Cuentan Los Decires
Cuentan Los Decires
Cuentan Los Decires
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Rápidamente, su expresión cambió al darse cuenta de
que realmente se trataba de un frío hueso. Sintió un leve
escalofrío y solo atinó a tirar la falsa vela al suelo. Desde
aquel día, todo aquel que gusta de fisgonear en la vida
de otros, lo piensa dos veces, pues no quieren que se les
aparezca la procesión de las ánimas.
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Los duendes de «El arroyito»
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tanto que de la impresión botó espuma por la boca y fue
auxiliado por un vecino, quien luego lo llevó a su casa. Al
día siguiente, le contó a un familiar, quien lejos de creerle
pensó que podría tratarse de los efectos del alcohol. Pero
este hecho no solo le habría ocurrido a esta persona, sino
también a muchos otros pobladores del lugar.
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La dama de Pasamayo
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—Pase señorita, suba nomás —le dijo, mientras le
indicaba los asientos.
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La mina encantada
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advertirles que no se acercaran a la mina, ya que estaba
encantada. Muy convencido les dijo que había un toro
muy grande, con ojos de fuego y dientes de acero, que
el toro producía un silbido muy agradable al oído de las
personas y que ese sonido causaba un profundo sueño.
Les dijo, además, que después de hipnotizar a la gente, el
animal con sus enormes cuernos golpeaba furiosamente
la tierra causando grandes derrumbes y que de esta
forma habían muerto los antiguos trabajadores. Pero el
jefe de trabajo no le creyó y más bien se burló de él, por
más que el sobreviviente le rogó y suplicó para que no
ingresaran a la mina.
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metros del sitio sintió un gran estruendo, había llegado
demasiado tarde: lo peor había ocurrido, todos estaban
muertos. Al ver esto, el hombre no pudo contenerse y
lloró amargamente.
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El viejecito harapiento
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El boquerón de la viuda
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El hombre de la acequia
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familia desesperada se lo llevó a Lima de emergencia al
hospital, pero los médicos dijeron que no tenía ninguna
enfermedad. No entendían lo que estaba pasando con
el pobre joven, solo le recetaron pastillas y más pastillas
para los dolores.
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pasa, grita, pide ayuda, corre, nada. Haz lo que puedas
para recuperarla, porque si no, la blanca muerte vendrá
por ti.
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Vender el alma
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La mujer de los gritos
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la conocía y en esa zona todos se conocían, al menos de
vista. Y una noche, el guachimán de la zona vio a esa
señorita convertirse en una vieja y entrar a aquella zona
prohibida del cerro.
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Inga Inga
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cuando quiso seguir su camino escuchó nuevamente
el misterioso ruido «inga, inga, inga». Entonces giró
y empezó a buscar de dónde provenía, pero cuando
advirtió que ese sonido era el llanto de un bebé, la señora
lo cargó sin dudarlo. Ella no sabía si llevárselo a su casa
o regresar a Obrajillo, pero decidió llevárselo y entonces
cargó al bebé a su espalda con la manta que lo cubría.
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El fantasma del túnel
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exceso de velocidad de los autos que pasaban por el lugar.
Como consecuencia de estos sucesos, comenzaron a
denominarlo «el túnel maldito». Las autoridades incluso
consideraron clausurarlo; sin embargo, no resultó viable
por ser la única vía de salida.
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La casa embrujada
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gente que pasa cerca anda con miedo de los fantasmas
que habitan ahí.
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La Gringa
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entre el camino solitario. Ella era muy hermosa, alta,
rubia, ojos azules y muy bien arreglada.
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La pata de cabra
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Cuando, de repente, una silueta de una mujer saltó a la
vista, extendiendo la mano para que el carro se detuviera.
El conductor se conmovió de que a esa hora una mujer se
encontrara por aquel camino y no dudó en hacerla subir.
La mujer se acomodó en el asiento del copiloto. Ella tenía
el cabello dorado, tez blanca y un rostro muy bello. Muy
buenamoza. El conductor siguió su recorrido tranquilo,
revisó su reloj y las manecillas marcaban la una de la
mañana. Cuando en cierto momento detuvo el vehículo,
la mujer abrió la puerta y al dar un salto pudo percatarse
de que sus piernas no eran de humano, sino que tenía
las patas de un animal, las patas de cabra. El conductor
tenía el cuerpo asustado; sin embargo, la mujer de pata
de cabra no se lo comió, es decir, no le dio mal aire. De
lo contrario, hubiera muerto porque se habría llevado su
espíritu.
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La vela del ánima
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respondió que era una tradición de la zona que duraba
dos madrugadas y que todos los que estaban en el pueblo
tenían la obligación de asistir. Así, permaneció en aquel
lugar hasta que acabó el acto, apagó su vela y continuó su
camino hacia la casa de su amigo con la vela en el bolsillo.
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había buscado a un incauto para entregarle la «vela» y
cambiar de lugar.
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La llorona de Bayóvar
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la orilla del río. Dicen que por eso hasta ahora se escuchan
sus lamentos y en las noches nadie se acerca al río porque
cualquiera se podría caer a este misteriosamente. Algunos
dicen que ven a esta mujer vestida toda de blanco, pero
manchada con la sangre de su hijo que arrojó al río.
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Leyenda de Ricardito Espiell
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Si pasamos por ahí, además de una sensación especial
que comenzará a invadirnos, podremos observar que,
en agradecimiento, los devotos han colgado cientos de
plaquitas de metal en una pared cercana a su pequeña
estatua.
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El señor de la noche
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formaron un círculo alrededor del sujeto y, al instante
siguiente, las luces se apagaron.
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La calavera
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PROVINCIAS DEL PERÚ
El duendecito del maíz
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En ese momento observó que se le acercaba a paso lento
y la vecina temblando de miedo pudo ver cómo estaba
vestido. Este llevaba un poncho grueso y un sombrero,
su voz no era entendible, parecía como la de un gato
maullando, aguda. La vecina intentó pedir ayuda, pero
su chacra era grande y las casas de los vecinos estaban
muy alejadas. El duendecito llegó al lado de la vecina y
le susurró cerca del oído que él estaba ahí para cuidar su
maíz, ya que se denominaba a sí mismo «el dueño del
maíz». Y a paso lento se volvió a alejar sin decir nada.
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El chullachaqui, guardián de los bosques
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estaba metiendo sus manos en sus bolsillos y vio que
alguien se escapaba hacia la oscuridad del bosque.
Parecía un pequeño niño, pero alcanzó a diferenciar que
este extraño ser poseía una característica en particular,
tenía un pie normal como si fuera de un niño y el otro pie
parecía como el de un pequeño animal con un casquito,
similar al pie de un venado. Entonces, el señor con la
curiosidad llegó a su casa y comentó lo ocurrido a sus
hijos, a su familia y a los vecinos.
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más claramente las características que tenía. Estas eran
iguales a las que el primer señor había descrito, el extraño
ser era el chullachaqui. Se cree que como la cascada está
rodeada de rocas grandes, posiblemente es el hábitat
del chullachaqui o «el dueño de los bosques», llamado
comúnmente. Actualmente, a ese lugar se le llama «la
cascada del chullachaqui» por los incidentes ocurridos.
Asimismo, en la visita a la zona de amortiguamiento del
bosque de protección Pui Pui, esta leyenda es narrada a
todos los visitantes mientras contemplan esta hermosa
cascada.
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Señor Orcconmarca
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Leyenda del Rima Rima y la laguna Yawarcocha
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Los gentiles
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Todas las casas de ese pueblo antiguo hasta ahora están
allí, uno va y las encuentra. Actualmente, nadie habita
ahí, pero son conocidas como chullpas. Ahí es donde
todos los niños del pueblo van a jugar, porque siempre
hay nidos de pajaritos con muchas flores esperando que
la comunidad de gentiles vuelva a casa alguna vez.
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Las huacas vivientes
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Recuerdo que un día, sin darme cuenta, estaba
buscando a las ovejas que se me habían perdido. Luego,
aparecí cerca de las huacas y me asusté porque sabía que
no debía tocarlas. Mis primos que estaban en lo alto del
cerro me decían que iba a morir. Felizmente, no me pasó
nada y solo me quedé dormida por un largo tiempo. Sin
embargo, al despertar me di cuenta de que el pedazo de
pan que tenía en mis bolsillos había desaparecido.
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El crucifijo de sauce
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asustado y pensó que la mejor opción era dormir en
el árbol. Se subió a uno, sacó su crucifijo de sauce
bendecido y lo puso en su pecho. Cuando ya estaba a
punto de dormirse, escuchó un fuerte sonido como
lamentándose: «¡Ayyyyyyyyy!». El pobre viajero se quedó
estupefacto, así que sacó su trago y empezó a dar sorbitos
para envalentonarse. A medida que pasaba el tiempo, el
lamento se escuchaba cada vez más cerca. Quería bajarse
del árbol, pero en ese momento simplemente su cuerpo
ya no le hacía caso.
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al condenado hasta que salieron chispas de fuego y le
dijo: «No puedes salvarte, ese hombre tiene un crucifijo
de sauce».
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La cabeza voladora
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Esto es lo que me pasó cuando yo tendría unos treinta
años en ese entonces, cuando me tocaba regar mi chacra,
ya que por aquí nosotros los vecinos nos turnábamos
para regar las chacras. Eran eso de las tres o cuatro de
la mañana cuando salgo montado en mi burro llamado
Lucas, voy en una noche silenciosa y oscura, para mala
suerte ni la luna había salido, solo algunas estrellas
titilaban a lo lejos. Seguía avanzando en esa oscura noche
pasando por las quebradas, mi burrito vería bien seguro
y ya cuando casi estaba llegando a mi chacra había un
estanque grande de cemento donde los vecinos íbamos a
lavar las zanahorias antes de venderlas a los camioneros.
Entonces justo en la esquina por donde subía el camino
estaba la cabeza voladora que en un inicio parecía una
pelota. Yo pensé: «¡Qué carajos será eso!». Mientras decía
eso, mi cuerpo se sentía raro, cuando vi esa cosa como
que me pasaba electricidad o escalofríos, hasta el burro se
había puesto chúcaro y yo decía: «¡So carajo imataq, pasa
tranquilo, Lucas, carajo!». Pero se ponía peor y comenzó
a correr de aquí para allá. En eso volteo y era una cabeza
de mujer con cabellos largos, parecía murciélago esa
cosa. ¡Dios mío! Ni podía hacer nada, me había quedado
como atónito, pasmado, no podía reaccionar. Después de
unos segundos, cuando recobré mi conciencia, comencé
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a correr. Tanto era el miedo que daba pasos de un salto,
así como de dos metros. Entonces, corrí, corrí gritando
y la cabeza venía detrás. ¡Ay, papay, para morirse de
miedo! Cuando llegué a mi casa estaba sudando. Mi
mamá y papá me preguntaban: «¿Qué te ha pasado, hijo?
¿Dónde está Lucas? Reacciona, ¿qué pasa?». Y pues yo
ni hablar podía, casi una semana estuve así. Después ya
recién recobré todo, pero aún me sentía asustado y salir
de noche nunca más, me dije. Cuando pasaron unas dos
semanas murió un vecino que por aquí en San Antonio
le conocían como el pishtaco, porque dicen que mataba
gente y vendía las grasas y órganos de sus víctimas a los
gringos. Y pues el qanra era de plata, tenía buenas casas
y chacras, pero ya no está. Creo que desde que murió no
se comenta sobre cabezas voladoras por esta parte de mi
pueblo.
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La procesión fantasma
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medianoche—, la doña escuchó el ruido de personas que,
junto a una banda de músicos, entre rezos y oraciones se
acercaba al lugar donde quedaba su vivienda.
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Doña Gertrudis apaga la vela dejándola junto a su
cama, cierra su ventana y se acuesta esperando con
ansias que llegue la aurora para contarles a todos sobre la
extraña procesión.
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El pato encantado
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siguió con la excavación, pero de nuevo un sonido alertó
de un mal presagio. La maquinaria se detuvo y empezó
a incendiarse, aunque el conductor se lanzó para evitar
quemarse.
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Tronco Podrido
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clima de suspenso. Al llegar su amigo se quedó atónito
porque vio a su compañero quieto como una roca, solo
notaba cómo su respiración era cada vez más agitada. Él
no entendía lo que estaba ocurriendo porque no vio a
la misteriosa mujer. Sin embargo, como el otro joven no
mostraba respuesta y parecía estar desconectado de la
realidad, decidió sostenerlo de su hombro para regresar
al caserío. Así fue como dejaron atrás todo lo que habían
recolectado hasta el momento.
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que vaya con ella». Pronto decidieron llevarlo con un
curandero. El amigo que estaba con él en Tronco Podrido
le dijo que en ese lugar empezó a comportarse de esa
manera. Luego, el curandero con una serie de brebajes,
plantas ahumadas y frases en quechua calmó al joven
y este recobró el estado natural sin poder recordar lo
que había pasado. La explicación del curandero fue que
aquel lugar era desolado y hay almas de los antepasados
deambulando por la noche, además de otros seres como
las sirenas que se muestran en la crecida de los ríos. Estas se
manifiestan como mujeres muy hermosas y exuberantes,
las cuales capturan la atención de quien las mira y por
las noches atraen a sus víctimas para luego llevarse sus
almas. Finalmente, sugirió llevar sal para esparcirla en
los bordes del río o en las pequeñas cascadas y así evitar
este tipo de eventos. Debido a esto, los pobladores del
caserío cada vez que van a Tronco Podrido llevan bajo
su poncho una bolsita de sal y a las nuevas generaciones
desde pequeños les cuentan esta historia para evitar que
sus almas sean corrompidas y acudan al llamado.
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La gran serpiente del río Apurímac
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el suelo. El animalito comía muy distraído y el ambiente
permanecía en total tranquilidad, pero de un momento
a otro apareció una gran serpiente de entre las aguas del
río Apurímac y en un abrir y cerrar de ojos fue devorado
por esta serpiente de gran inmensidad. Totalmente
sorprendido el hombre no pudo hacer nada, pues su
rostro pálido y los chorros de sudor que lo empapaban
lo decían todo. Al cabo de unos minutos, atemorizado y
con mucha cautela, se acercó al lugar de los hechos para
ver la terrible escena: varias plantas de papaya y diversos
frutos lucían totalmente destrozados en el suelo. En ese
momento comprobó que el causante de los destrozos
era la enorme serpiente, así que desde aquel día el padre
de María decidió abandonar sus tierras por temor a ser
devorado por la gran serpiente. Pocas personas han
podido avistar a esta colosal serpiente y, actualmente,
en el valle ya no se habla sobre esta gigante criatura que
acecha las aguas. Ahora muchas personas pueden pescar
con total tranquilidad en las aguas del río Apurímac,
tanto de día como de noche. Se sabe que estas criaturas
misteriosas abandonaron estas aguas para irse a habitar
los ríos de la selva baja de nuestro territorio, donde la
civilización aún no ha llegado.
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Fuente oral: Lidis Ashly Najarro, 11 años, Apurímac.
Recopilada por Wilson Jardel Fermín Najarro.
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La leyenda de Pacucha
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La mujer sin dudarlo cogió a su ovejita en brazos y se
marchó, pero mientras corría escuchó al anciano decirle
que no volteara la vista hacia atrás por ningún motivo.
La mujer ya habiendo recorrido un largo trecho empezó
a oír fuertes estruendos y gritos que despertaron su
curiosidad, pero aunque recordó las palabras del anciano
decidió voltear. Fue ahí cuando vio cómo del centro del
pueblo emanaba una gran fuente de agua que inundaba
todo a su paso. Y esta se convirtió hoy en día en la laguna
de Pacucha.
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El nakaq, asesino de los años veinte
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semana a pie entre el sol, la lluvia y el frío. Estamos muy
hambrientos y cansados.
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En eso, el joven desconfiado le dice a la mujer:
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insistencia en que terminara la sopa. De pronto, la mujer
al ver que los dos estaban profundamente dormidos,
salió de la casa y empezó a llamar «Aaaaaatoq, atoq,
atoq…» con una voz estridente. Y de repente, de la nada,
se escucha el trotar de un caballo galopado con espuelas
que rechinaban con el viento.
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Asustado por tanta violencia, el viajero trató de
despertar a su compañero, quien no reaccionaba con
nada. Luego, se fue corriendo a la cocina para traer agua
y poder despertarlo, pero al entrar se quedó perplejo
por la escena tan macabra que vio. Desesperado, salió
corriendo de la casa arrastrando a su compañero. Y
así, salvó su vida del nakaq, el asesino de las alturas de
Huanta de los años veinte.
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El difunto allegado
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Las minas de plata de Laykakota
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Así como esta puerta, se cuenta que existen muchas
chinkanas que llevan a tesoros impresionantes que, de
solo verlos, la gente moriría del asombro. De esta forma,
se narra la historia del gran tesoro de las minas de plata
del distrito de Laykakota en Puno. Los pobladores del
barrio de San Martín aún recuerdan que hubo una
mujer, la primera mujer curaca del virreinato: Catalina
Huanca. Se dice que ella, teniendo conocimiento de la
ambición por el oro y la plata de los españoles, mandó
a tapiar todos los accesos a estas riquísimas minas de
plata que eran como las venas de los cerros, considerados
dioses: los apus sagrados. Catalina mandó, además,
a que se mantuviera en secreto la existencia de estos
sedimentos, debido a que, si no se hacía de tal manera,
terminarían siendo explotados como socavones y mucha
gente moriría por el ansia de la extracción de plata de
estos cerros.
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su esposo José Salcedo por los años 1650, y es así cómo
estas minas fueron convertidas en socavones conocidos
como «las minas de plata del distrito de Laykakota» hasta
el día de hoy. Se sabe también ahora, que esta actividad
minera provocó muchas guerras y conflictos en torno
a estas riquezas y muchos pobladores inocentes dieron
su vida por ello. Era de suponer que los peligros que
conllevaba descubrir los tesoros de las entrañas de la
madre tierra, a las que se accede por estas chinkanas,
no fueran considerados por los españoles y esto trajera
múltiples infortunios y desgracias.
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La leyenda del jarjacha
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Origen de los gusanos en la papa
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para alimentar a mis hijos? ¡Señor!, ¿por qué no te
apiadas de mí?».
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temporada de cosecha. Además, se dice que los hijos del
anciano son los gusanos que aparecieron de la noche a la
mañana y que el anciano es el señor de los cielos al que
reprochaba la madre.
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Ancasccocha
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Una vez hubo escuchado esto, la mujer tomó a su bebé,
a su llama y empezó a subir por la pampa. En el camino
escuchó llantos y gritos desesperados, pero seguía el
consejo de la anciana y se resistía a voltear.
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El utushcuro
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nuestros hijos, escóndete, que yo la recibiré y la esperaré
para ver qué es lo que necesita.
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La mujer, después de ver cómo la anciana se perdía
en el horizonte, fue a buscar a sus hijos y a su esposo
a los cultivos de maíz. No obstante, al buscarlos y no
encontrarlos empezó a gritar el nombre de su esposo,
pero solo escuchó un sonido que decía «utush, utush,
utush» proveniente del interior de un choclo. Entonces,
al abrir el choclo encontró una escena horrible: su esposo
se había convertido en un gusano aberrante junto con
sus hijos. Al ver esta escena, la mujer se echó a llorar y
maldecir a su esposo. Luego, tomó a sus hijos y los enterró
en el fondo de la tierra para que no vivieran más así. A
su costado, el gusano seguía produciendo los sonidos
que decían «utush, utush». Desde ese momento, la mujer
llamó al gusano utushcuro y lloró tan amargamente en
ese lugar que murió de la tristeza.
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María Panzafría
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La mujer estaba asustaba, temblaba de miedo.
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El temible atawi
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Al escuchar los pasos del atawi, los pobladores solo
atinaban a decir: atawi purichkan, pichá wañunqa —el
atawi está caminando, quién morirá—. Este hecho causaba
gran temor en los pobladores. El poblador que escuchó
esta caminata comunicaba a los vecinos sobre esta salida,
diciendo: uyarirankichu tuta, atawi purisqanta, ¿picha
wañunqa? —en la noche, has escuchado los pasos del
atawi, quién morirá—. Estos pasos eran el presagio de
que alguien moriría y al pasar unos días, efectivamente,
se sabía de la noticia del fallecimiento de un poblador.
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La serpiente de las tormentas
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como un rugido o grito estremecedor, que provenía de
las alturas por donde descendía el río; mi madre corrió
a verme y me dijo que entrara a la casa. Le hice caso,
pero seguí mirando por una ventana. Le pregunté qué
era ese ruido y me dijo: «Es el Alcohuaz, una serpiente
gigante que atrae los rayos y aparece solo cuando hay
tormentas muy fuertes y los ríos se desbordan a causa de
las lluvias». Ello me asustó mucho y mi madre lo notó,
por lo cual me aconsejó que no tuviera miedo, ya que la
serpiente nunca sale del río. También dijo que siempre
hace un ruido espeluznante debido al dolor producido
por los rayos cuando caen sobre su cuerpo, pero que
sigue su curso en las aguas hasta que la tormenta finaliza
y puede volver a la laguna donde vive. Es decir, en las
alturas de Huamachuco donde nace el río Ponte.
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continuó descendiendo por la corriente hasta desaparecer
y con ella los rayos también lo hicieron, dejándonos solo
la fuerte lluvia. Los lugareños que aún viven en ese valle
señalan que cada vez que hay tormentas muy fuertes, el
Alcohuaz aparece y desciende por el río, con los rayos
atormentándolo.
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La piedra resbalosa del Naranjo
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bebés del caserío al lugar para que tengan mucha suerte
y siempre les vaya muy bien.
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