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Textos Esclavitud

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TEXTOS SOBRE LA ESCLAVITUD (I)

Algunos hacen de este asunto dos partes: la que se ocupa de los hombres y la
que trata de sus instrumentos, sin los cuales no puede hacerse el cultivo. Los
instrumentos son de tres clases: primera, los que hablan; segunda, los
semivocales y, tercera, los instrumentos mudos. Al primer grupo corresponden
los esclavos, al segundo los bueyes y al tercero las herramientas.
(…)
Tampoco debe permitírseles emplear los azotes para hacerse obedecer,
cuando se puede lograr lo mismo con buenas palabras. No deben tenerse
muchos esclavos de la misma nación, pues ello es causa de bastantes
disensiones domésticas. Es bueno también estimularlos con recompensas
tales como permitirles la formación de su propio peculio y hasta unirse con las
sirvientas de la casa para constituir familia. Los hijos de tales uniones hacen
que los padres se sientan más firmemente ligados a la finca.
(Varrón, Sobre la Agricultura)

MESENIO. La piedra de toque para un buen esclavo es el ver si se ocupa de


los intereses de su amo, mira y vela por ellos y se esfuerza en su ausencia por
atenderlos con tanto celo como si el amo estuviera presente o aún mayor.
Para un sujeto de cordura deben ser las propias costillas más importantes que
las tragaderas, y las piernas más que el estómago. Debe tener presente el
pago que reciben de sus amos los malos siervos, los que son haraganes y
desleales: látigos, grillos, piedras de molino, fatiga, hambre, duro frío; eso es la
recompensa de su mal comportamiento. Yo tengo un miedo muy grande de
esos castigos, por eso he resuelto portarme bien y no mal, porque es que yo
aguanto bien las órdenes, pero los látigos, los odio y prefiero cien veces comer
el trigo molido que no tener yo que molerlo para los demás. Por eso yo
obedezco las órdenes de mi amo y las pongo por obra con exactitud y
sumisión. Y me va bien así; los demás pueden ser como ellos tengan por
conveniente, pero lo que es yo, no me saldré de lo que es mi deber; yo quiero
vivir en ese temor y evitar toda culpa, de modo que esté siempre y en todo
lugar a la disposición de mi amo; los esclavos que, aun estando libres de culpa,
son temerosos, ésos son provechosos a sus dueños. Porque los que no
conocen ninguna clase de temor, tienen al fin que temer, si es que se han
portado mal. Además, yo no tendré que sentir temor mucho tiempo: no está
lejos el momento en el que mi amo me recompense mis servicios. Yo sirvo de
la forma que creo que es en interés de mis espaldas. Pues luego que instalé en
la posada a los otros esclavos y el equipaje, tal como me había ordenado el
amo, aquí estoy para recogerlo. Llamaré a la puerta, para que sepa que estoy
aquí; a ver si le saco sano y salvo de este apostadero de salteadores. Pero me
temo que llegue demasiado tarde, después de que haya terminado el combate.
(Plauto, Los Menecmos).

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