Fisiologia Del Consumo
Fisiologia Del Consumo
Fisiologia Del Consumo
TEORIAS DE LA LECTURA
CAPITULO 3
Karin Littau propone que en nuestra época se considera a la lectura como una actividad
mental, dejando de lado que esta actividad tiene un aspecto corporal. Para ello partirá de
dos premisas para proponer esto:
- La lectura es una actividad “accesible a la inspección del cuerpo”
- Los libros son portadores de significado, objetos materiales que determinan
modos y hábitos de lectura.
La forma que mas visiblemente se puede observar en donde participaba el cuerpo era en
la lectura en voz alta. Esta participación se daba a partir de la entonación y el tono de la
voz. La lectura en voz alta era considerada beneficiosa para la salud equiparándola con
por ejemplo una caminata. Esto era todo lo contrario a la lectura silenciosa donde el
cuerpo quedaba “inmovilizado”, donde se temía que privara a los lectores de una
cantidad de ejercicio adecuada y relajara demasiado sus músculos perjudicando su
salud. En este caso la relación del lector con la palabra se internaliza y esa lectura pasa a
ocupar un espacio en la mente privado e interior.
En el siglo XIX se creía además que era mucho más perjudicial también leer acostados
ya que perjudicaba los ojos, el cerebro, el sistema nervioso y el intelecto. Junto a estas
preocupaciones se sumaban otras de índole ideológicas ya que leer en la cama
conllevaba al aislamiento e inmovilidad. Las consecuencias que ocasionaría la lectura
silenciosa también podían tener perturbaciones como “histeria y enfermedades
nerviosas”.
La fiebre lectora
Durante el siglo XVIII corría por Europa lo que varios diagnósticos denominaron “furia
epidémica por leer”. Este fenómeno debe entenderse como respuesta al incremento de
la producción de libros. El mismo no se debía únicamente a una mayor cantidad de
libros, sino también a que los lectores leían otros textos que no eran seculares y se
agregaba que la lectura se realizaba con mas pasión. La misma se debía al apogeo de la
novela en la época, la que generaba una nueva relación de lector con el libro,
introduciéndose en un mundo ficticio interesante con personajes inventados, revelando
reacciones que mostraban experiencias profundamente corporales. Este género fue
criticado ya que se consideraba a la novela como un género que favorecía el escapismo
y la lectura por placer. Durante el siglo XIX ganó aceptación cultural pero no
legitimidad estética ya que se la seguirá considerando como algo maligno, sentimental y
engañoso y al mismo tiempo como instrumento para explicar la evasión o la huida de
los deberes societales.
Opiniones de la época hablaban que el libro hablaba al corazón y a la cabeza y la lectura
era alimento tanto para el estomago como para el pensamiento. De este modo
representaban a la lectura de novelas como una forma de comer, por ello los críticos la
asimilaban a una función corporal “inferior”. Sin embargo propone la autora que al
tener en cuenta la analogía de la lectura como un acto de comer, la recepción del texto
no se reduce a un acto primordialmente mental sino que se extiende a una estimulación
sensorial.
La adicción de la lectura
Alfred Austin comenta que los lectores apenas terminan de “devorar” un libro ya están
con ansias de comenzar con el próximo, por ello relaciona este hecho con un “habito
vulgar y pernicioso como la bebida”. Esto que describe pasa de un hábito de lectura al
vicio de leer como adicción corporal. De esta forma el “hambre” por los textos pasa de
una necesidad a una sed por el próximo libro.
Comentarios de este tipo en otros países daban lugar a esta conducta como compulsiva
como el consumismo y que provocaba adicción. Así, las necesidades psicofísicas
determinaban las conductas de los lectores.
En relación con estos comentarios vale destacar que la lectura no era un vicio y solo se
convertía en una enfermedad cuando era demasiado excesiva.
Por otro lado, si bien esta necesidad de lectura provocaba una mayor cantidad de
lectura que iba en aumento, por su parte también causaba que los lectores fueran a leer
más “fugazmente” en donde poco de lo leído se asimila y digiere. Este tipo de lectura
fugaz caracterizará la sociedad del siglo XIX. Este aumento de la velocidad también se
debía al aceleramiento del ritmo de vida que aquella estaba experimentando, así como el
desarrollo de la imprenta lo que aumentó la producción y el consumo. De este modo el
desarrollo de una nueva tecnología impactaba sobre la vida de la sociedad.
Todo lo que se vinculaba a la era moderna y todo lo que traía aparejado, provocaba una
especie de sensibilidad que según Nietzche se había tornado “enormemente más
irritable”. El nuevo ritmo de vida que se generaba, las demandas de atención hacia el
lector causaban su descomposición. El lector ya no llegaba a conocer al lector de forma
intima, la lectura se caracterizaría por ser cada vez más una familiaridad fugaz. Este tipo
de lectura inquieta sería provocada por la producción y el consumo masivo.
En esta época habría muchos espectáculos nuevos y nunca antes vistos en que todo se
volvía demasiado fugaz para ser absorbido. Littau dirá que la modernidad “imponía
grandes exigencias al órgano de la vista”.
Como la imprenta abrió las puertas de la modernidad, el cine encarnó el ritmo de vida
moderna. La cultura de la pantalla que creo este nuevo medio en el siglo XX requería de
un esfuerzo de los ojos del espectador. La autora destaca como los reformista veían a
esta invención como nociva para la salud visual e incluso nerviosa. Denominaban a este
como un veneno que socavaba la salud de la juventud.
Estos efectos del cine, son tan viejos como el cine. En este sentido, el autor trae las
reacciones del público ante Arribo de un tren a la estación La Ciotat de los hermanos
Lumiere, no como una confusión con la realidad sino como impulsos corporales
producidos por las imágenes. El placer visual se convertía en una sensación física. Las
reacciones producidas quedaban primero registradas involuntariamente por el cuerpo.
La gran popularidad del cine por su espectacularidad visual, llevo a pensar que la
imprenta quedaría olvidada. La cultura de la lectura pasaría a un segundo plano por una
cultura visual. Un crítico citado por el autor analiza la inclinación ya no por las letra y la
formación de palabras, sino ahora, por una lectura de imágenes con más facilidades.
En este sentido muchos creían este momento como el de más fuerte apetito de estímulos
o el deseo de sensaciones. Gorki habla de un acostumbramiento de los hombres a la
cosas de la vida cotidiana (ya no generan las mismas reacciones) y a un aumento del
deseo impaciente de impresiones nuevas, fuertes, insólitas, extrañas, etc. y esto es lo que
él cree que justamente el cinematógrafo brinda. Freska se mantiene en la misma línea de
pensamiento que el citado anteriormente “(…) Por esa razón, nuestros ojos tienen
hambre y nada hay tan conveniente como el cinematógrafo a fin de satisfacerlo
materialmente al menos”. Esta asociación que Littau realiza entre la comida y el mirar
películas, la toma y compara al cine con un local de comidas rápidas que satisface tu
apetito con imágenes pero de manera insalubre.
El público encandilado.
Mareados en el hiperespacio.
(In)Corporeidad en el espacio
Karin Littau propone que se supone que el entorno de los hipermedios son virtuales y
que la realidad virtual satisface el deseo de dejar atrás el cuerpo material para existir
como pura conciencia en un espacio que es virtual e inmaterial a la vez. Este énfasis en
lo incorpóreo proviene de una actitud mentalista que ha adoptado con excesiva rapidez
la inclinación cartesiana por privilegiar la conciencia por encima de la materia. En esta
concepción no se tiene en cuenta que los usuarios experimentan sensaciones corporales
al enfrentarse a la tecnología.
Críticos equiparan la realidad virtual con una experiencia electrónica extracorpórea, un
medio que los usuarios podrían usar para escapar de la rutina cotidiana. En cuanto
realidad artificial , modifica nuestra conciencia y ofrece una realidad alternativa. De este
modo algunos temen que los usuarios se transformen en adictos a lo que le brinda un
mundo simulado en lugar del real.
Consumidores pasivos