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Cómo Ser Un Estoico

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Cómo ser un estoico.

Los estoicos dividen las emociones en dos categorías: las emociones constructivas (alegría, amor,
sentido de la justicia) y las emociones disruptivas (rabia, miedo, odio) Un buen estoico busca
cultivar las constructivas y evitar las disruptivas.
El estoicismo es una filosofía de vida, una manera de orientarse en la vida, se diferencia de otras
filosofías por su premisa principal, vivir de acuerdo a la naturaleza. La naturaleza de los estoicos es
que somos seres sociales y racionales. Una vida que vale la pena es cuando ponemos la razón por
encima de todas las cosas, para ayudar a los demás y a nosotros mismos.

Los estoicos buscan controlar los impulsos físicos, mentales y el ego.


Para ser un buen estoico, hay que escoger que tipo de persona queremos ser, no importa si las otras
personas desaprueban eso.
Impulsos físicos: aprender a controlar los impulsos, los placeres, los sentidos, porque nos pueden
llevar por el mal camino “está en la naturaleza del sabio resistirse a los placeres y en la del necio ser
esclavo de ellos” Epicteto. Una clave para resistirse a los placeres es imaginarnos primero a
nosotros mismos haciendo ese placer, posteriormente, visualizamos lo que sentiremos después de
haber hecho ese placer y comparamos esas emociones con la alegría de habernos resistido. Sin
embargo, los estoicos no se resisten a los placeres de forma radical, la clave está en disfrutarlos con
libertad y no ser esclavo de ellos.
Impulsos mentales: no hay que dejarse llevar por falsas interpretaciones de nuestra realidad,
debemos entrenarnos para ver la realidad por lo que verdaderamente es, para esto, debemos esperar
y observar lo que sucede en nuestra mente, esta técnica también se conoce como el “mindfulness”
Debemos estár en guardia, para saber los pensamientos que corrompen nuestra mente, para
controlarlos y entenderlos, de esta forma, haremos uso del don que nos dieron los dioses, la razón.
Si nosotros reaccionamos impulsivamente ante una situación, estaremos defraudando nuestra propia
naturaleza, la cual, radica en la capacidad para pensar y analizar todo de forma lógica.
El ego: cuando nos dejamos llevar por el ego no somos personas muy racionales. Logramos
controlar el ego cuando somos conscientes de lo que sucede en nuestra mente “en las cosas que
tienen que ver con el cuerpo (comida, bebida, ropa, vivienda y sirvientes) Tome solo lo que necesite
y elimine todo lo que sea para lucirse” Epicteto. No alardear mucho de las cosas que creemos que
estamos haciendo bien “las ovejas no muestran cuánto han comido llevando su forraje a los
pastores; la digieren dentro de sus cuerpos y por fuera lucen lana y leche. Entonces, en tu caso, no
muestres tus principios filosóficos a la gente común, sino muestra las acciones que provienen de
ellos una vez que los principios han sido absorbidos” Epicteto.
El control de las cosas: no deseemos que las cosas sucedan como nosotros esperamos que sucedan,
hay que dejar que las cosas sucedan como realmente son, y eso está bien. No debemos preocuparnos
por cosas que no dependen de nosotros o que no podemos controlar, sencillamente dejar que fluyan.
El progreso del estoico: “los signos de que una persona progresa son estos: no criticar a nadie, a
nadie elogiar, no culpar a nadie, no acusar a nadie, y no decir nada sobre sí mismo para indicar que
es alguien o que sabe algo. Siempre que una persona sí se frustra o se vea impedida, se acusa a sí
misma. Si lo elogian, se ríe para sí mismo del que lo hace, y si lo critican, no se defiende. Anda
como un paciente, cuidando de no lastimar a ninguno de sus miembros en recuperación antes de que
estén completamente firmes. Ha desterrado todo deseo y ha transferido su aversión a las cosas
naturalmente desagradables que dependen de nosotros. Está relajado en todas sus motivaciones. No
le importa si parece ingenuo o ignorante. En una palabra, se vigila a sí mismo como si fuera su
propio enemigo planeando un ataque” Epicteto. El precio de la libertad es la eterna vigilancia.

Conversaciones con Epícteto.


«Convierte en una práctica el hecho de decirle a cada impresión fuerte: “Solo eres una impresión,
no la fuente de la impresión”. Entonces comprueba y evalúa con tus criterios, pero principalmente
con uno: pregunta “¿Esto es algo que está o no bajo mi control?”. Si no es una delas cosas que
controlas, estate preparado con la reacción “Entonces esto no es de mi incumbencia”.»

«En el caso de las cosas particulares que te gustan, o te benefician, o a las que has cogido cariño,
recuerda lo que son. Empieza con cosas de poco valor. Si te gusta la porcelana, por ejemplo, di:
“Me gusta una pieza de porcelana”. Cuando se rompa, no te sentirás desconcertado. Cuando le des
un beso a tu esposa o hijo, repite: “Estoy besando a un mortal”. Así no te sentirás tan desconsolado
cuanto te los arrebaten.»

«Siempre que planifiques una acción, practica mentalmente lo que el plan implica. Si te diriges a los
baños, imagínate la escena típica de las termas: gente chapoteando, empujando, gritando y tirándote
de la ropa. Completarás el acto con mayor compostura si te dices desde el principio: “Quiero
bañarme, pero al mismo tiempo quiero mantener mi voluntad alineada con la naturaleza” [es decir,
aplicando la razón a la vida social]. Hazlo con todos los actos. De esta manera, si ocurre algo que te
fastidie el baño, tendrás dispuesto el pensamiento “Bueno, no solo era esta mi intención, también
quería mantener mi voluntad en línea con la naturaleza, lo que es imposible si todo salta en pedazos
cuando ocurre algo malo”.»

«Para cada desafío, recuerda los recursos que tienes dentro de ti para enfrentarte a él. Provocado por
la visión de un hombre guapo o de una mujer hermosa, descubrirás en tu interior el poder contrario
del autocontrol. Enfrentado al dolor, descubrirás el poder del aguante. Si te insultan, descubrirás la
paciencia. A su debido tiempo, crecerás hasta confiar en que no hay una sola impresión para la que
no tengas los medios morales para tolerarla.»

«Recuerda, no es suficiente con que te golpeen o insulten para que te hieran, debes creer que van a
herirte. Si alguien tiene éxito en provocarte, date cuenta de que tu mente es cómplice de la
provocación. Esa es la razón por la que resulta esencial que no respondamos impulsivamente a las
impresiones; tómate un momento antes de reaccionar y descubrirás que es más fácil mantener el
control.»

«Podemos familiarizarnos con la voluntad de la naturaleza al recordar nuestras experiencias


comunes. Cuando un amigo rompe un vaso, decimos rápidamente “Oh, mala suerte”. Entonces
resulta razonable que cuando se rompe uno de tus vasos lo aceptes con el mismo espíritu paciente.
Pasando a asuntos más serios: cuando muere la esposa o el hijo de alguien, todos decimos
rutinariamente: “Bueno, eso forma parte de la vida”. Pero si está implicado alguien de nuestra
familia, entonces pasamos al “¡Pobre, pobre de mí!”. Haríamos mejor en recordar cómo
reaccionamos cuando una pérdida similar afligió a los demás.»
«Deja que el silencio sea tu objetivo en la mayoría de las ocasiones; di solo lo que sea necesario y
sé breve. En las raras ocasiones en que te pidan que hables, habla, pero nunca sobre banalidades
como los gladiadores, los caballos, los deportes, la comida y la bebida, todos ellos temas vulgares.
Sobre todo, no cotillees sobre otras personas, alabándolas, culpándolas o comparándolas.»

«Evita fraternizar con no filósofos. Pero si tienes que hacerlo, ten cuidado de no bajar a su nivel;
porque, sabes, si un compañero es sucio, sus amigos no pueden evitar ensuciarse un poco, sin
importar lo limpios que estaban al principio.»

«Si te enteras de que alguien está hablando mal de ti, no intentes defenderte de los rumores; en su
lugar responde: “Sí, y él no sabe ni la mitad, porque podría haber dicho más”.»

«En tu conversación, no te detengas demasiado en tus logros o aventuras. Solo porque te guste
contar tus gestas no significa que los demás obtengan el mismo placer de escucharlas.»

«Algunos se bañan con prisa; no digas que se bañan mal, sino con prisa. Alguien bebe mucho vino;
no digas que bebe mal, sino mucho. Mientras no conozcas sus razones, ¿cómo puedes saber que sus
acciones son malas? Esto evitará que percibas una cosa con claridad, pero después expreses algo
diferente.»

«No admitas el sueño en tus tiernos párpados hasta que hayas evaluado cada uno de los hechos del
día: ¿cómo he errado, ¿qué he hecho o dejado de hacer? Empieza así y revisa tus actos y entonces
por los actos infames amonéstate, por los buenos alégrate.»

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