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Caso Yineth Bedoya

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Mar 16, 2021

TODAS LAS VECES QUE EL ESTADO LE FALLÓ A JINETH BEDOYA


Por. Ita María

Estas son las veces que el Estado le falló de manera explícita a Jineth
Bedoya tanto en lo relacionado con su caso, como en garantizar la
seguridad de su ejercicio periodístico.

Fallas que ocurrieron incluso antes del 25 de mayo del 2000, día en
que sucedieron los hechos que hoy son conocidos a nivel mundial, tras
haber sido presentados ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, después de dos décadas de inoperancia de la justicia
colombiana. Por supuesto, bajo estas fallas subyacen muchas más.  

Los hechos y declaraciones aquí presentados fueron tomados del


interrogatorio realizado en la audiencia virtual pública por parte de los
jueces de la Corte, a la demandante Jineth Bedoya Lima, que terminó
con el Estado colombiano retirándose de la misma tras alegar una
supuesta “falta de garantías” y así resultando en la más reciente de
esta larga lista de  fallas que incluyen negligencias, inoperancias,
complicidades y revictimizaciones.  

1. La primera vez que el Estado Colombiano le falló a Jineth Bedoya


fue en 1998, cuando la periodista y su madre fueron víctimas de un
atentado que nunca fue investigado.

“Yo era reportera judicial del periódico El Espectador y estaba


documentando un caso de tráfico de armas y compra y venta de
secuestrados, además de otras violaciones de derechos humanos que
se estaban cometiendo desde la cárcel nacional La Modelo.

Esta investigación tenía un componente muy especial y era que allí


confluían todos los grupos armados de Colombia. Había paramilitares,
guerrilleros, integrantes de mafias del narcotráfico y delincuencia
organizada. Lo paradójico era que, públicamente, los agentes del
Estado combatían a estos grupos ilegales, pero dentro de la cárcel
eran aliados y tenían alianzas para vender ese armamento para
negociarlo, para traficarlo y para surtir de armas a algunos frentes de
las Farc, así como de armas al paramilitarismo.  La cárcel La Modelo
era la oficina desde donde se conectaba todo el crimen del país en ese
momento.

Las investigaciones habían iniciado desde finales de 1997 e


inicialmente yo las había hecho desde la emisora en la que trabajaba,
en RCN radio, y posteriormente, cuando entré a trabajar al
Espectador, empezamos a hacer publicaciones sobre las violaciones de
derechos humanos que cometían los grupos armados allí dentro de la
cárcel con, lamentablemente, complicidad de agentes del Estado. Estoy
hablando de integrantes del Ejército y, especialmente, de la
Policía. Las publicaciones eran más de 50 en ese lapso (entre 1999 y
el 2000). 

Las amenazas se habían iniciado a finales de 1998 y por eso decidí


dejar la emisora RCN radio, donde trabajaba, y  cuando ingresé al
Espectador y retomé la investigación de la cárcel La Modelo, iniciaron
las amenazas. En mayo de 1999, lamentablemente, mi mamá y yo
fuimos víctimas de un atentado, atentado que denunciamos ante las
autoridades, ante la Policía, pero nunca se investigó ”.

2. La segunda vez que el Estado le falló a Jineth fue en noviembre


de 1999, cuando le negó la protección solicitada para ella y para su
madre tras múltiples amenazas, indicando que Jineth “no estaba en
riesgo”.

“Posteriormente, cuando las amenazas se incrementaron,  enviamos


una carta al antiguo Departamento Administrativo de Seguridad DAS,
pidiendo protección y que se me entregara un esquema de
seguridad. Yo envié esa carta en agosto de 1999.  La respuesta del
Estado llegó en noviembre de 1999 donde decían que yo “no estaba en
riesgo” y que, por lo tanto, no podía acceder a un esquema de
seguridad.
Nunca se investigó, pese a que presentamos la denuncia ante la
Policía y ante el DAS, nunca nos llamaron a declarar ni tampoco nos
llamaron ante la Fiscalía. Ese atentado contra mi madre y contra mí
nunca se investigó”.

3. La tercera vez que el Estado le falló a Jineth fue cuando


Inteligencia de la Policía sugirió que la mejor solución para parar las
amenazas que la periodista continuaba recibiendo, era que ella se
entrevistara con los paramilitares. La llevaron directo a una trampa.

“Después del atentado yo seguía haciendo investigaciones sobre lo que


ocurría en la cárcel y el 27 de abril del año 2000 se registró una
masacre de 32 internos en la cárcel. El Espectador hizo una serie de
publicaciones sobre lo que había ocurrido en esa masacre y cómo
había habido responsabilidad de algunas personas del
Estado. Posterior al 27 de abril, yo ingresé a la cárcel para verificar
personalmente qué estaba ocurriendo allí y qué era lo que había
pasado el día de la masacre.  Posterior a eso empezamos a hacer
investigaciones, pero también empezaron las
amenazas. Lamentablemente recibimos llamadas donde me decían que
me quedaban tres días de vida, que me quedaban 2 días de vida y lo
último fueron unas amenazas escritas que llegaron hasta el periódico
El Espectador. Con esas amenazas, el director del periódico y mi
editor, mi jefe, Jorge Cardona,  decidimos acudir a la policía.
Inteligencia de la Policía estuvo en el periódico, nos tomaron algunos
testimonios y nos dijeron que la mejor solución para parar esas
amenazas era que yo me entrevistara con los paramilitares . Esa misma
noche recibimos una llamada en la que nos ponían una cita para ir a
entrevistar a uno de los jefes paramilitares y yo acudí esa mañana del
25 de mayo para hacer esa entrevista, para entrevistar a ese jefe
paramilitar que me había puesto la cita.  Lamentablemente era una
trampa”.

4. La cuarta vez que el Estado le falló a Jineth fue el 25 de mayo


del 2000, el día en que fue secuestrada en las puertas de una cárcel de
máxima seguridad, frente a una patrulla de Policía, y fue torturada y
víctima de acceso carnal violento con complicidad de agentes del
Estado.

“La mañana del 25 de mayo, mi editor, mi jefe, Jorge Cardona, el


fotógrafo de El Espectador y yo, acudimos a la puerta de la cárcel La
Modelo para hacer esa entrevista.  Llegamos a la puerta de la cárcel.
Una persona del INPEC, del Centro de Prisiones de Colombia, nos dijo
que la boleta para ingresar a hacer la entrevista ya estaba lista, que
teníamos que esperar un momento y nos quedamos en la puerta de la
cárcel esperando.

Pasaron algunos minutos, luego el guardián del INPEC abrió la puerta,


dijo que la boleta para entrar a hacer la entrevista estaba lista y mi
compañero, mi jefe Jorge Cardona se fue por el fotógrafo y mientras él
se fue por el fotógrafo fui abordada por dos personas en la puerta de la
cárcel, un hombre y una mujer. El hombre me intimidó con una pistola
nueve milímetros, me encañonó, me llevó desde la puerta de la cárcel,
enfrente de una patrulla de la Policía que en ese momento prestaba
seguridad a la cárcel. Me llevaron a un lugar cercano a la cárcel, me
amarraron, me golpearon, me llevaron en un carro, me sacaron de la
ciudad y empezó una larga travesía de muchas horas en las
que afronté todo tipo de abusos, de torturas y todo terminó en una
violación masiva en un lugar a muchas horas de Bogotá, era un lugar
donde además había otros hombres, hombres uniformados.  Y después
de eso no sé qué ocurrió, pero ellos me dejaron abandonada en una
carretera, casi muerta. 

5. La quinta vez que el Estado le falló a Jineth, fue cuando la


Fiscalía “perdió” las pruebas del caso que ella misma, junto con su
equipo, había logrado conseguir.  
“Inicialmente la denuncia por el secuestro la interpuso Jorge Cardona,
mi editor judicial, y posteriormente me llamaron a unas
declaraciones. Nosotros mismos como periodistas allegamos varias
pruebas. De por sí, con el CTI de la Fiscalía colombiana, hicimos unas
grabaciones a personas que dieron testimonio sobre quiénes eran los
autores materiales del hecho, cómo habían conseguido las armas y
cómo me habían secuestrado, pero lamentablemente todas esas
pruebas se perdieron. Parte del expediente se perdió en los meses
siguientes”.

6. La sexta vez que el Estado le falló a Jineth fue cuando la Fiscalía


la revictimizó, por más de 11 años, exigiéndole que investigara su
propia tragedia y haciéndola narrar, al menos 12 veces, su violación.  

“Durante 11 años, el Fiscal que estaba encargado del caso, me llamaba


para decirme que yo por qué no seguía investigando mi caso y que le
entregara esas investigaciones a él para poder aclarar el hecho.  Me
pareció revictimizante porque yo no era quien debía investigar.  ¿Yo
cómo iba a investigar sobre mi propio dolor y sobre mi propia
tragedia? El proceso estuvo paralizado durante 11 años y, solo cuando
la FLIP decidió investigarlo formalmente y presentarlo ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, nuevamente se reactivó con
muchas revictimizaciones y muchos hechos que hoy siguen ocurriendo
como persecuciones, intimidaciones, amenazas constantes, y ninguno
de estos hechos se ha aclarado.
Yo tuve que narrar mi violación 12 veces ante la Fiscalía . No les bastó
con un solo testimonio sino que me llamaron repetitivamente para que
volviera a contar los hechos.”

7. La séptima vez que el Estado le falló a Jineth fue cuando omitió


toda la información que implicaba a miembros de la Policía en el crimen
cometido contra la periodista y la compra y venta de secuestrados a las
Farc. Tuvieron que pasar 11 años, y se tuvo que llevar el caso a un
tribunal internacional, para que este fuera retomado. Durante todo este
tiempo, la periodista no ha parado de recibir amenazas (incluso fue
secuestrada y estuvo en cautiverio durante 8 días) y el Estado ni ha
investigado ni mucho menos dado con los responsables. Por el
contrario, los ha protegido.

Inicialmente, la investigación que yo adelantaba nos llevaba a


establecer que había personas de la Policía implicadas y que había una
red de policías activos que secuestraban personas y luego se las
vendían al Frente 53 y a otros frentes de las Farc, sabíamos que había
agentes del Estado implicados. Lo que no entendíamos en ese
momento es que hubiera personas de tan alto nivel implicadas en esta
red criminal. Muchos años después, gracias a las investigaciones
periodísticas, pero también a los testimonios que han entregado varios
de los paramilitares que han sido llamados al proceso, logramos
establecer que quien era la cabeza de esta red criminal y quien ordenó
mi secuestro fue un General de la Policía. Un alto oficial de la Policía,
en complicidad con otras personas de la Policía y otras organizaciones
criminales. 

Desde finales del año 2000, después de mi secuestro, y a la fecha,


hoy, en marzo del 2021, he seguido recibiendo amenazas y
persecuciones, pero además intimidaciones a mis fuentes y personas
que hacen parte del proceso que han sido intimidadas y víctimas de
acoso y de otros hechos. A la fecha no tenemos claro quiénes son los
responsables, la Fiscalía no ha adelantado una investigación seria al
respecto, no hay personas indicadas pero tampoco se ha aclarado
quiénes son quienes están detrás de esas amenazas.

Paradójicamente, el día que mi caso fue admitido en la Corte en el año


2019, la mañana siguiente al anuncio de que el caso había sido
admitido, recibí amenazas desde un teléfono fuera de Colombia, le
entregamos todos los datos y todas las pruebas a la Fiscalía y dos
años después tampoco han logrado establecer quienes hicieron esas
amenazas.

Después del 25 de mayo realmente todo fue muy confuso y muy difícil
porque era imposible seguir viviendo en Colombia sabiendo que la
amenaza estaba latente, recibimos apoyo de parte de la Comunidad
Internacional para que yo me fuera al exilio con mi mamá, pero yo
decidí quedarme en Colombia porque creía y sigo creyendo hoy que yo
no debo nada, que yo no soy responsable de lo que ocurrió,  que era
imposible irme como si estuviera huyendo de algo malo que hubiera
hecho cuando yo no provoqué lo que pasó. Después de eso tengo que
confesar que hubo un momento muy difícil en el que yo tomé la
decisión de suicidarme pero el poder seguir haciendo periodismo,
gracias a la oportunidad que me dieron en el Espectador, me hizo
tomar la decisión de concentrarme 100% en mi trabajo periodístico.  

Durante todos estos años me he dedicado a documentar el conflicto


armado colombiano y hacer investigaciones, y denuncias, y eso
obviamente siguió trayendo problemas.  En el 2003 haciendo un
reportaje en la selva de Colombia a donde no podía obviamente
desplazarme con mi esquema de seguridad, fui secuestrada por el
frente 54 de las Farc con el reportero gráfico que me
acompañaba. Estuvimos en cautiverio 8 días y luego gracias a la
acción humanitaria de la iglesia de la zona y de habitantes de la zona
la guerrilla, nos dejó en libertad.  
En el año 2008 presentamos las primeras pruebas de las personas que
eran responsables del Estado de ordenar mi secuestro y todo lo que
ocurrió en este secuestro. En ese momento  le pedimos a la Fiscalía
que iniciara la investigación sobre los autores intelectuales pero la
investigación no avanzó.

En el 2011, cuando presentamos el caso ante la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos y empiezan a aparecer los
autores materiales, ellos mismos le entregan su testimonio a la
Jurisdicción de Justicia y Paz, dando los nombres de las personas que
habían ordenado el secuestro y que habían ordenado otros crímenes.
Lamentablemente, desde esa fecha hasta hoy no ha avanzado la
investigación, nunca se ha llamado a declarar a alguna de las personas
señaladas como autores intelectuales. Se hizo un llamamiento de un
General de la Policía en tres oportunidades, nunca compareció antes la
Fiscalía y la Fiscalía no hizo absolutamente nada para que él fuera
obligado a ir a comparecer.  La investigación sobre los autores
intelectuales está completamente muerta, pese a que estos autores
están señalados, hay pruebas, hay testimonios y hemos solicitado
constantemente por parte de mis abogados defensores que se abra esa
investigación y que se establezca esa responsabilidad . Eso en el caso
de la Policía. 

En el caso del INPEC, la Dirección Nacional de Prisiones en Colombia,


tampoco se ha hecho una investigación sobre las personas que ese día
estuvieron en el momento del secuestro, pero además, de las personas
que sabían que yo estaba haciendo la investigación sobre este tráfico
de armas y compra y venta de secuestrados. No hay ningún avance
porque no se ha hecho sencillamente nada sobre este particular.
Yo puedo decir con total tranquilidad que yo considero que a esta
persona que está señalada la han protegido constantemente porque es
una persona influyente, porque tiene amigos influyentes, porque es
amigo de muchas personas de los diferentes gobiernos que han pasado
en Colombia desde mi secuestro , porque además es una persona que
aún tiene poder en Colombia, pero que además sigue teniendo nexos
muy fuertes con personas que alguna vez pertenecieron a la Policía
Nacional. Para mí esta es solamente la muestra de la corrupción, no
solamente en este caso, sino la corrupción en general ligada al
narcotráfico y a la criminalidad, que lamentablemente ha alimentado la
impunidad en Colombia y mi caso no ha sido la excepción.

Lo que tenemos entendido a través de las investigaciones


periodísticas, y también a través de los testimonios de algunos
paramilitares que han rendido versión es que un par de personas
seguirían activas dentro de las instituciones, pero quien hacía parte de
la cabeza, este General de la Policía que fue individualizado ya no
pertenece a la institución. Pero sin embargo es una de las personas
que maneja a nivel nacional en Colombia oficinas de seguridad privada.

8. La octava vez que el Estado le falló a Jineth fue cuando le asignó


un esquema de seguridad asociado a una red de secuestradores.
Después de esto, la Policía le dijo que ellos no podían garantizar su
vida.

Pero luego siguieron las amenazas, había seguimientos, hubo muchos


problemas con el esquema de seguridad.  Uno de los escoltas, el jefe
de mi esquema que me ubicaron en ese momento, una noche después
de dejarme en el apartamento fue capturado haciendo un secuestro al
hijo de un industrial de Bogotá y se logró establecer que mi esquema
de seguridad hacía parte de una red de secuestradores de la
Policía. Obviamente eso fue un golpe muy duro y emocionalmente
también porque yo ya no podía confiar en nadie.  

Después de eso empezaron a hacerme seguimientos, un día intentaron


entrar a mi apartamento, forzaron la cerradura, empezaron a hacerle
seguimientos a mi mamá, interceptaron mis comunicaciones. Mis
comunicaciones han estado interceptadas durante 21 años. Luego, en
un momento muy difícil, en el que las amenazas estaban muy
fuertes, el director de la Policía habló con el director del periódico
donde trabajo hoy en día, el diario El Tiempo, y le dijo que lo mejor era
que yo me fuera del país porque ellos no podían garantizar mi
vida. Obviamente eso fue un golpe muy duro porque yo decía,  si la
misma Policía no me puede cuidar, ¿quién lo puede hacer entonces?
 
Y a lo largo de los últimos años, las amenazas no han cesado.  Además
de aparecer en muchos de los panfletos de las denominadas Águilas
Negras, llegan mensajes directos a mi teléfono, mensajes de whatsapp,
llamadas, llamadas que se hace no solamente desde Colombia sino
fuera de Colombia y también mensajes al periódico donde laboro hoy
en día. Han sido unos años muy difíciles, con una carga muy fuerte y
años en los que lamentablemente mi salud se ha deteriorado, pero
después de todo eso tan difícil que ha ocurrido, como que mataron a
una de mis fuentes después de que me reuní con ella,  una fuente que
me entregó toda la documentación del responsable de mi secuestro, de
un General de la Policía, una hora después de despedirme de él lo
asesinaron. A otro testigo que entregó la información y que entregó
todos los datos de la persona que había ordenado mi secuestro, y que
estaba recluido en una cárcel, decidieron recluirlo en un anexo
siquiátrico durante 5 años y le dieron drogas siquiátricas y este hombre
terminó demente. Un hombre que estaba en sus plenos cabales. Eso es
lo que puedo decir de las cosas horribles que han pasado en todos
estos años. Llegaron al extremo de amenazar a las mujeres que yo
ayudaba, y que apoyo hoy en día, a través de la campaña No es hora
de callar. Les hicieron seguimientos y les dijeron que “si seguían
recibiendo mi ayuda las iban a matar”.

Quienes siguen haciendo daño hoy son los mismos que hicieron daño
hace 20 años y no me refiero exclusivamente a mi caso. Esto es algo
sistemático pero además reciclado. Es como un círculo vicioso donde
siguen ocurriendo los hechos pero además donde la criminalidad sigue
siendo manejada por las mismas personas, por los mismos victimarios,
por el mismo aparato corrupto que ha estado enquistado cometiendo
todos estos crímenes y no solamente el crimen de Jineth Bedoya, miles
de crímenes más… Siguen siendo los mismos criminales amparados
por algunas personas que no saben llevar el uniforme amparado por la
Constitución colombiana con el honor que deberían llevarlo. Es algo
sistemático, que se recicla, que sigue amparado bajo el negocio del
narcotráfico”.

9. El Estado colombiano le ha fallado a Jineth Bedoya en garantizar


una vida libre de violencias, en garantizar su tranquilidad y salud
mental, así como la de su madre. Le falló también al no garantizar un
debido proceso, al no proveer justicia ni reparación.

“Mi vida se destruyó. A mí me mataron la mañana de 25 de mayo.  Yo


he sacado valor amparándome en el periodismo que creo que ha sido
oxígeno para seguir adelante y en las mujeres que como yo han sido
víctimas de violencia sexual y  he creído que la palabra es la mejor
forma sde transformar el dolor.  Pero lamentablemente mi vida se
acabó. Lamentablemente el no poder tener libertad, el tener que andar
escoltada, el hacer periodismo escoltada, el tener que ver todos los
días en mi cuerpo las marcas de la violencia sexual y de la tortura, es
algo que no permite cerrar este ciclo definitivamente, pero sobretodo la
impunidad. Y yo hoy estoy acá no dejando mi rabia sino hablando de la
posibilidad de transformar y la justicia transforma y eso es lo que he
intentado hacer para recuperar mi vida.

Mi madre perdió su vida completamente, yo creo que ella en estos 20


años ha vivido mi vida y no la de ella. Ella perdió todo su círculo social,
perdió contacto con su familia. Es una mujer que hoy tiene síndrome de
estrés postraumático, que no puede salir sola a la calle. Es una mujer
que le cuesta mucho llevar su vida. Creo que la afectación emocional
ha sido lo más duro, porque carga con mi dolor pero también con su
dolor. Y creo que eso es lo que nos ocurre a todas las víctimas,
sobretodo cuando quien ha sufrido el hecho victimizante es alguien de
nuestro entorno, porque es un doble dolor y eso es lo que le ha pasado
a ella. Una condición de salud que se ha deteriorado en todos estos
años, pero sobretodo el no poder tener una vida libre, el no poder
vivir. Sabemos que juegan también a eso, al acoso sicológico, al acoso
emocional. Y yo lo puedo manejar porque he vivido en medio de eso,
me acostumbré a saber que salía de mi casa pero no saber si voy a
regresar, pero ella no. Creo que eso ha sido lo más duro.

Yo muchas veces le he dicho a mi mamá que en algún momento yo


podré desaparecer físicamente porque ellos logran eso que están
buscando pero la voz ya se levantó. El testimonio ya está. Las mujeres
ya saben que pueden luchar por sus derechos.  Las víctimas saben que
tienen derecho a reclamar, a exigir, a decir, a exponer, a visibilizar y
eso no lo va  a poder cambiar ningún círculo criminal, ninguna
intimidación y ninguna amenaza.  

Yo no sé si yo sienta miedo, porque cuando a uno lo han matado el


miedo casi que queda paralizado.  Y el miedo ya no es por mí, es por mi
madre, porque ella ha tenido que llevar la peor carga de todo esto. Y
las amenazas creo que han sido un detonante para irnos destruyendo
de a poquitos. Yo sé a qué me estoy exponiendo dando mi testimonio
hoy ante la Corte, sé que mi vida sigue en riesgo, sé que mi vida sigue
en peligro, pero eso no va a ser una razón para que yo me silencie
porque eso fue lo que aprendí de esta dolorosa experiencia, que nunca
más me iba a callar, que iba a levantar la voz.  Al día siguiente de que
el caso fuera admitido ante la Corte Interamericana, recibí una llamada
de otro país, donde me decían cosas relacionadas con la violacón,
donde me recordaban que me iban a volver a violar y donde me decían
que si no era capaz de cerrar la boca que ya sabía qué me esperaba.
Después de esa llamada las amenazas han seguido, la última fue hace
pocos meses. 

Es no vivir pero he dicho algo muchas veces y es que  ¿qué más dolor
se puede cargar y qué más sufrimiento se puede cargar cuando ya te
han matado? Es imposible volver a morir cuando ya te han matado.  Y
es que eso significan las amenazas, porque es recordarme una y otra
vez lo que pasó el 25 de mayo. Mucha gente me dice que pase la
página y que siga adelante. ¿Cómo pasar la página si me siguen
llamando, si me siguen enviando mensajes, si me siguen diciendo que
lo que me pasó el 25 de mayo me gustó y me lo van a volver a
hacer? Ese “me gustó” es la violencia sexual. ¿Cómo puede vivir uno
con eso? ¿Cómo puedo dar el siguiente paso con eso?

Reparar el dolor que tiene que enfrentar una mujer después de la


violencia sexual es casi que imposible. ¿Cómo se puede reparar algo
que queda quebrado en mil pedazos? Porque eso es lo que hace la
violencia sexual, quebrarnos en mil pedazos. Y yo he intentado pegar
esos pedazos en todos estos años. Pero indudablemente  algo que para
mí sería reparador es que ese lugar donde inició todo, donde empezó
este ciclo de terror se pueda cerrar. Me refiero a clausurar la cárcel La
Modelo, donde no solamente se cometió un hecho de violación de ddhh
contra mí, sino donde sistemáticamente se han cometido todos los
tipos de violaciones de ddhh durante décadas. Esa sería realmente una
reparación efectiva. Darle una respuesta que no solamente es por
violencia sexual sino por desaparición, por descuartizamiento, por
secuestro. La Modelo sigue erguida como algo “de justicia” pero que
realmente es el símbolo de la impunidad. Que se cierre y le de campo
realmente a la reparación a las víctimas, para mí sería el mayor logro y
la mayor medida de reparación que yo pudiera recibir”.

10. El Estado colombiano también le ha fallado a Jineth Bedoya en


garantizar la libertad de expresión y la libertad de prensa en su
ejercicio como periodista.

“En diferentes oportunidades ellos (los captores) manifestaron que este


era un escarmiento para la prensa, que los periodistas nos metíamos
donde no nos debíamos meter, que éramos un mal para el país, que la
real plaga no eran ellos sino éramos los periodistas  y que esperaban
que, con lo que me estaban haciendo, la prensa tomara un
escarmiento. En ese momento era muy difícil entender quiénes eran y
por qué lo hacían, pero constantemente me repitieron que era un
escarmiento para la prensa en Colombia .

A mí el periodismo me salvó cuando yo creí que ya mi vida no valía


nada, y no solamente una sino dos veces.  El periodismo ha sido mi
oxígeno, el periodismo ha sido mi herramienta, el periodismo ha sido mi
salvavidas en todo sentido. Pero ejercerlo en las condiciones en las
que he tenido que hacerlo es humillante y es revictimizante porque
tengo que ingeniarme mil maneras para poder documentar, para poder
investigar, para poder llegar a lo más profundo de Colombia que es
donde yo hago mi investigación y donde hago mis reportajes.  Seguir
arriesgando mi vida pero sobre todo seguir sometiendo a mi mamá a
esa angustia de que su hija salga una mañana de casa a hacer su
periodismo y en la noche tal vez no regrese, ha sido algo tan tortuoso
que es paradójico porque, a la vez me da vida pero al mismo tiempo me
la van quitando de a poco.  Y mi gran sueño es volver a ser esa
reportera que era antes del 25 de mayo del 2000. Esa es la vida que yo
quiero recuperar.

En medio de la dificultad del conflicto armado que hemos vivido en


Colombia, y para la época en que ocurrieron los hechos, el que se
acosara a una periodista o el que se intimidara a una periodista, estaba
casi que naturalizado porque creíamos que por ser mujeres eso era lo
que nos tocaba afrontar. Y  el subregistro de caso de mujeres
periodistas que han tenido que enfrentar violencia sexual en todas sus
formas, en el acoso, la intimidación, en la violencia física como tal, y
en la estigmatización que creo que es una de las partes más difíciles y
que menos tenemos en cuenta, porque cuando una mujer que comunica
habla y denuncia lo primero que se hace es estigmatizarla, es tratarla
de una cualquiera. Y en ese momento había muchos casos. Hubo
muchos casos que se silenciaron de situaciones de colegas periodistas
mujeres que tuvieron que enfrentar cosas similares a las que a mí me
pasó.

Pero luego, cuando el conflicto armado también fue mutando y se fue


transformando, la intimidación contra las mujeres periodistas,
indudablemente, se enfatizó aún más en perseguirlas y en deslegitimar
su palabra por ser mujeres. Hoy el acoso que sufren muchas de mis
colegas periodistas, a través de las redes sociales, pero además a
través de correos electrónicos y de llamadas donde sus propias fuentes
las intimidan y las estigmatizan, para así deslegitimar sus
investigaciones y sus palabras, es una constante.  Y lo más difícil de
afrontar es que no hay una cifra clara, solamente las que tiene la
Fundación para la Libertad de Prensa de las mujeres que han sufrido
violencia sexual, y de las mujeres que hoy están siendo
estigmatizadas, ya acosadas por su condición de mujer. Creo que esa
es una deuda grande que tiene el Estado y que tenemos muchas de las
organizaciones que trabajamos por los derechos de las mujeres
periodistas para visibilizar la real tragedia, porque es una tragedia que
silencien a una mujer que comunica por su condición de mujer. Y  hoy
muchas mujeres, lamentablemente, se han autocensurado para no ser
víctimas de eso. Tenemos un estudio reciente que nos indica que seis
de cada diez mujeres periodistas en Colombia han sufrido acoso y en
este momento tienen que afrontar persecución   y estigmatización. Ocho
de cada diez mujeres periodistas en Colombia deciden autocensurarse
o abandonar sus fuentes y su trabajo para no ser víctimas de violencia.
Creo que si la Corte lograra sentar una posición sobre la necesidad de
revisar, con enfoque de género, el trabajo que ejercemos las mujeres
que comunicamos, sería también un paso fundamental para este
hemisferio, porque a nosotras se nos sigue estigmatizando, se nos
sigue señalando y se nos sigue intimidando no por ser periodistas, sino
por nuestra condición de mujer.  Si cuando a mí me ocurrió eso el 25 de
mayo no hubiera sido Jineth Bedoya sino Pedro Pérez, a Pedro Pérez
le habrían enviado un sicario y lo hubieran matado; a Jineth Bedoya la
torturaron y la violaron.  Y eso tiene que ser un lineamiento claro que
tiene que entender no solamente Colombia sino la región. Que por
nuestra condición de género no nos pueden seguir “castigando” como
dicen nuestros victimarios”.

11. Como a tantas otras mujeres víctimas de violencia sexual en el


marco del conflicto armado, el Estado colombiano también le falló a
Jineth Bedoya en garantizar la paz y la protección de las mujeres en
todo su territorio, pero además, en reconocer que la violencia sexual
también es un crimen de guerra.

“Colombia, lamentablemente, es uno de los países a nivel mundial


donde más se han cometido delitos de violencia sexual en el marco de
un conflicto armado. A este Estado y a este país le costó mucho
tiempo, muchas décadas, reconocer que la violencia sexual había sido
usada como un arma de guerra.  

Con toda humildad quiero decirles que yo fui tal vez la primera mujer
que públicamente habló de su violación y eso me ha costado mucho,
me ha pesado mucho, pero permitió abrir una puerta para que miles de
mujeres hablaran y contaran que la violación había acabado con sus
vidas.

Si un Estado tiene la altura de reconocer que la violencia sexual es uno


de los peores crímenes que se puede cometer contra un ser humano,
pero que además, es uno de los crímenes que hay que atacar porque
desmorona la base de la sociedad, creo que ese sería un gran paso de
justicia y de reparación. 

Es increíble que a la fecha, después de cuatro años, la Jurisdicción


Especial para la Paz no haya abierto formalmente, como caso, la
violencia sexual. Y la violencia sexual tiene la misma importancia que
el secuestro, que la desaparición forzada o que el reclutamiento
forzado, porque ataca lo más íntimo de la humanidad de una persona y
es necesario que se reconozca.

Semanalmente nos llegan reportes de las niñas que son violentadas


sexualmente por estos grupos armados. Niñas de las cuales se venden
sus virginidades, hoy, mientras estamos en esta audiencia, hay muchas
niñas que están siendo negociadas por los grupos armados y la
arremetida más fuerte contra las mujeres en las zonas más lejanas
donde, lamentablemente, por esa impunidad, por esa falta de
investigación, por esa falta de acción del Estado, seguimos teniendo
mujeres víctimas violencia sexual.

Y en cuanto al periodismo, un periodismo que sigue en las regiones,


lamentablemente, autocensurándose, silenciándose, porque denunciar
implica perder la vida, denunciar implica el desplazamiento, denunciar
implica que los periodistas tengan que dejarlo todo y tengan que
refugiarse en otro lado o en otra ciudad debido a la amenaza de estos
grupos. Es cierto que uno de estos grupos, la guerrilla de las Farc,
entregó sus armas. Pero todavía falta muchísimo como Estado para
poder enfrentar la situación de conflicto armado que seguimos viviendo.
Y ese conflicto armado, lamentablemente, es el que nos sigue dejando
víctimas de violencia sexual y que sigue siendo una amenaza latente
contra el periodismo”.
12. La décimo segunda vez en que el Estado colombiano le falló a la
periodista Jineth Bedoya fue ayer, 15 de marzo, al retirarse de la
Audiencia ante la Corte IDH.

Tenía la palabra Camilo Gómez Alzate, Director general de la Agencia


Nacional de Defensa Jurídica del Estado, en la Audiencia para
determinar la responsabilidad del Estado en los hechos de amenazas,
secuestro, tortura y violencia sexual que enfrentó la periodista Jineth
Bedoya Lima en el año 2000, ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Gómez alegó una presunta “falta de imparcialidad de la
mayoría de los jueces y de la presidenta de la Corte IDH” y anunció
que presentará una solicitud de recusación contra cinco de los seis
jueces, debido a una supuesta falta de garantías
procesales. Adicionalmente, la testigo ofrecida por el Estado no
compareció a rendir su declaración. Este nuevo episodio de
revictimización ha desatado la justa indignación colectiva y varias
organizaciones de mujeres, y la Fundación para la Libertad de Prensa,
han manifestado su rechazo.

Ita María

Feminista colombiana, autora del libro “Que el privilegio no te nuble la


empatía” (Planeta, 2020) y cofundadora de la colectiva Las Viejas
Verdes. Ita María es Economista de la Universidad Icesi (Cali,
Colombia) y tiene un MBA de Esdén Business School. Desde 2007 ha
ocupado cargos directivos en importantes compañías de la industria de
moda y tendencias como experta en marketing y estrategia (INVISTA,
2007-2012), análisis de tendencias y comportamiento de consumidor
(WGSN, 2013-2017) y más recientemente incursiona en la industria de
los medios independientes y alternativos (VICE, 2019-2020). Cuenta
con más de una década de experiencia en generación de contenidos,
nuevas narrativas, construcción de comunidades virtuales y
comunicación digital y ha sido tallerista y conferencista de mercadeo,
redes sociales y tendencias en América Latina. Actualmente se
encuentra dedicada a apoyar y asesorar en estrategia de
comunicaciones a organizaciones con enfoque feminista y de derechos
humanos.

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