"Creemos con firmeza y religioso amor en un Dios, Padre, Hijo y 
Espíritu Santo, sin creer, sin embargo, que el Padre sea el Hijo ni el 
Hijo el Padre, ni el Espíritu Santo, que procede de uno y de otro, 
sea el Padre o sea el Hijo". 
........................

S. Agustín, Sermón LI,30.33:


"...La acción del Espíritu Santo recayó sobre los dos. 'Siendo, 
dice, un hombre justo'. Justo era el varón, justa la mujer. El Espíritu 
Santo, que reposaba en la justicia de ambos les dio el hijo... No 
obstante, en él se manifestó visiblemente la Trinidad del Padre y del 
Hijo y del Espíritu Santo, que santificó el bautismo del mismo Cristo, 
con el que habían de ser bautizados los cristianos. El Padre 
aparece en la voz venida del cielo; el Hijo, en el mismo hombre 
Mediador; el Espíritu Santo, en la paloma". 
.......................

S. Agustín, Sermón LII,22:


"Si lo has encontrado en ti mismo, si lo has hallado en el hombre, 
si en una persona cualquiera que deambula por la tierra 
arrastrando un cuerpo frágil que agrava al alma, cree entonces que 
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo pueden manifestarse 
separadamente a través de distintas cosas visibles, a través de 
ciertas formas tomadas de las criaturas, y que obran 
inseparablemente. Basta con esto. No digo: 'el Padre es la memoria, 
el Hijo el entendimiento, el Espíritu Santo la voluntad'. No lo afirmo; 
de cualquier manera que se entienda, no me atrevo. Dejemos estas 
cosas mayores para quienes puedan comprenderlas; débiles, 
hemos dicho lo que pudimos a otros débiles también... Las 
restantes cosas que deberían añadirse para completar vuestros 
conocimientos, pedídselas al Señor". 
.......................

S. Agustín, Sermón LIIIA,12:


"Pero la carne tiene todavía sus debilidades. No era así en el 
paraíso; por el pecado se hizo así; por el pecado tiene el lazo de la 
discordia para nosotros. Pero vino el único que está sin pecado a 
poner de acuerdo nuestra alma y nuestra carne, y se dignó darnos 
como prenda al Espíritu Santo. 'Quienes se dejan conducir por el 
Espíritu, ésos son los hijos de Dios' (Rom 8,14). 
.......................

S. Agustín, Sermón LXVIII,9:


"Este es el misterio escondido desde la eternidad en Dios, y 
ahora revelado a sus santos, a sus pequeños, a sus humildes, 
sobre los que reposa su Espíritu, tranquilos y temerosos de sus 
palabras: Todas las cosas, dice, me han sido entregadas por mi 
Padre".
........................

S. Agustín, Sermón 70,1-2:


"(2 Cor 11,24-25)...y los demás peligros que pueden contarse, 
pero no tolerarse sino con auxilio del Espíritu Santo. Todas esas 
asperezas y quebrantos que citó, los padeció con frecuencia y 
abundancia, pero le asistía el Espíritu Santo; éste, en la corrupción 
del hombre exterior, renovaba al interior de día en día, y dándole a 
gustar el reposo espiritual en la abundancia de las delicias de Dios, 
suavizaba todo lo presente en la esperanza de la bienaventuranza 
futura, y aligeraba todo lo pesado...". 
.......................

S. Agustín, Sermón LXXI,5.7.18.37:


"¿Quién no será convencido de haber dicho algo contra el 
Espíritu Santo, antes de hacerse cristiano o católico? En primer 
lugar, esos que llamamos paganos, que veneran a muchos dioses 
falsos y dan culto a los ídolos, cuando dicen que el Señor Cristo 
hizo milagros por artes mágicas...¿Acaso no hablan hasta hoy 
contra el Espíritu Santo, negando que habita en los cristianos, como 
aquellos negaban que habitara en Cristo?... Si, pues, todo error, 
contrario a la verdad y enemigo de la paz católica, como hemos 
mostrado, dice algo contra el Espíritu Santo, y, sin embargo, la 
Iglesia no cesa de corregir y de llamar a los que del error vienen a 
recibir el perdón de los pecados y ese mismo Espíritu Santo contra 
quien blasfemaron, pienso haber mostrado el gran misterio de este 
tan gran problema. Pidamos, pues, al Señor luz para explicarlo... El 
Padre es, pues, para el Hijo verdad, origen veraz; el Hijo es la 
verdad, nacida del Padre veraz; y el Espíritu Santo es la bondad, 
emanada del Padre bueno y del Hijo bueno... Así se pronuncia 
palabra contra el Espíritu Santo cuando no se viene de la 
disgregación a la congregación, que para perdonar los pecados 
recibió el Espíritu Santo....Este Espíritu obra en la santa Iglesia, aun 
en este tiempo en el que, como en una era, es triturado con la paja, 
de manera que no desdeña una auténtica confesión de nadie, no 
se engaña con la simulación de nadie y elimina a los réprobos, 
mientras por el ministerio de ellos reúne a los probos" . 
.......................
S. Agustín, Sermón LXXVII,4:
"Eran también de aquel pueblo aquellos que, al hablar Pedro, 
exaltando la pasión, resurrección y divinidad de Cristo, al recibir el 
Espíritu Santo, cuando todos aquellos sobre los que descendió el 
Espíritu Santo hablaron los idiomas de todas las naciones, 
quedaron apesadumbrados de espíritu: eran oyentes del pueblo de 
los judíos y pedían consejo para su salvación, entendiendo que 
eran reos de la sangre de Cristo; ellos le habían crucificado y 
matado, pero veían que en el nombre del muerto se hacían tantos 
milagros y veían la presencia del Espíritu Santo". 
.......................

S. Agustín, Sermón LXXIIA,2:


"Cuando en los sacramentos se da la remisión de los pecados, 
se limpia la casa; pero es necesario que habite el Espíritu Santo, el 
cual no habita sino en los humildes de corazón. '¿Sobre quién 
descansará mi Espíritu?'. Y responde al propósito: 'Sobre el humilde 
y tranquilo, y quien teme mis palabras' (Is 66,2). Cuando el Espíritu 
habita, llena, rige, obra, frena para el mal, excita para el bien, hace 
suave la justicia, para que el hombre obre el bien por amor a la 
rectitud, no por el temor del suplicio. El hombre por sí mismo nos es 
totalmente idóneo para ejecutar todo eso que he dicho. Pero si 
tiene al Espíritu Santo como huésped, lo halla como auxiliar en toda 
obra buena. En cambio, los soberbios, si cuando se les perdonan 
los pecados presumen que para vivir bien les basta el libre albedrío 
de la voluntad humana, por su soberbia arrojan de sí al Espíritu 
Santo: la casa quedó limpia de pecados, pero vacía de todo bien. 
Se te perdonaron los pecados, careciste del mal; pero sólo el 
Espíritu Santo te llenará de bienes, y tu soberbia lo rechaza. 
Presumes de ti y él te deja; confías en ti, te entregas a ti mismo...". 

.......................

S. Agustín, Sermón LXXXVII,9:


"Al tercer día resucitó, se manifestó a,los discípulos, subió al 
cielo y envió el Espíritu Santo a los cincuenta días, diez días 
después de su ascensión. Enviado el Espíritu Santo, llenó a todos, 
a los ciento veinte hombres que estaban en una sala. Llenos del 
Espíritu Santo, comenzaron a hablar las lenguas de todos los 
pueblos, expresando la llamada: salió a llevar obreros. Comenzó, en 
efecto, a manifestarse a todos el poder de la verdad. Pues 
entonces uno solo, tras recibir al Espíritu Santo, uno solo hablaba 
las lenguas de todos los pueblos. Ahora, en cambio, en la Iglesia, la 
misma unidad, como una sola persona, habla las lenguas de todos 
los pueblos. ¿A qué lengua no ha llegado la religión cristiana? ¿A 
qué confines no se ha extendido? Ya no existe quien se esconda de 
su calor; ¡y todavía se demora quien se halla en la hora 
undécima¡".
.......................
S. Agustín, Sermón LXXXIX,1
"De ella procedían aquellos cuatro mil judíos que creyeron 
después que los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo, cuando 
los que estaban con ellos hablaban las lenguas de todos los 
pueblos, prefigurando en cierto modo, mediante la diversidad de las 
lenguas, que la Iglesia iba a hacerse presente en todas las 
naciones".
.......................

S. Agustín, Sermón CV,4:


"Cuando hayas conseguido los tres panes, es decir, el alimento 
que es el conocimiento de la Trinidad, tendrás con qué vivir tú y con 
qué alimentar al otro. No tengas miedo de que venga un peregrino 
de viaje; al contrario, hazle miembro de tu familia recibiéndole. No 
temas tampoco que se te acaben las provisiones. Ese pan no se 
termina; antes bien, terminará él con tu indigencia. Es pan, y es 
pan, y es pan: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Eterno el 
Padre, coeterno el Hijo y coeterno el Espíritu Santo. Inmutable el 
Padre, inmutable el Hijo e inmutable el Espíritu Santo. Creador tanto 
el Padre como el Hijo, como el Espíritu Santo. Pastor y dador de 
vida tanto el Padre como el Hijo, como el Espíritu Santo. Alimento y 
pan eterno el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aprende esto tú y 
enséñalo. Vive tú de él y alimenta al otro. Dios, que es quien da, no 
puede darte cosa mejor que a sí mismo. ¡Avaro! ¿Qué otra cosa 
deseas? Si pides algo más, ¿qué te ha de bastar, si Dios no te 
basta?". 
.......................

S. Agustín, Sermón CXIIA,7:


El padre manda que se le ponga el primer vestido, el que había 
perdido Adán al pecar. Tras haber recibido en paz al hijo y haberlo 
besado, ordena que se le dé un vestido: la esperanza de la 
inmortalidad que confiere el bautismo. Manda asimismo que se le 
ponga anillo, prenda del Espíritu Santo, y calzado para los pies 
como preparación para el Evangelio de la paz, para que sean 
hermosos los pies del anunciador del bien" ().
........................

S. Agustín, Sermón CXVI,6:


"Désele muerte a Esteban; alborótese a la Iglesia de Jerusalén; 
alejénse de allí los amderos ardiendo, acérquense a otros lugares y 
prendan fuego. En cierto modo ardían maderos en Jerusalén; 
ardían por obra del Espíritu Santo cuando tenían todos un alma 
sola y un solo corazón dirigido a Dios. A la lapidación de Esteban 
sucedió una multitud de persecuciones: los maderos se esparcieron 
y el mundo se encendió". 
........................

S. Agustín, Sermón VII,2


"La llama, en la que apareció el ángel o el Señor, significa algo 
bueno, y por eso, cuando vino el Espíritu Santo, se presentaron 
lenguas separadas, como de fuego; pero entonces debemos 
entender que la zarza no se quemaba, no por la ineficacia del 
fuego, sino por la dureza de la zarza".
........................

S. Agustín, Sermón VIII,17.18


"En cuanto yo opino, en cuanto vosotros conocéis, en cuanto 
creemos, no hay ninguna santificación divina y auténtica sino por la 
gracia del Espíritu Santo. No en vano se llamó propiamente Espíritu 
Santo. Aunque el Padre es santo y el Hijo es santo, el Espíritu 
recibe ese nombre como propio, de modo que la tercera persona de 
la Trinidad se llama Espíritu Santo. El descansa en el hombre 
humilde y sosegado como en su sábado. Por eso también se 
reserva al Espíritu Santo el número siete, como lo indican 
claramente nuestras Escrituras. Vean otros mejores que yo cosas 
mejores, y otros mayores que yo, cosas mayores; digan y expliquen 
algo más sutil y divino acerca de ese número siete. En lo que a mí 
toca, y lo que basta de presente, os recuerdo, para que lo veáis, 
que la razón propia de este número siete se asigna propiamente al 
Espíritu Santo, porque en el día séptimo cae la santificación Mas 
para retornar al principio, ya que por el Espíritu Santo somos 
recogidos en la unidad, se añade a los cuarenta y nueve días uno 
más, como honor de la unidad, y así tenemos cincuenta. No vino, 
pues, sin causa el Espíritu Santo en el día cincuenta, después de la 
ascensión del Señor Con razón vienen algunos a nosotros para 
recibir el Espíritu Santo, pues aunque crean lo mismo que nosotros, 
no pueden tenerle mientras sean enemigos de la unidad Recordad 
que los que se oponen a la unidad no tienen el Espíritu Santo". 
........................

S. Agustín, In Ioh. VI,2.3.4:


"El gemido es propio de las palomas, como todos sabéis, y es 
gemido de amor... El Espíritu Santo no gime, pues, en sí mismo ni 
dentro de sí mismo en aquella Trinidad, en aquella felicidad, en 
aquella eternidad de sustancia; gime en nosotros, porque nos hace 
gemir. No es pequeña cosa la que nos enseña el Espíritu Santo. 
Nos insinúa que somos peregrinos y nos enseña a suspirar por la 
patria, y los gemidos son esos mismos suspiros... El que se da 
cuenta de la opresión de su mortalidad, y de que está alejado del 
Señor, y de que todavía no posee aquella eterna felicidad 
prometida sino en esperanza y luego en realidad, cuando el mismo 
Señor venga lleno de gloria, quien primero vino oculto por la 
humildad, el que se da cuenta de esto, gime. Y mientras sus 
gemidos sean por esto, son gemidos santos. El Espíritu Santo es 
quien le enseña a gemir así; de la paloma aprende ese gemido... La 
paloma indica que los santificados por el Espíritu tienen que ser 
sencillos, y el fuego enseña que la sencillez no debe ser fría... Así 
era como convenía que se mostrara el Espíritu Santo en su venida 
sobre el Señor, para que sepa cada uno que, si tiene el Espíritu 
Santo, debe ser sencillo como la paloma, debe tener con los 
hombres paz verdadera, que es lo que significa el beso de la 
paloma". 
........................

S. Agustín, in Ioh., 9,8:


"Siempre que uno cualquiera enuncia el nombre del Padre y del 
Hijo, es necesario vea allí la caridad mutua del Padre y del Hijo, que 
es el Espíritu Santo. Tal vez, bien examinadas las Escrituras (lo que 
no quiere decir que lo pueda hacer hoy o como si no pudiera darse 
otra interpretación), indique que el Espíritu Santo es caridad. Y no 
se os ocurra pensar que es cosa vil la caridad... Cuando comience 
a tenerla, poseerá el Espíritu Santo, y cuando se vea falto de ella, 
estará vacío del Espíritu Santo...". 
........................

S. Agustín, in Ioh. 12,3:


"He aquí, pues, cómo ellos creían en Jesús, y Jesús aún no se 
fiaba de ellos. ¿Por qué eso? Porque no habían renacido aún del 
agua y del Espíritu Santo. Por eso se ha exhortado y se continúa 
exhortando a nuestros hermanos los catecúmenos. Si se les 
pregunta, responden que ellos ya han creído en Cristo: mas, 
porque aún no reciben su carne y su sangre, por eso Jesús no se 
confió a ellos. ¿Qué tienen que hacer para que se les confíe Jesús? 
Renacer del agua y del Espíritu Santo; que la Iglesia dé a luz a los 
que lleva en sus entrañas...". 
........................

S. Agustín, in Ioh. 12,6:


"Y sigue diciendo: 'Lo que nace de la carne, es carne, y lo que 
nace del Espíritu, es espíritu. Nacemos, pues, espiritualmente, y 
este nacimiento en el Espíritu es en virtud de las palabras y del 
sacramento. El Espíritu está presente para que nazcamos. El 
Espíritu de donde naces está invisiblemente presente, porque 
invisiblemente naces tú. Sigue hablando: 'No te extrañes que te 
haya dicho: Es necesario que nazcas de nuevo; el espíritu sopla 
donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de donde viene y 
adónde va'. No hay quien vea al Espíritu; ¿cómo, pues, se oye su 
voz? ¿Se oye un salmo? Es la voz del Espíritu. ¿Se oye el 
Evangelio? Es la voz del Espíritu. ¿Se oye la palabra divina? Es 
también la voz del Espíritu. 'Se oye su voz y no se sabe de dónde 
viene ni a dónde va'. Y si tú naces del Espíritu serás tal que quien 
no ha nacido aún del Espíritu no sabrá de ti ni de dónde vienes ni 
adónde vas. Esto es lo que añade el Señor: 'Así es todo el que ha 
nacido del Espíritu'". 
........................

Sermones de san Agustín, obispo n 34,1-3. 5-6: CCL 41; 


424-426):
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la 
asamblea de los fieles. Se nos ha exhortado a cantar al Señor un 
cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es 
expresión de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es 
expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida 
nueva sabe cantar el cántico nuevo. De modo que el cántico nuevo 
nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El hombre nuevo, el 
cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y 
único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo, 
porque pertenece al Testamento nuevo.
Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que 
preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a 
que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si 
no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman 
primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él 
nos amó primero. Trata de averiguar de dónde le viene al hombre 
poder amar a Dios, y no encuentra otra razón sino porque Dios le 
amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos y con 
ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol 
Pablo que nos habla con toda claridad de la raíz de nuestro amor: 
El amor de Dios -dice- ha sido derramado en nuestros corazones. 
Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? 
Ciertamente no proviene de nosotros. Pues, ¿de quién? Del 
Espíritu Santo que se nos ha dado.
Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud 
del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice m s 
claramente aún: Dios es amor, y quien Permanece en el amor 
Permanece en Dios, y Dios en él. No basta con decir: El amor es de 
Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo 
dijo quien sabía lo que se traía entre manos.
Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: «Amadme, y me 
poseeréis, porque no os ser posible amarme si antes no me 
poseéis.»
¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois brotes de la Iglesia 
universal, semilla santa del reino eterno, los regenerados y nacidos 
en Cristo! Oídme: Cantad por mí al Señor un cántico nuevo. «Ya 
estamos cantando», decís. Cantáis, sí, cantáis. Ya os oigo. Pero 
procurad que vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra 
lengua canta.
Cantad con vuestra voz, cantad con vuestro corazón, cantad con 
vuestra boca, cantad con vuestras costumbres: Cantad al Señor un 
cántico nuevo. ¿Preguntáis qué es lo que vais a cantar de aquel a 
quién amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a 
quien amáis: preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él. Ya lo 
habéis oído: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué 
alabanzas debéis cantar? Resuene su alabanza en la asamblea de 
los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo cantor.
¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto 
que vais a cantar. Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís 
santamente. 
.......................

De los sermones de san Agustín, obispo (Sermón 8, en la Octava 


de Pascua, 1, 4: PL 4fi, 838. 841):
Me dirijo a vosotros, niños recién nacidos, párvulos en Cristo, 
nueva prole de la Iglesia, gracia del Padre, fecundidad de la Madre, 
retoño santo, muchedumbre renovada, de nuestro honor y fruto de 
nuestro trabajo, mi gozo y corona, todos los que perseveráis firmes 
en el Señor. Me dirijo a vosotros con las palabras del Apóstol: 
Vestios del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no 
fomente los malos deseos, para que os revistáis de la vida que se 
os ha comunicado en el sacramento. Los que habéis incorporado a 
Cristo por el bautismo os habéis vestido de Cristo. Ya no hay 
distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y 
mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
En esto consiste la fuerza del sacramento: en que es sacramento 
de la vida nueva; que empieza ahora con la remisión de todos los 
pecados pasados y que llegará a su plenitud con la resurrección de 
los muertos. Por el bautismo fuisteis sepultados con él en la muerte, 
para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así 
también andéis vosotros en una vida nueva. Pues ahora, mientras 
vivís en vuestro cuerpo mortal, desterrados lejos del Señor, 
camináis por la fe; pero tenéis un camino seguro que es Cristo 
Jesús en cuanto hombre, el cual es al mismo tiempo el término al 
que tendéis, quien por nosotros ha querido hacerse hombre. Él ha 
reservado una inmensa dulzura para los que le temen y la 
manifestará y dará con toda plenitud a los que esperan en él, una 
vez que hayamos recibido la realidad de lo que ahora poseemos 
sólo en esperanza.
Hoy se cumplen los ocho días de vuestro renacimiento: y hoy se 
completa en vosotros el sello de la fe, que entré los antiguos padres 
se llevaba a cabo en la circuncisión de la carne a los ocho días del 
nacimiento carnal.
Por eso mismo; el Señor al despojarse con su resurrección de la 
carne mortal y hacer surgir un cuerpo, no ciertamente distinto, pero 
sí inmortal, consagró con su resurrección el domingo, que es el 
tercer día después de su pasión y el octavo contando a partir del 
sábado; y, al mismo tiempo, el primero.
Por esto también vosotros, ya que habéis resucitado con Cristo 
-aunque todavía no de hecho, pero sí ya con esperanza cierta, 
porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del 
Espíritu-, buscad los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a 
la derecha de Dios aspirad a los bienes de arriba, no a los de la 
tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo 
escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces 
también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 
........................

De los tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san 


Juan (Tratado 15,10-12.16-17: CCL 36,154-156):
Llega una mujer. Se trata aquí de una figura de la Iglesia, no 
santa aún, pero sí a punto de serlo; de esto, en efecto, habla 
nuestra lectura. La mujer llegó sin saber nada, encontró a Jesús, y 
él se puso a hablar con ella. Veamos cómo y por qué. Llega una 
mujer de Samaria a sacar agua. Los samaritanos no tenían nada 
que ver con los judíos; no eran del pueblo elegido. Y esto ya 
significa algo: aquella mujer, que representaba a la Iglesia, era una 
extranjera, porque la Iglesia iba a ser constituida por gente extraña 
al pueblo de Israel.
Pensemos, pues, que aquí se está hablando ya de nosotros: 
reconozcámonos en la mujer, y, como incluidos en ella, demos 
gracias a Dios. La mujer no era más que una figura, no era la 
realidad; sin embargo, ella sirvió de figura; y luego vino la realidad. 
Creyó, efectivamente, en aquel que quiso darnos en ella una figura. 
Llega, pues, a sacar agua.
Jesús le dice: ´Dame de beberª. Sus discípulos se habían ido al 
pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo 
judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los 
judíos no se tratan con los samaritanos.
Ved cómo se trata aquí de extranjeros: los judíos no querían ni 
siquiera usar sus vasijas. Y como aquella mujer llevaba una vasija 
para sacar el agua, se asombró de que un judío le pidiera de beber, 
pues no acostumbraban a hacer esto los judíos. Pero aquel que le 
pedía de beber tenía sed, en realidad, de la fe de aquella mujer.
Fíjate en quién era aquel que le pedía de beber: Jesús le 
contestó: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de 
beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
Le pedía de beber, y fue él mismo quien prometió darle el agua. 
Se presenta como quien tiene indigencia, como quien espera algo, 
y le promete abundancia, como quien está dispuesto a dar hasta la 
saciedad. Si conocieras -dice- el don de Dios. El don de Dios es el 
Espíritu Santo. A pesar de que no habla aún claramente a la mujer, 
ya va penetrando, poco a poco, en su corazón y ya la está 
adoctrinando. ¿Podría encontrarse algo más suave y más 
bondadoso que esta exhortación? Si conocieras el don de Dios, y 
quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua 
viva. ¿De qué agua iba a darle, sino de aquella de la que está 
escrito: En ti está la fuente viva? Y ¿cómo podrán tener sed los que 
se nutren de lo sabroso de tu casa?
De manera que le estaba ofreciendo un manjar apetitoso y la 
saciedad del Espíritu Santo, pero ella no lo acababa de entender; y 
como no lo entendía, ¿qué respondió? La mujer le dice: ´Señor, 
dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a 
sacarla. Por una parte, su indigencia la forzaba al trabajo, pero, por 
otra, su debilidad rehuía el trabajo. Ojalá hubiera podido escuchar: 
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os 
aliviaré. Esto era precisamente lo que Jesús quería darle a 
entender, para que no se sintiera ya agobiada; pero la mujer aún 
no lo entendía.
 
 
Cipriano
Dídimo el Ciego
Nicetas de Remesiana
Máximo el confesor
Fausto de Riez
Epifanio de Salamina
Ambrosiaster.

·Cipriano-san, _a-Donato 4.14.15:


"Mas, toda mancha de mi vida anterior fue lavada con el agua de 
la regeneración y en mi corazón, limpio y puro, fue infundida la luz 
de lo alto. Con la infusión del Espíritu Santo, el segundo nacimiento 
me convirtió en un hombre nuevo e inmediatamente, de modo 
maravilloso, se desvanecieron mis dudas. Se hizo patente lo 
misterioso, se hizo claro lo oscuro, se hizo fácil lo que antes parecía 
difícil, se pudo realizar lo que antes se creía imposible. Y pude 
comprender entonces que era terreno el que, nacido de la carne, 
vivía sujeto a los pecados, pero que empezaba a ser de Dios este 
mismo, a quien vivificaba ya el Espíritu Santo... Así como 
espontáneamente el sol alumbra, el día ilumina, la lluvia humedece, 
así mismo el Espíritu celestial se infunde en nosotros... A ti ahora te 
parecerán ya despreciables los artesonados adornados de oro y las 
mansiones revestidas con incrustaciones de mármol precioso, pues 
sabes que eres tú más bien el que debe ser pulido, el que debe ser 
adornado antes de nada; sabes que para ti esta es la mejor casa, 
en la que se asienta el Señor como en su templo y en la que 
empezó a habitar el Espíritu Santo". 
........................

S. Cipriano, a Donato 4.14.15:


"Mas, toda mancha de mi vida anterior fue lavada con el agua de 
la regeneración y en mi corazón, limpio y puro, fue infundida la luz 
de lo alto. Con la infusión del Espíritu Santo, el segundo nacimiento 
me convirtió en un hombre nuevo e inmediatamente, de modo 
maravilloso, se desvanecieron mis dudas. Se hizo patente lo 
misterioso, se hizo claro lo oscuro, se hizo fácil lo que antes parecía 
difícil, se pudo realizar lo que antes se creía imposible. Y pude 
comprender entonces que era terreno el que, nacido de la carne, 
vivía sujeto a los pecados, pero que empezaba a ser de Dios este 
mismo, a quien vivificaba ya el Espíritu Santo... Así como 
espontáneamente el sol alumbra, el día ilumina, la lluvia humedece, 
así mismo el Espíritu celestial se infunde en nosotros... A ti ahora te 
parecerán ya despreciables los artesonados adornados de oro y las 
mansiones revestidas con incrustaciones de mármol precioso, pues 
sabes que eres tú más bien el que debe ser pulido, el que debe ser 
adornado antes de nada; sabes que para ti esta es la mejor casa, 
en la que se asienta el Señor como en su templo y en la que 
empezó a habitar el Espíritu Santo". 
........................
Del tratado de san Cipriano, obispo y mártir, sobre el 
comportamiento de las vírgenes.
(Núms. 3-4. 22. 23: CSEL 3,189-190. 202-204):

Me dirijo ahora a las vírgenes con tanto mayor interés cuanta 


mayor es su dignidad. La virginidad es como la flor del árbol de la 
Iglesia, la hermosura y el adorno de los dones del Espíritu, alegría, 
objeto de honra y alabanza, obra íntegra e incorrupta, imagen de 
Dios, reflejo de la santidad del Señor, porción la más ilustre del 
rebaño de Cristo. La madre Iglesia se alegra en las vírgenes, y por 
ellas florece su admirable fecundidad, y, cuanto más abundante es 
el número de las vírgenes, tanto más crece el gozo de la madre. A 
las vírgenes nos dirigimos, a ellas exhortamos, movidos más por el 
afecto que por la autoridad; y, conscientes de nuestra humildad y 
bajeza, no pretendemos reprochar sus faltas, sino velar por ellas 
por miedo de que el enemigo las manche.
Porque no es inútil este cuidado, ni vano el temor que sirve de 
ayuda en el camino de la salvación, velando por la observancia de 
aquellos preceptos de vida que nos dio el Señor; así, las que se 
consagraron a Cristo renunciando a los placeres de la carne 
podrán vivir entregadas al Señor en cuerpo y alma y, llevando a 
feliz término su propósito, obtendrán el premio prometido, no por 
medio de los adornos del cuerpo, sino agradando únicamente a su 
Señor, de quien esperan la recompensa de su virginidad.
Conservad, pues, vírgenes, conservad lo que habéis empezado a 
ser, conservad lo que seréis: una magnífica recompensa os está 
reservada; vuestro esfuerzo está destinado a un gran premio, 
vuestra castidad a una gran corona. Lo que nosotros seremos, 
vosotras habéis comenzado ya a serlo. Vosotras participáis, ya en 
este mundo, de la gloria de la resurrección; camináis por el mundo 
sin contagiaros de él: siendo castas y vírgenes, sois iguales a los 
 ángeles de Dios. Pero con la condición de que vuestra virginidad 
permanezca inquebrantable e incorrupta, para que lo que habéis 
comenzado con decisión lo mantengáis con constancia, no 
buscando los adornos de las joyas ni vestidos, sino el atavío de las 
virtudes.
Escuchad la voz del Apóstol a quien el Señor llamó vaso de 
elección y quien envió a proclamar los mandatos del reino: El primer 
hombre -dice-, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es 
del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual 
que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos 
imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre 
celestial. Ésta es la imagen de la virginidad, de la integridad, de la 
santidad y la verdad. 
........................

Del tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre los bienes de 
la paciencia 
(Núms. 13 y 15: CSEL 3, 406-408):
Es saludable aviso del Señor, nuestro maestro, que el que 
persevere hasta el final se salvará. Y también este otro: Si os 
mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; 
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 
Hemos de tener paciencia, y perseverar, hermanos queridos, 
para que, después de haber sido admitidos a la esperanza de la 
verdad y de la libertad, podamos alcanzar la verdad y la libertad 
mismas. Porque el que seamos cristianos es por la fe y la 
esperanza; pero es necesaria la paciencia, para que esta fe y esta 
esperanza lleguen a dar su fruto. 
Pues no vamos en pos de una gloria presente; buscamos la 
futura, conforme a la advertencia del apóstol Pablo cuando dice: En 
esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es 
esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que se ve? 
Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con 
perseverancia. Así pues, la esperanza y la paciencia nos son 
necesarias para completar en nosotros lo que hemos empezado a 
ser, y para conseguir, por concesión de Dios, lo que creemos y 
esperamos. 
En otra ocasión, el mismo Apóstol recomienda a los justos que 
obran el bien y guardan sus tesoros en el cielo ara obtener el ciento 
por uno, que tengan paciencia, diciendo: Mientras tenemos ocasión, 
trabajemos por el bien de todos, especialmente por el de la familia 
de la fe. No nos cansemos de hacer el bien, que, si no 
desmayamos, a su tiempo cosecharemos. 
Estas palabras exhortan a que nadie, por impaciencia, decaiga en 
el bien obrar o, solicitado y vencido por la tentación, renuncie en 
medio de su brillante carrera echando así a perder el fruto de lo 
ganado, por dejar sin terminar lo que empezó. 
En fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, une 
inseparablemente con ella la constancia y la paciencia: La caridad 
es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no 
es mal educada ni egoísta; no se irrita, no Ileva cuentas del mal; 
disculpa sin limites, cree sin limites, espera sin limites, aguanta sin 
limites. Indica, pues, que la caridad puede permanecer, porque es 
capaz de sufrirlo todo. 
Y en otro pasaje escribe: Sobrellevaos mutuamente con amor; 
esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la 
paz. Con esto enseña que no puede conservarse ni la unidad ni la 
paz si no se ayudan mutuamente los hermanos y no mantienen el 
vínculo de la unidad, con auxilio de la paciencia. 
........................

De las cartas de san Cipriano, obispo y mártir 


(Carta 6,1-2: CSEL 3, 480-482):

Os saludo, queridos hermanos, y desearía gozar de vuestra 


presencia, pero la dificultad de entrar en vuestra cárcel no me lo 
permite. Pues, ¿qué otra cosa más deseada y gozosa pudiera 
ocurrirme que no fuera unirme a vosotros, para que me abrazarais 
con aquellas manos que, conservándose puras, inocentes y fieles a 
la fe del Señor, han rechazado los sacrificios sacrílegos?¿Qué cosa 
más agradable y más excelsa que poder besar ahora vuestros 
labios, que han confesado de manera solemne al Señor, y qué 
desearía yo con más ardor sino estar en medio de vosotros para 
ser contemplado con los mismos ojos, que, habiendo despreciado al 
mundo, han sido dignos de contemplar a Dios?Pero como no tengo 
la posibilidad de participar con mi presencia en esta alegría, os 
envío esta carta, como representación mía, para que vosotros la 
leáis y la escuchéis. En ella os felicito, y al mismo tiempo os exhorto 
a que perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la 
gloria del cielo; y, ya que habéis comenzado a recorrer el camino 
que recorrió el Señor, continuad por vuestra fortaleza espiritual 
hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo 
Señor que dijo: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, 
hasta el fin del mundo.¡Feliz cárcel, dignificada por vuestra 
presencia! ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de 
Dios! ¡Oh tinieblas más resplandecientes que el mismo sol y más 
brillantes que la luz de este mundo, donde han sido edificados los 
templos de Dios y santificados vuestros miembros por la confesión 
del nombre del Señor!Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro 
corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los 
mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os 
animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se preocupe 
ahora de la muerte sino de la inmortalidad, ni del sufrimiento 
temporal sino de la gloria eterna, ya que está escrito: Mucho le 
place al Señor la muerte de sus fieles. Y en otro lugar: El sacrificio 
que agrada a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón 
quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.Y también, cuando la 
sagrada Escritura habla de los tormentos que consagran a los 
mártires de Dios y los santifican en la prueba, afirma: La gente 
pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la 
inmortalidad. Gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor 
reinará sobre ellos eternamente.Por tanto, si pensáis que habéis de 
juzgar y reinar con Cristo Jesús, necesariamente debéis de 
regocijaros y superar las pruebas de la hora presente en vista del 
gozo de los bienes futuros. Pues, como sabéis, desde el comienzo 
del mundo las cosas han sido dispuestas de tal forma que la justicia 
sufre aquí una lucha con el siglo. Ya desde el mismo comienzo, el 
justo Abel fue asesinado, y a partir de él siguen el mismo camino los 
justos, los profetas y los apóstoles.El mismo Señor ha sido en sí 
mismo el ejemplar para todos ellos, enseñando que ninguno puede 
llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: El que 
se ama a si mismo se pierde, y el que se aborrece a si mismo en 
este mundo se guardará Para la vida eterna. Y en otro lugar: No 
tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el 
alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y 
cuerpo.También el apóstol Pablo nos dice que todos los que 
deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en 
todo: Somos hijos de Dios -dice- y, si somos hijos, también 
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que 
sufrimos con él para ser también con él glorificados. 
........................

Del tratado de san Cipriano, obispo y mártir, sobre el 


Padrenuestro (Caps.1-3: CSEL 3, 267-268):

Los preceptos evangélicos, queridos hermanos, no son otra cosa 


que las enseñanzas divinas, fundamentos que edifican la 
esperanza, cimientos que corroboran la fe, alimentos del corazón, 
gobernalle del camino, garantía para la obtención de la salvación; 
ellos instruyen en la tierra las mentes dóciles de los creyentes, y los 
conducen a los reinos celestiales.

Muchas cosas quiso Dios que dijeran e hicieran oír los profetas, 
sus siervos; pero cuánto más importantes son las que habla su Hijo, 
las que atestigua con su propia voz la misma Palabra de Dios, que 
estuvo presente en los profetas, pues ya no pide que se prepare el 
camino al que viene, sino que es él mismo quien viene abriéndonos 
y mostrándonos el camino, de modo que quienes, ciegos y 
abandonados, errábamos antes en las tinieblas de la muerte, ahora 
nos viéramos iluminados por la luz de la gracia y alcanzáramos el 
camino de la vida, bajo la guía y dirección del Señor.

El cual, entre todos los demás saludables consejos y divinos 


preceptos con los que orientó a su pueblo para la salvación, le 
enseñó también la manera de orar, y, a su vez, él mismo nos 
instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir. El que nos dio 
la vida nos enseñó también a orar, con la misma benignidad con la 
que da y otorga todo lo demás, para que fuésemos escuchados con 
más facilidad, al dirigirnos al Padre con la misma oración que el Hijo 
nos enseñó.

El Señor había ya predicho que se acercaba la hora en que los 


verdaderos adoradores adorarían al Padre en espíritu y verdad; y 
cumplió lo que antes había prometido de tal manera que nosotros, 
que habíamos recibido el espíritu y la verdad como consecuencia 
de su santificación adoráramos a Dios verdadera y espiritualmente, 
de acuerdo con sus normas.

¿Pues qué oración más espiritual puede haber que la que nos 
fue dada por Cristo, por quien nos fue también enviado el Espíritu 
Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó 
de labios del Hijo, que es la verdad? De modo que orar de otra 
forma no es sólo ignorancia, sino culpa también, pues él mismo 
afirmó: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra 
tradición.

Oremos, pues, hermanos queridos, como Dios, nuestro maestro, 


nos enseñó. A Dios le resulta amiga y familiar la oración que se le 
dirige con sus mismas palabras la misma oración de Cristo que llega 
a sus oídos.

Cuando hacemos oración, que el Padre reconozca las palabras 


de su propio Hijo; el mismo que habita dentro del corazón sea el 
que resuene en la voz, y, puesto que lo tenemos como abogado por 
nuestros pecados ante el Padre, al pedir por nuestros delitos, como 
pecadores que somos, empleemos las mismas palabras de nuestro 
defensor. Pues, si dice que hará lo que pidamos al Padre en su 
nombre, ¿cuánto más eficaz no será nuestra oración en el nombre 
de Cristo, si la hacemos, además, con sus propias palabras? 
________________________________________________

·Dídimo-el-Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo, II,3; VIII,32:


"El apelativo Espíritu Santo y la realidad que se manifiesta a 
partir del mismo término son completamente ignorados por los que 
filosofan al margen de la sagrada Escritura. Sólo en nuestro libros, 
tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, se exponen su 
noción y su nombre... En efecto, como el que conoce bien una 
materia y la posee completamente, puede tener sobre ella un 
discurso erudito y profundo, así aquellos que han recibido de modo 
pleno al Espíritu Santo, hasta el punto de estar colmados de él, 
anuncian con confianza la palabra de Dios, pues el Espíritu Santo, 
presente en ellos, les comunica un lenguaje digno de Dios". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo IX.35:


"Es imposible, por tanto, que uno obtenga la gracia de Dios, si no 
tiene al Espíritu Santo, en el que reconocemos que consisten todos 
los dones de Dios. Y que quien lo tenga ha conseguido también de 
manera perfecta el lenguaje de la sabiduría y los demás bienes, lo 
demuestra claramente el presente raciocinio, y poco antes hemos 
dicho que el Espíritu Santo es la sustancia de los bienes de Dios, 
cuando hemos aducido como ejemplo: 'El Padre dará el Espíritu 
Santo a quienes se lo pidan, y: El Padre dará cosas buenas a 
quienes se las pidan' ... En efecto, nadie recibe nunca las 
bendiciones espirituales de Dios, si no le ha precedido el Espíritu 
Santo. Ahora bien, el que haya recibido el Espíritu Santo obtendrá 
consiguientemente sus bendiciones, a saber, la sabiduría, la 
inteligencia, etc., de las cuales escribe así el apóstol: 'Por esto, 
también nosotros desde el día en que hemos sabido esto no 
cesamos de orar por vosotros y de pedir que os llenéis del 
conocimiento de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia 
espiritual, comportándoos de manera digna de Dios'" . 

Dídimo el Ciego, Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu 


Santo XI.44.49:
"Así pues, Dios, dador de los bienes, concede, por la potencia 
del Espíritu Santo, la esperanza que ha prometido a aquellos que lo 
poseen; colma de gozo y de paz a los que habiendo alcanzado el 
estado de imperturbabilidad y de quietud, conservan el ánimo 
gozoso y tranquilo frente a toda turbación de las pasiones. Además 
aquellos que por la potencia del Espíritu Santo hayan conseguido 
tales bienes, obtendrán también la recta fe en el misterio de la 
Trinidad... La efusión del Espíritu es, por tanto, la causa de 
profetizar y de conocer el sentido y la belleza de la verdad... El 
término 'efusión', por tanto, significa amplia y rica abundancia de un 
don". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XVII.78.80:


"... Y de él se dice en el profeta: 'Los salvará, porque los ha 
amado'. Que este amor es fruto del Espíritu Santo, como también el 
gozo y la paz que es concedida por el Padre y el Hijo, lo confirma el 
apóstol cuando escribe: 'Fruto del Espíritu es gozo, paz, amor'. Este 
amor ha sido derramado en el corazón de los creyentes mediante el 
Espíritu Santo. El amor de Dios -afirma- ha sido derramado en 
nuestros corazones en el Espíritu Santo'. Ahora bien, todo lo que 
está en comunión con el Espíritu Santo, lo está mediante la 
participación en él, según este pasaje: 'La comunión del Espíritu 
Santo esté con todos vosotros', y en otro texto: 'Si hay alguna 
comunión del Espíritu'. Cuando uno tenga la sabiduría, la palabra 
de Dios y la verdad en todo, tendrá también la comunión en la 
santidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo... Por tanto, el que 
está en comunión con el Espíritu Santo, entra inmediatamente en 
comunión con el Padre y con el Hijo. Y quien tiene el amor del 
Padre, lo tiene del Hijo, comunicado por medio del Espíritu Santo. Y 
quien participa de la gracia de Jesucristo posee la misma gracia, 
dada por el Padre por medio del Espíritu Santo". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XIX.85; XX..87:


"De cuanto hemos dicho se deduce que la sabiduría dada a los 
discípulos por el Hijo es la sabiduría del Espíritu Santo y que la 
enseñanza del Espíritu Santo es la enseñanza del Señor; y que es 
única la comunión de naturaleza y de voluntad del Espíritu Santo 
con el Hijo... La unidad de naturaleza y de poder de la Trinidad se 
revelan también con otro ejemplo tomado de las Escrituras. Al Hijo 
se le llama mano, brazo y derecha del Padre. De éstos términos, 
como hemos repetido varias veces, se demuestra la identidad de la 
única naturaleza. También al Espíritu Santo se le llama dedo de 
Dios para indicar la unión de naturaleza con el Padre y el Hijo. En 
efecto, como la mano no se separa del cuerpo, con la que lo realiza 
y lleva a cabo todo, y está unida a aquella persona de la que es 
mano, así el dedo no está separado de la mano de la cual es dedo. 
Por esto, cuando reflexionas sobre Dios, debes rechazar las 
desigualdades y las medidas y pensar en la unidad del dedo y de la 
mano y de todo el cuerpo. Con este dedo fue escrita la Ley sobre 
tablas de piedra" 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XXII.95:


"Ahora bien, puesto que el Hijo es la imagen del Dios invisible, y 
la forma de su substancia, todos los que son modelados y formados 
según esta imagen o forma son conducidos hacia la semejanza de 
Dios. Ahora bien, consiguen esta forma o imagen según las leyes 
del desarrollo humano. Del mismo modo, puesto que el Espíritu 
Santo es el sello de Dios, los que reciben la forma y la imagen de 
Dios, una vez signados por medio de él, son conducidos en él al 
sello de Cristo, llenos de sabiduría, de ciencia, y lo que es más, de 
fe". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo, XXIII.99; 


XXIV.101:
"Y también mediante la intervención de Cristo en los apóstoles se 
ha realizado plenamente el ministerio del Espíritu. Por esto los 
mismos apóstoles confiesan que hablan en Cristo y de lo que han 
visto con sus propios ojos y que han llegado a ser ministros de la 
palabra, es decir, de Cristo, y dispensadores de los misterios de 
DiosNo creo que pueda haber alguien tan insensato y loco que 
considere perfecto el bautismo que es administrado en el nombre 
del Padre y del Hijo sin la mención del Espíritu Santo o, incluso en el 
nombre del Padre y del Espíritu Santo omitiendo el nombre del Hijo, 
o finalmente en el nombre del Hijo y del Espíritu Santo sin 
anteponer el término Padre". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XXV.110.111:


"Define al Espíritu Santo como futuro Consolador, imponiéndole 
un nombre basado en su actividad, pues no sólo consuela a 
aquellos que encuentra dignos de sí y los libera de toda tristeza y 
pasión, sino que también les comunica un extraordinario gozo y 
alegría, como para que uno, dando gracias a Dios por haber sido 
considerado digno de tal huésped, pueda exclamar: 'Has puesto 
alegría en mi corazón' (Sal 4,8). De hecho se derrama un gozo 
perenne en el corazón de aquellos en los que habita el Espíritu. 
Este Espíritu Consolador es enviado por el Hijo, no al modo del 
ministerio de los ángeles, de los profetas o de los apóstoles, sino 
como conviene que sea enviado el Espíritu de Dios por la Sabiduría 
y la Bondad...". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XXVIII.125; 


XXXIII.149:
"... Del mismo modo donde esté el Espíritu Santo, 
inmediatamente se encuentra también el Hijo. Ya que cuando el 
Espíritu Santo está presente en los profetas, habilitándolos a 
predecir el futuro, y a todo lo que está en conexión con la actividad 
profética, se dice que se ha dirigido a ellos la Palabra de Dios (Os 
1,1), de modo que al dicho 'Esto dice el Señor' (Is 22,15) Cuando el 
Espíritu venga al corazón de los creyentes serán colmados del 
lenguaje de la sabiduría y de la ciencia, y así, hechos espirituales, 
acogen el magisterio del Espíritu Santo que los conducirá a la 
plenitud de la verdad". 
Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo 
XXXVIII,173-174:
"Pero de este raciocinio y del contenido referido, se deduce 
como consecuencia que aquello que antes hemos dicho que 
pertenece al padre, lo posee también el Hijo, y todo lo que es del 
Hijo lo posee también el Espíritu Santo. En efecto, afirma: 'El tomará 
de lo mío por esto os anunciará lo verdadero'. Por medio del 
Espíritu de la verdad se concede a los hombres santos el 
conocimiento seguro de los acontecimientos futuros. Por esto, los 
profetas, llenos de este mismo Espíritu, predecían de modo intuitivo 
y percibían casi como presente lo que a continuación habría de 
suceder. Baste con haber expuesto, de manera exhaustiva y amplia, 
y según los límites de nuestra capacidad, el presente capítulo del 
Evangelio. Si el Señor lo ha revelado a alguno y se ha aproximado 
más a la verdad y puede exponerla mejor, reconocemos más valor a 
la exposición de aquellos a los que favorece el Espíritu de la 
verdad; y pedimos a aquellos que nos lean que excusen mi 
ignorancia y perdonen el deseo de quien pretendía ofrecer a Dios 
todo lo que pudo, aunque no haya sido capaz de llevar a cabo su 
propia voluntad". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo 


XXXIX,181.188.194:
"... la sabiduría del Espíritu comunica a los que la poseen la 
serenidad de ánimo, la paz y la vida eterna. Poseyéndola, podrán 
pisotear todas las pasiones, cualquier clase de vicio e incluso a los 
mismos demonios, que son las que las provocan... Se demuestra 
así clarísimamente que el Espíritu Santo es inseparable de Cristo, 
porque donde está el Espíritu Santo allí está también Cristo y de 
donde se aparte el Espíritu de Cristo, también se aparta de igual 
modo Cristo... Pero después de que el cuerpo ha muerto al pecado, 
Cristo presente en aquellos que han mortificado su propio cuerpo le 
manifiesta el Espíritu de vida mediante la justicia de las obras o por 
la corrección de los vicios mortales o por la fe de Jesucristo, en 
aquellos que viven según la fe en él... A los que se nos ha 
concedido divinamente un don tan grande por medio del Espíritu, 
no de la carne, para vivir según sus aspiraciones". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo XLII,195; 


XLVII,213; XLIX,222; L,223
"... es decir, no os abstenéis de los vicios por el miedo y el terror 
de las penas, a semejanza de los esclavos, pues tenéis el Espíritu 
de adopción que os ha sido comunicado por el Padre, es decir, el 
Espíritu Santo, que es también Espíritu del Hijo de Dios y de Cristo, 
y se llama Espíritu de la verdad y de la sabiduría. Si pues este 
Espíritu eleva a la categoría de hijos de Dios a aquellos en los que 
por pura dignación suya él se hace su huésped, dejo a tu labor la 
inteligencia de las consecuencias de su poder... El que abandona al 
Señor es incrédulo, enoja al Santo de Israel y exaspera a su santo 
Espíritu. La misma irritación contra los pecadores se refiere tanto al 
Espíritu Santo como al Santo de Israel... De hacho, el Espíritu Santo 
habita solamente en los que habiendo abandonado los vicios, 
siguen el coro de las virtudes y, conforme a ellas y por medio de 
ellas, viven en la fe de Cristo.... Dios invitando a la santidad por 
medio de la fe, a saber, para que lleguen a ser creyentes en el 
Espíritu Santo, les concedió el Espíritu Santo ". 

Dídimo el Ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo LXIII.272.277:


"Baste, por ahora, con lo dicho según la pobreza de nuestro 
lenguaje que manifiesta mi temor de haber tenido la osadía de 
hablar del Espíritu Santo... Y como audazmente y según nuestra 
conciencia reivindicamos para nosotros el sentimiento de la piedad, 
así por cuanto se refiere al hablar sobre él, confesamos 
cándidamente que nos faltan completamente, en relación al 
desarrollo de nuestra exposición, la elegancia de la retórica y la 
elocuencia. En efecto, nuestra preocupación ha sido, discutiendo 
sobre las sagradas Escrituras, comprender piadosamente lo que 
está escrito en ellas y tener presente la inexperiencia y la limitación 
de nuestras palabras". 
_________________________________________________

Nicetas de remesiana, El Espíritu Santo 1.5:


"A continuación, según mi capacidad, expondré lo que pienso 
sobre la tercera persona, es decir, sobre el Espíritu Santo, dado 
que me doy cuenta de que muchos dudan especialmente sobre El. 
Y aunque sea una temeridad disputar del que en la profesión de fe 
está asociado al Padre y al Hijo según la tradición del Señor y 
nuestra profesión de fe en el bautismo, con todo y dado que 
muchos piensan cosas distintas y que se nos pide una explicación, 
hemos necesariamente de darla. Y no la hemos de dar sino a partir 
de las Sagradas Escrituras. Con todo, estoy convencido de que 
difícilmente se podrán apaciguar unos oídos ocupados de 
antemano y unos entendimientos cargados con otra manera de 
pensar. La prevención es, en efecto, perniciosa... Sabemos que 
este Espíritu existe con personalidad propia y verdadera; que es 
fuente de santificación, luz de las almas y dador de los dones. Este 
Espíritu santifica y no es santificado, ilumina y no es iluminado. Y sin 
este Espíritu ninguna criatura podrá alcanzar la eternidad ni 
llamarse de verdad santa...". 

Nicetas de remesiana, El símbolo de la fe 8:


"Afianzad, hermanos, en vuestros corazones esta fe en la 
Trinidad, haciendo profesión de fe en un solo Dios Padre 
Todopoderoso y en su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, y en el 
Espíritu Santo, luz verdadera y santificador de las almas, que es 
prenda de nuestra herencia, el cual, si le estamos atentos, nos 
conducirá a toda la verdad y nos hará heredar las cosas celestiales. 
En efecto, los apóstoles recibieron del Señor esta Regla de fe para 
que 'bautizasen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu 
Santo a todas las gentes creyentes' (Mt 28,19). Que esta fe 
permanezca en vosotros, 'guardad el depósito, carísimos, evitando 
las novedades profanas de las palabrerías y las objeciones de la 
falaz ciencia' (1 Tim 6,20). 
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Máximo el confesor, Opúsculo 24 ad finem:


"Tú que posees todo el ardor del Espíritu y has implantado en lo 
íntimo de tu corazón aquel fuego que vino a traer quien aniquila 
todas nuestras maldades y malas pasiones, el Verbo, amante al 
mismo tiempo del bien y de los hombres, tú, gracias a ese celo, 
inflamas a quienes por error o impericia descaminan o tropiezan con 
malas acciones o con falsos razonamientos y consumes su 
impureza y su vanidad acercándoles la bienaventurada lámpara de 
la ciencia divina y de la virtud, en ti encendida de modo 
inextinguible" (Máximo el confesor, Opúsculo 7). "Merced a la gracia 
victoriosa del Espíritu, estás libre de toda mutación y, gracias a 
aquélla, perseverando constantemente en la oración, cuyos 
senderos recorres con maestría, enseñas a todos por qué caminos 
regios y divinos han de discurrir quienes quieren seguir con solidez 
la vía de la piedad" (Máximo el confesor, Opúsculo 16). "Vuélvete a 
la doctrina de los Padres, y toma de ellos qué ha de enseñarse y 
con qué nombre debe ser confesado. 'Confesamos lo que podemos 
contar', dice Basilio, el gran intérprete de los misterios divinos. Y 
añado yo por mi parte: la carne del mismo Dios Hijo en el propio 
Verbo de Dios da la vida, pues quien es de naturaleza superior a 
todas las cosas ha venido a nacer. Confesamos dos naturalezas y 
una sola persona e hipóstasis del Verbo de Dios. Adoramos a un 
solo Hijo, como uno solo es en la Trinidad, en unión del Padre y el 
Espíritu Santo, desde el principio, ahora, por los siglos infinitos y 
después de los siglos. Amén". 

Máximo el confesor, Reglas breves, 1:


"Quien ve en otro el fruto del Espíritu Santo, que en todas partes 
manifiesta la única fe, y no lo refiere al Espíritu Santo sino que lo 
atribuye al Adversario, blasfema contra el Espíritu Santo" (S. Basilio, 
Regla XXXV). "Es fácil, de hecho, que en la fatigosa y cuidada 
investigación de muchos se logre hallar lo que está escondido, pues 
Dios, según la promesa de nuestro Señor Jesucristo, nos concede 
encontrar lo que buscamos mediante la enseñanza del Espíritu 
Santo y la memoria por él regalada" (S. Basilio, Reglas 900b). 
"Quien, pues, puede llegar a un tal grado de locura que pretende 
lograr algo por si mismo o incluso creer que concibe algo en su 
pensamiento cuando, por el contrario, necesita de la guía del santo 
y buen Espíritu para caminar rectamente por el camino de la 
verdad...". 
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Fausto de Riez, El Espíritu Santo, I,1.10; III,1:


"La fe católica se expandió por el mundo entero por medio de los 
patriarcas, los profetas y los dispensadores de la gracia, con la 
acción del Espíritu Santo que la insinuaba en los corazones... Que 
el Espíritu Santo sea el dador de los carismas celestes y el 
dispensador de las santificaciones lo testimonio la misma naturaleza 
del nombre; sus grandes obras, en cambio, se han manifestado en 
el Antiguo Testamento, De hecho, en el A.T. su gracia no fue 
concedida más que a personas bien determinadas, es decir, a los 
patriarcas y a los profetas, a los santos y a los elegidos, para que 
por medio de la misma perfección de los dones tu comprendas la 
dignidad del donante... Si es propio de la divinidad conocer los 
secretos del hombre, cuánto más escrutar la profundidad de Dios 
constituye, en la persona del Espíritu Santo un indicio claro de la 
suprema majestad!. Entrar en el secreto de las conciencias es un 
privilegio que se reserva exclusivamente a su autor". 
_________________________________________________

Epifanio de Salamina, El ancla de la fe, 66,67:


"El que santifica con su sangre a las gentes, reconduce con su 
Espíritu a los elegidos al cielo cuando 'son movidos por su Espíritu' 
y viven para Dios...Si la fe me dice que Cristo es del Padre, que el 
Espíritu es de Cristo, más aún, de los dos (como dice Cristo: 'El 
procede del Padre y toma de lo mío', que Cristo es obra del Espíritu 
Santo (según la voz del ángel: 'lo que hay en ella es obra del 
Espíritu Santo'), debe comprender el misterio de mi redención 
únicamente creyendo, escuchando y amando a él que a mí ha 
venido. Porque es Dios que se conoce, Cristo que se anuncia, el 
Espíritu Santo que se desvela a los santo". 
_________________________________________________

Ambrosiaster 8,27.28:
"...'Pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos 
inenarrables' (Rom 8,26). Dice que el Espíritu Santo intercede por 
nosotros no con palabras humanas sino en la forma que es propia 
de su naturaleza. Y en realidad cuando lo que es de Dios habla a 
Dios, es necesario que se exprese en aquella forma en la que se 
expresa aquel del cual es porque ninguno habla con su 
conciudadano en una lengua diversa. El Espíritu que se nos ha 
dado se hace presente en nuestras oraciones para cubrir con su 
fuerza nuestra incapacidad e ignorancia y pide a Dios por nosotros 
las cosas que nos sirven de utilidad... Cierto el mismo Espíritu 
intercede por nosotros cuando sabe que por ignorancia, no por 
presunción, pedimos cosas malas"

 
Julio Fírmico Materno
Cromacio de Aquileya
Cirilo de Alejandría
Filocalía
Antonio el Grande
Evagrio monje  
Gregorio Nacianceno
Marcos el Asceta
Esiquio Presbítero

Julio Firmico Materno, El error de las religiones profanas 28:


"El Espíritu Santo que desea salvar, no perder a los errantes, 
quiere inspirar a los infelices una saludable vergüenza y dice por 
medio de Isaías: 'Os cubrirá la confusión a los que confiáis en 
cosas esculpidas y a los que decís a las estatuas vacías: sois 
nuestros dioses' (Is 42,17)...". 
_________________________________________________

Cromacio de Aquileya, Tratado XLVII a Mateo 7:


"...la manera cómo procede nuestra fe y acontece nuestra 
salvación. He aquí el orden...: primero, uno debe creer; sumergido 
en el bautismo viene liberado de la muerte eterna; recibe el don del 
Espíritu Santo por medio del cual vuelve a la vida. Es necesario que 
allí haya alguien que les mande tomar el alimento, no un alimento 
cualquiera, sino el alimento de la vida eterna...". 
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·Cirilo-Alejandría-s, Comentario a Zacarías II,4,1:


"(Las iglesias), como lucernas, reciben en la mente y en el 
corazón la iluminación de Cristo, tienen la llama alimentada por las 
efusiones del Espíritu, iluminan la casa y, junto a la antorcha, 
iluminan a los creyentes".

Cirilo de Alejandría, Comentario al evangelio de Juan II,IV; 


interpretación del pasaje de la samaritana
"Podría aquí añadir otros muchos pasos de la Escritura con los 
que sería muy fácil demostrar que con el término 'agua' 
frecuentemente se indica al Espíritu Santo...".
.......................

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el 


evangelio de san Juan 
(Libro 5, cap. 2: PG 73, 751-754):

Cuando el Creador del universo decidió restaurar todas las cosas 


en Cristo, dentro del más maravilloso orden, y devolver a su 
anterior estado la naturaleza del hombre, prometió que, al mismo 
tiempo que los restantes bienes; le otorgaría también ampliamente 
el Espíritu Santo, ya que de otro modo no podría verse reintegrado 
a la pacífica y estable posesión de aquellos bienes.Determinó, por 
tanto, el tiempo en que el Espíritu Santo habría de descender hasta 
nosotros, a saber, el del advenimiento de Cristo, y lo prometió al 
decir: En aquellos días -se refiere a los del Salvador- derramaré mi 
Espíritu sobre toda carne.Y cuando el tiempo de tan gran 
munificencia y libertad produjo para todos al Unigénito encarnado 
en el mundo, como hombre nacido de mujer -de acuerdo con la 
divina Escritura-, Dios Padre otorgó a su vez el Espíritu, y Cristo, 
como primicia de la naturaleza renovada, fue el primero que lo 
recibió. Y esto fue lo que atestiguó Juan Bautista cuando dijo: He 
contemplado al Espíritu que bajaba del cielo y se posó sobre 
él.Decimos que Cristo, por su parte, recibió el Espíritu, en cuanto se 
había hecho hombre, y en cuanto convenía que el hombre lo 
recibiera; y, aunque es el Hijo de Dios Padre, engendrado de su 
misma substancia, incluso antes de la encarnación -más aún, antes 
de todos los siglos-, no se da por ofendido de que el Padre le diga, 
después que se hizo hombre: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado 
hoy.Dice haber engendrado hoy a quien era Dios, engendrado de 
él mismo desde antes de los siglos, a fin de recibirnos por su medio 
como hijos adoptivos; pues en Cristo, en cuanto hombre, se 
encuentra significada toda la naturaleza: y así también el Padre, 
que posee su propio Espíritu, se dice que se lo otorga a su Hijo, 
para que nosotros nos beneficiemos del Espíritu en él. Por esta 
causa perteneció a la descendencia de Abrahán, como está escrito, 
y se asemejó en todo a sus hermanos.De manera que el Hijo 
unigénito recibe el Espíritu Santo no para sí mismo -pues es suyo, 
habita en él, y por su medio se comunica, como ya dijimos antes-, 
sino para instaurar y restituir a su integridad a la naturaleza entera, 
ya que, al haberse hecho hombre, la poseía en su totalidad., 
Puede, por tanto, entenderse- si es que queremos usar nuestra 
recta razón, así como los testimonios de la Escritura- que Cristo no 
recibió el Espíritu para sí, sino más bien para nosotros en sí mismo: 
pues por su medio nos vienen todos los bienes. 
........................

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la carta 


a los Romanos (Cap.1S, 7: PG 74, 854-855):

Nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo y somos 


miembros los unos de los otros, y es Cristo quien nos une mediante 
los vínculos de la caridad, tal como está escrito: Él ha hecho de los 
dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que 
los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y 
reglas. Conviene, pues, que tengamos un mismo sentir: que, si un 
miembro sufre, los demás miembros sufran con él y que, si un 
miembro es honrado, se alegren todos los miembros.
Acogeos mutuamente -dice el Apóstol-, como Cristo os acogió 
para gloria de Dios. Nos acogeremos unos a otros si nos 
esforzamos en tener un mismo sentir; llevando los unos las cargas 
de los otros, conservando la unidad del Espíritu, con el vínculo de 
la paz. Así es como nos acogió Dios a nosotros en Cristo. Pues no 
engaña el que dice: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su 
Hijo por nosotros. Fue entregado, en efecto, como rescate para la 
vida de todos nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, 
redimidos de la muerte y del pecado. Y el mismo Apóstol explica el 
objetivo de esta realización de los designios de Dios, cuando dice 
que Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos, por 
exigirlo la fidelidad de Dios. Pues, como Dios había prometido a los 
patriarcas que los bendeciría en su descendencia futura y que los 
multiplicaría como las estrellas del cielo, por esto apareció en la 
carne y se hizo hombre el que era Dios y la Palabra en persona, el 
que conserva toda cosa creada y da a todos la incolumidad; por su 
condición de Dios. Vino a este mundo en la carne, mas no para ser 
servido, sino, al contrario, para servir, como dice él mismo, y 
entregar su vida por la redención de todos. Él afirma haber venido 
de modo visible para cumplir las promesas hechas a Israel. Decía 
en efecto: Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. 
Por esto, con verdad afirma Pablo que Cristo consagró su ministerio 
al servicio de los judíos, para dar cumplimiento a las promesas 
hechas a los padres y para que los paganos alcanzasen 
misericordia, y así ellos también le diesen gloria cómo a creador y 
hacedor, salvador y redentor de todos. De este modo alcanzó a 
todos la misericordia divina, sin excluir a los paganos, de manera 
que el designio de la sabiduría de Dios en Cristo obtuvo su 
finalidad; por la misericordia de Dios, en efecto, fue salvado todo el 
mundo, en lugar de los que se habían perdido.
........................

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el 


evangelio de san Juan (Libro 11, cap.11: PG 74, 559-562) (I):

Todos los que participamos de la sangre sagrada de Cristo 


alcanzamos la unión corporal con Él, como atestigua san Pablo, 
cuando dice refiriéndose al misterio del amor misericordioso del 
Señor: No había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, 
como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles 
y Profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del 
mismo cuerpo y participes de la promesa en Jesucristo.
Si, pues, todos nosotros formamos un mismo cuerpo en Cristo, y 
no sólo unos con otros, sino también en relación con aquel que se 
halla en nosotros gracias a su carne, ¿Cómo no mostramos 
abiertamente todos nosotros esa unidad entre nosotros y en 
Cristo? Pues Cristo, que es Dios y hombre a la vez, es el vínculo de 
la unidad.
Y, si seguimos por el camino de la unión espiritual; habremos de 
decir que todos nosotros, una vez recibido el único y mismo 
Espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos fundimos entre nosotros y 
con Dios. Pues aunque seamos muchos por separado, y Cristo 
haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de 
nosotros, ese Espíritu, único e indivisible, reduce por sí mismo a la 
unidad a quienes son distintos entre si en cuanto subsisten en su 
respectiva singularidad, y hace que todos aparezcan como una sola 
cosa en si mismo. 
........................

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el 


evangelio de san Juan (Libro 10, cap. 2: PG 74, 331-334):

El Señor, para convencernos de que es necesario que nos 


adhiramos a él por el amor, ponderó cuan grandes bienes se 
derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la 
vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su 
persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del 
Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de 
Cristo nos une con él).
La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una 
adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión de la vid con 
nosotros es una unión de amor y de inhabilitación. Nosotros, en 
efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la 
fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos 
la dignidad de hijos adoptivos, pues, como afirma san Pablo, el que 
se une al Señor es un espíritu con él.
De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de 
Cristo que es cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, 
estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y espirituales, 
entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un 
sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera 
fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo 
vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que 
proceden de él.
En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para 
producir fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de 
la vida nueva que se funda en su amor. Y esta vida la 
conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en 
su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y 
procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, 
esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu 
que habita en nosotros, pues, por medio de él, Dios mismo tiene su 
morada en nuestro interior.
De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros 
nos lo pone en claro el evangelista Juan al decir: En esto 
conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos 
ha dado de su Espíritu.
Pues, así como la raíz hace llegar su misma manera de ser a los 
sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre 
comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y 
con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su 
Espíritu a los que está n unidos con él por la fe: así les comunica 
una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al 
conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.
........................

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la 


segunda carta a los Corintios; Caps. 5, 5-6, 2: PG 74, 942-943):

Los que poseen las arras del Espíritu y la esperanza de la 


resurrección, como si poseyeran ya aquello que esperan, pueden 
afirmar que desde ahora ya no conocen a nadie según la carne: 
todos, en efecto, somos espirituales y ajenos a la corrupción de la 
carne. Porque, desde el momento en que ha amanecido para 
nosotros la luz del Unigénito, somos transformados en la misma 
Palabra que da vida a todas las cosas. Y, si bien es verdad que 
cuando reinaba el pecado estábamos sujetos por los lazos de la 
muerte, al introducirse en el mundo la justicia de Cristo quedamos 
libres de la corrupción.
Por tanto, ya nadie vive en la carne, es decir, ya nadie está 
sujeto a la debilidad de la carne, a la que ciertamente pertenece la 
corrupción, entre otras cosas; en este sentido, dice el Apóstol: Si 
alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. Es como 
quien dice: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y, 
para que nosotros tuviésemos vida, sufrió la muerte según la carne, 
y así es como conocimos a Cristo; sin embargo, ahora ya no es así 
como lo conocemos. Pues, aunque retiene su cuerpo humano, ya 
que resucitó al tercer día y vive en el cielo junto al Padre, no 
obstante, su existencia es superior a la meramente carnal, puesto 
que murió de una vez para siempre y ya no muere m s; la muerte ya 
no tiene dominio sobre él. porque su morir fue un morir al pecado 
de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Si tal es la condición de aquel que se convirtió para nosotros en 
abanderado y precursor de la vida, es necesario que nosotros, 
siguiendo sus huellas, formemos parte de los que viven por encima 
de la carne, y no en la carne. Por esto, dice con toda razón san 
Pablo: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha 
pasado, lo nuevo ha comenzado. Hemos sido, en efecto, 
justificados por la fe en Cristo, y ha cesado el efecto de la 
maldición, puesto que él ha resucitado para librarnos, conculcando 
el poder de la muerte; y, además, hemos conocido al que es por 
naturaleza propia Dios verdadero, a quien damos culto en espíritu y 
en verdad, por mediación del Hijo, quien derrama sobre el mundo 
las bendiciones divinas que proceden del Padre.
Por lo cual, dice acertadamente san Pablo: Todo esto viene de 
Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo, ya que el 
misterio de la encarnación y la renovación consiguiente a la misma 
se realizaron de acuerdo con el designio del Padre. No hay que 
olvidar que por Cristo tenemos acceso al Padre, ya que nadie va al 
Padre, como afirma el mismo Cristo, sino por él. Y, así, todo esto 
viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió y nos 
encargó el ministerio de la reconciliación.
________________________________________________

Filocalía, N. Aghiorita, proemio:


"¡Es verdaderamente bueno llorar amargamente, como dice el 
divino Crisóstomo!. He hecho hemos disfrutado de una gracia tal y 
hemos sido hecho dignos de un tan noble nacimiento que nuestra 
alma, purificada por el bautismo, por el Espíritu, resplandecía más 
que el sol (cf. J. Crisóstomo, In ep. II ad Cor VII 5 -PG 61,448-). 
Pero, recibido tal esplendor deiforme desde pequeños, después, en 
parte por ignorancia, las más de las veces ciegos por las tinieblas 
de los cuidados de esta vida, hasta tal punto hemos cubierto con 
las pasiones esta gracia que arriesgamos el apagar del todo en 
nosotros el Espíritu de Dios y sufrir casi la misma suerte que 
aquellos que habían respondido a Pablo que no sabían siquiera 
quién era el Espíritu Santo hasta el extremo que llegar a ser como 
antes, según lo que dice el profeta, cuando la gracia no reinaba en 
ellos... El Espíritu concede la Sabiduría a los Padres sabios en Dios 
y junto a la perfecta sobriedad, a la vigilancia en todo, a la custodia 
del intelecto, revela también el modo de encontrar después la 
gracia como cosa realmente admirable y de altísima ciencia... El 
intelecto y el corazón, poco a poco, se purifican y se unifican en sí 
mismos. Y una vez que se purifican y unifican en sí mismos, sucede 
que los mandamientos salvificos se cumplen con más facilidad, los 
frutos del Espíritu emergen en el alma y toda la suma de bienes 
viene abundantemente concedida".
_________________________________________________

Antonio el Grande, Avisos sobre la índole humana y la vida 


buena 141:
"El Hijo está en el Padre y el Espíritu en el Hijo y el Padre en 
ambos. El hombre conoce por fe todas las realidades invisibles e 
inteligibles. La fe es la voluntaria conformidad del alma". 
_________________________________________________

Evagrio monje, Sobre el discernimiento 23:


"Sé vigilante con la oración y aleja de ti el rencor. No te falten las 
palabras del Espíritu Santo y llama con las manos de la virtud a las 
puertas de la Escritura. Entonces nacerá la impasibilidad en tu 
corazón y en la oración verás a tu entendimiento resplandeciente 
como un astro".
________________________________________________

De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo 


(Sermón 45, 9. 22. 26. 28: PG 36, 634-635. 654. 658-659. 662):

El Hijo de Dios en persona, aquel que existe desde toda la 


eternidad, aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo, 
principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, 
expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, 
palabra y pensamiento del Padre, él mismo viene en ayuda de la 
criatura, que es su imagen: por amor del hombre se hace hombre, 
por amor a mi alma se une a un alma intelectual, para purificar a 
aquellos a quienes se ha hecho semejante, asumiendo todo lo 
humano, excepto el pecado. Fue concebido en el seno de la Virgen, 
previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu 
(ya que convenía honrar el hecho de la generación, destacando al 
mismo tiempo la preeminencia de la virginidad); y así, siendo Dios, 
nació con la naturaleza humana que había asumido, y unió en su 
persona dos cosas entre sí contrarias, a saber, la carne y el 
espíritu, de las cuales una confirió la divinidad, otra la recibió.
Enriquece a los demás, haciéndose pobre él mismo, ya que 
acepta la pobreza de mi condición humana para que yo pueda 
conseguir las riquezas de su divinidad.
Él, que posee en todo la plenitud, se anonada a sí mismo, ya 
que, por un tiempo, se priva de su gloria, para que yo pueda ser 
partícipe de su plenitud.
¿Qué son estas riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio 
en favor mío? Yo recibí la imagen divina, mas no supe conservarla. 
Ahora él asume mi condición humana, para salvar aquella imagen y 
dar la inmortalidad a esta condición mía; establece con nosotros un 
segundo consorcio mucho más admirable que el primero.
Convenía que la naturaleza humana fuera santificada mediante la 
asunción de esta humanidad por Dios; así, superado el tirano por 
una fuerza superior, el mismo Dios nos concedería de nuevo la 
liberación y nos llamaría a sí por mediación del Hijo. Todo ello para 
gloria del Padre, a la cual vemos que subordina siempre el Hijo toda 
su actuación.
El buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió en busca de la 
oveja descarriada, por los montes y collados donde sacrificábamos 
a los ídolos; halló a la oveja descarriada y, una vez hallada, la tomó 
sobre sus hombros, los mismos que cargaron con la cruz, y la 
condujo así a la vida celestial.
A aquella primera lámpara, que fue el Precursor, sigue esta luz 
clarísima; a la voz, sigue la Palabra; al amigo del esposo, el esposo 
mismo, que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto, 
predisponiéndolo para el Espíritu con la previa purificación del 
agua.
Fue necesario que Dios se hiciera hombre y muriera, para que 
nosotros tuviéramos vida. Hemos muerto con él, para ser 
purificados; hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; 
hemos sido glorificados con él, porque con él hemos resucitado. 

De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo 


(Sermón 39, En las sagradas Luminarias, 14-16. 20: PG 36, 
350-351. 354. 358-359):

Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se 


hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender 
con él.Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para 
santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para 
sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el jordán 
antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era 
espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua.Juan 
se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me 
bautices, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al 
Esposo, el mayor entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda 
la creación, el que había saltado de júbilo en el seno materno al 
que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y 
habría de ser precursor al que se había manifestado y se 
manifestará. Soy yo el que necesito que tú me bautices; y podría 
haber añadido: «Por tu causa.»Pues sabía muy bien que habría de 
ser bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le 
lavarían los pies.Pero Jesús, por su parte, asciende también de las 
aguas; pues se lleva consigo hacia lo alto al mundo, y mira cómo se 
abren de par en par los cielos que Adán había hecho que se 
cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se 
había cerrado el paraíso con la espada de fuego.También el 
Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien 
es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo 
procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio; del 
mismo modo que la paloma, aparecida en forma visible, honra el 
cuerpo de Cristo, que por deificación era también Dios. Así también, 
muchos siglos antes, la paloma había anunciado el fin del 
diluvio.Honremos hoy nosotros, por nuestra parte, el bautismo de 
Cristo, y celebremos con toda honestidad su fiesta.Ojalá que estéis 
ya purificados, y os purifiquéis de nuevo. Nada hay que agrade 
tanto a Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en 
cuyo beneficio se han pronunciado todas las palabras y revelado 
todos los misterios; para que, como astros en el firmamento, os 
convirtáis en una fuerza vivificadora para el resto de los hombres; y 
los esplendores de aquella luz que brilla en el cielo os hagan 
resplandecer, como lumbreras perfectas; junto a su inmensa luz, 
iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad, cuyo único 
rayo, brotado de la única Deidad, habéis recibido inicialmente en 
Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien le sean dados la gloria y el 
poder por los siglos de los siglos. Amén. 
_________________________________________________

Marco el asceta, la ley espiritual 2:

"Primero: sabemos que Dios es el principio, el centro y el fin de 


todo bien. Y es imposible hacer y creer el bien si no es en 
Jesucristo y en el Espíritu Santo".

Marco el asceta, a propósito de los que creen que son 


justificados por las obras, 32.59.64.90.98.115

"... 'El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu está 


en contra de la carne' (Gal 5,17). Pero los que caminan según el 
Espíritu no secundarán la concupiscencia de la carne... Hay 
algunos que dicen: 'no podemos hacer el bien si no recibimos 
eficazmente la gracia del Espíritu'... Quien busca las operaciones 
del Espíritu antes de cumplir los mandamientos se parece a aquel 
esclavo comprado por dinero que, en el momento en que es 
comprado, busca dejar constancia al mismo tiempo del precio y de 
la libertad... Tres son los lugares en los que el intelecto entra 
transformándose: según la naturaleza, más allá de la naturaleza y 
contra la naturaleza. Cuando entra en lugar según la naturaleza se 
encuentra a sí mismo culpable de pensamientos malos; y confiesa a 
Dios los pecados reconociendo las causas de las pasiones. Pero 
cuando entra en el lugar contra la naturaleza olvida la justicia de 
Dios y combate a los hombres... Cuando es conducido a aquel 
lugar más allá de la naturaleza encuentra los frutos del Espíritu 
Santo de los que ha hablado el Apóstol: amor, alegría, paz... Quien 
está en vigilia, es paciente y ora sin opresión llega a ser 
visiblemente partícipe del Espíritu Santo... La gracia del Espíritu 
Santo es única e inmutable: pero actúa en cada uno como quiere". 

Marcos el asceta, carta al monje Nicolás:

"Adquiriendo estas virtudes, no simplemente por fuerza de tu 


determinación, sino en virtud del poder de Dios y de la sinergia del 
Espíritu Santo, con mucha vigilancia y oración podrás ser alejado 
de los tres gigantes del Maligno".
_________________________________________________

Esiquio, presbítero 203:

"Dios que en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo es 


alabado y glorificado por toda naturaleza racional, ángeles, 
hombres y toda criatura que la inefable Trinidad ha creado, el Unico 
Dios, de quien podemos obtener también nosotros, por la oración 
de la Santísima Madre de Dios y de nuestros santos padres, el 
reino luminoso. A este Dios inaccesible, gloria eterna. Amén".
 
SAN JUAN CRISÓSTOMO
 
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el 
evangelio de san Juan 
(Homilía 19,1: PG 59,120-121):
Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él 
muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió 
presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su 
descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano : Hemos 
encontrado al Mesías, que significa Cristo. ¿Ves de qué manera 
manifiesta todo lo que había aprendido en tan breve espacio de 
tiempo? Pues, por, por una parte, manifiesta el poder del Maestro, 
que les ha convencido de esto mismo, y, por otra, el interés y la 
aplicación de los discípulos, quienes ya desde el principio se 
preocupaban de estas cosas. Son las palabras de un alma que 
desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que 
vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y. 
que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia. 
Comunicarse mutuamente las cosas espirituales es señal de amor 
fraterno, de entrañable parentesco y de sincero afecto.Pero 
advierte también, y ya desde el principio la actitud dócil y sencilla de 
Pedro. Acude sin tardanza: Y lo llevó a Jesús, afirma el evangelio. 
Pero que nadie lo acuse de ligereza por aceptar el anuncio sin una 
detenida consideración. Lo más probable es que su hermano le 
contase más cosas detalladamente, pues los evangelistas resumen 
muchas veces los hechos, por razones de brevedad. Además, no 
afirma que Pedro creyera al momento, sino que lo llevó a Jesús, y a 
él se lo confió, para que del mismo Jesús aprendiera todas las 
cosas. Pues había también otro discípulo que tenía los mismos 
sentimientos.Si Juan Bautista, cuando afirma: Éste es el Cordero, y: 
Bautiza con Espíritu Santo, deja que sea Cristo mismo quien 
exponga con mayor claridad estas verdades, mucho más hizo 
Andrés, quien, no juzgándose capaz para explicarlo todo, condujo a 
su hermano a la misma fuente luz, tan contento y presuroso, que su 
hermano no ni un instante en acudir a ella. 
........................

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo (Suplemento, 


Homilía 6 sobre la oración: PG 64, 462-466):

El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque 


equivale a una íntima unión con él: y así como los ojos del cuerpo 
se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida 
hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por 
supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no 
esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, 
sino que se prolongue día y noche sin interrupción.

Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo 


cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también 
cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los 
pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales 
debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de modo que 
todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal 
del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el 
Señor. Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la 
abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo.

La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, 


mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve 
hasta el cielo y abrace a Dios con inefables abrazos, apeteciendo la 
leche divina, como el niño que, llorando, llama a su madre; por la 
oración, el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores 
que toda la naturaleza visible.

Pues la oración se presenta ante Dios como venerable 


intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos. Me 
estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras: 
la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad, no 
otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la 
que también dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos 
conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con 
gemidos inefables.

El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es 


una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; 
quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, 
como en un fuego ardiente que inflama su alma.

Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se 


edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad 
y hazte resplandeciente con la luz de la justicia; decora tu ser con 
buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la 
grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y, por encima de 
todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, coloca 
la oración, a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle 
recibir en ella como si fuera una mansión regia y espléndida, ya 
que, por la gracia divina, es como si poseyeras la misma imagen de 
Dios colocada en el templo del alma. 
........................

De las catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo (Catequesis 3, 


24-27: SC 50,165-167):

Los judíos pudieron contemplar milagros. Tú los verás también, y 


más grandes todavía, más fulgurantes que cuando los judíos 
salieron de Egipto. No viste al Faraón ahogado con sus ejércitos, 
pero has visto al demonio sumergido con los suyos. Los judíos 
traspasaron el mar; tú has traspasado la muerte. Ellos se liberaron 
de los egipcios; tú te has visto libre del maligno. Ellos escaparon de 
la esclavitud en un país extranjero; tú has huido de la esclavitud del 
pecado, mucho más penosa todavía.

Quieres conocer de otra manera cómo has sido honrado con 


mayores favores? Los judíos no pudieron, entonces, mirar de frente 
el rostro glorificado de Moisés, siendo así que no era más que un 
hombre al servicio del mismo Señor que ellos; tú, en cambio, has 
visto el rostro de Cristo en su gloria. Y Pablo afirma: Nosotros 
todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del 
Señor.

Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; con mucha más 
razón; nos sigue él ahora. Porque, entonces, el Señor los 
acompañaba en atención a Moisés; a nosotros, en cambio, no nos 
acompaña solamente en atención a Moisés, sino también por 
nuestra propia docilidad. Para los judíos, después de Egipto, 
estaba el desierto; para ti, después del éxodo de esta vida, está el 
cielo. Ellos tenían, en la persona de Moisés, un guía y un jefe 
excelente; nosotros tenemos otro Moisés, Dios mismo, que nos guía 
y nos gobierna.
Cuál era, en efecto, la característica de Moisés? Moisés -dice la 
Escritura- era el hombre más sufrido del mundo. Pues bien, esta 
cualidad puede muy bien atribuírsele a nuestro Moisés, ya que se 
encuentra asistido por el dulcísimo Espíritu que le es íntimamente 
consubstancial. Moisés levantó, en aquel tiempo, sus manos hacia 
el cielo e hizo descender el pan de los ángeles, el maná; nuestro 
Moisés levanta hacia el cielo sus manos y nos consigue un alimento 
eterno. Aquél golpeó la roca e hizo correr un manantial; éste toca la 
mesa, golpea la mesa espiritual y hace que broten las aguas del 
Espíritu. Por esta razón, la mesa se halla situada en medio, como 
una fuente, con el fin de que los rebaños puedan, desde cualquier 
parte, afluir a ella y abrevarse con sus corrientes salvadoras.

Puesto que tenemos a nuestra disposición una fuente semejante, 


un manantial de vida como éste, y puesto que la mesa rebosa de 
bienes innumerables y nos inunda de espirituales favores, 
acerquémonos con un corazón sincero y una conciencia pura, a fin 
de recibir gracia y piedad que nos socorran en el momento 
oportuno. Por la gracia y la misericordia del Hijo único de Dios, 
nuestro Señor y salvador Jesucristo, por quien sean dados al 
Padre, con el Espíritu Santo, gloria, honor y poder, ahora y siempre 
y por los siglos de los siglos. Amén. 
........................

De las catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo (Catequesis 3, 


13-19: SC 50, 174-177):

¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a 


las figuras que la profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras
Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y 
rociad las dos jambas y el dintel de la casa. ´¿Qué dices, Moisés? 
La sangre de un cordero irracional, ¿puede salvar a los hombres 
dotados de razón? ´Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate 
de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de 
la sangre del Señor.
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas 
con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas 
de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá 
todavía más lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? 
Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la 
misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el 
Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la 
lanza y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, 
como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El 
soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del 
templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con 
la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos 
sacrificaron el cordero, recibo el fruto del sacrificio.
Del costado salió sangre y agua. No quiero, amable oyente, que 
pases con indiferencia ante tan gran misterio pues me falta 
explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y 
esta sangre eran símbolos bautismo y de la eucaristía. Pues bien, 
con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la 
regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con 
el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambas del costado. Del 
costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de 
Adán fue formada Eva.
Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su 
cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo ello al costado de 
Cristo. Pues del mismo modo que hizo a la mujer del costado de 
Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida 
de su costado para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que 
entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía así 
también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo 
muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad 
con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y 
nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente 
impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia 
sangre y con leche a aquel a quien ha dado a luz, así también 
Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él 
mismo ha hecho renacer. 
  
Juan Damasceno
Pedro Crisólogo 
Fulgencio de Ruspe
Meliton de Sardes
Anastasio de Antioquía
Gaudencio de Brescia
Beda el Venerable
Máximo de Turín
Dídimo de Alejandría
Gregorio de Nisa
 

De la Declaración de la fe, de San Juan Damasceno, (Cap. l: PG 


95, 417-419):
Tú, Señor, me sacaste de los lomos de mi padre; tú me formaste 
en el vientre de mi madre; tú me diste a luz niño y desnudo, puesto 
que las leyes de la naturaleza siguen tus mandatos.
Con la bendición del Espíritu Santo preparaste mi creación y mi 
existencia, no por voluntad de varón, ni por deseo carnal, sino por 
una gracia tuya inefable. Previniste mi nacimiento con un cuidado 
superior al de las leyes naturales; pues me sacáste a la luz 
adoptándome como hijo tuyo y me contaste entre los hijos de tu 
Iglesia santa e inmaculada.
Me alimentaste con la leche espiritual de tus divinas enseñanzas. 
Me nutriste con el vigoroso alimento del cuerpo de Cristo, nuestro 
Dios, tu santo Unigénito, y me embriagaste con el cáliz divino, o 
sea, con su sangre vivificante, que él derramó por la salvación de 
todo el mundo.
Porque tú, Señor, nos has amado y has entregado a tu único y 
amado Hijo para nuestra redención, que él aceptó voluntariamente, 
sin repugnancia; más aún, puesto que él mismo se ofreció, fue 
destinado al sacrificio como cordero inocente, porque, siendo Dios, 
se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose 
obediente a ti, Dios, su Padre, hasta la muerte, y una muerte de 
cruz.
Así, pues, oh Cristo, Dios mío, te humillaste para cargarme sobre 
tus hombros, como oveja perdida, y me apacentaste en verdes 
pastos; me has alimentado con las aguas de la verdadera doctrina 
por mediación de tus pastores, a los que tú mismo alimentas para 
que alimenten a su vez a tu grey elegida y excelsa.
Por la imposición de manos del obispo, me llamaste para servir a 
tus hijos. Ignoro por qué razón me elegiste; tú solo lo sabes.
Pero tú, Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con los 
que gravemente te ofendí; purifica mi corazón y mi mente. 
Condúceme por el camino recto, tú que eres una lámpara que 
alumbra.
Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, 
mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia 
siempre vigile.
Apaciéntame, Señor, y apacienta tú conmigo, para que mi 
corazón no se desvíe a derecha ni izquierda, sino que tu Espíritu 
bueno me conduzca por el camino recto y mis obras se realicen 
según tu voluntad hasta el último momento.
Y tú, cima preclara de la más íntegra pureza, excelente 
congregación de la Iglesia, que esperas la ayuda de Dios, tú, en 
quien Dios descansa, recibe de nuestras manos la 
doctrina inmune de todo error, tal como nos la transmitieron nuestros Padres, y con la
cual se fortalece la Iglesia.

De los sermones de san Pedro Crisólogo, obispo (Sermón 108: 


PL 52, 499-500):

¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la 


vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera 
de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí 
mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el 
sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue 
viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar 
esta víctima.
Misterioso sacrificio en que el cuerpo es ofrecido sin inmolación 
del cuerpo, y la sangre se ofrece sin derramamiento de sangre. Os 
exhorto, por la misericordia de Dios -dice-, a presentar vuestros 
cuerpos como hostia viva.
Este sacrificio, hermanos, es como una imagen del de Cristo que, 
permaneciendo vivo, inmoló su cuerpo por la vida del mundo: él 
hizo efectivamente de su cuerpo una hostia viva, porque, a pesar 
de haber sido muerto, continúa viviendo. En un sacrificio como éste, 
la muerte tuvo su parte, pero la víctima permaneció viva, la muerte 
resultó castigada, la víctima, en cambio, no perdió la vida. Así 
también, para los mártires, la muerte fue un nacimiento: su fin, un 
principio, al ajusticiarlos encontraron la vida y, cuando, en la tierra, 
los hombres pensaban que habían muerto, empezaron a brillar 
resplandecientes en el cielo,
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros 
cuerpos como hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el 
profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has 
preparado un cuerpo.
Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote 
de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y 
concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad 
sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz 
defienda tu frente que en tu pecho more el conocimiento de los 
misterios de Dios, que tu oración arda continuamente, como 
perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu haz 
de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo 
al Señor como sacrificio.
Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no 
de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte; sino con tu buena 
voluntad.
________________________________________________

De los libros de san Fulgencio de Ruspe, obispo, a Mónimo (Libro 


2,11-12: CCL 91, 46-48):

La edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se realiza en la 


caridad (según la expresión del bienaventurado Pedro, las piedras 
vivas entran en la construcción del templo del Espíritu, formando un 
sacerdocio sagrado; para ofrecer sacrificios espirituales que Dios 
acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, repito, nunca se 
pide más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo, ; la 
Iglesia; ofrece el mismo cuerpo y la misma sangre de Cristo en el 
sacramento del pan y del cáliz: El cáliz que bebemos es comunión 
con la sangre de Cristo, y el pan que partimos es comunión con el 
cuerpo de Cristo; el pan es uno, y así nosotros, aunque somos 
muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del 
mismo pan
Y lo que en consecuencia pedimos es que con la misma gracia 
con la que la Iglesia se construyó en cuerpo de Cristo, todos los 
miembros, unidos en la caridad, perseveren en la unidad del mismo 
cuerpo, sin que su unión se rompa.
Esto es lo que pedimos que se realice en nosotros por gracia del 
Espíritu, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo; porque la 
Santa Trinidad, en la unidad de naturaleza, igualdad y caridad, es 
el único, solo y verdadero Dios, que santifica en la unidad a los que 
adopta.
Por lo cual dice la Escritura: El amor de Dios ha sido derramado 
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Pues el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu del Padre y del 
Hijo, en aquellos a quienes concede la gracia de la adopción divina, 
realiza lo mismo que llevó a cabo en aquellos de quienes se dice, 
en el libro de los Hechos de los apóstoles, que habían recibido este 
mismo Espíritu. De ellos se dice, en efecto: En el grupo de los 
.creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; pues el Espíritu 
único del Padre y del Hijo, que, con el Padre y el Hijo es el único 
Dios, había creado un solo corazón y una sola alma en la 
muchedumbre de los creyentes:
Por lo que el Apóstol dice que esta unidad del Espíritu en el 
vínculo de la paz ha de ser guardada con toda solicitud, y aconseja 
así a los Efesios: Yo, el prisionero por el Señor , os ruego que 
andéis, como pide la vocación a la que habéis sido convocados. 
Sed siempre humildes y amables; sed comprensivos, sobrellevaos 
mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del 
Espíritu, con el vínculo de la paz.
Dios acepta y recibe con agrado a la Iglesia como sacrificio 
cuando la Iglesia conserva la caridad que derramó ella el Espíritu 
Santo: así, si la Iglesia conserva la caridad del Espíritu, puede 
presentarse ante el Señor como una hostia viva, santa y agradable 
a Dios. 
........................

Del tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, sobre la regla de 


la verdadera fe a Pedro (Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751):

En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que 


es el mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido 
que le fueran ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el 
don gratísimo de aquel sacrificio con el que el Hijo único de Dios, 
hecho hombre, había de inmolarse a sí mismo misericordiosamente 
por nosotros.
Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a 
Dios como oblación y víctima de suave olor. Él, como Dios 
verdadero y verdadero sumo sacerdote que era, penetró por 
nosotros una sola vez en el santuario, no con la sangre de los 
becerros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era 
precisamente lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba 
cada año con la sangre en el santuario.
El es quien, en sí mismo, poseía todo lo que era necesario para 
que se efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el 
sacerdote y el sacrificio, él mismo fue Dios y templo: el sacerdote 
por cuyo medio nos reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el 
templo en el que nos reconciliamos, el Dios con quien nos hemos 
reconciliado.
Como sacerdote, sacrificio y templo, actuó solo, porque aunque 
era Dios quien realizaba estas cosas, no obstante las realizaba en 
su forma de siervo; en cambio, en lo que realizó como Dios, en la 
forma de Dios, lo realizó conjuntamente con el Padre y el Espíritu 
Santo.
Ten, pues, por absolutamente seguro, y no dudes en modo 
alguno, que el mismo Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció 
por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor, el 
mismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, 
los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían, en tiempos del 
antiguo Testamento, sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea, 
en el tiempo del Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el 
Espíritu Santo, con quienes comparte la misma y única divinidad, la 
santa Iglesia católica no deja nunca de ofrecer, por todo el universo 
de la tierra, el sacrificio del pan y del vino, con fe y caridad.
Así, pues, en aquellas víctimas carnales se significaba la carne y 
la sangre de Cristo; la carne que él mismo, sin pecado como se 
hallaba, había de ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que 
había de derramar en remisión también de nuestros pecados; en 
cambio, en este sacrificio se trata de la acción de gracias y del 
memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la 
sangre, que, siendo como era Dios, derramó por nosotros. Sobre 
esto afirma el bienaventurado Pablo en los Hechos de los 
apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu 
Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de 
Dios, que él adquirió con su propia sangre.
Por tanto, aquellos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos 
daría en el futuro; en este sacrificio, en cambio, se nos muestra de 
modo evidente lo que ya nos ha sido dado.
En aquellos sacrificios se anunciaba de antemano al Hijo de Dios, 
que había de morir a manos de los impíos; en este sacrificio, en 
cambio, se le anuncia ya muerto por ellos, como atestigua el 
Apóstol al decir: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en 
el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; y añade: Cuando 
éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de 
su Hijo. 
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De la homilía de Melitón de Sardes, obispo, sobre la Pascua 


(Núms. 65-71: SC 123, 95-101):

Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio 


de Pascua, que es Cristo; a él la gloria por los siglos de los siglos. 
Amén.
El vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos 
humanos; se revistió de la naturaleza humana en el vientre virginal 
y apareció como hombre; hizo suyas las pasiones y sufrimientos 
humanos con su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó las pasiones de 
la carne, de modo que quien por su espíritu no podía morir acabó 
con la muerte homicida.
Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y 
así nos redimió de idolatrar al mundo, el que en otro tiempo libró a 
los israelitas de Egipto, y nos salva de la esclavitud diabólica, como 
en otro tiempo a Israel de la mano del Faraón; y marcó nuestras 
almas con su propio Espíritu, y los miembros de nuestro cuerpo con 
su sangre.
Éste es el que cubrió a la muerte de confusión y dejó sumido al 
demonio en el llanto, como Moisés al Faraón. Este es el que derrotó 
a la iniquidad y a la injusticia, como Moisés castigó a Egipto con la 
esterilidad.
Éste es el que nos sacó de la servidumbre a la libertad, de las 
tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de las tinieblas al recinto 
eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido 
y eterno. Él es la Pascua nuestra salvación.
Éste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el 
mismo que fue asesinado en Abel y atado de manos en Isaac, el 
mismo que peregrinó en Jacob y vendido en José, expuesto en 
Moisés y sacrificado en el madero, perseguido en David y 
deshonrado en los profetas. Éste es el que se encarnó en la 
Virgen, fue colgado madero y fue sepultado en tierra, y el que, 
resucitado de entre los muertos, subió al cielo.
Éste es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo 
que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue 
arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado al 
atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado 
en el leño, ni se descompuso en tierra; el mismo que resucitó de 
entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más 
hondo del sepulcro. 
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De los sermones de san Anastasio de Antioquía, obispo (Sermón 


4,1-2: PG 89,1347-1349):

Después que Cristo se había mostrado, a través de sus palabras 


y sus obras, como Dios verdadero y Señor del universo, decía a 
sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad, estamos 
subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los 
gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo 
azoten, se burlen de él y lo crucifiquen. Esto que decía estaba de 
acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían 
anunciado de antemano el final que debía tener en Jerusalén. Las 
sagradas Escrituras habían profetizado desde el principio muerte 
de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte; como también lo 
que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello 
predecían que este Dios; al que tales cosas acontecieron, era 
impasible e inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al 
contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en 
ella el motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos 
extremos; a saber, en su pasión y en su impasibilidad; como 
también el motivo por el cual el Verbo de Dios; ir lo demás 
impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como 
podía ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las 
conoce él y aquellos a quienes él las revela; él, en efecto, conoce 
todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que el Espíritu 
sondea la profundidad de los misterios divinos.
El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente 
necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calicó de hombres sin 
inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que 
ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su 
gloria. Porque él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando 
aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo 
existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de 
obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida guía 
de nuestra salvación, como nos enseña la carta los Hebreos, 
cuando dice que él es el guía de nuestra salvación, perfeccionado y 
consagrado con sufrimientos. Y vemos, en cierto modo, cómo 
aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros 
había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de 
la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, san 
Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que 
dijo el Salvador que manaría como un torrente de las entrañas del 
que crea en él. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de 
recibir los que creyeran en Todavía no se había dado el Espíritu, 
porque Jesús había sido glorificado; aquí el evangelista identifica 
gloria con la muerte en cruz. Por eso el Señor, en la oración que 
dirige al Padre antes de su pasión, le pide que glorifique con 
aquella gloria que tenía junto a él; antes que el mundo existiese. 
_________________________________________________

De los tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo (Tratado 2: 


CSEL 68, 30-32):

El sacrificio celeste instituido por Cristo constituye efectivamente 


la rica herencia del nuevo Testamento que el Señor nos dejó, como 
prenda de su presencia, la noche en que iba a ser entregado para 
morir en la cruz.
Éste es el viático de nuestro viaje, con el que nos alimentamos y 
nutrimos durante el camino de esta vida, hasta que saliendo de 
este mundo lleguemos a él; por eso ; decía el mismo Señor: Si no 
coméis, mi carne y no, bebéis mi sangre, no tenéis, vida en 
vosotros.
Quiso, en efecto, que sus beneficios quedaran entre nosotros, 
quiso que las almas, redimidas por su preciosa s sangre; fueran 
santificadas por este sacramento, imagen de su pasión; y 
encomendó por ello a sus fieles discípulos, a los que constituyó 
primeros sacerdotes de su Iglesia, que siguieran celebrando 
ininterrumpidamente estos misterios de vida eterna; misterios que 
han de celebrar todos los sacerdotes de cada una de las iglesias 
de todo el orbe, hasta el glorioso retorno de Cristo. De este modo 
los sacerdotes, junto con toda la comunidad de creyentes, 
contemplando todos los días el sacramento de la pasión de Cristo, 
llevándolo en sus manos, tomándolo en la boca y recibiéndolo en el 
pecho, mantendrán imborrable el recuerdo de la redención.
El pan, formado de muchos granos de trigo convertidos en flor de 
harina, se hace con agua y llega a su entero ser por medio del 
fuego; por ello resulta fácil ver en ,el una imagen del cuerpo de 
Cristo, el cual, como sabemos, es un solo cuerpo formado por una 
multitud de hombres de toda raza, y llega a su total perfección por 
el fuego del Espíritu Santo.
Cristo, en efecto, nació del Espíritu Santo y, como convenía que 
cumpliera todo lo que Dios quiere, entró en el Jordán para 
consagrar las aguas del bautismo, y después salió del agua lleno 
del Espíritu Santo, que había descendido sobre ,él en forma de 
paloma, como lo atestigua el evangelista: Jesús , lleno del Espíritu 
Santo, volvió del Jordán.
De modo semejante, el vino de su sangre, cosechado de los 
múltiples racimos de la vida por ,él plantada, se exprimió en el lagar 
de la cruz y bulle por su propia fuerza en los vasos generosos de 
quienes lo beben con fe.
Los que acabáis de libraras del poder de Egipto del Faraón, que 
es el diablo, compartid en nuestra compañía, con toda la avidez de 
vuestro corazón creyente; este sacrificio de la Pascua salvadora; 
para que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, al que reconocemos 
presente en sus sacramentos, nos santifique en lo más íntimo de 
nuestro ser: cuyo poder inestimable permanece por los siglos. 
_________________________________________________

Del comentario de san Beda el Venerable, presbítero, sobre la 


primera carta de san Pedro (Cap. 2: PL 93, 50-51):

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real. Este título 


honorífico fue dado por Moisés en otro tiempo al antiguo pueblo de 
Dios, y ahora con todo derecho Pedro lo aplica a los gentiles, 
puesto que creyeron en Cristo, el cual, como piedra angular, reunió 
a todos los pueblos en la salvación que, en un principio, había sido 
destinada a Israel.
Y los llama raza elegida a causa de la fe, para distinguirlos de 
aquellos que, al rechazar la piedra angular, se hicieron a sí mismos 
dignos de rechazo.
Y sacerdocio real porque están unidos al cuerpo de aquel que es 
rey soberano y verdadero sacerdote, capaz de otorgarles su reino 
como rey, y de limpiar sus pecados como pontífice con la oblación 
de su sangre. Los llama sacerdocio real para que no se olviden 
nunca de esperar el reino eterno y de seguir ofreciendo a Dios el 
holocausto de una vida intachable.
Se les llama también nación consagrada y pueblo adquirido por 
Dios, de acuerdo con lo que dice el apóstol Pablo comentando el 
oráculo del Profeta: Mi justo vivir de fe, pero, si se arredra, le 
retiraré mi favor. Pero nosotros, dice, no somos gente que se 
arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma. 
Y en los Hechos de los apóstoles dice: El Espíritu Santo os ha 
encargado guardar el rebaño, como pastores de la Iglesia de Dios, 
que él adquirió con la sangre de su Hijo. Nos hemos convertido, por 
tanto, en pueblo adquirido por Dios en virtud de la sangre de 
nuestro Redentor, como en otro tiempo el pueblo de Israel fue 
redimido de Egipto por la sangre del cordero. Por esto Pedro 
recuerda en el versículo siguiente el sentido figurativo del antiguo 
relato, y nos enseña que éste tiene su cumplimiento pleno en el 
nuevo pueblo de Dios, cuando dice: Para proclamar sus hazañas.
Porque así como los que fueron liberados por Moisés de la 
esclavitud egipcia cantaron al Señor un canto triunfal después que 
pasaron el. mar Rojo, y el ejército del Faraón se hundió bajo las 
aguas, así también nosotros, después de haber recibido en el 
bautismo la remisión de los pecados, hemos de dar gracias por 
estos beneficios celestiales.
En efecto, los egipcios, que afligían al pueblo de Dios, y que por 
eso eran como un símbolo de las tinieblas y aflicción, representan 
adecuadamente los pecados que nos perseguían, pero que quedan 
borrados en el bautismo.
La liberación de los hijos de Israel, lo mismo que su marcha hacia 
la patria prometida, representa también adecuadamente el misterio 
de nuestra redención: Caminamos hacia la luz de la morada 
celestial, iluminados y guiados por la gracia de Cristo. Esta luz de la 
gracia quedó prefigurada también por la nube y la columna de 
fuego; la misma que los defendió, durante todo su viaje, de las 
tinieblas de la noche, y los condujo, por un sendero inefable, hasta 
la patria prometida. 
_________________________________________________

De los sermones de san Máximo de Turín, obispo (Sermón 


53,1-2. 4: CCL 23, 214-216):

La resurrección de Cristo destruye el poder del abismo, los recién 


bautizados renuevan la tierra, el Espíritu Santo abre las puertas del 
cielo. Porque el abismo, al ver sus puertas destruidas, devuelve los 
muertos, la tierra, renovada, germina resucitados, y el cielo, abierto, 
acoge a los que ascienden.
El ladrón es admitido en el paraíso, los cuerpos de los santos 
entran en la ciudad santa y los muertos vuelven a tener su morada 
entre los vivos. Así, como si la resurrección de Cristo fuera 
germinando en el mundo, todos los elementos de la creación se ven 
arrebatados a lo alto.
El abismo devuelve sus cautivos, la tierra envía al cielo a los que 
estaban sepultados en su seno, y el cielo presenta al Señor a los 
que han subido desde la tierra: así, con un solo y único acto, la 
pasión del Salvador nos extrae del abismo, nos eleva por encima de 
lo terreno y nos coloca en lo m s alto de los cielos.
La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para 
los pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a 
toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo, al decir que 
hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que actuó el 
Señor.
La luz de Cristo es día sin noche, día sin ocaso. Escucha al 
Apóstol que nos dice que este día es el mismo Cristo: La noche 
está avanzando, el día se echa encima. La noche está avanzando, 
dice, porque no volver m s. Entiéndelo bien: una vez que ha 
amanecido la luz de Cristo, huyen las tinieblas del diablo y 
desaparece la negrura del pecado porque el resplandor de Cristo 
destruye la tenebrosidad de las culpas pasadas.
Porque Cristo es aquel Día a quien el Día, su Padre, comunica el 
íntimo ser de la divinidad. Él es aquel Día, que dice por boca de 
Salomón: Yo hice nacer en el cielo una luz inextinguible.
Así como no hay noche que siga al día celeste, del mismo modo 
las tinieblas del pecado no pueden seguir la santidad de Cristo. El 
día celeste resplandece, brilla, fulgura sin cesar y no hay oscuridad 
que pueda con él. La luz de Cristo luce, ilumina, destella 
continuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por 
ello dice el evangelista Juan: La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla 
no la recibió.
Por ello; hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que 
nadie se sustraiga del gozo común a causa de la conciencia de sus 
pecados, que nadie deje de participar en la oración del pueblo de 
Dios, a causa del peso de sus faltas. Que nadie, por pecador que 
se sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo. Porque, si 
el ladrón obtuvo el paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el 
cristiano?
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Del tratado de Didimo de Alejandría sobre la Santísima Trinidad 


(Libro 2,12: PG 39, 667-674) (I):

En el bautismo nos renueva el Espíritu Santo como Dios que es, 


a una con el Padre y el Hijo, y nos devuelve desde el informe 
estado en que nos hallamos a la primitiva belleza, así como nos 
llena con su gracia de forma que ya no podemos ir tras cosa alguna 
que no sea deseable; nos libera del pecado y de la muerte; de 
terrenos, es decir, de hechos de tierra y polvo, nos convierte en 
espirituales, participes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios 
Padre, configurados de acuerdo con la imagen de su Hijo, 
herederos con él, hermanos suyos, que habrán de ser glorificados 
con él y reinaran con él; en lugar de la tierra nos da el cielo y nos 
concede liberalmente el paraíso; nos honra mas que a los ángeles; 
y con las aguas divinas de la piscina bautismal apaga la inmensa 
llama inextinguible del infierno.
En efecto, los hombres son concebidos dos veces, una 
corporalmente, la otra por el Espíritu divino. De ambas escribieron 
acertadamente los evangelistas, y yo estoy dispuesto a citar el 
nombre y la doctrina de cada uno. 
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De las homilías de san Gregorio de Nisa, obispo, sobre el libro 


del Cantar de los cantares (Homilía 15: PG 44, 1115-1118):
Si el amor logra expulsar completamente al temor y este, 
transformado, se convierte en amor, entonces veremos que la 
unidad es una consecuencia de la salvación, al permanecer todos 
unidos en la comunión con el solo y único bien, santificados en 
aquella paloma simbólica que es el Espíritu.
Este parece ser el sentido de las palabras que siguen: Una sola 
es mi paloma; sin defecto. Una sola, predilecta de su madre.
Esto mismo nos lo dice el Señor en el Evangelio aún mas 
claramente: Al pronunciar la oración de bendición y conferir a sus 
discípulos todo su poder, también les otorgó otros bienes mientras 
pronunciaba aquellas admirables palabras con las que El se dirigía 
a su Padre. Entonces les asegura que ya no se encontrarían 
divididos por la diversidad de opiniones al enjuiciar el bien, sino que 
permanecerían en la unidad, vinculados en la comunión con el solo 
y único bien. De este modo, como dice el Apóstol, unidos en el 
Espíritu Santo y en el vínculo de la paz, habrían de formar todos un 
solo cuerpo y un solo espíritu; mediante la única esperanza a la que 
habían sido llamados. este es el principio y el culmen de todos los 
bienes.
Pero será mucho mejor que examinemos una por una las 
palabras del pasaje evangélico: Para que todos sean uno, como tú, 
Padre, en mi y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros.
El vínculo de esta unidad es la gloria. Por otra parte, si se 
examinan atentamente las palabras del Señor, se descubrir que el 
Espíritu Santo es denominado ´gloriaª. Dice así, en efecto: Les di a 
ellos la gloria que me diste. Efectivamente les dio esta gloria, 
cuando les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Aunque el Señor había poseído siempre esta gloria, incluso antes 
de que el mundo existiese, la recibió, sin embargo, en el tiempo, al 
revestirse de la naturaleza humana; una vez que esta naturaleza 
fue glorificada por el Espíritu Santo, cuantos tienen alguna 
participación en esta gloria se convierten en partícipes del Espíritu, 
empezando por los apóstoles.
Por eso dijo: Les di a ellos la gloria que me diste, para que sean 
uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi para que 
sean completamente uno. Por lo cual todo aquel que ha crecido 
hasta transformarse de niño en hombre perfecto ha llegado a la 
madurez del conocimiento. Finalmente, liberado de todos los vicios 
y purificado, se hace capaz de la gloria del Espíritu Santo; Este es 
aquella paloma perfecta a la que se refiere el Esposo cuando dice: 
Una sola es mi paloma, sin defecto.

VI. OH DIOS, QUE ILUMINASTE LOS CORAZONES DE TUS


FIELES CON LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO
Reflexión: Como dice el Espíritu Santo: = Si oís hoy su voz, = = no endurezcáis vuestros
corazones (Heb. 9, 7-14).
Un mundo de espiritualidad a cultivar se abre a la vida del adulto confirmado. En tiempos

pasados se valoraba la vida interior como algo reservado para religiosos, especialmente en los

monasterios y para los sacerdotes especializados en estas disciplinas. Aquello que recibió el

nombre de martirio blanco; los héroes de la fe. A esto alude en la santa misa de ordenaciones

presbiterales la homilía del Santo Padre Francisco en la Basílica Vaticana en la

solemnidad del Buen Pastor del IV domingo de pascua, 7 de mayo de 2017:

El recuerdo de estos testigos heroicos antiguos y recientes nos confirma en la

conciencia de que la Iglesia es Iglesia si es Iglesia de mártires. Y los mártires son

aquellos que, como nos ha recordado el Libro del Apocalipsis, «esos son los que vienen

de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y la han blanqueado con la sangre

del Cordero» (7, 14). Estos han tenido la gracia de confesar a Jesús hasta el final,

hasta la muerte. Ellos sufren, ellos dan la vida, y nosotros recibimos la bendición de

Dios por su testimonio. Y hay también muchos mártires escondidos, esos hombres y

esas mujeres fieles a la fuerza mansa del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la

vida de cada día buscan ayudar a los hermanos y amar a Dios sin reservas. Si miramos

bien, la causa de cada persecución es el odio: el odio del príncipe de este mundo hacia

los que han sido salvados y redimidos por Jesús con su muerte y con su resurrección.

En el pasaje del Evangelio que hemos escuchado (cf. Juan 15, 12-19) Jesús usa una

palabra fuerte y que asusta: la palabra “odio”. Él, que es el maestro del amor, al cual

le gustaba tanto hablar de amor, habla de odio. Pero Él quería siempre llamar a las

cosas por su nombre. Y nos dice: «¡No os asustéis! El mundo os odiará; pero sabed que

antes que a vosotros me ha odiado a mí»….

Cuántas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado decir: “Hoy la

patria necesita héroes”. El mártir puede ser pensado como un héroe, pero lo

fundamental del mártir es que ha sido un “salvado”: es la gracia de Dios, no la


valentía, lo que nos hace mártires. Hoy, de la misma manera se nos puede preguntar:

“¿Qué necesita la Iglesia hoy?”. Mártires, testigos, es decir santos de todos los días.

Porque la Iglesia la llevan adelante los santos. Los santos: sin ellos, la Iglesia no

puede ir adelante. La Iglesia necesita santos de todos los días, los de la vida ordinaria,

llevada adelante con coherencia; pero también aquellos que tienen el valor de aceptar

la gracia de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos aquellos son la sangre

viva de la Iglesia. Son los testigos que llevan adelante la Iglesia; aquellos que

demuestran que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo demuestran con la

coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don.

La espiritualidad del Sacramento de la Confirmación introduce al modo divino o

sobrenatural de comprender la existencia humana heroica por medio a los dones del

Espíritu Santo tienen como finalidad para santificación, los carismas pneumáticos y

jerárquicos para edificación para la construcción de la comunidad y las virtudes para

humanización de las relaciones sociales conforman una unidad que redundan en

abundantes Frutos del Espíritu Santo.

La atención se centra en este estadio de nuestra reflexión en las virtudes, ya sean

adquiridas por actos buenos que se realizan por la razón natural, o infusas por la

iluminación sobrenatural de la razón.

Las facultades humanas como receptores de la acción del Espíritu Santo han de

educarse y entrenarse para crear los hábitos virtuosos en el binomio de la divina

iniciativa salvadora de Dios y la colaboración humana en toda su extensión.

La gracia de Dios pide la colaboración humana. Sin esta no puede realizar su obra

santificadora. La voluntad humana siempre será autónoma. Disciplinada en la libertad

eucarística encuentra su fin último por los dones del Espíritu Santo.
El libre arbitrio del hombre se une voluntariamente a la gracia. Según esta línea

conductora nos acercamos al Catecismo de la iglesia católica (CCE) para profundizar

en las siete virtudes y su clásica clasificación: cuatro virtudes cardinales y tres virtudes

teologales.

La virtud refiere a lo mejor de la persona. No solamente actos externos buenos, sino lo

mejor de si misma (Cf.1803) porque el objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a

ser semejante a Dios. (S. Gregorio de Nisa, beat. 1).

Con el esfuerzo las virtudes humanas como virtudes morales se adquieren con gran

esfuerzo. Entre ellas destacan las cuatro virtudes fundamentales (Cf. Sb 8, 7). o

llamadas cardinales (1805-1809).

1. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda


circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El
hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la
oración” (1 Pe 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo
Tomás (s. th. 2-2, 47, 2), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el
temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada “auriga virtutum”: conduce las
otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el
juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este
juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos
particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que
debemos evitar.

2. La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a


Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud
de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de
cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la
equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con
frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus
pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por
favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19,
15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que
también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1).

3. La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la


constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones
y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de
vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las
persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por
defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el
mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

4. La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el


equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los
instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada
orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja
arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (Si 5,2; Cf. 37, 27-31). La templanza
es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus
deseos refrena” (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o
“sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente”
(Tt 2, 12). Vivir bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el
alma y con todo el obrar. Quien no obedece más que a Él (lo cual pertenece a la
justicia), quien vela para discernir todas las cosas por miedo a dejarse sorprender por
la astucia y la mentira (lo cual pertenece a la prudencia), le entrega un amor entero
(por la templanza), que ninguna desgracia puede derribar (lo cual pertenece a la
fortaleza). (S. Agustín, mor. eccl. 1, 25, 46).

La naturaleza humana participa de la naturaleza divina (Cf. 2 P 1, 4) por medio a las virtudes
teologales (1814-1825) que tiene su origen en, y propician una relación con Dios Uno y Trino
(Cf. 1 Co 13, 13).

5. La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y
revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el
hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por
conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa
por la caridad” (Ga 5, 6). El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (Cf.
Cc. Trento: DS 1545). Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y
de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su
Cuerpo. El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos vivan preparados para confesar a
Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las
persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; Cf. DH 14). El servicio y el testimonio de
la fe son requeridos para la salvación: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo
también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante
los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).

6. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida
eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
“Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb
10,23). Este es “el Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de
Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos
herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7). La virtud de la esperanza corresponde al
anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que
inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos;
protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la
bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha
de la caridad. La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que
tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza
colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio. “Esperando contra toda esperanza,
creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18). La esperanza cristiana se manifiesta
desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las
bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra
prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de
Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que
no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, “que penetra... a
donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos
protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el
yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma:
“Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se
alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la
esperanza nos hace desear. Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios
a los que le aman (Cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (Cf. Mt 7, 21). En toda circunstancia,
cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (Cf. Mt 10, 22; Cf. Cc.
Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras
buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los
hombres se salven” (1 Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:
Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se
pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que
mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu
Amado con gozo y deleite que no puede tener fin. (S. Teresa de Jesús, excl. 15, 3)

7. La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El
mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Jesús hace de la caridad
el mandamiento nuevo (Cf. Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta
el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de
Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os
he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento
mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Fruto del Espíritu y plenitud
de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13,
8_10). Cristo murió por amor a nosotros “cuando éramos todavía enemigos” (Rm 5, 10). El
Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (Cf. Mt 5, 44), que nos
hagamos prójimos del más lejano (Cf. Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (Cf. Mc 9, 37) y a
los pobres como a El mismo (Cf. Mt 25, 40.45). El apóstol san Pablo ofrece una descripción
incomparable de la caridad: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa,
no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en
cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo
cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13, 4-7). ““Si no tengo caridad -dice también el
apóstol- nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... “si no tengo caridad,
nada me aprovecha” (1 Co 13, 14). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera
de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la
mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13). El ejercicio de todas las virtudes está
animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la
forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica
cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la
perfección sobrenatural del amor divino. “La práctica de la vida moral animada por la caridad
da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un
esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que
responde al amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4,19): O nos apartamos del mal por temor
del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y
nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que
manda... y entonces estamos en la disposición de hijos (S. Basilio, reg. fus. prol. 3). La caridad
tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección
fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es
amistad y comunión: La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para
conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín,
ep.Jo. 10, 4).

VII. CONCÉDENOS QUE, GUIADOS POR EL MISMO ESPÍRITU, SABOREEMOS LA


DULZURA DEL BIEN

Reflexión: …En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de
vosotros… No extingáis el Espíritu; (1 Tes. 5, 14-24).

El Espíritu Santo siempre traerá la Buena Noticia de Nuestro Señor Jesucristo en la

Eucaristía. El Papa Francisco en la liturgia de la palabra con la comunidad de

Sant’Egidio, en memoria de los “nuevos mártires” de los siglos XX y XXI en la Basílica

de San Bartolomé en la Isla Tiberin, el Sábado 22 de abril de 2017 nos recuerda:

La Buena Noticia nace de la Unción. La primera, la «gran unción sacerdotal» de

Jesús, es la que hizo el Espíritu Santo en el seno de María.

El segundo ícono de la  Buena Noticia que deseo compartir con vosotros es aquella

vasija que —con su cucharón de madera—, al pleno sol del mediodía, portaba sobre su

cabeza la Samaritana. Refleja bien una cuestión esencial: la de la concreción. El Señor

—que es la Fuente de Agua viva— no tenía «con qué» sacar agua para beber unos

sorbos. Y la Samaritana sacó agua de su vasija con el cucharón y sació la sed del

Señor. Y la sació más con la confesión de sus pecados concretos. Agitando el odre de

esa alma samaritana, desbordante de misericordia, el Espíritu Santo se derramó en

todos los paisanos de aquel pequeño pueblo, que invitaron al Señor a hospedarse entre

ellos.  

Siempre es Pentecostés en la Iglesia. Hecho que se actualiza a partir de nuestra

iniciación cristiana desde las referencias veterotestamentarias al Espíritu Santo, la

manifestación de la obra redentora de Jesucristo y su acción en la primitiva Iglesia hasta

el presente.
En esta perspectiva, podemos preguntarnos hoy: ¿Cómo anunciar el evangelio de la

reconciliación después de siglos de divisiones? Es el mismo Pablo quien nos ayuda a

encontrar el camino. Hace hincapié en que la reconciliación en Cristo no puede darse

sin sacrificio. Jesús dio su vida, muriendo por todos. Del mismo modo, los embajadores

de la reconciliación están llamados a dar la vida en su nombre, a no vivir para sí

mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (cf. 2 Co 5,14-15). Como nos

enseña Jesús, sólo cuando perdemos la vida por amor a él es cuando realmente la

ganamos (cf. Lc 9,24). Es esta la revolución que Pablo vivió, y es también la revolución

cristiana de todos los tiempos: no vivir para nosotros mismos, para nuestros intereses y

beneficios personales, sino a imagen de Cristo, por él y según él, con su amor y en su

amor.

Para la Iglesia, para cada confesión cristiana, es una invitación a no apoyarse en

programas, cálculos y ventajas, a no depender de las oportunidades y de las modas del

momento, sino a buscar el camino con la mirada siempre puesta en la cruz del Señor;

allí está nuestro único programa de vida. Es también una invitación a salir de todo

aislamiento, a superar la tentación de la auto-referencia, que impide captar lo que el

Espíritu Santo lleva a cabo fuera de nuestro ámbito. Una auténtica reconciliación entre

los cristianos podrá realizarse cuando sepamos reconocer los dones de los demás y

seamos capaces, con humildad y docilidad, de aprender unos de otros —aprender unos

de otros—, sin esperar que sean los demás los que aprendan antes de nosotros

SSANTA MISA CRISMAL, HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO, Basílica

Vaticana, Jueves Santo, 13 de abril de 2017).

La Confirmación, uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana que forma una

unidad, una sola realidad gracias al don del Espíritu Santo, el segundo gran abogado

desconocido.
El gran sacramento desconocido de la confirmación tiene como función fortalecernos en

la fe como discípulos y haciéndonos misioneros de Jesucristo. En dicho sacramento se

nos confiere la efusión pentecostal del Espíritu Santo. Pero esto no significa quedarse

estáticos. Siempre en búsqueda de la renovación, porque a la renovación hay que

renovarla.

La capacidad de ser testigos de Jesucristo tiene como referencia el día de Pentecostés

con la manifestación de la Iglesia en el día del Señor, en torno al sacramento del altar

junto a la Virgen, San Pedro y los Apóstoles.

La administración del sacramento de la confirmación de carácter sacramental

corresponde al sacerdote ordenado, cuya plenitud de servicio se personifica en el

obispo, sucesor de los apóstoles en comunión con el Papa, sucesor de San Pedro.

En dicho sacramento se cumple el mandato de Jesucristo a los apóstoles de imponer las

manos a los creyentes para la recepción del Espíritu Santo. Requiere del sacramento de

la Reconciliación y la Penitencia para abandonar toda condición contraria a la gracia de

Dios.

En este sacramento se pide el ejercicio de una responsabilidad o servicio eclesial y se

capacita con una profundidad, valentía y humildad espiritual que se ha de ejercitar en la

Iglesia bajo la guía del ministro ordenado y a la vez ser salde la tierra, luz del mundo y

fermento de la masa en la sociedad en que la realiza la vocación especifica.

Meditemos en este texto del Papa Bergoglio al respecto en la celebración de las vísperas

en la solemnidad de la Conversión de San Pablo Apóstol en la Basílica de San Pablo

extramuros del miércoles 25 de enero de 2017:

Así sucede en nuestra vida. Hay muchos cristianos que profesan que Jesús es Dios; hay

muchos sacerdotes que profesan que Jesús es Dios, muchos obispos... ¿Pero todos dan
testimonio de Jesús? ¿O ser cristianos es como... una forma de vivir como otra, como

ser hincha de un equipo? “Pero sí, soy cristiano...”. O como tener una filosofía: “Yo

cumplo los mandamientos, soy cristiano, tengo que hacer esto...”. Ser cristiano, en

primer lugar, es dar testimonio de Jesús. Lo primero. Y esto es lo que han hecho los

Apóstoles: los Apóstoles han dado testimonio de Jesús, y por esto el cristianismo se ha

difundido en todo el mundo. Testimonio y martirio: lo mismo. Se da testimonio en lo

pequeño, y algunos llegan a lo grande, a dar la vida en el martirio, como los Apóstoles.

Pero los Apóstoles no habían hecho un curso para convertirse en testigos de Jesús; no

habían estudiado, no fueron a la universidad. Habían escuchado al Espíritu dentro y

han seguido la inspiración del Espíritu Santo; han sido fieles a esto. Pero eran

pecadores, ¡todos! Los doce eran pecadores. “¡No, Padre, solamente Judas!”. No,

pobrecillo... Nosotros no sabemos qué ha sucedido después de su muerte, porque la

misericordia de Dios está también en el momento. Pero todos eran pecadores, todos.

Envidiosos, tenían celos entre ellos: “No, yo tengo que ocupar el primer lugar y tú el

segundo...”; y dos de ellos hablan con la madre para que vaya a hablar con Jesús y que

les dé el primer lugar a sus hijos... Eran así, con todos los pecados. También eran

traidores, porque cuando Jesús fue capturado, todos se escaparon, llenos de miedo; se

escondieron: tenían miedo. Y Pedro, que sabía que era el jefe, sintió la necesidad de

acercarse un poco a ver qué sucedía; y cuando la asistenta del sacerdote dijo: “Pero tú

también eres...”, dijo: “¡No, no, no!”. Renegó de Jesús, traicionó a Jesús. ¡Pedro! El

primer Papa. Traicionó a Jesús. ¡Y estos son los testigos! Sí, porque eran testigos de la

salvación que Jesús lleva, y todos, por esta salvación se han convertido, se han dejado

salvar. Es bonito cuando, en la orilla del lago, Jesús hace ese milagro [la pesca

milagrosa] y Pedro dice: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lucas5,

8). Ser testigo no significa ser santo, sino ser un pobre hombre, una pobre mujer que
dice: «Sí, soy pecador, pero Jesús es el Señor y yo doy testimonio de Él, y yo busco

hacer el bien todos los días, corregir mi vida, ir por el camino correcto»….

Yo diré solamente esto: ¿queréis una parroquia perfecta? Nada de chismes. Nada. Si tú

tienes algo contra uno, vas a decírselo a la cara, o dilo al párroco; pero no entre

vosotros. Este es el signo de que el Espíritu Santo está en una parroquia. Los otros

pecados, todos los tenemos. Hay una colección de pecados: uno toma este, uno toma

ese otro, pero todos somos pecadores. Pero eso que destruye, como el gusano, a una

comunidad son los chismorreos, a la espalda.

VIII. Y GOCEMOS SIEMPRE DE TU DIVINO CONSUELO.

Reflexión: Mientras que el Fruto del Espíritu es… (Gal. 5, 16-23).

Las mociones del Espíritu Santo son asumidas como frutos permanentes: Han

descendido del Cielo torrentes, no para remover la tierra de manera que

produzca sus frutos, sino para inducir a la naturaleza humana a que devuelva

al Agricultor divino el fruto de la virtud de los hombres. (San Juan

Crisóstomo, Homilía I de Sancta Pentecostés, 2).

En el texto original Gálatas 5, 22-23 escrito en griego, se mencionan sólo nueve

Frutos del Espíritu Santo:

1) AMOR: Primer fruto del Espíritu. Amar es dar la vida. Es el Espíritu

mismo presente y activo en nuestro corazón.  5, 5, 1 Cor. 13, 7-8. 

2) ALEGRÍA: Certeza y la experiencia del amor de Dios nos hace vivir con

alegría, es dejar “salir” el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros

corazones. 8, 35. 38-39


3) GOZO: Resultado del cumplimiento de lo que se debe de hacer, en

consonancia con la voluntad de Dios y su acción salvífica. 15, 12-13. 

4) PAZ: Perfección de la alegría. El fundamento de la paz es la paz con Dios.

La relación humilde y confiada del hijo con el Padre, con la conciencia de

nuestras limitaciones y nuestros fallos y con la fe en su misericordia que

mantiene su amor y su fidelidad por encima de todo. Quien experimenta la

paz con Dios puede buscar la paz con los hermanos. Mt 5, 9, 18, 21-22,

Col. 3 15. 

5) PACIENCIA: El saber esperar, como el labrador. Dar tiempo. Confiar. 5,

7-11.

6) AMABILIDAD: combinar la firmeza con el tacto, a mantener nuestras

convicciones y practicar la humildad.  Mt 11, 29, 2 Tim 2, 23-25.

7) LEALTAD: los principios, los valores fundamentales, los criterios de fe y

de moral han de permanecer firmes, y ahí se nos exige fidelidad absoluta,

sin vacilaciones ni sombras. No se puede servir a dos señores. Eclo 6, 14-

15, Lc 16, 10, Apoc 2, 10. 

8) DOMINIO DE SÍ: ser dueño de uno mismo en cualquier circunstancia. No

se trata de quitar su realidad al sufrimiento y al gozo, sino de rebajar los

bandazos que dan a nuestra frágil barca. 13, 13-14, Gált. 6, 7-8, 1 Tim 6. 

9) BONDAD: fuerza para hacer el bien, para hacer cada día las acciones de

Dios, para pasar por el mundo haciendo el bien Ef 4, 31-32, Hech 10, 38.

Sin embargo, la Vulgata Latina enumera doce frutos que ya ha consagrado la

Tradición (CCE, n. 1832).


Santo Tomás de Aquino ha sintetizado la doctrina de los 12 todos los frutos del

Espíritu Santo en consonancia con todas las Sagradas Escritura, de manera que los

tres primeros frutos del Espíritu Santo, caridad: Amarás a tu prójimo como a ti

mismo (Mt 22, 39), gozo y paz ordenan el alma en sí misma con relación al bien.

San Francisco de Sales dice que La medida del amor es amar sin medida, y San

Pedro Julián Eymard: ¿Y qué es el amor sino una exageración?. Santo Tomas de

Aquino dice: “Pero la perfección del gozo es la paz”, bajo dos aspectos…“cuanto a

la quietud que lleva consigo el cese de las perturbaciones exteriores; porque uno no

puede gozar perfectamente del bien amado si en su fruición es perturbado por otras

cosas”… y “en cuanto a la calma del deseo fluctuante, pues no goza perfectamente

de algo aquel a quien no le basta aquello de que goza”.

La paciencia y la longanimidad para combatir al mal. Santa Catalina de Siena dice

que la paciencia es la “reina que está en la torre de la fortaleza, que vence siempre y

nunca es vencida”.

La bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad la ordenan en relación con lo demás

a ejemplo de Jesucristo y de María Santísima en la Pasión como amor que “se

inflama a favor del prójimo” según San Vicente de Paúl.

La modestia, continencia y castidad en relación a aquello que nos es inferior. Santo

Tomás de Aquino dice que “Si se entiende por Fe aquella por la que se cree en

Dios, entonces por ella se ordena el hombre a lo que está sobre él, de modo que el

hombre somete su entendimiento a Dios y, consiguientemente, todas sus cosas”…

“bien porque la castidad refrena al hombre en lo ilícito, mientras que la continencia

le refrena incluso en lo lícito; o bien en el sentido de que el continente siente las


concupiscencias, pero no se deja arrastrar por ellas, mientras que el casto ni es

arrastrado ni las padece.

A modo de conclusión practica a los temas relacionados directamente a la persona del

Espíritu Santo en relación al Sacramento de la Confirmación hagamos una primera

meditación de numerales de la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia del

Santo Padre  Francisco a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a a las personas

consagradas, a los esposos cristianos y a todos los fieles laicos sobre el amor en la

familia:

5. El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la

alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28).

La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre

(cf.  Lc1,41). En su canto María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en

Dios, mi salvador» (Lc  1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama:

«Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn 3,29). Jesús mismo «se llenó de

alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho

estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena»

(Jn  15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él

promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en

alegría» (Jn  16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie

os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se

alegraron» (Jn  20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la

primera comunidad «tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde los discípulos

pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecución, «se

llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, «siguió gozoso su camino»


(8,39), y el carcelero «se alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34).

¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?

11. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no

aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios

creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades

íntimas de Dios (cf. Gn  1,28; 9,7; 17,2-5.16; 28,3; 35,11; 48,3-4). A esto se debe el que

la narración del Génesis, siguiendo la llamada «tradición sacerdotal», esté atravesada

por varias secuencias genealógicas (cf. 4,17-22.25-26; 5; 10; 11,10-32; 25,1-4.12-

17.19-26; 36), porque la capacidad de generar de la pareja humana es el camino por el

cual se desarrolla la historia de la salvación. Bajo esta luz, la relación fecunda de la

pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el misterio de Dios,

fundamental en la visión cristiana de la Trinidad que contempla en Dios al Padre, al

Hijo y al Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su

reflejo viviente. Nos iluminan las palabras de san Juan Pablo II: «Nuestro Dios, en su

misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo

paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia

divina, es el Espíritu Santo». La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia

divina. Este aspecto trinitario de la pareja tiene una nueva representación en la

teología paulina cuando el Apóstol la relaciona con el «misterio» de la unión entre

Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,21-33).

19. La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos

los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En

estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a


predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se

difunda en cada rincón de la tierra.

21. La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una

alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la

misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el

Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos

(cf.  Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al

escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en

Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está

dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del

caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a

otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido»

(Mc  1,38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para

explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia

otros pueblos.

37. Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también

hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que

cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6). Las obras de

amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del

Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se

manifiesta en la fe que obra por el amor». Por ello explica que, en cuanto al obrar

exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la

misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros

y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene
como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de

modo máximo».

50. Antes de hablar acerca de algunas cuestiones fundamentales relacionadas con la

acción evangelizadora, conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos

toca vivir y actuar. Hoy suele hablarse de un «exceso de diagnóstico» que no siempre

está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables. Por otra parte,

tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica, que podría tener pretensiones

de abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuestamente neutra y

aséptica. Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento

evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la

fuerza del Espíritu Santo».

68. El substrato cristiano de algunos pueblos —sobre todo occidentales— es una

realidad viva. Allí encontramos, especialmente en los más necesitados, una reserva

moral que guarda valores de auténtico humanismo cristiano. Una mirada de fe sobre la

realidad no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo. Sería

desconfiar de su acción libre y generosa pensar que no hay auténticos valores

cristianos donde una gran parte de la población ha recibido el Bautismo y expresa su

fe y su solidaridad fraterna de múltiples maneras. Allí hay que reconocer mucho más

que unas «semillas del Verbo», ya que se trata de una auténtica fe católica con modos

propios de expresión y de pertenencia a la Iglesia. No conviene ignorar la tremenda

importancia que tiene una cultura marcada por la fe, porque esa cultura evangelizada,

más allá de sus límites, tiene muchos más recursos que una mera suma de creyentes

frente a los embates del secularismo actual. Una cultura popular evangelizada contiene

valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más


justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una

mirada agradecida.

84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22).

Los males de nuestro mundo —y los de la Iglesia— no deberían ser excusas para

reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer.

Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el

Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado

sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que

puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. A

cincuenta años del Concilio Vaticano II, aunque nos duelan las miserias de nuestra

época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe significar

menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad. En ese sentido, podemos volver a

escuchar las palabras del beato Juan XXIII en aquella admirable jornada del 11 de

octubre de 1962: «Llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones

de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción

y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina […]

Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar

siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En

el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de

relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más aún por encima de

sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e

inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor

bien de la Iglesia».

97. Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía

de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores


ajenos y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al

horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia de esto, no

aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. Es una tremenda

corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en

movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres.

¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta

mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que

nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia

religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!

116. En estos dos milenios de cristianismo, innumerable cantidad de pueblos han

recibido la gracia de la fe, la han hecho florecer en su vida cotidiana y la han

transmitido según sus modos culturales propios. Cuando una comunidad acoge el

anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza

transformadora del Evangelio. De modo que, como podemos ver en la historia de la

Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, «permaneciendo

plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición

eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que

ha sido acogido y arraigado». En los distintos pueblos, que experimentan el don de

Dios según su propia cultura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y muestra «la

belleza de este rostro pluriforme». En las manifestaciones cristianas de un pueblo

evangelizado, el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de

la Revelación y regalándole un nuevo rostro. En la inculturación, la Iglesia «introduce

a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad», porque «toda cultura propone

valores y formas positivas que pueden enriquecer la manera de anunciar, concebir y

vivir el Evangelio», Así, «la Iglesia, asumiendo los valores de las diversas culturas, se
hace  “sponsa ornata monilibus suis”, “la novia que se adorna con sus joyas”

(cf.  Is  61,10)».

117. Bien entendida, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia. Es el

Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros corazones y

nos hace capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde

todo encuentra su unidad. Él construye la comunión y la armonía del Pueblo de Dios.

El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el Padre y

el Hijo. Él es quien suscita una múltiple y diversa riqueza de dones y al mismo tiempo

construye una unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que atrae. La

evangelización reconoce gozosamente estas múltiples riquezas que el Espíritu engendra

en la Iglesia. No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo

monocultural y monocorde. Si bien es verdad que algunas culturas han estado

estrechamente ligadas a la predicación del Evangelio y al desarrollo de un

pensamiento cristiano, el mensaje revelado no se identifica con ninguna de ellas y tiene

un contenido transcultural. Por ello, en la evangelización de nuevas culturas o de

culturas que no han acogido la predicación cristiana, no es indispensable imponer una

determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea, junto con la propuesta

del Evangelio. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a

veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo

cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador.

118. Los Obispos de Oceanía pidieron que allí la Iglesia «desarrolle una comprensión

y una presentación de la verdad de Cristo que arranque de las tradiciones y culturas de

la región», e instaron «a todos los misioneros a operar en armonía con los cristianos

indígenas para asegurar que la fe y la vida de la Iglesia se expresen en formas

legítimas adecuadas a cada cultura». No podemos pretender que los pueblos de todos
los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los

pueblos europeos en un determinado momento de la historia, porque la fe no puede

encerrarse dentro de los confines de la comprensión y de la expresión de una cultura.

Es indiscutible que una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo.

122. Del mismo modo, podemos pensar que los distintos pueblos en los que ha sido

inculturado el Evangelio son sujetos colectivos activos, agentes de la evangelización.

Esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su

historia. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada

generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas

situaciones existenciales, que ésta debe reformular frente a sus propios desafíos. El ser

humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece»[97].

Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión

cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de

la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al

traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe

recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que

«el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí toma importancia la piedad

popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios.

Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente

principal.

124. En el Documento de Aparecida se describen las riquezas que el Espíritu Santo

despliega en la piedad popular con su iniciativa gratuita. En ese amado continente,

donde gran cantidad de cristianos expresan su fe a través de la piedad popular, los

Obispos la llaman también «espiritualidad popular» o «mística popular». Se trata de

una verdadera «espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos». No está vacía


de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el uso

de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el credere in Deum que

el  credere Deum. Es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de

la Iglesia, y una forma de ser misioneros»; conlleva la gracia de la misionariedad, del

salir de sí y del peregrinar: «El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en

otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a

otros, es en sí mismo un gesto evangelizador». ¡No coartemos ni pretendamos controlar

esa fuerza misionera!

125. Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen

Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo desde la connaturalidad afectiva que da el

amor podemos apreciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos

cristianos, especialmente en sus pobres. Pienso en la fe firme de esas madres al pie del

lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario aunque no sepan hilvanar las

proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se

enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor

entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver

estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación

de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado

en nuestros corazones (cf. Rm  5,5).

126. En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza

activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra

del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para

profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las

expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe
leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la

hora de pensar la nueva evangelización.

Persona a persona

128. En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un

diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus

esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón.

Sólo después de esta conversación es posible presentarle la Palabra, sea con la lectura

de algún versículo o de un modo narrativo, pero siempre recordando el anuncio

fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y

está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una

actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que

ese mensaje es tan rico y tan profundo que siempre nos supera. A veces se expresa de

manera más directa, otras veces a través de un testimonio personal, de un relato, de un

gesto o de la forma que el mismo Espíritu Santo pueda suscitar en una circunstancia

concreta. Si parece prudente y se dan las condiciones, es bueno que este encuentro

fraterno y misionero termine con una breve oración que se conecte con las inquietudes

que la persona ha manifestado. Así, percibirá mejor que ha sido escuchada e

interpretada, que su situación queda en la presencia de Dios, y reconocerá que la

Palabra de Dios realmente le habla a su propia existencia.

Carismas al servicio de la comunión evangelizadora

130. El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos

carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado,

entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu

integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se

encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un


carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del

santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Una verdadera novedad suscitada por

el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras espiritualidades y dones para

afirmarse a sí misma. En la medida en que un carisma dirija mejor su mirada al

corazón del Evangelio, más eclesial será su ejercicio. En la comunión, aunque duela,

es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo. Si vive este

desafío, la Iglesia puede ser un modelo para la paz en el mundo.

131. Las diferencias entre las personas y comunidades a veces son incómodas, pero el

Espíritu Santo, que suscita esa diversidad, puede sacar de todo algo bueno y

convertirlo en un dinamismo evangelizador que actúa por atracción. La diversidad

tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo Él puede

suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la

unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos

encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la

división y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos construir la unidad

con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la

homologación. Esto no ayuda a la misión de la Iglesia.

145. La preparación de la predicación es una tarea tan importante que conviene

dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral.

Con mucho cariño quiero detenerme a proponer un camino de preparación de la

homilía. Son indicaciones que para algunos podrán parecer obvias, pero considero

conveniente sugerirlas para recordar la necesidad de dedicar un tiempo de calidad a

este precioso ministerio. Algunos párrocos suelen plantear que esto no es posible

debido a la multitud de tareas que deben realizar; sin embargo, me atrevo a pedir que

todas las semanas se dedique a esta tarea un tiempo personal y comunitario


suficientemente prolongado, aunque deba darse menos tiempo a otras tareas también

importantes. La confianza en el Espíritu Santo que actúa en la predicación no es

meramente pasiva, sino activa y creativa. Implica ofrecerse como instrumento

(cf.  Rm 12,1), con todas las propias capacidades, para que puedan ser utilizadas por

Dios. Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e

irresponsable con los dones que ha recibido.

146. El primer paso, después de invocar al Espíritu Santo, es prestar toda la atención

al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación. Cuando uno se detiene a

tratar de comprender cuál es el mensaje de un texto, ejercita el «culto a la verdad». Es

la humildad del corazón que reconoce que la Palabra siempre nos trasciende, que no

somos «ni los dueños, ni los árbitros, sino los depositarios, los heraldos, los

servidores». Esa actitud de humilde y asombrada veneración de la Palabra se expresa

deteniéndose a estudiarla con sumo cuidado y con un santo temor de manipularla. Para

poder interpretar un texto bíblico hace falta paciencia, abandonar toda ansiedad y

darle tiempo, interés y dedicación  gratuita. Hay que dejar de lado cualquier

preocupación que nos domine para entrar en otro ámbito de serena atención. No vale

la pena dedicarse a leer un texto bíblico si uno quiere obtener resultados rápidos,

fáciles o inmediatos. Por eso, la preparación de la predicación requiere amor. Uno

sólo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las cosas o a las personas que ama; y

aquí se trata de amar a Dios que ha querido hablar. A partir de ese amor, uno puede

detenerse todo el tiempo que sea necesario, con una actitud de discípulo: «Habla,

Señor, que tu siervo escucha» (1 S 3,9).

148. Es verdad que, para entender adecuadamente el sentido del mensaje central de un

texto, es necesario ponerlo en conexión con la enseñanza de toda la Biblia, transmitida

por la Iglesia. Éste es un principio importante de la interpretación bíblica, que tiene en


cuenta que el Espíritu Santo no inspiró sólo una parte, sino la Biblia entera, y que en

algunas cuestiones el pueblo ha crecido en su comprensión de la voluntad de Dios a

partir de la experiencia vivida. Así se evitan interpretaciones equivocadas o parciales,

que nieguen otras enseñanzas de las mismas Escrituras. Pero esto no significa debilitar

el acento propio y específico del texto que corresponde predicar. Uno de los defectos

de una predicación tediosa e ineficaz es precisamente no poder transmitir la fuerza

propia del texto que se ha proclamado.

IX. POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR.

Reflexión: …Reposará sobre él el espíritu de Yahveh… (Is. 11, 1-10).

La necesidad de verificar que Jesucristo esta en el centro del confirmado requiere de tres

pasos según la predicación del Papa Francisco:

1. Reconocerle: “Conocer a Jesús para reconocerlo”…“¿A mí me interesa conocer a

Jesús?, ¿o quizás me interesa más la telenovela o las habladurías o las ambiciones o

conocer la vida de los demás?”…“Para conocer a Jesús existe la oración, el Espíritu

Santo”. “El Espíritu Santo hace después el trabajo. Esta es la semilla. Quien hace

germinar y crecer la semilla es el Espíritu Santo”.

2. Adorarle: en “La oración de adoración en silencio” al “eliminar de nuestro corazón

las otras cosas que adoramos, que nos interesan de más. No, solo Dios”. “Las otras

cosas sirven si yo soy capaz de adorar solo a Dios”… ‘Gloria al Padre, al Hijo y al

Espíritu Santo’, pero muchas veces la decimos como loros”…“adorar con las pequeñas

oraciones y el silencio ante la grandeza de Dios, adorar a Jesús y decir: ‘Tú eres el

único, tú eres el principio y el con y contigo quiero permanecer toda la vida, toda la

eternidad. Tú eres el único’. Y echar fuera las cosas que me impiden adorar a Jesús”.
3. Seguirle como discípulos misioneros: “Jesucristo, que se manifiesta, se hace ver y

somos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en tantas circunstancias de la

vida, reconocer a Jesús: ‘yo conozco la vida de ese santo, de esa santa o también las

apariciones de allí o de allá’. Esto está bien, lo santos son santos, ¡son grandes!”,

exclamó…“Las apariciones no son todas verdaderas ¿eh? Los santos son importantes

pero el centro es Jesucristo: ¡sin Jesucristo no hay santos! Y he aquí la pregunta: ¿El

centro de mi vida es Jesucristo?, ¿Cuál es mi relación con Jesucristo?”…“en la

simplicidad de cada día –porque cada día para ser cristianos no son necesarias cosas

extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas, no, es sencillo– el Señor nos dé la gracia de

conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”.

Las referencia del Catecismo de la Iglesia Católica (CCE) en el apartado JESUCRISTO,

SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR nos permiten conocer que el Nombre de Jesús

está en el corazón de la plegaria cristiana: Per Dominum nostrum Jesum

Christum... ("Por nuestro Señor Jesucristo).  

Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías, "el Cristo, el

Hijo de Dios vivo" (Mt  16, 16), anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre

(cf.  Mt  16, 23). (440.442). 

La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina. "Por otra parte eso es

lo que significa su mismo nombre, porque en el nombre de Cristo está sobreentendido

Él que ha ungido, Él que ha sido ungido y la Unción misma con la que ha sido ungido:

Él que ha ungido, es el Padre. Él que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el

Espíritu que es la Unción" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 18, 3). (438)

 En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento… YHWH, es traducido

por  Kyrios ["Señor"] (446)… Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación


del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa

también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo

absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César

no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). " La Iglesia cree que la clave, el centro y el

fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).

 La oración cristiana está marcada por..la exclamación llena de confianza y de

esperanza: Maran atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven, Señor!") (1 Co 16,

22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20). (450. 451).

La oración de consagración a Jesucristo solamente posible por la Eucaristía:

Nuestra esperanza no es un concepto, no es un sentimiento, no es un teléfono celular, no es un

montón de riquezas: ¡no! Nuestra esperanza es una Persona, es el Señor Jesús que lo

reconocemos vivo y presente en nosotros y en nuestros hermanos, porque Cristo ha resucitado.

(Homilía del 5 de abril del 2017 del Papa Francisco).

La meta de dicha consagración es la construcción de una sociedad desde los valores del Reino

de Dios donde el mal personificado tiene muchas manifestaciones contra la dignidad humana,

especialmente en contra de la administración equitativa de los elementos básicos de

subsistencia.

El Papa francisco declaró en la homilía de Santa Marta del 7 de septiembre de 2013 que

tenemos que vencer la tentación de ser "cristianos sin Jesús" o cristianos que "buscan

solamente devociones, pero que Jesús no está", y en el ángelus del 03 de enero del 2016

a las 11:59 .m. ratifica que Ésta es la vocación y la alegría de todo bautizado: indicar y

donar a los demás a Jesús; pero para hacer esto debemos conocerlo y tenerlo dentro de

nosotros, como Señor de nuestra vida. Y Él nos defiende del mal, del diablo, que

siempre está agazapado ante nuestra puerta, ante nuestro corazón, y quiere entrar.
El verdadero ataque del Demonio de manera permanente a la sociedad cristiana a través de los

enemigos de la sociedad cristiana:

1. Instituciones y empresas corruptas,


2. Dirección gerencial con aires señoriales,
3. Discriminación de cualquier tipo,
4. Esclavitud laboral,
5. Estratificación social,
6. Marginación sectorial,
7. Angustiosa relegación a la soledad.

La reacción de grandes grupos humanos a la encarnación del mal social es constatable en los

asaltos a mano armada, cibernéticos e institucionales, el estallido de revoluciones, los ataques

del terrorismo, las guerras siempre comerciales, las emigraciones desesperadas en condiciones

inhumanas y riesgos mortales, el abuso contra las animales y la destrucción de la casa común, el

planeta tierra.

El Papa Francisco señaló en la homilía del 9 de enero del 2017: "Jesús no es un señor tal

o cual sino el Señor, el único Señor"… "si no está Jesús en el centro, estarán otras cosas"…."

un mandamiento es válido si viene de Jesús: yo hago esto porque el Señor quiere que yo haga

esto. Pero si como soy un cristiano sin Cristo, hago esto y no sé por qué lo debo hacer".

"Si tus devociones te llevan a Jesús, está bien. Pero si tu permaneces ahí, algo no va bien"…

cristianos sin Cristo "que buscan cosas un poco raras, un poco especiales, que van detrás de

las revelaciones privadas", mientras que la Revelación ha concluido con el Nuevo Testamento.

…Solamente es válido lo que te lleva a Jesús, y solamente es válido lo que viene de Jesús. Jesús

es el centro, el Señor, como Él mismo dice”.

"Pero si tu no consigues adorar a Jesús, algo te falta. Una regla, un signo. La regla es; soy un

buen cristiano, estoy sobre el camino del buen cristiano si hago lo que viene de Jesús y hago lo

que me lleva a Jesús, porque Él es el centro. El signo es: soy capaz de adorar, la adoración.

Esta oración de adoración delante de Jesús"… El Señor nos haga entender que solamente Él es

el Señor, es el único Señor. Y nos dé también la gracia de amarlo mucho, de seguirlo, de ir

sobre el camino que Él nos ha enseñado".


Un repaso detallado a las disposiciones interiores de los participantes de una experiencia

de renovación del sacramento de la confirmación recomienda una evaluación de

actitudes respecto a:

1. La presentación personal.
2. La vivienda.
3. La empleomanía domestica.
4. La capacitación laboral.
5. La transportación.
6. La educación continuada.
7. Los contratos laborales.
8. Las construcciones.
9. Las prácticas religiosas.
10. Los viajes.

CONSAGRACION CON LA SIGNACION DE LOS SENTIDOS CON LA CRUZ ANTE EL

SAGRARIO.

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame.


Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti. 
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

X. AMÉN: LA CONSAGRACION A JESUCRISTO SEÑOR


EUCARISTIA Y MARIA REINA SANTISIMA EN LA IGLESIA
PARA EL MUNDO.

Reflexión: Jd. 20-25


La iniciación de la vida cristiana no es un fin en sí misma sino la profundización de un
recorrido que nunca se interrumpe a lo largo de esta existencia.

La explicitación que constituye el sacramento de la Confirmación se compendia en la


consagración adulta de los bautizados de manera pública, distintiva y oficial en medio
de la Comunidad Cristiana Eucarística.

El Pueblo de Dios, en cada uno de sus integrantes, está llamado a concientizarse de esta
consagración que encuentra su balance tanto en la formación continuada en clave de
discipulado como en la praxis misionera de la Iglesia diocesana.

Avalar los buenos frutos de la Confirmación implica una entrega a Jesucristo el Señor
Eucaristía. Las experiencias y actividades espirituales se nutren y tienen su garantía de
autenticidad en este rendimiento sacrifical eucarístico: víctima, oblación y ofrenda
según la entrega de Jesucristo, Sumo Sacerdote, Sacrificio y Altar.

Cuatro son los fundamentos para esta rendición sacrificial al santísimo sacramento:

1. En el mundo antiguo y en la antigua alianza de Israel todo le pertenece a


Dios.
2. De parte del pueblo es necesario ratificar esa soberanía que manifiesta la
gloria divina.
3. Jesucristo ha venido para que la gloria de Dios se extienda sobre toda la
tierra y darnos las fuerzas para ofrendar todo en el altar de la vida.
4. Todo viene del Señor que se nos ha concedido en la Eucaristía y todo ha de
tonarse hacia el sacramento pascual con la entrega de cada uno de nosotros.

Los confirmados se consagran por entero como un sacrificio sacerdotal real que se
entrega completamente cada día, con todas sus aspiraciones a la extensión del reino de
Dios en todas sus situaciones, ambientes y proyectos redundan en la Gloria de Dios.

Las palabras propias han de brotar del propio corazón. Declaración que implica expresar
públicamente la resolución que ha de renovar la confirmación de aquellos en la fe de la
Iglesia desean un mayor compromiso cristiano.

La consagración al Señor Jesucristo Eucarístico no es una imposición que pide


abandonar la propia identidad, sino crecer en comunión con quien dios Creador,
Redentor y Santificador y todo la comunidad cristiana.

La vida es una edificación y necesita un buen cimiento que requiere de talentos y


trabajo.

La pasión, el éxito, la seguridad y la comodidad no siempre van de la mano como


resultado de tanto esfuerzo.
En medio de dicha construcción esta el sostén imprescindible de la comunión, las
relaciones interpersonales y las personas con las que compartir el resto del tránsito por
este mundo visible.

Las habilidades dependen siempre de la comunicación con los demás que busca superar
los desencuentros y la falta de empatía entre las personas.

La salud, el aspecto físico o presentación personal y los logros a alcanzar van muchas
veces de la mano. A esto sumamos la inteligencia afectiva, que no reprime, sino
canaliza todas las necesidades psicológicas y fisiológicas, y complementamos con el
sentido natural de competencia, los logros y el temperaje de los sentidos.

Los comportamientos, las posturas y las decisiones de vida se llevan a su mayor y mejor
realización por la consagración a Jesucristo Eucaristía buscando la plenitud de vida de
acuerdo en los valores del reino de Dios. Un mejor camino, una vida que no se estanca,
sino que sigue avanzando en cada una de sus etapas y la búsqueda incansable de la
verdad.

Los excesos, la estoicidad, las obstinaciones, el aburrimiento, las frustraciones y el


desajuste a los tiempos que corren y al lugar en que se habita influyen en la vida
espiritual de toda persona de manera problemática.

La entrega a Jesucristo Señor implica el cuidado de la propia salud integral: física. El


don de la vida natural hecha por Dios a cada uno es una responsabilidad que se ha de
asumir desde la concepción de todo ser humano hasta el último respiro: alimentación,
horas de sueño, ejercicio físico, educación, la cooperación en el hogar, con los más
necesitados, honrar padres, respeto a los profesores, sacerdotes, religiosas y superiores.

Consagración Eucarística por medio del sacramento de la confirmación al amor de Dios


y al amor a los semejantes desde las bases fundamentales de toda vida humana en tres
de sus aspectos:

1. Relaciones:
a. Familiares
b.  Filiales
c. Amistosas
d. Amorosas
e. Confidenciales

Evitar disfunciones relaciones implica el reconocimiento de que la existencia humana es


canal de la bendición de Dios para los propios y los otros.

El comportamiento personal tiene repercusión en lo social. La meta de ser feliz incluye


a todos los que rodean e interactúan con nosotros. En la Iglesia las relaciones requieren
de una humanización del trato con los mismos familiares y los miembros de la
comunidad cristiana a la que se pertenece.
El cultivo la sanación del trato mutuo pide cultivar la amabilidad, las buenas formas,
sincera y constante comunicación, junto a la necesidad de reflexiones lo que se va a
decir y ducho a los demás.

La persona que busca la felicidad ha de entender que esta se apoya en las relaciones
sociales que implican pulir los rasgos de personalidad, temperar las emociones, el
cuidado en el fomento de los sentimientos y el ejercicio de la sexualidad propia.

La Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia del Santo Padre  Francisco a los

obispos, a los presbíteros y diáconos, a a las personas consagradas, a los esposos

cristianos y a todos los fieles laicos sobre el amor en la familia nos ilumina al respecto

en los siguientes numerales:

29. Con esta mirada, hecha de fe y de amor, de gracia y de compromiso, de familia

humana y de Trinidad divina, contemplamos la familia que la Palabra de Dios confía

en las manos del varón, de la mujer y de los hijos para que conformen una comunión de

personas que sea imagen de la unión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La

actividad generativa y educativa es, a su vez, un reflejo de la obra creadora del Padre.

La familia está llamada a compartir la oración cotidiana, la lectura de la Palabra de

Dios y la comunión eucarística para hacer crecer el amor y convertirse cada vez más

en templo donde habita el Espíritu.

31. El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Son

incontables los análisis que se han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus

dificultades y desafíos actuales. Es sano prestar atención a la realidad concreta,

porque «las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los

acontecimientos mismos de la historia», a través de los cuales «la Iglesia puede ser

guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la

familia». No pretendo presentar aquí todo lo que podría decirse sobre los diversos

temas relacionados con la familia en el contexto actual. Pero, dado que los Padres
sinodales han dirigido una mirada a la realidad de las familias de todo el mundo,

considero adecuado recoger algunos de sus aportes pastorales, agregando otras

preocupaciones que provienen de mi propia mirada.

71. «La Sagrada Escritura y la Tradición nos revelan la Trinidad con características

familiares. La familia es imagen de Dios, que [...] es comunión de personas. En el

bautismo, la voz del Padre llamó a Jesús Hijo amado, y en este amor podemos

reconocer al Espíritu Santo (cf. Mc 1,10-11). Jesús, que reconcilió en sí cada cosa y ha

redimido al hombre del pecado, no sólo volvió a llevar el matrimonio y la familia a su

forma original, sino que también elevó el matrimonio a signo sacramental de su amor

por la Iglesia (cf. Mt 19,1-12; Mc 10,1-12; Ef 5,21-32). En la familia humana,

reunida en Cristo, está restaurada la “imagen y semejanza” de la Santísima Trinidad

(cf.  Gn  1,26), misterio del que brota todo amor verdadero. De Cristo, mediante la

Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el

Evangelio del amor de Dios»..

74. La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a su

vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos. Es el «misterio

nupcial»[69]. El valor de la unión de los cuerpos está expresado en las palabras del

consentimiento, donde se aceptaron y se entregaron el uno al otro para compartir toda

la vida. Esas palabras otorgan un significado a la sexualidad y la liberan de cualquier

ambigüedad. Pero, en realidad, toda la vida en común de los esposos, toda la red de

relaciones que tejerán entre sí, con sus hijos y con el mundo, estará impregnada y

fortalecida por la gracia del sacramento que brota del misterio de la Encarnación y de

la Pascua, donde Dios expresó todo su amor por la humanidad y se unió íntimamente a

ella. Nunca estarán solos con sus propias fuerzas para enfrentar los desafíos que se

presenten. Ellos están llamados a responder al don de Dios con su empeño, su


creatividad, su resistencia y su lucha cotidiana, pero siempre podrán invocar al

Espíritu Santo que ha consagrado su unión, para que la gracia recibida se manifieste

nuevamente en cada nueva situación.

Crecer en la caridad conyugal

120. El himno de san Pablo, que hemos recorrido, nos permite dar paso a la caridad

conyugal. Es el amor que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la

gracia del sacramento del matrimonio. Es una «unión afectiva», espiritual y oblativa,

pero que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de

subsistir aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten. El Papa Pío XI enseñaba

que ese amor permea todos los deberes de la vida conyugal y «tiene cierto principado

de nobleza». Porque ese amor fuerte, derramado por el Espíritu Santo, es reflejo de la

Alianza inquebrantable entre Cristo y la humanidad que culminó en la entrega hasta el

fin, en la cruz: «El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y

a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó. El amor conyugal alcanza de este

modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal».

121. El matrimonio es un signo precioso, porque «cuando un hombre y una mujer

celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se “refleja” en ellos,

imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio

es la imagen del amor de Dios por nosotros. También Dios, en efecto, es comunión: las

tres Personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en

unidad perfecta. Y es precisamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los

dos esposos una sola existencia». .Esto tiene consecuencias muy concretas y cotidianas,

porque los esposos, «en virtud del sacramento, son investidos de una auténtica misión,

para que puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con

el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella».
134. Todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento. Esta forma tan

particular de amor que es el matrimonio, está llamada a una constante maduración,

porque hay que aplicarle siempre aquello que santo Tomás de Aquino decía de la

caridad: «La caridad, en razón de su naturaleza, no tiene límite de aumento, ya que es

una participación de la infinita caridad, que es el Espíritu Santo [...] Tampoco por

parte del sujeto se le puede prefijar un límite, porque al crecer la caridad, sobrecrece

también la capacidad para un aumento superior». San Pablo exhortaba con fuerza:

«Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros» (1

Ts  3,12); y añade: «En cuanto al amor mutuo [...] os exhortamos, hermanos, a que

sigáis progresando más y más» (1 Ts 4,9-10). Más y más. El amor matrimonial no se

cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una

doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la

gracia. El amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer

respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más

frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres. El marido y la

mujer «experimentando el sentido de su unidad y lográndola más plenamente cada

día». El don del amor divino que se derrama en los esposos es al mismo tiempo un

llamado a un constante desarrollo de ese regalo de la gracia.

164. En la historia de un matrimonio, la apariencia física cambia, pero esto no es

razón para que la atracción amorosa se debilite. Alguien se enamora de una persona

entera con una identidad propia, no sólo de un cuerpo, aunque ese cuerpo, más allá del

desgaste del tiempo, nunca deje de expresar de algún modo esa identidad personal que

ha cautivado el corazón. Cuando los demás ya no puedan reconocer la belleza de esa

identidad, el cónyuge enamorado sigue siendo capaz de percibirla con el instinto del

amor, y el cariño no desaparece. Reafirma su decisión de pertenecerle, la vuelve a


elegir, y expresa esa elección en una cercanía fiel y cargada de ternura. La nobleza de

su opción por ella, por ser intensa y profunda, despierta una forma nueva de emoción

en el cumplimiento de esa misión conyugal. Porque «la emoción provocada por otro

ser humano como persona [...] no tiende de por sí al acto conyugal». Adquiere otras

expresiones sensibles, porque el amor «es una única realidad, si bien con diversas

dimensiones; según los casos, una u otra puede destacar más» El vínculo encuentra

nuevas modalidades y exige la decisión de volver a amasarlo una y otra vez. Pero no

sólo para conservarlo, sino para desarrollarlo. Es el camino de construirse día a día.

Pero nada de esto es posible si no se invoca al Espíritu Santo, si no se clama cada día

pidiendo su gracia, si no se busca su fuerza sobrenatural, si no se le reclama con deseo

que derrame su fuego sobre nuestro amor para fortalecerlo, orientarlo y transformarlo

en cada nueva situación.

297. Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia

manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una

misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para

siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados

en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren. Obviamente,

si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere

imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o

predicar, y en ese sentido hay algo que lo separa de la comunidad (cf. Mt 18,17).

Necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión.

Pero aun para él puede haber alguna manera de participar en la vida de la comunidad,

sea en tareas sociales, en reuniones de oración o de la manera que sugiera su propia

iniciativa, junto con el discernimiento del pastor. Acerca del modo de tratar las

diversas situaciones llamadas «irregulares», los Padres sinodales alcanzaron un


consenso general, que sostengo: «Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las

personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o

que simplemente conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la

gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para

ellos», siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo.

299. Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales, quienes quisieron

expresar que «los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente

deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles,

evitando cualquier ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave de su

acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo

que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda. Son

bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo derrama en ellos dones y

carismas para el bien de todos. Su participación puede expresarse en diferentes

servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de

exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e

institucional pueden ser superadas. Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados,

sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como

una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la

vida y del Evangelio. Esta integración es también necesaria para el cuidado y la

educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes».

317. Si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida

familiar. Los dolores y las angustias se experimentan en comunión con la cruz del

Señor, y el abrazo con él permite sobrellevar los peores momentos. En los días

amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado que puede evitar una

ruptura. Las familias alcanzan poco a poco, «con la gracia del Espíritu Santo, su
santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz

de Cristo, que transforma las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor». Por

otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se

experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección. Los

cónyuges conforman con diversos gestos cotidianos ese «espacio teologal en el que se

puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado».

2. Futuro:
a. Lucha por el Bien Común.
b. Educación
c. Valores
d. Profesión
e. Trabajo

Desmontar el creernos el centro de todo, como aquellos que siente que el mismo Dios
les debe todo. En actitud de agradecimiento se ha de disponer las fuerzas y la
inteligencia de cada uno para la construcción del Reino de Dios.

Descubrir la propia vocación a través del trabajo implica identificar la misión y sentido
de la existencia. La educación familiar y académica, el fomento de los valores y el
ejercicio de una profesión en el marco de la sociedad que edificar siguiendo la guía de la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y doquier se encuentren el incentivo para la defensa
del estado de derechos y deberes de todas las personas.

Sueños, proyectos y la sostenibilidad de la vida personal implican un vivir con pasión el


servicio como Jesucristo, el Señor como indica San Juan II, maestro de la DSI:

Con profesión José acercó el Jesús, trabajo humano al misterio de la Redención


(Redemptoris custos, 22)
El asumir la situación económica que se vive, sus límites y sus holganzas implica forjar
objetivos de superación dentro del marco de la ley, el estipar expresiones como: si yo
tuviera… si yo hubiera hecho… si yo tuviera suerte…
La suerte no existe. Existe providencia que se manifiesta a través del duro y honesto
trabajo del hombre. Los juegos de azar representan una trampa en la que es fácil caer.

La realización del hombre llega a través de trabajo como administrador de la naturaleza,


encomendada por su semejanza de Dios.

El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un


derecho natural y una vocación del hombre. El trabajo es, en cierto sentido, una
condición para hacer posible la fundación de una familia, ya que ésta exige los medios
de subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo” (Laborem
Excercens 10).

El poder y la riqueza han de disponerse al servicio de Dios, quien está presente a modo
de sacramento a los más necesitados.

3. Salud: 
a. Bienestar físico
a. Deportes sanos y seguros
b. Artes; literatura, música, pintura, y otros.
c. Estética
d. Religión

En un sentido global la meta a alcanzar es un nivel medio de vida con la necesidades


básicas cubiertas, con un fondo de previsión de imprevistos, con garantías de jubilación
y con excedentes para uso de asistencia social a desfavorecidos.

A esta conciencia pide la fe cristiana el alcanzar y poner por obra a quienes manejan los
recursos monetarios. El Dinero no es centro de la existencia sino un medio para elevar
los medios de vida de los hombres.

“Si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y


se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa
hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho
de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha
debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios” (CA 39).

El cuidado físico implica hábitos alimenticios, el tratamiento de las enfermedades


ocasionales y permanentes, el ejerció adecuado para el sostén del propio organismo y el
estilo de vida que implica el ser joven o adulto o anciano.

A lo anterior se suman los deportes para una mente sana en cuerpo sano, el cultivo de
algunas de la inmensa gama de disciplinas artísticas para la sofisticación, amplificación
y sensibilización del alma, el buen gusto para una mayor socialización y la religión para
que la libertad, la fraternidad y la igualdad sean los signos de los tiempos constantes en
de transito de la Iglesia.

Relaciones, futuro y salud hacen de la oración de cada confirmado un giro hacia Aquel
que se hizo hombre y se hizo pobre para que lo recibiéramos todo por El.

Solamente a Jesucristo Eucaristía pertenece la gloria, la majestad, la grandeza, el poder,


la honra, el esplendor y la majestad.

«¡Todo viene de Dios y a Dios debe de volver!».

Los propios meritos naturales adquiridos en el campo laboral, político, económico y


social han sido recibidos para ser ofrenda a ejemplo viviente de la rendición de todos en
Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar gracias a la mediación y colaboración
más cercana de María misma Madre de Dios.

La oración del Papa San Juan Pablo II del 25 de marzo de 1984 en Roma en unión con
los obispos del mundo nos auxiliara en esta consagración:

Oh, Madre de los individuos y de los pueblos,


Tú que conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas,
Tú que tienes el conocimiento materno de todas las batallas 
entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad
que afligen al mundo moderno,
acepta nuestra súplica que dirigimos a tu corazón 
movidos por el Espíritu Santo,
nos dirigimos directamente a tu corazón:
abraza con amor de Madre este mundo nuestro que te confiamos y consagramos,
llenos de preocupación por el destino terrenal y eterno 
de los individuos y de los pueblos.
 
¡Oh, pura, Inmaculada, de la escasez y de la guerra, 
de la destrucción incalculable, libéranos.
De los pecados contra la vida humana desde su inicio, libéranos.
Del odio, libéranos. 
De toda clase de injusticia en la vida social, nacional e internacional, libéranos.
De la facilidad para incumplir los mandamientos de Dios, libéranos.
De los intentos de ofuscar en los corazones humanos la verdad de Dios, libéranos.
De la pérdida de sentido del bien y del mal, libéranos.
De los pecados contra el Espíritu Santo, libéranos, libéranos.
 
Oh, Madre de Cristo, permite que sea revelado 
el infinito poder salvador de la Redención; 
que eso detenga el mal. 
¡Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la esperanza!
Amén.

ENTREGA DE LA EXISTENCIA ANTE JESUCRISTO, SANTISIMO


SACRAMENTO

San Ignacio de Loyola

Tomad, Señor, y recibid


toda mi libertad, 
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y  Gracia,
que éstas me bastan. Amén.

VENI, SANCTE SPÍRITUS

¡ Veni, Sancte Spíritus!, reple tuórum corda fidélium: et tui amóris in eis ignem
accénde.
V/ . Emitte Spíritum tuum, et creabúntur.
R/. Et renovábis faciem terræ.

ORÉMUS

Deus, qui corda fidélium Sancti Spíritus illustratióne docuísti, da nobis in eódem Spíritu
recta sápere; et de eius semper consolatióne gaudére. Per Christum Dóminum
nostrum. R/. Amen.

PRAYER TO THE HOLY SPIRIT

Come Holy Spirit fill the hearts of Your faithful and kindle in us the fire of Your Love.
V/ . Send forth your spirit and we shall be created.
R/. And you shall renew the face of the earth.

LET US PRAY:

O God, who by the light of the Holy Spirit did instruct the hearts of the faithful, grant
that by the same Holy Spirit we may be truly wise and ever enjoy His consolations.
Through Christ Our Lord. Amen

INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu
amor.
V/ . Envía tu Espíritu y todo será creado.
R/. Renueva la faz de la tierra.

OREMOS:

Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BIBLIOGRAFIA

Garcia, Manuel, La Multiforme Acción del Espíritu Santo;


Avances y limites de la pneumatologia del Concilio Vaticano II ,
III parte: La acción del Espíritu Santo en la Comunidad
Sacramental Misionera, Santo Domingo, S&J, 2008.

Salvador Carrillo Alday, El Espíritu Santo 3, Bogotá, Minuto de


Dios, 1983.

Alfredo Amat, El Espíritu Santo como Persona-amor. Valencia,


EDICEP. 1998.

Luis M. Bermejo, El Espíritu De Vida, Bilbao, MENSAJERO, 1980.

Benigno Juanes, La Acción del Espíritu Santo en el Corazón del


Creyente, Santo Domingo, Amigo del Hogar.

ROYO MARÍN, Antonio. Teología de la perfección cristiana, Madrid:


BAC,

SANTO TOMÁS DE AQUINO , Suma Teológica, 

SANTA CATALINA DE SIENA. Diálogo .


ETAPA DE MADURACION (5 retiros)1

1
Aclaración: de cada uno de los temas de cada retiro de la Etapa de Maduración se
desglosa un retiro completo: 50 retiros de las etapas llamadas (1) Crecimiento Básico,
(2) Crecimiento Intermedio, (3) Crecimiento Avanzando, (4) Crecimiento Practico y
(5) Crecimiento Social.
INSTITUTO

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