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Bleach

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Bleach

Bleach es un shônen típico de Shonen Jump, la revista en la que se publicaba. Sigue el mismo
esquema de otras series del género, como Naruto, One Piece o Dragon Ball. Precisamente el autor
de esta última, Akira Toriyama, envió a Tite Kubo una carta de apoyo, con la que el mangaka
finalmente sacó fuerzas para conseguir publicar Bleach en Shonen Jump.

La premisa de Bleach es simple: un chico aparentemente normal, Kurosaki Ichigo, puede


comunicarse con los espíritus. Una noche, una joven vestida de negro se presenta como una
“shinigami” (dios/a de la muerte), y acto seguido es atacado por un ser sobrenatural llamado
Hueco (Hollow). Tras caer derrotada contra la criatura, convence al protagonista para que se
convierta en un shinigami sustituto y se enfrente al Hueco. Tras vencerlo, comienza una extraña
relación de colaboración entre ambos.

Los primeros arcos narrativos de Bleach son más que decentes, pese a que en ocasiones se nos
presenta un número demasiado grande de personajes. Sin embargo, cada uno cumple con su
papel en la primera mitad de la serie, enriqueciendo cada arco narrativo. El punto de inflexión del
manga es el arco de los vizards, a partir del cual la serie sufrió un bajón palpable y comenzó a sacar
de quicio incluso a los fans acérrimos.

Como en cualquier shônen de largo recorrido, hay una mejora de dibujo conforme se avanza en la
historia. Los fondos no son nada del otro mundo, pero cumplen con su cometido. En cuanto al
diseño de personajes, se nota que el autor ha intentado imprimir una personalidad y rasgos
característicos en cada uno de ellos, al menos durante los primeros arcos de la serie, para
diferenciarlos entre sí y crear un interesante juego de contrastes.

Y precisamente es en este diseño de personajes donde llega el primer tirón de orejas: personajes
como Rangiku u Orihime son el ejemplo perfecto de japonesada de manual. Chicas
hipersexualizadas, con unos pechos gigantescos y una cintura minúscula, haciendo bueno el
conocido dicho castellano: «tiran más dos tetas que dos carretas». Si a esto le sumamos algunos
tropos ya clásicos de los shonen (el tipo frío y tranquilo, Biakuya, o el impulsivo con buenas
intenciones, Renji), obtenemos una serie que llega a pecar de conservadora en este campo.

Nuestra opinión de Bleach

Debo confesar que la serie me gustó mucho durante la primera parte de esta, con unos arcos bien
elaborados, batallas realmente interesantes y unos personajes que, si bien a veces pecaban de
caer en el blanco o negro, llegaban a sorprender y a hacerse creíbles.

A partir de aquí hay spoilers, así que, si no has leído la serie y quieres hacerlo, es un buen
momento para que vayas a la siguiente sección del análisis.

A partir de la caída de Aizen (si bien la serie ya comenzó a zozobrar en cuanto a su contenido y
calidad), el estándar de calidad de Tite Kubo bajó drásticamente. La saga de los Fullbringer es
MALA, con mayúsculas, y la saga final, La Guerra Sangrienta de los Mil Años, fue el tiro en el pie
final a una obra que tuvo que terminar con la caída de Aizen.

Personajes por doquier (que tenían un interés nulo en términos narrativos), tramas abiertas por
todas partes, interrogantes que se respondían pobremente y villanos que se escondieron durante
mil años en un lugar del que prefiero no acordarme. Cada una de estas cosas siguió restando
puntos a una obra que sufrió una enfermedad tristemente conocida entre los shonen de éxito:
querer estirar el chicle de forma infinita.

Finalmente, la serie termina con un anticlímax bastante horrible: todo el mundo tiene pareja y es
súperfeliz, y en las páginas finales se vuelve al principio del camino: un shinigami conoce a un
shinigami sustituto.

Las continuas escaladas de poder del protagonista llegan a hacerse realmente pesadas, sobre todo
porque siempre se sigue el mismo esquema: se vuelve increíblemente poderoso, derrota al malo
de turno y pierde los poderes. Pero ¡QUE SORPRESA! Los recupera en la siguiente saga tras un
entrenamiento aleatorio y absurdo.

Si a este sin Dios narrativo se le suman diseños de personajes que se parecían sospechosamente
los unos a los otros, obtenemos un manga que poco a poco fue perdiendo sus señas de identidad
hasta convertirse en una pobre parodia de sí mismo.

Conclusión de Bleach

¿Bleach es una buena serie? Su primera mitad sí, por supuesto. Hasta la caída de Aizen, es un
shonen típico, bastante interesante y con personajes atractivos. Las siguientes sagas pueden
evitarse, pues no aportan gran cosa a la historia.Es una verdadera lástima que a Bleach y a Naruto,
dos de las series más importantes de una generación de amantes del manga, no terminasen de
forma digna, y se alargasen hasta devaluar su valor en gran medida.

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