Internet y Cultura
Internet y Cultura
Internet y Cultura
internetnizacion"
Dr. Francisco Martínez Sánchez.
Universidad de Murcia.
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siguiendo los criterios más actuales de Baumann (Baumann, 2.001), nos referimos a una
serie de rasgos que identifican a una etnia, a una religión o a un estado–nación, y que
tienen que ver con una concepción de la sociedad y de la relación entre quienes la
forman, así como con los significados y creencias con los que conviven.
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Este hecho cultural, unido a los económicos de la globalización, trae como
consecuencia que las culturas dominantes pueden llegar, si es que no lo están haciendo
ya, a ahogar a las que son minoritarias, independientemente de la razón por la que lo
sean.
Dado que las nuevas tecnologías se han asociado a la idea de progreso y que éste,
como dice Beck (Beck, 1.998) no se cuestiona y que la creencia en él sustituye al
consenso, parece inevitable que esta influencia cultural ocurra.
La existencia de grupos o corrientes que planteen opciones diferentes a las más
generalizadas no se contradice con la anterior, ya que su existencia sólo es posible desde
la existencia de la tecnología que se trata de criticar, no por la oposición, sino por la
utilización. Sin la tecnología que hace posible la globalización no podrían existir las
organizaciones de la antiglobalización ya que para crearlas y ponerlas en
funcionamiento se emplean los mismos medios tecnológicos y organizativos que se
critican. Los ludistas pueden ser un antecedente histórico de la actual situación.
La globalización surgida de la nueva situación tecnológica obligó a eliminar las
barreras comerciales a los países pobres mientras los desarrollados las mantenían. De
forma similar, con la mundialización, se han traspasado las barreras culturales de las
comunidades menos influyentes mientras se insertan en ellas las procedentes de las más
poderosas.
Figura 1.
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que generan una problemática singular que tiene que ver los signos de identidad de los
diferentes grupos sociales.
La cultura sirve para identificar o unir, de forma natural o forzada a los
componentes de una etnia, una religión o de un estado-nación. Cada una de estas tres
situaciones comporta, en decir de Baumann (Baumann, 2.001) un tipo de cultura con
rasgos diferenciados en su conceptualización. Las situaciones culturales intermedias
suelen ser problemáticas en su definición, proceso e identificación, así como en el
establecimiento de los criterios de equilibrio entre los factores inicialmente definidos.
Figura 2
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Estos son quienes ejercen la mundialización.
Frente a ellos están quienes la padecen que tratan de apelar a su identidad cultural,
ya sea religiosa, étnica o nacional.
En este punto habría que añadir una vez más con Baumann que “Toda cultura que
se posea es cultura en creación, todas las diferencias culturales son actos de
diferenciación y todas las identidades culturales son actos de identificación cultural.
La sociedad multicultural no es un mosaico de cinco o diez identidades culturales
fijas, sino una red elástica de identificaciones entrecruzadas y siempre mutuamente
dependientes de una situación determinada. La cultura es un proceso discursivo y no un
inventario de reglas, lo que hay que reconocer no es una cultura refinada como opuesta
a otra. En su lugar la naturaleza dialogante de todas las identidades y,
consecuentemente, esas diferentes identificaciones culturales son las que pueden y
deben, en una sociedad multicultural, atravesar los refinados límites de los
demás” (Baumann, 2.001, 148). (Figura 2).
La permeabilidad entre culturas y la mutua influencia va generando una cultura
común sin necesidad de renunciar a la propia
Esta permanente dinámica cultural, a la vez que favorece la inevitable imposición
de unas culturas sobre otras, también propicia la amplificación de la propia cultura
como reacción y búsqueda de signos de identidad que nos diferencien del resto. En este
sentido, las redes propician y favorecen el conocimiento de la diversidad y la necesidad
de afianzar ésta.
Resumiendo se podría decir con Wolton, podemos decir que “las élites son
mundialistas, los pueblos nacionalistas” (52). Pero sin renunciar a los signos que les
permiten mantenerse como diferentes, en el primer caso, en tanto que en el segundo se
es nacionalista pero sin actitud de enfrentamiento al otro, sino más bien como identidad
junto al resto. El pueblo es mundialista desde su identidad en tanto que las élites
pretenden seguir siendo élites defendiendo el mundialismo pero como un rasgo más de
su elitismo diferenciador.
3.- Multiculturalismo.
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culturas romances y de buena parte de la cultura occidental, puede tomarse como un
antecedente de lo que es la internetnización.
Como digo, esta convivencia supone una aproximación paulatina en las formas
de vivir que va haciéndolas cada vez más semejante y, en esta situación es conveniente
recordar lo que viene a decir Wolton, (Wolton, 2.004) que cuanto más se asemejan los
modos de vida más necesario es mantener los signos de identidad.
En el momento presente las redes de comunicación, y concretamente Internet,
crean un espacio multicultural que supera los límites establecidos por el estado-nación,
la etnia o la religión. Buena parte de las culturas con influencia en el mundo están en
este ciberespacio, en este no lugar creado por las redes.
Habermas dice: “Mientras consideremos a tiempo las fronteras dramáticas que
quizás crucemos pasado mañana, podremos tratar con más serenidad los problemas del
presente” (Habermas, 2.001, 34). Estamos en un momento problemático, en cierto modo
dramático de unas cuantas culturas, (una mayoría), ante el riesgo de perder sus signos
de identidad en aras de otras, (unas pocas), que se van imponiendo por medio de su
control y preponderancia en los nuevos canales de comunicación. Ante esta situación es
necesario tomar decisiones sobre cómo actuar, a sabiendas de que la posibilidad de
quedarse fuera de esta situación no es socialmente viable.
Llegado a este punto creo aconsejable recordar que uno de los espacios sociales
desde los que se puede preparar el futuro, en cierto modo ya presente, es la educación,
tanto desde los espacios convencionales de la enseñanza presencial, como desde
aquellos otros generados por las nuevas tecnologías de la comunicación.
Como decía la enseñanza se nos presenta como el marco en el que acometer esta
adecuación a la nueva situación.
Formar para ser capaces de observar las evoluciones que va sufriendo nuestra
propia cultura, los orígenes, las causas y las consecuencias. La observación de la
evolución cultural y su identificación como rasgo esencial de la misma debe ser un
objetivo a lograr, que nos permitirá entender las razones últimas de porqué hemos
llegado a ser cómo somos, cómo hemos llegado a lo que en cada momento llamamos los
signos de identidad y cómo nuestra cultura no es más que la consecuencia de numerosas
influencias de otras culturas, y a su vez cómo ha influido en las que tenemos enfrente.
La multiculturalidad presencial, propiciada por la globalización, y la
multiculturalidad cibernética, consecuencia del desarrollo de las tecnologías de la
comunicación, aún teniendo las mismas consecuencias, deben tener diagnósticos y por
tanto tratamientos diferenciados.
Dado el tema que nos ocupa en este momento me interesaré sólo por la segunda
de ellas.
Los espacios cibernéticos de comunicación tienen como virtud facilitarnos la
posibilidad de conocer culturas distintas a la nuestra, independientemente de la distancia
a la que se encuentren. Esta particularidad supone una riqueza que hay que explotar.
Conocer otras culturas para poder respetarlas debe ser uno de los objetivos
fundamentales de la incorporación de estas tecnologías a la enseñanza, conocimiento
que ha de ir unido al propio conocimiento, al conocimiento e identificación de la propia
cultura, no para enfrentarla a las otras sino más bien para poder mantener los propios
signos de identidad. Se trata de disponer de las herramientas intelectuales y culturales
necesarias para poder aprovechar lo que las tecnologías de la comunicación ponen a
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nuestra disposición, y que, como decía al comienzo, por carecer, entre otras cuestiones,
de esta preparación, no puede ser utilizada por la mayoría de quienes acceden a ellas.
La interés de la multicultura estriba precisamente en ese enriquecimiento mutuo
que si bien no evitará la paulatina transformación de las más débiles, aproximándose a
las dominantes, si ralentizará el proceso en la medida en que se sea capaz de valorar los
propios signos culturales que nos hacen diferentes y nos dan nuestra identidad.
Nada de lo dicho significa renunciar a nuestra propia cultura, lo que significa es
que debemos defender nuestros criterios y principios culturales, nuestro signos de
identidad, pero no por enfrentamiento a la otra cultura, sino porque realmente
entendemos la nuestra.
El multiculturalidad más que un problema, que evidentemente lo es, más que un
riesgo, que evidentemente lo tiene, debe ser la ocasión para solucionar problemas
históricos que nunca fuimos capaces de superar.
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BIBLIOGRAFÍA.