Mitos Griegos - Alumnos
Mitos Griegos - Alumnos
Mitos Griegos - Alumnos
2004
2007
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Ministerio de Educación
PARA EL MEJORAMIENTO
Dirección General de Planeamiento
Dirección de Currícula Páginas para el alumno
DE LA E NSEÑANZA
Prácticas
del Lenguaje
Mitos griegos
A los alumnos y alumnas:
ISBN 978-987-549-327-8
ISBN 978-987-549-327-8
© Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Ministerio de Educación
Dirección General de Planeamiento
G.C.B .A.
Permitida la transcripción parcial de los textos incluidos en esta obra, hasta 1.000 palabras,
según Ley 11.723, art. 10º, colocando el apartado consultado entre comillas y citando la fuente;
si éste excediera la extensión mencionada deberá solicitarse autorización a la Dirección de
Currícula. Distribución gratuita. Prohibida su venta.
Jefe de Gobierno
JORGE TELERMAN
Ministra de Educación
ANA MARÍA CLEMENT
Subsecretario de Educación
LUIS LIBERMAN
Directora General
de Educación
ADELINA DE LEÓN
Director de Área
de Educación Primaria
CARLOS PRADO
G.C.B .A.
"Plan Plurianual para el Mejoramiento de la Enseñanza 2004-2007"
Dirección de Currícula
Coordinación del área de Educación Primaria: Susana Wolman
Coordinación del Programa de Materiales Educativos: Cecilia Parra
Coordinación del área de Prácticas del Lenguaje: Delia Lerner
Los doce dioses y diosas más importantes de la antigua Grecia eran llama-
dos los Olímpicos y pertenecían a la misma familia, grande y guerrera. Vivían
todos juntos en un enorme palacio que estaba ubicado en la cima del monte
Olimpo, la montaña más alta de Grecia. La construcción, cuyas características
eran similares a los palacios de la tierra, había estado a cargo de los cíclopes. A
su alrededor se levantaban unas enormes murallas tan empinadas que era impo-
sible escalarlas.
Los dioses Hades y Perséfone, por su parte, vivían bajo la tierra, porque allí
tenían sus dominios, y Poseidón, siempre vinculado a las aguas, habitaba en las
fuentes, los ríos y los mares.
Los dioses griegos tenían el don de la inmor-
Hades y Perséfone protagonizan algunos de talidad; no eran seres inmateriales, sino visibles
los llamados mitos del descenso a los infier- para los mortales. Eran perfectos y bellos. Su apa-
nos. Se los encuentra bajo diversos títulos: riencia y su comportamiento eran similares a los
Ceres y Proserpina, Plutón y Proserpina, Deméter y de los hombres y, como ellos, vivían intensamente
Perséfone, entre otros. sus pasiones. Estaban humanizados y dotados de
cualidades y defectos, como cualquier otro mortal.
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Afrodita
Es la diosa del amor y de la belleza. Hay diferentes versiones acerca de su na-
cimiento. Una de ellas cuenta que es hija de Zeus y de Dione; otra, que nació de
la espuma del mar. La hierba y las flores brotaban de la tierra donde ella pisaba.
Su ira le inspiraba actos malévolos. Por ejemplo, como las mujeres de Lem-
nos no la honraban, las castigó impregnándolas de un olor detestable, lo que
provocó que sus maridos las abandonaran. Obtener sus favores también era pe-
ligroso en algunos casos.
Sus animales favoritos eran las palomas. Su carro era tirado por estas aves.
Sus plantas, las rosas y el mirto.
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Heracles o Hércules
Heracles, a quien los latinos llaman Hércules, es el héroe más célebre y popular
de toda la mitología clásica. Era hijo de Zeus y de Alcmena, una princesa teba-
na. Heracles estuvo muy cerca de convertirse en un dios ya que Zeus intentó que
bebiera la leche de Hera, su esposa y madre de los dioses, mientras dormía, pe-
ro Hera se despertó y la leche se derramó por el cielo donde al instante se for-
mó la Vía Láctea.
Hera, enojada por esta situación, envió dos serpientes enormes para que
mataran a Heracles, quien dormía en su cuna junto a su hermano gemelo. Pe-
ro Heracles, dueño de una fuerza sin igual, tomó a las dos serpientes y las es-
tranguló.
Heracles debió enfrentar siempre las consecuencias de los celos de Hera.
Luego de ser educado por los maestros más hábiles, se vio subordinado
al rey Euristeo y estuvo obligado a obeceder sus órdenes, dictadas por la dio-
sa Hera, que buscaba venganza. Fue así como tuvo que cumplir con doce tra-
bajos prodigiosos, entre ellos la lucha contra el león de Nemea, el combate
contra la hidra de Lerna, la cacería del jabalí de Erimanto, el descenso a los
Infiernos en busca del can Cerbero, la captura del toro que había engendrado
al Minotauro, la derrota de Gerión, el monstruo de tres cuerpos unidos por la
cintura.
Heracles se convirtió en el símbolo del hombre en lucha contra las fuerzas
de la naturaleza.
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Atenas padecía por entonces una gran penuria anunciada ya por el orácu-
lo. Minos, el rey de Creta, había vencido a los atenienses en una guerra y les ha-
bía impuesto un terrible castigo. Cada año, los atenienses debían enviar a siete
jóvenes y siete doncellas para que fueran devorados en Creta por el Minotauro.
El Minotauro era un ser monstruoso, con cuerpo de hombre y cabeza de to-
ro; emitía por su boca extraños ruidos no articulados, mezcla de bufido y ronqui-
do, en los que se adivinaba un soplo humano de tristeza. Se alimentaba con car-
ne humana. Vivía encerrado en el Laberinto, complicada construcción en la que
era fácil entrar pero imposible salir.
Cuando Teseo supo de la desgracia que hería al pueblo de su padre, deci-
dió viajar él mismo a Creta para luchar contra el Minotauro y librar del mal a
Atenas.
—Teseo, hijo bienamado –dijo Egeo– que los dioses te protejan. La nave que
te conduce lleva velas negras. Cuando regreses vencedor del Minotauro, cámbia-
las por velas blancas. De ese modo, a la distancia, conoceré la noticia de tu vic-
toria.
Teseo prometió a su padre que cambiaría las velas como señal de su triun-
fo y zarpó, junto a los otros jóvenes, rumbo a Creta.
FG
El rey Minos recibió a los atenienses ataviado con bellas ropas blancas; de-
seaba conocer al joven Teseo, de cuya valentía había oído hablar. Para impresio-
narlo, le dijo de manera burlona mientras arrojaba al agua su anillo:
—Me han dicho, Teseo, que el dios Poseidón te favorece. Si es cierto, dile
que te ayude a recuperar este anillo.
Teseo le respondió:
—Demuestra tú primero que el mismo Zeus, padre de todos los dioses, te
tiene bajo su protección.
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Cerbero
Cerbero es el perro que guarda el Hades, el mundo de los muertos. Vive encade-
nado a sus puertas y atemoriza a las almas cuando entran. Impide la entrada de
los vivos, pero sobre todo no permite la salida de los muertos.
Se lo representa frecuentemente con tres cabezas de perro, una cola for-
mada por una serpiente y en el dorso, erguidas, muchas cabezas de serpiente.
Uno de los trabajos de Hércules fue someterlo sin armas. Cuando Orfeo
traspasó las puertas del Infierno en busca de su esposa Eurídice, lo encantó con
su música.
La palabra cancerbero que fi-
Orfeo y Eurídice corresponden a otro de los mitos in-
guradamente significa guardián, vi-
fernales: Orfeo desciende a la tierra de los muertos pa-
gilante muy severo, tiene su origen
ra rescatar a su amada Eurídice. No va solo, lleva consi-
en este personaje.
go su lira para encantar a través de la música a las horro-
rosas criaturas del Hades. Este mito narra una maravillosa historia
de amor, una de las más famosas de la mitología.
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Sirenas
Las sirenas son genios marinos, mitad mujer, mitad ave. Según la leyenda más
El cuento “La antigua, las sirenas habitaban una isla del Mediterráneo y con su canto dulcísi-
sirenita” del mo atraían a los navegantes que pasaban por esos lugares. Cuando los barcos se
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escritor danés acercaban a las costas rocosas, zozobraban, y las sirenas devoraban a los impru-
Hans Christian Ander- dentes navegantes.
sen retoma este mítico Desde la Antigüedad, los estudiosos –mitógrafos– han especulado sobre el
personaje y algunas de origen y la doble forma de las sirenas. Ovidio dice que no siempre han tenido alas
sus características. de ave. Antes eran muchachas comunes, compañeras de Perséfone, pero, cuan-
do ella fue raptada por Plutón, pidieron a los dioses que les diesen alas para po-
der ir a buscarla tanto por el mar como por la tierra. Otros autores aseguran que
esta transformación fue un castigo de Deméter, la madre de Perséfone, porque
no habían impedido el rapto de su hija.
En el siglo VI ya se habla de una mujer con cola de pez.
Minotauro
El minotauro es un monstruo que
tiene cabeza de hombre y cuerpo
de toro. Su nombre verdadero es
Asterión.
El rey Mi-
nos mandó
construir, para
encerrarlo, un in-
menso palacio, que
en realidad era un la-
berinto, formado por una
maraña de pasillos y salo-
nes. Nadie, excepto su
constructor, Dédalo,
era capaz de encon-
trar la salida.
Cada año,
Minos le enviaba
siete jóvenes y siete don-
cellas, que la ciudad de Atenas le pagaba
como tributo. Cierta vez, Teseo integró
voluntariamente el número de estos jóve-
nes y logró vencer al monstruo y salir del
laberinto.
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Las ninfas
Los griegos dieron este nombre al conjunto de las divinidades femeninas de la
naturaleza que poblaban los mares, los ríos, los bosques, los campos, las rocas,
las montañas, los árboles.
Eran jóvenes de largas cabelleras que poseían una belleza sin igual, muchos
dioses y mortales las deseaban. Se las consideraba hijas de Zeus y del Cielo.
No eran seres inmortales pero podían vivir muchos miles de años conser-
vando la juventud. Se las encontraba hilando y cantando sobre los árboles o en
las fuentes.
Los griegos clasificaban a las ninfas de acuerdo con el lugar en donde ha-
bitaban. Las más conocidas son las nereidas y las náyades, ninfas de las aguas, y
las dríades y las hamadríades que vivían en la vegetación de los bosques.
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Gianlorenzo Bernini,
“Apolo y Dafne”, 1622-1625.
S
Atenea,
350-300 a. C.
S
Annibali Carracci,
“La duda de Hércules”,
1596.
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S Sandro Botticelli, “Venus y Marte”, 1485. Venus y Marte (nombres latinos) corresponden a Afrodita y Ares,
respectivamente, en el mundo griego.
La caja de Pandora.
Es un cancerbero.
El hilo de Ariadna
Parece un Adonis.
La expresión "el hilo de Ariadna" se emplea para designar el camino a seguir pa-
Lo flechó Cupido.
ra resolver un problema complicado. Ariadna era una princesa que ayudó al hé-
Renació como el ave Fénix.
roe Teseo, por medio de un hilo, a salir del laberinto después que mató al Mino-
Fue una odisea.
tauro.
Existe un cohete espacial europeo cuyo nombre es "Ariadna": lo llamaron de
este modo por “laberinto de problemas” que debieron resolver para realizarlo.
Ser un Titán
Urano, el cielo, y Gea, la tierra, tuvieron seis hijos: los Titanes.
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1 Información elaborada
CON EL AGUA HASTA EL CUELLO 1
sobre la base de: José
Alberto Maroto Centeno La influencia de la mitología griega en el campo de las ciencias químicas es
y David Maroto Centeno, muy amplia, incluyendo un buen número de elementos, sustancias y procesos
El legado de la mitología
griega en la terminología
químicos. En el siguiente texto encontrarán la explicación de por qué el tan-
científica moderna. talio se llama así.
fuerte sin beberlo, es decir, sin reaccionar con él y sin absorberlo. Por ello, en
1814, el químico sueco Jöns Jacob Berzelio concluyó que se parecía a Tántalo,
sumergido en agua, pero sin poder beberla. En consecuencia, le dio el nombre de
tantalio al nuevo elemento, que es como lo conocemos en la actualidad.
S
La mitología fue usada por los propios griegos para nombrar las estrellas y
todos los planetas conocidos por ellos.
riosa propiedad –ya observada por los griegos–: pierde repentinamente todo su
brillo por un período de cinco horas, al cabo de las cuales vuelve a recobrarlo en
otras cinco horas.
Se sabe que este fenómeno se debe a una estrella compañera más oscura,
que da vueltas a su alrededor apantallándola. Pero para los griegos, que eviden-
temente carecían de esta información, la pérdida de brillo representaba un he-
cho notable y antinatural, que sólo podía explicarse aduciendo que esa mons-
truosa estrella simbolizaba la cabeza de la terrible Gorgona Medusa, a quien Per-
seo había decapitado.
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S El Sistema Solar es un conjunto de astros formado por el Sol, planetas y sus satélites, cometas y asteroides.
Oscar Wilde
“Quirón”
Desde muy niño Quirón admiró la belleza de los caballos. Los veía galopar por la
llanura y el alma se le iba por los ojos como si también ella galopase lejos de las
casas. Si tocaba el anca o el cuello de algún caballo manso, le decía ternezas con
la mano; si ofrecía azúcar, se le estremecía de placer cuando el belfo blando del
caballo se la tocaba. Hubiera querido hablar con el caballo, y trataba de com-
prender su lenguaje: el piafar, el relinchar, el temblor de la piel, el revolcarse por
el polvo, el movimiento de las orejas y la cola, el modo de beber y de comer. Pe-
ro comunicarse con él no podía: en cuanto hundía su vista en los grandes ojos
oscuros del caballo ya se sabía rechazado. Una mañana los padres lo encontra-
ron dormido sobre la paja del establo, al lado de un zaino ciego: había pasa-
do toda la noche acompañándolo.
Otro día los padres lo ayudaron a que montase en pelo sobre una ja-
ca, y aprendió a no caerse. Así creció, hasta que, ya hecho todo un
hombre, quiso domar un potro. En medio de un horizonte
redondo –verde, azul–, aquello era una fiesta de curvas
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