PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA - Luis Felipe Bate
PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA - Luis Felipe Bate
PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA - Luis Felipe Bate
A manera de Introducción:
1. Arqueología Social Ameroibérica. 7
I. Temas generales de teoría y método.
2. Teorías y métodos en arqueología. ¿Criticar o proponer? 21
3. Notas sobre el materialismo histórico
en el proceso de investigación arqueológica. 33
4. “Del registro estático al pasado dinámico”:
entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 61
5. Teoría de la cultura y arqueología. 83
6. ¿Es la cultura el objeto de la antropología? 105
7. Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 111
8. Una nota sobre dialéctica en arqueología social. 123
II. Periodización histórica.
9. Sociedad concreta y periodización tridimensional. 141
10. El modo de producción cazador recolector
o la economía del “salvajismo”. 157
11. Sobre el modo de reproducción en sociedades pretribales.
Luis. F Bate y Alejandro Terrazas 189
12. Sociedades cazadoras recolectoras
y primeros asentamientos agrarios. 217
13. Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 253
14. Condiciones para el surgimientos de las sociedades clasistas iniciales. 311
III. Cazadores recolectores americanos.
15. Las sociedades cazadoras recolectoras pretribales. 329
o el “Paleolítico Superior” visto desde Sudamérica.
16. Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 387
17. ¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 411
18. Cazadores del trópico americano en México.
Luis F. Bate y Guillermo Acosta. 441
IV. Reseñas críticas.
19. Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América.
Luis F. Bate y Alejandro Terrazas 459
20. Arqueología, genética y lingüística:
sugerencias en torno al poblamiento americano.
Luis F. Bate y Alejandro Terrazas 493
21. Un fantasma recorre la arqueología (no sólo en Europa).
Luis F. Bate y Francisco Nocete 527
V. LA CUESTIÓN ÉTNICO NACIONAL.
22. Cultura, clases y cuestión étnico nacional. 553
23. Cultura, identidad e identificación 643
Nota previa.
A la memoria de
Lenin Ortiz,
amigo, camarada y colega.
A. Breve historia.
Comunicación presentada en el Tercer Congreso Ecuatoriano de Antropología y Arqueología, realizado en
Guayaquil, en octubre del 2008.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 8
social e histórica de la arqueología, era aún bastante grande. Por lo que se comenzó la tarea
de ensayar diversas propuestas en este sentido.
En esa época se producen los primeros textos, entre los cuales se cuentan Las
antiguas formaciones y modos de producción venezolanos [Sanoja y Vargas 1974], La
arqueología como ciencia social [Lumbreras 1974], Sociedad, formación económico social y
cultura [Bate 1978] o Marxismo y arqueología [Montané 1980].
2. La Arqueología Social Latinoamericana. Al iniciarse la década de los ochenta, debido a la
heterogeneidad de enfoques políticos, de intereses temáticos y a la desigual formación
teórica1, se presentaba una gran dispersión conceptual entre los diversos autores. Si bien
todos escribíamos y hablábamos desde "el" materialismo histórico, el contenido de los
conceptos que manejábamos era muy disímil y no pocas veces incompatible. Si se
conjuntaran y confrontaran los textos redactados hasta 1983, no sería posible dar una visión
coherente de todos esos planteamientos.
Entonces fue que se convocó a la primera reunión en Oaxtepec, México, con el
objetivo de argumentar nuestras diferencias. Y ocurrió lo que, si hubiera sido el propósito
explícito de la reunión, seguramente no habría ocurrido: se llegó a un consenso que permitió
una unificación conceptual básica. A dicho encuentro de 1983, siguieron las reuniones del
Cuzco (1984), Caracas (1985) y nuevamente en Oaxtepec, en 1986, conformándose lo que se
conoció como Grupo Oaxtepec. Y surgieron también varios grupos de discusión nacionales o
regionales, como el grupo Evenflo en México, 4 Ahau en Guatemala, el Cheverato en el
Caribe o Indea en Perú2.
Para entonces, buscando diferenciarla de las posiciones de Shanks y Tilley, se
comenzó a hablar de la Arqueología Social Latinoamericana.
A fines de la década, había ya un creciente número de autores generando una
producción abundante y temáticamente diversificada, incluyendo la propuesta de integración
publicada por Vargas [1989] bajo el título de Arqueología, ciencia y sociedad.
3. La Arqueología Social Iberoamericana. En la década de los noventa, el ámbito de interés
se extiende a la península ibérica y el desarrollo de las investigaciones es motivado de
manera importante gracias al recurso de la polémica y el debate. Se realizan entonces los
encuentros de Arqueología Social Iberoamericana, promovidos por los colegas Oswaldo
Arteaga y Francisco Nocete, bajo el auspicio de la Universidad Santa María de La Rábida. En
los que participaron cerca de un centenar de arqueólogos, no sólo de América Latina y de
España y Portugal, sino también norteamericanos, como Muse y McGuire.
1
Para principios de los setentas, antes de que el marxismo se pusiera de moda en los medios académicos, bajo
la influencia de Althusser, probablemente el único que poseía un conocimiento amplio del marxismo entre los
arqueólogos latinoamericanos era Julio Montané.
2
Donde hoy existe el grupo Runa, saludablemente crítico.
Arqueología Social Ameroibérica 9
Por lo que respecta al Ecuador, en esta muy escueta reseña histórica vale la pena
recordar que, desde 1979, Lenin Ortiz organizó, con el apoyo del entonces Prefecto de
Pichincha, Patricio Romero [†], las Semanas Culturales de Mayo en las que, con ocasión de
las Fiestas Patrias, se reunió a un grupo de colegas americanos. Y, desde entonces, fue el
promotor de múltiples iniciativas que buscaban acercar a los colegas, aún con diferentes
3
La cual se publicó, en 1998, bajo el título de El proceso de investigación en arqueología.
4
Donde compiten libremente sardinas y tiburones.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 10
puntos de vista. En los años siguientes le sucedieron diversos eventos, como la reunión en
homenaje a Carlos Zevallos Menendez, organizada por la Escuela de Arqueología de la
ESPOL recientemente fundada por Jorge Marcos. Hubo también diversos foros en los que
participaban el grupo de Historia del Consejo Provincial de Pichincha, arquéologos de la
Escuela de Arqueología de la ESPOL, de Historia de la UCE, colegas de la Universidad del
Estado de Guayaquil, como Gorky Elizalde, Víctor González o Iván Cruz. Y la oportunidad
de colaboración en los trabajos de campo en Mojanda, bajo el Proyecto Cochasquí dirigido
por Lenin Ortiz, a los cuales se integraron los colegas del Consejo Provincial, profesores y
alumnos de la ESPOL, Rosángela Adoum, entonces directora del Museo del Banco Central
de Quito y el equipo de la Misión Arqueológica de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia de México. En todas esas ocasiones participamos, entre otros, varios de los
arqueólogos de diversos países latinoamericanos que confluimos en la conformación de esta
posición teórica.
En este contexto, nos es muy grato volver a participar en un evento en Ecuador, bajo
circunstancias políticas y sociales más esperanzadoras para los movimientos populares que lo
que han sido las dos décadas anteriores. Y encontrarnos con los pioneros, así como con los
jóvenes maestros de entonces, como Silvia Alvarez, Mike y Judith Muse o Jimmy Zeidler y
muchos de sus alumnos convertidos ya en experimentados profesionales. Vaya para nuestros
colegas ecuatorianos el reconocimiento de los que conformamos el Parque Jurásico de la
Arqueología Social.
1999; J. Jover y J. A. López Padilla 2006]. También hay trabajos como el de J. A. Flores
[2007] que discuten la periodización de las formaciones sociales en su articulación con
diversos modos de vida, en general, o como el de J. Sansores [2000], en particular para
Mesoamérica. También son varias las las publicaciones referidas a los procesos concretos en
diversas regiones americanas.
Además, una gran cantidad de propuestas sobre temas como el proceso de
hominización bajo el concepto de coevolución humana [Terrazas 2006], hacia una síntesis
biosocial [T. Monsalve y C. Serrano 2005], propuestas para una teoría de la estética en
sociedades precapitalistas [L. Delgado 1989; J. L. Pérez 2000, 2001], sobre la relación entre
arqueología y ética [R. González Quezada 2001] , arqueología y pedagogía [G. Sarmiento
2006]. O temas como el género en la historia [Vargas 2006], la relación entre estructura y
causalidad social en relación al uso del espacio [C. Ardeleán 2001, 2003], inferencias
sociales a partir de restos arqueofaunísticos [E. Camarós y J. Estévez 2006], o arqueología y
simbolización [S. Castillo 2005]. Igualmente una conceptualización del patrimonio cultural
[M. Gándara 2005; Fonseca 2000] o la relación práctica entre participación social y
protección del patrimonio [L. Meneses 1994 ].
También se ha participado en temas relacionados con las sociedades actuales, como la
cuestión étnico-nacional [H. Díaz-Polanco, C. Sánchez, L.F. Bate] con diversos trabajos y
propuestas sobre temas particulares como la autonomía regional, diversidad social,
multiculturalidad urbana o la relación entre cultura e identificación ideológica.
Desde luego, una enumeración tan breve deja sin mencionar un gran número de
aportes, pero sólo hemos querido dar una idea de la amplitud de la temática abarcada.
5
Postura acertadamente criticada por los grupos RATS (Radical Archaeology Theory Seminar) en Estados
Unidos o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Europa.
6
Versión que difiere de la del althusserimo de moda en las academias occidentales desde fines de los sesenta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 14
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2008 El análisis teórico en ciencias sociales: aplicación a una teoría del origen del estado en
Mesoamérica.000
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 16
1. El tema.-
En primer lugar, ¿por qué he escogido el tema de las teorías y métodos en la arqueología?
Porque en ellos se generaliza lo que hay de común al quehacer concreto de las
investigaciones en cualquier parte del mundo.
Porque, al trascender la inmediatez del conocimiento empírico, nos permite generar
y debatir reflexiones necesarias sobre los problemas comunes y abrir posibilidades que, al
regresar al estudio de realidades históricas concretas, redundan -a mediano o largo plazo- en
avances en los enfoques y procedimientos de las investigaciones.
Ha sido el debate de los problemas de teoría y método el que ha mostrado a la
arqueología de las últimas dos décadas como una de las disciplinas más vitales de la ciencia
Conferencia Inaugural del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Realizado en Córdoba, 2000.
Publicado en las Actas del evento.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 22
social, evitando que se ahogara sin pena ni gloria en el mar de la empiria, siempre
imprescindible, aunque aparentemente caótico.
Recordando la historia reciente, hace poco más de treinta años fue la "Nueva
Arqueología" o "Arqueología Procesual", con autores como Binford, Schiffer o Flannery en
Norteamérica y Renfrew o Clark en Europa, la que buscara un cambio radical del enfoque
tradicional -particularista histórico- de la arqueología, convocando a la comunidad académica
de los arqueólogos y a algunos filósofos de la ciencia a la reflexión teórica y metodológica.
El programa de Binford partía de algunas premisas que podíamos compartir:
- que la arqueología estudia procesos sociales,
- que estos procesos están regidos por leyes,
- que dichas leyes son cognoscibles y
- que, si la arqueología ha de ser realmente una ciencia, sus
métodos deberían ser explícitos.
Como reacción ante la incapacidad de ese programa para conseguir la meta que se
había propuesto -elaborar la Teoría Arqueológica- surgieron, a comienzos de los años 80, las
llamadas "arqueologías postprocesuales".
Una línea de críticas surgió de grupos como RATS (Radical Archaeology Theory
Seminar) en EE.UU. o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Inglaterra. Destacaban la
inviabilidad del método hipotético-deductivo (el "martillo metodológico") para contribuir por
sí solo a la creación de una Teoría arqueológica, por la vía de contrastar "leyes de Mickey
Mouse" a diestra y siniestra, como predijera Flannery. Sostenían que lo adecuado sería
buscar, en las teorías sociales disponibles, los fundamentos heurísticos para desarrollar
creativamente propuestas a contrastar. Lo cual representó una inversión radical de la relación
teoría-método planteada en términos neokantianos por Binford.
La otra vertiente crítica fue la de la arqueología "post-moderna" (principalmente
Shanks y Tilley), que se limitó a atacar la fe "modernista" en el método científico y en la
exactitud y veracidad incuestionadas de los conocimientos así obtenidos. Crítica saludable
que barrió provechosamente muchos lastres y sobreentendidos. Sólo que, al llegar a los
extremos del relativismo subjetivista adoptando la contraregla del "todo vale" (Feyerabend),
se inviabiliza como propuesta y no tarda mucho en pasar de moda.
Lo que ha florecido es una multiplicidad de propuestas sobre tópicos diversos
-resultado de incursiones en diversas teorías- altamente sugerentes e interesantes pero, salvo
muy contadas excepciones, parciales y difícilmente articulables. Sin embargo, estimamos que
eso crea condiciones que llevarán a descubrir algunas de las muchas regularidades que reinan
en el caos.
Acá represento a una propuesta que se ha desarrollado paralelamente a la "nueva
arqueología" y que, si tiene algún mérito, es que ha surgido originalmente como respuesta a
la problemática de la investigación arqueológica en "Sub América", es decir, del río Bravo al
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 23
2. ¿Criticar o proponer?.
La respuesta a tal pregunta resulta casi obvia: la existencia de la crítica es tan importante
como la generación de propuestas. No obstante, nos interesa centrar los esfuerzos en el
segundo aspecto, pues ahí reside la posibilidad de avances sustantivos en el conocimiento. Y,
en última instancia, sólo de ellas puede alimentarse la crítica que permite corregir caminos
errados y estimula la creatividad en la investigación. Sólo consignaremos un par de
anotaciones sobre el punto:
a) Respecto a la crítica, es tan indispensable como la elaboración de propuestas. La
ciencia sólo se desarrolla como efecto de las contradicciones entre planteamientos distintos y
opuestos. En las ciencias sociales, la hegemonía incontestada de cualquier posición sólo
puede llevar a la "investigación normal" a agonizar en la mediocridad de la repetición, por
inercia burocrática, de sus procedimientos y protocolos.
Tenemos en cuenta que hay distintos niveles de proposición y crítica. Así como hay
quienes consideran "teoría" a cualquier clase de conjeturas, hay también una clase de críticas
que no contribuye a enriquecer ni enorgullecer a la investigación. Como ejemplo de esa
concepción naive de la teoría recuerdo una reunión en que se planteaba la "teoría" de que las
puntas líticas más grandes eran para la caza mayor o la guerra, las medianas para conejos o
zorros y las más pequeñas para cazar pajaritos. Lo mismo puede decirse de la farsa
mercadotécnica del debate "pre-Clovis/Clovis first", donde los partidarios del primer término
aparecen como los paladines de "las nuevas teorías, que vienen a echar por tierra
heroicamente a las viejas teorías" sobre el poblamiento de América. Lo cual abusa del
desconocimiento de la historia reciente de la investigación, pues prácticamente todas las ni
tan viejas "teorías" suponen la existencia acá de poblaciones de tipo anterior al paleolítico
superior y a Clovis.
Igualmente existe la crítica mediocre, nacida de las envidias o de encarnizadas
competencias de poca monta -muchas veces poco valientes- pero que también es parte de la
vida académica real.
En el nivel de las generalizaciones teórico-metodológicas, las pasiones -que no
pueden estar ausentes de cualquier actividad humana- están obligadas, al menos, a trascender
las mezquindades coyunturales. Y se presentan, como dirían los partidarios del psicoanálisis,
"sublimadas", permitiendo un debate de altura.
En este nivel, el adversario no tiene por qué ser un enemigo personal ni la
cordialidad tiene por qué restar calidad a las polémicas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 24
a) una área valorativa, que incluye los juicios de valor, siempre presentes y
que condicionan los objetivos cognitivos.
b,c) una área epistemológico-metodológica, que separo en
epistemológica (o gnoseológica) y metodológica. Y
d) una área ontológica..
Los principios de evaluación crítica suponen que es preferible una posición teórica:
- que da respuestas explícitas a los problemas que plantea cada área;
- que tiene mayor cobertura o potencialidad explicativa;
- que es más consistente, es decir, que evita la incompatibilidad lógica entre
sus diversas proposiciones.
¿Por qué retomo este concepto?. Porque coincide con afirmaciones que la dialéctica
materialista acepta de Hegel , sobre la necesidad de coincidencia entre teoría del
conocimiento, ontología y lógica. Y agrega una propuesta de Kant sobre la necesidad del
filósofo o investigador de asumir sus juicios de valor (en su caso, éticos: su "razón práctica").
Y porque, en tanto permite la crítica, permite también una autoevaluación crítica en el
proceso de construcción de una posición teórica.
3. Nuestra propuesta.-
Aunque la mayoría de las afirmaciones que hago son de mi autoría y responsabilidad, no
hablo en plural mayestático. Es una proposición compartida en diversas medidas (no puede
ser de otro modo) por otros colegas americanos y aún ibéricos. Ciertamente, muy pocos,
como constata el colega y amigo Politis. Yo diría que unos cuantos gatos. Pero comparto el
aserto popular patagónico de que "la esencia buena viene en frasco chico y el petróleo en
bruto se vende por barriles".
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 25
Sucede que, aún todos los que nos dedicamos a estos temas desde diversas
posiciones, somos muy pocos. En la práctica, la arqueología real y cotidiana sigue siendo en
más de un noventa por ciento particularista histórica y, a lo más, de un evolucionismo
ramplón. En suma, ancianamente tradicional. Sólo que, ahora, lo que alguna vez he llamado
el "empirismo inmune" ya no puede seguir siendo un "empirismo impune", en la medida en
que, afortunadamente, en la ciencia la ignorancia no es argumento.
Nuestra propuesta se basa en una concepción histórico materialista de la sociedad y
su desarrollo. Cuyo "núcleo duro" es una concepción materialista dialéctica sobre la realidad,
incluyendo en ella el proceso de su conocimiento.
Vamos por partes:
A. En cuanto al área valorativa, asume una posición ideológico-política y ética que
considera que la realidad social existente es estructuralmente injusta y se propone
transformarla buscando reducir las injusticias.
Entiende que el conocimiento es una condición subjetiva necesaria en la
transformación objetiva de la realidad. Que, mientras más cercano esté de reflejar a la
realidad como es, más probabilidades hay de que los efectos de la acción, basada en tal
conocimiento, se parezcan a los fines previstos. Siendo la ciencia, bajo el principio de
objetividad entendido en sentido materialista, la forma de conocimiento más adecuada a tal
objetivo.
Que la realidad es infinitamente compleja y dinámica, por lo que el objetivo
cognitivo de la ciencia debe ser acercarse a conocerla como totalidad histórica concreta. Una
metodología congruente debería permitir acceder a ese objetivo.
Para ser consistentes -en cuanto a la relación entre una metodología adecuada a tal
objetivo cognitivo, la teoría de la que se deriva y la epistemología que las vincula- partimos
del principio dialéctico materialista de coincidencia entre teoría del conocimiento, ontología
y lógica.
Éste acepta, de Hegel, la necesidad de dar a estos problemas particulares una
solución unitaria y consistente, ya que su separación -en toda la filosofía anterior, hasta Kant-
llevaba a la imposibilidad de resolver los problemas cruciales de la lógica. Particularmente en
Kant, debido al fundamento idealista subjetivo de su lógica, a pesar de su gnoseología
materialista.
Y resuelve, a su vez -al replantearse desde una posición materialista- el problema de
incompatibilidad entre sistema y método (ontología y lógica) que, en Hegel, obedece a la
adopción del idealismo objetivo.
Se trata, en suma, de que no es posible plantearse cómo conocer adecuadamente la
realidad (problema de la lógica) si no se sabe nada acerca de cómo es la realidad (problema
central de la ontología). Entendiendo que, para hacer compatibles ontología y lógica (teoría y
método), es necesario adoptar una posición igualmente compatible en torno a la teoría del
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 26
Finalmente...
La historia del marxismo y, por consiguiente, del materialismo histórico, es la historia de una
muerte permanentemente anunciada. Sin lugar a dudas, como a todo lo existente, le llegará su
hora. Sin embargo, para desgracia de sus proclamadores, hay razones históricas por las cuales
esa hora no ha llegado y los reiterados anuncios no son otra cosa que la expresión de sus
deseos claramente incumplidos.
Como afirmara Lakatos, las teorías no caen ni siquiera por falta de corroboración
empírica, sino sólo cuando aparece otra con capacidad de sustituirla. Y es altamente
improbable que el materialismo histórico sea derrotado sólo a fuerza de ser descalificado sin
argumentos o sistemáticamente ignorado y desconocido en algunos ámbitos parroquiales,
independientemente de su extensión geográfica.
Para aquellos que se sienten cómodos traduciendo fragmentos de propuestas
importadas -sin siquiera el mérito de la creatividad- y con las cuales pretenden brillar como
Teorías y métodos en arqueología ¿criticar o proponer? 31
teóricos en un mundo de tinieblas que se empeñan en conservar, hay malas noticias: " el
muerto que habéis matado, goza de buena salud".
NOTAS
SOBRE EL MATERIALISMO HISTÓRICO
EN EL PROCESO
DE INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA
Desde fines de los años sesentas se ha venido desarrollando la llamada "arqueología social"
latinoamericana, buscando interpretar los procesos históricos de las sociedades que
precedieron a la colonización europea del continente con base en la información
arqueológica. Su vanguardia ha sido asumida por un grupo de investigadores que trabajaban
mas o menos independientemente en sus países, comunicándose sus preocupaciones y
avances principalmente con ocasión de algunos eventos científicos internacionales a partir del
Congreso Internacional de Americanistas llevado a cabo en Lima en 1970.
Este grupo, que hoy comparte una definida posición materialista histórica, ha
alcanzado un conjunto importante de acuerdos básicos en torno al significado y contenido
teórico de las nociones y categorías que integran su concepción de la sociedad y sus
desarrollos. Ellos conforman el ahora conocido como "Grupo Oaxtepec", debido a que su
trabajo conjunto comenzó en la reunión realizada en Oaxtepec (México) a fines de 1983.
Siguiendo esta tendencia y en vinculación con ellos, se han generado diversos grupos
nacionales como SOVAR en Venezuela, INDEA en Perú, el autodenominado "Grupo
Evenflo" en México y otros1 .
Publicado en el Boletín de Antropología Americana, nº 19. México 1989.
1
SOVAR (Sociedad Venezolana de Arqueólogos); INDEA (Instituto de Estudios Andinos); el nombre del grupo "Evenflo"
deriva de una marca comercial de biberones (en el español de México, 'mamilas'), haciendo referencia a un juego de palabras
intraductible que se mofa de la naturaleza supuestamente pedante e incomprensible de las discusiones del grupo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 34
Como es lógico, las contribuciones de los diversos autores que han adoptado una
posición materialista histórica o marxista, tratan sobre una amplia gama de temas (teóricos,
metodológicos, técnicos, interpretaciones de la historia concreta a nivel local, regional o
continental, etc.) . Tales aportes son, desde luego, desiguales en calidad y, sobre todo, han
estado desarrollándose y cambiando permanentemente. Por ello, no resulta extraño que
muchas de las afirmaciones o propuestas realizadas recientemente por varios investigadores,
no sean exactamente las mismas que aquellas que han publicado hace unos pocos años atrás.
2
2
Es indispensable tomar en cuenta esta consideración psra comprender los planteamientos de esta corriente. De otro modo,
una lectura de los diversos textos publicados por los autores que la integran no mostraría el nivel de congruencia que
actualmente se ha alcanzado.
3
"Una proposición materialista histórica para la arqueología" (MS). De hecho, para esta ponencia he copiado varios textos
de ese trabajo.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 35
seguir y anduvimos a tientas hasta tomar conciencia de que era necesario volver al punto de
partida de los fundamentos teóricos y epistemológicos.
Por algún tiempo, dimos por sentado que el materialismo histórico era capaz de
explicar claramente cualquier aspecto relacionado con la sociedad y su historia, desde que
parecía evidente su mayor capacidad explicativa, al menos en comparación con otras teorías.
Hasta que caímos en la cuenta de que no solo había mas de un materialismo histórico sino
que, además, la mayoría de las cuestiones con las que debíamos tratar como arqueólogos
poseían desarrollos del todo insatisfactorios, considerando las necesidades de nuestras
investigaciones. Generalmente carecían de formulaciones coherentes o, simplemente, no
habían sido tratadas desde este enfoque teórico.
Ello nos condujo a una serie de replanteamientos; aunque, desde entonces, la
mayoría de nosotros coincidía en dos puntos:
1) Por razones diversas, cada uno difería de la corriente del marxismo derivada de
las propuestas de Althusser, prevaleciente aún hoy en el medio académico latinoamericano y,
como podemos apreciar, también entre nuestros colegas "de habla inglesa".
2) Si algo ha estado siempre claro, es que la vía fácil del eclecticismo no es una
solución a nuestras carencias. Engendros del tipo de Marx-Weber-Wittfogel, Marx-Kant,
Marx-Freud, Marx-Lévi-Strauss y similares, tal vez resulten buenas mezclas de tabaco para
pipa, pero no para las ciencias sociales. Las tijeras y el pegamento no son parte de nuestro
instrumental metodológico.
Por ello es que no consideramos superflua la tarea de discutir y, cuando es
necesario, elaborar propuestas nuevas en torno a la diversa complejidad de problemas que
presentan las sociedades concretas, pretéritas y presentes, y que carecen todavía de
formulaciones adecuadas desde el enfoque materialista histórico. De estos problemas se ha
ocupado principalmente el grupo Oaxtepec y son los que subrayaremos en esta ocasión.
revolucionario. De ahí que nuestra teoría debe ser capaz de explicar las muy diversas
conexiones entre las leyes mas generales y la indiscutible singularidad cultural que presentan
las sociedades concretas.
4
Ver Kopnin, 1966.
5
Es un requisito del método el ser capaz , considerando la posibilidad de que la teoría contuviera juicios falsos, el de
exponerlos a mostrar su inadecuación como reflejo de la realidad (falsabilidad).
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 37
c. ¿Qué es la arqueología?.
Ha habido diversas opiniones al respecto y son bien conocidas algunas afirmaciones como "la
arqueología es la ciencia que estudia la cultura de pueblos desaparecidos", "la arqueología es
antropología o no es nada", "la arqueología es historia o no es nada" y otras similares. Sin
embargo, la sentencia que refleja mejor el fondo del asunto es aquella de que "la arqueología
es arqueología es arqueología". Por lo visto, se trata en realidad de la definición un territorio
de propiedad privada intelectual, ya que la competencia en el mercado profesional está
regulada de acuerdo a los títulos de propiedad sobre tales parcelas (v.g., los títulos
profesionales). El afán positivista de distinguir unas ciencias de otras "por su objeto y por su
método" se ha prestado como regla del juego para dirimir estas disputas.
La arqueología es una disciplina de la ciencia social. Su objeto de investigación, por
lo tanto, son las sociedades concretas, como totalidades históricas. Como investigadores,
podemos estar interesados en conocer procesos sociales en conjunto o sólo algunos de sus
aspectos. Pero no nos parece relevante establecer cuál es el objeto propio de nuestra ciencia,
señalando límites temáticos o temporales.
Sin embargo, es indudable que la arqueología presenta particularidades que deben
precisarse si pretendemos formular enfoques críticos y ofrecer alternativas para su quehacer.
Lo específico de la arqueología se debe a las condiciones en que se ha desarrollado
tradicionalmente la investigación, conformando el oficio de esta actividad:
1) Sin ser algo exclusivo de la arqueología, ésta posee una particularidad debida a la
clase de información empírica a partir de la cual se infieren las características de las
sociedades bajo estudio. Los arqueólogos estudian efectos de las transformaciones de la
naturaleza, para lo cual y a través de los cuales los seres humanos se relacionan socialmente.
Estos efectos materiales que los hombres producen y generan al realizar las diversas
actividades de la vida cotidiana presentan, como conjunto, la singularidad fenoménica de la
cultura. Además, generalmente los arqueólogos registran estos elementos desvinculados de
las actividades que, a partir de ese momento, deben inferir.
2) Siendo lo mas común que el arqueólogo estudie sociedades pasadas, los datos no
se presentan a la observación empírica tal como podrían observarse en una sociedad viva. Por
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 38
ello, además de su desvinculación respecto a las actividades y relaciones sociales que los
generaron, los objetos arqueológicos han sido afectados por diversos y, a veces, complejos
procesos de transformaciones, hasta que se convierten en la información de que disponemos
para inferir procesos sociales.
Estas particularidades objetivas de la información arqueológica indican los
problemas teóricos que la disciplina debe resolver y condicionan la particularidad de las
mediaciones inferenciales que deben organizarse metodológicamente. El desarrollo y
formalización de opciones y la organización global de este cuerpo de problemas teórico-
metodológicos, constituyen la especificidad del oficio arqueológico como investigación
social, para el cual creemos que el materialismo histórico puede ofrecer alternativas
coherentes.
A. Instancias ontológicas.
Tales campos son todos aquellos implicados en las relaciones entre las sociedades estudiadas,
los datos arqueológicos observables y la información disponible.
Se puede apreciar que éstos conforman una cadena de procesos de diferente orden
que, causalmente vinculados, determinan la génesis e historia de los datos e información
arqueológica.
Estos aspectos de la realidad que interesan a la arqueología, pueden englobarse en
tres temas ontológicos específicos:
a. El materialismo histórico o teoría substantiva de la sociedad. Como teoría sobre el
objeto central de conocimiento de la arqueología, es compartido con todas las demás ciencias
sociales.
Por razones que veremos luego, ha sido necesario ocuparse de tres problemas
básicos: 1) discutir y definir conceptos generales con el fin de teorizar a la sociedad como
totalidad concreta, 2) discutir el sentido y conceptualizar la periodización histórica y 3)
proponer interpretaciones teóricas sobre la cuestión étnico-nacional.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 39
B. Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos de génesis de los datos e información arqueológica, podemos
definir y situar los problemas generales de metodología que se requiere formular para realizar
investigaciones.
Cabe mencionar que no hay solo una manera correcta de operar frente a cada
problema o situación. No solo es posible, sino deseable, la alternatividad técnica y
metodológica. Se amplían así las posibilidades de descubrir errores de planteamiento (de la
teoría o de las hipótesis) que, tal vez, un solo procedimiento no sería capaz de poner en
evidencia. En otras palabras, la alternatividad metodológica amplía el rango de falsabilidad
de las interpretaciones.
Las fases del proceso de investigación de sociedades concretas en arqueología, dicho
muy brevemente, son:
a. Producción de información.
Se refiere al conjunto de procedimientos técnicos y lógicos que permiten la obtención,
registro, procesamiento analítico, ordenación, descripción y comunicación de información
generada a partir de los datos arqueológicos empíricamente observables, desde sus contextos
en el campo a los laboratorios.
Implica formular protocolos de registro y procedimientos técnicos y analíticos (v.g.,
tipología), que sistematicen los trabajos de campo y laboratorio, así como la creación de
acervos y de procedimientos de comunicación de la información producida. Supone una clara
concepción de cuáles son los aspectos o atributos empíricos de los datos que tienen interés
para la realización de inferencias e interpretaciones.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 43
busca, en primer lugar, el reconocimiento de los diversos modos de trabajo que integran y
caracterizan a un modo de vida, a partir de lo cual se tratará de inferir las determinaciones
generales de la formación social.
e. Explicación del desarrollo histórico concreto.
En este punto del proceso investigativo se dispone de cuanto haya podido inferirse acerca de
las singularidades culturales de las sociedades estudiadas, así como de las calidades
fundamentales de las mismas en tanto formaciones socioeconómicas. Pero este conocimiento
está aún desagregado ya que tenemos, por un lado, las expresiones culturales y, por otro, sus
contenidos como modos de vida y las determinaciones de las formaciones sociales; además
de que este análisis ha debido realizarse separadamente a partir de cada cultura arqueológica.
El objetivo es, ahora, la realización de una síntesis que permita explicar la dinámica
de los procesos históricos en su singular concreción, desde las determinaciones
fundamentales y generales abstraídas a partir de los procesos mismos.
a. Sociedad concreta.
Un problema clave surgía ante la pregunta sobre cómo el sistema conceptual del materialismo
histórico podía dar cuenta, de manera orgánica y lógicamente compatible con sus categorías
centrales, del nivel de la realidad social al que usualmente se enfrentan los antropólogos o
arqueólogos. Estos pueden llegar a conocer, o reconstruir por inferencias, las actividades de
la vida cotidiana, tal como se presentan bajo sus formas culturales singularmente concretas.
Y con base en esos datos pretendemos abstraer las regularidades fundamentales y generales
que rigen a la totalidad, como son las calidades del modo de producción o las relaciones de
las superestructuras con la base material.
Resulta obvio que las diversas connotaciones de categorías, como modo de
producción o formación social (aún bajo la acepción althusseriana de ésta última como
categoría "concreta"), no contribuían a resolver el problema.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 45
Tales inferencias solo son posibles si la teoría general es realmente capaz de explicar
a la sociedad como totalidad concreta (sensu Kosik). Esto es, como una totalidad dialéctica
de la cual es posible explicar, desde las relaciones fundamentales y en conexión con ellas,
cualquier hecho o clase de hechos; incluyendo, en nuestro caso, los fenómenos de la vida
cotidiana en su concreción sociohistórica.
Disponíamos, por una parte, de una concepción del materialismo histórico
demasiado general. Por otra, de una heterogénea diversidad de conceptos que, bajo el término
de cultura, aluden de diversas y muy desiguales maneras a los aspectos objetivos de la
realidad que nos interesan, pero sin posibilidades de coherencia ni homogeneidad teórica con
el materialismo histórico. Había dos fáciles seudo soluciones: 1) intentar fabricar un
Frankenstein ecléctico o 2) usar el término para aludir formalmente al problema, sin
enfrentarlo (ni, por lo tanto, resolverlo).
De hecho, el asunto exigía un examen de la realidad social y la formulación teórica
explícita de las relaciones existentes entre las regularidades formalizadas en la categoría de
formación social y las manifestaciones culturales, por complejas que fueran. Se requería de
una negación dialéctica (no es necesario hablar de "ruptura epistemológica") de las
concepciones de la antropología tradicional y, en particular, del culturalismo. Luego, en
Oaxtepec, se replanteó la categoría de modo de vida (que venían manejando Sanoja, Vargas y
Veloz), que pasó a designar las mediaciones entre cultura y formación social, expresando
particularidades de ésta.
De este modo, pretendemos que se puede explicar teóricamente a la sociedad como
totalidad concreta, mediante la explicitación de los nexos recíprocos entre los aspectos de la
realidad que se pretende reflejar en las categorías de formación económico social, modo de
vida y cultura.
1. Formación económico social.
Esta categoría designa al sistema de regularidades de mayor nivel de acción causal y
estructural de la totalidad social. Expresa la unidad orgánica de la base material del ser social
y las superestructuras. Mantenemos la distinción materialista fundamental en la teoría de la
historia y una concepción de causalidad jerarquizada 6 .
El ser social o base material de la sociedad no se limita a los procesos económicos
(producción, distribución, cambio, y consumo), comprendidos en la categoría de modo de
producción. Incluye también la amplia gama de actividades y relaciones sociales que median
la reproducción y la reposición cotidiana de la población, concebidas como modo de
reproducción.
La calidad del modo de producción, que sintetiza la correspondencia del sistema de
relaciones sociales de producción y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, se
6
Jerarquía no significa reduccionismo. La jerarquía causal es objetivamente relativa a los diversos niveles de integridad o
dimensiones de la realidad. Es decir, se configura de diversas maneras en cada nivel de integridad, bajo el principio de
diversidad y acción mutua.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 46
7 Comentaré que, en mi opinión, el materialismo histórico ha respondido, en general, a una ideología "machista". En
nuestra tradición "occidental" existe en realidad una dicotomía entre la esfera pública (relaciones sociales de
producción y política) e inteligencia, por una parte y esfera privada (reproducción doméstica) y afectividad, por la
otra, asociadas respectivamente a los roles e imágenes de masculinidad y femineidad. Así, se espera que el hombre
sea intelectualmente brillante y afectivamente duro o reprimido y la mujer muy sensitiva y discretamente estúpida.
Por lo que respecta al ser social, esto se ha reflejado en una falta de preocupación por explicar teóricamente las
características de la esfera del modo de reproducción y sus vínculos con las relaciones fundamentales. Por lo que se
refiere a las superestructuras, como reflejo de la realidad por los sujetos sociales, casi se ha limitado a sus formas
cognitivas en términos de formas y niveles de conciencia; pero está casi ausente la consideración de los reflejos
afectivos que son los que en realidad mueven la conducta práctica y la acción política de los grupos humanos. Por
ello, nos hemos interesado en avanzar sobre estos temas.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 47
b. Periodización histórica.
Una periodización implica formular criterios generales que permitan definir unidades
clasificatorias de calidades diferentes de los procesos sociales, relacionadas con su dimensión
histórica.
Los criterios deben ser generales en cuanto a reflejar propiedades que sean comunes
a cualquier momento del desarrollo histórico de cualquier sociedad. Así es posible comparar
e identificar las calidades particulares distintivas de las diferentes unidades resultantes de tal
clasificación. En este sentido, los criterios de periodización deben ser homogéneos.
Tratándose de proposiciones que pretenden cierto nivel de cientificidad y
consistencia, éstos criterios deben derivarse de la teoría. En nuestro caso, estimamos
necesario que, además de posibilitar la identificación descriptiva, permitan la explicación de
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 49
los procesos históricos. La relevancia explicativa de tales criterios está definida por la
jerarquía causal que les asigna la teoría.
Por ello, al menos en los niveles mas generales, una propuesta de periodización debe
formularse bajo la forma de una teoría explicativa de la estructura y causalidad
fundamentales de los procesos históricos, aún cuando debe entenderse que sus enunciados
están condicionalmente sujetos a la corroboración empírica.
Es importante insistir en que las propuestas de periodización, como toda
generalización teórica explicativa, son un campo permanentemente abierto a las correcciones
y enriquecimiento generados por los resultados de las investigaciones concretas. No hay que
olvidar que la función investigativa de la teoría es heurística y que, en este aspecto, cuando
no hay correspondencia entre teoría y realidad, la que debe modificarse es la teoría.
Lo dicho significa que, si bien la investigación de la historia concreta se apoya en la
teoría, su explicación no se deduce de ésta, ni consiste en etiquetar y "meter" los casos reales
en los cajones de la periodización.
El cómo explicar los procesos históricos con relación a una periodización es un
problema metodológico que se refiere a los procesos inferenciales en la investigación
histórica concreta. El enunciado de los conceptos generales y sus conexiones orgánicas en
términos explicativos es un problema ontológico de la teoría sustantiva y del cual nos
ocuparemos acá.
Consecuentemente con la formulación de la categoría de sociedad concreta,
sostenemos la posibilidad de plantear una periodización que relacione tres dimensiones de
cambios; los cuales, aunque no ocurren de manera sincrónica, siempre afectan a la sociedad
como totalidad. Nos referimos a una periodización tridimensional que comprenda los
cambios que se dan en las calidades fundamentales de la formación social, en la
particularidad de los modos de vida y en la singularidad de las culturas.
Nos limitaremos escuetamente a sintetizar las propuestas de periodización en el nivel
mas general, referido a las particularidades históricas de las formaciones socioeconómicas.
En particular, de los estadios que nos han ocupado en relación a la historia pre-europea de
América.
Sobra decir que las periodizaciones existentes, desde los apuntes de Marx o los
escritos de Engels a Childe o gran parte de los autores contemporáneos, son del todo
insuficientes en cuanto a su real nivel de generalidad y precisión explicativa. La mayor parte
de las propuestas carece , principalmente, de homogeneidad. El problema no es solo el del
procedimiento usual de "etiquetar y meter en casilleros" (Kohl,1987), sino también el de que
los "casilleros" están muy mal definidos. Y la precisión no se logra gracias al no por
socorrido menos engañoso recurso de la referencia empírica. La referencia a los "casos"
puede ser un recurso muy válido de exposición, tal vez muy ilustrativo, clarificador,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 50
amenizador o convincente, pero no explicativo; por lo que, a lo más, permite distraer al lector
ocultando las deficiencias de la teoría, pero no resolverlas 8 .
Solo indicaré que, al resumir una propuesta de periodización basada en los criterios
que define la formalización de la categoría de formación económico social, ha sido necesario
resaltar la distinción de las calidades de las relaciones fundamentales de producción. Para ello
hubo que definir con precisión los conceptos que involucran las relaciones de propiedad que,
a su vez, permiten distinguir las calidades de las relaciones fundamentales de producción de
cada etapa del desarrollo de las sociedades.
También tendremos presente que, bajo esta concepción, los cambios cualitativos de
una formación social a otra ocurren como procesos revolucionarios en los cuales se
interrumpe el ritmo de gradualidad evolutiva del desarrollo, generándose períodos de
transición que adquieren también calidades particulares. Intentando ser breves, acá los
tratamos como momentos finales o iniciales de cada gran etapa histórica.
1. Comunidad primitiva de cazadores-recolectores.
Como comunidad primitiva, esta sociedad se caracteriza por la falta de producción
sistemática de excedentes y la ausencia de clases sociales. Lo distintivo de la misma, en
cuanto a los contenidos de la propiedad, es que ésta se establece sobre la fuerza de trabajo y
los instrumentos de producción. No se ha establecido la propiedad real sobre los medios
naturales de producción. La apropiación de los medios naturales es resultado del trabajo y no
una condición necesaria para la producción. La forma de la propiedad que cualifica a las
relaciones fundamentales de producción es colectiva, con diversas formas de posesión
particular e individual. Los medios naturales de producción son también objeto de formas
particulares de posesión consensual.
La unidad del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción se manifiesta particularmente, en ésta formación social, como contradicción entre
la precariedad estructural de la economía y las relaciones de reciprocidad que resuelven los
riesgos permanentes que aquella implica, tendiendo a estabilizar conservadoramente el
desarrollo social. La precariedad deriva del hecho de que la sociedad no interviene
directamente, invirtiendo fuerza de trabajo, en el control de la reproducción natural de las
especies biológicas que les sirven de sustento, debido al uso básico de técnicas de
apropiación de alimentos. La reciprocidad es la expresión aparente, en las esferas de la
distribución y el cambio, de las relaciones colectivas de propiedad.
8
Si, para decirnos que los procesos sociales muestran gran diversidad, se nos llama a comparar una sociedad de "bigman"
de Oceanía con la Unión Soviética, el ejemplo será clarísimo y convincente, pero no explica para nada en qué residen las
diferencias. La referencia a la empiria parece ser una ritualidad culturalmente obligada en la literatura norteamericana o
europea occidental; algo así como una vacuna contra las imputaciones de "especulación abstracta", lo que acusa la huella
dejada por el particularismo culturalista. Ritualidad tan superflua como suelen ser las consabidas referencias a las Obras
Completas de Lenin o al último Congreso del PC en los países socialistas. Usos rituales que solo sirven, en algunos casos,
para resguardarse de la inutilidad de las críticas estereotiopadas y, en otras, para ocultar la ausencia de ideas interesantes.
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 51
Esto condujo a situaciones críticas desde que, mientras más se alejaban las fronteras
de los centros de dominación, era mas costoso mantener un aparato militar y administrativo.
Para solventarlo, resultaba mas fácil cargar el peso del tributo a las poblaciones cercanas al
centro; con lo cual se agudizaban los conflictos potenciales, llegando a traducirse en alianzas
y rebeliones exitosas que, en algunos momentos, llevaron al derrocamiento de los aparatos
imperiales.
La recomposición relativamente rápida de las comunidades liberadas, en torno a
casas estatales en aguda y necesaria competencia, generó nuevamente estados centrales
fuertes, con aparatos militares cada vez mas poderosos. Es posible que, en las fases mas
desarrolladas de estas formaciones sociales, el ejercicio despótico del poder alcanzara una
elevada generalización .
El tema es muy extenso y nos hemos propuesto sintetizar en la forma mas
condensada posible estos planteamientos. Por lo que nos limitaremos a destacar algunos
puntos en que nuestra proposición difiere de ciertos lugares comunes en las discusiones en
torno al llamado "modo de producción asiático", así como de algunas afirmaciones de los
clásicos del marxismo que hoy pueden replantearse a la luz de la nueva información:
- Se cualifica al modo de producción de éstas formaciones a través de las relaciones
de producción fundamentales, definidas por relaciones de propiedad que permiten una clara
distinción respecto a la particularidad del esclavismo clásico y al modo de producción feudal.
- Se introduce el concepto de propiedad particular que, en nuestra opinión, es la
forma histórica de transición de la propiedad colectiva a la propiedad privada. Como es
sabido, en la concepción de los clásicos, el origen y constitución de las clases sociales se
daría bajo la forma de propiedad privada. De hecho, tal es la forma que adquieren las clases
dominantes bajo el esclavismo clásico, que no era la primera sociedad clasista de la historia,
pero fue de aquella para la cual tanto Marx como Engels dispusieron de mejor
documentación.
- Permite explicar el surgimiento de relaciones sociales clasistas a partir de cualquier
tipo de comunidad tribal (germánica, antigua, eslava, "andina" y otras) y no sólo de la
comunidad de tipo oriental, que es lo que implicaría aceptar que el "modo de producción
asiático" fue la única primera forma de sociedad clasista.
- Se puede explicar la constatada persistencia de las relaciones comunales, que
constituyen las unidades básicas de producción material y reproducción de la fuerza de
trabajo, regulando el acceso a la propiedad particular de los medios de producción por los
productores directos. La pertenencia a las comunidades de productores agroartesanales pudo
darse por vínculos gentilicios o de vecindad y no son necesariamente "supervivencias" de la
comunidad tribal sino, muchas veces, comunidades creadas por necesidades del nuevo
sistema socioeconómico.
- Pensamos que la base de la soberanía estatal es fundamentalmente política y que
sólo en torno a los centros urbanos, o en fases desarrolladas de la formación social, el estado
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 58
9
Acá sintetizamos sólo nuestra propuesta (Bate,1984). Véanse también los trabajos sobre el tema de Díaz Polanco (1985 y
1987)
Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica 59
compartidas de igual manera por todo el grupo, sobre todo si éste está internamente dividido
en clases. c) La comunidad cultural, que es la esfera en que se manifiesta la identidad objetiva
de un grupo social (clase, etnia, nación, etc.) y es efecto, además de los factores
mencionados, de la singularidad de su propia cultura precedente. La cultura es una
manifestación objetiva y concreta de la existencia y la práctica del ser social del grupo y, a la
vez, es reflejada en su conciencia habitual, constituyendo el contenido inmediato de la
identificación ideológica.
En una nación distinguiremos, de acuerdo a estos criterios, a los grupos de origen
nacional y a los grupos étnicos. Acá sólo haremos hincapié en los últimos, señalando que
entendemos por etnia al grupo social en el que coinciden las siguientes características:
1) El sistema socioeconómico que dio origen al grupo, constituyéndolo como un ser
social definido, fue un modo de producción precapitalista.
2) Cualquiera fuese la calidad del modo de producción o de las posiciones en torno al
modo de producción originario del grupo, éstas han cambiado necesariamente al integrarse al
sistema de relaciones de producción capitalista. Sin embargo, si el grupo social ha persistido
como tal a través de los cambios, es porque sus miembros mantuvieron alguna comunidad de
relaciones de producción del ser social (en torno a la producción o a la filiación), que
permitieron la continuidad material del proceso de desarrollo de su identidad cultural
distintiva.
Debemos decir que la inserción estructural de un grupo étnico en el modo de
producción capitalista se da, mayoritariamente, en ramas de la producción agropecuaria y
artesanal, bajo relaciones de subsunción formal del trabajo al capital. Es decir, el núcleo de
reproducción del grupo étnico integra posiciones de clases secundarias en el modo de
producción, generalmente como un submodo de vida campesino.
3) Los grupos étnicos están integrados al modo de producción capitalista ocupando
mayoritariamente posiciones de clases secundarias que, estructuralmente, impiden la
viabilidad de proyectos nacionales autónomos. De hecho, por lo general, las reivindicaciones
étnicas no están orientadas a conformar nuevas naciones capitalistas, sino a garantizar el
control autónomo de sus condiciones naturales e históricas de producción 10 .
La condición estructural básica de viabilidad para un proyecto nacional, es que éste
involucre a las clases fundamentales del sistema. Si un proyecto de liberación nacional es
hegemonizado por la burguesía, tiene posibilidades de llegar a conformar un nuevo estado
nacional capitalista. Si es hegemonizado por la intelectualidad orgánica del proletariado,
puede conducir a un proceso de desarrollo socialista.
No obstante, ningún proyecto nacional autónomo o alternativo, de liberación o
revolucionario, tiene posibilidades de llevarse a cabo contando sólo con las fuerzas propias
10
Desde luego, esto ocurre con cualquier grupo social que posee tales posiciones de clase. Hay muchos grupos de origen
nacional que desarrollan, por lo tanto, las mismas conductas políticas que los grupos étnicos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 60
de una sola clase social, aunque ésta sea una clase fundamental; menos aún si se trata de una
clase o fracción de clase secundaria, por numerosa que sea. Para un cambio de ésta
naturaleza, la conformación de una amplia alianza de clases y sectores sociales, es condición
necesaria.
Por ello, cuando las demandas de un grupo étnico son incompatibles con los intereses
de las clases sociales que detentan el poder estatal, su única posibilidad de lucha efectiva se
da en el marco de una alianza de clases a nivel nacional, ya que el estado ejerce
objetivamente su soberanía y dominación sobre toda la nación, a pesar de las utopías
ideológicas que pudieran forjarse las clases y grupos sociales a que subordinan.
La capacidad de establecer alianzas políticas estratégicas, supone un nivel de
conciencia de clases capaz de superar la miopía inmediatista de la conciencia habitual. En
otras palabras, es necesario superar el reflejo inmediato de lo cultural para descubrir que, a
pesar de las diferencias culturales notables -por lo general, particularmente resaltantes para
un grupo étnico-, hay intereses comunes compatibles con otros grupos sociales. Y esos
intereses comunes en torno a los cuales se puede establecer alianzas políticas, son los
intereses esenciales de clases.
Para toda clase o grupo social (étnico o de origen nacional), los símbolos culturales
como elementos de identidad ideológica y cohesión política, constituyen el nivel primario de
conciencia y, probablemente, el factor mas poderoso de solidaridad. Sin embargo, la
posibilidad de generación y conducción política de un proyecto social y económico que
llegue a imponer efectivamente los intereses de las clases o grupos que los sustentan -
incluyendo la defensa del derecho a la diferencia cultural- implica un nivel de conciencia
social reflexiva capaz de concebir a la sociedad como la totalidad real que es, descubrir sus
relaciones fundamentales por sobre las manifestaciones fenoménicas de la cultura y
proyectarse a largo plazo.
"Del registro estático al pasado dinámico":
ENTRE UN SALTO MORTAL
Y UN MILAGRO DIALÉCTICO.
Publicado en el Boletín de Antropología Americana nº 26, 1992.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 62
7
Como la traducción del ruso no es literal y algunos términos tienen significados alternativos en español, transcribiremos al
pié de página el texto original de las citas. Ésta, en el original dice: “V otliqne ot istoriqeskoy deysvitel¡nosti i ee
fenomenov, real¡noe suxestvovanie kotor[h kasaetså kak prowlogo, tak i nastoåxego, sled[ i ostanki prowlogo
kak fenomen[ iskopaemoy deystvitel¡nosti ime]t otnowenie tol¡ko k nastoåxemu”.
8
“Fenomen[ istoriqeskoy deystvitel¡nosti –obxestvo, ego kul¡tura y prirodnaå sreda– obrazu]t dinamiqnu],
razviva]xu]så sistemu v otliqne ot mertvoy, statiqnoy sistem[ fenomenov iskopaemoy deystvitel¡nosti (...)
Razliqn[e sled[ i ostanki fenomenov istoriqeskogo prowlogo, kak pravilo, hranåxieså v tolxe zemli, mertv[,
zaverwn[ i statiqn[“.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 63
Más adelante:
Las huellas y restos del pasado, estos restos de la realidad fósil, sólo fijan y reflejan
diversos momentos del desarrollo y estados de los fenómenos de la realidad
histórica y aparecen, en relación a éstos últimos, como fenómenos externos,
muertos, carentes de cualquier movimiento y desarrollo. [id.:6]9
Y cuando critica, como lo ha hecho Binford, el supuesto implícito que de algún modo
viciaba a la arqueología “tradicional”, sobre la posibilidad de lectura directa del pasado en los
restos arqueológicos, dice:
un grosero error metodológico consiste en transferir las propiedades y cualidades del
sistema dinámico del fenómeno cultural al sistema estático y agregativo de la
cultura arqueológica... [id.:9]10
Una vez establecida esta fundamental distinción, el punto crucial es precisar la
naturaleza de las conexiones entre ambas entidades, pues constituye la condición necesaria
para sustentar cualquier posibilidad de inferencia de las características del pasado a partir del
registro actual. Cuestión que Binford expresa con gran claridad:
Excepto en el caso de que conozcamos las articulaciones necesarias y determinantes
que se dan entre causas dinámicas y consecuencias estáticas ¿cómo podemos
justificar una inferencia realizada de unas a otras?. [1988:108]
En el mismo sentido se manifiesta Zajaruk:
Por lo tanto, la cultura arqueológica, desde el punto de vista genético, se encuentra
en directa relación de causa-efecto con determinadas sociedades y culturas del
pasado. [1976:4]11
Es decir, para ambos autores se trata de una relación causal.
Hemos querido señalar estas coincidencias entre Binford y Zajaruk, pues tales
reflexiones deberían ser -y en cierto modo lo han sido- fundacionales de una nueva manera de
enfocar la arqueología. Los puntos que consideramos básicos son:
a) Hacer conciencia explícita del carácter actual de las evidencias arqueológicas,
dando lugar a la necesaria diferenciación entre la existencia del presente observable
empíricamente y el pasado a inferir racionalmente.
b) Plantear la necesidad de explicar las conexiones -entendidas principal y
acertadamente en términos causales- entre pasado y presente, como condición necesaria para
validar cualquier inferencia acerca del pasado.
Sin embargo, a pesar del gran impulso alcanzado en el desarrollo de la arqueología
y que se debe, en parte, a contribuciones como las mencionadas, a estas alturas podemos
9
“Sled[ i ostanski prowlogo -ti fenomen[ iskopaemoy deystvitel¡nosti tol¡ko fiksiru]t, otraja]t soboy rasliqn[e
moment[ razvitiå i sostoåniå fenomenov istoriqeskoy deystvitel¡nosti i v[stupa]t po otnoweni] k poslednim kak
vnewnie, mertv[e, liwenn[e vsåkogo dvijeniå i razvitå fenomen[“.
10
“gruboy metodologiqeskoy owibkoy åvlåetså perenesenie svoystv i kaqestv dinamiqeskoy sistem[ fenomena
kul¡tur[ na statiqnu] i agregatnu] sistemu arheologiqeskoy kul¡tur[...”.
11
“Sledovatel¡no arheologiqeskaå kul¡tura v genetiqeskom otnowenii nahoditså b pråmoy priqinnosledstvennoy
svåzi k opredelenn[m obxestvam i kul¡turam prowlogo”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 64
constatar que aún no se han llegado a conformar, a partir de ellas, las posiciones teóricas
consistentes que habría sido de esperar.
Es nuestra opinión la de que algunas inconsecuencias capitales con las propias
posiciones que estos autores dicen sostener, explican las inconsistencias lógicas que
imposibilitan la formalización de posiciones teóricas que permitirían articular las propuestas
valorativas, epistemológicas, ontológicas y metodológicas en una concepción general
coherente, de la cual derivar consecuentemente los respectivos programas de investigación.
Obedeciendo a distintas razones, en cada caso, tales inconsecuencias coinciden
también en manifestarse a través de la misma afirmación errónea: el carácter estático de los
materiales y contextos arqueológicos.
Es evidentemente falso que los materiales y contextos arqueológicos sean estáticos.
La afirmación de Binford en cuanto a que “el aspecto dinámico del pasado hace tiempo que
desapareció” (ob. cit.) sólo es cierta en lo que se refiere a las actividades y relaciones
humanas que queremos inferir 12. Lo que ocurre es que los componentes de la actividad
humana, al desligarse de ésta constituyéndose en contextos arqueológicos, adquieren una
dinámica diferente de aquella que nos interesa substantivamente conocer. Y sufren
transformaciones de diversos tipos y magnitudes hasta el momento en que intervenimos,
generalmente alterando, observando y registrando algunas de sus propiedades. Difícilmente
la relación de causa y efecto, que la hay, entre ese “sistema dinámico del pasado” y el registro
actual es “directa” (pråmoy), como asevera Zajaruk.
El “grosero error” consiste en atribuir status ontológico a los recursos y
procedimientos metodológicos, lo cual es ostensiblemente inconsistente con el materialismo
que ambos autores dicen sostener. Sucede que, metodológicamente, nuestras inferencias
acerca de la dinámica de las actividades se basan principalmente en la observación y el
registro de determinadas propiedades espaciales, fisicoquímicas o magnitudes actualmente
observables que son, en principio, objetivas. Pero es del todo incompatible con el
materialismo proceder a atribuir las características del registro empírico de nuestras
subjetivas observaciones o del proceso lógico inferencial a la existencia objetiva de los
contextos y materiales arqueológicos.
La consecuencia lógica mas obvia de la afirmación del carácter “estático” de los
materiales arqueológicos, o de la relación causal “directa” entre las actividades humanas del
pasado y el registro actual no es para nada intrascendente: implica que no cabe teorizar sobre
los complejos procesos de transformaciones que experimentan los contextos arqueológicos y
sus componentes, desde que se desligan de las actividades y relaciones humanas que
queremos conocer, hasta que adquieren las propiedades que podemos observar. En otros
términos, la preocupación por conformar un cuerpo de proposiciones para explicar los
denominados “procesos post-deposicionales” resulta del todo superflua.
12
Cuando es el caso de que ocurrieron “hace tiempo”. En principio, no hay un tiempo del que se ocupe la arqueología y
otro que pertenezca a las ciencias de la sociedad contemporánea. Aunque generalmente transcurre algún tiempo entre cuando
se forman los contextos que posemos observar y el momento en que lo hacemos.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 65
El salto mortal.
Como es sabido, Binford se ha planteado expresamente en favor de una posición materialista,
llegando a afirmar que “el paradigma de la ciencia, por excelencia, debe ser materialista”. Y
nos relata que ha sido de White de quien aprendió la necesidad de adoptar una posición
materialista.
Sin embargo, es perfectamente válido sospechar que, por un buen tiempo, no se
enteró de qué significa la diferencia entre materialismo e idealismo, como toma de posición
frente al problema central de la epistemología y que su postura, a lo más, podría calificarse
como realismo ingenuo. De otro modo, no se explicarían afirmaciones tan insólitamente
burdas como la de que
los arqueólogos inician su investigación con los objetos materiales y es natural que
adopten puntos de vista materialistas [1988:34]
Y, a pesar de que usaba términos como “propiedades del mundo exterior” [íd.:203], nada
indica que su afirmación materialista fuera consistente.
Ello permite suponer que transladaba indistintamente -bajo el término de
“materialismo”- el concepto tomado de un contexto ontológico particular, a la gnoseología,
con las consiguientes confusiones y errores a que lleva tal proceder. En el contexto
ontológico relativo a la existencia humana y social, el concepto de materialismo se refiere a
la oposición entre lo material y lo mental, afirmando la primacía de la existencia material
sobre el reflejo subjetivo o mental de la misma. En el plano epistemológico o gnoseológico,
el materialismo filosófico se opone al idealismo, afirmando la independencia existencial de la
realidad respecto a su conocimiento. Sólo desde la segunda mitad de los ochenta Binford
acusa claridad en esta distinción, pero sin corregir algunas inconsistencias básicas en que se
fundaron las proposiciones previas que acá nos ocupan.
13
Como dice Binford: “Los hechos observados del registro arqueológico son actuales y por si mismos no nos informan
acerca del pasado [...]. El único modo de poder entender su sentido [...] es averiguando cómo llegaron a existir esos
materiales, cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy” [1988:23]. O Zajaruk, al
referirse a los vestigios arqueológicos: “Por diferentes motivos, cierta parte de estos componentes, en forma mas o menos
alterada , se ha conservado a lo largo de mucho tiempo, después de la desaparición de la realidad histórica de la sociedad
misma y su respectiva cultura” [1976:4].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 66
14
Desde luego, estamos de acuerdo con este requisito que da el carácter nomológico a la formulación de una ley.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 67
las leyes son aespaciales o atemporales, implica simplemente que no son reales y no pueden,
por lo tanto, ser atribuidas a la existencia de un “pasado dinámico” ni, menos, explicarlo.
De donde resulta que el concepto de ley queda restringido a su calidad de
formulación subjetiva destinada a organizar la experiencia sensible -como en Hempel 15-
eliminando nada menos que la posibilidad de definir su eventual correspondencia con la
realidad, si ésta es entendida en términos materialistas. Una “ley” así formulada no puede
pasar de ser un constructo lógico incontrastable, pues cualquier atribución determinada de
espacialidad o temporalidad, o le quita su calidad de ley (si, por definición, es atemporal y
aespacial) o, como en Kant, debería remitirse a un tiempo y espacio que sólo constituyen el
trasfondo intuitivo de la experiencia sensible. Es decir, las leyes serían juicios cuyo alcance
no trasciende el ámbito subjetivo de la estética, en el sentido de Kant, cuya lógica -como la
de Hempel- es rigurosamente idealista subjetiva.
Así, la pretensión de Binford de que tales leyes -sean “culturales o de la conducta
funcional”- pudieran regir la realidad del pasado o del presente, lo sitúan también,
inequívocamente, en el idealismo subjetivo. Lo que es claro es que no pueden explicar
ninguna realidad existente, como diría White, “fuera de la mente del observador”.
Menos aún cuando se supone que se busca explicar un pasado dinámico, puesto que,
cualquiera sea el concepto de movimiento que se sostenga, no puede dejar de aludir a los
atributos de tiempo y espacio, intrínsecamente inherentes a cualquier proceso dinámico.
Sobra decir que, si la relación entre el pasado y el contexto arqueológico es una entre “causas
dinámicas y consecuencias estáticas”, no será posible formular leyes para explicar las
“articulaciones necesarias y determinantes” entre tales entidades y, por lo tanto, ninguna
“inferencia realizada de unas a otras” podrá ser lógicamente justificada. Porque, como el
propio Binford lo ha señalado, la relación causa-efecto implica necesariamente la conexión
de eventos en una determinada secuencia temporal 16.
En suma, al resultar imposible definir ontológicamente los criterios que validen las
posibles conexiones lógicas entre la observación empírica del registro actual y un supuesto
pasado dinámico, la pretensión de que éste puede ser inferido a partir de aquel termina siendo
un salto mortal sobre un vacío lógico.
No obstante, Binford ha madurado sus proposiciones y, acusado de idealista (por R.
Gould), ha llegado a una afirmación materialista clara e inequívoca:
Sostengo firmemente el punto de vista de que hay un mundo real ahí fuera
[1989:110] ,
...el mundo exterior, una realidad ontológica independiente de nuestras ideas sobre
ella. [1989:111]
15
Hempel [1976:77]. Ver nuestro comentario al respecto [Bate, 1981:15].
16
Aún cuando, como advierte, no toda secuencia temporal de eventos implica una relación causal. Ver Binford, 1968:115
[citado por Gándara, 1980:33].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 68
El milagro dialéctico.
Zajaruk establece expresamente algunas distinciones importantes. En primer lugar, hace la
diferencia entre la realidad histórica, es decir, los componentes que integran una sociedad
viva (y que, para la arqueología, sería una sociedad del pasado) y, por otro lado, la realidad
fósil, conjunto de efectos de la existencia pasada de una realidad histórica, existentes en el
presente.
Respecto a la realidad histórica, nos dice que está constituida por: a) las sociedades
humanas concretas, como sujetos de la historia, b) su cultura, que debe entenderse como la
actividad misma de una sociedad dada, así como los resultados de esa actividad, y c) la
naturaleza, condición indispensable para la vida de la sociedad y objeto universal al que se
dirige su actividad.
17
Lo cual no significa concordar con su concepción positivista e ideológicamente idealizada de La Ciencia como un cuerpo
único y excluyente de procedimientos "correctos". Posición que ha sido saludablemente evidenciada como insostenible -
entre otros y en la arqueología- por autores postmodernos como Shanks y Tilley.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 69
Aunque no conozco toda la obra de este autor, no parece haber dedicado su atención
al desarrollo teórico de los conceptos relativos a lo que llama realidad histórica, como el de
cultura. De lo que he leído sobre este punto, mas bien se limita a hacer referencia a la obra de
E. Markarián, filósofo que realiza un interesante análisis categorial del fenómeno cultural en
su connotación antropológica, aunque su interés está orientado a los problemas de la
organización administrativa de la sociedad contemporánea 18. Lo cual es coherente con el
supuesto de que tales problemas son ajenos a la ciencia arqueológica y corresponden mas
bien a los teóricos de las ciencias históricas19. Planteamiento que coincide sorprendentemente
con la concepción positivista “de primera generación”, es decir, con la distinción que hace
Comte entre ciencias empíricas y ciencias abstractas.
Por lo que se refiere a la cultura arqueológica, distingue entre la realidad fósil de los
restos y vestigios arqueológicos, objetivamente existentes en el presente, y el concepto que,
refiriéndose a esa realidad, reúne la información registrada (“fijada”) y ordenada sobre la
misma. Otorga a la primera un carácter ontológico, mientras que el segundo poseería un
papel gnoseológico. Esta distinción no está expresamente establecida en Binford y, en todo
caso, habría sido inconsistente ya que, dado el carácter idealista subjetivo, no sólo del
concepto de ley, sino de la concepción sobre los procedimientos de contrastación a los que
adhiere, sería difícil saber qué quería decir cuando se refiería a las “propiedades del mundo
exterior”.
Para Zajaruk, la cultura arqueológica en su carácter gnoseológico constituiría el
concepto fundamental de la arqueología, con sus significados
por una parte, de reflejo de un determinado sistema de objetos arqueológicos y, por
lo mismo, de representación del objeto final del nivel de estudio de las fuentes de
investigación arqueológica y, por otra parte, de representación del concepto inicial y
básico de sus generalizaciones teóricas [1976:10]20
Generalizaciones que no correspondería realizar a la arqueología, sino a las ciencias
históricas teóricas. Así, la “paradoja” de la cultura arqueológica es la misma de toda fuente
histórica y consiste en existir en el presente en calidad de testigo del pasado [Zajaruk, 1978].
A pesar de la indudable importancia de estas distinciones, Zajaruk también hace
inviable la conexión lógica entre la “realidad histórica” y la “realidad fósil” actual de los
materiales arqueológicos.
Por lo pronto, plantea correctamente que la cultura arqueológica se constituye
cuando los componentes materiales de la realidad histórica pierden el vínculo con la actividad
cultural, así como con el sujeto de la misma, la sociedad. Sin embargo, es entonces cuando
ocurre un fenómeno que, desde una concepción dialéctica de la realidad, es un milagro: surge
18
Hay traducción al español de su obra Teoría de la cultura . Ver Markarián, 1987.
19
Este punto de vista ha sido sostenido por Ricardo Mata en las conversaciones del Grupo Oaxtepec en Venezuela (1985).
Mata fue discípulo de Zajaruk, con quien se graduó en Voronesh. Ver Mata, 1983.
20
“ ...s odnoy storon[ , otraja]xego opredelennu] sistemu arheologiqeskih ob™ektov i tem sam[m åvlå]xeyså
koneqnoy cel¡] istoqinkovedqeskogo urovnå arheologiqeskogo issledovaniå, a s drugoy, åvlå]xegoså ishodn[m,
bazov[m ponåtiem ee teoriqeskih obobxeniy”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 70
Procesos post-deposicionales
y procesos sociales: ausencias y desconexiones.
Los últimos veinte años han estado marcados por un considerable interés en los problemas
teórico metodológicos, buscando conformar posiciones teóricas que den fundamento a los
programas de investigación de la arqueología, como disciplina científica que alcanza un
notable grado de maduración. Me atrevería a afirmar que, ante la desarticulación de las
importantes corrientes y polémicas que animaban el desarrollo de las ciencias sociales en los
21
En la literatura soviética, el término de sistema alude simplemente a la relación entre el todo y sus partes integrantes [ver,
por ej., Kursánov et al.,1967:225]. En este sentido, una diferencia relevante entre Binford y Zajaruk se da cuando éste
asevera que la cultura arqueológica es un sistema puramente agregativo, lo cual implica una pérdida de información mucho
mayor que si se considera como sistema organizado simple -como lo hace Binford- y consecuentemente, un muy bajo nivel
de diagnosticidad.
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 71
años setentas, la arqueología es una de las disciplinas que ha manifestado mayor vitalidad y
capacidad propositiva hasta la fecha.
Acá hemos querido mostrar, sin embargo, cómo las inconsistencias teóricas tienen
consecuencias que no se pueden considerar intrascendentes en la constitución de una posición
teórica. Así, la inconsecuencia con el materialismo en el caso de Binford y con la dialéctica
en el de Zajaruk, acaban por coincidir en el mismo efecto: la imposibilidad lógica de
formalizar una posición teórica que de cabida a un cuerpo de problemas ontológicos de
indiscutible pertinencia y necesidad para la investigación arqueológica, cual es el de los que
se ha dado en llamar “procesos post-deposicionales”. Con la no menos relevante
consecuencia de que esto significa la imposibilidad de explicitar criterios de validación para
cualquiera inferencia sobre el pasado histórico, basada en la observación de materiales y
contextos arqueológicos.
Desde luego, este no es un problema que se resuelva a través de las “teorías de
alcance medio” que ha propuesto Binford, a las que asigna un objeto que distingue de los
procesos post deposicionales. A propósito de lo cual, será pertinente anotar un par de
comentarios para tocar un punto que se refiere a la posibilidad de conexión entre el registro
actual observable y las explicaciones acerca de las sociedades del pasado.
En primer lugar, este concepto se refería a los procesos de formación de los
contextos arqueológicos que, al menos en For theory building in archaeology, diferenciaba
de aquellos referidos
a las complicaciones mayores que surgen de la operación de dinámicas no culturales
sobre los restos arqueológicos que modifican lo estático mas allá de sus patrones
originales, tal como se derivan exclusivamente de las dinámicas del sistema cultural
-en términos de Schiffer (1972), ‘transformaciones-N’. [Binford, 1977:8]
Como sabemos, Schiffer no sólo incluye en los procesos de transformaciones a los factores
naturales (“N-transforms”), sino también a los culturales (“C-transforms”).
En los hechos, el programa de investigaciones, de cualquier modo muy sugerente e
importante, que ha desarrollado Binford en la tarea de construcción de sus teorías de rango
medio se ha basado en un ahistoricismo que -esta vez sí- es coherente con su concepción de
las leyes como atemporales. El punto de partida podría parecer correcto:
si intentamos investigar la relación entre la estática y la dinámica, debemos ser
capaces de observar ambos aspectos simultáneamente; y el único lugar donde
podemos observar la dinámica es en el mundo actual, aquí y ahora [1988;27]
De manera que, además de la arqueología experimental, que permitiría “la exacta
interpretación del registro arqueológico”, propone que
los nexos entre lo que encontramos y las condiciones que dieron lugar a su
producción sólo puede estudiarse a partir de pueblos actuales [id.:28]
Por lo que desarrolla un fructífero programa de observaciones en
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 72
algunos pueblos situados en partes remotas del mundo moderno que aún no se han
visto afectados por la revolución industrial y, por lo tanto, sus procesos están en
pleno desarrollo [id.:33, subrayados míos],
orientado a explicar procesos de formación de contextos.
No obstante, dicha asepsia sociocultural no es más que una idealización y sus
observaciones parecen haber sido bastante selectivas, limitándose arbitrariamente a las
conductas y componentes estimados como primitivos y prescindiendo del contexto histórico,
cuya consideración no puede obviarse al intentar responder a las preguntas de “¿qué
significa?”. Así, por ejemplo, en la descripción de los sitios de los complejos situacionales
del valle de Anakvutuk, no hay referencias a las estrategias que permitirían explicar algunos
items notables de la casa del poblado del Paso de Anakvutuk que ilustra [1988:195, fig.123;
véase también Binford, 1976]. Por lo pronto, en la foto se ven una tienda, que no parece de
piel de caribú, ni aún de lona tejida en telar de cintura, y tres artefactos de aspecto metálico
iguales a una lata de conservas y a un par de barriles de petróleo, que difícilmente se
explicarían fuera de una sociedad industrial; ítems que no podrían desestimarse al estudiar
las estrategias de subsistencia, seguramente muy distintas a las de los habitantes de un
“poblado” como el de Ipiutak, hace algunos milenios. Por otra parte, muchas conductas del
pasado difícilmente pueden observarse en el presente, ni podrían replicarse como arqueología
experimental. Sin duda, unos centenares o miles de sacrificios humanos para dar lucimiento a
la ascensión al poder de un tlatoani mexica no producen contextos similares ni tienen el
mismo significado que Auschwitz o que el sacrificio de algunos miles de irakíes más, para
aumentar en un 3% los índices de popularidad de un mandatario norteamericano en las
encuestas de la semana siguiente.
En segundo lugar, se supone que las “teorías de alcance medio” deberían articularse
con teorías generales. Como decía Binford en 1977,
hay necesidades urgentes para la construcción teórica. Un nivel es al que yo me
refiero como teoría de rango medio .
Y luego afirmaba:
Procuramos comprender los procesos responsables del cambio y diversificación de
las propiedades organizacionales de los sistemas vivos. En la aproximación a este
problema, buscamos el desarrollo de la teoría general. El arqueólogo debe buscar el
desarrollo paralelo de la teoría relacionada con determinados cambios y variabilidad
en los procesos que resultan en los hechos estáticos que quedan para nuestra
observación. Sólo con desarrollos en ambas teorías, general y de rango medio, el
método ‘científico’ puede ser apropiado. En ausencia de teorías e ideas a evaluar, la
discusión de métodos científicos apropiados parece extrañamente fuera de lugar.
[1977:6 y 7]
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 73
Aunque no recuerdo que lo mencione, el concepto de “teoría de alcance medio” está tomado
de Robert K. Merton, uno de los representantes mas conocidos de la sociología
funcionalista22. Merton planteaba mas o menos lo mismo a este respecto:
La teoría sociológica, si ha de avanzar de manera significativa, debe proceder sobre
estos planos interrelacionados: 1) desarrollando teorías especiales de las cuales
derivar hipótesis que se puedan investigar empíricamente y 2) desarrollando, no
revelando súbitamente, un esquema conceptual progresivamente mas general que
sea adecuado para consolidar los grupos de teorías posibles. Concentrarse
totalmente en las teorías especiales es arriesgarse a salir con hipótesis específicas
que sirven para aspectos limitados de la conducta social, organización y cambio,
pero que son mutuamente incompatibles. [1980:68]23
Binford nunca adoptó explícitamente ni se dedicó a la elaboración de una teoría
general. Desde luego, un investigador no está obligado a desarrollar y difícilmente podría
abarcar todos los campos que sabe que la arqueología debería cubrir. Pero la actitud posterior
de Binford, al constatar que sus propuestas no fueron tomadas en cuenta tal como él las
planteó, fue la de descalificar a quienes se ocupan de la teoría general:
los arqueólogos no han reconocido la necesidad de contar con una Teoría de
Alcance Medio propia. En su lugar han adoptado los argumentos teóricos generales
lanzados por los historiadores y etnógrafos, acomodando las observaciones del
registro arqueológico a dichos argumentos.
Los arqueólogos, por tanto, deben abandonar este pasatiempo inútil.
Necesitamos concentrarnos en el desarrollo de una Teoría de Alcance Medio.
[1988:209]
De modo que, en vez de partir de teorías a evaluar, opta ahora por su modesto modo de
investigar que
estriba en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o
aún simplemente revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante
años... [id.:115],
que luego se evalúan a través de métodos científicos.
Y del mismo modo que descalifica a autores que hablan de una arqueología social,
desestima el trabajo de autores que entendieron perfectamente la necesidad de teorías
particulares para explicar no sólo los procesos de formación de los contextos arqueológicos,
22
Tal vez conviene recordar lo que este autor dice sobre este concepto: “lo que he denominado teorías de alcance
intermedio: teorías intermedias entre esas hipótesis de trabajo menores pero necesarias que se producen abundantemente
durante las diarias rutinas de la investigación, y los esfuerzos sistemáticos totalizadores por desarrollar una teoría unificada
que explicara todas las uniformidades observadas de la conducta, la organización y los cambios sociales.
“La teoría intermedia se utiliza principalmente en sociología para guiar la investigación empírica. Es una teoría
intermedia a las teorías generales de los sistemas sociales que están demasiado lejanas de los tipos particulares de conducta,
de organización y del cambio sociales para tomarlas en cuenta en lo que se observa y de las descripciones ordenadamente
detalladas de particularidades que no están nada generalizadas. La teoría de alcance intermedio incluye abstracciones, por
supuesto, pero están lo bastante cerca de los datos observados para incorporarlas en proposiciones que permitan la prueba
empírica” [Merton, 1980:56].
23
Este texto es traducción de la tercera edición en inglés , de 1968, de Social theory and social structures , para el cual
Merton redacta un capítulo que retoma el tema discutido desde 1949 con Parsons, su maestro, y ha desarrollado en otros
trabajos de la década de los cincuenta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 74
sino también sus alteraciones post-deposicionales y que poseen una obra consistente al
respecto, como es el caso de Michael Schiffer, autor de Behavioral archaeology , entre otros
títulos. Así, se refiere bastante despectivamente a que
muchos arqueólogos jóvenes [...] creyeron que debían definir un tipo de arqueología
nueva: arqueología del comportamiento, arqueología social, astroarqueología, etc..
Mucho tiempo y energías se han gastado en los últimos años argumentando acerca
de estos nuevos ‘campos’. Personalmente, he intentado evitar tales debates, ya que
no contienen propuestas serias dentro de una disciplina científica... [1988;115-116]
La carencia de una teoría sustantiva general que, como advirtiera Merton, evitara la
proliferación de microteorías inconexas y difícilmente compatibles, es precisamente el punto
flaco, no sólo de Binford, sino de toda la “New archaeology”, aún de aquella de la que él
desea distanciarse. En ello se han basado razonablemente las diversas reacciones post-
procesuales de la arqueología norteamericana donde, a diferencia de Europa, ha habido poco
interés en el post-modernismo. Desde el grupo de “martillos y teorías” o RATS, hasta MICE,
ha habido un florecimiento de propuestas muy interesantes y creativas, que incursionan en el
ámbito de las teorías generales. Aunque me temo que, salvo excepciones, a pesar de las muy
sugerentes proposiciones que quedarán planteadas, predomina un eclecticismo que
difícilmente conducirá al desarrollo de posiciones teóricas consistentes. Si bien dejarán
expuesta una problemática apasionantemente compleja a la que deberán poder responder las
posiciones teóricas que logren conformarse como tales.
En el caso de Zajaruk, si lo hace, ignoro cómo plantea la conexión de las “fuentes”
arqueológicas de la historia, con la teoría sustantiva general, que sería el materialismo
histórico. Mas bien parece que sería entendido como un campo particular que no pertenecería
a la ciencia arqueológica, sino a las ciencias histórico teóricas, por lo que se supone que
debería ser tratado en ese ámbito donde el estudio de las fuentes, en general, es considerado
objeto de una ciencia particular y distinta. De hecho, al calificar a la cultura arqueológica,
objeto final de la investigación arqueológica, como “fuente” de la historia, el problema
pasaría a ser tema de los “filósofos, especialistas en materialismo histórico, lógica,
gnoseología [que] han desempeñado un importante papel en la elaboración de la problemática
para el estudio teórico de las fuentes” [Schmidt, 1975:248]. Todo indica que, a diferencia de
la arqueología binfordiana que carece de teoría general, ésta carecería de una teoría particular
“de bajo nivel” que explique los procesos “deposicionales” o de formación de los contextos
arqueológicos. En todo caso, en los trabajos que conozco de Zajaruk, no hay una propuesta
específica a este respecto, ni referencias a su tratamiento particular por los teóricos de las
“fuentes” históricas. De cualquier modo, está planteada la mediación en términos de que la
cultura arqueológica sería un conjunto de efectos de la cultura de la sociedad viva y habría
que ver cómo se entienden los nexos de ésta con las categorías del materialismo histórico, del
que aquella debería ser parte.
Finalmente, en los hechos reales, podemos constatar en la actualidad que ni los
motivantes planteamientos de Binford ni de Zajaruk llegaron a conformar posiciones teóricas
globales y consistentes en la arqueología, aún cuando tuvieron una importante y merecida
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 75
24
Menos repercusión han tenido -ignoro por qué- las proposiciones mucho mas consistentes y “competitivas” del
materialismo cultural de M. Harris, desarrolladas en la arqueología por autores como Price o Sanders, con resultados menos
ruidosos, pero más sólidos.
25
El texto de Gándara estaba originalmente en inglés y no fué aceptado como tema para su tesis doctoral en la Universidad
de Michigan.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 76
Entonces...¿Lloramos?
No es necesario. Es mejor buscar soluciones alternativas. Generalmente es más fácil
comentar lo que hacen los demás -y, sobre todo, advertir lo que hacen mal- que hacerlo uno
mismo. Como es el caso de los comentaristas deportivos que no corren riesgos de
equivocarse en las canchas o los doctorales críticos de arte, cuyas habilidades como literatos,
pintores o bailarines se mantienen prudentemente ocultas, en previsión de mayores
vergüenzas. El innegable aporte de la obra de autores como los que comentamos también
debe algo al valor de atreverse a cometer errores. La posibilidad de identificar los caminos
errados por nuestros colegas eleva las probabilidades de orientarnos por vías más adecuadas.
Y esa deuda debe retribuirse proponiendo alternativas, bajo el riesgo de incurrir en otros
desatinos.
Con el fin de situar el estudio de los procesos post-deposicionales, me referiré a los
aspectos ontológicos de una propuesta que he planteado para definir la estructura general del
proceso de investigación en arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a
enumerar los puntos básicos.
Tal alternativa se formula desde una posición histórico materialista y se refiere a las
conexiones entre las instancias ontológicas y metodológicas que abarcarían la problemática
global de la arqueología. Para ello, deben apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del
26
Hasta que se constituya “una Teoría de Alcance Medio -un campo en que las observaciones etnográficas son cruciales
como prueba- y [se pueda] emplear los métodos desarrollados de esta forma para obtener respuestas a preguntas como
‘¿qué significa ?’ y ‘¿cómo era?’. Únicamente si se pueden obtener respuestas seguras a tales preguntas resultará provechoso
intentar buscar respuestas a preguntas como ‘¿por qué ocurrió?’ “[1988:209].
27
“...lo que he llamado patrones derivativos de segundo -o tercer- orden, probablemente tienen relación con algunos
procesos organizacionales del pasado. Descubrir qué eran estos procesos organizacionales es el reto que enfrentamos”
[1989:489].
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 77
proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos
en el contexto de esa totalidad.
Aunque hay excepciones, asistimos a la proliferación de aperturas de “nuevos
campos” particulares de la investigación, cuya justificación no va mucho mas allá de que es
“importante” o “pertinente” al quehacer arqueológico. Pero terminan siendo minifundios
inconexos entre sí, cuyos objetivos propios se convierten en la finalidad última de estudios
que resultan independientes de los objetivos de la investigación arqueológica. Esto obedece
precisamente a la ausencia de una concepción general de la arqueología como disciplina
científica.
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología . En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de la cual nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los
cuales trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo
que hasta ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los
problemas que deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de
procedimientos adecuados para ello.
4) La determinación de las áreas de realidad con las cuales se enfrenta la
investigación arqueológica requiere de precisar en qué consiste su particularidad como
ciencia. En nuestra opinión, la arqueología es una disciplina de la ciencia social y no posee
un objeto ni un método propios que la diferencien de las demás ciencias sociales. Su
particularidad consiste en que, de oficio, la arqueología accede al conocimiento de los
fenómenos sociales y su historia a través de una clase particular de datos, a partir de los
cuales elabora la información empírica básica en que se apoyan los procesos inferenciales.
Tales datos -los materiales y contextos arqueológicos- se caracterizan porque:
a) son componentes materiales (productos, medios o condiciones) de actividades
humanas que, por lo general, se registran desligados de las actividades mismas;
b) las actividades que los generaron son sólo manifestaciones parciales de las múltiples
actividades que, simultánea y sucesivamente, constituyen la existencia concreta de la
totalidad social y,
c) entre las propiedades que presentan a la observación, se cuentan las singularidades
fenoménicas de la cultura de los grupos sociales que los generaron, así como los efectos de
los procesos de formación y transformaciones de los que han participado.
5) Es imprescindible tener en cuenta que, cuando realizamos una investigación -
sobre todo cuando nuestro marco de referencia debería ser la totalidad social de la que
nuestro objeto de estudio forma parte- la mayor parte de la información que necesitamos y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 78
Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación
arqueológica y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el
fin de derivar los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos
y corregir viejos errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva , que se
ocupa del objeto central de la investigación, es decir, de las características de los procesos
histórico sociales, y las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”) , que
deben explicar las conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos
observables y la existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual
posibilitaría la explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de
proposiciones ontológicas necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría
se formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas
general, conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta (Kosik,1967) a través de la
categoría de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro
lado, se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres
dimensiones indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de
replanteamientos y nuevas formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría de “bajo
nivel” -que incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos
arqueológicos- a través de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones
fenoménicas de la vida cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-
momento para referirnos a la actividad humana misma, conjuntamente con los componentes
materiales vinculados por ella. Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto
de componentes materiales de la actividad de los agentes sociales.
Hay que advertir que la actividad humana es un sistema continuo de movimientos -
organizados bajo relaciones sociales- que, al desplazarse sus agentes, ocupan sucesivamente
segmentos discretos del espacio vivido de una sociedad. Por lo que los procesos de
formación de los contextos arqueológicos y reintegración de los mismos a nuevos contextos
momentos es un movimiento reiterativo en la vida cotidiana de la sociedad. Esto implica que
no hay un momento deposicional único, por lo que la demarcación entre procesos
“deposicionales” y “post-deposicionales” no está dada por un instante nítido sino,
generalmente, por una secuencia en que se intercalan sucesivamente ambos tipos de eventos.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 79
En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada
la complejidad de los procesos involucrados.
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos
que intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y,
b) cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la
cadena genética de la información arqueológica 28. La desconexión o ausencia de cualquier
eslabón de tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle
procedimientos metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología,
cual es la posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados. Así, cualquier
propuesta de desarrollar un cuerpo particular de enunciados que no se ligue definida y
explícitamente con la totalidad de los problemas ontológicos que atañen a la arqueología
terminará convirtiéndose en un campo de investigación autónomo, paradojalmente desligado
de sus supuestos objetivos.
Por otro lado, cabe advertir que el objetivo final de la investigación no es la
acumulación de conocimientos sobre “conductas deposicionales”, lo que no pasaría de ser un
ramillete de descripciones etnográficas. La posibilidad de explicarlas realmente implica
vincularlas con una teoría general que de cuenta de las estructuras de relaciones sociales y
causales de los procesos históricos que integran.
Bibliografía citada.
Bate, Luis F.
1981 Relación general entre teoría y método en arqueología.Boletín de Antropología
Americana , nº 4.
1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.
Boletín de Antropología Americana , nº 19.
Binford, Lewis R.
1976 Forty-seven trips : a case study in the character of some formation precesses of the
archaeological record. En: Contributions toanthropology: the interior peoples of
28
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En
particular, cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material
arqueológico con aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].
“Del registro estático al pasado dinámico”: entre un salto mortal y un milagro dialéctico. 81
El concepto de cultura:
entre las tradiciones antropológicas y el materialismo histórico.
Es indiscutiblemente notable el peso que se ha atribuido al concepto de cultura en disciplinas
como la antropología, la etnología, la sicología social o la arqueología, cualquiera sea el lugar
y conexiones que se le asigne en las diversas tradiciones académicas. Lo cual resulta
particularmente sorprendente si se considera la extraordinaria ambigüedad de su contenido
conceptual. La que se debe a la heterogeneidad de sus múltiples significados, tanto como a su
exiguo poder explicativo, aún en los casos en que se intenta superar el mero nivel descriptivo
en su definición. Más asombroso es que, en tales condiciones, se le haya asignado una
posición central al establecer el objeto de estudio de algunas disciplinas de la ciencia social.
La centralidad otorgada al concepto, tanto en Europa como en América, se debe
principalmente a las reacciones ideológicas (en estos casos, propiamente reaccionarias)
contra el evolucionismo del pasado siglo desarrolladas, respectivamente, por las escuelas
difusionistas -en particular la histórico cultural- así como por el culturalismo boasiano. Y, en
ambos casos,
el resurgimiento de la teoría evolucionista [...] como un retorno a la razón y el orden, ante el caos
empírico dejado por los particularistas [Ph. Kohl, 1987],
impulsado por la obra de Gordon Childe y de Leslie White, quienes influyen de manera
importante durante el último medio siglo en la arqueología y la antropología, mantiene al
concepto de cultura en un lugar prominente.
La escuela de Franz Boas designa a la totalidad social objeto de la antropología,
ciencia madre de la cual la arqueología es una de sus "ramas", a través del concepto de
cultura. De donde la arqueología resulta ser la ciencia que estudia "la cultura de pueblos
Publicado en el Boletín de Antropología Americana nº 26, 1995.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 84
desaparecidos". Definición no muy distinta de las que, por circunstancias diversas, recibe en
las tradiciones del Viejo Mundo.
De paso, los "diálogos" interdisciplinarios con otras ciencias sociales, como la
economía, la historia, la sociología o la politología, que no dan la misma relevancia al tema
de la cultura, aunque no estudian sociedades distintas de aquellas que ocupan a las "ramas"
antropológicas, resultan del todo tangenciales.
No es menor el peso que el término de cultura posee en el manejo ideológico-político,
cuya eficacia manipulatoria o como signo de identificación se hace patente en el lenguaje ya
usual, tanto en los discursos dominantes de contenido altamente conservador y
antidemocrático, como hasta en aquellos que expresan las demandas reivindicativas más
progresistas o revolucionarias.
El materialismo histórico, que participa de los momentos fundacionales de la
antropología como ciencia moderna y de la temática evolucionista desde el siglo XIX no
tuvo, dada su orientación política, motivos para compartir las reacciones ideológicas del
culturalismo norteamericano ni del difusionismo histórico cultural. Además, a poco andar
este siglo, sus cultores quedan aislados geopolíticamente de los desarrollos de las ciencia de
"Occidente" o, en estos países, por largo tiempo marginados de la academia y de las
instituciones oficiales, cuando no perseguidos de diversas maneras.
El hecho es que, en tales circunstancias, el marxismo desarrolló en cierto modo su
propia tradición, desplegándose en diversas corrientes. En éstas, la preocupación por el tópico
de la cultura ha sido muy dispar, con diversos contenidos conceptuales y, salvo en algunos
casos (como en Gramsci), ha constituido una cuestión un tanto secundaria. En cuanto a su
significado, para la mayoría de los autores designa a las manifestaciones de los reflejos
superestructurales -en particular, como formas de la "vida espiritual"!- mientras, para otros,
alude a las particularidades de los procesos de "civilización", siendo los menos quienes se
refieren a la connotación antropológica del término. La cultura, en sus diversos sentidos,
también ha constituido un ingrediente infaltable en el tratamiento de las cuestiones nacional y
étnica. Pero careciendo de un desarrollo teórico explícito y en el falso sobreentendido,
cómodamente consensual, de que todos sabrían de qué se trata.
El contexto particular en que desarrollamos esta propuesta fue el del auge de los
movimientos populares en la América Latina de los años 70 y su represión en los países
australes. Tiempos del "boom" de la sociología latinoamericana y de la amplia difusión
académica del marxismo, bajo el notorio predominio de la corriente althusseriano-
balibariana.
Como gran moda, el marxismo no escapó a la proliferación, entre sus muy abundantes
adeptos, de todo tipo de oportunismos. Las monsergas panfletarias de un marxismo fosilizado
en ideologías estatales distantes o las fórmulas estereotipadas a través de eficaces texto s de
divulgación, eran moneda corriente en todos los niveles de la academia. La "dialéctica",
como teoría general y como método generador de conocimiento "científico, crítico y
Teoría de la cultura y arqueología 85
29
Cuando se recurre a este argumento, es porque los políticos aludidos hacen un uso exitoso del concepto y, mas bien,
habría que preguntarse por qué. Además, habría que superar los ámbitos provinciales y preguntarse también si las banderas
de la cultura como elemento de identidad ideológica y solidaridad política sólo son enarboladas por políticos o movimientos
sociales conservadores.
Teoría de la cultura y arqueología 87
La categoría de cultura.
Conviene aclarar las bases sobre las que formalizamos el contenido que otorgamos al
concepto de cultura31.
a) La categoría de cultura, como las de modo de vida y formación social, reflejan
aspectos, objetivamente distinguibles, aunque existen necesariamente integrados en la unidad
de la realidad social. No se trata, por lo tanto, de una relación entre "partes" de la sociedad,
sino de diversas dimensiones de la misma. De modo que la categoría de sociedad concreta
30
Dado que este texto sólo pretende ser una síntesis de la exposición de nuestras propuestas, he transcrito partes de algunos
trabajos que se encuentran en prensa o próximos a publicarse. Las partes transcritas corresponden a los textos que aparecerán
bajo los títulos de Estructura general del proceso de investigación en arqueología, Cacaxtla: un sitio y muchas preguntas
(en coautoría con M. Gándara) y "Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico
(éste, en Arqueología Espacial, nº 18).
31
El desarrollo mas extenso de la categoría de cultura está formulado en una publicación anterior [Bate, 1978] y resumido,
como lo hacemos acá, en otros trabajos [1981 y 1984].
Teoría de la cultura y arqueología 89
32
Ya hemos asistido a muchas seudorrevoluciones teóricas que no hacen mas que mudar terminologías, con mas o menos
aspavientos, y que no modifican para nada viejos contenidos conceptuales. Aunque el criterio de autoridad no es relevante,
no sobra recordar que Marx no inventó ni fue el primero en dar un estatuto académico a los términos de "plusvalía", "clase
social" y otros, ni decidió ignorarlos por reaccionarios. Entendió, mas bien, que era preciso darles un contenido teórico
cualitativamente diferente y consistente.
33
Dado que una forma puede corresponder, simultánea o secuencialmente a diversos contenidos, pueden ser diferentes los
aspectos de la forma que correspondan fundamentalmente a los diversos contenidos.
Teoría de la cultura y arqueología 91
34
De hecho, esta distinción es relativa a los niveles de integridad considerados en cada estudio, por lo que es mas
económico referirse simplemente a la cultura de cada grupo y usar el término de subcultura para indicar la pertenencia a una
unidad social mayor, que la incluye.
Teoría de la cultura y arqueología 93
35
Al tratar con leyes y categorías debemos considerar dos aspectos: su existencia real y su formalización lógica. Además,
generalmente, su formalización se mueve en dos terrenos diferentes: por un lado, sobre cómo existen en la realidad, por otro,
sobre cómo se conocen. En éste caso particular, el fenómeno y la esencia existen como una unidad real inseparable. No
obstante, el fenómeno se conoce empíricamente y la esencia por abstracción, a través de inferencias racionales. Esto en todas
las ciencias, las que buscan descubrir regularidades y leyes que expliquen la realidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 94
En segundo lugar, los cambios globales más importantes en el orden de los contenidos
de la formación económico social al que corresponden las formas culturales -y que se articula
en su nivel mas general en torno a la calidad fundamental del sistema de relaciones sociales
de producción- se deben a las variaciones en el grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
Es decir, el orden general de los contenidos de la formación social reflejados en la cultura,
posee diversas determinaciones particulares y calidades específicas dependiendo del grado de
desarrollo de las fuerzas productivas.
Por lo que se refiere a la extensión espacio-temporal de las unidades de análisis del
conjunto de formas culturales, éstas deberían ser relativas a los niveles de integridad de los
contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar. Por lo tanto, la delimitación
de las unidades de análisis adecuadas en cada caso, pueden variar según los distintos niveles
de integridad a que corresponden objetivamente.
Sobre estas bases puede plantearse la sistematización general de los criterios de
ordenación de las formas culturales.
4. Singularidad cultural y causalidad social. La calidad principal de la cultura, en la
propia dimensión aparente del fenómeno social, es su singularidad. La singularidad cultural
es una calidad general en el sentido de que todo grupo social y toda sociedad concreta poseen
una existencia cultural singularmente distintiva. Si es así, esta calidad relevante debería ser
explicada y un aspecto fundamental de una explicación científica consiste en conocer su
determinación causal, que siempre es histórica, compleja y multideterminada.
1) Cabe apuntar que parte de la singularidad cultural está condicionada por
singularidades de los contenidos de la formación social, mayormente notables en la
dimensión de los modos de vida. Estas singularidades, que tienen carácter general respecto a
sus manifestaciones fenoménicas cotidianas, se presentan como diferencias estructurales e
históricas respecto a otras sociedades concretas. Las condicionantes que llevan al desarrollo
de determinadas formas de organización técnica del trabajo o a la articulación, en variables
proporciones demográficas, de diversas formas socioeconómicas y modos de vida conducen,
por ejemplo, al desarrollo de singularidades estructurales de la sociedad que no son aparentes.
Inciden en ello factores medioambientales pero, sobre todo, la historia de las precedentes
negaciones dialécticas que conlleva todo proceso histórico
En ella, un par de factores se condicionan recíprocamente. Por una parte, las
características o vías de los procesos revolucionarios que han modificado al modo de
producción y, consecuentemente, a toda la formación social. Procesos que pueden ser
autogenerados o efectos de diversos modos de interacción entre sociedades. Por otro lado, la
singularidad de las calidades de la formación social también es efecto de los desiguales
grados de desarrollo y las formas socioeconómicas negadas. Mas aún cuando se trata de una
formación social que ha integrado a diversos grupos sociales o sociedades que han tenido una
historia anterior independiente.
Teoría de la cultura y arqueología 95
36
Como vimos, a propósito de la categoría de modo de vida, estos factores que despliegan una multiplicidad de efectos en el
nivel cultural, no solo afectan a la dimensión fenoménica de la sociedad sino también a características causales y
estructurales de mayores niveles de acción.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 96
37
Para quien sepa algo sobre categorías de la dialéctica, será claro que todas ellas reflejan diversos aspectos del movimiento
real, por lo que se las ha considerado también como leyes "secundarias" de la dialéctica.
38
En los Cuadernos filosóficos, Lenin acuñó el término, metafórico pero adecuado, de "eslabones intermedios" para
referirse a las mediaciones entre lo fenoménico y lo esencial.
Teoría de la cultura y arqueología 97
Nos hemos extendido en el resumen del concepto de cultura porque, como se verá,
tiene importantes implicaciones metodológicas para la arqueología. Además, para destacar el
hecho de que el materialismo histórico puede acercarse consistentemente al conocimiento
explicativo de la complejidad real, sin incurrir en reduccionismos abusivos ni negando la
posibilidad de generalizar teóricamente las determinantes de la sociedad como totalidad
concreta. Para ello, es necesario desplegar creativamente las implicaciones heurísticas del
materialismo dialéctico como ontología general. De este modo, proponemos que la categoría
de sociedad concreta nos permite aproximarnos a la investigación de la realidad social al
integrar orgánicamente, en su unidad, las categorías generales de formación económico
social, modo de vida y cultura.
El concepto de cultura
en el proceso de investigación arqueológica.
Con el fin de situar el lugar que ocupa y el papel que debe cumplir con carácter necesario el
concepto de cultura, me referiré a los aspectos ontológicos y metodológicos de una propuesta
que he planteado para definir la estructura general del proceso de investigación en
arqueología, limitándome acá, por razones de espacio, a enumerar los puntos básicos.
Tal alternativa se refiere a las conexiones entre las instancias ontológicas y
metodológicas que abarcarían la problemática global de la arqueología. Para ello, deben
apuntarse algunas premisas generales:
1) Entre los supuestos del área valorativa, es necesario considerar los objetivos que
persigue el proceso de investigación. Entendemos que la arqueología busca explicar los
diferentes aspectos de la existencia histórica concreta de las estructuras y desarrollos de los
procesos sociales.
2) Por lo que respecta a la definición de las diversas instancias particulares de la
investigación arqueológica, se debe partir de una explícita concepción de la totalidad del
proceso, que sea congruente con sus objetivos y es necesario esclarecer su ubicación y nexos
en el contexto de esa totalidad.
3) La articulación de instancias teóricas y metodológicas se basa en el principio
epistémico materialista que implica la prioridad lógica de la ontología respecto a la
metodología. En otras palabras, la adecuación de los procedimientos orientados a conocer la
realidad depende de las características de la realidad, de las cuales nos informa la teoría.
Es, por lo tanto, necesario precisar los ámbitos o campos de la realidad con los
cuales trata la arqueología. Luego, a partir de las teorías que sistematizan sintéticamente lo
que hasta ese momento sabemos acerca de esas áreas de la realidad, podemos definir los
problemas que deberá resolver la metodología, así como las alternativas y secuencias de
procedimientos adecuados para ello.
Teoría de la cultura y arqueología 99
Problemas ontológicos.
Partiendo de estas consideraciones previas, podemos decir que hay tres órdenes
particulares de procesos de la realidad, con los cuales se relaciona la investigación
arqueológica y que constituyen problemas ontológicos a desarrollar permanentemente, con el
fin de derivar los procedimientos sistemáticos necesarios para generar nuevos conocimientos
y corregir viejos errores. Entre éstos, habría que distinguir entre la teoría sustantiva, que se
ocupa del objeto central de la investigación, es decir, de las características de los procesos
histórico sociales, y las teorías mediadoras (que no son teorías de “alcance medio”), que
deben explicar las conexiones objetivas entre la información empírica disponible y los datos
observables y la existencia de las sociedades a que se refiere la teoría sustantiva, la cual
posibilitaría la explicación de los fenómenos históricos estudiados. Estos cuerpos de
proposiciones ontológicas necesarios son:
1. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es el materialismo histórico. La teoría
se formula en diversos niveles de generalidad, orgánicamente ligados. En el nivel mas
general, conceptualizamos a la sociedad como totalidad concreta [Kosik,1967] a través de la
categoría de sociedad concreta, que daría cuenta de las diversas dimensiones de la realidad,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 100
comprendiéndolas en las categorías de formación social, modo de vida y cultura. Por otro
lado, se busca dar una homogeneidad teórica a la periodización histórica, en las tres
dimensiones indicadas. No abundaremos sobre este punto, que ha requerido de
replanteamientos y nuevas formulaciones.
Vinculamos la teoría del nivel más general (formación social) con la teoría que
incluiría a las actividades “deposicionales” o formadoras de contextos arqueológicos, a través
de la categoría de cultura, como conjunto singular de manifestaciones fenoménicas de la
vida cotidiana. Consideramos, analíticamente, el concepto de contexto-momento para
referirnos a la actividad humana misma, conjuntamente con los componentes materiales
vinculados por ella. Un contexto arqueológico se forma al desligarse un conjunto de
componentes materiales de la actividad de los agentes sociales.
2. Historia de los contextos arqueológicos. Como habrá quedado claro, entre los
momentos de formación de los contextos arqueológicos y el momento de su observación
como dato arqueológico, suelen mediar diversos y complejos procesos de transformaciones
con diversas dimensiones y ritmos temporales. El observador que genera la información
arqueológica “captura” los materiales y contextos en un determinado momento de esa
dinámica, de su historia.
a) La primera instancia lógica necesaria de una teoría sobre estos procesos es la
teoría de la formación de los contextos arqueológicos, que constituye parte de la teoría
sustantiva “de bajo nivel”, referida a la concreción de la vida cotidiana y que se integra a la
teoría general de la historia. En este sentido, las actividades generadoras de contextos
("conductas deposicionales") y los objetos desligados de la misma poseen, en cada grupo
humano, la singularidad característica de su cultura.
b) Un cuerpo central de enunciados en esta instancia ontológica debe referirse a los
procesos de transformaciones de los contextos y materiales arqueológicos, que es a lo que se
refieren los denominados “procesos post-deposicionales”, en que intervienen tanto agentes
naturales como actividades sociales.
c) Otro sistema de proposiciones conceptuales a formalizar, se refiere a la
presentación de los contextos. Se trata de conceptuar las diversas propiedades y
características que los materiales y contextos arqueológicos presentan a su observación,
buscando precisar aquellas que guardan conexiones explicables con las actividades y
relaciones sociales que se busca inferir. Dado que la correspondencia determinada entre
propiedades observables de materiales y contextos arqueológicos y las actividades y
relaciones sociales inferibles no es biunívoca, se trata de determinar las diferentes
configuraciones alternativas posibles a través de las cuales éstas se presentarían a la
observación arqueológica.
3. Historia de la información producida . Como consecuencia de la constatación de
que la mayor parte de la información disponible y necesaria para una investigación es
información ya producida a través de procedimientos muy variados, se puede apreciar que,
Teoría de la cultura y arqueología 101
desde la obtención y observación directa de los datos, median múltiples factores de distorsión
y pérdida de la información, hasta que disponemos de ella. En éstos casos, deberemos inferir
muchas de las posibles características de los contextos arqueológicos de los que nos
informamos y de los que proviene parte de los materiales que, eventualmente, todavía
podemos observar.
La consideración sistemática de los factores de distorsión y pérdida, requiere
contemplar diversos problemas como: a) procedimientos de observación y registro (si los
hay) de los contextos y obtención de materiales; b) procedimientos de manipulación de
materiales (empaque, transporte, limpieza, almacenamiento, etc.); c) procedimientos de
análisis, ordenación y descripción/interpretación de materiales (incluyendo ecofactos) y
contextos; d) formas y condiciones de presentación y acceso a la información. Hemos
propuesto criterios de análisis de éstos procesos, considerando a la generación de información
como contextos-momento, en que los materiales arqueológicos, instrumentos y condiciones
de trabajo y las informaciones producidas, son componentes materiales de los mismos. Sin
embargo, la mayor relevancia suelen tenerla las actividades, tipo de calificación y
concepciones teórico-ideológicas de los agentes de dichos contextos.
En nuestra opinión, ésta secuencia de instancias teóricas debe dar cuenta de los
procesos genéticos de los datos e información arqueológica “actuales”, es decir,
contemporáneos del investigador. Para poder inferir las actividades humanas y el sistema de
relaciones sociales que las explican y de las cuales nos informan los restos arqueológicos, es
necesario poder precisar teóricamente las conexiones, principalmente causales, que las
vinculan. Como es obvio, no se trata de una causalidad lineal ni, mucho menos, simple, dada
la complejidad de los procesos involucrados.
Condiciones para inferir la historia pasada de los pueblos a partir de registros e
informaciones actuales, son: a) que las conexiones entre los distintos niveles de fenómenos
que intervienen en tal cadena de complejos causales deben ser precisadas adecuadamente y,
b) cualquier propuesta teórica sobre el particular debe articular todos los eslabones de la
cadena genética de la información arqueológica39. La desconexión o ausencia de cualquier
eslabón de tal cadena, hará inviable la conformación de una posición teórica que desarrolle
procedimientos metodológicos capaces de alcanzar el objetivo cognitivo de la arqueología,
cual es la posibilidad de explicar los fenómenos sociohistóricos estudiados.
Instancias metodológicas.
Conociendo los procesos que conducen a la generación de los datos e informaciones
arqueológicas, es posible definir y situar en una secuencia lógica los problemas
39
De hecho, como observa Wylie este es un aspecto crucial en la evaluación de los criterios de "seguridad" o credibilidad en
la constitución del campo factual empíricamente observable en base evidencial de las inferencias en arqueología. En
particular, cuando se refiere "al número y complejidad de los vínculos requeridos para conectar un cuerpo de material
arqueológico con aquellas dimensiones del pasado cultural que interesan a la investigación" [Wylie, 1992:278].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 102
metodológicos generales que una investigación debe plantearse. Aún cuando las
investigaciones reales no están obligadas a recorrer dicha secuencia completa, ni siempre
pueden hacerlo, podemos señalar brevemente las fases del proceso de investigación de
sociedades concretas que deberían constituir el marco general de referencia metodológica.
Éstas son:
1. La producción de información. Implica la sistematización de los procedimientos
técnicos y lógicos para la obtención, registro, procesamiento analítico, ordenación,
descripción y comunicación de la información producida a partir de los datos empíricamente
observados en el campo y el laboratorio. Supone una concepción clara de cuáles son los
atributos observables que son relevantes para la realización de inferencias e interpretaciones
explicativas. A partir de ello, se define la formulación de protocolos de registro, los
procedimientos técnicos y analíticos para el trabajo de campo y de laboratorio (por ejemplo,
técnicas de excavación, procedimientos tipológicos, etc.). Igualmente se ocupa de la
formación de acervos y formas de comunicación de la información producida.
2. Reconstrucción de las culturas arqueológicas. Es una instancia que requiere la
sistematización del análisis de confiabilidad y la organización de la información disponible.
Se busca disponer ordenadamente de toda la información arqueológica y medioambiental
correspondiente a cada cultura arqueológica. Esta instancia, así como la anterior, se definen a
partir de la teoría sobre la historia de la producción de información.
3. Inferencia de las culturas. Supone la reconstrucción de la historia de los materiales y
contextos arqueológicos, con el fin de inferir las actividades que, bajo sus formas culturales,
presentaba la sociedad viva, como un conjunto de contextos momentos, simultáneos y
sucesivos, que constituían su vida cotidiana. Dado que una sociedad está normalmente
compuesta por grupos sociales diferentes integrados de diversas maneras a la estructura
social, parte de los problemas a resolver en esta instancia consiste en su identificación como
subculturas distinguibles en el contexto de la cultura global.
4. Inferencia de modos de vida y formaciones sociales. Este nivel de integridad de los
procesos inferenciales resulta de la abstracción de las regularidades causales y estructurales
de los procesos sociales, a partir de sus manifestaciones culturales, inferidas para cada
cultura arqueológica. En principio, el conjunto de formas culturales de una sociedad debe
posibilitar la inferencia de sus contenidos socioeconómicos, en la medida que sus conexiones
objetivas son explicadas teóricamente. Se trata de identificar y reconstruir los diversos
procesos económicos que integran el modo de producción; las diversas actividades y
relaciones que median la reproducción y reposición de la población, así como las actividades
institucionales y los contenidos y formas de reflejo social de la realidad.
Como es evidente, el desarrollo de esta instancia -como el de la siguiente- requiere
necesariamente de una formalización teórica de las complejas relaciones entre la dimensión
cultural de la sociedad y los contenidos del modo de vida y la formación socioeconómica.
Teoría de la cultura y arqueología 103
5. Explicación del desarrollo histórico concreto. Esta instancia tiene por objetivo la
explicación de la historia concreta de la sociedad, manifiesta en su singularidad cultural y
regida por las regularidades inferidas acerca de sus modos de vida y características como
formación socioeconómica. Hasta la instancia precedente, estos conocimientos están
desagregados, ya que los contenidos socioeconómicos y de las culturas han debido inferirse a
partir de cada una de las culturas arqueológicas. Como se podrá apreciar, las cadenas de
procesos inferenciales que permiten llegar a una explicación de los procesos reales son largas
y complejas y hay, en general, un orden necesario de precedencias. Por ello, el grado de
avance de las investigaciones está siempre sujeto a la cantidad y calidad de la información
producida. En el estado actual de la mayoría de las investigaciones, la información suele
resultar bastante fragmentaria. Esto se debe no sólo a problemas de los recursos necesarios
para la realización de buenos trabajos de campo y laboratorio sino, además, a que la mayoría
de las preguntas que se suelen plantear los investigadores, se enmarcan en posiciones teóricas
que muchas veces no se interesan en avanzar más allá del establecimiento de secuencias
cronológico-culturales.
------------------------------------
Esperamos haber dejado quedado claro que nuestra insistencia e interés en una formalización
teórica del concepto de cultura reside en la conciencia de que no es posible entender ni
explicar las complejidades de la realidad social concreta reduciéndolas al exclusivo manejo
de las tradicionales categorías del materialismo histórico. Que la reivindicación de la
necesidad de tal conceptualización obedece precisamente al interés en hacer posible superar y
trascender el nivel apariencial de la dimensión cultural, para acceder al conocimiento de las
regularidades fundamentales que rigen a los procesos sociales. Y para ello es necesario
dilucidar la trama de relaciones que imbrican, en la unidad real, a esas diferentes dimensiones
de la existencia social. Tarea para la cual, la concepción dialéctica materialista posee un
elevado potencial heurístico, muy escasamente explorado.
Bibliografía citada.
Bate, Luis F.
1978 Sociedad, formación económico social y cultura. Ediciones de Cultura Popular. México.
1984 Cultura, clases y cuestión étnico nacional. Juan Pablos Editor. México.
1989 Notas sobre el materialismo histórico en el proceso de investigación arqueológica.
Boletín de Antropología Americana, nº 19.
Kohl, Phillip
1987 State formation: useful concept or idée fixe? En: Power relations and state formation.
Patterson & Gailey [Eds]. Washington D.C.
Wylie, Alison
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 104
1992 On "heavily decomposing red herrings": scientific method in archaeology and the ladening evidence with
theory. En: Metaarchaeology. . L. Embree [Ed.]. Boston Studies in the Philosophy of Science. Boston.
¿ES LA CULTURA
EL OBJETO DE LA ANTROPOLOGÍA?
Presentado en la reunión sobre “Antropología en el Año 2000”, Universidad de las Américas en Cholula 2000.
Publicado en Canindé. Revista do Museu de Arqueologia de Xingó. Nº 3: 205-211, 2005.
40
I. Kant: Prolegómenos a toda metafísica futura. Lo cito acá pues, como se verá, es pertinente al tema.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 106
alude a las múltiples manifestaciones de la existencia del hombre, desde su biología hasta la
mente, desde el remoto pasado hasta el presente. Sin olvidar a Leach que, aunque sea de
manera metafórica, se refiere a la relación entre lo fenoménico y lo fundamental, al señalar
que la cultura es como el ropaje que visten las estructuras sociales en cada sociedad humana.
Sin embargo, el concepto de cultura que realmente opera en "la ideología
espontánea del científico" -incluyendo a los antropólogos, desde luego- es absolutamente
nebuloso, ecléctico, intuitivo, impreciso. Como decía Lowie, "un batiburrillo hecho de
retazos y remiendos".
entre los distintos grupos que integran a la sociedad. Definiendo a los grupos sociales por una
comunidad de relaciones establecidas en la base material del ser social e incluyendo sus
expresiones superestructurales.
c) Señalamos que el orden objetivo de las formas culturales (siempre aparentemente
caóticas, dado su carácter fenoménico) es el orden dinámico y cambiante de los contenidos de
la formación social a que aquellas corresponden.
d) Dado que la calidad distintiva de la cultura, en el nivel de lo fenoménico, es su
singularidad, era necesario explicar esta calidad, en su correspondencia con el carácter
general de las regularidades que rigen a la totalidad social.
Desde el concepto dialéctico de causalidad completa, concluimos que la
singularidad cultural es efecto de la concatenación de lo necesario y lo contingente en el
desarrollo histórico de los procesos sociales. Del desarrollo de realidades determinadas,
como efecto de lucha entre alternativas de posibilidad.
e) Por último, explicamos la correspondencia no mecánica ni sincrónica de la
dinámica de la cultura respecto a los ritmos de cambio mayores de las formaciones sociales,
a través de las categorías más generales del movimiento, que son las llamadas leyes de la
dialéctica. Así, analizamos las relaciones de la calidad singular de la cultura en su
correspondencia multideterminada con la magnitud general del desarrollo de las fuerzas
productiva. Entendimos que la cadena de "eslabones intermedios" entre las manifestaciones
fenoménicas de la cultura y los contenidos esenciales de la formación social, puede
explicarse como un sistema combinado de contradicciones forma-contenido (entre otras) en
desiguales niveles de acción, ritmos y fases de desarrollo. Y de qué manera se dan las
manifestaciones de permanencia y cambios desiguales en la dimensión de la cultura, a través
de sucesivas negaciones dialécticas.
Hoy en día, proponemos que la categoría que expresa la unidad de las relaciones
entre cultura y formación social -mediada por la categoría de modo de vida- es la de
Sociedad Concreta. Ésta connota, precisamente, tanto a la realidad social empíricamente
observable, en su dimensión cultural, a las regularidades causales y estructurales que rigen a
la totalidad social, como formación social, así como a la compleja red de interconexiones
entre ambas dimensiones.
b. Perspectivas.
Lo dicho lo he sostenido desde hace más de veinte años. Y ¿qué sucedió entonces?.
Probablemente lo mismo que ahora: ¡no se entendió casi nada!. ¿Por qué?. Entonces el
marxismo era la gran moda en la academia. Y resultaba fácil navegar entre el consenso y los
sobreentendidos, sin tener que adentrarse en el estudio de la dialéctica, que se presentaba
como algo críptico y, sobre todo, demasiado complicado. A pesar de que ahí reside el "núcleo
duro" de la concepción materialista de la historia. Me atrevo a afirmar que eran y son
escasísimos aquellos autores que, aún entre los más eminentes y merecidamente reconocidos
investigadores marxistas, manejan realmente un análisis categorial dialéctico.
Hoy, las modas han cambiado: ahora están de moda las "teorías de la complejidad".
También en la ciencia se habla de un postmodernismo, contra la vieja ciencia "moderna".
Contra la pretensión de que la ciencia, sólo por serlo, garantizaría la generación de
conocimientos verdaderos y exactos41, capaces de explicar con elegante simplicidad y gran
precisión toda la realidad a partir de unas cuantas leyes generales.
Curiosamente, esta distinción entre ciencia moderna y postmoderna es la misma que
hacía Engels -con otros términos y en otros contextos históricos en cuanto a tradiciones
académicas- entre pensamiento metafísico y pensamiento dialéctico. Es que, finalmente, los
principios fundacionales o fundamentales de la dialéctica exigen acercarse a conocer la
realidad como es: elevadamente compleja y permanentemente dinámica.
La dialéctica es la primera teoría de la complejidad y, aún hoy, la única que tiene
un nivel general de formalización. Creo que lo que actualmente ocurre es que las teorías de la
complejidad, de algún modo, están redescubriendo la dialéctica desde los grandes avances
actuales de las ciencias naturales, prometiendo generar nuevas formas de concebir a la
41
En estos mismos términos se plantea, en la arqueología, L. Binford.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 110
realidad y a las ciencias que la estudian. En ese camino, la dialéctica materialista constituye
un sistema metaconceptual disponible, que puede servir de base para la tarea de
formalización de los nuevos descubrimientos y enfoques de la investigación, apoyado en la
vertiginosa acumulación de informaciones y los grandes saltos en las posibilidades
tecnológicas de procesamiento lógico de los mismos.
Diría, además, que la dialéctica materialista contiene aún un enorme potencial
heurístico totalmente sub-utilizado.
3. Sugiero que quienes se han interesado seriamente en las anunciaciones de "una nueva
ciencia", la de las "teorías de la complejidad", y que sepan prescindir intuitiva o sabiamente
de las veleidades de la moda, no desperdiciarían su tiempo en intentar profundizar en el
entendimiento de las propuestas de la dialéctica.
Estoy seguro de que será de mayor provecho que seguir papaloteando trillada y
superficialmente entre la frivolidad del "efecto mariposa" y los vericuetos del Conjunto M,
encandilados frente al espejo de Alicia.
HACIA LA CUANTIFICACIÓN DE
LAS FUERZAS PRODUCTIVAS EN ARQUEOLOGÍA
Publicada en Marxist Perspectives in Archaeology. Cambridge University Press.Cambridge, 1984. Versión en
español en: Teorías, métodos y técnicas en arqueología, L.F. Bate (Editor), IPGH. México, 1986.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 112
42
Engels 1961: 41.
43
Por principio, un razonamiento dialéctico obliga a considerar como hipótesis, para cada nueva investigación,
hasta las leyes generales más probadas.
44
Engels, ob.cit.: 42.
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 113
Condiciones de medición.
La posibilidad de efectuar una cuantificación de las fuerzas productivas está sujeta a diversas
exigencias, las que deberán satisfacerse en encadenación orgánica desde el nivel teórico
45
Ver Bate 1977. También la "Relación general entre teoría y método en arqueología", en prensa en el Boletín
de Antropología Americana.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 114
46
Hay posibilidades de solución de éste problema, pero no entraré acá a su discusión detallada, la que exigiría
más espacio del que disponemos. Tal discusión no representa ni más ni menos complicaciones e implicaciones
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 116
Para los efectos de las relaciones que deseo expresar en este artículo, manejaré
una escala hipotética de medida de la cantidad de productos que supone unidades que
expresan cantidades iguales de productos (trabajo objetivado en valores de uso),
independientes de la variación histórica del trabajo socialmente necesario para su producción.
A estas unidades hipotéticas y arbitrarias las denominaré unidades Q.
que el problema de la transformación de valores en precios para la teoría económica del sistema capitalista. Una
de las alternativas sería calcular, para una sociedad más desarrollada que las que deseamos comparar, la
cantidad de trabajo socialmente necesario que se objetiva en cada tipo de productos, como una proporción del
trabajo socialmente necesario que se invierte en la suma total de los diversos tipos de productos. Y así,
generalizar convencionalmente dicho índice arbitrario para cuantificar los productos que contabilicemos en cada
sociedad estudiada. Sin embargo, ello no carece de imprecisiones y esperamos encontrar soluciones más
simples.
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 117
Así, cuando una sociedad no es excedentaria Pt es igual a Cs, por lo que p. = 100. Y
en una sociedad excedentaria p. > 100.
Luego, conociendo el índice p. , podemos definir un coeficiente de rendimiento
relativo de la fuerza de trabajo (fpr) de la siguiente manera
ofrece múltiples evidencias de que el tiempo que compone una jornada media de trabajo de
un productor medio puede variar bastante de una sociedad a otra47 pero la proporción o
intensidad del uso de la fuerza de trabajo humano en cada sociedad es uno de los aspectos en
que las relaciones de producción incide recíprocamente sobre el desarrollo del contenido de
la producción y la productividad del trabajo. Por ello es que evaluamos el grado de desarrollo
de las fuerzas productivas de la manera arriba expuesta. Sin embargo, estas variaciones -así
como la proporción en que se dispone del uso de la fuerza de trabajo- pueden estimarse con
mayor precisión. Para ello, podemos calcular la relación de la producción por tiempo (Qt), si
contamos con el dato de la duración media de la jornada de trabajo de un productor medio
(ht= horas de trabajo diario), de la siguiente manera
Implicaciones teóricas.
En las condiciones actuales del desarrollo de la arqueología, la posibilidad real de efectuar la
cuantificación de las fuerzas productivas nos puede parecer un tema de "arqueología ficción".
Es, en realidad, una tarea para el desarrollo futuro de esta ciencia.
Por lo pronto, sin embargo, la formulación lógico matemática del problema nos permite
operar teóricamente en el planteamiento de hipótesis que fundamenten alternativas de
explicación de algunos problemas importantes del desarrollo de las sociedades pasadas.
Plantearemos sólo algunos problemas asignando -en las tablas adjuntas- cantidades
hipotéticas a las variables mencionadas.
47
Véanse, por ejemplo, lo casos que menciona Sahhlins [1977].
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 119
Tabla I
___________________________________________________________________________
Caso A B C D E F G
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-
csi 10 15 10 15 15 14 15
D 1,000 5,000 10,000 10,000 10,000 10,000 100,000
Pt 10,000 75,000 100,000 150,000 180,000 170,000 2,000,000
Ft (%) 50 50 30 30 35 30 25
Cs 10,000 75,000 100,000 150,000 150,000 140,000 1,500,000
p. 100 100 100 100 120 121 133
fpr 2.00 2.00 3.33 3.33 3.43 4.03 _ 5.32_
Fp 20.00 30.00 33.33 49.99 51.43 56.46 79.99
48
Este planteamiento coincide con el de Meillassoux [1977].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 120
si consideráramos esta sola variable se podría apreciar la elevación de Fp (Caso C). Pero en la
realidad histórica se combinaron ambos aspectos, por lo que la situación debe acercarse al
Caso D.
c) A propósito de las discusiones sobre el llamado "modo de producción asiático", se
ha sostenido la posibilidad de la generación de excedentes sin un importante desarrollo de la
tecnología. Ello es teóricamente e posible por la vía de la intensificación del uso de la fuerza
de trabajo. Sin embargo, no creo que esto haya significado un aumento de la proporción de
los productores plenos ( como podría mostrarlo el Caso E). El factor principal de la
acumulación de excedentes y base del modo de producción, es la disposición de fuerza de
trabajo explotable, por lo que probablemente también hubo una tendencia al aumento
demográfico. La alternativa al desarrollo de las fuerzas productivas debió ser la prolongación
de la jornada media de trabajo. En la Tabla II se ejemplifica esto comparando una sociedad
sin excedentes y otra con excedentes mostrando cómo, sin que varíe la cantidad de producto
por tiempo (Qt), es decir, sin elevación del rendimiento tecnológico ni de la productividad
natural, la prolongación de la jornada permite el desarrollo de las fuerzas productivas y la
generación de un excedente (Casos Y y Z). Muy probablemente esta variable también
incidió, entre otras, en el desarrollo de las fuerzas productivas en el seno de la barbarie
(Casos X y Y).
Tabla II
_______________________________________________
Caso X Y Z
-----------------------------------------------------------------------
csi 12 15 15
D 5,000 10,000 10,000
Pt 60,000 150,000 180,000
Ft (%) 30 30 30
Cs x 60,000 150,000 150,000
p. 100 100 120
fpr 3.33 3.33 4.00
Fp 40 50 60
_______________________________________________
Qt 7.1428 7.1428 7.1428
-----------------------------------------------------------------------
Ht 5.6 7.0 8.4
________________________________________________
Esta sociedad clasista inicial crece sobre la base de la acumulación de excedentes y se
extiende ampliamente de modo que, aunque la proporción de productos tributados por cada
productor resulte pequeña, la suma total representa un volumen considerable. Otra forma de
obligar a la tributación de excedentes, muy difícil de aplicar por razones políticas por una
clase dominante en formación, pero seguramente impuesta cuando ésta hubiera consolidado
un fuerte aparato estatal, pudo ser la reducción, al menos transitoria, del consumo
subsistencial (Caso F).
Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología. 121
Dejo esto hasta aquí, pues sólo espero haber esbozado un par de líneas de una amplia
perspectiva de investigación en un aspecto de la arqueología respecto al cual el marxismo
ofrece interesantes alternativas de desarrollo.
Bibliografía citada.
En primer lugar, debo aclarar que no soy organizador de esta reunión. El reconocimiento a los
esfuerzos organizativos para realizar este evento en la ENAH (Escuela Nacional de
Antropología e Historia) corresponde enteramente a Lidia Iris Rodríguez y Omar Olivo. Y he
aceptado gustoso la invitación a participar, en tanto se ha constituido en un muy justo y
merecido homenaje a la obra del colega y amigo Tom Patterson.
Por lo demás, si de mi hubiera dependido, no la habría denominado “Arqueología
Social Latinoamericana”. Como he señalado en otros escritos, preferiría calificarla como
arqueología marxista o materialista histórica. Y, si sólo se trata de hacer referencia geográfica
a su origen histórico, creo que el rótulo más adecuado para designarla sería el de
“Arqueología Social Ameroibérica”.
Dado el reducido tiempo de exposición, me limitaré a anotar un par de comentarios
sobre el papel de la dialéctica en la formulación y el manejo de categorías y conceptos para el
desarrollo de investigaciones orientadas bajo esta línea de pensamiento y acción. La cual se ha
constituido ya en una posición teórica, en el sentido del concepto precisado por Manuel
Gándara [2008].
En lo que hay un consenso claro es que, en lo referente a la teoría sustantiva acerca de
las sociedades y su desarrollo histórico, adoptamos una concepción materialista histórica. La
cual compartimos con otras posiciones marxistas en la arqueología, con las cuales, en general,
mantenemos un diálogo abierto.
La particularidad de nuestra línea resultó de que la gran mayoría de los que la
conformamos diferíamos –por diversas razones- de la concepción althusseriana que impactó e
impuso moda en las academias del “mundo occidental” a partir de fines de la década de los
sesentas. Lo que nos obligó a explicitar el contenido conceptual que otorgamos a los términos
básicos del materialismo histórico, como los de modo de producción o formación social. Y a
Presentada a la reunión sobre Arqueología Social Latinoamericana, realizada en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, México 2009.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 123
49
Conceptos que se recogieron en los Documentos inéditos de Oaxtepec [1983] y el Cusco [1984] o se resumen
en Bate [1998].
50
Uso como sinónimos los términos compuestos de materialismo dialéctico o dialéctica materialista, no
obstante la crítica de Žižek, que comparto, respecto al uso del segundo en contextos materialistas vulgares o
mecanicistas, bastante usuales bajo el estalinismo. Dice, por ejemplo: “Respecto a la relación entre pensamiento
y ser, tanto el materialismo histórico como el dialéctico, por supuesto, superan la ingenua y prefilosófica noción
'dialéctica materialista' de pensamiento, por ser un reflejo/espejo del ser...” [2006: 15]. De hecho, prácticamente
toda la terminología del marxismo ha sido objeto de un abuso panfletario en el contexto de su conversión
estaliniana en cetro ideológico de estado.
51
Ver Engels en el Anti Dühring: Introducción, cap. I Generalidades.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 124
semestral, bien trabajado, permiten la adquisición del bagaje necesario para manejarse
fluidamente dentro de sus parámetros, no ocurre así con el marxismo. Este exige una
preparación prolongada y actualización continua para obtener una formación medianamente
sólida. Aún así, en los mejores casos, entre los investigadores más destacados, el tema más
descuidado o permanentemente postergado es el estudio de la dialéctica.
Creo que hay factores que permiten entender este panorama, pero de ningún modo lo
justifican. Para comenzar, los clásicos no formalizaron un tratado sistemático de la negación
materialista de la dialéctica hegeliana, algo equivalente a la Ciencia de la Lógica o la
Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Ni tenían por qué hacerlo, pues su tarea fundamental
y gigantesca fue la de fundar una ontología acerca de las sociedades, que constituyen el objeto
de una práctica política que busca transformar estructuras y procesos que han sometido a la
mayoría de los seres humanos a la explotación, iniquidad e injusticias históricas. Aunque es
claro que sus intereses intelectuales no se redujeron exclusivamente a eso. Pero el hecho de
que no hayan dejado esas obras para nosotros, que nos permitieran citarlas ritualmente, no
significa que tengamos que resignarnos a lamentar para siempre nuestro desamparo.
Por otro lado, también es cierto que la mayoría de los manuales disponibles son
bastante malos, la mayoría de las veces orientados a una función propagandística. Y aunque,
por esa razón, han sido despectivamente descartados, hay unos cuantos que a muchos les
habrían permitido una formación básica de la que carecen.
Por lo tanto, el camino más consistente es el de seguir la ardua ruta que emprendieron
Engels, Marx o Lenin. Es decir, estudiar a Hegel desarrollando la capacidad crítica de
reconocer sus muchos invaluables aportes y reformularlos desde una concepción materialista
muy clara; así como de desechar muchas disquisiciones que al materialismo no le interesan o
conocimientos que ya han sido largamente superados por el avance de las ciencias52.
Tenemos algunas notables ventajas, pues en la extensa obra de los clásicos hay múltiples
indicaciones explícitas sobre ese proceso de “inversión” materialista de la dialéctica hegeliana
que, ciertamente, no se reduce a la metáfora de “poner sobre sus pies al hombre que en Hegel
andaba de cabeza”, sino que implica un replanteamiento radical y cualitativamente diferente53.
Además, toda su obra es el resultado en que se ha plasmado esa nueva concepción. A lo que
debemos sumar una abundante producción, en la tradicción marxista posterior, que puede
ayudarnos a entender mejor y a ahorrarnos los muchos desvíos que inevitablemente implica el
proceso de ensayo y error de la primera vez.
Con todo, es verdad que la tarea resulta notablemente difícil, comenzando por el hecho
de que la mayoría de nosotros no poseemos la genialidad de pensadores de la estatura
histórica de nuestros clásicos. Además, tenemos la desventaja de desconocer la mayoría de los
contextos de las discusiones en que se desenvolvían sus ideas y el hecho cierto de que los
textos de Hegel nos resultan extraordinariamente difíciles, en parte, porque estaba rompiendo
52
Lo mismo ocurre hoy en día con el estado de los conocimientos del siglo XIX y comienzos del XX, del que
podían disponer los clásicos.
53
En este punto debemos concordar con Althusser.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 126
con todas las formas anteriores del pensamiento. Viejas formas que son, por lo demás,
aquellas en las que hemos sido formados y educados, ya que toda la modernidad es
prácticamente neokantiana. Pues no sólo parte importante de los marxistas contemporáneos
son los que han preferido evitarse la aventura de tener que ascender a las cumbres del
pensamiento hegeliano y han optado por rodearlo en tierras mas llanas. Sólo que se supone
que los marxistas han asumido el compromiso de asimilar la herencia hegeliana y no el
camino fácil de esquivarla.
Tales dificultades ayudan a entender por qué la mayoría de los marxistas suele
conformarse con las lecturas de Mao, algunas indicaciones diversas en los textos de los
clásicos y la lectura inconfesada de uno que otro manual. Lo cual hace que, por muy
interesante, atractivamente expuesta e importante que pueda resultar la obra de un autor, no
deje de ser, en el fondo, un marxismo mas o menos “barato”. Equivale a pretender ser
ingeniero aprendiendo sólo las cuatro operaciones matemáticas básicas, dejando “para
después” el cálculo integral o diferencial, por resultar muy complicados. Desde luego que
difícilmente de ese modo un ingeniero podría graduarse. Sin embargo, en el contexto laxo de
las ciencias sociales se puede navegar perfectamente con bandera de marxista obviando esos
incómodos detalles. Al fin y al cabo, sólo otro marxista de mejor formación podría advertirlo,
pero se espera que sea solidario y no tenga el mal gusto de ponernos en evidencia.
Ahora bien, tal vez no estará demás preguntarnos ¿qué es el materialimo dialéctico? Y
¿qué importancia tiene en la investigación de la realidad?. Unas cuantas discusiones que se
han desarrollado en el terreno de la arqueología y, en general, de las ciencias sociales, ponen
en evidencia la escasa claridad que hay sobre el tema. Desde luego, no es éste el lugar para
redactar un compendio sobre el mismo, pero creo necesario apuntar un par de tópicos que nos
permitan ver la relevancia que tiene para nuestra posición teórica.
Señala Engels, en el texto arriba citado, que la búsqueda del conocimiento de la
regularidades y leyes que rigen a la realidad, ligada al desarrollo histórico de la práctica social
de transformarla, se desarrolló necesariamente a través de procesos de abstracción. Pero el
proceso de abstracción, que permite el conocimiento de esas regularidades, separa
analíticamente lo que hay de común a diversos procesos de aquello que los diferencia en
concreto. Del mismo modo, descubre lo que es más estable54 en el desarrollo de los procesos,
pues es una de las características de las leyes que operan en ellos. Por lo tanto, prescinde de la
singularidad de lo real, de la contingencia siempre presente y del movimiento permanente de
los fenómenos. En este sentido la abstracción, siendo imprescindible en el conocimiento de la
realidad, genera representaciones relativamente “empobrecidas” de la misma. Que es lo que
llevó, históricamente, a un predominio de concepciones simplificadoras o reduccionistas y
relativamente estáticas o mecanicistas de la realidad. Es esto a lo que Engels denomina
“pensamiento metafísico”. No obstante, la realidad no es simple ni estática sino, por el
contrario, es absolutamente compleja y dinámica. Y si se busca una concepción que se
54
Estable no significa estático. Se refiere a fenómenos que se recrean reiterando formas o cualidades
esencialmente similares.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 127
55
En este sentido, tanto la versión idealista de Hegel, como el materialismo marxista son concepciones monistas.
Es decir, sólo existe una realidad: de naturaleza ideal, en el primer caso y material, en el segundo. De donde,
para éste, la concatenación universal se funda en la unidad material de la realidad.
56
No obstante Kant, en términos gnoseológicos, debería ser considerado materialista, pues aceptaba la
existencia de una realidad, “la cosa en sí”, exterior a nuestra conciencia Pero, para él, ésta no era accesible al
conocimiento empírico-racional –la razón pura- sino sólo a la “razón práctica”, por el camino de la intuición y la
fé. Por lo cual considera que el científico, como el filósofo, debe asumir sus juicios de valor.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 128
una concepción dialéctica, no sólo como ontología general, sino también en sus relaciones con
la teoría del conocimiento y la lógica57.
Ahora bien, la dialéctica como ontología -o dialéctica objetiva-, como teoría que
responde a la pregunta de cómo es la realidad, la explica a través de las denominadas leyes y
categorías generales de la dialéctica, que describen y explican los múltiples aspectos
interrelacionados del movimiento complejo de la materia58. Pero las leyes y categorías como
formalizaciones lógicas que integran la teoría son sólo abstracciones generales y analíticas. La
concreción de la realidad está constituida por las múltiples y complejas concatenaciones
particulares y singulares de dichas regularidades que la multideterminan. En este sentido,
siempre habrá que tener claro un par de distinciones: por un lado, no confundir las categorías
y leyes como regularidades objetivas, existentes en la realidad, con su reflejo conciente como
formalizaciones lógicas; por otro lado hay que distinguir cómo existen objetivamente estas
regularidades de cómo las conocemos, a través de procesos de reflejos subjetivos.
En este punto, la pregunta sería ¿qué papel juega el materialismo dialéctico en la
formalización y entendimiento de los conceptos y categorías del materialismo histórico?.
En primer lugar, la formalización de conceptos requiere necesariamente de la
investigación de qué regularidades generales operan, si es que lo hacen y de qué manera
específica, en los fenómenos sociales particulares que nos interesan. Para ello, las leyes y
categorías generales son la base del método de esa investigación, en la medida en que se
despliega su potencialidad heurística59. Se asume, en principio, que si dichas leyes y
categorías son realmente generales, deberían ocurrir en todos los procesos reales, incluyendo
los fenómenos sociales estudiados. Su formulación lógica general nos da los elementos que
nos permitirán identificar estas regularidades en las realidades estudiadas y la investigación
nos debería llevar, además, a descubrir de qué manera particular operan en tales fenómenos o
procesos. Lo cual, por cierto, no se deduce de la teoría general. La investigación también debe
ayudarnos a precisar tentativamente el campo, es decir, la clase de fenómenos específicos para
los cuales sería válida la formalización de conceptos particulares.
Procedimiento que está lejos de la no por nebulosa menos socorrida idea de la
“aplicación de la dialéctica” al conocimiento de la realidad, como si se tratara de una llave de
judo intelectual que nos permitiría someterla. Y que no consiste en otra cosa que meter, a
como dé lugar, la información concreta en cajones conceptuales estereotipados, generalmente
simplones y estáticos para facilitar su manipulación. Algo así como la versión carpinteril del
“marco teórico”, que sirve para acomodar retratos empíricos.
57
Una manifestación frecuente de la escasa claridad en este sentido, es la extrapolación sin mediaciones de un
materialismo ontológico a la teoría del conocimiento o epistemología. De donde el hecho real de la participación
de sujetos concientes como agentes de procesos sociales termina resultando en una pérdida de la independencia
gnoseológica de la existencia del ser respecto a la conciencia. Es decir, en una posición claramente idealista.
58
La categoría de materia, como categoría filosófica, designa a la existencia de la realidad.
59
Entendiendo a la heurística como la sistematización racional del planteamiento adecuado de los problemas.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 129
Usar la dialéctica como heurística es lo que hicieron los clásicos al establecer los
fundamentos de la teoría materialista de la historia. Tomemos como ejemplo uno de los más
conocidos párrafos de Marx:
El resultado general al que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a
mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres
contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de
sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levantan la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso
de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la
que determina su ser sino, por el contrario, el ser social el que determina su
conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción
existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo
de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre
así una época de revolución social…60
Desde luego, esta conclusión inicial no fue resultado de una revelación, ni una explicación
para un hallazgo casual, como el de las placas afectadas por el radio de Marie y Pierre Curie.
Marx sabía que lo que debía distinguir a un tipo de sociedades de otras debía ser una calidad
y podía sostener la hipótesis de que ésta debería corresponder a una magnitud determinada.
Entendía que, si las sociedades cambian, inluyendo a sus calidades fundamentales (que, por
serlo, adquieren un carácter necesario, opuesto a la casualidad), había que encontrar una
contradicción que explicara esos saltos cualitativos. Y es así como “descubre” esa calidad en
las relaciones sociales de producción, concepto no contenido ni deducido de la categoría
general de calidad, sino que debió ser formalizado en su particularidad. Y formula así mismo
el concepto de grado de desarrollo de las fuerzas productivas como la magnitud a que tales
calidades corresponden. Términos que también dan cuenta de la contradicción fundamental
que explica los cambios revolucionarios en las sociedades. Relación que, por lo demás, es una
entre forma y contenido, constituyendo la esencia del fenómeno social. Concibiendo dichas
leyes y categorías clara e inequívocamente desde un replanteamiento materialista.
Pero, como los conocimientos necesariamente avanzan y los clásicos no se ocuparon
de dejarnos resueltos todos los problemas que, después de un siglo, tendríamos los
arqueólogos, no nos queda otra cosa que el ejemplo de cómo enfrentarlos y, no menos
importante, de algunos errores que no habría que cometer.
60
K. Marx [1859]: Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 130
hay malas noticas: no la hay. De hecho, cada uno de nosotros vive en distintos lugares del
planeta y se enfrenta a situaciones sociales y coyunturas políticas muy diversas. Y, aún
cuando una variable común a nuestras formas de inserción en la sociedad está condicionada
por nuestra posición de clase y nuestro oficio de arqueólogos, nuestra participación política
obedece a opciones individuales ante situaciones particulares. Un buen ejemplo de cómo un
arqueólogo consecuente con su orientación marxista incide en sus situaciones vitales es el
reciente libro de Randy McGuire Archaeology as political action.
Por lo que se refiere a la especificidad de los medios institucionales en que se
desarrolla la arqueología, nuestro compromiso es alcanzar los mejores estándares de la
disciplina, buscando mostrar que nuestra posición teórica posee mayor potencialidad
explicativa, mayores grados de compatibilidad lógica interna, que los procedimientos son
consistentes y sus resultados contrastables. Para lo cual, en suma, debemos esforzarnos por
adquirir una sólida calidad de oficio y una formación teórica consecuente con nuestras
propuestas. Me atrevo a afirmar que también debe ser evaluable nuestra consecuencia y
honestidad personal. Aún así, el mismo McGuire en una obra anterior [1992], muestra
claramente que no es lo mismo ser marxista en los Estados Unidos bajo el macartismo, en el
Bloque Soviético, en los países europeos desarrollados o en el llamado Tercer Mundo.
Una expresión frecuente de esta idea errónea es la pretensión de que la participación
en la práctica política sería garantía de que nos encontramos frente a un sólido arqueólogo
marxista (que apoya a los “ocupas”, que trabaja con unos “compas”, etc.). Pero eso sólo pone
de manifiesto que posiblemente se trate de un buen militante, lo cual estoy muy lejos de
pretender criticar. Sin embargo, no garantiza para nada que se trate siquiera de un buen
arqueólogo y, menos, que sea un buen arqueólogo marxista.
Cierto es que la práctica es la situación en la cual se genera el conocimiento de la
realidad, cuyo manejo y transformación constituye el objetivo del conocimiento. Y también,
como relación activa del sujeto en y sobre la realidad objetiva, abre la única posibilidad de
contrastar la correspondencia de los conocimientos con las propiedades de la realidad. Pero,
como afirmaba Lenin con toda precisión “sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria”, lo cual no es necesariamente cierto al revés. Un marxista, se supone,
participa de la praxis, entendida como práctica teóricamente informada. Por ello, el que
participemos de diversas maneras en la práctica política no sustituye para nada la necesidad de
oficio como arqueólogos, ni la calidad académica que requiere de una buena formación
teórica. Que, en el caso de un arqueólogo marxista, debe ser un conocimiento tan sólido como
sea posible del materialismo histórico y dialéctico.
Otro tema en torno al cual la ignorancia de la dialéctica se ha mostrado de manera
flagrante ha sido el del concepto de cultura. El problema es que no resulta fácil fingir que que
se sabe dialéctica, a menos que se sepa que nuestros interlocutores tampoco la conocen. Es
como si yo pretendiera convencer a un auditorio japonés, después de un mes de estudiar la
lengua, de que hablo perfectamente japonés. Seguramente sólo conseguiría provocar su
hilaridad, si no su lástima.
Una nota sobre dialéctica en la Arqueología Social. 133
64
No sé cómo catalogarían a Amílcar Cabral, autor de Cultura y liberación nacional.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 134
hacerlos parecer un tanto limitados, intentando avanzar hacia una negación dialéctica del
concepto.
¿Por qué no se hacen las mismas objeciones a Marx, quien retomó términos y
conceptos enraizados en las tradiciones científicas y filosóficas anteriores de claro contenido
idealista y reaccionario?. Es el caso de conceptos tan relevantes y centrales para el marxismo
como el de clase social o el de praxis65. Seguramente, porque tenía razón Lenin en la
referencia arriba citada y -sin ser tan radicales pues, desde entonces, ya pasaron cien años
más- al menos una buena mayoría de los marxistas nunca entendió a Marx, por no haber
estudiado ni entendido la dialéctica.
Creo que las autocríticas son saludables y, a más de treinta años de camino de la
llamada “Arqueología Social”, sería preferible que no hubiera “demasiados” sino mejores
arqueólogos sociales.
Bibliografía citada.
65
La praxis es, para Hegel, la forma de relación entre Espíritu y Naturaleza.
PERIODIZACIÓN HISTÓRICA
SOCIEDAD CONCRETA
Y PERIODIZACION TRIDIMENSIONAL
Desde hace unos veinte años, buscando alternativas teórico metodológicas para nuestra
disciplina, tuvimos que enfrentarnos al hecho de que, para dar cuenta de los efectos que las
estructuras y procesos sociales imprimen en los elementos materiales que llegan a convertirse
en evidencias arqueológicas, las categorías más generales disponibles en la mayoría de las
teorías de las ciencias sociales eran absolutamente insuficientes e inadecuadas. Esto incluía al
materialismo histórico, posición desde la cual hemos venido trabajando desde entonces.
Se trata de que no es posible definir metodologías de investigación que se basen en el
estudio de materiales arqueológicos, ni validar inferencias realizadas a partir de éstos, si es
que no podemos explicar sus conexiones con los diversos aspectos de la existencia de los
procesos sociohistóricos que investigamos. Las abstracciones conceptuales de las
regularidades generales, imprescindibles para la explicación del desarrollo de las sociedades,
estaban muy lejos de ofrecernos, por sí solas, la fundamentación necesaria de los
procedimientos e inferencias arqueológicas.
Tenemos así un problema nodal que no es exclusivo de la arqueología y que toda
disciplina científica debe resolver: es necesario descubrir, explicar y formalizar teóricamente
las relaciones existentes entre las diversas propiedades empíricamente observables en los
datos que constituyen las fuentes de la investigación de la realidad y las características de los
Publicado en el Boletín de Antropología Americana, nº 32, 1998.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 140
66
Usamos la designación de registro arqueológico para referirnos al conjunto de materiales y contextos arqueológicos,
generados como efectos de actividades humanas y que observamos desligados de dichas actividades.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 141
Por ello, de acuerdo a los objetivos cognitivos de una posición dialéctico materialista, se
entiende que necesitamos una teoría de los procesos sociales concebidos como totalidades
concretas. Donde, de acuerdo a Kosik,
...la totalidad no significa todos los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo
estructurado y dialéctico, en el cual puede ser comprendido cualquier hecho (clase de hechos,
conjunto de hechos). [1967:55]
Lo cual significaría poder explicar, al menos y por complejas que sean, las relaciones
entre las regularidades generales formalizadas en el materialismo histórico a través de
conceptos como modo de producción o formación social y esa clase de hechos que son las
formas concretas de existencia de los componentes materiales de las actividades humanas y
que, al desligarse de éstas, constituirán los materiales y contextos arqueológicos.
No se trata, entonces, de teorías de distintos rangos o niveles, sino de una misma teoría
que sea capaz de explicar consistentemente la unidad real de los diversos niveles de existencia
de la totalidad social. Para ello, hemos propuesto que la categoría general que permitiría
explicar a la realidad social como una totalidad concreta, sea la de sociedad concreta.
67
No desarrollaré acá estos conceptos, limitándome a apuntar a qué se refieren, dado que nuestra conceptualización difiere
de la de otras corrientes del materialismo histórico. Para una explicación algo mas amplia, ver Bate, 1989 y 1996. Sobre el
concepto de cultura, nuestro trabajo de 1978 y, en este mismo volumen, la ponencia que presentamos en el Curso de
Arqueología Social Ibero-Americana el año pasado.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 143
68
Se trata del trabajo de tesis para el Depto. de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, realizado bajo la
dirección de los Dres. Oswaldo Arteaga y Francisco Nocete, bajo el título de Una posición teórica en arqueología.
69
Para una caracterización algo mas amplia del modo de producción de estas sociedades ver Bate [1983, tomo 2, III parte] y
Bate [1986]. Aunque diferimos en algunos puntos con el autor, sugerimos también los excelentes trabajos de Testart [1982,
1985 y 1986].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 147
70
Al evitarse el almacenaje, se mantiene la precariedad que hace necesarias a las relaciones sociales que la resuelven. Es, de
hecho, un mecanismo de refuerzo de las relaciones sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 148
Hay que hacer notar que las comunidades pre-tribales se organizan en unidades
domésticas, las cuales se agrupan en "bandas mínimas" u "hordas"71. Las unidades domésticas
constituyen las unidades básicas de producción y consumo y están integradas por las diversas
posiciones de la división del trabajo, según sexo y edad. Tienden a coincidir con las unidades
de reproducción biológica.
Ahora bien, para resolver el riesgo de carencias, se establecen relaciones de
reciprocidad entre los miembros de las unidades domésticas, entre unidades domésticas, entre
las bandas mínimas y entre las diferentes formas de organización mayor que pueden darse
estas comunidades72. La reciprocidad es, a la vez, un derecho y una obligación. Derecho a ser
asistido, a recibir, en situación de carencia. El cual se adquiere junto con el compromiso de
asistir, de dar, a quienes estén sometidos a privación. Los actos de dar y recibir se extienden
también a toda clases de bienes, servicios o favores. Los intercambios de regalos, aún sin que
alguien se encuentre necesitado, son formas sociales de refuerzo de los compromisos de
reciprocidad. La reciprocidad se realiza, generalmente, como un sistema de intercambios
inmediatos y diferidos, en diferentes plazos.
La reciprocidad es la expresión aparente, en las esferas de la distribución y el cambio,
de las relaciones colectivas de propiedad. Es que el derecho y la obligación de recibir o dar no
es un compromiso individual, lo cual no resolvería los problemas eventuales de la
precariedad. El riego de carencias vitales es previsible en general. Pero no se puede prever
quiénes estarán sometidos a privación en qué momento o quiénes, en ese momento, estarán en
posición de resolver esas carencias. La reciprocidad es así un compromiso colectivo, es decir
con cualquier otro miembro de la comunidad.
Lo cual significa que cada uno tiene el derecho a disponer sobre el uso de los
instrumentos y la fuerza de trabajo de los demás, para obtener lo que necesita con el fin de
satisfacer carencias. Y, recíprocamente, está obligado a poner a disposición de cualquier otro
que lo requiera, la fuerza de trabajo y los instrumentos que posee. De allí que, aunque la
posesión de los elementos del proceso productivo sea individual o particular, la capacidad de
disponer de ellos, es decir, la propiedad sobre los mismos, constituye una relación social
comunal, colectiva.
Por ello, y por el hecho de que la producción -que solo cubre las necesidades
subsistenciales- no genera sistemáticamente excedentes transferibles de unos grupos sociales
a otros, es que en estas sociedades no existen clases sociales.
En cuanto a las superestructuras, hay poca diferenciación histórica entre las instancias
institucionales y de la conciencia o reflejo social. Por una parte, la precariedad económica es
un factor suficientemente compulsivo como para asegurar cierta efectividad de los
mecanismos sociales de coerción; por otra parte, la economía es suficientemente simple como
para funcionar sin necesidad de un organismo especial de administración. Es decir que, en
71
Una banda mínima [v.g. Service, 1973] u horda [Meillassoux, 1977] se forma por la agrupación de cuatro a seis unidades
domésticas, totalizando unas veinticinco a treinta gentes, en promedio.
72
Como, por ejemplo, las divisiones comunales en mitades, secciones y subsecciones.
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 149
La revolución tribal.
Este modo de producción llega a su fase de transición revolucionaria cuando el tipo de
relaciones de reciprocidad y la organización social no permiten resolver desigualdades críticas
entre las necesidades de mantención y reproducción de la población y la disponibilidad de
recursos accesibles a través de la tecnología apropiadora de alimentos bajo un sistema
nomádico.
La revolución tribal surge generalmente en el seno de sociedades que resuelven la crisis
del modo de producción cazador recolector por la vía del desarrollo de una economía de
producción de alimentos (mediante técnicas de domesticación de plantas o animales) o con
sistemas de preservación y almacenaje, para lo cual se requiere un nuevo tipo de organización
social.
La revolución tribal como un proceso en cadena que afecta a diversas comunidades en
relación de vecindad es, por lo general, impulsado inicialmente por comunidades productoras
de alimentos. No obstante, la tecnología de producción de alimentos no será una condición
necesaria a la existencia de una sociedad tribal.
73
Para una ampliación de este concepto, véase Vargas [1987] y Sarmiento [1986 y 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 150
Una de las formas de garantizar la propiedad comunal sobre todos los elementos del
proceso productivo, como condición para la producción, es el crecimiento demográfico,
posibilitado por la elevación de la productividad media del trabajo. Sin embargo, para que
este mayor número de población adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender
la propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organización social que
comprometa recíprocamente a los miembros de toda una comunidad, en un sistema de
relaciones de mayor escala. Esta es, en sentido estricto, la organización tribal.
La organización tribal se estructura sobre un modelo analógico de las relaciones de
parentesco que, en parte, regula la distribución de la fuerza de trabajo a través de la filiación
real. Pero, en realidad, es una organización multifuncional.
En principio, el "parentesco" clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura tribal
es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones
fundamentales de producción.
En la práctica del ser social, la unidad doméstica es, a la vez, la unidad básica de
producción y consumo, así como de reproducción de la población. Por ello es fácil, en el nivel
de la conciencia social, proyectar por analogía las relaciones de reciprocidad solidaria que
comprometen a los parientes consanguíneos hacia las relaciones sociales de producción. Con
ello se logra, en la conducta de la vida cotidiana, la reproducción del compromiso necesario
de reciprocidad a gran escala, entre miembros de una comunidad que difícilmente guardan ya
relaciones reales de filiación y, tal vez, ni siquiera se conocen entre si. La mitificación de las
relaciones sociales de producción bajo formas de parentesco es una eficaz forma
superestructural de reproducción del ser social de la comunidad tribal.
Por otra parte, la estructura tribal funcionando en sus instancias de representación y en
distintos niveles, según la magnitud o naturaleza de los problemas a resolver, cumple algunas
actividades institucionales que se han hecho necesarias. Por lo pronto, organiza la defensa
bélica de la propiedad comunal -cuando es requerida- y se encarga de las relaciones
diplomáticas o de intercambio con otras comunidades; pero, además, administra el
funcionamiento de una economía algo mas compleja y de mayores proporciones que la de una
sociedad cazadora recolectora (rotación de tierras, distribución de agua, intercambio, etc) y se
ocupa de zanjar eventuales problemas internos, de la administración de justicia y demás
asuntos similares.
La comunidad tribal tiene algunas fases que se corresponden, en general, con el
desarrollo de las fuerzas productivas y, en lo particular, con las características de diferentes
modos de vida. Como ya notamos, la revolución tribal como proceso en cadena es
generalmente iniciada por sociedades productoras de alimentos, cuyo crecimiento económico
y demográfico se apoya inicialmente en la ampliación del uso de las técnicas de producción
agropecuarias hacia nuevos ámbitos geográficos, con el consiguiente establecimiento de la
propiedad comunal sobre los medios naturales de producción de su interés; lo cual ocurre
generalmente a expensas de los medios naturales explotados por comunidades vecinas de
cazadores recolectores. La migración de estos pueblos -que es una opción- tiene un límite,
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 151
porque éstos, a su vez, tendrán que presionar sobre otras comunidades similares y habrá
necesariamente un punto en que la disponibilidad de recursos de apropiación, para
comunidades demográficamente comprimidas, hará entrar en crisis a su economía cazadora
recolectora. Entonces, cuando no ocurre antes, a estas comunidades presionadas no les
quedará otra alternativa que elevar su productividad74, crecer demográficamente y generar una
estructura social que les permita asentar la propiedad efectiva sobre sus medios naturales de
producción, limitando la ampliación territorial de aquellas sociedades expansionistas. Es
decir, se habrán convertido en formaciones socioeconómicas tribales. Con lo cual se genera el
proceso "en cadena" que transforma a diversas sociedades cazadoras recolectoras en tribales,
proceso que conocemos como "revolución neolítica". Cuando la extensión territorial de las
formaciones tribales se ve así limitada, sigue siendo necesario su crecimiento económico para
asegurar la mantención de un cierto equilibrio intercomunal de fuerzas. Se da entonces una
intensificación del desarrollo de las fuerzas productivas75. Se experimenta la domesticación de
una amplia variedad de plantas o animales; se desarrollan de manera importante las artesanías,
ensayándose la transformación de los mas diversos recursos naturales disponibles en objetos
de trabajo con valor de uso, lo que lleva a una división social del trabajo entre productores
directos de alimentos y artesanos. Muchos de estos productos son potencialmente
intercambiables con otras comunidades, con el fin de obtener aquellos que requieren materias
primas a las que ya no se tiene libre acceso.
En términos muy generales, hay una fase inicial que llamamos comunidad tribal no
jerarquizada y una fase desarrollada o terminal -que requiere de una estructura efectiva de
toma de decisiones, así como de la organización de la fuerza de trabajo y la circulación de
productos- que es la comunidad tribal jerarquizada o cacical.
La revolución clasista.
En la fase cacical se agudizan las contradicciones de la sociedad tribal. Internamente, se hace
cada vez mas difícil compatibilizar la coparticipación en las decisiones sobre disposición de
los elementos del proceso productivo y la distribución igualitaria en que se objetiva la
propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un grupo de
trabajadores especializados (controlando la circulación de sus productos o el uso de su
trabajo) y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad. Externamente, el
equilibrio de fuerzas en las relaciones intercomunales -que se mantiene gracias a sistemas de
intercambios equilibrados y al potencial defensivo de cada comunidad- tiene un límite que
terminará por ceder a las presiones de unas sobre otras por la obtención de recursos
desigualmente distribuídos en la geografía y de acceso limitado por las propiedades
74
Lo cual, por lo general, se hará adoptando también técnicas de producción de alimentos. Pero hay casos en que se
racionaliza la explotación de un medio altamente productivo con técnicas de apropiación, conformándose sociedades
propiamente tribales, con una tecnología básica de cazadores recolectores, con sistemas de preservación y almacenaje cuando
la abundancia de recursos es estacional. Cuando la disponibilidad suficiente es permanente, no se requerirá de sistemas de
almacenamiento Como se advertirá, modo de producción y "tecnoeconomía" no son sinónimos.
75
Ver los conceptos de crecimiento por extensión y crecimiento en profundidad en Montané [1980].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 152
76
Este tema puede complementarse con Bate [1984] y Lumbreras [1986 y 1995].
77
Véase el citado trabajo de Lumbreras [1986].
78
Marx, Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política [1859]. En: Marx y Engels s/f: 183.
79
Véanse, al respecto, los comentarios de Gándara [1986] y Bate [1984].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 153
En la división social del trabajo, sus miembros están retirados del trabajo manual
directo y desarrollan diversas actividades intelectuales: manejo político e ideológico de la
sociedad, administración, estrategia militar, estudios sistemáticos de fenómenos naturales
ligados a la producción, ingeniería de sistemas constructivos varios, procedimientos
terapéuticos, etc.
Se apropian del excedente productivo enajenado bajo la forma de tributos en trabajo
vivo o pasado80.
b. La clase explotada, económica y políticamente subordinada, propietaria de los
objetos de trabajo, siendo la tierra el principal, y de los instrumentos de producción directa.
Sus integrantes están organizados en comunidades de producción agraria (o pecuaria) y
artesanal y, en tanto miembros de una comunidad, son copropietarios de los medios de
producción de que ésta dispone.
En cuanto a la forma de la propiedad, pensamos que, al menos en las primeras fases del
desarrollo de estas formaciones, predominó la propiedad particular 81. Es decir, las clases
fundamentales estaban integradas por copropietarios, en tanto miembros de la clase, de
determinados tipos de elementos del proceso productivo. Los elementos del proceso
productivo -o contenidos de la propiedad-, cuya capacidad real de disposición se detentaba de
tal forma, eran los que distinguían a una clase de otra. En algunas sociedades, la lucha de
intereses en el seno mismo de las clases -especialmente de las clases explotadoras-, llevó a
una mas acelerada transformación de la propiedad particular en privada, cual es el caso de
esclavismo clásico grecoromano. En otras sociedades, en cambio, parece ser que el
predominio de la forma particular de la propiedad de las clases fundamentales se mantiene
aún hasta la época feudal, cuando el contenido principal de la propiedad de la clase dominante
pasa a ser el objeto de trabajo básico, es decir, la tierra.
De cualquier manera, el modo de producción clasista inicial llegó a integrar una gran
diversidad de tipos de relaciones de producción secundarias, caracterizadas por distintas
formas y contenidos de la propiedad y la posesión de los elementos del proceso productivo.
Para mencionar solo algunos ejemplos mas o menos comunes, observaremos que hubo
sociedades en que la propiedad de determinados recursos naturales -objetos de trabajo-, como
los metales preciosos o ciertas presas de caza selectas, fué monopolizada por la clase
dominante. Su explotación, sin embargo, suponía disponer de la fuerza de trabajo tributada
por las comunidades. Hubo también formas similares a la esclavitud clásica, en cuanto a la
existencia de trabajadores enajenados de toda propiedad, que solo poseían su fuerza de
trabajo, la cual era generalmente destinada a la realización de obras públicas y sujeta a la
copropiedad particular de la clase dominante; aunque también pudo estar destinada al servicio
personal de los miembros de esta clase. Existieron igualmente formas de servidumbre, en que
los productores agrarios pagaban renta en productos o en servicios y podían retener parte de
su producción en tierras de propiedad particular o privada de la clase dominante. En fin, se
80
En algunos casos, el tributo de trabajo pasado llegó a darse bajo la forma dinero.
81
Sobre el concepto de propiedad particular, ver Bate, 1984: 59 a 62.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 154
82
Al respecto vease, por ejemplo, el trabajo de Thomas Patterson [1987].
Sociedad concreta y periodización tridimensional. 155
Hay que decir que, si bien no se puede desarrollar un sistema de explotación clasista sin
un aparato estatal con capacidad represiva y coercitiva, tampoco es posible ejercer el poder
político exclusivamente a través de la represión militar y policial o la manipulación
ideológica. Particularmente en las primeras fases del desarrollo clasista, con un nivel de
excedentes todavía no muy importante como para sostener un aparato estatal suficientemente
fuerte, creemos que la principal forma de cooptación de las comunidades debió ser el
consenso político. Mas aún, pensamos que difícilmente se pudo desarrollar un estado
incipiente mediante el ejercicio despótico del poder. El estado, por lo tanto, debió aparecer
como retribuyendo los tributos a través de servicios que beneficiaran objetivamente a las
comunidades productoras. Entre tales servicios puede mencionarse el desarrollo de
tecnologías mas eficaces en la producción, la organización de trabajos a gran escala para crear
obras de infraestructura, predicción de eventos naturales y climáticos incidentes en la
producción agraria, mantención de reservas alimenticias para sustentar a comunidades
sometidas a carencias por déficits productivos, regulación de los procesos de intercambios
intracomunales y extracomunales, imposición y garantía de la paz entre comunidades que, de
otro modo, vivirían en conflicto potencial por la disponibilidad diferencial de recursos
naturales, etc.
Otra característica de estas sociedades es que, una vez conformada la estructura clasista,
las clases dominantes se vieron en la necesidad permanente de extenderse, subordinando a
nuevas comunidades o casas estatales, con el fin de concentrar un mayor volumen de tributos,
no solo para aumentar sus privilegios de consumo, sino para asegurar su existencia
fortaleciendo el aparato estatal.
Esto condujo a situaciones críticas desde que, mientras mas se alejaban las fronteras de
los centros de dominación, era mas costoso mantener un aparato militar y administrativo. Para
solventarlo, resultaba mas fácil cargar el peso del tributo a las poblaciones cercanas al centro;
con lo cual se agudizaban los conflictos potenciales, llegando a traducirse en alianzas y
rebeliones exitosas que, en algunos momentos, llevaron al derrocamiento de los aparatos
imperiales.
La recomposición relativamente rápida de las comunidades liberadas en torno a casas
estatales en aguda y necesaria competencia, generó nuevamente estados centrales fuertes, con
aparatos militares cada vez mas poderosos. Es posible que, en las fases mas desarrolladas de
estas formaciones sociales, el ejercicio despótico del poder alcanzara una elevada
generalización.
El tema es muy extenso y nos hemos propuesto sintetizar en la forma mas condensada
posible estos planteamientos. Por lo que nos limitaremos a destacar algunos puntos en que
nuestra proposición difiere de ciertos lugares comunes en las discusiones en torno al llamado
"modo de producción asiático", así como de algunas afirmaciones de los clásicos del
marxismo que hoy pueden replantearse a la luz de la nueva información:
- Se cualifica al modo de producción de estas formaciones a través de las relaciones de
producción fundamentales, definidas por relaciones de propiedad que permiten una clara
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 156
83
Generalmente, se ha caracterizado a modo de producción asiático a través de aspectos secundarios, que no definen
esencialmente a un modo de producción, que no tienen carácter necesario o que no permiten distinguirlo de otros modos de
producción, como es la tecnología hidraúlica, la forma despótica del estado o el tributo en especies y en trabajo. Los pocos
autores que han intentado definirlo por sus relaciones fundamentales de producción y propiedad, señalan a la clase dominante
como propietaria de la tierra, en lo cual no se distinguiría esencialmente del feudalismo, aunque a la renta de la tierra se la
adjetive de "primitiva".
84
Al respecto véase, por ejemplo, el trabajo de Thomas Patterson [1987].
85
Por lo demás, el mismo Marx, en las Formen... indica la posibilidad de que el modo de producción asiático adquiera
formas mas o menos despóticas o democráticas. Marx, 1977:430.
EL MODO DE PRODUCCIÓN
CAZADOR RECOLECTOR
o la economía del "salvajismo
Publicado en el Boletín de Antropología Americana, Nº 13, en 1986.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 158
Composición y desarrollo
de las fuerzas productivas.
El análisis de las fuerzas productivas de una sociedad debe considerar dos aspectos. Uno de
ellos es su composición, es decir, las formas de interacción entre la fuerza de trabajo y los
medios de producción, tomando en cuenta las calidades específicas de estos elementos del
proceso productivo y de su interrelación. El otro aspecto tiene que ver con la evaluación
cuantitativa, como grado de desarrollo, de las fuerzas productivas; entendiendo que es ésta la
magnitud fundamental del desarrollo social a la cual corresponden calidades determinadas del
sistema de relaciones sociales de producción.
Importa señalar que las relaciones sociales de producción se establecen a través de
las relaciones de propiedad objetiva, detentada por los agentes de la producción, sobre los
elementos del proceso productivo. Por lo tanto, la composición cualitativa del proceso de
producción, la organización técnica del mismo o las formas de división del trabajo, permiten
entender particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas a las que corresponden
determinadas relaciones sociales de producción, pero no son idénticas a éstas. En suma, la
"tecnoeconomía" no es lo que define la calidad del modo de producción 86.
Para apuntar algunos rasgos relevantes de la composición cualitativa de las fuerzas
productivas, comenzaremos por distinguir las principales clases de bienes hacia cuya
generación está orientado el proceso de producción. Estos son:
a) alimentos,
b) instrumentos, y
c) bienes de consumo no alimenticio.
Clasificamos en éstos términos, porque consideramos que la estructuración social de
las comunidades cazadoras recolectoras, en su especificidad y en lo que se distingue
escencialmente de las comunidades tribales, está básicamente relacionada con las formas de
organización que permiten asegurar la obtención de alimentos, como condición primaria de
subsistencia.
Tecnología. Al respecto, desde el punto de vista tecnológico, las sociedades
cazadoras recolectoras obtienen sus alimentos a través de la apropiación. Esto quiere decir
que la característica fundamental del proceso productivo reside en que la sociedad no
interviene directamente, mediante inversión de fuerza de trabajo, en el control de la
reproducción biológica de las especies animales o vegetales que le sirven de sustento.
Teniendo presente que, con excepción del agua, la sal y unos pocos otros elementos, la base
de la alimentación humana está constituida por especies biológicas.
Los procesos de trabajo orientados a la adquisición de alimentos se desarrollan
principalmente mediante técnicas de captura de animales, como la caza o la pesca y técnicas
86
En este aspecto, el uso del término que hace M. Harris difiere del concepto materialista histórico que él decidió "arreglar",
restringiendo su connotación a las técnicas de producción como instancia infraestrctural y remitiendo las relaciones sociales a
una instancia estructural que intercala entre aquella y la superestructura (Harris, 1982). Esto, seguramente después de que se
enteró de que su interpretación del marxismo, en que suponía que Marx atribuía las relaciones sociales de producción a la
superestructura, era un disparate (1978). Sin duda, transparenta una extraordinaria audacia su alegre crítica a una posición
teórica que ostensiblemente desconoce o, simplemente, no entienede para nada.
El modo de producción cazador recolector. 159
87
Este factor permite también explicar, en parte, el hecho destacado por Godelier, siguiendo a otros autores, de la relativa
estabilidad demográfica de éstas sociedades y está claramente vinculado a los factores por él analizados (Godelier, 1974).
El modo de producción cazador recolector. 161
consumo pueden mediar, desde luego, algunas formas simples de distribución y cambio 88
,tanto entre los productores participantes de estos procesos de trabajo, como en el seno de las
unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo pueden mediar, desde luego,
algunas formas simples de distribución y cambio, tanto entre los productores participantes,
como en el seno de las unidades domésticas. No obstante, entre apropiación y consumo tiende
a no haber acumulación, almacenamiento o preservación de alimentos, con excepción de
algunas situaciones especiales; lo cual ahorra los trabajos destinados a la preservación de
estos bienes, que salvo las semillas, son de rápida descomposición.
Entre las excepciones puede mencionarse la acumulación de reservas alimenticias
para la celebración de fiestas o ceremonias que podían durar varios días. Esto sucedía entre
los selk'nam de Tierra de Fuego, cuando se organizaba la ceremonia de iniciación de los
jóvenes varones (klóketem); previamente se realizaba una gran partida de caza que aseguraba
la alimentación de las mujeres y los niños, rigurosamente excluidos del ritual, y de ellos
mismos, por el tiempo que estarían retirados de las actividades productivas. Esta ceremonia de
tránsito no se celebraba en fechas fijas y ocurría cada uno o dos años.
También pudo darse el almacenamiento y consumo diferido de alimentos cuando,
por ejemplo, un recorrido a grandes distancias hacía necesario dejar reservas temporales en
lugares a los cuales había que retornar, pero donde la disponibilidad de recursos era incierta o
inexistente. En esos casos, no obstante, el diferir el consumo de esos productos concretos no
significaba la suspensión de nuevos procesos de apropiación consumo intercalados. Tampoco
tales reservas de alimentos constituían plusproductos o excedentes, sino formas de asegurar el
consumo subsistencial.
Cabe anotar que, como veremos más adelante, la tendencia a suprimir la
acumulación y preservación de alimentos no obedece a imposibilidades tecnológicas, sino a
restricciones sociales.
Por otra parte, como en toda sociedad, la necesidad de alimentación debe ser
satisfecha diariamente. Como, por lo regular, no se preservan ni almacenan alimentos y la
mayor parte de éstos es de rápida descomposición, en cada proceso de apropiación no se
produce una cantidad mayor que la que se pueda consumir antes de que ello ocurra. Así, el
consumo sucede de manera inmediata a la apropiación y elimina los productos con rapidez,
generado la necesidad inmediata de nueva producción. De manera que, siendo temporalmente
breves los ciclos producción-consumo-producción, las actividades apropiadoras se
caracterizan por una continuidad necesaria y permanente. Es decir, no pueden ser
interrumpidas por períodos de tiempo prolongados, más allá de lo que tardan en consumirse
los productos de la caza, pesca o recolección.
Como es obvio, los trabajos de apropiación no pueden ser interrumpidos, porque de
ellos depende estricta y cotidianamente la sobrevivencia. Es cierto que en cualquier sociedad
la disponibilidad de alimentos responde a una necesidad de consumo que debe ser resuelta a
diario. Pero en otras sociedades, cuando los ciclos productivos son prolongados, éstos
proporcionan una cantidad de productos alimenticios que, preservados y almacenados, cubren
88
La distribución y el cambio pueden estar regidos por normas socioculturales de cierta complejidad; no obstante, se trata
acá de procesos económicamente simples.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 162
las necesidades nutricionales por períodos largos, durante los cuales no todo el tiempo se
dedica necesariamente a esta clase de actividades productivas. De manera que una proporción
mayor de los procesos de trabajo pueden dedicarse a la producción de otra clase de bienes y a
la diversificación de los satisfactores.
En la sociedad cazadora recolectora, como anota acertadamente Service
El alimento, y las pocas maneras que se emplean para obtenerlo, es el foco de la vida económica
entre las bandas primitivas en un sentido mucho más fundamental que en las economías mas
complicadas [Service, 1973:19]
El nomadismo, condicionado por la necesidad de complementar recursos naturales, hace que
en estas sociedades apropiadoras el conjunto de bienes materiales que posee la unidad
doméstica sea lo más reducido posible para facilitar su permanente transporte. Así es que
resultaría antieconómica una producción demasiado voluminosa de bienes no alimenticios y
aún de instrumentos 89.
Los ciclos de producción-consumo de instrumentos y otros bienes no alimenticios no
son necesariamente tan breves como los de producción-consumo de alimentos. Así, un
cazador puede portar permanentemente en su carcaj unas sesenta flechas, sin utilizarlas todas
cada vez que sale de caza; aunque siempre estará reponiendo los proyectiles extraviados o
inutilizados en cada partida. El arco, sin embargo, será utilizado durante mucho tiempo. Del
mismo modo, la ropa o las pieles de los toldos pueden usarse durante un par de años. Lo que
queremos señalar es que la reposición de estos bienes no reviste la misma urgencia vital que
la obtención de alimentos.
Producción subsistencial. La producción de los cazadores recolectores estaba
orientada casi exclusivamente a cubrir las necesidades de sobrevivencia. Desde luego, la
cantidad de productos que aseguran la subsistencia no es un quantum absoluto, sino un
promedio histórico que depende de lo que la sociedad considera necesario para sobrevivir.
Incluso lo que hoy podríamos evaluar como un déficit nutricional permanente puede incidir en
las capacidades físicas y mentales medias de la población o en las expectativas de duración de
la vida. Sólo la interrupción del consumo alimenticio pone en riesgo la sobrevivencia dentro
de tales condiciones. Pero los niveles de consumo, tanto de alimentos como de otros bienes
que constituyen condiciones normales de subsistencia, pueden variar significativamente de un
pueblo a otro. Las condiciones climáticas o la necesidad de medios especiales de transporte
suelen incidir de manera importante en el inventario de bienes materiales necesarios. Y aún
así, debido a la necesidad de movilidad, este inventario será bastante exiguo.
Los esquimales, por ejemplo, disponen tanto de embarcaciones para la locomoción y
caza en el mar como de trineos para el transporte terrestre; para ésto necesitan poseer y
alimentar, además, a varios perros. Aparte de las viviendas no transportables necesitan, para
conservar el calor, de vestimentas adecuadas de elaboración mas o menos compleja. Los
pueblos de Tierra del Fuego y de los canales occidentales de Patagonia, en condiciones
climáticas no tan extremas, aunque bastante rigurosas, tenían viviendas portables de pieles.
Los selk'nam usaban una capa de piel de guanaco para protegerse del frío, pero se desprendían
89
Con todo, la carga puede llegar a ser bastante pesada, Gallardo señala que la carga transportada a espaldas por las mujeres
selk'nam al transladar el campamento, muchas veces pasaba de 50 kilos (Gallardo, 1910:240).
El modo de producción cazador recolector. 163
de ella rápidamente para cualquier actividad, como la caza, que requería mayor movilidad.
Los canoeros yámana o kawásqar apenas usaban cobertores púbicos y, a veces, una pequeña
capa para proteger la espalda del rigor de las incesantes lluvias y mas bien se cubrían el
cuerpo con grasa de foca. Pero era vital para cada unidad doméstica poseer una canoa, bien
cuya elaboración requería la mayor inversión de fuerza de trabajo, pero permitía el
desplazamiento a grandes distancias y el acceso al amplio repertorio de recursos marinos de
los que dependía la vida. Estos elementos, sin embargo, podían resultar del todo superfluos
para cualquier pueblo de cazadores recolectores en regiones templadas o tropicales.
Desde el punto de vista cuantitativo, puede decirse que la característica fundamental
de estas sociedades es que no hay excedentes. Ello quiere decir que los productores no
generaban mas bienes ni realizaban mas trabajos que los que permitían resolver las
necesidades de subsistencia; no producían bienes ni realizaban servicios que fueran
transferidos, perdiendo capacidad de decisión sobre su disposición. Los bienes y servicios
generados por un productor que no eran consumidos por él mismo y su unidad doméstica,
entraban en un círculo muy amplio de intercambio de elementos que aseguraban la
subsistencia y del cual el productor también se beneficiaba.
Más aún, así como no había acumulación de alimentos, tampoco había producción
de plusproductos que, mas allá de la satisfacción más o menos inmediata de la subsistencia, se
destinaran a resolver otras necesidades de la vida comunal. A lo más se construían cabañas
grandes para la celebración de ceremonias o rituales de carácter ocasional. Incluso cuando se
obtenían plusproductos extraordinarios, éstos eran distribuidos y consumidos en grupos
amplios. Así sucedía entre los diversos pueblos fueguinos cuando alguien encontraba una
ballena varada, que representaba unas dos toneladas de carne, grasa, huesos y otras materias
primas apreciadas: hacía señales de humo que reunían en el lugar a todos los que las vieran,
para dar pronta cuenta de tal recurso.
Desarrollo de las fuerzas productivas. El grado de desarrollo de las fuerzas
productivas o rendimiento promedio de la fuerza de trabajo está sujeto a variaciones debido a
diferentes factores. Entre ellos consideraremos:
a) la productividad natural,
b) el desarrollo técnico y
c) los sistemas de complementación económica.
El factor de productividad natural escapa al control de la sociedad, ya que ésta no
interviene ni siquiera en la reproducción de plantas o animales mas que en su predación. En
parte, la productividad del medioambiente tiene que ver con la abundancia o escasez relativa
de los recursos y con su concentración o dispersión geográfica, lo cual incide en la
disminución o aumento de los tiempos y distancias que se requiere cubrir para acceder a los
mismos para transportarlos. Por otro lado, depende de la cantidad de trabajo que es necesario
gastar en obtener los recursos naturales en relación al volumen o calidad de sus componentes
utilizables, trátese de captura o colecta de alimentos de obtención de materias primas como
piedras, maderas u otros; o del trabajo que las propiedades naturales de los objetos exijan para
su transformación en bienes de consumo útiles.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 164
90
Es importante analizar las formas y condiciones en que se desarrolló la tecnología en las sociedades cazadoras. No
obstante, hemos optado por no abundar acá en tema tan extenso, con el fin de no desequilibrar la exposición, que pretende
centrarse en las características socioeconómicas básicas de estas formaciones sociales.
El modo de producción cazador recolector. 165
Por ahora, nos importa señalar que el desarrollo de la técnica incidió en la elevación
de las fuerzas productivas en el sentido de elevar el rendimiento medio de la fuerza de trabajo,
pero por sí solo no llevó a un aumento de los volúmenes de producción. Incluso, seguramente
la producción no llegó a incrementarse a los niveles de rendimiento potencial permitido por la
tecnología y la fuerza de trabajo disponible.
Al ocuparnos de los sistemas de complementación económica no nos referimos
propiamente a un factor de desarrollo de las fuerzas productivas, sino a la racionalidad
económica global a través de la cual cada pueblo lograba el control de los factores de
productividad natural y técnica. De esta manera fue posible un desarrollo consistente de las
fuerzas productivas y un incremento progresivo de los volúmenes de producción; lo cual
permitió también incrementos demográficos relativamente importantes que llegan a incidir en
las situaciones críticas que desembocaron en la disolución de este modo de producción.
Habría que considerar dos principios o criterios que, en lo general, permiten
racionalizar la organización social de los procesos económicos tendiendo optimizar la
productividad del trabajo:
a) el uso de la fuerza de trabajo en los lugares y momentos en que ésta alcanza mayor
rendimiento y
b) la diversificación de los recursos explotados.
En ambos casos se trata de controlar indirectamente el factor de productividad
natural y es obvio que no siempre fue posible compatibilizar plenamente ambos criterios. En
cualquier situación, las posibilidades alternativas de organización del proceso productivo
están condicionadas por las características concretas del medio geográfico y, en torno a éstas,
la sociedad desarrolla determinadas opciones de formas de organización espacio-temporales
de los procesos económicos. Es en este aspecto en el que el medioambiente influye en la
conformación de modos de vida particulares, los cuales no sólo implican la estructuración de
las actividades económicas en el tiempo y el espacio, sino también generan particularidades
de diversos aspectos de la organización social que, de diferentes maneras, permiten optimizar
la disponibilidad de los recursos.
El primer criterio señalado implica la racionalización del gasto de fuerza de trabajo
en relación al volumen de productos que ésta proporciona. Por ello, la organización de los
sistemas de complementación económica implica también la consideración de las técnicas a
través de las cuales se explotan los recursos naturales. Sin embargo, por lo general, las
opciones técnicas están relativamente subordinadas a las posibilidades de control del factor
mas crítico que es la productividad natural, debido precisamente a que no se interviene
directamente en el control de la reproducción de las especies biológicas vitales para la
alimentación y la sobrevivencia.
El segundo criterio está orientado a mantener la disponibilidad de recursos,
limitando la explotación excesiva de algunas pocas especies, para evitar el riesgo de un
desequilibrio numérico que condujera a su extinción; o a prever la posibilidad de que ello
ocurriera aún por factores ajenos a la predación humana, abriendo alternativas para su
sustitución.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 166
Organización social.
Antes de entrar en la caracterización de las relaciones fundamentales de producción,
queremos señalar algunos aspectos secundarios de la organización económica.
La unidad básica de producción en las formaciones cazadoras recolectoras es la
unidad doméstica, así como lo es la comunidad en las sociedades clasistas iniciales y la
fábrica o la empresa en la sociedad capitalista.
La unidad doméstica puede variar bastante en cuanto al tamaño, así como respecto a
las normas de filiación que generalmente rigen su conformación. Aunque debe señalarse que
la pertenencia a una unidad doméstica no está necesariamente sujeta a lazos reales de
consanguinidad. Podríamos decir que en las sociedades cazadoras recolectoras hay una regla
de composición que las distingue de las sociedades tribales, en las cuales la unidad doméstica
es también la unidad de producción. Esta consiste en que, en el seno de cada unidad, tienden a
incluirse todas las posiciones existentes en la división del trabajo relacionadas con la
producción material.
Dependiendo de las condiciones del medio geográfico, de los recursos utilizados y
de las técnicas que se emplean, la organización técnica del trabajo puede darse de dos
maneras:
a) procesos que sólo requieren del trabajo de los miembros de la unidad doméstica
para su autoabastecimiento o,
b) procesos de trabajo que requieren de la participación de miembros de varias
unidades domésticas, en relaciones de colaboración simple.
En algunos casos es normalmente la unidad doméstica la que se autoabastece, como
sucedía con frecuencia entre los selk'nam de la zona boscosa de Tierra del Fuego, donde un
cazador solitario tenía la posibilidad de acechar y acercarse a tiro de flecha a los guanacos,
que constituyeron la base de su provisión de carne. En otros casos, algunos trabajos requieren
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 168
93
Esto está documentado en la región desde el período "toldense" que se remonta a más de diez milenios, en una magnífica
escena de arte rupestre que muestra a más de cincuenta cazadores rodeando a una manada de guanacos (Menghim, 1952).
94
Tomamos el concepto de modo de trabajo propuesto por Veloz Maggiolo (1985).
95
Actualemente, entre otros autores, Meillassoux usa el término de horda y Service el de banda. Hemos referido el término
de "compañía" empleado por Gallardo (1910) pues, si bien su conceptualización es bastante ambigua y usa indistintamente
para lo mismo el término equivocado de "tribu", refleja adecuadamente la naturaleza de esta forma de agrupación social.
El modo de producción cazador recolector. 169
domésticas recurran a él para solicitarle la elaboración de un buen arco o dirigir las tareas de
construir la canoa, proveyéndolo de los recursos que deja de obtener para su unidad doméstica
mientras se dedica a esos trabajos. Pero, de todos modos, en cada unidad doméstica siempre
habrá alguien que sepa confeccionar un arco o construir una embarcación, pues no se puede
depender de las habilidades de alguien que no siempre estará cerca o que puede llevarse a la
tumba sus especiales dotes.
De igual manera, cuando los procesos de trabajo que implican colaboración simple
requieren de una distribución diferencial de tareas, habrá individuos a los que se les reconocen
mayores habilidades para ciertas cosas y se tenderá a asignarles los trabajos que realizan
mejor. Así, por ejemplo, los cazadores mas veloces correrán tras los animales para encerrarlos
o conducirlos hacia donde estén apostados aquellos que destacan por su certera puntería. Pero
ésto obedece a coyunturas de la división técnica del trabajo y no a una división social del
mismo.
Tal vez el primer especialista de la historia, que ya existe en la sociedad cazadora
recolectora, es el shamán. Es el único que reúnen una serie de conocimientos terapéuticos y
sobre algunos otros fenómenos que no son del dominio de toda la sociedad, Entre los recursos
terapéuticos mas comunes, se manejan las técnicas de hipnosis y los conocimientos de
herbolaria. La comunidad se ocupa de proporcionarle las condiciones para que adquiera y, en
su momento, comunique oportunamente sus conocimientos a sus sucesores, que no son
necesariamente sus descendientes consanguíneos. La especialización del shamán, sin
embargo, no le otorga ningún privilegio económico. Seguramente recibe el reconocimiento en
términos de prestigio social y su opinión puede ser especialmente considerada en la toma de
decisiones en torno a diversos asuntos que atañen a la comunidad. Pero ello no lo exime de
los trabajos que cualquier miembro de la comunidad y de su grupo cronológico sexual debe
realizar para contribuir al sustento de su unidad doméstica.
Hay una situación que hemos mencionado y consideramos pertinente tratar como
una forma de división del trabajo, pues se trata de una distribución diferencial y permanente
de tareas que contribuye al desarrollo de las fuerzas productivas. Pero no cabe tratarla como
una división doméstica, pues incluye a varias unidades domésticas con su división interna de
actividades, ni como división social, pues no genera un grupo de individuos especializados.
Se trata de la división geográfica que se da cuando la comunidad se segmenta y cada grupo
ocupa ecologías diferentes, intercambiando sus productos concretos, como ocurrió en Los
Andes o en Baja California.
precariedad no hay otras alternativas y la sociedad no deja a los individuos más opciones que
la de integrarse al circuito de reciprocidad o marginarse, con todos los riesgos y amenazas que
ello significa. Por lo demás, desde que el individuo nace es socializado dentro del sistema y
pesa sobre él la amenaza de exclusión, a la que temerá poderosa y razonablemente.
Desde éste fundamento, el sistema de reciprocidad se refuerza desplegándose en
múltiples relaciones y conductas sociales, involucrando a los integrantes de la comunidad en
una red de compromisos mutuos que no se limita a las coyunturas de urgencia, sino se
manifiesta en diversas situaciones de la vida cotidiana que van desde las normas de
distribución a las reglas de cortesía o de las relaciones entre los hombres a la representación
de las relaciones con la naturaleza.
sobre de esos diversos modos de producción sobre los otros niveles de organización de esas
sociedades y sobre sus modos de aparición o sus formas generales. [Godelier, 1974]
En éste texto, critica a los mencionados autores el pretender generalizar la descripción
empírica de los sistemas de parentesco, aceptando su carácter multifuncional, pero sin
distinguir analíticamente ni jerarquizar en términos causales y estructurales sus diversas
funciones sociales. Pensamos que, en ello, Godelier está en lo cierto. Sin embargo, tampoco él
ofrece una proposición alternativa, coherente con su supuesta concepción marxista.
Lo cierto es que, con todas las ambigüedades que les han sido justamente criticadas,
Service y Sahlins han contribuido a comprender el papel de las relaciones de reciprocidad en
las "sociedades primitivas" y del "parentesco" como una forma social de regulación de las
mismas.
La pregunta nuestra, cuya respuesta no podemos exigir ni esperar del
neoevolucionismo, es saber si hay o no, en la reciprocidad, alguna determinación esencial en
términos de las relaciones de propiedad y producción; y en caso de haberlas, intentar precisar
cuáles son esas "determinaciones últimas".
En primer lugar, hay que hacer una distinción entre los contenidos y las formas de la
propiedad. Lo que distingue sustantivamente a un modo de producción de otro es el contenido
de la propiedad que define a las relaciones fundamentales de producción y se refiere a sobre
qué elementos del proceso productivo los agentes de la producción tienen capacidad efectiva
de disponer, como condición para la realización de la producción.
Desde el punto de vista de los contenidos de la propiedad, la sociedad cazadora
recolectora se caracteriza porque los productores tienen capacidad real de disponer sobre dos
clases de elementos del proceso productivo: su fuerza de trabajo y los instrumentos de
producción.
No hay realmente propiedad sobre los objetos de trabajo primarios, es decir, sobre
los medios naturales de producción. La propiedad sobre los elementos de la naturaleza sólo se
establece como resultado de la aplicación de la fuerza de trabajo, pero no constituye una
condición necesaria para el trabajo. Es decir, se establece propiedad sobre los productos de la
transformación de la naturaleza, pero la propiedad de los medios naturales no es una premisa
de la producción. Como las relaciones sociales de producción se establecen sobre la base de la
propiedad que condiciona, con carácter necesario, la posibilidad de relación entre la fuerza de
trabajo y los medios de producción para la realización del proceso productivo, se puede
caracterizar al modo de producción de los cazadores recolectores por la ausencia de propiedad
efectiva sobre los objetos primarios de trabajo.
De tal modo, los objetos de trabajo que constituyen contenidos de la propiedad
social son aquellos productos semielaborados o elaborados que se integran a nuevos procesos
de trabajo como objetos: la madera cortada y dejada a secar para la elaboración del arco, la
punta de proyectil tallada en piedra que se incorpora al proceso de confección de flechas o
dardos, etc.
Pero no es necesario ni posible establecer propiedad efectiva sobre los objetos de
trabajo en tanto medios naturales de producción.
El modo de producción cazador recolector. 173
96
Ver Meillassoux, 1977: 28-29
97
Se trata de dos poblaciones culturalmente diferenciadas en Sudamérica desde hace unos 13.000 años. Una de ellas habitó
desde Venezuela hacia el sur, toda la región andina, tendiendo a explotar recursos de playa y roqueríos en la costa y
camélidos en las tierras altas. La otra, ocupó la parte septentrional de América del Sur, desde el norte del Perú, por el
Pacífico, hasta el centro del Brasil, por el Atlántico; en la costa tendieron al aprovechameiento de recursos de manglares y a
la caza de venados en el interior, en la región que compartieron con el pueblo antes mencionado (ver los denominados
Conjunto I y Conjunto III en Bate, 1984 y 1985).
98
Esto sucede, por ejemplo, en el sitio de explotación de recursos marinos en Huanaqueros (norte de Chile) donde coexisten
cazadores de la localmente conocida como "Cultura del Anzuelo de Concha" y la "tradición San Pedro Viejo". Ambos
pueblos mantuvieron, sin embargo, separados sus lugares de enterratorios.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 174
99 En el caso del esclavo clásico, que posee la fuerza de trabajo, su uso sólo constituye obligación; no puede disponer
sobre si hoy trabaja y mañana no o si prefiere cultivar claveles en vez de trigo. El campesino que renta tierras, en
cambio, adquiere el derecho a su uso por tiempo determinado a cambio de la renta; pero la propiedad es retenida por
el terrateniente.
100
Incluyendo el territorio ocupado por los háush, grupo étnico distinto de los selk'nam.
El modo de producción cazador recolector. 175
y el consumo, están, escencialmente condicionadas por las calidades de las relaciones que se
establecen para la realización del proceso fundamental de la producción. Por lo tanto, si la
reciprocidad se manifiesta básicamente en la distribución, o como un amplio sistema de
intercambios, debe guardar vínculos determinados con las relaciones de propiedad y
producción.
Habría que analizar lo que implica, en términos de la capacidad objetiva de
disposición sobre los instrumentos y la fuerza de trabajo, el hecho de que cada miembro de la
comunidad tenga el derecho a recibir y, a la vez, la obligación de dar a los demás, en caso de
necesidad. Entendiendo que tales compromisos se extienden mas allá de las situaciones de
apremio, pero se originan en la posibilidad permanente de carencia de medios materiales de
vida.
En primer lugar, hay que asentar el hecho de que los compromisos de reciprocidad
se originan y presuponen compromisos en torno a la producción. Si bien la reciprocidad se
realiza y se muestra de manera aparente en la circulación de bienes 101 -sea como un sistema
de redistribución o de un amplio circuito de intercambios diferidos- se trata de bienes que se
generan en el proceso productivo. Quien está en posibilidad de dar, es porque pone a
disposición de la producción la fuerza de trabajo y los instrumentos que posee. La garantía de
que quien recibe algo de la comunidad puede, en su momento, retribuir, está dada por su
compromiso de participación en la producción. El derecho y la obligación de recibir y dar, se
fundamentan en el derecho y la obligación de participar en la producción material.
En estos términos, la reciprocidad es el ejercicio del derecho de cualquier comunero
a disponer de la fuerza de trabajo o de los instrumentos que los demás han empleado en la
generación de los productos o servicios que de ellos recibe. La obligación de poner a
disposición de los demás los bienes o servicios que implican el uso de la fuerza de trabajo o
los instrumentos que un comunero posee, es la objetivación del mismo derecho, compartido
por los otros miembros de la comunidad.
Así es como, a través de las diversas manifestaciones de la reciprocidad, se objetiva
la existencia real de la propiedad colectiva como un derecho compartido.
La reciprocidad como obligación es la manifestación de que la capacidad de
disposición sobre los contenidos de la propiedad no es individual, sino está sujeta a las
regulaciones comunales.
Las relaciones de reciprocidad están reguladas y se establecen a través de los
compromisos que vinculan a las unidades domésticas que integran una horda o banda, a las
bandas que se relacionan entre sí a través de diversas formas de complementariedad (como el
sistema de mitades, secciones y subsecciones, cuando es el caso) o de afinidad y luego, en
general, a las diversas agrupaciones de bandas o parcialidades que integran una comunidad.
101
De manera análoga, en el sistema capitalista la plusvalía se genera en la producción, pero se realiza en la circulación. De
ahí que la burguesía centra el interés de sus análisis en el estudio del mercado. El mismo Marx inicia su exposición de las
determinaciones esenciales del sistema con el análisis de la mercancía, para descubrir las relaciones fundamentales de
producción que determinan sus características. El neoevolucionismo, en cambio, pretende que la generalización de las
regularidades empíricas manifiestas en la reciprocidad o el "parentesco", consituyen en si la explicación de las "economías
primitivas".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 176
Conviene recalcar que son éstas las características que definen al modo de
producción cazador recolector y que el término no se refiere sólo a las técnicas
predominantes de apropiación.
Hay sociedades que mantienen una economía apoyada básicamente en técnicas de
caza, pesca, y recolección, pero que han desarrollado ya un modo de producción diferente al
establecer la propiedad comunal sobre los objetos de trabajo, generando una estructura tribal
en sentido estricto y donde las formas de la reciprocidad no se corresponden ya a una
economía precaria. Es el caso de los pueblos de la costa occidental de América del Norte y de
las llanuras del extremo sur americano, que se tribalizan bajo el impacto de la colonización
europea y, en algunos casos, antes. Del mismo modo, hay sociedades en transición que
comienzan a domesticar plantas y animales, pero que mantienen aún un modo de producción
cazador recolector, si se consideran los contenidos y formas de la propiedad.
normas sociales básicas y, sin lugar a dudas, sería claramente apreciado así por los demás, que
ejercerían todo el peso coercitivo de las sanciones sociales.
Para los demás comuneros probablemente no sería tan grave que alguien no ejerciera
su derecho a recibir, pero sería inaceptable que se desligara de su obligación de dar. De
manera que si algún cazador y su unidad doméstica obtuvieran y mantuvieran un volumen de
productos mayor que el considerado socialmente necesario para la sobrevivencia, sería
inocultable; y los demás presionarían ejerciendo su derecho a participar en la distribución de
tales bienes. Negarse a ello implicaría exponerse no sólo al rigor de las censuras morales, sino
aún a la exclusión del sistema. Y de cualquier manera no bastaría, para asegurar la
subsistencia, contar con la producción permanente de plusproductos confiando en la
potencialidad productiva del mediombiente ya que, como hemos visto, las situaciones de
carencia no están sujetas sólo a las variaciones de la disponibilidad natural de recursos. Pero,
además, se cerrarían las posibilidades de reproducción biológica para los miembros de esa
unidad doméstica.
En tales circunstancias, no tendría ningún sentido exponerse al rechazo social, si el
sistema de reciprocidad lo hace innecesario.
Podría uno preguntarse por qué no se ocupan todos de acumular reservas en
prevención de una posible escasez ocasional. Pero ello podría causar una depresión de los
recursos naturales cuya reproducción no se controla y correr el riesgo de un desequilibrio
completo de la economía. Por lo cual la sociedad genera los mecanismos que evitan la
sobreexplotación de la naturaleza. Y en el caso de que su productividad sea elevada y el
margen de riesgo de sobreexplotación sea bajo, la sociedad tenderá al crecimiento poblacional
y a la elevación de los niveles medios de consumo, que es como se han desarrollado
históricamente estos pueblos. En los casos en que se pudieran mantener pequeñas reservas
para solventar eventualidades (sin que ello redujera la movilidad del grupo), y todos hicieran
lo mismo, tales productos formarían parte de la producción media subsistencial.
De este modo, las relaciones sociales inhiben la acumulación diferencial de
productos, la generación de plusproductos, el almacenamiento y el uso de técnicas de
preservación de alimentos, regulando el proceso económico a través del derecho y la
obligación de participación igualitaria en la distribución 102.
Tal vez sea conveniente aclarar, en este punto, lo que significa distribución
igualitaria; pues no se trata de que, en todo momento y en cualquier situación se repartan
cantidades iguales de todo lo que se produce entre todos los miembros de una comunidad.
En un principio, no todos los individuos tienen las mismas necesidades en cada
momento de su vida. Un niño de pecho, un joven "soltero" que debe aprender a ser austero, un
cazador que debe sostener a una familia o un viejo ya retirado de las labores de caza, tendrán
necesidades diferentes en cuanto a consumo de calorías y alimentación; un manto de pieles
para un niño o un adulto, no serán del mismo tamaño; y cada uno requerirá de instrumentos
diferentes para la realización de las tareas que le corresponda, según la división doméstica del
trabajo.
102
Esto no quiere decir que no exista ningún tipo de reservas o formas rudimentarias de conservación.
El modo de producción cazador recolector. 179
103
Como señala acertadamente Service, refiriéndose a los pueblos cazadores " ...la sociedad primitiva no es comercial y los
intercambios de una forma particular tienden a acompañar una relación social de intensidad apropiada". Y, más adelante,
"...el establecimiento de relaciones sociales por si misma puede ser a menudo la función y el objeto de un intercambio de
bienes". (Service, 1973:28).
104
Karl Polanyi, "La economía como actividad insitucionalizada". En: Polanyi et al. (Eds.), 1976. De lo dicho, sin embargo,
no se deduce el absurdo en que han incurrido algunos autores de plantear que ninguna categoría analítica o explicativa es
generalizable. Si no hubiera regularidades o aspectos generales, es decir, objetivamente comunes a toda sociedad, tampoco
habría criterio alguno que permitiera comparaciones sistemáticas para mostrar las diferencias entre unas y otras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 180
formas de manifestarse, a través del mismo, las relaciones de reciprocidad en las sociedades
cazadoras recolectoras.
En primer lugar, en todo proceso de cambio:
1. Participan dos o más agentes.
2. Se dan dos movimientos que, desde el punto de vista de uno de los agentes, son el de dar
y el de recibir.
3. Estos dos movimientos o calidades del proceso constituyen dos momentos que pueden
coincidir o diferir en el tiempo y el espacio 105.
4. Debido a esta posible diferencia de los momentos del cambio, los agentes pueden
aparecer, en cada momento como: donante, receptor, donante-receptor o receptor-donante.
De cualquier modo, para nuestro caso, un proceso de cambio se cumple cuando un donante
recibe o un receptor da.
105
No entraremos acá en mas detalles, pero hacemos la distinción entre movimiento y momento, pues tiene implicaciones
importantes para una teoría de lo observable en el registro arqueológico, aunque la distinción no se refiere sólo a lo
empíricamente observable para el arqueólogo.
El modo de producción cazador recolector. 181
106
Usamos los términos de dirección y sentido con una connotación análoga a los de la física. Una dirección supone
movimientos entre dos puntos (por ej., norte-sur) y puede tener dos sentidos (de norte a sur o de sur a norte).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 182
107
Como hemos mencionado, estas situaciones también se pueden resolver a través de compartir la explotación de los
mismos recursos, sin llegar al conflicto.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 184
reciprocidad que se corresponden con las unidades domésticas que mantienen las más
cercanas relaciones de adhesión laboral.
7) Mencionaremos una modalidad que podríamos denominar distribución diferencial
compensada a largo plazo y que supone intercambios dentro de determinados circuitos de
reciprocidad. En éste caso, el primer movimiento coincide con el proceso de distribución
directa. El segundo momento queda diferido con plazo indeterminado y las equivalencias son
definidas o imprecisas. Es como se compensan las necesidades diferenciales de consumo
condicionadas por la posición de los individuos dentro de su grupo sexual en diferentes
momentos del ciclo vital. Un ejemplo de ésto es el que ya mencionamos, a propósito de las
formas de distribución, de transferencia de productos del trabajo entre cazadores que
sostienen o no a una unidad doméstica.
Otro aspecto que debe destacarse es que, cuando se realizan intercambios de
equivalentes definidos o imprecisos, éstos se rigen por un sistema equivalencial concreto e
históricamente poco desarrollado. Al referirnos a su bajo desarrollo queremos decir que, si
bien existe ya la noción de la cantidad de trabajo necesario como medida del valor de
cambio108, suele primar el criterio del valor de uso para el establecimiento de las
equivalencias. Sin embargo, como la obligación de dar es mayor cuando se trata de bienes que
responden a necesidades subsistenciales mas urgentes entre individuos o grupos socialmente
mas cercanos, es posible que en esas condiciones éstos adquieran un menor valor relativo de
cambio que los bienes mas "superfluos". Además, si bien puede haber en cada pueblo una
noción ya definida de equivalencias aproximadas, los equivalentes tienden a definirse de
manera más precisa en cada situación particular, según las posibilidades, necesidades y
expectativas de los agentes. Es decir, los elementos intercambiados adquieren literalmente la
forma accidental del valor 109.
Pero, como hemos señalado antes, las formas del intercambio más adecuadas para
resolver la situación de precariedad económica son las que expresan reciprocidad solidaria o
generalizada. Es decir, aquellas en que las equivalencias son indefinidas o imprecisas, los
plazos diferidos e indefinidos y los movimientos multidireccionales entre agentes que
representan al colectivo. Así se ejerce el derecho a recibir sin crear deudas personales y la
obligación de dar, como movimiento recíproco, se cumple con aquellos que realmente lo
requieran en una nueva situación, cuando ésta se presente, transfiriéndose los valores de uso
determinados que se necesiten. En la reciprocidad solidaria el donante cumple con una
obligación social y no genera más expectativas que la de afirmar su derecho a recibir en caso
de necesidad.
La racionalidad económica de este sistema es notablemente ajena al mercantilismo.
Tanto que, desde la lógica predominante en los intercambios de la sociedad capitalista actual,
podría preguntarse si aquella conforma realmente un sistema de intercambios. Y lo es, desde
que permite a los consumidores obtener los valores de uso determinados que requieren para
satisfacer sus diversas necesidades específicas y en el momento en que los necesitan. Sólo que
108
Cfr. Sahlins, 1977
109
Sobre los conceptos de sistema equivalencial concreto y forma accidental del valor , ver C. Marx, "El Capital", Libro
primero, Sección primera, Capítulo I.
El modo de producción cazador recolector. 185
el sistema responde a la precariedad general de las fuerzas productivas que permite prever la
existencia permanente de carencias vitales, sin poderse predecir quiénes ni cuándo necesitarán
qué valores de uso. La reciprocidad solidaria obliga a todos los miembros de la comunidad a
responder a la satisfacción de tales necesidades cuando están coyunturalmente en situación de
hacerlo y garantiza a cada uno el derecho a ser asistido de igual manera.
Por ello es que la reciprocidad solidaria se manifiesta y realiza bajo diversas formas
de intercambio, y su función supone la existencia del contexto global de la economía en el
largo plazo. Y sólo puede ser cabalmente comprendida en ese contexto. Como observa con
acierto Service,
La reciprocidad generalizada es una forma de intercambio basada en la presunción
de que la devolución ocurrirá a la larga... Es la forma del más alto altruismo. Se
basa en el hecho de que la gente que intercambia va a estar asociada durante muy
largo tiempo. Por tanto la reciprocidad es sólo una esperanza muy vaga. A la larga
las cosas se compensan.
Y en efecto, las transferencias de bienes y servicios que realizan la reciprocidad
solidaria se incluyen y constituyen, en el largo plazo, un sistema de intercambios equilibrados
o compensados. Ello por una razón: la producción está destinada al consumo subsistencial.
Cada unidad doméstica produce normalmente para satisfacer sus necesidades subsistenciales.
Cuando no logra generar los productos necesarios para eso, lo cual ocurre por períodos
breves, será provista por otras unidades domésticas. En otro momento deberá producir o
trabajar algo por encima de sus necesidades de consumo, transfiriendo esa parte a otras
unidades domésticas o individuos en déficit. Como no hay necesidades sociales de
acumulación de plusproductos ni posibilidades de acumulación diferencial, el margen de
desigualdad de los valores transferidos en cada movimiento, se compensa necesariamente en
el largo plazo. Por lo mismo, dicho sea de paso, es innecesario el desarrollo de un sistema de
equivalencias más preciso.
Aunque nadie intentaría hacer un cálculo exacto de cuánto trabajo vivo o pasado ha
transferido y cuánto ha recibido a lo largo de su vida -pues la diferencia nunca será muy
notable y los parámetros de evaluación son imprecisos- es posible que haya quienes han dado
o recibido más que otros. Pero el que recibió más, es porque se vió enfrentado a mas
situaciones de carencia que, de seguro, no buscó voluntariamente. El que cedió más, fue
porque estuvo más veces en posibilidad de hacerlo y con ello garantizó no sólo su derecho a
ser ayudado, sino el de los miembros mas cercanos de sus grupos de filiación y adhesión.
De lo cual, curiosamente, se desprende un principio general que rige la distribución
en las comunidades de cazadores recolectores y que podría formularse rigurosamente como
"de cada quien de acuerdo a sus posibilidades y a cada quien de acuerdo a sus necesidades".
Resumen y conclusiones.-
El modo de producción de las sociedades cazadores recolectoras se caracteriza por que la
composición y desarrollo de las fuerzas productivas conforman una economía
estructuralmente precaria. Para estabilizar una economía sometida a tal riesgo, es necesario el
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 186
Bibliografía.-
Bate, Luis F.
1982 Orígenes de la comunidad primitiva en Patagonia. Ediciones Cuicuilco. México.
1. Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamerica. Historia General
de América, Ediciones de la Presidencia de la República., Vol. 2,Tomos 1 y 2. Caracas.
1985 Los pueblos cazadores recolectores en Sudamérica. Ponencia al 45º Congreso
El modo de producción cazador recolector. 187
Resumen.-
La configuración demográfica de las sociedades de cazadores recolectores se ha utilizado
tradicionalmente para explicar diferentes problemas de investigación, como los referentes al
poblamiento de América o el origen de la agricultura. Generalmente, se ha considerado que la
demografía de los pueblos cazadores recolectores prehistóricos estaba directamente
condicionada por factores ambientales, como la capacidad de carga del medio o los cambios
climáticos, condiciones a las cuales los grupos humanos habrían debido adaptarse para
sobrevivir. A pesar de que existen proposiciones teóricas que consideran variables sociales
para explicar los patrones demográficos de los pueblos nómadas, por lo general se termina
aduciendo condiciones ambientales como causas básicas, desconociendo el potencial de la
Publicado en la Revista Atlántico Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social (RAMPAS), vol. V: 11-
41. Universidad de Cádiz. Cádiz, 2002.
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Prefacio a la primera edición de 1884.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 190
propia organización social concreta para modificar su propia estructura de población, con
relativa independencia de las condiciones del ambiente.
En esta comunicación se presentan algunas consideraciones sobre los aspectos
concretos a través de los cuales un sistema social puede influir directamente en su historia
demográfica, así como en las condiciones propias de su ecosistema.
Para ello se indican algunas de las variables a través de las cuales estamos en
proceso de formalizar el concepto de modo de reproducción. Y se señalan relaciones posibles
entre el modo de producción y el modo de reproducción en sociedades de cazadores
recolectores pre-tribales, derivando implicaciones que tendrían estas categorías en la
conformación de modelos sobre los primeros pobladores del continente.
La reproducción biológica.114
Una de las características distintivas de la reproducción biológica de la especie humana, es que
ésta se encuentra mediada por relaciones sociales objetivas las que, a su vez, son reflejadas de
diversas maneras en la conciencia social y en los sistemas de valores y, en parte, reforzadas a
través prácticas institucionales115.
Desde la tradición antropológica se ha supuesto que los sistemas o estructuras de
parentesco conformarían las relaciones que organizan la reproducción humana. Como observa
Meillassoux
Todo el problema de la reproducción está contenido, en la etnología clásica, en la
teoría del parentesco. [1977: 23]
Pero, como el mismo autor ha señalado,
...los análisis teóricos relativos a la etnología eran muy elementales como para hacer
una distinción entre las distintas formas de relaciones expresadas por lo que se
denominaba "consanguinidad". De hecho esta distinción aún está por hacerse en lo
que concierne al "parentesco", y en las páginas que siguen trataré de demostrar de
qué manera persiste la confusión en lo referente a la naturaleza de las relaciones
113
Ver Bate 1998.
114
Hemos revisado y reestructurado este apartado, por lo que difiere de la versión publicada en R.A.M.P.A.S,
vol. V: 11-41. Universidad de Cádiz. Cádiz, 2002.
115
Lo cual significa que su representación superestructural no siempre corresponderá con las relaciones reales u
objetivas. Del mismo modo, si se desarrollan prácticas de reforzamiento insitucional, es porque no siempre los
comportamientos reales de los individuos se ajustan a las normas definidas en el sistema de valores.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 192
Por lo tanto, las relaciones de adhesión se refieren a los vínculos que se establecen
sobre la base de las capacidades de los individuos117 para participar de diversas actividades
que requieren de colaboración, como son las relaciones laborales, de producción económica, y
que condicionan su participación en los procesos de distribución, intercambio y consumo. Pero
incluye también a los vínculos establecidos entre individuos, basadas en sus capacidades y
posibilidades de participación en torno a otras actividades comunes a nivel de la práctica del
ser social.
Mientras que el parentesco media y define socialmente las relaciones entre
individuos y grupos sociales de acuerdo a su ubicación dentro de un sistema de referencia
genealógico. Así se tiende a normar la reproducción, pero también sirve de marco para el
establecimiento de relaciones económicas. Lo que no debería confundirse es el diverso
contenido de las relaciones sociales que puede ser representado bajo los sistemas de
parentesco.
b) Normas y patrones. Esta es otra distinción analítica que, de diversas maneras, se
116
Meillassoux usa el término de 'horda' para referirse a lo que otros autores (p. ej. Service) denominan 'banda
mínima', y el texto citado está referido específicamente a sociedades cazadoras recolectoras.
117
Entendemos que también se establecen relaciones de adhesión, prescindiendo de los referentes genealógicos,
entre grupos sociales, como pueden ser las unidades domésticas que constituyen una horda o banda mínima.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 193
ha hecho en la tradición antropológica118 y que debería ser muy clara, particularmente desde
un punto de vista materialista.
La normas son reglas de conducta definidas superestructuralmente, a través del
sistema de valores, que predican acerca de lo que para la mayoría de la sociedad 119 es deseable
o está permitido y lo que se juzga inadecuado o se prohíbe. En este sentido, hay sociedades
permisivas, en las cuales lo que no se prohíbe está permitido y sociedades restrictivas en las
que se entiende que lo que no está permitido, se prohíbe. En cualquier caso, en cada sociedad
hay diversos grados de flexibilidad o tolerancia a las diferencias entre el comportamiento real
y la normatividad.
Los patrones, por su parte, son las conductas reales, el comportamiento de hecho,
que se da aún cuando pueda diferir en diversas medidas respecto a la normatividad. Esta
distinción es importante, por cuanto las normas no se corresponden necesariamente a todas las
conductas reales y éstas no siempre se atienen a las normas.
Hechas estas distinciones, podemos apuntar algunos conceptos básicos:
1. Acoplamiento y filiación. Siguiendo con Meillassoux, este autor establece la
necesidad de diferenciar entre acoplamiento y filiación. Las normas de acoplamiento o
apareamiento se refieren a los apareamientos posibles, es decir, a qué relaciones de
procreación están permitidas y cuáles se prohíben. Los patrones de apareamiento se refieren a
los acoplamientos que se dan de hecho.
La filiación, en cambio, define el destino de la descendencia, es decir, a qué grupos
serán asignados los hijos que resulten de los apareamientos. Aclarando que
Es cierto que el parentesco regla también el acoplamiento con referencia a la posición
de los individuos en un cuadro genealógico, pero lo inverso no es verdad. Las normas
que sólo rigen el acoplamiento, cuando existen, se satisfacen con cuadros
referenciales más simples, los que permiten reconocer de una generación a otra las
posibles parejas, sin intervenir en el destino de la descendencia. [ob. cit.… 37]
118
Está, por ejemplo, en la distinción que hace Linton entre pautas reales y pautas ideales.
119
Esto, al menos, en las sociedades no clasistas. En las sociedades clasistas hay normas que las clases
dominantes imponen a las mayorías, en contra de su sentir o de sus creencias.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 194
reducidas. Dejamos hasta acá, por ahora, las distinciones conceptuales que introduce
Meillassoux y que tendrán importantes implicaciones en la explicación de los procesos de
reproducción en sociedades con distintos tipos de economía, si bien luego se centrará en el
análisis de las sociedades agrícolas.
2. Parentesco. Por nuestra parte, queremos enfatizar una distinción que también se ha
hecho en la antropología, entre el "parentesco clasificatorio" -considerado por algunos autores
(como Service) como una forma de "parentesco político"- y lo que se ha llamado parentesco
"consanguíneo".
Proponemos que el parentesco clasificatorio, junto con otros arreglos estructurales
(como los sistemas de mitades u otras formas de afinidad) constituyen, en las sociedades
preclasistas, la forma como se representan las relaciones sociales de producción. En éste
sentido, su contenido real son básicamente las relaciones de producción. Pero también, como
representación superestructural valorativa de las relaciones sociales, permite definir normas de
apareamiento y filiación.
Esta equiparación analógica, en la representación superestructural, de dos clases
diferentes de vínculos sociales (las relaciones de producción y reproducción) se funda en la
práctica cotidiana del ser social: en la medida en que las unidades básicas de reproducción
tienden a coincidir con las unidades domésticas -entendidas éstas como unidades de
producción y consumo-, son fácilmente asociables en la inmediatez de la conciencia habitual.
En cada sociedad puede haber diversos grados de conciencia sobre la diferencia de contenidos
atribuidos a los términos del parentesco120.
Por otro lado, usaremos el concepto de parentesco genético para referirnos a los
vínculos bio-sociales resultantes de las relaciones reales de acoplamiento y filiación, con
independencia de cómo sean reflejadas en la conciencia social o normadas por el sistema de
valores. En consecuencia, el parentesco genético constituiría la base real del denominado
parentesco "consanguíneo", que supone nexos sociales dados por los vínculos biológicos que
requiere la reproducción. Y el cual, planteado claramente, no está determinado por los
ancestros genealógicos sino, más bien, éstos pueden adquirir vínculos sociales a través de los
apareamientos y distribución de su descendencia121.
Lo cual requería de precisar el uso de los términos de patrones de acoplamiento y
filiación para referirnos a la existencia real de tales relaciones, distinguiéndolas de las normas
o reglas de apareamiento y filiación. Donde éstas pueden guardar grados variables de
correspondencia con los patrones reales e incidir, también en diversa medida, en el
condicionamiento normativo de su realización. Sin olvidar que, en buena medida, tales normas
se realizan de acuerdo a los patrones reales de movilidad.
120
Y es muy posible que en muchos casos sea una diferencia explícita sin que los etnógrafos, imbuídos de sus
preconcepciones teóricas, se hayan percatado de ello.
121
Donde cabría observar, como ejemplo, que pese a los términos jurídicos actualmente usuales, no existen de
hecho hijos "ilegítimos". Ya que, en todo caso, los que se pueden ilegitimar son los padres. Igualmente, aunque
todo ocurre en un contexto social y exceptuando "niños de probeta", todos los hijos son naturales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 196
Desde el punto de vista teórico, éstas distinciones son necesarias y, desde el punto
de vista práctico de la investigación, es afortunado el hecho de que el prometedor desarrollo
de técnicas de investigación genética, aún incipientes, apunta a convertirse en una excelente
fuente de informaciones acerca del parentesco genético y de los patrones reales de movilidad,
apareamiento y colocación de la descendencia. Las cuales no son tan afectadas por las
concepciones subjetivas de los "informantes" arregladas, a su vez, por las preconcepciones de
los investigadores, como ha ocurrido con la teoría del parentesco en la etnología o
antropología122.
3. Redes de apareamiento. Otro concepto importante a tener en cuenta es el de red
mínima de apareamientos, acuñado por Wobst [1974] y que se refiere al número mínimo de
individuos que deberían integrar una población de supervivencia viable y que, en su caso,
establece en 519123. Por su parte Williams ha usado el término de closed connubium, para
referirse a la red de apareamientos, proponiendo que ésta fluctuaría entre un número mínimo
de 210 y hasta 1275 individuos, con una media de 600, constituida por "bandas mínimas" que
fluctuarían entre 25 y 75 integrantes124.
Desde luego, hay que tomar en cuenta las redes reales de apareamiento y no sólo la
mínima potencialmente viable. No obstante, éste último concepto tiene importancia para
evaluar las posibilidades reales de desplazamiento en los procesos de poblamiento, dado que
es necesario tomar en cuenta que la viabilidad de las nuevas ocupaciones dependerá de
mantener una "retaguardia" que permita sobrevivir a los grupos de poblaciones exploradoras o
colonizadoras.
4. Genotipos y fenotipos. Nos interesa retomar esta distinción tradicional en la
genética, con el fin de hacer énfasis en la interfase ineludible de lo biológico y lo social, a
nivel poblacional. Para la cual usaremos los términos de:
Composición genética, referida a la reserva de posibilidades de desarrollo biológico
contenidas en el "pool genético" y que está mediada socialmente por lo que enseguida
definiremos como estructura de la población. Lo que nos interesa destacar es que lo que se
queda y lo que se va eliminando del pool genético no obedece exclusivamente a los aspectos
biológicos de la microevolución, sino que lleva varios milenios siendo "filtrado" por normas y
patrones estrictamente sociales del comportamiento humano. Del mismo modo que diversos
eventos de flujo génico pueden ser concomitantes de relaciones sociales establecidas al
margen del interés de los grupos humanos respecto a la reproducción.
122
Por supuesto, nada garantiza la erradicación de posibles interpretaciones presentistas proyectadas por parte de
los investigadores.
123
Wobst obtiene esta cifra a través de un programa de simulación por computadoras, entre cuyas variables de
información incluye casos etnográficos. No hace una distinción entre cazadores pre-tribales y tribales, ni en los
térmitos de Testart: nómades sin almacenamiento y sedentarios o semisedentarios con almacenamiento (que
retomará Binford sin hacer referencia explícita a Testart). Por lo cual habría que ver si este promedio es
generalizable para cualquier sociedad.
124
Binford, por su parte, critica el "numero mágico" de 25 individuos para los grupos denominados "bandas
mínimas" y propone su propio número mágico: "I may argue that a local group capable of sustained subsistence
procurement tasks would be composed of approximately 20,47 persosn". [Binford 2001: 233] Este, por supuesto,
no debe ser considerado especulativo, sino resultado de la verdadera "buena ciencia ".
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 197
125
Ver el concepto acuñado por Mario Sanoja [1984] y Vargas [1986].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 198
126
En un antiguo texto [Bate 1978: 28] usamos el concepto de género de vida, para referirnos a estas actividades:
tomamos el concepto de Schtiuka, quien recopila varias definiciones similares de autores soviéticos, como la de
un Diccionario Filosófico, que dice:"El género de vida son las condiciones materiales y culturales en que
transcurre la vida del hombre fuera de su actividad directamente productiva y socio-política; son las condiciones
de satisfacción de las necesidades de alimentación, vestido, vivienda, descanso, distracciones, conservación de la
salud, etc." [en: Schtiuka 1971: 10]
127
Sanahuja [2002] también incluye las actividades orientadas a disponer de los muertos.
128
Y no sólo "biológicamente viables".
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 199
129
De alguna manera, conforman lo que se ha llamado familia. No obstante, el origen del témino nos remite a la
esclavitud grecolatina (famulus=esclavo; familia=conjunto de esclavos) y otorga al concepto un sentido que no
corresponde en absoluto a su contenido real en sociedades pre-clasistas. Y, estrictamente hablando, tampoco al de
las sociedades modernas, en las cuales el término se usa con profusión.
130
Se apreciará que el lugar de residencia es una otra variable, que puede no coincidir exactamente con el
espacio de la unidad doméstica o de reproducción a las que se integran los individuos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 200
131
Aunque no lo cita explícitamente, es obvio que Binford toma como base la distinción de Testart cuando se
refiere a la reducción de la movilidad y el almacenamiento como factores de surgimiento de las sociedades
"complejas".
132
Para la discusión de ésta y otras propuestas, así como las del autor, recomendamos el excelente trabajo de
tesis doctoral de Ermengol Gassiot [2000].
133
Salvo, tal vez, cuando se han basado en información empírica proveniente de la observación de sociedades
del mismo tipo, pero no serían generalizables.
134
Ver la distinción que hace Sanoja [1981] entre vegecultores y semicultores.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 201
Es pertinente esta aclaración, por cuanto varios de los autores que han hecho aportes
a la conceptualización de la reproducción, no hacen esta distinción o la establecen de acuerdo
a otras variables. De alguna manera, ha prevalecido la idea de que todas las sociedades
cazadoras, más "simples" o más "complejas", habrían antecedido, en términos evolutivos, a las
sociedades tribales. Donde éstas últimas se desarrollarían sobre una base agraria.
Coincidiendo, más o menos aproximadamente, con la propuesta general de Service [1962].
En el caso de Meillassoux, usa el término de "hordas" para referirse a las sociedades
cazadoras recolectoras y las distingue de las "comunidades domésticas", basadas en la
producción agroartesanal135. Habría que pensar que algunas de las características del papel del
parentesco que atribuye a las comunidades domésticas agrarias, podrían darse también entre
cazadores recolectores tribales. Otros autores, como Wobst, Williams o, por supuesto, el
mismo Service tampoco hacen distinciones en la caracterización general de las sociedades
cazadoras recolectoras. Sahlins no hace distinciones ni entre éstas y las comunidades
agropecuarias. Y Godelier [1974] tiene razón cuando critica la imprecisión e indeterminación
histórica del concepto de tribu entre los neoevolucionistas.
Nuestra distinción difiere también de la de Testart quien establece una primera
diferencia entre cazadores recolectores nómades sin almacenamiento y sedentarios o
semisedentarios con almacenamiento. Que luego explica en términos de diferentes relaciones
sociales de producción a las que, sin embargo, no caracteriza sobre la base de los contenidos y
formas de la propiedad, sino a través de las relaciones de distribución. Donde los últimos
conformarían ya una sociedad clasista, reservando sólo para los primeros el concepto de
comunismo primitivo. Por lo pronto, es perfectamente posible que una comunidad de
cazadores recolectores tribalizados no requiera de realizar la gran inversión que implica la
conservación para el almacenamiento, si es que su economía no depende de las migraciones
estacionales en grandes cantidades de especies marinas o terrestres, como ocurre en las altas
latitudes del hemisferio norte136. Es nuestra opinión la de que la primera sociedad tribal,
135
En cuanto al modo de producción, señala que "...es posible distinguir dos tipos primarios de economía
agreste, según que la tierra sea objeto de trabajo o medio de trabajo" [ob. cit.: 28]. Donde la diferencia cualitativa
entre la tierra (el medio natural) como objeto o medio de trabajo obedecería a que, en el segundo caso "...la tierra
como medio de trabajo, [ha sido] transformada en productiva mediante una inversión de energía" [ídem: 56].
No concordamos con ésta distinción: la tierra (o el medio natural) siempre es objeto de trabajo,
permanezca "natural" o sea transformada. Del mismo modo que un cuero curtido (a través de bastante energía del
trabajo invertido en la piel del animal) no deja de ser el objeto de trabajo para la producción de vestimenta o
calzado por el hecho de ser producto de procesos de trabajo previos. Así, gran parte de las tierras cultivadas en la
región andina son producto del trabajo humano acumulado históricamente a través de incontables generaciones,
que produjeron obras de retención y distribución de las escasas pero torrenciales lluvias que, de otro modo,
arrasaban todo dejando a su paso quebradas pedregosas y secas, en su fugaz carrera hacia el mar. Pero esas
fértiles tierras, obras del trabajo humano, siguen siendo objetos de trabajo en la producción agraria.
La distinción reside, en este caso, en el hecho de si los objetos fundamentales de trabajo constituyen o
no contenidos de la propiedad comunal.
136
Hay que decir que Testart menciona de paso esta posibilidad, aunque funda toda su explicación en las
repercusiones de la sedentarización y el almacenamiento que imponían las arribazones o migraciones
estacionales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 202
aldeana, con muy buena cerámica, textilería de telar y agricultura incipiente137 en Sudamérica
-que conocemos como la "cultura Valdivia" de Ecuador- no requería gran inversión de fuerza
de trabajo en la preservación y almacenamiento de alimentos, en la medida en que había una
disponibilidad permanente de especies marinas. El mar era un verdadero "almacén viviente"
(livestock) del cual se podían obtener presas frescas en cualquier época del año.
Desconcertante en la obra de Testart es su interpretación de la división sexual del
trabajo [1986]. Su planteamiento está mucho mas allá de las interpretaciones usuales basadas
en las restricciones del embarazo y la lactancia como condicionantes de las actividades
femeninas, las cuales analiza y refuta una por una. Lo insólito es que su interpretación se
apoya en la hipotética existencia138 de un mito generalizado entre los cazadores recolectores
que establecería una interdicción entre la sangre menstrual y la sangre escurriente de las presas
de caza, que despliega en una serie de complejas y (aparentemente) lógicas implicaciones. El
problema elemental consistiría en explicar por qué se generalizaría tal mito entre todas las
sociedades cazadoras, sin distinciones de modo de producción. Cuestión que Testart no
cuestiona, relegando lamentablemente su muy elaborada teoría a un idealismo básico e
innecesario.
Ahora bien, sobre la articulación entre las relaciones de producción y reproducción,
Estévez y Vila [1998] plantean una interesante propuesta en cuanto a que la contradicción
fundamental del modo de producción cazador recolector139, se establecería entre las relaciones
sociales de producción y las relaciones sociales de reproducción. El argumento se basa en la
consideración de que si, en efecto,
a) las relaciones de producción -que se manifiestan en la esfera del intercambio como
relaciones de reciprocidad- se corresponden con la necesidad de resolver la precariedad
estructural de las fuerzas productivas. Y si
b) tal precariedad obedece a la falta de control directo de la reproducción de las
especies biológicas básicas para la alimentación; los ciclos producción-consumo son breves y
no interrumpibles; no hay preservación ni almacenamiento de alimentos; se desarrollan
estrategias económicas que limitan la sobreexplotación de los recursos. Por lo cual la
reciprocidad viene a resolver el riesgo previsible de carencias vitales pero, a su vez, genera
mecanismos conservadores que mantienen la precariedad que la hace necesaria.
137
Jorge Marcos, el colega que ha trabajado el sitio de Real Alto, opina que la aldea basaba su economía
principalmente en la caza, pesca y recolección marina y que los aún reducidos cultivos de frijol y maíz eran una
manera de "acercar la recolección al espacio doméstico de residencia".
138
Que apoya en una amplísima bibliografía etnográfica que no tiene nada que envidiar a la base de datos de 339
casos con que Binford [2001] nos impresiona reiteradamente.
139
En este caso, se están refiriendo a cazadores recolectores pre-tribales, en el sentido en que acá lo hemos
planteado, pues se apoyan en la caracterización del modo de producción que hemos propuesto para estas
sociedades [Bate 1986]. Por lo visto, no consideran la existencia de cazadores recolectores con otro modo de
producción cuando dicen: "Aunque el estudio de las sociedades cazadoras recolectoras con registro etnográfico
nos permite analizar formaciones sociales que han conseguido equilibrar el sistema de manera conservadora,
entender cómo se desarrolló en su origen, la dialéctica que ha seguido la contradicción producción-reproducción,
el proceso de crisis (la contradicción máxima) y su salto cualitativo a otro sistema (agrícola/pastoril) sólo
podemos hacerlo a través de la Arqueología" [ob.cit.: 195, cursivas nuestras].
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 203
141
Corresponderían aproximadamente a lo que Binford [1988] denomina "complejos situacionales.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 205
fragmentación del grupo para extenderse a nuevas áreas, el desarrollo de nuevas tecnologías
de uso de los recursos, nuevas formas de organización social o la autorregulación del tamaño y
estructura de la población por medio de la manipulación de la tasa de natalidad y mortandad,
principalmente de los recién nacidos, en el seno del grupo reproductivo o población
biológica142.
La reproducción biológica de una población depende de numerosos factores naturales
que pueden dividirse en dos grupos. Los primeros se refieren a las condiciones ambientales: el
clima, la geografía, la disponibilidad de agua, la composición, diversidad y distribución de la
comunidad animal y vegetal, principalmente. Estos factores pueden llegar a constituir límites
para el crecimiento de una población. Sin embargo, si cualquier población animal o vegetal
dependiera de los limitantes ecológicos para regular su población, el sistema entero sería
demasiado inestable, debido a que los factores límite solo operan cuando la población ha
rebasado, efectivamente, la capacidad de carga del medio, ocasionando una crisis ambiental.
Las fluctuaciones importantes del medio, como sequías y otros cambios climáticos también
conducen a situaciones de crisis, de modo que los factores ecológicos difícilmente pueden
considerarse como los principales determinantes del tamaño de una población a lo largo de su
historia, aunque es posible que influyan por períodos muy específicos de tiempo en la
composición general de las comunidades ecológicas.
El segundo grupo de factores biológicos se refiere a las características
reproductivas de los organismos mismos, se trata de variables como la capacidad
potencial de reproducción, el inicio de la vida reproductiva, los tiempos de embarazo
y crianza de los vástagos, las características de las parejas reproductivas, si son
temporales o permanentes, si el macho participa en los cuidados de la descendencia,
la cantidad de hijos por alumbramiento, etc.
En el caso de los seres humanos, durante el transcurso de la evolución se han modelado
las principales características reproductivas de la especie. Esto ocurrió, originalmente en
ambientes tropicales que han marcado muchas de nuestras características biológicas. La
familia de los homínidos se originó en los bosques tropicales de África, en un período
geológico de mayor humedad y relativa estabilidad climática. En esos bosques existía una
relativa abundancia de recursos alimenticios distribuidos de manera más o menos homogénea
a lo largo del año. Estas condiciones propiciaron el desarrollo de un patrón reproductivo
cercano a la llamada “estrategia K”, de la teoría de ecología de poblaciones de Wilson y
MacArthur [ver Gould 1977], en la que se muestra una tendencia a reducir el número de
vástagos, teniendo un solo descendiente por parto, espaciando el tiempo entre partos y
prolongando el período de cuidados maternos (infancia prolongada). Bajo estas condiciones,
los principales factores limitantes biológicos del tamaño de una población de homínidos son la
duración de la vida reproductiva de las hembras, la cantidad de hijos que pueden procrear en
este período y la capacidad del grupo para que la mayor cantidad posible de hijos lleguen a la
edad adulta.
142
Puede verse la discusión sobre las categorías bio-sociales de población y configuración demográfica en
Terrazas, 2001.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 206
143
Para autores como Sahlins, Wobst o Gilman ese sería un factor limitante de los sistemas de relaciones de
reciprocidad que limitarían el tamaño de las comunidades, aunque hemos argumentado que esta restricción no
tiene un carácter necesario [Bate 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 208
se piensa que con el nuevo niño la madre podría descuidar al mayor. También en grupos con
mucha movilidad a lo largo del territorio se trata aumentar el espacio de tiempo entre
nacimientos, de modo que la madre solo tenga que cargar a un nuevo hijo cuando el mayor
pueda andar por sí mismo. Se puede intentar resolver estos problemas mediante la interrupción
del embarazo de manera intencional, promoviendo la expulsión del producto mediante
sustancias, posiciones y presión sobre el abdomen, o bien de manera no intencional, mediante
el maltrato físico y emocional y la subalimentación de la madre. Sin embargo, estas prácticas
suelen poner en riesgo a la madre, por lo que es poco probable que hayan sido practicadas con
demasiada frecuencia en grupos prehistóricos144.
Una vez que ha ocurrido el parto, si el infante sobrevive entran en juego otras prácticas
tendientes a evitar un embarazo demasiado pronto. En un primer momento, se establece una
cuarentena mientras la madre se recupera físicamente del parto. Posteriormente, la amenorrea
puede prolongarse mediante el mantenimiento de la lactancia durante períodos de tiempo que
pueden ir de unos pocos meses hasta unos 30 meses en algunas sociedades contemporáneas
[Williams 1974: 21]. De acuerdo con los cálculos de Williams, el mantenimiento de las prácticas
de control de la natalidad arriba descritas pueden ayudar a mantener el equilibrio de la
población, aunque por sí solas resultan insuficientes, por lo que se hace necesario tomar en
consideración otros factores de regulación que incluyen las muertes naturales y el infanticidio.
Aparentemente, el principal mecanismo de control sobre la configuración demográfica
en cazadores recolectores lo constituye el infanticidio, más comúnmente de mujeres recién
nacidas. Este mecanismo opera reduciendo de manera directa el número de niños del grupo y,
de manera indirecta, al eliminar a una futura reproductora más. De acuerdo con los criterios
de Williams [op. cit.], la muerte del 12% de las niñas recién nacidas sería suficiente para
establecer un equilibrio estable de la población de una banda145.
Como concluyen Harris y Ross su capítulo sobre "Population regulation among early
human foragers":
To sum up: by analogy with contemporary foragers, the low average rates of
population growth throughout most of prehistory were a consequence of limited
food production capacities associated with hunting and gathering as a mode of
production. It was achieved by a combination of culturally mediated controls over
both birth and death rates. These controls dampened or amplified biological
processes such as spontaneous abortion, age specific mortality, onset of menarche
and menopause, and lactational amenorrhea, in conformity with fluctuations in the
cost and benefits of rearing children under technoeconomic and ecological
conditions. The notion that during prehistory human foraging populations were
144
Puede verse la impresionante revisión etnográfica en Devereux 1967.
145
Harris y Ross citan el artículo de Schrire y Steiger quienes, usando modelos de simulación, sugieren que
una tasa de infanticidio femenino sobre el 8 % llevaría a la población a una extinción genocida, concluyendo
que con ello refutarían el infanticidio femenino sistemático como un posible mecanismo de control del
tamaño de la población. Harris y Rosen comentan que,más bien, lo que dichos autores realmente han
demostrado es su extrema efectividad como mecanismo de control de población. [1987: 32-33]
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 209
regulated solely by "natural" birth an death rates belongs in the intellectually trash
heap alongside the idea that humankind once lived in a "state of nature". [ob. cit.:
34-35]
146
Ver Bate y Terrazas [2002].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 210
interrogantes para poder servir como guía en las investigaciones sobre la prehistoria del
continente americano.
Los modelos también deberían brindar pistas sobre las causas de la distribución de
la diversidad morfológica y genética de las poblaciones que ocupaban el continente americano
hasta antes del contacto con las sociedades europeas. Esta conformación obedece a una
diversidad de causas, entre las que se cuentan las migraciones originarias y otras posteriores,
pero también intervienen de manera notable los fenómenos microevolutivos ligados a la
selección natural en ambientes locales, así como a los efectos de la deriva génica, las
diferencias de tamaño de las poblaciones ancestrales, los cambios demográficos concretos en
cada grupo social, etc.
Todavía estamos lejos de tener los referentes empíricos necesarios para formular un
modelo con el grado de complejidad requerido para cumplir con las condiciones esbozadas
anteriormente. Sin embargo, es posible hacer algunas consideraciones preliminares con
respecto a las características bio-sociales de grupos tempranos de cazadores recolectores
pretribales posteriores al primer poblamiento. Tal es el caso de las poblaciones que ocupaban
el continente hacia el 11,000, tanto en Norteamérica como en Sudamérica. Para esta época se
observan en el registro arqueológico y antropofísico particularidades importantes que pueden
ayudarnos a formular hipótesis sobre sus patrones de producción económica y reproducción
biológica.
Podemos proponer un ejemplo muy general a partir de algunas pautas características
de las llamadas culturas del "paleoindio" de Norteamérica.
conjuntos con puntas de proyectil foliáceas y se debe aceptar la existencia, desde antes del
paleoindio, de industrias con puntas de proyectil triangulares (Cactus Hill, Meadowcroft). Y
no se ha considerado, con la documentación empírica adecuada, a conjuntos poco
especializados tipológicamente que serían difíciles de identificar dada su escasa definición
formal pero que, para Sudamérica, han dado lugar a la identificación del que denominamos
"modo de vida de los cazadores del trópico americano". Y que si, como suponemos, es una de
las poblaciones tempranas de América, debió generar registros de su presencia en la América
septentrional. En suma, como señalan Bryan y otros autores, para los tiempos de Clovis, éstos
no eran la única población que ocupaba Norteamérica, ni el continente austral que para
entonces ya estaba habitado por otras diversas poblaciones.
Las industrias líticas del complejo El Llano han sido ampliamente estudiadas en
Norteamérica por lo que es posible hacer algunas generalizaciones sobre el modo de vida de
los grupos humanos fabricantes de las industrias Clovis:
La mayoría de los sitios del paleoindio temprano se encuentran en las grandes
llanuras norteamericanas. En parte esto de debe a un sesgo en las investigaciones, pero el
hecho es que en esa gran región se produjo un importante poblamiento, caracterizado no solo
por sus puntas de proyectil, sino por un modo de vida en el que se explotaron los recursos de
las llanuras, con la complementación de recursos provenientes de otras regiones. En las
grandes planicies los grupos Clovis se dedicaron a la explotación de recursos relativamente
poco diversos, a través de la caza de grandes mamíferos como el mamut, el bisonte y, en
menor medida, el berrendo. Sin duda los recursos vegetales fueron de gran importancia para
estas poblaciones, aunque es poco lo que se conoce al respecto debido a que prácticamente no
se han realizado estudios de polen o restos vegetales en sitios del paleoindio temprano. Sin
embargo, podemos suponer, en base a lo que sabemos del ambiente de la época, que los
productos vegetales recolectables se caracterizan por encontrarse dispersos en las llanuras y
por tener una distribución altamente estacional. Tanto la caza como la recolección el las
grandes planicies es poco predecible de un año para otro.
Por otra parte, se han estudiado algunos sitios importantes en los límites de las
planicies, en áreas de pié de monte y regiones montañosas. Se trata principalmente de áreas de
explotación de materias primas líticas, aunque también existen algunos posibles campamentos
base y sitios de matanza. La mayoría de los hallazgos son simples puntas de proyectil
acanaladas encontradas en superficie. Generalmente se ha supuesto que estos sitios
representan especializaciones de los grupos Clovis a los ambientes montañosos, pero nos
parece más probable que se trate de sitios relacionados con grupos de las llanuras que han
establecido extensas redes de complementación económica mediante las cuales obtienen
recursos distantes y explotan diversos medios para complementar los recursos disponibles147.
En las regiones montañosas, los recursos son más diversos: se puede cazar el borrego
cimarrón, el venado y posiblemente el bisonte, el mastodonte y hasta el mamut; la vegetación
es más diversa y de alta productividad y tanto la fauna como la flora siguen patrones anuales
147
Aún cuando Frison supone que la explotación de los llanos y del pié de monte y montaña requerían de
estrategias de subsistencia excluyentes [Frison 1990: 25].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 212
más predecibles. A pesar de la visión tradicional de una dieta monótona, es lo más probable
que los grupos Clovis explotaran un amplio espectro de recursos animales y vegetales.
Durante el invierno seguramente se requería refugio y en algunas áreas se
depositaban almacenes de comida que debían ser consumidos durante los meses de frío. Estos
depósitos requerirían de la participación colectiva de numerosas personas durante períodos
cortos de tiempo. También algunas estrategias de caza suponían la concentración de
numerosos grupos de cazadores durante períodos cortos de tiempo [ver Frison 1990].
Patrones poblacionales.
Ahora bien, suponemos que los patrones esbozados aquí implican que la organización de la
producción requiere de una baja tasa de densidad de la población a lo largo del territorio,
aunque la misma tenga la posibilidad de agruparse bajo determinadas condiciones en
comunidades mayores.
Todo indica que durante el período paleoindio el Continente americano ya se
encontraba extensamente poblado por grupos humanos técnicamente diferenciados y que
conformaban poblaciones relativamente aisladas, dispersas en extensos territorios, pero que
posiblemente mantenían redes de apareamiento que permitían cierto flujo génico entre las
poblaciones. Conocemos poco sobre las características físicas de los habitantes de
Norteamérica del período Clovis: los principales restos óseos de este período son los de
Anzick, en Montana, Arlington Springs, en California, Buhl en Idaho, Fishbone Cave en
Nevada, Marmes en Washington y Mostin en California. Son muy pocos materiales óseos para
caracterizar a las poblaciones tempranas de toda Norteamérica, por lo que pensamos que
todavía es prematuro hacer cualquier generalización sobre bases tan endebles. La antropología
molecular ha hecho grandes avances en los últimos años en la gigantesca labor de caracterizar
a las poblaciones americanas y esperamos que con el tiempo las bases de datos permitan
detectar patrones históricos y microevolutivos de mayor interés. En cuanto al estudio genético
de restos antiguos, las investigaciones todavía son demasiado preliminares como para poder
determinar su importancia real.
Las pautas de distribución de las evidencias arqueológicas y paleoambientales
permiten suponer que las poblaciones durante el paleoindio temprano eran abundantes, pero se
encontraban dispersas en extensos territorios que eran explotados por grupos reducidos que
solo se concentraban ocasionalmente con el fin de realizar actividades colectivas, entre las que
debió destacar el proceso de encontrar pareja.
El territorio explotado en términos económicos era extenso y poco poblado, por lo
que resultaría difícil encontrar pareja dentro de los límites del mismo. De este modo, se habría
hecho necesario establecer redes de apareamiento mucho más extensas, manteniendo un
patrón exogámico que posibilitara el intercambio de parejas entre bandas distantes. Esta
estrategia también permitiría mantener alianzas con grupos lejanos, a través de las cuales se
podían estructurar las amplias redes de complementación económica o de intercambios, por
medio de las cuales obtenían recursos de otras regiones.
Sobre el modo de reproducción en sociedades pre-tribales. 213
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148
Publicado en 1998 por Editorial Crítica, Barcelona, bajo el título de El proceso de investigación en
arqueología.
149
Formación social, modo de vida y cultura son conceptos que aluden a las distintas dimensiones de la
existencia de una sociedad concreta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 218
Introducción.
1. Cuestión de enfoques. Desde los destacados trabajos de J. Steward y A. Radcliffe-Brown,
publicados en los años 30 del siglo pasado, los estudios etnográficos sobre sociedades
cazadoras recolectoras se han realizado bajo dos orientaciones explicativas generales básicas.
Unos enfatizan los factores ambientales y otros los factores estructurales de la sociedad
misma. Como reseñan Lee y Daly, en la Introducción a The Cambridge Enciclopedia of
hunters and gatherers:
It is worthy of note that theories of band organization have continued to be dominated
by these two alterantive paradigms: an ecological or adaptationist approach which
relies on material factors to account for forager social life, and a structural approach
which sees kinship, marriage, and other such social factors as the primary
determinant.
Acotando en seguida que:
The two approaches are by no means incompatible, and although the two tendencies
are still discernible in hunter-gatherers studies, many analists have posited a dialectic
of social and ecological forces in the dynamic of forager life...[Lee & Daly 1999: 8]
También en la arqueología, tales aproximaciones aún se distinguen marcadamente en
los estudios sobre cazadores, predominando los enfoques ambientalistas. Es el caso de la
reciente obra de Binford [2001], quien mantiene su distinción entre los aspectos "funcionales
internos" de las sociedades cazadoras-recolectoras y la causalidad explicativa de los procesos
sociales que residiría necesariamente en factores "ecológicos externos", donde la conexión
entre ambos no es propiamente "dialéctica". Por diversas razones, los enfoques
adaptacionistas y ambientalistas predominan entre los pocos investigadores que han superado
las viejas concepciones particularistas históricas o histórico culturales, como es el caso en los
ámbitos académicos sudamericanos, por ejemplo150. También está presente en obras de
síntesis sobre los cazadores recolectores europeos [p.e., El poblamiento paleolítico de Europa de C.
Gamble].
150
Ver Bate y Terrazas 2002a.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 219
151
La "buena ciencia", como presumirá reiteradamente Binford [ob.cit. : 48, 50 ] y que, por supuesto, es la que
él hace.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 220
152
Mayores son nuestras diferencias con este autor en lo que se refiere a las relaciones entre la base material de
la sociedad y las superestructuras.
Quiero aclarar que el hecho de que haga algunas afirmaciones en el plural de la primera persona se debe
a que participo de una posición teórica compartida con otros colegas iberoamericanos. Aunque ninguna posición
teórica es compartida de manera idéntica, homogénea y total por todos los investigadores que la sustentan, de
manera que asumo la responsabilidad por las afirmaciones acá vertidas.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 221
social, respecto a las siguientes. Pero habría que definir criterios para distinguir la emergencia
de las primeras estructuras sociales respecto a las formas de organización de los homínidos
históricamente antecedentes. O, si fuera el caso, buscar explicaciones acerca de formas de
organización social precedentes a lo que estamos denominando formaciones pre-tribales.
De hecho, no tengo una respuesta para ello, pero creo que hay diversos aportes básicos
que permiten enfrentar el problema. En cuanto a los criterios de demarcación, en lo general,
resultan fundamentales las distinciones conceptuales planteadas y discutidas por Tim Ingold
[1986], por ejemplo, entre extracción y apropiación, forrajeros-predadores y cazadores-
recolectores, territorialidad y tenencia, etc. Por otra parte, pienso que un enfoque adecuado
para explicar los procesos de desarrollo que condujeron a tal cambio, crucial para nosotros, es
la propuesta de Terrazas [2000] sobre la teoría de la coevolución. Y supongo que este cambio
debió representar una interrupción de la gradualidad del proceso evolutivo de los homínidos
antecesores del sapiens sapiens. Es decir, entre el gradualismo filético del evolucionismo
darwiniano tradicional y la teoría del equilibrio puntuado de N. Eldredge y S. J. Gould [1972]
me inclino abiertamente por ésta última.
Creo que se puede afirmar que la categoría de formación social pre-tribal de cazadores
recolectores es aplicable, al menos, a las sociedades de sapiens modernos que desarrollaron el
paleolítico superior europeo, así como a las que, por otro lado, poblaron el continente
americano. Si bien Ramos Muñoz [1999] sostiene razonablemente que ya los neandertales del
paleolítico medio presentaban atributos atribuibles a una formación social cazadora
recolectora. Aunque, en este sentido, hay que considerar que la prehistoria europea es un caso
particular. Por un lado, como he sostenido antes, la secuencia de Paleolítico Inferior-Medio-
Superior no tiene validez universal153 y, por otro, el sapiens neanderthalensis fue un callejón
sin salida en la evolución humana y no es el antecesor del sapiens sapiens. Es claro que la
vieja hipótesis de la "fase neandertal" no se sostiene, si bien la alternativa hipótesis del
reemplazo debe ser matizada en tanto no constituyó necesariamente, en todas partes, un
evento catastrófico y, aparentemente, neandertales y hombres modernos coexistieron por
algún tiempo.
El problema principal es que aún no disponemos de hipótesis medianamente claras y
empíricamente sustentables acerca de las formas de organización de los neandertales
portadores del paleolítico medio y sólo se han debatido aspectos parciales del tema. Así, a
manera de ejemplo, el factor distintivo del surgimiento de relaciones sociales, según Ingold
[ob.cit.], sería la emergencia de la conciencia, la cual se asocia necesariamente al desarrollo del
lenguaje. Y aún cuando se ha discutido incluso acerca de las capacidades fonéticas de los
neandertales para emitir un lenguaje articulado, no cabe duda de que tuvieron las formas de
comunicación necesarias para sustentar las funciones cognitivas que implica, por ejemplo, la
ejecución de las secuencias operacionales que permitieron desarrollar las sistemáticas de
153
En el trabajo preparado para la exposición de una conferencia introductoria de la mesa sobre Paleolítico en
las VI Jornadas de Arqueología Andaluza, busqué mostrar que la secuencia Paleolítico Inferior-Medio-Superior
(así como la secuencia general en que se inscribe) no es generalizable mucho mas allá de Europa [Bate 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 222
astillamiento lítico para la producción de los núcleos, lascas, láminas y puntas levallois154.
Tenían, por lo tanto, un código de memoria y la posibilidad de transmitir
"extragenéticamente" modelos culturales simbólicamente representados. Esto, aún cuando no
hubieran necesitado cerrar los sistemas de relaciones sociales, que es lo que se ha propuesto
que se manifestaría en el desarrollo de estilos culturales regionales -como expresión de
identificaciones grupales- durante el paleolítico superior [Wobst 1974 y 1976; Gilman 1984, entre
otros].
Acá sólo dejamos planteado este problema, que queda abierto a la discusión orientada
a la generación de propuestas explicativas más precisas.
El modo de producción.
Proceso productivo.
Comenzaremos por el análisis del proceso productivo, pues en torno a él se establecen las
relaciones fundamentales que cualifican a la organización social y la distinguen de otros tipos
de sociedades. Se trata de las relaciones sociales de producción, que se corresponden con el
desarrollo de las fuerzas productivas y se definen a través de las relaciones de propiedad que
los agentes de la producción establecen sobre los elementos del proceso productivo.
Fuerzas productivas.
En primer lugar, me referiré a la composición cualitativa de las fuerzas productivas.
Distinguiré, entre las diversas actividades laborales que integran el proceso
productivo: a) obtención de alimentos, b) producción de instrumentos, c) apropiación de
insumos no alimenticios (materias primas líticas, leña, etc.), d) trabajos de mantenimiento155
y, e) otros (vestimentas, ornamentos, representaciones rupestres, etc.). Propongo que las
relaciones sociales fundamentales de producción en las formaciones pre-tribales se establecen
básicamente en torno a la obtención de alimentos.\
Los procesos de trabajo orientados a la obtención de alimentos se caracterizan por:
a] Una tecnología de apropiación, que implica que la sociedad no invierte fuerza de
trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies que constituyen la
base de la alimentación156. Los objetos de trabajo en los procesos de captura (caza, pesca) o
recolección -como en los de apropiación de insumos no alimenticios- son recursos naturales.
b] Los ciclos producción-consumo son breves y necesariamente continuos. Los
alimentos obtenidos son consumidos antes de que se descompongan perdiendo su valor de uso
154
Si bien es cierto que, como ha mostrado Böeda [1988 y 1990], hay diferencias en la conceptualización del
espacio y la organización de las acciones que implica la técnica de láminas levallois y las del paleolítico
superior.
155
Retomo esta distinción analítica explicitada por los colegas de la Autónoma de Barcelona [P. Castro et al.
1998; Mº E. Sanahuja 2002] que es más precisa y explícita que los conceptos de "servicios" o "conductas de
curaduría".
156
En este sentido, el concepto de apropiación se opone al significado restringido de producción de alimentos, a
través de técnicas de cultivo y domesticación. No obstante, los procesos de trabajo apropiadores forman parte del
proceso productivo general.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 223
como alimentos. Lo que obliga de manera más o menos inmediata a realizar nuevos procesos
de trabajo apropiador de alimentos. En este sentido, los ciclos producción (apropiación)-
consumo no se pueden interrumpir.
c] El sistema de vida es nomádico, es decir, la población humana se desplaza
periódicamente en torno a la disponibilidad espacio-temporal de los recursos naturales.
d] No hay preservación ni almacenamiento de alimentos. Esto no se debe a un
desconocimiento o imposibilidades técnicas sino, en parte, a la misma vida nomádica y , por
otro lado, está condicionado por las relaciones sociales de producción.
e] Hay una tendencia -posiblemente resultado del aprendizaje histórico- a la no
sobreexplotación del medioambiente. En la medida en que no se controla la disponibilidad de
los recursos, se tiende a prevenir su escasez o la extinción de algunas especies importantes
para la dieta. Seguramente no hay un cálculo de la "capacidad de carga" del medio y el
margen de reserva puede ser bastante variable157.
Esta serie de factores condiciona lo que he denominado precariedad estructural de las
fuerzas productivas, en el sentido de que cualquier circunstancia que interrumpa la
continuidad necesaria de los ciclos producción-consumo pone materialmente en riesgo la
sobrevivencia, dado que no hay reservas permanentes de alimentos158.
Hay que señalar que las actividades de producción de instrumentos, producción de
bienes de consumo no alimenticio y, en parte, los trabajos de mantenimiento, no son
actividades apropiadoras. De hecho, los objetos de trabajo, en estos casos, son resultados de
procesos de trabajo previo; contienen, por lo tanto, valor trabajo objetivado en ellos (trabajo
pasado). Los objetos de trabajo son materias primas, productos semielaborados o elaborados
que derivan de los trabajos de obtención de alimentos o de la apropiación de insumos no
alimenticios. Es el caso de las pieles, huesos, astas o tendones que se pueden incorporar en la
producción de vestimentas, de instrumentos de talla o como amarras; de las piedras
recolectadas y preformadas como matrices para la confección de instrumentos (cuchillos,
raederas) o partes de ellos (raspadores, puntas de proyectil); de la leña o los utensilios que se
usan para cocinar o calefaccionar, etc.. Además, por lo que se refiere a los trabajos de
mantenimiento, con o sin la mediación de instrumentos específicos, en algunos de ellos, el
satisfactor de necesidades es el trabajo mismo, como trabajo vivo (p.ej., cuidado y
socialización de los infantes).
157
En este punto, como en el anterior, puede haber excepciones más o menos coyunturales.
158
Sahlins, contestando a la imagen de sobrevivencia dramática de estas sociedades sostenida en algunas
versiones del viejo "marxismo oficial", contrapuso el concepto de "sociedades de la abundancia" (affluent
societies). Si bien las sociedades cazadoras recolectoras generaron soluciones que permitían controlar el riesgo
de carencias vitales, tampoco se trata propiamente de sociedades de "abundancia". Por lo que he opuesto el
concepto complementario de precariedad de la economía, como condicionante de los mecanismos de
reciprocidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 224
159
En este sentido, las fuerzas productivas se refieren al rendimiento promedio de la fuerza de trabajo en las
condiciones históricas de cada sociedad.
160
Descriptivamente, se presentarían a la observación como lo que este autor [Binford 1988] ha denominado
"complejos situacionales".
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 225
Cabe agregar una forma de organización que también pudo contribuir tanto a la
elevación de la productividad media del trabajo como al manejo del riesgo de carencias,
consistente en la segmentación de la comunidad orientada a una "división geográfica del
trabajo". Esto conlleva la conformación de segmentos comunales complementarios
(articulados necesariamente en torno a una red de intercambios) que permitirían cubrir la
explotación de los diversos recursos del territorio no sólo en los momentos de mayor
productividad natural y ampliar, además, las posibilidades de diversificación.
Antes de entrar a analizar las relaciones sociales de producción, conviene ver un par
de puntos que también condicionan y son expresión de la composición cualitativa y el grado
de desarrollo de las fuerzas productivas. Estos se refieren a las formas de división del trabajo
y a las formas de organización socio-económica.
Al mencionar la organización socioeconómica de las comunidades pre-tribales, me
refiero a las formas de agrupación que han sido consideradas como típicas de las sociedades
cazadoras recolectoras "en general"161.
Por lo pronto, consideraré como unidad básica para el análisis de las relaciones
sociales a la unidad doméstica. Entiendo que la unidad doméstica es básicamente una unidad
económica de producción y consumo. Secundariamente, y también por razones económicas,
tiende a coincidir físicamente, en diversos grados, con las unidades de reproducción y de
residencia. Su regla de composición es que tiende a integrar las distintas posiciones en la
división del trabajo, asignadas socialmente de acuerdo al género y la edad. El hecho de que la
consideremos una unidad básica de análisis no significa que pretendamos explicar el modo de
producción de la sociedad, al estilo de Sahlins [1977], extrapolando las relaciones internas de
la unidad doméstica. Mas bien, al contrario: el modo de producción sólo se puede explicar
como el funcionamiento económico de la totalidad social, que condiciona las características y
prácticas de las unidades domésticas.
El siguiente nivel de agregación está conformado por una agrupación de unidades
domésticas en lo que, según los autores, se ha denominado banda (Steward, Service), horda
(Radcliffe-Brown, Meillassoux) o compañía (Gallardo, Gibson), destacando cada uno el tipo
de nexos en que se basarían dichas agrupaciones. Así, por ejemplo, tanto Radcliffe-Brown
como Service ponen énfasis en los vínculos de parentesco (kinship), mientras Meillassoux o
Gibson destacan las relaciones de adhesión laboral. En otro lado he mencionado el afortunado
uso descriptivo del término "compañía" por parte de Gallardo [1910], mientras que Ingold
destaca que
Gibson [1985] suggests that relations based on the experience of living and doing
things together, on "shared activity itself", can best be described as ones of
companionship. He opposes companionship to kinship... [Ingold 1999: 406]
161
Como veremos más adelante, no hay un tipo general de sociedades cazadoras recolectoras, por lo que
muchas de las generalizaciones al respecto pueden no corresponder a ninguna de sus formas particulares de
existencia.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 226
162
El rango de variación en el tamaño de estos grupos varía también según los autores. Binford critica el manejo
de estos "números mágicos" -entre ellos el promedio de 25 individuos propuesto por Birdsell, discutido y
generalizado a partir de la Conferencia sobre Man the hunter- y termina proponiendo el suyo propio, resultado
de sus análisis estadísticos: "...I may argue that a local group capable of sustained subsistence procurement
tasks would be composed of approximately 20.47 persons" [ob. cit.:233].
163
El género es la categorización social relacionada con el sexo biológico, que puede no coincidir
necesariamente con éste. En este sentido, puede haber más de dos géneros.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 227
164
"La définition que je done du communisme primitif comme résultat contradictoire d'une négation de
négation pourrait être située plus directement en rapport avec Hegel qu'avec tout autre penseur" [Testart 1985:
14].
165
Me remito al registro arqueológico, pues toda la información de que Testart dispone proviene de registros
etnográficos que, en su abrumadora mayoría, no corresponderían a pueblos "comunistas primitivos".
166
Nunca hemos concebido a las relaciones sociales de producción como "externas" al proceso de producción,
como ha entendido Gassiot [2000]. La relación de correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones
sociales de producción es una indisociable relación de correspondencia entre forma y contenido. También está
implicada, además, la relación de correspondencia determinada de calidad y magnitud.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 228
que sean superestructurales, como lo ha entendido Binford, por lo visto, a partir de la lectura
de Ingold167. En este aspecto nodal, suscribo la célebre tesis de Marx en cuanto a que:
...en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura
jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su
ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. [Marx:
Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política, 1859]
Hemos señalado que, en las sociedades pretribales, las fuerzas productivas se
caracterizan por su precariedad. La precariedad se refiere al riesgo previsible de carencias
vitales, que amenazan la subsistencia. Pero si esas sociedades sobrevivieron por milenios, ha
sido generando mecanismos de solidaridad que les permitieron manejar el riesgo. Dichas
relaciones se manifiestan a través de lo que los antropólogos (Service, Sahlins) han
denominado reciprocidad. Las relaciones de reciprocidad no son, para nosotros, las relaciones
sociales fundamentales. Son la manifestación fenoménica, en la esfera de la circulación, de las
relaciones fundamentales de producción168. La reciprocidad es un amplio sistema de
intercambios diferidos. Y el punto que quiero tratar acá es el de cuáles son las relaciones
sociales de producción en que se funda y que explican el particular sistema de intercambios en
que consiste la reciprocidad. Primero veremos qué es y cómo opera la reciprocidad y, luego,
cuáles son las relaciones sociales de producción en que se sustenta y por qué.
La reciprocidad consiste, a la vez, en un derecho y una obligación. En principio, es el
derecho de todo miembro o grupo de una comunidad a ser asistido por los demás en situación
de carencia. Y, a su vez, es la obligación de todo miembro o grupo de la comunidad de
aportar a la solución de las carencias de quien o quienes se vean sometidos a esa situación.
Quien recibe algo, adquiere la obligación de retribuir y quien da, adquiere el derecho a ser
retribuido.
No obstante, tal compromiso no genera una deuda y un crédito personal o entre los
grupos determinados que han participado de una coyuntura concreta de solución de carencias.
167
"For the neo-Marxist, evolutionary ecology is irrelevant and general explanations are futile since it is the
superestructure -the ideological domain- that directs change and manifests itself as historically particular
variability" [Binford 2001: 25].
168
En esto, es adecuada la crítica que Godelier apuntó, entre otros, a Service y Sahlins, a propósito del
concepto de tribu, en cuanto a no haber trascendido de manera importante el nivel apariencial: "El error está...en
el hecho de no haber analizado realmente esos modos de producción, de continuar describiéndolos en las formas
mismas en que aparecen y de haberse condenado a no poder mostrar ni analizar la causalidad estructural
específica..." [Godelier 1974: 221]. Y, en este caso específico, a pesar de que tuvieron razón en su crítica
sustantivista, frente al formalismo marginalista, se quedaron en la explicación de las relaciones sociales tal como
se presentan empíricamente en la esfera de la circulación.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 229
169
Sobre los conceptos de relaciones sociales de producción, propiedad y posesión, ver Bate 1998: 60-61.
170
En Sudamérica se constata la coexistencia, entre el XII y VI milenio a.P., de dos comunidades diferenciadas,
con distintos modos de vida, en el mismo territorio [Bate 1992].
171
Establecer la propiedad sobre los recursos implicaría necesariamente la posibilidad real de defenderla frente
a otras comunidades pero, como dice Service "una economía de caza y recolección no puede sostener un
esfuerzo militar durante un largo período a causa de la falta de alimentos almacenados" [1974: 74].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 230
Esto significa que la propiedad sobre fuerza y medios de trabajo es, de hecho, comunal
y que todo miembro de la comunidad, en tanto tal, participa de su co-propiedad. En este
sentido, la comunidad es la propietaria, si bien necesariamente la posesión de instrumentos y
fuerza de trabajo es individual o particular. La posesión es componente de la propiedad y
puede ser retenida o transferida por el propietario, como derecho o como obligación 172. En el
caso de estas sociedades, la posesión es transferida, a la vez, como derecho y como
obligación. Igualmente, la posesión de partes del territorio es particular y está gestionada por
los distintos grupos, generalmente las bandas, hordas o compañías y puede estar estrictamente
normada por razones técnicas de su aprovechamiento173.
En el caso de la producción de instrumentos, de mantenimiento o de otros bienes no
alimenticios, se establecen relaciones secundarias de producción, que se distinguen de las
relaciones fundamentales en el hecho de que los objetos de trabajo no son recursos naturales y
sí hay trabajo pasado objetivado en ellos, de manera que se establece la propiedad colectiva
de los mismos, también bajo formas de posesión individual o particular.
Distribución, intercambio y consumo.
La producción genera bienes satisfactores de necesidades cuyo valor de uso se realiza en el
consumo. La producción misma realiza parte del consumo: de trabajo, de medios de trabajo y,
en muchos casos, de objetos que son producto de procesos de trabajo previos. En algunos
casos, el consumo puede suceder directamente al proceso de trabajo174.
No obstante, la mayoría de las veces la relación entre producción y consumo está
mediada por los procesos de distribución e intercambio. La distribución es el reparto de los
productos que generan los procesos de trabajo (producción). El intercambio es un proceso de
redistribución que permite a los consumidores obtener los valores de uso concretos que
requieren para satisfacer sus necesidades. El consumo es la realización del valor de uso de los
productos y negación de la producción, por lo que genera la necesidad de nueva producción.
El fenómeno de compartir (principalmente alimentos) ha sido considerado como una
característica estructuradora de las relaciones sociales en las comunidades primitivas. Como
observa Binford
Food sharing in particular has become de definitive and pivotal criterion of human
relationships for many archaeologists.
[...] Sharing is considered to be a clue to, if not the basis of, communalism, and the
absence of sharing is thought to be indicative of individualism or the lack of
communal ties...[2001: 26]175
172
En el caso de la renta de la tierra, su uso es transferido como derecho, a cambio de la renta. En el caso de la
fuerza de trabajo esclava, el propietario dispone de su uso como obligación.
173
En este aspecto es muy clara la exposición que hace Ingold [1986] en el capítulo 6: Territorialidad y
tenencia: la apropiación del espacio en sociedades cazadoras recolectoras.
174
Por ejemplo, un/a recolector/a que consume directamente frutas o mariscos que está colectando o cuando los
valores de uso se realizan como trabajo vivo.
175
Cita también la opinión de Glynn Isaac [1978] en cuanto a que el compartir presas de caza traídas al
campamento sería uno de los primeros signos de "humanidad" en el proceso de hominización.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 231
El acto de compartir -alimentos u otros productos del trabajo- es, en principio, una
forma de distribución. Sin embargo en las sociedades pretribales generalmente constituyen, a
la vez, un momento en la secuencia de procesos de intercambio (circulación) basados en la
reciprocidad.
Las relaciones de distribución, intercambio y consumo están condicionadas
inicialmente por las relaciones de propiedad que se establecen en el proceso productivo. Las
formas colectivas de propiedad condicionan las formas de distribución denominadas
igualitarias.
Sobra decir que una distribución igualitaria no significa el reparto, en todo momento,
de una cantidad idéntica de valor (trabajo objetivado o trabajo vivo) ni de la misma calidad de
satisfactores. De hecho, los individuos no tienen siempre idénticas necesidades, pues éstas
varían en cada momento de su vida y aún en cada circunstancia. Igualmente, los procesos de
distribución, generalmente sujetos a una compleja normatividad cultural176, pueden presentar
diferencias cuantitativas y cualitativas en cada situación concreta. No obstante, al estar
inscritos en esquemas de circulación cuyos ciclos trascienden temporalmente la brevedad de
los ciclos producción consumo y operan en diversas escalas, tienden, en el mediano o largo
plazo, a asegurar una equidad distributiva que minimiza los riesgos que amenazan la
sobrevivencia de los miembros de la comunidad. Como señala Service [1973:24], a propósito
de la reciprocidad generalizada entendida como un sistema de intercambios, "Se basa en el
hecho de que la gente que intercambia va a estar asociada por muy largo tiempo ". Y, en el largo
plazo, la reciprocidad solidaria resulta en una reciprocidad compensada debido a que no hay
excedentes y el consumo es subsistencial.
El hecho de que diversos procesos puntuales de distribución se realicen de manera
desigual, al inscribirse en ciclos de circulación a largo plazo, está cerrando algunos y dejando
abiertos otros procesos de cambio, donde la expectativa de completación genera o refuerza
lazos de compromiso social que resultan estables.
La explicación del carácter igualitario de la distribución tiene que ver con las
relaciones de propiedad establecidas en el proceso de producción. Esto se pone en evidencia
cuando los procesos de trabajo requieren o se realizan en cooperación o cuando distintos
productores establecen una relación de intercambio: todos producen en igualdad de
condiciones en cuanto a la propiedad y la posesión de los elementos de trabajo que ponen en
acción, es decir la fuerza de trabajo y los medios de trabajo. Así, no hay posibilidad de
justificar una distribución desigual. Y, dado el hecho de que los ciclos producción-consumo,
en particular de los alimentos, son breves y no hay fuerza de trabajo invertida en los futuros
objetos de apropiación, si un individuo o grupo pretendiera obtener ventajas distributivas, en
muy corto plazo se vería marginado de las posibilidades de cooperación e intercambio. Por lo
demás, si la participación en el sistema de reciprocidad permite asegurar la subsistencia y
nadie consume más que lo necesario para ello, no hay ningún incentivo para acumular
diferencialmente y exponerse a la penalización social y a la marginalización.
176
Véase, por ejemplo, Binford 1989: cap. 15, o Testart 1985.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 232
El modo de reproducción.
El modo de reproducción es el sistema de relaciones y actividades sociales que median y
realizan la reproducción biológica de la especie y la reposición cotidiana de la vida humana.
Es un tema que ha sido descuidado o inadecuadamente tratado -no solo para las sociedades
cazadoras recolectoras-, entre otras cosas, por falta de una conceptualización analítica
sistematizada. Ello ha requerido considerar críticamente los aportes de diversos autores, en
algunos casos replantearlos y, en cualquier caso, organizarlos en compatibilidad con los
demás enunciados de nuestra posición teórica177.
La reproducción biológica.
La reproducción biológica en la especie humana se distingue por estar mediada por relaciones
sociales objetivas. Estas son reflejadas de diversas maneras en las superestructuras y , en
parte, reforzadas normativamente y a través de prácticas institucionales.
Comenzaré por retomar la distinción que hace Meillassoux [1974] entre adhesión y
parentesco. Donde la adhesión se refiere a las relaciones estrictamente laborales que los
individuos establecen para la producción económica. Y el parentesco ubica a los individuos
177
Me limitaré acá a mencionar conceptos básicos que hemos discutido en un artículo en vías de publicación
[Bate y Terrazas 2002]
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 233
178
Otros autores, como Williams [1974] proponen rangos más amplios de variación, con una media de 600
individuos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 234
183
"Las células de producción, las hordas, son reconocidas, de hecho, como inestables y de composición
cambiante. [...] Esta movilidad libre y voluntaria de los adultos de ambos sexos entre hordas es el mecanismo
dominante de la reproducción social. El crecimiento biológico sólo es la materia. La distribución social de los
individuos no es decidida en el momento del nacimiento, en función de vínculos de filiación previamente
establecidos por el matrimonio, sino en el curso de la vida activa del individuo." [Meillassoux 1974: 31]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 236
184
Es una de las razones que hace difícil sostener, por ejemplo, la hipótesis de la "conexión atlántica" en el
poblamiento de América. Ello habría significado la existencia de toda una flota de canoeros solutrenses
bordeando algunos miles de kilómetros de frentes de hielo, o el establecimiento de una exitosa línea de cabotaje
regular.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 237
Superestructuras.
Probablemente una de las características que distinguen comparativamente a las
superestructuras de las formaciones pretribales es la escasa mediación y poca diferenciación
entre las esferas de la sicología social y la institucionalidad185.
Ello obedece al muy bajo desarrollo de la institucionalidad destinada a las actividades
de administración y coerción. Ocurre que la administración no requiere de aparatos sociales
especializados, dado que la organización de las diversas actividades es suficientemente simple
como para poder ser gestionada desde cada unidad doméstica o banda. Por otro lado, la
coerción orientada a encauzar la conducta de individuos y grupos dentro de los límites que
permite la reproducción de la totalidad social, se ejerce principalmente desde la normatividad
definida por los sistemas de valores. Opera igualmente a través de prescripciones que se
ejercen en el seno de las bandas y unidades domésticas.
Como afirma Service:
...en las sociedades de cazadores recolectores no existen sistemas formales de leyes ni
existe un Estado que pueda reforzar el código formal. Pero las sanciones sí que existen
y pueden variar desde castigos como el ostracismo, el ridículo, o la retirada de
privilegios, hasta la misma violencia física, e incluso la muerte. [1974: 64]
Probablemente, entre las pocas actividades institucionalizadas, dedicadas a la
reproducción del sistema de valores y la normatividad, se cuenta a las ceremonias de
iniciación.
Dado que no hay un sistema de autoridad jerarquizado que opere sobre el nivel de las
bandas, podemos decir que la institución más importante reside en la normatividad que define
el sistema de toma de decisiones, el cual también se basa en las diferencias de género y edad.
Y en este sentido, podemos hablar de sociedades patriarcales, matriarcales o mixtas. Donde
185
No usamos los conceptos de ideología ni superestructura jurídico-política, pues nos remiten a
particularidades de las sociedades clasistas. En sentido estricto, la ideología es una concepción de la realidad que
responde a intereses de clases y la política es la relación institucional entre clases sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 238
hay una completa subordinación de un género o donde ambos géneros toman las decisiones en
distintas situaciones específicas186. Por lo general, los infantes están subordinados a los
adultos.
La sicología social incluye los sistemas de reflejos compartidos por un grupo social en
las esferas de la conciencia social, la afectividad y los sistemas de valores187. La sicología
social busca básicamente explicaciones o interpretaciones de la realidad. Y, también de
acuerdo a Service, diríamos que hay dos clases de juicios sobre la realidad: los juicios
existenciales y los juicios normativos. Los primeros se refieren a cómo es la realidad y los
segundos a cómo debería ser, en términos de lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable.
En cuanto a la normatividad, indicamos que es la forma principal de ejercicio
superestructural de la coerción. Advertimos, de paso, que el materialismo histórico es una
concepción de causalidad social jerarquizada y, en ella, la superestructura tiene un nivel de
acción capaz de condicionar en parte los comportamientos del ser social.
Y, en el caso de las conductas consideradas antisociales, hay diferentes tipos de
castigos prescriptos, que generalmente ejecutan los mismos miembros de los grupos a los que
pertenecen los infractores. Esto, por el hecho de que un eje fundamental en la normatividad
tiene que ver con el refuerzo de las relaciones de reciprocidad, que son la manifestación de las
relaciones sociales de producción. Al punto que el sistema de reciprocidades involucra
comportamientos que se generalizan mucho mas allá de la necesidad de resolver situaciones
de carencia vital. Y la amenaza de exclusión de los circuitos de reciprocidad tiene, en general,
un carácter suficientemente compulsivo como para mantener las acciones de los individuos y
grupos dentro de las normas socialmente aceptadas. Por ello, cada grupo social -unidad
doméstica o banda- se asegurará de que sus miembros no transgredan las normas y ejercerá
los castigos necesarios, para garantizar su permanencia dentro del sistema de reciprocidad.
Las penalizaciones más severas pueden implicar la marginación de los individuos de los
circuitos de reciprocidad o del sistema de relaciones de reproducción . Por otra parte, se ha
reconocido a la fisión como un mecanismo práctico de evitación de conflictos característicos
de las sociedades cazadoras recolectoras. De manera que los individuos que entran en
conflicto con su grupo o las unidades domésticas que no están conformes en su banda tienen
la libertad de separarse e integrarse en otras unidades sociales.
Entre las conductas normadas superestructuralmente están la no acumulación
diferencial de bienes y la obligación de compartirlos cuando se generan plusproductos
ocasionales. Del mismo modo, la no preservación y almacenamiento sistemático de alimentos
186
En el extremo austral de América tenemos dos situaciones. Una es la de los s'elknam de Tierra del Fuego,
que mantienen un sistema estrictamente patriarcal, donde sólo los hombres se inician y la trasgresión del secreto
iniciático puede costar la vida a una mujer. Otra es la de los canoeros kawásqar de los canales occidentales de
Patagonia, donde las mujeres toman las decisiones a bordo de la canoa (donde ocurren las actividades más
importantes de la vida económica) y los hombres toman las decisiones en tierra (el ámbito de las actividades
domésticas). La iniciación a la vida adulta se da paralelamente a mujeres y hombres, concluyendo en una fiesta
común.
187
Defino a los valores como representaciones sintéticas de la realidad en que los reflejos cognitivos están
asociados a vivencias afectivas.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 239
188
A diferencia de la religión, donde la jerarquía institucional de los oficiantes de los ritos que reproducen los
mitos religiosos representan los intereses de los "dioses" frente a los seres humanos, quienes guardan respecto a
ellos una relación de subordinación.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 240
hayan carecido de conflictos y contradicciones, incluyendo aquellas que generaron las crisis
que cambiaron cualitativamente al modo de producción y a la sociedad como totalidad.
El modo de producción pretribal entrará en una crisis que llevará al cambio
cualitativo de las relaciones sociales fundamentales de producción y con ello, de la totalidad
social, cuando las relaciones de propiedad en que se sustenta la reciprocidad se vean
imposibilitadas de resolver la precariedad ocasionada por un desequilibrio mayor -crítico-
entre los elementos del proceso productivo. Aumento relativo de la población, de la que
forma parte la fuerza de trabajo, insuficiencia relativa de la tecnología de apropiación o
disminución drástica de los recursos naturales objetos de la producción accesibles a la
tecnología apropiadora, cualquiera de ellos sea el factor desencadenante, repercutirá en todo
el proceso productivo, generando un proceso de cambios que afectará a las relaciones sociales
de producción y desembocará en la revolución tribal. Una condición histórica para que ello
ocurra es la de que las posibilidades de expansión territorial hayan llegado al límite
establecido por otras comunidades que, al ver reducidos sus recursos de apropiación entrarían
en el mismo proceso.
Hasta acá , he tratado de caracterizar, a grandes rasgos, las dimensiones que integran
la unidad del ser social y las superestructuras de las comunidades pretribales. No obstante,
creo que el concepto mismo de comunidad, tan caro a la antropología, merecería ser sujeto a
cuestionamientos. El concepto de comunidad ha resultado ser un recurso teórico muy
cómodo, al concebirlo como un sistema total y cerrado de relaciones sociales que, como tal,
establece vínculos con la naturaleza y, eventualmente, con otras comunidades. Sobre este
punto y para sustentar una hipótesis que pongo a consideración, transcribiré unos párrafos de
un artículo aún inédito189.
Es posible que haya habido algunas comunidades, en situación de aislamiento, donde
la identidad étnica coincidiera con un sistema completo y cerrado de relaciones sociales de
producción, reproducción, intercambios, institucionalidad, cosmovisión y sistema de valores e
idioma. Pero pienso que, si las hubo, debieron ser las menos. Es mucho más probable que las
comunidades, sin ser cerradas, hayan podido mantener una identidad cambiante pero
distintiva a través de largos períodos históricos, aún coexistiendo con otras en las mismas
regiones.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado
por todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con
otras comunidades. Esto puede significar, a manera de ejemplos, que alguno de los sistemas
189
"Sociedades pretribales. A propósito de un sitio en Patagonia". Ponencia presentada al III Coloquio de la
Maestría en Arqueología de la E.N.A.H.. México, 2001.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 241
190
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 242
191
Es la diferencia que establece Sanoja [1981] entre semicultores y vegecultores, mostrando los distintos
requisitos de organización técnica y social entre ambos modos de vida .
192
Corresponde a la diferencia que establece Woodburn [1982] entre producción de retorno inmediato y de
retorno diferido.
193
En Real Alto, Ecuador, una de las primeras aldeas americanas, perfectamente estructurada, con desarrollo de
la cerámica y textilería, gran parte de la alimentación era provista por la caza y recolección marina,
complementada con el cultivo de maíz y frijoles, donde no hay registro de importantes almacenes de productos
de caza y recolección. [Zeidler 1978]
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 243
concentra en torno a sus reservas de alimentos procesados o a los recursos sobre los que se ha
establecido una propiedad que, eventualmente, es necesario defender194.
En términos cuantitativos, se comienza a requerir regularmente de plusproductos, para
prevenir el riesgo de ciclos de baja producción, para generar obras de interés comunal, para
estar en condiciones de hacer efectiva la defensa bélica de las propiedades comunales, para
destinarlos a un intercambio que reduzca los riesgos de conflictos debidos a accesos
diferenciales a los recursos, etcétera. Estos plusproductos, empero, no se constituyen en
excedentes, en tanto sus productores mantienen la capacidad de disponer sobre su uso.
En cuanto a la división social del trabajo, es en las comunidades tribales donde se
conforma la división del trabajo entre productores directos de alimentos y artesanos
especializados. Surgen también especialistas en la realización de actividades como el
intercambio entre comunidades o en la defensa militar.
Podemos decir que el modo de vida de las comunidades tribales cazadoras
recolectoras se desarrolla al requerirse una intensificación de la producción. Para ello
necesitan establecer la propiedad, como capacidad de disposición exclusiva de los recursos
naturales objetos de trabajo, particularmente cuando éstos se presentan estacionalmente en
grandes volúmenes (arribazón de salmones o migraciones de caribúes) y deben ser capturados
y procesados en cantidad suficiente par subsistir en los períodos en que no están disponibles.
Por su parte, las comunidades de economía agraria o ganadera, han invertido fuerza de
trabajo en el objeto de trabajo, y necesitan defenderla de una eventual apropiación por parte
de quienes no han participado de esos procesos de producción. En otras palabras, no pueden
permitir su recolección o captura por otros grupos, con lo cual el sistema económico
simplemente quebraría.
Una característica demográfica de las comunidades tribales es que, en un principio,
tienden a concentrar la población en torno a sus recursos y sus reservas acumuladas. Y luego,
uno de los recursos exigido por la necesidad de defensa de la propiedad comunal y
posibilitado por la intensificación de la producción y elevación de la productividad de la
fuerza de trabajo, es el crecimiento poblacional. En este sentido las comunidades tribales
cazadoras recolectoras tienen posibilidades limitadas de crecimiento, debido a la falta de
control de las condiciones de reproducción de las especies biológicas que les sirven de
sustento. Mucho mayor es la posibilidad de crecimiento de las comunidades pastoriles y, más
aún, las que se basan en producción agraria.
Otra característica de las comunidades tribales es la de que, al prolongarse los ciclos
productivos y haberse invertido fuerza de trabajo por parte de las unidades de producción, es
necesario asegurar la asignación más o menos homogénea y la disponibilidad continua de la
fuerza de trabajo en cada unidad de producción-consumo. Ello lleva a otorgarle un papel más
importante al parentesco clasificatorio, no sólo para el establecimiento de relaciones laborales,
sino también en la regulación de las relaciones de reproducción.
194
Los alimentos almacenados deben ser resguardados no solo de otros grupos humanos sino también de
animales predadores.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 244
Para no extenderme más, lo que quiero concluir, como adelanté en el resumen, es que
no todas las sociedades cazadoras corresponden a un mismo sistema social. Nosotros
distinguimos, sobre la base de las diferencias en los modos de producción, al menos entre
pueblos cazadores recolectores pretribales y tribales. Y, en cuanto a las sociedades cazadoras
recolectoras y pescadoras tribales, podemos decir que, en lo fundamental, presentan el mismo
modo de producción que las primeras comunidades agrarias o agropastoriles. Si bien se
desarrollan con particularidades distintivas como modos de vida.
Tal vez es pertinente mencionar acá la hipótesis sustentada por el colega Antonio
Guilabert195, en cuanto a que los autores del "arte rupestre" levantino, serían comunidades
cazadoras recolectoras, tribalizadas ante el avance de las comunidades agrarias "neolíticas"
que se extendían ocupando vegas y valles bajos.
Para finalizar...
Sólo una recomendación de precaución. La mayoría de las generalizaciones cuantitativas y
cualitativas que se han formalizado para la explicación de las sociedades cazadoras
recolectoras, no hacen distinciones entre éstas en términos de diferentes sistemas sociales. Por
ello, es posible que muchas de ellas no correspondan a ninguna realidad, ni las de las
sociedades tribales ni las pretribales, resultando un promedio ideal imaginario. Así, por
ejemplo, las generalizaciones de Testart sobre la división sexual del trabajo no distinguen, ni
en sus propios conceptos, a qué tipo de cazadores recolectores se refiere. Meillassoux, cuando
diferencia el papel de la adhesión y el parentesco entre comunidades cazadoras recolectoras y
comunidades agrarias, generaliza el papel central de la adhesión para todas las "hordas",
cuando es posible -así me parece- que en las comunidades cazadoras recolectoras tribales el
parentesco juegue similar papel que en las comunidades domésticas agrarias. Wobst, en su
programa de simulación de donde resulta el número de 519 individuos para la red mínima de
apareamientos introduce, entre las variables, información etnográfica sin hacer distinciones.
Bibliografía.
195
Guilabert, comunicación personal. Esta hipótesis constituía parte de su tema de tesis doctoral que, dada la
difícil situación laboral que enfrentan los jóvenes colegas españoles, aún debe estar en proceso de elaboración.
Sociedades cazadoras recolectoras y primeros asentamientos agrarios. 245
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I. Antecedentes:
Publicado en el Boletín de Antropología Americana, Nº 9, en 1983.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 254
*
Este ensayo fué redactado en 1983.
196
Véanse, por ejemplo, los comentarios sobre el particular en Guenther y Schrot, 1963.
197
F. Engels: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Esta interpretación obedece a la información tomada
del libro de Morgan La sociedad antigua quien, a su vez obtuvo la información acerca de la sociedad mexicana prehispánica
de Bandelier, quien la consideraba en el estadio medio de la barbarie.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 255
Las principales características atribuídas a las sociedades cuyo modo de producción se supone
como "asiático" y que serían por ello distintivas del mismo, son inadecuadas por su
irrelevancia para la explicación del modo de producción. Es decir, no responden a una
conceptualización marxista de lo que es un modo de producción en sus aspectos
fundamentales. Con lo cual, el concepto de modo de producción asiático queda sin definir ni
explicar. Además de que su caracterización sólo considera aspectos secundarios en la
definición de un modo de producción, algunos de los rasgos más comunmente destacados son
de una ambigüedad tal que no permiten mostrar sus diferencias respecto a otros modos de
producción. Veamos esos aspectos que se consideran como distintivos de esas formaciones
sociales.
1. Tecnología hidráulica. Se supone que el surgimiento de la sociedad clasista se
habría originado en sociedades que requirieron de la organización y uso de la fuerza de
trabajo a gran escala, como condición para el desarrollo de las labores agrícolas. Ello habría
ocurrido principalmente en las regiones áridas donde las obras públicas de regadío habrían
requerido esa concentración de fuerza de trabajo colectiva. Otros autores consideran, de
manera más general, la exigencia de organización de la producción que supone una
cooperación ampliada más allá de los límites de la comunidad, como el condicionante de la
aglutinación de fuerza de trabajo bajo una dirección central.
Seguramente en algunos casos el surgimiento y desarrollo de la sociedad clasista debió
haberse apoyado en una economía con tal base tecnológica y organización técnica del trabajo.
Sin embargo, no son la tecnología ni la división técnica o social del trabajo los criterios que
definen un modo de producción.
El tipo de tecnología de una sociedad nos puede explicar de qué manera se desarrollan
las fuerzas productivas a las cuales se corresponde un determinado sistema de relaciones
sociales de producción. Pero la calidad fundamental de un determinado sistema de relaciones
sociales de producción -dada por las formas y contenidos de la propiedad- se establece
independientemente de cuál sea la tecnología principal que la sociedad aplica a la producción.
2. Tributo. Característica que la mayoría de los autores subraya es la de que la clase
dominante en estas sociedades se apropia del excedente que enajena a los productores bajo la
forma de tributo, sea en especies o en trabajo. Sin embargo, el tributo en especies y en
trabajo existe en todas las sociedades precapitalistas como forma de apropiación de
excedentes por parte de las clases explotadoras. Por lo tanto, este rasgo no permite en
absoluto una caracterización distintiva de este "modo de producción asiático", si es que
realmente fuera distinto del esclavismo o de la feudalidad.
En este aspecto concordamos con Hindess y Hirst en cuanto a que
...el binomio impuesto/renta en tanto que modo de apropiación del producto excedente
(...) no involucra ningún modo de apropiación especial distinto de la forma general de
toda imposición estatal...198
198
Hindess y Hirst, 1979:202.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 256
Solo hasta acá nuestra coincidencia. Debemos decir que no concordamos con estos autores ni
en los planteamientos "epistemológicos" en que se funda su teorización, ni en la
conceptualización que hacen de la categoría de modo de producción ni, por ende, en diversos
conceptos implicados en la misma. Para ellos el problema de la distribución (apropiación del
excedente) es crucial, desde que su concepto de modo de producción entendido como "una
determinada combinación articulada de relaciones de producción y fuerzas productivas" se
traduce de hecho -en sus construcciones conceptuales- en una combinación de "modos de
apropiación del trabajo excedente" articulados (¡por deducción!) con formas de organización
técnica del trabajo.
Del hecho cierto de que la distribución del excedente como tributo en especies o en
trabajo no involucre un "modo de apropiación especial", no se desprende que no se pueda
"construir un concepto" de modo de producción distinto del antiguo, esclavista o feudal. En
primer lugar, si tal modo de producción existió realmente, debe poderse conceptualizar.
Pero, claro está, si se parte del supuesto erróneo de que un aspecto secundario como las
formas de la distribución -y no el contenido de la propiedad- son el criterio fundamental para
definir y explicar el modo de producción, tal concepto no se podrá "construir" 199. El
problema está precisamente en este punto:
Buscar el rasgo distintivo de las diferentes clases de la sociedad en la fuente del ingreso
equivale a colocar en el primer plano las relaciones de distribución, que en realidad no es
sino el resultado de las relaciones de producción. Es un error que hace ya mucho tiempo
señalaba Marx, llamando a quienes no lo veían socialistas vulgares. La característica
principal a que responden las diferencias entre las clases es el lugar que ocupan en la
producción social y, por ende, la relación que guardan con los medios de producción . 200
En suma, el criterio de las formas de distribución no resulta discriminativo como para
diferenciar los modos de producción precapitalistas, pero tampoco es un factor fundamental
en la definición de un modo de producción.
3. Estado despótico. Se ha insistido en que las bases de la tecnología hidráulica en que
se fundaría la economía de estas sociedades, más concretamente, la organización técnica y
división social del trabajo que se requiere para la inversión colectiva y planificación del uso
de la fuerza de trabajo en la construcción de obras públicas, condiciona una centralización del
poder que, en su necesidad de reproducción, se institucionaliza bajo formas despóticas. Esta
característica se ha considerado tan relevante que, en los intentos por eludir la referencia
geográfica del término "modo de producción asiático" se ha pretendido que el de "modo de
producción despótico-tributario" sería más preciso.
No obstante, jamás un modo de producción se ha definido por las características de la
superestructura jurídica-política. Lo específico del modo de producción se define sobre la
basede las características fundamentales de las relaciones sociales que se establecen en torno a
la producción económica. De ahí que pretender que lo distintivo de un modo de producción
199
Suponer que lo que no puedo concebir no pudo existir es de un idealismo radical y transparente, aparte de poco modesto.
200
V. I. Lenin: El socialismo vulgar y el populismo, resucitados por los socialistas-revolucionarios. Obras Completas, vol.
VI.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 257
sea la forma de ejercicio del poder superestructural del estado es eludir la explicación de la
especificidad del modo de producción.
Y habría que recordar, además, como lo ha hecho notar Palerm (1969), que el mismo
Marx -en las "Formen..." 201- indica la posibilidad de que el modo de producción asiático,
como negación de la comunidad oriental, adquiera formas de estado más o menos despóticas
o democráticas. Lo cual dependería de si la producción en el seno de las comunidades
mantiene las formas de cooperación ampliada o si la explotación agraria se organiza a través
de la producción individual.
4. No disolución de las comunidades. Otro rasgo propio de las sociedades asiáticas
sería la de que no se disuelven las comunidades originadas durante la barbarie, con el
desarrollo del comunismo primitivo. Es decir, las comunidades tribales se mantienen, al
incorporarse a la sociedad clasista, como unidades de producción. Sin embargo, este hecho
que describe la forma de organización productiva de los campesinos sometidos a explotación,
no es explicada. La oposición entre ciudad-estado y comunidades nos describe -cuando existe
propiamente el centro urbano- la organización espacial de la relación entre clase dominante y
clase explotada, pero no nos explica cuáles son las relaciones fundamentales de producción
que cualifican la contradicción entre estas clases ni por qué, a partir de ello, las
organizaciones comunales se mantienen.
201
C. Marx: Formas que preceden a la producción capitalista. Trabajo no publicado por Marx, contenido dem las Líneas
fundamentales de la crítica de la economía política ("Grundrisse..."). Este texto es ya conocido en la literatura sobre éstos
temas como "Formen", (que alude aprimera palabra de su largo título en alemán), por lo cual, en adelante, nos referiremos a
él de esa manera abreviada. En la cita que hemos referido, los subrayados son nuestros.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 258
202
En América Latina, se ha buscado caracterizar así a sociedades como la inka. Uno de los autores que expone de manera
clara este argumento es Dieterich (1978).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 259
"cuando no sean terratenientes privados, sino el propio estado como ocurre en Asia,
quien les explota directamente como terrateniente, además de enfrentarse a ellos como
soberano, coincidirán la renta y el impuesto...",
caso en el cual
El Estado aquí es el supremo terrateniente y la soberanía la propiedad de la tierra
concentrada en su fase nacional. A cambio de ello, no existe propiedad privada sobre el
suelo, aunque sí posesión y disfrute tanto privados como colectivos de él. 203
La referencia a "Asia", no nos obliga a pensar necesariamente en "modo de
producción asiático", aunque no podemos descartar que Marx lo hubiera tenido en mente. Sea
cual fuere el caso, una cosa es clara. Y es que tal caracterización no nos establece una
diferencia substancial respecto al modo de producción feudal. El modo de producción que se
distingue porque la clase dominante es propietaria objetiva de la tierra, sujetando
generalmente a ella a la fuerza de trabajo del productor, que sólo la posee en tanto transfiere
excedentes en forma de renta, es el feudalismo.
En tal referencia a lo que "ocurre en Asia" se expresa, no obstante, una diferencia en
la forma de la propiedad de la clase dominante y es que en este caso no se presentaría como
propiedad privada, razón por la cual no se puede disociar la renta del impuesto. Si a esta
particularidad se hubiera referido Marx cuando pensaba en el "modo de producción asiático",
tendríamos que aceptar que se trata de una modalidad del feudalismo que podríamos llamar
"feudalismo asiático" u "oriental", si no "feudalismo primitivo".
2. Con todo, el mismo Marx al referirse al despotismo oriental ha concebido otro tipo
de relaciones de propiedad, incompatibles con la formulación que acabamos de comentar.
En las "Formen..." indica explícitamente que
En medio del despotismo oriental y de la carencia de propiedad que jurídicamente parece
existir en él, existe, por tanto, de hecho, como fundamento, esta propiedad tribal o
comunal...
a lo cual
...no le contradice en modo alguno el que, como en la mayoría de las formas asiáticas
fundamentales, la unidad aglutinante que se halla por encima de todas estas pequeñas
comunidades aparezca como el propietario superior o el único propietario. 204
203
C. Marx: El Capital, vol. III, pág. 733. (Ed. FCE).
204
Idem.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 260
205
L. Krader, 1980: El estado en la teoría y en la historia. Mimeo del CIS-IHAN. México.
206
"Cualquiera sea su forma específica, odos los tipos de renta coinciden en que la apropiación de la renta es la forma
económica en que se realiza la propiedad territorial y en que, a su vez, la renta del suelo presupone la propiedad territorial, la
propiedad de determinados individuos sobre determinadas porciones del planeta, lo mismo si el propietario es la persona que
representa a la comunidad, como ocurría en Asia, en Egipto, etc.,...". C. Marx, El Capital , vol. III, pág. 591.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 261
3. Hay todavía otra modalidad del planteamiento comentado, que tampoco resuelve
este interrogante: la clase explotada -la comunidad campesina- es propietaria de las tierras
comunales y subsiste gracias a lo que en ella produce; pero la clase dominante es propietaria
también de otras tierras, de cuya labranza resulta el producto excedente del que se apropia
como tributo. Tal tributo tendría la forma de trabajo excedente a través del cual se explotan
las tierras estatales, o de especies producidas en ellas. Entonces sí se trataría de una renta -
"primitiva", claro está- de la tierra.
Lo que carece de sentido y nos vuelve a situar en el mismo punto de la cuestión
anteriormente planteada es la siguiente: si los productores subsisten gracias al producto de su
trabajo en las tierras comunales de su propiedad, ¿por qué habrían de ir a trabajar tierras del
estado o de la clase dominante, cuando todo lo que allí se produjera tendría que ser pagado
como renta? Evidentemente, no parece un negocio conveniente, bajo ningún patrón de
racionalidad económica. De manera que el hecho real de que tal trabajo excedente se realiza y
de que el tributo se paga, debe encontrar otra explicación.
207
Tal es la conclusión con que se clausuran las discusiones realizadas en febrero de 1931 en Leningrado. Ver Jan Pecirka :
Las viscisitudes históricas de la teoría del modo de producción asiático en la URSS . En: Chesneaux, 1969.
208
José Stalin : Materialismo dialéctico y materialismo histórico.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 262
209
Schteerman y Sharevskaia, 1965.
210
Referencias tomadas de J. Pecirka, obra citada.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 263
comunas. Muchos discutieron a Struve -entre ellos Kovaliov- la importancia exagerada que
otorga a la esclavitud propiamente tal, para las primeras sociedades clasistas de Oriente.
Struve, además, destaca para éstas, la "extraordinaria permanencia de las formas de
propiedad colectiva del suelo".
Kajdan y otros211, por su parte, señalarán como diferencias básicas entre la sociedad
esclavista oriental y la antigüedad clásica grecorromana:
1) Débil desarrollo del sistema esclavista; conservación prolongada de la esclavitud
patriarcal y de las formas semipatriarcales de explotación; 2) Débil desarrollo de la
propiedad de la tierra y estabilidad de la comunidad de vecindad.
Por lo visto, también se distingue el esclavismo de la esclavitud patriarcal y semipatriarcal. A
pesar de los esfuerzos de los autores por no alejarse del término "intocable" de esclavismo
tampoco consideran que el esclavo de tipo clásico haya sido una clase fundamental. Pero la
caracterización de la esclavitud patriarcal se acerca más a una descripción etnográfica que a
un concepto teórico:
La más antigua forma de esclavitud es la llamada patriarcal (o doméstica); en aquellos
tiempos el esclavo no ocupaba un lugar determinado en la producción (sic ); trabajaba al
lado del hombre libre, como auxiliar de éste. Podía, por lo tanto, tener una choza, una
piara de cerdos o una parcela de terreno; por su condición no difería mucho del hombre
libre: iva vestido como éste y los hijos de ambos jugaban juntos. No eran raros los
matrimonios libres entre hombres libres y esclavos; no solamente la mujer esclava podía
casarse con un hombre libre y traer al mundo hijos libres, sino que el esclavo podía tomar
una mujer libre y vivir con ella en su casa. Sin embargo, el esclavo era propiedad de su
amo, quien tenía derecho de vida y muerte sobre él.
Más adelante nos indican que Nikolski y Tiuménev subsanan la falta de atención prestada por
el académico Struve -a quien corresponde "el inmenso mérito de haber acabado con la teoría
del 'modo de producción asiático' y haber demostrado el carácter esclavista de las relaciones
sociales de Mesopotamia y Egipto, así como entre los hititas" -a la importancia de los
agricultores libres. Los citados académicos "demostraron que, en Súmer y en el Egipto
arcaico, la esclavitud era de naturaleza patriarcal y no excluía el trabajo activo de los
terratenientes, miembros de las comunidades".
En efecto, es posiblemente Tiuménev uno de los autores que, en oposición a Struve,
más se acerca a precisar las diferencias entre el esclavismo grecorromano y la "esclavitud
generalizada" que caracterizaría al Antiguo Oriente, opinión sustentada igualmente por
Parain para la historia clasista temprana del Mediterráneo. Entre estas diferencias, Tiuménev
señala que en Oriente la explotación no se ejerce significativamente sobre prisioneros o
esclavos extranjeros comprados, sino fundamentalmente sobre la población autóctona. No
habría tenido allá mayor relevancia la esclavitud por deudas. La "esclavitud general" o
"generalizada", como la habría denominado Marx, sería una esclavitud de facto y no de jure,
a la que se sometió a los miembros de las comunidades aldeanas. Considera también que, en
Mesopotamia y Egipto, "la necesidad del trabajo colectivo condujo a la aristocracia local a
disponer del trabajo y de los productos del trabajo de la población, en la medida en que el
211
Kajdan, A., N. Nikolski y otros, 1966.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 264
desarrollada", agregando que "la esclavitud y la explotación de esclavos no era aún el hecho
dominante en esos territorios". Es decir, no hay nada que caracterice sustantivamente a esas
sociedades. Para terminar de confundir lo que sería ese primer estadio de la sociedad
esclavista, de los tres que proponen y que "no presentaban diferencias fundamentales y
cualitativas entre sí, sino sólo diferencias cuantitativas y de grado", nos dicen que
Hay que subrayar que en el interior de la primera sociedad de clases hubo un período
durante el cual la explotación de hombres libres fue el fundamento de la producción de la
sociedad. 215
La verdad es que un esclavismo que se fundamenta en la explotación de hombres libres es
algo poco coherente.
Dierchxens, en un trabajo reciente, considera también al "modo de producción
asiático" como el modo de producción que rige la transición de una economía preclasista a
una sociedad de clases. Lo entiende como una sociedad constituída por comunidades de base
(trabajadores manuales) y una comunidad superior o directiva (trabajo intelectual). La
relación de ésta a través del tributo constituiría el cambio cualitativo que distingue a este
modo de producción de la comunidad primitiva, ya que identifica las relaciones sociales de
producción (y, por ende, el modo de producción) con las relaciones que generan la división
social del trabajo y las formas de distribución. Explica el desarrollo del modo de producción
asiático en dos etapas: una en que la comunidad superior invierte la mayor parte del tributo en
crear obras colectivas de infraestructura económica que también beneficiarían a las
comunidades de base, por lo cual la exacción del tributo no constituye una relación de
explotación: en la segunda etapa, concluídas ya las obras públicas, la comunidad superior
tiende a hacerse superflua y a justificar su presencia bajo pretextos religiosos, exigiendo
tributos para reaizar obras de culto, lo cual no beneficia a las comunidades de base,
convirtiendo la misma relación de distribución (el tributo), en una relación que será de
explotación clasista. Si bien la explicación que hace de este proceso es interesante, lo curioso
es que resulta que el mismo modo de producción puede no tener el carácter de una relación de
explotación clasista en un momento y en otro momento sí, lo cual tampoco parece muy
coherente. Creemos que el error obedece a la identificación incorrecta de las relaciones
sociales de producción con la división del trabajo y la distribución 216.
Otra concepción un tanto sui géneris es la interpretación con que Zubritski sintetiza el
análisis particular de las clases en el imperio inkaico o Tawantinsuyu:
La esencia de la sociedad, surgida en los Andes Centrales en la primera mitad de nuestro
milenio, se caracteriza por el hecho de la existencia de dos formas y dos tipos de
relaciones sociales: de la sociedad primitivo-gentilicia y de la esclavista. Esta
coexistencia es tan orgánica que no hay motivo para hablar del desarrollo revolucionario
de la sociedad en aquel período transitorio. Es un desarrollo puramente evolutivo.
Probablemente sin una explosión revolucionaria y sin un nuevo período transitorio
215
Guenther, R. y G. Schrot, 1963.
216
Wim Dierchxsens, 1984.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 266
217
Yu. Zubritski, 1979.
218
Nikiforov, op. cit, pág.109.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 267
2.1. A partir de las primeras referencias de junio de 1853 219, podríamos inferir una
modalidad del esclavismo, caracterizada por la ausencia de propiedad privada del suelo,
donde
el rey es el único propietario de toda la tierras del reino
y que explota a las
pequeñas comunidades (que) estaban contaminadas por distinciones de casta, y por la
esclavitud, que subyugaba al hombre a las circunstancias externas...
2.2. De las "Formen...""se aprecia que la antigua comunidad primitiva de tipo oriental
daría origen al modo de producción asiático, con modalidades más o menos despóticas o
democráticas, según el grado en que el proceso productivo exige del trabajo colectivo o
individual.
2.3. En 1859, en el "Prólogo...", la referencia es explícita e inequívoca en cuanto a
considerar al modo de producción asiático como característico de una época que antecede a
los modos de producción antiguo o esclavista y feudal.
2.4. Buena parte de las referencias de El Capital (1867)220, si bien no todas ellas, se
refieren a las formas de la renta de la tierra en Asia, configurando el concepto que, en nuestra
opinión, caracterizaría a las modalidades "orientales" del feudalismo.
2.5. El concepto de "esclavitud generalizada", que más bien es compatible con las
observaciones de Engels (también las encontramos en Marx), sobre el carácter comunal de la
propiedad de los productores sobre los medios de producción (v.g. Anti-Dühring, 1877-78).
Por lo demás, hasta en "El origen de la familia..." alude a la "esclavitud doméstica oriental",
como una forma de esclavitud desarrollada comparable a la "antigua esclavitud del trabajo".
De lo que no cabe duda es que, sobre la base de las citas de los clásicos acerca de las
modalidades de la propiedad y producción, el intercambio o las formas políticas de Asia u
Oriente, es imposible generar un concepto único y coherente.
3. Es necesario observar que, aún cuando en el "Prólogo..." de 1859 la referencia al
modo de producción asiático lo supone como la primera forma de sociedad clasista, ni Marx
ni Engels alcanzaron a tener acceso a la información de que disponemos a partir de este siglo
sobre aquellas sociedades.
De hecho, la información que los fundadores del marxismo manejaban sobre el Oriente
y la India, Turquía, Persia o China, era principalmentee información de lo que allá ocurriría
en el siglo XVIII y XIX.
4. Pensamos, en contra de las opiniones de Wittfogel -y de Palerm quien gustoso las
"enriquece"-, que el "extraño acontecimiento" del abandono del concepto de modo de
producción asiático, que insidiosamente explican como un "pecado (político) contra la
219
Carta de Marx a Engels (2-VI-1853) y el artículo sobre la dominación británica en la India en Tribune (25-VI-1853).
220
Según Czóbe (El Capital, vol.I:724), cuando aparece el primer tomo, Marx ya había redactado la mayor parte de los
manuscritos con que, a su muerte, Engels organizaría los tomos II y III.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 268
ciencia", para evitar las críticas anarquistas que ya preveían las semejanzas entre el
despotismo oriental y el socialismo futuro y para reforzar el carácter casi mesiánico que iba
adoptando la ideología marxista 221, en realidad no obedece a tales razones. Opinamos más
bien que el "extraño suceso" obedece precisamente a que la información de que disponían
Marx y Engels, no les permitió llegar a formular un planteamiento bien fundado sobre las
primeras sociedades clasistas, ya que se refería basicamente a la realidad -ciertamente
particular- de las sociedades orientales recientes que no mostraban diferencias esenciales
respecto al feudalismo. Pero además, en la década de los 90, cuando se publica el tercer tomo
de El Capital en el que ha estado trabajando Engels para poner en orden los manuscritos
dejados por Marx y donde hace las mencionadas referencias a las sociedades orientales, la
opinión de Engels parece ser diferente, ya que es cuando redacta El origen de la familia, la
propiedad privada y el estado, donde menciona a la esclavitud doméstica oriental como una
forma de esclavitud.
De ahí que Engels, quien no ha olvidado para entonces las preocupaciones sobre las
sociedades orientales, se dedica a redactar esa obra, manejando -sin duda con sus propios
criterios- los apuntes de Marx que rescatan el gran aporte de Morgan y que
consiste en haber descubierto y establecido los rasgos generales pre-históricos de nuestra
historia escrita y en haber encontrado en las uniones gentilicias de los indios
norteamericanos la clave para descifrar importantísimos enigmas, no resueltos aún, de la
historia antigua de Grecia, Roma y Alemania. 222
Y nótese que comienza diciendo que
Morgan fue el primero que con conocimiento de causa trató de introducir un orden
preciso en la prehistoria de la humanidad, y su clasificación permanecerá en vigor hasta
que una riqueza de datos mucho más considerable no obligue a modificarla (obra citada;
subrayados nuestros).
Concretamente, el texto retoma el orden introducido por Morgan para la prehistoria y que es
la clave para entender los problemas de la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania, es
decir, para entender la antigüedad clásica occidental y el surgimiento del feudalismo en
Europa occidental. En ninguna parte pretende Engels que el suyo sea un intento de "introducir
un orden preciso" en la historia universal.
221
Angel Palerm, 1969.
222
F. Engels: Prefacio a la primera edición de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 269
fué el más determinante en tal proceso genético. Por ello, nos parece lo más razonable partir,
cuando menos, de una hipótesis coherente acerca de las características de ese "todo más
desarrollado" que sería la sociedad clasista inicial con respecto a la historia precedente.
Por otra parte, si nos interesa investigar los orígenes y características del estado de las
primeras formaciones socioeconómicas clasistas y aceptamos la afirmación materialista de
que lo determinante en última instancia de las superestructuras es la calidad del modo de
producción; y que el estado es la institucionalidad superestructural que sirve a los intereses de
determinadas clases, deberemos arrancar otra vez de la misma pregunta: ¿cuáles clases?
Generalmente, cuando se discute el "modo de producción asiático", se destaca la forma
despótica del estado. Sin embargo, es necesario plantearse varias preguntas al respecto: ¿en
todas las primeras sociedades clasistas, el ejercicio del poder estatal es despótico?, ¿se podría
decir, en consecuencia, que el tipo de estado despótico es característico de todas las
sociedades clasistas iniciales?, ¿o es el despotismo sólo una forma particular de estado?223.
Como sea, una cosa es clara: el tipo de estado se refiere a las características del mismo que se
corresponden necesariamente con una determinada calidad fundamental del modo de
producción, es decir, con una determinada estructura de clases. ¿Como podríamos entonces
sobrepasar el nivel descriptivo para poder explicar teóricamente el tipo de estado de una
sociedad de la cual desconocemos las calidades estructurales de sus clases fundamentales?
Es por ésto que la investigación de los aspectos esenciales del modo de producción nos
parece una tarea prioritaria respecto a los problemas del origen de las clases y el estado.
2. Conceptos básicos.
No pensamos desarrollar los conceptos básicos que estamos manejando, como el de modo de
producción, sino establecer explícitamente las diferencias respecto a algunas formulaciones
bastante difundidas con las cuales no coincidimos, en particular con las de los autores que
siguen lo que podría llamarse la "escuela" althusseriano-balibariana, así como al materialismo
cultural norteamericano.
1. Modo de producción. Restringimos el uso del concepto a la designación de la
esfera de la economía, como sistema fundamental en la determinación de la existencia
material del ser social. Es decir, no incluímos en el concepto a la superestructura institucional
ni a la conciencia social.
El modo de producción se refiere a la unidad orgánica de los procesos económicos de
producción, distribución, cambio y consumo, siendo determinante de esa totalidad la calidad
de la correspondencia entre el contenido del desarrollo de las fuerzas productivas y la forma
del sistema de relaciones sociales de producción, que se establece en torno al proceso
fundamental de la producción.
223
Nos estamos refiriendo a la distinción hecha por Lenin entre tipo y forma de estado.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 271
224
En éste aspecto, diferimos de la conceptualización del modo de producción y la formación económico social que manejan
autores como Godelier, Terray, Rey o Pla y muchos otros.
225
Véase ésta delimitación de conceptos en Bate, 1984.
226
Sin embargo, la organización técnica de la producción no se identifica con las relaciones sociales de producción que
cualifican al modo de producción. Así, por ejemplo, hubo diversos grupos en la costa occidental del Canadá, que poseían una
organización tribal en sentido estricto, a través de la cual aseguraban la propiedad comunal de los medios naturales de
producción. Es decir, se encontraban el la "barbarie", pero su tecnología seguía siendo fundamentalmente de apropiación
(caza y recolección) y no de producción de alimentos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 272
227
Véase Marvin Harris, 1978.
228
Así, por ejemplo, el uso de la tierra puede ser transferido a cambio de renta.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 273
229
Alberto J. Pla: 1979.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 274
una clase social de otra, en cualquier caso, es el contenido determinado de los elementos del
proceso productivo sobre los cuales se establece diferencialmente la propiedad, particular o
privada. Así es como se conforma, junto con la oposición de intereses, la relación necesaria de
unidad entre las clases sociales que integran el sistema de relaciones sociales de producción,
como condición para poner en relación todos los elementos que permiten la producción. La
relación entre las clase sociales es, por eso, una relación contradictoria de necesaria unidad y
lucha.
230
V.I.Lenin: Ob. Comp., vol. 29: 413.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 276
relación con la propiedad, puede variar en los distintos modos de producción, según el grado
de desarrollo de las fuerzas productivas a que se corresponde la calidad esencial de las
relaciones de producción. Así, por ejemplo, en Roma clásica existió el proletariado como
propietario de su fuerza de trabajo y carente de medios de producción; no obstante, no
constituía, como sucede en el capitalismo, una clase fundamental, aunque era igualmente
explotada.
2. Al tratar de las relaciones de las clases, mediadas por las relaciones de propiedad
objetiva, nos referimos explícitamente a los tres elementos básicos del proceso productivo y
no sólo a los medios de producción. En el capitalismo, lo que define positivamente al
proletariado no es sólo la carencia de propiedad sobre los medios de producción, cosa que
ocurría igualmente con el esclavo grecorromano, sino el hecho de que aquél sí es propietario
de su fuerza de trabajo y el esclavo no.
3. El criterio de la posición en la división social del trabajo no siempre coincide con la
pertenencia a una clase, pero, aún así, permite distinguir fracciones de clase (v.g. burguesía
agraria, burguesía industrial, etc.).
4. Se advertirá claramente que el criterio de la distribución, considerado tanto en su
aspecto cualitativo como cuantitativo, es el último criterio en cuanto al nivel de determinación
y es una consecuencia ("consiguientemente") de los anteriores.
De estos criterios hay tres en torno a los cuales existe cierto consenso, cuando se trata
de las primeras sociedades clasistas: hay una clase dominante fundamental y al menos una
explotada; la clase dominante asume posiciones de trabajo intelectual mientras los campesinos
explotados realizan principalmente trabajo manual y, por último, la clase explotadora
dominante se apropia del excedente bajo la forma de tributo en especie y en trabajo. El punto
que suscita las polémicas y en torno al cual existe, muy lejos de un acuerdo, la más amplia
diversidad de opiniones, es el de las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso
productivo. Nuestra proposición, por lo mismo, pone énfasis en este punto. Veremos, no
obstante, cada uno de estos criterios y en el orden señalado por Lenin.
1. Posición en el sistema de producción social históricamente determinado. En
primer lugar, debemos delimitar el campo de la hipótesis, en particular, al modo de
producción que correspondería a las primeras formaciones socioeconómicas clasistas, que
suceden a las comunidades primitivas y anteceden al esclavismo clásico -cuando este se da- y
al feudalismo.
Dentro de este modo producción nos referimos a dos clases sociales que tienen en
común el ser las clases fundamentales en torno a cuya relación se estructura y desarrolla todo
el sitema de relaciones sociales de producción. Como en todo modo de producción clasista,
hay al menos dos clases fundamentales en torno a las cuales se establece la contradicción
principal:
a. La clase dominante en la estructura económica y política que es, desde luego, una
clase explotadora. Advertimos que el carácter de explotadora o explotada de una clase social,
no se define en relación a la dicotomía entre clases "ociosas" y "productoras". Es decir,
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 277
cuando se trata de una clase explotadora, ello no quiere decir que sea necesariamente una
clase ociosa y menos en el caso que analizamos. Su carácter de clase explotadora lo determina
el hecho de que se apropia de un volumen de trabajo, sea en servicios u objetivado en
productos, mayor que el que aporta a la producción. Esto aún cuando los miembros de la clase
dominante, que son minoría, pudieran trabajar como tiempo de promedio diario, más que
cada uno de la mayoría de los productores explotados.
b. Por otro lado, tendremos a la clase fundamental de los productores explotados
económicamente y políticamente subordinados.
2. Contenidos y formas de la propiedad:
a. En cuanto a los contenidos de la propiedad, proponemos que la clase explotadora es
propietaria objetiva de la fuerza de trabajo de la clase explotada fundamental y de una parte
de los instrumentos de producción: el conocimiento especializado.
La clase explotada, en cambio, constituída por los miembros de las comunidades
agroartesanales, es propietaria objetiva de los medios de producción básicos, es decir, de la
tierra como objeto principal de trabajo (o ganados, según el caso) y de los instrumentos de
trabajo manual.
b. En cuanto a las formas de la propiedad, pensamos que, al menos en el comienzo del
proceso clasista, la propiedad de la clase dominante tiene un carácter particular. Es decir, sus
miembros, en tanto integrantes de esa clase social, tienen capacidad real de disponer de la
fuerza de trabajo de los productores directos. El desarrollo histórico de la clase, sin embargo,
llevará a la diferenciación y lucha de intereses particulares en el seno de la clase, con lo cual
se iniciará un proceso paulatino de privatización. Sin embargo, aún cuando en la sociedad
clasista inicial se lleguen a configurar formas de propiedad privada en torno a determinados
bienes y áreas de la producción, pensamos que no llega a consolidarse la propiedad privada
individual, como ocurrió con el esclavismo clásico.
Por lo que respecta a la clase explotada fundamental, está constituída, como hemos
dicho, por los miembros de las comunidades agroartesanales que conforman las unidades
básicas de producción, como lo es el feudo en la Edad Media o la fábrica y la empresa en el
capitalismo. Las comunidades están integradas por miembros cuya pertenencia a la misma
puede estar condicionada por las relaciones gentilicias o de vecindad, pero que les garantizan
la participación de la propiedad comunal de los medios de producción. Cuando se trata de
comunidades que mantienen el sistema de relaciones gentilicias de las viejas sociedades
tribales de la barbarie 231, se mantiene internamente la tradicional propiedad colectiva sobre
los medios de producción; pero al ser integrados a una totalidad social mayor, tal propiedad
231
Distinguimos, por el contenido de la propiedad, dos modos de producción en la época del comunidmo primitivo: a) El
modo de producción cazador recolector (aproximadamente equivalente al salvajismo de Morgan o Engels), que se
caracteriza por el estableimiento de la propiedad colectiva sobre la fuerza de trabajo y los instrumentos de producción. La
apropiación de la naturaleza es resultado de la realización de proceso productivo. b) La comunidad tribal en cambio,
establece la propiedad colectiva sonbre todos los elementos del proceso productivo, incluyendo los medios naturales de
producción, como objetos de trabajo cuya propiedad se constituye en condición para la realización de la producción. El
establecimiento de la propiedad real sobre los medios naturales de producción lleva a la necesidad del desarrollo de la
estructura tribal en sentido estricto (Ver Bate, 1983).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 278
colectiva pierde su calidad general, para transformarse en una forma de propiedad particular
en dos sentidos. En primer lugar, los medios de producción, como contenido de la propiedad
de la clase explotada, conforman la particularidad diferencial de ésta respecto a la clase
dominante. Por otro lado, en el seno mismo de la clase explotada, puede haber distintas
comunidades gentilicias o de vecindad, de diferente origen étnico y con territorios
históricamente diferenciados; en este sentido, la propiedad comunal de los medios de
producción será compartida de manera exclusiva por los integrantes de cada comunidad.
De cualquier modo, el cambio fundamental que ha sufrido la vieja propiedad tribal del
comunismo primitivo al integrarse la sociedad comunal a una sociedad clasista y como parte
de ella, no es tanto la transformación de la propiedad colectiva en propiedad particular de una
clase y de la comunidad, como la pérdida de la propiedad real sobre la fuerza de trabajo de
los miembros de la comunidad, que sólo retienen -y no puede ser de otra manera- su posesión.
3. División social del trabajo. Con el surgimiento de la sociedad clasista se desarrolla
la llamada "segunda división social del trabajo"232 y se establece entre trabajadores manuales
e intelectuales.
a. La clase dominante, en esta sociedad, asume las distintas funciones del trabajo
intelectual, que por lo general realiza y ejerce directamente, estableciendo en todo caso -por
medios políticos- el control monopólico del conocimiento especializado.
En este sentido, no sólo son trabajadores intelectuales aquellos que se dedican
sistemáticamente como especialistas a la investigación de los distintos fenómenos de la
realidad (astronomía, ingeniería, hidráulica, matemáticas, geometría, medicina, etc.) y que
entre los arqueólogos e historiadores se suelen englobar en la categoría de "sacerdotes", junto
con los que ejercen directamente el control ideológico y la ritualidad religiosa; también lo son
los especialistas en la administración pública, la organización militar, la diplomacia y el
intercambio y el ejercicio directo del poder político que, en algunos casos, pueden presentarse
como actividades diferenciadas de las que realiza la estructura institucional religiosa.
Hay que decir que la especialización del conocimiento aparece tan tempranamente
como en las comunidades primitivas de cazadores recolectores, con los shamanes y
curanderos. Sin embargo, aún cuando ello pudiera otorgarles una posición de prestigio entre
los integrantes de las comunidades primitivas, el shaman no se liberaba de la participación
directa en la producción material ni tenía una posición de privilegio económico como la que
adquieren los especialistas que realizan trabajo intelectual en las primeras sociedades
clasistas, integrándose a las clases dominantes.
b. La clase explotada fundamental, integrada por los campesinos miembros de las
comunidades, realiza básicamente el trabajo manual o producción directa de bienes
materiales, es decir, de bienes alimenticios y artesanales, con diversos grados posibles de
división del trabajo en el interior de las comunidades. Además, constituyen el contingente
principal de la fuerza de trabajo de la cual dispone la clase dominante para la construcción de
232
Históricamente, la primera gran división social del trabajo ocurre en el curso de la comunidad primitiva tribal, entre
productores directos de alimentos y artesanos especializados.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 279
clase dominante que les devuelve la parte necesaria para la subsistencia, una vez asegurada la
parte destinada a la tributación.
233
Dierchxens, op. cit., capítulo VI.
234
El carácter necesario de la existencia de una clase social, dentro de determinado modo de producción, no implica que se
trate obligatoriamente de una clase fundamental. En el capitalismo, por ejemplo, la existencia de la pequeña burguesía
intelectual o comercial son necesarias al sistema, sin que se trate de clases fundamentales. El caracter fundamental de una
clase social, en cambio, si implica que su existencia es necesaria al sistema
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 282
clase" obtiene sus medios de vida y financia en parte las expediciones de captura de esclavos
a través de su venta en el mercado. El esclavista sólo paga este costo por la adquisición de
esclavos, que es mucho menos que costear su reproducción y alimentación hasta que se
encuentre en condiciones plenas de producir. En gran medida abarata también ese costo en
tanto las expediciones de guerra y conquista son financiadas por el estado, a través de la
recaudación de impuestos y tributos. La necesidad de permitir la reproducción de la fuerza de
trabajo en sus comunidades de origen, pone así un límite tanto a la esclavización por deudas
como a la progresiva expropiación de medios de producción y, en particular, a la ampliación
de la propiedad territorial de la clase dominante. Lo cual constituirá una de las
contradicciones que no podrá superar el modo de producción esclavista por la vía de ampliar
las relaciones fundamentales, dando paso a la crisis del sistema y al surgimiento del
feudalismo.
De manera que puede decirse que, si la mantención de las comunidades de productores
campesinos como propietarios particulares de los medios de producción es una condición para
el desarrollo de la sociedad clasista inicial, para el desarrollo del sistema esclavista clásico es,
a su vez, necesaria la mantención de las relaciones de producción características de la
sociedad clasista inicial. Lo cual no significa que aquellas "coexistan" como modo de
producción comunista primitivo ni éstos como modo de producción clasista inicial, con las
nuevas relaciones fundamentales de producción en cada caso, ya que su misma calidad
cambia al integrarse al sistema de la nueva totalidad. Las primeras ya no serán sociedades
comunistas primitivas y las segundas dejan de ser clases fundamentales.
Sin embargo, en la constatación de la persistencia cuantitativamente mayoritaria de la
producción y reproducción comunal en los dominios de los grandes imperios grecorromanos,
se basan algunos autores que postulan que el esclavismo clásico nunca habría llegado a ser un
"modo de producción dominante", lo cual es también un error que probablemente se origina
en la concepción misma de la categoría de modo de producción.
2. La diferencia esencial del modo de producción de las primeras sociedades clasistas
con respecto al feudalismo, consiste en que en aquellas la clase dominante no necesita ser
propietaria de los medios de producción y, en consecuencia, la renta de la tierra no es la forma
fundamental de la enajenación de los excedentes como tributos. En el feudalismo, en cambio,
existe la propiedad territorial objetiva en manos de la clase dominante y la renta de la tierra -
sea como renta/impuestos tributados al estado o como renta pagada al propietario privado de
la tierra quien, a su vez, tributa impuestos al estado- constituye consecuentemente la forma
principal de apropiación de excedentes por la clase dominante en el proceso de distribución.
Tendríamos así, como hemos comentado, dos formas o modalidades del feudalismo,
diferenciables por el desarrollo de las formas de propiedad de las clases dominantes, y cuyo
contenido esencial es, en todo caso, el mismo.
Una de las razones por las cuales en las sociedades clasistas iniciales es difícil el
establecimiento de la propiedad sobre la tierra, por parte de la clase dominante, es aquella que
ha señalado Nikiforov y que citamos algunas páginas atrás: existe todavía tierra disponible
para la mantención de una producción subsistencial de las comunidades, de modo que no sería
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 283
fácil obligarlas a pagar renta por ella. Además, hay otra razón que hace difícil la coerción
ideológica-política sobre esa base, sin desencadenar reacciones de rebelión de parte de los
productores directos. Y es que toda la historia de la conformación de la comunidad tribal se ha
desarrollado y estructurado en torno al establecimiento y defensa de la propiedad comunal
sobre los medios naturales básicos de producción, consolidando una fuerte conciencia social
del derecho de acceso a los medios de producción.
Cuando surge el feudalismo, en cambio, se ha dado ya un largo desarrollo histórico
tanto de las fuerzas productivas, aumentándose notablemente el volumen y densidad de la
población y la tecnología que hace posible la explotación de la tierra bajo el control de la
clase dominante, como del volumen de excedentes que ha permitido fortalecer
considerablemente el aparato represivo militar. Con ello, se ha saturado la ocupación del
territorio, limitando completamente la disponibilidad de tierras cultivables para mantener a la
población con el nivel de la tecnología existente. Con lo cual los productores directos no
tienen otra alternativa, para sobrevivir, que la de aceptar las condiciones que imponga la clase
dominante para tener acceso a la tierra, sobre la cual la amplitud y eficacia del aparato
represivo le permite establecer objetivamente la propiedad.
En la sociedad clasista inicial, por el bajo nivel relativo de desarrollo de las fuerzas
productivas, el factor más importante en la producción, es la fuerza de trabajo. Y de nada
serviría a la clase dominante tener grandes propiedades territoriales si no pudiera disponer de
la fuerza de trabajo. La capacidad de disponer realmente de ésta hace, en cambio, innecesaria
a la clase dominante la propiedad sobre los medios básicos de producción, la cual sería aún
muy difícil de imponer a las comunidades agroartesanales con una arraigada y reciente
tradición de defensa de los mismos. Así, el surgimiento de un poder central que es capaz de
reprimir las luchas entre comunidades, precisamente por la defensa de su propiedad comunal
sobre los medios de producción -que además garantiza- aparece políticamente respondiendo a
un interés común de los productores que, en parte, contribuye a la aceptación de la existencia
del poder estatal y de la clase que lo ejerce.
235
Este sistema fué comunmente usado por los inkas para asegurar el abastecimiento de bodegas y graneros que
permanecían como reservas para el eventual tránsito del ejército imperial, para sostener obras públicas o para redistribuir a
las comunidades en caso de necesidad, debida a malas cosechas o pérdida de la producción. Así, se formaban colonias
multiétnicas en los lugares donde se necesitaba disponer de esos excedentes y concurrían a ella a tributar fuerza de trabajo,
en forma rotativa, los miembros de distintas comunidades étnicas de adscripción gentilicia, bajo el sistema de mit´a. Se
puede observar que, como norma administrativa, tales comunidades multiétnicas, donde se concentra fuerza de trabajo
explotada, responden en su composición a la regla de oro de la tenencia de esclavos en el esclavismo clásico, que suponía no
juntar nunca muchos productores de la misma proveniencia étnica (como sucedió en Sicilia), ya que ello abre las
posibilidades de una unidad política coyuntural para la rebelión. Véase S.I.Kovaliov, 1968.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 288
de disolución 236, como son la comunidad oriental, antigua y germánica, mencionando además
la comunidad de tipo eslavo que sería diferente, aunque no analiza su especificidad. Y hay
que considerar que, al respecto, Marx estaba lejos de poseer la información de que hoy
disponemos acerca de una gran diversidad de formas de la comunidad primitiva tribal.
El supuesto de que el modo de producción asiático sería el que corresponde a las
primeras sociedades clasistas, implica que éstas sólo surgen a partir de la disolución de las
relaciones igualitarias en un determinado tipo de comunidades: las comunidades de tipo
oriental; y en particular aquellas en que la tecnología hidráulica y el proceso de producción
exigen la permanencia de la concentración de la fuerza de trabajo para su aplicación colectiva.
Si se acepta que la ley de correspondencia entre fuerzas productivas y el sistema de
relaciones sociales de producción tiene vigencia como ley del desarrollo histórico y, bajo esa
concepción, que los modos de producción asiático, esclavista y feudal representan calidades
de la sociedad que se corresponden con determinadas medidas de la magnitud grado de
desarrollo de las fuerzas productivas -con toda la flexibilidad que debiera otorgarse a esas
medidas- significaría prácticamente que las comunidades primitivas de tipo diferente a la
oriental no generarían revoluciones clasistas. Y deberían "esperar" a que su relación con
sociedades más desarrolladas (de tipo "asiático, esclavista o feudal) les permitiera incorporar
niveles superiores de productividad como para acceder a la historia clasista, bajo relaciones
esclavistas o feudales, como ocurrió de hecho históricamente con las comunidades helénicas o
germánicas que analizó Marx.
Al respecto, la proposición que hacemos significaría:
a. Que el modo de producción de la sociedad clasista inicial puede originarse como
efecto del desarrollo histórico de cualquier forma de comunidad primitiva, sea antigua,
germánica, eslava, "andina" u otras y que su origen en comunidades de tipo oriental sólo
representaría una modalidad particular del proceso histórico de génesis de sociedades clasistas
"primarias" o "secundarias".
b. En cuanto a los factores causales del desarrollo de relaciones sociales clasistas,
tampoco sería necesariamente el requisito de centralización de la fuerza de trabajo para la
ejecución y control de un sistema de obras hidráulicas el determinante de la diferenciación
social que lleva a la conformación de la estructura de clases y del aparato estatal. Esta
hipótesis, que correspondería a una de las vías particulares de génesis de ese proceso
histórico, presenta también algunas variantes. En unos casos, se supone que no sólo la
construcción de un sistema hidráulico podría exigir la conducción centralizada de fuerza de
trabajo, cuyo uso requiera la organización bajo formas de cooperación ampliada; en otros, se
ha propuesto que la función del control del agua, aún sin la necesidad de cooperación
ampliada para la construcción de un sistema hidráulico, podría generar un monopolio que
condicionara el desarrollo de la "estratificación" de la sociedad en clases.
236
Coincidimos en este punto con Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) En cuanto a que lo que preocupa a Marx en éste
texto es el análisis de las distintas vías alternativas de disolución de las comunidades primitivas. De hecho, lo que le interesa
es entender el inicio de un proceso que llevará a la total separación del productor respecto a los medios de producción.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 289
237
Véase Marshall Sahlins, 1977.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 290
pudieron llegar a concentrar el poder comunal a su favor; llegando tal vez a controlar aún la
fuerza de trabajo de su propia comunidad a través de disponer qué se debía producir y en qué
cantidades, para satisfacer las demandas de un mercado favorable. Y, sobre todo, a imponer
condiciones a la producción de las comunidades ajenas, en situación cada vez más débil en
relación a aquellas que han podido ir acumulando excedentes y fortaleciendo su aparato
militar. De esta manera, la prestación de fuerza de trabajo también pudo ser una forma de
pagar deudas contraídas en el intercambio, sin que ello llevara a la cesión de la propiedad de
las comunidades deudoras sobre sus medios de producción.
También es posible que el conocimiento especializado en relación a diversos
fenómenos naturales cuyo manejo tuviera importancia para la organización y elevación de la
eficiencia productiva, fuera sujeto a control por el grupo de especialistas de una comunidad
tribal. Su aplicación exitosa al desarrollo de la producción debió otorgarles al menos una
situación de prestigio en su comunidad y, tal vez, también un consenso que les permitiera
ejercer cierto grado de control en la disposición de la fuerza de trabajo, llegando a convertirse
en un señorío tribal. La difusión de la fama de esos especialistas, seguramente revestido de
un halo mítico reforzado por una parafernalia ritual, pudo trascender los límites de su propia
comunidad, atrayendo a los representantes de otras tribus vecinas a solicitar los consejos
prácticos que les permitieranm igualmente elevar la productividad y, tal vez, llegar a
concederles ingerencia en otros asuntos de su vida comunal. A cambio de ello, esta espececie
de "oráculo" debió recibir, probablemente bajo la forma de ofrendas, algunos tributos en
especie o aún en trabajo, como retribución de sus servicios, dentro del esquema de la
reciprocidad. Así, el intercambio de conocimientos especializados por bienes materiales,
posibilitaría el desarrollo desigual de una comunidad que a mediano plazo alcanzaría a
establecer su supremacía ideológico-política sobre las demás, sustentada en una acumulación
de excedentes que la ponía en situación de ventaja en caso de enfrentamiento bélico en el
momento en que alguna comunidad decidiera independizarse de los servicios de los "dioses"
de la comunidad dominante. Es posible que este factor haya jugado un papel importante en el
desarrollo de la sociedad Chavín, en los Andes Centrales.
Lo que deseamos subrayar a través de este par de ejemplos, expuestos acá de manera
demasiado simple, es que el surgimiento de la estructura de la explotación clasista no supone
como condición necesaria la organización de la producción con base en la tecnología
hidráulica ni el control de fuerza de trabajo colectiva bajo un poder central. Más aún, tampoco
supone necesariamente que ese proceso histórico deba tener base en una economía
principalmente agrícola, ya que también pudo darse en pueblos cuya producción de alimentos
haya sido principalmente pecuaria.
3. Sobre el intercambio.
El hecho de que el régimen de propiedad en que se sustenta la relación entre las clases
fundamentales de estas sociedades suponga la reproducción de las relaciones comunales,
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 291
contribuye a explicar las restricciones que impone el estado a las formas de intercambio
mercantil desigual en el seno de las comunidades, ya que este llevaría a su disolución 238.
La existencia de una clase de mercaderes que, a través de su actividad, obtienen
medios de vida que ellos no producen, o que acumulan riqueza, se da en el exterior de las
comunidades -bajo control estatal- y puede realizarse de dos maneras: constituyendo los
mercaderes parte de la clase dominante o desarrollando su actividad bajo autorización del
estado, bajo compromiso de pagar tributos o prestar determinados servicios. Y así, pueden
conformar una red de circulación de mercancías entre las ciudades-estado y las comunidades,
entre comunidades o entre ciudades-estado, pudiendo acumular en su beneficio una
proporción de los excedentes enajenados a través del intercambio desigual.
En el interior de las comunidades habría algunas modalidades del intercambio. Una de
ellas sería a través de la redistribución, como centralización de la producción y redistribución
de los valores de uso específicos requeridos por los comuneros para la satisfacción de sus
necesidades subsistenciales concretas. Por medio de este mecanismo puede canalizarse
también el tributo de excedentes, separado del volumen total de productos concentrados, antes
o después de la redistribución que satisface las necesidades subsistenciales de los productores.
La redistribución, como toda forma de intercambio, cumple esta función en la medida en que
se desarrolla la división social del trabajo. En torno a este punto es que resulta relevante la
aportación de Murra 239, resultado de sus investigaciones sobre las formas de control de
múltiples pisos ecológicos por parte de las comunidades de los Andes centro-meridionales. En
ellas, los miembros de la comunidad extraen diversidad de productos de procesos de trabajo
concretos con valores de uso específicos en distintos medios geográficos, concentrándolos en
las bodegas de la aldea, de donde toman los productos que necesitan y que han sido aportados
por otros comuneros desde distintos lugares. De allí que las propiedades comunales sobre
medios naturales de producción se pueden graficar como un "archipiélago". La mantención de
este sistema de muy antiguo origen, seguramente desde las comunidades de cazadores-
recolectores, sólo puede explicarse hacia épocas tardías por la sanción y control estatal de las
relaciones entre las comunidades.
Cuando los medios de producción son apropiados por la comunidad en un territorio
unificado y no se da el intercambio a través de la centralización redistributiva, encontraremos
en cambio los mercados, en los cuales se realiza un intercambio de valores equivalentes,
generalmente bajo un sistema equivalencial concreto 240.
238
Sobre éste punto, véase, por ejemplo, de Marx en El Capital, el vol. I, págs. 44 o 51. O, en el Anti-Duhring de Engels, la
pág. 378.
239
Véase John Murra, 1972y 1973.
240
C. Marx, El Capital, vol. I, cap. primero.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 292
demás admitir que tanto Marx como Engels o Lenin lo han planteado así en diversos textos.
Aparte de que ello es históricamente cierto en el caso del surgimiento de las clases en las
sociedades esclavistas y feudales clásicas de Europa occidental, que constituyeron la principal
y más segura fuente de información para esos destacadísimos investigadores. Pero no hay que
olvidar que también es históricamente verdadero que el surgimiento de las relaciones clasistas
en esas sociedades obedeció a procesos derivados de las relaciones con otras sociedades
clasistas, que les precedieron en varios milenios y de las cuales incorporaron elementos
básicos para un elevado desarrollo de la productividad y hasta un sistema de intercambio
mercantil con la forma dinero como equivalente general. Los clásicos del marxismo, como
hemos visto, no podían disponer en su tiempo de la información mínimamente necesaria
como para explicar cabalmente la historia de las sociedades "pre-clásicas" que en Oriente,
Africa o América antecedieron a las de Europa occidental.
En la hipótesis que hemos expuesto, el surgimiento de una estructura social de
explotación indiscutiblemente clasista no presupone necesariamente la forma privada de
propiedad en sentido estricto.
Más bien se trata del comienzo de un proceso de lucha de clases que, como tendencia
histórica esencial, conduce a la conformación de la propiedad privada, que se establece ya
durante el esclavismo grecorromano y cuyo carácter esencial se cristaliza de manera evidente
en el sistema capitalista, como sistema mundial que constituye el todo más desarrollado de la
historia de las sociedades clasistas.
El modo de producción de las primeras formaciones sociales clasistas se inicia con
formas particulares de propiedad diferencial de las clases sobre los elementos del proceso
productivo. El desarrollo histórico del proceso de apropiación privada de los medios de
producción y la fuerza de trabajo, está condicionado al menos por dos factores de diferente
nivel estructural en el seno de las formaciones socioeconómicas clasistas: 1) con el desarrollo
de formas de posesión privada de los elementos del proceso productivo y de disfrute de los
productos del mismo que se hacen tradicionales y, 2) con el desarrollo de la lucha de clases
entre sectores de las clases explotadoras.
Respecto al segundo punto, como ha señalado Lumbreras al referirse a la lucha de
clases.
La lucha de clases es siempre por el poder, porque quien tiene el poder tiene los
instrumentos políticos y jurídicos en sus manos (con el respaldo de las armas) que le
permiten modificar los patrones de propiedad de acuerdo a sus intereses", e indica dos
formas de la misma "a. La lucha entre explotados y explotadores [y] b. La lucha de los
explotadores entre sí. 241
Desde luego que al desarrollarse una estructura de clases cada vez más compleja, surgen
diversas contradicciones coyunturales y estructurales (relaciones de unidad y lucha) entre
clases, fracciones y sectores de las clases explotadoras. Así éstas pueden surgir de la
oposición de intereses entre los sacerdotes y la aristocracia militar respecto a los mercaderes o
241
Luis G. Lumbreras, 1981: 112.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 293
los sacerdotes de las clases dominantes que hegemonizan el poder central de un imperio frente
a quienes lo ejercen en la administración de las provincias, por la proporción del excedente
enajenado del que se apropian, etc.. Sobre este proceso nos extenderemos en un próximo
trabajo, pero nos interesa señalar que, si bien la estructura de la sociedad clasista inicial no
supone necesariamente la propiedad privada, en su seno se originan las contradicciones a
través de las cuales se configura históricamente esa forma de propiedad. De hecho, también
en ella pueden darse formas de apropiación privada de la fuerza de trabajo de los productores.
242
Enunciada generalmente como ley de la transformación recíproca de los cambios cuantitativos y cualitativos.
243
Véase el "Prólogo...".
244
Entre los investigadores soviéticos, este punto de vista es sostenido por Vasíliev y Stuchevski (En: Bartra, 1969) y en
"occidente", por autores que se adscriben al evolucionismo multilineal con posiciones eclécticas que incluyen al marxismo
entre sus ingredientes, como Wittfogel y Palerm. Por supuesto, no identificamos los planteamientos ni intenciones de éstos y
aquéllos.
245
Ideológicamente, también está implícita la consecuencia de que las formas del socialismo no serían la única alternativa de
solución a la crisis de la contradición fundamental del capitalismo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 294
ya que de hecho pone en tela de juicio o exige una explicitación de la explicación de una de
las leyes básicas del materialismo histórico.
Concordamos con Vassíliev y Stuchevski cuando afirman que el problema que ocupa a
Marx en las "Formen..." es el de las formas de disolución de la comunidad primitiva y las
condiciones históricas en que las comunidades de tipo oriental, antigua o germánicas dan
origen a formaciones clasistas "asiáticas", esclavistas y feudales, respectivamente. También es
un hecho histórico el que tales procesos ocurrieron, con las salvedades que exige la
consideración del "modo de producción asiático".
Pero la proposición de que la comunidad primitiva contiene indistintamente las
posibilidades de generar sociedades clasistas con diversas calidades esenciales -dependiendo
de particularidades secundarias- aparece como una simplificación reduccionista que constata
la inmediatez empírica y se convierte en generalización teórica sin un análisis de la diversidad
de regularidades que se concatenan en la concreción histórica. Aclaramos que tampoco nos
parece sostenible, a la luz de los hechos históricos, la proposición unilineal mecanicista de
Stalin, ni nos preocuparía demasiado poner en tela de juicio una formulación comunmente
aceptada por el marxismo como ley general, si realmente estuviéramos convencidos de que no
refleja regularidades objetivas. Pero no es éste el caso.
En lo que respecta al surgimiento del esclavismo en el seno de las comunidades de la
península helénica o el desarrollo de las relaciones feudales en las comunidades germánicas
invasoras del Imperio Romano, hay que tomar en cuenta un par de factores que hemos
mencionado en un punto anterior. Uno de ellos es que, en ambos casos, se trata de procesos
derivados de las relaciones que las comunidades antiguas o germanas establecieron con
sociedades clasistas más desarrolladas. Y el otro es que, como efecto de esas relaciones, las
comunidades primitivas absorbieron o "heredaron" el importante desarrollo tecnológico de las
sociedades más avanzadas, acelerando el grado de desarrollo de sus fuerzas productivas a una
medida superior a aquellas que poseyeron las primeras sociedades clasistas.
De este modo, es perfectamente posible que diversas sociedades en su historia real se
"salten" determinadas etapas o calidades, en tanto acceden a medidas de la magnitud de las
fuerzas productivas a las cuales corresponden calidades más complejas.
Ahora, en lo referente a la secuencia de calidades de las formaciones socioeconómicas
que se corresponderían a medidas sucesivas en una escala ordinal de la magnitud de las
fuerzas productivas 246, surge la cuestión de cual sería tal sucesión y la significación de la
unilinealidad que ésta implicaría, frente a las concepciones del evolucionismo multilineal.
Sobre este punto, Bartra contribuye a plantear más adecuadamente el problema de la
pretendida oposición de concepciones unilineales versus multilineales, como un malentendido
que "consiste en que no se acaba de comprender que los marxistas, cuando hablan de
evolución unilineal, no se refieren a las formas o pautas concretas del desarrollo, sino a su
contenido, a su esencia. El marxismo plantea que la historia tiene un sentido: el progreso. Y
246
Entiendo, desde luego, que esas medidas tienen amplios rangos de variabilidad sujetos a las condiciones históricas
concretas.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 295
excedentes como para sostener un aparato represivo que le permite copar objetivamente la
propiedad sobre la tierra cultivable, en una situación en que la población se ha incrementado
al nivel de no tener más alternativa que tributar renta a cambio de poder cultivar para
subsistir. De ahí que algunas variantes del feudalismo tendrán que ver también con el grado y
formas sujeción de la fuerza de trabajo, que puede o no ser propiedad de la clase dominante,
en términos objetivos.
2. En cuanto a las formas de la propiedad habría también al menos dos variantes o
"líneas" de desarrollo histórico. Una de ellas sería característica de la historia "clásica" de
Europa ocidental y está condicionada por una temprana consolidación y predominio de las
formas privadas de propiedad de la clase dominante. En la primera etapa, el esclavismo
clásico representaría su fase superior, necesaria y previa al proceso de transición al
feudalismo. La etapa feudal se caracterizaría, dentro de esta línea, por la existencia de
propietarios de la tierra (terratenientes) que cobran renta al productor directo y transfieren
parte de la misma al estado bajo la forma de impuesto.
La otra línea se caracterizaría por la persistencia del predominio de las formas
particulares de propiedad de las clases dominantes, sobre los mismos contenidos esenciales de
la propiedad. Dentro de esta línea o vía del desarrollo, el esclavismo clásico no sería una fase
superior necesaria del desarrollo del primer estadio histórico y se accedería directamente de la
"esclavitud generalizada" al feudalismo. En la etapa feudal, persistiría la propiedad particular
de la clase dominante, esta vez sobre la tierra. La clase dominante representada directamente
en el estado, presentará a éste jurídicamente como "supremo terrateniente" y la burocracia
estatal cobrará directamente la renta como impuesto o tributo.
Así como es posible que determinadas sociedades concretas se "salten" etapas, como
efecto de procesos derivados de su relación con otras sociedades más desarrolladas, también
se dan las situaciones en que estas interacciones sociales permiten a una sociedad cambiar su
"línea" de desarrollo, dentro de la multilinealidad formal de la historia.
De hecho, la diferencia principal entre estas "líneas" de desarrollo, consiste en que
poseen diferentes ritmos históricos, estructuralmente condicionados, de desarrollo del
proceso de privatización de la propiedad. Por eso es que la culminación de ese proceso que es
el tema que ocupa centralmente la atención de Marx en las "Formen...", -con el desarrollo del
sistema de relaciones capitalistas, es alcanzada más aceleradamente por las sociedades de la
"línea occidental". Y éstas, por su necesidad de expansión, son las que agilizan la
conformación del primer sistema socioeconómico mundial, subordinando a las sociedades
más atrasadas y generando en ellas procesos derivados de desarrollo capitalista.
6. Sobre el estado.
Desde que el surgimiento de la estructura de explotación clasista no supone necesariamente
un origen en comunidades de tipo oriental, ni centralización de la disponibilidad de fuerza de
trabajo para realizar obras públicas, el surgimiento del estado que es inherente a esta
revolución social, tampoco implica necesariamente que éste adquiera una forma despótica.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 297
Más exactamente, el tipo de estado que, al menos en sus comienzos, se correspondería con la
estructura fundamental de clases que hemos expuesto, no tiene por qué ser obligatoriamente
despótico. La forma despótica del estado, sería también una forma particular de ejercicio del
poder, que podría variar en las diferentes fases del desarrollo histórico de las sociedades
clasistas iniciales.
Más aún, es difícil que las formas de ejercicio del poder en el proceso de
conformación y consolidación de la estructura estatal, con un nivel de acumulación de
excedentes todavía bajo y, por ende, con un aparato represivo militar poco desarrollado,
hubiera podido tener un caracter abiertamente despótico, sin crear el riesgo permanente de
sublevaciones y tiranicidios.
Sin duda, el proceso de conformación de las clases y el estado llevó a desarrollar un
aparato militar que seguramente podía reprimir focos de rebelión en distintas comunidades,
pero que difícilmente podría enfrentar una rebelión general. Ello nos explica otra
característica señalada, desde Marx, para las "sociedades orientales" y que es la mantención
del aislamiento de las comunidades. Pero de todos modos, esto también significa que, entre
los procedimientos de coerción extraeconómica, debieron jugar un importante papel la
dominación ideológica y la estructura de sujeción política. Además, el estado debió justificar
su existencia realizando funciones que pudieran ser reconocidas como necesarias por las
comunidades subordinadas. Y éstas con seguridad no se limitaron a la organización de fuerza
de trabajo masiva para la ejecución de obras públicas, situación que pudo no darse. Pero el
control del intercambio entre comunidades evitando conflictos, la importación y exportación
de bienes, el control de excedentes de reserva para la prevención de catástrofes agrícolas que
exigieran un mecanismo de acumulación y reproducción y que permitiera incluso la
transferencia de productos de unas comunidades a otras en situación de crisis; la existencia de
una estructura militar con capacidad de reprimir los conflictos bélicos siempre
potencialmente presentes entre comunidades tribales desarrolladas; el desarrollo de
conocimientos especializados que redundan en la elevación de la productividad; todos éstos y
otros "servicios" que pudo prestar la clase dominante, pudieron permitir la consolidación de
un aparato estatal sin la necesidad de formas despóticas de ejercicio del poder, en la situación
del surgimiento histórico de las primeras dictaduras de clase. En todo caso, el desarrollo de
formas despóticas de ejercicio del poder estatal sería una característica mucho más común en
las fases imperiales más avanzadas de estas sociedades y estaría más bien en relación con la
profundización de las contradicciones sociales, en momentos en que se cuenta con un aparato
represivo más consolidado.
Otro punto relativo al estado que consideramos que debería investigarse más
ampliamente es -específicamente para las primeras formaciones socioeconómicas clasistas- la
de su relación con el territorio.
Este es uno de los puntos a través de los cuales Engels sintetiza las características del
Estado en "El origen de la familia...". Dice: "Frente a la antigua organización gentilicia, el
Estado se caracteriza en primer lugar por la agrupación de sus súbditos según divisiones
territoriales". El análisis del surgimiento del estado Ateniense y Romano, muestra este aspecto
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 298
con claridad. Y Engels generaliza: "Esta organización de los súbditos del Estado conforme al
territorio es común a todos los Estados. Por eso nos parece natural: pero en anteriores
capítulos hemos visto cuán porfiadas y largas luchas fueron menester antes de que en Atenas
y Roma pudiera sustituir a la antigua organización gentilicia".
Pensamos que en las sociedades clasistas iniciales, la "organización de los súbditos
conforme al territorio" no sería una característica necesaria de la organización ni la base de la
soberanía estatal. De hecho, la mayoría de esas formaciones socioeconómicas si bien pudieron
crear nuevas comunidades de vecindad, mantuvieron aún por milenios las organizaciones
tribales de base gentilicia, sin llegar al nivel de la expropiación territorial que se da en Atenas
o en Roma, por parte de la clase dominante, lo que permite sustituir la vieja base de
organización gentilicia. Por ello pensamos que, siendo el fundamento esencial de la soberanía
estatal de las primeras sociedades clasistas la estructura de sujeción política de la fuerza de
trabajo, la situación debió ser diferente que la que se dió en Grecia y Roma, y desde luego, en
la época feudal. Más bien sucedería que la organización del territorio -control de las fronteras,
organización de la producción y del tributo, etc.- se establecía conforme al sistema de
organización política de los súbditos. Es decir, la relación del estado con el territorio estaba
mediada básicamente por la real soberanía política del estado sobre los productores
propietarios del territorio 249.
7. Sobre la ideología.
Acá sólo queremos mencionar un par de problemas que cualquiera explicación del origen y
desarrollo de las relaciones clasistas deberá tener en cuenta:
1. Cualquiera sea la causalidad implicada en el surgimiento de las sociedades clasistas,
uno de los problemas que deberá resolver al considerar la ideología, creada y manejada por la
clase dominante, es el de la justificación de la violación de la reciprocidad que se gesta
objetivamente en el nivel económico con el establecimiento de relaciones de explotación y
enajenación del excedente a los productores directos que constituyen la mayoría de la
población. La existencia de relaciones económicas y sociales de reciprocidad en el seno de las
comunidades primitivas, en su prolongada tradición histórica, han conformado en ellas una
conciencia social y un sistema de valores que ha operado superestructuralmente como un
refuerzo de dichas relaciones en la conducta social cotidiana y se encuentran profundamente
arraigados en la conciencia de los miembros de las comunidades que, con el surgimiento de
las clases, pasan a convertirse en clase explotada. De ahí que, en los comienzos del proceso y
seguramente por un largo tiempo, ya que la organización comunal persiste y las relaciones
entre sus miembros siguen regidas por los principios de reciprocidad, es difícil que la clase
dominante abuse muy abiertamente en la extorsión de excedentes o ejerza el poder de manera
excesivamente arbitraria o despótica. Sobre todo, en el período en que aún la acumulación de
excedentes no permite la existencia de un poderoso aparato militar y represivo.
249
Así, tendríamos una sutuación general similar a la que implica el concepto de "soberanía territorial" del Derecho
Romano, que supone que los representantes de los intereses del Imperio (cónsules, mercaderes, etc.) son portadores de las
leyes romanas y éstas rigen, con sus personas, donde se encuentren. Para lo cual es obviamente necesario disponer del
respaldo del aparato institucional militar.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 299
adecuada a los intereses que representa. Particularmente en lo que se refiere a los aspectos
fundamentales de las relaciones sociales de explotación.
documentos deberá ser tomado en cuenta cualquiera sea el punto de vista desde el cual se
busque su interpretación.
El otro aspecto del problema tendría que ver con las limitaciones del manejo de los
sistemas conceptuales desde los cuales el historiador orienta sus investigaciones. Supongamos
que se trata de un investigador que, desde una perspectiva marxista, posee como sistema
teórico de referencia las categorías de formaciones económico sociales y modos de
producción esclavista, feudales y "asiáticos", a través de los cuales busca interpretar la
información, ¿no resultará que encontrará diversos tipos de relaciones que, con todas sus
particularidades, se pueden referir más fácilmente a relaciones de tipo feudal o esclavista? Y
si descubre que, como sistema, no corresponden con exactitud a ninguno de esos modos de
producción, ¿no es la etiqueta de "modo de producción asiático", lo suficientemente ambigua
como para englobar todas las particularidades, donde pueden incluírse desde formas
"semiesclavistas" hasta "renta primitiva" de la tierra?.
Pensamos que el manejo de una hipótesis teórica alternativa como la que proponemos
puede al menos abrir las posibilidades de plantear preguntas e hipótesis que tal vez permitan
acercarse a interpretaciones más precisas al ampliar los sitemas conceptuales de referencia.
capitalistas de tipo comercial, financiero y aún productivas (obrajes, etc.), y junto a ellas se
conforma la administración colonial. No obstante, para apoyar ese proceso se hizo necesario
estructurar un sistema de relaciones de producción que incorporara las nuevas extensiones
territoriales y la gran cantidad de fuerza de trabajo conquistadas, extendiéndose a las
actividades extractivas y a la producción agraria. Lo cual atrajo a una importante inmigración
peninsular que en el Viejo Mundo no tenía expectativas de adquirir o heredar tierras, ya
copadas por una sólida clase terrateniente cuya reproducción estaba regulada por mecanismos
bien establecidos. De manera que en estas ramas de la producción, el modelo que los
colonizadores intentan reproducir es el de las relaciones de producción feudales que todavía
predominan ampliamente en la producción agraria de la Península Ibérica.
Pero la situación en el nuevo continente no es la misma de Europa. Y en este punto nos
interesa plantearnos algunas preguntas acerca de cómo podría enfocarse el estudio del
enfrentamiento entre colonizadores europeos y el campesinado indígena, en el caso hipotético
de que éste hubiera integrado sociedades clasistas con una estructura como la que hemos
propuesto. En particular, en lo que se refiere al proceso de conformación de las relaciones de
producción agrarias y su integración política al nuevo sistema.
Aunque no afirmamos que todas las sociedades clasistas precolombinas que encuentra
la Conquista en América fueran lo que estamos llamando sociedades clasistas iniciales,
pensamos que hay antecedentes como para sustentar con solidez la hipótesis de que algunas
de ellas, como el Tawantinsuyu, estaban regidas por relaciones de "esclavitud generalizada"
en lo que se refiere a las clases fundamentales. Entre los autores que conocen en profundidad
la historia andina, desde la perspectiva de la información arqueológica o de la documentación
colonial temprana, Lumbreras afirma que
...los inkas más bien que colonizadores eran conquistadores, eso quiere decir que más que
a la tierra les interesaba tener acceso a la fuerza de trabajo, conquistaban hombres y no
territorios, pueblos más bien que valles o quebradas. Toda su organización y poderío
estaba determinada por su poder creciente sobre la fuerza de trabajo, de modo que donde
no había suficientes tierras las 'fabricaban' mediante el riego artificial o la construcción de
terrazas agrícolas. 250
Opinamos que también los resultados de las investigaciones lúcidamente sintetizadas y
expuestas por Murra251 son compatibles, dentro de su particularidad, con las generalizaciones
arriba expuestas.
En el enfrentamiento histórico que significó la Colonia tendríamos, por una parte, a los
colonizadores portadores de una concepción feudal de la producción agraria, que llegan a
América ávidos de conquistar tierras y obtener las mercedes que otorga la Corona. Derrotado
el poder central de los imperios americanos, se encontrarán en las diversas regiones con los
estamentos intermedios de las viejas clases dominantes, que probablemente no estuvieron
demasiado interesados en evitar el derrocamiento del imperio, al cual también estuvieron
250
Luis G. Lumbreras, 1984: 332.
251
John Murra, 1978 (versión original de 1955) y 1975, en particular, el artículo En torno a la estructura política de los Inka
(versión original de 1958).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 303
parte de las tierras anteriormente destinadas a su cultivo con el trabajo excedente que se
tributaba al estado, manteniendo la fuerza de trabajo sujeta al tributo y conservando la
propiedad comunal de la tierra en que los productores reproducen su fuerza de trabajo con
niveles de consumo subsistencial. De cualquier modo, los excedentes acumulados por esos
señoríos se abrieron al mercado que abastecía a los enclaves urbanos y a los centros de
explotación minera. Lo cual podría explicar, por ejemplo, las fortunas que llegaron a
acumular durante la Colonia unos cuantos "señores" andinos.
Lo que importa subrayar es que, en general, la oposición entre colonizadores que se
proponen establecer relaciones feudales, cuyo objeto de apropiación es la tierra, y los
tradicionales señores locales que intentan retener los privilegios que les otorgaba la propiedad
de la fuerza de trabajo, no llegó a ser una contradicción antagónica.
Más aún, a la nueva clase terrateniente y a la administración colonial les convenía la
mantención de los estamentos intermedios de las viejas clase dominantes, ya que ello les
permitía asegurar la sujeción política del campesinado explotado y la relativa paz necesaria
para mantener el desarrollo de la producción agraria en que se apoyaba la explotación minera,
el comercio y la generación de los impuestos en metálico que subvencionaban tanto a la
administración colonial como la transferencia de excedentes a la Corona imperial, en el
proceso de conformación de un sistema de relaciones de producción integrado al progresivo
desarrollo del capitalismo.
Tal vez, también desde ésta perspectiva se podrían encontrar explicaciones al
desarrollo del caciquismo, integrado y apoyado por diversos Estados latinoamericanos, como
estructura de dominación política de los productores agrarios.
252
También éste argumento ha tenido amplia difusión entre los investigadores de la sociología contemporánea, como se
puede apreciar a través de las acertadas críticas que al mismo opusiera Agustín Cueva ( A. Cueva, 1979).
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 305
253
Aunque la proposición de Palerm está tomada del marxismo en lo que se refiere al uso de las categorías de modo de
producción y formación socioeconómica, las proposiciones de Murra no se pueden inscribir en este contexto teórico, sin ser
tampoco incompatibles necesariamente con él.
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial. 307
bastante ajenas. Desde los intentos de convertirlo en una especie de cetro ideológico con
funciones mesiánicas y bajo control eststal, hasta las reacciones neokantianas del
revisionismo francés que, al menos, puede atribuirse el mérito de haber reabierto importantes
discusiones largamente estancadas, al margen de calificar sus conclusiones. Cabe observar
que, desde éste punto de vista y otros similares, se ha derivado una connotación peyorativa del
concepto de "marxismo ortodoxo", referido a su fosilización dogmática y sectaria que se ha
hecho usual a pesar de ser totalmente errónea254. Afortunadamente, la "herencia marxista-
leninista" es ya patrimonio universal y se resistirá a los intentos de monopolización, por lo
que el marxismo consecuente se evaluará en sus efectos sobre la capacidad de reflejar
objetivamente la realidad y la incidencia en su transformación práctica.
En relación al tópico tratado acá sintéticamente, pensamos que es necesario investigar
la historia concreta con nuevas aproximaciones teóricas, congruentes con las bases del
marxismo, saliéndose del callejón sin salida del concepto de "modo de producción asiático",
de la exégesis ritual, de las referencias obligadas y del manejo panfletario de los conceptos.
Si hay algo de ortodoxia en el marxismo es el reconocimiento del hecho de que la
realidad se recrea y cambia permanentemente. Consecuencia con ello, en lo que respecta a la
actividad científica, es asumir la necesidad de enfrentar crítica y creativamente la búsqueda de
nuevas soluciones a viejos y nuevos problemas, para los cuales los clásicos no pudieron dejar
establecidas todas las soluciones, ni estaban obligados a ser infalibles.
México, D.F., 1983
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254
Compartir las críticas a las incidencias que, en la actividad científica, ha tenido el fenómeno sociohistórico denominado
"stalinismo" -y que no es atribuible a una responsabilidad individual- no significa desconocer el relevante papel que ha
jugado y juega en este siglo el socialismo, repercutiendo profundamente en la historia de la humanidad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 308
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Nota: Un texto que no habíamos consultado al redactar éste -a pesar de haberse publicado
con anterioridad- y que no se puede dejar de mencionar, pues se observará que coincidimos en
muchas de sus críticas al concepto de “modo de producción asiático”, es el de Perry
Anderson: El estado absolutista, de Siglo XXI Editores. México, 1979.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 310
CONDICIONES PARA EL SURGIMIENTO
DE LAS SOCIEDADES CLASISTAS
Publicado en las Actas del XIV Coloquio de Historia Canario-Americana. Las Palmas de Gran Canaria, 2002.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 312
255
En otro lugar nos hemos referido a la relación entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la diversificación de la
división del trabajo ( Bate, 1978)
256
Lo cual no significa que todos los especialistas adquieran la condición de explotadores, ni las mismas posiciones de
clase, al estructurarse el nuevo sistema de relaciones sociales de producción.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 313
257
Lo que necesitan para subsistir incluye, cuando es el caso, a las condiciones de vida de los miembros de sus unidades
domésticas que no son productores plenos.
258
Empleamos la categoría de modo de vida para referirnos a particularidades del desarrollo histórico de las formaciones
sociales [ ver el concepto en Vargas 1985; Bate 1998 , Acosta 1999]
259
No todas las sociedades tribales cazadoras recolectoras dependieron de los flujos migratorios estacionales de especies de
apropiación, ni tuvieron que depender necesariamente de sistemas de almacenamiento.
260
Además, los productos de caza y pesca requieren un a gran inversión de trabajo para su preservación que, aún así, no es
generalmente por largo plazo y los volúmenes de disponibilidad natural de especies vegetales recolectables y de conservación
más prolongada, como granos o semillas, son siempre limitadas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 314
261
Éste es un ejercicio que he realizado para otro ensayo que escribimos con Manuel Gándara y nunca se publicó [Cacaxtla,
un sitio y muchas preguntas, MS de 1991]
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 315
262
Ver Gándara, 1985 o Bate, 1984.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 316
La reducción del consumo subsistencial sería una manera de explicar esta situación,
pues no implicaría cambios tecnológicos ni, de hecho, del grado de desarrollo de las fuerzas
productivas. Calcularemos esta reducción en un mínimo, pues hay que pensar que los grupos
dominantes aún no han logrado acumular volúmenes de excedentes suficientes como para
costear acciones represivas mayores. Y, aún así, su actividad debe aparecer, al menos
ideológicamente, ya que no lo es del todo en lo económico, como conveniente a los intereses
de la comunidad de productores directos.
En el Caso B, tendríamos a la misma comunidad del Caso A, donde la mayoría de la
población ha reducido su consumo subsistencial a 14 Q, es decir, en un quinceavo263.
De esta manera, en el caso B se produce un plusproducto transferible como excedente
enajenable de 20.000 Q, lo que equivale a las condiciones de subsistencia anual de 1.428
individuos de esa sociedad. Eso podría permitir mantener, retirados de la producción
subsistencial directa264 a, por ejemplo:
a) una élite de 100 especialistas de tiempo completo, con un nivel de consumo cinco
veces mayor que la media de la población, cubriendo en parte los insumos requeridos para sus
actividades;
b) más un cuerpo militar de 500 efectivos disponibles de tiempo completo en
condiciones de consumo subsistencial medio, contingente que, eventualmente, estaría
disponible para otras tareas y
c) además, otro contingente de fuerza de trabajo de 428 individuos por año (o su
equivalente en productos), ocupables en tareas separadas de la producción subsistencial. Eso
equivaldría a disponer, cada 50 años, de la fuerza de trabajo de 21.400 individuos por un año
completo, con la cual puede emprenderse la construcción, curaduría y ampliación de obras
públicas, ceremoniales o administrativas de mayor magnitud.
2) Otra vía para aumentar el volumen de la producción y la proporción de excedente
enajenable es la de intensificar el uso de la fuerza de trabajo o, más probablemente, de
extender las jornadas medias de trabajo. Para no complicar las cosas con más fórmulas265,
consideraremos que la jornada media de los productores plenos en el Caso A , era de 6 horas
diarias y un hipotético Caso C , en que ésta se ha aumentado a 7 horas. Así, el volumen total
será de 350.000Q, lo que genera un excedente 2.5 veces mayor que en el caso anterior.
3) Sin embargo, el hecho de que los instrumentos de producción no muestren un
desarrollo espectacular, no quiere decir que estas sociedades estén tecnológicamente
estancadas, ni mucho menos. Por lo pronto, una de sus características es que cuentan entre
sus especialistas de tiempo completo a aquellos que desarrollan y sistematizan principalmente
263
Menos de lo que suele reducirse anualmente el poder adquisitivo de los trabajadores del "tercer mundo" en la actualidad,
debido a políticas económicas inflacionarias que aumentan la tasa de la plusvalía por la vía de la perdida de capacidad
adquisitiva del salario de la mayoría de la población.
264
Al retirarse de la producción subsistencial directa no significa que sean retirados de la producción sino que participan en
ella a trvés de otro tipo de tareas. Por ello, no los hemos descontado del cálculo de la fuerza de trabajo generadora de
excedente
265
Hemos propuesto otras para medir productividad por tiempo de trabajo [Bate 1984:56].
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 317
los conocimientos que redundan en una mayor productividad del trabajo, que a todos
conviene: a los productores, porque al elevar la productividad aseguran su subsistencia y, a
los especialistas, porque así es como justifican y consolidan situaciones de privilegio y, en el
largo plazo, un aumento de la proporción de excedentes enajenables. Dichos conocimientos
van desde la astronomía y el establecimiento de ciclos calendáricos cuya ritualización
religiosa marca los ritmos de los procesos productivos, al desarrollo de técnicas de regadío y
fertilización o a la gestión del uso de fuerza de trabajo a gran escala para producir obras de
infraestructura productiva.
Podemos suponer conservadoramente que el incremento de la productividad debido a
factores de desarrollo tecnológico tuviera una incidencia similar a una no exagerada
prolongación de la jornada media de trabajo que hemos ejemplificado en el hipotético Caso C
.
4) Otra variable que puede incidir en el aumento del volumen de excedente enajenable,
una vez que se ha asegurado su producción sistemática, es el incremento de la población y,
consecuentemente, del número de individuos que constituyen el porcentaje de fuerza de
trabajo. Aunque hay considerar que, en cualquier población en proceso de incremento
demográfico, aumenta la proporción de infantes que no son productores plenos y que deben
ser mantenidos por éstos, como pretendemos mostrar en el Caso D . Por lo tanto, aumenta el
número de productores, pero disminuye su proporción en relación a la población.
Desde luego, insistiremos en que este ejercicio solo busca mostrar de qué manera las
variables apuntadas afectan a la productividad y podrían contribuir a explicar las posibilidades
de generación de excedentes.
Un panorama más cercano a la realidad de los procesos de surgimiento y desarrollo de
las sociedades clasistas debió ser resultado de la combinación del incremento del volumen de
la producción por:
1) extensión de la jornada de trabajo, y
2) el aumento demográfico, además del desarrollo de la productividad del trabajo
debido a
3) factores de desarrollo tecnológico y racionalización del uso de la fuerza de trabajo.
De modo que no debió ser muy exageradamente diferente de la que mostramos en el
hipotético Caso E , que combina la incidencia de los tres factores mencionados. Además
debe pensarse en que los grupos dominantes podían recurrir de vez en cuando al expediente
de la reducción del consumo subsistencial bajo diversos pretextos (Caso F ), en situaciones
que debieron parecer menos drásticas que la amenaza de un año de malas cosechas debido a
factores climáticos.
En el ejemplo del Caso E, tendríamos un volumen de excedentes que equivaldría a la
posibilidad de sostener, para una sociedad de 30.000 habitantes:
a) Una elite dirigente y de especialistas de 500 miembros con un consumo cinco veces
superior a la media subsistencial.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 318
Cuadro 1
obras o artículos suntuarios y actividades no productivas, aún cuando éstas fueran muy
importantes en la conformación de mecanismos superestructurales de transformación y
reproducción social. Particularmente en las fases más tempranas del desarrollo de las
sociedades clasistas, parte de los excedentes debieron invertirse en obras y actividades que
redundaran en beneficios reales para sus productores y que, en parte, inciden en nuevos
aumentos de la eficiencia productiva o del volumen de la producción..
1.2. Sobre las relaciones sociales de producción. Si la ley de correspondencia
determinada de calidad y magnitud tiene que ver con la realidad histórica, la constitución de
la sociedad clasista no puede ser tratada como el proceso de surgimiento de clases "en
general", de desarrollo de cualquier tipo de clases sociales. Implica la conformación de un
modo de producción determinado, cualificado por un tipo específico de relaciones de
producción y propiedad fundamentales, en torno a las cuales se articularán diversos tipos de
relaciones secundarias de producción.
Al respecto, hemos planteado una propuesta para definir las relaciones de clases que
caracterizarían a las que denominamos sociedades clasistas iniciales 267. Estas se
estructurarían en torno, al menos, a dos clases fundamentales:
a) Una clase explotadora -políticamente dominante-, propietaria de la fuerza de
trabajo de los productores directos del excedente y de una parte de los instrumentos de
producción: el conocimiento especializado.
b) Una clase explotada de productores que, mientras están organizados en
comunidades agroartesanales -sean gentilicias o de vecindad- conservan la propiedad comunal
de los medios básicos de producción. Es decir, de los objetos de trabajo (tierras, ganados) e
instrumentos de trabajo manual.
Esta división en clases tiende a coincidir con la división social del trabajo entre los
agentes del trabajo intelectual y manual.
Las bases de esta diferenciación surgen también en un tipo determinado de
formaciones sociales, como son las que caracteriizan a las sociedades tribales jerarquizadas.
Además de los especialistas en diversas áreas del conocimiento, se crean en ellas las
condiciones de la futura expropiación de la fuerza de trabajo. En primer lugar, las jerarquías
se conforman en la medida en que se da la necesidad de estructurar un sistema efectivo de
toma de decisiones que afectan a la colectividad, cuando ésta ha alcanzado una magnitud
demográfica y extensión espacial que harían prácticamente imposible responder con la
oportunidad necesaria a cada coyuntura, consensando cada decisión. Los mecanismos que
permitirán la expropiación de la fuerza de trabajo se originan cuando las jerarquías han
adquirido el consenso de los productores para organizar (y controlar) el uso de la fuerza de
trabajo y de los plusproductos que ésta crea, respondiendo, en principio, a los intereses de la
comunidad y de los mismos productores.
267
Bate 1984: Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 320
2. Modo de reproducción. Un tema que sería muy importante para explicar los desarrollos
históricos de las sociedades concretas es el de las calidades y magnitudes que presentan
diversos tipos de relaciones sociales comprendidas en la dinámica de sus modos de
reproducción. No se expondrán acá, pues aún estoy trabajando en ello y, de cualquier modo,
el punto se extendería más que el espacio del que disponemos. Los aspectos cualitativos
tienen que ver tanto con los diversos tipos de relaciones de parentesco, localidad, movilidad y
filiación, así como con la estructura de la población. Esta última se manifiesta en la
configuración demográfica, que puede ser analizada en términos cuantitativos. Sólo
mencionaremos acá un par de puntos que tienen que ver con la reproducción de la población y
la fuerza de trabajo.
Una característica central de las formaciones tribales es que han establecido la
propiedad comunal sobre los medios de producción, incluyendo los objetos naturales de
268
Y, en las fases más desarrolladas, también en dinero.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 321
trabajo y, para ello, necesitan estar en capacidad real de defenderlos. Uno de los recursos
adoptados para esa defensa fué aumentar la población, bajo el principio de que es más difícil
atacar a un grupo grande que a uno pequeño269. La otra medida, sin la cual la anterior no
habría tenido efectividad, fué la de crear un sistema de relaciones sociales que comprometía
recíprocamente a todos los miembros de la sociedad en la defensa de los medios comunales de
producción y de las gentes mismas, como forma de asegurar la subsistencia. Dicha
organización fué, en sentido estricto, la estructura tribal. Como hemos indicado en otro lugar,
el denominado parentesco clasificatorio es la principal forma que adquieren, en las sociedades
pre-clasistas, las relaciones sociales de producción. Secundariamente, en las sociedades
tribales, el parentesco clasificatorio puede enmarcar la operación de las normas de
acoplamiento y la asignación de la descendencia, tendiendo a regular la distribución de la
fuerza de trabajo entre las distintas agrupaciones de unidades domésticas..
A diferencia de las formaciones pre-tribales, las sociedades tribales necesitan y están
en capacidad de crecer demográficamente. Como lo constatara Childe [1954], la "revolución
neolítica" muestra la primera "explosión demográfica" de la historia. Pero no por ello ha sido
un crecimiento descontrolado sino, por el contrario, siempre sujeto a diversos mecanismos de
regulación, como el aborto, el infanticidio, la malnutricion selectiva y otros. Y, como lo han
mostrado con claridad Harris y Ross [1987], los costos vitales, los riesgos biológicos, la
discriminación alimentaria y las cargas laborales que dichas regulaciones implican,
organizadas bajo relaciones sociales de reproducción -con sus concomitantes
superestructurales-, generalmente son cargadas a las mujeres. Esto, por cuanto los
mecanismos más efectivos de regulación de la estructura poblacional se vinculan a la
realización, limitación o eliminación de sus capacidades reproductivas.
Los sistemas de linajes basados en el parentesco clasificatorio, en algunas
sociedades clasistas incipientes, pueden encubrir las relaciones de explotación, como sería el
caso del reino Abrón del Gyaman, documentado por Terray [ 1977]. Pero, por lo general,
adoptan un papel secundario en este sentido, pasando a constituir una de las formas -no la
única- de adscripción a las distintas clases sociales, tanto dominantes como subordinadas. En
el imperio Inka, por ejemplo, la adscripción a la clase dominante es étnica y gentilicia. En la
mayoría de los casos, las relaciones gentilicias son una forma de pertenencia a las
comunidades tributarias y de participación en la co-propiedad de medios comunales de
producción. Aunque el reclutamiento también puede darse a través de comunidades de
vecindad. En otros casos, los sistemas de linajes incluirán a miembros de las mismas
comunidades étnicas de origen, que pertenecen a distintas clases sociales. En cualquier caso,
el parentesco clasificatorio continúa siendo una de las formas de regulación de las dinámicas
de la estructura poblacional y de distribución de fuerza de trabajo.
Debe anotarse que una de las características de las sociedades clasistas iniciales -
incluyendo el modo de vida esclavista clásico grecorromano- es que las clases explotadoras
269
" Another value of rearing children relates for the need of individual and group defense. Where internecine threats
and/or chronic warfare exists, childless individuals and smaller groups are exposed to greater hazards and higher mortality
rates than larger groups. Small groups also are less able to contract marriage-mediated alliances essential for military
success" [Harris & Ross 1987:11-12].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 322
no se ocupan de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo. Estos recaen sobre las
comunidades agroartesanales que, para ello, disponen de medios de producción. Y de las
cuales, aparte de los posibles tributos en especies, la fuerza de trabajo es sacada -bajo la forma
de tributo o de "cautivos" de guerra- cuando ésta está en capacidad más o menos plena de
producir.
Y hay que considerar que, en las sociedades clasistas, desde que la fuerza de trabajo
puede producir excedentes, se convierte en el principal factor de creación de riquezas y la
posibilidad de disponer de fuerza de trabajo ajena se convierte en una motivación social. Y,
como hemos visto, en la medida en que la fuerza de trabajo es una proporción de la población
y, por lo tanto, del volumen de excedentes acumulables, la tendencia general al aumento
demográfico responde a los intereses de las clases dominantes.
Sin embargo, si analizáramos diversas configuraciones demográficas posibles
(considerando, por ej., tamaños y composiciones de las unidades domésticas, tasas de
crecimiento y mortalidad) comparándolas con las vías de producción y proporciones de los
excedentes, apreciaríamos que ambos factores están en interdependencia. Es decir,
determinadas alternativas y volúmenes de producción de excedentes, se corresponden con
alternativas determinadas de composición y dinámicas poblacionales. Se podrían, así mismo,
evaluar las tasas de explotación de los trabajadores.
Y habría que considerar que, habiendo clases sociales diferenciadas, las
configuraciones demográficas de ambas serán diferentes. Y también habrá diferentes
configuraciones y ritmos de desarrollo entre distintos sectores de los productores. La
regulación del crecimiento demográfico y los flujos o desplazamientos de población es tarea
que, hasta donde resulte posible, deben efectuar las instituciones de una sociedad clasista.
frente a los "dioses", sino a los "dioses" frente a los hombres. Donde la mayor parte de las
veces los dioses han sido humanos, aunque de una naturaleza diferente: sobrenaturales.
Las ideologías, en particular las ideologías dominantes, son necesariamente
concepciones falsificadoras de la realidad. No tanto por lo fantásticas e imaginarias que
puedan ser las representaciones más o menos metafóricas de la realidad, sino porque necesitan
justificar lo injusto: la explotación y la enajenación.
La principal dificultad que presenta la conformación de ideologías dominantes es
que tienen que romper, con la menor violencia aparente o aparentando que no lo hacen, con
los ancestrales valores tribales de reciprocidad y solidaridad, profundamente arraigados en
tanto constituían la base del sistema social. Buscan aparentar no romper radicalmente, en la
representación, unas relaciones que, en la realidad social, se violan inexorablemente. Uno de
los mecanismos ideológicos, en este sentido, es establecer un "intercambio" de elementos o
servicios intangibles o inconmensurables a los que se otorga elevado valor, a cambio de los
trabajos y tributos, considerados como "ofrendas"270.
La naturaleza diferente de las "divinidades" permite también hacer incomparables
los elementos del intercambio. De ahí que los conocimientos especializados, monopolizados y
crípticos, se manejen ideológicamente para evidenciar la naturaleza y capacidades diferentes
de los representantes de las clases dominantes ocupados del control ideológico. Y, de
cualquier manera, sobre todo cuando sea difícil asegurar la credibilidad de las clases
subordinadas, algunos elementos importantes en tales intercambios deben beneficiarlas
objetivamente. El riesgo es la sublevación indignada o el tiranicidio -que no fueron
históricamente infrecuentes-, cuando los aparatos represivos aún no han crecido lo suficiente
como para enfrentar eventos generalizados de ese tipo.
Así, los conocimientos que se tradujeron en predicción de fenómenos
medioambientales que favorecieran notablemente las cosechas, la provisión a través del
control de un sistema de intercambio de bienes necesarios, la creación de obras de
infraestructura, como los sistemas hidráulicos, que elevan o hacen más segura la producción,
la mantención de reservas para ser redistribuídas en tiempos de escasés, la regulación de los
conflictos entre comunidades, son elementos que pueden parecer suficientemente
convenientes a los productores directos.
La nueva institución, que tiene sus antecedentes en los consejos tribales y que ahora
gestiona la relación entre clases sociales, es el estado. Esta nueva relación, institucionalizada,
entre las clases sociales, es la política. El estado es básicamente una institución política. Y su
papel es gestionar la mediación entre las clases sociales a través de las actividades de
administración y coerción. La gestión del estado debe aparecer, ante las clases, como una
gestión conveniente. Es el estado el que se encargará de organizar, cuando sea necesaria, la
fuerza de trabajo a gran escala para crear obras de infraestructura, el que garantizará la paz
270
Hasta el día de hoy hay religiones que nos presentan "ofertas" que ningún supermercado ni lotería alguna podría
igualar: la felicidad celestial eterna a cambio de unos poquísimos y miserables años de sacrificios e injusticias en este terrenal
"valle de lágrimas".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 324
entre diferentes comunidades, que regulará los intercambios a largas distancias, que
organizará los procesos productivos buscando elevar la productividad.
Así, por ejemplo, una estructura de dominación clasista requiere de un aparato
militar especializado, que ya no es "el pueblo en armas". Pero en una sociedad pequeña, de
relaciones cara a cara, difícilmente sería bien visto un contingente militar o policial muy
numeroso, ni en ociosidad permanente ni en constante acción represiva. El cual, por lo demás,
tampoco podría ser tan numeroso como para enfrentar una rebelión popular masiva en
respuesta a tales abusos. De ahí que, aunque fuera un grupo social que debía estar siempre
disponible para las actividades represivas, también debió mantenerse movilizado realizando
actividades más aceptables para el resto de la población, como el transporte de
comunicaciones, resguardo de caravanas de mercaderes, colaborar en la construcción de obras
públicas y aún, apoyando la producción en sus unidades domésticas. En general, como hemos
mencionado, la gestión del excedente también debió ocuparse en parte en tareas que
redundaran en beneficio de la población y, por supuesto, ya que interesará a las clases
explotadoras, en la elevación de la productividad y la producción.
También pudo darse a una parte de los excedentes un uso común en diversas
sociedades, que nace desde las sociedades tribales en ceremonias como el pótlach y que aún
hoy está presente en la tradición de las mayordomías: la reintegración de plusproductos a la
comunidad a través de fiestas y ceremoniales que tienen, por lo demás, una importante
función cohesionadora de las relaciones sociales.
Por último, una referencia a un punto que estimamos relevante en la explicación del
surgimiento y conformación de sociedades clasistas iniciales a partir de las sociedades
tribales: el de la gestión política de las relaciones interétnicas.
La historia de las sociedades tribales es la historia de una compleja red de relaciones
entre grupos étnicos, entendiendo que éstos conformaban unidades de reproducción social -
económica y biológica- que se identificaban y distinguían de otros a través de diversas
dimensiones de la cultura. Pero, sobre todo, que se unificaban internamente alrededor de la
defensa de la propiedad de los medios de producción compartidos que constituían la
condición básica para producir sus condiciones materiales de vida. Las relaciones interétnicas,
sin embargo, podían alcanzar diversos grados de tensión, hasta el enfrentamiento, debido a los
conflictos que causaban las presiones por acceso a recursos desigualmente distribuídos en la
geografía, apropiados por unas comunidades y de los cuales otras carecían. O se mantenía un
equilibrio pacífico mediado por relaciones de intercambios.
Sin lugar a dudas, en el interior de algunas comunidades tribales se produjo la
diferenciación que conducía a la división en clases. No obstante, como hemos apuntado, en el
seno de sociedades con relaciones gentilicias, de origen y tradición comunal, se hacía difícil
desarrollar un sistema eficiente de explotación y enajenación económica, sin socavar las bases
de la estabilidad social interna que residía en la existencia de ya precarios vínculos de
reciprocidad y que no podían ser violados muy abiertamente sin crear un ambiente de
violencia social que podía ser irreversible.
Condiciones para el surgimiento de las sociedades clasistas iniciales. 325
Bibliografía citada.
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1999 Procesos de trabajo determinado: la configuracióin de modos de trabajo en la cultura
arqueológica. Boletín de Antropología Americana, nº 35.
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1998 El proceso de investigación en arqueología. Ed. Crítica. Barcelona.
Childe, Vere Gordon
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Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 326
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CAZADORES RECOLECTORES AMERICANOS
LAS SOCIEDADES
CAZADORAS RECOLECTORAS PRE-TRIBALES
o el "paleolítico superior" visto desde Sudamérica
Presentada en las VI Jornada de Arqueología Andaluza, realizadas en Huelva en 1993. Publicado en el Boletín
de Antropología Americana nª 25, con fecha (atrasada) de 2002.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 330
Con todo, como se ha podido apreciar a distancia del fragor de esos debates,
Ameghino efectivamente encontró asociaciones culturales con fauna extinta y las líneas
básicas de la secuencia cultural de Córdoba, su tierra, estaban correctamente descritas.
Fué así como el dilema central en discusión, hasta fines de la tercera década de este
siglo, sería el de la coexistencia o no del hombre con fauna pleistocénica ya desaparecida.
Ese ciclo se cierra con la aceptación de los hallazgos del entonces llamado "complejo
Clovis-Portales" en Norteamérica y los trabajos de Margaret y Junius Bird en las cuevas de
Fell y Pali Aike en la Patagonia chilena, que resuelven afirmativamente la cuestión de manera
concluyente.
El empirismo inmune.
Lo dicho significa que toda la información disponible debe ser reevaluada, sin excluir la
necesidad de nuevos datos. Sin embargo, se puede prever que tal empresa no tendrá mejor
fortuna si el problema mismo -y los criterios a seguir consecuentemente- no fueran
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 333
271
Resulta excepcional, dentro de una concepción evolucionista, el trabajo de Luis A. Orquera (1984), sobre el tránsito y
diferencias entre el paleolítico medio y superior.
272
El artículo de Mena Larraín [1989] ofrece un buen panorama de algunos de los temas generales que se discuten en torno
a la arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 334
formación a que tienen acceso las nuevas generaciones, hay indicios de que la inocencia
teórica acabará por perderse como característica dominante en este ámbito de la investigación.
273
Una síntesis del significado que damos a éstos conceptos se encuentra en Bate [1989].
274
Para abreviar, en adelante todas las fechas se indicarán en años antes del presente. Además, dado que se trata de un
panorama general, no citaremos las fechas exactas dadas por el laboratorio, con sus sigmas de error, sino que redondearemos
a cifras cercanas. De cualquier modo, las dataciones radiocarbónicas no pueden tomarse como referencias precisas y, hay que
advertirlo, aún no han sido calibradas, de modo que este sesgo es homogéneo.
275
El cual incluye a la "cultura" o "fase" Clovis. Para una breve síntesis actualizada, ver Frison [1990].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 335
recolectoras de esa vasta y distante región del mundo 276. Por lo mismo, si bien sólo nos
interesará retomar las tres poblaciones más antiguas, que son las más pertinentes al tema de
esta exposición, incluiremos una reseña mas breve de las restantes, con las cuales aquellas
coexistieron por milenios.
El modo de vida I .
Antiguos cazadores recolectores panandinos.
Culturalmente, esta población ha sido identificada por los arqueólogos principalmente a
través de los instrumentos de mayor grado de elaboración y definición formal de su industria
lítica, como son las puntas de talla bifacial. El elemento característico sería la forma foliácea
con una gran diversidad de variantes aunque, en nuestra opinión, el rombo es otra de las
formas básicas de ese instrumental.
Su distribución geográfica tendría un núcleo de posible origen en Venezuela y una
expansión a través del eje de Los Andes hacia el sur. Ha sido reconocido como "tradición de
puntas foliáceas", "horizonte El Jobo-Lauricocha-Ayampitín" y otras denominaciones.
Las fechas mas antiguas del conjunto aparecen vinculadas al "complejo El Jobo" de
Venezuela, donde un par de fragmentos de sus puntas características estarían asociadas a
restos de mastodonte y glyptodonte, datados en unos 13.000 años a.p. [Bryan et al.,1978]. Sin
embargo, la problemática involucrada en el llamado, con toda propiedad, "complejo" El Jobo
en esta región, está todavía por dilucidar. Creemos que éste es uno de los casos típicos en que
el afán por coleccionar "primitividad" y de encontrar "lo mas antiguo", ha incidido en que no
se hayan registrado o, al menos, publicado mas antecedentes que permitieran conocer otros
aspectos del desarrollo histórico de estos grupos.
Descartando la supuesta "secuencia" del río Pedregal propuesta por Cruxent y Rouse
(Camare-Las Lagunas-El Jobo-Casitas) que a todas luces es un constructo que no corresponde
a una realidad histórica, el del complejo El Jobo es un problema que tiene, con seguridad,
diversas implicaciones importantes por resolver. Por lo pronto, debe haber un desarrollo
regional cuya temporalidad, así como la naturaleza de los cambios ocurridos, están aún sin
definir. Aparte de que a fines del pleistoceno cazaron fauna mayor hoy extinta, sabemos que
también tuvieron asentamientos de explotación costera [Veloz y Martin,Ms.]. Por otra parte,
pensamos que desde épocas bastante tempranas, antes del 11.000, ya se habrían diferenciado
algunas parcialidades que pudieron dar origen a pueblos con particularidades culturales que se
desarrollaron con formas propias características en otras regiones de Sudamérica y el Caribe.
Una de esas parcialidades sería aquella que desarrolló un instrumental como aquel
que definió al "complejo Canaima", atribuído a un "mesoindio" venezolano para indicar que
sería posterior al "paleoindio" al que pertenecería el complejo El Jobo, a pesar de que se
carece completamente de registros cronométricos 277 . Pensamos que estos grupos habrían
276
Esta síntesis está tomada de Bate [1990]. Si algún lector está interesado en aburrirse fatalmente con la empiria, puede
remitirse al trabajo de 1983 que, desde luego, ya requiere de una actualización.
277
Tal vez, también se asocien a este grupo algunas puntas pedunculadas tipo "Casitas", sin que ello indique que sean
tardías.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 336
participado de las migraciones que se desplazan hacia la región andina, cruzando la cordillera
entre el sur de Colombia y el Ecuador.
Veloz Maggiolo y Martin han propuesto que habría sitios del complejo El Jobo que
se caracterizan por instrumentos sobre lascas con astillamiento dorsal del borde y ausencia de
las típicas puntas bifaciales. Pensamos que es muy probable que alguna parcialidad del
complejo El Jobo haya desarrollado una industria lítica de estas características, a las que se
agregaría un empleo importante de la técnica de láminas para producir las matrices sobre las
que se confeccionaron instrumentos. A partir de allí pudieron derivar los cazadores que se
distribuyeron ampliamente por el centro y nordeste del Brasil, donde se le conoce como
"complejo Antiguo" de Goiás o "fase Paranaíba", atribuídos a una "tradición Itaparica". Es
típico de ese conjunto el instrumento sobre lámina de dorso muy alto y todo el contorno
retocado dorsalmente que se conoce como "lesma" y que es frecuente en el instrumental de El
Jobo. También sobre una base similar, pero con una historia que alcanza hasta momentos
bastante tardíos, se habría desarrollado en la región insular caribe-antillana la "tradición
mordanoide" (o Modo de Vida II, según Veloz y Vega, 1980). Por lo que respecta a su
indutria lítica, destaca el instrumental sobre láminas en sílex, sobre las cuales se
confeccionaron también puntas pedunculadas, obtenidas con un sumario retoque marginal.
Sus fechas mas antiguas, por ahora, se remontan a unos cinco milenios en el sitio cubano de
Levisa 278.
El ingreso de este pueblo a la región ecuatorial andina debe haber ocurrido hace unos
11.500 años, probablemente desde el oriente de la cordillera en pos de fauna mayor,
incluyendo especies extintas. No parece que sus desplazamientos hayan ocupado
masivamente la sabana de Bogotá y sus vestigios se encuentran desde Popayán al sur, aunque
hay que mencionar la existencia de algún sitio de este pueblo en Panamá.
Uno de los grupos que llegan a Ecuador, con gran probabilidad vinculado a las
modalidades culturales del complejo Canaima habría sido aquel que ocupó Cubilán (10.500) y
que, expandiéndose desde esta región, donde perduró, da origen al pueblo que se desarrolla
luego en el norte y centro del Perú, donde se le identifica como "complejo Paiján-Luz". En
Ecuador también es clara la presencia de la población portadora de la tradición foliácea
"clásica" en los sitios de El Inga y Chobshi, donde probablemente perdura hasta épocas mas
tardías, cuando se pone de moda el uso de puntas triangulares en todos los Andes. No
podemos saber aún qué relaciones guardó este pueblo con el que, para esta región,
denominaremos Paiján-Cubilán. De cualquier modo, el pueblo de la tradición foliácea clásica
generó un desarrollo regional que, en nuestra opinión, alcanzó a vivir el proceso de revolución
tribal en que lo involucró, sin asimilarlo, la sociedad Valdivia.
En el norte del Perú, la parcialidad Paiján aparece claramente diferenciada y, aunque
la mayoría de sus sitios hasta ahora conocidos son cercanos a la costa, ya se ha detectado su
presencia en tierras altas, en las nacientes del río Sechín. En el alero de Quirihuac posee una
278
Hay dataciones de colágeno residual que indican que este pueblo podría remontarse a unos nueve o diez milenios en
Cuba [Martínez y Rodríguez, en prensa; Domínguez, Febles y Rives, en prensa].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 337
fecha de 12.700 años y, aunque no hay elementos de juicio para cuestionarla, parece
exageradamente temprana, pues el rango temporal de los sitios de Cupisnique se sitúa entre
hace 10.500 y 8.000 años [Chauchat,1982]. Su distribución llega claramente hasta la costa de
Lima y posiblemente algo mas al sur, donde se le ha denominado "complejo Luz", con fechas
mas tardías, aunque proceden de una secuencia cuestionable.
En los Andes centrales, las ocupaciones de la tradición foliácea clásica, con múltiples
variantes, están marcadas ya por fechas anteriores o cercanas al 11.000 (Guitarrero, Laguna
de Conococha, Pachamachay), aunque también sus desarrollos regionales, prolongados y
consistentemente representados en el registro arqueológico, se manifiestan desde hace unos
10.500 años. Se ha intentado establecer periodizaciones cronológicas basadas en los cambios
tipológicos (Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, Quebrada de Chilca); pero, o
carecen de validez -como la de Ancón-Chillón establecida por seriación- o los límites
temporales son muy arbitrarios y la tipología supuestamente diagnóstica de los cambios no es
generalizable. Sólo puede decirse que se advierten cambios generales notables hacia el 5.500,
con la moda del uso de collares de cuentas y las puntas triangulares. Esta población ocupó
masivamente todo el ámbito centroandino, desde la costa a la puna, hasta la época en que se
desarrollan las técnicas agropecuarias y la revolución tribal.
En los Andes centro-sur, desde el sur del Perú hasta la Bahía de Coquimbo en Chile,
su presencia posee también múltiples testimonios desde hace casi unos 10.000 años
(Toquepala, Tojotojone, Tiliviche, Quebrada de Las Conchas). Hay buena documentación de
la presencia y desarrollo histórico de ésta población en toda esta región, sea en la costa, las
quebardas altas occidentales, la zona circumpuneña, la puna o las quebradas y el piedemonte
oriental, comprendiendo el noroeste argentino y el suroeste boliviano. Desde las épocas mas
tempranas se nota ya una diferenciación de parcialidades zonales, con variantes culturales
identificables.
Hacia el 9.000 alcanzan las Sierras Centrales argentinas, donde se les conoce como
"cultura Ayampitín" y en 8.500 están en los Andes meridionales, entre Coquimbo y San Juan,
en su modalidad Huentelauquén-Cárcamo-La Fortuna. Hacia el 8.000 están en la zona central
chilena y hacia el sur de ese país hay diversas evidencias no datadas. Aparentemente, en el
extremo sur habrían desarrollado un modo de vida de explotación marítima, sin poderse
precisar qué tanto llegaron a incursionar en el interior selvático y boscoso de los canales
occidentales de la Patagonia. Tales grupos, de filiación posiblemente andina, habrían dejado
sus huellas desde la isla Quiriquina hasta Túnel, en Tierra del Fuego y su antigüedad en la
región podría remontarse a unos cinco a seis milenios 279 .
Como hemos indicado, estos pueblos han sido identificados como "horizonte" o
"tradición" a través de sus puntas de proyectil y hojas de cuchillos foliáceos con una
amplísima gama de variantes, muchas de ellas características de determinados desarrollos
regionales o zonales. También el rombo fué otra de las formas básicas de este instrumental
279
Este pueblo habría dejado restos de ocupaciones en sitios como Bellavista, Ralún, Gamboa, Ponsomby y Lancha
Packewaia.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 338
el mar a las tierras altas y aún al oriente de la cordillera, cruzando la puna. Salvo en la región
del altiplano y la puna, el movimiento de las hordas (bandas mínimas) debió darse en una
distribución linear, siguiendo la ruta básica de los escasos cursos de agua. Desde luego que
este arreglo linear no pudo ser homogéneo, siendo probable que se tendiera a mayores
concentraciones de población y movimientos mas lentos en las zonas de mayor productividad
estacional y menos densas y mas ágiles en las regiones de recursos mas escasos en épocas de
baja productividad. De cualquier modo, parece haberse dado un movimiento de rotación
cubriendo inicialmente la diversidad de ecologías, de estos perfiles transversales a los Andes.
Es posible que éstos grupos, organizados en un patrón aproximadamente linear en
sentido oeste-este, tuvieran mayores posibilidades de movilidad norte-sur en las tierras altas y
puna, con mayores contactos entre sí y, tal vez, flexibilidad o apertura en las relaciones de
apareamiento. Pareciera ser también que en ésta área la comunicación y "difusión" de
innovaciones tanto culturales como tecnológicas hubieran tenido lugar con mayor agilidad.
Hacia el 5.500, coincidiendo con el auge de las nuevas modas culturales
mencionadas, parece haberse definido ya claramente un proceso de conformación de grupos
zonales, organizados en algo así como una división geográfica del trabajo.
Culturalmente, esto se aprecia en las proporciones de los tipos predominantes en el
instrumental lítico -que no obedecerían solamente a las especializaciones funcionales de las
actividades de cada zona- además de algunos tipos característicos (por ejemplo, las puntas
"Diablo", "Perchel" o las monofaciales de "Saladillo" asociadas a la técnica de láminas del
"aguilarense"). De cualquier modo, parece claro que estos segmentos comunales que habrían
restringido el ámbito de sus desplazamientos nomádicos, especializándose en la explotación
de cada zona ecológica durante todo el año, mantuvieron entre sí vínculos permanentes. De
hecho, el intercambio de variados elementos de las diversas ecologías del perfil andino es
evidente, así como la mantención de un conjunto de formas culturales comunes. Así, por
ejemplo, para la época del desarrollo del llamado "complejo Chinchorro" en la costa del norte
chileno, que coincide con el del "complejo Tambillo" de tierras altas, hasta allende los Andes
en Argentina, tenemos desde pieles de camélidos hasta madera de chonta en el litoral
Pacífico, mientras las conchas marinas y la cordelería Chinchorro se encuentran en los sitios
de la vertiente oriental andina.
Debemos pensar en que se desarrolló un particular sistema de relaciones sociales que
regulara los vínculos de intercambio y reciprocidad para permitir la mantención del acceso a
una gama amplia de recursos a los habitantes de las distintas zonas. Un sistema de linajes del
tipo de mitades y secciones o algún otro esquema similar pudo prestarse a estructurar esos
lazos. Es posible que tal sistema de alianzas requiriera de refuerzos rituales que podrían haber
estado asociados al consumo de alucinógenos (morteritos de lava y otros) o, si hubo alguna
forma de simbolizar esos nexos comunales, ello pudo ocurrir en torno a las prácticas
funerarias, que recibieron especial atención (incluyendo la momificación) y, hasta ahora, se
muestran abundantemente en cementerios cercanos a la costa 280 .
280
Por ejemplo, enterrando allí algunos personajes importantes de los distintos segmentos comunales o linajes.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 340
En todo caso, éstos procesos pudieron darse de diversas maneras en cada desarrollo
regional andino. Es necesario mencionar que toda esta historia involucró un desarrollo
constante de las fuerzas productivas, el que se dió a través de sistemas de complementación
económica cuya estructuración tendió a optimizar la combinación de: a) la organización
espacio-temporal de las actividades, en los lugares y momentos de mayor productividad de la
fuerza de trabajo; b) la máxima diversificación posible de los recursos utilizados y, c) la
especialización del instrumental y de la tecnología. Sólo así se comprende cómo se dió un
desarrollo económico y demográfico consistente en la explotación de ésta área que en buena
parte está constituída por el desierto mas árido del planeta.
En cuanto al desarrollo tecnológico, se dieron paralelamente tres procesos. Así, por
lo que se refiere a la explotación del mar, en un primer momento se pescaba y mariscaba en
las orillas y a poca profundidad; luego se desarrolló un instrumental altamente especializado
que hacía más eficaz la captura de determinadas especies y permitía extender su obtención
hacia las aguas mas profundas; en un tercer momento, las técnicas de navegación posibilitaron
la extensión de la captura a mayores distancias de la costa [Llagostera,1983]. En las tierras
altas, por su parte, se pasó de una caza generalizada a una especialización en la caza de
camélidos, a la que sucede un control de su territorialidad por seguimiento; luego, al control
de los apareamientos por captura selectiva, hasta llegar a la domesticación [Wheeler et
al.,1977; Lavallée,1985]. Un proceso similar se dió en torno al control de los vegetales, que
ya entre el 10.000 y el 9.000 incluía, entre las especies objeto de recolección, algunos
cultígenos como calabazas, maíz, ají y porotos. Se han planteado diversas hipótesis para
explicar el proceso de domesticación de las especies que serían sometidas a cultivo [v.g.,
Lynch,1975; Lumbreras,1974]. Es así como el desarrollo de una economía que racionalizaba
el uso de la fuerza de trabajo, que amplió la diversidad de recursos biológicos evitando una
predación excesiva que los condujera a su extinción (o, eventualmente, permitía su
sustitución), y que especializó su instrumental y la tecnología en estos tres rubros básicos de
la producción, conformaron las bases materiales en que se dió la revolución agropecuaria y
tribal.
281
En posición estratigráfica aparece, además, en Cueva del Medio, Pali Aike y Abrigo de los Pescadores (Patagonia
Austral), en el sur de Brasil, asociados a la fase Vinitu (ca. 8.600 a 7.100) y en la Cueva de Eucalipto, en Lagõa Santa.
282
Los trabajos de síntesis de P.I.Schmitz han venido a dar una visión mas organizada de la información. En un trabajo
anterior he querido mostrar que, a partir de lo publicado hasta entonces [1982] no era posible estructurar un panorama
histórico coherente [Bate,1983:tomo 2: Cap.6].
283
Esto fué advertido por Schmitz, quien hace notar que casi todos los sitios de la tradición Humaitá son talleres, aunque
observa que hay clavas bifaciales que muestran uso como intrumentos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 342
São Paulo predominan las puntas de hoja triangular con pedúnculo largo de base redondeada
(v.g., Río Claro). Hacia el sur, hasta Uruguay, son predominantes las puntas pedunculadas de
base cuadrangular, a veces con marcada escotadura basal, asociadas a algunas formas
triangulares alargadas. En todo caso, es notable la gran variedad de formas del utillaje
bifacial. Esta es también la región donde se produjeron y usaron con profusión las "clavas"
bifaciales espesas ("altoparanaenses") que pensamos que se usaron para trabajos que
requerían de excavar, como la recolección de raíces y tubérculos u otros similares. También
acá se emplearon abundantemente las boleadoras. Una buena síntesis sobre esta región es la
de Schmitz [1984], quien distingue y precisa la diversidad de ecologías en que se distribuyen
las múltiples "fases" en que se han clasificado los abundantes sitios de la región.
En la región pampeana, los testimonios mas antiguos muestran la presencia del
toldense "típico" en el onceavo milenio. Sin embargo, pensamos que, sobre esa base, el
desarrollo regional adquiere sus particularidades debido al influjo de un pueblo de origen
andino, portador de un equipo de caza con puntas triangulares (¿modo de vida V?). También
las materias primas disponibles, utilizadas selectivamente, incidieron en la morfología de la
industria lítica, así como las funcionalidades requeridas en un ambiente donde la fauna
pleistocénica parece persistir mas que en otras áreas del continente, habiendo megatéridos,
glyptodonte y caballo hasta bien entrado el holoceno. El uso de puntas pedunculadas será muy
escaso aún hasta en las épocas mas tardías, con excepción de una zona en que pareciera
haberse mantenido el tránsito entre Uruguay y la Patagonia. Cerca de nuestra era, los
cazadores pampeanos incorporan la alfarería desarrollada por los pueblos de la región
litoraleña284 .
En la Patagonia central existen ocupaciones desde hace más de doce milenios y se
encuentran las puntas "cola de pescado" y los litos discoidales típicos del llamado "toldense
clásico", que se ha ubicado cronológicamente a partir del 11.000, a pesar de no haber para
esta región dataciones directas de sus inicios. De cualquier modo, el "toldense clásico" de
Patagonia central muestra especificidades culturales que lo diferencian del de Patagonia
austral, tanto en la tipología de puntas como, particularmente, en el arte rupestre. No nos
parece imposible pensar en un temprano desplazamiento hacia el sur de parcialidades del
"modo de vida V" que pudieran haber influído este proceso de diferenciación regional. El
hecho es que predominan las grandes puntas triangulares de bases rectas, o convexas o
acuminadas. El florido desarrollo del arte rupestre con estilos seminaturalistas y negativos de
manos es propio de esta región. En el período del "toldense final", hacia el 8.000, este pueblo
genera migraciones que, desde Nordpatagonia hacia el norte, alcanzarán las Sierras Centrales
y posiblemente hasta el noroeste argentino; hacia el sur, extenderán la moda de las puntas
triangulares durante el "período III" de Magallanes.
Hacia el 6.000 se desarrolla ampliamente el uso de láminas como matrices para los
instrumentos y, en algunos lugares, la profusa utilización de boleadoras llega a sustituir el
empleo de proyectiles penetrantes ("casapedrense"). El uso de la tipología "patagoniense",
284
Se denomina así a la región comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay, que confluyen en el Plata.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 343
con puntas de dardo pedunculadas, parece darse bastante mas taríamente que en Uruguay
(donde, por lo visto, hasta las "culturas subpatagónicas", nunca dejaron de usarse) y que en
Patagonia austral, donde el "surpatagoniense" está de moda desde hace unos 4.500 años.
Hacia fines del primer milenio de nuestra era, esta población "patagoniense" (que en
Patagonia central es identificable desde principios de la misma) incorpora el uso de arco y
flechas, además de la cerámica, probablemente tomados de grupos cordilleranos de la zona de
Cuyo.
En la Patagonia austral, parece haberse ocupado la Cueva del Milodón desde el
toldense temprano, hace unos 12.000 años. Las fechas de 11.000 años de Cueva Fell se han
tomado como referencia para el inicio del "toldense clásico", con sus características puntas
tipo "cola de pescado" (entre otras), sus litos discoidales de lava o arenisca, grandes
raspadores y raederas, etcétera. Concordamos con los colegas que opinan que podría tratarse
de un instrumental desarrollado en el contexto de una industria como la del Nivel 11 de Los
Toldos, El Ceibo o Arroyo Feo. Mas aún, pensamos que el toldense clásico austral guarda
similitudes mucho mas cercanas que el toldense de Los Toldos, con la "Industria del Nivel
11" de esos sitios. Para estas fechas, Tierra del Fuego también estaba ocupada por este pueblo,
por grupos que pudieron ingresar allá por tierra firme.
Sabemos que estos cazadores capturaban camélidos, venados, aves, zorros, caballos,
milodones, y delfines, cazaban aves, recolectaban mariscos y tenían instrumentos de
molienda. Usaban también boleadoras y, hacia el 10.000, producían igualmente azagayas de
hueso ("período II" de Bird).
Hacia el 8.500 ya se ha impuesto el uso de puntas líticas triangulares como las del
toldense clásico y final de Patagonia central, cobrando marcada importancia el uso de
boleadoras. Para entonces, los ascensos del nivel del mar ya habrían desconectado a la Tierra
del Fuego del continente.
Por el 6.500 se desarrollan técnicas de navegación marítima por grupos que se
segmentan del toldense final ("período III" de Bird) y orientan sus sistemas de apropiación a
este nuevo gran reservorio de recursos que ofrece el mar, elaborando un nuevo instrumental
de caza con puntas de hueso. Es posible que por ésta vía se haya difundido el uso de puntas
triangulares en Tierra del Fuego.
Para el 4.600 ya se ha vuelto a imponer el uso de puntas de piedra pedunculadas para
los dardos entre los cazadores continentales de Patagonia Austral, conformándose el
característico utillaje "surpatagoniense" ("período IV" de Bird), que luego recibirá influencias
del "casapedrense" manifiestas en el empleo definido, aunque minoritario, de la técnica de
láminas. Parte de éste pueblo pasa también a Tierra del Fuego, al parecer tardíamente -hacia
comienzos de nuestra era o algo después-, presionando a sus antiguos habitantes que
quedarían relegados al extremo oriental de la isla y emprenderán un nuevo proceso de
colonización marítima, como antecesores de los háush y los yámana.
Es por el siglo XIII de nuestra era cuando los cazadores continentales adquieren el
uso de arco y flechas, que luego también pasarán a formar parte importante del instrumental
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 344
s'elknam de Tierra del Fuego. Así se conforma el panorama étnico básico que conoceremos
durante la colonización europea y nacional.
Es francamente poco lo que se puede decir acerca de los aspectos sociales del modo
de vida de estos pueblos, a pesar de que regiones como el Extremo Sur o el Brasil han sido
objeto de abundantes investigaciones. Un primer problema reside en que, antes de poder hacer
inferencias acerca de los contenidos socioeconómicos de las sociedades estudiadas,
necesitamos tener claro de qué pueblos se trata. Y ésta área pampeano patagónica en
particular, ha sido objeto de múltiples interpretaciones polémicas, de las que ha participado
figuras de peso en la historia de la arqueología sudamericana. No solo nos referimos a las
discusiones sobre "el origen del hombre en el Plata" (Ameghino, Hrdlicka, Holmes y otros) ya
totalmente superadas, sino a los planteamientos de la "escuela de Buenos Aires" (Menghin,
Bormida). Estos, si bien dieron gran impulso a las investigaciones, participaban de los sesgos
teóricos de la escuela histórico-cultural austroalemana, lo que derivó en clasificaciones
meramente formales de las culturas de la región, de las que surgieron interpretaciones que no
corresponden a la realidad histórica ni cultural, pero que nadie se atrevió a cuestionar, al
menos en Argentina, en vida de sus autores 285 . Los criterios básicos de interpretación de la
escuela de Buenos Aires predominaron en las investigaciones realizadas desde Uruguay al
Extremo Sur. Pero además, una figura importante como la de Schobinger, cuya obra ha sido la
de mayor circulación y una de las mejor documentadas en los últimos veinte años, también
adhirió a las posiciones de la escuela de Buenos Aires, aún cuando ha sabido flexibilizarlas
conforme a los avances alcanzados en este campo. Por lo que respecta al Brasil, el Programa
Nacional de Pesquisas Arqueológicas (PRONAPA), contando con el importante respaldo de
Evans y Meggers, constituyó el gran impulso inicial que da nacimiento a la tradición de
investigación arqueológica nacional que lleva ya un par de fructíferas décadas, habiendo
sentado las bases mínimas para orientar un quehacer sistemático en esta actividad. Sin
embargo, la aplicación mecánica de algunos criterios elementales como "presencia o ausencia
de puntas" ha llevado a interpretaciones convergentes con las de la escuela de Buenos Aires,
pero no por los sesgos de una teoría anacrónica sino, en este caso, por el abuso de la
generalización empírica carente de teoría. Todavía se hace necesario poder estructurar
confiablemente la información arqueológica en unidades culturales y secuencias históricas
que correspondan mas aproximadamente a la realidad de los pueblos y procesos
comprendidos en la historia de esta gran área.
El otro problema residiría en que, si nuestras suposiciones se acercan a la realidad, el
modo de vida II comprendería a una antigua población básica que, además de sus desarrollos
propios, al menos en el extremo austral, habría recibido variadas influencias e incorporado a
otros pueblos, integrando con ellos el desarrollo de diferentes modos de vida en cada región.
Este conjunto de procesos se vió agilizado y complicado en las épocas mas tardías debido al
influjo de grupos que migran hacia el "fondo de saco" sudamericano, presionados por la
expansión territorial de las revoluciones tribales que ocurren en las regiones septentrionales.
285
Hacen excepción los trabajos de Guillermo Madrazo sobre el tandiliense y el blancagrandense.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 345
286
En realidad, faltan estudios sistemáticos generales; pero a pesar del aspecto "musteroide" de las industrias no puede
desirse que haya claramente una técnica levallois. Mas bien, parece ser que el astillamiento de los nódulos de materia prima
era mas o menos asistemático y se adecuaba a sus formas. Solo hay unos pocos buenos análisis de las técnicas para la
producción de conjuntos limitados de artefactos .
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 346
Una de las características de la población inicial del modo de vida II que se puede
apreciar por lo dicho -obedeciendo probablemente a razones de baja densidad demográfica- es
que sus sistemas de apareamiento se muestran bastante flexibles y abiertos. Aunque esta
situación debió variar a través del tiempo en las distintas zonas, aún para las épocas tardías
Casamiquela [1973] destaca la presencia de "pueblos metamórficos", racial y culturalmente
híbridos, en las fronteras entre cazadores continentales y canoeros, los que no solo se
distinguen culturalmente, sino difieren también notablemente en su modo de vida. Del mismo
modo, en el momento de la tribalización para enfrentar a la colonización europea, los
cazadores "tehuelches" no parecen resistirse a las alianzas matrimoniales y al mestizaje con
los mapuches.
El holoceno trajo consigo cambios importantes en la ecología que afectaron a esos
pueblos, en particular a los del extremo sur, donde las ingresiones marinas postglaciales
contrajeron considerablemente el territorio conocido por sus primeros pobladores. Esto
significa, sin considerar las variaciones en el número de habitantes, una tendencia al
incremento de la densidad demográfica. Paralelamente, mientras mermaba la fauna
pleistocénica, con el óptimo climático parecen aumentar las especies vegetales forrajeras,
elevándose la población de auquénidos, cuya cacería se especializa e intensifica notablemente.
Parece ser que esta situación, iniciada en Patagonia central, genera movimientos migratorios
hacia el norte y hacia el sur. Puede ser que en la región de los canales y el Estrecho de
Magallanes, esto se tradujera en presiones demográficas, las que podrían haber motivado
posteriormente la explotación y ocupación del gran reservorio de recursos naturales de los
mares australes.
Hacia el norte, en el sur brasileño y Uruguay, se puede apreciar que los sistemas de
apropiación estaban bastante diversificados, incluyendo desde la caza de venados a la
recolección de tubérculos o la pesca fluvial.
Sabemos, en general, que algunos de estos pueblos cubrieron grandes distancias
complementando recursos, pero se desconocen la organización y regularidad de sus ciclos.
También sabemos que su amplio repertorio de técnicas de captura era tan diversificado como
la variedad de especies cazadas o recolectadas. Lo cual se acompañó de una especialización
eficaz del instrumental. Curiosamente, casi no hay evidencias del uso del lanzadardos 287 ,
aunque es notable el empleo de boleadoras, con lo cual se aumentaba grandemente la
eficiencia de la cacería el tierras llanas, al reducirse substancialmente el gasto de fuerza de
trabajo que implica perseguir a las presas heridas, lo que puede tomar muchos kilómetros.
También debe destacarse la documentación de técnicas de caza a través del arte rupestre que,
nos permite saber que desde el toldense clásico de Patagonia central hubo formas de
organización técnica del trabajo que requerían la adhesión laboral de mas de medio centenar
de cazadores.
287
No obstante, aparece un gancho de propulsor en Cueva Fell, contemporáneo con las primeras puntas triangulares del
Período III, características del toldense clásico de Patagonia Central.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 347
Desde poco antes de nuestra era, estos pueblos comienzan a recibir las migraciones e
influencias culturales, tanto de los Andes como del Chaco y en el mismo Brasil, debidas a las
presiones de poblaciones desplazadas por la revolución tribal que se desarrolla en el resto del
continente. Con lo cual los cazadores del Cono Sur y sus tradiciones culturales se verán
involucrados en ágiles movimientos y procesos de cambio, sin llegar a modificarse
esencialmente la estructura comunal de cazadores- recolectores sino hasta la tribalización
durante la colonización europea o a su reducción o persecusión criminal que los llevó
rápidamente a la extinción que se consuma pasando la mitad de nuestro siglo.
El modo de vida V.
Cazadores recolectores Surandinos.
Esta población se puede distinguir desde hace unos 11.000 a 10.500 años y parece derivarse
de parcialidades desprendidas del modo de vida I a la altura de los Andes centrales. Incluiría
al que Schobinger ha denominado "horizonte andino de puntas triangulares". Entre sus
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 350
manifestaciones mas tempranas y definidas se cuentan a las de Tuina, San Lorenzo y Chulqui
en el Norte Grande chileno, con fechas de 11.800 a 9.500, Inca Cueva 4 y Huachichocana
(10.700 a 9.600) en el noroeste argentino y San Pedro Viejo de Pichasca, en el Norte Chico de
Chile, con casi 10.000 años. Sus orígenes, por lo tanto, se remontarían a unos once milenios y
podrían tener sus antecedentes en sitios con contextos tempranos como los de Guitarrero o
Pachamachay, desplazándose por los Andes con rapidez y precediendo, de hecho, a los
asentamientos típicos del modo de vida I de allí hacia el sur.
Este pueblo se establece entre el Norte Chico de Chile y Cuyo en la Argentina,
fundando ahí un prolongado desarrollo histórico. Existe la posibilidad, todavía difícil de
evaluar, de que algunas parcialidades hayan continuado tempranamente hacia el suroriente,
incidiendo en la conformación del toldense clásico de Patagonia central y afectando, quizás
también, a la región pampeana.
De todos modos, es claro el hecho de que esta población coexistió e interactuó
regularmente con el Conjunto I en la región andina meridional. Hace aproximadamente unos
7.000 años, desde el Norte Chico y Cuyo desarrolla una expansión migratoria hacia las Sierras
Centrales y las Pampas argentinas, así como a la zona central chilena. En ésta, llegan a
sustituir el uso de puntas foliáceas y consolidan un desarrollo regional que también implicó
sistemas de complementación económica entre la costa (complejo Papudo) y los valles
centrales del interior (Cuchipuy II y Tagua-tagua II), manteniendo vínculos con grupos
culturalmente similares de la vertiente oriental de los Andes.
En las Sierras Centrales, como se aprecia en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa
de Piedra, parece integrarse fácilmente con los tradicionales cazadores "ayampitinenses", ya
que por un largo tiempo persistió el uso de puntas foliáceas junto con la nueva moda de las
puntas triangulares.
Pensamos que este pueblo tiene una incidencia importante en la conformación de la
historia particular de la región pampeana, donde debió relacionarse con los descendientes de
la tradición toldense. Hay que notar que, también por el séptimo milenio, tenemos la presencia
e influencias culturales de grupos del toldense final de Patagonia central y Nordpatagonia
migrando hacia la pampa seca y Sierras Centrales.
Hacia el 5.500, parece ser que la relación de este pueblo con las comunidades del
modo de vida I es muy estrecha y llega a poner de moda el uso de puntas de proyectiles y
hojas de cuchillos triangulares, así como las cuentas de piedra, en casi toda la región andina.
Sería muy interesante investigar más precisamente la relación entre ambos pueblos que
parecen tener un origen común, pero llegan a diferenciarse claramente en lo que se refiere a
sus formas culturalmente distintivas, aún cuando ocupan las mismas zonas y hasta los mismos
sitios. En zonas como el Norte Chico, estas diferencias se mantienen hasta épocas tardías 288,
mientras en otras zonas, hacia el norte, es difícil establecer estas diferencias a través de los
registros arqueológicos a partir de mediados del sexto milenio.
288
En sitios como Guanaqueros, donde coexisten, separaron sus lugares de enterramiento.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 351
289
En los Andes meridionales producen en abundancia piedras horadadas. Creemos que buena parte de las mismas pueden
ser volantes de un instrumento de acción rotatoria de elevada eficiencia para funciones que van desde encender fuego hasta
perforar huesos, conchas o piedras.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 352
En América del Sur, estas puntas pedunculadas o sus formas asociadas se encuentran
en Bahía Gloria, Restrepo y Cajibío en Colombia, en La Hundición y en Paraguaná en
Venezuela, El Inga, Papallaqta y El Azuay en Ecuador, en La Cumbre, Piura Alto y, tal vez,
en Ayacucho en Perú.
Estimamos que el rango temporal de su presencia en la región va de 9.000 a 7.000
años a.p.. Desafortunadamente no se posee mayor información sobre sus contextos,
actividades económicas ni formas de relación con los otros pueblos que llevaban ya varios
milenios establecidos en el área.
290
Mochanov [1978] propone que las raíces de la "tradición Diuktai" presente en diversos sitios del extremo oriental
asiático, con 35.000 años en Ezhantsy (río Lena), se remontarían a un substrato cultural Levallois-Achelense.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 354
b.1. Que éstos hubieran sido los primeros habitantes del continente, llevando
adelante un proceso evolutivo propio, por algún tiempo. En éste caso, pudieron generar o no
un cambio cualitativo autónomo hacia formas de organización y manifestaciones culturales de
tipo paleolítico superior (como el arte rupestre).
b.2. Que ingresando antes, simultánea o posteriormente, hubieran coexistido e
interactuado en diversos grados con poblaciones de tradiciones "musteroides" del paleolítico
medio.
De modo que el "paleolítico superior americano" pudo ser resultado de los procesos
de interacción entre ambos tipos de comunidades, dando origen a algunas sociedades
integradas racial y culturalmente por componentes de ambas tradiciones y/o generando
desarrollos tradicionales diferenciados 291.
b.3. Que se tratara de poblaciones de un paleolítico superior notablemente
diferenciado de las culturas "musteroides", ingresando a América antes o después que
aquellas.
c. Una otra posibilidad es la de que, a partir de variantes de la primera alternativa, se
hubiera dado en América un desarrollo particular drásticamente diferenciado de la tradición
originaria, generando un modo de vida y culturas claramente diferentes desde hace, por lo
menos, trece milenios.
Se advertirá que sería posible derivar o incorporar otras variantes, intentando dar
cuenta de las ocupaciones iniciales del Nuevo Mundo, realizadas por pueblos llegados desde
Asia. Lo único que es claro, hasta hoy, es que hubo un "paleolítico superior americano", con
suficientes evidencias aceptables de ocupaciones "pre-Clovis". Es decir, con evidencias que
deberían aceptarse si aplicamos los mismos estándares de rigor que se han exigido y aceptado
para la documentación de hallazgos correspondientes a ocupaciones posteriores. Es cierto que
pueden y deben formularse las dudas que llevarían a condicionar la aceptación de los registros
más tempranos a una corroboración por la vía de una mayor acumulación de antecedentes
indiscutibles. Pero deberían mantenerse las mismas exigencias para los registros e
interpretaciones de que son objeto los vestigios atribuídos a épocas posteriores y que no se
cuestionan en sus detalles porque caen en un rango temporal que ya es aceptado sin reservas.
En cualquiera de los casos, se trata de un problema que requiere de una
documentación suficientemente amplia, que maneje los antecedentes de la vertiente asiática y
del Viejo Mundo en general, ya que están necesariamente involucrados en los eventos en
cuestión. Tal vez es cierto que pueden fundamentarse objeciones a algunas "perspectivas
europeas" determinadas, a las que Lynch dirige, de manera general, su crítica 292 . Sin
291
Esto último ocurrió de hecho. La disyunción estaría en determinar si habría sido o no el único efecto de un proceso
hipotético como el apuntado.
292
Ver, por ejemplo, Clark & Lindly [1991] o Graves [1992]. Hay que decir, sin embargo, que tampoco el calificativo de
"perspectivas europeas" para estas posiciones es afortunado, pues acusa desactualización. Si hay una "perspectiva europea"
predominante actualmente, es la idea de que el paleolítico superior fué precedido necesariamente por un paleolítico medio
caracterizado por la asociación neanderthal-musteriense (aunque hay asociaciones musteriense-hombre moderno) que no
tendría capacidad de adaptación a las condiciones climáticas periglaciares de las áreas septentrionales. Bajo este supuesto, se
piensa que los portadores del musteriense no pudieron alcanzar las latitudes necesarias para llegar a América antes del
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 355
desarrollo de los sistemas adaptativos del paleolítico superior. Por lo tanto, a los colegas europeos les resulta mas cómodo
preferir dar crédito a quienes no aceptan un poblamiento "pre-Clovis", careciendo de interés por una mejor documentación
para opinar respecto a un área tan alejada del "centro del mundo".
293
A principios de los setenta, Juan Munizaga realizó un estudio sobre los escasos restos atribuibles a cazadores tempranos
en el continente rastreando, entre otras cosas, posibles rasgos neanderthaloides. Encontró algunos elementos (apófisis
paramastoidea accesoria desarrollada, amplitud e inclinación del plano occipital) en cráneos que no constituían los vestigios
mas antiguos, e incluso, en las poblaciones fueguinas supérstites (Munizaga, 1976)
294
Es una versión de la hipótesis del "Jardín del Edén" sostenida por diversos autores [los "jardineros" según Gamble,
1991].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 356
Los posteriores trabajos de Boëda [1988 y 1990] definen con bastante precisión las
diferencias entre los sistemas de astillamiento característicos del paleolítico superior y de las
modalidades levallois. No sólo muestra claramente los cambios cuantitativos que esta
distinción implica, sino también el salto cualitativo que ésta práctica técnica conlleva
necesariamente en el nivel conceptual [Boëda, 1988:45].
a.b. Morfología . Hay consenso en cuanto a que la novedad más evidente que trae el
paleolítico superior es el rápido desarrollo de una gran variedad de nuevas formas de los
instrumentos, con una importante estandarización.
Esta notable variedad tipológica no respondería exclusivamente al efecto de las
nuevas modalidades técnicas o a los requisitos funcionales inmediatos.
a.c. Funcionalidad. Si bien no sería un factor único en su determinación, también la
diversificación y estandarización mostrarían la especialización funcional del instrumental,
adecuado a una explotación más eficiente de recursos específicos [Orquera,1984]. Igualmente
se observa un desplazamiento de la proporción de tipos funcionales, hacia actividades que no
eran comunes en el paleolítico medio.
También se ha propuesto que el rango de variación morfológica que da lugar al estilo
cultural permitiría -como otros elementos materiales y conductuales-, más allá de la
funcionalidad instrumental inmediata, una función informativa, mas o menos intencional
[siguiendo a Wobst,1976].
b.Materiales óseos y conchas.La evidencia arqueológica, hasta ahora, muestra un
desarrollo técnico, morfológico y funcional de los objetos de hueso, asta, dientes, marfil y
conchas durante el paleolítico superior, que no se registra para el paleolítico medio. Esto,
independientemente de los sesgos de conservación y de la proporción de restos con
modificaciones atribuíbles a la actividad de animales predadores que, como ha mostrado
Binford en diversos trabajos, puede ser importante.
Para tal efecto, se desarrolla una diversidad de nuevas tecnologías que no se
limitarían a la percusión y torsión, como el desbaste, incisión o abrasión.
Funcionalmente, se producirían objetos que no se limitan a la sustitución de la piedra
para usos instrumentales directos. Es decir -excusada la incongruencia de los términos- que se
destinarían a un uso "no utilitario".
Por lo mismo, se crean nuevas formas, a las que hay que agregar, en algunos casos,
la decoración.
c. Instrumentos compuestos. Junto con la diversificación y especialización del
utillaje, sería en el paleolítico superior cuando se desarrolla ampliamente la producción de
artefactos compuestos de manufactura mas compleja que el simple enmangamiento de los
instrumentos, combinando objetos de piedra, hueso, madera y otras materias primas.
También artefactos mecánicos para multiplicar la fuerza muscular, como el
lanzadardos o el arco serían una invención del paleolítico superior [Gilman,1984:117].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 359
297
También se conocen códigos bastante elaborados de pintura facial y corporal que no podrían calificarse de "adornos"
personales. Tal es el caso de los s'elknam de Tierra del Fuego, que no produjeron arte rupestre ni un "arte" mobiliar.
298
Lo que nosotros denominamos cultura arqueológica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 360
De ahí en adelante, las opiniones o los argumentos de los autores pueden diferir.
Wobst y Gilman proponen la conformación de un sistema de cooperación y de filiación
endogámica. Gamble, siguiendo a Bender también plantea que se conforman alianzas y
propone que manifestaciones como el arte -cuando se da- revelaría el intercambio de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 362
también a pensar que los cambios sociales obedecen a factores ecológicos. Pero resulta una
pedantería desafortunada suponer que quien no comparta su posición es necesariamente
víctima de la confusión.
Sin duda -y es lo que queremos retomar acá- es importante hacer la distinción
analítica entre la estructura y el proceso. Pero podríamos pensar, si fuéramos
congruentemente materialistas 299, que dada la unidad material de la realidad, una explicación
consistente de la misma no puede disociar la causalidad de las características estructurales de
los procesos. También se podría pensar que estas dicotomías tajantes, que divorcian aspectos
complementarios de una explicación, podrían dar parcial cuenta de por qué la propuesta de
construcción de una "teoría de rango medio" no ha fructificado a pesar del entusiasmo inicial
de Binford al respecto 300.
Son diversas las propuestas para explicar la causalidad involucrada en los cambios
que generan a la sociedad del paleolítico superior. Dado que se trata de encontrar hipótesis
que pudieran explicar tal proceso en cualquier lugar y momento en que hubiera tenido lugar,
deberemos considerar aquellas que estén formuladas en términos de regularidades de orden
general301. Esto, de partida, nos lleva a poner de lado aquellas explicaciones ad hoc,
formuladas para explicar el "caso ejemplar" del paleolítico superior europeo. Esto no porque
estén necesariamente erradas en relación al caso particular sino porque, como las
proposiciones de S. Binford y del mismo Wobst, suponen como condición básica la caza de
animales de manada con migraciones estacionales en un ambiente periglaciar lo que, aún para
Europa, no es generalizable 302. Cosa similar ocurre con los planteamientos de Gamble, que
supone que este evento se explicaría por las diferencias de capacidad biológica y cultural de
adaptación de los hombres arcaicos y modernos a los cambios climáticos y ecológicos
específicamente europeos 303. Además, para la situación europea, hablar de sapiens arcaico
significa referirse específicamente al neanderthal. Las dificultades para generalizar serían
299
En otro lugar nos referimos a cómo la enfática pero inconsistente afirmación del materialismo en Binford no es otra
cosa que un planteamiento neokantiano que hace incontrastable cualquier explicación del pasado "dinámico" a partir de la
observación del registro arqueológico "estático". Por lo demás, es claramente falso que el contexto arqueológico sea estático.
Se trata, simplemente, de que posee una dinámica diferente , cuyas regularidades deben ser investigadas y explícitamente
formuladas para explicar las conexiones entre los "sistemas culturales" del pasado y el registro arqueológico actual y así
poder validar cualquier contrastación de juicios sobre el pasado. Por lo que éste, contra las declaraciones del autor , resultaría
de hecho, incognoscible.
300
En realidad, este concepto ha sido vulgarizado en los medios de las ciencias sociales (hasta en algunos países de
América Latina) a través de la obra de Merton [1968]. Por otro lado, pese a las propuestas de generalizar el método hipotético
deductivo como método para tal "construcción teórica", podría pensarse que la lentitud de ese proceso se debe a que el
mismo autor, a través de sus diversos y muy importantes trabajos de observación arqueológica y etnográfica, estaría
procediendo mas bien inductivamente. Lo cual, en mi opinión, no restaría mérito ninguno a sus investigaciones ni a sus
importantes aportes de rango medio.
301
Como señala Orquera, "si una categorización no es referible a principios generales, entonces no es científica" [1984:74].
302
Sobre la situación de Cantabria, argüída en este sentido, hay una nueva síntesis de Straus [1992].
303
En la discusión de una ponencia suya, en Barcelona, acota de modo sintético y sorprendente que: "La diferència,
pensant a grans trets en allò que apareix molt claramente al registre arqueològic, entre Neandertals i paleolític superior, és
que quan es veu que el clima es va degradant, els neandertals empren la següent estratègia: comencen a desaparèixer, i va
tenint lloc l'extinció local en diferents àrees" [1990:224]. En realidad, "cualquiera que haya trabajado para GCHQ
Cheltenham, o cualquier otro servicio de inteligencia..." [Gamble, 1991:3] puede imaginar el sobresalto que debió
experimentar en su tumba el espíritu de von Klausewitz, o al de Kutusov intentando expresar que no se trataba exactamente
de eso.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 364
mucho mayores si consideramos la posibilidad de que tal proceso hubiera ocurrido en ámbitos
tropicales y que no todos los portadores de culturas previas al paleolítico superior debieron ser
necesariamente neanderthales. De cualquier modo, una explicación general debe ser
compatible con las explicaciones de los casos particulares y, aún si no hubiera otros, sólo se
corre el riesgo de hacerla mas parsimoniosa.
Hemos preferido tomar como referencia la propuesta de Antonio Gilman [1984],
porque:
1) Es, en nuestra opinión, una de las mejores revisiones sintéticas del tema.
2) Está formulada en términos generales, presentando mayor completud y
parsimonia.
3) Asume una posición teórica explícita (marxista), que implica un sistema categorial
de referencia que la hace más fácilmente evaluable. Digamos que tiene asidero, a diferencia
de muchas formulaciones que carecen de columna vertebral.
Gilman considera el desarrollo del paleolítico superior -junto con la revolución
neolítica- como una de las dos grandes revoluciones sociales ocurridas antes de surgimiento
de las clases sociales.
Formula dos requisitos para la explicación de este proceso:
1) Que debe ser suficientemente comprensiva como para vincular los diferentes
rasgos técnicos y sociales en una sola red causal explicativa304.
2) Que debe referirse a los aspectos estructuralmente básicos, de manera de poder dar
cuenta de esta revolución en cualquier lugar donde hubiera ocurrido.
En su propuesta integra, como premisas y como objetivos, proposiciones importantes
planteadas por diversos autores. Coincide con White, Conkey y Wobst , en que la
característica distintiva del paleolítico superior, como hecho fundamental a explicar, sería la
aparición de estilos culturales.
Concuerda con Bender en que la teoría de las alianzas permitiría entender las
relaciones sociales de producción de las formaciones sociales preclasistas. Y con Tylor en que
las alianzas obedecen a la necesidad de asegurar el acceso a un territorio propio, así como a la
posibilidad de participar del territorio y recursos de otros grupos en situaciones de escasez. De
modo que las alianzas evitan el conflicto y facilitan el apoyo económico entre los grupos que
participan de ellas. Aunque, siguiendo a Wobst, acepta que, más allá de determinadas
distancias geográficas y sociales, su mantención implicaría mas costos que ventajas. De
acuerdo con este autor, se conformarían grupos endogámicos (connubia, en términos de
Williams) conformando un sistema de cooperación regido por la "reciprocidad generalizada".
Recurre al concepto de "modo de producción doméstico" de Sahlins para explicar las
contradicciones internas entre los grupos que integran estas unidades sociales. De manera que
304
De donde se ve que no se ha dejado confundir por la dicotomía binfordiana.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 365
cada hogar desea establecer alianzas con otras unidades domésticas con el fin de prevenir las
eventuales deficiencias de su producción. Pero, a la vez, también prefiere limitar esos
vínculos, para disponer de sus propios recursos con independencia de aquellos.
Es así como se conformaría una red de relaciones sociales basadas en la reciprocidad,
cuya intensidad y amplitud guardaría una relación proporcional inversa al grado de seguridad
que proporciona la producción autónoma de cada unidad doméstica. Sin embargo, la necesaria
unidad del sistema se vería amenazada por la tendencia a la autonomía autosuficiente de cada
hogar. Por lo que se requeriría regular esta contradicción a través de un refuerzo ritual de las
relaciones sociales de reciprocidad.
Partiendo de estas premisas, la estructura causal básica propuesta por Gilman para
explicar este proceso sería, en síntesis: que con el paleolítico superior se da un desarrollo
tecnológico evidente que eleva la productividad, disminuyendo los riesgos de la subsistencia.
Lo cual origina dos series de efectos. Por un lado, disminuye la necesidad de cooperación con
los vecinos, posibilitándose la limitación de las obligaciones sociales. Por otro lado, se dió un
desarrollo demográfico que aumentaría el número de vecinos, haciéndose necesario limitar
las relaciones sociales de cooperación, debido a su costo. Así, la necesidad y la posibilidad de
limitar las obligaciones sociales con los vecinos convergerían en la constitución de grupos
endogámicos (closed connubia) relativamente reducidos 305. Entonces, habría sido preciso el
refuerzo ritual del sistema de relaciones de reciprocidad social, necesarias pero inestables,
debido a la elevación de la productividad del trabajo. El desarrollo de los estilos culturales
regionales típicos del paleoltítico superior serían parte de la ritualización de la identidad
corporativa de estos grupos de cooperación.
Resumiremos algunas observaciones que hemos hecho a ésta propuesta.
1. Hay un eclecticismo involuntario, debido tanto a a cuestiones de estilo literario
como a la falta de una demarcación crítica explícita respecto a los conceptos de otros autores,
cuya consideración es indiscutiblemente pertinente, pero cuyas propuestas se formulan en
contextos teóricos bastante diferentes entre sí y con respecto a la posición asumida por
Gilman. Algunos ejemplos de ello:
1.1. El hecho de que Sahlins u otros autores (como M. Harris o B. Price) empleen el
término de modo de producción, en el contexto de posiciones teóricas distintas, hace que sus
propuestas no puedan ser transplantadas a una propuesta materialista histórica sin la debida
ponderación crítica.
En este sentido, es posible que la tendencia de las unidades domésticas a la
autogestión de sus recursos e independencia respecto a sus vecinos exista y guarde relación
con la correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Pero nos parece
dudoso que pueda caracterizarse así a la contradicción fundamental que debería explicar la
estructura y causalidad del desarrollo de esas sociedades.
305
Concordamos plenamente con el hecho de que, en general, la dirección de la historia se ha orientado por los puntos de
mayor coicidencia de necesidad y posibilidad y ésta es, en nuestra opinión, una importante virtud de la hipótesis de Gilman.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 366
Resulta, por lo demás, demasiado tentador pensar que es mas bien una típica
proyección de la ideología competitiva de libre empresa independiente, tan cara a la pequeña
burguesía a la que pertenecemos, entre otros, los trabajadores intelectuales.
1.2. Concordamos con la sugerencia de Barbara Bender en cuanto a que la teoría de
las alianzas podría ayudarnos a entender las relaciones sociales de producción en las
formaciones sociales preclasistas. Sin embargo, la propuesta es pertinente en lo que se refiere
a la forma de las mismas y una posición materialista histórica consistente debería considerar
su contenido. Es decir, los elementos del proceso productivo sujetos a diversos tipos de
relaciones de propiedad y posesión
En nuestra opinión, la ambigüedad en la distinción entre formaciones cazadoras
recolectoras y tribales obedece a que, en ambas, las formas del parentesco clasificatorio
juegan un papel mas o menos análogo, debido a que presentan en común una forma de
propiedad colectiva. Los criterios distintivos, por lo tanto, deberían buscarse en el contenido
de las relaciones de propiedad y producción.
Hay que agregar que, como para el materialismo histórico no es la tecnoeconomía la
que define el modo de producción, cabe la existencia de sociedades cuya subsistencia se base
fundamentalmente en la caza y recolección sin ser formaciones típicas del "paleolítico
superior" del pleistoceno final, sino formaciones socioeconómicas cuyas relaciones
fundamentales de producción sean tribales.
1.3. Al referirse a "la teoría de las alianzas de la antropología social" es necesario
precisar de cuál se trata, para evitar mayores confusiones. Es obvio que no da lo mismo si nos
basamos en Lévi-Strauss, Tylor, Sahlins o Meillassoux. Dado que la propuesta de Gilman se
apoya en la referencia al "modo de producción doméstico" de Sahlins, es relevante tomar en
cuenta las observaciones de Meillassoux (autor citado por Gilman) respecto a la "teoría de las
alianzas" en general y las críticas específicas a Sahlins.
En relación a las primeras, Meillassoux apunta la necesidad de distinguir
analíticamente con claridad entre las relaciones económicas de adhesión laboral y las
relaciones de filiación. Precisamente por el hecho de que en las comunidades primitivas se
dan diversos grados de coincidencia entre las relaciones de producción y consumo y las
relaciones sociales que median la reproducción biológica, la falta de consistencia en esta
distinción ha permitido en gran medida su confusión, conduciendo a imprecisiones y
distorsión tanto en la teorización de las relaciones de producción como del parentesco.
Por lo que se refiere a Sahlins, Meillassoux le critica certeramente el hecho de que su
concepto de "economía de la Edad de Piedra" no diferencia entre cazadores-recolectores y
agricultores mostrando que, en cada caso, la adhesión y la filiación se vinculan de diferente
manera. Así, la "Edad de Piedra" resulta mas o menos equivalente al rótulo general de
"comunismo primitivo", pero sin distinción entre salvajismo y barbarie. En los términos que
acá se discuten, el concepto de Sahlins no hace diferencias entre paleolítico y neolítico.
2. En la hipótesis de Gilman, la aparición de estilos regionales sería expresión de la
necesidad de reforzar ritualmente las unidades sociales de cooperación económica, que se
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 367
306
Gilman asume como correcto que "the key feature which requires explanation in the Upper Paleolithic Revolution is the
appearance of style in its various manifestations" [1984:121].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 368
307
Bate, 1978:60.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 369
Por lo que se refiere a la cultura y su relación con la cultura arqueológica, habría que
considerar que:
a) Los miembros de una sociedad generan información cultural, material o
conductual, y pueden hacerlo de manera intencional o no intencional. En el primer caso, claro
está, las intenciones pueden ser diversas.
b) La información cultural puede referirse a diferentes actividades o esferas de la
vida y las relaciones sociales.
c) Un mismo elemento o clase de elementos culturales puede portar información
sobre un determinado aspecto de la sociedad o sobre varios de ellos. La "carga" informativa
de los elementos culturales puede ser mayor o menor, y mas o menos directa, en relación a los
diversos contenidos sociales sobre los cuales informan.
d) La singularidad fenoménica del conjunto de formas culturales distintivas de las
actividades de un grupo social es "delatora" de la existencia de diversos aspectos y
dimensiones de las relaciones sociales, independientemente de la intención comunicativa de
sus autores.
e) Por lo tanto, el registro arqueológico como efecto, entre otros factores, de las
actividades y objetos culturalmente realizados por una sociedad, puede permitir inferir parte
de la información tanto voluntaria como involuntaria de que es portadora la cultura.
La tarea de la investigación arqueológica es formular hipótesis que nos permitan
acercarnos al conocimiento y explicación del contenido de la información registrada.
3.2. Volviendo a nuestro punto, lo que tenemos hasta ahora son las mejores hipótesis
para dar cuenta del registro arqueológico del llamado paleolítico superior basadas, a su vez,
en hipótesis sobre características estructurales que serían propias de dichas sociedades.
Como ha señalado Wobst, el tipo de información que pueden comunicar los
artefactos, incluyendo el "arte" rupestre y mobiliar o los "adornos personales", es diversa y
puede aludir a diversas dimensiones de la sociedad no habiendo un consenso general sobre su
significado308.
Pienso que debemos tomar en cuenta el hecho de que un mismo pueblo puede
realizar diversas actividades y establecer diferentes tipos de relaciones sociales, realizándose
en espacios coincidentes o diferentes. Cada clase de "mensajes" puede materializarse en
distintas clases o tipos de artefactos y es muy posible que los objetos que los portan tiendan a
distribuirse en los espacios en que las actividades o vínculos sociales tenían lugar, o a
308
Quisiéramos agregar que no hay consenso entre quienes se ocupan de la conceptualización explicativa de las sociedades
que produjeron los restos. Sin embargo, hay algunas palabras mágicas capaces de concitar consenso general, evitando estas
discusiones, como el término de "ritual", altamente socorrido para designar a la mayoría de los vestigios que no sospechamos
para qué sirvieron. Como observa Gamble, refiriéndose a los "restes materials d'una esfera ideològicament anomeada art,
joieria, instruments musicals i objectes rituals" cuya "aparició i proliferació d'aquests objectes és acceptada taxativament com
a reflex del desenvolupament de la complexitat sociocultural entre els caçadors-recol.lectors del pleistocè tardà, i és utilitzada
com a 'fòssil-director' col.lectiu pel comportament ritual..." [1990:214, subrayados míos].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 370
delimitarlos 309. De ahí que no resulta necesario que las distribuciones de artefactos
portadores de información de diferente contenido social coincidan en los mismos espacios.
Sin duda, el conjunto de vestigios producidos por una sociedad comprende diversos
artefactos o rasgos que pueden poseer elementos estilísticos portadores de información,
intencional o no, integrando conjuntos culturales altamente idiosincráticos. Pero habría que
intentar discriminar qué tipo de información contienen las diferentes clases de artefactos o
configuraciones de rasgos estilísticos dentro de cada conjunto cultural o cultura arqueológica.
Considerando que puede haber interpenetración espacial de los mensajes indicativos de las
relaciones entre grupos socioculturalmente distintos.
Pensamos que algunos de los estilos marcados por la tipología de artefactos líticos o
el arte rupestre podrían corresponder al uso de un territorio cuya explotación requeriría de la
organización espacial y temporal de determinadas secuencias de actividades en sistemas
específicos de complementación económica, que equivaldrían a lo que Binford denomina
"complejos situacionales". Los cuales tampoco implican coincidencia necesaria con los
sistemas comunales de relaciones sociales de producción o de filiación.
Un punto que nos parece importante hacer resaltar se refiere al hecho de que, en
cualquiera de estas tres situaciones posibles -que no excluyen otras- se trataría de procesos de
conformación de relaciones sociales bajo condiciones de presión demográfica, donde la
densidad poblacional relativa requeriría de la racionalización del acceso y uso del territorio y
los medios naturales de producción. Al menos ésta es la condición que supone Wobst para el
cierre de las redes de apareamiento y Gilman para los sistemas de solidaridad económica.
Además, cual fuera de éstas u otras dimensiones de las relaciones sociales que
conforman una comunidad de cazadores recolectores, estaríamos de acuerdo en que los
marcadores tipológico estilísticos exhibirían, mas o menos intencionalmente, una identidad
corporativa de los grupos o subgrupos que las integran.
4. Tanto en la propuesta de Gilman, como en la de Wobst en que aquélla se sustenta,
el supuesto de la identificación de las relaciones de producción y filiación, se basa en un
cálculo de la relación costo/beneficio cuyo carácter necesario -requisito de cualquier
explicación causal basada en principios tipo ley- no nos parece evidente.
Aún sin entrar a cuestionar tal principio310, nuestra observación se refiere a que la
evaluación de los costos y los beneficios en una sociedad cazadora recolectora podrían
responder a parámetros diferentes, dependiendo de cuál fuera la lógica real de la estructura y
causalidad histórica de dichas comunidades. Y, en nuestro caso, de la corrección objetiva de
la concepción teórica sobre las mismas.
Así, por ejemplo, no me atrevería a sostener enfáticamente que el costo de la
mantención de un sistema de relaciones sociales de reciprocidad solidaria o de filiación
309
Esto es particularmente posible cuando hay una intención comunicativa en que emisores y receptores no se encuentran
personalmente [Wobst, 1976b:322].
310
Básico para el materialismo cultural, al igual que el principio del menor riesgo [Harris, 1982; Price, 1982].
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 371
de circulación de las hordas o bandas mínimas de manera que coincidan los contactos sociales
con los movimientos orientados a la explotación económica de los recursos naturales 311.
4.2. Por otra parte, se ha mostrado que las sociedades cazadoras recolectoras son las
que disponen de la mayor proporción de tiempo libre. Se trata, en nuestra opinión, de que las
técnicas para asegurar la alimentación son fundamentalmente apropiadoras. Lo que significa
que la sociedad no somete a las especies vegetales y animales que les sirven de sustento, a un
control directo de su reproducción biológica, dependiendo básicamente de su productividad
natural. De ahí que se tiende a equilibrar la relación entre la población y los recursos
alimentarios accesibles a través de las técnicas de recolección y captura. Por lo mismo, debió
aprenderse históricamente la tendencia a limitar la apropiación para evitar una
sobreexplotación catastrófica que llevase a los recursos biológicos a la extinción.
De ahí que hay un límite al aumento del volumen de la producción que no depende
de la sociedad. El mismo incide en una regulación de la densidad demográfica (que tampoco
depende sólo de la voluntad social de reproducirse), tendiendo a establecer y mantener
determinadas distancias geográficas medias entre los grupos vecinos, sean unidades
domésticas aisladas o agrupadas en "bandas mínimas".
A su vez, limitada la posibilidad de aumentar los volúmenes absolutos de la
producción, el desarrollo tecnológico posibilita la reducción del trabajo socialmente necesario
para asegurar la subsistencia, aumentando la disponibilidad de tiempo libre, que se puede
dedicar a la mantención de las actividades y compromisos sociales 312.
Estas consideraciones permitirían sugerir una propuesta diferente de la de Gilman,
también compatible con una posición histórico materialista y no menos válida en términos
lógicos: que el desarrollo tecnológico -o, mas bien, el aumento de la productividad del
trabajo- propio del paleolítico superior, habría permitido la conformación y desarrollo
histórico de un un sistema estable de relaciones sociales de producción, consolidando las
seguridades basadas en la reciprocidad y asegurando igualmente las posibilidades de
apareamiento y reproducción313. De modo que, si bien las relaciones de filiación tenderían a
coincidir con las relaciones de producción por razones económicas, su cierre endogámico no
sería un requisito necesario.
En otras palabras, el aumento de las fuerzas productivas haría posible el
mantenimiento, bajo la forma de un sistema de alianzas y a través de la inversión en diversas
actividades de refuerzo social, de relaciones sociales de producción que, siendo
311
Ver Bate, 1990:116-119. La posibilidad de sistemas de localidades en distribución linear no se plantea sólo como una
alternativa teórica, sino a partir de la observación de los ejes de ocupación entre el mar y tierras altas de las comunidades
andinas del modo de vida I.
312
Sobre todo, cuando no parece haber jornadas demasiado agotadoras que exigieran mucho descanso, ni un rango muy
variado de excitantes diversiones, como la televisión, el cine, el futbol, las novelas policiales u otras que hicieran tan deseable
no ser importunado en los ratos de ocio.
313
Esto concordaría con la opinión de diversos autores que, como White, suponen que el paleolítico superior se
caracterizaría por el establecimiento de relaciones que no existirían en el paleolítico medio. Sin embargo, para contrastar la
propuesta, habría que poder demostrar -al menos argumentalmente- que no existió tal sistema de relaciones sociales de
producción en el paleolítico medio.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 373
actualmente disponible. Y si bien puede haberlo, no sería una expresión notable, como en el
resto del continente meridional.
El modo de vida III, en cambio, es bastante mas difícil de ubicar en éstos esquemas.
La industria lítica no posee ninguna estandarización. Los instrumentos se producen retocando
lascas obtenidas por percusión directa sin una sistemática definida y no incluyen puntas de
proyectil diagnósticas. Si nos limitásemos a la industria lítica, sería muy difícil determinar la
variación entre conjuntos en términos de funcionalidad y la variación morfológica puede
atribuirse en gran medida a la disponibilidad local de las materias primas.
De modo que, con base en éstos indicadores -base de la mayoría de las
comparaciones-, no se puede atribuir el conjunto a un paleolítico superior. Pero tampoco
presenta ninguna característica asimilable al paleolítico medio. Desde luego, no hay nada
comparable a las técnicas levallois 314. Ni siquiera puede decirse, en realidad, que se trate de
una "industria de guijarros", ya que lo que se utilizaba eran principalmente las lascas.
También el hueso se usó frecuentemente, trabajado con técnicas de percusión y
torsión, para sustituir a la piedra en la confección de instrumentos igualmente simples y
expeditivos.
No obstante, embancaban sus fogones con barro, producían artefactos con técnicas
"neolíticas" de piqueteo y abrasión, entrerraban a sus muertos con formas pautadas
incluyendo el uso de ocre rojo y solían acompañar entierros primarios con paquetes funerarios
de entierros secundarios cuidadosamente dispuestos.
314
La única forma algo recurrente y parecida a las "puntas levallois" primarias, procede de los sitios de la sabana de Bogotá.
Esta se debe a que la materia prima mas abundante es lidita de forma tabular y resulta de percutir cualquiera de sus aristas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 376
preferentes hacia la explotación de determinadas especies y nichos ecológicos con lo cual, tal
vez, se evitaron potenciales conflictos de competencia por recursos.
Visto en los términos de Binford, todos los cazadores sudamericanos mostrarían
sistemas logísticamente organizados. Los patrones de asentamiento del modo de vida III están
poco estudiados, pero los restos indican que cubrirían largas distancias complementando
recursos desde el mar hasta las tierras altas. Tal vez los únicos que, en algunas regiones,
presentarían una explotación de tipo "forrajero" serían los cazadores del modo de vida IV, que
poseían una particular industria lítica sobre láminas, bastante estandarizada.
Más útil en este sentido puede ser el criterio que propone para interpretar las
diferencias entre conjuntos del paleolítico superior como resultado de diferentes sistemas de
organización tecnológica. Por lo que habría unos "tecnocomplejos" basados más en el sentido
de la oportunidad y otros en la previsión. Los tecnocomplejos basados en la previsión
implican un mayor esfuerzo en la producción de los instrumentos ya que, una vez usados, se
recuperan para volver a ser utilizados. Las tecnologías basadas en la oportunidad invierten
poco esfuerzo en la producción de instrumentos que serán usados y descartados. De ahí que,
para evaluar estas diferencias, más que precisar la proporción de determinados tipos en cada
conjunto, habría que poner énfasis en cuantificar la inversión de trabajo requerida para la
producción del instrumental [ver Champion, Gamble et al.,1988:79]. Bajo este ángulo, los
modos de vida I y II no sólo estarían organizados logísticamente, sino también sus sistemas
tecnológicos estarían basados en la previsión. El modo de vida III, en cambio, aún cuando
tuviera una estrategia de subsistencia logísticamente organizada, poseería una tecnología de la
piedra tallada basada exclusivamente en la oportunidad y no en la previsión.
Estas consideraciones nos llevan a ver alguna de las razones por las que habría sido
un error tomar al paleolítico de Europa centro-occidental como el modelo de referencia para
establecer una caracterización general del paleolítico. Y, sobre todo, considerar a la forma
más desarrollada de su paleolítico superior como la forma paradigmática por excelencia de su
manifestación evolutiva mas "madura" o acabada, por el hecho de presentar la mayor
especialización, estandarización de manufacturas, organización logística de la subsistencia y
sentido de la previsión.
Es razonable pensar que tal afirmación tenga sentido y sea correcta para el contexto
ambiental específico en que se da. Y tiene sentido que también Binford lo acepte como
modelo, desde que su concepto de explicación de los procesos sociales debe ser "externa y
ecológico-evolutiva".
Pero en realidad, hasta los magdalenienses, con todo su arsenal altamente
estandarizado, habrían muerto de hambre a la espera de alguna manada de cualquier especie
en los manglares habitados por el pueblo del modo de vida III donde, aún en los sitios
costeros, éstos conseguían la mitad de su ingesta de proteínas animales a través de la caza de
venados. Y donde, a pesar de su aparente "imprevisión", tuvieron la oportunidad de
desarrollar rápidamente la primera revolución "neolítica" americana, estableciendo grandes
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 377
aldeas con elevado sentido de la organización (como Real Alto), cultivando maiz, frijoles
(judías) y otras especies, desarrollando textilería a telar y una cerámica de alta calidad 315.
Por otro lado, difícilmente podría realizarse mejor el sentido de previsión orientado
por la "eficiencia e integración con su ambiente" [Orquera, 1984:83] que como lo hizo el
modo de vida I, consiguiendo la máxima optimización posible en el aprovechamiento de sus
recursos, para mantener un incremento demográfico consistente hasta desarrollar también una
agricultura variada, combinada con la domesticación de animales y eficientes sistemas de
apropiación marina en la región más desértica del mundo.
Lo que queremos señalar es que "la máxima especialización posible" habría
resultado una estrategia del todo inadecuada en términos de previsión, eficiencia máxima e
integración a un medioambiente, cuando una dependencia mayor en cualquiera de las especies
explotadas las habría llevado a la extinción, al menos con técnicas apropiadoras.
La diversificación es también parte de una estrategia que aprovecha las ventajas de
la "generalización" y que, permitiendo racionalizar la administración de los recursos bióticos
accesibles a la captura y recolección sin correr el riesgo de extinciones, a través de la
organización adecuada de sistemas de asignación de la fuerza de trabajo en una distribución
espacio-temporal de las actividades, implica un elevado nivel de previsión.
De ahí que resulta inadecuado evaluar el nivel de desarrollo evolutivo de las
sociedades cazadoras recolectoras de cualquier parte del mundo, intentando ver qué tanto se
parecen a la cultura material del modelo europeo occidental.
Es verdad que las posiciones teóricas que comparten una concepción evolucionista
requieren de formulaciones de los procesos que, a la vez de tener un caracter general, posean
la flexibilidad necesaria para hacerla compatible con la explicación de la diversidad de los
casos singularmente concretos. También compartimos la opinión de que las sociedades no
están obligadas a pasar necesariamente por todad las etapas de la evolución. Mas bien, nunca
existió ninguna que lo hiciera, manteniendo su identidad cultural.
Pero si resulta que tenemos algunas "proposiciones de rango medio para comprender
funcionalmente" los sistemas organizativos de la sociedad [Binford] o "abstracciones que
creamos para entender mejor la acción de las fuerzas reales" [Orquera, 1984:84] y que nos
permitirían identificar las tendencias de los procesos, según las cuales podríamos
encontrarnos hace seis milenios con una población oportunista del paleolítico inferior
desarrollando un proceso primario de revolución neolítica, mientras los esquimales quedan
presos de su elevada previsión y organización logística, cazando caribúes hasta el siglo XX,
es que realmente no sería una exageración solicitar las explicaciones que debería haber detrás
de tales abstracciones. Donde la alta eficiencia y adaptación o la compenetración ideológica
con el medioambiente probablemente no serían suficientes.
315
La hipótesis sobre una colonización transpacífica venida del Japón han sido abandonada, desde que se observó que la
cerámica de la fase Kyushu de la secuencia de Jomón, con la cual las vajillas de la cultura Valdivia guardan gran semejanza,
era sólo un par de milenios posterior a ésta.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 378
También es verdad que los dos autores que hemos citado, explícitamente advierten
que no pretenden que tal comprensión funcional o tales abstracciones sean explicativas de los
procesos de cambios, sino que están destinados a identificar, describir y ordenar el
conocimiento de los procesos reales. Lo cual es perfectamente válido. Sin embargo, hemos
querido llamar la atención sobre este punto en el sentido de que una posición teórica
consistente debería ser capaz de mostrar las conexiones entre sus propuestas ontológicas y las
categorías orientadas metodológicamente a la investigación. Las que, por lo demás, en éstos
casos sin duda existen, pero sólo se harían evaluables si fueran explícitas, como sucede con la
comentada proposición explicativa de Gilman.
De otro modo, la "investigación de rango medio" resulta una manera de quedar
indefinidamente a medio camino entre la descripción y la explicación nomológica, sin
arriesgarse a la evaluación de los supuestos ontológicos implícitos que hasta es posible que el
investigador desconozca realmente. No pretendemos identificar ni confundir las diferencias
entre las proposiciones de los autores citados pero, para cualquier caso, es válido afirmar que
el objetivo de la investigación científica es descubrir y formular explicaciones de orden
general 316. Todas las propuestas orientadas a ese fin pueden ser importantes contribuciones al
conocimiento científico y consideramos que las que hemos referido lo son. Pero también es
importante que estos aportes no se extravíen en el limbo del "rango medio".
316
Este objetivo se supone que sería compartido o, por lo menos, aceptado por las diversas posiciones teóricas respecto a lo
que se entiende por ciencia. En nuestro caso, pensamos que el objetivo del descubrimiento de diversas regularidades de orden
general debería ser el permitir dar cuenta, en sus concatenaciones específicas, de las singularidades de la realidad concreta.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 379
registro arqueológico que escapa sensiblemente a las caracterizaciones que se han hecho de
éste estadío del desarrollo.
Esto nos lleva a observar, por otro lado, que no hay nada que lo vincule con etapas
previas similares a las del paleolítico medio, caracterizado principalmente por las tradiciones
tecnológicas y tipológicas del musteriense. De ahí que sería difícil ubicar a sus culturas
antecesoras en un "paleolítico medio" como etapa evolutiva previa, tanto como determinar en
qué tipo de paleolítico inferior pudo haberse originado 317. Por lo mismo, tampoco puede
atribuirse su autoría al neanderthal y es altamente más probable que sus ancestros, como el
"hombre moderno", se deban buscar fuera de Europa, hacia el oriente.
Estas circunstancias hacen que todas las consideraciones acerca de las limitaciones
adaptativas, tanto biológicas como culturales, que se han argüído para explicar la incapacidad
del binomio neanderthal-musteriense para colonizar los ecosistemas de las altas latitudes 318
no sean aplicables a un posible sapiens cuyas capacidades biológicas o culturales
desconocemos. Sólo sabemos que, en tiempos "tardíos", ha sido capaz de alcanzar elevada
eficiencia a través de una estrategia de subsistencia altamente generalizada.
Si tomamos en cuenta:
a) La observación de Roebroeks et al., citando a Guthrie [1990] y Storch [1969] en
cuanto a que la información sobre los grandes mamíferos del pleistoceno
indica que existió una estepa árida muy productiva a través de Eurasia y Alaska, aún en el
máximo del último glacial. La evidencia de mamíferos fósiles sugiere que las áreas
septentrionales libres de hielo tuvieron tanto una mayor capacidad de carga como mayor
diversidad de grandes mamíferos durante el pleistoceno que las que vemos hoy.
[1992:558]
O el comentario de Graves quien dice
concuerdo plenamente en que Siberia no fué un medioambiente altamente marginal
durante el último glacial. Con el aparente retroceso de la taiga y niveles del mar mas
bajos, Siberia y Beringia probablemente fueron ricas en biomasa secundaria. [Id.:572]
317
En todo caso, sería mas probable que derivase de alguna "industria de guijarros" que de alguna otra industria de las
conocidas.
318
Aún cuando ya hay registros de paleolítico medio en Rusia, cerca de Perm, a 58° N.
319
En cuyo caso, el "jardín del Edén" podría haber sido mas florido de lo que se supone.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 380
320
Resulta, en verdad, una concepción bastante eurocéntrica el suponer que América no pudo ser ocupada si no fuera por
los mismos europeos.
Sociedades cazadoras recolectoras pretribales o el “paleolítico superior” viato desde Sudamérica 381
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Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 388
soluciones específicas que adoptaron para producir sus medios y condiciones de vida,
transformando ámbitos geográficos con características y recursos naturales determinados.
A propósito de lo cual conviene observar que, si bien el medio natural ofrece a las
sociedades un repertorio de recursos y condiciones de desenvolvimiento que no es ilimitado,
tampoco determina de manera necesaria sus características particulares. La amplitud de la
gama de alternativas de desarrollos posibles depende en buena medida del grado de desarrollo
de las fuerzas productivas de la sociedad. Y aún cuando las comunidades primitivas de
cazadores recolectores son de las menos desarrolladas y, por lo tanto, internamente mas
restringidas en este sentido, podremos apreciar que la mas antigua historia andina nos enseña
cómo, bajo idénticas condiciones ambientales, fue posible el desarrollo de opciones bastante
disímiles. Veremos cómo pudieron coexistir no sólo en el tiempo, sino también en un mismo
territorio, pueblos que, aún poseyendo el mismo tipo general de estructura social como
formaciones cazadoras recolectoras pre-tribales, desarrollaron diferentes modos de vida.
Una característica demasiado frecuente en las interpretaciones arqueológicas de las
sociedades cazadoras recolectoras sudamericanas, de las que no se excluyen aquellas sobre la
región andina, es el empleo de criterios ambientalistas de muy bajo o nulo nivel explicativo y
usados mas bien como marcos de referencia para la organización de la información empírica.
Particularmente de moda se encuentra el uso del concepto de "sistema adaptativo" o,
simplemente, de "adaptaciones" para referirse a estas sociedades, bajo un grosero
reduccionismo biológico que evidencia el generalizado bajo nivel teórico que, salvo contadas
excepciones, campea en las investigaciones sobre este vasto tema histórico. La reiteración del
"adaptacionismo" parecería translucir mas bien una ideología coyuntural propia de los
investigadores mejor adaptados a los requisitos implícitos de la mayoría de las instituciones
patrocinantes, muchas veces sensibles a incomodarse con el tratamiento de problemas sociales
de fondo. Podría pensarse que el sincero y consecuente desconocimiento de los importantes
debates teórico ideológicos que envuelven a las ciencias sociales constituye, en éste campo,
una ignorancia adaptativa.
No es que no sea válido enfocar también el estudio de la sociedad como sistema
adaptativo sino que, en éste caso, se trata de simplificaciones reduccionistas que eluden el
problema fundamental de intentar explicar la especificidad y complejidad de los procesos
sociales.
El desarrollo de la complejidad de los sistemas sociales no es sólo un fenómeno
cuantitativo, sino que conlleva un notable cambio cualitativo respecto a las formas de
organización de las demás especies animales. Podría afirmarse que la sociedad humana es
muy poco adaptada en el sentido de las demás especies biológicas y, mas bien, lo que hace es
adaptar el medio a sus necesidades, transformándolo a través del trabajo, en una escala,
diversidad y velocidad que no se corresponden con sus capacidades y ritmos biológicos de
adaptación. El desarrollo correlativo de la conciencia y la rapidez de comunicación por la vía
extragenética del lenguaje, junto con el establecimiento de complejos sistemas de relaciones
sociales, han permitido a la sociedad humana adaptar -no sin contradicciones- la naturaleza a
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 390
321
Para simplificar la exposición y, dada la magnitud de la escala temporal que comprende el periodo histórico que tratamos,
redondearemos las cifras aproximándolas a las centenas.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 391
costa, sus restos se han encontrado hasta en la península venezolana de Paria, en sitios como
Guayana, Ño Carlos, Las Varas, Remigio y otros. Su existencia también se ha constatado en
Panamá, tanto en sitios costeros como de tierras altas (Cueva de los Ladrones). En Ecuador,
atestiguan su presencia las prolongadas ocupaciones del sitio de Vegas en la Península de
Santa Elena, así como los materiales del denominado "foco" El Encanto. En el Perú se les
puede identificar en los diversos yacimientos arqueológicos costeros del desierto de Talara, en
la supuesta secuencia de Amotape, Siches, Estero y Honda, la cual probablemente refleja mas
bien diversas actividades del mismo pueblo en distintos momentos de su historia, que se
remonta a unos doce milenios. Todavía mas al sur, en la península de Illescas, son bien
reconocibles en los sitios de Chorrillos y Reventazón.
Se puede decir que la característica cultural mas sobresaliente de estos antiguos
habitantes de la mitad septentrional del área andina -a la cual se debe el hecho de que no haya
sido adecuadamente identificada- es la producción y empleo de un instrumental de piedra
tallada no especializado, que presenta una escasa definición de formas. No hay pues, formas
suficientemente típicas que permitan fácilmente su reconocimiento. Esto obedece, sin
embargo, a una particular racionalidad en el aprovechamiento de los recursos líticos, en el
contexto de una concepción tecnoeconómica general.
Es así como esas gentes utilizaron principalmente, como materias primas, las rocas
mas cercanamente disponibles en los sitios en que se les requería como instrumentos, sin
importar su calidad. Las piedras se tallaban mas o menos asistemáticamente para obtener
lascas, las que eran sumariamente retocadas por percusión directa. De ese modo, se las
adaptaba para servir a diversos usos.
El hecho de que el instrumental fuera poco especializado o, como se usa decir,
ocasional y expeditivo, presentaba inconvenientes y ventajas. La desventaja mas evidente
consistía en una eficiencia funcional menor, que exigía un gasto mayor de fuerza de trabajo
para su utilización. Entre las ventajas debe considerarse el ahorro de fuerza de trabajo
dedicado a la producción de los instrumentos. Pero, sobre todo, no se gastó tiempo y energías
en la procuración de las materias primas de mejor calidad, para lo cual otros pueblos llegaban
a realizar grandes desplazamientos. En términos económicos, éstas circunstancias pudieron
compensar con creces la inversión adicional que requería el empleo de útiles poco definidos y,
tal vez, muchas veces no enmangados. Cualitativamente, además, el hecho de que el utillaje
lítico no fuera especializado permitía una mayor flexibilidad funcional para el procesamiento
de una gama mas diversificada de recursos.
Al aspecto rudimentario de la industria de piedra lascada contribuyó el que, si bien
no desconocían la talla bifacial que permite adelgazar las piezas dándoles un mejor acabado,
la emplearon escasamente. Sin embargo, de manera contrastante, produjeron artefactos tales
como hachas, copas, pequeños morteritos para partir vegetales de cáscara dura y cantos
ranurados que pudieron servir como pesas para redes con técnicas consideradas "neolíticas"
de piqueteo o martillado y en ocasiones -como en el filo de las hachas- con acabado por
abrasión.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 392
contarse de cuyes y conejos a jabalíes, aunque predominaban las especies de venados. Pero la
recolección también los proveía desde productos vegetales a caracoles de agua dulce.
Todavía no sabemos qué tipo de organización social para el uso del espacio fue la
que permitió esta complementación de recursos. Tal vez los grupos de tres o cinco unidades
domésticas que solían integrar las llamadas "bandas" se desplazaban cubriendo los diversos
ámbitos del territorio, o éste estaba convencionalmente dividido en segmentos espaciales
ocupados por distintos grupos, estableciéndose redes de intercambios. Ocurre que la mayoría
de los sitios de la costa se localizan en lugares donde había una alta concentración de recursos
que, al parecer, eran accesibles la mayor parte del año. Lo cual no significa necesariamente
que su ocupación fuera permanente sino, mas bien, que allí se encuentran superpuestos los
vestigios de ocupaciones mas o menos esporádicas, pero que se pudieron reiterar
periódicamente por siglos y hasta milenios. En los sitios del interior, en cambio, donde los
recursos explotados se presentan relativamente mas dispersos, las ocupaciones dejan escasas
evidencias, sugiriendo un sistema de mayor movilidad que el de otros cazadores andinos.
En nuestra opinión, el pueblo correspondiente a este modo de vida y que desarrolló
una milenaria tradición en los Andes ecuatoriales -el que dejó los mencionados vestigios del
sitio de Vegas-, fué el mismo que procesó la primera revolución agraria y tribal de América,
generando la que se ha conocido como cultura Valdivia hacia el 3.800 a.C..
Como puede apreciarse a partir de excavaciones como la del sitio de Real Alto, es
posible que este proceso se haya basado inicialmente en una sedentarización apoyada en la
explotación de recursos marinos de alta productividad y de carácter no estacional, por lo que
no se habría requerido de sistemas especiales de almacenaje. Todo indica que, mas o menos
simultáneamente, desarrollaron sistemas incipientes de cultivo de frijoles y maíz (especie que
se encuentra en Vegas, por lo menos desde el 5.000 a.C.), la textilería a telar, y la cerámica,
organizando su vida en asentamientos aldeanos y generando una organización tribal que les
permitiera establecer una propiedad comunal exclusiva sobre los medios naturales de
producción.
derivadas de esta "tradición". Veamos, en primer lugar, sus diversas modalidades culturales y
sus distribuciones geográficas.
Las dataciones mas tempranas de esta población aparecen vinculadas al denominado
"complejo El Jobo" de Venezuela, donde se encontró un par de fragmentos de puntas
foliáceas junto a restos de glyptodonte -una especie de armadillo de gran tamaño, ya extinto-
así como de mastodonte, también desaparecido ancestro de los elefantes. Sin embargo,
lamentablemente, los registros científicos de los materiales atribuidos al citado complejo El
Jobo son muy deficientes. Lo cual impide dilucidar una serie de problemas muy importantes
que ellos plantean, tales como las diferencias internas entre los conjuntos de materiales que
debieron pertenecer a distintos grupos humanos en diferentes épocas, probablemente
cubriendo una larga secuencia temporal. Por lo mismo, cualquier inferencia respecto a la
significación socioeconómica y aún cultural de la que tales materiales son testigos, corre el
riesgo de distorsionar las diversas realidades históricas a que deben corresponder.
Con base en las evidencias de las regiones vecinas, es posible proponer la distinción
de algunos componentes del llamado complejo El Jobo, parte de los cuales obedecerían a
diferenciaciones que pueden remontarse hasta antes del 9.000 a.C.. Uno de ellas se referiría al
instrumental asociado a las puntas foliáceas, de diversas formas y tamaños, prolijamente
talladas, que algún autor ha denominado "tradición foliácea clásica". Por lo pronto, se puede
decir que, así como cazaron fauna pleistocénica terrestre ya extinta, en épocas tempranas,
también tuvieron ocupaciones costeras, probablemente en momentos mas tardíos.
Por otra parte, se ha propuesto con buen fundamento que existiría otro conjunto
caracterizado por un instrumental de lascas retocadas dorsalmente en los bordes y sin las
típicas puntas bifaciales. Parece bastante probable que una parcialidad del complejo El Jobo
haya producido, aún antes del 9.000, una industria de tales características, agregando el
desarrollo de una técnica de láminas que permite la obtención sistemática de matrices de
instrumentos de forma alargada, mas o menos estandarizada. Tales grupos se habrían
desplazado tempranamente por el Caribe insular, conformando el modo de vida
"mordanoide", que se podría haber extendido aún a las costas de Centroamérica, hasta Belize.
Igualmente, podrían estar en el origen de una población que se extendió ampliamente hacia el
oriente y el sur, por el territorio brasileño, conformando la llamada "tradición Itaparica".
Otra parcialidad, también temprana, se extendió, en parte, por el oriente de
Venezuela donde se le conoce como "Complejo Canaima". A pesar de que se le atribuyeron
cronologías tardías sin base en registros confiables, investigaciones recientes y mas rigurosas
permiten ubicarlo hacia el 8.000 a.C.. Y, hacia la región andina, se extendieron por el sur de
Colombia, Ecuador y el Perú, dejando diversos restos de asentamientos bien datados entre el
8.500 y el 6.000 a.C.. En Ecuador, por ejemplo, estuvieron en un campamento ubicado en el
paso mas bajo de la cordillera de los Andes, en Cubilán. También en tierras altas, mezclado
con otros componentes, en El Inga o, en superficie, en Puerto Bolivar. En Perú se le conoce
como "complejo Paiján-Luz" y está muy bien estudiado, sobre todo en el desierto costero de
Paiján y Pampa de los Fósiles, aunque se le ha encontrado también en tierras altas, en las
nacientes del río Sechín y, por el sur, se extiende nítidamente hasta Lima y algo más allá. Los
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 395
artefactos líticos culturalmente mas distintivos han sido las puntas de proyectil foliáceas bien
aguzadas y de base peduncular estrecha o las piezas de hoja mas ancha y pedúnculo
subtriangular, probablemente hojas de cuchillos.
Volviendo a la que podríamos llamar tradición foliácea básica o "clásica", ésta se
encuentra ya en los Andes centrales hacia fechas poco anteriores al 9.000 a.C. en lugares
como Guitarrero, Laguna de Conococha o Pachamachay, aunque su presencia consistente y
continua, generando desarrollos regionales literalmente milenarios, se aprecia con claridad
también a partir del 8.500. Cabe mencionar, de paso, que no serían éstas las ocupaciones mas
antiguas de la región andina, ya que en las cuevas peruanas de Pikimachay o Huargo, hay
algunas evidencias de presencia humana entre el 12.000 y el 11.000 a.C., si bien todavía no es
posible definir su pertenencia cultural.
Los antiguos cazadores recolectores andinos de la tradición foliácea clásica están
abundantemente representados en Ecuador, en los sitios de El Inga y Chobshi.
Lamentablemente, aunque hay fechas de esos sitios que denotan antigüedades del orden de
nueve a diez milenios, se presentan en ellos materiales de diversos grupos y distintas épocas,
mezclados o en estratigrafías sin valor cronológico. Por lo que no es posible definir
secuencias o coexistencias que permitan aclarar mejor el panorama histórico de esos pueblos.
Lo que puede decirse es que perduraron en la región andina ecuatorial hasta los tiempos en
que se desarrolló la revolución tribal que inicia la sociedad Valdivia.
En los Andes centrales del Perú están muy bien representados en una gran cantidad
de sitios con muy buenos registros, desde los campamentos costeros hasta la puna: en el curso
del río Santa, en Ancón-Chillón, Lauricocha, Junín, Ayacucho, la Quebrada de Chilca, en fin.
La información es abundante y permite apreciar diversos aspectos de la vida de estas
comunidades de cazadores recolectores en sus persistentes desarrollos regionales que
ocuparon plenamente toda el área andina. Se ha tratado de establecer secuencias cronológicas
basadas en los cambios de la muy variada tipología de los instrumentos de piedra,
particularmente las puntas de proyectiles pero, cuando no carecen de validez, solo tienen valor
local y no son generalizables. Los cambios notables y que afectarán a todas estas
comunidades, se presentarán hacia el 3.500 a.C., cuando se generaliza a lo largo y ancho de
los Andes el uso de puntas triangulares -que no excluyen a las tradicionales foliáceas o
romboidales con sus variantes- así como de cuentas de collares de piedra pulida.
También son muy abundantes las evidencias de esta población en los Andes centro-
sur, desde el sur del Perú hasta la latitud de la bahía chilena de Coquimbo, en sitios como
Anillo, Toquepala o Caru en Perú, Ichuña en Bolivia, Tojotojone, Tiliviche, Acha,
Camarones, Aragón, Quebrada de las Conchas en Chile, Gruta del Inca, Río Grande o
Espinazo del Diablo en Argentina y muchos otros, incluyendo centenares de sitios en
superficie, sean talleres líticos o campamentos. En suma, estas comunidades ocupan toda la
región, desde la costa a las quebradas altas occidentales, la zona circumpuneña y la puna,
hasta las quebradas y el piedemonte oriental, desde aproximadamente el 8.000 a.C., notándose
desde muy temprano una diversificación de parcialidades zonales, con modalidades culturales
distinguibles.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 396
Por el 7.000 a.C. ya están en las Sierras Centrales argentinas donde constituyen el
llamado "horizonte Ayampitín" y, en 6.500 a.C., han alcanzado los Andes meridionales, entre
Coquimbo y San Juan, conformando las particulares modalidades culturales del conjunto que
comprende a Huentelauquén, Cárcamo y La Fortuna. Por el 6.000 a.C. llegan a la zona central
de Chile y, hacia el sur, dejaron diversos testimonios en sitios aún no datados, tanto en el
interior cordillerano como en la costa. Aparentemente, serían descendientes de esta gran
población quienes en el sur de Chile desarrollaron o participaron de un modo de vida basado
en la explotación del mar, extendiéndose hasta los laberintos de la región insular austral,
pudiendo haber llegado hasta la misma Tierra del Fuego en un proceso que se remontaría al
4.000 o 3.000 a.C.
En cuanto a los aspectos tecnológicos, hemos mencionado que una de las
características mas comunes e identificables de estos pueblos fue el uso de proyectiles y
cuchillos con puntas u hojas talladas en piedra, teniendo como formas básicas la hoja y el
rombo, produciendo una amplia gama de variantes, muchas de las cuales fueron
características de determinados desarrollos regionales y zonales. Dependiendo de la
disponibilidad y calidad de las materias primas, se utilizaron lascas grandes y espesas, las que
luego eran rebajadas bifacialmente, como preformas alargadas, destinadas a convertirse en
puntas o cuchillos. Enormes cantidades de desechos de talla y piezas en diversas fases del
proceso de elaboración se abandonaron en las canteras y talleres. La gran mayoría de esos
sitios fueron erróneamente atribuidos a culturas supuestamente mas primitivas, debido al
grosero aspecto de esos materiales descartados en los lugares donde se llevaron a cabo las
tareas de extracción o recolección de las materias primas y las primeras fases del proceso de
talla de los instrumentos que, desde luego, no estaban destinados a usarse y desecharse allí
mismo. La talla bifacial, que podía incluir delicados rebajes y retoques con técnica de presión,
se utilizó principalmente para producir las mencionadas puntas de proyectiles y hojas de
cuchillos. Los demás instrumentos, como las raederas y raspadores para trabajar las pieles, se
elaboraron básicamente sobre lascas o láminas a las que se daba forma astillando y retocando
los bordes hacia la cara superior.
Cabe resaltar que la racionalidad del sistema de aprovechamiento de los recursos
líticos para la producción de instrumentos o partes de ellos, entre las comunidades que
compartieron este modo de vida - así como las otras, que veremos mas adelante-, difiere
notablemente de la de aquellas del modo de vida de los cazadores del trópico sudamericano.
En la antigua tradición panandina de cazadores recolectores, el instrumental es especializado
para ejecutar funciones específicas, formalmente bien definido y con un grado variable -
aunque aún no se ha medido- de estandarización. Así, algunas de esas comunidades
desarrollaron ampliamente la técnica de láminas para la producción sistemática de matrices
alargadas en las que se confeccionaron diversos instrumentos, como en Tulán, en el Norte
Grande chileno, o en la industria "aguilarense" de la puna jujeña de Argentina.
Para la producción del utillaje de piedra se buscaron las materias primas mas
adecuadas, aún cuando ello significara cubrir grandes distancias con el exclusivo fin de
obtenerlas. Así, por ejemplo, los cazadores que acamparon en diversas épocas en las riberas
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 397
de río Loa, norte de Chile, alcanzaban hasta el salar de Talabre con tal objetivo, dejando
evidencias en centenares de canteras y talleres explotadas por milenios, aunque distan unos 40
kilómetros del río.
En éstos casos, el gasto mayor de fuerza de trabajo que representaba la obtención de
las materias primas y la producción de un instrumental especializado, se compensaba, en
parte, con su mayor eficacia funcional.
Hay que decir que, en la arqueología de los pueblos cazadores recolectores, se suele
poner el mayor énfasis en las tecnologías y formas culturales de la producción y uso de los
artefactos de piedra, debido a que son los materiales que se conservan mas fácilmente y por
mas largo tiempo. De algún modo, están sobre-representados en los registros arqueológicos en
relación a los demás elementos de la cultura material. De ahí que buena parte de los procesos
inferenciales acerca de los diferentes aspectos de la sociedad han tenido que basarse en la
industria lítica.
Pero también hay que anotar la circunstancia de que la antigua tradición andina de
cazadores recolectores que acá nos ocupa, pobló masivamente, entre otras, una extensa región
de ambientes desérticos y semiáridos , desde el norte del Perú hasta el norte de Chile,
incluyendo el lugar mas desolado del planeta que es el desierto de Atacama. Por lo cual, la
visibilidad de sus restos arqueológicos, así como la conservación de restos orgánicos es
mucho mayor que en otras áreas. Lo que explica, en parte, y se suma al hecho de que también
ahí las investigaciones y hallazgos de las evidencias de la vida y muerte de estos pueblos son
muy abundantes. Así, por ejemplo, se sabe que, desde las épocas mas remotas, desarrollaron
técnicas de entrelazado y espiral -e incluso telar- para tejer fibras vegetales y se conoce la
forma de las cabañas construidas con armazones de madera y cubiertas de paja (ichu), tanto
en los campamentos costeros como en tierras altas, como ocurre entre Paracas y la puna a
través de la quebrada de Chilca. Incluso, como se ha hecho para el norte de Chile, se han
podido estudiar los cambios en las modas del peinado a partir de restos humanos natural o
artificialmente momificados.
De cualquier modo, los materiales de piedra son los elementos que permiten la
comparación con los conjuntos y contextos arqueológicos de las demás regiones, menos
favorecidas en estos aspectos. Sin embargo, lo que interesa es alcanzar, hasta donde las
evidencias permitan las interpretaciones, una visión mas general de los procesos económicos
y superestructurales, enlazados por una red de relaciones sociales. Pero, por lo dicho y,
principalmente, por la cantidad y, en muchos casos, la calidad de los trabajos arqueológicos
sobre esta población, sabemos muy poco acerca de sus formas de organización en la región
colombiano venezolana y los andes ecuatoriales, así como en el centro y sur de Chile.
De manera general, se puede decir que, en los primeros tiempos, practicaron un
sistema de caza generalizada que incluía algunas presas de caza mayor ya desaparecidas. Es
posible que en su seguimiento hayan cruzado la cordillera de los Andes desde el oriente, entre
el sur de Colombia y Ecuador, realizando un primer desplazamiento hacia el sur. Luego,
desde alrededor del 8.500 a.C., habrían desarrollado una colonización consistente, con un
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 398
rápido crecimiento de las poblaciones y segmentación de las comunidades para habitar las
diversas regiones donde fincaron prolongados desarrollos históricos, literalmente milenarios.
Cuando buena parte de la fauna del pleistoceno se había extinguido, debido en parte
a su cacería por los hombres, en las tierras altoandinas que se extienden desde el Ecuador al
sur se orientaron preferencialmente a la captura de camélidos y roedores. De manera que, en
el noroeste del continente, donde coexistieron territorialmente con las culturas del modo de
vida de los cazadores del trópico sudamericano, no presionarion mayormente sobre los
recursos que éstos explotaban, como eran las diversas especies de venados. Del mismo modo,
al igual que en las costas venezolanas, en el litoral pacífico los cazadores recolectores de la
antigua tradición andina usufructuaron principalmente de los recursos de playas arenosas y
roqueríos, mientras aquellos explotaban recursos de los manglares.
Si para otras regiones la evidencia es aún algo escasa, para la región andina
comprendida entre el norte del Perú y el Norte Chico de Chile los antecedentes son bastante
mas abundantes y pueden reconocerse formas de ocupación y aprovechamiento de la
naturaleza característicos y comunes a las diversas comunidades pertenecientes a este modo
de vida.
Los ejes transversales a la cadena andina que son trazados con regularidad por los
oasis y las quebradas cuyos cursos de agua surcan la vertiente occidental de la cordillera hasta
el océano, orientaron el desarrollo de sistemas de complementación económica que
aprovecharon la gran diversidad de ámbitos ecológicos desplegados a distintas alturas
respecto al nivel del mar. Aún los cursos excepcionales cuyo recorrido se desenvuelve en gran
parte paralelamente al litoral y a las líneas de cumbres de los Andes, como los ríos Santa y
Loa, jugaron el mismo papel.
Se han propuesto dos modelos para interpretar las formas de ocupación del espacio
por parte de estas comunidades. Uno de ellos supone que habrían desarrollado
desplazamientos estacionales cubriendo todo el perfil de diversos ambientes naturales
comprendido entre el mar y las tierras altas alcanzando, incluso, las vertientes orientales de la
cordillera, tras cruzar la puna. Dado que es característica de las sociedades cazadoras
recolectoras nómadas su organización en hordas o bandas mínimas constituídas por unas
pocas unidades domésticas, se ha pensado que una distribución linear -como sería el caso en
estas regiones- resultaría del todo antieconómica y generaría necesariamente desigualdades
entre aquellas localizadas en el centro, respecto a las de los extremos. Lo cual se basa en el
supuesto de que se trataría de grupos situados en localidades residenciales fijas y se explicaría
por las distancias que deberían cubrir las bandas periféricas, abandonando sus tareas
productivas, con el fin de mantener las relaciones sociales que dieran oportunidades de
apareamiento a sus miembros. Se supone, además, una distribución homogénea de recursos.
Teniendo en cuenta la distribución efectivamente linear de las ocupaciones de estos circuitos
transversales a los Andes hemos mostrado, en otro trabajo, que un sistema nomádico, bajo
adecuadas reglas de circulación, no solo permite optimizar las oportunidades de convivencia
entre todos los miembros de la comunidad sino, también, posibilita un acceso igualitario a los
recursos naturales.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 399
El otro planteamiento propone que los territorios andinos habrían sido ocupado por
distintos grupos, circunscritos a determinados medioambientes, sea en las tierras altas o en las
tierras bajas. Ninguno de estos modelos se ocupa de la explicación de los sistemas de
organización social que cualquiera de ellos implicaría.
Pienso que es posible que se hayan dado ambas formas, en cuyo caso se trataría de
dos fases del desarrollo histórico de las comunidades andinas. El hecho que parece claro es
que, por lo menos a partir del 4.000 a.C., se da efectivamente una diferenciación interna de las
comunidades, donde distintas parcialidades circunscriben sus movimientos a territorios mas o
menos delimitados que no abarcan todo el perfil costa-tierras altas-vertiente oriental de los
Andes. Mas bien se especializan en la apropiación de recursos locales, lo cual se manifiesta en
la presencia de tipos y asociaciones particulares de artefactos, que probablemente responden a
necesidades funcionales específicas.
Sin embargo, es también un hecho el de que, desde los tiempos mas remotos hasta
los mas tardíos, se presentan igualmente afinidades culturales indudables entre los
asentamientos registrados en todo el perfil andino, además de que en cada uno de ellos
encontramos productos de la explotación de recursos de todos los otros medios ecológicos.
Nunca faltan conchas marinas en los sitios de tierras altas o de la vertiente oriental de la
cordillera, así como hay pieles y restos de camélidos o de maderas o plumas de aves tropicales
en sitios costeros del Pacífico. En cualquiera de los casos, es evidente que, entre los diferentes
segmentos o parcialidades de las comunidades andinas, se mantuvieron vínculos sociales de
algún orden, permitiendo el transporte o intercambio de elementos provenientes de las
diversas ecologías explotadas.
El sistema de relaciones sociales que debió regular los procesos de intercambios
pudo ser el de una estructura de linajes organizado en mitades, secciones y subsecciones o
algún arreglo similar, basado en compromisos de reciprocidad. Con ello se posibilitaría el
acceso de las diversas unidades sociales a la diversidad de recursos distribuidos en los
distintos ecosistemas comprendidos en las amplias áreas habitadas por cada comunidad.
Normalmente, estas formas de organización social conllevan la realización de
determinadas prácticas rituales destinadas a reforzar la vigencia de los lazos comunales.
Considerando que las modalidades rituales, tanto como las particularidades de la organización
social debieron diferir entre las diversas comunidades regionales pensamos que, en algunos
casos, esta ritualidad pudo desarrollarse en torno a las prácticas funerarias. Es la situación que
se presenta, por ejemplo, entre el sur de Perú y el Norte Grande de Chile, donde se encuentra
una serie de cementerios en lugares cercanos a la costa. Allí pudieron sepultarse individuos
representativos de diferentes segmentos comunales, traídos de los distintos territorios por
ellos ocupados. El hecho es que la preparación de las actividades funerarias llegó a ser
bastante compleja, incluyendo elaborados procedimientos de momificación artificial, como
ocurrió con el llamado "complejo Chinchorro". Hay también en esos sitios algunos objetos
que estarían vinculados al consumo de alucinógenos, lo cual ocurría desde épocas bastante
remotas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 400
Una característica común a las comunidades que han podido estudiarse con mayor
amplitud, es que mantuvieron un desarrollo sostenido de las fuerzas productivas, basados en
una racionalidad económica que distingue a su modo de vida y se caracteriza por:
a) La especialización del instrumental y de la tecnología.
b) La mayor diversificación de los recursos naturales explotados y,
c) La organización espacio-temporal de las actividades orientada a la utilización de
la fuerza de trabajo en los lugares y momentos de mayor productividad.
Así es como se integraron sistemas de complementación económica que tendieron a
optimizar la combinación de éstos factores, permitiendo un desarrollo económico y
demográfico consistente, aún en aquellas áreas que incluyeron al desierto mas árido del
mundo.
En cuanto a la tecnología, ya se ha mencionado el hecho de que el utillaje lítico, que
frecuentemente se integró en diferentes instrumentos con otros componentes de madera,
hueso, concha, fibras vegetales y animales u otros materiales, estaba dedicado a funciones
muy específicas. Es decir, utilizaron un instrumental especializado.
Cabe mencionar que, entre los instrumentos de caza, conocieron desde épocas
tempranas el propulsor o lanzadardos, que aumenta notablemente el alcance y la potencia de
impacto de los proyectiles. Hacia el 2.500 a C., conocieron también el uso de arco y flechas.
El instrumental de pesca incluyó redes, anzuelos simples de concha o de espinas de cactus y
una amplia gama de anzuelos compuestos con elementos de piedra, concha o hueso
confeccionados para la captura de determinadas especies. Desarrollaron ampliamente la
cordelería y la cestería con técnicas de entrelazado y espiral e, incluso, textilería a telar.
En términos mas generales, impulsaron tres grandes procesos de especialización en
torno a la explotación de las diferentes clases de recursos alimenticios y de obtención de
variadas materias primas derivadas o asociadas a los mismos.
En las tierras altas, donde la fauna terrestre fue mas abundante, se pasó de una fase
de caza generalizada a una especialización en la captura de camélidos, como presas
principales. En cuanto a los camélidos, que constituían los animales de mayor tamaño,
después de la extinción de diversas especies del pleistoceno, se procedió a un control de su
territorialidad por seguimiento y, posteriormente, al control de los apareamientos por captura
selectiva -según la época del año y el sexo y edad de las presas-, hasta alcanzar la
domesticación.
En cuanto a los recursos vegetales recolectados, la amplia variedad de especies de
tubérculos, bulbos, frutos y gramíneas incluían ya, desde cerca del 8.000 a.C. a las calabazas,
el maíz, porotos y ají que, en épocas posteriores constituirían las principales especies
alimenticias cultivadas. Se han propuesto algunas hipótesis para dar cuenta de los procesos de
domesticación que llevaron al cultivo de esas plantas. Así, por ejemplo, se ha propuesto que el
maíz pudo ser objeto de una recolección a destiempo por parte de cazadores recolectores
trashumantes. es decir, que éstos, cuyos desplazamientos estarían orientados por especies mas
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 401
productivas, habrían recolectado aquella parte del maíz que mas tardaba en soltar la semilla.
Se habría seleccionado así una parte de esa especie, de muy baja productividad natural, pero
de elevada productividad en condiciones de cultivo por el hombre.
Por lo que se refiere a los recursos marinos, que tuvieron gran importancia debido a
su elevada productividad, se han propuesto tres fases en el desarrollo de su explotación, En
una primera etapa, se mariscaba y se pescaba en las orillas, a poca profundidad, extendiéndose
el ámbito de apropiación a lo largo de la línea de la costa. Luego, con la especialización del
instrumental que elevó la eficacia en la captura de determinadas especies, el aprovechamiento
de esos recursos se amplió hacia aguas mas profundas. Finalmente, con el desarrollo de las
técnicas de navegación, la captura se pudo llevar a cabo a mayores distancias de la costa. En
realidad, ya desde las épocas tempranas, el inventario de especies marinas consumidas en
cada sitio se mostraba variado, incluyendo generalmente un par de decenas de especies de
peces, aves y mamíferos marinos, cangrejos y algas.
En general, la amplia variedad de recursos animales, vegetales y minerales que
fueron procesados, evitó que su explotación excesiva los llevara a la extinción o agotamiento.
O, si ello ocurrió eventualmente , los recursos agotados pudieron ser sustituidos.
Por otro lado, la economía se organizó racionalizando el uso de la fuerza de trabajo.
Si existió realmente una primera fase de nomadismo trashumante, éste debió regirse por
reglas de circulación de los grupos de unidades domésticas que optimizarían la utilización de
los diversos recursos en un perfil de distribución aproximadamente linear. Es posible pensar
que la rotación se hacía algo mas lenta hacia los extremos: en verano, desplazando mayor
fuerza de trabajo hacia las tierras altas, cuando las manadas de camélidos se concentraban
para redistribuir los grupos de apareamiento; en invierno, hacia la costa, si bien la
concentración y disponibilidad de recursos debió ser mas o menos similar durante todo el año.
Luego, al segmentarse la comunidad, las distintas parcialidades debieron circular en
fracciones menores del territorio. La elevación de la productividad media del trabajo habría
obedecido a la intensificación que habría significado el hecho de que ningún conjunto de
recursos accesibles era desaprovechado, aún en las épocas de su menor productividad natural.
Este desarrollo de las fuerzas productivas por la vía de una división geográfica del trabajo,
como vimos, habría requerido de un ágil sistema de intercambios a cortas y largas distancias,
lo cual aparece atestiguado en el registro arqueológico.
La organización del modo de vida en torno a la articulación de estas bases
económicas crearon las condiciones materiales generales en que se dio la revolución tribal y
agropecuaria en estas comunidades de antigua tradición andina. Para esas alturas, aún
evidenciándose rasgos culturales que atestiguan una historia original común, la diversidad
cultural debida a la variedad de ambientes colonizados y de interacciones históricas
particulares entre distintos grupos sociales, exhibía ya matices regionales bastante
diferenciados.
El modo de vida de
los cazadores recolectores surandinos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 402
Nos referimos a una población que parece haberse derivado de los antiguos cazadores
andinos, desprendiéndose de éstos a la altura de los Andes centrales hace unos 9.000 a 8.500
años a.C.. Incluiría a los productores de los restos que un autor [Schobinger] agrupó como
"horizonte andino de puntas triangulares". Sería precisamente el uso de puntas triangulares
uno de sus rasgos culturales distintivos. Sus testimonios mas antiguos y ya bien definidos, se
encuentran en los sitios de Tuina, San Lorenzo y Chulqui, con fechas de 9.800 a 7.500 a.C.,
en el Norte Grande de Chile, San Pedro Viejo de Pichasca (ca. 8.000 a.C.) en el Norte Chico e
Inca Cueva 4 y Huachichocana (8.700 y 7.600 a.C.) en el noroeste de Argentina. Sus orígenes
podrían encontrarse en sitios de los Andes centrales como Guitarrero o Pachamachay,
desplazándose hacia el sur con cierta rapidez, de tal modo que, de hecho, precedieron allí a los
asentamientos típicos de la ocupación consistente que desarrollaron en esos lugares los
cazadores de la antigua tradición panandina ya reseñada. Algo similar y aproximadamente
simultáneo a lo que ocurrió en los Andes ecuatoriales y centrales con los grupos de Cubilán-
Paiján-Luz.
Existe la posibilidad, aún algo difícil de precisar, de que algunas parcialidades de
este pueblo se hubieran desplazado tempranamente hacia el sur, integrándose al desarrollo del
toldense clásico de Patagonia central y, tal vez también, a las poblaciones de la región
pampeana. En todo caso, se asientan con claridad en el Norte Chico chileno y la región de
Cuyo en Argentina, donde establecen un desarrollo histórico prolongado, a partir de el cual se
extenderán también hacia el este y hacia el sur.
El hecho que resalta notablemente es que, en los Andes meridionales como en las
Sierras Centrales argentinas, coexistieron territorialmente y debieron interactuar regularmente
con las comunidades del modo de vida de los antiguos cazadores andinos, caracterizados en
éstas regiones por la tradición de puntas foliáceas. Y es particularmente interesante constatar
que, aún ocupando el mismo territorio y, a veces, los mismos sitios, se mantienen
culturalmente diferenciados de aquellos, separando -por ejemplo- sus lugares y modalidades
de enterramiento.
A partir del 5.000 a.C., esta población se extiende hacia las Sierras Centrales de
Córdoba y San Luis y hacia las pampas en Argentina, lo mismo que hacia la zona central de
Chile.
En las Sierras Centrales están presentes en los sitios de Intihuasi, Ongamira y Casa
de Piedra, donde parecen interactuar cómodamente con la tradición de cazadores
"ayampitinenses", pues coexisten en ellos las puntas foliáceas y triangulares.
En la zona central de Chile, la moda de las puntas triangulares que éste pueblo
introduce viene a sustituir, algo antes del 4.000 a.C., el uso de puntas foliáceas. También
desarrollan allí un sistema de complementación económica entre la costa, donde se les
identifica como "complejo Papudo", y los valles del interior, donde están claramente
representados en los sitios de Tagua Tagua II y Cuchipuy II. Además, mantienen vínculos con
grupos culturalmente similares del otro lado de la Cordillera de Los Andes.
Comunidades andinas pretribales: los orígenes de la diversidad. 403
Una cuestión por dilucidar es la relación de éstos pueblos con aquellos de la región
pampeana y patagónica. Pensamos que participan de la ocupación de la región pampeana,
vinculándose con los descendientes de la tradición toldense. Por otro lado, coexisten no sólo
en las Sierras Centrales, sino también en el noroeste argentino (Inca Cueva) y aún en Lípez, al
sur de Bolivia, con evidencias atribuidas a migraciones de poblaciones de origen patagónico.
Identificadas éstas por el uso de puntas triangulares de base convexa o acuminada y extremo
distal particularmente aguzado.
Parece ser que es la relación con éstas comunidades la que pone de moda en toda la
región andina de "tradición foliácea" el uso generalizado de puntas triangulares y cuentas de
piedra pulida. Moda que se generalizará plenamente por el 3.500 a.C., alcanzando hasta las
comunidades que habitaban en el Ecuador. Ello nos estaría indicando una interacción
estrecha, probablemente mediada por un ágil proceso de intercambios, entre comunidades de
dos modos de vida y tradiciones culturalmente diferenciadas. Estamos hablando de una época
en que ya se desarrollaba la revolución tribal por parte de los cazadores recolectores del
trópico sudamericano en las costas ecuatorianas. Proceso que impactaría rápidamente a las
comunidades andinas hacia el sur, precisamente a través de sistemas de intercambios que
buscaban amortiguar las presiones expansionistas de las nuevas comunidades agropecuarias.
Todo lo cual indicaría que, a pesar de las grandes distancias y de la relativa autarquía de las
comunidades primitivas, el mundo andino constituía ya un sistema en formación, de
interacciones socioculturales diferenciadas, pero interconectado.
Las diferencias culturales de estas comunidades con las del antiguo modo de vida de
los cazadores panandinos se aprecian principalmente en algunas características de la
tecnología lítica y la tipología de las piezas. Estas van desde la producción de lascas poco
espesas como matrices para elaborar su instrumental, incluyendo las mencionadas puntas
triangulares, generalmente de sección delgada, para cuyo enmangamiento se requirieron
también modalidades específicas. Pero comparten con aquellos el uso de lanzadardos y el
desarrollo de cestería con técnicas de entrelazado y espiral. Y, aún cuando en las zonas que
habitaron estos cazadores surandinos la producción cerámica es tardía, desde tiempos remotos
recubrían sus cestos con barro para exponerlos al fuego.
Merece notarse que el sitio de San Pedro Viejo, que habitaron por largo tiempo, es
uno de los muy escasos que, fuera de la Patagonia, presentan pinturas parietales con negativos
de manos en Sudamérica.
En cuanto a su alimentación, desde las épocas mas tempranas realizaron una variada
colecta vegetal que también incluyó maíz, porotos y ají. Las presas de caza preferidas en los
sitios andinos fueron camélidos y roedores. Y, en las Sierras Centrales argentinas, guanacos y
avestruces.
Sus testimonios arqueológicos los muestran como hábiles artesanos en el labrado y
decoración de maderas y huesos, produciendo objetos diversos, entre los que se contaban
instrumentos musicales. Igualmente diestros fueron en la lapidaria, técnica con que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 404
produjeron abundantemente cuentas de collares. También son los productores de las piedras
horadadas de diferentes tamaños y funciones que abundan en Chile central y el Norte Chico.
Esta población se incorporó a su vez, aunque tardíamente, a la revolución tribal y
agropecuaria.
Bibliografía
Resumen.
El sitio Alero del Toro se encuentra en la selva costera de Aysen, que constituyó una barrera
de muy difícil tránsito entre los territorios de los antecesores de aónikenk y chonos. No
obstante, el registro muestra que fué atravesada. No habiendo razones para explicar ese paso
-probablemente ocasional- por motivos económicos, se sugiere la hipótesis de que obedecería
a la búsqueda de relaciones de apareamiento y filiación, como ocurrió en otras zonas
patagónicas de más fácil acceso.
A propósito de lo cual se discute el concepto de comunidades étnicas como sistemas
cerrados, en un intento de despertar interés por un debate acerca de las estructuras y procesos
sociales que explicarían la historia de los cazadores recolectores del extremo Austral.
Temática notablemente descuidada, dado el predominio de concepciones ambientalistas y
adaptacionistas que eluden el tratamiento de los problemas sustantivos de la organización
social y no consideran a los pueblos fuego-patagónicos como agentes de su propia historia
sino como epifenómenos de los cambios climáticos y biogeográficos.
Escrito en 2005, para las Sextas Jornadas de Arqueología de la Patagonia, a las que no pude asistir al serme
retirado el apoyo institucional del I.N.A.H., que ya se me había otorgado. Rechazado para su publicación en
Magallania, revista del Instituto de la Patagonia en Punta Arenas. Dictaminado por el Dr. Francisco Mena.
Por cierto, Magallania tampoco aceptó para publicación nuestro trabajo “Arqueología, genética y lingüística”
[ver Bate y Terrazas, en este volumen], por ser “teórico” y no responder a sus políticas editoriales. Por lo visto,
dichas políticas excluyen concepciones teóricas que difieran del ambientalismo y adaptacionismo al que
aludimos, reflejando el miedo de los arqueólogos australes a ser considerados científicos sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 412
Antecedentes.
La importancia de los hallazgos del Alero del Toro -resultantes, por lo demás, de un trabajo
breve y somero realizado con Francisco Mena en 1999322- no estriba en su espectacularidad,
abundancia o gran antigüedad de los restos arqueológicos allí encontrados, ni en la
circunstancia de ser el primer sitio con sus particulares características registrado para esa
amplia zona del bosque selvático de Patagonia central. Reside, más bien, en el interés de las
preguntas que nos obliga a formular y de los problemas explicativos implicados en su
consideración. Apuntaré acá algunos de ellos, tanto en relación a cuestiones generales de la
teoría sobre pueblos cazadores recolectores, como a la situación histórico concreta en cuyo
contexto se discuten.
Redacté la primera versión de este artículo en 2000, antes de recibir el resultado de
una datación radiocarbónica solicitada por Mena. No obstante, conservaré la versión original
que obligaba a hacer consideraciones en torno a la cronología e identidad de los grupos
sociales posiblemente implicados que, dado el estado de las investigaciones, aún merecen
atención. Y agregaremos las precisiones mayores que nos permite un primer fechado
radiocarbónico. También con posterioridad redactamos un artículo con una propuesta de
conceptualización teórica del modo de reproducción en sociedades pretribales [Bate y Terrazas
2004] motivado, en parte, por la problemática tratada en este artículo y que permite ampliar y
precisar las consideraciones acá apuntadas.
Consideraciones generales.
Uno de los problemas planteados por investigadores de las sociedades cazadoras recolectoras
-particularmente a propósito de las diferencias entre el Paleolítico Medio y Superior en
Europa central- ha sido el del surgimiento y desarrollo de estilos regionales manifiestos en
diversas expresiones culturales de los mismos, tales como en la tipología del instrumental o el
"arte" rupestre [ver Gilman, 1984].
Una contribución significativa a esta cuestión, aún no resuelta, han sido los trabajos de
Martin Wobst, tanto sobre redes de apareamiento [1974 y 1976], como sobre los estilos
culturales entendidos como formas de comunicación de información [1977]. Aunque
planteadas en un contexto diferente a las discusiones de la arqueología sobre el tema, son
igualmente relevantes las distinciones precisadas por Claude Meillassoux [1977] entre
adhesión y parentesco, acoplamiento y filiación o patrones de movilidad, descendencia y
residencia. Por nuestra parte, hemos formalizado una propuesta para explicar las
singularidades formales de la cultura como manifestaciones fenoménicas de los diversos
contenidos de una formación social [Bate, 1978]. A su vez, en el denominado "grupo Oaxtepec"
se propuso usar el concepto de modo de vida para designar a las mediaciones entre la
322
También colaboraron activamente en los trabajos Alian Gedda y Massimo Gedda, como parte del apoyo
logístico que nos brindó Francisco Gedda, director y productor del programa de televisión Al Sur del Mundo.
Igualmente agradecemos las atenciones y facilidades otorgadas por el propietario del predio, Dr. Horacio
Croxatto.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 413
También es pertinente anotar que hemos hecho una distinción entre sociedades pre-
tribales y tribales, la cual no se funda en diferencias de la tecnoeconomía básica, sino de los
contenidos de las relaciones sociales de producción fundamentales y, por lo tanto, del modo
de producción323. Lo dicho para indicar que, en el caso presente, asumiremos que estamos
tratando con sociedades pre-tribales. Lo que supone que las ocupaciones de cazadores
presuntamente provenientes de las estepas patagónicas serían anteriores a la adquisición del
caballo europeo, factor que los condujo a la tribalización.
El hecho es que, para las sociedades cazadoras recolectoras pre-tribales, las
singularidades estilísticas observables en el registro arqueológico pueden ser la manifestación
cultural de diversos tipos de relaciones, independientemente de la posible intención
comunicativa de los grupos sociales que las entablaron. Entre las relaciones sociales
características -aunque no exclusivas- de estos pueblos podemos considerar:
a) Las relaciones sociales de reproducción que constituyen las formas reales de
mediación social orientadas a organizar socialmente la reproducción biológica de la especie
humana y a su formación como fuerza de trabajo potencial324. De acuerdo a Meillassoux [ob.
cit.] es necesario distinguir entre las relaciones de acoplamiento y la colocación de la
descendencia. Las normas que definen los acoplamientos posibles tienden a conformar lo que
Wobst ha denominado redes de apareamiento. O, como prefiere Gilman, tomando una
expresión de Williams [1974], "closed connubia". Las relaciones de filiación, por su parte,
condicionan a qué unidades sociales será asignada la descendencia. Asignación que se
objetiva o realiza principalmente a través de los patrones de movilidad de los adultos en edad
reproductiva325. Como lo dice Meillassoux:
A un nivel estrictamente funcional e independientemente de las reglas de filiación o
residencia, se establecen dos formas de movilidad de los adultos púberes (que muchas
veces son también normas en razón de su relativa incompatibilidad), dos formas de
movilidad previas a las relaciones de filiación y cuyas implicaciones demográficas,
sociales y políticas me parecen decisivas.
En un primer caso las mujeres permanecen e su comunidad de origen y los hombres
son invitados a procrear y, eventualmente, a residir en ella [...]
En el segundo caso las mujeres, cambiadas sobre una base de reciprocidad, no
procrean en sus comunidades sino en una comunidad aliada que recoge la descendencia.
[1977:44]
323
Bate, 1986 y 2004.
324
Esto, desde luego, entre las distintas actividades de socialización que producen individuos capacitados para
vivir en sociedad.
325
Las reglas de residencia y descendencia serían la representación superestructural, de formato normativo, de
los modos reales de movilidad. La realidad, por lo tanto, puede corresponder o no a tales preceptos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 414
326
Equivalen aproximadamente al concepto descriptivo de "complejo situacional" de Binford (1988)
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 415
327
La posesión es el precedente histórico de la propiedad y, posteriormente, un componente de ella.
328
Tal vez es necesario apuntar que el concepto de "estilo" en arqueología no es autoevidente -ni neutro- como
advierten Conkey y Hastorf, editoras de una obra dedicada al tema. Más bien tiene múltiples significados,
generalmente imprecisos y difícilmente podrían unificarse. Las citadas autoras intuyen atinadamente que "Any
general theory of style that is [sic] so inclusive as to cover the range of assumptions noted above (and perhaps
more) may also be not much different from a general notion of culture" [Conkey & Hastorf 1990: 2].
De hecho, en tanto parto de una formalización teórica definida de la categoría de cultura, entiendo a los
"estilos" como manifestación cultural (fenoménica) de actividades y relaciones sociales, plasmadas en el
registro arqueológico en artefactos y patrones de distribución.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 416
329
Que, además de la edad, tiene como referencia al género y no necesariamente al sexo, es decir, es social y no
biológica. La cualificación de las categorías de edad son igualmente sociales.
330
Aún cuando se hayan rechazado las identificaciones cultura:etnia, cultura:comunidad o cultura:sociedad y
aunque el punto ha sido implicado en algunas discusiones importantes de la sociología, en éste supuesto tácito
tienden a coincidir desde el difusionismo histórico cultural, el particularismo culturalista, el neoevolucionismo y
el marxismo childeano hasta el funcionalismo. Yo mismo he incurrido en la identificación de cultura
arqueológica-etnia [Bate 1982], lo cual es una simplificación que debe ser replanteada.
331
Entiendo que intentar aclarar conceptos no significa intentar reducir el reflejo de la realidad, siempre
altamente compleja, a la cómoda simplicidad de términos sencillos y redondos, de transparente correspondencia
con los registros empíricos. Eso sería más bien rehuir al compromiso de explicación de la realidad, que se
supone es la tarea de las ciencias.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 417
Antes que nada, aclararé el concepto de grupo social, que entiendo como un conjunto
de individuos que presentan en común una o diversas posiciones determinadas en torno a un
tipo de relaciones sociales (p.ej., de producción, reproducción, afinidad, etc.), con diversos
objetivos y niveles de organización. Por lo que el término de grupo social, en general, es
indeterminado en el sentido de que no indica cuál es el tipo de relaciones sociales que lo
constituyen.
Provisionalmente, entenderé a una comunidad primitiva, como un sistema integrado
por todos los tipos de relaciones sociales que permiten la reproducción de la totalidad social.
Las comunidades no son necesariamente sistemas cerrados.
Por lo tanto, algunos aspectos del desarrollo y la reproducción social pueden ser
resueltos por la comunidad a través del establecimiento de diversos tipos de relaciones con
otras comunidades (p.ej., intercambio de bienes o de gentes, sistemas de alianzas, etc.)332.
Como hipótesis general, sostengo que un factor central en la explicación de la
dinámica histórica de las comunidades primitivas de cazadores recolectores pre-tribales -que
desembocará en la revolución tribal- lo constituye la causalidad generada por las interacciones
entre comunidades, sean relaciones de alianzas o de conflictos.333
Así sería cómo las comunidades pre-tribales -con una economía apropiadora
estructuralmente precaria y una reproducción demográfica limitada (no ampliada)- resuelven
sus necesidades de reproducción social, enfrentando los cambios permanentes del medio
natural que constituye su fuente de recursos y ámbito de vida 334, así como los que genera la
misma interacción social.
Los vínculos entre comunidades, en distintas esferas de relaciones sociales, pueden
haberse establecido coyunturalmente o adquiriendo carácter estructural.
Como implicaciones sociales de estas premisas, apuntaremos que:
- Un individuo participa, simultánea y/o secuencialmente, en diversos grupos sociales.
Pero no todos los grupos sociales de los que participa están integrados por el mismo conjunto
de individuos.
- No todos los individuos nacidos y/o criados en los grupos sociales integrantes de una
comunidad determinada, deberán participar necesariamente sólo de las relaciones sociales de
la misma comunidad. De ahí que algunos individuos integrantes de algunos grupos sociales de
332
Como hace notar Wobst, siguiendo a Barth [Williams 1974:viii], las fronteras étnicas no surgen en ausencia
de comunicación entre grupos étnicos, sino que se establecen y mantienen precisamente como una relación entre
ellos. Lo mismo puede decirse del llamado "intercambio silencioso", en que los agentes que representan a los
grupos en relación no se encuentran físicamente.
333
Espero que quede claro que, cuando hablo de relaciones o interacciones entre comunidades, me estoy
refiriendo a relaciones de contenido social y no a las relaciones estilísticas manifiestas en la esfera cultural, que
sólo son una expresión fenoménica de aquellas.
En cualquier caso, quiero advertir que no es el objetivo de este artículo desarrollar esta hipótesis
general, sino sólo algunas de sus implicaciones.
334
Cambios que pueden ser graduales o catastróficos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 418
una comunidad pueden ser originarios de otra comunidad 335 y pueden seguir participando de
algunas relaciones sociales de su comunidad originaria.
Considerando las manifestaciones culturales que pueden tener efectos en el registro
arqueológico, podríamos decir que:
- Los diversos tipos de relaciones sociales que constituyen la estructura de una
comunidad (cerrada o abierta) pueden manifestarse, intencionada o involuntariamente, en
diversos elementos o combinaciones de elementos de la cultura material. Esto es, en las
pautas reales de comportamiento o en los elementos materiales producidos o usados por la
sociedad. Consecuentemente, se reflejarán en diversos aspectos o "items" del registro
arqueológico.
- Las manifestaciones, en la cultura material, de diversos tipos de relaciones sociales
no tienen que coincidir necesariamente en los mismos espacios. Por lo tanto, pueden generar
distintas distribuciones espaciales y en distintas escalas del registro arqueológico.
Este es un aspecto al cual se ha prestado poca atención en la arqueología sobre
cazadores recolectores en América. No abundan los estudios en que se intente correlacionar
con alguna precisión los diversos aspectos de la cultura material en el registro arqueológico.
Si se llevaran a cabo, lo más probable es que se descubriría que la distribución geográfica de
los estilos o subestilos de las representaciones rupestres, de la tipología característica de
diversas categorías de instrumentos líticos u óseos, de ornamentos de concha o las sepulturas,
no coinciden exactamente en los mismos espacios para los mismos rangos temporales. Y tal
vez pocos investigadores se sorprenderían, no porque haya respuestas para ello, sino porque
no se han formulado las preguntas.
A pesar de lo cual se mantiene el establecimiento de las "fases culturales" o "culturas",
definidas a través de privilegiar alguno de esos indicadores, bajo el supuesto de que
identificarían a determinadas comunidades étnicas.
En el caso de la Patagonia, los intentos de correlacionar las industrias líticas, la gráfica
rupestre y los tipos físicos, derivados principalmente de la propuestas de la Escuela de Buenos
Aires (Menghin, Bórmida y otros), se fundan en cronologías altamente imprecisas, en
supuestos culturales especulativos, en una interpretación equivocada de los materiales líticos
y, con seguridad, no corresponden a la realidad histórica.
335
Podría tratarse de individuos de más de una otra comunidad.
336
El sitio fué descubierto por el Sr. Ciro Hoencke Cayuqueo, quien trabaja para el Dr. Horacio Croxatto,
propietario del terreno en que se localiza el alero.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 419
337
El mismo topónimo regional alude a la topografía de la zona: "Aysen, derivado de áichern aike. Áichern
quiere decir 'torcido' en aóniko-áish, posiblemente por las curvas del río de igual nombre" [Escalada 1949:66].
338
Me refiero al bosque con predominancia de nothofagus, de sotobosque ralo que no impide el desplazamiento
a pié. Es lo que, en la región, se llama "monte colgado".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 420
a) El notable grado de dificultad que implica desplazarse en ese medio, dentro de las
posibilidades técnicas de una comunidad cazadora recolectora.
b) Que se trata de un hábitat marginal a los ámbitos de vida de los pueblos
arqueológica e históricamente conocidos para la región, tanto en el interior cordillerano y
estepario, como en el litoral selvático y el medio insular del Pacífico. Lo que nos lleva
necesariamente a notar que lo que se sabe de los pueblos que habitaron esas áreas en los
últimos dos a tres milenios es casi nada.
c) Que las tecnologías de apropiación de alimentos desarrolladas tanto por los
canoeros del litoral como por los cazadores esteparios y cordilleranos debieron ser limitadas y
poco eficientes para asegurar la sobrevivencia en la zona.
d) Que la productividad de los recursos accesibles a las tecnologías apropiadoras de
dichos pueblos no compensaría la sustitución ni siquiera temporal de sus recursos habituales.
En el caso de los cazadores esteparios, se encontrarían sin sus presas principales,
como el guanaco o el avestruz. Y uno de los instrumentos más usados, la boleadora, resultaría
imposible de manejar. Sin embargo, el uso de arco y flechas, de adquisición tardía, podría
haber servido bien para la caza de huemules y pudúes, cuyos restos se encuentran en el
sitio339. Y aunque son especies que complementarían el espectro de recursos de esas
poblaciones -como se constata en otros sitios de la Patagonia- es improbable que alcanzaran la
importancia y eficiencia como para substituir sus técnicas y dietas habituales.
Para los canoeros del Pacífico, no hay ningún recurso que no pudieran obtener
normalmente en la costa340 y faltan del todo las diversas especies marinas de muy alta
productividad que capturaban regularmente. Sí disponían de técnicas de pesca que explicarían
la presencia de una vértebra de pez, pero seguramente se trata de un ejemplar capturado en el
mar y traído al sitio.
De lo anterior concluimos que es ampliamente improbable que una motivación
económica explicara el hecho de que algunos miembros de las comunidades del interior o de
la costa se desplazaran hacia el territorio de la comunidad vecina, venciendo la elevada
dificultad de tránsito por esta zona.
La pregunta, por lo tanto, sigue en pié. En la ciencia, se intenta responder a las
preguntas a través de hipótesis. Estas se formulan como respuestas posibles, razonablemente
argumentadas, con diversas probabilidades de corresponder a la realidad. Hemos intentado
argumentar la baja probabilidad de que se tratara centralmente de un interés, por parte de
alguna de las comunidades involucradas, en el acceso directo o a través del intercambio a
recursos de la zona o del territorio de las comunidades vecinas. Lo cual no excluye el hecho
339
Desde luego, no debemos descartar la posibilidad de que hayan utilizado técnicas apropiadas a las
particularidades de este medio, incluyendo trampas u otras.
Por lo demás, la fecha de las ocupaciones iniciales las ubicarían bastante antes de la adopción del arco y
flecha en la Patagonia.
340
Donde probablemente el huemul fuera más escaso.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 421
de que ésto se haya dado, asociado secundariamente a las relaciones que pudieran haberse
establecido.
Pensamos que tampoco es probable que se trate de vínculos orientados a reforzar el
consenso en torno a las respectivas posesiones territoriales. Las características mismas del
ámbito selvático interior debieron conformar una frontera natural suficientemente nítida, por
lo menos como para no requerir de esfuerzos especiales para su definición.
Por ello, ensayaremos acá una hipótesis alternativa, relativa a los modos de
reproducción:
Las ocupaciones del Alero del Toro responderían al tránsito entre los territorios de
comunidades cazadoras recolectoras pre-tribales con modos de vida diferentes, orientadas al
establecimiento de relaciones de acoplamiento y filiación.
Como intento de responder a la pregunta de ¿por que se dió el transito en la zona que
nos ocupa?, esta hipótesis nos llevará a otra pregunta. Y es la de ¿qué razones pudieron llevar
a miembros de las comunidades involucradas a abrir sus redes de apareamiento a los
integrantes de comunidades con modos de vida y, probablemente, idiomas y tradiciones
culturales tan diferentes?. Cuestión que veremos más adelante.
No pretendemos acá desarrollar la contrastación de la hipótesis planteada, lo que
requerirá de la obtención y evaluación de datos e informaciones mas amplias de las que ahora
disponemos. Pero lo que es claro es que no se puede pretender encontrar respuestas a
preguntas que no hayan sido formuladas.
Por ello, no esperamos adelantar más que en la evaluación de la viabilidad de la
hipótesis, de sus implicaciones y de las condiciones que harían posible su contrastación. Ello
es lo que nos permitirá definir cómo y hacia qué objetivos orientar las próximas
investigaciones.
En este sentido, surgen algunas cuestiones inmediatas orientadas a intentar definir
mejor el problema. O, mejor dicho, a evidenciar la amplia gama de imprecisiones y
desconocimientos que lo circunscriben.
a. La primera de ellas se refiere a ¿qué pueblos fueron aquellos que podrían haber
establecido contacto en la zona que nos interesa?. Lo cual nos sitúa frente a uno de los
grandes vacíos de la arqueología y la historia de la Patagonia.
Por lo que se refiere a la etnografía basada en documentación histórica, ésta presenta
notables sesgos que, además, son desiguales. Para la costa, la información se refiere a un
hipotético grupo étnico que prácticamente se extingue como tal en el siglo XVIII, a raíz del
impacto de la presencia europea. En el interior patagónico el único panorama más o menos
claro -establecido por Casamiquela [1965]- se remite hasta el siglo XVIII, cuando ya los
grupos "tehuelches" habrían adquirido el caballo y, con ello, una movilidad que seguramente
modificó las distribuciones territoriales de los siglos anteriores. Vamos por partes.
Respecto a los canoeros del litoral, los llamados "chono" o "chono-waitekas", cuyo
gentilicio propio se desconoce, habrían ocupado la región comprendida por el litoral y
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 422
archipiélagos de Chiloé y Aysén. Antes de la ocupación del norte de Chiloé por los williche
(mapuches) se habrían extendido desde la costa sur de Llanquihue hasta la península de
Taitao. La única indicación de su presencia estaría dada por una toponimia consistentemente
identificable -aunque de significados desconocidos- y no atribuible de las lenguas mapuche o
kawéshqar propias de los pueblos con que habrían limitado al norte y al sur, respectivamente.
Por lo que se refiere a su tipo físico, aunque hay versiones notablemente dispares entre
los cronistas, la mayoría coincide en que serían de estatura baja y similares a sus vecinos
canoeros del sur. Por lo que algunos antropólogos se han aventurado a afirmar que serían
"fuéguidos", lo cual nos remite a las nomenclaturas establecidas por la "Escuela de Buenos
Aires" (Imbelloni, Bórmida) y que no son compartidas por todos los antropólogos físicos que
se ocupan de Sudamérica.
La información arqueológica disponible para esta extensa región no puede ser más
mezquina y poco clara. Los artículos con información provenientes de excavaciones no llegan
a un decena [Bird 1938, Díaz y Garretón 1973, Ocampo y Aspillaga 1984, Aspillaga et al. 1997, Porter, 1993,
Rivas et al 1999, Gaete y Navarro 2004]. Habría que agregar el único trabajo que recopila la
información disponible para Chiloé, hace cuarenta años [Vázquez de Acuña 1963].
La secuencia propuesta por Bird supone:
-una época representada en los concheros más antiguos, caracterizados por una
"desconcertante ausencia de artefactos" en los cuales sólo habrían quedado choppers
(unilaterally flaked hand axes) y lascas sin retoques.
-Luego, en lo que opina que podría ocurrir unos pocos siglos antes de la llegada de los
españoles, aparecerían puntas de arpón o cuchillos tallados bifacialmente y acabados por
presión. Junto con ellos aparecerían perforadores enmangados y hachas de piedra pulida, pero
no cerámica.
- Sólo en superficie encontró cerámica, junto con tiestos de cerámica vidriada europea.
Todo indica que la mayor parte de su información se basa en las excavaciones
realizadas en seis días en la isla Capera (Capera Wapi) en el seno de Reloncaví, frente a
Puerto Montt [Bird & Bird 1988].
El único trabajo que reporta con cierto detalle las excavaciones, estratigrafía y
proveniencia de los materiales descritos, es el de Díaz y Garretón sobre el Conchal de
Gamboa, situado en las riberas del río del mismo nombre en el fiordo de Castro, en la costa
oriental de la Isla Grande de Chiloé. Los autores afirman que, ante la ausencia total de
instrumentos de piedra pulida y cerámica, el conchero corresponde a ocupaciones de canoeros
anteriores a la presencia mapuche en Chiloé. Aunque en toda la secuencia se encuentran tanto
puntas foliáceas bifaciales como choppers, señalan que en los estratos inferiores predominan
los artefactos toscos de piedra y hueso. A partir de los estratos medios aparecen 23 cuentas de
collar en concha de lapa (fisurella sp.), un pendiente en concha y otros en hueso y canino341.
341
Reportan, en signos de interrogación, posibles cuentas en concha de almeja, aunque indican la posibilidad de
que las perforaciones no fueran intencionales sino debidas a una patología de los bivalvos.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 423
342
En la misma latitud del río Cisnes, al occidente del canal de Moraleda.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 424
australes, como Ponsomby343 o Lancha Pakewaia, con las cuales la fecha de cinco milenios es
coherente.
En 1997, Aspillaga, Ocampo, Olivares, Arensburg y Meyer y, en 1999, Rivas,
Ocampo y Aspillaga, reportan brevemente una excavación en Puente Quilo-1, Quetalmahue.
Bajo el estrato actual hay una capa con fragmentos cerámicos. Luego, dos estratos con lascas,
láminas y puntas foliáceas. El inferior presenta una fecha radiocarbónica de 5.500 años a.p.
con enterratorios. Los restos antropofísicos, segun los autores, presentan más parecidos con
los arcaicos de Chile central, aún cuando denotarían un modo de vida canoero. Más abajo hay
aún una capa con lascas y puntas de gran tamaño.
Por último, el trabajo del equipo reportado por Gaete y Navarro [2004] para el conchal
Piedra Azul, localizado en el Seno de Reloncaví, Llanquihue, muestra una secuencia
consistente que se inicia desde el 6.430 a.p.. Donde las piezas bifaciales de tradición foliácea
se encuentran en los estratos IV a II, entre 5.560 y 3.700 a.p.. El estudio muestra claramente
una ocupación de cazadores recolectores, explotando recursos forestales y la caza, pesca y
recolección de especies marinas. También hay restos óseos humanos de siete individuos,
atribuidos a las ocupaciones del estrato III, anterior al 4.400 a.p.
Lo que no queda nada claro es hasta qué fechas perdura el uso de esas puntas líticas
pues, al menos en el área ocupada tardíamente por los kawéshqar, hacía ya por lo menos un
par de milenios que estaban en desuso. Pero no sabemos qué es lo que ocurre al norte de la
península de Taitao. Si éstas realmente hubieran perdurado hasta los tiempos tardíos de la
ocupación mapuche de Chiloé -caracterizada por la introducción de hachas de piedra pulida y
cerámica- tendríamos un buen indicador arqueológico para diferenciar entre sitios chonos y
alakalufes. En Piedra Azul no las hay posteriores al 3.700, pero hay un hiato ocupacional
hasta el 775 a.p, donde se registra una reocupación por canoeros, pero esta vez con cerámica y
sin puntas líticas
Otro antecedente que debe ser mencionado lo aporta Vázquez de Acuña y se refiere a
la presencia, en Chiloé, de puntas pedunculadas de tipo "patagoniense" o "tehuelchense",
incluyendo algunas que, por su tamaño, serían puntas de flecha, del tipo característico del que
Bird definió como período V de Magallanes. Y que, aún en esas latitudes, indicarían la
presencia de cazadores aónikenk, ya que las puntas características del "nordpatagoniense"
tardío serían mas bien triangulares.
En cuanto a los cazadores de la vertiente oriental de los Andes patagónicos, tenemos
que los individuos que pudieron acceder al río Cisnes medio debieron ser antecesores, más o
menos cercanos o lejanos, de un pueblo componente de lo que Escalada [ob. cit.] llamara
"complejo Tehuelche". Pero nuestro problema, como he señalado, reside en que la
343
En 1989, gracias a la gentileza del Dr. Levin y la Dra. Susana Monzón, del Museo del Hombre en París, tuve
la oportunidad de abrir las cajas con parte de los materiales todavía empacados de las excavaciones de
Ponsomby, donde perdiera la vida Joseph Emperaire. Las grandes puntas foliáceas, algunas de bordes aserrados,
son del mismo tipo de las del Componente Antiguo de los sitios de Tierra del Fuego [ver Laming-Emperaire
1968, Orquera et al. 1977]. Y, como hemos hecho notar, se las encuentra hasta en los concheros de la
desembocadura del río Ralún, en el seno de Reloncaví.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 425
No obstante, hay diversas secuencias estratigráficas que nos dan una idea general del
inventario cultural de los pueblos que incidieron en la conformación del "complejo tehuelche"
conocido históricamente. En el Chubut tenemos, entre otras, las de la zona de Piedra Parada,
Cerro Shequen, Alero de las Manos Pintadas o Chacra Briones; en Aysen, las excavaciones
realizadas por Mena en Río Ibáñez, Baño Nuevo y La Quemada, aunque los dos últimos sitios
aun están sin publicar.
El panorama que tenemos para la Patagonia central en los tres a cuatro cuatro milenios
antes de la invasión europea, nos lo da la secuencia de lo que Menghin definiera como
"Patagoniense". Aschero [1983] ha precisado para esta región la existencia de un "proto-
patagoniense" de fuerte influencia "casapedrense", referida al empleo de la técnica de
láminas, incluso para la obtención de matrices destinadas a la confección de raspadores
terminales en lascas laminares 344, que son muy abundantes y persistirán en épocas
posteriores.
El patagoniense, en la región, se distingue por el uso de las puntas de proyectil
características, pedunculadas de hoja triangular, con muchas variantes y que, entre los ríos
Pinturas y Chubut, están datadas a comienzos de nuestra era. Aunque en la Patagonia
meridional y Norpatagonia son anteriores por un par de milenios. Las técnicas de talla
bifacial se emplearon para producir puntas de proyectil, hojas de cuchillos y perforadores.
También hay raederas de rebaje monofacial dorsal. Cuando se adquiere el uso del arco, al
parecer a comienzos del último milenio o algo antes, se mantiene la forma de las puntas,
aunque éstas se hacen mucho más livianas, pequeñas y de pedúnculo estrecho. La cerámica
más temprana está fechada en Cerro Shequen alrededor del año 700 d.n.e.. Otros elementos
distintivos son las placas grabadas, los molinos planos (conanas) y manos de piedra alisada,
una variedad de bolas de boleadoras y, ocasionalmente, algunos otros artefactos de piedra
piqueteada o pulida, como las hachas dobles con cintura o mazas erizadas. Los inventarios
suelen incluir otros elementos como la cestería (plana o en espiral), cordelería, fragmentos de
cuero, a veces cosidos o pintados, tientos y nudos, elementos en piedra, concha o hueso,
incluyendo pendientes o cuentas, o artefactos de madera y bambú (quila o colihue).
Además, se desarrollan distintas modalidades de representaciones rupestre basadas en
elementos geométricos.
También se presentan en la región elementos líticos distintivos del que Bórmida
definiera como "Norpatagoniense" que se distingue por el uso de puntas triangulares
apedunculadas, de base escotada, y raspadores laterales sobre lascas.
Como afirma Aschero:
Patagoniense I y Patagoniense II o Tehuelchense corresponden a dos fases del
desarrollo de un complejo cultural extendido en Patagonia central y gran parte de la
Patagonia septentriopnal a partir de los primeros siglos de la era, constituyendo el
antecedente arqueológico de los Tehuelches históricos. Pero este complejo Patagoniense
no representa una única cultura sino un conjunto de rasgos compartidos por varias
344
Las cuales se obtendrían seccionando transversalmente las láminas.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 427
Este cuadro, sumamente escueto, nos muestra que aún no se ha llegado a afinar la
secuencia de eventos que nos permitirían explicar de manera más precisa los procesos de
interacción que llegarían a conformar la base de las poblaciones que conoceremos
históricamente como aónikenk y gününa këna. Pero, por ahora, el panorama sirve a los fines
de comparación para el problema que nos interesa.
Hasta acá nos hemos referido a los contextos regionales más amplios. Veamos ahora
hacia qué direcciones apunta la información registrada en el sitio mismo del Alero del Toro.
En primer lugar, se verá que me he limitado a las épocas más tardías, lo cual implica
explicitar las consideraciones necesarias en torno a la cronología del sitio, careciendo aún de
dataciones radiocarbónicas345.
Cronología. Las ocupaciones del alero se presentan en dos estratos básicos:
a) El primero es una capa de arenas y grava fina que indica que sus ocupantes se
asentaron la orilla del río -en depósitos fluviales de baja energía- cuando éste aún no había
descendido a sus niveles actuales.
b) El estrato superior de cenizas volcánicas con lentes de elementos vegetales,
incluyendo principalmente hojas de árboles.
Ahora bien, de acuerdo al análisis de las cenizas solicitadas por Francisco Mena a
Charles Stern [Mena, com. pers.], éstas presentan las mayores similitudes con las tefras
correspondientes a las erupciones del volcán Melimoyu, la primera de las cuales sería
posterior al 2470 a.P. y anterior a 1750 años a.P.. La segunda, posterior al 1380 a.P. 346
Por otro lado, tenemos el hecho de que la ladera desalojada por el curso del río al
descender hasta su lecho actual fue colonizada por la densa vegetación que incluye, entre
otras especies, al coihue (nothofagus dombeyii). Arboles entre los cuales aún hay en pié
algunos ejemplares muertos de una generación anterior a la actual. Si consideramos que los
coihues viven entre 500 y 600 años, ésto significaría que las primeras ocupaciones se dieron
por lo menos hace más de 500 años y antes de la erupción registrada en el sitio. Lo cual
podría ser antes del 500 a.C. o 250 d.C., si la tefra correspondiera a la primera erupción o del
600 d.C. si se tratara de la segunda.
Además, es mi opinión la de que éstas ocurrieron antes de la adopción del caballo, si
es que los ocupantes fueron cazadores de la región oriental. Es muy difícil imaginar que
alguien intentara cruzar esta selva a caballo, aunque nada impide que miembros de un pueblo
ecuestre prescindieran de este animal para internarse a pié. Mi opinión se basa en el supuesto
345
Como indicamos arriba, hemos mantenido el texto redactado antes de la obtención de una fecha
radiocarbónica.
346
Menores son las posibilidades de correspondencia con las erupciones anteriores de los volcanes Macá/Cay/
Mentelot.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 428
O Junius Bird:
347
Por ejemplo, en Arroyo Seco. Ver foto gentileza de G. Politis en Bate 1983, t. 2: 78, Lám. 170.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 430
Ornaments consist only of strings of crudely made tubular bird-bone beads, a few
perforated snail shells, and sections of calcareous marine-worm tubes. [Bird 1946: 66]
Para el área de los chono, Cooper [1946: 51] menciona que usarían collares de concha y
hueso. Por su parte, Cárdenas et al. [1993: 124-125] refieren una cita del padre Del Techo, según
la cual "llevan las partes vergonzosas con una red de conchitas engarzadas". No obstante, no
describe la formas de esas conchas ni con qué especies se confeccionaban. Y lo cierto es que
la arqueología de la región es demasiado exigua como para descartar que se pudieran haber
elaborado cuentas circulares horadadas.
Lo que es claro, hasta ahora, es que sí fueron usadas por los tehuelches y su
distribución geográfica indica que las habrían podido portar tanto los aónik'enk como los
gününa kena, incluyendo los de la parcialidad cordillerana o chewache kena.
Entre los restos de pudú, aparte de los desechos de comida, tenemos un punzón de
muy buena factura hecho con un metapodio de este animal, así como un tiento de cuero
anudado que aún conserva los pelos. No presentan una morfología culturalmente distintiva
que pudiera atribuirse a alguno de los pueblos de la región.
Pues bien, hasta acá las conjeturas en torno a la cronología y posible identidad cultural
de los individuos que pudieron dejar los vestigios ocupacionales en el Alero del Toro, antes
de recibir una primera datación radiocarbónica. La muestra fechada es de carbones de un
fogón en la capa de arena, bajo la capa con cenizas volcánicas. Procesada bajo el registro
Beta-168667 dió una fecha standard de 2.560± 90 años a.P. la que, calibrada con 2 sigmas, da
entre 2.840 y 2.360 a.P.
Lo cual sitúa la base de las ocupaciones del alero precisamente antes de la primera
erupción del volcán Melimoyu. Además, nos indica que se trataría de los antecesores de los
tehuelches o los chonos conocidos durante la colonización europea. Esto nos sitúa en un
momento en que, por lo que hasta ahora sabemos, aún no se han adoptado en Patagonia el uso
de arco y flechas ni la producción cerámica. Época claramente anterior a la adquisición del
caballo y al consiguiente proceso de tribalización que este hecho habría generado
necesariamente348.
Y, lo que no deja de ser interesante ante la escasés de información para la zona,
resultan contemporáneas de la sepultura de Repollal 2, que es la fecha para el registro
arqueológico de canoeros más cercana a nuestro sitio.
348
Aunque autores como Rafael Goñi proponen la posibilidad de que la tribalización hubiera sucedido antes,
debido a procesos de nucleación poblacional ocurridas como respuesta a fenómenos de sequía y reducción de las
fuentes seguras de agua y recursos.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 431
a) Las notables diferencias en el modo de vida condicionados por los ámbitos de vida
y la clase de recursos explotados. Los cuales condujeron a la estructuración de distintos
sistemas de complementación económica, implicando el aprendizaje de distintas técnicas de
caza, de recolección, de producción de instrumentos, de movilización o de hábitos
alimenticios. Y, con ello, de los conocimientos asociados a tales prácticas, como el de la
disponibilidad de recursos, con sus ciclos temporales, distribución espacial, concentración o
dispersión, accesibilidad y demás.
b) Las diferencias en todas las formas de comportamiento culturalmente aprendido,
particularmente de las variadas conductas de relación social. Entre las cuales debería resaltar
la diferencia de idiomas, sobre todo si los contactos no fueran muy frecuentes o habituales.
claro que los pobladores costeros mantuvieran, todavía hace unos tres milenios, la producción
de artefactos de talla bifacial, lo cual es positivamente claro para los cazadores terrestres del
oriente de la cordillera andina. Hecho que estaría bien documentado en el sitio. Por otro lado,
la presencia de una cuenta de concha con horadación central intencional, muestra un rasgo
cultural consistentemente registrado para los cazadores de la vertiente atlántica, pero no para
los pueblos canoeros. Lo que, si fuera el caso, indicaría la presencia de cazadores orientales
yendo a la costa y regresando, como lo sugeriría también la presencia de una vértebra de
pescado 349.
Posibilidades de contrastación.
Las posibilidades de obtención de nuevos datos culturales que nos informen acerca de los
contactos entre pueblos costeros y del interior patagónico son muy amplias. Particularmente
en una latitud donde los trabajos arqueológicos realizados son notablemente escasos, por lo
que cualquier investigación de campo y laboratorio que se realice tiene grandes
probabilidades de generar aportes para el esclarecimiento de los lineamientos básicos e
indispensables acerca de las cronologías y caracterización cultural de los ocupantes tanto del
litoral como de la zona cordillerano-esteparia. Un panorama que aún está lejos de ser claro.
En todo caso, nuestra hipótesis se relaciona específicamente con relaciones sociales
del ámbito de los modos de reproducción de estas poblaciones. Por lo que los considerables
avances de las últimas dos décadas y las nuevas técnicas desarrolladas en el campo de la
investigación de la genética humana, nos ofrecen promisorias posibilidades de contrastación
más directamente ligadas al tema que nos ocupa.
Pero el que la información que puedan generar los nuevos procedimientos y técnicas
actualmente empleadas por la antropología física sea mucho mas amplia que aquella de que
podíamos disponer hace un par de décadas, y pueda estar más directamente vinculada con
hipótesis relativas a las relaciones de reproducción, no significa que esta cuestión encuentre
necesariamente respuestas inmediatas y precisas. Simplemente, abre un abanico de nuevas
posibilidades.
Ocurre que, de alguna manera, parte de la moda actual en los trabajos arqueológicos
de orientación multidisciplinaria consiste en incorporar antropólogos físicos o solicitar
"estudios de ADN", en general, a la espera de alguna revelación notable, sin mucha claridad
acerca de sus posibilidades reales y limitaciones. Es decir, sin precisar cuáles son las
preguntas a las cuales tales estudios podrían responder. En nuestro tema, por ejemplo, no
tendría caso solicitar "estudios de ADN" que concluyeran que ambas poblaciones poseen tales
o cuales haplogrupos propios de los amerindios, o estudios de rasgos dentales que nos
revelaran que son probablemente mongoloides.
349
Ciertamente, estos hechos igualmente podrían explicarse si se tratara de canoeros que portan objetos
apreciados por los cazadores terrestres, con el fin de ofrecerlos como regalo o para el intercambio.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 433
Por lo que respecta a nuestra zona, para los últimos tres milenios, se supone que lo que
tendríamos en el litoral pacífico serían los antecesores de los chono, hipotéticamente
fuéguidos de baja estatura y, para la vertiente oriental, los antecesores del "complejo
tehuelche", que serían pámpidos y altos. Un cuadro bastante impreciso. Un primer problema
es que se supone que los pueblos típicamente fuéguidos serían los canoeros de los canales
occidentales y australes conocidos etnográficamente. Pero también los restos antropofísicos
registran la presencia fuéguida en toda la costa atlántica [Fortich Baca 1976], sin precisar
cronologías. Por lo que, si pudiéramos constatar mestizajes "pámpido-fuéguidos" en la zona
adyacente a la cordillera en la latitud de Chubut-Aysén, habría que discriminar si este proceso
se origina en la costa atlántica, más distante pero accesible y donde seguramente ocurrió, o se
dio también hacia el Pacífico, que es lo que buscamos contrastar.
De hecho, bajo tal nomenclatura se ha registrado la presencia fuéguida en sitios de la
Patagonia central, como en la zona del río Pinturas. En los restos de la estancia La Elisa,
Pastore [1977] diagnostica un individuo de baja estatura (1,50 m.), con cráneo "metamórfico"
(pámpido-fuéguido) con predominancia de atributos fuéguidos350. Pero en el puesto El Rodeo
tenemos una estructura tipo chenque [Gradín 1994:347] con un individuo datado en 1380±90 a.p.
que Patti y López [1994] identifican como ellipsoides patagonicus. Y "muy poco tiempo
después, si no al mismo tiempo, sobre él se depositó el esqueleto nº 1" [Gradín ibídem], también
masculino y que las mismas autoras clasifican como "Ovoides Fueguino [sic] en la
clasificación de Bórmida" [ob. cit.:278]351.
b) El tema se complica más, en la medida en que no todos los antropólogos físicos
manejan la misma nomenclatura de Bórmida e Ibelloni, como es el caso de Munizaga, por
una parte, y de autores como Cocilovo, Aspillaga o Guichón por otra. Éstos conforman una
corriente de la antropología física sudamericana que, apoyándose en técnicas
350
No tiene datación ni diagnóstico cultural. Un fenómeno similar ocurre en la Patagonia austral, en Cerro Sota
[Casamiquiela 1973].
351
Hay una discordancia en cuanto a la estatura, por cuanto Patti y López, que analizaron los restos, reportan
1.73 m. para el esqueleto nº 1, depositado sobre el nº 2, y 1.78 m para éste. Mientras, en el artículo de Gradín las
medidas se refieren a la inversa.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 434
Lo que nos permite prever que tales análisis no serían muy discriminativos, a menos que
restos atribuíbles a los chono sólo poseyeran los haplogrupos A y B, lo cual es poco probable.
¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 435
352
Al cual también pertenecerían los materiales atribuídos por Bird a un hipotético Período II [ver Bate 1982:
18]
353
Bate 1983, t. I: 262. Posteriormente, L. Núñez [1989] lo denomina "componente Tuina".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 436
En suma...
La idea central que he querido sostener es el cuestionamiento del concepto de comunidad
como un sistema social cerrado.
Se plantea a propósito de un sitio donde se evidencia el paso, al menos ocasional, de lo
que se ha considerado razonablemente como una verdadera barrera geográfica y que
permitiría poner en contacto a individuos de dos grupos sociales con notables diferencias
culturales y de modos de vida.
Considero que no hay razones estrictamente económicas que explicaran tan riesgoso
tránsito. Parece más probable que la motivación se relacionara con búsqueda de parejas y
descendencia, lo cual implicaría la apertura de las redes de apareamientos entre comunidades
diferentes, con sus propios sistemas de relaciones técnicas y sociales de producción.
Aunque se trata de una hipótesis derivada de la teoría, se muestra que es relativamente
fácil orientar investigaciones a su contrastación empírica.
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¿Tehuelches y chonos?. Sobre la apertura de las relaciones comunales. 439
Resumen.-
Se discute la conceptualización y el contenido empírico atribuido a las "etapas" o "estadios"
formulados para describir las supuestas evidencias de las ocupaciones más antiguas del
continente americano: el "pre-puntas de proyectil" de A. Krieger y, particularmente, el
"arqueolítico" de J. L. Lorenzo.
Bajo una concepción teórica diferente, se propone la existencia y posibilidades de
identificación arqueológica, en la actual República Mexicana, de una de las poblaciones más
tempranas del continente, claramente identificable en Sudamérica. Para ello, nos basaremos
principalmente en la información producida a partir de contextos y materiales arqueológicos
de Chiapas, que incluirían a la "industria" de Teopisca-Aguacatenango, atribuida por
Lorenzo al "arqueolítico". Finalmente, se señalan otros posibles registros de la presencia en
México de esa población de amplia dispersión americana.
Presentado en el IV Simposio sobre el Hombre Temprano en América, realizado en México en 2008.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 442
354
Como señalaba Bryan [1989: 83] "In frequent use currently is the term pre-Clovis, which is completely
innapropriate in geographical areas where the Clovis complex was never manifested -as in South America." Por
lo demás, ya son varios los autores que critican la relevancia de tal debate, como Carole Mandrik [2004].
Cazadores del trópico americano en México. 443
corrigiendo bastante, sobre todo en aquello que sus buenas intenciones han llevado a
incluir. [Lorenzo 1967: 25]
Cierto es que no fue adoptado en ningún otro país y, tal como sucedió con todas las
secuencias sostenidas por autores como los mencionados, a partir de los 80 o 90 la mayor
parte de los investigadores que realizan proyectos zonales o regionales simplemente dejaron
de tomarlos en cuenta. Pero muy pocas veces fueron objeto de la evaluación crítica que
merecían, para poder descartarlos razonadamente.
Respecto al sistema de Krieger, si lo mencionamos en vez de otros autores, es porque
su terminología se sigue usando hasta hoy, por inercia, con un contenido conceptual
bastante ambiguo. Y los términos de Paleoindio y Arcaico siguen siendo aplicados a diestra
y siniestra en toda América por los arqueólogos norteamericanos y por los latinoamericanos
que gustosos los imitan, a falta de concepciones alternativas. En cuanto al "Pre-projectile
point", después de las discusiones más recientes, mas bien se ha generalizado el término de
"Pre-Clovis", lo cual tampoco contribuye a un panorama más coherente.
Pero, si hemos considerado pertinente hacer una breve consideración sobre este tema,
es porque, desde su primera versión de La etapa lítica en México, de 1967, Lorenzo incluyó
materiales de Teopisca en el "Arqueolítico". En 1977, en un trabajo específico sobre dicho
conjunto lítico, duda de las posibilidades de incluirlo en dicha etapa, por razones
cronológicas. Aunque en 1987, asociándolo a los materiales provenientes de la cercana
localidad de Aguacatenango, es claro al afirmar que
Independientemente de un fechado directo y de lo que éste pueda decirnos, se trata
de una industria cuyas características tipológicas permiten incluirla, aunque sea
tentativamente, en el Arqueolítico. [Lorenzo 1987: 212]
El problema con la definición del Arqueolítico es que se trata de un concepto
demasiado general -en el sentido de escasa precisión- y la aplicación que de aquella se
deriva resulta poco consistente.
En primera instancia, se define como una etapa de desarrollo en el proceso evolutivo
que destaca, para "el gran público", el cómo se presentaría a la observación empírica en el
registro arqueológico. En cuanto a la lítica, indicador privilegiado por su mayor durabilidad
y visibilidad en el registro, supone, por lo tanto, un menor grado de evolución de las
habilidades técnicas que en las etapas que le suceden. Se trata, como el autor aclara, por
necesidades de simplicidad expositiva, de una fase de
...una periodificación que ejemplificase el tránsito que había tenido la etapa [...]
dentro de un proceso evolutivo cultural. [Lorenzo 1967: 24]
Donde
El conjunto se considera como la Etapa Lítica, criterio indudablemente tecnológico,
adoptado por su sencillez frente a las demás disyuntivas, pues el económico y el
social son más complejos de enunciar. [ob. cit.: 27]
Importa destacar que Lorenzo entiende claramente que una secuencia cronológico-
cultural no es el objetivo único ni último de la investigación arqueológica. Aunque,
lamentablemente, como la mayoría de los autores que propusieron periodizaciones de
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 444
alcance continental, nunca redactó para los especialistas una explicación de los contenidos
socioeconómicos de su propuesta.
Pero, si bien los atributos morfo-tecnológicos de los materiales líticos del Arqueolítico
implicarían un menor grado de desarrollo evolutivo, en el momento de atribuir sitios o
conjuntos de materiales a las diversas sub-etapas, se basa en un criterio estrictamente
cronológico: incluye en ésta a todos los registros que considera anteriores al 14.000 a.P.
Por ello, cuando describe en detalle el conjunto de Teopisca [19767] -motivo de estas
consideraciones-, pone en duda su atribución al Arqueolítico, ya que no se podía determinar
su cronología y era muy probable que no correspondiera cronológicamente a esa sub-etapa.
No obstante, como vimos, diez años después se decide a considerar a Teopisca-
Aguacatenango355 como una industria arqueolítica, independientemente de su cronología.
El problema está en que, de acuerdo a las variables evolutivas de la tecno-morfología,
en las que claramente se basa tal atribución, incluye en el Arqueolítico mexicano y
americano a conjuntos artefactuales notablemente diversos. Pues es claro que este conjunto
de Chiapas difiere considerablemente, por ejemplo, de otros que presentan grandes bifaces,
como Chapala en Baja California Norte. Y en otros casos, por razones obvias, simplemente
no es comparable con conjuntos a los que se pueden considerar probablemente tempranos,
como los artefactos en hueso recolectados en superficie, en Jalisco, por el Ing. Federico
Solórzano.
Lorenzo no hace, por ejemplo, la distinción que establece posteriormente Bryan, en
una obra de homenaje a Lorenzo:
The Archeolithic can be conceibed of as a technological stage which is divisible into
a lower substage withouth bifaces and an upper substage after the innovation of
bifacial flaking,... [Bryan 1987: 91]
Lo cual no tiene sentido, pues el mismo Bryan, en ese y otros trabajos, ha sido claro -y, en
nuestra opinión, acertado- en mostrar que las secuencias del "Paleolítico" de Europa
occidental difieren completamente de las del continente asiático y, por lo tanto, no se puede
poner a sus diversas fases o etapas en una misma secuencia. Y menos, incluir a sus distintas
manifestaciones en una misma etapa evolutiva, aunque en América pudieran coincidir
cronológicamente.
Lorenzo conocía bien esa distinción y el posible origen asiático de alguna población
temprana en América -propuesta también por varios otros autores, como G. Carter o R.
McNeish- pues lo menciona a propósito de su crítica atinada al poco sentido de hablar de
"culturas de núcleos y lascas" ya que, necesariamente, todas las industrias líticas incluyen
lascas y núcleos. Pero no hizo las distinciones que habrían sido pertinentes en su sistema.
En un trabajo más amplio, en preparación, analizaremos más detalladamente el tema
del Arqueolítico, así como el de la confiabilidad de algunos registros que la "buena voluntad
han llevado a incluir" en él, como El Cedral o Tlapacoya. En este último sitio, por ejemplo,
355
Se basa, entonces, en los trabajos más recientes realizados por Arturo Guevara y Joaquín García-Bárcena en
la localidad de Aguacatenango.
Cazadores del trópico americano en México. 445
se incluye como evidencia hasta una lámina de obsidiana, a todas luces característica de
"etapas" evolutivas más tardías, no sólo en México. Y que, insólitamente, Mirambell
considera como producto de una ¡técnica bipolar!. Lo cual exhibe un sorprendente
desconocimiento de las técnicas reales de talla lítica. Seguramente, porque de otro modo no
podría incluirse en una etapa evolutiva temprana.356
En suma, pensamos que del Arqueolítico propuesto por José Luis Lorenzo, puede
decirse lo mismo que hemos mostrado con base en un detallado análisis de la información
empírica sudamericana respecto a las "tradiciones", "estadios", "periodos", "etapas",
"industrias" o "culturas" propuestas en su momento por autores como Krieger, Menghin,
Bormida, Schobinger, Mc Neish, Lanning y Patterson, Willey, Rouse y Cruxent y otros 357.
Que:
Salvo en contados casos, no es la existencia de los datos arqueológicos lo que hemos
cuestionado, sino la interpretación de que han sido objeto, desde el nivel de la elaboración de la
información empírica. [Bate 1990: 95]
...no nos anima el interés de negar empecinadamente la existencia de pueblos
más o menos "primitivos" en América ni su ingreso temprano al continente.
La intención de nuestra crítica es la de mostrar que, en el intento de afirmarlo,
se ha procedido a interpretar equivocadamente gran parte de las evidencias dejadas
por los pueblos cazadores recolectores en el territorio americano, Que, bajo una
concepción de la arqueología como ciencia clasificatoria orientada al establecimiento
de secuencias cronológico-culturales como objetivo central, se ha operado sin el
rigor que la complejidad del objeto de investigación exige. Y que, como
consecuencia de ello, las erróneas interpretaciones resultantes constituyen una
grosera distorsión de la historia real, precisamente en sus aspectos culturales y
cronológicos. [Ídem: 99]
356
"Du site Tlapacoya II, provient una lame prismatique d'obsidienne sur laquelle nous ne pouvons donner
beaucoup d'information technologique, puisque le talon manque. Cependant, tout indique qu'elle fut obtenue par
la technique de la percusion bipolaire, ce qui signifique que cette technique était connue, dans le continent
américain, depuis des étapes très anciennes." Mirambell 1994:245]
357
Para un desarrollo extenso de esas críticas, ver Bate 1983. Una síntesis de las mismas en Bate 1990.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 446
debió ingresar al continente por las latitudes boreales extremas de Beringia, que nada tienen
de tropicales. La razón para tal designación es que concordamos con Gilman [1984] en que
la explicación de un proceso como el surgimiento del Paleolítico Superior debe tener
carácter nomológico y considerar variables para cualquier lugar y momento del planeta
donde pudiera haber ocurrido y no, como ocurría hasta entonces, en que todas las "teorías"
sobre el mismo eran axplicaciones ad hoc, para el fenómeno europeo. Y todas implicaban
sistemas de cacería de animales gregarios con migraciones estacionales en ámbitos
periglaciares. Considerando que esta población nada tendría que ver con la secuencia
centroeuropea, pero que compartiría con el Paleolítico Superior el mismo tipo general de
estructura social, como formación social, quisimos aludir a un origen en condiciones
probablemente muy diversas a las de los ambientes glaciares de Europa.
Algunas de sus características observables o inferibles a partir de los registros
arqueológicos sudamericanos son358:
1. Distribución geográfica: estaría presente desde el norte del Perú, en sitios como
Chorrillos y Reventazón, los de la supuesta secuencia de Talara (Amotape-Siches-Estero-
Honda), algunos componentes de la "fase" Mongoncillo, Quebrada Jahuay o Quebrada
Tacahuay; el "complejo" Vegas y el "foco" El Encanto en Ecuador; la mayoría de los sitios
tempranos de la sabana de Bogotá, como El Abra, Tequendama, posiblemente Tibitó, Sueva
1, Nemocón 4, Guavio, Vista Hermosa y Galindo, o El Prodigio, Peña Roja y otros en
Colombia; la fase Talamanca en Panamá (Tradición Arcaica de las Selvas Tropicales); en
Venezuela, Ño Carlos, Remigio, Guayana ("tradición Guayana"), El Espino ("tradición
Caroní") y al menos la fase I de la "tradición Atures" en los sitios de Culebra, Provincial y
Pozo Azul Sur-2, en el Orinoco; el "modo de vida" Banwaroide caribe-antillano, y los sitios
de Piauí en Brasil (Boqueirão da Pedra Furada, Caldeirão dos Rodrígues, Sítio do Meio en
sus niveles antiguos), la "fase" Serranópolis en Goiás, el nivel inferior da Lapa do Boquete,
Cêrca Grande-6, Caieiras, Lapa Vermelha (P.L.) parte de las ocupaciones de Santana do
Riacho en Minas, y otros.
2. Cronología: esta población estaría presentando los registros más tempranos en
Sudamérica, aún cuando algunos han sido cuestionados. No obstante en Pedra Furada, hay
un fragmento de roca pintada, desprendida de la pared, incluida en un estrato datado en
17.000 a.p.359. Hay también una fecha similar en Caldeirão dos Rodrígues. En el Sítio do
Meio, hay igualmente restos de esta industria con fecha de 13.900 360. En Colombia tiene
358
Estoy copiando una síntesis que redacté para la discusión del sitio Covacha Babisuri (Baja California,
México), en una ponencia presentada al Segundo Coloquio Internacional El Hombre Temprano en América,
realizado en la Ciudad de México, en cuyas actas este texto no fue incluido [Fujita, Téllez y Bate 2004]. En mi
opinión, dicho sitio -entre otros en México- correspondería a esta población.
359
Las paredes del abrigo están profusamente pintadas, en distintas épocas. La secuencia de fechas alcanza
hasta los 48.000 a.p., pero se ha discutido el carácter cultural primario de los estratos inferiores.
360
Aunque también se reporta, en el estrato inferior, la presencia de dos "lesmas", instrumento sobre lámina
gruesa, de forma oval alargada, con todo el margen retocado dorsalmente. Este elemento es característico de otra
población, que pudo estar originalmente vinculada al "complejo El Jobo" y que se define bien para el noreste
brasileño desde hace unos 11.000 años como "tradición Itaparica". Su presencia temprana en el Sítio do Meio, si
no es una intrusión, estaría indicando un origen también pre-Clovis para este pueblo.
Cazadores del trópico americano en México. 447
fechas de 12.400 en El Abra y 11.700 en Tibitó, pero la tradición continúa hasta el 5.000.
Más o menos las fechas que presenta en los sitios costeros de Venezuela y en Banwari
Trace. En Vegas y en Talara, se remonta al 11. 200 a.p. y persiste también por varios
milenios.
3. La industria de piedra tallada: la principal característica de la piedra tallada por
esta población es el escaso grado de formatización de los instrumentos. Estos se producen
básicamente sobre lascas obtenidas por percusión directa, sin una sistemática de
astillamiento definida. No obstante, en algunos sitios, hay alguna regularidad en la
producción de lascas triangulares con arista dorsal longitudinal o de lascas laminares, que
resultan del aprovechamiento de las formas que presentan los nódulos de materia prima. Se
utilizan como instrumentos los filos vivos o se acondiciona el borde funcional mediante
retoques marginales de percusión directa361. Conocían la talla facial, pero la emplearon muy
escasamente. Hasta ahora no se ha podido identificar en asociaciones claras ningún tipo de
puntas líticas características. Y, si las hubo, fueron muy escasas. La tipología funcional de
los instrumentos no está estandarizada. Responde indudablemente a lo que se han
denominado industrias "expeditivas" u "oportunistas". Presentan trabajo sumario y falta de
especialización. La gran mayoría de las piezas están talladas en materias primas locales, las
más cercanas a los sitios donde se realizan diversas actividades de procesamiento y/o
consumo.
La escasa definición formal del instrumental y la ausencia, hasta ahora, de puntas
características -que es lo que distingue a esta industria- hacen que pocos investigadores
hayan identificado estos materiales como culturalmente distintivos de una población
determinada. De hecho, es posible que muchos autores consideren a estos restos como
desechos de talla, sobre todo si no están claramente asociados con otros materiales,
generalmente perecederos, que indiquen actividades domésticas u otras similares.
4. Técnicas "neolíticas": contrastando con la apariencia "rudimentaria" de la piedra
tallada, estas poblaciones produjeron diversos artefactos con técnicas de piqueteo y abrasión,
como los "quiebracocos", piedras ranuradas o con surcos (probablemente pesas para pesca),
hachas o copas líticas, o unos "chopping tools" con el borde alisado por abrasión después de
ser lasqueado y que son comunes en los sitios brasileños362.
5. Trabajo de hueso y conchas: utilizaron abundantemente el hueso para la confección
de instrumentos. En este material no sólo produjeron puntas y punzones, sino también
instrumentos que generalmente otros pueblos manufacturaban en piedra, como raspadores,
Hay que mencionar que, si bien el registro arqueológico aún no permite una adecuada identificación
cultural para el sitio de Pubenza, sus ocupaciones tempranas tienen una fecha de ca. 16.500.
361
Muchos autores, particularmente quienes publican en inglés, la describen erróneamente como industria
"unifacial". De hecho, los artefactos unifaciales son muy escasos. El término más adecuado para referirse a éstos
instumentos sería, en todo caso, el que emplearon Correal y Van der Hammen [1977], de "edge-trimmed tool
tradition".
362
Probablemente también los machacadores enmangables de sitios como El Prodigio (Colombia, ca. 7.300
a.p.); aunque en El Pital, donde también se encuentran, Salgado [1995] afirma que el conjunto lítico difiere
notablemente del "abriense" y el "tequendamiense".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 448
raederas y cuchillos. Para ello usaron generalmente los huesos largos de animales de talla
media, que partían por percusión y torsión, rebajando luego los extremos o los bordes. A
ello se debe el hecho de que el instrumental presente, en general, formas alargadas.
También produjeron artefactos sobre conchas, desde luego en los sitios cercanos a la
costa, y hay algunos caracoles de agua dulce con perforaciones en los sitios de tierras altas.
6. Tipos de sepulturas y tipo físico: Los enterramientos asociados a los sitios de esta
población son abundantes y variados. En algunos sitios se presentan algunos enterratorios
primarios, generalmente en posición flectada lateral. No obstante, hay otros como Vegas y
Santana do Riacho donde se formaron verdaderos cementerios por la inhumación recurrente
de restos, tanto en entierros primarios como secundarios. Como en las de otros pueblos,
también algunas de sus sepulturas presentan ocre rojo.
Un hecho importante es que el tipo físico de esta población ha sido objeto de recientes
estudios de morfología craneofacial. La osamenta que, en su momento, se consideró la más
antigua de Sudamérica y que se ha conocido popularmente como "Luzia", proviene de un
estrato de Lapa Vermelha IV datado en poco más de 9.000 años a.p. y corresponde a la
población que nos ocupa. Y, al igual que otros restos tempranos de Tequendama, así como
de sitios de la misma región de Minas, presentan rasgos de un tipo de Sapiens sapiens
generalizado de filiación afro-australoide o australomelanesia claramente distinguible de los
restos del paleoindio norteamericano del "complejo Llano", que incluye a Clovis y que sería
de tipo mongoloide363, como la mayoría de las poblaciones indígenas americanas más
tardías.
7. Otras expresiones culturales: es lo más probable que buena parte de los muy
abundantes registros de arte rupestre de los sitios del Brasil correspondan a esta población y
esperamos que se establezcan algunas correlaciones seguras entre los estilos que se están
definiendo y los estratos ocupacionales.
Otro rasgo que se ha asociado a estas ocupaciones -en algunos sitios- lo presentan los
fogones, que son embancados con bordes de barro en lugar de piedras.
8. Racionalidad económica y sistemas de complementación. La industria lítica, por su
mayor durabilidad, es la clase de materiales que ha servido de referencia para comparar las
culturas de diversos pueblos cazadores recolectores. Desde este punto de vista, la piedra
tallada de los cazadores recolectores del trópico americano debe ser del todo frustrante para
los arqueólogos con mentalidad de coleccionistas. Tampoco pueden ser sometidos a
esquemas evolutivos simplistas, que supongan que las formas más "rudimentarias" o simples
deben ser mas "primitivas" que aquellas de las sociedades que producen bellas piezas de
talla bifacial, como las de los complejos Llano y Plano de Norteamérica. De hecho, esta
tipología escapa completamente a la generalización de las secuencias eurocentristas del
Paleolítico. Nada tiene que ver, por ejemplo, con las técnicas y formas características del
musteriense y, menos, con el Paleolítico Superior [ver Mellars 1973, White 1982 y Bate
363
Ver la descripción de los restos de Buhl Site en Green et al. [1998] y la comparación con "Luzia" en Neves
y Blum [2000].
Cazadores del trópico americano en México. 449
1992]. Pero ello no nos autoriza en absoluto a concebir a estas sociedades como mas
"primitivas" o evolutivamente "atrasadas".
En suma, ni criterios estéticos ni una preconcepción evolucionista estrecha nos
permiten evaluar el desarrollo histórico de estos pueblos. Preferimos, por tanto, manejar el
concepto de grado de desarrollo de las fuerzas productivas, que se refiere a la productividad
media de la fuerza de trabajo de una sociedad, para explicar las particularidades de su
organización económica.
En este sentido, los cazadores del trópico americano tienen un modo de vida
caracterizado por una racionalidad particular en el uso de los recursos líticos. En principio,
el instrumental presenta formas expeditivas y generalizadas y en su confección se recurre a
las materias primas más cercanas a los lugares en que se utilizan, sean éstas de buena o mala
calidad. Lo cual tiene la desventaja que se gasta más fuerza de trabajo en el uso de los
instrumentos que si se tratara de un utillaje especializado. Pero esto puede ser compensado,
probablemente con creces, en la medida en que no se gasta fuerza de trabajo en
desplazamientos a medianas o largas distancias para obtener y transportar buenas materias
primas ni en la confección misma de útiles especializados. Bajo el mismo esquema, se suele
sustituir la piedra por el hueso para producir instrumentos que, bajo una estrategia de
especialización, se producirían en piedra, como raederas o cuchillos.
Por otro lado, el uso de un instrumental no especializado, pese a su menor eficiencia
funcional, presenta la ventaja de que puede adecuarse a la explotación de variados recursos
en muy diferentes entornos medioambientales. Flexibilidad conveniente cuando, como se ha
visto en Sudamérica, desarrollaron sistemas de complementación económica de amplio
espectro y, aparentemente -por la baja densidad de sus ocupaciones-, de gran movilidad.
9. Territorialidad, coexistencias y recursos. Una característica que debe mencionarse
es que estas sociedades de cazadores recolectores pretribales no han establecido propiedad
sobre los objetos naturales de producción y menos aún sobre el territorio. Generaron, sin
embargo, normas de posesión consensual sobre las áreas de recursos que pudieron ser
estrictas. Esto nos permite explicar cómo, en el noroeste sudamericano, en lo que hoy son
Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador y norte del Perú, las comunidades de cazadores
recolectores del trópico americano coexistieron en los mismos territorios que los antiguos
cazadores recolectores andinos de la "tradición foliácea" por casi seis milenios. Y, aunque
no excluimos la posibilidad de mestizajes y alianzas en algunos lugares y momentos, en
general se consigue diferenciar culturalmente sus contextos364.
Tampoco significa que no hubiera ocasionalmente conflictos de diversa magnitud.
Pero parece que una forma de evitar conflictos mayores fue la organización de sistemas de
complementación económica orientados a una apropiación preferencial de recursos
diferentes. Así, los antiguos cazadores panandinos, en las costas, explotaron
preferencialmente recursos de playas arenosas y roqueríos y, en tierras altas, cazaban
364
Es notable el hecho de que esta amplia región, compartida por dos poblaciones, es el área de Sudamérica
donde el arte rupestre atribuible a cazadores recolectores pretribales es casi inexistente.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 450
camélidos y roedores. Mientras los cazadores del trópico americano optaron, en las costas,
por los recursos de manglar y la caza de venados en tierras altas.
Una implicación arqueológica de esto es que, si bien es probable que habitaran sitios
diferentes, bien podemos encontrar ocasionalmente algunos vestigios culturales de otros
pueblos en los sitios de nuestros cazadores del trópico americano.
americano. Los resultados de esta investigación serán presentados en otra ponencia, pero
podemos adelantar que se caracterizan por:
1. Ausencia de puntas de proyectil. En cambio, gran parte de los artefactos son simples lascas
con retoque marginal o incluso empleadas sin retoque, como filo vivo, de las cuales las
huellas de uso sugieren el empleo constante de fibras vegetales, particularmente madera
[Pérez, en prep.].
2. Los restos arqueozoológicos no muestran una preferencia específica por animales de cierta
talla. En cambio, se observa una amplia variedad de mamíferos que van desde venados (cola
blanca y cabrito), pecarí, zorro gris, hasta ardillas, conejos, armadillos y guaqueques,
pasando por reptiles como ranas, víboras de cascabel, tortugas de lodo y una amplia
variedad de aves, entre las que se pudieron identificar gansos y posiblemente chachalaca
[Eudave 2008]. Otra especie de gran importancia, pero obtenida por recolección, fueron los
caracoles o shutis (Pachichylus)
3. Los restos macrobotánicos indican una elevada importancia de la recolección de vegetales en
la dieta, en particular frutos tropicales como nanche (Byrsonima crassifolia), cajpoquí
(Bumelia laetvirens), higo (Ficus cookii) y tempisque (Celtis). Los análisis químicos de las
superficies de ocupación indican que las actividades de procesamiento eran tan importantes
como el procesamiento de animales, y las piedras de molienda en los niveles del Holoceno
Temprano sugieren tal importancia.
Beta-233475 9,800 ±
Capa XV, nivel 1 Presente estudio
AMS 50
290 1989
Beta-233470 8,740 ±
Capa XI, nivel 1 Presente estudio
AMS 50
M-980 8,730 ±
Nivel 9, Piso 2 MacNeish y Peterson 1962
400
Tabla 1. Fechas no calibradas para el Pleistoceno final y Holoceno temprano en Santa Marta
365
Sería tentador apoyarse en la hipótesis de González José et. al. [2003] que afirma que los pericúes serían
descendientes de esa antigua población australomelanesia presente en Lagõa Santa, que se habría mantenido
debido al supuesto aislamiento en el fondo de saco de la península. Hipótesis, por lo demás, sugerida en su
Cazadores del trópico americano en México. 453
momento por Ten Kate quien les atribuía rasgos melanesios. O por Dahlgren y Romero [1951] que reportaron
para la península: "del estudio de los entierros se desprende que pertenecieron a un grupo humano, según todas
las posibilidades considerado como uno de los más viejos del Continente: el de Lagõa Santa o neoaustraloide,
que pudo haber sobrevivido en Baja California durante mucho tiempo...". No obstante, nos parece demasiado
riesgoso aventurar tal propuesta -que tampoco se debe descartar- mientras no tengamos una mínima claridad
acerca de la historia sociocultural de los pueblos que habitaron ese territorio, para explicar cómo se mantuvieron
ajenos a procesos de microevolución, flujos o deriva génica, por más de nueve milenios [ver Bate y Terrazas
2004]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 454
presentan elementos culturales muy diagnósticos y que bien podrían corresponder a una
población aún no identificada claramente en México ni en Norteamérica.
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RESEÑAS CRÍTICAS
APUNTES SOBRE
LAS INVESTIGACIONES PREHISTÓRICAS
EN MÉXICO Y AMÉRICA
Resumen.
Se trata, de manera muy general, de un par de aspectos del estado actual de las
investigaciones sobre prehistoria en el continente americano, específicamente en torno a los
procesos de poblamiento del mismo.
Uno de ellos se refiere a la casi total ausencia de teorías explícitas que conformen
concepciones explicativas integradoras de los distintos aspectos relevantes de las estructuras y
procesos sociales. Por lo cual las investigaciones tienden a carecer notablemente de
orientación y articulación coherente, manteniéndose sometidas a la exaltación del empirismo
más ramplón.
Publicado en: El Hombre Temprano en América, Primer Simposio Internacional [2002], J.C. Jiménez, S.
González, J.A. Pompa y F. Ortiz [Coords]. Colección Científica del INAH, nº 500: 23-48. México, 2006.
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Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH: "Arqueología de mi corazón", Documental de entrevistas
videograbadas. México, 1995.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 460
y, más adelante,
La dimensión y la adecuación relativas del trabajo teorético miden, pues, el grado de
progreso de una ciencia.369
En primer lugar, distinguiremos entre posiciones teóricas y teorías sustantivas. Las
posiciones teóricas son concepciones generales acerca de cómo es la realidad y cuáles son los
procedimientos científicos adecuados para conocerla. Las teorías sustantivas forman parte de
las posiciones teóricas, constituyendo los componentes ontológicos referidos a campos
367
Seminario Orígenes del Hombre Americano, realizado en 1987 en el Museo Nacional de Antropología,
entonces bajo la dirección de Eduardo Matos.
368
Obra citada: 413. Hemos tomado varias referencias de la obra La investigación científica de Mario Bunge,
autor que no puede calificarse de marxista -concepción de la que participa la posición que adoptamos-, por
cuanto sus opiniones encontrarán mayor aceptación en los medios académicos. Por supuesto, las citas que
tomamos de él se refieren a afirmaciones con las cuales concordamos.
369
Obra citada: 416. Subrayados (cursiva) nuestros.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 462
particulares de las realidades estudiadas. Además del área ontológica, una posición teórica
incluye el conjunto de planteamientos expresos o implícitos respecto a los juicios de valor que
orientan la investigación, los enunciados epistemológicos y las propuestas metodológicas con
los cuales la ontología está necesariamente interrelacionada, con diversos niveles de
consistencia370.
Acá nos referiremos a las teorizaciones relativas al objeto sustantivo de investigación,
esto es, sobre las sociedades cazadoras recolectoras y su dinámica histórica. No nos
ocuparemos centralmente, por el momento, de las teorías mediadoras, indispensables para
conectar la realidad de la información disponible y los datos observables con la existencia de
las sociedades que investigamos [Bate 1998: 106].
370
Nos estamos refirendo al concepto de posición teórica acuñado por Gándara (1993 y 1994), como un
instrumento de evaluación que permitiría una opción racional entre teorías. Ver también Bate 1998: 24-30.
371
En este sentidio, la versión staliniana de la sucesión de modos de producción -adoptada por los "marxismos
oficiales"- asume una postura claramente evolucionista decimonónica, en pleno siglo XX.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 463
372
O ciclos culturales entendidos como "sistemas de isoidas", en el caso de Bórmida (1954).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 464
373
Como dijo el 11 de septiembre de 1973 uno de los oficiales que allanaron la Universidad Técnica del Estado
en Santiago de Chile (donde fueron asesinadas cerca de 400 personas), metralleta en mano frente al
Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ingenieros Industriales: "se acabó esta huevada de las
ciencias sociales, acá hay que enseñar Historia y Geografía" (historia oficial de las "glorias militares", por
supuesto. Com. pers. Dr. Guillermo Yáñez).
374
J.A. dos Reis 2001.
375
Con algunas excepciones: p.e. Llamazares y Slavutzki (1990), Alvarez y Fiore (1993), Zarankin y Acuto
[Eds.] 1999.
376
Para la Tierra del Fuego chileno-argentina, hay que mencionar la síntesis de la etnografía sobre los Selk'nam
publicada en España por Anne Chapman [1990], quien adopta el materialismo histórico como sistema
conceptual de referencia.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 465
[...] and serious attempts have been made to incorporate and develop North
American and European methodological and theoretical perspectives[...], the
practice of archaeology within the region remains heavily empirically grounded.377
El hecho es que, por razones diversas, predomina en la arqueología americana un
empirismo que hace que los siguientes comentarios de Bunge, a propósito de las ciencias
humanas, nos resulten cercanamente familiares:
... la teorización se considera frecuentemente como un lujo, y no se admite como
ocupación decente más que la recolección de datos, o sea, la descripción. Y esto
hasta el punto de que está de moda en esas ciencias oponer la teoría (como
especulación) a la investigación (entendida como acarreo de datos). Esta actitud
paleocientífica, sostenida por un tipo primitivo de filosofía empirista, es en gran
parte la causa del atraso de las ciencias del hombre. En realidad, ese punto de vista
ignora que los datos no tienen sentido ni pueden ser relevantes más que en un
contexto teorético, y que la acumulación al azar de datos, e incluso las
generalizaciones que no son más que condensaciones de datos, son en gran parte
pura pérdida de tiempo si no van acompañadas por una elaboración teorética capaz
de manipular esos resultados brutos y de orientar la investigación.378.
2. La producción teórica.
La arqueología americana no carece de investigadores que trabajen en la generación de
propuestas teóricas para explicar distintos aspectos de las sociedades cazadoras recolectoras.
Por el contrario, algunos de los más destacados investigadores en el tema son americanos o
trabajan en instituciones americanas, como Binford, Wobst, Painter, Gilman y otros. Sin
embargo, paradojalmente, la mayoría de ellos no se ocupa, en sus investigaciones concretas,
de la arqueología de los cazadores americanos, sino de los problemas del "paleolítico" del
Viejo Mundo. Aunque algunos de ellos sí utilizan la etnografía americana como apoyo para la
formulación de sus propuestas.
Por los comentarios que haremos sobre el uso de las teorías, queremos aclarar de
antemano que no consideramos que ésto sea un defecto, pues estamos lejos de sostener un
chauvinismo disciplinario o geográfico. Lo importante es contar con teorías disponibles y
utilizables en la investigación, y no es relevante el que las propuestas provengan de la
antropología, la sociología o la historia, ni en qué lugar del planeta sean formuladas. Pues
tampoco podemos dejar de considerar a los investigadores de instituciones no americanas que
trabajan en o sobre América, realizando interesantes propuestas teóricas379.
Lo que sí es preocupante es que, habiendo teorías disponibles, el encasillamiento
disciplinario sirva de pretexto para ignorarlas y prescindir de ellas en la realización de las
377
Gustavo Politis 1999: 2.
378
Bunge ob.cit: 416; cursivas nuestras. Cabe hacer notar que nosotros utilizamos el término dato para
referirnos a la realidad observable, existente con independencia de nuestro conocimiento y entendemos a la
información como el conocimiento empírico elaborado a partir de la observación, es decir, el resultado
comunicable de nuestra subjetiva experiencia sensible. Teniendo clara esta distinción, Bunge, como otros
autores, usa el término de "dato" para referirse a nuestro concepto de información empírica.
379
Como, por ejemplo, Estévez y Vila 1998 .
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 466
380
M. Sahlins 1977: La economía de la Edad de Piedra.
381
Ver Alain Testart 1982 y 1985.
382
Ver, por ejemplo, Service 1973 o Testart 1985. Aunque sus propuestas no se reducen sólo a éstos trabajos.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 467
intercambio de información, las relaciones de parentesco, la cosmovisión, etc. No por ello son
menos importantes, ya que hay algunas que constituyen aportes cruciales para buscar
respuestas a problemas determinados. Unas están formuladas como una concepción general
(que se refiere a aspectos comunes a distintos tipos de sociedad) y otras son específicas para
las sociedades cazadoras. Ejemplos de importantes contribuciones de este tipo son los trabajos
de Wobst, en la definición de las "redes mínimas de apareamiento" o las conductas de
intercambio de información, las distinciones de Meillassoux entre adhesión laboral y
parentesco, acoplamiento y filiación o patrones de movilidad y residencia383.
También hay algunas teorías que, privilegiando sólo algunas dimensiones de la
sociedad, limitan la explicación de la totalidad social a las mismas, aún cuando no pretendan
explícitamente hacerlo. Es el caso de la propuesta de B. J. Williams [1974], A model of band
society, que formula proposiciones para explicar aspectos relevantes de la demografía de las
sociedades cazadoras recolectoras. Aunque, a diferencia de otros autores que basan sus
explicaciones casi exclusivamente en variables medioambientales, Williams funda su modelo
en la articulación, principalmente, de las variables socioculturales conceptualmente
sistematizadas. Desafortunadamente es un texto poco utilizado por los interesados en el tema.
3) Otro aspecto que es necesario considerar es que hay concepciones teóricas en cuyo
interior se han desarrollado diferentes corrientes de pensamiento que pueden llegar a ser
incompatibles entre sí frente a determinados temas. En éste sentido, no es lo mismo el
funcionalismo de Parsons, Buckley o Luhman. O los planteamientos marxistas de Mc.Guire,
de Testart384, de los arqueólogos de la Universitat Autónoma de Barcelona, o de la llamada
Arqueología Social Latinoamericana. Para no hablar del que se ha denominado
estructuralismo marxista de autores como Godelier o Rey.
4) Una otra distinción que suele hacerse tiene que ver con los niveles de la teoría y que
también se distinguirían por el grado de generalidad y abstracción. Así, se han considerado
como teorías de bajo nivel a las que se refieren a lo que, en los estudios etnográficos, serían
las conductas más cercanas a la observación empírica y que explicarían, entre otras cosas, los
procesos deposicionales. Las teorías de alto nivel serían aquellas referidas a la abstracción de
las regularidades que explicarían la organización general de la sociedad. Y, entre ambas,
autores como Binford han propuesto la necesidad de inducir una "teoría de rango medio",
concepto tomado de Robert Merton [1992].
Un par de casos
A propósito de ésto, solo mencionaremos un par de ejemplos, por cuanto el objetivo de ésta
ponencia no es el de realizar el análisis de la producción y uso de las teorías en las
383
M. Wobst 1974, 1976a y 1976b; C. Meillasoux 1977.
384
La línea de McGuire, que incluye a otros autores como Marquardt o Crumley se autodenomina marxista
hegeliana, adjetivo que enfatiza la necesidad de retomar la dialéctica, aunque no deja de incurrir en
planteamientos idealistas [ver Bate y Nocete 1993]. Testart, en cambio, se considera hegeliano, aunque en su
análisis notablemente preciso y detallado de la economía de las sociedades cazadoras recolectoras muestra un
manejo fluido de las categorías del materialismo histórico [Testart 1985].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 468
385
"Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal y un milagro dialéctico. [Bate 1992b]
386
Binford [1982: 97], en sus comentarios al ensayo de R. White.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 469
información empírica. No obstante, en su obra de 1983, In pursuit of the past: decoding the
archaeological record387, nos dice que su manera de proceder consiste
en observar datos, reconocer modelos, tener intuiciones o ideas brillantes o aún
simplemente revivir viejas nociones ya gastadas pero que sobrevivieron durante
años... [1988: 115]
las que luego deben ser evaluadas a través de métodos científicos. Por esa vía se podía
anticipar, como lo hiciera Flannery, que sólo se conseguiría una colección de "leyes de
Mickey Mouse" que difícilmente integrarían una teoría general. No obstante, no dejó de
descalificar a quienes no respondieron a su convocatoria para elaborar la "teoría de rango
medio", a través de los procedimientos por él propuestos, afirmando que quienes se abocaron
a otros temas incurrían en "un pasatiempo inútil", que "no contienen propuestas serias dentro
de una disciplina científica" u otras consideraciones similares.
Ahora nos ofrece una nueva e importante obra con un conjunto de propuestas teóricas
y metodológicas que se puede prever que será un modelo a seguir para muchos
investigadores. Constructing frames of reference [2001] es un modelo de cómo se hace la
"buena ciencia"388. Por lo pronto su libro
...is unapologettically written from a scientific perspective. It is largely an exercise in
inductive reasoning, in that it asks questions regarding the character of the world of
organized variability among ethographically documented hunter-gatherers groups.
[pág. 3, subrayado nuestro]
390
Cita expresamente a autores como Prigogine, Gleick, Lewin o Waldrop .
391
Como afirma Eli de Gortari al referirse a los criterios de compatibilidad y completud: "...estos dos requisitos
no pueden ser cumplidos plenamente por sistema alguno, ni siquiera dentro del más estricto formalismo lógico,
porque las consecuencias deducibles de los elementos ya determinados de un sistema siempre son infinitas e
inagotables" [1970: 19].
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 471
nuevos, tanto a través de la categoría general de sociedad concreta, como de una propuesta
general de periodización histórica392. La categoría de sociedad concreta, entre otras cosas,
integra los distintos "niveles" de la teoría, en una concepción unitaria de las distintas
dimensiones de la existencia social expresada en la relación entre los conceptos de formación
social, modo de vida y cultura. De la cual se deriva congruentemente una propuesta de
periodización tridimensional.
Por lo que respecta a la teoría particular, en su artículo sobre La arqueología de
cazadores recolectores en América Latina, Lanata y Borrero opinan que
The languaje is different but, as far as hunter-gatherers are concerned, the result is
a purely theoretical stance which is difficult to reconcile with the archaeological
record. Archaeological interpretation by such researchers is, in addition, more in
line with a Kulturkreiss mode of research than with anithing else (see Bate 1983;
Vargas Arenas and Sanoja Obediente 1992)
[...] Developments in relation to hunter gatherers adaptations were keept to a
minimum, as Ardila Calderón (1992) has noted.
Con lo cual denotan un entendimiento notablemente limitado y erróneo, si no calumnioso, del
texto citado. Además de un desconocimiento de las propuestas específicas sobre el tema393.
Hemos hecho una distinción entre las formaciones de cazadores recolectores pre-
tribales y tribales, basada en el contenido de las relaciones sociales de producción. Y
desarrollado una propuesta particular sobre el modo de producción de las sociedades pre-
tribales [Bate 1986].
Ésta, al igual que la de Binford -con quien compartimos una ontología y una heurística
materialistas-, es aún una teorización parcial, referida a los aspectos básicos de la economía y
las relaciones sociales de los cazadores recolectores. Consecuentes con la categoría general de
formación social, actualmente trabajamos en la formalización de una concepción integral de
las formaciones cazadoras recolectoras, que comprenda no sólo la instancia del modo de
producción, sino también sus conexiones con el modo de reproducción, que integrarían la
base del ser social, así como con las instancias superestructurales de la institucionalidad y la
sicología social. Así como el tratamiento de las complejas interacciones bíosociales.
3. Usuarios de teorías.
En la mayoría de nuestros países ocurre lo que, siguiendo a Politis, señalan Lanata y Borrero
para Sudamérica:
392
Ver una síntesis general en Bate 1998.
393
Por supuesto, éstos comentarios merecerán oportunamente una discusión que acá no cabría. Por lo que se
refiere a la opinión de Ardila, está en lo cierto: no somos adaptacionistas. Pero el estudio de las "adaptaciones"
no es lo único que hay en la arqueología, si es lo que supone (ver nuestros comentarios al respecto en Bate 1992:
81). Igual podríamos decir que sus contribuciones respecto a los modos de producción o formaciones sociales de
los cazadores recolectores se reducen al mínimo, lo cual no tendría caso.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 472
de corte posmoderno de la década de los noventa. Como caso de un cuerpo teórico trasladado
de manera íntegra a una nueva disciplina, podemos pensar en la aplicación que hace la
primera sociobiología de la teoría neodarwiniana al estudio de las sociedades humanas. La
alternativa intermedia en que algunos conceptos o elementos teóricos son trasladados a un
contexto disciplinario completamente distinto, se encuentra en el desarrollo de los pocos
modelos explicativos sobre las sociedades cazadoras recolectoras del continente americano.
En su nivel más pedestre, en los últimos 25 a 30 años se ha puesto profusamente de
moda un préstamo terminológico que, sin contenido teórico real (es decir, explicativo), se ha
empleado como comodín para organizar espacialmente la información arqueológica: las
"adaptaciones":
More often than not the adopted approaches confused theoretical innovations with
technical advances, or with the use of a jargon. As a result, what were previously
known as 'traditions' were updated and renamed 'adaptative systems'. [Lanata y
Borrero ob. cit.: 82, subrayado nuestro]
De lo cual hay innúmeros ejemplos394, donde el término "adaptación" -con variantes a
gusto del consumidor, como "sistema adaptativo", "patrón adaptativo", "estrategia
adaptativa"- no implica más que la perogrullada (que bien podría ser falsa) de que si un grupo
humano habitó un ámbito geográfico o ambiental, es porque se adaptó a él y que, cualesquiera
sean los artefactos o patrones del registro arqueológico, evidencian dicha adaptación a los
recursos del medio395.
Por supuesto, no todas las propuestas son de ese nivel. De cualquier modo, representa
un avance el que se multipliquen los estudios que desarrollan implicaciones de prueba para
contrastar hipótesis derivadas de diversas propuestas teóricas. Aunque, como dice Bunge
Un manojo de hipótesis sin coordinar, aunque siempre es mejor que la completa falta
de hipótesis, puede compararse con un acúmulo de protoplasmas sin sistema
nervioso. Es ineficaz, no ilumina nada y, además, no da razón de las efectivas
interrelaciones que se dan entre algunas de las estructuras reales (leyes objetivas) El
progreso de la ciencia supone siempre, en mayor o menor medida y entre otras cosas,
un aumento de la sistematicidad o coordinación. [ob.cit.: 415]
Merecen una mayor atención otras propuestas teóricas de mayor alcance, debido a que
no solo se han incorporado unos cuantos retazos de teoría, sino que se ha pretendido aplicar
todo un corpus teórico generado en otras disciplinas a la resolución de los "problemas
planteados por los materiales arqueológicos". Recordemos que, contrario a lo que muchos
colegas opinan, los materiales no pueden proponer nada, son cosas dadas; es solo desde el
394
Una de las pocas propuestas generalizadoras sobre los cazadores sudamericanos en la pasada década
[Dillehay, Politis, Ardila y Beltrão 1992] no escapó a esa moda.
395
Lo cual nos puede llevar a descubrimientos notables como que las redes, anzuelos y arpones de la costa del
Pacífico muestran "adaptaciones marítimas" o las puntas de proyectil, cuchillos, raederas y raspadores donde
había camélidos, evidencian "adaptaciones de altura". En casos más complicados, la ausencia de puntas líticas
bifaciales en algunas zonas selváticas, se debe a que se las hacía de madera o hueso, materiales perecibles que no
aparecen en los registros pero indican "adaptaciones a las selvas tropicales". Creemos que resultaría odioso
abundar en citas de ejemplos concretos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 474
396
En realidad, la variabilidad se origina de manera aleatoria y la selección opera reduciendo la diversidad
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 475
"Black box societies". Desde hace un tiempo, hemos venido usando la metáfora de la "caja
negra" para referirnos a uno de los usos más frecuentes de las teorías por parte de nuestros
colegas evolucionistas y adaptacionistas. Y, en un típico caso de "redescubrimiento",
encontramos a nuestro "predescubridor"397 en el uso de tal analogía, nada menos que en
Edmund Leach, hace treinta años. Hace las mismas analogías que nosotros, aunque llega a
conclusiones diferentes.
Dejemos que sea el mismo Leach quien nos resuma el concepto de "caja negra":
A Black Box is any imaginary mechanism, the workings of which cannot be
investigated. Notionnally we can observe the input (x) to the Black Box and also the
output (y). This may show us that the relationship between x and y is ordered and not
random, i.e. that y = F (x). In such circumstances we cannot infere with any
confidence whatsoever what goes on inside the Black Box. [Leach 1973: 675]
Tal relación es esquematizada en la fig. 1,
397
Véase éstos conceptos en R. Merton 1992: 25 y ss.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 477
optimistic. They appear to believe that, given sufficient scientific ingenuity and
sufficient wealth of ethnographic parallels, they will not only be able to make
inferences about x from a study of y, but further they will then be able to extend the
study of x to a point at which they can reconstruct the structure of the internal
organization of the Black Box itself.
This is an illusion. There are always an indefinitely large number of
alternative ways in which particular human social systems might be adapted to meet
particular ecological and demographic situations. It is quite untrue that forms of
social organization are some 'determined' by the environmental situation and the
cultural repertoire with which a particular group is equipped to encounter that
environment. [ob. cit.: 767]
Pero pensamos que Leach incurre en un pesimismo poco sustentable al suponer que
los sistemas sociales no son inferibles para los arqueólogos. Y exhibe, por su parte, un
optimismo notablemente ingenuo al argumentar que, si bien para la arqueología
...the contents of the Black Box, social organization as the social anthropologist
understands that term, must for ever remain a mistery. In contrast, the
ethnographer-social anthropologist has no Black Box problem; he can observe the
workings of the system at first hand, and that is always the focal point of his interest.
y, which forms the data of archaeology, does not fall within the purview of social
anthropologist at all. [pág. 767]
En efecto, la diferencia entre el etnógrafo y el arqueólogo consiste en que el primero puede
observar directamente las manifestaciones fenoménicas del sistema social y el arqueólogo
debe inferirlas. Pero en ninguna ciencia las regularidades del "sistema" o de la "estructura"
que rigen en los distintos campos de la realidad se observan, ni "de primera mano" ni
directamente398. Si así fuera, es posible que uno de los primeros americanos fuera un Newton
ya que, seguramente, desde hace muchos miles de años, los primeros sapiens observaban
diariamente una multitud de manifestaciones de la existencia de la ley de gravedad. Del
mismo modo, ni la estructura del parentesco, las relaciones de producción o las conexiones
entre institucionalidad e ideología se revelan a la observación del sociólogo ni del
antropólogo. Se trata de regularidades que sólo pueden ser conocidas a través de inferencias
racionales, las que no se derivan ni espontánea ni necesariamente de la observación.
En lo que tiene razón Leach, específicamente en su crítica a Binford, es en cuanto al
error de las premisas bajo las cuales se pretende elaborar una teoría social -de cualquier
rango- sobre las sociedades cazadoras recolectoras consideradas ahistóricamente
...I appreciate your difficulty as archaeologists; you would like to use the data of
ethnography to give flesh and blood to your archaeological remnants. Used with
great discretion, I believe that ethnographic evidence can help you to do this; but too
far many of the participants at the Seminar seemed to think that the analogies
between the ethnographic society and archaeological society are direct... i.e. that the
'primitive' societies fron the 20th century can be treated as fossillised survivals from
proto-historical or even palaeolithic times. This is a very 19th century idea. [pág.
761]
398
El mismo Leach ha hecho esta distinción a través de los conceptos de "cultura" y "estructura social".
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 478
Volviendo al tema que nos interesa -acerca del uso que se está haciendo de los
préstamos teóricos entre los prehistoriadores americanos- hay que decir que no se trata de que
busquen inferir x (las condiciones paleoambientales) a partir de y (el registro arqueológico).
Más bien se opera al revés: se pretende que, dadas determinadas condiciones ambientales x,
conocidas gracias a las disciplinas pertinentes (paleo climatología, arqueozoología, etc.) se
podría explicar y, es decir las características del registro arqueológico. Bajo el supuesto de
que éstas son el efecto de un "sistema adaptativo" que es el que opera como una verdadera
"caja negra", es decir, no se sabe cómo. Y, bajo el supuesto de que lo que interesa es explicar
la variabilidad y el cambio, lo más común es que se nos presenten correlaciones que nos
muestran que "en la época tal cambió el clima, se modificó la composición y distribución
espacial de la flora y la fauna, los cursos o niveles de las aguas y, como consecuencia, se
modificó el patrón de asentamiento, o la distribución y composición porcentual de los
artefactos". Se subentiende que algo tuvo que ver la organización social, pero no se sabe qué,
ni por qué. Es una buena manera de eludir el compromiso de tratar los temas específicamente
sociales.
Lo que queremos es llamar la atención acerca de la notable falta de uso de teorías
sociales, que expliquen no sólo las supuestas "adaptaciones" sino, en general, los distintos
aspectos de los procesos sustantivamente histórico sociales. Se supone que la arqueología
estudia "pueblos", "culturas" o "sociedades" y es precisamente sobre lo cual se carece de
teorías explícitas. De manera que los agentes del cambio no resultan ser los pueblos ni las
sociedades sino, como lo diría explícitamente Binford, se trata de agentes "ecológicos
externos". Con la diferencia de que este investigador sí asume, al menos y a su manera, la
tarea de explicar las relaciones "funcionales internas" de las sociedades cazadoras
recolectoras.
Para sintetizar este punto, podemos decir que, en cuanto a la "Prehistoria" en México,
como en el resto de América, los muy abundantes estudios empíricos guardan una notable
desconexión con la producción teórica que deberían servir de orientación e integración de la
investigación sobre el tema. Y las excepciones, no muy numerosas, muestran en general una
subutilización y retraso respecto a esa producción.
.399 A lo más, se limitan a explicaciones del tipo de que ingresaron por la costa o por un posible corredor
lauréntido porque el resto del continente habría estado cubierto por casquetes glaciares.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 479
torno a ella, la mayoría de los autores proponía la presencia americana de poblaciones de tipo
Paleolítico Inferior-Medio y, por lo tanto, anteriores a Clovis. Se trata del Pre-projectile point
de A. Krieger [1964], del Protolítico de O. Menghin [1963] y de J. Schobinger [1988], los
Estadios I y II de R. MacNeish [1976, 1977], las tradiciones de lascas, de buriles y de bifaces de
G. Willey [1971], de acuerdo con Lanning y Patterson [1967], o el Arqueolítico de J.L. Lorenzo
[1967, 1986], entre otros.
400
Hoy en día, gracias a los importantes avances en los estudios genéticos, se sostiene que las poblaciones
atribuídas al "paleoindio", no compartirían las características mongoloides de las poblaciones "amerindias", las
cuales se generalizarían después del 9.000 a.p. [p.e.: Powell, Neves, Ozolins y Pucciarelli 1999].
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 481
hecho, la pregunta a que responde es mucho menos relevante que las cuestiones planteadas
por las "teorías" anteriores.
Ocurre que la hipótesis de que la población Clovis fuera la primera de América nunca
tuvo mayor trascendencia fuera de los EE.UU. y, fuera de ese país, muy pocos autores fueron
conocidos por haberla sustentado, como V. Haynes, P. Martin o Th. Lynch. Tal propuesta
nunca llegó a ser predominante en el resto de América.
En los hechos, como hemos visto, la gran mayoría de las "viejas teorías", es decir, las
que estaban en boga cuando se dan a conocer las primeras publicaciones sobre Monte
Verde401, proponían la existencia de poblaciones o "culturas" pre-Clovis.
Por supuesto, todo esto es algo que Dillehay sabe muy bien402. No obstante, no sólo no
se ha molestado en aclarar las cosas a sus colegas norteamericanos que serían, en todo caso,
quienes se pueden haber creído el mito de "Clovis first", sino que él mismo presenta la
cuestión como si fuera un debate de alcance continental403. Lo único que llega a decir es que
Because many South American archaeologists did not see the North American
Clovis theory as applicable to the Southern Hemisphere, they developed different
and exiting ideas about the peopling of the Americas that are largely unknown in the
English-speaking world404.
Y, líneas más adelante
Only in recent years have North American archaeologists looked seriously beyond
North America to study the origins of the first Americans.[Ibídem]
Lo cual ya no corresponde a la verdad, desde que varios autores norteamericanos
ocupados del tema como Krieger, Willey, Rouse, Lanning y Patterson o Mac Neish siempre
incluyeron la información latinoamericana disponible. Los últimos desarrollaron incluso
algunos de los más importantes proyectos regionales en Perú, Chile, Ecuador o México, con
respaldo de la Universidad de Columbia o la Peabody Foundation.
Pero otra afirmación errónea aparece desde la primera página del Prefacio [ob.cit.:XIII]:
Many books have been written about the archaeology of the first North American
and the processes that led to their arrival and dispersion throghout the Americas.
No such book exists for South America. [Subrayado nuestro]
Difícilmente Dillehay desconoce la obra de Schobinger Prehistoria de Sudamérica [1988] que
acepta Monte Verde, no porque sea un converso a "la nueva teoría", pues sus planteamientos
estaban ya claros en el libro anterior, de 1969. O nuestro trabajo Comunidades primitivas de
cazadores recolectores en Sudamérica [1983], para el cual tuvo la gentileza de enviarnos las
fotos que ilustran Monte Verde. Creo que fuimos de los primeros en aceptar, en una obra
401
Dillehay 1981, Collins 1981.
402
Dillehay, com. pers, en reunión de convivencia con arqueólogos asistentes al XIII Congreso Nacional de
Arqueología Argentina en Córdoba,1999.
403
Tal vez no está demás aclarar que cuando usamos el adjetivo americano, entendemos que América se
extiende desde Alaska a Tierra del Fuego (además de la Antártida) y, cuando nos referimos al continente se trata
de toda América.
404
Dillehay 2000: XIV.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 482
general sobre los cazadores recolectores sudamericanos (sin haberlo cuestionado antes), al
sitio de Monteverde -con una fecha de 12.500 años a.p.- como el más temprano del área
meridional andina, seguido por Quereo y Tagua-tagua. Para no remontarnos al volumen sobre
Sudamérica de An introduction to American Archaeology de Gordon Willey [1971].
Y el mito se construye, al buen estilo norteamericano, pasando de la modesta historia
del ciudadano común al protagonismo continental:
...I thought Monte Verde probably dated in the late Ice Age, sometime between
11,000 and 10,000 years ago.
My colleages and I were startled, however, when radiocarbon tests on the
bone, charcoal from firepits, and wooden artifacts consistently yielded dates of more
than 12,000 years ago. These dates were simply impossible. As a graduate student, I
had been trained to believe (and never seriously question) that the first culture in the
New World was the Clovis culture... [ob.cit.: XV]
Donde, de paso, nos informa de la mala formación que reciben los graduados
norteamericanos en arqueología. Pero, ya en la siguiente página, no es sólo un defecto de la
enseñanza local, pues se trata de que
...Clovis represented one of the most deeply entrenched archaeologiacal theories in
the New World... [pág. XVI, subrayado nuestro]
Lo cual, como resulta evidente, es simplemente falso. Y cuando resume, mas adelante
What all this boils down to is the politics of science and the replacement of one
paradigm by another [pág. XVIII],
se trata de una aseveración que probablemente sea válida para el medio norteamericano, pero
de ninguna manera para todo el Nuevo Mundo. Lo que ocurrió con Monte Verde fue lo
mismo que pasó con la mayoría de las "viejas teorías" que proponían que sí hubo poblaciones
pre-Clovis: que fueron sometidas a rigurosos cuestionamientos fácticos, debido a que la
información en que se sustentaban las supuestas entidades culturales más antiguas carecían de
confiabilidad, tanto de los registros como de las interpretaciones405.
De manera que no faltó el capítulo de "Monte Verde under fire", resistiendo a los
múltiples ataques de los fundamentalistas "Clovis first". Ni el del "gran jurado" que acaba por
absolver a Dillehay de toda sospecha, con lo cual la "nueva teoría" triunfa finalmente sobre
las "viejas teorías". Y mientras tanto, han proliferado en casi todas las revistas de información
científica, en la páginas de Internet o en las revistas y programas televisivos de divulgación,
los apóstoles de la "nueva teoría"406.
405
Ver Bate 1982, 1983 y 1990. Donde quedará, además, suficientemente claro que nunca sustentamos la idea
de que la primera población americana fuera Clovis. Desde un principio aceptábamos fechas anteriores a 12.000
a.p. para El Abra, El Jobo [Taimataima], Huargo, Sitio do Meio, Santana do Riacho, o Los Toldos, para
mencionar algunas.
406 Hasta en una revista para pasajeros de una línea aérea sudamericana, el traductor(a) de un artículo
publicado originalmente en Discover Magazine -seguramente alguien más o menos informado sobre el
tema- se toma la libertad de enfatizar el punto a su manera: "...un grupo de arqueólogos llegaron a un
punto de consenso de que el cercano sitio de Monte Verde tenía 12.500 años de antigüedad. Esa
concordancia de opiniones invalidó la vieja teoría de que los primeros americanos fueron fueron los
pobladores de Clovis,..." Y, más adelante, "...hasta los más acérrimos enemigos de la nueva teoría quedaron
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 483
Si todo esto ha permitido obtener buenos apoyos para la investigación habrán sido, al
fin y al cabo, recursos bien invertidos407. Pero es poco justo que Dillehay, exceptuando a
Bryan y Krieger, no cite a ninguno de los investigadores que, desde siempre, han propuesto el
poblamiento de América por poblaciones pre-Clovis en el contexto de dicha polémica408. Con
lo cual aparece, al menos ante sus lectores norteamericanos, como el gran precursor radical de
la "nueva teoría" , de la gran revolución paradigmática. Y el pretender poner el tema en el
centro del gran debate del Nuevo Mundo, tiene todos los visos de ser una nueva modalidad de
lo que, en su tiempo y en otras circunstancias, Evans y Meggers calificaban como
"imperialismo" de la arqueología norteamericana en América Latina [Evans y Meggers 1973].
Por lo demás, el libro comentado contiene una buena síntesis actualizada de la
información relevante sobre el tema. El argumento básico es correcto y está bien sostenido:
hace unos 11.000 años ya existía en Sudamérica una tal diversidad cultural que resulta
absolutamente inexplicable a través de una colonización relámpago que se hubiera iniciado en
Alaska unos 280 años atrás. Por lo tanto, compartimos su opinión de que el tema de la fecha
del ingreso de los primeros grupos humanos a América queda abierto y bien puede remontarse
a varios milenios antes de Clovis.
Se incorporan también a la obra los aportes relevantes proporcionados por otras
disciplinas como la antropología física, los estudios genéticos o lingüísticos, como ya lo están
haciendo otros autores [p.ej., Dixon 1999]. Y, poniendo el ejemplo en cuanto a la necesidad de
superación del empirismo llano predominante409, incorpora la discusión de aspectos teóricos y
de orientaciones temáticas más recientes. Pero, aunque hace aseveraciones como la de que
The environment should not, of course, be emphasized unduly: Although people's
natural world is important, it is not so important that it overshadows their history.
Phisiography and climate can force people to change their mode of life, but even so
these factors remain external to the history of a people. [pág. 45]
-que, por lo demás, seguramente compartirían muchos colegas en su línea410-, en los hechos,
sus planteamientos asumen eclécticamente aportes diversos, predominando un enfoque
atraídos con los hallazgos." [Shanti Menon: Los primeros del continente/First settlers on the continent,
Ladeco Magazine, pp. 57-63, enero-febrero del 2000].
La versión original en inglés dice: "...a dozen archeologists toasted the passing of a paradigm.
They have finally accepted that the nearby site of Monte Verde was 12.500 years old. In doing so, they put
to rest the long-standing theory that the first American were the Clovis people". Luego "...even the
staunchest skeptic was converted".
407
Sin lugar a dudas, mucho mejor invertidos y menos costosos que cada misil "inteligente" con los que se están
asesinando "colateralmente" a miles de civiles afganos. Sirva esta comparación desproporcionada para evaluar la
importancia que las instituciones otorgan a la investigación arqueológica.
408
A Schobinger, por ejemplo, sólo lo menciona en la larga lista de colegas sudamericanos a los cuales agradece
la oportunidad de haber dicutido o conocido de primera mano la información sobre el registro arqueológico del
Pleistoceno tardío.
409
Inquietud manifiesta en textos anteriores, como el ya citado de 1988, en que participa de las críticas de la
corriente ontologista de la arqueología postprocesual, frente al reduccionismo metodológico de la New
Archaeology. Aunque toma de Kaplan [1984] los planteamientos sostenidos por investigadores del RATS
[Radical Archaeology Theory Seminar] en el libro editado por Keene y Moore Anthropological hammers and
theories [1983].
410
También nosotros estamos de acuerdo con tal afirmación.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 484
411
Que, esperamos, se entienda que no tiene más intención que la de ser un recurso polémico .
412
Bate 1992a. Propuesta que retomamos y actualizamos para un proyecto de investigación [Bate y Terrazas
2001] que presentamos a CONACYT y que fué categóricamente rechazado, bajo el argumento principal de que
era "muy ambicioso y, por lo tanto, inviable". Independientemente de la calidad del proyecto, de tal argumento
deberíamos deducir que nuestras instituciones están mas bien interesadas en promover la mediocridad, o que las
instancias evaluadoras de la principal institución promotora de la investigación científica en México reflejan una
situación de las investigaciones prehistóricas más deplorable que lo que queremos imaginar.
Apuntes sobre las investigaciones prehistóricas en México y América. 485
413
Y, por lo tanto, no se estaría implicando la eventual participación de neanderthales.
414
Por ahora, nos parecen bastante razonables los argumentos de Strauss [2000] respecto a la hipótesis de la
"conexión solutrense" por vía atlántica, aunque habrá que esperar a la publicación que estarían preparando
Stanford y Bradley.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 486
Bibliografía.
415
Ramos Muñoz [1999] opina que, en Europa, ya las poblaciones neanderthalenses, al menos al final del
Paleolítico Medio, presentarían algunas características de organización como cazadores recolectores pre-tribales.
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Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 490
Antecedentes generales.
Desde los comienzos de la investigación "científica" del tema del poblamiento americano,
éste ha sido objeto de interés tanto por parte de la arqueología como de la antropología física.
Boletín de Antropología Americana, nº 38, México 2002.
Participantes del Proyecto Sociedades Cazadoras Recolectoras, Convenio IIA-ENAH, México.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 494
En los años 80, a raíz de los importantes trabajos de Dillehay en el sitio de Monte
Verde, sur de Chile, adquiere centralidad lo que originalmente fuera una discusión doméstica
entre arqueólogos norteamericanos, que fue conocida como la polémica "Pre-Clovis/Clovis
first" y presentada como si fuera un gran debate "teórico". Donde los partidarios del primer
término se consideraban revolucionarios innovadores416, por el hecho de sostener que hubo en
América ocupaciones anteriores a Clovis. Que era lo mismo que afirmaban casi todas las
propuestas anteriores. Mientras los partidarios del segundo, sustentaban las tesis de Martin
-que, por lo visto, habían arraigado en la academia norteamericana- en cuanto a que los
portadores de la cultura Clovis fueron los primeros pobladores de América, ocupando todo su
territorio a una velocidad digna de registro en el Libro de Guiness y acabando con gran parte
de la megafauna pleistocénica. A lo cual no era ajena, como comenta Dillehay, una ideología
de la exaltación del "american way of life", con su sello desde las Clovis a la Coca-Cola.
Hoy en día, dicha polémica debería considerarse definitivamente superada. No ha
sido sólo Monte Verde, el registro sudamericano antecediendo en más de un milenio a Clovis,
lo que explica la falta de interés de los colegas meridionales por participar en tal debate417. Ya
había allá varias dataciones contemporáneas o anteriores a Clovis, como El Abra (12.400),
Tibitó (11.700), Taimataima (12.300), la fase Amotape en Talara (11.200), Quirihuac
(12.400), Guitarrero (12.500), Huargo (13.100), Pachamachay (11.800), probablemente parte
de la fase Ayacucho (14.000), Tagua-tagua (11.300), Quereo (11.400), Lapa Vermelha P.L.
(11.700), Santana do Riacho (11.900), Sitio do Meio (13.900), Caldeirão dos Rodrigues
(17.000), Boqueirão da Pedra Furada (17.000-18.000) o Los Toldos (12.600)418. A las cuales
se han ido sumando varios sitios más, como Piedra Museo, en la Patagonia (12.800). Si bien
cada uno merece un cuidadoso análisis, estamos hablando de registros que no tienen una
confiabilidad media menor que la mayoría de los sitios Clovis de Norteamérica. Y, aún allá,
sitios como Meadowcroft han sido sometidos a duros escrutinios, mostrando una consistencia
que no resistirían muchos registros Clovis, pero que no se cuestionan porque la academia los
acepta de antemano.
Para nosotros, este debate -que nada tiene de "teórico"- se ha resuelto simplemente
por la vía de la constatación empírica de que sí hay registros anteriores a Clovis. Y que
muestran, además, una cierta diversidad cultural de pueblos que, para entonces, ya están
abarcando todo el continente americano. Creo que, sin bajar el nivel de exigencias en cuanto a
la calidad de los registros arqueológicos, deberíamos irnos habituando a la idea de la
necesidad de explicar una historia -por ahora- de no menos de quince milenios. Entender, por
ejemplo, qué hacen unos cazadores de hace 12.500 años produciendo típicas puntas tipo El
Jobo, de muy buena factura, en el sur de Sudamérica; en una zona donde la "tradición
foliácea" solo reaparecerá hace unos siete o seis milenos. Entender cómo, hace ya doce
milenios, esa antigua población de cazadores recolectores panandinos que posee una
416
"Nosotros los radicales", como proclamaba MacNeish 1987: 57.
417
Con excepción, por supuesto, de aquellos que no desperdician oportunidades de estar a la moda, sobre todo
si es norteamericana.
418
Todas las dataciones se presentan en años radiocarbónicos antes del prersente y sin calibrar.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 496
Nuevos aportes.
Desde hace unos veinte años, el aporte de nuevos antecedentes a las discusiones sobre el
poblamiento americano, ha provenido de la antropología física y, en particular, de los
genetistas419. El desarrollo de nuevas técnicas y métodos en ese campo es lo que ha permitido
generar valiosas informaciones que constituyen nuevos elementos de juicio a tomar en cuenta.
También se han puesto a consideración argumentos desarrollados por la lingüística.
La genética se ha enfocado a la investigación tanto de la composición genética de las
poblaciones americanas, como de sus configuraciones fenotípicas a nivel osteológico.
a) Respecto a la primera, con las nuevas técnicas de genética molecular, los avances
más significativos se han dado en relación a la investigación del ADN mitocondrial, seguidas
de los estudios sobre ADN nuclear y del cromosoma Y [ver Stone 1999, Merriywether 2000], así
como de los sistemas inmunológicos. La proliferación de trabajos en ADNmt se han debido a
su relativa mayor facilidad de duplicación en laboratorio y a la ventaja de que se transmite por
línea materna sin recombinarse, permitiendo el seguimiento de linajes a escalas temporales de
varios milenios. Siendo las mutaciones en algunos de sus loci las que permiten la
identificación de haplotipos que integran haplogrupos definidos y distintivos. Así es como se
han identificado los haplogrupos básicos de la gran mayoría de las poblaciones indígenas
americanas, denominados A, B, C, D y X.
419
Tal vez debemos aclarar que, cuando hablamos de genetistas, no nos referimos sólo a los investigadores
dedicados a la genética molecular, sino también a loos osteomorfólogos abocados a temas de genética.
Arqueología, genética y lingüística. 497
Las migraciones.
Como señalan acertadamente Powell y Neves,
Migration/founder models ultimately have their roots in diffusionism, which is at
odds with neo-darwinian concepts of population variation and adaptation [...]
Models of colonization and replacement based on skeletal morphology tend to
demarcate populations geographically, and give little attention to microevolutionary
processes... [Powell & Neves 1999: 24]
No obstante, es un hecho que los procesos de poblamiento del Nuevo Mundo,
implicaron necesariamente migraciones poblacionales, las que se explicarían según diversos
modelos.
a) El modelo de las tres migraciones fue originalmente propuesto por Turner
[1983] sobre la base de tres subdivisiones que establece en el patrón dental que denomina
420
Términos bastante imprecisos y excesivamente generales que, por lo mismo, muchos autores han criticado
[p.ej., Lorenzo 1987, Clermont 1992].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 498
sinodonte (primer molar de tres raíces e incisivos en forma de pala 421). La primera migración
sería la antecesora de la mayoría de las poblaciones americanas. La segunda antecedería a los
pueblos del interior de Alaska y la costa noroccidental de Norteamérica. La tercera
correspondería a la de los pueblos eskimo-aleutianos de la franja costera de Alaska. Esta
hipótesis sería apoyada por estudios genéticos de Williams y su equipo, basados en el análisis
de anticuerpos (inmunoglobulina G; Williams et al. 1985). Posteriormente, a la información sobre
morfología dental y genética, Greenberg et al. [1986] agregarán su interpretación de la
existencia de tres grupos lingüísticos que denominan Amerindio, Na-dene y Eskimo-
aleutiano, que correlacionan con las tres "oleadas" poblacionales antes mencionadas422.
Expresamente, este planteamiento señala que es compatible con la hipótesis de los Clovis
como primera población americana.
b) Mas recientemente, diversos autores -trabajando con ADNmt- coinciden en
que la diversidad de los haplogrupos o linajes "fundadores" en la gran mayoría de las
poblaciones americanas modernas podría explicarse a través de una sola oleada poblacional
temprana, bajo el supuesto que la población asiática originaria tendría una composición
genética similar [Merrywether et al. 1995, Lorenz y Smith 1997]. Más específicamente, Meriwether
[2000] afirma que el poblamiento americano obedece a una población mongoloide y así se
explicaría el que esos marcadores genéticos se encuentren presentes en la gran mayoría de las
poblaciones nativas americanas.
Dado que la diferenciación del tipo mongoloide, aún en Asia, ocurre en el
pleistoceno tardío, tendríamos que considerar que el poblamiento americano sería aún más
tardío. Y, aunque esta interpretación tiende a coincidir con quienes suponen que la población
originaria en América es mongoloide y portadora de la cultura Clovis, autores como Bonatto y
Salzano [1997b], también partidarios de una sola migración, proponen una cronología de
30.000 a 40.000 años, al menos para la separación de la población americana respecto a sus
ancestros asiáticos. Stone, por su parte, calcula una fecha mínima de 16.000 a 26.000 años
para la separación de las poblaciones americanas423. Stone, al igual que Bonatto y Salzano,
coincide con la propuesta de Szathmáry [1993] que explicaría las particularidades de los Na-
Dene y Eskimo-Aleutianos suponiendo una oleada poblacional hacia el Nuevo Mundo, de la
cual algunos grupos logran pasar los glaciares, mientras otros quedan bloqueados en
Beringia, expandiéndose posteriormente hacia Canadá, con el retroceso de los hielos.
421
Para distinguir entre el patrón sinodonte y el sundadonte, que existieron en el pleistoceno tardío en Asia,
Turner define 28 rasgos clave. No obstante, desafortunadamente hay antropólogos que diagnostican de buenas a
primeras un patrón sinodonte sólo a partir de la observación de la forma general de los incisivos.
422
Merece anotarse que, en dicho texto, se advierte que "it should be emphasized that we view the
interpretation of the genetic data as secondary support for the primary inferencies based on lingüistic and
dental data" [ob. cit.: 486]. De hecho, refiriéndose a muestras de ADNmt, se aclara que "Unfortunately, the
necessary Na-Dene and Aleut-Eskimo data hve not yet been collected, but they will be"[id.: 488].
423
Esto, considerando una tasa media de mutaciones relativamente rápida. La misma autora considera que es
probale una tasa más lenta, que daría un rango de fechas entre 23.000 y 37.000 años [ver Mammoth Trumpet,
vol. 12, nº 3, 1997].
Arqueología, genética y lingüística. 499
el Llano" es claro, así como lo son sus rasgos mongoloides, cuando concluyen que hubo al
menos dos poblaciones paleoamericanas claramente diferenciadas.
Mientras Steele y Powell resumen las investigaciones de morfología
426
craneofacial de la última década , en los siguientes puntos: 1) Los restos americanos más
antiguos presentan características claramente distintas de los indígenas americanos del
holoceno tardío o de las poblaciones recientes; 2) los paleoindios norteamericanos se
asemejan más a poblaciones prehistóricas tardías o vivas del sudeste asiático que a las del
noreste asiático, 3) los paleoindios sudamericanos presentan mayores semejanzas con los
paleoindios norteamericanos que con cualquier otro grupo de nativos americanos vivos o ya
desaparecidos; 4) los paleoindios sudamericanos, si bien se asemejan a los paleoindios
norteamericanos, se distinguen de ellos por su mayor semejanza con muestras de poblaciones
australianas y africanas; 5) los paleoamericanos de ambos continentes se acercan más a las
poblaciones "arcaicas" del holoceno medio que a las poblaciones prehistóricas tardías o a los
nativos americanos vivos y, 6) hay tanta variación en las poblaciones americanas del holoceno
medio como en las prehistóricas tardías. [Steele y Powell 2002: 112].
Por su parte, Lalueza et al. [1996], analizando el ADNmtn de cuatro grupos
étnicos recientes de Fuego-Patagonia427, reportan la absoluta ausencia de los Haplogrupos A y
B en esas poblaciones. Lo cual, sumado al hecho de la presencia decreciente del haplogrupo A
hacia las latitudes más meridionales y la ausencia del B en latitudes mayores a 55° Norte en
Asia y América, es interpretado en términos de que
...the first settlers entering America 21000-14000 years ago already lacked both mtDNA
lineages . [ob. cit.:41]
Lo cual supone que dichas etnias del "fondo de saco" austral serían
descendientes de esa primera población que precedería a los ancestros paleoindianos de los
amerindios. Lo cual parece compatible con la afirmación de Neves, Powell y Ozolins [1999]
en cuanto a que la morfología de los restos de Pali Aike presentarían afinidades con la
población brasileña relacionada con "Luzia" y que representarían a la primera población, no-
mongoloide. Como veremos más adelante, desde el punto de vista arqueológico el problema
es algo más complejo.
d) Brown y sus colegas [Brown et al. 1998], analizando una muestra amplia de ADNmt
en poblaciones indígenas americanas, confirman la existencia de un haplogrupo que, en
investigaciones anteriores [Ward et al. 1991, Torroni et al. 1993], se presentaba en haplotipos
diferentes a los reconocidos A, B, C y D. Por su similitud con el haplogrupo X, presente en
poblaciones europeas, se pensó que serían casos debidos a contactos postcoloniales. Incluso,
cuando se sostenía que el hombre de Kennewick tendría rasgos caucasoides428, se prestó a
426
Donde no se incluyen algunos restos importantes, como Buhl Site o Peñón III .
427
Aunque dos de ellos -selk'nam y yámana- ya están extintos y de los otros dos -kawéshqar y aónikenk- solo
perviven unos pocos individuos. La muestra incluye, además, restos de dos individuos de Patagonia austral y
Tierra del Fuego, fechados en 4.030 y 5.000 a.p. respectivamente.
428
Luego se observó que esos rasgos son más bien semejantes a los de poblaciones polinesias o a los Ainu del
Japón.
Arqueología, genética y lingüística. 501
Microevoluciones.
Con la novedad y el auge de los estudios de genética molecular, que se ocupa más de
fenómenos de amplia escala, antiguas migraciones u "oleadas poblacionales", se han
descuidado las investigaciones de los notables cambios que pueden manifestarse a nivel
fenotípico, debidos a procesos microevolutivos, como efectos de adaptación, selección
natural, deriva génica o flujos genéticos. Además de la incidencia de factores sociales en la
apertura o cierres de las redes de apareamientos u otras formas de selección social.
429
Además de las poblaciones algoquinas, se ha encontrado en restos de un cementerio arqueológico en Norris
Farms Oneota (Illinois), en Vantage (Washington) e incluso en tres muestras amazónicas, una fechada en 1.000
a.p. y las otras dos en 4.000 a.p..
430
Ver Derenko et al. 2001.
431
Como la secuencia de Meadowcroft y Cactus Hill al "complejo El Llano" en Norteamérica, o la "tradición
foliácea" de los antiguos cazadores panandinos y la de los cazadores recolectores australes (con 'colas de
pescado') en Sudamérica.
432
Aunque, a propósito de los rasgos dentales, en Greenberg et al. [1986: 480] se afirma que "There is no
support in this genetically sensible spatial pattern for theorizing that Native Americans originated in Europe or
that they are some form of European-Asian hybridization".
433
Las industrias comparables a las del paleolítico superior europeo aparecen en las postrimerías del
pleistoceno y se desarrollan en pleno holoceno (cultura de Xiachuan, en China).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 502
Estimaciones cronológicas.
Existen muchas estimaciones acerca de cuándo pudo ocurrir, o afirmaciones sobre cuándo
habría ocurrido, el ingreso de las primeras poblaciones humanas al Nuevo Mundo, con base
en antecedentes geomorfológicos, genéticos o lingüísticos.
Desde la geomorfología y la paleoecología se ha especulado en relación a cuáles
fueron los momentos en que el paso de grupos humanos desde Asia a América era viable. Y
se han debatido al respecto algunos temas principales: el de Beringia como puente
continental, el del corredor Lauréntido como vía posible de paso desde Beringia al centro de
Norteamérica, el de un posible corredor costero, alternativo al Lauréntido, y el de las
condiciones paleoambientales que habrían permitido la travesía y el abastecimiento
alimenticio durante la misma.
434
Como se afirma en Greenberg et al. [1986: 486] "microevolutionary components of human population
structure such as genetic drift, inbreeding, and gene flow can interact with natural selection to obscure the
genealogical relationships of Native Americans [...] Trying to decipher these 12,000 + years of population
history is a very complex undertaking, specially with a data base of 20 th- century genetic data."
435
Algunos de estos procesos microevolutivos pueden implicar cambios importantes, como el tránsito de la
dolicocefalia a la braquicefalización [Rothamer et al. 1982].
436
Hay autores que cuestionan la validez de tales inferencias, realizadas sin mayores ponderaciones [p.ej., van
Vark y Williams 2003].
Arqueología, genética y lingüística. 503
El tema del puente terrestre se explica por los descensos del nivel del mar, que se
dieron cuando esas aguas formaban masas de hielo sobre los continentes, dejando expuesta la
plataforma marítima que habría permitido el paso a pié por tierra firme. Si bien hay que tomar
en cuenta que
Durante un interglaciar o interestadial, las condiciones del mar de
Bering en el estrecho del mismo nombre y en el Pacífico Norte, así como en las
costas del Océano Ártico, son las que existen en la actualidad, con mínimas
diferencias, si es que existe alguna. De acuerdo con ello el mar de Bering y el
estrecho, están cubiertos de hielo en su mayor parte, teniendo la mayor extensión en
el mes de febrero, área que se va reduciendo hasta que el mar ocupa todo a fines del
verano y gran parte del otoño, cuando el hielo vuelve a establecerse. [Lorenzo 1987:
141]
De manera que, en principio, cuando no había corredor terrestre, era posible cruzar
Bering, como lo hacen hoy los inuit, en la estación en que el mar se congela. Si bien es la
época de grandes tormentas, que harían difícil el paso.
La explicación de cómo se desplazaron esos grupos humanos desde Alaska hacia el
sur es posiblemente un problema más crítico. Ello por cuanto, durante los avances glaciares,
los grandes casquetes de hielo debieron ser una barrera formidable. De ahí que tenga
importancia la hipótesis del "corredor" Lauréntido, un espacio entre los frentes del campo de
hielo Cordillerano, al oeste y el Lauréntido, al oriente. Parece claro que ambos frentes se
juntan desde hace unos 22.000 años, hasta los 12.000 a.p., fechas en que el desplazamiento
desde Alaska sería imposible.
De ahí que, sobre todo cuando se piensa que el poblamiento americano no se dio
antes de unos 22 milenios, es necesario encontrar una alternativa. Y es Fladmark [1979] quien,
mostrando la impracticabilidad del corredor Lauréntido, propone una ruta a través de un
corredor costero, que se habría formado precisamente con el descenso del nivel del mar437.
Hipótesis retomada más recientemente por Dixon [1999].
No obstante, si se acepta la posibilidad de una migración anterior a 22 milenios
La realidad hace innecesario buscar corredores puesto que el paso de
norte a sur pudo hacerse con facilidad durante el Farmdale, de 28 a 22.000 o durante
el Altoniense, de 70 a 28.000, cuando los hielos, efectivamente, no coalescieron.
[Lorenzo ob.cit.: 153-154]
Claro está que, si es verdad que el "paleoindio" norteamericano de tipo Clovis438 fue
desarrollado por poblaciones mongoloides -tipo físico que se habría desarrollado en Asia
después de las fechas de la Caverna Superior, prácticamente hacia el neolítico439-, entonces la
437
La viabilidad de este corredor costero también es puesta razonablemente en dudas por Lorenzo [1987: 149-
153].
438
Si hubo otras poblaciones paleoamericanas, con modos de vida y culturas diferentes al complejo El Llano,
necesariamente tuvieron que habitar también, por algún tiempo, en Norteamérica.
439
"...parallel sudies (ee.g., van Vark and Dijkema 1988) which used a morphometric analysis to suggest that
Zhoukoudian Upper Cave (U.C.) specimen 101, dated at ca. 20,000 years, belonged to a population that was
unlikely to be ancestral to recent East Asians and that 'Neolithic replacement is the most reasonable explanation
of the morphometic differences ' (between the U.C. 101 skull and the skulls of recent Chinese)" [cita en van Vark
et al. 2003: 181]
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 504
identificación de un corredor que hubiera permitido la migración hacia el sur entre hace 22 y
12 milenios sí sería un problema. Esto, aún cuando, antes de esas fechas, ya hubiera ingresado
desde Asia una población distinta.
Desde la genética molecular, bajo el supuesto de que la tasa media de las mutaciones
que distinguen a los haplogrupos y su grado de diversificación interna implicarían
dimensiones temporales regulares, se han realizado diversos cálculos acerca de la cronología
de los momentos de separación de los linajes americanos respecto a sus ancestros asiáticos, o
del desarrollo del rango de variabilidad de los mismos en América, a partir del paso por el
"cuello de botella" de Bering, por la vía que fuese.
El hecho es que las diversas estimaciones acerca de las fechas en que los "linajes
fundadores" se separan de sus precedentes asiáticos o de los comienzos de la diversificación
supuestamente desarrollada en América varían, según los autores, entre 11.000 y 40.000 años.
Eshleman, Malhi y Smith nos explican, en una buena síntesis, algunas de las razones
a las cuales se deben tan notables divergencias. Por ello los citaremos con cierta extensión:
The calculation of mutation rates has achieved certain tautological qualities as well:
Attempts to calculate a rate of mtDNA sequence divergence used the peopling of the
Americas, assumed to have occurred between 12,000 and 20,000 years BP as a
benchmark at a time when relatively few Native American samples had been
analyzed.
Other estimated are based [...] on the accumulated diversity in the New World
using coalescent theory. Such estimates exhibit a variability that in all probability is
too large to be usefull for selecting among alternative hypotheses regarding the
initial peopling af the Americas. [Eshleman et al. 2003: 12]
Más adelante, agregan
It has been demonstrated that molecular estimates do not always match the
empirical data [...] This discrepancy between the molecular estimates and the
molecular archeological record provides no confidence in molecular estimates of the
times of past events when those estimates are derived solely from studies of living
populations. [Ibídem]
que es el caso de la mayoría de los cálculos realizados para estimar la profundidad temporal
de la diversificación en poblaciones americanas.
En suma, tal como apuntan los autores citados, el rango de estimaciones -de 11 a 40
milenios- no nos permite ninguna discriminación como para optar en favor de cualquiera de
las hipótesis razonables sobre la cronología del poblamiento americano.
Por otro lado, se ha puesto de moda entre los arqueólogos el referir aportes de la
lingüística en apoyo de las distintas hipótesis en juego. Habrá quienes se dejen impresionar
bien por ello. En unos , refieren los trabajos de Greemberg, Turner y Zegura [1986] quienes
se manifiestan explícitamente en favor de la hipótesis de Clovis como los primeros
americanos. Mientras quienes sostienen un poblamiento anterior se apoyan en la
argumentación de Johanna Nichols, quien propone fechas de 35 milenios para explicar la
diversidad lingüística presente en América.
Arqueología, genética y lingüística. 505
Observaciones metodológicas.
Nos referiremos brevemente a un par de cuestiones metodológicas de orden muy general:
a) Inconmensurabilidad. Parafraseando a Kuhn, una de ellas tiene que ver con el
hecho de que algunas de las principales propuestas en discusión, diferentes y opuestas, no
pueden ser evaluadas por falta de homogeneidad de los criterios necesarios para la evaluación.
Es decir, se procesan diferentes clases de información -donde las variables consideradas son
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 506
diferen0tes- de manera que los resultados no son comparables. Sólo pueden ser evaluados
respecto al rigor de obtención de información y consistencia lógica interna de los
procedimientos inferenciales o la compatibilidad lógica con sus supuestos ontológicos. Pero
los resultados permanecen incomparables. Esto no es un defecto si consideramos, de acuerdo
a un concepto materialista de objetividad, que hay otras dimensiones de la misma realidad
respecto a los cuales las propuestas pueden ser contrastadas.
No obstante, hay temas relevantes que pueden y deberían dirimirse homogeneizando
las variables para efectos de contrastación. Uno de estos temas centrales es el de si hubo uno,
tres o más pueblos ingresando a América. Así, por ejemplo, la propuesta original de
Greemberg , Turner y Zegura, no era comparable con los resultados de los estudios de
ADNmt, porque se basaba principalmente en variables lingüísticas y de morfología dental y,
secundariamente, en estudios genéticos basados en caracteres inmunológicos.
Pero para nosotros un tema crucial respecto al poblamiento temprano -prescindiendo,
por el momento de las diferencias genético-cronológicas posibles de los Na-Dene y Eskimo-
Aleutianos-, es el de si en el pleistoceno tardío ingresó una sola población o hubo más de
una. En el primer caso, pudo ser Clovis o los antecesores más o menos directos de Clovis y el
complejo El Llano. De acuerdo a dicha propuesta [p.ej., Merriwether], toda la diversidad
cultural manifiesta desde antes y durante la breve fase Clovis (11.200-10.900 a.p.) obedecería
a los antecesores del pueblo Clovis. Sin embargo, nuestras hipótesis, basadas en la
organización de la información cultural -arqueológica- son mucho más compatibles con las
propuestas de Neves, Puciarelli y colaboradores, que suponen una población diferente a la
mongoloide, presente desde fines del pleistoceno en Sudamérica.
El problema está en que las variables manejadas en ambos casos son diferentes y los
resultados, por lo tanto, incomparables. Quienes postulan una sola migración temprana, de
rasgos mongoloides, trabajan principalmente sobre ADNmt. La propuesta de una población
diferente, australo-melanesia, resulta de análisis de morfología craneofacial 440. Con este
último procedimiento sólo se ha realizado una comparación directa de restos antiguos -los de
Lapa Vermelha IV y Buhl Site- que corrobora el carácter mongoloide del complejo El Llano
en Norteamérica, mostrando claras diferencias con una de las poblaciones tempranas de
Sudamérica. Pero no sabemos, por ejemplo, cuáles son los haplotipos de los restos tempranos
de Brasil y de Colombia (ni los de Pali Aike) que corresponderían a dichas poblaciones
meridionales, morfológicamente diferentes441. Tampoco está claro que las poblaciones
"paleoindias" de Norteamérica sean tan homogéneas. Así, desde el punto de vista
morfológico, hay quienes sostienen que los amerindios norteamericanos serían algo diferentes
a los sudamericanos, pareciéndose más a los ainu442.
440
Con la excepción de algunos trabajos puntuales, como el citado de Lalueza y su grupo.
441
A través de la versión en Internet de Hoje em dia, un reportaje del periodista Ney Soares Filho nos informa
que la investigadora Juliana Alves da Silva, bajo tutoría de Vânia Prado, del equipo de Sergio Danilo Pena, ha
comenzado a procesar muestras de ADN de restos de Lagõa Santa en el instituto Max Planck, si bien tardaremos
en conocer los resultados.
442
Características que se atribuyen también a los cráneos de Spirit Cave y Kennewick.
Arqueología, genética y lingüística. 507
Consideraciones ontológicas.
Un problema similar se presenta al comparar los resultados e hipótesis de las investigaciones
arqueológicas con los de los estudios de biología humana. Pero el problema de fondo, en este
caso, es ontológico y tiene que ver con cómo se concibe la relación entre lo social (o lo
"cultural") y lo biológico desde distintas posiciones teóricas443.
Así, por ejemplo, es claro que cuando se da, de hecho, una correlación entre
los hablantes de una lengua y el tipo físico de la población que la habla, debe haber alguna
conexión explicable a través de la singular historia de dicho grupo social. No obstante, ni en
la teoría ni en los hechos existe una conexión necesaria entre una lengua determinada y,
digamos, la forma de los dientes o entre determinadas formas dialectales y la estatura media
de la población. Y, aunque difícilmente algún autor se atrevería a hacer afirmaciones
semejantes, alguna conexión no explicada está implícita en la base de la presentación
empírica de tales correlaciones. Y así como nada impide que un porcentaje de población
sundadonte se comunique a través de lenguas clasificadas como "amerindias", nada indica que
poblaciones "australo-melanesias" hayan desarrollado tecnologías líticas expeditivas no
estandarizadas debido a la carencia de los genes mongoloides que se asociarían a las
poblaciones productoras del instrumental especializado de los grupos sociales
arqueológicamente clasificados como "Clovis".
Respecto a este tema, concordamos con la ya referida afirmación de Powell y
Neves en cuanto a que, tras las diversas hipótesis acerca de las migraciones hacia América,
están presentes las viejas tradiciones difusionistas de la antropología física, que se
corresponden con posiciones teóricas asumidas también en la antropología "cultural" y en la
arqueología. Y, entre éstas -cuyo objetivo cognitivo es básicamente la descripción- y las
443
Ver el concepto de posición teórica en Gándara [1993] y Bate [1998].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 508
posiciones evolucionistas que asumen como objetivos la explicación, estamos más cerca de
las últimas. No obstante, se trata de concepciones evolucionistas limitadas al campo de la
biología, que no pueden dar cuenta de las estructuras y procesos sociales. Lo que no significa
que los autores sean siempre ajenos a la pretensión de explicar procesos sociohistóricos. Si
bien la fórmula retórica "políticamente correcta" -que indicaría prudencia en este sentido-
consiste en afirmar que sus resultados son o no "compatibles" con tal o cual interpretación
social o histórica. Con lo cual parecería que todo está en orden: al fin y al cabo, se trata de
biólogos que hacen lo suyo para contribuir a un campo del conocimiento que requiere de
colaboración multidisciplinaria. Por lo demás, se ven peor los arqueólogos -supuestamente
científicos sociales- que, eludiendo la especificidad del fenómeno social, pretenden reducir la
explicación de los procesos históricos a través de las categorías del evolucionismo biológico.
Al respecto, nos parece pertinente retomar algunos puntos planteados en un trabajo
anterior [Bate y Terrazas 2002] acerca de la exportación teórica de un campo disciplinar a otro.
Se trata, en este caso, del uso, en el campo de la arqueología, de conceptos originados en la
biología. Consideramos que los intercambios teóricos pueden ocurrir en tres niveles. En el
primero, algunos términos y nociones son manejados como metáforas en la disciplina
receptora. Sería el caso de ideas como la de la complejidad, que posee un sentido preciso en la
teoría de lo números y en la física mecánica. Es algo más difícil de delimitar en la biología y,
definitivamente, no ha podido ser aplicado de manera axiomática en las ciencias sociales
donde, no obstante, ha estimulado algunas ideas originales en investigadores de modelos y
procesos no lineales.
En un segundo nivel, algunos conceptos separados de sus contextos originales
son tomados en "préstamo" e integrados en posiciones teóricas diversas. Es el caso del intento
de adopción de nociones sistémicas desde el materialismo histórico, o de la aplicación del
término adaptación a la organización de las actividades subsistenciales de grupos cazadores
recolectores. Y se ha extendido la moda, entre numerosos colegas en América -quienes no se
han formado necesariamente en el ámbito de la ecología cultural-, de clasificar a los grupos de
cazadores recolectores en términos de sus "adaptaciones" (adaptaciones costeras, adaptaciones
selváticas, adaptaciones de altura, etc.), sin considerar que el espacio de habitación y
subsistencia no determina necesariamente el modo de vida del grupo, si bien puede
condicionar particularidades del mismo. Sobre todo, cuando la mayoría de las sociedades
humanas, incluyendo las de desarrollo tecnológico simple, se caracterizan porque, lejos de
amoldarse paulatinamente a las condiciones extremas impuestas por el medio (que es lo que el
concepto duro significa en biología), tienden a transformar esas condiciones, adecuándolas a
sus necesidades, según las características de su organización social. Por ello, resulta
desafortunada la trivialización de conceptos como éste, cuando son mal comprendidos y peor
aplicados444.
Algo similar se debe decir del concepto de migración que, en biología tiene un
sentido poblacional y demográfico bien definido, pero en la arqueología suele interpretarse de
444
Ver, al respecto, los acertados comentarios de Gnecco 2003.
Arqueología, genética y lingüística. 509
445
Entre los cuales, al Menos Neves y sus coautores, se ocupan de ofrecer definiciones explícitas, lo mismo
que cuando toman términos de la literatura arqueológica.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 510
Sugerencias.
De lo anteriormente expuesto, surgen algunas sugerencias más o menos obvias, que
sintetizaríamos en los siguientes puntos:
a) Aún cuando el manejo de diferentes clases de información permite aparentar una
supuesta amplitud de criterios, hay resultados de investigaciones que, por el momento
-mientras no garanticen mucho mayor precisión- deberían ser excluidos de las
argumentaciones en torno al tema del poblamiento americano448.
Es claramente el caso de los aportes de la lingüística que, independientemente del
mérito de las investigaciones de los autores citados, generan conclusiones a través de
procedimientos que no garantizan la más mínima confiabilidad al ser proyectados a las
cronologías implicadas. Por lo demás, la misma clase de información en que se basan, puede
ser razonablemente interpretada en sentidos completamente distintos, como lo muestra con
claridad Nettle [ob. cit.].
Similar es el caso de las estimaciones cronológicas basadas en la tasa de mutaciones
o el grado de diversificación, realizadas por la genética nuclear. Es obvio que, todavía, las
estimaciones tienen un rango tal de flexibilidad e imprecisión que igual arrojan fechas de 11
que de 40 milenios, según la manipulación a que se someta la información. Lo cual no
contribuye en nada a acotar las cronologías de los eventos en cuestión, que es de lo que se
trata.
Por lo demás, también es claro que no se trata de resultados independientes de
los planteamientos generados por los arqueólogos respecto al poblamiento continental.
b) Los resultados de las investigaciones geomorfológicas y ambientales del
cuaternario tampoco contribuyen a definir claramente los rangos temporales posibles del
ingreso a América desde Asia desde que, si hubo puentes terrestres o no, el paso pudo darse
caminando sobre el mar estacionalmente congelado.
446
Estos y otros conceptos han sido desarrollados en el artículo Sobre el modo de reproducción en sociedades
pretribales [Bate y Terrazas 2003], presentado como ponencia a la VII Reunión Internacional de la ALAB en
México. Se encuentra en prensa en Bate: Propuestas para la arqueología, Editorial Bellaterra.
447
Ver Bate 1978 y 1984.
448
Obviamente, no queremos decir que nuevas o diversas informaciones deben ser ignoradas.
Arqueología, genética y lingüística. 511
No obstante, todas las novedades que se van produciendo en esos campos son
relevantes para explicar cómo y por dónde pudieron desplazarse y resolver la subsistencia una
o más poblaciones, con gente suficiente como para iniciar la ocupación de todo el continente.
Sin duda, en este sentido, si será muy importante saber más claramente si hubo y cuándo fue
transitable un corredor lauréntido o costero. O qué condiciones hubo antes de hace 22.000
años, si es que el poblamiento americano tuviera una antigüedad mayor, posibilidad que no
debe ser descartada.
c) En cualquier caso, la arqueología deberá remitirse a sus propios
procedimientos de obtención y evaluación de datos e información cultural y cronométrica
para fundar sus hipótesis así como las de la antropología física.
d) Tanto para la genética como para la arqueología resultaría en una mayor
productividad investigativa el desarrollar nexos de colaboración más estrecha. Lo cual, como
declaración general de buena voluntad, no es más que una perogrullada. Por lo que resultaría
necesario definir de manera más precisa las condiciones que harían que tal vinculación una
condujera a una racionalización y optimización de la investigación en ambos campos.
Hasta ahora, como hemos mencionado, la mayor parte de las investigaciones
genéticas se han orientado de manera muy general en torno al tema de moda impuesto
principalmente por arqueólogos norteamericanos: la disyunción "pre-Clovis-Clovis first".
Ello, sin una evaluación crítica sobre la relevancia del tema, ya que se considera que sería el
"debate" central de la arqueología americana, aún por parte de investigadores distantes de los
grupos de investigación y docencia en Norteamérica. Esta situación se explica, en parte, por el
hecho de que las instituciones norteamericanas están en notable ventaja económica449 para el
financiamiento de investigaciones en campo y laboratorio, de reuniones y eventos de
intercambio académico o de publicaciones que compendian los trabajos más recientes.
Instancias de las que no sólo participan arqueólogos norteamericanos, sino también muchos
colegas latinoamericanos que obtienen apoyos para acceder a las mismas. Situación que se
presta para la imposición de temas y autores de moda.
Sugeriríamos a los colegas genetistas tomar en consideración una serie de
variables para evaluar las hipótesis de los arqueólogos que buscan contrastar en sus propias
investigaciones. Consideraciones similares a las que deberían tener en cuenta los arqueólogos
a la hora de citar a los genetistas:
1) Que los temas relevantes en la investigación no son necesariamente los que están de
moda. Tampoco los investigadores más importantes son necesariamente los que aparecen en
todas las primeras planas. Pues, si bien es cierto que hay unos pocos expertos en la
integración de buena academia y mercadotecnia, lo más frecuente es que un buen grupo de
oportunistas coyunturales de poca monta se las arregle para aparecer en todas las fotos.
449
Finalmente, el imperialismo económico se basa en la apropiación, por todos los medios de extorsión y
carente de cualquier escrúpulo, de gigantescos volúmenes de plusvalor generado por la fuerza de trabajo de los
países "subdesarrollados" hacia los centros de la economía transnacional.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 512
2) Que la confiabilidad del manejo de información en que los arqueólogos apoyan sus
propuestas es muy desigual en distintas escalas y temáticas. Lo más frecuente es que cada
investigador conozca bien sus sitios y materiales y tenga una buena información del contexto
de su zona o región, pero no posea una referencia muy precisa de los contextos continentales.
Y también es lo más usual que, en esos casos, limiten prudentemente sus propuestas a las
áreas o temáticas que conocen mejor.
Pero, cuando se discute un tema como el del poblamiento americano, tenemos
situaciones diversas. Algunos autores -como Bryan [1986 o 2000]- presentan atinadas
propuestas y argumentaciones a nivel continental. Pero muestran una desafortunada falta de
análisis crítico del registro de los sitios concretos. Otros -como Roosevelt [1999]- conocen
muy bien su sitio y su zona pero, en sus generalizaciones continentales, cubren con audacia la
falta de conocimientos detallados acerca de otras áreas sobre las que escriben.
De manera similar, hay que considerar que los arqueólogos se especializan en
diferentes aspectos del registro. En este sentido, es frecuente que haya colegas muy bien
informados acerca de los aspectos paleoambientales, botánicos o zoológicos, pero tengan muy
vaga idea de tecnología y tipología lítica. Tema este que sí es relevante cuando tratamos del
registro de pueblos cazadores recolectores. Y así encontraremos, sorprendentemente, que no
son pocos los autores que nos hablan (y escriben) de industrias o instrumentos "unifaciales"
para referirse a artefactos de astillamiento marginal. O cuando, en referencia a las técnicas de
talla bifacial Clovis se dice: "including long, regular, diagonal, parallel soft-hammer
thinning" [Roosevelt et al. 2002: 170] es obvio que no se entiende lo que se cita. Las preformas
bifaciales, ciertamente se rebajan con percutor suave. Pero el astillamiento laminar paralelo,
largo y oblicuo, no se obtiene por percusión, sino por presión.
3) Que el conocimiento arqueológico de las sociedades cazadoras recolectoras se ha
integrado en distintos niveles como: a) los "indicadores" del registro arqueológico, b) la
inferencia de características de la organización social, generalmente consideradas de manera
parcial y, c) la explicación causal de los procesos históricos considerando la totalidad social
[ver Bate 1992: 130 y ss.]. Obviamente, es preferible una investigación orientada desde un mayor
nivel de integridad. Es decir, desde un nivel de integración teórica con buen manejo de
información empírica. Pero también en esto hay desigualdades. Y se da el caso de colegas
brillantes en la teoría, que carecen de información empírica más allá de la que "ilustra" sus
generalizaciones. Afortunadamente no es una situación común en la discusión sobre el
poblamiento americano. Por otro lado, hay quienes poseen un muy buen manejo de campo y
de información empírica, pero cuando dicen "teoría"450 sólo se escucha un rebuzno.
4) Que en la arqueología, como en cualquier disciplina científica, siempre existen
diferentes posiciones teóricas, que definen diferentes concepciones acerca de la realidad
estudiada y de las formas adecuadas para su investigación, que definen la relevancia de las
preguntas que se plantea la investigación, etcétera [ver Bate y Terrazas 2002]. Pero es diverso el
grado de conciencia y de consistencia con que los investigadores asumen la o las posiciones
450
Con frecuencia, para calificar despectivamente a "los teóricos".
Arqueología, genética y lingüística. 513
Un par de ejemplos.
Se expondrán, a manera de ejemplos, dos casos tal como han sido tratados por los genetistas y
cómo se explicarían, desde nuestro punto de vista, a partir de los antecedentes
arqueológicos451:
a) No es casualidad que los diversos cuestionamientos a la posición que
considera al pueblo Clovis como el ancestro americano provenga de arqueólogos
norteamericanos que han trabajado en Sudamérica [Dillehay 2000, Roosevelt et al. 2002], desde que
el volumen de información sudamericana sobre el tema es un sólido argumento contra tal
supuesto.
Por lo que a nosotros respecta, nos parece claro que la posición "Clovis first"
es insostenible desde que hay registros confiables suficientes como para arbitrar tal debate por
la vía empírica. En su momento, la propuesta de Martin [1973] constituyó una hipótesis
importante, por cuanto señalaba acertadamente la debilidad documental de los registros
argüidos como muy antiguos y ofrecía un modelo posible para explicar las extinciones de
fauna pleistocénica. No obstante, es un modelo indefendible a la luz de la información actual,
que revela claramente la existencia de pueblos culturalmente diferenciados anteriores y
contemporáneos a Clovis a lo largo de todo el continente. Lo cual se puede apreciar muy bien
desde los registros sudamericanos, que seguramente se originaron en pueblos que se
desplazaron con anterioridad en la América septentrional.
Acá nos referiremos a una propuesta que uno de nosotros ha venido
sosteniendo hace más de veinte años, en relación al poblamiento sudamericano. Afirmábamos
entonces que
El panorama de la evidencia actualmente disponible muestra que hacia el
12,000 a. P., había por lo menos tres grandes poblaciones, diferenciables en sus
manifestaciones culturales y cubriendo ya casi todo el continente. [...]
451
Dadas las limitaciones de espacio y para efectos de una referencia sumaria a los registros arqueológicos
conocidos en el medio, tomamos principalmente algunos elementos característicos de la industria lítica. No
obstante, es claro que la identificación de una cultura arqueológica no puede reducires sólo a esos elementos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 514
acervo de información arqueológica disponible para Sudamérica nos sugiere que el panorama
puede ser bastante más complejo453.
En primer lugar, debemos tomar en cuenta que prácticamente no tenemos en
Sudamérica restos humanos claramente datados que excedan los 10.000 años radiocarbónicos
sin calibrar. Hay probablemente un individuo en Santana do Riacho de entre 10 y 11 milenios
y no se puede afirmar, como se ha hecho reiteradamente, que "Luzia" sea el resto más antiguo
de América. La mayoría de los restos tempranos confiablemente datados están en el rango de
9.900 a 8.000 años de antigüedad. Pero, para entonces, ya no sólo estaban los descendientes
de las tres grandes poblaciones que mencionamos y que mantuvieron tradiciones
culturalmente identificables, sino había también otros pueblos culturalmente diferenciados
entre hace 11.000 y el 10.500 años y cuyas posibles conexiones con los anteriores no están
claras.
Uno de ellos se diferencia en la región surandina entre el 10.800 y el 9.600 a.P. en
los sitios de Tuina, San Lorenzo, Chulqui y San Pedro Viejo de Pichasca, en el norte de Chile
e Inca Cueva 4 y Huachichocana, en el noroeste argentino, dando origen a una tradición
andina con uso de puntas triangulares, que alcanzará gran desarrollo en los milenios
posteriores [ver Bate 1983, t. 1: 262]. También hay restos humanos tempranos asociados a estas
ocupaciones en Huachichocana.
Otra modalidad cultural que se desarrolla claramente entre el 10.500 454 y hasta el
8.000 en las regiones ecuatorial y central de los Andes, tiene probablemente su origen en el
"complejo Canaima" de Venezuela (pésimamente excavado y fechado "a ojo"). Se encuentra
en Cubilán, Ecuador, y se desarrolla en Perú como Paiján-Luz. Presenta puntas de proyectil
pedunculadas, de pedúnculo estrecho de base convexa y escotaduras laterales unas y de
pedúnculos subtriangulares otras. También hay osamentas humanas asociadas e los materiales
Paiján [Chauchat y Dricot 1979].
Otro pueblo que se diferencia en el norte y centro de Brasil oriental a partir de 11.000
en Bom Jardim caracteriza a la "tradición Itaparica", denominada "fase Paranaíba" en Goiás
(10.800) y se distingue por una industria lítica con instrumentos de retoque marginal dorsal
sobre gruesas láminas, siendo el tipo más distintivo la denominada "lesma", que presenta
retoque continuo en los extremos, de bordes convexos, y en los bordes laterales. Aunque sólo
se conocen muy pocos ejemplares quebrados, tallaron puntas bifaciales con pedúnculo. En
algunos sitios habitados por los cazadores del trópico americano aparecen también las
"lesmas" y algunos otros artefactos de estos grupos, mostrando ocupaciones alternadas o en
secuencia por ambos pueblos, como en el estrato temprano del Sítio do Meio (13.900-11.000),
453
Por lo pronto, nos resulta difícil ubicar a Monte Verde, bien documentado y datado, en estos contextos
tempranos. La presencia de dos puntas foliáceas corresponde claramente a la antigua tradición foliácea andina.
Pero ésta no está documentada en la región sino hasta unos cinco milenios después. Y, por otro lado, los demás
elementos: una industria lítica expeditiva con materias primas locales, unas pequeñas bolas de piedra ranuradas y
una punta de hueso con bitumen en la base muy bien podrían corresponder a las características de los cazadores
recolectores del trópico americano.
454
Si bien Ossa y Moseley registran materiales líticos de Paiján en el alero de Quirihuac, en posición
estrátigráfica sellada, con cuatro fechas que van del 12.800 al 8.600 a.P.
Arqueología, genética y lingüística. 517
455
También hay que tomar en cuenta que, para ese rango de fechas, las dataciones radiocarbónicas sin calibrar
están comprimiendo una cronología real bastante más amplia.
456
Fujita, Téllez y Bate: ponencia redactada para el Segundo Simposio Internacional sobre El hombre
temprano en América, organizado por la DAF (INAH) para septiembre del 2004 en México.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 518
Peñón III, actualmente de los más antiguos en América (10.700), también presentan,
aparentemente, rasgos afroaustralianos similares a los de los cráneos de Brasil y Colombia.
b) Otro caso que requeriría una colaboración más precisa entre genetistas y
arqueólogos es el de los pueblos de Patagonia y Tierra del Fuego. Cabe recordar que, hace
medio siglo, Bórmida publica Los antiguos patagones. Estudio de craneología, definiendo
cinco tipos craneofaciales: Ooides fueguinus (fuéguido), Ellipsoides patagonicus (pámpido),
Platistegoides onensis, Hipsistegoides lagoides y cráneo Araucano. A los que correlaciona
con tradiciones culturales de acuerdo con la interpretación de la Escuela de Buenos Aires
(capítulo criollo de la Escuela Histórico Cultural, de los Kulturkreiss), de la arqueología del
extremo austral. De acuerdo a tal propuesta, la población más antigua era la fuéguida,
portadora de industrias de tipo "protolítico". Luego ingresarían los pámpidos, portadores de
industrias "míolíticas", desde el toldense I (Los Toldos) y II (Período I de Magallanes, en
Cueva Fell y Pali Aike) asimilando o arrinconando a los fuéguidos en casi toda el área,
excepto en el extremo sur, donde se habrían mestizado originando el Platistegoides onensis.
Luego habría alcanzado, hasta el norte de Patagonia por la costa atlántica, una cuña láguida, la
que sería asimilada por los pámpidos. Finalmente, la influencia andina se habría hecho notar
en la deformación pseudocircular, para impactar masivamente en la época de las invasiones
araucanas.
Cabe hacer notar que Bórmida no incluyó en su amplia muestra a ninguno de los
restos que, para su época, podían considerarse como antiguos, como los de Mata Molle, Pali
Aike o Cerro Sota. Por otro lado, hoy es claro que no hubo tal tradición "protolítica" (de tipo
paleolítico Inferior-Medio) o "epiprotolítica" diferente de las "miolíticas" sino que los
materiales arqueológicos que les fueron atribuidos responden mas bien a diferentes
actividades realizadas por los mismos pueblos, en diferentes épocas [Bate 1974; Orquera 1982].
También sabemos que el ingreso a Patagonia de los pámpidos ( o "patagonienses") ocurre
hace unos 4.500 a 5.000 años.
Veamos cómo se plantea el panorama por parte de los genetistas en la última década:
a) Lahr [1995] propone que los Fuego-Patagones compartirían con los
Paleoamericanos una morfología propia de un ancestral grupo mongoloide de rasgos
generalizados.
b) Neves, Powell y Ozolins, por su parte, situando a Pali Aike en Tierra del Fuego y
analizando los restos incluidos en el estrato datado en 8.600 a.P., concluyen que
Los resultados muestran que los fueguinos tempranos tampoco presentan afinidad
morfológica con los mongoloides. Conjuntamente con los esqueletos de Brasil
central y la sabana de Bogotá (Colombia), el especimen de Palli Aike muestra una
marcada afinidad con africanos y australianos [1999: 259].
c) Lalueza y su grupo [1997], analizan 60 muestras de ADNmt obtenidos de los restos
de 75 individuos pertenecientes a cuatro grupos étnicos recientes de Patagonia y Tierra del
Fuego, más un resto de 4.030 a.p. (Cueva Lago Sofía, Patagonia) y otro de 5.000 años de
Marazzi (Tierra del Fuego). Dos de esos grupos: kaweskar y yámana, tenían un modo de vida
Arqueología, genética y lingüística. 519
457
Aclaramos que los alakaluf y yaghan son, respectivamente, los ya mencionados kaweskar y yámana.
Mientras los Tehuelches, en general, son dos grupos étnicos: los del norte o gününa këna y los del sur o
aónikenk.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 520
grandes lascas retocadas marginalmente. Hacia el 11.400 y hasta después del 10.000
produjeron, entre otros tipos de puntas o cuchillos, las denominadas puntas tipo "cola de
pescado", muy características, que muestran su presencia en todo el Cono Sur, incluyendo
Chile central. Entonces, Tierra del Fuego era accesible a pié.
2) Hace aproximadamente unos 9.500 años ingresa a Patagonia un pueblo de origen
posiblemente andino458, portador de puntas y cuchillos triangulares, de bordes más afilados y
extremo distal más agudo que las "colas de pescado"; utilizando lanzadardos e intensificando
el uso de boleadoras, de gran eficacia para la cacería en llanuras. Una tecnología que sería
más eficiente que la del toldense clásico, conformando el toldense final de Patagonia central
y los períodos II y III de Patagonia austral (Cueva Fell, Pali Aike y otros) que se extiende en
medio milenio por toda la Patagonia, y habría alcanzado a llegar a Tierra del Fuego antes de
la apertura del Estrecho de Magallanes. Pensamos que tan rápida expansión debió darse a
través de un proceso de mestizaje, relativamente pacífico, con la población anterior. Los
restos humanos más antiguos de Patagonia (Baño Nuevo-1 y Pali Aike) corresponden a este
momento. Pensamos que esta población poseería los rasgos antropofísicos que darían origen a
los grupos fuéguidos. Los ocupantes de Tierra del Fuego, aislados del continente, habrían
desarrollado una economía mixta, explotando recursos terrestres y marítimos, conformándose
probablemente parcialidades especializadas.
3) En el sexto milenio a.p., se daría un doble proceso de colonización de la rica
e intrincada zona de canales, fiordos e islas de Patagonia occidental y el sur de Tierra del
Fuego. Por una parte, entre el 5.500 y 5.000 tenemos desde Chiloé (conchal de Gamboa,
Puente Quilo y Gran Guayteca) y hasta Tierra del Fuego (Lancha Pakewaia), pasando por
Ponsomby, la presencia de ocupaciones por navegantes originados en la tradición andina con
puntas foliáceas, cuyos ancestros podrían buscarse en los restos de Cuchipuy (Chile central).
No obstante, su presencia a nivel cultural prácticamente ha desaparecido hacia el 3.500.
Paralelamente, en las costas accesibles desde el tierra firme, tendríamos evidencias
de intensificación de la explotación de recursos del mar y navegación (Punta Santa Ana y
Bahía Buena), por parte de los mismos cazadores que ocupaban el interior continental y
fueguino, lo que pudo haber dado origen al pueblo kaweshqar o alakalufe. De manera que, si
bien Tierra del Fuego seguía desarrollos propios, su aislamiento del continente no era
completo.
4) A partir del 4.500, se desarrollan en Patagonia austral y más tardíamente en
Patagonia central, las modas del Patagoniense, con puntas triangulares pedunculadas
características del Período IV de Magallanes. Un proceso en conexión con las poblaciones del
área Charrúa, del sur de Brasil y Uruguay, que debieron transitar por las pampas y el Neuquén
donde, sin embargo, se mantuvieron en uso las puntas triangulares -probablemente también de
458
Se trataría, en nuestra opinión, del mismo grupo que identificamos en el norte de Chile y noroeste
argentino, en sitios como Tuina, San Lorenzo, Chulqui, Huachichocana, Inca Cueva 4 y San Pedro Viejo de
Pichasca.
Arqueología, genética y lingüística. 521
origen andino-, pero algo diferentes a las del todense final y las que se encuentran en el
noroeste argentino.
5) En algún momento cercano a nuestra era, estos pámpidos de economía
preferentemente terrestre, ingresan a Tierra del Fuego desarrollando modalidades propias de
puntas triangulares pedunculadas En nuestra opinión, el mestizaje con parte de la población
preexistente habría dado origen al pueblo selk'nam, quienes adquirirían la cultura que les es
etnohistóricamente conocida con la adopción del arco, después del siglo XII de nuestra era,
cuando este instrumento se incorpora al acervo de los antecesores de los aónikenk
continentales (Período V de Magallanes).
6) No obstante, no todos los antiguos habitantes de Tierra del Fuego se incorporan a
ese proceso. Y, probablemente entre el 600 y 800 de nuestra era, parte de esa población -de
los cuales los háush permanecerán en el extremo oriental de la Isla Grande- se vuelca al mar,
especializándose en la explotación de sus recursos y originando al pueblo que conocemos
como yámana. Y, si bien irán abandonando elementos que en ese medio no son de gran
utilidad, como la boleadora, mantendrán sus vínculos con los háush.
Para nuestro tema, esto tiene algunas implicaciones tales como:
a) Difícilmente las poblaciones recientes del Extremo Sur americano representan a
una población inicial de América, afectada sólo por procesos microevolutivos. A menos que,
en un ejercicio de historia ficción especuláramos que la población septentrional de origen
andino (distinta a los portadores de la "tradición foliácea"), se hubiera mestizado
principalmente con mujeres de la población del toldense inicial y clásico, que hubieran
mantenido sus linajes genéticos por línea materna.
b) Los fuéguidos -kawéshqar y yámana y, tal vez, los chono), tendrían un ancestro
común en la población que se desarrolla durante el toldense final y el Período III de
Magallanes y que ocupa ambas riberas del Estrecho cuando la Tierra del Fuego se separa.
Pero ésta sería ya una población mestiza, cuyas similitudes con los afroaustraloides
contemporáneos del Brasil, aún no es claramente explicable.
c) El impacto de los pámpidos a partir del quinto milenio es importante y, tal vez por su clara
vinculación cultural con pueblos del sur del Brasil, y a pesar de las notables diferencias
culturales con los cazadores del trópico americano, pudieran tener algún vínculo genético, aún
por explicar, con estas poblaciones. Lo cual, de cualquier modo, no alcanzaría a dar cuenta de
la supuesta homogeneidad de los pueblos australes tardíos.
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Como para celebrar las reiteradas exequias del marxismo, nos referiremos a una obra
más, esta vez de un testarudo colega que aún sostiene su viabilidad formulando una propuesta
para la arqueología, desde los Estados Unidos de Norteamérica.
La exposición de la obra que comentamos se puede dividir, según McGuire, en
cuatro partes desiguales, además de que el capítulo introductorio apunta ya algunas bases
interesantes. La primera revisa, en dos capítulos, el desarrollo del marxismo y sus diversas
corrientes, así como su conexión con la teoría arqueológica. La segunda, en tres capítulos,
constituye el núcleo de la propuesta teórica sostenida por el autor. La tercera es el capítulo de
ineludible referencia al "caso" que ejemplifica su aplicación. Finalmente, dos capítulos de
análisis crítico de la práctica arqueológica, específicamente en Norteamérica uno y, el otro, en
lo general y a manera de conclusión.
Explícitamente, McGuire pretende comunicar su personal concepción del marxismo,
como
una lectura dialéctica de Marx alcanzada en el contexto del moderno marxismo
hegeliano occidental y en el mundo social del ocaso del siglo veinte [p. 12]
Publicado en Arqcrítica, nº 6, Librería Tipo Eds.. Madrid, 1993.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 528
embargo, muestra que en el mediano plazo ha sido una inversión inteligente, en que la
previsión fué confiada a la propia capacidad de trabajo. Un conocimiento aceptable de la
concepción marxista no se adquiere a través de cinco manuales y nadie puede hacer por cada
uno las lecturas necesarias. Esto suele aparecer a la mayoría de los profesionales normales
como una barrera infranqueable o un riesgo innecesario. Aunque no faltan quienes no corren
el riesgo, pero opinan.
También hay, en Norteamérica, una circunstancia favorable. Para la imagen
democrática y pluralista que las instituciones deben exhibir se requirió, después de Kennedy,
por lo menos un negro en la administración; luego, desde los setentas, un marxista en la
academia ("el marxista"). Y ahora, claro, una mujer donde sea, además de las secretarias y las
cocineras. Aunque no siempre sea así, también esos espacios son ocupados por quienes los
asumen interesados en ser consecuentes.
El hecho es que, por diferentes motivos, como ha dicho Perry Anderson, "El
panorama actual a este respecto es radicalmente distinto de todo lo imaginable hace quince
años. Ahora el Business Week puede lamentar la amplia penetración del materialismo
histórico en los campus americanos tan solo cuatro años después de que Time proclamara que
Marx había muerto definitivamente, y pueden publicarse manuales sobre la izquierda
simplemente para guiar al estudiante curioso a través de las espesuras -en estos momentos,
medianamente exuberantes- del "marxismo académico", por parafrasear un título reciente"
[1986:27]. Por lo visto, como en España [Sanahuja, 1988], el muerto goza, si no de la mayor
popularidad, sí de muy buena salud.
Es, de hecho, interesante constatar que ahora siempre está apareciendo algo de Marx
en el "menú", cosa que antes no ocurría. Pero hay que observar que generalmente ocurre en el
contexto del eclecticismo invertebrado de moda.
Cabe mencionar que McGuire presenta una posición argumentada contra el
eclecticismo. Que es, por cierto, lo que critica al post-estructuralismo inglés. A propósito de
lo cual merece ser dicho que el estilo del autor, quien introduce una propuesta verdaderamente
novedosa y discordante con la tradición, denota una madurez de la que carecen los colegas
"postprocesuales-postestructuralistas-postmodernos" (en México se abrevia "posmos"). Tal
parece que, particularmente en Inglaterra, desde la generación de los Beatles, uno de los
recursos mercadotécnicos usuales -tal vez dirigido a los jóvenes- consistiera en asumir poses
de "enfant terrible ", "provocativo", "contestatario" o "desafiante de la tradición y el
stablishment ", para promover modas intelectuales mas estridentes que consistentes (a
diferencia de los Beatles) lo cual, a estas alturas, desentona un poco.
El capítulo dedicado a la tradición anglo-americana vale la pena también para
apreciar mejor las diferencias entre las corrientes postprocesuales en Inglaterra y
Norteamérica en los últimos diez años. Los postprocesualistas norteamericanos no se
identifican con los ingleses de orientación "postmodernista" (Hodder, Shanks y Tilley). En
América, el grupo que promueve una alternativa frente a la "nueva arqueología" a comienzos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 530
de los ochenta (el de "Martillos y teoría" o RATS 459 ) comparte la idea -en nuestra opinión,
acertada- de que la incapacidad de nuevos desarrollos de la arqueología procesual se debe a
que cifró sus esperanzas en la eficaz instrumentalidad de un método determinado y que carece
de teoría orientadora de la investigación. Se apreciará que la diferencia es radical, desde que
implica un rechazo al neokantismo y propone una inversión epistemológica de la relación
entre teoría y método. Aunque subscribimos tal planteamiento pensamos que, de paso, se ha
descartado erradamente la pertinencia de programas de investigación como el propuesto por
Schiffer, orientados a la formulación de una teoría de los procesos de formación y
transformación de los contextos arqueológicos. Sobre este punto, McGuire observará
atinadamente que
algunos han menospreciado esos principios como triviales o como leyes de Mickey
Mouse [...], pero tal conocimiento nos es esencial para hacer observaciones sobre el
registro arqueológico. Sin embargo, los arqueólogos [procesualistas] han fallado en
generar principios comparables o teorías generalizantes para la explicación del
cambio cultural. [p.121]
Así, los postprocesualistas norteamericanos se han dedicado a ensayar la viabilidad
de diversos planteamientos teóricos en la investigación arqueológica, tomando
frecuentemente referencias en las diversas corrientes del marxismo. El texto que comentamos
es, en este sentido, uno de los esfuerzos mas importantes por constituir una posición teórica
consistente.
459
Se refiere al libro editado por A. Keene y J. Moore "Hammers and theory in archaeology"; RATS significaba Radical
Archaeology Theory Group.
Un fantasma recorre la arqueología 531
460
A cuyos trabajos no hemos tenido acceso.
461
Y del materialismo cultural. En este aspecto, hay que decirlo, Marvin Harris es claro y consistente.
Un fantasma recorre la arqueología 533
462
Al menos fué así desde la edición en español de Historia y consciencia de clases , de Grijalbo. Podría ser que todavía no
apareciera en la edición de 1971 en inglés. Desde luego, aún si Lukács mismo no hubiera modificado sus opiniones, nada les
restaría el caracter idealista.
463
En realidad, la posteridad ha sido bastante injusta con Engels, abusando de su reiterada generosidad manifiesta, por
ejemplo, en el discurso ante la tumba de su amigo. Tuvo también la lucidez de ceder el lugar protagónico a Marx, para evitar
conflictos que habrían debilitado la elaboración de una nueva concepción de la cual ambos son fundadores. Así, McGuire
llega a decir que "Engels extrajo una serie de leyes de las lecturas de Marx de la dialéctica de Hegel". Sobra absolutamente
decir que Engels hizo sus propias lecturas de Hegel, que fué lo que los acercó a Marx y él. Igualmente, para quien lea los
"Notebooks..."será claro que la elaboración y estructuración de "El origen de la familia..."se debe a sus propias ideas y
trabajos. Y que no es responsable de las tergiversaciones de Stalin que le atribuyen quienes no lo leen.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 534
Tal vez sobraría decir que nuestras teorías sobre el pasado deben ser coherentes.
Ellas no deberían ser tautológicas o estar llenas de contradicciones lógicas . [p.113]
Sin duda, el inequívoco idealismo de las afirmaciones comentadas es lógicamente
incompatible con su afirmación del realismo filosófico y resulta sorprendentemente
discordante con la agudeza que manifiesta en el abordaje de la diversidad de temas de que
trata.
El contexto es el de la usual confusión de los problemas ontológicos y
epistemológicos, en que el principio ontológico de identidad del ser y el pensar se asume
como principio gnoseológico, en abierta contradicción lógica con el fundamento
epistemológico central del realismo filosófico, que establece la diferencia esencial entre el ser
y la conciencia.
En este camino, uno de los abusos de que ha sido objeto Gramsci 464, consiste en
otorgar, incorrectamente, valor epistemológico a la acertada afirmación histórico materialista
de que la existencia de los sujetos sociales, con capacidad de conciencia y previsión, es parte
de las condiciones objetivas fundamentales y características de la causalidad y de las
posibilidades de cualquier acción política. Bajo esta afirmación ontológica, Gramsci abre todo
un campo de acceso al tratamiento del problema de la relación entre sujeto y estructura, donde
el althusserismo sufrió uno de sus mayores fracasos (Anderson, op. cit. ). Y que es uno de los
temas que ocupará de manera relevante la atención de la obra de McGuire.
Si nos hemos detenido en ello, es porque se trata de una cuestión obviamente crucial
en la conformación de cualquier posición teórica. Y, porque las consecuencias de tales
planteamientos en la fundamentación de una posición frente a la arqueología no son para nada
banales.
Así, por ejemplo, al tratar a la arqueología como una ciencia cuyo estudio involucra
tanto al mundo social como al físico-natural y que requiere de métodos dialécticos y
empíricos, el autor considera pertinente la distinción, por "la Escuela de Frankfurt", entre
teoría científica y teoría crítica. De ahí deriva algunas distinciones muy poco afortunadas:
La teoría científica supone una separación de sujeto y objeto. Tal separación no
puede existir en el mundo social, porque los investigadores son parte de lo que
investigan.
Agregando,
Este no es el caso de la naturaleza. En éste mundo, el investigador no es (en el
mismo sentido) tanto sujeto como objeto, porque los objetos de estudio carecen de
conciencia humana. Ellos son objetos. [p. 109]
Acá se presenta una falacia notable: el investigador y su conciencia existen en el
presente y no son parte del pasado que estudia. Tampoco la existencia del pasado es obra de
su conciencia. A menos que, en la mas florida fantasía idealista, supongamos que la
conciencia humana del arqueólogo está dotada de un extraordinario poder ontogénico-
464
Quien, efectivamente, llega a incurrir en inconsistencias gnoseológicas no atribuíbles al "lenguaje críptico de la cárcel",
no siendo éste el caso.
Un fantasma recorre la arqueología 535
dialéctico transtemporal capaz de crear el pasado, tal vez al estilo husserliano. Donde puede
anticiparse que la noción de "feedback" difícilmente explicaría cómo el efecto precede a las
causas. Otra cosa diferente es decir que podemos perfectamente inventar historias sobre el
pasado.
De tal posición podrían derivarse legítimamente propuestas de sustitución de la
excavación por cómodas técnicas espiritistas, o la pertinencia de una teoría "observacional" de
la reencarnación o de la retroencarnación.
En el párrafo siguiente, "para ampliar el punto", ejemplifica :
Los geólogos se definen por lo que estudian (rocas), pero los objetos de su estudio
existen independientemente de ese estudio; el estudio de la geología crea geólogos,
pero no crea rocas.
Es cierto que algunos arqueólogos fabrican pirámides, pero sería absurdo fundar una
disciplina bajo el supuesto de que la realidad del pasado o los contextos arqueológicos,
actuales y que se pueden registrar, son creados por la poderosa conciencia humana del
arqueólogo.
Como para que no haya equívocos, a continuación observa que las teorías científicas
se constituyen en formas de dominación cuando se aplican al fenómeno social, porque no hay
una separación entre sujeto y objeto. Y aclara que
La relación de dominación no existe cuando no hay una unidad que vincule a sujeto
y objeto [habría que preguntárselo a Galileo, F.N.yF.B.]. Las rocas no tienen interés en
dónde y cómo el geólogo encuentra petróleo, ni valoran la búsqueda de petróleo de
manera diferente que el geólogo. [p.109]
Que nos disculpe McGuire, pero es dudoso que los muertos o los restos arqueológicos estén
muy interesados en lo que hacen los arqueólogos.
Que nos disculpe también por la insistencia en este tema, pero es de las pocas
oportunidades en que, en el medio arqueológico, se presenta la posibilidad de polemizar en
torno a una cuestión fundamental, sobre una concepción bastante difundida y que
consideramos del todo ajena al marxismo consecuente.
Para entender la presentación introductoria de lo que es la concepción dialéctica, es
necesario situarse en el contexto en que se mueve el autor. Es decir, en el centro del imperio
mundial, ya repuesto del trauma de Vietnam e interesado en conformar la ideología de un
sistema inamovible y abrumadoramente estructurado, donde todos los cambios que son bien
vistos ("hay que moverse para que nada cambie") serían sólo expresión de su
perfeccionamiento. Una ideología desalentadora de cualquier intención de transformaciones
verdaderamente fundamentales. Donde el radicalismo no es más que una manifestación de la
retórica democrática, aparentando una vitalidad que realmente no modifica nada esencial.
La muy subjetiva impresión que nos deja la lectura del texto es la de que, para un
público con "ansiedad de estructura" como el norteamericano, McGuire presenta un mensaje
adecuado. Mas o menos: la dialéctica apunta centralmente al cambio; pero no hay que
preocuparse porque, finalmente, siempre ha sido así. De modo que la incertidumbre y la
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 536
465
Lo que ha llevado hasta al folklorismo de desarrollar elaboradas demostraciones superfluas de que Marx, en El Capital ,
se atenía a una rigurosa formalización lógica (v. g., El antimétodo de R. Olmedo ).
Un fantasma recorre la arqueología 537
467
Es el término que usa Marquardt [1989] para referirse a las diferentes dimensiones espacio-temporales de los niveles de
integridad en que se incluye un fenómeno o proceso real.
Un fantasma recorre la arqueología 539
política orientada por un marxismo místico y los vergonzosos virajes a que lleva con
frecuencia el pragmático llamado de retorno de la realidad. Para tales situaciones, podría
sugerirse más modestia y -sin pretender superioridad científica- intentar la comunicación por
la vía literaria que es un recurso válido y puede llegar a ser más eficiente en ayudarnos a
aclarar nuestras ideas. Ya habrá quien se ocupe de formalizarlas.
Un otro comentario tal vez no será superfluo. Se refiere a la necesidad de distinguir
entre la lógica formal y la lógica dialéctica. Lo que se ha dado en designar como lógica
dialéctica no es, de hecho, una lógica en el sentido tradicional y aún vigente. La lógica
dialéctica es propiamente una ontología : una teoría sobre el proceso real del conocimiento.
Es una teoría sobre la relación objetiva entre sujeto y objeto, mediada por la praxis. La lógica
"tradicional" es una codificación de las formas de operación y presentación de los procesos
cognitivos del sujeto y sus resultados, involucrados en esa relación real. Y para una
concepción dialéctica materialista de la lógica, la validez formal de los procedimientos
lógicos está subordinada al problema de la verdad. El principio de objetividad, entendido en
términos materialistas, implica el problema de la correspondencia de la codificación del
reflejo subjetivo con las propiedades y relaciones "exteriores" al sujeto, en una conexión que
sólo puede ser mediada por la práctica468. Donde el conocimiento verdadero es relativo a la
realidad objetiva y no a los parámetros lógicos ni a la posición epistemológica que permiten
su evaluación en términos de probabilidades (grados de posibilidad de verdad).
Del párrafo que estábamos comentando se desprende otra observación que sí apunta
a una debilidad del texto de McGuire. Y es que el problema de la causalidad merecería ser
tratado menos superficialmente. Sobre todo, porque aseveraciones como las citadas
comprometían a algo más.
En realidad, sólo toca el tema en términos de oponer dos nociones de determinismo:
la de la arqueología procesual y la dialéctica [págs. 119-123]. Por lo pronto, los procesualistas
podrían rechazar la analogía de su concepto de sistema con el funcionamiento de un motor,
después de las distinciones que han hecho entre sistemas mecánicos y orgánicos [v.g.,Watson
et al .,1974]. Es correcta, en cambio, su crítica a la concepción funcionalista de exterioridad
de las causas de los cambios en el sistema.
Luego, advierte que limitará sus comentarios a dos puntos:
Primero, la ecuación de causalidad, o determinismo, con predicción es lógicamente,
defectuosa. Segundo, el enfoque [procesualista] ha fallado en su propio objetivo. No
nos ha conducido a las leyes deterministas, generalizaciones tipo-ley, o a las teorías
generales que den cuenta del cambio cultural, que prometía. [p.120]
Comenzando por el segundo punto, si la arqueología procesual no ha sido capaz de
conformar ni la "teoría de rango medio" que había prometido, no se debe a su concepto de
causalidad. Obedece mas bien, como hemos observado, al planteamiento epistemológico de la
relación método-teoría en que se ha fundado la propuesta. "El método científico", esto es, el
uso explícito del método nomológico deductivo, crearía esa teoría. Sólo que, careciendo de
468
Hay que advertir que el criterio de verdad es falsificacionista. El "exito" práctico de las predicciones no "demuestra" la
verdad del conocimiento.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 540
una ontología -aún formulada en términos condicionales- han estado operando, de hecho,
inductivamente en busca de regularidades. Tarea que tomaría algunas generaciones de muchos
Mickey Mouses, operando por ensayo y error, tal vez sólo para descubrir que podrían haber
partido deductivamente de las teorías disponibles, por malas que fueran 469.
Respecto al primer punto comenta, siguiendo a otros autores, que no se puede
identificar la explicación con la predicción. Su argumento se limita a que
Las predicciones no nos dan cuenta necesariamente del verdadero [actual] mecanismo a
través del cual se produce, de hecho, un efecto dado. No nos dice cómo el efecto llegará a
realizarse [come to be]. [p.120]
469
Lo cual ya fué advertido, al menos, por Schiffer [1988], aceptando el papel de la teoría social y redefiniendo el papel de
la teoría sobre la formación y transformaciones de los contextos.
Un fantasma recorre la arqueología 541
común deriva de compartir las relaciones sociales, las experiencias vividas, las
culturas e ideologías que los vinculan y los oponen a otros grupos sociales del
mundo a su alrededor. Sus acciones están constreñidas por condiciones materiales y
estructuras sociales heredadas de su pasado, productos de la pasada acción humana.
[pp.249-50]
Entiende que esas diversas condiciones son, a la vez, las que posibilitan y limitan las
alternativas de la acción.
Otra discusión importante apunta a situar adecuadamente el papel de la abstracción y
la teoría en la investigación. Señala que el enfoque dialéctico invierte la primacía que la
arqueología procesual otorga a la relación entre lo abstracto y lo concreto. Su argumentación
es correcta en cuanto a que la concepción dialéctica se sirve de la abstracción con el fin de
explicar la multideterminación de la realidad concreta. Cabe observar que, en realidad, no se
trata propiamente de una inversión. Es conocido el planteamiento marxista de que la
investigación procede de lo concreto representado a lo abstracto y de éste a lo concreto de
pensamiento. De algún modo, puede decirse que éstas fases del proceso investigativo han
constituido los objetivos de la investigación para las distintas corrientes predominantes en la
arqueología. El particularismo histórico limita su objetivo a la descripción de la empiria, a la
acumulación sistematizada de la información "concreta". La arqueología procesual representó
un gran avance al proponerse como objetivo la abstracción de las "leyes cobertoras
generales", que incluirían a los casos singulares. El materialismo histórico se propone la
explicación racional de la realidad concreta.
En este mismo sentido, McGuire es claro al sostener que la teoría, como conjunto
de abstracciones, cumple fundamentalmente un papel heurístico. Es decir, provee de una
orientación racional y sistemática a la investigación de las historias reales, pero no constituye
el objetivo final de la investigación.
Otra idea presente en su análisis es la de que la perspectiva dialéctica marxista,
entendida como una teoría de las relaciones internas,
nos ofrece la vía para escapar a las oposiciones irresolubles entre ciencia y
humanismo, evolución e historia, materialismo y mentalismo y determinismo que
complican la teoría arqueológica hoy\. [p.148]
Bajo estas orientaciones, trata de una diversidad de temas altamente interesantes,
como las relaciones cultura-naturaleza, los problemas de periodización histórica, las
relaciones entre familias, unidades domésticas y estado, la cuestión étnico-nacional 470 y otros.
Dado que sería imposible comentar todos esos puntos con un mínimo de detalle, como su
exposición lo requeriría, nos limitaremos a uno de ellos que, además, está involucrado en la
investigación específica a la que hace referencia para efectos de ejemplificar la aplicabilidad
de su propuesta a la arqueología.
470
Dedica todo un capítulo a este tema - en la tradición de Trigger y Patterson- referido a la situación nacional en la
historia de los Estados Unidos.
Un fantasma recorre la arqueología 543
471
No pretendemos, en este apartado, ofrecer alternativas a las formulaciones de McGuire, ya que ello no es el objetivo de
una recensión. Sólo intentarmos explicar, en la medida de lo posible, el alcance de sus propuestas.
472
Recurrentemente, los usuarios de la arqueología, al abordar los aspectos generales del concepto de estatalidad, presentan
como indicadores de rango general las fenomenologías concretas de la manifestación material de formas específicas de
estado
473
No podemos estar de acuerdo con la parcial lectura que McGuire realiza de la obra de F. Engels El origen de la familia..,
al calificarla de una supuesta idea romántica e idílica sobre las formaciones sociales preestatales, ya que Engels reconoce la
existencia de diferencias en el seno de dichas sociedades. Véase el análisis de la obra de Engels propuesto por I. Andréev
[1985].
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 544
Pero, al igual que no existe el “estado”, sino estados, tampoco existe la "clase social”, sino
clases sociales concretas, históricamente constituidas.
Recientemente algunos colega, seriamente afectados por las propuestas
“postmodernas” de la relación sujeto/objeto, llaman la atención sobre el concepto “clase
social” en la medida en que su “contextualizada” presentación a fines del siglo XIX, , en el
marco del análisis marxista de la sociedad capitalista occidental, la convierte en una dudosa
categoría para el análisis histórico de las sociedades precapitalistas474. De igual forma
deberían ser consecuentes con esa idea cuando intentan usarla para el análisis del final del
siglo XX, dados los profundos cambios que en el sistema capitalista han acaecido en la última
centuria. También el concepto de bipedia se generó en los últimos siglos, y por el Homo
sapiens sapiens, y no por ello debemos desecharlo para la comprensión de la formación de la
humanidad. Aunque difícilmente podremos tener la mentalidad de un Australopithecus, no
podemos ni debemos renunciar a la posibilidad de su análisis.
Debemos aplicar también la relación sujeto/objeto y la contextualización a los
discursos “nuevos” -aunque ya viejos- en las posiciones idealistas del irracionalismo crítico
de ciertas corrientes “post”, ya que el pasado, si nos interesa, es desde el presente y para el
futuro. Factor que no invalida el uso de categorías creadas con posterioridad al marco
temporal donde se inscriba nuestro objeto de estudio, o incluso la creación de otras nuevas,
siempre y cuando éstas generen explicaciones mas verosímiles. El concepto de “clase social”
no es un obstáculo para la contrastación de nuestras hipótesis sobre las sociedades “pre” y “no
capitalistas”; de serlo, sería fruto del contenido con que dotemos al concepto o la translación,
al concepto general, de las implicaciones históricas de la articulación de las clases sociales en
el seno de la sociedad capitalista estudiada por K. Marx. Es por ello que McGuire nos
propone un concepto de “clase social” cuya formulación general busca la regularidad que
existe tras sus formas históricas, eliminando las analogías funcionales de las coyunturas de su
fijación. Por esta razón, McGuire analiza críticamente ciertas propuestas del concepto de
“clase social” que presentan, como categorización general, formas concretas de su desarrollo
histórico y que, en la preocupación de los usuarios de la arqueología por buscar
“regularidades-indicadores”, han sido objeto de cierto abuso. Tales son los casos de la
excesiva fijación de “clase social” desde conceptos como propiedad privada de los medios de
producción, división técnica del trabajo o la existencia de sobreproducto [p.182 y ss].
McGuire considera, siguiendo a Gailey y Patterson, que las clases sociales se
constituyen en la esfera de las relaciones de producción [p.185] y, desde el principio de su
obra [p.49] sale al paso de opiniones como las de E. Laclau y Ch. Mouffe, quienes confunden
la naturaleza política del estado con la de las clases sociales, al entender que éstas no están
dadas por la relación económica, sino que son categorías creadas por la lucha política,
dependiendo su existencia de ciertos grados de conciencia, ya que constituyen su hegemonía
desde el simbolismo. Esta, no nueva, forma de idealismo que prima la conciencia sobre la
474
Véanse las interesantes sugerencias y opiniones que, sobre el uso del concepto de “clase social”, aplicado a las
sociedades precapitalistas, apunta Terray en su obra “Clases y consciencia de clases...” [1977].
Un fantasma recorre la arqueología 545
existencia475, muy acorde con la idea norteamericana de recuperar para la historia la voluntad
del individuo, pretende reabrir el debate del concepto de “clase para si”476. De ahí que
McGuire, en su búsqueda de un concepto operativo de “clase social” nos remita a la propuesta
de Gailey y Patterson [p.183]:
Class implies a relationship of permanent or consistent control over the goods,
resources, and labor that ensure the continuity of the social group. In class relations,
there is always a power relationship: at least one group is permanently removed from
direct production and extracts goods and services from other groups in the society.
Esta definición de clase social no resulta en ningún momento novedosa, ya que es
recurrente en las definiciones de E. Terray y P. Ph. Rey en su intento de aunar los conceptos
friedianos (M. Fried) con la categoría ampliada del “no productor”, aunque en éstos últimos
autores la idea está algo mas desarrollada y con una mayor claridad que en la obra de Gailey y
Patterson.
A esta concepción general de clase social propuesta por Gailey y Patterson, McGuire
une la crisis de las categorías tradicionalmente en uso para la definición de la transición al
estado477, por su fijación evolucionista, que no histórica; incluidas recientes versiones como
las de "Estado Arcaico" que, descriptivas en la aceptación del conflicto social en las formas
prístinas de estado, no acaban de articular el conflicto de su génesis (Teorías del Conflicto
Light), ni de superar el marco evolucionista. Como consecuencia de ello, y ante el análisis de
las formas prístinas del estado -de nuevo siguiendo a Gailey y Patterson- McGuire propone en
su obra abrir otro debate, el del análisis de las formas de organización del parentesco como
marco donde analizar los estados prístinos ya que, lejos de implicar una negación del estado,
expresan, en ciertas coyunturas de su desarrollo histórico, marcos susceptibles de articular y
regular relaciones entre clases sociales.
La propuesta de McGuire tampoco es novedosa. Aunque podemos remontarnos a
una larga tradición que arranca desde el pasado siglo con la obra de Maine, continuada por
Firth y Kirchoff, el tema ha presidido los mejores debates en el seno de la antropología
francesa desde los años sesenta (Balandier, Godelier, Terray, Meillassoux, etc.) y ha estado
presente en la segunda mitad de los ochenta en algunos trabajos de la arqueología marxista
española. Sin embargo, debemos destacar la novedad de sus propuestas en el seno de su país,
donde las referencias a debates antropológicos se han centrado exclusivamente en el
endógamo mundo del funcional-evolucionismo. Una prueba mas del peso de las tradiciones
disciplinares que también nos debe hacer reflexionar sobre el camino, bien distinto, que está
presente en el seno de la arqueología española sobre la problemática de la formación del
475
Sin duda, podrían derivarse de estas acepciones nuevas propuestas para que los gobiernos del presente ratifiquen sus
insistentes campañas dirigidas a la población que, con el propósito de eliminar las diferencias sociales insalvables, aboguen,
para su erradicación, a prácticas de sugestión o a la eliminación por decreto de las clases sociales, dado que simplemente se
trata de un problema de conciencia y, a la postre, de percepción subjetiva. El ensayo ya se ha hecho y recordamos que uno de
los primeros bandos militares de Pinochet, tras el golpe de estado en Chile, en 1973, prohibía la lucha de clases.
476
Véase la articulación de clase “en si/para si” en la obra citada de E. Terray [1977].
477
Un claro ejemplo de ello podemos encontrarlo en el concepto funcional-evolucionista de “jefatura” que, desde mediados
de los años ochenta (véanse los trabajos de Feinman &Neitzel y D’Altroy & Earle) comenzaría a desestimarse en el seno de
la antropología norteamericana por su generalidad e inconsistencia teórica frente a la Teoría del Conflicto Social, tras
comprobarse que bajo el ejercicio del poder de los jefes subyacían auténticas relaciones de clases.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 546
estado, aunque en éste último caso con un mayor peso del analogismo de las funcionalidades
derivadas de la percepción de las manifestaciones arqueológicas del mundo clásico
grecolatino.
Esta propuesta de McGuire tendrá una importancia crucial en su obra, en la medida
en que el modelo arqueológico que nos propone en su texto radica en el análisis de las
relaciones clasistas entre los Hohokam de Arizona, una sociedad constituida bajo un sistema
de linajes, en la línea de la lectura de "clan cónico" de M. Godelier, autor que, de haberlo
cotejado con mayor profundidad, le hubiese sido de gran ayuda para presentarnos una
propuesta mas sólida y operativa.
Para McGuire, el caso Hohokam es revelador de una doble problemática que se
deriva y que subyace en la expresión de la relación entre clases sociales desde el marco de las
relaciones de parentesco. La primera de ellas radica en el hecho de que, al no poder ejercerse
un control coercitivo sobre los medios de producción desde el parentesco (no revela McGuire
si ello estriba en la inexistencia de propiedad privada de los medios de producción), la
"coacción" se revela como la forma para disponer de la fuerza de trabajo en la sociedad
Hohokam. La segunda de ellas estriba en que el parentesco se expresa en la esfera ideológica
para amortiguar la existencia de los conflictos de clase, articulándose como un mecanismo de
"maquillaje" [p.211] que potencia ideológicamente la igualdad en la muerte de una sociedad
cuya vida está regida por diferencias insalvables. No dice McGuire si esa afirmación/negación
de la comunidad que expresa la muerte se define como el mecanismo posible para generar la
extorsión interna entre clases sociales, o si es una condición para generar nuevas formas de
extorsión respecto a otras comunidades.
El modelo arqueológico que se deriva del estudio de la sociedad Hohokam y que nos
propone McGuire (intencionada igualdad en la muerte/ creciente desigualdad en la vida), al
contraponer "aldea/necrópolis" tiene una especial relevancia en las discusiones sobre la
existencia de disimetrías sociales que los usuarios de la arqueología española proponen desde
contrastaciones empíricas exclusivas del ámbito funerario (desde esa cosa denominada
"arqueología de la muerte"), con el consenso generalizado que presupone, desde la idea de
una cultura integrada donde una parte determina la naturaleza de la totalidad social y donde la
muerte se perfila siempre como un reflejo directo y automático de las relaciones económicas,
que, en ausencia de marcos estadísticos significativos en cuanto a la distribución de objetos en
las deposiciones funerarias, es una prueba irrefutable de la inexistencia de disimetrías
sociales. De igual forma la, para algunos, nueva disección de la arqueología, ahora de la
muerte, mala cuenta daría de la sociedad del presente si nos propusiese realizar una lectura de
la organización desde el análisis de un cementerio contemporáneo478.
La lectura del texto de McGuire sería de una considerable importancia para ayudar a
reflexionar a algunos usuarios de la arqueología sobre los paradigmas en que se basan sus
propuestas y, muy especialmente, a ciertos colectivos de colegas de Andalucía Occidental que
478
Algunos estadistas contemporáneos agradecerían a los usuarios profesionales de la arqueología que demostrasen que
nuestra sociedad no responde a una organización desigual de sus miembros.
Un fantasma recorre la arqueología 547
poder y embrión de las formas de extorsión de clase. Por tanto, la mujer (representante del
poder doméstico) encarna el poder de resistencia.
Ambas líneas argumentales y la necesidad de buscar una unidad de contrastación
que supere e integre el ámbito funerario, le conducen a definir el "household" como el marco
donde es posible una lectura completa de las relaciones de poder del estado y la resistencia a
éste siendo, además, una unidad arqueológicamente abarcable.
La propuesta del "household" como "unidad arqueológica" por McGuire presenta
un fuerte grado de coherencia como mecanismo de superación y contrastación de los registros
funerarios -que se convertirían en una parte de esa misma unidad- y una coherencia añadida
en el ámbito de la progresía USA, donde el festival de las ideologías contemporáneas ha
convertido en obligación el asumir "la forma" de algunos discursos feministas
(constantemente invocados por McGuire) y la idea de la familia como núcleo de resistencia
frente al estado, como consecuencia de la frustración generalizada por el fracaso en la gestión
de las reivindicaciones sociales por parte de los partidos políticos y como expectativa de
participación de la voluntad del individuo en la historia.
Es indudable que el nivel de unidad propuesto por McGuire es superior (mejores
explicaciones y contrastaciones más amplias) a las propuestas de la exclusividad funeraria,
mucho más cuando es del todo abarcable arqueológicamente. Sin embargo, debemos
reflexionar sobre su viabilidad teórica más que sobre su operatividad instrumental, en la
medida en que puede responder sólo sobre ciertas articulaciones concretas de la formación de
las clases sociales, ya que no en todas -de ser cierto- el estado no interviene en la
reproducción de la sociedad.
Somos de la opinión de articular una unidad arqueológica mayor que nos permita
contrastar si el ámbito del household se comporta como unidad pues, de no ser así, podríamos
recaer en la formulación de Chang que identifica comunidad=asentamiento y desarrollar una
línea interpretativa donde la conceptualizazión del asentamiento aislado poca cuenta puede
darnos de otras formas históricas de estados prístinos donde la contradicción fundamental se
perfila entre comunidades, expresada en una diversidad de asentamientos. Necesitamos una
unidad mayor que el household ya que, de no ser así, seríamos incapaces de explicar
coyunturas donde las unidades domésticas (que tendríamos que definir arqueológicamente) se
comportan, al igual que la muerte entre los Hohokam que presenta formalidades de igualdad,
como mecanismos de camuflaje de niveles de disimetría que superan la de los ámbitos
domésticos, trasladando las contradicciones fundamentales fuera de la comunidad y, por
tanto, articulando el household como un mecanismo de reproducción del poder estatal.
Este es un aspecto de vital importancia cuya falta notamos en la discusión de
McGuire sobre los hohokam de Arizona, dado que su defensa y expresión del análisis del
nivel del household, para afirmar su significación, tendría que demostrar la inexistencia de
contradicciones a otros niveles. Aspecto que no refleja su trabajo al no dar cuenta alguna de la
expresión territorial de la comunidad Hohokam estudiada y su posible relación con otras
Un fantasma recorre la arqueología 549
comunidades del entorno, que sólo son mencionadas de paso. En el texto de McGuire, los
Hohokam se definen por un sólo asentamiento y, además, aislado del mundo exterior.
Es indudable la preocupación por problemas de registro arqueológico que
insistentemente reclama McGuire, y el diseño de su registro extensivo del sitio La Ciudad
donde contextualiza su análisis de los Hohokam es una prueba de ello. Sin embargo, igual de
patente en esta obra es la ausencia de categorías arqueológicas, validaciones empíricas,
contrastaciones sobre recurrencias materiales, etc., que den cuenta de las instrumentalidades
en las que basa sus interpretaciones, pues, sin articular aspectos como propiedad, producción,
consumo, almacenaje, etc., resulta difícil entender una explicación que insistentemente se
expresa en formas verbales de inseguridad y especulación. Aunque ello nos anima a recabar
una mayor información sobre su trabajo arqueológico de los Hohokam -dado que esta obra no
tiene la finalidad de dar cuenta de ello- hay otro aspecto que sí nos ha resultado revelador de
su concepción de la arqueología y, en cierta forma, de la ausencia de una categorización
arqueológica a tono con su discurso inicial. En lugar de asumir el yacimiento arqueológico
como el laboratorio donde contrastar empíricamente la verosimilitud de sus hipótesis, el autor
ha preferido validar éstas desde una contrastación alejada del registro arqueológico, al
sustentar sus explicaciones en mecanismos de contrastación etnográfica (los Pomo de
California y los enterramientos Yumanos) que, siendo de un indiscutible nivel de
significación, en ningún caso ratifican ni validan su lectura del yacimiento de La Ciudad.
Esta tradición disciplinar, que no pretendemos juzgar en este texto es, a su vez,
reveladora del escaso énfasis manifiesto por McGuire en el poder del análisis diacrónico pues,
en lugar de convertirse en un mecanismo de contrastación y explicación de los procesos
sociales, se deriva hacia una inconexa articulación descriptiva que sólo le permite moverse en
el plano de la azarosidad para explicar por qué ciertos linajes Hohokam han podido
desarrollar procesos de mayor disimetría social y generar ciertas formas de clientela.
* * *
Para terminar, debemos insistir en que estos comentarios puntuales no hacen del todo justicia
a la riqueza temática del texto, ni dan una idea equilibrada del mismo y, de ninguna manera,
pueden substituir a su lectura, que recomendamos ampliamente. Quienes así lo hagan,
llegarán a coincidir con nosotros en que, dado que el libro de McGuire está dirigido a los
usuarios de la arqueología y está publicado en inglés, ya no se podrá volver a escribir
capítulos sobre "el marxismo" con la increíble superficialidad y parcialidad como el que le
dedica Ian Hodder en su Interpretación en arqueología, sobre las corrientes actuales en la
disciplina.
Huelva, 1993.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 550
Textos citados.
Anderson, Perry
1986 Tras las huellas del materialismo histórico. Siglo XXI Editores. México.
Hodder, Ian
1988 Interpretación en arqueología . Editorial Crítica, Barcelona.
Kristiensen, Kristian
1988 The black an the red: Shanks & Tilley´s programme for a radical archaeology.
Antiquity , vol. 62, nº 236.
Marquardt, William
1989 Agency, structure and power. Comunicación presentada al Symposium 108 de la
Wenner-Gren Foundation . Cascais.
Ryan, Michael
1982 Marxism and deconstruction. The John Hopkins University Press. Baltimore &
London.
Sanahuja, María Encarna
1988 Marxisme i Arqueologia. En: Corrents teórics en arqueologia. Columna, Barcelona.
Schiffer, Michael
1988 The structure of archaeological theory. American Antiquity , vol. 53,nº 3.
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1973 Praxis, materialismo y estructuralismo . Editorial Fontanella. Barcelona.
Trigger, Bruce
1989 A history of archaeological though. Cambridge University Press. Cambridge.
Watson, P.J, S. Le Blanc y Ch. Redman
1974 El método científico en arqueología. Alianza Editorial. Madrid.
LA CUESTIÓN ÉTNICO NACIONAL
CULTURA, CLASES Y
CUESTIÓN ETNICO NACIONAL
Introducción.
1. Antecedentes generales.
El "problema indígena", la "cuestión étnica" y la "cuestión nacional" son temas que se
plantean eminentemente desde la búsqueda de respuestas a exigencias de la práctica política.
Su discusión y análisis nace, inseparablemente, como problema teórico-científico y como
toma de posición ideológico-política, de los requerimientos del proceso de conformación del
actual sistema socioeconómico y de la lucha de clases que se desarrolla en su interior.479
Confluyen, por lo tanto, en el tratamiento de estas "cuestiones", diversas posiciones y
corrientes de pensamiento científico e ideológico, condicionadas en su óptica por los intereses
de diferentes clases y sectores sociales, enfrentadas en variadas situaciones históricas
particulares.
De una manera muy general, la oposición de planteamientos llega al antagonismo
como reflejo de la polaridad contradictoria fundamental de clases, con una diversidad de
matices que responden no sólo a éstas y a las distintas posiciones inmediatas del sistema de
relaciones de producción, sino por la incidencia de las mismas dimensiones particulares del
Publicado por Juan Pablos Editor. México, 1984 (2ª edición en 1988).
479
Hoy debe entenderse al actual sistema socioeconómico como una formación económico social mundial,
caracterizada por la transición del capitalismo al socialismo. Es decir, por el acercamiento a la crisis de la
contradicción capital-trabajo en el seno de una totalidad geopolíticamente dividida en naciones, en cuyo interior
domina uno de los polos de dicha contradicción fundamental: en los países capitalistas el capital, en los países
socialistas, los trabajadores. La lucha de clases se expresa así de diversas maneras en cada parte de la totalidad,
configurando la tensión de fuerzas antagónicas característica de un proceso de transición revolucionaria.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 554
fenómeno social sometidas a estudio. De cualquier manera, las reflexiones sobre los
problemas involucrados han debido tocar con diversos aspectos de la sociedad, objetivamente
existentes, pero precaria y un tanto confusamente conceptuados por las ciencias sociales, en
particular por la etnología o la antropología, que se han ocupado algo más definidamente de
los mismos.
La ambigüedad, contradictoriedad y dispersión de las conceptualizaciones que sirven a
los intereses de las clases opresoras tienen que ver con diversos factores: con las limitaciones
propias de los paradigmas que los sustentan en el ámbito de la investigación científica; con la
inserción orgánicamente muy poco precisa de la investigación científica a las instituciones
encargadas directamente de la ejecución de las políticas estatales, mediada por el mito
ideológico de la asepsia política de la ciencia; con el hecho de que los "problemas" indígena,
étnico o nacional se han ido resolviendo eficazmente a través de políticas pragmáticas,
apoyadas en la empiria del ejercicio del poder y en la ventaja de la disposición del aparato
institucional administrativo y policial-militar. Pero esto mismo, sumado al carácter opresor de
la dominación clasista, ha significado que tales "problemas" están aún lejos de dejar de serlo,
amenazando permanentemente con convertirse en una puerta abierta a la irrupción de las
contradicciones de clases. Razón demás para constituir un objeto de insoslayable
preocupación para quienes buscan servir los intereses de las clases oprimidas.
Desde este punto de vista, las reflexiones teóricas que han orientado las acciones de
oposición a la explotación, desde la resistencia ideológica o insurrección popular hasta la
consolidación de un poder estatal y la construcción de una base económica anticapitalista,
poseen una no menor heterogeneidad conceptual al respecto. Esto debido a que, si bien la
mayoría de las formulaciones guardan diversos grados de relación con el marxismo y, en
particular, con la teoría materialista de la historia como sistema conceptual de referencia
básica, hay diversas intencionalidades en cuanto a los objetivos de la práctica en que se
participa y al hecho de que los procesos sociales han atravesado por condiciones históricas
particularmente diferentes y la mayoría de las formulaciones reflejan posiciones frente a
situaciones coyunturales.
Resultado de todo esto es que no se ha arribado a una concepción teórica general
capaz de sintetizar una explicación científica de la diversidad posible de situaciones concretas
en las que se interrelacionan de manera particular las diferentes dimensiones sociales que
conforman las alternativas de estas "cuestiones". Es decir, un sistema conceptual capaz de
permitir explicaciones de las relaciones entre clases sociales, etnicidad, cultura, formas de
organización de la comunidad humana, sus vínculos con la territorialidad, etcétera.
De ahí que las pretensiones de elevar al rango de teoría general sustentadora de una
política de principios a las reflexiones nacidas al calor de situaciones determinadas -aún
cuando hubieran resultado acertadas para esos casos- pueden generar tantos aciertos como
tropiezos y desatinos en su traducción a situaciones diferentes y siempre cambiantes.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 555
2. Conocimiento y práctica.
Consideramos que la búsqueda racional de generalizaciones teóricas es una tarea de vigencia
permanente, precisamente porque constituye una de las condiciones básicas de la práctica
política, entendida como una de las formas y niveles más complejas y totalizantes de praxis
social creadora y reflexiva480. La magnitud de los problemas que implica la práctica política
requiere de un conocimiento que refleje de la manera más precisa la gran complejidad del
movimiento de la sociedad concreta que se pretende transformar. De ello dependerá la
claridad en la previsión de los fines de la praxis y la mayor adecuación entre tal previsión y
los resaltados objetivos de la misma.
Por ello es que la finalidad del conocimiento científico, como condición subjetiva de
la acción -desde una concepción dialéctica materialista del proceso de conocimiento-, es
alcanzar una explicación racional de la multideterminación concreta de la realidad. La
práctica no se enfrenta a entidades abstractas y de ahí que una concepción reduccionista que
se limitara teóricamente a las abstracciones generalizadoras -aún en el terreno de la teoría
marxista- es insuficiente y limitante de las posibilidades de una transformación efectiva de la
realidad.
Sin embargo la abstracción, como una instancia del proceso lógico del conocimiento,
constituye una condición indispensable, necesaria para permitir alcanzar explicaciones
racionales de la concreción real, como concreto pensado. Pues cuando entendemos a la
realidad como multideterminación concreta, estamos relevando el hecho de que en ella se
encadenan, de una manera singular, múltiples leyes de distintos niveles de generalidad, de
diversos niveles de acción y grados de esencialidad, en la configuración de un proceso
individualmente determinado. Conocer la realidad concreta significa descubrir en ella misma
esa concatenación singular de leyes generales, la cual no es deducible de la teoría general.
Pero el conocimiento de esas regularidades objetivas que llamamos leyes sólo puede
obtenerse por abstracción. Y la teoría es una síntesis orgánica de tales abstracciones,
generadas a partir de una multiplicidad de conocimientos concretos sensibles.
Entendemos así que la teoría general resume lo que en cada momento histórico
sabemos acerca de una clase de fenómenos, como un sistema conceptual que refleja
sintéticamente las regularidades descubiertas a partir de las experiencias generadas en la
práctica social precedente. En ese momento, la teoría cumple la función de un sistema de
hipótesis que se convierten en los instrumentos lógicos que nos permiten profundizar en el
conocimiento de la realidad o de las nuevas realidades que nacen permanentemente,
avanzando de lo conocido hacia lo desconocido. Y este proceso de conocimiento ha de
conducirnos a la explicación teórica de las realidades concretas.
Mientras más preciso y cercano a la complejidad de la interdeterminación causal real
sea nuestro conocimiento, mayores posibilidades tendremos de comprender el nivel de acción
480
Concordamos en esta caracterización con Sánchez Vázquez en Filosofía de la prexis. Aclarando que las
"cuestiones" étnicas y nacionales no sólo son objeto de preocupación de la praxis política, sino también de otras
prácticas que involucran a estas dimensiones sociales, como la pedagogía,la sicoterapia, la comunicología, etc.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 556
objetivo de nuestra participación como individuos, grupos o clases en los procesos sociales.
Así podemos prever con mayor claridad los efectos alternativos probables de las opciones
prácticas sobre las que tenemos capacidad de decidir. La conciencia de la necesidad histórica
nos da la libertad de orientar que nuestro "qué hacer" individual y colectivo. Y de esta manera
cobra sentido la afirmación de que "sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria".
cuando sólo tuviéramos en cuenta las propuestas vinculadas con las diversas posiciones que se
asumen como marxistas. Lo cual conlleva grandes dificultades de comunicación y
entendimiento hasta en los casos en que no hay divergencias mayores de posición política.
Entendemos en general, que una mayor precisión teórica, como condición de la
práctica política, puede permitir análisis, previsiones y acciones más eficientes en los
procesos de transformación de la realidad social. Pero como los agentes de esta práctica social
no son individuos aislados, es necesario avanzar en la clarificación mutua del uso y
contenidos conceptuales que nos permitirán alcanzar, al menos, un entendimiento menos
ambiguo de los problemas en torno a los cuales podemos concordar o diferir.
Creemos conveniente, en este punto, hacer una advertencia acerca de la orientación
temática preferencial de este trabajo. Es cierto que la proposición teórica que exponemos es
válida para comprender tanto los problemas étnicos, como la tradicionalmente llamada
"cuestión nacional". Al menos, eso pretendemos. Sin embargo, como se verá, establecemos
una diferencia en la caracterización de lo que son los movimientos étnicos y las luchas
nacionalistas. Por otro lado, hemos tomado a la nación como unidad de análisis de las luchas
de clase, punto de referencia desde el cual se pueden distinguir contradicciones internas y
externas, las que de hecho siempre existen en un condicionamiento recíproco. Al respecto,
hemos puesto mayor énfasis en el tratamiento del problema étnico en el contexto de las luchas
de clases que se desarrollan en el ámbito interno de la nación, aunque ello no significa que
nuestras proposiciones se formulen exclusivamente para esta problemática.
Esto obedece a que nuestros intereses más inmediatos están vinculados al análisis de
las formas que adquieren las luchas sociales en América Latina en la actualidad. Y los
conflictos nacionales y las luchas anticolonialistas y antiimperialistas han recibido mayor
atención, principalmente, en las investigaciones sociológicas y de las ciencias políticas. Los
problemas étnicos y el factor cultural en la lucha de clases, tal vez por ser temas que
tradicionalmente se han considerado como problemas de la antropología, se encuentran en
cambio, bastante más descuidados. De allí nuestro interés en intentar avanzar
preferencialmente en este sentido. Lo cual no es, en todo caso, un intento de destacar el
carácter "antropológico" de esta tesis, ya que no nos interesa dirimir disputas de
"territorialidad" científica, cuestión que más bien tiene que ver con intentos delimitadores de
la propiedad privada intelectual, movidos por razones de mercado profesional.
4. Sobre la exposición.
En el primer capítulo planteamos las limitaciones que, en nuestra opinión, tienen diversos
enfoques a través de los cuales se ha enfrentado, desde el marxismo, el problema de la
formalización de la categoría de cultura; resumimos las premisas en que se ha apoyado
nuestro planteamiento del problema y sintetizamos los puntos básicos de la proposición
teórica que hemos desarrollado al respecto.
En el segundo capítulo, nos interesa destacar la significación muy importante que tiene
la cultura en la conformación de la conciencia, la sicología y la conducta social. Explicitamos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 558
1 . La categoría de cultura.
Esto en lo general. Pero hay que señalar que, en la tradición marxista, encontramos
más elementos en común -con los que concordamos- y que se refieren a las regularidades más
esenciales en la explicación de la totalidad social. Es decir, se entiende a los problemas
étnicos o nacionales como manifestaciones particulares de la lucha de clases. Y se explican
las clases sociales y sus relaciones en el contexto de una concepción teórica general acerca de
la sociedad, cuyas características fundamentales están precisadas en el concepto de modo de
producción, cuya existencia es parte de un sistema global, expresado en la categoría de
formación económico social. Sin desconocer el hecho, saludable, de que aún en este nivel hay
importantes diferencias de opiniones entre los distintos autores, es indudable que esta
concepción presenta una coherencia y profundidad notablemente mayores, en que las
divergencias aludidas pueden ser delimitadas con cierta precisión.
No obstante, como observa Najenson, "el problema de la concepción y uso del
concepto de cultura en el contexto del materialismo histórico es aún más arduo que en otras
teorías globales. Esto se debe básicamente al innegable hecho de que la teoría de la cultura es
una de las áreas menos desarrolladas del pensamiento marxista, a la utilización
fundamentalmente pragmática que de esa categoría han hecho la mayoría de los grandes
pensadores marxistas clásicos, y a la superposición de sentido y objetivo con respecto de
algunos conceptos marxistas esenciales -como la noción de estructura- que a menudo ha
suscitado confusiones"481.
Así, las connotaciones que se ha dado a la categoría de cultura desde la concepción
materialista histórica, con diversos grados de precisión y coherencia, han sido también
diversas. Por una parte, hay quienes entienden a esta categoría como la totalidad de las
transformaciones efectuadas por la sociedades en oposición a la naturaleza, buscando precisar
el sentido del desarrollo histórico como civilización. Otros, en cambio, le dan un sentido más
restringido, como especificidad socio histórica de las manifestaciones de la conciencia social,
vinculándolas a veces a las obras de creación artística y hasta científico-filosóficas; en esta
línea de pensamiento, reconociendo las diferencias clasistas, se han planteado los conceptos
de cultura dominante, cultura de masas, cultura subalterna o cultura popular. Otros aún,
intentando recuperar el contenido antropológico del término, incluyen tanto los diversos
481
J. L. Najenson: Cultura nacional y cultura subalterna. Universidad Autónama del Estado de México,
Toluca, 1979, pág. 20.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 560
484
Señalamos esto pues, como hemos formulado, antes esta categoría en el contexto de problemas
metodológicos de la arqueología, hay quienes han supuesto que se trataría de una categoría "arqueológica"
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 563
485
Hemos usado este término siguiendo aproximadamente las definiciones manejadas por Schtiuka en El
género de vida y la religión. Nota del autor: posteriormente, hemos denominado a esta instancia modo de
reproducción, que será el término que usaremos en adelante, aún cuando en la publicación original del texto
aparezca como "género de vida"
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 564
486
Esto no se refiere sólo a las concepciones estructuralistas que, como la de Levi-Strauss, prescinden de la
dimensión histórica. La categoría dialéctica de forma no se refiere sólo a la disposición espacial en cuanto a la
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 567
estructuración de los elementos del contenido. La forma también implica una ordenación temporal de la
disposición dinámica de los elementos componentes del contenido, conformándose así la estructura como
proceso histórico. Pero el sólo hecho de considerar la dimensión histórica en el desarrollo de la estructura, como
lo hace Pierre-Phillippe Rey, no significa que se adopte una concepción materialista dialéctica, desde que se
mantiene la prescindencia , en el análisis formal de las estructuras, de su correspondencia contradictoria con el
sistema de contenidos que permiten explicar los procesos históricos.
487
De hecho, también la posición en la división social del trabajo es un aspecto definitorio de la posición de
clase, subordinado a las relaciones de propiedad sobre los elementos del proceso productivo. Sin embargo, lo
explicitamos por caracterizar una particularidad de la práctica del ser social que se manifiesta claramente como
subcultura.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 568
que está dada por determinados sistemas de las relaciones de producción. Tales cambios
fundamentales conllevan las modificaciones más importantes del orden específico de los
contenidos de la formación socioeconómica a que se corresponden las formas culturales.
Con base en estos criterios, se plantea que la extensión espacio temporal de las
unidades de análisis -elementos o rasgos culturales- es relativa y se correlaciona con los
niveles de integridad de los contenidos de la formación social que se busca inferir y explicar.
Sobre la misma base se plantea la sistematización general de los criterios de ordenación de las
formas culturales.
D) Hasta acá, hemos visto las conexiones que muestran las diferencias y unidad básica
de la cultura y la formación económico-social. Una concepción dialéctica, sin embargo, nos
exige la explicación de este complejo sistema de relaciones en su dimensión histórica y
dinámica de una manera más explícita, aún cuando todas las relaciones categoriales
manejadas implican en su formulación la existencia de regularidades del movimiento.
Analizamos este aspecto comenzando por la explicación de la singularidad cultural -
entendida como calidad esencial de la cultura en su propio nivel fenoménico- en el contexto
de la compleja unidad de interacciones que integran la causalidad social. Si la cultura es
singular, tal característica debe ser explicada y un aspecto fundamental de la explicación
científica consiste en el conocimiento de la determinación causal, que es siempre histórica y
multideterminada.
Siendo la singularidad cultural una calidad general, es decir, la cultura en todas y cada
una de las sociedades es singularmente distintiva, consideramos los factores más generales,
estrechamente vinculados, que intervienen en la singularización de las formas culturales y
deben, por lo tanto, ser considerados en su explicación.
1) Singularidad de los contenidos sociales. Los contenidos de la formación social son
esenciales y generales respecto a su propia manifestación concretamente multiforme en la
cultura. Sin embargo, guardan entre sí diversos niveles de esencialidad y grados de
determinación, configurando un sistema de relaciones fundamentales que, respecto a otras
formaciones sociales -aún con el mismo modo de producción como calidad esencial-, presenta
diferencias secundarias que lo hacen singular. La singularidad fenoménica del conjunto de
formas culturales de una sociedad obedece así, en parte, a su correspondencia con esta
singularidad de contenidos socioeconómicos.
La conformación y el desarrollo de estas singularidades del contenido de la formación
social, que tienen carácter general respecto a sus expresiones culturales, deben ser
comprendidos con el contexto de la causalidad de la historia concreta de la sociedad. En parte,
inciden en ellas los condicionantes del medio geográfico, a través de las particularidades que
adquieren la organización técnica del trabajo y el modo de vida, como formas de racionalizar
la explotación específica de los recursos disponibles. Pero los factores de mayor incidencia en
este proceso responden a las particularidades de las sucesivas negaciones de las calidades
sociales que conlleva todo el proceso histórico. Y ello tiene que ver con dos factores que se
condicionan recíprocamente. Por un lado, con las vías de los procesos revolucionarios que
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 570
488
Dicho así, a través de un par de socorridos clichés que se emplean para describir las relaciones entre base y
superestructura, se presenta como una afirmación con muy poco contenido. Ello es porque la "relativa
independencia " y la "determinación en última instancia" sólo cobran sentido cuando se investigan y explican en
su específico encadenamiento, las mediaciones que unen, bajo tales relaciones, a los distintos aspectos de la
realidad social. Desafortunadamente no será posible ampliar acá tales explicaciones, que están explicitadas en el
trabajo mencionado y que estamos comprimiendo en este resumen.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 572
totalidad concreta significa que todas las relaciones que podemos abstraer y formular como
categorías o leyes generales -es decir, que operan en todos y cada uno de los procesos reales-
se encadenan de una manera específica en cada proceso real y en cada momento histórico. Por
ello, la realidad social concreta es un proceso unitario y único y debe llegar a conocerse
como tal.
En el capítulo precedente nos hemos referido de una manera muy general y sintética a los conceptos de
ser social y superestructuras, cuya diferencia y unidad se expresa en la categoría de formación
económico-social. Tal diferencia coincide, de manera aproximada -aunque no en el contenido de su
formulación teórica-, con la distinción que tradicionalmente se ha establecido en la antropología entre
"cultura material" y "cultura espiritual". Acá nos detendremos un poco más en un aspecto específico
de la relación entre ser social y sus correspondientes formas estructurales de reflejo subjetivo.
En particular, nos interesa mostrar la importancia que tiene la materialidad de la
cultura -como conjunto de formas fenoménicas de existencia de ser social- en la
conformación de la conciencia social y, en general, de la llamada sicología social.
La explicitación de las conexiones entre las posiciones estructurales de las clases en
torno al modo de producción y demás relaciones objetivas que, como grupos humanos,
establecen en la práctica del ser social, y la conformación de su subjetividad como un factor
relevante en el condicionamiento de la conducta social, que es un aspecto bastante descuidado
en las teorizaciones sociológicas, desde la perspectiva marxista. Uno de los pocos autores que
se ha ocupado especialmente del problema, aunque de manera poco sistemática pero
persistente, ha sido Gramsci. De cualquier manera existe al respecto un relativo vacío que a
dado espacio a una corriente que ha llegado a convertirse en moda, y que intenta
compatibilizar el psicoanálisis con el marxismo489 .
Queremos aclarar que no es nuestra intención la de "sicologizar" el análisis social y
menos a través de tal clase de engendros eclécticos, que sólo son concebibles desde un
manejo superficial, si no necesariamente del sicoanálisis, con seguridad sí del marxismo.
Cuando se plantea el problema de la complejidad de las relaciones entre base y
superestructura, se recurre con frecuencia a la frase de Engels, escrita en carta a J. Bloch (21-
22/XI/1890) "...según la concepción materialista de la historia, el factor que en última
instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real".
Pero también, con frecuencia, el recurso a la "determinación en la última instancia" ha venido
489
Como toda moda intelectual, se manifiesta en proposiciones de desiguales niveles, desde las superficiales y panfletarias a
las más pedantescamente elaboradas. Y hay también tras ellas diversas intenciones: desde la búsqueda de coherencia hasta el
más pedestre oportunismo, muy atento a las modas del mercado.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 574
490
Idem: 40 (subrayado mío). Cabe decir que, de lo expresado, puede deducirse un carácter empirista o
reduccionista de las interpretaciones “burguesas”, pero no necesariamente su carácter idealista.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 576
491
Véase la caracterización del conocimiento empírico que se hace en el libro Metodología del conocimiento
científico, por un colectivo de autores de las Academias de Ciencias de la URSS y Cuba.
492
Según la acepción que otorga a este concepto K. Kosik.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 577
exterior a la crítica conciente del individuo, puede provenir de la tradición o ser una
invención actual, puede ser creado por el grupo o ser impuesto por otros.
En relación a la conciencia habitual hay un punto central que nos interesa destacar: la
inmediatez sensible, el punto de partida del conocimiento de la realidad, está dominada por la
percepción de la concreción fenoménica o aparencial de la realidad. Y en el caso de la
realidad social, las formas que ésta presenta como concreción sensible -apariencia
fenoménica- es precisamente el conjunto de formas singulares que caracterizan a la cultura.
La conciencia habitual refleja el mundo de las formas, colores y texturas de las cosas,
en todos los productos de la transformación material, de los diferentes objetos con los cuales,
y a través de los cuales, los seres humanos se relacionan; de los olores de las comidas, de los
combustibles y de los perfumes; de la lengua y sus modalidades y los acentos del habla; de las
formas objetivas de saludarse; de las normas de etiqueta, de las convenciones del cortejo o de
los rituales religiosos; de las conductas particularmente convencionales en general; del oír y
repetir los refranes populares, con toda su sabiduría y todos sus prejuicios; de los juicios
ideológicos aceptados sin crítica, etc.
Importa señalar que, entre los contenidos de la conciencia habitual como conciencia
cultural, se cuentan no solo los productos del trabajo humano, sus conductas y sus
pensamiento estereotipados, sino también los diversos aspectos naturales -no determinados en
sus formas y propiedades básicas por el hombre- que constituyen condiciones inseparables de
la vida social y objetivos de percepción cotidiana. Nos referimos a las características raciales
del fenotipo humano y las características del medio geográfico en que se desarrolla su
actividad. Hay que indicar igualmente que, si bien la conciencia habitual se forma en la
práctica cotidiana del ser social, los contenidos que se acumulan en ella como memoria
colectiva y cultural, no son sólo los reflejos de la vida estrictamente cotidiana o de los hechos
que, aun siendo esporádicos, se dan con cierta regularidad socialmente prevista. También se
incorporan algunos hechos, naturales o históricos, extraordinarios: el terremoto del año tanto
o el tiempo de la guerra tal.
Así, todos los contenidos de la conciencia habitual, acumulados en la memoria
colectiva, reflejan la realidad social bajo sus formas culturales aparentes, bajo las formas
singularmente culturales de la materialidad en que se desarrolla la práctica del ser social. El
reflejo de lo concreto sensible, el primer nivel de conocimiento del grupo social -para todo el
que nace y aprende a vivir en él, como para el extraño que lo observe- es el reflejo de su
singularidad cultural, configurada por la multiplicidad de sus manifestaciones objetivas.
Además, los prejuicios, estereotipos y lugares comunes constituyen elementos estructuradotes
que condicionan las formas culturales del reflejo cognitivo en cuanto a la selectividad
perceptual, esquemas de referencia organizadores del conocimiento, etcétera.
El seno de una sociedad internamente diferenciada en grupos caracterizados por su
origen histórico/geográfico, por su género y otras variables objetivas, es claro que las formas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 578
la práctica y materialidad del ser social que tales diferencias sociales condicionan.
Corresponden a las "subculturas" de una cultura global. Pero, como las mismas bases
objetivas que los diferencian son las que los unen en una totalidad social, comparten muchos
elementos en común, además de los estereotipos impuestos por las clases dominantes a través
493
Véase esta distinción en Meillassoux, 1977.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 580
En este punto queremos exponer una proposición central de este trabajo. Y es la de que las
categorías de cultura y clase social, en su definida correspondencia, permiten entender los
distintos niveles de integridad social en que quedan comprendidos los diversos aspectos de la
realidad que han sido objeto de las discusiones sobre lo "étnico" y "lo nacional". Por lo tanto,
proponemos que las categorías de clase social, como posición fundamental determinante de la
participación de un grupo social en las diversas instancias de la formación socioeconómica, y
cultura, como singular conjunto de efectos de su desarrollo histórico y manifestación de sus
formas concretas de existencia e integración a la estructura nacional, son las categorías
básicas que nos permiten teorizar coherentemente la particularidad de las situaciones étnico-
nacionales. Ello supone que las categorías de cultura y clase social -en el contexto de la
formación social- han sido adecuadamente formalizadas en la teoría. Respecto a lo cual
pretendemos haber avanzado al precisar de manera explícita el contenido conceptual que
otorgamos a la categoría de cultura y que constituye el antecedente en que se fundamenta
nuestra posición particular frente a las "cuestiones" étnica y nacional.
Sostener que tales categorías permiten explicar las situaciones étnico-nacionales, exige
aclarara algunos problemas. En primer lugar, es necesario determinas cuáles son los aspectos
de la realidad a que se refieren las discusiones sobre "lo étnico". Y, principalmente, constatar
si tal problemática refleja aspectos de la realidad de los cuales sea necesario dar cuenta. Esta
necesidad derivaría del hecho de tratarse de problemas objetivos, reales, y que se encuentren
inadecuada o insuficientemente tratados. En segundo lugar, si esto es así, debemos mostrar de
qué manera y en qué término nuestra propuesta permite avanzar la explicación teórica de tales
aspectos en la realidad, contribuyendo al menos a una mayor precisión y coherencia lógica de
su formulación en el contexto general del sistema conceptual del materialismo histórico. De
estos problemas nos ocuparemos en el presente capítulo y en el siguiente.
de toda clase o grupo social que Diaz-Polanco está llamando "etnicidad", y que ésta consiste
condicionantes de "lo étnico". En otras palabras, de definir cuáles son los factores que inciden
en la conformación de esa "dimensión" que, siendo común a todas las clases y sectores
considerado como una especificidad de los grupos étnicos. Con ello dispondremos de
elementos de juicio para discutir el concepto de "etnicidad" y entender de qué manera puede
ser replanteado.
496
Ver B. Borojov: Nacionalismo y lucha de clases.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 585
497
Véase Glezerman, 1976; Guerrero y Lópezy Rivas, 1982
498
Una caracterización más amplia de la formación social de cazadores-recolectores la hemos planteado en el
libro Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica (tomo 2 de la Historia General de
América, dirigida por G. Morón, caracas 1983).
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 586
comunidad social, la organización tribal puede mantenerse aún después de negado el modo de
producción comunal primitivo, en el seno de sociedades clasistas. Es posible la existencia de
organizaciones tribales compuestas por segmentos de diferente origen étnico.
Con el desarrollo de las clases y la conformación del Estado, surge una nueva forma
histórica de comunidad social que es la nacionalidad. La clase dominante, a través del
Estado, organiza reinos o imperios cuya soberanía sobre las condiciones de la producción se
estructura fundamentalmente en torno al sistema de sujeción de la fuerza de trabajo. Por ello,
la nacionalidad, o se identifica con un sistema tribal o integra diversas organizaciones tribales,
conformando una unidad política que puede ser, por lo mismo, multiétnica. Sin embargo, esta
unificación implica la difusión de elementos culturales comunes que distinguirán a cada
nacionalidad. Durante el desarrollo de las sociedades clasistas iniciales llegan a conformarse
imperios que someten a diversas nacionalidades, como resultado de la lucha entre Estados
originalmente independientes.
Esclavismo clásico. El desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha entre fracciones
de las clases dominantes he llevado a una privatización de la propiedad. La clase dominante
detenta la propiedad sobre todos los elementos del procesos productivo: fuerza de trabajo,
instrumentos y objetos. Los productores esclavos, al ser sacados de sus comunidades, pierden
la relación "natural" con los medios de producción, su acceso a la propiedad de los mismos en
cuanto miembros de una comunidad. Por ello, los esclavistas deben disponer, además del
499
Desde luego que la composición de clases y sectores es mucho más compleja y se desarrolla históricamente.
Nos referimos solamente a las clases en torno a las cuales se establece la contradicción fundamental. Hemos
formulado esta proposición en la ponencia “Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial”, presentada al simposio
Origen y formación del Estado en Mesoamérica, organizado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas
de la UNAM, para conmemorar el Centenario de C. Marx.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 587
500
Para poder establecer la diferencia pertinente, al adjetivar los conceptos de nacionalidad y nación, usaremos
los términos de nacionalitario y nacional, respectivamenteß
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 588
501
Véase A. Burguete: “¿Quiénes son los amigos del indio?”, Boletín de Antropología Americana, nº 5, México
1982.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 589
social mayor, por sus posiciones dentro del sistema de relaciones sociales de producción. Aún
cuando no se considere a todo grupo social o sociedad como etnia, debemos aceptar que toda
etnia integra un modo de producción determinado. Es decir, tiene determinadas posiciones
esenciales de clase y, a la vez, posee una etnicidad en el sentido de que ostenta un conjunto de
manifestaciones culturales distintivas.
En términos de grados de esencialidad o niveles de determinación causal y estructural
de cualquier grupo social, considerémoslo o no como "étnico", lo fundamental es su modo de
producción. La cultura, que puede evidenciar la individualidad étnica, es lo secundario.
B.3.2 La identidad cultural. Los elementos que pueden conformar una conciencia de
identidad de un grupo social, están contenidos básicamente en la conciencia habitual. La
identidad o conciencia de la individualidad étnica se desarrolla a través de la comparación con
la individualidad distintiva del ser social concreto de otros grupos sociales, lo cual implica
necesariamente algún tipo de relaciones con éstos.
La representación más patente, más inmediatamente evidente de la etnicidad y de
cualquier grupo social, como identidad y diferencia, se da en el plano de la singularidad
cultural. En el contraste de la representación cultural del propio grupo con la cultura de los
demás. Esta representación colectiva de la propia cultura está contenida en la conciencia
habitual.
La focalización de la conciencia habitual como conciencia cultural, como conciencia
de la individualidad social, es un proceso que se agudiza particularmente cuando la relación
del grupo con aquellos que conforman la referencia de lo diferente, se establece en términos
de oposición de intereses. Específicamente cuando esta oposición es un conflicto de
competencia por la disponibilidad de condiciones materiales de producción (en el sentido
planteado por Borojov). Sea como interés por la soberanía o propiedad sobre las condiciones
de producción.
La identidad cultural se desarrolla así como una ideología unificadora del grupo social
frente a otros. De esta manera, la lengua, la tradición histórica, la raza, el territorio y otros
elementos adquieren el carácter de símbolos distintivos de la identidad y se convierten en
valores sociales cuya reproducción se propicia y se defiende. Su recreación permite evaluar y
reforzar la unidad política del grupo. Es posible, sin embargo, que algunos de esos valores
culturales ya no compongan la materialidad del ser social. Incluso, muchos de esos rasgos
supuestamente comunes pueden ser no más que una ficción ideológica atribuida a la
"tradición", donde no existe. Como la memoria colectiva es siempre actual, suele ser mala
memoria. Por lo mismo, bastante manipulable a condición de que los elementos que se le
incorporen aparenten una cierta congruencia con su contexto.
La identidad social, como ideología unitaria de un grupo, adquiere una cierta
estructura lógica como reflexión de los intereses del mismo. Pero en esto hay también niveles
de profundidad y objetividad. Cuando el grupo es una comunidad social internamente dividida
en clases, se otorga mucho mayor fuerza a los símbolos culturales de la unidad, a la
representación de los fenómenos culturales compartidos. La selectividad ideológica elude así
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 590
502
Planteamos asíla pregunta pues, como veremos, la identificación y solidaridad social en torno a “lo étnico”
sería, según Díaz-Polanco, lo que permite definir la etnia.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 591
En nuestra opinión, como hemos dicho, si hay una "dimensión" común a cualquier
grupo, en su existencia social actual, es la singularidad de su cultura, en la acepción teórica
que hemos propuesto para este concepto. Pero la cultura de un grupo, cualesquiera sean sus
posiciones de clase o niveles de conciencia o identificación, se muestra tanto en la
materialidad del ser social, como en la conciencia social o en su participación institucional.
Ponemos el énfasis en la cultura por ser el único aspecto de la existencia actual de la
singularidad de un grupo social, en tanto los otros factores sociales que originan y definen esa
"etnicidad" ya no existen, pertenecen al pasado. La unidad original del sistema socio-
económico de las etnias ya no existe puesto que, aún cuando los descendientes de los
miembros de aquella formación social todavía mantengan un sistema de interacciones y
conformen unidades sociales de reproducción económica y biológica, tal sistema
socioeconómico ha sido negado dialécticamente al ser integrado a la formación social
capitalista, como parte de una totalidad social mayor y cualitativamente diferente. Del mismo
modo, la tradición histórica común es la historia forjada en una práctica social del pasado,
aunque entre aquel y el presente haya una cierta continuidad.
La realidad actual, con todo, es en buena medida efecto de aquella realidad pasada que
contribuyó de manera importante a generar las particularidades de su situación presente. En
tanto la cultura es efecto de la multideterminación concreta de una etnia, en que tales "factores
étnicos" tienen especial relevancia en la determinación de la reproducción y recreación
diferencial de la misma, lo que hoy queda del pasado son sus efectos manifiestos de manera
más evidente en la esfera de la cultura. Aunque, desde luego, también la dimensión estructural
de la posición de clase de un grupo social ha estado causalmente condicionada por las
posibilidades de inserción al nuevo sistema de relaciones de producción, dependiendo del
grado y calidades del desarrollo socio-histórico de la sociedad "original".
Por otro lado, por muy heterogénea que sea la proveniencia étnica o nacional de los
miembros que integran una nueva clase social y, aún cuando su identidad no se base en los
elementos -en este caso no compartidos- de la "etnicidad", sino en torno a los aspectos
comunes que implica la pertenencia a esa clase, todas las formas de existencia de su ser social
conformarán una cultura material de la cual se nutrirán la conciencia habitual y reflexiva,
conformando una cultura particular de clase o subcultura nacional.
Así pues, si hay algo en común a toda clase o grupo social, del mismo "orden" de
fenómenos que la "etnicidad", es el hecho de que todos poseen una manifestación cultural
distintiva, efecto de la singular historia del desarrollo antecedente de su actual existencia. En
este sentido, que la base material y superestructuras, tanto de un grupo étnico como de
cualquier clase social, se manifiestan en el aspecto cultural de su existencia presente concreta.
De esta manera, podemos aceptar que las particularidades étnicas que se manifiestan
en la cultura de una etnia, como de cualquier otro grupo social, corresponden a un "orden" de
fenómenos diferentes al de su posición de clase. Pero en el entendido de que se trata de
diferentes órdenes de esencialidad en la multideterminación histórica y estructural de las
clases sociales a que pertenecen. Es decir, son "ordenes" o grados de esencialidad de dos
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 592
En este capítulo nos ocuparemos de la delimitación del concepto de nación y su relación con
las clases sociales que la integran, desde la perspectiva de las particularidades culturales que
éstas presentan. Para ello haremos una distinción básica entre grupos étnicos y grupos de
origen nacional, la cual tiene implicaciones principalmente políticas y analíticas.
Entendemos esa diferencia objetiva como efecto actual de factores históricos en la
determinación de su particularidad cultural más que como una correspondencia necesaria con
determinadas posiciones de clase.
reconoce el derecho de autodeterminación. Múltiples son las críticas que ha recibido tal
definición, por su carácter escolástico, empirista, reduccionista y por su rigidez que la ha
hecho inoperante para entender posteriormente una gran diversidad de situaciones que se dan
en distintas partes del mundo503. Ya desde entonces, su argumentación asume una actitud que
caracterizará sus posteriores políticas hacia la investigación científica, convirtiendo al
marxismo en una especie de cetro ideológico, usado ritualmente como criterio de autoridad,
con las nefastas consecuencias conocidas: su definición de nación es la teoría marxista sobre
la cuestión nacional. Además, en su ataque contra Bauer, Renner y Bund estaba
comprometida la defensa de la concepción leninista de la organización del partido. Pero, por
acertada que fuera, ello le impide considerar algunos aportes que estos autores pudieron
realizar en el estudio de la cuestión nacional. De allí que Lenin se viera luego en la necesidad
de volver a intervenir en el asunto, flexibilizado el análisis y la fundamentación de sus
posiciones, sin mencionar el trabajo de Stalin. Para terminar condenando su política como
"comisario del pueblo" respecto a las nacionalidades.
Antecedentes como éste nos advierten de los riesgos de pretender definir en forma
rígida un concepto como el de nación. Sin embargo, intentaremos delimitar, más o menos de
manera general, el fenómeno a través de algunas de sus características distintivas y señalar
qué aspectos del mismo son los que nos ocupan.
Aceptamos que la formación de las naciones es un proceso histórico concomitante con
el desarrollo de la formación económico-social capitalista que, por primera vez en la historia,
llega a integrar en una totalidad social a todas las sociedades del planeta. En toda la historia
de la sociedad clasista, la lucha de clases ha sido dirimida entre clases y fracciones de clases
explotadoras que correlacionan a su favor los descontentos y aspiraciones de las clases y
grupos oprimidos, consiguiendo el apoyo político para asentar su hegemonía y dominación
económica.
El proceso de conformación de las naciones refleja las coyunturas de unidad y lucha
entre fracciones de clase de la burguesía, convertida en clase dominante, en diversas etapas de
la conformación de las unidades sociales en cuyo seno se organiza la reproducción y
expansión de las relaciones capitalistas de explotación de la fuerza de trabajo.
Estas unidades sociales de reproducción y desarrollo de la formación social capitalista,
que se estructuraron principalmente sobre bases políticas y territoriales, son las naciones.
Sus dimensiones territoriales, composición social y grado de desarrollo económico,
tienen que ver con las condiciones específicas y capacidades históricas de las burguesías
nacionales para establecer políticas de alianzas que les permiten dominar o generar poderes
estatales (militares y administrativos), a través de los cuales consiguieron el control de los
mercados y la soberanía sobre las condiciones naturales y sociales de producción.
La conformación de las naciones es un proceso tan heterogéneo, desigual y complejo,
como lo es el de la implantación y expansión del modo de producción capitalista. En cuanto al
503
Véase: Rodinson, 1977; Zavaleta, 1981; Díaz-Polanco, MS.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 594
control de los aparatos estatales que apoyan este proceso, generalmente se originó en las
revoluciones burguesas que conquistan el poder de estados nacionalitarios y los transforman
en estados nacionales. La expansión colonial de las naciones de implantación temprana del
capitalismo pudo revestir diversas formas: la formación de aparatos estatales a partir de la
colonización y conquista o el sometimiento de viejos estados nacionalitarios. Es decir, el
ejercicio del poder estatal y la explotación económica de manera directa o indirecta, formas
que en muchos lugares se suceden504.
Así, los nuevos estados nacionales, centrales o coloniales, pudieron establecer su
soberanía sobre las condiciones de producción de una determinada nacionalidad convertida en
nación o sobre los territorios que ocupaban más de una nacionalidad o, en general, etnias. Y,
en muchos casos, la capacidad política y militar de asentar la soberanía nacional sobre
determinados territorios, no coincidió necesariamente con los territorios ocupados por las
diferentes etnias involucradas. Lo cual generó desajustes de las relaciones de éstas con sus
condiciones de producción y los consecuentes conflictos sociales que ello implica.
Si tomamos en cuenta que la nación es la unidad social en cuyo seno se reproduce el
modo de producción capitalista, resulta que la misma estructuración fundamental de las
relaciones de clases, puede ser bastante compleja. La penetración y evolución del modo de
producción capitalista implica la integración y transformación de diversos tipos o formas de
relaciones de producción, determinadas por la contradicción fundamental capital-trabajo, en
que éste puede encontrarse real o formalmente subsumido a aquel. Se integra así el sistema
capitalista de relaciones de producción, cuyas particularidades dependen de la diversidad de
sociedades o etnias comprometidas en el proceso; es decir, dependen de los diferentes grados
de desarrollo económico y estructuras de relaciones de producción preexistentes a la nación.
Lo cual no significa que las cualidades esenciales específicas de aquellas "sobrevivan" para
"coexistir" con el capitalismo, sino que se transforman bajo formas cualitativamente
específicas al integrarse a la nueva totalidad mayor que es el modo de producción capitalista,
siempre concreto.
Junto con el explosivo desarrollo de las fuerzas productivas -gran aumento de
volumen y diversificación de productos- y las múltiples nuevas interacciones sociales que se
crean con el desarrollo del capitalismo, se multiplican las formas de los objetos y conductas
que, en su manifestación fenoménica concreta, configuran una verdadera revolución de la
cultura, que corresponde a los nuevos contenidos del ser social y que se plasma en todas las
esferas de la formación socioeconómica. Además, el desarrollo de la circulación de bienes, el
transporte y los medios de comunicación, "difunden" una nueva variedad de elementos que,
integrándose a las diversas culturas particulares, nacionales y étnicas, evidencian la
interdependencia de las naciones a escala mundial. Sobre la base de los elementos culturales
aportados por los más diversos grupos sociales, de los aspectos culturales de los bienes
materiales que circulan en el mercado interno, de las múltiples interacciones conductuales en
un espacio socio-geográfico común y las formas específicas de las lenguas y la comunicación
504
Véase G. Léclerc: Antropología y colonialismo.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 595
simbólica que acompañan a dichas relaciones concretas, que articulan la unidad del nuevo
sistema socioeconómico en desarrollo, se configura la cultura nacional. La cultura nacional
resulta de la singular combinación de la multiplicidad de elementos culturales, presentándose
como la unidad de los diversos grupos sociales que integran la nación.
Entendido así, sumariamente, el concepto de nación, la "cuestión nacional" nos
interesa como unidad de análisis de las contradicciones y luchas concretas de las clases y
sectores que integran la dinámica histórica del sistema capitalista de relaciones de producción.
El objetivo de tal análisis es obtener un conocimiento de la realidad social que permita
organizar conciente y coherentemente estrategias políticas globales orientadas a resolver las
contradicciones que implican las diversas formas de explotación económica, de opresión y
discriminación social, de represión ideológica y política.
Al tomar a la nación como la unidad social de referencia para el análisis, deberemos
considerar que las luchas étnicas o nacionales se libran tanto en el seno de una nación como
entre grupos sociales integrantes de diversas naciones o entre naciones como totalidades. Por
lo tanto, las luchas étnicas y las luchas nacionales deberán analizarse como sistemas de
contradicciones internas o externas a la nación, considerando los intereses de las clases,
fracciones de clases o sectores sociales involucrados. Y, dado que toda nación está
internamente dividida en clases, ello significa que las contradicciones que envuelven a más de
una nación y que, por lo mismo, se presentan como contradicciones externas respecto a
aquellas, implican necesariamente también un nivel de existencia interno en cada nación
comprometida.
Hemos dicho que en este trabajo nos interesa poner énfasis en la caracterización de
los grupos sociales que se distinguen en el seno de una nación. Por lo cual la distinción
conceptual entre grupos étnicos y grupos de origen nacional la trataremos básicamente en
relación a la sociedad nacional en que se encuentran comprendidos. Es decir, desde el punto
de vista de las contradicciones internas que representan en el plano nacional. No obstante, el
hecho de que los mismos grupos étnicos o minorías nacionales pueden participar de distintas
naciones debe ser tomado en cuenta. Esas situaciones serán consideradas en la proposición
metodológica que se esboza en el siguiente capítulo.
Pero antes de entrar en ese análisis, apuntaremos un par de líneas sobre la
especificidad de la "cuestión nacional". Pues si bien es cierto que tanto la "cuestión étnica"
como la "cuestión nacional" se vinculan en torno a un mismo problema central -las formas
históricas concretas de la lucha de clases-, hay entre ellas algunas diferencias que tienen que
ver con el nivel de integridad social comprendido, con los contenidos y alcances de los
proyectos políticos que sustentan y con la viabilidad real de los mismos.
La llamada "cuestión nacional" propiamente tal, se ha planteado históricamente en
términos de las luchas orientadas a la constitución de las naciones. En tal proceso, el papel
protagónico lo han jugado por lo general los sectores de la burguesía que, en competencia con
otros sectores o fracciones de la misma, internas o externas a la nación en conformación,
aspiraban o aspiran a delimitar unidades de reproducción del sistema capitalista. Fundadas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 596
505
También Borojov se refiere a las expectativas de acceso al mercado nacional e internacional como intereses
particulares y diferentes, según la posición de clase.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 597
Uno de los problemas que han suscitado centralmente las discusiones acerca de la
cuestión nacional , es el de la conformación histórica y política de esas unidades sociales que
aspiran a constituirse en naciones o liberarse de la presión política y económica por parte de
otras naciones. A raíz de lo cual han surgido las más diversas posiciones en torno a cuáles son
los factores históricos, económicos, políticos, ideológicos o "naturales" que inciden en la
conformación de unidades nacionales o que legitiman el derecho de un pueblo a aspirar a
constituirse en nación o a independizarse. Sobre estas bases se ha intentado justificar diversas
concepciones políticas: desde el "derecho" de una nación a dominar otras o a sojuzgar a los
grupos sociales que la integran, hasta las posiciones que debe asumir el proletariado frente a
tales conflictos en cada coyuntura, cómo y sobre qué bases establecer alianzas políticas con
otras clases nacionales o internacionales, cómo deben organizarse los partidos de vanguardia,
etcétera.
Y en este sentido, han constituido temas básicos de la preocupación por definir la
constitución y legitimidad de las naciones y nacionalidades, de qué manera se relacionan los
pueblos con el territorio, la raza y, particularmente, con la cultura, la tradición histórica, la
lengua506, sus usos y costumbres, sus sentimientos de unidad, su identificación subjetiva y
otros aspectos. Ese tipo de discusiones fueron las que animaron, por ejemplo, las célebres
disputas entre los social-demócratas rusos y el Bund, en las que se jugaban significativas
opciones políticas. Todas estas discusiones, que prosiguen en nuevos contextos, han estado
afectadas por los problemas de ambigüedad y polivalencia de connotaciones dadas a tales
conceptos, a los cuales nos hemos referido.
Ahora bien, es claro que las naciones, como unidades sociales, están integradas por
diversas clases sociales. Y lo dicho anteriormente, reflejo de históricas situaciones reales, deja
ver que las luchas sociales casi nunca se presentan de manera transparente como luchas
políticas en defensa estricta de los intereses esenciales de clase, ni son esos los únicos
intereses que las clases defienden. Tampoco todos los grupos sociales se comparten una
misma posición de clase se identifican con intereses comunes y es un hecho que hay
mismas entre sí. De allí que en gran medida las luchas sociales, teniendo objetivos de distinto
alcance histórico, se presenten la mayor parte de las veces como luchas reivindicativas bajo
diversos pretextos. Parte de estas contradicciones se manifiestan bajo formas culturales como
506
Entendemos a la lengua y las formas dialectales del habla como formas culturales del lenguaje, por lo cual
no la hemos tratado como un aspecto distintivo separado de la singularidad cultural de los grupos sociales.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 598
clases, más amplias. Por ello es que tomaremos a la nación como unidad analítica, intentando
distinguir entre los que podrían considerarse como grupos étnicos y los demás grupos sociales
507
Concepto que incluye los que Díaz-Polanco llama “factores” o “componentes étnicos”.
508
Se trata de una proposición expresada verbalmente en una reunión de arqueólogos realizada recientemente
en Oaxtepec, México, donde se discutieron los contenidos de diversos conceptos teóricos.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 599
grupos étnicos, que condicionan distintos intereses y actitudes específicas que orientarán el
contenido de sus expectativas de reivindicación del control de las condiciones de producción,
así como las formas de su actividad social al respecto. Con lo cual el sistema de
contradicciones entre las expectativas reivindicativas o políticas y su viabilidad real, en
relación con sus posiciones estructurales, adquiere diversas especificidades, opera en distintos
niveles de integridad social y alcanza diversos grados de desarrollo.
Nos limitaremos, como ejemplo, a ver someramente algunas de estas particularidades,
de acuerdo al criterio de la calidad del sistema socioeconómico desde el cual las etnias se
integran al sistema capitalista. En el caso de las sociedades pre-tribales de cazadores
recolectores, puede decirse que no aspiran a otra cosa que a la disponibilidad de recursos
naturales apropiables a través del trabajo. Desde luego que también están interesados en
obtener algunos productos que no están en capacidad de producir y que elevan
considerablemente la productividad de su trabajo, tales como armas de fuego o instrumentos
de metal. Sin embargo, carecen de una organización institucional y, desde luego, de
organización política. En algunos casos, han llegado a la tribalización, en alianza con
sociedades tribales, intentando contrarrestar la reducción de la disponibilidad de recursos
debido a la expansión colonizadora del capitalismo. Debido a su incapacidad de respuesta
política y, menos aún, militar, puede decirse que han corrido con suerte aquellas etnias que
habitan territorios donde la explotación de los recursos de apropiación que constituyen su base
de subsistencia no es rentable a la empresa capitalista o a la explotación campesina. O cuando
la obtención de algunos productos de su actividad les permiten una relación de intercambio
que interesa a pequeños comerciantes (pieles, perlas u otros) que no están interesados en
realizar el trabajo de su obtención directa. De alguna manera, su destino está sujeto al papel
ideológico-político que la relación del Estado con estos pueblos juega en la sociedad civil
nacional.
Los pueblos de origen tribal preclasista conocían ya las técnicas de producción de
alimentos, explotando recursos agrícolas o ganaderos que generalmente constituían la base de
su economía, además de haber alcanzado cierto grado de desarrollo y especialización en la
producción artesanal. Poseían instituciones administrativas más o manos simples y estaban
organizadas para la defensa de los medios colectivos de producción que, especialmente
tratándose de agricultores, incluían un territorio comunal. Dependiendo de la magnitud de su
población y de su posición geográfica, en algunos casos pudieron estar en condiciones de
resistir, aún militarmente, por tiempo prolongado a la expansión colonial capitalista. Los
resultados históricos del enfrentamiento con la sociedad clasista invasora de sus territorios y
subordinadora de su fuerza de trabajo, pueden haber sido diversos. Yendo desde el exterminio
físico a su disolución como grupo, integrándolos a las clases de origen nacional o, en los
casos de sobrevivencia de la etnia como una unidad social -que es lo que hoy nos interesa-,
desde el sometimiento a reducciones o el desplazamiento a zonas de baja productividad, hasta
la mantención de parte de sus territorios donde han retenido parte de sus tierras bajo distintas
formas de propiedad o posesión. De cualquier modo, han tenido que enfrentarse
permanentemente a la expansión de la propiedad agraria capitalista, que incorpora al mercado
las tierras de mayor productividad.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 604
509
Tratándose de sociedades precapitalistas, consideraremos a las etnias como unidades sociales que presentan
culturas distintivas, en cuya conformación diferencial han incidido singularidades de desarrollo histórico y
origen geográfico.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 605
inherentes al carácter clasista de su estructura social, conllevaba las bases de una debilidad
estructural que, en casi todas partes, permitió a la expansión colonial capitalista su
desmoronamiento político y la desarticulación de la unidad que podría haber permitido el
enfrentamiento a las nuevas clases dominantes y a la subordinación a la sociedad nacional.
Las luchas internas de clases no sólo se establecían entre explotadores y explotados, sino
también entre estamentos y parcialidades de las clases nacionalitarias dominantes, lo que
posibilitó a corto o mediano plazo el desmantelamiento y sustitución de su poder estatal
central por la burguesía colonizadora.
Históricamente, contribuyeron a ello principalmente los estamentos intermedios de las
a mantener la sujeción directa de la fuerza de trabajo, por una parte, lo que les permitía, en la
otra mano, negociar políticamente con las nuevas clases dominantes -generalmente con los
sociales.
Las comunidades campesinas, entre tanto, intentaron mantener su control sobre los
medios de producción -al menos bajo la forma de posesión- cuando las tierras eran apropiadas
por los terratenientes. Las luchas de las comunidades de productores campesinos pudieron ser
apoyadas por los antiguos "caciques", que de esa manera buscaban asegurar el apoyo político
que les permitía mediar con los nuevos propietarios de la tierra la disposición de la fuerza de
trabajo, de manera directa o a través de la renta en especies. O, si es que las comunidades
lograban retener la propiedad de los medios de producción, la apropiación de los productos
que entraban a la circulación mercantil.
Sin embargo, no hay que considerar que siempre las luchas de las distintas
comunidades o parcialidades étnicas de las viejas nacionalidades se dieron ya desarticuladas
de su unidad político-militar central, resolviéndose regional o localmente a través de diversas
formas y coyunturas. Con todo, lo dicho permite entender de manera global por qué -aún
cuando la situación del campesinado atravesó en algunos casos por el proceso de reforma
agraria, como proyecto de la burguesía industrial- el sistema de su denominación política se
estructuró con éxito variable, pero generalmente sobre la base del caciquismo, conformando
esa forma de Estado llamada "bonapartista", en las naciones cuya territorialidad "encerró"
viejas sociedades nacionalitarias de avanzado desarrollo.
Con la expansión capitalista al agro, tanto a través de la apropiación de las tierras
como a través de la apertura de las comunidades campesinas al mercado interior, éstas se
vieron cada vez más reducidas en sus posibilidades de reproducción. Lo que ha causado en
parte la expulsión de población a las ciudades, sin que ello les permitiera tampoco una
incorporación ilimitada a otras formas de producción. Por lo que en el campo se agudizan las
luchas de clases generando situaciones complejas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 606
Como vemos, muchas veces, la lucha se da separadamente por parte de las distintas
parcialidades étnicas que una vez integraron una nacionalidad. No obstante, se llegan a
conformar situaciones críticas para el campesinado cuando las políticas agrarias del Estado
nacional -sea por la crisis económicas del sistema capitalista mundial o por crisis e
incapacidad política de las clases dominantes nacionales para resolver el "problema agrario"-
los afectó drásticamente de manera general. En tales situaciones, el campesinado busca
ampliar las bases de una acción política para enfrentar al Estado nacional. Y una de las formas
que adquieren las alianzas, es la unificación de las distintas comunidades y parcialidades que
han integrado históricamente las viejas nacionalidades. Generalmente, a tales necesidades de
unificación se corresponde la generación de un nuevo sistema de representaciones ideológicas
que, sobre la base de rasgos culturales comunes (como la lengua, la mitología, etc.) alude a la
vieja unidad como sustento de las grandezas del pasado histórico, bastante mitificado, bajo
formas de pensamiento mítico-religioso ("milenarismo", "mesianismo"). En tales condiciones,
la capacidad de asedio del campesinado al Estado nacional puede alcanzar gran magnitud,
sobre todo si se trata de etnias demográficamente importantes. Las limitaciones de sus
proyectos políticos se deben, a pesar de ello y en primer lugar, a sus contradicciones internas.
Por una parte, los elementos de la conciencia social serán predominantemente culturales,
debido a que se trata de un campesinado dividido en clases. Por lo que, si una unidad étnica se
fortalece, no sobrepasará en sus manifestaciones a la simbolización cultural de lo común. Por
lo demás, los elementos culturales comunes que pueden conformarla han sido históricamente
"difundidos" por las viejas clases explotadoras y las relaciones entre formas y contenidos de
estas expresiones de la conciencia social suelen ser poco congruentes con su contenido
político anti-explotador. Ello limita los niveles de conciencia política, opacando las
posibilidades de una conciencia de los intereses y posiciones estrictamente de clases, que les
llevarían al desarrollo de las luchas intestinas. Lo que, por lo demás, ocurre con bastante
frecuencia, debilitando la unidad interna de tales alianzas.
Pero cuando la unidad política se da y cobra fuerza con el movimiento social en
ascenso, el proyecto político que se presenta bajo la ideología de la identidad cultural, por su
carácter excluyente de la "otredad" social, hace muy difícil las alianzas con otras clases
explotadas de la sociedad nacional. Se puede llegar a coincidir, en coyunturas de rebelión
contra el estado, con las acciones del proletariado o la pequeña burguesía. Pero se hace difícil
la estructuración de una unidad política orgánica. De hecho, los proyectos políticos de las
etnias de origen nacionalitario se presentan como anticapitalistas. Por lo que no debemos
confundir un movimiento nacionalitario de liberación con las luchas nacionalistas de
liberación.
Lo cual no quiere decir que una alianza de parcialidades integrantes de antiguas
sociedades nacionalitarias estén históricamente imposibilitadas de integrarse a un proyecto
nacional. De hecho, el capitalismo los ha integrado ya a la nación. Pero no se trata de un
proyecto autónomo: no es su proyecto. Y es justamente esta situación la que el movimiento
campesino, unificado como etnia, rechaza.
Es un rechazo al Estado nacional burgués, las etnias nacionalistas pueden llegar a
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 607
proclamar a su proyecto como "socialista". Pero generalmente tal concepción del socialismo
es algo sui generis y está empíricamente referida más bien al carácter internamente
igualitario de las relaciones comunales que constituían las unidades de producción y
reproducción social en que se sustentaba el esclavismo inicial, aunque ya las relaciones
comunales hayan alcanzado diversos grados de disgregación por la penetración del
capitalismo. Un proyecto "socialista" de tal naturaleza, con todo, tiene viabilidad histórica a
condición de tener como bases sociales a las comunidades campesinas y de establecer con
otras clases nacionales explotadas una alianza política que las apoye también en su lucha
contra la explotación tradicional de los caciques. Pero, en tal caso, se trataría ya de un
proyecto político que subordina al interés y conciencia de clase la identidad étnica y, además,
no será un proyecto autónomo, sino integrado a una coalición de fuerzas con otras clases que
no se identifican culturalmente con la etnia.
Volviendo al plano general, para resumir lo anterior, podemos decir que las etnias son
grupos sociales con una cultura distintiva que, entre los factores históricos de su
diferenciación cultural, se caracterizan por pertenecer a pueblos originalmente unificados en
torno a una formación social precapitalista. Y que se ven inevitablemente incorporados al
sistema de relaciones de producción capitalista, en un proceso histórico irreversible. Dicho
proceso de confirmación de la nación capitalista conlleva necesariamente el establecimiento
de la soberanía territorial por el estado burgués, restringiendo progresivamente, hasta llegar a
la eliminación, el control del las etnias sobre sus condiciones naturales de producción.
Por una parte, la tierra misma -medio y condición fundamental de producción
económica y de reproducción social de las sociedades precapitalistas- entra inevitablemente
en el proceso de acumulación de medios de producción en que se funda el desarrollo
capitalista, modificando las viejas relaciones de propiedad sobre ella y condicionando con eso
las formas de posesión por los productores directos, así como las diversas formas de
transferencia de excedentes. Por otra parte, se rompe la autosuficiencia de la producción
campesina tradicional, al ser abierta al mercado nacional que es, a la vez, una instancia de
integración al sistema capitalista (transferencia de excedentes de productos) cuando las
unidades de producción campesinas sobreviven, y una vía de desintegración de las viejas
formas de las relaciones de producción (mercado de medios de producción -tierras- y de
fuerza de trabajo), que incorpora progresivamente a las poblaciones de origen étnico a las
clases de origen nacional. Una minoría se constituirá en pequeña burguesía agraria o
comercial y la mayoría en proletariado o en "ejercito de reserva" agrario o urbano.
Ante la violencia de este proceso expropiador y disgregador de las viejas formas de
producción -que tampoco les ofrece alternativas mejores, desde que el mismo sistema no está
generalmente en condiciones de subsumir realmente toda esa fuerza de trabajo al capital510-,
510
En las primeras fases del desarrollo del capitalismo no existía un desarrollo industrial suficiente como para
absorber la fuerza de trabajo desplazada del agro. Cuando el desarrollo industrial ha alcanzado grandes avances,
elevándose la composición orgánica del capital, la automatización comienza a rechazar a una importante
proporción de fuerza de trabajo que, aún con la extensión de la producción industrial, tampoco alcanza a ser
proletarizada. De ahí que los llamados “sectores informales” constituyen una proporción de población urbana sin
posibilidades de incorporarse realmente a la producción capitalista “típica”.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 608
las poblaciones étnicas tienden a unificarse para resistir. La base social a la cual pueden
recurrir de manera más inmediata para conformar una unidad de resistencia, es el grupo
mismo. Y los contenidos de la conciencia en que se refleja tal unidad en la inmediatez, son
precisamente los contenidos culturales de la conciencia habitual. Como hemos visto, la
identificación cultural -étnica en este caso- se ve proporcionalmente agudizada en relación
al grado de conflicto con los "otros" grupos sociales, es decir, con las clases representadas por
el Estado nacional. Al decir clases "representadas" por el Estado nacional, nos referimos
también al proletariado, que se presenta de manera aparente como contrario a los intereses del
campesinado, al demandar en el mercado de productos agrícolas la baja de los precios, desde
que los alimentos constituyen parte importante del valor del salario. En el mercado se
establece así una contradicción de intereses inmediatos de clases entre el campesinado y el
proletariado que, aún no siendo antagónica, dificulta las alianzas de clases contribuyendo al
aislamiento político del campesinado en general y los de origen étnico en particular, pues su
unidad se suele convertir en pretexto fácilmente identificable de discriminación social.
La inviabilidad histórica de un proyecto nacional autónomo de los grupos étnicos no
obedece sólo a las relaciones externas al grupo, dentro de la sociedad nacional, sino también a
las debilidades del mismo debidas a las contradicciones internas de sus aspiraciones,
condicionadas por el hecho de que las etnias están integradas al sistema capitalista. Por un
lado, aspiran al control autónomo de sus condiciones de producción. Pero ello supone su
explotación bajo formas "tradicionales", correspondientes a un grado de desarrollo de las
fuerzas productivas que no les permitirían ni la defensa militar de su soberanía ni la
producción de bienes que se han convertido en necesarios, pero que sólo pueden obtener a
través del mercado capitalista. Por otro lado, tampoco aspiran a romper con el mercado
nacional respecto del cual, desde que como campesinos representan una rama de la
producción en la división social del trabajo, han entrado a depender, tanto para obtener
instrumentos y tecnología básica, como diversos otros bienes de consumo a los cuales no
pretenden renunciar. Respecto al mercado nacional, "exterior" para la etnia, sólo pretenden
obtener condiciones más favorables en el proceso de intercambio.
Así las cosas, los movimientos étnicos, aún pudiendo llegar a ejercer fuertes presiones
contra el Estado nacional, levantan demandas fundamentalmente reivindicativas y no llegan a
conformar proyectos políticos alternativos. Lo que explica por qué el nivel de la conciencia
social enfatiza la identidad cultural, que es la que predomina en el nivel de conciencia
habitual y espontánea.
Otro aspecto del concepto de etnia que se debe precisar se refiere al hecho de que, si
bien el grupo étnico está mayoritariamente integrado por productores campesinos con las
características señaladas, ello no significa que sus miembros ocupen exclusivamente tales
posiciones en el sistema de relaciones sociales de producción. Estos, sin embargo, constituyen
el núcleo o la base de la reproducción del ser social y la cultura de la etnia.
Hemos mencionado que una minoría de los miembros de la etnia puede incorporarse a
la pequeña burguesía comercial, generalmente asentada en zonas urbanas. La mantención de
los vínculos con el grupo étnico y el reforzamiento de su identificación cultural es, para ellos,
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 609
un recurso que les permite asegurar un cierto control del proceso de intercambio de los
productos agroartesanales de las comunidades campesinas en condiciones ventajosas. Cuando
se trata de comerciantes de productos artesanales, explotan también la imagen de su identidad
cultural "hacia afuera", como garantía de "autenticidad" de los productos, lo que forma parte
del valor socialmente asignado a los mismos y que el comerciante se hace pagar. También
suele generarse una pequeña burguesía agraria que se asegura la disponibilidad de fuerza de
trabajo más o menos barata, comprometiendo a los miembros de su grupo étnico a través del
intercambio de "favores".
Pero hay fracciones más amplias de los grupos étnicos que, debido a la pauperización
de la economía campesina, se incorporan a otros tipos de relaciones de producción dentro del
capitalismo, como una forma de subsidiar las pérdidas de la producción agraria que es, sin
embargo, el ámbito de su reproducción social y la base de la reproducción de la cultura con
que se identifican. Es el caso de los que Bartra incluye en el campesinado pauperizado y
semiproletario, que desarrollan esa "...agricultura (que) se sostiene en el pequeño comercio, el
dinero que envían las hijas de la ciudad donde trabajan como sirvientas, los jornales, los
beneficios del trabajo artesanal o las ganancias de un ejercicio de un oficio" (R. Bartra,
1974:90). Tanto los campesinos pauperizados que no llegan a proletarizarse y viven de
realizar actividades "terciarias", como los semi proletariados que se sustentan básicamente en
un jornal o salario, participan de la producción agraria como una actividad económicamente
secundaria. Meillassoux, por su parte, explica el por qué es importante para el proletariado
campesino la mantención de los vínculos con la que llama comunidad doméstica y que, en
nuestro caso, es válido para la etnia campesina. Se trata, en su calificación de los sectores del
proletariado, del "proletariado campesino que sólo obtiene del capitalismo los medios para la
reconstitución inmediata de su fuerza de trabajo, pero no para su mantenimiento y
reproducción, medios que él se procura en el marco de la economía doméstica" y que, en
cuanto a su conciencia de clase y conducta política, se caracteriza porque "reivindicará
particularmente mejores condiciones de trabajo y de resistencia durante el periodo de empleo,
pero tendrá una débil conciencia de clase por cuanto piensa que puede replegarse a su país y a
la comunidad rural" (Meillassoux 1977: 189-190). En este caso, la mantención de los vínculos
con el grupo étnico es lo que permite al proletario de origen campesino, en principio, su
reproducción social como fuerza de trabajo barata, cuyo costo no ha sido cargado al capital
variable del empresario capitalista y, además, garantiza su sobrevivencia ante los riesgos de
cesantía como proletario. Es decir, es lo que le permite al proletario de origen campesino
resolver situaciones vitales que su venta ocasional de fuerza de trabajo a bajos precios no le
permite solventar. De ahí por qué su trabajo asalariado contribuye a subsidiar una producción
agraria deficitaria y por qué mantiene su identificación con el grupo étnico -que en parte
reproduce-, aún cuando sus aspiraciones pudieran estar más orientadas a incorporarse al
proletariado estable que a participar de las reivindicaciones de su etnia como campesino.
También suele haber sectores del proletariado estable o "clásico", integrados por
miembros de origen étnico que, aún prescindiendo de sus vínculos económicos con la
producción campesina, reproducen su identidad cultural originaria de manera aparente,
cuando a la imagen esteriotipada de su etnia se asocia la posesión de alguna habilidad
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 610
particular que se cotiza bien en el mercado de la fuerza de trabajo: "son muy trabajadores",
"son muy serviciales" o, como sucede con los iroqueses, que tienen gran demanda en las
empresas de construcción, porque se supone que no sufren de vértigo.
También habrá algunos miembros salidos de la etnia que se han integrado a otras
clases sociales, como la pequeña burguesía administrativa o profesional, que no desconocen
su origen étnico aunque estén totalmente desconectados de su grupo, pues éste constituye la
referencia desde la cual valoran su posición actual de términos de prestigio social.
Para terminar con este punto, sin la pretensión de haber respondido a todos los
problemas objetivos que implica el concepto de etnia, ni mucho menos, queremos explicitar
los aspectos de su categorización que intentamos contribuir a resolver a partir de la
formulación precedente:
1) Buscando congruencia en la formulación materialista del concepto, creemos que la
especificidad de los grupos étnicos se puede precisar así, reflejando los aspectos
fundamentales de la causalidad histórica de su ser social, de la reproducción material de las
peculiaridades distintivas de su cultura.
2) Que es el reconocimiento de la particularidad material de su ser histórico-social lo que
habitual. Lo cual no es, en todo caso, una característica exclusiva de las etnias.
3) Este enfoque del problema permite entender el hecho de que una etnia, sin dejar de
serlo como ser social con una determinada cultura, puede, en determinadas situaciones,
acceder a la conciencia política. De hecho, un desplazamiento de la identidad social respecto a
los contenidos y niveles de la conciencia, no implica ni genera por sí mismo un cambio del ser
social de la etnia. Pero puede convertirse en una condición subjetiva importante en su
transformación histórica, como sujeto activo y conciente de la misma.
4) La formulación propuesta busca precisar algunas diferencias importantes en cuanto
a las formas y niveles de la práctica política en la lucha de clases, entre las luchas étnicas,
básicamente reivindicativas, y los movimientos nacionalistas o las luchas nacionales de
liberación anticolonial o antiimperialista , que constituyen proyectos políticos alternativos.
El problema indígena.
El llamado "problema indígena" no es otra cosa que una particularidad de la "cuestión étnica".
Es una particularidad americana511. Se refiere a etnias cuya tradición histórica se desarrolló en
territorios americanos y que suelen compartir algunos componentes raciales en común. Y los
elementos culturales que -integrándose de diversas maneras con una gran cantidad de
511
Aunque el término “indio” no se ha aplicado sólo a los habitantes nativos de América.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 611
elementos originarios del viejo mundo- defienden su individualidad, tienen que ver con la
cultura de diversas sociedades precapitalistas y pre-europeas autóctonas. No obstante, la
unidad del sistema socioeconómico que los integró como grupos sociales involucrados en la
confirmación de las naciones americanas, fue generalmente el complejo sistema de relaciones
de producción que se estructuró en el proceso de acumulación originaria del capital, durante la
colonia. Prevemos que un intento escolástico de distinguir si se trata estrictamente de etnias -
si "encajan" en la definición- estará afectado por las polémicas en torno así el modo de
producción entonces fue feudal o capitalista, qué tanto o desde cuándo.
De cualquier modo, podemos decir que las etnias indígenas actuales descienden de
aquellas que, involucradas de diversas maneras en la estructura socioeconómica colonial antes
de la conformación de las actuales naciones americanas, participaban de sociedades
precapitalistas establecidas en territorio americano.
La cuestión indígena es de gran complejidad, dada la multiplicidad de etnias existentes
antes de la colonia y el hecho de que esas sociedades americanas se encontraban organizadas
en diversos modos de producción condicionando diversas particularidades de relación con los
colonizadores europeos y aún con las clases sociales del capitalismo organizado en naciones.
Había desde comunidades primitivas de cazadores recolectores y comunidades tribales
agropecuarias hasta sociedades esclavistas en distintos grados de desarrollo. Las sociedades
más fáciles de conquistar y someter económicamente fueron las más desarrolladas, que ya
poseían un aparato estatal de dominación clasista bien estructurado. Las mayores dificultades
las representaron las comunidades tribales, algunas muy numerosas, organizadas para la
defensa y nunca antes sometidas a explotación ni a dominación política, pero que interesaban
a los colonizadores por representar una buena cantidad de fuerza de trabajo capacitada para
las labores productivas como la agricultura, minería y artesanías. Los pueblos cazadores pre-
tribales, en cambio, no reconocían la propiedad sobre los medios naturales de producción -
pues nunca la conocieron-, y se resistieron a las grandes transformaciones tecnológicas y
sociales, además de no ser una fuente importante de fuerza de trabajo. Fueron exterminados a
través de dos formas de etnocidio: el asesinato sistemático y masivo en unos casos y, en otros,
la política de reducciones o reservaciones donde su fuerza de trabajo fue forzada a contribuir a
la acumulación de unos cuantos capitales antes de extinguirse en condiciones inhumanas.
La existencia de sectores mas o menos importantes de ladinos y mestizos, es uno de
los efectos del proceso de integración y subordinación le las etnias indígenas en la
conformación del modo de producción capitalista y los Estados nacionales americanos.
particularidad "étnica". Si nos parece pertinente hacer esta explicitación es porque nos
interesa ver qué papel juega la singularidad cultural en la lucha de clases, como una
dimensión de la existencia de toda clase social, trátese o no de etnias.
Para tal efecto, consideraremos como grupos de origen nacional a aquellos cuyo
sistema socieoeconómico originario común se genera con el desarrollo del sistema de
producción capitalista. Es decir, se trata de grupos sociales que, aún integrados por miembros
de proveniencia heterogénea, adquieren una particularidad cultural común y distintiva, que se
corresponde con el surgimiento de las nuevas clases y sectores sociales específicos del modo
de producción capitalista. Es esta posición en estos nuevos tipos de relaciones de producción
la que constituye el contenido sociohistórico particular a que corresponden las subculturas de
los grupos de origen nacional: las culturas burguesa, proletaria y de la pequeña burguesía. Sin
embargo, esto requiere de algunas precisiones.
De hecho, todas las clases y sectores que integran el modo de producción capitalista,
son cualitativamente nuevas, incluso la de los grupos étnicos que no se integran a las clases
mencionadas. Si hubo, por ejemplo, en lo que se constituyó en la base territorial de una
nación, comunidades tribales, éstas perderán las calidades esenciales del comunismo
primitivo al convertirse en clases sociales explotadas que transfieren excedentes a través del
mercado. Aun cuando se distribuyan igualitariamente la producción que retienen o que
obtienen del mercado, aún si mantienen viejas técnicas y formas de la organización
productiva, formas tradicionales de filiación, etcétera, su antiguo modo de producción habrá
desaparecido, transformándose cualitativamente en nuevas formas de producción.
Además, es perfectamente posible que diversos sectores o parcialidades de las nuevas
clases sociales, sean grupos sociales que conserven sus identidad étnica.
Por lo tanto, diremos que los grupos de origen nacional están integrados generalmente
por grupos o sectores sociales que, en el desarrollo de la lucha de clases que llevan a la
implantación y expansión del sistema capitalista, han luchado en contra y han roto con los
sistemas de reproducción que permitían mantener culturas "tradicionales". La revolución
burguesa nace de la lucha radical contra los viejos órdenes sociales, contra los antiguos
sistemas de producción, generalizándose a sus demás manifestaciones en la religión, la
cultura, etcétera. La burguesía hegemoniza, por lo demás, un violento proceso expropiador de
los medios de producción, con lo cual el nacimiento del proletariado es también el
surgimiento de una clase que proviene de la desarticulación de las viejas formas del ser social
que permitían la reproducción de sus culturas tradicionales, ya despojados y amalgamados en
el nuevo ser social de vendedores de fuerza de trabajo. Para lo cual requieren de una libertad
de movimiento que les permite desplazarse bajo las compulsiones de la demanda de ese
mercado de fuerza de trabajo. Con lo que rompen progresivamente con todos sus vínculos
tradicionales, viéndose en la necesidad de generar nuevas formas de organización y de
establecer nuevos vínculos sociales adecuados a su situación real: mutuales, clubes
deportivos, sindicatos, partidos políticos. La burguesía genera, además, una nueva clase o
sector social que sirve a sus intereses: la pequeña burguesía, con diversas posiciones en la
división del trabajo. La pequeña burguesía comercial que realiza la plusvalía en la circulación
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 613
real con las tradiciones anteriores a la revolución burguesa sea aquella que, habiendo
confirmado parte de las viejas clases feudales, pero escapando al proceso expropiador, se ha
identificación, de una "tradición cultural" más o menos real, conformando además por razones
terrateniente. Además, tal situación sólo puede darse aún donde el desarrollo del capital
industrial-financiero no ha realizado una reforma agraria, que le permita restar del costo de la
de los alimentos, lo que resulta un lastre para el avance del capitalismo moderno.
Por eso es que, por lo general, los grupos de origen nacional integran
mayoritariamente a las clases comprometidas en la negación de la reproducción de las viejas
formas del ser social y están compuestas por miembros de una heterogénea proveniencia
cultural, los que generan nuevos intereses de clases que se disputan en el ámbito nacional. Por
lo que crean nuevas formas de identificación social: formas particulares de ideologías
nacionalistas que se corresponden con sus nuevos intereses de clase. Borojov es uno de los
autores que con mayor claridad ha intentado mostrar a relación entre las ideologías
nacionalistas y los intereses de clases (Borojov:op.cit.).
Sin embargo, también los grupos de origen nacional poseen manifestaciones
culturales distintivas. Y la singularidad de las subculturas de estos grupos no sólo se
corresponde con la posición en la estructura de clases, con una diferenciación cultural
respecto a los grupos que integran otros tipos de relaciones tipos de relaciones de producción
integradas al sistema capitalista, sino que presentan también una singularidad nacional. Lo
que nos permite apreciar diferencias a veces notables entre el proletariado o la burguesía de
una nación a otra o de las distintas regiones de una misma nación. En gran medida, tales
particularidades tienen relación con las coyunturas históricas en que se han formado y
desarrollado estas clases y sectores sociales. También sus modalidades obedecen a las ramas
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 614
La cultura nacional.
En general la "cultura nacional", objetivamente formada en el mercado, en la necesidad de
una lengua franca común, en las nuevas redes de interacción económica, social y política
dentro del espacio nacional es, como ideología, una creación de las fracciones de la burguesía
que hegemonizan la vida política. Para lo cual compran y disponen de los servicios de la
pequeña burguesía intelectual, es decir, de sus intelectuales orgánicos, en la acepción
gramsciana. Las formas y contenidos ideológicos que adquiere la creación y a apropiación
burguesa de la "cultura nacional", variará en su desarrollo en cada nación, de acuerdo con las
formas de ejercicio de los poderes de Estado (forma de Estado). La creación de símbolos y
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 615
africano o asiático en el continente americano, que son segregadas por sus rasgos
antropofísicos aparentes, sin importar cuáles hayan sido las naciones o etnias de las cuales
provienen, que posean diferentes dialectos, que profesen distintas religiones. En estos casos,
suele darse un sincretismo cultural que amalgama elementos de diversas viejas tradiciones,
creando nuevas identidades culturales unitarias en torno a las cuales puede establecerse la
solidaridad social necesaria para sobrellevar o enfrentar activamente la situación de
discriminación. En otros casos, el factor de discriminación cultural se relacionará con las
particulares tradiciones heredadas de culturas de origen nacional extranjero o en etnias
autóctonas históricamente disueltas como tales, pero de las cuales persisten, integradas a una
nueva subcultura, algunos rasgos distintivos.
Cuando el origen nacional extranjero o "criollo"512, o las características raciales son un
pretexto de discriminación muy fuerte y se da en el seno de distintas clases, la unidad en torno
a los símbolos y valores culturales comunes puede implicar niveles de solidaridad social que
subordinan las contradicciones internas del grupo, derivadas de la diferencia de posiciones de
clases, sobre todo en las situaciones en que la lucha de clases antagónicas no ha llegado a
niveles críticos.
Es importante destacar que la identificación de los grupos de origen nacional, que se
establece primariamente como identidad cultural, puede llegar a adquirir gran fuerza
ideológica como factor de unidad y solidaridad en la acción política. Sin embargo, su grado de
desarrollo y contenido político puede ser bastante disímil. Ello dependerá de la composición
clasista de las minorías y de su nivel de participación, como tal, en la lucha de clases.
En algunos casos, su comportamiento político no diferirá del de un grupo étnico.
Particularmente cuando los integrantes de la minoría nacional se han incorporado a posiciones
secundarias en el sistema de relaciones de producción generadas por el modo de producción
capitalista. Es lo que sucede con diversos grupos afroantillanos y caribeños que, conformados
como tales por la expansión colonial capitalista en su momento de acumulación originaria,
los sometió a particulares relaciones de esclavitud en el argo (la "segunda esclavitud"). Y con
la liberación de su condición de esclavos, que les otorga la burguesía que encabeza las luchas
de independencia y conformación de los Estados nacionales, se integran a comunidades de
economía campesina.
En otras situaciones, cuando las minorías nacionales subordinadas están compuestas
por miembros integrantes de distintas clases sociales, incluyendo las clases fundamentales, y
representan una proporción importante de la población nacional, pueden aspirar a imponer un
512
En muchas de las naciones donde el capitalismo obedeció a su expansión colonial, las clases dominantes
hegemónicas han sido propiamente de origen extranjero discriminándose a la población nativa o mestiza, aún
cuando parte de ella conforme la burguesía nacional. De hecho, en estos casos la burguesía extranjera ha hecho
“suya” la nación, apropiándose de los aspectos culturales de su tradición. En otras situaciones, donde domina
una burguesía nativa o mestiza, se discrimina a los comerciantes o empresarios de origen extranjero que han
llegado como inmigrantes a buscar fortuna (a “hacerse la América”), como sucede en América con los
inmigrantes árabes, judíos y algunos europeos.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 618
5 . El análisis
de situaciones étnico-nacionales concretas.
La distinción básica que hemos esbozado entre grupos étnicos y grupos de origen nacional
tiene un carácter muy general. Pero resulta evidente que cada una de estas categorías sociales
puede presentar muy diversas modalidades particulares, según como hayan incidido en su
determinación histórica los diversos factores que condicionaron tanto su cultura como su
513
Este es el caso de las que, en sentido estricto, López y Rivas y Perera (1971) definen como minoría
subordinada.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 619
514
François Borde: Tipologie du Paléolothique ancien et moyen. Bordeaux, 1961.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 620
llevarán a descubrir un orden en los datos empíricos. Sin embargo, este problema debe ser
planteado con referencia a la concepción del método de investigación como una totalidad.
Pues no es la tipología la totalidad de la investigación, ni la pregunta de cómo clasificar es la
primera cuestión a resolver.
El cómo investigamos es una cuestión subordinada al para qué lo hacemos. Situados
en el problema de cómo clasificamos (qué categorías de análisis manejamos, en qué orden lo
hacemos, etc.) depende de qué aspectos de la realidad queremos inferir a partir de esa
información ordenada. Es decir, en cada instancia de la investigación, podemos necesitar
ordenar una clase de información con el fin de realizar determinadas inferencias que nos
descubran a la vez lo general y lo singular de un nivel dado de la realidad. Según cuáles sean
los aspectos de la realidad que buscamos inferir, podremos definir no sólo cómo ordenamos la
información, sino también qué información necesitamos obtener. En este sentido, la
concepción general del método de investigación se deriva de la teoría acerca de la realidad
que nos interesa transformar, permitiéndonos definir los criterios adecuados para proceder en
cada fase del proceso investigativo y acceder a los distintos niveles de integridad del
conocimiento (ver Bate, 1981).
Hemos considerado pertinente esta disgresión a propósito del método tipológico, para
explicar por qué no intentaremos exponer una tipología de grupos sociales que, convertidos en
un conjunto de casilleros "típicos", resultaría necesariamente incompleta, ya que lo que nos
proponemos llegar a conocer, más allá de la combinación de unas cuantas características
particularmente comunes, es su singularidad concreta, históricamente determinada. Para lo
cual, prácticamente tendríamos que convertir a cada entidad social real en un "tipo" único, y
ello escapa del todo a nuestras intenciones presentes y posibilidades.
Sin embargo, como es nuestro propósito intentar avanzar algo en la sistematización de
las investigaciones sobre las formas concretas que adquiere la lucha de clases y las distintas
dimensiones de la existencia social que en ella se involucran, consideramos más adecuado
delinear, aunque sea muy esquemáticamente, una proposición de criterios metodológicos. Al
ser explicitadas las categorías y variables que organizan los procedimientos investigativos, se
responde a dos objetivos. Uno de ellos es la posibilidad de generación de conocimientos
acerca de las cualidades de los grupos sociales y los procesos históricos en que participan. El
otro es el de facilitar la comunicación de los problemas y aspectos de la realidad a que
hacemos referencia, desde que sabemos de qué manera los estamos analizando.
Como señalamos en la introducción, la teoría es a la vez es un resultado de la
investigación precedente y un punto de partida para el desarrollo de nuevas investigaciones.
La búsqueda de soluciones mejores a problemas del contenido e interrelaciones entre los
conceptos que integran la teoría, nos interesa acá precisamente como un punto de partida
desde el cual podemos organizar racionalmente los procesos investigativos que nos conduzcan
a generar nuevos conocimientos cada vez más coherentes y precisos acerca de nuestro objeto
de estudio.
La teoría se formula como un sistema de categorías y conceptos que reflejan distintos
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 621
niveles de generalidad y esencialidad de las regularidades objetivas que ocurren en las dos
dimensiones inseparables del proceso social: las dimensiones estructural e histórica. Y los
conceptos o categorías que reflejan los distintos niveles de generalidad y particularidad de la
realidad, deben ser compatibles entre sí.
Si, como hemos visto, la metodología de la investigación se deriva de la concepción
teórica sobre la realidad, la mayor adecuación en la definición de los procedimientos
metodológicos se alcanzará cuando estos se deriven de las formalizaciones teóricas más
cercanas al nivel particular de existencia de los procesos que nos interesa conocer.
Esto supone que las categorías más generales son formuladas reflejando la mayor
riqueza de determinaciones que, hasta donde se sabe en un momento dado, intervienen en al
particular nivel de existencia cuyo conocimiento se desea profundizar. Pero de cualquier
modo, para ese nivel de existencia particular, las categorías deben tener el suficiente nivel de
generalidad como para posibilitar la investigación de diversos fenómenos y procesos que en él
ocurren. Por eso, para definir la adecuación del uso metodológico de determinadas categorías,
es necesario delimitar el nivel de existencia real del objeto de estudio. Con lo cual se define el
nivel de particularidad teórica pertinente, del que se derivará una metodología particular.
Al delimitar el concepto de nación y tomarlo como unidad de análisis, estamos
definiendo como objeto de estudio a las situaciones étnico-nacionales concretas, entendidas
como las formas estructurales y coyunturales concretas que adquiere la lucha de clases en la
formación social capitalista. En ellas están contenidas las contradicciones de clases de distinto
nivel de acción tanto internas como externas a la nación.
Hemos propuesto que las categorías básicas y más generales para aproximarse a este
problema son de las de clase social y cultura, desde que la relación objetiva entre la clase
como categoría fundamental en la formación social y la cultura, comprenden y explican las
distintas dimensiones de la estructura del fenómeno social, desde sus determinaciones
esenciales hasta sus manifestaciones fenoménicas. Por lo tanto, dichas categorías son también
metodológicamente básicas para el análisis de las situaciones étnico-nacionales concretas,
desde que permiten explicar, en su unidad, a la sociedad como totalidad concreta. Siendo
pertinente la aclaración de Kosik en cuanto a que, metodológicamente, totalidad no significa
"todos los hechos", si no "realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede
ser comprendido racionalmente cualquier hecho (clase de hechos, conjunto de hechos)". En
relación a nuestro problema, al entender a la sociedad como una totalidad concreta, formulada
teóricamente como la unidad orgánica de la estructura dinámica y fundamental de la
formación socioeconómica y la cultura, podemos investigar y explicar racionalmente esta
clase de hechos que son las situaciones étnico nacionales concretas en que se desenvuelve la
lucha de clases.
Si es posible la instrumentación lógica -como base de una metodología de análisis- de
estas categorías, es por lo que partimos de una formulación teórica que explica las relaciones
entre ambas. Y es precisamente sobre esa relación que hemos formulado la mencionada
proposición, que, si no es (ni puede ser) acabada, pretendemos que nos permita avanzar con
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 622
bastante mayor coherencia en el estudio de estos complejos procesos objetivos. Al señalar que
entre la clase social y sus manifestaciones culturales hay una unidad de diferentes órdenes de
esencialidad, entendemos que la cultura es la forma fenoménica de su existencia, cuya calidad
esencial es su posición de clase. Pero la relación entre cultura y clase no se reduce a la
relación entre fenómeno y esencia, lo que ya nos abre una vía metodológica para enfrentar
esta análisis. Partiendo del supuesto de que, si las leyes y categorías de la dialéctica son
generales rigen en todos y cada uno de los niveles de la realidad, hemos investigado cómo se
encadenan, específicamente en la particular relación entre cultura y formación social, esa
multiplicidad de regularidades objetivas: fenómeno y esencia, forma y contenido, lo singular
y lo general, todo y partes, causas y efectos en el contexto de la causalidad completa,
contingencia y necesidad, posibilidad y realidad, correspondencia entre calidades y
magnitudes en una estructura compleja y de mediaciones contradictorias, negaciones
dialécticas, etc.
Esto hace que la tarea de investigación sea mucho más ardua y compleja, pero a la vez
abre muchas más alternativas metodológicas. E insistimos en que, si nuestro objetivo es
conocer a la realidad como es, no podemos soslayar el hecho de que la realidad es,
objetivamente, altamente compleja y dinámica por lo cual deberíamos perder las esperanzas
de simplificar la metodología de investigación, reduciéndola a un cómodo recetario
operacional. Si la realidad es compleja, no podemos reducir su conocimiento a una metafísica
simplicidad, sobre todo si pretendemos que el conocimiento nos permita transformar
realidades concretamente complejas. Y si nos consideramos "intelectuales" o investigadores
profesionales "comprometidos", sería saludable que fuéramos asumiendo tal compromiso con
la responsabilidad y los esfuerzos cada vez mayores que el desarrollo de la ciencia exige, en
vez de esperar que alguien descubra por nosotros alguna milagrosa piedra filosofal que
convierta lo complejo en simple, la espesura en transparencia o el sentimiento en conciencia,
sin el requisito del trabajo.
Por ello insistiremos en un punto: el conocimiento de la realidad concreta no se
deduce de la teoría general. Pero sólo mientras manejemos consistentemente una teoría
podremos sistematizar eficazmente los procedimientos lógicos de investigación de la realidad
objetiva, directamente accesible al conocimiento empírico. En nuestro caso, la formulación
teórica de la diferencia y unidad entre cultura y formación social, es una formación general,
supuestamente válida para cualquier sociedad. Sin embargo, en la medida en que ésta nos
muestra las conexiones existentes entre la manifestación fenoménica de la cultura y la
estructura contradictoria fundamental de clases, nos permite sistematizar la investigación
desde la empiria hasta la explicación racional de la realidad histórica concreta.
Por otro lado, también en la dimensión histórica hemos delimitado la particularidad
del objeto de estudio, desde que las situaciones estudiadas están demarcadas por el
surgimiento del capitalismo y la conformación de las naciones. Lo cual no significa que
diversos aspectos que concurren en su determinación causal no deban ser rastreados en una
profundidad histórica mayor. De cualquier manera esta indicación, así como la delimitación
de los conceptos de etnia y grupos de origen nacional, nos circunscriben el campo particular
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 623
de la teoría en que se despliegan las implicaciones de las categorías más generales de clase
social y de cultura.
Proposición metodológica.
Se puede estructurar lógicamente el proceso de investigación que nos permita acceder a un
conocimiento sintético de las situaciones étnico-nacionales concretas, para lo cual sólo
apuntaremos algunos criterios básicos de análisis y ordenación en las principales instancias
metodológicas.
En estas instancias, el análisis puede proceder desde la identificación de los grupos
sociales a través de sus manifestaciones concreto-sensibles como conjuntos y subconjuntos
culturales, pasando por las abstracciones que nos dan a conocer su inserción en la estructura
de clases, hasta la explicación de la situación histórica concreta de la lucha de clases.
Desde que el análisis de estas situaciones trata con sociedades contemporáneas -para
las cuales podemos obtener información más directamente vinculada con los contenidos
fundamentales de la formación social, siendo posible que muchas de las investigaciones
necesarias para su conocimiento ya se hayan realizado-, la estructura metodológica que
esbozamos no implica una secuencia necesaria de procedencias, particularmente en las dos
primeras instancias515. Si existen, por ejemplo, estudios sobre la estructura de clases de una
nación, se podría proceder tanto desde su descomposición analítica para llegar a la
identificación de grupos socioculturales, como desde estos a aquélla, o aún desde ambos
simultáneamente. Lo que importa es entender la coherencia de la estructura lógica de sus
conexiones, la cual deriva de la organicidad de la formulación teórica de las relaciones entre
cultura y formación social.
515
Lo señalamos, porque en una proposición metodológica que he formulado para la arqueología, dada la
especificidad de esa clase de investigaciones, se da un orden necesario de precedencia de instancias
metodológicas.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 624
que serán comunes a toda la clase; por otra parte, puede haber etnias divididas y distribuidas
en diferentes clases y su subcultura mostrará igualmente esas diferencias internas.
Lo que interesa, en principio, es poder diferenciar cada uno de los grupos étnicos o
nacionales de acuerdo a sus rasgos culturales. Estos conjuntos de rasgos distintivos incluirán
tanto los que corresponden a las específicas formas de relación con otros grupos sociales
como los que pueden compartir con diversos grupos. Para establecer tal diagnóstico
diferencial, se deberá proceder por comparación de conjuntos de manifestaciones culturales.
Ello significa tener en cuenta que los criterios o variables sobre cuya base se establezca la
comparación deben ser los mismos y aplicables a todos los grupos516.
b) Población. En este aspecto, estimamos importante considerar dos variables
diferentes: 1. Composición racial de cada grupo y, 2. Cuantificación de los miembros de
cada grupo y la distribución estadística de acuerdo a los criterios que pudieran interesar para
el análisis, como sexo, edad, distribución de los miembros de una etnia por clases sociales y
otros.
c) Distribución territorial. Se trata de identificar los espacios geográficos dentro de los
cuales se mueven normalmente los miembros de un grupo social. Pueden distinguirse éstos de
acuerdo a varios criterios. Por ejemplo: 1. Si se trata de un territorio unitario o fragmentado;
2. Si comprende territorios de una o más naciones; 3. Si se trata de espacios rurales, urbanos o
ambos; 4. Clasificación de espacios según actividades: productivas, de residencia o vivienda,
ceremoniales, funerarias, etc.; 5. Si se trata de espacios compartidos con otro grupo social; 6.
Comparación de los espacios geográficos actualmente ocupados con aquellos ocupados en el
pasado (restricciones o ampliaciones territoriales, desplazamientos, migraciones).
d) Génesis socioeconómica, Se refiere al sistema o sistemas socioeconómicos de los
cuales descienden los miembros de un grupo social. Una "etnia" diferirá de los grupos de
origen nacional si la unidad actual deriva de un sistema socioeconómico común precapitalista
o si el grupo ha sido integrado por descendientes de diversas sociedades originadas durante el
proceso de desarrollo del modo de producción capitalista.
e) Tradición histórica particular. Interesa el conocimiento de la historia particular real
del grupo social, de su conformación como unidad social, relaciones con otros grupos o
sociedades, particularidades de su devenir y procesos de integración al sistema actual 517. De
hecho, también en este caso, los grupos étnicos poseerán una historia como unidad social
diferenciable, anterior a su incorporación al sistema capitalista. Los grupos nacionales
generalmente son de origen más heterogéneo y la historia de su identidad, como tales, se
inscribe en la historia del desarrollo capitalista, lo que no excluye la incorporación de diversos
rasgos culturales que recrean viejas y diferentes tradiciones precapitalistas.
516
Sobre los criterios de ordenación de formas culturales véase el capítulo "El orden de las formas culturales"
en Bate, 1978.
517
Nos referimos a la historia real, pues los mitos históricos forman parte de la ideología cultural actual.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 625
518
V. I . Lenin: Una gran iniciativa.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 626
519
A. SánchezVazquez: Filosofía de la praxis.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 627
conciente y se trata, por lo tanto, de un sujeto humano. Por otra parte -y en ello estriba el
fundamento de la concepción materialista de la praxis- el objeto de la transformación existe
independientemente de la conciencia del sujeto. De allí que pretender que la actividad teórica
subjetiva sea una forma de praxis ("practica teórica") transparenta claramente una concepción
idealista de la misma. La actividad consciente del sujeto no modifica por sí misma ningún
objeto, pero constituye una condición necesaria de la acción práctica. El grado de conciencia
sobre las propiedades del objeto y de los niveles de acción posibles del sujeto en relación con
aquel, inciden en una mayor o menor adecuación de los resultados reales de la praxis con
respecto a los fines previstos por el sujeto y que orientan su acción transformadora.
En este capítulo haremos algunos apuntes acerca del papel que juega la conciencia
cultural de la realidad, como elemento de la actividad subjetiva de la praxis política, en la cual
los sujetos son las clases sociales. Estas luchan entre sí movidas por intereses históricos
contradictorios en cuanto a los fines del manejo y la transformación de las relaciones sociales,
que constituyen el objeto de la práctica. A partir de ello, nos referiremos a la importancia de la
conciencia reflexiva de la cultura, es decir, del manejo teórico de la categoría de cultura, en el
contexto de una praxis política orientada a la transformación revolucionaria de la sociedad.
acuerdo con los niveles de conciencia de las clases sociales y con el grado de compromiso
afectivo asociado a tales valores. De ello depende su grado de incidencia en la definición de
posiciones, en la generación de actitudes y en la motivación de las conductas políticas.
Los símbolos culturales poseen mayor fuerza cuando predomina el nivel de la
conciencia habitual espontánea, los prejuicios y los estereotipos acríticamente asimilados. Un
desarrollo de la conciencia crítica y reflexiva permite conocer con mayor lucidez los intereses
objetos de la clase que pertenece. De allí que, generalmente, las clases opresoras manipulan
ideológicamente los símbolos culturales, a través de los cuales puede crearse una imagen
aparente de unidad en la cual basar el consenso que permite ejercer el poder político y la
dominación clasista. El manejo ideológico de la cultura por parte de la burguesía se orienta en
diversos sentidos, sirviendo a sus intereses. Se crea la imagen de una unidad nacional, para
atenuar las manifestaciones de las contradicciones profundas y antagónicas de clases,
permitiendo el desarrollo de su propio proyecto político. Simultáneamente, se manipula y se
fomenta bajo el pretexto del respeto a las diferencias culturales (algunas más "respetables"
que otras, claro está), la desunión y pugnas entre minorías nacionales y grupos étnicos
integrantes de las clases oprimidas, impidiendo su unidad política y el reconocimiento
recíproco de su comunidad de intereses como clases explotadas. Manipulación que puede
adquirir diversas orientaciones, según las coyunturas. El imperialismo norteamericano
encuentra, por ejemplo, apoyo político para su gobierno en torno a la "american way of life",
al papel de guardián internacional del "mundo libre" y la "democracia", pretextos bajo los
cuales sojuzga y masacra a otros pueblos y a los "enemigos" de sus superiores intereses
internacionales. Mientras que, internamente, se mantienen las fricciones y la discriminación
social entre los trabajadores negros, latinos y sajones. En muchas de las naciones
latinoamericanas, con un campesinado de composición multiétnica, se ha fomentado la
discriminación social entre los trabajadores urbanos y mestizos, respecto a los campesinos
indígenas, devaluando y destruyendo progresivamente sus símbolos culturales. Por ello,
cuando el campesinado amenaza con convertirse en un movimiento político fuerte, bajo las
banderas ideológicas de identificación y defensa de la cultura, la burguesía puede permitirse
el juego demagógico y populista ("etnopopulismo") de aceptar, y, más aún, asumir
paternalmente como tarea del Estado, la "defensa" y "conservación" de las culturas
autóctonas, de las "raíces históricas de la nación", etcétera. Con ello "desinfla" el vigor de los
movimientos reivindicativos, sobre cuya base podría forjarse una unidad política de mayores
alcances. Así, cuando el campesinado está integrado por diversas etnias, los campesinos se
desunirán como clase, en la expectativa de obtener concesiones o beneficios del Estado bajo
el pretexto de su singular identidad étnico-cultural.
Al fin y al cabo, el Estado burgués, en su forma democrática, tiene un amplio campo
de manejo ideológico, ya que no afecta a sus intereses de dominación y explotación
económica el hacer todas las concesiones necesarias en el terreno de lo cultural. Ceder
políticamente respecto a las reivindicaciones étnicas de defensa de su cultura no significa mas
que ceder en lo aparente, en lo fenoménico, permitiéndole reforzar la sujeción política que le
asegura no ceder en lo esencial, que es su explotación económica como clase.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 630
científicas existe el error, al que se expone la reflexión teórica. Riesgo mayor mientras más
larga es la cadena de mediaciones lógicas respecto a la empiria y a la realidad. Con mayor
razón ello puede ocurrir en la ideología, como conciencia reflexiva, desde que muchas de sus
premisas constituyen juicios de valor, en cuya formación incide la manera cómo las
situaciones reales afectan a los intereses de las clases a las que la ideología corresponde.
De tal modo podemos entender por qué aún el proletariado que, en condiciones
nacionales "normales", ha alcanzado un determinado desarrollo de conciencia social de sus
intereses de cases y una tradición de luchas en defensa de los mismos, suele tener bajo nivel
de conciencia de los problemas y necesidades de las otras clases y sectores sociales a los
cuales recurre en busca de alianzas y aún apoya en sus luchas reivindicativas. La comprensión
crítica de su propia situación de clases resulta mucho más fácil de alcanzar por ser, además,
una posición situada en uno de los dos polos de la contradicción fundamental del sistema
capitalista. Pero no siempre alcanza la misma lucidez crítica ni la sensibilidad social para
comprender más cabalmente las necesidades y conflictos de las clases y sectores secundarios
en el sistema de relaciones sociales de producción, desde que ello tampoco afecta de manera
muy inmediata a sus propios intereses. Por lo que los estereotipos, la imagen de "los malos"
de las novelas y películas de vaqueros, los prejuicios sobre "el campesino flojo" que no
comparte la rutina de la jornada obrera, etcétera, entran con facilidad a ocupar un lugar vacío
en el nivel reflexivo de la conciencia. A lo cual se suma un factor históricamente objetivo,
generado en la competencia por el mercado interno de fuerza de trabajo, que ha servido de
base para la creación de mecanismos de discriminación social bajo pretextos culturales,
raciales, lingüísticos, etc.
No obstante, más allá de los intereses reivindicativos inmediatos, y aún para ello, la
alianza de las clases sometidas por la burguesía constituye una necesidad política que
condiciona la viabilidad del proyecto revolucionario que puede plantearse el proletariado. En
ese momento, se recordará sin duda que los campesinos constituyen también la amplia,
aunque ya menos precisa, categoría de explotados. Y no faltará la alusión a los mitos
históricos, que pueden corresponder o no a la realidad , con el del "carácter indómito y bravío
de la raza" de los indígenas y que la burguesía ha producido (junto con su imagen de
"holgazanes"), porque magnifica la proeza pacificadora de los pioneros y forjadores de la
nación, convertidos naturalmente en próceres de las clases dominantes. También tales
situaciones de necesidad de alianzas convocan al carácter internacional e internacionalista del
proletariado, que se suele sobreponer a las "excepciones" que exige la discriminación
xenofóbica de los competidores concretos del proletariado nacional.
Del segundo punto mencionado arriba se deriva otra consideración importante. Y es la
de que el hecho de que los mismos símbolos culturales, aún manteniendo su forma como tal,
pueden contener o corresponder a conceptos de diferente nivel de abstracción. Por lo tanto, es
posible que un grupo social que alcanza mayores niveles de conciencia mantenga, por razones
de tradición y de identificación solidaria, toda una simbología cultural que, sin embargo, no
corresponda necesariamente al nivel de conciencia habitual o espontánea.
Pero lo mismo pede ocurrir a la inversa. Existe todo un lenguaje y una terminología,
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 632
creados por el pensamiento reflexivo, que da origen a ala ideología. Como la ideología opera
cotidianamente en el nivel de conciencia habitual, muchos de los conceptos que aluden a las
características esenciales de las relaciones clasistas han llegado a perder su capacidad
explicativa "desgastados" por el uso trivial cotidiano y convertidos en estereotipos; también se
ha perdido en ocasiones el sentido original, por la apropiación demagógica que de ellos hace
el discurso burgués, de manera que los obreros llegan a manifestar total indiferencia y hasta
aversión al uso de los términos "revolución" o "justicia social"; o pueden incorporarse
sincréticamente a contextos mágico-religiosos, cambiando completamente su contenido, y
podremos encontrarnos a los campesinos más pobres, para quienes la palabra "comunismo"
hace el mismo efecto que la mención del demonio en noche obscura.
C. La posición estructural de las clases condiciona las posibilidades objetivas de
desarrollo de la conciencia social. Por ello es que, metodológicamente, el análisis de la
posición de clase es un punto de partida para comprender el nivel de conciencia accesible a
los grupos sociales. Sin embargo, esta afirmación de carácter general solo cobra sentido real si
tomamos en cuenta una dimensión esencial de todo el proceso social, que es la dimensión
histórica. Ello, porque las condiciones de acceso a diversos grados de desarrollo y formas de
la conciencia social varían según el contenido y orientación de los procesos sociales que
involucran a las clases y que se manifiestan a través de las distintas coyunturas políticas. En
ellas convergen los factores diversos de la tradición histórica de las relaciones entre las clases.
Ciertamente el modo de vida, determinado por la relación con los medios de
producción, la organización técnica y social del trabajo, el acceso a los medios de
información, el grado y calidad de las interacciones sociales en determinados espacios, son
características del ser social que condicionan las necesidades y posibilidades objetivas de
desarrollo de la conciencia social. De este modo, se condiciona un nivel medio de desarrollo
de la conciencia social. Cuando la práctica del ser social se desenvuelve en condiciones
normalmente cotidianas, el grupo social genera pautas y respuestas estereotipadas,
culturalmente normadas, que permiten a sus integrantes ahorrarse el esfuerzo de buscar
explicaciones y soluciones creativas. Pero hay coyunturas políticas y sociales -que desde
luego afectan diferencialmente a las distintas clases y sus relaciones recíprocas- que
involucran a los grupos sociales en situaciones excepcionales y a las cuales no pueden
sustraerse porque les afectan de manera importante, que crean situaciones para las cuales no
hay respuestas o soluciones culturalmente establecidas y exigen esfuerzos reflexivos y
creatividad que pueden contribuir de manera importante al desarrollo de la conciencia social y
a la movilización y organización política. Por ello es que algunas experiencias breves pero
intensas, de enfrentamiento y luchas sociales abiertas, enseñan a las masas más que muchos
meses o años de práctica social cotidiana y reiterativa.
Así es como las condiciones estructurales del ser social, tanto como las experiencias
acumuladas en su desarrollo histórico a través de distintas coyunturas, determinan los niveles
de desarrollo de la conciencia social y la mayor o menor importancia que en ella tiene la
representación cultural o reflexiva de la realidad.
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 633
producción, clases sociales y otras. En esa medida, nos permite sistematizar los
procedimientos analíticos e inferenciales que nos llevarán, de una "lectura" de la realidad
directa, que se percibe bajo sus formas culturales, al conocimiento abstracto de las diversas
leyes objetivas que operan en el proceso social . Y luego, a la explicación de cómo se
interrelacionan recíprocamente esas diversas regularidades y leyes , en distintos niveles de
integridad de la totalidad y con distintos niveles de acción , constituyendo orgánicamente esa
realidad concreta , singularmente multideterminada que se manifiesta como una cultura
determinada , integrada por diversas subculturas . Y que no escapa a las determinantes
generales y necesarias de todo proceso social.
Al poder explicar cómo se integran a un sistema múltiple y de acciones recíprocas y
diferenciales las muchas causas que intervienen en la determinación de los procesos sociales,
adquiriremos la capacidad de prever cuáles serán los efectos posibles de nuestras acciones,
como partidos y como clases en lucha -que son parte de esa causalidad - en las distintas áreas
de la sociedad y en su totalidad . Con ello se reducen y minimizan los riesgos de la comisión
de errores graves , de efectos adversos o muy diferentes a los esperados .
Con toda razón Lenin fue siempre tan enfático, como en ¿Qué hacer?, en la necesidad
de una sólida actividad teórica como fundamento de una acertada práctica política.
Entre los efectos previsibles de una praxis política, deben contarse los problemas que
pueden generarse por una consideración superficial de las "cuestiones" étnica nacional. Y no
son éstas cuestiones que puedan resolverse a base de citas de los "clásicos" del marxismo,
sino que se requiere un permanente análisis del desarrollo que han seguido y presentan
actualmente esos problemas.
Hoy, por ejemplo, no puede pensarse que las etnias sean "reliquias de pueblos"
condenadas a desparecer por la progresiva extensión de las relaciones de subsunción real del
trabajo al capital. La elevada composición orgánica del capital alcanzada por el desarrollo
tecnológico y la automatización, comienza a requerir cada vez menos proporciones de fuerza
de trabajo. Y no se puede pensar que se ampliará la industria a niveles capaces de atraer a la
migración desde el agro, con opciones mejores que las que ofrece la mantención de la
economía campesina "tradicional" ya que, en condiciones de control monopólico, no conviene
a la burguesía ampliar los volúmenes de producción -ni siquiera ocupar plenamente la
capacidad industrial ya instalada- para mantener los niveles de precios moderando la oferta.
Mas bien, lo que puede esperarse es que los productores campesinos constituyan un problema
cada vez más serio, agudizando las contradicciones de clases. Tampoco puede pensarse que
estos "pueblos sin historia" sean en sí necesariamente reaccionarios y opuestos a todo
"progreso". Al contrario, debe verse -como se vio en lo que era el imperio ruso -cómo
convertir todo ese potencial de asedio político en fuerzas aliadas de la revolución.
Pues si bien es cierto que el proletariado, como clase social, es el contrario antagónico
de la burguesía y el que puede hegemonizar un proceso revolucionario para destruir las bases
sociales de la explotación capitalista, nunca podrá hacerlo solo, como nunca en la historia una
clase social ha llevado a cabo una revolución contando tan sólo con sus propias fuerzas. La
Cultura, clases y cuestión étnico nacional 637
necesidad del establecimiento de una amplia alianza de clases, obliga a las vanguardias
proletarias a conocer con precisión la situación real, intereses y expectativas, tanto de las
clases y sectores sociales potenciales aliados, como de todas las clases de la sociedad. Para lo
cual será necesario conocerlas a través de sus múltiples formas de existencia y
manifestaciones culturales, como etnias, minorías o mayorías nacionales.
El que la vanguardias revolucionarias sepan adoptar a tiempo y adecuadamente una
posición clara con relación a los grupos étnicos y minorías nacionales, podría llegar a ser
decisivo en momentos cruciales. Pues, con frecuencia, al descuidarse estos problemas, las
clases reaccionarias acudirán a su tradicional y bien experimentando manejo de los símbolos y
valores culturales para movilizarlos, apoyándose en su bajo y engañoso nivel de conciencia,
en contra de los procesos revolucionarios. Sin ir muy lejos, un descuido o torpeza política por
parte del actual gobierno de Nicaragua en el tratamiento de la situación de los misquitos o de
las minorías nacionales de la costa atlántica del norte, podría significar abrir la cabeza de
playa que el Estado norteamericano, usando a Honduras, busca para perpetrar una invasión y
"liberar" una zona donde montar un gobierno provisional, a su servicio.
Este tipo de situaciones, que si es difícil de superar en el proceso de luchas por la
conquista del poder, llega a convertirse en un problema cuando se accede a él, puesto que se
trata de grupos con capacidad de asedio que, si asumen una acción contrarrevolucionaria,
podrían obligar a su represión. Pero, como se trata de grupos tradicionalmente explotados y
oprimidos, ello generaría dificultades en la creación del consenso necesario en torno a la
conformación de un poder que debe representar los intereses de los trabajadores y la
liberación de las clases oprimidas.
En todo caso, las vanguardias que saben prever anticipadamente las complejas
situaciones alternativas que pueden derivarse de las particularidades concretas de las formas
étnicas y nacionales que adquieren las luchas de clases, cuentan a su favor con el hecho de
que las etnias, minorías nacionales y naciones oprimidas, conforman mayoritariamente parte
de las clases sociales explotadas, cuyos intereses fundamentales son los que debe defender
consecuentemente una verdadera vanguardia política.
B. En cuanto a la agitación y educación de las masas, serían tarea casi imposible si no
se conocen las singularidades culturales de las formas y contenidos de la conciencia de
distintos grupos sociales. Será tan difícil como si se ignorara su lengua. Hay que recordar que
el primer nivel de conocimiento es la conciencia habitual, dominada por las representaciones
seudoconcretas de lo cultural, de lo fenoménico. Cualquier intento de elevar la conciencia de
las clases populares, implica conocer el mundo específico de su seudoconcreción cultural,
cuya inmediatez se debe superar analíticamente. Pero es, a la vez, la empiria que refiere a la
sociedad concreta el conocimiento reflexivo de las regularidades fundamentales de la
sociedad y de cómo afectan a los intereses particulares de las clases. La educación de las
clases populares es siempre una tarea urgente, puesto que el dominio de las representaciones,
símbolos y valores culturales en la conciencia habitual constituye un "oscurecimiento" de la
conciencia, siempre potencialmente reaccionario, debido a las facilidades de manipulación
que ofrece a las clases retrógradas, ya habituadas a hacerlo.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 638
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CULTURA, IDENTIDAD
E IDENTIFICACIÓN
Cultura.
La mayor parte de los discursos que se refieren al tema de la identidad -recurrente desde hace
un par de décadas- señalan alguna relación con la cultura. En este punto nos encontramos con
una situación notablemente sorprendente si tomamos en cuenta la pretensión de cientificidad
de la mayor parte de los autores que participan con propuestas o discusiones sobre este tópico
o de los ámbitos y eventos en que éstas se plantean. Y es la absoluta ambigüedad con que se
maneja el término de cultura.
Aunque se ha pretendido que el rigor de pensamiento atribuído a la forma científica de
conocimiento obedecería, entre otras cosas, al uso de un lenguaje preciso, sería una
ingenuidad pretender que, en las ciencias o en la filosofía, todos los autores utilicen cada
término con idéntico contenido conceptual que los demás. Pues es de esperar que, habiendo
diferentes posiciones teóricas, cada una de ellas (y aún cada autor) utilice los mismos
términos aludiendo a la realidad de diferentes maneras o connotando distintas propiedades y
relaciones de la misma. Pero, precisamente por ello, lo mínimo que se puede exigir es que
cada autor haga explícito, de la manera más clara posible, el significado que otorga a los
términos que utiliza. Cuando menos por lo que respecta a los términos que tienen cierta
Esta comunicación se presentó en el Primer Coloquio Internacional de Antropología Social y Cultural
sobre Modelos, temas y corrientes contemporáneos, organizado por la Licenciatura de Antropología
Social de la ENAH. 19 al 21 de julio del 2006.
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 644
520
Hablo en plural, pues comparto las coincidencias -en este punto- con los colegas del "grupo Oaxtepec" y la así
denominada "arqueología social latinoamericana", buscando distinguirla de las propuestas de Shanks y Tilley,
aunque la designación es poco adecuada. Por lo pronto, en justicia, unos cuantos colegas españoles sugieren que se
hable de arqueología social iberoamericana. Pero la alusión geográfica es poco afortunada, a menos que se refiera
a su origen histórico. En cuyo caso sería apropiado denominarla "arqueología social ameroibérica". Pero, por otro
lado, no hay arqueología que no se ocupe de sociedades, de manera que el adjetivo de "social" discrimina muy
poco.
En todo caso, hay que observar que ninguna corriente de pensamiento es monolíticamente homogénea ni sus
participantes comparten de manera idéntica todos los conceptos, aún en los casos en que han alcanzado merecido
reconocimiento internacional, como "el círculo de Viena" o la "escuela de Frankfurt". En nuestro caso -bastante
más modesto- hay que señalar que autores que participaron del grupo Oaxtepec, como Lumbreras, se deslindan del
644
Cultura, identidad e identificación 645
Identidades.
Para referirnos al tema de las identidades sociales y su relación con la cultura, estimamos
necesario explicitar el concepto de grupo social. Dicho así, se trata de un concepto
indeterminado que alude a un conjunto de seres humanos que comparten en común algún tipo
de vínculos o atributos a nivel de la práctica del ser social, que son los que determinan la
cualidad del grupo. Pero, si bien las propiedades que definen a un grupo social determinado se
establecen a nivel del ser social, el concepto incluye la participación del conjunto de
individuos en las instancias superestructurales de la sicología social y las instituciones. Y es
preciso señalar que las sociedades constituyen totalidades integradas por múltiples grupos
sociales, donde cada integrante pertenece, simultánea y sucesivamente, a diversos grupos
sociales. Pero no todos los grupos sociales a los que pertenece están integrados por los
mismos individuos. Es decir, los diversos tipos de relaciones sociales se entrecruzan de
diversas maneras. Este hecho es básico para entender que las identificaciones ideológicas de
los grupos sociales a nivel superestructural siempre conforman sistemas de ideas y valores
heterogéneos, compartidos de maneras muy diversas por los integrantes del grupo.
uso del concepto de cultura consensuado en dichas reuniones, porque "En los escritos post-1982 he ido
abandonando el concepto y, por tanto, no lo discuto" [2005: 38] o, como Díaz-Polanco [2006], quien simplemente
no lo toma en cuenta.
521
Ver una síntesis de estos conceptos en Bate 1998. También allí hay algunos párrafos argumentando el deslinde
con respecto al althusserismo.
645
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 646
Estas y otras precisiones me parecen importantes porque, cuando nos referimos a las
"identidades", siempre se trata de la identidad de algún grupo social. Indicaremos brevemente
algunas características de los grupos sociales.
a. Determinación. Un grupo social adquiere un carácter determinado de acuerdo a las
propiedades o vínculos que sus integrantes comparten en común, como señalamos,
principalmente en las relaciones y prácticas del ser social. Determinación que se establece de
hecho, independientemente de cómo sus miembros conciban la naturaleza del grupo. Entre las
variables que pueden definir a un grupo social podemos mencionar:
1) La posición en el sistema de relaciones sociales de producción que, en una sociedad
clasista como la nuestra, permite distinguir a clases o fracciones de clases sociales.
Entendiendo que el modo de producción de una sociedad integra a diversos tipos de
relaciones sociales de producción y su calidad está definida por las relaciones de producción
fundamentales. En el sistema capitalista actual, las clases fundamentales están conformadas
por los propietarios privados de medios de producción, por una parte y de la fuerza de trabajo,
por la otra. Pero hay muchas otras clases y sectores sociales de diversa importancia
cuantitativa, definidos por diferentes tipos de relaciones de propiedad y producción. Como los
diversos tipos de campesinos, de artesanos, de pequeña burguesía de servicios, de trabajadores
intelectuales, etc.
Aprovecho para señalar que, si bien algunas de las variables que introduciré en el análisis
son más generales, en esta comunicación me limitaré a grupos sociales existentes en la
sociedad capitalista.
Sirva esta variable para mostrar la heterogeneidad posible en la composición de un grupo
social. Si tenemos una clase social como el proletariado, lo que sus integrantes comparten en
común es la propiedad de su fuerza de trabajo, la carencia de medios de producción y la
experiencia de la necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, transfiriendo
sistemáticamente el nuevo valor creado, sin posibilidad alguna de acumulación importante de
bienes. Pero los integrantes de la clase pueden provenir de diversas zonas de la ciudad o el
campo, o de distintas naciones, ser de diferente género o participar en distintas ramas de la
producción.
2) Posición en la división del trabajo, trátese de las grandes divisiones sociales del mismo
o de la división doméstica de las tareas. Aunque Lenin introduce la posición en la división
social del trabajo como una variable secundaria -respecto a las relaciones de propiedad- en la
definición de las clases sociales, ésta, por si misma, determina la existencia de grupos que
comparten experiencias laborales y hábitos de vida en común y que se diferencian
notablemente de otros, aún perteneciendo a la misma clase social; a la vez que los acerca a
quienes, aún bajo diferentes relaciones de producción, desarrollan la misma actividad en
ámbitos similares: trabajadores urbanos, campesinos agrícolas, pastores y ganaderos, mineros,
pescadores, burócratas, profesionales, etc.
646
Cultura, identidad e identificación 647
647
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 648
decir, bajo formas de subsunción formal del trabajo al capital, sin que esto signifique que
internamente las relaciones sean igualitarias. Esto es lo que caracterizaría a los núcleos de
reproducción de los grupos étnicos. Pero en muchos casos, parte del grupos adquiere distintas
posiciones en las relaciones sociales de producción y en la división social del trabajo 522. Para
una ampliación de este tema nos remitimos a un trabajo anterior [Bate 1984].
b. Organización. Podemos apreciar que los grupos sociales pueden tener distintos niveles
de integración y funcionamiento. Desde la simple sumatoria de integrantes hasta formas de
organización bien estructurada, desarrollando actividades orientadas a la consecución de
objetivos que responden a los intereses del grupo.
c. Formas y niveles de conciencia. En parte, la organización de los grupos sociales está
en relación con el grado de desarrollo de la conciencia de quienes los componen. Podemos
referirnos a los grupos como sujetos sociales cuando consideramos sus formas y niveles de
conciencia, así como sus capacidades organizativas y de acción.
En este sentido se podrían distinguir:
1) Las formas de conocimiento predominante, que podrían ser: empírico-espontáneo,
mítico-mágico, reflejo artístico, religioso, lógico científico, etc.. Entendiendo que un mismo
individuo y, con mayor razón un grupo social, puede ser portador de diversas formas de
conocimiento. Como puede ser un científico de gran capacidad de razonamiento lógico
respecto a temas de su especialidad, pero supersticioso en diversos aspectos de la práctica
cotidiana.
2) Los niveles de conciencia, que van desde la conciencia habitual, básicamente empírica,
hasta diversos niveles de reflexión racional. Es necesario tener en cuenta que todos los
miembros de un grupo social comparten el nivel de la conciencia habitual, pero no todos
desarrollan iguales niveles de reflexión. De manera que habría un nivel medio de conciencia
grupal, de composición desigual, que varía dependiendo de las circunstancias y coyunturas
históricas.
Por otro lado, hay que considerar que también es desigual el grado de atención y
reflexividad en relación a las distintas áreas de fenómenos de la realidad (objetos de
conocimiento), según cómo éstos afecten a los intereses de cada grupo.
Es en relación a esta variable que se ha hecho la distinción entre "clase en sí" y "clase
para sí", pero no sólo los grupos definidos en torno a su posición de clase poseen la capacidad
de adquirir distintos grados de conciencia y desarrollar proyectos y objetivos de acuerdo a sus
intereses grupales.
3) Otra variable a considerar es que, si bien un grupo comparte situaciones prácticas y
experiencias de vida que son referencias comunes, esto no significa necesariamente que todos
522
Es común, por ejemplo, que algunos adquieran formación como maestros u otras actividades especializadas. En
el caso de los iroqueses del Canadá, mantienen organizaciones urbanas de proletarios muy requeridos por las
empresas constructoras dado que han mantenido la fama de no padecer de vértigo, por lo que tienen bajos índices
de accidentes trabajando a grandes alturas.
648
Cultura, identidad e identificación 649
sus integrantes las conciban de la misma manera. Porque, generalmente, respecto a otras
dimensiones de relación social, el grupo es internamente heterogéneo. Así, podemos decir
que las mujeres comparten la condición de su género en nuestra sociedad. Pero una mujer de
la burguesía, una pequeño-burguesa intelectual, una proletaria o una campesina indígena
viven, en la práctica del ser social, de maneras muy diferentes y difícilmente conciben su
situación femenina de manera idéntica.
De manera que la heterogeneidad interna de los grupos se manifestará tanto en las
formas, niveles y contenidos de una concepción diferencialmente compartida.
d. Desarrollo y cambios de los grupos sociales. Una dimensión fundamental de la
existencia de todo grupo social es su historia. Los grupos sociales tienen un origen y
conformación, se desarrollan, cambian y en algún momento dejan de existir. Como veremos,
la singularidad propia de todo grupo social es efecto de su historia, forjada a través de una
secuencia de coyunturas, aún cuando esté regida por regularidades de orden general.
Identidad y cultura.
Cuando me refiero a una identidad, me refiero a la identidad de un grupo social. Y un grupo
social sólo puede ser idéntico a sí mismo523. En otras palabras, un grupo social sólo es como
es. "Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí
mismo..." 524, tampoco podemos definir lo que es un grupo social por la forma como sus
integrantes se identifican ideológicamente. De manera que, si bien su ideología es una
dimensión de su existencia real (y, por lo tanto, material), deberíamos más bien explicar su
conciencia y sistema de valores a partir de sus condiciones materiales de existencia a nivel de
su inserción en las relaciones y condiciones del ser social y de su historia real.
En este aspecto, podríamos considerar los elementos constitutivos y factores causales de
la identidad de un grupo social. A propósito de la particularidad de la "cuestión étnico-
nacional" indiqué algunos a los que denominé factores de reproducción diferencial de la
identidad [1984: 55 y ss.]. Es claro que estas dimensiones y variables tienen distinta importancia
-es decir, se jerarquizan de manera diferente- dependiendo del grupo social de que se trate.
En primer lugar, mencionaremos algunas dimensiones constitutivas de la identidad
objetiva de los grupos sociales.
a. Condiciones histórico-naturales. Nos referimos a condiciones materiales de existencia
de la sociedad cuyas propiedades básicas no aparecen directamente determinadas por las
prácticas sociales, aunque éstas siempre intervienen modificándolas en diverso grado a través
de las actividades productivas o las relaciones de reproducción.
1) El medio geográfico, que constituye siempre un territorio particular en el que se ha
desarrollado histórica y actualmente la producción material y la vida social de los grupos
523
Es decir, la identidad es una entidad igual a sí misma.
524
K. Marx, Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, 1859.
649
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 650
empresarios propietarios del club que invierten en él su capital con el objetivo de apropiarse
de los excedentes que genere la empresa. Por otra parte, habrá un conjunto de especialistas:
jugadores, entrenadores, preparadores físicos, médicos, dietistas, contadores, representantes
legales, relacionadores públicos, contadores, publicistas y servidores diversos, cuya fuerza de
trabajo muy mal o demasiado bien pagada genera la plusvalía que transfieren a los
propietarios capitalistas de la empresa. Además, tendremos a los aficionados o adeptos que
asisten a los estadios o que ven y/o escuchan los partidos por televisión o radio y se enteran de
las actividades del club y sus miembros a través de los medios de comunicación de masas.
Éstos están realizando actividades recreativas que contribuyen a reponer sus condiciones de
vida, en algunos casos consumiendo parte de sus ingresos en la adquisición de boletos o
información.
Un análisis similar podría explicar, por ejemplo, la composición de grupos religiosos que,
en algunos países latinoamericanos como el Brasil, proliferan prodigiosamente.
2) La participación en el modo de reproducción. Todos los individuos participan de
alguna manera en las redes de relaciones de parentesco genético y de parentesco
clasificatorio. En algunos casos, el parentesco clasificatorio conlleva la pertenencia a
determinados grupos, como en las sociedades donde aún se mantienen sistemas de linajes o en
las "familias" extendidas que, como las italianas, mexicanas o de otros países latinos,
implican diversas obligaciones de interacción social. Y junto a otras variables puede regular la
pertenencia a determinados grupos, como entre los judíos, en que la calidad de tales se
reconoce sólo a través de las líneas de descendencia materna. Pero también la reposición
cotidiana de la vida humana, que incluye actividades que se pueden realizar fuera de las
unidades de reproducción o de residencia permiten establecer las relaciones sociales que
implica la realización de tales actividades, como el uso del tiempo libre.
En la constitución de muchos grupos sociales éstas relaciones no son importantes, pero
contribuyen a explicar su homogeneidad o heterogeneidad interna.
3) La participación en la práctica de actividades institucionalmente organizadas,
orientadas directa o indirectamente a la reproducción ideológica. Algunas constituyen grupos
de afinidad, como mencionamos a propósito de la formación de agrupaciones sindicales,
políticas, religiosas. Pero también puede generar el "espíritu de cuerpo" de grupos definidos
en torno a instituciones educativas, militares u otras.
4) Comunidad cultural: la cultura objetiva es efecto de la compleja multideterminación
histórica de la existencia de una sociedad y de los diversos grupos que la integran y, como
manifestación fenoménica de los mismos, presenta una singularidad irrepetible que los
distingue inequívocamente. Es la combinación de las formas de las casas, las calles, los
olores, colores y sabores de los alimentos, los acentos del habla, la manera de saludarse, la
forma de caminar, en fin, de todas las conductas humanas y de los efectos de su
transformación del medio ambiente.
651
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 652
Identificación.
Una cosa es cómo son los grupos sociales y los seres humanos que los componen y otra cosa
es cómo se conciben a sí mismos o cómo son concebidos por otros grupos. Enfatizando esta
diferencia, central desde una concepción materialista de la sociedad, creo que es preferible
usar el término de identificación para distinguir más claramente al sistema de reflejos
subjetivos que constituyen la identidad como ideología de la identidad real de los grupos
sociales 526.
526
En la reciente obra de Díaz Polanco, Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia
[Ms., 2006] encontramos la referencia a una publicación de Zigmunt Bauman - La sociedad individualizada,
2001(que no he leído directamente)- quien usa el término de identificación, para referirse al fenómeno de
"construcción" de identidades emergentes en el contexto reciente de la "globalización", distinguiendolo del de las
identidades anteriores o tradicionales. Dice Díaz Polanco "...a diferencia de la identidad, la identificación nace en
el seno mismo del sistema globalizador y éste no encuentra mayor dificultad para integrarla en su lógica. La
identificación es un sucedáneo de lo colectivo, regularmente inocuo para el sistema globalizante e
individualizador. Al no superar la individualización, la identificación crea la ilusión de una comunidad salvadora;
652
Cultura, identidad e identificación 653
o si se quiere: crea una "comunidad" en el marco de la lógica global...". Aunque tal distinción es interesante, es
claro que acá no uso los términos de identidad e identificación en el sentido que le otorga dicho autor.
527
La movilización de afectos también puede significar su neutralización, así como las actitudes pueden llevar a la
inacción.
528
Karel Kosik: Dialéctica de la totalidad concreta.
529
Es a lo que Althusser [1975] se refiere cuando habla de la "interpelación" de los sujetos por la ideología.
653
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 654
530
No concordamos en ésto con Althusser, quien recurre incluso a un supuesto principio de "opacidad estructural"
en virtud del cual la ideología, por el sólo hecho de formar parte de una estructura, tergiversa necesariamente la
realidad. Bajo tal supuesto, también la ciencia sería un sistema de reflejos necesariamente falsos.
531
Los valores condicionan actitudes, entendidas éstas como disposición a la acción (o a la inacción).
532
Hay complejas clasificaciones de los afectos de acuerdo a múltiples variables, como la intensidad, la duración,
la valencia afectiva (positiva o negativa, de acercamiento o rechazo) y desde luego respecto a la cualidad
específica de emociones y sentimientos. Una aproximación interesante al tema es el de Agnes Heller [1985], a
pesar de que, probablemente por su formación de filósofa, conceptualiza los términos de sentimiento y emoción
exactamente a la inversa de como se manejan en la investigación sicológica.
533
Ver Agnes Heller: Teoría de los sentimientos.
654
Cultura, identidad e identificación 655
integran los grupos. Dicho de otro modo, los valores, actitudes y comportamientos adquieren
sentido en el contexto de la cultura de las sociedades concretas 534.
4) Selección. Los fenómenos, situaciones, atributos y relaciones de la realidad
representada son prácticamente infinitas. De ahí que los grupos incorporan selectivamente
algunos de aquellos en el proceso de identificación. En esta operación selectiva interviene la
valoración de los aspectos de la realidad representada.
5) Simbolización. Además, dada la potencial infinitud de representaciones empíricas
concretas de la cual son portadores los miembros de un grupo en relación a la diversidad de
aspectos de la realidad seleccionados, aquellas son objeto de una síntesis generalizadora,
donde la abstracción de lo común se resume en símbolos, los cuales adquieren significación y
sentido. Y los símbolos, que generalmente adquieren también formas culturales, pueden
sintetizarse y estereotiparse en conceptos (a "saudade") , enunciados existenciales ("los indios
son flojos", "los judíos son avaros", "nuestro pueblo es ingenioso"), enunciados normativos
("los hombres no lloran") o aludir a las generalizaciones conceptuales por referencia a
imágenes concretas (la bandera, el himno) o a la memoria de situaciones o prácticas
concretas.
6) Estructuración. El conjunto de símbolos a través de los cuales se representa (y se
opera en) la realidad se organiza como un sistema de formas (de los reflejos subjetivos: ideas,
juicios valores), es decir, se estructura 535.
¿Cómo se organiza básicamente el sistema de ideas que integran los componentes
cognitivos de la ideología?. Comenzaría por aceptar el aserto de que "El lenguaje es tan
antiguo como la conciencia, el lenguaje "es" la conciencia real, práctica, existente también
para otros hombres [...]; y al igual que la conciencia, el lenguaje nace con la necesidad de
relación con otros hombres" 536.
Pero la ideología no se limita a sus componentes cognitivos, sino que comprende también
al sistema de valores: "La moral, la religión, la metafísica, y todo el resto de la ideología,
juntamente con las formas de conciencia correspondiente..." 537. De ahí que no puede
reducirse la organización del sistema de ideas y valores que integran la ideología a la
estructura del lenguaje hablado o escrito y el sentido que adquieren no es necesaria ni
solamente "lógico". Al respecto, es mucho más adecuado afirmar que los procesos de
conformación ideológica se basan en lo que Haidar denomina "prácticas semiótico-discursivas
y [que] tienen una relación directa con la producción y reproducción del sentido" 538. De
donde se puede sostener que la explicación de la estructuración de la ideología nos remite "...a
534
En este aspecto, aunque conceptualizamos a la cultura de manera diferente, concordamos con la propuesta de
Gilberto Giménez [2005, tomo I, Capítulo 4]
535
Entiendo a la estructura como un sistema (relación todo-partes) de formas. Y a la forma como la organización
espacio-temporal de los elementos en interacción dinámica que constituyen el contenido.
536
Marx y Engels, La ideología alemana: 45 [Cursivas mías].
537
Ídem: 37-38.
538
Julieta Haidar 2005, "El análisis del sentido: propuestas desde la complejidad y la transdiciplina": 422.
655
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 656
539
Ibídem.
540
Almudena Hernando 2002:97.
656
Cultura, identidad e identificación 657
intención de 'enganchar' al lector [u oyente, F.B.] en una experiencia total, ya no sólo cognitiva
sino afectiva" 541.
9) Exaltación y ocultamiento. Otro recurso común es la exaltación de las cualidades
positivamente valoradas del grupo o sus miembros o de su participación en eventos o
situaciones históricas memorables. A la vez que se ocultan u olvidan los atributos o eventos
valorados negativamente, a veces considerados vergonzosos.
10) Negación. En la negación, a diferencia del ocultamiento, que más bien "olvida", se
establecen afirmaciones contrafácticas, negando dimensiones inocultables de la realidad. Así,
por ejemplo, en la República Dominicana "no hay negros" (negros son los haitianos).
11) Apropiación. Es la reivindicación de valores, eventos, personajes históricos
destacados -en general, símbolos altamente apreciados- en el contexto del resto de la
sociedad, como méritos propios del grupo o la exaltación de la co-participación en dicha
valoración simbólica.
12) Fabulación. Consiste en el recurso común de simplemente inventar eventos,
situaciones, entidades o tradiciones que no han existido. O que atribuyen cualidades o méritos
a determinados personajes que no corresponden a su realidad. Nuestras historias están llenas
de frases célebres atribuídas a personajes históricos, seguramente inventadas bastante tiempo
después por los historiadores, de actos heroicos que bien pudieron ser perfectas estupideces, o
de tradiciones "milenarias" que seguramente no re remontan más allá de algunas décadas.
13) Mitificación. Otro recurso usual, una forma de exaltación, es la mitificación de
eventos y personajes reales (legendarios) o inventados, donde su carácter real o ficticio o el de
las acciones que se les atribuyen no tiene relevancia, sino sólo como referentes comunes
ejemplares.
14) Diferenciación. Sin lugar a dudas, un recurso fundamental en la identificación
ideológica de un grupo es el de resaltar la diferencia respecto a otros grupos, principalmente
aquellos que definen su identidad en torno a variables similares. Es decir, los participantes de
una comunidad religiosa buscan distinguirse, antes que nada, de los de otras comunidades
religiosas, los adeptos de un club deportivo respecto a los de otros clubes, los de una
determinada clase social, sobre todo los de las clases privilegiadas y dominantes, de los de
otras clases sociales. Y, en éste caso, los mayores esfuerzos de diferenciación los realizan
aquellos que están cerca de los límites en que pueden ser confundidos. Así, en Guatemala,
donde las diferencias de clases se ven parcialmente enmascaradas e imprecisamente
suplantadas por la distinción indios/ladinos, son los ladinos que corren riesgos de ser
confundidos con indios por sus rasgos inocultables quienes mayor empeño ponen en la
diferenciación.
También es frecuente el fenómeno de alienación en que los integrantes de una clase
subordinada o desfavorecida intentan identificarse ideológicamente con las clases
541
Manuel Gándara 1994:80.
657
Luis Felipe Bate PROPUESTAS PARA LA ARQUEOLOGÍA 658
658
Cultura, identidad e identificación 659
aspecto de la relación entre sujetos sociales y realidad, que se refiere a cómo este sistema de
reflejos ideológicos opera en el desarrollo de la práctica del ser social, como condición de la
acción de los sujetos sociales en la realidad, que no es idéntica a cómo es concebida.
Y luego -puesto que se ha considerado analíticamente la identificación de cada grupo-
será necesario considerar las cualidades que adquieren las relaciones ideológicas de los
distintos grupos actuando como un todo, considerando el hecho de que todos los individuos
participan de más de un grupo social.
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