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CAPÍTULO XIV

EL SALARIO

1. VARIACIONES DEL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO Y DE


LA PLUSVALÍA.

En la unidad pasada hemos considerado sobre todo la


producción de la plusvalía. Veamos ahora las leyes del salario.
Introducción a su estudio y pasaje de la segunda a la tercera parte, a
la vez que lazo de unión entre ambas, es la investigación de las
variaciones del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía,
causadas por las modificaciones de tres factores que ya hemos
tratado en la segunda parte:

1º. La duración de la jornada de trabajo.


2º. La intensidad normal del trabajo.
3º. Su productividad.

Estos tres factores pueden cambiar y modificarse en la forma


más diversa: ya uno solo, ya dos, ya los tres juntos, variando
además, también el grado de modificación de un mismo factor.
Naturalmente nos llevaría demasiado lejos analizar todas las posibles
combinaciones que pueden resultar de ello; con un poco de reflexión,
dadas las combinaciones principales, se pueden deducir las otras.
De modo que aquí expondremos sólo las primeras. Estudiemos las
variaciones que se producen en la relación entre la plusvalía y el
precio de la fuerza de trabajo, cuando cambia uno de los tres
factores, quedando sin alterar los otros dos.

a) Cuando la duración y la intensidad del trabajo no cambian y la


productividad del trabajo sí. La productividad del trabajo influye
sobre la cantidad de los productos elaborados en un determinado
período de tiempo, pero no sobre el valor de estos productos. Si
por efecto de un nuevo invento el hilador puede elaborar en una
hora 6 libras de algodón, mientras antes en una hora sólo hilaba
1 libra, ahora producirá en una hora una cantidad de hilado seis
veces mayor, pero el mismo valor. El valor que agrega a 1 libra de


Tomado de Comentarios a El Capital, Karl Kautsky, Ediciones de Cultura Popular,
México, 1975.
Capítulo XIV
El Salario

algodón, al transformarla por medio de su trabajo en hilado es


ahora seis veces menor. Esta baja de valor influye a su vez sobre
el valor de los medios de subsistencia del obrero, por ejemplo de
su ropa. Baja el valor de la fuerza de trabajo y aumenta en
proporción la cantidad de plusvalía. Naturalmente una
disminución en la productividad del trabajo provocaría el
fenómeno contrario. El crecimiento o descenso de la plusvalía es
siempre consecuencia y nunca causa del respectivo crecimiento o
descenso del valor de la fuerza de trabajo. Depende de
circunstancias varias, y especialmente del poder de resistencia de
la clase obrera, que a la baja del valor de la fuerza de trabajo
corresponda o no, y en qué proporción, una baja de su precio.
Supongamos que por efecto de una multiplicación de la
productividad del trabajo, el valor diario de la fuerza de trabajo
baja de 3 marcos a 2, pero su precio sólo a 2.50 marcos. Si para
cada obrero la plusvalía diaria ascendía antes a 3 marcos, ahora
no subirá a 4 marcos, sino, con gran indignación del capitalista,
sólo a 3.50 marcos. Por suerte para él es muy raro que se
presente este caso. Presupone no sólo un fuerte poder de
resistencia de los obreros, sino también la invariabilidad de los
otros dos factores: la duración de la jornada de trabajo y la
intensidad del trabajo. Según el procedimiento de Ricardo, los
economistas pasan por alto la influencia de las variaciones de
estos dos elementos. Consideremos separadamente el efecto de la
variación de cada uno de ellos.

b) La jornada y la productividad del trabajo no se modifican; la


intensidad del trabajo sí. Trabajar más intensamente significa
gastar más trabajo en el mismo tiempo, es decir crear más valor
en el mismo período de tiempo. Si el hilador, logra elaborar en
una hora, sin que cambie la productividad del trabajo, por efecto
de un mayor esfuerzo, 1 libra y media de algodón, en lugar de 1
libra, como antes, produce también en una hora un 50 por ciento
de valor más que antes. Si antes producía en 12 horas un valor
de 6 marcos, ahora produce en el mismo tiempo un valor de 9
marcos. Si el precio de su fuerza de trabajo ascendía antes a 3
marcos y ahora sube a 4 marcos, al mismo tiempo la plusvalía
sube de 3 a 5 marcos. Como se ve es falso –como a menudo se
afirma- que un aumento del precio de la fuerza de trabajo sólo es
posible a costa de la plusvalía. Esto es cierto solamente para el

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Capítulo XIV
El Salario

primero de los casos mencionados, no para el que estamos


considerando. De paso observaremos que aquí una elevación del
precio de la fuerza de trabajo, no significa siempre un aumento
por encima de su valor. Si el aumento del precio no basta para
compensar el desgaste más rápido de la fuerza de trabajo,
entonces en realidad el precio de la fuerza de trabajo ha
disminuido por debajo de su valor.

La intensidad del trabajo es distinta en los diversos países. La


jornada de trabajo más intensa de un país se encarna en más
productos que la menos intensa de igual número de horas de otro
país.

Por regla general en las fábricas inglesas la jornada es más


corta que en las alemanas; sin embargo precisamente por eso en las
primeras el trabajo es mucho más intenso, de modo que el obrero
inglés produce en una hora de trabajo un valor mayor que su colega
en Alemania.

“Una mayor reducción de la jornada de trabajo en las fábricas


continentales, dice Marx, sería el medio más seguro para disminuir
esta diferencia entre la hora de trabajo continental y la inglesa” (I,
405 nota).

c) La productividad y la intensidad del trabajo no se modifican, la


jornada de trabajo sí. Esto puede ocurrir en dos direcciones:

1º. Reducción de la jornada de trabajo.

El valor de la fuerza de trabajo queda intacto: la reducción se


realiza a costa de la plusvalía. Si el capitalista no quiere verla
menguar, debe rebajar por debajo de su valor el precio de la fuerza
de trabajo. Este es uno de los argumentos preferidos por los
adversarios de la jornada normal. Su razonamiento, empero, vale
sólo cuando no se modifican la intensidad y la productividad del
trabajo. Pero en realidad siempre una disminución del tiempo de
trabajo es causa o efecto de un incremento de la intensidad y
productividad del trabajo.

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Capítulo XIV
El Salario

2o. Prolongación de la jornada de trabajo.

Las consecuencias de este cambio jamás han causado dolores


de cabeza al capitalista. Aumenta la masa de valor de los productos
producidos durante la jornada y aumenta la plusvalía. También el
precio de la fuerza de trabajo puede subir. Pero, como en el
crecimiento de la intensidad del trabajo, también en este caso la
elevación del precio puede significar en realidad una caída por debajo
de su valor, si no es proporcional al desgaste multiplicado de la
fuerza de trabajo.

Es difícil que los casos considerados en a, b y c, se presenten


en toda su pureza. Por regla general el cambio de uno de estos tres
factores trae modificaciones también en los otros dos. Entre otros,
Marx estudia el caso en que, a la vez que aumenta la intensidad y la
productividad del trabajo disminuye la duración de la jornada de
trabajo, y establece el límite de esta reducción. En el modo de
producción capitalista la jornada no puede acortarse hasta el tiempo
de trabajo necesario para el sustento del obrero. Esto significaría
eliminar la plusvalía, fundamento del capitalismo.

La supresión del sistema de producción capitalista permitiría


limitar la jornada al tiempo de trabajo necesario. Sin embargo,
apenas suprimido el modo de producción capitalista, surgiría la
necesidad de prolongar el tiempo de trabajo necesario. Por una
parte, porque crecerían las exigencias de la vida del trabajador, y
luego, porque la acumulación de fondos para el funcionamiento y
la ampliación de la producción correspondería ahora al campo del
trabajo necesario, mientras hoy es adjudicada a la plusvalía.

Por otra parte, con la reducción de la jornada aumentaría la


intensidad del trabajo. El sistema de trabajo socialmente organizado
conduciría, así a una mayor economía de los medios de producción y
a la eliminación de todo trabajo inútil.

“Mientras que el modo de producción capitalista impone la


economía en cada empresa individual, su sistema anárquico de la
competencia, engendra el más desenfrenado desperdicio de los
medios de producción y las fuerzas del trabajo de la sociedad, junto

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Capítulo XIV
El Salario

con un sinnúmero de funciones ahora indispensables, pero


superfluas por sí mismas.

Dadas la intensidad y la fuerza productiva del trabajo, la


parte del día social de trabajo necesaria para la producción material
es tanto más corta y, por consiguiente, la parte conquistada para la
libre actividad del individuo, intelectual y social, tanto mayor cuanto
más legal es la distribución del trabajo entre todos los miembros
hábiles de la sociedad, cuanto menos posible es que una capa social
se libre de la necesidad natural del trabajo echándosela encima a
otra capa. En este sentido, el límite absoluto del acortamiento de la
jornada de trabajo es la generalización del trabajo. En la sociedad
capitalista, el tiempo límite de una clase se obtiene transformando la
vida entera de las masas en tiempo de trabajo”. (I. 409).

2. TRANSFORMACIÓN DEL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO


EN SALARIO.

Hasta ahora nos hemos ocupado del valor y del precio de la


fuerza de trabajo y de su relación con la plusvalía. Lo que en la
sociedad se presenta como salario, no aparece a la observación
superficial como el precio de la fuerza de trabajo, sino del trabajo
mismo.

“Si preguntamos a varios obreros: ¿A cuánto asciende vuestro


salario?” Uno contestaría: “yo recibo de mi patrón 1 marco por la
jornada de trabajo. Otro: “yo recibo 2 marcos”, etc. Según los
distintos oficios a que pertenezcan, radicarán distintas sumas de
dinero que reciben de sus respectivos patrones por un determinado
tiempo de trabajo o por la ejecución de un determinado trabajo, por
ejemplo por tejer una vara de tela o componer una hoja de imprenta.
No obstante la diversidad de sus respuestas, todos estarán de
acuerdo en este punto: el salario es la suma de dinero que el
capitalista paga por un determinado tiempo de trabajo o por la
ejecución de cierto trabajo.1

1 Marx. Trabajo asalariado y capital.

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Capítulo XIV
El Salario

El precio de una mercancía es la expresión monetaria de su


valor. Entonces, razonaban los economistas, si el trabajo tiene un
precio, debe poseer también un valor. ¿Pero cómo mediremos este
valor? Igual que el de toda otra mercancía está determinado por el
tiempo de trabajo necesario para su producción. ¿Cuántas horas de
trabajo son necesarias para producir el trabajo de 12 horas?
Evidentemente 12 horas.

De acuerdo a este cálculo, si el trabajo es pagado en su justo


valor, el obrero recibe un salario equivalente al valor que añade al
producto; nos encontramos así frente a la alternativa de tener que
admitir como falsa la teoría de la plusvalía o la teoría del valor o
ambas, y vernos obligados a declarar insoluble el enigma de la
producción capitalista. La economía burguesa clásica, que culminó
en Ricardo, fracasó por esta contradicción; la economía vulgar cuya
tarea no consiste en investigar el moderno sistema de producción,
sino en justificarlo y pintarlo de color de rosa, ha utilizado esta
contradicción como uno de sus sofismas más hermosos.

Marx las eliminó todas fijando claramente la diferencia entre


trabajo y fuerza de trabajo, conceptos confundidos por los
economistas burgueses.

En 1847 Marx todavía no había hecho este descubrimiento


fundamental. En su Miseria de la Filosofía así como en sus artículos
Trabajo asalariado y capital, habla aún del valor del trabajo, que
luego se convierte imperceptiblemente en valor de fuerza de trabajo.
Pero nuestros economistas han comprendido tan mal la importancia
de la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo que entremezclan,
aún hoy, ambos conceptos y hablan con preferencia de una teoría del
valor de Marx – Rodbertus, a pesar de que Rodbertus ha aceptado la
teoría del valor de Ricardo, con su confusión entre trabajo y fuerza
de trabajo y las contradicciones correspondientes, mientras Marx
precisamente la depura de estas contradicciones en este y en otros
puntos fundamentales: (recordemos la reducción del trabajo creador
de valores al trabajo socialmente necesario; la distinción entre
trabajo creador de valor y trabajo creador de valores de uso, etc.,
haciendo de la doctrina de Ricardo una verdadera teoría del valor,
completa y de rigurosa fundamentación científica.

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Capítulo XIV
El Salario

Marx ha sido el primero en demostrar que el trabajo no es


una mercancía, y en consecuencia, tampoco posee valor aunque es
fuente y medida de todos los valores. Lo que se aparece en el
mercado es el obrero, quien ofrece su fuerza de trabajo. El trabajo
surge por el consumo de la mercancía fuerza de trabajo, del mismo
modo que el consumo en la mercancía champaña produce cierta
euforia. Así como el capitalista no compra la euforia, sino el
champaña, del mismo modo compra la fuerza de trabajo y no el
trabajo.

Sin embargo la fuerza de trabajo es una mercancía muy


particular; es pagada recién después de ser consumida; el obrero
recibe su salario una vez cumplido el trabajo.

Se compra la fuerza de trabajo, pero en apariencia se paga el


trabajo. El salario no se presenta como precio de la fuerza de trabajo.
Antes de salir del bolsillo del capitalista para llegar al mundo bajo
forma de salario, sufre una transformación y se nos presenta como
precio del trabajo.

Los economistas anteriores a Marx no han podido investigar


científicamente cómo se realiza esta transformación y cuáles son sus
consecuencias, ya que no advirtieron la diferencia entre el precio de
la fuerza de trabajo y el precio del trabajo. Marx nos ha dado la
primera teoría científica del salario obrero. Las dos formas
principales del salario son el salario por tiempo y el salario por pieza.

3. EL SALARIO POR TIEMPO.

Como sabemos, el valor diario de la fuerza de trabajo, en


circunstancias dadas, es una magnitud determinada. Supongamos
que el valor diario de la fuerza de trabajo importe 2,40 marcos y que
la jornada media sea de 12 horas. También aquí, en este libro, donde
no se indique lo contrario, admitimos que el valor y el precio de la
fuerza de trabajo se compensen como el de todas las demás
mercancías. Si el precio del trabajo de 12 horas es igual a 2,40, el
precio del trabajo de 1 hora será igual a 20 pfenning. Este precio de
la hora de trabajo obtenido así, servirá de unidad de medida para el
precio del trabajo.

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Capítulo XIV
El Salario

De modo que el precio del trabajo se determina dividiendo el


valor diario de la fuerza de trabajo por el número de las horas de
trabajo de la jornada media.

El precio del trabajo y el salario diario o semanal pueden


modificarse en sentidos diversos. Supongamos que el tiempo de
trabajo aumenta de 12 a 15 horas y al mismo tiempo el precio del
trabajo baja de 20 a 18 pfenning. El salario diario se elevará a 2,70
marcos aunque el precio del trabajo haya descendido.

Como acabamos de decir, el precio del trabajo depende del


valor diario de la fuerza de trabajo y de la duración de la jornada
media.

Si por efecto de acontecimientos excepcionales, una crisis, por


ejemplo, el capitalista reduce el tiempo de trabajo porque sus
mercancías no se venden y hace trabajar, supongamos, sólo la mitad
del tiempo, el precio del trabajo no se eleva proporcionalmente. Si
éste es de 20 pfenning, el obrero recibirá por seis horas de
trabajo 1,20 marcos, aunque el valor diario de su fuerza de
trabajo sea mucho más alto: 2,40 marcos de acuerdo a nuestra
hipótesis.2

Si antes hallamos en la prolongación de la jornada una fuente


de sufrimiento para el obrero, ahora su reducción pasajera se
convierte en una nueva causa de sufrimientos.

De ahí que los capitalistas, siempre que se habla de una


reducción legal de la jornada, aprovechan la ocasión para sacar a
reducir contra dicha reducción, su compasión hacia los pobres
obreros.

2 Al mismo tiempo el precio del trabajo puede también descender todavía, pero
entonces ya no sería una consecuencia de la reducción del tiempo de trabajo, sino
de una mayor oferta de fueras de trabajo, etc., fenómenos cuya consideración no
tratamos aquí. Hay que tener presente en todos los casos, que aquí se trata todavía
de los fundamentos de los fenómenos del modo de producción capitalista y no de su
aspecto general.

238
Capítulo XIV
El Salario

“¡Ya estamos obligados a pagar miserables sueldos de hambre


por quince horas de trabajo!” -exclaman-, “ahora, ¿queréis reducir el
tiempo de trabajo a diez horas y sustraerle al indigente obrero aún
un tercio de su salario? ¡Tenemos que protestar enérgicamente
contra semejante acto de barbarie!”.

Estos nobles y humanitarios hombres olvidan que el precio


del trabajo sube al disminuir la duración de la jornada media; el
precio del trabajo es tanto más alto, cuanto más alto es el valor
diario de la fuerza de trabajo y cuanto menos es la duración de la
jornada media. La reducción pasajera de la jornada rebaja el salario,
su reducción duradera lo eleva. Esto pudo observase muy bien en
Inglaterra. De acuerdo al informe de abril de 1860 de los inspectores
de fábricas, en los veinte años, desde 1839 a 1859, el salario obrero
ha aumentado en las fábricas sometidas a la jornada normal de diez
horas, y ha bajado en las fábricas en las que se trabaja 14-15 horas.
Numerosas experiencias hasta nuestros tiempos, confirman esta
regla.

Una prolongación duradera del tiempo de trabajo, rebaja el


precio del trabajo. Un precio de trabajo inferior obliga a su vez al
obrero a someterse a una prolongación de la jornada, para
asegurarse aunque sea un mísero salario diario. El precio bajo del
trabajo y la duración larga de la jornada tienden también a
estabilizarse. Los capitalistas rebajan el salario y prolongan el tiempo
de trabajo, para aumentar sus ganancias. Pero la competencia
mutua los obliga por fin, a rebajar proporcionalmente también los
precios de sus mercancías. Desaparece entonces este beneficio extra,
logrado por medio de la prolongación de la jornada de trabajo y la
rebaja del salario, pero los precios bajos quedan y actúan como
medio coercitivo para mantener el salario en el bajo nivel alcanzado y
la jornada de trabajo exagerada. Los capitalistas sacan de ella una
venta pasajera; los trabajadores, empero, un perjuicio duradero. La
implantación legal de la jornada normal pone enérgicos frenos a este
proceso.

Debemos mencionar aquí otros efectos benéficos de la jornada


normal.

239
Capítulo XIV
El Salario

Ocurre en algunas ramas del trabajo que el capitalista no se


compromete al pago de un determinado salario semanal o diario,
sino que remunera al obrero por horas de trabajo. El trabajador tiene
que estar todo el día a disposición del capitalista, pero este puede
emplearlo a su gusto, una vez excesivamente, y otra sólo por pocas
horas. Sin embargo el precio del trabajo es determinado de acuerdo a
la duración de la jornada media. De este modo, el capitalista,
pagando el precio “normal” del trabajo, tiene a su disposición toda la
fuerza de trabajo del obrero, sin pagarla en todo su valor; esto es
evidente en los días en que lo ocupa por un número de horas inferior
al normal; pero vale también para cuando lo ocupa más allá de la
jornada normal.

El valor de la fuerza de trabajo gastada en una hora no es


igual en cada hora. El desgaste de las primeras horas de la jornada
puede compensarse más fácilmente, que el de las últimas horas. Por
ende, el valor de la fuerza de trabajo desgastada en las primeras
horas de trabajo es menor que el de la décima o duodécima hora
aunque el valor de uso de las últimas pueda ser muy inferior a las
primeras. De ahí que en numerosas empresas ha surgido en forma
natural, no fundamentada en nociones fisiológicas o económicas, la
costumbre de considerar como “normal, una jornada de un
determinado número de horas, y como suplementario el tiempo de
trabajo que sobrepasa este punto, y naturalmente, es mejor
remunerado, aunque con un aumento a menudo irrisorio.

Los capitalistas de quienes hablamos más arriba, que ocupan


al trabajador por horas, se ahorran la remuneración más elevada del
tiempo suplementario.

La distinción entre la jornada “normal” del tipo recién


mencionado, y el tiempo extra, no debe interpretarse en el sentido de
que el precio del trabajo de la jornada normal representa el salario
normal y que en el tiempo extra se paga un salario adicional, que
supera el valor diario de la fuerza de trabajo. Hay fábricas en las que
se trabaja durante años con tiempo extra. En éstas el salario
“normal” es tan bajo que el obrero no puede vivir solamente de él y
está obligado a trabajar horas extras. Donde se trabaja regularmente
en horas extras, la jornada “normal” es sólo una parte de la jornada
de trabajo real y el salario “normal” sólo una parte del salario

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Capítulo XIV
El Salario

necesario para el sustento del obrero. La remuneración más lata del


tiempo extra es solamente un medio para inducir al obrero a
consentir en una prolongación de la jornada de trabajo. Sin embargo,
como hemos visto, a una prolongación de la jornada corresponde
siempre una baja en el precio del trabajo.

La limitación legal de la jornada aspira a poner término a


todas estas maniobras.

4. EL SALARIO POR PIEZA.

El salario por pieza es la forma transfigurada del precio de la


fuerza de trabajo; el salario por pieza es una forma modificada del
salario por tiempo. Supongamos que la jornada común sea de 12
horas, el valor diario de la fuerza de trabajo sea de 2,40 marcos y
que en un día un obrero ejecute un promedio de 24 piezas de un
determinado artículo. (En las empresas capitalistas es muy fácil
establecer, por experiencia, la capacidad de producción de un obrero
con habilidad e intensidad medias). Puedo emplear al obrero a jornal,
a un precio de 20 pfenning la hora; pero también puedo pagarle por
cada pieza que entrega a razón de 10 pfenning por pieza. En este
caso el salario se llama por pieza o destajo.

Como se ve, el salario por pieza se basa en el valor diario de la


fuerza de trabajo y en la duración media de la jornada, igual que en
el salario por tiempo. En apariencia, el salario por pieza está
determinado por la capacidad del productor; la ilusión se desvanece
en cuanto nos enteramos que el salario por pieza es rebajado
proporcionalmente apenas aumenta la productividad del trabajo. Si,
a raíz del perfeccionamiento de una máquina, un obrero, para
fabricar una pieza del artículo de nuestro ejemplo anterior ya no
necesita media hora por término medio, sino sólo un cuarto de hora,
el capitalista, no variando las demás condiciones, ya no le pagará 10
pfenning por pieza, sino solamente 5 pfenning.

Ocurre a menudo, y cualquiera que se ocupa de cuestiones


obreras, conoce casos análogos, que a algunos obreros o grupos de
obreros, que favorecidos por la suerte lograron entregar una vez una
cantidad extraordinaria de productos, se les redujo arbitrariamente

241
Capítulo XIV
El Salario

el salario por pieza acordado para el caso particular, alegando que la


suma superaba demasiado el salario común. No se puede demostrar
con palabras más claras que el salario por pieza es sólo una forma
modificada del salario por tiempo y que el capitalista aplica
voluntariamente cuando le parece más ventajosa que la forma
anterior del salario por tiempo.

Por regla general el salario por pieza ofrece grandes ventajas


al capitalista. En el salario por tiempo el capitalista paga la fuerza de
trabajo en la forma de la cantidad de trabajo suministrada por ella;
en el salario por pieza la paga en la forma del producto. Puede confiar
en que el obrero, aún sin estímulo exterior, producirá en cada hora
de trabajo en su propio interés, la mayor cantidad de productos
posible. También puede controlar más fácilmente si el obrero ha
entregado un producto de calidad media. El menor defecto es casi y a
menudo sólo pretexto, para retener parte del salario y hasta para
verdaderas expoliaciones al obrero.

En el salario por pieza resulta en gran parte superflua la


vigilancia del capitalista y de sus representantes; el capitalista se
ahorra ente trabajo y sus gastos. En ciertas ramas de la industria el
salario por pieza permite también que el obrero trabaje en su casa, y
el capitalista puede economizar una cantidad de gastos de
instalación y de explotación (calefacción, iluminación, alquiler, etc.),
y disponer así de una parte de capital, que de otro modo hubiera
debido inmovilizar. En las industrias donde está generalizado el
trabajo a domicilio, por ejemplo costura y zapatería, sucede a
menudo que el patrón del taller de obreros quienes en vez de trabajar
en sus propias casas lo hacen en su taller, les exige el pago de un
alquiler por el lugar y por los útiles de trabajo. El trabajador debe
pagar extra el placer de hacerse vejar ante el “ojo del amo”.

En el sistema del salario por pieza el interés personal impele


al obrero a trabajar durante el mayor tiempo posible y lo más
intensamente que puede, para aumentar su salario diario o semanal.
No se da cuenta de que el exceso de trabajo no sólo lo arruina
físicamente -trabajo por pieza, trabajo asesino, reza el refrán- sino
que también tiene a rebajar el precio de su trabajo. Aún cuando lo
comprenda no es capaz de sustraerse a la ley coercitiva de la
competencia con los demás trabajadores. Esta competencia de los

242
Capítulo XIV
El Salario

trabajadores entre sí y la ilusión de libertad e independencia que


despierta el trabajo por pieza, y también su aislamiento (en el trabajo
a domicilio), hace más difícil la organización y la acción colectiva de
estos trabajadores.

Y no son sólo estos los perjuicios que trae para el obrero el


sistema del salario por pieza. Facilita, por ejemplo, la ingerencia de
parásitos entre los trabajadores y el capitalista, de intermediarios
que restan al salario que paga el capitalista una considerable parte
en su propio provecho. Además, cuando el trabajo es ejecutado por
grupos de obreros, le permite al capitalista contratar con los jefes de
los grupos la entrega de los productos a un determinado precio por
pieza, dejando al arbitrio de estos contratistas el pago a los
trabajadores que de ellos dependen.

“La explotación de los obreros por el capital se realiza


entonces mediante la explotación del obrero por el obrero” (I, 429).

Cuando más perjudicial es para el obrero el salario por pieza,


tanto más favorable se hace el capitalista. En efecto, el salario por
pieza es la forma de salario obrero más adecuada al modo de
producción capitalista. No se desconocía del todo en el artesanado.
Sin embargo, recién en el período manufacturero se aplicó en mayor
escala. En la época del surgimiento de la gran industria constituyó
una de las palancas más poderosas para la prolongación de la
jornada y la rebaja del precio del trabajo.

5. DIFERENCIAS NACIONALES EN LOS SALARIOS.

Hemos considerado las combinaciones que pueden sufrir el


valor y el precio de la fuerza de trabajo y su relación con la plusvalía,
determinadas por cambios en la duración de la jornada, en la
intensidad y la productividad del trabajo. Este movimiento se
entrecruza con otro, producido en la masa de los medios de
subsistencia en que se convierta el precio de la fuerza de trabajo.
Todas estas transformaciones implican también mutaciones en la
forma modificada del precio de la fuerza de trabajo, el salario del
trabajo. De ahí que el salario del trabajo en un mismo país está
sometido a un movimiento continuo y es distinto en distintas épocas:

243
Capítulo XIV
El Salario

A esta diferencia temporal corresponde también una especial.


Cualquiera sabe que los salarios en Estados Unidos de América son
más altos que en Alemania y en Alemania más altos que en Polonia.

Sin embargo la comparación de los salarios en los diversos


países no es tan sencilla.

“Al comparar pues, los salarios nacionales –dice Marx-, hay


que pesar todos los elementos determinantes del cambio de la
magnitud del valor de la fuerza de trabajo, el precio y monto de las
primeras necesidades de la vida, naturales y desarrolladas en la
historia, el costo de educación del obrero, el papel del trabajo de las
mujeres y los niños, la productividad del trabajo, su magnitud
extensiva e intensiva. Aún, para la más superficial comparación, es
necesario reducir primero a jornadas de trabajo de igual magnitud, el
salario diario medio para las mismas industrias en los distintos
países. Nivelados así los salarios, hay que traducir a su vez el salario
por el tiempo en salario por pieza, porque sólo éste último es una
medida tanto de la productividad como de la magnitud intensiva del
trabajo”. (I, 433-434).

En un país el precio absoluto del trabajo puede ser


relativamente muy alto y sin embargo pueden ser muy bajos el
salario relativo –es decir el precio del trabajo en relación a la
plusvalía o el valor del producto total-, y el salario real, es decir la
cantidad de medios de subsistencia que el obrero puede adquirir con
su salario.

En los países donde el modo de producción capitalista está


más desarrollado, la productividad e intensidad del trabajo es mayor
que allí donde la evolución de este sistema de producción ha
quedado atrasada. Sin embargo, en el mercado mundial domina, el
trabajo nacional más productivo igual que el más intensivo, por ser
productor de mayor valor.

244
Capítulo XIV
El Salario

Supongamos que en Rusia3 un hilador mal alimentado y mal


desarrollado, extenuado y trabajando con máquinas inferiores,
elabore por término medio en una hora, 1 libra de algodón; un
tejedor inglés, en cambio, 6 libras; en el mercado mundial 1 libra del
hilador ruso no tendrá por supuesto más valor que 1 libra inglesa.
En Inglaterra el trabajo de hilado produce en el mismo tiempo un
valor mayor que en Rusia; el valor del producto en el mismo tiempo
se expresa en Inglaterra en una cantidad de dinero mayor que en
Rusia. De ahí que en un país de acentuado desarrollo capitalista la
expresión monetaria del salario es más alta que en uno más atrasado
y, no obstante, el precio del trabajo en relación a la plusvalía puede
ser mucho más bajo, precisamente porque es más elevado el valor
del producto total.

Pero en un país donde la productividad del trabajo es mayor,


también lo es el valor de la fuerza de trabajo. Por eso, aunque el
precio de la fuerza de trabajo sea más elevado, el obrero no
necesariamente está en condiciones de comprar con su salario más
alto una mayor cantidad de medios de subsistencia o tener un mejor
nivel de vida.

En grandes empresas inglesas fuera de Inglaterra, en la


construcción de los ferrocarriles en Asia, por ejemplo, los
empresarios ingleses se vieron obligados a emplear también a
obreros ingleses más caros, al lado de los trabajadores nativos más
baratos. En estas y otras ocasiones análogas la experiencia demostró
que el trabajo aparentemente más caro resultaba el más económico
en relación al rendimiento del trabajo y a la plusvalía.

La industria rusa4 con sus salarios miserables y su


explotación ilimitada del trabajo se mantiene en una mezquina
existencia gracias a la protección de aranceles prohibitivos. No puede
competir con la industria inglesa, que trabaja con salarios
relativamente elevados, tiempo de trabajo corto, numerosas

3 El autor tiene presente la Rusia zarista de la novena década del siglo XIX, con su
industria técnicamente muy atrasada, con su proletariado cuyos jornales eran de
mendigos. Nota de la edición soviética, 1940.
4 Como más arriba, la cuestión que se trata, es la de la Rusia zarista de los fines del
siglo XIX. Nota de la edición soviética, 1940.

245
Capítulo XIV
El Salario

limitaciones del trabajo de mujeres y niños, disposiciones sanitarias,


etc. El precio absoluto del trabajo ruso, su expresión monetaria es
baja. Su precio relativo, en relación al valor de su producto en el
mercado mundial, es alto.

246
CAPÍTULO XV

EL CICLO Y LA ROTACIÓN DEL CAPITAL*

1. EL CICLO DEL CAPITAL INDUSTRIAL Y SUS TRES FASES.

El propósito y el motivo que rige la producción capitalista es


la obtención de plusvalía.

La plusvalía se crea en la producción. Pero las premisas


necesarias para crearla se encuentran en la circulación, ya que sólo
en ella puede el capitalista conseguir los medios de producción y la
mano de obra que necesita. Es también en la circulación donde el
capitalista vende las mercancías fabricadas por los obreros a fin de
reanudar, con el dinero recaudado, el proceso de elaboración de
plusvalía.

Quiere decirse que este proceso tiene un íntimo vínculo con la


circulación y representa la unidad de dos procesos: el de producción
y el de circulación.

Para crear la plusvalía, el capital tiene que ir de la órbita de la


circulación a la de la producción, y viceversa, pues el capital es
movimiento y no se le debe interpretar como algo inerte.

En su movimiento, el capital atraviesa varias fases y adquiere


formas distintas, ejecutando determinadas funciones en cada una de
ellas.

Es objeto de este tema analizar el capital en su dinámica,


examinar los factores que influyen en la rapidez del movimiento del
capital y mostrar la influencia que ejerce dicha rapidez en la
plusvalía. Nos vamos a referir a la dinámica del capital industrial, es
decir, del capital cuya función consiste en crear la plusvalía.

* Tomado del libro “Curso Superior de Economía Política”, Spiridonova, Atlas y otros,
Editorial Grijalbo, México, 1975.
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Al decir “capital industrial” nos referimos a todas las ramas


de la producción que se rigen al modo capitalista.

El capital atraviesa tres fases.

Comienza su movimiento en la forma de dinero. Para iniciar


sus actividades encaminadas a obtener plusvalía, todo capitalista
debe desembolsar una determinada suma de dinero invirtiéndola en
adquirir los factores indispensables de la producción: medios de
producción y fuerza de trabajo.

En virtud de ello, el capital-dinero se convierte en los


elementos del capital productivo, o sea del capital ocupado en la
esfera de la producción. Esta primera fase del movimiento del capital
puede ser expresada en la fórmula:

En virtud de ello, el capital-dinero se convierte en los


elementos del capital productivo, o sea del capital ocupado en la
esfera de la producción. Esta primera fase del movimiento del capital
puede ser expresada en la fórmula:

En la primera fase, el movimiento del capital se verifica en la


esfera de la circulación. Lo peculiar de esta fase es la adquisición de
la mercancía fuerza de trabajo. Precisamente esta adquisición, al
unificar la fuerza de trabajo con los medios de producción, es la que
permite que se convierta el valor desembolsado como dinero en
capital, auténtico, en valor que produce plusvalía.

En el acto D - T van implícitas determinadas relaciones de


clase entre el capitalista y el obrero, las cuales se manifiestan
primeramente en la esfera de la circulación, y más tarde en la de la
producción, siendo de notar que, en la circulación, la esencia de las
relaciones entre el capitalista y el obrero va oculta, enmascarada,
puesto que uno y otro actúan aparentemente como dos vendedores
iguales de mercancías, aunque ya aquí el obrero tiene que

230
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

enfrentarse con un capitalista que posee el monopolio de los medios


de producción.

Por tanto, el dinero se convierte en capital no por ser dinero,


sino porque en el mercado se enfrenta con la mercancía fuerza de
trabajo, porque se transforma en expresión de determinadas
relaciones de clase y crea la plusvalía.

La primera fase hace necesario el proceso de producción, ya


que el capital, convertido en elementos de producción, adopta una
forma natural con la cual no puede permanecer en la órbita de la
circulación y debe pasar a la de la producción.

El capitalista consume productivamente las mercancías


adquiridas; los obreros producen nuevas mercancías; y como
resultado de este proceso, el capitalista recibe mercancías cuyo valor
sobrepasa al de los medios de producción y de la fuerza de trabajo
invertidos en dicho proceso. El capitalista recibe mercancías que
encierran plusvalía. En esta fase, el capital productivo se transforma
en capital mercantil, en capital materializado en mercancías. La
segunda fase de la dinámica del capital se expresa en la fórmula:

Los puntos indican que el proceso de circulación es


interrumpido por el de producción. El signo M 1 nos dice que M1 es
superior a M en la magnitud de la plusvalía, que la nueva mercancía
creada se destina a la venta.

La segunda fase de la dinámica del capital es la fase


industrial o de producción. Durante ella, el capital tiene la forma de
capital productivo, que es el que, ocupado en la producción, crea la
plusvalía.

Por sí mismos, los medios de producción y la fuerza de


trabajo no constituyen un capital, sino solamente factores
indispensables de la producción. Adquieren la forma de capital

231
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

productivo tan sólo en determinado momento del desarrollo de la


producción mercantil, cuando la fuerza de trabajo se convierte en
mercancía como resultado de la disociación entre el productor
directo y los medios de producción y crea la plusvalía.

Es función del capital productivo la creación de la plusvalía.


El capital es productivo tan sólo cuando crea plusvalía. Desde el
punto de vista de la creación de la plusvalía, es sabido que sólo el
capital variable es productivo. Sin embargo, la circunstancia de que
la fuerza de trabajo sea tan sólo una parte del capital productivo
transforma las relaciones capitalistas en un fetiche. La plusvalía
aparece como una creación o fruto de todo el capital, con lo cual se
enmascara la esencia de la explotación capitalista.

En el proceso de producción se crean mercancías, y el capital


productivo pasa a ser capital-mercancías. La segunda fase prepara y
hace inevitable la tercera fase: la conversión de la mercancía en
dinero. De la órbita de la producción, el capitalista se reintegra al
mercado como vendedor de la mercancía producida, la realiza allí y
la convierte en dinero, con lo cual el capital-mercancía pasa a ser
capital-dinero.

Esta fase del movimiento del capital se expresa en la fórmula:

M1 - D1

La tercera es la fase de circulación. Las mercancías


producidas en las empresas capitalistas contienen el fruto de la
explotación capitalista: la plusvalía. Por eso, la función del capital-
mercancía consiste en realizar el valor acrecentado del capital, la
primera conversión de la plusvalía en dinero y el reintegro del capital
desembolsado a su forma dinero inicial. Sin realización es imposible
reanudar el proceso de producción y obtener plusvalía. Sin embargo,
la transformación del capital-mercancías en dinero tropieza con
dificultades originadas por el bajo poder adquisitivo de la clase
obrera así como por los efectos de la ley de la competencia y por la
anarquía de la producción. De ahí que esta fase desempeñe un papel
muy importante en el proceso del movimiento del capital.

232
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Así, pues, el capital industrial, en su movimiento, atraviesa


una vez la fase de producción y dos veces la de circulación. La
dinámica del capital industrial puede expresarse en la fórmula
siguiente:

Hemos examinado las tres fases de la dinámica del capital


industrial, que en cada una de ellas adopta una forma especial:
capital-dinero, capital productivo y capital-mercancías.

La transformación consecutiva del capital de una fase en otra


y su paso por las tres fases llevan el nombre de ciclo de circulación
del capital, y representa la unidad del proceso de producción y del
proceso de circulación.

Como el fin de la producción capitalista consiste en crear


plusvalía, el capitalista no se limita a un solo ciclo del capital; por el
contrario, reanuda sin cesar la producción de plusvalía.

Ello significa que el capital industrial se encuentra en


perenne movimiento, y la fórmula de su ciclo asume la forma de una
espiral infinita:

Para que el proceso de producción no se interrumpa, el


capital debe hallarse, en todo momento, en sus tres formas: capital-
dinero, capital-productivo y capital-mercancías.

Al capitalista le es necesario disponer de dinero en metálico,


es decir, capital-dinero, que es susceptible de ser invertido en la

233
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

adquisición de los elementos de la producción y que constantemente


se reintegra a su forma anterior en virtud de la venta de las
mercancías. Durante el proceso de la producción, el capital
productivo no se consume todo a la vez. Además, siempre conviene
disponer de algunas reservas de materias primas, de combustible y
de materiales auxiliares. Lo mismo cabe decir del capital-mercancías.
Aunque las mercancías se venden a diario, sus reservas van
nutriéndose regularmente mediante la fabricación de nuevos
contingentes.

Condición indispensable para el ciclo ininterrumpido del


capital industrial es no sólo el movimiento simultáneo de aquél en
sus tres formas (capital-dinero, capital-productivo y capital-
mercancías), sino también la existencia de una cierta
proporcionalidad entre estas formas aisladas del capital industrial.

Vemos, pues, que el capital industrial representa la unidad de


las tres formas del capital.

El hecho de que el capital industrial aparezca en tres


variedades determina la existencia de tres formas en su ciclo: ciclo
del capital-dinero, ciclo del capital productivo y ciclo del capital-
mercancías. Examinemos las tres formas.

Indicaremos ya que cada una de las formas cíclicas del


capital pone de relieve determinados rasgos característicos del
capital industrial.

Ciclo del capital-dinero.

La fórmula del ciclo del capital-dinero coincide con la del


capital industrial. En el ciclo del capital-dinero se revela el fin
específico de la producción capitalista: la creación de plusvalía.

234
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Sin embargo, el proceso de producción en el ciclo del capital-


dinero no es sino un eslabón entre dos fases de la circulación. La
forma productiva del capital es pasajera, efímera. Con esto, la fuente
de la plusvalía se encubre, y el capital-dinero aparece como “dinero
que engendra dinero”, y se da la impresión de que la plusvalía surge
en el proceso de la circulación.

Ciclo del capital productivo.

En el ciclo del capital productivo, el movimiento arranca de la


órbita de la producción, y en ella termina. El proceso de circulación
constituye un eslabón intermedio, y el dinero sirve tan sólo de forma
pasajera del capital. El fin de la producción capitalista se difumina y
enmascara, creándose la falsa impresión de que la producción en sí
representa el objetivo del capitalismo. En virtud de ello, la
producción capitalista aparece como una especie de “producción por
la producción”.

Ciclo del capital-mercancías.

En el ciclo del capital-mercancías, la circulación es el punto


inicial. Con ello se crea la apariencia de que el fin de la producción
capitalista consiste en satisfacer las necesidades sociales. El
capitalista convierte la mercancía en dinero; quiere decirse que el
ciclo del capital-mercancías presupone consumo, con lo cual
adquiere mayor relieve el nexo interno de la producción con el
consumo.

Por consiguiente, las diversas formas del ciclo del capital


industrial exponen los rasgos característicos de este capital.

235
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

El ciclo del capital-dinero revela el crecimiento del valor del


capital como fin y motivo de la producción.

El ciclo del capital productivo promueve a primer plano el


propio proceso de revalorización del capital, el proceso de la creación
de plusvalía.

El ciclo del capital-mercancías revela las condiciones en que


se realiza la revalorización del capital, subrayando el nexo de la
producción con el consumo.

Como cada una de las formas del ciclo del capital industrial le
caracteriza de manera unilateral y al mismo tiempo descubre los
defectos de las otras formas, el capital industrial sólo muestra
su auténtica fisonomía en la unidad de las tres formas del ciclo.

Cada ciclo hace resaltar un rasgo determinado, y solamente


en su unidad reflejan todos ellos el propósito y el motivo de la
producción capitalista. Analizar el capital industrial basándose en
una sola forma de su ciclo induciría inevitablemente a una
interpretación errónea de la realidad capitalista, velando los
antagonismos de clase existentes en la sociedad.

El capital-dinero, el capital productivo y el capital-mercancías


cumplen funciones diferentes en la dinámica del capital industrial.
Al llegar el capitalismo a un cierto grado de desarrollo, sobre la base
de las formas peculiares que adopta el capital industrial en su
dinámica, tiene lugar la formación de tipos diferentes de capital,
aislados unos de otros, y de los correspondientes grupos capitalistas.
Sobre la base del capital-dinero surge el capital de préstamo y los
capitalistas dedicados a estas actividades; sobre la base del capital-
mercancías surge el capital mercantil y los capitalistas mercantiles, y
sobre la base de la forma productiva surgen el capital industrial y los
capitalistas industriales, los empresarios.

En su movimiento, el capital atraviesa una vez la fase


productiva y dos veces la circulante. La revalorización del capital se
verifica en la órbita de la producción, cuando se encuentra en la
forma de capital productivo. Por eso decía Marx que el

236
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

funcionamiento del capital productivo constituía una genuina


metamorfosis del capital. Es en la producción donde se lleva a efecto
la metamorfosis real; en cambio, en la órbita, mientras que su valor
no sufre alteraciones, o sea que se realiza una metamorfosis formal
del capital.

Por tanto, la producción y la circulación desempeñan papeles


distintos en el proceso de revalorización del capital, en el proceso de
la creación de la plusvalía. No conviene, pues, identificar la
producción con la circulación.

La economía burguesa, en aquellos casos en que las


identifica, considera la circulación y su forma especializada –el
comercio- como una de las ramas de la producción, con lo cual se
encubre el papel especialísimo de la producción en el proceso de
creación de plusvalía.

Otro intento de ocultar el papel de la producción en la obra de


crear la plusvalía es la llamada concepción cambista, cuyos adeptos
separan la circulación de la producción, enfocando ésta tan sólo
como una relación entre el hombre y la naturaleza y reduciendo las
relaciones de producción a relaciones de cambio. Los partidarios de
la “concepción cambista” sostienen que, en una economía capitalista
mercantil, las relaciones sociales representan relaciones de cambio;
que, fuera del mercado, en el proceso de la producción, los
poseedores de mercancías se las entienden tan sólo con la naturaleza
y no están ligados entre sí por ningún vínculo. Por tanto, dicen ellos,
el valor no se crea en la producción, sino en la circulación. Partiendo
de esta tesis, los voceros de la concepción cambista reducen también
las relaciones entre los capitalistas y los obreros a simples relaciones
de intercambio, asegurando que en la producción no existen entre
ellos otros vínculos que los puramente técnicos: los capitalistas son
organizadores y dirigentes de la producción, y los obreros sus
ejecutores. Pero como en las relaciones de mercado entre los
capitalistas y los obreros existe una igualdad formal, los portavoces
de la “concepción cambista” niegan la explotación de los obreros por
los capitalistas y predican la armonía de los intereses de las clases.

Cuando Marx demostró la unidad de la producción y la


circulación, poniendo de relieve el diferente papel de ambas en el

237
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

proceso de creación de la plusvalía, desenmascaró el contenido


burgués de la concepción cambista y puso al desnudo sus raíces de
clase.

2. LA ROTACIÓN DEL CAPITAL. CAPITAL FIJO Y CAPITAL


CIRCULANTE.

Como la producción capitalista tiene por objeto extraer


plusvalía, el capital realiza ciclos ininterrumpidos, repitiéndolos sin
cesar.

El ciclo del capital, considerado no como un fenómeno


aislado, sino como un proceso que se reitera y se reanuda
periódicamente, se denomina rotación del capital.

El tiempo que todo el capital necesita para pasar por la


producción y la circulación es el tiempo de rotación del capital.

Dicho de otro modo, el tiempo de rotación es el intervalo entre


el momento de desembolsar un capital en determinada forma y el
momento en que dicho capital retorna a manos del capitalista en la
misma forma, pero acrecentado en una magnitud igual a la de la
plusvalía.

El tiempo de rotación de capitales individuales es distinto, y


depende de las diversas condiciones de producción y de circulación.
Por eso surge la necesidad de una unidad general para calcular y
comparar la rapidez de rotación de distintos capitales individuales.
Esta unidad general de medida del tiempo de la rotación del capital
permite comprobar la celeridad de la circulación de cualquier capital
por el mismo procedimiento, comparar la rapidez con que se efectúa
la rotación de un capital con la de otro.

Como unidad natural para medir las rotaciones del capital en


funcionamiento se ha tomado el año, ya que en la zona templada,
cuna de la producción capitalista, los principales artículos agrícolas
son productos anuales.

238
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

El capital puede circular una vez, dos, tres veces al año. Si


para señalar el año como unidad de tiempo de la rotación nos
valemos del signo O, y expresamos el tiempo de rotación de un
capital dado con el signo o, se determinará de acuerdo con la fórmula
siguiente:

n=O
o

Ejemplos:

1. o = 3 meses. Así, n = 12 = 4. Cuatro rotaciones al año.


3

2. o = 12 meses. Así, n = 12 = 1. Una rotación al año.


12

¿De qué depende el tiempo de rotación de un capital


individual determinado? En su velocidad influyen diversas
circunstancias, la principal de las cuales es la composición del
capital productivo.

Según sabemos ya, el capital productivo comprende el valor


de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo.

El valor del capital invertido en adquirir estos factores de la


producción se transfiere, en el transcurso de ésta, al valor del
producto fabricado, y lo hace por diversos procedimientos. Según el
modo como se verifica la transferencia del valor de las diversas
partes integrantes del capital productivo al valor del producto, el
capital productivo se divide en capital fijo y capital circulante.

Una parte de los medios de producción son medios de


trabajo: edificios, maquinaria y aparatos que, comprados por el
capitalista, funcionan durante un período más o menos prolongado,
manteniendo su independencia respecto del producto. Para adquirir
los medios de trabajo hay que desembolsar un capital
inmediatamente. Pero este capital interviene en la circulación

239
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

solamente por partes, en la medida en que se van desgastando los


medios de trabajo, y su valor se reintegra al capitalista en forma de
dinero también por partes, sin abandonar materialmente la órbita de
la producción.

La suma que compensa el desgaste de los medios de trabajo


se destina anualmente a la amortización. La amortización representa,
pues, una restitución paulatina, en forma de dinero, del valor de los
medios de trabajo, a través de asignaciones periódicas que
corresponden a su desgaste.

Supongamos que una máquina valorada en 10.000 dólares y


calculada para trabajar un período de diez años transfiere
anualmente al producto el 10 por 100 de su valor, o sea 1.000
dólares. A medida que la producción vaya vendiéndose, este valor
retornará a manos del capitalista, que lo acumulará como fondo de
amortización.

La parte del capital que el capitalista invierte en construir


locales y en comprar maquinaria e instrumentos que transfiere por
partes su valor al producto fabricado lleva el nombre de capital fijo.

Por consiguiente, el capital fijo es la parte del capital


productivo que, participando plenamente en la producción, transfiere
su propio valor al producto no de una vez, sino por partes, a medida
que se desgasta.

A diferencia del capital fijo, el capital circulante es la parte del


capital productivo cuyo valor se transfiere totalmente a la mercancía
en el transcurso de una rotación para retornar luego a manos del
capitalista en forma de dinero y en toda su plenitud, al ser vendido el
producto. Forma parte del capital circulante la parte del capital
invertida en la adquisición de materias primas, combustible y
materiales auxiliares, y también los recursos que se invierten en la
adquisición de fuerza de trabajo.

Esta se diferencia radicalmente de los restantes elementos del


capital circulante. Al ser utilizada en la producción, la fuerza de
trabajo no transfiere su valor al producto, sino que crea un nuevo
valor que contiene plusvalía. Pero el modo de circulación del valor de

240
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

la fuerza de trabajo resulta ser el mismo que el del valor de las


materias primas, del combustible y de los materiales auxiliares. Por
esa razón, el capital variable es parte del capital circulante. La
división del capital en fijo y circulante queda restringida al capital
productivo. El capital-dinero y el capital-mercancías son capitales en
circulación y no se dividen en fijo y circulante.

Conviene establecer una diferencia nítida entre la división en


capital fijo y circulante, de una parte, y la división en capital
constante y variable, de otra.

Estas dos divisiones del capital pudieran expresarse con el


siguiente esquema:

La división del capital en constante y variable está


determinada por su diferente papel en la producción de valor y de
plusvalía. Semejante división descubre la esencia de la explotación
capitalista; por eso no la reconoce la Economía política burguesa.

En cuanto a la división del capital en fijo y circulante, son las


diferencias de las rotaciones de las partes integrantes del capital las
que la determinan. Esta división oculta que el capital se divide en
constante y variable; el capital variable, única fuente de la plusvalía,
aparece tan sólo como una de las partes del capital circulante. Se
encubre la fuente de la plusvalía, se escamotean las relaciones de
explotación capitalista, y por eso la Economía burguesa sólo
reconoce la división del capital en fijo y circulante.

De lo dicho se desprende que las diversas partes integrantes


del capital productivo circulan de manera distinta.

Con el desarrollo del capitalismo crecen el volumen y la


duración del capital fijo, lo cual influye sobre la rapidez de la

241
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

rotación del capital en su conjunto. La rotación se amortigua y


prolonga, y su amortiguamiento, originado por el crecimiento del
capital fijo, agudiza las contradicciones del capitalismo.

Ello es debido a que el capital fijo se desgasta no sólo


físicamente. Conforme progresa el capitalismo, se verifica un proceso
de desgaste moral del capital fijo particularmente de la maquinaria y
de los instrumentos. Mientras las máquinas funcionan la sociedad
realiza nuevos descubrimientos técnicos e inventos cuya utilización
eleva la productividad del trabajo y abarata los elementos del capital
fijo: la maquinaria y el instrumental, produciendo una
desvalorización del capital fijo. El proceso de desvalorización de las
máquinas en virtud el progreso técnico lleva el nombre de “desgaste
moral” del capital fijo.

El desgaste moral provoca la pérdida del capital invertido; por


tal motivo, los capitalistas se manifiestan, en ciertos casos, contra la
aplicación del proceso técnico. El aumento del capital fijo y el
amortiguamiento de la rotación del capital agravan la amenaza de
desgaste moral del capital fijo. Los capitalistas se esfuerzan por
prevenirse contra dicho peligro. Los medios para evitarlo son la
prolongación de la jornada de trabajo y el aceleramiento
desenfrenado de la intensidad de la labor que realizan los obreros. La
utilización de estos medios agudiza las contradicciones entre las
capitalistas y los obreros.

Por otra parte, los patronos procuran compensar la mayor


lentitud de la circulación del capital elevando la cuota de
amortización. Como resultado de todo ello se encarecen los
productos, surgen dificultades en su venta, se agravan la
competencia y el antagonismo de la propia clase capitalista. Además,
al crecer el volumen del capital fijo, el capital industrial pierde, en
buena medida, su facultad de cambiar rápidamente la producción de
un artículo por la de otro. Esto dificulta la competencia y agrava las
contradicciones entre los capitalistas, las cuales, en última
instancia, siempre se resuelven a costa de la clase obrera.

Hemos visto, pues, que al desarrollarse el capitalismo


aumenta el capital fijo, se amortigua la rotación del capital y, en
virtud de todo ello, se agravan las contradicciones del capitalismo.

242
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Hay otro factor que influye en el ritmo de la rotación del


capital: la duración del tiempo de producción y del tiempo de
circulación.

El tiempo de producción es el período en que el capital se


encuentra en la esfera de la producción. La parte principal del
tiempo de producción la constituye el período de trabajo, durante el
cual el objeto a elaborar es sometido a la acción directa del
productor. El período de trabajo es el número de jornadas,
necesarias en una rama para obtener un producto completamente
fabricado. La productividad de este período depende de la índole de
la rama en cuestión, de las condiciones técnicas y de las propiedades
específicas del producto elaborado.

Por ejemplo, en una fábrica de hilados, cada operario


convierte parte del algodón en hilatura y cierta porción del producto
manufacturado se pone a la venta diariamente, mientras que en
unos astilleros la construcción de cada barco requiere decenas y
hasta cientos de jornadas de muchos obreros.

La magnitud del capital invertido y la duración de sus


rotaciones dependen directamente de la duración del período de
trabajo. Habitualmente, el tiempo de producción es más largo que el
período de trabajo, ya que, además de éste, incluye el tiempo de la
acción independiente de las fuerzas de la naturaleza sobre el objeto
del trabajo y también el tiempo en que el capital actúa como reserva
de producción.

El tiempo de acción independiente de las fuerzas naturales


sobre el objeto del trabajo es el período durante el cual aquél es
sometido a procesos naturales, interrumpiéndose prácticamente el
del trabajo. Esta porción de tiempo es particularmente grande en
ramas económicas como la agricultura, la vinicultura o la industria
de la madera.

La tercera parte integrante del tiempo de producción es el


período en que el capital se encuentra en su forma de reserva de
producción. Para que el proceso de producción se realice
ininterrumpidamente, es indispensable poseer siempre alguna
reserva de materias primas, de combustible, de instrumentos, etc.

243
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Por supuesto, cuanto más se prolonga el período en que un


objeto es sometido a la acción directa del trabajo, o a la acción
independiente de las fuerzas naturales, o se encuentra en la forma
de reserva industrial, tanto más lentamente circula el capital
desembolsado. Dicho de otro modo, el ritmo de la rotación de este
capital depende del tiempo de producción y de sus partes
integrantes.

¿De qué modo pueden ser reducidos el tiempo de producción


y sus partes integrantes?

La reducción del período de trabajo se alcanza por los


siguientes procedimientos:

1. Prolongación de la jornada de trabajo.


2. Intensificación de éste.
3. Aumento del número de operarios.
4. Aumento de los turnos.
5. Ampliación de la división social del trabajo y de la
especialización de la producción.
6. Incremento de la productividad del trabajo, que es el
procedimiento decisivo para reducir el período de trabajo.

La reducción del tiempo de la acción independiente de las


fuerzas naturales sobre el objeto en elaboración se obtiene
acelerando los procesos naturales mediante los adelantos de la
ciencia y de la técnica y perfeccionando los métodos de producción:
empleo de catalizadores en la industria química, selección y
mejoramiento de las semillas en la agricultura, selección artificial y
cruce en la ganadería, etcétera.

Para reducir el período en que el capital se encuentra


convertido en reserva industrial hay que reducir las propias reservas.

“La magnitud de esta reserva de producción depende de la


mayor o menor dificultad de su renovación, del mayor o menor
alejamiento de los mercados en que es posible abastecer de esos

244
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

elementos, del desarrollo de los medios de transporte y


comunicación, etc.”1

Hemos examinado el tiempo de producción y los


procedimientos para reducirlos.

Veamos ahora el tiempo de circulación.

El tiempo de circulación es el período durante el cual el


capital, hallándose en la circulación, pasa de la forma dinero a la
productiva y de la forma mercantil a la forma dinero.

El tiempo de circulación depende de las condiciones de


compra de los medios de producción y de venta de las mercancías
fabricadas, de la proximidad y del volumen del mercado, del nivel de
desarrollo de los medios de transporte y de las comunicaciones. A
medida que avanza el capitalismo, el tiempo de circulación sufre una
influencia doble: de una parte, el progreso de los transportes y
comunicaciones lo reduce; de otra, la competencia capitalista, la
lucha por lo menos mercados y las crecientes dificultades para la
venta de las mercancías, originadas por el crecimiento de la miseria
de las masas trabajadoras, contribuyen a prolongar el tiempo de
circulación.

Puede preguntarse a qué se debe el interés de los capitalistas


por acelerar el ritmo de las rotaciones del capital.

Los factores que determinan su rapidez ejercen también


influencia sobre la creación de plusvalía. De por sí, la velocidad del
ritmo de la rotación del capital no crea plusvalía, pero permite
obtener la misma cantidad de plusvalía con menos capital o mayor
cantidad con el mismo capital. Por ejemplo, la reducción del tiempo
de circulación limita el capital-mercancías y el capital-dinero, y
permite, en virtud de ello, incrementar el capital productivo, es decir,
proporciona a los capitalistas la posibilidad de contratar mayor
número de obreros sin aumentar el capital.

1 C. Marx, El Capital, ed. Cit., tomo II, págs. 118-119.

245
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

Por otra parte, el aceleramiento de la rotación de la totalidad


del capital desembolsado implica un aceleramiento de la rotación del
capital variable. De la rapidez con que éste circule dependen la masa
anual de plusvalía y también la cuota de plusvalía.

Examinemos un ejemplo:

Dos capitalistas disponen de capitales idénticos con igual


composición orgánica, que se diferencian tan sólo por el número de
ciclos que efectúan al año (n).

K1 = 2.000 1.500 c + 500 v m’ = 100% n = 1.


K2 = 2.000 1.500 c + 500 v m’ = 100% n = 12.

El primer capitalista obtendrá en un año m = 500.

El segundo obtendrá en un año m = 500 X 12 = 6.000.

Por consiguiente, los dos capitalistas obtendrán en un año


una masa diversa de plusvalía, y la cuota anual de plusvalía será
distinta en cada uno de ellos.

La cuota anual de plusvalía (M1) es la proporción existente


entre toda la masa de plusvalía producida en un año y el capital
variable desembolsado.

En nuestro ejemplo M1 = 500 = 100 por 100.


500

M2 = 6.000 = 1.200 por 100.


500

De tal modo, la masa y la cuota anual de plusvalía se


modifican de manera directamente proporcional al número de
rotaciones del capital variable desembolsado.

Lo dicho más arriba permite comprender por qué, bajo el


capitalismo, la industrialización comienza por el incremento de las

246
Capítulo XV
El Ciclo y la Rotación del Capital

ramas de la industria ligera. En ella se verifica más rápidamente la


rotación del capital, lo que hace que la cuota anual de plusvalía sea
superior.

Concluyendo, hemos estudiado el capital como un


movimiento que cosiste en una metamorfosis ininterrumpida. En las
tres formas del capital, las relaciones de clase están adulteradas y
encubiertas: el aumento del capital aparece como un resultado de su
dinámico, del cambio de sus formas. Se crea la impresión de que la
plusvalía surge no sólo en la producción, sino también en la
circulación. Y esta falsa creencia se fortalece gracias al hecho de que
cuanto más rápidamente se mueve el capital, con tanta mayor
celeridad crece.

Carlos Marx demostró que la plusvalía se crea solamente en


la producción, que el aceleramiento de la circulación del capital no
crea, de por sí, ni un átomo de nuevo valor, y sólo permite a los
capitalistas, con el mismo capital, explotar a un mayor número de
obreros o a los mismos en más ocasiones, cuyo trabajo crea en el
transcurso del año una mayor masa de plusvalía.

247
CAPÍTULO XVI

LA GANANCIA MEDIA Y EL PRECIO DE PRODUCCIÓN

1. EL PRECIO DE COSTE Y LAS GANANCIAS CAPITALISTAS.

La doctrina de Carlos Marx sobre la ganancia y el precio de


producción representa una continuación de la teoría del valor y de la
plusvalía. El primer tomo de El Capital contiene un análisis científico
del proceso de la creación de la plusvalía. El segundo está dedicado a
revelar el proceso de la circulación del capital. En el tercero se nos
ofrece un análisis de la producción capitalista en general como
proceso de producción y de circulación. Aquí pone Marx de
manifiesto la esencia de las formas concretas del movimiento del
capital y de la plusvalía en que aquél y ésta salen directamente a la
superficie, la influencia mutua de los capitales en el proceso de la
competencia. Durante el movimiento del capital se verifica la
realización y la distribución de la plusvalía entre diversos grupos de
capitalistas. En concordancia con ello, la plusvalía adopta las
siguientes formas: la de ganancia industrial, la de ganancia
comercial, la de interés y la de renta de la tierra.

¿Qué es la ganancia? Es una forma modificada de la


plusvalía. ¿Y cuáles son las circunstancias determinantes de que la
plusvalía adquiera la forma de ganancia? El análisis de este
problema ha de iniciarse aclarando la diferencia entre el valor de la
mercancía y el costo capitalista de producción.

El valor de toda mercancía se determina por el conjunto de


trabajo socialmente necesario invertido en su producción, es decir,
por la cantidad de trabajo vivo y materializado que se ha consumido.
Como en el caso presente se trata de una mercancía producida bajo
el capitalismo, podemos expresar su valor en la siguiente fórmula:

c + v + m, donde c representa los gastos de capital constante y v + m


el nuevo valor creado por el trabajo de los obreros asalariados.


Tomado del libro “Curso Superior de Economía Política”, Spiridonova, Atlas y otros,
Editorial Grijalbo, México, 1975.
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Pero una cosa es el valor verdadero de una mercancía y otra


cosa el valor de la mercancía para el capitalista. Son dos magnitudes
totalmente distintas, pues el capitalista no paga todo el valor creado
por el obrero (v + m), sino sólo una parte de él, igual al precio de la
fuerza de trabajo consumida. Aquella parte del valor de la mercancía
en que va contenida la plusvalía no le cuesta nada al capitalista, ya
que no se le ha pagado al obrero.

Supongamos que para fabricar un par de zapatos se han


invertido nueve dólares en medios de producción (máquinas,
materias primas y combustible) y que como salario se les ha pagado
a los obreros un dólar. Supongamos, también, que la cuota de
plusvalía equivale a 300 por 100. En tal caso, la plusvalía será igual
a tres dólares.

En el ejemplo aducido, el valor de un par de zapatos será de


trece dólares. Pero los gastos del capitalista se determinan por la
magnitud de los capitales constante y variable utilizados y, por
consiguiente, ascienden a diez dólares, ya que la parte del valor que
el capitalista se ha embolsado como plusvalía equivalente a tres
dólares. Los diez dólares en cuestión representan los gastos del
capitalista para producir un par de zapatos.

“Esta parte del valor de la mercancía, que repone el precio de


los medios de producción consumidos y de la fuerza de trabajo
empleada, no hace más que reponer lo que la mercancía ha costado
al capitalista y representa, por tanto, para él, el precio de costo de la
mercancía”.1

El precio de coste capitalista se calcula por la magnitud del


capital empleado para producir una mercancía; los verdaderos
precios de coste, es decir, el valor de la mercancía, se determinan por
el consumo de trabajo socialmente necesario. Por consiguiente, el
precio de coste capitalista no constituye sino una parte del valor de
la mercancía.

Si expresamos este valor con la fórmula c + v + m, el precio de


coste capitalista será c + v. El precio de coste capitalista es inferior al

1 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 46.

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

valor de la mercancía en la magnitud de la plusvalía. La diferencia


entre la magnitud del valor de la mercancía y el precio de coste
constituye la ganancia del capitalista.

Esta es una ganancia que el capitalista obtiene sobre el


capital desembolsado. La peculiaridad de la categoría “precio de
coste” consiste en que en ella desparece la diferencia entre las
inversiones en instrumentos de trabajo, materias primas y
combustible, de una parte, y las inversiones de fuerza de trabajo, de
otra; es decir, que desaparece la diferencia entre el capital constante
y el variable. El dueño de una empresa industrial anticipa un capital
para adquirir los diversos elementos del capital constante y fuerza de
trabajo (la parte variable del capital). Todas estas inversiones forman
parte del precio de coste y deben ser reintegradas al capitalista.

En la categoría “precio coste” se pone de manifiesto la


diferencia entre aquella parte del capital que se invierte en materias
primas, combustible, reparaciones y salarios, parte que se transfiere
totalmente al valor de la mercancía en un ciclo y aquella otra parte
del capital cuyo valor se transfiere al valor de la mercancía
paulatinamente, por partes, a lo largo de una serie de ciclos (el valor
de los edificios y de la maquinaria), es decir, la diferencia entre los
capitales circulante y fijo.

Como en los precios de coste desaparece la diferencia entre


los capitales constante y variable, ocultan la diferencia entre el
proceso de transferencia del valor y el de creación de un valor nuevo.
Los gastos de trabajo en la producción de una mercancía son
encubiertos por los gastos de capital, creándose la falsa idea de que
el capital es el creador del valor, cuando, en realidad, es el trabajo
del obrero asalariado el que lo crea.

El precio de coste constituye una categoría real de la


economía burguesa, determinada por el propio régimen capitalista de
producción. La recuperación de los gastos es una premisa
indispensable de la actividad económica del capitalista, ya que sin
ella no puede reanudar el proceso de producción. De la magnitud del
precio de coste depende la rentabilidad o la irrentabilidad de una
empresa. Si el precio de la mercancía cae por debajo de los gastos
realizados para producirla o si se iguala a los mismos, la producción

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

deja de ser ventajosa para el capitalista, por cuanto su interés


estriba en que la recaudación procedente de la venta de las
mercancías sobrepase lo que ha costado producirlas. El precio de
coste permite descubrir e interpretar las leyes de la competencia bajo
el capitalismo. Dentro de los límites del valor de una mercancía
caben diversas fluctuaciones de su precio. Supongamos que el valor
del artículo es trece dólares, y el precio de coste equivale a diez. El
precio del artículo en cuestión podrá ser de once y de doce dólares, y
en ambos casos el capitalista obtendrá beneficio, puesto que el
precio de venta de la mercancía rebasa el precio de coste. Estas
fluctuaciones pueden ser aprovechadas por el capitalista para
arruinar a sus competidores.

Como en el precio de coste desaparece la diferencia entre los


capitales constante y variable, quedando tan sólo la diferencia entre
los capitales fijo y circulante, aquel precio encubre la explotación
capitalista y oculta la verdadera procedencia de los ingresos de los
empresarios.

Y como en el precio de coste no hay diferencia entre los


capitales constante y variable, el aumento del valor, que ser verifica
en el proceso de la producción y en virtud del trabajo que los obreros
asalariados realizan durante el tiempo de trabajo excedente, aparece
como un fruto del capital en general.

Según sabemos ya, la plusvalía constituye la diferencia entre


el valor creado por el trabajo del obrero y el valor de la fuerza de
trabajo de éste. El patrono la percibe cuando las mercancías
fabricadas por la labor de los obreros asalariados van a ser
realizadas, y el dinero procedente de su venta rebasará los gastos
ocasionados por la producción de dichas mercancías. Por
consiguiente, el capitalista percibe su ganancia después de efectuado
el ciclo del capital.

La masa absoluta de esta ganancia dependerá no sólo de las


condiciones de producción, sino también de las condiciones de la
venta de las mercancías, o sea del nivel de los precios en que
aquéllas se realicen. Según estas últimas condiciones, el precio de
venta de la mercancía puede superar al precio de coste en diversas
proporciones. La ganancia del capitalista aparece como la diferencia

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

entre el precio de venta de la mercancía y la suma del capital


invertido en su producción, como un fruto del capital.

Teniendo en cuenta que en la producción de un artículo


interviene todo el capital desembolsado, aunque sólo una parte de él
se invierta en la producción de la mercancía, la plusvalía aparece no
sólo como una adición de valor al capital gastado, sino a todo el
capital invertido en la producción, a todo el capital desembolsado.

“Así representada, como vástago del capital global


desembolsado, la plusvalía reviste la forma transfigurada de la
ganancia”.2

Consecuentemente, la ganancia es la forma en que la


plusvalía se manifiesta en la superficie de la sociedad capitalista. Se
presenta no como el resultado de la explotación del los obreros, sino
como un fruto del funcionamiento de todo el capital desembolsado,
como un retoño de éste. En la categoría “ganancia” desaparece el
trabajo no retribuido de los obreros, que es la auténtica fuente de la
plusvalía. Si la plusvalía expresa las relaciones de clase de la
sociedad capitalista, la ganancia las enmascara, convirtiéndolas en
un fetiche. La ganancia aparece como una cualidad y una relación de
las cosas entre sí.

Así, pues, la ganancia es una forma alterada de la plusvalía.


Aunque la ganancia obtenida por algunos capitalistas y la magnitud
de la plusvalía creada por la explotación de los obreros asalariados
pueden no coincidir cualitativamente, en la escala de toda la
sociedad capitalista sí coinciden. La conversión de la plusvalía en
ganancia representa un desarrollo de la fetichización de las
relaciones capitalistas, un desarrollo de la engañosa forma exterior
que crea una falsa impresión sobre la realidad capitalista.

Esa es la razón que aconseja distinguir el contenido de los


procesos económicos y la forma de su manifestación, los procesos
económicos de profundidad y los fenómenos superficiales. Los
científicos burgueses, paladines del capitalismo, pretenden hacer
pasar los fenómenos superficiales por la esencia de las cosas,

2 C. Marx, El Capital, tomo III, pág. 53.

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

velando de este modo el antagonismo social que caracteriza las


relaciones de las clases en la sociedad burguesa.

La ganancia es el motivo que impulsa la producción


capitalista. El desarrollo de ésta no tiene como incentivo el de
mejorar la situación económica de los trabajadores, sino el de
garantizar el mayor lucro a costa de la explotación de las masas
laboriosas. No hay delito que los capitalistas no cometan con tal de
obtener el máximo beneficio. Así lo confirma la historia del
capitalismo.

Empeñados en encubrir la auténtica naturaleza del


capitalismo como régimen social asentado sobre la explotación del
trabajo, los economistas burgueses tratan de encontrar las más
diversas explicaciones a la procedencia de la ganancia. Unos afirman
que proviene de la circulación y que es el resultado del ahorro del
capitalista; otros dicen que es engendrada por el propio capital.

Por ejemplo, el economista norteamericano J. B. Clark, en su


libro La distribución de la riqueza, se esfuerza por demostrar que la
ganancia es fruto del capital y que los trabajadores no toman parte
alguno en su creación.

Valiéndose de los más rebuscados artificios, Clark pretende


“demostrar” que el trabajo y el capital son factores iguales en
derecho dentro de la producción y que la riqueza social es producto
del esfuerzo conjunto de estos dos factores. El trabajo crea un
ingreso en forma de salario y el capital crea otro en forma de
ganancia.

Clark sostiene que, bajo el capitalismo, los trabajadores


perciben todo cuanto crean y que, por consiguiente, no existe
injusticia alguna en la distribución de la riqueza. De esta tesis extrae
la conclusión que él mismo desea: la de que, como los trabajadores
crean una suma de riquezas reducida y la perciben en su totalidad,
no tienen por qué ansiar la revolución social.

Todo el sentido de estas especulaciones de Clark y de otros


economistas burgueses se reduce al deseo de demostrar que el

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

régimen de producción capitalista garantiza una distribución ideal y


justa de la riqueza.

2. LA CUOTA DE GANANCIA Y LOS FACTORES QUE LA


DETERMINAN.

Al capitalista le interesa no sólo la magnitud absoluta de la


plusvalía obtenida, sino también la proporción existente entre ella y
todo el capital invertido.

Marx daba el nombre de cuota de ganancia a la proporción


entre la plusvalía y todo el capital invertido, en tanto por ciento, y
expresaba la ganancia con la letra p y la cuota de ganancias con p1.
Si expresamos todo el capital invertido con la letra k, podremos
expresar la cuota de ganancia mediante la fórmula siguiente:

p’ = p ; o p’ = k .
k’ c+v

La cuota de ganancia es una categoría real del sistema


capitalista de producción y, para el patrono, representa el índice de
rentabilidad de su empresa, el grado de incremento de su capital.

También es un modo específico de medir la plusvalía en


comparación con todo el capital invertido. La cuota de ganancia
solidifica la idea de la ganancia como “un fruto” de todo el capital
invertido. En ella no aparece ningún vínculo entre la ganancia y el
trabajo: dicha cuota encubre no sólo la explotación del trabajo
asalariado por el capital, sino también su magnitud real.

Tomemos un ejemplo. Supongamos que el capital invertido


asciende a 1.000 unidades monetarias, 800 de las cuales componen
el capital constante y 200 el variable. Supongamos también que la
masa de la plusvalía equivale a 200 unidades. En tal caso, la cuota
de plusvalía, como exponente del grado de explotación, equivale a
100 por 100. La cuota de ganancia será igual a:

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

p1 = 200 m , o 200 m = 20 por 100.


1.000 k’ 800c + 200v

La discrepancia cuantitativa entre las cuotas de ganancia y


de plusvalía expresa la diferencia cualitativa existente entre ambas,
diferencia que cosiste en que, si la cuota de plusvalía caracteriza el
grado de explotación del trabajo por el capital, la de ganancia
muestra el grado de rentabilidad del capital. Es una forma
transfigurada de la cuota de plusvalía.

“La cuota de ganancia es el resorte propulsor de la


producción capitalista, que sólo produce lo que puede producirse con
ganancia y en la medida en que ésta puede obtenerse”.3

El capitalista está siempre interesado en que su capital le


proporcione un beneficio mayor, la más alta cuota de ganancia.
Impulsado por este móvil, el capital se dirige a aquellas esferas
donde su aplicación garantiza al propietario la más alta ganancia, ya
que cuanto más alta es la cuota, tanto mayor es la magnitud de la
ganancia (en igualdad de circunstancias).

¿Qué factores influyen en la cuota de ganancia?

El principal de todos es la magnitud de la cuota de plusvalía.

A mayor grado de explotación, mayor masa de plusvalía, y


tanto más alta cuota de ganancia, siempre en igualdad de
circunstancias.

Ilustremos este aserto con un ejemplo:

p1 = 200 m = 200 m = 20 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Si el grado de explotación se eleva hasta 200 por 100, la masa


de plusvalía aumentará hasta 400 unidades monetarias y, en virtud
de ello, la cuota de ganancia equivaldrá a:

3 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 256.

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

p1 = 400 m = 400 m = 40 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Cuanto mayor sea la cuota de plusvalía, tanto mayor será la


de ganancia, si las condiciones restantes permanecen inalterables.

Así se explica que los patronos, deseosos de aumentar la


cuota de ganancia, aprovechen todos los métodos para incrementar
el grado de explotación de los obreros: prolongación de la jornada,
aumento de la intensidad y de la productividad del trabajo, rebaja de
los salarios hasta un nivel inferior al valor de la fuerza de trabajo.

El nivel de la cuota de ganancia también depende de la


economía de capital constante. Esta economía de medios de
producción está determinada por los siguientes factores:

1. El aumento del número de obreros ocupados, la prolongación de


la jornada y el incremento de la intensidad del trabajo no
requieren un aumento proporcional de la parte fija del capital
constante, y ello permite al capitalista producir mayor cantidad
de mercancías y apropiarse más plusvalía con el mismo capital
fijo.

2. La ampliación del volumen de la producción o producción a


escala. La gran producción contribuye a un empleo más completo
y racional de los instrumentos y de las condiciones de trabajo
(disminución de los gastos de local, de combustible, de luz, etc.),
y permite utilizar los residuos de la industria reelaborándolos
como subproductos.

3. La utilización de las materias primas sintéticas, más baratas, y


de diversos sucedáneos, así como la falsificación de los productos
elaborados.

4. El progreso técnico y el incremento de la productividad. Esta


rebaja el valor de los elementos del capital constante; el progreso
de la técnica, que permite utilizar máquinas más perfectas y más
baratas, proporciona al capitalista la posibilidad de explotar

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

mayor número de obreros, reducir los gastos de producción y


aumentar la masa y la cuota de plusvalía.

Otro elemento que influye en el nivel de la cuota de ganancia


es la rapidez de la circulación del capital. Si el período necesario para
una rotación del capital se reduce, por ejemplo, de doce meses a seis,
el capital variable hará dos rotaciones en vez de una durante el año.
Esto permite al capitalista explotar con el mismo capital el doble de
obreros y obtener, en el transcurso del año, el doble de plusvalía,
como resultado de lo cual la cuota anual de ganancia del capital se
duplicará también.

La economía de capital constante se realiza, principalmente,


mediante el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los
obreros. En un local habilitado para 20 máquinas, el patrono instala
40; donde hay que colocar una valla de seguridad junto a las
máquinas, no la coloca, y donde hay que poner ventilación no la
pone. El resultado es que empeoran las condiciones de trabajo de los
obreros, y esto trae consigo enfermedades, accidentes y otras
desgracias.

En 1938 hubo en la industria de los Estados Unidos


1.376.000 accidentes de trabajo; en 1949 hubo 1.870.000, y en 1960
ocurrieron ya 1.960.000. Según rezan las estadísticas oficiales, en
los doce años que van de 1949 a 1960 inclusive sufrieron lesiones a
causa de accidentes en la producción más de 19 millones de obreros
americanos y perdieron la vida mas de 150.000.

El “ahorro” de recursos en la seguridad del trabajo, que el


capitalista considera un gasto improductivo, da lugar a un
despilfarro de mano de obra, a la pérdida de vidas obreras, pero
aumenta la cuota de ganancia. Esa es la naturaleza rapaz del
capitalismo: crece el lucro a costa de la salud y de la vida de los
obreros.

El nivel de la cuota de ganancia depende también de la


composición orgánica del capital. A causa de la propiedad privada de
los medios de producción, y también en virtud de la anarquía de la
misma, la técnica se desarrolla de manera desigual en la sociedad
capitalista. Unas ramas avanzan más que otras, y esto halla su

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

expresión en la diferencia de la composición orgánica del capital en


diversas ramas de la producción. En la diversidad de esta
composición influyen también las peculiaridades del proceso
tecnológico de la producción en las distintas ramas. Cuanto mayor
es la parte correspondiente al capital constante, tanto menor es la
parte que corresponde al capital variable y, por consiguiente, tanto
más alta es la composición orgánica del capital.

Las modificaciones en la técnica de la producción llevan


aparejado un aumento de la composición orgánica del capital. Según
cálculos de S. Vigodski, la composición orgánica del capital en la
industria de la transformación de los Estados Unidos ha variado del
modo siguiente:

1989 ………………… 4,5 : 1


1939 ………………… 6 : 1
1955 ………………… 8 : 1.4

¿Cómo repercute la diversidad de la composición orgánica del


capital en la cuota de ganancia? Cuanto más alta es la composición
del capital, tanto más baja es la cuota de ganancia, y viceversa,
contando siempre con que las restantes condiciones permanecen
inalterables.

Explicaremos esta tesis con el ejemplo siguiente:

Primer caso: p1 = 200 m = 200 m = 20 por 100.


800c + 200v 1.000 k

Segundo caso: p1 = 100 m = 100 m = 10 por 100.


900c + 100v 1.000 k

Examinemos este ejemplo con más detenimiento. La cantidad


de la plusvalía creada se determina por la masa de trabajo no
retribuido de que se apropia, el capitalista. Cuanto más trabajo vivo

4 S. Vigodski, La teoría marxista de la ganancia media y el precio de la producción a la


luz de los datos contemporáneos, pág. 50. Gospolitizdat, Moscú, 1956.

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

se emplea con una misma suma de capital, tanto mayor serán la


masa y la cuota de plusvalía (siempre en igualdad de circunstancias).

Pero la cantidad de trabajo vivo empleado con una cierta


suma de capital depende de cómo se distribuya este capital en
constante y en variable. Dicho de otro modo, depende de la
composición orgánica del capital.

La cuota de ganancia en el segundo caso será inferior a la del


primero no porque se explote menos a los obreros, sino porque se
empleará relativamente menos trabajo en comparación con el capital
empleado.

Tomemos varias ramas de la producción capitalista.


Supongamos que todas las condiciones de la actividad de capitales
iguales por su volumen serán también iguales (una cuota idéntica de
plusvalía, por ejemplo, el 100 por 100, y también una rapidez
idéntica de la circulación del capital), excepto una condición: la
composición orgánica del capital. En tal caso obtendremos el cuadro
que damos a continuación:

CUADRO 1

Composición Cuota de Cuota de


Masa de
Sectores Capitales orgánica del plusvalía, ganancia, por
plusvalía
capital por 100 100
I 60c + 40v 1,5 : 1 100 40 40
II 75c + 25v 3 : 1 100 25 25
III 80c + 20v 4 : 1 100 20 20
IV 90c + 10v 9 : 1 100 10 10
V 95c + 5v 19 : 1 100 5 5

Con una cuota idéntica de plusvalía, igual a 100 por 100, la


masa de plusvalía es distinta en diversas ramas de la producción.
¿Por qué? La plusvalía es creada por a parte variable del capital. De
ahí que, con un grado idéntico de explotación, sea mayor donde es
mayor la magnitud del capital variable, y menor donde el capital
variable es menor. Por consiguiente, también será distinta la cuota
de ganancia. Cuanto más alta es la composición orgánica del capital,
tanto más baja es la cuota de ganancia y, al contrario, cuanto más

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

baja es la composición orgánica del capital, tanto más alta es la


cuota de ganancia. Vemos, pues, que la magnitud de ésta se halla en
razón inversa a la composición orgánica del capital.
Los factores anteriormente descritos influyen de manera
distinta en la cuota de ganancia. En la aurora del capitalismo, en
diversos sectores de la producción predominaban cuotas desiguales
de ganancia. En cambio, en la época del capitalismo desarrollado, de
la libre competencia y de la libre trasplantación del capital, no es ya
posible la existencia de diversas cuotas durante largo tiempo.

3. FORMACIÓN DE LA CUOTA MEDIA (GENERAL) DE GANANCIA.

Los ejemplos aducidos indican que capitales idénticos


reportan diferentes cuotas de ganancias. Si las mercancías
fabricadas en diversos sectores de la producción se vendiesen por su
valor, en el primer sector, la cuota de ganancia del capital se elevaría
al 40 por 100, mientras que en el quinto sector sólo llegaría al 5 por
100. ¡Desigual provecho para un capital idéntico! Pero es sabido que
cada capitalista tiende a extraer a su dinero el beneficio máximo.

La desigualdad de ganancias con capitales idénticos


contradice al principio capitalista de la “igualdad”, consistente en
que cada capitalista procura obtener con su capital un resultado no
inferior al que obtiene otro capitalista, sea cual fuere la esfera de la
producción en que está invertido su capital.

Si, verdaderamente, los capitalistas no obtuviesen una


ganancia igual con capitales idénticos, no invertirían sus recursos en
sectores de alta composición orgánica del capital como, por ejemplo,
la metalurgia o la fabricación de maquinaria. Pero en virtud de la
división social del trabajo, la sociedad capitalista no podría existir ni
desarrollarse sin los sectores que producen instrumentos de
producción.

Para resolver este problema (el de cómo los capitalistas de


diversos sectores de la industria obtienen beneficios iguales con
capitales idénticos) es indispensable examinar los dos aspectos de la
competencia que existen bajo el capitalismo. La competencia dentro
de un mismo sector es una rivalidad entre capitalistas que fabrican

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

mercancías homogéneas. La competencia entre diversos sectores


representa una rivalidad entre capitalistas que producen mercancías
heterogéneas. La lucha entablada entre ellos tiene como objetivo una
cuota más alta de ganancias y una posición más conveniente para la
inversión del capital y la venta de los productos. Una encarnizada
competencia reina en toda la economía capitalista. Las leyes
económicas del capitalismo, leyes que rigen la producción capitalista,
actúan por medio de la competencia.

En cada sector, diversas empresas funcionan en condiciones


desiguales, y se diferencian entre sí por su volumen, por el nivel de
la productividad de su trabajo y por la magnitud de los precios de
costo.

A consecuencia de ello, la magnitud del valor individual de las


mercancías fabricadas en distintas empresas es diferente. Pero el
valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para fabricarlas en condiciones normales de la
producción social. Este tiempo de trabajo socialmente necesario es el
que determinará el valor social o comercial de las mercancías de un
sector concreto. El precio de la mercancía se basa en el valor social o
comercial no en el valor individual.

La competencia dentro del mismo sector reduce los valores


individuales de las mercancías a su valor social (comercial), que se
determina, según decía Marx, por el valor individual de las
mercancías que se producen en las condiciones medias de su esfera
y que constituyen la gran masa de los productores de la misma.5

Las empresas en que el valor individual de las mercancías es


inferior al social reciben, por encima del beneficio ordinario del
sector en cuestión, una ganancia excedente hasta el momento en que
el valor social descienda y el valor individual de las mercancías de
dicho sector se equipare al valor social. Existen también grupos de
empresas en las que el valor individual sobrepasa al social. Parte de
los propietarios de estas empresas percibirán un beneficio irrisorio, y
los restantes sólo conseguirán compensar su precio de coste. Ello
incita a los dueños de las empresas en cuestión a reducir el valor

5 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 183.

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

individual. La reducción del valor de una mercancía se logra


perfeccionando los instrumentos de producción y elevando la
productividad. Para consolidar sus posiciones en el terreno de la
competencia, los capitalistas refuerzan la explotación de la clase
obrera. Aquellos patronos que no consiguen reducir los gastos de
producción de sus mercancías terminan arruinándose.

Por tanto, como resultado de una encarnizada competencia


dentro de un sector, salen triunfantes los dueños de aquellas
empresas en que la técnica y la productividad del trabajo están por
encima del nivel medio del sector en cuestión, y los propietarios de
las empresas modestas, rezagadas del nivel medio, acaban
forzosamente en la ruina.

Este proceso de depauperación de las empresas pequeñas y


medianas se ha acelerado en la época actual, en que las empresas
gigantes, las alianzas monopolistas del capitalismo, desempeñan el
papel decisivo en la vida económica. El escritor americano Stein, en
su libro El mundo del dólar, decía que en el período de 1947 a 1950
se hundieron en diversas ramas de la economía de los Estados
Unidos 1.414.300 empresas pequeñas. Analizando las estadísticas,
Stein llega a la conclusión de que “tres de cada diez pequeñas
empresas subsisten menos de un año; dos de cada diez no existen
más de dos años, y una o dos de cada diez consiguen vivir más de
cuatro años. Tan sólo una cuarta parte de ellas se las ingenia para
mantenerse seis años o más… Esta enorme mortandad, que no cesa
ni siquiera en los períodos de auge, depende directamente de la
existencia de las corporaciones gigantescas”.

Un sociólogo americano, Kart Mayer, en un informe


presentado en 1956 al Congreso Internacional de Sociólogos que se
celebró en Ámsterdam, anotaba la constante disminución del peso de
los patronos independientes en su país. Según los datos que citó, los
llamados “patronos independientes”, junto con sus familiares aptos
para el trabajo, constituían en 1870 el 40,4 por 100 de la población
trabajadora de los Estados Unidos; en 1910, el 27,1; en 1950, el 14,4
y en 1954, el 13,3 por 100.

A consecuencia de la rivalidad dentro del mismo sector,


aumenta en él la composición del capital. El progreso técnico

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Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

contribuye a reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario para


producir un determinado tipo de mercancía. Bajo el influjo de la
competencia dentro de un sector, y a través de constantes
fluctuaciones, se llega a la nivelación de la cuota de ganancia en los
límites de una misma órbita de la producción.

Marx indica que las diversas cuotas de ganancia pueden


igualarse –primeramente en los límites de una misma esfera de la
producción, y después en diversas esferas- tan sólo a través de
constantes fluctuaciones. Para esclarecer cómo se verifica la
nivelación de las cuotas de ganancia entre los diferentes sectores de
la producción, observemos el proceso de la competencia entre
distintos sectores, es decir, la competencia entre los capitalistas de
diversas esferas de la producción.

Si observamos el cuadro 1, descubriremos que los que


disfrutan de una situación más favorable son los capitalistas del
primer sector, que obtienen una cuota de ganancia sobre el capital
equivalente al 40 por 100, y los que se hallan en situación peor son
los del quinto sector, donde la cuota es igual al 5 por 100.

Pero el estímulo de la producción capitalista se encierra en la


ganancia, y es perfectamente comprensible que el capital emigre a
aquellos sectores de la producción donde la cuota de ganancia es
alta y huya de aquellos en que es baja.

En suma, la diferencia de la cuota de ganancia en distintos


sectores de la producción determina que el capital de los sectores
donde la ganancia es baja emigre a los sectores donde es alta.

Supongamos que la cuota de ganancia de un capital invertido


en la industria textil resulta más baja que en la del calzado durante
un período considerable. La producción en la industria textil no se
ampliará. Los capitales disponibles serán invertidos en otras ramas.
Y los recursos acumulados por los propietarios de las empresas
textiles se invertirán en la industria del calzado, por ser más
rentable. Los capitales disponibles siempre tenderán a colocarse en
aquellas esferas de la producción donde la cuota de ganancia es alta.

264
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

La emigración de capitales traerá consigo una redistribución


espontánea de los medios de producción y de la mano de obra entre
las diversas ramas de la producción. Los bancos desempeñan un
importantísimo papel en la redistribución de los capitales disponibles
entre los distintos sectores.

¿Cuáles son las consecuencias de esta emigración espontánea


de los capitales?

En aquellas ramas a las que el capital acude se ampliará la


reducción y, a la postre, la oferta de mercancías terminará
superando a la demanda.

Y en aquellas ramas de donde los capitales se han retirado


decrecerá la producción y acabará por crearse una situación en la
que la oferta será superada por la demanda.

Ello repercutirá en los precios. En el primero de los dos casos,


descenderán los precios de las mercancías, y disminuirá la
ganancia; y, por el contrario, en el segundo caso subirán los precios
y la ganancia aumentará. En determinados sectores de la
producción, los artículos habrán de venderse a precios inferiores a
su valor, mientras que en otras los precios de venta superarán al
valor.

El tránsito del capital de un sector a otro, el afán del capital


por escapar de aquellos sectores de la industria donde la cuota de
ganancia es baja y de acudir a colocarse en aquellos donde existe
una alta cuota, trae como consecuencia que las diferentes cuotas de
ganancia terminen equilibrándose y estableciendo una cuota general,
es decir, formando la denominada cuota media de ganancia. La
nivelación de las diversas cuotas de ganancia para constituir una
cuota media (general) transcurre de manera espontánea, a lo largo
del proceso de la competencia entre los capitalistas.

“Estas distintas cuotas de ganancia son compensadas entre sí


por medio de la concurrencia para formar una cuota general de
ganancia, que representa la media de todas aquellas cuotas de
ganancia distinta. La ganancia que, con arreglo a esta cuota general,

265
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

corresponde a un capital de determinada magnitud, cualquiera que


sea su composición orgánica, recibe el nombre de ganancia
media”.6

A la vista de esta definición, volvamos a nuestro ejemplo y


prosigamos su examen en el cuadro II.

Del cuadro expuesto se infiere que si el capital se distribuyera


equitativamente entre todas las ramas de la producción, la
composición orgánica media del capital sería de 4 : 1, y la cuota
media de ganancia equivaldría al 20 por 100.

La cuota media de ganancia corresponde a la cuota de


ganancia en los sectores de composición orgánica media o en las que
caracterizan la composición orgánica del capital social.

La cuota media de ganancia es igual a la relación existente


entre la masa general de plusvalía creada por los obreros asalariados
en toda la sociedad capitalistas y el conjunto del capital social.

CUADRO II

Cuota de Cuota
Cuota de
Masa de ganancia, media de
Sectores Capitales c:v plusvalía,
plusvalía por sector, ganancia,
por 100
por 100 por 100
I 60c + 40v 1,5 :1 100 40 40
II 75c + 25v 3 :1 100 25 25
III 80c + 20v 4 :1 100 20 20 20
IV 90c + 10v 9 :1 100 10 10
V 95c + 5v 19 :1 100 5 5
Todo el
capital 400c + 100v 100 100
social
Condiciones
sociales 80c + 20v 4:1 100 20 20
medias

6 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 164.

266
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

La masa general de plusvalía creada en toda la sociedad


capitalista depende no sólo de la altura a que se halle la cuota de
plusvalía, sino de cómo todo el capital social se distribuye entre los
diversos sectores de la producción. Cuanto más capital se invierta en
un sector de composición orgánica baja, tanto mayor será la masa
general de plusvalía y, por el contrario, cuanto más capital se
invierta en sectores de composición orgánica alta, tanto menor será
la masa general de plusvalía.

Es un proceso muy complejo el de la formación de la cuota


media de ganancia. Sería desacertado pensar que en la vida real, en
el proceso de movimiento del capital, la cuota media (general) es ese
promedio ideal que aparece en nuestros cálculos; que en todas las
ramas de la producción existe absolutamente la misma cuota de
ganancia. La cuota media es el promedio de las diversas cuotas de
ganancia. En su afán de alcanzar una cuota más alta, e impulsados
por la competencia, los capitales se retiran de aquellas esferas donde
durante largo tiempo se mantiene un beneficio inferior al nivel
medio, trasplantándose paulatinamente a aquellas esferas en que la
ganancia supera el nivel medio.

Lo mismo pudiera decirse respecto a la plusvalía capitalizada:


acude a aquellos sectores donde la cuota de ganancia está por
encima del nivel medio. Por consiguiente, la cuota media de ganancia
existe siempre –según señala Marx- tan sólo como una tendencia,
como un movimiento tendente a nivelar las diversas cuotas de
ganancia.

Esta nivelación de las diversas cuotas de ganancia para


formar una cuota media es tanto más rápida cuanto más móvil es el
capital, es decir, cuanto más diligente se muestra para trasladarse
de una esfera de la producción a otra; y, además, es tanto más
rápida cuanto más rápidamente puede ser transferida la mano de
obra de una esfera a otra, de un centro local de producción a otro. La
agilidad del capital necesaria para crear la cuota media de ganancia
presupone un amplio sistema de crédito y completa libertad de
comercio en el interior de la sociedad, es decir, aquellas condiciones
que garantizan a cualquier capital igual posibilidad de acceso a no
importa qué rama de la producción.

267
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En tales condiciones, las diversas cuotas de ganancia pueden


nivelarse al principio dentro de los límites de una esfera industrial, y
luego en el ámbito de las diversas esferas, pero sólo mediante
fluctuaciones permanentes. No hay que olvidar que las leyes
económicas del capitalismo actúan espontáneamente. En el régimen
capitalista, la ley general sólo se impone, como decía Marx, “como
una tendencia predominante de un modo muy complicado y
aproximativo, como una media jamás susceptible de ser fijada entre
perpetuas fluctuaciones”.7

Cada capitalista tiende a extraer el mayor beneficio a su


capital. El ansia de lucro, de obtener la máxima cuota de ganancia,
impulsa a los capitalistas a transferir sus capitales. Esta
trasplantación, que se verifica en medio de una encarnizada
competencia, acompañada de fluctuaciones espontáneas de los
precios y de las cuotas de ganancia, al margen de la voluntad o de
los deseos subjetivos de los capitalistas aislados, conduce a la
nivelación de las diversas cuotas de ganancia para formar una cuota
medio (general). Ese es el resultado objetivo del proceso de
movimiento de los capitales.

En virtud de la formación de la cuota media de ganancia, se


verifica una redistribución de toda la plusvalía creada en la sociedad
capitalista entre los capitalistas según la magnitud de sus capitales.
Por un capital igual, sea cual fuere el sector en que está invertido y
su composición orgánica, los capitalistas perciben un beneficio igual.
Sin embargo, no está descartado que ciertos capitalistas puedan
percibir una ganancia superior o inferior al promedio.

Con la formación de la cuota media de ganancia aparece una


diferencia cuantitativa ente la plusvalía producida en tal o cual
sector de la industria y la ganancia percibida en él por los
capitalistas. Sólo de manera casual la plusvalía coincide con la
ganancia obtenida por cualquier capital igual en cualquier rama de
la producción. La discrepancia entre la plusvalía y la ganancia media
encubre y oculta la fuente y la naturaleza de la ganancia. Esta
aparece como un fruto de todo el capital.

7 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 167.

268
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En su teoría de la ganancia media, Carlos Marx descubrió el


mecanismo de la distribución de la plusvalía entre los capitalistas
proporcionalmente a la magnitud de su capital e independientemente
de la órbita de la producción en que funcionan estos capitales y de
su composición orgánica.

En las actuales condiciones de desarrollo del capitalismo, en


toda una serie de sectores industriales, la automatización de las
operaciones ha traído consigo una gran disminución de la parte
correspondiente al trabajo vivo en cada unidad o fracción del capital
invertido. Se observa no sólo una disminución relativa, sino una
disminución absoluta de la parte del capital variable en el total del
capital en funcionamiento.

Los propietarios de las empresas intensamente automatizadas


perciben una enorme masa de beneficios. Sería incorrecto suponer
que toda ganancia colosal es plusvalía creada por los obreros de esas
empresas, de la productividad y de la intensidad del trabajo que en
ellas se realiza.

El manantial de donde procede esta enorme ganancia no es


sólo la creciente masa de plusvalía creada por los obreros que
trabajan en estas empresas, ni tampoco la plusvalía excedente
elaborada por ellos, sino también la plusvalía que se ha creado en
otras empresas, en otras ramas de la industria y en distintos
países y que ha sido obtenida por los propietarios de las
empresas automatizadas como consecuencia de su redistribución
entre los capitalistas a lo largo de un proceso de encarnizada
competencia.

En las condiciones creadas por el capital monopolista, se


hace más complejo el proceso de la formación de la cuota media de
ganancia. El predominio de las alianzas monopolistas dificulta la
transferencia de capitales y debilita la tendencia a la nivelación de
las diversas cuotas.

Este predominio permite conseguir, en una serie de sectores


de la economía capitalista, un beneficio altísimo, de monopolio.

269
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Pero como el capital monopolista es incapaz de eliminar la


competencia, propia del capitalismo, sino que, por el contrario, hace
la competencia más compleja y más aguda, no puede tampoco
eliminar el proceso de trasplantación espontánea de capitales ni la
tendencia a la nivelación de las diversas cuotas de ganancia
originada por aquel proceso. Lo único que hace es complicar y
agudizar dicho proceso.

4. FORMACIÓN DEL PRECIO DE PRODUCCIÓN. EL PRECIO DE


PRODUCCIÓN Y EL VALOR.

El proceso de formación de la cuota media de ganancia


influye en los precios de las mercancías de la producción capitalista.
Si las mercancías elaboradas en distintas ramas se vendiesen por
precios correspondientes a su valor, capitales iguales producirían
beneficios distintos.

En el proceso real del movimiento de los capitales, los precios


de las mercancías se establecen según un nivel que garantiza la
obtención de una ganancia media. Este nivel es el precio de
producción, el cual incluye el precio de coste y la ganancia media.

Forman parte del precio de coste todas las inversiones en


mano de obra (capital variable) y parte de las inversiones en capital
constante: la parte o magnitud en que dicho capital ha sido
consumido en el proceso de la producción de los artículos. Aquella
parte del capital constante que se invierte en materias primas y
combustible forma parte, en toda su integridad, del precio de coste,
pero aquella que se ha invertido en maquinaria o en locales de
explotación forma parte del mismo tan sólo parcialmente, en la
medida en que se desgastan estos elementos del capital.

Si tomamos los datos de los cuadros expuestos anteriormente


y partimos del supuesto de que sólo el 50 por 100 del capital
constante se incorpora al precio de coste (“desgaste de c”), los precios
de producción serán los siguientes:

270
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

CUADRO III

Bajo el influjo de la competencia, las mercancías no se


venderán por su valor, sino por los precios de producción, los cuales,
en la inmensa mayoría de los casos, no corresponden al valor de la
mercancía, según muestran los datos del cuadro III; en algunos
sectores de la industria, los artículos se venderán a precios
superiores al valor, y en otros sectores, a precios inferiores al mismo.

En aquellas esferas de la industria donde la composición


orgánica del capital es alta, los precios de producción serán
superiores al valor de las mercancías, y allí donde la composición
orgánica del capital sea baja, los precios de producción quedarán por
debajo del valor de las mercancías. El precio de producción se
diferencia del valor tanto por su forma como por su magnitud.

La fórmula del valor de la mercancía es c + v + m. La fórmula


del precio de producción es c + v + ganancia media. El valor de la
mercancía encierra la plusvalía además de c + v. El precio de
producción incluye, aparte el precio de coste, la ganancia media, que
cualitativamente no coincide con la plusvalía. ¿Cuál es la relación
entre el valor y el precio de producción?

En primer lugar, estas dos fórmulas contienen un mismo


elemento: el precio de coste. Y se diferencian en los elementos
últimos. La ganancia media es la plusvalía obtenida en escala de

271
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

toda la producción capitalista y redistribuida entre los capitalistas


según la magnitud del capital.

Y si la ganancia media y la plusvalía creada en una rama


concreta no coinciden, en la escala de toda la sociedad capitalista, la
ganancia media obtenida será igual al total de la plusvalía creada.

En segundo lugar, aunque en determinados sectores de la


industria, y bajo el peso de la competencia, las mercancías no se
vendan por su valor, sino por el precio de producción, que difiere del
valor, en la escala de toda la sociedad, estas desviaciones de los
precios de producción de las mercancías respecto de su valor se
compensan mutuamente. Si examinamos todos los sectores de la
economía social como un conjunto único, el total de los precios de
producción de las mercancías equivale a su valor. Lo demuestran sin
lugar a dudas las cifras que hemos aducido.

En tercer lugar, el precio de coste es parte integrante del


precio de producción; y es también parte del valor. Su magnitud, que
es aquella parte del valor que expresa el consumo del trabajo
materializado y el consumo de una porción de trabajo vivo
(retribuido), depende del nivel de la productividad del trabajo. Toda
modificación del valor repercute en la magnitud de los precios de
producción. La disminución del trabajo socialmente necesario
invertido en la producción de tal o cual mercancía se refleja en la
magnitud del valor y, por consiguiente, en el precio de producción.

“Como el valor total de las mercancías –escribía Marx- regula


la plusvalía total y ésta, a su vez, la magnitud de la ganancia media
y, por tanto, la cuota general de ganancia –como ley general, es decir,
como ley que tiende a sobreponerse a todas las fluctuaciones-,
llegamos a la conclusión de que es la ley del valor la que regula los
precios de producción”.8

Por consiguiente, en las condiciones que crea un régimen


capitalista desarrollado, la ley del valor actúa como ley de los precios
de la producción. El precio de producción representa una forma

8 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 184.

272
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

transfigurada del valor y sólo puede ser explicado científicamente


basándose en los efectos de las leyes del valor y de la plusvalía.

La formación del precio de producción, la transformación del


valor en precio de producción, constituye un nuevo
enmascaramiento de la esencia de las relaciones capitalistas de
producción, ya que en el precio de producción, formado en virtud de
la competencia, se escamotea el hecho innegable de que su base es el
valor. En la teoría de la ganancia media y del precio de producción,
Marx descubrió el vínculo interno existente entre la ganancia media
y la plusvalía, entre el precio de producción y el valor.

Cuando apareció el tercer tomo de El Capital, en el que Marx


presentaba su análisis de la ganancia media y del precio de
producción, economistas burgueses como Boehm Bawerk, Loria y
otros trataron de “refutar” el marxismo levantando un gran alboroto
sobre las supuestas contradicciones entre el primer tomo de El
Capital y el tercero. Veían una “contradicción” en el hecho de que, en
el primer tomo de El Capital, Marx afirmaba que las mercancías se
vendían por su valor, mientras que en el tercero demostraba que se
vendían por el precio de producción, el cual no coincidía con el valor.

Partiendo de aquí, aseguraban que en el tercer tomo había


llegado Marx a conclusiones que rebatían todo lo dicho
anteriormente por él, o sea que derrotaban su teoría del valor y de la
plusvalía. Estas tentativas de encontrar “contradicciones” en El
Capital se veían inspiradas por el afán de rechazar la doctrina
revolucionaria de Marx, que demostraba científicamente la
inevitabilidad del hundimiento del régimen capitalista.

El análisis científico de las leyes económicas del desarrollo del


modo capitalista de producción, realizado por Marx en los tres tomos
de El Capital, pone de manifiesto que la “contradicción” entre el
primero y el tercero es un simple infundio de los economistas
burgueses. No hay contradicción alguna entre el valor y el precio de
producción ni entre las leyes correspondientes. La formación de los
precios de producción sólo puede explicarse a base de la ley del
valor.

273
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

A este respecto, Lenin nos ofrece una admirable característica


en su artículo “Carlos Marx”:

“Por consiguiente, el notorio e incontrovertible hecho de que


los precios se apartan del valor y de que existe una igualdad de
ganancia ha sido explicado perfectamente por Marx sobre la base de
la ley del valor, pues el total de los valores de todas las mercancías
coincide con el total de los precios. Pero la equiparación del valor
(social) a los precios (individuales) no se verifica por un camino
sencillo y directo, sino de una manera muy compleja: es
completamente natural que en una sociedad de productores de
mercancías dispersos, sin otra relación que el mercado, la ley no
pueda manifestarse de otro modo que como una ley media, social,
masiva, compensándose mutuamente las fluctuaciones individuales
en tal o cual dirección”.9

La ley del valor es una ley de la producción mercantil. En las


circunstancias que concurrían bajo la producción mercantil simple,
cuando la fabricación de las mercancías corría a cargo del mismo
propietario de los medios de producción y alcanzaba proporciones
limitadas y, por otra parte, el intercambio de los artículos se llevaba
a cabo con el fin de obtener el equivalente del trabajo propio, con un
mercado limitado, las fluctuaciones de los precios de las mercancías
respecto del valor no podían ser considerables ni duraderas. Las
mercancías vendíanse por su valor o por un precio aproximado a su
valor.

Una cosa muy distinta es la producción mercantil capitalista:


las mercancías son producidas por obreros asalariados; y el
propietario de las mercancías, el capitalista, organiza la producción y
la venta de las mismas con el propósito de extraer ganancias de su
capital.

En la sociedad capitalista desarrollada, la venta de las


mercancías, que son productos del capital, se lleva a cabo en medio
de un trasiego espontáneo del capital, en medio de una competencia
encarnizada. Esa es la razón de que, en la sociedad capitalista

9 V. I. Lenin. Obras, tomo 21, pág. 50.

274
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

desarrollada, la ley del valor se manifieste en una forma compleja, en


la forma de precio de producción.

La teoría de la ganancia media y del precio de producción


muestra cómo va haciéndose más complejo y acentuado el carácter
espontáneo de la ley del valor en la sociedad capitalista, donde “las
mercancías no se cambian simplemente como mercancías, sino como
productos capitales que reclaman una participación proporcionada a
su magnitud en la masa total de la plusvalía, o participación igual si
su magnitud es igual”.10

El proceso de desarrollo y de compilación de la ley del valor,


proceso que se expresa en la transformación del valor de la
mercancía en precio de producción, constituye un resultado del
hecho histórico de la conversión de la producción mercantil simple
en producción mercantil capitalista. Es sabido que la producción
mercantil basada en la propiedad privada de los medios de
producción precedió a la producción capitalista.

Por eso, según decía Marx, era “absolutamente correcto


considerar los valores de las mercancías no sólo teóricamente, sino
históricamente, como el prius de los precios de producicón”.11 El
proceso histórico de formación de la ganancia medida y de la
conversión del valor en precio de producción es también tratado por
F. Engels en su obra La ley del valor y la cuota de ganancia.

5. IMPORTANCIA DE LA TEORÍA DE LA GANANCIA MEDIA PARA


LA LUCHA DEL PROLETARIADO.

En virtud de la competencia y de la emigración del capital,


tiene lugar una nivelación de las diversas cuotas de ganancia,
formando la cuota media. El proceso de su formación es al mismo
tiempo el de la redistribución de la plusvalía en la sociedad
capitalista.

10 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 180.


11 Ibídem, pág. 182.

275
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

De este hecho incontrovertible se deducen conclusiones


importantes:

Primera. El beneficio obtenido por los capitalistas de diversas


ramas de la producción representa una parte del conjunto de la
plusvalía creada por toda la clase de los obreros asalariados.

Segunda. La magnitud de este beneficio depende del grado de


explotación a que está sometida toda la clase obrera, de la magnitud
de la masa general de plusvalía.

Tercera. Cada capitalista está interesado no sólo en acentuar


la explotación de aquellos obreros que trabajan en su empresa, sino
la de toda la clase obrera, puesto que cuanto más alto sea el grado
de explotación, tanto mayor será la masa general de la plusvalía
obtenida por toda la clase capitalista y, por consiguiente, tanto
mayor será la cuota media de ganancia.

La ganancia media expresa no sólo las contradicciones entre


los capitalistas en su pugna por obtener la mayor parte posible de la
plusvalía, sino también el antagonismo entre la clase de los obreros
asalariados, como conjunto, y la clase capitalista.

“De lo dicho se desprende que cada capitalista de por sí, al


igual que la totalidad de los capitalistas de cada esfera especial de
producción, se hallan interesados, no sólo por simpatía general de
clase, sino directamente, por motivos económicos, en la explotación
de la clase obrera en su conjunto por el capital en bloque y en el
grado de esta explotación… La cuota de ganancia media depende del
grado de explotación del trabajo total por el capital total”. 12

Si, por ejemplo, la cuota de plusvalía se elevase de 100 a 200


por 100, permaneciendo inalterables las restantes condiciones, la
cuota media de ganancia aumentaría del 20 al 40 por 100.

La plusvalía producida mediante la explotación de los obreros


asalariados se la apropia cada capitalista por separado y toda la
clase capitalista en su conjunto. Cada capitalista procura extraer lo

12 Ibídem, pág. 199.

276
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

más posible del fondo general de plusvalía. La redistribución de ésta


tiene lugar entre una fuerte competencia de los capitalistas. Pero,
pese a las contradicciones que les separan, les une un interés
común, consistente en la aspiración de que el fondo general de
plusvalía sea lo más cuantioso posible y se vea incrementado sin
cesar.

Por ello, pese a que los capitalistas luchan encarnizadamente


entre sí y a que, en la batalla por las ganancias, serían capaces de
hundirse los unos a los otros, tienen un interés común: extraer a los
obreros el máximo posible de plusvalía, aumentar la suma de sus
ganancias.

“Tenemos, pues, aquí la prueba matemáticamente exacta de


por qué los capitalistas, a pesar de las rencillas que les separan en el
campo de la concurrencia, constituyen una verdadera masonería
cuando se enfrentan en conjunto con la colectividad de la clase
obrera”.13

En el párrafo transcrito encontramos una explicación del


frente único capitalista contra la clase obrera. La lucha de los
trabajadores por más salario y una jornada más corta amenaza con
reducir la masa de plusvalía, lo cual representaría un golpe no sólo
contra el capitalista que tiene contratados a unos obreros, sino
contra toda la clase capitalista. Así se explica que toda esta clase
tenga un interés vital en oponerse a la clase obrera. No obstante la
reñida pugna que sostienen los burgueses entre sí, cuando se trata
de enfrentarse a la clase obrera encuentra siempre un lenguaje
común determinado por el interés económico común.

De donde se sigue que un frente único proletario debe crearse


para contrarrestar la acción del frente único capitalista. La teoría de
la ganancia media contiene una fundamentación científica de la
necesidad de constituir un frente único proletario para combatir a la
clase capitalista en general. Por supuesto, hay una diferencia radical
entre la unidad de la clase capitalista y la unidad de la clase
proletaria. La unidad de la clase capitalista se basa en el común
interés por reforzar la explotación de los trabajadores y por perpetuar

13 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 200.

277
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

el sistema capitalista de producción, que condena a los proletarios a


una situación de esclavos asalariados. Al mismo tiempo, esta
“unidad” lleva aparejada la agudización de la lucha entre los
capitalistas por apoderarse de una parte mayor de las ganancias.

La unidad de intereses de la clase proletaria, determinada por


el puesto que ésta ocupa en la producción social, se consolida en la
batalla contra la burguesía, pues tiene como fin destruir la
explotación del hombre por el hombre y edificar la sociedad
comunista.

La más importante tarea de los partidos progresistas de los


países capitalistas consiste en robustecer la unidad, a cuyo fin sus
afiliados deben luchar junto a las masas, actuar siempre donde ellas
están, fortalecer sus vínculos con las masas para llevarlas tras de sí
en la lucha por sus intereses vitales, por la independencia nacional,
por la democracia real y la paz.

6. LA TENDENCIA AL DESCENSO DE LA CUOTA DE GANANCIA Y


LA AGUDIZACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES DEL
CAPITALISMO.

Una de las leyes económicas del capitalismo, descubierta y


fundamentada por Marx, es la tendencia al descenso de la cuota de
ganancia. He aquí las circunstancias que la determinan:

A medida que progresa la acumulación del capital se eleva su


composición orgánica, la cual se expresa en un crecimiento de la
parte constante del capital más rápido que el de la parte variable. Y
como la plusvalía es creada por el capital variable, al elevarse la
composición orgánica del capital ha de reducirse la cuota de
ganancia. En la misma dirección actúa el amortiguamiento de la
circulación del capital. La tendencia de la cuota de ganancia al
descenso representa una ley general del capitalismo.

Disminución de la cuota de ganancia no significa mengua de


la masa de beneficio, ya que la reducción relativa de la masa del
capital variable en comparación con el constante va acompañada de
un aumento absoluto del volumen del capital variable y ello quiere

278
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

decir que crece el ejército de los obreros asalariados, explotados por


el capital, y que se incrementa la masa de plusvalía creada por ellos.

Según cálculos del profesor S. S. Vigodski, la masa de


plusvalía (ganancia) obtenida de 1889 a 1955 en la industria
transformativa norteamericana se elevó en 23 veces. Si tenemos en
cuenta que, en el mismo período, la cuota de plusvalía aumentó en
2,7 veces, el incremento de la plusvalía en nueve veces fue logrado a
expensas del aumento del ejército de obreros explotados.

De cómo crece realmente la masa de la ganancia podemos


juzgar por los siguientes datos:

AUMENTO DE LAS GANANCIAS DE LOS MONOPOLIOS EN LOS


ESTADOS UNIDOS E INGLATERRA

Estados Unidos (en Inglaterra (en miles


Año miles de millones de millones de
de dólares) libras)
1938 3,8 1,0
1954 34,1 3,7
1959 47,0 4,8

La cuota de ganancia es la fuerza motriz de la producción


capitalista. En el capitalismo se produce todo lo que sea para obtener
ganancias. El descenso de la cuota media de ganancia presupone un
menor grado de rentabilidad del capital. De ahí que los capitalistas
aprovechen todos los recursos a su alcance para evitar tal descenso y
para elevar la rentabilidad del capital en funciones. Los recursos en
cuestión se encierran en la propia naturaleza del sistema capitalista
de producción, en la índole del proceso de acumulación de capital,
proceso que, aunque determina la disminución de la cuota de
ganancia, engendra y fortalece los factores que contrarrestan la caída
de la cuota de ganancia y que dan a esta ley general el carácter de
tendencia.

Entre los factores que frenan el descenso de la cuota de


ganancia observamos los siguientes:

279
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Ante todo, el mayor grado de explotación del trabajo


asalariado. El desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad
capitalista se verifica a base de un aumento de la composición
orgánica del capital. De una parte, el progreso de las fuerzas
productivas y la utilización de las nueva técnica determinan un alza
de la composición orgánica del capital y un descenso de la cuota de
ganancia, y al mismo tiempo, el progreso técnico permite elevar el
grado de explotación mediante el incremento de la productividad, la
intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada, etc. Así se
garantiza la elevación de la cuota y el aumento de la masa de
plusvalía, lo que contribuye a frenar el descenso de la cuota de
ganancia.

Según cálculos de expertos economistas, la cuota de plusvalía


aumentó en los Estados Unidos de 122 por 100 en 1889 hasta 289
por 100 en 1959; en Inglaterra, desde 200 por 100 en 1937 hasta
300 en 1959, y en Alemania occidental, desde 350 en 1936 hasta
390 en 1955.

La elevación del grado de explotación constituye un factor


decisivo entre los que contrarrestan la disminución de la cuota de
ganancia. “Este factor –indicaba Marx- no anula la ley general. Pero
sí hace que esta ley actúe más bien como tendencia, es decir, como
una ley cuya vigencia absoluta se ve contenida, entorpecida y
atenuada por causas que la contrarrestan”.14

Otro de los factores que se oponen al descenso de la cuota de


ganancia es la disminución de los salarios hasta un nivel inferior al
valor de la fuerza del trabajo. Con el desarrollo del modo capitalista
de producción, de la acumulación del capital y de su composición
orgánica, se constituye y crece el ejército de reserva de mano de
obra. Quiere decirse que lo característico del régimen capitalista es
que la oferta de mano de obra sobrepase a la demanda, con su
consecuencia inmediata de la disminución de los salarios hasta un
nivel inferior al valor de la fuerza de trabajo.

14 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 234.

280
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

En esta disminución actúan como factores de importancia la


discriminación salarial producto de la distinción de sexo, de
nacionalidad y de color.

El descenso del salario por debajo del valor de la mano de


obra permite:

En primer lugar, disminuir los gastos de capital variable.

En segundo lugar, contratar un mayor número de obreros


con el volumen de capital variable anterior, es decir, poner en
movimiento una mayor masa de trabajo vivo, incrementando con ello
la masa general de plusvalía.

Y en tercero, modificar la relación entre las partes retribuida y


no retribuida del trabajo, aumentando esta segunda, o sea
acrecentando la masa de plusvalía y, con ello, frenando la
disminución de la cuota de ganancia.

Otro factor que contrarresta el descenso de la cuota de


ganancia es la superpoblación relativa.

La superpoblación relativa es un resultado de la acumulación


del capital, del alza de su composición orgánica. El alza de la
composición orgánica del capital determina la disminución de la
cuota de ganancia. Pero, al mismo tiempo, al crear una
superpoblación relativa, determina no sólo la disminución del salario
por debajo del valor de la fuerza de trabajo, sino que, en algunos
casos, y en virtud de la existencia de mano de obra barata, debilita la
tendencia al progreso técnico, posibilita la existencia de una serie de
ramas de la producción que se basan en el empleo de esta mano de
obra barata y que, por consiguiente, funcionan con un capital de
composición orgánica baja. Ello amortigua el alza de la composición
orgánica de todo el capital social, frenando, de este modo, el
descenso de la cuota media (general) de ganancia.

La caída de la cuota de ganancia es también contenida por el


abaratamiento de los elementos del capital constante (máquinas,
mecanismos, materias primas). Con la acumulación del capital y con
el ascenso de su composición orgánica mejora el equipamiento

281
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

técnico del trabajo y crece su productividad. El aumento de ésta en


los sectores que fabrican medios de producción abarata estos
medios, y su abaratamiento implica una disminución del valor del
capital constante en funciones.

Al mismo tiempo, la disminución del valor de los medios de


producción permite a los capitalistas adquirir y emplear, con la
misma suma anterior de capital constante, una masa mayor de
medios de producción, organizar una producción mayor con más
obreros y, por consiguiente, extraer más plusvalía y elevar la cuota
de ganancia.

Entre los factores que contienen el descenso de esta cuota


representa un papel importante el comercio exterior.

El comercio exterior de los países capitalistas industrialmente


adelantados con los países agrarios, económicamente atrasados, y en
particular con aquellos que se encuentran en una situación de
dependencia colonial o semicolonial, permite a las potencias
imperialistas realizar en gran escala un intercambio no equivalencial,
es decir, vender artículos industriales a precios altos, superiores a su
valor, y comprar productos de los países subdesarrollados a precios
inferiores al suyo.

La exportación de capitales a las colonias y países


dependientes, atrasados desde el punto de vista económico,
garantiza también una alta cuota de ganancia. Las pérdidas
generales de los países subdesarrollados, originadas por un
intercambio no equivalencial en el comercio exterior, alcanza
actualmente de 14 a 16.000 millones de dólares al año. Además, los
monopolios de los países imperialistas arrancan a las naciones
subdesarrolladas una suma de 5.000 millones de dólares anuales en
forma de beneficios de los capitales invertidos en ellas. Por
consiguiente, el total de ingresos que perciben los capitalistas
mediante la explotación de los países subdesarrollados equivale
aproximadamente a 20.000 millones de dólares al año.

En la cuota de ganancia ejercen, asimismo, poderosa


influencia la creación y el desarrollo de las compañías anónimas.

282
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

De tal modo, en el propio proceso de la acumulación del


capital aparecen y actúan simultánea y objetivamente factores que
determinan el descenso de la cuota de ganancia y otros factores que
la contrarrestan.

Los factores que se oponen al descenso de la cuota de


ganancia no pueden evitarlo por completo: pueden, tan sólo, frenarlo
o amortiguarlo.

“Por donde resulta –decía Marx-, en general, que las misma


causas que producen la baja de la cuota general de ganancia
provocan efectos contrarios que entorpecen, amortiguan y en parte
paralizan aquella acción. No anulan la ley, pero sí atenúan sus
efectos… Por eso esta ley sólo actúa como una tendencia cuyos
efectos sólo se manifiestan palmariamente en determinadas
circunstancias y en el transcurso de largos períodos”. 15

En la época del capitalismo monopolista, los factores que


contrarrestan la disminución de la cuota de ganancia actúan con
vigor redoblado. El reforzamiento de la acción de estos factores trae
como consecuencia que la cuota de ganancia en algunos países y a lo
largo de un período bastante prolongado, no sólo no descienda, sino
que aumente, lo cual suscita una mayor agudización de las
contradicciones del capitalismo.

El fin y el propósito de la producción capitalista consiste en


incrementar el valor invertido, en aumentar ininterrumpidamente el
capital. Todo capital se pone en movimiento con el único objeto de
que, en el proceso de dicho movimiento, crezca y reporte beneficio.

El afán del capital por garantizar la máxima ganancia


engendra la tendencia a ampliar la producción ilimitadamente.
Conforme se acumula el capital, va concentrándose más y más la
producción, se acentúa el progreso científico y técnico y, en virtud de
ello, aumenta la especialización de las diversas ramas de la
producción, se incrementa la productividad del trabajo y se crea más
valor por medio del trabajo altamente calificado.

15 C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 238.

283
Capítulo XVI
La Ganancia Media y el Precio de Producción

Sin embargo, en última instancia todos los actos de los


capitalistas individuales terminan por conducir, en última instancia
y en una escala que abarca a toda la sociedad, al descenso de la
cuota media (general) de ganancia. Al descenso de esta cuota, según
las proporciones de los capitales, unos capitalistas responden
perfeccionando los instrumentos de trabajo a fin de lograr una
plusvalía extraordinaria; otros responden reduciendo la acumulación
del capital, cerrando sus empresas y limitando la producción. Por
consiguiente, en las condiciones creadas por el capitalismo, la
producción material se lleva a cabo con el único propósito de
incrementar el capital, pero al mismo tiempo, el capital pone ciertas
trabas a la ampliación de la producción.

Así, pues, de una parte, es propio del capitalismo monopolista


de la actualidad la tendencia al altísimo desarrollo absoluto de las
fuerzas productivas especialmente por medio de las aplicaciones de
los progresos de la ciencia y la tecnología a los procesos productivos
y de servicios, y, de otra, el mismo capital pone límite a este
desarrollo, lo que no es más que una manifestación de que no existe
correspondencia de las relaciones sociales de producción con el
carácter y grado de desarrollo de las fuerzas productivas, abriéndose
las posibilidades para una nueva época económica.

284
CAPÍTULO XVII

LA ACUMULACIÓN Y EL EJÉRCITO DE RESERVA*

1. La reproducción simple.

Es útil y aún necesario, para fines teóricos, imaginar un


sistema capitalista que marche año tras año por los mismos cauces y
sin cambio ninguno. Esto nos permite abarcar la estructura de las
relaciones que prevalecen en el sistema como un todo, en su forma
más clara y simple. Seguir este procedimiento no implica, sin
embargo, pensar que alguna vez haya habido o pudiera haber un
sistema capitalista real que permaneciese inmutable año tras año.
Ciertamente, cuando examinemos el caso en que se supone que no
existe el cambio, se verá que algunos de los elementos más
esenciales del capitalismo, como existe en realidad, han sido
deliberadamente ignorados.

Quesnay, el líder de los Fisiócratas, fue el primer economista


que intentó hacer una presentación sistemática de la estructura de
las relaciones existentes en la producción capitalista. Su famoso
Tableau économique (1758) fue por esta sola razón una piedra
miliaria en el desarrollo del pensamiento económico, y Marx lo llamó
“indiscutiblemente la idea más brillante de que la economía política
había sido culpable hasta entonces”. Marx fue grandemente influido
por Quesnay y consideraba su propio plan para el análisis de la
estructura del capitalismo, que en su forma más elemental llama
“Reproducción Simple”, como una versión mejorada del Tableau.*

La Reproducción Simple se refiere a un sistema capitalista


que conserva indefinidamente las mismas dimensiones y las mismas

* Tomado de la Acumulación y el Ejército de Reserva, Capítulo V. Sweezy, Paúl.


* Una carta de Marx a Engels, fechada el 6 de julio de 1863, comienza como sigue: “Si
te resulta posible con este calor, mira el adjunto Tableau économique, con el que
sustituyo la Tabla de Quesnay, y dime qué objeciones tienes que hacerle. Abarca
todo el proceso de la reproducción”. Correspondencia selecta, p. 153. En El Capital
Marx abandonó la forma diagramático del plan que acompañaba a esta carta, pero
las ideas están allí, con la exposición muy ampliada. Véase particularmente el
volumen I, capítulo XXIII, y el volumen II, capítulo XX. Para un examen de la
relación entre el Tableau de Quesnay y los planes de la reproducción de Marx, véase
el apéndice A.
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

proporciones entre sus diversas partes. Para que se cumplan estas


condiciones es necesario que los capitalistas repongan cada año el
capital gastado o usado y empleen toda su plusvalía en el consumo;
y que los obreros gasten todo su salario en el consumo. Si no se
llenaran estos requisitos tendría lugar una acumulación o bien un
agotamiento de la existencia de medios de producción, y esto está
excluido por hipótesis. Podemos ver más fácilmente la razón de estas
afirmaciones si representamos la Reproducción Simple en el lenguaje
de notación introducido en el capítulo anterior.

Supongamos que toda la industria está dividida en dos


grandes ramas: en la I se producen medios de producción y en la II
se producen artículos de consumo en una productora de artículos de
consumo para obreros (wage goods), y otra productora de artículos
de lujo.* Aunque será deseable trabajar con un plan de dos ramas es
más sencillo y enteramente adecuado a nuestros propósitos actuales.

Hagamos que c1 y c2 sean el capital constante empleado,


respectivamente, en I y II; en forma similar, hagamos que v1 y v2
sean el capital variable, p1 y p2 la plusvalía, y w1 y w2 el producto,
medido en valor, de las dos ramas, respectivamente.

Tendremos entonces la tabla siguiente, que representa la


producción total:

I c1 + v1 + p1 = w1

II c2 + v2 + p2 = w2

Para que se cumplan las condiciones de la Reproducción


Simple, el capital constante usado debe ser igual a la producción
total de la rama de bienes de producción, y el consumo combinado
de capitalistas y obreros debe ser igual a la producción total de la
rama de artículos de consumo. Esto significa que:

* La distinción, como la hace Marx, es entre “artículos necesarios para la vida” y


“artículos de lujo”. El Capital II, capítulo XX, sec. 4.

284
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

c1 + c 2 = c 1 + v 1 + p 1

v1 + p 1 + v 2 + p 2 = c 2 + v2 + p2

Eliminando c1 de ambos términos de la primera ecuación y v2


+ p2 de ambos términos de la segunda ecuación, se verá que las dos
se reducen a la siguiente ecuación única:

c2 = v 1 + p 1

Esta puede llamarse, entonces, la condición básica de la


Reproducción Simple. Quiere decir sencillamente que el valor del
capital constante usado en la rama de artículos de consumo debe ser
igual al valor de las mercancías consumidas por los obreros y
capitalistas dedicados a producir medios de producción. Si se
satisface esta condición, la escala de la producción no cambia de un
año al siguiente.

Antes de seguir adelante, examinemos el plan de


reproducción un poco más en detalle. Quizá su mayor importancia
reside en el hecho de que ofrece un armazón unificado para analizar
las interconexiones de la producción total y del ingreso, un problema
que no fue nunca sistemática o adecuadamente tratado por los
economistas clásicos. La producción se divide en dos amplias
categorías: producción total de medios de producción y producción
total de artículos de consumo. Ambas, tomadas en su conjunto,
constituyen la suma de la oferta social de mercancías. El ingreso, por
otra parte, podemos decir que se divide en tres categorías: el ingreso
del capitalista que éste debe gastar en medios de producción si ha de
mantener su posición como capitalista, el ingreso del capitalista que
éste es libre de gastar en el consumo (plusvalía) y el ingreso del
trabajador (salario). Sin embargo, puesto que hay capitalistas y
obreros en las dos grandes ramas de la producción, quizá sea mejor
decir que el ingreso se divide en seis categorías, tres por cada rama.
Tomadas en su conjunto, éstas constituyen la demanda total de
mercancías. Ahora, es obvio que en situación de equilibrio la suma

285
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

de la oferta y la suma de la demanda deben balancear, pero lo que


no es tan obvio es la interrelación entre los diversos elementos de las
dos sumas que serán exactamente suficientes para crear tal
equilibrio. Es una de las funciones más importantes del plan de
reproducción la de arrojar luz sobre este problema. Cumpliendo esta
función –debe observarse de paso- el plan de reproducción pone los
cimientos para un análisis de las discrepancias entre la suma de la
oferta y la suma de la demanda, que, por supuesto, se manifiestan
en trastornos generales del proceso productivo.

Cada una de las partidas del plan de reproducción tiene un


carácter doble en el sentido de que representa un elemento de
demanda y a la vez un elemento de oferta. Considérese c1; constituye
una parte del valor de la producción total de los medios de
producción y constituye también una parte de los ingresos de los
capitalistas de la sección I derivados de la venta de medios de
producción y normalmente destinados a gastarse en nuevos medios
de producción. Así c1 representa a la vez la oferta y la demanda de
medios de producción. Los cambios requeridos tienen siempre lugar
entre los capitalistas de la sección I; el valor por la cantidad c1
realiza, por así decirlo, un recorrido circular, partiendo de un
extremo de la rama de medios de producción y dando la vuelta para
volver a entrar a la misma rama al comienzo del período de
producción siguiente. La partida que sigue es v1, que representa
aquella parte del valor de la producción total de medios de
producción que reembolsa los salarios; es, de este modo, oferta de
medios de producción. Por otra parte, v1 representa, asimismo, los
salarios de los obreros empelados en producir medios de producción,
y en este sentido, evidentemente, constituye demanda de medios de
consumo. No se equiparan aquí los elementos de la oferta y la
demanda. Lo que es válido para v1, bajo la suposición de la
reproducción simple, lo es también para p1, salvo que aquí se trata
de la plusvalía de los capitalistas de la sección I. Completamos el
análisis de la sección I con una oferta de medios de producción
iguales a v1 + p1, no vendidos, y con una demanda de medios de
consumo de la misma magnitud, no satisfecha. Pasemos ahora a la
sección II, o sea la producción de medios de consumo. Una parte de
la producción total de artículos de consumo igual a c2, que
representa el valor de los medios de producción usados en producir

286
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

artículos de consumo, corresponde a la demanda de nuevos medios


de producción por los capitalistas de la sección II. Aquí tampoco hay
equiparación directa entre oferta y demanda. Es diferente lo que
pasa con v2 y p2; éstos representan oferta y demanda de artículos de
consumo. Como en el caso de c1, los cambios necesarios pueden
tener lugar totalmente dentro de una sección, esta vez la sección II.
La sección II queda así con una oferta “no vendida” de artículos de
consumo iguales a c2 y una demanda no satisfecha de medios de
producción de la misma magnitud.

Refiriéndose ahora a las relaciones entre las dos ramas


advertimos que la I tiene una oferta de medios de producción y una
demanda de medios de consumo iguales a v1 + p1, y la II tiene una
demanda de medios de producción y una oferta de medios de
consumo iguales a c2. Es claro que las dos ramas pueden, por así
decirlo, negociar entre ellas, y siempre que v1 + p1 sea exactamente
igual a c2, su intercambio desembarazará el mercado de medios de
producción y de medios de consumo y establecerá el equilibrio entre
la suma de la oferta y la suma de la demanda.

Este razonamiento nos lleva de nuevo a la condición del


equilibrio de la Reproducción Simple por un método que tiene la
ventaja de poner al desnudo la lógica inherente al plan de
reproducción. El plan de reproducción es en esencia un expediente
para mostrar la estructura de las ofertas y demandas en la economía
capitalista, en términos de las clases de mercancías producidas y de
las funciones de quienes perciben los ingresos. Debe agregarse, sin
embargo, que del plan como tal no es posible hacer ningunas
deducciones causales; el plan provee un armazón, no un sustituto,
para la investigación ulterior.

2. Las raíces de la acumulación.

El lector puede haber discurrido que el capitalista que vive en


el mundo imaginario de la Reproducción Simple no muestra las
características de un capitalista que considera que “los valores de
uso no deben nunca considerarse como el fin real del capitalista”, y,
sin embargo, hemos construido ahora un sistema en el cual los

287
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

capitalistas reciben el mismo ingreso año tras año y lo consumen


siempre hasta el último dólar. Evidentemente, en tales
circunstancias, los valores de uso tendrían que ser considerados
como el fin que persigue el capitalista.

Es inevitable la conclusión de que la Reproducción Simple


implica la abstracción de lo más esencial en el capitalista, a saber,
su interés en ampliar su capital. Realiza esto convirtiendo una parte
–a menudo la mayor- de su plusvalía en capital adicional. Su capital
acrecentado le permite entonces aprovecharse aún más plusvalía,
que a su vez convierte en capital adicional, y así sucesivamente. Este
es el proceso conocido como acumulación del capital; constituye la
fuera motriz del desarrollo capitalista.

El capitalista, como lo observaba Marx, comparte con el avaro


la pasión de la riqueza como tal. Pero lo que en el avaro es una
simple idiosincrasia, en el capitalista es el efecto del mecanismo
social del que él es tan sólo una de las ruedas”. Es de la mayor
importancia comprender este punto. La forma de circulación D-M-D’,
en la que el capitalista ocupa la posición clave, es, objetivamente, un
proceso de expansión del valor. Este hecho se refleja en el fin
subjetivo del capitalista. No es de ningún modo una cuestión de
propensiones o instintos humanos innatos; el deseo del capitalista de
aumentar el valor que controla (de acumular capital) proviene de su
posición especial en una forma particular de organización de la
producción social. Un instante de reflexión mostrará que no podría
ser de otro modo. El capitalista es un capitalista y una figura
importante en la sociedad sólo por ser el propietario y representante
del capital. Privado de su capital, no sería nada. Pero el capital tiene
una sola cualidad, la de poseer magnitud, y de aquí se sigue que un
capitalista puede distinguirse de otro solamente por la magnitud del
capital que representa. El propietario de una gran cantidad de
capital que representa. El propietario de una gran cantidad de
capital ocupa un puesto más alto en la escala social que el
propietario de una cantidad pequeña; posición, prestigio y poder se
reducen a la vara de medir cuantitativa de pesos y centavos. El éxito
en la sociedad capitalista, por lo tanto, consiste en aumentar el
capital propio. “Acumular –como lo expresaba Marx- es conquistar el
mundo de la riqueza social, acrecentar la masa de seres humanos

288
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

explotados por él, y de este modo extender el predominio directo e


indirecto del capitalista”.

Dado el apremio de acumular, un factor adicional apenas


menos importante viene a reforzar los motivos del capitalista. La
mayor cantidad de plusvalía y también, por lo mismo, el mayor poder
de acumulación corresponde al capitalista que emplea los métodos
técnicos más avanzados y eficientes; en consecuencia, el afán de
perfeccionamiento es general. Pero los nuevos y mejores métodos de
producción exigen mayores desembolsos de capital y vuelven
anticuados y, por lo tanto, sin valor los medios de producción
existentes. Con las palabras de Marx,

…el desarrollo de la producción capitalista hace


necesario aumentar constantemente la cantidad de capital
desembolsado en una empresa industrial dada, y la
competencia hace que cada capitalista individual sienta las
leyes inmanentes de la producción capitalista como leyes
extensas coercitivas. Lo obliga a acrecentar constantemente su
capital a fin de conservarlo, pero no puede acrecentarlo si no
es por medio de la acumulación progresiva.

Vemos que el análisis marxista relaciona la acumulación de


capital con la forma histórica específica de la producción capitalista.
El camino del éxito y de la elevación social pasa a través de la
acumulación, y quien se rehúsa a participar en la competencia, está
en peligro de pederlo todo.

Conforme a este análisis de la acumulación, Marx trazó el


esbozo de una teoría del consumo de los capitalistas:

En el amanecer histórico de la producción capitalista


–y todo capitalista advenedizo debe pasar personalmente por
esta etapa histórica-- la avaricia y el deseo de hacerse rico son
las pasiones dominantes. Pero el progreso de la producción
capitalista no sólo crea un mundo de deleites; abre en la
especulación y el sistema de crédito mil posibilidades de
enriquecimiento súbito. Cuando se ha alcanzado cierta etapa
de desarrollo, un grado convencional de prodigalidad que es
también una exhibición de riqueza y, por lo mismo, una fuente
de crédito, se convierte en una necesidad de los negocios para

289
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

el “infortunado” capitalista. El lujo entra en los gastos de


representación del capital… Aunque, por consiguiente, la
prodigalidad del capitalista no tiene nunca el carácter bona
fide de la prodigalidad del señor feudal dadivoso, sino que, por
el contrario, tienen siempre acechando tras ella la más
sórdida avaricia y el cálculo más ansioso, y, sin embargo, sus
gastos crecen con su acumulación, sin que la una restrinja
necesariamente la otra. Pero junto con este crecimiento se
desarrolla a la vez en su pecho un conflicto fáustico entre la
pasión de acumulación y el deseo de disfrute.*

De este modo, aunque la urgencia de acumular sigue


predominando, no excluye un deseo paralelo, y aun en parte
derivado, de aumentar el consumo.

Es interesante comparar las ideas de Marx sobre los motivos


de la acumulación y el consumo de los capitalistas con las teorías
contemporáneas ortodoxas que ponen el acento en la “abstinencia” y
la “espera”. Según la teoría de la abstinencia, es penoso para el
capitalista “abstenerse” de consumir a efecto de acumular, y, por lo
tanto, el interés del capital debe considerarse como el necesario
galardón de tal abstinencia. Contra esto Marx sustenta la opinión de
que acumular capital, es decir, acrecentar la riqueza propia, es un
fin positivo y lleva consigo, tanto como el consumo, ciertos
“placeres”. Sería exactamente tan lógico –indica- ver en el consumo
una abstinencia de la acumulación, como lo contrario:

Nunca le ha ocurrido al economista vulgar hacerse la


sencilla reflexión de que toda acción humana debe
considerarse como “abstinencia” de su contraria. Comer es
abstinencia de ayunar, caminar, abstinencia de estarse quieto,
trabajar, abstinencia de estar ocioso, estar ocioso, abstinencia
de trabajar, etc. Estos caballeros harían bien en reflexionar
sobre la sentencia de Spinoza: Determinatio est negatio.

* El Capital, I, pp. 650-51. La idea de que “el lujo entra en los gastos de
representación del capital” contiene una interesante prefiguración de la doctrina del
“consumo conspicuo”, de Thorstein Veblen, como la expone en su Teoría de la clase
ociosa, cap. IV (ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1944).

290
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En pocas palabras, los capitalistas quieren a la vez acumular


y consumir; cuando hacen lo uno ello puede considerarse como
abstinencia de lo otro; pero el ver la cuestión de esta manera no
explica nada.

Si pasamos a la teoría de la “espera” –Alfred Marshall fue el


principal exponente de esta doctrina-, las cosas no pueden sino
empeorar. La idea aquí es que, finalmente, los capitalistas desean
consumir todo lo que poseen. No lo hacen desde luego porque
esperan podrán consumirlo con interés en el futuro. Ésta es la
reductio at absurdum de una adhesión consecuente con la suposición
de que todo proceder económico está encaminado a satisfacer
necesidades de consumo. En tanto que la teoría de la abstinencia
simplemente deja de lado la urgencia del capitalista de acumular
riqueza, la teoría de la espera la niega del todo.

No debe pasarse por alto el hecho de que la teoría de la


abstinencia la presentó por primera vez Nassau W. Senior en la
década del 1830, y de que los economistas anteriores habían dado
generalmente por supuesto un motivo independiente para la
acumulación. Así Ricardo escribió una vez a Malthus: “Considero
ilimitados las necesidades y los gastos de la humanidad. Todos
queremos aumentar nuestros goces o nuestro poder. El consumo
aumenta nuestros goces, la acumulación nuestro poder, y ambos
promueven igualmente la demanda”. Como de costumbre, Ricardo
universaliza un rasgo de la producción capitalista, aplicándolo a “la
humanidad” en general, pero no hay aquí ningún vestigio del punto
de vista de la abstinencia. ¿Cómo podemos explicarnos este súbito
cambio de frente de los economistas? La respuesta parece estar en el
hecho de que la teoría de la abstinencia, así como las teorías de la
espera y de la relación en el tiempo, después de ella, operaban como
defensa de la plusvalía y, por lo tanto, del statu quo. Antes de 1830,
más o menos –Marx indica que la revolución de julio en Francia
señala el viraje- el capitalismo, hablando en general, había sido una
fuerza agresiva que atacaba muchos, aunque ciertamente no todos,
de los aspectos del statu quo. Lograda la victoria, sin embargo, fue
necesario pasar del ataque a la defensa. Muchas de las diferencias
entre las doctrinas de los economistas clásicos y las de sus
sucesores, pueden ser comprendidas tan sólo recordando este hecho;

291
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

no fue la menor de tales diferencias la señalada por la aparición de la


teoría de la abstinencia.

3. La acumulación y el valor de la fuerza de trabajo: planteamiento del


problema.

Se podría presentar en este punto un plan de reproducción,


que Marx llama Reproducción Ampliada en contraste con la
Reproducción Simple, mostrando la interrelación de las ofertas y las
demandas cuando la acumulación es tomada en cuenta, es decir,
cuando los capitalistas no consumen ya totalmente la plusvalía, sino
que ésta se divide en tres partes, una que consumen los capitalistas,
otra que se agrega al capital constante y una tercera que se suma al
capital variable. En este capítulo nos interesa investigar los efectos
de la cantidad acrecentada del capital variable, o lo que viene a ser lo
mismo, la demanda acrecentada de fuerza de trabajo, que va
implícita en el proceso de acumulación. Para este fin podemos tomar
simplemente las relaciones cuantitativas de oferta y demanda que
son necesarias para mantener el equilibrio de la Reproducción
Ampliada, sin entrar en la estructura formal del plan.

Partimos, pues, del hecho indudable de que la acumulación


implica un aumento en la demanda de fuerza de trabajo. Ahora bien,
cuando aumenta la demanda de una mercancía cualquiera, su
precio sube asimismo; y esto lleva consigo una desviación del precio
respecto del valor. Sabemos que en el caso de una mercancía
ordinaria, digamos telas de algodón, esto pondrá ciertas fuerzas en
movimiento para poner nuevamente el precio de acuerdo con el valor:
los manufactureros de telas de algodón obtendrán ganancias
anormalmente altas, otros capitalistas serán inducidos a entrar en
esa industria, crecerá la oferta de telas de algodón y el precio bajará
hasta que sea nuevamente igual al valor, y las ganancias, normales.
Habiendo sentado en esta forma el principio general, nos impresiona
en seguida un hecho notable: la fuerza de trabajo no es una
mercancía ordinaria. No hay capitalista que pueda dedicarse a
producir fuerza de trabajo en una empresa en caso de que suba el
precio de ésta; en realidad, no hay ninguna “industria de fuerza de
trabajo” en el sentido en que hay una industria de telas de algodón.

292
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Sólo en una sociedad esclavista, como el sur de Norteamérica antes


de la Guerra Civil, donde se practicaba la cría de esclavos para
obtener ganancias, se puede hablar propiamente de una industria de
fuerza de trabajo.

Mientras estuvimos ocupándonos de la Reproducción Simple,


fue posible suponer que la fuerza de trabajo se vendía en su valor.
No había contradicción ninguna en tal suposición, ya que no hay
fuerzas actuando para producir una desviación entre el precio de la
fuerza de trabajo y su valor. Tan pronto se toma en cuenta la
acumulación se eleva la demanda de fuerza de trabajo y no es ya
lícito suponer la igualdad entre los salarios y el valor de la fuerza de
trabajo. Además, como acabamos de ver, el mecanismo en que puede
confiarse para el restablecimiento de esta identidad en el caso de
todas las mercancías que se producen para obtener ganancias, es
ineficaz en el caso de la fuerza de trabajo. Parece que hay ciertas
dificultades para la aplicación de la ley del valor a la mercancía
fuerza de trabajo.*

Esto implica algo más que una sutileza de lenguaje. No es en


verdad una exageración decir que queda a discusión la validez de
toda la estructura teórica de Marx. Para advertir el porqué de esto
sólo es necesario recordar que la plusvalía, que es esencial para la

* Los marxistas, generalmente, han pasado por alto la dificultad lógica que envuelve el
aplicar la ley del valor a la mercancía fuerza de trabajo. Y es curioso que los críticos
de Marx, casi con la misma unanimidad, hayan olvidado este punto tan importante.
Bortkiewcz, en este y otros respectos, es un caso especial. Él vio claramente la
dificultad, como lo muestra el pasaje siguiente: “Someter los salarios a la ley del
valor, como lo hace Marx, es inadmisible, ya que esta ley, hasta donde puede
suponerse, para tener validez descansa en la competencia entre productores, la cual
está totalmente excluida en el caso de la mercancía fuerza de trabajo”.
Wertrechnung und Preisrechnung im Marxschen System”. Archiv für
Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, septiembre de 1907, p. 483. Bortkiewcz, sin
embargo, creía que era posible evitar la dificultad abandonando la idea de que la
fuerza de trabajo es una mercancía como otras y suponiendo simplemente que el
salario real es fijo. Al parecer no se le ocurrió nunca que tal suposición no se
justifica ya desde el momento en que se introduce la acumulación.
Oskar Lange, recientemente, ha puesto énfasis en la dificultad que envuelve el
aplicar la ley del valor a la mercancía fuerza de trabajo y ha hecho notar, por
primera vez hasta donde yo estoy enterado, las implicaciones del problema con
respecto a la estructura teórica de Marx. “Marxian Economics and Modern
Economic Theory”, Review of Economic Studies, junio de 1935.

293
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

existencia del capitalismo, depende de la diferencia que existe entre


el valor de la fuerza de trabajo y el valor de la mercancía que el
trabajador produce. Si no hay fuerzas en acción que conserven los
salarios iguales al valor de la fuerza de trabajo, ¿qué razón hay para
suponer la existencia de esta brecha esencial entre los salarios y el
valor del producto? ¿No podríamos con igual razón suponer que los
salarios suben bajo el estímulo de la acumulación hasta eliminar
toda la brecha? Antes de examinar la respuesta de Marx a estas
preguntas será necesario analizar brevemente la solución ricardiana
del problema de la relación entre los salarios y el valor de la fuerza
de trabajo, ya que en ésta, como en otras cuestiones de teoría
económica, se puede entender mejor a Marx mediante una
comparación con Ricardo.

La teoría cuantitativa del valor y la ganancia, de Ricardo, es


muy semejante, excepto en materia de terminología, a la de Marx.
Este paralelismo parece extenderse a la teoría de los salarios. “El
trabajo –dice Ricardo- como todas las demás cosas que se compran y
se venden, y que pueden aumentar o disminuir en cantidad, tienen
su precio natural y su precio de mercado. El precio natural del
trabajo es el precio necesario para que los trabajadores, uno con
otro, puedan subsistir y perpetuar su raza, sin aumento ni
disminución”.*

Por mucho que el precio de mercado del trabajo pueda


desviarse de su precio natural, tiene, como las mercancías,
una tendencia a ajustarse a él.

Es cuando el precio de mercado del trabajo excede su


precio natural cuando la condición del trabajador es más
próspera y feliz, cuando tiene la posibilidad de disponer de
una porción más grande de artículos necesarios y goces de la
vida… Sin embargo, cuando por el estímulo que los salarios
altos dan al crecimiento de la población, el número de

* Principles of Political Economy, p. 71. Lo que Ricardo llama el “precio natural del
trabajo” equivale al concepto marxista del “valor de la fuerza de trabajo”. Los
clásicos, y Marx en una de sus primeras obras de economía. Wage, Labor and
Capital (1847), no distinguían entre el trabajo y la fuerza de trabajo; más bien
utilizaba la palabra trabajo en ambos sentidos. La confusión era frecuente como
resultado del uso doble de la palabra trabajo.

294
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

trabajadores aumenta, los salarios bajan de nuevo hasta su


precio natural, y a la verdad, como reacción, caen a veces por
debajo de él.

Para Ricardo, en pocas palabras, el mecanismo necesario


para asegurar que los salarios permanezcan más o menos al nivel
convencional de subsistencia, reside en una teoría de la población.

Además, la teoría demográfica en que pensaba era


evidentemente un caso especial de la famosa teoría maltusiana, que
tan en boga estuvo en Inglaterra durante la primera mitad del siglo
XIX. Así, en el plan clásico la oferta de todas las mercancías
ordinarias es regulada por la competencia entre capitalistas, en tal
forma que se iguala el precio al valor; en el caso de la oferta de
trabajo precisamente la misma función es desempeñada por la teoría
de población. Es en este sentido como la teoría de la población es
parte integrante de la estructura teórica de la economía política
clásica.

Marx no escribió mucho acerca de los factores que


determinan el volumen de la población, pero es evidente, por lo
menos, que no tenía nada que hacer con la teoría maltusiana o
cualquiera de sus variantes. A la teoría de la población la llamaba “el
dogma de los economistas”, y casi no la mencionaba, a no ser para
menospreciarla. Al Essay on Population, de Malthus, lo llamó un
“libelo sobre la raza humana”, y a su doctrina, “la fantasía
maltusiana de la población”. La gran sensación causada por el
Ensayo no se debió de ningún modo a originalidad o interés científico
(pues ambos faltaban en él totalmente) sino “tan sólo a interés de
partido”. Sería probablemente imposible encontrar en todos los
escritos de Marx una referencia favorable a la doctrina clásica de la
población. Evidentemente no estaba dispuesto a adoptar este método
de ajustar la teoría del valor al carácter único de la mercancía fuerza
de trabajo.

4. La solución de Marx: el ejército de reserva del trabajo.

295
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Marx estaba, por supuesto, bien enterado de la tendencia de


los salarios a subir bajo el impacto de la acumulación de capital.

Las exigencias del capital que se acumula pueden


exceder el aumento de la fuerza de trabajo o del número de
trabajadores; la demanda de trabajadores puede exceder la
oferta y, por consiguiente, los salarios pueden subir. A la
verdad, esto debe ser así finalmente si las condiciones
supuestas antes persisten. Puesto que, si cada año se emplean
más trabajadores que en el anterior, tarde o temprano se
llegará a un punto en que las exigencias de la acumulación
empiecen a sobrepasar la oferta de trabajo acostumbrada y,
por lo tanto, tenga lugar una elevación de salarios.

Estaba completamente seguro, sin embargo, de que tal


elevación de salarios “no puede nunca alcanzar el punto en que
amenazase al sistema mismo”. Tenía que preguntarse, por lo tanto:
¿qué es lo que detiene los salarios, de tal modo que la plusvalía y la
acumulación puedan seguir siendo los rasgos característicos y
esenciales de la producción capitalista? Esta cuestión es el anverso
de la planteada antes - ¿qué es lo que mantiene los salarios iguales
al valor de la fuerza de trabajo? - y, por consiguiente, responder a
una es al mismo tiempo responder a la otra.

La solución de Marx a este problema gira alrededor de su


famoso concepto del “ejército de reserva del trabajo”, o como también
lo llamó, la “población excedente relativa”. El ejército de reserva
consiste de obreros desocupados que, mediante su competencia
activa en el mercado de trabajo, ejercen una presión constante, hacia
abajo, en el nivel del salario.

El ejército industrial de reserva durante los períodos de


estancamiento y de prosperidad media, gravita sobre el
ejército activo de trabajo; durante los períodos de
sobreproducción y paroxismo, pone freno a sus pretensiones.
La población excedente relativa es, por lo tanto, el pivote sobre
el cual opera la ley de la demanda y oferta de trabajo. Ella
confina el campo de acción de esta ley dentro de los límites
absolutamente adecuados a la actividad explotadora y a la
dominación del capital.

296
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

El ejército de reserva se recluta principalmente entre aquellos


que han sido desplazados por la maquinaria, “sin que esto tome la
forma más ostensible del despido de trabajadores empleados ya, o la
forma menos evidente pero no menos real de la más difícil absorción
de la población trabajadora adicional por los cauces usuales”. Que
Marx consideraba la introducción de maquinaria para economizar
trabajo como una respuesta más o menos directa de los capitalistas
a la tendencia ascendente de los salarios, se ve con claridad en el
pasaje siguiente:

Entre 1849 y 1859, tuvo lugar una elevación de


salarios en los distintos distritos agrícolas ingleses… Éste fue
el resultado de un éxodo inusitado de la población agrícola
excedente, ocasionado por las necesidades de la guerra y el
desarrollo enorme de los ferrocarriles, las fábricas, las minas,
etc. En todas partes los agricultores se lamentaban y el London
Economist, refiriéndose a aquellos salarios de hambre,
parloteaba muy seriamente sobre “un progreso general y
sustancial”. Ahora bien, ¿qué hicieron los agricultores?
¿Esperaron hasta que, como resultado de esa brillante
remuneración, los trabajadores agrícolas se hubieran
multiplicado y aumentado a tal punto que sus salarios
debieran bajar de nuevo, según lo prescribía el talento
económico dogmático? Introdujeron más maquinaria y al
instante hubo otra vez trabajadores excedentes, en una
proporción satisfactoria aun para los agricultores. Había
ahora “más capital” que antes empleado en la agricultura, y
en una forma más productiva. Con ello la demanda de trabajo
cayó, no sólo relativa sino absolutamente.

En lo que concierne a los capitalistas individuales, cada cual


da por supuesto el nivel de los salarios y procura obtener las
mayores ventajas posibles. Al introducir maquinaria, por lo tanto, no
hace más que tratar de reducir su nómina de pagos. El efecto neto
de esta conducta general de los capitalistas, sin embargo, es el de
provocar el desempleo, que a su vez actúa sobre el nivel del salario
mismo. De aquí se sigue que mientras más fuerte sea la tendencia de
los salarios a subir, más fuerte será también la presión del ejército
de reserva para contrarrestarla, y viceversa.

297
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En términos del movimiento del capital social total, la


mecanización significa un alza en la composición orgánica del
capital, es decir, un aumento en los gastos de los capitalistas en
maquinaria y materiales, a expensas del trabajo. Puede significar un
descenso absoluto en la demanda de trabajo, o puede significar
simplemente que la demanda de trabajo se retrasa con respecto al
aumento del capital total. En este último caso, si la población crece –
no importa por qué razones- la ampliación continua del ejército de
reserva, digamos como una proporción más o menos constante de la
fuerza trabajadora total, es una posibilidad perfectamente lógica.
Marx parece haber tenido habitualmente algo de este género en
consideración; las suposiciones subyacentes en este caso eran, en
verdad, las que se le habrían ocurrido de un modo natural a
cualquiera que escribiese a mediados del siglo XIX. Pero el principio
del ejército de reserva es independiente de cualquier suposición
particular sobre la población; opera igualmente bien con una
población estacionaria y aún con una población declinante. En este
hecho tenemos una de las diferencias decisivas entre Marx y sus
predecesores de la escuela clásica.

En relación con esto, conviene advertir que Marx no fue el


primero en descubrir la posibilidad del desplazamiento del trabajo
por la maquinaria, ni aún el primero en exponer la falsedad de la
teoría de la compensación, que era entonces, como es ahora, tan
popular entre los economistas y publicistas ortodoxos. Un trabajo
teórico en extremo importante había sido realizado ya por Ricardo
(entre otros) en el famoso capítulo “Sobre la maquinaria” que
apareció por la primera vez en la tercera edición de los Principios. Allí
Ricardo establecía con argumentos un poco desmañados, pero
lógicamente inatacables, que la maquinaria que ahorra trabajo
“libera” obreros sin liberar el capital variable necesario para su
empleo en otras partes, y, por lo tanto, su reempleo depende
principalmente de la acumulación adicional. Aunque Ricardo no lo
dijo, es consecuente con su razonamiento el suponer que la tasa de
desplazamiento excede la tasa de reabsorción como resultado de la
nueva acumulación. El gran éxito de Marx fue la integración de este
principio en la teoría general de la acumulación del capital, de tal
modo que libera a esta última de la forma fatal dependencia del
dogma maltusiano de la población.

298
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

Sería erróneo, por supuesto, suponer que la tasa de la


acumulación o bien la introducción de maquinaria para ahorrar
trabajo marche a un paso igual, como para mantener un delicado
equilibrio de los salarios con la plusvalía. Por el contrario, “con la
acumulación y el desarrollo de la productividad del trabajo que la
acompaña, crece también el poder de expansión rápida del capital”.
Un estallido súbito de acumulación de capital puede ser el resultado
de la apertura de un nuevo mercado o de una nueva industria. En
tales casos el ejército de reserva se vacía y desaparece el obstáculo
que frena el alza de los salarios; la plusvalía puede, a la verdad,
disminuir seriamente. “Pero tan pronto esta disminución toca el
punto en que el trabajo excedente que nutre al capital no es
suministrado ya en el volumen normal, se produce una reacción: se
capitaliza una parte menor del ingreso, la acumulación se retrasa y
el movimiento de alza de los salarios se detiene”. Marx describe aquí
una de las causas fundamentales de las crisis. Junto a la
eliminación del trabajo por la maquinaria, las crisis y las depresiones
toman su lugar como mecanismo capitalista específico para
reconstruir el ejército de reserva cada vez que éste se ha reducido a
proporciones peligrosamente pequeñas. Aquí sólo necesitamos tomar
nota de que a través de su relación con el ejército de reserva, el
problema de las crisis ocupa una posición central en el sistema
teórico de Marx. En tanto que para los teóricos clásicos el problema
consistía no tanto en explicar las crisis como en explicar su
desaparición, para Marx el capitalismo sin crisis sería, en último
análisis, inconcebible.*

Se puede esclarecer la teoría del ejército de reserva con un


sencillo diagrama. La figura 1 es una representación del proceso
industrial. Arriba está la gran masa de trabajadores en Empleo
Industrial. Esta es alimentada de una parte por la corriente de
nuevos trabajadores que consiguen puestos por la primera vez en la
industria capitalista (A), y de la otra, por los desocupados del Ejército
de Reserva que se incorporan a la industria (D). Abandonan el
Empleo Industrial, primero, los trabajadores retirados que han
concluido su carrera productiva (F), y segundo, aquellos que son

* En el caso del fascismo, este principio sufre una modificación considerable. Véase,
adelante, cap. XVIII, secs. 5 y 6.

299
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

desplazados de la industria (C) y, por lo tanto, pasan al Ejército de


Reserva. Para completar el diagrama, se incluyen dos corrientes más,
a saber, los nuevos trabajadores que, no logrando encontrar empleo,
se incorporan inmediatamente al Ejército de Reserva (B); y aquellos
que, después de un período de desocupación, abandonan la busca de
puestos de trabajo y se agregan a la corriente de trabajadores
retirados (E).

En la fase de prosperidad del ciclo económico el empleo


industrial crece mientras el ejército de reserva disminuye.

Una representación diagramático similar de la noción clásica


del proceso industrial sólo necesitaría mostrar el Empleo Industrial
con la corriente de nuevos trabajadores que ingresan y el flujo de
trabajadores que se retiran. El nivel de los salarios, en este cuadro,
depende principalmente de la magnitud de la corriente de nuevos
trabajadores, la que a su vez es una función del crecimiento de la
población. En esta forma, si consideramos el sistema de producción
como coextenso del campo de Empleo Industrial, la noción clásica
era en el sentido de que los salarios estaban en fin de cuentas
regulados por factores exteriores al sistema (población).

300
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

En la teoría de Marx, sin embargo, el sistema de producción


incluye tanto el Empleo Industrial como el Ejército de Reserva. Sea
cual fuera la suposición que hagamos con respecto a factores
exteriores al sistema (población) queda en pie el hecho de que éste
contiene en sí un mecanismo para regular el nivel de los salarios y,
por lo tanto, para mantener el de las ganancias.*

Más aún, puesto que todas las corrientes de la figura 1 están


concebidas como flujos permanentes, no hay lugar a una crítica
basada en el argumento de que el desempleo tecnológico es
meramente un fenómeno transitorio y, por lo tanto, no puede ser
parte integrante de una teoría del sistema de producción.

5. La naturaleza del proceso capitalista.

La economía política clásica, que tan firmemente se apoya en


la teoría maltusiana de la población, se inclinó siempre a predecir el
fin inminente del progreso económico. El razonamiento era elevado y
convincente en su simplicidad. La acumulación estimula
indirectamente el desarrollo de la población; el aumento del número
de habitantes obliga a recurrir a tierras inferiores; las cosas
necesarias para la vida sólo pueden producirse, por consiguiente, a
un costo sin cesar creciente en términos de horas-hombre. Esto
implica un alza en el valor de la fuerza de trabajo y, en consecuencia,
de los salarios como una proporción del producto total;* y, por lo
mismo, también, un descenso de la ganancia como una proporción
del producto total. Eventualmente parecía seguro que inclusive la
cantidad absoluta de la ganancia comenzaría a descender.
Finalmente, la acumulación por los capitalistas –la fuerza motriz de
todo el proceso- “cesará del todo cuando sus ganancias sean tan
bajas que no representen para ellos una compensación adecuada por
las molestias y los riesgos que necesariamente afrontan empleando
su capital en forma productiva”. Este curso inexorable de la
evolución podría ser detenido temporalmente por descubrimientos

* Con esto no se niega la importancia práctica y teórica de la tasa de crecimiento de la


población. El problema adquiere gran importancia en un nivel de abstracción un
poco más bajo. Véase, adelante, cap. XII, sec. 3, No. 3.
* Ello no implica, por supuesto, ninguna elevación de la tasa del salario real.

301
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

técnicos y científicos que hicieran menos costosa la producción de


artículos necesarios. Pero eventualmente debe efectuarse y alcanzar
su conclusión lógica, el estado estacionario. El progreso económico
debe ser finalmente detenido por dos leyes naturales preponderantes
e inmutables: la ley de la población y la ley de los rendimientos
decrecientes. John Stuart Mill, a este respecto, habla en serio de la
“imposibilidad de evitar en último término el estado estacionario –
esta irresistible necesidad de que la corriente de la actividad humana
desemboque al fin en un mar al parecer estancado”.

Ésta es una teoría de la evolución económica que se deduce


con precisión lógica de algunas premisas iniciales claramente
enunciadas. Como palabra final de la economía política clásica sobre
la tendencia esencial del sistema capitalista, posee una intrepidez
intelectual que, ciertamente, no debe negarse. Pero hacia el final del
siglo XIX, los hechos, minando como termitas los cimientos de la
soberbia mansión, hicieron que todo el edificio se derrumbara con
estrépito. La teoría maltusiana de la población no pudo sobrevivir al
notable descenso en la curva de las tasas de natalidad que comenzó
durante la década del 1870, en los países occidentales más
avanzados. Los economistas, gradualmente y de mala gana, se vieron
obligados a abandonar la teoría de la población y con ella toda la
teoría clásica de la evolución económica.

En aquellas circunstancias, esto era inevitable. Pero los


economistas abandonaron mucho más de lo que era necesario. En
vez de buscar una teoría satisfactoria de la evolución económica para
sustituir la teoría clásica desacreditada, procedieron a excluir las
cuestiones de los procesos evolutivos del campo de la elaboración
teórica sistemática. Desde el punto de vista de la “estática y
dinámica” a las que los teóricos dedicaban ahora su atención,
inclusive el ciclo económico aparecía como un asunto meteorológico
o, en el mejor de los casos, como un producto secundario de la
incapacidad congénita de la mente legislativa para entender los
verdaderos principios del dinero y de la banca.

Tales fueron las tristes consecuencias del colapso de la teoría


clásica.

302
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

El desarrollo de la teoría económica de Marx, sin embargo, no


podía conducir a tales resultados. Rechazando desde el principio
todo tráfico con el malthusianismo, Marx se protegió contra los
perniciosos efectos de su colapso. Más aún, incluyendo en su
estructura teórica el principio del ejército de reserva en vez de la ley
de la población, no sólo rompió categóricamente con la tradición
clásica, sino que puso también la base para un nuevo y
asombrosamente poderoso ataque a los problemas de la evolución
económica.

En tanto que en la teoría clásica los cambios en los métodos


de producción son considerados como dependientes de invenciones y
descubrimientos esencialmente fortuitos, en la teoría de Marx se
convierten en condiciones necesarias para prolongar la existencia de
la producción capitalista. Pues es principalmente por medio de las
innovaciones tecnológicas para economizar trabajo, como se recluta
el ejército de reserva, y sólo por la existencia continua del ejército de
reserva pueden sobrevivir la plusvalía y la clase que ella sostiene.
Pero esto no agota la cuestión. No es ni siquiera necesario aceptar la
teoría del materialismo histórico de Marx para convenir en la tesis de
que los cambios en la técnica de la producción ejercen una profunda
influencia en la estructura institucional e ideológica de la sociedad.
En el Manifiesto Comunista, dijo Marx: “La burguesía no puede
existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de
producción y, por este medio, las relaciones de producción y, con
ellas, todas las relaciones de la sociedad”. En El Capital, Marx plantó
esta penetrante visión en el suelo de la teoría económica. De este
modo descubrió una de las más importantes “leyes del movimiento”
del capitalismo, cuya exploración era el propósito expreso de El
Capital

No hemos explicado aún, por supuesto, la teoría de la


evolución económica de Marx en todas sus ramificaciones; lo que
hemos hecho es proveer la base de tal teoría, la noción fundamental
del proceso capitalista como aquel que, en principio, implica la
acumulación incesante acompañada de cambios en los métodos de
producción. Es desde luego claro que esta noción del proceso
capitalista difiere radicalmente de la que está en la base de la teoría
clásica de la evolución económica. Esta última, en principio, no toma

303
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

en cuenta los cambios en los métodos de producción; el desarrollo


económico es considerado exclusivamente en términos de cambios
cuantitativos (graduales) en la población, el capital, los salarios, las
ganancias y la renta. Las relaciones sociales no son afectadas; el
resultado final es simplemente un estado de cosas en el que todas
estas tasas de cambio son iguales a cero. Puesto que la noticia
marxista subraya principalmente los cambios que ocurren en los
métodos de producción, implica el cambio cualitativo en la
organización social y en las relaciones sociales, a la vez que el
cambio cuantitativo en las variables económicas como tales. Así se
abre el camino para considerar el “resultado final” como una
reconstrucción revolucionaria de la sociedad, más bien que como un
mero estado de reposo.*

* Es necesario anotar una excepción importante a la por otra parte válida generalización de que
los economistas modernos no hacen ningún intento de incluir los procesos evolutivos en su
teorización sistemática. Esa excepción es J. A. Schumpeter, cuya Teoría del desenvolvimiento
económico (1ª. ed. alemana, 1912; trad. inglesa, 1936; trad. esp. De Fondo de Cultura
Económica, 1944) representa, a este respecto, una bien definida desviación de lo normal.
La teoría de Schumpeter tiene ciertas notables semejanzas con la de Marx. Comienza con una
demostración de que la ganancia y el interés estarían ausentes de la “Corriente Circular”, un
concepto que corresponde a la Reproducción Simple de Marx. Parece probable que Schumpeter
llegaría hasta mantener que, aún faltando la acumulación, hay fuerzas que actúan para
eliminar el excedente del ingreso sobre el costo del cual se derivan la ganancia del empresario y
el interés. En otras palabras, en ausencia del cambio, el ingreso se atribuirá totalmente a los
factores originales de la producción, las máquinas repondrán exactamente su costo, no dejando
excedente para sus propietarios.
Los empresarios, no obstante, procuran eludir el destino de pobres que les espera en un estado
estacionario de la sociedad, reduciendo los costos descubriendo nuevos mercados, inventando o
popularizando nuevos productos y en general, introduciendo “innovaciones”. Los que tienen
éxito disfrutan de una suerte de posición de monopolio temporal que es la fuente de la ganancia
del empresario. Puesto que el capital en dinero provee los medios para arrancar los recursos de
sus cauces acostumbrados de uso y desviarlos por nuevos cauces –y ésta es la esencia de la
innovación- los empresarios están dispuestos a pagar interés para obtener su control. Una vez
que ha aparecido el interés en algún punto del sistema, siendo exclusivamente un fenómeno
monetario, se extiende a todo el sistema. Cualquier fuente particular de ganancia está destinada
a ser temporal –suponiendo la falta de barreras permanentes a la competencia- pero como las
innovaciones se suceden unas a otras, la ganancia y el interés como tales nunca desaparecen
del todo. Sin duda que la introducción de innovaciones no tiene lugar lenta y continuamente,
sino más bien en grupos o enjambres. Esta discontinuidad en el proceso de la innovación está
en la base del fenómeno conocido por ciclo económico.
El breve esbozo de la teoría de Schumpeter basta a indicar que para él, como para Marx, los
cambios en los métodos de producción son un rasgo básico del capitalismo y no simples
epifenómenos que tocan de manera más o menos azarosa el proceso económico.
A pesar de ciertas semejanzas obvias entre esta noción y la noción marxista –que Schumpeter
mismo reconoce abiertamente- quedan discrepancias teóricos fundamentales. Por ejemplo, no
hay en Schumpeter nada análogo al Ejército de Reserva, y su forma de considerar la relación
capital-trabajo es por completo diferente de la de Marx. Además, Schumpeter niega
expresamente toda intención de pasar de los cambios en los métodos de reproducción a las

304
Capítulo XVII
La Acumulación y el Ejército de Reserva

“alteraciones de la organización económica, sus costumbres”, etc. (p. 99 n). Por lo tanto, admite
que “mi estructura cubre sólo una pequeña parte de su campo” [de Marx] (p. 100 n).
Vale la pena advertir que en los círculos ortodoxos la teoría del desenvolvimiento económico, de
Schumpeter, no ha disfrutado nunca de la atención que merece y ha sido muy mal entendida y
muy tergiversada. Sólo ha logrado aceptación, en la medida en que la ha logrado, como teoría
del ciclo económico más bien que como la base de una teoría de la evolución capitalista. En
último análisis, por consiguiente, el ejemplo de Schumpeter sirve sólo para subrayar la falta de
interés del economista ortodoxo moderno en lo que Marx llamó las “leyes del movimiento” del
capitalismo.

305
CAPÍTULO XVIII

NUESTRO PROYECTO DE NUEVA SOCIEDAD EN AMÉRICA


LATINA*

EL PAPEL REGULADOR DEL ESTADO Y LOS PROBLEMAS DE


AUTO-REGULACIÓN DEL MERCADO

El desarrollismo latinoamericano de las décadas de los


cincuenta y los sesenta, percibe la función del Estado como una
función necesaria. Considera que el mercado, a pesar de su
capacidad auto-reguladora, no es capaz de asegurar el desarrollo y
solucionar los graves problemas económico-sociales que han
aparecido en el continente. Se percibe que el mercado distorsiona las
relaciones sociales y que tiende, en las circunstancias de América
Latina, al estancamiento del crecimiento económico.

A partir de los años setenta, y con especial fuerza durante los


años ochenta, aparece una siempre más agresiva denuncia del
Estado y de su papel regulador en la sociedad moderna. Si en las
décadas de los cincuenta y los sesenta al Estado se le asigna una
función clave en el desarrollo económico y social de la sociedad, en
las décadas de los setenta y los ochenta el Estado es designado como
el gran culpable de los mayores problemas que aparecen. Cada vez
más ocurre una fijación negativa en el Estado. Este aparece como el
gran culpable de todo. Si no hay desarrollo, la culpa la tiene el
Estado. Si hay desempleo, también el Estado tiene la culpa. Si hay
destrucción de la naturaleza, los errores del Estado parecen ser el
origen de ella. Ronald Reagan, en su campaña electoral del año
1980, resumió esta actitud con la frase: "No tenemos problemas con
el Estado, el Estado es el problema".

Esta fijación en el Estado como culpable de todos los males,


no es sino la otra cara de una fijación contraria, según la cual el
mercado soluciona todos los problemas. Podríamos variar la
expresión citada, para mostrar el significado de esto: No tenemos que
solucionar problemas, el mercado es la solución de todos los
problemas. Frente al Estado como el Mal. aparece el Bien: el

* Autor: Franz J. Hinkelammert


Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mercado es considerado ahora como la institución perfecta, cuya


afirmación es suficiente para no tener problemas.

Esta negación maniquea del Estado revela un profundo


estatismo al revés. Si se quiere definir al estatismo como una actitud
que cree encontrar en la acción del Estado la solución de todos los
problemas, en este estatismo al revés lo vemos simplemente invertido
y transformado en el culpable de todo. El Estado lo sigue siendo
todo. De aquí que la negación maniquea no haya cambiado la actitud
profundamente estatista en relación al Estado.

Así apareció el antiestatismo metafísico de las últimas


décadas, que es la otra cara de una afirmación total del mercado.
Este antiestatismo domina la discusión actual sobre el Estado y se
ha transformado en un leitmotiv de la visión del mundo en el
presente. Apareció con las teorías neoliberales sobre la economía y la
sociedad, representando hoy una especie de sentido común de la
opinión pública del mundo entero. Se manifiesta incluso en los
países socialistas, y domina la mayoría de las instituciones
internacionales que toman decisiones políticas.

Pero no se trata simplemente de una ideología de la gente.


Son los Estados los que asumen esta ideología antiestatista y la
promueven. No se trata de un sentido anarquista popular, como ha
existido en todos los tiempos, y que sueña con una sociedad sin
dominación, sin dinero y sin Estado, sino de la definición de una
estrategia estatal a nivel de los poderes públicos mismos. Son los
presidentes, los parlamentos, los ejecutivos de las empresas, los
bancos centrales, las entidades internacionales como el FMI y el
Banco Mundial, los portadores de la ideología antiestatista. Aparecen
las dictaduras de Seguridad Nacional en América Latina, que
legitiman su terrorismo de Estado en nombre de esta misma
ideología antiestatista. Aparecen verdaderos totalitarismos que en
nombre del mercado total propagan el desmantelamiento del Estado,
y que justifican su terrorismo de Estado en nombre de la pretendida
necesidad de la desaparición o minimización de éste. La dictadura de
Pinochet en Chile fue un sistema antiestatista de este tipo, sin
embargo este elemento antiestatista estuvo presente igualmente en
la dictadura militar argentina y en la uruguaya, apareció en los años
ochenta en Brasil, y actualmente tiene una vigencia visible en todas

308
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

las sociedades de América Central.

En ningún caso esta política antiestatista ha disminuido la


actividad estatal. Pero ha reestructurado al Estado. Aumentaron las
fuerzas represivas de éste. Hasta el grado de que el Estado dejó de
cumplir con sus funciones sociales y económicas. En nombre de la
ideología del antiestatismo, el Estado policíaco sustituyó al Estado
social. La ideología antiestatista sirve como pantalla para esconder
un aprovechamiento sin límites del Estado, de parte de los poderes
económicos internacionales y nacionales. Se trata de una tendencia
que comenzó con la ola de dictaduras de Seguridad Nacional de los
años setenta en América Latina, y que sigue vigente hoy a pesar de
todas las democratizaciones. A las dictaduras de Seguridad Nacional,
siguieron democracias de Seguridad Nacional.

1. El Estado en América Central.

En América Latina, la denuncia generalizada del Estado se


realiza en un continente que tiene Estados muy poco desarrollados y
con una institucionalización sumamente precaria. Hay pocos
Estados con la capacidad de una acción racional en todo su
territorio, o en partes de este. Quizás Chile y Uruguay tienen Estados
más desarrollados, no obstante, en el resto del continente el Estado
es poco eficaz. Su presencia nacional es, por un lado, simbólica; por
otro lado, descansa en la presencia de sus fuerzas armadas y
represivas, mientras que la vigencia de las leyes del Estado es en
muchas partes completamente efímera.

Si eso vale para América Latina en general, más vale aún para
América Central, posiblemente con la excepción de Costa Rica. En
Nicaragua, ha habido por primera vez un cierto desarrollo estatal
durante el gobierno sandinista, en tanto que en los otros países el
Estado es una imposición desde arriba, efectuada por las fuerzas
armadas, y simbolizada por la bandera, el himno nacional y la Iglesia
Católica. La situación, en general, corresponde a lo que ya en el siglo
XIX se describió como Estados, en los cuales había solamente dos
instituciones de vigencia nacional: el ejército y la Iglesia Católica.

309
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Aunque la posición de la Iglesia Católica se está debilitando


rápidamente, ella sigue siendo la única representante nacional en el
plano simbólico, al lado del ejército en el plano del ejercicio de la
fuerza. A pesar de las grandes diferencias entre algunos países,
sobre todo con Costa Rica, esta continúa siendo la tendencia general.
Estos Estados precarios tienen una fuerte tendencia al
autoritarismo, y tradicionalmente han sido dominados por
dictaduras militares. Cuando aparecen periódicamente regímenes de
democracia parlamentaria, se trata de democracias oligárquicas, que
en cualquier momento pueden ser arrolladas por nuevas dictaduras
militares, apoyadas por estas mismas oligarquías.

La fuerte presencia del ejército en la institucionalidad del


Estado en América Central —y en América Latina en general—, no
atestigua la existencia de Estados fuertes. Es más bien el resultado
de una situación, en la cual el Estado se haya débilmente
desarrollado. El Estado no cumple con las funciones básicas para la
sociedad, y suple esta carencia con la existencia de un aparato
represivo exageradamente grande.

Esta es la razón de la fuerte tendencia en América Central, a


basar la legitimidad del orden existente en la presencia del ejército.
La incapacidad de cumplir las funciones del Estado. Obliga a éste a
ser un Estado autoritario. Esta falta de desarrollo del Estado se nota
en América Central en muchas partes, aunque con grandes
diferencias entre cada uno de los países. Los Estados no pueden
siquiera formular estrategias económicas o sociales a largo plazo. Allí
donde surgen intentos de formular tales planes de parte de los
ministerios de planificación, no llegan a definir políticas sino que se
limitan a declaraciones de intenciones. Tampoco existen sistemas de
educación que sean capaces de cubrir las necesidades de los países,
ni capacidad de ejecutarlos. Tampoco hay sistemas de salud que
pueden cubrir a la población entera. La economía se desarrolla al
azar, y a falta de una política económica nacional, sigue las pistas de
orientación dadas por los países del centro y las instituciones
internacionales dominadas por ellos. Dada esta ausencia, no es
posible tampoco tener una estrategia de desarrollo científico o
técnico. De todo eso se habla constantemente, pero no hay capacidad
política para realizarlo.

310
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Esta falta de desarrollo estatal se percibe muy visiblemente


en dos aspectos importantes. Los ejércitos centroamericanos no son
capaces de un reclutamiento militar regular, siendo ellos la
institución nacional más presente en la totalidad de la sociedad. El
reclutamiento todavía hoy se hace por secuestro, excepto en
Nicaragua, donde el gobierno sandinista terminó con este
procedimiento. Se recluta a los jóvenes mediante el asalto a los
lugares donde ellos se juntan (salones de baile, cines, carnavales,
cursos de capacitación, etc.). y se los lleva por la fuerza a los
cuarteles. Después de pasados varios días, las familias son
informadas. Si tienen influencias correspondientes, pueden sacar a
su hijo. Los otros, vuelven luego de haber realizado su servicio
militar.

El cobro de los impuestos es parecido. No se cobran donde


hay ingresos, sino donde alguien por alguna razón, tiene que sacar la
billetera o se le presenta alguna situación de urgencia. Por ello, la
enorme importancia para los ingresos del Estado del impuesto de
compra-venta, de las tasas de aduana, de la salida del país y de todo
upo de diligencias estatales que sirven para obligar al ciudadano a
pagar. Sin embargo, los impuestos directos son muy pocos. Se cobra
a los asalariados, pero son casi inexistentes para los ingresos altos.

No obstante, incluso en esta situación del cobro de impuestos


la evasión es la regla, no la excepción. Así como los posibles reclutas
corren para que el ejército no los encuentre, los ingresos también
corren para que el Estado no les cobre; y el Estado no es capaz de
obligar, de ahí que la evasión no es perseguida por medio de castigos
sensibles. Las leyes del Estado son para los que no tienen escape,
pero de ninguna manera tienen vigencia universal.

Ciertamente, en una situación de este tipo el Estado


solamente puede defender el orden existente por la presencia del
ejército, cuya gran importancia y cuya represión, de nuevo,
atestiguan el hecho de un Estado débil y poco desarrollado, y no de
un Estado fuerte.

El caso de Costa Rica es la excepción, que confirma


precisamente esta regla. Costa Rica es el único país de América
Central donde la presencia de los aparatos represivos es poco

311
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

notable, y donde hasta ahora ni siquiera existe un ejército. Sin


embargo. Costa Rica es a la vez el país que tiene más desarrollo
estatal en la región. Esto se evidencia en la existencia de un sistema
escolar que cubre todo el país y que ya tiene cierta diversificación, y
de un sistema de salud de carácter parecido. Con la banca
nacionalizada se dispone de un instrumento que permite efectuar
una política económica orientada por una estrategia, cuyo resultado
ha sido un desarrollo económico mucho más equilibrado entre
campo y ciudad que en el resto de la región. Se ha logrado, por tanto,
un alto grado de legitimidad del orden existente, que descansa sobre
el consenso. En consecuencia, la nación puede existir sin ningún
ejército relevante que supla una falta de desarrollo del Estado por un
régimen autoritario. Este hecho explica la larga tradición
democrática del país, cuya base ha sido: un desarrollo equilibrado
entre campo y ciudad; el cumplimiento de las funciones básicas del
Estado en la definición de una estrategia económica, de educación y
de salud; y una distribución de los ingresos mucho más moderada
que en el resto del área.

En América Central —como en general en América Latina—,


los ejércitos devoran visiblemente a sus países. Consumen
destructivamente el excedente económico, paralizando el desarrollo.
El orden existente, que ellos estabilizan, es un orden sin posibilidad
de futuro, pues las oligarquías, conjuntamente con los ejércitos,
destruyen ese futuro. Por eso, si Costa Rica ha logrado escapar hasta
cierto grado de esta tendencia, eso ha ocurrido porque pudo evitar el
surgimiento de un ejército, y canalizar el excedente económico
mediante el desarrollo del Estado hacia las tareas de desarrollo.

Allí donde el Estado ha desarrollado sus funciones


ampliamente, los aparatos represivos tienen un papel más bien
subsidiario y no dominante, mientras en los casos de un desarrollo
insuficiente del Estado, estos aparatos se han transformado en el
poder dominante del Estado. De eso resulta la tendencia al Estado
autoritario. A falta de un desarrollo suficiente del Estado, en América
Latina como en América Central, la prevalencia de las dictaduras
militares ha asegurado tradicionalmente la continuidad del orden
existente. Sin embargo, en alto grado son los mismos ejércitos que
estabilizan el orden, los que hacen imposible el desarrollo de los
países. Al destruir el excedente económico improductivamente,

312
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

desvirtúan la posibilidad de un desarrollo futuro.

Esta tendencia al orden autoritario no se ha dado únicamente


en América Latina. Una tendencia parecida se observa tanto en la
historia de Europa Occidental, como en la de EE.UU. También en
estos países el débil desarrollo del Estado en los siglos XVIII y XIX
llevó a Estados autoritarios, aunque en este caso en forma
democrática. Estas democracias fueron democracias autoritarias,
hasta por lo menos la Primera Guerra Mundial. Estabilizaron el
orden existente no por el consenso, sino por la simple imposición de
los grupos que sustentaban este orden. Lo hicieron por medio del
voto clasificado, en el cual los votantes, según sus ingresos, tenían
diferente número de votos. Al no existir el voto universal, los grupos
dominantes tenían automáticamente la mayoría, y se disputaban el
gobierno entre ellos. La esclavitud en EE.UU., y la posterior
separación de las razas—una especie de apartheid— tuvo el mismo
efecto. No obstante, en este caso no fueron los ejércitos los que
estabilizaron el orden, sino fuerzas represivas policiales, lo que hizo
más fácil el tránsito a la democracia de voto universal después de la
Primera Guerra Mundial, y es más compatible con el uso del
excedente económico para tareas de desarrollo.

Sin embargo, también en estos países la transición a la


democracia del voto universal impuso la necesidad de establecer un
consenso para poder estabilizar el orden existente. Eso solamente se
pudo lograr por el desarrollo del Estado, el cual ocurrió
paralelamente a esta transición. Por eso, en EE.UU., que es el país
que menos ha logrado desarrollar el Estado, es donde más
lentamente ha progresado el voto universal (de hecho, éste existe
recién desde los años cincuenta de este siglo, como resultado del
Civil Rights Movement), y todavía hoy mantiene mecanismos que
aseguran una muy baja participación en las elecciones (que raras
veces alcanza el 50% de los con derecho al voto). Allí aparecieron, por
tanto, las teorías actuales de la democracia gobernable, dirigida o
controlada, que atestiguan el hecho de que en EE.UU., el precario
desarrollo del Estado no logró establecer un consenso que permita
que el voto universal dirija la determinación del gobierno. Un
consenso eficaz no es simplemente psicológico, sino que consiste en
el desarrollo de una sociedad civil amplia, la que sin la mediación
positiva de un Estado desarrollado, no puede surgir.

313
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

2. El antiestatismo metafísico frente al desarrollo del


Estado: sociedad civil y Estado.

El antiestatismo metafísico es la respuesta surgida en las


décadas de los setenta y los ochenta, al desarrollo de la sociedad civil
y del Estado en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Las
décadas de los cincuenta y los sesenta, son décadas de desarrollo en
América Latina. Se trata de un desarrollo económico, social y
político, con miras a establecer un consenso que apoye la estabilidad
del sistema social existente. Para lograr este consenso se fomenta la
industrialización en un marco de planificación estatal global,
desarrollando a la vez el Estado en términos de un Estado social
(leyes laborales, sistema de educación y salud, reforma agraria, etc.).
Este desarrollo estatal estimula un desarrollo de la sociedad civil a
nivel de organizaciones sindicales en la industria y el campo,
vecindades, cooperativas, organizaciones juveniles. Surge entonces
una sociedad civil amplia, con sus exigencias frente al mundo
empresarial y frente al Estado.

La política de industrialización se basa en la substitución de


importaciones, y logra un rápido desarrollo industrial en muchas
partes. Sin embargo, cuando esta política hace crisis y se estanca,
aparecen conflictos a nivel de la sociedad civil, que rápidamente se
extienden al campo político. El aumento tendencial del desempleo y
la concentración del ingreso subvierten el consenso sobre el sistema
social a fines de la década de los sesenta, y la democracia de voto
universal produce mayorías que tienden a la ruptura. Esta crisis se
manifiesta en toda América Latina, pero también en los países del
centro donde la rebelión estudiantil de 1968 hace visible una crisis
de legitimidad, que es crisis del consenso. En los países del centro se
logra superar esta crisis, en tanto que en los países latinoamericanos
la respuesta es extrema y lleva a la ruptura con el sistema
democrático existente. Se abandona la política del consenso y se
pasa a la imposición violenta del capitalismo amenazado.

Aparecen las dictaduras de Seguridad Nacional, que ya no


son del tipo de las dictaduras militares tradicionales de América
Latina. Estas dictaduras son ahora altamente ideológicas y hasta
metafísicas, frente a dictaduras tradicionales simplemente

314
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

continuistas. Las dictaduras de Seguridad Nacional definen una


relación nueva con la sociedad civil y con el Estado a partir del poder
militar, que se apoya en el terrorismo de Estado sistemático.

Estas dictaduras se transforman en portadoras del


antiestatismo metafísico en América Latina, y surgen en los años
ochenta también en América Central (Honduras, Guatemala y El
Salvador). Aunque operen muchas veces con una pantalla
democrática, actúan como lo han hecho las dictaduras de Seguridad
Nacional de los setenta en los países de América del Sur. Apoyadas
en el terrorismo de Estado, imponen por la fuerza un sistema
económico que prescinde del consenso de la población.

En nombre del antiestatismo, estas dictaduras de Seguridad


Nacional actúan en un doble sentido. Por un lado, destruyen la
sociedad civil, tal como se ha configurado en las décadas anteriores.
Por eso, destruyen los movimientos populares en todos sus ámbitos:
sindical, cooperativo, vecinal. Destruyen también la organización
social derivada de las reformas agrarias en el campo. Destruyen
igualmente las organizaciones políticas generadas en vinculación con
esta sociedad civil. Por el otro lado, destruyen las actividades del
Estado que han acompañado y mediatizado esta sociedad civil, o sea
la capacidad del Estado de trazar una estrategia económica, así
como los sistemas de salud y educación.

Toda esta destrucción se realiza en nombre del


desmantelamiento del Estado y de la privatización de sus funciones.
Una línea de acción fundamentada poruña verdadera metafísica
antiestatista de los aparatos de represión.

Por supuesto, el Estado ni desaparece ni disminuye. Lo que


aparece ahora es un Estado distinto del anterior. El anterior Estado
buscaba el consenso popular. Por eso desarrolló funciones que
promovieron a la vez la sociedad civil. Este nuevo Estado es un
Estado de imposición violenta, que ha renunciado al consenso de la
población para destruir la capacidad de la sociedad civil de ejercer
resistencia u oposición frente a las líneas impuestas por la política
estatal, inspirada en la política del mercado total. Es un Estado
enemigo de la sociedad civil, el cual la reduce a la empresa privada
que actúa conforme a las relaciones del mercado.

315
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

El concepto de sociedad civil resultante es muy similar al que


se tenía durante el siglo XIX. El concepto apareció a comienzos de
aquél siglo, y se refería a toda la actividad social no iniciada o
influida directamente por el Estado. Dado el poco desarrollo social de
las sociedades europeas en ese tiempo, prácticamente la sociedad
civil se identificó con el ámbito de actuación de la empresa privada.
Incluso el idioma alemán expresa eso directamente. Se habla allí de
sociedad burguesa: "burgerliche Gesellschaft". Esta concepción de la
sociedad civil correspondía al hecho de la democracia autoritaria
vigente en ese tiempo. Se trataba de una sociedad civil nítidamente
clasista, en la cual sólo la burguesía tenía voz y, por tanto, era
considerada.

Durante el siglo XIX se desarrolla la sociedad civil, y a


comienzos del siglo XX ya no tiene sentido identificarla con la
sociedad burguesa. Al lado de las empresas privadas han surgido un
gran número de organizaciones populares, en especial sindicatos y
cooperativas, las cuales se expresan políticamente en los partidos
socialistas que presionan por el voto universal. La sociedad civil deja
de ser el ámbito de una sola clase, toda vez que ahora aparecen otras
clases organizadas. En su seno brota un conflicto, que es ante todo
un conflicto de clases.

Al considerar el Estado burgués este conflicto como legítimo,


empieza a relacionarse con él desarrollando nuevas funciones del
Estado, que posteriormente logran establecer un nuevo consenso,
que no elimina este conflicto, pero que lo canaliza y lo
institucionaliza. Donde eso no ocurre, surgen los primeros Estados
burgueses violentos con la pretensión de suprimir completamente
este conflicto. Se trata de los Estados fascistas surgidos entre las dos
guerras mundiales. Después de la II Guerra Mundial, el Estado
burgués de reformas se impone en toda Europa Occidental. Las
funciones del Estado y de la sociedad civil se desarrollan
paralelamente, y el cumplimiento de las funciones del Estado
posibilita precisamente el fomento del desarrollo de la sociedad civil.

La relación entre los dos se encuentra en la base del consenso


democrático que las sociedades de Europa Occidental produjeron
después de la II Guerra Mundial, y en la base de su democracia
electoral con voto universal. Se trata del tipo de consenso que

316
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

América Latina intentó realizar en las décadas de los cincuenta y los


sesenta, una línea que todavía la Alianza para el Progreso persiguió.

La metafísica del antiestatismo aparece en las décadas de los


setenta y los ochenta, cuando la sociedad capitalista rompe este
consenso y se vuelve a estabilizar por la imposición pura y llana de
sus relaciones de producción. Aparentemente hay un retomo a los
siglos XVIII y XIX. Efectivamente, los pensadores de la economía
política de ese tiempo, en especial Adam Smith, ya habían
desarrollado las bases teóricas de este antiestatismo, del cual
sacaron como conclusión la exigencia de un Estado mínimo (Estado
Guardián). Se entiende pues la vuelta actual a Adam Smith como
clásico del pensamiento económico, por este regreso a su
antiestatismo. Sin embargo, en la actualidad las mismas tesis del
antiestatismo resultan mucho más extremas de lo que eran en siglos
pasados. En el siglo XVIII la sociedad capitalista se enfrentó con una
sociedad feudal del pasado, a la cual destruyó en nombre de sus
consignas antiestatistas. Esta sociedad no tenía ni fuerza ni
esperanza para poder resistir. La nueva sociedad civil todavía no
había nacido. La burguesía era, de hecho, la única clase social
organizada, y no descubrió la necesidad de un desarrollo estatal
específico. Restringía el Estado a la función de aplicar la ley
burguesa en su interior, y al ejército para sus relaciones con el
exterior.

En esta situación, el antiestatismo no alcanza tampoco los


niveles metafísicos que se muestran hoy, cuando la sociedad
burguesa destruye una sociedad civil que se ha desarrollado dentro
de ella. Cuando las dictaduras de Seguridad Nacional enfrentan a los
movimientos populares para destruirlos, se enfrentan con
organizaciones que surgieron como parte de la propia sociedad
burguesa. Por eso, la agresividad resulta mayor y las formulaciones
del antiestatismo más metafísicas.

3. Mercado y plan: la constitución del antiestatismo.

Cuando la sociedad civil es reducida a la sociedad burguesa,


ella tiende a identificarse con el mercado. Las relaciones sociales de
la sociedad civil se ven entonces exclusivamente en términos de

317
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

relaciones mercantiles, y otras relaciones sociales parecen ser


secundarias, e incluso innecesarias. Esta es la visión de la sociedad
civil de la de los siglos XVIII y XIX, que actualmente retoma en
nombre del antiestatismo neoliberal.

Sí esto se piensa hasta el extremo, entonces la sociedad civil


identificada con el mercado se ve enfrentada con un Estado
innecesario, que hay que abolir. Si sobrevive, lo hace en nombre de
un Estado mínimo inevitable, que asegura el derecho de la propiedad
privada y el cumplimiento de los contratos. Se trata de un Estado
esencialmente represivo. Otra función no tiene. Se trata de una
visión maniquea de la sociedad, en la cual el mercado es el único
polo legítimo de la acción, mientras que el Estado es algo que sobra,
o que es, en el mejor de los casos, un mal necesario. A eso responde
el principio burgués: tanto mercado como sea posible, tanto Estado
como sea inevitable. Por consiguiente, no hay funciones del Estado
fuera de las de ser un guardián represivo del derecho burgués.

Resulta así la visión liberal del Estado, en la cual éste es


esencialmente represivo, y el ejército y la policía son sus
instituciones centrales. No se le concede al Estado ninguna función
positiva. Su única función consiste en asegurar el funcionamiento
del mercado. Luego, la función del Estado es esencialmente negativa,
porque todo el funcionamiento de la sociedad se asegura a través del
mercado.

Con eso, aparentemente, se elimina la misma política. Al ser


el Estado exclusivamente represivo, y al concentrarse su función
exclusivamente en la imposición de las leyes del mercado,
aparentemente la política se disuelve en técnica. Por supuesto, sigue
habiendo política. Pero toda la política s. esconde ahora detrás de
una pantalla, que la hace aparecer como una simple aplicación de
una técnica. El mercado se presenta como una exigencia científica, y
de la ciencia se deriva la técnica de su aplicación.

Esta visión liberal del Estado tiene un trasfondo metafísico,


que la teoría liberal elabora refiriéndose a la fuerza auto-reguladora
del mercado. Portante, es imposible analizar la función del Estado
sin analizar la relación de éste, y de la planificación, con el mercado.
El antiestatismo actual, de hecho, no es más que la sustitución del

318
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Estado por la totalización del mercado. En cuanto el Estado, por


supuesto, sobrevive, es transformado en un aparato represivo que
tiene como única función la represión de cualquier resistencia frente
al mercado. El Estado burgués que hoy resulta, es el Estado policial.

De esto se sigue que tenemos que volver, aunque sea


brevemente, sobre la teoría de la auto-regulación por el mercado, a la
cual se remonta este antiestatismo burgués y su crítica. Como su
clásico es Adam Smith, todo antiestatismo actual comienza con una
recuperación de su pensamiento. En consecuencia, vamos a empezar
con la visión de Adam Smith.

4. La armonía de Adam Smith.

Adam Smith describe a la sociedad burguesa por medio de un


gran mito utópico, el mito del mercado. El mercado es para él la gran
síntesis humana, buscada a través de toda la historia, entre el
interés propio de cada uno de los seres humanos y el interés público,
o interés general, el interés de todos. Comportándose el hombre en
mercados, su persecución del interés propio asegura
automáticamente el interés común de todos. El mercado es una
estructura maravillosa que exime al hombre de toda responsabilidad
por el resultado concreto de sus actos, porque automáticamente
garantiza que este resultado será directa o indirectamente, de
provecho para todos. Cuanto menos el hombre se preocupe de los
otros y de su suerte, más asegura a los otros sus condiciones
humanas de vida. Se constituye así toda una dialéctica de los
contrarios, que ya Mandeville había descrito anteriormente como:
vicios privados, virtudes públicas. Adam Smith da a esta percepción
de Mandeville, su cuerpo teórico.

La irresponsabilidad por el resultado de los actos ya no


parece ser irresponsabilidad, sino verdadera responsabilidad. La
dureza, y hasta brutalidad, en las relaciones humanas ya no parece
ser dureza o brutalidad, sino exactamente lo contrario: la única
forma realista de preocupación por el otro, el realismo del amor al
prójimo. Adam Smith describe este milagro realizado por la
estructura del mercado, como la "mano invisible", verdadera
Providencia que guía los actos humanos armónicamente:

319
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Ninguno, por lo general se propone originariamente promover


el interés público, y acaso ni aun conoce cómo lo fomenta cuando no
abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la
extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la
primera de forma que su producto sea del mayor valor posible, sólo
piensa en su ganancia propia; pero en este y en otros muchos casos
es conducido, corno por una mano invisible, a promover un fin que
nunca tuvo parte en su intención.

Este es el automatismo: hay un fin, que es el interés general,


que se cumple precisamente porque no se lo tiene como meta.
Instalado el automatismo, el interés de todos se defiende
exclusivamente y mejor, defendiendo este automatismo a ultranza.
Por tanto, se ha sustituido la ética en todos los ámbitos humanos
por la instauración de los valores del mercado: cumplimiento de los
contratos y respeto de la propiedad privada. Estos valores, al
institucionalizarse en estructuras de mercado, expulsan a todos los
otros. El interés de todos, y con él el bien común, se transforma en
una simple tecnología que se aplica asegurando la estabilidad de
esta estructura. En la estructura del mercado se descarga toda
sensación humana, toda capacidad de consideración del otro. La
estructura del mercado, como referencia mítica, desata la completa
irresponsabilidad, dándole el aspecto de la única y verdadera
responsabilidad.

La ética social es sustituida por una técnica. Para cumplir


con lo que las sociedades anteriores pensaban como ética, la
burguesía ahora implanta una simple técnica: imponer los mercados.
Por eso, esta burguesía ya tampoco hace política. ¿Para qué la
política, si hay un medio técnico, que por su propia inercia, asegura
infaliblemente lo que la ética y la política anteriormente apuntaban
ilusoriamente? La burguesía se siente iluminada, con la fórmula
matemática y técnica en las manos, que permite llegar
calculadamente a lo que otros antes de ella querían llegar
ilusoriamente. Los valores de la propiedad privada y del
cumplimiento de los contratos se transforman en esta estructura
mágica, que cumple qua estructura, automáticamente, con todos los
sueños de la humanidad. La destrucción del hombre que la
burguesía lleva a cabo, es vista ahora como verdadera salvación
humana. La historia del colonialismo, de la esclavitud cristiana y

320
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

liberal —el mayor imperio esclavista de toda la historia humana—,


los fascismos del siglo XX y las dictaduras de la Seguridad Nacional,
dan cuenta de las consecuencias que esta visión pretendidamente
científica de la sociedad, tiene.

Aparece un egoísmo que moralmente se entiende


precisamente como lo contrario: preocupación realista por la suerte
del otro. Por eso, la burguesía ni siquiera entiende el reproche de
egoísmo: para ella, la persecución del interés propio equivale a la
promoción de todos los otros, y sería dañino preguntar por los
efectos concretos que la acción tiene sobre el otro. El burgués, al
perseguir exclusivamente su interés propio, está completamente
convencido que está persiguiendo la salvación del otro. El cree en la
identidad de todos los intereses a través del mercado.

Este cálculo del interés propio se transforma en el


pensamiento burgués, incluso en el distintivo del hombre frente a los
animales. Es asunto de animales el pedir protección, ser tomado en
cuenta. El hombre calcula sus intereses:

Cuando aun animal falta alguna cosa que quiere conseguir de


un hombre o de otro animal, no tiene más remedio de persuasión
que granjear con halagos la gracia de aquel de quien él aprende que
ha de recibir lo que busca. Un cachorro acaricia a su madre, y un
perro procura con mil halagüeños movimientos llamarla atención de
su dueño cuando se sienta a comer, si ve que no le dan el alimento
que necesita.

No obstante, el hombre no es un animal. Necesita también a


los otros, pero consigue su colaboración por el cálculo del interés
propio. El mito utópico del mercado, lo defiende en nombre del
realismo. Adam Smith prosigue con las siguientes palabras:

Pero el hombre se halla siempre constituido, según la


ordinaria providencia, en la necesidad de la ayuda de su semejante,
suponiendo siempre la del primer Hacedor, y aun aquella ayuda del
hombre en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su
prójimo, por lo que la conseguirá con más seguridad interesando en
favor suyo el amor propio de los otros, en cuanto a manifestarles que
por utilidad de ellos también les pide lo que desea obtener.

321
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Cualquiera que en materia de intereses estipula con otro, se propone


hacer esto: "dame tú lo que me hace falta, y yo te daré lo que te falta
a ti". Esta es la inteligencia de semejantes compromisos, y este es el
modo de obtener de otro mayor parte en los buenos oficios de que
necesita en el comercio de la sociedad civil. No de la benevolencia del
carnicero, del vinatero, del panadero, sino de sus mirasol interés
propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento.
No imploramos su humanidad, sino acudimos a su amor propio;
nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.

Aparece la división social del trabajo como un sistema de


cálculos del interés propio, que no admite ninguna corrección. Hay
una convicción ingenua, de que un mecanismo de este tipo es
benevolente simplemente en cuanto estructura. Ciertamente, nadie
duda que en una división social del trabajo aparezcan, y tienen que
aparecer, estos cálculos del interés propio. Sin embargo, la teoría de
la armonía nos llama a no admitir ni una sola referencia diferente.
Todo tiene que reducirse a este cálculo del interés propio, mientras
sólo la ideología del mercado vigila por el interés ajeno. Uno es
servidor del otro, y la ganancia que logra, es la medida cuantitativa
de la eficacia de este servicio. El mercado parece ser un simple
ámbito de servicios, en el cual el interés propio impulsa a cada uno a
servir al otro lo más y lo mejor posible. El mercado es societas
perfecta que nunca tiene la culpa, pero frente a la cual todos son
culpables. Sustituye a la Iglesia de la Edad Media en esta posición.

Sin embargo, esta teoría de la armonía del mercado va


acompañada por un tenebroso realismo. No sostiene que a todos les
va bien en los mercados. Al contrario, vincula el mercado con un
silencioso y cotidiano genocidio. Lo que celebra en cuanto al
mercado, es que este es capaz de eliminar a todos los hombres que
no tengan la capacidad o iniciativa para imponerse. En el mercado
sólo sobreviven los más aptos, los otros perecen. El mercado es un
sistema de competencia, en el cual no solamente se decide sobre los
productos y su producción, sino igualmente sobre los productores y
su vida. La armonía no sólo es de la oferta y la demanda de
productos, sino igualmente de los productores. El mercado es un
señor sobre la vida y la muerte:

En una sociedad civil, sólo entre las gentes de inferior clase

322
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

del pueblo puede la escasez de alimentos poner límite a la


multiplicación de la especie humana, y esto no puede verificarse de
otro modo que destruyendo aquella escasez una gran parte de los
hijos que producen sus fecundos matrimonios... Así es cómo la
escasez de hombres, al modo que las mercaderías, regula
necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando
va lenta y la contiene cuando se aviva demasiado. Esta misma
demanda de hombres, o solicitud y busca de manos trabajadoras
que hacen falta para el trabajo, es la que regula y determina el
estado de propagación, en el orden civil, en todos los países del
mundo...

La armonía de Adam Smith no es armónica para todos.


Funciona únicamente para una clase social. Es clasista y celebra
una lucha de clases desde arriba, que la burguesía lleva a cabo
desde el siglo XVIII. Sirviéndose unos a otros, se elimina a aquellos
que no logran hacer un servicio que les permita vivir. No obstante, su
muerte es un logro del interés general y del bien común, un sacrificio
necesario para que el conjunto se desarrolle para el bien de todos. El
individualismo desemboca en un colectivismo cínico sin límites.
Se trata de una visión del mundo que nos puede explicar
adecuadamente el capitalismo del siglo XVIII y de una gran parte del
siglo XIX. Hay ciertos cambios a partir de fines del siglo XIX, que
impregnan el sistema capitalista hasta los años setenta del siglo XX.
En esos años setenta ocurre otra vez un cambio, y los años ochenta
atestiguan la vuelta de un capitalismo, que de nuevo puede ser
interpretado adecuadamente por la visión del mundo de Adam
Smith. Eso precisamente explica por qué hoy Adam Smith
nuevamente es considerado el clásico principal del pensamiento
económico.

Actualmente encontramos la misma visión del mundo que


demostramos en Adam Smith, en autores como, por ejemplo Hayek,
quien durante un viaje a Chile, en uno de los peores momentos de la
dictadura de Seguridad Nacional, dijo:

”Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última


instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de
todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar vidas
individuales para preservar un numero mayor de otras vidas. Por lo

323
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

tanto las únicas reglas morales son las que llevan al "cálculo de
vidas": la propiedad y el contrato”.

Tenemos el mismo argumento: el sacrificio de vidas humanas


es necesario en pos del interés general, expresado esta vez por Hayek
como preservación de un número mayor de vidas en el futuro. La
expresión es vacía y mítica.

Actuar en favor de los desfavorecidos sólo es recomendable si,


al no hacerlo, peligra la estabilidad del sistema. Así lo expresa
Lyotard, en su libro sobre el pensamiento posmoderno:

El derecho no viene del sufrimiento, viene de que el


tratamiento de éste hace al sistema más performativo. Las
necesidades de los más desfavorecidos no deben servir en principio
de regulador del sistema, pues al ser ya conocida la manera de
satisfacerlas, su satisfacción no puede mejorar sus actuaciones, sino
solamente dificultar (aumentar) sus gastos. La única contra-
indicación es que la no-satisfacción puede desestabilizar el conjunto.
Es contrario a la fuerza regularse de acuerdo a la debilidad.

Se trataría en este caso no de reformas sociales, sino de


reformas anti-subversivas. La guerra psicológica se encarga de
producir una situación en la cual la no-satisfacción de las
necesidades» deje de desestabilizar al conjunto. En este caso no hay
ninguna contra-indicación. Es el caso de Adam Smith, en el cual el
mercado regula el número de seres humanos vivientes, condenando
a muerte a los sobrantes. Visiblemente, se trata de una visión del
mundo en la cual no existen siquiera derechos humanos. La
igualdad de los hombres, es el derecho de todos por igual de matar al
otro. Lo que se le impone al hombre, exclusivamente, es hacerlo
dentro de las reglas del mercado.

5. La crítica de Marx: el mercado como sistema auto-


regulado.

La crítica de Marx a Adam Smith, sin embargo, no se limita a


la afirmación de los derechos humanos frente a tal sistema de
automatismo estructural. Marx asume el mismo método científico de

324
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Smith, para llevarlo a consecuencias que éste no previo.


Por eso, Marx acepta que el mercado sea un sistema auto-regulado,
que produce exactamente el tipo de armonía que Smith le imputa.
Pero, Marx busca las explicaciones y las razones. Describe este tipo
de auto-regulación por una característica central:

”En la división de trabajo del taller, la cantidad proporcional


que primero da la práctica y luego la reflexión, gobierna a priori, como
una regla, la masa de obreros asignada a cada función específica. En
la división social del trabajo, sólo actúa a posteriori, como necesidad
fatal, oculta, muda, perceptible nada más que en las variaciones
barométricas de los precios de mercado, que se impone y domina por
medio de catástrofes el capricho arbitrario de los productores de
mercancías”.

Según Marx, el equilibrio resultante es un "equilibrio por el


desequilibrio", un equilibrio que se produce únicamente por
reacciones de los actores a desequilibrios del mercado. Es un
equilibrio que presupone la existencia de desequilibrios, y jamás los
puede eliminar. Esta es la razón de que el proceso de producción sea
un "martirio del productor". El mercado no puede dejar de producir
este martirio, porque sin él no podría producir el equilibrio de la
armonía de Adam Smith.

Marx denuncia, por ende, al mercado como un automatismo


mortal para una clase productora que está continuamente
amenazada por la muerte. Una muerte que, para una parte de los
productores, constantemente se produce de manera efectiva.

Esta muerte es una condición de la eficacia del mercado.


Marx la ve no sólo como muerte efectiva de personas, sino que
extiende la problemática. El mercado, al escogerá los muertos,
subvierte las propias fuentes de la productividad, sobre la cual se
fundamenta su eficacia. Este efecto del mercado lleva a subvertirlo
con un efecto no-intencional de la acción de sus participantes. Al
producir mucho, y cada vez más, socava las bases propias de su
productividad: el hombre y la naturaleza:

”En la agricultura, lo mismo que en la manufactura, la


transformación capitalista de la producción parece no ser otra cosa

325
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

que el martirologio del productor; el medio de trabajo, apenas la forma


de domar, explotar y empobrecer al trabajador; la combinación social
del trabajo, la opresión organizada de su vitalidad, su libertad y su
independencia individuales. La dispersión de los trabajadores
agrícolas en superficies más extensas quiebra su fuerza de
resistencia, en tanto que la concentración aumenta la de los obreros
urbanos. En la agricultura moderna, al igual que en la industria de las
ciudades, el crecimiento de la productividad y el rendimiento superior
del trabajo se adquieren al precio de la destrucción y la aniquilación
de la fuerza de trabajo. Además, cada progreso de la agricultura
capitalista es un progreso, no sólo en el arte de explotar al trabajador,
sino también en el de despojar el suelo. Cada progreso en el arte de
acentuar su fertilidad durante un tiempo, un progreso en la ruina de
sus recursos duraderos de fertilidad. Cuanto más se desarrolla un
país, por ejemplo Estados Unidos, sobre la base de la gran industria,
más rapidez presenta el desarrollo de ese proceso de destrucción. Por
consiguiente, la producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la
combinación del proceso social al mismo tiempo que agota las dos
fuentes de las cuales brota riqueza: la tierra y el trabajador”.

Marx descubre detrás de la producción de bienes en el


mercado, con su alta eficacia, un proceso destructivo que lo
acompaña, sin ser un producto de la intención de los actores del
mercado. Estos, al pretender una productividad siempre mayor,
logran su alta eficacia a costo de una destrucción que socava al
mismo proceso productivo. Al producir una riqueza siempre mayor,
las fuentes de la producción de esa riqueza son destruidas.

Adam Smith ya había visto el proceso de destrucción del


hombre, cuando explicaba que la oferta y la demanda deciden sobre
la cantidad de hombres que pueden sobrevivir. Pero Smith no lo
enfoca en su destructividad, sino solamente como fermento de la
productividad de la economía capitalista. Tampoco da cuenta del
hecho de que un proceso de destrucción parecido se lleva a cabo con
la naturaleza. También la sobrevivencia de la naturaleza, es algo que
es decidido por la oferta y la demanda. Recién Marx lo introduce en
su análisis, aunque todavía ni de lejos le da la importancia que hoy,
en el siglo XX, ha llegado a tener.

De esta manera, Marx replantea la tesis del automatismo del

326
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mercado que Adam Smith había formulado. También Marx ve el


mercado como un automatismo que permite una productividad
nunca vista antes en la historia humana, y como un sistema
auto-regulador que crea un orden por el desorden, un equilibrio por
el desequilibrio. Orden y equilibrio son productos de una reacción
constante en contra del desorden y el desequilibrio, que
constantemente se reproducen en el mercado. No obstante. Marx
descubre que los efectos de este automatismo socavan, también
automáticamente, las fuentes de la riqueza de las cuales depende. El
automatismo del mercado, según Marx, es por tanto una gran
máquina autodestructora a largo plazo. Cuanta más riqueza crea,
más destruye las fuentes de ésta: el hombre y la naturaleza.

Casi todo esto es una simple ampliación del punto de vista


elaborado por Adam Smith, si bien ahora dentro de un marco teórico
más elaborado y sofisticado. Sin embargo, Marx ha añadido un
elemento nuevo, que Smith ni sospechó. Se trata de su tesis de un
aumento acumulativo de la destructividad del capitalismo, que
tendencialmente lleva a la catástrofe del sistema entero. No
solamente analiza la destructividad del mercado en relación a su
productividad, sino que llega al resultado de que esta destructividad
aumenta más rápidamente que la propia productividad. El sistema
se transforma en un peligro para la misma sobrevivencia de la
humanidad.

Marx formula esta tesis en sus leyes de tendencias, entre las


cuales destaca la ley de la pauperización. Sostiene allí que por el
hecho de que el mercado fragmenta todas las decisiones económicas,
crea desequilibrios que desembocan en una pauperización de la
población integrante del sistema capitalista, que tiene una tendencia
automática a extenderse y a profundizarse. Al destruir a los
hombres, expulsándolos de la división social del trabajo, desemboca
en una tendencia creciente y constante a la destrucción. Por
consiguiente, Marx sostiene frente a Smith que el sistema auto-
regulado del mercado, no tiene estabilidad a largo plazo.

Así pues, mientras Smith considera la muerte de los


expulsados y sobrantes como el aceite de la máquina del mercado,
Marx la considera como una destructividad de éste, que se
transforma en el origen de su socavamiento. Ambos parten del

327
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

mismo fenómeno empírico de los sacrificios humanos realizados en el


altar del mercado, cuya fertilidad sacrificial consiste en la alta
eficacia de la producción mercantil. Únicamente que Smith los
interpreta como la razón de una armonía social estable. De hecho, se
inscribe en una sacrificialidad arcaica, y sus argumentos no son más
que secularizaciones de los sacrificios humanos cometidos por la
sociedad arcaica. Al enfrentarse críticamente a eso, Marx llama al
capital un moloc, uno de los dioses antiguos que recibió sacrificios
humanos. Marx, sin embargo, no solamente condena estos sacrificios
humanos de la sociedad burguesa, sino que analiza sus efectos
empíricos. Como resultado sostiene que su consecuencia es la
autodestrucción de la sociedad burguesa por efectos
no-intencionales de la acción humana, guiada exclusivamente por
criterios de mercado, un resultado que es producto del propio
automatismo del mercado.

Luego, Marx no niega que exista un automatismo del mercado


ni que éste sea un sistema auto-regulado. En este sentido, acepta los
argumentos de Adam Smith. Sólo que añade un elemento que
cambia completamente el significado de este automatismo. Se trata
de la destructividad acumulativa, que, como resultado, pone en
peligro el mercado mismo. Por sus análisis hace ver que se trata de
una destructividad auto-destructora, y no como cree Adam Smith, de
una simple destrucción de otros que no repercute sobre el mercado
mismo. Por tanto, Marx dirá que esta destructividad, que ya Smith
imputa al mercado, es, en contra de la opinión de éste, destructiva
para el mercado mismo. Según Marx, el mercado es un automatismo
que automáticamente se socava a sí mismo, y con él a la humanidad
entera, al destruir las fuentes de las riquezas en cuya producción
está empeñado.

En el tiempo en el cual Marx desarrolla su análisis, interpreta


adecuadamente lo que los pueblos europeos están viviendo. Viven la
destructividad antihumana de la sociedad burguesa. No obstante, ya
hacia el fin de la vida de Marx ocurren cambios, los cuales parecen
relativizar o refutar los análisis de Marx. Estos cambios ocurren en la
propia sociedad burguesa. Por un lado, la crueldad desnuda del
pensamiento de Smith choca con corrientes humanistas burguesas,
que empiezan a oponerse a la aceptación de estas consecuencias del
mercado por las sociedades europeas. Por otro lado, el impacto de los

328
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

movimientos socialistas obliga a la burguesía a aceptar reformas


económicas y sociales para amortiguar estos efectos. Aparece el
reformismo de la sociedad burguesa y la reformulación de la teoría
económica en su forma neoclásica. En esta teoría se inspira el
reformismo burgués.

Ella sustituye la armonía sacrificial de Adam Smith por una


imaginación del mercado en términos de un equilibrio perfecto.
Surge pues la teoría de la competencia perfecta, que describe a un
mercado que sea capaz de integrar a todos sus actores en un
intercambio de iguales. Ya no se quiere recordar la armonía de
Smith. En la visión de estos teóricos neoclásicos. Smith no es nada
más que un precursor del pensamiento económico, no su fundador.
Fundadores del pensamiento económico moderno se consideran
ellos, que sostienen haber transformado la teoría económica en
ciencia.

Esta teoría de la competencia perfecta —o teoría general del


equilibrio— es una construcción abstracta, que tiene pocos
antecedentes en la teoría económica anterior. Sin embargo, uno de
sus antecedentes es el modelo de Robinson, tal como fue utilizado
por el pensamiento económico desde el siglo XVIII. Solamente que el
modelo del equilibrio ya no se refiere a una sola persona en relación
a su trabajo con la naturaleza, sino que es una especie de "Robinson
social", una sociedad en la cual todos los hombres, como
participantes del mercado, actúan con una transparencia perfecta
tal, que el mercado permite en cada momento un equilibrio de todos
sus componentes. Hablando con palabras de Marx, se trata de la
construcción de un mercado con una "coordinación a priori” de la
división social del trabajo.

Para poder derivar este modelo de la competencia perfecta, se


le introducen ciertos supuestos teóricos. El principal, es el supuesto
de un conocimiento perfecto de parte de todos los participantes en el
mercado. En consecuencia, se dice: supuesto que todos ellos tengan
un conocimiento perfecto de todos los hechos que ocurren en el
mercado, sus decisiones de consumo y producción llevarán la
economía a un equilibrio, en el cual toda decisión es optimal y
ningún productor es expulsado.

329
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Así, aparentemente, se ha concebido un equilibrio del


mercado completamente humano, en el cual el mercado funciona sin
exigir sacrificios humanos. El reformismo de la sociedad burguesa se
inspira en esta imagen abstracta como su utopía, a la cual se quiere
aproximar. Es la contraparte de la utopía de Marx, que también
concibe una "coordinación a prior” de la división social del trabajo,
elaborando en esta línea su imagen igualmente abstracta del
comunismo, como una "asociación de productores libres", al cual se
trata de aproximar.

De esta utopía de la competencia perfecta, el reformismo


burgués deriva las condiciones de la aproximación. Supone que la
economía de mercado se aproximará tanto más a esta su utopía,
cuanto más asegure una competencia efectiva, acompañándola por
reformas sociales que empujen la integración de todos en el sistema
de la división social de trabajo: reconocimiento de los sindicatos
obreros, seguro social, y, a partir de Keynes, política de pleno
empleo. Después de la Segunda Guerra Mundial, se incluye la
política de desarrollo para los países subdesarrollados. Pero todo eso
se entiende como una política de aproximación al equilibrio del
mercado, sin dudar jamás de que las metas se pueden conseguir
dentro de los límites que el funcionamiento de mercados libres
impone. Aparece así, con el reformismo de la sociedad burguesa, el
intervencionismo estatal, el cual se autointerpreta como una
actividad necesaria para que el mercado pueda encontrar sus metas,
descritas por la utopía de la competencia perfecta. Se habla del
Estado de bienestar.

La sociedad burguesa cree haber refutado la crítica del


capitalismo que Marx había hecho. Pareciera que ya no hay una
pauperización creciente, sino más bien un bienestar compartido que
se extiende a regiones del mundo cada vez mayores. Es la situación
de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. El mercado pareciera
ser un medio de compartir las riquezas. La tesis de Marx sobre el
carácter autodestructor del mercado, ya no convence. Pero,
igualmente Adam Smith pierde actualidad. El equilibrio del mercado
parece haber vencido sobre su armonía sacrificial.

Eso repercute decisivamente en el pensamiento marxista


posterior a Marx, y en las sociedades socialistas. Es tas dejan de

330
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

fundar su actuación sobre la crítica del capitalismo que Marx había


hecho. Interpretan la planificación económica siempre como algo
superior al mercado, si bien apunta en la misma dirección en la que
el mercado empuja. En la antigua Unión Soviética se hablaba de
"alcanzar y superar a EE.UU.". El mercado capitalista da las pautas
que orientan a las propias sociedades socialistas. Capitalismo y
socialismo tienen la misma meta, y cada cual trata de llegar con
métodos distintos. No se contraponen destructividad catastrófica del
mercado y sociedad alternativa que ponga en equilibrio a la
humanidad consigo misma y con la naturaleza, sino mercado y
planificación.

Sin embargo, cuando el mercado da las metas por alcanzar,


también el mercado es el mejor, e incluso el único, camino para
alcanzarlas. Si se quiere alcanzar a EE.UU., hay que hacerlo con los
métodos que usa EE.UU. Por ello, los países socialistas entran en
una crisis de la que difícilmente se recuperarán.

No obstante, cuando la sociedad burguesa reformista llega a


su cúspide, a fines de los años sesenta, su imagen de sociedad sin
sacrificios humanos —capitalismo con rostro humano— empieza a
derrumbarse. Varias crisis anuncian los problemas.

En los países del centro aparece un desempleo, frente al cual


la política keynesiana de pleno empleo resulta ineficaz. Se habla
ahora de stagflación. Aunque el presupuesto público ejecute una
política de gastos, no se mejora la situación del empleo, sino que sólo
se refuerza el proceso inflacionario. Stagnación (estancamiento) se
junta con inflación: por eso se habla de stagflación.

Al mismo tiempo ocurre que la política de desarrollo que se


había seguido en América Latina y en otros países del Tercer Mundo,
entra en un proceso de stagnación. Aun cuando se mantengan tasas
de crecimiento positivas, aumenta la parte de la población sin
empleo. Toda la industria se convierte en un gran enclave. La crisis
del desarrollo se hace visible con la deuda externa del Tercer Mundo.
Si bien la deuda no es la causa de la crisis, sus efectos ahora la
perpetúan.

Paralelamente se manifiesta una crisis, que pocos habían

331
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

previsto unas décadas atrás. Se trata de la crisis del ambiente, que


ahora empieza a amenazar la propia sobrevivencia de la humanidad
entera. La tecnología y su uso mercantil resulta destructora de la
naturaleza, cuya sobrevivencia es condición para la sobrevivencia
humana.

Sin embargo, se trata de crisis a las cuales no corresponde


una crisis del capital y del mercado. Los negocios van bien, la tasa de
ganancia está subiendo. El carácter de la crisis ha cambiado en
relación a las crisis cíclicas del siglo XIX. En él, el incremento de las
tasas de ganancia coincidía con el aumento del empleo, y la crisis de
esa tasa y su baja, correspondía a una baja del desempleo. El
desempleo, y con él la pauperización, eran cíclicos. Actualmente no
ocurre eso. El desempleo y la pauperización suben, no obstante, la
dinámica del mundo de los negocios y de la tasa de ganancia, crece
también. Desde el punto de vista del capital, no existe ninguna
crisis. La crisis es de los circuitos de reproducción de la vida
humana y de la naturaleza. Las tasas de ganancia suben, ellas no
indican la crisis. La industria mundial se ha transformado en una
isla —o en un archipiélago—, en una especie de enclave que se
desarrolla tanto mejor, cuanto peor le va a los otros. La destrucción
de los hombres y de la naturaleza coincide con altas ganancias. Hoy
es mucho más visible el hecho de que las tasas de ganancia suben,
en el grado en que el futuro de la humanidad es destruido. Destruir
la naturaleza, destruir el desarrollo del Tercer Mundo, produce
ganancias más altas que cuidarlos. Tasas de ganancia y
sobrevivencia de la humanidad, entran cada vez más visiblemente en
contradicción. El camino de la maximización de las ganancias,
resulta ser un camino que conduce a la muerte de la humanidad.

Por eso decae el optimismo de la sociedad de bienestar


durante los años setenta. El desarrollo de los países
subdesarrollados se estanca, y la destrucción progresiva de la
naturaleza se hace más obvia. Mientras en la década de los sesenta
se había hablado en los países del Tercer Mundo de la necesidad de
medidas para asegurar el desarrollo, que fueran más allá de la
vigencia de la sociedad capitalista, aparecen ahora análisis
preocupantes sobre la crisis ambiental. En 1972 se publica Límites
del crecimiento, del Club de Roma. El presidente Cárter promueve en
EE.UU. una evaluación del ambiente mundial que desemboca en el

332
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

informe Global 2000, que confirma la preocupación del Club de


Roma. No obstante, resulta ahora que las posibles medidas por
tomar, tendrán efectos estructurales profundos sobre el sistema
económico.

Por primera vez en su historia, la sociedad burguesa enfrenta


abiertamente crisis que ya no pueden ser tratadas en términos de
una simple política de reformas en los límites vigentes del libre juego
de mercados. El reformismo burgués, frente a estas metas —política
del desarrollo y política ambiental—, desemboca en una crítica de la
sociedad burguesa misma. No efectúa esta crítica, pero dicha
sociedad está visiblemente expuesta a ella. Tanto el desarrollo como
el ambiente exigen medidas de coordinación del mismo aparato
tecnológico, las cuales no pueden ser tomadas de la lógica misma de
los mercados. Tienen que ser medidas que dirijan la tecnología, antes
de que ella sea usada mercantilmente.

Se trata del retomo de la crítica del capitalismo de Marx.


Efectivamente, el mercado ha resultado ser un automatismo que, al
producir la riqueza, destruye progresivamente las fuentes de todas
las riquezas: el hombre y la naturaleza. Destruye la naturaleza por
sus propios mecanismos, y al destruir a los hombres, destruye más
todavía a la naturaleza. Porque los hombres expulsados de la
división social del trabajo, y condenados a la pauperización, tratan
de salvarse destruyendo aún más la naturaleza.

Vuelven las leyes de tendencia de Marx, que efectivamente


pueden interpretar lo que ocurre ahora. El efecto destructor y
sacrificial del automatismo del mercado, que ya Adam Smith había
demostrado, resulta realmente acumulativo y ascendente, tal como
Marx sostuviera. En la actualidad podemos ver eso con mucha más
intensidad de lo que era posible en el siglo XIX. Tenemos imágenes
de este tipo que aparecen frecuentemente. Se habla de que son cinco
minutos para las doce. Se habla de una bomba de tiempo. Pero se
habla también de un deterioro acumulativo de la destrucción, sobre
todo de la naturaleza, que se acerca a un punto de no retomo a
partir del cual el colapso de la vida ya no es reversible.

Dennis Meadow, el coordinador del estudio del Club de Roma


sobre los Límites del crecimiento, respondió en una entrevista a la

333
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

pregunta de si no querría realizar hoy un estudio de repercusiones


parecidas:

”Suficiente tiempo he tratado de ser un evangelista global, y he


tenido que aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la
humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido
argumentar con un suicida, una vez que haya saltado de la ventana”.

6. El mercado como mecanismo de regulación de la


tecnología.

Tratar la tecnología mercantilmente y calcular su empleo en


términos de criterios de la maximización de las ganancias, implica
usar la tecnología fragmentariamente. Cada introducción de una
tecnología es calculada sobre un sector fragmentario de la naturaleza
y sobre un segmento de la división social del trabajo. Desde el punto
de vista de la empresa que actúa en el mercado, las repercusiones
que tiene una tecnología sobre el conjunto, sea de la división social
del trabajo, sea de la naturaleza, no interesan. Además, para la
empresa es imposible tomar en cuenta estos efectos indirectos de su
acción. La competencia la borraría.

Esta acción fragmentaria se vincula necesariamente con la


orientación según criterios mercantiles, aunque no sea sólo el
producto de estos criterios. Toda acción humana, mercantil o no,
tiende a un comportamiento de este tipo. Sin embargo, un sistema
de mercados hace compulsivo este comportamiento fragmentario. El
mercado arrastra hacia él. El mecanismo competitivo lo impone,
porque, por un lado, la participación en la destrucción promete
ganancias mayores que cualquier otro comportamiento; y por otro,
amenaza con la expulsión del mercado de toda empresa que no se
oriente por la ganancia. No obstante, tanto la división social del
trabajo como la naturaleza forman conjuntos interdependientes. Lo
que hace una acción tecnológica en una parte, repercute en muchas
e, indirectamente, en todas partes. Pero también lo que ocurre en
otras partes se hace notar, por interdependencia, en el lugar de
partida. El conjunto interdependiente resulta ser una red de
causaciones mutuas. Muchos de estos efectos son previsibles, y se
desarrolla un trabajo científico constante para conocer mejor estas

334
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

interdependencias. Sin embargo, el criterio mercantil induce, y


muchas veces obliga, a no evitar tales efectos y más bien
aprovecharlos. Eso lleva a constantes distorsiones (se trata de
distorsiones de parte del mercado, cuyos efectos distorsiona) en estos
conjuntos interdependientes, que hacen desaparecer elementos
necesarios para la reproducción de los conjuntos. Cuanto más
ocurre eso, más se restringe el conjunto interdependiente, pudiendo
llegar hasta al colapso.

Es más fácil ver esto en relación a la naturaleza como


conjunto interdependiente. En el aproche fragmentario se llega a
grados de destrucción que amenazan la sobrevivencia del conjunto,
como un medio para la vida humana. La destrucción de los bosques,
el hoyo de ozono, el envenenamiento del agua potable, muestran
tendencias de este tipo. Ningún criterio de escasez del mercado
anuncia que se está llegando a un límite de lo posible. Únicamente el
colapso podría mostrarlo, pero lo demuestra solamente porque ya se
ha pasado el punto de no retomo. Hasta llegar al colapso, el
comportamiento fragmentario sigue siendo el más rentable—
mercantilmente visto— de todos los comportamientos alternativos
posibles. Antes del colapso el mercado todavía florece, a pesar de que
las condiciones de vida ya se han destruido. El verde del dólar cubre
el verde de la naturaleza, hasta que la muerte de la naturaleza lo
haga palidecer.

Las destrucciones que ocurren, incluso aceleran el mismo


proceso de destrucción. Al intentar sobrepasar los efectos negativos
resultantes, la acción fragmentaria busca febrilmente sustitutos del
elemento natural dañado, y al hacerlo, se ciega frente a los
problemas, agravándolos más todavía. Por eso la velocidad
destructora aumenta con más rapidez que la propia producción de
riquezas. Aparece de este modo la ley tendencial autodestructora—de
la cual Marx había hablado—como producto del propio automatismo
del mercado.

Automatismo de mercado y aplicación fragmentaria de la


técnica forman una unidad inseparable, que resulta destructora
frente a los conjuntos interdependientes. Esta destrucción es
necesariamente acumulativa, con la amenaza de pasar un punto de
no retomo, a partir del cual ya no hay salida. Aunque no se sepa con

335
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

exactitud en qué momento se llega a este punto, se sabe que tal


punto debe existir. El mercado resulta ser efectivamente un
mecanismo autodestructor, un monstruo, como en la película «The
Yellow Submarine» que se devora a sí mismo.

Frente a este fenómeno no se puede reaccionar con un simple


cambio de valores éticos, si bien tales valores son condición
necesaria para que haya un cambio. Y es que cualquier actitud de
valores se estrella con un mercado que compulsivamente impone
actitudes fragmentarias frente a la naturaleza y a cualquier conjunto
interdependiente (división social del trabajo, pero también culturas
autóctonas, religiones, etc.).

Actuar sobre los criterios fragmentarios de la tecnología,


presupone establecer límites a los criterios mismos del mercado,
siempre y cuando aparezca esta tendencia destructora. Toda la
relación con el mercado tendría que cambiar. Tiene que ser puesto
bajo criterios no derivados mercantilmente, capaces de guiar la
tecnología dentro de los límites de los conjuntos interdependientes.
Recién dentro de estos límites pueden regir los criterios del mercado.
En este argumento, las exigencias de nuevos órdenes económicos y
ecológicos tienen su base. Sin embargo, para la ideología burguesa
se trata de un punto crítico.

El reformismo burgués siempre se cuidó de ubicar sus


reformas dentro de límites dados por el mercado, sin fijarle límites a
este. Y aunque a veces ha traspasado esta posición —como, por
ejemplo, en el caso de los ordenamientos del mercado agrario de los
países centrales—, por lo menos respetó ideológicamente este límite.
Pero ahora resulta ser al revés. Para ir más allá de la aplicación
fragmentaria de la tecnología, se necesita establecer un orden que
ponga límites a la acción de los mercados.

Precisamente a este punto llegó el reformismo burgués


durante la década de los setenta. Las fórmulas creadas
anteriormente ya no eran suficientes, y cualquier nueva fórmula
eficiente tendría que llevar a un cambio profundo de la propia
sociedad burguesa, el cual ni aún hoy se sabe hasta dónde tiene que
llegar.
Se trata de un punto en el que la propia teoría económica del

336
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

equilibrio deja de ser explicativa. El reformismo burgués la había


interpretado como una imagen utópica, a la cual uno se puede
aproximar real izando reformas económicas y sociales dentro de los
límites que deja abiertos el libre juego de los mercados.

No obstante, este modelo de equilibrio puede llevar a


interpretaciones bien diferentes. Es una conceptualización circular,
cuyo funcionamiento de competencia perfecta es el resultado de
supuestos teóricos extremos, en especial del supuesto de un
conocimiento perfecto de parte de todos los participantes del
mercado, siendo todos los hombres participantes. Si este es
realmente el supuesto teórico, entonces se sigue más bien que la
economía de mercado no puede tener ninguna tendencia a este
equilibrio, con reformas o sin reformas. Si el mercado puede tener
una tendencia al equilibrio solamente en el caso de que exista tal
conocimiento, se prueba que tal tendencia al equilibrio no resulta del
modelo.

Esta es la conclusión de la teoría económica neoliberal, tal


como la expone Hayek. Por lo tanto, vuelve a la armonía de Adam
Smith, con su concepción del mercado como un sistema auto-
regulado, cuya armonía se produce por el sacrificio de los excluidos,
que son eliminados por la oferta y la demanda. Pero el concepto
tiene ya que ser ampliado. La exclusión por la oferta y la demanda
en la actualidad ya no se refiere únicamente a los seres humanos,
sino también a la naturaleza. La armonía del sistema auto-regulado
se basa ahora visiblemente en el sacrificio, tanto de los productores
como de la naturaleza. No hay otra manera de concebir una
tendencia al equilibrio. La teoría neoliberal la busca, por ende, por el
mismo camino que Adam Smith la había encontrado. Regresa a la
armonía sacrificial de Adam Smith. Sin embargo, sigue en pie la
crítica del capitalismo que Marx había hecho. Expresamente, él se
había referido a este tipo de armonía de los mercados y sostenido
que produce efectos acumulativos que llevan al sistema, por efecto
de su automatismo, a la autodestrucción. Empero, la teoría
neoliberal no contestará jamás.

Si, en cambio, aceptamos esta crítica de Marx, la teoría


general del equilibrio del pensamiento neoclásico puede ser usada
como prueba de lo contrario de lo que pretende comprobar. No

337
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

muestra lo que el mercado puede, sino lo que no puede. Describe un


equilibrio del mercado, y comprueba que por medio de éste, no se
puede llegar ni aproximarse a él. El precio de mercado, como precio
de equilibrio de la oferta y la demanda, no indica de por sí
racionalidad económica alguna. Puede coincidir con esta
racionalidad o no. Que el precio equilibre la oferta y la demanda, no
dice nada sobre su racionalidad económica. Es económicamente
racional solamente si es un precio que, como indicador en los
mercados, asegure un uso tal del hombre y de la naturaleza, que
éstos no sean destruidos. No obstante, ningún precio puede asegurar
eso automáticamente. Por tanto, para que haya racionalidad
económica, hace falta una acción que asegure que los mercados se
mantengan en los límites trazados por la necesaria reproducción de
los conjuntos interdependientes de la división social del mercado y
de la naturaleza.

La teoría económica neoliberal, en cambio, se desentiende del


problema de esta racionalidad económica. Sostiene, por tautología,
que el precio que iguala la oferta y la demanda es el precio racional,
justamente porque iguala la oferta y la demanda. No logra salir de
esta tautología, porque rechaza hablar de los efectos distorsionantes
que el mercado tiene sobre el mundo real.

Resulta una teoría del óptimo de los precios, en la cual los


precios —de oferta y de demanda— describen el camino más corto,
sin rodeos ni desvíos, hacia el abismo, hacia la destrucción del
hombre y de la naturaleza. Lo que la teoría neoclásica llama precios
racionales, no es más que eso. El sistema auto-regulador tiene allí su
fin. Para dar apenas un ejemplo. Los precios de oferta y de demanda
indican hoy la destrucción tanto de la Amazonia como del Himalaya.
Siguiendo esta indicación, el mercado actual efectúa la destrucción.
Pero estos mismos precios de oferta y de demanda, indican ensuciar
el agua y el aire. Indican además, por los pagos de la deuda externa
del Tercer Mundo, la rápida pauperización de su población y la
paralización del desarrollo de tres continentes.

A un concepto de racionalidad económica de este tipo, le falta


completamente coherencia. Porque ahora, cualquier esfuerzo por
salvar la naturaleza, salvar al hombre, evitar el desempleo y la
pauperización, aparece como distorsión del mercado y,

338
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

consecuentemente, de la propia racionalidad. El concepto de


racionalidad implicado, lo resume Kindleberger: "Cuando todos se
vuelven locos, lo racional es, volverse loco también". El que la
humanidad sobreviva, sería una simple distorsión del mercado y una
violación de la racionalidad económica. Los neoliberales son como el
general Castello Branco, que encabezó el golpe militar de 1965 en
Brasil. Después del golpe, dijo: Antes estábamos delante de un
abismo profundo. Con el golpe, dimos un gran paso adelante.

Es el mercado el que distorsiona, por su maximización de un


criterio mercantil cuantitativo y abstracto, el equilibrio del hombre
con el hombre y con la naturaleza. Hay que vigilarlo, para que haya
aquella racionalidad que describe el marco en el cual la humanidad y
la naturaleza pueden seguir existiendo. Ese es el único concepto
coherente de racionalidad económica. En esta visión, las luchas
sindicales, de protección de la naturaleza, la exigencia de desarrollo
del Tercer Mundo, la anulación de la deuda externa del Tercer
Mundo y las actuaciones estatales que de ahí se derivan, son
exigencias no solamente éticas, sino de una racionalidad económica
distorsionada por la lógica del mercado. Acrecientan la racionalidad
económica, si efectivamente logran asegurar pasos concretos en tales
direcciones. Que le vaya bien a la gente y que pueda vivir, es también
una exigencia de la racionalidad económica. No es una simple
exigencia "ética" que distorsiona la racionalidad económica, como los
neoliberales creen.

Esto no significa que haya un automatismo al revés, en el


sentido de que los precios de oferta y de demanda necesariamente
sean distorsionantes. No hay automatismo que pueda asegurar ni la
racionalidad ni la irracionalidad. Si los precios de oferta y de
demanda son racionales o no, ello es resultado de un juicio sobre
esos precios, que se oriente en la racionalidad económica de la
sobrevivencia de la humanidad y de la naturaleza. No existe una
solución "técnica" a priori, no hay una simple deducción de
principios como los del mercado. La política no se reduce a la
técnica, sino que ella es imposible sin sabiduría.

7. El capitalismo salvaje.
En los años setenta de este siglo, el reformismo burgués llegó

339
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

a su límite. Los problemas del desempleo estructural en los países


del centro de la frustración de la política de desarrollo en el Tercer
Mundo y de la crisis del ambiente, no podían ser solucionados con
los métodos tradicionales que había empleado. Si se quería
solucionarlos, se tendría que tomar medidas que chocarían con
principios sagrados de la sociedad burguesa, en especial el principio
según el cual el mercado y sus leyes son la última y la más alta
referencia de cualquier política económica. Aparecía ahora la
necesidad de un nuevo orden económico y de un orden ecológico a
nivel de la economía mundial. El mercado mundial necesitaba un
marco que lo canalizara dentro de los límites de una racionalidad
económica que le impusiera el respeto por las condiciones de la
reproducción, tanto de los seres humanos como de la naturaleza.

Para la sociedad burguesa era un desafío y una provocación.


Tendría que haber enfocado un problema que las sociedades
socialistas no habían solucionado, y en parte ni notado, a pesar de
que tendrían que haber sido ellas las que promovieran una solución.
La provocación consistía en el hecho de que sólo podría enfrentar
este desafío, cambiando sus propias estructuras para adecuarlas a la
solución de estos problemas fundamentales.

Sin embargo, en vez de eso, la sociedad burguesa realizó una


vuelta completa. En vez de encarar los problemas, los negó. Cuando
en 1980 Reagan sube a la presidencia de EE.UU., efectúa una
política de "tabula rasa". Frente al desempleo estructural, opta por el
debilitamiento, e incluso la destrucción, de los sindicatos obreros y
de la política de empleo. Frente a la crisis de la política del
desarrollo, opta por la supresión y paralización del desarrollo del
Tercer Mundo; y frente a la crisis ambiental, simplemente cierra los
ojos. Empieza una de las décadas más agresivas y destructoras de la
historia del capitalismo.

Retorna el capitalismo salvaje. El debilitamiento de los


sindicatos se logra muy rápido. En los países de América Latina, se
pasa por períodos de un terrorismo de Estado incontenible. La
supresión del desarrollo de los países subdesarrollados se logra por
la política del cobro de la deuda externa del Tercer Mundo, que
destruye en gran parte lo logrado por la política de desarrollo de los
años cincuenta y sesenta. En cuanto al ambiente, se abren todos los

340
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

canales de destrucción sin plantear ni una medida de limitación,


excepto dentro de los países del centro mismo. Nunca se ha
destruido tan despiadadamente a la naturaleza como en la década de
los ochenta, que sigue precisamente a la década en la cual con los
Limites del crecimiento, del Club de Roma, y con el plan Global
2000, se había llamado poderosamente la atención sobre ese
fenómeno.

Ha surgido una burguesía salvaje que se lanza a la


destrucción, sin aceptar siquiera argumentos. Un capitalismo
frenético se vuelve en contra de las riquezas del planeta, en el grado
en el que todavía éstas siguen existiendo. Y cuanto más se evidencia
la crisis del socialismo, más salvaje resulta el capitalismo.

Este capitalismo aparece en nombre del antiestatismo y del


anti-intervencionismo estatal, del anti-reformismo y de la denuncia y
persecución de los movimientos populares. Es un capitalismo
desnudo, que llega al poder total y lo usa con arbitrariedad ilimitada.
Transforma la sociedad burguesa en una sociedad militarista, que
impone sus puntos de vista en todas partes por la violencia militar y
policial. Su antiestatismo, por ser una defensa del mercado desnudo
sin ningún límite, se transforma en violencia sin límite. El terrorismo
estatal es su instrumento imprescindible. Donde sea necesario,
instala los regímenes totalitarios de Seguridad Nacional.

Este capitalismo salvaje reencuentra a Adam Smith como su


clásico y lo celebra como su fundador. Descarta a los teóricos del
reformismo burgués, desde John Stuart Mili y Marshall, hasta
Keynes. Su desnudez la defiende en nombre de la "mano invisible".

Sin embargo, ya no se puede volver tan simplemente a Adam


Smith. Este vivió en un mundo bien diferente. Era un mundo que no
conocía todavía los efectos acumulativos de la destructividad del
automatismo del mercado. Smith creía en un mundo en el cual la
eliminación de hombres por la oferta y la demanda en los mercados,
no era más que un sacrificio que fertiliza a la sociedad capitalista. No
obstante, desde Smith hasta hoy, pasando por Marx como su autor
principal, la percepción del carácter acumulativo de esta
destructividad se ha hecho presente. El mundo imaginario semi-
arcaico de Smith ha desaparecido. En la actualidad, el mercado

341
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

contiene visiblemente un automatismo autodestructor. Por eso, la


simple referencia a la mano invisible de Adam Smith, ya no resulta
suficiente en el mundo de hoy.

Actualmente tenemos que ver no solamente con la muerte de


algunos, sino con la tendencia a la muerte de toda la humanidad,
incluidos los neoliberales mismos. Para poder sostener este su
capitalismo salvaje, la misma sociedad burguesa constata esta
tendencia. Con esto ella pasa hoy a la necesidad del heroísmo de un
suicidio colectivo de la humanidad.

Convencida de la crítica del capitalismo de Marx, opta no por


la vida en respuesta al mercado, sino por la mística de la muerte. En
el suicidio colectivo, esta mística se transforma en proyecto. Marx
jamás previo esta posibilidad. Con su optimismo propio del siglo XIX,
él estaba seguro de que al revelar la tendencia destructora del
automatismo del mercado, la reacción humana sería directamente y
sin rodeos en favor de una alternativa. Pero resultó no ser así. El
proyecto del heoísmo del suicidio colectivo resulta muy tentador. El
nazismo alemán fue el primer caso de un pueblo que,
mayoritariamente, se emborrachó con este tipo de heroísmo.

La burguesía tiene antecedentes para este pensamiento. El


reformismo burgués nunca fue su única respuesta a la crítica del
capitalismo de Marx. En los países donde los movimientos socialistas
eran suficientemente fuertes como para poder aspirar al poder, la
burguesía no ha sido predominantemente reformista. Empezó muy
temprano a desarrollar un pensamiento de respuesta salvaje. Eso
ocurrió en especial en la Alemania nazi y en la Italia y la España
fascistas, si bien ha tenido muchas repercusiones en los otros países
burgueses. En la situación actual, la sociedad burguesa recupera
estos pensamientos y les da un desarrollo nuevo.

Ahora, esta burguesía no se puede afirmar sin volver a este


heroísmo del suicidio colectivo. La sociedad burguesa de hoy lo
necesita, porque sabe que la crítica del capitalismo de Marx es cierta.
Si la sociedad del mercado contiene este automatismo autodestructor
que arrastra toda la humanidad detrás de sí, como lo sostiene Marx,
únicamente se la puede afirmar en los términos salvajes actuales,
fomentando esta misma mística de la muerte.

342
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

El autor que primero elaboró esta respuesta, y que sigue


siendo el más fascinante hasta hoy, es Friedrich Nietzsche. A través
de Nietzsche, esta burguesía frenética que se ha desarrollado
paralelamente al reformismo burgués desde fines del siglo pasado, se
ha interpretado a sí misma. Desde esta perspectiva, el reformismo
burgués se ve diferente:

Puede muy bien ser que representantes nobles (aunque no


muy inteligentes) de las clases dirigentes se propongan tratar a todos
los hombres como iguales, reconocerles derechos iguales; en este
sentido, una concepción idealista que descanse en la justicia es
posible, pero como he dicho, sólo en el seno de la clase dirigente, que
en este caso ejerce la justicia por sacrificios y abdicaciones. Por el
contrario, reclamar la igualdad de los derechos, como lo hacen los
socialistas de las clases dirigidas, no es nunca emanación de la
justicia, sino de la codicia. Muéstrense a una fiera pedazos de carne
sangrienta en sus proximidades; retíreselos después, hasta que ruja;
¿este rugido significa justicia?

La imagen que se tiene de los pueblos se ha transformado en


la de una bestia salvaje que ruge, y a la cual se arrojan pedazos de
carne. Son el peligro que amenaza con la muerte. Hay una evidente
inversión de la crítica del capitalismo de Marx. Este reprochaba al
capitalismo destruir con su voracidad las fuentes de todas las
riquezas: el hombre y la naturaleza. Por tanto, le reprochaba que su
eficacia descansa sobre una destructividad, que por los efectos no-
intencionales de la acción humana por los criterios del mercado,
tiende a destruir las bases reales de esta misma eficacia. Tiene una
eficacia a plazo limitado. Sin asegurar la reproducción de estas
fuentes de riqueza, no puede haber un futuro a largo plazo de la
humanidad. En consecuencia, hace falta someter esta eficacia
mercantil a un criterio de sobrevivencia.

En la visión del capitalismo salvaje, esta exigencia por precios


e ingresos que permitan reproducir estas fuentes de riqueza, es
enfocada como el peligro. Los pueblos que piden poder vivir, parecen
ser los voraces que hay que combatir, fieras por domar. Son como los
muestra la película: La gran comilona. El peligro es que sean
reivindicadas las condiciones de reproducción del hombre y de la

343
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

naturaleza. Este criterio se ha extendido en buena parte a los grupos


que se esfuerzan por salvar la naturaleza. En la visión del
capitalismo salvaje, la exigencia de la reproducción del hombre y de
la naturaleza se transforma en un levantamiento en contra de la
racionalidad, definida por las relaciones mercantiles. Para Marx, la
racionalidad económica consistía en asegurar las condiciones de la
reproducción del hombre y la naturaleza, y con eso la sobrevivencia
humana. El capitalismo salvaje ha declarado los precios de la oferta
y la demanda como lo racional, aunque destruya al hombre y a la
naturaleza. La destrucción llega a ser lo racional.

Esta burguesía no responde a la crítica del capitalismo hecha


por Marx, por más que está convencida de que es cierta. La asume
más bien al revés, celebrando la capacidad de auto-destruirse como
su heroísmo. "Vivir peligrosamente" es su lema, prefiriendo esta
libertad mortal a la preocupación por la sobrevivencia humana.
Invierte la crítica del capitalismo de Marx, para desembocar en el
heroísmo del suicidio colectivo de la humanidad. Esto presupone
destruir todo humanismo universalista, y denunciar cualquier
reivindicación concreta de la igualdad de los hombres. La burguesía
celebra su propia barbarie.

8. La metafísica antiestatista y la abolición del Estado.

Como lo mostró Hannah Arendt, el totalitarismo del Estado


no proviene de ideologías estatistas, sino antiestatistas. El
antiestatismo se vuelve totalitario, en cuanto aparece como ideología
del poder que pretende usar el Estado con fines antiestatistas. El
totalitarismo es una política antiestatista que transforma el Estado
en un instrumento para la realización de alguna societas perfecta, en
cuyo nombre surge el antiestatismo. Históricamente han sido las
societas perfecta de la guerra total, de la planificación total y del
mercado total, las que originaron sociedades totalitarias. La
inquisición de la Edad Media es su precursora.

Este antiestatismo, que subyace al terrorismo del Estado


totalitario, es la otra cara de la reducción de la política a una técnica.
Cuando la política se considera una técnica, no se ve ya ninguna
razón para la existencia del Estado. Este tiene ahora la única función

344
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

de imponer esta técnica (sea del mercado, sea de la guerra, sea de la


planificación), para desaparecer o marginarse él mismo como
resultado de esta su propia acción. Es famosa la descripción de este
proceso que hace Stalin:

Nos declaramos en favor de la muerte del Estado y al mismo


tiempo nos alzamos en pro del fortalecimiento de la dictadura del
proletariado, que representa la más poderosa y potente autoridad de
todas las formas del Estado que han existido hasta el día de hoy. El
más elevado desarrollo posible del poder del Estado con objeto de
preparar las condiciones para la muerte del Estado: ésta es la
fórmula marxista. Hayek, cuando se hace un ideólogo de las
dictaduras totalitarias de Seguridad Nacional, se expresa en
términos casi idénticos: Cuando un gobierno está en quiebra, y no
hay reglas conocidas, es necesario crear las reglas para decir lo que
se puede hacer y lo que no se puede hacer. Y en estas circunstancias
es prácticamente inevitable que alguien tenga poderes absortos.
Poderes absolutos que deberían usar justamente para evitar y limitar
todo poder absoluto en el futuro Reagan afirma exactamente lo
mismo, cuando en sus discursos decía: "No tenemos problemas con
el Estado, el Estado es el problema". Es ideología totalitaria en
estado puro. Este mismo antiestatismo lo tenemos entre los
fascistas. Gentile transforma eso en ideología del Estado fascista
italiano: “...en esta concepción el Estado es la voluntad del individuo
mismo en su aspecto universal y absoluto, de modo que el individuo se
traga al Estado, y dado que la autoridad legítima no puede extenderse
más allá de la voluntad real del individuo, la autoridad se resuelve por
completo en la libertad. Así, el absolutismo se invierte y parece
haberse transformado en su opuesto, y la verdadera democracia
absoluta no es la que busca un Estado limitado sino la que no fija
ningún límite al Estado que se desarrolla en lo más profundo del
corazón del individuo, confiriendo a su voluntad la fuerza
absolutamente universal de la ley”

La forma actual del antiestatismo burgués la previo


posiblemente mejor Nietzsche. Sus palabras parecen una adivinanza:
“El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi
difunto, cuya herencia quiere recoger; sus esfuerzos son, pues,
reaccionarios. Desea una plenitud del poder del Estado como el propio
despotismo no tuvo jamás; sobrepasa lo que enseña el pasado, porque

345
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

trabaja por reducir a la nada formalmente al individuo: es que éste le


parece un lujo injustificable de la Naturaleza y debe ser corregido por
él un órgano útil de la comunidad. Como consecuencia de esta
afinidad, se deja ver siempre alrededor de todos los desarrollos
excesivos de poder, como el viejo socialista tipo Platón, en la corte del
tirano de Sicilia: anhela (y aun exige en ocasiones) el despotismo
cesáreo de este siglo, porque como he dicho, desearía ser su
heredero... Cuando su ruda voz se mezcla al grito de guerra: 'Lo más
Estado posibles, este grito resultará de pronto más ruidoso que nunca;
pero en seguida estallará con no menor fuerza el grito opuesto: ^Lo
menos Estado posible”.

Desemboca en seguida en la misma abolición del Estado: “La


creencia en un orden divino de las cosas políticas, en un misterio en la
existencia del Estado, es de origen religioso: desaparecida la religión.
el Estado perderá inevitablemente su antiguo velo de Isis y no
recobrará más sus respeto. La soberanía del pueblo, vista de cerca,
servirá para hacer desvanecer hasta la magia y la superstición última
en el dominio de estos sentimientos; la democracia moderna es la
forma histórica de la decadencia del Estado... cuando el Estado no
corresponda y a las exigencias de estas fuerzas, no será por cierto el
caos el que le sucederá en el mundo, sino que será una invención
mucho más apropiada que el Estado la que triunfará del Estado...”

Actualmente vivimos la fantástica unión del triunfalismo


burgués combinado con su antiestatismo extremo. "Fin de la
historia", es su grito. La ambigüedad del lema revela la ambigüedad
de toda la sociedad burguesa actual. Efectivamente, este fin de la
historia puede ser muy bien el fin de la humanidad y del planeta. Los
actuales discursos de la burguesía son sumamente parecidos a los
discursos de los socialistas stalinistas en el congreso de la victoria
del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1927 (XV congreso).
El mismo hegelianismo falso, la misma seguridad de que ya no puede
haber un paso atrás, la misma decisión por el todo. Hoy la burguesía
tiene su congreso de la victoria, más triunfal todavía que aquél de
1927. Se trata de la victoria no sólo en la Unión Soviética, sino en la
tierra entera.

En esta forma ha llegado en la actualidad el antiestatismo a


América Latina y a América Central. Se une en el ejercicio del poder

346
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

político, el triunfalismo prepotente y el antiestatismo, con la visión


del mercado total como su institución perfecta. Esta es precisamente
la combinación totalitaria —poder triunfante, antiestatismo y
sociedad perfecta—, que Hannah Arendt denunció como el peligro
totalitario. Este conjunto engendra al terrorismo de Estado, tan
vigente también hoy en América Latina y en América Central.

9. La determinación futura de la sociedad en América


Latina.

Sin embargo, el problema no es el mercado de por sí, sino la


pretensión de su transformación en sociedad perfecta, en la única
institución legítima en nombre de la cual se destruye a los
movimientos populares y al Estado, en institución totalizadora de la
sociedad. El problema es el antiestatismo, no el mercado como tal. Al
considerar al mercado como institución perfecta, éste lo devora todo
y se transforma en un sujeto totalitario. Al destruir al Estado
destruye a la sociedad civil, y no se puede mantener sino por la
transformación del Estado en Estado terrorista.

Algo parecido ocurrió a las sociedades del socialismo


histórico. Transformaron la planificación en su sociedad perfecta
respectiva. En nombre de la planificación apareció el antiestatismo, y
éste se transformó en terrorismo de Estado. El problema tampoco es
la planificación de por sí, sino la pretensión de su transformación en
sociedad perfecta, en la única institución legítima con el destino de
devorar a todas las otras instituciones. El Estado se hizo inoperante,
y destruyó igualmente la sociedad civil.

Ante estos problemas, vemos cómo no hace falta buscar de


nuevo otra sociedad perfecta en nombre de la cual se totalice la
sociedad. De lo que se trata, es de renunciar a la imposición de
sociedades perfectas. De dejar de pretender abolir el Estado o el
mercado, y reconocer que la concepción de las sociedades perfectas
como principio de la política, destruye a la sociedad misma. No hay,
ni puede haber, una sociedad perfecta. No hay, ni puede haber, una
sola institución que totalice a la sociedad. Decir esto actualmente
sobre el Estado o sobre la planificación, ni siquiera hace falta. Todo
el mundo está convencido de que no pueden ser sociedad perfecta.

347
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Pero sí es necesario decir eso mismo del mercado. Pues éste aparece
nuevamente como el totalizador, como la única legitimidad en la
sociedad, como la institución que tiene el derecho de barrer con
todas las otras instituciones, inclusive con la vida en la tierra.

Lo que hace falta es un pensamiento de síntesis, capaz de


interpretar una política que sepa dar a las instituciones diversas su
lugar y su función, para cumplir con las exigencias de la vida
humana en esta tierra, en la cual todos tienen que poder vivir hoy y
mañana. La base sería el reconocimiento de que en la actualidad los
seres humanos, que trabajan exclusivamente orientados por el
mercado, abandonados a sus fuerzas auto-reguladoras, destruyen
las fuentes de la riqueza que están produciendo. Abandonados a
estas fuerzas, ponen en peligro la vida del planeta. Frente a estos
efectos destructores del mercado, que acompañan, eso sí,
automáticamente sus fuerzas creadoras, aparece, y tiene que
aparecer, la resistencia de la propia sociedad civil que toma la forma
de organizaciones populares de la más diversa índole, tanto de
protección de los seres humanos como de la naturaleza. Estas
organizaciones populares cumplen una función de racionalización
del mercado, al protegerlo mediante su resistencia, frente a las
fuerzas destructoras que él produce. No "distorsionan" al mercado,
sino que actúan frente a distorsiones que el propio mercado produce.

Sin embargo, esta función no la pueden cumplir las


organizaciones populares, si no pueden recurrir al Estado. El Estado,
en sus funciones positivas, es la instancia de poder que puede
universalizar la actuación de las organizaciones populares. Si esta
universalización no ocurre, la resistencia resulta tan fragmentaria
como lo es la actuación humana dentro de los mercados. En ese
caso, ella reproduce los efectos destructores del mercado sin poder
corregirlos.

El Estado es, pues, la instancia de universalización de la


resistencia frente a las distorsiones que el mercado produce en las
relaciones humanas y en la naturaleza. El no tiene por qué intervenir
en los mercados, cuando ellos no producen estas distorsiones. Por
ende, la teoría de las funciones del Estado tiene que partir del
conocimiento de las distorsiones que el mercado produce.
Aparecen las funciones del Estado en dos líneas, es decir,

348
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

como función de promoción de la sociedad civil y como función de


planificación de la economía.

En su función de promoción de la sociedad civil, el Estado


tiene que hacer posible el desarrollo de ésta y abrirle posibilidades.
Al respecto, se trata primero de asegurar legalmente la existencia de
las organizaciones populares y el ejercicio de su resistencia. Pero,
igualmente, se trata de asegurar su capacidad económica de
existencia. Aparecen también funciones que solamente el Estado
puede cumplir, en cuanto determinadas actividades necesitan ser
universalizadas y la actividad privada resulta incapaz de lograrlo.
Eso ocurre especialmente en el campo de la educación y de la salud.
Una atención universal de estas necesidades parece imposible sin el
surgimiento de sistemas de salud y de educación públicos de alto
nivel.

En su función de planificación económica el Estado tiene que


hacer posible, y promover, un desarrollo económico y social capaz de
asegurar la integración económica y social de la población entera, lo
mismo que su compatibilidad con la conservación de la naturaleza.
La necesidad del cumplimiento de esta función quizás es más visible
en las sociedades subdesarrolladas, donde es evidente que la
empresa privada, sola y abandonada a las fuerzas auto-reguladoras
del mercado, únicamente en casos muy excepcionales puede
garantizar algún desarrollo económico, y que es menos capaz todavía
de integrar a la población entera en la división social del trabajo. No
obstante, esta necesidad de la actividad estatal se hace cada vez más
visible en referencia a la conservación de la naturaleza. Solamente
un Estado planificador es capaz de darle a la empresa privada la
posibilidad y el espacio para cumplir con su tarea de desarrollar
económicamente a sus países. Igualmente, sólo un Estado
planificador puede asegurar que el desarrollo económico respete los
límites de la integración humana en la economía y de la conservación
de la naturaleza. También en este caso de la actividad planifícadora
del Estado, su primera función es la promoción y el apoyo a las
empresas. Sin embargo, la necesidad de universalizar el desarrollo, el
respeto a la naturaleza y la necesidad de asegurar esto para todos y
de parte de todos, impone asimismo en lo económico la actividad
directa del Estado, sea a través de empresas públicas, como de la
imposición de líneas y límites de las inversiones.

349
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

De esta manera, el problema del Estado resulta ser un


problema de la sociedad entera, en la cual se interrelacionan e
interpenetran la sociedad civil, el mercado y el Estado. Ninguno de
estos polos puede existir sin el otro, e incluso la posibilidad de la
vida humana y de la misma racionalidad económica es un producto
de los tres y de su interrelación, de tal modo que haya una síntesis
en vez de la negación de un polo en nombre del otro. Solamente en
esta perspectiva será posible enfocar los problemas del desarrollo
pendientes. Se trata de problemas que actualmente ya ni siquiera
pueden ser solucionados por los Estados dentro de sus marcos de
dominación política, sino que implican la necesidad de la creación de
nuevos órdenes mundiales—nuevo orden mundial económico,
financiero, de mercados, ecológico— sin los cuales una política de
desarrollo racional ya no es posible.

El análisis que hemos hecho ha insistido principalmente en el


problema del mercado, por la simple razón que hoy el mercado es el
lugar desde el cual son destruidos la sociedad civil y el Estado. En la
actualidad, el mercado pretende ser la institución perfecta a partir de
la cual se pretende totalizar a la sociedad. Las sociedades del
socialismo histórico, en las cuales se realizaba esta totalización a
partir de la planificación económica, con la subsiguiente subversión
y tendencial destrucción de la sociedad civil y del Estado, están
desapareciendo.

Es cierto que no sólo el mercado distorsiona a las relaciones


humanas y a la naturaleza. También desde la sociedad civil y desde
el Estado, aparecen distorsiones del mercado. No obstante, hoy se
necesita, primariamente, hacer esta crítica al mercado para mostrar
que no hay, y no puede haber, ninguna sociedad perfecta, y por lo
tanto, ninguna institución legitimada a totalizar la sociedad. Se
requiere lomar conciencia de que el resultado no debe ser destruir en
nombre de una institución a todas las otras, sino lograr una
interrelación tal entre ellas, que se complementen en vez de
distorsionarse. Esa es la tarea de la política, y ninguna técnica la
puede hacer desaparecer.

Por eso, no se trata simplemente de defender al Estado como


si algún estatismo fuera la solución para los peligros del

350
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

antiestatismo. Asegurar las funciones del Estado, implica una


determinada posición frente a las funciones del mercado y frente al
desarrollo de la propia sociedad civil. Tiene que ser una respuesta a
la crisis provocada por la política de desmantelamiento del Estado y
de las políticas de desarrollo.

Los períodos de desarrollo vigoroso de América Latina, han


sido períodos de alta actividad estatal y de un importante
intervencionismo estatal, a los cuales ha contestado un significativo
esfuerzo de las empresas privadas. Con el comienzo del
desmantelamiento del Estado, en cambio, empieza el estancamiento
de la economía latinoamericana y su fracaso en desarrollar el
continente. Han subido enormemente las ganancias, pero el
resultado ha sido la alta ineficacia de la tal llamada iniciativa privada
para desarrollar estos países. Eso lleva a la coincidencia de un
rápido desmantelamiento del Estado económico y social en los años
ochenta, con un estancamiento cada vez más notable del desarrollo
económico y de la dinámica de las empresas capitalistas. Esto, sin
embargo, va paralelo a un aumento siempre mayor de las ganancias
de estas mismas empresas. La incapacidad de la empresa privada de
desarrollar los países de América Latina, no reduce sus ganancias,
sino más bien las incrementa.

Cuanto más se evidencia este estancamiento, más se habla de


la necesidad de privatizar aún más las funciones económicas y
sociales del Estado. No puede existir ninguna duda de que de este
desmantelamiento del Estado, resultarán ganancias todavía mayores
de las que se tenían antes. Actividades como la salud, la educación,
pero también la privatización de las empresas públicas, permiten
obtener ganancias privadas en actividades hasta ahora mantenidas
en manos del Estado.

El Estado se transforma ahora en un instrumento de


aprovechamiento económico de parte de las clases dirigentes. Ya no
cumple con sus funciones, si bien sigue siendo aprovechado. Se
pagan subvenciones inauditas, sólo que no a los sectores
postergados sino a los más poderosos. Estas subvenciones se
clasifican como incentivos. El cambio de palabra esconde el hecho de
la reorientación del Estado hacia el Estado de aprovechamiento. Pero
el caso de mayor aprovechamiento se da con el pago de la deuda

351
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

pública, sea interna o externa. Actualmente, de un 30 a un 40% de


los ingresos estatales son para atender el servicio de la deuda, con
una tendencia al aumento. El Estado es sofocado por estos pagos,
que implican una gigantesca redistribución de los ingresos en favor
de los de ingresos altos. Cuanto menos existe un sistema eficaz de
recaudación de impuestos, más pesada y destructora tiene que ser
esta deuda para la economía de los países. Una burguesía que
rechaza el pago de sus impuestos, llevó al Estado a una situación de
bancarrota que lo ha transformado en un simple recaudador de
pagos de parte de los de ingresos bajos en favor de los de ingresos
altos, de los países pobres en favor de los países ricos.

Con este estrangulamiento del Estado, los países mismos son


estrangulados. En el caso de la deuda externa, más de la mitad de
esta deuda ni siquiera fue contratada por los Estados, sino por las
empresas privadas con la banca privada internacional. Cuando al
comienzo de los años cincuenta esta deuda resultó impagable, los
Estados latinoamericanos fueron obligados a asumir estas deudas
como deuda pública, lo que ha constituido la subvención estatal más
grande de la historia del continente.

No obstante, estas mayores ganancias no llevan a un mayor


desarrollo. Más bien lo estancan. La empresa privada, sin un Estado
vigoroso que le abra caminos y que sustente actividades estatales de
apoyo para fomentar su actividad productiva, resulta ser
completamente ineficiente para conducir ella misma el proceso de
desarrollo. Cuanto más penetra la sociedad entera, menos desarrollo
provoca. Desempleo, pauperización y destrucción galopante de la
naturaleza son el resultado, y no aparece un crecimiento económico
significativo. Pero no solamente destruye el desarrollo. Destruye
inclusive la capacidad de acción racional del Estado, y lo corrompe.
Lo corrompe por obtener creciente provecho de la restante actividad
estatal, además de que produce tales problemas sociales, que el
propio aparato estatal tiene que actuar sin tener los medios
adecuados para hacerlo. En consecuencia, la ineficacia de la
empresa privada para desarrollar a estos países, lleva a la inflación
del Estado. Al no poder efectuar ella una política económica de
empleo y una política social de distribución de los ingresos, el Estado
se transforma en la única fuente de ingresos para aquellas personas
que no son empleadas por la empresa privada. Como no saben dónde

352
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

ir, presionan sobre el Estado para conseguir algún empleo. Se trata


de una presión que resulta precisamente de la ineficacia de la
empresa privada para dar empleo a la población. Esto es lo que lleva
a la inflación del Estado. Este, ahora con sus funciones restringidas,
está obligado a contratar mucho más personal del que efectivamente
requiere para el cumplimiento de las funciones que le quedan.
Luego, el Estado se corrompe en ambos sentidos: para la burguesía,
como fuente de ingresos, muchas veces ilícitos; para el pueblo, como
paliativo para el desempleo y la pauperización, pues empieza a
contratar personal al cual no corresponden realmente funciones en
cuyo cumplimiento podría trabajar.

Esta corrupción, desmoralización e ineficiencia del Estado, se


transforma posteriormente en argumento en favor de un
desmantelamiento todavía mayor de éste y de la privatización de sus
funciones. Sin embargo, la privatización empeora la situación
precisamente por el hecho de que el origen del estancamiento es la
propia empresa privada, con su incapacidad para originar por su
cuenta, sin recurrir al Estado, una política de desarrollo adecuada, si
bien se opone a una acción racional del Estado para complementar
su ineficacia. Esto desemboca en un círculo sin fin, del cual
aparentemente no hay salida.

Esta situación no es sostenible sino por medio de una


orientación cada vez más represiva del Estado en América Latina.
Así, un Estado, que ciertamente requiere muchas reformas, no es
racionalizado sino que es puesto al servicio siempre más exclusivo de
los poderes económicos nacionales e internacionales. El
antiestatismo metafísico es la ideología que es-conde esta situación,
y le da su justificación aparente. En todas partes donde este
antiestatismo en nombre del mercado total se ha instituido, ha
desatado crisis económicas y de desarrollo. En nombre del mito de la
capacidad del mercado de solucionar todos los problemas, ha
extremado los problemas existentes.

Ha llevado el desempleo a niveles nunca sospechados, ha


creado distribuciones de ingresos que condenan a la miseria a
segmentos crecientemente mayores de la población, y ha originado la
destrucción de la naturaleza a niveles que superan todo lo anterior.
Haciendo eso, no ha cumplido siquiera con su promesa de un

353
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

crecimiento económico sostenido. Bajo la égida del antiestatismo, la


misma dinámica económica se ha perdido. Se destruye al ser
humano y a la naturaleza, sin por lo menos lograr un crecimiento
económico. La empresa privada, orientada exclusivamente por los
mecanismos del mercado, pierde su eficiencia, a pesar de que
obtiene ganancias siempre mayores.

Eso ha ocurrido incluso en el centro del capitalismo mundial,


en EE.UU., durante los años ochenta. La política antiestatista
destruyó la eficacia de la economía también allí.
Mientras los capitalismos con estados desarrollados, como Europa
Occidental y Japón, tomaron la delantera. Es la tragedia de América
Latina: haber caído en el mito del antiestatismo, únicamente para
confirmar su propio declive.

En América Latina en la actualidad, y especialmente en


América Central, donde hay una sociedad y un Estado muy poco
desarrollados, se requiere constituir la sociedad misma, junto con el
Estado. La tarea es reconstituir la sociedad con una relación
complementaria entre la parte no empresarial de la sociedad civil, el
mercado y el Estado, en la cual sea posible iniciar el camino del
desarrollo nuevamente, pero esta vez dentro del marco de una
integración de toda la población en la división social del trabajo y en
la sociedad, y dentro de los límites que exige la conservación de la
naturaleza. Es necesario revertir el proceso, que la política de
desmantelamiento del Estado ha producido.

Eso implica la necesidad de vigorizar la sociedad civil,


precisamente en sus componentes no empresariales, reprimida
sistemáticamente por el terrorismo del Estado de Seguridad
Nacional. Eso presupone un Estado que no solamente tolere esta
sociedad civil, sino que también la fomente. No obstante, también
implica como condición de la necesaria racionalización del Estado,
originar un nuevo proyecto de desarrollo en el cual el mercado y la
planificación económica estatal sean reconocidos en su
complementariedad, siendo la planificación estatal una parte
imprescindible, pues sin ella el mercado no es capaz de originar un
desarrollo económicamente racional. Si no cumple esta tarea, el
Estado tiene que basarse primordialmente en sus fuerzas represivas
con la tendencia hacia el terrorismo de Estado. Ello por cuanto sin

354
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

esta concentración exclusiva en su fuerza represiva, no podría


contener los reclamos de los desposeídos y desplazados producidos
por las fuerzas del mercado. Como no se pueden dirigir al mercado
directamente, lo harán por vía del Estado. Teniendo el voto universal,
el Estado sólo les puede contestar por la extensión cuantitativa e
irracional del aparato estatal, toda vez que le está prohibido, en
nombre del antiestatismo, buscar la solución en un modelo de
desarrollo que permita su integración en la división social del trabajo
a través de los mercados. Luego, esta inflación del Estado no es más
que el reflejo de la incapacidad del automatismo del mercado de
solucionar los problemas económicos de la población. La
transformación del Estado en un Estado exclusivamente represivo,
en nombre de su racionalización, es el resultado más probable.

Por eso, el lema frente al Estado no puede ser el


antiestatismo. No se trata de desmantelar el Estado, sino de
desmantelar a los ejércitos y a las fuerzas de represión policial para
tenerlos apenas en el grado mínimo necesario. La necesaria reforma
del Estado, por tanto, tiene que sustituir la función represiva de éste
por la constitución de una política de desarrollo que permita tener
un Estado adecuado al cumplimiento de sus funciones, en cuanto
esa política de desarrollo sea capaz de responder a las necesidades
económicas de la población. Tenemos que escoger entre desmantelar
el Estado o desmantelar a los aparatos represivos. El
desmantelamiento del Estado implica la hipertrofia de los aparatos
represivos; el desmantelamiento de estos aparatos, en cambio,
presupone el desarrollo del cumplimiento de las funciones del
Estado.

Esto constituye a la vez un planteo de la democracia posible


en la actualidad. Es la condición para que la democracia sea viable.
El antiestatismo vinculado con la totalización del mercado, exige un:
vivir, y dejar morir. La democracia presupone un: vivir, y dejar vivir.
Lo que, por el contrario, aparece hoy en América Latina, es una
democracia agresiva, sin consenso, con un extremo control de los
medios de comunicación por intereses económicos concentrados, en
la cual la soberanía no reside en los gobiernos civiles, sino en los
ejércitos y, más allá de ellos, en los organismos financieros
internacionales que representan a los gobiernos de los países del
centro. Los gobiernos civiles tienden a constituirse como gobiernos

355
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

autónomos sometidos a la función soberana del ejercicio del poder de


parte de los ejércitos y de la policía y. en nombre del cobro de la
deuda externa, a los dictámenes de los organismos internacionales.
Se trata de democracias controladas, cuyos controladores no están
sometidos a ningún mecanismo democrático.

Notas:

 Ver Hinkelammert, Franz: "Del mercado total al imperio


totalitario", en: Democracia y totalitarismo. Edit DEI. Segunda
Edición San José, 1990; también: Pasos, No. 6, junio 1986.
 Ver Hinkelammert. Franz: "El Estado de Seguridad Nacional, su
democratización y la democracia liberal en América Latina", en:
Democracia y totalitarismo, Op. Cit.
 Smith, Adam: La riqueza de las naciones. Editorial Bosch.
Barcelona, 1983. Reproducido por la UACA. San José. Costa
Rica. 1986. Libro IV. Cap. n. Sección I. Tomo II, pág. 191.
 Max Weber lo afirma: "Este fenómeno: el que una orientación por
la situación de intereses y sonetos, tanto propios como ajenos,
produzca efectos análogos a los que se piensa obtener
coactivamente —muchas veces sin resultado— por una
ordenación normativa, atrajo mucho la atención, sobre todo en el
dominio de la economía; es más, fue precisamente una de las
fuentes del nacimiento de la ciencia económica". Conceptos
sociológicos fundamentales. Weber, Max: Economía y sociedad.
Fondo de Cultura Económica. México, 1944, pág. 24.
 Smith. Op. Cit. Tomo I. pág. 53. Ibíd., pág. 54 (énfasis nuestro).
Ibíd., págs. 124-125 (énfasis nuestro).
 El Mercurio. 19-4-81, Santiago de Chile. Entrevista (énfasis
nuestro). Hayek concedió esta entrevista con ocasión de su visita
a Chile, para participar en un congreso de la sociedad de Moni
Pellerin.
 Lyotard. Jean-Francois: La condición postmoderna. Ediciones
Cátedra. Madrid, 1987. págs. 112-113. En el mismo sentido, ver
Baudntiart: "Si el sistema pudiera funcionar sin alimentar a sus
hombres, no habría siquiera pan para los hombres. Es en este
sentido en el que todos somos, dentro del marco de este sistema,
sobrevivientes. Por lo demás, el propio instinto de conservación

356
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

no es fundamental: es una intolerancia o un imperativo social:


cuando el sistema lo exige, hace que los hombres anulen este
'instinto’ y el morir los exalte (por una causa sublime,
evidentemente)".
 Baudrillard, Jean: Crítica de la economía política del signo. Siglo
XXI, México, 1974, pág. 86. El mismo Locke trata este poder
como legítimo, aunque sea despótico: "El poder paternal no existe
sino donde la minoría de edad hace al niño incapaz de cuidar por
sí mismo de su propiedad; el poder político allí donde los
hombres pueden disponer de sus propiedades; y el poder
despótico no existe sino sobre aquellos hombres que no tienen
propiedad".
 Locke, John: Ensayo sobre el gobierno civil. Agutiar. Madrid,
1969, 174. Estos son los tres poderes legítimos de Locke. Los tres
poderes de Montesquieu, no son sino una subdivisión del poder
político de Locke. Su equilibrio deja funcionar sin control el poder
despótico, que Locke defiende.
 Marx, Carlos: El capital. Cartago, Buenos Aires, 1974. Tomo I.
pág. 349. Ibíd., págs. 482-483.
 Ver: Assmann, Hugo-Hinkelammert, Franz J.: A idolatría do
mercado Ensaio sobre economía e teología. Vozes. Sao Paulo.
1989.
 Der Spiegel. Nr. 29/1989. pág. 118. Hayek traía de escapar al
supuesto de un conocimiento perfecto como condición para la
tendencia al equilibrio, porque se da cuenta que es imposible que
en la realidad empírica se dé o que haya una aproximación a él.
Para seguir sosteniendo esta tendencia al equilibrio, Hayek, hace
un juego. Sostiene que el mercado produce tal tendencia, pero
sin que cada participante tenga aquel conocimiento. El mercado
produce el equilibrio, "como si hubiera conocimiento perfecto". Lo
trata como una institución-computadora, que tiene conocimiento
perfecto en el sentido de que puede actuar como si lo tuviera.
Transforma el mercado en una instancia mágica de omnisciencia
estructural. Se inspira para ello en la filosofía del "como si" de
Vaihinger: Die Philosophie des ais ob. 1912. Sin embargo,
sustituye el equilibrio de la teoría general del equilibrio por la
armonía sacrificial de Adam Smith. Ver Hayek, Friedrich A. von:
Mifibrauch und Verfallder Vernunft. EinFragment. (Abuso y
decadencia de la razón. Un fragmento.), Saizburg, 1979.

357
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

 Ilya Prigogine, en sus análisis de los sistemas auto-regulados en


la naturaleza, llega en la actualidad a resultados que se asemejan
mucho a la vi sien que Marx tiene del mercado como sistema
auto-regulado. Prigogine, Ilya-Stengers, Isabelle: La nueva
alianza. Metamorfosis de la ciencia. Alianza, Madrid, 1983.
 Kindleberger, Charles P.: Manias, Panics and Crashes: A History
of Financial Crises. Basic Books, New York, 1989. pág. 134.
Seguir estas indicaciones de los precios, la teoría liberal lo llama
lo racional Un empresario latinoamericano me dijo una vez en
una conversación "Ciertamente, en las últimas dos décadas se ha
aumentado la pauperización y el desempleo en América Launa.
También la naturaleza se está destruyendo. Pero nadie puede
dudar que la eficiencia de la empresa se ha mejorado
enormemente". Eso es la teoría neoclásica en plena acción.
 Milton Friedman inclusive considera la abolición de la esclavitud
—la prohibición legal de ella— como una imperfección del
mercado, es decir, una falta de racionalidad económica: "...debido
al marco institucional y debido a las imperfecciones del mercado
de capitales, no podemos esperar que el capital humano
responda a presiones e incentivos económicos de la misma forma
que el capital material". Friedman, Milton: Teoría de los precios.
Madrid, 1966, pág. 313. "Estas peculiaridades sólo
desaparecerían en una sociedad de esclavos y, en ella, sólo para
los esclavos", pág. 258. Por eso, el problema no es simplemente el
mercado, como si la planificación fuera su solución automática.
El problema está en el hecho de que el mercado maximiza la
ganancia como criterio cuantitativo, por encima de las exigencias
de la vida concreta que destruye como consecuencia. Si la
planificación económica se orienta por criterios cuantitativos
análogos, tiene los mismos efectos destructores. En los países del
socialismo histórico eso ocurrió sobre todo en la Unión Soviética,
al tomar como su criterio de maximización lataza de crecimiento,
que también es un criterio mercantil abstracto. En países
socialistas donde la orientación de la economía no era tan
exageradamente abstracta —como, por ejemplo, en Cuba o
Nicaragua, en el tiempo del gobierno sandinista—, no ocurrió la
misma destrucción de la naturaleza.
 H. Maucher, Director de la Nestlé, lo expresa así: "Nadie negará
que la 'creatividad destructora’ del mercado crea durezas

358
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

extremas... y con F.A. Von Hayek creo que el concepto ‘justicia’,


en última instancia, es irrelevante para el funcionamiento del
mecanismo del mercado". Innovatio 3/4,1988, citado según
Widerspruch. Beitráge zur sozialistischen Politik. Ztirich, Heft 16-
Dez. 1988, S.4. Maucher expresa esto en Suiza, ante una
campaña que se hizo en contra de la Nestle bajo el lema: "La
Nestle mata bebés". La Nestle querfaprohibirel uso publicitario de
este lema, pero los tribunales suizos esta vez no siguieron la
voluntad de la compañía multinacional y rechazaron prohibir el
lema citado. Maucher declaró la irrelevancia de la Justicia para
los procedimientos del mercado. De hecho, rechaza más: rechaza
ser responsable de los actos que comete. La sociedad burguesa
hace de esta posición su religión, la única que tiene.
Sobre el intento de algunos en Suiza de conseguir una protección
aduanera para sus productos, dice el Neue Zwicher Zeitung,
diario de la gran burguesía suiza: "Aquellos que en otros lugares
no muestran ningún problema en sacar de su molino de oración
confesiones verbales y superficiales en favor de] orden de
competencia, de repente ya no están convencidos de la fuerza de
auto-regulación de una competencia efectiva, que es eficiente y.
en principio orientada por el bien común... En contra de todas
las confesiones verbales, de repente se le niega a la competencia
ilimitada la capacidad de general estructuras de oferta adecuadas
a la demanda... (Hay) discrepancia entre la confesión de los
principios referentes al funcionamiento y al valor de la economía
de mercado, y la disposición de sacar las reales consecuencias de
su afirmación". Neue Ztiricher Zeitung, 11 -12 de noviembre,
1989. Quieren confesiones de fe en el mercado que no sean
simplemente verbales porque la competencia ilimitada asegura el
bien común.
 Nietzsche. Friedrich: "Humano, demasiado humano". Primer libro
Nr. 451, en: Friedrich Nietzsche: Obras inmortales. Visión Libros,
Barcelona, 1985. Tomo IV. pág. 2102. Nietzsche es el autor de
este salvajismo burgués. Ya a fines del siglo XIX pregunta por los
bárbaros del siglo XX, los únicos que pueden salvar al mundo de
la amenaza del humanismo: "Para elevarse, luchando, de este
caos a esta configuración surge una necesidad, hay que elegir: o
perecer o imponerse. Una raza dominante sólo puede
desarrollarse en virtud de principios terribles y violentos.
Debiendo preguntamos: ¿dónde están los bárbaros del siglo XX?

359
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Se harán visibles y se consolidaran después de enormes crisis


socialistas; serán los elementos capaces de la mayor dureza para
consigo mismo, los que puedan garantizar la voluntad más
prolongada". Nietzsche» Friedrich: La voluntad de poderío. EDAF.
Madrid. 1981. Nr. 863. pág. 473. ¡Barbarie o socialismo!, es el
grito de Nietzsche y de la burguesía salvaje. ¡Salvajismo o
socialismo! ¡Muerte o socialismo!, es el grito fascista del "¡Viva la
muerte!", que lleva a los horrores del capitalismo salvaje de los
años treinta y cuarenta en los países europeos fascistas. (Fueron
intelectuales antifascistas en Alemania, quienes invirtieron el
grito en: ¡Socialismo o barbarie! (Benjamín. Horkheimer, Adorno,
etc.). Esta visión del mundo regresa después de la II Guerra
Mundial. Vuelve como una corriente al lado del reformismo
burgués que domina las décadas de los cincuenta y los sesenta.
Al volcarse la burguesía en contra de este reformismo, ella
justifica este anti-reformismo con argumentos ideológicos
tomados de esta tradición.
 Ver Arendt. Hannah: Los orígenes del totalitarismo. Taurus,
Madrid, 1974. Capítulo XI. El movimiento totalitario, págs. 425-
479.
 Citado según Arendt, Hannah: op. cit., págs. 443-444. La cita
proviene de Stalin: Problemas del leninismo.
 El Mercurio, 19-4-81. Santiago de Chile. Entrevista. Citado por
Leonardo Schapiro: El totalitarismo. Brevarios FCE, México.
1972. pág. 59.
 Nietzsche. "Humano, demasiado humano", op. cit., págs. 2114-
2115.
 Ibíd., págs. 2112-2113.
Desde el siglo XVIII, el Occidente se mueve alrededor de diversas
aboliciones de las instituciones. El liberalismo empieza con la
abolición del Estado en nombre del mercado como sociedad
perfecta. Le sigue el anarquismo con la abolición del Estado, la
propiedad y el matrimonio en nombre del orden espontáneo sin
instituciones. Marx lo transforma en abolición del mercado y del
Estado, también en nombre del orden espontáneo futuro (libre
asociación de los productores). Los socialismos históricos lo
llevan a la abolición del Estado y del mercado, en nombre de la
planificación económica. Los fascismos quieren abolir el Estado
en nombre de una dominación ilimitada en la sociedad de guerra,

360
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

y los neoliberales retornan a la abolición del Estado en nombre


del mercado total. Paralelamente a esta constante tendencia de
abolirías instituciones, aparecen las diversas aboliciones en el
pensamiento. Hegel declaró la muerte del arte, Marx insinúa la
superación de la lógica formal; Nielzsche la abolición de la moral
y de la metafísica; Max Weber la abolición de los juicios de valor y
de la ética, Popper la abolición de la dialéctica; Willgenstein la
abolición de los conceptos transcendentales; Fukuyama, junto
con los posmodernos, la abolición de la historia; Prigogine, la
abolición de la física clásica. Por donde se mire, se está aboliendo
algo, que después, en ningún caso desaparece. Todo lo que se ha
abolido en estos siglos, sigue existiendo. No obstante, se sigue
anunciando su abolición. Alas aboliciones las acompañan entes
omniscientes. El socialismo histórico tuvo que concibir una
institución planificadora omnisciente. Hayek, ¿unto con los
neoliberales, concibe el mercado como presencia de la
omnisciencia, aunque ningún hombre sea capaz de tenerla
(según él, el mercado funciona como si tuviera omnisciencia).
Popper divide toda la historia filosófica en "lo que se pensaba
antes y lo que pienso y o", y hasta Wiugenstein anuncia haber
solucionado los principales problemas del pensamiento humano.
Y cuando aparece todo esto, el Papa en Roma resulta infalible.
Existe un nihilismo que está socavando a las instituciones y a la
cultura. Es evidente que posee un delirio de grandeza narciasta,
el cual acompaña la imposibilidad de percibir los límites de lo
posible en un mundo contingente. Todo indica que se trata de un
problema de Occidente, y no de ninguna ideología específica. El
cardenal Ratzinger nos dice: "El Estado moderno es una sociedad
imperfecta, no sólo en el sentido de que sus instituciones
permanecen siempre tan imperfectas como sus habitantes, sino
también en el sentido de que necesita de fuerzas que le vengan
desde fuera, para poder existir como tal". Ratzinger, Joseph: "El
ánimo para con la imperfección y para con el ethos. Lo que habla
contra una Teología Política". Tierra Nueva. Bogotá, julio 1985,
Nr. 54.pág. 65. Aparentemente esto es cierto, pero en el contexto
del texto de Ratzinger es falso. No se trata de que el Estado es
una sociedad imperfecta. Se trata de decir, por fin, que no hay
ninguna sociedad perfecta, y que, por lo lanío, el Estado tampoco
lo es. Toda institución que reinvindica ser sociedad perfecta se
ideologiza, y cae fácilmente en el camino hacia el terrorismo de

361
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

Estado. Y si ninguna institución es sociedad perfecta, entonces


tampoco lo es el mercado. No obstante, lo que Ratzinger nos
quiere ofrecer es la tesis de que el Estado no es una sociedad
perfecta, pero que otras instituciones sí lo son. Quiere presentar
de nuevo ala Iglesia como sociedad perfecta, algo que el Concilio
Vaticano n rechazó. La Iglesia, el mercado y el Estado se dan esta
ronda, en la cual cada uno reivindica ser sociedad perfecta,
argumentando que los otros no lo son. Por eso, un totalitarismo
sustituye al otro, sosteniendo siempre que los otros no tienen
esta sociedad perfecta, aunque él sí la tiene. Pero ninguna
institución lo es. Esto explica por qué cualquier pensamiento en
términos de alguna institución perfecta, es antiestatista.
Efectivamente, si suponemos que las relaciones sociales de
producción funcionan perfectamente, no se descubre jamás
función del Estado alguna, excepto su función represiva, que
sobreviva por "egoísmos y estupidez", como lo concluye Berger.
Berger, Peter: El dosel sagrado: elementos para una sociología de
la religión. Amarrortu editores, Buenos Aires, 1971, pág. 44. La
conclusión revela únicamente que se inspira en un pensamiento
de sociedad perfecta. La política de ajuste estructural que hoy se
lleva a cabo en el Tercer Mundo, no es ningún proyecto de
desarrollo. Es la consecuencia de la renuncia a cualquier
proyecto de desarrollo. En el lenguaje orweiliano, se llama a tal
política el resultado de la renuncia a hacer política, de nuevo
política de desarrollo. La guerra es paz, la mentira es verdad.
Los países capitalistas desarrollados responden a este mismo
problema por la creación de un subsidio de desempleo, que forma
una especie de colchón entre los desempleados y el Estado. Sin
embargo, un subsidio de desempleo tiene que cubrir las
necesidades básicas. En los países latinoamericanos los salarios
apenas si cubren las necesidades básicas. Consecuentemente, un
subsidio de desempleo tendría que ser igual a los salarios, o muy
poco inferior. En sociedades donde los salarios son
sustancialmente mayores a este mínimo, este subsidio es posible
porque no le quita al trabajador el incentivo económico de buscar
trabajo. En cambio, un subsidio que sea igual al salario, le quita
al trabajador todo incentivo económico. Por ende, no es posible.
Eso explica por qué en América Latina casi no existe tal subsidio.
Además, cuando el desempleo llega hasta el 40% o el 50% de la
fuerza de trabajo, no hay capacidad económica para pagarlo. Eso

362
Capítulo XVIII
Nuestro Proyecto de Nueva Sociedad en América Latina

transforma el capitalismo periférico necesariamente en


capitalismo salvaje, en cuanto no logra establecer un modelo de
desarrollo eficaz. O se tiene empleo, o se cae en la miseria. El
resultado es la formación del sector informal de la economía. Una
política de desarrollo eficaz, aunque no pueda asegurar empleo
formal a todos, tiene que fomentar entonces estas actividades del
sector informal. Sin este fomento, el sector formal se convierte en
un simple receptor de la mi seria producida por la tendencia al
desempleo creada por el automatismo del mercado. El problema
de la viabilidad de la democracia en América Central, está
trabajado especialmente por Torres-Rivas, Edelberto:
Centroamérica: la democracia posible. EDUCA. San José, 1987.

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