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CONDEPA y UCS El Declive Del Neopopulismo Boliviano

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Revista de Ciencia Política

ISSN: 0716-1417
revcipol@puc.cl
Pontificia Universidad Católica de Chile
Chile

Romero Ballivián, Salvador


CONDEPA y UCS: el declive del neopopulismo boliviano
Revista de Ciencia Política, vol. XXIII, núm. 1, 2003, pp. 67- 98
Pontificia Universidad Católica de Chile
Santiago, Chile

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32423106

Cómo citar el artículo


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REVISTA DE CIENCIA POLÍTICA / VOLUMEN XXIII / Nº 1 / 2003 / 67-98

CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL


NEOPOPULISMO BOLIVIANO

SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN


UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRÉS
UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVARIANA

CONDEPA y UCS nacieron con las transformaciones de los años 1980 en Bolivia: transición a la democra-
cia, crisis económica, aplicación del liberalismo económico, valoración del multiculturalismo. Integraron
la tercera generación partidaria del siglo XX, caracterizada por su respeto a la democracia, la personali-
zación de su liderazgo, su respuesta a la marginalidad social y a la pérdida de confianza en el nuevo
proyecto estatal.

CONDEPA y UCS alcanzaron su cenit en la presidencial de 1997. Sin embargo, cinco años después
CONDEPA ocupó el último lugar y la UCS se convirtió meramente en un actor secundario.

El artículo sigue el abrupto final de estos partidos, analizando los rasgos compartidos y las dificultades
propias de cada organización: la personalización del liderazgo, el costo de la participación en la adminis-
tración pública, la mala gestión de la herencia política y económica dejada por los fundadores.

CONDEPA y UCS irrumpieron en el escenario político boliviano con fuerza: a fines de 1980, reunie-
ron cerca de un tercio de los electores, provenientes sobre todo de estratos populares de los
departamentos occidentales. Estas organizaciones nacieron al amparo de las transformaciones
vividas por Bolivia desde la década de 1980: transición a la democracia, crisis económica que
desacreditó a la izquierda y permitió la aplicación de un modelo económico liberal, valoración del
multiculturalismo.

Ambos partidos integraron la tercera generación partidaria del siglo XX en Bolivia: en relación a las
precedentes, se singularizaron por su respeto a las formas democráticas, luego, distintivo clave,
prosperaron sobre la falla geográfica de la marginalidad social y la pérdida de confianza en el
nuevo proyecto estatal; por último, se estructuraron en torno a liderazgos personales definidos de
antemano (Palenque en CONDEPA, Fernández en UCS) y relegaron las cuestiones ideológicas.

En 1997, después de un progresivo ascenso electoral, CONDEPA y UCS alcanzaron su techo


electoral en la presidencial. Entre ambos, conquistaron más del 30% de los votos. En la presiden-
cial de 2002, CONDEPA ocupó el último lugar, UCS se convirtió en un actor secundario con 5%.

El artículo, con un amplio recurso a datos de encuestas, procura seguir paso a paso el abrupto
final de los partidos neopopulistas bolivianos. Se demuestran los rasgos compartidos que expli-
can su derrumbe y se jerarquizan los factores que dan cuenta de las dificultades propias de cada
organización. El artículo muestra los problemas de la fuerte personalización del liderazgo cuando
fallecen los máximos dirigentes, el costo de la participación en la administración pública, decep-
cionante para sus bases electorales, y el impacto de la mala gestión de la herencia política y
económica dejada por los dos fundadores. Por último, se constata cómo los sectores populares,
más insatisfechos en 2002 que en 1997, buscaron nuevos partidos para canalizar sus demandas
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

y su protesta, dejando de lado a CONDEPA y a UCS, demasiado identificados con los grupos
políticos tradicionales al inicio del siglo XXI.

Las dos últimas elecciones de la década de 1980 en Bolivia, la presidencial y la municipal de


1989, vieron la espectacular llegada de dos partidos rápidamente catalogados como
“neopopulistas”: Conciencia de Patria (CONDEPA) y Unidad Cívica Solidaridad (UCS). Analistas y
políticos atemorizados de América Latina encontraron en ese nombre extraño la manera de unifi-
car movimientos distintos pero emparentados por su crítica a los partidos “tradicionales”, la apa-
rición súbita en el escenario electoral, a veces apoyada en los medios de comunicación, la ausen-
cia de ideologías fácilmente ubicables en el eje izquierda – derecha, liderazgos personales antes
que estructuras bien montadas. A principios de la década de 1990, Collor de Mello en Brasil,
Bucaram en Ecuador, Fujimori en Perú, Palenque y Fernández en Bolivia sacudieron la política
sudamericana. Para casi todos ellos, el final de la experiencia fue dramática: los primeros fueron
destituidos, Fujimori, por un tiempo exitoso, terminó exiliándose en Japón, los partidos de Palen-
que y Fernández cayeron en el descrédito. Si en el comicio municipal de 1989 lograron la adhe-
sión de un tercio de los votantes; en la presidencial de 2002, entre ambos no sumaron ni 6% de
los sufragios.

Este texto procura conocer las causas del declive del neopopulismo boliviano representado por
CONDEPA y por UCS aunque las condiciones que dieron lugar a su surgimiento y fortalecimiento
no sólo no desaparecieron sino que se agravaron.

Para ese propósito, el texto presenta la trayectoria de CONDEPA y de UCS, insertándola en la


reciente historia política, económica y social boliviana, para describir luego el camino ascendente
de ambas organizaciones entre 1989 y 1997, y finalmente estudiar cómo y por qué declinaron a
partir de esa fecha.

I ORÍGENES DE CONDEPA Y DE UCS: UNA BOLIVIA DISTINTA

Las estrategias nacional-populares, denominadas a menudo “populistas”, constituyeron la forma


más común de organización política en América Latina desde la revolución mexicana de 1910.
Sus principales rasgos también dominaron el escenario boliviano desde 1952, cuando el Movi-
miento Nacionalista Revolucionario (MNR) conquistó el poder a través de una revolución. En efec-
to, con sus principales medidas –reforma agraria, voto universal, nacionalización de las minas,
organización y control de sindicatos campesinos, apertura del camino Cochabamba – Santa Cruz
para integrar el occidente con el oriente del país– el MNR se esforzó por incorporar las fuerzas y
las demandas socio-populares en un proyecto estatal que las enmarcase, por conducir una línea
desarrollista, promotora de un Estado que permitiese superar los riesgos de fractura de la socie-
dad, y por integrar a la nación.

Esta síntesis nacional-revolucionaria se preservó durante los gobiernos militares que derrocaron
al MNR en 1964, aunque la faceta de integración popular se debilitó en favor de una moderniza-
ción centralizada. La crisis económica de los años 1980, coincidente con el retorno a la demo-
cracia, afectó al modelo nacional-popular pues limitó las posibilidades de acción y los recursos

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del Estado1 . A la pérdida de fuerza de este populismo clásico, pronto se substituyeron nuevos
actores, calificados como “neo-populistas” por su denuncia del juego político tradicional, su
llamado directo al pueblo, sus ofertas de solución inmediata a los problemas y, a trasluz, para
sus detractores, por la supuesta falta de programa gubernamental, es decir por su “demago-
gia”. A diferencia del populismo clásico, los nuevos partidos no necesariamente asumieron una
posición contraria al liberalismo en el campo económico2 .

La evolución boliviana contemporánea


La década de 1980 en Bolivia estuvo marcada por tres grandes procesos: la transición a la
democracia, la crisis socioeconómica con la rápida respuesta liberal a ese deterioro, y la valora-
ción de la diversidad de culturas. Las evoluciones señaladas, comunes a varios países de la
región, establecen bases sobre las cuales se construye una sociedad alejada de la diseñada por
la Revolución de 1952. En estos cambios de sensibilidad, destaca en primer lugar que el modelo
de una democracia autoritaria, poco atenta al respeto de la discrepancia, impuesta por el MNR,
cayó en desuso al igual que las intervenciones directas del ejército en la vida política. Los actores
asumieron la democracia representativa como el sistema adecuado para gobernar, perfecciona-
ron el respeto del voto y dieron una importancia fundamental a los pactos partidarios para asegu-
rar la gobernabilidad3 . En esta transformación influyeron decisivamente el rechazo a los gobier-
nos militares en todo el espectro político después de la corrupta y violenta gestión del general Luis
García Meza (1980 – 1981), el descrédito del maximalismo de las corrientes radicales de izquier-
da hostiles al “formalismo” parlamentario y un optimismo democrático internacional, favorable a
los regímenes representativos después de la caída del sistema soviético4 .

Luego, la confianza pasó del Estado planificador y centro de la racionalidad a los mecanismos del
mercado, por las dificultades internacionales del enfoque keynesiano y la aguda recesión en el
país durante el primer gobierno democrático, encabezado por Hernán Siles. El liberalismo aplica-
do desde 1985 favoreció al sector privado y retiró al Estado de las actividades productivas para
confiarle un papel normador y regulador. La nueva estructura económica reflejó el peso creciente
de la inversión privada nacional e internacional, a la vez que el surgimiento de sectores dinámicos
alrededor de los hidrocarburos en el sudeste y la agro-industria en el oriente de Bolivia. Paralela-
mente, las actividades tradicionales del occidente cayeron: se cerraron las minas, muchas indus-
trias no lograron competir en espacios abiertos y la agricultura de pequeña explotación mantuvo
técnicas poco competitivas. En claro, la crisis y el ajuste posterior golpearon severamente al
oeste del país, cuna de la industrialización boliviana.

Por último, la nación de ciudadanos, propuesta por la Revolución de 1952, cedió terreno ante una
concepción multicultural del país. El respeto a la diferencia, a las tradiciones, al carácter holista de
las culturas, adquirió un valor positivo. Por lo menos en la retórica, se abandonó el intento de

1
Alain Touraine, La parole et le sang. París: Jacob, 1988, p. 397-475.
2
Paul Cammack, “The Resurgence of Populism in Latin America” (artículo elaborado para el Bulletin of Latin American
Research).
3
René A. Mayorga, “Tendencias y problemas de la consolidación de la democracia en Bolivia” en Síntesis (14), mayo-
agosto de 1991, p. 155-170.
4
Guy Hermet, Les désenchantements de la liberté. París: Fayard, 1993, 366 p.

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integrar ciudadanos dotados de una cultura común, fundada en el castellano, la modernización, el


nacionalismo e, implícitamente, el individualismo, en un cuerpo social de naturaleza básicamente
política. El debilitamiento de las ideologías obreras y clasistas, el escepticismo ante las promesas
de desarrollo capitalista o comunista legado por la crisis y el éxito de las tesis culturalistas en las
ciencias sociales, pesaron sobre este proceso. Estos tres ejes del consenso boliviano5 , fuertes
durante casi dos décadas, construyen el escenario en el cual los movimientos políticos se desen-
vuelven. En este cuadro general, puede entenderse el surgimiento de CONDEPA y de UCS.

Presentación de CONDEPA y de UCS


Antes de abordar las secciones específicamente destinadas a la explicación, se necesita exponer
las condiciones inmediatas del nacimiento de los dos partidos y sus resultados electorales (véase
cuadro 1). CONDEPA se fundó en 1988 para intervenir en los comicios generales del año siguien-
te, postulando como candidato a la Presidencia a Carlos Palenque Avilés (1944-1997). El novel
dirigente inició su carrera profesional como músico folklórico antes de incursionar como animador
de programas en la radio (1968) y en la televisión (1973, cuando Canal 7, de propiedad estatal,
era el único que emitía señal) abiertos a una importante participación del público, en especial de
sectores populares. Su experiencia política anterior se reducía a una infortunada postulación par-
lamentaria con el MNR (1980), situado ya en la vertiente derecha del escenario político6 .

Cuadro 1 Evolución electoral de CONDEPA y de UCS 1989 – 2002

5
El “consenso” no implica la ausencia de voces disonantes en ninguno de los tres campos, en especial en el económico.
Además, en los primeros años del siglo XXI, ese consenso se ha debilitado ante exigencias que salen del orden consti-
tucional (pedidos para las renuncias de Banzer y de Sánchez de Lozada, prácticas de deliberación en las fuerzas de
seguridad) y las denuncias del sistema liberal.
6
Años después, Palenque minimizó el hecho: “El MNR tenía muchos aliados, yo era parte de esos aliados. Acepté y no
discutí siquiera en qué puesto me iban a poner en la lista de diputados. Participé en las elecciones aunque sin mayor
convicción, no hicimos casi nada de campaña”. Entrevista con Rafael Archondo, La Razón, suplemento Ventana, domin-
go 14 de mayo de 1995.

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La génesis de CONDEPA se encuentra por lo tanto fuera de las actividades políticas. A mediados
de 1988, el gobierno de Víctor Paz Estenssoro clausuró Radio Televisión Popular (RTP), acusando
a su propietario y principal animador, Palenque, de apología del delito por entrevistar a un
narcotraficante prófugo. La medida provocó fuertes resistencias en grupos desfavorecidos, soli-
darios con Palenque.

En efecto, “La Tribuna libre del pueblo”, principal programa de Palenque, lo convirtió en una figura
familiar para los estratos menos beneficiados de las ciudades de La Paz y El Alto: recientes
migrantes rurales, amas de casa, pequeños comerciantes, vendedoras de mercado y trabajado-
res de estatus frágil. En la emisión, estableció con ellos un contacto permanente, en tonos infor-
males, íntimos, alrededor de la exposición, por parte de los mismos oyentes y televidentes, de
sus inquietudes diarias, problemas familiares o vecinales, pedidos de ayuda puntual, denuncias de
abusos o de irregularidades7. Las actividades cotidianas, centrales para los sectores expuestos a
la precariedad, poco o mal representados por instituciones y partidos, formaron el núcleo de la
propuesta de RTP. Palenque acompañó su discurso de solidaridad con un trabajo social modesto,
pero real (entrega de lentes, de ataúdes, de auxilio a damnificados de desastres naturales, etc.).
Lo contrapuso a las deficiencias de las agencias estatales, limitadas aun para ofrecer las obras y
los servicios sociales de base en una coyuntura donde la consigna era la austeridad fiscal. Progre-
sivamente, estrechos y emotivos lazos se desarrollaron entre las clases populares de La Paz - El
Alto y Palenque, percibido como protector de los desposeídos, adversario de la corrupción y de la
desigualdad8 .

El respaldo a Palenque cuando se cerró RTP confirmó la intensidad de los vínculos. Si las
movilizaciones no consiguieron la reapertura del canal de televisión (lograda luego gracias a una
decisión judicial), desencadenaron un efecto imprevisto. Se combinaron con el acercamiento a
Palenque de hombres políticos “provenientes desde casi todos los partidos existentes en ese
momento y formados en las más diversas ideologías”9 aunque con un predominio de gente de
izquierda10 . Ambos elementos convencieron al periodista de lanzar su movimiento político:
CONDEPA, y preparar su candidatura a la Presidencia de la República.

CONDEPA elaboró una plataforma que retomó la herencia del nacionalismo-revolucionario11 , recalcó
el valor de las culturas populares y atacó de frente al modelo económico liberal, acusado de ser
“neocolonial, antinacional, dependiente y oligárquico”. Le opuso un modelo “endógeno” que no enca-
ró extender las funciones productivas del Estado, pero propuso un repliegue proteccionista para
lograr la autosuficiencia del país en los productos básicos. Sin embargo, en sus campañas, Palen-
que recurrió poco a este plan. Colocó el proselitismo bajo el signo de su trayectoria, asociada a los
grupos excluidos: antes que en promesas gubernamentales, insistió en su pasado personal12 . Tal

7
Rafael Archondo, Compadres al micrófono. La Paz: Hisbol, 1991, 254 p.
8
Hugo San Martín, El palenquismo. La Paz: Amigos del libro, 1991, p. 154-162.
9
Ramiro Asturizaga, Antonio Bilbao la Vieja, Ernesto Pérez, “¿Qué es CONDEPA?” en CIDES-PNUD, Gobernabilidad y
partidos políticos. La Paz: CIDES-PNUD, 1997, p. 78.
10
La bancada parlamentaria de CONDEPA en 1989 incluía a ex–militantes de la izquierda radical (Grupo octubre y PCB),
del MBL y del MNR. Descontado el entorno de Palenque, casi ningún diputado hizo sus primeras armas en CONDEPA.
Corte Nacional Electoral, Estadísticas electorales 1985-1995. La Paz: Corte Nacional Electoral, 1997, p. 69.
11
Carlos Palenque (entrevista a) en Carlos Mesa, De cerca. La Paz: BBA, ILDIS, PAT, 1994, p. 426.
12
Joaquín Saravia, Godofredo Sandóval, Jach’a Uru. La Paz: CEP-ILDIS, 1991, p. 174.

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táctica fue adoptada por CONDEPA en otros escrutinios, incluso cuando Palenque no representó al
partido, como en algunos comicios municipales13 . Por lo tanto, desde el inicio, CONDEPA se cons-
truyó en torno a la personalidad, las acciones, el verbo de Palenque.

En la presidencial de 1989, ganada por Gonzalo Sánchez de Lozada del MNR, CONDEPA dio una
sorpresa, ocupó el cuarto lugar (11% de los sufragios), triunfó en el departamento de La Paz,
demográficamente el más importante del país. Fuera de esta región, contó una presencia ínfima.
Inició así una ascendente carrera, apoyándose en el voto de los grupos más pobres. Como ningún
candidato alcanzó la mayoría absoluta de votos, correspondió al Congreso designar al Presidente
de la República entre los tres primeros. CONDEPA evitó comprometerse con alguno de los aspi-
rantes, aunque quedó clara su voluntad de impedir que Sánchez de Lozada mantenga a su forma-
ción en el gobierno, al ser considerado responsable del cierre de RTP y el emblema del neolibera-
lismo. En ese sentido, apoyó un entendimiento entre el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria
(MIR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN), creadores del Acuerdo Patriótico (AP) bajo la
presidencia de Jaime Paz Z. (1989 – 1993). CONDEPA mostró una simpatía inicial que desapare-
ció hasta convertirse en una franca oposición.

Entre las presidenciales de 1989-1993, CONDEPA terció en las dos consultas municipales realiza-
das. En la de 1989 logró el tercer lugar (17% de los votos), consiguiendo una inobjetable victoria
en El Alto, su bastión más firme, y en la ciudad de La Paz, donde Palenque triunfó pero sin lograr
que el Concejo Municipal lo nombre alcalde. En el escrutinio de 1991, menos auspicioso (11.6%
de los votos, cuarto puesto), el partido guardó su armazón clásico: mayoría en El Alto y victoria
menos categórica en La Paz. CONDEPA no pudo extender de manera significativa su audiencia
fuera de La Paz, salvo el departamento de Oruro, vecino de La Paz, y golpeado por la crisis
minera.

En la presidencial de 1993, Palenque se ubicó tercero, aumentó su caudal de apoyo (13.5%), se


consolidó en su reducto paceño pese a ser ligeramente aventajado por el MNR, e ingresó en otros
departamentos, aunque dentro de un techo aún bajo, pues quedó por debajo de 5% en seis de los
nueve departamentos. CONDEPA parecía destinado a integrar la nueva administración de gobier-
no encabezada por Sánchez de Lozada, quien realizó en la oportunidad una campaña con un
fuerte contenido social. El fracaso de las conversaciones lo mantuvo en la oposición, que adquirió
rasgos enérgicos, en particular contra el proceso de capitalización de las principales empresas
públicas. Palenque era considerado como el principal opositor al MNR, en especial en los estratos
populares, lo que aseguraba la vigencia de su liderazgo.

Las municipales posteriores dejaron un balance similar al observado antes. En el escrutinio local
de 1993, consiguió su máximo nivel histórico: 18.4% de los sufragios y el segundo puesto. En
1995, CONDEPA retrocedió al tercer lugar en Bolivia (14.7%), aunque logró sendas victorias en La
Paz y El Alto (sobre la evolución cíclica de CONDEPA en las elecciones municipales, véase la última
sección). El año 1996 estuvo marcado por la disputa entre Palenque y su esposa, Mónica Medina,
alcaldesa de La Paz entre 1993 y 1995. Si bien las causas exactas de la ruptura se desconocen,
Medina se alejó del partido luego de la exclusión de líderes críticos con Palenque, como el secre-

13
Cf. Eduardo Paz (intervención de) en ILDIS-PAT, Balance de las elecciones municipales. La Paz: ILDIS-PAT, 1992, p. 106-
107.

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tario ejecutivo Ricardo Paz, y colaboró en un “movimiento generacional”, proyecto que reagrupa-
ba a jóvenes munícipes, pero que no se consolidó. Medina quedó al margen de la presidencial de
1997, para la cual se preparaba Palenque.

Sin embargo, a pocos meses del comicio presidencial de 1997, víctima de un ataque cardiaco,
falleció el fundador de CONDEPA, creando una verdadera conmoción popular en El Alto y La Paz.
Remedios Loza, compañera constante en la “Tribuna Libre del Pueblo”, representó a la formación.
Con 16% de los votos, logró el más alto nivel de CONDEPA en una presidencial y el tercer puesto,
a menos de 6 puntos del vencedor. La dispersión del sufragio entre los cinco primeros partidos y
la fragmentación en el Parlamento, incitó al vencedor, Banzer, a buscar alianzas. CONDEPA se
sumó a la coalición, teniendo así su primera y única participación en la dirección del gobierno
nacional con un par de ministerios. Esta experiencia terminó abruptamente después de un año,
cuando el presidente Banzer prescindió de los ministros de CONDEPA, juzgando que su aporte era
insuficiente y que los constantes conflictos internos del partido perjudicaban al gobierno.

En efecto, la rivalidad entre Loza y Verónica Palenque, hija del fundador de CONDEPA, motivada
por espacios de poder, llevó finalmente a la ruptura partidaria y a un evidente deterioro de la
credibilidad de la organización. La disputa por la sigla partidaria agravó los conflictos. El primer
signo del declive se produjo en la municipal de 1999, cuando CONDEPA fue relegada a los lugares
secundarios (4.2%) y perdió en sus bastiones de La Paz y El Alto, donde se presentó Loza. Con
una estructura en desbandada, con irresueltas disputas legales sobre la sigla, sin dirigentes
confiables, CONDEPA llegó fragilizada a la presidencial de 2002. Tarde y con una baja inversión de
recursos, armó una candidatura con el empresario independiente Nicolás Valdivia, pero que en
ningún momento influyó sobre la campaña. El 0.3% de votos recibidos le valió el último lugar y la
pérdida de su personería jurídica.

El destino de CONDEPA se alejó del de UCS, con el que se inició casi simultáneamente, cuando en
1988 Max Fernández (1943 – 1995) formó su partido que convocó masivas concentraciones en
distintos puntos del país. El dirigente, de origen humilde, trabajó inicialmente en una compañía
petrolera y se dedicó luego al comercio de la cerveza, donde acumuló una fortuna que le permitió
adquirir una posición dominante dentro de la Cervecería Boliviana Nacional, una de las mayores
empresas de Bolivia.

Desde esa sólida base empresarial, incursionó en el terreno de la ayuda social. Multiplicó las
obras de utilidad colectiva: colaboró en el mejoramiento de la infraestructura urbana, de los
equipamientos básicos con construcción de escuelas, de canchas deportivas, alumbrado público,
mejoramiento de calles, etc. A tiempo de fortalecer los mercados de la Cervecería, ganó la simpa-
tía de varios estratos sociales, en particular desfavorecidos, los más beneficiados con sus ac-
tos14 . Sus obras cobraban realce al contrastar con las dificultades del Estado para satisfacer
estas demandas.

En un siguiente paso, Fernández penetró en el campo político donde tropezó con múltiples proble-
mas. En efecto, no consiguió el reconocimiento legal para su formación y rompió una alianza con
Falange que le ofreció la candidatura presidencial: al final, quedó al margen de la presidencial de
1989. Recién en la municipal de ese año, Fernández logró intervenir con su propio partido, la UCS.
14
Fernando Mayorga, Max Fernández. La Paz: ILDIS-UMSS, 1991, 130 p.

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El comienzo resultó auspicioso pues el partido se situó en el cuarto puesto con 14.9%, consiguió
el control de alcaldías importantes gracias a una votación de alcance nacional, que lo convirtió en
un interlocutor cortejado tanto por el gobierno como por la oposición. Llegó a compromisos con
ambos, pero se acercó más al opositor MNR. Los comicios municipales de 1991 marcaron un
avance de UCS, cuyos candidatos reunieron 21.2% de los sufragios, el tope electoral de la forma-
ción. El entendimiento con el MNR le permitió ocupar las alcaldías en numerosas ciudades.

Con ese antecedente, Fernández participó en su única elección presidencial. La campaña ilustró
su estilo político: escaso interés en los debates ideológicos, las controversias partidarias, en la
elaboración de una doctrina o de un programa de gobierno, suplidos por una referencia al carácter
cívico de UCS y a las obras de su líder, presentadas como una muestra del compromiso de
Fernández con los grupos populares y como un anticipo de la administración empresarial con
sentido social, que deseaba para el Estado. Su estrategia de campaña le permitió criticar a los
políticos por dedicarse a confrontaciones estériles sin cumplir con trabajos necesarios para el
bienestar de la población. Si los resultados decepcionaron al candidato de la UCS, cuarto con
13.1% de los votos, las negociaciones lo beneficiaron pues firmó el “pacto de la gobernabilidad”
con el vencedor del escrutinio, el MNR. La alianza tomó un cariz áspero, se produjeron frecuentes
roces que llegaron incluso a rupturas, siempre subsanadas, y a la división de la bancada parlamen-
taria de la UCS. Pese a ello, el partido concluyó la gestión de Sánchez de Lozada en calidad de
aliado.

La municipal de 1993 reveló las fragilidades del partido: sin candidatos fuertes, perjudicado por
sus deficientes administraciones edilicias y con una baja inversión en la campaña –después del
esfuerzo en la presidencial-, la formación descendió al quinto puesto (7.8%). Cuando preparaba
las municipales de 1995, después de un acto proselitista, Fernández murió en un accidente aéreo
en Potosí. Su hijo, Johnny Fernández (1963), asumió el liderazgo partidario, confortado por su
victoria en la elección municipal de 1995 en la ciudad de Santa Cruz, la segunda más poblada del
país. A este inesperado logro, se añadió un repunte de la UCS en el país, donde consiguió el tercer
puesto (16.5%). Como J. Fernández no podía postular a la Presidencia por razones de edad, en
1997 la agrupación presentó como candidato al empresario cruceño independiente Ivo Kuljis
quien, en despecho del quinto lugar, subió el caudal de UCS con respecto al anterior comicio
general (15.1%). Con estas credenciales, Fernández negoció con Banzer su ingreso a la nueva
coalición gobernante: su perfil discreto durante la anterior administración y la importancia de su
bancada parlamentaria facilitaron la transición.

Como en el caso de CONDEPA, el quinquenio 1997 – 2002 desgastó a UCS. En la municipal de


1999, aún preservó un espacio político (11.1% y cuarto sitio) gracias a la ajustada reelección de
su líder J. Fernández en la ciudad de Santa Cruz. A partir de ese momento, se acumularon las
dificultades: por un lado, el trabajo de J. Fernández encontró detractores cada vez más aguerridos,
su popularidad se erosionó y al final dejó la Alcaldía para preservar su imagen pensando en el
escrutinio presidencial de 2002; por otro lado, los problemas económicos de la familia Fernández
se agravaron: debieron vender sus acciones de la Cervecería y enfrentar dificultades fiscales
crecientes. Esos antecedentes mermaron la candidatura de Fernández, relegado al sexto puesto
(5.1%), perdió gravitación política y debió conformarse con ser un aliado menor de la segunda
presidencia de Sánchez de Lozada.

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CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

II CONDEPA Y UCS: UNA NUEVA GENERACIÓN DE PARTIDOS

La sección precedente cumplió una tarea básicamente descriptiva. Ahora se requiere explicar las
condiciones que favorecieron el desarrollo de CONDEPA y de UCS, superadas las razones inme-
diatas de su nacimiento. Ambos partidos integran, sin duda, una generación común, unida por
rasgos similares. Desde esta óptica, representan la tercera generación de partidos bolivianos en
el siglo XX.

La primera surgió luego de la derrota en la guerra del Chaco (1932-1935). Buscó responder
desde perspectivas distintas, marxista o nacionalista, a la crisis de la sociedad liberal que probó
sus límites en el conflicto bélico y no satisfizo el deseo renovador que ahí se incubó. Los nuevos
partidos (MNR, FSB, PIR, POR, además de otros menores) dominaron el escenario desde la déca-
da de 1940, desplazando a aquellos ligados al liberalismo. Los partidos de inspiración marxista
perdieron vigor ante el impulso de la segunda generación, formada durante la década de 1970 en
un clima político épico y polarizado, donde las alternativas revolucionarias se rodearon de un halo
de legitimidad. Asimismo, los noveles partidos procuraron adaptarse a la modernización impulsa-
da por la Revolución de 1952 y determinar el curso de la sociedad post-revolucionaria. El MIR, el
PS-1, ADN y las corrientes kataristas integraron esa generación.

El surgimiento de la tercera generación, conformada por CONDEPA y UCS, debe ser expuesta con
detalle. Ambas agrupaciones comparten distintivos claves pues nacen para responder a ciertos
rasgos de la evolución boliviana de los años 1980-1990, en especial el enraizamiento de la demo-
cracia, las políticas para enfrentar la crisis socioeconómica y el ordenamiento de la sociedad
luego del ajuste económico estructural.

El desarrollo de los partidos debe ser comprendido bajo una doble luz teórica. Primero, las formacio-
nes nacen alrededor de líneas de conflicto, de fracturas profundas: problemas importantes para una
sociedad tienden a crear movimientos políticos que intentan responder a esas preocupaciones. Más
adelante, se observa cómo CONDEPA y UCS procuraron responder a las inquietudes y dificultades
de los electores populares provocadas por la recesión y las políticas económicas liberales. Luego,
para permitir el éxito de los nuevos partidos, un problema tiene que haber quedado descuidado,
ignorado, minimizado o irresuelto por las formaciones ya presentes, “incapaces de adaptar su ima-
gen, en particular por la persistencia de las representaciones, a las exigencias de categorías de
electores afectados por el cambio social y deseosas de constituir sus reivindicaciones en temas de
debate político inmediato”15 . CONDEPA y UCS se dirigieron justamente a las categorías sociales
ligadas a la economía informal, a las cuales no llegaron las formaciones gubernamentales que privi-
legiaron los estratos más acomodados ni las de izquierda, que insistían en representaciones más
tradicionales de la clase trabajadora, alrededor de los obreros y los sindicatos.

Habitualmente, las generaciones partidarias comportan dos o más alas, alternativas distintas, si
no opuestas, para el mismo problema, que se añaden a los partidos existentes. En cambio, los
partidos de la tercera generación sostienen tesis próximas. Las propuestas de otro corte vinieron
de las formaciones antiguas que tuvieron la energía suficiente para cambiar su retórica y acción
para encarar los nuevos desafíos: plantearon un viraje liberal en economía y una descentralización

15
Jacques Lagroye, “Vote et configuration des marchés politiques” en Daniel Gaxie, Explication du vote. París: PFNSP,
1989, p. 330.

75
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

del poder en política. Reivindicaron los cambios como medios para modernizar el país e insertarlo
en una economía mundial en mutación. Finalmente, señalaron que sus preferencias eran guiadas
por la racionalidad técnica y la búsqueda de la eficiencia.

CONDEPA como UCS desearon otra orientación para el país. A diferencia de las agrupaciones
tradicionales de izquierda que rechazaron los nuevos fundamentos por su ruptura con el predomi-
nio estatal, ni Palenque ni Fernández hicieron del estatismo una de sus banderas, en cambio,
acusaron al neoliberalismo de olvidar a numerosos sectores populares, en el plano económico,
social e incluso cultural.

Ahora se revisarán los rasgos característicos de la nueva generación partidaria. CONDEPA y UCS
aceptaron, desde el inicio, el marco democrático y la competencia electoral mientras las genera-
ciones partidarias pretendieron cambiar la sociedad sin necesariamente someterse al voto, hasta
mal visto frente a las virtudes revolucionarias o las facilidades del golpe de Estado. Tal preferencia
dio, sin duda, la medida de la consolidación del régimen representativo, a la cual ayudaron las
formaciones vistas16 , gracias a una leal participación en el juego democrático, más allá de las
críticas al juego partidario y al funcionamiento de las instituciones: contribuyeron a que las clases
desaventajadas busquen y defiendan sus intereses dentro de las instituciones democráticas, per-
mitiendo que los conflictos de grupos sociales se procesen de una forma gobernada y limitada por
reglas17 . En segundo lugar, distintivo clave, los partidos prosperaron sobre la falla geográfica de
la marginalidad y la pérdida de confianza en la modernidad, provocadas por la crisis socioeconómica
de los años 1980. Aunque estrechamente ligados, ambos elementos deben ser considerados por
separado.

Por un lado, la recesión llegó a su paroxismo bajo el primer gobierno democrático (1982-1985),
asediado por la inflación, las huelgas y el descenso de la producción con su corolario: la baja del
nivel de vida. Las medidas económicas neoliberales contuvieron este deterioro, lograron restable-
cer condiciones para el crecimiento, pero se acentuaron los fenómenos de exclusión o cuando
menos de integración social problemática como ocurrió en otros lugares que siguieron esas polí-
ticas. El agravamiento de la desigualdad social resultó una de las consecuencias comunes de la
crisis económica en el Tercer Mundo18 . En Bolivia, un amplio sector informal se extendió en las
fronteras de la economía moderna, mientras una masiva migración rural enfrentaba un acceso
laboral complicado y condiciones de vida duras, para las cuales las actividades de los poderes
públicos aparecían insuficientes. Estos nuevos sectores, principalmente urbanos, tampoco se
encontraron representados por organizaciones populares como los sindicatos, cuya acción giraba
en torno a grupos estructurados, cada vez más minoritarios, ni por los partidos que al comienzo
reconocieron poco su especificidad.

La precariedad descrita generaba necesidades materiales y un deseo de participación plena en la


sociedad. Con enfoques parcialmente distintos, la UCS y CONDEPA ofrecieron paliativos puntuales
para estas dificultades. Si M. Fernández se dedicó a construcciones de utilidad pública, Palenque
mostró su cotidiana solidaridad con los excluidos. Asimismo, los dos líderes apuntaron a represen-

16
Fernando Mayorga, Neopopulismo y democracia. La Paz: Plural – UMSS, 2002, p. 311 – 312.
17
Cf. Adam Przeworski, Torcuato di Tella, José María Maravall, Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter, Alfredo Stepan y
otros, Democracia sustentable. Buenos Aires: Paidós, 1998, p. 86.
18
Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX. Buenos Aires: Crítica, 1997.

76
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

tar a los sectores sociales descuidados por el sistema político. Hicieron hincapié en los comer-
ciantes minoristas, los artesanos, los trabajadores informales, las empleadas domésticas o los
transportistas. Se proclamaron portavoces de grupos populares que aumentaron su peso en la
economía y la sociedad en los años 1980. Como partidos de distinto signo en otras regiones del
mundo, canalizaron la frustración de los “vencidos de la modernización”, excluidos de la recompo-
sición social del país, disminuidos ante la importancia creciente de la competencia técnica, des-
orientados por la atomización de las antiguas estructuras19 .

Por otro lado, la crisis desencantó las ambiciones modernizadoras, las promesas de progreso en
las cuales insistieron la Revolución de 1952 y los gobiernos militares. Los actores políticos, con
independencia de su orientación, presentaron el desarrollo y la diversificación económica como el
camino para elevar el nivel de vida de los bolivianos. Compartieron la idea del progreso como
motor y meta de la Historia20. Esta visión encontró cierta correspondencia con el avance del país
durante el par de décadas que antecedieron el derrumbe económico de comienzos de 1980.

Indudablemente, el progreso permanece como un valor de consenso en Bolivia. Sin embargo, en


sus formas tradicionales (industrialización, planificación del Estado, extensión del proletariado,
etc.) perdió impulso. Adquirió nuevos contenidos, basados en la integración económica mundial,
exigente en calificaciones, capacidad de actualización, dominio de nuevas tecnologías, apertura
de fronteras y competitividad. Las clases medias y altas encontraron estimulante un desafío que
las situaba en el centro de las nuevas sociedades, tanto en el plano económico y social como en
el de las representaciones21 . En cambio, el acceso al progreso y a la modernidad se contrajo de
forma severa para muchos grupos, populares en particular. Los empleos industriales que ayer
significaban una participación en la parte más avanzada y valorada de la economía, perdieron su
aura y se volvieron poco frecuentes. En tanto, la inserción en el sector informal, pese al intento de
teóricos como Hernando de Soto por observar en él un semillero de las virtudes exigidas en una
economía liberal y por lo tanto buscar apoyarlo antes que integrarlo22 , difícilmente puede ser
considerada por los interesados como una feliz integración en la modernidad.

Consecuencia de las decepciones, se afirmó un voto que señaló una pérdida de fe en los valores
del nuevo desarrollo, que implican una apuesta optimista: la certeza que los costos de hoy tendrán
mañana una generosa recompensa. Este cálculo, presente en los simpatizantes de las políticas
liberales, disminuye entre quienes se inclinan por CONDEPA y UCS, constantes pesimistas sobre
el estado del país: en 1989, 69.4% de los votantes de CONDEPA juzgaban que el país andaba mal,
nivel sólo superado por los potenciales votantes de la IU23 ; en 1993, 36% consideraba buena la
situación del país, pero de los simpatizantes de CONDEPA y de UCS sólo 22% y 35% compartían
esa opinión24 ; en 1997, por un tercio que estimaba que las cosas andaban bien en Bolivia, el

19
Piero Ignazi, “Les extrêmes droites en Europe” en Pascal Perrineau, Colette Ysmal, Le vote des douze. París: PFNSP, Le
Figaro, 1995, p. 129-147.
20
H.C.F. Mansilla, Autonomía e imitación en el desarrollo. La Paz: CEBEM, 1994, 272 p.
21
H. C. F. Mansilla, “La posición de las élites” en Eliana Castedo, H. C. F. Mansilla, La aldea global. Madrid: Iberoamericana,
2000, p. 159 – 190.
22
Didier Fassin, “Marginalidad y marginados. La construction de la pauvreté urbaine en Amérique Latine” en Serge Paugam
(dir), L’exclusion. París: La Découverte, 1992, p. 267.
23
Hugo San Martín, El palenquismo, ob. cit., p. 155.
24
Consultores 21, El escenario político y electoral de Bolivia (inédito), p. 11.

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SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

porcentaje caía a 22.9% entre los partidarios de CONDEPA y a 31.3% para los de UCS, quienes
además eran menos optimistas sobre el futuro nacional o la situación de su familia25. Otras en-
cuestas demostraron que se trata de un electorado indiferente hacia la política, las campañas
electorales e insatisfecho con el funcionamiento de la democracia.

Estas franjas del cuerpo electoral, desconfiadas ante la invocación al sacrificio, prefieren parti-
dos que den ayudas tangibles e inmediatas a sus necesidades urgentes y expresen su protesta
contra el funcionamiento del país. Centran su expectativa en la ejecución de obras, en el testi-
monio cotidiano del interés por su suerte, en el contacto con un líder que muestra una empatía
antes que en la formulación de ideologías o de propuestas tecnocráticas26. CONDEPA y UCS se
mantuvieron alejados de los debates políticos clásicos, aunque el primero ofreció una propuesta
próxima al nacionalismo-revolucionario y estableció su propia genealogía ideológica, que con-
templaba “el integracionismo bolivariano y crucista, el proteccionismo belcista, el nacionalismo
revolucionario y Carlos Montenegro, el katarismo reivindicador y el proyecto nacional–popular
esbozado por Almaraz y Zavaleta”27. En la práctica, esas discusiones sólo interesaban a los
núcleos intelectuales que se adhirieron al proyecto de Palenque, dejando indiferentes a sus
propios cuadros y votantes.

Ambas agrupaciones se desinteresaron de los proyectos globales de cambios y se distanciaron


de la segunda generación, anclada en el eje izquierda-derecha, por su escepticismo en la capaci-
dad industrial, la universalidad de las capacidades técnicas o el sentido de la Historia. No ofrecie-
ron promesas teleológicas, proyectos dominados por la razón científica o estrategias económicas
“viables”, pero se adaptaron a un voto que pedía soluciones simples para encarar una sociedad
crecientemente compleja.

Las dudas sobre las virtudes de la modernización impulsada desde el Estado constituyeron sólo
una faceta de los cambios introducidos por la crisis. Esta también privó a la economía de una
parte de su papel integrador, de definidora de las identidades individuales y colectivas, de puerta
de ascenso social que cumplió en los años de prosperidad. Contribuyó a desvalorizar su influencia
en favor de temas centrados alrededor de la cultura, incluso la religión, que adquirieron un renova-
do sentido para los sectores situados en los márgenes del mercado moderno. Aunque conviene
no sobre-estimar el fenómeno, las capas enfrentadas a prejuicios sociales, deficiente integración
económica e insatisfechas con las élites que no les aseguraron mejores condiciones de vida, se
volcaron hacia manifestaciones expresivas. Como se mencionó, el conjunto de la clase política se
impregnó de una sensibilidad multicultural atenta a la recuperación de la cultura popular, pero
CONDEPA fue uno de los partidos que llevó más lejos esta reivindicación. Simbólicamente, este
líder llevó en 1989 a R. Loza como candidata a la primera diputación por La Paz, convirtiéndola en
la primera parlamentaria de “pollera”. Las consideraciones económicas strictu sensu pesan poco
en el sufragio en favor de CONDEPA o de UCS frente a una protesta global que es quizá menos una
condena de la sociedad que el deseo de integrarla de manera más satisfactoria.

25
Control, Encuesta de agosto de 1997 (inédito), p. 10.
26
Según una encuesta, la cualidad más importante de un candidato a la Alcaldía, aparte del mayoritario “conocimiento de
las necesidades del pueblo”, sería la capacidad (para los simpatizantes del MNR y ADN), y “la ejecución de obras” para
los de CONDEPA y UCS. Control, Encuesta agosto 1999 (inédito), p. 51-52.
27
Eduardo Paz, “Acerca de endogenismo y populismo” en Hoy, 16 de noviembre de 1995.

78
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

RELACIONES CON EL SISTEMA PARTIDARIO

La llegada de una generación partidaria altera el funcionamiento habitual del juego y multiplica las
fricciones entre los actores establecidos y los que reclaman un lugar. Así, el nacimiento de la
primera forzó al reagrupamiento de las formaciones “tradicionales” en diversas fórmulas como la
Concordia y radicalizó el clima político hasta desembocar en la revolución de 1952. Más dramáti-
co resultó el parto de la segunda generación, en medio de una efervescencia revolucionaria que
provocó el golpe de Estado de Banzer y la persecución de los nacientes movimientos de izquier-
da. En cambio, el régimen democrático evitó conflictos de las dimensiones anteriores cuando
CONDEPA y UCS irrumpieron en el paisaje político.

La sección presenta los iniciales ásperos lazos entre CONDEPA, UCS y el sistema partidario, y
aborda luego las distintas propuestas contra la crisis socioeconómica, origen de ambos parti-
dos y punto de fractura con otras agrupaciones. Finalmente, se observa que, a pesar de sus
divergencias, las formaciones nuevas y antiguas encontraron modos de convivencia, incluso de
compartir el poder.

Los primeros pasos de CONDEPA y de UCS se recibieron con rechazo y subestimación por parte
de los políticos ya establecidos. En grados distintos, sus líderes, ajenos al sistema partidario,
fueron poco considerados, pese a las masivas movilizaciones que acompañaron la fundación de
sus partidos. No parecían en condiciones de enraizarse electoralmente ni de transformar su popu-
laridad en votos. Subestimación electoral ciertamente, pero también escepticismo sobre la capa-
cidad para dirigir el Estado: la reserva cobró particular evidencia con M. Fernández, objeto de
frecuentes críticas, incluso burlas, por su falta de soltura oratoria y la inestabilidad de sus posicio-
nes políticas. Al mismo tiempo, los dirigentes de las otras formaciones advirtieron el peligro que
CONDEPA y UCS representarían para el país en caso de ganar los comicios. El calificativo “popu-
listas”, con una carga peyorativa, asociada a la demagogia y la inconsistencia de los programas,
fue corrientemente empleado28, y a veces dio lugar al pedido de alianzas entre partidos
“modernizadores”. Sin embargo, Palenque y sus seguidores no temieron reivindicar el término29.
Se denunció en ambos partidos un riesgo para la línea liberal, considerada modernizadora de las
estructuras sociales, económicas y políticas de Bolivia.

CONDEPA y UCS no mostraron interés en defenderse conjuntamente: su rivalidad constituyó una


constante en sus relaciones, en particular mientras Palenque y M. Fernández vivían. Sin embargo,
descalificaron los reproches de los partidos tradicionales (“partidocracia”) con argumentos próxi-
mos. Fernández fustigó a los “politiqueros” corruptos, enfrascados en oposiciones retóricas y sin
energía para cumplir con las exigencias de la población. En reacción, se presentó como un líder
decidido a aplicar una lógica empresarial y solidaria en los asuntos públicos. Por su parte, Palen-
que añadió la denuncia de la insensibilidad y la corrupción de los políticos, alejados de las viven-
cias cotidianas del pueblo, interesados únicamente en defender sus privilegios. Recalcó su volun-
tad para impulsar un cambio a partir del vigor popular, sano y moral.

28
Cf. Ronald Mac Lean (intervención en) ILDIS, Diversidad étnica y cultural. La Paz: ILDIS, 1992, p. 91-93.
29
“Los populistas son esos conductores, esos líderes que conocen muy de cerca a sus pueblos, interpretan sus necesida-
des, sienten por ellos, pero a la vez tienen una gran perspectiva y una gran visión de estadistas”. Carlos Palenque
(entrevista a) en Ricardo Sanjines, Sin límite. La Paz: Mundy color, 1996, p. 377.

79
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

El conflicto no se debió exclusivamente a las razones expuestas; también intervinieron las res-
puestas sugeridas para enfrentar la crisis socioeconómica, centro del debate de fin de siglo,
como la crisis de la sociedad liberal para la primera generación y el destino nacional luego de la
Revolución de 1952 para la segunda.

El estallido de la crisis a principios de los años 1980 sorprendió a las élites políticas, sobre todo a las
de izquierda, en función de gobierno desde 1982. Las recetas de redistribución, las políticas de sala-
rios y precios y el intervencionismo estatal quedaron superados por la espiral inflacionaria. La profunda
recesión durante el gobierno de la UDP destrozó las tesis de la izquierda y facilitó la adopción de otras
guiadas por un juego más libre del mercado. Las reformas impulsadas desde la derecha forzaron a un
realineamiento político general: al menos tres posturas ante los cambios pueden distinguirse.

La primera, defendida por las corrientes radicales de izquierda, se estrelló contra la economía de
mercado y exigió como remedio para la crisis que se restituya al Estado un papel protagónico,
incluso mediante nuevas nacionalizaciones. Este enfoque resguardó varios de los principios socia-
listas pero fue enriquecido con un descubrimiento de las especificidades culturales de las “nacio-
nes originarias”, que incluso se impusieron al análisis marxista de la lucha de clases. Esta sensibi-
lidad, marginal durante muchas elecciones, reverdeció con el éxito del Movimiento Al Socialismo
(MAS) en la presidencial de 2002.

Entretanto, los autores de los cambios económicos innovaron su oferta: retiraron del área produc-
tiva al Estado para asignarle la tarea de normar y regular el mercado, considerado el mejor
asignador de recursos y promotor de un desarrollo sólido. A la vez, impusieron un estilo que
insistió en la responsabilidad y la eficiencia en el manejo del Estado30. En ese sentido, subrayaron
que sus planteamientos eran “técnicos”, vale decir “factibles, reales”31, alejados de preocupacio-
nes ideológicas32 . Reivindicaron en más de una oportunidad la austeridad como un signo de
seriedad en una sociedad impactada por el descontrol económico de la fase de la UDP. No ignora-
ron los costos sociales de las medidas, pero los asumieron y prometieron darles un tratamiento
dentro de las posibilidades del nuevo modelo. Si bien postularon que el avance social provendría
del éxito de las políticas económicas, la insistencia en la lucha contra la pobreza fue adquiriendo
un lugar creciente en la agenda pública, tanto para responder a las exigencias de los grupos
populares como para combatir a los nuevos partidos.

CONDEPA y UCS, por el contrario, se distanciaron de la voluntad de formular soluciones técnicas


para la crisis o del debate sobre el papel del Estado. Poco estatistas, nacidos en el ocaso del
intervencionismo, pretendieron más bien encarnar la voz de la sociedad. A la frialdad de los pro-
yectos neoliberales, opusieron la solidaridad con los penalizados por el ajuste. Juzgaron con
dureza los efectos inequitativos de la nueva orientación, la condenaron moralmente, se apoyaron
en su labor cotidiana y permanente de atención a los problemas dejados o agravados por aquella:
transmitieron un mensaje de esperanza, el calor del afecto. Esta opción acentuó el carácter perso-
nalizado de los partidos de la tercera generación, la única que se formó abiertamente alrededor
de candidaturas de personalidades definidas de antemano. En las anteriores, la propuesta ideoló-
gica desempeñó un papel clave, en tanto que la apropiación del liderazgo, lenta o rápida, se
30
Términos de Jaime Paz Z. citados por Omar Chávez, Susana Peñaranda, El MIR. La Paz: Gráficas Latina, p. 473.
31
Jorge Quiroga (entrevista a) en Presencia, 5 de marzo de 1995.
32
Gonzalo Sánchez de Lozada (entrevista a) en Carlos Mesa, De cerca, op. cit., p. 198-216.

80
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

dirimió sólo a medida que los partidos se asentaban (la excepción es ADN, singular también por su
origen directamente ligado al ejercicio del gobierno de Banzer).

Las divergencias económicas perjudicaron las relaciones de CONDEPA y UCS con los conductores
de las reformas liberales pero la arquitectura constitucional del país generó una dinámica de
acercamiento que minimizó los enfrentamientos y ayudó a crear un sistema partidario modera-
do33. La elección del Presidente de la República por un Congreso elegido con un sistema propor-
cional (si ningún candidato logra la mayoría absoluta de votos, lo que ha sucedido en las últimas
siete elecciones presidenciales) y la de los alcaldes por Concejos municipales igualmente propor-
cionales, suponen la necesidad de formar coaliciones para gobernar. Luego de la experiencia de
la UDP que gobernó con su minoría parlamentaria, se procuró que los pactos gubernamentales
tengan un asiento parlamentario amplio y estable para aprobar las propuestas gubernamentales.

Si la resistencia electoral de CONDEPA y UCS obligó a los partidos que llevaron adelante el ajuste
estructural a aceptarlos, sin alegría, como actores de pleno derecho, la necesidad de asegurar la
gobernabilidad los incitó a buscar alianzas. CONDEPA y UCS tenían la fuerza suficiente como para
descartar su participación de las administraciones central o local. Desde la municipal de 1989, se
establecieron acuerdos entre ambos campos. El ingreso de la UCS al gobierno presidido por el
MNR en 1993 estableció el punto más alto de estos pactos, repetido en 1997 con la participación
de UCS y CONDEPA en la gestión de Banzer. La idea misma de los pactos adquirió atisbos de
legitimidad en los círculos políticos –no así ante los ojos de la sociedad- pero nunca perdió su
carácter instrumental: en la medida de lo posible, Sánchez de Lozada y Banzer confiaron a ambos
partidos ministerios de segunda línea, no pusieron reparos en quebrar las bancadas parlamenta-
rias de sus aliados para restarles poder de negociación y prescindieron de ellos cuando pudieron
–Banzer excluyó a CONDEPA de su coalición luego de un año de mandato.

Al paso de razón dado por los partidos que ejercieron el gobierno nacional, respondió el cambio
de actitud de CONDEPA y de UCS que descubrieron que su votación, aunque importante, no les
daba el triunfo. Esa correlación los forzó a aceptar las coaliciones de gobierno, nacional o local.
Sobre esta evolución, influyeron los aparatos partidarios de CONDEPA y UCS.

En contrapunto a las anteriores generaciones, la última no tuvo como núcleo fundador a jóvenes con
mínima trayectoria política previa. Más bien, agrupó a dirigentes que ascendieron hasta puestos
intermedios en los partidos existentes antes de buscar nuevos horizontes en las formaciones de
Palenque y M. Fernández, quienes a su vez buscaban cuadros para organizaciones que súbitamente
atrajeron un caudal elevado de votos. Como señaló con ironía Rafael Archondo, un tiempo militante
de CONDEPA: “Es curioso, sólo los resultados parecen convencerlos. Y es que ya no faltaba nada,
había votos a raudales, había cuotas de poder, había elogios y cenas por todos lados. Los intelectua-
les vencen los prejuicios, se lanzan masivamente a ocupar los espacios que habían desperdiciado
(...) Con apenas ocho días de militancia ya se convierten en dirigentes nacionales. Frente a los recién
llegados, el ex grupo Octubre aparece como el núcleo fundador”34. Sin duda, la presión de estos

33
René A. Mayorga, 2002. “La metamorfosis del sistema de partidos” en Opiniones y Análisis 60: 69 – 77.
34
Rafael Archondo, Compadres al micrófono, ob. cit., p. 223 – 224. Encima, CONDEPA y UCS sufrieron con muchos
candidatos que aceptaron o se ofrecieron postular con esa sigla y una vez en el Congreso o en el Concejo municipal se
declaraban “independientes”.

81
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

grupos directivos impulsó a CONDEPA y a UCS a buscar compromisos para acceder al gobierno35.
En 1993, ambos partidos negociaron con el MNR para conformar una coalición en la que finalmente
sólo participó UCS. En 1997, los dos integraron la amplia alianza liderizada por Banzer.

Desde esta perspectiva, el respaldo parlamentario a las distintas gestiones de gobierno ha tenido
una contrapartida importante, cuando no primordial, en la exigencia de cargos en la administra-
ción pública, con limitadas preocupaciones por intervenir en la definición de líneas programáticas36.
UCS tuvo frecuentes roces con la gestión del MNR entre 1993-1997 a raíz de los insuficientes
espacios de poder concedidos, pero no se preocupó por discutir los alcances de las reformas
previstas por Sánchez de Lozada. Esta débil identificación con las políticas públicas, el ejercicio
de poder en ministerios de escasa visibilidad pública y el pacto utilitario de formar la mayoría
parlamentaria a cambio de una presencia en la administración estatal facilitó el camino para que
UCS respalde sin rupturas a los gobiernos del MNR, luego de ADN y otra vez del MNR: se convirtió
así en una de las piezas maestras para permitir la constitución de alianzas de gobierno en los
últimos años37. En ministerios en general modestos, en 2003 UCS cumplió diez años de perma-
nencia ininterrumpida en la administración central, un récord de la democracia boliviana.

Sin desaparecer, la reivindicada diferencia con el comportamiento de los partidos “tradicionales”


o con el modelo económico liberal, cayó a un segundo plano. CONDEPA no abandonó su retórica
anti liberal pero UCS, que nunca se opuso a la iniciativa privada nacional o extranjera, a partir de
1997 no dudó en expresar su compromiso conceptual con el ajuste estructural, “generando la
capacidad de tener energías y capacidades normativas importantes para el potenciamiento del
mercado y de la iniciativa privada” 38 . CONDEPA y UCS, como otros partidos neopopulistas de la
región, tampoco disponían de márgenes de maniobra para modificar con profundidad las líneas
macroeconómicas: en claro, sus programas difícilmente podían convertirse en alternativas radica-
les a las políticas públicas ejecutadas39.

La capacidad de negociación de CONDEPA y de UCS difirió, menos en razón de los niveles de voto
que de la implantación geográfica. Para el primer partido, la masiva fuerza en el departamento de
La Paz y la debilidad en el resto del país mermaron sus cartas. En las municipales luchó por dos
plazas prioritarias (La Paz-El Alto) pero carecía de posibilidades de recompensar eventuales res-
paldos en otras ciudades del país. Los pactos en su desmedro en la ciudad de La Paz (1989 y
1995) llevaron, a veces, a Palenque a estrellarse contra las negociaciones interpartidarias, en
nombre del “respeto a la primera mayoría”40. Incluso en el Parlamento, su brigada casi exclusiva-
mente paceña y orureña fue menos numerosa que la de UCS. Este último partido dispuso por lo
tanto de más facilidades para concretar alianzas gubernamentales. En el campo municipal, un
reparto territorial más homogéneo de sus concejales le abrió perspectivas más promisorias,
como probó el comicio de 1995. UCS logró 16.5% del voto y CONDEPA 14.7%. Esa distancia

35
Esos acercamientos fueron más fáciles para UCS, que tenía muchos dirigentes salidos de las filas de ADN, que para
CONDEPA, más bien nutrida con líderes provenientes de la izquierda o de corrientes ideológicas minoritarias.
36
Carlos Toranzo (entrevista a) en Última Hora (suplemento Semana), 16 de noviembre de 1997.
37
Blithz Lozada, Marco Antonio Saavedra, Democracia, pactos y elites. La Paz: IINCIP-IEB, 1998, p. 125.
38
Juan Chaín (intervención en) SAPP, Foro debate vicepresidencial. La Paz: SAPP, 1997, p. 12.
39
Paul Cammack, “The Resurgence of Populism in Latin America”, art. cit.
40
René A. Mayorga, “Elecciones municipales en Bolivia” en IIDH-CAPEL, Boletín electoral (XIV), julio-diciembre 1995, p. 74.

82
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

tomó otra dimensión en número de concejales (232 contra 131)41 y sobre todo de alcaldes (41 y
18 respectivamente)42.

Resumiendo, las diferencias de óptica sobre los remedios contra la crisis no impidieron que, de
manera paulatina, los partidos de la tercera generación se aproximen a partidos de orientación
diferente guiada en buena medida por la perspectiva del acceso a la administración pública. Sin
embargo, ese acercamiento debilitó a los partidos que pretendían encarnar la crítica a las políticas
públicas, sobre todo porque privados de sus fundadores, no encontraron la manera satisfactoria de
explicar cómo combinaban su inclusión en el gobierno con la fidelidad a su mensaje de protesta.

III EL ASCENSO ELECTORAL DE CONDEPA Y DE UCS

El análisis de CONDEPA y de UCS no puede dejar de lado su estudio electoral, que buscará
mostrar cómo a lo largo de la década de 1990 ambas formaciones ascendieron hasta concentrar
un tercio de los sufragios, provenientes en su mayoría de los sectores insatisfechos. Se mencionó
cómo el voto por dichos partidos conllevó un descreimiento en la eficiencia de la modernidad, en
la posibilidad de integración social a través de la economía, en el trabajo del Estado y por ende de
las élites políticas gobernantes. Ese marco permite comprender los rasgos salientes de la geogra-
fía y la sociología de ambas formaciones, asentadas en las regiones andinas y, en un menor
grado, centrales43. Estas viejas tierras de izquierda se inclinaron por CONDEPA y por UCS por los
profundos efectos de la depresión socioeconómica de la década de 1980. Las actividades motrices
del área, la minería, la industria, la agricultura de pequeña parcela, soportaron mal los golpes
conjugados de la recesión económica, de la baja de los precios internacionales de las materias
primas y de la liberalización económica. Las dificultades dejaron zonas estancadas en el plano
económico, socialmente desestructuradas, desilusionadas con las políticas públicas.

CONDEPA consiguió pasar de 11% en 1989 a 16% en 1997 gracias a una acumulación de fuerzas
en su bastión, el departamento de La Paz, una extensión por el altiplano, y un ingreso en las
periferias urbanas de otras ciudades occidentales, sin haber penetrado en los estratos medios,
menos en los altos, a pesar de algunos intentos en ese sentido44.

El debut de Palenque dio el tono de la historia electoral de CONDEPA: ganó en las ciudades de La
Paz (28%), El Alto (41.8%) y en varios municipios rurales aledaños. CONDEPA atrajo a los votantes
de los barrios más pobres, a menudo nuevos y por lo tanto mal equipados, característica especial-
mente crítica en El Alto45. Migrantes rurales recién asentados, trabajadores informales dedicados
a actividades de baja rentabilidad, desempleados, amas de casa de humilde origen, pequeños
comerciantes, compusieron los primeros batallones de CONDEPA. La denuncia de un orden injus-
to sólo podía encontrar eco en los descontentos: el llamado a los desheredados tuvo una resonan-

41
Corte Nacional Electoral, Informe al H. Congreso Nacional. La Paz: Corte Nacional Electoral, 1996, p. 210.
42
En base a datos del Comunitario, marzo de 1997, p. 2-7.
43
Para un estudio de la geografía y sociología electoral de CONDEPA y UCS, cf. Salvador Romero B., Geografía electoral
de Bolivia. La Paz: Caraspas-FUNDEMOS, 1998, 333 p.
44
Ricardo Paz, Galo Cevallos, Los rostros del neopopulismo. La Paz: Fundemos, 2001, p. 189 – 190.
45
A modo de ejemplo, según el Censo de 1992, 2/3 de las casas de El Alto no tenían servicio sanitario contra 36.9% en
La Paz o 19.3% en Santa Cruz; el desempleo duplicaba el porcentaje cruceño. Instituto Nacional de Estadística, Indicadores
sociodemográficos por secciones de provincia (9 volúmenes editados en 1997).

83
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

cia especial por los vínculos anudados entre Palenque y los citadinos pobres de las dos ciudades.
Distantes del juego político clásico y del circuito económico moderno, los votantes de CONDEPA
expresaron su frustración a través de Palenque e indicaron su voluntad de participar en la socie-
dad en condiciones dignas.

En 1993, Palenque avanzó: se consolidó en el departamento de La Paz, pues repitió su triunfo en


El Alto (45.7%), en municipios cercanos a esa ciudad, aunque perdió en La Paz (26.5%). Registró
un modesto pero visible crecimiento fuera de La Paz, en particular en otras áreas andinas, como
las ciudades de Oruro (13.9%) y de Potosí (9.9%). Presumiblemente conquistó en esos lugares un
voto de naturaleza diferente del ganado en 1989: cierto, insatisfecho con el statu quo, pero
menos guiado por consideraciones emotivas, menos identificado con el líder de CONDEPA, más
atento a la coyuntura. Los votos conquistados en las zonas orientales y norteñas provinieron en
general de migrantes del occidente, sensibles a las reivindicaciones culturales esgrimidas por
CONDEPA y a su protesta contra la discriminación.

Para 1997, paradójicamente sin Palenque, CONDEPA alcanzó su cenit. Loza arrasó en El Alto
(52.8%), se impuso en La Paz (30.3%), dominó el altiplano paceño, bordeando el 40% en la zona
rural del departamento, y emergió como una fuerza significativa en las ciudades de Oruro (20%),
Potosí (18.3%) y Sucre (15%). El Oriente y el Norte se mostraron aún más reservados que en
1993, cuando la candidatura vicepresidencial de Kuljis señaló el interés de Palenque por extender
su mensaje hacia esa región.

Los sectores populares permanecieron como la columna vertebral de CONDEPA. En octubre de


1996, cuando Palenque aún vivía, la intención de voto urbano revelaba la estratificación social del
partido: para una media de 10%, tenía 0% en la clase alta, 2% en la media, 7% en la popular media,
15% en la popular baja y 22% en la clase social más desfavorecida, casi duplicando a su compe-
tidor más inmediato46 . Ningún otro líder polarizaba las opiniones tanto como Palenque: gustaba a
44% de los encuestados desposeídos y apenas a 5% de la clase alta -¡no gustaba a 94%!-, es
indudable que para las élites, CONDEPA era una formación “ilegítima”47 . La encuesta señala un
alza de las intenciones de voto entre los menores de 25 años, para quienes Palenque representa-
ba una opción renovadora y de cambio por no haber nunca gobernado, y entre las mujeres, una
característica acostumbrada desde el inicio del movimiento. Incluso se puede precisar, fueron
sobre todo las mujeres de pollera quienes en El Alto votaron por CONDEPA: en una proporción
cercana a los 48 .

Entre 1989 – 1997, CONDEPA se agrandó gracias a su capacidad para canalizar el descontento
de los sectores más empobrecidos del occidente de Bolivia: habitantes de barrios periféricos,
citadinos de ciudades provinciales, campesinos, mineros de la fase pos estatal. Aprovechó bien
las desilusiones que a su paso dejó cada gobierno: después de la gestión del AP, recuperó electo-
res del MIR, y luego de la administración de Sánchez de Lozada, convenció a antiguos votantes del
MNR.

46
Consultores 21, Encuesta urbana de octubre de 96 (inédito).
47
Salvador Romero Ballivián, Razón y sentimiento (socialización política y trayectorias electorales en la elite boliviana). La
Paz: Fundemos, 2003, p. 113 - 127.
48
Stéphanie Alenda, “CONDEPA y UCS, ¿fin del populismo?” en Opiniones y Análisis (57), 2002, p. 92.

84
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

El liderazgo carismático de Palenque, la oposición franca a dos gobiernos, el de Paz Z. y el de


Sánchez de Lozada, las repetidas combinaciones de otros partidos para limitarles el acceso a la
alcaldía de La Paz, ganada con el voto popular, contribuían a mostrar la imagen de un partido
comprometido con el pueblo, adversario de los grupos tradicionales de poder y de sus políticas
públicas. Las razones del éxito también contenían los gérmenes del desencanto.

Para concluir, conviene subrayar la permanencia del voto de CONDEPA en su bastión, la provincia
Murillo, sede de las ciudades de La Paz y El Alto, a tal punto que, curiosamente, la estabilidad de
su electorado explica las oscilaciones de sus porcentajes en los diferentes comicios. El cuadro 2
relaciona los votos para CONDEPA en La Paz y El Alto y su significado proporcional.

Cuadro 2: Votos de CONDEPA en La Paz, El Alto, y Bolivia y su significado porcentual, elecciones


1989 – 1997

CONDEPA Pres. 89 Mun. 89 Mun. 91 Pres. 93 Mun. 93 Mun. 95 Pres. 97

Votos La Paz 73046 81000 73381 80541 93700 114910 105061

% La Paz 28 37.3 26 26.5 36.4 36.8 30.3

Votos El Alto 44732 48663 42929 68865 70370 71220 100603

% El Alto 41.8 57 32.9 45.7 57.7 46.5 52.8

Votos Bolivia 173549 168038 163533 245427 219303 265533 373528

% Bolivia 11 16.7 11.6 13.5 18.4 14.7 16

Destaca la estabilidad del voto de CONDEPA en la provincia Murillo, aunque esa peculiaridad debe
ser medida en etapas, dado el crecimiento demográfico de esa provincia (3.4% anual entre 1976-
1992) y la incorporación en 1995 de los jóvenes de 18 años al Padrón electoral. Tres fases se
distinguen: 1989-1991, 1993 y 1995-1997. Esta estabilidad se explicaría por el lazo afectivo,
poco político entre CONDEPA y los grupos populares de La Paz-El Alto, que acudieron a votar para
apoyar a Palenque, más allá de los candidatos que representaban a la formación o de los temas en
juego, cuando los simpatizantes de otros partidos tendieron a definir su participación y luego su
voto en función de factores políticos más coyunturales. Las bruscas evoluciones del porcentaje
nacional de CONDEPA encuentran en esa disímil actitud su matriz explicativa.

También se observa en el cuadro que los escrutinios locales realizados el mismo año que una
presidencial (1989, 1993) favorecieron a CONDEPA, a la diferencia de los de media gestión guber-
namental. En la época dorada de CONDEPA, sus votantes se movilizaron por sus candidatos en
niveles próximos en todos los tipos de elección. Por el contrario, los simpatizantes de otros
partidos se replegaban cuando la municipal ocurría al poco de la presidencial, seguro saturados
de las discusiones políticas ocurridas en la elección principal49 : tal abstención eleva los porcenta-
jes de CONDEPA. La movilización del cuerpo electoral en los disputados escrutinios de medio

49
Cf. Jean Chiche, Elisabeth Dupoirier, Gérard Grumberg, “La participation dans tous ses états (1986-1992)” en Philippe
Habert, Pascal Perrineau, Colette Ysmal, Le vote éclaté. París: PFNSP, Le Figaro, 1992, p. 165-186.

85
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

gobierno, que vuelven a plantear temas de debate nacionales, disminuye la influencia relativa de la
votación de CONDEPA.

La votación de UCS se asemeja por varios rasgos a la de CONDEPA y se aleja por otros. Como
Palenque, M. Fernández convenció ante todo en sectores populares aunque su convocatoria no
fue tan amplia en los grupos más desvalidos de la sociedad pero fue mejor en sectores interme-
dios. Su debut electoral mermó el caudal de todos los partidos pero en especial de la izquierda: en
el occidente empobrecido, las promesas de cambio de la izquierda pesaron menos que las obras
solidarias ejecutadas por M. Fernández. Un símbolo fuerte de estas transformaciones se dio en el
este de Oruro y el norte de Potosí, otrora polos de la minería estatal. Los elevados porcentajes de
UCS indicaron que el electorado reaccionó de esta manera al deterioro estructural de la economía
industrial y agraria, a la falta de perspectivas de crecimiento, al desempleo, la pérdida de valores
y tradiciones forjados por el combate del proletariado minero, en torno al cual se elaboraron las
representaciones políticas locales. La insatisfacción ante las ofertas de los partidos de distinto
signo, que no detuvieron un proceso regresivo que restó importancia económica e ideológica a las
zonas mineras, se acompañó de una crisis de confianza en los partidos de gobierno que cerraron
las minas o redujeron drásticamente su personal.

En ese ambiente, los avances de CONDEPA y de UCS canalizan un descontento difuso y respon-
den a la búsqueda, por parte de la población, de alternativas a veces extra-políticas. El mensaje
cultural de CONDEPA, el discurso explícitamente a-político de UCS, e incluso el religioso de ARBOL
(pequeña formación compuesta por dirigentes evangélicos que compitió en 1993 y alcanzó cierto
respaldo en las áreas rurales de Oruro) encuentran eco en espacios que intentan superar el estado
de anomia dejado por el desgaste de la economía minera.

En cambio, otras características singularizaron a UCS, como la inestabilidad de su geografía, des-


plazada del departamento de Cochabamba en la primera consulta municipal a los espacios andinos
de Oruro y Potosí en el escrutinio presidencial de 1993, para un exitoso ingreso a Santa Cruz en
1997. Esta volatilidad excepcional en la geografía electoral tradujo la ausencia de un perfil político
netamente definido de UCS50 . Asimismo guarda relación con la respuesta del electorado a las obras
realizadas por M. Fernández en un intercambio desprovisto de vigorosos vínculos emotivos. La base
de apoyo se revelaba, al fin de cuentas, frágil: a la vez capaz de sostener masivamente a la UCS y de
abandonarla con la misma prontitud, en especial cuando las gestiones municipales no correspondían
a las expectativas despertadas por las obras de Fernández. Ello explica con creces el derrumbe
electoral sufrido en el comicio municipal de 1993 y las bruscas oscilaciones regionales.

Luego, destaca la presencia de UCS en las ciudades provinciales, donde superó su promedio
nacional, prolongando una tendencia percibida desde el inicio de la carrera de M. Fernández,
cuando las más altas intenciones de voto se afirmaban en distritos como Quillacollo, Trinidad o
Montero51 . En 1993, de las 14 ciudades que tenían entre 15.000 y 99.000 habitantes, sólo en 3
(Riberalta, Yacuiba y Camiri) quedó por debajo del nivel medio de su votación. La explicación
proviene, sin duda, de las obras del jefe de UCS, que alcanzaron su mayor impacto en áreas
urbanas de dimensiones pequeñas o medianas, donde sirven al conjunto de la población y adquie-
ren gran visibilidad. La situación se repite en pequeños pueblos. Estas condiciones se diluyen en
50
Fernando Mayorga, Max Fernández, ob. cit., p. 125-128.
51
Kennan Research, Bolivian Presidential Race 2 / 89 (inédito).

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CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

las capitales departamentales: las obras efectuadas difícilmente beneficiaban al grueso de los
habitantes y su relevancia se perdía, pues en ellas, privilegiadas económicamente, equipadas por
los poderes públicos, el mejoramiento de la infraestructura rindió menos réditos políticos. Por
último, en espacios donde la capacidad y los planteamientos técnicos ocupan un lugar de honor
por la importancia demográfica de las clases medias, la imagen de M. Fernández perdió credibili-
dad por sus declaraciones a veces torpes y sus bruscos cambios tácticos: si los votantes recono-
cían espontáneamente la importancia de sus obras sociales, lo consideraban también poco prepa-
rado e inexperto52.

Para la elección de 1997, la imagen de UCS fue retocada por la candidatura y la campaña de
Kuljis que crearon una dinámica propia que le ayudó a ganar votantes en las capitales, en
sectores de clase media y en el este de Bolivia aunque a costa de un empequeñecimiento del
respaldo en las tierras occidentales de pequeña propiedad. La base popular se mantuvo pero
con un ingrediente novedoso: por primera vez en una presidencial, se sintió el peso de los
electores migrantes asentados en los anillos exteriores y pobres de Santa Cruz, ya por enton-
ces la primera ciudad del país. La protesta política y social de los grupos populares dejó de ser
exclusiva de las regiones occidentales para ser un componente común del comportamiento de
las grandes ciudades del país.

Un último aspecto de la votación de CONDEPA y de la UCS debe ser mencionado: su desigual


capacidad para seducir al electorado en un comicio presidencial y en uno municipal. El primero,
salvo excepciones, constituye el punto más bajo de su desempeño, en tanto que sus techos
fueron alcanzados en escrutinios locales53. El fenómeno resulta curioso a primera vista pues los
fundadores de CONDEPA y de UCS, carta de presentación de ambas formaciones, terciaron casi
en exclusividad en elecciones presidenciales, mientras los aspirantes a alcaldes no tenían necesa-
riamente credenciales propias muy significativas.

La diferencia remite, sin duda, a las características de ambas elecciones. Las municipales valoran
menos la sigla partidaria, refuerzan el peso de las personalidades y privilegian temas limitados al
destino de las circunscripciones, próximos a las preocupaciones de la vida cotidiana. Este aspec-
to favorece a los candidatos de CONDEPA y de UCS, que evocan los rasgos de sus formaciones
dirigidos a resolver problemas concretos, pertenecientes muchas veces a la esfera de responsa-
bilidades de la Alcaldía. Además, los escrutinios de medio mandato suelen ser propicios para un
voto de protesta contra el gobierno: ambas agrupaciones capturaron con más facilidad ese voto.
En cambio, los datos sugieren que en ciertos segmentos de su electorado, el perfil de Palenque y
M. Fernández, poco ligados a la gestión pública, sembró dudas sobre sus capacidades para
asumir la responsabilidad estatal.

En efecto, los comicios presidenciales ofrecen un rostro menos auspicioso, aunque en ellos inter-
vengan sus máximos dirigentes. Los proyectos de alcance más vasto, de repercusiones menos
inmediatas, la oposición de valores sobre los fundamentos de la sociedad, ocupan un lugar desco-
nocido en las municipales. Frente a la nueva problemática, CONDEPA y UCS convencen menos
que los partidos que reclaman una vocación de gobierno nacional, que ponen en la balanza su
52
Consultores 21, El escenario político y electoral de Bolivia. 1993, p. 46 - 47 (inédito).
53
Una inequívoca ilustración se observa en 1989, cuando con escasos meses de distancia, Palenque fue sucesivamente
candidato a la Presidencia y a la Alcaldía de La Paz. En el segundo caso su votación creció cerca de 10%.

87
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

credibilidad para dirigir el Ejecutivo, desarrollar políticas de largo aliento y tomar a su cargo, con
equipos bien formados, las diversas áreas de la actividad nacional.

LA AGONÍA DE UCS Y CONDEPA LUEGO DEL FALLECIMIENTO DE SUS FUNDADORES

En menos de un par de años, entre 1995 y 1997, CONDEPA y UCS perdieron a sus fundadores y
principales figuras, C. Palenque y M. Fernández. Este tipo de pérdida, dura para cualquier partido,
dejaba un desafío aún más grave para los partidos considerados. En efecto, se debe recordar los
escasos años de existencia y la constitución de ambas formaciones alrededor de las candidaturas
de C. Palenque y M. Fernández, con poca atención a las cuestiones ideológicas, programáticas y
con bajos niveles de institucionalización. El mensaje que podían articular pesaba menos que la
palabra, la acción, la figura de sus caudillos, quienes además subrayaban esa ósmosis entre su
persona y el partido: Palenque afirmó que para dividir a CONDEPA sería necesario partirlo a él.

La preeminencia del fundador produjo tres efectos innegables. El primero, protector del partido,
condenó a la irrelevancia los intentos de los disidentes que comprendieron a su costa que no
bastaba con imitar prácticas o estrategias retóricas para ganar la base electoral de CONDEPA y
de UCS. El segundo, cargado de riesgos, fue trabar el surgimiento de otros líderes: pocos desco-
llaron al punto de disponer de ciertos márgenes de autonomía y las pocas veces que ello sucedió,
en vez de ser alentados, pagaron su popularidad con la exclusión, como le ocurrió a Julio Mantilla,
alcalde de La Paz: en 1993 postuló con el MNR pues Palenque no parecía dispuesto a ofrecerle la
reelección. Ello desembocó en el tercer efecto: la promoción de familiares o del entorno más
próximo a los puestos de responsabilidad. Palenque propulsó a su esposa a la alcaldía de La Paz,
a su suegro a una diputación, alentó la incursión política de su hija, colocó a R. Loza como primera
parlamentaria por La Paz. De paso, aceptó que su círculo inmediato reprodujese ese comporta-
miento: las listas parlamentarias y municipales contaban con esposos, hermanos, amigos íntimos,
etc. La situación no se modificó, quizá se acentuó, luego del deceso de Palenque. El cuadro fue
similar en UCS. J. Fernández disputó el municipio de Santa Cruz en 1995 con un franco respaldo
de su padre; una vez que él fue el máximo dirigente de UCS, postuló a dos hermanos para diputa-
dos uninominales y llevó a uno de ellos como segundo concejal cuando buscó la reelección en la
alcaldía de Santa Cruz. Se llegó así a la paradoja que CONDEPA y UCS que pretendían representar
a los sectores tradicionalmente olvidados, les dieron una mínima apertura en sus listas. La perso-
nalización sirvió para forjar los partidos más cerrados del sistema político boliviano.

Estas bases personalistas y familiares marcaron la vida de CONDEPA y de UCS hasta el deceso de
sus jefes, plantearon interrogantes sobre el destino de ambas organizaciones después de la pre-
sidencial de 1997, una prueba sorteada con éxito. Por lo menos, tres grandes causas explican la
agonía de esos proyectos políticos: la pérdida de control de los instrumentos extra partidarios que
catapultaron al éxito a Palenque y a M. Fernández (RTP y la CBN respectivamente), los problemas
de liderazgo y las serias dificultades confrontadas en el ejercicio del poder.

Una vez fundadas CONDEPA y UCS, sus líderes no se desprendieron de las empresas que favore-
cieron su notoriedad pública. Palenque continuó animando la “Tribuna libre del pueblo” para guar-
dar el contacto diario con su base social –y política- mientras que M. Fernández usaba la amplia
red de chóferes, distribuidores y vendedores de cerveza para mantener presente a UCS en el

88
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

territorio nacional. Los herederos vieron pronto cómo ambas empresas escaparon de sus manos.
En el caso de CONDEPA, las dos jefas (V. Palenque y R. Loza) asistieron impotentes, pese a
algunas escaramuzas, a la pérdida de RTP, cuyo control mayoritario correspondía a M. Medina,
viuda de Palenque, alejada de la política luego de su ruptura con el fundador del partido. Los
intentos de V. Palenque o de R. Loza por reproducir programas del mismo estilo no prosperaron y
la base fiel de Palenque empezó a dispersarse. Ese fracaso se explica por un lado por la aparición
de competidores de Palenque, que mientras él vivió no amenazaron su audiencia, pero quienes,
luego de su muerte, fortalecieron sus emisiones. Por otro lado, Palenque fue primero comunicador,
luego político: su ingreso a la arena electoral podía ser vista con nobles propósitos, sus dos
sucesoras no podían aspirar a la misma virginidad política; uno y otro factor dejan de lado la
cuestión de la capacidad para conducir programas con las mismas habilidades que Palenque,
aunque es evidente que no hubo la fórmula para mantener la audiencia de la Tribuna libre del
pueblo.

En el caso de UCS, la familia Fernández asumió el control de la CBN pero un manejo desafortuna-
do de la empresa obligó a venderla a una compañía argentina; sin la principal fuente de financiamiento
partidaria, la imbricación UCS – CBN se diluyó: la red comercial dejó de responder a J. Fernández.
Complicación adicional, la familia Fernández se enfrentó con un problema fiscal creciente por
deudas impositivas de la Cervecería que desprestigiaron a su principal jefe. Si el padre podía
pretender ser un exitoso empresario y un líder correcto, al hijo le quedaba el reproche de la
incompetencia y de la deshonestidad.

El problema de la dirección se resolvió de manera distinta en UCS y CONDEPA. El primer partido


entregó la jefatura a J. Fernández sin incertidumbres. El joven dirigente aprovechó tres condicio-
nes: la legitimidad política otorgada por su valioso triunfo en 1995 para la alcaldía de Santa Cruz,
su filiación, y el control de la herencia familiar, decisiva para el funcionamiento de la UCS. El
manejo partidario quedó así rápidamente decidido. La elección de 1997 planteó un problema
pues J. Fernández no tenía la edad mínima para aspirar a la Presidencia. Sin embargo, UCS no
postuló a ninguno de sus militantes, recurrió al empresario independiente Kuljis, quien defendió los
colores partidarios pero sin disputar la jefatura. En resumidas cuentas, la sucesión política se
efectuó exitosamente. J. Fernández tenía al inicio cualidades apreciadas que prueban que los
dados no estaban cargados: aspiraba a sintetizar la experiencia administrativa, la juventud, una
carrera política sin manchas y sin las dificultades que enfrentó su padre, ridiculizado por la elite
política, social, económica e intelectual.

La transición en CONDEPA no se presentó igual. M. Medina pudo reunir las características indica-
das para una sucesión exitosa: era la esposa comprometida en política, había ganado la elección
municipal en La Paz en 1995, gozaba de la simpatía de las bases partidarias. Sin embargo, la
ruptura con Palenque a fines de 1996 la excluyó del liderazgo de CONDEPA. La muerte de Palen-
que creó una situación difícil. Su hija Verónica Palenque aspiraba a ejercer el mando partidario.
Empero, no tenía credenciales internas ni externas suficientes como para imponerse –recién daba
sus primeros pasos políticos cuando murió Palenque-, como tampoco las condiciones legales
para ser la candidata presidencial. En esas condiciones, CONDEPA presentó a la Presidencia a la
parlamentaria Loza, que durante décadas acompañó la labor periodística de Palenque y era un
personaje central de la Tribuna libre del pueblo. Ese compromiso no quedó exento de ambigüeda-

89
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

des. El liderazgo compartido entre V. Palenque y Loza resultó una solución de corta duración. En
un partido acostumbrado al orden impuesto por el caudillo, la ausencia de una figura capaz de
superar las tendencias distintas, el funcionamiento de “clanes” familiares, llevó a un divorcio con-
flictivo una vez CONDEPA fue excluida del gobierno de Banzer. Loza marginó a V. Palenque y a sus
seguidores (autodenominados “Rebeldes”) del partido y quedó al frente de una formación debilita-
da. Aquello fue apenas el inicio de una prolongada batalla legal: para la presidencial 2002, tres
grupos disputaban la sigla, R. Loza, V. Palenque y el senador R. Venegas. Palenque excluyó a
numerosos dirigentes de las filas de CONDEPA sin daño para su imagen, con la excepción de la
expulsión de su esposa, que presagiaba una campaña difícil para 1997. En cambio, para la base
partidaria y electoral de CONDEPA, las legitimidades no consolidadas de V. Palenque y de Loza se
equivalían, las anatemas que se lanzaron las hundieron mutua y simultáneamente.

Sin embargo, el principal golpe para CONDEPA y para UCS vino de su desempeño en las respon-
sabilidades estatales. CONDEPA, en su paso fugaz por la administración de Banzer, dilapidó el
capital político acumulado por Palenque en casi una década. UCS se empantanó en la gestión
municipal de su líder J. Fernández en Santa Cruz.

Cuando CONDEPA se sumó al gobierno de Banzer, la figura se presentaba favorable: el declive del
partido no fue fruto de una fatalidad inexorable, fue el resultado de las desacertadas acciones de
las herederas que además permitieron que todas las fragilidades del liderazgo de Palenque se
revelasen con crudeza. En el estado de gracia de la nueva administración, más del 70% de los
encuestados creía que la gestión de Banzer sería “excelente, buena o regular hacia arriba”, 55%
creía que sería “mucho mejor o algo mejor” que el pasado gobierno de Sánchez de Lozada aunque
en ese tablero despuntaban algunas sombras, en particular sobre la amplia coalición organizada
por Banzer, que apenas un cuarto consideraba que era “para trabajar por Bolivia” y 70.4% la
consideraba por “puestos de trabajo”.

En ese momento, la popularidad de Loza era relativamente buena aunque distaba de estar en el
nivel de sus aliados (42.2% gusta / 47.6% no gusta), sin duda por una herencia de la polarización
social dejada por Palenque. El fundador de CONDEPA construyó un sólido nicho pero al mismo
tiempo se fijó un perímetro del cual le costaba salir. Loza, percibida como su sucesora, con pocos
atributos propios destacados, se acomodó en el molde. Recibía la confianza de los sectores más
pobres y en ese segmento competía eficazmente contra cualquier otro líder político. Sin embargo,
la impresión que la coalición era demasiado grande, una crítica inmediata del MNR, comenzaba a
calar en la sociedad. La pregunta era cuál debía ser el partido sacrificado. 31.2% de los encuestados
creía que CONDEPA debía salir de la alianza, porcentaje que crecía con el nivel social de los
entrevistados. Lejos, venían quienes opinaban que UCS debía ser el excluido (10.5%, segundo
puesto). En síntesis, había en agosto de 1997, un ambiente de expectativa con el gobierno, una
preocupación por el trabajo de la coalición y una tolerancia crítica con la presencia de CONDEPA
en la nueva gestión.

A fines de 1997, el crédito de CONDEPA se desgastó. La popularidad de Loza casi se dividió por la
mitad (24.5%) pero la caída fue menos acentuada en los grupos más pobres (45.2%). Esta grave
erosión respondía a un movimiento general que supuso el fin de la luna de miel entre Banzer y la
población, marcada por dos decisiones de elevado costo social: el aumento del precio de la gasolina
(el “gasolinazo”) y la eliminación del Bonosol pagado a los mayores de 65 años sin que la gente
90
CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

sintiese que hubo compensaciones por esas decisiones. Esas medidas costaron más de 20 puntos
en la aprobación de la gestión presidencial y el descenso de la aprobación por debajo de 50% sólo
fue revertido en circunstancias excepcionales. La popularidad de los principales dirigentes guberna-
mentales sufrió, pues quizá la población sintió que las posibilidades de alcanzar mejores niveles de
vida se deterioraron. CONDEPA progresó entre 1989-1997 canalizando el descontento de los estra-
tos populares, que se fueron alejando del MIR, del MNR, de UCS, del katarismo. Su permanencia en
la oposición contribuía a esa tarea, pero su incorporación al gobierno de Banzer desmenuzó su base
electoral. Debía explicar, y no consiguió hacerlo, por qué aceptó medidas con costo social y cuál era
la diferencia que aportaba con respecto a los partidos que tanto criticó, ahora sus aliados.

A la par, hubo problemas específicos en CONDEPA que indispusieron a su electorado: la disputa


por el control de RTP entre V. Palenque y M. Medina, las presiones públicas por acceder a más
cargos en el aparato público, incluso acompañadas de la toma de oficinas, las primeras fricciones
entre V. Palenque y R. Loza por la jefatura partidaria, y un desempeño de escasa notoriedad de los
ministros de la organización. Para inicios del año 1998, tres indicadores reflejaban las dificultades
crecientes de CONDEPA: primero, en la intención de voto en la futura presidencial, los guarismos
bajaron de 9% en agosto de 1997 a 3.5% en febrero de 1998, lo que lo convertía en un partido de
segunda fila. Luego, los dos ministros de CONDEPA compartían el dudoso privilegio de ocupar los
últimos puestos en la pregunta sobre quién era el mejor ministro: obtuvieron 0.1% y 0.2% respec-
tivamente... Por último, el porcentaje de quienes creían que ese partido debería salir de la coali-
ción trepó de 31.2% a 45%. En julio de 1998, esa exigencia se asemejaba a un clamor: el 60% de
los entrevistados consideraba que CONDEPA debía ser excluida del gobierno y el porcentaje era
mayoritario hasta en El Alto. Un décimo de los simpatizantes de CONDEPA compartía esa opinión.

En agosto de 1998, Banzer excluyó a CONDEPA del gobierno, ganando puntos de popularidad
para su gestión y acelerando el derrumbe de su antiguo aliado. La decisión fue bien recibida por
2/3 de los encuestados, con una punta en la clase alta (88%) y un menor apoyo en el grupo de
menores recursos (51.8%); incluso 28.3% de los ya esmirriados simpatizantes de CONDEPA apo-
yaron la decisión presidencial, considerando que sería beneficiosa para su partido. Para quienes
aprobaron la salida de ese partido, la mitad estimó que desaparecerían las peleas internas de la
coalición y las disputas por cargos públicos, sentimiento más intenso en los sectores pobres. La
imagen de Banzer se reforzó: un cuarto de los encuestados consideró que con los cambios buscó
un gobierno más eficiente y un quinto que impuso su autoridad, la aprobación de la gestión repuntó
por encima de 50%. Apartada del gobierno, CONDEPA no fue bien recibida en la oposición: el MNR
anunció que seguiría su propia línea y 70.1% de los encuestados consideró que la compañía de
CONDEPA no sería favorable para el MNR (71.1% entre los simpatizantes de este partido)54.

De lo anterior, se percibe la mala imagen que proyectó CONDEPA durante su corta estadía en el
gobierno: un partido conflictivo, más preocupado por conseguir cargos públicos para sus militan-
tes que en una administración eficiente del Estado o en aplicar políticas sociales, sumido en
disputas internas. El desafortunado paso por el gobierno agotó a CONDEPA, como a otros parti-
dos neopopulistas que no soportaron un balance mediocre en su primera experiencia de ges-
tión55. El liderazgo de Loza quedó destruido: la simpatía por su persona se desplomó a 16.2%, lo

54
Control, Encuesta de agosto de 1998 (inédita), 83 p.
55
Paul Cammack, “The Resurgence of Populism in Latin America”, art. cit., p. 15.

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que la convertía en la política menos popular del país. Un 78.2% afirmaba que no le gustaba Loza
y contribuían a ese porcentaje sectores que hasta hacía un año la respaldaban con fuerza: habitan-
tes de El Alto (73%), los sectores más pobres (67.4%), incluso logró indisponer a una fracción de
los simpatizantes de CONDEPA (13.7%).

En agosto de 1998 la suerte del partido estaba echada: la exclusión del gobierno dio rienda suelta
a las disputas internas, hasta entonces más o menos controladas por la propia coalición. La
enemistad entre V. Palenque y Loza dividió al partido y a la bancada parlamentaria: mientras el
sector de Loza se alineó con la oposición, el grupo de Palenque tendió a respaldar al gobierno en
las votaciones difíciles. Los rumores en el mundo político atribuían ese comportamiento a motiva-
ciones venales. A raíz de ese descrédito, la gente ya no parecía dispuesta a votar por CONDEPA
en la próxima presidencial (2.1% de intención de voto en diciembre de 1998, con una punta de
7.4% en El Alto: de sus escasos simpatizantes, sólo el 62.9% afirmó que votaría por esa organiza-
ción, un porcentaje inferior al de los partidarios del MNR, ADN, MIR, UCS o NFR) ni en la municipal
que se avecinaba en un año, para la cual sólo contaba con una intención de voto de 3.3%.

El año 1999 fue el preludio del final. Loza alejó a V. Palenque de la organización y encaró la
municipal de ese año al mando del partido. Conservar el liderazgo no sirvió pues su popularidad
tocó piso en mayo de 1999 (15.1% de simpatía) y el principal bastión, El Alto, ya miraba hacia el
MIR, que tenía dos candidatos fuertes (L. Vásquez y J. L. Paredes). Los candidatos de CONDEPA
no despegaban o tenían mala reputación, como en el caso del alcalde en funciones, A. Jiménez, el
peor calificado entre todos los alcaldes de las capitales departamentales, con excepción del
alcalde de Trinidad, T. Rivera, de UCS. En La Paz, la situación era peor. No era la primera vez que
los alcaldes de CONDEPA salían reprobados pero antes Palenque alejaba a las autoridades: la
sanción moral del caudillo lograba un borrón y cuenta nueva para los nuevos candidatos. Ahora no
existía esa solución.

El camino a los comicios fue complicado, desde encontrar los candidatos hasta sortear la campa-
ña que V. Palenque dirigió especialmente contra sus ex compañeros. Las bajas intenciones de
voto no se revirtieron en ningún momento aunque la base social de CONDEPA en La Paz dudó
hasta el último momento a quién entregar sus votos: en un primer momento se inclinó por Cristina
Corrales, periodista con fibra social al igual que Palenque, quien denunció el sistema partidario,
las injusticias sociales, la corrupción en la Alcaldía. A dos meses de la elección, comandaba las
intenciones de voto con un cuarto, fuertemente apoyada por los grupos más pobres e incluso en
las diezmadas filas de simpatizantes de CONDEPA, esa candidata tenía más intenciones de voto
que su candidato, J. Dockweiler, por cierto no conocido por 70.1% de los encuestados (¡84.1%
entre los partidarios de CONDEPA!)56. Al final, la base social y política de CONDEPA optó por Juan
Del Granado, fundador del Movimiento Sin Miedo, en porcentajes menores por el candidato del
MIR y por Corrales. De la victoria municipal lograda en 1995 por M. Medina, CONDEPA quedó sin
nada: su candidato ni siquiera entró al Concejo municipal (5.3% de los votos). Los barrios que en
1997 sostuvieron la candidatura de Loza con la mayoría absoluta ahora le retacearon su apoyo.

En El Alto, el MIR aguardó tranquilo el comicio municipal una vez que dirimió con cuál candidato se
presentaría (J. L. Paredes). En esa ciudad, CONDEPA jugó todas sus cartas pues se presentó con

56
Control, Encuesta municipal La Paz, 1999, inédita, p. 63-65.

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CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

Loza. Su segundo lugar quedó deslucido por el amplio margen que consiguió Paredes y por la
pérdida de sus bastiones más leales, de aquellos barrios que durante seis elecciones consecuti-
vas ofrecieron el triunfo a CONDEPA (Villas Brasil, Tahuantisuyo, Tunari, etc.). Fuera de ambas
ciudades, los porcentajes fueron aun más limitados. Reducido al octavo puesto en el país, el
partido confirmó su agonía, iniciada más de un año atrás.

La ruta hacia la presidencial 2002 fue un vía crucis. Por un lado, la derrota encajada por Loza en
El Alto desmovilizó a la estrecha base de CONDEPA. La municipal puso en evidencia la contracción
sufrida desde 1997: la intención de voto presidencial que se había mantenido alrededor de 10%
en El Alto cayó a 3.3% en enero de 2000 y no alzó más la cabeza. Los restos de la estructura
partidaria comenzaron a buscar horizontes más promisorios: la dirección de CONDEPA no conta-
ba con ningún tipo de recursos para frenar el desbande. Por otro lado, la actividad de CONDEPA
se redujo al mínimo, estuvo ausente de los debates y de los conflictos sociales que sacudieron al
país en esos años y donde se gestaron o se consolidaron nuevos liderazgos populares que llama-
ron la atención de la base social de CONDEPA. Felipe Quispe movilizó al altiplano paceño, el juez
Alberto Costa O. se singularizó por su lucha contra políticos acusados de corrupción, Evo Morales
puso en jaque al gobierno con los cocaleros. Había una competencia por llenar el vacío dejado por
CONDEPA, partido donde sólo afloraron los conflictos internos para saber cuál fracción se queda-
ría con la sigla –y por ende, con los recursos que la Corte Nacional Electoral asignaría al partido.

La disputa fue intensa y colocó a la Corte en apuros. Al final, consideró más válidos los derechos
de V. Palenque; derrotada, Loza optó por aliarse con UCS. V. Palenque entregó la candidatura del
partido al empresario independiente Nicolás Valdivia, muy poco conocido entre los electores.
Ninguno realizó un proselitismo activo, quizá convencidos de que cualquier esfuerzo sería inútil
para revertir la mala imagen partidaria.

Las intenciones de voto permanecieron en niveles ínfimos y los datos finales corroboraron las
mediciones de las encuestas. CONDEPA reunió 0.3% de los votos, ocupó el último lugar y perdió
su personería jurídica. Los niveles de votación en La Paz (0.3%) y en El Alto (0.6%) demostraron
que el partido perdió su antiguo caudal, dispersado entre los nuevos concursantes: el Movimiento
Indígena Pachacuti (MIP) de Felipe Quispe en los barrios más pobres y con inmigrantes rurales
más recientes, el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales en las laderas de La Paz y
numerosos barrios de El Alto, la Nueva Fuerza Republicana (NFR) de Manfred Reyes Villa en barrios
populares de La Paz. En ningún municipio alcanzó 4%, en una treintena de municipios, no hubo
sufragios para el partido. Los diputados uninominales mejoraron en algo el papel del candidato
presidencial, sin ganar ninguna circunscripción: los pocos quienes buscaron la reelección recibie-
ron severas derrotas. Sin parlamentarios, el fracaso de CONDEPA fue completo en los poderes
Ejecutivo y Legislativo. Fue el punto final de la aventura iniciada por Palenque catorce años antes.

El desastre de CONDEPA estuvo muy vinculado al paso por la gestión gubernamental de Banzer, sin
duda por el protagonismo que asumieron sus líderes en las actividades (y problemas) de la coalición.
La caída de UCS se asoció más con las dificultades en el municipio de Santa Cruz que con las de la
administración de Banzer, con las cuales J. Fernández permaneció poco identificado57 por sus
57
La correlación entre la popularidad de J. Fernández y el nivel de aprobación a la gestión Banzer fue de 0.11 entre agosto
1997 – diciembre 1998. En otros términos, como la desaprobación hacia el gobierno de Banzer aumentó, la populari-
dad de J. Fernández pudo verse afectada pero de manera secundaria.

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SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

escasas apariciones públicas comentando la marcha de la gestión presidencial. Su popularidad


apenas se resintió con el abrupto fin de la luna de miel entre la población y Banzer motivado por el
alza del precio de la gasolina y la eliminación del Bonosol. En febrero de 1998, cuando la popularidad
de Banzer o de Loza había encajado duros golpes, la de J. Fernández continuaba alta, con 56.5%,
con picos en los sectores más vulnerables y los jóvenes, con porcentajes cercanos a los dos tercios.
Es más, en ese momento J. Fernández era el líder que mayores niveles de simpatía suscitaba y
todos los indicadores estaban en verde: UCS era el partido de gobierno que más confianza inspiraba
(22.1%, por encima de ADN 19.3%), tenía al considerado mejor ministro (Kuljis) y como alcalde de
Santa Cruz, J. Fernández gustaba al 80.6% de los encuestados en esa ciudad.

Es este capital que el jefe de UCS desperdició en muy poco tiempo, en parte porque detrás de los
oropeles de las cifras se disimulaba una realidad menos sólida. Cuando en agosto de 1998, la
mitad de los encuestados afirmó que le gustaba J. Fernández, lo que lo ponía en un segundo lugar
en la popularidad política, en las intenciones de voto para la próxima presidencial, UCS caía al
cuarto puesto, superado por partidos con dirigentes menos populares: el MNR de Sánchez de
Lozada, ADN a la sazón sin candidato definido y el MIR del sí apreciado Jaime Paz Zamora. La
simpatía por J. Fernández no se traducía en votos, algo evidenciado en las encuestas de 1997,
cuando la bienvenida al Movimiento Generacional, en el cual aparecía incluido J. Fernández, no
tenía un idéntico peso en las intenciones de voto.

Las dificultades empezaron verdaderamente en 1999. La popularidad de Fernández cayó por


debajo de 50% (48%) y nunca más superó ese nivel. La evolución en Santa Cruz fue decisiva. En
septiembre de 1998, la carrera hacia la alcaldía de esa ciudad aún favorecía a J. Fernández sobre
su principal contrincante, el ex alcalde P. Fernández del MNR (28.6% a 24.2%). Dos meses des-
pués, mientras el jefe de UCS se estancó (25.6%), su contrincante acaparó el 40% y era conside-
rado el mejor alcalde de los últimos años por 54.4% de los encuestados de esa ciudad contra
37.5% que opinaban lo mismo de J. Fernández. En mayo de 1999, el MNR se acercaba a la
mayoría absoluta, y J. Fernández apenas superaba 20%.

El rápido deterioro político de J. Fernández tuvo varias causas. En primer lugar, su gestión munici-
pal comenzó a pasarle una factura cara. El dossier de la basura parece haber jugado un papel
importante en el cambio de percepción. En noviembre de 1998, la gente identificaba la delincuen-
cia como el principal problema cruceño –un tema donde la responsabilidad municipal es limitada-
por delante del alcantarillado –una dificultad estructural aunque de competencia local- y la basura
–un problema en el perímetro chico de la alcaldía–. En marzo, si la delincuencia encabezaba aún
las inquietudes, la basura pasó al segundo lugar, de 11.1% a 26.9%. Las dificultades para organi-
zar de forma eficiente el recojo de basura sirvió para que los opositores atacaran con dureza la
administración de UCS, endilgándole incompetencia e ineficiencia. Esa campaña encontró un eco
vigoroso en los medios de comunicación más influyentes de Santa Cruz. Las élites políticas,
sociales, económicas y culturales de esa ciudad se ligaron contra J. Fernández, considerando
pésimo su trabajo en la Alcaldía; entonces, no sorprende que en marzo de 1999, la intención de
voto por UCS fuese nula en la clase alta y de apenas 3.3% en la media, los porcentajes recién
alcanzaban relevancia en la clase popular media (18.9%) pero siempre por debajo de su principal
competidor, P. Fernández, quien era considerado como el más capaz para resolver los problemas
de la ciudad y de los barrios (38.3% contra 15.6% para J. Fernández).

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CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

La derrota electoral de UCS parecía inevitable dado el avance de 30 puntos logrado por el MNR a
pocos meses de los comicios; J. Fernández evaluó la perspectiva de no ir a la reelección para
evitar un revés que dañaría su proyección nacional. Sin embargo, el MNR desperdició la ventaja
por sus rencillas internas, su triunfal marcha declinó cuando en el aparato del MNR repercutieron
las tensiones dejadas por la elección interna de ese partido para escoger a sus dirigentes: de
manera simbólica, el hermano de J. C. Durán, ex candidato del MNR a la Presidencia de la Repúbli-
ca e importante dirigente en ese distrito, no fue incluido en las listas de concejales. Comandos
enteros del MNR decidieron colaborar en la campaña municipal de UCS. J. Fernández aprovechó
los problemas de su adversario para retornar a la carrera y ganar por un margen estrecho antes
de que las intenciones de voto se vuelquen otra vez a favor del MNR (33.5% contra 32.7%). El líder
del partido perdió más de una docena de puntos con respecto a la anterior municipal. En las otras
ciudades, la municipal dejó un balance pobre: UCS no alcanzó 6% en Sucre, La Paz, El Alto,
Cochabamba, Potosí, Tarija; en Oruro (15.4%) y Trinidad (9.9%), los resultados parecen mejores
pero deben interpretarse como una sanción a dos gestiones que no consiguieron reelegirse. La
principal debilidad de UCS, sus administraciones locales, volvió a manifestarse pero ahora tam-
bién afectó a su principal dirigente. Se trató de una derrota y así lo interpretó la gente: a pocos
días de los comicios, mientras los partidos que fueron percibidos como vencedores de la munici-
pal aumentaron las intenciones de voto declaradas para la presidencial (MNR, MIR, MSM o NFR,
por supuesto en grados distintos), aquellos que parecieron debilitarse en el terreno local, también
pagaron la factura en la política nacional. UCS se encontró en este grupo.

La victoria de J. Fernández se debió más a los errores del adversario que a los méritos propios,
pero el trago fue amargo para muchos en Santa Cruz. Aunque en el país hay un fuerte apego por
el respeto del triunfo y se desea que el vencedor ocupe el cargo58, en esa ciudad, después de la
elección, un 36.1% todavía creía que P. Fernández debía ser escogido alcalde, el mejor porcentaje
alcanzado por un candidato que ocupó el segundo puesto. Fue allí también que hubo el mayor nivel
de disgusto con el resultado electoral (22.5%).

El proceso y el resultado electoral transmiten la impresión de fragilidad que acompañó esa victo-
ria. En enero de 2000, concluida la intensa y fructífera labor prosélita (el 45.4% de los encuestados
consideró que la campaña de UCS fue la mejor), pero mantenido el ataque contra J. Fernández, se
produjo un descalabro de su popularidad. Por primera vez, y de manera permanente, pasó por
debajo de 40%. El principal problema ocurrió en sus bastiones: en Santa Cruz, su popularidad se
derrumbó de 60.4% a 41.1%; en el segmento más popular, de 58.3% a 45.1%. La clase alta le dio
la espalda como nunca antes (7.4%). En la reproducción más fiel de la historia, J. Fernández
consiguió una victoria pírrica: el triunfo le permitió seguir al frente de la comuna pero en trayecto
perdió las armas para encarar el desafío que más le interesaba, la presidencia de la República.

El golpe de gracia lo asestaron los graves eventos que vivió Bolivia en abril de 2000: la “guerra del
agua” en Cochabamba que terminó con la rescisión del contrato con la empresa internacional
Aguas del Tunari, los bloqueos en el altiplano con el consiguiente desabastecimiento de víveres en
La Paz – El Alto, el fracasado estado de sitio para retomar el control de la situación por un motín

58
Si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta de votos, el Congreso debe elegir al presidente de la República entre los
dos primeros candidatos –y hasta la reforma constitucional de 1994, hasta entre los tres primeros- e idéntica atribución
tiene el Concejo municipal.

95
SALVADOR ROMERO BALLIVIÁN

policial. Esos acontecimientos sacudieron al país y, entre otras repercusiones en el campo políti-
co, provocaron un hartazgo con los liderazgos más visibles y conocidos. En mayo, la popularidad
de Banzer, Paz Z., J. Fernández, Sánchez de Lozada y Quiroga se deterioran en mayor o menor
medida.

Cuando las clases medias se angustiaron ante la pérdida de autoridad del Estado, en los estratos
populares hubo una expectativa con el surgimiento de nuevos liderazgos, capaces de cambiar una
situación abrumadoramente considerada negativa. La protesta contra el modelo económico libe-
ral se agudizó: si durante más de una década aseguró niveles relativamente altos de crecimiento,
en 1999, la situación en Bolivia se estancó (crecimiento del PIB de 0.4%) y el desempleo abierto
trepó. Parecía entendido en los grupos populares que las esperanzas ya no estaban puestas ni en
el agonizante CONDEPA ni en J. Fernández, considerados como parte de un sistema que ya no
despertaba ilusiones pero al mismo tiempo marginados por los votantes que estaban dispuestos
a mantener el modelo.

La popularidad de J. Fernández cayó por debajo de 30% a fines del año 2000, abandonado por los
encuestados de Santa Cruz (26.9%) y por los de posición más pobre (36.8%). Las intenciones de
voto por UCS estaban por debajo de 5%, su peor nivel desde 1997; empezaban a brillar las
candidaturas de Costa Obregón, el juez que encarceló a varios ex alcaldes de La Paz acusados de
corrupción, y de Reyes Villa, el exitoso alcalde de Cochabamba. En medio de una crítica intensa a
su trabajo, J. Fernández renunció a la alcaldía de Santa Cruz para recuperar su capital político,
liberándose de un cargo que liquidaba su prestigio.

El camino hacia la elección general fue difícil. La candidatura de J. Fernández no estuvo en duda
pero la intención de voto fue constantemente débil y nunca figuró entre los favoritos. Tal vez
consciente de sus escasas perspectivas, aceptó alianzas con políticos desacreditados pero que
creyó podían aportar bolsones de votos. Así, incorporó en sus listas legislativas a Loza, ex líder de
CONDEPA, G. Valda y G. Encinas, dirigentes marginados del MIR. Las dificultades se agravaron
cuando la Corte Nacional Electoral, atendiendo un pedido del Servicio de Impuestos, anuló su
candidatura por las deudas que tenía con el fisco. A pesar de conseguir la reversión de la medida,
el efecto sobre su imagen política fue duro. El intento de colocarse como víctima dio escasos
beneficios. J. Fernández no podía reivindicar, como Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, la eficien-
cia del trabajo municipal; tampoco encarnaba un partido renovador, pues UCS colaboró con dos
gestiones presidenciales seguidas, su rectitud era puesta en duda por los impuestos adeudados
y ni siquiera podía ofrecer obras solidarias como su padre pues ya no era dueño de la Cervecería.

Al final, cosechó la peor votación de UCS en una elección (5.1%) y el peor sitio, el sexto. La
votación mostró algunos puntos altos, concentrados en los barrios periféricos de la ciudad de
Santa Cruz, pequeñas ciudades de Beni y algunas supervivencias de los antiguos bastiones del
este de Oruro y los valles de Cochabamba59. Los votos cruceños de UCS, que en parte habían
sido ganados por Kuljis más que por el aparato partidario, tendieron a emigrar hacia el MNR,
MIR y NFR60.

59
Salvador Romero Ballivián, “Elección presidencial 2002: una visión de conjunto” en ALCEU, volumen 3 (6), enero – julio
2003, p. 144 – 186.
60
Carlos Borth, Silvia Chávez, Elecciones 2002: resultados y transformaciones. La Paz: Fundemos, 2002, p. 78 – 84.

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CONDEPA Y UCS: EL DECLIVE DEL NEOPOPULISMO BOLIVIANO

Con apenas 5 parlamentarios, UCS perdió relevancia política aunque contribuyó a la elección
parlamentaria de Sánchez de Lozada y obtuvo, en contrapartida, un ministerio. Con escaso poder
en el Parlamento, con una gestión municipal severamente enjuiciada en Santa Cruz, con la sospe-
cha de que su apoyo a Sánchez de Lozada es a cambio de una indulgencia en el problema fiscal,
el futuro político de UCS se presenta sombrío.

En una perspectiva de conjunto, se puede concluir que el ascenso de CONDEPA y de UCS tenía
factores potencialmente destructivos: el liderazgo personalizado al extremo impidió preparar nue-
vos dirigentes o una eficaz institucionalización partidaria, la canalización del voto de protesta
hacía arriesgada la llegada al poder, la regionalización de la base electoral ligaba de forma peligro-
sa el destino partidario con el desempeño en un espacio restringido, pues cualquier tropiezo
tendría pocas formas de ser compensado.

Sin embargo, sería inexacto creer que la muerte de Palenque y de M. Fernández condenaba por sí
misma a sus organizaciones. La elección de 1997 y la popularidad de los dirigentes demostraba
que el destino de ambos partidos pudo ser distinto. Ese capital político fue malgastado en poco
tiempo, por la pérdida de las empresas que proyectaron los liderazgos de Palenque y de M.
Fernández, por las rivalidades internas y sobre todo por el pobre desempeño cuando CONDEPA y
UCS alcanzaron posiciones de mando. La distancia entre las promesas de los años de oposición
y los resultados, entre las expectativas y las realizaciones, motivaron que el electorado popular,
pobre e insatisfecho, decidiese en 2002 buscar en otros partidos y dirigentes, todos ellos aleja-
dos del sistema partidario tradicional y del modelo liberal, un nuevo derrotero para el país.

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