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Modelos o Teorías Que Explican Este Fenómeno Desde La Psicología Comunitaria

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Modelos o teorías que explican este fenómeno desde la psicología

comunitaria.

A continuación, se exponen los principales modelos teóricos que a lo largo de


los últimos años han tratado de proporcionar una explicación sobre los malos
tratos a la infancia.

Muchos de los posibles factores de riesgo aparecidos hasta ahora en los


distintos estudios realizados sobre el maltrato infantil se incluyen en los
diversos niveles ecológico. El macrosistema propuesto por Belsky incluye
variables socioeconómicas, estructurales y culturales, el exosistema engloba
todos aquellos aspectos que rodean al individuo y la familia y que le afectan de
manera directa, es decir, las relaciones sociales.

Modelo explicativo del abuso sexual

Desde un punto de vista histórico, puede hablarse de dos perspectivas en la


investigación del abuso sexual infantil.

La primera es la perspectiva centrada en la familia.

Según este planteamiento teórico, basado en la relación incestuosa entre


padres e hijos, la raíz del abuso sexual se halla en una dinámica familiar
distorsionada. En la familia, la niña reemplaza a la madre como compañera
sexual del padre. O viceversa. Las últimas investigaciones demuestran que los
abusadores sexuales suelen iniciar sus actividades de victimización cuando
son adolescentes y experimentan una activación sexual hacia los niños antes
de ser padres. Ellos cuestionan la hipótesis planteada previamente, puesto que
el aspecto causal del abuso sexual infantil no se sitúa en la dinámica familiar.

La segunda es la perspectiva centrada en el abusador.

El estudio de abusadores sexuales internados en instituciones ha permitido


establecer que la raíz del abuso sexual se encuentra en la característica
psicológica y fisiológica del perpetrador.

La investigación que se hace sobre la etiología del abuso sexual. En los


modelos explicativos centrados en el criterio individual hay hipótesis que
intentan superar la originaría suposición de que los abusadores sexuales
muestran una cierta patología tales como inmadurez, baja autoestima,
sentimientos de inutilidad entre otras (Finkelhor, 1984).

Modelos tradicionales

Las diferentes teorías que apoyan el modelo psiquiátrico-psicológico explican el


maltrato físico a partir de la picopalogia parental. Al proceder del ámbito de la
clínica, sostiene que existe una relación entre el maltrato físico y una
enfermedad mental, el síndrome o la alteración psicológica de los padres. Son
varios los autores que han encontrado una correlación entre el maltrato físico y
características de personalidad tales como la dificultad para controlar los
impulsos y la baja autoestima (Culp, Soulis y Letts 1989).

Otros estudios demuestran la correlación entre el consumo de sustancias


tóxicas y el maltrato físico en general, con todas las formas de maltrato. Estos
estudios ofrecen cifras que oscilan desde 43% (Murphy, Jellines, 1991) hasta
67% (Famularo, 1992).

La teoría de cognición social plantea que los padres maltratadores


generalmente las madres, muestran dificultad para expresarse y reconocer
emociones (Camras, Ribordy 1988) y puede tener expectativas inadecuadas en
cuanto a la capacidad de sus hijos. Algunas investigaciones señalan que una
causa importante del maltrato son las expectativas irrealistas de los padres al
esperar de sus hijos una conducta madura, que son obviamente inapropiada
para la edad de estos.

La teoría perteneciente al modelo sociológico se centra en la variable de tipo


social. Las condiciones familiares y los valores y prácticas culturales son
determinantes del maltrato infantil. Se basan principalmente en cuanto
aspectos: el estrés familiar, el aislamiento social de la familia, la aceptación
social de la violencia y la organización social de la comunidad.

Una variante estresante que aumenta la probabilidad del maltrato físico es la


penuria económica (Hillson y Kuiper, 1994). En ese sentido, aunque no existe
un total acuerdo, parece que existe relación entre la pobreza y el maltrato físico
debido a que aquella influye en la calidad de las instalaciones Familiares.
Por último, el modelo sociológico señala que la forma de organización de la
comunidad, con una mayor concentración de la población excluida, marginal, y
con problema de delincuencia en determinados barrios y zonas, hacen que se
origine un aumento del maltrato físico en dicha zona, incluso en las
adyacentes. La falta de apoyo social y el estrés provocado por las condiciones
económicas, entre otras.

El microsistema incluyen las variables que aplican características psicológicas


y comportamentales concretas de cada uno de los miembros de la familia
nuclear, así como la interacción entre ellas (desajuste marital, violencia de
pareja, capacidad empática, alteraciones de la personalidad, ect..), y se
consideran como desencadenantes del maltrato.

Belsky (1993) incluyen dos conceptos más; el mesosistema que es un conjunto


de microsistemas en el que el niño se desenvuelve, y el ecosistema, que
incluye todos aquellos aspectos que rodean y afectan directamente al individuo,
tales como las relaciones sociales (apoyo social o aislamiento con respecto a
los sistemas de apoyo) y el ámbito laboral (desempleo).

Resulta sorprendente que en los estudios de Belsky y en las múltiples


revisiones posteriores que se inspiran en ellos se omita el mesosistema, dentro
del cual se integra la interacción entre la familia y la escuela y en cuyo contexto
es posible llevar a cabo un importante trabajo de detección y prevención del
maltrato infantil.

El microsistemas incluye tres tipos de variables: socioeconómicas (recursos


económicos de una sociedad y su distribución, crisis económicas, tasas de
desempleo) estructurales (referidas a los aspectos de organización y
funcionamiento concreto de una sociedad o un colectivo que afectan a las
posibilidades de cada individuo de acceder a recursos asistenciales y de
protección) y las relacionadas con las actividades y valores predominantes en
cada grupo social y en cada momento histórico (forma de educar a los niños,
modos de satisfacer sus necesidades)

Por último, en estos modelos ecosistémicos se incluyen variables relativas a la


propia historia de crianza de los padres, pues el tipo de cuidado y atención
recibidos en la infancia condiciona o explica su capacidad para entender o
cuidar adecuadamente a sus propios hijos.

El modelo transaccional de Cicchetti y Rizley (1981) es un modelo multicausal,


al igual que el de Belsky, que incluye factores potenciadores y amortiguadores
del maltrato.

Los factores potenciadores son aquellas condiciones de corta o larga duración


que aumenta la probabilidad del maltrato; estas pueden ser biológicas (por
ejemplo, anomalías físicas que hacen que la crianza resulte difícil y poco grata
a los progenitores), históricas (como cuidares con historial del maltrato),
psicológicas (por ejemplo, problemas de salud mental en el cuidador) y
ecológicas (como elevados niveles de estrés o un vecindario caótico).

Los factores amortiguadores también pueden tener un carácter transitorio o


duradero, y hacen referencia a las condiciones que disminuyen la probabilidad
de maltrato a los menores (ingresos extras, periodos de armonía matrimonial,
historia paterna de crianza adecuada, etc.). Según Cicchetti y Rizley (1982), los
malos tratos ocurren cuando los factores potenciadores superan a los
amortiguadore.

El modelo de los componentes de Vasta (1982) se desprende de la psicología


conductiva. Según su autor, para que se produzcan el maltrato físico son
necesarios dos componentes: la tendencia a utilizar el castigo como estrategia
de disciplina, y la hiperactividad emocional de los padres. Si en ocasiones el
agresor golpea porque supone que lograra un beneficio (conducta operante),
otras veces lo hace como respuesta impulsiva o involuntaria ante estímulos
internos o externos (conducta respondiente). Además, tiene en cuenta ciertos
factores predisponentes, como la ausencia de habilidades sociales y de normas
y un historial de malos tratos, y otros factores sociosituacionales, como
pertenecer a una clase social desfavorecida, habitar en un entorno conflictivo
entre otros. Para que la secuencia de maltrato continúe, se necesitan dos
condiciones desencadenantes: un comportamiento aversivo por parte del niño y
un ambiente.

Modelos explicativos del abandono físico o negligencia infantil.


Tradicionalmente, el modelo que se ha asociado con mayor frecuencia para
explicar el abandono físico ha sido el modelo sociológico, que ha centrado su
etiología en las situaciones de carencia económica en que se produce (Wolock
y Horowitz, 1984). Otra explicación al respecto ha sido la de Herrenkohl,
Herrenkohl y Egolf (1983). Estos autores, dado que en los casos de abandono
físico se evidencia una ausencia de habilidades en el cuidado de los niños y un
desconocimiento de sus necesidades, plantearon la hipótesis de un “síndrome
de apatía” o de falta de motivación en los progenitores que se manifiesta en un
rechazo por satisfacer las necesidades de la familia, en la inadecuada
supervisión de los niños y en la ausencia de cuidados médicos, entre otros. Se
puede pensar que en los casos de abandono físico el niño, aunque actúe no
“participa” en la interacción y, haga lo que haga, no estimula ni motiva ningún
tipo de comportamiento en los padres.

Según las hipótesis de tipo cognitivo, los padres negligentes no manifiestan el


mismo tipo de reacciones de irritación ante estímulos estresantes que los
padres maltratadores físicos, y, sin embargo, se acercan a las puntuaciones del
grupo comparable de la población general (Bauter y Twentyman, 1985).

Larrance y Twentyman (1983) detectan que las madres negligentes manifiestan


distorsiones cognitivas similares a las de las madres que maltratan físicamente,
aunque mucho menos intensas, que se centran en una percepción negativa del
niño y en atribuciones internas y estables de sus comportamientos negativos.
En el caso de las madres negligentes, se trata de atribuciones y distorsiones
más crónicas que provocan un “único patrón de respuestas”,
independientemente del tipo de comportamiento del niño. Ello parece
corroborar el hecho de que los padres negligentes no responden socialmente a
las situaciones ambientales. Que los hijos se comporten de manera positiva o
negativa, con éxitos o fracasos, no afectan las atribuciones que los padres
hacen con tales conductas. El comportamiento de los padres negligentes al
momento de afrontar los problemas no es la irritabilidad ni la agregación sino la
evitación (Wolfe, 1985).

Factor y Wolfe (1990) consideran que en el abandono físico es muy importante


el grado de psicopatología parental. Pero los estudios al respecto solo
confirman está hipótesis en los casos de retraso mental y no en otro tipo de
síntomas psicopatológicos.

Modelos explicativos del maltrato y abandono emocional

Los modelos teóricos que intentan explicar el maltrato y abandono emocional


son: la teoría del apego de Bowlby (1983) y la teoría de aprendizaje social de
Belsky.

Según la teoría del apego, el niño reclama mediante sus conductas la


proximidad y el contacto de sus cuidadores a partir de su existencia de
interacción un vínculo socio- afectivo y cierto modelo de funcionamiento interno
acerca de sí mismo y sus relaciones sociales, en lo que incluye tanto lo que
puede esperar de los demás como de si mismo. Si el cuidador responde con
sensibilidad y consistencia a la demanda de atención del niño, le ayudará a
desarrollar la confianza básica de su propia capacidad para influir en los demás
con éxito. Pero cuando el cuidador no es accesible, es insensible a sus
demandas o la rechaza, el niño desarrolla un apego inseguro que impide
explorar de forma adecuada el ambiente. Como consecuencia de ello, los
efectos para el menor se convertirán posteriormente en incompetencia social
para su relaciones interpersonales y dificultad para establecer vínculos
apropiado.

Según la teoría del aprendizaje social de Youngblade y Belsky (1990) se centra


en las pautas de socialización inadecuadas desarrolladas por cuidadores que
tienen dificultades graves para manejar situaciones conflictivas durante el
período de crianza del niño. Los padres carecen de criterios educativos
adecuados para imponer normas de conducta. Así, ante la negativa del niño
(lloros, pataleos, etc.) para obedecer, la respuesta de los cuidadores es ceder,
dando lugar a consecuencias a corto, mediano y largo plazo; en el primer caso,
la oposición y agresividad del niño se vuelve funcional, pues logra escapar de
la demanda materna y paterna que le resulta aversiva, con lo que su conducta
se refuerza (refuerzo negativo), y la cesión materna y paterna también se
vuelve funcional, pues el padre o los padres escapan de la situación negativa
que plantea el niño (refuerzo negativo); en cuanto a las consecuencias a
mediano plazo, el reforzamiento negativo aumenta la probabilidad de que
vuelvan a surgir nuevos episodios de conflictos violentos que con frecuencia
acaban en ataques físicos, verbales o ambos; en referencia a las
consecuencias a largo plazo: aparecen problemas de conducta y escasas
habilidades prosociales en el niño.

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