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Tema 2. La Revelación de Dios

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TEMA 2. LA REVELACIÓN DE DIOS.

En el tema anterior reflexionábamos sobre la fe como respuesta del hombre a la apelación del
Creador. Ahora veremos de qué modo, desde los orígenes del mundo, Dios se revela a Sí
mismo y revela su designio benevolente a favor de todos los hombres. Movido por el amor,
habla a los hombres como amigos, los invita y los recibe en su compañía. La verdad profunda
de esa revelación alcanza su plenitud en Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre.

2.2. Revelación de Dios.


Revelación: significa el desvelamiento de una realidad. La Revelación divina hace referencia a
todas aquellas acciones y palabras por las cuales Dios se nos ha dado a conocer. (susurro de la
vida-> es la firma de Dios en el día a día)

Con la luz natural de la razón, el hombre puede llegar al conocimiento de Dios a través de las
cosas creadas, pero Dios quiso darnos también a conocer las verdades que trascienden la
comprensión de la mente humana. Así, se reveló a Sí mismo y manifestó su designio
benevolente (de buena voluntad) de salvación a favor de todos los hombres. La Revelación
procede, por tanto, de la iniciativa gratuita de Dios. Es interpersonal –manifestación de alguien
a otro– y constituye una invitación a un encuentro personal para compartir su vida con
nosotros.

Participar de la vida de Dios no supone para el hombre renunciar a su humanidad. En el


corazón del hombre hay deseo de Absoluto, es decir, sed de Dios, y sólo abriéndose confiada y
comprometidamente al encuentro con Dios –que implica, a su vez, una relación fecunda con
todo lo creado por Él–, el hombre realiza plenamente su vocación, se sitúa en su verdad de
hombre. Aquello que nos hace menos libre eso no es de Dios, lo que es de Dios nos hace vibra,
ser libres, …

La finalidad de la Revelación es la salvación del hombre, una vida plena. El pecado consiste en
endurecerse y rechazar la palabra de Dios que lo interpela y lo llama a una comunión con Él.
La Revelación culmina en Cristo, mediador y plenitud de toda la Revelación (Cristo es la
plenitud de la revelación):

 Cristo es el mediador porque Él comunica, es por tanto “mensajero”.


 Es plenitud porque Él mismo es el contenido del mensaje. Jesús de Nazaret, el Hijo de
Dios vivo, es la Palabra definitiva del Padre. Ya no hay que esperar otra revelación
pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo, el Señor, al final de los
tiempos.

2.3. Desarrollo de la revelación bíblica.


La Revelación se desarrolló a lo largo de la historia de la salvación ofrecida por Dios a la
humanidad, y se realizó gradualmente con obras (el día a día) y palabras que se hallan
íntimamente ligadas entre sí y se esclarecen mutuamente.

Así, las obras que Dios realiza en la historia manifiestan y confirman lo que su palabra anuncia,
y las palabras explican las obras y su sentido profundo.

o Hay una revelación natural, que es la manifestación de Dios en todas las obras de la
creación (a través de la naturaleza, el universo).
o La revelación sobrenatural, es la que, por iniciativa de comunicación de Dios (explicita
de Dios), se desarrolla a lo largo de la Historia de la Salvación ofrecida a la humanidad.
Esta revelación no fue interrumpida por el primer pecado. Como primera expresión de
esa revelación sobrenatural, desde los orígenes de la historia, Dios se ha dirigido de
modo personal a todo hombre para ofrecerle la salvación. Es “la voz de la conciencia”,
una ley inscrita en el corazón de todo hombre es la primera revelación de Dios. Que
nos guía en el día a día. Para escuchar es voz de la conciencia necesitamos: silencio,
soledad y capacidad para que entre dentro de nosotros mismos.

La revelación sobrenatural se realiza a través de las Sagradas Escritura, en las que se explica el
camino de la revelación, desde la creación hasta la revelación. Es historia comienza con:

Alianza con Noé.

Después del diluvio, Dios establece una alianza con Noé y sus descendientes agrupados “por
sus territorios y lenguas, por sus linajes y naciones respectivas” (Gn 10,5). Es el tiempo de las
naciones.

Dios reúne a la humanidad dispersa. Abrahán.

Para reunir a la humanidad dispersa, Dios eligió a Abrahán (Gn 12, 1-2). El pueblo nacido de
Abrahán es el depositario de la promesa hecha a los patriarcas. A través de los profetas, el
pueblo de Israel se familiariza con Dios y se prepara para la Revelación definitiva de Dios en
Jesucristo.

Dios forma a su pueblo Israel. Moisés.

El decálogo (los diez mandamientos) es la expresión de la voz de la conciencia de cada hombre,


es decir, es la palabra misma de Dios que se dirige al hombre y le ofrece una alianza y un
diálogo. Dios es el guía y el protector de Israel, al que ha sacado de Egipto, pero el pueblo debe
permanecer fiel a la alianza que ha jurado. La verdadera paz creativa aparece con los diez
mandamientos,
Los profetas.

Los profetas anuncian una salvación que incluirá a todas las naciones.

Dios eligió a un pueblo concreto para encargarle la misión de anunciar la salvación, y toda la
historia del Antiguo Testamento, desde los patriarcas (Abrahán, Isaac y Jacob), Moisés y los
profetas, constituye una preparación para la venida de Jesucristo.

Dios ha hablado en su Hijo Jesucristo.

Toda la Revelación culmina en Jesucristo. Es mediador, comunica la Palabra de Dios, y es


plenitud, ya que Él mismo es el contenido del mensaje. Su persona es la Palabra del Padre –el
“Verbo hecho carne”, como lo llama S. Juan (Jn 1, 1-18)– y con sus palabras y sus obras, Él
realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó (DV 4). Por eso el cristianismo no es
propiamente un “programa” ni una “enseñanza”, sino una persona, Jesús el Hijo del Padre. Su
vida, muerte y resurrección nos muestran quién es Dios, cuánto nos ama y cómo nos llama a la
felicidad total junto a Él. Así, ser cristiano no significa, ante todo, la aceptación de una
doctrina, sino la adhesión a Jesucristo, al que se reconoce y confiesa como el Hijo de Dios.

2.4. La transmisión de la revelación divina.


La Revelación divina se transmite de dos maneras:

1. Por la tradición oral

2. Después de forma escrita en los textos sagrados.

Antes de consignarse por escrito, la palabra de Dios se transmitió de viva voz. Esto sucedió
tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.

Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos, se conservara por
siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades (DV 7). Por eso Cristo envió a los
apóstoles a predicar a todos los hombres el Evangelio.

Los apóstoles son los primeros y auténticos testigos del Evangelio, y lo transmitieron de dos
maneras: oralmente y por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Los sucesores de los apóstoles tienen como misión transmitir con fidelidad esta Tradición a las
generaciones sucesivas.

La Tradición y la Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado


a la Iglesia (DV 10). (Papa y los obispos hablan de forma oficial sobre la revelación)

El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios ha sido encomendado únicamente al


Magisterio de la Iglesia, es la que tiene el oficio de interpretar de manera oficial, el depósito de
la revelación. (ej: y lo hace a través de un documento oficial, como tiene que afrontar los
cristianos el cuidado de la naturaleza, de manera que, se reúne y dialoga con los obispos y
científicos y teniendo en cuenta, lo que sabemos hasta ahora (tradición oral) y lo que se revela
en la Biblia, escuchando ambas escribe una encíclica para que los cristianos puedan seguir una
serie de pautas para conservar la naturaleza, y concluye, que hay que reciclar).

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