Época de Adviento - Taller de Fieltro
Época de Adviento - Taller de Fieltro
Época de Adviento - Taller de Fieltro
Cuatro domingos antes de Navidad comienza el camino del Adviento, que tiene como meta un
nacimiento. Uno puede andarlo como si nada extraordinario estuviese ocurriendo, e igual llega.
Pero ¿cómo llega? El Adviento es una época del año que los niños adoran, cuando una vez han
podido vivirla llena de contenido. De pronto hay un festejo diario antes de dormir, y lo que en
grande de esta época se vive como esperanza de llegar al nacimiento del Niño, cada día en lo
pequeño se vivencia la espera de ese momento tan especial en familia, en que ellos mismos
pueden participar en el festejo.
Para que algo verdadero ocurra, el adulto tiene que saber lo que está haciendo y por qué lo hace,
así el niño percibirá (sin recibir ninguna explicación intelectual, por supuesto) que hay una meta
real y que este camino tiene un sentido.
¿Qué es lo que haremos entonces y para qué? Nos preparamos durante cuatro semanas para que
pueda nacer en nosotros ese “Niño” que estamos gestando desde siempre y que cada año tiene la
posibilidad de nacer de nuevo en nuestro interior.
“Nuestro Niño” es la fuerza de nuestro yo más elevado, es como el germen de nuestros ideales, de
nuestras metas, nuestros más nobles impulsos, en la imagen de un niño celestial. Pequeño, por ser
germen, pero de una grandeza espiritual inmedible. Para que pueda nacer en nosotros, todo
nuestro ser se involucra y se pone a disposición. Es un proceso que dura cuatro semanas.
El primer domingo, al levantarse, los niños encuentran sobre un mueble o mesa un paisaje de
color tierra con un camino, y al final, la meta, sería el pesebre vacío en una pequeña casita o
establo sencillo, como imagen de nuestra casa terrenal, o sea de nuestro cuerpo físico, el mundo
mineral en la naturaleza. Este camino puede estar bordeado por piedras que los niños van
poniendo en el transcurso de esta semana. Al comienzo del camino están María y José con el
burrito y cada día dan un pequeño paso. De fondo, un cielo donde cada día los niños pueden
colocar una estrella.
El segundo domingo se incorporan las plantas, árboles, flores… el mundo vegetal como imagen de
nuestras fuerzas vitales, de todo aquello que germina en nuestro interior y nos va formando y
fortaleciendo.
En el tercer domingo van apareciendo animales, como imagen de nuestras fuerzas anímicas: el
buey en el establo, ovejas, perros, pájaros, caballos, conejos.
Y en el cuarto aparece el ser humano, los pastores, que son las fuerzas humanas que cuidan,
apacientan nuestra alma.
El camino del alma y el yo humano en la imagen de María y José a través de los cuatro elementos –
tierra, lo físico; agua, lo vital; aire, lo anímico y fuego del yo humano– llegan a compenetrar
nuestra materialidad, entran en la casita terrenal y, poco después, desde adentro, nace el Niño de
luz y amor. Este es el mayor regalo de Navidad, el verdadero regalo.
Los niños lo vivencian y se involucran de tal manera que queda grabado para siempre en su alma.
Primer domingo
No se la puede ver con los ojos, puesto que los días y las noches son como siempre y los hombres
vienen y se ocupan de sus asuntos como es costumbre. No se la puede oír con los oídos, porque
son siempre los mismos sonidos los que resuenan, los autos, los aviones que pasan, las voces de
los niños, y así sucesivamente. Cuatro semanas antes de Navidad pasa algo muy importante.
Un gran ángel desciende desde el Cielo para invitar a los habitantes de la Tierra a preparar la
Navidad. Está vestido con un gran manto azul, tejido de silencio y de paz. La mayoría de las
personas no lo notan porque están muy ocupadas con otras cosas. Pero el ángel canta con una voz
profunda, y solo aquellos que tienen un corazón atento pueden oírlo.
Canta: el Cielo viene sobre la Tierra, Dios viene a habitar el corazón de los hombres, prestadle
atención, abridle la puerta. Y es hoy que ese ángel pasa y habla a todos los hombres. Y los que lo
escuchan, comienzan a preparar la Navidad, entonando cánticos y encendiendo velas.
Segundo domingo
Hoy desciende un segundo ángel del Cielo; está vestido con un gran manto rojo y lleva en su mano
izquierda un gran cesto todo hecho en oro. Este cesto está vacío y el ángel quisiera llenarlo para
llevarlo todo lleno delante del trono de Dios. Pero ¿qué va a poner en él? El cesto es muy delicado
y sutil porque está entretejido con rayos de sol; no se le pueden poner cosas duras ni pesadas. El
ángel pasa muy discretamente por todas las casas y busca; pero ¿qué busca? Mira en el corazón
de todos los hombres para ver si encuentra un poco de amor que sea puro, y este amor lo coloca
dentro de su cesto y se lo lleva hacia el Cielo. Y allá, aquellos que habitan el Cielo, los ángeles y
también los hombres que ya han regresado al Cielo, toman este amor y lo convierten en luz para
las estrellas.
Tercer domingo
El tercer domingo, un ángel todo blanco y luminoso desciende hacia la Tierra. Tiene en su mano
derecha un rayo de luz que posee un poder maravilloso. Va hacia todos los humanos, en cuyo
corazón el ángel rojo había encontrado el amor puro, y los toca con su rayo de luz. Entonces esta
luz penetra en los corazones de estos hombres y comienza a iluminarlos y a darles calor desde el
interior. Es como si el sol se iluminara en sus ojos y penetrara en sus manos, en sus pies y en todo
su cuerpo.
Pero no todo el mundo ve a este ángel blanco. Solo lo ven los ángeles y aquellos cuyos ojos han
sido iluminados por su luz. Es con esta luz en los ojos que uno puede ver también al pequeño niño
que nace en Navidad en el Pesebre.
Cuarto domingo
El último domingo antes de Navidad es un ángel con manto de un violeta sutil y cálido el que
aparece en el Cielo y pasa por toda la Tierra. Lleva en su mano una lira; toca en esta lira una
música muy dulce, entonando un canto armonioso y claro. Pero para escucharlo es necesario
tener un corazón atento.
Canta el gran canto de paz, el canto del niño de Navidad y del reino de Dios que viene sobre la
Tierra. Muchos pequeños ángeles lo acompañan y ellos también cantan y se alegran en el Cielo.
Y entonces, las semillas que duermen en la Tierra se despiertan y la Tierra misma escucha y se
estremece. El canto de los ángeles le dice que Dios no la olvida, y que un día ella volverá al paraíso.