Quedate Esta Noche - Olga Salar
Quedate Esta Noche - Olga Salar
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RESEÑA
Dafne es una mujer de éxito, fantástica en su trabajo como fotógrafa
de moda. El problema es que es un desastre en la vida real, propensa a los
accidentes y con un nulo sentido de las orientación, su vida transcurre
entre percances domésticos y cuartos oscuros de revelado.
El único instante en que todo su cuerpo coordina a la perfección es
cuando mira a través de la lente de su cámara. No obstante, su vida dará un
giro cuando su habitual rescatador, el atractivo policía de la puerta de al
lado, le pida que le ayude en un asunto delicado.
El regreso inesperado de su hermano Chloe, y los mordaces
comentarios de su amigo Pablo, volverán patas arriba su tan valorada
tranquilidad.
Olga Salar
Diego estaba agotado, había pasado los últimos dos días trabajando
en el turno de noche y aunque no había sucedido nada importante habían
tenido que salir de comisaría en varias ocasiones y, entre el trajín de
atender varias llamadas y patrullar la zona, no había tenido un solo
momento de paz.
Así que en lo único en lo que pensaba mientras conducía camino a
casa, a las seis y media de la madrugada, era en darse una ducha, meterse
en la cama y dormir dos días seguidos, quizás tres. Ni siquiera pensaba
dedicarle un minuto a su estómago y desayunar antes de dejarse caer
derrotado por el sueño. Solo podía imaginarse bajo las frescas sábanas de
su dormitorio, con las persianas hasta abajo y las cortinas corridas para
evitar cualquier atisbo de luz que pudiera colarse entre ellas.
Metió el coche en el parking de su edificio y cogió el ascensor. Era
demasiado temprano para que el portero estuviera en su puesto así que ni
siquiera se molestó en ponerse la camiseta que llevaba colgando del
hombro. El calor era desquiciante aun estando en pleno mes de junio.
Asustaba pensar siquiera cómo sería el mes de agosto.
Empujaba la puerta del ascensor, cuando escuchó un golpe y un
gemido de dolor. Abrió la puerta, temeroso de haberle arreado a alguno de
sus vecinos de la jet set, cuando se encontró de frente con una diosa en
miniatura de profundos ojos azules y una larga melena negra que se
derramaba lacia sobre sus hombros desnudos y su espalda. El color de su
pelo competía con el de sus ojos, lanzando reflejos azulados en la claridad
de la mañana.
—¿Estás bien? —preguntó pecando de poco original.
—Creo que sí, ¿a dónde ibas con tanta prisa? —preguntó la herida
con una voz ronca, sensual y cierta diversión en su tono. Se quedó mirando
su torso desnudo y, ante aquella mirada, Diego notó que su temperatura
corporal aumentaba considerablemente y no precisamente por el calor del
ambiente.
—A mi casa, aunque la pregunta correcta sería, ¿a dónde ibas tú a
estas horas, o de dónde vienes? —añadió con una sonrisa—. Yo vivo aquí
—dijo señalando la puerta que tenía en frente con un gesto de la cabeza y
un guiño pícaro.
—¿Así que tú eres el policía? —preguntó mientras perdía el
equilibrio sobre sus tacones de aguja al coger una enorme bolsa del suelo.
—¿Y tú eres...? —la interrogó con una irresistible sonrisa en los
labios y cierta expectación en la mirada.
Dafne pensó que esa sí que era su mejor arma y no la reglamentaria,
además estaba segura de que él lo sabía y lo explotaba, pocas mujeres
serían capaces de verle sonreír así y no aceptar lo que fuera que quisiera
pedirles.
—Dafne, tu nueva vecina —le tendió la mano y se sintió tonta, lo
mejor hubiesen sido dos besos.
Como si le hubiese leído la mente, tomó la mano que le ofrecía para
atraerla y rozar sus mejillas con los labios.
—Encantado, Dafne. Nos vemos —dijo mientras buscaba en sus
bolsillos la llave de su casa, deseoso de escapar de allí.
«¡Jolín con el policía! ¡Más que aplacar los ánimos los enciende!»
pensó Dafne mientras entraba a trompicones en el ascensor. Al parecer, ser
funcionario era rentable ya que se podía permitir vivir en pleno centro del
mundo.
Diego cerró la puerta y se apoyó contra ella, había cortado tan
abruptamente la conversación porque, a pesar del cansancio, el calor y lo
poco erótica que era la situación, la nueva vecinita y su perfume lo estaban
tentando demasiado. Iba a tener que investigar con el portero, estaba
seguro de que si le llevaba una cervecita bien fría conseguiría enterarse de
lo que no estaba escrito.
Una vez decidido su método de actuación volvió a ser consciente de
su propio cuerpo, que le pedía a gritos que se ocupara de él. Retomó su
plan anterior, ya que en ese momento una ducha fría era vital para que
pudiera pegar ojo después de la escena vivida.
Capítulo 1
El miércoles, cuando por fin llegó a casa tras una sesión agotadora
para la revista InStyle España, se encontró con una sorpresa. En cuanto
salió del ascensor, después de hacerse daño con el hombro empujando la
puerta para que se abriera, ya que llevaba las manos llenas con las bolsas
de la compra y las cámaras, comprobó que había algo diferente en su casa.
Al salir del trabajo se había acercado a por suministros al hipermercado y
se había emocionado tanto comprando alimentos que no sabría cómo
cocinar, que al salir del coche le faltaban manos para cargar con todo.
Se paró de sopetón. Las manzanas se salieron de la bolsa cuando las
soltó de golpe. Algo inesperado se desarrollaba en el interior de su piso,
salía música de su interior y ella, a pesar de sus habituales accidentes
domésticos, estaba segura de que no se había dejado nada encendido, al
menos todo lo segura que Dafne podía estar.
Durante dos minutos estuvo parada frente a su puerta sin decidirse a
entrar, tentada en pedirle a Diego que la acompañara por si realmente
había un intruso en su casa. No obstante, descartó la idea por tres motivos
completamente razonables, el primero consistía en que si todo era una
falsa alarma y simplemente se había dejado la radio encendida, creería que
era una excusa para estar con él. La otra opción era añadirle un motivo
más en su larga lista de accidentes, para que él la catalogara como desastre
con piernas y la tercera iba encaminada hacía el bienestar del propio Diego
que probablemente acababa de acostarse y no le haría ninguna gracia que
lo molestara. Vaya, al parecer también había un cuarto punto; recién
levantado estaría irresistible y con su suerte olvidaría lo que quería
pedirle... Y no era plan volver a quedar como una boba ante él.
Decidida a hacer frente a lo que fuera que la estuviera esperando en
su casa, sacó las llaves del bolso y comprobó que no habían forzado la
cerradura. Suspiró aliviada, definitivamente había sido ella quien se había
dejado la música puesta, era la única explicación con sentido, los ladrones
no tenían llaves.
Su confianza se desvaneció cuando al entrar le vino un maravilloso
olor a comida casera. ¡Vaya, ahora resultaba que los ladrones sí que tenían
llaves y encima cocinaban! Iba a darse la vuelta y marcharse sin mirar
atrás cuando una versión suya quince centímetros más alta y con delantal,
salió de la cocina.
—¿Qué narices haces tú aquí? Tendrías que estar de crucero por Italia
con tu marido —le espetó a su hermana cuando por fin pudo hablar.
—Me he separado —explicó Chloe tranquilamente.
—¿En la luna de miel? ¿Estás loca?
—No estamos hechos el uno para el otro —comentó como si esa
fuera la respuesta justa.
—¿En tu luna de miel? —volvió a preguntar Dafne cada vez más
alucinada con la tranquilidad de su hermana.
—¿Quieres dejar de decir eso? Te repites mucho, Daf —la regañó
como si nada.
—Vale. Voy a intentarlo, pero no te prometo nada. ¿Sabes que
probablemente tu matrimonio entre en el récord Guinness por ser el más
corto de la historia? —le vaticinó Dafne.
—Ni siquiera he conseguido eso, lo he mirado. El matrimonio más
corto se lo llevó una tal Sara que tras casarse se fue de luna de miel con el
mejor amigo de su marido —explicó con un deje de tristeza.
—¡Definitivamente estás loca!
—Casi prefiero lo de «¿en tu luna de miel?» —refunfuñó Chloe
molesta por la crítica. Si por lo menos hubiera conseguido el récord...
—Genial, porque tengo otra mucho mejor que te va a encantar, ¿lo
sabe mamá?
—¡Cómo te pasas! —la acusó con los ojos abiertos por la sorpresa.
Lo que menos esperaba de Dafne era que la traicionara de ese modo. Su
madre era la última persona en el mundo en la que le apetecía pensar.
—¿Qué yo me paso? Ahora mamá dejará de hablarme por tu culpa,
seguro que cree que han sido mis ideas sobre el matrimonio, ideas que ella
me ha inculcado, las que han hecho que tú, dejes a tu perfecto y adinerado
marido. Y ya sabes que ella lo adora, ¡Dios! Si es al único hombre que
soporta en todo el universo.
—No te preocupes por eso, en realidad voy a volver a casarme, algún
día, cuando encuentre al hombre ideal para mí —explicó con ojos
soñadores.
—Se supone que ya lo habías encontrado —comento Dafne ante la
actitud infantil de su hermana.
—Eso creía yo... pero por eso estoy aquí, contigo. Vas a ayudarme a
encontrar a mi marido ideal.
—Chloe, estás loca. Has cogido una insolación en el barco y por eso
haces estas cosas tan descabelladas. No puede haber otra explicación —
dijo mientras le posaba la mano sobre la frente.
—No, eres justo lo que necesito y tú me necesitas a mí...
—Ni lo sueñes —cortó su hermana.
—No seas pueril, deja que te explique mi plan —pidió empezando a
enfadarse.
—¿Qué yo soy pueril? Perdona, pero la que hizo una boda fastuosa
hace dos semanas fuiste tú, la misma que ahora se presenta en mi casa...
—se cortó de repente—. Por cierto, ¿cómo has entrado?
—Una señora mayor me vio abajo, me preguntó si era tu hermana, le
dije que sí y me invitó a su casa. Luego me dio esto —dijo señalando el
llavero de Dora Exploradora—, y me aconsejó que te cuidara un poco
porque eras un desastre y voilá. Esa es la idea. Hasta que encuentre algún
trabajo en Madrid, seré tu asistente, no, seré la asistente de tu asistente,
seguro que Pablito estará encantado. Cocinaré, llevaré la casa, impediré
que te quedes encerrada en el balcón —dijo esto último con guasa.
—Voy a matar a la vieja chismosa —gruñó Dafne.
—Eres mi hermana no me puedes dejar tirada, va contra la ley —se
defendió.
—No te dejo tirada, deberías volver con tu marido...
—¡No puedo! —lloriqueó Chloe—. Me bajé del barco en Roma
porque me lo encontré con otra. El muy cabrón se estaba tirando a Begoña
en nuestra luna de miel —explicó llorando.
En ese momento Dafne hubiese cogido un helicóptero o lo que
hubiese sido necesario y habría abordado el barco para cortarle las pelotas
a su queridísimo cuñado.
—Tranquila cariño —la consoló mientras la abrazaba y le acariciaba
los mechones rebeldes de su pelo corto—. Tranquila.
—Ni siquiera me has preguntado quién es Begoña —hipó su hermana.
—¿Quién es Begoña? —preguntó cansada. Chloe era capaz de
controlar una conversación hasta en un momento como el que estaba
viviendo.
—Begoña es la camarera del restaurante del barco. ¡Y pensar que me
caía bien con su carita de buena!
—Nunca has tenido muy buen ojo para las personas —le dijo Dafne.
—Gracias por recordármelo en este momento —gruñó. Las dos se
miraron un momento y comenzaron a reír sin poder parar, transformando
su tensión en una risa liberadora.
—En realidad —dijo Chloe cuando se calmó—, tampoco está tan
mal. Ahora me quedaré a vivir contigo en uno de los mejores barrios de
Madrid y encontraré al marido ideal, fiel y rico, y tú tendrás comida en
condiciones y asistente personal, por supuesto solo hasta que encuentre
trabajo.
—Por supuesto —confirmó Dafne.
—¿Eso es un sí? —preguntó esperanzada.
—¿Se me permite decir que no? —interrogó conociendo de antemano
la respuesta.
—La verdad es que no.
—Entonces es un sí. Venga vamos a comer algo, lo que sea que hayas
hecho huele genial.
—¿Invitamos al policía a comer? —ofreció burlona su hermana.
—¡Voy a matar a la señora Aurora! Será chismosa.
—No la culpes a ella, sabes que se me da muy bien sonsacar
información a la gente.
—Cierto. Te culparé a ti, pero después. Ahora si me das de comer eso
que huele tan bien, te cuento los detalles que la señora Aurora no te ha
contado.
—De acuerdo —dijo Chloe ya más tranquila—, pero quiero todos los
detalles, no omitas nada.
Dafne emitió un gruñido poco femenino en respuesta.
—Por cierto, ¿lo del llavero de Dora es una señal para que el
susodicho se dé cuenta de que estás interesada? Ya sabes, Diego. El primo
de Dora, el que le acompaña en sus aventuras...
—¡Dios mío, estás chalada! ¿Cómo puedes ser tan retorcida? —se
quejó.
—Con mucha práctica.
Y dicho esto se dio la vuelta muy digna y se metió en la cocina para
apagar el fuego y servir la comida. Dafne siguió a su hermana en silencio.
«¡Adiós tranquilidad!» se dijo, Chloe era peor que un tsunami, tenía tal
energía que agotaba a todos los que estaban a su alrededor solamente
hablando, pero lo peor de todo era que se iba a empeñar en hacer de
casamentera con ella y el vecino, y gracias a la señora Aurora, conocía
todos y cada uno de los encuentros y desencuentros de la pareja.
Capítulo 5
Dos horas después Pablo y Chloe devoraban las últimas páginas que
les quedaban del libro que habían comprado a medias el mismo miércoles
en que regresaron de Londres. Desde que descubrieron el género habían
devorado juntos casi todo lo que se había publicado hasta el momento, y
elucubraban sobre qué iba a pasar con las sagas en las que había que
esperara que se publicara el siguiente.
—Esta noche quiero dar una cena en casa, hay algo que me gustaría
celebrar y no me preguntes por qué, no pienso decir nada —comentó tras
cerrar el libro.
—¿Nada de nada?
—No, y no me tientes que te conozco.
—Vale, seré buena —aceptó Chloe.
—Buena no, tienes que ser buenísima porque necesito que cocines tú.
—Desde luego. ¿Ya has pensado en el menú? ¿Cuántas personas
seremos? —preguntó con profesionalidad.
—Seremos seis. Y respecto al menú, elegido lo que se dice elegido,
no exactamente. Lo único que quiero es que sea afrodisíaco —y tras soltar
semejante noticia se dio la vuelta y se encaminó al despacho a seguir con
su agenda del día.
Cinco minutos después reaparecía con Dafne siguiéndole con cara de
encontrarse muy, muy mal.
—Cariño, al final seremos ocho y no seis —dijo con el aire dramático
que tanto le gustaba.
—¿Por qué, quién se ha apuntado a última hora?
—Tu madre, viene de camino. ¿A que es genial?
Las dos hermanas le lanzaron la misma mirada fulminante.
—¿Cómo se ha enterado de lo del divorcio? Yo no se lo he dicho y
vosotros tampoco, ¿verdad?
Los dos negaron con la cabeza.
—¡Dios! Ahora me acusará de escondérselo. Y yo solo quería que
pasara un poquito más de tiempo para que no se pusiera histérica.
—Pues prepárate porque se ha mostrado muy comedida por teléfono
—explicó Dafne. Que su madre se comportara de forma normal solo podía
significar una cosa, que la tormenta estaba a punto de estallar.
—Bueno, miradlo por el lado bueno, no se quedará en esta casa los
días que esté en Madrid.
—¿Y eso por qué? —pregunto Chloe extrañada.
—Tiene un nuevo novio, viene con él —respondió su hermana.
—Pablo vas a tener que suspender tu cena. Soy incapaz de cocinar
nada comestible ahora mismo.
—De eso nada monada. Tómate un valium o lo que sea necesario,
pero la cena tiene que ser un éxito rotundo —exigió girando sobre sus
talones y abandonando el lugar minado.
Todo el estrés que habían sufrido las hermanas Llorenç había quedado
suspendido para otro momento. Candela Alfaro, antigua señora Llorenç
había llamado para avisar a sus hijas y a Pablo, de que no iba a asistir a la
cena que daba este último.
Después de las casi cuatro horas que duraba el viaje desde Valencia a
Madrid, ella y su acompañante habían considerado más acertado quedarse
en el hotel y cenar allí mismo cualquier cosa ligera. Si bien Dafne se
mostró consternada —por teléfono— porque su madre no acudiera a la
cena, por dentro estaba bailando el «Oppa Gangnam Style».
Al menos de momento estaban a salvo de los comentarios mordaces
de su madre. Dafne estaba convencida de que iba a culparla a ella del
divorcio de su hermana, como si la culpa de su total animadversión por el
matrimonio no fuese la consecuencia directa de haber sido educada por
una mujer que acababa casi todos sus discursos, fueran del tema que
fueran, con la muletilla: «la culpa la tiene tu padre por abandonarnos». Por
otro lado, con los antecedentes de su madre, Dafne no estaba muy segura
de si era buena idea que conociera el motivo real del divorcio de su
hermana. Por consecuencia las dos hermanas terminarían callando y
aguantando el chaparrón que Candela hubiera preparado.
Dafne cuadró los hombros y abrió su armario, ya se preocuparía
después de cómo hacerle frente a su madre, de momento tenía otras cosas
en qué pensar, como por ejemplo, ¿qué se traía entre manos Pablo para
organizar una cena tan repentina? ¿Y quiénes eran los dos invitados
misteriosos cuyos nombres no había querido desvelar? Una idea comenzó
a rondar en su mente. No... Pablo era su mejor amigo. No se atrevería.
Capítulo 14