Apunte de Opinión Pública
Apunte de Opinión Pública
Apunte de Opinión Pública
Opinión Pública
Profesor:
Alex Góngora Torres
Panamá, 2011
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
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Contenido
Bibliografía……………………………………………………………………………..44
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
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• Desde una perspectiva de la ciencia política, Giovanni Sartori (1987) sostiene que la
opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto político. Para el investigador
italiano la opinión pública es “un público, o multiplicidad de públicos, cuyos difusos
estados mentales (de opinión) se interrelacionan con corrientes de información
referentes al estado de la res pública”5.
Para otros, parte de la confusión conceptual dominante tiene que ver con el hecho que
hay una variedad de especialidades que han intentado estudiarlo. Para el derecho y
ciencia política la opinión pública es una abstracción que permite verificar el sistema
político democrático; en cambio para algunos enfoques de la sociología se trata de un
instrumento del control social; y, para otros especialistas, la opinión pública no es más
que una categoría formal bajo la que se clasifica los resultados de los sondeos de
opinión pública.
Estas y otras disciplinas académicas, sin reconocerse y más bien ignorándose entre ellas,
han moldeado sus propias concepciones y métodos de acercamiento. Por ejemplo, la
opinión pública no es –como muchos políticos y juristas pretenden de buena fe– una
institución democrática de la sociedad. Ello porque la opinión pública no sólo tiene una
entidad política, no siempre es plural, no sólo se encuentra en sociedades democráticas,
por sólo señalar algunas características que se le quiere atribuir 6.
Estamos hablando pues de un objeto de estudio que desde ya debe ser abordado de
manera interdisciplinaria. Así lo proponía el profesor alemán Jürgen Habermas décadas
atrás en su famoso trabajo Historia y Crítica de la Opinión Pública 7.
1.1Antecedentes históricos
Platón nos deja ante la dificultad, aparentemente insoluble, de mediar entre los diversos
puntos de vista. Pero nunca claudica en su empeño de descubrir lo que en sí mismo es
verdadero. Cuando habla de la estratificación de las almas, o bien de las clases sociales,
concede una indudable primacía al alma racional y a la clase de los guardianes, siempre
guiado por la persuasión de que gracias al esfuerzo intelectual es posible abrirse paso a
través del confuso bosque de las apariencias y llegar a contemplar la estructura de la
comunidad en su verdadera esencia. No puede dudarse del elitarismo platónico, pues
nunca estarán en el mismo plano los que no han salido de la caverna y el que ha visto el
mundo de la luz, el que está cautivo en los fenómenos sensibles y el amante de la
sabiduría que ha llegado a descubrir la unidad esencial que subyace bajo la
multiplicidad del mundo sensible y de las opiniones humanas.
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Posiblemente Platón diría hoy que en la televisión se cumplen perfectamente los rasgos
de su caverna. Los que están encadenados a las imágenes no cejan en el esfuerzo de
persuadirnos de que no hay otra realidad que la de las proyecciones televisivas. ¿Qué
son en sí ciertas personas, más allá de la presentación partidista que de ellas ha hecho la
prensa? ¿Hay una prensa objetiva, pegada a lo que las cosas son en sí mismas? Pero,
abundando en la duda, ¿soy yo algo en mí mismo? ¿No existo proyectando imágenes de
mí mismo?
Desde Platón hasta el siglo XIX casi todos los sistemas de pensamiento han afirmado la
existencia de la verdad, o de la naturaleza en sí, como un parámetro en el que se miden
las formas más o menos acertadas o desfiguradas de la subjetividad humana. De acuerdo
con la terminología escolástica, la «opinión» era un estado subjetivo anterior a la
certeza. La opinión deja alguna posibilidad de dudar. Los escolásticos distinguían entre
la opinión de un solo autor, la opinión que entre los diversos puntos de vista existentes
se impone como la «más común», y la «opinión común»: la defendida de manera
universal. La opinión es típica en asuntos que pueden verse de diversas maneras.
Emerge de las preferencias personales. Por ejemplo: ¿Qué opinas que es mejor, un
modelo de economía competitiva o un modelo proteccionista?
La certeza es un estado mental que descarta toda duda y, por tanto, no tiene argumentos
sólidos en contra. Por ejemplo, es cierto que ha llegado el tren o que ha salido el sol.
Cuando se quiere resaltar que la certeza está fundada en la naturaleza objetiva de la
cosa, hablamos de «evidencia». Así, yo puedo estar cierto de que hace sol porque me lo
ha dicho alguien, y es evidente que hace sol cuando yo abro la ventana y lo veo. La
evidencia nos conduce a la verdad, que consiste precisamente en ver cómo nuestro
conocimiento es revelador de la cosa misma.
De ahí la tendencia a argumentar por «el sentir universal de todos los pueblos». Plotino,
heredero de Platón, se esfuerza por mostrar que el Uno originario se divide en
cognoscente y conocido, y que desde esa base se llega a la división entre naturaleza y
espíritu. El proceso de conocimiento es un regreso a la unidad originaria, que así
representa el foco de confluencia del opinar humano. En la escolástica, el fundamento
último de la naturaleza y de las esencias era la realidad de Dios. Si alguien considerara
que todo eso era una mera invención humana, no podría negar por lo menos que allí se
desarrolló un esfuerzo intelectual por encontrar alguna base para la comunidad y para la
unidad de opinión que la sustenta. A fin de que no se diluyera todo en el mero opinar
subjetivo, había que forjar algo que mereciera considerarse como estrato común.
Con independencia de las disputas sobre si hay o no una esencia común a todos, no
pueden pasarnos desapercibidos ciertos hechos manifiestos, aunque éstos se silencien en
épocas nominalistas o en épocas postmodernas. Los nominalistas impugnaban las
razones que permiten afirmar una naturaleza común.
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Debido al giro antropológico del renacimiento, lo que en Grecia y en la edad media era
naturaleza objetiva, en la época moderna pasa a ser subjetividad.
Lo que antes era simple naturaleza o esencia, ahora se convierte en naturaleza o esencia
de la subjetividad. La fórmula típica de la nueva época fue la acuñada por Kant: la
subjetividad trascendental. Antes se hablaba de esencia, ahora, después del giro
copernicano que aporta el autor mencionado, se habla de un a priori universal.
Trascendental, a priori y universal en el fondo coinciden.
Kant insiste en que nuestro acceso a la naturaleza no viene dado por ésta misma, contra
lo que pretende la actitud dogmática, sino por el armazón intuitivo y conceptual que va
inherente a la peculiar constitución de la subjetividad humana. Una cosa es lo que pueda
ser la naturaleza en sí, o la cosa en sí, y otra la mirada que dirigimos a ella. ¿Qué sucede
por el hecho de mirar? Este hecho implica el nacimiento de una estructura compleja. Lo
mismo que hay una articulación de la retina por la que los miembros de la especie
humana ven los colores y las figuras en forma equivalente e incluso idéntica, de igual
manera en un estrato más profundo hay intuiciones y formas intelectuales de ordenación
que marcan la manera humana de mirar a los objetos de la naturaleza en general.
Lo que este filósofo formula con tanto esmero intelectual se abre paso en forma más o
menos difusa desde el renacimiento. El antropocentrismo inicial acaba convirtiéndose
en subjetividad trascendental. Pero el impulso renacentista y el de Kant llevan
inherentes la ambigüedad de si la unidad de la razón humana se debe al sustrato de una
naturaleza humana que ya existe, o bien a la exigencia de que llegue a constituirse una
unificación de la humanidad en tres ámbitos diferenciados. Lo típico de Kant es esto
último.
¿Qué verdad o contenido universal del hombre puede haber en un mundo de neveras,
automóviles, aviones, ordenadores, armamentos, etc.? ¿Puede decidirse por
razonamiento qué ha de ser el hombre y cómo debe ser el mundo?
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¿En qué sentido puede llamarse «propietario» el que invierte 100.000 pesetas en
acciones de telefónica o en multipropiedad inmobiliaria? Otros temas de discusión y
opinión fueron el divorcio, el aborto, la libertad de religión, el confesionalismo del
Estado, la tolerancia.
Pero la Edad Media cambiará los términos de las referencias antes planteados por el de
la fe y que no serán abandonados sino con el Renacimiento. Será Nicolás Maquiavelo,
en El Príncipe, quien desarrollará las ideas básicas de la comunicación política entre
gobernantes y gobernados. Más tarde, Hobbes señalará que la conciencia se convierte en
opinión, nivelando los actos del crear, del juzgar y del imaginar, en tanto Locke, habla
de la Ley de la opinión, de gran importancia como la Ley divina y la Ley estatal. Ella no
es otra cosa que la idea que de uno tienen los demás. De los fisiócratas, Mercier de la
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Pero quien utilizará por primera vez el término opinión pública será J.J. Rousseau,
quien desde 1750 se preocupará sistemáticamente del poder que reviste 9. En medio de
esta preocupación, la revolución francesa será el movimiento histórico que permitirá
que se traslade el monopolio de la opinión pública por parte del pequeño círculo de los
ilustrados, a manos del pueblo. Pero será el liberalismo el que articule de manera más
precisa una teoría de la opinión pública. Desde el comienzo de la escuela clásica con
Adam Smith, David Ricardo y otros defenderán el régimen de opinión frente al
despotismo. Cada uno de sus representantes aportarán elementos favorables para el
desarrollo de las libertades individuales, entre ellas las de opinión. Frente a este
planteamiento se eleva la concepción marxista. Para Marx y Engels, no existe una
opinión pública general que nace en la sociedad civil, sino una opinión que pertenece a
la clase dominante. Por ello, para el marxismo la ‘falsa conciencia’ se condensaría en la
opinión pública oficial10.
En el siglo XX, quienes se interesarán por la opinión pública serán los que comparten
las tesis de la sociología del conocimiento (Max Scheler, Karl Mannheim, Robert K.
Merton, P. Berger y T. Luckmann, entre otros), para quienes el individuo aislado en
pocas oportunidades crea, de manera individual, opiniones. Pero, otras relaciones
sociales, distintas a las de clase (religión, grupo étnico, nacionalidad, grupo político,
etc.), pueden ser determinantes en la construcción de las opiniones de los individuos11.
Una tercera perspectiva es la que encabeza Niklas Luhmann. Para este también profesor
alemán, la opinión pública es la estructura temática de la comunicación pública, en la
medida que es esta estructura común de sentido la que permite una acción intersubjetiva
en un sistema social. Esta posición, que está a mitad de camino entre las dos anteriores,
considera que si bien la opinión pública es un aspecto particular de la interacción social,
tiene presente las funciones políticas del fenómeno y traduce el consenso de un
reconocimiento de unos temas de interés general. Es, en otras palabras, la tematización
común que permite el diálogo político-social.
Para Luhmann las sociedades contemporáneas son cada vez más complejas, como
consecuencia de la mayor especialización y diversificación funcional. Este proceso
creciente podría hacer estallar el propio sistema, en la medida que los individuos
perciben cada vez menos dicha complejidad –menos aún la globalización–, tendiendo
por lo tanto a regirse por criterios muy particulares y minifundistas. Ante esta situación
el sistema demanda un mecanismo reductor que canalice las fuerzas centrífugas
sicosociales, produciéndose de esta manera las observadas simplificaciones
globalizantes. Es este papel funcional el que le consigna Luhmann a la opinión pública.
A ésta el autor alemán la identifica como un espejo, en la medida en que no es más que
el reflejo de los pocos observadores. Es decir, “el medio y las formas de la opinión
pública no son nada más que la mirada auto-referencial que los protagonistas de la
opinión pública se dirigen a sí mismos y a sus actuaciones. Dicho ‘espejo social’
también podríamos compararlo con un ‘cañón de luz’ o un ‘haz de luz’ que focaliza y
concentra la atención en un escenario”12. La mirada se concentra en un solo punto, así
no sea éste relevante, permitiendo que todos compartan un tema en común.
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Para Luhmann la opinión pública cumple también una función política, pero distinta a la
otorgada por Jürgen Hebermas. Se convierte en la base de la democracia, pero no por
una valoración ética, sino por razones pragmáticas, en la medida que permite una
interconexión entre las personas que por lo menos tienen ciertos temas básicos que
compartir, que en caso contrario, la estructura social carecería de sentido. En la
percepción luhmanniana los medios y el Parlamento cumplen el papel de ser
simplificadores de la complejidad.
El término público tiene también a varios sentidos. Ya se señaló, líneas arriba, que la
ambigüedad del término opinión pública, según algunos autores, deviene de estos varios
sentidos del público. Existe una acepción legal que se centra en la idea de “apertura”, en
el sentido de ámbito abierto a todos (plaza pública, lugar público, juicio público, etc.),
en contraste al de la esfera privada. Un segundo sentido, desarrollado por el derecho y el
poder público, es el otorgado por la relación con el Estado. Es decir, en el sentido de los
asuntos relacionados con el bienestar general. Por último un tercer sentido, sociológico,
coloca el énfasis en que el individuo no desarrolla su vida hacia adentro, en su
intimidad, sino hacia afuera dirigida no sólo a otras personas sino también a la sociedad
como un todo.
Los públicos están compuestos –dicen Gerth y Mills– por gente que no está en relación
cara a cara, pero que, sin embargo, manifiestan intereses similares, o está expuesta a
estímulos semejantes, aunque más o menos distantes”. Público es, entonces, aquella
pluralidad de personas que constituyen el soporte de la opinión pública. A diferencia de
otras pluralidades, como masa, muchedumbre o multitud, este término incorpora
implícitamente, valoraciones positivas14. Por lo tanto, sólo el público es portador de
opinión pública. Es por ello que, “cuando el público deja de ser crítico –sentencia
R.E.Park–, se disuelve o se transforma en multitud”15. Una característica, por lo tanto,
del público es el desacuerdo, la diferencia en los intereses similares. La investigación de
la opinión pública permite desprender que existe un contínuo que va de masa a público,
en las siguientes formulaciones colectivas:
b) El público que vota. Es una de las más comunes operacionalizaciones del público,
siendo el resultado de las elecciones –para quienes la defienden– la mayor
visibilidad de la opinión pública en un sistema de democracia representativa. Pero,
este colectivo indiferenciado representa, en EEUU por ejemplo, sólo a la mitad de la
población apta para votar. Pero, muchas evidencias señalan que muchos electores,
particularmente en sistemas de voto obligatorio, realizan el acto de votar sin
información e interés en la campaña que los convoca.
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d) El público activo. Es un grupo más pequeño, que sale del público atento. Su
compromiso con los asuntos públicos es intenso, incluyendo aspectos formales de
participación política, como informales pero de manera muy activa (debates y
discusiones públicas). Normalmente a este grupo se le denomina élite, e incluye
gente tan variada como líderes políticos, funcionarios gubernamentales, creadores
de opinión, entre otros. Todos ellos participan y compiten en una suerte de mercado
de opinión en donde buscarán conseguir seguidores y conversos.
Si bien este último grupo tiene una influencia mayor que el resto (algunos dirán
desproporcionada), merecen la atención de los medios y son los actores de la
comunicación política, no se debe dejar de lado a los espectadores de la misma, en la
medida en que en la interacción de ambos grupos se encuentra la formación y el
impacto de la opinión pública.
A estas alturas vale la pena hacer una distinción de estas dos asociaciones que se prestan
comúnmente a confusión. La opinión pública es un juicio más o menos generalizado
entre la población respecto a los asuntos que son de conocimiento colectivo. Se estima
que la opinión pública expresa un grado de legitimidad acerca del gobierno, sus actos,
así como de las demás instituciones. Su fuerza radica en las acciones de permanencia y
cambios en las actitudes del gobierno y –algunos argumentan incluso– en el grado de
control sobre ellos. “La opinión pública del público” u opiniones del público, es un
proceso cuantitativo de adición de opiniones. Es una opinión pública que se suma; la
“opinión pública del público” es la de una gran mayoría, susceptible de ser medida por
encuestas.
La opinión pública, por el contrario, es una noción cualitativa, es una opinión pública
autorizada, es una opinión pública que se publica. Incluso para algunos autores la
opinión pública es la de una minoría que tiene medios específicos y directos para
hacerse oír por el público, a través de los voceros de opinión pública. La opinión
pública es una dimensión del poder político. En esta medida los medios (de
comunicación) pueden desempeñar un papel reforzador de la legitimidad o cuestionador
de la misma.
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Para aclarar este punto es quizá necesario distinguir, entre opinión pública y opinió n
privada. Mientras que la primera incide en los temas de interés público, la segunda hace
referencia a las opiniones de los particulares. De esta manera, así un particular tenga una
relevancia política o social (ej. un columnista de prensa) y publique sus opiniones, éstas
no pasan a ser la opinión pública. Lo que sí puede representar es una corriente de
opinión, aunque no toda opinión publicada es representativa de una corriente de
opinión. A la inversa, no todas las corrientes de opinión de una sociedad se tienen que
ver necesariamente reflejadas en opiniones publicadas en los medios de comunicación.
Por lo tanto, el agregado de las coincidencias de las opiniones privadas no son
equivalentes a la preocupación colectiva. Pero, en general los temas sobre los que se
crean corrientes de opinión relativamente firmes, presentan una doble condición de
repercusión personal y colectiva (medidas de protección y seguridad, control de la
natalidad, p.ej.), en la que un individuo opina como ciudadano, como padre de familia,
miembro de una organización política o religiosa. De tal manera que en algunas
oportunidades una persona tiene opiniones duales, cuando lo hace en consonancia con
un grupo y cuando lo hace a partir de defender sus intereses particulares.
· La naturaleza del público. Hay muchos públicos volcados hacia diferentes focos de
interés. Cada tema genera su propio público, aunque en muchos casos algunos
individuos se sitúen en diversos públicos.
Estos componentes son básicos para entender los complejos pasos que conforman la
estructuración y cambios en la opinión pública.
Más allá del debate sobre el concepto de opinión pública, se encuentra el hecho que su
desarrollo está ligado íntimamente a un sistema político preciso, y este no puede ser otro
que uno basado en un régimen de derecho. No existe opinión pública en Estados
autocráticos, ello debido a que el debate público es inexistente. Sólo existe la voz
oficial, que es rutinariamente favorable al gobierno. Se manifiesta la opinión pública de
la opresión, no de la expresión. En estos casos se pueden desarrollar opiniones privadas
que suelen extenderse en condiciones de represión, hasta un momento en que puedan
expresarse e irrumpir libremente, en forma de cambio de régimen por medio de un
proceso transicional o revolucionario, como ocurrió en Chile de Pinochet, en 1989, y en
Europa del este, el mismo año.
El concepto de opinión pública ha sido empleado en forma muy vaga y con distintos
sentidos. A menudo no es más que un estereotipo agitado por oradores y escritores
cuando discuten sobre problemas políticos y económicos. Por nuestra parte, lo
delimitaremos en forma más estrecha y haremos ver que, no obstante sus muchos usos,
representa una importante zona de estudio en la psicología social. En este capítulo nos
ocuparemos de la naturaleza de la opinión pública, sus funciones socioculturales, sus
rasgos psicológicos y ciertos intentos hechos para registrarla y medirle.
Una for ma de conc iencia más profunda que las opinio nes son las
act it udes, y una definic ió n de ést a podr ía ser la siguient e: “La act it ud es
una disposició n psico lógica adquir ida y organizada a t ravés de la propia
exper iencia que incit a al individuo a reaccio nar de una manera
caract er íst ica frent e a det er minadas per sonas, objet os y sit uacio nes. Son
más est ables y surgen de la co nver sacio nes y pensamient os. Una act it ud
puede mo st rar la resist encia al cambio sie mpre q or ient e a la acció n.
Los valores son pr edisposicio nes t odavía más fuert es y que se suele n
hacer más só lidos a lo largo del t iempo. Son aquello s enseñados o
aprendidos.
Las act it udes y los valores se t ransfor man en opinio nes a t ravés de
lo s esquemas ment ales: for mas que t engo de percibir o enfr ent ar lo s
problemas sociales.
E jemplo:
E jemplo:
Los invest igadores han dest acado que exist e un sinfín de asunt os
públicos so bre los que lo s ciudadanos no t ienen “verdaderas act it udes”
NS/NC reflejados en las encuest as.
Teoría del dist anciamient o social: Los gr upos con mayor nivel d e
esco lar izació n y est at us econó mico t ienen más recur sos cognit ivo s
para mant ener sus opinio nes y act it udes.
Teoría del abis mo po lít ico : Los grupos con menor nivel d e
esco lar izació n y est at us econó mico acceden por ejemplo a u n
ma yor consu mo de la t elevis ió n y de est a for ma eran má s
influenciables en sus opinio n es y act it udes.
Dado que las act it udes no son innat a s, sino que son adquir idas durant e e l
proceso de aprendizaje del individuo pueden ser modificadas o
cambiadas.
Co mponent es: cognit ivos (conocimient o), afect ivos (emocio nales) y
conat ivos, (co mport amient o). Un cambio regist rado en uno de est os
co mponent es afect an a la glo balizació n de la est ruct ura de la act it ud
(relació n con el ejemplo del 11 -M un impact o emocio nal vot o
polít ico).
Sus act it udes hacia est os est ímulo s causan respuest as int er nas ant e e l
mensaje: la at enció n, la co mprensió n, la acept ació n y la r et enc ió n de l
mis mo.
La pro moció n es t odo acto o campaña dest inadas a pro yect ar una image n
favorable ya sea de per sonas, inst it uciones, organis mo s, ser vicio s o
productos a través de lo s medio s masivo s. Su objet ivo se or ient a,
mediant e la persuasió n, a t ransfor mar el subconscient e de las per sona s
en objet o de int erés público. ¿Qué busca? E l cambio de act it ud de l
público.
La propaganda busca obt ener a dept os hacia ideas o creencias (religio sas,
polít icas, cult urales, eco nó micas…)
E l uso de est ereot ipos sociales y cult urales, que suelen ser negat ivos,
dificult a la for mació n de opinio nes independient es, cr it icas, razonadas.
E jemplos:
Lo público y la publicidad
¿Qué es lo público ?
Espacio Públi co: referent e, for mado por conjunt os t emát icos capaces de
capt ar la at enció n de la població n, marcados fundament alment e por:
Dist inguir emo s clima de opinió n, corr ient es de opinió n y est ado s
de opinió n:
Cli ma de opinión
Estados de opinión
Indican más o menos lo mismo que las corrient es, pero tomando
las opinio nes en un mo ment o dada y en for ma est át ica. Son fot ografía s
del mapa act it udinal que proporcio nan lo s datos empír icos.
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Caracterí sticas
El sustantivo público significa gente y a partir de este primer uso, llegó a significar el
cuerpo general o totalidad de los miembros de una comunidad, nación o sociedad. Ha
sido empleado también con un sentido más limitado para significar una masa transitoria
de individuos que no se encuentran próximos unos de otros, con un interés común o
general. A diferencia de la muchedumbre, cuyos miembros se hallan juntos, el público,
si bien constituye un grupo psicológico en sentido estricto, es amorfo y su polarización
adquiere un carácter diferente. El público no se mantiene unido por medio de contactos
cara-a-cara y hombro-a-hombro; se trata da un número de personas dispersas en el
espacio, que reacciona ante un estímulo común, proporcionado por medios de
comunicación indirectos y mecánicos. A decir verdad, el público como grupo efímero y
disperso en el espacio, es la criatura engendrada por nuestros notables medios
mecánicos de comunicación.
Está relacionada con esta definición más estrecha del público la opinión de algunos
autores según la cual el término debería emplearse sólo como sustantivo colectivo, para
denotar o clasificar un cuerpo de adultos o ciudadanos interesados en problemas políti-
cos. Esta opinión se deriva del hecho de que los públicos políticos y la opinión pública
han sido los principales temas de los autores que se ocuparon de la política moderna.
Sin embargo, limitar el concepto a este campo solamente, es ignorar que existen grandes
áreas de intereses de la comunidad que no son problemas políticos. En vista de este
hecho, nuestra posición es que hay públicos antes que un público interesado en las
cuestiones del gobierno. Puede haber, en diferentes momentos y con grados variables de
interés, un público político, un público financiero y un público interesado por el arte, la
reforma moral, o cualquier otro tópico de interés general relativamente extendido. Los
medios de formación de la opinión pública no incluyen sólo la política, sino también
otros muchos aspectos de la vida contemporánea. En realidad los públicos, si bien son
muy extensos y transitorios, constituyen importantes grupos secundarios dentro de las
sociedades modernas.
Los públicos son efectivos, de cualquier manera, y sobre todo gracias a las instituciones
y grupos relacionados con ellos, que permiten un contacto directo y que poseen
organizaciones más o menos formales, códigos y propósitos. La prensa y la radio
pueden difundir, condensar e interpretar las ideas, sentimientos y valores de los públicos
dispersos, pero un público se vuelve realmente efectivo s través de un partido político,
une iglesia, un cabildeo, una liga reformista, una asociación de empleados, un sindicato
o algún otro grupo institucionalizado.
Tiene importancia para nosotros, pues, en primer lugar, el público entendido como una
asociación de vínculos ligeros entre personas interesadas, en el sentido de que poseen
opiniones acerca de algún problema general. Puede tratarse de un grupo organizado en
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torno de un interés especial; puede ser una asociación vaga, no contigua y tenue de
ciudadanos, interesados por algún problema político; puede consistir en los lectores de
un diario, excitados por un crimen o un relato; o bien puede estar compuesto por todas
aquellas personas atraídas temporariamente por algún acontecimiento pasajero.
Una opinión es una creencia bastante fuerte o más intensa que una mera noción o
impresión, pero menos fuerte que un conocimiento positivo basado sobre pruebas
completas o adecuadas. Las opiniones son en realidad creencias acerca de temas
controvertidos o relacionados con la interpretación valorativa o el significado moral de
ciertos hechos. Una opinión no es, sin duda, algo tan cierto como una convicción, que se
relaciona más estrechamente con el sentimiento.
El empleo de la opinión pública como un aspecto del gobierno democrático tiene una
historia que se remonta a los griegos. Los supuestos principales, ahora como entonces,
son: 1) la comunidad y los controles políticos descansan en un cuerpo compuesto por
los ciudadanos adultos y responsables de la comunidad; 2) estos adultos tienen el
derecho y el deber de discutir los problemas públicos con la vista puesta en el bienestar
de la comunidad; 3) de esta discusión puede resultar cierto grado de acuerdo; 4) el
consenso será la base de la acción pública. Durante el surgimiento de la democracia
representativa en los tiempos modernos, tales supuestos fueron ligados a un cierto nú-
mero de otros valores e instituciones, tales como el proceso mediante jurado, el derecho
de libre reunión y petición, el nombramiento y elección de los funcionarios, y otras
varias prácticas incluidas en la ley norteamericana de los derechos. Se supone que las
opiniones de la mayoría ejercen el control, pero las minorías reciben protección.
Además -algo que se olvida a veces- las minorías deben tolerar las decisiones de la
mayoría durante el tiempo en que estén en vigencia. Si las minorías desean alterar la ley
y la práctica, deben seguir los caminos morales y legales para hacerlo. Esto es muy
importante. Una minoría no puede tomar las armas contra la mayoría porque no le gusta
una decisión de ésta. Éste es el camino de la revolución, no el del gobierno ordenado
representativo.
los ciudadanos; que al ejercer este poder, los ciudadanos tienen también una
responsabilidad; que la delegación del poder en los líderes o las autoridades implica el
derecho de removerlos de su cargo, y que los líderes, al igual que otros ciudadanos, no
sólo gozan de derechos, sino que también recaen sobre ellos ciertas responsabilidades.
En otras palabras, el poder de la democracia está sostenido por una moralidad de la
comunidad; cuando ésta se pierde o se limita a una pequeña élite, la democracia se
reduce o incluso se destruye. Esto no implica una democracia muerta o sin líderes, sino
más bien una sociedad con un sistema de clases flexible, donde los méritos cuentan
sobre todo en la determinación del status, y donde el dominio es controlado para bien de
la ciudadanía en general, y no para beneficio de grupos especiales.
Podemos describir de la siguiente manera las cuatro etapas básicas del proceso de
formación de la opinión, junto con una quinta etapa de acción manifiesta:
1) Algún tema o problema comienza por ser definido por ciertos individuos o grupos
interesados, como un problema que exige solución. El problema puede haberse
desarrollado como resultado de fuerzas inesperadas o imprevistas, tales como una
catástrofe física, o bien derivar de alguna actividad voluntaria, como por ejemplo una
feria en la comunidad, un programa educacional o alguna prolongación de las funciones
de la comunidad. En cualquier caso, la esencia de esta primera etapa es un intento de
definir la cuestión en términos tales que permitan la discusión por parte de individuos y
grupos.
2) Vienen entonces las consideraciones preliminares y exploratorias. ¿Cuál es la
importancia del problema? ¿Es éste el momento de encararlo? ¿Es posible darle
solución? Estos aspectos pueden ser explorados en charlas, debates abiertos, crónicas y
editoriales en la prensa, debates o comentarios radiales, y por otros medios de
comunicación. También durante este período, individuos o grupos pueden emprender
investigaciones con el fin de descubrir los hechos relacionados con la cuestión y las
posibles soluciones. En nuestros días puede tener enorme importancia, en esta etapa, la
intervención del experto. Cuando se han formulado los informes de las investigaciones,
pueden servir de base para nuevas consideraciones. En algunos casos, una minoría
interesada en el problema, un grupo comercial u obrero o una asociación reformista,
toma una parte activa no sólo en lograr una definición más precisa del asunto, sino
también en estimular el interés general por la cuestión.
3) De esta etapa preliminar pasamos a otra en la cual se adelantan soluciones o planes
posibles. Apoyos y protestas están a la orden del día, y se produce a menudo una
acentuación de las emociones. Puede aparecer, en considerables proporciones, la
conducta de masas, y frecuentemente los aspectos racionales del problema se pierden en
un diluvio de estereotipos, slogans e incitaciones emocionales. Esta etapa es importante
porque en ella la cuestión se bosqueja con caracteres muy marcados y al tomar
decisiones los hombres están controlados no sólo por valores racionales, sino también
por valores emocionales. En otras palabras, en la formación de la opinión, en las socie-
dades democráticas, intervienen a la vez consideraciones racionales e irracionales.
4) De las conversaciones, discursos, debates y escritos, los individuos alcanzan cierto
grado de consenso. En los Estados Unidos, el consenso se registra mediante votaciones
no oficiales o encuestas de opinión, mediante memoriales y peticiones al poder legis-
lativo o ejecutivo, y -básicamente lo más importante- mediante el voto legal en pro o en
contra de candidatos o proyectos de leyes, en los referéndum. El consenso no significa
un completo acuerdo entre todos. Las democracias operan principalmente a través del
voto mayoritario; por tanto, después de las elecciones y demás formas legales de
manifestación o registro de las opiniones o deseos de 1os ciudadanos, las medidas y
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Este bosquejo simple de las etapas de formación de la opinión está sujeto a muchas
modificaciones. En realidad, las modificaciones que la sociedad de masas ha
introducido en este cuadro por demás esquemático son tales, que necesitamos recorrer
los cambios históricos que constituyen la base del uso actual de la opinión pública como
factor en el gobierno. Nos ocuparemos de los públicos políticos porque en una de-
mocracia los problemas políticos son centrales. Sin embargo, muchos de nuestros
comentarios acerca de la formación de la opinión pueden aplicarse igualmente bien a la
consideración, por parte del público, de problemas económicos, educacionales,
religiosos, morales, estéticos, etcétera.
infracciones al código moral y a los intereses políticos comunes relacionados con los
impuestos, caminos, educación e instituciones públicas. Si iban a elevarse los
impuestos, los ciudadanos sopesaban las mejoras públicas deseadas y las cargas
financieras adicionales que tendrían que soportar y cambiaban opiniones entre sí. Si se
producía alguna crisis, tal como el incendio de un establo del vecindario, o la formación
de una ciénaga peligrosa en la carretera principal del condado, o la superpoblación del
edificio de la escuela, los habitantes no tenían mucha dificultad en descubrir los hechos
fundamentales. Sobre la base de estos hechos, mediante la conversación y el
pensamiento asociativo personal, se podía formar fácilmente un consenso acerca de la
situación. A partir de este consenso podía determinarse con rapidez un cierto curso de
acción. Si la maestra de la escuela no vivía de acuerdo con las tradiciones del pueblo se
exponía al ridículo y a la censura, controles que por lo general bastaban para hacerla
volver a la conformidad con las normas establecidas. En algunos casos, la comunidad
entera podía movilizarse para controlar las acciones de un miembro recalcitrante. En
general, la vida en los pueblos era conservadora, y los temas de 1a opinión pública,
decididamente estrechos. Mientras 1as aldeas norteamericanas se sentían a sí mismas
partes del Estado y la Nación, su información acerca de la política dependía de los
semanarios y de campañas políticas ocasionales. En tiempos de crisis en la agricultura,
era probable que surgieran muchas discusiones; con todo, la opinión pública política es-
taba en su mayor parte concentrada en los detalles de la vida pueblerina.
No obstante las diferencias dogmáticas, la mayor parte de las iglesias apoyaban ciertos
códigos morales básicos, de tal manera que rara vez se discutía sobre la conducta
sexual, la observancia dominical, el baile, el juego de cartas, el cabalgar, el juego por
dinero y el esquema general de la honestidad y 1a buena conducta. Como los códigos
eran ampliamente aceptados en las costumbres y tradiciones, era poca la discusión pú-
blica promovida por estos temas.
Dentro de nuestra democracia representativa, sin embargo, había una cierta jerarquía de
clases, y los líderes en las cuestiones públicas eran reclutados de ordinario entre los
hombres dueños de propiedades y que tenían educación. En el Sur, naturalmente, la
estructura de clases era mucho más rígida que en cualquier otra zona. No sólo en las
regiones antiguas, sino también en el Oeste, que se hallaba en proceso de expansión, el
predominio en las cuestiones políticas -como en la mayor parte de las otras cuestiones
correspondía a la élite. Pero las enormes oportunidades de incrementar la riqueza y el
poder político llevaron un reclutamiento constante de los líderes capaces de la clase alta,
en la clase baja. Este sistema de clases abiertas se convirtió, en realidad, en una
característica básica de la democracia norteamericana.
Si bien había ya en la primera época de los Estados Unidos algunos pueblos grandes y
unas pocas ciudades y ciertas diferencias regionales, bajo la Guerra Civil las formas
culturales continuaron siendo las típicas de los grupos primarios, y persistieron los
puntos de vista angloamericanos y puritanos en la política, la religión y la economía. La
Revolución Industrial, con la creciente urbanización que resultó de ella, destruyó
gradualmente esta organización de grupos primarios y la sustituyó por el predominio lo
grupos secundarios y por lo que hemos llamado sociedad de masas. Lo que dijimos
sobre las características de la sociedad de masas, se aplica en detalle a la opinión
pública y su función en el control social dentro del mundo moderno. Las maquinarias, la
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
31
elevada división del trabajo, los transportes y comunicaciones rápidos, las empresas
corporativas y el veloz crecimiento de la población, alteraron cada vez más la naturaleza
no sólo de nuestra economía sino también de la cultura en su conjunto. La inmigración
y la tecnología mecánica transformaron la vieja homogeneidad de la población y la
cultura en una gran heterogeneidad y confusión. Las costumbres y tradiciones de los
grupos primarios y las formas legales adaptadas a la economía y la vida anterior se
desintegraron.
prácticas democráticas. Los grupos revolucionarios y sus líderes han dado francamente
la espalda a la democracia representativa, como algo decadente y fuera de moda. En los
casos en que se han apoderado del poder, estas fuerzas han instaurado el Estado
administrador y han abolido en gran medida las funciones legislativas características del
pasado. Controlan las opiniones y los valores, al controlar la prensa, el cine, la radio y la
entera maquinaria educacional. Las prácticas democráticas de la libre expresión, libre
asamblea, libre elección de los funcionarios y amplia discusión pública de los
problemas, han desaparecido. Estas prácticas y los símbolos que las representan se han
vuelto algo sospechosos e incluso tabú. En Italia, Alemania y la Unión Soviética, el
sistema representativo tal como nosotros lo conocemos perdió su atractivo. Aparecieron
nuevas formas de poder, asentadas sobre otras bases y con nuevas justificaciones o
moralidades. En esos países existía el consenso público, pero éste era elaborado para las
masas por la élite. Allí, el proceso de formación de la opinión era por cierto distinto del
de las democracias. La psicología de la formación de la opinión pública resulta afectada
por la cultura en la cual tiene lugar el proceso.
Un punto de vista opuesto sostiene que el hombre es sobre todo irracional y emotivo, y
que la opinión pública se forma principalmente en el proceso por el cual 1os políticos
astutos y maquiavélicos engañan a las masas. Esta interpretación descansa sobre la tesis
de que la racionalidad está limitada a unos pocos selectos, y lo que en las masa parece
pensamiento inteligente es o bien el resultado de la obediencia que prestan al líder, o
bien una hábil racionalización que las masas elaboran para engañarse a sí mismas.
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
33
Nuestro propio punto de vista acerca del problema cae entre ambos extremos. Tal como
por nuestra parte hemos sostenido invariablemente, el hombre está motivado sobre todo
por su propio interés; las raíces de este interés descansan en las necesidades biológicas y
el condicionamiento sociocultural temprano. Esto no significa negar que los motivos
racionales y el pensamiento objetivo intervengan en la determinación tanto de los
medios como de los fines. Si bien la opinión brota y se desenvuelve a partir de
cuestiones determinadas en su mayor parte por necesidades profundas que envuelven
emociones y sentimientos, la divergencia de puntos de vista, esencial en la formación de
la opinión y el logro del consenso, depende de consideraciones tanto lógicas como
ilógicas. Y aunque hoy en día es difícil obtener datos y conocimientos verificables, y el
hombre corriente depende del testimonio de los expertos más que en los días de la vida
de las pequeñas poblaciones rurales y 1as comunidades aldeanas, el proceso de
formación de la opinión no consiste sólo en una lucha entre grupos de estereotipos,
mitos y leyendas. Las opiniones basadas en los hechos y la lógica se incorporan al
sistema más amplio de valores constituido por los deseos, creencias y significaciones de
naturaleza emocional.
Sin duda alguna, cuando expresamos nuestras opiniones sobre cosas de las que no
tenemos un conocimiento personal inmediato, obtenemos de la prensa, la radio y el
cine, los materiales sobre los que basamos nuestros comentarios. Con todo, estos
medios de comunicación no crean por sí mismos, como algunos han afirmado, la
opinión pública. Ellos pueden hacer brotar nuestros prejuicios y revivir viejos mitos y
leyendas, pero a su vez reflejan las creencias que resultan de la interacción directa de los
individuos; pueden influir en la orientación que adopta la opinión pública, pero ellos
también son afectados por las actitudes y creencias comunes.
En suma, la opinión pública surge cuando los grupos se enfrentan con ciertos
problemas, cuando viejos modos de conducta se quiebran. Los viejos modos de
conducta no pueden ser modificados con meras consideraciones racionales, porque se
hallan profundamente enraizados en nosotros y representan valores de naturaleza
emocional. Es preciso que se desarrollen actitudes y valores emocionales nuevos. Vale
decir: la opinión pública es el resultado de factores tanto racionales como irracionales.
valores, largo tiempo apreciados, no le bastan ya para aumentar su vida cotidiana. Como
sabemos, las reacciones pueden ser, en un principio, sólo un vago sentimiento de
incertidumbre e inseguridad. Con el tiempo, esta situación puede dar lugar a fantasías o
consideraciones más lógicas, a medida que el individuo trata de definir la situación en
términos verbales o planear una solución. En esta discusión interior consigo mismo
intervienen, naturalmente, los residuos -verbales o meramente emocionales del
entrenamiento previo-, actitudes, convicciones, ideas y definiciones.
Con todo, estas consideraciones privadas no constituyen la opinión pública. Esta última
comienza cuando hablamos con los demás y encontramos que tienen problemas
semejantes y soluciones posibles semejantes. Es posible que dicha interacción verbal,
por supuesto, incluya sólo a los miembros de una familia o a un grupo reducido de
amigos. Los problemas se vuelven públicos solamente cuando conciernen a una
comunidad en su conjunto o al menos a un grupo secundario importante. Los problemas
que dan lugar a la discusión pública pueden desarrollarse en torno del empleo, los
salarios, la protección de la persona y la propiedad, el estado de salud de la comunidad,
la educación popular, la libre empresa, la libertad de cultos religiosos y los derechos
políticos básicos para la democracia. Es de la discusión de este tipo de problemas que
surge la opinión pública, en contraste con los puntos de vista privados.
Una vez que un buen número de personas toma conciencia de que la cuestión tiene o
puede tener un interés público general, comienza a operar la facilitación social,
especialmente a través de la sugestión y la imitación. Así como decimos que el
comportamiento de una muchedumbre requiere un "estímulo de muchedumbre" o un
"impulso de muchedumbre", de igual manera podemos decir que el proceso de
formación de la opinión requiere un estímulo o impulso público o grupal. La facilitación
surge, naturalmente, de la interacción -de la interacción directa tanto como de la
indirecta, la cual es posible gracias a los modernos medios de comunicación. La
estimulación de valores profundamente enraizados, mediante los símbolos del
patriotismo, la propiedad, 1a religión y la familia y el prestigio de los líderes, tiene un
efecto de sugestión muy vasto (véase más abajo). La imitación se manifiesta claramente
en el deseo de conformidad social. Lo que F. H. Allport ha llamado la "ilusión de
universalidad" -la creencia en que todo el mundo cree o hace algo- aumenta la
intensidad del pensamiento y la acción del individuo. La identificación y la veneración
desempeñan un papel importante. Los individuos pueden ser impulsados en esta o
aquella dirección, según la naturaleza y fuerza de las sugestiones y las tendencias
imitativas. Si el problema en cuestión posee una gran carga emocional, como ocurre en
los períodos de desempleo prolongado y depresión en loe negocios, o en un período de
conflicto racial o durante una guerra, el proceso de formación de la opinión pública
puede adquirir loe rasgos de respuestas emocionales semejantes a las que se manifiestan
en la acción de una muchedumbre.
Una vez que los estímulos públicos comienzan a operar, los estereotipos, slogans, mitos
y leyendas desempeñan un papel cada vez mayor. Como individuos, podemos usar
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
35
Hemos hablado ya de los principales rasgos que caracterizan la interacción entre los
líderes y las masas. Conviene recordar que: 1) los líderes pueden ser los primeros en
plantear o definir una cuestión; 2) tienen especial importancia porque verbalizan y
cristalizan los sentimientos vagos -pero no por ello menos intensos- de las masas; 3)
pueden manipular -y a menudo lo hacen- los anhelos de las masas en favor de sus
propios fines; en nuestra sociedad, esto constituye una de las más graves amenazas a la
democracia.
Resulta claro que las cuestiones controvertidas en la discusión pública tienden a ser
definidas, desde un principio, en términos vagos y generales, tal como lo han señalado
los críticos de la democracia. Con mucha frecuencia también el proceso entero que lleva
del problema original al consenso se caracteriza por su vaguedad. El experto podría
proporcionar a las masas un conocimiento suficiente de los hechos con el fin de
estimular una consideración más racional del asunto, pero esto no siempre es posible. A
menudo, el agitador que simplifica y personaliza el problema y que ofrece una solución
rápida y atrayente, logra un mayor apoyo por parte del juicio público que el que obtiene
el experto más sereno y prudente.
las instituciones de presión sobre las masas, no podrá en poco tiempo rehacer todos los
valores y actitudes de las masas, a menos que exista ya una fuerte predisposición
orientada en ese sentido. En realidad, como lo vimos al hablar de la revolución, debe
tener lugar un cambio en el sistema de valores básico, una declinación de la vieja
mitología y el surgimiento de otra nueva. Cuando las costumbres y leyes gozan de
general aceptación, operan en forma completa, no existe opinión pública acerca de las
cuestiones que son abarcadas por estos sistemas de pensamiento y sentimiento. Sólo
cuando las costumbres y la ley son puestas en cuestión, comienza a funcionar la opinión
pública como proceso. En este sentido, sería difícil para cualquier élite revolucionaria
"cambiar la mentalidad de la gente".
Por otro lado, resulta difícil informar al público, debido al peso tremendo que los
valores irracionales tienen en nuestra vida. Walter Lippmann percibió este problema en
su clásica obra Public Opinion (1922), e hizo un enérgico llamado al experto, como
indispensable para el funcionamiento de una opinión pública sana. Con todo, unos
pocos años más tarde, en su libro Phantom Public (1925), se había vuelto escéptico en
cuanto a sus puntos de vista anteriores, y se mostraba más inclinado a creer que el
público es, en el mejor de los casos, un espectador amorfo que contempla la lucha entre
los grupos de intereses especiales, los cuales no sólo determinan los problemas, sino que
también controlan casi a voluntad el proceso de formación de la opinión.
En las t eorías sobr e los efect os de los medios, se cit an los medio s de
co municació n de masas, t ambién deno min ados Mass Media. ¿Por qué se
relacio nan est os dos t ér mino s, medio s de co municació n y masas? Porque
a pr inc ipio s de los años 20 se acuña el concept o de sociedad de masas, a
aquella que t iende a la ho mogeneidad y que es una ama lgama de
individuos pasivo s.
recept ores de for ma simult ánea. Exist en var ias fases en el aná lisis de los
efect os de los medios de co municació n.
Est as t eorías abarcan desde pr incipio s del siglo XX hast a 1940 insist e n
en que los med ios de co municació n provocan efect os direct os y mu y
pot ent es sobr e los recept ores. El modelo de invest igació n que se ut iliz a
en esas t eorías es el mo delo lineal donde se especifica que de un
est imulo surge una respuest a, la ap licación de est e módulo se da en dos
mo ment os punt uales que es la propaganda bélica de la I y II Guerra
Mundia l. Las t eorías se t it ulan “ teoría de la vara mági ca ” o “Teoría de
la aguja hipodérmi ca ”, que co nsist e en que los mensajes llegan a t odos
lo s sujet os recept ores de la mis ma for ma produciendo en todos ello s lo s
mis mo s cambio s en conduct as y act it udes. Sus efect os por t ant o son
direct os e inmediat os y poderosos ant e aq uello s que prest an at enció n a l
cont enido de los medios de co municació n.
Los mensajes son int erpret ados de for ma select iva por los individuos,
est a select ividad se basa en las diferencias que pueden apreciarse e n lo s
hábit os de percepció n de cada individuo. Est as difer encias t ienen lugar
debido a que cada ind ividuo t iene un conjunt o único de creencias,
act it udes, valores, necesidades y for mas de grat ificació n. Por ello lo s
efect os de los medio s de co municació n no son ni unifor mes ni poderosos
ni dir ect os, sus influencias son limit adas por las influencias psico lógicas
individuales.
Los aut ores dest acados de est a segunda et apa son lo s siguient es:
No todos los aut ores dist inguen est a fase. Est a et apa se deno mina
“T eoría de los ef ectos moderados ”, en ella se amplían las t emát icas de
invest igació n, a la propaganda y a los efect os persuasivo s se suman t res
nueva t emát icas, los efect os cognit ivo s, loe efect os colect ivos y la
import ancia de que las ideo logías; sin embargo exist en aut ores que
alegan que sus invest igacio nes son una cont i nuidad con las llevadas a
cabo en lo s años 40 y 50, por eso insist en en que es un per iodo de
t ransició n. En est a et apa ha y una pluralid ad de modelo s de invest igació n
y de t eorías:
1º Modelo de la di fu sión
Los aut ores dest acados en est o son LIPO NESK Y y BOURDIEU, se t rat a
de dos de los invest igadores más cr ít icos sobre el concept o de audiencia
act iva, el pr imero ent iende el visio nado de la TV co mo si se t rat ara de
una decis ió n invo lunt ar ia llena de cont radicció n el segundo autor
considera que una act it ud cr ít ica y refle xiva del recept or es imposible
“ant e el cinismo manipulador de los product ot es de TV y los públicos”.
Su obra sobre la TV ha sido una de las más po lémicas de los últ imo s
años. En cont rapart ida CURRAN (1998) ins ist e en que el poder y en la
aut onomía del recept or y cit a seis for mas de influ ir so bre los medio s de
co municació n:
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
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1. Las fuer zas sociales pueden desarro llar alt er nat ivas para co mprar
la sociedad a t ravés de accio nes colect ivas o mediant e un diálogo
co lect ivo, t ienen fuer za numér ica para asegur ar su influencia
polít ica a t ravés de l vot o.
2. Las fuerzas sociales pueden condicio nar las met as polít icas de los
medios de co municació n a t ravés de los lo bbies.
3. A t ravés de la eyecció n de un gobier no se puede cambiar la
co mposició n y la or ient ació n de las f uent es de la not icia.
4. Exist e la posibilidad de int er fer ir en las t areas de lo s equ ipos
direct ivos de los medio s de co municació n, pero est e autor insist e
en que so lo se debe revisar.
5. E l poder de lo s co nsumidores de lleva a la práct ica a t ravés de la
creació n de est as asociacio nes.
6. Los grupos subordinados t ambién pueden t ener sus propios med io s
de co municació n.
Las elit es, co n capacidad de influencia social y cult ural, so n las mejores
sit uadas para hacer valer sus opinio nes ant e el poder, y dent ro de ellas,
lo s llamados int elect uales.
1. Visión negativa:
2. Visión positiva:
Una vis ió n mas posit iva la ilust ra PICÓ (act ual ment e), quien explic a
que el int elect ual asume el papel inno vador y guardián que rechaza 0
acept a los valores cult ur ales que cir culan en un mo ment o dado, y se
conviert e en e l port avoz y moder nizador de las t endencias que se afir ma n
y abr en las puert as a las ideas. E jerce así de mor alist a, que evalúa y
juzga la acció n de l poder, al que le acusa de todos los males.
3. Un apunte más
"Mas de 500 int elect uales y act ivist as polít icos piden el bo icot eo de la s
elecc io nes presidencia les de Iran" ( manifiest o publicado en Int ernet :
"Las eleccio nes libres requieren libert ad de elecció n, de opinió n y de
reunió n, así co mo la libert ad de part idos polít ico s y la ausencia de
pr isio neros po lít icos'').
Apuntes de la asignatura Opinión Pública
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Bibliografí a
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http://www.iidh.ed.cr/comunidades/redelectoral/docs/red_diccionario/opinion%20publica.htm