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Rondas Campesina

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RONDAS CAMPESINA

DEFINICIÓN:
En la Constitución Política del Estado reconoce a las rondas campesinas como un órgano de
apoyo en el desempeño jurisdiccional de las Comunidades Campesinas y alcanzará a constituir
con el proyecto de Reforma Constitucional un actor importante con el tema de la Justicia en el
área rural. Las rondas se han caracterizado desde su nacimiento como al grupo de campesinos
organizados que asumen la autodefensa de sus tierras, patrimonio y la seguridad de las
personas, habiendo cumplido funciones de vital importancia en la lucha contra el terrorismo e
incluso contra el narcotráfico, existiendo en sus filas miles de mártires.

Debemos tener en cuenta que, ante el abandono del Estado, sobre todo en la atención de
necesidades de protección y seguridad, hace 25 años en la estancia de Cuyumalca del distrito y
provincia de Chota, Cajamarca, se forjó de forma espontánea las rondas nocturnas, que
constituirían el cimiento de las Rondas Campesinas que son reconocidas por la Ley 24571
como organizaciones.

Las Rondas Campesinas para su reconocimiento deben cumplir con requisitos administrativos
de inscripción y otros, sin embargo, la Ley 24571, reconoce a las Rondas Campesinas, pacificas,
democráticas y autónomas, como organizaciones destinadas al servicio de la comunidad y que
contribuyen al desarrollo y a la paz social, reconociendo que uno de sus objetivos es la defensa
de sus ganados y demás bienes, cooperando con las autoridades en la eliminación de cualquier
delito.

LAS SANCIONES EN LAS RONDAS CAMPESINAS

En la aplicación de sanciones tampoco existen reglas explícitas, pues aquéllas son


decididas tomando en cuenta la situación de cada uno de los inculpados:
posibilidades pecuniarias, edad, composición de su familia, antecedentes,
colaboración con la Ronda y efectividad de la pena. El objetivo consiste en restaurar
el equilibro comunitario, ponerle fin a un conflicto, reinsertar en el grupo social a la
persona considerada culpable. Por eso las sanciones son adaptadas al individuo.
Eso significa que el rondero padre de familia que cumple con sus trabajos
comunitarios y de la Ronda no será juzgado de la misma forma ni tendrá la misma
pena que una persona solitaria y procedente de una familia desconocida, o por
hechos de brujería. Se toman en cuenta las obligaciones que tienen con su familia,
así como la necesidad de imponer cierta coerción para "corregirlo" y "para que
aprenda".

En el campo cajamarquino los castigos corporales corresponden al instrumento


coercitivo formal accesible a los ronderos; los mayores procedimientos de sanción
aplicados por las Rondas campesinas son la punición pública, el castigo físico y los
trabajos en beneficio de la comunidad, pues no existen cárceles y tampoco se
aplican multas onerosas porque podrían crear dificultades a toda una familia y crear
nuevos desequilibrios.

¿Cómo reconocer a las Rondas campesinas?

Los debates frente a la posibilidad de reconocer a las Rondas campesinas han sido
largos y difíciles (Laos, Paredes y Rodríguez, 2003), y entre esas dificultades
destaca la posibilidad de reconocer a las Rondas campesinas como organizaciones
indígenas. Por ejemplo, el Convenio 169 de la OIT se aplica a: "[...] los pueblos en
países independientes, considerados indígenas por el hecho de descender de
poblaciones que habitaban el país o en una región geográfica a la que pertenece el
país en la época de la conquista o de la colonización o del establecimiento de las
actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica,
conservan todas sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y
políticas, o parte de ellas". Y precisa que: "la consciencia de su identidad indígena
(o tribal) deberá considerarse un criterio fundamental para determinar los grupos a
los que se aplican las disposiciones del presente convenio.

CONCLUSIÓN

La experiencia de las Rondas campesinas cuestiona aspectos importantes del


pluralismo jurídico. Nacidas de la necesidad de mantener el orden en el campo,
logran un nivel de eficacia sin comparación con la justicia estatal; sin embargo, sus
procedimientos -vinculados a lógicas campesinas y comunitarias sin normatividad
explícita y preestablecida, en los que se utiliza el cuerpo como instrumento de
presión-plantean varias interrogantes.

De un lado, su originalidad como experiencia nueva por parte de un grupo mestizo


invita a una reflexión amplia sobre el tema del "indigenismo", y de las formas de
política y justicia campesina y comunitaria fuera de las comunidades campesinas
reconocidas. Por otra parte, las dificultades en el reconocimiento del poder
coercitivo de la organización -mediante los castigos corporales- subrayan las
contradicciones que existen para reconocer las Rondas campesinas en el sistema
legal peruano. Nos encontramos entonces frente a un verdadero desafío jurídico
que parece no tener una solución definitiva. Quedan entonces las estrategias y
ardides, siempre provisionales, pero de una gran efectividad. El verdadero diálogo
se juega entonces en los márgenes y los límites de los sistemas, lo que podemos
llamar la zona "borrosa". Frente a este cuestionamiento, nos parece imprescindible
mantener el desarrollo de un enfoque interdisciplinario entre antropólogos y
juristas, con el fin de entender todos los retos que deben enfrentar las
comunidades indígenas en materia de pluralismo jurídico y multiculturalismo en
América Latina.

El primer avance normativo en el reconocimiento de las Rondas campesinas se


produjo en 1986, con la ley núm. 24571. Lamentablemente, en 1988 las Rondas
campesinas fueron puestas bajo el control del Ministerio del Interior y durante los
años de violencia política perdieron su autonomía legal. A escala internacional, en
1989 el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoció
a las poblaciones indígenas y tribales los derechos de autogestión y de
administración de justicia.

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