Afectividad y Sexualidad en La Vida Consagrada
Afectividad y Sexualidad en La Vida Consagrada
Afectividad y Sexualidad en La Vida Consagrada
INTRODUCCIÓN
1.- LA AFECTIVIDAD
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que preguntarse cómo se produce (génesis), qué se siente interiormente
(vivencia), qué reacción corporal provoca (fisiología), qué
manifestaciones de conducta pone en marcha (comportamiento), y qué se
percibe a nivel de las ideas, juicios y pensamientos (plano cognitivo).
Así pues la asertividad será definida como un proyecto personal de
conducta en el que debe elaborarse la experiencia afectiva.
c) El valor subjetivo. La experiencia afectiva es tan especial para
el sujeto que, al menos en la percepción subjetiva, parece su única
experiencia. El carácter personal de la vivencia afectiva, tan distinto de
unos a otros, se muestra en las diferencias del llamado umbral general o
particular de los sentimientos, es decir, el límite a partir del cual es
incontrolable para el sujeto un sentimiento particular o todos en general,
que, evidentemente, es único para cada persona, sea madura o inmadura.
Cuando es demasiado bajo, con tendencia a descargar más hacia afuera que
hacia adentro, o con descarga hacia adentro provocadora de trastornos
funcionales orgánicos, se habla de inmadurez afectiva.
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c) Su desarrollo. Hay varios niveles. En el primer nivel, llamado
narcisismo primario, las relaciones del niño con los objetos tiene lugar
exclusivamente bajo el impulso de necesidades imperiosas. En el segundo
nivel o narcisismo secundario (amor interesado), se empieza a distinguir
los objetos según aporten o no satisfacción. El amor está en relación a la
utilidad aportada. El tercer nivel o narcisismo socializado es el de
utilizar las personas para conseguir lo que no se puede lograr por sí
mismo (forma rudimentaria de relacionarse con los demás). El cuarto nivel
es el amor postnarcisista u oblativo que hemos definido al hablar de la
finalidad de la vivencia afectiva.
2.1. EL INCONSCIENTE
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finito de aquél y el inacabable deseo de ésta. Por eso, el placer puede
ser el enemigo de la felicidad, si trata de encerrarla en sus vínculos
limitados y concretos. Es necesario desmitificar la absolutización del
placer confundido con la felicidad.
Así como la realidad psíquica se rige por el principio del placer,
la consciente lo hace por el de la realidad. El psiquismo tiende
automáticamente al placer por el camino más corto; el principio de la
realidad abre el psiquismo al mundo circundante imponiéndole diferir la
obtención del placer para conseguirlo en mejores condiciones y más
fácilmente. En este sentido, el principio de la realidad está al servicio
del principio del placer.
El principio del placer toma a los seres como meras ocasiones o
pretexto de disfrute, llegando por ello a la frustración. El principio de
la realidad libera al sujeto, por sus renuncias, de los determinismos del
placer y lo abre a un tipo de goce más profundo y radical: el amor
oblativo, que encuentra su felicidad en el amor del otro, entendido como
intercambio y comunión, siempre abierto a mayor plenitud. El placer es de
corta duración, sin apertura al futuro, sólo encuentra su sentido en una
felicidad abierta. Es necesario vivir esta dinámica para madurar.
d) El control de los sentimientos. Después de lo dicho no hace falta
significar la importancia del control de los sentimientos.
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o simplemente se precipitan al disfrute de la satisfacción final, sin
tener en cuenta las reglas del juego y el ritmo adecuado para su logro.
En la integración de los tres dinamismos de modo satisfactorio para
el sujeto, proporcionado al tipo objetivo planteado, radica la madurez. El
sujeto no puede atender siempre a todos sus apetitos ni responder a todas
las demandas. Cuánto más radicales sean sus opciones, mayores han de ser
las renuncias y los esfuerzos de búsqueda, aunque también será más
profunda la gratificación del encuentro.
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convierten la relación del uno-con-el otro en uno-para-el otro. Sólo se
puede hablar de madurez afectiva si se tiene un nivel suficiente de
superación de las actitudes narcisistas descritas en 1.4.
b) Madurez en el amor. Se suele proponer como ideal de la madurez en
el amor el llamado amor de entrega, con un cierto olvido y sacrificio de
sí en aras del amado. Supone la capacidad de identificación con el otro,
anteponiendo, cuando sea conveniente, los deseos e intereses ajenos a los
propios en un deseo de brindarle la felicidad. Exige un fuerte sentido de
responsabilidad por el otro para comprenderlo y aceptarlo como es, con sus
posibilidades de evolución y realización personal, para ayudarle a ser él
mismo, sin imponerle cómo querríamos que fuera.
Los contenidos descritos deben aplicarse a todos los tipos de amor.
Respecto a la vida religiosa, es muy importante la madurez en al amor
filial y fraterno, además del de amistad y el erótico-sexual. El aspirante
debe haber superado o estar en vías de hacerlo, los conflictos infantiles
del hogar, su no entendimiento con las figuras parentales.
c) La amistad. Es la tendencia lógica del amor y en cierto modo su
plenitud que sólo será completada con el amor sexual maduro, como veremos.
Añade al amor la reciprocidad.
Se suelen describir tres niveles de intimidad: el metafísico o
estructural, que es el ámbito más profundo del ser humano. Es la fuente de
la originalidad personal. El psicológico que abarca el ámbito del
temperamento y las aptitudes principalmente con todas sus inclinaciones
tendencias y posibilidades. El circunstancial que recoge todos los
condicionantes propios o adquiridos en el desarrollo personal.
Aparte del amor exigible para toda relación madura con los demás, no
es posible lograr el mismo nivel de comunicación con todos los seres
personales a nuestro alcance. Existen niveles más o menos superficiales
que supone un intercambio comunicativo sin una especial implicación de la
persona. Otros niveles suponen un grado aceptable de implicación personal
por comunicar experiencias propias o incluso sentimientos y aspiraciones
de fondo. Un último nivel es en el que la comunicación implica a la
persona, o personas, en toda su intimidad, en un mostrarse o darse
íntegramente.
En los niveles en que hay un grado aceptable de implicación
personal, podemos hablar de relaciones amistosas. En el último nivel es
cuando se habla propiamente de amistad. Sus notas distintivas son la
donación de sí mismo y la confidencia. Supone el silencio, como encuentro
en profundidad con la propia soledad y la del otro.
Uno sólo será maduro en su vida relacional cuando ha logrado tal
nivel de aceptación de sí mismo y del otro que pueda llegar a
transformarse en verdadera amistad. Es sólo posible con un número reducido
de personas en relación dual.
En una comunidad el ideal es lograr como tónica comunitaria las
relaciones amistosas, pero tendiendo a la madurez exigible para vivir una
auténtica amistad, cuando el caso lo permita,tanto entre personas del
mismo sexo, como heterosexuales, sin pseudoenamoramientos, guardando las
reglas del juego. Dicha madurez para la amistad es el mejor supuesto para
un encuentro en profundidad, totalizante, con el Señor que llama, sin
olvidar que la madurez es un proceso límite nunca alcanzado del todo y que
la oración ayuda a madurar.
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a) El proceso adaptativo en los cambios. Es interminable la serie de
cambios que se van produciendo en la vida. Su elaboración y adecuada
asimilación forman parte del proceso de identificación y aceptación
personal. Hay cambios significativos fruto de la propia evolución por
etapas: infancia, adolescencia, etc. Su buena integración se convierte en
creadora de nuevas perspectivas de vida. Hay también cambios en la
realidad externa, que el individuo debe saber tolerar en un proceso de
adaptación y asimilación, no sólo acomodándose (en este caso es sometido
por el cambio), sino adaptándose (participando positivamente en su
proceso, dominando la situación). La inhibición puede provocar un yo
fragmentado y la pérdida de perspectiva con el entorno.
b) La creatividad. Es inherente al proceso de identificación y
aceptación de sí mismo. Pero es especialmente necesaria en el proceso de
cambio descrito. Sus campos son: descubrir y aceptar las propias aptitudes
y temperamento; integrar en ellos los valores y dinámicas de la vida
consagrada, tanto para ir elaborando la propia estructura de respuesta a
la llamada, como para definir su rol y aportación a la comunidad e irse
orientando de cara a su futuro ejercicio de la misión hoy.
4.- LA SEXUALIDAD
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característica más sobresaliente del ser humano. Según Juan de Sahagún
Lucas, la sexualidad es la expresión primigenia de la alteridad humana,
porque ésta tiene su expresión y concrección existencial en la corporeidad
anímica o alma corporeizada. Esta estructura corpórea se expresa en el
binomio varón-mujer: la sexualidad es un principio de configuración, de
modo que el hombre percibe, siente, piensa y quiere como varón-mujer. Por
eso no hay dos sexos, sino uno doble, de tal forma que cada una de las
partes es cauce para la otra. La sexualidad es el vehículo ordinario de la
realización de la intersubjetividad, y un principio integrador de la
personalidad. La sexualidad descubre el misterio de la persona humana al
sintetizar en sí misma lo finito e infinito que la constituye. Dado este
profundo contenido de su sexualidad, el hombre puede prescindir de la
satisfacción genital para dedicarse exclusivamente a los otros valores
superiores.
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d) Invitación y camino hacia la transcendencia. En las culturas
primitivas, la referencia de la sexualidad a la transcendencia se llevó a
cabo por el camino de la transposición metafísica o por una
transvaloración simbólica.
Zubiri nos dice que el hombre es un animal de realidades. No se
detiene, por tanto, en el nivel estimúlico de las cosas, sino que penetra
en su más profunda realidad, en su misma razón de ser.Por eso se libera
del estímulo y logra afincarse en la realidad ejecutando actos personales,
a la vez que se siente como centro de referencia de todas las cosas, de
tal manera que sólo en relación con ellas puede ir configurando su vida
entera. Esto supone una actitud de crecimiento constante.
En ese tipo de relación se basa la religación del hombre que, en su
necesidad de crecimiento, se ve remitido a preguntarse por el ser
absoluto. En lo que venimos diciendo, Dios significa el ámbito de la
ultimidad de lo real. La solución negativa será el ateísmo y la positiva
la religión.
Por ser la sexualidad una fuerza constructora, en su más radical
sentido, se define como invitación y camino del encuentro transcendente.
La vida religiosa es la vivencia genuina de dicha radicalidad.
5.1. BIOLOGICO
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sin respuesta inmediata, tardía si conviene, orientando su energía hacia
la consecución de otros intereses más importantes para el sujeto.
El control y orientación de la sexualidad, indica que el ser humano
posee los medios para su recto uso y demuestra que el uso de la
genitalidad no es necesaria para la conservación del individuo, sino de la
especie. Esto quiere decir que el celibato es una forma de vivir la
sexualidad tan normal y natural como el matrimonio.
c) El placer y la procreación. Entendidos como ejercicio de la
genitalidad, no justifican la vivencia sexual del ser humano, que puede
renunciar a ellos.
5.2. PSICOLOGICO
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la posible ignorancia,etc. Por último, el sexológico, en el que se pone el
énfasis. Aquí se trata de aplicar los conocimientos científicos que están
sólidamente fundados. A éste se le considera imprescindible.
5.3. SOCIAL
5.4. ESPIRITUAL
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6.2. ESTIMULAR, Y CORREGIR EN SU CASO, LA IDENTIFICACION SEXUAL.
ALGUNOS PROBLEMAS.
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renuncias de la virginidad, potenciando la entrega a los demás en comunión
y oblatividad y el compromiso eclesial y social.
La homosexualidad excluye radicalmente de la vida consagrada,
entendiéndose por homosexual, no la persona con el deseo o la experiencia
de alguna relación con otros del mismo sexo de modo accidental o pasajero,
sino la que vivencialmente se instala en la expresión sexual de modo
exclusivo o predominante con otras personas del mismo sexo. Se trata, por
tanto, de una vivencia interior captada por el sujeto. Si se confirma la
homosexualidad, es mejor poner al candidato en manos de un especialista,
fuera de la vida consagrada.
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coejecución y con-pasión se convierten en el conocimiento existencial del
otro facilitando la comunión). Esto supone una actitud de igualdad, es
decir de aceptación del otro como es en igualdad existencial conmigo, que
lleva a la comprensión profunda y recíproca de la que nace el intercambio
personal que conduce a la fe mutua, la cocreencia, como único camino de
mutua transparencia. Y todo ello en la atmósfera del silencio como camino
de la intimidad donde se asimila la del otro.
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