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Historia para Qué

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I

, , /
(,/e,, I e J Cuando se interI"oga por la finalidad de la in­
v�stigación histórica quedan planteadas cues­
tiünes cuya conexión íntima no autoriza a
confundirlas. La pregunta ¿historia para qué?
pone a debate de manera explícita el proble­
ma de la función o utilidad del saber histórico.
Sin embargo, como lo vio acertadamente
Marc Bloch, con tal pregunta también se abre
el asunto de la legitimidad de ese saber. Se
recordará el comienzo de la Apologie pour
l'histoire: " 'Papá, explícarne para qué_ sirve
la .. historia', pedía hace algunos años a su
padre, que era historiador, un muchachito
allegado mío. . . algunos pensarán, sin duda,
que es una fórmula ingenua; a mí, por el con­
trario, me parece del todo pertinente. El pro­
blema que plantea. . . es nada menos que el
de la legitimidad de la historia.",. Se trata
de cuestiones vinculadas pero discernibles:
unos son los criterios conforme a los cuales
el saber histórico prueba su legitimidad teó­
rica y otros, de naturaleza diferente, son los
rasgos en cuya virtud este saber desempeña
cierta función y resulta útil más allá del plano
cognoscitivo. Por ello aclara Bloch párrafos
adelante que "el problema de la utilidad de
la historia, en sentido estricto, en el sentido
'pragmático' de la palabra útil, no se confun-
1 Marc Bloch, Introduéción a la historia, México,

Fondo de Cultura Económica, 1972.


[11]
12 CARLOS PEREYRA
tacionE:s y luchas del presente. No hay discurso
de con el de su legitimidad, propiamente in­ histórico cuya eficacia sea puran1ente cognos­
telectual". citiva· todo· discurso histórico interviene (se
No siempre se mantiene con rigor la dis­ inscribe) en una deterrninada realidad social
tinción entre legitimidad y utilidad; nada hay donde es más o menos útil para las disüntas
de extraño en ello pues desde antiguo ambas fuerzas en pugna. Ello no conduce, sin em­
aparecen entren1ezcladas. En las prin1eras bargo, a n1edir con el rnisn10 rasero las cua­
páginas de la Guerra del Peloponeso, Tucí­ lidades teóricas de un discurso histónco (su
dides escribe: "aquellos que quisieren saber legitimidad) y su funcionan1iento en el debate
la verdad de las cosas pasadas y por ellas juz­ social: su utilidad ideológico-política no es
gar y saber otras tales y semejantes· que una mágnitud directamente proporcional a
podrán suceder en adelante, hallarán útil y .
su validez teórica. Es preciso no incurnr,
provechosa mi historia; porque mi intención como lo advierte Hobsbawn1, en la "confu­
no es componer farsa o con1edia que dé placer sión que se hace entre las motivaciones ideo­
por un rato, sino una· historia provechosa que Ióo-icas o políticas de la investigación o de su
dure para siempre". Este pasaje muestra has­ utilización y su valor científico"."
ta qué grado estaba convencido Tucídides de La tendencia a identificar utilidad Y leg1-
que su intención (elaborar una historia pro­ timidad del discurso histórico tiene con fre­
vechosa) se realizaría en la medida en que cuencia su origen en la idea de que la historia
la investigación permitiera "saber la .verdad sigue un curso ineluctable: los historiadores
de las cosas pasadas". En este caso verdad procuran entonces formular regl�s de con­
y utilidad son mutuamente correspondientes ducta -en los comienzos, por e.1emplo, de
porque se parte del supuesto de que el cono-. esta disciplina en Grecia y Rorna- porque
cimiento de ciertos fenómenos constituye una se presupone la repetición del proceso con­
guía para comportarse cuando ocurran de forme a ciertas pautas establecidas de una
nuevo cosas se1nejantes. Una larga tradición vez por todas. La confianza en que hay una
encuentra el sentido de la investigación his­ vinculación directa e inmediata entre cono­
tórica en su capacidad para producir resul­ cimiento y acción se apoya en la creencia de
tados que operen como guía para la acción. que la comprensión del pasado otorga p�eno
La eficacia del discurso histórico (con10, en manejo de la situación actual:. de ah1 el
general, de las distintas forn1as del discurso .
peculiar carácter pragmático de la 1 nda? ª­
científico) no se reduce a su función de co­ . _ ,
ción histórica tradicional. Esa identif1cac10n
nocimiento: posee también una función social también se origina a veces en el conv:·:Ki-
cuyas modalidades no son exclusiva ni pri­ . miento de que unos u otros grupos sociales
n1ordialmente de carácter teórico. Sin ningu- .
na duda, pues, el estudio del n1ovimiento de :o Eric J. Hobsba\v1n, "De la historia social a in
la sociedad, más allá de la validez• o legiti­ historia de la sociedad", en Tendencias actuales de
la historia social y demográfica, México, SepSc-ten­
midad de los conocin1ientos que genera, aca­ tas, 1976.
rrea consecuencias diversas para las confron-
14 CARLOS PEREYRA HISTORIA, ¿PARA QUÉ? 15

extraen provecho de la interpretación histó­ profundamente arraigado en los historiadores


rica y de que, en este sentido, la captación de oficio quienes distinguirían, según este
intelectual del pasado desempeña cierto papel reproche, entre la historia-asunto de los po­
en la covuntura social dada. Debiera ser cla­ líticos y la historia a cargo de los historia­
ro, sin ;mbargo, que el provecho extraído es dores. El argumento de autoridad que ofrece
independiente de la validez del relato en cues­ Chesneaux a favor de su posición es tan in­
tión; utilidad y legitimidad no son, en conse­ consistente como son siempre los argurnentos
cuencia, magnitudes equivalentes. de esta índole. "Marx no consideró _jamás el
Se puede convenir, por tanto, con el modo estudio del pasado como una actividad inte­
en que Bloch plantea el asunto: "¿qué es lectual en sí, que tuviera su fin en sí misma,
justamente lo que legitima un esfuerzo inte­ enraizada en una zona autónoma del conoci­
lectual? Me imaginé que nadie se atrevería miento. . . lo que contaba para él era pensar
hoy a decir, con los positivistas de estricta históric¡1mente, políticamente ... el estudio del
observancia, que el valor de una investigación pasado no era para Marx indispensable sino
se mide, en todo y por todo, según su aptitud al servicio del presente. . . su opción era po­
para servir a la acción ... aunque la historia lítica: el conocimiento profundo y sisten1á­
fuera eternan1ente indiferente al horno faber tico del pasado no constituye un fin en sí
o al horno politicus, bastaría para su defensa mismo. Marx no era un 'historiador marxis­
que se reconociera su necesidad para el pleno ta', pero sí ciertamente un intelectual revo­
desarrollo del ho1no sapien.s." Tal vez sea pre­ lucionario." 3 No hace falta colocarse en una
ferible decirlo en otros términos: sin negar, endeble posición in.telectualista para advertir
por supuesto, el impacto de la historia que que la perspectiva del intelectual revolucio­
se escribe en la historia que se hace, la apro­ nario no agota la razón de ser de la inves­
piación cognoscitiva del pasado es un obje­ tigación histórica.
tivo válido por sí mismo o, mejor todavía, la En efecto, frente a quienes suponen (con
utilización (siempre presente) ideológico-po­ base en una confusa noción de objetividad
lítica del saber histórico no anula la signifi­ donde ésta se vuelve sinónima de neutralidad
cación de éste ni le confiere su único sentido. ideológica) que la única posibilidad de cono­
La utilidad del discurso histórico rto desvirtúa cimientos objetivos en el ámbito de la his­
su legitimidad, es cierto, pero ésta no se toria está dada por el confinanüento de la
1Tduce a aquélla. investigación en un reducto ajeno a la con­
No obstante, al parecer hay cierto apresu­ frontación social, es imprescindible recordar
ranüento en la opinión de Bloch según la cual el fracaso del proyecto teórico encandilado
"nadie se atrevería hoy a decir que el valor con la · tarea ilusoria de narrar lo sucedido
de una investigación se mide según su aptitud wie es eigen.tlich gewesen. ist. Ranke tuvo
para servir a la acción". Chesneaux, por ejem­ motivos suficientes para reaccionar a media-
plo, se atreve y, más aún, encuentra en esa 3 Jean Chesneaux, ¡Hacemos tabla rasa del pasa­
tesis -de Bloch un ejemplo del intelectualismo do? México, Siglo XXI, 1977.
\,.,JU'i,.LU0 X'CKC )'. J:<.A. HISTORIA, ¿PAR,\ our:! . !

dos del siglo pasado contra la tradicional n1ina, a fin de cuentas, por asurnir de m.anen1
historia moralista y pedagógica, apostando a vergonzante las formas ideológicas más cha­
favor de un programa ceñido a contar lo que tas y reblandecidas. Lucien Febvre se burla
realrnente aconteció. Es claro, sin embargo, con razón de esta actitud: "den1asiados his­
que no hay descripción (ni siquiera observas toriadores, bien formados y conscientes (eso
ción) posible fuera de un campo problemá­ es lo peor) . . . hacen historia de la rnisrna
tico y de· un aparato teórico, los cuales se manera que tapizaban sus abuelas. Al punti­
estructuran en un espacio en cuya delimita­ llo. Son aplicados. Pero si se les pregunta el
ción intervienen también las perspectivas porqué de todo ese trabajo, lo n1ejor que
ideológicas. La confianza ingenua en la lec­ saben responder, con una sonrisa infantil,
tura pura de los documentos y en el ordena­ es la cándida frase del viejo Ranke: para
miento aséptico de los datos fue tan sólo un saber exactan1ente cómo pasó'. Con todo de­
estadio pasajero en la formación de la ciencia talle naturalmente."" El rechazo de la his­
histórica. Se vuelve cada vez más insosteni­ tori� como n1ero afán de curiosidades no
ble la pretensión de desvincular la historia autoriza, sin embargo, a diluir su función
en la que se participa y se toma posición · cognoscitiva en la vorágine de las luchas so­
de la historia que se investiga y se escribe. ciales.
En definitiva, "la función del historiador no Ya se sabe dónde suele desembocar la re­
es ni amar el pasado ni emanciparse de él, flexión presidida por la idea -según la
sino dominarlo y comprenderlo, como clave fórn1ula empleada por Chesneaux- de que
para la comprensión del presente"! "el estudio delpasado no es indispensable
Ahora bien, el énfasis requerido para sa­ sino al servicio del presente". Cuando se di­
lirle al paso a las actitudes 'farisaicas in­ suelve por con1pleto la lógica propia del
clinadas a elaborar un discurso histórico pre­ discurso histórico en los zigzagueos de la
tendidamente aislado de la vida social en opción política inmediata, entonces no pue­
curso, no tiene por qué conducir al esquema den extrañar ocultan1ientos, silencios y defor­
reduccionista según el cual · todo el sentido n1aciones: ele;nentos triviales de inforn1aci(m
del conocimiento histórico está supeditado a se vuelven tabú (el papel de Trotski en la
las urgencias ideológico-políticas más inme­ Revolución rusa, por ejemplo), ár·eas enteras
diatas. El academicismo cree encontrar en del proceso social se convierten en zonas pro­
la doctrina de la neutralidad ideológica un hibidas a la investigación, falsedades burdas
refugio para preservar el saber contra los pasan por verdades evidentes de suyo, etc. El
conflictos y vicisitudes del momento y, en hecho de que el saber histórico está siernpre
rigor, sólo consigue mutilar la reflexión y en todo caso conforrnado tan1bién por L,
arrancándole sus vasos comunicantes con la lucha de clases, ya que "la ciencia se hace er:
principal fuente de estímulo intelectual: ter- la vida misn1a y por gentes que trabajan
., E. H. Carr, ¿Qué es la historia?, Barcelona, Seix ;> L. Febvre, Combates por la historia, Barcelona,
Barral, 1969. Ariel, 1970.
CARLOS PEREYRA J-ÍISTOR!A, ¿PARA out? 19

en ese 1nomento. . . está ligada a través de prácticas para guiarse en la vida (historia
mil sutilezas y con1plicados lazos a todas las magistra vitae), lecciones de inrnediato pro­
actividades divergentes de los hombres" vecho para· individuos y sociedade_s. Las
(Febvre), no basta para simplificar las cosas condiciones en que se - producen los actos
y abogar por una historia convertida en apo­ humanos son raras veces suficientemente se­
logética de una plataforma ideológica circuns­ mejantes de_ uri modo a otro para que las
tancial como ocurre sin remedio allí donde la 'lecciones de Ja historia' puedan ser aplicadas
función cognoscitiva de la práctica teórica es directamente." 0
anulada en aras de su función social en una Si bien, para indicar algunos nombres, Po­
coyuntura dada. libio y Plutárco escribieron a fin de enseñar,
con el ánimo de ofrecer soluciones a las
necesidades prácticas de las generaciones pos­
teriores, esa idea pedagógica de la historia dio
paso a otra concepción centrada en el supues-
Durante largo tiempo la historia fue conce­ . to básico de que la historia posibilita la
bida como si su tarea consistiera apenas en comprensión del presente "en tanto -como
n1antener vivo el recuerdo de acontecimientos lo formulan Langlois y Seignobos- explica
mernorables según criterios que variaron en los orígenes del actual estado de cosas". En
las distintas formaciones culturales. La fun­ efecto, puesto que toda situación social es re­
ción de esta disciplina se limitó primerarnente sultado de un proceso, ningún conocimiento
a conservar en la memoria social un conoci­ de tal situación puede producirse al margen
miento perdurable de sucesos decisivos para del estudio de sus fases de formación: el
Ia cohesión de la sociedad, la legitin1ación de conocimiento de las circunstancias a partir
sus gobernantes, el funcionamiento de las ins­ de las cuales se gestá una coyuntura histórica
tituciones políticas y eclesi.ástícas así como es indispensable para captar las peculiarida­
de los valores y símbolos populares: el saber des de ésta. Las entidades y fenómenos que
hi.stórico giraba alrededor de ciertas imáge­ se pueden discernir en el movimiento de la
nes con capacidad de garantizar una (in) sociedad constituyen una realidad caracteri­
forrn.ación compartida. Casi desde el princi­ zable en términos de proceso y sistema. En
pio la historia fue vista también como una tal sentido parece incuestionable una respues­
colección de hechos ejemplares y de situacio­ ta que se incline a favor de la primera opción
nes p.2.radign1áticas · cuya comprensión pre­ en la alternativa presentada por Bloch: "¿ha­
pél.r-a a los individuos para la vida colectiva. brá que· considerar el conocimiento del perío­
De ahí Ia antigua tendencia, ya n1encionada, a do más antiguo como necesario o superfluo
solicitar de la historia que guíe nuestra ac­ para el conocimiento del más reciente?"
ción. A finales del siglo pasado, sin embargo, 6 C. V. Langlois y C. Seignobos, Introducción a
ya aparee.fa como "ilusión pasada. de moda los estudios históricos, Buenos Aires, La Plévade
-· '
creer que la historia proporciona enseñanzas 1972
HISTORIA, ¿PARA QUÉ?
Se estaría tentado a creer que superflua
es la pregunta mis1na por cuanto es impen­ tórico. Mientras más confusa y caótica apa­
s':'b Je la inteligibilidad de un momento his­ rece una coyuntura dada, como es el caso
_
tonco fuera de los iazos que lo vinculan con de ésta que se vive a comienzos de los años
los momentos precedentes. Sin embargo, los ochenta, n1ás contundente es el peso de la in­
excesos del evolucionismo obligan a matizar vestigación histórica en el esfuerzo por des­
_
la cuestión. Por ello afirma Marx que la es­ pejar tales caos y confusión. Guardar distan­
tructura anatón1ica del hombre es la clave cia conveniente para no extraviarse en la

de disposición orgánica del mono y no al obsesión de los orígenes, no impide adnütir
reves co'.110 sería más fácil suponer. Dos que sólo es posible orientarse en las cornpli­
pla:nea _n:uentos aparecen implicados en esta caciones del período conten1poráneo a partir
1nd1c ac1 .on: uno refiere al hecho de que en del más amplio conocimiento del proceso que
_
un nivel de complejidad no se encuentran los condujo al n1undo tal y co1no hoy es. Quienes
<".l ernentos suficientes para explicar un plano participan en la historia que hoy se hace están
d� rn-:tyor complejidad y otro subraya que la colocados en mejor perspectiva para interve­
genes1s de �na re'.11idad no basta para expli­ nir en su época cuanto mayor es la com­
car su �_ unc1onam1ento. Se entiende, en con­ prensión de su origen. Planteada así la fun­
secuencia, por qué formula Bloch ese inte­ ción central de la historia, resulta claro que
rrogante así como su reacción contra el mito el estudio de los últirnos cien años tiene n,ás
de l<;>s orígenes. "La explicación de lo más repercusiones que el de los siglos y rni!enios .
,
prox1mo por lo más lejano l_la dorpinado a anteriores. Sin embargo, con rnás frecuencia
men\1do nuestros estudios. . . este ídolo de de lo que pudiera creerse en prilnera instan­
. la tnbu ·de los historiadores tiene un nombre· cia, aspectos fundan1entales de la forma actual
la obsesió n de los orígenes. . . en el vocabu� de la sociedad se entienden con base en fac­
_ _
lano cor nente los orígenes son un comienzo tores de un pasado más .o menos lejano, Tal
_
que exp}1ca. �eor aún: que basta para. expli­ vez por ello no tiene ningún empacho Febvre
car. Ah1 radica la ambigüedad ahí está el en escribir: "yo defino gustosamente la histo­
peligro," S� bien para todo fenómeno social ria como una necesidad de la humanidad -la
.
el conoc1m1ento de sus orígenes es un mo­ necesidad que experimenta cada grupo hurna­
_
mento unprescindible del análisis v un com­ no en cada momento de su evolución, de bus­
ponente irrenunciable de la explic;ción, ésta ca; y dar valor en el pasado a los hechos, los
no se agota aquí: saber cómo algo llegó a ser acontecimientos, las tendencias que prep,,ran
lo que es no supone todavía reunir los elen1en­ el tiempo presente, que penniten corn.pren­
tos suficientes para explicar su organización derlo y que ayudan a vivirlo".
actual. El impacto de la historia no se localiza so­
Ninguna respuesta a las preguntas que hoy lamente, por supuesto, en el plano discursivo
pueden formularse respecto a la situación de la comprensión del proceso social en curso.
presente es posible en ausencia del saber his- Antes que nada impregna la práctica n1isma
de los agentes, quienes actúan en uno u
22 CARLOS PEREYRA HJSTORIA, ¿PARA QUÉ' 23

otro sentido según el esquema que la his­ riadores una sensibilidad perceptiva de las
ioria les ha conformado del movin1iento de implicaciones que tiene su actividad profe­
la sociedad. La actuación de esos agentes está sional en la vida social y política. Todo ocurre
decidida, entre otras cosas, por su visión del como si la evidencia empírica respecto a la
pasado de la comunidad a la que pertenecen omnipresencia del saber histórico en la vida
y de la humanidad en su conjunto. Los grupos cotidiana representara para la mayoría de
sociales procuran las soluciones que su idea los historiadores un motivo adicional que em­
de la historia les sugiere para las. dificultades puja a buscar el deslinde entre las preocupa­
y conflictos que enfrentan en cada caso. Por ciones académicas v las vicisitudes del con­
ello el saber histórico nó ocupa en la vida texto social. Sin embargo, tanto las clases
social un espacio determinado sólo por consi­ dominantes en las diversas sociedades como
deraciones culturales abstractas sino también los grupos políticos responsables del poder
por el juego concreto de enfrentamientos y estatal, suelen invocar el pasado como fuente
antagonismos entre clases y naciones. Pocas de sus privilegios. De ahí que, como sucede
modalidades del saber desempeñan un papel con muy pocas modalidades del discurso teó­
tan definitivo en la reproducción o transfor­ rico, la historia es sometida a una intensa
niación del sistema establecido de relaciones explotación ideológica. Si entre las cuestiones
sociales. Las formas que adopta la enseñanza básicas a plantear, Pierre Vilar incluye "1?
de la historia en los niveles de escolaridad ¿ cuál fue, cuál es el papel histórico de b
básica y media, la difusión de cierto saber historia como ideología ? 2? ¿ cuál es ya, cuál
histórico a través de los medios de comunica­ podría ser el papel de la historia como cien­
ción masiva, la inculcación exaltada de unas cia?" ,7 ello se debe a que. en efecto, la historia
cuantas recetas generales, el aprovechamien­ se emplea de manera sistemática con10 uno
to mediante actos conmemorativos oficiales de los instrumentos de n1avor eficacia para
de los pasados triunfos y conquistas popula­ crear las condiciones ideológico-culturaies que
res. etc., son pruebas de la utilización ideo­ facilitan el 1nantenimiento de las relaciones
lógico-política de la historia. "Nuestro cono­ de dominación.
cimiento del pasado es un factor activo del El papel de la historia como ideología se
movilniento de la sociedad, es lo que se ven­ eleva con10 obstáculo forn1idable para la
tila en las luchas políticas e ideológicas, una realización del papel de la historia como cien­
zona violentamente disputada. El pasado, el cia. Aunque todas las formas del saber se
conocimiento histórico pueden funcionar al desarrollan ligadas a resortes ideológicos que
servicio del conservatismo sodal o al servicio intervienen con vigor en la ,elección de te­
de las luchas populares. La historia penetra mas y enfoques como en la utilización pos­
en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás terior de los conocimientos, en el caso de la
pennanecc al margen de la contienda" (Ches­ historia la intervención de esos resortes ha
neaux). -;- Pierre Vilar, Historia 7:?larxista, historia en co11s­
No es frecuente encontrar entre los histo- trucció11, Barcelona, Anagrama, 1974.
CARLOS PEREYRA HISTORIA, ¿PARA QUÉ?

sido decisiva. No se trata, claro está, de afir­ III


mar que la n:iera presencia de mecanismos
i��ológicos in':al�da por sí misma la produc­ La progresiva madurez de la� cie:1cias s?cia­
<:1on de_ conoc1m1entos y anula la posibilidad les y la integración de la h1s_tona en '?s_t�s
d� '.=xphcar el proceso social, pero sí de ad­ acompañan el abandono de_ c1e�ta trad1c1on
mitir que la elaboración de una imagen del para la cual contaba la h�sto:1 a c_o?1� :1n
:pasado está demasiado configurada por los ,
género literario. La invest1gac1on h1stonca
intereses dominantes en la sociedad. El Esta­ también se ha despojado cada vez 1nás del
do, por ejemplo, dispone de numerosos ca­ lastre que suponía la idea de que su, ü:rea
nales mediante los cuales impone una versión central consiste en dar preceptos pracucos
del_ 1;11ovimiento social idónea para Ia preser­ para guiarse en la vida. Las fo_rr:nas del dis­
vac1on del poder político. "El control del pa­ curso histórico se apartan crecienternenTe de
sado -escribe Chesneaux- y de la memo­ esas pretensiones didácticas y literarias. R:::­
ria colectiva por el aparato de Estado actúa sulta aún más complicado, sin embargo, li­
sobre las 'fuentes'. Muy a menudo tiene el berar el saber histórico de las tendencias
carácter de una retención en la fue�te ... se­ apologéticas. Las dificultades para elinünar
creto de los archivos, cuando no destrucción esta carga provienen en buena parte del he­
de los materiales embarazosos. Este control
cho de que el conocimiento del pasado tiei:ie
estatal da por resultado que lienzos enteros su punto de partida en el presen!e. La 1:1s­
de la historia del mundo no subsistan sino tinción misn1a pasado/presente es nasta cr�r­
por
_ lo que de ellos han dicho o permitido de­ to punio arbitraria: "la historia es un"'. dia­
cir los opresores. . . la ocultación es uno de léctica de la duración; por ella, graCias a
los procedimientos más corrientes en este ella, es el estudio de lo social, de. todo lo
dispositivo de control del pasado por el po­ social, y por tanto del pasad_o; y tarnbié ; ?ºr
der. El pasado es un importuno del que hay tanto, del presente, ambos 1nseparab les .
1;
qu� desembarazarse." Así pues, es tarea de _ _
Son en buena n1edida los acontecimientos
la investigación histórica recuperar el movi­ contemporáneos los que permiten profun�i­
n:lÍe�to global de la sociedad, producir cono­ zar en el conocimiento del pasado. El estud10
c1m1entos que pongan en crisis las versiones del movimiento anterior de la sociedad se
ritu';l�zad�s del pasado y enriquecer el campo realiza a través del proceso en el cual están
temat1co incorporando las cuestiones suscita­ inscritos quienes. investigan. No se trata �e
das desde la perspectiva ideológica del bloque .
sostener la tesis del presentismo en el sennao
social dominado. de que toda la historia es "historia contem­
_,
poránea" por cuanto cada generac1on c'?�s­
truye su verdad acerca del pasado . La nr�­
.
toria no sería entonces sino un con_¡un10 cte
s F. Braudel, La historia y las ciencias s·ociale/,-�
Madrid, Alianza, 1968.
26 CARLOS PEREYRA HISTORIA, ¿PARA QUÉ? 27

interpretaciones de validez relativa, adecuada empujada por .factores extrateóricos salidos


cada una de ellas a la visión que en los su­ de la lucha social misma. El estatuto cientí­
cesivos presentes se tiene del pasado. �a s fico del discurso no está dado por su función
_
tendencias apologéticas se cubren, en defini­ en las pugnas contemporáneas, pero no se
tiva, con el pretexto de que la historia ne­ puede hacer abstracción de que la historia
cesaria1n ente interroga por las cosas que desempeña un papel destacado en la confron­
sucedieron en tiempos anteriores a fin de tación ideológica: las fuerzas políticas se de­
ofrecer resouestas a los problemas de hoy. En finen también· por su comprensión desigual y
la pendiente del pragmatismo inmediatista el contradictoria del desarrollo de la sociedad.
saber acaba teniendo validez según su con­ Los académicos que entienden su labor como
formidad con alguna finalidad circunstancial. algo aislado de toda responsabilidad política,
Sin asumir compromiso alguno con las tesis no pueden evitar que el resultado de sus in­
relativistas, en cualquier caso es cierto que vestigaciones tienda a d esdibujarse: esto es
no sólo el conocimiento del pasado permite consecuencia natural de la separación forzada
la meior cornprensión del presente sino tam­ entre el saber histórico y el horizonte político
bién, de n1anera recíproca, se sabe mejor qué en que ese saber se produce. Co1no lo recuer­
investigar en el pasado si se posee un punto da Chcsneaux, "la reflexión histórica es re­
de vista preciso respecto a la si�uac�ó1:1- que gresiva, funciona normalmente a partir del
se vive. "El pasado nos resulta 1ntehg1ble a presente, en sentido inverso del fluir del tiem­
la luz del presente y sólo podemos compren­ po, y ésta es su razón de ser fundamental".
der plenam.ente el presente a la luz del pasa­ Es sintomático que en una sociedad coexis­
do. Hacer que el hombre pueda comprender tan de modo conflictivo definiciones contra­
la sociedad del pasado, e incrementar su do­ puestas d� su pasado. Ello no tiene que ve r
minio de la sociedad del presente, tal es la sólo ni prin1ordialmente con la inmadurez
doble función de la historia" (Carr). de la historia (como proyecto analítico con
El relativismo confunde el problema de los pretensiones explicativas y no de mero relato
criterios de verdad del conocimiento histó­ descriptivo) o con la pluralidad de modelos
rico con la cuestión de los móvil e s que im­ teóricos enfrentados: es tainbién resultado
pulsan la investigación, el desplazamient o de de la división social y del consiguiente ca­
_
las preocupaciones hacia unas u ?tras arcas rácter fragmentario de lo que interesa a las
de la totalidad social, la preferencia por tales diferentes corrientes recuperar en el pasado.
o cuales temas, etc. La reflexión histórica La existencia de un sistema · de dominación
auarece co1no una tarea urgida precisamente social implica en sí misma formas diversas de
p�r las luchas y contradicciones que caracte­ abordar el examen de la realidad, incluido
rizan a una época. La historia no se desen­ el movimiento anterior de ésta. Si, como se­
vuelve exclusivamente en virtud de sus vacíos ñala Febvre, "organizar el pasado en función
de conocir:niento y de la progresiva afinación del presente: eso es lo que podría denomi­
de sus hipótesis explicativas, sino también narse función social de la historia", entonces
des�ri� ció r\_v_
..• .. p·· is ta s, o sea, acornpañar 1a l::iuecct
g n . . oc eso de sentencias
no puede sorprender que compitan distintos de l ,--
nr , ' e r1- =
o
exp 1 1c ac 1o , n u es
atoria s el ab or a d :' s
modos de organizar el pasado. V; . t�rias o reprob _ ; .
e

, na ci on al es ? f: ªr t: danos . C1e_r:
terios n1orales f _
nt ac ió n po sit iv ist a ms1st10 t�nto en L, ¡-­
t O r1· e
e
ªim pa rc ia 1·¿ d prC::?. ia s d�
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neutralidad _ ,
cion .1ust1tic«da. anter
0:
1_
IV
. n� �· a q1 �,
1'" co rn o re ac
cie
da con_ f i·ecuenci� _ l�1;
esa actitud pueril, se
1
La función teórica de la historia (explicar el
;:
cuestio.1
movimiento anterior de la sociedad) y su respues t a p lenam . ente afirmativa a la
no sólo las _pretensio-
función socia! (organizar el pasado en función anterior. Sin embargo,
n un obstáculo f:� ra el
de los requerimientos del presente) son com­ nes de neutralidad so
históric�- Tan1b1_en � n ­
plementarias: el saber intelectual recibe sus desarrollo de ]a ciencia
la rnania de_ enJu,1,?� ar
estín:mlos más profundos de la matriz social torpece este desarrollo
falta es exp licar . ro�
en pern1anente ebullición y, a la vez, los co­ allí donde lo que hace �?
juzgar, se acaba ª
nocimientos producidos en la investigación deso-racia a fuerza de
hasta el g usto de. expli-
histórica están en la base de Ias soluciones fau<lmente por perder
pasado, rnezd ar: dº/.�-�
que se procuran en cada coyuntura. Esta com­ car. Las pasiones de) ,
plementariedad, sin embargo, no elimina las f-1 e¡. os a las b~ ª nd en as del presente, con,Jt,
re yos
ana en un cua d�o cu ;,
tensiones y desajustes entre ambas funcio­ ten la realidad hun1 bl an co y d n, . ,
. ,;
te el
nes. Así, por ejemplo, la prolongada discusión ·colores son única1nen
⇒ ro

en torno al carácter nocivo o benéfico de los (Bloch) . _ . . _ ,_


s a cr ee 1.,e
1ncl1 na do ; ?
juicios de valor en el discurso histórico puede A]aunos se mue s tran su s pr opos1tos
te ór ico en
ser vista como índice de que tal complemen­ cent:ar el esfuerzo es
_
p reciso : la _pre-
tariedad no carece de fricciones. Parece obvio os (in clu ye nd o, si
explicativ
que las interpretaciones históricas incluyen
.,
1o n P or el m at iz)· es . un. prunto inte-
oc up ac do
presc1n d trse p ara . to .
siempre juicios de valor y que ningún apego l. ecrua . l del qu . e ha de .ia se ap o ya - e- 1 ¡"
eenc .
a la pretendida objetividad del dato anula el fin práctico. Esa cr ci al de b h1
./�rona
.:
peso de los esquemas ideológicos en la na­ de que la func ió n so
·d po r
aniqueísn10 y oblig2..
rración explicativa. La tendencia a rehuir los �x�:e una dosis de m sa bl es ( ta nto c;li ·
_
r re sp on _
juicios de valor para preservar una supuesta en de, a identifica m arcna
. d e� ,e,,, .,, -
pureza científica y evitar la contaminación de o hé ro es ) de a
ables com
1
los ingredientes ideológicos, exhibe incom­ s. El pr ob lem a no ra dica, P:1es, en__l';_ p�r:
�osa
e:1 un �n1_sr:no d1s��1r .,'_'
prensión seria de cuáles son los modos en misible combinación
os Y JU:? 10s de ","::�:,
que interviene la ideología en la producción de argumentos explicativ
· to ,del a1scur• so• L
de conocimientos. s1no en el desplazanlien
L.O-
. o p res1 i c:''-' _P ¿ . 'º -
ca n1 po pr ob le1nat:ic _ . , _
l,

Ahora bien, ¿ se justifica sin n1ás la antigua Ü de un


·,,-

rÍC e d 1nu.,­
tradición según 1a cual junto con su tarea 1 a P r� gu nt a ·por qué?, a otro dond
e
'- en es e l cu'1pa. ~ b l.e. - ? o, en
informativo-analítica, la historia está obliga­ rrogante clave es ¿qui
da a juzgar los acontecin1ientos y sus prota-

¡ ..,:

rn0.it�c:. ;.;
'e:;;_;
30 CARLOS PEREYRA HISTORIA, ¿PARA QUÉ? 31

su caso, ¿ quien es el Mesías? Es mucho más contrar en los componentes económico-polí­


fácil centrar el examen del proceso social en ticos e ideológico-culturales de la totalidad
un núcleo apologético o denigrativo que bus­ social la explicación, incluso, de esos aciertos
car en serio las causas inmediatas y profun­ y fracasos. Los juicios de valor SOB inheren­
das de los fenómenos históricos. Se puede tes a la función social de ia historia pero
localizar en el acervo de la historia, sin nin­ ajenos a su función teórica. Un aspecto deci­
guna dificultad, una abrumadora cantidad de sivo del oficio de la historia consiste, precisa­
�jernplos de textos en los que el análisis es mente, en vigilar que la preocupación por la
sustituido por la glorificación o satanización utilidad (político-ideológica) del discurso his­
de algún personaje. Esta actitud no puede tórico no resulte en detrimento de su legiti­
menos que empobrecer la función teórica de midad (teórica).
la historia. Por ello se pronuncia Febvre con­
tra el historiador-fiscal y señala que "ya es
hora de acabar con esas interpretaciones re­
trosnectivas, esa elocuencia de abogados y
esos' efectos de toga. . . no, el historiador no
es un juez. Ni siquiera un juez de instruc­
ción.. La historia no es juzgar; es comprender
----y 112..cer com.pren d er. "
Si la manía de enjuiciar deriva con facili­
dad en un obstáculo adicional para la expli­
c.:ición histórica, ello se debe a que tiende a
ocultar la constitución del mundo social: un
proceso formado por numerosos subprocesos
articulados entre sí. Los juicios de valor in­
hiben la recuperación de las luchas, sacri­
ficios, forcejeos, y contradicciones que inte­
aran el movimiento de la sociedad y borran
t�do con la tajante distinción entre los prin­
cipios del bien y el mal. El achatamiento del
esfuerzo explicativo generado por la propen­
sión a juzgar limita la capacidad de pensar
históx-icamente. Si, como le gusta recordar a
Vilar, no se puede "comprender los hechos"
n1ás que por la vía de "pensarlo todo histó­
ríc2.mente", entonces es preciso ir más allá
de la sin1ple localización de aciertos y fraca­
sos en la actividad de los hombres, para en'

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