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Sefer A Zohar

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SEPHER-HO ZOHAR

"LIBRO DEL ESPLENDOR"


Es la "Suma" de la Kábala Judía.
Atribuido a Moisés de León, judío castellano de finales del siglo XIII
Los textos escogidos están tomados del libro "Zohar. Revelaciones del "Libro del
Esplendro", seleccionadas por Ariel Benson", Arcana Coelestia, Barcelona, 1980
************************
Revelaciones hechas a la Gran Santa Asamblea
Por todo el país, alrededor del mar de Galilea, el maestro, Simeón Ben Yojai, se paseaba
con sus discípulos. Algunas veces eran doce, otras tal vez diez, de estos fieles adeptos, a
quienes el maestro enseñaba la Torah y les explicaba la palabra de Dios como la hablan
revelado los profetas y los maestros de Israel: la ley escrita conservada para toda la
posteridad en el libro imperecedero, la Biblia.
Y él dijo a sus discípulos: «Desgraciado del hombre que sólo ve en la interpretación de la
ley la recitación de una simple narración, relatada en palabras de uso común. Si tan sólo
fuera esto, nosotros no tendríamos dificultad alguna en componer hoy una Torah mejor y
más atrayente. Pero las palabras que nosotros leemos son tan sólo la túnica exterior.
Cada una de ellas contiene un significado más alto que el que nos es aparente. Cada una
contiene un misterio sublime que nosotros debemos persistentemente tratar de penetrar.
Los que toman el vestido exterior por la cosa que ella cubre, no hallarán mucha felicidad
en él. Exactamente como los que tan sólo juzgan al hombre por su indumentaria exterior
están llamados a ser desilusionados, pues son el cuerpo y el espíritu los que hacen al
hombre. Debajo de la indumentaria de la Torah, que son las palabras, y debajo del
cuerpo de la Torah, que son los mandamientos, está el alma, que es el misterio oculto. Es
el misterio oculto el que hace la ley dada por Dios ser superior a todas las leyes hechas
por el hombre, incluso en el caso de que estas últimas puedan aparecer más grandes y
parecer más lógicas. Hay un alma dentro de un alma, que se alienta con la ley".
A pesar de todo esto, el maestro dudaba de revelarles lo que sus almas anhelaban saber, y
que su alma anhelaba revelar; pero un día, a la Hora de Gracias, el maestro se fue al
campo con sus discípulos. El sol estaba en el momento de ponerse, pero el cielo estaba
lleno de signos y maravillas. El sol se volvió más y más brillante, y permaneció sin
ponerse. La luna apareció en toda su majestad, y las estrellas, en toda su brillantez. Los
discípulos miraron interrogativamente al maestro, y uno de ellos dijo: "Maestro, ¿no
parece que haya llegado el tiempo -del cual tan frecuentemente nos ha habladode
revelarnos los misterios que están encerrados en la ley? ¿Cuánto tiempo debemos gastar
inútilmente en perseguir y ocuparnos nosotros con una ley que está sobre un pilar?
Nosotros queremos empezar a trabajar para el Señor, pues el tiempo apura y los
trabajadores son pocos en número. Y aun estos mismos pocos deben permanecer al borde
de la viña, pues están inciertos respecto a qué camino seguir. Por consiguiente, nosotros te
rogamos, maestro, que nos armes con la sabiduría, con la inteligencia y con el
conocimiento. Revélanos esas verdades que los santos del mundo superior oyen con gozo
y tratan de comprender".
Todavía saludó el Maestro, y exclamó: «¡He aquí, infeliz soy si os revelo los misterios, e
infeliz soy si no os los revelo!» En esto los discípulos se asustaron, pero Rebí Abba dijo:
«El maestro no debe temer de revelarnos los misterios, pues está escrito: "¡El Señor
revela su ley a quienen lo temen!, y nosotros somos -de los que temen al Señor". Y como
ellos miraran asediándolo, él llamó a cada uno por su nombre, y estaban presentes:
Eleazar, el hijo del maestro, y Abba; Yehouda y José, el hijo de Jacob; Isaac e Hizquiya,
el hijo de Rab; Hiya, Yosse y Jesse. Ellos extendieron las manos hacia su maestro, con las
palmas vueltas hacia arriba y los dedos apuntando hacia el cielo. Y así unidos, como en
santa comunión, lo siguieron al campo inmediato, en el cual se sentía el murmurar de un
arroyo que corría, y se sentaron debajo de un árbol con grandes ramas extendidas.
Pero el maestro permaneció de pie por algún tiempo, con las manos levantadas en
oración. Luego se sentó en medio de sus discípulos, y dijo: "Que cada uno extienda su
mano hacia mí". Ellos extendieron sus manos hacia él, y él tocó en turno a cada una de
ellas; luego colocó a su hijo Eleazar enfrente de él, y a Hiya en el lado opuesto. Y en
cuanto ellos esperaban así, inclinó lentamente su cabeza en el pecho y murmuró:
"Nosotros somos la síntesis de todas las cosas". Los otros temieron estorbarle. Y estando
sentados en silencio, oyeron un gran tropel, como si las huestes celestiales se precipitaran
a oír las palabras de Simeón Ben Yojai. Una llama pasó sobre la tierra, y los discípulos
empezaron a temblar.
Entonces el maestro levantó su cabeza y dijo: "El traidor revela secretos; pero aquel que
tiene un corazón fiel guarda bien la palabra que le ha sido confiada. Es un traidor el que
no tiene fe-, y el que no tiene fe alguna no tiene la serenidad de espíritu necesaria para
abarcar el significado de los misterios. Aquel que no tiene espíritu sereno halla que los
misterios dan vueltas en su cabeza, como una turbina da vueltas en el agua. Lanza fuera
todo lo que viene a estorbar su espíritu. Qué la ligereza de vuestra lengua no nos haga
pecar, pues la suerte del mundo depende de los misterios secretos. Y además debemos
guardarnos de no salir del camino de la verdad, ni siquiera el ancho de un pelo".
El Otro lado de la Cortina
Todos le escuchaban atentamente y el maestro dijo: "He aquí que yo veo todas las luces
brillando al otro lado de la cortina. Dios tendió una cortina sobre cuatro pilares, hacia las
cuatro direcciones del mundo. Uno de esos pilares alcanza desde el mundo inferior al
Superior. Un jefe lo guarda y tiene las llaves que abrirán la cortina. Entre los pilares veo
dieciocho pedestales iluminados por la luz suprema. Escuchadme, pues todos vosotros
estáis destinados a brillar como lámparas en el mundo y a iluminar los senderos de la
comprensión. He percibido ahora cosas que no han sido todavía vistas por el ojo del
hombre, desde que Moisés subió por segunda vez al Monte Sinaí. Mis ojos están llenos
por la vista de Dios de una vasta iluminación. Sé demasiado que mi cara está brillando,
mientras que Moisés no sabía que su cara brillaba cuando él hablaba con el Señor. ¡No
obstante, Moisés era más grande que los profetas! ¡Pues cuando Dios habló a Moisés con
una voz alta, él no tembló; pero los otros profetas temblaban, a pesar de que la palabra
divina les era revelada en un murmullo y en visiones!".
Entonces él abrió los ojos y, viendo a sus discípulos, dijo. "¡Que el espíritu del Señor
permanezca sobre vosotros: el espíritu de la sabiduría y de la comprensión, el espíritu del
consejo y de la fortaleza, el espíritu de la ciencia y el espíritu del temor del Señor! Y que
el espíritu que viene del cerebro misterioso de Dios venga acá abajo y despierte los seis
espíritus que corresponden a las seis gradas del trono del rey Salomón. Y que se apresure
el día que está destinado a venir el Mesías, y venga y se siente sobre séptima grada,
formada por el mismo Dios. Pues a la época de la venida del Mesías ningún hombre
tendrá que pedir a otro que le enseñe sabiduría.
He aquí, yo veo todos los mundos esperando impacientes por las palabras que salen de
nuestros labios, pues todas las palabras que se hablen en esta asamblea son santas. Y el
aliento que sale de nuestros labios forman cortinas a través de las cuales la luz suprema
se vuelve visible.
Con su comprensión ordinaria, el hombre no puede comprender la revelación de los
misterios. Todo lo que voy a revelaros puede ser revelado solamente a los maestros,
quienes saben cómo guardar el equilibrio, porque han estado iniciados en ello.
El alma viviente que Dios nos ha soplado dentro de nosotros es el sello estampado sobre el
hombre, que le permite elevarse a los mismos misterios más altos, al mismo corazón de
todo lo que está oculto, y sabed que las almas de todos los que viven, así arriba como
abajo, dependen del alma que ha alcanzado el estado más alto. Aquel que eleva su alma
hacia Dios es capaz de llegar incluso hasta la fuente más alta. Todas las almas no forman
sino una unidad con el alma divina. Aquel que pierde su alma ha destruido la armonía
divina.
Sabed que todos los mundos superiores e inferiores le están comprendidos en la imagen
de Dios. Todo ha sido y todo será. Nunca ha cambiado y nunca cambiará. Es el centro de
toda perfección. Encierra todas las imágenes de todas las cosas de que nosotros estamos
conscientes con todos nuestros sentidos y en todas las formas. Pero nosotros lo vemos
solamente como una reproducción, pues nadie lo ha visto y nadie puede verlo en su
verdadera forma. Todo lo que nosotros sabemos es que el hombre tiene la más próxima
semejanza con el original. Y sabemos que éstas cosas son tan sólo reveladas a los que
cultivan el campo.»
LA REVELACIÓN DEL MISTERIO DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Y la voz del maestro repentinamente tomó un timbre placentero cuando él empezó a
revelarles los misterios de la existencia de Dios: «Ya no es tiempo de temer a Dios, sino de
amarlo. Él es el más antiguo de los antiguos; el misterio de todos los misterios, el más
desconocido de los desconocidos. Él tiene una cierta forma que nos es conocida, y, sin
embargo, Él nos es desconocido. Su indumentaria nos aparece como blanca; su aspecto,
brillante. Él está sentado sobre un trono de chispas de fuego, el cual está sumiso a su
voluntad. Él no tiene ni principio ni fin.
Antes que Él se pusiera su corona para establecer su reinado, Él delineó y encerró lo
limitado dentro de límites. Él corrió una cortina delante de Él, y sobre ella, Él empezó a
diseñar su reinado. Pero nada existía, excepto en nombre. La real existencia se manifiesta
solamente después de la aparición de Dios a través del velo. Y la presencia suprema se
hizo manifiesta en esta manera. Cuando Dios quiso crear la Torah, que había estado
oculta por eternidades, antes de la creación del mundo, ella se atrevió a decir: "El que
hubiere de establecer su ley debe primero establecer su propio ser.
Sin embargo, el misterio de los misterios no es sino imperfectamente precisable. De sus
obras nosotros alcanzamos una débil comprensión de su ser. Dios es el ser infinito, y no se
debe mirar ni como el conjunto de todos los otros seres, ni como la suma total de sus
atributos propios. No obstante, sin los atributos y los beneficios que nosotros recibimos de
ellos no seríamos capaces de comprenderlo o de conocerlo.
Antes que cualquier forma hubiera sido creada, Dios estaba solo, sin forma, y semejante a
nada. Y por razón que el hombre no es capaz de describirse a Dios como realmente es, no
le está permitido representarlo ni en pintura, ni por su nombre, ni incluso por un punto.
Pero después que Él hubo creada al hombre, Dios quiso ser conocido por sus atributos:
como el Dios de Gracia, el Dios de Justicia, el Dios Todopoderoso, el Dios de los Ejércitos
y EL QUIEN ES. Es tan sólo por media de sus atributos que nosotros podemos decir: toda
la tierra está llena de su gloria. Ni Él es para ser comparado con el hombre, que viene del
polvo y está destinado a la muerte. Él está por encima de todas las criaturas y es más
grande que todos los atributos. Ni atributo, ni imagen, ni cuerpo, sino más bien, como en
las aguas, sin forma y sin límites. Quizá porque las aguas están extendidas sobre la tierra,
nosotros somos capaces de concebirlas y hablar de ellas bajo variadas formas: primero,
hay el manantial; luego, la corriente que brota de él y extiende sus aguas sobre la tierra.
Luego, el estanque, dentro del cual fluyen las aguas, y que forman el mar.
Luego el mar de donde las aguas corren en siete canales, haciendo diez formas en todo.
Pero si se rompieran estas formas, las aguas escaparían y se volverían a su manantial
original, mientras que las formas en las que estuvieron contenidas cayeron en ruinas. De
esta manera se han creado los diez Sephiroth: el primero, la Corona, es el manantial
donde brilla una luz sin fin, y al cual nosotros llamamos el Infinito o EnSoph; puesto que
nosotros no tenemos medios a nuestra disposición con que comprenderlo. Luego viene un
vaso tan concentrado como un punto, como la letra Yod, éste es el Manantial de Sabiduría,
por virtud del cual nosotros llamamos a la Sabiduría de Dios. Luego viene un vaso tan
inmenso como el mar; éste es la inteligencia, y nos da a nosotros el derecho de llamar al
Dios inteligente. Pero entre la sabiduría y la inteligencia Dios ha derramado su propia
substancia, así que de este mar salen los siete canales o atributos: gracia, justicia, belleza,
triunfo, gloria, realeza y la fundación. Así, nosotros podemos designar a Dios como: el
grande, el misericordioso, el fuerte, el magnificente, el Dios de victoria y aquel que es la
base de todas las cosas.
Dios se separa a sí mismo de todas las cosas, aunque Él no está separado de ellas; pues
todas las cosas están unidas con él, de igual manera que Él está unido con ellas. Al darse a
sí mismo forma, Dios ha dado vida a todo lo que existe. Y resultó: en el principio, que el
sonido de la palabra chocó en el vacío y formó un punto imperceptible, el origen de la luz.
Este punto fue su pensamiento. Del punto Él evolucionó una forma misteriosa, que Él
cubrió con una indumentaria deslumbrante. Éste es el universo, que es al mismo tiempo
una parte del nombre de Dios. Luego emanaron de Él diez luces que brillan en la forma
que han tomado de Él y que envían rayos luminosos en todas direcciones como un
reflector. El anciano es un foco deslumbrador educado que nosotros reconocemos por la
multitud de luces brillantes que nos son reveladas a nuestros días. Todas las partes del
santo nombre son luces.
El santo nombre encierra un gran secreto. Cuando el misterio de los misterios quiso
manifestarse, Él creó un punto, que era el pensamiento divino. En éste, Él diseiñó toda
clase de imágenes y grabó toda clase de figuras. Por consiguiente, Él también grabó la
lámpara que es el más santo de todos los misterios ... la más profunda emanación del
pensamiento divino.... Esto fue el principio del edificio existente antes que ninguna otra
cosa existiera, y conocida como parte del nombre: MI = ¿QUIEN?, que significa:
Él nunca será actualmente conocido. Pero cuando Dios quiso ser más completamente
conocido, Él puso encima una indumentaria preciosa y creó ELEH = ESTE, que significa:
toda creación. Y estos dos juntos hacen el nombre Elohim, que significa: el sagrado punto
abajo. Al que es conocido el Paraíso-sobre-la-tierra y su misterio. El sagrado punto
proyecta una luz en cuatro direcciones, cuya brillantez nadie puede resistir. Solamente
los rayos que emanan de él se pueden mirar. Pero como todas las cosas creadas están
llenas de un profundo anhelo de aproximarse a los rayos que emanan del sagrado punto,
hay formado a su extremo final otro punto de luz, conocido como el punto abajo: Elohim.
Sin embargo, Elohim se compone de la misma luz que el sagrado punto arriba, el cual es
EnSoph.
Ahora tratemos de comprender la ciencia de la sagrada unidad. Mirad a la llama de una
lámpara: primero, nosotros vemos dos luces; una, de una blancura brillante, la otra,
oscura o azulada. La luz blanca está arriba, y se eleva en línea recta; la luz oscura está
abajo, y parece formar la base para la otra. Pero tan íntimamente juntas están ellas que
nos parecen como una llama simple. Pero la base, que es la luz oscura, está adherida a la
boquilla que está debajo. La luz blanca conserva su blancura luminosa siempre sin
cambiar, mientras que la más baja, luz oscura, parece constar de muchos matices. La luz
oscura actúa en dos direcciones opuestas: por encima está pegada a la luz blanca,
mientras que por debajo está adherida al material que la alimenta, y, siendo absorbido
dentro de ella, se eleva hasta la luz de arriba o blanca. Así son absorbidas todas las cosas
dentro del Todo Supremo.
La gloria de Dios es tan sublime y está tan lejos por encima de la comprensión humana,
que tiene que permanecer en un misterio eterno. Sin embargo, hay tres maneras en las
que el hombre puede percibir la gloria parcial de Dios: la primera es la visión que el ojo
puede percibir desde lejos, pero tan sólo un rayo infinitesirnal penetra dentro del ojo. No
es bastante para derramar el alma del hombre. Así, la primera visión queda como alguna
cosa vista desde lejos, y tan sólo con el ojo exterior. La segunda manera es aquella en que
el ojo se sumerge sin la debida preparación en una irradiación que no es capaz de
soportar. Deslumbrado y confuso, se ve obligado a impedir la entrada de la gran
irradiación por medio de su propio acto, después de no haber sido capaz de abarcar más
que un diminuto rayo de la visión suprema. La tercera manera es cuando la visión se ve
como en un espejo brillante. Sobre éste el ojo puede permanecer y llenarse tan
completamente de belleza que, finalmente, penetra en lo más íntimo del ser e inunda el
alma con una luz siempre duradera. Y el alma, habiendo abarcado el significado interno
de la luz que la inunda, se calienta en su irradiación y se satisface en todo momento con el
gozo que emite.
Pero la esencia de Dios está tan lejos, por encima de la inteligencia del hombre o de los
ángeles, que nadie puede llegar lo bastante cerca para comprenderla. Los seres que viven
acá abajo dicen que Dios está en lo alto, mientras que los ángeles en el cielo dicen que Dios
está sobre la tierra. Dios es conocido por cada uno según la profundidad de su propia
comprensión. Pues cada hombre se adhiere al espíritu de su sabiduría tan sólo en cuanto
el aliento de su propio espíritu lo permite. Y todos los hombres deben tratar de
profundizar su propio conocimiento de Dios, en tanto que su propia comprensión se lo
permite. Pero la esencia divina debe permanecer siempre en un misterio profundo.
LA CARA GRANDE Y LA CARA PEQUEÑA
Dios es el maestro en el manto blanco y la cara resplandeciente. El blanco de su ojo forma
cuatro mil mundos, y los justos de este mundo heredarán cada uno cuatrocientos mundos
iluminados por el blanco del ojo. Millones de mundos tienen su base y su soporte en su
cabeza. El rocío que se levanta en la cabeza y cae de ella resucitará los muertos en el
mundo futuro. Es este rocío, que es el maná de los justos en el mundo venidero. Es
blanca, como el diamante es blanco, aunque emitiendo todos los colores. Cada día salen
del cerebro trece mil miradas de mundos, que reciben su subsistencia de Él, y cuyo peso
Él soporta. La blancura de su cabeza lanza luz en todas direcciones. Es a causa de la
longitud de la cara que el Anciano en los Días es conocido como El Cara Mayor. El Cara
Mayor está compuesto de tres naturalezas de principios superpuestos: macho, hembra e
hijo. A fin de crear los mundos que tan sólo pueden existir en Dios y por medio de Dios, el
Cara Mayor ha tendido un velo enfrente de sí mismo. Y en este velo está grabada la
esencia divina, que es conocida como el Cara Menor. Enfrente de este velo están colocados
muchos otros velos a ciertos intervalos, y se ve a través de estos velos la esencia divina que
aparece bajo diferentes formas: como gracia (el corazón), como fuerza (el brazo(, como
sabiduría (el cerebro), etc., y éstos son conocidos como Sephiroth.
El cerebro es el símbolo del agua, y el corazón, del fuego. EI uno simboliza el trono de
misericordia; el otro, de castigo. Cuando los pecados del hombre son grandes, Dios deja el
trono de misericordia y se sienta en el trono del rigor.
El Anciano en los Días y el Cara Menor son uno y lo mismo. Nunca ha cambiado ni nunca
cambiará. Él es el centro de toda perfección, y ésta es la imagen en la cual están
contenidas todas las otras imágenes: la imagen que puede verse por todas partes y en
todas formas. Pero lo que nosotros vemos es tan sólo lo que nosotros nos hemos descrito a
nosotros mismos de las reproducciones con las que estamos familiarizados. Nadie puede
ver la imagen auténtica y real. La reproducción más próxima a ella en semejanza es la del
hombre. Pero todos los mundos superiores e inferiores están comprendidos en la imagen
de Dios.
En el mundo superior los dos ojos forman uno, y siempre está abierto. Está siempre
riendo y siempre feliz. Nos es conocido bajo varios nombres, tales como: El Ojo Abierto,
El Ojo Supremo, El Ojo Santo, El Ojo de la Providencia, El Ojo de la Guardia, El Ojo
Bueno; El Ojo Bueno derrama la bendición sobre todas las cosas sobre que se fija su
mirada. Con ayuda del espíritu de la sabiduría, los santos pueden contemplar este Ojo. Y
los santos lo verán "Ojo a ojo" cuando Dios regrese a Sión. Si el Ojo Superior cesara de
mirar dentro del Ojo Inferior, el mundo perecería. La luz del Ojo Superior penetra en el
Ojo Inferior, y de él se extiende en todas direcciones.
Para imaginar la Cabeza Blanca debe uno pensar en el pez del mar, que no tiene ni
párpados ni cejas, que nunca duerme ni necesita cubierta alguna para sus ojos. El blanco
de sus ojos eclipsa toda otra blancura. Es la quintaesencia de toda blancura. Es la
blancura de tres matices. El primer matiz proyecta una luz que ilumina tres lámparas:
gloria, majestad y gozo. El segundo matiz proyecta una luz que ilumina tres lámparas,
fuerza, gracia y belleza. El tercero refleja la luz oculta del cerebro, e ilumina la lámpara
del medio, que es la séptima en orden y la cual ilumina todas las lámparas de este mundo.
Cuando la frente está descubierta, las oraciones de Israel son aceptadas. Se descubre tan
sólo en el momento de la oración de la noche en la víspera del Sabbath. Durante la
semana, el rigor rige la Cara Menor; pero en el día del Sabbat se cambia en clemencia:
cesa toda Irritación, la gracia se extiende y la oración es aceptada. Mientras que en la
tierra la frente descubierta se considera como un signo de insolencia, en el mundo de
arriba es más bien un signo de amor y clemencia. De la frente sobresalen trescientos
setenta mil rayos, dirigidos al Edén celestial, que los refleja abajo, al Edén terrenal: un
Edén ilumina al otro. El Edén celestial está escondido, y ningún camino se le aproxima;
pero el Edén terreno tiene treinta y dos avenidas. Sin embargo, nadie sabe cómo llegar a
él. Nadie conoce el Edén terrenal, sino la Cara Menor, y nadie conoce el Edén celestial,
sino la Cara Mayor.
Aunque los espíritus, los ángeles y las almas son seres inmateriales, comparados, sin
embargo al Ser Supremo, son como cuerpos materiales. Pues Él es el alma de las almas.
Él está fuera de todas las cosas, y sin Él está fuera de todas las cosas, y sin embargo
dentro de todas las cosas. Él está en todas direcciones y llena los espacios superiores e
inferiores. No hay otro Dios fuera de los diez Sephiroth, de los cuales emanan y dependen
todas las cosas. Él llena cada Sephira en toda su longitud, en ancho y en espesor. Y Él sólo
sabe cómo unir la Schechina a cada Sephira y a cada hoja luminosa que pende del árbol
Sephirótico, y es una parte de Él, lo mismo que los nervios, la carne, los huesos y la piel
son una parte del cuerpo. Él no tiene ni cuerpo, ni miembros, ni órganos de hembra. Él es
uno. Y no hay otro alguno. Quiera Él unirse con la Schechina en todos los grados de las
Emanaciones del mundo, formados por las almas de los virtuosos."
El maestro cesó de hablar, y los discípulos se sentaron y reflexionaron sobre todo lo que él
les había revelado. Y cada hombre luchaba en su alma con las limitaciones de su propia
comprensión, tratando de abarcar la visión tal como les había sido revelada.
LA LUZ SUPREMA
"Luego, Dios creó el mando, haciendo que saliera una chispa de la luz suprema. Y Él hizo
que un viento soplara de arriba contra un viento que soplaba de abajo. Del choque, del
encuentro de estos dos vientos, salió una gota y se elevó de las profundidades del abismo.
Esta gota unió los vientos, y de la unión de estos vientos nació el mundo. La chispa
entonces se elevó al mundo superior y se colocó a la izquierda. Y la izquierda se levantó y
se colocó a la derecha. Pero este cambio es continuo. Ahora la chispa ocupa el lado
derecho, y la gota, el izquierdo. Y luego es al revés. De este cambio continuo sale un
reflujo y un flujo. Cuando uno deja la derecha para ocupar su sitio a la izquierda, la otra
deja su sitio a la izquierda para cambiar a la derecha. 'Estas dos se encuentran y se unen.
Y es durante este encuentro y la unión de la chispa de luz de arriba con la gota, que viene
de abajo, cuando la paz reina así arriba como abajo.
Luego Dios hizo que un rayo saliera de la luz oculta. Este rayo inmediatamente proyectó
un número incalculable de luces visibles, que formaron el mundo superior. Las luces
visibles del mando superior, a su vez, despidieron rayos. Estos rayos los volvió opacos el
celestial. Y así se formó el mundo inferior. Como el mundo inferior es una luz oscura, que
no emite rayos, tiene que estar en contacto constante con el mundo superior. Pero la luz
del mundo superior tiene también necesidad de permanecer en contacto con el mundo
inferior. Es tan sólo sosteniendo el contacto entre los mundos superior e inferior como
esta luz es capaz de proyectar rayo alguno. Pero la luz de aquí abajo, no está conectada
con la luz del mundo superior. Y no hay una sola cosa aquí abajo que no tenga su doble
en el mundo superior. Este doble lo regula y lo gobierna. Cuando nosotros ponemos en
movimiento las fuerzas de lo que nosotros somos capaces aquí abajo, nosotros estamos
también, al mismo tiempo, poniendo en movimiento las fuerzas de arriba, que las
controla.
El punto invisible -ilimitado y desconocido-, a causa de su fuerza y de su pureza, ha
lanzado de sí misma un aura o etéreo magnetismo, que actúa como un velo para el punto
invisible. Y el aura, a pesar de ser una luz menos pura que la del punto, es, sin embargo,
demasiado brillante para ser mirada. Y el aura ha lanzado también una luz fuera de sí
misma, una anilla, que es una envoltura que vela y suaviza la luz. Así, han sido formadas
todas las cosas por un movimiento de luz siempre hacia abajo y afuera de sí misma.
O nosotros podemos tratar de comprenderlo en esta otra forma: el punto invisible o
punto supremo despide una luz de tal transparencia, nitidez, sutilidad, que penetra en
todas partes. Alrededor del punto, la penetración de su propia luz forma un círculo o un
palacio. La luz del punto supremo, como que es de una brillantez inconcebible, hace la luz
del palacio, que es inferior a ella, parecer como un círculo oscuro alrededor de ella. Pero
la luz del primer palacio, aunque pueda parecer oscura por comparación con el punto
mismo, es, sin embargo, de un inmenso esplendor, que despide otro círculo o palacio, de
envoltura alrededor del primero. Así que, emanando del punto supremo, todos los grados
de creación no son sino envolturas el uno para el otro. La envoltura del superior forma el
cerebro del grado inmediato. Este método del mundo superior se repite en el mundo
inferior. El hombre es hecho de cerebro, y su envoltura, el espíritu y el cuerpo.
Y Dios creó el cuerpo del hombre a imagen del mundo superior. La fuerza y el vigor
irradian del centro del cuerpo, donde está el corazón, que nutre todos los miembros. Y el
corazón se une con el cerebro, que está en la parte superior del cuerpo. El mundo, que es
también un cuerpo, fue formado de la misma manera. Cuando Dios creó el mundo, Él
puso las aguas del Océano alrededor de la tierra. Y en el corazón del mundo habitado
Dios puso a Jerusalén. Y en el corazón de Jerusalén, a la Santa Montaña. La montaña
encierra la sede del Sanhedrín, en el corazón del cual está el templo. En el corazón del
templo está el Santo de los Santos, donde permanece la Schechina. Y ésta es el corazón
del mundo.
Y el mundo superior fue creado de la misma manera. Allí también un océano lo encierra,
y por encima de él, otro océano. En el corazón del Río de Fuego está el palacio celestial,
donde reside el Sanhedrín, al cual nadie tiene acceso sino el descendiente de la casa de
David, y en el centro del Sanhedrín está el Santo de los Santos, que es el corazón del
mundo superior y de todas las creaciones".
LOS SIETE CIELOS
"Y Dios creó siete cielos arriba y siete tierras abajo, siete océanos y siete ríos, siete días y
siete semanas, siete años y siete veces siete años, y los siete mil años de la duración del
mundo. Y cada uno de los siete cielos arriba tiene sus estrellas, sus cuerpos astrales y sus
soles. Cada uno tiene su jerarquía, con poder de ejecutar la voluntad soberana. Y los que
sirven son diferentes en cada cielo: en algunos, los sirvientes tienen seis alas; en otros,
cuatro alas. En algunos, tienen seis caras; en otros, dos caras. Algunos, están hechos de
fuego; algunos, de agua, y algunos, de aire. Y todos los cielos están colocados unos dentro
del otro, como las hojas de una cebolla. Todos obedecen la palabra del Creador. Pues
encima de todos está Dios, ¡Bendito sea Él!
Y los siete cielos tienen cada uno sus estrellas fijas y sus estrellas móviles. Llevaría un
ciento de años andando para recorrer cada cielo. Y la altura de cada uno es cinco veces
tan grande como su superficie. Y la distancia que separa un cielo de otro llevaría
quinientos años para recorrería. Y por encima de todos ellos está el cielo, Araboth, el más
alto, cuya superficie llevaría mil quinientos años para recorrería y su altura exactamente
otro tanto. La luz del Araboth es tan grande que ilumina todos los cielos. Encima del
Araboth está el cielo de la Bestia Santa. Una garra del pie de la Bestia Santa es tan grande
como siete veces la distancia que hay entre la tierra y el cielo. Es como un cristal ígneo.
Aquí se hallan las legiones de la derecha y de la izquierda.
En cada uno de los cielos hay gobernante, que gobierna la tierra y el mundo. Solamente la
Tierra Santa no está gobernada por cualquiera de estos gobernantes, sino por el mismo
Dios. Y el poder que emana de cada uno de ellos es traído del cielo a la tierra. Pues cada
goberrnante está investido desde arriba con el poder que ti da al mundo de abajo. En
medio de todos los cielos hay una puerta llamada Gabillon, debajo de la cual se hallan
setenta puertas más, guardadas por setenta jefes, de la que sale un rayo de luz igual a dos
mil lámparas.
"Nuestro mundo forma el centro de mundo celestiall. Está cercado por puertas que
conducen a los reinos superiores. A cada puerta están legiones de ángeles. Estos ángeles
son alimentados por un inmenso árbol, y es invisible, puesto que su luz está oculta por las
ramas. Este mundo puede ejercer su poder solamente cuando las sombras del árbol lo
cubren y cuando todas las puertas que le dan comunicación con el mundo superior están
cerradas. Cuando los signos de alabanza se elevan desde la garganta del hombre, dos
puertas se abren; una al Norte y la otra al Sur, y la llama celestial baja a la tierra y envía
su iluminación en seis direcciones. Si todas las puertas del mundo no estuvieran
guardadas por ángeles, los demonios habrían entrado y lo habrían destruido hace mucho
tiempo. Pero cuando se elevan al cielo los himnos de alabanza, el mismo Dios baja a la
tierra y fortalece al mundo con su divina presencia.
Cuando Dios quiso crear todas las cosas, Él empezó creando algo que era a la vez macho
y hembra, y a éstos, a su vez, Él los hizo dependientes de alguna otra forma que es la vez
macho y hembra. Y la sabiduría (Chochma), que es la primera Sephira después de la
Corona (Keter), hecha manifiesta por el Creador, brilla en la forma de ambos, macho y
hembra. Y cuando la sabiduría se hizo manifiesta produce inteligencia (Binah) . Y otra
vez nosotros tenemos macho y hembra: sabiduría es el padre; inteligencia, la madre, y
éstos son los dos platillos de la balanza. Por causa de ellos, todo se manifiesta en la forma
de macho y hembra. Sin sabiduría no habría principio alguno, puesto que sabiduría es el
padre de padres, el origen de todas las cosas. De esta unión nace la fe, y se extiende e4 el
mundo. Binah se produce por las dos letras del nombre de Dios: Yod, Heh. Así, Binah es
realmente Ben-Yah, Hijo de Dios, el cual es la perfección de todo lo que existe. Cuando el
Padre, la Madre y el Hijo (quien es Misericordia-Chesed) están juntos, hay la perfecta
síntesis. Y cuando ellos están juntos la hija (quien es Rigor-Gebourah) está también con
ellos
Pero sabéis que esto es el resumen de todo lo que habéis oído: que todo en el mundo
inferior ha sido hecho a imagen del mundo superior. Todo lo que existe en el
Mundo superior nos aparece acá abajo como en una pintura. Todo es uno y la misma
cosa".
LAS REVELACIONES CONCERNIENTES AL HOMBRE
Un día, cuando los discípulos se habían reunido para oír las palabras del Maestro, Rebí
Simeón notó que uno de los jóvenes, que estaba dolorosamente acosado con males de la
carne, se hallaba grandemente preocupado con sus propias penas. Y el Maestro les habló
así:
«¡No creáis que el hombre no es más que carne! Lo que realmente hace al hombre es su
alma. Y lo mismo que Dios forma el punto oculto del cual todas las huestes celestiales y
todas las regiones superiores forman la cubierta, así también está el hombre representado
por su más interna alma, de la cual todas las partes del cuerpo forman la envoltura. La
carne, la piel, los huesos y el resto no son sin(> un vestido, un velo, No son el hombre. Y
cuando el hombre deja este mundo él se desprende de todos los velos que lo cubren. A
pesar de todo esto, nosotros no debemos despreciar nuestros cuerpos, pues las diversas
partes del cuerpo se conforman a los secretos de la divina sabiduría. La piel representa el
firmamento, que se extiende sobre todo y cubre todo como un vestido. La piel recuerda el
lado malo del universo, esto es: el elemento, que es tan sólo externo y sensible. Los huesos
y las venas son como la carroza celeste: las fuerzas que existen internamente, y que
nosotros consideramos como los sirvientes de Dios. No obstante, todo esto es todavía un
vestido, pues es tan sólo en su ser interno donde nosotros hallaremos el misterio del
hombre celestial. Exactamente lo mismo que el hombre terrestre así es, por dentro, el
hombre celestial. Pues todo lo, que tiene lugar acá abajo es tan sólo la imagen de todo lo
que tiene lugar arriba. Es en este sentido que nosotros comprendemos que Dios creó al
hombre a su propia imagen. ]Pero así como en el firmamento nosotros vemos diferentes
figuras formadas por las estrellas y los planetas, contándonos de cosas ocultas y de
profundos misterios, así también sobre la piel que envuelve nuestros cuerpos hay líneas y
formas que pueden mirarse como las estrellas y planetas del cuerpo. Y todas ellas tienen
un significado oculto.
La esencia de la suprema sabiduría está compuesta de tierra y de cielo, de lo divino y de
lo humano, de lo material y de lo inmaterial, lo mismo que el hombre está compuesto de
cuerpo y alma. El hombre es la síntesis de todos los santos nombres. En el hombre están
encerrados todos los mundos, así el superior como el inferior. El hombre incluye todos los
misterios, aun aquellos que existieron antes de la creación del mundo.
Puesto que la forma del hombre comprende todo lo que está arriba, en el cielo, y abajo,
sobre la tierra, Dios la ha escogido como su propia forma. Nada podía existir antes de la
formación de la forma humana, que encierra todas las cosas. Y todo lo que existe es por la
gracia dio la existencia de la forma humana. Pero nosotros debemos distinguir el hombre
superior del hombre inferior, puesto que el uno no puede existir sin el otro. De la forma
del hombre depende la perfección de la fe. Lo que nosotros llamamos hombre celestial, o
la primera manifestación divina, es la forma absoluta de todo lo que existe, el manantial
de todas las formas e ideas: supremo pensamiento. El hombre es el punto central
alrededor del cual gira toda la creación. Su figura es la más noble de todas las que se han
enjaezado en la carroza de Dios.
Dios creó al hombre, así que dentro de él está una parte de todos los espíritus celestiales.
Pero no son los espíritus los que dan una parte de ellos mismos al hombre. Si este fuera
así, entonces, en un momento de irritación, cada espíritu pudiera haberse marchado, y
entonces, ¿qué quedaría del hombre? Pero cuando Dios creó al hombre Él le imprimió la
imagen del reino santo en su totalidad, de que significa la imagen de todas las cosas. Esta
imagen es la síntesis de todas las cosas, así arriba como abajo. Es también la síntesis de
todas las Sephiroth, y todos sus nombres, sus denominaciones, sus formas y sus variantes.
Dios creó al hombre a su propia imagen a fin de que pudiera dedicarse al estudio de la
Torah y marchar dentro de su camino. Adán fue hecho de la misma tierra de la que salió
el santuario de la tierra. Y la tierra en la que estaba el santuario era la síntesis de los
cuatro puntos cardinales del mundo. Estos puntos cardinales estaban unidos, en el
momento de la creación, con los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Al mezclar
estos cuatro elementos Dios creó un cuerpo que era la imagen de los mundos superiores.
Así, nosotros decimos que el cuerpo está compuesto de los elementos de los mundos
superior e inferior. Los cuatro elementos primarios constituyen el misterio de la fe. Son el
origen de todos los mundos. Ocultan el misterio de las huestes celestiales. Estos cuatro
elementos corresponden a los cuatro elementos terrestres: fuego, agua, aire y tierra, los
cuales son los símbolos del supremo misterio. En el momento de la creación del hombre
Dios formó el cuerpo de tierra, sobre la cual está el santuario terrestre. Cuando el cuerpo
fue hecha de la tierra los otros tres elementos vinieron y pidieron ser incluidos también.
Así, el hombre representa todos los elementos.
Cuando Dios creó el mundo Él dio a la tierra todas las fuerzas generatrices que
necesitaba. Pero estaba como una flor encerrada en un capullo, pues no producía fruto
alguno hasta la creación del hombre, cuando las fuerzas generatrices de la tierra se
hicieron visible en el mundo. Pues, produciendo fruto, la tierra demostró que tenía
fuerzas generatrices dentro de sí misma. Los cielos, también, no enviaron nutrición
alguna a la tierra hasta después de la creación del hombre. Así, los frutos del cielo y de la
tierra se hicieron visibles al mismo tiempo, que fue el de la creación del hombre. Entonces
el cielo empezó a soltar lluvia en las destinadas estaciones, y la tierra exteriorizó sus
fuerzas generatrices. Y con la aparición del hombre se sintió música por primera vez
sobre la tierra, pues entonces fue cuando la voz de la paloma-tórtola fue la voz de Dios
oída por primera vez sobre la tierra, después de la creación del hombre".
El amor entre el hombre y la mujer
"Pero, Maestro ... -preguntó uno de sus discípulos-, ¿no es el amor entre el hombre y la
mujer también una alta y elevada experiencia?"
«El mundo -dijo el Maestrose apoya sobre el principio de la unión del macho con la
hembra. La forma en la cual nosotros nos hallamos así el principio de macho como el de
hembra no es una forma completa ni superior. Dios no establece Su residencia en sitio
alguno donde tal unión no existe. El nombre Adán fue dado a un hombre y a una mujer
unidos en un solo ser.
En la víspera del Sábado, un hombre debiera tener relaciones con su mujer, pues en esa
noche un alma adicional ha sido concedida a cada uno de nosotros, y bajo la guardia de
este alma las relaciones conyugales están seguras de no ser halladas por el demonio.
Opuesto al espíritu creador de Dios, el cual es positivo y, por consiguiente, un espíritu
masculino, nosotros hallamos la Schechina, la Matrona o espíritu que recibe. este espíritu
mora en la Esfera Malchut', como la Reina. De vez en cuando, el Rey del Cielo viene a
ella, se une con ella y le da placer y deleite. Por medio de esta unión, la salvación viene a
todo el mundo.
Antes de venir a esta tierra, cada alma y cada espíritu se compone de un hombre y una
mujer unidos en un simple ser. Al venir abajo, a la tierra, estas dos mitades son separadas
y enviadas a animar en dos cuerpos diferentes. Cuando llega el tiempo del casamiento,
Dios los une como antes, y ellos otra vez vuelven a ser un alma y un cuerpo. Pero esta
unión depende de la vida de un hombre y de la manera en que él vive. Si ha vivido una
vida pura y piadosa, él gozará una unión semejante a la que precedió a su nacimiento, y
la cual era la unión perfecta, Así el hombre y su compañera pertenecen el uno al otro
para siempre. Y cada alma busca su propia pareja en la otra vida. Las almas que no han
hallado su verdadera compañera en la tierra erran, después de la muerte, en busca de su
alma gemela. Y aquel que no la ha buscado o no ha hallado su verdadera compañera
sobre la tierra es, después de la muerte, como un átomo llevado por todos los vientos No
hallará Paz hasta que no se haya unido con su verdadera compañera. Los suspiros que
parten de los seres ama dos resuenan en el alma en busca de su alma hermana.
Las revelaciones concernientes a la inmortalidad del alma.
Rebí Simeón Ben Yojai abrió los ojos y vio que las llamas todavía rodeaban su cama y
que del otro lado sus discípulos permanecían por allí, revelando sus caras un éxtasis de
esperanza y fe en todo lo que él les estaba revelando. Y continuó explicándoles,
diciéndoles:
«¡Sabed que vuestras almas son inmortales! El alma se marcha tan sólo cuando el Ángel
de la Muerte ha tomado posesión del cuerpo. Y una vez más el alma toma la forrna de
que estaba investida antes de venir al mundo. Tampoco puede experimentar el alma gozo
alguno real hasta que se sienta otra vez en su propia forma celestial. Pues solamente
entonces puede continuar aprendiendo el significado de los misterios profundos. Y el
alma que no halla inmediatamente su envoltorio celestial sabe que no entra
inmediatamente en el cielo, sino solamente después de haber sido castigada. Tan pronto
como ha habido un deseo de arrepentimiento, aun cuando no haya sido llevado a cabo, se
le da, sin embargo, al alma otra oportunidad, y se le permite después de algún tiempo
regresar a su Paraíso.
Lo mismo que el cuerpo está compuesto de elementos que vienen de los cuatro puntos
cardinales, de igual manera el alma está formada en el mundo superior por los cuatro
vientos que soplan del Paraíso y forman su envoltura. Es esta envoltura la que da al alma
la misma forma que tenía sobre la tierra.
Si el alma que es puesta acá abajo deja de tomar raíces es sacada una y otra vez y
trasplantada hasta que ha tomado raíces. Pues el alma que no ha cumplido su misión
sobre la tierra es retirada y trasplantada otra vez sobre la tierra. ¡Feliz es el alma que
está obligada a volver a la tierra para reparar los errores cometidos por el hombre cuyo
cuerpo ella anima! Pues la transmigración es impuesta como un castigo al alma, un
castigo que varía según la naturaleza de los pecados que el alma ha cometido. Y todas las
almas que han pecado deben volver a la tierra hasta que, por su perfección, sean capaces
de alcanzar el sexto grado de la región de donde emanó. Solamente las almas que han
emanado del lado de la Schechina -el cual es el séptimo grado celestial nunca están sujetas
a transmigración".

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