Debemos Humillarnos
Debemos Humillarnos
Debemos Humillarnos
En Filipenses 2:3-8 Pablo escribe: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien
con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando
cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Si nuestro Señor Jesús lo pudo hacer, entonces también nos toca a nosotros hacer lo mismo
para ser imitadores de Él.
En 1 Corintios 11:1 Pablo dice: Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
Un ejemplo de humillación.
Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy
digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con
agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.
“En estos versículos, Marcos nos informa que la doble descripción comparativa que Juan
nos entrega acerca de Jesús, indica a). Que Jesús es superior en majestad, “más poderoso
que yo” (v.7), y b). que su actividad es igualmente superior (v. 8). El Bautista creyó
necesario realzar este contraste entre él y su Maestro, porque muy pronto el pueblo
comenzó a preguntarse si tal vez no sería Juan el Cristo
Lucas 3:15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si
acaso Juan sería el Cristo,
Juan. 1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes
y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
Juan 1:19–27 también relata que Juan rechazó sin reservas tal concepto, por demás erróneo
y reprensible. Es cierto que Jesús nació después que Juan y que empezó su ministerio
público después que Juan
Lucas 1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret,
Lucas 1:36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este
es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;
Lucas 3:23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se
creía, de José, hijo de Elí,
Pero entre Cristo y el Bautista existía una diferencia cualitativa. La diferencia entre lo
Infinito y lo finito, entre lo Eterno y lo temporal, entre la Luz original del sol y la reflejada
por la luna
Juan. 1:15–17 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El
que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de su plenitud
tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito
Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú,
quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué
pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues
quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como
dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le
preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el
profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está
uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de
mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado
A fin de subrayar el contraste que había entre él y su Señor, Juan usa una ilustración
tomada de las costumbres de su tiempo. Cuando un amo llegaba a casa agotado por un viaje
y con sus sandalias llenas del polvo del camino, el sirviente o esclavo trataría, por todos los
medios posibles, que se sintiera cómodo. Con leves variaciones, el Nuevo Testamento
registra en esencia la misma figura. Sea que se hable de desatar las correas de las sandalias
(Lc. 3:16; Jn. 1:27), de inclinarse (solo Marcos añade este detalle) y desatar las correas (Mr.
1:7), de desatar el calzado (Hch. 13:25 Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién
pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de
desatar el calzado de los pies.), o aun de quitar las sandalias (Mt. 3:11 Yo a la verdad os
bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy
digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.), la idea
básica es que el subordinado se inclina a fin de soltar las correas del calzado, llevándoselo
luego para limpiarlo.
Cuando el Bautista dice que no es digno de desatar las correas de las sandalias de Jesús,
está mostrando profunda y auténtica humildad. Esto se apreciará mejor si tenemos presente
que, de acuerdo a una antigua tradición judía, la diferencia entre un “discípulo” y un
“siervo” (o “esclavo”) era que el discípulo estaba pronto a realizar cualquier servicio que un
criado hiciese, excepto desatar las sandalias de su maestro. De modo que, lo que aquí se
implica son tres etapas ascendentes de humildad:
b. El esclavo o el más humilde de los siervos está pronto a prestar cualquier servicio.
c. El Bautista se considera indigno de prestar el servicio de desatar las correas del calzado
de su Maestro. En relación con esto, Filipenses 2:3 Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo;
Filipenses 2:5–8 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz.
1Timoteo 1:15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.