VI Meditación Mariana de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi
VI Meditación Mariana de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi
VI Meditación Mariana de Monseñor José Antonio Eguren Anselmi
VI Meditación Mariana
del Señor Arzobispo de Piura
1
La meta del Plan de Dios es su glorificación y la salvación del
hombre, alcanzada por la conformación de la persona con el Señor
Jesús, norma suprema de la humana santidad. María nos ayuda a
lograr esta meta, mediante un proceso en el que la persona humana
va viviendo el amor de Jesús en todas sus dimensiones. Jesús nos
muestra a su Madre, y Ella, a su vez, nos aproxima a su Hijo, para que
podamos configurarnos con Él y así alcancemos nuestra plenitud,
siendo “otros Cristos”.
1 S.S. Juan Pablo II. Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae (2002), n. 18.
2 Allí mismo. Cfr. S.S: Pablo VI. Exhortación Apostólica Marialis Cultus (1974), n. 46.
3 Lc 2, 19.
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Rezando el Rosario se da una dinámica muy peculiar y, propia:
1. Recordamos a Cristo con María. 2. Comprendemos a Cristo desde
María. 3. Nos configuramos a Cristo con María. 4. Rogamos a Cristo
con María. 5. Anunciamos a Cristo con María.
4 S.S. Juan Pablo II. Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, n. 15.
5 S.S. Juan Pablo II. Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003), n. 53.
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Asimismo, toda su existencia junto a Cristo, pero de manera
especial en el momento del Calvario, ha significado hacer suya la
dimensión sacrificial de la Eucaristía: “Preparándose día a día para el
Calvario, María vive una especie de «Eucaristía anticipada», se podría decir,
una «comunión espiritual» de deseo y ofrecimiento, que culminará en la
unión con el Hijo en la Pasión y se manifestará después, en el período post-
pascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los
Apóstoles, como «memorial» de la Pasión”.6
6 Ibid. n. 56.
7 Ibid. n. 58.
8 Ibid. n. 57.
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Tenemos pues que afirmar que al recibir la Eucaristía, recibimos
a María como Madre, cumpliendo así lo que Jesús desde el Madero
nos pide. Y es María quien, obedeciendo una vez más al designio de
su Hijo, nos va configurando, nos va asemejando con Él. Vivir en la
Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir
continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de
Juan- a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa
asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo,
aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por Ella”.9
9 Allí mismo.