La novela narra la historia de Hilario Guanipa, un protagonista ilegítimo que logra ascender social y económicamente a través de su trabajo duro. La novela presenta varios frentes de lucha como la raza, clases sociales y legítimos e ilegítimos. Aunque el inicio es lento, la historia logra captar la atención del lector.
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La novela narra la historia de Hilario Guanipa, un protagonista ilegítimo que logra ascender social y económicamente a través de su trabajo duro. La novela presenta varios frentes de lucha como la raza, clases sociales y legítimos e ilegítimos. Aunque el inicio es lento, la historia logra captar la atención del lector.
La novela narra la historia de Hilario Guanipa, un protagonista ilegítimo que logra ascender social y económicamente a través de su trabajo duro. La novela presenta varios frentes de lucha como la raza, clases sociales y legítimos e ilegítimos. Aunque el inicio es lento, la historia logra captar la atención del lector.
La novela narra la historia de Hilario Guanipa, un protagonista ilegítimo que logra ascender social y económicamente a través de su trabajo duro. La novela presenta varios frentes de lucha como la raza, clases sociales y legítimos e ilegítimos. Aunque el inicio es lento, la historia logra captar la atención del lector.
La trepadora, contrariamente a lo que me imaginé cuando empecé a leerla, resultó ser
una novela que captura la atención del lector; o, al menos puedo decir que captó mi atención. El inicio, poco llamativo y, de hecho, perfectamente olvidable, hace honor a un par de primeros capítulos que te hacen creer que la novela es muy mala. Estuve tentado de dejarla a un lado, cerrar sus páginas y no continuar leyendo. Nada que ver con Doña Bárbara que, luego de leerla dos veces, he terminado por considerarla una buena novela, interesante desde el inicio. La trepadora, en cambio, inicia muy lentamente, o, mejor, la voz narrativa apuesta por un inicio tangencial, optando, además, no por la narración propiamente dicha sino por el diálogo. Siempre he de creer que el diálogo es uno de los grandes escollos a la hora de escribir. Un buen narrador puede no ser un buen dialoguista. Y sentí, quizá ideas mías; pensé, mientras leía, que era cuestión de paradigmas, el juzgar una novela de hace casi 100 años con un paradigma crítico impropio del tiempo de la novela en cuestión. La culpa la tendría la reciente lectura de la Trilogía sucia de La Habana, una novela con un estilo que se encuentra en las antípodas de La trepadora. Incluso el estilo de Cuando quiero llorar no lloro, otra de las leídas recientemente, se encuentra sumamente alejado del de la novela de Gallegos. Con estas dos novelas como lecturas precedentes era lógico que sintiera que La trepadora carecía de la calidad literaria (aunque esto es muy subjetivo) que, en teoría, debía tener. Una novela más cercana, tanto a su tiempo como al estilo, es San Bernardo, la novela del brasileño Graciliano Ramos; aunque, cierto que es otro estilo, más “postmodernista”; alejado del romanticismo que se respira en Gallegos. Y bien pensado, son ideas contrapuestas las que se presentan en ambas novelas. En Ramos hay cierta negatividad, cierto triunfo de la barbarie sobre la civilización; aunque es un triunfo no completo. En Gallegos, en cambio, el triunfo es de la civilización, y con una historia positiva. No obstante, estas diferencias, son bastante cercanas. Los protagonistas son hijos ilegítimos, que a fuerza de trabajo logran conseguir posiciones económicas de poder. Ambos protagonistas terminan apoderándose, con tretas y artimañas, de las haciendas en las que crecieron. Ambos se casan con mujeres “espiritualmente” superiores, y en el caso de Hilario Guanipa, con una mujer de “mejor casta”. Así que hay material bastante similar. Podría ser interesante un análisis a contrapunto. Pero supongo que este no es el momento. La trepadora nos presenta varios frentes de lucha; no solo la típica dicotomía “barbarie-civilización” de la época del criollismo latinoamericano. Existe la cuestión de la raza, la lucha entre las castas, la “lucha de clase” de entonces. El abolengo de un apellido contra el arribismo de nuevos ricos. También está la lucha clásica entre los hijos legítimos y los ilegítimos. Y todo esto con un posible trasfondo político, una lectura histórica de la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX. Salvados los dos primeros capítulos de la primera parte de la novela, en los que se “narra” el regreso de Hilario Guanipa a su pueblo; entramos en la historia de este personaje, nuestro protagonista y antagonista. Fue a partir del tercer capítulo cuando la voz narrativa captó definitivamente mi atención y la historia que me fue revelando terminó por ganarse, con justo derecho, las horas de tiempo dedicadas a la lectura. La lectura de La trepadora, de cierta manera, me transportó a otras lecturas, de otros momentos de mi vida. Recordé Peonía, recordé En este país…!; novelas que, alejadas por varios años de diferencia en el tiempo, transportan a esa época agrícola del país, la Venezuela pre-boom petrolero; la Venezuela del campo, que empezaba a convertirse en país hecho y derecho. Esas novelas transportan a esos momentos en los que se comienza a gestar un país, no sin los grandes escollos que representan los modelos antiguos y arcaizantes. Peonía, entre las tres, es la negativa, en la que se lee que no hay posibilidades para levantarse por encima de las carencias espirituales, culturales, sociales. En este país…! tiene un poco de positivismo y otro poco de negativismo. La trepadora es, en cambio, todo esperanza. De esta segunda novela que leo de Gallegos, debo decir que me siento bastante conforme. Tiene, sí, sus deficiencias. El principio me pareció flojo, mal logrado, en el que los diálogos me parecieron forzados, artificiosos, del tipo de diálogos que pretenden poner en “conocimiento” al lector, pero lo hace de una manera tan poco imaginativa que no puedo evitar sentir que me desagrada. Aunque, en última instancia, todo esto no es sino cuestión de gustos. Puedo no existir una razón crítica válida, ¿hay una teoría del diálogo? Porque, a fin de cuentas, ¿cómo hace un escritor para mostrar a través del diálogo lo que quiere presentar al lector? El instinto es lo que lo mueve; lo que considera que personas reales dirían si en verdad vivieran la situación de los personajes novelescos. No hay una teoría del diálogo, así como tampoco un análisis crítico que permita constatar a través del método “literario” la calidad o no de una sección dialogada en una novela. ¿O sí lo hay? No recuerdo nada que me pueda ayudar. Aquello que me disgusta o desagrada de los diálogos, aquello que veo forzado o artificioso puede no parecérselo a otro lector. Una última cuestión acerca de la novela que me pareció mal lograda fue el final. Me pareció demasiado apresurado, rápido; como si a la voz narrativa se le hubiera estado agotando el tiempo y hubiera decidido adelantarlo todo, terminarlo de golpe. El final en sí, es verdad, no es malo. La manera en que concluye me parece bastante natural, un pensamiento perfectamente válido. El tema es cómo llegamos a esa idea final; cómo terminamos la estancia de Victoria en Caracas, cómo terminamos contemplando el enamoramiento entre Nicolás y la propia Victoria. Esta sección parece demasiado apresurada. Y saltar de allí, de una vez a la hacienda, con una “transformación” de golpe de Hilario, sin nada más a qué hacer referencia, me despido. Tan bien construida la segunda parte de la novela, en la que se nota cómo la parte negativa de Hilario sale a flote y lo domina, nos toca asistir a su transformación en cuestión de dos o tres párrafos. Siento que le faltó tiempo, le faltó desarrollo a esta sección… pero bueno, así ha de haber sido la idea de Gallegos. No consideró necesario nada más. En cuanto a mí, le faltó. Fuera de los detalles del inicio y el final, La trepadora me parece una buena novela. No tan bien lograda como Doña Bárbara, pero sin duda alguna digna de la eminencia que representa el nombre de Rómulo Gallegos para la literatura venezolana. Sin duda, vale la pena leerla y volverla a leer.
Las Novelas Afrohispanoamericanas Son Una Forma de Literatura Que Refleja La Experiencia de Las Comunidades Afrodescendientes en América Latina y en España