La Ley Del Siete o Ley de Las Octavas
La Ley Del Siete o Ley de Las Octavas
La Ley Del Siete o Ley de Las Octavas
Estas vibraciones se efectúan en todas las clases de materia, sea cual fuere su aspecto y
su densidad, desde la más sutil hasta la más grosera; provienen de varias fuentes y
prosiguen en varias direcciones, cruzándose entre sí, chocando, fortaleciéndose,
debilitándose, deteniéndose unas a otras, y así sucesivamente.
Cuando la fuerza del impulso se agota y la resistencia del medio se impone, las
vibraciones, naturalmente, decaen y se detienen.
Pero hasta que llegue este momento, esto es, hasta el comienzo de su declinación
natural, las vibraciones se desarrollan uniforme y gradualmente, y en la ausencia de toda
resistencia, pueden aun prolongarse sin término.
No obstante, la física contemporánea está aún muy lejos de una noción correcta sobre la
naturaleza de las vibraciones o de lo que corresponde a nuestra concepción de
vibraciones en el mundo real.
Este principio puede ser formulado aún más precisamente si decimos que la fuerza del
impulso original en las vibraciones no actúa uniformemente sino, por así decirlo, se
torna alternativamente más fuerte y más débil.
La fuerza del impulso actúa sin cambiar su naturaleza y las vibraciones se desarrollan en
forma regular sólo por cierto tiempo que está determinado por la naturaleza del impulso,
el medio, las condiciones circundantes y así sucesivamente.
Pero en cierto momento interviene una especie de modificación: las vibraciones, por así
decirlo, dejan de obedecer a esta fuerza y durante un breve periodo se retardan,
cambiando hasta un cierto punto de naturaleza o de dirección.
Con relación a esto es importante reparar en que los períodos de acción uniforme de la
inercia adquirida no son iguales y que los períodos de retardación de vibraciones no son
simétricos.
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Para determinar estos periodos de retardación, o mejor dicho, las detenciones en el
ascenso o descenso de vibraciones, se dividen las líneas de desarrollo de vibraciones en
secciones correspondientes al doble o a la mitad del número de vibraciones en un lapso
de tiempo dado.
El uno está a una pequeña distancia del punto de partida, el otro casi al final.
En esta fórmula, el período a cuyo comienzo se doblan las vibraciones, estaba dividido
en ocho escalones desiguales, correspondientes al grado de progresión de vibraciones.
Fue así cómo se obtuvo la escala musical de siete tonos que fue conocida desde la más
remota antigüedad, después olvidada y reencontrada o «descubierta» de nuevo.
La escala de siete tonos es una fórmula de ley cósmica que fue elaborada por antiguas
escuelas y aplicada a la música.
Sin embargo, si estudiamos las manifestaciones de la ley de las octavas en otras clases
de vibraciones, veremos que las leyes son en todas partes las mismas.
La luz, el calor, Las vibraciones químicas, magnéticas y otras, están sometidas a las
mismas leyes que las vibraciones sonoras; por ejemplo: la gama luminosa conocida en la
física; en química el sistema periódico de los elementos, que sin duda alguna está
estrechamente ligado al principio de octava, aunque esta correspondencia todavía no
haya sido plenamente elucidada por la ciencia.
Tomemos una vez más la octava ascendente, es decir la octava en la que la frecuencia de
vibraciones se acrecienta.
Supongamos que esta octava comience con 1.000 vibraciones por segundo.
El punto en que la frecuencia alcanza 2.000 vibraciones por segundo, será el segundo
do, es decir el do de la octava siguiente:
El período entre un do y el do siguiente, o sea una octava, está dividido en siete partes
desiguales, porque la frecuencia de las vibraciones no aumenta uniformemente.
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Si tomamos do como 1, re será 9/8, mi 5/4, fa 4/3, sol 3/2, la 5/3, si 15/8, y el próximo
do será 2.
Las diferencias entre las notas o las diferencias de altura de las notas se llaman
intervalos.
Vemos que hay tres clases de intervalos en la octava: 9/8, 10/9 y 16/15, lo que en
números enteros da: 405, 400 y 384.
En la escala musical de siete tonos, se considera teóricamente que hay dos semitonos
entre dos notas sucesivas, excepto los intervalos mi -fa y si - do, que tienen un solo
semitono y en los cuales se considera como faltante el segundo semitono.
De esta manera se obtienen veinte notas, de las cuales ocho son fundamentales: do, re,
mi, fa, sol, la, si, do; y doce intermedios: dos entre cada una de los siguientes pares de
notas: y uno entre los dos pares de notas siguientes:
Si comprendemos todo su sentido, la ley de las octavas nos da una nueva explicación de
toda la vida, del progreso y del desarrollo de los fenómenos sobre todos los planos del
universo, dentro del campo de nuestra observación.
Esta ley explica por qué en la naturaleza no hay líneas rectas, y también por qué no
podemos ni pensar ni hacer, porque todo en nosotros se piensa, porque todo en nosotros
sucede, y sucede en general de una manera contraria a la que deseamos o esperamos.
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Todo esto es manifiestamente el efecto inmediato de los intervalos o de la retardación en
el desarrollo de las vibraciones.
En cada octava la desviación es más acentuada, de manera que la línea de las octavas
llega a formar un semicírculo y va en una dirección opuesta a la dirección original.
Esta ley demuestra por qué nunca nada en nuestras actividades va en línea recta, porque
al comenzar una cosa, en seguida hacemos otra totalmente diferente, que a menudo es
todo lo contrario de la primera, aunque no nos demos cuenta y continuemos pensando
que seguimos siempre la misma línea.
Todos estos hechos y muchos otros más, no pueden explicarse sino por la ley de las
octavas y especialmente por una comprensión clara del papel y el significado de los
intervalos que obligan constantemente a la línea de desarrollo de fuerzas a modificar su
dirección, a quebrarla, a curvarla, a tornarla en su «propio contrario» y así
sucesivamente.
Las cosas ocurren siempre así y estos cambios de dirección los podemos comprobar por
todos lados.
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Pero la línea continúa desarrollándose aunque ya no en la misma dirección que al
comienzo.
El trabajo se hace mecánico, y el sentimiento, más y más débil, baja el nivel de los
acontecimientos de la vida ordinaria.
Todo prosigue así durante un cierto tiempo, luego hay de nuevo una reacción, una
detención, una desviación.
El desarrollo de la fuerza puede continuarse aún, pero el trabajo que se había comenzado
con ardor y en medio del entusiasmo, se ha tornado en una formalidad obligatoria e
inútil; han entrado al sentimiento numerosos elementos que le son foráneos:
consideración interior, molestia, irritación, hostilidad; el pensamiento da vueltas en
círculo repitiendo lo que ya sabe y uno se desvía más y más.
El estudio de la historia, emprendido desde este punto de vista, hace resaltar los hechos
más sorprendentes, pero la «humanidad mecánica» no quiere tenerlos en cuenta.
Quizá los ejemplos más obvios de tales cambios de dirección se pueden encontrar en la
historia de las religiones, particularmente en la historia de la religión cristiana, si se la
estudia sin pasión.
Piensen ustedes cuántas vueltas habrá tenido que dar la línea de desarrollo de fuerzas
para pasar de las predicaciones de amor del Evangelio hasta la inquisición; o del
ascetismo de los primeros siglos, cuando se estudiaba el cristianismo esotérico, a la
escolástica que calculaba el número de ángeles que podían sostenerse sobre la punta de
una aguja.
La ley de las octavas explica muchos fenómenos de nuestra vida, que sin ella
permanecerían incomprensibles.
Estas son dos de las causas fundamentales de nuestras ilusiones sobre nosotros mismos.
No vemos la primera porque pensamos siempre que las cosas pueden permanecer largo
tiempo sobre el mismo nivel, e ignoramos la segunda por no comprender que los
ascensos son de hecho imposibles allí donde los vemos — tan imposibles como
desarrollar la conciencia por medios mecánicos.
Una vez que hayamos aprendido a distinguir las octavas ascendentes y descendentes en
la vida, tenemos que aprender a distinguir el ascenso y descenso dentro de las mismas
octavas.
Podemos ver en cualquiera de los dominios de nuestra vida que consideremos, que ahí
nada puede permanecer igual y constante; en todas partes y en todo, prosigue sin cesar la
oscilación del péndulo, en todas partes y en todo las olas se elevan y vuelven a caer.
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Nuestra energía aumenta de pronto en una u otra dirección, luego se debilita asimismo
rápidamente; nuestros estados de ánimo se “mejoran” o se “empeoran” sin razón
visible; nuestros sentimientos, deseos, intenciones, decisiones, todo pasa de trecho en
trecho por periodos de ascenso y descenso, de fortalecimiento o debilitamiento.
Esta ley de las octavas, en sus tres manifestaciones principales, condiciona numerosos
fenómenos tanto de naturaleza psíquica como de naturaleza orgánica, es decir, ligados
directamente a nuestra vida.
Como ya lo he dicho, la ley de las octavas, en todas sus manifestaciones, era conocida
por la ciencia antigua.
Aun nuestra división del tiempo, es decir, los días de la semana repartidos en seis días de
trabajo y un domingo, está en relación con las propiedades y las condiciones interiores
de nuestra actividad, que dependen de la ley general.
El mito bíblico de la creación del mundo en seis días, y un séptimo durante el cual Dios
descansa de su trabajo, es igualmente una expresión de la ley de las octavas o un índice
de esta ley, aunque incompleto.
Las observaciones basadas en una comprensión de la ley de las octavas muestran que las
vibraciones pueden desarrollarse de diferentes maneras.
En las octavas interrumpidas, ellas surgen y caen, son arrastradas y engullidas por
vibraciones más fuertes que las cortan o que van en una dirección contraria.
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No es sino en las octavas de orden cósmico, ascendente o descendente, donde las
vibraciones se desarrollan de una manera consecuente y ordenada, conservando siempre
la dirección tomada por ellas al comienzo.
Por otra parte, la observación muestra que el desarrollo de octavas correcto y constante,
si bien raro, es posible en todas las ocasiones, tanto en la actividad de la naturaleza como
en la actividad humana.
El desarrollo correcto de estas octavas está basado en lo que parece ser un accidente.
Sucede a veces que las octavas que progresan paralelamente a una octava dada, que la
cruzan o que la encuentran, llenan sus intervalos de una u otra manera y permiten a las
vibraciones de la octava dada evolucionar libremente y sin detenciones.
En tales casos, hay una diferencia esencial entre las octavas ascendentes y las
descendentes.
Si una energía adicional correspondiente entra en este sitio, la octava se desarrollará sin
dificultad hasta la nota si, pero para que se desarrolle correctamente es necesario entre si
y do, un choque suplementario mucho más fuerte que entre mi y fa, porque en este sitio
las vibraciones de la octava están en un diapasón mucho más elevado y se requiere una
intensidad mucho mayor para evitar una detención en el desarrollo de la octava.
Por esta razón una octava descendente se desarrolla mucho más fácilmente que una
octava ascendente; y después de pasar el si, llega a fa sin obstáculos; aquí es necesario
un choque suplementario aunque considerablemente menos fuerte que el primer
«choque» entre do y si.
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Podemos ver el primer ejemplo completo de la ley de la octava en la gran octava
cósmica que nos llega en la forma, del rayo de la creación.
El Absoluto es el Todo.
El Todo, que posee unidad plena, voluntad plena y conciencia plena, crea mundos dentro
de sí mismo," y comienza así la octava cósmica descendente.
Si pasa a La, que para nosotros es nuestro mundo estelar, la Vía Láctea.
Y aquí, entre el mundo planetario tomado como un todo y nuestra Tierra, ocurre un
«intervalo».
Esto significa que las radiaciones planetarias que llevan varias influencias a la Tierra no
pueden alcanzarla o, para hablar más correctamente, ellas no son recibidas; la Tierra las
refleja.
Con el fin de llenar el «intervalo» que hay en este punto del rayo de creación, se ha
creado un dispositivo especial para recibir y transmitir influencias que vienen de los
planetas.
La vida orgánica transmite a la Tierra todas las influencias destinadas a ella y hace
posible el crecimiento y el desarrollo ulterior de la Tierra, que es el mi de la octava
cósmica, y luego el de la luna o re, después de lo cual viene otro do, la Nada.
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Entre el Todo y la Nada pasa el rayo de creación.
Dios Inmortal significa lo que está entre los dos, esto es las seis notas del rayo de
creación, con «la vida orgánica».
Debemos ahora detenernos en la idea de los «choques adicionales» que permiten a las
líneas de fuerza alcanzar la meta proyectada.
Pero aquellas líneas de desarrollo de fuerzas que son enderezadas por accidente, y que el
hombre puede a veces ver, o suponer, o esperar, mantienen en él más que cualquier otra
cosa la ilusión de líneas rectas.
Es decir, creemos que las líneas rectas son la regla y las quebradas e interrumpidas la
excepción.
Esto suscita en nosotros la ilusión de que es posible hacer; de que es posible alcanzar
una meta proyectada.
Si por accidente su actividad produce algún resultado, que sólo se asemeja en apariencia
o en nombre a la meta original, un hombre se afirma a sí mismo y afirma a los otros que
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ha conseguido la meta que se había propuesto y llega a pretender que cualquiera es
capaz de alcanzar su meta — y los demás le creen.
Pero en las actividades de su vida, sobre todo en las que tengan una resonancia social,
cuando han pasado varios años entre el comienzo y el resultado de una acción, un
hombre puede engañarse a sí mismo muy fácilmente y tomar el resultado «obtenido» por
el resultado deseado, es decir, creer que ha ganado cuando al final de cuentas ha perdido.
Para un «hombre-máquina» el mayor insulto es decirle que no puede hacer nada, que no
puede llegar a nada, que nunca podrá acercarse a ninguna meta y que al esforzarse hacia
una meta, inevitablemente hace aparecer otra.
Sus actividades pueden caer por azar en un canal trazado por fuerzas cósmicas o
mecánicas y pueden continuar en él, por azar, por algún tiempo, dando la ilusión de que
se ha alcanzado cierta meta.
De hecho, por supuesto es incapaz de hacer nada, porque no tiene ningún control, no
sólo sobre las cosas que están fuera de él, sino sobre las que están en él mismo.
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Esta última idea debe ser claramente comprendida y bien asimilada; al mismo tiempo
hay que comprender que el control de las cosas exteriores comienza por el control de lo
que está en nosotros, por el control de nosotros mismos.
Un hombre que no puede controlarse, es decir que no puede controlar lo que pasa en él,
no puede controlar nada.
La parte técnica de este método puede ser explicada por la ley de las octavas.
Pero hay otra solución: un hombre puede aprender a reconocer los momentos de los
intervalos en todas las líneas de su actividad, y a crear los «choques adicionales»; en
otras palabras, puede aprender a aplicar a sus propias actividades el método que usan las
fuerzas cósmicas cuando crean los «choques adicionales» cada vez que son necesarios.
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Para él, como alrededor de él, todo sucede.
Para hacer es necesario conocer la ley de las octavas, conocer los momentos de los
intervalos, y ser capaz de crear los «choques adicionales» necesarios.
Ouspensky
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