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Couso, Jaime. La Especialidad Del Derecho Penal de Adolescentes Fundamentos Empíricos Y Normativos, Y Consecuencias para Una Aplicación Diferenciada Del Derecho Penal Sustantivo

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Revista de Derecho

de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso


XXXVIII (Valparaíso, Chile, 2012, 1er Semestre)
[pp. 267 - 322]

La especialidad del Derecho penal de


adolescentes.
Fundamentos empíricos y normativos,
y consecuencias para una aplicación
diferenciada del Derecho penal sustantivo*
[“The Specialty of Juvenile Criminal Law. Empirical and Regulatory Basis and
the Consequences of a Differentiated Application of Substantive Criminal Law”]

Jaime Couso**
Universidad Diego Portales, Santiago, Chile

Resumen Abstract
A la luz de los conocimientos empíri- In the light of the empirical knowledge
cos aportados por la psicología del desa- contributed by developmental psychology
rrollo y la criminología, y de los principios and criminology, and of the principles of
de derecho internacional que exigen dar International Law that demand special
un tratamiento jurídico especial a los legal treatment to teenagers, in terms of
adolescentes en materia penal, distinto Criminal Law, other than that received by
del que reciben los mayores de edad, el those of legal age, this article identifies a
artículo identifica una serie de estándares series of differentiated standards for trials
de juzgamiento diferenciado que deberían that should be taken into account when
ser tenidos en cuenta en la aplicación del the courts apply the substantive Criminal
derecho penal sustantivo por parte de los Law. In order to determine the content
tribunales. Para determinar con mayor of said standards more precisely, this
precisión el contenido de tales estándares, article has considered its development in
el artículo ha tenido en cuenta su desarro- Comparative Law, especially in countries

* Este trabajo fue preparado en el marco del proyecto Fondecyt Nº 1080644, “El
Principio de especialidad en el Derecho penal y procesal penal de adolescentes. Análisis
dogmático y jurisprudencial”, cuyo investigador responsable es el autor (y co-investiga-
dor el profesor Mauricio Duce). El autor agradece especialmente la valiosa asistencia
de la ayudante de investigación, Andrea Collell. También agradece a la ayudante del
Departamento de Derecho Penal y Procesal Penal, María Fernanda Aguilera, por la
revisión editorial de un primer borrador de este trabajo.
** Doctor en Derecho, Profesor titular de la Universidad Diego Portales. Dirección
postal: Facultad de Derecho, Universidad Diego Portales, República 105, Santiago,
Chile. Dirección electrónica: jaime.couso@mail.udp.cl
268 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

llo en el derecho comparado, especialmen- juvenile criminal legislation of which


te de los países cuya legislación penal de had a greater influence in the Chilean
adolescentes mayor influencia ha tenido Law of Criminal Liability of Teenagers:
en la Ley de Responsabilidad Penal de Germany, Spain and Costa Rica.
Adolescentes chilena: Alemania, España
Keywords
y Costa Rica.
Juvenile Criminal Law – Principle
Palabras clave of Specialty – Comparative Juvenile Cri-
Derecho penal de adolescentes - Prin- minal Law: Germany, Spain Costa Rica
cipio de especialidad - Derecho penal – Differentiated trial – Developmental
juvenil comparado: Alemania, España, psychology – Juvenile criminology
Costa Rica - Juzgamiento diferenciado
- Psicología del desarrollo - Criminología
de adolescentes.

Recibido el 13 de marzo y aceptado el 10 de abril de 2012.

I. Introducción***

La Ley N° 20.084: De responsabilidad penal de adolescentes (= LRPA.)


fue concebida como un sistema de responsabilidad penal especial, para los
delitos cometidos por adolescentes1, que según el ““Mensaje”” con que el
presidente de la República envió el proyecto al Congreso, buscó adecuar
la normativa nacional aplicable en la materia a “los nuevos requerimientos
jurídicos y sociales del país y, en especial, a los principios y directrices conteni-
dos en la Constitución Política de la República, la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño (= CIDN) y demás instrumentos internacionales
vigentes en Chile”.
Según el mismo ““Mensaje””, la LRPA. se basa en una “responsabilidad
especial adecuada a su carácter de sujeto en desarrollo”, que fundamenta el
establecimiento de “un sistema de justicia especializado en todas las fases del
procedimiento, y durante el control de ejecución de la sanción” y no simplemente
un conjunto de modificaciones puntuales al sistema penal, aplicables a los
adolescentes.2

*** Nota: todas las traducciones de citas doctrinarias, jurisprudenciales o de textos


legales reproducidos en este artículo, cuyas referencias corresponden a originales en in-
glés o en alemán, son del autor.
1
Cfr. sobre ello, Couso, Jaime, Notas para un estudio sobre la especialidad del De-
recho penal y procesal penal de adolescentes: el caso de la ley chilena, en Justicia y Derechos
del Niño, 10 (Unicef, 2008), p. 97.
2
Couso, J., Notas, cit. (n. 1), p. 98.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 269

La especialidad de la respuesta penal a los adolescentes es reflejo, según


el propio “Mensaje”, de los especiales principios reconocidos por la CIDN.
a las personas menores de dieciocho años, fundamentalmente en los Arts.
37 y 40 de ese tratado internacional. Entre esos principios especiales de la
CIDN. se cuentan: la excepcionalidad del recurso a la privación de libertad
–como último recurso y por el tiempo más breve que proceda–, la adecuación
general de la reacción penal a la edad del adolescente, y la orientación especial
de las sanciones y medidas a su reintegración con una función constructiva
en la sociedad.
En aplicación de los principios a que hace referencia el “Mensaje”, la
LRPA. contiene reglas especiales fundamentalmente en relación con el
tipo de sanciones que puede imponerse a los adolescentes, así como en su
forma de cumplimiento y de controlarse su ejecución. Pero su especialidad
es menos clara en relación con el procedimiento destinado a establecer su
responsabilidad y a determinar la sanción, así como en lo relativo a las propias
reglas de determinación de la sanción. En lo que atañe a los presupuestos de
la responsabilidad penal de adolescentes, esto es, los elementos que deter-
minan la existencia de un injusto penal y la responsabilidad (culpabilidad)
del autor, prácticamente no hay reglas especiales (salvo, acaso, la del artículo
4 de la LRPA., en relación con los delitos sexuales impropios, y las que se
refieren a las faltas).
Lo anterior no quiere decir que las diferencias entre el Derecho penal y
procesal penal de adolescentes y el Derecho penal y procesal penal aplicable
a los mayores de edad en Chile, deban reducirse a lo establecido en las reglas
explícitas contempladas por la LRPA. Tampoco ocurre ello así en otros
sistemas de derecho penal de adolescentes, semejantes al chileno.
En realidad, la especialidad del sistema de responsabilidad penal de adoles-
centes, más allá de esas reglas explícitas, deriva de la aplicación de principios
jurídicos especiales, establecidos por los instrumentos internacionales que
protegen derechos de los adolescentes imputados o condenados (por ej., el
principio de excepcionalidad de la privación de libertad), sin perjuicio de
su base –en ciertos casos– constitucional (por ejemplo, el principio de espe-
cial orientación de la justicia juvenil a la resocialización, reconocido por la
CIDN., puede verse como un reforzamiento del principio establecido en las
constituciones de ciertos estados, de que esa debe ser la orientación principal
de las penas, en general). Así, si el legislador ha establecido reglas diferenciadas
explícitas, es precisamente en aplicación de esos principios especiales.
La validez general de esos principios exige también a los tribunales tener-
los en cuenta al resolver cuestiones más concretas que las que contempla el
legislador, o incluso al interpretar el alcance y validez de las reglas legales.
De hecho, si se examina la doctrina y la jurisprudencia de los países que
270 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

cuentan con legislaciones penales de adolescentes, puede constatarse que


buena parte del desarrollo de estándares de juzgamiento diferenciados, que
configuran la e s p e c i a l i d a d del sistema penal de adolescentes en esos
ordenamientos, no está dada por la existencia de reglas legales explícitas,
diferentes de las que rigen a los mayores de edad, sino por decisiones judi-
ciales que aplican estándares diferentes a los adolescentes, en aplicación de
aquellos principios especiales, en su caso, para resolver una cuestión general
(la culpabilidad, o la proporcionalidad entre la severidad de la pena y la
gravedad del delito) teniendo en cuenta la diversa situación fáctica en que se
encuentra el adolescente, en comparación con el mayor de edad.
Para un sistema penal de adolescentes aún relativamente nuevo, como el
establecido por la LRPA., una cuestión fundamental es la que se pregunta
acerca de cuáles, concretamente, son los estándares diferenciados de juzga-
miento y de aplicación de garantías que se desprenden de los principios jurídi-
cos especiales para adolescentes. Ello implica, no sólo identificar los principios
y su contenido, sino también tener una perspectiva clara de en qué sentido,
y específicamente en qué dimensiones de la realidad relevante, la situación
del adolescente es diferente a la del mayor de edad, como para que aquellos
principios se traduzcan en estándares de juzgamiento diferenciados.
La tarea de sistematizar, sobre la base de la especial situación del adoles-
cente, y de los especiales principios que le son reconocidos, los estándares
especiales con que los tribunales deben juzgarlos ha sido, en buena medida,
abordada en relación con las normas de Derecho procesal penal3; en cam-
bio, en relación con las normas de Derecho penal sustantivo el desarrollo es
todavía fragmentario e incipiente4.

3
Duce, Mauricio, El Derecho a un juzgamiento especializado de los jóvenes infracto-
res en el nuevo proceso penal juvenil chileno, en Política criminal, 5 (2010) 10, pp. 280-
340; Duce, Mauricio - Couso, Jaime, El derecho a un juzgamiento especializado de los
jóvenes infractores en el Derecho comparado (artículo recibido en Política Criminal, para
evaluación).
4
La mayor parte de los trabajos se concentra en el campo de la determinación de
penas; véase, por ejemplo: Horvitz, María Inés, Determinación de las sanciones en la
Ley de responsabilidad penal juvenil y procedimiento aplicable, en Revista de Estudios de
la Justicia, 7 (2006); Cillero, Miguel, Proporcionalidad y fines de la sanción penal de
adolescentes: consideraciones para la aplicación del criterio de idoneidad de la sanción, aho-
ra, en AA. VV., Estudios de Derecho penal juvenil (Santiago, Centro de Documentación,
Defensoría Penal Pública, 2009), I; Couso, Jaime, Límites a la imposición de sanciones
privativas de libertad en el artículo 26 de la Ley de responsabilidad penal del adolescente,
ahora, en AA. VV., Estudios de derecho penal juvenil (Santiago, Centro de Documen-
tación, Defensoría Penal Pública, 2009), I; Medina, Gonzalo, Sobre la determinación
de pena y el recurso de nulidad en la Ley 20.084 sobre responsabilidad penal adolescente,
ahora, en AA. VV., Estudios de Derecho penal juvenil (Santiago, Centro de Documen-
tación, Defensoría Penal Pública, 2009), I. Esfuerzos todavía aislados de sistematizar
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 271

Este trabajo se propone sistematizar tales estándares especiales de juzga-


miento, en materia de Derecho penal sustantivo, en particular, en relación
con los presupuestos de la responsabilidad penal y la determinación y el
control de la ejecución de las penas. Para ello, en la primera parte, se exa-
mina las principales afirmaciones empíricas de la psicología del desarrollo
y de la criminología, acerca de la diferente situación en que se encuentra el
adolescente, en comparación con el mayor de edad, que han incidido en el
establecimiento de principios especiales para su juzgamiento penal (más
abajo, II). Sobre esa base, en la segunda parte, se sintetizan precisamente
los principios básicos establecidos por los instrumentos internacionales de
derechos humanos, en materia de especialidad del Derecho penal de ado-
lescente (más abajo, III, 1), para, a continuación, deducir, de esos mismos
principios, y teniendo en cuenta los antecedentes empíricos registrados en la
primera parte, determinados estándares de juzgamiento diferenciado de los
adolescentes, en relación con el derecho penal sustantivo, cuyo contenido y
alcance se explica de la mano del derecho comparado que más influyó en el

criterios de juzgamiento especiales en relación con los presupuestos de la punibilidad


se encuentran en Couso, Notas, cit. (n. 2); Hernández, Héctor, El nuevo Derecho
penal de adolescentes y la necesaria revisión de su “teoría del delito”, en Revista de Dere-
cho, 20 (Valdivia, 2007) 2, pp. 195-217. Varios otros trabajos se interesan en la política
criminal de adolescentes, y si bien extraen algunas consecuencias dogmáticas, no es ese
su objetivo, por lo que no se encuentra en ellos una exposición sistemática de criterios
y estándares de aplicación especial de las normas penales, que podría derivarse de los
objetivos de política criminal de adolescentes: véase: , por ejemplo: Couso, Jaime, La
política criminal para adolescentes y la Ley 20.084, en AA. VV., Estudios de Derecho pe-
nal juvenil (Santiago, Centro de Documentación, Defensoría Penal Pública, 2009), I;
Couso, Jaime, Principio educativo y (re)socialización en el Derecho penal juvenil, en Jus-
ticia y Derechos del Niño, 9 (Unicef, 2007); Valenzuela, Jonathan, La pena y la edu-
cación. Una aproximación al fundamento de la pena juvenil, en Revista de Estudios de la
Justicia, 11 (2009), pp. 235-261. Por su parte, el valioso balance que, sobre los primeros
tres años de aplicación de la LRPA., recientemente ofrece Berríos, Gonzalo, La Ley de
responsabilidad penal del adolescente como sistema de justicia: análisis y propuestas, en Po-
lítica Criminal, 6 (2011) 11, pp. 163-191, examina críticamente el nivel de coherencia
del funcionamiento práctico del sistema de justicia penal juvenil con los principios que
se supone lo definen como un sistema especial de responsabilidad penal de adolescentes,
pero su acento no está en el examen de la interpretación y aplicación judicial de crite-
rios y estándares especiales, sino en el resultado agregado que la práctica judicial y del
Ministerio Público producen, en buena medida contraria a algunos de esos principios.
En materia de revisión y modificación de sanciones, véase también, recientemente: Es-
trada, Francisco J., La sustitución de pena en el Derecho penal juvenil chileno, en Revista
Chilena de Derecho, 38 (2011) 2, pp. 545-572; y Couso, Jaime, Sustitución y remisión
de sanciones penales de adolescentes. Criterios y límites para las decisiones en sede de control
judicial, ahora, en AA. VV., Estudios de Derecho Penal Juvenil (Santiago, Centro de Do-
cumentación, Defensoría Penal Pública, 2011), II, pp. 269-355.
272 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

diseño de la LRPA. chilena: el de Alemania, España, Costa Rica y Estados


Unidos de América5 (más abajo, III, 2).
Cabe advertir, en todo caso, que la distinción empleada en este lugar,
entre principios y estándares de juzgamiento no pretende alcanzar ningún
estatus consistente desde el punto de vista conceptual. De hecho, cuando se
haga referencia a algún estándar de juzgamiento (por ejemplo, el de que la
privación de libertad se utilice sólo como último recurso), se apreciará que
realmente no hay razón para no considerarlo un principio jurídico (en el
sentido de Alexy6, como “mandato de optimización”). Por ello, la distinción
debe entenderse más bien referida a unos principios básicos, por una parte, y
unos principios operativos de juzgamiento, por la otra, entendiendo que los
primeros (entre los que se cuenta la especial protección del desarrollo y los
derechos del adolescente, frente al sistema penal y la privación de libertad)
son más bien principios orientadores para la política de justicia penal de
adolescentes, mientras que los segundos (entre los que precisamente se ubica
la excepcionalidad de la privación de libertad, como derivación de la especial
protección del desarrollo) aspiran a constituirse en principios directamente
operativos en el juzgamiento penal, que debiesen ser parte del “check list” de
una buena decisión judicial en la materia. Las denominaciones principios y
estándares de juzgamiento aluden, de manera abreviada, a esas nociones.

II. Diferencias relevantes desde la psicología del


desarrollo y la criminología

La afirmación de diferencias psicológicas y criminológicas normativamen-


te relevantes entre los adolescentes y los mayores de edad, en lo que atañe a
sus comportamientos delictivos, es un tópico argumentativamente complejo
y poco desarrollado en la literatura jurídica chilena. Su complejidad deriva
de que la creación de un sistema de responsabilidad penal de adolescentes
mayores de catorce años en Chile –posibilidad debatida políticamente desde
la década del noventa del siglo XX-, en alguna medida tuvo que apoyarse en
la negación de una diferencia radical entre adolescentes y mayores de edad.
Esa diferencia radical, en cambio, era esencial para la doctrina jurídica en la
que se basó el Derecho tutelar de menores, que los consideraba a todos, en
general, incapaces, y, en particular, penalmente inimputables. La creación
de un sistema de responsabilidad penal de adolescentes, en Chile, por lo

5
Si bien el derecho de los Estados Unidos de Norteamérica tiene más importancia
en la reconstrucción dogmática de ciertos estándares especiales de aplicación de normas
procesal penales; véase: Duce - Couso, El Derecho, cit. (n. 3).
6
Alexy, Robert, Theorie der Grundrechte (Baden-Baden, Suhrkamp, 1994), pp.
75 ss.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 273

tanto, en buena medida respondía al argumento de que los adolescentes se


parecen, en una dimensión relevante, a los mayores de edad: son capaces de
culpabilidad y prima facie deben responder penalmente7. Sus diferencias en
otras dimensiones relevantes, por cierto, justifican –reza el argumento- que
el sistema de responsabilidad al que se les sujetará sea diferente8, pero, ya en
plano retórico, es claro que este alegato a favor de la diferencia no tiene la
radicalidad del que formuló el movimiento que fundó, a fines del siglo XIX,
el Derecho tutelar de menores9.

7
Es interesante reseñar que en el proceso inmediatamente previo a la redacción de
los primeros anteproyectos de Ley de responsabilidad penal de adolescentes, por parte del
Ministerio de Justicia del Gobierno del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, una “cues-
tión previa” que fue decisiva para la administración de la época fue la dilucidar, o por
lo menos, conferir base científica a la afirmación de esta semejanza, que se expresó en
la elaboración, por parte de una conocida experta en desarrollo infanto-juvenil, de “un
análisis de los factores que inciden en el desarrollo cognitivo y moral de los adolescentes
[…] en relación a su capacidad de asumir la responsabilidad penal”; véase: el estudio en
Kotliarenko, María Angélica, Estudio psicológico acerca de la edad de responsabilidad
penal (Informe de Consultoría para Unicef-Chile, inédito, Abril de 1998).
8
Ya en Cillero, Miguel y otros, Niños y adolescentes. Sus derechos en nuestro De-
recho (Santiago, Servicio Nacional de Menores, 1995), p. 110. Véase también, más re-
cientemente: Cillero, Miguel, El tratamiento de la criminalidad violenta grave en el
derecho penal juvenil (tesis doctoral inédita, Universidad Pablo de Olavide, mayo de
2010), p. 460, en relación con el tratamiento jurídico debido a los adolescentes autores
de graves delitos violentos, partiendo siempre de la base de la posibilidad de atribuir res-
ponsabilidad penal a los adolescentes, quienes sí tienen capacidad de culpabilidad, pero
desarrollando, luego, en profundidad el argumento de una capacidad penal disminuida
de los adolescentes, por su menor madurez y competencias, sin perjuicio de enmarcarla
en un contexto más amplio, vinculado al principio constitucional de proporcionalidad,
los fines de la pena y el deber de protección jurídica de la fase de desarrollo en que se
encuentran los adolescentes, contexto que, tomando en cuenta la menor exigibilidad
derivada de aquella diferencia psicológica, da, sin embargo, fundamentos más profun-
dos a la exigencia de un tratamiento jurídico penal diferente al de los adultos.
9
Alegato que –a estas alturas ya no es posible negarlo–, no se tradujo en una au-
téntica abolición de la respuesta penal frente a los pretendidos inimputables, que si-
guió perviviendo, bajo la forma de un sistema penal encubierto (si bien, en paralelo
con un ámbito variable de despenalización); véase: , para el caso de los Estados Unidos
de América, por todos, Platt, Anthony, Los “Salvadores del Niño” o la invención de
la delincuencia (traducción castellan, México D.F. - Buenos Aires, Madrid, Siglo XXI,
1982); desde otra perspectiva, Zimring, Franklin, The Common Thread: Diversion in
the Jurisprudence of Juvenile Courts, ahora, en Rosenheim, Margaret K. y otros (edi-
tores), A Century of Juvenile Justice (Chicago-Londres, University of Chicago Press,
2002); y, para el caso chileno, Cillero Miguel, Evolución histórica de la consideración
jurídica de la infancia en Chile, ahora, en Pilotti Francisco (coordinador), Infancia
en riesgo y políticas sociales en Chile (Montevideo, Ediciones Instituto Interamericano
del Niño), 1994.
274 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

Además, como se dijo, en la literatura jurídica nacional (sobre la Ley de


responsabilidad penal de adolescentes) la diferencia –relevante para la cuestión
de la responsabilidad penal- entre el adolescente y el mayor de edad, está
poco desarrollada. En efecto, si bien es común el reconocimiento de que los
adolescentes están en una especial situación ante el Derecho penal sustantivo,
con lo que algunas veces se alude a su menor grado de desarrollo, su menor
madurez y competencias sociales, otras veces, a sus necesidades especiales y
su mayor vulnerabilidad frente a los efectos negativos del proceso penal y
de la pena, en general, no se ofrece una caracterización precisa -apoyada en
conocimientos psicológicos y criminológicos singulares- acerca de cuáles
son las dimensiones de la realidad personal y social del adolescente que
constituyen esa diferencia10.
Sobre la base de esa situación fáctica diferente, se ha llegado a desprender,
todavía sin mayor desarrollo dogmático-jurídico, la idea de que corresponde
valorar de manera diferenciada determinados presupuestos de la punibilidad
–generalmente se alude a la culpabilidad–, o de alguno de sus elementos –tí-
picamente, la exigibilidad de otra conducta– o, incluso, ciertas circunstancias
modificatorias de responsabilidad penal –como la agravante de “pluralidad
de malhechores”-11, si bien la diferencia valorativa más común y significa-

10
Cfr., sin embargo, el trabajo de tesis doctoral de Cillero, M., El tratamiento, cit.
(n. 8), pp. 460 ss., que registra con mayor detalle y precisión los conocimientos de psi-
cología del desarrollo de los que se desprende, especialmente en la tradición del derecho
y la jurisprudencia angloamericana, consecuencias normativas diferenciadoras del tra-
tamiento debido a los adolescentes, especialmente en el campo de los delitos violentos.
11
Así, por ejemplo, Bustos Ramírez, Juan, Derecho penal del niño-adolescente
(Estudio de la Ley de responsabilidad penal del adolescente) (Santiago, Ediciones Jurí-
dicas de Santiago, 2007), pp. 16 ss., 37 y 67, identifica globalmente una situación dife-
rente entre el niño-adolescente y el adulto, en términos de su grado de desarrollo del
adolescente, de los conflictos que enfrenta –vinculados a su necesidad de nuevas expe-
riencias– y de su vulnerabilidad a la pena (que afecta más intensamente sus derechos),
así como de la especial afectación que la pena provoca en el adolescente, diferencias a
partir de las cuales deriva consecuencias en materia de una menor exigibilidad de otra
conducta, juzgamiento diferenciado de los presupuestos de la punibilidad (sin llegar a
desarrollar una dogmática a este respecto) y de sanciones diferenciadas. Maldonado,
Francisco, La especialidad del sistema de responsabilidad penal de adolescente. Reflexio-
nes acerca de la justificación de un tratamiento penal diferenciado, en Justicia y Derechos
del Niño, 6 (Unicef, 2004), pp. 130 ss., también parte de la base de una diferencia en
el adolescente, en relación con su motivabilidad por las normas penales e, incluso, en
relación con su percepción valorativa de tales normas, si bien no lo interpreta como un
déficit (de imputabilidad, o de culpabilidad), sino como una diferencia, de modo que
el adolescente no tendría “menor capacidad” sino una “capacidad como adolescente”,
que, en todo caso, justifica una menor exigibilidad. Algunos trabajos se refieren con
más detalle a dinámicas psicológicas y criminológicas diferenciales en los adolescentes,
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 275

tiva en la práctica es la que se refiere a los límites que corresponde imponer


al recurso a la privación de libertad, y a los criterios de individualización
judicial de las penas12.
En los próximos dos apartados (1 y 2) se sintetizan las principales afirma-
ciones hechas desde la psicología del desarrollo y de la criminología empírica,
con consecuencias normativas sobre la corrección y justicia de un trata-
miento jurídico diferenciado para a los adolescentes. Con todo, no siendo
posible en este lugar valorar científicamente la validez de esas afirmaciones,
dado el objetivo de este trabajo –sistematizar los fundamentos empíricos
y normativos de un juzgamiento especial de los adolescentes en cuestiones
de Derecho penal sustantivo- se ha optado por registrar conjuntamente,
algunos de los antecedentes científicos que avalan aquellas afirmaciones, con
las evidencias disponibles de la recepción que ellas han encontrado a nivel
de instrumentos internacionales o de decisiones de tribunales de alto rango
en el propio derecho internacional y en el derecho comparado, pues en esta
recepción se encuentra una base directa para algunos de los fundamentos
normativos de la especialidad del derecho penal de adolescentes. Con el
recurso a esta recepción normativa de determinadas afirmaciones empíricas,
de carácter psicológico y criminológico, se apela, de algún modo, a un cierto
s e n t i d o c o m ú n i n t e r n a c i o n a l sobre la diferencia existente entre
adolescentes y mayores de edad frente al Derecho penal. En efecto, como se
verá, algunas de aquellas afirmaciones empíricas están explícitamente tenidas
en cuenta como fundamento de las normas contenidas en los instrumentos
internacionales de derechos humanos referidos a la materia13, y si bien ello

para extraer sacar consecuencias normativas acotadas, por ejemplo, en materia de juz-
gamiento del comportamiento en grupo, especialmente a propósito de la valoración
de la “agravante de “pluralidad de malhechores” (así, Carnevali, Raúl - Källman,
Eva, La importancia de los grupos en el comportamiento juvenil. Especial consideración
con la pluralidad de malhechores del artículo 456 bis N° 3 del Código Penal, en Política
Criminal, 4 (2007) 1, pp. 1-24 [http://www.politicacriminal.cl]. Véase también una
panorámica de las posibles consecuencias normativas de la diferente situación en que
se encuentra el adolescente y el mayor de edad, todavía como una propuesta para un
programa de investigación futuro, en Couso, Jaime, Notas, cit. (n. 1)
12
Véase la n. 4.
13
En particular, las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración
de la justicia de menores (“Reglas de Beijing”), adoptadas por la Asamblea General en
su resolución N° 40/33, de 28 de noviembre de 1985, y las Directrices de las Naciones
Unidas, para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (“Directrices de Riad”), Resolu-
ción N° 45/112 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 14 de diciembre de
1990, 68ª sesión plenaria, todas las cuales se basan, en buena medida, en unos determi-
nados supuestos fácticos, en una cierta idea, especialmente, de cómo es la delincuencia
juvenil, cuáles son sus causas, y qué efectos tienen ella las medidas que tradicionalmente
se implementan por la justicia juvenil. V, al respecto, Couso, Jaime, Sistemas de justi-
276 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

no suple la eventual falta de validación científica, confiere especial relevan-


cia a aquellas a s u n c i o n e s e m p í r i c a s , justamente en la medida que
forman parte de la ratio de los principios normativos formulados por esas
mismas instancias.

1. Afirmaciones formuladas desde la psicología del desarrollo.


La psicología del desarrollo parte de la base de que, antes de alcanzar la
adultez, las personas pasan por una serie de fases evolutivas en sus procesos
mentales operacionales, de razonamiento legal, de internalización de expec-
tativas sociales y legales, y de toma de decisiones éticas14. Y si bien, desde esta
misma perspectiva resulta que los adolescentes mayores de catorce años (que
ya llegaron a la fase del “pensamiento operacional formal”) ya han adquirido,
siquiera en un nivel básico, los valores morales y legales, así como la capacidad
para orientar su comportamiento15, lo que, también en principio, legitima
reconocerles responsabilidad penal por sus delitos, existen, sin embargo, un
conjunto diferencias relevantes entre sus capacidades y las de un adulto ma-
duro, afirmadas por la psicología del desarrollo, que han alcanzado una gran
influencia, en diversas jurisdicciones16, y en algunos instrumentos internacio-
nales17, como fundamento para la formulación de estándares de juzgamiento
diferenciado para los adolescentes. A continuación se sintetizan aquéllas cuya
aceptación e influencia son más amplias, haciendo referencia, en su caso, a
su recepción por parte de decisiones de tribunales supremos que gozan de
especial autoridad o por instrumentos internacionales en la materia.
a) Los adolescentes tienen menor capacidad cognitiva para
razonar y entender. Una serie de estudios, desarrollados principalmente
en Estados Unidos de Norteamérica, ha confirmado que los adolescentes
cuentan con capacidades cognitivas suficientes, en un nivel básico, para tomar
decisiones de cierta complejidad, de manera informada, en ciertas áreas de su

cia penal juvenil y políticas de prevención, en Derecho penal mínimo. Revista de Análisis
Jurídico Penal, 5 (México, 2011), pp. 155-168.
14
Feld, Barry, Bad Kids (New York - Oxford, Oxford University Press, 1999), p.
306.
15
Ibíd., p. 307.
16
Véase: Cillero, M., El tratamiento, cit. (n. 8), pp. 460 ss.
17
Así, por ejemplo, en la “Observación General” Nº 10 (2007): “Los derechos del
niño en la justicia de menores”, del Comité de Derechos del Niño de Naciones Uni-
das, CRC/C/GC/10, 25 de abril de 2007, disponible en: www2.ohchr.org/english/bo-
dies/crc/docs/GC10_sp.doc [consultado el 19 de septiembre de 2011], párrafo 10: “[...]
Los niños se diferencian de los adultos tanto en su desarrollo físico y psicológico como por sus
necesidades emocionales y educativas [...]. Estas y otras diferencias justifican la existencia
de un sistema separado de justicia de menores y hacen necesario dar un trato diferente a
los niños”.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 277

vida. Estos estudios son invocados, típicamente, para justificar entregar com-
petencia legal a los adolescentes en materias vinculadas con el consentimiento
informado frente a tratamientos médicos, y muy especialmente, en materias
vinculadas con el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, como el
uso de anticoncepción regular y de emergencia, y la decisión de someterse a
un aborto18. Sin embargo, en contra la suposición (que podría desprenderse,
irreflexivamente, de las “fases” evolutivas que, de forma categorial, propone
Piaget, asociadas a determinadas edades), de que alcanzada una determinada
fase de desarrollo, los niños adquieren las competencias descritas para ella,
en relación con todos los dominios de su comportamiento, los sicólogos
cognitivos afirman que las habilidades se desarrollan en diversa medida para
distintos dominios, que la competencia de tomar decisiones de un tipo no
puede generalizarse, y que “la evidencia científica indica que, en general,
la capacidad cognitiva de razonar y comprender de los preadolescentes y
muchos adolescentes más jóvenes es sustancialmente diferente en ciertos
aspectos de la que tienen los adolescentes mayores y los adultos”19, al punto
que la capacidad de razonar “in an adult style” (“a la manera de un adulto”)
recién se adquiere en torno a los dieciséis o diecisiete años20.
b) Los adolescentes tienen menor capacidad de juicio y de
autocontrol. Incluso con independencia de aquellas diferencias en el
desarrollo de las capacidades cognitivas entre adolescentes y adultos, otras
diferencias entre ellos determinan que las capacidades abstractas de los
adolescentes para razonar de forma inteligente e informada (apreciada, ge-
neralmente, en situaciones de laboratorio21), no son ejercidas con la misma
competencia que un adulto.
En particular, se apunta a la influencia negativa que, sobre la capacidad del
adolescente de juicio y de autocontrol –tanto en un contexto de frustración
como frente a una tentación22- tienen, los siguientes factores23:

18
Scott, Elisabeth, Criminal Responsibility in Adolescence: Lessons from Develop-
mental Psychology, en Grisso, Thomas - Schwartz, Robert, Youth on Trial. A deve-
lopmental Perspective on Juvenile Justice (Chicago - Londres, The University of Chicago
Press, 2000), p. 302. Véase también: Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), pp. 307-308.
19
Scott, Elisabeth, Criminal Responsibility, cit. (n. 18), p. 303.
20
Zimring, Franklin, Penal Proportionality for the Young Offender: Notes on Im-
maturity, Capacity and Diminished Responsibility, en Grisso, Thomas - Schwartz,
Robert, Youth on Trial. A developmental Perspective on Juvenile Justice (Chicago - Lon-
dres The University of Chicago Press, 2000), p. 279, con cita de Steinberg y Cauffa-
man.
21
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), pp. 307-308; Scott, Criminal Responsibility,
cit. (n. 18), p. 303.
22
Zimring, F., Penal, cit. (n. 20), p. 280.
23
Scott, E., Criminal Responsibility, cit. (n. 18), pp. 303 ss.; Feld, B., Bad Kids,
278 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

i) su limitado horizonte de experiencias previas y de conocimiento social,


que explica el deficiente cálculo de costos y beneficios apreciable en los juicios
hechos por muchos adolescentes, cuyos valores y preferencias se ven sesgados
por condicionamientos ligados a su etapa de desarrollo;24
ii) su perspectiva sobre el tiempo, más bien cortoplacista, con limitada
capacidad para ponderar las consecuencias de largo plazo de sus acciones,
tanto negativas como positivas, lo que se puede traducir en mayor propen-
sión al riesgo25;
iii) su limitada capacidad para resistir la presión del grupo de pares y la
gran influencia que en el adolescente tienen los modelos de comportamiento
de sus pares.
En relación con este último factor condicionante de la menor capa-
cidad de autocontrol, Erikson destacó tempranamente el rol crucial que
las relaciones de pares desempeñan en la formación de la identidad de los
adolescentes26, lo que los vuelve mucho más influenciables por los grupos
de pares27. Dada esta centralidad de los grupos de pares en sus vida, en la
explicación de su comportamiento delictual, destaca Zimring, “[e]l “secreto
bien conocido” es éste: los adolescentes cometen delitos tal como viven sus
vidas: en grupos”28.
En particular, la influencia de los grupos de pares en el comportamiento
delictivo de los adolescentes –que se aprecia con relativa independencia de
sus pautas de crianza y supervisión a nivel familiar y de sus características de
personalidad29– ocurre, de acuerdo con la evidencia disponible, a través de
dos medios: su tendencia a la “comparación social” (“social comparison”)
–esto es, a medir y evaluar su propio comportamiento por comparación con
el de otros- y su “conformidad social” (“social conformity”) –su tendencia a
ajustar su comportamiento y actitudes a las de sus pares-, influyendo las
decisiones que adoptan, ya sea a través de la presión o coacción directa del
grupo –frente a la cual los adolescentes tienen una reducida capacidad de
retirarse públicamente30-, ya indirectamente, por su deseo de conseguir la

cit. (n. 14), p. 309; Zimring, Franklin, Penal, cit. (n. 20), pp. 279-280.
24
Scott, E., Criminal, cit. (n. 18), pp. 303-304.
25
Ibíd.; también Feld, Barry, Bad Kids, cit. (n. 14), pp. 313-314.
26
Erikson, cit. por Feld, B., Bad Kids, cit (n. 14), p. 312.
27
Scott, E., Criminal, cit. (n. 18), p. 304.
28
Zimring, Franklin, Kids, Groups and Crime: Some Implications of a Well-
Known Secret, en The Journal of Criminal Law and Criminology, 72 (Autumn, 1981)
3, p. 867.
29
Siegel, Larry - Welsh, Brandon, Juvenile Delinquency. The Core (3a edición,
Belmont, Thomson Wadsworth, 2008), p. 181.
30
Feld, B., Bad Kids, cit (n. 14), p. 313. Cfr. también Carnevali - Källman, La
importancia de los grupos, cit. (n. 11), p. 11, refiriéndose a la necesidad de “una alta ca-
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 279

aprobación del mismo31. Por último, el impacto del grupo de pares en el


comportamiento criminal de los adolescentes también se debe a una dismi-
nución en la calidad del razonamiento lógico y moral que, en ese contexto,
el adolescente es capaz de hacer (aumentando la probabilidad de decisiones
impulsivas, carentes de sentido, desproporcionadas, discriminatorias hacia
quienes son diferentes, o inspiradas por un pasajero sentimiento superiori-
dad32). Cabe destacar que el Tribunal Supremo Federal alemán (BGH) ha
dado recepción a esta afirmación empírica de la psicología del desarrollo, al
afirmar que el hecho de que el delito se haya cometido en grupo es expresión
de una falta de madurez, asociada a la lealtad al grupo y a la necesidad de
ser reconocido por éste, con la consecuencia de un menor merecimiento de
pena para los “adultos jóvenes”33.
Más en general, la Corte Suprema de los Estados Unidos también ha
asumido las afirmaciones de la psicología del desarrollo acerca de la menor
capacidad de los adolescentes para evaluar las consecuencias de diversos cursos
de acción posibles y su mayor vulnerabilidad a la presión externa, conside-
rando que: “La inexperiencia, menor educación y menor inteligencia hacen
a el o la adolescente menos capaz de evaluar las consecuencias de su conducta,
mientras que, por otro lado, él o ella es mucho más apto que un adulto para ser
impulsado por la mera emoción o la presión de sus pares [...]”34. También: “Los
adolescentes, particularmente entre los trece y dieciséis años, son más vulnerables,
más impulsivos y menos auto-disciplinados que los adultos [...]”35

pacidad de autodefensa interna y externa que le permita enfrentar esa presión”, citando
en tal sentido una sentencia del Tribunal Supremo Federal alemán del año 2000.
31
Scott, E., Criminal, cit. (n. 18), p. 304, con referencias a la evidencia empírica
disponible.
32
Cabanis, cit. por Zieger, Matthias, Verteidigung in Jugenstrafsachen, (4a edi-
ción revisada y actualizada, Heidelberg, C.F. Müller, 2002), pp. 9-10.
33
Como lo destacan Carnevali - Källman, La importancia de los grupos, cit.
(n. 11), pp. 9-10, explicando que el BGH ha sostenido que esa cualidad del compor-
tamiento delictual juvenil en grupo debe ser tenida en cuenta por los tribunales para
ejercer la facultad (que les entrega el § 105 de la Ley de Tribunales Juveniles alemana
Jugendgerichtsgesetz, en adelante también JGG.) de dar a ciertos imputados “adultos
jóvenes” (“Heranwachsende”) el tratamiento penal reservado por la ley, en principio,
para los adolescentes, por tratarse (como señala la segunda hipótesis contemplada por
el citado § 105) de una “infracción adolescente” (“Jugendverfehlung”).
34
“Thompson v. Oklahoma”, 487 U.S. 815, 835 (1988), citado por Rosado, Lo-
urdes, Kids are Different: How Knowledge of Adolescent Development Theory Can Aid
Decision Making in Court (American Bar Association Juvenile Justice Center - Youth
Law Center, 2000), p. A3 (disponible en: http://www.njdc.info/pdf/maca1.pdf [visi-
tado el 29 de enero de 2012]).
35
“Eddings v. Oklahoma”, 455 U.S. 104, 115 n. 11 (1982), citado por Rosado,
Lourdes, Kids are Different, cit. (n. 33), p. A3.
280 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

Por último, tanto esta afirmación empírica (menor capacidad de juicio


y autocontrol) como la anterior (menor capacidad para razonar y enten-
der), han sido asumidas de un modo general, como se vio, por el Comité de
Derechos del Niño de Naciones Unidas, cuando afirma –como una base
para postular la “menor culpabilidad de los niños que tienen conflictos con la
justicia”— que “[l]os niños se diferencian de los adultos tanto en su desarrollo
físico y psicológico como por sus necesidades emocionales y educativas”36.
c) Los adolescentes tienen mayor sensibilidad a la pena y
vulnerabilidad frente a los efectos perjudiciales de la cárcel. La
psicología del desarrollo, por último, también da cuenta del mayor impacto
subjetivo que la pena –sobre todo, la privativa de libertad– provoca en los
adolescentes, impacto del que depende su grado de aflictividad concreta.
Así, la percepción que adolescentes y adultos tienen sobre la duración
de una determinada unidad de tiempo –días, meses, años- es diversa, en
términos absolutos y como consecuencia de su diferencia de significación
relativa como proporción del tiempo de vida transcurrida para cada uno, y
la psicología del desarrollo confirma la percepción común que las personas
mayores tienen de que, con los años, el tiempo pasa más rápido, y de que
para los adolescentes, especialmente en situación de privación de libertad,
el tiempo pasa mucho más lento37.
Fuera de ello, la condición de los adolescentes de ser sujetos en desarrollo,
los pone en una situación de mayor vulnerabilidad a los efectos perjudiciales y
a la violencia que prevalece en las cárceles, determinando una alta prevalencia,
entre los adolescentes internos, de problemas de salud mental para los que no
hay respuesta terapéutica disponible38. Este negativo impacto del encarcela-
miento en el desarrollo de los adolescentes, como lo demuestra una reciente
investigación empírica realizada en Estados Unidos de América39, se produce
tanto en establecimientos carcelarios de adultos como de adolescentes, donde
los adolescentes se ven expuestos a situaciones de peligro, estrés psicológico
y falta de servicios terapéuticos, que impiden o entorpecen seriamente su
desarrollo y que los exponen a traumas psicológicos deformantes.

2. Afirmaciones desde la criminología empírica.


Una revisión, siquiera somera de las teorías criminológicas que explican
el comportamiento delictivo de los adolescentes excede completamente
de los objetivos y posibilidades de este trabajo. Un objetivo mucho menos

36
“Observación General” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafo 10.
37
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), pp. 313-314, cita a Piaget, entre otros.
38
Siegel - Welsh, Juvenile Delinquency, cit. (n. 29), p. 353.
39
Fagan, Jeffrey - Kupchik, Aaron, Juvenile Incarceration and the Pains of Impri-
sonment, en 30 Duke Forum for Law & Social Change, 30 (2011) 3:29, p. 59.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 281

ambicioso es el que se persigue en este lugar: sintetizar las afirmaciones más


relevantes, relativamente aceptadas en la criminología, de las que se derivan
consecuencias normativas para un tratamiento jurídico especial. Como
advertí al introducir esta sección, y ello vale especialmente para las afirma-
ciones de características diferenciales de la situación del adolescente ante el
Derecho penal, formuladas desde la criminología, varias de ellas, más allá de
que puedan ser contestadas científicamente, adquieren especial relevancia por
haber sido recepcionadas como fundamento de principios formulados por
instrumentos internacionales de Derechos Humanos de los niños (menores
de 18 años, es decir, abarcando el período legal de la adolescencia).
a) Normalidad, carácter episódico y remisión espontánea
de la mayor parte de la criminalidad de niños y adolescentes.
Es una afirmación común, que cuenta con evidencias empíricas en diversos
contextos geográficos, que la realización de ciertas conductas delictivas,
predominantemente leves, durante la niñez y adolescencia es un fenómeno
normal, relativamente ubicuo, es decir, que se da en todos los grupos sociales,
sin atención a diferencias de clase o etnicidad40, y que “[l]a mayor parte de
esta delincuencia es de carácter leve, episódica y no suele dejar posteriores
efectos negativos”41.
De acuerdo con ello, la mayor parte de la criminalidad de los adolescen-
tes no es el primer escalón de una carrera criminal, sino que, tras alcanzar
una edad-“peak”, tiende a desaparecer espontáneamente42 una vez que el
individuo alcanza una mayor madurez, su rol social se estabiliza y aumenta
el efecto de los mecanismos de control social y familiar. Además, dado que
el comportamiento delictual de los adolescentes en la mayor parte de los
casos está asociado a su pertenencia a grupos de pares con los que delinquen
conjuntamente, el hecho de que con la edad la pertenencia a dichos grupos
tienda a desaparecer determina que casi todos quienes han delinquido en
grupo, o dejan definitivamente las pautas de comportamientos delictuales,
o, si vuelven a delinquir, lo hacen bajo patrones completamente diversos, en
cualquier caso no asociados al grupo43, de modo que para el primer grupo la

40
Albrecht, Peter-Alexis, Jugendstrafrecht (3ª edición, Munich, Beck, 2000), pp.
18-19.
41
Vásquez González, Carlos, Predicción y prevención de la delincuencia juvenil
según las teorías del desarrollo social (Social Development Theories), Revista de Derecho,
14 (Valdivia, julio de 2003), p. 135; con referencias estadísticas a la situación de Alema-
nia, Albrecht, Peter-Alexis, Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), pp. 14 ss.
42
Así, ya Farrington, David, Age and Crime, en Crime and Justice
Vol. 7 (1986), pp. 189-250; véase también: Albrecht, Peter-Alexis, Jugendstrafrecht,
cit. (n. 40), p. 15.
43
Zimring, F., Groups, cit. (n. 28), p. 880.
282 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

criminalidad efectivamente ha sido un comportamiento episódico, de una


fase de la vida más o menos acotada.
Por ello, y salvo para un pequeño grupo de adolescentes que sí siguen de-
linquiendo y desarrollan carreras criminales (que, sólo para ellos, tienden a ser
explicadas como la continuación y desarrollo de las experiencias tempranas,
de la mano de las teorías del desarrollo social44), para la gran mayoría de la
criminalidad de adolescentes, la afirmación de que sería el primer paso en
una carrera ascendente, en frecuencia y gravedad, desde los pequeños delitos
ocasionales en la niñez o adolescencia, a las carreras criminales del adulto,
no tendría ningún sostén empírico45.
La afirmación del carácter normal y episódico, y de la remisión espon-
tánea de la mayor parte de la criminalidad de niños y adolescentes, ha sido
asumida por los instrumentos internacionales de derechos humanos en la
materia. Es así como la Asamblea General de las Naciones Unidas parte de la
base de: “El reconocimiento del hecho de que el comportamiento o la conducta
de los jóvenes que no se ajustan a los valores y normas generales de la sociedad
son con frecuencia parte del proceso de maduración y crecimiento y tienden a
desaparecer espontáneamente en la mayoría de las personas cuando llegan a
la edad adulta”.46
b) Riesgo criminógeno de la reacción penal formal frente a
las primeras manifestaciones de criminalidad adolescente. Otra
importante afirmación empírica formulada desde la criminología, es que la
reacción penal formal frente a las primeras manifestaciones de criminalidad
de los adolescentes está asociada al riesgo de reproducir la criminalidad, por
el efecto estigmatizante que tendría la identificación de una persona joven
con el rol social de delincuente.
Esta afirmación ha sido anticipada por la teoría criminológica del inte-
raccionismo simbólico, que explica el comportamiento criminal persistente
de un sujeto (adolescente o adulto) a partir de su etiquetamiento como un
delincuente por parte de las instancias formales de control social, en particular
del sistema penal47, y cuenta, también en años relativamente recientes, con
algunos indicios empíricos, más bien aislados, tanto respecto de adolescen-

44
Vásquez González, C., Predicción, cit. (n. 41), pp. 135-136.
45
Así, explícitamente, Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), p. 15.
46
“Directrices de Riad”, cit. (n. 13), Principio 5°, letra e).
47
Siegel, Larry, Introduction to Criminal Justice (12ª edición, Belmont, Califor-
nia, Wadsworth, 2010), p. 116.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 283

tes48 como de adultos.49


Esta afirmación, respecto de los adolescentes, también parece ser asumida
por las Directrices de Riad, de las Naciones Unidas, al afirmar: “La conciencia
de que, según la opinión predominante de los expertos, calificar a un joven de
‘extraviado’, ‘delincuente’ o ‘predelincuente’ a menudo contribuye a que los
jóvenes desarrollen pautas permanentes de comportamiento indeseable”.50
c) Efecto desocializador y criminógeno de las penas privativas
de libertad de adolescentes. No obstante los reportes puntuales acerca
de programas experimentales que arrojarían resultados positivos en términos
de disminución de la reincidencia, la evidencia acerca de que estas penas no
disminuyen la reincidencia, sino que la incrementan, es muy contundente,

48
Así, por ej. el estudio de Kalb, Guyonne - Williams, Jenny, The Relation-
ship between Juvenile and Adult Crime (Melbourne Institute Working Paper No.
4/2002, University of Melbourne, disponible en: http://melbourneinstitute.com/wp/
wp2002n04.pdf), p. 14, da cuenta de que la experiencia de haber sido detenido como
adolescentes incrementa en un 14% la probabilidad de ser detenido como adulto, in-
cremento que llega a 31 puntos porcentuales para los individuos con mayor nivel edu-
cacional (10 años de educación), lo que podría explicarse por el hecho de que la estig-
matización experimentada durante la adolescencia, al haber sido detenido, disminuye
los “costos de estigma” que para él representa la posibilidad de ser detenido ahora como
adulto, lo que convierte al estigma sufrido como adolescente detenido, paradójicamen-
te, en un factor que incrementa el “capital humano” [Kalb, Guyonne – Williams,
Jenny, Relationship, cit. (n. 46), pp. 5-6]; y si bien este estudio en realidad pretende
atribuir a la actividad delictual misma de los adolescentes -y no al hecho de haber sido
detenidos por ella- un posterior efecto criminógeno como adulto, lo cierto es que la
magnitud que sirve de variable en dicho estudio es la experiencia de haber sido detenido
como adolescente (como un proxy para la experiencia de haber delinquido), de modo
que no es descartable (si se tiene en cuenta el carácter ubicuo de la actividad delictual,
como adolescente), que sea justamente la detención y no (sólo) la experiencia de ha-
ber delinquido, lo que influye en ese “incremento de capital humano”, considerando
además que el fenómeno que más plausiblemente determina la estigmatización social
como delincuente no es la experiencia –normal– de incurrir en algún delito durante la
adolescencia, sino precisamente la experiencia –menos normal, y más diferenciadora-
de haber sido detenido y tener que comparecer posteriormente ante el sistema penal
formal.
49
Véase el estudio de Chiricos y otros -realizado sobre una muestra de más
de 95.000 personas imputadas por delito en el estado norteamericano de Florida-,
citado por Gunnar Benburg, Jón, Labeling Theory, ahora, en Krohn, Marvin -
Lizotte, Alan - Hall, Gina (editores), Handbook on Crime and Deviance (Dor-
drecht-Heidelberg-Londres-Nueva York, Springer, 2009), p. 194, que demuestra
el efecto criminógeno de la reacción formal del sistema penal, especialmente a tra-
vés de la condena, al aumentar la posibilidad de reincidir, comparada con la que se
asocia a la práctica de suspender la condena a prueba.
50
“Directrices de Riad”, cit. (n. 13), Principio 5°, letra f).
284 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

encontrándose en diversos contextos geográficos tasas de reincidencia, para


los egresados de cárceles juveniles, que bordean el 80%51.
Esta afirmación parece estar más instalada en lo que he denominado
el s e n t i d o c o m ú n i n t e r n a c i o n a l , siendo un supuesto empírico
recepcionado en diversos instrumentos de las Naciones Unidas: “Es evidente
que las múltiples influencias negativas que todo ambiente penitenciario parece
ejercer inevitablemente sobre el individuo no pueden neutralizarse con un mayor
cuidado en el tratamiento. Sucede así sobre todo en el caso de los menores, que
son especialmente vulnerables a las influencias negativas; es más, debido a la
temprana etapa de desarrollo en que éstos se encuentran, no cabe duda de que
tanto la pérdida de la libertad como el hecho de estar aislados de su contexto
social habitual agudizan los efectos negativos”52. También: “El objeto de las
presentes Reglas es establecer normas mínimas aceptadas por las Naciones Uni-
das para la protección de los menores privados de libertad en todas sus formas,
compatibles con los derechos humanos y las libertades fundamentales, con miras
a contrarrestar los efectos perjudiciales de todo tipo de detención [...]”53.
d) Mayor eficacia preventivo-especial de intervenciones es-
pecializadas, multidimensionales y breves, fuera del ámbito de
la justicia, con compromiso activo del adolescente. En contraste
con la ineficacia preventivo-especial positiva de la cárcel y, por el contrario,
su efecto criminógeno, lo que sí parece tener eficacia preventivo especial
positiva, en este campo, son ciertos programas que poseen características muy
específicas. Así, sintetizando los resultados del amplio meta-análisis de Lipsey
y Wilson54, de más de 200 estudios experimentales o cuasi-experimentales
conducidos en Estados Unidos de América, desde la década de 1970 hasta
fines de la de 1990, sobre la eficacia de programas de tratamiento con de-
lincuentes de entre 14 y 17 años, con historial delictual previo, Feld explica
que: “Típicamente, el tratamiento tiene resultados positivos en pequeños
programas experimentales que proporcionan una respuesta intensa e integra-
da a la multiplicidad de problemas que presentan los delincuentes juveniles
–déficits educacionales; disfunción familiar; inadecuadas habilidades inter-

51
Albrecht, P.-A., cit. (n. 40), p. 50; Feld, B., cit. (n. 14), pp. 272-273; sobre
ello, sacando consecuencias para la política criminal, véase: Couso, J., Principio educa-
tivo, cit. (n. 4), pp. 56-57.
52
“Reglas de Beijing”, cit. (n. 13), “Comentario Oficial” a la regla 19ª.
53
Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados
de libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución N° 45/113, de 14 de
diciembre de 1990, Regla 3ª.
54
Lipsey, Mark - Wilson, David, Effective Intervention for Serious Juvenile Offen-
ders (originalmente publicado en 1998, actualmente disponible en https://www.ncjrs.
gov/pdffiles1/ojjdp/181201.pdf [visitada el 27 de enero de 2012]).
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 285

personales, sociales y laborales; y pobreza- [...], los resultados más positivos


de tratamiento se producen sólo bajo condiciones óptimas, como un alto
grado de integridad del tratamiento [55], en un programa establecido, con
servicios provistos por instituciones de salud mental u otro tipo de personal
no vinculado con las instituciones correccionales de la justicia juvenil”56.
Y son fundamentalmente esas características las que se observan en los
programas actualmente difundidos como “programas basados en evidencia”,
como la “terapia multisistémica” (“multisystemic therapy”) y el “tratamiento
multidimensional en hogares de acogida” (“multimensional treatment foster
care”)57, así como en el “modelo del desarrollo social” (“social development
strategy”)58.
Fuera de ello, también hay alguna evidencia de que tienen un efecto
preventivo especial positivo los programas de justicia restaura, aparente-
mente a causa de que el compromiso activo del adolescente se traduce en
un nivel de cumplimiento de las medidas acordadas –no sólo reparatorias,
sino también medidas que contribuyen a su inserción social- mayor que el
que se logra cuando tales medidas son ordenadas por el tribunal como parte
de la sentencia59.

55
En psicología clínica, el concepto “integridad del tratamiento” también conocido
como “fidelidad al tratamiento” ”[…] se refiere al grado en que una intervención se
realiza del modo buscado. La integridad del tratamiento comprende tres aspectos: (a)
adherencia del terapeuta al tratamiento: el grado en que el terapeuta utiliza los proce-
dimientos prescritos y evita los procedimientos proscritos; (b) competencia del tera-
peuta: el nivel de habilidades y juicio del terapeuta; (c) diferenciación del tratamiento:
la cuestión de si los tratamientos se diferencian unos de otros en dimensiones funda-
mentales”; así, Perepletchikova, Francheska - Treat, Teresa - Kazdin, Alan,
Treatment Integrity in Psychotherapy Research: Analysis of the Studies and Examination
of the Associated Factors, en Journal of Consulting and Clinical Psychology, 75 (2007) 6,
p. 829.
56
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), p. 282.
57
Véanse los análisis de la evidencia disponible sobre la eficacia de estos progra-
mas en Coalition for Evidence-based Policy, Social Programs that Wor, (disponible en:
http://evidencebasedprograms.org/wordpress/?page_id=43 [visitada el 28 de enero
de 2012]).
58
Vásquez González, C., Predicción, cit. (n. 40), pp. 153-154, considerándolo,
junto con la terapia multisistémica, como los programas que mejores resultados ofrecen
o prometen.
59
Así queda de manifiesto en el meta-análisis de 32 estudios sobre 35 programas de
justicia restaurativa realizado para el Departamentod e Justicia de canadá, por Lati-
mer, Jeff - Dowden, Graig - Muise, Danielle, The Effectiveness of Restorative Justice
Practices: a Meta-analysis, en The Prison Journal, 85 (Junio de 2005) 2 pp. 127-144
(disponible en: http://www.d.umn.edu/~jmaahs/Correctional%20Assessment/rj_
meta%20analysis.pdf [visitado el 28 de enero de 2012]), pp. 137-138. También se re-
gistran resultados positivos de los programas de justicia restaurativa para la prevención
286 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

III. Principios básicos y estándares de juzgamiento


diferenciado en materia de especialidad del Derecho penal
de adolescentes sustantivo

Al iniciar este trabajo (más arriba, I) para caracterizar las exigencias


normativas de especialidad del Derecho penal de adolescentes sustantivo,
se ha distinguido entre principios básicos, por una parte, y estándares de
juzgamiento diferenciado, por la otra.
Los principios básicos, como se dijo, reconocidos por los instrumentos
internacionales vigentes en la materia (y, en algunos casos, por las consti-
tuciones de algunos estados), sirven para dar una orientación general a la
política y al sistema de justicia penal juvenil, hacia la especialidad.
En este trabajo se considera que el mandato de especialidad en el juzga-
miento penal de los adolescentes, en materia de derecho penal sustantivo,
viene constituido fundamentalmente por los siguientes principios básicos:
i) responsabilidad penal especial: especial consideración de la edad del
adolescente al enjuiciar sus delitos (tanto su culpabilidad como -en ciertos
casos- el injusto penal);
ii) especial protección del desarrollo y los derechos del adolescente,
frente a los efectos perjudiciales de la intervención penal, en general, y de la
privación de libertad, en particular; y
iii) especial orientación del Derecho penal de adolescentes a la prevención
especial positiva.
El listado no es exhaustivo. Entre otros, se pasa por alto aquí el principio
que prohíbe imponer a los adolescentes la pena de muerte o la de presidio
perpetuo sin posibilidad de excarcelación [artículo 37 letra a) de la CIDN.],
que, afortunadamente, no plantea un problema actual en relación con el
juzgamiento especial de la responsabilidad penal de los adolescentes en Chile.
Además, tampoco se considera un principio destacado en el plano del derecho
internacional, el de n o d i s c r i m i n a c i ó n , mencionado especialmente
por la “Observación General” Nº 10 del Comité de Derechos del Niño de
Nacionales Unidas60, que, o bien es una exigencia general del sistema de los
derechos del niño, en su caso relacionada con el principio de especial pro-

especial positiva en el Informe Final preparado por el Ministerio de Justicia italiano, en


cooperación con un consorcio de instituciones académicas, en el marco del proyecto
de la Unión Europea “Restorative Justice and Crime Prevention”; véase: Ministerio de
Justicia de Italia, Restorative Justice and Crime Prevention. Presenting a theoretical ex-
ploration, an empirical analysis and the policy perspective (Abril de 2010, disponible en:
http://www.euforumrj.org/Projects/Restorative%20Justice%20and%20Crime%20
Prevention%20Final%20report.pdf [visitada el 28 de enero de 2012]), pp. 73-74
60
“Observación General” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafos 6° ss.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 287

tección del desarrollo y de los derechos del adolescente frente a los efectos
perjudiciales del sistema penal, o bien constituye un fundamento, no de la
especialidad del derecho penal de adolescentes, sino, por el contrario, del
reconocimiento y aplicación a los adolescentes de garantías penales generales
que hasta hace poco –bajo el modelo de los sistemas de derecho tutelar de
menores- sólo se reconocían a los mayores de edad, y que, justamente bajo
el pretexto de la especialidad de esa rama del derecho, se negaban a niños y
adolescentes (por. ej: legalidad de los delitos y de las penas) 61. Por último,
no se analiza aquí a los principios en que se expresa la especialidad a nivel
del procedimiento penal aplicado a los adolescentes, que no es objeto de
estudio en este trabajo 62.
Por su parte, los estándares de juzgamiento diferenciados, que en realidad
también pueden considerarse como unos principios jurídicos más específicos
que los principios básicos, a veces se encuentran reconocidos directamente a
los adolescentes en algunos instrumentos internacionales sobre derechos del
niño (por ej., la excepcionalidad del recurso a la privación de libertad -como
último recurso y por el tiempo más breve que proceda-, en el artículo 37 letra
b) y, otras veces, constituyen derivaciones de principios básicos, en el contexto
de determinados campos del enjuiciamiento penal (por ej., cuando se aplica
el principio básico que exige considerar la edad del adolescente al juzgar
su responsabilidad penal, al campo de la determinación de la culpabilidad
jurídico-penal, entonces se desprende el principio específico -o estándar de
juzgamiento- de la culpabilidad disminuida de los adolescentes), y de ellos
se espera que sirvan directamente y de forma operativa en la actividad de
enjuiciamiento penal para honrar el mandato de especialidad del Derecho
penal de adolescentes.
La explicación del fundamento de los principios básicos, así como la tarea
de deducir estándares de juzgamiento o principios específicos operativos, en
buena medida exige la consideración de las dimensiones de la realidad empíri-
ca en que la situación del adolescente frente al Derecho penal es diferente a la
del mayor de edad, desde el punto de vista de la psicología y de la criminología
empírica, dimensiones analizadas en la sección apartado anterior, que sirve
de trasfondo a la reconstrucción ensayada en esta sección. En este trabajo,
en todo caso, los estándares de juzgamiento diferenciado no se obtienen a

61
Esa es la preocupación a la que se apunta, por ejemplo, en la “Observación Gene-
ral” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafo 8°.
62
Este aspecto de la especialidad del sistema penal de adolescentes, a nivel del dere-
cho internacional, ya ha sido extensamente tratado por Duce, Mauricio, El derecho a
un juzgamiento especializado de los jóvenes infractores en el Derecho internacional de los
derechos humanos y su impacto en el diseño del proceso penal juvenil, en Ius et Praxis, 15
(2009) 1, pp. 73-120.
288 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

través de un mero ejercicio lógico-deductivo, sino, sobre todo, examinando


en el derecho comparado, de los ordenamientos que en su época sirvieron
de base para el diseño de la LRPA., las expresiones específicas de especialidad
en la aplicación del derecho penal sustantivo a los adolescentes.
A continuación, entonces, y antes de proceder a esa reconstrucción de los
específicos estándares de juzgamiento penal diferenciado, se desarrollan muy
sintéticamente los tres principios básicos identificados, en los que se expresa
el mandato de especialidad del derecho penal de adolescentes sustantivo, a
nivel del derecho internacional de los derechos humanos.

1. Principios básicos de la especialidad del derecho penal sustantivo de


adolescentes.
a) Responsabilidad penal especial. De la exigencia de una especial
consideración de la edad del adolescente al enjuiciar sus delitos fluye el
principio de la responsabilidad penal especial del adolescente.
El artículo 40, 1 CIDN., dispone: “Los Estados Partes reconocen el derecho
de todo niño de quien se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se
acuse o declare culpable de haber infringido esas leyes a ser tratado de manera
[...] en la que se tengan en cuenta la edad del niño [...]”.
En cierto modo, este principio podría considerarse casi como una for-
mulación general de la exigencia normativa de especialidad, es decir, como
sinónimo del m a n d a t o d e e s p e c i a l i d a d , de modo que terminaría
abarcando a todos los demás principios especiales. Pero aplicado al campo
del juzgamiento de la responsabilidad penal, es decir, del establecimiento y
valoración del injusto penal cometido por el adolescente y, sobre todo, de su
culpabilidad por tal injusto, se traduce en la exigencia de tener en cuenta las
peculiaridades de la situación del adolescente en dicha valoración. En este
campo, los aportes de la psicología del desarrollo, resumidos en la sección
anterior, sobre las diferencias apreciables entre adolescentes y mayores de
edad, en términos de sus menores competencias cognitivas y su menor ca-
pacidad de juicio y autocontrol, son muy relevantes.
Como se verá, la principal consecuencia de este principio, a nivel de los
criterios de juzgamiento diferenciado, se aprecia en la culpabilidad. Así lo
advierte el Comité de Derechos del Niños de Naciones Unidas, cuando
considera a las diferencias físicas, psicológicas y emocionales de los niños
como la base para afirmar la “menor culpabilidad de los niños que tienen
conflictos con la justicia”63.
Sin perjuicio de ello, como también se verá, el desarrollo de este prin-
cipio de responsabilidad penal especial, a nivel del derecho comparado, da

63
“Observación General” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafo 10°.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 289

cuenta de que también tiene expresiones –y debe tenerlas-, por lo menos


en alguna medida, y respecto de ciertos aspectos del delito, en la valoración
del injusto penal.
b) Especial protección del desarrollo y los derechos del ado-
lescente, frente a los efectos perjudiciales de la intervención
penal. Este principio se infiere de un conjunto de normas de derecho
internacional dirigidas a evitar o reducir al mínimo el contacto del niño y
adolescente con el sistema de justicia penal, en general [artículo 40, 3 letra b)
de la CIDN.], y con la privación de libertad, en particular [artículo 37 letra
b) y 40, 4 CIDN.]. En todas ellas se aprecia una preocupación por proteger
el desarrollo del adolescente así como sus condiciones para el ejercicio de
su derecho a la seguridad individual, salud, educación, a un nivel de vida
adecuado, a la participación en la vida social y al contacto familiar, todos los
cuales se ven seriamente amagados por el sistema penal. Esta preocupación
está plenamente justificada por las evidencias empíricas, también asumidas,
como se vio, por los instrumentos internacionales existentes en la materia,
acerca de la mayor sensibilidad de los adolescentes a la pena y al encarcela-
miento, por una parte, el riesgo criminógeno de las primeras intervenciones
penales, y el efecto desocializador y criminógeno, sobre todo, de la privación
de libertad.
El principio es reiterado más recientemente por el Comité de Derechos
del Niño de Naciones Unidas, cuando afirma que: “es obligación de los Estados
Partes promover la adopción de medidas en relación con los niños que tienen
conflictos con la justicia que no supongan el recurso a procedimientos judiciales
[...] Además de evitar la estigmatización, este criterio es positivo tanto para los
niños como para la seguridad pública, y resulta más económico [...]./ Al mismo
tiempo, el sistema de la justicia de menores debe ofrecer amplias oportunidades
para tratar a los niños que tienen conflictos con la justicia con medidas sociales
y/o educativas, y limitar de manera estricta el recurso a la privación de libertad,
en particular la detención preventiva, como medida de último recurso” 64.
La primera consecuencia de este principio –desjudicialización de la
reacción frente a ciertos casos, típicamente de criminalidad leve ocasional-
se refiere más bien al derecho procesal penal de adolescentes, justificando,
por ejemplo, una amplia acogida al empleo del principio de oportunidad,
sin perjuicio de que además se traduzca en decisiones de despenalización
material de ciertas infracciones menos graves. La segunda consecuencia, en
cambio –excepcionalidad de la privación de libertad y mínima duración
posible-, también se refiere al derecho penal sustantivo, si se entiende que
las reglas de determinación legal e individualización judicial de las penas

64
“Observación General” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafos 25° y 28°.
290 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

–que deben dar aplicación a este principio- justamente son de esa natura-
leza. Es importante destacar que, en este caso, el principio impone límites a
la privación de libertad que van más allá de los que, con justicia, se derivan
de la menor culpabilidad del adolescente, pues se trata de límites fundados
en la certeza de que, incluso una pena j u s t a en abstracto (en la medida de
que ya viene reducida en su extensión en atención a la menor culpabilidad
del adolescente), puede ser excesivamente perjudicial y debe, en lo posible,
ser evitada, o reducida en su duración aun más de lo que ya ha sido reducida
para ajustarla a aquella culpabilidad disminuida.
c) Especial orientación del Derecho penal de adolescentes a
la prevención especial positiva. Con su exigencia de que la reacción
frente a la criminalidad de niños y adolescentes tenga especialmente en cuenta
“la importancia de promover la reintegración del niño y de que éste asuma una
función constructiva en la sociedad” (artículo 40.1 CIDN.), la Convención
sobre los Derechos del Niño sintetiza una aspiración común y permanente
en todos los instrumentos internacionales sobre la materia, que se oponen
a cualquier enfoque exclusiva o predominantemente retributivo, que agote
la justificación de la reacción penal en el merecimiento de un castigo o la
necesidad de una incapacitación del infractor o de intimidación individual
o colectiva.
Con mayor claridad, esta idea se explica en el comentario oficial de la
Regla 17 de las “Reglas de Beijing”: “[...] los enfoques estrictamente punitivos
no son adecuados. Si bien en los casos de adultos, y posiblemente también en los
casos de delitos graves cometidos por menores, tenga todavía cierta justificación
la idea de justo merecido y de sanciones retributivas, en los casos de menores
siempre tendrá más peso el interés por garantizar el bienestar y el futuro del
joven”65.
Más recientemente, el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas
destaca -entendiendo que ello es una expresión del principio de protección
del interés superior del niño-, que respecto de niños y adolescentes: “los
tradicionales objetivos de la justicia penal, a saber, represión/castigo, deben ser
sustituidos por los de rehabilitación y justicia restitutiva”, bajo la asunción de
que esto “puede realizarse al mismo tiempo que se presta atención a una efectiva
seguridad pública”, y concluyendo que: “debe prestarse especial atención a las
políticas de prevención que favorezcan la socialización e integración de todos
los niños, en particular en el marco de la familia, la comunidad, los grupos de
jóvenes que se encuentran en condiciones similares, la escuela, la formación

65
“Reglas de Beijing”, cit. (n. 13).
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 291

profesional y el medio laboral, así como mediante la acción de organizaciones


voluntarias”66.
Este principio, entonces, se promueve teniendo en cuenta los conocimien-
tos que la criminología empírica aporta acerca de qué tipos de intervención
promueven la socialización de los adolescentes infractores, y cuáles, en cam-
bio, la ponen en riesgo, de modo que no puede emplearse como pretexto para
intensificar la acción de la justicia penal, cuando los únicos resultados más o
menos seguros en términos de prevención especial positiva se obtienen, como
se vio en la sección anterior, por medio de intervenciones más bien alejadas
de la lógica de la justicia penal, en el seno de la familia y la comunidad.

2. Estándares de juzgamiento diferenciado derivados de los principios básicos.


Perspectiva del derecho comparado.
Como ya se señaló, los principios básicos, sintetizados en el apartado
anterior, se traducen en unos principios más específicos, que configuran
estándares de juzgamiento penal diferenciado de los adolescentes. Esa es-
pecificación se expresa, a veces, en reglas legales explícitas, y otras veces en
líneas jurisprudenciales, anticipadas, en su caso, por desarrollos de la doctrina
jurídica a nivel de la literatura especializada. En este apartado se recoge evi-
dencia de algunos de esos principales desarrollos, en el derecho comparado
de los países cuyos ordenamientos jurídicos mayor influencia tuvieron en la
redacción de la LRPA. En materia de derecho penal sustantivo, atendiendo
al criterio del grado de desarrollo de la discusión y al de las semejanzas re-
levantes con nuestra ley, los ordenamientos jurídicos atingentes son los de
España, constituido por la Ley Orgánica N° 5/2000 (Ley reguladora de la
responsabilidad penal de los menores, en adelante LO. N° 5/2000); de Costa
Rica, por su Ley de justicia penal juvenil (= LJPJ.), del año 1996; y de Ale-
mania, en relación con la Ley de Tribunales Juveniles (Jugendgerichtsgesetz,
en adelante también JGG). Los dos primeros, de hecho, son mencionados
expresamente como modelo por el “Mensaje” de la LRPA. chilena, y el ter-
cero, que sirvió de base, a su vez, para el diseño de los dos primeros67, destaca
por un desarrollo doctrinario y jurisprudencial de casi 90 años y se inserta

66
“Observación General” Nº 10 (2007), cit. (n. 16), párrafos 10° y 18°.
67
Sobre Costa Rica, véase: Tiffer, Carlos, Jugendstrafrecht in Lateinamerika unter
besonderer Berücksichtigung von Costa Rica (Mönchengladbach, Forum Verlag Godes-
berg, 2000), pp. 83-84; sobre España: Tamarit Sumalla, Josep Ma. Principios políti-
co-criminales y dogmáticos del sistema penal de menores, ahora, en González Cussac
- Tamarit Sumalla (editores), Justicia penal de menores y jóvenes (Análisis sustantivo
y procesal de la nueva regulación) (Valencia, Tirant lo Blanch, 2002), p. 30; y Couso,
Jaime, Fundamentos del Derecho penal de culpabilidad: Historia, teoría y metodología
(Valencia, Tirant lo Blanch, 2006), p. 453.
292 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

en un sistema de derecho penal general que históricamente ha tenido gran


influencia en el nuestro.68 Adicionalmente, de manera más fragmentaria, se
tendrá en cuenta algunas expresiones de estos estándares encontradas en la
legislación de los Estados Unidos de América.
En esta exposición los estándares de juzgamiento diferenciado se
organizan como especificaciones de los tres principios básicos señalados en
el apartado anterior. Ello representa, por cierto, una simplificación, pues en
algún caso tales estándares derivan de dos de esos principios o, incluso, de
los tres (por ejemplo, el estándar que exige que la privación de libertad dure
el plazo más breve posible), de modo que no debe entenderse esa forma de
organizar la exposición sino como una identificación de la principal fuente
material de cada estándar.
Así, y para partir con un esquema inicial, de cada principio básico se
derivan los siguientes estándares de juzgamiento diferenciado.
Del principio de r e s p o n s a b i l i d a d p e n a l e s p e c i a l se despren-
den los siguientes estándares de juzgamiento diferenciado: i) juzgamiento
diferenciado de ciertos aspectos del injusto penal; ii) culpabilidad disminuida
del adolescente y tratamiento punitivo privilegiado; iii) juzgamiento dife-
renciado de los elementos de la culpabilidad; y iv) juzgamiento diferenciado
de la coautoría y la complicidad
Del principio de e s p e c i a l p r o t e c c i ó n d e l d e s a r r o l l o y l o s
d e r e c h o s d e l a d o l e s c e n t e se desprenden los siguientes estándares
de juzgamiento diferenciado: i) intervención mínima y desjudicialización;
ii) excepcionalidad de la privación de libertad; y iii) mayor brevedad posible
de la privación de libertad
Del principio de e s p e c i a l o r i e n t a c i ó n d e l D e r e c h o p e n a l
d e a d o l e s c e n t e s a l a p r e v e n c i ó n e s p e c i a l p o s i t i v a , se
desprenden el siguiente estándar de juzgamiento diferenciado: i) proscrip-
ción de las justificaciones meramente incapacitadoras en la individualización
judicial de las sanciones; y ii) Juzgamiento diferenciado de ciertos aspectos
del injusto penal
Si bien se trata de un estándar todavía muy poco desarrollado, la consi-
deración de la edad del autor del delito, cuando es un adolescente, en ciertos
casos conduce a una valoración diferenciada de su significación jurídico-
penal, ya a nivel del injusto, es decir, del hecho típico y antijurídico.
Así, por ejemplo, en Alemania se ha advertido por la doctrina, y por alguna
jurisprudencia, que determinadas particularidades del comportamiento de-

Para una visión panorámica de estas tres legislaciones, en el marco de un análisis


68

de derecho comparado de la especialidad en materia de derecho procesal penal, véase:


Duce - Couso, El Derecho, cit. (n. 3).
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 293

lictivo de los adolescentes pueden hacer disminuir o desaparecer la especifica


lesividad social del hecho que –de acuerdo con la ratio legis del respectivo
tipo penal- precisamente justificó su consideración como un injusto penal
de determinada gravedad.
Según Albrecht, por ello, “[l]os mandatos y las prohibiciones normati-
vas del mundo de los adultos no son compatibles por regla general, con los
mundos de vida y las representaciones normativas de los adolescentes, y las
normas del Código Penal pueden captar las formas de interacción típicas
de los adolescentes sólo de forma incompleta, y a menudo, no hacerlo en
absoluto”, de manera que la aplicación de aquellos mandatos y prohibiciones,
sin modificaciones, para juzgar los comportamientos de los adolescentes,
materialmente puede llevar a un trato desigual y a “rupturas de comunicación
y valoración”69. Para evitarlo se impone, ya de lege lata, una interpretación
de los tipos atenta a las diferencias cualitativas presentes entre el comporta-
miento desviado de los adolescentes y el de los mayores de edad, para lo cual
“el juzgador no debería dudar en recurrir a peritos con diversas orientaciones
profesionales para el esclarecimiento de estructuras de acción y motivacio-
nales específicas de los adolescentes”70.
Esta necesidad de juzgar de forma diferenciada el injusto penal, cuando
el autor es un adolescente, se aprecia especialmente en relación con ciertos
elementos subjetivos del injusto, pues, como advierte Albrecht, detrás de
hechos que tienen “una estructura de la acción semejante, en lo formal”, se
esconden diferencias de significado relevantes por faltar en el adolescente
precisamente una exigencia típica subjetiva, como el á n i m o d e l u c r a r -
s e 71. En efecto, la presencia de ciertas “intenciones específica y típicamente
adolescentes” ( “ jugendspezifische Intentionen”), para usar la expresión de
Einseberg72, por ejemplo la intención de experimentación y prueba (como
en el caso de una prueba de valor) o la de rivalizar con otros grupos de pares
a los que se despoja violentamente de un objeto (por ej., la pelota de fútbol),
normalmente hará descartar los elementos subjetivos requeridos por el tipo
penal de que se trate (por ejemplo, robo con violencia o intimidación), o
impedir la realización del tipo penal en el sentido de la ratio legis73.
Un ejemplo, reconocido a nivel jurisprudencial en Alemania, se dio en

69
Albrecht, P.-A-, Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), p. 92.
70
Ibíd., pp. 93-94.
71
Ibíd., p. 94. Fuera de ello, según el propio Albrecht, también cabe realizar un
juzgamiento diferenciado del error de tipo, que puede deberse a la inexperiencia e inse-
guridad del adolescente (cit., p. 102).
72
Eisenberg, Ulrich Jugendgerichtsgesetz (11ª edición, Munich,C.H. Beck, 2006),
§ 1 número marginal 24a.
73
Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), p. 92.
294 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

la negación de la “intención de apropiarse” de la cosa, en el caso del apode-


ramiento violento, por parte de un grupo de “skinheads”, de una chaqueta
de la víctima de un estilo y color de aquellos que normalmente sólo usan
los miembros de ese grupo, al que la víctima precisamente no pertenecía,
de modo que el apoderamiento violento tenía la intención de descalificar
a la víctima en tanto que ilegítimo portador de esa indumentaria, más que
la de “apropiársela”74, todo lo cual sólo se entiende si se considera –como el
tribunal en este caso sí lo hizo- la especial situación de ese grupo juvenil y
de sus representaciones normativas y formas de interacción.
Otro caso, correspondiente ahora a una decisión del Tribunal Supremo
Federal alemán (Bundesgerichtshof, en adelante, BGH), consistió en la
negación del dolo homicida, respecto de un adolescente que se midió con
su amigo en un combate, para “imponerse” ante él, demostrándole su supe-
rioridad, pues, en consideración del propio BGH, “la muerte justamente era
inadecuada para conseguir este efecto”75.
Pero más allá de los elementos subjetivos del injusto, también se defiende
por alguna doctrina en Alemania que determinados conceptos necesitados
de complemento valorativo (como “maliciosamente” o “impúdico”) deben
ser interpretados de manera diferenciada cuando se trata de conductas pro-
tagonizadas por adolescentes76.
En España, si bien todavía no se aprecia algún desarrollo jurisprudencial
semejante, alguna doctrina entiende que el artículo 7,3 de la LORRPM-, al
disponer que para la determinación de la sanción o medida el tribunal apre-
ciará la gravedad del delito de manera flexible, junto a otras consideraciones,
se basa precisamente en que “no existe una correspondencia formal con el
Derecho penal común” en materia de atenuantes y agravantes, en especial
“[…] las que se refieren a lo injusto, incluidas las causas de justificación
incompletas”77, dejando espacio así para examinar si acaso el contexto pro-
pio de ciertos comportamientos de adolescentes permite afirmar un menor
injusto penal que el que podría apreciarse en un comportamiento análogo
realizado por una persona mayor de edad.

74
La decisión es de un tribunal de Berlín (AG Tiergarten, 7/11/88), citada por
Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 1 número marginal 24a.
75
BGH, 16/11/2000, citada por Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72),
§ 1 número marginal 24a.
76
Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 1 número marginal 24a.
77
Lacruz López, Juan Manuel, Minoría de edad penal y estructura del delito: es-
pecial referencia a la imputabilidad, ahora, en Vásquez González, Carlos - Serra-
no Tárraga, María Dolores (coordinadores), Derecho penal juvenil: (LO 5/2000, de
12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, adaptada a las LO
7/2000, 9/2000, 9/2002, 15/2003 y al Reglamento de 30 de julio de 2004) (Madrid,
Dyckinson, 2005), p. 242.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 295

En Costa Rica, por su parte, el artículo 14 de su LJPJ, conforme al cual


“[n]ingún menor de edad podrá ser sancionado si no se comprueba que su con-
ducta daña o pone en peligro un bien jurídico tutelado”, se ha entendido como
una llamada de atención normativa formulada por el legislador para que el
juzgador ponga especial cuidado al afirmar la realización típica78, exigiendo
así, según parece, una especial consideración del diverso significado que cier-
tos hechos pueden tener, ya a nivel del injusto penal, cuando son cometidos
por adolescentes. Sin embargo, a nivel de la doctrina especializada parece
entenderse mayoritariamente que el problema de la diversa significación
que el hecho adquiere en ciertos casos de comportamientos de adolescentes
debe resolverse más bien por la vía de la desestimación del caso a través del
principio de oportunidad o de una resolución alternativa del conflicto79.
De hecho, la existencia de mayores facultades para desestimar causas por
vías procesales (común en el derecho penal juvenil, ya por disposición del
derecho internacional80), puede explicar que los comportamientos delictivos
de bagatela o de poca monta más frecuentes en los adolescentes, a los que
materialmente cabría acaso despenalizar o, por lo menos, con relativa fre-
cuencia calificar de atípicos, en tanto que s o c i a l m e n t e a d e c u a d o s ,
sencillamente no sean objeto de persecución precisamente porque son objeto
de consideración diferenciada (por el órgano persecutor, más que por los
tribunales), sin necesidad de una teoría de derecho penal sustantivo que
explique esa decisión en términos de su falta de antijuridicidad típica, en el
sentido de la ratio legis81.
Un caso respecto del cual parece aceptarse de forma relativamente amplia
la necesidad de un juzgamiento diferenciado es el de los delitos sexuales,
sobre todo los a t e n t a d o s s e x u a l e s i m p r o p i o s , es decir, aquéllos
en que la lesividad de la conducta no viene dada por haberse realizado contra
la voluntad o sin el consentimiento de la víctima, sino que es presumida por

78
Issa El Khoury, Henry, El derecho sustantivo en la Ley de Justicia Pernal Ju-
venil Costarricense, ahora en González, Mauricio - Tiffer, Carlos (coordinadores),
De la arbitrariedad a la justicia: adolescentes y responsabilidad penal en Costa Rica (San
José, Costa Rica, Unicef, 2000), p. 190.
79
Llobet, Javier, La sanción penal juvenil, ahora en González, Mauricio - Ti-
ffer, Carlos (coordinadores), De la arbitrariedad a la justicia: adolescentes y respon-
sabilidad penal en Costa Rica (San José, Costa Rica, Unicef, 2000), p. 222; Issa El
Khoury, H., El derecho, cit. (n. 76), p. 190.
80
Duce, El Derecho, cit. (n. 62), pp. 112 ss.
81
Aún así, Tiffer, Carlos, Ley de Justicia juvenil (3ª Edición, San José, Costa Rica,
Editorial Jurídica Continental, 2011), p. 79, llama la atención, con razón, acerca de la
necesidad de una definición (relativamente) autónoma de la antijuridicidad penal, que
debería traducirse, a lo menos, en mayores atenuantes que las utilizadas para adultos,
una exigencia incumplida en Costa Rica, concluye, tras 15 años de vigencia de la LJPJ.
296 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

la ley cuando uno de los intervinientes en un contacto sexual consentido


es menor de cierta edad definida como la edad de consentimiento sexual82.
En estos casos, en efecto, que de hecho suelen ser objeto de una regulación
diferenciada expresa, es perfectamente argumentable que la interacción sexual
entre adolescentes y preadolescentes, respectivamente mayores y menores
de la edad de consentimiento sexual, no lesiona el bien jurídico protegi-
do83; pues, aun si este bien jurídico se define en torno a la i n d e m n i d a d
s e x u a l (y no la l i b e r t a d d e a u t o d e t e r m i n a c i ó n s e x u a l )
del preadolescente menor de la edad de consentimiento sexual, dicho bien
jurídico sólo aparecería afectado cuando la interacción sexual es abusiva y,
por ello, dañina para éste. Así, por ejemplo, la regulación legal del tipo de
abuso sexual de menor de dieciséis años (§ 182.II del Código Penal alemán,
Strafgesetzbuch, en adelante, StGB.) da cuenta de esta consideración, al excluir
la responsabilidad tanto de los adolescentes como de los adultos jóvenes (a
quienes, por lo demás, el § 105 de la JGG asimila a un adolescente respecto
de ciertos hechos delictivos); el BGH entiende que esta restricción obedece
a que el tipo penal quiere sancionar relaciones sexuales abusivas, que se dan
típicamente cuando concurre un “desequilibrio de poder” (“Machtgefälle”)
entre autor y víctima, de modo que en el tipo penal de abuso sexual de menor
de 16 años no son subsumibles “relaciones típicamente adolescentes”84.85
b) Culpabilidad disminuida del adolescente y tratamiento

82
Sobre la problemática político criminal planteada por este tipo de incriminacio-
nes, especialmente cuando con ello se pretende regular las interacciones sexuales entre
preadolescentes y/o adolescentes, véase: Couso, Jaime, La sexualidad de los menores de
edad ante el Derecho penal, ahora, en Alegre, Marcelo (editor), Derecho y sexualidades.
Seminario en Latinoamérica de Teoría Constitucional y Política. SELA 2009 (Buenos
Aires, Libraria, 2010), pp. 233-265.
83
Véase: Couso, J., La sexualidad, cit. (n. 82), passim, con referencias al Derecho
angloamericano.
84
BGH, 42,27, cit. por Tröndle, Herbert - Fischer, Thomas, Strafgesetzbuch
und Nebengesetze (53a edición, Munich, Verlag C.H. Beck, 2006), § 182, números mar-
ginales 11 y 14.
85
Por cierto, esa consideración diferenciada de la significación jurídica de los en-
cuentros sexuales consentidos con menores de la edad de consentimiento sexual, cuan-
do son protagonizados por adolescentes apenas unos años mayores de esa misma edad
(que ha sido expresamente considerada por el artículo 4° de la LRPA.), bien puede
aplicarse a otros casos que los que las leyes penales expresamente contemplan, y la dife-
rencia debe apreciarse ya a nivel de la calificación del injusto típico, como Hernández
demanda, por la vía de una reducción teleológica del tenor literal de los tipos penales
que –como en este caso— suponen la existencia de una relación abusiva; véase: Her-
nández, H., El nuevo derecho penal, cit. (n. 4), pp. 202, 204, demandando esta forma
de juzgamiento diferenciado también respecto de otros grupos de delitos que supo-
nen una relación abusiva entre el autor y la víctima, como la inducción a un menor a
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 297

punitivo privilegiado (y prohibición de tratamiento punitivo


más severo que al adulto). De forma concordante con las evidencias em-
píricas acerca de las menores capacidades cognitivas, de juicio y autocontrol
de los adolescentes (v. supra, II), la afirmación de una culpabilidad disminuida
de los adolescentes es ampliamente aceptada en el derecho comparado, y es
una de las principales razones del sistema de penas atenuado que se aprecia,
por lo menos en relación con la duración máxima de las penas privativas de
libertad, en varias legislaciones. Así, por ejemplo, en Alemania y España, la
pena juvenil no puede exceder de los 10 años de duración; mientras que en
Costa Rica no puede exceder de los 15 años.
En el ámbito anglosajón, fuera de la existencia de límites semejantes en
las leyes estaduales de justicia juvenil, también en los casos de aplicación de
las leyes penales de adultos a los adolescentes (facultad de la que los fiscales
suelen disponer cuando se trata de delitos muy graves), en los que en principio
no rige ninguna restricción legal para imponer el presidio perpetuo y, hasta
hace poco (en varios Estados de la Unión) la pena de muerte, la literatura
jurídica y los grupos de defensa de los derechos de los menores de edad venían
postulando desde hace tiempo la idea de una culpabilidad disminuida de
todos los menores de 18 años, como categoría o clase, con la consecuencia
de que debía prohibirse imponerles la pena de muerte y la de presidio per-
petuo sin libertad condicional (“parole”). Así, por ejemplo, Zimring aboga
a favor de concebir la adolescencia como un período de prueba en el que los
adolescentes deben ir aprendiendo a adoptar decisiones responsables sin
cargar con todos los costos de sus errores86, y promueve, a partir de ello, el
principio de la culpabilidad disminuida de los adolescentes87, mientras que
Feld desarrolla una sólida argumentación a favor del reconocimiento general
de una atenuante especial de pena (“youth disccount”) basada en la minoría
de edad de los adolescentes88.
Esta demanda ha sido progresivamente acogida por la Corte Suprema
de los Estados Unidos federal, mediante la declaración de la inconstitucio-
nalidad de la imposición de la pena de muerte (primero a menores de 16,
y luego) a menores de 18 años, y de la imposición de la prisión perpetua a
los mismo sujetos, por delitos que no sean de homicidio89, partiendo de las
diferencias psicológicas y de experiencia entre los adolescentes y los adultos,

abandonar el hogar, relación que justamente no es imaginable entre adolescentes de la


misma edad o con escasa diferencia de edad.
86
Cit. por Scott, E., Criminal Responsibility, cit. (n. 18), p. 309.
87
Véase, al respecto, con cierto detalle: Cillero, M., El tratamiento, cit. (n. 8),
pp. 474 ss.
88
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), pp. 315 ss.
89
Véase: Cillero, M., El tratamiento, cit. (n. 8), pp. 11, 469 ss.
298 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

de las que se desprende la menor culpabilidad de los primeros: “Las mismas


razones por las que a los adolescentes no se les conceden los privilegios y respon-
sabilidades de un adulto explican por qué su comportamiento irresponsable no
es moralmente tan reprochable como el de un adulto”90. También:”Los delitos
cometidos por adolescentes pueden ser tan perjudiciales para las víctimas como los
cometidos por personas mayores, pero merecen menos pena porque los adolescentes
pueden tener menor capacidad que los adultos para controlar sus conductas
y para pensar en largo plazo”91. En fin:”El fundamento de la retribución no
es igual de fuerte en un menor que en un adulto. El castigo (o la retribución)
no es proporcional si la pena legal más severa es impuesta a una persona cuya
culpabilidad o reprochabilidad se encuentra disminuida, en gran medida, en
razón de su juventud e inmadurez”92
Más allá de estos límites máximos impuestos por ley o por la jurispruden-
cia constitucional a las penas susceptibles de ser impuestas a los adolescentes,
el principio de culpabilidad disminuida de los adolescentes se debería ver
reflejado en un tratamiento punitivo privilegiado, en general, comparado
con el que reciben los mayores de edad.
Sin embargo, si bien el privilegio punitivo de los adolescentes se aprecia
con claridad en el límite máximo que puede alcanzar la duración de las pe-
nas impuestas por los delitos más graves, no es tan claro en el tratamiento
de delitos algo menos graves, por ejemplo aquellos en los que se plantea
frecuentemente la necesidad de escoger entre una sanción privativa de
libertad efectiva o una ambulatoria. Más aun, en el caso de la criminalidad
leve y de bagatela, históricamente se ha dado la situación opuesta, de una
discriminación negativa o de perjuicio del adolescente, en comparación con el
adulto. Esta situación se explica históricamente por la influencia del modelo
de derecho tutelar de menores, que postulaba la necesidad de intervenir más
intensamente en las vidas de los adolescentes –con las herramientas coactivas
de la justicia–, aun frente a delitos de menor entidad, que para un infractor
mayor de edad seguramente no serían objeto de intervención alguna, o sólo
se castigarían con una multa.
Incluso en Alemania, que cuenta con un sistema de justicia penal dotado
de ciertas garantías penales y procesales desde hace casi noventa años, se ha
denunciado esta “posición desmejorada” (“Schlechterstellung”) de los ado-

90
“Thompson v. Oklahoma”, 487 U.S. 815, 835 (1988), citado por Rosado, L.,
Kids are Different, cit. (n. 33), p. A3.
91
“Eddings v. Oklahoma”, 455 U.S. 104, 115 n. 11 (1982), citado por Rosado, L.,
Kids are Different, cit. (n. 33), p. A3.
92
“Roper v. Simmons”, 553, U.S. 541 (2005). citado por Cillero, M., El trata-
miento, cit. (n. 8), pp. 11, 469 ss., con detalles sobre la jurisprudencia norteamericana
en la materia.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 299

lescentes en comparación con la que tienen los mayores de edad, en relación


con el tratamiento de la criminalidad leve y de bagatela93. Así, por ejemplo, la
jurisprudencia del BGH, entre los años 50 y 80 del siglo XX, llegó a permitir
penas superiores para adolescentes que para adultos, argumentando que las
de los primeros se debían medir, no según la gravedad del delito cometido,
sino de tal modo que el necesario efecto educativo pudiese tener lugar94.
Esta experiencia histórica le da sentido, entonces a la formulación de dos
estándares separados sobre el tratamiento punitivo de los adolescentes, en
comparación con los mayores de edad (a pesar de que el del segundo lógi-
camente convierta en superfluo al primero). Por una parte, como exigencia
mínima de la igualdad formal, la prohibición de un tratamiento penal más
severo al adolescente que al adulto; por la otra, como una exigencia específica
de igualdad material, que demanda atender a la culpabilidad disminuida de
los adolescentes, el tratamiento punitivo privilegiado de los adolescentes
frente a los adultos.
En relación con el primer estándar, si bien Alemania no cuenta con
una norma expresa, la prohibición de un tratamiento penal más severo al
adolescente que al adulto es postulada por la doctrina como un principio
fundamental95, en abierta crítica a la práctica histórica de discriminación
negativa de los adolescentes, en relación con la criminalidad menos grave. De
hecho, el propio BGH, a partir de la segunda mitad de los años 80 del siglo
XX, finalmente abandonó la tesis de que la fijación de la duración de la pena
juvenil debía atender únicamente al efecto educativo esperado, y reconoció
que, ni siquiera en caso de una especial n e c e s i d a d e d u c a t i v a (por
ejemplo por existir un claro pronóstico de reincidencia), sería admisible una
pena se supere la medida de la culpabilidad por el hecho96.
En España, por su parte, el estándar que prohíbe un tratamiento punitivo
más severo al adolescente se recoge expresamente en el artículo 8.2 LORR-
PM., conforme al cual: “[…] tampoco podrá exceder la duración de las medidas
privativas de libertad contempladas en el artículo 7.1.a, b, c, d y g, en ningún
caso, del tiempo que hubiera durado la pena privativa de libertad que se le
hubiere impuesto por el mismo hecho, si el sujeto, de haber sido mayor de edad,
hubiera sido declarado responsable, de acuerdo con el Código Penal”.

93
Analizada, por ej., en Alemania, por Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n.
40), pp. 74-75.
94
Burscheidt, Ulrike, Das Verbot der Schlechterstellung Jugendlicher und He-
ranwachsender gegenüber Erwachsenen in vergleichbarer Verfahrenslage (Baden-Baden,
Nomos, 2000), pp. 86-87.
95
Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 18 número marginal 15; Al-
brecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), pp. 82-83.
96
Burscheidt, U., Das Verbot, cit. (n. 94), p. 88.
300 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

Esta norma, como se advierte, “sólo excluye la penalidad que exceda la de


los adultos, no la que la iguale”97, pero tiene pleno sentido habida cuenta de la
tradición tutelarista con la que rompe la LORRPM. De hecho, en España se
reconoció como un avance la afirmación jurisprudencial de la prohibición de
perjuicio (o discriminación negativa), alcanzada por primera vez a través de
la decisión del Tribunal Constitucional español que invalidó la condena de
un menor de edad a 4 meses de internamiento en centro semiabierto, por una
falta frustrada de hurto, en atención a que con ello se infringía el principio
de proporcionalidad entre la gravedad del hecho y la medida, principio que
impide que ésta sea más grave o de una duración superior a la pena que se
podría imponer a un adulto por los mismos hechos, con independencia
de las especiales circunstancias del menor que pudieran hacer aconsejable
la adopción de esa medida (como las supuestas necesidades educativas de
una internación)98.
En Costa Rica, por su parte, el artículo 131 de la LJPJ. dispone que: “[l]
a medida de privación de libertad nunca podrá aplicarse como sanción cuando
no proceda para un adulto, según el tipo penal”.
En esa disposición puede verse, ciertamente, una expresión del están-
dar que prohíbe dar al adolescente un tratamiento punitivo más severo
que al mayor de edad. Y si bien con ello no se prohíbe expresamente que
la duración de la pena impuesta al adolescente exceda la que seguramente
habría recibido un adulto por el mismo delito, en la práctica es muy im-
probable que se produzca una discriminación negativa del adolescente en
la duración de las penas privativas de libertad, por la exigencia adicional,
establecida por el artículo 131, en el sentido de que al adolescente sólo se le
puede castigar con este tipo de sanción “[c]uando se trate de delitos dolosos
sancionados en el Código Penal [...] con pena de prisión superior a seis años”,
es decir, delitos graves que, seguramente, harían al adulto acreedor de una

97
Boldova Pasamar, Miguel Angel, El sistema de aplicación de las sanciones en
el Derecho Penal de los Menores tras la Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre, ahora,
en Barreiro, Jorge Agustín - Feijoo Sánchez, Bernardo (editores), Nuevo Derecho
penal juvenil: una perspectiva interdisciplinar, ¿qué hacer con los menores delincuentes?
(Barcelona, Atelier, 2007), p. 102.
98
Véase la STC 61/1998, de 17 de marzo. Con todo, recientemente acusa Lan-
drove (citado por Boldova Pasamar, cit. [n. 97], pp.106-107) que con la reforma
introducida el año 2006 (Ley N° 8/2006), se produce un supuesto de discriminación
negativa de los menores, pues se permite aplicar internamiento en régimen cerrado a
casos de criminalidad en grupo u organizada (aún si la organización es de carácter tran-
sitorio), con independencia de la gravedad de los hechos cometidos (los delitos graves
–sobre cinco años de prisión–, por sí solos, son pasibles de ser sancionados con esa
medida; así como los menos graves en los que se emplee violencia o intimidación o se
genere grave riesgo para la vida o la integridad física).
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 301

sanción de cuantía superior a la del adolescente. Además, el hecho de que la


determinación de la cuantía de las sanciones de adolescentes quede sujeta,
entre otros criterios, al principio de proporcionalidad con la gravedad del
hecho, y de que en la fase de elaboración de la LJPJ. se haya eliminado la
pena privativa de libertad por necesidades de prevención especial –que el
proyecto de ley original consideraba, justamente para el caso de delitos que
en la legislación penal común no son graves-99, refuerza los resguardos en
contra de un tratamiento más severo para el adolescente, en relación con la
extensión de la privación de libertad.
Más difícil es, en cambio, encontrar en el derecho comparado una
consagración expresa del segundo estándar, a saber, la exigencia general de
tratamiento punitivo privilegiado. Sin embargo hay referencias expresas
a ese principio en la doctrina y una práctica judicial fundamentalmente
consistente con él.
Así, por ejemplo, en Alemania, Strobel destaca que el Derecho penal
juvenil tiene una función de “ofrecer un trato privilegiado” al joven, y a eso
se alude con el lema de la “prioridad de la educación”100. Consistentemente
con ello, en la doctrina mayoritaria, y en la jurisprudencia de los últimos 25
años, los límites superiores y las atenuantes (o los marcos penales atenuados
establecidos por el Código Penal alemán para los “casos menos graves”) del
derecho penal de adultos, sí se respetan cuando se trata de un adolescente, pese
a lo dispuesto por el parágrafo 18, I, 3, JGG., en el sentido de que (respecto
de los adolescentes) no se aplican los marcos penales de adultos; en cambio,
los límites inferiores y las agravantes no se aplican necesariamente, en primer
lugar, por el carácter “no constitutivo” de la culpabilidad en la JGG. –en el
sentido de que en esta ley especial, la culpabilidad no fundamenta, sino tan
sólo limita, la medida de la pena-, y, en segundo lugar, porque esas agravantes,
en general, se centran en el aspecto objetivo de la culpabilidad, mientras que
la medición de la culpabilidad de los adolescentes es especial, más centrada
en los aspectos subjetivos, que hagan especialmente reprobable el hecho101.
Por último, teniendo en cuenta que “la culpabilidad de un adolescente que
se encuentra aún en una etapa de desarrollo es, en comparación con la de un
adulto, y en situaciones comparables, en general menor, nunca mayor […]
este no puede ser hecho responsable por el hecho en la misma medida que
el adulto”102. Albrecht, por su parte, parte de la base de que el ordenamiento

99
Tiffer, C., Ley, cit. (n. 81), pp. 138 ss., 417.
100
Strobel, Sonia, Verhängung und Bemessung der Jugendstrafe – Eine Analyse
unter besonderer Berücksichtigung der Strafzwecke (Aachen, Shaker Verlag, 2006), p.
14.
101
Ibíd., pp. 189-193.
102
Ibíd., pp. 116-139.
302 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

jurídico protege especialmente la fase vital de la minoría de edad, prohíbe la


discriminación negativa de los adolescentes en comparación con los adultos
y justifica, por el contrario, una discriminación positiva, esto es, “un trata-
miento suficientemente desigual, en conformidad al principio de igualdad
en perspectiva constitucional”103. Aplicado este criterio a la privación de
libertad, se justifica evitar todo lo posible su imposición, por los daños
adicionales que provoca en esa fase vital, e incluso “como un primer paso
normativo en esta dirección, se debería elevar la edad de “capacidad penal”,
es decir, la edad mínima para ser objeto de la imposición de una pena juvenil
(privativa de libertad), a 16 años”104.
En España también, de acuerdo con Cruz Márquez, “es admitido por todos
que el menor y el joven presentan una culpabilidad “disminuida” frente al adul-
to”, lo que se entiende como una menor exigibilidad de la conducta conforme
a derecho, en base a “la fragilidad del proceso de socialización en que aún se
encuentra inmerso el adolescente, así como su menor experiencia sobre el fun-
cionamiento de las normas penales y las consecuencias de su infracción”105.
También en Costa Rica, la doctrina parte de la base de la menor cul-
pabilidad de los adolescentes, tanto por su menor madurez cuanto por la
co-responsabilidad de la sociedad en la criminalidad de los adolescentes, y
del importante papel que en un sistema de justicia juvenil debe desempeñar
la culpabilidad como límite de la cuantía de la pena106. Fuera de ello, y aún
cuando no se le derive directamente de la culpabilidad disminuida de los
adolescentes, la exigencia de dar a estos sujetos un tratamiento punitivo
menos severo (privilegiado) que a los adultos, también se ha fundado en los
fines de prevención especial positiva107.
c) Juzgamiento diferenciado de los elementos de la categoría
culpabilidad. Fuera de la afirmación genérica de una culpabilidad disminui-

103
Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), pp. 109-110.
104
Ibíd., pp. 83-84, citando en la misma línea la propuesta de la Asociación Alema-
na de Jueces Juveniles y Asistentes Judiciales Juveniles, formulada en su Congreso de
1992.
105
Cruz Márquez, Beatriz, Educación y prevención general en el Derecho penal de
Menores (Madrid, Marcial Pons, 2006), pp. 114-115.
106
Llobet, J., La sanción, cit. (n. 79), pp. 231-235. VÉASE: también Chan, Gus-
tavo, Adultocentrismo y Culpabilidad Penal Juvenil (San José, Costa Rica, IJSA, 2007),
pp. 331-343, para quien, tratándose de adolescentes, la culpabilidad, como medida del
reproche penal y límite de la pena, debe integrarse con el principio del i n t e r é s s u -
p e r i o r d e l n i ñ o (niño-adolescente, en este caso), que exige la mínima restricción
posible de sus derechos, con la consecuencia de que la medida de culpabilidad resultan-
te es (mucho) menor que la que podría predicarse de un adulto que hubiese cometido
el mismo hecho.
107
Tiffer, C., Ley, cit. (n. 81), p. 383.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 303

da de los adolescentes, en el derecho comparado también se han formulado


exigencias de un juzgamiento diferenciado de los adolescentes en relación
los diversos elementos de la categoría sistemática de la culpabilidad.
En primer lugar, dado que los sistemas penales de adolescentes rigen
a partir de una edad mínima (en Chile, 14 años), por debajo de la cual se
presume de derecho la inimputabilidad de los niños, por inmadurez, en ellos
se plantea la cuestión de si el principio de culpabilidad no exige ofrecer al
adolescente, mayor de esa edad mínima, siquiera la posibilidad de demostrar
que, pese a ser cronológicamente adolescente, no cuenta con la madurez
necesaria para responder como un imputable.
De hecho, en Alemania, el § 3 JGG. establece, por sobre la edad de
absoluta incapacidad penal (que rige hasta los 14 años), un sistema de capa-
cidad penal condicionada, dependiente de un juicio especial, centrado en el
concepto de “madurez de responsabilidad” (“Verantwortungsreife”), al que
debería someterse a todo joven de entre 14 y 18 años, presunto autor de un
delito108. Este modelo es, sin embargo, objeto de viva discusión en Alemania,
y la praxis judicial procede de forma bastante superficial, vacía y tautológica
en la interpretación del § 3 de la JGG.109. Por lo demás, en relación con la
criminalidad más leve, la declaración de irresponsabilidad por inmadurez
puede conducir a la adopción de medidas de protección por el juez tutelar
(“Vormundschaftsrichter”) más intensas y severas, de modo que muchos
jueces prefieren declarar la responsabilidad y adoptar medidas más inocuas
(amonestación, obligación de presentar disculpas, etc.) o suspender el pro-
cedimiento por razones de oportunidad (principio de oportunidad)110. Sin
embargo, en los casos de delitos graves, el § 3 de la JGG. vuelve a adquirir
relevancia práctica pues se ofrece como una salida culpabilística, acaso la
única, en contra de penas juveniles que pueden llegar a alcanzar los diez años
de duración. Con todo, la polémica también se plantea en relación con la
posible falta de entidad propia de esta causa de exclusión de la culpabilidad
frente a las demás del Derecho penal general, que también son aplicables en
el Derecho penal de menores111.112

108
El § 3, primera frase, de la JGG. dispone: “Un adolescente es responsable juridi-
copenalmente cuando, al tiempo del hecho, de acuerdo con su desarrollo ético y mental, es
suficientemente maduro para comprender la ilicitud del hecho y actuar conforme a esa
comprensión”.
109
Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), pp. 99 ss.
110
Ibíd., pp. 100-101.
111
Este tema ocupa a todos los comentarios de la JGG. y manuales de Derecho pe-
nal de menores alemán, al tratar de la interpretación del § 3 de la JGG.
112
Sobre el debate en torno al § 3 de la JGG., véase con más detalle: Couso, J.,
Fundamentos, cit. (n. 67), pp. 476 ss.
304 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

En España no se cuenta con una disposición similar al § 3 de la JGG.


alemana. Una disposición parecida, contenida por uno de los proyectos de
ley que sirvió como antecedente de la actual LORRPM. fue eliminada en
proyectos posteriores y en la ley misma113, de modo que en la práctica rige
un sistema de presunción iuris et de iure de imputabilidad (por madurez)
de todos los mayores de catorce años. Contra esta decisión se objeta que
“el legislador español ha optado por presumir la existencia de uno de los
elementos esenciales del delito en unas edades en las que se discute su concu-
rrencia, pudiendo atentar así [...] contra el principio de culpabilidad y contra
la presunción de inocencia”114, siendo necesario, por ello, de lege ferenda,
combinar la existencia de un c r i t e r i o c r o n o l ó g i c o de determinación
de la imputabilidad, presumiendo (prima facie) que por encima de los 14
años generalmente se tiene responsabilidad, con el criterio del d i s c e r n i -
m i e n t o , que permite al tribunal excepcionalmente apreciar la insuficiente
madurez de un adolescente, en particular, al que cabría declarar inimputa-
ble115. Sin embargo, la ausencia de un juicio individualizado de madurez de
responsabilidad en la LORRPM. no impediría, de lege lata, de acuerdo con
lo sostenido por Cruz Márquez, “la valoración de las deficiencias constatadas
en el proceso de madurez del menor en el marco del análisis relativo a la exi-
gibilidad de la conducta conforme a la norma, cuando éstas hayan influido,
disminuyéndola considerablemente, en su capacidad de culpabilidad”116;
otra alternativa de solución, según Lacruz López, si bien sólo parcial, es la
aplicación de la causal de inimputabilidad por anomalía psíquica, si el nivel
de inmadurez del mayor de catorce años es de tal envergadura, que puede
considerarse “anómalo” 117.
También en Costa Rica la legislación presume la imputabilidad de los
adolescentes (desde los 12 años), lo que ha motivado críticas similares a las
que ha merecido la regulación española, y propuestas de establecimiento de
una norma semejante a la del § 3 de la JGG. alemana118.

113
Ibíd., p. 477.
114
Navarro Frías, Irene, El necesario regreso del principio de culpabilidad al Dere-
cho penal de menores, ahora, en Sola Reche, Esteban y otros, Derecho penal y psicología
del menor (Granada, Comares, 2007), p. 126
115
Navarro Frías, I., El necesario regreso, cit. (n. 114), p. 129. En sentido similar,
Couso, J., Fundamentos, cit. (n. 67), p. 480, destacando que, a falta de un juicio indi-
vidualizado de imputabilidad por madurez, la consideración de la especial situación
culpabilística de un adolescente debe tenerse en cuenta en la evaluación de los demás
elementos de la culpabilidad.
116
Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), p. 100.
117
Lacruz López, J. M., Minoría de edad, cit. (n. 77), p. 258.
118
Véase el detenido desarrollo de Chan, G., Adultocentrismo, cit. (n. 106), pp. 182
ss., 195 ss. y 350.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 305

Fuera del campo de una eventual inimputabilidad por inmadurez, pero


todavía en relación con la categoría sistemática de la imputabilidad, Eisen-
berg postula que la privación temporal de razón, que afecta la imputabilidad
del autor, debe apreciarse de forma especial para los adolescentes, tanto
para declarar su efecto eximente como para concederle eficacia meramente
atenuante de responsabilidad119. La jurisprudencia del BGH ha llegado a
una conclusión similar cuando ha rebajado, respecto de los adolescentes, el
umbral relativo a la proporción de alcohol en la sangre que conduce, respec-
tivamente, a declarar la inimputabilidad o la imputabilidad disminuida, de
modo que concentraciones de alcohol que no serían suficientes para declarar,
respectivamente, la inimputabilidad o la imputabilidad disminuida de una
persona mayor de edad, sí lo pueden ser para un adolescente120.
También se plantea en Alemania la necesidad de un juzgamiento dife-
renciado del elemento c o n o c i m i e n t o d e l a a n t i j u r i d i c i d a d ,
en relación con la vencibilidad del error de prohibición, cuyas exigencias
deben situarse, respecto de los adolescentes, más abajo que para los mayores
de edad121. La misma exigencia –anticipada ya por Bustos Ramírez122– se
plantea en España, donde Cruz Márquez advierte que “las peculiaridades
que presenta el menor respecto del adulto […] afecta[n] a todos y cada uno
de los elementos que conforman la culpabilidad”, y por ello también a la
evitabilidad o inevitabilidad del error de prohibición, condicionada por “los
rasgos característicos del comportamiento del menor adolescente -impulsividad,
irreflexión, necesidad de experimentación, etc.-, y su particular relación con
las normas sociales”, sobre todo en caso de elementos del tipo que no sean
significativos para las representaciones de los adolescentes (como los límites
de edad en los delitos sexuales), o en caso de intereses protegidos más o me-
nos ambiguos (como en el exhibicionismo o los escándalos públicos)123. En
Costa Rica destaca el planteamiento de Chan, quien cuestiona el empleo, por
parte de la doctrina tradicional, de una generalización a d u l t o c é n t r i c a
(y eurocéntrica), el hombre profano adulto, como base para decidir resolver
el conocimiento del injusto, y ofrece un detenido desarrollo de los criterios

119
Eisenberg, U. Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 1 número marginal 25.
120
Véanse las sentencias BGH, NStZ-RR 98, 86, y BGH, NStZ-RR 97, 65, citadas
por Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 1 número marginal 25.
121
Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 3 número marginal 32.
122
Bustos Ramírez, Juan, Hacia la desmitificación de la facultad reformadora en
el derecho penal de menores: por un derecho penal del menor, ahora, en Bustos Ramí-
rez, Juan (director), Un Derecho penal del menor (Santiago, ConoSur, 1992), p. 8.
123
Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), p. 111.
306 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

que debería emplearse, respecto de los adolescentes, para resolver si el error


de prohibición era o no vencible124.
En relación con la exigibilidad de una conducta ajustada a derecho, a la
que se suele asociar, consecuencia normativa, la reprochabilidad del compor-
tamiento evitable, la asunción de que los adolescentes, atendidas sus menores
capacidades cognitivas, de juicio y autocontrol de los adolescentes (véase la
sección anterior), están, como categoría, en una situación de exigibilidad
disminuida, parece constituir la base misma para afirmar su culpabilidad
disminuida125, si bien a veces se alude materialmente a lo mismo mediante
la referencia a una capacidad de culpabilidad (imputabilidad) disminuida126
o a una i m p u t a b i l i d a d s u i g e n e r i s 127, y para afirmar los estándares,
ya examinados, de prohibición de un tratamiento punitivo más severo que al
adulto, como mínimo, y de exigencia de un tratamiento punitivo privilegia-
do, como verdadera expresión de un tratamiento materialmente igualitario
[véase,, en esta sección, el apartado b)]. Por ello, más que postular que la
adolescencia, por sí sola, constituye una circunstancia que conduce a juzgar
de manera diferenciada todas las exculpantes fundadas en la inexigibilidad,
la doctrina comparada se interesa en examinar situaciones específicas que,
paradigmáticamente, afectan más grave y negativamente a un adolescente que
a un adulto, en su capacidad de comportarse conforme a las exigencias del
derecho. Entre ellas cabe destacar la influencia o presión de los grupos de pares
(que se examinará en el apartado siguiente), la participación de un familiar o
adulto en el delito en el que el adolescente se ve envuelto, y la existencia de
otras condiciones familiares y sociales especialmente desfavorables128.
d) Juzgamiento diferenciado de la coautoría y la complici-
dad. En el derecho comparado, la intervención delictiva de los adolescentes
en grupos es objeto de especial atención criminológica y político-criminal,
especialmente en relación con el fenómeno de las bandas delictuales129, que
da origen a una reacción más bien opuesta a una consideración sensible
de las diferencias entre adolescentes y mayores de edad, produciendo una

124
Chan, G., Adultocentrismo, cit. (n. 106), pp. 242 ss., 252 ss.
125
Así, en lo fundamental, Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), pp. 113-
114.
126
Ibíd., p. 77.
127
Navarro Frías, I., El necesario regreso, cit. (n. 114), p. 118.
128
Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), p. 77.
129
En relación con España y Alemania, véase: Cano Paño, Miguel Ángel, El futu-
ro del Derecho penal juvenil europeo. Un estudio comparado del Derecho penal juvenil en
Alemania y España (Barcelona, Atelier, 2006), pp. 50 ss., 89 ss.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 307

creciente estigmatización y llamados a un endurecimiento en el tratamiento


de la criminalidad de adolescentes cometida en grupos130.
Sin embargo, los conocimientos aportados por la psicología del desarrollo
y por la criminología (sintetizados en la sección anterior) plantean el proble-
ma de la criminalidad y los grupos de pares desde una perspectiva distinta,
que precisamente llama la atención sobre la necesidad de un juzgamiento
diferenciado. En efecto, si, por un lado, la pertenencia a, y la convivencia
cotidiana con grupos de pares, son una condición normal en el desarrollo de
los adolescentes, y si, por otro lado, la comisión de ciertos hechos delictivos
es relativamente normal durante la adolescencia, entonces puede compren-
derse que con gran frecuencia (mucho mayor a la de las acciones delictivas
realizadas por bandas criminales) los adolescentes se ven directa o indirecta-
mente envueltos en acciones delictivas cometidas por alguno de sus amigos o
compañeros de grupos, sin que la calificación de la conducta de cada uno de
los que no intervino directamente sea sencilla, y sin que sea descartable que
quienes lo hicieron, debido a complejas dinámicas de la relación grupal (aso-
ciadas con el peso desproporcionado que durante esta etapa tiene la opinión
y la presión del grupo) hayan visto seriamente reducidas sus posibilidades de
actuar de otro modo. En efecto, según Zimring, la dificultad para determi-
nar una sanción apropiada o justa para los adolescentes (dada ya su menor
culpabilidad) se ve agravada por el problema generalizado (“pervasive”) del
adolescente con un papel accesorio en el hecho131, pues prácticamente en
todo delito de adolescentes habrá uno o más que se encontraban ahí, junto
al ejecutor, sin necesariamente haber intervenido de forma activa.
En base a esas consideraciones, pero de forma muy aislada, algunos plan-
teamientos doctrinarios y jurisprudenciales, en Alemania, se hacen cargo
de esta problemática, tanto en relación con la tipicidad de la intervención
delictiva, cuanto respecto de la culpabilidad de la misma.
Así, en primer lugar, para afirmar la tipicidad de la intervención punible
de un adolescente, sea a título de complicidad o de coautoría, el BGH parece
realizar un examen más cuidadoso del que es habitual con mayores de edad,
y termina anulando la decisión de un tribunal inferior que había afirmado
coautoría por parte del adolescente imputado, basado en el mero hecho de
que éste tenía conocimiento de que el compañero (también adolescente) con
quien viajaba estaba introduciendo una c a n t i d a d n o i n s i g n i f i c a n -
t e d e d r o g a al país, y exige la verificación de una contribución efectiva,
facilitadora de la conducta del ejecutor132. En esa decisión el BGH parece

130
Ibíd., pp. 126, 122 ss., con especial referencia al tratamiento que los medios de
comunicación social dan a la criminalidad de grupos.
131
Zimring, F., Groups, cit. (n. 28), p. 883.
132
BGH, 2 StR 353/0, sentencia de 1 de septiembre de 2004 (disponible en: http://
308 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

entender que la circunstancia de seguir viajando con su compañero, pese a


que éste portaba e introduciría a Alemania una cantidad importante de droga,
era una conducta normal y esperable por parte del adolescente imputado,
que no implica por sí sola una especial forma de alentar el comportamiento
de su compañero.
En segundo lugar, la dinámica de la actuación en grupo (descrita en la
sección anterior), respecto adolescentes muy dependientes de la aceptación y
susceptibles a la presión de sus pares, es considerada por alguna doctrina, en
Alemania, como un factor que puede excluir o reducir la imputabilidad de
un adolescente que no fue capaz de retirarse ante los demás o de oponerse a
sus exigencias133. También en España se destaca, por ej. en el planteamiento
de Cruz Márquez, el impacto negativo que la dependencia del grupo –y
también de la banda, propiamente tal- puede tener en la capacidad del
adolescente de ajustar su comportamiento a la comprensión del injusto,
sobre todo cuando se trata de adolescentes en “situación de desatención
y desarraigo socio-familiar”, lo que llega a un extremo, cuando “la banda
constituye el único referente social del menor, como sustituto del grupo
familiar”, situaciones que en algunos casos plantean “conflictos de lealtad
desmedidos y de difícil solución”134.
En Estados Unidos de América también se aprecia alguna consideración
diferenciada de la participación criminal por parte de adolescentes que actúan
en grupo. Sintetizando esta tendencia, Feld afirma que: “[s]i bien la ley trata
a todos los partícipes en un delito como igualmente responsables, y permite
castigarlos del mismo modo, la susceptibilidad de los menores de edad a la
influencia de los grupos de pares demanda una evaluación más matizada de
su grado de participación, responsabilidad personal y culpabilidad”.135
Y ofrece, a continuación, alguna evidencia de legislaciones estaduales que
ya reconocen la diversa culpabilidad de los adolescentes resultante “[d]el nivel
de participación del niño en la planificación y ejecución del delito”136.
e) Intervención mínima y desjudicialización. De la afirmación
de la normalidad, el carácter episódico y la remisión espontánea de la mayor
parte de la criminalidad de niños y adolescentes, se desprende, en primer
lugar, el carácter superfluo de cualquier intervención socioeducativa dirigida
desde el sistema penal juvenil frente a este fenómeno (normal y muy extendi-
do) de la criminalidad leve o de mediana gravedad ocasional, de r e m i s i ó n

juris.bundesgerichtshof.de/cgibin/rechtsprechung/document.py?Gericht=BGH&Ar
t=en&nr=30400&pos=0&anz=1 [consultada el 7 de marzo de 2012]).
133
Zieger, M., Verteidigung, cit. (n. 32), pp. 8-10.
134
Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), pp. 99, 96 ss., 116.
135
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), p. 322.
136
Ibíd., p. 322.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 309

e s p o n t á n e a , más aún si se tiene en cuenta el riesgo de que el contacto con


el sistema penal de adolescentes, en lugar de ayudarlo, estigmatice al niño o
joven, dañando su desarrollo, estatus e inserción social. Pero si se tiene en
cuenta, además, la afirmación acerca del riesgo criminógeno de la reacción
penal formal frente a las primeras manifestaciones de criminalidad adoles-
cente, entonces no sólo es innecesaria una intervención formal de la justicia,
sino que además, ésta resulta ser contraindicada: no sólo es superflua, sino
que es, derechamente, contraproducente.137 Este estándar diferenciado de
juzgamiento tiene más bien expresión en el proceso penal, pero en una dog-
mática penal que integra consideraciones de política criminal, puede incidir,
adicionalmente, en la aplicación del Derecho penal sustantivo, reforzando
valoraciones en el ámbito del injusto o la culpabilidad.
f) Excepcionalidad de la privación de libertad: prioridad pri-
ma facie por sanciones ambulatorias, salvo en casos de extrema
gravedad del delito. Del principio de especial protección del desarrollo
y de los derechos del adolescente frente al sistema penal y la privación de
libertad en este trabajo se ha derivado el estándar de la excepcionalidad de
la privación de libertad, y el de la mayor brevedad posible de dicha medida
[ambos recogidos, como se sabe, en el artículo 237, b) CIDN.]. Ambos
estándares, sin embargo, también suelen ser tratados como una derivación
del principio de e s p e c i a l o r i e n t a c i ó n d e l D e r e c h o p e n a l
de adolescentes a la prevención especial positiva,
del que el principio de e s p e c i a l p r o t e c c i ó n d e l d e s a r r o l l o y
los derechos del adolescente frente a la privación de
l i b e r t a d , en la práctica, no es del todo separable (no obstante la diversa
naturaleza de sus fundamentos: utilitaristas, en el caso de aquél; morales –a
partir de la dignidad del individuo-, en el caso de éste).
Ambos estándares de juzgamiento diferenciado se fundan en el conoci-
miento, ampliamente aceptado (véase, más arriba, II), sobre el efecto deso-
cializador y criminógeno de las penas privativas de libertad de adolescentes,
así como sobre la mayor sensibilidad a la pena y vulnerabilidad frente a los
efectos perjudiciales de la cárcel. Si el primer antecedente importa especial-
mente por las negativas consecuencias sociales (y político-criminales) que
se derivan del empleo de un medio de reacción al delito que genera mayor
delincuencia, el segundo antecedente incide en la aplicación del principio
de proporcionalidad, que, al valorar la intensidad de la restricción de dere-
chos impuesta por la pena, necesariamente debe tener en cuenta al sujeto
concretamente afectado por la misma138. La aplicación de este principio a

137
Couso, J., Sistemas, cit. (n. 12), p. 158.
138
Köhler, Michael, Strafrecht. Allgemeiner Teil (Berlín, Springer, 1997), p. 603.
310 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

los niños, teniendo en cuenta el mayor impacto que en ellos tiene la pena,
especialmente la privativa de libertad, también explica los especiales límites
y resguardos impuestos a la procedencia y extensión de la misma. Por ello,
sostiene Feld, la aplicación a los adolescentes de penas iguales que las impues-
tas a los adultos (como lo pretende la política de “adult crime, adult time”),
sería desproporcionadamente más severa para aquéllos139.
El desarrollo del estándar de la excepcionalidad de la privación de libertad
en el derecho comparado interesa especialmente para desentrañar su sentido
preciso, sobre todo a la hora de definir materialmente cuándo estará justifi-
cado, y cuándo no, hacer uso extraordinario de ese ú l t i m o r e c u r s o .
En esta materia, la tendencia a nivel del derecho comparado de los tres
países estudiados consiste que el recurso extraordinario a la privación de
libertad queda reservado únicamente para los casos en que la gravedad
del delito y de la culpabilidad del autor por el mismo justifica recurrir a la
pena privativa de libertad. En cambio, cada vez encuentra menos apoyo la
apelación a la supuesta necesidad educativa o preventivo-especial positiva
de un tratamiento, como justificación suficiente para recurrir a una sanción
de encierro que no parece proporcionada a la gravedad del injusto y de la
culpabilidad. Así, la especial orientación de las sanciones a la resocialización
de los adolescentes es, por ello, un motivo más bien para evitar emplear
ese ú l t i m o r e c u r s o . Por ello, el estándar de la excepcionalidad de la
privación de libertad, a nivel del derecho comparado, como criterio de
juzgamiento diferenciado de los adolescentes, en sede de determinación o
individualización judicial de las sanciones, se puede reconstruir básicamente
como una prioridad prima facie por sanciones ambulatorias, salvo en casos
de extrema gravedad del delito140.
En efecto, incluso en Alemania, cuya legislación teóricamente permite
recurrir a la privación de libertad, no sólo en un caso de “grave culpabilidad”
(lo que supone también un delito muy grave), sino también “cuando a causa
de las tendencias dañinas del adolescente, puestas de relieve en el hecho, no son
suficientes medidas educativas o medios disciplinarios”141 (fundamento de la
“pena educativa”, del § 18 II, primera alternativa, JGG.), el BGH declaró,
como ya se señaló, que ni siquiera en caso de una especial n e c e s i d a d
e d u c a t i v a (por ejemplo por existir un claro pronóstico de reinciden-
cia), sería admisible una pena se supere la medida de la culpabilidad por

139
Feld, B., Bad Kids, cit. (n. 14), p. 314.
140
Sobre ello, en detalle, examinando doctrina y jurisprudencia de Alemania, Espa-
ña y Costa Rica, véase: Couso, J., Límites, cit. (n. 4), pp. 181 ss.
141
Medidas educativas, medios disciplinarios y penas juveniles son las tres posibles
consecuencias jurídicas del injusto penal culpable cometido por un adolescente bajo la
JGG.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 311

el hecho142. Además, en la actualidad, la “pena educativa” es objeto de una


muy enérgica y extendida crítica, y se discute su eventual derogación143, lo
cual dejaría como única hipótesis de privación de libertad lícita, la “pena de
culpabilidad”, que justamente reconoce como fundamento único la grave-
dad del delito cometido (y de la culpabilidad que le cabe al adolescente),
sin perjuicio de que admite como límite (a lo menos como criterio para la
suspensión condicional de su ejecución) el principio educativo, esto es, el
interés preventivo-especial positivo144.
Este entendimiento se va extendiendo incluso en países que han adop-
tado el “principio educativo” como un eje de su legislación penal juvenil,
como ocurre en Costa Rica y España. En ellos, tanto la finalidad educativa
(entendida virtualmente como un sinónimo de la finalidad de prevención
especial positiva), como la protección del desarrollo del adolescente, son
razones para evitar la privación de libertad, no para imponerla, de modo que
sólo la gravedad del delito, asociada a necesidades de prevención general de
los delitos (o a la idea de cierta retribución), puede justificar recurrir al en-
cierro. Representativo de esta concepción es, por ejemplo, el voto redactado
por Llobet Rodríguez en una sentencia del Tribunal de Casación Penal de
Costa Rica, en el que se admite que “no puede desconocerse que la sanción
penal juvenil desempeña una función de prevención general”, aun cuando sea
“primordialmente educativa”; por ello, considerando “los efectos perjudiciales
que presenta la misma para el desarrollo del joven que es sometido (a ella)…
de acuerdo con el principio educativo lo más conveniente para la reinserción
social del joven era modificar la sanción de internamiento por una de libertad
asistida [...] la privación de libertad debe ser utilizada solamente como último
recurso”145. El propio Llobet explica que la prevención general tiene un rol,
a través de la consideración de la gravedad del hecho, en la definición de si
se aplica o no privación de libertad, pues si el único fin a considerar fuera
el educativo, “podría suceder que hechos de gran gravedad recibieran una
sanción ínfima [...]. Ello mismo haría difícilmente justificable que, aún en
hechos sumamente graves pudiera disponerse el internamiento, debido a

142
Burscheidt, U., Das Verbot, cit. (n. 94), p. 88. Véase también: Keiser, Clau-
dia, Jugendliche Täter als strafrechtlich Erwachsene? Das Phenomen der “Adulteration”
im Lichte internationaler Menschenrechte, en ZStW, 120 (2008) 1, pp. 54-55, citando
la decisión BGH NStZ 1990, 389.
143
Propuesta desde hace años por los Congresos de la Asociación de Jueces Juve-
niles y de la Asistencia Judicial Juvenil; véase: Albrecht, Hans-Jörg, Ist das deutsche
Jugendstrafrecht noch zeitgemäb? Gutachten D zum 64. Deutschen Juristentag (Berlín,
Verlag C.H. Beck, 2002), p. 153.
144
Albrecht, Hans-Jörg, Ist [...] noch zeitgemäb?, cit. (n. 143), pp. 153-154, 171.
145
Citado por Tiffer, Carlos, Ley, cit. (n. 81), pp. 393-394.
312 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

los efectos criminógenos del mismo… el internamiento solamente se puede


justificar por la gravedad del hecho y no por una necesidad educativa”146.
Pero justamente frente a esas posibles necesidades preventivo-generales de
una sanción severa, como la privación de libertad, el principio de especial
protección del desarrollo y los derechos del adolescente, aun en ciertos casos
de delitos graves, aparece como una razón, conforme a cierta jurisprudencia
de Costa Rica, para evitar el empleo de aquel último recurso, considerando
que en la individualización de la sanción interesa “no solamente de protección
a la sociedad, afrentada por la conducta delictiva desplegada por el menor y que
merece sanción; sino también en protección del mismo encartado, en aras de
procurar su recuperación social y humana; sin que pueda obviarse la influencia
negativa que un establecimiento penitenciario ejercerá sobre los menores interna-
dos, máxime en un período tan prolongado como el que solicita la representación
del Ministerio Público, y referido a personas que por encontrarse en un proceso
de desarrollo y formación, resultan con una mayor vulnerabilidad a este tipo
de influencias”147.
En España, por su parte, Cruz Márquez resume la interrelación entre
criterios preventivo-generales y preventivo-especiales en la determinación
de la medida, indicando, por una parte, que “a la luz de una interpretación
coherente del principio educativo, es preciso observar las circunstancias y ca-
racterísticas del menor en todos los supuestos [...] armonizando los diferentes
criterios, preventivo-generales y preventivo-especiales, que intervienen en la
determinación de la medida juvenil”148, criterios preventivo-especiales que
juegan, no a favor, sino en contra de la intervención penal, dado que “debe
entenderse el principio resocializador como evitación de las consecuencias
nocivas desencadenadas por la intervención penal”, de manera que “abun-
dando en esta interpretación en clave negativa del principio educativo ... la
consecución del interés superior del menor al determinar la medida habrá
de orientarse a reducir al mínimo las consecuencias negativas”149.150

146
Llobet, Javier, Principios de la fijación de la sanción penal juvenil, ahora, en
Llobet, J., Tiffer C. - Dünkel, F., Derecho penal juvenil, (San José de Costa Rica,
DAAD, 2002), p. 447.
147
Voto Nº 591-F-97, Tribunal Superior de Casación Penal, Segundo Circuito Ju-
dicial de San José, en Revista de Derechos del Niño, Número Uno (2002), pp. 328-329.
148
Cruz Márquez, B., Educación, cit. (n. 105), pp. 142-143.
149
Ibíd., pp. 134-135..
150
Con todo, debe advertirse que esta concepción negativa del principio educativo,
no siempre es seguida por las decisiones de los tribunales españoles. Así, por ejemplo,
puede mencionarse la sentencia 16/03, de fecha 18 de febrero de 2003, de la Audiencia
Provincial de Guadalajara, que confirma la imposición a un menor de la medida de
internamiento en centro terapéutico por seis meses por un delito de robo y una falta de
hurto en grado de tentativa “pues, como apuntó el Equipo Técnico referenciado, atendida
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 313

Además, una característica de la regulación legal de ambos países, que no


está presente en la JGG. alemana, da cuenta de que la necesidad de una pena
privativa de libertad, en concepto del legislador de Costa Rica y del de España,
viene indicada fundamentalmente por razones preventivo-generales, y no por
razones preventivo-especiales. Esa característica, ya indicada más arriba, es
el hecho de que la privación de libertad en régimen cerrado se reserva, por el
legislador, fundamentalmente para casos considerados, en cada legislación,
como delitos graves151. Así, en estos países la privación de libertad es una
sanción que exige legalmente un mínimo de necesidad preventivo-general,
y cuyas reglas judiciales de aplicación, en cualquier caso, también exigen
ponderar tales criterios preventivo-generales -que pueden hacer aconseja-
ble una pena privativa de libertad- con los criterios preventivo-especiales a
–que aconsejan más bien evitar los perjuicios de esa pena para el desarrollo
e inserción social del adolescente-. Así, la “pena educativa”, esto es, una
privación de libertad indicada para alcanzar fines de prevención especial
positiva, no ha sido reconocida por las legislaciones penales de adolescentes
más recientes, diversas de la alemana, que nuestra LRPA. ha tenido en cuenta

la evolución de Jon y evidenciado que se encuentra inmerso en un ambiente delincuencial,


siendo su situación actual de grave riesgo social, se consideró adecuado adoptar una medida
de internamiento, desaconsejándose la libertad vigilada, al evidenciarse la necesidad de
someter al menor referido a una intervención psicológica y educativa intensa y estrecha, lo
que obviamente no podría lograrse a través de la medida que se interesa”; una argumenta-
ción perfectamente congruente con la lógica de las legislaciones tutelares de menores,
que fundaban la intervención punitiva-reformadora en las necesidades del menor más
que en su responsabilidad por el delito cometido.
151
En la LJPJ. de Costa Rica, la sanción de “internamiento en centro especializado”
sólo puede imponerse -excluido el caso de quebrantamiento de otra sanción-: “Cuan-
do se trate de delitos dolosos sancionados en el Código Penal o leyes especiales, para mayores
de edad con pena de prisión superior a seis años” [artículo 131, a)]. Por su parte, la LO-
RRPM. de España, reserva la medida de internamiento en régimen cerrado para los
casos de delitos tipificados como “delito grave” por el Código penal o leyes penales es-
peciales, o en los que se ha empleado violencia o intimidación en las personas, así como
para los delitos cometidos en grupo o actuando el menor al servicio de una banda (artí-
culo 9, 2). Si bien el último caso parece atender a criterios preventivo-especiales basados
en la peligrosidad del sujeto, más que en la necesidad preventivo-general dependiente
de la gravedad del hecho -como en el caso de la “pena educativa” alemana-, no es claro
que el recurso a la privación de libertad se base aquí en un fundamento de prevención
especial positiva (conveniencia de esa sanción para la inserción social del adolescente),
sino que más parece tratarse de uno de aseguramiento de la sociedad a través de “sacar
de circulación” por un tiempo al adolescente (prevención especial negativa); ello sin
perjuicio de que no puede descartarse que también la participación en bandas (no así
en un simple grupo) puede elevar la necesidad social (preventivo-general positiva) de
una pena percibida como efectiva.
314 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

como modelo, para las cuales el recurso a la privación de libertad es función


casi exclusivamente de la gravedad del delito cometido.
g) Mayor brevedad posible de la privación de libertad. Los
mismos fundamentos empíricos del estándar de e x c e p c i o n a l i d a d d e
l a p r i v a c i ó n d e l i b e r t a d sirven para justificar la exigencia de l a
m a y o r b r e v e d a d p o s i b l e de esa medida, cuando finalmente se ha
recurrido a ella. Más arriba se hizo alusión a tales fundamentos y a su consa-
gración en la CIDN. El estándar se expresa, en materia penal sustantiva, en
dos campos152. En primer lugar, en el de la individualización judicial de las
sanciones, que justamente deben quedar fijadas en la menor extensión posible.
En el derecho comparado, con todo, este estándar se confunde, en la práctica,
con el que exige dar a los adolescentes un tratamiento punitivo privilegiado,
en comparación con los adultos (estándar derivado del principio de c u l -
p a b i l i d a d d i s m i n u i d a de los adolescentes). Sin embargo, sostener
que el estándar de la m a y o r b r e v e d a d p o s i b l e deriva del principio
de e s p e c i a l p r o t e c c i ó n d e l o s a d o l e s c e n t e s f r e n t e a l o s
e f e c t o s n e g a t i v o s d e l a p r i v a c i ó n d e l i b e r t a d justifica
darle un efecto autónomo, distinto del que proviene de la simple aplicación
del principio de c u l p a b i l i d a d d i s m i n u i d a , de modo que, aun en el
caso de una pena de encierro cuya extensión ha sido calculada en una cuan-
tía inferior a la que correspondería a un adulto, habida cuenta de la menor
culpabilidad del adolescente, todavía es exigible que el tribunal considerar la
posibilidad de reducir aún más su extensión, si ello es necesario para proteger
al adolescente de graves perjuicios en su desarrollo y derechos.
El segundo campo de aplicación de este estándar, en materia penal sus-
tantiva, es el de la ejecución de las sanciones privativas de libertad, donde
se traduce en la exigencia de promover un acceso progresivo y acompañado
del adolescente encarcelado a espacios y situaciones de vida en libertad,
examinando, lo antes posible, la alternativa de poner término anticipado a la
sanción privativa de libertad que ya se está ejecutando. Este estándar incluso
es recogido por instrumentos internacionales de derechos del niño153. Así, por
ejemplo, la Regla 28 de las “Reglas de Beijing”154, establece que: “[l]a autori-
dad pertinente recurrirá en la mayor medida posible a la libertad condicional y

152
No se tiene en cuenta aquí, en cambio, la aplicación de este estándar en un ter-
cer campo, a saber, el de la extensión temporal de la prisión preventiva (o internación
provisoria, para usar el lenguaje de la LRPA.), que ha sido objeto de análisis en otro
trabajo, destinado al derecho procesal penal; véase: Duce - Couso, El Derecho, cit.
(n. 3), pp. 23 ss.
153
Véase: Estrada, F. J., La sustitución, cit. (n. 4), pp. 547 ss.; Couso, J., Sistemas,
cit. (n. 12). pp. 162-163.
154
“Reglas de Beijing”, cit. (n. 13).
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 315

la concederá tan pronto como sea posible”, añadiendo el comentario oficial de


dicha regla, que: “[c]uando las circunstancias lo permitan, se deberá optar por
conceder la libertad condicional en lugar de dejar que el menor cumpla toda la
pena [...] incluso a delincuentes que se consideraron peligrosos en el momento
de su confinamiento en un establecimiento penitenciario”. También el derecho
de Alemania, España y Costa Rica han desarrollado este estándar155.
Así por ej., en Alemania, el § 88 JGG. permite la suspensión del resto de la
pena a prueba, si se ha cumplido con un tiempo (seis meses) y una fracción (un
tercio) de la pena impuesta por la condena, una exigencia proporcionalmente
inferior a la que rige para la suspensión del resto de la pena a prueba aplicable
a los mayores de edad (dos tercios, calculados sobre penas que además ya son
más extensas que las de adolescentes), lo que da cuenta de que los “intereses
propios del principio retributivo que excepcionalmente podrían ser defen-
dibles deben ponderarse con las exigencias educativas que siempre deben
tenerse en cuenta de forma prioritaria”156, o de que “la fase de desarrollo de
la adolescencia está sujeta a un especial principio de protección, de modo
que precisamente exige un tratamiento desigual a favor del adolescente”157.
Cumplidos estos límites mínimos de tiempo de ejecución, la suspensión del
resto de la pena a prueba se aplica, de acuerdo con el § 88 de la JGG., cuando
esta medida “puede ser justificada en atención al desarrollo del adolescente,
teniendo en cuenta también los intereses de seguridad de la colectividad”. Con
todo, en la práctica se aprecia cierta tendencia de los tribunales a exigir 2/3
de cumplimiento (supuestamente por razones retributivas), tratando en la
práctica a los adolescentes como a los adultos (si se atiende al peso relativo
que se da a los intereses retributivos y a los preventivo-especial positivos),
lo que precisamente ha sido criticado por la doctrina que destaca cómo la
menor culpabilidad del adolescente, o la necesidad de extremar los resguardos
preventivo-especiales en su favor, justifican que la suspensión del resto de la
pena de la JGG. se conceda, en principio, cumplido sólo 1/3 de la pena158. Esta
prioridad de la prevención especial positiva a la hora de conceder una puesta
en libertad anticipada, ha sido enfatizada por el Tribunal Constitucional
Federal de Alemania (Bundesverfassungsgericht, en adelante, BVerfG), al
establecer que, entre el fin de integrar socialmente al adolescente y el fin de
proteger a la sociedad de futuros delitos, no hay una situación de igualdad
sino de jerarquía y subordinación, y que la protección de la sociedad de la

155
Véase, con mayor detalle: Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), pp. 273 ss., 303 ss.
156
Eisenberg, U., Jugendgerichtsgesetz, cit. (n. 72), § 88 número marginal 9b.
157
Albrecht, P.-A., Jugendstrafrecht, cit. (n. 40), p. 269.
158
Véase , con mayor detalle: Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), pp. 303-306.
316 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

comisión de futuros delitos sólo puede ser alcanzada legítimamente a través


de la integración social del adolescente159.
En España, el artículo 13 de la LORRPM. entrega al Juez competente para
la ejecución la facultad de dejar sin efecto, reducir la duración o sustituir la
medida impuesta, cuando ello “redunde en el interés del menor”, criterio que
bien podría leerse en términos de conveniencia preventivo-especial positiva,
lo que es un fundamento de toda la ley. Esta facultad, con todo, está sujeta a
ciertas limitaciones, fundadas en consideraciones retributivas o de necesidad
preventivo-general, en el caso de delitos graves cometidos por menores que
tuviesen dieciséis o diecisiete años: si la medida es de internamiento y “el
hecho reviste extrema gravedad”, debe a lo menos haber cumplido un año;
y si la medida de internamiento se impuso por uno de los supuestos que el
legislador considera más graves, es necesario que el menor haya cumplido al
menos la mitad de la medida de internamiento impuesto160.
En Costa Rica, el artículo 136 de la LJPJ. permite al juez de ejecución
modificar las sanciones o “sustituirlas por otras menos gravosas, cuando no
cumplan con los objetivos para los que fueron impuestas o por ser contrarias
al proceso de reinserción social del menor de edad”. Las condiciones para el
ejercicio de esta facultad se regulan en el artículo 136 letra e), de la Ley de Eje-
cución Penal Juvenil, conforme al cual “[e]l Juez de Ejecución estará obligado
a revisar las sanciones al menos una vez cada seis meses, y puede modificarlas o
sustituirlas por otras menos gravosas ante la eventualidad de que no cumplan
con sus objetivos o resulten contrarias al proceso de reinserción y resocializa-
ción de la persona menor de edad sentenciada”. A su vez, el artículo 31 de la
misma ley establece la facultad judicial de “decretar la libertad condicional
como reconocimiento para la persona joven condenada a una pena privativa
de libertad por más de un año, que [...] haya demostrado que se encuentra apto

159
En su sentencia de fecha 31 de mayo de 2006.Véasela, con detalles: Couso,
J., Sustitución, cit. (n. 4), pp. 284 ss. Con todo, en alguna medida puede dudarse de la
consistencia de la doctrina del BVerfG en esta materia, después de su decisión de 10 de
marzo de 2010, en la que declaró conforme a la Constitución la ley que introdujo en
la JGG. la “custodia de seguridad posterior a la ejecución” (“nachträgliche Sicherungs-
verwahrung”), que permite, una vez cumplida una pena juvenil de más de 7 años de du-
ración, impuesta por graves delitos en contra de la vida, la integridad corporal o la au-
todeterminación sexual, o por robos agravados, confinar al autor en un establecimiento
de custodia de seguridad por tiempo indeterminado, cuando se den circunstancias de
hecho que fundamenten una alta peligrosidad del condenado para la colectividad, de la
que se desprenda a su vez una elevada probabilidad de que reitere delitos de esa natura-
leza; véase, al respecto, Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), p. 275 y n. 10
160
Ornosa Fernández, María del Rosario, Derecho penal de menores. Comenta-
rios a la Ley Orgánica 5/2000 […] (4ª edición, Barcelona, Bosch, 2007), pp. 251-252.
La especialidad del Derecho penal de adolescentes 317

para seguir una vida respetuosa de la ley”161. En el caso de esta legislación, a


diferencia del caso alemán y español, no se establece como exigencia (salvo
por lo que podría desprenderse de la referencia a la frecuencia de la revisión,
cada seis meses) el previo cumplimiento de un tiempo o fracción de pena
mínimos, para asegurar un cierto efecto preventivo-general (o retributivo).
Tampoco se cuenta con referencias doctrinarias sobre la necesidad de tener
en cuenta tales mínimos a nivel de las decisiones judiciales. Pero a nivel de
la doctrina se admite que en la fase de ejecución –como en la fase de fijación
de sanciones– hay una “relación conflictiva de intereses”, que adquiere “una
relevancia también de primer orden”162). Estos intereses en conflicto son
precisamente la prevención especial positiva (que es el interés fundamental,
como se desprende de la primacía del principio educativo), por un lado, y
–con “carácter secundario”– “otros criterios preventivos”163, especialmente la
prevención general164, por el otro lado.165
h) Proscripción de las justificaciones meramente incapaci-
tadoras en la individualización judicial de las sanciones. Del
principio de e s p e c i a l o r i e n t a c i ó n d e l D e r e c h o p e n a l d e
a d o l e s c e n t e s a l a p r e v e n c i ó n e s p e c i a l p o s i t i v a se deriva el
estándar que proscribe fundamentar las sanciones de adolescentes en la pura
finalidad incapacitadora, sea en el momento de su individualización judicial,
sea en el de la revisión de su ejecución, para efectos de su sustitución o término
anticipado. En efecto, si se tiene en cuenta la afirmación empírica acerca del
carácter criminógeno de la ejecución de las penas privativas de libertad (véase
II), la proscripción de la pena puramente incapacitadora se desprende, ya
en primer lugar, por consideraciones utilitaristas de tipo preventivo. Pero
también alguna consideración normativa, d e p r i n c i p i o , juega en contra
de perseguir la prevención delictiva, respecto de adolescentes, mediante el
simple expediente de encerrarlos, sacándolos de circulación, para que no
delincan (fuera de la cárcel).
También se hizo mención, más arriba, a la doctrina del BVerfG alemán,
conforme a la cual, la protección de la sociedad de la comisión de futuros

161
Véase: Estrada, F. J., La sustitución, pp. 550 ss..
162
Tiffer, Carlos - Llobet, Javier - Dünkel, Frieder, Conclusiones, ahora, en
Los mismos, Derecho penal juvenil (San José, Cista Rica, DAAD, 2002), p. 629.
163
Ibíd., p. 639.
164
Véanse las referencias a la prevención general en la doctrina de Costa Rica, en
Couso, J., Límites, cit. (n. 4), p 184.
165
Véase, sin embargo, la interpretación del Ministerio Público de Costa Rica sobre
los criterios que en Costa Rica deben presidir las decisiones de modificación o sustitu-
ción de sanciones, distinta de la aquí expuesta, en Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), p.
307 y n. 31
318 Revista de Derecho XXXVIII (1er Semestre de 2012) Jaime Couso

delitos sólo puede ser alcanzada legítimamente a través de la integración social


del adolescente, por lo que aquella finalidad no puede servir de pretexto para
mantener al adolescente encerrado, sin acceso a las oportunidades ofrecidas
por la ley para ser liberado de forma anticipada, sino que justamente debe
procurar alcanzarse mediante los dispositivos legales que promueven la
inserción social del mismo (prevención especial positiva).166 A nivel de la
doctrina, en Alemania, Strobel ha argumentado convincentemente que la
“pena educativa” alemana, si bien atiende a la peligrosidad del sujeto, lo hace
para procurar su e d u c a c i ó n y no su i n o c u i z a c i ó n , de modo que el
fin de aseguramiento de la sociedad, a través de la inocuización del infractor
peligroso, va contra el p r i n c i p i o e d u c a t i v o (o la idea de i n s e r c i ó n
s o c i a l ), y es fácticamente autofrustrante, atendidos los relativamente breves
períodos de privación de libertad que pueden lograrse en el Derecho penal
juvenil (es decir, se paga un potencial efecto desocializador y criminógeno
permanente a cambio de un período f u e r a d e c i r c u l a c i ó n demasiado
breve)167.
La prioridad por la prevención especial positiva, y la distancia respecto de
fundamentaciones incapacitadoras también se aprecia a nivel de los instru-
mentos internacionales: más arriba se citó el comentario oficial de la Regla
28.1 de las “Reglas de Beijing”, conforme al cual “siempre que sea posible podrá
concederse la libertad condicional, incluso a delincuentes que se consideraron
peligrosos en el momento de su confinamiento”168. Por lo demás, como advierte
la doctrina alemana, el conocimiento disponible sobre el adolescente (y sobre
su supuesta peligrosidad) durante la ejecución penitenciaria, tiene escasa
fuerza predictora para el período posterior a la ejecución169.
En Costa Rica, Tiffer también destaca, a propósito de la facultad judicial
de modificar o sustituir sanciones privativas de libertad, que su ejercicio o no
ejercicio debe ser función de las necesidades de inserción social del adoles-
cente (y no, por tanto, de algún objetivo de mera incapacitación), de modo
que una sanción inconducente para ese fin debe ser modificada170.

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166
Véase la n. 159; y Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), pp. 284 ss.
167
Strobel, S., Verhängung, cit. (n. 100), pp. 82-89, 132-134, 157-158.
168
Reglas de Beijing, cit. (n. 13).
169
Véanse las referencias en: Couso, J., Sustitución, cit. (n. 4), p. 328.
170
Tiffer, C., Ley, cit. (n. 81), p. 437.
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