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Mitos y Leyendas

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ESCUELA BASICA Nª 2395 PRIV. SUB.

“MARIA AUXILIADORA”

“LEYENDAS Y MITOS DE MI PAIS”

MATERIA: CASTELLANO

ALUMNO: MAURICIO ZARACHO

PROFESORA: LAURA RUIZ

GRADO: 5TO.

TURNO: MAÑANA

2021
LEYENDAS Y MITOS DE MI PAIS

Leyendas

Las leyendas son un «invento» de las civilizaciones primitivas para tratar de darle una

explicación a un fenómeno o situación del cual no se tiene una respuesta racional.

Leyenda de formación del Lago Ypacaraí

La Leyenda más conocida, en la que interviene Fray

Luis de Bolaños.

Aunque son muchísimas las leyendas que tratan sobre

el origen del lago, esta es quizás la única conocida por

muchos.

Según esta leyenda, alrededor del año 1603, una

tremenda sequía azotó la zona que hoy día corresponde

al lago y sus alrededores. Los pobladores contaban con

un único manantial de agua para abastecerse.

Un día, llego al manantial (que, por su gran valor dadas las circunstancias, estaba

custodiado por varios centinelas) una madre con su hija a pedir un poco de agua para la

niña. Ante la negativa de los guardias, la criatura pereció y la madre maldijo el lugar.

Inmediatamente a la maldición, un torrente de agua comenzó a fluir arrasando con toda

la población. Los pueblos de la rivera, desesperados, pidieron entonces la intervención

de Dios por medio del franciscano Fray Luis de Bolaños. quien conjuró la catástrofe,

parando las aguas y conformándose de esta manera el Lago que más tarde llevaría el

nombre de “Ypacarai”.
Se cuenta, asimismo, que, en el nuevo lago, se encontró flotando un nicho de cuero con

la imagen de la Virgen María (por el indio José), que es la imagen que posteriormente

se llevó a caacupé y que hasta hoy es venerada por todos los paraguayos.

La imagen de la Virgen de la Aparecida, en la cima de la escalinata, fue realizada en

memoria de los supuestos hechos a los que esta leyenda se refiere.

El nombre de Ypacarai que más tarde adoptará el lago y tomando en cuenta esta

leyenda, podría significar: “agua completamente conjurada, bendecida: Ipá-Karaí”, o

bien “basta de agua señor: “Y-pa-karai”.

LA LEYENDA DE LA YERBA MATE

Había una vez un señor que tenía una hija

muy hermosa y muy buena; era su alegría

y toda su esperanza. Para cuidarla mejor y

alejarla de todos los peligros de la vida

fue con su esposa y la joven a vivir en

medio de una gran selva, cerca de los Saltos del Guairá. Allí el hombre cultivaba maíz,

mandioca, zapallo y otras plantas para el sustento diario. Eran pobres, pero libres y

felices.

Si el tiempo era favorable, había abundante cosecha y lo pasaban bien; pero había

temporadas en que la cosecha era muy escasa, entonces se alimentaban con frutas y miel

que encontraban en el monte.

Un día fue llegando al rancho una persona de presencia agradable. Con suaves palabras

pidió al dueño de casa que le permitiera pasar la noche con ellos, que al día siguiente, al

salir el sol seguiría su camino.


Aceptó el dueño de casa y le dió el mejor trato posible al forastero.

Al amanecer, tomó el viajero su bastón y su alforja para proseguir su camino, pero antes

le dijo al dueño de casa:

- Yo soy un enviado del cielo, y he venido a enseñar y premiar a los buenos. Me llaman

en estas tierras Pa’i Zume. Como sabía que estabas viviendo en la soledad para salvar a

tu querida hija de toda clase de peligros, he llegado hasta aquí donde encontré el más

generoso hospedaje: me has ofrecido la única gallina que tenía, y me has dado tu cama.

En premio a lo que he recibido de ti, haré que tu hija no muera jamás: la convertiré en

planta. Los hombres cortarán sus ramas y le arrancarán las hojas, pero ella volverá a

brotar más lozana.

El personaje se despidió y siguió andando su camino. Se fue hacia el lado del alba, a

otros remotos lugares, quien sabe adónde, llevado por la mano de Dios.

Y la hermosa joven se convirtió en la planta del Ka’a.

Desde entonces, las ramas y las hojas cortadas de la yerba mate son tostadas y molidas

para que después de cebadas, ya sea con agua caliente o fría, sirvan al hombre de bebida

reparadora y estimulante.

LA LEYENDA DEL (PLATA YVYGUY)

En la noche tempestuosa, que cubre el cielo con rayos y truenos, la persona que transita

por la comarca suele contar que observa una llama misteriosa y fugaz, que se mueve de

un lugar a otro, para apagarse posteriormente al pie de una planta de tala (juasy’y). La

misma no es otra cosa que el mentado PLATA YVYGUY (tesoro enterrado).

Asimismo, se cuenta que muchas personas vieron en horas de la noche un perro blanco

sin cabeza que luego desaparece en algún sitio.


El tesoro oculto o PLATA YVYGUY se conoce en todo el Paraguay, pero muy

especialmente por los pueblos de Piribebuy, Luque, Caraguatay, Santaní y alrededores,

lugares donde se libraron cruentos combates de la Guerra Grande.

Numerosas personas afirmaron haber desenterrado esta fortuna que se hallaba oculta

bajo el suelo. Se cree que solamente las personas buenas y generosas pueden encontrar

el anhelado PLATA YVYGUY.

Hay muchas leyendas que cuentan la existencia de tesoros enterrados desde la época de

la conquista, sobre todo en América del Sur, en el territorio incaico. En nuestro país, sin

embargo, se atribuye a los jesuitas el entierro de muchos tesoros, cuando estos fueron

expulsados del Paraguay por la corona española en 1767. La creencia en los entierros

creció mucho más en el país después de la guerra del 70. Como se sabe, a medida que

los invasores extranjeros avanzaban sobre el territorio paraguayo, poblaciones enteras

corrían y se refugiaban donde podían llevando consigo sólo lo indispensable.

En esos tramos, muchos enterraban sus joyas en oro y plata, ya sea en cántaro o cofres

en lugares bien identificados con marcas en árboles o terrenos accidentados. Muchos de

los que partieron en éxodo doloroso perdieron sus vidas en esos avatares y por ende

jamás fueron desenterrados los tesoros que dejaron en las entrañas de la tierra. Mucho

se habla del tesoro del Estado Paraguayo enterrado durante la Guerra Grande, pero el

lugar nunca se encontró. Según las creencias, hay muchas formas de reconocer los

lugares donde fueron enterrados estos tesoros o plata yvyguy, a veces se ven luces fijas

o intermitentes, otras veces aparecen los póras protectores transformados en animales,

como perro sin cabeza, etc.

Hasta hoy día PLATA YVYGUY sigue forjando sus ráfagas de misterio y despertando

gran interés en la creencia popular. La gente no se resigna al mito y no faltan quienes


aparecen como baqueanos de lugares donde supuestamente existe el preciado tesoro.

Algunos más modernos se han provisto inclusive de potentes aparatos detectores de

metales para llegar a desenterrar el PLATA YVYGUY. Los testimonios no faltan,

tampoco aquellos que siguen asociando indisolublemente al perro blanco que aparece y

se esfuma llevando siempre consigo la magia del misterio. Hay historias increíbles

narradas por buscadores de PLATA YVYGUY, por lo menos esto no desfallece con el

paso de los años.

LA LEYENDA DE LIMPIA CONCEPCIÓN

Aunque nadie puede precisar exactamente desde cuándo, pero

sí durante mucho tiempo (100 años o más o menos), con cada

amenaza de tormenta y al caer la noche se podía ver una

terrorífica figura vestida de blanco caminando por la calle

Mariscal Estigarribia, en Areguá. Salía desde el lago Ypacaraí

y, subiendo por la doble avenida, llegaba hasta la iglesia de La

Candelaria, en el punto más elevado de la ciudad, para luego

regresar por el mismo camino a las aguas que, según la

leyenda, fueron su sepultura.

En su correría, metía miedo a los apurados pobladores que

buscaban refugio de la inminente tormenta. Incluso habría llegado a matar del susto a

más de uno. Fue parte indiscutible de las leyendas de la ciudad de Areguá desde

principios del siglo XX hasta que el espectro desapareció hoy en día. “Ha’e ojuka

siétepe ha upéare ko’ága ramo ikatu opytu’u (ella les mató a siete y por eso ahora recién

puede descansar)”, dice sin titubear don Liduvino Goiburú (65), cuidador del

cementerio de Areguá.
“No hay consenso en relación a la fecha que ocurrió el hecho. Unos dicen que fue en

una época de constantes revoluciones, probablemente entre 1910 y 1920. Otros

sostienen que fue antes de la guerra de la Triple Alianza, cuando el Mariscal (Francisco)

López venía hasta Areguá con Madame (Elisa) Lynch y solían caminar juntos hasta el

lago por la avenida de los eucaliptos, en el Castillo Palmerola”, sostiene por su parte

Enrique Delgado, guía turístico de la ciudad.

Asesinato. La leyenda cuenta que la misteriosa aparición sería el fantasma de Limpia

Concepción, una chiperita luqueña que vendía sus productos en las estaciones

ferroviarias de Luque y Areguá. Para viajar entre una ciudad y otra, lógicamente,

aprovechaba el tren. El relato le atribuye a la joven mujer una belleza fuera de lo

común, realzada incluso más por su sencillez e inocencia.

Pero la tragedia la eligió justamente a ella y un día, supuestamente unos guardas del tren

o escoltas de López, asegurándola que comprarían todas sus chipas, la llevaron hasta la

orilla del lago, donde procedieron a violentarla sexualmente entre todos. El crimen

terminó con la joven ahorcada con su propia cabellera.

Venganza. “Ha’e ojurá raka’e venganza. Ha he’i ojukarire siete arriérope odescansáta

ha. (Dicen que juró venganza. Dijo que iba a descansar después de matar a siete

hombres)”, explicó ayer Goiburú. Añadió que los tipos a quienes se les aparecía Limpia

Concepción no morían enseguida, sino de manera inexplicable dos semanas después,

tras haber sufrido mucho.


LA LEYENDA DEL URUTAÚ

Porque Urutaú es eso; una bella india a quien el egoísmo

paterno le impidiera realizar su sueño de amor. ¿Y todo por

qué? Porque el hombre a quien ella amaba era un prisionero

de guerra. Un prisionero caído en manos de un bravo e

implacable cacique guaraní, padre de la joven.

Ni lágrimas ni ruegos ni amenazas habían servido para

torcer la voluntad definida y definitiva del cacique. ¡Y era

apuesto el prisionero! Y, también, hombre de valor

probado. Era todo un Cuimbaé, un dueño de sí mismo, nombre y atributo que lo

distinguían entre muchos varones de la tribu.

Cuando ya era inútil esperar ningún cambio de actitud en su padre, la bella india, presa

de desesperación, se lanzó, una noche, a la selva. Consultado el Payé de la tribu, éste,

con la clarividencia que otorga el brebaje de la yerba mate, informó al cacique apenado

acerca del lugar en que se encontraba la hija.

Y allá fueron emisarios con la misión de traerla al hogar abandonado. El encuentro fue

patético. Insensible y muda, la india, con cuyo escondite dieran los emisarios, apareció

ante éstos como extasiada en la contemplación de una visión lejana. Como única

respuesta a los ruegos de quienes venían en su busca, la bella india les volvió la espalda

y, de nuevo, se internó en la selva. La explicación y la receta para semejante actitud no

se hicieron esperar. Nuevamente fue requerida para tal efecto la intervención del Payé.

No era otra cosa -a juicio de éste- que el dolor de amor lo que había insensibilizado y

enmudecido a la desventurada doncella. Sólo otro gran dolor sería capaz de reavivar sus
adormecidos sentimientos. Y allá fueron nuevamente los emisarios, esta vez

acompañados por el mismo adivino de la tribu.

El relato de ninguna imaginada tragedia familiar sirvió para despertar a la bella india

aletargada. No la conmovió la noticia que le dieron de la supuesta muerte del padre y de

la madre. Ante la desesperación de sus requeridores, continuaba ella muda y con sus

hermosos ojos abiertos y fijos en la lejanía. ¿Qué restaba por hacer? ¿Habríase

demostrado prácticamente la impotencia o la falsedad del mismo Payé? Cuando ya

todos eran presas de la desesperanza, el adivino acercáse a la india para decirle, al oído,

el doloroso mensaje que operaría el milagro:

-¡Cuimbaé ha muerto!...

Y, entonces, ¡oh, prodigio del amor y del dolor! Aquel ser insensible y mudo vibró en

un paroxismo desesperante. Y ante el espanto mítico de los emisarios, su cuerpo

tembloroso y dolorido transformándose de pronto en un ave que, lanzando un gemido,

alzó en vuelo y se perdió en la selva.

MITOS

Taú era un espíritu maléfico que se había enamorado de la doncella llamada Keraná,

una niña de belleza incomparable (hija de Marangatú] que se pasaba los días durmiendo.

Por esta razón le pusieron por nombre Keraná (dormilona) y kerana la simpática

personificación de la tribu. Taú se había quedado prendado de la joven y para

conquistarla se transformó en un apuesto joven. Con la nueva apariencia Taú visita a

Keraná por siete días consecutivos.

En el último día, intenta raptar a la joven, por lo que Angatupyry (espíritu del bien) se

ve obligado a intervenir para evitarlo. Para ello se entabla en una lucha con Taú que

dura siete días. Finalmente, Taú haciendo el uso de artimañas vence a {Angatupyry}.
Taú a verse triunfador se lleva a Keraná. Esto ocasiona profunda tristeza e indignación

en la tribu por lo cual estos ruegan un castigo ejemplar al transgresor, entonces vuelve a

tomar cartas en el asunto y hace de Taú el objeto de una terrible maldición. Tau fue

exiliado por Pytajovái (dios del valor y de la guerra). En su desesperación, Tau raptó a

Keraná y por esto Tupã lo maldice. Tau y Keraná tuvieron 7 hijos con apariencia de

monstruos o fenómenos: los 7 mitos.

TEJU JAGUA

Teju Jaguá se dice que es un gran

lagarto con cabeza de perro, de allí

deriva su nombre: teju: lagarto, jagua:

perro. Según el mito vagaba por

el cerro de Yaguarón y era amo de las

cavernas del lugar, a donde arrastraba a

sus víctimas para engullirlas. Algunas

versiones le conceden siete cabezas de perro, La versión popular sólo habla de una

cabeza. Fue el primer engendro del maldecido vínculo de Tau y Keraná. Otros afirman

que era pacífico y que sólo se alimentaba de frutas y miel. Es considerado guardián de

las riquezas de la tierra guaraní.

Mbói Tu’i

Mbói Tu’i fue el segundo hijo de Tau y

Keraná. Tiene cuerpo de víbora y pico de

loro. De estas características también proviene


su nombre: mbói: víbora, tu`i: loro. Es respetado como dios y protector de los anfibios y

las flores.

Moñái

Moñái fue el tercer mito engendrado

por Tau y Keraná. Es el protector de los

ladrones y las picardías. Tiene la forma

de una serpiente corta, menos de un

metro de largo y con el grosor de un

tronco.

Vive en pantanos y esteros del

Paraguay, no se le atribuye el título de protector de alguna otra especie de animal o

plantas, es un mito de apariencia horrible que asusta a la gente. Algunos afirman que ver

el Moñái produce la muerte.

Jasy Jatere

Jasy Jateré, su nombre significa

fragmento de luna. Jasy Jateré es un

pequeño duende de rubios y ondulados

cabellos y ojos azules que vaga

desnudo por las plantaciones del campo

en horas de la siesta, posee además un

bastoncito de oro, una especie de varita

mágica, con la que atrae a su víctima, a quien luego lleva a su hermano Ao ao (que es
antropófago). Otra manera de atraer a sus víctimas es el silbido que produce imitando el

canto de un pájaro. Es considerado como el cupido guaraní. Se dice que Jasy Jateré

rapta a los niños, los alimenta con frutas, miel y gusanos, luego los deja libre, pero éstos

regresan a sus casas ya tontos. Por esto, las madres paraguayas advierten y prohíben a

sus hijos salir a jugar en horas de la siesta, ya que corren peligros de ser llevados por

Jasy Jateré.

Kurupi

El Kurupí es considerado dios de la

sexualidad. Es el mito sátiro de la tierra

guaraní. Sus características son muy

extrañas, ya que es famoso por su

miembro viril, que es tan largo como un

lazo y lo lleva atado a su cintura. Con este

miembro enlazaba a niñas y mujeres, las

secuestraba y las poseía. Se lo considera protector de animales de la selva,

especialmente sementales. Tiene la piel negra como un carbón.

Ao ao

Ao ao es una especie de animal de cuatro

patas, con cuerpo de oveja y cabeza de

lobo. Se traslada en manada y su nombre se

debe a la manera en que se llaman unos a

otros “ao ao”. Es considerado dios de la

fecundidad, ya que tuvo muchos hijos.

Estos se trasladaban en manadas y comían


personas. Se dice que la única manera de salvarse de Ao ao es trepando un mbokaja o

palmera.

Luisón

Luisón es el séptimo hijo de Tau y

Keraná; considerado señor de la

muerte, debido al gusto que tiene por

rondar cementerios y alimentarse de la

carne de los cadáveres. Es uno de los

mitos más terroríficos del folklore

guaraní. Se dice que los martes y

viernes, Luisón pierde la forma humana y se convierte en un perro de apariencia

lúgubre, con grandes colmillos y que emana un olor muy desagradable. Recupera su

forma humana al aclararse el nuevo día, donde es hombre nuevamente, pero de

apariencia triste; sucio y cansado. Se dice que el séptimo hijo varón de una mujer que

tuvo solo varones será Luisón.


ANEXOS

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